Você está na página 1de 10
AZUL PECADO REPARTO DIEGO (20 ANos) MAYRA (17 ANOS) DIRECTOR Demetrio Avila Rosy Balderas Jorge Zarate y Carlos Capetillo Esta obra fue estrenada por el grupo Tequio en Ciudad Victoria en junio de 1996 en el Espacio Cultural Tequio. La escena se desarrolla en un cuarto de hotel barato, del atardecer al anoche- cer, la primera parte debe manejarse como un juego bastante erético. DIEGO: Al fin solos. MAYRA: De veras? DIEGO: Solos. MAYRA: Ti y yo. DIEGO: Juntos. MAYRA: (Te gusto? DIEGO: {Me encantas! MAYRA: No me veas asi... DIEGO: ,Cémo? MAYRA: Me desvistes... DIEGO: {Te desvisto? MAYRA: No empieces. DIEGO: Andale. MAYRA: No seas impaciente. Pausa, juego de caricias. Transicién. MAYRA: Oye. {De verdad nos vamos a escapar? DIEGO: No podriamos escapar. La ciu- dad, su gente, sus ruidos, todo se va adentro de ti, no importa a donde va- yas, no puedes escapar. MAYRA: Pero ti hablabas de un cam- bio, otros aires, yo me imaginaba ya li recorriendo otra ciudad, llena de lu- ces, de espectaculos nocturnos, gas- tando dinero a manos Ilenas... Oye, gtenemos dinero a manos llenas? DIEGO: Lo tenemos sf, zy qué? MAYRA: Pues nos serviré para esca- parnos. DIEGO: No me gusta esa palabra, yo no voy huyendo estoy buscando... MAYRA: No busques, toma lo que exis- te, cuando alguien busca, generalmen- te termina perdido entre tantas mara- fias que son los pensamientos. DIEGO: Los pensamientos te hacen cre- cer, te vuelven creativo, casi Dios; dispones del mundo a tu antojo, pue- des destruirlo en segundos, mientras Dios descansa en el séptimo dia. MAYRA: Esos son suefios. DIEGO: Los suefios son parte de la rea- lidad. MAYRA: {Sabes siquiera qué es la rea- lidad? DIEGO: Una marajia de pensamientos, un montén de imagenes, un envolto- rio de miedos que cada uno guarda en si mismo. MAYRA: Si? DIEGO: El hombre es necio. MAYRA: Si, y ti estas loco. (Empieza a desempacar.) DIEGO: Si. No desempaques mafiana nos vamos. (Transicién para conti- nuar el juego erético.) {Tienes ham- bre? MAYRA: Un poco, jme invitarfas a sa- lir? DIEGO: No, ordenaria que trajeran algo, me atragantaria con eso y después te comeria a ti. MAYRA: (Y si te indigestas? DIEGO: Tu serias mi doctora de cabe- cera. MAYRA: Yo podria cuidarte, recetar- te, pero no te aseguro curarte. DIEGO: Entonces, pediria hacerte el amor si estuviera desahuciado, MAYRA: {Te acuerdas del muchacho de la esquina, el hijo de dofia Sofia? El si estaba desahuciado. DIEGO: No, no lo recuerdo, por qué habria de hacerlo. MAYRA: Pues porque... no sé pero yo lo recuerdo, a veces me llega muy fuerte su imagen. DIEGO: Los recuerdos son como una pelicula sin sonidos, sin secuencia, y los puedes mover a tu antojo. MAYRA: Me recordards después. DIEGO: Lo que importa es el presente, y ese es tan diminuto y a la vez tan infinito que jams dejar de existir. MAYRA: Solo el futuro es tan incierto. DIEGO: No existe, s6lo son imagenes de una realidad frustrada creada por los miedos, y suefios que jamis Lle- gan; imagenes que vienen y se van en el presente, donde estamos viviendo. MAYRA: A veces me da miedo. DIEGO: {Qué cosa? MAYRA: Esto. Lo que estamos vivien- 112 do. Recuerdo cuando mami decfa... DIEGO: No la menciones més. Decidi- mos hacer esto; unirnos a pesar de nuestros padres, a pesar de... MAYRA: Ya, no volvamos a lo mismo. DIEGO: No muevas entonces mis re- cuerdos. Quedamos en vivir lo nues- tro solos, sin recuerdos, sin nada que nos regrese al pasado, para poder vi- vir tranquilos, para... MAYRA: ZY Dios? DIEGO: ;Dios? Dios no existe. Nada ms sirve para culparlo de tus erro- res, para no quedar como idiota con las cosas que no puedes explicar. MAYRA: A veces cuando pienso en él me arrepiento y quiero mandar todo al diablo; purificar mi alma, aplacar todo lo que se desat6 la noche que entraste a mi cuarto; la primera vez que me viste desnuda, la primera vez que alguien me ensefié a... DIEGO: Todo hubiera seguido igual, todo habria sido sencillo, pero tenfas que hablar. Lo mejor es quedarse ca- llado cuando te preguntan, torturar- los con una duda, como ellos lo ha- cian con lo incierto de su amor, 0 qué a poco crees que de verdad te ama- ban, quién te dice que no nacimos por un descuido, que ni siquiera estaba planeado que naciéramos. MAYRA: Un descuido... (Se acaricia el vientre.) un maldito descuido que nos va a arruinar. DIEGO: Atin no, todavfa te amo. MAYRA: ;Atin me deseas igual? DIEGO: No, mucho més. MAYRA: Eso es lo que me consuela, no me dejes ahora, no me dejes nun- ca. DIEGO: No amor, jamés, si me pudro el infierno ser4 contigo. MAYRA: (Nos iremos al infierno? DIEGO: Depende de nosotros, el infier- no est aquf (sefiala su cabeza) y de ese nadie se escapa. MAYRA: (Pausa. Pensativa.) {Seremos libres algtin dfa? DIEGO: {De qué? MAYRA: De nosotros, del pasado. ,Se- rés libre de mf, y seré libre de ti? DIEGO: Lo somos. MAYRA: {Lo somos? DIEGO: No me confundas més. Te amo. La besa con una pasién instintiva, casi animal y empieza a acariciarla sin lle- gar a desnudarla, aunque aparentemen- te esa sea la intencién. Se reanuda el juego erbtico del principio. Mayra entre risas. MAYRA: Tengo hambre. DIEGO: ;Ahora? MAYRA: Si, ahora. DIEGO: De acuerdo bajaré por algo para cenar. MAYRA: No, mejor invitame a cenar a algiin lugar, otro sitio que no sea esta habitaci6n. DIEGO: Estés rematadamente loca, Andale vamos. Salen. Afuera se escuchan truenos, llu- via, relémpagos. Entran los dos com- pletamente empapados. DIEGO: Sera mejor que te bafies, si no te puedes resfriar. MAYRA: Es que tengo frfo. DIEGO: Se te va a quitar si te bafias. 113 MAYRA: {Nos bafiamos juntos? DIEGO: Anda ahorita te alcanzo. El empieza a desvestirse, y ella se diri- geal batio, a contraluz se ve cémo se va desnudando y cae el chorro de la rega- dera, mientras él en calzoncillos y tira~ do en la cama la observa. Deben escu- charse sélo los ruidos externos, el agua de la regadera mojando el cuerpo de ella y las respiraciones de ambos. Ella sale con el cuerpo mojado y cubriéndose con una toalla, sin enredarse en ella, avan- za hacia ély se apaga la luz. La siguiente escena sera iluminada s6lo por los re- lémpagos que se cuelan por la ventana. MAYRA: jAy, se fue la luz! DIEGO: Déjalo asi es mejor. Empieza nuevamente el juego erético, como si fuera un ritual empezarén a ha- cer el amor. MAYRA: Te amo. DIEGO: No me dejes nunca. La escena sigue, los cuerpos se ilumi- nan por los relampagos, las respiracio- nes se confunden con los truenos y cuan- do un estruendo mayor se escucha como anunciando la culminacién, la luz se enciende. Los relémpagos volverdn a iluminar la escena donde vemos a ella acurrucada en el vientre de él y él protector cuida su suetio, mientras la Uuvia y los relém- pagos van disminuyendo hasta quedar en silencio y oscuro. Amanece y es ahora ella quien parece cuidar el sueno de él quien adopt6 la misma posicién que ella tenia, pero el vestuario debe cambiar para dar la sen- saci6n de que el tiempo ha transcurrido. DIEGO: Que pensativa. MAYRA: Tuve un mal sueio. DIEGO: {Qué sofiaste? MAYRA: Nada importante, olvidalo. DIEGO: Olvidalo ti porque traes una cara que... MAYRA: Oye, ya tenemos més de una semana de haber llegado aqui, atin no sabes a donde nos iremos? DIEGO: No. MAYRA: Es que me preocupa que nos puedan encontrar, si pap4 nos encuen- tra querra evitar que nazca el nifio y yo... DIEGO: Nadie puede decidir eso excepto ty yo. MAYRA: Es que me da miedo nada més de pensar que... DIEGO: No pienses entonces. MAYRA: Tai crees que mama olvide algin dia, que pueda perdonar, y que acepte lo que pas6. DIEGO: Los padres nunca olvidan, si aceptan las cosas es porque ya no les queda de otra, porque ya no pueden cambiar tu manera de pensar, y aun- que parecen resignarse jams lo ha- cen. MAYRA: {No los quieres? Hablas de ellos como si nada tuvieras que agra- deceries. DIEGO: ;Tii les debes algo? MAYRA: Nos dieron la oportunidad de vivir. DIEGO: Para jugar a ser padres, para aprender en el camino pero nunca aprendieron, Apenas les rompes su 114 esquema de familia y entonces si te hablan de unién, de valores, pero ya todo suena tan hueco que no crees ni en tu nombre. MAYRA: No me gusta que hables asf. DIEGO: No me digas que a ti también te asustan las verdades. MAYRA: No siempre, pero algunas te lenan de terror. DIEGO: Sé mas clara. MAYRA: Sabes a qué me refiero. DIEGO: No quiero jugar a las adivinan- zas dimelo ti. MAYRA: Es por el bebé, tengo mucho miedo sobre lo que puede pasar. DIEGO: Yo también lo he pensado, tal vez la soluci6n sea evitarlo... MAYRA: jNo! [Es nuestro hijo, es nues- tro error! DIEGO: Y quieres que pase lo que pa- amos nosotros que viva todas nues- tras frustraciones, Mayra ain no es tiempo hay muchas cosas que noso- tros mismos debemos tener claras y ahorita todo nuestro mundo esté Ile- no de problemas, y yo no quiero bron- cas para mi hijo. MAYRA: Pero entonces si nos iremos al infierno. DIEGO: Ya te dije que el infierno no existe y en todo caso tendremos toda una vida para extinguirlo, MAYRA: Yo no estoy de acuerdo no lo voy a permitir, él no tiene que pagar nuestras culpas. DIEGO: Yo no quiero més problemas, no es el momento, ahora sélo nos es- torbaria. MAYRA: Si él se vuelve un estorbo, pronto lo seré yo también, y una cosa si te digo: nos metimos los dos en esto, estamos hasta el cuello y si sali- mos bien o mal librados seremos los tres ni se te ocurra pensar eso. No voy a dar un paso atras. DIEGO: Eres una necia, piensa con l6- gica, sé més practica, ahora no pode- mos complicarnos més la vida. MAYRA: Me estoy cansando de proble- mas, Diego, cuando nos decidimos a irnos no hablabamos de complicacio- nes sino de suefios, de buscar la me- jor ciudad para guardarnos para se- guir creciendo juntos. DIEGO: Hay que pensar bien las cosas. La mejor manera de resolver ahora los problemas es... MAYRA: Nise te ocurra pensar en eso. ‘Ya no quiero més broncas encima. DIEGO: Yo quiero llegar tranquilo a esa nueva ciudad. MAYRA: Y c6mo puedes llegar tran- quilo después de hacer eso que pre- tendes. DIEGO: Piénsalo y acabemos ya con esta estipida discusién. Por qué hemos de complicarnos la vida, por qué ahora. Mayra, todo saldra bien te lo asegu- To, Yo te amo. MAYRA: Por qué, Diego, yo también tengo esas preguntas en la cabeza, por qué antes s6lo habia suefios en vez de reproches, por qué los dias eran dife- tentes y no habfa Ilantos, DIEGO: Porque antes tenfas confianza en mi, no discutias lo que proponia, porque antes no habia miedos. MAYRA: Porque no habfa problemas sino suefios, porque ti decias siem- pre que me querias, no te quedabas largas horas callado ni rompias tus silencios con gritos, porque los dos 115 buscdbamos soluciones, porque los dos nos tenfamos. DIEGO: Porque s6lo estébamos ti y yo. MAYRA: Porque... gno estaba emba- razada? Se observan en silencio como tratando de dar cada uno respuesta a esa pregun- ta. Diego sale y oscuro. Han pasado alrededor de tres semanas. El fastidio de los dos debe ser bastante notorio y el desorden de la habitacién también. MAYRA: Hasta cuando vamos a seguir escondidos en este lugar, ya me es- toy hartando. DIEGO: Atin no es tiempo de irnos, no me presiones déjame pensar. MAYRA: Qué es lo que necesitas pen- sar, s6lo estas buscando la manera de no sentirte mas culpables que cuando nos salimos de casa, en el fondo tie- nes tanto miedo como yo. DIEGO: Mayra no me provoques no estoy de humor y no quiero decirte cosas que puedan ofendernos més. MAYRA: Ya no vale mentir Diego; te veo el miedo en los ojos, te lo adivi- no en tus suefios, en cada vuelta que das sobre la cama tratando de dormir y cuando por fin lo logras, pareces llorar quedo, te acurrucas en mi cuer- po y es cuando te siento temblar, cuando comprendo entonces como es el miedo. DIEGO: Ya estuvo Mayra, parale ya; yo no soy ningtin cobarde, te lo he demostrado trayéndote hasta aqui. MAYRA: Hasta dénde Diego, dimelo porque ya no veo claro, porque ya no sé ni siquiera a donde vamos, dime hasta donde me has traido y hasta dénde me vas a llevar. DIEGO: Te digo que basta, no quiero hablar cosas que puedan lastimarnos. MAYRA: Que puede lastimarnos mas que toda esta basura que hemos car- gado durante tanto tiempo. DIEGO: jLa basura que Ilevas en el vien- tre! MAYRA: jPor Dios! DIEGO: No lo menciones, ya no es su tiempo ya estamos solos, ahora sf, so- los. Querfas que hablara, que te dije- ra en que estaba pensando, pues bien creo que aferrarnos a ese hijo que Ile- vas dentro va a terminar por separar- nos, al principio ser4 nuestro hijo pero después seré el recuerdo de nuestros padres, que hemos de decirle en un futuro que sus abuelos no lo conocen porque lo consideran hijo del sacrile- gio, que temen el castigo de Dios porque es hijo de dos hermanos. MAYRA: Esas son palabras tuyas, es lo que ta piensas. DIEGO: Lo que los dos hemos pensa- do, no te hagas, por que yo te he vis- to llorar pidiéndole a Dios que nos perdone, que el nifio nazca bien, que si ha de llegar algun castigo no sea él quien lo reciba, jy quien entonces! gNosotros? Que otro castigo més ne- cesitamos para redimirnos, que otra penintencia hemos de pagar por que- rer burlar esta soledad a la que nos enfrentamos desde que nacimos, que otra pena nos falta purgar para ser felices. MAYRA: El pecado de querernos. DIEGO: Eso no es pecado. MAYRA: {Soy tu hermana! DIEGO: ;Céllate! Ya basta, ya no so- porto més. Ahora si estoy convenci- do, ese nifio no nacera. MAYRA: Est4s loco Diego, no nos con- denemos més, es nuestro hijo. DIEGO: No nos pertenece, nada més es- tébamos té y yo en los planes, 1 lo echa todo a perder. MAYRA: Por eso nos salimos de casa. DIEGO: Una raz6n més para no desear- lo, ahora estariamos tranquilos. MAYRA: (Estés seguro? DIEGO: Basta Mayra, ahorita no me soporto ni yo, mejor me voy, necesi- to despejarme. MAYRA: Diego no te vayas. ;Diego, Diego..! No me dejes sola. Mayra empieza a buscar entre las male- tas saca la ropa y se pone una bata blan- ca muy ligera, descubre unas fotogra- fias, mismas que se empezardn a pro- yectar muy lentamente en la habitacién traspasando su bata y su figura para dar la impresion de ser sus recuerdos los que inundan el cuarto. Ha anochecido. Entra Diego despacio, timido y Mayra esté sentada en Ia orilla de la cama de espaldas a la puerta y viendo las fotografias, lora en silencio, A partir de aqut empieza un sonido de grillos apenas perceptible que ir aumen- tando hasta tornarse insoportable. DIEGO: Mayra... MAYRA: jDiego! Tuve miedo de que te hubieras ido sin mf. DIEGO: Cémo crees, estuve pensando mucho en todo esto, en nosotros, en papé, los recuerdos de mamé, y bue- 116 no, ya tengo la nica solucién que podemos tomar. MAYRA: (Con recelo.) ,Nos regresa- mos con ellos? ;Tendremos que pe- dir perdén? DIEGO: No, ya no podemos pedir per- d6n. MAYRA: {Entonces? No me pongas de nervios cual es la solucién. DIEGO: No te preocupes, ya lo sabrés. Mira te traje algo de cenar. MAYRA: Pero no tengo hambre. Lo que queria era verte, tardaste mucho. DIEGO: Lo sé, pero era necesario. Ve- ras que ahora si ya nadie nos va a separar. MAYRA: (Y el bebé? DIEGO: Se ird con nosotros, estaremos juntos. MAYRA: jDe verdad, ya nos vamos a ir! DIEGO: Si ya nos vamos. Majfiana ya no estaremos en esta ciudad. MAYRA: Entonces es mejor que em- piece a empacar desde ahorita. DIEGO: Si hazlo, que no quede nada de nosotros en este cuarto. MAYRA: Mira y yo que ya estaba pen- sando locuras. DIEGO: Si todos nos volvemos locos por momentos, a veces es maravilloso pe- TO otras... otras veces hace mucho dafio. MAYRA: (Estis triste? DIEGO: No, es sélo un poco de nostal- gia. MAYRA: Yo también estaba asi y me puse a ver nuestras fotografias, mira te acuerdas de ésta, cuando fuimos a la playa por primera vez sin nuestros padres, solamente nosotros dos, o ésta M7 cuando a fuerzas querfa retratar a las gaviotas volando detrés de ti y te pedf que las asustaras con arena para to- marte a ti en cuanto ellas volaran, y Io Gnico que conseguimos fueron tus manos llenas de arena restregandose en las nalgas de tu pantalén y las malditas aves ni se inmutaron. DIEGO: Mira éstas en la Macro Plaza de Monterrey. Cuantas chingaderas nos pasaron en ese viaje, verdad, ter- minamos encabronados y durmiendo cada quien por su lado y enmedio de los dos el demonio de la carne sedu- ciéndonos. MAYRA: Si pero el coraje fue mayor y ni siquiera nos pelamos. DIEGO: Ah, pero cuando nos pregunté mamé “jcémo les fue?”, se divir- tieron? MAYRA: “Uy si mamé bastante baila- mos muchisimo y dimos muchas vuel- tas en la Macro...” ite acuerdas? DIEGO: Cuéantas cosas, gno? MAYRA: Si y aqui estarfan las fotos de nuestro viaje a México, si no hubie- tas roto la c4mara con todo y rollo nada més por tonto. DIEGO: Si verdad, aquellas en el An- gel, o las de la Torre Latinoamerica- na, todas las del Paseo de la Refor- ma, 0 comprando mugres en Tepito. MAYRA: Qué bonitos recuerdos, no los cambiaria por nada. DIEGO: Si pero sélo son eso: recuer- dos, ahora es tiempo de vivir otras cosas. MAYRA: ¢Y a dénde me vas a llevar, al norte o al sur, 0 de plano nos va- mos al centro del pafs? DIEGO: No comas ansias, majiana sa- brés, que sea una sorpresa. Termina ya de empacar para que te comas lo que traje. Mientras arreglo las cosas del bafio. Diego se dirige al bario mientras Mayra termina de empacar. Diego saliendo del bao. DIEGO: Qué raro, hacia mucho que no escuchaba grillos y mira que venir a escucharlos justo aqui. MAYRA: Cémo crees que en este lugar se van a escuchar grillos. DIEGO: Claro, céllate y escucha. Wye de veras y con lo que me fastidian los grillos. DIEGO: A mi me dan miedo, desde nifio, me hacen pensar en oscuridad, en vacio, no escuchas nada sélo el Norar de esos animales, se te borran los demas sonidos y nada mas ese te martillea los oidos. MAYRA: Bueno pues trata de ignorar- los, no importa tanto. Ademés, ya nos vamos a ir. DIEGO: Pues peor fijate, que el iltimo recuerdo de este cuarto, y de esta ciu- dad sea ese mugroso ruido. MAYRA: Te digo que no es para tanto, sf es extraiio y sobre todo molesto pe- ro s6lo sera esta noche. DIEGO: Me ponen més de nervios. MAYRA: {Més? Pues qué, jya estés nervioso? DIEGO: Es por el viaje que haremos, siempre da miedo lo que no conoces. MAYRA: Bueno pero vamos a estar jun- tos y eso es lo que importa. DIEGO: Si, juntos. MAYRA: Oye, volveremos algin dia 118 a ver a nuestros padres? DIEGO: Seguramente si. MAYRA: Me preocupa lo que ellos pien- sen ahora. DIEGO: No empieces otra vez con eso, estoy harto de preocupaciones, de miedos, de culpas, de un tiempo acd ya no hablamos de otra cosa. Me har- tas. MAYRA: Tu también me hartas y aqui estoy escuch4ndote todavia, cuidén- dote cuando te revuelves en tus sue- fios, hasta con los malditos grillos escuchandote, sin reclamos ya, pero apenas digo algo y ya ests reprochan- do que tengo miedo, sin embargo el que se la pasa temblando eres ti. DIEGO: Tu no llevas en esto la respon- sabilidad que cargo yo. MAYRA: Ah pues dime entonces cuan- do se hizo la separacién de responsa- bilidades cul es la tuya y hasta don- de soy responsable segiin ti, de todo esto, porque yo pensé que la respon- sabilidad era mutua. DIEGO: Ay Mayra, no salgas con estu- pideces bien sabes como se ha dado todo lo que hemos pasado, cémo em- pez6 todo. MAYRA: Por supuesto que lo sé, no he olvidado por un slo momento esa no- che en que entraste a mi cuarto di- ciéndome que habias escuchado dis- cutir a mis padres, que habias estado observando y oyendo todo, que viste cémo eran ambos en su intimidad, recuerdo que llegaste nervioso y ex- citado, recuerdo también cuando tu abrazo dejé de ser fraternal y cuando tu mano se fue a esconder entre mis piernas, pero eso ya no era sorpresa para mf. Por eso me molesta que te pongas asf, por eso me desespera ver- te cémo andas. DIEGO: Qué sabes ti cémo ando. MAYRA: Me basta verte Diego, para saber lo que traes cargando. DIEGO: No Mayra, ni siquiera yo sé lo que traigo, pero... si tengo mucho miedo, no quiero separarme nunca de ti pero. MAYRA: Diego no ests solo, no esta- mos solos, ahora tenemos alguien por quien luchar, DIEGO: Eso era lo que mas me asusta- ba, por eso me decidi. MAYRA: (A qué Diego? DIEGO: A irnos de aqui, lejos los tres sin nadie nos culpe de nada ni nos sefiale, sin que nadie nos recuerde que somos hermanos. MAYRA: Ojala nosotros también pudié- ramos olvidarlo. DIEGO: Lo haremos. (Pausa.) Creo que en el bafio quedé ropa tuya, guardala de una vez. Mayra se dirige al bao. Diego aprove- cha para vaciar algo en la bebida que daré a Mayra. MAYRA: No hay ropa, s6lo las toallas. DIEGO: Yo cref. Andale cena para que te duermas. MAYRA: No tengo hambre. DIEGO: Bueno t6mate el jugo de perdi- da, ya te lo destapé. MAYRA: Sabe raro. (Dando un gran trago al jugo.) DIEGO: Debe ser la marca, no es el que acostumbras pero también es de fru- tas. Anda tématelo todo, MAYRA: Diego... yo también estoy nerviosa, tengo miedo de DIEGO: No pasar nada vas a ver, per- d6name mi histeria, gno?, perdéna- me todo. MAYRA: Que nos perdone Dios. DIEGO: Ya no caben los miedos, ni el tuyo ni el mio. {Prometido? MAYRA: Prometido. DIEGO: Vete a dormir. MAYRA: iY este desorden? DIEGO: No importa, majiana ser4 otro dia. MAYRA: Esta bien, vamos a dormir. DIEGO: Adeléntate, yo ahorita te alcan- 20. MAYRA: No tardes los grillos me po- nen de nervios y esté muy oscuro, tengo miedo la noche es muy negra. Mayra se acuesta, Diego recoge las fo- tografias del suelo, se dirige al baio. Sale y Mayra parece dormir. DIEGO: (Para si.) Ya es hora de des- cansar Mayra. Diego abre una ventana y una luz pro- fundamente azul bafta su figura y el es- cenario. DIEGO: La noche es muy negra... Diego se sienta en la cama, junto a Mayra empieza a tomar del mismo jugo al tiempo que la luz va disminuyendo hasta quedar en oscuro. El sonido de los grillos cesay suena el blues Azul de Real de Catorce. 119 LG rT ww May E NSS aa. pee) 120

Você também pode gostar