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Temas de Geografía

ESPACIO, ESPACIALIDAD Y
MULTIDISCIPLINARIEDAD

Marta Isabel Kollmann


(coordinadora)
Kollmann, Marta Isabel
Espacio, espacialidad y multidisciplinariedad. - 1a ed. - Buenos Aires :
Eudeba, 2011.
264 p. ; 23x16 cm. - (Temas-Geografía)

ISBN 978-950-23-1789-2

1. Geografía. I. Título.
CDD 918

Eudeba
Universidad de Buenos Aires

Primera edición: abril de 2011

© 2011
Editorial Universitaria de Buenos Aires
Sociedad de Economía Mixta
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previo del editor.
A mis padres: Pilar y Ernesto;
a mis profesores de la Universidad de Buenos Aires;
a los colegas que me alentaron;
a Chauncy D. Harris, Universidad de Chicago;
a mi maestro, Horacio A. Difrieri, con especial
admiración y agradecimiento.
“Si deseamos cambiar el mundo, necesitamos
instrumentos teóricos para comprenderlo.”

Jean-Luc Mélenchon, A la conquête du Chaos.


Pour un nouveau réalisme en politique, París, 1991.
ÍNDICE
ÍNDICE

PREFACIO .................................................................................................. 13
Marta I. Kollmann

INTRODUCCIÓN .......................................................................................... 15
Marta I. Kollmann
Hacia la creación de un cuerpo teórico para la Geografía .................. 15
El desafío de la Geografía ...................................................................... 20
La simultaneidad de los espacios: el tercer espacio
según E. W. Soja ..................................................................................... 21
Hacia una ontología social sistémica .................................................... 24
Relaciones teórico-metodológicas ........................................................ 27
Reflexiones finales ................................................................................. 35
Bibliografía ............................................................................................. 39

EL ESPACIO RIOPLATENSE EN LAS PRÁCTICAS DE LOS CRONISTAS


DE LOS SIGLOS XVI Y XVII: IMAGINARIOS, MODELOS Y RECONSTRUCCIONES ...... 45
Loreley el Jaber
La relevancia del espacio ...................................................................... 45
El caso Domingo de Irala vs. Álvar Núñez Cabeza de Vaca ................ 54
Bibliografía ............................................................................................. 68

CONFIGURACIONES SOCIALES EN EL HABITAR. REFLEXIONES EN EL MARCO


DE LA TRIALÉCTICA ESPACIAL ...................................................................... 71
Liliana D’Angeli
1. Una abstracción que diluye lo social ................................................ 71
2. Una puesta en contexto multirreferencial ........................................ 75
3. Una mirada desde la ciudad ............................................................. 77
Bibliografía ............................................................................................. 83

LA ESPACIALIDAD DE LAS URBANIZACIONES CERRADAS. DEL ESPACIO


CONCEBIDO, PERCIBIDO Y VIVIDO POR LOS ACTORES METROPOLITANOS
DE BUENOS AIRES ...................................................................................... 85
Daniela Szajnberg
Introducción ........................................................................................... 85
Aporte de las nociones de “espacio geográfico como híbrido”
(Milton Santos) y de la “trialéctica espacial” (Edward Soja)
al marco teórico ..................................................................................... 87
Revisión del marco teórico sobre los “actores sociales” intervinientes
en el proceso de producción, uso y apropiación de UC suburbanas
y sus“prácticas” y “acciones” ................................................................. 97
Propuesta metodológica como conclusión .......................................... 110
Bibliografía ........................................................................................... 115

LA DIMENSIÓN ESPACIAL DEL TURISMO. HACIA UNA COMPRENSIÓN


DEL TURISMO DESDE LA ESPACIALIDAD COMO CONSTRUCCIÓN SOCIAL
DE LUGARES ............................................................................................. 117
Analía Almirón
1. Introducción .................................................................................... 117
2. El conocimiento del turismo: enfoques, persistencias y cambios ...... 118
3. El turismo y el espacio del turismo, desde
una visión tradicional .......................................................................... 121
4. Aproximaciones críticas sobre la práctica del turismo
y su espacio ........................................................................................... 128
5. Espacio, prácticas sociales y lugar. Aportes para la investigación
del turismo ............................................................................................ 138
6. A modo de conclusión. Hacia una perspectiva geográfica
del turismo ............................................................................................ 146
Bibliografía ........................................................................................... 151

RIESGO DE DESASTRES, SOCIEDAD Y ESPACIO. CONTRIBUCIONES TEÓRICAS


PARA (RE) PENSAR LOS DESASTRES Y SU GESTIÓN ......................................... 155
Diego Martín Ríos
1. Introducción .................................................................................... 155
2. El manejo de desastres ..................................................................... 158
3. La propuesta de gestión integral del riesgo de LA RED ................ 160
4. Contribuciones teóricas para (re) pensar los desastres
y su gestión ........................................................................................... 162
5. Consideraciones finales ................................................................... 171
Bibliografía ........................................................................................... 174

EL CAMPESINADO DE LA QUEBRADA DE HUMAHUACA.


ANÁLISIS DE SU TRANSFORMACIÓN DESDE UN ENFOQUE GEOGRÁFICO ............. 177
Mariana Arzeno
1. Introducción .................................................................................... 177
2. La Quebrada de Humahuaca. Características generales .............. 180
3. Cambios en las estrategias de vida y transformación
de ámbitos productivos locales ............................................................ 183
4. Consideraciones finales ................................................................... 201
Bibliografía ........................................................................................... 205

LA GEOGRAFÍA ESCOLAR. APORTES PARA SU TRANSFORMACIÓN


DESDE LA CONCEPTUALIZACIÓN DE ESPACIALIDAD DE LO SOCIAL ................... 209
Rodolfo V. Bertoncello
1. Introducción .................................................................................... 209
2. La Geografía en la escuela: funciones y tradiciones ...................... 211
3. Una necesaria y dificultosa transformación .................................... 214
4. La espacialidad de lo social ............................................................. 218
5. Conclusiones .................................................................................... 223
Bibliografía ........................................................................................... 224

LA CONSTRUCCIÓN DE UN “TERRITORIO”, EL MUNICIPIO DE PUNTA INDIO


EN LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES, ARGENTINA ...................................... 227
Marcela Indiana Fernández
1. Acerca de la creación de municipios en la Provincia
de Buenos Aires ................................................................................... 227
2. La creación/subdivisión de municipios en el mapa
político bonaerense .............................................................................. 233
3. La creación del territorio de Punta Indio ....................................... 240
4. Territorio e identidad: los resultados del proceso .......................... 255
5. Bibliografía ....................................................................................... 258
PREFACIO

E ste libro es el resultado del dictado de un seminario de doctorado


en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos
Aires, presentado por el Departamento de Geografía, durante el segun-
do semestre de 2002, bajo el título de: “La trialéctica espacial en Soja.
Una propuesta a la comprensión de la realidad social desde la
espacialidad”.
Dicho seminario se propuso no sólo presentar la propuesta teórica
del Dr. Edward W. Soja de la Universidad de Los Angeles (EE.UU.), sino
sondear las bases téoricas y metodológicas que lo condujeron a la
elaboración de una “trialéctica de la espacialidad” y a plantear una
propuesta sobre los contenidos teóricos y metodológicos de una “nueva
Geografía crítica” desde donde se supera la concepción clásica del espacio
como vacío, cosa o mero contenedor de objetos, por la de un espacio
construido y complejo que, al igual que el tiempo, condiciona, a través
de sus cambios, la conducta perceptiva y creadora de los individuos.
Esto implica, además, su reconocimiento en la construcción de los seres
humanos y el papel que juega el espacio, como producto, sobre sus
acciones.
El interés por el tema convocó, curiosamente, no sólo a geógrafos,
sino a egresados de otras disciplinas que se dictan en esa facultad y a
egresados de otras facultades e instituciones terciarias, que estaban
interesados en problemáticas relacionadas con espacios. Tal situación
creó un ámbito enriquecedor de discusiones e interrogantes, que generó
una intensa colaboración entre los participantes. Tan es así que la
bibliografía que estaba acotada en el programa debió abrirse, muchas
14 Prefacio

veces, para satisfacer interrogantes específicos de las diferentes disciplinas


que iban surgiendo a lo largo del curso. Sus resultados originaron trabajos
empíricos creativos sobre distintas temáticas que tienen relación con la
espacialidad de diferentes problemas abordados desde sus
especializaciones.
Hemos realizado una selección de los mismos en base a sus calida-
des. Para quien tuvo a su cargo la dirección del Seminario ha sido un
proceso estimulante y gratificante. La mayoría de los participantes en el
Seminario hoy ya se han doctorado.
En la Introducción que sigue hemos condensado, por decirlo de al-
guna manera, los temas centrales que fueron abordados. A dicha
introducción la acompañan los mencionados trabajos empíricos selec-
cionados: “El espacio rioplatense en las prácticas de los cronistas de los
siglos XVI y XVII: imaginarios, modelos y reconstrucciones”, por Loreley
El Jaber (Letras); “Configuraciones semánticas en el marco de la
trialéctica espacial en Soja”, por Liliana D’Angelli (Arquitectura); “La
espacialidad de las urbanizaciones cerradas. Del espacio concebido, per-
cibido y vivido por los actores metropolitanos de Buenos Aires”, por Daniela
Szajnberg (Arquitectura); “La dimensión espacial del turismo. Hacia
una comprensión, desde la espacialidad, como construcción social de
lugares”, por Analía Almirón (Geografía); “Riesgo de Desastres, Socie-
dad y Espacio. Contribuciones teóricas para (re) pensar los desastres y
su gestión”, por Diego Martín Ríos (Geografía); “El campesinado de la
Quebrada de Humahuaca. Análisis de su transformación desde un en-
foque geográfico trialéctico”, por Mariana Arzeno (Geografía); “La Geo-
grafía escolar. Aportes para su transformación desde la conceptualiza-
ción de espacialidad”, por Rodolfo Bertoncello (Geografía); “Punta
Indio: el proceso de construcción de un ‘territorio’”, por Marcela I.
Fernández (Geografía).
El resultado de esas discusiones teórico-metodológicas y la compila-
ción de los trabajos empíricos nos han llevado, quizá presuntuosamente,
a formular una propuesta ontológica y a presentar una antología
multidisciplianar.

Marta I. Kollmann
Marta I. Kollman 15

INTRODUCCIÓN

Marta Isabel Kollmann*

Hacia la creación de un cuerpo teórico para la Geografía

L os problemas de las formaciones sociales o sociedades, ya sean de


carácter económico, demográfico, político, ambientales o de reor-
ganización territorial implican contenidos espaciales que han sido
ignorados por los estudiosos de la realidad social. Así, la categoría
conceptual espacio ha sufrido distintas interpretaciones teóricas que
han condicionado las maneras de enfocar e interpretar correctamente
esa realidad social.
Los fenómenos sociales tienen propiedades espaciales y su descono-
cimiento ha producido limitaciones y fracasos en la resolución de
problemas ambientales, o de organización territorial, pues se han enfocado
unilateralmente desde lo natural o social con acento en lo temporal. La
incorporación de la dimensión espacial desde la Geografía contribuye a
completar el conocimiento de los fenómenos socio -naturales y
particularmente articularlos, superando la tradicional dicotomía de “lo
físico y lo humano”.
Hoy el mundo afronta graves problemas que requieren un mejor
entendimiento del conocimiento humano, de cómo se adquiere y de
cómo y por qué los seres humanos actúan como lo hacen. Los puntos de
vista tradicionales han demostrado ser insuficientes e inadecuados.

* Dra. en Filosofía y Letras (Geografía) por la Universidad de Buenos Aires. Master of Arts,
Universidad de Chicago, EE.UU. Profesora titular consulta de la FFyL de la UBA. Investigadora
de Ubacyt. Evaluadora Conicet.
16 Introducción

Se debe reconocer que la Geografía no ha tenido un campo teórico


conceptual con autonomía propia dentro de las ciencias sociales y que
ha hecho uso de elementos teóricos ajenos a la disciplina. Esto, a nuestro
entender, ha estado asociado a la ausencia entre los geógrafos de una
seria formación filosófica y reflexiones filosóficas y sociológicas sobre
algunos temas como:

a) la noción de espacio y la predominancia aún subsistente, lamentable-


mente, sobre una concepción de aquél como simple contenedor de
objetos.
b) el desconocimiento de las posturas relacionadas con la construcción
del Ser o Dasein, que implica una teoría sobre cómo se “construyen”
los actores sociales;
c) de las teorías de la acción y la formación del conocimiento;
d) las discusiones filosóficas sobre, por un lado, la posibilidad del
conocimiento “real” u objetivo (racionalismo empírico o versión
empirista clásica) y, por otro, el idealismo en su versión trascendental,
para el cual la materialidad de las cosas sólo existe en cuanto están
en nuestro pensamiento. En consecuencia, los objetos de la realidad
serían una construcción de la mente humana.
Esas formas de pensar binarias han sido catastróficas para la comprensión
y la explicación de los fenómenos sociales complejos y crearon debates
científicos sobre falsos problemas. Así, Maurice Godelier (1989), desde
la Antropología, inicialmente pensador marxista, hizo interesantes
reflexiones sobre la parte ideal de lo real, considerando que toda relación
social incluye una parte ideal en el sentido de que el pensamiento
incluye representaciones en la conciencia y sus contenidos. En 1981, el
sociólogo D. Rubinstein intentó dar algunos indicios, desde sus
interpretaciones de Marx y Wittgenstein, sobre la relación entre lo real
y lo ideal (en Corcuff, 1995: 13); y
e) el desconocimiento de las posturas constructivistas que intentan
superar concepciones duales como material/ideal; objetivo/subjetivo;
colectivo/individual; real/abstracto, etc. Lo que la postura
constructivista aporta es la superación de tales posiciones binarias,
considerando que los objetos existentes en la realidad y sus estructuras,
son construidos como objetos de conocimiento por los sujetos a través
de sus relaciones de interacción en el proceso de formación de
conocimiento.
Marta I. Kollmann 17

En general el desconocimiento de estas reflexiones trajo aparejado


que, para otros especialistas, no sólo de las ciencias sociales, sino de las
ciencias denominadas duras o exactas, la Geografía se convertía en una
tarea simple de delimitación o zonificación de problemáticas que podían
ser enfocadas por cualquier científico. Es decir, no existía una ciencia
geográfica per se, lo que produjo, en consecuencia, su negación como
ciencia autónoma con un cuerpo teórico propio (Dukheim, 1988; Bunge,
1999). Es decir, la tarea que tradicionalmente realizaban los geógrafos
podía ser realizada por cualquier otro investigador. Así, por ejemplo, para
Durkheim, era parte de la sociología y la denominaba “morfología social”,
resultado de un proceso de cristalización de acciones.
Los que trabajamos en la disciplina “Geografía” tenemos, todavía,
serias dificultades para explicar las nociones de “espacio” y “espacialidad”.
No es nada nuevo que los aspectos espaciales de los fenómenos han sido
el fundamento epistemológico del estatuto conceptual de la Geografía
(Escolar, M., 2000). Pero tal estatuto no es fácil de dirimir, pues la pregunta
fundamental es: ¿qué es el espacio?, ¿materia, objeto, sustancia, dimensión
o condición innata del pensamiento que, como el sentido del tiempo,
viene con los individuos como un “a priori”, como postulaba Kant?; ¿un
método?, ¿una propiedad de los objetos abstraída por el intelecto?, ¿es un
abstracto-concreto?, ¿es un problema sólo filosófico o es un tema que
preocupa también a los biólogos y los físicos? Como muy bien ha señalado
Gezá Szamosi (1986) “cómo y cuándo descubrieron los seres humanos
que existía el tiempo y el espacio” y, “cómo los han explorado a lo largo
de la historia”.
Para los empiristas, todo lo que conocemos procede de nuestra ex-
periencia y el cerebro humano se comportaría como una hoja en blanco,
que logra informarse a través de la experiencia vivida en el mundo.
Filósofos tan diferentes como Locke, Hume, Diderot, Marx, Russell
aceptaron tal idea. Pero filósofos opuestos a tal teoría empírica,
denominados racionalistas, como Descartes, Spinoza, Leibniz, y el
mencionado Kant en su coincidencia racionalista, en particular,
consideraron que la estructura perceptiva de tiempo y espacio era una
propiedad de nuestro cerebro; consecuentemente no se constituían en
propiedades objetivas del mundo exterior. Cuál teoría es totalmente
correcta está en proceso de investigación. Lo que sí está probado es que
el cerebro crea modelos internos, los cuales deben, al menos parcialmente,
ajustarse al mundo real. Poseemos modelos del tiempo y espacio y de los
18 Introducción

objetos de la realidad como producto de un proceso de participación en


el mundo real. Lo que en realidad hay es un grado de verdad en ambas
teorías, partiendo de que la experiencia no es sólo experiencia individual
sino, como lo han investigado los neurobiólogos, ella incluye experien-
cias codificadas genéticamente, por el proceso evolutivo de las especies
en cientos de millones de años, y el conocimiento del medio ambiente
adquirido por adaptación a lo largo de nuestro pasado evolutivo. Los
mamíferos, y en especial el hombre, organizaron en forma de código, a
través de conexiones nerviosas el caos de información producida por la
vista, el oído y el olfato. Así fue posible el reconocimiento de objetos que
existen permanentemente en espacio y tiempo (Szamosi, 1986) y permitió
comprender el mundo simbólico de lo “cercano”, de lo “lejano”, “aislado”
o “permanente” implicando la simbiosis del tiempo y el espacio.
Y esto no es poco, ya que según el significado que se le asigne al
concepto espacio contribuirá o no a la explicación y más aún a la
“comprensión” de las problemáticas territoriales. Para los biólogos, como
hemos señalado más arriba, los mamíferos, cuyo ejemplo más avanzado es
el de los humanos, han evolucionado a tal punto que han logrado la
propiedad de percibir el mundo exterior en términos de espacio y tiempo,
según la teoría de Harry Jeinson (1976).
El punto desde el cual partimos nosotros es que el espacio ni es una
cosa concreta ni un a priori, sino nociones que, según los biólogos, son
resultado de experiencias acumuladas en la conciencia, de tal manera
que la evolución biológica nos ha equipado con un dominio innato del
tiempo y espacio (Szamosi, 1986). Una de las concepciones científicas
trascendentales es que todo acontecimiento en el espacio exige su
determinación en el tiempo. No es posible ubicar plenamente un
acontecimiento espacial si no es ubicado temporalmente (N. Elías, 1994).
De ahí que no existe una Geografía que no sea histórica, ni una historia
cuya comprensión no incluya la espacialidad contextual.
Los objetos espacializados se configuran de tal manera que crean un
marco de referencia para la acción pero con propiedades, significados y
simbologías asignados por las diferentes sociedades. Es un producto con
sentido. Así como el “tiempo” no existe como cosa, tampoco el “espacio”,
son nociones que acompañamos en los objetos a través de nuestra herencia
genética y nuestra experiencia individual vivida.
El problema de arrastre proviene de posturas extremas, por un lado,
la del realismo empírico que postula un mundo objetivo fuera del Sujeto.
Marta I. Kollmann 19

Para el materialismo no existe más sustancia que la materia. Por otro, la


tradición racionalista postula la no existencia de un mundo objetivo externo
fuera del pensamiento o “ideal” como consecuencia de una pesada carga
heredada del cartesianismo del siglo XVII sobre la dualidad cuerpo y
espíritu. Para el racionalismo o filosofía científica realista en su versión
idealista trascendental, toda existencia es reducida al pensamiento, nada
tiene existencia material fuera de él (Escolar, M., 1996).
Como se insinuó más arriba, esas dos grandes tradiciones paralizaron
el crecimiento de la Geografía dentro de las ciencias sociales, tal que: a)
una empirista, “miope” a la complejidad espacial que la interpretaba y
teorizaba como conjunto de cosas con apariencias sustantivas y que sólo
eran conocidas como “cosas en sí” y que en última instancia podían ser
vinculadas con causación social. Esta postura empirista refleja la
estructura sustantiva-atributiva que dominó el pensamiento filosófico
desde el Iluminismo y más contemporáneamente la tradición filosófica
de H. Bergson (1979) y otros filósofos del siglo XX que dicotomizaron
tiempo y espacio. Tal concepción se queda pues en las apariencias
geográficas y así la organización espacial de la sociedad es exhibida como
inerte. Y la otra, b) asociada al idealismo trascendental en la que, a
través de una “ilusión de transparencia”, la espacialidad es reducida
únicamente a una construcción mental, a un modo de pensar en el que
la “imagen” de la realidad gana preponderancia epistemológica sobre la
sustancia como un ordenamiento mental de fenómenos intuitivamente
dados, con bases neokantianas.
Las ciencias sociales, como ya adelantamos, se han debatido sobre
conceptos binarios o dicotómicos como material/ideal, objetivo/subjetivo
o colectivo/individual, físico/social, etc. Tales formas de pensar han obs-
taculizado la comprensión y explicación de los fenómenos sociales com-
plejos, como su objetivización o materialización espacial o substratum ma-
terial (territorios) de nuestras acciones, por consiguiente, han afectado
también a la Geografía. Los plantemientos constructivistas tratan de su-
perar esas oposiciones en la medida en que han intentado superar esos
binarismos concibiendo aspectos de la realidad que tradicionalmente se
consideraban antagónicos y eliminando así toda una serie de falsos pro-
blemas provocados por las posturas enfrentadas entre el idealismo y el
materialismo.
La mayoría de los científicos sociales han demorado –y en especial
los geógrafos– demasiado tiempo, por ignorancia o temor, para enfrentarse
20 Introducción

a las problemáticas filosóficas de la ciencia. Los enemigos de la teorización


o discusión filosófica en Geografía son frecuentemente quienes temen a
todo pensamiento crítico por hallarse muy a gusto con las desorientaciones
contemporáneas sobre su contenido y método, defendiendo sus puntos
de vista como válidos y no sujetos a discusión y sí sólo a sus limitaciones
discursivas.
Los geógrafos en particular se convirtieron en buscadores y
recolectores de datos desconfiando de las teorías a las que le
contrapusieron, defendiendo a capa y espada, la investigación en el
“campo”, como observación directa de un mundo externo a los sujetos
vacíos de conceptualizaciones teórico-metodológicas previas a la
observación, más allá de que pudieran ser confirmadas o rechazadas por
las evidencias empíricas. Como ha señalado Bunge, M. (1999), las dos
raíces de esa desconfianza han sido, por un lado, el positivismo comteano,
que intentó separar los hechos de la filosofía, y, por el otro, el fracaso de
las “grandes teorías” como las de Marx, Spencer, Dilthey y Parsons o
Pareto.

El desafío de la Geografía

En la década de los 80 se observa, desde numerosos geógrafos de la


talla de D. Greogory (1985, 1992, 1996), A. Pred (1986), N. Thrift (1992),
A. Sayer (1985), J. Urry (1985), T. Unwin (1992), R. D. Sack (1980); E.
Soja (1996), J. N. Entrinkin (1991) etc., un serio intento por contribuir
–desde la Filosofía y con los avances de la Sociología y la Antropología
Social– a la construcción de un cuerpo teórico propio de su disciplina.
Ello les ha permitido, además, avanzar en el encuentro de metodologías
que les permitieran esclarecer el concepto de espacio y sustituirlo por el
de un espacio que no existe como sustancia o vacío sino que es construi-
do creando espacialidad y establecer puentes entre la espacialidad física,
la social y la subjetiva. El mundo social, físico y subjetivo sostienen cuer-
pos extendidos en tiempo y espacio. Las relaciones entre lo social, lo
físico y lo subjetivo sostienen, construyen y reconstruyen realidades
materiales témporo-espaciales; y así, simultáneamente, superan la tan
perjudicial separación entre una Geografía Física y una Geografía Social
o Humana y la separación espacio-tiempo con predominio casi exclusivo
de enfoques temporales en la explicación de la conformación o
Marta I. Kollmann 21

configuración de espacios. Esto ha significado la pérdida de la


concepción tan señalada por Phillipe Descola (1987, 1990), geógrafo y
antropólogo, sobre los procesos particulares implícitos en la “socialización
de la naturaleza”, en donde las nociones de tiempo y espacio, como
categorías inseparables, adquieren un sentido específico en la
comprensión de la racionalidad de los actores en la construcción e
interpretación de la realidad objetiva, la cual está relacionada con
contextos societarios específicos, tal el caso del grupo Achuar, por tomar
un ejemplo.
El mantenimiento de esa dualidad ha significado retardar el
desarrollo de la Geografía y/o su reconocimiento y permanencia docente
en universidades de prestigio internacional como la de Harvard (cerrada
en 1953), como consecuencia de las rivalidades académicas entre la
Geografía Física y la Geografía Humana, entre otras, y más recientemente,
en la Universidad de Chicago, en donde hacia los 70, con la caída y
puesta en cuestión de su adscripción predominante neopositivista, su
Departamento de Geografía desapareció y se creó un instituto de estudios
internacionales interdisdiplinario, algo así como el lugar de cruce de
disciplinas que requieren de los conocimientos que los geógrafos poseen
sobre los espacios.
La toma de conciencia por parte de los geógrafos respecto de la
necesidad de una más adecuada formación en teoría social los ha
enriquecido, al incorporar valiosísimas categorías conceptuales,
conocimientos teóricos y debates metodológicos con tradiciones empiristas
y del idealismo trascendental; pero es cierto, también, que hoy ellos
producen importantes aportes sobre la simultaneidad en la espacialidad
de la materialidad natural, la societal o construida y la percibida/
simbólica.

La simultaneidad de los espacios: el tercer espacio


según E. W. Soja

Edward Soja en su ThirdSpace o Tercer Espacio (1996) interpreta a


Henri Lefebvre (1974) y así llega a su definición del ThirdSpace como
“el espacio donde están todos los espacios, capaz de ser visto desde
cualquier ángulo, cada uno claro, pero también un objeto secreto y
conjeturado, lleno de ilusiones y alusiones, un espacio que es común a
22 Introducción

todos pero a su vez nunca posible de ser completamente visto y compren-


dido, un ‘inimaginable universo’”, es decir aquél al que Lefebvre llama
“el más general de los productos” (Soja, 1996, p. 56).
Interpretando a Lefebvre también propone los tres espacios que hacen
a ese “todo” que es uno solo:

a) el percibido o físico, el de las cosas materiales del mundo exterior pero


que incluye al agente o actor social como cuerpo, en donde es un
cuerpo más dentro de la naturaleza, aunque con una actitud de
observador interesado;
b) el de representación conceptual, que correspondería a lo que Schutz (en
Werlen, B., pp. 68-71) denomina “actitud teorética”, en donde el
obsevador se muestra interesado en un problema al que intenta
comprender y lo acompaña con una teoría que considera apropiada.
Implica construcciones tales como: abstracciones, generalizaciones,
formalizaciones e idealizaciones específicas al respectivo nivel de la
organización del pensamiento, intentando no comprometer su subje-
tividad; es un espacio de almacenamiento de poder epistemológico,
es el mundo de lo “escrito” y “hablado”, mental, ideológico, de poder,
imaginativo, semiótico y a descifrar; y el de los
c) espacios de representación o vividos, aquí para poder explicar las acciones
de los actores el científico se interroga sobre las motivaciones e
intenciones y “racionalizaciones” de los individuos involucrados en
conductas espaciales y esto requiere de la intersubjetividad para
penetrar en el por qué y en el porque o sea en los aspectos del stock
de conocimientos de los actores, sus experiencias y sus biografías o la
génesis de sus actitudes colectivas e individuales.

Los tres espacios son simultáneos, no representan un falso holismo


resultado de yuxtaposiciones, sino un tejido complejo de articulaciones entre
ellos; en consecuencia, el espacio es trialéctico. Así, un “lugar” contiene
a la vez y simultáneamente la espacialidad física estudiada como espacio
constituido por objetos, “lugares objeto”, es decir, los objetos “hacen”
espacio (Escolar, M., 1996). No existe espacio sin objeto, sino una
espacialidad social producto de relaciones y una espacialidad vivida,
biográfica, de estructuración comunitaria y personal.
Esta concepción trialéctica fenomenológica se enriquece
especialmente por el enfoque particular de la interpretación de Berger,
Marta I. Kollmann 23

en trabajos pioneros sobre el tema, especialmente en los de los años 70,


sobre las formas de incorporar tiempo y espacio a los objetos (Berger,
1974), así como la intersección del espacio y tiempo aparece en casi
todos los textos de Foucault.
Consideramos que existe en la postura de Soja una revitalización,
con fundamentos teóricos originales, que, aunque pueden ser discutibles
para algunos, agregan una perspectiva de análisis propia que completa
enfoques parciales de la realidad social realizados, no sólo por geógrafos
sino también por otras disciplinas sociales que han desconocido los
aspectos subjetivos de la espacialidad.
El desconocimiento del papel de la espacialidad trialéctica en la
construcción de los actores sociales como “Seres” construidos
trialécticamente por su espacialidad, socialidad y subjetividad generó
graves huecos en la “comprensión” de la realidad social. Ellos se construyen
a través de, no sólo información, como forma de adquirir conocimientos,
sino con la adquisición de experiencias comunes e individuales témporo-
espaciales, la creación de simbologías, capacidad exclusiva de los hombres
y, además, como seres intencionales con motivaciones que condicionan
la toma de decisiones.
La espacialidad, desde este enfoque, puede articular el espacio físico
de naturaleza material y el espacio mental de cognición y de representación,
cada uno de los cuales se incorpora a la construcción total social de la
espacialidad pero no pueden ser conceptuados como su equivalente.
La posibilidad de que las formas físicas (en torno a sus cualidades
absolutas o relativas) y psicológicas (como el sentido personal y el contenido
simbólico de los denominados mapas mentales e imaginarios de escenarios)
puedan ser independientemente teorizados en lo que concierne a sus
dimensiones y atributos, no implica una autonomía incuestionable o
separación rígida entre el espacio físico, mental y social., pues ellas se
interrelacionan y se superponen. Tal la tesis de Soja. De esta manera se
abre la discusión y el desafío metodológico del abordaje geográfico si se
tiene en cuenta que la postura tradicional ha sido monopolizada por el
dualismo físico-mental casi excluyendo el espacio social simultáneo.
Desde su postura constructivista Soja introduce también la noción
de la Trialéctica del Ser (el yo, el tu y el tercer “otro/s”) construido por
su espacialidad, temporalidad y socialidad.
El objetivo primero de Soja es espacializar la narrativa histórica y
asociar la “durée” (Braudel, 1973) a una Geografía Social “crítica
24 Introducción

permanente” (Soja, 1996). Él intenta desconstruir y recomponer una


narrativa rígidamente histórica de los espacios para abrir una Geografía
Social (humana) que sea interpretativa para una hermenéutica espacial.
Un espacio que, como en el Aleph de Borges, al que él menciona, conten-
ga simultáneamente todos los “lugares”. Su postura reconoce y se asocia a
Foucault, Berger, Luckmann, Lefebvre, Schutz, etc. para recomponer una
historia intelectual de teoría social crítica en torno a la “dialéctica evolu-
tiva del espacio-tiempo y ser social: Geografía, Historia y Sociedad.
La afirmación de la espacialidad trialéctica despedaza el dualismo
tradicional y obliga a una gran reinterpretación del espacio, del tiempo y
del “ser”, del nexo constitutivo de la teoría social.
La representación de la espacialidad concreta está siempre envuelta
en representaciones complejas y diversificadas de la percepción y de la
cognición humana sin que haya una correspondencia directa y necesaria
entre ambas. Esas representaciones como imágenes semióticas o mapas
cognitivos, así como ideologías e ideas, juegan un papel muy significativo
en el modelado de la espacialidad de la vida social cotidiana y
comunitaria, y sus problemáticas como la ambiental que preocupa hoy,
especialmente a todos los proyectos territoriales o regionales.
Esta nueva postura teórica puede, quizá, considerarse como una teoría
de “alcance medio” en términos de Merton (1957, 1973), por su posición
en grado de generalidad entre la “gran teoría”, que vale para toda la
ciencia, y aquella teoría que se aplica a una más estrecha gama de hechos.
Algo así como un complejo problema de escalas. La Geografía es a la vez
idiográfica y nomotética, generalizadora, en el sentido que puede ofrecer
axiomas como lo ha intentado A. Pred en Place Practice and Structure
(Pred, 1985) o Giddens con sus axiomas metodológicos (Giddens, 1986)
o los de Diana Pérez (1999) que denomina “los cuatro rasgos preteóricos”
o del sentido común de la acción, de validez general, aun para distintas
teorías filosóficas sobre cómo comprender y explicar la acción.

Hacia una ontología social sistémica

Nuestra adscripción ontológica, después de la aceptación de la teoría


del Tercer espacio o espacio trialéctico, es hacia una postura teórica y
metodológica sistémica. Así la espacialidad, experimentada y vivida por
actores sociales, es un componente de un sistema complejo cuyas partes
Marta I. Kollmann 25

se mantienen unidas por vínculos de diferentes clases y jerarquías. Ella


nos permite englobar lo individual con lo holístico, ya que éste enfatiza
la estructura u organización del mundo. Podemos distinguir partes pero
son inseparables. Todos los actores forman parte de un sistema central
pero, a su vez, de “círculos” (Bunge, 1999) que podemos denominar
subsistemas asociados, comportándose de modos diferentes dentro de los
cuales están comprometidos intencionalmente o motivados espacial y
temporalmente.
Si los espacios son resultado de acciones de actores o sujetos
existenciales, ellos viven inexorablemente en el mundo, son parte del
mundo, un objeto natural y socioespacial-temporal.
El Dasein, o el Concepto de Ser tan caro a la postura de Soja, condensa
de Heidegger la condición de “estar ahí en el mundo” (en un espacio
natural y construido) o estar en el mundo; de Jaspers el valor de la expe-
riencia y existencia, potencialidad e individualidad; de Kierkegaard la
condición de unicidad como la de ser observador y pensador; de Sartre
la importancia de la existencia concreta individual y su diferencia de los
otros objetos físicos por su “libertad” de elegir.
Tratar con el mundo implica no sólo relacionarse con otras personas y
cosas u objetos sino consigo mismo y construir el “Yo”. Pero para Maurice
Merleau-Ponty, en su Fenomenología de la percpeción (1994), el mundo que
el hombre percibe no es objetivo sino que consiste en objetos de un mundo
vivido con propiedades asignadas por los individuos y la sociedad que tiene
distinta posición en relación con el agente humano en su particular círculo
de acción. Sin embargo, para Soja, el mundo “objetivo” existe como tal, es
el de las cosas que tiene, entre otras, propiedades que le son propias según
el mundo físico-biológico al cual los seres humanos no dejan de pertenecer
y que tiene sus propias leyes de comportamiento, pero que están también
expuestas al azar o incertidumbre. Tal el caso de situaciones como las
inundaciones o sequías excepcionales producidas por los cambios climáticos
globales actuales, o movimientos sísmicos, por dar un ejemplo.
El hombre no deja de ser un “cuerpo” físico que interviene en un
mundo con objetos de conocimiento, se ubica, se desplaza, al relacionarse
con cosas y personas, y es el centro de actividades dirigidas hacia el mundo
exterior; pero interpreta, experimenta, siente deseos, tiene motivos y
voluntad y transforma intencionalmente la espacialidad y es a su vez
transformado por ella. Sería, en términos de Giddens, una espacialidad de
estructura dual por ser “medio” y “resultado” de acciones en un continuo
26 Introducción

proceso de estructuración. Para Giddens (1986) no existen estructuras


fijas como para Parsons, que determinan la acción, sino propiedades
estructurales como las de dominación o poder; de legitimización o jurídicas;
y simbólicas o de significados con procesos de cambios, con diferentes ritmos
según las diferentes sociedades a las que pertenecen los actores.
Al igual que en la naturaleza, el mundo de lo social está expuesto a
lo imprevisto. No podemos predecir con seguridad cómo se van a
comportar los actores y agentes sociales en determinados contextos, aun
en los jurídicos.
El cuerpo humano es el lazo entre el mundo físico, social y subjetivo,
es un vehículo de conocimiento y acción que determina lo particular de
“aquí” y “ahora”. La constitución del mundo físico se realiza a través de la
propia conciencia de su propio cuerpo en movimiento. Con la experiencia
del carácter espacial de nuestro propio cuerpo “la espacialidad de todas
las otras cosas se nos dan y las descubrimos” (Schutz, 1982). Así, la relación
social es la confirmación de mi propia existencia en el curso de mi relación
con los “otros”. Se trata además de interpretar al Ser como Sujeto auto-
eco organizado (Morín, E., 2001), pues el ambiente le es a la vez íntimo y
extraño y es parte también de sí mismo y del exterior. Nuestras acciones
fabrican naturaleza, relaciones sociales y significados.
Los seres humanos transforman el mundo espacial y esas
transformaciones afectan lo que ellos “son” sin tener conciencia de ello,
pero también los objetos al modificar su singularidad de existencia
topológica y su posición relativa generan nuevos “lugares” y nuevos
significados. La transformación y creación ha existido en las sociedades
prehistóricas, ha establecido reglas sobre lo que debe o no debe estar en
el espacio, conociendo dónde estamos y cuándo. Así los eventos y obje-
tos naturales y culturales se han ido articulando entre ellos como, por
ejemplo: insectos, suelo, vegetación, inundaciones, desertificaciones,
deforestaciones, asociados a una variedad de prácticas culturales y
simbologías (Sack, 1997).
Los actores actúan según el stock de conocimientos adquiridos a
través de la socialización y bajo propiedades estructurales de poder que
pueden controlar, desinformar y hasta ocultar información, y de acuerdo
con sus experiencias comunes e individuales, las de la vida cotidiana o
biográficas que inciden en la creación de un conjunto de normas que se
institucionalizan o no, o quedan como “hábitos” (Bourdieu, 1977) o
sedimentan o cambian comportamientos y emociones afectando sus
Marta I. Kollmann 27

motivaciones e intenciones y sus “racionalidades” al momento de ac-


tuar. Nuestras acciones posibilitan o limitan la de los “otros”. Nos con-
vertimos así en agentes geográficos, en lo que Sack denomina homo
geographicus con responsabilidades hacia la Naturaleza y la Cultura, las
cuales no se pueden entender fuera del espacio-lugar.

Relaciones teórico-metodológicas

Desde el punto de vista metodológico, la investigación en una actitud


teórica debe ponerse a entender o comprender adecuadamente las
acciones, las praxis de los actores a través de sus stocks de conocimientos,
experiencias sociales y los significados subjetivos que los agentes
intencionados construyen en una actitud natural.
La intencionalidad del sujeto actor implica un análisis básico en el
estudio de las conductas como el de sus resultados buscados o no,
superando su mera descripción “objetiva”. Aquellos resultados no
buscados provienen generalmente del entrecruzamiento de las intenciones
y motivaciones de diferentes actores con distintos grados de poder que
generan lo que Sacks denomina “territorialidad”, o bien por la aparición
de hechos físicos o acciones humanas que aparecen al “azar”.
En la definición de la situación de la acción, un orden de significados se
debe establecer integrando los diferentes mundos que la constituyen. De
ahí que la intersubjetividad entre observador y los actores es fundamental
en la comprensión de razones para determinadas acciones en cualquier
problemática a estudiar e implican entendimiento intersubjetivo. Pero las
interpretaciones de una situación pueden diverger tanto unas de otras tal
que la comunicación intersubjetiva ya no es posible por lo que los participantes
deben cambiar y ampliar la estructura tipo de su stock de conocimiento,
hasta que la reciprocidad de perspectivas se restablezca y la comunicación
intersubjetiva y la coordinación de la acción se haga nuevamente posible.
El lenguaje como medio de comunicación posee aquí, como lo han
señalado tanto Habermas (1987) como Gadamer (1992), en su concepto
de “apertura al mundo”, y Garfinkel (1967), al tratar la conversación
informal y sus contextos, un papel muy importante. El lenguaje es funda-
mentalmente simbólico, crea una cosmología simbólica propia a cada
civilización y ha ampliado los límites de nuestro mundo mental de espacio
y tiempo (Szamosi, 1986). Su conocimiento como símbolo, y no como
28 Introducción

objeto real, como palabras, números, música, expresiones visuales,


etc. se hace necesario en la clarificación de interpretaciones confusas
de la vida diaria a través de la investigación participativa para su
elucidación.
El lenguaje representa los cambios en la percepción del tiempo y el
espacio a medida que los seres humanos ven y sienten un mundo en el
cual están insertos y participan como agentes entendidos. Los seres
humanos viven no sólo el mundo objetivo como el social sino que están a
merced del lenguaje, que es el medio de expresión de la sociedad. El
mundo “real” se encuentra construido sobre los hábitos lingüísticos del
grupo (Worf, B. L., 1959) y consecuentemente se convierte en el
instrumento para la construcción del mundo espacio-temporal simbólico
de ese mundo real (Wilson, 1980).
El conocimiento del mundo es una de las facultades más
características del Ser. El conocimiento implica una conciencia del
mundo y, como tal, debe ser considerado como una actividad en la que
nos representamos objetos y en la que se unen Sujeto y Objeto. La
filosofía moderna ilustrada estructuralista descartó la reflexión subjetiva
y el rol del lenguaje para alcanzar el conocimiento. Pero el Sujeto no es
un presupuesto, es un requisito imprescindible en toda investigación
organizada. Se constituye como una condición necesaria para explicar
la objetividad del conocer y el lenguaje es la expresión de ese
conocimiento aunque su problema sea lograr “correspondencia con el
mundo efectivo”. El conocimiento requiere de la trilogía: Sujeto que
juzga, una realidad objetiva o mundo y un lenguaje. No puede ser
reducida a especulaciones sólo lógicas y psicológicas, olvidándose que
los Sujetos son no sólo subjetivos y empíricos sino también cognoscentes
y constructores de la objetividad.
El Sujeto no es sólo un “Yo ideal” sino un Yo concreto y reconocible
por su contexto lingüístico y hace posible la racionalización del mundo
físico, social y espacio-temporal. El binomio Sujeto-Objeto constituye
los dos extremos que conforman la naturaleza misma del conocer (Arce
Carrascoso, 1999).
Todo esto implica el análisis cualitativo, participativo y el trabajo
de campo basado en encuestas predominantemente “abiertas” que
ayudan a la “comprensión”, sin dejar de lado aquellas “estandarizadas”
cualitativas y cuantitativas asociadas, más especialmente, a la
“explicación”.
Marta I. Kollmann 29

El análisis hermenéutico cualitativo pone en evidencia las limitaciones


de las explicaciones “funcionalistas”, tan comunes en la tradición geográfica,
en donde la racionalidad de los individuos se limitaba a “necesidades” de
las estructuras, sin poder resolver las situaciones de resultados de acciónes
“no buscadas” e intencionales. Un ejemplo de ello han sido las
interpretaciones o las propuestas de “regiones funcionales”.
El geógrafo debe tener en cuenta que los problemas ambientales y
territoriales, producto de acciones, contienen explicaciones y una
comprensión a veces diferente, sobre acciones y racionalidades aun dentro
de los mismos contextos espaciales. En consecuencia, la investigación
social desde la Geografía debe tener en cuenta:

1) entender y explicar acciones humanas que reproducen o cambian


espacios;
2) clarificar las relaciones que tienen esas acciones con el contexto so-
cial, físico o natural y social y el subjetivo construyendo “lugares”;
3) desentrañar los aspectos simbólicos de los lenguajes y sus cambios.

Los individuos usan material conceptual que reciben desde que nacen
y que se convierten en herramientas del pensamiento, como espacio y
tiempo, y a los que dan un valor objetivo de verdad que difícilmente
ponen en duda pero, como son Sujetos entendidos, pueden cambiarlos.
Ellos son específicos a cada sociedad y generan dos tipos de conciencia,
una discursiva y otra práctica, que deben ser tenidas en cuenta en el
trabajo de campo a través de las encuestas (discursiva) y a través de la
observación en el campo del proceso de monitoreo de sus acciones.
La localización espacial de un objeto expresa un aspecto formal de
dicho objeto. No podemos deducir nada acerca de él sólo por su
localización, por ejemplo, sobre su contenido, aunque le asignemos un
significado positivo o no, como en el caso de inundaciones, aridización,
ghetorización, urbanización y servicios, etc., pues sin el contenido tan
sólo describiría y clasificaría. Lo que debemos hacer es ver cómo se confi-
guran o están organizados en términos relativos y referirnos a las
circunstancias y acciones que condujeron a ellos y a sus futuras
consecuencias. Los objetos localizados por sí mismos no causan actos aunque
los enmarcan y así condicionan la habilitación o limitación para futuras
acciones humanas y la intervención de los actores sobre el mundo físico.
Una ley, y el poder de transformarla o crearla es un acto de transformación
30 Introducción

de consecuencias espaciales. Y aquí dos términos adicionales deben te-


nerse en cuenta: el de territorialidad y el de regionalismo.1
Ambos términos implican compartamentalizar la interacción humana,
controlando las condiciones de presencia/ausencia y la de inclusión/
exclusión, pues expresan el poder distributivo y autorizado que opera en
los lugares. Forman la base para la espacialización y temporalización de
los mecanismos del poder de y entre actores.

1. El concepto territorio, tradicionalmente, se expresa como una concreción de unidades


políticas espacializadas institucionalizadas (Estados, provincias, regiones, comunidades, etc).
Pero hoy debemos rever este concepto pues un territorio, espacio simbólico (Raffestin, 1977;
Szamosi, 1986; Murhy, 1991; Thrift, 1991-1994) se delimita por sus relaciones de control
(Sacks, 1991; Foucault, 1979) y pertenencia, lo que nos sumerge en espacios imprevisibles por
la lógica de la vida misma y los cambios de poder o “capacidad de influir” que van adquiriendo
los distintos actores sociales, públicos y privados en espacios no institucionalizados como los
denominados “lugares”. Así, puede ser un Estado, una empresa, una región, un lugar, un paisaje,
un museo, etc., en donde aparece modernamente en el contexto actual la “capacidad para influir
que van adquiriendo los distintos actores sociales, públicos y privados en espacio-tiempo. El
territorio reagrupa y asocia esos lugares y adquiere un sentido colectivo afirmado.
Con respecto al concepto región y regionalización, erróneamente se ha definido a la región
como una extensión areal delimitada políticamente o administrativamente o como una unidad areal
concreta o estructura funcional areal delimitadas arbitrariamente y de utilidad clasificatoria cuando,
siguiendo a Paasi (1991: 241), es el resultado de “un proceso socio-histórico durante el cual alguna
unidad territorial emerge como una parte de la estructura espacial de una sociedad y se establece y
claramente se identifica en diferentes esferas de la acción social y de la conciencia social”. Es decir se
constituye idealmente y concretamente como una unidad territorial espacio-temporal.
La región así simboliza una explícita representación colectiva de prácticas institucionalizadas
tal que no pueden ser reducidas a la historia de un individuo sino a un sentimiento de lugar que
va adquiriendo sentido colectivo o comunitario o grupal, dentro de una ya reconocida región
institucionalizada o sedimentada en el imaginario y práctica social.
La existencia de la región siempre representa alguna fase específica cultural e histórica en
el desarrollo de la sociedad y consecuentemente puede concebirse sólo en ese contexto a través
de su historia. Además, las cuestiones tradicionales filosóficas y metodológicas con respecto a la
naturaleza ontológica de las regiones, su objetividad, su subjetividad, la naturaleza de sus
fronteras, no pueden contestarse desde fuentes “puramente” conceptuales; en cambio, estos
problemas deben ser ubicados en la situación histórica y espacial “específica de una sociedad”.
Desde los 80 en adelante muchos geógrafos como Gilbert, Johnston, Lee, Murphy, Pred,
Paasi, Sayer, Soja, etc., han intentado abarcar elementos de la Teoría social, Sociología, Antropología
y Economía Política para lograr superar las limitaciones que han producido los enfoques tradicionales
sobre la región (especialmente naturales, funcionales, organicistas-estructuralistas). Los nuevos
geógrafos regionales, en medio del amordazamiento de un crudo economicismo que exhibe poca
imaginación en la “comprensión” en el “hibridismo cultural” (Mac Leod y Jones, 2001) de las
sociedades, enfocan ahora a las regiones en las que los dramas de los individuos y de los grupos
están dentro de contextos económicos, políticos y culturales y especialmente ambientales, que
corresponden a sistemas complejos por sus articulaciones entre el medio natural y social, implicando
situaciones de supervivencia y desarrollo sostenible. Como consecuencia de estas nuevas perspec-
tivas, se ven las regiones como histórica y espacialmente construidas, en constante disputa, cargadas
políticamente y no como dadas existencialmente y neutras.
Marta I. Kollmann 31

a) ¿En qué consiste una explicación? y el camino a la “comprensión”

En primer lugar, la pregunta paradigmática es por qué ocurrió esto.


Ya sabemos que ese evento ocurrió o está ocurriendo, por ejemplo los
procesos de desertificación, inundación, etc. La idea es poner al fenómeno
en un contexto amplio y conectar ese fenómeno que ya conocemos con
otros items de información que podemos tener o que tenemos que buscar
para poder explicar el fenómeno.
El modelo de explicación de acciones no se adecua al modelo
nomológico-deductivo, porque el hecho de que se pueda, para algunos
autores, referirse a causas no significa que haya leyes detrás de ellas. Lo
que debemos tener en cuenta son las intenciones o propósitos del agente
y cierto conocimiento, cierta información que tiene el agente respecto a
cómo realizar sus propósitos, o sea “razones para la acción”, de ahí que se
considere que las explicaciones de las acciones son explicaciones por
razones. Recalcamos, propósitos o razones del agente e intenciones y ciertos
conocimientos que tiene el agente. Esos enunciados constituyen las razo-
nes que tuvo el agente para actuar como actuó, items de información
que podemos tener o que tenemos que buscar para poder explicar el
fenómeno.
Una misma acción puede describirse de distintas maneras, y
dependiendo de cómo se la describa tendrá una u otra explicación (por
ejemplo, un productor ovino puede haber decidido aumentar el numero
de cabezas de ganado porque el precio de la lana aumentó y deseaba
obtener mayores beneficios; y es muy posible que no tenga en cuenta las
consecuencias negativas que sus acciones producirán en el agravamiento
del proceso de desertización por sobrecarga animal. Ésta sería una
explicación por “causas” según Davidson (1992). La dezertización entró
en una red causal.
Una acción se explica apelando a una razón o razones para actuar y
esas razones, por lo general, se consideran que son la conjunción de dos
cosas: algo que tiene un cierto contenido informativo respecto a las
creencias que el agente tiene del mundo y cuáles serán las respuestas en
caso de que él realice ciertas acciones; y, por otra parte, en toda acción
puede haber un resultado esperado como en el ejemplo, el de beneficios
inmediatos, pero con consecuencias no esperadas a mediano o largo plazo.
La diferencia entre dos filósofos de la acción, von Wright, G. H.
(1979) y Davidson, D. (1992) (citados por Pérez, D., 1999) es la relación
32 Introducción

entre razones y acciones, si hay o no una manera causal de entender las


razones y explicaciones. El primero de los autores, discípulo de
Wittgenstein, la entiende de manera no causal. La idea de von Wright
es que es una acción generada por un agente que produce un cambio en
el mundo, un cambio que no hubiera estado en el mundo si no hubiera
mediado la intervención humana. Este cambio producido por la acción
es lo que se llama “resultado” de la acción. Aquí coincide con Giddens
(1986). Él también distingue “resultado” de consecuencias de la acción.
En el ejemplo, lo que se propuso el agente responde a la lógica constitutiva
de la acción. Pero el resultado no buscado no entró en la lógica de la
acción, no fue intencional ni racional ni responde a una ley,
consecuentemente esa acción no puede quedar atrapada en la red causal.
La desertificación, como resultado, no es el buscado, en consecuencia
no hay causalidad. Aquí pues lo definitorio es la intencionalidad.
Toda vez que yo actúo, necesariamente están involucradas las razones
que tuve para actuar. Para von Wright debe haber una conexión lógica o
conceptual entre acciones y razones. Por lo tanto, la explicación es ex
post actu y, en consecuencia, el modelo es de explicación pero no de
predicción. Lo que ocurre es que la explicación no es suficiente sino que
requiere de “comprensión”, y ella implica la intersubjetividad entre el
científico y él o los actores.
Las aproximaciones hermenéuticas se refieren frecuentemente a lo que
se ha denominado el verstehen o interpretación de un hecho social. Ella fue
interpretada por Dilthey como “empatía”, Weber como una atribución de
intencionalidades, Pareto y Boudon como una reconstrucción de razones,
buenas o malas, que dirigen a los actores. De cualquier manera se constituye
en una conjetura intuitiva pero no alcanza a sustituir la explicación en las
ciencias sociales, pero sí puede sugerir más investigación o proporcionar una
explicación complementaria con propósitos heurísticos o pedagógicos. Tal
postura es típica de algunos científicos que rechazan la intuición como forma
de conocimiento y que ya estaba implícita en los geógrafos neokantianos.
En resumen, la espacialidad es trialéctica o multidimensional. La
construimos y a la vez nos transforma como personas, cambiando nuestros
grados de información, experiencia, emociones y simbologías afectando
nuestras acciones futuras y, en consecuencia, al espacio ya construido.
La espacialidad está así, en un proceso continuo de estructuración y se explica
revelando sus mecanismos al igual que lo hacen las ciencias naturales y
corresponde a una interesante propuesta teórica para la Geografía.
Marta I. Kollmann 33

b) Las acciones construyendo espacialidad

Las acciones son el punto de partida de una metodología para la


disciplina geográfica. Ellas, a pesar de su enorme y siempre cambiante
multiplicidad, son susceptibles de ser analizadas como medio y resultado
pero, también, y esto es lo más significativo, en sus procesos cambiantes
y sus efectos sobre la “reconstrucción” de la intencionalidad y racionalidad
de los agentes sociales, en tanto “Seres”.
El problema es cómo podemos explicar la acción, es decir, cómo
podemos incluir la acción en un contexto más amplio como para
comprender esa acción. Es decir que para comprender acciones debemos
crear un contexto amplio que no es sólo económico, físico, sino histórico,
espacial y cultural. La espacialidad, como configuración y significado en
el análisis de la acción, complementa los enfoques filosóficos, sociológicos,
antropológicos, históricos, literarios, arquitectónicos, etc.
Esto nos remite a la concepción de que la realidad espacial es
sistémica y que como todo sistema es compleja. La trialéctica espacial
(Soja, 1996) implica, a través de la “interpretación cognitiva” y
“redireccionamiento” de los factores relacionados con la articulación
del ecosistema natural y social, la concepción de un solo sistema ecológico
complejo. La complejidad es sobre todo un discurso de la ciencia
(Prigogine y Stengers, 1979) y es válida tanto para las ciencias físicas
como para las sociales. Ni siquiera las ciencias físicas están determinadas
por leyes, pues la naturaleza también inventa. La complejidad aparece
cuando puede haber varios resultados de una categoría de acción.
La inestabilidad de los sistemas espaciales, cuando las perturbaciones
se producen en algunas de sus partes, pueden no ser siempre las mismas
y con diferentes grados o importancia sobre las variables locales, pues
existen relaciones con otros sistemas territoriales. Cuando consideramos
los sistemas ambientales estamos ante un sistema de articulaciones
naturales y socioculturales en donde los “estados de equilibrio” son sólo
producto de un “congelamiento momentáneo” conceptual para su
abordaje. Es decir, cuando “cerramos” el sistema con algún propósito. En
realidad cuando los enfocamos es justamente porque detectamos desde
nuestra interpretación que el sistema territorial –ambiental– está
perturbado y nunca hay un solo punto de equilibrio sino que los mismos
serían fluctuantes y hasta muy amplios. Ellos serían los que desde la teoría
de los sistemas dinámicos llaman puntos “atractores” (en sentido físico o
34 Introducción

matemático) pero difícil de acordar en los sistemas ambientales, porque


entrarían en la categoría de “atractores extraños”2 tanto provenientes del
mundo natural como del socio-témporo-espacial.
En los territorios considerados desde su espacialidad modificada nos
vemos enfrentados a situaciones empíricas en las que aparecen un número
diferente de “atractores” copresentes y en donde el investigador tendrá
que manejarlos de manera interpretativa difícilmente matematizable
como ocurre con otros sistemas menos complejos que los ambientales, ya
que padecen de miles de variaciones u oscilaciones; por un lado, por las
interconexiones de los subsistemas (naturales y sociales) que los
constituyen y, por otro, porque son impredecibles.
Emilio Roger Ciuranas (2000) hace alusión a la confusión entre
“complicado y “complejo”. La diferencia fundamental entre ambas
acepciones radica en que la idea de “complicado” presupone la existencia
de un “orden” cósmico y estructural que hay que descubrir. Tal la búsqueda
de orden en A. von Humboldt en su Cosmos. Lo “complejo” parte de la
concepción de la “no” existencia de un orden cósmico. Lo complejo es
aquello que no puede ser simplificado y no está sujeto a leyes. Es un
tejido de constituyentes heterogéneos, articulados, asociados y sujetos a
incertidumbre (Péguy, 1996). La ignorancia conduce a errores que pro-
vocan una mala organización del sistema de saberes, ideas, información
no sólo propios sino tambien de los “otros”, de “nosotros”. El peligro es
caer en hipersimplificaciones. Debemos sustituir como dice Elias (1990)
al homo clausus por el homo apertus. Esto implica que el hombre no puede
ser considerado epistemológicamente ni psicológicamente cerrado en sí
mismo sino que él no puede ignorar que su individualidad le es conferida
por su sociabilidad y su experiencia sobre los otros.
Es cierto que lo complicado se puede simplificar, mientras que en la
complejidad aparecen elementos aleatorios, la incertidumbre. Quienes
confunden lo complicado con lo complejo es porque utilizan una lógica
ensídica (Castoriadis, 1997) o conjuntista identitaria, en donde lo
complicado puede ser reducible a pocos elementos. Tal como
cuantitativamente hizo el neopositivismo (buscando la reducción de las
correlaciones de variables por aquellas denominadas “factores carga” o
loading factors). La complejidad en cambio requiere de una lógica dialógica,

2. Un atractor extraño es una noción tomada desde la Teoría del Caos que representa el
comportamiento a largo plazo de un sistema “errático”.
Marta I. Kollmann 35

no reducible a elementos y relaciones que se pueden simplificar, puesto


que sus objetos no son “exhaustiva y sistemáticamente ensidizables”.
Ese mundo de la realidad socioespacial tampoco es comprensible desde
esquemas simplificadores y determinantes. En ellos se conjugan orden y
desorden, determinaciones e indeterminaciones (Teoría del Caos). Soja
diría que es de complejidad trialéctica. Esas dialógicas explican por qué
hay incertidumbre y donde lo observamos es en la “acción” y en sus
“consecuencias, no buscadas” (Giddens, 1984; Péguy, 1996).
“El Ser es trialéctico” y debemos penetrar en la construcción de su
conocimiento, es decir, cómo lo adquiere. Esto nos remite a la “teoría del
conocimiento y de la acción” como tema filosófico multidisciplinar, es
decir, cómo adquieren conocimiento los seres humanos en sus relaciones
sociales, el proceso social que es acompañado por la producción social
del espacio, su estructuración históricamente y políticamente situada, la
relación entre la espacialidad y la agencia humana; en definitiva, el Ser
como conciencia y acción.
La materialidad espacial no es pues una colección de cosas, no
alcanza. La información es lo que se debe considerar un punto de partida
pues revela sólo aspectos limitados y superficiales, ella es mucho más, es
el resultado de procesos complejos implicados en su estructuración, los
cuales no son mecánicos, de seres formados en esa espacialidad que, al
transformarse, los transforma y condiciona sus acciones. Su complejidad
implica conflictos, contradicciones, ideología y política. Como ha señalado
Soja, es resultado de la praxis social.

Reflexiones finales

Todos somos de alguna manera geógrafos porque vivimos en un mundo


espacializado y temporal en el cual participamos y sobre el cual nos
hacemos preguntas.
La Geografía en realidad siempre existió, aun antes de Cristo, a
través de preguntas: ¿cómo es y por qué es el mundo así y no de otra
manera? Si bien decimos que comienza a considerarse como ciencia desde
el siglo XVIII, a partir de la clasificación de las ciencias propuesta por
Kant y que se institucionaliza en el XIX, la pregunta que nos ha angustiado
siempre es si es posible hablar de una ontología geográfica y, en
consecuencia, qué hacen los geógrafos. Y para ello debemos referirnos a
los procesos cambiantes de su construcción y las múltiples influencias
36 Introducción

recibidas de otras ciencias. Sin embargo y quizá, atrevidamente, pensa-


mos que se ha ido gestando desde los 80 una teoría propia. A los geógra-
fos que dejaron esta ciencia les resultaría difícil entenderla ahora. Pero
esto no ocurre sólo en Geografía sino en otras ciencias: en la Física, en la
Biología, en la Sociología, en la Filosofía etc.
Hoy debemos reconocer que aquella vieja y tediosa y conflictiva
dicotomía entre Geografía Física y Humana está superada. La Geografía
universitaria no es sólo información sino pensamiento crítico, reflexión,
audacia en rechazar y modestia en aceptar lo que aún tiene validez. En
las Ciencias Humanas puede o no haber predicciones, pero pueden ser
desbrozadas por los individuos poniendo, entre signos de pregunta, las
famosas “determinaciones”. Los hombres no son simples masas también
son individuos con capacidad para elegir, como dirían los posibilistas,
pero muchas veces asombrados por aquello que no pueden manejar
porque aparece al azar o lo que los físicos llaman los “efectos mariposa” o
los denominados “atractores extraños”. Estos conceptos van tomando un
carácter genérico que en cada ciencia por sus particularidades adquieren
un sentido específico, por ejemplo, cuando hablamos de estados de
“equilibrio” territorial. La información sigue siendo importante pero
requiere de la multidisciplinariedad. Importantes avances se han logrado
gracias a ella en estudios sobre el origen y consecuencias de, por ejemplo,
la corriente del Niño, antes estudiada como simple fenómeno curioso
por sus efectos climáticos en las costas del Perú, hoy es investigada desde
numerosas ciencias, entre ellas la Geografía, por sus tremendos efectos
en Australia o en los desiertos de Palestina, en la Argentina etc. Las
consecuencias del desastre de la central atómica de Chernobil, que
afectó a Suecia, contaminó lagos con radioactividad, creando
problemas biológicos y afectó las costumbres y el sistema alimentario
de los “sumi” criadores de renos y ha generado enfermedades que no
se sabe por cuánto tiempo seguirán afectando a sus pobladores; lo
mismo ocurre con la difusión del SIDA (VIH) cuya extensión y difusión
jerárquica es estudiada por ordenadores muy potentes y que se ha
comprobado que afecta no sólo a las poblaciones homosexuales sino
heterosexuales etc. Estos nuevos conocimientos han sido descubiertos
por investigaciones en múltiples disciplinas de manera
complementaria, aportando muchos enfoques sobre cómo se lograría
su detención. La cibernética permite hoy, además, el manejo de
millones de variables.
Marta I. Kollmann 37

Hoy pareciera que las relaciones Naturaleza-Hombre se han revertido


en sus grados de intensidad y no pueden ser enfocadas desde sólo una
disciplina. Lo más importante para un geógrafo es el desarrollo de la
voluntad abierta a nutrirse de otras tradiciones, otras disciplinas y hacer
sus propios aportes así como aprovechar las técnicas más usadas en la
investigación espacial. Evitar la pereza del conformismo en lo que se
recibe y seguir investigando desde lo que ayer u hoy pareciera ser una
verdad aceptable, la cual debe seguir siendo cuestionada.
El desarrollo de la reevaluación de categorías conceptuales tales
como hemos insistido hasta ahora sobre el concepto espacio y nuevas
técnicas cartográficas usadas por los geógrafos es de enorme importancia
para otras ciencias. La cuantificación es de gran utilidad, tal que hoy se
aplican métodos matemáticos de otras ciencias como las denominadas
“dimensiones fractales”, pero debemos ser muy cuidadosos en la selección
de nuevas teorías y metodologías. De ahí, que los criterios y métodos
cualitativos deben ocupar un lugar muy importante en toda investigación,
y no se puede excluir al que denominamos “trabajo de campo”. Lo
cuantificable no es opuesto a lo cualitativo sino complementario. Además
es necesario tener en cuenta cómo se manejan las estructuras de poder
en el ocultamiento o deformación de la información que analizaremos.
Por fin, y a modo de conclusión, tal cual lo propone Soja y los autores
más aggiornados en la filosofía de las ciencias –en especial los geógrafos–,
consideramos que la introducción del concepto de espacialidad como
constitutivo de los seres humanos y sus conductas completa e implica un
aporte significativo a las formas de introducirse en la comprensión de la
realidad social.
El concepto trialéctico de la misma permite aventurar el carácter
multidisciplinar con el que deben usarse, en todas las ciencias sociales y
aun en las ciencias exactas, y debe ser incluido en conceptos tales como
“racionalidad”, “acción”, “conocimiento”, “espacio-tiempo”, “paisaje”,
“lugar”, “región”, “territorio” y “ambiente”, “organización”, procesos inter-
minables de orden y desorden. Además, implica –como ya se adelantó más
arriba– que la realidad del mundo en que nos movemos real e ideal a la vez,
requiere de un enfoque sistémico y en consecuencia complejo. El espacio es
un sistema dinámico complejo. Es una construcción del pensamiento pero a
la vez tiene un substratum material que no es un mero “reflejo” que explica
todas las acciones que lo han construido, debemos buscar su “magma” o
contenido profundo (R. Ciuranas, 2003).
38 Introducción

Nosotros organizamos los datos de la realidad en un sistema, pero


debemos buscar explicaciones en lo que está en la profundidad de su
construcción, pues el hombre no puede explicarse fuera de él. Hoy se
penetra más en el mundo “vivido” que involucra lo personal de las
emociones, experiencias, conceptos, poder y las lógicas con las cuales se
arman las acciones que construyen el espacio.
Con este nuevo enfoque en donde la espacialidad no es separable
de la temporalidad como entidades absolutas e independientes en la
construcción de los seres y sus acciones, intentamos superar la estructura
explicativa que prevaleció en el siglo XIX y parte del XX. En el largo
camino recorrido en nuestra disciplina se observa, por los resultados,
que las alternativas clásicas fueron perdiendo su carácter absoluto
enfrentando las dualidades y los reduccionismos del pensamiento, y así
desarrollando la idea del espacio como una unidad compleja. Con todo
una teoría nueva no sustituye completamente a la antigua sino que la
integra y la revitaliza.
Una geografia Inter-multidisciplinar requiere entrar en la revisión
de: a) la noción de espacio; b) la actualización de los enfoques sobre la
construcción del Ser; c) conocer las teorías de la Acción y la construcción
del Conocimiento; d) la superación del racionalismo empírico o empirismo
clásico y el idealismo en su versión trascendental como pensamientos
binarios superados por el Constructivismo; e) el reconocimiento de la
“dualidad de la estructura” espacial como medio y producto a la vez; f) la
revisión de las categorías conceptuales clásicas como, por ejemplo, región,
lugar, territorio, territorialidad, paisaje, etc.; g) metodologías de
observación, explicación y “comprensión”; g) enfoques de la realidad
físico-social como sistemas dinámicos.
Sólo desde una nueva visión ontológica de la sociedad humana y de
su base material que implica, además de su temporalidad, el
reconocimiento de la espacialidad no sólo en su materialización sino
también en sus efectos sobre las relaciones humanas, se podrá entender
la complejidad del proceso contemporáneo de su reestructuración.
No pretendemos convertir este discurso en dogmático sino que, a
través de un procedimiento por ruptura, integración y reflexión, crear
una nueva forma teórica, metodológica y epistemológica coherente para
el Espacio que sea multidisciplinar.
Se trata también desde aquello que llamamos Ciencia reintentar
una transformación multidimensional superadora de la parcelación
Marta I. Kollmann 39

disciplinaria y el fraccionamiento teórico. Estamos ante lo que se ha


denominado un nuevo paradigma: el de la complejidad y su método, y
requiere del enfoque multidisciplinario. Transdisciplinar no significa una
suma de disciplinas sino su articulación sin dejar de lado el valor, los
descubrimientos y los progresos en cada una de ellas. Implica
complementariedad.
Los descubrimientos casuales o accidentales o fenómenos extraños,
llamados serendípicos (término propuesto por Walpole en 1754) no
abandonados sino conducidos por la reflexión a descubrimientos exitosos
(como en el caso de Nobel, Newton, Fleming, Pasteur, Cech, etc.) seguirán
produciendo progresos científicos y planteando reformulaciones teóricas
y metodológicas. Nuevas incógnitas aparecerán, pues, en el mundo de lo
físico y de lo social, es decir, de la realidad espacio-temporal, donde no
hay predicciones sino constantemente preguntas.

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El espacio rioplatense en las prácticas de
los cronistas de los siglos XVI y XVII:
imaginarios, modelos y reconstrucciones

Loreley el Jaber*

La relevancia del espacio

“No existe una realidad social no espacializada.


No hay un proceso social no espacial, aun en la realidad
de la abstracción pura, en la ideología,
hay una dimensión espacial.”
Edward Soja

“El espacio es fundamental en cualquier ejercicio del poder.”


Michel Foucault

T anto la cita de Soja en la que explica el pensamiento de Lefebvre


en The production of space, como la de Foucault, que prácticamente
tiene valor de sentencia, se centran en la relevancia del espacio en
cualquier proceso social, político o económico. El artículo de Foucault
“Of other spaces” se halla presente en estas conceptualizaciones,
particularmente por el lugar que le otorga al espacio por sobre el tiempo.
En dicho texto, se señala que, si la gran obsesión del siglo XIX fue la
historia, quizás la época actual sea, después de todo, la época del espacio.
Ahora bien, más allá de esta propuesta sobre la contemporaneidad, la
lectura que Foucault junto con estos teóricos realizan al entender el
espacio como una herramienta de análisis social permite pensar nuestro
corpus –las crónicas de la conquista del Río de la Plata– desde la

* Licenciada en Filosofía y Letras, UBA. Investigadora del Conicet.


46 El espacio rioplatense en las prácticas de los cronistas de los siglos XVI...

problemática del espacio, amén de la distancia temporal y disciplinaria


entre un objeto de estudio y otro. El objetivo aquí no es establecer
comparaciones, sino tomar un modo de pensamiento que hace de la
dimensión espacial un componente esencial en el estudio de las signifi-
caciones sociales de la humanidad. Soja resume el argumento central de
nuestra elegida perspectiva de análisis: “Lo que Lefebvre está argumen-
tando es [que] (...) todo ocurre en el espacio, no sólo incidentalmente
sino también como parte vital de la experiencia vivida, como parte de la
producción (social) del espacio (social), la construcción de las
espacialidades individuales y sociales”.1
Si todo ocurre en el espacio, si éste posee un rol activo-operacional
e instrumental como conocimiento y acción de un modo de vida y
experiencia, si el espacio puede ser entendido como producto, proyección
y símbolo, si su productividad y/o potencialidad abarca su historia y su
práctica sin reducirse meramente al status de mensaje o lectura, puede,
entonces, concebirse como un concepto funcional sea cual fuere la
perspectiva desde la cual sea abordado. En tanto nuestro material de
estudio es primordialmente el discurso junto con las imágenes que lo
acompañan, no trabajaremos sobre la materialidad del espacio en sí mismo,
sino sobre el relato de dicha materialidad como experiencia, teniendo
en cuenta los datos suministrados sobre el espacio en cuestión, sobre su
práctica y su historia. De este modo, intentaremos abordar estas
textualidades sin pretender abocarnos solamente al estudio de la lectura
realizada del espacio en cada caso particular, sino intentando también
develar las “creaciones” espaciales resultantes de su práctica misma,
influenciadas por las condiciones o los objetivos de enunciación. Len-
guaje y dimensión espacial están demasiado imbricados entre sí como
para querer separarlos; por eso, en un intento por mantener dicha relación
intangible, pretendemos incorporar a la perspectiva de análisis el discurso
de la práctica espacial, las formas elegidas para dar cuenta de él, así
como el modo en que el relato construye nuevas prácticas espaciales a la
hora de afrontar la representación. En este sentido, nos distanciamos de
la perspectiva de Lefebvre, quien, al especificar su objeto de interés,
señala que el foco de estudio es el espacio en tanto realidad social, y
aclara que la historia que pretende realizar debe ser diferenciada del

1. Soja, Edward W., Thirdspace. Journeys to Los Angeles and Other Real-and-Imagined
Places, Oxford, Blackwell, 1996, p. 46.
Loreley el Jaber 47

inventario de cosas en el espacio así como de “las ideas y discursos sobre


el espacio”. Más allá de la distancia existente entre la elaboración de
una historia y el intento de abordar analíticamente un corpus de crónicas,
vale la pena ahondar en este punto de inflexión. Lefebvre especifica
que: “El punto de partida para esta historia del espacio no se encuentra
en las descripciones geográficas del espacio natural, sino más bien en el
estudio de los ritmos naturales, y de la modificación de esos ritmos y su
inscripción en el espacio por medio de acciones humanas, especialmente
acciones relacionadas con el trabajo. [Dicha historia] comienza, entonces,
con los ritmos espacio-temporales de la naturaleza transformados por la
práctica social”.2 Cabe preguntarse entonces si no son acaso esos ritmos
los que determinan un tipo de descripción geográfica que tiñe la visibi-
lidad del espacio natural; si no es esa transformación, que produce la
práctica sobre el espacio en sus relaciones y producciones, la que establece
el tipo de descripción de un espacio que cede su virginidad a la mano
del actor-descriptor; si no pueden pensarse, a esas descripciones,
impregnadas de la fuerte incidencia de quien las realiza y de su ejercicio
en el espacio referencial, ritmos transformacionales en sí mismos.
Lefebvre reconoce los cambios que se producen sobre el espacio
natural, pero destierra de su historia del conocimiento espacial el valor
de la letra, del discurso y de la escritura. Abocado a fundamentar la
indiscutible preeminencia de la producción del espacio por sobre su
lectura, deja de lado la dimensión del lenguaje, sin ver el discurso de
esa realidad social que pretende historiar como práctica ejercida sobre
el espacio a través de la letra.
Yi-Fu Tuan, en su artículo “Language and the making of place: a
narrative-descriptive approach”, llama la atención sobre la negación
explícita de los geógrafos al rol central del lenguaje, dado que la disciplina
ha enfatizado las fuerzas económicas y materiales de trabajo. Si bien
Tuan se aboca al estudio del rol del discurso en la creación de lugares y
no de espacios, su propuesta amplía la perspectiva de análisis al considerar
al discurso y a la palabra escrita como elementos integrales a la
construcción de lugares y, por lo tanto, a la comprensión del lugar del
geógrafo. Según Tuan, aunque el discurso no pueda materialmente

2. Lefebvre, Henri, The production of space, Oxford and Cambridge, Blackwell, 2001, p.
117 (First edition: 1992). Translated by Donald Nicholson-Smith. Traducción al español de
Anselmo Curutchet.
48 El espacio rioplatense en las prácticas de los cronistas de los siglos XVI...

transformar la naturaleza, puede dirigir la atención, organizar entidades


insignificantes en todos compuestos significantes, y, al hacer esto, lograr
que las cosas aparezcan como visibles y reales. Para Tuan, y aquí radica
nuestro punto de contacto con su lectura, “las palabras tienen el poder
general de traer a la luz experiencias que yacen en la sombra o que se
han refugiado dentro de ella, y el poder específico de llamar a los lugares
(e incluso a los espacios, podríamos agregar) a ser”.3
En un intento por establecer confluencias entre espacio y discurso,
proponemos continuar la perspectiva de James Duncan, Derek Gregory
y Henrietta Moore, entre otros geógrafos culturales, quienes, en resumidas
cuentas, consideran el espacio como una representación cultural, cuyo
orden es reflejo de la práctica social ejercida sobre el mismo, quienes
entienden los movimientos a través del espacio y la acción en éste como
prácticas discursivas en las cuales los significados están corporeizados,
inscriptos y reinscriptos simultáneamente.4
Desde esta perspectiva, y entendiendo el espacio en su amplitud
significativa, podría aventurarse la elaboración de una improvisada
tipología espacial: espacios naturales, espacios producidos económica y/
o socialmente, espacios-productos políticos, ideológicos, espacios
estratégicos, espacios utópicos o heterotópicos, espacios vacíos y vaciados,
espacios multisignificados, espacios (i)representables, representaciones
de espacio, espacios vividos, sufridos, ideados. La lista no se agota y las
transformaciones son infinitas si partimos de la concepción de que son
los individuos los que, a su modo, diversifican el espacio al imaginarlo,
construirlo o ejercitarlo. Cabe destacar que el primer término del listado
no fue azaroso, el espacio natural es la base del espacio social, es la
materialidad procesada en producto, convertida en fuerza de producción:
“todo espacio social tiene una historia (...) que está invariablemente
atada a la naturaleza”.5 Pero no es sólo el espacio social el productor por
excelencia, la práctica ejercida sobre el espacio natural, los cambios

3. Tuan, Yi-Fu, “Language and the Making of Place: A Narrative.Descriptive Approach”,


en Annals of the Association of American Geographers, Vol. 81, Dec. 1991, p. 686. La
traducción es mía.
4. Cfr. Duncan, J., “(Re)reading the landscape”, Environment and Planning D, Society and
Space 6, pp. 117-126; Gregory, Derek, Geographical imaginations, Cambridge and Oxford,
Blackwell, 1998; Moore, Henrietta, Space, text and gender: An anthropological study of the
Marakwet of Kenya, Cambridge University Press, 1986.
5. Lefebvre, Henri, op. cit., p. 31.
Loreley el Jaber 49

efectuados en su materia, son las claves del espacio en su relación social.


“Uno podría decir –señala Lefebvre- que la actividad práctica escribe
sobre la naturaleza, aunque con un trazo garrapateado, y que este escrito
implica una particular representación del espacio”.6 Es esta escritura
marcada por los incesantes recorridos, itinerarios y redes, hecha palabra
en el documento que pretende reproducir la práctica en sí y significar su
funcionalidad, escritura que se escribe con el cuerpo y también con la
pluma, escritura cuya existencia es determinada por la historia de ese
cuerpo, por su biografía, es esta escritura –decíamos– de palimpsesto el
eje de nuestra propia búsqueda, de nuestra práctica individual.
Si nos atenemos a las marcas históricas determinantes del traslado y del
encuentro con el Nuevo Mundo, más precisamente con el Río de la Plata, es
de común conocimiento la relevancia que las características materiales de
los otros puntos del continente conquistado ejercieron sobre el imaginario
del conquistador europeo en su nueva empresa hacia esta parte de América.
En este sentido, el primer viaje de Colón y la segunda expedición marcan el
descubrimiento y conquista de nuevos espacios en tanto empresa comercial
y explotación de nuevas tierras. “El carácter minero y esclavista de la conquista
se impone nítidamente desde el período colombino; el oro y luego la plata se
convierten en el objetivo principal por la extrema necesidad de metal precioso
que tiene Europa”.7 En este marco se inscriben las expediciones de Solís,
Magallanes y García Jofre de Loayza, entre otras. A partir de estas incursiones,
“la Corona firma capitulaciones con Sebastián Gaboto y Diego García de
Moguer para una expedición a las Molucas, que contará con el apoyo
financiero de mercaderes españoles e italianos interesados en el comercio
de las especies. Pero los navegantes modifican su itinerario intentando
redescubrir la zona del Plata; este caprichoso viraje que ignora el compromiso
contraído con la Corona y con los financiadores privados es motivado por el
encuentro de Gaboto y García de Moguer con los sobrevivientes de la
expedición de Solís que habían quedado en las costas uruguayas y brasileñas
a causa del naufragio de una de sus embarcaciones. El grupo de náufragos
enciende la imaginación de los recién llegados con rumores deslumbrantes
(...) sobre los imperios del Rey Blanco, la Sierra del Plata y el lago donde
dormía el Sol. Es así como las naves ponen proa hacia el interior del continente

6. Ibid., p. 37.
7. Assadourian, C. S., “La Conquista”, en Assadourian, C. S.; Beato, G. y Chiaramonte, J.
C., Historia Argentina. De la Conquista a la Independencia, Buenos Aires, Paidós, 1992, p. 16.
50 El espacio rioplatense en las prácticas de los cronistas de los siglos XVI...

y comienzan a perseguir el camino del oro”.8 A pesar del fracaso de esta expe-
dición y de su retorno desmoralizante a España, la información que por-
tan atrae la atención sobre la leyenda de la Sierra del Plata, cuya bús-
queda impulsará la expedición de Mendoza y la colonización del Para-
guay. Se engendra también el mito de la Ciudad de los Césares, el cual
estimula casi todas las expediciones que penetraron en estas tierras.
Este breve resumen histórico de las causas del viaje y descubrimiento
del territorio argentino pone en evidencia en qué medida el recorrido
trazado es determinado por la concreción de un ideal económico
fundamental en tanto propulsor del itinerario a seguir. Evidentemente
el imaginario de fama y riqueza ligado al descubrimiento de las tierras
americanas posee una raigambre más que sostenida en la mente de los
españoles del siglo XVI, quienes se aventuran hacia el Nuevo Mundo
detrás de una leyenda, cuya veracidad no se discute, y cuyo hallazgo
parece estarle predestinado sólo a algunos. En este sentido hay que
reparar en el hecho de que es el encuentro con los sobrevivientes de la
expedición de Solís el que genera el viraje del viaje inicial, y que es la
información aportada por los fracasados navegantes de la expedición
la que motiva las futuras incursiones en este territorio. Es evidente
que es el relato de una práctica (o no-práctica aún) lo que produce
el viaje y decide el itinerario, es el discurso de quienes han recorrido
el terreno (aunque éste no haya sido efectivo) el que significa el
espacio a los ojos de los futuros exploradores. El espacio del Río de la
Plata es un producto enunciativo en primera instancia que significa
pluralmente una vez textualizado.
Si bien, como señala Lefebvre, “el espacio producido no sólo es un
medio de producción sino también de control, y además de dominación
y poder”, 9 para la Corona y para España, lugar en donde pretende
redituarse la fama obtenida allende el océano –es decir, para los
destinatarios primeros de la acción buscada por estos conquistadores–,
es la escritura de ese espacio, su textualización, el medio a través del
cual dicha dominación y poder se efectiviza, se performa. La escritura
europea legitima y legaliza –en tanto documento– la acción ejercida
sobre ese otro espacio, el discurso del suelo y de los recorridos infringidos en
él es el único certificado valedero de su práctica. Como señala Martín Lienhard,

8. Ibid., p. 22. El destacado es mío.


9. Lefebvre, op. cit., p. 27.
Loreley el Jaber 51

“Todo parece indicar que para los conquistadores, la operación de escri-


bir, sea como gesto simbólico (...) o como metáfora (...) apunta siempre a
una práctica de toma de posesión, “sanctificada” en última instancia por
la religión del Libro en cuyo nombre se realiza”.10
En esta línea, es interesante traer a colación la propuesta teórica
de Paul Carter, según la cual “el espacio en sí mismo era un texto
que tuvo que ser escrito antes de que pudiera ser interpretado”. 11
Tal argumentación, explica Gregory, parte de la base de que el
lenguaje, en tanto sistema de diferencia articulable, fue un instru-
mento de colonización física; de que el paisaje tuvo que ser
diferenciado mediante la nominación para incluirlo en una
existencia que fuera significante para los colonizadores, dentro de
la cual pudieran nombrar sus propias acciones. Poder, espacio y
representación conforman, por lo tanto, el triángulo discursivo
central en las textualidades sobre la conquista del Río de la Plata y
en la práctica que los sujetos coloniales llevaron a cabo. Este espacio
es, entonces, producido discursivamente como espacio natural (sin
la acción ejercida por los sujetos indígenas que en tanto no europeos
son objetivados), como tal es ideado, su imagen está directamente
ligada al aspecto económico de acuerdo con los bienes que podrá
ofrecer a sus conquistadores, y su materialidad física vinculada a la
aventura de la búsqueda de dichos bienes.
El espacio que da origen al viaje y, por lo tanto, a la crónica es en
verdad un producto político europeo, civilizado a través del lenguaje de la
acción conquistadora ejercitada, poseído a través de dicha práctica. Si,
como señala Lefebvre, la ideología necesita de un espacio al que referirse,
América ofrece, en este sentido, un espacio natural al que la ideología
de conquista, riqueza y expansión puede remitirse; pero en este caso en
particular, en el que el bien codiciado es sólo propiedad del topónimo, la
materialidad atenta contra tal funcionalidad. El espacio ya no es el simple
catalizador de un discurso ideológico sobre tierras conquistadas, sino el
agente que interviene naturalmente en la modificación de texturas
espaciales preexistentes. De estas yuxtaposiciones tendrá que hacerse

10. Lienhard, Martín, La voz y su huella: Escritura y conflicto étnico-social en América


Latina (1492-1988), La Habana, Casa de las Américas, 1990, p. 53.
11. Carter, Paul, Botany Bay, pp. 41-48. Citado por Derek Gregory, Geographical
imaginations, p. 172.
52 El espacio rioplatense en las prácticas de los cronistas de los siglos XVI...

cargo la palabra; del modo elegido para eludirlas, olvidarlas o exponer-


las, quien intente realizar el trazo.
Partiendo de la base de que no existe un significado inherente a la
espacialidad, que los textos espaciales no poseen una esencia intrínseca,12
puede analizarse la función y conceptualización del espacio en estas
configuraciones textuales. Las crónicas del Río de la Plata no son relatos
en los que el espacio es entendido meramente como referente u objeto
narrado, sino la puesta en discurso de una práctica espacial que lucha
por hacerse un lugar en la historia literaria de la representación; son la
textualización de los imaginarios espaciales forzados a continuar los
parámetros de un paradigma más acorde con la imaginación ficcional
que con la facticidad de la experiencia vivida. Los cronistas del Río de
la Plata deben resolver una dificultad inicial que subyace a la génesis de
sus crónicas: la crisis que surge entre la realidad del espacio material, la
imposibilidad de lograr una coincidencia entre éste y el espacio imaginado
y la necesidad de crear espacios que resulten atractivos para el europeo,
de tal modo de continuar –aunque sea ficticiamente– con el paradigma
que el Río de la Plata y su práctica exige deshacer. El texto es, entonces,
el resultado de la combinación entre el espacio real encontrado y el
concebido, imaginado e ideologizado.
Si tenemos en cuenta, en este sentido, la teoría elaborada por Edward
Soja en Thirdspace, según la cual “el tercer espacio puede ser descripto
como una recombinación creativa y una extensión de la perspectiva del
primer espacio –focalizado en el mundo real material– y de la perspectiva
del segundo espacio, que interpreta su realidad a través de las
representaciones imaginadas de la espacialidad”,13 podemos sostener que

12. La propuesta pertenece a Henrietta Moore, quien afirma: “A spatial text has no intrinsic
essence, just as it has no inherent meaning; the truth of the text resides in practice”, citado por
Derek Gregory, Geographical imaginations, op. cit., p. 141. El remate de la frase de Moore
merece ciertos comentarios. En principio, y más allá de los lazos con Ricoeur y Bourdieu, Moore
habla de una verdad del texto, la cual residiría en la propia práctica textual. Pensar en una
“verdad” del texto supone pensar en una verdad explícitamente subjetiva; este oxímoron pone en
evidencia que en la formulación realizada se deja de lado el concepto de verosímil, tan fuertemente
arraigado a los relatos de espacio. La cuestión no reside en develar cuál es la “verdad del texto”
(siempre y cuando coincidamos en que existe una) sino cómo se construye, cuáles son las
estrategias a las que el autor apela para que la práctica ejercitada sea recibida como una verdad.
Que la base sea real no significa que su discurso también lo sea, el enunciado es ante todo una
construcción que apela al imaginario de ideas del receptor del mensaje para apalerar la visión del
artificio; de ahí los conceptos de mímesis (Auerbach) o mimicry (Bhabha) tan interesantes para
poner en relación con este tipo de textos.
13. Soja, Edward W., Thirdspace, Oxford, Blsckwell, 1996, p. 6. La traducción es mía.
Loreley el Jaber 53

la escritura y la textualidad en su dinámica representativa constituyen


el lugar del “tercer espacio” en este contexto,14 porque si de algo da
cuenta éste es de las inscripciones y reinscripciones constantes de las
relaciones temporales, sociales y espaciales ejercidas sobre este nuevo
espacio y aquellas establecidas entre el centro y la periferia.
Espacio de combinación y pasaje de confluencia: la crónica es
finalmente la puesta en discurso de tal representación espacial, el
resultado, el punto de vista derivado de la puesta en crisis de la
combinación de dichos espacios y/o lugares definitorios.
Entre el allá y el acá, entre la utopía benéfica y la distopía absoluta,
siempre hay lugar para las “imaginaciones geográficas”, productivas
configuraciones que, en palabras de David Harvey, permiten “moldear y
usar el espacio creativamente”15 o bien para capitalizar sus carencias, o
bien para elaborar sus aportes.16 De hecho, las crónicas relatan la creación
y recreación llevada a cabo sobre estas tierras, las maravillas buscadas, el
calvario de la búsqueda del oro, los itinerarios trazados, las prácticas
inauguradas, las condenas sobre los que no saben leer el territorio ni los
cambios que éste ha producido en los sujetos coloniales, los favoritismos
sobre los líderes que supieron encontrar un nuevo modo de productivi-
dad; en suma, las crónicas relatan el valor del cuerpo en el espacio, sus
funciones, sus derivaciones: el cuerpo como agente, sujeto y actante,
como objeto de disputa, exponente de la experiencia; y la pluma como la
portadora del testimonio de semejante cambio de perspectiva.
La lengua es, por lo tanto, el medio que permite transmitir la
experiencia; de su hábil manejo sobrevendrá la posibilidad de capitalizar

14. Entendemos “tercer espacio” no sólo de acuerdo con la anterior acepción, sino también
en consonancia con el significado que Homi Bhabha le otorga a este concepto. En El lugar de la
cultura, Bhabha especifica que la producción de sentido requiere que los lugares del Yo y del Tú
en el acto comunicativo “sean movilizados en el pasaje por un Tercer Espacio, que representa a
la vez las condiciones generales del lenguaje y la implicación específica de la emisión en una
estrategia performativa e institucional de la que no puede ser consciente en sí misma” (Bhabha,
Homi, El lugar de la cultura, Buenos Aires, Manantial, 2002, p. 57. Traducción de César Aira).
15. Harvey, David, Social Justice and the City, Maryland, The John Hopkins University
Press, 1975, pp. 23-24. Traducción mía.
16. El espacio rioplatense está sobreinscripto de una escritura fetichista, como la denomina
Lienhard, que se aleja cada vez más de su materialidad en pos de prolongar un imaginario
previamente textualizado. Así, los espacios maravillosos pervivirán en el discurso más allá del
hambre, del fracaso y, desde ya, con prescindencia de su efectivo encuentro. Una vez que la letra
europea crea estos espacios acordes con la construcción esperada de América, sólo hay lugar
para la sobreescritura.
54 El espacio rioplatense en las prácticas de los cronistas de los siglos XVI...

–eurocéntricamente hablando– una práctica deslegitimada en el con-


texto de recepción de estos relatos. Porque cabe aclarar que más allá de
las creaciones, cambios y recreaciones, hay una base que parece mante-
nerse incólume: ante el futuro retorno debe demostrarse –aunque más
no sea a través de los artilugios que ofrece la escritura– que la escala de
valores con la que zarparon se mantiene.
La dificultad de estos cronistas cada vez es mayor: deben narrar este
espacio y su lugar en él, a pesar de lo que esto supone respecto de otros
relatos de viaje hacia la conquista del Nuevo Mundo. El desafío ahora es
relatar lo nuevo, su encuentro y apropiación, frente a la paulatina
reconfiguración de la lógica dicotómica europea ante la nueva práctica
espacial; por suerte existe el combate, el deseo del oro y el retorno al país
de origen, los tres elementos necesarios para llevar a cabo la ficción del
Otro que España quiere leer.

El caso Domingo de Irala vs. Álvar Núñez Cabeza de Vaca

Una vez pasados esos diez años en medio de los indios de la Florida,
considerado un Dios, una vez logrado el regreso a España,17 Álvar Núñez
Cabeza de Vaca es nombrado Adelantado y Capitán General de las
provincias del Río de la Plata. El objetivo de este viaje es, según la Relación
de Pero Hernández, su escribano, socorrer a los hombres anclados en dicho
territorio por sus inmensos padecimientos. Pero Hernández explica que, a
partir del relato de lo que había sucedido con Juan de Ayolas y de lo que

17. Ruy Díaz de Guzmán cuenta la historia de A. Núñez en la Florida de este modo: “Pasó
Álvar Núñez a la Florida por Tesorero de S.M. con el Gobernador Pánfilo de Narvaez que fue a
aquella conquista con cantidad de españoles, y habiendo perecido con la mayor parte de su
gente, la restante quedó en poder de los indios de aquella tierra, gente caribe y cruel, y fueron
todos comidos por ellos excepto Álvar Núñez Cabeza de Vaca, y un esclavo suyo de nación
moreno; y estando los dos en cautiverio entre tan mala gente, fue el Señor servido darle donde
hacer cosas de milagros, como sanar enfermos, dar vista a los ciegos, y lo que es más, llegar a
resucitar a un muerto que solo la acción de tocarlo al tiempo que dijo: en el nombre del Padre,
del Hijo y del Espíritu Santo: ¡tan grande era su fe! Con lo que vino a ser tan estimado de los
indios, que fue tenido por Santo, y le eligieron por su capitán, trocándole de esclavo en libre y
Señor, y viéndose con tal aceptación, determinó atravesar aquella tierra por muchas leguas hasta
la Nueva España, donde había ya españoles, y después se fue hasta la ciudad de Méjico al cabo
de diez años de peregrinación y cautiverio...” (Díaz de Guzmán, Ruy, La Argentina, Buenos
Aires, Huemul, 1974, pp. 140-141. De aquí en más, sólo se consignará número de página).
Loreley el Jaber 55

estaba ocurriendo con Domingo de Irala al frente de la soldadesca,18 el


Gobernador decide que para socorrer “con mayor brevedad a los que
estaban en la ciudad de Ascensión y a los que residían en el puerto de
Buenos Aires, debía buscar camino por la Tierra Firme desde la isla, para
poder entrar por él a partes y lugares ya dichos”.19 Si la experiencia llevada
a cabo en la Florida condiciona el porte de su figura, así sucederá también
con el tipo de práctica realizada en este espacio.
Álvar Núñez, anteriormente portador de lo milagroso, deviene salvador
y como tal es recibido: “Entró el Adelantado en la ciudad –relata Ruy
Díaz de Guzmán– el año 1541, con gusto universal de la jente, porque su
afabilidad, buena condición y prendas le grangearon el común aprecio,
teniéndole todos por hombre de escelente gobierno y prudencia, como se
había esperimentado en tan larga y trabajosa jornada, en que anduvo
mas de 400 leguas sin haber perdido un hombre de su armada, en que
fue tan feliz” (146). Si bien esta recepción es relatada por su sobrino
nieto, la documentación histórica respecto de este hecho, refiere Enrique
de Gandía, relata que “los pobladores de la Asunción se sorprendieron
de la llegada de Alvar Núñez y su gente, tras un viaje de tanta magnitud
sin un solo inconveniente o una sola desgracia”.20 Ya en el Paraguay, a
pesar de las cartas recibidas del Adelantado, no se creía en su llegada.
La inverosimilitud de semejante viaje será vinculada por algunos a su
experiencia milagrosa anterior, y por otros a su inexperiencia.
Sea el socorro la razón verdadera o no del tipo de incursión elegido,
lo cierto es que, una vez enviados ciertos capitanes por el río hacia

18. En los Comentarios de Álvar Núñez se relata este hecho del siguiente modo: “y allí (en
la isla de Santa Catalina) vinieron nueve cristianos españoles, los cuales vinieron en un batel
huyendo del pueblo de Buenos Aires, por los malos tratamientos que les hacían los capitanes que
residían en la provincia (...) y le dijeron (....) que Juan de Ayolas, a quien don Pedro de Mendoza
había enviado a descubrir la tierra y poblaciones de aquella provincia, al tiempo que volvía del
descubrimiento, viniéndose a recoger a ciertos bergantines que había dejado en el puerto que
puso por nombre de la Candelaria, que es en el río del Paraguay, de una generación de indios de
dicho río, que se llaman payaguos, le mataron a él y a todos los cristianos, con otros muchos
indios que traía de la tierra adentro (...) a causa de no haber hallado en el dicho puerto de la
Candelaria los bergantines que allí había dejado que le aguardasen hasta el tiempo de su vuelta,
según lo había mandado y encargado a un Domingo de Irala, vizcaíno, a quien dejó por capitán
en ellos; el cual, antes de ser vuelto el dicho Juan de Ayolas, se había retirado, y desamparado el
puerto de la Candelaria; por manera que por no los hallar el dicho Juan de Ayolas para recogerse
en él, los indios los habían desbaratado y muerto a todos, por culpa del dicho Domingo de
Irala...” (pp. 103-104).
19. Comentarios de Álvar Núñez Cabeza de Vaca, op. cit., p. 105.
20. Ruy Díaz de Guzmán, op. cit. Prólogo y notas de Enrique de Gandía, p. 46.
56 El espacio rioplatense en las prácticas de los cronistas de los siglos XVI...

Asunción, el Adelantado manda realizar reconocimientos del terreno


para luego adentrarse en él. A pesar de las opiniones adversas al modo
optado por Álvar Núñez, éste decide entrar al nuevo espacio a través de
su cuerpo. La caminata es el modo, quizás el único teniendo en cuenta
su experiencia anterior, de descubrir, conquistar, explorar y practicar el
espacio efectivamente. Pero el Río de la Plata no es la Florida, aquí
Álvar Núñez es un Adelantado que porta papeles que legalizan su lugar
jerárquico, aquí él es el representante de Su Majestad en estas lejanas
tierras, el detentador de la ley de España y el seguro de su cumplimiento
y funcionamiento, aquí no es un Dios entre salvajes, los hombres con los
que se encuentra son blancos, españoles y cristianos, hombres que
comparten con él el mismo deseo y que llevan a cabo la misma lucha.21 Y
esta diferencia será crucial en el final de la historia de este viaje.
Si bien, como ya se mencionó, el ideal propulsor del viaje de conquista
es el encuentro del metal precioso, como bien señala Mariano Picón-
Salas “más que la empresa comercial, el español casi ama más la aventura
de buscar la riqueza que la especulación económica. Para tener
preeminencia es por lo que anhela el oro”. 22 Este “quijotismo de la
aventura permanente” parece ser el que determina las acciones de Álvar
Núñez. La experiencia de la caminata posibilita la narración de ciertas
acciones heroicas que se ven obstaculizadas en el resto de los episodios
de la Relación, la cual pretende obtener la caridad o benevolencia de
Su Majestad, dado que Álvar Núñez regresa a España preso y con textos
apócrifos que lo condenan ante la Corona.
En tanto los Comentarios ponen en escena una lucha de escrituras,
al constituirse en la respuesta, en la principal refutación a los pliegos
enviados por Irala y su gente contra el Gobernador,23 sólo la práctica del

21. En el fragor de la disputa por la verdad de lo realmente acaecido, Álvar Núñez somete
a los hombres de Irala, a los que lo envían engrillado y acusado de regreso a España, a un proceso
de barbarización tal que permitiría cuestionar la diferencia establecida entre los salvajes indígenas
de su primera expedición y estos soldados. Y si bien este proceso de conversión en los españoles
le permite retomar una experiencia previa ahora verdaderamente funcional, la raza de cada
grupo impide la asimilación, así como recalca el horror homogeneizante en el que han
incursionado.
22. Picón-Salas, Mariano, De la Conquista a la Independencia, México, Fondo de Cultura
Económica, 1992, p. 59.
23. Digo principal refutación porque los destinos de sus compañeros de viaje y apresamiento,
avales de su versión de los hechos, son bastante funestos ya que el único testigo confiable de la
tripulación muere y el otro enloquece.
Loreley el Jaber 57

espacio permite la aventura, convirtiéndose en el resquicio narrativo a


través del cual el texto respira de tanta argumentación.
Ante la posibilidad narrativa que le ofrece la exploración real e
inaudita, Álvar Núñez cede su voz a su escribano; a través de él la palabra
tiene valor de acto, la narración es legitimada por el poder legal de
quien enuncia; el ya degradado Adelantado construye desde la Metrópoli
el relato de un héroe aventurero. Relato cuyo fin es hábilmente desprovisto
de la importancia supuesta, ya que el afán de la aventura en sí misma
supera la realidad del fracaso de la expedición. La práctica se halla
sobredimensionada por sobre el resultado, su narración es la única
estrategia existente de validarse frente al lector.
Álvar Núñez arremete, entonces, con ímpetu y con agallas contra el
cuerpo virgen americano y, a medida que lo transita, convierte el espacio
en lugar practicado. Los Comentarios consagran el privilegio del recorrido,
atraviesan una pluralidad de lugares que exceden a la representación
de lo visto. Se produce así una ruptura entre lo que se recorre, lo que se
contempla y lo que se narra respecto a ese recorrido y a aquella
contemplación. Pero no se pretende saldar ese vacío, por el contrario, el
texto lo pone en evidencia, es una muestra clara de que éste también es
el relato de un viajero, más aun, de un creador de itinerarios. Álvar
Núñez practica el espacio; es la ruptura de la virginidad de ese espacio
lo que lo seduce y arrastra, y es la escritura que fija y reitera esa imagen,
la conquista material y simbólica.
Los caminantes padecen todo tipo de experiencias, caminan a través
de una gran cantidad de ríos y de pasos, afrontando el hambre y la sed:
“A 1 día del mes de enero del año del Señor de 1542, que el gobernador
y su gente partió de los pueblos de los indios, fue caminando por tierras
de montañas y cañaverales muy espesos, donde la gente pasó harto trabajo,
porque hasta los cinco días del mes no hallaron poblado alguno; y además
del trabajo, pasaron mucha hambre y se sostuvo con mucho trabajo,
abriendo caminos por los cañaverales”.24 Los inconvenientes del camino
son innumerables ya que no sólo es dificultoso recorrerlos sino que incluso
hay que construirlos: “comenzamos a caminar, llevando delante con la
guía hasta veinte hombres que iban abriendo el camino, porque cuanto

24. Hernández, Pero, Comentarios de Álvar Núñez Cabeza de Vaca, Buenos Aires, Espasa-
Calpe, 1985, p. 113. De aquí en adelante, en lo referente a este texto, sólo se consignará número
de página.
58 El espacio rioplatense en las prácticas de los cronistas de los siglos XVI...

más íbamos por él lo hallábamos más cerrado de árboles y yerbas muy


altas y espesas, y de esta causa se caminaba por la tierra con muy gran
trabajo” (p. 192). A estas dificultades debe sumársele la incertidumbre
respecto del itinerario a emprender.
El recorrido es fortuito y está en verdad determinado por los
asentamientos indígenas que son los que les proveen alimento; el hallazgo
o desencuentro de estos poblados establece la continuación del viaje, el
retorno o el fin del recorrido seguido de muerte. Si bien existe un
itinerario previo, éste es un esbozo muy provisorio, dado que por un lado
la caminata permite “acelerar” el recorrido, pero, por otro, éste se ve
constantemente acicateado por nuevas tierras que esperan ser
descubiertas. A los incentivos que promueve el recorrido efectivo, debe
agregarse el desconocimiento absoluto de las tierras a recorrer. En verdad,
y en cuanto a caminos se trata, los españoles dependen de la relación
indígena que es la que determina el descubrimiento de la tierra, están
en manos de la palabra más desacreditada y de ella depende la certeza o
equivocación del camino recorrido.
“Mayormente que los indios nunca dicen cosa cierta; que podría ser
que donde dice la guía que hay diez y seis jornadas, hobiese muchas
más, y que cuando la gente hobiese de dar la vuelta no pudiesen, y de
hambre se muriesen todos, como ha acaecido muchas veces en los
descubrimientos nuevos que en todas partes se han hecho”, denuncia
Álvar Núñez (p. 196).
Hay un poder indígena evidente: el saber de la tierra, un saber que
los españoles no poseen y cuya carencia es la única que reconocen. Se
necesitan guías para recorrer este espacio, son los indígenas los primeros
en realizar el recorrido y son ellos, por lo tanto, quienes lo fundan. La
palabra indígena determina el avance o el retroceso. Como bien lo ilustra
la cita, la vida de los españoles está en sus manos. Pero, sin lugar a
dudas, el texto se encargará de apalear esta visión dibujando las peripecias
de los españoles en tierra extraña como hazañas de héroes que luchan
por conquistar el camino y sus riquezas. Entre otras, cabe destacar el
episodio de las cataratas en el que llevan las canoas por tierra a fuerza de
brazos, así como el de las ciénagas, un verdadero relato de aventuras:
“todo el día caminando por ciénagas con grandísimo trabajo, en tal
manera, que en poniendo el pie zahondaban hasta la rodilla, y luego
metían el otro y con mucha premia lo sacaban; y estaba el cieno tan
caliente, y hervía el Sol tanto, que les abrasaba las piernas y les hacía
Loreley el Jaber 59

llagas en ellas, de que pasaban mucho dolor; y allende de esto, tuvieron


por cierto de morir dicho día de sed pero no (...) y aquella noche dur-
mieron en el campo entre aquellas ciénagas con mucho trabajo y sed y
cansancio y hambre...” (p. 186).
No hay modos de legibilidad de este espacio nuevo, no hay modo de
practicarlo, si no es –y así parece creerlo Álvar Núñez– caminándolo. Este
tipo de práctica constituye, junto con el título de Adelantado y los papeles
que porta, el legado de su expedición a la Florida, único aval de las acciones
y decisiones del gobernador: “y al principio de la jornada la gente fatigaba al
gobernador que reposase algunos días, y no lo quería permitir, porque ya
tenía experiencia que había de adolecer, y la gente creía que lo hacía por
darlos mayor trabajo, hasta que por experiencia vinieron a conoscer que lo
hacía por su bien, porque de comer mucho adolescían, y de esto el gobernador
tenía mucha experiencia” (p. 112). La experiencia de este conquistador a pie
determina la construcción de un azaroso itinerario (re)marcado. El recorrido
fundado a pie es re-escrito en la vuelta, se camina y se vuelve a avanzar
sobre la misma senda inaugurada en esta tierra. Andar y desandar el camino,
ésa parece ser la única vía de reconocimiento del territorio.
El cuerpo, visto por Lefebvre como un generador (o productor) de
espacio, es también la clave, la llave que posibilita la existencia de una
espacialidad escrituraria.
Si el espacio excluye a Álvar Núñez, porque a pesar de caminarlo y
creer aprehenderlo no puede leerlo (necesita siempre un intérprete,
alguien propio de ese espacio), entonces se aboca a la tarea de re-
escribirlo, re-delimita las fronteras de legibilidad a través de la normativa
de la palabra, traduce el espacio y lo convierte en un texto legible.
El relato de aventura que se construye no se limita a la práctica
espacial, sino que también incluye a la social, legal y hasta a la jurídica.
Una vez asentado en Asunción, Álvar Núñez debe lidiar con una realidad
caótica, alejada de la religión y de las normas. Álvar Núñez realiza este
viaje mesiánico con el fin de pacificar la región, restituyendo el orden
perdido, es decir, reimplantando la rígida escala de valores del Viejo
Mundo. Por eso, una de sus primeras medidas será el dictado de una
serie de ordenanzas que pretenden reencausar la vida de estos hombres.
Entre ellas, la principal prohibía a los españoles llevarse a las indígenas
en la prosecución del viaje, así como elegirlas libremente sin la autoriza-
ción del Adelantado. Este dictamen le valió la enemistad de gran parte
de los cristianos de Asunción, quienes finalmente optaron por el liberal
60 El espacio rioplatense en las prácticas de los cronistas de los siglos XVI...

Domingo de Irala, anterior gobernador de la región, como el mandatario


digno y legítimo.
Las crónicas de Ulrico Schmidl, Álvar Núñez Cabeza de Vaca y
Ruy Díaz de Guzmán demuestran en qué medida la llegada a este
nuevo espacio exigió una redefinición del concepto de botín, riqueza y
logro, generando un viraje radical en el accionar y pensar de los
españoles. Ante la ausencia de metales, los cautivos, principalmente
las cautivas, conformaban el rédito económico y social. La cantidad
poseída determinaba el estatus, la cantidad de camino recorrido, la
cantidad de tierras conquistadas, pero también la cantidad de sembradío
cosechado; sus cuerpos representaban los combates ganados, la hombría
de su poseedor, así como la fuerza de trabajo sobre sus tierras. Si este
nuevo espacio, llamado por los religiosos “el Paraíso de Mahoma”,
presenta esta realidad non sancta por el alto nivel de mestizaje que
supone la excesiva cantidad de mujeres que cada español posee, es
porque su práctica redefinió la escala de valores traída desde España.
“Dios está en el cielo, el Rey está lejos, aquí mando yo”, parece ser la
nueva divisa de los conquistadores según Ruggiero Romano. Contra
esta divisa atenta el Adelantado, contra una práctica estatuida por el
propio espacio entre lo que éste provee y el imaginario portado por el
conquistador. La aplicación de su ordenanza va en contra de esta
adquisición, tal vez por eso nunca se puso en práctica, porque en sí
misma evidenciaba la lucha de diferentes órdenes en pugna. De hecho,
una vez apresado Álvar Núñez por traición, una vez enviado de vuelta
a España, Pero Hernández relata el permiso que otorga Irala para restituir
el orden quebrantado por la carta de S. M. (en la que exige un buen
tratamiento hacia los naturales) y por los papeles dictados por el
gobernador. Si bien los Comentarios pretenden demonizar a Irala, en
verdad lo que ponen en evidencia es la ruptura de un tipo de práctica
socioeconómica que fuera de España, por lo menos en esta parte del
continente conquistado, no puede llevarse a cabo. Por eso mismo, la
gran crítica del único soldado del que tenemos testimonio, Ulrico
Schmidl, se basará principalmente en el “ultraje”, el “robo” que el
gobernador, en nombre de S. M., realiza contra sus cosas, sus
“descubrimientos”. Para un europeo como Schmidl, “el quijotismo de
la aventura” no posee la raigambre que para su superior, el Adelantado.
Ulrico no es español y, en tanto alemán, la empresa comercial, el ideal
económico, una vez concebido en base a las provisiones que otorga el
Loreley el Jaber 61

Río de la Plata, no puede ser reemplazado por ninguna aventura posible.


“Así yo traje para mi botín en ese tiempo más de diez y nueve personas,
hombres y mujeres...”;25 “Muchas veces uno hace más de lo que le ha
mandado su Superioridad, para que él quede señoreando; tal cosa sucede
todos los días en este mundo (...) porque a uno le duele cuando se instituye
dueño sobre los bienes de otro (...). La envidia y el odio son tan grandes
entre nosotros que nadie desea al otro un bien alguno” (p. 122).
El Río de la Plata impone una serie de operaciones simbólicas para
poder remitirse a un imaginario social (conquistador) común. Esas
operaciones están vinculadas –entre otras– con las mujeres indígenas,
de ahí que la ordenanza de Álvar Núñez ponga al desnudo el proceso de
simbología, la metaforización, el como si, la realidad de la ausencia de
oro y plata. La contraorden de Irala pretende restituir la significación
otorgada al cuerpo femenino, obliterando su literalidad. Poseer cuerpos
es un modo de reinstalar la diferencia cultural entre unos y otros, la
magnitud de dicha posesión es el modo de mantener la diferencia
jerárquica entre los mismos españoles. Si la dominación se ejerce en
base a la supremacía que es producida en el momento de la diferenciación,
como señala Bhabha, la ausencia de cuerpos femeninos para cada
conquistador impide la puesta en práctica de este sistema. ¿Cómo sostener
la autoridad sin el objeto que permite instaurar la diferencia?
Si bien Domingo de Irala es elegido por “el común de la gente”
como el gobernador, luego del apresamiento de Alvar Núñez, esto no
sólo se debe a lo anteriormente señalado sino principalmente a un tipo
de experiencia y práctica en la tierra conquistada que le vale a los ojos
de sus soldados el lugar jerárquico otorgado. La percepción de Ulrico
sobre la validez de quienes ocupan los lugares de autoridad se deriva del
tipo de manejo del poder del que hace uso cada uno. Así, por ejemplo,
señala que “Cuando el susodicho señor Alvar Núñez Cabeza de Vaca fue
enviado fuera del país, nosotros los cristianos tuvimos que elegir e insti-
tuir a alguien que debía (mantenernos) dentro de la justicia y gobernar
a la tierra mientras tanto Su Cesárea Majestad dispusiese y estuviere
lejos. En esto el común eligió y nos pareció conveniente que eligiéramos
a uno de nombre de Domingo de Irala, que también antes había gobernado
la tierra (...) (también) la gente se llevaba muy bien con el susodicho

25. Schmidl, Ulrico, Derrotero y viaje a España y las Indias, Buenos Aires, Espasa-Calpe,
1980, p. 110. De aquí en adelante sólo se consignará número de página.
62 El espacio rioplatense en las prácticas de los cronistas de los siglos XVI...

Domingo de Irala y la mayor parte de la gente estaba muy contenta con


él” (p. 95). En contraposición a esta visión positiva, Schmidl especifica
el descontento de la gente de guerra con el Adelantado, “pues era un
hombre que en toda su vida había ni gobernado ni tenido un mando” (p.
92); “él no hablaba a la gente y se ha portado de tan impropia manera
entre la gente; pues un capitán o un señor que quiere gobernar un país,
debe dar en todo tiempo una buena atención al grande como al chico y
ejercer su justicia y mostrarse benévolo para con el más modesto como
con el más elevado; todo eso no ocurrió en él, sino que él quiso seguir a
su soberbia y orgullosa cabeza” (p. 94). Más allá de las evocaciones que
pueda generar esta declaración de principios sobre el rol de un gobernante
en boca de un soldado del siglo XVI, lo interesante aquí reside en la
lectura que él realiza de cuáles son las acciones válidas a sus ojos, es
decir, cuál es la práctica espacial que, en su amplitud significativa, es
considerada legítima desde el punto de vista del común de la gente. El
reconocimiento de Irala como el sostén de justicia y gobierno se basa en el
tipo de ejercicio gubernamental anteriormente llevado a cabo en esta tierra.
Es en este sentido que hay que tener en cuenta que Irala es quien, de algún
modo, descubre el modo de elaborar las operaciones simbólicas antedichas,
es quien funda la unión interracial, quien valida este tipo de proceso de
cautiverio diferencial: “Pero antes que los atacamos –cuenta Ulrico–, ordenó
nuestro capitán [Irala] que no matáramos ni mujeres ni niños, sino que las
cautiváramos, así que nosotros cumplimos su orden y cautivamos mujeres y
niños y matamos los hombres que pudimos alcanzar” (104).
Tierra y cuerpo se convierten en distintos significantes para un mismo
significado. De ahí que las crónicas que refieran el accionar de Irala den
cuenta de los modos encontrados de adquisición de este bien único. Es
decir, Irala entra en combate, porque mediante él puede obtener
lícitamente mano de obra, pero también porque la tierra –quizás el único
material que no necesita entrar en el plano de lo simbólico– significa por
sí misma tanto aquí como en la metrópoli. Irala, el gran estratega, incita
al combate porque el enfrentamiento cuerpo a cuerpo con el Otro reinstala
los bandos, la dicotomía esencialista, la autoridad colonial, la superiori-
dad conquistadora y marca la propiedad en la muerte y el cautiverio.
Lo interesante en el caso de Irala es que es él quien, a través de su
accionar, instaura las transformaciones sociales respecto de los valores
del Viejo Mundo, quien se hace cargo de los miedos frente a la
imposibilidad de concretar el ideal de riqueza. Irala crea un tópico
Loreley el Jaber 63

imborrable porque parte de las provisiones del espacio natural y material


para construirlo.
Cuando, debiendo esperar el retorno de la expedición de Juan de
Ayolas, Irala decide despoblar el puerto de Buenos Aires –debido al
hambre que están sufriendo sus hombres– y parte hacia Asunción, deja
una carta en la que advierte de los peligros de la zona como de sus
ofrecimientos. La cantidad de cuerpos indígenas que esperan en
Asunción a los hombres conquistadores, receptores de la carta, es el
motor del viaje. Asunción se convierte así en un espacio a consumir, el
cual es convertido a través de la letra en espacio estratégico.
Si el traslado de Irala genera el despoblamiento del puerto y funda
el recorrido colonizador hacia Asunción, su carta busca cimentar ese
camino hacia el “paraíso”. Assadourian explica que el viraje de base de
operaciones se debe a “dos circunstancias que atañen a los intereses de
los conquistadores; por un lado, en la medida en que la empresa giraba
en torno de la obtención del oro, Asunción estaba inmejorablemente
situada por su presunta proximidad a la Sierra del Plata; por el otro,
Paraguay ofrecerá un filón nuevo que, aunque no previsto en la primera
fase del proceso como sustituto de la explotación minera, canalizará ha-
cia otros rumbos la ambición española: la importancia del extendido
sustrato indio como fuente principal de mano de obra. (...) Entretanto la
ciudad paraguaya se constituirá en el núcleo de una sociedad de
características singulares, cuyo aislamiento es propicio para la aparición
de formas culturales autóctonas y de un ritmo avasallante de mestizaje”.26
Como se podrá observar, la leyenda continúa, el Río de la Plata sigue
ligado al mito porque éste es infranqueable en la conformación de la identidad
de Irala en tanto sujeto europeo, español. La Sierra del Plata aún espera su
explorador e Irala se traslada aparentemente en su búsqueda, aunque la
carta dejada no haga ninguna mención al respecto. Debido al saber otorgado
por la práctica, este conquistador no contradice una configuración geográfica
identitaria como ésta, pero tampoco hay pruebas de que la fomente. Irala ha
virado el punto de mira, así ofrece componentes tangibles, materiales afectivo-
económicos, sujetos objetivados como parte del contexto motivador de la
acción humana sobre el terreno en cuestión. Recordemos, en esta línea, la
explicación que da F. A. Kirkpatrick del traslado a Asunción: “En 1541 eran
conducidos a Asunción los colonos que aún quedaban en Buenos Aires,

26. Assadourian, op. cit., p. 24.


64 El espacio rioplatense en las prácticas de los cronistas de los siglos XVI...

pues en esta ciudad no podía contarse ya con indios. Los pobladores españoles
no eran colonos, sino conquistadores que esperaban vivir como
aristocracia dominante, servida por vasallos indios, y cuando se carecía
de trabajo indio, los inmigrantes morían de hambre”.27 Evidentemente
los indios no sólo sostienen la autoridad, también determinan la
supervivencia de sus captores.
Hay que destacar, en este sentido, que Irala es un gran poseedor de
estos cuerpos, los que, al ser concebidos como verdaderas porciones de
espacio, han desplazado a los lugares ideales. La adquisición de cautivos
indios y de concubinas indias pone en evidencia su poder, su clase y su
saber. Pero si bien esta práctica adquisitiva es común a la “raza de los
conquistadores”, la gran diferencia radica en la legitimidad que éste le
otorga a las uniones efectuadas con estas mujeres. En su testamento,
Irala reconoce a sus criadas indígenas como sus esposas, así como a los
hijos habidos con ellas. Esta legalidad construida, junto con el caso de
Alonso Riquelme de Guzmán obligado a casarse con su hija mestiza Leonor
para salvar su vida, pone en evidencia la preocupación que el destino
futuro de sus hijos supone para este particular conquistador. Así, mediante
estas uniones, se logra la paz con diversos grupos indígenas por el
cuñadazgo establecido, pero también se pone en cuestión una diferencia
cultural que funciona como sostén de la autoridad colonial. Irala, de
algún modo, con su propia práctica, pone en crisis el sistema que promueve.
Si bien la presencia de los sujetos coloniales, su acción y su discurso,
se ven condicionados por la preexistencia de este espacio y sus
características, el mayor condicionamiento lo ofrece la biografía de cada
uno de ellos. Aun más, la práctica que llevan a cabo difiere de acuerdo
con su historia, y la productividad (física, ideológica o textual) de dicha
práctica estará condicionada por la confluencia o desarticulación entre
una historia y otra. De ahí que, siguiendo a Allan Pred, el entorno físico
se vea perpetuamente transformado por las biografías formadas por/en
este lugar específico.28 Precisamente la productividad de tal transforma-
ción, o mejor dicho de su textualización, sobrevendrá del choque y/o
confluencia entre el significado simbólico y emocional otorgado al lugar

27. Kirkpatrick, F. A., Los conquistadores españoles, Buenos Aires, Espasa-Calpe, 1940, p.
267. El destacado es mío.
28. Pred, Allan, Place, Practice and Structure. Social and Spatial Transformation in Southern
Swedwn: 1750-1850, Cambridge, England, Polity Press, 1986.
Loreley el Jaber 65

practicado y las “estructuras de sentimiento”29 vinculadas con dicha prác-


tica, es decir, el horizonte de posibilidades imaginarias esperablemente
atribuible al Río de la Plata.
El espacio provee entonces una imagen de los cuerpos de estos
biografiados, las crónicas proporcionan una imagen re-construida de sus
prácticas; y en esa “re-construcción” se vislumbra la nueva clave operativa
que nos ofrece la escritura. Estos relatos de espacio o narrativas de lugar,
sea que optemos por la concepción de de Certeau o de Entrikin,30 son
textualizaciones de la experiencia del sujeto protagonista, son la
combinación de lo afectivo con lo cognitivo, siguiendo la definición de
Tuan, o, mejor, son la puesta en discurso de tal combinación, textos que
exponen la tensión entre “los agentes individuales y las circunstancias
entre las cuales los agentes actúan”31 sin pretender resolverla, dado que
en tal muestreo reside la eficacia de la crónica a la hora de ser presentada
ante el destinatario único europeo.
Pero, si de discursos escritos se trata, Irala no es autor de relación o
crónica alguna. Su figura es objeto de representación obligatoria para
quien pretenda dar cuenta de la historia del Río de la Plata; su práctica,
meritoria de narración. Si este conquistador posee un rol jerárquico,
incluso a nivel discursivo, ya sea como enemigo o como elegido líder,
esto se debe en gran medida a la confluencia lograda entre el ejercicio
del poder y el territorio en cuestión. El manejo espacial se diferencia por
su novedad; del trípode que sostiene el lugar que ocupa entre los
habitantes del Río de la Plata –espacio material, poder socio-económico
y saber de la tierra– deriva su importancia. Irala elabora tácticas y
estrategias que se despliegan en el espacio: desplazamientos,
despoblamientos, fundaciones, control de territorios, divisiones, dominios,

29. Raymond Williams elabora el concepto “estructuras de sentimiento” o “del sentir” y lo


desarrolla en The Country and the city. En la edición castellana que Paidós publicó recientemente,
Beatriz Sarlo define en el prólogo este concepto del siguiente modo: “La ‘estructura del sentir’ es
un horizonte de posibilidades imaginarias (expuestas tanto bajo la modalidad de ideas como de
formas literarias y de experiencias sociales); los cambios en la literatura se desatan cuando esas
‘estructuras del sentir’ ya no pueden encerrar las novedades sociales ni están en condiciones de
formularlas dentro del elenco de convenciones conocidas” (Williams, Raymond, El Campo y la
Ciudad, Buenos Aires, Paidós, 2001, p. 18).
30. Car de Certeau, Michel, The practice of everyday life, University of California Press,
1984; Entrikin, J. Nicholas, “The Betweenness of Place”, en Barnes, Trevor and Gregory, Derek
(ed.), Reading Human Geography. The Poetics and Politics of Inquiry, Arnold, 1997, pp. 299-314.
31. Entrikin, op. cit., p. 309.
66 El espacio rioplatense en las prácticas de los cronistas de los siglos XVI...

etc. Elabora incluso un nuevo mito basado en la seudo-práctica de la


libertad. Con el objeto de hacer de las relaciones sexuales formas de
sociabilidad con los pueblos indígenas que les provean ventajas, Irala
construye una imagen de libertad absoluta que permite idealizar un es-
pacio que de por sí era imposible convertir en leyenda. Si los ideales
constructores de espacios imaginarios estaban ligados estrechamente a
la riqueza, el Río de la Plata era precisamente el espacio del anti-mito.
Irala aporta un canal de vehiculización al afán conquistador, construye
un “paraíso” donde no lo hay. Se conforma así “un verdadero delirio
erótico [que] dominó a los conquistadores, y que no sería de ninguna
manera exagerado agregar, al oro y a la gloria, el sexo, entre las motiva-
ciones más poderosas”.32
En Microfísica del poder, Michel Foucault señala que “Si existiera un
lugar (...) donde la libertad se ejerciera efectivamente, se descubriría
que no es por la naturaleza de los objetos, sino, una vez más, por la
práctica de la libertad”.33 El reemplazo del objeto resulta finalmente
secundario, sea literal o simbólico, lo importante es que posibilite en
alguna medida la concreción de esta práctica. Si dicha práctica no puede
disociarse del ejercicio de las relaciones sociales y de las distribuciones
espaciales, cabe destacar que el bien tan preciado, rejerarquizador
masculino por excelencia, permite dar cuenta de los tres elementos.
En el artificio residen sus límites. La posesión de mujeres es posible
si son cautivadas como recompensa por las acciones bélicas cometidas,
la cantidad es determinada por la posibilidad de manutención que ofrezca
el español. (Casi un harem, podríamos decir, recordando el nombre del
poseedor del paraíso, Mahoma, y las libertades restrictivas que el Corán
impone para la cantidad de mujeres que un hombre puede tener.)
Lo interesante radica en que la propuesta de Irala supone una
“práctica de la libertad” que reinstala las diferencias de acuerdo con
nuevas normas, derivadas de las características de esta tierra. Irala conoce
este territorio y explota dicho saber mediante la práctica de un espacio
que, a fuerza de acción constante y cotidiana, percibe como suyo y del
cual se apropia. Quizás desde ahí deba leerse el hecho de que no
incursione en la escritura de una crónica o relación.

32. Romano Ruggiero, Los Conquistadores, Buenos Aires, Huemul, 1978, p. 71.
33. Foucault, Michel, Microfísica del poder, Madrid, Ediciones de la Piqueta, 1980, p. 33.
Loreley el Jaber 67

Si los viajeros del siglo XVII “eran en realidad agentes de información


que recogían y cartografiaban los datos, información que era directamente
explotable por las autoridades coloniales”,34 si gran parte de sus narraciones
eran en gran medida inventarios hechos discurso, es muy claro por qué
Irala no apela a esta práctica. No hay explotación que ofrecer de un
espacio apropiado en beneficio de una autoridad desdibujada en la
distancia. En el Río de la Plata propiamente dicho, el poder lo detenta
quien sostiene su práctica. En este sentido, Su Majestad no parece
proveerle mejor lugar que el que se ha ganado con sus acciones entre los
suyos (españoles e indios), lugar que aparece validado una vez vacante
el cargo. La legitimación de ese título parece derivarse de los textos
incriminatorios que posibilitan el retorno de Álvar Núñez a España y, por
lo tanto, el vacío de ese espacio de autoridad necesario de cubrir.
Sin embargo, y a pesar de lo señalado, Irala escribe varias cartas:
aquellas que envía junto a Álvar Núñez y que lo enjuician ante la Corona,
la que deja en Buenos Aires al despoblarla, la que le envía a Carlos V el
1º de marzo de 1545 y la que dirige al Consejo de Indias el 24 de julio de
1555. En estos casos la escritura cumple un rol testimonial que reproduce
la acción emprendida por Irala durante el desempeño de su cargo como
Gobernador. Pero sólo una vez Irala escribe colocándose en primer plano
por sobre el territorio y las vicisitudes vividas por sus conquistadores, y
esto sucede cuando redacta su testamento antes de morir. En este caso,
él apela directamente a las autoridades españolas, esta vez con el objeto
de legitimar el mestizaje, mejor dicho, su producto. Cabe aclarar que tal
pretensión parece estar ligada tanto a la retribución económica que supone
para sus hijos, como a la legitimidad racial de éstos. Aunque una
presuponga la otra, este hábil conquistador sabe, porque ha manejado el
poder que le ofrece este espacio, que para ellos tal reconocimiento fuera
del Río de la Plata (e incluso dentro en su contacto con españoles) es
necesario. Hay que recordar que “esta fraternidad de razas se manifestó
únicamente en el plano de las relaciones sexuales. En cuanto al resto,
un riguroso sistema de profilaxis social se instaló por toda América, con
el fin de establecer un verdadero cordón sanitario entre las diferencias
étnicas”.35 Las ciudades de fines del siglo XVII y principios del XVIII
retoman el prejuicio peninsular hacia los indios y también hacia los

34. Foucault, Michel, op. cit., p. 122.


35. Romano, Ruggiero, op. cit., p. 71.
68 El espacio rioplatense en las prácticas de los cronistas de los siglos XVI...

mestizos, quienes se ven coartados en su accionar público urbano. De


ahí que pretenda que sus niños mestizos sean “blanqueados”, es decir,
sean considerados “hombres de bien” y no mestizos “perniciosos y
peligrosos”. Como si se hubiera adelantado, quizá previendo el gran
problema que significarán los mestizos en la realidad social de este espacio,
Irala apela, en su testamento, a la raza, de la que partió cuando comenzó
a conformar su poder y a detentarlo.
De España a Asunción, de la Florida a la península y luego al Río de
la Plata, desde la tierra conquistada o desde la metrópoli, ambas figuras
presentan su biografía y elaboran modos de sustentación de las prácticas
desarrolladas, o bien valiéndose de la experiencia previa o bien de la
experiencia que se va forjando en la práctica misma; sea cual fuere la
opción, lo que puede observarse es que tanto Álvar Núñez Cabeza de
Vaca como Domingo de Irala poseen diversas posiciones en el proceso de
transferencia o creación de sentido a la hora de construir-practicar-
representar este espacio. Es decir, ambos lo convierten en un objeto político
multi-referencial, en síntoma de un pensamiento estratégico y/o
combativo, que en un caso se ve reflejado en el discurso, y en el otro en
la práctica efectiva del dominio y la creación. Diversos modos de
desplegar sobre la tierra o sobre el papel una particular territorialidad
del espacio por la que se aboga.
“La conquista posee un carácter privado”, señala Ruggiero Romano,
y eso es lo que, entre otros condicionamientos, determina la percepción
del terreno, su representación, su ejercicio: su producto.

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Loreley el Jaber 71

Configuraciones sociales en el hábitat.


Reflexiones en el marco de la trialéctica
espacial

Liliana D’Angeli*

1. Una abstracción que diluye lo social

D urante muchos años, como docentes en la carrera de Arquitectura,


tuvimos a cargo la misión –entiéndase por misión un propósito con
intención– de que los alumnos comprendieran el espacio desde los sistemas
de dibujo.
Una tarea nada sencilla para ellos (y en apariencia no tan difícil para
nosotros por una “naturalización” de dichos sistemas) era la de internarse
en el mundo de la geometría descriptiva, y en ese contexto comprender
que el nivel abstracto de un cubo, por citar el más simple ejemplo, se
reducía a una serie de cuadrados concertados a partir de los cuales debían
operar, imaginando y reconstruyendo el espacio de tres dimensiones.
Otro enfoque, profundizando el nivel de abstracción, sería el de las
perspectivas cónicas que, a pesar de su comprobada irrealidad óptica, siguen
siendo entendidas como el enfoque “real” del espacio y cuya volumetría
perceptual, a pesar de ser la representación de aquellas tres dimensiones
en la bidimensionalidad del papel, sigue resultando fascinante.
Desde la lógica del equilibrio perfecto de los cuadros renacentistas
(o la controversia del análisis que realiza Michel Foucault de “Las
Meninas”, en Les mots et le choses, 1998, p. 13) hasta las transgresiones al
sistema perspectívico de Escher, o bien la simple perspectiva de croquis o

* Arquitecta por la Universidad de Buenos Aires. Docente de la Facultad de Arquitectura,


Diseño y Urbanismo, UBA.
72 Configuraciones sociales en el habitar. Reflexiones en el marco...

el dibujo digital que acercamos al cliente de un espacio particularmente


diseñado, el sistema continúa vigente como elemento de comunicación.
Pero la diferencia entre proyectista y comitente al mirar ese espacio,
al descifrarlo, es abismal. Y hay un bagaje de comprensión y posterior uso
y apropiación de ese espacio, cuyo conocimiento nos serviría de retroali-
mentación del saber disciplinar del diseño. Sin embargo, ese regreso no
siempre tiene lugar.
Una hipótesis neurálgica en temas de comprensión del espacio parte
de la convicción de que los sistemas de dibujo, que pueden ser de repre-
sentación y selección para el pintor, para el arquitecto se convierten, en
el momento de diseñar, en instrumentos de prefiguración. Lo que cabe
preguntarse, y Edward Soja nos ayuda en esto, es ¿en qué marco de
realidad se concreta esa anticipación, aunque sea como mero referente
simbólico para los profesionales de la arquitectura?
Si la crítica a esa lógica del espacio métrico cartesiano, en tanto res
extensa, podemos decir que ya está instalada, desde el “operar” no está
de ningún modo superada. Y una vez que el producto diseñado entra en
el campo del habitar, esbozamos solamente estudios sobre los modos de
apropiación del espacio, casi como incógnitas, sin reparar en que las
formas concretadas, sean recortes urbanos o edilicios, van a proponer,
limitar e imponer las conductas y los modos de actuación, adquiriendo
nuevos significados.
Es por ello que la dualidad espacio abstracto/espacio concreto no
puede ser planteada como dicotomía estanca. Esta circunstancia obliga
a desplazarse del Sistema del Proyectar hacia un estudio del Sistema del
Habitar, para adentrarnos en la concepción de los modos de producción-
consumo, reinterpretados en el aquí-ahora, y que implican la componente
espacio-tiempo.
Podemos definir entonces el ejercicio de una materia prima,
entronizada en lo que Edward Soja llama espacio analítico o
Segundoespacio, que surge del mundo pensado e imaginado, no tanto
de un modo subjetivo sino como una construcción resultante de los
profesionales y sus disciplinas.
En el campo proyectual, los sistemas de dibujo regulan la espacialidad
imaginada, que es la primera masilla de trabajo. Dicho espacio puede
compilarse y completarse como saber de los intelectuales con estudios
sobre psicología cognitiva y representaciones reflexivas del espacio
geométrico, y con sus problemáticas que derivan en obstáculos
Liliana D’Angeli 73

epistemológicos y didácticos, desde Bachelard1 a los últimos estudios de


Guy Brousseau.2
Y aun cuando estas investigaciones parezcan pertenecer sólo al campo
de la didáctica, empiezan a aparecer hiatos que nos deslizan,
afortunadamente para una comprensión más abarcadora, hacia el contexto
y el campo del espacio social o Tercerespacio.
Soja plantea que el siglo XIX (como expresión de la “Modernidad”)
había sido caracterizado por el tiempo. Éste se utilizó como clave para
comprender a las sociedades y sobre éste se forjó una de las ideas centrales
de esa época: la de “progreso”. La época actual se caracteriza por el
papel que juega el espacio en la constitución de la vida social.
Alicia Lindón Villoria3 refuerza esta idea destacando que para los
enfoques de la vida cotidiana o las microsociologías, tiempo y espacio
son y han sido las coordenadas básicas sobre las cuales se pueden
comprender las interacciones sociales y, en última instancia, la acción
social desde el binomio “intersubjetividad/interacción”.
Otro ejemplo de la centralidad espacio-tiempo es el desplazamiento
del mencionado concepto pionero de “interacción” por el de “situación
de interacción”, en donde “lo situado” da cuenta de un anclaje espacio-
temporal. Soja va a decir que parecería ser que la “temporalidad ha
organizado la espacialidad”.
Asimismo, Lindón va a intentar esbozar algunas ideas sobre formas
específicas de la vida cotidiana, en las cuales “el espacio parece organizar
al tiempo”, comprometiendo la atención de los estudios hacia las prácticas
sociales. Es decir, cotidianeidades en donde la espacialidad es
conformadora de la temporalidad y de la socialidad en juego, y al análisis
de esta problemática apunta el presente trabajo.

1. Bachelard, G., La formation de l’esprit scientifique, Librairie J. Vrin, París, 1938.


2. Brousseau, Guy, La problématique et l’enseignement des mathématiques, CIEAEM,
Lourain la Neuve, Francia, 1976. Un estudio interesante, en cuanto que el sujeto construye
distintos modelos cuando interactúa con espacios de diferentes tamaños, desde una óptica
constructivista, es la Tesis de Doctorado “El aprendizaje de la orientación en el Espacio Urbano”
desarrollada por Grecia Galvez, cuyo director fue Guy Brousseau (1985). Define, en el sentido
de interactuación, tres variables: micro, meso y macroespacio.
3. “La espacialidad como fuente de las innovaciones de la vida cotidiana”, en Alicia Lindón
(comp.), La vida cotidiana y su espacio-temporalidad, Anthropos, 2000. Refiriéndose en este
caso a autores como Alfred Schultz y Erving Goffman.
74 Configuraciones sociales en el habitar. Reflexiones en el marco...

Procesos de conocimiento académico del espacio Procesos de apropiación vivenciales del espacio
geometría / diseño geometría / habitar

Esta relación será entendida como estructura de Se establece el vínculo que define los parámetros de
pensamiento vigente en el ámbito académico, y significación social que permiten detectar las nocio-
matriz para la resolución de problemas. El nes de espacialidad cotidiana que definen las
aprendizaje de este vínculo ha sido tomado prácticas sociales. Está referido a la construcción
como proceso de conocimiento regulado, simbólica en la apropiación del espacio. Esta
teniendo en cuenta la formación de los alumnos cartografía interior supone estar formulada en
de la carrera y un ejercicio docente asumido por estrecha relación con las estructuras de conocimien-
los profesionales de la disciplina arquitectónica. to geométrico que ha recibido en su experiencia.

operatorias en el espacio operatorias en el espacio


virtual experimental

estructuras espaciales sistemas de dibujo distancias personales significación social de


como percepción como lenguaje como comportamiento las formas espaciales

conductas

TERCERESPACIO
microespacio objetual íntima
prácticas sociales
mesoespacio perceptual social

macroespacio organizativo pública tipologías


configurativas

Espacio analítico / Espacio vivido

Figura 1: Propuesta de diagrama de articulaciones disciplinares.

Pierre Bourdieu describe así su concepción de las sociedades:

“(...) describo el espacio social global como un campo, es decir, a


la vez como un campo de fuerzas, cuya necesidad se impone a los
agentes que se han adentrado en él, y como un campo de luchas
dentro del cual los agentes se enfrentan, con medios y fines
diferenciados según su posición en la estructura del campo de
fuerzas, contribuyendo de este modo a conservar o a transformar
su estructura” (Espacio social y campo de poder, pp. 48-49).

Del enlace de los conceptos expuestos, se desprende que nos resulta


insuficiente el planteo tradicional, que reconoce en las formas
arquitectónicas sólo la posibilidad de la lectura de sus órdenes de
disposición global y relaciones entre sus partes. Se trata aquí de seguir
indagando sobre la materia y el espacio, sobre lo conformado y lo
conformante, para atender a las correlaciones sistemáticas-codificadas,
formas y conductas en sus habilitaciones y constreñimientos.
Liliana D’Angeli 75

2. Una puesta en contexto multirreferencial

Vinculado a nuestro tema, Manuel Gausa recuerda que ya en 1941,


Sigfried Giedion, en Espacio, Tiempo y Arquitectura intentó articular arte,
arquitectura y ciencia, justamente apelando a la dualidad espacio-tiempo,
sin ninguna inocencia habida cuenta de la nueva experimentación estética
y la teoría de la relatividad, tan en boga por entonces y aún sin
consecuencias dramáticas. Desde la instauración de un tiempo
estrechamente vinculado al espacio, ya desprovisto de cualquier categoría
metafísica, la medida del tiempo pasó a depender de la posición en el
espacio de los observadores. Desplazando la idea jerárquica de composi-
ción, el espacio moderno instauraba la idea de posición, mucho más libre
aunque todavía sumisamente cartesiana.
Pero desde la abolición del determinismo, con el descrédito de aquel
antiguo universo perfecto y la instauración de otro donde espacio y tiempo
son categorías que dependen del observador, puede afirmarse que nuestros
comportamientos responden mayoritariamente a procesos dinámicos, no-
lineales. Merleau-Ponty (1945) apuntala filosóficamente los tambaleantes
esquemas científicos, afirmando que “no hay que decir, pues, que nuestro
cuerpo está en el espacio ni, tampoco, que está en el tiempo. El cuerpo
habita el espacio y el tiempo”.
La afirmación de Sartre de que, a partir de Husserl y Heidegger, el
ser de un existente es lo que el existente parece no excluye aquellos
casos en que la mirada –concepto existencialista por antonomasia– define
escorzos cuya atomización parece irreversible. Basta juzgar el paisaje que
ofrecen las torres de cristal de Catalinas desde la villa 31 y viceversa.
Dos miradas, dos tradiciones, dos sentidos de la construcción espacial,
que desde algún punto de vista se niegan mutuamente, o al menos se
suprimen en tanto que “paisajes completos”. Son visiones parciales, cuya
integridad podría ser inimaginable, puro escorzo del cristal y de la chapa.
La espacialidad existencial no se cuestiona, pero lo que mueve a la
reflexión es la construcción del espacio realizada por el ser que lo habita
de uno u otro modo, que lo decodifica según el rol que ocupa en su
realidad, y la imposición que establece la dialéctica social en esta
decodificación, en que la tradición practica un barrido de la conciencia.
76 Configuraciones sociales en el habitar. Reflexiones en el marco...

Figura 2: Imágenes de la Villa 31 o Villa de Retiro. Ciudad Autónoma


de Buenos Aires.

A los conceptos espacio-tiempo se vincula, entre otros, el de apro-


piación, que debe ser destacado. Como aporte desde el ámbito de la
arquitectura, un texto de particular comentario ha sido “Tiempo abierto-
Tiempo fractal” de la trilogía Espirales, Bucles y Flashes de las ediciones
publicadas por Quaderns.4
Y es el concepto de apropiación el que nos permite ligar, desde una
mirada multidisciplinar, los proyectos urbanos con las prácticas y
conocimientos de la geografía, y nos permite hoy hablar, además de la
aparición de nuevas centralidades urbanas, de inéditas facetas de
interacción socio-estatal, en recortes urbanos que anteriormente no eran
considerados en el mapa político.
Encontrar categorías que involucren a todas las formas del hábitat
exige desprenderse del prejuicio de que solamente algunos objetos
pertenecen al campo de lo disciplinariamente arquitectónico.
Desde los diferentes roles que asume la profesión y la investigación,
todos los modos de producción-ocupación en el habitar se encuentran
comprometidos. Aun es así en situaciones de alta marginalidad, en los
niveles de gestión estatal y en los análisis y diagnósticos de radicación o
relocalización de poblaciones.
Observamos que esta dinámica se traslada a la implementación
estratégica de una diversidad de políticas de Estado, que no sólo son

4. Quaderns, Colegio de Arquitectos de Catalunya, España, 1999.


Liliana D’Angeli 77

apropiadas y aprehendidas sino modificadas por la participación nuclear


de los grupos sociales en cuestión. En palabras de Jordi Borja (2002),5
podemos concebir la situación de la siguiente manera: “La ciudad es a la
vez ‘estado formal de derecho’ y ‘derecho real a la transgresión’”.
Una manifestación notoria es la transformación que se está dando,
paulatinamente pero en vertiginoso crecimiento, en la urbanización de
las villas del conurbano bonaerense.
De este modo, se nos proponen lugares teóricos y lugares físicos, que
constituyen el contrapunto a partir del cual se pueden construir estrategias
que identifiquen los lugares “propios”, formulando nuevas configuraciones
de urbanización.

3. Una mirada desde la ciudad

Lo cotidiano es el lugar donde se juega la socialidad de la alteridad


(Lindón Villoria, 2000). Así, es el lugar donde el individuo se en-
frenta al otro, es el lugar “donde la alteridad es metabolizada” (Pietro
Bellasi, 1985).6

“...puede entenderse como el lugar de un estado sin cesar na-


ciente de la socialidad, presentándose como producción imagi-
naria y simbólica de las relaciones sociales, como ritualización
incesante del vínculo social” (Pina Lalli, 1985).7

En este marco es oportuno y clarificador volver a Edward Soja. En


“Tercerespacio” (1996), 8 nos invita a recorrer la evolución de su
pensamiento y su creación en la materia, dando cuenta de los predecesores
que lo orientaron. Entre ellos, es fundamental Lefevbre, en su inagotable

5. Borja, Jordi, “La Ciudad Conquistada”, en Café de las Ciudades. Revista digital de
aparición mensual, año 1, Nº 2, diciembre de 2002. [www.cafedelasciudades.com.ar/
numero_dos.htm#tendencias] {Consulta: 11/6/2005}
6. Bellasi, Pietro, “Evénement et quotidien”, Sociétes: La rhétorique du quotidien, vol. 1,
Nº 3, París, 1985. Tomado de Alicia Lindón Villoria (coord.), La vida cotidiana y su espacio-
temporalidad, Anthropos, México, 2000.
7. Lalli, Pina, “Engagement et quotidien”, Sociétés: La rhétorique du quotidien, Vol. 1, Nº
3, p. 12, París, 1985.
8. Soja, Edward, Tercerespacio. Viajes a Los Ángeles y otros lugares reales-e-imaginados,
Blackwell Editores, 1996.
78 Configuraciones sociales en el habitar. Reflexiones en el marco...

apelación y proposición de superar las dicotomías de lo uno o lo otro,


alentando el “siempre hay otro término”: Il y a toujours l’Autre.
Esta mención alude a su triple conciencia sobre las complejas
relaciones entre espacio-tiempo-ser social, otorgándole mayor claridad
conceptual y nominándolas más precisa y preciosamente: producción del
espacio, construcción de la historicidad y composición de las relaciones
sociales, todas ellas abarcadoras de la vida humana.
Estamos ante una radical reestructuración de los modos de formación
del conocimiento, de manera que aquello que leamos o analicemos pueda
ser efectuado con niveles de certeza y utilidad disciplinar. En este sentido,
alienta a la combinación de un profundo respeto por la propia disciplina
y una práctica que hoy podríamos denominar multirreferencial.
Soja nos habla de una “estrategia crítica” de “tercero-como-otro”,
abriendo los imaginarios espaciales hacia modos de pensamiento y acción
que políticamente respondan a todos los binarismos, interponiendo otro
conjunto de elecciones.
Aquí, es de suma importancia destacar que el concepto de
producción-ocupación del hábitat y la dialéctica proyectar-habitar son
imprescindiblemente dinámicos y mutables. Apoyemos esta idea en el
primer axioma teórico-metodológico de Giddens: “Todos los actores
sociales son entendidos, tienen conocimientos de condiciones y
consecuencias a través de la conciencia práctica. Tienen conciencia
discursiva”.9
Ampliando el concepto: “El grueso de los ‘reservorios de saber’, según
la expresión de Schutz, o de lo que prefiero denominar el saber mutuo
que forma parte de encuentros, no es directamente asequible a la
conciencia de los actores. La mayor parte de ese saber es de carácter
práctico: es inherente a la capacidad de ‘ser con’ en las rutinas de la vida
social” (Giddens, p. 42).10
Curiosamente, la arquitectura continúa aferrándose a esquemas
perimidos, fundamentalmente en sus modos de hacer, puesto que aún no
se atreve a admitir la necesidad de una nueva comprensión del espacio

9. Apuntes del Seminario “La trialéctica espacial en Soja. Una propuesta a la comprensión
de la realidad social desde la espacialidad”, Dra. Marta Kollmann (UBA), Facultad de Filosofía
y Letras, 2002.
10. Giddens, Anthony, La constitución de la sociedad. Bases para la teoría de la
estructuración, Amorrortu, Buenos Aires.
Liliana D’Angeli 79

y del tiempo, desde la óptica dinámica e iterativa que rige todo el resto
de la ciencia contemporánea.
Bateson ha demostrado que la lógica no modeliza ni las relaciones
perceptivas ni las afectivas. Éstas se basan en algo que, contrariamente a
la materia/energía, sí puede perderse: la información.
Ésta, incorporada como nueva variable donde el espacio se convierte
en el lugar puntual y el tiempo en un momento determinado, altera
acumulativamente el carácter global de la ubicación espacial. El reemplazo
del paradigma relativista por el de las teorías del caos, con su correlato de
“protocolos posibles”, exige la incorporación definitiva de la información a
fin de precisar resultados reconocidos actualmente como de carácter
aleatorio. El espacio accede entonces a una definición donde la influencia
de la información y sus matices es reconocida como componente inseparable
de la manifestación de los procesos (Gausa, 2000).
Observar el espacio desde la dimensión social hace que una vivienda,
por tomar un ejemplo paradigmático, deje de ser un ente temático y
circunscripto sólo a un funcionalismo, para pasar a significar, según el modo
en que se produce y dispone de su espacialidad, un posible amplio espectro
de lugares reales-e-imaginados.
Estas observaciones que nos vinculan al espacio heterogéneo y relacional
nos llevará a la noción de heterotopía de Foucault, entendiendo que no es
ni un vacío desprovisto de sustancia a ser percibido por parte de la intuición
cognitiva, ni un repertorio de formas físicas a ser fenomenológicamente
descriptas. Se trata de otro espacio, aquel que Lefebvre describía como l’espace
vécu. Hablamos de una espacialidad efectivamente vivida y socialmente
creada, simultáneamente abstracta y concreta.
Hoy se percibe la formación de nuevas geografías de centralidad. El
imaginario de una red metropolitana de la ciudad, concepto de Metrópolis
desde la Modernidad (cuando era entendido como una sumatoria de
subsistemas o de relación entre subsistemas) ha mutado a una
configuración rizomática (Jáuregui, 2002); en el sentido de “rizoma”
planteado por Deleuze-Guattari.11

11. En este texto aludimos principalmente a los Principios de conexión y de heterogeneidad:


“cualquier punto del rizoma puede ser conectado con cualquier otro, y debe serlo. (...) poniendo
en juego, no sólo regímenes de signos distintos, sino también estatutos de estados de cosas (...) y no
se puede establecer un corte radical entre los regímenes de signos y sus objetos. (...) Un rizoma no
cesaría de conectar eslabones semióticos, organizaciones de poder, circunstancias relacionadas
con las artes, las ciencias, las luchas sociales. (...) un método (táctica) del tipo rizoma sólo puede
analizar (el lenguaje) descentrándolo sobre otras dimensiones y otros registros”.
80 Configuraciones sociales en el habitar. Reflexiones en el marco...

Hablaríamos de un tipo de estructuración que no implica una rela-


ción sintética entre los elementos, sino de una ciudad que está siempre
deviniendo en otra cosa. Plantear esta nueva mirada hacia la ciudad es
comprenderla como una estructura ramificada en múltiples direcciones
donde no hay centro y donde hay diversos niveles de conectividad entre
los puntos de la estructura. Un entramado con puntos de cruzamiento
que van adquiriendo mayor o menor intensidad en función de las
determinaciones de un contexto, de lo que está alrededor, del campo de
atracción. Se constituye así el concepto de Metápolis.
Según François Ascher (1995),12 parece que no estamos muy lejos
de este nuevo paradigma espontáneo de urbanización: “A medida que se
dilata y se recompone, la metapolización construye nuevos tipos de
espacios urbanos, irregulares y heterogéneos, fragmentados y
simultáneamente polarizados y difusos, sin contornos precisos, sin relación
definida con los límites administrativos de las colectividades territoriales,
bien integrando los espacios, los habitantes y los empleos más alejados,
bien excluyendo y marginalizando los territorios y las poblaciones del
mismo proceso” (Ascher, 1996).13
Podríamos establecer un vínculo con la noción de sistema de objetos
y sistema de acciones integrados que expresa Milton Santos (1996, p.
54).14 Él mismo, tomando el concepto de Vilhema, expone que un objeto
tiene una esencia que lo distingue de otros objetos, y tiene una existencia,
en la medida que la conciencia le da existencia a ese objeto, y a la vez la
conciencia lo constata porque él tiene existencia. Reconocer y nombrar
un objeto supone un aprendizaje explícito o implícito, por lo que el lenguaje
tendrá un papel fundamental en la vida humana por ser el modo de
identificar y reconocer la objetualidad que nos rodea “a través de los nombres
ya dados”, puesto que los objetos nos preceden (1996, p. 55).
En el campo del diseño, Doberti llevará esta vinculación a un extremo
de relevancia, estableciendo que la cultura está definida por dos grandes
sistemas, el del hablar y el del habitar, ambos de carácter social (1992, p. 4).15

12. Ascher, F., Métapolis, ou l’avenir des villes, Éditions Odile Jacob, París, 1995.
13. Ascher, F., “The Metapolis, or the end of the outskirts”, European 4, European
Publications, París-Le Grand Arche, 1996.
14. Santos, Milton, A Natureza do Espaço. Tecnica e tempo. Razao e Emoçao, Hucitec, São
Pablo, 1996.
15. Doberti, Eduardo, Lineamientos para un teoría del habitar, CAPBA, Buenos Aires,
1992.
Liliana D’Angeli 81

En tanto codificaciones, son contratos sociales y son entidades de


mutua determinación. Hablar y habitar nos hacen humanos y nos dan el
ingreso a la cultura.
La construcción del signo, en el sistema del hablar propuesto por de
Saussure, en tanto correspondencia entre la masa fónica y la masa
conceptual, es arbitraria. En cambio, en el sistema del habitar, la
codificación que se establece entre conformaciones y comportamientos
no es arbitraria de ningún modo, aunque esto sea poco reconocible por
los grados de “naturalización” con que ejercemos las prácticas cotidianas.
Aparece así la hipótesis de reconocimiento del ejercicio social del
hábitat: “los comportamientos de cualquier tipo (sean alimenticios,
pedagógicos, laborales, de recreación) están indicados, posibilitados y
limitados por las conformaciones.
Incorporando una variable más a las ópticas que desarrolla Santos
en la identificación de objeto y acción, tomemos aquí el término
conformación como la agrupación de formas (espacios y objetos) donde
éstas adquieren significación por contigüidad. La asociación de dichas
formas provoca y evoca acciones, que integradas dan lugar a los
comportamientos cuya institucionalización define las prácticas sociales
que caracterizan a una cultura.
Hilando fino en el lenguaje, la palabra comportamiento alude a la
“manera de comportarse”, siendo este último vocablo, comporter, sinónimo
también de tolerar, aguantar, sufrir. ¿Nos encontramos nuevamente con
Foucault y con el estructuralismo?
Y en este sentido surgirá una aparente simetría entre esta capacidad
de la espacialidad de inducir y controlar comportamientos y la capacidad
que conlleva la acción para imponerse y modelar o modificar las
conformaciones.
Para Giddens, “analizar la estructuración de los sistemas sociales
significa estudiar los modos en que esos sistemas, fundados en las actividades
inteligentes de los actores situados que aplican reglas y recursos en la
diversidad de contextos de acción, son producidos y reproducidos en una
interacción. Crucial para la idea de estructuración es el teorema de la
dualidad de estructura (...) La constitución de agentes y la de estructura
no son dos conjuntos de fenómenos dados independientemente, no forman
un dualismo sino que representan una dualidad” (op. cit., p. 61).
Paradójicamente, los intentos proyectuales para superar situaciones
de pobreza urbana sólo han reforzado la estigmatización de estos
82 Configuraciones sociales en el habitar. Reflexiones en el marco...

pobladores. El “Diseño” es la expresión del saber académico que especi-


fica en las prácticas de planificación urbana determinadas categorías
teóricas de espacialidad. Estas nociones no suelen tener en cuenta, o
bien distorsionan, la acepción ideal y práctica con que los diversos gru-
pos de pobladores configuran su vida cotidiana.
Esta ignorancia o indiferencia cualitativa tiene varios orígenes. Sin
embargo, no se trata sólo, ni fundamentalmente, de la falta de interacción
con estos grupos, sino también, y llamativamente, de sostener ciertas
posturas académicas acerca de “la urbanización con sentido social”. Así,
se suele definir el trazado de la “villa miseria” como una impronta
vernácula que debe ser respetada como nueva tipología topológica de
radicación.
Los que trabajamos en las villas del conurbano bonaerense podemos
sostener que son los mismos pobladores a ser “promovidos” quienes portan
y defienden su integración a la Ciudad desde la lógica geométrica reticular
que imparte el saber erudito para la “ciudad formal” o “legal”. Este modelo
se encuentra absolutamente instalado en su imaginario como expresión
nativa de “urbanización”. Así, la adopción de la cuadrícula ortogonal
aparece como legalidad urbana y, a la vez, como símbolo de inclusión social.
La adopción del modelo “formal” de urbanización por parte de los
pobladores no se limita a la lectura abstracta de un plano, sino que implica
la búsqueda de determinaciones políticas, proyectuales y sociales que se
deben producir en la interacción entre planificadores y pobladores, esto
es, en el diálogo entre “el Diseño” y “el Habitar”. Estas determinaciones
dan lugar a la construcción de nuevas modalidades de gestión que,
aunque no registradas en el ámbito académico ni en el político, deben
tenerse en cuenta a la hora de incluir y desestigmatizar a los residentes
de los llamados, en la jerga cotidiana, “barrios pobres”. La acción de
apropiación del espacio local ha dejado improntas en la adaptación indi-
vidual, trascendiendo y armando organizaciones comunitarias. Esto ha
llevado a la formación de actores capaces de responder por sus acciones
y accionar desde situaciones de liderazgo.
A partir de establecer estos vínculos disciplinarios hemos intentado
contribuir con algún aporte hacia la trialéctica espacial. Creemos que
todos estos argumentos resumen la importancia de reconocer la dimensión
social de las formas espaciales a través de los sentidos dominantes que le
dan existencia en la intencionalidad de los actores.
Liliana D’Angeli 83

Figura 3: A la izquierda, imagen del Barrio Almafuerte o Villa Palito (1962).


A la derecha, la continuidad de urbanización de la villa, convertida
en barrio (2007). Provincia de Buenos Aires.

Se nos presenta un caleidoscopio de conocimientos como imágenes


que se reflejan unas con otras resignificándose y que, excediendo el
campo de composición “canónico” de lo disciplinariamente propio,
aparecen como variables y deben ser consideradas de una vez por todas.
Esta situación no puede desconocer, además, la importancia de una
reflexión multirreferencial entre las disciplinas interesadas por la
espacialidad. Y justamente este enlace nos desafía a armar nuevas
estructuras de observación, de modo tal que nos recompongan
intencionalmente al ser en sus tres dimensiones, tanto física, mental y
social, superando aquellos eternos juegos dicotómicos, que nos tienen
tan mal acostumbrados a las frustraciones.

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Liliana D’Angeli 85

La espacialidad de las urbanizaciones


cerradas. Del espacio concebido,
percibido y vivido por los actores
metropolitanos de Buenos Aires

Daniela Szajnberg*

Introducción

S obre la cuestión de las urbanizaciones cerradas (UC) existen trabajos


que indagan desde perspectivas parciales la articulación del espacio
que las mismas generan con las representaciones de los actores
involucrados. Desde disciplinas como la sociología, en general estos
estudios se han dedicado a conocer y analizar este fenómeno a partir del
discurso de sus residentes, o desde el análisis de los metamensajes y
simbolismos incluidos en los avisos y folletos publicitarios de los barrios
cerrados y los “countries”.1
Si asumimos que el fenómeno de las UC es sólo parte de un proceso
complejo como el de la suburbanización tardía de las elites, en una
metrópolis que lleva más de medio siglo de crecimiento suburbano
protagonizado por los sectores populares de la población, estos estudios
resultan parciales a los efectos del análisis de la nueva “espacialidad”
que se ha generado. El tipo de trabajos enunciados es de gran aporte
como uno de los insumos necesarios para el análisis del proceso de
suburbanización ligado a la proliferación de UC de los últimos tiempos.
Sin embargo, también es necesario indagar las prácticas, percepciones y
posicionamientos que han tenido y tienen todos los actores y agentes

* Arquitecta, Especialista en Planificación Urbana y Regional. Docente de grado y posgrado


FADU-UBA. Directora de Equipo de Investigación UBACYT. Coordinadora de la Unidad de
Investigadores en Planificación Urbana y Regional-Secretaría de Investigaciones-FADU-UBA.
1. Ver Arizaga (1999) y Svampa (2001).
86 La espacialidad de las urbanizaciones cerradas. Del espacio concebido...

relevantes, para poder dar cuenta de la nueva “espacialidad” configura-


da por este proceso.
En un trabajo de investigación que estamos desarrollando sobre los
Partidos de Pilar, Tigre y Berazategui, tomados como “muestras” para un
área tan amplia como las abarcadas por las UC, el marco teórico respecto
del “espacio urbano” se aplica usando categorías y perspectivas provenientes
de los enfoques críticos de recortes disciplinares como la sociología, la
geografía y la economía urbanas. Los aportes de categorías acuñadas por
Henri Lefebvre, Manuel Castells, Christian Topalov, David Harvey, Milton
Santos y Samuel Jaramillo, entre otros, han contribuido a la constitución
del mismo. No obstante, la tesis sobre la “trialéctica espacial” de Edward
Soja puede contribuir, particularmente, en la tarea de identificación y
categorización de los actores y agentes involucrados en el proceso que se
analiza, desde una perspectiva urbanística que se respalde principalmente
en la noción de “espacialidad”, según las 3 nociones que integra simultá-
neamente para su comprensión: el espacio conceptual, percibido y vivido,
o, dicho de otra manera, el espacio concebido, material y experencial.
Otra tesis que coadyuva a perfeccionar el marco de interpretación
“geográfica” de los fenómenos sociales analizados sobre el tema y la
suburbanización de la RMBA es la que sostiene Milton Santos acerca
del hecho de que la “acción” no podría darse sin el “objeto”, y que cuando
es ejercida acaba redefiniendo el “objeto” y redefiniéndose como “acción”.
Esto podría aplicarse puntualmente al análisis de las causas y efectos de
las acciones de los actores identificados en el proceso de suburbanización
estudiado sobre los objetos y los sujetos como un todo, y de cómo esos
efectos retroalimentan y redefinen no sólo a esos objetos y esos sujetos
que componen el espacio estudiado, sino también a las acciones con que
éstos se interrelacionan.
Dado que esta investigación tiene como categoría central el “proceso
de producción, uso y apropiación del espacio urbano”, resulta relevante
la incorporación de categorías como “prácticas sociales” y “actores sociales
urbanos”. A tal efecto se abordarán los aportes de la “teoría de la
estructuración” de Anthony Giddens, la “teoría de la acción” según
apuntes realizados desde la perspectiva filosófica, psicológica y sociológica,
y la clasificación de la noción de “actores urbanos” efectuada por Pedro
Pírez según su relación con la “gestión de la ciudad”.
Una vez enriquecido el marco de la tesis sobre las UC con los nuevos
aportes conceptuales enunciados, y con el objeto de definir las fuentes
Daniela Szajnberg 87

de información más convenientes para el análisis de esta “espacialidad”,


de acuerdo con los resultados de las tareas preliminares de identificación
y categorización de actores y de selección de fuentes de información
apropiadas2 para cada caso, se reelaborará la metodología para su
obtención, procesamiento y análisis, poniendo énfasis en la preparación
de los trabajos previos a la recopilación de nueva información primaria, a
través del diseño de entrevistas orientadas, procedimientos para su
implementación y la adaptación del marco teórico para su análisis.

Aporte de las nociones de “espacio geográfico como híbrido”


(Milton Santos) y de la “trialéctica espacial” (Edward Soja) al
marco teórico

Según los ejes orientadores de la investigación sobre UC y


suburbanización en la RMBA, la “dimensión social del espacio” resulta
prioritaria en el enfoque teórico de la misma. La disciplina geográfica
presenta dos miradas que –se considera– aportarían al completamiento
del marco teórico planteado. Básicamente se trata del carácter “híbrido”
del “espacio” según la mirada de Milton Santos y el carácter “trialéctico”
que le asigna Edward Soja.
Milton Santos (1996) arriba a la idea de que el “espacio geográfico”
es un híbrido, 3 por entender que el “espacio” es resultado de la
inseparabilidad entre sistemas y objetos y sistemas de acciones, y por
tanto considera como un error epistemológico de la modernidad el hecho
de trabajar a partir de conceptos puros.4

2. Para definir cuáles serán las fuentes óptimas, se utilizarán criterios de selección basados
en los objetivos de la búsqueda y la naturaleza de esa información (primaria o secundaria), la
pertinencia y confiabilidad, su disponibilidad y accesibilidad.
3. “Híbrido” se interpreta como como sinónimo de “mixtura”, “heterogeneidad”, y como
antónimo de “puro”.
4. Para ello se referencia en lo que Latour (1991) manifiesta en cuanto a que uno de los
puntos de partida de la paradoja moderna ha sido la separación entre naturaleza y cultura, y
desde el punto de vista científico la separación entre un poder científico representativo de las
cosas (como las ciencias exactas) y un poder político representativo de los sujetos (como las
ciencias políticas). La propuesta de “noción de forma - contenido” es en geografía un correlato
de los mixtos o híbridos que Latour propone como cuasi-objetos estabilizados, Whitehead como
objetos vivientes, y Stiegler como seres inorgánicos organizados. Así, la idea de forma-contenido
une el proceso y el resultado, la función y la forma, el pasado y el futuro, el objeto y el sujeto, lo
natural y lo social, forzando un tratamiento analítico del espacio como conjunto inseparable de
sistemas de objetos y sistemas de acciones (Santos, 1996, pp. 82-83).
88 La espacialidad de las urbanizaciones cerradas. Del espacio concebido...

Santos también plantea la necesidad epistemológica de distinguir


los conceptos de “paisaje” y “espacio”. Como paisaje es usado comúnmente
en el sentido de “configuración territorial”, define a ésta como conjunto
de elementos naturales y artificiales que físicamente caracterizan un
área, entendiendo “paisaje” como una porción de la configuración
territorial que es posible abarcar como visión. Así cada “paisaje” se
caracteriza por una dada distribución de formas-objetos, provistas de un
contenido técnico específico. La noción de “espacio” ya incluye la
intrusión de la sociedad en esas formas-objetos. El “paisaje” es entendido
como sistema material, en tanto el “espacio” implica un sistema de valo-
res, por lo tanto, en permanente transformación.
Cabe destacar que Santos efectúa algunas disquisiciones sobre la
dialéctica entre “sociedad”, “espacio”, “paisaje”, concluyendo que la
contradicción principal está dada entre “espacio” y “sociedad” y no entre
“sociedad” y “paisaje”, porque la dialéctica se da entre acciones nuevas
y una vieja situación, y la situación está definida por la situación actual
en tanto sociedad y como espacio, y en cada momento la sociedad está
actuando sobre sí misma y jamás sobre la materialidad exclusivamente.
De allí, entonces, es que se analizará el “proceso” como consecuencia
de tres lógicas que se distinguen en una ciudad metropolitana como
Buenos Aires: el proceso de “producción” de la ciudad, el de “consumo”
(uso), y el de “apropiación”, acompañados todos ellos por la intermediación
de las acciones de regulación y control de los anteriores. Los dos primeros
procesos son predominantemente comandados por el mercado, y el último
es ejercido por el Estado. Sin embargo, este último suele formar parte del
proceso de producción de aquellos bienes y servicios urbanos que no se
producen mercantilmente. De sus acciones y relaciones resulta la
orientación del desarrollo metropolitano, que se presenta “en torno a
dos oposiciones: el bien común o el interés privado; la redistribución o
concentración de sus bienes y servicios” (Pírez, 1994).
La aparición del fenómeno de las “UC” como una de las componentes
del proceso de suburbanización en la RMBA exalta las contradicciones
entre “lo público” y “lo privado”. En tanto, el proceso de suburbanización
mediante el cual la ciudad de Buenos Aires se expandió hacia mediados
del siglo XX produjo una ciudad donde prevalecía el interés por la
construcción del espacio público; en el proceso de suburbanización actual
predomina la apropiación privada del espacio. Así lo demuestran las
tendencias de desarrollo bajo la modalidad espacial de “polígonos
Daniela Szajnberg 89

cerrados”, donde se desarrollan la actividad residencial (UC), indus-


trial (parques industriales), de consumo (“shopping centers”,
hipermercados), de ocio y recreación (parques temáticos, complejos de
cines) y la infraestructura vial bajo la forma de redes de autopistas
“aranceladas”, que también operan una apropiación selectiva del espacio.
De allí que resulte también relevante otra noción que Santos tiene
en cuenta, la de “intencionalidad”, puesto que la misma permite una
relectura de las relaciones entre “objeto” y “acción”; considera que esta
noción es eficaz tanto para rever la noción de conocimiento como para
analizar la de producción y producción de cosas, considerados como un
resultado de la relación entre el hombre y el mundo y entre el hombre y
su entorno (Santos, 1996: 73).
A partir de la tesis de Hägerstrand, en la que se propone que el
paisaje es la versión extrema de la intencionalidad en cuanto a que la
acción humana es la proyección de la materia, Santos resalta la
inseparabilidad entre “acción” y “objeto”, y afirma que el objeto central
de la geografía son los objetos y las acciones tomados de manera conjunta,
resultando que la acción es más eficaz cuando los objetos son más
adecuados, siendo ambos dependientes entonces de la respectiva carga
de ciencia y de técnica que estén presentes en el territorio (Santos,
1996, pp. 75-76). Uno de los rasgos que Santos destaca respecto de la
“acción” es su imprevisibilidad, por cuanto “...una acción se separa de su
agente y desarrolla sus propias consecuencias. Esa autonomización de la
acción humana constituye la dimensión social de la acción. La acción es
un fenómeno social no solamente porque es obra de varios agentes sino
también porque nuestros actos se nos escapan y tienen efectos que no
avisoramos...” (Santos, 1996, 76). Asimismo Santos aclara que la
interpretación geográfica de los fenómenos sociales debe considerar que
la “acción” no podría darse sin el “objeto”, y cuando es ejercida acaba
redefiniendo el objeto y redefiniéndose como acción.
En cuanto a la cuestión de la “inseparabilidad de los objetos y las
acciones”, Santos retoma lo propuesto por Whitehead (1919), en cuanto
a que el reconocimiento físico de un objeto surge de su relación con el
evento que lo sitúa, y por Baudrillard (1973), respecto del hecho de que
la descripción de un “sistema de objetos” depende de la descripción de
un “sistema de prácticas”, de donde resultaría que los “objetos” cobran
sentido como “mediadores” (tomado por Santos de Moles, 1972). De allí
que Santos ponga énfasis en la vinculación entre las transformaciones
90 La espacialidad de las urbanizaciones cerradas. Del espacio concebido...

morfológicas, funcionales y de procesos con la evolución que marca las


etapas del proceso de trabajo y de las relaciones sociales. “Cualquier
período histórico se afirma en un elenco correspondiente de técnicas y
de objetos que lo caracterizan, dando lugar luego de un tiempo al
surgimiento de un nuevo sistema de técnicas que dan lugar a no sólo
nuevos objetos, patrones o formas de acción, sino también a una relectura
de los patrones espaciales a través de los cambios morfológicos y los cambios
funcionales, dejando la posibilidad de que viejos objetos muden su función
para atender las necesidades de las nuevas prácticas y también por la
variación de su significación” (Santos, 1996, p. 78). Entonces, basado en
lo que Laclau (1990) propone como la inestabilidad de los objetos, Santos
manifiesta que el objeto geográfico está siempre cambiando de significa-
ción, a raíz de las condiciones relacionales de los objetos en el espacio.5
El “espacio” en este Proyecto es, entonces, conceptualizado como
un producto social en permanente proceso de transformación,
aprehendiendo su relación con la sociedad, comprendiendo los efectos
de los procesos y especificando las nociones de forma, función y estructura
(Santos, 1988). El concepto de “espacio social” se construye a partir del
estudio de la relación entre espacio y sociedad, siendo el trabajo humano
la categoría que explica la naturaleza de esta relación. Esta reflexión
lleva a considerar el espacio como capital, en tanto “medio de producción”
y “mercancía”, y como “valor de uso” y “valor de cambio” (Moraes y Da
Costa (1987); Jaramillo (1989).
En la sociedad capitalista existe una tendencia a la especialización
y agrupamiento que determina la distribución de usos del espacio
construido. En este sentido, el espacio urbano reproduciría la “división
técnica y social del espacio” (Castells, 1974; Topalov, 1979). En tanto la
primera se basa en las ventajas productivas de la economía de
aglomeración, la segunda “tendría como raíz el carácter clasista de la
sociedad capitalista, que implica que las capas más poderosas económica

5. En cuanto al “significado de los objetos”, Moles (1969) considera que proviene de la


“función”; Baudrillard, que los objetos no tienen existencia fuera de las “actividades. Santos
define que la “forma” da un punto de partida, pero que es insuficiente como punto de llegada a
una explicación, lo que en los términos de George Simmel pasa por el “conocimiento de la
vida”, siendo necesario, para entender el mundo, trabajar las nociones de “forma” y “causa”.
Ledrut (1984) profesa que la disociación entre “continente” y “contenido” (como lo hacen Émile
Durkheim en el nivel físico y George Simmel en el nivel lógico) deja afuera a la forma social, y
que tal disociación nos desencamina porque sólo existe en la abstracción (Santos, 1996: 81-82).
Daniela Szajnberg 91

y socialmente excluyan o releguen a los otros grupos del disfrute de las


localizaciones más apetecidas” (Jaramillo, 1989). Las UC, así como los
demás “objetos suburbanos” vinculados a las nuevas formas de circulación
y consumo, replantearían el tipo de organización técnica y social del
espacio suburbano en la RMBA: a escala metropolitana, ya no quedaría
tan clara la histórica división social del espacio residencial entre el área
central y su periferia; a microescala del proceso de suburbanización, se
recrearía esta división social del espacio, quedando enclaves ponderados,
en el contexto del tejido heterogéneo existente. Por lo general, la división
social y técnica del espacio conlleva un proceso de “segregación urbana”,
que en el caso de la distribución del espacio residencial se produce de
manera diferenciada socialmente, dando un paisaje urbano específico,
“ya que las características de las viviendas y de su población fundamentan
el tipo y el nivel de los equipamientos y de las consiguientes funciones”
(Castells, 1972-1974).
La actividad inmobiliaria capitalista va creando nuevas formas de
propiedad del suelo, ligadas a las transformaciones del modo de circulación
de las mercancías (Topalov, 1979). Las “UC” proponen una innovadora
forma de propiedad del espacio residencial, cuyo elemento distintivo
radica en que ciertos espacios colectivos, que en la ciudad tradicional
son de carácter público, en las UC son privados, y es por ello que ese
espacio se encierra. Así, “lo cerrado” resulta un elemento descriptivo de
una suerte de “privatización” del espacio en cuanto a uso y apropiación,
siendo que el nuevo espacio que se produce como privado antes se
producía como público. Así, opera la “renta de segregación” en relación
al consumo de vivienda, en tanto no se limita al consumo de espacio
construido sino también de su localización en el espacio urbano, en tanto
habitar sobre esos lugares implica una jerarquización social, y el espacio
adquiere esa significación. Históricamente, el espacio suburbano de
Buenos Aires poseía una carga semántica negativa y las UC tienden a
reconfigurarla por otra, relativamente positiva y de carácter diferencial.
Las nuevas formas de segregación socioespacial de las UC, cuyo
acceso se restringe a los residentes, excluyendo al resto de la población,
observan consecuencias debilitadoras del carácter colectivo de la ciudad
y refuerzan la segmentación física y social, comprometiendo amplias
extensiones con la “copropiedad” privada, dificultando su posible
reconversión. Considerando el crecimiento de las tendencias
“privatizantes” del espacio configurado por las UC, destacamos que, al
92 La espacialidad de las urbanizaciones cerradas. Del espacio concebido...

mismo tiempo que la ciudad es el ámbito de lo público, también es apro-


piada de manera privada, constituyendo un objeto de disputa social.
“Esta disputa se concreta, particularmente, en un proceso de inclusión-
exclusión social. Esta lógica de inclusión-exclusión de la ciudad da lugar
a la segregación territorial que permite la configuración de ámbitos
socialmente homogéneos dentro de ciudades heterogéneas” (Pírez, 1994).
Ahora bien: por un lado, se puede interpretar que las relaciones de
contigüidad han tenido poca relevancia en los nuevos procesos de
producción y articulación del espacio en el marco del “capitalismo
flexible” que caracterizó al último tramo del siglo XX, en un mundo
“globalizado”. Según Milton Santos (1996, pp. 222-229), las
“verticalidades” han sido el tipo de relación con un papel preponderante
en la articulación del espacio, superponiéndose a las relaciones “hori-
zontales” y de contigüidad. Por otra parte, no resulta menor la necesidad
de incursionar en alguna nueva forma de interpretar esta “espacialidad”
producto de las nuevas formas de articulación y estructuración del espacio
heredadas del proceso de globalización (económica, social, tecnológica
y cultural), como es el caso de las UC. Un posible encuadre teórico y
metodológico –de lo hasta aquí planteado– sería la propuesta que Edward
Soja efectúa sobre la “trialéctica de la espacialidad”.
En su obra Thirdspace (1996), Soja propone pensar de manera
diferente los significados y la significancia del espacio y los conceptos
inherentes a la “espacialidad” de la vida humana (lugar, ubicación,
localidad, paisaje, medio ambiente, hogar, ciudad, territorio, geografía).
Sin dejar de pensar en el espacio y la espacialidad como lo hacíamos
normalmente, pero animándonos a cuestionarlo según nuevos enfoques
que amplíen la sensibilidad crítica de nuestra imaginación geográfica.
Asimismo, hace hincapié en que somos seres espaciales, participantes
activos de la construcción de nuestra espacialidad, y por tanto, una con-
ciencia estratégica de esta espacialidad colectivamente creada y sus con-
secuencias sociales resulta esencial en el sentido teórico y práctico de
nuestros mundos vividos contemporáneamente, en todas las escalas, desde
la última a la más global.
Así, Soja propone entender al mundo en sus dimensiones simultáneas
histórica y social, pero, además, incorporar una tercera dimensión
existencial proveniente de nuevas formas de pensar e interpretar lo
espacial (lo espacial, lo histórico, lo social), apuntando a lo
transdisciplinario como manera de evadir las ataduras a los límites de los
Daniela Szajnberg 93

marcos pasados que se imponían desde la “departamentalización” disci-


plinaria. También plantea que la discusión entre las categorías moder-
nas y posmodernas ha dominado y polarizado la literatura corriente, de-
jando poco lugar a perspectivas alternativas, y afirma que este tipo de
polarización lleva a instancias reduccionistas y dicotomías simplistas. Por
eso plantea el “Thirdspace” como extraordinariamente abierto, un lugar
para el intercambio crítico en el que la imaginación geográfica puede
expandirse acompañando una multiplicidad de perspectivas que han sido
consideradas incompatibles por los que él llama “árbitros epistemológicos”
(réferis).
Lo que Soja propone como “thirding-as-othering” (lo que prodría
traducirse como “ponerse en el lugar del otro”) introduce otro set de
opciones al pensamiento y acción política hasta allí confinada a dos
alternativas. Si el “Firstspace” es el espacio de la materialidad (natural y
construída) y el “Secondspace” es el imaginado, el “Thirdspace” se pre-
senta como un tercer modo práctico y teórico de comprender el espacio,
saliendo de la perspectiva bipolar de lo socio-histórico al incluir lo vivi-
do. En la construcción de esta nueva categoría, Soja reconoce las con-
tribuciones de Henri Lefebvre, para luego plantear una nueva mirada
crítica de la que surge su tesis de la “trialéctica de la espacialidad”.
También reutiliza la noción del “Aleph” de Jorge Luis Borges (alegoría
sobre la infinita complejidad del espacio y el tiempo, que se presenta
como el lugar donde están todos los lugares, el mio, el tuyo y el de los
otros y todos los tiempos), con el objeto de provocar nuevas formas de
entender y nuevas miradas. El hecho de vincular estos significados a la
conceptualización de la producción del espacio de Lefebvre detona un
abanico de conocimiento espacial que orienta lo que intenta plantear
con el concepto de “Thirdspace”: el espacio donde todos los lugares son
capaces de ser visualizados desde distintos ángulo, pero también un es-
pacio lleno de ilusiones y alusiones, un espacio común a todos nosotros
pero también diferenciado para cada Ser individual, no completamente
visible y entendible; un universo imaginado, o, como Lefebvre lo hubiera
llamado: el más general de los productos.
De allí que para Soja todo viene adosado en el “Thirdspace”:
subjetividad y objetividad, lo abstracto y lo concreto, lo real y lo imaginado,
lo conocible y lo inimaginado, lo repetitivo y lo diferencial, la estructura
y la acción, cuerpo y mente, conciencia e inconciencia, disciplina y
transdisciplina, la vida cotidiana y la historia infinita. A pesar de esta
94 La espacialidad de las urbanizaciones cerradas. Del espacio concebido...

constante búsqueda para moverse más allá de lo que es conocido (lo


meta), Soja reconoce que el flanco débil del “Thirdspace” –en lo referente
a sus simultaneidades– es la imposibilidad que se plantea de ser abordado
desde las secuencialidades narrativas del lenguaje, los textos, los discur-
sos, las geografías y las historiografías, para captar los completos y com-
plejos significados de la espacialidad humana.
Uno de los elementos más interesantes de su teoría es el hecho de
plantearla en un paralelo con las nociones de fuga y polifonía (asimilando
a este último concepto el de “thirdspace”). Asimismo manifiesta que cada
uno de sus capítulos es como una “obertura” de los próximos, y que sus
conclusiones finales están planteadas, asimismo, como oberturas o apertu-
ras a nuevos enfoques. A la vez, reflexiona sobre cómo se armonizan los
“espacios cacofónicos” conceptualizados en el “Aleph” de Borges o la “pro-
ducción del espacio” de Lefebvre.6 Al respecto sostiene que la noción de
“thirdspace” pone fin al reduccionismo del binarismo (en referencia a ca-
tegorías bipolares sujeto-objeto, mental-material, natural-social, burgue-
sía-proletariado, local-global, centro-periferia, acción-estructura), advir-
tiendo que no se trata de una mera posición intermedia, sino de algo más
importante que supera la lógica categórica y cerrada de la dialéctica con:
el “thirding-as-othering”, como forma de construcción, ordenamiento y
tentativa de reconstitución de totalizaciones.
No obstante, Soja reconoce que cuando Lefebvre plantea las ca-
tegorías de producción del espacio como práctica espacial,
representaciones del espacio y espacios de representación, está
incorporando, a su manera, una tríada. Soja asimila estas nociones al
espacio percibido, concebido y vivido respectivamente, e intenta una
interpretación propia de la trialéctica descubierta en Lefebvre. Así,
la “práctica social” (en el “Firstspace”) es definida como la produc-
ción de una espacialidad que involucra producción y reproducción, y
las particulares localizaciones y conjunto de características espacia-
les de cada formación social. Garantiza continuidad y algún grado de
cohesión e implica un nivel garantizado de competencia y un nivel
específico de realización. La práctica espacial de una sociedad se
propone y presupone en una interacción trialéctica. Es el proceso de
producción de la forma material de la espacialidad social (incluyen-

6. En este caso remite al metamarxismo y al proyecto político y teórico que éste engendra,
asimilándolo a la noción de “fuga”.
Daniela Szajnberg 95

do la actividad, la conducta y la experiencia humana). Se puede,


desde un punto de vista analítico, revelar la práctica espacial de una
sociedad, descifrando su espacio. En cierto modo, Soja viene a traer
al análisis espacial la cuestión del “dasein” (construcción del indivi-
duo como persona que está en el mundo), el “lebenwelt” (el mundo
vivido, que incluye el mundo colectivo más nuestra propia geogra-
fía y biografía) y el “verstehen” (el comprender al mundo desde la
empatía, el colocarse en el lugar del otro para comprender). El
“verstehen” tiene que ver con entender desde la lógica de las rela-
ciones de poder e intencionalidades. Además su reteorización de la
espacialidad da una metodología para la comprensión de la espa-
cialidad a través del análisis de las praxis y las conductas.
En su teorización sobre el “thirspace” Soja también reconoce el aporte
de la categoría de “heterotopología” definida por Michael Foucault, según
los siguientes principios:

• Las heterotopías existen en todas las culturas, bajo formas variadas y


no reconocen ningún modelo universal.
• Pueden cambiar en su función y significado con el transcurso del
tiempo, de acuerdo a la particular sincronía de la cultura en que se
encuentre.
• Son capaces de yuxtaponer, en un espacio real, varios espacios
diferentes, que pueden ser a la vez incompatibles entre sí mismos, o
extraños unos a los otros.
• Están vinculadas a partes del tiempo (heterocronías) que también se
superponen.
• Presuponen un sistema de apertura y cierre que simultáneamente las
hace aisladas y penetrables, lo que es diferente a lo usualmente
concebido como espacio público más o menos accesible.
• Tienen una función externa, en relación con todo el espacio que se
encuentra fuera de ellas. Se hace referencia a este tipo de encuadre
de la heterotopía como compensación y no como ilusión.

Si bien esta categoría le ha servido como uno de los puntos de partida


para su construcción de la noción de “Thirdspace”, junto con las
trialécticas de Lefebvre, Soja sostiene que la “heterotopología” de
Fuocault es una categoría incompleta, inconsistente e incoherente,
demasiado microfocalizada e inconvenientemente apolítica.
96 La espacialidad de las urbanizaciones cerradas. Del espacio concebido...

Si se desagrega la “trialéctica espacial” que propone Soja, se obtie-


nen los siguientes 3 “espacios” que la componen: “firstspace”,
“secondspace” y “thirdspace”.
Epistemológicamente, el “Firstspace” prevalece con el correr de los
siglos a partir de la acumulación del conocimiento sobre el espacio, y
porque apunta a la comprensión empírica, medible, de las prácticas
sociales a través de las configuraciones espaciales (localizaciones, patrones
de distribución de las actividades en el espacio, geografías concretas y
“mapeables” de nuestras vidas) y por entender a la configuración espa-
cial de las prácticas sociales (dando forma a nuestros espacios de acción
mediante edificios, ciudades, regiones, etc.). En el campo de la geogra-
fía esto derivó en las ciencias positivistas, donde básicamente prevalece
la explicación de la configuración distribucional de las ciudades y las
regiones (por ejemplo, modelos gravitatorios).
Las “representaciones del espacio” definen un espacio
conceptualizado, esto es el espacio de los cientistas, planificadores,
urbanistas. Está vinculado a las relaciones de producción y especialmente
al orden que ellas imponen, el cual está constituido por vía del control
sobre el conocimiento, los signos y los códigos. Los “espacios de la
representación” se refieren al espacio directamente vivido (con las
imágenes y símbolos que lo acompañan). Por ejemplo, el espacio de los
habitantes y usuarios contiene simultáneamente todos los espacios reales
e imaginados. Éste era el espacio estratégico para Lefebvre, porque remite
a lo ideológico y lo político.
Epistemológicamente el “Secondspace” (que prevaleció en las dis-
ciplinas espaciales desde mediados de los sesenta) se concentra más en
el espacio concebido que en el percibido y asume que el conocimiento
espacial es producido mediante las representaciones discursivas del
espacio. Esto implica un espacio ideado para proyecciones del mundo
empírico, donde prevalece el mundo de los imaginarios subjetivos, el
espacio simbólico a través de la racionalidad interpretable de la signifi-
cación.7 Aquí prevalece una supuesta “transparencia”.
Soja sostiene que los campos que conciernen al tipo de investigación
que propone son el físico, el mental y el de las abstracciones formales, o
sea el espacio lógico-epistemológico, el de la práctica social y el ocupado

7. Aquí Soja advierte el riesgo de técnicas como los “mapas cognitivos” por tratarse de
categorías “naive” por sus idealizaciones.
Daniela Szajnberg 97

por los fenómenos sensoriales, incluyendo productos de la imaginación


(proyectos, proyecciones, símbolos, utopías).
En su otro libro, Postmodern Geographies (1989), Soja simplifica la
crítica de Lefebvre acerca de la doble ilusión de una miopía 8 e
hipermetropía.9 Entonces, en la “trialéctica de la espacialidad”, lo vivido,
lo percibido y lo concebido se relacionan sin ninguna prevalencia entre
sí, aunque también reconoce que lo vivido sería lo que contiene a los
otros dos.
El “Thirdspace” deconstruye y reconstruye heurísticamente la
dualidad “First-Second Space”, hacia un “thirding-as-othering”. Este
“ponerse en el lugar del otro” rebalancea y recentra la formación del
conocimiento de la espacialidad del Ser hacia la espacialización, la
historicidad y la socialidad en la formación teórica, el análisis empírico,
la investigación crítica y la práctica social. Propone una construcción
permanente, como una interminable serie de aproximaciones teóricas y
prácticas, un nomadismo crítico e inquisidor, en el cual el viaje hacia
nuevas bases nunca cesa. Tal es así que el propio Soja deja la discusión
sobre el posicionamiento epistémico del “Thirdspace” abierta a nuevas
posibilidades y lugares.

Revisión del marco teórico sobre los “actores sociales”


intervinientes en el proceso de producción, uso y apropiación
de UC suburbanas y sus“prácticas” y “acciones”

La teoría de la estructuración de Anthony Giddens centra la atención


en las “prácticas sociales” ordenadas en el espacio y el tiempo. Así, los
aspectos más importantes de la “estructura” son reglas y recursos envueltos
recursivamente en instituciones (pero fuera del espacio-tiempo). Los sis-
temas sociales en los que está recursivamente implícita una estructura
incluyen las actividades situadas de agentes humanos, reproducidas por
un tiempo y un espacio, y además no debe asimilarse a constreñimiento,
sino a constrictiva y habilitante a la vez. La “estructura” no existe con
independencia del saber que los agentes poseen sobre lo que hacen en

8. En tanto visión de lo que está ante nuestros ojos y nada más allá de ellos.
9. Visión tan lejana que hace desaparecer lo que se encuentra inmediatamente ante
nuestros ojos.
98 La espacialidad de las urbanizaciones cerradas. Del espacio concebido...

su actividad cotidiana. “Los agentes siempre saben lo que hacen en el


nivel de una conciencia discursiva bajo alguna definición. No obstante,
lo que hacen puede ser por completo desconocido bajo otras definiciones,
y ellos acaso sepan poco sobre las consecuencias ramificadas de las
actividades a que se entregan” (Giddens, pp. 62-63).
Giddens enumera 10 aspectos principales de la “teoría de la
estructuración” en relación con la investigación empírica social:

• Los seres humanos son “agentes” entendidos sobre las condiciones y


consecuencias de lo que hacen en sus vidas cotidianas, y si bien son
capaces de explicar discursivamente lo que hacen, cuando lo hacen,
es decir cuando racionalizan su conducta, lo hacen si otros individuos
les preguntan sobre su actuar.
• El entendimiento de los actores humanos está acotado por su
inconsciente y por las condiciones inadvertidas y consecuencias no
buscadas de su “acción”, debiendo investigarse sus límites y las
connotaciones ideológicas de los mismos.
• El estudio de una vida cotidiana es parte esencial del análisis de la
reproducción de prácticas institucionalizadas, que deben comprender-
se en el marco de una interpretación de integración social y sistémica.
• La rutina reduce los niveles psicológicos de angustia, y es la forma
predominante de la actividad social cotidiana, en la que los agentes
sustentan un sentimiento de seguridad ontológica.
• Debe estudiarse la contextualización de las interacciones sociales,
conociendo los límites espacio-temporales simbólicos y físicos, y
elementos de comunicación (gestualidad, postura, lenguaje).
• Las identidades sociales y las relaciones de postura-práctica asociadas
con ellas son “marcadores” en el espacio-tiempo de una “estructura”,
dando lugar a roles hacia el interior de cada colectividad, asociados
a los derechos normativos, obligaciones y sanciones de las mismas.
• Los constreñimientos asociados a las propiedades de las estructuras
son de muy diversa índole.
• Los sistemas sociales no necesariamente coinciden con la noción de
Estados nacionales, sino que tienen distintos grados de clausura,
existiendo sistemas más abiertos o más cerrados y una diversidad de
formas sociales que atraviesan las fronteras societarias.
• Es necesario entender por “control” la capacidad de ciertos actores
de influir sobre las circunstancias de acción de otros; las propiedades
Daniela Szajnberg 99

de “poder”, en tanto medio de obtener que se hagan cosas, no son


las más importantes pues siempre existe la capacidad de hacer cosas.
• Que la “reificación” (en cuanto a la objetividad del investigador
social) no caracteriza con exclusividad el pensamiento lego, puesto
que los actores son legos en lo que hacen y pueden objetar los
descubrimientos de los observadores.

De los aspectos precedentemente enunciados, Giddens instruye una


guía para la orientación general de la investigación social. Son 4 pasos,
de los cuales los dos primeros requieren de metodologías cualitativas, y
los dos últimos cuantitativas:

• elucidación hermenéutica de marcos de sentido (con fines tanto


explicativos como generalizadores);
• investigación del contexto y la forma de una conciencia práctica (lo
inconsciente) de una conducta social que permite investigar “el
saber” de los agentes que pueden expresarlo discursivamente;
• identificación de los límites de un entendimiento en tiempo y espacio;
• especificación de regímenes institucionales (pero considerados como
sistemas abiertos; por ejemplo: en un sistema federal, considerar los
niveles municipales, provinciales y nacionales).

Otro aporte conceptual interesante para esta investigación, y


previendo no incurrir en un marco teórico ecléctico, corresponde a los
planteamientos “constructivistas” que, según Philippe Corcuff (1998),
tratan de superar las oposiciones en la forma de pensar “binaria”,10 que
resultan catastróficas para la comprensión y explicación de los fenómenos
sociales complejos, tratando de concebir en conjunto aspectos de la
realidad que tradicionalmente se consideraban antagónicos. Por ejemplo,
en cuanto a la díada conceptual “objetivismo-subjetivismo”, retomando
el planteo del sociólogo Pierre Bourdieu, Corcuff remite a la asociación
de dos tipos de análisis según universos conceptuales opuestos, que dan
cuenta de los fenómenos sociales desde puntos de partida diferentes.
Según Bourdieu el objetivismo ignora los usos prácticos que constituyen
el objeto sociológico, en tanto la postura subjetivista adopta sobre la
acción los puntos de vista de los sujetos que actúan.

10. Y más aun su solidificación (todo ello heredado de los “paired concepts” de la filosofía).
100 La espacialidad de las urbanizaciones cerradas. Del espacio concebido...

En cuanto a la díada de “lo colectivo-lo individual”,11 Corcuff se


orienta hacia las sociologías que tienen una concepción plural de los
individuos, como “productos” y “productores de diversas relaciones
sociales”. La perspectiva constructivista concibe a la realidad social
como construcción histórica y cotidiana de actores individuales y
colectivos, entendiendo el término “construcción de productos” como
productos más o menos durables en el tiempo, resultantes de elabora-
ciones anteriores, y a los procesos en curso de reestructuración de
posibilidades futuras; ambos acompañados de su carácter de
constreñimiento y apertura.
Entre los autores de planteos constructivistas que conceden
predominio a las estructuras sociales y a los aspectos macrosociales de la
realidad, e integran las dimensiones subjetivas e interaccionales, Corcuff
destaca a Norbert Elias, Pierre Bourdieu y Anthony Giddens.
De Elias, toma la cuestión del “distanciamiento” y el “compromiso”
en las investigaciones en ciencias sociales. A diferencia de las ciencias
naturales, estas cuestiones son relevantes, porque la primera ayuda a
desmarcarse de las ideas preconcebidas por el investigador, los actores
estudiados y las ideas predominantes en general. La segunda significa
comprender cómo actuan los grupos humanos, para lo cual resulta in-
dispensable acceder a la experiencia íntima que los hombres tienen de
su propio grupo y de los otros grupos. También Elías da relevancia al
concepto de “interdependencia” de los individuos en los sistemas en
que se insertan socialmente, pero también en los que se conforman sus
personalidades individuales, como producto de los hábitos que desa-
rrollan en el marco de las diferentes configuraciones en que actúa el
individuo.
A su vez Corcuff pone en cuestión las ideas de “interdependencia” e
“interacción”. En tanto la “interacción” remite a las formas de relación
micro, la “interdependencia” está ligada al polo macrosocial.
De Pierre Bourdieu toma la definición de “constructivismo
estructuralista” como la conjunción de lo objetivo y lo subjetivo. Siendo
que el estructuralismo remite a que en el mundo social existen estruc-
turas objetivas independientes de la conciencia y la voluntad de los

11. De Émile Durkheim toma el hecho de que lo colectivo remite a la idea de presiones
exteriores que se imponen a los individuos y a un ámbito de validez en el espacio y en el tiempo,
más allá de las conciencias individuales.
Daniela Szajnberg 101

agentes, que son capaces de orientar o constreñir sus prácticas o sus


representaciones, el constructivismo remite a la génesis social de los
patrones de percepción, pensamiento y acción que constituyen el
“hábitus”, y de las estructuras sociales que en particular denomina
“campos”. El primer concepto remite a la interiorización de la exterio-
ridad; el segundo, a la exteriorización de la interioridad. Bourdieu dis-
tingue, según este encuadre, dos momentos de investigación: el primero
objetivista, en el que se pasan por alto las representaciones subjetivas
de los agentes; el segundo, subjetivista, porque reconoce las
representaciones subjetivas para dar cuenta de las luchas cotidianas,
individuales y colectivas, que intentan conservar o transformar las
estructuras que pesan en las interacciones. “Si Pierre Bourdieu ha
retenido de la obra de Marx particularmente que la realidad social es
un conjunto de relaciones de fuerzas entre grupos sociales
históricamente enfrentados, de la obra de Weber ha retenido que la
realidad social es también un conjunto de relaciones de significado,
que tiene una dimensión simbólica. Para él, las representaciones y el
lenguaje participan en la construcción de la realidad social, si bien no
constituyen toda la realidad” (Corcuff, 1998).
Uno de los ejes de reflexión que también se propone la presente
investigación es sobre la dimensión sociocultural y simbólica de la
ciudad. Podemos establecer una relación recíproca entre forma
espacial y contenido cultural de la sociedad involucrada dentro de la
concentración espacial de población de las UC, donde, además de
atributos como su dimensión, densidad, jerarquía funcional y activi-
dades complementarias, podemos discernir la difusión de un sistema
de valores y comportamientos que definen una “cultura urbana” y, en
consecuencia, una particular concepción del espacio y forma espacial
(Castells, 1974).
La nueva modalidad de suburbanización de la RMBA estaría
operando modificaciones en cuanto al proceso de valorización del espacio
y de la producción, uso y apropiación de la ciudad. Así, la ciudad como
ámbito colectivo, socializadora, integradora, promotora del intercambio
y el encuentro de distintos sectores de la comunidad, estaría retrayendo
su condición de “objeto público”, en pro de una ciudad más atomizada,
disgregada, fragmentada según grupos socioeconómicos homogéneos, que
segrega y excluye a los sujetos que no alcanzan el rango de “consumidores”
del espacio privado que se promueve.
102 La espacialidad de las urbanizaciones cerradas. Del espacio concebido...

La pérdida de la dimensión simbólica y referencial que presenta la


ciudad “abierta” y el “espacio público” tradicional, y la apropiación
diferencial y selectiva del espacio propuesto por las UC en vinculación
con la red de autopistas y el equipamiento de consumo del tipo
“enclave”, plantean nuevos interrogantes sobre la identidad de los
espacios representativos de la vida urbana (escala barrial, local y
metropolitana), y las pautas de convivencia e interacción
socioambiental, en cuestiones relacionadas con la ciudadanía, la
fiscalidad local y la solidaridad impositiva intraterritorial, la distribución
territorial del gasto público, y la gobernabilidad y los mecanismos de
gestión local y metropolitana. Estos temas deberían ser tenidos en cuenta
a la hora de efectuar las técnicas de indagación correspondientes a los
actores involucrados.
Por otra parte, al trabajar con las categorías de “actores”, “agentes”
y “prácticas sociales”, resulta inevitable incursionar en algunos elementos
de la “teoría de la acción”, que pudieran ser de utilidad al marco teórico
que se está revisando y completando. Diana Pérez (1999) retoma de
Donald Davidson, uno de los principales referentes de las teorías filosóficas
sobre la “acción humana”, el silogismo práctico como modelo explicativo
de las acciones, según el cual sus premisas serían las intenciones o
propósitos o deseos del agente y cierto conocimiento o información que
el mismo tiene respecto de cómo realizar sus propósitos. Las explicaciones
de las acciones son explicaciones por razones (las que el agente tuvo
para actuar como actuó). Las “acciones intencionales o primarias” tienen
dos condiciones para que algo sea una razón para explicarlas: la actitud
favorable, o propósito, o deseo, de que algo se realice o la intención de
que algo se dé, y una creencia de que cierto movimiento que uno hace,
bajo cierta descripción, tiene la propiedad en cuestión correspondiente
a la segunda premisa, o sea, el componente de las creencias, o de la
información, o del conocimiento.
En cambio, de George H. von Wright –otro de los principales
referentes sobre la materia–, recupera la idea de que una “acción” es un
“agente” que produce un cambio en el mundo, que no se habría dado si
no hubiera mediado la intervención humana. El cambio producido por la
acción es llamado “resultado” o “consecuencias” de la acción. Wright
sostiene que “las relaciones causales siempre son relaciones relativas a
sistemas cerrados y que, por lo tanto, para poder descubrir qué conexiones
causales hay en un determinado sistema, tengo que poner en funcionamiento
Daniela Szajnberg 103

ese sistema. Y toda vez que un sistema cerrado tiene que ser puesto en
funcionamiento, lo que lo pone en funcionamiento es algo externo al
sistema. Y esto es el paralelo que usa él para entender las acciones. Las
acciones siempre son lo que desencadena un proceso causal, no algo que
forma parte del proceso mismo” (Pérez, 1999). Para Wright existe la co-
nexión lógica entre razones y acción, y la conexión causal no es lógica,
sino contingente desde el punto de vista lógico. Este modelo conceptual
de la “acción” sólo puede ser utilizado para explicaciones ex post y no
predictivas.
Para Davidson las acciones son parte de la red causal y, por tanto,
son eventos en el mundo, y sostiene que esa red es de carácter holista,
es decir que la considera como un todo, una red conceptual regida
por principios muy distintos a los del mundo natural o al de los
fenómenos físicos. De allí que toda vez que se le atribuya a alguien
una acción además se le están atribuyendo ciertas creencias, deseos,
conocimiento y competencia lingüística. Uno de los fundamentales
principios para Davidson es el de racionalidad de las acciones, puesto
que, a su criterio, no resulta posible tener creencias contradictorias o
deseos contrarios a las acciones que desarrollamos. Esta idea se
refuerza si se considera lo que Luis Rabanaque (1999) –remitiéndose
a la caracterización aristotélica– responde al interrogante de qué es
lo que distingue a la teoría de la acción (conocimiento en sentido
intelectual) de la producción de la acción (de algo artístico, o de
bienes de consumo). Él dice que la “acción” presupone una delibera-
ción, que requiere de voluntad.
En cuanto al carácter espacial de las acciones, Antonio González
plantea que tienen un carácter espacio-temporal. Las “cosas son otras
respecto de nuestras acciones, y nuestras acciones son radicalmente
otras respecto a las cosas. Del mismo modo, las cosas se actualizan en
nuestros actos como radicalmente otras respecto a otras cosas que
también están presentes en ellos. Obviamente, no se trata de una
remisión de unas cosas a otras, sino de una alteridad radical, en la que
cada cosa solamente remite a sí misma. Sin embargo, como todas las
cosas tienen en común una misma alteridad radical, todas ellas se
encuentran comunicadas. De este modo nos encontramos con una red
de alteridad radical de las cosas actualizadas en nuestras acciones y de
las acciones mismas en las que las cosas se actualizan. En virtud de
esta alteridad radical, todas las cosas están fuera de las otras. Pero por
104 La espacialidad de las urbanizaciones cerradas. Del espacio concebido...

esa misma alteridad radical, cada cosa está comunicada con las de-
más. Este fuera de las cosas y de las acciones mismas en comunidad de
alteridad radical es lo que podemos denominar “espaciosidad”. Las cosas
en nuestras acciones son espaciosas” (González, p. 100).
Continúa Gonzalez: “La espaciosidad de las acciones da lugar a
distintos espacios. Es el paso de la espaciosidad a la espacialidad, pues
cada red de cosas espaciosas determina un espacio concreto. La
espacialidad no es anterior a las cosas que hay en él, sino que son las
cosas espaciosas las que constituyen los espacios. Por ello, los espacios
son de distinta índole según las cosas espaciosas que los constituyen. No
es lo mismo un espacio físico que un espacio ecológico o que un espacio
social. Sin embargo, estos distintos tipos de espacialidad no son
independientes entre sí” (Gonzalez, p. 100).
Según Gonzalez, los actos que integran la acción poseen un carácter
temporáneo, el cual consiste en la dilación según la cual todo acto está
abierto a un antes y un después, dando al sistema de la acción el carácter
de un proceso transcurrente. “Tenemos una transcurrencia que es de la
cosa actualizada, y que podemos denominar “sucesión”. Todo ello significa
que hay distintos tipos de temporalidad. No es igual la transcurrencia
como sucesión que la transcurrencia como duración. En el caso de la
sucesión, cada ahora deja de existir para dar paso al ahora siguiente. En
cambio, en la duración, el ahora de la sensación se actualiza en el ahora
de la afección, y el ahora de la afección se actualiza en el ahora de la
volición” (González, p. 101).
Por otra parte, González remite al carácter moral de las acciones,
presumiendo que se trata de algo anterior a un sistema de normas y
valores y a toda ética, según dos dimensiones fundamentales: la libertad
y la susceptibilidad de gozar del bien o del mal, pudiéndose considerar
elementalmente como buenas las acciones que producen bienes
elementales en los otros, y elementalmente malas las que producen
males elementales en los demás (en relación con la posibilidad de acceso
a las cosas).
En cuanto a los sujetos que materializan las “acciones”, a los efectos
del marco conceptual de esta investigación, resulta de utilidad la forma
en que Pedro Pírez (1995) hace referencia a los “actores urbanos” en
relación a la “gestión de la ciudad”, clasificándolos según su accionar
“local”, “extralocal” o “supralocal”. Este investigador focaliza la
“dimensión territorial de lo local” a partir de la existencia de recortes
Daniela Szajnberg 105

socioterritoriales dentro de la ciudad (áreas, distritos, barrios) que la


población significa (otorga significado) de manera particular, constitu-
yendo unidades socioterritoriales de acción por la presencia de actores
sociales específicos. “Cada uno de estos territorios intraurbanos tendrá
una significación que dependerá fundamentalmente de la decisión social
que predomine en él. Así, encontraremos áreas más o menos homogéneas
o heterogéneas y en las que predominará cierta base social. Esa relación
entre población territorio está mediada fundamentalmente por razones
estructurales: la relación entre mercado inmobiliario y posición socio-
económica de la población. Pero no únicamente la población se localiza
en el territorio en razón de su definición estructural básica, también lo
hace por otros motivos: las afinidades de origen étnico o geográfico son
uno de ellos” (Pírez, 1995).
Como consecuencia de lo anterior, se puede considerar una definición
de “actores urbanos” basada en su asentamiento en un lugar particular
de la ciudad, diferente en relación a otros, pero predominantemente
común entre quienes están en él. Esa vinculación con el territorio
intraurbano está configurada por atributos como la relación entre re-
producción social y económica y el territorio, la localización central o
periférica, la forma de asentamiento en referencia a la relación con el
suelo y la vivienda, la relación con el territorio urbano construido, el
tiempo de residencia y la construcción cultural de las identidades.
Esto, a su vez, “supone la existencia de cierto tipo de lugar, cierto tipo
de asentamiento en él, de relaciones entre los asentados allí y de una
suerte de exposición social resultante” (Pírez, 1995).
Estos conceptos vertidos por Pírez resultan vitales para el estudio de
la UC en su territorio, territorio en el cual también se encuentran
territorialidades preexistentes (como los antiguos residentes y pobladores
de la zona y su entorno, y los nuevos residentes de las UC propiamente
dichas, pero también, en algunos casos, población generalmente de muy
escasos recursos atraída por la sinergia que las UC generan en su entorno
inmediato a raíz de la posibilidad de generación de empleo, de servicios
de mantenimiento). Así es de destacar que “Las unidades territoriales
intraurbanas tenderán a configurarse entre la homogeneidad propia y la
heterogeneidad de la ciudad. La ciudad se caracterizará, en consecuencia,
como un ámbito heterogéneo compuesto de unidades con una tendencia
a la homogeneidad. Ese rasgo producirá, en algunas condiciones por lo
menos, cierta configuración de comportamientos. En la medida que la
106 La espacialidad de las urbanizaciones cerradas. Del espacio concebido...

homogeneidad social se viva a nivel territorial, podrá producirse una


identificación del ‘nosotros’ opuesta al de ‘ellos’ (los otros). Ese nosotros
que se protege en la unidad residencial podrá producir un movimiento
de apropiación privada colectiva sobre la ciudad inmediata y, en conse-
cuencia, la percepción de la presencia de ‘los otros’ como un riesgo a sus
condiciones de existencia social (...) Lo que ocurra con cada una de
esas unidades intraurbanas, así como la formación de actores y com-
portamientos, dependerá de la vinculación entre sus dimensiones
sociales (económicas, culturales, etc.) y territoriales (naturales y cons-
truidas). La significación social de las áreas o territorios interiores de
la ciudad es parte de la diferente relación que los grupos y clases
sociales tienen con el espacio urbano y con la determinación de
espacios públicos y privados” (Pírez, 1995). Por otra parte, sostiene
que los “actores locales” se reproducen como tales predominante-
mente dentro del ámbito local. “Esto significa actores económicos
que reproducen su capital en función de relaciones dentro del ámbito
territorial local (comerciantes o productores que tienen como mercado
predominante a la población local), actores políticos que reproducen
su poder en relación a los otros actores locales y en referencia al
gobierno local” (Pírez, 1995). Pero también aclara que, como se trata
de sociedades abiertas, con cierta penetración por parte de la sociedad
global, los actores locales tienen cierta capacidad de determinación
sobre los procesos locales, pero no la tienen, al menos en el mismo
grado, respecto de procesos no locales.
Asimismo, en el marco de una dinámica metropolitana sesgada por
la transnacionalización de la economía mundial, se generan no sólo
cambios en los procesos de producción y consumo del espacio
metropolitano, sino también nuevos actores y agentes, que se
caracterizan por carecer de compromiso respecto del desarrollo local y
metropolitano. La meta que moviliza el accionar de los mismos es la
mayor realización del capital (de carácter global: con origen nacional
e internacional) en territorios que opongan menor resistencia al
despliegue de intervenciones urbanas, sin importar su impacto,
considerando dicho territorio como soporte circunstancial de
emprendimientos inmobiliarios como las UC –hasta que merman las
condiciones ventajosas y se trasladan hacia otras ciudades o realizan
otro tipo de inversiones que les garantizan mayor rentabilidad–. En
este sentido, el panorama de actores que hasta ahora habían consolidado
Daniela Szajnberg 107

el proceso de suburbanización tradicional de la RMBA, se ve


profundamente trastocado al incorporarse esta nueva camada de agentes
en búsqueda de oportunidades, cuyo modus operandi presenta
intervenciones de mayor envergadura, aceleración e impacto que las
hasta ahora conocidas en esta región.
De allí que existan “actores supralocales”, tratándose de aquellos
que, si bien se reproducen en ámbitos mayores (regional, nacional o
internacional) tiene una presencia decisiva dentro de las relaciones
locales. “Podemos pensar en propietarios rurales regionales, que viven
en ciudades de servicios rurales y que forman parte de la elite local, en
gran medida en función de su posición económica regional o bien nacional
(supralocal); bancos, comercios o industrias regionales, nacionales o
internacionales cuya presencia local los convierte en actores locales
importantes” (Pírez, 1995).
También ejemplifica este tipo de “actores supralocales” –pero
“locales” desde el punto de vista de la capacidad de determinar los
procesos locales, sin tener presencia material local– con el caso de las
direcciones de empresas nacionales que tienen instaladas plantas a
nivel local aunque sin personal con capacidad de decisión, debiendo
tomarse las mismas en los lugares centrales (regionales, nacionales o
internacionales). “Estas decisiones pueden ser de primera importancia
a nivel local, pero sus tomadores no integran materialmente el sistema
de relaciones sociales locales. La existencia de estos actores da lugar a
la presencia de pirámides sociales truncas, en las que falta en forma
total o parcial el vértice. La presencia de estos tres tipos de actores en
las estructuras locales sociales y de poder tiene significado diferente.
En particular la toma de decisiones es distinta. En los primeros se basará
en los procesos locales, y lo extralocal aparecerá como contexto. Las
decisiones de localización, por ejemplo, indicarán una relativa baja
posibilidad de movimiento en el territorio. Los segundos actores, por el
contrario, tomarán sus decisiones con base no solamente en los proce-
sos locales, sino fundamentalmente en los extralocales y su vinculación
con aquellos. Los terceros tenderán a no tener en cuenta los procesos
locales, salvo como obstáculos” (Pírez, 1995).
Otra mirada que debe tenerse a la hora de identificar y contextualizar
los “actores sociales” de un proceso que trasciende la escala local –no
sólo desde el punto de vista de su configuración sino también desde el
de su impacto ambiental, entendiendo el “espacio urbano” en su doble
108 La espacialidad de las urbanizaciones cerradas. Del espacio concebido...

dimensión, física y social (el espacio híbrido del que habla Santos)– es la
que remite a la escala de la ciudad metropolitana. La RMBA está
conformada por un conglomerado cuyas unidades “políticas” son los
municipios, en los que se basa la dinámica social, pudiéndose inferir que
estos mismos actores se encuentran inscriptos en una unidad más compleja
que es la “metrópolis”, y que a su vez forman parte de procesos que
trascienden lo local, aunque esto sea de difícil percepción para muchos
de los actores involucrados. Así como la reproducción de la población y
la productividad de las actividades económicas se encuentran mediadas
de manera creciente por las condiciones de la ciudad metropolitana
desde un punto de vista integral, “la reproducción de los actores sociales
depende de la ciudad metropolitana como tal, es decir, de procesos
metropolitanos, del funcionamiento global de la ciudad metropolitana
como unidad” (Pírez, 1994). En cuestiones como la suburbanización de
la que las UC forman parte, emergen indirectamente algunos actores
metropolitanos como los sectores comprometidos con el desarrollo
sustentable y la variable ambiental, que se dan en el seno de
organizaciones no gubernamentales (académicas, vecinalistas,
ambientalistas) o algunos sectores que forman parte de la función
pública y que se han ido concientizando de la necesidad de una gestión
metropolitana integrada.
Esta clasificación de los actores, en el recorte espacio-temporal
del proceso que analiza esta investigación, y según el marco de
referencia que ha dado el proceso de “globalización” –entendido en
sus facetas económica, tecnológica, sociocultural e institucional–,
lleva a no poder dejar de considerar la articulación de las categorías
hasta aquí seleccionadas12 con la noción de “ciudadanía” que refiere
Néstor García Canclini (1995) desde una perspectiva sociocultural.
Según este autor, “podríamos decir que en el momento que estamos
saliendo del siglo XX las sociedades se reorganizan para hacernos
consumidores del siglo XXI y regresarnos como ciudadanos al XVIII.
La distribución global de los bienes y de la información permite que
en el consumo, los países centrales y periféricos se acerquen (...) la
contradicción estalla, sobre todo en los países periféricos y en las
metrópolis donde la globalización selectiva excluye a desocupados y

12. Principalmente “actor social”, “práctica social” y “acción” vinculadas a la “espaciali-


dad” propuesta por Santos y Soja.
Daniela Szajnberg 109

migrantes de los derechos humanos básicos (...) al imponerse la


concepción neoliberal de la globalización, según la cual los derechos
son desiguales, las novedades modernas aparecen para la mayoría como
objetos de consumo, y para muchos, apenas como espectáculo. El
derecho a ser ciudadano, o sea, de decidir cómo se producen, se
distribuyen y se usan esos bienes, queda restringido otra vez a las
elites” (García Canclini, 1995, p. 26).
Un rasgo característico de los actores en este marco de referencia es
que los vinculados al proceso de producción del equipamiento asociado
a la modalidad del espacio residencial UC ha tenido bastante que ver
con el tipo de “capital global” que ha caracterizado a los años 90 en la
Argentina, en el que actuaron procesos intermedios como la reforma del
Estado de 1989 y la implementación del Plan de Convertibilidad que
posibilitó la paridad cambiaria hasta diciembre del año 2001. El rubro de
inversión en “bienes raíces” fue uno de los más atractivos para inversores
locales y extranjeros (aunque la participación directa en la producción
de UC, a diferencia de otros rubros de la industria de la construcción,
no haya superado el 30% del total). Los mismos factores contextuales
determinaron que los actores vinculados a la demanda de UC fuesen un
particular grupo de los sectores socioeconómicos altos, y medio-altos,
con predominio de matrimonios jóvenes con hijos en edad escolar, en
muchos casos profesionales, empresarios autónomos, ejecutivos y
empleados del área de servicios, que a partir de su reposicionamiento en
la nueva pirámide socioeconómica de la población, asumieron nuevos
patrones de consumo de espacio residencial entre otro tipo de consumos,
y, en consecuencia, nuevos estilos de vida.
En otra dimensión, encontramos los actores que desde la sociedad
civil participan del proceso, y que podemos diferenciar entre los que se
agrupan en cámaras empresariales de desarrolladores e inversores en
“bienes raíces” y colegios profesionales, y los que se unen bajo la
modalidad de sociedades de fomento, asociaciones barriales, foros
ambientalistas, organizaciones no gubernamentales o grupos de reflexión
sobre problemáticas urbanas (académicos, políticos). Aprovechando los
beneficios de la presión corporativa y su representatividad, los primeros
promocionan las UC con el objeto de obtener la mayor rentabilidad po-
sible (lógica mercantil), y el otro conjunto de actores, por lo general,
presiona en defensa de derechos sociales colectivos, sectoriales
(ambientales, vecinales, productivos, etc.) o globales, sin fines de lucro.
110 La espacialidad de las urbanizaciones cerradas. Del espacio concebido...

Al sector público, en consonancia con la corriente prevaleciente


signada por el “pensamiento único” impuesto por el sesgo neoliberal
que adoptó el proceso de “globalización” en el período estudiado, y
que redundó en la implementación de políticas de “planificación
estratégica” regidas por criterios de “marketing urbano”, le tocó un
papel marcado por la competencia con otras ciudades y al interior de
la región metropolitana, a partir de la flexibilización normativa y la
garantización de las condiciones de reproducción que se necesitaron para
atraer inversiones (locales y extranjeras) en bienes raíces. Esto ha dejado
fuera del escenario de decisión a la población local preexistente (tanto a
los vecinos residentes en las áreas centrales de cada municipio como a los
residentes de los barrios periféricos de los mismos).
Considerar la “espacialidad” de todos estos actores, según la pers-
pectiva trialéctica propuesta por Soja (el espacio conceptual o pensado,
vivido y percibido), resulta esencial para contribuir a conocer el proceso
estudiado (sus causas y su impacto) de manera integral, así como a re-
centrar el debate sobre el mismo, hasta ahora hegemonizado por los agen-
tes productores y un Estado que habría minimizado la “espacialidad”
real, imaginada y percibida por los actores del medio “receptor” de estos
nuevos “productos residenciales” en la estructura suburbana existente.

Propuesta metodológica como conclusión

Identificación de actores del proceso de suburbanización de la


RMBA ligado a las “urbanizaciones cerradas” según el aporte del
marco conceptual reformulado

Nuestra propuesta metodológica –y a modo de conclusión– para


identificar y caracterizar los actores involucrados con el proceso de
suburbanización de la RMBA ligado a las UC se debe efectuar con una
doble “entrada” al asunto.
Por un lado, se considerará el papel que juegan respecto de la
articulación de la oferta y la demanda de UC suburbanas, contemplando
los procesos de “producción” (principalmente relacionados a la oferentes
de UC), “uso” y “apropiación” (principalmente vinculados a los
destinatarios de UC) de ese “espacio residencial”, según su vinculación
con los mismos sea “directa” o “indirecta”. Por el otro, se los clasificará
Daniela Szajnberg 111

según se trate del “sector privado”, el “sector público” o “instituciones


intermedias”, y según su nivel y capacidad de accionar “local”,
“extralocal” o “supralocal”.

Tipo de actores Proceso de Proceso de uso y


sociales producción de UC apropiación de UC

Sector Capacidad Vinculación Vinculación Vinculación Vinculación


de acción directa directa indirecta indirecta*

Desarrolladores, Inversores financieros Población residente Residentes entorno


inversores, destinataria del inmediato, residentes
propietarios de suelo, producto residencial del centro del
Local

loteadores, UC (proveniente del Municipio, personal de


constructores, mismo municipio servicio y proveedores
técnicos (profesionales donde la UC se de las UC, empresarios
y servicios), localiza). y empleados de la
inmobiliaria construcción (empleo
transitorio)

Desarrolladores, Inversores, organismos Población residente Empresarios y


inversores, financieros, propietarios destinataria del personal contratado
propietarios de suelo, de equipamiento de producto residencial para cumplimiento de
loteadores, consumo UC (migrante desde servicios y provisión
Extralocal

constructores, (hipermercados, otros municipios, de la de bienes en las UC


técnicos (profesionales parques de ocio, CBA, del interior, (empleo directo e
y servicios), parques empresariales), extranjeros, etc.) indirecto, permanente
comercializadora servicios (educación, y transitorio)
inmobiliaria salud, seguridad Empresarios y
Privado

privada), concesión de empleados de la


autopistas construcción (empleo
transitorio)

Desarrolladores, Inversores, organismos Residentes Empresarios y


inversores, financieros, concesión pertenecientes al empleados
constructores, de autopistas, grupo de funcionarios gerenciales
técnicos (profesionales propietarios de de las sucursales de extranjeros
y servicios), equipamiento de empresas pertenecientes a
comercializadora consumo internacionales en la empresas extranjeras
Supralocal

inmobiliaria (hipermercados, Argentina productoras de


parques de ocio, bienes y servicios con
parques empresariales), capitales y comando a
servicios (educación, nivel global
salud), servicios e (hipermercados,
infraestructura shoppings, etc.) –
privatizados empleo y beneficios
transitorios-

Poder ejecutivo Poder judicial Poder ejecutivo


municipal, poder municipal (impuestos de
legislativo municipal, construcción, tasas,
Local

ingresos brutos
derivados por el
nuevo consumo) y por

* Incluye la renta indirecta transferida a través del consumo de bienes y servicios cotidianos por
parte de los nuevos residentes de los emprendimientos UC.
112 La espacialidad de las urbanizaciones cerradas. Del espacio concebido...

uso servicios públicos


(infraestructura vial,
alumbrado, espacio
público, transporte,
hospital, escuelas)

Poder ejecutivo Poder judicial Organismos de


Extralocal

Provincia de Buenos provincial mantenimiento y


Público

Aires, poder regulación de accesos


legislativo provincial, interjurisdiccionales
autopistas (incremento
de movilidad por UC)

Proveedores de
Supralocal

infraestructura y
servicios (OCRABA,
ONABE, empresas de
servicios.CBA, UEE,
MERCOSUR, ALCA,

Cámaras de la Asociaciones sin fines Consorcios


construcción, colegios de lucro administradores de
Local

profesionales (ambientalistas, UC
vecinalistas,
académicas, medios
de difusión)

Cámaras empresarias Cámara de Cabeceras de colegios


Instituciones Intermedias

de desarrolladores Construcción, Cámara privados y


de la Vivienda, equipamiento
Extralocal

asociaciones sin fines complementario en las


de lucro UC
(ambientalistas,
metropolitanas,
académicas,
científicas), medios de
difusión

Cámaras empresarias Asociaciones de Intermediarios


de desarrolladores, organismos de culturales globales:
financiación media internacional –
Supralocal

artistas, actores, series


televisivas, filmes,
periodistas, deportistas,
modelos, publicistas de
servicios de seguridad,
automotores, etc.-

Así como se han identificado 5 subtipos en relación con la unidad


de análisis (UC): “barrio cerrado”, “club de campo”, “club náutico”,
“club de chacras” y “gran emprendimiento” (ciudades o pueblos priva-
dos), del cuadro precedente surgen al menos 28 subtipos de actores
relevantes, de los cuales 12 estarían vinculados de manera directa al
proceso estudiado: 8 al proceso de “producción” de UC y 4 al de “uso y
apropiación”.
Daniela Szajnberg 113

A partir del marco teórico reformulado, surge la necesidad de replan-


tear el encuadre de las entrevistas, con miras a la aprehensión de lo
referido a lo que llamaríamos espacio real: al espacio concebido, al
percibido y vivido, desde el punto de vista de los actores de a partir del
cuadro anterior, en las cuales constarán grupos de preguntas
específicamente vinculadas a temáticas sobre las que se espera que
esos actores puedan aportar, desde su conocimiento, vivencias, expec-
tativas, percepciones y representaciones.
Como el objetivo de estas entrevistas no es estadístico, sino más bien
de corte cualitativo (aunque se espera determinar algunas tendencias pre-
valecientes, de ser posible), se seleccionarán, sobre una base muestral
estadísitica representativa del universo, representantes de cada uno de los
tipos de los actores identificados en el cuadro precedente, y, en función de
su naturaleza y carácter, se diseñará un formulario con preguntas que apun-
ten al intercambio sobre la cuestión de las UC desde el papel que desem-
peña cada actor en el proceso estudiado, dejando un espacio para que el
entrevistado elija un tema vinculado, que considere debiera incluirse en
la “agenda” pactada en la entrevista. Esta última técnica ayudará a iden-
tificar cuál o cuáles son los verdaderos temas que le preocupan como ac-
tor, como individuo y como ser social. De este modo, el carácter de la
técnica utilizada será el de entrevista “guiada” o “semiestructurada”.
El contenido de las entrevistas se generará, procesará y sintetizará
según el siguiente esquema, resultante de los 12 subtipos de actores
identificados con vinculación directa (8 al proceso de producción y 4 al
de uso y apropiación).

“Espacialidad” según los actores vinculados directamente


con el proceso de “producción” de UC suburbanas en la RMBA

Tipo de actores sociales y agentes Revelaciones sobre el espacio


Capacidad
Sector Actores concebido percibido vivido
de acción
Local
Privado Extralocal
Supralocal
Local
Público
Extralocal
Instituc. Local
Extralocal
Intermed
Supralocal
114 La espacialidad de las urbanizaciones cerradas. Del espacio concebido...

“Espacialidad” según los actores vinculados directamente con el proceso de “uso


y apropiación” de UC suburbanas en la RMBA

Tipo de actores y agentes Revelaciones sobre el espacio

Sector Capacidad Actores concebido percibido vivido


de acción
Local
Privado Extralocal
Supralocal
Instit.
Local
Interm.

A continuación se enuncian, sin ser exhaustivos, algunos de los


interrogantes planteados inicialmente para un plan de la investigación,
que se espera sean develados a través del completamiento de la
información según la matriz precedente:

- ¿Qué mediaciones se dan entre los procesos globales mencionados y


el crecimiento de las UC? ¿Qué procesos subyacen bajo el de
suburbanización “tardía” de las elites en la RMBA?
- ¿Qué agentes (oferta) están produciendo este “espacio residencial”
y para qué sectores de la población (demanda)? ¿A qué apuntan
sus lineamientos estratégicos de producción, difusión y
comercialización?
- ¿Cuáles son los procedimientos de “producción” de este espacio? ¿Cómo
se dan las relaciones entre la oferta y la demanda de UC suburbanas?
- ¿Cuál es el rol del Estado dentro de este proceso? ¿Cómo interactúan
los actores públicos con los privados frente al avance de esta nueva
modalidad de “espacio residencial” suburbano?
- ¿Cuáles son las tendencias de localización y las pautas de uso y apro-
piación de las UC? ¿Cómo se relacionan con el medio y cuáles son
sus implicancias sociales?
- ¿A qué procesos metropolitanos está ligado el de producción de este
nuevo tipo de “espacio residencial” y cómo estaría incidiendo en las
tendencias de urbanización?
- ¿Qué configuraciones espaciales emergen en relación con el nuevo
proceso de suburbanización a escala local y cuál es su impacto en la
organización del espacio metropolitano?
- ¿En qué forma las políticas urbanísticas y de ordenamiento territorial
hacen frente a este fenómeno (sector público)? ¿Cuál ha sido el
papel de las inversiones en infraestructura viaria y equipamiento
Daniela Szajnberg 115

asociado, respecto de las UC suburbanas? ¿Qué tipo de rentas fo-


mentan estas intervenciones estatales y cómo y por quién son apro-
piadas? ¿Con qué instrumentos podría regularse el mercado fundiario
e inmobiliario implicado en el proceso bajo estudio?
- ¿Cuál es el rol de los gobiernos locales, responsables de la distribución
equitativa del suelo urbano y provisión de los servicios básicos a la
población? ¿Cómo han incidido las políticas de “marketing urbano”
emprendidas por los municipios?
- ¿Cómo incide esta forma de ocupación del suelo sobre la fiscalidad
local y cómo se establecen las solidaridades intraterritoriales en
materia impositiva?
- ¿Debiera existir una instancia de gobierno que aborde esta cuestión
desde la perspectiva regional de la metrópolis?
- ¿De qué manera este proceso de suburbanización impacta en los usos
del suelo y la organización territorial metropolitana? ¿Cómo ha influido
sobre las anteriores formas de urbanización y expansión urbana, y las
pautas socioculturales de producir y consumir la ciudad?
- ¿Cómo son las expectativas de los residentes y vecinos de las UC?
¿Qué grado de cumplimiento tienen estas expectativas?
- ¿Cuáles son las expectativas de los productores de las UC, y cuál es el
grado de cumplimiento de las mismas?
- ¿Qué nuevos beneficios y problemas reales y percibidos se dan en los
actores directa e indirectamente vinculados al fenómeno de las UC?
- ¿Qué actitud manifiestan los actores indagados frente a estos nuevos
problemas y beneficios?

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La dimensión espacial del turismo.
Hacia una comprensión del turismo
desde la espacialidad como construcción
social de lugares

Analía Almirón*

1. Introducción

E l trabajo se propone pensar la práctica turística, sus espacios y sus


lugares, en el marco de una reflexión sobre las posibilidades concretas
de construir una perspectiva geográfica diferente, más compleja y flexible,
que avance más allá de las usuales formas de ver el espacio del turismo
como un mero escenario o soporte de la práctica turística.
De acuerdo con este propósito, el cuerpo del trabajo se organiza en
cuatro partes. En la primera parte, se abordan brevemente las
características más importantes del conocimiento sobre el turismo,
resaltando los grandes enfoques desde los cuales ha sido estudiado, la
concepción de turismo que guía tales miradas, y las persistencias y cambios
en los abordajes del fenómeno turístico. Luego, en la segunda parte, se
presenta la visión tradicional sobre el turismo a partir de exponer, por un
lado, cómo es conceptualizado el turismo desde definiciones tradiciona-
les y, por el otro, las implicancias de su adopción en los estudios que se
rotulan como Geografías del Turismo, en términos de cómo es entendida
la práctica del turismo. A continuación, en la tercera parte, se presentan
algunas aproximaciones críticas sobre la práctica del turismo y su dimen-
sión espacial, con el propósito de introducirnos en el proyecto de cons-
trucción de otra mirada sobre el fenómeno desde una perspectiva geo-
gráfica, propósito este último de la siguiente parte del trabajo. Por últi-

* Profesora de Geografía, FFyL, Universidad de Buenos Aires. Docente del Departamento


de Geografía, FFyL, UBA. Investigadora del Instituto de Geografía, FFyL, UBA.
118 La dimensión espacial del turismo. Hacia una comprensión del turismo...

mo, en la cuarta parte se abordan los aportes teórico-metodológicos que


resultan relevantes, puesto que permitirían complejizar las miradas críti-
cas sobre la práctica turística y podrían ayudarnos en el proyecto de
espacializar trialécticamente al turismo, es decir, de construir otra pers-
pectiva geográfica del mismo. Se encontrará en esta parte del trabajo un
análisis de los conceptos de espacio, prácticas sociales y lugar.
En la conclusión del trabajo se realiza una reflexión sobre las posi-
bilidades de pensar una espacialidad del turismo, es decir, de una com-
prensión del turismo desde la espacialidad como construcción social
de lugares. Un cierre que plantea la posibilidad de partir desde otra
perspectiva para reflexionar sobre la práctica turística, sus espacios y
sus lugares, y desde donde continuar la profundización de los plantea-
mientos aquí realizados.

2. El conocimiento del turismo: enfoques, persistencias


y cambios

Desde el surgimiento del turismo, algunos autores se han dedicado


a pensar en aspectos –tales como el ocio,1 el viaje– involucrados en esa
práctica social de desplazamiento. Sin embargo, el turismo se convierte
en un objeto de estudio sistemático a partir de la segunda mitad del siglo
XX cuando ese fenómeno manifiesta un significativo desarrollo y adquiere
un carácter masivo.
En términos generales, en los análisis del fenómeno turístico pueden
reconocerse, entre otros, tres grandes enfoques: 1) un enfoque que analiza
la dimensión económica del fenómeno turístico, planteándolo como un
problema de oferta y de demanda de servicios; 2) un enfoque que estudia
el turismo como un fenómeno a nivel internacional a partir de la
cuantificación de los volúmenes de población que se desplazan y las divisas
generadas por estos desplazamientos; y, por último, 3) un enfoque que
estudia el turismo como un fenómeno que manifiesta el ocio y el tiempo
libre y centra su mirada en las relaciones que se establecen entre los
grupos sociales que practican el turismo y aquellos que residen en los
lugares de destino turístico (Rodríguez Woog, 1989).

1. Un ejemplo de autores clásicos es Veblen, en su texto The Theory of the Leisure Class
(1889), 1ª ed., Londres.
Analía Almirón 119

En los estudios del turismo, el enfoque económico ha prevalecido


especialmente sobre todo en las primeras décadas que siguieron a la
Segunda Guerra Mundial cuando el turismo comienza a ser una actividad
o complemento importante para la prosperidad económica de varios países.
El turismo era visto positivamente, como una industria sin chimeneas, puesto
que traería beneficios económicos y sociales iguales o más importantes
que otras actividades, sin los perjuicios de estas últimas. A partir de la
década de los años 1970, en un contexto de fuerte cuestionamiento al
modelo de desarrollo económico de posguerra, se empiezan a realizar
estudios que critican intensamente las deficiencias del modelo de
desarrollo turístico que se calificó de industrial y que centran sus análisis
en los costos o impactos negativos de la actividad turística. Así, proliferan
los estudios de impactos económicos, sociales, culturales, una temática
que aún tiene una significativa vigencia en los estudios sobre turismo2
(Serrano y otros, 2000; Dachary y Arnaiz Burne, 2002).
El segundo enfoque –con una definición de tipo estadística del
turismo– es el que ha orientado gran parte de la producción científica
sobre el fenómeno turístico. Éste es el enfoque que ha estructurado (y
sigue haciéndolo en buena medida) gran parte de la producción geográfica
sobre turismo. También es el que subyace en gran parte de la labor de la
Organización Mundial del Turismo (OMT) y en particular a sus series
estadísticas. Por el contrario, el turismo ha sido poco estudiado desde el
tercer enfoque de tipo sociológico3 y antropológico4 (Rodríguez Woog,
1989; Rodrigues, 1997) obstaculizado por la predominancia de un plan-
teamiento de la oferta y la demanda en el conocimiento del turismo
(Lanfant, 1980).
Más recientemente, se evidencia un creciente interés por la temática
del turismo, particularmente en las ciencias sociales, visto no sólo el
aumento de investigaciones y de publicaciones sino también su
incorporación en discusiones más amplias y en marcos disciplinarios

2. Entre los estudios territoriales del turismo que abordan el fenómeno centrándose en las
consecuencias e impactos que su desarrollo tiene en los lugares donde se lleva a cabo, véase
como ejemplo el muy difundido texto de Douglas Pearce (1991), Desarrollo turístico. Su
planificación y ubicación geográficas.
3. Un referente es el texto de Krippendorf, Jost (2000), Sociologia do turismo: para uma
nova compreensão do lazer e das viagens.
4. Véase como ejemplo el texto de Julio Carvajal (1992), La cara oculta del viajero.
Reflexiones sobre antropología y turismo.
120 La dimensión espacial del turismo. Hacia una comprensión del turismo...

diversos (Serrano y otros, 2000). A pesar de esto, existe un amplio con-


senso entre los autores dedicados a la temática del turismo respecto a
que el nivel de desarrollo en su conocimiento es pobre en relación a su
significación social y económica en las últimas décadas. Es todavía muy
fuerte el carácter superficial que presenta la investigación turística, cen-
trándose en la mera enumeración y descripción (de los atractivos y
equipamientos turísticos) y en la constatación empírica (de salidas, lle-
gadas y movimientos de un lugar a otro). Así, continúa prevaleciendo
una conceptualización superficial del fenómeno, limitada a definiciones
muy vagas y principalmente de carácter empírico.
Entre los obstáculos a su conceptualización cabe señalar la
excepcionalidad con que se ha visto al fenómeno turístico. En muchos
casos se ha desvinculado el turismo de las dinámicas sociales más amplias,
a partir de reducirlo a un fenómeno con leyes propias regidas por un
mundo diferente: el del disfrute, placer..., y, por ende, a un fenómeno
banal poco significativo para conocer y comprender. Ha sido mirado como
un fenómeno de características excepcionales, un fenómeno aislado de
la vida social, y por ello exterior al funcionamiento normal de la misma
(Urry, 1996; Hiernaux Nicolás, 1996; Bertoncello, 2002).
Por su parte, los estudios geográficos del turismo se vienen
desarrollando con gran rapidez, ocupando espacios cada vez más
significativos en la producción académica de la Geografía. A pesar del
aumento del número de investigaciones, publicaciones de trabajos y
organización de encuentros científicos, la denominada Geografía del
Turismo, si es que podría denominarse así, precisa revisar y, al mismo
tiempo, profundizar sus bases teórico-metodológicas (Hiernaux Nicolás,
1989; Rodrigues, 1997; Bertoncello, 2002). Gran parte de la literatura
científica que analiza el turismo y su relación con el espacio es
fuertemente descriptiva y empírica, interesándose generalmente por los
contrastes geográficos de los flujos turísticos, la distribución geográfica
de los focos de origen y destino turísticos, y especialmente por las
singularidades de los lugares de destino del turismo, sus atractivos y
modalidades de turismo practicadas, etc.
Aún persiste una falta de reconocimiento de la dimensión espacial
como una dimensión constitutiva del turismo, que avance más allá de
considerar el espacio como dimensión soporte o escenario de los procesos
sociales. No obstante, se asiste a un progreso nada despreciable en ese
sentido, a partir de un replanteamiento crítico de las relaciones entre el
Analía Almirón 121

fenómeno turístico y el espacio, que busca analizar cómo el espacio participa


en el turismo y, al mismo tiempo, cómo el fenómeno turístico contribuye a la
transformación del espacio. En este sentido, se advierten avances que
analizan la práctica turística como una práctica social, como tantas otras,
que necesita del espacio y, al mismo tiempo, lo transforma y produce. Se
pretende con esto superar las visiones excepcionalistas y naturalistas antes
citadas, lo que permitiría articular el estudio del turismo con enfoques
conceptuales y preocupaciones vigentes en el campo de los estudios sociales.

3. El turismo y el espacio del turismo, desde una visión tradicional

3.1. Acerca de las definiciones de turismo

La definición de turismo aceptada desde el punto de vista formal es


provista por la Organización Mundial del Turismo (OMT), elaborada
con el propósito de unificar criterios para la elaboración de estadísticas
turísticas internacionales.5 La definición de la OMT establece que el
turismo “comprende las actividades que realizan las personas durante
sus viajes y estadías en lugares diferentes a su entorno habitual, por un
período consecutivo inferior a un año, con finalidad de ocio, negocios u
otras”6 (OMT, 2001, p. 38). El turismo consiste en el desplazamiento de
personas de su lugar de residencia habitual hacia otro diferente, siendo
este cambio de residencia: temporal –por lo menos una noche, pero no
más de un año en el país visitado–, voluntario y con intenciones de
regresar al lugar de origen (OMT, 2001).
Es posible observar que una de las cuestiones que definen al turismo
es el carácter voluntario del desplazamiento, que es precisado con los
posibles elementos motivadores del viaje (ocio, negocio u otros); en este
sentido, la motivación es un aspecto que define a la práctica del turismo.
Otra cuestión que define al turismo es el hecho de que el viaje turístico
implica una estancia de por lo menos venticuatro horas pasadas fuera del

5. Los documentos estadísticos publicados por la OMT constituyen la información básica


de estudios que analizan los flujos turísticos a nivel mundial, puesto que los mismos son los
únicos que proveen datos estadísticos agregados de viajes turísticos.
6. Traducción propia, en portugués en el original.
122 La dimensión espacial del turismo. Hacia una comprensión del turismo...

lugar habitual de residencia, y que dicha estancia es temporaria puesto que


existe la intención de retorno al lugar de origen. Este criterio del tiempo
mínimo de estancia (24 horas) es lo que distingue a un turista –“pasajero
que permanece una noche, por lo menos, en un medio de alojamiento
colectivo o privado del país visitado”– de un excursionista –“viajante
que no pernocta en un medio de alojamiento colectivo o privado del país
visitado”– (OMT, 2001, p. 40). Éste es precisamente el criterio que sirve
para la elaboración de las series estadísticas.
En torno a la definición de tipo estadística provista por la OMT,
algunos autores han propuesto definiciones que tienen en cuenta ese
criterio. Michaud (1983) es uno de ellos, ya que define al turismo como
el que: “agrupa al conjunto de actividades de producción y consumo, a
las que dan lugar determinados desplazamientos seguidos de una noche,
al menos, pasada fuera del domicilio habitual, siendo el motivo del viaje
el recreo, los negocios, la salud (termalismo, talasoterapia) o la
participación en una reunión profesional, deportiva o religiosa” (Callizo
Soneiro, 1991, p. 19). Esta definición precisa la duración del movimiento
ajustándose a los requerimientos de la OMT.
Por su parte, De la Torre Padilla (1980, p. 19) define al turismo como:
“un fenómeno social que consiste en el desplazamiento voluntario y
temporal de individuos o grupos de personas que, fundamentalmente
por motivos de recreación, descanso, cultura o salud, se trasladan de su
lugar de residencia habitual a otro, en el que no ejercen ninguna actividad
lucrativa ni remunerada, generando múltiples interrelaciones de
importancia social, económica y cultural”. El autor sostiene que esta
definición permite ir más allá de aquellas que entienden el fenómeno
del turismo desde un enfoque limitado, ya sea concibiendo al fenómeno
desde un punto de vista internacional, como un simple desplazamiento
migratorio, o imponiendo ciertas condiciones como, por ejemplo, el tiempo
de permanencia en el lugar de destino turístico. Así, considera que el
concepto de turismo no sólo incluye a los turistas “sino todas las relaciones
que se derivan de este movimiento; los establecimientos de hospedaje y
de alimentación, medios de transporte, guías, centros de recreación y
espectáculos, y en general todos los atractivos, bienes y servicios que el
turista requiere” (1980, p. 19). En este sentido, el autor define al sujeto
y al objeto del turismo. Entiende por el primero el sujeto que practica el
turismo, es decir, el turista. Respecto del segundo, afirma que el turismo
“tiene por objeto concreto la localidad que motiva el desplazamiento, así
Analía Almirón 123

como las facilidades necesarias que permitan el traslado y la residencia


temporal” (1980, p. 19). Así, el objeto del turismo está comprendido por
los atractivos turísticos que “producen aquellas motivaciones que dan
origen a los desplazamientos y que determinan la producción de servicios”,
y por los “diversos factores que hacen posible y facilitan el traslado y la
permanencia de los individuos que se desplazan” (1980, p. 34).
De esta forma, el destino turístico –en tanto lugar donde se encuentran
los atractivos y los equipamientos– constituye el objeto de la demanda
turística; en otras palabras, según el autor, la localidad turística constituye la
motivación que está en la base del desplazamiento del turista hacia la
misma. En torno a esta conceptualización, el autor afirma que el desarrollo
de una localidad turística dependerá de “una cuidadosa y acertada
selección de los atractivos más relevantes de un lugar, y concentrarse al
desarrollo de los mismos, a fin de poder ofrecer condiciones idóneas al
turista potencial y merecer así su preferencia” (1980, p. 67).
También es posible observar en la definición referencias a las
repercusiones del fenómeno del turismo, cuando el autor dice: “generando
múltiples interrelaciones de importancia social, económica y cultural”
(1980, p. 19). Al respecto, señala que el desarrollo del turismo en una
localidad conlleva necesariamente repercusiones en distintos campos de
la actividad humana, tales como en el económico y sociocultural,
“repercusiones que normalmente, cuando se dan dentro de un desarro-
llo armónico, se traducen en beneficios colectivos” (1980, p. 98).
En cambio, Callizo Soneiro (1991, p. 19) sostiene que precisar en una
definición la duración del desplazamiento “es no sólo un asunto de
adecuación estadística con los criterios de la OMT, sino la clave del impacto
espacial del fenómeno turístico, toda vez que ese imperativo plantea la
exigencia de equipamientos con que atender las necesidades creadas por
el alojamiento y la estancia (...) Todo lo cual hace del turismo, a mucha
distancia del resto de las actividades recreativas, un hecho de indudables
repercusiones espaciales”. En una similar dirección, Viñals Blasco (2001,
p. 17) escribe que: “los aspectos territoriales que conllevan los flujos tienen
que ver con las repercusiones que generan sobre el territorio emisor la
salida de un número elevado de población y, principalmente, las
consecuencias que ocasiona la acogida de numerosos turistas en las áreas
receptoras, sobre todo si se trata de la tipología de turismo de masas”.
Las repercusiones del turismo en las áreas de destino también resulta
un aspecto importante en la conceptualización del fenómeno turístico
124 La dimensión espacial del turismo. Hacia una comprensión del turismo...

propuesta por Mathienson y Wall (1990). Estos autores definen al turis-


mo como: “un movimiento temporal de personas hacia destinos distintos
de sus lugares normales de residencia, de manera que implica tanto las
actividades emprendidas durante su estancia en esos destinos, como las
facilidades creadas para satisfacer sus necesidades” (1990, p. 9).
Caracterizan al turismo como un fenómeno constituido de tres elementos
básicos: “a) un elemento dinámico que implica viajar a un destino o
destinos seleccionados; b) un elemento estático, que implica permanecer
en el destino; c) un elemento consecuencial, resultante de los dos
elementos anteriores relacionados con los efectos de los subsistemas
económicos, físico y social con los cuales el turista está en contacto directa,
o indirectamente” (1990, p. 25).
Como es posible observar, la definición establece unos focos emisores,
una demanda, el desplazamiento, y unos focos receptores caracterizados
por equipamientos para atender las necesidades del turista durante su
estancia fuera del lugar habitual de residencia; nada dice acerca de la
duración del desplazamiento y de las motivaciones que están en la base
de estos últimos. El foco receptor o área de destino turístico es definida
como: “un lugar que tiene características conocidas por un número
suficiente de visitantes potenciales para justificar su consideración como
entidad, incitando al viaje por sí misma, independiente de las atracciones
de otras localidades” (1990, p. 23). Una cuestión a destacar de esta
definición, como mencionábamos anteriormente, es lo que los autores
denominan elemento consecuencial, para referirse a las repercusiones del
turismo en lo económico, lo físico y lo social de las áreas de destino,
resultantes de las relaciones entre turistas y las áreas de destino y su
población, y a los efectos de tales subsistemas (económicos, físicos y
sociales) sobre el turista. Por otro lado, nuevamente en esta definición,
el lugar de destino turístico aparece como un lugar que motiva por sí
mismo, dadas sus cualidades, el viaje turístico.
Por último, otro de los autores clásicos es Fernández Fuster (1991,
p. 9), para quien el turismo consiste en: “un traslado espacial, desde
un mercado emisor –lugar donde se hallan los viajeros potenciales y
donde es preciso sembrar la propaganda para incitarles al viaje– hasta
un núcleo receptor –que posee los atractivos y el equipo suficiente para
recibirlos–. Entre el mercado turístico y el núcleo receptor se desarro-
llan dos corrientes, una de ida y otra de vuelta, puesto que el turismo
es temporal y exige regreso, a diferencia de la emigración. Ambas
Analía Almirón 125

corrientes dependen de las vías de comunicación y del transporte que


sobre ellas circulan”.
Si bien presenta similitudes con las anteriores definiciones, como la
de plantear al turismo como un simple desplazamiento –de ida y vuelta–
de un lugar a otro, en ésta aparecen dos nuevos conceptos: el de mercado
emisor –donde se encuentra la demanda– y el de núcleo receptor –donde
se encuentra la oferta para atender la demanda–; se menciona también
el retorno de los turistas a sus lugares de origen como dimensión
constitutiva del fenómeno. Un aspecto que diferencia a esta definición
es la consideración de las vías de comunicación y de transporte como un
elemento importante en la conceptualización, en tanto materializan el
traslado. Por último, no se precisa la duración del movimiento y las
motivaciones de este último. Se trata de una definición del fenómeno
turístico que resalta una mirada fundamentalmente económica del mismo.
En resumen, a pesar de que las definiciones expuestas se diferencian
entre sí –puesto que no siempre contemplan el alcance temporal del
movimiento, las mismas motivaciones que están en la base de este último,
sus vínculos con las necesidades de ocio y recreación, o las repercusiones
del turismo en los lugares de destino–, cabe destacar que en todas ellas
el viaje o desplazamiento de personas en el espacio aparece como un
aspecto básico del turismo, un rasgo esencial que lo define. El
establecimiento de un desplazamiento en el espacio como rasgo intrínse-
co del turismo sugiere, al mismo tiempo, el reconocimiento de áreas emi-
soras y receptoras de esos flujos. Aunque no explicitado, el espacio aparece
como una dimensión central del turismo.

3.2. Acerca de los estudios tradicionales sobre turismo y espacio

En el punto anterior hemos visto que en las definiciones tradicionales


de turismo prevalece la idea de movimiento de un lugar de origen hacia
otro diferente, según las definiciones: destino, área o lugar de destino,
núcleo receptor, localidad turística, etc., y que tal práctica de
desplazamiento temporal es llevada a cabo por sujetos denominados
turistas. Así, en estas definiciones el turista aparece como el sujeto del
turismo, en tanto elemento esencial del flujo; al mismo tiempo, su
existencia o su definición como tal no se reduce a las motivaciones que
conllevan a un desplazamiento temporal hacia otros lugares diferentes
del lugar habitual de residencia; los turistas son turistas también en la
126 La dimensión espacial del turismo. Hacia una comprensión del turismo...

medida en que existan atracciones e infraestructura turística o lugares


de destino turístico, sin los cuales serían apenas viajantes; a pesar de que
el viaje o desplazamiento constituya en el turismo un aspecto central
que lo define.
Es en ese tipo de conceptualización del turismo que se basan los
trabajos tradicionales sobre turismo y espacio.7 Dentro de los trabajos
que presentan un enfoque tradicional en el análisis del turismo y su
relación con el espacio cabe citar, por su amplia difusión, los clásicos
textos de: Lozato-Giotart (1987) denominado Geographie du turisme. Del
l’espace regardé a l’espace consommé; el texto de Callizo Soneiro (1991)
Aproximación a la geografía del turismo; el de Fernández Fuster (1991)
Geografía general del turismo de masas; el texto de Vera Rebollo (coord.)
(1997) Análisis territorial del turismo; y el trabajo de Barrado y Calaguig
(eds.) (2001) Geografía mundial del turismo.
En la literatura citada el análisis espacial del turismo consiste, en
términos generales, en el estudio de la diversidad geográfica de los flujos
turísticos, de la localización de los focos emisores y receptores, y del conte-
nido específico de cada uno de estos componentes, de los factores de loca-
lización de la actividad turística, de la diversidad de tipos de espacios de
destino turístico (como, por ejemplo, litorales, de montaña, rurales, etc.) y
de las modalidades de turismo asociadas, de los atractivos, y de los efectos
que el desarrollo del turismo provoca en los lugares de destino turístico.8
Estos estudios presentan un fuerte sesgo descriptivo y empírico en sus
análisis, teniendo a los anuarios estadísticos de turismo provistos por la OMT
y otras instituciones vinculadas al turismo como fuente de información fun-
damental y el mapa como instrumento esencial para la espacialización del
fenómeno (como, por ejemplo, para la representación de los principales tipos
de flujos turísticos, de los focos turísticos mayores y menores, de la distribu-
ción mundial del turismo litoral, o del espacio turístico de América del Sur
y Central, sus centros turísticos y espacios naturales y culturales principales,
etc.). Por otra parte, utilizan clasificaciones y tipologías –ya sea de los flujos
y focos turísticos, de los tipos y formas de espacios turísticos, etc.– como
importantes herramientas en el análisis.

7. También es posible advertir un enfoque tradicional en los trabajos dedicados a la


planificación espacial del turismo. Como ejemplo de éstos, ver el trabajo de Boullón (1985),
Planificación del espacio turístico.
8. Veáse principalmente los textos de Lozato-Giotart (1987), de Callizo Soneiro (1991) y de
Vera Rebollo (1997).
Analía Almirón 127

El énfasis en los análisis está puesto en los datos estadísticos que


vinculan oferta y demanda (salidas, llegadas, gastos, ingresos, etc.) y en
la descripción de las características de los flujos que vinculan las áreas
emisoras y receptoras, de las características generales de las regiones
emisoras y receptoras, y de las singularidades de las regiones, lugares de
destino turístico, particularmente en lo que hace a la enumeración y
descripción de sus atributos atractivos que definen la aptitud o vocación
turística de los mismos.9 Respecto a esto último, los estudios se limitan a
la exposición sistemática y descripción de los distintos atractivos reco-
nocidos en los lugares, y clasificados según atributos dominantes (por
ejemplo, atractivos naturales, sol y playa, montañas, etc.; culturales o
históricos, museos, monumentos, etc., entre otros).
En este sentido, se presenta un escasa conceptualización de qué
se entiende por atractivos turísticos. Los lugares de destino turísticos
son vistos como portadores de un conjunto de atributos que lo hacen
aptos para el turismo. La condición de destino turístico es el mero
resultado de condiciones objetivas del lugar que serían las que definen
la aptitud o vocación turística innata del mismo. Así, las cualidades
consideradas atractivos turísticos del lugar son vistas como aquellos
rasgos o atributos intrínsecos del mismo que motivan el desplazamiento
turístico, es decir, el traslado de los turistas a los lugares donde éstos
se encuentran. En este sentido, los destinos turísticos son aquellos
lugares que contienen elementos convocantes que provocan per se el
viaje turístico.
El lugar de destino turístico es visto como un espacio contenedor de
cualidades innatas que devienen, en tanto tales, en atractivos turísticos.
Cada lugar turístico aparece definido por la unicidad y singularidad de
sus atributos, y visto como áreas continuas y delimitadas, como productos
de la agregación de puntos en el espacio que a través de sus encajes
perfectos forman el mapa turístico mundial; de esta forma, se concibe a
los lugares turísticos del mundo como espacios singulares y como piezas
fijas con límites definidos.
En estos estudios el turismo es visto como un fenómeno constituido
por tres elementos: la demanda –lugar de origen de los turistas–, la

9. Acerca de la definición de los elementos del espacio (elementos naturales, elementos


históricos y culturales, entre otros) que justifican la asignación de vocación turística a un territorio,
veáse especialmente el texto de Barrado y Calaguig (2001).
128 La dimensión espacial del turismo. Hacia una comprensión del turismo...

oferta –lugar de recepción de los turistas–, y los turistas –sujetos que se


desplazan debido a motivaciones del primer lugar hacia el segundo,
para después de un tiempo regresar al primero–. En este sentido, se
establecen claramente dos lugares: emisores o de origen y receptores o
de destino de los turistas, conectados por un flujo, o sea el
desplazamiento mismo. El lugar de origen queda definido por el lugar
donde se genera la demanda (los turistas consumidores), el lugar de
destino turístico como el lugar donde se encuentra la oferta turística
(atractivos y equipamientos) donde los turistas llevarán a cabo el
consumo turístico y, por último, el turista como el elemento central
que forma el flujo que vincula ambos lugares.
En suma, esta conceptualización remite a una noción de espacio
turístico que se reduce a la idea de un espacio dividido en dos:
sociedades emisoras y sociedades receptoras, y recortado según las
salidas y las llegadas de los turistas. El espacio emisor contiene a los
turistas potenciales; el espacio receptor contiene los atractivos
potenciales. Ambos se articulan por medio del viaje o desplazamiento
de los turistas, consumándose así el hecho turístico. El espacio es
conceptualizado como soporte y escenario de las prácticas sociales, como
un mero lugar donde la práctica turística ocurre; como un espacio
donde ocurren los traslados de un lugar a otro, donde se localizan las
sociedades emisoras y receptoras, y donde se encuentran los atributos
convocantes que generan la demanda turística.

4. Aproximaciones críticas sobre la práctica del turismo


y su espacio

Urry (1996, p. 19) señala que pensar en la práctica turística implica


pensar en “una actividad de ocio, que presupone su opuesto, esto es, un
trabajo reglamentado y organizado”. El autor entiende al turismo como
una práctica social que constituye una manifestación “de la separación
entre el trabajo y el ocio, que caracterizó al desarrollo social en el siglo
XIX”10 (1996, p. 204). La práctica del turismo fue sistematizada y organizada

10. De ahora en adelante las citas textuales de Urry (1996) son traducciones propias (en
portugués en el original).
Analía Almirón 129

como antítesis del trabajo, de la instrucción y del aprendizaje.11 La socie-


dad moderna industrial generó una esfera del trabajo, más organizada y
rutinizada, promoviendo el desarrollo de una racionalización equivalente
del ocio, siendo el incremento del tiempo de trabajo un proceso que dura-
rá aproximadamente hasta mediados del siglo XIX, momento a partir del
cual, en el marco de demandas sociales y laborales de los trabajadores,
comienza a ser limitado (Urry, 1996; Bertoncello, 2002).
La difusión de los viajes turísticos sólo puede comprenderse en este
contexto, en el marco de sociedades en las que se ha ido estableciendo
y definiendo progresivamente una esfera del ocio separada de una esfera
del trabajo, una ruptura de la relación espacial y temporal, vida del trabajo/
no trabajo (Hiernaux Nicolás, 1996). Es por ello que debe considerarse
el desarrollo de determinadas condiciones sociales y laborales que
permitieron a los trabajadores el incremento del tiempo libre y, en
consecuencia, el acceso al ocio12 (Urry, 1996; Bertoncello, 2002). Para
Hiernaux Nicolás (1994), la aparición del turismo como fenómeno social
y su desarrollo masivo ya avanzado el siglo XX debe comprenderse
teniendo en cuenta también la creación de un imaginario colectivo
“basado sobre la imagen que se hizo la clase trabajadora (...) frente a
una naturaleza con la cual había perdido la mayor parte de sus contactos”
(1994, p. 25). El autor escribe así que “el imaginario colectivo que instituye
la imagen de Edén natural, territorio sobre el cual se asentará la actividad
turística masiva, se transforma en una de las grandes corrientes societarias
del siglo XX: crea, hace emerger, instituye la presencia siempre rechaza-

11. Urry (1996) señala que la práctica del turismo debe diferenciarse de la práctica del
Grand Tour, una práctica del viaje de los hijos de la aristocracia –ya bastante estructurada en el
final del siglo XVII– y de los hijos de la clase media profesional, en el final del siglo XVIII. Este tipo
de práctica de viaje “no era una actividad de ocio de la que alguien participaba lejos del trabajo,
pues aquellos que se entregaban a esa práctica no trabajaban” (1996, p. 204). Asimismo, el
conocimiento y el aprendizaje constituían elementos importantes del tour (Urry, 1996; Serrano
y otros, 2000; Bertoncello, 2002).
12. Entre ellas cabe mencionar las conquistas de los trabajadores en términos de la reducción
de la jornada de trabajo y del tiempo de descanso –en la segunda mitad siglo XIX y sobre todo
a principios del siglo XX–, de las vacaciones remuneradas –conquista extendida tras la Segunda
Guerra Mundial– y del incremento significativo de los ingresos de buena parte de la población
industrial, sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo XX. También, la expansión de la
concepción, por parte del Estado, de que la recreación organizada es útil para ordenar, civilizar
a la clase trabajadora, idea también interpretada positivamente desde los empleadores como una
forma que permitía la recuperación de la fuerza de trabajo y con ella el mantenimiento de la
productividad y la obtención de ganancias (Barreto, 2002; Urry, 1996; Serrano y otros, 2000;
Bertoncello, 2002).
130 La dimensión espacial del turismo. Hacia una comprensión del turismo...

da pero afectiva de las fuerzas del no-trabajo, de una esencia no produc-


tiva de la sociedad moderna, antagónica a la del trabajo” (1994, p. 26).
La masividad que el fenómeno turístico adquiere a partir de la
segunda mitad del siglo XX sólo puede comprenderse, entonces, como
una manifestación en el marco de sociedades en las que se ha ido
consolidando una esfera del ocio por oposición a una esfera del trabajo,
un imaginario colectivo formado por la imagen de Edén natural, y en las
que se ha ido produciendo una expansión y generalización de relaciones
laborales amparadas por una legislación que les permite a los trabajado-
res hacer uso de su tiempo libre (Urry, 1996; Bertoncello, 2002). En este
contexto, de grandes transformaciones sociales y del trabajo remunerado,
es donde los desplazamientos fuera de los lugares de origen se convierten
en una necesidad y un derecho de amplios sectores de la población,
consolidándose así como una práctica social ligada al mundo del ocio, y
en contraposición al mundo del trabajo.
Desde estas perspectivas, del mismo modo deben pensarse e
interpretarse las transformaciones que el turismo viene manifestando en
las sociedades actuales.13 De esta manera, no se concibe pensar la práctica
turística en forma independiente o desligada de los contextos sociales
concretos en los cuales se lleva a cabo y, al mismo tiempo, en los cuales
define sus especificidades. Bertoncello (2002) señala que insertar la práctica
turística en procesos sociales más amplios resulta una tarea fundamental
para avanzar en su conceptualización y comprensión; una tarea no siempre
realizada en gran parte de la literatura sobre el tema, obstaculizada en
gran medida por una conceptualización que piensa el turismo como un
simple desplazamiento físico entre dos lugares. Al respecto, este autor afirma
que el uso lineal de este tipo de definición conlleva, en muchas reseñas
históricas del turismo, al cuestionable reconocimiento de antecedentes y
orígenes de esa práctica en tiempos históricos remotos.14

13. Véase Urry (1996) y Bertoncello (2002). También véase Hiernaux Nicolás (1994), que
aborda especialmente esa cuestión desde la formación de nuevos mitos e imaginarios colectivos
que dan lugar a nuevas formas de apropiación del territorio. También veáse Marchena Gómez
(1992) sobre el análisis de las características de las nuevas formas de turismo (“Turismo Postfordista”).
14. Autores orientados por este tipo de conceptualización han tratado de establecer los
orígenes o antecedentes remotos del turismo. A modo de ejemplo, De la Torre Padilla (1991)
sitúa el comienzo del turismo en Grecia en el siglo VIII a.C., porque las personas viajaban para
ver los juegos olímpicos cada cuatro años. Véase también las referencias de Fernández Fuster
(1991) a las primeras motivaciones del viaje (las peregrinaciones y el termalismo) como antecedentes
del turismo de masas.
Analía Almirón 131

A partir de entender la práctica turística como una actividad de ocio


que presupone, en oposición, un trabajo reglamentado y organizado, Urry
(1996) la conceptualiza como una práctica de desplazamiento espacial
de los lugares normales de residencia y trabajo hacia otros lugares, con
el fin de servirse de éstos como lugares de ocio y en la permanencia en
ellos durante períodos breves y de naturaleza temporaria. En este sentido,
Rodrigues (1996) sostiene que el turismo es una práctica social que precisa
necesariamente de la organización de tres lugares diferentes (emisores, de
traslado y receptores), con incidencias territoriales específicas en cada
uno de ellos; y si bien es en los últimos que “se produce el espacio turístico
o se reformula el espacio anteriormente ocupado, es aquí también en
donde se da el consumo del espacio”15 (1996, p. 45), el espacio del turismo
no debe definirse dejando fuera uno de sus elementos básicos: la deman-
da, que le es siempre exterior; en otras palabras, los lugares de origen de
los turistas. Del mismo modo, Bertoncello (2002) sostiene que la práctica
turística supone, para constituirse como tal, “la valorización de la
diferenciación de lugares”: lugares de origen, lugares de destino y de
traslado; aunque este autor agrega que, si bien se trata de lugares
diferentes, éstos están articulados entre sí de formas específicas; “esta
articulación es social, implicando por supuesto las dimensiones materiales
y subjetivas de cada uno de ellos” (2002, p. 10).
En torno a esta diferenciación de lugares, Urry (1996) sostiene que
la organización del turismo no se basa en la búsqueda de la autenticidad
sino en la diferenciación existente entre la práctica cotidiana del lugar
normal de residencia/trabajo y la práctica –hasta cierto punto libre de
normas– del lugar objeto de la mirada del turista. Sin embargo, el autor
no niega que la búsqueda de elementos auténticos pueda ser un aspecto
importante que defina la práctica, pero señala que si eso se produce es
porque existe un contraste con las experiencias cotidianas: “en lo mínimo
debe haber aspectos del lugar a ser visitado que lo distingan de aquello
que es encontrado convencionalmente en la vida cotidiana” (1996, p. 28).
El turismo se manifiesta, entonces, como una práctica de alejamiento
temporario. Las prácticas turísticas no tienen características en sí, sino
que se definen por contraste respecto a las prácticas sociales cotidianas,
no turísticas. No obstante, el autor advierte que, en el desarrollo de la
experiencia turística, el turista puede sentirse, por momentos, no tan

15. Traducción propia, en portugués en el original.


132 La dimensión espacial del turismo. Hacia una comprensión del turismo...

alejado de las prácticas cotidianas. Por ello, el autor, entiende que el


turismo consiste en una práctica de ruptura limitada con prácticas
cotidianas y rutinarias de la vida diaria, permitiendo el despliegue de
experiencias que contrastan con las vividas cotidianamente, aunque estas
últimas consistan en una semirrutina o en “una especie de no rutina que
acabó tornándose rutina” (1996, p. 27). En un línea semejante,
Krippendorf (2000) afirma que el turismo es motivado mucho más por el
deseo de dejar alguna cosa que por el de ir por alguna cosa. El deseo de
evasión de la vida cotidiana, hacia lo anticotidiano, desempeña un papel
mucho más importante en la explicación de la práctica turística que el
interés por los lugares y poblaciones visitadas. No obstante, la vida
cotidiana acompaña la práctica turística; nos distanciamos de los lugares
habituales de residencia y trabajo sin dejar de ser lo que somos: “somos
marcados por nuestro estilo de vida diario, adquirimos un buen número
de hábitos, exigencias y comportamientos de los cuales no podemos
librarnos de súbito, cuando salimos”16 (2000, p. 89).
En este sentido, los lugares turísticos son elegidos porque existe la
expectativa de lo diferente (lo anticotidiano) construida por una variedad
de prácticas no turísticas.17 Los lugares objetos de la mirada turística (Urry,
1996) precisan ser diferentes de algún modo, cuyos aspectos se distingan
de aquello que es encontrado en los lugares de origen de los turistas.
Tales miradas turísticas se definen, entonces, en el lugar de origen de los
turistas, en las sociedades a la que éstos pertenecen; son construidas por
medio de la diferencia, a través de una colección de signos que se
incorporan a paisajes del campo y de la ciudad como diferentes de aquellos
que encontramos en la experiencia cotidiana de los turistas. La atrac-
ción de un lugar para el turismo no es el objeto en sí, sino el signo que se
refiere a esa mirada tan característica. Los turistas “se desplazan a la
búsqueda de significantes o de ciertos signos preestablecidos, que derivan
de varios discursos del viaje y del turismo” (1996, p. 29). Por lo tanto,
siendo la demanda turística de un lugar siempre exterior a él (los turistas

16. Traducción propia, en portugués en el original.


17. Las prácticas no turísticas que colaboran en la construcción y mantenimiento de la
mirada turística son el cine, la televisión, la literatura, las revistas, los discos y los videos. A través
de las fotografías, postales, filmaciones, etc., la mirada turística es reproducida y recapturada
infinitamente; las memorias de los lugares son construidas y reconstruidas por medio de esos
elementos y de las narrativas producidas alrededor de ellos, cuando son mostrados a otras
personas (Urry, 1996).
Analía Almirón 133

no son originarios del lugar) la organización de un lugar turístico (y su


transformación) estará condicionada por esa externalidad.
También Knafou (1992) sostiene que la valorización turística de un
lugar de destino parte de una lógica que es ajena a la sociedad del lugar
de destino, parte de la sociedad de origen de los turistas. Esto implica
que los lugares de destino son valorizados a partir de una dinámica social
ajena; es en la sociedad de origen de los turistas donde se define como
tal la práctica turística y las condiciones en que ésta puede llevarse a
cabo. El turista (con sus deseos, expectativas, lógicas, imágenes...) es un
sujeto social que tiene un peso muy importante en la producción turística
del espacio y, por lo tanto, en las formas espaciales resultantes.18 Es en
este sentido que el autor afirma que “los territorios turísticos son
inventados y producidos por los turistas, más o menos retomados por los
operadores turísticos y por los planificadores” (1996, p. 73).
De acuerdo con Bertoncello (2002, p. 9), si bien “puede aceptarse
que es en la sociedad de origen donde la práctica turística se constituye
como tal, en ella cobra especificidad y sentido”, una perspectiva de este
tipo no debe llevarnos a considerar a la sociedad de destino turístico
como un lugar subordinado del territorio turístico. El lugar de destino de
los turistas no es un mero lugar receptor de las decisiones que se toman
en otros lugares; los lugares de destino “van a interactuar, facilitanto u
obstaculizando, integrándose de diversas maneras al turismo” (2002, p.
9). De esta forma, es posible pensar en “un territorio turístico” (2002, p.
9) que incluye a ambas sociedades.19 Del mismo modo, Santana Talavera
(2002, p. 6) entiende que el turismo implica e interrelaciona “las
motivaciones y experiencias de los turistas, las expectativas y los ajustes
hechos por los residentes del área receptora”. Las áreas receptoras no

18. “La temporalidad de los procesos turísticos, por ejemplo, es esencial en cuanto impone
una ocupación-desocupación, rotación social sobre el espacio, que no es usual en el mundo de
la producción” (Hiernaux Nicolás, 1996, p. 51). De acuerdo con Knafou (1996) esto explica
gran parte de los conflictos que se producen en los lugares de destino, puesto que en éstos se
confrontan diferentes tipos de territorialidad: “la territorialidad sedentaria de los que viven
frecuentemente, y la territorialidad nómade de los que sólo pasan pero que no tienen menos
necesidad de apropiarse (...) de los territorios que frecuentan” (1996, p. 64). Traducción propia,
en portugués en el original.
19. Hiernaux Nicolás (1996) sostiene que el turismo no es un factor externo al espacio y la
sociedad; no debemos pensar en términos de exterioridad las relaciones entre turismo y sociedad
local, puesto que nos llevaría a entender el turismo como una actividad exógena y el turista como
un simple intruso o perturbador de los lugares que visita.
134 La dimensión espacial del turismo. Hacia una comprensión del turismo...

son áreas que participan en forma subordinada en el turismo, ni áreas


meramente expectantes de las demandas de otros lugares ni tampoco
meras víctimas de sus deseos y expectativas. Los lugares de destino
participan activamente en el turismo articulándose y relacionándose
de diferentes maneras, de acuerdo a sus intereses y expectativas, con las
demandas y expectativas de los turistas; así, los lugares de destino turístico
se integran de diversas formas al turismo, no suelen estar al margen del
mismo, salvo excepciones como la creación de atractivos o recursos
turísticos que están impuestos, controlados y explotados externamente
(Santana Talavera, 2002).
Un aporte instigante es el que realiza Knafou (1992) cuando señala
que de la invención de un lugar turístico nace un contrato tácito que se
establece entre la sociedad de acogida y los turistas, y por el cual se
determina en gran parte la evolución del territorio turístico. Este planteo
sugiere que es posible la existencia de contratos diversos, dependiendo
de las relaciones que se establecen entre sociedad local y turistas. Otra
de las sugerencias, no menor, es que la sociedad local participa, con sus
habilidades, capacidades y sabidurías, de formas específicas del proceso
de producción del lugar turístico.
Desde estas perspectivas, es posible pensar la atractividad de los lugares
de destino turístico. Ellas permiten construir una mirada crítica sobre la
condición de destino turístico de un lugar y sobre sus aptitudes para
satisfacer la demanda turística. Los lugares de destino turístico presentan
un conjunto de rasgos o atributos específicos, cuya transformación en
atractivos turísticos no resulta de un descubrimiento de sus cualidades
turísticas innatas sino de un proceso de valorización social en el que
intervienen –y se articulan– diferentes actores sociales. La construcción
de atractividad es un complejo proceso en el que se articulan las socie-
dades de origen de los turistas y las de destino. De esta forma, no se trata
de negar que los lugares de destino turístico presentan rasgos propios,
sino de entender que éstos de por sí no son atractivos turísticos; los
atractivos turísticos no son atributos absolutos de un lugar sino que se construyen
en términos relacionales con las sociedades de origen de los turistas. En el
proceso de construcción de la atractividad de un lugar de destino turístico
tiene, entonces, un importante papel la mirada del turista, que a partir
de las necesidades de las sociedades de origen define qué cualidades
del lugar de destino serán objeto de interés turístico y podrán transformarse
en atractivos turísticos (Urry, 1996). En este sentido, debemos entender
Analía Almirón 135

que los atractivos turísticos son resultado de procesos sociales específi-


cos en los que se articulan intereses, valores e imágenes, con los atribu-
tos del lugar (Bertoncello, 2002). Es, precisamente, a través del estudio
de estos procesos sociales que podríamos comprender qué rasgos de de-
terminados lugares –y cómo y por qué– son valorizados como atractivos
turísticos.
Por otra parte, desde estas perspectivas, el espacio del turismo no es
sólo el elemento que posibilita desarrollar prácticas sociales distintas a
las tradicionales, socialmente aceptadas o rechazadas, es decir, el que
permite cambiar de mundos (del trabajo al ocio): es también un factor
constitutivo de la experiencia del turismo. Las lógicas sociales que estructuran
el espacio del turismo, tanto las de la sociedad de origen como las de la
sociedad de destino de los turistas, construyen el espacio como una
dimensión constitutiva fundamental, y por ende no actúan en un espacio
neutro, “ellas se concretan en él, valorizándolo de distintas formas,
apropiándolo material o simbólicamente, actuando y ejerciendo poder
a través de él; todas estas son acciones sociales en las que el territorio
está implicado, se concretarán en hechos sociales específicos, y al mismo
tiempo darán lugar a transformaciones específicas del territorio”
(Bertoncello, 2002, p. 9).
La necesidad de los desplazamientos espaciales de los turistas, para
poder consumir turismo, se relaciona con el hecho de que el principal
componente del producto turístico es el espacio, en tanto espacio natural,
espacio histórico-cultural y espacio equipado para la diversión y recreación
(Hiernaux Nicolás, 1989). En este sentido, el espacio del turismo no es
un mero soporte donde la práctica turística ocurre. El turismo utiliza y
precisa del espacio ya construido como uno de sus componentes
fundamentales, puesto que consume, elementalmente, espacio. El espacio
turístico es consumido a partir de la visión del mismo, de los actos de
recorrer o de ubicarse, y de la asignación de valores simbólicos a los sitios
donde el turismo se ubica (Hiernaux Nicolás, 1996). Bustos Cara (1996)
afirma que ese consumo de espacio, si bien en su etapa final debe
efectuarse in situ (en el lugar de destino, donde se encuentran los
atractivos), comienza a realizarse mucho antes de que el pasajero em-
prenda el viaje; por lo tanto, el turismo como organización territorial es,
al mismo tiempo, productor y transformador del espacio.
Es necesario tener presente que el espacio consumido (por ejemplo,
a partir de la visión de un paisaje) no necesariamente es destruido, aunque
136 La dimensión espacial del turismo. Hacia una comprensión del turismo...

a veces sufre un deterioro o destrucción en cuanto tal (objetivo o simbó-


lico, o ambos al mismo tiempo), es decir, como atractivo turístico. Al
respecto, Hienaux Nicolás (1996) sostiene que es necesario no olvidar
que la producción turística no responde a las leyes de la producción
económica tradicional: “el espacio turístico se crea y recrea como valor
de uso (y también de cambio), sin que su destrucción sea obligada,
aunque a veces ocurra” (1996, p. 45). Al mismo tiempo, advierte que el
mundo territorial del turismo, en relación al consumidor, no es guiado
por la lógica de la ganancia sino por la lógica del ocio. Sin embargo, la
necesidad (histórica, cambiante e inducida) de consumir turismo en las
sociedades modernas posibilitó la penetración de la lógica del mundo de
la producción, es decir, la lógica de la ganancia, en la esfera turística. En
la lógica del espacio turístico se contraponen los dos mundos: el del
turismo y el de la producción; o sea, entran en contradicción la lógica del
ocio –que sostiene al primero– y la lógica de la ganancia –que sostiene al
segundo–. Hiernaux Nicolás (1996, p. 45) escribe que “la lógica del
espacio turístico: es en esencia y debería ser de ocio, en la práctica, no lo
es en forma pura, por la contradicción entre ambas lógicas”. Así, la lógica
de la improductividad (negación de las condiciones de la lógica de la
producción) está en la base de la productividad del turismo.
Desde una perspectiva económica, que contrasta con la de Fernández
Fuster, Sánchez (1985) indica que la valorización turística del espacio parte
de la valorización social de determinadas características del espacio, que
se trasforman en recursos turísticos. Estos recursos tienen la peculiaridad de
estar fijados al espacio, y como tales deben ser consumidos in situ. Para que
este consumo in situ pueda llevarse a cabo, es necesario contar en el espacio
turístico con un conjunto de equipamientos, instalaciones y servicios que
permitan la permanencia del turista y la realización de actividades
recreativas. Esto último es lo que el autor denomina “espacio
complementario”, a partir del cual el espacio turístico asume una función
productiva. Lo que se convierte en espacio productivo “es todo aquel
territorio en que se localizan los servicios necesarios para que el espacio
pueda ser usado como tal. El espacio de ocio será un espacio de uso no
mercantilizado, mientras que los espacios complementarios serán realmente
los que asumirán un papel económico como medio de producción directo”
(1985, p. 108). De esta forma, para el autor, esta distinción analítica entre
espacio de ocio y espacio complementario es imprescindible para comprender
el proceso de valorización de los recursos de un lugar por el turismo y el
Analía Almirón 137

proceso de valorización económica a través del espacio complementario,


de la provisión, por parte de los agentes que forman el negocio turístico,
de todo lo necesario para la permanencia del turista en el lugar y para
permitir el consumo de los recursos turísticos.
El turismo necesita de la (re) organización de territorios para su
realización. El turismo no sólo introduce en el espacio nuevos objetos
(por ejemplo, los relacionados al traslado de personas, a su hospedaje, a
sus necesidades de restauración, etc.) que den familiaridad a nuevas
acciones (introducidas por la demanda turística), sino también nuevos
contenidos (materiales y simbólicos) a objetos preexistentes. En el proceso
de funcionalización turística del espacio, el turismo se enfrenta con otros
usos del territorio, como también con actuaciones territoriales anteriores
a su aparición, y se apropia de territorios que tenían otra función o bien
eran espacios no utilizados de forma inmediata. Esto último es una espe-
cificidad que tiene el turismo: “el turismo crea, transforma, e inclusive
valoriza diferencialmente espacio que podían no tener “valor” en el
contexto de la lógica de producción” (Hiernaux Nicolás, 1996, p. 49). Es
esta característica que le proporciona al turismo una fuerza particular en
los procesos de producción del espacio.
Un aporte interesante es el que realiza Knafou (1991) cuando dice
que la invención de un lugar turístico no consiste en un simple descubrimiento
de una realidad preexistente, sino en una utilización diferente del lugar,
llegando a subvertirlo y, al mismo tiempo, a ampliarlo. Para el autor, más
que hablar de descubrimiento, porque esos espacios tienen una historia
y una geografía, hay que hablar de invención de un lugar turístico. Esta
nueva utilización del lugar es resultado de un doble proceso: un proceso
de desvío de la utilización tradicional del lugar y un proceso de
incorporación de nuevos territorios al lugar turístico. En el primer caso,
se advierte el poder de subversión del turismo y, en el segundo caso, el
poder de conquista del turismo, o sea la conquista de territorios hasta
entonces menospreciados. Es en este proceso de creación y/o apropiación
de espacios por y para el turismo que está el origen de los territorios
turísticos (Knafou, 1991; 1992).
138 La dimensión espacial del turismo. Hacia una comprensión del turismo...

5. Espacio, prácticas sociales y lugar. Aportes para


la investigación del turismo

La tarea de interpretación “moderna” del turismo y sus espacios que


hemos tratado más arriba está íntimamente ligada a los aportes teóricos
que consideramos “clave” para su comprensión. Nos internaremos en el
pensamiento de la “trialéctica espacial” de Soja, en la “teoría de la
estructuración” de Giddens y en las discusiones sobre categorías
conceptuales aportadas por Pred y Agnew, en especial sobre el concepto
de “lugares”.
En la teoría y análisis social contemporáneo, la espacialidad viene
crecientemente siendo reafirmada como una dimensión relevante en la
construcción de toda interacción social, de igual importancia que la
historicidad y la socialidad. Geógrafos y teóricos sociales vienen
insistiendo en que la dimensión espacial debe incorporarse en nuestra
explicación e interpretación de los fenómenos sociales, y por ende debe
tener un papel central para la formulación de la teoría social; denun-
ciando, al mismo tiempo, la reducción analítica de conceptos como
espacio y lugar, en muchos trabajos, a una utilización metafórica o
ilustrativa o como meros escenarios contenedores de prácticas sociales y
como cosas estáticas carentes de contenido social (Soja, 1985, 1993, 1996;
Lefebvre, 1995).
De acuerdo con Soja (1993, p. 3) la dimensión espacial “está
infundiendo provocativamente a la tradicional dupla historicidad-
socialidad con nuevos modos de pensamiento e interpretación (...) hay
una creciente conciencia de la simultaneidad y entretejida complejidad
de lo social, lo histórico y lo espacial, su inseparabilidad e
interdependencia”.20 Esta interpretación en torno a la interdependencia
e inseparabilidad de lo social, lo espacial y lo temporal fue anticipada por
Lefebvre en su trabajo La production de l’espace (1974) al afirmar que las
relaciones sociales tienen “una existencia social sólo en la medida que
tienen una existencia espacial; se proyectan a sí mismas en el espacio,
inscribiéndose allí, y en el proceso produciendo ese espacio mismo”21
(Lefebvre, 1995, p. 129). De la misma manera, señala que el tiempo y el
espacio son inseparables, el espacio implica tiempo y viceversa.

20. Traducción propia, en portugués en el original.


21. Traducción propia, en inglés en el original.
Analía Almirón 139

Soja (1993) señala que durante las últimas décadas del siglo XX se
asiste a la emergencia de una teoría social crítica más flexible que enlaza
creativamente, en una dialéctica triple (trialéctica), espacio, tiempo y ser
social. Es en este contexto que Soja advierte la emergencia de nuevos
modos de pensar en relación al espacio y la espacialidad social; una nueva
conciencia espacial crítica, otra manera de comprender la espacialidad,
que la denomina con el término Tercerespacio. El Tercerespacio comprende
todo, lo real y lo imaginario, lo abstracto y lo concreto, lo subjetivo y lo
objetivo, lo conocible y lo inimaginable, la estructura y la agencia, la vida
cotidiana y la historia a largo plazo, etc., y si bien no se reduce a tales
dialécticas, las incorpora y supera críticamente con un pensamiento trialéctico.
Tercerespacio es el tercer-Otro, es el lugar donde están todos los lugares
realesimaginarios. Esta Otra forma (desde la espacialidad) de pensar la
realidad social aparece como una propuesta capaz de superar formas de
pensar binarias que dificultan su comprensión y explicación (Soja, 1996).
En la trialéctica de la espacialidad pueden diferenciarse tres momentos
o espacios cuyas dinámicas son indivisibles (Soja, 1996) e interconectadas
en la producción del espacio (Lefebvre, 1995). El primer espacio refiere al
espacio físico, de la materialidad concreta de las formas espaciales (Soja
se refiere a lo que Lefebvre denomina prácticas espaciales, el espacio
percibido por los sentidos). El segundo espacio corresponde al espacio
concebido, pensado, en ideas, en representaciones de la espacialidad
bajo formas mentales o cognitivas (Soja, 1996), que permiten que las
prácticas espaciales se comprendan, sea con las nociones del sentido
común sea con las de las disciplinas académicas que se vinculan a las
prácticas espaciales (según Soja, este espacio coincide con lo que Lefebvre
denomina representación del espacio, el espacio concebido o pensado,
caracterizado científicamente). Por último, el tercer espacio es el espacio
vivido, significado e imaginado, hace referencia a la construcción
simbólica del espacio que imagina nuevos sentidos o nuevas posibilidades
de las prácticas espaciales (de acuerdo a Soja, refiere a lo que Lefebvre
denomina como espacios de representación). Estos espacios son los espacios
llenos de elementos imaginarios y simbólicos, construidos y modificados
en el trascurso del tiempo por los actores sociales. Estas construcciones,
dinámicas, flexibles, más o menos formales, están arraigadas en las
experiencias colectivas o individuales. El tercer espacio es una forma de
los otros (primer y segundo espacio), los abarca y, al tiempo que los
transforma, los trasciende (Soja, 1996).
140 La dimensión espacial del turismo. Hacia una comprensión del turismo...

De esta manera, la espacialidad en tanto espacio socialmente produci-


do no debe ser conceptualizada sólo como equivalente al espacio físico
de naturaleza material (primer espacio) o al espacio concebido (segundo
espacio); al mismo tiempo, señala que distinguir la espacialidad del primer
y segundo espacios no implica desconocer que ambos espacios no sólo
son usados e incorporados en la construcción social de la espacialidad,
sino también transformados en el proceso. La producción social de la
espacialidad se apropia del espacio físico y, simultáneamente, de las
representaciones del espacio mental. Así, en el proceso social de
construcción de la espacialidad, el espacio físico y el espacio concebido
son en gran parte socialmente producidos y, por lo tanto, debemos
entenderlos como componentes importantes de la espacialidad de la vida
social. Por ello, Soja entiende que la espacialidad no es resultado de la
sumatoria del devenir independiente de los tres momentos o espacios,
sino de la interconexión, superposición e indeterminación de lo mismos;
estos tres espacios necesitan ser considerados como interconectados e
interdependientes. La espacialidad es una trialéctica de la espacialidad
física, de la espacialidad concebida y de la espacialidad vivida (Soja,
1985; 1996).
Siguiendo una interpretación semejante, Lefebvre (1995) considera
que el espacio es indudablemente producido y no puede explicarse ni
por la naturaleza, como contexto ingenuamente dado, ni por su historia
previa, sino por la acción y relación social. Este autor afirma que resulta
relevante analizar al espacio no en sí mismo sino construyendo una mirada
tendiente a descubrir las relaciones sociales insertas en él; de otra forma,
las relaciones sociales quedarían en el campo de la abstracción, de las
ideologías, de las representaciones, y el espacio reducido a los objetos
que contiene o al espacio sin objetos y, por ende, neutral. Del mismo
modo, Soja (1996) afirma que un discurso sobre el espacio no nos puede
llevar nunca al conocimiento del espacio. Materialidades,
representaciones e imaginaciones se entretejen de múltiples formas en
la producción del espacio social ya que corresponden simultáneamente
a diferentes actores sociales, con diferentes experiencias, informaciones
y biografías personales.
Desde esta perspectiva, los espacios sociales no pueden ser reducidos
a la categoría de simples cosas con límites mutuamente excluyentes.
Esos límites visibles dan origen a “la apariencia de una separación entre
los espacios cuando lo que existe de hecho es una ambigua continuidad.
Analía Almirón 141

Producidos en el tiempo, distinguibles, pero no separables” (Lefebvre,


1995, p. 87). Por ello, el autor afirma que “los espacios sociales se penetran
unos a otros y/o se sobreimponen unos sobre otros” (1995, p. 86). Los
lugares del espacio social no están simplemente yuxtapuestos, “pueden
intercalarse, combinarse, sobreimponerse (...) hasta a veces colisionar”
(1995, p. 88).22
En este sentido, Soja (1985), al igual que Giddens, entiende que la
espacialidad trialéctica de la vida social es simultáneamente medio y
resultado de las acciones y relaciones sociales. En tanto producto social
manifiesto, la espacialidad puede ser reproducida con el trascurso del
tiempo pero también reestructurada y reconstituida. Espacio y tiempo
están necesariamente entretejidos en un complejo proceso social que
crea una estructuración espacio-temporal que da forma a la vida social.
Espacialidad y temporalidad, en tanto productos sociales, son centrales
en la construcción de lo social, y por lo tanto lo social no puede
comprenderse sin considerar ambas dimensiones. La sociedad actúa a
través del espacio, y al tiempo que lo produce y transforma se produce y
transforma a sí misma.
Este aspecto ha sido también explicado en la teoría de la
estructuración a partir de la tesis central de las interacciones dialécticas
y complejas entre estructura y acción social. De acuerdo a Giddens (1995),
uno de los autores identificados con la perspectiva de la estructuración,
los conceptos de estructura,23 sistema24 y dualidad constituyen el núcleo de
la teoría de la estructuración. El concepto de dualidad de la estructura
es un postulado central de la teoría de la estructuración. Éste significa
que las estructuras son el medio y el resultado de las prácticas humanas,
es decir las estructuras sociales están constituidas por la práctica huma-
na y, al mismo tiempo, son el medio para esa constitución. Giddens (1995,
p. 61) afirma que “la constitución de agentes y la de estructuras no son

22. Traducción propia, en inglés en el original.


23. El concepto de estructura refiere a las “reglas y recursos que recursivamente intervienen
en la reproducción de sistemas sociales” (1995, p. 396), “está fuera del tiempo y del espacio,
salvo en sus actualizaciones y en su coordinación como huellas mnémicas, y se caracteriza por
una ‘ausencia de sujeto’” (1995, p. 61).
24. Los sistemas sociales, “en los que está recursivamente implícita una estructura (...)
incluyen las actividades situadas de agentes humanos, reproducidas por un tiempo y un espacio”
(1995, p. 61); en otras palabras, refiere a las prácticas sociales regulares y reproducidas por
actores y agentes sociales.
142 La dimensión espacial del turismo. Hacia una comprensión del turismo...

dos conjuntos de fenómenos dados independientemente, no forman un


dualismo sino que representan una dualidad”. El concepto de dualidad
de la estructura relaciona la producción de interacciones sociales con la
reproducción de los sistemas sociales: “las reglas y recursos que se aplican
a la producción y reproducción de una acción social son, al mismo tiempo,
los medios para la reproducción sistémica” (1995, p. 55). Así, los sistemas
sociales son entendidos como sistemas de interacciones entre estructuras
y las actividades localizadas de sujetos humanos, capaces y conocedores.
Los individuos son agentes entendidos que tienen la posibilidad de
transformar la estructura social; son actores capaces y cognoscentes que
todo lo que “saben (creen) sobre las circunstancias de su acción y la de
otros (...) aplican en la producción y reproducción de esa acción” (1995:
396); es decir, tanto en la reproducción de esas circunstancias de la
acción como en la producción de cambios y, por ende, en la transformación
de las mismas. Las estructuras han sido creadas por los sujetos humanos,
y aunque puedan presentar obstáculos en la conducta de la vida social,
también pueden ser ajustadas, transformadas o inclusive deconstruidas
por los mismos actores sociales. Las prácticas sociales pueden, entonces,
reproducir o resistir estas estructuras. En otras palabras, la estructura no
es externa a la práctica humana, y no se debe reducir a constreñimiento,
sino que es simultáneamente constrictiva y habilitante.
Es por ello que Giddens (1995) conceptualiza a las prácticas sociales
como esencialmente recursivas, es decir que los “actores sociales no les
dan nacimiento sino que las recrean de continuo a través de los mismos
medios por los cuales ellos se expresan en tanto actores” (1995, p. 40).
Los actores sociales en sus prácticas, y por medio de ellas, reproducen las
condiciones que hacen posibles las mismas; los individuos en el
establecimiento de interacciones y relaciones sociales se sirven de la
estructura social, pero al mismo tiempo también la reconstituyen.
De esta manera, la teoría de la estructuración considera las
estructuras como el resultado y el medio de la acción humana, siendo su
interés comprender las interacciones entre la acción humana (agencia)
y la estructura social y, al mismo tiempo, analizar la producción y
reproducción de dichas estructuras. Por ello, para esta teoría, el concepto
de rutinización (fundado en una conciencia práctica) tiene un papel clave
para explicar el modo en que eso ocurre: “las prácticas rutinizadas son la
expresión saliente de la dualidad de estructura con respecto a la
continuidad de una vida social” (1995, p. 308). El concepto de rutina
Analía Almirón 143

refiere a toda aquella actividad que se realiza de manera habitual. La


repetición de actividades que se llevan a cabo de manera similar día tras
día constituye el fundamento material de la naturaleza recursiva de la
vida social. La vida social es en esencia recursiva: buena parte de las
actividades realizadas cotidianamente carecen de motivación directa,
es decir que en circunstancias inusuales de la vida social cotidiana la
motivación domina directamente la acción. El término cotidiana de la
actividad social refiere, entonces, al “carácter rutinizado propio de una
vida social que se extiende por un espacio-tiempo” (1995, p. 24). Al
mismo tiempo, el autor sostiene que, si bien las rutinas se modelan en el
hábito, no se las debe reducir a “simples formas repetitivas de una
conducta llevada a la práctica ‘sin pensar’” (1995, p. 119). La duración
de la vida cotidiana ocurre como un fluir de acción intencional. Los
agentes producen y reproducen prácticas, rutinas, durante su vida
cotidiana sustentando la creación de escenarios conocidos de interacción
y, con ellos, de un sentimiento de seguridad ontológica. El autor sostiene,
asimismo, que “los aspectos de los escenarios también se usan, como
rutina, para constituir el contenido significativo de una interacción”
(1995, p. 151).
Las implicaciones geográficas de estos planteamientos teóricos de la
estructuración son importantes. Giddens (1995, p. 40) sostiene que “el
dominio primario de estudio de las ciencias sociales (...) no es la vivencia
del actor individual ni la existencia de alguna forma de totalidad
societaria, sino prácticas ordenadas en un espacio y un tiempo”. Toda
práctica social está situada necesariamente en el tiempo y el espacio y,
por ende, las intersecciones espacio-temporales están involucradas en
toda interacción social. Por diferentes y múltiples que sean, les es común
a todas las prácticas humanas que están actuadas y mediadas en el espacio
y en el tiempo, están inscritas y enmarcadas en ellos. Los lugares
giddensianos,25 como ámbitos donde se desarrollan las actividades y las
interacciones sociales, son no sólo productos de las prácticas sociales
sino también una parte constitutiva (partícipe) de la reproducción de
dichas prácticas. El lugar proporciona el contexto en que la acción social

25. El término de locale (en inglés) fue originalmente propuesto por Giddens en su desarrollo
de la teoría de la estructuración. De acuerdo con Giddens (1995, p. 150) “el término ‘lugar’ no
se puede emplear en teoría social simplemente para designar ‘punto en el espacio’”; así, para el
autor “el lugar queda mejor conceptualizado a través de la noción de “locale”, que se refiere a
los asentamientos físicos de la actividad social ubicada geográficamente” (Giddens, 1997, p. 29).
144 La dimensión espacial del turismo. Hacia una comprensión del turismo...

interpela a la estructura social. El lugar permite pensar la contextualidad


de la vida social, el hecho de que “toda vida social ocurre en
intersecciones de presencia y ausencia (...), y está constituida por ellas”
(1995, p. 164).
Al respecto Pred (1986) afirma que el lugar no es sólo el escenario,
el locale giddensiano como ámbito de la acción y de las interacciones
sociales, o el centro de valores y significados, como un simple objeto de
significación emocional para los individuos, sino también lo que el lugar
conlleva incesantemente, lo que ocurre sin cesar, lo que contribuye a la
historia en un contexto específico a través de la creación y utilización de
lo que la escena es como lugar. La transformación y reproducción de las
relaciones sociales deben tener lugar en alguna parte. Así, el lugar no es
tan sólo el ámbito para la actividad social, la sociedad del contacto cara
a cara del locale, sino también localización; en el lugar se interpenetran
los procesos de estructuración locales y las otras escalas. Asimismo, en el
proceso de construcción de la estructura de afinidad e identidad en un
lugar, éste no sólo es objeto sino también una parte constitutiva de ese
proceso. Las actividades sociales que dan origen a un sentimiento de
afinidad necesariamente se ponen en práctica en un lugar.
El lugar “siempre representa un producto humano”; siempre involucra
“la apropiación y transformación del espacio y de la naturaleza que es
inseparable de la reproducción y transformación de la sociedad en el
tiempo y en el espacio” (1986, p. 2). El lugar como “proceso históricamente
contingente (la transformación del lugar, todos los elementos hechos por
el hombre en un lugar y todo lo que ocurre en un área determinada) es
inseparable del diario desarrollo e interpenetración de los procesos de
estructuración en el lugar” (1986, p. 5); las prácticas humanas producen
la historia y los lugares y, al mismo tiempo, son producidas por éstos. El
lugar puede constreñir acciones pero puede también habilitarlas y, a su
vez, esas acciones construyen y mantienen el lugar. De esta manera, para
el autor en una teoría del lugar “los individuos participantes, sin los
cuales no hay lugar como proceso” (1986, p. 2) deben considerarse como
“personas cuyas acciones, pensamientos, experiencias y adscripciones de
sentido están “transformándose” constantemente” (1986, p. 3); la
sociedad al tiempo que construye y transforma el lugar se construye y
transforma a sí misma.
Por su parte, Agnew (1987; 1993), rescatando los aportes de Giddens
y Pred, propone una alternativa teórica de lugar que enfatiza en las
Analía Almirón 145

cualidades tanto objetivas como subjetivas del mismo. Este autor, al igual
que los anteriores, señala la importancia de la contextualidad de la
actividad y de la interacción social puesto que “los individuos no
experimentan la vida en el contexto abstracto de la ‘sociedad de masas’.
Adquieren sus conocimientos y viven su vida en el contexto de ‘mundos
sociales’” (1987, p. 26), de la sociedad cara a cara del locale. No obstante,
al mismo tiempo, advierte los riesgos de reemplazar el término lugar por
locale, conforme Giddens. Según Agnew (1987), siguiendo a Pred, en-
tiende que asociar de manera exclusiva el término lugar con el término
locale implica “omitir el aspecto del lugar captado por el término
localización. Esto involucra no sólo las prácticas sociales cotidianas sino
también el emplazamiento a largo plazo de locales a través de la distribución
de recursos y la construcción física de ámbitos” (1987, p. 26).26
Agnew (1987; 1993) propone un concepto de lugar constituido de
tres elementos principales: localidad (locale), localización (location), y sentido
de lugar (sense of place). La localidad se refiere a los ámbitos formales o
informales dentro de los cuales están constituidas las interacciones y
relaciones sociales cotidianas. Localidad se refiere no sólo a los escenarios
físicos dentro de los cuales ocurre la acción social, sino implica también
que estos escenarios y contextos están utilizados de manera rutinaria por
los actores sociales en sus interacciones y actividades cotidianas. La
localización se define como el área geográfica que abarca la localidad
que está afectada por procesos sociales y económicos que operan a escalas
más amplias en lo regional, lo nacional y lo global. Como vimos, para el
autor, incorporar la localización a la definición de lugar implica reconocer
procesos en otras escalas que afectan la localidad. Por último, el tercer
elemento es el sentido de lugar, es decir, la estructura de sentimiento o
afinidad local. El sentido de lugar expresa las subjetividades que se derivan
del vivir en un lugar particular, respecto al cual los individuos desarrollan
profundas significaciones y arraigos emocionales a través de sus
experiencias y memorias. El autor afirma que este sentido de lugar
“refuerza la definición socioespacial de lugar desde adentro, por así decirlo.
La identificación con el lugar que puede resultar contribuye con otro
aspecto al significado de lugar: un lugar o “territorio” en su diferencia-
ción con respecto a otros lugares puede convertirse en un “objeto” de

26. Traducción propia, en inglés en el original.


146 La dimensión espacial del turismo. Hacia una comprensión del turismo...

identidad para un ‘sujeto’” (1987, pp. 27-28).27 En otras palabras, este


componente del lugar expresa el sentimiento de pertenencia a lugares
particulares y, de esta forma, inserta una fuerte cualidad subjetiva al
concepto de lugar.
No obstante, el autor considera que sería equivocado ver estos tres
componentes de lugar como separados, afirmando que “un principio clave
es que los mundos sociales locales del lugar (locale) no pueden entenderse
al margen del macro-orden objetivo de la localización y la identidad
territorial subjetiva del sentido del lugar. Todos están relacionados” (1987,
p. 28). Así, el concepto de lugar refiere a “áreas discretas si bien ‘elásticas’
en las que están localizados los ámbitos para la constitución de las
relaciones sociales y con las que los individuos pueden identificarse”
(1987, p. 28).28 En este sentido, esos tres elementos actúan en interacción,
se influencian y se forman entre sí. Un sentido de lugar influencia y modela
las interacciones y relaciones sociales de la localidad (y viceversa), y ambos
componentes están marcados por procesos sociales (económicos, políti-
cos, culturales) más amplios y las formas en que éstos están manifestados
en localización (Agnew, 1987; 1993).

6. A modo de conclusión. Hacia una perspectiva geográfica


del turismo

Avanzar más allá de la mera constatación empírica de los flujos de


un lugar a otro, de la descripción de los componentes del hecho turístico
y de la enumeración y descripción de los atributos atractivos de los
lugares turísticos, etc. –características distintivas de las tradicionales
Geografías del Turismo– implica pensar el espacio del turismo como
espacio construido por la sociedad. El concepto de espacialidad de
Soja permite una mirada nueva de las prácticas turísticas, una
perspectiva que permite ir más allá de pensar que toda práctica turística
tiene lugar en el espacio y el tiempo y, a la vez, de conceptualizar el
espacio como un mero reflejo o un escenario contenedor de las prácticas
sociales ligadas al turismo.

27. Traducción propia, en inglés en el original.


28. Traducción propia, en inglés en el original.
Analía Almirón 147

El espacio del turismo no puede ser reducido al espacio en sí mismo,


como un dado contextual, donde los procesos sociales se desarrollan u
ocurren; al mismo tiempo, no debemos concebirlo y pensarlo únicamente
como resultado de procesos socio-temporales. Esto último es importante,
pero debemos ampliarlo y pensarlo, simultáneamente, como parte de la
explicación de la práctica turística, en la medida que el espacio participa
en su producción, es decir, afecta la manera en que esos procesos operan.
En este sentido, lo espacial debe abordarse no únicamente como producto
de procesos socio-temporales, sino también como dimensión constitutiva
en la explicación de esos procesos sociales, es decir, lo social como
espacialmente producido por sus actores y agentes. El espacio participa
de la constitución de la práctica turística (de actores construidos
espacialmente) y al tiempo que la materializa es transformado por ella.
En este sentido, superar las visiones tradicionales sobre el turismo –
que, como vimos en el punto tres del trabajo, tienen una concepción del
espacio como un mero lugar donde la práctica turística ocurre– implica
repensar el turismo como una práctica social que no se da en el espacio,
sino que precisa de espacios –de sus objetos y de las condiciones sociales
que les dan sentido- y, al mismo tiempo, produce espacialidades concretas.
Cabe preguntarse, entonces, qué dimensiones materiales, conceptuales
y vividas del espacio se incorporan en la definición de la práctica turística,
cómo estas dimensiones –es decir a través de qué procesos, mecanismos,
expectativas e intereses sociales– participan en su construcción, y cómo
el turismo (re) produce espacialidades concretas. Interesaría, en este
sentido, preguntarse cómo las materialidades, las representaciones, los
significados e imaginarios de un lugar turístico son producidos por las
acciones de distintos agentes sociales vinculados a la práctica turística,
y cómo en este proceso de producción se definen las especificidades (y
transformaciones) de la práctica turística.
La trialéctica espacial de Soja nos brinda un interesante marco teórico
dentro del cual podemos tratar de aproximarnos al proyecto de pensar una
espacialidad del turismo. Los tres espacios interconectados identificados por
Soja pueden contribuir a la conceptualización de una espacialidad de
turismo, es decir, a una conceptualización de las formas concretas en las
cuales espacio y turismo interactúan, se entretejen y se influencian el uno
sobre el otro. Desde esta perspectiva, el turismo sería una práctica social –
como cualquier otra– que precisa del espacio material, conceptual y vivido,
y produce –a su vez– espacio, tanto material, conceptual como vivido.
148 La dimensión espacial del turismo. Hacia una comprensión del turismo...

Las aproximaciones teóricas sobre lugar permitirían arraigar esa con-


ceptualización de Soja, esos tres espacios que constituyen la trialéctica
espacial. Las prácticas sociales se aglutinan en el/los lugar/es; la
organización del turismo requiere de la organización de lugares diferentes
y articulados de formas específicas. La creación y transformación de los
lugares turísticos se explica por procesos sociales específicos (materiales
y discursivos, físicos y simbólicos, reales e imaginados). En este sentido,
los lugares del turismo son más que simples ámbitos físicos de interacción
y acción social; en los lugares, lo percibido, lo concebido y lo vivido
adquieren una cierta coherencia estructurada y estructurante. Desde
una perspectiva de lugar, como la propuesta por Agnew, es posible situar
las prácticas turísticas en lugares específicos y a la vez dentro de un
marco social y subjetivo más amplio. Así, no sólo la distinción de los tres
componentes del lugar (locale, localización y sentido del lugar) sino las
interacciones e interconexiones entre los mismos son las que dan al
concepto de lugar su fuerza analítica.
En este sentido, la descripción de las singularidades de los lugares
turísticos no debe ser la tarea fundamental. Es necesario poner el énfasis
no en el lugar turístico en sí mismo (en sus singularidades y
excepcionalidades que –de acuerdo a las tradicionales geografías del
turismo– son las que definen la aptitud o vocación turística de un lugar),
sino en su proceso de construcción geográfica e histórica. De esta manera,
desde una perspectiva de lugar, es posible avanzar hacia una
conceptualización del lugar turístico como producto de procesos sociales,
subjetivos y cambiantes (históricos), que articulan intereses, valores e
imágenes (de las sociedades de origen de los turistas y de destino) con
los atributos o rasgos del lugar.
La condición de atractividad turística de un lugar no resulta de sus
atributos intrínsecos sino de procesos de valorización social que definen
qué rasgos o atributos del lugar (y cómo y porqué) se transformarán en
atractivos turísticos. Si la condición turística de un lugar, su atractividad
para el turismo, es un producto de la dinámica social, cabe preguntarse,
así, por los procesos sociales que definen (y redefinen) la atractividad
turística de un lugar y que aseguran su permanencia en el tiempo; es
válido preguntarse, entonces, por las prácticas y los discursos asociados a
ellas que construyen un lugar como turístico, que definen cuáles atribu-
tos (materiales o inmateriales) del lugar se convertirán en atractivos
turísticos y a través de qué imágenes y constructos serán puestos en valor.
Analía Almirón 149

Si bien, como hemos advertido, es en las sociedades de origen que


se define la práctica turística –y las condiciones en que ésta se llevará a
cabo–, no por ello los lugares de destino son meros receptores de decisiones
que se toman externamente (en los lugares de origen de los turistas).
Ambos lugares, de origen y de destino, están necesariamente entretejidos
para existir, para definirse como diferentes. Así, cabe preguntarse por el
rol de las sociedades de destino en el proceso de construcción de un
lugar turístico, en especial por el papel de los agentes involucrados en la
práctica. Es preciso indagar por las articulaciones específicas entre
procesos sociales internos y externos que definen un lugar como lugar
turístico. Es el estudio de los procesos de condicionamiento respecto a
intereses externos y de las formas específicas en que la sociedad local se
articula con esos intereses lo que podrá explicar la constitución y
transformación de los lugares turísticos.
Un lugar turístico es más que un ámbito de interacción entre turistas
y población local, es un locale que se estructura no sólo por las prácticas
propias que se desarrollan en el lugar sino por procesos sociales que
ocurren a escalas más amplias y que, por ejemplo, pueden participar
condicionando las formas en que se proyectan y se desarrollan las políticas
turísticas del poder público (como, por ejemplo, las acciones de promoción
turística a nivel nacional). Estos procesos, al mismo tiempo, como señala
Agnew, influencian y estructuran el sentido de afinidad o arraigo
emocional que los individuos tienen con su lugar. En torno a esto último,
cabe preguntarse cómo el sentido del lugar participa en la construcción
de un lugar como turístico. También, sería válido preguntarse cómo la
estructura de afinidad local es afectada por las expectativas y experiencias
de los turistas, más precisamente cómo la estructuración de un lugar
como lugar turístico (re) define el sentido del lugar y, al mismo tiempo,
cómo éste se incorpora en la práctica turística definiéndola y
especificándola.
Por otra parte, hemos visto que la práctica turística se define a partir
del contraste con las experiencias cotidianas y rutinarias vividas en los
lugares de residencia habitual. El turista ha de sentirse ajeno a sus rutinas
vividas cotidianamente, que se ha distanciado de su contexto de
cotidianeidad para experimentar un contexto diferente. Sin embargo,
los autores (Urry y Krippendorf), que señalan esto, también advierten
que la práctica turística se trata de una práctica de ruptura limitada con
la vida cotidiana, puesto que si bien en el desarrollo de la práctica
150 La dimensión espacial del turismo. Hacia una comprensión del turismo...

turística el turista experimenta actividades diferentes de las vividas


cotidianamente, también desarrolla prácticas que lo mantienen en sus
marcos conocidos de acción, es decir que no lo alejan tanto de lo que
habitualmente desarrolla en su vida de todos los días. Así, podríamos
pensar a la práctica turística como una modalidad de ocio cuasi
desrutinizadora. Al respecto, cabe indagar qué aspectos o dimensiones
de las prácticas turísticas y de las experiencias vividas por los turistas en
el lugar de destino ponen en evidencia sus aspectos desrutinizadores y
colaboran en el sentimiento de ajenidad con la vida cotidiana, y, por el
contrario, qué actividades que el turista lleva a cabo en los lugares de
destino colaboran con el sentimiento de ruptura con las experiencias
vividas en sus lugares de residencia habitual. También, cabe preguntarse,
por ejemplo, por el papel que tienen las interacciones y relaciones
temporarias entre locales-residentes y turistas (que ocurren en los lugares
turísticos) en la definición de las características de la práctica turística.
Al respecto, se podría indagar cómo la condición contradictoria que
define a todo lugar turístico (esto es: para el turista, es el espacio efímero
de una experiencia, y para el residente, es el espacio permanente de sus
experiencias vividas) se produce en cada lugar; en otras palabras, cómo
se produce el enfrentamiento de esas dos lógicas de apropiación de espacio
muy diferentes en los lugares turísticos. Es el estudio de estas formas
específicas que adquiere la relación entre turistas y sociedad receptora
que podrá informarnos también cómo se constituye y se transforma un
determinado lugar turístico.
En síntesis, en la producción de un lugar turístico se articulan
distintos agentes sociales con distintos grados de poder. Son los intereses
específicos de cada uno de ellos, y sus interrelaciones, que dan lugar a
organizaciones espaciales específicas que, desde sus dimensiones
materiales (equipamientos, infraestructuras) y simbólicas (imágenes y
representaciones sobre aquéllas) permiten el desarrollo de la práctica
turística. La funcionalización turística del espacio –esto es, su
condicionamiento o adecuación (material y simbólica) para un uso-
consumo turístico– implicará territorialmente la transformación del
espacio social previo en un nuevo espacio social. Es en los lugares de
destino turístico donde el turismo indudablemente impone una diversa
gama de transformaciones socio-espaciales. El turismo impone su
lógica de organización de espacio (la lógica del ocio) a las lógicas
preexistentes. No se puede dudar de la capacidad que tiene el turismo
Analía Almirón 151

de transformar los lugares, esto es, de (re) definir los contenidos de


los territorios de los cuales se apropia para su realización. En este
sentido, comprender la producción de espacio por y para el turismo
implica el estudio de los procesos sociales específicos (económicos,
culturales y políticos) de cada lugar. Es necesario insertar el turismo
en dinámicas sociales más amplias en las cuales se desenvuelve y
adquiere sentidos específicos.
En este trabajo he tratado de mostrar que es necesario (y posible) la
construcción de Otra perspectiva geográfica para el abordaje del turismo,
a partir de la utilización de las referencias teóricas de Soja, Lefebvre,
Giddens, Pred y Agnew. Por ello, se analizaron, en el punto anterior, los
conceptos de espacio, prácticas sociales y lugar como conceptos relevantes
en la investigación de la práctica turística, es decir, como terrenos
concretos a partir de los cuales es posible pensar el turismo como una
realidad compleja que articula diversas dimensiones, tanto objetivas como
subjetivas. Desde las perspectivas de espacialidad, prácticas sociales y
lugar, es posible encontrar una vía para explicar, comprender e interpretar
en forma sustantiva el fenómeno del turismo.

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Analía Almirón 155

Riesgo de desastres, sociedad y espacio.


Contribuciones teóricas para (re) pensar
los desastres y su gestión

Diego Martín Ríos*

1. Introducción

E n las sociedades actuales, los desastres están tomando cada vez


mayor notoriedad expresada tanto en su creciente difusión en los
medios masivos de comunicación como en su aumento que se registra
década tras década (Gellert, 2003). Los acontecimientos desastrosos se
han convertido en uno de los temas prioritarios para los organismos/
agencias internacionales de financiamiento y de cooperación en ayuda
humanitaria (Banco Mundial, Naciones Unidas, OEA, Cruz/Media Luna
Roja Internacional, etc.). Así, el incremento de los montos financieros
que durante la década de 1980 las Naciones Unidas destinaron para
ayuda humanitaria en relación con estos acontecimientos llevó a que
este organismo declarase a la década de 1990 como el “Decenio
Internacional para la Reducción de los Desastres Naturales” (Mansilla,
2000; Gellert, op. cit.).
Del mismo modo, los desastres han alcanzado una posición destacable
entre las problemáticas estudiadas por las diferentes disciplinas del
conocimiento. Hasta las últimas décadas del siglo XX, las ciencias físico-
naturales e ingenieriles fueron las que lograron mayor grado de desarrollo
en su estudio (Hewitt, 1983). Los estudios sobre desastres producidos
por las ciencias sociales y humanas surgen en la década de 1950. A pesar
de ello, gran parte de su producción sobre el tema ha sido realizada

* Licenciado en Geografía. Becario doctoral del Consejo Nacional de Investigaciones


Científicas y Técnicas, CONICET.
156 Riesgo de desastres, sociedad y espacio. Contribuciones teóricas...

durante los últimos veinte años del siglo XX, en el contexto de una
marcada crisis del pensamiento social (Mansilla, 2000). En este contex-
to, surge la teoría social del riesgo desarrollada por teóricos sociales críticos
tales como Beck, Giddens, Luhmann, entre otros. Para esta teoría, los
desastres no están vinculados con situaciones imprevistas surgidas de la
“fatalidad”, sino que están asociados con la probabilidad de
consecuencias no buscadas perjudiciales que se actualizan a través de
este tipo de acontecimientos y que son propias de la sociedad industrial
moderna en la normalidad. En este sentido, la teoría social del riesgo
viene contribuyendo con avances significativos en la comprensión social
de los desastres en el actual contexto histórico (Beck, 1992, 1996;
Giddens, 1993; Luhmann, 1996).
El conocimiento producido en el ámbito académico posee implicancias
en las eventuales acciones políticas del poder público. En la mayor parte
de los Estados latinoamericanos, la perspectiva fisicalista o técnica
desarrollada por las ciencias físico-naturales e ingenieriles ha tenido una
clara influencia en las concepciones, prácticas y discursos de las
instituciones públicas encargadas de los desastres (Defensa Civil,
Prefectura Naval, etc.). Desde esta perspectiva, los desastres son
concebidos como eventos peligrosos –desatados por fenómenos físico-
naturales o tecnológicos– que impactan en una sociedad determinada
(expuesta). Asimismo, la institucionalización de los desastres estuvo
asociada con una tradicional doctrina de seguridad. Aún en la actualidad
esta situación persiste. Las instituciones públicas responsables vienen
actuando como si estuvieran en una situación de conflicto frente a “un
agente externo que invade la sociedad” (Wilches-Chaux, 1998). Así, las
acciones giran en torno a un manejo reactivo y coyuntural que privilegia
la atención de la emergencia, ya que la concepción de los desastres está
asociada principalmente con los peligros de origen físico-naturales o tec-
nológicos más que con los procesos sociales que participan en su
construcción. Estas acciones del poder público son denominadas por varios
autores como manejo de desastres (Lavell, 1996; Cardona, 1996; Wilches-
Chaux, op. cit.).
En este contexto, han surgido propuestas alternativas y superadoras
como la de gestión integral del riesgo, desarrollada desde una perspectiva
social por instituciones académicas que integran La Red de Estudios
Sociales en Prevención de Desastres en América Latina (LA RED). Esta
propuesta ha tenido una amplia difusión. Sin embargo, todavía no ha
Diego Martín Ríos 157

sido incorporada en las instituciones públicas de la región, salvo algunas


excepciones como es el caso colombiano (Cardona, 1996). Cabe señalar
que dicha propuesta se basa principalmente en la concepción de los
desastres desarrollada por la teoría social del riesgo mencionada
anteriormente.
A pesar de los significativos avances logrados hasta el momento por
parte de la teoría social del riesgo en la comprensión de los desastres, se
puede advertir un insuficiente tratamiento de la dimensión espacial en
tanto dimensión explicativa de los procesos sociales relacionados con el
riesgo de desastres. Abordar los desastres y, sobre todo, los riesgos
asociados a ellos desde una perspectiva espacial contribuye a la
comprensión de esta compleja problemática social, puesto que permitiría
enriquecer el análisis de los procesos sociales que participan en la
construcción de los riesgos de desastres.
Por ello, el presente trabajo se propone presentar y analizar
contribuciones teóricas que servirían no sólo para una mayor comprensión
de los procesos sociales vinculados al riesgo de desastres, sino también
en tanto conceptualizaciones que podrían tener implicancias en las
acciones políticas de la gestión pública, permitiendo superar la política
de manejo de desastres predominante en la actualidad.
De acuerdo con este objetivo, en el primer apartado que sigue a esta
introducción se presentan algunos rasgos distintivos de la actual política
de manejo de desastres, sobre todo en lo que se refiere a las concepciones
y al accionar que poseen las instituciones públicas encargadas de los
mismos. En el segundo, se especifican algunas características de la
propuesta de gestión integral del riesgo realizada por LA RED. Luego, en
el tercero, se presenta el abordaje que realiza la teoría social del riesgo
con relación a los desastres, el cual permite avanzar hacia una
conceptualización que diferencia las nociones de riesgo y de desastre (a
menudo confundidas) y, al mismo tiempo, establece sus relaciones. Se
intenta, además, articular los aportes de esta última teoría con los de las
teorías de la estructuración, del conocimiento y de la espacialidad, con
especial énfasis en las contribuciones de la perspectiva espacial.
158 Riesgo de desastres, sociedad y espacio. Contribuciones teóricas...

2. El manejo de desastres

Se denomina manejo de desastres al accionar que desempeñan las


instituciones públicas relacionado con las actividades ligadas a la
prevención, la preparación, la atención de la emergencia y la
reconstrucción. No obstante, el momento mismo de la emergencia
constituye el eslabón fundamental en la cadena del manejo de desastres.
La intervención posible es vista, básicamente, como curativa, concibien-
do, así, a los desastres como eventos excepcionales frente a la normalidad
de la vida cotidiana de una sociedad. Por atención de la emergencia se
entiende todas las acciones que se realizan inmediatamente después de
que se presenta un fenómeno capaz de desencadenar un desastre; es
decir, la movilización social e institucional necesaria para salvar vidas y
bienes una vez que el fenómeno se ha presentado, y los primeros pasos
hacia la recuperación de esa sociedad (Wilches-Chaux, 1998).
La mayor parte de las instituciones encargadas del manejo de
desastres en Latinoamérica (Defensa Civil, Prefectura Naval, etc.) están
dirigidas por militares activos o retirados y forman parte de las fuerzas de
seguridad. Las mismas presentan lógicas y prácticas que les son propias
con un modo de intervención sobre los desastres semejante a la logística
militar, es decir, como si se estuviera en una situación de conflicto bélico
frente a un “agente externo que invade a la sociedad”, restringiendo, en
consecuencia, el accionar en el momento de la emergencia (Wilches-
Chaux, 1998).
Las características autoritarias y paternalistas que presentan
habitualmente este tipo de instituciones, aun en los actuales contextos
democráticos, limitan la participación de los actores sociales
representantes de la sociedad civil en la toma de decisiones y la
habilitación de otras formas de intervención sobre estos temas, a pesar
de que en las normativas vigentes –como en el caso argentino– se
indiquen misiones y funciones sobre este aspecto, y la participación de
estos actores sociales (cuando se produce) es de características no
vinculantes (Ríos, 2004). Así, las decisiones en torno a la definición
de qué es riesgoso (a lo que se denomina hipótesis de riesgo) y qué
modos de intervención deben adoptarse en situaciones de desastres
(planes de emergencia y evacuación, etc.) están concentradas en los
cuadros técnico-burocráticos de las instituciones públicas mencionadas
anteriormente.
Diego Martín Ríos 159

A pesar de la existencia y divulgación de la perspectiva social con


relación a los desastres por parte de algunos centros académicos u
organizaciones internacionales con intereses en la materia (LA RED,
PNUD, OEA, BID, etc.) aún persiste en las instituciones públicas
latinoamericanas una perspectiva fisicalista o técnica cuyos fundamentos
tienen una fuerte raigambre en las Ciencias físico-naturales e ingenieriles
(Lavell, 1996; Cardona, 1996; Wilches-Chaux, 1998). Según Hewitt
(1983), para la perspectiva fisicalista o técnica, el riesgo de desastres es
igual al producto de la probabilidad y de la magnitud del daño. Es la
fórmula que define al llamado riesgo objetivo o real en la actividad de
estimación de riesgos (López Cerezo y Luján López, 2000).
Esta concepción de riesgo se sustenta en el conocimiento experto, por
lo que el riesgo es concebido como un riesgo objetivo o real. Así, la
concepción del riesgo que tienen los actores sociales pertenecientes a la
sociedad civil deviene en un riesgo percibido o imaginado, sustentado en
el conocimiento profano (el conocimiento proporcionado por la experiencia
de los legos). En otras palabras, la percepción del riesgo es planteada
como un problema de percepción incorrecta del público profano (Shrader-
Frechette, 1991; Slovic, 1992; Douglas, 1996).
En este sentido, la definición de lo que es un riesgo evidente para los
funcionarios con competencia en situaciones de desastre puede no ser
parte del imaginario de los diversos actores sociales de la sociedad civil.
Asimismo, la relación entre estos actores sociales y los expertos puede
fluctuar entre una confianza sencilla y una desconfianza ostracista;
establecida de esta forma la relación entre ambos, puede hacer olvidar u
ocultar que los expertos también forman parte de la sociedad civil y, por
lo tanto, participan del sentido común que tienen los legos (Lanzetta,
2002). Esta concepción de riesgo permite que los cuerpos técnico-
burocráticos definan lo que es riesgoso en nombre del resto de la sociedad,
pudiendo encubrir o falsear la verdadera naturaleza de esos riesgos o,
incluso, el hecho mismo de que existan riesgos. En cambio, pensar el
riesgo como una construcción social implica considerar el rol que juegan
las representaciones, percepciones e imaginarios en el establecimiento
de qué riesgo la sociedad considera aceptable (Douglas, 1996; Ríos y
Murgida, 2004).
Por otra parte, la perspectiva fisicalista o técnica juega un marcado
rol en la elección de las alternativas para mitigar los desastres. Herzer
(2001, p. 178) sostiene que “...el virtual monopolio de los ingenieros en
160 Riesgo de desastres, sociedad y espacio. Contribuciones teóricas...

la mayor parte de las organizaciones a cargo de la mitigación de desas-


tres conduce a un cierto sesgo o énfasis en las soluciones de tipo ingenieril,
las cuales son apoyadas por otros grupos de la sociedad”. Entre estos
grupos sobresalen tanto los intereses inmobiliarios –muchas veces
representados por renombrados estudios de arquitectos–, como los
intereses político-partidarios de los gobernantes de turno, que visualizan
en el acto de inauguración de una obra de ingeniería un importante
rédito político-electoral y/o económico; obra que a su vez es instalada
por estos mismos intereses como la solución única.
La profusa historia de acontecimientos desastrosos ocurridos hasta
el momento demuestra que las soluciones tecnológicas para mitigar los
desastres (materializadas específicamente en obras de ingeniería) en
muchos casos no son soluciones de por vida, sobre todo teniendo en
consideración el contexto de crisis en el que están insertos los Estados
latinoamericanos. Con cierta frecuencia las soluciones propiamente
tecnológicas se vuelven obsoletas e inseguras en un contexto de ausencia
de leyes y de normas o de incumplimiento de las mismas, participando de
la amplificación o potenciación de los peligros que desencadenan los
desastres. De allí, la necesidad de una propuesta más completa en donde
la construcción de obras ingenieriles puede ser una parte de las acciones
a proyectar, pero no la única acción (predominante) que se puede idear y
llevar a cabo frente a esta compleja problemática.

3. La propuesta de gestión integral del riesgo de LA RED

Ante las características de la actual política de manejo de desastres


que presentan la mayoría de los Estados latinoamericanos, algunas
organizaciones como LA RED han elaborado una propuesta de gestión
integral del riesgo. Dicha propuesta va mucho más allá de acciones
concentradas durante la emergencia ante un determinado desastre o de
soluciones a través de obras de ingeniería.
Esta propuesta consiste en una red de instituciones de diversos niveles
de gestión (municipal, provincial y nacional) que se articulan entre sí
considerando “...por un lado, las fases diferenciadas del llamado ciclo o
continuo de los desastres, que definen discretos (aunque relacionados)
conjuntos de actividades, o sea, la prevención, la mitigación, la
preparación, la emergencia y la reconstrucción; por otro lado, las
Diego Martín Ríos 161

organizaciones, instituciones, colectividades (comunidades, gremios, etc.)


o individuos facultados, capacitados o dotados de los medios para gestionar
e implementar políticas, estrategias y acciones pertinentes a los distintos
componentes del ciclo o continuo de los desastres” (Lavell, 1996, p. 26).
Al mismo tiempo, esta propuesta supone una idea de la gestión como
una estructura con nodos, líneas de interconexión, flujos y jerarquías, la
cual opera como un todo con relación al logro de objetivos o resultados
concretos (definidos por políticas establecidas) y en la cual los nodos o
componentes básicos de la estructura (instituciones públicas,
Organizaciones No Gubernamentales –ONGs–, etc.) tienen establecidas
funciones claras y jerarquizadas. En la gestión integral del riesgo de
desastres, cada una de las instituciones y organizaciones que la confor-
man conservan su autonomía, sus competencias y funciones, y sus res-
ponsabilidades sectoriales y territoriales (Lavell, 1996). Una organización
institucional de esta naturaleza es el Sistema Nacional para la Prevención
y Atención de Desastres de Colombia, que consiste en una concertación
interinstitucional de entidades gubernamentales y representantes de
ONGs (Cardona, 1996).
Desde esta propuesta, la gestión integral del riesgo se diferencia del
manejo de desastres porque pretende ir más allá de la concentración de
las responsabilidades en un solo tipo de instituciones (las estatales) y del
accionar centralizado en el momento de la emergencia. Una gestión
integral del riesgo supone ocuparse de los otros momentos del continuo
de los desastres, sobre todo en el antes del momento de la emergencia,
esto es, en las acciones vinculadas a las etapas de mitigación, prevención,
etc. En consecuencia, las actuales instituciones encargadas de actuar
en los momentos de emergencia no serán las únicas responsables, sino
que éstas tendrán responsabilidades muy definidas y acotadas (en uno
de los momentos: el durante) al interior de un sistema de gestión integral
del riesgo.
Frecuentemente, los que trabajan en las instituciones encargadas
del manejo de desastres son gente de acción. A los cuerpos técnico-
burocráticos se les exige mostrar rápidamente resultados materiales. Existe
una visión de producto, un enfoque centrado en la rápida obtención de
productos visibles. Por el contrario, la gestión integral del riesgo propone
una visión de proceso, siendo más importante cómo y por qué se llega a
los resultados materiales que estos resultados en sí mismos. Ello sin perder
de vista que todo proceso debe (tarde o temprano) –y por supuesto mucho
162 Riesgo de desastres, sociedad y espacio. Contribuciones teóricas...

mejor si es más temprano que tarde– producir resultados tangibles en los


espacios que presentan situaciones de riesgo (Wilches-Chaux, 1998).
Si el desastre es pensado como el resultado de un proceso de largo
plazo que se extiende hacia atrás y hacia adelante del momento cuando
éste se produce, nos alejamos de una mirada exclusivamente puntual, esto
es, del momento de emergencia. Cuando existe conciencia del desastre
como actualización y materialización del riesgo que se ha construido
socialmente a lo largo de la historia de una sociedad, mediante la acumulación
de peligrosidades y vulnerabilidades en un determinado espacio, “se vuelve
necesario redefinir (...) y fortalecer la autonomía y la capacidad de acción y
decisión de los actores locales” (Wilches-Chaux, 1998, p. 91).
Según Cardona (1996), un elemento esencial de la gestión integral
del riesgo es la capacidad para reconocer la existencia de conflicto de
intereses en cualquier escenario de riesgo y para propiciar una
negociación pacífica entre las partes enfrentadas (actores sociales con
intereses diferentes y contrapuestos) que, mediante la concertación de
estos intereses, beneficie a la mayoría de los actores involucrados. Una
gestión integral del riesgo busca promover nuevos cauces de participación
que recuperen y fortalezcan las estrategias, creencias, conocimientos,
ideas, lógicas, etc., que pueden traer consigo diferentes actores sociales,
muchas veces aislados, dispersos y no siempre reconocidos como válidos
por los grupos que detentan el poder.

4. Contribuciones teóricas para (re) pensar los desastres


y su gestión

Para la “teoría social del riesgo”, la noción de riesgo es central,


entendiendo por ésta la probabilidad de resultados imprevistos o de
consecuencias no buscadas perjudiciales, que se derivan de decisiones/omisiones
o acciones de los actores sociales (Beck, 1992; Giddens, 1993). De acuerdo
con López Cerezo y Luján López (2000) no es fácil determinar una noción
de riesgo debido a la inexistencia de una noción unitaria y general con
aceptación en todos los ámbitos. A pesar de que hasta el momento existen
abundantes estudios empíricos y aplicaciones prácticas, las definiciones
sobre riesgo cambian dependiendo de la disciplina y del enfoque adoptado.
No obstante, su habitual definición hace referencia a probables eventos
que pueden producir daños.
Diego Martín Ríos 163

De Giorgi (1994) sostiene que el riesgo no debe ser considerado


como una condición esencial del hombre, ni mucho menos como una
categoría ontológica de la sociedad moderna, ni siquiera es el resulta-
do perverso del trabajo de la ciencia, de la tecnología o de la econo-
mía. Para este autor, el riesgo “es una característica de las decisio-
nes, una modalidad de la construcción de estructuras a través del
necesario tratamiento de las contingencias. Es una modalidad de la
relación con el futuro; una forma de la determinación de las
indeterminaciones según la diferencia de probabilidad/improbabili-
dad” (De Giorgi, op. cit., p. 58).
En una línea semejante, Beriain (1996) afirma que cualquier tipo
de decisión sobre posibles cursos de acción que se tomen conlleva riesgo.
Incluso el no decidir, o el posponer algo es ya una decisión, y, por tanto,
comporta riesgo; “podríamos suponer que si no existe ninguna decisión
libre de riesgo, la esperanza de más investigación y más conocimiento
podría conducir del riesgo a la seguridad, pero la experiencia práctica
nos muestra lo contrario: cuanto más se sabe, más se sabe que no se sabe,
y, por lo tanto, se forma una conciencia de riesgo. Cuanto más
racionalmente se calcula y de forma más compleja se realiza el cálculo,
más facetas nuevas aparecen en relación con el no saber sobre el futuro,
con la consiguiente indeterminación del riesgo y de su medida” (Beriain,
op. cit., p. 16).
En ocasiones, el riesgo existente en una sociedad, o la probabilidad
de resultados imprevistos o de consecuencias no buscadas perjudiciales,
se actualiza a través de los desastres. De este modo, se reemplaza la idea
de desastre como algo anormal que se presenta en una sociedad ajustada
y equilibrada, por una visión del desastre como un momento concreto de
lo normal, un aspecto de la vida cotidiana de esa sociedad. Esta idea
sustituye a aquellas asociadas con situaciones imprevistas surgidas como
resultado de un acto divino, fortuna o fatalidad (Giddens, 1993).
De un desastre natural en principio no se deriva riesgo alguno, quizás
un peligro o amenaza. Pero, cuando depende de una decisión prevenir
tal desastre o mitigar sus efectos, entra en juego el riesgo. El riesgo es
una situación donde una decisión está en juego; si son vistos como daños
fortuitos o contratiempos, serán entendidos socialmente como peligros,
pero si se percibe como fruto de decisiones u omisiones, entonces serán
entendidos como riesgos que conllevan imputabilidad respecto al/a los
responsable/s de la acción (Luhmann, 1996).
164 Riesgo de desastres, sociedad y espacio. Contribuciones teóricas...

Según Mansilla (2000, p. 17) “los desastres son eventos consuma-


dos, expresados en la materialización de las amenazas sobre contextos
vulnerables. Es decir, los desastres se presentan como resultado de la
concreción de los procesos de riesgo, y, en consecuencia, el riesgo se
convierte en el elemento sustancial tanto para entender cómo se
construyen los desastres como para determinar los elementos sobre los
cuales debemos incidir para evitar o reducir sus efectos”. Por ende, el
grado de riesgo frente a los desastres depende de la intensidad probable
del peligro o amenaza y los niveles de vulnerabilidad social existentes.
Tanto el riesgo, como su actualización, el desastre, se presentan como
producto de la coexistencia de la peligrosidad y de la vulnerabilidad
social (Lavell, 1996).
La peligrosidad o amenaza se refiere al potencial peligroso de los
fenómenos naturales y los procesos tecnológicos, siendo dicho potencial
peligroso inherente al fenómeno mismo. Un fenómeno sólo adquiere la
condición de peligroso y, en consecuencia, pasa a ser parte del riesgo
cuando su ocurrencia se produce o se prevé en un espacio ocupado por
una determinada sociedad. La peligrosidad se refiere al aspecto del riesgo
que esa sociedad percibe e identifica física o representacionalmente como
negativa o dañina (Natenzon et al., 2003).
La vulnerabilidad social es considerada una noción compleja,
multidimensional y relativa a algún tipo de peligro. Abordarla implica
tener en cuenta las condiciones y situaciones socioeconómicas, políticas,
culturales, institucionales, etc. de la sociedad local previas a la ocurrencia
de un desastre. De ellas deriva el modo en que los grupos sociales
afectados pueden (o no) anticiparse a un suceso peligroso y actuar en
consecuencia (antes, durante y después del impacto) (Blaikie et al., 1998).
En este sentido, la heterogeneidad social es un factor a tener en consi-
deración en tanto las condiciones socioeconómicas, políticas, culturales,
etc. implican conocimientos y respuestas diferenciales de aquellos sujetos
que participarán de los momentos desastrosos desatados por un fenómeno
peligroso (Natenzon, 1995).
En sintonía con lo anterior, Beck (1996, p. 251) agrega que es
necesario tener en consideración las “representaciones socioculturales
sobre la seguridad y las normas institucionalizadas –jurídicamente– sobre
esa misma seguridad. Tanto las representaciones socioculturales como
su correlato institucional en forma de normas establecen cuándo y por
qué algo tiene que valer como normal sin franquear los límites catalogados
Diego Martín Ríos 165

como peligro o riesgo, sin rozar lo estimado como escandaloso y


alarmante”. Giddens (1993) afirma que son las normas socioculturales
surgidas a lo largo de la historia las que instauran en el debate público
qué tipo de incertidumbres y peligros para la vida deben ser catalogados
como normales y cuáles otros deben ser ignorados. Aunque el riesgo puede
tener sus orígenes en procesos naturales (sobre los cuales también incide
la sociedad en diferentes grados), está inevitablemente sujeto a procesos
sociales (Krimsky, 1992).
Al considerarse a los riesgos de desastres como construcciones
sociales dependientes de factores socioculturales vinculados a estructuras
sociales contextuadas en cada espacio -tiempo, asociados a una
probabilidad de resultados imprevistos o de consecuencias no buscadas
perjudiciales, que se derivan de decisiones y acciones de los actores
sociales, la teoría social del riesgo tiene un fuerte anclaje en varios de
los conceptos desarrollados por la “teoría de la estructuración”.
Para la teoría de la estructuración, formulada por Giddens en su
obra La constitución de la sociedad (1995), un concepto principal es el de
la dualidad de la estructura, entendida como las “reglas y recursos que se
aplican a la producción y reproducción de una acción social y son, al
mismo tiempo, los medios para la reproducción sistémica” (Giddens, op.
cit., p. 55). Las reglas y recursos pueden actuar como elementos
constrictivos o habilitantes para las prácticas de los agentes.
Para esta teoría todos los seres humanos son agentes entendidos, es
decir que todos ellos saben sobre las condiciones y consecuencias de sus
acciones en la vida cotidiana. Son actores capaces y cognoscentes que
todo lo que “saben (creen) sobre las circunstancias de su acción y la de
otros (...) aplican en la producción y reproducción de esa acción”
(Giddens, 1995, p. 396). Un ser humano es un agente intencional cuyas
actividades obedecen a razones, motivos, etc., y que es capaz, si se le
pregunta, de abundar discursivamente sobre esas razones. De esta
manera, los agentes pueden incorporar en el flujo de su acción tanto el
control reflexivo de la misma –búsqueda racional de los fundamentos de
la acción que se realiza a través de la conciencia discursiva– como el control
práctico de la acción a partir del dominio de las destrezas, reglas y recursos
pertinentes; siendo este dominio parte de lo que el autor denomina
conciencia práctica.
El dominio y actualización de las reglas y recursos que poseen los
agentes entendidos juega un rol fundamental en la reproducción de las
166 Riesgo de desastres, sociedad y espacio. Contribuciones teóricas...

estructuras sociales. Las capacidades y creatividad inherentes al ser son


el pivote sobre el que se funda la capacidad de establecer marcas en la
realidad, lo que implica no sólo reproducir sino también producir
dimensiones estructurales estableciendo modificaciones en la
organización espacio-temporal de las prácticas sociales. En este sentido,
los individuos son agentes que tienen la posibilidad de transformar la
estructura social. Las estructuras han sido creadas por los sujetos humanos
y, aunque puedan presentar obstáculos en la conducta de la vida social,
también pueden ser ajustadas, cambiadas e inclusive destruidas por los
mismos agentes (Giddens, 1995).
No obstante, Giddens (1995) sostiene que somos autores de muchas
cosas que no nos proponemos hacer, y que quizás no queremos producir,
a pesar de lo cual las hacemos. También, puede haber circunstancias en
las que intentamos lograr algo, y en efecto lo alcanzamos, aunque no
directamente por nuestro obrar. Toda acción individual o colectiva, una
vez efectuada, se articula en el tiempo con otras dadas por otros actores,
cuya influencia recíproca puede modificar su orientación inicial y, por lo
tanto, los resultados previstos por el actor de su emisión. El fluir de una
acción “produce de continuo consecuencias no buscadas por los actores, y
estas consecuencias no buscadas pueden dar origen a condiciones
inadvertidas de la acción en un proceso de realimentación. La historia
humana es creada por actividades intencionales, pero no es un proyecto
intentado; escapa siempre al afán de someterla a dirección consciente”
(Giddens, op. cit., p. 63, el destacado es mío).
El control reflexivo que realizan los agentes sobre sus decisiones y
acciones está sustentado en los fundamentos de sus conciencias discursivas
y prácticas en tanto reglas y recursos. Precisamente, parte importante de
estas reglas y recursos que los agentes conservan descansan en sus
creencias, conocimientos, etc. que fueron forjando a lo largo de su
experiencia espacio-temporal.
Las creencias y conocimientos que los agentes poseen forman el
contexto constitutivo de la naturaleza de los riesgos de desastres. Con
manifestaciones físicas o sin ellas, los riesgos pueden así entenderse como
objetos sociales cuya naturaleza (carácter, magnitud de aceptabilidad,
etc.) depende de un anillo de creencia y acción humana. Como afirma
López Cerezo y Luján López (2000, p. 89) “el riesgo involucra un juicio
ético y epistemológico sobre un determinado suceso, que en un contexto
dado ha sido previamente valorado de un modo negativo y, por tanto,
identificado como daño”.
Diego Martín Ríos 167

Formar una creencia sobre un riesgo es un acto cognitivo y ejecutivo.


Identificar un riesgo es también valorarlo y producir un cambio en las
clases de cosas mediante las que ordenamos los objetos y los
acontecimientos individuales; pero también identificar un riesgo es
asimismo crearlo, en el sentido de mostrar o dar a entender las
consecuencias dañinas que puede tener un suceso, actividad o elemen-
to material hasta el momento visto como inocuo. López Cerezo y Luján
López (2000, p. 89) indican que “al identificar un riesgo, (...) lo creamos
en un sentido nominalista de redescribir un suceso como riesgo,
corrigiendo el significado del concepto al modificar su extensión (...). Es
decir, todas las elecciones que realizamos, todas nuestras elaboraciones
e interacciones con el mundo, la explicación de sus fenómenos o
predicción de sus acontecimientos, es acción bajo una descripción (...).
Y las descripciones requieren clasificación, el agrupamiento en clases”.
Incluso, un mismo suceso, actividad, objeto o espacio puede ser conside-
rado como riesgoso en un determinado contexto; sin embargo,
características contextuales distintas, que hacen a la contingencia –
como, por ejemplo, la actualización de la problemática ambiental en las
agendas públicas y de gobierno–, pueden dar lugar a que ese mismo
suceso, objeto, espacio, etc. tenga distinta significación social y por lo
mismo produzca efectos distintos.
De acuerdo con la “teoría del conocimiento” expresada por Arce
Carrascoso (1999), el acto cognitivo implica, de una forma u otra, una
toma de conciencia sobre el mundo, en la que nos representamos objetos,
por el cual difícilmente puede prescindirse de las nociones de sujeto y
subjetividad a las que siempre se alude y en las que está implicado el
proceso de objetivación. El conocer nos remite al ámbito de las vivencias
subjetivas y al campo de la conciencia, pudiendo quedar definido como
una toma de conciencia. No podemos conocer nada de lo que no tenemos
conciencia, por lo que el conocimiento puede ser definido como un traer
a conciencia, hacerse consciente de algo.
Para que pueda darse el proceso de objetivación dentro del acto de
toma de conciencia, “no basta con la actividad constituyente que un sujeto
lleve a cabo en soledad (...). La objetividad exige una intersubjetividad
(...) es decir se constituye frente a las opiniones en el terreno de lo público,
de lo que puede ser aceptado por la generalidad de las personas, es por ello
que (...) el conocimiento (...) debe pasar necesariamente por un momento
intersubjetivo y dialógico” (Arce Carrascoso, 1999, p. 213).
168 Riesgo de desastres, sociedad y espacio. Contribuciones teóricas...

Al interior de ese momento intersubjetivo y dialógico del proceso de


conocimiento del riesgo, debe destacarse el importante rol que desempeña
la opinión pública difundida a través de los medios masivos de
comunicación. Estos últimos cumplen tanto con una función normativa
como cognitiva. Una función normativa porque la opinión pública ejerce
una presión homogeneizante sobre el individuo dentro de la sociedad;
pero también una función cognitiva, puesto que sirve de fuente de
información sobre muchos peligros y riesgos que los individuos no son
capaces de percibir directamente. La mayoría de los riesgos no pueden
ser percibidos por el individuo, sino que le llegan a través de la ciencia,
el gobierno, las ONGs o los medios de comunicación. Por lo tanto, en la
valoración de riesgos no pesan demasiado los factores de carácter
individual, sino que la aceptación depende más bien de cosas tales como
valores sociales, confianza en las instituciones o transformación de la
información por parte de los medios masivos de comunicación (Douglas,
1996; Lanzetta, 2002).
Otro de los conceptos que está articulado al acto de toma de con-
ciencia es el de experiencia. Según Arce Carrascoso (1999), las
experiencias son imprevisibles, no son planificables. Constituye un
acontecer de la vida al que el ser humano está expuesto y hacerla es
intervenir en un acontecimiento, mediante la apropiación y elaboración
de lo que nos sale al paso. “Cuando se ha hecho una experiencia quiere
decir que se la posee. Desde ese momento lo que antes era inesperado es
ahora previsto. Una misma cosa no puede volver a convertirse para uno
en experiencia nueva. (...) De este modo, la conciencia que experimenta
se invierte: se vuelve sobre sí misma. El que experimenta se hace
consciente de su experiencia, se ha vuelto un experto: ha ganado un
nuevo horizonte, dentro del cual algo puede convertirse para él en
experiencia” (Arce Carrascoso, op. cit., p. 251). Asimismo, si la
internalización de una experiencia genera formación, dando lugar a un
saber hacer o destreza, puede producir, sin embargo, ciertos automatismos
o rigideces en el comportamiento que ante situaciones de riesgo o ya en
el momento del desastre impliquen erradas decisiones o acciones.
El conocimiento juega un papel significativo en la racionalización
del mundo de objetos y del mundo social. Como asegura Arce Carrascoso
(1999, p. 99) “el conocimiento humano tiene como objetivo servir de
entramado teórico con el que comprender el mundo y hacer de él un
medio para nuestro propio desarrollo; por eso, justamente, se ha podido
Diego Martín Ríos 169

decir que el conocimiento es un instrumento simbólico para la compren-


sión y manipulación del mundo”.
Una de las dimensiones que juega un rol relevante en la comprensión
y manipulación del mundo es el espacio. Teóricos sociales críticos, tales
como Soja, vienen sosteniendo que la dimensión espacial ha sido relegada
en la interpretación de los fenómenos sociales, por lo que proponen su
consideración e importancia para la formulación de la teoría social. La
reafirmación del espacio en la teoría social crítica no implica una
desvalorización de la temporalidad y la socialidad, sino una orientación
hacia un equilibrio entre espacialidad, temporalidad y socialidad, en
tanto dimensiones inherentes al ser humano (Soja, 1993).
La “teoría de la espacialidad” desarrollada por Soja (1993) propone
dejar de conceptualizar al espacio como un escenario donde ocurren las
prácticas sociales. Esta teoría busca la integración entre lo objetivo, lo
subjetivo y la temporalidad, utilizando el concepto de espacialidad para
dar cuenta del proceso en el que se produce el espacio. Los agentes
sociales actúan a través del espacio produciéndolo, y en ese proceso de
producción se constituyen como sujetos.
El pensamiento de Soja sobre la espacialidad se basó de manera
importante en las ideas desarrolladas por Henri Lefebvre en su obra de
1974 (La production de l’espace). De acuerdo con este último autor, el
espacio no sólo se produce como una externalidad-materialidad, lo cual
lo equipararía a cualquier otra obra humana, sino que el espacio en su
calidad de producto comprende y forma parte de la relación entre los
objetos y de éstos con los hombres. Al mismo tiempo, es constitutivo de
las relaciones entre los hombres en tanto mediación. Es por ello que
sostiene que las relaciones sociales tienen existencia social en tanto tienen
existencia espacial, proyectándose en el espacio al tiempo que lo producen
(Lefebvre, 1995).
Según Soja (1996) los espacios de las prácticas, de las relaciones, de
la representación coexisten y se interrelacionan. El espacio es percibido,
concebido y vivido por sujetos a partir de las relaciones que establecen
con la materialidad y la temporalidad. Así, no sólo el espacio es constitutivo
de las prácticas sociales, sino que las prácticas sociales constituyen el
espacio, completando de esta manera la noción de producción a la que
hace referencia Lefebvre. Los aspectos subjetivos del espacio, aquello de
lo que los inventarios no pueden dar cuenta, son parte de este producto
como su materialidad. En este sentido, el autor pone de relevancia la
170 Riesgo de desastres, sociedad y espacio. Contribuciones teóricas...

inseparabilidad, la simultaneidad y la igualdad de jerarquía que tienen


la materialidad, la temporalidad y la subjetividad en el espacio social.
En la trialéctica de la espacialidad son tres los espacios que se interconectan
para producirla:
El primer espacio, el espacio percibido, se refiere al espacio físico, a la
materialidad del espacio; el espacio percibido de la materialidad concreta
de las formas espaciales que posibilitan la producción y reproducción
social, y que pueden generar acciones transformadoras o hacia el cambio
(el espacio percibido por los sentidos de Lefebvre). El segundo espacio,
el espacio concebido, es definido como los pensamientos sobre el espacio.
Se refiere a la representación del espacio (según Lefebvre) tanto desde
el sentido común como desde las disciplinas académicas dedicadas a
éste (Geografía, Arquitectura, Ingeniería, Antropología, etc.). Por últi-
mo, el tercer espacio, el espacio vivido, incorpora los dos aspectos anteriores.
Es el espacio constituido por los espacios de representación (según
Lefebvre), esto es, los espacios vividos y significados; hace referencia a la
producción simbólica del espacio que juega un rol igualmente relevante
en la organización espacio-temporal de las prácticas o acciones. El espacio
vivido es el que permite abarcar, entender y potencialmente transformar
todos los otros espacios de manera simultánea. El espacio vivido, más
que cualquier otro, es el espacio de la lucha social; es el espacio que a
menudo se lo asocia con el lado clandestino o marginal de la vida social, el
espacio de la diferencia. El espacio vivido es el más politizado de todos
los otros espacios.
En este sentido, Soja (1996) propone otra manera de entender la
espacialidad, la cual denomina tercerespacio. Este tercerespacio es el
espacio donde están todos los espacios; el espacio comprendido por lo
subjetivo y lo objetivo, lo abstracto y lo concreto, lo real y lo imaginado,
lo conocido y lo desconocido, la estructura y la agencia, etc. El
tercerespacio no se reduce a tales pares dialécticos sino que los supera
ampliándolos en alcance, sustancia y significado.
Desde esta perspectiva, la espacialidad como proceso no es la
sumatoria ni el transcurrir de estos momentos o espacios en paralelo,
sino que la interproducción e indeterminación de los tres espacios hacen
a la trialéctica del espacio, a la indivisibilidad de estas dinámicas
constitutivas. Es importante tener en cuenta que la espacialidad
resultante es de un carácter superador, es decir, posee una entidad propia
respecto de cada uno de los tres momentos o espacios. La espacialidad es
Diego Martín Ríos 171

una trialéctica de la espacialidad percibida (físicamente con el cuerpo)


de la espacialidad concebida y de la espacialidad vivida que construye
a los actores sociales como tales (Soja, 1996). Esta perspectiva teórica
podría contribuir a una conceptualización de la espacialidad del riesgo
de desastres; es decir, una conceptualización de las formas en que se
establecen, se entretejen las relaciones entre espacio y riesgo de
desastres y en que uno sobre el otro condicionan sus existencias (material
y subjetiva).

5. Consideraciones finales

Las características de los acontecimientos desastrosos y las


consecuencias que éstos traen para las poblaciones afectadas (muerte,
destrucción, costos de reconstrucción, etc.) generalmente fueron (y
siguen siendo) el centro de atención de los estudios sobre la cuestión,
por lo que continúa prevaleciendo un análisis sobre el momento mismo
del desastre que elude la pregunta acerca de por qué ocurre. Para revertir
esta situación es necesario producir un tratamiento científico sobre la
cuestión de los riesgos de desastres que elimine la posición de abandono
a la que se ha sometido a la sociedad frente a la aparente inevitabilidad
de estos acontecimientos. Es por ello que se precisa asumir una posición
crítica frente al análisis de las formas de organización social vigentes y la
manera en que la sociedad está participando de la producción del riesgo
de desastres, desentrañando la base material y subjetiva que sustenta su
gestación y evolución.
Las contribuciones teóricas presentadas y analizadas en este trabajo
permitirían (re) pensar críticamente los desastres a partir de un análisis
de los procesos sociales que participan de la construcción del riesgo de
desastres. En estos procesos sociales la dimensión espacial está presente
como una dimensión social (como otras: la económica, la política, la
cultural, etc.) que conforman a los seres como actores tal que condicionan
las formas en que se construye socialmente el riesgo de desastres. Por
esto, ciertos aspectos de la teoría social del riesgo, de la teoría de la
estructuración, de la teoría del conocimiento se articularon con los de la
teoría de la espacialidad como forma de construir una perspectiva social
más abarcativa para abordar la complejidad de la construcción social del
riesgo de desastres.
172 Riesgo de desastres, sociedad y espacio. Contribuciones teóricas...

La noción de espacialidad de Soja permite ir más allá de la tradicio-


nal concepción sobre riesgos y desastres –que predomina en los ámbitos
académicos y de gestión pública–, en donde el espacio es visto
predominantemente como contenedor de cosas. Esta perspectiva posibilita
pensar cómo el riesgo es construido a través de la experiencia y percepción
del que tienen quienes toman decisiones y cómo se transforma junto a
los cambios producidos en este último. Se considera que la construcción
de esta perspectiva también tiene implicancias en las acciones políticas
de la gestión pública sobre esta problemática permitiendo superar las
características de la actual política de manejo de desastres. Al respecto,
por ejemplo, la falta de consideración de las estrategias, creencias,
conocimientos, ideas, lógicas, etc. sobre el riesgo de desastre de la
población civil en las políticas de gestión pública que se quieran
implementar conlleva a que estas últimas probablemente experimenten
retrasos, baja incidencia o incluso un rotundo rechazo.
El conocimiento del riesgo que puedan tener consigo los actores
sociales del contexto espacial/temporal en el cual están insertos forma
parte constitutiva de la espacialidad cotidiana de los mismos, más aun si
se tiene en consideración que el riesgo de desastres también puede formar
parte constitutiva –entre otras tantas características– de la espacialidad
de los agentes. Al interior del proceso de conocimiento del riesgo se
establece el proceso de toma de conciencia, en el cual determinadas
decisiones, acciones u objetos de la realidad son caracterizados y clasifi-
cados como dañinos por los agentes y, por lo tanto, entran dentro de la
categoría de riesgosos (o no) frente a una situación de un probable
desastre. Los agentes entretejen distintas estrategias para defenderse,
amortiguar e incluso recuperarse ante lo que consideran riesgoso, lo cual
incluye desde el conocimiento de los signos de la naturaleza que indican
la aparición de probables peligros, pasando por la elección de las técnicas
constructivas más adecuadas para la mitigación de los efectos negativos
desatados por el fenómeno peligroso, la construcción de redes de
autoayuda entre vecinos, hasta inclusive el conocimiento o información
de quiénes son los encargados de realizar las tareas de alerta y emergen-
cia en el momento mismo del desastre, entre otras.
Con la incorporación o inclusión de otros actores sociales (de sus
percepciones, vivencias, intereses, etc.) puede producirse una negociación
y consenso de sus espacialidades del riesgo en la instancia de gestión
pública, por lo que se puede alcanzar una idea más holística de la realidad
Diego Martín Ríos 173

sobre determinado contexto espacial que puede ser considerado riesgoso.


En esta negociación y consenso de espacialidades podrán surgir propuestas
que involucran aspectos vinculados a los tres espacios que forman parte
de la espacialidad: el espacio percibido (asociado a la materialidad del
espacio), el espacio concebido (asociado a la representación del espacio)
y el espacio vivido (asociado a los espacios de representación). Esto
permitiría recuperar, sobre todo al incorporar el espacio vivido –en tanto
espacio cargado de subjetividades e intereses de los actores sociales–, la
dimensión política del espacio, y así encaminarse hacia una gestión del
riesgo de desastres que implique una política más incluyente.
En oposición a esta mirada se encuentra la concepción de espacio
que sustentan las prácticas realizadas por las instituciones públicas
encargadas del manejo de desastres. El espacio es visto como un
contenedor de cosas; es decir, un espacio como un soporte de objetos
materiales entre los cuales también se incluye a la sociedad y donde
básicamente se tiene en consideración la distribución, localización,
extensión de los fenómenos peligrosos desencadenantes, de las vías de
evacuación, de los centros de salud más próximos y de las poblaciones
vulnerables, entre otros. Estos aspectos sólo reciben su espacialización a
través de la cartografía temática que confeccionan estas mismas
instituciones (como, por ejemplo, mapas de peligrosidad o de riesgo). De
este modo, se impone sólo una visión del espacio y del riesgo de desastres
(asociada a la visión del espacio) que reduce u oculta los procesos sociales
que intervienen en la construcción de la espacialidad del riesgo de desastres.
De alguna manera, la persistencia en considerar al espacio como un
soporte y la negación o desconocimiento de las diversas espacialidades
de los distintos actores sociales por parte de las instituciones públicas
encargadas del manejo de desastres tiene como consecuencia que el
espacio no se gestione en forma integral, imponiéndose la visión
dominante. Por el contrario, incorporar la dimensión espacial en los
procesos participativos de gestión podría dar lugar a que los actores sociales
se apropien de la construcción de sus procesos espaciales en tanto proce-
sos socio-históricos que los involucran directamente. Así, las políticas
públicas surgidas de la negociación-concertación permitirían encontrar
opciones, que beneficien –en lo posible– a la mayor parte de los actores
sociales implicados.
En suma, la comprensión de los procesos sociales vinculados a la
construcción de riesgos de desastres podría lograrse con el estudio de los
174 Riesgo de desastres, sociedad y espacio. Contribuciones teóricas...

procesos sociales específicos de la articulación entre espacio y riesgo de


desastres que profundice en los procesos de (re) producción de ambos y
en la manera en que éstos se interrelacionan. Hasta el momento la mayor
parte de los trabajos que vinculan espacio-riesgo/desastres consisten
básicamente en análisis descriptivos, que centran su atención en las
características de la peligrosidad y de la vulnerabilidad social, con un
pobre desarrollo teórico-metodológico que no logra abordar en
profundidad la antedicha articulación. Se considera que para alcanzar un
abordaje sustantivo sobre la realidad de los riesgos desastres desde la
perspectiva de la espacialidad el análisis no debe centrarse ni en el espacio
ni en el riesgo de desastre en sí mismos, sino que debe construirse una mirada
que tienda a revelar las relaciones sociales insertas en éstos (y en sus
interrelaciones) las cuales conllevan contradicciones que precisan ser
iluminadas y puestas en cuestión. El espacio o la espacialidad construida se
instaura como una dimensión necesaria para realizar nuestras interpretaciones
y explicaciones de los fenómenos sociales relacionados con el riesgo de
desastres.

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Diego Martín Ríos 177

El campesinado de la Quebrada
de Humahuaca. Análisis de su
transformación desde un enfoque
geográfico

Mariana Arzeno*

1. Introducción

L as posibilidades y características de la persistencia del sector


campesino en contextos capitalistas ha sido tema de debate entre
los teóricos de la cuestión agraria,1 discutida hacia fines del siglo XIX
(Lenin, 1957; Kautsky, 1977). En América Latina, dicha discusión tuvo
lugar hacia la década de 1970 en un contexto de expansión del
capitalismo agrario, y quedó enmarcada en los debates entre
“campesinistas” y “descampesinistas”. Resumidamente, los primeros
sostenían, retomando las elaboraciones desarrolladas por Chayanov (1985,
1924), que la “economía campesina” tenía su propia lógica de manejo,
funcional al sistema a través de la transferencia de excedentes al resto
de la economía, todo lo cual hacía posible su persistencia (Schejman,
1980; Esteva, 1981). Los descampesinistas sostenían que las unidades
campesinas estaban destinadas a desaparecer por la progresiva
asalarización que sufrían y la pérdida de su calidad de productores (Feder,
1981; Bartra, R., 1981).
Otras elaboraciones teóricas, a la luz de las evidencias empíricas
que daban cuenta tanto de la desaparición como de la persistencia de

* Licenciada en Geografía, doctoranda de la Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de


Buenos Aires, con subsidio de la Fundación Antorchas.
1. La cuestión agraria clásica giraba en torno al impacto del desarrollo capitalista en el agro
y, en particular, en el destino del sector campesino. La interpretación marxista planteaba su
inexorable desaparición y transformación en proletariado rural o burguesía agraria.
178 El campesinado de la Quebrada de Humahuaca. Análisis de su transformación...

sectores campesinos en distintos contextos, plantearon que el desarrollo


del capitalismo en los países periféricos asume un carácter particular. Las
formas de producción domésticas (entre ellas, el campesinado) son
integradas a la dinámica de acumulación del capital, pero a través de
una “subsunción indirecta” que no elimina la especificidad no capitalis-
ta del campesino (Bartra, A., 1989). La condición de posibilidad de su
persistencia, por lo tanto, está siempre presente en cualquier contexto
de desarrollo capitalista.
Por otro lado, la recuperación del concepto de “estrategias de
supervivencia” (en sus orígenes utilizado para el análisis de familias
urbanas pobres) ha permitido dar cuenta de la diversidad de ingresos
que puede tener el campesino para garantizar su subsistencia sin que
esto implique su desaparición. Con ese concepto se entendía al campesino
como un productor, pero además como un asalariado a tiempo parcial,
un pequeño comerciante, un artesano (Rivera, 1989). Esta idea de
estrategias, por su parte, presupone la existencia de un margen para la
acción de los agentes sociales, lo cual implica que no hay estructuras
rígidas que gobiernan de manera mecánica el accionar de los hombres
(Giddens, 1991). El concepto de “estrategias de supervivencia” (o “de
vida”, “del hogar”, como variantes del concepto) se convierte en una
herramienta analítica que permite otro acercamiento al estudio de la
complejidad y dinámica del sector campesino.
Ahora bien, no ha habido en los estudios sobre campesinado, hasta el
momento, análisis que incorporen la espacialidad de la vida campesina y
sus cambios como uno de los aspectos centrales para entender esa dinámica
y su transformación en el tiempo. La evolución del campesinado ha seguido
distintos caminos en distintos contextos históricos pero también geográficos.
Y esto es así desde el momento en que las prácticas campesinas tienen
lugar en alguna parte, es decir, se hallan localizadas y transforman el espacio
de la misma manera en que son modificadas por él.
El objetivo de este trabajo es analizar las transformaciones
experimentadas por el campesinado de la Quebrada de Humahuaca
(Jujuy) a la luz de los conceptos de espacialidad y dialéctica socio-
espacial desarrollados por Soja.2 Por otro lado, dado el lugar central
que se le ha otorgado desde la Geografía a la agencia humana en la
conceptualización misma del espacio geográfico y la espacialidad de la

2. Conceptos desarrollados en la Introducción por la Prof. Doctora Marta I. Kollmann.


Mariana Arzeno 179

vida social (se reconoce la capacidad creadora y transformadora de


espacialidad, tanto comunitaria como individual, que tienen los agentes
humanos en la estructuración de su vida cotidiana), retomamos algunos
planteos teóricos vinculados a los conceptos de acción y de estrategia
desarrollados por Giddens y Bourdieu.3
La Quebrada de Humahuaca constituye un ámbito rural en el que
predomina el pequeño productor campesino de tradición indígena que
desarrolla una serie de estrategias de vida en un contexto de dependencia
económica (con una inserción marginal al mercado laboral y de productos)
e inestabilidad ambiental, dadas las características naturales de la
Quebrada. La diversidad socioproductiva del área de estudio da cuenta
de los cambios a lo largo del tiempo en las estrategias de vida de los
campesinos, lo que se vincula: (i) con los cambios en el contexto
socioeconómico en el cual se insertan, es decir, con procesos generales
que tienen incidencia a nivel local y generan procesos locales y (ii) con
las características diferenciales en términos ambientales y de localización
en las que esos procesos tienen lugar. Ese contexto socioeconómico define
una serie de condicionantes de las estrategias de acción (o
comportamiento de los actores), a las que se le suman aquellas derivadas
del contexto ambiental (caracterizado por la ocurrencia de eventos
naturales, como torrentes de barro, inundaciones, sequías, heladas). Todo
esto configura el marco en el que los campesinos se reproducen de manera
particular en distintos ámbitos productivos locales.
En este trabajo nos orientamos a responder dos interrogantes: (i)
¿Cuáles fueron y son las estrategias o praxis de vida de los campesinos,

3. Esas elaboraciones teóricas deben enmarcarse dentro de lo que se define como


“constructivismo” en ciencias sociales. Los planteamientos constructivistas tratan de superar las
oposiciones clásicas entre pares de conceptos como: material/ideal, objetivo/subjetivo, colectivo/
individual. Superar esas dicotomías implica “concebir juntos aspectos de la realidad que
tradicionalmente se consideraban antagónicos” y de esa forma contribuir a una mejor comprensión
y explicación de fenómenos sociales complejos (Corcuff, 1998: 11). En una perspectiva
constructivista, “...las realidades sociales se conciben como construcciones históricas y cotidianas
de actores individuales y colectivos. [...] La palabra construcciones remite a la vez a los productos
(más o menos duraderos o temporales) de elaboraciones anteriores y a los procesos en curso de
reestructuración. Así pues la historicidad constituye una idea fundamental para los constructivistas
en tres sentidos: 1) el mundo social se construye a partir de preconstrucciones pasadas [...]; 2) las
formas sociales pasadas son reproducidas, apropiadas, desplazadas y transformadas al tiempo
que se inventan otras en la práctica y la interacción [...] de la vida cotidiana de los actores; 3) esta
herencia y este trabajo cotidiano abren un campo de posibilidades para el futuro” (Corcuff,
1998: 19).
180 El campesinado de la Quebrada de Humahuaca. Análisis de su transformación...

en distintos contextos espacio-temporales? y (ii) ¿Cuáles son las


características de la espacialidad de esos cambios y de qué manera o en
qué sentido lo espacial modifica lo social, en este caso, lo social rural?

2. La Quebrada de Humahuaca. Características generales

La Quebrada de Humahuaca es un valle fluvial que se extiende de


Norte a Sur por los departamentos de Humahuaca, Tilcara y Tumbaya,
en la provincia de Jujuy. Delimitada por dos cordones montañosos que
alcanzan grandes alturas, la Quebrada presenta distintos ambientes
naturales: en el sector sur el clima cálido y húmedo da lugar al desarrollo
de un bosque subtropical en fondo de valle y una pradera de gramíneas
en la parte alta de las laderas, mientras que hacia el Norte, el clima
desértico de altura dominante da lugar al desarrollo de una estepa
arbustiva, alternada con cardonales y matorrales.
En relación con la situación agraria, se observa un predominio de
pequeños productores campesinos4 que producen tanto para el mercado
como para el autoconsumo, aunque en distinto grado según las áreas.
Dada la aptitud de las tierras del sector sur de la Quebrada, la producción
se orienta a la ganadería de vacunos, ovinos y caprinos con fines
comerciales y de autoconsumo y una agricultura de muy pequeña escala.
La producción agrícola para el mercado se realiza en su mayor parte en
el sector correspondiente al plano aluvial del río Grande y en los sectores
bajos de algunas quebradas transversales. En las tierras altas, la producción
continúa centrándose en cultivos de autoconsumo (papa, maíz, haba,
arveja), forrajeras (alfalfa), y en la ganadería de ovinos, caprinos y bovinos,
aunque en pequeña escala (Arzeno y Castro, 1998a).
Cerca del 60% de la población de la Quebrada en el año 2001 se
asentaba en localidades urbanas o rurales del fondo de valle, observándose
una tendencia al crecimiento de algunas de esas localidades y al
decrecimiento de la población situada en las tierras altas, por lo general
con un patrón de asentamiento disperso.

4. Denominamos de esta manera a los pequeños productores familiares que producen


para el mercado y/o para autoconsumo y cuya escala de producción no les permite acumular
capital de manera sostenida. Si bien la mano de obra utilizada es fundamentalmente familiar,
pueden contratar mano de obra ocasional. Por su parte, los ingresos de estas unidades de
producción pueden complementarse con actividades extraprediales.
Mariana Arzeno 181

El campesino en general y en particular el de la Quebrada, como se


verá en este trabajo, es un agente dinámico, que desarrolla una serie de
estrategias,5 las que van cambiando de acuerdo a la lectura que hacen
del contexto en el que se encuentra, de acuerdo a su situación particular
(su posición específica espacio-temporal-social-biográfica). Esta
característica de los productores campesinos, en tanto agentes sociales,
hace que sus actividades y la organización de las mismas se modifiquen
en función de múltiples aspectos, desde aquellos vinculados al propio
ciclo de vida de las familias, como aquellos vinculados a la migración de
alguno de sus miembros, a un cambio en la demanda de los productos
que produce o incluso a una situación de pérdida de parte de la producción
o del stock ganadero debido a alguna anomalía climática.
Las consecuencias no buscadas de acciones (estrategias) desarrolladas
a lo largo del tiempo generan nuevos contextos que deben ser reinterpretados
por los agentes (en este caso, productores campesinos) quienes modifican
sus acciones para adaptarse a esos nuevos contextos. Las estrategias que se
definen en el contexto socio-espacial actual de la Quebrada dan cuenta de
la existencia de agentes con capacidad para adaptarse a los cambios, aunque
las propiedades estructurales siguen actuando, en términos generales, de
manera “constrictiva” sobre esas acciones.6
En este trabajo haremos referencia a los tipos de estrategias de vida7
que se desarrollan en la actualidad para hacer frente a los condicionantes
socio-espaciales con los que conviven los productores campesinos.

5. En términos generales seguimos el concepto de estrategia desarrollado por Bourdieu


(1993), el cual está ligado a la noción de “habitus”, entendido como sistema de disposiciones
(“inclinaciones a percibir, sentir, hacer y pensar de una determinada manera, interiorizada e
incorporadas casi siempre de forma inconsciente por el individuo”, Corcuff, 1998: 32) adquiridas
por la experiencia y por lo tanto variables según los lugares y los momentos (Bourdieu, 1993:
22). Ellas se incorporan en las acciones que “aparecen” como automáticas, no conscientes, en la
“praxis”. Consideramos sin embargo que las acciones generadas por ese “habitus” pueden tener
“consecuencias no buscadas” (en los términos de Giddens, 1991: 51) que con el tiempo contribuyan
a cambiarlo.
6. Entendemos por propiedades estructurales a las características que restringen o posibilitan
la acción de los agentes de manera duradera y que se reproducen a través de sus prácticas. De
acuerdo con Giddens (1991: 54) son las “propiedades por las que se vuelve posible que prácticas
sociales discerniblemente similares existan a lo largo de segmentos variables de tiempo y de
espacio, y que presten a éstos una forma ‘sistémica’”. Un ejemplo de propiedades estructurales
podrían ser las formas de acceso a la tierra o el sistema de comercialización dominante. En el
caso de productores campesinos, entendemos que las propiedades estructurales operan de
manera más restrictiva que posibilitadora, aunque esta última alternativa está siempre presente.
7. Para el caso de la Quebrada, seguimos la tipología de Rivera (1989: 352), quien define
tres grandes tipos de estrategias (agrícolas de subsistencia, de acumulación y de supervivencia) y
182 El campesinado de la Quebrada de Humahuaca. Análisis de su transformación...

La Quebrada de Humahuaca no constituye un ámbito rural


homogéneo. Desde el Sur hacia el Norte, o desde el fondo del valle
hacia la altura de los cerros, las situaciones productivas y las problemáticas
sociales cambian, son diferentes. Esa diferenciación no puede ser atribuida
exclusivamente a las diferencias topográficas y consecuentemente
climáticas que le confieren ciertas características “naturales” a ciertas
áreas, sino a una serie de procesos socio-espacio-temporales que se han
expresado a través de las prácticas de los agentes locales de manera
particular en distintos ámbitos geográficos dentro de la Quebrada.
Estos ámbitos productivos locales constituyen “situaciones de
producción” con rasgos campesinos (Murmis, 1992), es decir, son áreas
en las que predominan cierto tipo de estrategias de vida que expresan
procesos vinculados con la evolución del campesinado: campesinización,
descampesinización, diferenciación y descomposición campesina.8 Esto
significa que a los componentes de disponibilidad de tierra y trabajo
familiar (definitorios de la unidad de producción campesina) se le suman
la capitalización y la asalarización, que se combinan en distintos niveles,
y que pueden cambiar con el tiempo. Esos cambios con el tiempo pueden
marcar tendencias en la evolución de la unidad campesina, por ejemplo,
hacia la capitalización (incorporando tierra, o maquinarias) o hacia la
asalarización (incorporando el trabajo extrapredial en forma creciente).
El por qué predominan en ciertas áreas ciertos procesos y no otros
nos lleva a incorporar otro elemento constitutivo de estos ámbitos
productivos locales: la localización. La localización relativa (respecto de
los mercados de productos y de trabajo y de las principales vías de
comunicación que comunican con esos mercados) actúa como habilitante
de acciones o procesos, o bien puede inhibirlas en otros casos. Y también
la localización en términos de las características geográficas del área:

utiliza como criterio “...la forma como se define al nivel del hogar, dados ciertos medios, la
satisfacción de determinadas necesidades y la consecución de ciertos objetivos”. Las características
de esos tipos de estrategias serán definidas más adelante.
8. El concepto de diferenciación campesina alude a situaciones en las que “...las unidades
campesinas pueden aumentar su control de trabajo muerto y la escala de la reproducción
familiar, pero manteniendo el papel decisivo del trabajo familiar. Por otro lado, también puede
ocurrir el fenómeno opuesto con disminución de escala y venta de trabajo afuera pero manteniendo
la primacía del trabajo familiar” (Murmis, 1992: 94). Los procesos de descomposición campesina
se dan cuando los rasgos no campesinos (capitalización y asalarización) prevalecen sobre los
campesinos. Por último, los procesos de descampesinización dan lugar a la existencia de asalariados
y capitalistas cuyo origen es campesino.
Mariana Arzeno 183

disponibilidad y aptitud de las tierras para el desarrollo de ciertas


actividades productivas, disponibilidad de agua para riego, infraestruc-
tura (de riego, caminos, puentes).
En términos de Soja, podría decirse que estos ámbitos son
estructuraciones espacio-tempo - sociales, producto de la acción
humana en localizaciones específicas. En este trabajo analizamos dos
ámbitos productivos, testigos o muestras representativas de áreas, con
grandes diferencias en cuanto a sus características y transformaciones
experimentadas. Uno de ellos corresponde al área hortícola más
importante de la Quebrada, Maimará y el otro caso corresponde a la
comunidad de Rodero, situada en las tierras altas, a pocos kilómetros
de la localidad de Humahuaca.

3. Cambios en las estrategias de vida y transformación


de ámbitos productivos locales

Si uno analiza la historia productiva de la Quebrada en el último


siglo, pueden advertirse una serie de cambios que se vinculan con
situaciones coyunturales y procesos de distinta índole. Estos procesos,
por lo general originados en una escala extralocal, han tenido incidencia
a nivel local, modificando la inserción de la Quebrada en un contexto
mayor, regional, y dando lugar a procesos locales que han acentuando la
diferenciación productiva y social entre distintas áreas en su interior.

a) En primer lugar habría que mencionar la construcción del


ferrocarril a principios del siglo XX,9 que contribuyó a la desestructuración
del espacio mercantil andino, al fortalecimiento de las agroindustrias y
facilitó la incorporación del Noroeste, especializado en la producción de
caña de azúcar, en el mercado nacional. En el caso de la Quebrada, este
hecho provocó un cambio en la organización productiva del fondo de
valle, hasta ese momento especializada en la producción de alfalfa para
el engorde de los animales que, con destino a los centros mineros de
Bolivia, transitaban por la Quebrada. Pero fue el mismo ferrocarril que
circulaba por el fondo del valle que permitió su reorientación productiva

9. El ferrocarril llegó a la ciudad de Jujuy en 1891 y en los primeros años del siglo XX se
extendió a lo largo de la Quebrada.
184 El campesinado de la Quebrada de Humahuaca. Análisis de su transformación...

hacia la fruticultura y más adelante la horticultura, que abastecía a los


mercados urbanos del Noroeste. Esta producción comercial se comple-
mentaba con un componente importante de producción para
autoconsumo de las familias campesinas.

b) Sin embargo, lo que provocó transformaciones más profundas en


la organización campesina fue su incorporación como mano de obra
estacional en los ingenios azucareros del Noroeste, a partir de la década
de 1930. Esa incorporación, por lo menos hasta fines de la década de
1940, se realizó de manera coercitiva, a través de distintos métodos de
captación de la mano de obra empleados por los ingenios. Entre los
métodos más comunes pueden mencionarse: el peonaje por deudas y la
compra o alquiler de las haciendas de arrenderos (este último sistema
implicaba la obligación del pago de arriendo con trabajo en la zafra).
Cualquiera de estos métodos implicaba la migración estacional de uno,
varios o todos los miembros del grupo familiar.
A partir de la incorporación de los campesinos al mercado laboral
regional que se estaba consolidando, se inicia un proceso de
proletarización parcial10 que en general persiste hoy en día. Aun en el
caso de aquellos que fueron liberados de la obligación del pago de la
renta con trabajo con los cambios en la tenencia de la tierra11 continuaron
asistiendo a la zafra de manera voluntaria, e incluso a diversificarse los
destinos de las migraciones estacionales. Esta situación expresa la creación
de una dependencia al ingreso salarial (Campi y Lagos, 1994; Karasik, s/
f). En este sentido puede decirse que la asalarización pasa a formar parte
del “habitus” de la población campesina, quien en adelante ha tendido
a diversificar sus ingresos incorporando las actividades extraprediales,
además de la migración generalmente asociada a ellas.
La introducción de ciertas reformas sociales que afectaron también
a la industria azucarera12 favoreció esa situación. Hacia la década de

10. Se trata de una proletarización parcial en tanto los indígenas no quedaron completa-
mente divorciados de los medios de producción, es decir, les estaba permitido permanecer en
sus tierras siempre y cuando trabajasen en las plantaciones durante la zafra (Rutledge, 1987).
11. En 1949, durante el gobierno de Perón, se produce la expropiación de las haciendas de
la Puna y la Quebrada, lo que puso fin definitivamente al sistema de pago de renta en trabajo
(Rutledge, 1987).
12. Por ejemplo, el Estatuto del Peón (1944) regía las condiciones laborales de los
trabajadores rurales y contenía una sección especial dedicada a la industria azucarera, donde,
además de elevar los salarios y mejorar las condiciones de trabajo en las plantaciones y fábricas,
se limitaban los poderes del contratista.
Mariana Arzeno 185

1940 surgieron nuevas oportunidades de empleo agrícola (como, por


ejemplo, en el tabaco) y no agrícola (por la expansión industrial y urbana),
que permitió a muchos encadenar la zafra con otras actividades, con lo
que se incrementó el período de permanencia fuera del predio o
directamente su abandono (Karasik, s/f).
Con la modernización de los ingenios hacia la década de 1970, las
migraciones estacionales disminuyeron, siendo ésta una de las causas
que acentuaron las migraciones definitivas, generalmente hacia centros
urbanos regionales o extrarregionales. Ya desde los años 80 se
multiplicaron los destinos y los circuitos migratorios, más distantes y más
dispersos, provocando resultados inciertos respecto de la posibilidad de
que esas migraciones fuesen compatibles con la reproducción del hogar
campesino (Karasik, s/f).
Otras fuentes de trabajo fueron de importancia para los campesinos
de la Quebrada, tales como la minería en la Puna (en especial, el caso
de las minas Pirquitas y Aguilar), el trabajo en Ferrocarriles Argentinos
y en la actividad siderúrgica (Altos Hornos Zapla, en Palpalá). Los cambios
experimentados en estas fuentes de trabajo, que tuvieron lugar a principios
de la década de 1990 (reestructuración de la minería, privatización de
Altos Hornos Zapla, cierre del ferrocarril), provocaron una intensificación
en el ritmo de los despidos que condujo a una reubicación de estos
trabajadores, en el sector servicios o en la actividad agrícola o no agríco-
la, tanto en la provincia como fuera de ella. En otros casos se produjo
una vuelta al predio, para retomar las actividades agrarias en mayor o
menor medida. Es decir, los cambios en la estructura natural y laboral
del espacio provocaron cambios sociales importantes y reestructuración
espacial, urbana y rural.

c) Otro proceso que tuvo una fuerte incidencia en la evolución del


sector campesino quebradeño ha sido el proceso de modernización agrícola
que se inició en la segunda mitad de la década de 1970. La expansión de
la horticultura comercial en el fondo de valle de la Quebrada, tuvo lugar
en un contexto en el cual se expanden los mercados urbanos e incrementa
la demanda de productos hortícolas. En particular en la provincia de Jujuy,
algunas áreas que satisfacían la demanda de productos hortícolas para el
mercado urbano en crecimiento, sufrieron un proceso de reconversión hacia
el tabaco. De esta forma se generó una demanda que dio impulso al
desarrollo de la actividad hortícola en la Quebrada en el período estival.
186 El campesinado de la Quebrada de Humahuaca. Análisis de su transformación...

El por qué ese proceso se manifestó con más fuerza en ciertos sectores
del fondo de valle, especialmente en el sector central, se vincula con
varios aspectos, donde la “posición geográfica” juega un papel importante
como habilitante para su desarrollo. En ese sector hay una mayor
disponibilidad de tierras aptas para horticultura (el plano aluvial es más
ancho) y una disponibilidad de agua para riego prácticamente todo el
año; por otro lado, la cercanía relativa a los principales mercados13 y la
existencia de vías de comunicación rápidas (primero el ferrocarril y luego
la ruta 9 pavimentada en la década de 1970). A estos factores se suma
además la disponibilidad de mano de obra que anteriormente se había
insertado al mercado laboral como mano de obra estacional y cuya
demanda disminuye para esa época como consecuencia de la
modernización de la actividad azucarera (Arzeno y Castro, 1998a).
La expansión de la actividad hortícola comercial incluyó la
incorporación progresiva de nuevas semillas y el uso creciente de
agroquímicos que permitieron un incremento de la productividad
(proceso acentuado en la década de 1990), todo lo cual tuvo como
consecuencia la intensificación del uso del suelo y una serie de cambios
en la organización de la producción y formas de reproducción de los
productores.
Como dijimos anteriormente, la Quebrada no puede ser considerada
como un ámbito homogéneo, y los procesos comentados tuvieron
características particulares en distintos ámbitos productivos locales,
contribuyendo a su transformación. En este sentido, se observa que las
consecuencias de la inserción al mercado laboral y el proceso de
migraciones antes mencionados son más notorias en el caso de las áreas
alejadas del fondo de valle, debido a que no se desarrolló en ellas una
alternativa laboral, como la que se desarrolló desde la década de 1970
en el fondo de la Quebrada (nos referimos a la actividad hortícola
comercial). En este caso la localización se convirtió en un elemento que
inhibió el desarrollo de un proceso de ese tipo en áreas alejadas de las
principales vías de comunicación. La búsqueda del ingreso monetario
necesario para la subsistencia de las unidades campesinas, necesidad
creada a lo largo de varias décadas de asalarización parcial, tuvo como
consecuencia entonces la migración estacional o definitiva de gran parte
de la población en edad activa, con el consecuente debilitamiento de la

13. Maimará se encuentra ubicada alrededor de 70 km de la capital provincial.


Mariana Arzeno 187

economía local. Las migraciones estacionales de fuerza de trabajo privaron


a las áreas proveedoras de mano de obra de la población activa de
características más dinámicas, es decir, varones jóvenes y adultos (Bisio
y Forni, 1976). Esto de alguna manera repercutió en el desarrollo de las
actividades agrarias en los lugares de origen, en tanto al crecer la venta
de fuerza de trabajo disminuía la inversión de la misma en dichas
actividades (Bratosevich, 1992).
En la medida en que estos procesos involucraban directamente al
sector campesino, sus prácticas se vieron inducidas al cambio, siendo
precisamente el cambio y la dinámica lo que caracteriza a este agente
social. Esas transformaciones incluían la redefinición de sus estrategias de
vida y, consecuentemente, la redefinición de su espacialidad, expresada,
por ejemplo, en un cambio en los “senderos”14 habituales y de experiencia
y conocimiento (tal como se verá en el análisis de los casos). La
espacialidad así redefinida, sin embargo, produce cambios en la sociedad,
dando lugar a lo que podría denominarse dialéctica socioespacial. Nos
referimos a una de las formas en las que ésta se remanifiesta en el estudio
de caso: la redefinición de la espacialidad ha producido modificaciones
en la vulnerabilidad de la población rural frente a eventos naturales, lo
cual tiene incidencias en las estrategias de vida. El medio físico, la primera
naturaleza, constriñe las acciones de los hombres en esa nueva espacialidad.
En este sentido puede hablarse de la construcción social de “limitantes
ambientales”.
La región andina se caracteriza en general por su impredictibilidad
climática y por la ocurrencia de eventos de origen natural que todos los
años con mayor o menor intensidad afectan a las poblaciones urbanas y
rurales que la habitan. Específicamente en el caso de las áreas rurales,
sequías, heladas, granizos, inundaciones y torrentes de barro constituyen
limitantes frente a las cuales históricamente los productores se han
enfrentado y han desarrollado una serie de estrategias: la diversificación
productiva, la diversificación espacial (como la utilización de parcelas en
distintos niveles topográficos), la movilidad de los rebaños para el pastoreo
son algunos ejemplos. Si bien no se trata de eventos cuya ocurrencia e
impacto tomen la magnitud de otros fenómenos en términos de pérdidas

14. Término del lenguaje de la geografía temporal de Hägerstrand que se refiere a las
acciones y eventos que arman consecutivamente la existencia de los individuos en tiempo y
espacio (Pred, 1981 y 1984).
188 El campesinado de la Quebrada de Humahuaca. Análisis de su transformación...

materiales y humanas (como terremotos, huracanes, grandes inundaciones,


a los que se califica de “desastres”), sí son de gran importancia para aquellos
que subsisten con la producción agrícola y ganadera y se ven afectados por
alguno o varios de esos eventos año tras año.
La Quebrada de Humahuaca presenta una serie de fenómenos
naturales que aparecen estrechamente vinculados con la dinámica
climática, como por ejemplo aquellos que se asocian directamente con
la disponibilidad hídrica (sequías e inundaciones) y otros que no
devienen única y directamente de esa dinámica, pero que se relacionan
con ella, como los aluviones de barro y piedras, deslizamientos y otros
procesos de remoción en masa (Castro, 2002). Estos eventos tienen
una serie de efectos en la población que derivan de las precarias con-
diciones de vida de la misma. Todos los años, eventos de este tipo, en
mayor o menor magnitud o intensidad, en distintos lugares, afectan a
la población directa o indirectamente: destruyendo viviendas y campos,
dañando la infraestructura de riego, interrumpiendo vías de
comunicación, provocando pérdidas en la producción agrícola y
ganadera, etc. (Arzeno y Castro, 1998a).
En muchos contextos, hoy en día estos eventos naturales adquieren
el carácter de fuertes limitantes que comprometen seriamente la
reproducción de las unidades domésticas, pero que han sido construidas
como tales a partir de ciertos cambios sociales, como los que hemos
analizado. Los cambios demográficos y la movilidad de la población, la
inserción al mercado de productos y de trabajo, los cambios en los usos
del suelo, son procesos que contribuyen a la creación o incremento de
vulnerabilidad frente a eventos naturales. En lo que sigue analizaremos,
para cada uno de los ámbitos productivos estudiados: (i) cómo se
traducen los procesos mencionados en el nivel de las unidades de pro-
ducción y en qué aspectos se advierte la redefinición de la espacialidad
social; (ii)cómo se manifiesta la construcción de limitantes ambientales,
una de las formas concretas en que se expresa la dialéctica socio-
espacial y (iii) cuáles son las principales estrategias de vida que se
definen en el contexto actual.
Mariana Arzeno 189

3.1. Transformación de ámbitos productivos locales.


El caso de Rodero

La comunidad de Rodero15 se halla ubicada al noreste de la localidad


de Humahuaca, a una altura promedio de 3.300 metros sobre el nivel del
mar y cuenta con una población de alrededor de 200 habitantes (según
datos del puesto de salud). Allí la agricultura se realiza en pequeñas
parcelas que son regadas a través de un sistema de acequias que captan
el agua de las vertientes y de algunos estanques construidos en la década
de 1940.
Tanto la actividad agrícola como ganadera han conocido un
desarrollo mayor décadas atrás. La subsistencia de la población local se
basaba en esa producción mixta agrícola (maíz, papa, haba, arveja, oca,
quinoa, alfalfa) y ganadera (ovinos, caprinos, bovinos). De acuerdo con
las profesiones declaradas en los primeros censos nacionales de fines de
siglo XIX, la mayoría de los productores eran agricultores, pastores o
criadores y de otras profesiones vinculadas a la actividad ganadera:
hilanderos, teleros, tejedores, sombrereros. El excedente agrícola produ-
cido (especialmente papa, maíz, haba) era objeto de intercambio con
pobladores de otras áreas ecológicas. Esos intercambios han sido muy
importantes dentro de la economía doméstica en tanto permitían el acceso
a otros productos vía trueque, tanto de la Puna como de los valles situados
al este de la Quebrada. La vinculación con el mercado formal era a
través de la venta de carne vacuna y productos derivados de la ganadería
(lana, tejidos). Especialmente la venta de carne vacuna en el pueblo de
Humahuaca tuvo cierta importancia hasta hace pocas décadas.
En relación con las formas de producir pueden hacerse una serie de
observaciones. Por un lado, se implementaba una diversificación espacial
en la agricultura: se utilizaban parcelas situadas en distintos niveles
topográficos, de manera tal de evitar la pérdida total de la producción
por efecto de las heladas, de alta frecuencia en la zona. En relación con
la actividad ganadera, la escasez de pastos y su variable disponibilidad a
lo largo del año obligaban a los productores a realizar una movilidad de

15. Hacia fines de la década de 1990 y a raíz de la reforma constitucional de 1994 que
reconoce la preexistencia de los pueblos indígenas y su derecho a la posesión (en forma individual
o comunal) de la tierra en la que habitan, la población del área de estudio tramitó y obtuvo la
personería jurídica y su reconocimiento como “comunidad aborigen”.
190 El campesinado de la Quebrada de Humahuaca. Análisis de su transformación...

los rebaños, aprovechando distintos espacios para el pastoreo. Esto incluía


la utilización de las áreas aledañas a las parcelas de cultivo (“campo”) y
los cerros en verano, la utilización de puestos de invernada situados en
el pastizal altoandino (entre los meses de mayo y julio generalmente), la
utilización de los rastrojos durante el invierno y, en el caso del ganado
vacuno, su traslado hacia algunos sectores de los valles húmedos de la
provincia de Salta (pertenecientes a la Finca Santiago: Tres Morros, Isla
de Cañas, etc.). La movilidad de los rebaños era fundamental para su
mantenimiento.
Esta organización económica irá progresivamente modificándose a
partir de la inserción de la población al mercado laboral, lo cual generará
cambios en los senderos habituales y de experiencia de la población local
y, por lo tanto, redefinirá la especialidad de las prácticas campesinas.
La comunidad de Rodero formó parte de una gran hacienda (Rodero
y Negra Muerta, cuyo origen se remonta al período colonial), que hacia
fines de la década de 1920 fue comprada por el propietario del ingenio
azucarero San Martín del Tabacal. Este hecho obligó a los campesinos a
pagar el arriendo con trabajo en la cosecha de caña, tal como había
sucedido con otras haciendas de la Puna. Desde ese momento, la
población de Rodero quedó vinculada al mercado de trabajo y comenzó
a combinar las actividades prediales con el trabajo en el ingenio entre
mayo y septiembre. Una vez que la hacienda fue expropiada en 1949, los
destinos de las migraciones se diversificaron entre distintos ingenios hasta
que la demanda de mano de obra estacional disminuyó, como dijimos
antes, como consecuencia de su modernización. A partir de ese momento
comenzaron a incorporarse otras fuentes laborales, esta vez de carácter
permanente: la actividad minera en El Aguilar, la actividad siderúrgica
en Altos Hornos Zapla y la actividad ferroviaria, entre las más comunes.
Todo este proceso ha tenido consecuencias en la economía local, que
se manifiestan a través de varios aspectos. Uno de ellos es la disminución
de la población por emigración, en su mayoría hombres y mujeres en edad
activa. Entre los principales destinos de la población migrante pueden
mencionarse San Salvador de Jujuy, Palpalá, Buenos Aires y otras grandes
ciudades, como Córdoba o Santa Fe. En los últimos años la emigración se
orientó predominantemente a Humahuaca, lo que responde en gran me-
dida a: (i) las menores posibilidades de inserción en el mercado laboral de
manera relativamente estable en cualquier lugar del país y (ii) la posibili-
dad de acceder de forma gratuita a lotes en tierras fiscales en esa localidad,
Mariana Arzeno 191

para la construcción de una vivienda dentro de un plazo establecido


(Arzeno, 2003).
Entre las principales causas que originan esta emigración podemos
mencionar en primer lugar las “razones de trabajo”. Las actividades
prediales a lo sumo permiten generar escasos ingresos monetarios, dadas
las características y la escala de la producción,16 lo que induce a un
sector importante de la población a migrar. En el caso de la población
más joven también se incluyen “razones de estudio”.
Todo lo anterior ha generado nuevas espacialidades percibidas y
vividas que se traducen en:

a) La disminución de la superficie cultivada y de la producción de


ciertos cultivos tradicionales, tales como la oca y la quinoa, debido
a la dificultad que implica la cosecha de estos cultivos y la elaboración
posterior de alimentos en base a los mismos.
b) La desaparición casi total de los intercambios de productos vía
trueque que los pobladores de Rodero mantenían especialmente con
productores puneños. La desaparición de este tipo de intercambios
se relaciona en parte con la disminución de los excedentes que se
generaban y eran medio de intercambio. También se vincula con las
mejoras de las comunicaciones (construcción de caminos y rutas)
que construyeron nuevas espacialidades al facilitar el acceso a centros
de consumo más importantes, tanto para la población de la Puna
como para la del Rodero.
c) Los cambios en los patrones de consumo en relación con la vestimenta
y la alimentación, que se satisfacen fundamentalmente con productos
que se adquieren en los centros urbanos. De esta manera se reempla-
zan comidas tradicionales y ropa confeccionada por ellos mismos.
d) La disminución del tamaño de los rebaños y el cambio en los patro-
nes de pastoreo. Esto último se manifiesta en el acortamiento de la
distancia recorrida para el pastoreo, en una tendencia al abandono
de los puestos en la altura y en la interrupción de la trashumancia
hacia el “monte” del oriente, práctica que mantienen muy pocos
productores. Estos cambios se vinculan, por un lado, con la búsqueda

16. En las pequeñas parcelas de 1 ha en promedio, se cultivan los productos típicos del
autoconsumo (papa, maíz, haba, entre los más comunes). También se destina parte de la parcela
al cultivo de alfalfa para el consumo de los animales.
192 El campesinado de la Quebrada de Humahuaca. Análisis de su transformación...

de alternativas laborales que conducen a la emigración total de par-


te de los miembros activos de la unidad familiar, o a la orientación
de los esfuerzos hacia la realización de actividades que generen un
ingreso monetario. Por otro lado, razones de salud en el caso de
personas ancianas o modificaciones en las costumbres, afectadas por
las experiencias generacionales, contribuyen a que la movilidad del
ganado haya cambiado.

3.1.1. La dialéctica socioespacial en Rodero

Las transformaciones que ha experimentado este sector del


campesinado de la Quebrada han estado vinculadas a las distintas
características que asumió su inserción en el mercado laboral, provocando
migraciones estacionales, definitivas o dando lugar a una movilidad
ocasional, que han ido modificando la evolución de la actividad agraria
local, redefiniendo los contenidos de su trialéctica espacial percibida,
conceptual y vivida, relacionadas con cambios de la materialidad física y
experiencial.
Ese proceso migratorio que se viene acentuando en los últimos años
ha generado un cambio en las estrategias de vida de la población local,
que se manifiesta en la disminución de las actividades agrarias y en los
cambios en los patrones de pastoreo. Pueden identificarse entonces estos
aspectos como los que han incrementado la vulnerabilidad de la población
frente a eventos tales como la sequía y la helada. Es decir, se ha
incrementado el impacto que en términos generales tienen esos eventos
en las actividades agrícolas y ganaderas, las que, por otro lado, aún cons-
tituyen elementos importantes de la subsistencia de estos productores.
Alternativamente año tras año se observa que: (i) la escasez de agua
en años de bajas precipitaciones17 provoca la retracción de la superficie
agrícola y la mortandad de animales por la escasez de pastos; (ii) la
torrencialidad de las lluvias puede provocar roturas de acequias, represas
y canales de riego; (iii) pueden generarse grandes pérdidas de la

17. El monto de precipitaciones promedio es de 300 mm, sin embargo es característico del
clima de la Quebrada, y del noroeste en general, la alternancia de períodos secos (años de
precipitaciones por debajo de la mediana) y húmedos (años de precipitaciones por encima de la
mediana de un determinado período). Esta variabilidad en el monto de precipitaciones modifica
la disponibilidad de agua para riego y hace que la disponibilidad de pasturas sea también
variable.
Mariana Arzeno 193

producción por efecto de heladas, en la agricultura y la ganadería (alta


mortandad de las crías, especialmente).
La diversificación de las estrategias de producción, que eran
características en décadas anteriores (mayor variedad de cultivos por
unidad doméstica; el aprovechamiento de las variaciones ambientales
que incluyen, por ejemplo, cultivos a diferentes alturas o en zonas más
abrigadas; la movilidad de los rebaños en busca de buenos pastos en
distintos momentos del año), constituían, en definitiva, estrategias que
minimizaban el impacto de las variaciones climáticas. En parte la menor
disponibilidad de mano de obra ha llevado a una retracción de la agri-
cultura y a una práctica más puntual de la misma; es decir, se tiende a
sembrar en una sola parcela, lo que puede provocar la pérdida total de la
producción en caso de la ocurrencia de una fuerte helada o un granizo.
Lo mismo sucede con la actividad ganadera. Puede decirse que se ha
incrementado la vulnerabilidad de los rebaños a las fluctuaciones
climáticas como consecuencia de cambio en el manejo. En particular, la
menor movilidad del rebaño, tendiendo a mantener a los animales en los
alrededores de los pueblos y en los “rastrojos” y dejando de usar otras
áreas con buena disponibilidad de pastos y agua prácticamente todo el
año (como los puestos en la altura), estaría generando deficiencias en la
alimentación. Esto provoca un debilitamiento de los animales que los
deja más expuestos a las enfermedades, uno de los principales problemas
con los que se encuentran hoy en día los productores. En términos de
Blaikie (1996) puede decirse que se produjo un deterioro de los métodos
para convivir con el riesgo ambiental, lo que deja a la población más
expuesta a estos eventos naturales.
Por último, puede afirmarse que la mayor vulnerabilidad se advierte
en dos escalas: a nivel del ámbito productivo local, se observa que la
vulnerabilidad se incrementó debido al debilitamiento del entramado
social por emigración. Esto impide el adecuado mantenimiento de la
infraestructura de riego, por ejemplo, responsabilidad de todos los
pobladores, y disminuye la disponibilidad de mano de obra en la
comunidad que permitía a aquellas unidades domésticas con pocos
miembros suplantar esa escasez (ya sea a través de las tradicionales
prácticas de ayuda mutua en época de siembra o de cosecha –hoy casi
inexistentes–, o la contratación –“conchabo”–). A nivel de las unidades
domésticas se observa que la tendencia a la migración de una parte del
grupo familiar, a la progresiva disminución y menor movilidad del rebaño,
194 El campesinado de la Quebrada de Humahuaca. Análisis de su transformación...

la tendencia a la disminución de la agricultura, contribuyen a incre-


mentar el impacto directo en la producción (se producen grandes pérdi-
das en términos relativos y se hace más difícil la recuperación posterior).
Esta situación es agravada por el hecho de que, debido a la inseguridad
en relación con las posibilidades de insertarse en el mercado laboral, la
actividad agraria sigue siendo importante para la subsistencia de estos
productores. Al impacto directo sobre la producción se le suma entonces
aquel en la reproducción de las unidades domésticas.

3.1.2. Estrategias de vida en Rodero

Hoy en día las estrategias de supervivencia (Rivera, 1989) constitu-


yen el tipo predominante en el caso de Rodero. El desarrollo de esta
estrategia implica la diversificación de actividades con el fin de generar
ingresos que complementen aquellos provenientes del ámbito predial,
los cuales resultan insuficientes. La producción de autoconsumo genera
ingresos no monetarios, que en realidad constituyen “ahorros” (se
producen algunos de los alimentos básicos de la dieta), dado que no
tiene una inserción en el mercado (o ésta es mínima). Estas estrategias
se encuentran asociadas a procesos parciales de proletarización.
Uno de los tipos de estrategias presentes en Rodero es aquel en el
cual existe un ingreso fijo (por asalarización o jubilaciones/pensiones) de
alguno de los miembros de la unidad, que se complementa con la
producción agrícola y ganadera. El mayor o menor desarrollo de la
actividad agraria depende de la disponibilidad de mano de obra activa
dentro de la unidad. La situación de los productores en estos casos es de
menor vulnerabilidad relativa frente a los eventos naturales, dado que
tienen asegurado un ingreso más allá de la producción predial.
Otro tipo de estrategia es aquella en la que se complementa la
producción agraria con el trabajo ocasional. En estos casos la
producción agraria no es suficiente para garantizar la subsistencia
del grupo familiar, lo cual responde a la escasa disponibilidad de mano
de obra (debido a migraciones por razones de trabajo o estudio), pero
además a una tendencia a la orientación de los esfuerzos a la búsque-
da de ingresos monetarios que la actividad agraria no provee. Esos
ingresos se obtienen de la realización de “changas”, que consisten,
por lo general, en servicios prestados a otros pobladores del área, los
cuales son retribuidos con dinero o con productos, por ejemplo, arreglo
Mariana Arzeno 195

de acequias o pircas, corte de pasto, siembra o cosecha, cuidado de


animales, etc. Otros trabajos ocasionales que se realizan son
albañilería, limpieza de calles, o venta de tejidos (medias, pulóveres,
trenzas) u otro tipo de artesanías en Humahuaca. Éste es el caso de
productores en una situación más vulnerable, dado que al no disponer
de un ingreso fijo, dependen en mayor medida de la producción predial
para garantizar su subsistencia.

3.2. Transformación de ámbitos productivos locales.


El caso de Maimará

Hasta las primeras décadas del siglo XX el campesino de Maimará


basaba su subsistencia en la producción agrícola y ganadera, actividades
que se realizaban con técnicas y prácticas tradicionales (se usaban las
semillas locales y se realizaban ciertas prácticas agronómicas de
conservación del suelo). Los principales cultivos eran maíz, papa, trigo,
habas, frutales y algunas hortalizas, pero en muy pequeña escala.
La actividad ganadera que hoy prácticamente no existe en fondo
de valle revestía una importancia mayor, lo que se advierte a partir de
los conflictos originados por arriendo de pasturas y deudas de pastajes
entre los pobladores, tal como ha sido registrado en los archivos del
Juzgado de Paz de Tilcara en esos años. La actividad ganadera
complementaba la producción agrícola de autoconsumo y, al igual que
en otras áreas de la Quebrada, en conjunto satisfacían las necesidades
alimentarias de la familia.
Sin embargo en el fondo de valle y específicamente en Maimará, el
sector campesino ha estado articulado al mercado. Ya comentamos el
caso de la orientación productiva del fondo de valle, donde la actividad
agrícola “comercial” siempre estuvo presente (alfalfa, frutas, hortalizas),
aunque con un desarrollo menor al que se conoce actualmente.
Otro aspecto a mencionar, vinculado con la subsistencia de las
unidades campesinas, es el de los intercambios de productos vía
trueque con pobladores de la Puna y de los valles orientales. Al
igual que en el caso de Rodero, esta práctica era de importancia en
tanto, sin mediar el dinero, se obtenían productos de primera
necesidad que no se producían localmente. Los excedentes
producidos del cultivo de maíz, papa, habas, arvejas, entre los más
importantes y frutas, se cambiaban de esta forma por productos tales
196 El campesinado de la Quebrada de Humahuaca. Análisis de su transformación...

como sal, charqui y tejidos provenientes de la Puna, o maíz blanco y


ciertas frutas provenientes del Este.
Hacia la década de 1930, como en el resto de la Quebrada, la
asalarización comenzó a formar parte de la reproducción del sector
campesino. A pesar de que existieron métodos coactivos que hicieron
que los campesinos maimareños se emplearan en los ingenios (por ejemplo,
el peonaje por deudas), otros elementos actuaron para favorecer esa
inserción, en particular el decaimiento de la fruticultura.
La orientación netamente comercial que siguieron los productores
campesinos del fondo de valle a partir de la década de 1970 ha tenido
una serie de consecuencias en los senderos individuales de la población
campesina local. El proceso de modernización agraria experimentado
implicó ciertos cambios en la organización de la producción y las
estrategias de vida de la población local, en la medida en que la actividad
hortícola pasó a constituir la principal fuente de ingresos monetarios de
los campesinos de este sector de la Quebrada. En este sentido se produjo
una mercantilización creciente del proceso productivo, en tanto los
insumos para producir antes, obtenidos en el predio (como, por ejemplo,
semillas), al igual que parte de la fuerza de trabajo, cuya demanda
aumentó notablemente en la época de cosechas, son adquiridos en el
mercado. Esto da cuenta de la alta dependencia generada respecto al
ingreso proveniente de la horticultura, lo que también se advierte en la
alimentación, antes satisfecha en gran parte con la producción de
autoconsumo y los intercambios a través del trueque.
Todo lo anterior ha generado nuevas especialidades percibidas y
vividas que se traducen en:

a) Un cambio en la forma de producir, debido a que comienza a culti-


varse una gran variedad de hortalizas, en mayor proporción que
cualquier otro cultivo, y se modifican las técnicas empleadas.
Consecuentemente, disminuyó la producción agrícola y ganadera
destinada al autoconsumo a favor de la producción con inserción
en el mercado (la mayor parte del predio se utiliza con ese fin).
b) Las tareas en el campo se incrementan y se extienden por un período
mayor a lo largo del año como consecuencia de la mayor intensividad
en cuanto al uso de mano de obra de la práctica agrícola comercial.
Debido a esto se difundió la contratación de trabajadores asalariados
transitorios, generalmente para la cosecha.
Mariana Arzeno 197

c) Se produjo una intensificación progresiva en el uso del suelo como


consecuencia de la utilización del campo la mayor parte del año y la
tendencia al incremento en el número de cosechas por temporada.
d) Disminuyeron los intercambios de productos con pobladores de la
Puna y los valles (Molulo, El Durazno, San Bernardo), tal como fueran
conocidos tradicionalmente.18
e) Se produjo una mercantilización creciente del proceso productivo,
en tanto los insumos para producir, antes obtenidos del predio (como,
por ejemplo, las semillas), al igual que parte de la fuerza de trabajo,
cuya demanda aumentó notablemente en la época de cosechas, son
adquiridos en el mercado. Esto da cuenta de la alta dependencia
generada respecto al ingreso proveniente de la horticultura, lo que
también se advierte en la alimentación, antes satisfecha en gran
parte con la producción de autoconsumo y los intercambios a través
del trueque.

Todos estos cambios en los “senderos individuales” de los campesinos


de Maimará dieron lugar a una situación de producción que no sólo
transformó el paisaje, sino también generó una diferenciación entre los
productores, fundamentalmente a partir de la mayor o menor
disponibilidad de tierra. Un alto porcentaje de los productores no alcanza,
o apenas lo hace, el límite de extensión que permite que una explotación
agropecuaria sea “rentable” en este contexto. Por encima de ese límite,
la situación es variable, pero puede observarse un grupo de productores,
generalmente con más de 5 ha, que están en mejores condiciones de
iniciar un proceso de capitalización, o ya se encuentran en ese camino,
dado que cuentan con una escala de extensión que les permite ensayar
estrategias de expansión, como veremos más adelante.

18. En su trabajo sobre los pastores de Huancar (Puna jujeña), Göbel (1998) analiza la
organización de caravanas hacia distintas áreas de la provincia de Jujuy (entre ellas, la Quebrada
de Humahuaca) y Chile. En lo que respecta a la Quebrada, hace referencia a la existencia hacia
fines de los 90 de intercambios por parte de estos pastores puneños con pobladores de los
alrededores de Tilcara, Maimará, Humahuaca, Purmamarca y Uquía. Sin embargo reconoce
ciertos cambios, entre ellos los relacionados con las condiciones de esos intercambios, los que
plantean una situación de desequilibrio entre ambas partes, derivadas del hecho de que las
alternativas de comercialización desarrolladas en la Quebrada hicieron menos dependientes a
los agricultores quebradeños del intercambio con los puneños. Esto se manifiesta, por ejemplo,
en la desestructuración de las medidas de trueque a favor de los agricultores.
198 El campesinado de la Quebrada de Humahuaca. Análisis de su transformación...

Otra serie de factores se suman a este proceso de diferenciación y


en conjunto contribuyeron a conformar las características actuales de
este ámbito productivo local. Uno de ésos es el retorno al predio de
antiguos productores y la incorporación a la actividad hortícola de otros
nuevos (en especial ex trabajadores de algunas minas de la Puna y de
Ferrocarriles) que invirtieron sus indemnizaciones en la compra de
terrenos. La expansión hortícola provocó un incremento en el número
de productores y en la competencia entre ellos, con consecuencias en
los precios de los productos (dicha mayor competencia es aprovechada
por los intermediarios en sus negociaciones con los productores) y en la
demanda de agua para riego en ciertas épocas.
Por otro lado, se produjo una expansión física de la actividad y una
tendencia a aprovechar cada mínimo terreno cultivable, a través de la
incorporación a la actividad de tierras anteriormente baldías o utilizadas
para el pastoreo. En este contexto el valor de los arriendos tiende a
aumentar, dado que esa expansión física alcanzó cierto límite, y la
demanda de tierras para la producción persiste.19

3.2.1. La dialéctica socioespacial en Maimará

La ocurrencia de ciertos eventos naturales cobran especial


trascendencia en el contexto agrario actual, fundamentalmente por la
importancia en la generación de ingresos que tiene la actividad hortícola
para la población local y teniendo en cuenta que la expansión agrícola
se llevó a cabo en el plano aluvial del río Grande, área más expuesta a
algunos de esos eventos (crecidas del río, torrentes de barro).
Las crecidas del río afectan de manera directa o indirecta tanto a
aquellos productores situados sobre sus márgenes como a otros más
alejados. Las parcelas situadas sobre el río están más expuestas a la entrada
de piedras y barro ante una crecida, lo que puede tener como
consecuencia la inutilización del campo por varias temporadas. En el
caso del ingreso sólo de agua y barro (“golpes de agua” tal como lo
denominan los productores), si bien puede conducir a la pérdida de toda
la plantación o gran parte de ella, a la vez contribuye a la recuperación
de tierra, en el sentido de la nivelación de los terrenos y mejora de la

19. Dado que los contratos de arriendo sólo en algunos casos se pactan a través del Juez de
Paz de Maimará, no hay registros exactos de qué magnitud tiene el arrendamiento.
Mariana Arzeno 199

calidad de los suelos. Es interesante ver cómo, antes de la moderniza-


ción, esta situación era inducida por los propios productores para mante-
ner las propiedades físicas y químicas de los suelos. Los ríos que nacen en
los cerros colindantes y desembocan en el río Grande arrastran con las llu-
vias gran cantidad de sedimentos y también abono de la hacienda que pas-
torea en las alturas. Se permitía entonces el ingreso del “agua turbia” con la
cual se cubría el campo, fertilizándolo y abonando los cultivos. Dicha prác-
tica no puede realizarse hoy en día debido a que los surcos son de muy poca
altura al igual que los cultivos actuales (hortalizas en su mayoría).
Las crecidas del río traen aparejadas además otros trastornos, tales
como la rotura de las tomas de agua, lo cual impide la circulación del
agua para el riego, o bien facilita el ingreso de agua, barro y/o piedras a
través de las acequias provocando su rotura y la inundación de los campos
más alejados del río. También pueden crear situaciones de aislamiento
de los productores de la margen izquierda, quienes en ocasiones se ven
imposibilitados de cruzar la producción hacia la margen derecha por
donde circula la ruta, y, a través de ella, los intermediarios que la
compran.
Los torrentes de barro tienen una incidencia más localizada en tanto
afectan a los productores que se sitúan cerca de los conos de deyección
y se producen durante la época estival como consecuencia de las
torrenciales lluvias. Éstas arrastran el material suelto que se forma en las
laderas de los cerros, dando lugar a una masa fluida que se desliza por el
cauce de los ríos tributarios del río Grande (Arzeno y Castro, 1998b). En
ocasiones la magnitud de estos torrentes llegan a destruir o a afectar
distintos tramos de la ruta, con lo cual la comercialización de la produc-
ción puede verse interrumpida, pudiendo ocasionar grandes pérdidas a
los productores (Castro y Arzeno, 1999).
Otros eventos, como la sequía y las heladas, también cobran especial
relevancia en el contexto agrario actual, teniendo en cuenta las
modificaciones en el manejo de cultivos. La mayor incidencia de heladas
y sequías en la producción no parece responder a un cambio en la
magnitud de esos eventos o a un “cambio climático”, como expresan con
frecuencia los productores, especialmente en relación a la sequía.20 Esa

20. La alusión de los productores al aumento de las sequías en los últimos años, contrastado
con los datos de precipitaciones que indican lo contrario, está expresando una situación de
“sequía agrícola”, más que sequía meteorológica (Castro, 2000: 10).
200 El campesinado de la Quebrada de Humahuaca. Análisis de su transformación...

mayor incidencia responde, en gran medida, a que la gama de productos


que se cultiva actualmente demanda mayores cantidades de agua y es
menos resistente a las heladas. Por ejemplo, el trigo (que ya no se produce)
requería un riego cada 15 días, mientras que la lechuga lo requiere
diariamente. El agua se convierte entonces en un recurso fundamental y
a la vez escaso en determinados momentos del año, especialmente entre
octubre y diciembre, ya que el caudal del río es menor y es la época de
mayor demanda de agua para riego. Las parcelas ubicadas lejos de las
tomas tienen aún más dificultades para regar en esos momentos de mayor
demanda de agua que aquellas ubicadas cerca de la toma.

3.2.2. Estrategias de vida en Maimará

Las estrategias agrícolas de subsistencia (Rivera, 1989) son el tipo


predominante en Maimará. A partir del acceso a cierta tecnología y
ante condiciones favorables del mercado de productos y tierras, los
productores llevan adelante esta estrategia que consiste en la distribución
de sus recursos de mano de obra, tierras, aguas y bienes de capital para
producir bienes con inserción en el mercado que permitan generar un
ingreso que garantice la subsistencia. Esto implica una inserción estable
de estos productores en el mercado.
Sin embargo, la mayor o menor disponibilidad de tierras puede
actuar como un elemento que genera cierta diferenciación dentro
del grupo de productores que siguen esta estrategia. Por ejemplo, en
el caso de las explotaciones más pequeñas, la situación más común es
que se diversifique la producción como forma de minimizar el riesgo
de posibles pérdidas en alguno de los productos, ya sea por cuestiones
climáticas o por fluctuaciones de los precios en el mercado. Por otro
lado, la elección de productos de maduración rápida (generalmente
las verduras) les permite obtener mayores ingresos por la venta de
más de una cosecha por temporada. En otros casos en los que la
disponibilidad de tierra es mayor, pero no la cantidad suficiente como
para iniciar un proceso de acumulación, se puede practicar cierta
especialización productiva combinada con la producción diversificada.
Por ejemplo, un productor que se especializa en la producción de
lechuga (lo que le permite beneficiarse de la venta de grandes
volúmenes de un mismo producto), además cultiva una variedad de
productos con los que complementa su ingreso.
Mariana Arzeno 201

Otro tipo de estrategia presente en Maimará, resultado del proceso


de diferenciación social que se viene experimentando, es la de
acumulación. Las estrategias de acumulación son aquellas en las que se
tiende a la especialización, alta inversión predial y capacidad autónoma
de gestión que puede generar procesos de acumulación, aunque éstos
suelen ser lentos o poco “sostenibles” en el tiempo (por presiones que
ejercen las propiedades estructurales).
Quienes siguen este tipo de estrategia son productores que por la
escala de producción ya se encuentran medianamente capitalizados y
ensayan estrategias de expansión de distinto tipo. Uno de ellas es,
aprovechando la mayor disponibilidad de tierra, la especialización
productiva, es decir, la dedicación al cultivo de uno o dos productos que
tienen una buena inserción en el mercado (mejores precios relativos o
una gran demanda).21
Otro estrategia de acumulación es la de expansión vía incorporación
de tierras en propiedad o arriendo, lo que permite ampliar la escala de
producción. En algunos casos incluso se ha ensayado la combinación de
la producción en Maimará en verano y en el sur de la provincia en
invierno. En los últimos años se está desarrollando otra forma de
expansión, a través de la incorporación de tecnología, como, por ejemplo,
la construcción de invernaderos para la producción de flores durante
todo el año (de esta forma, se hace frente a la limitante climática).22

4. Consideraciones finales

De acuerdo a lo analizado en este trabajo, creemos que el campesino


de la Quebrada puede ser entendido como un agente dinámico cuyas
estrategias de vida van cambiando en distintos contextos
espaciotemporales. El productor campesino se presenta como un agente
que tiene un registro reflexivo de la actividad que realiza, a través del
cual incorpora experiencias espacio-temporales y físicas y además una

21. Por ejemplo, en una primera etapa de su expansión y luego de haber experimentado
con otros cultivos, un productor se especializó en la producción de apio, obteniendo un producto
de muy buena calidad, lo que le permitió iniciar un proceso de acumulación que, de hecho, hoy
en día lo convierte en un productor capitalizado.
22. Siguiendo con el ejemplo antes mencionado, en una segunda etapa de su expansión
dicho productor construyó un invernadero y se especializó en la producción de claveles.
202 El campesinado de la Quebrada de Humahuaca. Análisis de su transformación...

racionalización de la acción, es decir, la comprensión teórica sobre los


fundamentos de la acción. Los campesinos hacen una evaluación de
cuáles son sus condiciones y los medios disponibles en distintos momentos
y toman una serie de decisiones respecto de la estrategia a seguir. Esas
decisiones están de alguna manera condicionadas por el contexto en el
que se encuentra.
Se ha observado, sin embargo, que si bien existen ciertas
regularidades en relación con las estrategias de vida seguidas en distintos
contextos espaciotemporales, existen respuestas diferentes ante
condiciones socioambientales similares. Esto es interesante vincularlo
con dos temas: (i) el biográfico y (ii) el poder asociado a grados de
información, entendido en términos de Giddens (1991: 52) como la
aptitud para generar una diferencia, a través de cambios en sus decisiones
de acción. En un contexto donde ciertas condiciones estructurales
(pongamos, por ejemplo, las condiciones de mercado que los productores
de Maimará no controlan y sobre las que tienen escasa información; la
dependencia de los intermediarios para la comercialización y la poca
capacidad de negociación frente a ellos; la escasez de tierra y el alto
costo de los arriendos) presionan las acciones de estos productores, ello
no impide que tengan iniciativas que, aun reproduciendo esas mismas
condiciones, puedan mejorar o revertir su situación. Un ejemplo de esto
lo constituye la estrategia de especialización productiva seguida por
algunos productores, es decir, la especialización en uno o dos productos,
los cuales tienen una calidad superior a los de otros productores, lo que
permite obtener un mejor precio y asegurarse una buena venta, incluso a
través del sistema de comercialización dominante (por medio de
intermediarios).
La toma de decisiones respecto de qué acciones llevar adelante en
distintos contextos espaciotemporales para garantizar la reproducción
de la familia puede tener consecuencias no buscadas, dando lugar a un
nuevo contexto que debe ser reinterpretado y reincorporado en las
estrategias de vida. La migración como alternativa para la búsqueda de
ingresos deja a las unidades de producción en muchos casos sin miembros
activos para el desarrollo de las actividades agrarias, provocando un
cambio en las rutinas diarias y estacionales involucradas en la actividad
y dando lugar a una situación en la cual la producción agrícola y gana-
dera se ve afectada, creándose un círculo vicioso. En el caso de Maimará,
por ejemplo, la realización de varias cosechas por temporada como forma
Mariana Arzeno 203

de incrementar los ingresos contribuye a una progresiva pérdida de la


calidad del suelo, que se trata de revertir con el incremento en el uso de
agroquímicos (la mayoría de las veces sin asesoramiento técnico), lo que
contribuye aún más al deterioro del suelo, además de incrementar los
costos de producción.
En este sentido también se expresa la dialéctica socioespacial, dado
que la nueva espacialidad implicada en las rutinas diarias y estacionales,
producto de una serie de cambios sociales (o producto de la estructuración
espaciotemporal de la vida social), condicionan las acciones futuras y
transforma ciertos eventos naturales en fuertes limitantes a la producción
agrícola y ganadera.
La reproducción de las unidades de producción campesinas previa a
los procesos aquí analizados se mantenía en gran medida al margen de la
economía de mercado. La economía agraria local estaba centrada en la
producción en las parcelas a las que tenían acceso, en el aprovechamiento
de espacios para pastoreo (especialmente en el caso de Rodero) y se
vinculaba con áreas aledañas a través del pastoreo y de los intercambios,
los que cumplían la doble función de ubicación del excedente agrario y
la obtención de productos que no se producían localmente. Los senderos
individuales estaban estrechamente vinculados a las actividades agrarias
de autoconsumo, en tanto constituían la base de la subsistencia y las
tareas se distribuían diaria y estacionalmente entre los distintos miembros
de la familia.
Ciertas porciones del territorio valorizadas a través del uso dejan de
estarlo como consecuencia de los procesos de cambio, tal el caso de las
áreas de pastoreo en Rodero. Así, por ejemplo, dejan de formar parte del
sistema de objetos que conforma el espacio geográfico, en la medida en
que los valores atribuidos a ellos por los campesinos, en tanto espacios
para la producción de subsistencia, desaparecen en el nuevo contexto
espacio-temporal (Santos, 1996). Dicho en otros términos, “la forma se
queda sin su contenido”.23

23. Según Santos (1996: 51), el espacio reúne la materialidad y la vida que la anima; está
formado por el conjunto indisociable de sistemas de objetos y sistemas de acciones. Los objetos
(toda herencia natural y todo resultado de la acción humana que se objetivó) no pueden verse
separadamente de las acciones y viceversa: “Sistemas de objetos y sistemas de acciones interactúan.
Por un lado, los sistemas de objetos condicionan la forma como se dan las acciones, y por otro
lado, el sistema de acciones lleva a la creación de objetos nuevos o se realiza sobre objetos
preexistentes. Es así que el espacio encuentra su dinámica y se transforma” (Santos, op. cit.: 52).
Para los geógrafos, un objeto es el testimonio actual de la acción y su resultado. En relación con
204 El campesinado de la Quebrada de Humahuaca. Análisis de su transformación...

Pero podemos ir más allá si pensamos esos cambios en términos de la


trialéctica de espacio percibido, concebido y vivido que conforman la
espacialidad. La espacialidad de la vida social de estos productores,
analizados en sus senderos individuales, era distinta a lo que es
actualmente. Los cambios en las prácticas expresan cambios experienciales
y de información que se manifiestan en diferentes estrategias de vida o
proyectos, en las decisiones que se toman respecto de qué acciones llevar
adelante, lo que puede responder a cuestiones coyunturales o bien a
cambios en las expectativas y las costumbres, o en la forma de pensar con
respecto a qué es lo más conveniente en determinado momento. Esto
puede implicar un cambio en el espacio concebido o mental. Para citar
un ejemplo, los productores de Rodero expresan que ya no van a los
puestos porque “están muy lejos”. Esta respuesta está mostrando un
cambio en la percepción de su espacio-tiempo; los puestos están “tan
lejos” como antes, pero en otro momento la producción de autoconsumo
tenía una centralidad en la vida de estos campesinos que hoy no tiene,
y disponían de una cantidad de miembros al interior de las unidades
de producción entre los cuales se distribuían las tareas, que hoy han
emigrado o se orientan al trabajo extrapredial. Los cambios
“generacionales” tienen también efectos en las percepciones del medio
y su manejo.
Estos cambios en los senderos individuales de los productores
modifican además la forma material de la vida social (o espacio percibido),
tanto medio como resultado de la acción. El abandono de campos y
puestos de pastoreo, el deterioro de la infraestructura de riego, la
disminución de la superficie agrícola, en uno de los casos, o la expansión
de la superficie dedicada a la agricultura en detrimento de las tierras
dedicadas al pastoreo y la intensificación en el uso del suelo, además del
crecimiento de la localidad de Maimará, fruto de la dinámica local

la noción de forma-contenido plantea que: un evento es un eje de vectores conducido por un


proceso, que lleva una nueva “función” al medio preexistente y que se completa sólo cuando es
integrado al medio. Desde el momento en que se da –la forma–, el objeto que lo acoge gana otra
significación, que proviene de ese encuentro. La idea de forma-contenido une el proceso y el
resultado, la función y la forma, el pasado y el futuro, el objeto y el sujeto, lo natural y lo social
(Santos, op. cit.: 76 y 83). Esa forma-contenido resignificada por el evento se convierte en una
nueva forma-contenido que acogerá otros eventos en el futuro; esto se podría asimilar a la idea
de dualidad que plantea Giddens en relación a la estructura, en este caso referido al espacio: la
forma-contenido como medio y resultado de la acción humana.
Mariana Arzeno 205

generada a partir de la expansión hortícola, en el otro caso, son la expre-


sión visible de los cambios en las estrategias de vida.
Por último, el espacio vivido, el espacio de la acción ha cambiado
en la medida en que las acciones y hasta sus actores han cambiado. El
caso de Rodero es bien claro en este sentido, ya que el ámbito espacial
involucrado en la reproducción de las familias era muy distinto al actual,
si tenemos en cuenta no sólo la espacialidad implicada en el pastoreo,
sino también aquella implicada en los intercambios, a través de lazos
establecidos con pobladores de otras áreas ecológicas que concurrían a
Rodero con sus productos. Hoy en día la localidad de Humahuaca ocupa
un lugar central en la reproducción de estos productores, no sólo como
ámbito al que se concurre para la obtención de ingresos monetarios –ya
sea a través de la realización de “changas” o la venta de productos–, sino
además como ámbito del que se obtienen productos de consumo
(alimentos, ropa, etc.). Por último, es el lugar donde concurren sus hijos
a la escuela secundaria, o donde muchos de ellos viven. La existencia de
medios de movilidad que comunican a Rodero con Humahuaca (hay
vehículos de transporte de pasajeros que durante el período escolar
recorren el trayecto Humahuaca-Rodero dos veces por día) contribuye a
reforzar esa conexión. En este sentido puede decirse que la localización
relativa de Rodero, si bien constituye uno de los elementos que han
inhibido el desarrollo de un proceso de modernización y expansión agrícola
como el que se desarrolló en fondo de valle, constituye un elemento
habilitante para el proceso de emigración y desestructuración de la
economía local. En el caso de Maimará ocurre lo contrario. Por un lado,
una revalorizacion del espacio agrícola, a través de una intensificación
en el uso del suelo, en la incorporación de tierras a la producción o en la
reutilización de tierras. El ámbito espacial involucrado en la reproducción
de las unidades de producción está centrado en la parcela o parcelas
agrícolas. Por otro lado, se ha generado una nueva dinámica local a
partir de la expansión hortícola que ha contribuido al crecimiento de la
localidad de Maimará.

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México, Fondo de Cultura Económica.
La Geografía escolar. Aportes para su
transformación desde la conceptualización
de espacialidad de lo social

Rodolfo V. Bertoncello*

1. Introducción

T radicionalmente, la Geografía ha tenido una función destacada en


la educación, como se desprende del lugar central que la materia
tiene en los distintos niveles de los sistemas educativos de muchos países,
entre ellos la Argentina. Diversas explicaciones se han propuesto para dar
cuenta de este rol, al tiempo que todas ellas han tenido también un correlato
en las interpretaciones sobre los vínculos que se establecen entre esta
“geografía escolar” y la disciplina (muchas veces denominada “geografía
académica”).
Esta disciplina escolar, cuya importancia en la formación de los
jóvenes es ampliamente aceptada por la sociedad, ha sido también objeto
de críticas de envergadura, que han puesto énfasis tanto en la
desactualización de sus contenidos como en el carácter memorístico de
sus prácticas; irrelevancia y desinterés son términos que una y otra vez se
han utilizado para caracterizar esta Geografía escolar. Diversas propuestas
de reforma se han implementado para enfrentar esta situación, sin que
se alcanzaran todos los resultados esperados. Como resultado de esto,
nuevos contenidos y prácticas conviven hoy con los más tradicionales,
desembocando en una situación de extrema heterogeneidad que poco
contribuye a los fines democratizadores que están implícitos en la
educación como un bien social, y que hoy adquieren mayor relevancia

* Profesor del Departamento de Geografía, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de


Buenos Aires. Investigador del CONICET.
210 La Geografía escolar. Aportes para su transformación desde la conceptualización...

de la que siempre han tenido, dados los procesos de creciente exclusión


y desigualdad que viven nuestras sociedades.
Este trabajo se orienta a abordar estas cuestiones en el marco de la
oportunidad de reflexión conceptual abierta por la propuesta del seminario
del cual es resultado. Parte de la premisa de que cualquier propuesta de
transformación de la Geografía que se imparte en las escuelas requiere,
entre otras cuestiones, de una profunda reflexión conceptual respecto
de la disciplina, que permita poner en cuestionamiento tanto sus
resultados como sus prácticas para, en base a esto, poder avanzar en la
formulación de nuevas propuestas de contenido escolar, de aquello que
se suele anunciar como una Geografía escolar renovada.
Este énfasis en las cuestiones conceptuales atinentes a la disciplina
no debe interpretarse como un desconocimiento de las dimensiones
pedagógicas, didácticas, institucionales y políticas que también
intervienen indispensablemente en la formulación de los contenidos
escolares, sino que pretende simplemente explicitar los objetivos de este
texto y también sus alcances. Esto es, se reconoce que las problemáticas
conceptuales propias del campo disciplinar no son las únicas que deben
ser consideradas a la hora de pensar y elaborar contenidos escolares,
pero al mismo tiempo se sostiene que ellas son un insumo ineludible para
abordar los problemas que se detectan y para formular propuestas que
permitan superarlos.
En el marco de lo que acaba de señalarse, este texto se propone
específicamente revisar los alcances y limitaciones que la
conceptualización de “espacialidad de lo social” propuesta por E. Soja
podría tener para la formulación de contenidos escolares de Geografía.
Específicamente, se interesa en indagar acerca de sus posibles aportes
para la formulación de una matriz interpretativa general en la que puedan
articularse, de un modo coherente y significativo, contenidos educati-
vos relevantes para la sociedad actual en general, contribuyendo a mejorar
la educación de los jóvenes. Se parte de la convicción de que la Geografía
escolar puede constituir un camino para que los alumnos comprendan el
mundo en el que viven, y su lugar en él, algo que, en tiempos de marcada
exclusión y desigualdad social, resulta más necesario que nunca.
A los fines propuestos, el texto presenta una revisión del rol de la
Geografía en el sistema educativo argentino, y una caracterización tanto
de contenidos y prácticas tradicionales, como de los problemas detectados
en torno a ellos. A continuación, aborda sucintamente la conceptualización
Rodolfo V. Bertoncello 211

de la “espacialidad de lo social” y la relaciona con contenidos y prácticas


de la geografía escolar para interpretar sus características y reflexionar
sobre sus posibles aportes. Es necesario aclarar que el texto se basa en
información empírica sobre la Geografía en el sistema educativo argentino,
y en particular en la materia del nivel medio de educación (la educación
secundaria tradicional, o el tercer ciclo de la educación general básica y
el polimodal en la estructura reformada en la década de 1990). También
es conveniente decir que no tiene pretensiones de establecer un para-
digma único y acabado para la formulación de contenidos escolares (como
si fuese una fórmula a aplicar linealmente), sino brindar elementos para
la reflexión y la revisión de la práctica docente, en la esperanza de que
los propios docentes encuentren en ellos algún apoyo para seguir
desarrollando sus tareas de la forma más adecuada y satisfactoria posible.

2. La Geografía en la escuela: funciones y tradiciones

Puede decirse que la Geografía afirma su presencia en los sistemas


educativos desde un primer momento, acompañando su consolidación.
Fundamentalmente a lo largo del siglo XIX la educación de la población
se convirtió en una función central de los estados modernos, en relación
con las necesidades de educar para la práctica ciudadana y luego también
para el mundo del trabajo. La inclusión de disciplinas como la Historia y
la Geografía ha sido ampliamente interpretada en relación con estas
necesidades. Esto ha sido claramente así también en el caso de la
Argentina donde, a fines del siglo XIX, se organiza una educación pública
que une, a sus objetivos generales de brindar educación básica a todos
los jóvenes, los de contribuir a la consolidación de una identidad nacional
entonces poco presente.1 Educar al pueblo e integrar a la nación son
funciones que aparecen fuertemente interrelacionadas en el sistema
educativo nacional en general, y en estas materias en particular, a través
de contenidos que socializan a los jóvenes en una historia y un territorio
propios y compartidos. Al mismo tiempo, debe reconocerse (cosa que no

1. Para el caso de Argentina, diversos autores han mostrado la estrecha relación existente
entre sus contenidos y su presencia en el sistema educativo que va consolidándose desde fines del
siglo XIX, y la integración de los nutridos contingentes de inmigrantes, favoreciendo la
incorporación de sus hijos a la nación (véanse en general los artículos incluidos en Autores
varios, 2001; también Quintero Palacios, 1992 y Escolar, 1992).
212 La Geografía escolar. Aportes para su transformación desde la conceptualización...

siempre sucede) que los contenidos de estas disciplinas permitieron tam-


bién que las nuevas generaciones se apropiaran de parte del bagaje cul-
tural disponible en la sociedad y, haciéndolo suyo, pudieran resignificarlo
en realción a sus intereses y aspiraciones.
La Geografía que se incorpora al sistema educativo no es una ciencia
consolidada o ampliamente reconocida, como sería de esperar.2 Diversas
investigaciones han dado cuenta ya de la interacción dinámica que se
establece entre las necesidades que genera la inclusión de la Geografía
entre las materias escolares y la consolidación de un campo disciplinar
autónomo, entre cuyas aspiraciones destacadas se encuentra la formación
de especialistas (docentes) y la elaboración de contenidos para el sistema
educativo. La denominada “institucionalización” de la Geografía (Capel
y Urteaga, 1984) en las últimas décadas del siglo XIX se relaciona
claramente con esto, sin por ello desconocer que el interés por temas
que en general se denominaron geográficos, y el reconocimiento del valor
de los mismos para la educación de los individuos, precedieron dicha
institucionalización.
La institucionalización de la Geografía de fines del siglo XIX se asoció
también con el proceso de definición de un objeto propio de la disciplina,
que le asegurara un lugar en el concierto de las ciencias cuya delimitación
y sistematización se estaba consolidando en el marco del paradigma
positivista. En este contexto, la influencia de perspectivas evolucionistas
que permitieron adoptar a la relación entre el hombre y el medio como
objeto privilegiado de la Geografía, y que se expresan en forma ejemplar
en las formulaciones de F. Ratzel, tuvieron un papel fundamental. En
relación con la definición de los contenidos escolares de Geografía, si
bien no sería correcto establecer una relación lineal entre ellos y dichas
perspectivas, es evidente que ellas tuvieron un notable papel en los con-
tenidos que se aceptaron como legítimos de ser impartidos en las escuelas,
influencia que ha persistido a lo largo del tiempo.
El análisis de los contenidos escolares tradicionales de Geografía en
la Argentina realizado por Silvia Finocchio y Patricia García (Finocchio,
1993) muestra que están fuertemente condicionados por el positivismo,
y que el determinismo ambiental estaba muy instalado para la
interpretación de las relaciones entre los hombres y la naturaleza.

2. Una discusión acerca de la relación entre ciencia y disciplina escolar en general puede
verse en Álvarez Campos de Oliveira (1999).
Rodolfo V. Bertoncello 213

La adscripción al positivismo, con su clara diferenciación entre objeto


y sujeto, sustentaba una Geografía escolar que se pretendía como un
discurso objetivo, en el que los juicios de valor no tenían cabida. Describir
la superficie terrestre en sus atributos diferenciales, de manera objetiva
y neutra, se transformó en un imperativo de esta disciplina escolar. La
falta de criterios de jerarquización que permitiesen seleccionar
contenidos, además, llevó a que las clases de Geografía se transformasen
en una especie de inventario interminable de datos fácticos, cuya
enseñanza parecía justificarse por sí misma.
La influencia evolucionista se expresó en el énfasis puesto en las
relaciones entre el hombre y el medio, que abordada desde la perspectiva
positivista instaló el problema de la determinación natural sobre los hechos
humanos. El determinismo natural o ambiental, que fue prontamente
cuestionado en el campo disciplinar (Gómez Mendoza, 1994; Unwin,
1995) se mantuvo presente en los contenidos escolares, más allá de que
se dijese lo contrario en los discursos.
Esta matriz positivista, con su pretensión de tratar lo humano con el
mismo grado de positividad que lo natural, y el determinismo asociado a
ella, dieron paso a una Geografía escolar fuertemente natural y
naturalizadora de lo social. Esto es, en ella los conocimientos del medio
natural –Geografía Física– no sólo tuvieron mayor prestigio y presencia
(pues en ellos se podían alcanzar explicaciones generales o leyes), sino
que también estructuraron la forma en que se trataban los contenidos
relacionados con lo humano –Geografía Humana– que quedaron así
subordinados, en gran medida, al orden natural. En síntesis, puede decirse
que el énfasis en los contenidos sobre el orden natural y el determinismo,
junto con el enciclopedismo, son las características distintivas de la
Geografía escolar tradicional.
Esta “matriz fundacional” de la geografía escolar ha resistido
sólidamente al paso del tiempo, incluso más allá de las reformas y
actualizaciones implementadas. Esto se reconoce, por ejemplo, en la forma
en que las perspectivas regionales –cuyos supuestos teóricos adscriben
más al historicismo que al positivismo– fueron incorporadas y resignificadas
en la Geografía escolar, dando lugar a una forma de abordaje regional
que, en muchos casos, se amoldó al tratamiento sistemático tradicional,
con su énfasis en lo natural y sus dosis de determinismo, pero acotado
ahora a unidades espaciales delimitadas (las regiones), ellas mismas de-
finidas, mayormente, en base a criterios naturales.
214 La Geografía escolar. Aportes para su transformación desde la conceptualización...

3. Una necesaria y dificultosa transformación

En las últimas décadas, la Geografía escolar ha enfrentado un con-


texto de malestar creciente, que ha desembocado en diversas propuestas
de reformulación. Éstas no han sido independientes de los proyectos de
transformación del propio sistema educativo, vinculados tanto con la
política educativa general como con la implementación de nuevas pers-
pectivas pedagógicas y nuevas estrategias didácticas; tampoco han sido
independientes de las transformaciones sociales generales, entre las cuales
cabe aquí destacar los reclamos a favor de relaciones educativas más
democráticas, la asignación a las escuelas de nuevas funciones (en par-
ticular las de contención del alumnado en tiempos de crisis) y, por su-
puesto, los cambios de los contextos vividos por los alumnos.
La Geografía escolar que sucintamente se ha caracterizado en el
título anterior fue objeto de múltiples críticas. Quienes estaban pre-
ocupados por las funciones sociales de la educación cuestionaron esta
Geografía escolar por su irrelevancia (opinión compartida por un am-
plio sector del alumnado), tanto para la formación general y ciuda-
dana de los alumnos, como para la formación orientada a su inserción
en el mundo del trabajo; la crítica se focalizó tanto en los contenidos
impartidos (el carácter enciclopédico y el escaso interés de los te-
mas) como en las prácticas de aula, centradas en la adquisición y
memorización de los temas establecidos; la desconexión con el mun-
do actual y el desinterés de los alumnos fueron situaciones reiterada-
mente señaladas. Las críticas a las dimensiones ideológicas implica-
das en esta materia supuestamente neutra y banal tampoco fueron
menores (Lacoste, 1977).
Quienes abordaron estas cuestiones poniendo énfasis en la pers-
pectiva disciplinaria, en cambio, señalaron la evidente desactualización
de los contenidos impartidos, formulando diversas propuestas y reco-
mendaciones orientadas, en términos generales, a rescatar nuevos te-
mas y enfoques más acordes con los postulados dominantes en la disci-
plina científica. La didáctica de la Geografía fue el campo privilegiado
para estas discusiones, en la medida en que ella permitía abordar la
necesaria actualización de contenidos en relación con las nuevas pro-
puestas pedagógicas, teniendo presente además las demandas sociales
y los nuevos contextos socio-espaciales vividos por los alumnos y la
sociedad como un todo.
Rodolfo V. Bertoncello 215

La reforma del sistema educativo implementada en Argentina en la


década de 1990 representó una instancia de profundo quiebre de las
tradiciones escolares, y de transformación del sistema educativo. Sin
poder aquí presentar una evaluación de sus consecuencias, cabe decir
que esta reforma educativa implicó cambios importantes en lo relativo a
los contenidos de la Geografía escolar. Por una parte, y haciéndose eco
de las críticas generalizadas a la misma, asumió como una necesidad la
vinculación entre contenidos escolares y contenidos disciplinarios. El
vínculo con los contenidos disciplinarios aseguraría, según esta pro-
puesta, la pertinencia y actualización de los contenidos escolares; su
relevancia, en cambio, estaría dada por sus alcances para la educación
general de los individuos. Asimismo, se asumió explícitamente el
carácter social de la Geografía, cuyos contenidos fueron incorporados
al área de Ciencias Sociales.
La asunción explícita del carácter social de la Geografía, así como
el reclamo a favor de vincular los contenidos escolares con los contenidos
disciplinarios representó una instancia de quiebre significativo respecto
de la Geografía escolar tradicional. Y si bien se trataba de cuestiones
que ya estaban instaladas como necesarias desde hacía tiempo, la
formulación de nuevos diseños curriculares obligó a dar respuestas en el
contexto de una práctica escolar en la que las perspectivas tradicionales
estaban aún muy enraizadas. Sintetizando y en relación a los objetivos
de este trabajo, puede decirse que la reforma educativa significó una
instancia de profunda conmoción para la Geografía escolar tradicional,
planteando complejos desafíos a sus docentes:
Por una parte, la inclusión de los contenidos de Geografía en el área
de Ciencias Sociales implicó asumir explícitamente el carácter social de
la disciplina, demandando una profunda revisión de las prácticas y
contenidos tradicionales de la Geografía escolar. La clásica dicotomía
entre Geografía Física3 y Geografía Humana, resuelta en las aulas en
gran medida a favor de la primera y con dosis significativas de
determinismo ambiental, debía ser reconsiderada en profundidad.
Por otra, el requerimiento de que los contenidos escolares tuviesen
fundamentos en los contenidos científicos conllevó una profunda revisión
de los temas impartidos. El reconocimiento del carácter obsoleto de

3. Los Contenidos básicos Comunes de la Ley Federal de Educación asignaban una parte de
los contenidos tradicionalmente incluidos en Geografía Física al área de Ciencias Naturales.
216 La Geografía escolar. Aportes para su transformación desde la conceptualización...

algunos de estos temas, o el netamente ideológico de otros, dejó poco


espacio para el rescate de aquellos que, respondiendo a grandes
tradiciones disciplinares, debían permanecer entre los contenidos
escolares de Geografía, más allá de las perspectivas que sustentaran su
tratamiento. Esto desembocó en una desorientación general respecto a
qué contenidos impartir y por qué hacerlo, diametralmente opuesta a la
estable situación anterior.
Además, la vinculación con la disciplina científica obligó a considerar
a los contenidos como productos de procesos de generación de
conocimiento, abandonando las certezas que daba la descripción “objetiva
y neutra” de la superficie terrestre que la Geografía escolar tradicional
pretendía realizar. El resquebrajamiento de los presupuestos de objetividad
y neutralidad representó un desafío difícil de ser procesado por una
Geografía escolar que tuvo a estos presupuestos como criterio de validez
prácticamente universal e incuestionable a lo largo de décadas.
Los desafíos precitados han sido enfrentados de diversas formas y
con resultados muy variados, lo que ha desembocado en una profunda
variedad de situaciones que, debe reconocerse, están en relación con la
fuerte fragmentación del sistema educativo que el proceso de reforma
ha provocado. Enfatizando en los resultados más problemáticos (sin que
esto signifique desconocer la existencia de propuestas de gran interés),
puede decirse que el carácter social de la Geografía se ha asumido sin
fundamentos suficientes que permitan superar los problemas de una
tradición fuertemente naturalizadora de lo social, y sin lograr asignar un
lugar adecuado a los contenidos de Geografía Física. La demanda por
actualización temática, dado lo anterior, ha quedado en gran medida sin
rumbo y a merced de los temas del momento. Las críticas a la supuesta
objetividad y neutralidad han desembocado, en más de un caso, en una
extrema subjetividad que habilita la opinión personal y dificulta la
comprensión.
Lo que se acaba de señalar advierte sobre la necesidad de seguir
trabajando en la formulación de contenidos escolares relevantes y
significativos, tratando de rescatar sus sentidos y aquellos aspectos que
tienen validez para, en base a ellos, ir avanzando en la construcción de
nuevos contenidos escolares que permitan concretar este rescate y superar
los problemas detectados en los abordajes tradicionales.
Tratándose de contenidos escolares, la guía orientadora primordial
y primera para esta tarea debe ser, necesariamente, rescatar los sentidos
Rodolfo V. Bertoncello 217

de enseñar Geografía en la escuela; en otras palabras, volver a preguntar


¿para qué enseñar Geografía? Consideramos que la propuesta planteada
en la Introducción de este texto, acerca de que la Geografía escolar
puede constituir un camino para que los alumnos comprendan el mundo
en el que viven, y su lugar en el mismo, puede ser una respuesta válida a
esta pregunta.
Resulta interesante reconocer que estos objetivos últimos para la
Geografía escolar no son, en rigor, nuevos, sino que han estado presentes
también en las propuestas tradicionales. Esto es, aunque los contenidos
escolares a través de los cuales se espera alcanzar estos objetivos hayan
cambiado, aunque los contenidos tradicionales ya no se consideren del
todo válidos y en su lugar se propongan otros no siempre claramente
fundamentados; aunque el mundo se haya transformado profundamente
y su comprensión exija otras estrategias de abordaje, los objetivos últimos
siguen siendo en gran medida los mismos.
Una mirada a los contenidos que tradicionalmente se han impartido
para alcanzar estos objetivos permite reconocer la existencia de un
conjunto de núcleos temáticos de interés que, desde distintas perspectivas
y con diversos énfasis en contextos sociales específicos, han estado siempre
presentes, tratando a través de ellos de alcanzar los objetivos propuestos
para la Geografía escolar. Conocer la diversidad que muestra la “superficie
terrestre” (el espacio) en todas sus expresiones ha sido uno de estos núcleos
temáticos; conocer las formas en que los seres humanos se relacionan
con la naturaleza es otro núcleo de interés constante; otro ha sido captar
las especificidades y peculiaridades de los distintos lugares; representar
la superficie terrestre y comprender tales representaciones; comparar los
distintos lugares y, a través de la comprensión de sus especificidades,
poder entender las de unos y otros, entre otras.4
Reconocer la vigencia de estos núcleos temáticos no significa, por
cierto, asumir como válidas las formas en que ellos han sido abordados
por la Geografía escolar tradicional. Por el contrario, ellos debieran ser
abordados desde matrices conceptuales que permitan organizar su

4. En su breve texto sobre la historia de la Geografía, David Livingstone aborda estas


cuestiones proponiendo la existencia de un conjunto de “tradiciones geográficas” que, a lo largo
de la historia occidental, de modo variable y sin relación necesaria con la institucionalización de
la Geografía, han estado presentes como preocupaciones o temas de interés reconocidos como
geográficos (Livingstone, 1992). En este texto se recoge esta propuesta, aunque en relación a los
contenidos escolares de Geografía, a los que el autor no se refiere específicamente.
218 La Geografía escolar. Aportes para su transformación desde la conceptualización...

tratamiento de manera fundamentada y den cuenta de los contenidos


resultantes en tanto productos de procesos de producción de
conocimientos. En síntesis, cabe proponer que la transformación de los
contenidos escolares sea el resultado de una reflexión conceptual que
reorganice y otorgue nuevos significados a estas grandes tradiciones
temáticas de la Geografía, que siguen vigentes en la disciplina al tiempo
que siguen concitando interés en la sociedad; y no meramente el
reemplazo de temas por otros, manteniendo las mismas perspectivas
conceptuales.

4. La espacialidad de lo social

Como se acaba de decir, las propuestas de renovación de los


contenidos escolares de Geografía no requieren sólo la incorporación de
nuevos temas o problemáticas, sino que exigen avanzar en la formulación
de una matriz conceptual que permita organizar estos temas y darles
nuevo sentido. En definitiva, es necesario avanzar en un proceso de con-
ceptualización del espacio en relación con lo social, que permita fundamentar
la asunción de la Geografía como una ciencia social y fundamente los
procesos de selección y organización de los contenidos a ser trabajados
en las clases de Geografía. Seguramente más de un camino puede ser transitado
para alcanzar este objetivo; aquí se propone retomar la conceptualización de
espacialidad de lo social formulada por E. Soja (1993; 1996), para lo cual se
presentan brevemente sus características principales y luego se reflexiona en
torno a sus potenciales aportes para los contenidos escolares de Geografía.
Sin abundar aquí en la presentación de la propuesta de espacialidad
de lo social (hecha ya en la Introducción de este libro), es necesario
señalar que, en ella, la dimensión espacial es incorporada en forma activa
a los procesos sociales, lo que le otorga un papel central en la formulación
de la teoría social, papel que tradicionalmente se ha descuidado,
reforzando, en cambio, el tratamiento aislado y cosificado que tradicio-
nalmente se hizo del espacio. H. Lefebvre (1986) ya había señalado que
las relaciones sociales se proyectan en el espacio inscribiéndose en él; pero a
esta concepción del espacio como un “reflejo social” agregará también que
el espacio se incorpora en el proceso social y lo condiciona y especifica; así
como la sociedad produce espacio, también el espacio participa en la
producción social.
Rodolfo V. Bertoncello 219

E. Soja utiliza el término espacialidad para referirse al espacio en el


sentido precitado. Avanzando en este sentido, propone una nueva forma
de comprenderla, que denominará “Tercerespacio”, producto de una
“trialéctica de la espacialidad” en la que pueden diferenciarse
analíticamente tres espacios que, en rigor, son indivisibles (Soja, 1996):

• El “primer espacio” refiere al espacio físico, el de la materialidad


concreta de las formas espaciales que es percibido por los sentidos;
en el que ocurren las prácticas espaciales. Es el espacio de la
materialidad (la tradicional Geografía Física) a la que no excluye
sino que integra a lo social.
• El “segundo espacio” refiere al espacio concebido o pensado. Expresa el
conjunto de representaciones mentales o cognitivas sobre la espacialidad
humana, y permite que las prácticas espaciales se comprendan.
Normalmente se encuentra representado como espacio legible, producto
de una simplificación del espacio orientada a su comprensión.
• El “tercer espacio” refiere al espacio vivido, imaginado; remite a
construcciones simbólicas del espacio que se abren a nuevas
posibilidades de prácticas espaciales; los actores sociales construyen
y modifican, a lo largo del tiempo, los elementos imaginarios y
simbólicos que lo constituyen. Este “tercer espacio” es, asimismo,
una forma de los dos anteriores en tanto los abarca y, al hacerlo,
también los transforma.

Desde esta perspectiva, por lo tanto, en el proceso social de cons-


trucción de la espacialidad, en gran parte se producen tanto el espacio
físico como el espacio concebido, por lo que deben ser entendidos también
como parte de la espacialidad de la vida social. Pero la espacialidad no
debe ser vista como la simple sumatoria del devenir de estos tres espacios,
sino como el resultado de su interconexión e interdependencia; esta es
la razón por la que se habla de una trialéctica.
Así, para E. Soja la espacialidad trialéctica de la vida social es,
simultáneamente, medio y resultado de las acciones y relaciones sociales
y puede ser reproducida y reconstituida a lo largo del tiempo. Y en
consecuencia, el espacio y el tiempo serán las propiedades concretas de
la estructura y las relaciones sociales. Para el autor, la espacialidad y la
temporalidad son fundamentales en la construcción de lo social, que a
su vez no puede ser comprendido si no se consideran ambas dimensiones.
220 La Geografía escolar. Aportes para su transformación desde la conceptualización...

La sociedad actúa con y a través del espacio, y mientras lo produce y lo


transforma, al mismo tiempo se transforma a sí misma.

4.1 Aportes para la transformación de los contenidos escolares


de Geografía

Vincular la perspectiva propuesta por E. Soja con las cuestiones relativas


a los contenidos escolares de Geografía que se han expuesto en los títulos
anteriores permite iluminar aspectos conflictivos y aportar elementos para
su superación o, al menos, para reflexionar acerca de ellos.
La incorporación de la dimensión espacial a los procesos sociales
que claramente propone Soja representa un aporte sustantivo a la
consideración de la Geografía como ciencia social y superar la dicotomía
Geografía Física y Geografía Humana. En este sentido, brinda una
fundamentación conceptual para el tratamiento de lo espacial en relación
con lo social, superando las visiones de la Geografía escolar tradicional
que se abocaban a la presentación de los “contenidos” de la superficie
terrestre basándose en la descripción (supuestamente objetiva) de sus
rasgos diferenciales, y avanzar en un camino que habilite su interrelación
con el tiempo y con la sociedad. De esta manera, no sólo se podría dar un
sentido real a la incorporación de la Geografía escolar en el área de las
Ciencias Sociales, sino establecer vínculos con las otras disciplinas, un
reclamo recurrente en el ámbito escolar.
La incorporación de la Geografía como ciencia abocada a la manera
particular en que se construyen los espacios en el contexto de las Ciencias
Sociales significa que sus contenidos podrían aportar a la comprensión
de los procesos sociales, al tiempo que éstos permitirían también com-
prender de manera más acabada las características del espacio de
naturaleza material (objeto único de la Geografía escolar tradicional),
cognitiva y perceptual. Significa, al mismo tiempo, que el carácter social
de la Geografía no resulta ni puede resolverse con la mera incorporación
de más contenidos sobre temas sociales, o sobre problemáticas de interés
social.
La Geografía mantiene su interés por el espacio, pero conceptualizado
ahora como espacialidad de lo social; las características específicas de
éste siguen siendo tema de interés, pero no como el intento de realizar
un inventario de todas las disciplinas sociales sino en relación con sus
articulaciones que en los procesos sociales cobran sentido. De este modo,
Rodolfo V. Bertoncello 221

ofrece también una estrategia para superar el enciclopedismo presente


en los contenidos escolares tradicionales, en la medida en que otorga
criterios de selección, jerarquización y secuenciación de los temas a ser
trabajados; al mismo tiempo, rescata el valor de aquella información sobre
el espacio que resulta significativa para ellos, evitando el vaciamiento
de contenidos que, como contra cara del enciclopedismo, suele producirse.
En síntesis, sigue brindando a los alumnos la oportunidad de “conocer el
mundo”. Debe tenerse en cuenta, asimismo, que la información representa
un insumo indispensable para activar procesos de comprensión; la
comprensión del proceso de espacialización contribuye al proceso de
educación (en el sentido de transformación individual, en el interior de
los individuos) al construir los Seres, lo que es otro de los objetivos de
la enseñanza.
La relación entre contenidos de Geografía Física y Humana también
debería ser revisada, en la medida en que el tratamiento del espacio
material cobra sentido en función de su incorporación en la producción
social de espacialidad; los procesos sociales tendrán, desde este abordaje,
un lugar central. Pero esto no significa que las condiciones naturales del
espacio material sean neutras ni irrelevantes; tampoco significa que su
comprensión en sentido estricto pueda resolverse desde el conocimiento
social. Por el contrario, la explicación de las características naturales de
los lugares requerirá del conocimiento propio de la Geografía Física,
cuyo tratamiento puede constituir una parte importante del contenido
escolar. Pero estos contenidos, aún siendo importantes, no pueden dar
cuenta por sí solos de los procesos de producción de espacialidad, ni del
sentido que el espacio material todo pueda tener en los mismos; esto sí
requiere de la comprensión de las dinámicas sociales generales y las
acciones humanas específicas. Las configuraciones espaciales, por
ejemplo la de cualquier lugar de la superficie terrestre, serán
precisamente el resultado de la interacción específica que, en ese lugar,
se establezca entre las condiciones naturales y la acción social. Pero al
mismo tiempo, esta configuración territorial será parte de procesos más
amplios, cuya explicación la integra y trasciende. Esto permite superar
la dicotomía entre Geografía Física y Geografía Humana tan presente
en los contenidos escolares tradicionales, sin por ello dejar de
interesarse por la relación hombre-medio, tan central y permanente en
la Geografía, y de tanta relevancia para la educación de las jóvenes
generaciones.
222 La Geografía escolar. Aportes para su transformación desde la conceptualización...

Un abordaje que ponga el foco en la espacialidad de lo social habi-


litaría la superación del empirismo tradicional en la medida en que per-
mitiría, por una parte, explicitar los sentidos y objetivos que han orienta-
do la selección de las dimensiones a indagar, y la forma en que esta
indagación se ha llevado a cabo. Por otro, la consideración del segundo
espacio que propone E. Soja, el espacio concebido o de cognición, resul-
ta de gran interés para la Geografía escolar en la medida en que permite
transformar en contenido escolar lo que, hasta el momento, era incluido
como meros datos, en muchos casos como una representación lineal, fiel
y automática, del espacio material.
Transformar las representaciones del espacio en objetos de
conocimiento permitiría ponerlas en foco para indagar sobre las prácticas
asociadas a su producción, uso y apropiación. Ello no sólo daría lugar a
revisar su condición de representaciones, sino también a ponerlas en
relación con la sociedad que las produjo, enriqueciendo el contenido
escolar. Y al mismo tiempo, brindaría a los alumnos la oportunidad de
abordar los procesos específicos de producción de conocimiento en sus
dimensiones procedimentales, dándoles herramientas para sus propias
elaboraciones.
La inclusión del tercer espacio, el vivido, permitiría, en una primera
instancia, incorporar como contenido escolar las imágenes y percepciones
de los individuos desde una perspectiva más integral que la que se ha
ensayado en algunos casos en la Geografía escolar, por ejemplo a través
del tratamiento de mapas mentales o expresiones de identidad o sentido
del lugar, en tanto pueden ser articuladas con los anteriores espacios y
verse como las que dan sentido y orientan las prácticas de los individuos
en el seno de sus respectivas sociedades. En una segunda instancia, más
integral, permitiría reconocer cómo el espacio vivido, en la medida en
que incorpora a todos los demás, participa en la práctica social de los
individuos y, así, en la producción social. Esto ofrecería oportunidades
para despertar el interés de los alumnos por contenidos que se vinculan
con su experiencia y facilitar así los procesos de aprendizaje.
La comprensión de las características y los procesos de cambio de las
configuraciones sociales en lugares específicos, al tiempo que representan
contenidos sustantivos válidos para comprender el mundo, ofrecen
oportunidades para que los alumnos comprendan su articulación con
otras escalas, como por ejemplo la global o la regional, ya que cada lugar
forma parte de un todo, es decir de un sistema complejo y
Rodolfo V. Bertoncello 223

consecuentemente sujeto a incertidumbre, en el que intervienen todas


las dimensiones de la espacialidad. De este modo, el interés por com-
prender los rasgos específicos de un lugar concreto, tan presente en los
contenidos escolares tradicionales, se resignifica y mantiene su interés
como contenido educativo.
Para sintetizar y concluir este punto, puede decirse que la
incorporación de esta perspectiva permitiría superar muchos de los
problemas que se reconocen en la Geografía escolar tradicional y, también,
en más de una propuesta alternativa a ella. Al mismo tiempo, permite
avanzar en un camino de revalorización, basada en una sólida
reconceptualización, de núcleos temáticos que, desde una perspectiva
educativa, siguen teniendo vigencia e interés.

5. Conclusiones

Este trabajo ha intentado aportar a un tema de actualidad en nuestro


país, como es el de la Geografía en la escuela. Se trata de un tema
relevante no sólo por lo que representa para quienes llevan adelante
tareas docentes, sino también, y fundamentalmente, para los alumnos.
El tema es abordado aquí en el contexto de una generalizada
percepción de crisis en la Geografía escolar. Las críticas a las prácticas y
contenidos de la vieja materia escolar y las propuestas no siempre claras
ni fundamentadas que acompañan la reforma educativa han generado
una situación de bloqueo que dificulta avanzar en la resolución de los
problemas y la superación de la crisis que se percibe.
Son estas preocupaciones las que llevaron a indagar las
potencialidades de un marco conceptual específico, el propuesto por E.
Soja como espacialidad de lo social, para alcanzar estos objetivos. Los
resultados de esta indagación resultan promisorios, en tanto permiten
dar respuestas a la mayoría de los problemas reconocidos en una temática
específica y tradicional de la Geografía escolar, como es el conocimiento
y comprensión del espacio como resultado procesual de lo espacial, temporal
y social y, en consecuencia, constitutivo de la vida social.
El sentido de esta indagación no es, cabe reiterar, ofrecer una nueva
receta que indique taxativamente lo que debe hacerse. Por el contrario,
es fundamentalmente realizar un ejercicio cuyo principal fin es mostrar
la necesidad de transitar un camino de reconceptualización de nociones
224 La Geografía escolar. Aportes para su transformación desde la conceptualización...

centrales en la disciplina, para, a partir de ello, avanzar en la transfor-


mación de los contenidos escolares. El énfasis puesto en el rescate de
tradiciones temáticas propias de la disciplina resulta de considerar, por
una parte, que siguen siendo importantes para la educación de los jóve-
nes; por otra, que la reflexión en torno a ellos es el camino indispensable
para su transformación.
La espacialidad de lo social propuesta por E. Soja resulta una
perspectiva interesante para repensar los contenidos escolares de
Geografía, en la medida en que brinda un marco interpretativo general
que, por una parte, permite superar los más serios problemas de los
enfoques tradicionales y, por otra, ofrece oportunidades para una sólida
interrelación entre la Geografía y las Ciencias Sociales, sin que esto
conlleve el descuido de temas tradicionales valorados por la sociedad;
más aún, rescatando la importancia y actualidad de estos temas, pero
abordados desde otra perspectiva. Y permite también la elaboración de
contenidos escolares más significativos para la educación de los alumnos,
objetivo último de esta preocupación.

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La construcción de un “territorio”,
el Municipio de Punta Indio en la
Provincia de Buenos Aires, Argentina

Marcela Indiana Fernández*

1. Acerca de la creación de municipios en la Provincia


de Buenos Aires

En la Provincia de Buenos Aires los procesos de creación de munici-


pios forman parte de una larga historia de subdivisión territorial que ha
resultado en el aumento significativo del número de Partidos en los últimos
150 años. La legislación vigente y las prácticas históricas los legitiman
socialmente. En 1865 ya existían 72, hoy son 134 pero están en marcha
cerca de setenta pedidos de creación de nuevos municipios emergentes
de vocaciones “autonomistas” locales que, en el caso de prosperar, podrían
cambiar notablemente el mapa provincial. El surgimiento de nuevos
Partidos introduce cambios relevantes en los niveles espaciales de
referencia para la gestión local y genera discursos conflictivos que en-
frentan a los actores que promueven las transformaciones territoriales
con los que las rechazan.1

* Profesora en Geografía, Universidad de Buenos Aires. Profesora adjunta, Departamento


de Historia, FFyL, UBA. Docente investigadora, Departamento de Geografía, Universidad
Autónoma de Entre Ríos. Profesora del Departamento de Geografía, Instituto Superior del
Profesorado, Dr. Joaquín V. González.
1. La palabra autonomía siempre aparecerá entre comillas. Aunque los actores sociales involucrados
en la creación de nuevos municipios plantean sus reclamos en términos de demandas autonómicas, en
términos jurídicos, nunca alcanzarán una autonomía plena ya que la constitución provincial y la ley
orgánica no reconocen la autonomía municipal. El marco legal del Régimen Municipal bonaerense
aparece anunciado en la Constitución provincial de 1994 en la Sección Séptima, Capítulo Único,
artículos 190 a 197; su contenido es idéntico al de la Constitución anterior (1934). La Ley Orgánica de
las Municipalidades N° 6769/58 (y modificaciones) reglamenta dicho régimen.
228 La construcción de un “territorio”, el Municipio de Punta Indio...

En esta investigación se exploran los procesos que conducen a la


creación del Partido de Punta Indio en 1994; según declaran sus habi-
tantes, después de un largo período de reclamos por “demandas desaten-
didas” por las autoridades de Magdalena, municipio del cual formaban
parte. Este nuevo distrito se separa del Partido de Magdalena en una
coyuntura política favorable, en el momento preciso de la materializa-
ción de las propuestas de un proyecto del gobierno provincial que impul-
saba la división de los mega-municipios del conurbano bonaerense. El
campo abierto a las discusiones sobre “la autonomía” municipal en el
orden provincial permitió a un conjunto de legisladores con vínculos en
la zona de Magdalena-Punta Indio lograr los consensos necesarios para
aprobar la Ley en la Legislatura.
La creación del nuevo Partido se sustentaba en consideraciones de
orden político –ejercicio de la ciudadanía plena para los residentes–,
económico –capacidad de sustentación a partir de las actividades
productivas locales– e identitarias –las vivencias comunes de los pueblos
del sur del distrito–. En el proceso, la “participación comunitaria/vecinal”
en la gestación, diseño y construcción del gobierno local ha sido
considerada como una experiencia inédita; permitió la emergencia y
consolidación de una fuerte identidad arraigada en lo local y se identificó
con la innovación y la modernización en la gestión municipal, uno de los
temas prioritarios de la agenda de los noventa en la Provincia.
En el presente, la Geografía, como ciencia social del territorio, puede
contribuir a la comprensión de los procesos de construcción de los
“territorios políticos locales”, tal es el caso de los partidos bonaerenses, a
partir de la consideración de los aportes de autores que han explorado
las relaciones entre la teoría social y las estructuras espaciales para explicar
el cambio social. Lefebvre (1986), Raffestin (1977), Gregory y Urry
(1985), Harvey (1989), Soja (1985), Di Méo (1998), entre otros,
entienden al espacio como parte constitutiva de la existencia de los in-
dividuos y lo conciben conformado por diversas “naturalezas” que se
interpenetran: la material –físico-natural y social–, la cognitiva y la vivida.
Sus significados contextuales deben leerse en el marco de las relaciones
sociales que lo generan y a las que transforma en un movimiento dialéctico
permanente.
Esta espacialidad/territorio, a la vez producto y factor interviniente
en las dinámicas sociales (grupos sociales, prácticas espaciales, poderes y
regulaciones), tanto en sus dimensiones materiales como en las ideales/
Marcela Indiana Fernández 229

ideológicas, aparece como temática prioritaria a trabajar en distintas


escalas territoriales (internacional, regional, local) y escalas temporales
(tiempo histórico, biografía, vida cotidiana). Así, el “espacio geográfico”
aparece como un territorio multiescalar que involucra varias dimensiones
que se combinan con temporalidades múltiples (Revel, 2006).
Estas perspectivas están en consonancia con posiciones expresadas
en la sociología por Giddens (1991) cuando destaca la naturaleza espacio-
temporal de los “procesos de estructuración de la sociedad”. Para
comprender las dinámicas del espacio-tiempo, estos nuevos enfoques
sugieren indagar sobre la “lógica” de los actores sociales, sus motivaciones
y objetivos, ¿quiénes construyen y transforman el espacio, por qué, cómo
y para qué? (Kollmann, 2003).
Lasserre y Lechaume (2003) proponen considerar al territorio como
una “construcción cultural” que individuos y colectividades
conceptualizan de manera muy diversa. Estas formas de “pensar” el
territorio incluyen siempre las nociones de apropiación, control e
identidad. En este sentido, en el nivel local, a través de diversas
mediaciones en las que tienen un papel relevante las cuestiones vincu-
ladas con la asignación de los recursos y la visibilidad de los actores, se
construye la “identidad comunitaria” y el “sentimiento de pertenencia
al lugar” que asociamos con el concepto de “localismo” y que vinculamos
con el de “patria chica o homeland”.
La “patria chica” como concepto integra al territorio y a la población.
Según Sander (1985), los grupos sociales y sectores definen un área de
“identificación” para su existencia material que tiene sentido de
familiaridad, personalidad y proporciona seguridad, estos beneficios se
derivan de una historia de memoria colectiva. En el concepto de “patria
chica” el autor pone énfasis en la “identidad” mientras que en el concepto
de “comunidad local” considera, sobre todo, la red de relaciones sociales
en el nivel local o micro regional. Ambos términos definen dimensiones
psicológicas y fenomenológicas del territorio tales como solidaridad,
lealtad, sentimientos básicos que van más allá de los vínculos que crea
la economía de mercado.
Por su parte, García Alvarez (2003) invita a considerar la construcción
de la identidad local y de los imaginarios territoriales vinculados con las
nuevas jurisdicciones a través de múltiples “narrativas” que permitirán
entender los mapas político-administrativos como “procesos y
construcciones sociales” que se transforman en “poderosos agentes de
230 La construcción de un “territorio”, el Municipio de Punta Indio...

organización y de cambio socioespacial”. En este sentido, los Partidos


emergentes expresan planteamientos de identidad y pertenencia de las
comunidades locales que imponen nuevas exigencias a los representantes
de los gobiernos locales y aún del gobierno provincial.
¿Por qué resultaría de interés estudiar el caso de Punta Indio a la luz
de estas perspectivas?
Examinar las características y dinámicas del proceso de construcción
de Punta Indio en el mapa político de la provincia de Buenos Aires nos
permite explorar las contradicciones propias de un proceso en el que
intervienen multiplicidad de actores con intereses contrapuestos. Desde
mediados del siglo XIX, el surgimiento de nuevas áreas político-
administrativas por subdivisión de otras de mayor tamaño o por rediseño
de las existentes se considera una práctica legítima que, revistiendo
modalidades y temporalidades diversas, se remonta a varios siglos. En él
podemos constatar la “supervivencia de prácticas históricas tradiciona-
les” –operación de líderes locales, circuitos legales de aprobación de las
leyes según lo especifica la Constitución Provincial, afirmación de
identidades locales–; al tiempo que señalar la aparición de “nuevos
discursos” que pretenden, en esta oportunidad, identificar la creación
de algunas jurisdicciones con la “innovación y la modernización en la
gestión local”, un tema prioritario de la agenda de los noventa en el
orden nacional y provincial.
A diferencia de lo que ocurre en muchas provincias argentinas, los
Partidos bonaerenses constituyen un mosaico de jurisdicciones político-
administrativas que cubren la provincia entera. Excluyendo al Gran
Buenos Aires, los Partidos tienen superficies amplias –entre varios cientos
y unos miles de km2– que comprenden áreas rurales con población dispersa
y una o varias localidades, la mayor de las cuales suele ser la sede de la
administración local; en otras localidades puede establecerse una
delegación de gobierno.
Esta configuración del territorio municipal es clave para entender
por que la “subdivisión” es una práctica aceptada en la provincia: cuando
las localidades más pequeñas crecen suelen reclamar la separación del
municipio al cual pertenecen. Ciertos argumentos “atendibles” sirven
para justificar las demandas separatistas, se apoyan en las capacidades
locales para enfrentar el futuro –particularmente económicas– y en las
“identidades locales” construidas a partir de vivencias compartidas en la
comunidad. Comúnmente, las localidades más chicas se sienten
Marcela Indiana Fernández 231

“desatendidas” en relación con la prestación de servicios que les llegan


“tarde, poco y mal” desde la ciudad cabecera y sub-representadas políti-
camente al no poder elegir ni consejo deliberante ni intendente propios.
El artículo 190 de la constitución provincial vigente los reconoce
como organismos de derecho público –entes autárquicos– que tienen la
función de administrar los intereses y servicios locales de una comunidad.
La constitución bonaerense no reconoce la autonomía de sus gobiernos
locales; a través de la Ley Orgánica, reglamenta y limita los alcances de
sus competencias. En las últimas décadas, los municipios como
responsables políticos próximos a la sociedad civil las amplían “de hecho”
aun sin alcanzar la autonomía, como una respuesta política a las
coyunturas críticas que imponen la necesidad de apaciguar la
conflictividad social creciente en el territorio.
La creación de Punta Indio ha sido presentada por los líderes políticos
que motorizaron el proceso y sentida por la propia población como el
ejemplo acabado de la “participación comunitaria/vecinal” en la
gestación, diseño y construcción del gobierno local cuando el tema de la
participación recién comenzaba a instalarse en la agenda pública
provincial/municipal.
La modalidad que tomó la participación de la población en la “gesta
de la autonomía” y su reconocimiento posterior por parte de la estructura
política permitió la consolidación y legitimación de una fuerte identidad
arraigada en lo local, estableció un punto de partida nuevo para la
articulación entre los intereses de la población y los de los políticos locales.
Por otra parte, la participación se identificó con la innovación y la
modernización en la gestión permitiendo una nueva articulación entre
las escalas provincial y local.
La convicción sobre el derecho a un “territorio propio” desembocó,
en este y en otros procesos, en situaciones de creciente conflictividad en
torno al territorio –identificación, caracterización, delimitación–. En este
caso, el norte –Magdalena– y el sur –Punta Indio– se abroquelaron en la
defensa de sus respectivas posiciones, particularmente en relación con
la posesión de la pequeña localidad de Vieytes que ambas jurisdicciones
reclamaban como propia.
La tan postergada “autonomía” se logró en un contexto político de
nuevas ideas y modelos para aplicar en la gestión del territorio. Sin
embargo, la administración naciente debió resolver los problemas
concretos a partir de las herramientas conferidas por el Régimen Municipal
232 La construcción de un “territorio”, el Municipio de Punta Indio...

vigente que aún hoy sigue sin reconocer la autonomía de los gobiernos
locales y sólo tiene previstos canales muy limitados para la participación
ciudadana. Los viejos formatos institucionales tuvieron que adaptarse
paulatinamente a un proyecto que recogía muchos elementos de tales
propuestas innovadoras –participación comunitaria, gestión transparente,
eficiencia en la administración, etc.
Los actores políticos involucrados en el proceso de creación del mu-
nicipio desempeñan un papel central en la creación de los discursos que
movilizan a la comunidad local en defensa de “sus intereses” y recogen
hábilmente el discurso imperante en términos de la gestión del territorio.
A pesar del protagonismo oportunamente asignado a la comunidad
en el proceso, un líder político carismático motoriza personalmente la
creación de la jurisdicción por la vía política tradicional; es decir,
impulsando el proyecto en la Legislatura y buscando los consensos
necesarios para la aprobación de ley. Diversas fuentes nos permiten
identificar a este actor, se trata siempre de una persona relevante
para la comunidad que ha sido o es un vecino residente que tiene
llegada a la estructura política provincial, a los legisladores o a otras
instancias de gobierno. Las mismas fuentes nos permiten concluir que,
en gran cantidad de casos, el impulsor de la creación del municipio,
capitalizando los resultados “exitosos” de la negociación, se garantiza
un espacio propio en la política local –intendente, concejal–, o en el
nivel provincial/nacional –legislador, funcionario–.2 Siguiendo esta
“tradición”, el senador se transforma en intendente de Punta Indio por dos
períodos consecutivos.
La nueva coyuntura histórica y el funcionamiento mismo de los mu-
nicipios, contribuyen a instalar una cierta tensión entre discursos/acciones
reivindicatorios de las “autonomías” locales y los discursos/acciones
refractarios a tales procesos. Estos últimos pretenden mostrar que el
municipio resultaría un “territorio insuficiente”, una unidad política con
relativo o menor poder de negociación en los contextos económicos menos
favorables de fines de los noventa y de principios del nuevo siglo.

2. Los relatos sobre el “origen” proporcionan evidencias para sostener estas afirmaciones,
las historias locales, frecuentemente editadas por los propios municipios y sólo disponibles en
los ámbitos municipales son fuentes insoslayables. Junto a estas iniciativas recomendamos las
monografías de historias locales del Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires que desde
1930 se vienen publicando bajo el titulo colectivo de Contribución a la historia de los pueblos
de la Provincia de Buenos Aires.
Marcela Indiana Fernández 233

Así, frente a la emergencia de los consorcios productivos provinciales


como iniciativas de “regionalización desde abajo” argumentan que la
escala municipal es poco adecuada para responder a las exigencias que se
le plantean y por lo tanto proponen reflexionar a cerca del sentido de la
subdivisión creciente de Partidos. Inmediatamente después de su creación,
Punta Indio integró el Consorcio Productivo del Salado –COPROSAL–.3

2. La creación/subdivisión de municipios en el mapa político


bonaerense

El artículo 5to. de la Constitución nacional compromete al gobierno


federal a garantizar el régimen municipal y la existencia del Municipio
como organismo de derecho público con la función básica de administrar
los intereses y servicios locales de una comunidad, sin especificar criterios
a aplicar para su delimitación espacial y su organización. A las provincias,
que en muchos casos anteceden a la nación, según el artículo 123 les
corresponde organizar dicho régimen y establecer la división interna en
municipios, asegurando la autonomía. Sin embargo, la Provincia de
Buenos Aires no ha avanzado aún en esta dirección.
El término municipio alude al conjunto de habitantes de un mismo
término jurídico, regidos en sus intereses vecinales por una
municipalidad. Sus componentes básicos son el territorio, la población
y la institución. No existen mayores controversias respecto de las
dimensiones institucional y poblacional pero, en relación con la base
territorial, la mayoría de las constituciones provinciales no proporcio-
na criterios precisos para su delimitación. La institución municipal puede
tomar diversas formas, ejecutivo y consejo; consejo y representante
ejecutivo rotativo; comisión/junta/corporación de gobierno (cuerpo
colegiado). La población se tiene en cuenta para establecer categorías
de municipios, para establecer la cantidad de representantes en los
consejos, etc.

3. El pionero de la regionalización ha sido el Corredor Productivo del Sudoeste de la


Provincia de Buenos Aires. El “espíritu de la época” que está aflorando es el de otras formas
asociativas, sobre la base de consorcios productivos o agrupamientos regionales producto de la
relación cotidiana entre los pueblos y las ciudades vecinas, para hacerse cargo de re-organizar las
prioridades y las gestiones, la prestación de servicios, la revitalización de la producción (Amieiro,
G., Ministro de Gobierno de la Provincia de Buenos Aires, 2002).
234 La construcción de un “territorio”, el Municipio de Punta Indio...

Considerando la base territorial del municipio las constituciones,


las leyes orgánicas y las cartas de municipios, nos permiten presentar dos
tipos básicos, con variantes según la provincia de que se trate.
En el municipio-ciudad o de base territorial restringida, tal como se
da en el modelo europeo, la institución municipio coincide con población
concentrada, se asimila a la entidad localidad, área urbana o ciudad,
pudiendo incluir lo suburbano, definido como los lugares hasta donde
llegan los servicios ofrecidos por la municipalidad, y, eventualmente, su
ejido. La delimitación de los ejidos varía según las provincias y puede
abarcar superficies variables que rodean a la población concentrada.
Chubut, Santa Cruz, Chaco, Entre Ríos son algunas de las provincias
que tienen municipios de base territorial restringida.
El municipio-territorio o de base territorial amplia reposa en la exis-
tencia de una institución municipal con jurisdicción sobre localidades
de distinto tamaño, urbanas y rurales y áreas rurales con población
dispersa. En estas jurisdicciones una localidad, frecuentemente la de
mayor tamaño, se elige como cabecera de departamento/partido: Buenos
Aires, Mendoza, Santa Fe, La Pampa, presentan municipios de base
territorial amplia.
Algunos juristas ven ventajas en el formato territorial de los partidos
bonaerenses; desde una perspectiva económica, señalan que el formato
localidades + áreas rurales permite: a) ampliar los recursos disponibles
al incorporar a la población rural como contribuyentes, quienes, a su vez,
se benefician con los servicios que se brindan en las localidades cercanas;
b) proteger a los municipios de la localización marginal de actividades
económicas no deseadas en zonas de nadie, industrias contaminantes,
cierto tipo de servicios y actividades comerciales y c) involucra a sectores
productivos rurales en una gestión local. Los argumentos negativos son,
sobre todo, de orden político ya que se imputa a este tipo de municipios
un marcado centralismo en la gestión, por el tipo de sistema de represen-
tación de la población, en el que las localidades de menor tamaño, no se
sienten involucradas en la administración de sus intereses, porque no
pueden elegir consejo ni intendente propios.
La elección de una ciudad cabecera como sede de la administración
municipal jerarquiza automáticamente al conjunto de localidades y áreas
rurales de la jurisdicción generando desigualdades territoriales vinculadas
con las denominadas economías de aglomeración y urbanización, que se
van profundizando con el correr del tiempo. En otras localidades se
Marcela Indiana Fernández 235

instalan las “delegaciones municipales” a cargo de un representante del


intendente para “acercar la administración a los vecinos”; se trata de
una autoridad no elegida por los residentes de los territorios y como tal
se lo percibe: es un representante del poder central municipal con
compromisos políticos y ataduras. La sub-representación política de los
lugares más pequeños es innegable.
La configuración del territorio municipal y la modalidad “centralista”
que asume el ejercicio de la gestión se traduce en “rivalidad” –planteada
aparentemente entre áreas– y sirve para impulsar las demandas de los
vecinos. Los reclamos más frecuentes de localidades pequeñas o de las
áreas rurales se relacionan con los “olvidos sistemáticos” de los que son
objeto por parte de las autoridades comunales: lugar pequeño, paraje,
villa o localidad equivale a presupuesto exiguo y servicios insuficientes.
Los vecinos de las localidades pequeñas y de las zonas rurales perciben
que las localidades cabeceras, normalmente las más grandes, capitalizan
para sí los recursos de toda la administración municipal y se benefician
de la concentración de los servicios de mayor jerarquía. La población
rural produce en el “lugar” pero los beneficios se acumulan en la cabecera.
En el largo plazo, los aspectos señalados alimentan el “separatismo local”.
Los mecanismos legales que permiten crear nuevos municipios están
explicitados en las constituciones provinciales y en las Leyes Orgánicas
que reglamentan sus atribuciones y funciones. Los municipios bonaerenses
se crean por ley según los procedimientos previstos para la formación y
sanción de las leyes pero, como la Constitución y la Ley Orgánica no
proporcionan elementos precisos sobre las condiciones que debe reunir
un territorio para constituirse en municipio, se genera un vacío legal
que ha dado lugar a la emergencia de un conjunto de prácticas que
permiten ir resolviendo coyunturalmente los problemas de reconocimiento
y legitimación de las nuevas jurisdicciones.
Ciertos argumentos “atendibles” para los circuitos político-legislativos
en los que se termina decidiendo una subdivisión y que tienen al
“territorio” como protagonista, se originan tempranamente y sirven para
justificar las “demandas separatistas”, en particular las que se generan
desde los ámbitos locales. Se construyen en torno a supuestas/verdaderas
capacidades del territorio para enfrentar el futuro que resumimos en la
fórmula “capacidad económica de sustentación” y en torno a “identida-
des comunes”, “pertenencia al lugar” y “vivencias compartidas” en el
seno de las comunidades. En algunos casos, la emergencia de las nuevas
236 La construcción de un “territorio”, el Municipio de Punta Indio...

áreas no ha estado exenta de conflictividad ya que los adherentes a los


procesos “secesionistas” y los que “no quieren perder territorio” se
abroquelan en la defensa de sus posiciones, frecuentemente, en relación
con la posesión de zonas, parajes y/o localidades que se reclaman como
propias invocando el valor simbólico, patrimonial y afectivo que revisten.
Las representaciones y vivencias del territorio que construyen las
comunidades están presentes en los debates, considerandos y fundamentos
de las leyes de creación de muchos Partidos.
Según los casos, los actores sociales involucrados en los procesos de
creación de nuevos territorios –líderes locales con vínculos en la estructura
política provincial, comunidad organizada, autoridades del gobierno
provincial, otros– suelen utilizar profusamente estas “argumentaciones”
para impulsar demandas de constitución de nuevas áreas de gobierno
local. Los argumentos en torno a “lo territorial” no varían
substancialmente a lo largo del tiempo pero como suelen ser “reutilizados”
con intencionalidades diversas, pueden y de hecho sirven, en muchas
ocasiones, para ocultar los verdaderos intereses vinculados con la creación
de municipios.
Por otra parte, en distintas coyunturas, estos argumentos que se es-
grimen para legitimar demandas “autonomistas” y que hemos decidido
denominar “tradicionales” no permanecen anclados en el pasado sino
que se “modernizan” a medida que se van cargando de significados nuevos,
vinculados con temas prioritarios de las agendas socio-políticas
provinciales.
El proceso histórico de conformación de los territorios municipales
puede tomar dos modalidades básicas: cambio paulatino y cambio puntual.
Estamos frente a situaciones de cambio paulatino cuando las nuevas
áreas se van conformando lentamente como resultado de las
transformaciones que ocurren a partir de la ocupación y valorización de
zonas recientemente incorporadas. Los Partidos más antiguos de la cam-
paña (entre otros, Arrecifes, Luján, Magdalena, San Vicente, Quilmes,
Las Conchas, etc.), resultado de las particiones de distritos de gran tamaño
–los “pagos” originales–, se van conformando lentamente durante los
siglos XVII y XVIII. El Cabildo era la institución que designaba sus
autoridades –los Alcaldes de Hermandad–. Durante un largísimo período
los Partidos sólo fueron áreas administrativas/judiciales, sin funciones
“políticas” que quedaban enteramente reservadas al Cabildo; una
delimitación eclesiástica en parroquias, viceparroquias, curatos, etc.
Marcela Indiana Fernández 237

también ha servido de base para la organización de la trama (Levene,


1940; Marfany, 1940; Caride, 1992). Muchos de los Partidos más antiguos
se conformaron en el territorio de la “campaña” de Buenos Aires, por
entonces se trataba de territorios rurales cercanos a la ciudad y que
actualmente forman parte del área metropolitana. El número de Partidos
que forman el Gran Buenos Aires o “conurbano bonaerense” aumenta
por incorporación de unidades a medida que los territorios se “urbani-
zan” y, en mucho menor grado, por fragmentación, siendo este último un
proceso muy reciente.4
En el siglo XIX, las áreas administrativas van apareciendo como una
cara visible de los esfuerzos políticos de organización y consolidación del
estado nacional. En áreas rurales débilmente pobladas, grupos interesados,
elites locales, propietarios de tierras con vínculos en el circuito político,
con apoyo de los vecinos afincados, gestionaban la creación de un nuevo
distrito y, en el caso de no existir, de una localidad cabecera que sirviera
de asiento de las futuras autoridades administrativas. Abundan ejemplos
de este tipo en relación con el avance de la frontera bonaerense hacia el
oeste y el sur. Hacia fines del siglo XIX, la frontera avanza y se consolida
rápidamente; en las zonas “incorporadas” aparecen localidades/centros
urbanos de similar jerarquía que rivalizan pretendiendo, cada uno, orga-
nizar un área administrativa propia. Las discusiones parlamentarias que
se sostienen para justificar la partición de un municipio revelan tempra-
namente la construcción de un discurso legitimador de las nuevas
identidades, apoyado en “las demandas de la población local” (entre
otros, Chivilcoy, Olavaria, Alberti, 25 de Mayo, General Pueyrredón,
General Arenales, General La Madrid, etc.). Ya en el siglo XX, muchas
demandas emergentes de los ámbitos locales logran prosperar dando
origen a nuevas jurisdicciones (Pellegrini, San Cayetano, Salliquelló,
Tres Lomas, Florentino Ameghino, Punta Indio, etc.).
Las situaciones de cambio puntual alteran el mapa provincial en un
momento preciso y han llegado a involucrar a grandes áreas y a un gran

4. La provincia de Buenos Aires reconoce como “Conurbano Bonaerense” a un conjunto


de jurisdicciones municipales cuyo común denominador es el fenómeno metropolitano, y lo
define por ley para el otorgamiento y financiamiento de programas sociales, de salud, producción,
empleo, educativas, provisión de infraestructuras para el desarrollo regional, etc. La Ley 10.806/89
reconoce 19 municipios, durante la década del 90, a raíz de las subdivisiones, aumenta a 24, pero
el Partido de Presidente Perón no quedó incluido. La Ley 13.473 (mayo de 2006) redefine el área
incorporando 9 jurisdicciones a las 24 anteriores.
238 La construcción de un “territorio”, el Municipio de Punta Indio...

número de jurisdicciones. Los cambios puntuales se vinculan directa-


mente con decisiones políticas tomadas en el nivel provincial con relati-
va independencia de los niveles locales. Las leyes provinciales de 1864 y
1865, que organizan administrativamente la campaña al interior y exte-
rior del Salado, dan origen a una gran cantidad de Partidos y ratifican
masivamente la existencia de otros. La Ley Nº 422 de 1864 reconoce la
existencia de 37 Partidos y crea 10 nuevos; la Ley s/n del 19 de julio de
1865 reconoce la existencia de 27 Partidos y crea diez nuevos. La
subdivisión, producto del proyecto “Génesis 2000”, altera
significativamente el mapa del “conurbano”, se crean los Partidos de
San Miguel, José C. Paz y Malvinas Argentinas, Hurlingham, Ituzaingó,
Ezeiza y Presidente Perón.
En relación con la creación de municipios, ambas alternativas son
viables porque, por un lado, a partir de 1854, y por medio de mecanismos
previstos por la Constitución, las autoridades provinciales pueden proponer
la creación de nuevos Partidos “...para la mejor administración” de su
territorio; la intervenciones provinciales toman generalmente la modalidad
de cambio puntual. El cambio paulatino parece responder, en mayor grado
a dinámicas económicas y a demandas locales.
¿Hay una lógica para explicar estos procesos?
En cierto sentido, por lo menos desde mediados del siglo XIX, en mani-
festaciones de los líderes locales, legisladores y gobernantes –sostenidas pú-
blicamente en debates legislativos y reflejadas en diarios locales/provinciales
y otras fuentes– subyace la idea de que, a partir de un determinado nivel de
organización de un territorio –las localidades más pequeñas han crecido, se
ha diversificado la base económica, mejoran y se expanden los servicios–, la
subdivisión en dos o más áreas equivalentes tendría efectos positivos que se
traducirían en “ventajas administrativas y de gobierno” no sólo para las
jurisdicciones involucradas, sino para la provincia toda.
El proceso responde a un funcionamiento particular del sistema eco-
nómico, social y político que conformaba el área pampeana durante esta
etapa. Cada Partido constituía un sistema bastante autosuficiente, de escasa
complejidad en las relaciones sociales y poca interacción con otras áreas.
Una dinámica económica centrada en las actividades rurales –producción
agropecuaria– y la presencia de localidades que concentraban funciones
terciarias –administración, comercio y servicios– para la población de las
áreas rurales cercanas, completaba este panorama (Zorraquín Becú, 1981;
Chiaramonte, 1997, 2007).
Marcela Indiana Fernández 239

Viabilidad económica y social, defensa de los intereses de los vecinos,


voluntad de “autonomía” por parte de la población local, son los
argumentos a los que se recurre para justificar demandas separatistas;
como tales, tienen largo arraigo e importante peso histórico pero, sin
embargo, no siempre alcanzan para garantizar que una demanda de
subdivisión prospere ya que, finalmente, el surgimiento de nuevos
municipios depende de los consensos políticos que se alcancen en ambas
cámaras de la Legislatura al votar las leyes de creación.
El territorio, en sus múltiples dimensiones –percibida, vivida, repre-
sentada–, está en el centro de los argumentos que esgrimen los actores
sociales involucrados para reivindicar el “separatismo” local cuando los
procesos de creación de municipios se generan “desde abajo”, es decir, a
partir de las demandas locales. La “pertenencia al lugar”, la “identidad
común” y cierta “capacidad económica de sustentación” son argumentos
en los que suelen apoyarse las comunidades para sostener sus demandas.
Pero también está en el centro de las argumentaciones que esgrimen
los actores involucrados en la creación de municipios “desde arriba”, por
la intervención de diversas instancias burocráticas y políticas de la
administración provincial. En estos casos, con el objetivo de materializar
políticas de gobierno se proponen cambios territoriales a los que suelen
atribuírseles propiedades “mágicas” que llevarían a destinos promisorios
a las comunidades beneficiadas.
Para distintos ámbitos de la provincia existen propuestas de creación
de nuevas unidades, pero es muy discutible si surgen verdaderamente de
los reclamos vecinales. Como los partidos se originan en una ley provincial
aprobada por ambas cámaras, el proceso político puede ser relativamente
autónomo y responder a otros intereses. Sin embargo, a lo largo de la historia,
los debates parlamentarios reivindican fuertemente la función del municipio
como el “alma” de la vida local, como órgano de defensa y gestión de los
intereses de la población. Hoy podemos constatar como se pone énfasis en
estos aspectos para legalizar un discurso proclive a la fragmentación.
240 La construcción de un “territorio”, el Municipio de Punta Indio...

3. La creación del territorio de Punta Indio

3.1. Representación del territorio y actores sociales: las bases para


las demandas de “autonomía”

La discusión sobre la reforma político-territorial del Gran Buenos


Aires, en el contexto provincial, ofrece una oportunidad particularmente
favorable y hábilmente aprovechada por los líderes políticos locales, para
incluir en la agenda política bonaerense las viejas demandas de los
territorios del sur.5 A fines de 1994, el Partido de Punta Indio se crea
como municipio a partir de la sanción de la Ley 11.584.
En el curso del proceso se actualizaron algunas viejas prácticas que
conducen a la subdivisión territorial, tempranamente instaladas en la
Provincia, en combinación con propuestas innovadoras para la
construcción de una “nueva institucionalidad” acorde con los “discursos”
sobre la cuestión local vigentes en los años noventa. Se concretó
cumpliendo con las instancias legales exigidas por la constitución -mayoría
en ambas cámaras de la Legislatura-, después de unos cuarenta años de
iniciativas y peticiones formuladas por los pueblos del sur para alcanzar
la “autonomía” del Partido de Magdalena del que formaban parte.
La ocupación del área es muy antigua, todo comienza en el pago de
la Magdalena; Salvadores (1930) señala que el antiguo pago se extendía
desde el Riachuelo y río de La Plata hasta el río Samborombón, la zona
contaba con recursos básicos para la ocupación “…campos provistos de
buenos pastos y aguadas en abundancia aptos para la formación de
estancias y chacras…” que comenzaron a repartirse después de la
fundación de Buenos Aires por de Garay en 1580; “…el Salado era la
línea que señalaba el límite con el desierto…” (Salvadores, 1930, p. 17).
El poblamiento débil de esta frontera sur que avanza y retrocede con
la dinámica de los conflictos con los pueblos originarios de la zona recién

5. Durante los años noventa, producto del proyecto Génesis 2000, alcanzaron el status de
municipios, por subdivisión de Partidos existentes, José C. Paz, San Miguel, Malvinas Argentinas
(Ley Nº 11.551/94), Hurlingham, Ituzaingó (Ley Nº 11.610/94) y Ezeiza (Ley Nº 11.550/94).
Presidente Perón se origina con aportes de San Vicente, Florencio Varela y Esteban Echeverría
(Ley Nº 11.480/93). En el interior de la provincia se crea el Partido de Punta Indio, a partir del
viejo municipio de Magdalena (Ley Nº 11.584/94). Llamativamente, quedaron sin materializar
varias propuestas de subdivisión de jurisdicciones –La Matanza y Lomas de Zamora, entre otras.
Marcela Indiana Fernández 241

comienza a apoyarse decididamente, con políticas e instituciones, en el


curso del siglo XVIII. Durante todo el siglo XVII se sucedieron iniciativas
de establecimiento de “doctrinas y reducciones” ubicadas en diversos
puntos que no prosperaron. En 1730 el Cabildo Eclesiástico de Buenos
Aires estableció el primer curato en el pago, pero recién en 1776 los vecinos
logran construir la capilla para el asiento de la parroquia de Santa María
de la Magdalena. Entre tanto, en 1766 el Cabildo de Buenos Aires nombra
un Alcalde de Hermandad para la administración de justicia en el Partido.
Paralelamente, la conflictividad en el área justificó ampliamente el esta-
blecimiento de la guardia/fuerte de Atalaya, sobre la costa.
La concentración de población que tomó el nombre del pago se originó
entre 1735 y 1765, en el lugar conocido como Atalaya y Valle de Santa
Ana, no sobre la costa, zona de bañados en donde se encontraba la guardia
de frontera. En 1780, el Virrey Vértiz tomó una medida que consolidaría
el crecimiento de la población en esta localización “…con el propósito
de obligar a los pobladores a hacer vida social y cristiana y preservarlos
contra los ataques de los indios, no menos que terminar con el tráfico
comercial ilícito, obligó a los pobladores de la frontera a concentrarse
bajo el tiro de cañón de los fuertes” (Salvadores, 1930, pp. 32-33). La
mayoría de las localidades que formarán parte del nuevo territorio surgen
a fines del siglo XIX y principios del XX, vinculadas con la expansión del
ferrocarril, la actividad agropecuaria y la diversificación de los servicios.
De la vasta extensión del Partido de Magdalena se desprendie-
ron Chascomús en 1808, Ensenada en 1821 y Bernardino Rivadavia
en 1864 (Ley Nº 422/64), en 1865 por Ley provincial se fijan sus lími-
tes. La jurisdicción de Rivadavia coincidía aproximadamente con los
límites actuales de Punta Indio, este distrito “autónomo” aparece en
el mapa oficial de la división administrativa bonaerense, en el Censo
Provincial de 1881 pero, sin embargo, quedó incorporado a Magdale-
na entre 1881 y 1890, sin que haya existido constancia jurídica algu-
na. Constituye un antecedente muy valioso para legitimar las preten-
siones de los pueblos del sur.
En el siglo XX, el antecedente más lejano de demanda de separación
tratado en la Legislatura data de 1959. El proyecto había surgido de la
iniciativa de un grupo de vecinos de Verónica quienes, desde 1957, habían
conformado una Comisión pro resurgimiento del antiguo Partido de
Rivadavia debido a la situación “histórica” por la que atravesaba la zona
sur de Magdalena –relegada y sin oportunidades–. El diputado Ideler
242 La construcción de un “territorio”, el Municipio de Punta Indio...

Tonelli impulsó en la Cámara de Diputados el proyecto de Ley de crea-


ción del Partido de Coronel de Marina Tomás de Espora que logró ser
aprobado en dicha cámara pero cuyo tratamiento no prosperó en la Cá-
mara de Senadores, archivándose finalmente.
A principio de los noventa, en las localidades y parajes del sur
–Vieytes, La Viruta, Álvarez Jonte (1892), Las Tahonas, Verónica (1915),
Monte Veloz (1914), Las Pipinas (1914), Punta Piedras, Punta Indio
y Luján del Río–, tendrá lugar una experiencia particular, inédita,
de intenso compromiso y participación “vecinal/ciudadana” en la
definición y formulación de propuestas para la solución de sus
problemas, frente a la posibilidad inminente de constituir un munici-
pio “separado” de Magdalena.
La “gesta de la autonomía”, como la llamaron los vecinos, generó
una gran movilización popular por fuera de los canales tradicionales
–representación a través de los partidos políticos, sociedades de fomento,
fuerzas vivas, etc.–; esta voluntad de participación de la gente en el
proceso de definición de la “agenda local” se aprovechó políticamente
para crear consenso en lo relativo a la organización general del nuevo
municipio. La participación de la comunidad en la gestión local constituía
una deuda histórica para las localidades del distrito, alejadas y casi ajenas
a la sede de la administración municipal ubicada en la ciudad de Mag-
dalena. Abriendo espacios a la participación los líderes políticos locales
respondían a una demanda histórica y propiciaban el compromiso de los
vecinos con la acción.
Distancias, aislamiento, posición desventajosa, escasez de recursos,
olvidos sistemáticos, administración centralista son cuestiones que
remiten a distintas dimensiones del espacio geográfico que pretendemos
analizar.
El nuevo municipio tiene una superficie de 1.627 km2. Al norte y
noreste limita con el partido de Magdalena del que se separa; al este y
sudeste, con el Río de la Plata y al sudoeste con el partido de Chascomús;
el río Samborombón constituye el límite entre ambas jurisdicciones. Forma
parte de la Pampa deprimida, el bajo potencial de escurrimiento de la
zona origina problemas con el aprovechamiento integral de las superficies
rurales disponibles. En la cuenca del Samborombón los problemas se
multiplican por la presencia de suelos con horizontes arcillosos próximos
a la superficie y en el sector cercano al Río de la Plata, proliferan baña-
dos, lagunas, charcos y cauces abandonados.
Marcela Indiana Fernández 243

Aproximadamente un tercio de las tierras disponibles se dedican a


la agricultura debido a las condiciones ambientales adversas, la actividad
presenta, en general, bajos rendimientos; el atraso tecnológico y
organizacional de los productores locales explica esta situación. En el
resto de la superficie, se practica la ganadería pero, debido a una
inadecuada utilización de técnicas para el manejo del rodeo y su
alimentación, existe una baja densidad ganadera (número de cabezas
por unidad de superficie). Esta actividad, la más importante de la región,
está lejos de alcanzar niveles óptimos de producción debido a la escasa
inversión de capital y el bajo nivel de calificación de la mano de obra.
Sobre la línea de la costa del Río de la Plata, existe un cordón de depósitos
de conchillas, que se explota económicamente; se trata de una minería
de baja inversión que se desarrolla a lo largo de 70 km de costa, con un
sistema de explotación anárquico que ha producido una grave
depredación del recurso. Punta Indio forma parte del Parque Costero
del Sur, que integra el programa “Mar” de la UNESCO, fue avalado y
reconocido como Reserva Natural y Cultural ya en 1984.
Según datos del censo Nacional de Población y Vivienda de 2001, la
población total del Partido era de 9.279 habitantes. Más de la mitad de
la población es urbana, se concentra en la ciudad de Verónica, localidad
cabecera del Partido (5.723 hab.), el resto se clasifica como rural, aunque
presenta otros centros poblados: Pipinas, sobre la ruta Provincial 36 (1020
hab.); Punta Indio, cercana a la costa (aprox. 660 hab.) y los parajes de
Álvarez Jonte y La Viruta, Las Tahonas, Monte Veloz (con mucha menos
población).
En la ciudad de Verónica se localiza un sector de actividad industrial
(metalúrgicas, frigoríficos, cementeras, usinas lácteas, fábricas de velas,
etc.) y comercial que se han visto afectados por las crisis económicas
recientes. Aquí se localiza desde 1925 la Base Aeronaval Punta Indio,
hoy afectada por fuertes reducciones de presupuesto. Verónica es, en
definitiva, el centro de abastecimiento de toda la zona agropecuaria y de
las localidades vecinas, es la ciudad que organiza el territorio.
Con el paso del tiempo, la posición de estos “pueblos del sur”, en el
sentido geográfico y aún político-ideológico del término: localizados al
sur de la localidad cabecera, desatendidos, olvidados, subrepresentados,
se fue transformando en una desventaja que imputaban a la pertenencia
a Magdalena. Soportaban precariedad de caminos, medios de
comunicación deficientes y escasez de recursos que se controlaban desde
244 La construcción de un “territorio”, el Municipio de Punta Indio...

la administración central identificada con la ciudad de Magdalena.


Las distancias importantes con la ciudad cabecera, entre 60 y 80
kilómetros con varios trayectos de rutas de tierra, aislaron a la zona sur.
Para enfrentar los problemas cotidianos, la comunidad tuvo que reforzar
sus lazos dando origen a multiplicidad de entidades de bien público
que autogestionaron los servicios básicos –energía eléctrica, teléfono,
alumbrado público, cloacas, emprendimientos industriales–, y se fueron
ocupando de actividades culturales, sociales y recreativas. Esta búsqueda
de soluciones para las necesidades compartidas fue alimentando,
paulatinamente, el “localismo” como forma de vida (Chiaramonte, 1993).
La posición desventajosa se dejó sentir aun más, a partir del deterioro
de los servicios prestados por el ferrocarril Roca que atravesaba la zona
uniendo Verónica y varias de las localidades chicas, deja de circular
definitivamente en 1978.
El “aislamiento” y las “grandes distancias” que los separaban de la
ciudad de Magdalena no sólo eran percepciones; se produjeron
desatenciones efectivas en la asistencia que realimentaban la identidad
territorial. En la comunidad surgió una importante cohesión en torno a
ideas, creencias, sentimientos y costumbres compartidas que se tradujo
en una fuerte sensación de pertenencia al lugar, el sur, que alimentaron
las iniciativas de “autonomismo”.
Durante las etapas conflictivas del proceso los “bandos” enfrentados
recibían motes que aludían a diversos componentes del territorio y
contribuían a consolidar las identidades locales: los “saperos” eran la
gente de Magdalena, llamados así por la proliferación de sapos que
caracteriza a la ciudad ubicada en una zona muy húmeda cerca de la
costa del río y los “caracoleros” eran la gente del sur porque sobre la
línea de la costa ribereña de Punta Indio abundan los depósitos de
conchillas y los caracoles.
Deudas básicas, históricas, preocupaban a la comunidad. Por ejemplo,
la salud pública fue uno de los problemas críticos que aparecieron en la
agenda de demandas. La percepción de los vecinos en relación con los
servicios que brindaba el sistema público de salud era la de desatención
generalizada.
La localidad de Verónica, contaba con una Unidad Sanitaria de la
red provincial obsoleta, recursos mínimos de personal y falta crítica de
insumos. A la insuficiencia de atención primaria se sumaba la falta de
servicio hospitalario concentrado en Magdalena. Un médico del hospital
Marcela Indiana Fernández 245

municipal atendía tres veces por semana, y durante unas pocas horas a la
población de la zona; cualquier urgencia o complejidad relativa implicaba
el traslado a la ciudad cabecera. La oferta del sector privado, al que sólo
algunos podían acceder algunos (a través de obras sociales o sistemas de
prepago) completaba el panorama de los servicios de salud del nuevo
municipio. Esta situación se transformaba en total abandono por inexis-
tencia de servicios públicos, para las localidades chicas. Para los residentes
la falta de conexión fluida con las ciudades más grandes, la propia
Verónica y Magdalena agudizaba el problema.
A principio de los noventa, un concejal simpatizante de la causa del
sur señalaba que “...la Intendencia (Magdalena) paga a 72 médicos pero
sólo dos o tres prestan servicios en la zona sur y de cada 100 pacientes
que se atienden en el hospital de Magdalena, sólo seis o siete pertenecen
a las localidades de la zona sur” (Silva, 1994). Frente a esta situación, la
comunidad pretendía que el sistema público garantizara la presencia de
médicos en forma permanente en las localidades.
El empleo en los lugares pequeños ha sido y es un problema crítico.
Dinamizar la base económica y buscar alternativas para retener a los
jóvenes es otra demanda fuerte que emerge de las Asambleas. Las
expectativas estaban puestas en actividades nuevas, algunas variantes
de turismo de fin de semana, de carácter ecológico (con centro en Punta
Indio), la ampliación de los servicios educativos y en la promoción de las
actividades tradicionales buscando “escalas”, a través de la incorporación
al Corredor Productivo de la Cuenca del Salado.

3.2. La lucha por la “autonomía” y la confección de la agenda local:


una alianza entre “comunidad organizada” y líderes políticos

Una primera etapa del proceso de construcción del territorio


de Punta Indio abarcaría varias décadas del siglo XX, a partir de la
formación de las localidades del sur. La “identidad” de estas comu-
nidades se va construyendo en torno “a lo que les falta”, servicios,
infraestructura, recursos, etc.; como resistencia al abandono del que
se sentían objeto. En esta larga etapa, hacia fines de los años
cincuenta, se produce el primer intento –frustrado– de legitima-
ción del Partido. Un grupo de vecinos logra interesar a un diputado
provincial para que se presentase una ley en la Legislatura
proponiendo la creación del Partido de Coronel de Marina Tomás
246 La construcción de un “territorio”, el Municipio de Punta Indio...

Espora (1959) que reivindicaba, a su vez, el desaparecido Partido


de Rivadavia, creado en 1864.
Una segunda etapa comienza con la reactivación de las demandas
separatistas a las que nunca habían renunciado muchos vecinos; así, a
fines de 1989 luego de reuniones parciales impulsadas por líderes
comunitarios se concreta la primera Asamblea Pública en Verónica y de
allí surge la Comisión Permanente Pro-autonomía de los Pueblos del Sur,
presidida por A. Silva, vecino de la localidad. Esta comisión, que posee
cierta estructura funcional, trabajará activamente en la difusión y
proyección de las iniciativas “separatistas” en ámbitos locales y provin-
ciales. Entre 1993 y 1994 los acontecimientos se aceleran y en una co-
yuntura favorable se precipitan las decisiones políticas que llevan a la
aprobación de la ley de creación en diciembre de 1994.
A partir de 1995 se sucede una etapa de profundo compromiso de
trabajo en la construcción de la nueva institucionalidad sobre los moldes
legales vigentes, caracterizada por la participación comunitaria. En la
última etapa, los líderes políticos vinculados con la creación del municipio,
conocedores de la problemática de los pueblos del sur, propician la
participación de la población en las cuestiones relacionadas con las
“demandas sociales” insatisfechas para construir comunitariamente un
colectivo identitario que respaldara la propuesta de subdivisión e
involucrara a los vecinos en la vida política de la nueva jurisdicción.
Esta actitud estaba en consonancia con el discurso que se venía
instalando sobre la “gestión local innovadora” en los contextos municipales.
La participación/involucramiento de la población en la gestión era
presentada como una herramienta de la modernidad. Esta postura implica
la construcción de nuevos espacios institucionales que puedan dar cabida
al demandante y a la problemática en la que está inmerso.
Tradicionalmente, los municipios han instrumentado esta participación
a través de sus propias áreas (Secretarías, Subsecretarías, Direcciones,
etc.) y de las entidades intermedias o de bien público, privilegiando a las
“sociedades de fomento barriales”.6

6. Las sociedades de fomento reconocidas por los municipios tienen personería jurídica y
jurisdicción territorial exclusiva, canalizan las demandas de su jurisdicción y representan los
intereses de los vecinos desde un lugar pretendidamente desvinculado de lo político. El gobierno
local las considera interlocutores válidos para establecer relaciones con la sociedad civil.
Marcela Indiana Fernández 247

¿Qué ocurrió en Punta Indio? En una primera instancia, los líderes


políticos y la comunidad van a optar por un proceso de identificación de
las demandas y de construcción de las instituciones “desde abajo”,
partiendo de la comunidad y por fuera de canales tradicionalmente
instituidos, privilegiando el protagonismo de los vecinos, básicamente, a
través de la combinación de asambleas populares y comisiones de trabajo
permanentes.

a) Democracia participativa: el protagonismo de la “comunidad


organizada”

Confiados en conseguir los consensos legislativos y frente a la


necesidad de convenir el régimen y funcionamiento de la comuna a
crearse, el 8 de abril de 1994, los líderes políticos y comunitarios convocaron
a una reunión amplia en la que se firmó el “Acuerdo-Compromiso entre
los Partidos Políticos, Representantes del Pueblo y Entidades del Futuro
Partido”. En este documento se consensuaba un nuevo modelo/diseño
de institución municipal que se apoyaba en la democracia participativa
y un nuevo modelo de organización institucional. Un informante sostiene
que “...se trata de un documento ejemplar, de alto contenido ético que
firma toda la comunidad a través de gran número de instituciones, en
dónde se comprometen importantes esfuerzos para respetar los
lineamientos para la construcción del nuevo municipio” (Licciardi, 1999).
Para los vecinos la democracia participativa implicaba el protagonismo
popular pleno y la posibilidad de una amplia injerencia en los asuntos
municipales que se materializaría luego a través de diversos mecanismos
e instituciones; el objetivo básico era incorporar en forma activa a las
organizaciones intermedias y a la comunidad en el desarrollo de las
actividades comunitarias que se requiriesen; quedando el compromiso
de creación de los “consejos vecinales” para institucionalizar la
participación.
El nuevo gobierno se comprometía a garantizar la elección de los
delegados municipales, en forma directa por la población residente en
cada jurisdicción, localidades más pequeñas y zonas rurales, y los partidos
políticos se comprometían a integrar las listas de concejales del nuevo
municipio con vecinos de todas las localidades.
Este concepto de democracia participativa se completaba con el com-
promiso de aceptar sugerencias de entidades intermedias y la comunidad
248 La construcción de un “territorio”, el Municipio de Punta Indio...

para profundizar los cursos de acción que estaban surgiendo, en la opor-


tunidad de discutir el funcionamiento, los roles y las atribuciones del
nuevo municipio. Varias de estas alternativas de participación fueron
cristalizando a partir de la creación del nuevo gobierno local.

b) La creación legal del municipio

Como ya hemos señalado, en 1993, entre sus líneas de acción, el


gobierno de la Provincia de Buenos Aires había presentado el proyecto
“Génesis 2000” planteando el rediseño territorial de las administraciones
municipales de mayor tamaño en el Área Metropolitana. Sin embargo,
podemos interpretar que en el proyecto también se consideraban las
demandas “autonomistas”pendientes de varias localidades del interior
de la provincia cuando entre las propuestas del proyecto se reconocía
que “...se mirará hacia el interior de la provincia para hacer justicia en
aquellas extensas superficies territoriales con núcleos de concentración
urbana variable, con una privilegiada localidad cabecera, que tienen en
común la falta de un real federalismo y la crónica postergación de sus
servicios esenciales enunciados en la Constitución”.
Esta frase coincidía virtualmente, con el estado en el que se
encontraban los “pueblos del sur” pero también reconocía, una situación
que es común a una cantidad importante de localidades de la provincia.7
La aceptación por parte del gobierno provincial de estas situaciones
sirvió para presionar por la subdivisión cuando los acuerdos en la
Legislatura para aprobar la Ley de creación no se concretaban.
A mediados del año 1994, los hechos comenzaron a precipitarse; por un
lado, llega al Consejo Deliberante de Magdalena el pronunciamiento
“autonómico” surgido de los representantes políticos y de sectores
comunitarios de los pueblos del sur. Como se contaba con el apoyo de varios
concejales, se creyó en la posibilidad de que en nivel local se considerara la
intención de formar un nuevo partido con cabecera en Verónica.
Los vecinos de la ciudad de Magdalena resistieron firmemente la
propuesta del sur y no hubo quórum para el tratamiento de la misma. Una

7. En el curso del año 2004, los representantes en favor de la autonomía de treinta


localidades de la provincia crearon la Asociación por el Reconocimiento de Nuevos Municipios,
consiguiendo la adhesión de otros sesenta. En respuesta a estos movimientos, los Partidos que no
quieren ser divididos comenzaron a agruparse en comisiones en defensa de la integridad territorial
(La Nación, 4/09/04).
Marcela Indiana Fernández 249

comisión permanente de vecinos presididos entonces por A. Silva (vecino


de Verónica) quedó vinculada con la defensa del proyecto. A propósito
del planteo presentado por los pueblos del sur, las autoridades de Magdalena
prepararon un estudio –considerado clave– para evaluar la factibilidad
económica de la propuesta que, como era de esperar, resultó negativo.
¿Porqué resignaría el Partido de Magdalena población y superficie cuando
ambas se consideran componentes relevantes del polinomio por el que se
asignan los recursos provinciales a los municipios?
Durante el mes de junio de 1994, el senador justicialista Luis
Colabianchi presentó en la Legislatura el proyecto de creación del Partido,
que sería luego asimilado al conjunto de las propuestas generadas en el
marco del proyecto Génesis 2000, para su tratamiento. Los acuerdos para
la aprobación se dilataban a raíz de la propuesta de límites para el nuevo
distrito; la discusión se centraba en torno a la posesión de la localidad de
Vieytes, sobre el límite noroeste, que tanto las autoridades de Magdalena
como los autonomistas reclamaban para sí.
Hacia fines de noviembre y principios de diciembre la tensión llegó
al máximo, tanto en la escala local como provincial. En la ciudad de La
Plata, dos comisiones, una por el No a la “autonomía”, respaldada por
Magdalena y una por el Sí, respaldada por los vecinos del sur, pujaban en
la Legislatura provincial para hacer oír sus demandas y lograr una decisión.
En el ámbito local, los partidarios de una y otra postura, ocuparon la
Intendencia de Magdalena y las Delegaciones municipales de diversas
localidades y cortaron las rutas 36 y 11, de manera intermitente y durante
varios días, logrando una importante visibilidad a en el nivel provincial y
nacional. En los cortes de los fines de semana, los vecinos servían mate y
convidaban con facturas a los “damnificados”, a la vez que exponían sus
reclamos.
Finalmente, después de “negociar” la localidad de Vieytes –continuó
perteneciendo a Magdalena–, la Ley de creación se vota en la Legislatura
el 6 de diciembre de 1994 aprovechando el interés y la urgencia de la
Provincia en aprobar la subdivisión de los municipios metropolitanos.

c) La institucionalización del gobierno local

Para febrero de 1995, se convocó a la “Primera Jornada Programática


para el Nuevo Municipio”, allí se reunieron instituciones y vecinos en
igualdad de condiciones para materializar los intereses de la comunidad,
250 La construcción de un “territorio”, el Municipio de Punta Indio...

hacer propuestas e identificar demandas. En estas grandes asambleas


públicas se fueron conformando grupos de trabajo por áreas de interés
para el tratamiento de los temas prioritarios que fueron adquiriendo
importancia y legitimidad, tal es el caso de los Consejos Vecinales Locales
de Salud que van a trabajar, especialmente en las propuestas de salud
pública, a la par de los equipos técnicos.
La participación de la población en el diseño de la institución
municipal y de los programas para distintas áreas se instrumentó, tal
como se venía realizando, a través de la creación de “Comisiones de
Trabajo Permanentes” sobre temas prioritarios; así surgieron las comisiones
de Ecología y Medio Ambiente, Estructura Municipal, Seguridad,
Turismo, Salud, Acción Social, Minoridad y Familia.
La asamblea pública de la primera jornada en el camino de la
institucionalización reunió en Verónica a más de trescientas personas
(300). Una de las áreas de gran interés de los vecinos fue la de salud
pública, tal como lo especifican las actas correspondientes. El 40% de los
participantes se interesó y comprometió con las comisiones de trabajo de
este tema. Estos números muestran que la demanda histórica sobre la
atención de la salud pública era un verdadero problema vivido y
compartido por la comunidad, particularmente presente no sólo porque
era existía una ausencia manifiesta en el servicio, sino porque varios los
líderes políticos locales eran médicos sanitaristas de profesión.
Los participantes de las Jornadas fueron vecinos del municipio, de
todas las edades, de cada lugar, de distintas profesiones, de distintas
religiones y partidos políticos, miembros de instituciones intermedias, y
contaba con un amplio predominio de mujeres. Al final de la jornada, se
desarrolló un plenario en el que se expusieron las síntesis de los trabajos
de cada comisión. La comisión de salud siguió reuniéndose con
frecuencia, consolidando una estructura de comisiones que representa-
ban los intereses de las localidades; así aparecen los “Consejos Vecinales
Locales de Salud” con una propuesta de trabajo con sentido federalista,
en consonancia con los acuerdos previos, conformando un “Consejo
Federal de Salud” en el que todos los ámbitos poblados del municipio
estaban representados; esta estructura permitía intercambiar
experiencias, definir prioridades, coordinar objetivos, etc. El compromiso
de trabajo asumido por los miembros de los consejos, simples vecinos con
inquietudes mostró que “…la comunidad puede ser sujeto y objeto de
sus propios cambios…” y que puede generar mecanismos que le permiten
Marcela Indiana Fernández 251

“... no ser utilizada por técnicos o autoridades en función de sus intere-


ses particulares, ya sean políticos u económicos” (Colabianchi y
Reichenbach, 1997, p. 217).
Con el paso del tiempo, la mayor parte de los acuerdos previos se
materializó en ordenanzas del Consejo Deliberante sustentadas muchas
de ellas en la producción de las comisiones de trabajo. Por ejemplo, muchas
propuestas del sistema de salud pública surgen de los Consejos Vecinales
de Salud que se formaron a partir de las Jornadas Programáticas reuniendo
a representantes de la comunidad, profesionales y técnicos.
En la primera sesión del Consejo Deliberante (fines del 95), junto
con el conjunto de reglamentaciones que organizan la institución
municipal, se sanciona la ordenanza de creación de la Comunidad
Organizada (N°25/feb. 96) institucionalizando los Consejos de Gestión
Vecinal –sobre el modelo de las comisiones de salud–, compuestos por
representantes de entidades intermedias y/o miembros de la comunidad
con funciones relacionadas con la captación de problemas y demandas
de la población y con el asesoramiento sobre cuestiones de interés
comunitario; estos consejos sirven para articular relaciones entre la
sociedad civil y el sector público.
A la par de los consejos se crea la Banca Honoraria en el Consejo
Deliberante, a la que puede acceder la comunidad, los vecinos, cuando
quiere hacer oír sus demandas o sugerencias en temas de interés, se
trata de una presencia con voz pero sin voto.
La Ordenanza Nº 25/96 instaura el Sistema de Salud Pública
Municipal “Indio Sano”, con su respectiva reglamentación y anexos, que
contemplan objetivos generales, específicos y subprogramas y el
reconocimiento de los Consejos Vecinales Locales de Salud. Estos consejos
aparecían con el status de organismos no gubernamentales con
representación distrital y sus miembros no recibirían ningún tipo de
retribución por el desempeño de sus funciones. Cada consejo estaba
facultado para redactar su propia reglamentación interna. Los vistos y
considerandos de esta ordenanza recogen parte de la experiencia que dejó
la participación amplia de la comunidad en el proceso, allí se invoca el
proceso “inédito” de construcción de la propuesta a través de la participación
comunitaria, especificando los grandes hitos: el Acta de Compromiso (94),
las Jornadas Programáticas para el Nuevo Municipio (95), la creación de
los Consejos Locales y Federal de Salud (96), elaboración por parte del
consejo del Sistema Municipal de Salud Pública (Indio Sano, 96).
252 La construcción de un “territorio”, el Municipio de Punta Indio...

Aparece también la perspectiva del gobierno local frente a la socie-


dad: conciben la salud como un “bien social impostergable, pilar de una
sociedad justa”; se reconoce la autoría colectiva del proyecto de salud y
se comprometen a respetar “sin retaceos todos y cada uno de los mandatos
de la voluntad colectiva” que reclamó un programa que está de acuerdo
con las “enseñanzas de los centros más progresistas del mundo (O.M.S.)”
que promueven los sistemas que se apoyan en la atención primaria.

3. 3. Una gestión innovadora para viejos modelos institucionales

Desde un punto de vista legal, el nuevo municipio tuvo que ceñirse


y rediseñar a la vez los formatos tradicionales de la estructura
administrativa, llenándolos de nuevos contenidos para cumplir con las
demandas su comunidad. Se optó por un proceso de construcción de sus
instituciones “desde abajo”, a partir de las demandas de la gente. La
participación amplia de la comunidad y los lineamientos que propusieron
los políticos para la institución municipal reflejan buena parte de las
“recomendaciones” del discurso imperante en relación con los nuevos
roles y nuevas formas de gestión en las administraciones locales.
La institución municipal que imaginaban los gestores de la subdivisión,
con el consenso comunitario alcanzado en torno a demandas básicas
surgidas del trabajo en comisiones durante y después de las Asambleas, se
concebía como una “empresa social prestadora de servicios públicos
indelegables”. El resto de los servicios se prestarían a partir de formas
asociativas legalmente constituidas: concesiones, privatizaciones u otras
modalidades permitidas por la Ley Orgánica de las Municipalidades y el
Reglamento de Contabilidad de la Provincia; en condiciones de igualdad
de calidad y precios, se establecían prioridades para las empresas residentes
en el municipio. Afirmando la intención de hacer cumplir con estas regla-
mentaciones vigentes, se propiciaría el trabajo local.
La nueva administración tendría particular cuidado en el tema del
gasto público, que debería formularse garantizando eficiencia y calidad,
a la vez que la austeridad necesaria para cumplir con los objetivos
comunitarios. Las prioridades del gobierno estarían vinculadas con las
necesidades reales de la población de todas las localidades y áreas rurales,
con la intención de reparar la postergación de muchas áreas, por lo tanto,
el presupuesto debería materializar en el Partido, el federalismo político,
económico y social.
Marcela Indiana Fernández 253

En lo relativo a las fuentes de financiamiento para la administración


(tasas municipales) se propiciaría una política de ingresos genuinos,
orientada a favorecer el desarrollo y el crecimiento regional y a disminuir
la presión fiscal sobre los contribuyentes particulares.
Otros aspectos considerados en estos acuerdos se referían, por un
lado, al tamaño de la administración, se preparaba un municipio con
una planta de personal reducida y eficiente, un ejecutivo con sólo tres
secretarías, un consejo deliberante con sólo seis concejales, limitando al
máximo la burocratización de la estructura administrativa.
Entre las funciones indelegables, el gobierno local garantizaría el
“cumplimiento real y efectivo de los servicios de Salud, Educación,
Vivienda, Medios de Comunicación y Trabajo”, en todas las localidades
y sus áreas de influencia.
La Ley 11.584 crea en 1994 el municipio de Punta Indio, la Ordenanza
Nº 1/95 crea la “Estructura Orgánica Funcional del Nuevo Municipio”.
El organigrama municipal relativamente sencillo responde la concepción
de la institución municipal apuntada; en relación directa con el
Intendente aparecen cinco Delegaciones y Oficinas Municipales,
localizadas en las áreas rurales y centros poblados pequeños.
Parte de los lineamientos establecidos en el 94 para el diseño
institucional del nuevo municipio estarían en coincidencia con algunos
artículos de la Ley de Creación (11.587/94), similar en su articulado a
las Leyes de Creación de los municipios que surgen en el Área
Metropolitana de Buenos Aires entre 1993 y 1995.
El artículo tercero de las leyes de los nuevos municipios
metropolitanos, que es también el mismo artículo en la Ley de Punta
Indio, establece elementos de un nuevo modelo de gestión a implementar
en las administraciones, basado en los siguientes principios: a)
modernización tecnológica administrativa; b) desburocratización; c)
descentralización funcional y administrativa; d) gestión, presupuesto y
control por resultados; e) calidad de servicio y cercanía con el vecino; f)
proporcionalidad del gasto de los Consejos Deliberantes respecto de los
presupuestos globales de los Municipios; g) racionalidad de estructuras
administrativas y plantas de personal acorde a las modalidades de
prestación de los servicios.
Estos aspectos coinciden con varios de los principios de administración
que se establecieron en el “Acuerdo-Compromiso entre los Partidos Políticos,
Representantes del Pueblo y Entidades del Futuro Partido”, firmado en de
254 La construcción de un “territorio”, el Municipio de Punta Indio...

abril de 1994, para “convenir el régimen y funcionamiento de la comuna a


crearse”. En este documento se consensuaba un nuevo modelo/diseño de
institución municipal que se apoyaba en dos aspectos prioritarios, la
democracia participativa y el nuevo modelo de organización institucional.
Corresponde precisar cómo se organizó la intervención de la
comunidad en el proceso de diseño del nuevo municipio. Se dieron
distintos pasos, según L. Colabianchi (2000): “trabajar con la gente es
una forma de entender la política en la que hay que afrontar riesgos y
tener un contacto muy directo con los miembros de la comunidad.
También implica un compromiso enorme por parte de la estructura política
porque generalmente la gente presiona de diversas maneras, pide, exige
la participación y después se aleja, se desinteresa; cuesta muchísimo man-
tener el interés y la motivación. Por otro lado, se corre el riesgo de
defraudar, si la gente participa, espera que algunas cosas se hagan en
relación con lo que proponen; pero a menudo es difícil compatibilizar las
demandas con los recursos disponibles o con soluciones técnicas viables”.
¿Cómo entiende la participación del ciudadano-vecino esta
administración local que es la que gesta el proceso? Se entiende que “la
participación tiene que crearse, instalarse, institucionalizarse para que
resulte efectiva”; por lo tanto, hay que apelar a todas las herramientas o
prácticas posibles: convocar a asambleas públicas, organizar comisiones de
trabajo por áreas de interés, recoger propuestas para los planes quinquenales
de gobierno, institucionalizar algunas formas “rentables” de participación
tales como consejos vecinales, la banca honoraria para la comunidad, etc.,
sacar el gabinete de gobierno, ejecutivo municipal, a la calle y atender en
los barrios, instaurar un sistema de audiencias accesible para cualquier
persona con funcionarios de cualquier nivel de la administración, aceptar
las propuestas de la gente y materializarlas, etc.
Por último, la nueva estructura incorporaba “la descentralización
administrativa” como una herramienta que aseguraría la reparación
histórica de las desigualdades notables entre Verónica, las localidades
chicas y las áreas rurales.
En mayo del 95, se eligieron las primeras autoridades de municipio y,
en agosto, por primera vez en la Provincia de Buenos Aires, dos pequeñas
localidades, Las Pipinas, sobre la ruta 36 y Punta Indio, sobre la costa,
tuvieron la posibilidad de elegir por voto directo al Delegado Municipal
que deja de ser un “delegado del Intendente”, respondiendo a una
modalidad centralista de ejercicio del poder, para transformarse en un
Marcela Indiana Fernández 255

“representante” de estas comunidades “históricamente relegadas” por la


lógica de la organización municipal imperante.
A pesar de la insistencia en presentar como protagonistas a los vecinos,
el Dr. Colabianchi es una figura clave en el proceso de creación del
nuevo territorio. Profundo conocedor de la situación de los “pueblos del
sur” actuando como Senador, es el fervoroso impulsor en la Legislatura
de la Provincia de la subdivisión de Magdalena para la conformación del
municipio de Punta Indio con el sector sur. Fue electo Intendente de
Punta Indio en 1996 y reelecto en 1999, con amplia mayoría en el Consejo
Deliberante, en ambos casos. Previamente, tuvo una larga actuación
política dentro del partido justicialista tanto en el nivel municipal (In-
tendente de Magdalena) como provincial (Senador). De acuerdo con la
opinión de informantes calificados de distintos ámbitos, ha sido un líder
indiscutido del proceso de creación del nuevo municipio y el verdadero
impulsor y estimulador de los cambios en la gestión local que se van a
promover en Punta Indio.

4. Territorio e identidad: los resultados del proceso

Entendemos que las áreas político-administrativas de carácter local


son el resultado de una construcción social en un espacio concreto, de
características particulares, que se realiza a través de mecanismos
interactivos complejos que involucran al territorio y a los actores sociales.
Las representaciones del territorio y la situación de vida en que se
conforman estas comunidades que adhieren, sin condicionamientos, al
proyecto separatista encarnado en el lema “vivir con lo propio” es una de
las claves que nos ha permitido examinar los procesos de construcción
de este territorio.
Como hemos pretendido mostrar, en el proceso de construcción del
territorio de Punta Indio se asocian elementos que han estado separados
en otras subdivisiones de municipios, por un lado, la conformación de
una entidad colectiva local en torno a un conjunto de demandas
insatisfechas que se transforman en un proyecto común para los pueblos
del sur y por otro, la presencia de líderes políticos bien posicionados en
las estructuras de decisión correspondientes (Legislatura), capaces de
capitalizar las demandas de la población con la idea de promover una
experiencia distinta: la construcción de una administración moderna
256 La construcción de un “territorio”, el Municipio de Punta Indio...

con amplia participación ciudadana. Este papel de los líderes políticos


ha sido fundamental para el resultado alcanzado, por la modalidad del
mecanismo legislativo que permite la creación de un gobierno local en
la provincia, “se decide en otra parte”, en su Legislatura. Cuando se
plantean procesos “separatistas”, aunque en el nivel local se haya
generado una “identidad comunitaria” y consolidado “sentimientos de
pertenencia al lugar”, su resolución no se dirime en la instancia
municipal y sólo se los puede considerar como “antecedentes” para
sustentar los reclamos.
¿Qué ha sido lo más inédito y novedoso de este proceso?: la
construcción de un proyecto político a partir de la identidad local
reforzada por la “gesta de la autonomía” y la especial consideración de
los temas de la “agenda pública” materializada a partir de las demandas
insatisfechas.
¿Por qué aparece la salud pública en el centro del proceso de creación
del territorio y de sus instituciones? Porque la comunidad autoconvocada
identificó desde un principio a la salud como uno de los “servicios
indelegables” a ser brindados por el municipio Con el correr del tiempo,
el sistema público universal de salud “Indio Sano” se transformaría en la
“estrella del municipio”; en él confluyeron “felizmente” los intereses de
la población y los del futuro Intendente de la jurisdicción, médico, al
igual que varios de sus asesores. La implementación del “Indio Sano”
requería recursos económicos importantes y profesionales capacitados.
Los recursos genuinos para la salud se generarían a partir una
redistribución de gastos y de un incremento del 10% en las contribuciones
municipales que se cobran a los habitantes del municipio. Tal como lo
especifican las normas vigentes, este aumento de tasas debió ser aprobado
por la Asamblea de Grandes Contribuyentes y el Consejo Deliberante.
Esta medida, impopular como pocas, curiosamente fue aceptada por la
población, sin mayores resistencias, en este contexto de verdadero
involucramiento en las acciones de la gestión.
El trabajo con la comunidad sigue siendo visto como una de las
experiencias más enriquecedoras de todo el proceso, generó
involucramiento, ideas y visiones nuevas y distintas sobre los problemas,
proporcionó una noción clara de las verdaderas necesidades de la
población; pero también implicó un gran desafío al tener que traducirse
al lenguaje de la gente todas las cuestiones técnicas de una problemáti-
ca como por ejemplo la de la salud.
Marcela Indiana Fernández 257

La participación, que fue ampliamente reclamada por la población,


cristalizó en grandes logros; pero, dado que la motivación es un fenómeno
complejo que cuesta mantener sin alteraciones a lo largo del tiempo, la
participación termina por decaer invariablemente. Las autoridades
reconocen que se ha pasado de una situación de máximo involucramiento
y enorme compromiso, a otra de “relativo alejamiento”, imputable, por
un lado, a un buen funcionamiento del sistema y, por otro, a una cierta
dependencia que se ha creado entre la comunidad y el gobierno local
que “soluciona todos los problemas”, produciendo nuevas inercias que,
paradójicamente, restan espacio a la participación.8
Los sucesos de fines de 2001 precipitaron el alejamiento del Dr.
Colabianchi de la administración municipal en medio de reclamos
cruzados con la oposición en el Consejo Deliberante
En realidad, más allá de la euforia y las expectativas que se abrían
frente al un nuevo punto de partida –el autogobierno–, las nuevas
administraciones no han generado verdaderas respuestas para los
problemas “históricos” del territorio, la baja productividad del campo
persiste, se demoran las obras de infraestructura, no hay fuentes de
trabajo, no se acierta con políticas que puedan detener el éxodo de los
más jóvenes y varias localidades presentan crecimientos negativos desde
hace tiempo.
Estos resultados nos llevan a reflexionar necesariamente sobre las
articulaciones de los territorios locales y los niveles provincial, nacional
y aun internacional, reflexiones que exceden largamente los objetivos
específicos de este análisis. Sin embargo, podríamos adelantar que la
institucionalización de nuevos territorios y las nuevas competencias
adquiridas no pueden aislarse para su tratamiento, son “partes de un todo”
o subsistemas del sistema complejo del que forman parte. Por sí solas estas
intervenciones de carácter político no solucionan los problemas pendientes
de la comunidad. Las cuestiones locales no pueden enfocarse aisladamen-
te, tal como propone Soja (2004) para el análisis de la situación de otros
países de América y Europa; lo “local” (municipal/regional) debe articularse
con dimensiones más amplias: lo “mezzo” (provincial/regional/nacional) y
lo “macro” (internacional/global), pues, de lo contrario, no se alcanza una
comprensión plena de la complejidad de la que forman parte.

8. Entrevistas realizadas al Dr. L. Colabianchi en la Ciudad de Verónica en febrero de 1998


y mayo de 1999.
258 La construcción de un “territorio”, el Municipio de Punta Indio...

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