Você está na página 1de 10

EL CRIMEN PERFECTO NO EXISTE

Ética

Martha Liliana Piña Velásquez

Lunes 18 de noviembre de 2019

El texto de Jean Budrillard1 titulado el crimen perfecto realiza tres procesos,

en primer lugar, explica en qué consiste el crimen perfecto y porqué no es posible,

así como desmitifica el tema de la voluntad como una característica de dominio

del ser. En segundo lugar, por medio de la ilusión radical y la imperfección creada

por el genio maligno pretende hacer tomar conciencia al lector de que, la realidad

que se presenta ante nosotros puede ser o no ser de esa manera, sin embargo,

aunque se presente como mera ilusión es la que es. En tercer lugar, dirige todo

este análisis hacia una especie de realidad alterna tan actual, la realidad virtual,

que parece ser otra realidad alterna, pero según concluye el autor no es más que

la duplicidad en tiempo real de la realidad misma, como un círculo vicioso del que

1
Jean Baudrillard es un filósofo cuyo trabajo surge, desarrolla radical y finalmente cuestiona la tradición
sociológica establecida. Nacido en Reims, Francia, en 1929, enseñó idiomas en las provincias antes de
pasar a la sociología. En 1966 completó una tesis con Henri Lefebvre en la Universidad Nanterre de París,
donde dio una conferencia de sociología antes de retirarse en 1987 para concentrarse en sus escritos y
conferencias públicas. Sus primeras publicaciones sobre teoría literaria y en la revista pro situacionista
Utopie fueron seguidas por una serie de libros y ensayos que desarrollaron una crítica original de la
sociedad de consumo y medios de comunicación occidental de la posguerra. Ha extendido y rediseñado
continuamente este proyecto a lo largo de su carrera en más de treinta libros y muchas entrevistas y
artículos, convirtiéndose en uno de los pensadores y comentaristas culturales más importantes y
controvertidos. (Fifty key sociologists. The contemporary theorists)

1
es difícil escapar, pero del cual es imposible asegurar que exista porque no hay

espacio para dos realidades que se desarrollen a la vez.

El punto de partida del texto es expresar cómo este mundo no es un crimen

perfecto gracias a las apariencias que según dice el autor “son las huellas de su

inexistencia” (Budrillard, J. 2006, 11). Pero aquí cabe preguntarse por el significado

de la inexistencia que develan las apariencias, pues, no son más que la pantomima

de lo que en realidad es, pero como no lo es, nunca será posible llegar a lo real

de la existencia. Sin embargo, el artista como lo afirma el autor es tal vez el único

que tiene el valor de pasar por este mundo peleando por dejar huella, por dejar

un rastro que sea en realidad auténtico.

En este sentido, cabría decir que el artista es el que está más cercano a

realizar el crimen perfecto. Pero el hombre ilusorio está envuelto en la nada, en

una constelación de mentiras y apariencias que es difícil establecer con precisión

el lugar para el que debe vivir o lo que está llamado a ser. Sin embargo, el término

ser aún no entra en la ecuación, es la apariencia de lo que debería ser, de lo que

espera sea, lo que envuelve su más claro misterio en “la ilusión material del

mundo” (Budrillard, J. 2006, 12). De esta manera la mentirosa falsedad del mundo

se convierte en realidad y la verdad en una ilusión abstracta y etérea.

No obstante, nada acontece de forma pura pues la falsedad y las

apariencias serían irresistibles si se presentaran ante nosotros como la única

opción, también es importante desvelar el misterio de estas, así como la verdad

en su forma más pura tampoco es posible. Esta condición de matices y claroscuros

2
misteriosos entre realidades que se desarrollan simultáneamente es lo que evita

que el crimen sea perfecto. En este sentido afirma el autor que “para recuperar la

constelación del secreto, hay que suprimir la acumulación de realidad y de

lenguaje” (Budrillard, J. 2006, 14), porque es precisamente la acumulación de esta

apariencia lo que permite rastrear la imperfección del crimen.

Un aspecto esencial de la modernidad es el exceso de información

especialmente la virtual. Las imágenes, las pantallas se convierten entonces en la

realidad, se posesionan como la realidad misma, pero este exceso de realidad es

un problema, porque entonces la realidad se oculta detrás de la propia realidad y

peligrosamente termina dominando al propio dominador de la realidad, creando

una falsa ilusión de realidad.

En este sentido, si lo que impera es el mundo ilusorio, la realidad

desaparece, ha sido de alguna forma extinguida su existencia y minimizada a la

nada. Es interesante el símil que propone el autor, entre las imágenes de Dios y

Dios mismo, al ponerlo en una imagen da la impresión de que se ha objetivado,

así, por fin se ha resuelto el problema y la pregunta sobre él; pero no es más que

una ilusión. De forma análoga ocurre “con el problema de la verdad o de la

realidad de este mundo: lo hemos resuelto con la simulación técnica y con la

profusión de imágenes de las que no hay nada que ver” (Budrillard, J. 2006, 16).

La realidad que conocemos no es tal, es una ilusión y además se presenta

ante nosotros de forma diferida, ese carácter ilusorio es precisamente el que nos

permite soportar la luz de su realidad, en este sentido, la ilusión de la realidad de

3
alguna manera protege frente a la realidad misma porque es la que evita que el

crimen sea perfecto.

En la segunda parte del texto el autor toma como punto de partida un

argumento que desde mi punto de vista de entrada está errado. Él habla del

“crimen original” (Budrillard, J. 2006, 20) el cual sugiere la doctrina del pecado

original esbozada por la cultura hebrea y después retomada y reorientada por el

cristianismo. El autor supone que la creación del mundo y el establecimiento de

la verdad y de la realidad es como lo plantea el cristianismo e introduce un aspecto

fundamental a cerca de la lectura y la posición de Dios en la creación, pues él crea

junto con todo lo demás la imperfección, separando de esta manera lo perfecto

de imperfeto que nos tiene otro camino que la ilusión.

Por consiguiente, la conciencia no es más que un accidente como otros,

que no modifica por la propia voluntad, voluntad que es ilusión, nada en el

mundo, “no podemos transformarlo más de lo que se transforma a sí mismo. Ahí

está la debilidad de nuestra radicalidad histórica” (Budrillard, J. 2006, 22). Tal vez,

por eso parece imposible cambiar y el devenir del mundo sigue su curso pese a

lo esfuerzos y propuestas de cambio, como si de una predeterminación natural se

tratara.

Lo interesante de este punto de vista del autor, es que reduce al hombre a

la nada y esta reducción implica una pérdida de sentido, pues de nada sirve la

voluntad para modificar el curso de las cosas si irremediablemente han sido, son

y serán de esa manera. “No añadiremos nada a la nada del mundo, ya que

4
formamos parte de ella. Pero tampoco añadiremos nada a su significado ya que

no la tiene” (Budrillard, J. 2006, 23).

Si la premisa es que no añadimos ni quitamos nada a la realidad, entonces

la ilusión de voluntad, el sentido de existir por una razón, la creencia y el deseo

son nada, pues no tienen el poder de modificar en absoluto la realidad. De esta

manera nada tiene que ver nuestra existencia racional con el principio y el fin,

estamos reducidos a no ser nada, un mero accedente del mundo como otros, que

surgen y terminan por extinguirse en algún momento de la historia.

En el fondo, con este planteamiento del autor, da la impresión de que

irremediablemente el camino está predeterminado y trazado, nada que hagamos

o dejemos de hacer podrá cambiarlo, modificarlo o reorientarlo, así las esperanzas

de futuro, lo planes, los sueños pierden su valor y sentido. No sólo los sueños se

ven como una burla, también la libertad, montada en la ilusión del poder no se

da cuenta que su capacidad de decisión sólo es producto de la apariencia de elegir

entre lo que no tiene opción de elegir, sino que va a pasar, porque el mundo está

diseñado ya de esa forma.

Por lo tanto, cabe preguntar sobre la moral y la ética del hombre, hay acaso,

algo de verdadero en eso. Porque si todo es un teatro de apariencias y nada es

real qué sentido tiene creer que la conducta humana puede tener un destino

mejor que este y qué destino mejor sería ese.

5
Pero, entremos algo más profundamente en el tema de la ilusión, porque

esta no es sólo apariencia. “Hay que devolver su fuerza y su sentido radical a la

ilusión, tantas veces rebajada al nivel de una quimera que nos aleja de lo

verdadero: de aquello con que se disfrazan las cosas para ocultar lo que son”

(Budrillard, J. 2006, 31). En este punto el autor hace una diferenciación interesante

entre la simulación y la ilusión, proponiendo a la ilusión como la forma en la que

se presentan las cosas y a la simulación como la forma de autoengaño del hombre,

porque en la simulación no hay límites claros entre lo verdadero y lo falso, de

manera que, si no hay una clara diferenciación el sentido está velado a la verdad,

el sentido puede estar equivocado hasta el punto de no distinguir lo real de lo

irreal.

Sin embargo, retomando el tema anterior de la intervención de Dios en la

creación y el funcionamiento de la realidad, parece conveniente para la

argumentación del autor, que Dios sea puesto como un genio maligno de la

simulación. Si aceptamos como cierto todo lo que hasta ahora se ha dicho,

entonces es claro que estamos puestos en un mundo de ilusiones en el cual

podemos pensar que tenemos el control y, sin embargo, somos sólo títeres del

creador, que ha predestinado la trayectoria de lo que es suyo. Así, vivir bajo esta

apariencia de realidad es sólo la forma en la que intentamos salir de la angustiante

carga de ser lo que no queremos ser, porque en realidad no tenemos ninguna

posibilidad de ser lo que creemos o deseamos.

6
El simulacro de este mundo es verdadero, lo que no es verdadero es

nuestra posición en él, es decir, nuestra objetividad lo que entendemos como

realidad pasa a ser el gran teatro de la apariencia de la realidad, ¿Cómo lidiar con

eso? ¿Puede entonces haber certezas? O acaso ¿Todo es mentira? Dramático

asunto para todos aquellos que están seguros de sí mismos y de aquello que

contemplan es lo que es.

El autor retomando de Gosse, argumenta que el dominio del mundo lo

tiene Dios, y el punto de partida para afirmar eso está en el libro del Génesis de

la biblia hebrea y cristiana, en el cual se expresa en forma de relato la creación del

mundo. El problema subyacente aquí es suponer una lectura teológica errada

como verdadera, pues el relato del génesis que en realidad son dos seguidos,

corresponde a una tradición cultural y religiosa muy específica. Puede resultar

interesante saber que, cronológicamente los relatos de la creación son muy

posteriores a otros libros y que su intencionalidad para nada literal es la de alentar

al pueblo de Israel a comprender que la creación es el primer acto de alianza de

Dios con su pueblo, en este sentido, los relatos de la creación están subordinados

a la experiencia de alianza que Dios establece con su pueblo (Cfr. Andrade, B.

1992)

Resulta terriblemente dañino, hacer una lectura tan radical, ignorante y

literal de los relatos de la creación. Desde mi perspectiva Gosse y Baudrillard que

trae a colación la argumentación de este autor, dan saltos hermenéuticos

importantes, extrapolando los relatos de la creación a cuestiones científicas como

7
si de una sola cosa se tratasen. La realidad está plagada de matices y para resolver

el problema del mal o de la imperfección no se puede ver ni en una sola dirección,

así como tampoco explicar recortando los pedazos convenientes a una teoría. Por

lo tanto, desde estos supuestos pienso que no es posible establecer si el mundo

es real o no.

Sin embargo, lo interesante de la tesis del autor no es establecer si lo que

existe es o por el contrario es la nada, si fue creado por un genio maligno o por

un creador bondadoso, si es real o es mera ilusión. Lo importante aquí es que

todo aquello que percibimos como lo real no es más que la duplicidad de la

experiencia misma en tiempo real y por medio de pantallas.

Lo virtual, pasa a ser lo real o, al contrario. Tal vez es imposible establecer

qué es y que no es real, puesto que la tecnología ha invadido todos los espacios

del ser humano, como un cáncer que se va esparciendo y confundiendo a las

células sanas para que se reproduzca de forma anormal. La superinformación, el

control de la técnica, la inteligencia artificial, el mundo del show y del espectáculo,

la noticia, la opinión, todo completamente todo tiene su homologo virtual, así

cada momento del pasado es presente continuo es como si de alguna forma se

absorbiera el tiempo por el tiempo mismo, “la información que resulta de ahí es

más verdadera que lo verdadero; es verdadera en tiempo real" (Budrillard, J. 2006,

50).

Si lo virtual tuviera el poder de controlar lo real, entonces el crimen perfecto

del que el autor habla sería posible sobre el crimen imperfecto de la huella

8
humana que dejamos nosotros. No habría huella, ni rastro de nosotros porque

“seríamos desintegrados en el tiempo real y la realidad virtual mucho antes de

que las estrellas se apagaran” (Budrillard, J. 2006, 53). No obstante, todo eso es

imposible, puesto que el hombre por más que quiera romper las barreras tiempo

y lugar con lo virtual está sujeto a las leyes naturales que le pone límites. Todo lo

virtual no es más que una copia de lo real, es por eso imposible que coexistan y

sean lo mismo al mismo tiempo.

Después de todo este análisis es posible concluir que en efecto el crimen

perfecto no existe, puede el hombre pretender borrar sus huellas incluso por

medio de la técnica, pero siempre será un crimen con criminal, víctima y móvil

(Cfr. Budrillard, J. 2006, 11). No obstante, si hay un crimen y es el asesinato de la

realidad para vivir en la apariencia y el simulacro de lo que parece real, no es

perfecto porque el hombre ha dejado huella y porque la ilusión, aunque sea de lo

virtual no encubre el asesinato.

Con el asesinato, se muere también la ilusión vital de los seres humanos y

el reino de las apariencias lo gobierna todo, que se convierte en sombrío,

sospechoso y volátil. El crimen perfecto no existe, pero es claro que hubo un

crimen, la muerte de la realidad por la vida del simulacro.

Bibliografía

9
Andrade, B. 1992, ¿Creación? ¿Pecado? Colección iberoamericana de

ciencias religiosas, México.

Baudrillard, J. 2006, El crimen perfecto, Anagrama, Barcelona.

10

Você também pode gostar