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Ayer tuve el placer de ver la película mexicana “El estudiante” y créanme que al
decir que es filosofía llevada a la pantalla, me quedo corta. No en vano se hace
alusión al Quijote de la Mancha que también es una impresionante lección de
humanismo. Me encantaría hacer un análisis minucioso de las múltiples
enseñanzas de la película pero la intención de estas líneas no es didáctica,
sino reflexiva.
Como dije antes, Chano les enseña muchas cosas a sus “compañeros”, cosas
que la vida le ha enseñado pero que él ha sabido interpretar y adaptar a su
modo de vida y de pensamiento. Es un estudiante porque siempre está abierto
a saber más, a crecer, a conocer, a lo nuevo, incluso escucha música en un
Ipod y aprende a “chocarlas”. Este personaje nos enseña que nunca es tarde
para aprender a vivir, que de todo y de todos se puede aprender algo, aunque
sea lo que no deba hacerse, pero se aprende. Chano se adapta a los cambios
y nos muestra que siempre estamos aprendiendo algo nuevo y aquél que no lo
hace, ha perdido mucho: la ilusión de vivir y de sorprenderse. Conozco muchos
muertos vivientes que creen que lo conocen todo, que no tienen nada que
aprender.
Amor y deseo son dos cosas diferentes; que no todo lo que se ama se desea,
ni todo lo que se desea se ama.