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NIÑO AGRESIVO ¿NACE O SE HACE?

Mena, M; Montero, I.; Morales-Cortés, P.; Muñoz, M; Ríos, C. (2010).

Introducción .

Contextualización.

Desde los primeros tiempos del hombre en la tierra, las emociones y los sentimientos
negativos primarios como la rabia, el miedo, el rencor, la hostilidad, el resentimiento y
el encono, están indisolublemente ligados a la agresividad, una compleja dimensión
emocional orientada a la supervivencia y probablemente, uno de los más potentes
motores evolutivos biológicos (Amanda Céspedes, 2007). La agresividad desencadena
comportamientos de daño como agresión o conducta agresiva. En la mayoría de los
niños y adultos, la agresividad es un rasgo normal que se agazapa la mayor parte del
tiempo, silencioso y latente, sin emerger como conducta a menos que las circunstancias
sean propicias. En una minoría de niños y adolescentes la agresividad no está latente,
sino activa y provoca frecuentes conductas de daño inesperadas o injustificadas.

La exposición continua a una tensión excesiva y el consiguiente desmoronamiento de


los mecanismos de adaptación provocan en la mayoría de los niños y adolescentes
sutiles quiebres del equilibrio emocional que se expresan en conductas o en síntomas
que no siempre son adecuadamente interpretados por la sociedad (Kernberg, 2007).

Este conjunto de estructuras de índole emocional o afectiva comienza a madurar muy


tempranamente, en la vida fetal, y culmina su proceso después de los veinte años de
edad. Experimenta sucesivas reorganizaciones a lo largo de éstas dos décadas tanto por
efecto de la maduración neurobiológica como por la permanente impronta de las
experiencias sociales. Si bien estos largos veinte años son esenciales para que se
consolide la dimensión emocional, son los primeros cinco años los más críticos, y de
ellos, los primeros treinta y seis meses de vida, etapa que se perfila en el ser humano
como la más vulnerable desde el punto de vista emocional (María Ester Céspedes,
2007).

Para entender y abordar una conducta agresiva es fundamental asomarse al mundo


emocional infantil, constantemente en evolución a medida que el niño crece. Todo
comportamiento o conducta es la expresión observable de fenómenos internos que
surgen desde lo psíquico y lo emocional. En otras palabras, las ideas, creencias,
supuestos, interpretaciones de la realidad y otras representaciones mentales, unidas a

Es tudiantes , Es cuela de Psicología , Uni versidad Ca tóli ca del Norte, Antofa gasta , Chile. Corresp ondencia a :
pedro.moralescortes@gmail.com
determinados fenómenos que tienen lugar en las estructuras cerebrales donde se lleva a
cabo nuestra vida emocional, dan origen a las conductas. Los comportamientos son
sólo la parte visible, la punta del iceberg de un fenómeno cuya real dimensión es preciso
conocer para modificar (Céspedes, 2007).
La familia es uno de los elementos más relevantes dentro del factor sociocultural del
niño, que origina esta punta del iceberg. La familia lo es todo para él. La familia es su
modelo de actitud, de disciplina, de conducta y de comportamiento. Es uno de los
factores que más influyen en la emisión de la conducta agresiva. Está demostrado que el
tipo de disciplina que una familia aplica al niño, será el responsable por su conducta
agresiva o no. Un padre exigente, por ejemplo, que tenga actitudes hostiles, y que esta
siempre desaprobando y castigando con agresión física o amenazante constantemente a
su hijo, estará fomentando la agresividad en el niño (Leach, 1997). Otro factor que
induce al niño a la agresividad es cuando la relación entre sus padres es tensa y
ambivalente. Dentro del factor sociocultural influirían tanto el tipo de barrio donde se
viva como expresiones que fomenten la agresividad, como "no seas un cobarde". Estas
son expresiones que a la larga le entregan un mensaje nocivo al niño “debes ser valiente,
debes pelear”. Los factores orgánicos tipo hormonal, mecanismos cerebrales, estados de
mala nutrición, problemas de salud, etc., también influyen en el comportamiento
agresivo. Y dentro del factor social, el niño que no tiene estrategias verbales para
afrontar las situaciones difíciles, será fácilmente conducido a la agresión.

Según la neuropsiquiatra Amanda Céspedes (2007), todo comporta miento o conducta es


la expresión observable de fenómenos internos que surgen desde lo psíquico y lo
emocional, es decir, el niño al mostrar una conducta agresiva en su diario vivir, muestra
que algo sucede en su interior que conlleva a este comportamiento. Debemos entonces a
partir de ese supuesto indagar en qué está provocando conductas agresivas en el niño,
para buscar una solución que no lo perjudique como por ejemplo: quitar violencia con
violencia. Está comprobado que la violencia empeora y mantiene e l comportamiento
violento, por tanto, ¿será el niño el único culpable de su comportamiento?

Existen muchos factores que provocan agresividad en el niño, como es el factor


sociocultural que es el modelo al cual está expuesto, la familia durante la infancia es
uno de los modelos más importantes en la vida del niño, padres con malas estrategias
para criar a sus hijos, que son hostiles o pocos exigentes y relajados, es decir, que no
cuentan con el equilibrio necesario para educar a sus hijos y que pueden llegar a ser
incongruentes en su comportamiento (ser violentos y pedirle al niño que no lo sea) o
mantener restricciones no razonables y excesivas, ind ucirán a una atmósfera opresiva
(Winnicott, 1994).

Así nace la inquietud: ¿estos niños de los cuales se habla, esta minoría, es agresiva
porque sí, porque genéticamente están predispuestos a reaccionar frente a la vida de una
manera agresiva o es el entorno, la familia en definitiva, la que va moldeando un ser,
hasta convertirlo en agresor?

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Proceso de elección del problema psicosocial.

Como se expresaba anteriormente, si bien la agresividad es un estado emocional y


conductual que ayuda a la supervivencia y a la asertividad, otras muchas veces provoca
daño tanto al que agrede como a la víctima de la agresión. Un niño que se va formando
dentro de un entorno hostil probablemente adoptará conductas agresivas con sus pares
hasta llegar a la adultez en donde está forma de relacionarse con los otros lo convertirá
en un antisocial. Es por eso que el presente ensayo se centra en aquello que provoca que
un individuo se relacione de manera agresiva con el entorno ya que esto acarrea, sin
duda, problemas sociales como el bullying, VIF y conductas antisociales penadas por la
ley, como criminales violentos, asesinos y agresores sexuales.

La preocupación por el tema no incluye solamente a la población que podría ser víctima
de agresión por parte de otros, sino también a aquel que agrede porque es un ser
humano que se moldeó para agredir y todo su potencial intelectual, emocional y hasta
físico se pierde, como bien lo menciona la neuropsiquiatra infanto-juvenil Amanda
Céspedes: “no existe niño en el mundo que no desee transmutar sus pataletas, su
rebeldía y su mala fama en gentileza y buena disposición ” (p. 56).

Justificación y argumentación.
Desde una perspectiva teórica, la agresión incluye factores sociales, relacionados a las
acciones de las personas; factores personales, rasgos que predisponen a determinadas
personas hacia conductas agresivas y los factores situacionales, aspectos del mundo
exterior (Serrano, 2000).

La explicación para la agresión humana más antigua y probablemente más conocida, es


el punto de vista que plantea que los seres humanos están de alguna forma
“programados” para la violencia, dada su naturaleza básica (tendencias innatas);
Sigmund Freud, defensor más famoso de esta teoría, mantenía que la agresión provenía
principalmente de un poderoso deseo de muerte (Thanatos) que todas las personas
poseían (Kernberg, 1996). Konrad Lorenz, ganador del premio Nobel, propuso un punto
de vista relacionado, sugirió que la agresión surge principalmente de un instinto de
lucha heredado que los seres humanos comparten con muchas otras especies. Otra teoría
es la del Aprendizaje Social (Albert Bandura) también conocido como aprendizaje
vicario, observacional, imitación, modelado o aprendizaje cognitivo social, este
aprendizaje está basado en una situación social en la que al menos participan dos
personas: el modelo, que realiza una conducta determinada y el sujeto que realiza la
observación de dicha conducta; esta observación determina el aprendizaje, a diferencia
del aprendizaje por conocimiento, en el aprendizaje social el que aprende no recibe
refuerzo, sino que el que aprende lo hace por imitación de la conducta que recibe el
refuerzo. Más tarde, fue un paso más allá. Empezó a considerar a la personalidad como
una interacción entre tres “cosas”: el ambiente, el comportamiento y los procesos
psicológicos de la persona; estos procesos consisten en nuestra habilidad para abrigar
imágenes en nuestra mente y en el lenguaje (Kernberg, 1996). A partir de esto podemos

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decir que los niños al observar las conductas agresivas, las internalizarán para luego
imitarlas.

Antecedentes Generales.

Presentación del Problema Psicosocial.

Desde los primeros tiempos del hombre en la tierra, las emociones y los sentimientos
negativos primarios como la rabia, el miedo, el rencor, la hostilidad, el resentimiento y
el encono, están indisolublemente ligados a la agresividad, una compleja dimensión
emocional orientada a la supervivencia y probablemente, uno de los más potentes
motores evolutivos biológicos (Céspedes, 1997). Serrano (2000) señala que

“La agresividad infantil constituye, junto con la desobediencia, una de las


principales quejas de padres y educadores respecto de los niños, dándose con
frecuencia unidos ambos tipos de problemas; en este sentido, la agresividad
infantil ha llegado, incluso hasta casi acaparar el significado del término
“trastorno de conducta”, […]siendo uno de los primeros por los que se
demanda ayuda especializada a los psicólogos”. (p. 14).

Surgimiento del Problema.

Siguiendo a Serrano (2000), la agresividad infantil estaría en la raíz de varios de los


llamados “trastornos de inicio en la infancia”, según el Manual Diagnóstico y
Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-IV-TR, APA, 2005), tales como el
Trastorno de Déficit de Atención con/sin Hiperactividad (TDAH) –referido a la
impulsividad-, el Trastorno Negativista Desafiante (TND) –referido a la hostilidad-, o
bien, más claramente en el Trastorno Disocial (TD) –referido a conductas
distorsionadas, destructivas y de carácter negativo.

Serrano (2000) explica que uno de los principales problemas presentados por la
agresividad infantil radica en su elevada correlación con trastornos equivalentes adultos,
especialmente los relacionados con la conducta antisocial. A la base se encuentran “las
dificultades que estos niños encuentran para socializarse y adaptarse a su propio
ambiente” (p. 14). Cabe considerar aquí la correlación existente entre el TD y el
Trastorno de Personalidad Antisocial, en la adultez (APA, 2005).

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En el contexto escolar, la agresividad infantil tendría su manifestación más preclara en
los casos de violencia escolar y/o bullying.

Diagnóstico.

En el caso del bullying, el primer estudio realizado en Chile sobre bullying y


ciberbullying confirma que el peak de intensidad de esta clase de maltratos se da entre
niños que cursan séptimo y octavo año básicos; además, si bien se considera que estos
fenómenos son de baja relevancia, sí son de mucha intensidad, alcanzando 8,0% para el
bullying y 9,0% para el ciberbullying (El Mostrador, 2010; Radio Cooperativa, 2010).

En Antofagasta, diversos han sido los casos conocidos al respecto, en los últimos dos
años. Tal vez el más reciente sea el de septiembre del año en curso, y en donde un
escolar de 12 años del colegio Santa Emilia, fue agredido por seis estudiantes en mitad
del recreo y sin mediar provocación alguna, situación que le generó lesiones que lo
obligaron a ser atendido en Urgencia del Hospital del Norte (Terra, 2010).

Para el caso del TD, el DSM-IV-R (APA, 2005) señala que su prevalencia “parece
haberse incrementado durante las últimas décadas, pudiendo ser más elevada en los
núcleos urbanos que en las zonas rurales” (p. 91). Así mismo, las tasas varían
ampliamente en función de la naturaleza de la población estudiada y los métodos de
análisis, encontrándose en varones de edad inferior a 18 años tasas oscilantes entre el 6
y el 16 %; y en mujeres del orden del 2 y el 9%. El TD es uno de los “más
frecuentemente diagnosticados en los centros de salud mental para niños tanto en
régimen ambulatorio como en hospitalización” (APA, 2005, p. 91).

Finalmente, Otto Kernberg (1996) señala que la agresión debe entenderse en la


compleja dinámica de los afectos primarios, en donde durante los primeros años de vida
resultan una experiencia de gran intensidad y de abrumador carácter para el ser humano,
introyectándose de acuerdo al orden en el juego de valencias:

“En el marco de situaciones externas no demasiado disímiles, los estados


afectivos intensamente “negativos” aliados con derivados de instintos agresivos
crean constelaciones perceptibles totalmente distintas a las generadas por
estados afectivos intensamente “positivos” bajo la influencia de impulsos
libidinales. La cualidad dominante de los primitivos estados afectivos determina
la valencia de la introyección y el tipo de fusión y organización en las que
aquélla habrá de intervenir”. (p. 30).

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Aproximación.

Diversas instituciones y medios han manifestado una variada gama de posibilidades


para abordar y caracterizar el fenómeno de la violencia o agresividad en los niños, el
Servicio Nacional de Menores (SENAME), mediante la jefa del Departamento de
Protección de Derechos de SENAME, María Angélica Marín, manifestó el año 2008 en
la pagina oficial del organismo lo siguiente: “En los colegios debe existir una política
que permita eliminar los casos de bullying (patrón de conducta en donde se escoge a un
individuo como blanco de una agresión sistemática por parte de una o más personas)”.
María Angélica Marín reveló que un 10,7 por ciento de los alumnos reportó haber
vivido una situación de violencia de sus pares.
La autoridad precisó que “es un fenómeno que cruza a todos los niveles
socioeconómicos”, sin embargo explicó que "no hay un aumento explosivo, sino más
bien más niños que se están animando a denunciar los hechos" (SENAME, 2008).
El año 2010, mediante un documento publicado en el sitio oficial del Ministerio del
Interior, se refirió al fenómeno de la siguiente forma:
“Los altos índices de violencia escolar se relacionan con el contexto social y
cultural en que viven los estudiantes, que se expresa con mayor énfasis en los
recintos educacionales focalizados, y los que además se caracterizan por altos
índices de deserción escolar, problemas conductuales de riesgo, consumo de
alcohol y drogas, familias disfuncionales con modelos inadecuados desde el
punto de vista de la socialización y del ejercicio de sus roles parentales, entre
otros. Los ámbitos que dan origen a las conductas violentas son varios: la
familia, el barrio y la escuela, o dicho de otra forma, la violencia que se vive en
los establecimientos escolares es representativa de la violencia intrafamiliar y
del entorno comunitario”.
El discurso de los jóvenes, independientemente de la edad, se estructura en torno a la
representación de la legitimidad de la violencia. El ser violentos o expresarse
violentamente y relacionarse con otros de esta forma, les otorga poder entre sus pares,
incrementa su autoestima, se validan en su medio social permitiéndoles ganar espacio,
un status en una sociedad en la que la ley del más fuerte parece predominar en las
relaciones interpersonales (Ministerio del Interior, 2010)

El modelo ecológico descrito por Bonfenbrenner, permite considerar distintos niveles de


análisis al aproximarse al fenómeno de violencia o agresividad:

Perspectiva individual, refiere a todas las variables y procesos psicológicos individuales


que se relacionan con el fenómeno de violencia o agresividad.

Perspectiva microsistémica, refiere a las redes sociales primarias más cercanas, tales
como la familia, amigos y vecinos.

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Perspectiva ecosistémica, refiere a las instituciones que median entre el sistema cultural
y las familias, como el sistema escolar, judicial, salud, etc.

Perspectiva macrosistémica, refiere al sistema de creencias y valores del contexto


cultural en el que estamos insertos (Ministerio del Interior, 2010).

Todos estos niveles aportan, tanto a nivel de la comprensión y conceptualización del


fenómeno, como a nivel de diseño de estrategias de interve nción acordes a la
complejidad de la situación (Ministerio del Interior, 2010).

En la mayor parte de los medios de comunicación el problema de niños violentos se ve


en los casos de bullying o niños como “el cisarro”, estos muestran a la violencia como
una consecuencia de incongruencia en la forma en que los padres crían a sus hijos,
“Jacqueline Morales Sepúlveda (madre de cisarro) se comprometió a cambiar: el niño
no volvería a delinquir(…). Ella se preocuparía más de sus hijos y se dedicaría a
trabajar(…)” (Argandoña & Fuentes, 2009). En este extracto se puede ver como los
medios de comunicación esperan que al cambiar el comportamiento de la madre cambie
también el del hijo, poniendo toda la responsabilidad en hechos como la entrega de
valores y limites por parte de los padres.

De esta forma se ve como los medios apuntan hacia una responsabilidad social
“mientras los derechos de los niños se erigen como centro en un mundo que se desea
humanista, la ley se deja caer sobre el (otro) niño para ficharlo y penalizarlo lo más
precozmente posible(…)” (Eltit, 2009). De estos extractos se puede ver que definen la
violencia en niños como una consecuencia creada por la sociedad actual, por la falta de
influencias positivas por parte de las familias y la pobre acción del gobierno al manejar
este tipo de casos.

Hay que tener en cuenta también que los medios de comunicación siempre han tenido
gran influencia sobre la opinión de las personas respecto a cualq uier tema; en este caso
se puede ver en una encuesta hecha en la página de Internet El Maule por Dintrans el
2009 sobre “¿Quién debe responder por Cisarro?” en la que un 43% de las personas que
votaron creen que toda la culpa de que estos niños sean capaces de actos de violencia
está en sus padres. Los medios de comunicación también entregan información sobre
como los padres pueden evitar este tipo de problemas, “Importante es el rol de los
padres cuando identifican a su hijo como agresor, es recomendable que sean un apoyo,
que lo escuchen y guíen en su desarrollo” (La Segunda, 2010). Influenciando aun más la
opinión de la población sobre de quien es la responsabilidad.

Aunque entre la sociedad civil se pude ver la mayoría ve al factor de la familia como e l
mayor peso sobre el desarrollo de la violencia en niños, también salen a relucir otros

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factores como el papel del gobierno, como es que este regula la violencia que se expone
en la televisión “(…) ¿qué ocurre con los niños de 4 y 5 años que también ven estos
programas? [Ranma, Mekano, etc.] ellos recién comienzan a descubrir el mundo y,
sinceramente, con esta calidad de programas no los estamos ayudando mucho”
(Antinao, s.f). Este tipo de comentarios en páginas de opinión ejemplifica como la
sociedad, aunque no tiene una definición concreta del problema, muestra al desarrollo
de la violencia en menores no sólo como un problema que se genera indefectiblemente a
causa de la familia, sino que también por la falta de apoyo por parte del gobierno, en la
falta prevención de la exposición de menores a la violencia y nuevas leyes que los
protejan de caer en la delincuencia tiene un gran peso en el desarrollo de ésta.

De este modo, se aprecia que las definiciones que se pueden sacar de estos cuatro
grupos no difieren mucho entre sí, todas entregan una mayor responsabilidad a las
influencias sociales a las que se exponen los niños, ya sean por parte de sus familias, la
televisión, la escuela o la falta de nuevas y mejores leyes por parte del gobierno.

La teoría del aprendizaje social afirma que las conductas agresivas pueden aprenderse
por imitación u observación de la conducta de modelos agresivos, esta perspectiva
considera la frustración como una condición facilitadora pero no necesaria de la
agresión (Serrano, 2000).

Si bien los factores biológicos influyen en la conducta agresiva, los niños no nacen con
la habilidad para llevar a cabo comportamientos como atacar físicamente a otra persona,
gritarle o cualquier otra manifestación de la conducta agresiva. Por tanto, si los factores
biológicos no son determinantes, se plantea que los niños aprenden, ya sea directa o
vicariamente este tipo de conductas.

El proceso del aprendizaje del comportamiento agresivo se explica mediante cuatro


variables (Serrano, 2000):

1. Modelado: la exposición a modelos agresivos conduce a conductas agresivas,


uno de los principales exponentes y defensores de esta teoría, es el psicólogo
Albert Bandura, con su teoría del aprendizaje observacional.

2. Reforzamiento: el reforzamiento es sin duda muy importante en cuanto a la


expresión de la agresión, dado que si se manifiesta un reforzamiento a una
conducta agresiva, el niño no solo la repetirá, sino que puede que su expresión
sea cada vez mayor.

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3. Factores situacionales: la conducta agresiva varía con el ambiente social y todos
los factores relacionados a él, tales como el papel desempeñado por el agresor en
potencia, momentos altamente estresantes, etc.

4. Factores cognoscitivos: relacionados a la adquisición y mantenimiento de la


conducta agresiva, a través de la interpretación, problematización y
autorregulación en situaciones específicas.

Análisis.

Reflexión y Análisis Crítico acerca del proceso de construcción del problema.

Lo más relevante a considerar para referirse a la agresividad es referirla como una


conducta desadaptativa, en relación a que no responde a normas sociales de
comportamiento “correcto” dentro de una comunidad catalogada como socializada,
razón por la cual ésta es sancionada por el entorno, a pesar que su trasfondo sea una
respuesta innata de los individuos en concordancia con la agresividad un tanto animal
que es parte de su naturaleza. Teniendo en cuenta esto, es de importancia llegar al punto
en que esta deja de estar escondida, como esta conducta se populariza y aparece con una
etiqueta específica que le da un nombre, a pesar de que esta ha estado históricamente
presente dentro de nuestra sociedad. La masificación de estas prácticas, tiene su raíz en
los medios de comunicación, si bien es claro que su papel ha sido fundamental en
hacerla visible para su intervención, también los medios de comunicación son los
responsables de que su incidencia aumente, relacionado esto con el periodo histórico y
las condiciones políticas durante los últimos años quienes unidos potenciaron su
popularidad.

Otro punto importante es señalar que las prácticas agresivas masificadas sólo
desencadenaran en que los niños y niñas instauren estas conductas como aceptables y se
vuelvan comunes y cotidianas a futuro, en relación a esto es relevante el ambiente o
entorno relacional en el que se desenvuelve el niño o niña, como causante principal , ya
que desde éste es donde adquiere estos modelos relacionales, pero también desde una
visión más positiva, enfocándose en su entorno como principal herramienta de
intervención para que estas prácticas sean erradicadas del repertorio conductual de los
niños y niñas. Siempre teniendo en cuenta que la permanencia de estos modos de actuar
repercutiría en adultos agresivos y finalmente en una sociedad agresiva, por lo que la
problemática no debe ser sólo remitida al entorno educacional o infantil, ya que su
importancia está también en las consecuencias futuras que acarreará.

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De acuerdo a esto es necesario para realizar una intervención positiva y efectiva en
contra de estas conductas agresivas infantiles, es trabajar en principio en sus
potenciadores/facilitadores, las relaciones sociales y prácticas agresivas que forman
parte de la cotidianeidad de los niños y niñas. En relación a esto, toda práctica agresiva
debe ser erradicada del repertorio conductual de los menores, a nivel educacional y
también familiar, ya que son en estos contextos donde los niños adquieren las conductas
de acuerdo a un modelo determinado.

Análisis Crítico del estado actual del problema.

Si bien las cifras manejadas en torno a la temática son importantes y hasta cierto punto
alarmantes, de la mano de la masificación de la agresividad como una problemática
psicosocial del que tienen que hacerse parte las instituciones gubernamentales, se han
aumentado notablemente el trabajo entorno a la investigación y manejo más teórico en
torno a la problemática, lo cual ha radicado en la presencia de intervenciones desde lo
directas en torno a ésta, tales como talleres o seminarios, lo cual radicaría en un
pronóstico positivo alrededor de la misma.

A modo de cierre, es relevante hacer alusión a la importancia de esta problemática en


cuanto a que afecta notablemente la calidad de vida actual de los pequeños y de su
entorno, ya que influye en todos los niveles relacionales del sujeto, por lo que también
afectará a futuro, debido a que al ser instauradas en el repertorio conductual del
pequeño, se potenciarían por el entorno y podrían radicar en otras problemá ticas de
igual o mayor gravedad en la etapa de adultez (visión ecológica).

En respuesta a la pregunta inicial, se puede concluir que, a pesar de que existen rasgos
innatos entorno a las conductas agresivas, lo más preponderante es la influencia del
entorno del menor, los modelos que rodean al niño serán determinantes en la presencia
de conductas agresivas futuras, por lo que finalmente se puede concluir que el niño
agresivo se hace, más que nace.■

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Referencias.

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