Você está na página 1de 3

Herida Colonial en el aprendizaje.

Por Lina Bernal


En este texto no quiero remitir textualmente a las lecturas de clase, no por falta de
respeto, sino porque las palabras tan adornadas, e incluso los nuevos conceptos de
los académicos pueden distraer las intenciones de construir la siguiente narración.
Recuerdo que en clase de ciencias sociales la profesora describía las diferencias
entre el mito y la historia. “El primero asociado a un conocimiento inferior, a una
narración exagerada, que varía en la geografía y el tiempo, en cambio la segunda
es académica, científica y fidedigna”.
la rivalidad de estas dos hermanas es un ejemplo de la imposición de un saber, la
hegemonía de los discursos coloniales sobre la narraciones de pueblos nativos. El
mito ha salvaguardado la identidad, sin embargo ha vivido relegado mientras la
historia es canonizada como disciplina; la cual llegó a los puertos del nuevo mundo
para salvarnos de la ignorancia.
La educación ha estado al servicio de la institución colonial, entendemos por arte o
cultura lo proveniente eurocéntrico, la pedagogía responde a la relación de poder,
profesores cultos-estudiantes que necesitan ser salvados. Las huellas invisibles
siguen vigentes en el sistema educativo, al interior de la escuela se impone el saber
de las matrices geopolíticas. El aprendizaje se basa en la lecto-escritura, todo eso
da como resultado alumnos con unas competencias básicas desarticuladas de su
contexto.
El Discurso
Los hombres son dueños de otros humanos, a los jefes les pertenece el tiempo de
las mujeres y las cosas son propietarias de las personas, en el caso de la
colonización que nos compete España negó las riquezas culturales, abuso y
saqueo. Construyó el discurso de la Teo-estética y la necesidad de
salvación/evangelización; estos discursos hegemónicos causan confusión en mí,
por ejemplo cuando tenía clases de geografía, veíamos siempre a Europa, sin
reconocer el propio territorio, generando desconocimiento de la propia identidad.
Los discursos de los colombianos están desarticulados de su identidad, escuchando
he identificado que las historias propias son construidas bajo la auto complacencia,
violencia e incluso en el olvido. Pero, habría sido diferente si de niños nos contaran
que habían indígenas los cuales tenían construcciones sofisticadas; sistemas de
riego muy avanzados, que resistieron la conquista. Sujetos tan inteligentes que
aprendieron no solo castellano sino que sabían muchas lenguas nativas por los
canales de comercio.
Sin embargo, a mi me contaron que habían unos sujetos desnudos olvidados de
Dios; que fueron salvados por otros fulanos de toga y sotana. Aún hoy el discurso
de la institución es un problema para mí, ya que el imaginario de artista y arte es
más cercano a una estrella de rock que a un servidor público.
Esto hace que cuestione mi práctica artística. ¿Cómo puedo responder a la
sociedad desde mi investigación?, ¿cuál es el papel de las artes plásticas?, ¿es un
soliloquio del sentir del pintor?
Desde mi viaje a España me he cuestionado sobre el concepto de identidad, antes
pensaba que eran esas cosas autóctonas y bonitas de cada sociedad como los
souvenirs o las artesanías; pero realizando este análisis y complementando con las
lecturas entiendo que es una cuestión muy compleja que acompaña a los gobiernos,
quienes tienen la tarea de sintetizar y con ello resultan programas políticos o
turísticos bastantes particulares.
No obstante, leyendo la invención del sujeto de Antonio Campillo puedo identificar
el discurso dentro del ámbito educativo, uno descentralizado que se propone formar
sujetos maleables; discursos que justifican lo injustificable como la inequidad en
Colombia, que viene de tiempos antiguos a la conquista hasta los escándalos de
corrupción y asesinatos a líderes sociales. Una identidad construida sobre el dolor
y el olvido, esta construcción simbólica tiene graves problemas para narrarse e
intenta constituirse a manera de institución política, a pesar de que quiere olvidarse
a sí misma y no puede desprenderse de la subjetividad histórica del territorio.
A pesar de que el sistema de enseñanza tenga cáncer y las relaciones de poder en
Colombia sigan basadas sobre el vasallaje y seguir enmarcando durante páginas la
problemática de este lugar, quiero proponer una alternativa para comprender el país
que convive con las huellas de la colonización que están en un constante
sometimiento a los saberes hegemónicos.
El Taller de historia

El taller de historia no es un lugar, es una experiencia colaborativa para acercarse


al pasado: al otro y así mismo. En un taller común y corriente, el mecánico arregla
el carro y el artista pinta.

Entonces lo que haremos en el taller de historia es pensar el pasado con prácticas


manuales, las cuales permitirán desarrollar un aprendizaje por proyectos, el taller
inicia con una premisa y es que el pasado está en todo lo que nos rodea; la
arquitectura, la naturaleza e incluso en las arruguitas de los abuelos.

En esta sociedad narcisista, ultra competitiva e insatisfecha, las propuestas


colaborativas que permitan resignificar los espacios del arte, y comprender los
matices del “yo”, son valiosos lugares para salvaguardarse del mundo hostil.

La clase ha dejado una increíble sensación de trabajo en equipo, análisis propio,


conversaciones sobre autores cercanos a nuestras inquietudes; fue un lugar que
me dio tranquilidad y valor para buscar lo que significa el arte para mi, sin sentir
miedo a ser discriminada. Cuando digo que me aburre pintar al oleo o que me
parece egoísta plasmar una imagen de mi sentir en un muro, solo porque algunos
eruditos lo consideran arte, para mi el arte es para la personas, para compartir,
sanar, crecer, es o debería ser un espacio para salvarnos de tanto poder, discurso
de superioridad e individualidad.

Você também pode gostar