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Teorías Marxistas de la Acumulación.

Profesor: Julio Ize Gutiérrez

Adjunto: Luis Rangel

Alumno: Rosiles Gómez Víctor Manuel

El ocaso del Neoliberalismo.


A través una visión materialista de la historia cada modo de producción, sustentado

en la separación de clase, como negación de sí manifiesta la constatación de un

Estado que se ajuste a las características particulares de las distintas dinámicas

sociales, y viceversa, sin que por ello se alcance un categórico filosófico absoluto

como lo plantea Hegel hacía la forma del Estado Burgués. Por tanto, el Estado es

en sí mismo la concatenación histórica de la lógica de apropiación y dominación del

poder hegemónico en su expresión objetiva.

La conformación del Estado moderno (nación) es entonces una reconfiguración en

orden de la clase hegemónica o dominante, siendo la burguesía patriarcal quien

desplaza a la aristocracia atendiendo a nuevas necesidades de acumulación ahora

de capital. El Estado es entonces en cuanto sí “un órgano de dominación de clase,

opresión y creación del orden y es la prueba de que existe una lucha de clases por

que surge cuando las contradicciones de clase no pueden conciliarse.” (Lenin, 2009,

pág. 30). Asumiendo la relación de ambos factores como codependientes y

necesarios uno del otro, aparece entonces, la llamada “falsa dicotomía

público/privado” (Bobbio, 2014); donde, bajo una perspectiva de confrontación de


intereses surge una lucha por una nueva primicia discursiva del interés privado por

encima del interés colectivo1.

La forma que adquiere el Estado Moderno se ve rebasado por las nuevas

necesidades de acumulación, con la reconfiguración del capital hacia un capitalismo

global entre la década de 1960-1970, derivado de la profunda crisis estructural,

pasando de una forma de capital monopolista de Estado2 (Lenin, 2009), a la forma

del capital globalizado como fase superior, mas no final, del CME (Monteverde,

2002), requiriendo en cuanto tal una recategorización hacía un “Estado

transnacional” como condición necesaria de la “clase capitalista trasnacional”

(Robinson, 2013). Donde las formas y ejercicios jurídico-políticos se complejizan a

la vez que se mundializan modificándose en función del capital.

Entre las características más notables de la crisis estructurales capitalistas situadas

alrededor de la década de 1970, hay que mencionar desde luego la llamada

estanflación, esto es la combinación del estancamiento −o la abierta recesión− con

altas tasas de inflación, la disminución de la participación del Estado en la

economía, el desorden monetario y la hipertrofia del sector financiero, así como la

1
El nuevo orden distribuye el mundo a su antojo, explotándole y exprimiendo hasta la última gota posible sus
recursos. La nueva tendencia de acumulación, señala -a palabras de Marx- que, además
de la concentración de los capitales en manos de unos pocos hombres, se produce una "centralización" de
esos capitales a la que define como "la aglutinación de muchos capitales pequeños para formar unos cuantos
capitales grandes". A medida que crece la acumulación de capital, la competencia empuja a los capitales a
asociarse creando empresas cada vez más grandes que tienen mayor poder en el mercado, formando así
los monopolios.

2
El capitalismo de carácter monopólico nace a favor y causante de la conformación de necedades concretas
de acumulación y competencia de una burguesía industrial nacionalista deja de ser un factor relevante. La
aglutinación de capitales gigantescos provoca la adición o desaparición de la competencia, los trust o
asociaciones de productores controlan los mercados, generando el ya mencionado Imerialismo.
expulsión masiva de trabajadores con el correspondiente aumento del desempleo y

el crecimiento desmedido del ejército industrial de reserva.

“Diríamos que, en el sentido más amplio, la estrategia del gran capital transnacional

en el terreno económico para enfrentar la crisis, fue abatir los costos de producción

para aumentar las ganancias a través de desintegrar el proceso productivo, de

manera que los segmentos intensivos en capital y tecnología permanecieran en los

países altamente industrializados, mientras que los segmentos intensivos en fuerza

de trabajo se llevaran a los países subdesarrollados a fin de aprovechar su

baratura.[…] obligar a estas naciones a adoptar las políticas neoliberales que

garantizan la libre movilidad del capital y que conducirán al amplio proceso de

globalización que no se reduce a los terrenos económicos, sino abarca y afecta

todas las esferas de la sociedad: la política, la jurídica, la social, la ideológica, la

cultural.” (Galindo, México y la Nación, 2015, pág. 75)

En 1987 una crisis financiera se presenta en condiciones de estancamiento e

hiperinflación, de “1982 a 1987 el tipo de cambio del peso frente al dólar paso de 22

a 1550” (Bejar, 1997, pág. 4), y el Estado se encontraba sumido en una deuda tanto

interna como externa insostenible. La discusión del funcionamiento que debe seguir

la economía vuelca tanto a la academia como al gobierno hacía una liberalización

de todos los sectores de la economía3..

3
Los efectos inmediatos de esto agravaron la crisis económica y el desorden mundial. La caída de la URSS
viene a dejar un vacío en la gran extensión territorial que la conformaba. Conduciendo a grandes guerras,
disputas por el control nuclear y otras problemáticas políticas y sociales.
Podemos deducir las implicaciones en las dinámicas de acumulación y su relación

con Estado. Desembocando en un despliegue de instituciones supranacionales

específicas para la atención de necesidades concretas y en constante lucha de los

dos antagónicos de clase, ahora en una lógica de globalización4. El capital

representa, pues, sencillamente la totalidad de las condiciones del proceso y se

divide, al igual que al proceso mismo, en sus diversos elementos cualitativos:

material de trabajo (materias primas), medio de trabajo (instrumentos, etc.), y trabajo

vivo. Estos diferentes elementos sustanciales se presentan, pues, como los factores

esenciales del proceso de trabajo que el capital ha de apropiarse. Sin embargo, la

considerable diferencia entre estos elementos radica en su valoración de uso, el

primero crea el valor y los otros dos son valores constantes. (Marx, 1975, págs. 123-

124)

La forma del discurso hegemónico del patrón de acumulación Neoliberal hace

apología a las relaciones comerciales en toda institución social, posicionando la ley

del valor como cimiento de toda relación social5, Es entonces, que el conocimiento

humano se asume como proceso histórico del humano en sociedad, tomando la

forma objetiva de la experiencia sensible de la realidad fractal que se abstrae y es

sometida a un juicio lógico-metodológico, tomando entonces forma social (la

4
Como un virus que se extiende entre la población, pasando de individuo en individuo, de casa en casa, la
nueva tendencia capitalista se instala dentro de los rincones más recónditos de la conformación de la
conciencia colectiva. Una nueva mecanización de los aparatos ideológicos tiene lugar en contexto de una
naturaleza más compleja y entrelazada dentro de sí y para sí.

5
“No existe autoconservación humana sin autoexpresión; la consciencia del yo en cuanto síntesis especifica
surge mediante una serie de objetivaciones (incluso la satisfacción de las necesidades vitales en el ser humano
no tiene lugar sin objetivación). Las objetivaciones primarias son, en este sentido, el trabajo y lenguaje.”
(Heller, 1977, pág. 38)
realidad objetiva). No obstante, bien el ejercicio de abstracción forma parte de la

construcción del conocimiento, al otorgarle de un cuerpo categorial a través de la

formalización del lenguaje haciendo posible la creación de un no-sujeto social

global, enajenado así de los medios globales de producción inmerso en una división

mundial del trabajo6 en una línea de explotación capitalista colonial y patriarcal.

Una vez asumido al Neoliberalismo como un mecanismo de práctica político-

económica en función de una modificación de las necesidades del capital

trasnacional, ¿podemos hablar de su fin?

La discusión que se lleva en la agenda pública nacional, si bien hace alegoría a su

fin, esto solo puede verse como parte de un discurso demagógico que retoma el

sentir de una población azotada por la reconfiguración del capital de los últimos

años. Siendo en la praxis, una extensión de una política pública que busca

beneficiar los intereses del capital transnacional. Aun sosteniendo un discurso

nacionalista, en los hechos, ya le es imposible al Estado mexicano escapar de la

dependencia de la dinámica económica global.

Este fraccionamiento de clases ha provocado que las fracciones de la burguesía, la

nacional y la transnacional, desarrollen intereses distintos. Los intereses de las

burguesías nacionales “…radican en la acumulación nacional, con mecanismos

nacionales de regulación y proteccionismo, mientras que los de la burguesía

6
“La división social del trabajo cumple simultáneamente dos metas: la producción material social y la
reproducción de los lineamientos sociales. La reproducción social es siempre la reproducción de individuos en
cuanto individuos individuales” (Shaik, 1990, págs. 28-29)
transnacional están ligados a una economía global en expansión basada en la

liberalización del mercado mundial.” (Robinson, 2013, pág. 75).

Actualmente los países tercermundistas critican fuertemente a la globalización dado

a que limita la soberanía y la autonomía de los Estados, además de erradicar la

cultura nacional. La globalización trajo consigo nuevos problemas y más

regulaciones a estos países, resaltó, además, las relaciones de dependencia entre

Estados. No importa el nivel de los logros obtenidos en estos países, ya que todas

dependen de un acuerdo global económico que limite el proteccionismo tanto

comercial como financiero; en caso de no atenerse a la eliminación de este

proteccionismo, se podría iniciar una guerra comercial que desemboque en

consecuencias no previstas y con afectaciones en las principales ramas productivas

de todos los países dado los grandes niveles de dependencia.

Ante el panorama de crisis por las devastadoras dinámicas del capitalismo, el

fascismo surge como una propuesta política capaz de gestionar la situación. Las

desigualdades globales sin precedentes solo pueden ser sostenidas por sistemas

cada vez más represivos y de mayor control social. Existe una convergencia en

torno a la necesidad política del sistema de control social y su necesidad económica

de perpetuar la acumulación.

La verdadera discusión no radica en definir si el capital puede o debe retomar una

forma de Estado que atienda a los intereses de una clase burguesa nacional, pues

conocemos bastante bien los estragos que ha perpetuado el capital en sus diversas

formas. Los últimos años de capitalismo en su fase de globalización no han

arrastrado al borde del precipicio, dejando en puerta la amenaza de una crisis


civilizatoria, por lo que la discusión atiende imperativamente a la necesidad de abolir

el modo de producción capitalista o sucumbir.

Empero, la información presentada aquí da un panorama de la situación actual del

modo de producción capitalista de credo neoliberal y su gran contrincante que lejos

de ser los decimonónicos partidos revolucionarios o la organización social, en este

momento histórico de manera avasallante se presenta la existencia de la humanidad

en la tierra o la continuación del sistema económico como fuerzas opuestas, o en

contra de las cuales se necesita desarrollar avances científico-técnicos, i.e. lo que

en un momento fue la guerra fría para el capitalismo hoy tiene un alcance más

profundo y es que de no reformarse en su estructura económica y social para

asegurar la supervivencia de los humanos atenta no solo contra su hegemonía, sino

contra toda nuestra existencia.

El Estado debe extinguirse para que hubiese un fin a la dicotomía de clase,

modificando la base de las relaciones sociales, ergo modo de producción

adaptándose a dicha nueva dinámica y reproduciéndose a sí mismos superando la

contradicción valor- valor de uso. Solamente por medio de una unificación y

colaboración internacional que, a su vez, se sumen esfuerzos regionales y locales

en campos de regulación y creación de nuevas condiciones de pensamiento social,

educación y organización, se podrá enfrentar esta problemática de la naturaleza

mundial que conocemos como crisis ambiental.


Referencias
Béjar, A. Á. (1997). Las privatizaciones en México 1988-1994: economía política de la fabricación
de millonarios. En H. F.-M. Lapointe, Le Mexique de la RéformeNeoliberale a la
contrerevolution (1988-1994). París: L´Harmattan,.

Engels, F. (1964). Anti-during. (M. S. Luzon, Trad.) Ciudad de México, México: Grijalbo S. A.

Galindo, M. (2015). México y la Nación. Mundo Siglo XXI., X(35), 73-84.

Heller, A. (1977). Sociologia de la vida cotidiana. Barcelona, España: Ediciones Península.

Lenin, V. I. (2009). El Estado y la revolución: la doctrina marxista del estado y la tareas de


proletariado en la revolución. Madrid: Fundación Federico Engels.

Marx, C. (1975). Consecuencias sociales del maquinismo automatizado. En C. Marx, Formas de


propiedad precapitalistas (págs. 121-170). México: Ediciones de cultura popular.

Marx, K. (2016). Crítica a la Económia Política: El capital III (Vol. Tomo III). (W. Roces, Trad.)
México, México: Fondo de Cultura Ecónomica.

Monteverde, A. A. (2002). Globalización y capitalismo. México: Plaza y Janés México.

Robinson, W. (2013). Una teoría sobre el capitalismo global. Producción, clases y Estado en un
mundo transnacional. Ciudad de México: Editorial Siglo XXI.

Shaik, A. (1990). Valor, Acumulación y Crisis. Bogóta, Colombia : Tercer Mundo Editores.

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Dabat, Alejandro y Miguel Ángel Rivera (1988), La Modernización Tecnológica y sus Implicaciones
Socioeconómicas en México, editado por la fundación Friedrich Ebert STIFTUNG, México.

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