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Miguel García-Baró

ENSAYOS SOBRE LO ABSOLUTO

CAPARROS EDITORES
Madrid
discernido en todo sufrimiento mío. Pero aquí ese componente está hombre no sirve más que para que Dios ría (porque Dios no se
transfigurado por la fuerza incontrastable de la desesperación, y sólo merece en absoluto a esta su pobre criatura).
suena como una queja débilísima justamente contra la esperanza que Pero este estado de cosas no sólo no aboga en ningún sentido en
aún tendríamos si fuéramos capaces de leer en nosotros mismos que, favor de una metafísica irracionalista, sino que tampoco alienta
a pesar de lo que estamos sufriendo, no está todo perdido. La rebeldía ninguna forma finitista o agnóstica de filosofía.
se vuelve aquí, pues, contra la posibilidad misma de que la esperanza ¿Son acaso todos nuestros pensamientos nada más que categoriza-
se reavive. Ya no queremos oír más de lucha y futuro. ción de la finitud alcanzada por la múltiple herida del mal? ¿Es para
De este modo, por todas partes la desesperación es contrasentido, nosotros lo mismo pensar que pensar esta finitud? ¿Es que existir es
autoeliminación de los restos del sentido. Es en sí la nada aniquilante; sólo realizar la finitud culpable y sufriente? ¿No habría que afirmar,
no la nada en vacío y reposo, sino la nada que, absurdamente, se más bien, frente a Kant, a Heidegger, a Merleau-Ponty. que la
construye a sí misma. experiencia del mal auténticamente tal garantiza que ni nuestra
Y es gracias a esta su índole como nos está vedada la experiencia existencia, ni la faceta de ella que es nuestro pensamiento, se
total de la desesperación. De la misma manera que la desesperación desenvuelven en la finitud pura? Realmente, ambos sólo pueden ser
parcial es constitutiva de la existencia, la desesperación total, como en la medida en que el Absoluto, la Transcendencia ontológica y
sucede con la inocencia perfecta, no está al alcance de la existencia moral, ha establecido diálogo con ellos (conmigo) desde antes de todo
que conocemos. La desesperación absoluta o total es la condenación: antes.
la autosupresión activa y dolorosa, el abismo de todas las contradic- Por otra parte, nada más natural que el hecho de que carezcamos
ciones. La desesperación coincide con la tentación fundamental, y, de una metafísica suficiente. Según los principios de este mismo
como ésta, y por la misma razón, no está nunca más que parcialmente esbozo de metafísica, la tarea de volver lúcida la existencia es la
alcanzada y presente. misma tarea de combatir contra todas las formas del mal, llevándolas
todas dentro de las propias filas.

La filosofía arriba aquí a la frontera última, a su límite más


lejano. En él se encuentra, como espero que ahora se vea claramente,
la justificación decisiva de la noción del mal que hemos empleado en 4. La filosofía como deber
esta investigación. La especulación sobre la libertad finita toca
realmente en su extremo con este injustificable absoluto (injustificable El comienzo positivo de la filosofía es, paradógicamente, una
desde todas las perspectivas de la razón: tanto desde la razón teórica abstención. El primer paso adelante que da la filosofía es un dejar de
o lógica, como desde la razón estimativa o la razón práctica). De confiar. El filósofo empieza por tener que abandonar una o varias
ninguna manera se puede pretender que este análisis del mal ha confianzas en las que, sin embargo y a la vez que se despide de ellas,
desembocado en su reconciliación especulativa con la totalidad del siente que su vida entera está, hasta entonces mismo, arraigada. Su
universo de lo que tiene sentido. vida entera: lo que él conoce y conjetura, lo que estima y rechaza, lo
Muy al contrario, el mal aparece ahora, verdaderamente, como que, en consecuencia, persigue y huye. Sólo más adelante comprueba
aquello que es blasfemo explicar hasta el final. Intentarlo sería lo mal fundado de este sentimiento.
afirmar implícitamente que, como escribió una vez Elie Wiesel, el

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Y no se trata aquí del paso de una a otra creencia; sino de incorporarse a la vida del filósofo, de tal modo que nunca en ningún
suspender cierta fe que. de manera admirable y hasta misteriosa, es aspecto de su acción viva él en adelante como si hubiera renunciado
seguro que el filósofo ya comparte con otros muchos, antes de a este su primer paso. Sin duda que deberá contradecir tendencias
establecer el principio de su existencia como tal filósofo. extraordinariamente arraigadas en su ser; pero se sabe, para en
Este paso inaugural puede expresarse diciendo que la filosofía no adelante, constreñido por el deber de mantenerse en el ámbito
se entrega ciegamente ni en manos del llamado sentido común, ni en práctico y teórico que precisamente le ha sido franqueado por la
las de las ciencias particulares; sino que les espeta de entrada un puro puesta entre paréntesis vital e intelectual de las ciencias de la
quizá: quizá la última verdad sobre lo que realmente es se contenga naturaleza y de ia cultura como verdad definitiva acerca del universo
en el conjunto que forman las ciencias de la naturaleza más las de la real -o, siquiera, como máxima aproximación contemporánea, y a la
cultura, o. al menos, se sustente en ese conjunto como base lógica medida del hombre, a tal verdad-.
suva. O. lo que es lo mismo: quizá la metafísica coincida con la Es evidente que, tratándose de una suspensión del juicio tan
enciclopedia de las ciencias fundamentales o dependa de ella y del sobresaliente, tan omniabarcadora, decir que se está en ella es
sentido común. Pero sólo quizá. insuficientísimo. Como ya se dijo otra vez, nadie se convierte en
Sócrates por el mero hecho de creer haberse vuelto otro Sócrates, o,
Para que no corra riesgos de malas interpretaciones esta primera
lo que es lo mismo, por el mero hecho de andar pregonando que ha
proposición, es esencial tener en cuenta que no se entiende en ella la
adquirido la certeza de que no sabe nada. La labor intelectual y moral
palabra "metafísica" en ningún sentido que sea privativo de alguna de
-conjuntamente las dos cosas- que es preciso llevar a cabo sobre sí
las tradiciones filosóficas. Sería, de hecho, menos perturbador utilizar
mismo hasta reducirse -agigantarse, más bien- a las proporciones
en este contexto el término filosofía primera, cuando de lo que se
intelectuales y morales de un Sócrates, es literalmente inmensa.
trata es de situarse en el terreno intelectual originario; en el lugar en
que, habiendo neutralizado lo mejor que se sepa la abrumadora
influencia de la historia, se alcance a ver ante sí las posibilidades que
son las auténticamente primordiales para el pensamiento. Vayamos, entonces, por partes. Es evidente que. si bien la
En la filosofía primera se buscan, justamente, las raíces intelec- primera palabra del filósofo es este quizá, han sucedido antes muchas
tuales de todos los saberes restantes o segundos. Lo que hay en esta cosas que. aunque sea preliminar e incoativamente, pertenecen, desde
esfera primera es el conjunto de las proposiciones que han de ser luego, a la existencia filosófica como tal. Tanto le pertenecen, que la
verdaderas para que cualquier otra proposición aspire luego a serlo fundan y determinan.
también. Los objetos de la filosofía primera han de ser aquellos cuyo Ante todo, acabamos de ver que la filosofía supone una acción
ser y cuya índole soportan, como condiciones, el sentido de todos los inicial: la de someterse a un deber.
demás estados de objetos que sean realmente posibles. Este deber que el filósofo reconoce, ¿es nada más que un deber
Pues bien, cuando digo que no puedo comenzar a pensar sobre condicionado a la búsqueda de un fin que muy bien cabe no desear?
la totalidad de lo que realmente hay ni afirmando ni negando que el ¿O se trata, en cambio, de un deber que obliga sin atender a
sentido común y las ciencias particulares tengan en absoluto la última circunstancias, en virtud de que el fin de la acción que él ordena es
palabra, quiero decir que nadie puede. Y no, desde luego, porque un fin estrictamente irrenunciable? Formulemos esta pregunta con los
nadie sea capaz de hacerlo: sino porque nadie debe hacerlo. Y, por términos con los que iniciamos este libro -puesto que ahora se trata
otra parte, hay que considerar que esta abstención inicial debe de recuperar, en nuestra nueva perspectiva, una parte esencial de la

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problemática con la que comenzamos ocupándonos: ¿es categórico el primero de la vida filosófica (a saber: que es categórico), vemos que
imperativo bajo el que están estos primeros pasos de la filosofía, o es, se comienza por una acusación universal ante cuyos exceso y
acaso, sólo un imperativo hipotético? soberbia se retrocede con espanto. Pues ¿quién es nadie para tachar
Si la respuesta que deba darse es que el imperativo primordial de de pobres ignorantes culpables a todos los demás? Pero inmediata-
la vida filosófica es categórico, como esta respuesta quiere decir que mente las cosas empiezan a tomar un viso menos megalomaníaco.
el contenido de esa norma está prescrito incondicionalmente, se habrá En primer lugar, se cae enseguida en la cuenta de la inmensa
dicho que uno de los deberes fundamentales de todo hombre -si no diferencia que separa un momento de lucidez, de toda una existencia
el más fundamental- consiste en ser filósofo, y ello, precisamente, a en la total lucidez constante. Y se entiende, entonces, que también el
través de la abstención de la tesis que establece la verdad radical de filósofo está incluido en la humanidad ignorante que aquella
las ciencias particulares de la naturaleza y la cultura. acusación universal reprueba. E incluso se echa de ver que el filósofo
En tal caso, se estará afirmando que todo hombre que no filosofa está más bajo que los otros hombres, puesto que es seguro que
y que, por tanto, no vive inmerso, con todas sus casi incalculables renegará de la lucidez próximamente; o, mejor dicho, es seguro que
consecuencias, en la abstención del juicio en la que se funda la la está ya negando de innumerables maneras, en el conjunto de su
filosofía, es no sólo un ignorante, que cree saber lo que en realidad actitud existencial, en ese mismo instante en que trata de conservarse
no puede saber, sino, incluso, un ignorante culpable en su ignorancia en la pura lucidez absoluta.
reduplicada (en su ignorancia que se ignora a sí misma). No hay, pues, tanto riesgo de orgullo en el filósofo, si e!
A primera vista, parecerá que la sola consideración de la imperativo al que él obedece es categórico, o sea, desentendido de
enormidad de esta consecuencia tiene que hacer desistir de la premisa cualquier género de condiciones y, por ello, perfectamente universal.
que conduce hasta ella. Porque se tiende a pensar que, si el imperati- Pero es que, además, la universalidad del imperativo filosófico
vo filosófico es incondicionado y manda categóricamente comenzar incondicionado es un motor formidable de liberación respecto de una
por la abstención que he descrito, entonces ha ocurrido, ocurre y, de las peores opresiones que acechan la vida humana: el dictado
seguramente, seguirá siempre ocurriendo que casi todos los hombres heterónomo de la verdad con la que las gentes corrientes, adoctrina-
son culpables por ignorantes (e ignorantes de su ignorancia). Y que das por los selectos, deben presuntamente medir sus vidas mediocres.
además, dado que esta ignorancia es toda una concepción del mundo, Si nos situamos en la hipótesis de que el imperativo filosófico no
lo que ha sucedido, sucede y sucederá es que prácticamente nadie, sea incondicionado y no sea, por ello mismo, universal; o aun si
quizá absolutamente nadie, vive nunca alimentándose, por así decir, adoptamos el punto de vista de que la filosofía, en tanto que actividad
de verdad y realidad. Sino que la vida del hombre se sostiene que no se confunde con la de las ciencias particulares, no es posible;
ininterrumpidamente -en la solidez, además, de la masa social- sobre en los dos casos se sigue sin remedio -supuesto el principio de la
el velo de Maya; o sobre la olvidada convención de que la verdad división del trabajo- que al menos todos aquellos que no son
que poseen unos pocos es una mentira, que se transmite indiscutida profesionales de las ciencias particulares de la naturaleza y de la
para que las pobres gentes del común tengan una guía infalible en sus sociedad, quedan relegados al nivel de hombres, por así decirlo, de
insignificantes decisiones pseudopersonales. segundo orden, más o menos altos en la escala de la dignidad
Detengámonos a observar este fenómeno. humana, según sea de efectivo su acceso a la información.
Cuando se describen como acabo de hacerlo las consecuencias de Este tercer momento de la comprensión de lo que significaría que
una de las respuestas posibles sobre la naturaleza del imperativo el imperativo filosófico fuera incondicionado, hace aparecer inmensa-

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mente deseable que de hecho lo sea. ¿O es que nos conformaríamos sus alegrías, manifiesta ese juicio! ¿Quién ha sondado nunca la
con. pasando por encima de tantos otros menos dotados en talento y, seriedad de las vidas ajenas? Si 110 fuera porque todas las campañas
sobre todo, en dinero, hacernos nosotros miembros del gremio de opinión suponen, precisamente, que la gente es incapaz de pensar,
dirigente de esta nueva república, ridículo remedo tecnificado de la de sentir o de elegir correctamente si no se la guía, habría que
platónica? declarar abierta una de esas campañas, en pro de que dejara de
Pero la deseabilidad parece eclipsada tras la pura imposibilidad, tratarse a las mayorías -a! prójimo en su conjunto- como a un
tras la ¡«viabilidad de que de veras a todos esté mandado, como un inválido intelectual. Y no se vea contradicción entre estas afirmacio-
deber radical y primordial, convertir nuestra existencia en una nes y la utilización, en los ensayos anteriores, del concepto orteguia-
existencia filosófica. Y. sin embargo, lo inviable, lo poco plausible de 110 de gente, que ha servido, señaladamente, para caracterizar una de
la hipótesis, se esfuman también ante nosotros en un cuarto momento las formas empíricas del mal.
del análisis. De lo que ahora tratamos, en definitiva, es de que es un error
En efecto, parece que hay la tendencia muy extendida a disparar, mayúsculo confundir la esencial limitación de la capacidad humana
a la pregunta de si todos los hombres deben filosofar, la respuesta de de lucidez -la esencial necedad del hombre- con el supuesto hecho de
que creer que están muy seriamente obligados a hacerlo es todavía que el hombre carece por lo común de todo contacto con los estadios
más ridículo que pretender que todos tenemos, por ejemplo, el deber ético y religioso de la existencia.
de saber medicina. Todos hemos de cuidar de nuestro cuerpo, y. sin ¡Qué diferentemente pensaba acerca de esta cuestión Sócrates, el
embargo, nos ponemos, en lo fundamental, a ciegas en manos de un descubridor de que la actividad filosófica, para todos los hombres sin
especialista en higiene o en técnicas de terapia. excepción, es ese examen sin el que no hay quien soporte vivir una
Pero, miradas las cosas de más cerca, ¿qué tiene de ridículo y de vida de hombre!
improbable, o aun de absurdo, que sea un imperativo Acondicionado
y universal filosofar, y que deba comenzar la filosofía por la
abstención respecto de la pretensión de las ciencias particulares a sel- Recordemos el contenido del imperativo que sé alza en el umbral
la metafísica misma? Nada en absoluto. Muy al contrario. La mismo de la existencia filosófica: no admitas como verdadero más
situación es exactamente la opuesta. Pues sería un juicio terrible, de que aquello que. sometido a la máxima crítica concebible, la resista
una temeridad absolutamente desmesurada, y de incalculable (e incluso salga de ella revelándose como un dato apodíctico, una
injusticia, el de quien esté convencido de que los hombres carecen de evidencia objetiva que no pueda ser negada); ejerce la crítica radical
profundidad, son insensibles a la verdad que se vislumbra velada bajo respecto de toda afirmación, hasta poner de manifiesto todas y cada
los supuestos de las ciencias particulares, y viven siempre de espaldas una de sus condiciones de posibilidad y comprobar que todas son
a la riqueza auténtica de la existencia y a la voz de los deberes más evidencias auténticas.
decisivos. Cuando por primera vez leemos los diálogos socráticos de Platón,
Por desgracia, es muy frecuente oír hablar de la insuperable o las Meditaciones metafísicas de Descartes, o las Meditaciones
necedad de la gente corriente. Y sucede que suelen escucharse cartesianas de Husserl, o las Migajas de filosofía de Kierkegaard, y
semejantes discursos en labios de personas que no sienten ninguna encontramos la luminosa expresión de esta verdad última de toda vida
vergüenza de llamarse a sí mismas filósofos. ¡Qué desprecio por la espiritual -sobre todo, cuando la hallamos encarnada en la forma
sensatez de la gente, y sobre todo, por la seriedad de sus dolores y inolvidable de Sócrates y en la insondable profundidad de Juan

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Clímaco, el apócrifo- muy lejos de detenernos perplejos ante algo misma infundamentada, que, acogiéndose a supuestas evidencias,
nuevo y excesivamente exigente, hemos sentido el alivio inmenso de oculta un transfondo ideológico).
ver expresado en toda su claridad lo que ya desde siempre era el Es esencial deshacer aquí todo equívoco. Precisamente no es
nervio de nuestra alma. Nada reconocemos tan desde lo hondo y lo cierto que la filosofía primera sea la ciencia empírica de la naturaleza,
más antiguo de nosotros mismos y de nuestra aspiración esencial, y, a fortiori, no es posible ver en ella una pura metateoría de la
como esta invocación a la lucidez sin concesiones. Quizá nada nos supuestamente fundamental teoría de la naturaleza.
conmueve tan resonantemente como este grito nuestro de libertad, que El punto de vista que se adopta en la filosofía primera es, más
siempre, misteriosamente, tiene ya que ser voz de rebelión, negación bien, el que permite ver que, si Albert tuviera razón sin restricciones,
de tradición, ansia de emancipación de quien está ensoñando entonces su argumentación sería un acabado ejemplo de eso mismo
encerrado en una cárcel que nunca ha podido amar realmente. que ella quisiera clausurar para siempre. Pues habríamos probado,
Lo que más bien suscita perplejidad es esta situación que consiste exactamente en el sentido de la fundamentación absoluta, que nada
en que despertamos del letargo cuando reconocemos -¿cómo no se puede fundamentar absolutamente... En definitiva, se habría dado
decirlo así?- nuestra propia voz dirigiéndosenos desde fuera de satisfacción al anhelo racional de apodicticidad probando apodíciica-
nosotros mismos, y precisamente como voz -y, sobre todo, como mente que no cabe esperar apodicticidad en ningún ámbito.
vida- de otro hombre (que hace el papel de quien transmite la Hay, pues, no sólo un imperativo categórico que ordena a todo
posibilidad real de la existencia filosófica). Comprendemos, además, hombre y en toda circunstancia que no admita más que los juicios
que el hecho de que las cosas ocurran así no es una casualidad que que haya sometido a crítica exhaustiva; sino que ese imperativo
sólo nos implique a nosotros, sino que pertenece a la estructura de -como, por otra parte, no puede ser menos, ya que se trata de un
todas las existencias personales. deber incondicionado- es la clave de la autonomía moral e intelectual
Y también nos deja perplejos, desde luego, que este tener que que constituye el centro mismo de una persona. No es un imperativo
despertar sea para recaer enseguida, agotados, en el mismo sueño. O, hipotético, sometido al capricho -más o menos arbitrario- de que uno
en realidad, en la medida en que seamos fieles a nuestra exigencia de se proponga determinado fin penúltimo o superfluo, sólo con vistas
autonomía, en un sueño cada vez más doloroso, porque, aunque quizá al cual cupiera que el principio de la vida filosófica fuera un deber.
progresivamente más breve, va acompañado de una dura conciencia Es justamente al contrario. En él se formula como un deber la
de culpa y necedad. estructura misma de la libertad en que consiste el espíritu.
La mera mención explícita del contenido del imperativo por el Y por esto podemos hablar, con tanta o más justicia que del
que se constituye la existencia del filósofo garantiza inmediatamente imperativo de la apodicticidad, del interés primordial y absoluto por
que lo que en él se prescribe vale incondicionadamente. Pero, de la verdad absoluta. Eso sí, siempre y cuando no concibamos este
hecho, no suele reconocerse este punto capital. Es muy común interés como una pasión capaz de poner en riesgo nuestra libertad,
confundir este problema de filosofía primera con una cuestión sino como el interés esencial que la libertad tiene por sí misma; e
particular de teoría de las ciencias, y hablar, entonces, de la falta de incluso como siendo, sencillamente, el movimiento formal en el que
coherencia del "fundamentalismo" (¡nada menos!) epistemológico consiste la libertad (esto es, el espíritu o la persona).
(por ejemplo, como en el caso de Hans Albert, indicando que la La constricción que sobre cada uno de nosotros ejerce el
exigencia de fundamentación absoluta es o recurso infinito de imperativo básico de la vida intelectual es, pues, lucha de la libertad
estructura circular o lineal, o el preámbulo de una decisión, ella del espíritu contra el no-espíritu en el que se realiza, desgraciadamen-

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te, siempre la personalidad finita (y de ello hablamos, con otras La aventura humana no parece a primera vista ser una. sino
palabras, ya largamente en la investigación acerca del mal). varias: aventura múltiple. Hay dada una forma general para toda ella:
Porque, precisamente debido a la finitud de nuestra libertad, el tiempo entre el nacimiento y la muerte. Y se diría que en este
además de deber esencial e interés esencial, se trata muy realmente, medio neutro que es el tiempo el hombre intenta alcanzar fines
en nuestro caso, de una prescripción ' bajo cuya constricción nos últimos diversos, se revuelve a diversas partes. Cuando menos,
experimentamos, dado que está en pugna con el poderoso motor encuentra absorbentes muchas ocupaciones, cada una a su tumo, que
práctico que es el conjunto de nuestras inclinaciones no personales. no dejan ver que estén unas con otras en la relación en que se deben
Esto explica por qué la idea de la lucidez absoluta, de la teoría hallar los aspectos de un mismo esfuerzo. Se duerme con tanto interés
radical máximamente crítica, no puede llegar a ser realmente como se come; se juega tan afanosamente como se reza; estudiamos
fundamento de determinación de las acciones humanas (o sea. poi- tan volcados en las ideas como estamos otras horas absorbidos en el
qué la razón no deviene realmente razón práctica), más que si el amor, la música, el cine, un viaje.
hombre la estima verdaderamente en su valor absoluto, siquiera sea Pero asimismo es un dato primordial de la experiencia el hecho
de manera implícita. Y es que no hay automatismo de la libertad, ni de que apreciamos algunas empresas como empeños absolutos. Y,
la razón llega automáticamente a insuflar ideales absolutos en la sobre todo, lo es también la presencia de ciertos fines posibles como
práctica del hombre. fines absolutos.
Para hallar auténtico eco en la existencia, el deber que es Por lo que respecta a lo primero, sencillamente bastaría con que
expresión de nuestra autonomía tiene que atravesar por la personal cualquiera, yo mismo, dijera que tal o cual objetivo es para mí no
vivencia de su estimación como ideal. Lo que significa que la verdad solamente irrenunciable, sino absoluto, en el sentido de que todo lo
fundamenta], que es en cierto modo el criterio de todas las restantes, que no lleva a él lo desprecio y lo evito. Aunque en esto no hubiera
tiene que ser no sólo la evidencia teórica primordial -a la vez que es más que un capricho, este ejemplo casual aleccionaría suficientemente
el imperativo regulador de todas las evidencias teóricas-, sino también sobre un rasgo estructural básico de la voluntad, o, dicho en sus
la evidencia primordial de la facultad humana de estimar valores -a verdaderos términos generales: del ser del hombre. Más fructífero
1a vez que un valor de rango supremo-, y, a través de todo ello, sería, claro está, un análisis completo de la morfología de la voluntad,
también una evidencia fundamentalísima de la razón práctica -a la vez a imagen del desarrollado por Blondel; sobre todo si, como ocurre en
que fin último, interés esencial y movimiento formal de la libertad-. La acción, el resultado de ese estudio señala la esencial superación
Dediquemos las últimas páginas de estos Ensayos a intentar dar volitiva, ya siempre incoada -por más desconocida que permanezca
algunos pasos en el esclarecimiento de este decisivo estado de cosas. ante la conciencia superficial del yo-, de todas las voliciones, menos
Así iluminaremos, quizá, desde ángulos nuevos los problemas que de cierta volonté voulante en la que la estructura formal de voluntad
nos han ocupado desde el comienzo. incondicionada determina, al mismo tiempo, el contenido al que se
Es absurdo pretender proceder lineal o axiomáticamente en esta dirige su anhelo.
meditación. Reflexionemos, entonces, sucesivamente, en varios de los En todo caso, lo que ahora importa más considerar es cómo es
aspectos originales de nuestra cuestión. forzoso reconocer aquel otro dato: la presencia en nuestra existencia
de fines absolutos posibles. (¿ O no será más verdadero escribir desde
el principio: la presencia de un único fin que. ya en tanto que

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representado como meramente posible, lleva consigo su carácter de reafirmándolo, en una acción de la estructura: ya que no puedo
fin incondicionado?) soportar ningún futuro de los que realmente me esperan, los suprimiré
En este pensamiento hay algo análogo a lo que está en el núcleo todos de un golpe, para instalarme en una situación fuera de toda
del argumento ontológtco. Pues si en la esencia misma (en el propio situación real.
y mero concepto) de un fin se incluye la incondicionalidad de su En el sentido primordial, verdad significa lo mismo que veraci-
ser-un-fin, como quien la entiende ha de ser forzosamente un sujeto dad, y veracidad, a su vez, quiere decir simultáneamente lucidez y
que quiere -ya que no se comprende nada de la voluntad si no se seriedad.
posee voluntad-, sucederá sin duda que el fin incondicionado se Un mínimo de compromiso con algo o con alguien, aunque sea
trasladará de inmediato, sólo por el hecho de que alguien se lo consigo mismo, es un mínimo de lucidez; o, lo que es lo mismo: un
represente, del dominio de la posibilidad al de la realidad: pasará a mínimo de seriedad es ya de suyo una acción, una representación y
ser fin de ese sujeto que lo ha concebido. O, más bien, se le hará una volición. Si se quiere, es un mínimo de acción, un instante en
patente a este sujeto que el fin en cuestión ha estado ya siempre en que se incoa una acción, para interrumpirse, quizá en el momento que
la esfera de la realidad para él; era ya, aun desconocido, el polo al sigue a éste. Pero es que un mínimo de acción es una acción entera,
que anhelaba, en absoluta oscuridad, tender la acción. La razón de y un mínimo de representación y de volición son, igualmente, una
esto último está en que no se puede pretender que la sola inteligencia representación y una volición enteras. Y todo esto, asu vez, es
de un fin basta para que ese fin pase a ser tal para quien se lo siempre, por decirlo de alguna manera, un latido de tiempo. Y un
representa (aunque no se negará que un fin vuelto lúcido, por más latido de tiempo existencia] lo es de creación de ser y de eficacia de
real que fuera ya antes para una voluntad, gana en intensidad la libertad.
atractiva, misteriosamente, por el hecho de estar lúcidamente Por su parte, la acción siempre es un acontecimiento de ser
aprehendido). orientado desde un centro hacia una periferia, e incluso hacia la plena
Pues bien, todo esto le ocurre efectivamente al hombre. Es decir: exterioridad. ¿Es acaso extremar el poder de las metáforas sobre las
que realmente el hombre posee al menos un fin incondicionado, en ideas si, basándonos en este carácter descriptivo que posee toda
el sentido de que es éste un fin de tal naturaleza que el intento mismo acción, nos decidimos a escribir que una acción es siempre un
de suprimirlo, de deshancarlo de donde está, supone su reinstalación acontecimiento de la carne, del cuerpo, entendiendo con tales palabras
o, mejor dicho, la lleva a cabo. esta inserción únicamente mía -de cada uno- en el horizonte del
Este fin incluido en la estructura del ser del hombre es la verdad. mundo; esta inserción del yo en una situación o contorno, tal que la
La renuncia absoluta a la verdad no es posible. Es imposible la inserción misma está ya siempre cabe sí9 y en marcha hacia la
indiferencia absoluta respecto de la verdad. No se puede querer vivir exterioridad?
absolutamente de falsedad o suprimiendo toda referencia tanto a la Pero el tiempo -¿y no es éste el enigma?- se dilata más allá de
verdad como a la falsedad. Porque en realidad es lo mismo la ese su latido que hemos tomado como unidad o mínimo real. A la
renuncia completa a la verdad que la renuncia completa a la acción acción primera, sea cual sea la que consideremos, siguen nuevas
o al querer o al representar. Y no se puede renunciar a renunciar, explosiones de ser, que no se añaden unas tras otras como los
como no se puede realizar la perfecta noluntad. Se puede renunciar
al tiempo y al cuerpo, pero no a la acción, al movimiento de la
existencia hacia el futuro. Contra él se puede atentar, pero sólo ''Esta e x p r e s i ó n d e s i g n a el carácter e v i d e n c i a ! de ia vida, en la terminología de
Ortega, que discutimos m á s arriba.

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Pero la vida, en demasiadas ocasiones, carga sobre sí estas Tenemos, pues, ahora definida la filosofía como amor por la
contradicciones. Y es que no debemos acercar tanto los conceptos lucidez, o, mejor dicho, voluntad de lucidez, y, todavía más que eso:
querer y anhelar que lleguemos a confundir las cosas que designan. la acción de la realización de la lucidez absoluta. Pero ¿cómo
Este ser actual carente, intermedio, en tensión, es sólo amor precario podemos ir obteniendo paulatinamente lucidez sobre lo que esto en
del absoluto. Es capaz de no querer la plenitud, por más que, quizá, concreto significa? ¿No reencontramos en este asunto la misma
su privación le duela de continuo. No es verdad que la voluntad esté paradoja que señalamos varias veces, muchas páginas arriba, cuando
queriendo la plenitud: sólo es verdad que sigue siempre queriendo. Y estudiábamos la naturaleza de la "reducción fenomenológica"?
cuando la lucidez alcanza el nivel preciso para que pueda reconocerse No caigamos en perplejidades que se deban sólo al manejo poco
la situación que hemos descrito, tampoco entonces somos capaces de hábil de las palabras. La pregunta por el criterio con el que medir
perfecta volición de la plenitud. lodo conocimiento, ese viejo lugar escéptico, carece de sentido. Si no
En cuanto a la posible capacidad de que el Eros constitutivo de estamos ya ahora en condiciones de llevar a cabo tal medición, jamás
la existencia llegue a menoscabarse a sí mismo hasta dejar de estar lo estaremos. Lo que quiere decir que, desde luego, carecemos de
dirigido a la plenitud, es ésta una misma cosa con la desesperación. lucidez absoluta sobre "las raíces de todas las cosas", pero poseemos
No podemos experimentar cómo el tiempo, la volición y la acción se perfecto conocimiento respecto de que algo conocemos.
suprimen a sí mismos absolutamente. No niego que los lugares escépticos planteen en muchas ocasio-
Hay, pues, gran distancia entre el anhelo y el verdadero deseo nes problemas de primera magnitud. De hecho, he dejado bien claro
efectivo de la plenitud, y, así, la hay también entre el anhelo y el que mi opinión es exactamente la contraria. Pero en lo que hace a Ja
deseo efectivo de la lucidez absoluta. Este anhelo, como la volante discusión que hemos emprendido estoy cierto de que es mucho más
voulante biondeliana, es un carácter ontológico, un "existenciario". El fructífero el camino que pasa por dilucidar cuánta distancia hay entre
deseo integrado en concreto en la existencia es, respecto del existen- el ideal de la lucidez y el ideal falso del saber absoluto. Tanto más
ciario con el que se corresponde, sólo volonté voulue, determinación útil es detenerse en esta diferenciación y tomar desde ella nuevo
"existencial". Cabe, por ello, aprender mucho sobre lo que de veras impulso, cuanto más se ha sufrido personalmente a causa de la
significa plenitud, como cabe, en estricto paralelo, progresar mucho confusión en esta encrucijada de los pensamientos.
en la volición propiamente tal de la plenitud. De hecho, en tanto que Y es que, más que anhelo auténtico de saber absoluto, lo que hay
una representación de ella es, como veíamos, parte integral del ser en el hombre es rechazo a que se le prohiba seguir preguntando poi-
actual del yo, nada es más difícil que sustituir esa anticipación casi qué.
vacía (la idea cartesiana del Infinito) por la representación adecuada La sabiduría consiste mucho más en no ser ni crédulo ni
del Absoluto (es decir, simultáneamente, por la volición auténtica de escéptico, que en saberlo todo. El sabio no es el que reposa en la
él y por la estimación perfecta de su valor). confianza de que ya no le queda nada por ver. Quien se encuentra en
ese estado no es el sabio, sino el desesperado.
Una de las enseñanzas que de aquí se extraen es la extraordinaria
dificultad que encierra la verdadera visión del ideal de la lucidez Más bien es el sabio el hombre que está constitutivamente abierto
absoluta. Así como es extremadamente dificultoso querer de modo al futuro de Dios (al futuro de todos los futuros), porque ha pregunta-
efectivo lo máximo, así también es imprescindible una enérgica do más que ningún otro hombre, ha obtenido -ya por ese hecho
ejercitación para que ante nosotros se abra el horizonte despejado de mismo- también más respuestas que los demás, y, así, ha experimen-
la posibilidad de la vida para la lucidez.

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lado realmente cuánto sentido va abriéndose delante de quien pone su queremos es dejar de querer. Pero ahora no podríamos conformarnos
aspiración central en no dejarse engañar. con tan poco, y visto tan de lejos. Ahora comprendemos que el
La sabiduría humana es una aventura interminable. Pero esta idea verdadero desiderátum teórico, la verdadera filosofía primera, será
suele entenderse afectada de una injusta oscuridad. Y es que no hay una metafísica del amor.
que pensar que tal aventura posee una estructura ya fijada para
siempre y bien conocida de antemano. Algo de semejante índole no
sería verdadera aventura, sino una rutina insoportable. En la realidad Necesidad, incompletud. dolor, tiempo, conciencia, libertad,
de la sabiduría, en cambio, el avance va transformando las vías acción, precariedad, mal y amor son, pues, los nombres, algunos de
futuras de progreso, y ni siquiera esta transformación es regular y los nombres, con los que designamos los aspectos que. a diversas
tediosa. luces, nos presenta el fenómeno primordial (o. lo que es lo mismo:
Es imposible representarse una mejor aventura, una que más la realidad primordial, porque aquí tratamos de aquel dato sin el cual
perfectamente lo sea, que aquella que, después de haberse enfrentado no puede ser un dato ni siquiera la duda escéptica más profundamente
largamente con las dificultades de cierto terreno, sea capaz de ser vivida).
trasladada de improviso -pero cumplido ya algo esencial- a un plano, La realidad sobre la cual se orienta el sentido de las restantes
a un lugar absolutamente nuevo. realidades y de las apariencias todas, es ser que aún no se ha bastado
La naturaleza del hombre es tal, que lo que de verdad nos a sí mismo, ser en busca de ser de veras. Un ser que sufre del placer
ilusiona se nos ofrece como una sucesión sin fin de nuevas edades, de seguir siendo gracias a que todavía hay más, y todavía hay tiempo:
de eones nuevos. Una cascada de resurrecciones. Una cascada, mejor y gracias también a que sabe perfectamente que este tiempo -a medias
dicho, de resurrecciones de resurrecciones de resurrecciones. concedido y a medias conquistado- está él mismo en precario.
Naturalmente que esto es una ingenuidad, porque el tiempo Tanto lo está, que sabemos con inquebrantable certeza que el fin
nuevo, el de después de la resurrección, sólo puede ser, justamente, de este tiempo sobrevendrá cuando aún no haya derecho, cuando
aquel en que se rompa la necesidad de esta ilusión. todavía estemos seguros de que hemos perdido nuestro tiempo, de
De modo que cuando tratamos de poner en claro qué anhelo se que la totalidad de la vida se ha quedado sin construir.
halla en el corazón de todos los anhelos, nos sorprendemos formulan- Ninguna certeza supera la certeza con que sé que mi muerte
do un deseo paradógico. Porque he de describirlo o bien como una jamás será el coronamiento de una vida cumplida. Si se me concede
monótona cadena desesperante de novedades absolutas, o bien, al caer ver con claridad que se aproxima la muerte, es seguro que pensaré no
entonces en la cuenta de lo que propiamente significa novedad haber hecho aún apenas nada: que aún no es tiempo: que he fracasa-
absoluta, comprendo que el anhelo fundamental es dejar de anhelar do. Pensaré que he malgastado la vida, lo único que propiamente yo
lo que más anhelo ahora. tenía (yo era).
Por ello, quiero y no quiero el saber de fundamentación absoluta. Es desde este ángulo desde donde se debe entender la noción de
Lo quiero, porque no puedo vivir de engaños. No lo quiero, porque la muerte. No concebimos el contradictorio final de la conciencia,
no puede hacer mi felicidad. sino que sabemos con absoluta certeza que estamos ontológicamente
Pero ¿es que es posible representarse auténticamente qué es la en precario y que. desde el punto de vista que realmente debería
felicidad? El ideal que opera sobre todos los instantes de la existencia llamarse "actitud natural", el desenlace seguro es que esta precariedad
es. al parecer, que necesitamos dejar de necesitar, que lo que más se manifestará de pronto en toda su fuerza, y siempre vendrá como

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el ladrón en la noche. Esto es lo que significa morir. Y por esto es El filósofo necesita decirlo todo a un mismo tiempo, en un solo
por lo que la muerte no es un tipo específico del mal y no es pulso existencial. Precisa, por esto, de una imposible expresión
tampoco un mal en sí misma. absoluta. Demos al ser necesitado que muere, esto es, a mi ser. que
Al tiempo, la sombra que más amarga la dulzura de los alimentos es real en el absoluto anhelo de lo absoluto y en la precariedad
terrestres es que sabemos que algo en ellos nos distrae muy esencial- radical, el nombre usual de existencia, mientras esperamos a ver si no
mente; hasta el punto de que, habiéndolos consumido siempre en una sería más expresivo de su condición algún otro término.
medida demasiado escasa, seremos forzados a abandonar nuestro viaje La estructura misma de la razón nos retrotrae, así, al fenómeno
antes de haber llegado a saber. primordial existencia, de tal modo que, en cuanto nos situamos en lo
La conciencia cierta de la aspiración absoluta condiciona, pues, radical de la razón práctica, o en lo radical de la razón estimativa, o
todo nuestro saber sobre la muerte, el cual, a su vez, ilumina lo que en lo radical de la misma razón lógica, por todas partes nos vemos
sabemos más firmemente acerca de la existencia finita. conducidos a esta realidad en busca precaria de lo absoluto y para la
Y aún no es bastante expresarse así. Lo que aquí interviene no es que, por ello mismo, es la filosofía un deber primordial.
la mera conciencia de una aspiración absoluta, porque no se trata en
lodo esto de la conciencia de la muerte y de la conciencia de la
existencia, sino de la existencia misma y, por tanto, de la muerte
misma y del absoluto mismo.
La existencia no puede ser como de hecho es si la muerte es
simplemente una noción (que habría luego que investigar si está
dotada de "realidad objetiva"). Por lo mismo, tampoco es posible que
estemos aquí hablando de una conciencia quizá ilusoria de lo
absoluto. El ser-necesitado lo es absolutamente; es, en absoluto, una
realidad (precaria, temporal, gozosa y dolorosa), y, también, necesita
absolutamente.
E incluso es imprescindible afirmar que necesita lo absoluto. Pues
si sólo necesitara absolutamente, pero el objeto de su anhelo no fuera
lo absoluto, entonces carecería -como carece de ello la naturaleza
toda- de muerte. La muerte no podría en tal caso ser un momento
estructural de la existencia.
Hay, pues, que partir decididamente no de la naturaleza, y
tampoco del par naturaleza y existencia, sino tan sólo de esta última.
Porque saber, en tanto que fenómeno primordial, en tanto que
realidad primordial, es descubrir lo otro de sí mismo justamente como
tal; por consiguiente, en contraste con el ser sí mismo que es este
precario ser amor que muere.

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