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LA MATANZA DE

CHOLULA
la verdad oculta

Guillermo Marín
A Jesusa Rodríguez
y a José Luis Bustamante,
fraternos y verdaderos.

La historia del Cem Anáhuac, hasta ahora, ha estado en manos


de los vencedores, especialmente la iglesia católica y la
academia occidentalizada. Es un rosario de mentiras y
verdades a medias, maliciosamente escritas, para exaltar la
invasión y la conquista, disfrazándolas, como un hecho
civilizatorio y humanista, que permitió sacar del atraso,
barbarie, idolatría y el canibalismo, a los antiguos pobladores
del Anáhuac. Estas mentiras inician desde las llamadas
“fuentes históricas”, escritas en el siglo XVI, hasta la
actualidad, por los “investigadores” hispanistas-
occidentalizados, que usan los textos escritos por criminales y
ladrones (conquistadores), así como de fanáticos idólatras
(misioneros), ambos, venidos de mil años de perseguir y
destruir el conocimiento en la llamada Edad Media en Europa.

Hasta los años cincuenta del silgo XX, no existía más héroe de
la Conquista de México, que Hernán Cortes. La figura de
Cuauhtémoc empezó a aparecer a partir del descubrimiento de
la tumba del último tlatoani mexica, debido a los trabajos de la
arqueóloga Eulalia Guzmán, quien descubrió los restos el 26 de
septiembre de 1949. Frente a toda la oposición de ideología
criolla hispanista, que afirmaba que los restos encontrados no
eran de Cuauhtémoc, Diego Rivera y algunos intelectuales
nacionalistas, lograron que el Estado los asumiera como
auténticos.
De esta manera, comenzando con el propio Hernán Cortés,
quien escribió las llamadas “Cartas de Relación” al rey de
España, como un alegato leguleyo, para salvar su situación de
prófugo de la ley de Cuba, y traidor del gobernador y los
inversionistas que habían financiado la expedición. Los escritos
sobre la invasión y conquista fueron movidos por intereses
personales de los conquistadores y misioneros, que, con ellos,
pretendieron aumentar y exaltar sus méritos personales, como
institucionales, tanto de la corona como de la iglesia católica,
que pretendieron transformar un holocausto y un epistemicidio,
en una epopeya civilizadora y evangélica.

Lo cierto es, que en pleno siglo XXI, los académicos e


investigadores, “asombrosa e inexplicablemente”, no han
podido tener un criterio crítico y analítico, para revisar las
inconsistencias de los escritos llamados “fuentes históricas”,
más allá, como dijimos, de aquellos que las escribieron bajo
intereses personales oscuros e inconfesables, sino que, no
existe hasta nuestros días, “los textos originales”, que todos
son, “copias a dos manos”, y que primero tuvieron que ser
entregados para ser analizados, revisados y censurados,
primero, por el Consejo de Indias, y posteriormente, por la
Santa Inquisición.

De esta manera, la Historia Oficial de la Conquista de la Nueva


España, es un cúmulo de mentiras y falsedades, en las cuales,
“el Estado Mexicano necolonial criollo”, ha construido sus
cimientos ideológicos y políticos. El ejemplo más brutal de estas
mentiras, -el propio Estado-, las expone sin vergüenza alguna,
en el Museo Nacional de Antropología e Historia, en el cual, la
sala principal, la ocupa la cultura mexica. Cuando la historia
mexica, desde la fundación de Tenochtitlán en 1325 a su
destrucción en 1521, no alcanzo los dos siglos. Y de ese tiempo
tan reducido, comparado con el periodo Clásico del Esplendor
tolteca, que alcanza más de diez siglos, los mexicas, apenas
tuvieron un poder relativo de 81 años. Jamás “conquistaron el
Anáhuac” y fueron derrotados por los purépechas y jamás
pudieron someter a los tlaxcaltecas.
De modo que el mal llamado “Imperio Azteca” (porque no fue
imperio sino una confederación, Excan Tlahtolloyan; y ellos se
nombraban mexicas, nunca aztecas), es obra de las mentes
fanáticas, ignorantes y colonizadas de los apologistas de la
hispanidad. Desde los conquistadores y sus descendientes, que
fueron “despojados de su rapiña” por la burocracia real, como
más tarde, por los indígenas conversos como Fernando Alva
Ixtlilxóchitl, que exalta el pasado para sacar provecho de su
posición de familia noble anahuaca, y, posteriormente, en el
siglo XVIII, el primer ideólogo formal del criollismo, Francisco
Javier Clavijero, hicieron de los mexicas, los “romanos” del
mundo anterior a su llegada, para exaltar a unos y a otros, es
decir, a los mexicas como “gran imperio”, y a los invasores,
como valientes y heroicos conquistadores. De la fusión de esas
“dos razas” surge, según el mito colonizador, el “México
moderno”. Tres siglos, explotado por peninsulares, y los dos
últimos, por criollos avecindados.

Esta larga introducción, tiene como objetivo aclarar que la


“historia oficial hispanista necolonial criolla”, pretende hacer
creer a un pueblo, al que le han hecho una lobotomía, a través
de la pérdida total de su milenaria historia, que está en un
estado total de indefensión por la pérdida de la conciencia de
su identidad cultural y su memoria histórica: que “la Conquista
de México, concluyó con la caída de la Ciudad de México-
Tenochtitlán el 13 de agosto de 1521. Hecho a todas luces
falso. La conquista del Anáhuac, justamente comienza con la
caída de Tenochtitlán, y sigue hasta el siglo XXI. Las matanzas
se repiten una a una, como un eterno rosario de sangre,
injusticia e impunidad.

La historia del Anáhuac, tiene que ser revisada


meticulosamente, de manera crítica, analítica y descolonizada.
Necesitamos saber, los hijos de los hijos de los invadidos, qué
fue, lo que realmente pasó. Porque de no hacerlo, estamos
condenados a seguir repitiendo permanentemente las
matanzas, las injusticias y la impunidad de un Estado opresor,
que ha estado, desde 1521, al servicio de los poderes
económicos, políticos y religiosos, ajenos a los intereses de los
habitantes de este territorio, de su historia y de su cultura
milenaria. Solo la descolonización nos permitirá recuperar la
dignidad, la autoestima y la soberanía, para construir con
dignidad un país, en donde se acaben, para siempre, los
vencedores y los vencidos.

¿Qué era la Ciudad de Cholula en 1520? Fray Bartolomé de las


Casas la describe así, en su libro, Los Indios de México y la
Nueva España.

“La ciudad de Chololla, que dijimos ser de toda la Nueva


España el mayor y sobre todo más devoto y frecuente, por
votos y romerías, santuarios, entre muchas y diversas
fiestas que tenían y celebraba era una cada año el primer
día de mayo,”

La primera matanza, llevada a cabo a mansalva, de manera


alevosa e injusta, “La Matanza de Cholula”, es un paradigma
de la historia de sangre de México. Es nuestro deber, salir del
“sitio común”, que han creado los conquistadores de ayer y los
de hoy, que la hacen, como todas las matanzas, desde la de
Cholula, Puebla, hasta la última en Nochistlán, Oaxaca; como
algo intrascendente, banal y pasajero. Son tantas las matanzas
en México, que se puede, con la sangre vertida en ellas, crear
un océano profundo de sufrimiento, de ausencias y fantasmas
de hijos, padres, hermanos y familias enteras.

La historia oficial, sobre la matanza de Cholula, dice que Cortés,


estando en Tlaxcala, fue invitado por las autoridades
cholultecas a su ciudad. Que fueron recibidos con grandes
honores y atenciones, pero que, con el tiempo, en su breve
estancia, estas atenciones fueron “inexplicablemente”
mermando, hasta que Cortés, aconsejado por Malinche y por
sus aliados “indios”, descubrieron que serían masacrados a
traición, por lo cual, Cortés ordenó un “ataque preventivo”, y
asesinó a más de tres mil cholultecas. Las más altas
autoridades civiles, religiosas, los tlamatinimes, la elite de
conocimiento del Tollan consagrado a Quetzalcóatl y la
Toltecáyotl, fueron brutalmente asesinadas.

Para analizar los hechos de manera descolonizada, primero


tenemos que recordar que, en la partida de Quetzalcóatl, que
míticamente significa el inexplicable colapso civilizatorio, hasta
ahora no explicado cabalmente, cuando los Venerables
Maestros toltecas abandonaron los Tollan del Cem Anáhuac
(Colapso del periodo Clásico superior, mediados del Siglo IX),
dejando dicho que regresarían a restablecer la sabiduría y el
equilibrio en el año “uno caña”, que se repite cada 52 años.

Que en el periodo Postclásico (850 a 1521), en el Altiplano


Central, los toltecas dejaron tres centros de conocimiento para
mantener la Toltecáyotl. Estos fueron: Colhuacan, Texcoco y
Cholula. Que justamente, Cholula, era el Tollan donde se
preservaba la figura y los valores filosóficos que representaba
Quetzalcóatl, es decir, el recuerdo de los toltecas, los Tollan y
la Toltecáyotl, del periodo Clásico.

Es lógico entender, que, para los mexicas, Cholula


representaba un incómodo recuerdo de la importancia de la
dualidad Tláloc-Quetzalcóatl, que el Cihuacóatl Tlacaélel había
ordenado cambiar por Tláloc-Huitzilopochtli, para reactivar la
“voluntad de poder” de los pueblos nahuas, que en el periodo
Postclásico venía en decremento. Con las reformas filosóficas-
religiosas de Tlacaélel, los mexicas no solo tomaron la
iniciativa, de lo que el Dr. Alfredo López Austin ha llamado
“régimen zuyuano”, es decir, pretender reestablecer por las
armas, la hegemonía filosófica-cultural, que los toltecas
tuvieron en todo el Cem Anáhuac por medio de la Toltecáyotl,
sino que definieron su “destino manifiesto”, como “los
sostenedores del Quinto Sol”. Así, bajo la conducción ideológica
y religiosa de Tlacaélel, se crea la Mexicáyotl, que de raíz,
estaba en oposición con la Toltecáyotl de Quetzalcóatl.
Además, el Tollán de Cholula, se mantenía en el periodo
Postclásico, como un centro, no solo religioso, como un “Tollan
sagrado”, sino que, en él, operaba el Calmécac en donde los
tlamatinime toltecas, preparaban a los hijos de los gobernantes
de los Señoríos con la sabiduría ancestral de la Toltecáyotl. Allí
estudió, entre otros, Moctezuma Ilhuicamina, Nezahualcóyotl y
el mismo Tlacaélel. Esto explica “las diferencias políticas-
filosóficas-religiosas”, entre Cholula y Tenochtitlán. Fue
Nezahualcóyotl el que, desde 1440, “protegió” y aseguró que
Texcoco, Cholula y Colhuacan, fueran respetadas, por ser las
depositarias de la sabiduría ancestral, en el empoderamiento
de Tenochtitlán a través de la Mexicáyotl, creado por Tlacaélel
y la exaltación de su numen tutelar llamado Huitzilopochtli.

Debe también decirse, para entender bien los procesos


históricos de la invasión-conquista que, desde 1492, no solo en
Tenochtitlán, sino en todo el Cem Anáhuac, se sabía, paso a
paso, del holocausto que estaban causando los castellanos en
las Islas del Caribe y en lo que hoy es Panamá. La historia oficial
hispanista, nos hace suponer, que los pueblos nahuas del
Altiplano Central, “estaban ajenos” a la invasión que se estaba
sufriendo en el Cem Anáhuac, que supuestamente vivían
“encapsulados en sus territorios” y que no tenía contacto entre
sí. Falso totalmente, además, debe recordarse del naufragio de
Gonzalo Guerrero y Jerónimo de Aguilar en 1511. De su
estancia en Chetumal, y especialmente, de la participación que
tuvo Gonzalo Guerrero en prevenir a los pueblos anahuacas, de
las intenciones de los castellanos y la inminente invasión que
estaba por suceder. En las costas del Golfo de México, ya se
habían enfrentado y derrotado a Francisco Hernández de
Córdoba en 1517 y a Juan de Grijalba en 1518.

De modo que los pueblos nahuas del Altiplano, estaban


viviendo un momento muy importante al saber que había
llegado del Mar de Oriente, -por donde se fue Quetzalcóatl-, un
hombre, que se decía, era su embajador, y que, llegaba en el
año de su profetizado regreso (1519 = año uno caña), gracias
a la información que Malinche le suministraba a Cortés, éste se
hacía pasar por el embajador, y pedía, ir a Tenochtitlán para
entrevistarse con el tlatoani mexica para analizar la situación
de la trasgresión a la dualidad Tláloc-Quetzalcóatl. La
entrevista finalmente se dio y producto de ella, Moctezuma
convoca a un consejo de sus Señores tributarios, en dónde dará
el famoso discurso, que ha sido “desaparecido”, por la historia
hispanista, pero que está registrado en la Segunda Carta de
Relación, escrita por el mismo Cortés; en donde, Moctezuma le
entrega el mando a Cortés y le pide a los Señores tributarios
que obedezcan a Cortés, como a él lo habían obedecido.

“Pasados algunos pocos días después de la prisión de este


Cacamazin, el dicho Mutezuma hizo llamamiento y
congregación de todos los señores de las ciudades y
tierras allí comarcanas y juntos, me envió a decir que
subiese allí adonde él estaba con ellos y llegado yo, les
habló de esta manera: "Hermanos y amigos míos, ya
sabéis que de mucho tiempo acá vosotros y vuestros
padres y abuelos habéis sido y sois súbditos y vasallos de
mis antecesores y míos y siempre de ellos y de mí habéis
sido muy bien tratados y honrados y vosotros asimismo
habéis hecho lo que buenos y leales vasallos son obligados
a sus naturales señores y también creo que de vuestros
antecesores tenéis memoria cómo nosotros no somos
naturales de esta tierra y que vinieron a ella de muy lejos
tierra y los trajo un señor que en ella los dejó, cuyos
vasallos todos eran. El cual volvió dende ha mucho tiempo
y halló que nuestros abuelos estaba ya poblados y
asentados en esta tierra y casados con las mujeres de esta
tierra y tenían mucha multiplicación de hijos, por manera
que no quisieron volverse con el ni menos lo quisieron
recibir por señor de la tierra y él se volvió y dejó dicho que
tornaría o enviaría con tal poder, que los pudiese costreñir
y atraer a su servicio. Y bien sabéis que siempre lo hemos
esperado y según las cosas que el capitán nos ha dicho de
aquel rey y señor que le envió acá y según la parte de
donde él dice que viene, tengo por acierto y así lo debéis
vosotros tener, que aqueste es el señor que esperábamos,
en especial que nos dice que allá tenía noticia de nosotros
y pues nuestros predecesores no hicieron lo que a su
señor eran obligados, hagámoslo nosotros y demos
gracias a nuestros dioses porque en nuestros tiempos vino
lo que tanto aquéllos esperaban. Y mucho os ruego, pues
a todos es notorio todo esto, que así como hasta aquí a
mí me habéis tenido y obedecido por señor vuestro, de
aquí en adelante tengáis y obedezcáis a este gran rey,
pues él es vuestro natural señor y en su lugar tengáis a
este su capitán y todos los tributos y servicios que hasta
aquí a mí me hacíades, hacedlos y dadlos a él, porque yo
asimismo tengo de contribuir y servir con todo lo que me
mandare y demás de hacer lo que debéis y sois obligados,
a mí me haréis en ello mucho placer". Lo cual todo lo dijo
llorando con las mayores lágrimas y suspiros que un
hombre podía manifestar y asimismo todos aquellos
señores que le estaban oyendo lloraban tanto, que en gran
rato no le pudieron responder. Y certifico a vuestra sacra
majestad, que no había tal de los españoles que oyese el
razonamiento, que no hubiese mucha compasión.

Y después de algo sosegadas sus lágrimas, respondieron


que ellos lo tenían por su señor y habían prometido de
hacer todo lo que les mandase y que por esto y por la
razón que para ello les daba, que eran muy contentos de
hacerlo y que desde entonces para siempre se daban ellos
por vasallos de vuestra alteza y desde allí todos juntos y
cada uno por sí prometían y prometieron, de hacer y
cumplir todo aquello que con el real nombre de vuestra
majestad les fuese mandado, como buenos y leales
vasallos lo deben hacer y de acudir con todos los atributos
y servicios que antes al dicho Mutezuma hacían y eran
obligados y con todo lo demás que le fuese mandado en
nombre de vuestra alteza. Lo cual todo pasó ante un
escribano público y lo asentó por auto en forma y yo lo
pedí así por testimonio en presencia de muchos
españoles." Segunda Carta de Relación de Hernán Cortés.
30 de octubre de 1520.
Esta parte de la Segunda Carta de Relación, escrita de puño y
letra por Cortés, es la prueba fehaciente de la entrega de los
mexicas a los invasores. También, explica, la dimensión de la
trasgresión de la Toltecáyotl por Tlacaélel, porque si no hubiera
habido esta trasgresión a las enseñanzas de Quetzalcóatl, los
mexicas a través del Tlalócan y por medio de Moctezuma, no
habrían realizado la entrega, y como los mayas, los hubieran
tratado como invasores. Para todas aquellas personas, que
minimizan la trasgresión de la Toltecáyotl por la Mexicáyotl
creada por Tlacaélel, o que la niegan, aquí encontrarán la
verdad. La llegada de Cortés en el año de la profecía, venido
del Oriente, a dónde se había marchado Quetzalcóatl, así como
la asesoría que hábilmente le fue dando Malinche,
representaron un verdadero sisma para la ya convulsionada
dirigencia de la Triple Alianza.

La historia oficial hispanista, nos presenta a un Moctezuma,


como un “reyezuelo, pusilánime, inseguro y miedoso, dando
órdenes y contra órdenes desatinadas”. Totalmente falso.
Moctezuma era un tlatoani, hábil líder y eficaz guerrero, que
dependía del Tlatócan de la Triple Alianza, por lo cual,
“Moctezuma, mandaba obedeciendo”. No tomaba “decisiones
personales”. El error de creer que Cortés era el embajador de
Quetzalcóatl, y recibirlo como tal, en la Ciudad de México-
Tenochtitlán, fue un error del consejo supremo y de la alta
dirigencia, producto de las trasgresiones a la filosofía y religión
ancestral tolteca, en donde Quetzalcóatl, era el símbolo
fundamental. Debe recordarse, para mejor entender,
descolonizadamente la historia, que en el Cem Anáhuac, desde
miles de años atrás, se practicaba la democracia participativa.

De esta manera, se entiende, el por qué, Cortés fue invitado a


Cholula por los Venerables Maestros de la Toltecáyotl.
Necesitaban conocer al supuesto embajador de Quetzalcóatl,
dado que ellos, desde siglos atrás, estaban en la espera de su
profetizado regreso. Cholula era un Tollan sagrado, no era un
centro comercial, político y menos guerrero. No estaba
relacionado con las luchas de poder entre los Señoríos nahuas
del Altiplano, era un espacio “neutral”, respetado por todos, y
los masehuales de todos los pueblos, hacían vistas en
peregrinación al lugar, en donde tenía su recinto espiritual la
figuera religiosa de Quetzalcóatl. Cholula, además de contar
con la pirámide más voluminosa del mundo, era una ciudad
cosmopolita. Los sacerdotes de todos los confines del Cem
Anáhuac, hacían residencias temporales en búsqueda del
conocimiento ancestral de la Toltecáyotl.

Malinche, muy hábil, le recomienda a Cortés, aceptar la


invitación a Cholula, para reforzar la estrategia de que, Cortés
era el embajador de Quetzalcóatl, lo que le daría mucha fuerza
y significado a su vista a Tenochtitlán. Es necesario ser críticos
y analíticos para revisar la historia escrita por los vencedores.
Pero debemos ser muy claros y tomar en cuenta que Hernán
Cortés, antes de recibir la valiosa información que le pasó
malinche, sobre el estado de cosas que estaban sucediendo en
el Anáhuac, no solo desde 1492, que como dijimos, los
anahuacas sabían perfectamente el holocausto que estaban
cometiendo los castellanos en el Caribe, sino desde el colapso
civilizatorio del 850, ante la partida de Quetzalcóatl, y de la
profecía de su regreso. De las trasgresiones que realizó
Tlacaélel a la religión y sabiduría de Quetzalcóatl y de que, ese
año de 1519, era el año que se repetía cada 52, del probable
retorno de Quetzalcóatl, para restablecer la sabiduría y el
equilibrio en el Cem Anáhuac. Sin esa valiosa información,
Cortés no tenía absolutamente ninguna posibilidad de realizar
cualquier acción invasiva en el Anáhuac, y menos en el
Altiplano Central.

Visto desde otra perspectiva, Cortés y los españoles, actuaron


como un “virus” en el Cem Anáhuac, se dirigieron al órgano
más débil, y en este caso, eran los mexicas, gracias a las
trasgresiones creadas por las reformas religiosas de Tlacaélel.
Los mayas no solo los rechazaron, sino los derrotaron. Cortés
actuó bajo la asesoría de Malinche, y usando su “maestría” en
la intriga, la mentira y la traición, logró poner a Señoríos en
contra de los mexicas y llegar a pisar Tenochtitlán sin ningún
acto hostil.

Fue Malinche, la mente que concibió la estrategia política para


apoderarse del Altiplano Central, a través de la profecía del
regreso de Quetzalcóatl, y de las trasgresiones a la filosofía y
religión ancestral tolteca; e Ixtlilxóchitl, el comandante en jefe
con sus trescientos mil guerreros texcocanos y los aliados de
Cortés, quien derrotó a los mexicas. Sin la ayuda de ellos dos,
Cortés no hubiera podido hacer nada. Es un mito colonizador,
la superioridad militar de los quinientos aventureros que venían
a robar. Cortés nunca tuvo “un ejército” y menos soldados.
Eran una banda organizada de manera mercantil para robar,
salieron prófugos de Cuba y tenían “el permiso legal” de
“rescatar oro”, más no de conquistar y fundar. Además de no
ser “un ejército”, estaban mal armados y la mayoría, no tenía
experiencia guerrera en Europa y Norte de África, estaban
acostumbrados a masacrar a pueblos no bélicos e indefensos,
como eran los de las Antillas, a los que diezmaron hasta
acabarlos totalmente.

Malinche fue asesorando, paso a paso, a Cortés, hablando en


su nombre y negociando a su favor. Malinche fue una mujer
muy inteligente, con mucha facilidad para aprender lenguas y
bien preparada, ya que había sido hija de un tlatoani nahua de
Olutla y Xaltipa, por lo cual poseía la tradición tolteca y sabía
lo que estaban haciendo los mexicas al trasgredir las
enseñanzas y religión de Quetzalcóatl. Cuando era niña fue
entregada al tlatoani maya de nombre Tabscoob, donde
aprendió la lengua maya. Después de la Batalla de Centla fue
entregada a Cortés. Malinche al igual que Ixtlilxóchitl, son los
verdaderos artífices de la derrota de los mexicas. Los dos,
sufrieron el mismo destino; por una parte, al servir a una
persona tan ambiciosa y traidora, como fue Cortés; por la otra,
por servir a la causa del invasor y traicionar a su Madre cultura.
Por supuesto que la historia oficial hispanista, los ha, “casi
borrado”, para enaltecer la dudosa gloria de Cortés.
Pero volviendo a la Matanza de Cholula, Cortés aceptó la
invitación de las autoridades de Cholula, aconsejado por
Malinche, ya que suponían que, aumentaría su poder al ser
recibido y reconocido en el Tollan que estaba consagrado,
justamente a Quetzalcóatl. Cholula era un lugar muy
importante y antiguo, con más de 30 siglos de existencia, en lo
que hoy conocemos como Puebla. De hecho, la Ciudad de
Puebla, fue edificada con el objetivo de opacar a Cholula, razón
por la cual, le crearon una serie de “mitos religiosos” para
disminuir la importancia religiosa de Cholula. Cholula no era
una ciudad militar o comercial, era una “ciudad sagrada”, y era
respetada hasta por la Triple Alianza, que reconocía su legado
tolteca. La dirigencia mexica a favor de las Reformas de
Tlacaélel, no veían con simpatía a la Ciudad de Cholula, porque
mantenían la figura filosófica y religiosa de Quetzalcóatl, que
estaba confrontada con la figura de Huitzilopochtli.

Cortés escribe en su primera Carta de Relación, que Moctezuma


le pide que vaya a Cholula, en dónde le dará “una razón”.
Según Cortés, los de Tlaxcala lo dicen que Moctezuma le tiene
preparada una emboscada con 50 mil hombres.

"...los señores y me dijeron que en ninguna manera fuese


porque me tenían ordenada cierta traición para matarme
en aquella ciudad a mí y a los de mi compañía y que para
ello había enviado Mutezuma de su tierra, porque alguna
parte de 1 ella confina con esta ciudad, cincuenta mil
hombres y que los tenía en guarnición a dos leguas de la
dicha ciudad, según señalaron y que tenían cerrado el
camino real por donde solían ir y hecho otro nuevo de
muchos hoyos y palos agudos hincados y encubiertos para
que los caballos cayesen y se mancasen y que tenía
muchas de las calles tapiadas y por las azoteas de las
casas muchas piedras..." Hernán Cortés.

Cortés y sus hombres, fueron recibidos en Cholula con el


protocolo de “Embajador de Quetzalcóatl”. Como era una
ciudad sagrada, los guerreros tlaxcaltecas y cempualtecas,
acamparon fuera. La versión hispanista justifica la matanza
afirmando insensateces. Asegura que Moctezuma le quería
tender una trampa a Cortés y acabarlos en Cholula. Falso
totalmente. Cholula no era manejada por los mexicas, era un
lugar sagrado independiente, además de que no era una ciudad
militarizada. Lo que sucedió fue que las autoridades
entrevistaron al supuesto embajador de Quetzalcóatl, los dos
primeros días, suficientes para darse cuenta de la mentira y les
suprimieron el trato de embajadores. Al tercer día les dejaron
de dar de comer y ya no se pudieron entrevistar con las
autoridades.

Malinche, al entender que el engaño había sido descubierto, y


que, Cholula y sus dirigentes, -la ciudad consagrada a
Quetzalcóatl-, desconocían a Cortés como embajador lo
desnudaba como impostor e invasor. Esto, bajo ninguna
circunstancia podía ser conocido de los pueblos del Anáhuac,
porque significaba el fin de la expedición. Cortés, asesorado por
Malinche, decide fingir la partida de Cholula, pero pide
despedirse de las autoridades. Se reúnen más de tres mil
personas, entre la clase dirigente, sacerdotes y el pueblo, y
durante cinco horas los asesinan a mansalva, ya que no
estaban armados y no eran guerreros. Cortés y Malinche, no
permitirían que la verdad se conociera.

El relato que hace Cortés de la Matanza de Cholula, además de


ser ajeno a la verdad, es cínico, pues le da poca importancia.

"Y así por esto como por las señales que para ello veía,
acordé de prevenir antes de ser prevenido, e hice llamar
a algunos de los señores de la ciudad diciendo que les
quería hablar y les metí en una sala y en tanto hice que la
gente de los nuestros estuviese apercibida y que en
soltando una escopeta diesen en mucha cantidad de indios
que había junto al aposento y muchos dentro de él. Así se
hizo, que después que tuve los señores dentro de aquella
sala, dejélos atando y cabalgué e hice soltar la escopeta y
dímosles tal mano, que en pocas horas murieron más de
tres mil hombres. Y porque vuestra majestad vea cuán
apercibidos estaban, antes que yo saliese de nuestro
aposento tenían todas las calles tomadas y toda la gente
a punto, aunque como los tomamos de sobresalto fueron
buenos de desbaratar, mayormente que les faltaban los
caudillos porque los tenía ya presos e hice poner fuego a
algunas torres y casas fuertes donde se defendían y nos
ofendían y así anduve por la ciudad peleando, dejando a
buen recaudo el aposento, que era muy fuerte, bien cinco
horas, hasta que eché toda la gente fuera de la ciudad por
muchas partes de ella, porque me ayudaban bien cinco
mil indios de Tascaltecal y otros cuatrocientos de
Cempoal." Hernán Cortés.

Bernal Díaz escribe sobre la matanza, manteniendo la mentira


de que fueron “obligados” a defenderse después de “descubrir
la traición por medio de una emboscada”.

“Por bien de mañana que vinieron los cholultecas con la


gente de guerra, ya todos nosotros estábamos muy a
punto para lo que se había de hacer, y los soldados de
espada y rodela puestos a la puerta de gran patio, para
no dejar salir ningún indio de los que estaban con armas.
Nuestro capitán también estaba a caballo, acompañado de
muchos soldados para su guarda. Y desde que vio que tan
de mañana habían venido los caciques, papas y gente de
guerra, dijo: ¡Qué voluntad tienen estos traidores de
vernos entre las barrancas para hartarse de nuestras
carnes! ¡Mejor lo hará Nuestro Señor!
Como Cortés estaba a caballo y doña Marina junto a él,
comenzó a decir a los caciques que, sin hacerles enojo
ninguno, a qué causa nos querían matar la noche
pasada, y que si les hemos hecho o dicho cosa
para que nos tratasen aquellas traiciones más de
amonestarles las cosas que a todos los demás pueblos
por donde hemos venido les decimos y decirles las
cosas tocantes a nuestra santa fe, y esto sin apremiarles
en cosa ninguna; y a qué fin
tienen ahora nuevamente aparejadas muchas varas largas
y recias, con colleras, y muchos cordeles en una casa
junto al gran cu; y por qué han hecho de tres días acá
albarradas en las calles y hoyos, y pertrechos en las
azoteas, y por qué han sacado de su ciudad sus hijos,
mujeres y hacienda.” Bernal días del Castillo.

Finalmente, Bernal Díaz, escribe que “el castigo” a Cholua,


sería un ejemplo para todos los pueblos del Anáhuac. Como se
ve, “las fuentes históricas”, no solo son falsas, sino tergiversan
de manera dolosa la historia. Tratando de justificar sus
crímenes de lesa humanidad y exaltando supuestos triunfos,
siempre acompañados de “la mano de su Dios”.

“Este castigo de Cholula fue sabido en todas las


provincias de la Nueva España, y si de antes teníamos
fama de esforzados y habían sabido de las guerras
de Potonchán y Tabasco y de Cingapacinga y lo de
Tlascala, y nos llamaban teúles, desde ahí adelante nos
tenían por adivinos, y decían que no se nos podrían
encubrir cosa ninguna mala que contra nosotros tratasen
que no lo supiésemos, y a esta causa nos mostraban
buena voluntad”. Bernal Díaz del Castillo.

Este es el problema de recuperar la memoria histórica. Si


consultamos a “las fuentes”, y las tomamos como dogmas,
jamás podremos tener una idea de la realidad histórica. Esto
es lo que hace la academia occidentalizada. Pero también, “los
escritores hispanistas”, caen en el error de exaltar de manera
parcial los hechos en favor de los invasores-conquistadores, de
“su propio país”. Por ejemplo, en el siglo pasado, el escritor
mexicano, Carlos Pereyra, que en 1941 escriben una
“biografía” de Hernán Cortés, editada por la editorial ESPASA-
CALPE. Escribe sobre la Matanza de Cholula:

“En un espacioso del cuartel español se apiñaban los


indios de carga y los de guerra; sus señores fueron
recibidos en los aposentos interiores. Cortés habló con
claridad del castigo que iba a infligirles, y dejando los
incomunicados, montó a caballo. Los soldados y los
auxiliares indígenas tenían instrucciones “para lo que se
debía hacer”. Un escopetazo, señal convenida con los
guerreros tlaxcaltecas y cempoltecas que estaban en las
calles, fue el principio de la matanza. El patio sólo tenía
tres puertas al Norte, Sur y oriente, tomadas por los
españoles para que nos escapasen los indios, los cuales,
no hallaban salida, al verse acometidos, hacían esfuerzos
por trepar a uña las altas y enjalbegar las paredes.
Acabada la matanza del patio, la fuerza mixta se dispersó
por las calles, degollando, quemando, arrasando y
robando. Los tlaxcaltecas y cempoltecas, sobre todo los
primeros, tenían rencillas con los cholultecas, hicieron lo
más grave de los daños sufridos por la ciudad. […] Había
durado cinco horas aquel horripilante estrago, y había
corrido la sangre de 3000 víctimas, según cálculos de
Cortés, cuando se dio la orden para cesar el ataque.
Cortés puso nuevo cacique, publicó amnistía, predicó el
Evangelio; levantó cruces y repobló la ciudad.” Carlos
Pereyra.

Es importante observar la mentalidad hispanista del escritor


“mexicano”, que, sin ningún sentido crítico y menos
nacionalista, afirma que después de la matanza, Cortés,
“civiliza”, al imponer nuevas autoridades, acabando con la
democracia participativa milenaria. Lo que ha venido
sucediendo hasta el día de hoy. Después de masacrar al pueblo
indefenso, “les otorga magnamente amnistía”, lo que sigue
sucediendo, que las víctimas de las matanzas se criminalizan.
Y en el acto de “predicar el Evangelio y levantar cruces”,
indirectamente nos habla de “la otra conquista”, tal vez, la más
dañina.

Es curioso el grado de colonización mental y cultural que sufren


las personas en el poder económico, político y cultural de este
país. En la solapa del libro en cuestión, los editores finalizan la
pequeña reseña biográfica del autor escribiendo lo siguiente:
“De ellas se destaca la magnífica biografía del
conquistador de México, el HERNÁN CORTÉS, que
ofrecemos a nuestros lectores. Con las llaves de todos los
archivos de España y sabiendo donde estaban los legajos
capitales, Carlos Pereyra, que miraba siempre con fervor
a su patria lejana, tenía un gran amor a España y por eso
prefirió construir en los alrededores de Madrid su casa
para siempre, muriendo -1942- allí donde tan
apasionadamente había querido vivir. ESPASA-CALPE
MEXICANA, S.A.

Durante muchos años, la niñez mexicana ha sido, y sigue


siendo educada con esta ideología, que hemos llamado “de la
Batalla de La Noche Triste”. Es decir, por qué, en la historia
oficial de la patria, cuando sus hijos se defienden de la invasión
y logran derrotar al invasor, en los libros y en las mentes de
los profesores, se sigue reconociendo este hecho como “una
noche triste”.

Pero, más reciente, el reconocido intelectual, escritor,


periodista y “hombre de luces”, que fue un faro, en la cultura
mexicana del siglo XX. Fernando Benítez, multi premiado por
su obra literaria, periodística, lingüística y antropológica
(escribió LOS INDIOS DE MÉXICO). En su libro “La Ruta de
Hernán Cortés”, describe la Matanza de Cholula de esta
manera:

“La noche transcurre sin que los indios ataquen a los


españoles. Al amanecer del día siguiente hacen su
aparición los nobles, los tamemes y más hombres de
guerra de los que Cortés había pedido la víspera. Se les
hace entrar en el patio, custodiándose sus puertas, a fin
de que ninguno salga.
Apercibidos con espadas y rodéelas, arcabuces y lanzas,
aguardan los soldados la señal convenida. Cortés montar
a caballo. Lo rodean los embajadores de Moctezuma. Su
palabra, tranquila, suena en el patio. Aguilar y doña
Marina traduce en su discurso a los 3000 hombres que se
hacinan en el amurallado recinto. “He venido de paz, como
amigo, y ellos desean matarlo. Conoce sus planes y no
ignora que tienen las ollas dispuestas para comérselos en
salsa de tomate”. A medida que habla se enciende de ira
y en el cuello y en la frente le saltan dos gruesas venas
azules: “Esas tradiciones se castigan por ley. Hoy
perecerán y la ciudad será destruida.” Suena un tiro de
arca busca y los españoles entran en los patios espada en
mano. Ruedan los también es casi desnudos y los nobles
y los guerreros, que no pueden valerse de sus armas. La
confusión es espantosa. Los indios que tratan de oír
escalando los muros son muertos a tiros. Los morteros y
los altavoces abren grandes surcos en la multitud
horrorizada. Espadas y lanzas, dirigidas a los ojos y a las
entrañas, derriban a los hombres, como las hoces abaten
la última espiga en el campo cegado. La sangre empapada
los penachos de plumas, las mantas, y forma charcos en
el suelo. En los patios, mueren 3000 indios. Concluida la
matanza, salen los españoles a la calle. Los tlaxcaltecas
vienen en su ayuda y caen con furia sobre la odiada
ciudad. Entonces la artillería entre en acción. Los
cholultecas corren, ocultándose en las casas y en los
templos. De ahí los echa el fuego. Para los tlaxcaltecas ha
sonado la hora de una venganza largamente aplazada. No
perdonan a las mujeres y a los niños que, según sus
informes, debían estar ocultos en las barrancas vecinas, y
son los mismos españoles los que al final, cansados de
tanta ferocidad, protegen de sus aliados a sus enemigos
los cholultecas.” Fernando Benítez.

El escritor, inconscientemente, escribe de parte de los


invasores. Relata, con grandilocuencia nacida de su
imaginación, -porque no viene en las fuentes-, la forma en la
que se desarrolla la matanza, con ríos de sangre y carne
desgarrada. Sin embargo, existe algo peor, la idea de que,
quienes cometieron los grandes excesos las matanzas, robos y
saqueos, fueron siempre, los propios anahuacas. Versión en la
que están de acuerdo todos los escritores hispanistas. Hasta
Mel Gibson en su bodrio de película “Apocalypto”. Finalmente
diremos, que Fernando Benítez, reconoció públicamente, que
al final, después de conocer profundamente a los anahuacas,
su filosofía de la vida (Toltecáyotl), entendió la dimensión de
su propia vida.

No podíamos dejar de mencionar, en las citas de los autores


renombrados, al continuador de la obra de la iglesia católica
sobre la historia de los Viejos Abuelos y la conquista.
Continuador de la obra de Bernardino de Sahagún, pasando por
Francisco Javier Clavijero, hasta llegar a Ángel María Garibay,
nos referimos a Miguel León Portilla, quien en su libro “La Visión
de los Vencidos”, escribe sobre la Matanza de Cholula, citando
a Diego Muñoz Camargo:

"La primera entrada que se hizo fue por la parte de


Cholula, donde gobernaban y reinaban dos Señores que
se llamaban Tlaquiach y Tlalchiac, que siempre los que en
este mando sucedían eran llamados de este nombre, que
quiere decir el mayor de lo alto y el mayor de lo bajo del
suelo.
Entrados pues por la provincia de Cholula, en muy breve
tiempo fue destruida por muy grandes ocasiones que para
ello dieron y causaron los naturales de aquella ciudad. La
cual destruida y muerta en esta entrada gran
muchedumbre de cholultecas, corrió la fama por toda la
tierra hasta México, donde puso horrible espanto, y más
en ver y entender que los tlaxcaltecas se habían
confederado con los "dioses", que así generalmente eran
llamados los nuestros (los españoles) en toda la tierra de
este nuevo Mundo, sin poderles dar otro nombre.
Tenían tanta confianza los cholultecas en su ídolo
Quetzalcohuatl, que entendieron que no había poder
humano que los pudiese conquistar ni ofender, antes
acabar a los nuestros en breve tiempo,"[...] "El valeroso
Cortés les respondió con rostro severo diciéndoles de esta
manera: "Que no tuviesen pena, que él les prometía la
venganza de ello", como en efecto lo hizo así, por esto
como por otras traiciones, se puso en ejecución darles
guerra muy cruel, donde murieron grandes
muchedumbres de ellos como se verá por la crónica que
de la Conquista de esta tierra está hecha.
Decían los cholultecas que los habían de anegar en virtud
de su ídolo Quetzalcohuatl, que era el ídolo más
frecuentado de todos los que se tenían en esta tierra, y
así el templo de Cholula lo tenían por relicario de los
dioses. Y decían que cuando se descostraba alguna costra
de lo encalado en tiempo de su gentilidad, por allí
manaba agua. Y porque no se anegasen mataban niños
de dos o tres años, y de la sangre de éstos mezclada con
la cal, hacían a manera de zulaque y tapaban con ella los
manantiales y fuentes que así manaban. Y ateniéndose a
esto decían los cholultecas que cuando algún trabajo les
sucediese en la guerra de los dioses blancos y
tlaxcaltecas, descostrarían y despostillarían todo lo
encalado, por donde manarían fuentes de agua en que los
anegasen, lo cual hicieron, pusieron en obra, cuando se
pusieron en tan grande aprieto como en el que se vieron.
La ruina de Cholula
Lo cual aunque lo hicieron, no les aprovechó cosa alguna,
de que quedaron muy burlados, y como hombres
desesperados los más de ellos que murieron en aquella
guerra de Cholula, se despeñaban ellos propios y se
echaban a despeñar de cabeza arrojándose del Cu de
Quetzalcohuatl abajo, porque así lo tenían por costumbre
muy antigua desde su origen y principio, por ser rebeldes
y contumaces como gente indómita y dura de cerviz, y
que tenían por blasón de morir muerte contraria de las
otras naciones y morir de cabeza.
Finalmente, los más de ellos en esta guerra morían
desesperados matándose ellos propios. Acabada la guerra
de Cholula entendieron y conocieron los cholultecas que
era de más virtud el Dios de los hombres blancos y sus
hijos más poderosos.
Los tlaxcaltecas nuestros amigos, viéndose en el mayor
aprieto de la guerra y matanza llamaban y apellidaban al
Apóstol Santiago, diciendo a grandes voces: ¡Santiago!; y
de allí les quedó que hoy en día hallándose en algún
trabajo los de Tlaxcala, llaman al Señor Santiago." Miguel
León Portilla

En este texto, la Matanza cobra otra dimensión. Pasa


desapercibido el asesinato de tres mil seres humanos. La élite
del pensamiento tolteca en el Altiplano Central, en el periodo
postclásico. Sobresale en cambio, la idea de que Quetzalcóatl,
no eran tan poderoso como el Dios de los españoles. Que los
cholutecas “se arrojaban de cabeza”, desde lo más alto de Cu,
ante la frustración de su “falso dios”.

Vemos como se insiste, de muchas formas, en recalcar “la


supuesta” superioridad de los extranjeros, tanto en el plano
religioso, militar y cultural. Todos los autores contemporáneos,
sea porque ciegamente se basan en “las fuentes”, o por pereza
mental de no usar un pensamiento crítico y analítico, o
sencillamente, porque pretenden conscientemente, mantener
el sistema ideológico necolonial criollo.

Tal vez, el Códice Florentino. En su capítulo XI, es el que relata


de manera más real, profunda y corta, la tragedia:

“Y cuando estuvieron todos reunidos, entonces los


españoles vinieron a cerrar las puertas, por todas las
partes por donde se entra. Enseguida, entonces,
espachurraron, asesinaron, golpearon. Nada existía pues
en el corazón de los Cholultecas. No fue con flechas, no
fue con escudos como fueron al encuentro de los
españoles. Simplemente, fueron masacrados a traición;
simplemente, fueron aniquilados con engaños;
simplemente, sin saberlo, fueron asesinados.” Códice
Florentino

La Matanza de Cholula, tiene al menos dos connotaciones


importantes para entender la historia de la derrota de los
mexicas, y la posterior de toda la conquista del Cem Anáhuac,
a manos de los mismos pueblos nahuas del Altiplano, ahora
aliados de Cortés. Porque es importante decirlo, fueron los
guerreros texcocanos y tlaxcaltecas, capitaneados por
Ixtlilxóchitl, los que vencieron a los mexicas, no Cortés y sus
filibusteros. Pero, después de la caída de Tenochtitlán, fueron
todos los pueblos nahuas, aliados de Cortés y vencidos, los que
se unieron, bajo las tradiciones, usos y costumbres guerreas
del periodo Postclásico, como aliados de los españoles, para
empezar a invadir el Cem Anáhuac, en nombre de la corona
española.

La primera es que el arma principal de Cortés, fue usar la idea


de que él, era el Embajador de Quetzalcóatl. Estrategia ideada
por Malinche y que le funcionó como “un Caballo de Troya”,
para llegar hasta el corazón de la Ciudad de México-
Tenochtitlán, y tomar preso a Moctezuma, poniendo a los
pueblos tributarios bajo su mando. Por esta razón, Cortés
masacró a los únicos que habían descubierto que él, era un
impostor. En efecto, los sumos sacerdotes de Cholula
descubrieron la mentira al hablar dos días con Cortés.

La segunda es que, Cortés, a partir de esta pavorosa matanza,


infundió terror en los pueblos del Anáhuac, comenzando con
los mexicas. Inmolar a tres mil personas, inocentes, piadosas
y sabias, sostenedoras de la sabiduría y religión de
Quetzalcóatl, fue el mensaje de terror de los españoles, y el
total desconcierto de los anahuacas. La Matanza de Cholula, es
la primera de una larga lista de matanzas, brutales, irracionales
y totalmente deshumanizadas, que siguieran hasta nuestros
días. Durante los tres siglos de la Colonia; y en los dos últimos,
por el Estado necolonial de ideología criolla.

Al año siguiente siguió se produjo la Matanza del Templo Mayor


en la Ciudad de México-Tenochtitlán. En esta ocasión fueron
cinco mil mujeres y hombres, la elite mexica, que desarmados
bailaban en la gran plaza del templo Mayor. Por robarles las
joyas que traían puestas, a cuchillo y espada, las asesinaron.

La fórmula ha dado resultado. Los pueblos y culturas del


Anáhuac, sea en tiempos de la Colonia o en los de la República
Mexicana, las personas en el poder, con “la mano en la cintura”,
de acuerdo a la tradición, sin tentarse el corazón, ordenan, una
tras otra las matanzas de aquellos pueblos que se rebelan al
poder económico, político o religioso del invasor. Ayer un
filibustero, un blasón o una encomienda; el día de hoy, un
funcionario, un partido político o una empresa trasnacional.

Toda una estela de impunidad “cinco centenaria”, acompañan


a las matanzas en el Anáhuac, grandes o pequeñas, conocidas
o desconocidas. “Mátenlos en caliente”, ha sido nuestra
realidad. Desde Cholula hasta Nochixtlán. Y todos esos
muertos, se van sumando, uno tras otro, esperando justicia de
su propio pueblo.

Recordarlos es revivirlos. Y hoy más que nunca, los


necesitamos a todos, -aquí con nosotros-, para poner fin a
estas matanzas. Necesitamos de su fuerza, de su energía, de
su voluntad, para que “despierten” los anahuacas
contemporáneos y juntos digamos un “ya basta”, de tanta
sangre, injusticia e impunidad.

Guillermo Marín
Oaxaca, mayo 2017.

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