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Seminario San José Obrero, Corregimiento de La Esmeralda, Municipio


de Arauquita, Arauca

Dos a cinco de marzo de 2019

Colegas del Comité Asesor de la Maestría:

Por medio de la presente me permito ofrecer el concepto solicitado


como jurado calificador de la Tesis de Maestría (modalidad
investigación), titulada: Resistencia civil a la violencia en la Universidad
Nacional de Colombia, presentada por el estudiante de la Maestría en
Sociología, Nicolas Rudas Neyra y dirigida por el profesor Carlo
Tognato.

1. PREÁMBULO: VALORACIÓN PANORÁMICA

Como por las consideraciones que ofreceré esta tesis me


importa sobremanera por su escritura, contenido y tratamiento, así
como por el perfil serio del estudiante y por la dirección del muy
apreciado colega Carlo Togato, lo mismo que por tratar un problema
recurrente y por tanto sintomático de la Universidad Nacional con
especial reverberación en el Departamento de Sociología en un período
de sesenta años que coincide de modo exacto con la existencia de la
institución sociológica, así como también por solaparse
aproximadamente con la totalidad de mi experiencia personal e
intelectual en tal tramo, elaboro un concepto extenso que dividiré en
distintos temas:
1. Este preámbulo en el cual aprecio de modo general el significado
de la tesis en tales contextos.
2. Descripción del contenido de la tesis y examen de los aspectos
formales como escritura (estilo, sintaxis, ortografía, ilustraciones,
tablas) y lógica de la distribución de los temas.
3. Orientaciones teóricas.
4. Periodización y tratamiento de los hechos.
5. Reapreciación y discusión del contenido desde la perspectiva de
mi propia experiencia y evolución académica y profesional con
sugerencias de cotejos, ampliaciones, nuevas fuentes, dado el enunciado
del propio maestrante de proseguir en esta línea de indagación abierta
por esta tesis.
En este preámbulo anticipo mi juicio sin vacilar. Enuncio de entrada
lo que suele formularse al final. Esta tesis a mi juicio no solamente ha de
ser aprobada, sino exaltada como meritoria. Sé que si este es el caso
deberé argumentar de nuevo en torno a lo plausible de la calificación, la
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cual volvería a esforzar dado que por lo que ahora mismo enunciaré la
novedad y tratamiento de la tesis lo justifican sobradamente.
Aunque en ninguna parte el autor hace explícita la definición del
período como acoplado de modo exacto a los sesenta años de la
fundación de la sociología académica en el país y en la Universidad
Nacional, y aunque el problema que examina – la diapazón entre
actividades violentas en el campus y las manifestaciones de resistencia,
interpretación y alternativa a ellas- no se circunscriben solamente al
Departamento de Sociología, para el lector avisado resultará obvio que
uno de los lugares privilegiados de la fuente de las primeras, como
también sin duda de las segundas ha alcanzado en la misma institución
sociológica las cotas máximas y ello ya se manifestó en la lejana
tradición en los enfrentamientos ideológicos y constitucionales de
Florentino González, Rafael Núñez y Salvador Camacho Roldán, entre
otros y de modo más reciente en los primeros años con la coincidencia,
pero también con la divergencia de caminos entre dos de los
fundadores: Camilo Torres con su justificación y práctica de la violencia
revolucionaria y Orlando Fals Borda con el ejercicio continuo de una
modalidad de protesta basada en la constancia de una resistencia no
armada hasta encarnar, como he argumentado y lo acoje Nicolás Rudas,
el paradigma más cercano en nuestro devenir de la modalidad activa de
la no violencia, pese a toda su retórica de justificación de la lucha
armada. En lo cual coincidió con la insistencia de Darío Mesa, el otro
polo del magnetismo de la sociología académica, en que el camino de
transformación pasa por la apropiación de la ciencia y la tecnología
como dimensión crucial de un Estado Nacional, también en su caso con
algunos dejos de su antigua fascinación por el marxismo y en particular
por el estalinismo.
Me permito explicar de modo muy breve el significado de esta
concentración de dilemas de acción violenta o civil, problemas y
soluciones dentro de un mismo espacio institucional en términos de lo
que he denominado como una cosmovisión homeopática de las
sociedades (similia similibus curantur) por contraposición a una
alopática (contrarium contrarius curantur) cifrándola en un famoso
verso del poema Patmos de Hölderlin:
Pues allí donde está el peligro, allí también se halla la
salvación.
Quiere decir lo anterior que allí donde es más acuciante el síntoma,
allí también se contienen los caminos de solución.
Por su período, diagnóstico y tratamiento, la tesis ronda los ámbitos
de la historia y la sociología de los problemas contemporáneos y no es
casual que la fecha de inicio sea coincidente con la Revolución Cubana
que introdujo la guerra fría en el continente y con el inicio de la
sociología en la Universidad nacional y que a poco andar, el preámbulo
del cisma sociológico – me refiero al cambio de orientación del
Departamento ocurrido entre 1964 y 1969- haya coincidido con el cisma
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mayor de la historia contemporánea de Colombia: el nacimiento en tal


lustro de fuerzas insurgentes contra el Estado. Como tampoco es
coincidencia que el tercer período estudiado por Nicolás y caracterizado
por el ascenso de lo que denomina resistencia cualificada se inicie con la
expedición de la Constitución de 1991 a cuyo nacimiento contribuyó por
distintas vías el pensamiento sociológico.
Del talante histórico son muestra el uso exhaustivo de documentos
de primera mano y la consulta esforzada de archivos muy pertinentes,
más la delimitación del espacio y el tratamiento por períodos
diferenciados. De la segunda el comando de la teoría sociológica con
pertinencia y relevancia, esto es localmente significativa y globalmente
referida.
Mucho se ha escrito en seis décadas en torno al devenir de la
sociología en la Universidad Nacional. Y aunque el tema nunca se agote
pues hay franjas de mayor concentración y otras de menor resalto –como
resumiré en la quinta parte-, esta tesis a mi modo de ver marca un hito
como celebratoria de una cierta mayoría de edad de la institución
sociológica porque apunta en primer lugar a la necesidad imperativa de
alcanzar a más de medio siglo del inicio la madurez de una sociología
auto-reflexiva y en segundo lugar a lograrlo con uno de los temas más
canónicos tanto de la sociología mundial, como de la nacional: los
dilemas de orden y de mutación social por distintas vías, entre ellas el
expediente de las violencias o el del cambio razonado, en sociedades y
en democracias siempre imperfectas en el orden universal, más severa
en el ámbito nacional, más aún hoy en día cuando el problema se ha
tornado angustioso por tantos motivos: disminunción de la mediación del
Estado frente a la potencia de la crematística y las tecnologías sin
fronteras, demandas de inclusión no resueltas, crisis de representación y
de liderazgo, síntomas de inseguridad globales y nacionales asociados a
rebrotes de nacionalismos, caudillismos, autoritarismos, algunos de los
cuales llevan el lastre de la matriz de un nazismo y de un fascismo
nunca segados que llevarían a los pensadores a suponer que en la
victoria de la segunda guerra mundial los derrotados instilaron en los
vencedores un veneno no curado de raíz (remarco esta nota para insistir
en el tópico de la cosmovisión homeopática).

2. COMPOSICIÓN Y ESTILO

Es uns tesis extensa e intensa. Extensa por su longitud: 237 páginas a


renglón sencillo, más 27 páginas de referencias, con entrevistas (26; de
ellas 18 realizadas por el autor, lo cual es ya un trabajo considerable y
muy útil para futuras indagaciones), revisión de archivo documental y de
archivo de la Universidad Nacional, 205 notas de prensa – trabajo
monumental y muy fecundo para quienes sigan esta línea de
indagación-, y una muy amplia bibliografía universal y nacional. Es una
tesis intensa por la densidad de la articulación teórica y empírica.
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Contiene una parte visual muy apropiada con 49 ilustraciones


fotográficas que adquieren un crescendo interesante el desembocar en
el significado iconográfico de la desacralización de los grafitis llevada a
cabo por el personaje sorprendente con el seudónimo del Señor Rayón.
Contiene ocho tablas, las primeras cuatro son cruciales pues
funcionan como una carta de navegación teórica para ordenar la
inmensidad de hechos significativos en un lapso de sesenta años que sin
aquella podrían reducirse a una mera cronología.
Del estilo puede afirmarse que en este caso se prueba como
donosura del pensamiento agudo y sutil. En términos de las
convenciones de la narrativa, la tesis está tejida como un discurso
extradiegético que implica la postulación del autor como un pensador
omnisciente situado fuera de la escena. Comandar la escritura desde la
seriedad de esta visión extrínseca requiere mucho don. Este enfoque se
contrapone a otro plausible como el que he empleado en no pocas
ocasiones de una narración en primera persona, propia de las
confesiones, las memorias o la autobiografía. A estas se acude cuando el
autor experimenta la necesidad de demostrarse como testigo o actor en
papel protagónico o relevante por el imperativo de un testimonio.
Ninguno de los dos estilos posee una ventaja intrínseca
considerados en sí mismo y el recurso a ambos seguirá iluminando
nuestro devenir académico. Como el autor experimentó un tramo último
del tema considerado – su época de estudios- el estilo objetivo por
supuesto debió implicar un trabajo intenso de auto-reflexión para evitar
la obvia tentación de los juicios de valor (werturteil, en los términos de
Max Weber). Ahora bien, es evidente que el autor no carece de una
preferencia axiológica (wertbeziehung) que es evidente por el partido de
la resistencia civil, pero que está muy bien librada de los demonios de
un partidismo acrítico, debido al mandato de comando racional de los
juicios (Wertfreiheit): este cuidado se condensará en especial en la
distinción de las dos modalidades de resistencia, el discurso de la
legitimidad que puede como el autor indica vagar en una zona gris
donde cabrían lo que siguiendo a Tognato y a Sebastián Cuéllar
denominan el discurso de la haciencia y el investigador John Sudarsky
ha acuñado siguiendo a otros autores como jacobinismo hispano-
católico, pero también posiciones propias del liberalismo clásico o de
conservatismos más o menos ultramontanos o ilustrados. Y para ello se
esmera en exponer con cuidado las posiciones contrarias y soportarlas
con el mayor caudal de información posible.
Es impoluta la sintaxis. No encontré en todo el texto esos problemas
a veces tan comunes de desquicios en el engarce de sujeto y
complemento, ni frases retorcidas carentes de un sentido preciso. El
autor mantiene un modo de expresión objetivo y sobrio, cuidándose de
inmiscuirse con calificativos, denuestos o florituras. Es una cualidad
muy de alabar este hecho de mantener el temple del discurso en un
sereno timbre.
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En tantas páginas no hallé más que acaso una decena de errores


pequeños de transcripción -falta de un fonema, trasliteración-, en
cualquier caso irrelevantes para la comprensión. Es encomiable, pues
los pequeños errores resultan ser un porcentaje del error estadístico del
error estadístico del error estadístico. Los he señalado en el texto que he
trabajado y lo ofrezco al autor para la edición final que me imagino y de
antemano propongo como publicada. Advirtiéndole que no conceda
mucha importancia al juego de colores con el cual resalto muchos
párrafos porque es más bien caprichoso, ya que todavía no he hallado
una clave para diferenciar los matices de la lectura, aunque en el caso
de dichos deslices digitales el color resaltado es el violeta, pero este no
está restringido a esos casos.
La tesis está dividida en una introducción y en siete capítulos, los
dos primeros netamente teóricos: orientación general de la cultura, el
primero; relación de la cultura universitaria con la sociedad civil y la
democracia, el segundo. El tercero es mixto y obra como bisagra entre el
tratamiento teórico y el empírico y se refiere a la política en la
universidad. Los siguientes cuatro comandan el tratamiento empírico en
función de unas matrices conceptuales muy heurísticas distinguiendo
períodos gruesos en función de las variables de análisis.

3. ORIENTACIONES TEÓRICAS

En la introducción el autor parte de señalar lo inconmensurable de


violencias mayúsculas “casi obscenamente agresivas”, (p. 10) y
violencias por decirlo así al detal, como la universitaria, y sugiere que la
única manera de apreciar sus efectos es estudiando a fondo el asunto.
Me permitiría glosar aquí que en efecto la magnitud de los dolores no se
dejaría apreciar por una medida escalar y que las laceraciones psíquicas
de insospechable hondura son en este caso muy pródigas aunque menos
visibles. Para ello en la quinta parte, en la cual me entremezclo en la
argumentación con el relato de mi experiencia ofreceré algunas
muestras tomadas de los diarios personales– también nocturnos, por
escribirse en la noche y rondar sueños y pesadillas-, diarios que llevo de
continuo desde 1963. En miles y miles de páginas de otros tantos días
los dolores por la penuria de la atmósfera académica claman al cielo1.
Pero ello se propondría – por supuesto sin demérito del magnífico
logro de Nicolás-como una de las múltiples posibilidades de extender la
investigación con la exploración de los procesos de subjetivación
inducidos por esta violencia restringida pero crónica y a la cual habría

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Como al andar la escritura del concepto deseché por inoportuna esta idea, quiero
empero ofrecer a Nicolás dos de tantos cientos de diarios para que se comprenda lo
que que aquí quería establecer, correspondientes a dos momentos críticos de los años
setentas.
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de concedérsele la producción de efectos, sí, letales, pero sumergidos en


el plano de la laceración de las personas.
Incluso quiero confesar que la lectura de esta maravillosa tesis ha
sino ardua porque muchos sueños e imágenes del pasado han emergido
como si fuera la lava de un volcán no extinto que la sismografía de la
tesis devela en la aceleración temporal. Con ánimo positivo juzgo con
enorme benevolencia la tesis porque esta anamnesis, que ojalá no fuera
solo personal, es inducida por la razón crítica de la tesis como si se
tratara de una larguísima tanda de asociaciones libres en un diván
psicoanalítico.
El autor de la tesis deslinda su aporte específico de los estudios
corrientes en torno a los conflictos universitarios y el movimiento
estudiantil. Al reinterpretarlo, yo diría que la diferencia radica en una
ponderación analítica y teórica que va mucho más allá de las usuales
cronologías y crónicas del fenómeno y a las usuales jaculatorias efímeras
o júbilosas que los acompasan. En otros términos, por dar razón a la
sinrazón de las violencias universitarias. Y esta razón es la razón del
saber teórico.
De entrada, el autor toma distancia del axioma más sofístico que se
haya ocurrido en relación con el síntoma (p. 11): que la universidad es
reflejo de la nación. En el fondo, toda la tesis construye un andamiaje
conceptual para disolver esta perogrullada que tanto daño ha hecho a la
concepción y a la autoestima de la universidad, y por ende a la dignidad
de seres que de otra forma deberían concebirse como pensantes con
capacidad autónoma de sobreponerse a las fatalidades. A ello vuelve y
vuelve el autor en muchos recodos de la tesis y en ello, tanto como en la
hondura del análisis teórico, coincide y va más allá de lo que para
Magnusson fuera un motivo dominante: que más bien habría que
postular que el país mereciera ser un reflejo de la lucha de la
Universidad Nacional por transformarse a así misma sin el cauce de las
violencias.
¿De dónde proviene tal simplicidad de la ideología del reflejo? No se
trata sólo de una reducción provocada por un marxismo vulgar, pues a
ello contribuye una suerte de analfabetismo epistemológico que infla de
modo grosero causas naturales (¿no se ha hablado de una genética de la
violencia?); geográficas (la naturaleza arisca en hidrografía y orografia);
económicas: el manido ábaco de infraestructura y superestructura, pero
también los economicismos imperativos de corte clásico o neoclásico; las
exageraciones de efectos perversos de la crianza familiar; el recurso al
imperio de la costumbre o al hábito como si fueran ineludibles; de modo
grueso incluso la religión y otras tantas simplificaciones superficiales
que se erigen como disculpa para asumir la fatalidad como una ley de
hierro.
La única manera de tomar el toro por los cuernos, tratada de forma
exquisita por Nicolás Rudas, consiste en reconocer la complejidad del
fenómeno e indagar en la matriz de las significaciones culturales como
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fuentes de nucleación del problema. Por fortuna, el terreno ha sido


despejado en su caso por el diálogo fecundo de Carlo Tognato con la
teoría de Jeffrey Alexander. Ha sido para la tradición del Departamento
de Sociología – tan gloriada de esforzarse por converger con los
paradigmas teóricos mundiales - como un auténtico milagro esta
posibilidad de establecer una correspondencia en tiempo real y en una
presencia casi inmediata con uno de los autores mundiales ya clásico
como es el profesor de Yale.
No me cansaré de lamentar debido a ello la miopía de la
Universidad Nacional cuando frustró la posibilidad muy real de
conceder a Alexander el doctorado Honoris Causa en el Congreso de
2006 que yo organizara y en cuya propuesta fui asistido por el colega
Carlo Tognato con gran entusiasmo y comprensible decepción común. Y
atribuyo a cierto antiimperialismo ingenuo y anacrónico el hecho de que
se hubiera dado el pase a conceder esa distinción a Alain Touraine y a
Orlando Fals Borda – que por supuesto lo merecían- esquivando la figura
de Alexander, cuando con la confluencia de todos ellos se quería
significar la apertura del Departamento a toda la tradición occidental,
cotejada con lo mejor del pensamiento “nativo” significado en Fals
Borda.
Como para mí ese encuentro con Alexander pudo significar un
puente para expandir mi revisión de la tradición parsonsiana y modelar
de mejor modo la elaboración de mi Teoría Dramática y Tramática de las
Sociedades, no me quedó más consuelo que recordar cómo semestre
tras semestre yo debía lidiar con las acusaciones por ser un teórico
contaminado por el conservadurismo de Talcott Parsons (Restrepo,
2012).
El punto de partida es la ponderación de la cultura como causa de sí
misma e incluso como causa concomitante de sus causas, como he
traducido a mi teoría la denominada apuesta fuerte del programa de la
teoría cultural de Alexander y de Smith (p. 19 y siguientes). Es otro
modo de validar la gran autonomía relativa de la cultura respecto a la
estructura social. Y es precisamente este axioma el que derruye la
ingenua idea de que la universidad sea un reflejo pasivo de la sociedad.
Y constituye más aún el punto de partida para pensar con seriedad el
papel responsable de los académicos en la producción no sólo de una
disidencia y resistencia civil a la violencia universitaria, sino a lo que
podría avizorarse a partir de su acumulado como un protagonismo que
trascienda las reacciones puntuales a las dos formas de violencia que el
autor con gran tino distingue: el libreto de la universidad militante y el
más radical de un movimiento anti-universitario (capítulo cuarto). Y que
por tanto avance de modo robusto más allá del discurso de la
legitimidad que es el más reactivo y por tanto el más débil y episódico
(p. 16 y muchas otras), a la cualificación de la resistencia, hasta el punto
de que dejara de ser “resistencia” reactiva para ser “insistencia” y aún
más “consistencia” y “persistencia” protagónica.
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No quiero que estas digresiones se lean como una crítica a la tesis


sólida de Nicolás Rudas, sino como posibles caminos hacia el futuro
amparados precisamente gracias a las muy agudas distinciones de
Nicolás. Lo que quiero significar es que la disidencia (e incluso la
disidanza, como jocosamente denomino a la performance irónica y
estética distanciada de la lógica de los oponentes), todavía están, por
razones comprensibles, a la zaga de aquello que se proponen combatir.
En otros términos, han sido marcadamente reactivas, todavía no
anticipádamente propositivas: se han forjado a contrapelo de la fatalidad
del imperio de la violencia revolucionaria. Forman incluso en su
magnífico y casi milagroso acumulado más una estrategia defensiva que
una propositiva no contaminada por la dialéctica de la oposición. En la
parte quinta de este concepto sugeriré algo más de este tema.
Pero me estoy adelantando a lo que debería barajar más despacio.
Inspirada en el último Durkheim (P. 18), el programa fuerte de la
sociología cultural fue reforzado en la línea de razonamiento de Nicolás
Rudas por la obra de Clifford Geerz, no por azar uno de los discípulos
del último Parsons. Pero lo crucial consiste en que a partir de allí
Nicolás deriva el ideario metodológico de una “hermenéutica
estructural” (p. 20) que, iniciada por Dilthey, se enriquece con los
aportes de Ricoeur (p. 21, 22) y con las distinciones respecto al
funcionalismo de no limitar su ámbito a los valores y respecto al
marxismo para no restringirlo a la ideología. Sumado todo lo anterior a
las distinciones de Saussure, Nicolás fija el recurso general del camino
de indagación de los discursos tomados como trama de significaciones.
El autor resuelve en forma equilibrada uno de los dilemas que
suelen presentarse a un investigador cuando examina una institución,
como ha sido clásico ya en los estudios de la sociología de la ciencia: si
adoptar una perspectiva internalista o externalista (p. 13). Ambas son
plausibles y cada una tomada por separado tiene tantas ventajas como
defectos. El autor adopta en forma pragmática la visión internalista –
partiendo, creo, del énfasis en la autonomía universitaria que sopesará
con mucha atención a lo largo del capítulo segundo, pero abierto en el
futuro a muchas variantes, algunas de las cuales sugeriré como
fecundas en la parte quinta.
En el capítulo segundo el plano general del análisis desciende de la
cultura tomada como un texto a sus especificidades en el tema de las
articulaciones entre universidad, sociedad civil y democracia. Con
propiedad, Nicolás define el problema del ámbito de la democracia con
una síntesis del pensamiento de Tocqueville (“la vitalidad de la
democracia depende de cuán robusta sea la sociedad civil”).
Es un principio esclarecedor, tanto más cuanto que el francés fue
un pensador que está siendo reputado como el primer científico social
con mayor importancia que Comte y que tuvo una notabilísima aunque
poco estudiada proyección tanto en el surgimiento del pensamiento
sociológico en Colombia, como en el camino de las reformas que
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condujeron al régimen radical, debido a su libro no reeditado por


infortunio Elementos de Administración Pública (González, F., 1840). Tal
libro se inspiró de modo explícito en el primer tomo de La Democracia
en América publicado un lustro antes y le sirvió al autor para librarse de
la tradición borbónica con la magnificación del Estado.
Dada su trascendencia para el régimen radical, hacia el cual en el
fondo se orienta casi toda la nostalgia de la sociología colombiana, bien
pudiera pensarse en una edición académica y crítica por su contribución
a pensar y a favorecer la emergencia de una sociedad civil con
fundamento de la Nación, ideario que se palpa con nitidez en el Discurso
Inaugural de la Cátedra de Sociología pronunciado por Salvador
Camacho Roldán en diciembre 10 de 1882 y por el cual propuse con
éxito que tal día, que también es la efemérides de la promulgación de la
Carta de las Naciones Unidas sobre los Derechos Humanos, fuera
entronizado como día de la sociología en Colombia. Sería un excelente
modo de conmemorar los sesenta años de la fundación de la sociología
en Colombia y si se hiciera con otro de los clásicos de las ciencias
sociales, el libro tan escasamente apreciado pero luminoso como es la
autobiografía – de las pocas merecedoras de aprecio - La Historia de un
Alma de José María Samper que permitiría rastrear las tradiciones de
las luchas estudiantiles y la relación de la universidad con la democracia
más allá del punto usual de la Reforma de Córdoba, se ganaría en
hondura respecto a la comprensión de nuestros quebrantos. Si tal fuera
el caso no cabría pensar en mejor posibilidad que en encomendar a
Nicolás Rudas este proyecto de ediciones.
Y ello por una razón que atañe a la argumentación de Nicolás Rudas
al examinar la posición vacilante de Gramci al sopesar los nexos entre el
estado y la sociedad civil y por tanto las formas de configuración
democrática:
Aquí la idea de sociedad civil hace parte de una clara vertiente
anti-estatista (más que anti-burguesa) en su pensamiento, por
ejemplo, cuando sostiene que la “estatolatría abandonada a sí
misma” debe someterse a crítica, y que es necesario rechazar
sus excesos autoritarios a partir de formas modernas de auto-
gobierno social (Rudas, 2018: 32).
Dilema pertinente como pocos, ya que en una simplificación
plausible de nuestro devenir constitucional que he esbozado en algunos
textos hemos transitado de ideales borbonistas o neoborbonistas
caracterizados por cierta hipertropia del Estado con mengua de nación y
de sociedad civil o con grave sofoco de ellos como en la Regeneración
incluso hasta el fin del Frente Nacional, o en contrario polo por
idearios como el del radicalismo con magnificación casi anarquista de la
nación y de la sociedad civil en desmedro del Estado, interpretándose
con esta tradición la Constitución de 1991 como un intento
contradictorio y pendular pero aún no resuelto de realizar una síntesis
entre Estado, Nación y sociedad civil.
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Ello no es nada ajeno a la lúcida propuesta de periodización hecha


por Nicolás Rudas al distinguir tres períodos en los sesenta años: 1958 a
1971, de la aurora democrática del Frente Nacional a la manifestación
más dramática de su entropía; 1971 a 1991: radicalismo y exploración
de opciones de superación de la Constitución de 1886 (Acto Legislativo
número 1 de 1986, Constitución de 1991); búsqueda con muchos
altibajos y reversas de la construcción de la paz como sello del Estado
Nacional, de entonces al presente.
Nicolás sigue la línea de razonamiento de Tognato cuando
diferencia en un ensayo extraordinario los conceptos de sociedad civil y
de esfera civil, texto que pude leer por deferencia del autor justamente
para esclarecer documentos y posiciones relativas a los riesgos de que el
movimiento estudiantil del semestre anterior incurriera en los síntomas
de las modalidades de violencia revolucionaria perdiendo toda
posibilidad de negociación (Tognato, 2018). Insisto en que la tesis de
Nicolás contiene en este paso una dilucidación muy rica en torno a la
mediación de Gramsci para esclarecer aquella distinción y por ella el
papel de los intelectuales y de los académicos (26 y siguientes) y la
oscilación de los individuos en su relación con el Estado y la democracia
en términos de unos dilemas axiológicos y prácticos resumidos en la
tabla número en la cual acoge la propuesta de Alexander relativa a la
estructura cultural de la sociedad civil (p. 35)
Luego de un recorrido sosegado por cerca de diez grandes
pensadores de la filosofía y de las ciencias sociales, el balance del
capítulo concluye en la definición de la universidad como un espacio solo
parcialmente civil. Ello debido a un problema que de seguro en el futuro
podría ocupar al jóven investigador: las graves tensiones entre el ideal
de la adopción universitaria de una pauta colegial y el imperativo de una
estratificación y jerarquía debida al mérito, empero entre nosotros
afectada por la intromisión en la parcial esfera civil de la universidad de
la atmófera patrimonialista, estamental y también muy particularista en
la configuración de grupos de poder, lo que se suele denominar en
Colombia como “roscas”, esto es definiciones de amigos o enemigos
internos en torno a criterios adscriptivos de amistad, lealtad personal y
aún caudillismo académico o administrativo, como ha sido el caso ya
bien canónico en el Departamento de Sociología entre los “falsistas” y
los partidarios de “Darío Mesa” o el de los partidarios de este o
cualquier otro rector en el plano más general de la Universidad. Y como
hipótesis anclada en las distinciones de Nicolás Rudas pudiera argüirse
que lo incipiente del libreto de la calificación pueda ser debido
precisamente a ese mosaico de pequeños intereses. Traería a cuento mi
experiencia, pero ya más extendido en este concepto de lo que pueden
mi tiempo y fuerzas habrá que dejar el asunto en remojo.

4. PERIODIZACIÓN Y TRATAMIENTO TEÓRICO DEL


INMENSO MATERIAL EMPÍRICO.
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Por la misma causa de una economía de espacio, tiempo y


oportunidad debo abreviar esta cuarta parte y la siguiente. Baste indicar
que la abrumadora consulta de prensa, archivos y documentos de tan
extenso período se ilumina con un cuadrante fundamental y con una
justificación esclarecedora de las tres divisiones temporales.
El cuadrante expone los principales tipos del ejercicio de la
violencia como libretos culturales o guiones de la praxis de los actores:
de un lado, la gradación entre el libreto militante y el libreto de la anti-
universidad, según se conciba que la acción revolucionaria adquiere una
especificidad que ha de ser más o menos respetada en términos de la
función propia de la universidad y que por ello valida luchas por
reformas aún sin que cambie de fondo la estructura de poder como
tiende a ocurrir en el primer caso; y de otro lado la opción más radical
cuyo objetivo es la transformación por vía armada de la sociedad como
un todo sin distingo de la esfera propia de la institución donde se ejerza
la acción y por tanto en este caso tomando el campus como un terreno
de la lucha armada. Habría que añadir que en no pocos casos de clímax
los linderos se difuminan.
De otra parte, la resistencia civil adopta dos formas: el libreto de la
legitimidad que es el más débil por puntual, reactivo e indefinido porque
caben en él posturas ideológicas muy diversas y aún opuestas. Es la
razón por la cual Nicolás Rudas desestima el papel de la Asociación de
Profesores de la Universidad Nacional – APUN - por considerarlo como
un expediente convencional, lo que no es siempre el caso y lo digo por
mi experiencia como Secretario de dicha Asociación en un período tan
crítico como el de la rectoría de Luis Carlos Pérez cuando la Universidad
Nacional estuvo a punto de ser liquidada.
Recuerdo en especial muchos documentos elaborados por mí en
torno al imperativo de un trato especial a la carrera docente, en contra
tanto de la alegación sindical como de la reducción gubernamental a la
categoría de empleado público, fundada justamente en la distinción que
sugiere Nicolás Rudas de combinación de la pauta colegial con la
estratificación en función del mérito académico. En la cual, de paso, me
apoyaba teóricamente en Max Weber y en Talcott Parsons. Pero no
introduzco esta acotación por vía de polémica, sino por mostrar que aún
hay muchas posibilidad de ahondar en la investigación. Y matizo mi
salvedad al indicar que lastimosamente el predominio de sectas
académicas – pues las hay además de las revolucionarias- impidió en
aquel caso una continuidad de transitar de este caso puntual al otro polo
mayor del libreto de la calificación. Esclarezco el asunto apenas al paso
con una anécdota: en aquella época cerca de seis profesores entre los
cuales se hallaban Darío Mesa y su esposa, nos convertimos en un
colectivo ocasional que editó tres números de un periódico artesanal
titulado Los Profesores Independientes tenemos la palabra. Por su
relevancia para los trabajos futuros de Nicolás ofreceré estos ejemplares
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y además la consulta de los cerca de 150 archivos que he coleccionado


con documentos de la Universidad cuando pueda organizar dentro de
unos dos o tres meses esa colección en la biblioteca que ha trasladado
de Bogotá. El caso es que a poco tiempo de la experiencia debí
declararme independiente de los independientes debido al encuadre de
juegos de suma cero propio del grupo: debía aceptar ser acérrimo
enemigo de Orlando Fals Borda cuando ya descubría en los archivos los
“fake news” con los cuales se adobó una reforma necesaria como la de
1969, pero viciada por estas mentiras.
Retorno al hilo del argumento: el libreto calificado es más ilustrado,
razonado, amparado teóricamente, menos anecdótico aunque a mi juicio
sigue siendo reativamente coyuntural por las razones que resumiré en el
apartado siguiente. Por estos atributos tendría el potencial de obrar
como un acumulado, contra lo cual empero fatiga lo episódico de las
confrontaciones, pese a que sean recurrentes y poco emerge debido
tanto a las hostilidades como quizás a veces con mayor acidez a la
disgregación de quienes lo encarnan, muchas veces enfrentados entre sí
más por causas de prestigio interno que por las líneas de razonamiento.
En la Universidad Nacional no sería dable afirmar en este sentido
que hubiera el perfil de un intelectual o de una agrupación de
intelectuales orgánicos que nuclearan el debate del libreto civil
calificado, con excepción de lo que se perfila en la obra iniciada por
Carlo Tognato y por Nicolás Rudas, por ello tan prometedora. Y que
ojalá no decaiga porque es preciso advertir que la persistencia,
consistencia e insistencia de la cual he hablado como cualidades óptimas
se ve mellada por los resultados muchas veces precarios, la hostilidad e
incluso y a veces de modo más letal por la cicuta de la indiferencia.
De otra parte, ha de felicitarse al autor por lo certero no solo de la
división en tres períodos, que de por sí ya fuera magnífica, sino por su
caracterización iluminante resumida en el cuadro número tres que aquí
interpongo tomada de la página 97:

Tabla 3 – Características del campo revolucionario en la UN por


períodos

(i)
(ii) (iii)
Período
Nivel de Estructu
Libreto prevaleciente
respaldo organiza

Universidad militante Alto


1958-1971 Alto

1972-1989 Anti-universidad Bajo


13

Medio

Universidad militante Medio


1990-2018 Bajo

Tabla 4 – Características de la violencia revolucionaria en la UN por


períodos

Capacidad de Mecanis
Tipo
acción regulaci

Violencia homogenizadora
Alta
1958-1971 (repertorios de acción menos Altos
agresivos)

Militarización guerrillera del campus


1972-1989 Media Bajos
(repertorios de acción más agresivos)

Violencia homogenizadora
Baja
1990-2018 (repertorios de acción menos Medios
agresivos)

La tesis concluye con dos tópicos que suscitan muchas reflexiones. El


primero es el de las peripecias del Señor Rayón. Confieso mi admiración por
la performance de este solitario y corajudo héroe. Muchas veces yo solía
divagar con el campus retorciendo en mi mente los cansinos grafitis
revolucionarios. Pero faltaba la aparición de un personaje que pasara del
pensamiento al acto.
En alguna parte indicaba Umberto Eco que la risa es un medio más
potente de resistencia que el carnaval – tal como yo lo reviví como un
método de disidanza, aunque fuera burlado y menospreciado por ello y
aunque a contrapelo de esta modalidad el finado Gabriel Riaño contrapesara
con una modalidad más afín al libreto de la antiuniversidad con el
Aquelarre-. La razón de Umberto Eco es elemental: el carnaval tiende a ser
episódico y encuadrado como válvula de escape.
La potencia más incisiva de la risa y de la ironía predicada por Eco se
aplica a un personaje que revive la actuación dramática de antiquísimo cuño
encarnada por Diógenes el Cínico. Cuando la filosofía y las ciencias sociales
pierden poder de elocución o cuando el medio reprime las modalidades
convencionales de la protesta en tanto razonadas y expuestas en discursos o
textos, la performance irónica y paradójica cobra un valor singular por su
visibilidad y economía simbólica. Es gran mérito de Nicolás Rudas calibrar
el sentido semiótico y político de este trastrueque de los íconos sagrados de
14

la revolución desafiada por el Señor Rayón en términos de quien no por azar


escribiera un ensayo tan lúcido comoel de Jeffrey Alexander: La Acción
Social como Performance, publicado en la Revista Colombiana de Sociología
y por mí leído y releído tantas veces.
El último motivo de la tesis de Nicolás Rudas es la mención del enigma
de la vida y de la muerte de Humberto Peña Taylor, más conocido como El
Duce, debido al apodo escogido por su decena de amigos. El anarquista más
fiero, enemigo acérrimo de uso de drogas, pero festivo y buen tomador de
cerveza, agudo y con una disciplina de hierro tallada en su cuerpo magro fue
asesinado en la cafetería de derecho con su tesis bajo el brazo. No es solo un
crimen que más que en el caso de Bajarano o de Gómez Hurtado
permanezca no esclarecido, sino su figura entera que es un auténtico
misterio. Debido a mi alejamiento de la sociología para explorar nuevos
tópicos a partir justamente del año 91 y de regreso de Consejería de Paz
como encargado de la reincorporación de 3.000 excombatientes, me acerqué
en dos semestres a la Facultad de Derecho.
En la primera ocasión cuando impartí un curso sobre Literatura y Cine,
conté entre mis alumnos, y el mejor de los mejores, a Humberto Peña Taylor.
Antes de que ingresara a uno de los salones empinados de Derecho fui
recibido por una larga tanda de petardos, sin que hubiera motivo alguno de
reyerta estudiantil. Fue el saludo de El Duce, a modo de prueba quizás. Lo
aprecié mucho pese a la declarada distancia con sus posiciones. Había un
terreno neutro en el que podíamos dialogar.
Por ello no vacilé cuando supe del asesinato y corroboré el vacío porque
nadie protestó por ello, como si se dijera que se lo había merecido, en
proponer y realizar un curso de extensión al cual se inscribieron 200
estudiantes sin que yo fuera asistido por un monitor. El tema escogido por mí
para el homenaje, puesto que denominé al curso como Cátedra Humberto
Peña Taylor, fue el de Cine, Rock y Literatura, en parte criticado por sus
doce apóstoles y empero desarrollado con mucho éxito.
Pasado un cierto tiempo, entre seis y diez años, fui informado por
algunas fuentes en las que entonces confiaba de que Humberto Peña Taylor
había recibo post mortem un ascenso y distinción otorgados por el ejército
nacional en su condición de oficial de inteligencia. No he podido ni he
querido corroborar estas fuentes. Pero he meditado mucho en torno a la idea
de lo que pudiera encerrar como secreto de secretos el paralelismo de una
especie de doble espía. Y no he dejado de pensar que esa condición más que
esquizofrénica acaso pudiera servir de metáfora a la divisoria entre impulsos
violentos y resistencias civiles.

5. ALGUNOS CAMINOS Y SUGERENCIAS PARA


AHONDAR EL LIBRETO DE LA RESISTENCIA CIVIL
CONTRA LA VIOLENCIA UNIVERSITARA
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Contra la idea inicial de reservar para este espacio un esbozo de mi


propia trayectoria en el tejido de puntadas para densificar el libreto de la
resistencia cualificada, ahora renuncio a tal pretención. No es mi ejemplo
por excéntrico que pueda ser y por necesario de reconocimiento lo que aquí
en este concepto ha de pulsarse, sino el camino propio seguido con tanto
coraje por Nicolás Palacio Rudas.
De mi experiencia lo único que quiero rescatar en que la síntesis de mi
trayectoria en esta dirección se aquilata con la última aventura que quizás
alcance a madurar en el tiempo que resta: la del proyecto de una Nueva
Ruta de liberación por la Paz y la Educación. Un compromiso refrendado en
un encuentro internacional, nacional y regional en Tame del 15 al 16 de
febrero para con-celebrar tanto el bicentenario exacto del Discurso
Inaugural del Congreso de Angostura por parte de Simón Bolívar, como los
sesenta años de la sociología en Colombia.
¿Por qué atribuir tanta importancia al Discurso de Angostura y por qué
adjuntarlo a la efemérides sociológica y por qué su pertinencia para glosar la
extraordinaria tesis de Nicolás Rudas? Más visionario que la Carta de
Jamaica de 1815 donde se esboza ya la eterna disculpa de que el éxito de
otros será nuestro fracaso por su agencia malévola, el discurso propuso un
campo de responsabilidad y libertad propia cuando estableció que si no se
fundaba la soberanía política en la educación del Soberano, esto es del
pueblo, acostumbrados como estábamos a guerras largas y crueles, vencido
el enemigo externo emprenderíamos la guerra contra nosotros mismos. Allí
me parece enunciarse con visión profética el ámbito del heroismo civil
contra la fatalidad de las violencias.
Avizoraba Simón Bolívar un remedio único: erigir la educación como
cuarto poder público, el poder moral de la nación encargado de la formación
ética en la con-ciudadanía. La idea que contenía en semilla la propuesta de
Durkheim de sostener la sociedad en la solidaridad esforzada por la
educación moral quedó congelada en Pisba. Y se olvida que la independencia
fue antes un movimiento cultural y educativo que político y militar. El
discurso kantiano del Conflicto de las Facultades que es el verdadero
fundamento de la idea de la autonomía universitara y por tanto obra como
soporte formidable de la idea de la autonomía de la cultura – “Sólo los sabios
pueden juzgar a los sabios”- y su ensayo ¿Qué es la Ilustración? -resuenan en
la obra y en los poemas latinos de Mutis, nuestro mayor paradigma, lo
mismo que el ideario de Rousseau encarnó en don Simón Rodríguez y por
esta vía fue medio asimilado aunque no poco desabrido y mareado en su
discípulo Simón Bolívar.
Baste enunciar lo anterior e indicar que el proyecto se abrirá ahora a
una cooperación internacional Sur – Sur gracias al co-liderazgo de un
colega marroquí – un “Quijote Beduino” como se llama en sus poemas-,
quien es además un gestor social de paz con desarrollo social comprobado –
ver un eco en http://unradio.unal.edu.co/nc/detalle/cat/paso-a-paso.html
(2019-03-05).
16

Sin extenderme más, quisiera llamar la atención de Nicolás Rudas y de


los lectores en torno a unos hitos del pensamiento filosófico y de las
ciencias sociales que mostrarían que estamos con la obra de Carlo Tognato
y de Nicolás Rudas en los umbrales de transformar lo episódico y reactivo
del discurso civil universitario en una acción insistente, persistente y
consistente.
El primero por supuesto es el libro ya indicado de Kant, el Conflicto de
las Facultades, crucial para redefinir la autonomía universitaria más allá del
romanticismo decimonónico y del fetichismo medieval que la radicaba en el
refugio territorial, repensada en el filósofo en el poder el pensamiento
autónomo producido por el coraje de una voluntad libre.
El segundo, la épica solitaria de John Henry Adams expuesta en uno de
los mejores libros de todos los tiempos: La educación de Henry Adams,
modelo de lo que significa aprender a aprender como valentía del saber
desaprender y mantener firme y constante una línea sostenida de
pensamiento autónomo y creativo contra todas las apuestas del medio.
Primer profesor de historia de Harvard con notables libros sobre historia
medieval y sobre el pensamiento de los fundadores, no tembló al titular un
capítulo retrospectivo en torno a su paso como profesor con el rotundo
título de ¡Fracaso!. Movido quizás por la escasa recepción de su luminoso
texto A letter to americans teachers of history.
Heroismo sin par fue el que también encarnó Durkheim al acuñar y
desarrollar la nueva idea de la solidaridad y el papel de las asociaciones
intermedias entre el Estado y el Individuo como productoras de orden
social. Y en seguimiento de estas contribuciones para conjurar el fantasma
de la anomia – quizás acuciado por la fragmentación de Francia por el
asunto Dreyfuss- su constancia al pensar a fondo el problema de la
Educación Moral.
Lucidez sombría y trágica se encarnaron en la pugna de Max Weber
contra la banalidad del medio académico alemán en los ensayos contenidos
en el libro tantas veces citado, pero no fructificado como se debiera, El
científico y el político, al cual hay que añadir la traducción y edición de un
valioso texto por parte de Gonzalo Cataño y su asistente. Algún consuelo se
puede entresacar al saber que su obra mayúscula debió parirse en el exilio
de la Universidad.
No podrían olvidarse los humildes orígenes del pensamiento de
Habermas en torno a la racionalidad comunicativa como eje del orden social
sin acudir a uno de sus primeros libros dedicados a la reflexión de la
alborotada protesta estudiantil germana.
Y como uno de los más clamorosos cantos del cisne ha de valorarse uno
de los últimos libros del esforzado pensador, demeritado quizás por toda la
corriente antiparsonsiana de la última década de su vida: The American
University. Manteniendo con tosudez su tesis de la primacía del valor de la
racionalidad científica crítica, en él empero logra emparejar hasta cierto
punto, como no lo había ensayado antes, esa dimensión con el papel de la
afectividad, apertura que permitiría abordar los rituales del movimiento
17

estudiantil desde este flanco y sacar tanto provecho de esta mirada que
podría complementarse con los aportes de Randal Collins, tan deudores de
Durkheim, en torno a la energía motivacional y los rituales de interacción.
En la larga duración de la cultura colombiana insistiría en apelar
además de los precedentes referidos al libro clásico de Jaime Jaramillo
Uribe: Las ideas liberales en Colombia, con el cual podría ganar en aprecio
la lectura de la autobiografía de José María Samper, Historia de un Alma.
Por último, como excepción fabulosa a la pavorosa orfandad del
pensamiento ético político de Colombia llamaría la atención en torno al libro
clásico de Carlos Arturo Torres, Idola Fori. Puesto que lo que revelan las
tendencias más que seculares de la violencia revolucionaria en las
universidades es un conjunto de pasiones tristes como las llamaba Espinoza
o violentas como las denominara Hume, el postulado de la crítica del
pensador boyacense es a tono con la mejor tradición del talante del
liberalismo clásico inglés de Bacon a Hume la cura de las demasías de las
creencias, un producto que en el horizonte de la indagación de nuestra caja
negra de la cultura he tipificado como el síndrome que he bautizado con el
nombre popular de “¡pongame a bailar ese trompo en la uña!”, a saber la
contrahechura de un maximalismo de las creencias como se expuso en el
Catecismo de Astete de 1599 con 350 falsas preguntas que en realidad son
otros tantos imperativos de adhesión a creencias y de otra parte la
reducción de la moral a moralina y de la ética a etiqueta por el modelo de la
Urbanidad de Carreño de 1852, una moral sin ágora y sin cama, es decir,
sin los espacios de disputa colectiva y privada, en los cuales somos medio
analfabetas morales.

6. CONCLUSIÓN

Una única conclusión se impone: mis parabienes y gratitudes al director


de la tesis, el colega Carlo Tognato, y al escritor de la misma, Nicolás Rudas.
Afortunada obra del pensamiento libre.
Y junto al dictamen de aprobación, la recomendación de declararla
como tesis meritoria y por tanto encomiar su publicación.

7. ALGUNAS REFERENCIAS

Durkheim,Émile. 1963. L’Éducation Moral. Paris: Presses Universitaires de


France.

González, Florentino. 1840. Elementos de Administración Pública. Bogotá:


Imprenta Cualla.
18

Habermas, Jurgen. 1969. Protestbewegung und Hochschulreform. Frankfurt:


Suhrkamp.

Hölderlin. Himnos: Fiesta de la Paz y Patmos.

Kant, Inmanuel. 1963. El Conflicto de las Facultades. Trad. Elsa Tabernig.


Buenos Aires : Losada.

Magnusson, W.L. 2006. Reforma Patiño UN 1964-1966: una experiencia de


construcción institucional. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia

Parsons, Talcott. 1978. Autobiografía Intelectual. Elaboración de una Teoría


del Sistema Social. Traducción de Gabriel Restrepo. Bogotá, Tercer Mundo,
("On Building Social Systema Theory: A personal History", Daedalus, Vol 99:4
(fall, 1970), p. 826 - 881).

Parsons, Talcott. American University. Massachusetts: Harvard University


Press. 1974.

Restrepo, Gabriel. Diarios : 1963 – 2019. La mayoría digitalizados.

Restrepo, Gabriel. 1977. "Funciones de los establecimientos de educación


superior". Puntos de Vista sobre la Universidad. Bogotá: Universidad
Nacional.

Restrepo, Gabriel. 1978. “Las Secciones como Forma para integrar Docencia
e Investigación”. Revista de Desarrollo (Barranquilla) 5 (8): 53- 62.

Restrepo, Gabriel. 1981. "Elementos teóricos para una historia social de la


Ciencia en Colombia”. Ciencia, Tecnología y Desarrollo. (Revista de
COLCIENCIAS). Bogotá, julio a septiembre de l981. Volumen 5, número 3,
página 255 a 382.

Restrepo, Gabriel. 1983. "Institucionalizacion de la investigación en la


Universidad: análisis histórico". Ciencia, Tecnología y Desarrollo. Bogotá,
enero a junio . Revista de COLCIENCIAS. Vol. 7, números 1 y 2, páginas 33 a
73.

Restrepo, Gabriel. 2006. “La universidad Nacional en la Encrucijada”,


prólogo al libro Magnusson, William Lee., de cuya traducción soy coautor. La
Reforma Patiño. UN 1964-1966. Una experiencia de construcción
institucional. Bogotá: Unibiblos.

Restrepo, Gabriel. 2012. Talcott Parsons: autobiografía intelectual. En:


Tejeiro, Clemencia, editora. ¿Talcott Parsons, el último clásico? Bogotá:
Universidad Nacional.
19

Rudas, Nicolás. 2019. Resistencia civil a la violencia en la Universidad


Nacional de Colombiaç Bogotá: Universidad Nacional, Tesis de grado en la
modalidad de investigación presentada por el estudiante de la Maestría en
Sociología, Nicolas Rudas Neyra y dirigida por el profesor Carlo Tognato.

Weber, Max. 1967. El político y el científico. Introd. de Raymond Aron, trad.


de Francisco Rubio Llorente. Madrid: Alianza.

Tognato, Carlo. 2018. The civil life of the university: enacting dissent and
resistance on a colombian campus. En Alexander, Jeffrey and Tognato, Carlo
(eds.). The Civil Sphere in Latin America. New York: Cambridge University
Press.

Weber, Max. 1990. "El poder del Estado y la dignidad de la vocación


académica". Trad. de Yolanda Ramírez y Gonzalo Cataño. En Revista
Colombiana de Educación (Bogotá, CIUP), número 21, primer semestre de
1990, 9-100.

Con la mayor atención,

Gabriel Restrepo
Teléfono celular 311 4536229, garestre@gmail.com

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