Escolar Documentos
Profissional Documentos
Cultura Documentos
FILOSOFÍA DE LA NATURALEZA
Por JEAN-MARIE AUBERT
BARCELONA
EDITORIAL HERDER
1994
JEAN-MARIE AUBERT
Profesor de la Uoiversidad de Estrasburgo
FILOSOFÍA
DE LA
NATURALEZA
BARCELONA
EDITORIAL HERDER
1994
Versión castellana de M ontserrat K irchner y E nrique Molina, de la obra de
JBaN'M arjs AUfifRT, Phllosophlr de ¡a Notare.
Toda petición coocemiente a los derechos de traducción o adaptación,
sea cual saa la lengua o la minera en que se haga, deberá dirigirse obligatoriamente a
«Beauchesne el ses fils, rué des Rennes, 117 París VI*»
editores de la edición original francesa
ISBN 84-254-053|«ó
C apítulo preliminar
B ibliografía general . 29
Preám bulo..................................................................... • . 37
al El diálogo del hombre y del cosmos . . . 3 8
b) El advenimiento de ¡a racionalidad griega . 40
5
Indice
I. La problemática de Aristóteles . . 42
1. " Contrariedad en las cosas . 42
2 ° Contradicción en las doctrinas 43
3 o Tentativas de reconciliación . . . 44
4 u Originalidad de la solución de Aristóteles . 47
> 6
C apItulo segundo : Santo T omás v el A ristóteles cristianizado
La naturaleza matemática
7
Indice
La naturaleza hominizada
8
Indice
9
índice
10
C apítulo sexto : Un mundo por comprender
o la naturaleza del ser físico
II
indice
d)
La substancia es el fautor de los accidentes que
la precisan y la particularizan . 346
6 Ü Individuación de las s u b s ta n c ia s ...................................347
a) La distinción numérica de las substancias . 348
b) La diferenciación especifica de las substancias 332
Conclusión
12
índice
13
CAPITULO PRELIMINAR
is
Capitulo preliminar
En efecto, muchos sabios, sobre todo los que más han contri
buido al advenimiento de la ciencia moderna, no ocultan la con
vicción de que una verdadera filosofía de la naturaleza es más nece
saria cada día, y una filosofía que sea una verdadera reflexión me
tafísica; convicción que parece provenir de una exigencia de la
misma ciencia, llegada ya a un horizonte que le hace descubrir sus
límites; por eso el matemático Hadamard no vacilaba en escribir;2
2. H. ReaCHENiACB, Vavknement de la phllosophie identifique, Flamm&rlon, 1957,
p. 109.
16
Capítulo preliminar
17
Capitulo preliminar
18
Capítulo preliminar
19
Capítulo preliminar
20
Capítulo preliminar
21
C apitulo preliminar
22
Capitulo preliminar
23
C apítulo preliminar
24
Capitulo preliminar
25
Capitulo preliminar
c) División de la obra.
26
Capítulo preliminar
27
C apitulo preliminar
N.B. Hemos de e*presar aquí nuestra gratitud hacia el padre u 'A rma (.na< . S I -
ouien, encargado primeramente de la redacción de ene libro y desoués imposibilitado de
llevarla a cabo ha puesto a nuestra disposición sus notas de clase; utilizamos éstas,
sobre iodo en la tercera parte de la obra, v en cada caso, nos referimos a ellas con la
mención entre paréntesis (O d'Armagnac )
28
BIBLIOGRAFÍA GENERAL
29
B ibliografía general
30
III. OBRAS SUBSIDIARIAS
a) De ñlosofia.
M. AMBACHER. M éthode de la philosophie de la nalure, P.U.F., 1961
(intento de renovación en el espíritu de una filosofía reflexiva).
J. Daujai\ Physique moderar el philosophie traditionnelle, Dcsclée
de Brouwer. 1958.
A. G régoire y G. I saye, Lcfons de philosophie des Sciences experi
mentales. Vrin, 1950 (muy claro).
I. M aritain , Filosofía de la naturaleza. Club de Lectores, Buenos
Aires (ha contribuido a poner de nuevo en buen lugar esta rama de
la filosofía: pero su interpretación no ha suscitado la adhesión de
todos los tomistas).
F. Soccorsi, De vi cognitionis humanae in scientia physica. Roma
1958.
A. V an M elsen , Filosofía delta natura. Turín 1959 (intento de pre
sentación renovada e interesante de la cosmología tradicional).
Con vistas a una inserción de la filosofía de la naturaleza en el
conjunto de la síntesis tomista, se utilizará siempre con provecho la
bella obra de A.D. S ertillanoes, La philosophie de Saint Thomas
tTAquin. Aubier, 1940, 2 vol.; y para la posición del problema en la
perspectiva religiosa actual, nos permitimos remitir a nuestra obra:
Recherche scientifique et foi chrélienne, Fayard, J1965, traducida al
castellano. Investigación científica y fe cristiana, Estela, Barcelona.
h) De ciencias. Siendo indispensable una información científica elemental
para un estudio serio de la filosofía de la naturaleza, podemos utili
zar con este fin las obras siguientes:
U. FlLIPPi, Connaissance du monde physique, prólogo de L. DE Bro-
glie , A. Michel (especialmente concebido para uso de los estudian
tes de filosofía y teología; recomendable).
L. L eprince -R inguet y otros colaboradores, La Science contemporxñne:
les Sciences physiques et leurs applications, Larousse, 1964-1965, 2 vol.
(una de las mejores presentaciones modernas, viva y concreta).
F. Selvaggi, La estructura de la materia. Herder, Barcelona 1970.
J. U llmo , La pensée scientifique moderna, Flammarion, 1958 (obra
que se ha convertido en clásica en la materia).
P. V endryes, L ’acquisition de la Science, A. Michel, 1946 (largos aná
lisis con ejemplos muy accesibles).
J.M. R iaza, El comienzo del mundo, BAC, Madrid 1959.
Josá M.* del Barrio, Las fronteras de la filosofía y de la física,
3 vol.. Sal T e m e , Santander.
Para un estudio más técnico del estado actual de la ciencia, utilizar,
por ejemplo, el tomo ll de la Encyclopédie fronraise:
31
UNIVERSIDAD PONTIFICIA DE MEXICO
BIBLIOTECA
Bibliografía general
32
PARTE PRIMERA
LA NATURALEZA TRADICIONAL
La antigua herencia medieval, en materia de filosofía de la na
turaleza, presenta en conjunto una gran homogeneidad. Aquí la
consideraremos solamente en sus dos formas más acabadas y re
presentativas, la sintesis de Aristóteles y su refundición por santo
Tomás, que se sitúa no obstante en continuidad con aquélla, a pe
sar de la novedad de su contexto. Por otra parte, la síntesis de
santo Tomás reviste gran importancia por haber sido incorporada
a la sistematización teológica oficial y ser más o menos la base de
la visión cristiana del mundo.
Desde un principio conviene atraer la atención sobre una carac
terística importante de esta tradición: si bien es verdad que no
desconoce la diferencia de nivel que existe entre la ciencia y la
filosofía, de hecho no ha separado los datos de las dos disciplinas.
in teg ra n d o lo s ele m e n to s cien tífico s en su visión filosófica d e la na
turaleza; y esto, no solamente a título de ejemplos, sino como
puntos de partida y ocasión de la reflexión racional. Fue una des
gracia para esta síntesis doctrinal el haber sido rechazada én bloque
por los tiempos modernos, y el hundimiento de la ciencia aristo
télica llevó consigo solidariamente el de la filosofía correspondiente.
Ahora bien, la historia ulterior del diálogo entre el hombre y
la naturaleza (Parte segunda) mostrará cuán excesiva fue esta con
dona global, y que co n ven ía disociar lo que en la tradición seguía
siendo válido y lo que había sufrido los estragos del tiempo (prin
cipalmente los datos científicos). Todo el sentido del esfuerzo de
los restauradores del pensamiento de santo Tomás en el siglo pa-
35
La naturaleza tradicional
36
CAPÍTULO PRIMERO
PREAMBULO
37
La naturaleza tradicional
38
La naturaleza, espejo del hombre
39
La naturaleza tradicional
40
La naturaleza, espefn del hombre
41
1. LA PROBLEM ATICA DE ARISTÓ TELES
3. P. A uknqub , o .c , p. 83.
4. El problema del cambio y del devenir u la base de la filosofía natural de Aristóteles
(y lambido' da la escolástica, que le ha asignado como objeto el ens m otile), lo cual
muestra el carácter no estático de esta filosofía.
42
2.° Contradicción en las doctrinas.
43
3.° Tentativas de reconciliación.
44
La naturaleza. espejo del hombre
45
L.a naturaleza tradicional
46
La naturaleza, espejo del hombre
47
La naturaleza tradicional
48
La naturaleza, espejo del hombre
49
La naturaleza tradicional
50
La naturaleza, espejo del hombre
51
La naturaleza tradicional
52
l.a naturaleza, espeto del hombre
serve la unidad del ser por ellos compuesto; y sólo hay un medio
para ello; que esta relación entre ellos sea del tipo determinable-
tleterminado. es decir, potencia-acto; es lo que son la materia y
la forma.
53
La naturaleza tradicional
54
La naturaleza, espejo del hombre
55
La naturaleza tradicional
56
La naturaleza, espejo del hombre
57
La naturaleza tradicional
15 Véase Coment de sanio Tomás a la Física, n . lección 17. Esta convención del
tiempo ha conservado gran parte de su valor Para Aristóteles, el movimiento que por
su regularidad permite la medida más universal del tiempo era el movimiento sideral, que
todavía sirve para regular nuestros relojes; ha sido muy recientemente cuondo algunns
ligeras irregularidades en la rotación de la tierra han incitado a buscar en el seno del
átomo un patrón de tiempo más preciso (átomo de cesio).
58
La naturaleza, espejo del hombre
mente unidos, hasta tal punto que más allá de ciertos limites, su
desaparición acarrea la de la substancia 10.
Se ha caricaturizado tanto esta nocion aristotélica de la subs
tancia que es importante comprender que la substancia no es una
especie de núcleo recubierto por una ganga que serian los acciden
tes; el vínculo entre estas dos realidades no es de orden fenoménico:
sólo lo discierne la inteligencia, viendo en él una relación de poten
cia a acto. En otros términos, es la misma realidad la que es a la
vez substancia y a la vez accidentes, pero a dos niveles ontológicos
diferentes; únicamente la mirada del espíritu, la visión intelectual,
opera la separación; en la realidad existente, la substancia no que
dará jamás al desnudo; en ella unos accidentes sucederán a los ac
cidentes eliminados; porque es materia (segunda) con relación a
ellos, no es jamás uislable como tal, s:n ellos.
a) EL ESQUEMA ARflFICIALlSTA.
59
La naturaleza tradicional
h ) t i , ESQUEMA BIOLÓGICO.
60
La naturaleza, espedí del hambre
61
III. HACIA E L DESCUBRIMIENTO
DE LAS N A T U R A LE ZA S
62
La naturaleza, espejo del hombre
19. Acerca del « m e te r híbrido de este método, véanse más adelante, p 9] asi como
A M ansión , o c , p 206-22!
20. Acema de esta cuestión, véase el documentaJirimo libro de L Boubgey. OhitT-
vation et expéritim chei Arinoie. Vrin. 1955. que completa la voluminosa obra de
I -M Le Blond, Lotique n mdthode chrt Avistóte. Paris. 1939 He aquí la apreciación
que hace del método aristotélico un actual historiador de la ciencia: ePor la preponde
rancia que concede a la investigación de ios concomitantes, es decir, de los fenómenos
que acompafian al hecho estudiado, y que. aprehensibles por los sentidos, forman la base
del conocimiento científico, el estagiríta llega a reconocerle a la observación melódica el
papel primordial en las ciencias de la naturaleras (P. Bbunft . f e scienre dans f A nnquiié
, , le Moren A te. p 229. en Histoire de le Scienre. U Pléiade. 1957) Léate también
en esta misma obra, la apreciación de otro especiáosla: aEs patente, p u s . la injusticia
63
La naturaleza tradicional
que se comete con el estagirita cuando se repite que volvió deliberadamente la eppalda
a la experiencia» (R. L.enoble. La peniée identifique moderne, p 386). Véase también.
má« adelante, p V2s nota 53. y p NO (cita de Michel).
21 P BauNir. tic . p 227
64
La naturaleza, t-jpe¡<- del hambre
65
La naturaleza tradicional
66
L a naturaleza, espejo del hom bre
67
La naturaleza tradicional
68
Lo naturaleza, espejo del hombre
31 Asi. por ejemplo p arí explicar la ascensión drl agua en la tubería de una bom
ba aspirante, los antiguos invocaban el «horroi al vacio» en la naturaleza (tipo de expli
cación antropomórtica verbal); Torncelli tuvo el genio de suponer que eso era la pre
sión atmosférica (peso de la masa de aire), pues, pese a todos los refinamientos técnicos
para obtener la estanquidad de los conductos, el agua nunca subía por encima de un
curto limite: su horror at vacio se detenía a un cieno nivel; había que hallar otra cosa:
69
La naturaleza, espejo tlel hom bre
70
La naturaleza, espejo del hombre
71
C) LA CAUSA FINAL.
servación, en el proyectil, de une fuerza de impulsión inicial (ímpetus), con lo que pre
ludíaban el descubrimiento del principio de inercia (un cuerpo en movimiento continúa
moviéndose, si ninguna fuerza lo contraria). Véase, acerca de este punto, M .-D. C henu
Aux origines de la Science moderne, «Revuc des Sciences philos. et théolog.» 2*4 (1940)
206-217; véase más adelante, p. 144, nota 13.
36 Santo Tom is: «Sí un agente no estuviese determinado a un cierto efecto, no
produciría esto con preferencia a aquello Por tanto, es necesario, parn que produzca un
72
La naturaleza, espejo del hombre
electo determinado, que sea determinado a algo cieno, que tiene raeón de fin» iSunwta
Theot , i» it**. q 1 a 2) Una de las causas del error antropomórfico en este dominio
de la finalidad, es la formulación del principio: «Todo lo que obra- obra con vistas a
un fina; la expresión «con vistas aa parece insinuar una intención (de upo humano)
siendo asi que únicamente significa una relación ontológ ca una predaerminactón. por
lo lamo, es preferible anunciar así el principio: «todo lo que obra, nbr* en función de
un término»
73
La naturaleza tradicional
37 Por otra r&rte. las «aplicaciones de los antiguos en materia científica, explicacio
nes en las que más se manifestaba el verbalismo, abusaban de una finalidad concebida
según el modo humano, que. por lo mismo, dispensaba de la investigación de la causa
eficiente (véase el ejemplo, notes citado, del horror al vacio, nota 31). Es comprensible
que F. Bacon pudiese decir, a este respecto, que la causa final era estéril como una vir
gen consagrada a Dios. La investigación de la causa final supone normalmente el aná
lisis del detcmHnismo que. por otra pane, ella puede facilitar si es conducida con rigor.
Anotemos también que la investigación de una finalidad en el m undo viviente (a propó
sito. sobro todo, del instioto animal) o tu v o en muchos casos motivada por una preocu
pación apologética: probar la existencia de Dios; ciertam oite d io es posible, pero ya no
es cuestión de la cioicia. sino solamente de la filosofía (y además no separando la fina
lidad del determtnismo)-
74
La naturaleza, espeja del hambre
73
1.° La físico-quím ica de A ristóteles.
76
La naturaleza, espejo del hombre
W Por mol INI» Je lilosulia astral Aristóteles admite un quinto elemento (véaae mal
ajelante, p «Ja» une poi ser incnrtuplihlc. no ha Je ser tenido en cuenta en el estudio
Je la nalurale/a
77
b) LA t e o r ía corpuscular de io s « m ín im o s » .
40 O Beaüjouau. ím Science Jaim Vücculem mrJíéval rhréth’H. Hisioirc kíW iíj/p de*
sciemei. dirigida por R T viiin. P U F lg-'7 i i- P S5I
La importancia de esta teoría corpuscular en la C'*culiistico hu sido Mibcstimadii pur
P OtHEM quien ha influido en muchos tomistas en una oposición u la teoría atóm ica,
en la que ¿I no creía (véase más adelante, p- ISJs); los trabajos de Annelisc M aikk í /) u*
Vurlaüfrr Calileis im 14 )dt. Roma 194V) han puesto más en evidencia esta docirinn;
sease también a este respecto A V*x M tistN . The corpuscular Mtiaiure of matier m
cvnceived by the medieval pcripatetlcs. «Mclanges philosophíqucsa. Amsterdom 1948. asi
como P Hu im n Coiinolotria, Roma. Ig45 p 529ss
78
La naturaleza, espejo del hombre
79
La naturaleza tradicional
este respecto, que el mcno»precio de que Aristóteles fue objeto desde el siglo xvit h uo
olvidar que él fue el verdadero creador de la embriogenia. Para más detalles, véase
L B o u r g e t . o c ., cap. til Véase también el juicio que acerca de Aristóteles hace Darwm.
p 161. nota 29.
43. Véase R. Veaneaux. F ilo s o fía d e ! h o m b r e , Herder, Barcelona 1970; véase tam
bién más adelante, cap. vu.
44. P. D u i i e m . L e s y s té m e d u m o n d e , H h to ir e d e s d o c trin e s c o s m o lo g iq u e s d e P la tó n
á C o p e r n ic . Hermano. 1913. t i; i. pe T o n o u e o e c , Q u e s tio n s d e c o s m o lo g ie e t d e p h y -
s íq u e c h e i A r is to te e t s. T h o m a s . Vrin. 1930; véase también A. R ey m o n d . H is to lr e d es
Sciences e x a c te s e t n a tu relles d a n s V Á n tiq u ité g r é c o -r o m a in e , P .U .F., 1935. p. 169. y
también la obra de T. Litt que traía de ello indirectamente. L e s c a r p í c é le s te s d a n s
T u n iv e rs d e s. T h o m a s d 'A q u in . Nauwelaerta. 1963
80
La naturaleza, espejo del hombre
u) ASPECTO MECÁNICO.
81
La naturaleza tradicional
82
L a naturaleza, espejo del hombre
83
La naturaleza tradicional
b ) ASPECTO KÍSICO.
84
l.il naturaleza. cspejn ih l Immhrr
85
La naturaleza tradicional
86
La naturaleza, espe¡u del hombre
87
La naturaleza tradicional
89
c) Antropomorfismo generalizado.
90
La naturaleza, espeju del hombre
como el reposo (= principio de inercia), no es menos cierto que ha recosido más o menos
esa idea de reposo en la noción de equilibrio (por ejemplo, en el caso de los vaaos comu
nicantes o del equilibrio de las te n pera tu raí)
53. «Es patéale, pues, la injusticia que se comete con el estagirita cuando ce repite
que ¿1 volvió deliberadamente la espalda a la mpcriencia. Loa arátotélicos rierapre ben
sostenido, contra los mitólogos e incluso loa pía tánicos. ... que sus principios se funda*
ban en la experiencia, y, da hacho, oo querían otra reala que ¿aa Bien a verdad que
introdujeron «o a is consirucdonca un cierto número de ideas a priori, pero sabemos que.
sin a priori. ninguna ciencia puede ni siquiera empecer. Su etmeta m vio un día reba
sada, no porque ellos se hubimen negado deliberadamente a la ratón y a la apariencia,
sino porque la docripctón que dios oes dan de la razón es prcasamente la que podían in*
ventar unos hombrea da buen sentido en fundón de e n uperieoda, cuando e n expe
riencia permanecía ligada a una técnica y a un ínatrumcoul de la mente todavía a i sos
comí «atoa. No es posible sentar un juicio sobre la d a d a de cata tiempo, ni siquiera
comp renderla, rin situarla — como nosotros hemos intentado hacer — en el con junio de
91
La naturaleza tradicional
d) D efectos de m étodo.
92
La naturaleza, esprín del hombre
descubrir lo que son las cosas (sus esencias) como digno heredero
de Sócrates. Aristóteles ha creído conseguirlo por la simple obser
vación y una experimentación titubeante y partiendo de definicio
nes dadas por el sentido común; por otra parte, muchas veces
tuvo que contestar lo más urgente, razón por la que ciertas expli
caciones nos dejan la impresión de verbalismo. «La fuente prin
cipal de estos errores... consistió, a nuestro modo de ver. en la
forma apresurada, enciclopedista, con que Aristóteles, que no que
ría suprimir nada, llevaba a cabo sus encuestas. Resultó de ello
un saber inmenso, pero a algunos elementos del mismo les faltaba
seguridad... Para llegar a la verdad hubiera sido necesario multi
plicar las observaciones, rectificándolas en cierta manera las unas
por las otras; el filósofo impaciente por alcanzar el fin no lo
hizo»
Sería una falta de sentido histórico condenar a Aristóteles
por estas deficiencias que sólo se refieren a la perfección de un
método, cuyas bases seguras, sin embargo, asentó (la inducción)
y el pensamiento moderno las llevará a su cima*57. Pero entonces,
podemos preguntarnos, por qué han sido necesarios tantos siglos.
Como recordaremos más adelante, la culpa no es de Aristóteles y
de su escuela inmediata (y en los medios científicos se empieza ya
a tener conciencia de ello): la responsabilidad de la larga estagna
ción científica hay que buscarla en un conjunto de circunstancias
canica, meteoro logia ); hizo un estudio profundo del hambrr. tanto desde una pers
pectiva psicológica como de la social y política (asi. reunió en una compilación 15® coas-
tiiuciaoes políticas como base documental de su Potincak y todo ello pros iguiado una
obra aún más importante de filósofo, de teólogo ( a sentido natuial) y de moralista: por
ella pasó iodo, desde la naturaleza metafísica de Dios haaa el régimen de los vientos o
el comportamiento d d más simple molusco Por iodos estos títulos, n o a excesivo decir
que llevó el pensamiento humano a su más alio pumo de desarrollo» (J. C H tvauta Hls-
toirc de lo pensé*. Flammanon. 1955. t i. p 403; trad casi Aguilar. Madrid).
56 L. Bou roe y. o c . p. $44$.
57, En los tiempos m odanos se ha 'reprochado >ivamente a A nstótdo el abuso de
Ja lógica d d silogismo, olvidando la pane que en >u método ocupa la inducción, toda
vía a sus comienzos sin embargo y que él no o p lo tó lo suficiente (tdase anteriormente,
nota 29): «Entre e) iotetectuatismo inadaptado de loa unos (loa «testas) y el sensualismo
perezoso de los otros (loa océpticos), él se gana d mérito angular de crear una ratón
ya organizadora y capaz de establecer loa prim óos principios de una oleada saciaba o t e
útil, al « n petar • poner en la diversidad de laa apariencias el o r d a de las ideal. La
rienda ha concebido después otras ideas y un orden más exacto: la historia debe poner
en evidencia cuanto de revolucionario y de fecundo ta la n laa primeria tentativas» (R. Le
ño ble, o,c., p. 383).
93
La naturaleza tradicional
e) Conclusión.
94
La naturaleza, espejo del hombre
O bras recientes sobre Aristóteles, signo de una rm oveción internacional del annotelism o
Estudios f eneróles:
J. Baun . Aristote et le Lycée, P.U F , 1964; A C resson. Aristote, sa vtr, son oeuvre
avee un exposé de so philosophie. P.U.F., 1963; 1. D uerino . Aristóteles. Darueilung und
Interpretado» seines Denkens, Hcidelbcrg 1966 (obra de unas 670 p . una de las m is
59 A Mansión, o e . p 338
95
La naturaleza tradicional
96
CAPITULO SEC U ND O
SANTO TOM AS
Y EL ARISTÓTELES CRISTIANIZADO1
La naturaleza, obra de Dios
97
La naturaleza tradicional
por lo que concierne a los quince siglos transcurridos entre los últi
mos resplandores del aristotelismo y su reanimación medieval. El
mito de la responsabilidad de Aristóteles en el retraso cientiñco
está tan anclado en muchos espíritus que conviene desde ahora
mostrar su inanidad; el pensamiento de Aristóteles no puede ser
hecho responsable de este suceso, por la simple razón de que fue
prácticamente eclipsado por otras corrientes de pensamiento, hasta
santo Tomás. Más bien podríamos preguntarnos si la detención
del progreso científico no fue debido en parte por el escaso interés
que la doctrina y el método del estagirita despertaron en el mun
do grecorromano.
98
a ) DEGRADACIÓN INTERNA DEL ARISTOTELISMO.
99
La naturaleza tradicional
100
Z.° La nueva visión del mundo aportada por el cristianiano.
101
La naturaleza tradicional
102
La naturaleza, obra de Dios
Desde Michelet. los historiadores del siglo xtx han sentado una
oposición entre la edad media y el renacimiento del siglo xvt, vien
do en éste como una liberación del espíritu humano, la victoria de
la luz sobre las tinieblas medievales. Pero los historiadores moder
nos han dado una visión más justa de la edad media mostrando que
el poco crédito otorgado a esta época por los hombres del renacimien
to y de los siglos siguientes, era debido a ignorancia o a prejuicios.
La edad media no se nos aparece ya como un período de oscuran
tismo y de estancamiento sino como una de las épocas más ricas
de la historia del pensamiento su principal mérito es haber en-
nado de nuevo en contacto con el penstmtiento grecorromano (y
103
La naturaleza tradicional
104
La naturaleza, obra de Dim
105
La naturaleza tradicional
106
La naturali za, nbra de D an
13. Una de lai mejores sintáis del paisamJento tomista sifué siendo la de A.-D Ser-
La philosophit de sa n t Thomas d ’Aquin, Aubier. 1940. 2 vol.; m utilización
t il l a n g e s ,
s c rt siempre provechosa.
14. Acerca de la doctrina de la creación de tanto Tomás, véase I C h e v a u e r . 4rfi*
tote et s. Thoiw v oh Cidée de création, Spcs. 1933. y sobre todo A D Scrtillanges
L'idét de crdation et s a retentisitments en phUosophie, Aubier. 1945; véase también nues
tro libro. Investigación dendfica y fe cristiana. Estela, Barcelona, cap tv Véanse tam
bién loe principela textos, bien presentada! por C. T resmontiwt. La mHapkydaae dn
chrtstianUmt et la crise du trH & m e stíde. t d du Seufl. 1964. cap « y xn
107
La naturaleza tradicional
ser; no necesita a las criaturas, pero las quiere libremente por di
fusión de su bondad; éstas, por el contrario, no tienen en sí mismas
su significación profunda; en lo más íntimo de su ser dependen de
su causa permanente que es Dios. Esta contingencia se expresa
con mayor precisión diciendo que, en toda criatura, su esencia es
distinta de su existenc'a (santo Tomás ha cogido esta distinción de
Avicena. pero dándole otro sentido); para un ser creado, existir no
es una exigencia interna de su esencia, no pertenece a su deñnición
(puede no existir, sin que la idea que lo defíne pierda su significa
ción); por tanto, debe su existencia a una causa superior. Santo
Tomás ha mostrado también que esta novedad introducida en el
sistema de Aristóteles no era una infidelidad respecto a él, pues
esta distinción entre esencia y existencia no es más que una aplica
ción de aquélla, tan cara al estagirita, entre potencia y acto. Con ello
queda explicado lo que distingue al infinito divino de lo finito creado,
dependiendo éste íntimamente del primero, único ser necesario.
108
La naturaleza, ohra de Dios
b) CONOCIMIENTO DE LO INDIVIDUAL.
I(W
C) CONOCIMIENTO DE l.A MATERIA.
110
La naturaleza, obra de Dios
ni
La naturaleza tradicional
112
La naturaleza, obra de Dios
113
La naturaleza tradicional
21. Acerca de este aspecto m oral — perfección del h o m b re — , véase nuestra obro.
Ley tie Dios, ley de los hombres, Herder, Barcelona 1969; tam bién A -D , S brtillanges.
La pMIosophle moraie de s. Tbomas d'Aquln, Aubíer, 1942, y F. M arty , La perfeciion
morale de Vhomme selon s. Thomas d ’Aquln, R om a. P .U O , 1962.
114
La naturaleza, obra de Dios
22. H su doble re lición d d hombre coa Dia i queda expresada por el plan m in o de
la Suma Teológica de eamo Tomás: pane primera, Dtoe o» tí miamo y como Creador;
parte segunda, retomo del hombre hacia Dios por la vida moral; pane tercera, media
ción do Cristo y de la Iglesia en cae retomo.
115
La naturaleza tradicional
que hay que explicarla por la misma estructura del alma, cuya
espiritualidad asegura a la vez la subsistencia autónoma y la inmor
talidad. Únicamente esta doctrina puede explicar cómo el hombre
es capaz de dominar el universo material, hacerse independiente del
mismo, y, con ello, convertirse en su dueño; pues participa de otro
universo, el del espíritu, participación mucho más próxima de la
naturaleza de Dios.
116
La naturaleza, obra de Dios
117
La naturaleza tradicional
118
La naluraíeza, obra de Dios
119
La naturaleza tradicional
trina del estagirita haya podido ser repensada por santo Tomás en
un contexto teológico, imprevisto por su autor, demuestra su pro
funda plasticidad y ductilidad, una ambivalencia al nivel de las
categorías y de las ideas, que la hacen capaz de ser explotada por
muy diversas orientaciones de pensamiento. Después de su explo
tación teológica realizada por santo Tomás, veremos que en el
fondo la ciencia moderna, «desacralizando» al Aristóteles cristia
nizado por la edad media, ha prolongado su método y ha explotado
(inconscientemente) unas categorías conceptuales, cuyo origen esta
ba en él, pero no tuvo ni el tiempo ni las ganas de desarrollarlas.
Se plantea entonces la cuestión esencial (más adelante lo veremos)
de saber si es posible intentar un esfuerzo de unificación entre estas
dos corrientes de pensamiento, profundamente divergentes desde
hace más de tres siglos.
27. «El comentarista sin nenio ni curiosidad se limita a buscar las “ esencias" en el
lenguaje y reduce In ciencia a una logomaquia. Tal fue el destino del aristotelismo en las
escuelas. La fidelidad al texto del maestro, el abandono de los hechos por la especulación
de tas esencias, bloquearon la observación. Al consagrar la primacía del concepto social,
se había asegurado <1 triunfo del hom o loquax sobre el hom o sapiens Esto es lo que
dijeron Bacon y Gasscndi. Aristóteles había hecho lo que había podido, pero sus comen-
120
La naturaleza, obra de Dios
laristas dejaron periclitar su obra* (RL enchile , ffistoire de la Science, La Pléíade. |V5"7.
p. 383); reflexiones que hacen eco a las de A. M ansión : «Se le reprochó (a Aríftóieks)
haber detenido así. durante m is de mil aftos, d vuelo del paiaamioito científico. Pero
este último reproche alcanza más bien a tus diadpulas, quienei, faltos de iniciativa, en
vez de continuar y perfeccionar su obra, se contentaron, en muchos pontos, con comen
tarla» (Introducdon ó la physique aristot+ticienne, Vrin. >1943. p 339).
28. Véase anteriormente, p. 99*
121
La naturaleza tradicional
29. E. C ilson, o-c . p. 621, que dice tam bién: «En el 9iglo xiv, si hubo quien se
adhirió al tomijmo, nadie continuó verdaderamente la obra del maestro» (id . p. 718)
30. Véase lo dicho anteriormente acerca del menosprecio de lo» tiempos modernos
por la edad media, rehabilitada por la hittoria moderna; sin embargo, se hallan todavía
vestigios de tal menosprecio en algunos autores científicos, poco informados del progreso
histórico (véase también, m&s adelante, la supervivencia del mito antiaristotélico, p 176)
122
La naturaleza, obra de Dios
.'I Véase cómo un historiador de las cioteias describe caos espíritu ilustradas del
renacimiento, ante* de la entrada en escena de tos fundadores de la ciencia moderna:
«Ellos combaten lo sobrenatural en el sentido de que no admiten los milagros ortodoxos
de la sociedad católica en que viven Y estas protestas ritualo y tradicionales a i favor
de "la razón y la experiencia", su repulsa verbal del milagro, han basado para que
ciertos historiadores los sitúen entre los predccaorcs de la ciencia y del racionalismo mo
dernos M is valdría leer los textos. Entonces se advertiría inmediatamente que dios ad
miten. más que nadie, los prodigios, e incluso hacen de loa mismos tro consumo asom
broso; sin embargo, dijeron que tales prodigios eran naturales, lo cual significa que las
pocas reglas elaboradas hasta entonces para definir la natu ra lo s y la ciencia desaparees,
que la naturaleza vuelve a hacerse mágica como en l u primeras edado d d ponamiemo.
y la ciencia, una serie de recetas para uso de los astrólogos, de los cabalistas y demás
echadores de caitas» (R. L snoblx, o .c.. p. 401); «El enorme florecimiento de la supers
tición en esa época, primeramente en Italia y luego en Francia, ... no es, de ninguna
manera — como se está tentado a creer —, una supervivencia de la ¿poca precedente, que.
desde el advoiimieoto de Aristóteles, la había mantenido mal que bien a raya, sino una
consccuotcia lógica d d éxito de Im primeras innovadores» d d ., p. 401).
32. R, Leños» . o c „ p. 410.
33. «¿Acaso uo w decía d d paduano Crcmonini, como de Mdanchtnc, compilador
de Aristóteles al servicio de la Reforma pretenante, que se habían negado a mirar el
ciclo por el telescopio, por miedo, decía GaKIco. de aberar en algo el dalo de Aristó
teles?» (J. C hevalie* . o.c , t. ir, p. 595).
123
L a naturaleza tradicional
124
PARTE SECUNDA
LA NATURALEZA MODERNA
No es exagerado afirmar que la visión moderna de la naturaleza,
fuertemente dependiente del progreso científico, se ha ido formando
lentamente (desde el siglo xvu al xtx) por un repudio continuo de
la visión dada por el aristotelismo, o de lo que se creía tal. Hemos
visto anteriormente las circunstancias que explican la esterilidad
científica de esta escuela que pretendía apoyarse en el Estagirita
(p. 120s). Conviene ahora resumir, en sus rasgos generales, la forma
ción de la mentalidad moderna, en cuya oposición al pasado me
dieval radica en gran parte el origen del divorcio que separa a la
Iglesia del mundo contemporánneo. cada vez más modelado por
la ciencia, pues intentar reanudar un diálogo sólo es posible si se
es consciente de todo lo que separa. Aunque aquí sólo se trate
del ámbito limitado de la ciencia y de la filosofía de la naturaleza,
constituye, no obstante, uno de los aspectos fundamentales del
divorcio en cuestión. En efecto, por una parte la Iglesia ha per
manecido fiel al aristotelismo como estructura racional integrada en
el tomismo y, por otra, si el mundo moderno ha repudiado a Aris
tóteles, es principalmente a propósito de su filosofía de la naturale
za. Sin embargo, puesto que este rechazo entra en un contexto más
amplio, el de la ruptura entre los tiempos modernos y la edad
media, hay que hablar un poco de ella1
127
La naturaleza m oderna
2 No obstante, sigue siendo cierto que muchos de los innovadores fueron en reali*
dad, y en muchos casos sin saberlo, continuadores de la tradición; incluso se ha podido
hablar de las fuentes escolásticas del cartesianismo (Gilson. Dalbier).
128
La naturaleza moderna
129
CAPÍTULO TERCERO
131
I. ASTRONOM IA: CAMBIO DE UNIVERSO
132
La naturaleza matemática
133
La naturaleza m oderna
134
La naturaleza matemática
5. «Yo presumo que esees novedades serán los fúñenles o más bien el ecabamitMo
y el juicio final de la faba filosofía; algunos signos de ello han aparecido ya en la luna
y el tola, escribía GaHIeo en 1612, El mejor ejemplo de la infidelidad de loa diadpuk»
de Aristóteles de ese tiempo al espíritu de observación de su maestro m m nentiva a
utilizar los primeros telescopios, por miedo a descubrir indicios de ccomipdón» en la
luna (los cráteres) y sobre todo en el sol (las mancha*); loa verdaderos continuadores de
Ariflótalcs eran, pese a las apariencias, las pioneros de la noeva rienda. Más adelante
veremos otro ejmnplo de dogmatismo riego a i el positivismo de A. Cocote, que prohibía
el empleo del microscopio (véase p. 18). n. 8)
135
La naturaleza moderna
136
L a naturaleza matemática
137
L a naturaleza m oderna
138
La naturaleza matemática
a ) EL PUNTO DE PARTIDA.
139
La naturaleza m oderna
140
La naturaleza matemática
141
La naturaleza m oderna
142
La naturaleza matemática
143
La naturaleza m oderna
144
La naluralcza maitmálica
145
4. Universalidad de la naturaleza.
Finalmente, última consecuencia, la noción misma de natura
leza comprende de ahora en adelante toda la realidad cognoscible.
Mientras que Aristóteles distinguía lo «natural» de lo «violento»
(cf. p. 85s), distinción de resonancia antropomórfica, y «natural»
de «artificial» (producto de la actividad humana), distinción que
no ha desparecido del espíritu de muchos de nuestros contemporá
neos (cf. el mito del «naturalismo»), la ciencia moderna consideru
todo fenómeno mensurable como natural. En efecto, las obras de
la técnica, máquinas u otras, no hacen más que explotar las leyes
de. la naturaleza; no le son extrañas. Semejante extensión del tér
mino puede muy bien ser integrada en el espíritu del aristotelismo,
puesto que hemos visto a santo Tomás hacer lo mismo en un cam
po diferente, el de la teología (cf. p. 111 s). Es más, la técnica puede
entonces, por el hecho de su integración en la naturaleza, hacer
posible una mejor representación de ésta. Es lo que ha intentado
la ciencia clásica en la forma principal que ha dado a la malema-
tización de la física y que constituye el «mecanicismo», del que
hay que decir ahora una palabra.
146
La naturaleza matemática
a ) EL MECANICISMO.
I. Origen.
Puesto que para la nueva ciencia la naturaleza es matemática,
por el hecho de ser todo en ella mensurable, la idea que surgió
espontáneamente fue la de asemejarla a una enorme máquina; por
tanto, todo debe poderse explicar por «modelos mecánicos», y to
dos los sabios, desde Descartes a Maxwell, pondrán su ideal en
expresar la inteligibilidad de los fenómenos recurriendo a un mo
delo de su elección. Esta tendencia se explica fácilmente: la me
cánica fue. en efecto, el ámbito de la física hacia el que se dirigió
en primer lugar la renovación científica, desde el renacimiento. Esto
es debido, en gran porte, a la facilidad con la cual la mecánica se
amolda y se adapta al equipo matemático. Por dio, desde un prin
cipio. se consideró como el modelo típico de la nuevo inteligibili
dad, la de orden matemático. Apelando esencialmente a la imagi
nación. la explicación mecánica da una representación clara de las
relaciones cuantitativas entre los fenómenos. Puesto que la nueva
ciencia renunciaba a «sentir» cualitativamente la naturaleza (es
demasiado subjetivo), no podía sino intentar representársela ima
ginativamente. según un modelo mecánico, que por vía de analogía,
reduce la relación matemática abstracta a un nivel familiar14.
14. La física hace constantem ente uso de u l s modelos mecánicos; por ejonplo, el
del agua p a n representarse la natura teta de la « c o m e n to eléctrica, asimilada a una co-
n io ite ' de agua que se derram a de un depósito más o menos alto (diferencia de potoidaL
en voltios), corriente definida por la cantidad (culombios) y la intensidad (amperios), que
tiene un gasto dado (potoicia. en vatios) y d io c a con una resistencia del conductor
(ohm ios), etc. L a acústica, una de las m ás antiguas ramas de la finca (su vinculación con
la música le valió un interés especial a i la edad antigua y media), y que por al misma
perm itió el estiblccim iento de relaciones matem áticas (altura del sonido, dependiente del
núm ero de vibraciones, el cual, para loe Instrumentos de cuerda, es invenamente propor
cional a la longitud de la cuerda vibrante, etc.), ha proporcionado modelos excepciona
les p ara un ám bito de la física Damado a un gran porvenir: el electromagnetismo; la vi.
147
La naturaleza moderna
bracióD acústica detectable sensorialmente ha perm itido im aginar otras vibraciones que no
dicen ya nada a nuestros sentidos.
15. El sistema de universo de Descartes era m uy hipotético; el m undo visible form ado
de tres elementos: primeramente, de una m ateria dividida en partes redondas y pequeñas
(el cielo); como no puede haber vacío, los rincones dejados por las bolas en contacto se
llenan con las «raspaduras» de las mismas (sol y estrellas), y éste es el segundo elemento;
finalmente, la tierra, los planetas y los cometas de movimientos menos rápidos son el tercer
elemento, compuesto de otras «raspaduras» concebidas com o colum nas acanaladas y en
efpiral, etc., con una predilección por el movimiento de rem olino . véase a este respecto
R. D ir ía s y P. C o s t a k l . H h i o i r e g é n é r a le d e s S c ie n c e s de T a t o n , o . c . p. 252-255:
•Presentado por el autor como válida dem ostración m atem ática, este m odelo sólo co n sti
tu ía, casi siempre, un esbozo cualitativo, a imagen del de la física de la cscolAsticn, que
él quería suplantar...» tp. 255); hay que confesar que, frente o semejante im aginería, el
sistema da Aristóteles no quedaba dem asiado mal.
16. Véase más adelante, p 190 y 205
148
2. Juicio critico.
Desde el ángulo filosófico es importan le hacer inmediatamente
una distinción, hecha ya por Desearles, respecto a la extensión que
hay que dar al mecanicismo. Si con esta doctrina se pretende expli
carlo todo, tanto la naturaleza material como el espíritu humano,
tenemos entonces un mecanicismo metafisico. del cual es un ejem
plo el mecanicismo de Tomás Hobbes. Este autor elaboró un sis
tema tan mecanicista como el de Descartes, pero aplicándolo a
todo lo que existe y, por ello, sinónimo de materialismo (no siendo
ei pensamiento sino una forma de la extensión), eliminando pura
y simplemente uno de los datos del problema en un a priori filo
sófico; pues semejante extrapolación del mecanicismo al terreno
espiritual se reduce a una voluntad de querer ignorar todo lo que
la actividad espiritual tiene de original e irreductible a las caracte
rísticas de la materia (no es localizable, inextensa, simple; aprehen
de lo universal y revela una interioridad, etc.).
Por el contrario, para Descartes y la mayor parte de los sabios
de su tiempo, el mecanicismo ciertamente era universal, pero sólo
en el ámbito de la materia y de la cantidad; era aplicable a todos
los seres vivientes (animales-máquinas) y de un modo especial al
cuerpo humano. La mejor demostración de este hecho fue d des
cubrimiento de la circulación de la sangre hecho por Harvey en
1628, con el modelo mecánico sugerido por los movimientos del
corazón. Este mecanicismo relativo (se limitaba a la materia) re
chazaba toda explicación animista de la naturaleza, y la noción de
alma humana quedaba eliminada por su ambigüedad; en efecto,
en la tradición escolástica el alma del hombre designaba a la vez
el principio de la vida corporal y el principio de la vida espiritual,
que se expresaba en el pensamiento. Descartes separó radicalmente
estas dos funciones, derivándose la primera de ellas de una expli
cación puramente mecanicista, puesto que era relativa a la materia,
y la segunda, o pensamiento, constituyendo un mundo aparte, el
del espíritu, sinónimo entonces de substancia del hombre, y que
escapaba a todo mecanicismo. Incluso vio en ello un medio de me
jor exaltar la dignidad del hombre, considerando que «entregar la
naturaleza a su mecanicismo autónomo por medio del principio de
149
La naturaleza moderna
150
La naturaleza matemática
151
La naturaleza moderna
b) EL. DINAMISMO.
1. Origen.
IS2
La naturaleza matemática
20. La obra de Newton tropezó con una viví oposición en Francia, donde imperaba el
mecanicismo cartesiano; uno de sus principales difusores fue Voltaire.
21. Leibniz fue un fenio de una fecundidad extraordinaria, ael mis rico y más com
pleto, tal vez, de los tiempos modernos. Reunió en ¿I la herencia del mundo antiguo,
de la edad media y del tenacimienio, con las adquisiciones de Is ciencia moderna, que ¿I
mismo contribuyó a acrecentar de una manera decisiva; y su gama se extfcadc desde
la lógica pura, la matemática y las ciencias de la naturaleza hasta la moral y el derecho, la
política y la historia, la religión y la teología, c incluso !■ organización religiosa de la tie
rras (J C hevalik * . o c . t n i, p 368-370)
153
La naturaleza moderna
2. Juicio crítico.
Es indiscutible que el dinamismo tuvo el mérito inmenso de
reintroducir la idea de fuerza, cuya fecundidad científica se fue re
velando en lo sucesivo, llenando con ello la insuficiencia del meca
nicismo estricto en el terreno científico. Pero si se considera su
pretensión de dar una explicación metafísica de la realidad (como
hizo Leibniz, seguido por la mayor parte de los demás dinamicis-
tas), nos vemos obligados a reconocer su incapacidad para lograr
lo, como sucede con el mecanicismo estricto. En efecto, incorporan
do a su idea de fuerza la de átomo (v. más adelante), considera la
materia como compuesta de elementos últimos, inextensos, y cuya
única propiedad es la de obrar a distancia, en el vacío. Examine
mos rápidamente estas dos afirmaciones.
Aristóteles y santo Tomás22 habían demostrado que es impo
sible llegar a una realidad extensa partiendo únicamente de ele
mentos que no lo son. Por el hecho de carecer, dichos elementos,
de extensión, no están compuestos de partes espacialmente distin
tas; y si para obtener un cuerpo extenso suponemos que se tocan,
no pueden ser exteriores las unas a las otras y necesariamente coin-
154
La naturaleza matemática
Cl El. ATOMISMO.
155
1. Estudio filosófico del atomismo.
Hemos visto anteriormente, en el capítulo primero, al cual nos
vamos a referir (p. 44). el origen del atomismo griego: ya en el
siglo v antes de Cristo, Demócrito quería explicar el cambio con
una original hipótesis de átomos, únicos elementos constitutivos de
la realidad. Aristóteles lo rechazó, no porque se tratara de átomos,
sino porque la naturaleza de estos átomos, concebida según la idea
del ser de Parménides, no podía explicar la variedad de la realidad.
En el fondo, era ya el germen del mecanicismo filosófico resumido
anteriormente: explicar la extraordinaria complejidad de los seres
con la sola ayuda de datos geométricos, no puede proporcionar
una completa inteligibilidad. Además, hemos visto que Aristóteles
había admitido en el marco de su propia doctrina la posibilidad
de entidades últimas indivisibles, doctrina que se generalizará en
la escolástica con el nombre de teoría de los «mínimos» (v. p. 7Kt.
Se trata, pues, de una pura hipótesis que puede ser integrada en
dos contextos fílosófícos distintos: uno de ellos mecanicista (De
mócrito) en el cual, a lo sumo, puede ser válida como primera
aproximación de una inteligibilidad matemática; el otro hilemór-
fico (Aristóteles) en el que expresa el mínimo posible cuantitativa
mente, más allá del cual la composición substancial de un cuerpo
no es posible. En este segundo contexto, la idea no aporta en si
misma ningún enriquecimiento verdadero, en tanto que su verifica
ción no ha sido comprobada por la experiencia (por esto la doc
trina de los «mínimos» no ha ocupado nunca un lugar importante
en el aristotelismo).
Modernamente la extensión del mecanicismo volvió a dar cier
to interés a la teoría de Demócrito, pero únicamente como pura
hipótesis, sin confirmación alguna. Galileo y Gassendi adoptaron
dicha teoría, pero Mersena y sobre todo Descartes (que sustituyó
los átomos por una materia sutil) no vieron en ella más que un
agradable sueño. No obstante, la idea se abrió camino y el dina
mismo la adoptó para convertir a los átomos en soporte de las
fuerzas.
156
2. Estudio científico del atomismo.
Sin pretender rehacer la historia, ni siquiera resumida, del des
cubrimiento del átomo, hay que recordar, no obstante, las dos eta
pas de esta historia, dado su interés filosófico. Digamos primera
mente una palabra sobre el contexto científico.
Cosa curiosa, de todo el edificio aristotélico, la parte menos filosó
fica. la doctrina de los cuatro elementos fv. p. 76) es la que tuvo más
larga vida en la historia de la ciencia. De hecho, durante casi todo
el siglo xvii, mientras que en el ámbito de la astronomía y de la
física el rechazo del aristotelismo era un hecho consumado, la teo
ría de los cuatro elementos no tuvo sino un opositor serio: la
teoría de los tres elementos (azufre, mercurio, sal) del alquimista del
siglo xvi. Paracelso. Por otra parte, durante largo tiempo, la quí
mica fue una ciencia cualitativa (cf. la sobrevivencia de los cri
terios químicos: incoloro, inodoro e insípido). Pero después de una
mezcolanza de doctrinas secundarias, a principios del siglo xvm
apareció una nueva teoría, que creía haber hallado el agente uni
versal explicativo de las reacciones químicas, la teoría del «flo-
gistos de Stahlu que tuvo un éxito considerable durante casi todo
el siglo.
El interés que el siglo xvm empezó a mostrar por el estudio
de las propiedades físicas de los gases (estudio más accesible en
sí que el de los sólidos) contribuyó en gran medida a hacer pasar
el atomismo del estadio filosófico al de hipótesis científica. En
efecto, el hecho de que los gases son elásticos, que ejercen siempre
una presión sobre la pared de la vasija que los contiene, que tienden
espontáneamente a expandirse en todas direcciones mientras no
encuentren una oposición más fuerte, todo esto no podía tener sino
una explicación: puesto que su masa no variaba a pesar del au-23
23. Según esta teoría, todos los cuerpos combustibles encierran d mismo principio: el
flogisto o fuego químico, que pierden al consumirse (cardándose); el carbón era asi flogi»-
tico a i estado puro; aunque primitivamente e ra d a para explicar la transformación de
lo* metales en cales (u óxidos), la teoría quería explicar también la mayor pane de las
danés transformaciones; el hecho de que no podía dar cuenta del aumento de peso del
cuerpo oxidado (liando así que tendría que haber perdido peso co virtud de la liberación
do flogisto) no parece haber sido apreciado a i su justo valor por Sathl. quien ignoraba
la existencia de los gases y suponía, en consecuencia, que su flogúto era Imponderable.
A c era de la importancia histórica de cata teoría, véase M. DVMAt, Hlstoire génétaie d o
sd m te s, de T aton , t. n . p. 350ss.
157
La naturaleza moderna
158
La naturaleza matemática
159
La naturaleza moderna
160
L a n a tu ra le z a m a te m á tic a
111 LA B IO L O G IA Y E L D E S C U B R IM IE N T O D E L T IE M P O
161
La naturaleza moderna
162
La naturaleza matemática
163
La naturaleza moderna
164
L a n a tu ra le z a m a te m á tic a
165
La naturaleza moderna
166
La naturaleza matemática
167
L a n a tu ra leza m o d e r n a
168
La naturaleza matemática
170
L a n a tu ra leza m a te m á tic a
171
L a n a tu ra leza m o d e rn a
172
4.° Una filosofía conforme a este nuevo espíritu.
173
La naturaleza moderna
174
5.° Un nuevo humanismo, descentrado y ambiguo *.
39. Acerca de e d e nuevo hum anism o, véase sobre todo I- M abita in ,. H uitm iU sm o tato*
g ra ¡, L ohlí. Buenos Aires *1966, y el clásico P. H azabd , La criit de la eonedenee evropéerme,
1680-1713, Boivtn. 1935.
40. Acerca de los diversos aspectos de este raciona tierno o el orden moral y teh*
lio so , con lo que com porta de concepción del hombre, véase nuestra obra, L ey d i Diai.
/*>'«* d e t o s h o m b r e a , H erder. Barcelona 1969, p. 140-43.
175
L a n a tu ra le z a m o d e r n a
176
L a n a tu ra le z a m a te m á tic a
177
L a n a tu ra le z a m o d e r n a
178
CAPÍTULO CUARTO
1. «Hemos hecho más profresot en cusrente ellos que en cueranie sittoo (Op-
pcnhebner).
179
1. RUPTURA Y CONTINUIDAD
180
L a n a tu ra leza h o m in iza d a
181
L a n a tu ra le z a m o d e r n a
182
L a n a tu ra leza h u m im z a d a
183
L a n a tu ra le z a m o d e rn a
12 J U l i m o . o c p. * 7
13. Acerca de le historia de estas conquistas científicas, víase el último volumen Je
la Hisioíre générale des Sciences de Taton. P U F.. 1964. y. mt'is resumido, Le proxrei
de la Science contemporaine, por R. Viaiurd (Histoírc des snences), Lo Pléiude. 1937.
p 978-1036, v en este mismo volumen, íjs biologte coniemporaine, por M. C auiury .
p. 1287-1338; asimismo, L Lip r in o -R im .ui-t y diversos autores. Grandes découvertes du
X X • stM e. Larousse. *1962
184
La naturaleza hominizada
Desde la mitad del siglo xix más o menos se conocían los rayos
catódicos. Estos rayos se manifiestan en los tubos que contienen
gases enrarecidos (tubos de Geissler), por el efecto de una descarga
eléctrica y emanan del electrodo negativo. Siendo influeaciables por
un imán, capaces de calentar un obstáculo metálico, tenia que atri
buírseles una naiuraleza materiai y corpuscular (demostración de
J. Perrin en 1895). El electrón adquiría así derecho de ciudadanía
en la ciencia, primera partícula (electrizada negativamente) inicia
dora de una serie que se iría alargando. Roentgen, descubriendo
los rayos X en la misma época, abría el camino a la explicación de
la naturaleza de los electrones, y de su vinculo con el mundo de
las ondas electromagnéticas14.
14. Roentgen hito tu descubrimiento al observar que ios rayos catódicos, aJ tropezar
con un obstáculo metálico, adquirían propiedades oiteramoite nuevas y atonccs inex
plicables (de ahí el nombre de rayos eXs), que no fueron etuadadas basta más tarde:
en particular, se propagan en línea recta a través de los diversos medio* (siendo asi que
los rayos catódicos son detenidos por la pared de vidrio de la ampolla de Crooks); no
son desviados por un campo eléctrico o magnético: no puedm consistir, por tatuó, a
panículas electrizadas (como loa electrones); ae propagan con la velocidad de la ku:
constituyen, pues, una gama de radiaciones electromagnéticas.
185
b) LA RADIOACTIVIDAD.
186
La naturaleza hominizada
187
2.° La exploración del universo.
188
La naturaleza hominizada
17. Véate p. 252. La mayor distancia alcanaada por loa radiotclacoptoa Mantea
actuales es del orden de 3 mil millones de aAosOuz (el alio-luz tiene, a a i vez. 9.461 mil mi
llones de km)
18. Véase mAs adelante, p. 223.
La naturaleza moderna
I.“ La relatividad1S>.
a) EL PUNTO D E PARTIDA.
190
La naturaleza hominizada
b) LA RELATIVIDAD DE GALILEO.
191
La naturaleza moderna
192
La naturaleza hom im zada
c) la r e l a t iv id a d r e st r in g id a de e in s t e in .
193
La naturaleza moderna
194
La naturaleza hominizada
195
La naturaleza moderna
196
La naturaleza hominizada
pasible descubrirla por sus efectos). Pero, simplemente, por el hecho de que una veloci
dad ac alen d a es la velocidad de una velocidad (derivada a relación al tiempo), su eva
luación debe tener en cuenta la relatividad de la velocidad de la que ella es variación, asi
como la del tiempo. El resultado no es s i n su propia relatividad, sino su amortiguación
197
La naturaleza moderna
e) LA RELATIVIDAD GENERALIZADA.
198
La naturaleza liomintzada
199
La naturaleza moderna
200
La naturaleza hominizada
201
La naturaleza moderna
202
2.° La teoría de los cuantos *.
a) E l. P U N T O D E P A R T ID A .
34. Acerca de la historia de los cuanto*, véanse las dive rae* obras de L m BaoGLti
publicadas en A . Michcl. sobre iodo N o u v H h s p e e tp e n iv e t en m n to p h y tiq u * . 1996. que
desborda ampliamente el problema de los cuantos para abordar cuestiones de interés más
teñera!; véanse también, del mismo autor Sur fes d e la scitn ce, A Micbel.
1960. y el rico roum en ofrecido en el diurno volumen de la H ü to ire fén é ra l* d e i arten-
cer de T aton (siglo xx). 1964: L a p h y siq u e o to m iq u t et q u a n ñ ia tiv e contem pcnm ne.
P- 129*146; asimismo, aeré provechosa la lectura de la obra del otro fundador de la me
cánica cuántica, W. HcistNatan, P h yiiq m r et p h tíeso p h te. A Michcl. 1961. También
puede verse J.-I. D tsm ucH ts. A s p e a s p h ilo sep h iq u es réeents M s a u x théories qH o n tiq vn .
«Rev. intem. phltos-a 1963. p. I90ss
203
La naturaleza moderna
204
La naturaleza humimzada
205
La naturaleza moderna
átomo sólo puede desprender energía por cuantos, sólo puede exis
tir en forma de estados bien estacionarios, bien separados los unos
de los otros. Esta nueva representación del átomo tuvo mucho éxito,
sobre todo cuando Sommerfeld poco después la dotó de una for
mulación matemática más exacta.
Sin embargo, observaciones más profundas y una acumulación
de hechos nuevos pusieron de manifiesto que la teoría cuántica,
en esta forma, no podía explicarlo todo. Mostraba sus limitaciones
porque se había quedado a medio camino. Aunque contradecía a
la física clásica con su idea de discontinuidad, apelaba demasiado
a esta física para su formulación; y con este fin había tenido que
sufrir múltiples correcciones para hacerla entrar en este marco
vetusto, que no había sido hecho para ella. Era preciso considerarla
con una mirada totalmente nueva, es decir, hallar una teoría gene
ral que, aun renovando la física en una perspectiva cuántica, pu
diera. no obstante, dar cuenta de todo lo adquirido anteriormente
por la ciencia.
206
La naturaleza humuuzada
35. A lio asi como una «tadlstica de una corapafiía de secura permite determinar de
antemano el número do accidentes de carretera parí un periodo dado, sin prmender con
ello alcanear el determinismo preciso que «pirque cade accidoite.
207
La naturaleza moderna
d ) INTERPRETACIÓN FILOSÓFICA.
208
Lm naturaleza homimzada
209
La naturaleza moderna
ción cada vez más profunda de la física, hay en primer lugar como
una protesta del físico, una creencia en una realidad que aunque
sea difícil aproximarnos a ella, no por eso hay que dudar de su
objetividad, a pesar y a través de su misterio. Después, conviene
situar bien desde este momento el indeterminismo de la física mo
derno. Sobre todo no habría que ver implicado en él ningún sub
jetivismo o idealismo'10, ni, a riesgo de ingenuidad, ningún «libre
albedrío del electrón» Es esencialmente un indeterminismo de
tipo científico, vinculado al método de la ciencia y no a la estruc
tura de la realidad. Veamos la cosa un poco más detenidamente.
Aunque d problema en sí mismo lo examinaremos más adelante
(parte tercera, cap. vi), importa desde este momento disipar un
grave malentendido proveniente del carácter probabilista de la fí
sica cuántica. El indeterminismo, al cual se refiere, no tiene nada
que ver con cualquier violación del principio de causalidad. Si
tuándose al nivel del ser de las cosas, «la causalidad es una exi
gencia radical de la razón humana que se enfrenta con el mundo
exterior intentando explicarlo» *2. En cuanto tal es de orden dife
rente de la formulación matemática de un vínculo entre los fenóme
nos, expresada por la idea de determinismo (aunque este último
esté filosóficamente fundado sobre la causalidad); porque la ver
dadera causalidad con frecuencia está escondida, escapando a la
observación y a la medida matemática, cuya expresión científica
40 Como tenJieron a hacer algunos hombres Je ciencia ingleses, E ddiní.tos o J lans
41. El indeterminismo cuántico ha sido explotado por algunos espiritualistas para ver
en ¿1 una prueba de libre albedrío en el seno de la materia, prueba que deberia hacer más
explicable el libre albedrío humano. Tal tentativa revela una cierta indigencia filosófica
I.n libertad humana no tiene nada que ver con el dominio infraatómico; su rale está en
otro lugar y escapa a cualquier crítica de orden científico, pues reside en la estructura
misma del espíritu humano, es de orden eminentemente espiritual. El resultado de tal
historia es haber desencadenado una reacción muy viva de los medios materialistas, reac-
ciót. que ha agravado aun más la incomprensión del verdadero espiritualismo, de acuerdo
con ellos en la repulsa de semejante tentativa «El descubrimiento de Heisenberg ha sido
el pretexto para la rebatiAa y el despojo de las pretendidas ruinas de la concepción cien
tfñca del mundo, acusada de haber pecado contra el espiritu Todos los espiritualistas,
que mascaban el freno desde hacia dos o tres generaciones, se han precipitado sobre este
maná celeste» (M. Bo l l . Les quatre faces de la physique*, París 1939, p 242). Es grande,
puts. la responsabilidad de los espiritualistas que se extravian en semejante confusionis
mo Una buena puntúalización la ofrece A. Mcrz, Causalhé identifique et causalité pre•
mitre, «Archives de philoi » 3 (1961) 331. Esta nota está tomada de nuestra obra, /uves-
ligación científica y fe cristiana, Estela, Barcelona, que se puede consultar para una
presentación del problona de la libertad.
42. J Ullmo, o c , p. 163
210
L a n a tu ra leza h o m in iza d a
211
La naturaleza moderna
43 «La idea üe que existen dos estructures en el espacio, independíenles una de otra,
el espacio métrico gravitacional y el espacio electromagnético — observó una vet Bina*
tein —, es intolerable para el espíritu teórico» (L. Ba s n e t t , o .c .. p. 167).
44. Acerca de este importante problema existe una abundante literatura. Un resumen
de la situación puede verse en nuestra obra, Investigación científica , o.c.. cap i. asi
como en el libro de S Lalovp. La ciencia y lo humano. Herder. Barcelona 1^64 Los
212
La naturaleza hominizada
213
La naturaleza moderna
214
La naturaleza homtmzada
215
La naturaleza moderna
47. W. H eisenbfiu . o l p
216
2.° A specto positivo: «hominización» de la naturaleza por la
ciencia.
217
L a naturaleza moderna
49. Extraído de nuestra obra Recherche identifique et fot chrélienne, d 16. Acerca
d:l problema de la relación de la técnica con lo humano, véase F G onseth , De Chumo-
rdsotion dé la techidque, «Dialécticas 10 (1956) 99*112; nuestro artículo L'humanisme au
secourj des technldens (Actes du Congris Guillaume Budé, 1963). «l.es Bellcs-Lettrcn
1964 p. 484-504. la iniciación, muy clara, ofrecida por J. L ai.oui* y J. Nellis , Homtuej >
maquinas, Dinor, San Sebastián, y sobre todo las dos importantes obras de J fclivi. La
tethnique ou i'enjtu du slicle, A Colín. 1954, y (ésta más filosófica) de J. Bhun, Les conqut*
fi’> de i'homme et /a séparation oniologique, P.U.F., 1961, para el aspecto leligioso del proble
ma, %¿ase H QubFFELEc, La technique contre la fo i?, Fayard, 1962; F. Russo, Techitique
et conscience chrétienne. Bonne Preste, 2960, y las obras colectivas: Fol et technique.
Pión. 1960; Essor technique et vie chrétienne, £d. Ouvrifcres, 1960. y La technique et
I'homme («Recherches el débais» n®. 31). Fayard, 1960 Acerca de la historia de la técnica,
véase P. R ousseau, Htsloire des technlques et des Inventions, Fayard, 1956- Dado que la
técnica ha determinado una evolución considerable de la economía moderno, ésta merece
toda la atención del filósofo afanoso de comprender el mundo actual; como primera ini
ciación, léase J. huuRASTií, Le groad espolr du X X t slicle, Gallimtfrd, 1963. Desde la
perspectiva de la rueva civilización, léase la obra colectiva CíW/íuiflon technique et humo-
nisme. Beauchesne, 1%6
218
La naturaleza hominizada
219
La naturaleza moderna
220
La naturaleza hominizada
millones; en el afto 2000 = 6 200 millones, por unto, en esa feche, le pobteción *e hebra
duplicado con crece* en sólo cuarenta aflos Acerca de este problema. véase 1a obra ********
de A Sa c v y . T h é o r it gen éra le de la p o pularion, P .U F .. 1996. 2 vol
53. Recordemos algunas cifras reveladoras del «estrechan!rento* de te tierra coma
úrea de las relaciones humanas: la distancia Parñ-Lyón (470 km por c arm en . 512 por
ferrocarril. 400 por el aire) necesitaba: en la edad media. 9 días de caballo, a i 1648 (al
máximo de rapidct de las diligencias). 75 horas; m nuotros dias. 4 horas por tren y
I hora 10 minutos por el aire. La travesía del océano Atlántico exigió casi do* m eas y
medio a Cristóbal Colón; los veleros del siglo xvtn no empleaban más que un n o ; el
último progreso de la vela a mediados del siglo pasado redujo ene tiempo a te mitad,
el mismo empicado por los primeros navios de vapor; éstos no coplean ya actúahnoite
más que tres días y medio; la miaña distancia es cubierta por los aviones comerciales
i Boeing 707) en seis o siete horas, en espera de que los transpones supersónicos (el Con*
eorde) la redutean a dos horas.
54. En materia de telecomunicación, piénsese solamente en !e extraordinaria acelera
ción de estos medios: en 1803 hicieron falta cuatro día* para que te noticia de te victoria
de Austerlíu fuese conocida en París. Actúa Imane, unos pocas minutos bastan para obte
ner una comunicación telefónica intercontinental; te radiodífusíóo permite al hombre más
aislado estar unido al universo por un simple aparato de transistores; los rápidos progre
sos de la televisión (curevisión y mundovirión). sobre todo por el empleo de satélites,
extiende esa facilidad a ¡a transmisión de te imagen, mediación esencial del contacto
humano. La difusión del libro impreso (libro de bolsillo), de la praua, etc., unhmaiize
la cultura y hace posible a todos la apertura al mundo: la extensión del registro sonoro
sobre microsurcos, o la transmisión radiodifundida en (rameada modulada permite a todos
escuchar a placer las obras musicales del mundo artero, siendo asi que. hace solamente
medio siglo, semejante medio de cultura estaha reservado a una cacan minoría que dis
ponía de tiempo libre y de medios para desplatarse (para asistir a un condeno, por
ejemplo).
221
La naturaleza moderna
222
La naturaleza hominizada
223
La naturaleza moderna
224
La naturaleza homimzada
225
PARTE TERCERA
229
Filosofía actual Je la naturaleza
230
CAPÍTULO QUINTO
231
Filosofía actual de Ia naturaleza
232
U n m u n d o por interrogar
233
Filosofía actual de la naturaleza
234
Un mundo por interrogar
Í. A lituio de ejemplo, citemos el que pone A. ÜuxuYNt fExsm utr Dmm, íkomme
ti l'univ&s, La Colombe, 1957, p. 19): «Un hombre toma un revólver. dispara una bala
y mata a alguien. Para el biólogo, el acto de matar a alguien ae reduce a una serie de
procesos flsicoquímicos que la física y la fisiología se pro pon a» explicar scgfa unas leyes
El acto de disparar una bala tonta el nombre de contracción y de relajación m e n i n a
y se reduce a un gasto de energía. El trayecto de la bala ae calcula según la cantidad de
energía liberada por la explosión de la pólvora La muerte de la victima no o mis que
el trastorno operado por el proyectil en la estructura protoplasmitica. Eso es todo lo
qus el biólogo retiene. Abora bien, el gesto en cuestión tenia un solido, representaba
manifiestamente un valor. Ha podido ser un acto de heroísmo: un anidado que arriesga
su vida para defender a su país. También podía ser únicamente un asesinato cometido
por odio, por codicia o por cobardía. De todo esto, la biología no sabe nada, ignora el
juicio de valor. Sin duda la psicología y la sociología i rúa un poco más lejos y dirán
que, para explicar el acto, hay que tener en cuenta los motivos. pm> otos motiva sólo
son para ellas acontecimientos, hechos objetivos: el valor del motivo, lo que catutítuyi
y fundamenta el heroísmo como valor y la cobardía como no-valor, todo cao. la ciencia
positiva lo ignora... Ni siquiera podría decir que un hombre ha rido victima de un aten
tado. Pues si estas palabras tienen un sentido, significan un doble juicio de valor: hablar
de “victima" ea considerar et total protoplasmático que fue objeto del atentado como al
cuarpo da alguien» como un bien, un valor de él y pura él; y de otra parte, hablar de
atestado es establecer et otro total protoplasmático. el que disparó la bala, como autor
del acto, es decir, como un agente dotado de libertad.*
235
II. LA EXPERIENCIA DEL SENTIDO COMÚN*
236
U n m u n d o p o r interrogar
6. D ado qu« a i * cuestión depende ente todo de le crítica del cooocnntoito. aquí nos
lim itáronos a un breve resumen; para m is d e ta lla , consúltese A V e r n u u x , E p istcm o lo -
f l i f n i r r a / o c ritic a d d c o n o c im ie n to (del mismo c u n o que este libro), H o d er. B ares loo*
1967, tu pana.
7. «La ta s a c ió n es. lia duda, muy diferente de la percepción; pero al pasar de la
una a la otra no se va da la subjetividad a la objetividad, sino más bien de la objetividad
indeterminada de la sensación a la objetividad definida de la percepción. En un primer mo
mento. yo oigo un ruido que llega de fuera. En un segundo m om oito. yo oigo el ruido
determinado que hace el canto de los pájaros* (A. Bukloud, Lo pende conctptudle. Essai
tic p sy x h o lo tle p én d ra le, A lean, p. 254).
237
F ilosofía actual d e la n aturaleza
238
2.° La objetividad de la sensación.
a) EL PERCEPCIONISM O.
239
F ilosofía a ctual d e la na tu ra leza
más o menos perfecta entre los dos (ej., el color rojo existente en
el objeto como yo lo veo), homogeneidad entre la realidad sentida
y la realidad física. Sostuvieron también esta opinión los neoesco-
lásticos del siglo xix (los del siglo xx prácticamente la han aban
donado). No obstante, ha sido recogida en otra forma por algunos
autores m od ernosE sta idea no parece sostenible desde el mo
mento en que hemos sido conscientes de la relatividad parcial que
afecta a nuestras sensaciones (v. p. 140). Sabemos que la sensación
es una reacción fisiológica propia de cada órgano receptor, a par
tir de un estimulo físico, cuyo proceso la ciencia ha revelado,2. Se
gún esta concepción habría univocidad entre la sensación y el ob
jeto real que la causa u.
h ) EL CONCEPCIONISMO.
11. Aunque i menudo tea difícil relacionarlos con esta opinión más que con la tercera.
Véase J. Nooué, E s q u i n e d 'u n s y s té m e d e s q u a tílé s s e n sib le s , P .tf.F ., 1943, que he de*
tendido obstinadamente el carácter irreductible de los datos sensorialei propios (sonido,
color) a otra realidad que les serla heterogénea. En Bergion, Blondel e incluso Husserl
pueden hallarse textos que parecen ir en este sentido (cf. Echa rri , o .c ., p. 82, 85).
12. Por ejemplo, la sensación del rojo que yo siento es el modo propio de mi reac
ción sensorial a una ondulación electromagnética de una frecuencia precisa; y tal o cual
objeto, supuestamente iluminado con lux blanca, me parece rojo porque la estructura
molecular de su superficie absorbe todas las radiaciones luminosas com prendidas en blo
que en la lux blanca, salvo la de la longitud de onda correspondiente al ro jo , que es
entonces la única oí ser difundida; se dice que un cuerpo es negro cuando absorbe todas
las radiaciones, y no devuelve oinguna; blanco, cuando las devuelve todas. Y si tal cuerpo
no es ya iluminado por la luz blanca, sino por una roja, por ejemplo, sólo devolverá ésta,
y entonces parecerá rojo (asi es como en un laboratorio de fotografía iluminado única
mente en rojo, si una hoja de papel blanco lleva inscripciones en rojo, éstas se hacen
iovísibles: sólo devuelven la luz roja que las ilumina, por la misma razón que la hoja
blanca, la cual tampoco tiene más que esta luz por difundir). Compárese esta enseñanza
con la opinión de algunos autores medievales evocada anteriormente, en le n ote 10- Por
tanto, lo que corresponde e le sensación de rojo a une realidad plenamente objetiva que
resulta de la interacción de le luz con le superficie del cuerpo coloreado.
13. A guisa de comparación: en esta opinión en favor de la univocidad entre le sen*
sación y el objeto real, la sensación serla a la realidad lo que un reportaje cinematográ
fico en directo es al acontecimiento que él ha registrado fielmente- lo reconstituye en su
forma visual y sonora, sin interpretación.
240
Un mundo por interrogar
241
Filosofía actual de la naturaleza
C) EL REALISMO MODERADO.
16. Pues si no se quiere caer en el subjetivismo, hay que admitir tal continuidad En
efecto, si la realidad física en si misma ero enteramente de otro orden que la que ñus
el dada por la sensación, no se ve qué garantizaría el paso de la una a la otro y la
correspondencia entre ambas Más adelante veremos que cate mismo problema se plantea
a propósito del conocimiento científico: si la ciencia manifiesta su poder y su eficacia
sobre lo real, es porque alcanza algo de ello a través de sus propias construcciones teóricas
242
Un mundo por interrogar
17. Volviendo a la com paración de la nota 1). en eAa tercera opinión « favor de
un víneulo real pero analógico entre sensación y objeto físico, la rantartón serla una
traducción clara, y por tanto ni reportaje cinematográfico ni mensaje cifrado. Evi¿rara
mente, aquí sólo te trata de comparaciones, que no deben llevarse demasiado lejos.
243
Filos ojia actual de la naturaleza
a) SU CARÁCTER INTERESADO.
244
Un mundo por interrogar
por el saber del sentido común. A este simple nivel, se trata ante
todo de un mundo vivido, sin que esto implique un pragmatismo
que niegue toda objetividad. En efecto, esta adaptación al mundo
so realiza por un verdadero conocimiento, que llega al ser de las
cosas, pero de manera confusa y no desinteresada. No se trata de
la contemplación teórica del mundo hedía a distancia en una espe
cie de perspectiva (la ciencia o la filosofía), sino que se trata de
lo que los fenomenólogos llaman cía preocupación originaria del
mundo». Por otra parte, y en ello radica la importancia de este
conocimiento espontáneo, no puede eliminarse jamás efectivamente;
tiene un carácter radical >■ fundamental (por esto el conocimiento
moral y religioso se interesa directamente por él).
h) im p o r t a n c ia d e lo s fa c to r es no r a c io n a l e s .
245
Filosofía actual de la naturaleza
246
Un mundo por interrogar
a ) ES t N SABER YA ELABORADO.
247
Filosofía actual de la naturaleza
23 A o te rcspei-to. señalemos que la divisa empirista: ver. juzgar, actuar, tan am
pliamente difundida, exige una cuidadosa matjzación. a causa de bu am bigüedad. En efec
to. para ver bien, es ya necesario juzgar en función de una idea, de una doctrina, únicas
cou$ que permiten operar una selección en lo que se presenta a la conciencia; para ver
con perspicacia, es necesario mirar, es decir, afocallzat» el cam po propio d a conciencia,
> poseer ya un saber un poco estructurado; de lo contrario no se va n ada y se pasa con
indiferencia por el lado de lo real velado por las apariencias, o bien sólo se va aquello
que corresponde a un prejuicio inconsciente. Todo conocimiento progresa únicamente por
U utilización y la explotación de un saber transmitido por medio de la educación (de ahí
la importancia de toda formación doctrinal antes de la acción o de la investigación)
Otro tamo se podría decir de la acción: es necesario un m ínimo de experiencia para
obtener una visión objetiva de las cosas. Acerca de este Importante tema, la enseñanza de
la psicología es irreemplazable (cf más adelante, nota 41).
248
Un mundo por interrogar
249
III. EL SABER CIENTIFICO1'
l.° Su originalidad.
250
U n m u n d o p o r in te r r o g a r
27. Acerca de este aspecto cualitativo de h ciencia, véase F. R enoibte, o .c., p. I22ss
«No deja de ser cieno que la ciencia, aunque lo a p r o a todo ca número*. no o exciu-
atvaoMate cuantitativa y matemática, p u s e) estudio físico del mundo material se efectúa
con ayuda de muchos procedímíautos de medida que son cualitativamente diferentes»
(p. 122).
251
2.° La ciencia está condicionada por su método.
252
Un mitiulit pi>r internigar
2. Su contenido intencional.
No obstante, no hay que limitar el método científico a la pura
técnica instrumental y material. Por método operatorio hay que
entender sobre todo una operación del espíritu, una manera de
pensar y de enfocar el acceso a la realidad. El instrumento mate
rial no es más que la expresión de esta intención del espíritu, la
encamación de una idea directriz y de un proyecto interrogador.
Y la idea que preside entonces la construcción y el empleo del
instrumento deriva de la definición operatoria de la ciencia, modo
específico de ponerse en contacto con la naturaleza y de interrogarla.
253
3. Sus ventajas.
Esle método revela inmediatamente sus considerables ventajas
explicando todo el resurgimiento de la ciencia. En primer lugar,
hace posible que la ciencia alcance verdaderamente su ñn, asegu
rándole, en el punto de partida, una real imparcialidad y objetivi■
dad. Con dicho método, la ciencia realiza su ideal: llegar a resul
tados universales y comunicables, cosas todas ellas que la sensa
ción y la percepción no pueden procurar3132. Además, este método
amplía considerablemente la información del hombre acerca del
mundo puesto que el proceso operatorio puede seguir registrando
el fenómeno observado en ámbitos inaccesibles para nuestros sen
tidos, ya que éstos tienen una receptividad limitada (incluso se al
teran irremisiblemente más allá de un determinado nivel de exci
tación)31. Finalmente, esta información instrumental puede revelar
categorías de fenómenos insospechadas, porque no dicen nada a
nuestros sentidos que permanecen totalmente cerrados a ellas (ej.,
el magnetismo, las vibraciones electromagnéticas fuera de las lu
minosas, los ultra-sonidos, etc.). En resumen, la técnica operatoria
no hace más que sustituir nuestros sentidos en la apreciación de
los fenómenos; toma verdaderamente su relevo para prolongarlos
más allá de sus capacidades (microscopio, telescopio) e incluso para
descubrir nuevos ámbitos de la naturaleza, situados fuera de los
31. «Pira comprender mejor que las propiedade! físicas son definidas únicamente por
la descripción de sus procedimientos de medida, se puede imaginar una oposición a pro-
pósito de una propiedad cualquiera. Un interlocutor dice: "Esto está caliente". "Eso es
serde". "Aquel instrumento musical da un ¡a", "La corriente pasa". Otro interlocutor
enuncia proposiciones contradictorias. La sabiduría de las naciones, que desespera de
ponerlos de acuerdo, concluirá: “De fustibus el eoloribus non est disputundum " Pero
c! físico no prestará oídos a la disputa. Abrirá el armoho de los instrumentos y sacorii de ¿I
un termómetro, un espectroscopio, un marcador de presión y un amperímetro Aplimr.i
a los objetos en estudio los procedimientos de medida que definen los propiedades físicas,
y proclamar.!; "17 grados centígrados; ángulo de refracción, 7 grados 25 minutos; 870 vi
bracionea por segundo; 5 amperios." Y nadie discutirá ya Si se toca en lo misma sala
fri'i un trozo de madera y después un trozo de hierro, el segundo da una sensación de
más frío que el primero. El termómetro muestra que ambos tienen lu misma tempera
tura. Un estudiante interesado por la lección del día o recién despertedo de una modorra
exclama: ",Qué corta ha sido hoy le clase!" Otro, cansado o aburrido, suspira: "Qué larga!"
El físko correcto mira discretamente su reloj y zanja la cuestión: "Han pasado treinta y
cinco minutos."» (F. RtNnifm, o c., p. 120).
32. Por eso, desde el punto de vista sensorial, hablar de una temperatura de 500
grados o de L500 no tiene ningún significado: en uno y otro caso, mi receptor sensorial
se achicharrarla sin matiz, apreciohle para ¿I.
254
Un mundo por interrogar
255
Filosofía actual Je la naturaleza
256
1. La m edida de una relación.
257
Filosofía actual Je la naturaleza
J ) LA ESCALA OPERATORIA.
258
L'n mundo por interrogar
38 Señalemos ijue los instrumentos que detectan los < a¿anw > de la escala micro*
física lo hacen por sus manifestaciones a escala macrofísica. efectos que ellos reciaran
(ejemplo: el contador de Geiser o el detector de partículas no hace oir o ver el Impacto
de una partícula elancntal, sino la perturbación que ésta provoca en un medio manoseó»
pico bien conocido (por ejemplo, la formación de tontos de agua, en forma de tnyeaoría.
en un recinto en el que se dan las condiciona físicas que permiten su formadón). Por
eso. muchos a u to ra estiman que pretender «fotografiar loa Atomos» a un ón»catido que
«buse de la credulidad de la gente; «miremos con más detenimiento el método de medida
que el físico utiliza en la práctica, en el dominio microscópico» atómico o molecular. El
resultado de una medida de tal naturaleza seré siempre macroscópico: td , d daplaza
miento de una aguja, el enrarecim iento de una placa fotográfica, etc. A veces se está
temado s desatender a t e hecho, que mn embargo a capitel: tal o cual sondeo de un
Alomo por medio de clectrona refractados no a ana experiencia, sino un te a it p o Hgedo
a otros conceptos» (W.-M. Elsasser. L a mesura cr la rdaflf# m m iouéqut (Manrique,
en U obra colectiva: Loáis 4o ¿rogó*. physicitñ er pen sar. A. Michel. 1933. p. 93).
259
e) LAS t e o r ía s c i e n t í f i c a s .
260
Un mundo por interrogar
42. Aceres de cala Matea, «daie: 2. Dora, L e ra » ée lattque torm tllr . Levanta, 1990.
3 vol.; D. D uiarle. In trta tio n A la to g lq u * . Gauthiere-VflUfg, 1957; y i c o t i del problema
preciso que u aborde aquí, la importante obra de M.-L. R o e n , lefifiM e t M itatogiqm a,
tssa l sur la struetsme e t le s fo n d tm e m s 4 * lo pensé* to g iq u e. Viuc. 1957.
261
Filosofía actual Je la naturaleza
a) im p o r t a n c ia del problem a.
43. Los últimos adoradores del m ito anilarístotéllco se hollon sobre iodo entre los
filósofos que se fien quedado aparte de la historia de las elencías. Acerca de esta cuestión,
véase p. 131.
44. P or consiguiente, queda por profundlxar la doctrina dentro del m arco J e la ana
logía que determina la comprensión de las categorías predicamemales; véase anterior
mente. p. 31o.
43. Acerca de este problema, véase sobre todo la bibliografía de Ib nota 26
262
Un mundo por interrogar
263
Filosofía actual de la naturaleza
b) ESTADO DE LA CUESTIÓN.
4N. « to s defoisorn «Je cada opinión hocen protestos, entonces, de un realismo que le*
nt«§a su adversario* M -A To n n iu t . La part d ’fdéalhmr danx la physiqur caniempo-
tatne. «Revue de Métaphy>ique et de Morate» 1962. p 167 (todo el núm ero de esta re
sista está dedicado al Coloquio de filosofía de la física, octubre de 1961)
264
U n m u n d o p o r interrogar
265
Filosofía actual Je la naturaleza
266
c) S O L U C IO N E S D IV E R G E N T E S .
1. El positivismo científico.
Las dificultades con que tropezó el positivismo a principios
del siglo xx (véase capítulo precedente, p. I82s), en sus diversas
formas (empirocriticismo de Mach, convencionalismo de Poincaré.
formalismo de Duhem, le llevaron a buscar nuevas fórmulas con
las que expresar su reacción contra toda tendencia realista (el
«reísmo» cientíñco) que «cosiñque» los entes de razón formados
por la reflexión científica (onda, átomo, corpúsculo, etc.). La idea
general subyacente a las formas actuales de este neo-positivismo
(que puede ser llamado positivismo racionalista) es limitar lo real
a lo que es solamente accesible a los sentidos. Por tanto, todo lo
que la ciencia alcanza y que escapa a los sentidos es considerado
más o menos como puramente racional, sin correspondencia a una
realidad oculta extramental. En suma: el fenómeno observado
no designaría otra realidad, sería lo único real.
Sólo cuando se trata de precisar en qué consiste ese elemento
racional y teórico de la ciencia es cuando varían las explicacio
nes. Para unos, es una entidad puramente matemática: para
otros, será de orden lógico, de orden lingüístico (semántico), o
convenio cómodo, etc. Sin embargo, todos reconocen la gran uti
lidad de esas entidades (pues por ellas progresa la ciencia). Ellas
son esencialmente instrumentos para estructurar los hechos cono
cidos y prever otros nuevos. En suma: habría heterogeneidad
absoluta entre los fenómenos reales y esas entidades teóricas y
racionales: éstas últimas no son algo real nuevo, otro mundo de
realidades, sino un mero medio (mental) de conocer lo único real,
que es el fenómeno observado. Advirtamos en seguida la debili
dad de esta explicación: en el fondo, ella deja intacta la cuestión
de saber por qué esas construcciones del espíritu corresponden
tan exactamente a lo real, por el hecho de que se verifican en lo
real y son capaces de transformarlo y de descubrir otros hechos.
Por otra parte, la dificultad para explicar el papel de esas
construcciones teóricas de la ciencia en el descubrimiento de nue
vos fenómenos es lo que ha dado origen a las tendencias siguien-
267
Filosofía actual de la naturaleza
53. Como hace por ejemplo N. Bohr en su célebre frase: «Es la observación la que
crer. la magnitud». interpretación contra la cual se han alu d o Einsteín, Schrddinger, o
L de BrogKc. que recordaba: «En realidad, los medios de observación, los Instrumentos
de medida a incluso los órganos de nuestros sentidos pertenecen evidentemente al orden
objetivo, y el hecho de que en la física microscópica no se puedan ya desatender sus
reacciones sobre las porciones del mundo exterior que queremos estudiar, no puede, de
ninguna manera, abolir, ni siquiera atenuar, la distinción tradicional de lo objetivo y de lo
subjetivos IMatlere tt Lamiere, A. Michel, 1937, p. 280).
Acerca del positivismo del Circulo de Vicna. véase p. 181s, y para su crítica cf B Ha-
wnk. Conquétet tt problimiei de la scienee contemparaine, £d. de la Baconniére. 1948!
t. r, S Bretón, hituaiion de la philosophie eontemporaine, Vine, 1959, p. 32ss; y sobre
todo J LadriEre, Athélsme et néopositMsme, «Revue des quest, scientlf.a 1964, p 479-
500. En Francia, el principal representante del neopoiitivismo de Viena es L. RouQu.a
fTtailé de la eonnoioance, 1955).
Acerca del operacionalismo véase J U llm o , o .c , p. IBsi; y sobre todo, acerca de
ios límites y los p á tic o de las definiciones operatorias, véase L. B rillouin . Vlet matitre
ei ohsrrvation, A. Michel, 1959 (obra muy clara).
54. Véase p. 251
35. Algo así como el proyector luminoso que, horadando la noche, hace surgir de la
oscuridad el objeto buscado; no lo creí, en el sentido objetivo de la.palabra, sino que
|m manifiesta
268
U n m u n d o p o r interrogar
2. El realismo científico.
Al contrario de estas tendencias, que conceden una importan
cia presumiblemente excesiva al poder constructor del espíritu en
la aparición de los entes científicos, y que. por lo mismo, pare
cen prestarse demasiado fácilmente a una explotación idealista,
todo un grupo de hombres de ciencia profesa un realismo cien
tífico bien caracterizado. Éstos estiman, en efecto, que el pro
ducto de la reflexión científica corresponde a un orden de reali
dades extramentales, las cuales, sin embargo, no son representa-
bles imaginativamente, como lo son las señalables en nuestra
escala (y en eso es en lo que este realismo se distingue del rea
lismo vulgar). Se trata, pues, de un mundo de realidad que existe
en sí y no solamente en el espíritu, pero según un modo diferente
del alcanzado por nuestros sentidos. Para esta forma de pensar,
no habría heterogeneidad absoluta entre esas entidades racionales
y los fenómenos sensibles (lo dado real); ellas constituyen un
orden de realidades encubiertas (parámetros ocultos). Estos dos
órdenes de realidades están unidos entre ellos por un vínculo
acerca de cuya naturaleza hay divergencias de opinión.
Teniendo en cuenta estos matices, es posible agrupar bajo esta
tendencia realista a hombres de ciencia como Einstein y Louis de
Broglie9, seguidos de un grupo de físicos franceses, y a la mayoría
de los hombres de ciencia marxistasn, así como, por otra parte,
a la mayoría de los filósofos neoscolásticos hasta fecha reciente9.*578
56 Este eminente hombre de a e ic u he vuelto sobre su primer* pooáón (véase
p. 198*); cf. NouveUes perspectivas en micro physiqut, A- Mtchei, 1956; to s e también
J,-P. Vionit, Structure des ntícro-ohffts dans rinterprétation ensate de la théarie des
quanta, Gauihien-Villars, 1956.
57. Véase E. Schatzman, La batatile des idém en Physiqve, cLa P a u to 1954. p. 41-50;
y su* principales reproentantes en V. T onini. NouveUes rendantes rdoksta daos i’/nterpeé-
lation des théories physiques modernas, «Revue de Métaphyi. a de M oral» 1962. p. 152-162.
58. La actitud da éstos no es 0 1 lí una repetición del realismo medieval (visto d
cambio da problanálica), sino que a menudo ha toado dictada por el deseo de evitar
todo IdmUcmo. La solución dada en la tercera opinión, por otra pane prónma e Ib da
Maritain, es también consdoite de o te aspecto del problema.
269
3. El empirismo racional.
Con este apelativo se puede designar la posición central hacia
la que parecen orientarse muchos autores actuales que vacilan
entre las dos tendencias precedentes (aunque, por otra parte, algu
nos de ellos parecen acercarse más a una o a otra). Esta posición
es la que -.^optamos aquí, siguiendo a varios neoscolásticos mo
dernos, principalmente a J. Echarri (vérse nota 68). Esta solución
central afirma netamente que, de un lado, no quiere limitar el
elemento racional y teórico de la ciencia a ser sólo algo pura
mente racional (pura construcción del espíritu). Pero, y en esto
se distingue de las tendencias precedentes, ese elemento racional
no representa una realidad nueva diferente de lo dado real expe
rimental. De una parte, no es otro mundo especial de realidades
ocultas extramentales (contra la segunda opinión); de la otra parte,
no es una pura construcción subjetiva del espíritu (contra la pri
mera opinión). Es otra forma (mental, intencional) de lo real
experimental, estrechamente dependiente de ello. En suma: esas
entidades racionales nacen del diálogo entre la experiencia y la
razón, diálogo cuya unidad dinámica asegura la unidad de lo
real y la teoría, y que siempre queda abierto y es revisable según
unas reglas no arbitrarias.
Esta interpretación dialécica está representada principalmente
por la corriente de ideas debida a la iniciativa de F. Gonseth y
cuya expresión es la revista «Dialéctica» Muchos autores actua
les están relacionados con ella, más o menos expresamente y con39
39. El principio de a t a dialéctica puede ser resumido asi (según F. G oN Stru); «La
actividad cioitífica rcaJ sugiere un priocipio de dualidad, según el cual:
m J el diálogo del experimental y del teórico no se deja reducir totalm ente a un m o
nólogo. ni en un sentido ni en otro;
»b) el diálogo no se establece a u ro un "puro experim entar' y un "p u ro teórico", imu
aitre un experimental y un teórico que están ambos (y uno en relación ai otro) en estado de
evolución especificante» (testo inédito, reproducido por J. Echa rri , o c-, p. 130). Véase
también la compilación citada anteriormente (nota 26). Phttosophie néoxcoíastique el phi•
tosophie ouvertt.
Se ha aculado a la dialéctica de F G onseth de insistir demasiado en los aspectos pro
visionales a Inestables de la ciencia (• causa do su concapción del cometido de las ma
temáticas); véase por ejemplo G. Bouliqano y J. D esguances, Le déetln des absolus rrwi-
thémarteodogiques, Sedes, 1949. p. 123*141; en cualquier caso, esa acusación no afecta
al problema que tratamos aquí, dentro del significado general de la solución que hemos
propuesto
270
U n m u n d o p o r in te r r o g a r
60 Véase de él. sobre iodo. La phllosophie do non Essei / itw philosoyhú rf*un
nouvei esprit identifique. P U F . , 1940, a s i como L'oetivisi núamnHne de J a
conttmporaine, P.U.F..195I.
61. J.-L. D estouches. Physiqur modonte a Ehüosophie, Hermann. 1939: O C osta m
Beauaecaro, La rdativiié en nderophysiqm. «Archiva de Philae.» 1956. p. 25*35: «Re*
piobaraos compleumcnie el subjetivismo metaíisico que muchos h u creído deber dedu*
d r de Ia teoría de Bohr. r~nn islnuniii probabilma. la mccAoka ondulatoria o igual-
mente (a nuestro cntaidcr) oaicialmeote objetiva, como por ejemplo la teoría del barajado
do las cartas... Pero, ¿qué a , en esta perspectiva, un corpúsculo? Fenotnmolóficamemc
hablando, nada obliga a imaginar que d corpfacuto sea alguna entidad, una egwtle de
punto **cn ti" , y "oculto** en alpina parte de la ooda. Si una panícula a, un eleetvta
o un fotón, por ejemplo, a registrado sn forma de ponto por su impacto sobre una placa
fotográfica , o por su trayectoria en la "cimera de Wiboo*\ lógicamente m puede so*
tener que ese carácter víate Impútelo únicamente por la natuimlem del dispositivo
que a del tipo '‘mosaico de células in d ep en d ien tes” Según ceta visión, el cotpúflculo no
praexilte «n tm n to la/ en la onda más de lo que pw orine la gnu « i atonto tal m tí
euenlagotaa» (p. 31*32); o ta articulo o p o n e muy claramente d problema.
62. Por ejemplo. R. Veanaux. Filosofía del hombre. Herder. Barcelona *1971, capi
tulo xtm.
271
Filosofía actual Je la naturaleza
272
Un mundn por interrogar
273
Filosofía actual Je la naturaleza
274
4. Sin emburgo, e! ente científico tiene un cierto valor óntico,
pues está fundado en lo real.
No parece, por tanto, fuera de lugar apelar a la doctrina tra
dicional del ente de razón para designar la naturaleza de los en
tes científicos65. El ente de razón no existe objetivamente sino en
el espíritu (existencia intencional), pero puede tener un funda
mento real (si no lo tiene, es una pura quimera, obra de la ima
ginación creadora): decir que tiene un fundamento en la realidad
significa que resulta del conocimiento de una cosa real, la cual
es el fundamento del mismo; en consecuencia, proviene de una
reflexión del espíritu sobre algo dado real. El hecho de que nos
veamos obligados a formar tales seres en nuestro pensamiento es
señal de nuestra incapacidad para agotar toda la verdad de una
cosa; de ahí el empleo de esta vía indirecta de conocimiento.
Pues bien, eso es justamente lo que sucede en este caso: los
entes científicos, incluso producidos por el espíritu, tienen algo
real que es el dato experimental entregado por la técnica opera
toria: la función de los mismos es dar un sentido a esa medida,
no para alcanzar por medio de ella una realidad de otro orden,
sino para comprender y expresar mejor las propiedades reales
de lo dado, en una estructura racional. Ciertamente que la ver
dad alcanzada en la formación del ente científico es de orden
lógico y por tanto imperfecta, pero gracias a ella, el vínculo esta
blecido por la técnica operatoria y la medida (p. 253s) garantiza
la eficacia de esa verdad lógica (de relación). Y cuando se sabe
que toda la lógica propia de la ciencia moderna es una lógica
relacional (cf. p. 261). se comprende el interés de esta doctrina
por expresar la naturaleza del ente científico, que es esencial
mente un ente que expresa una relación. En suma: el funda
mento del ente científico es real, pues éste último permite prever
otros fenómenos, hacer otros descubrimientos (o simplemente ha
cer estallar una bomba atómica).
65. Acere» de ceta doctrina, véase por ejemplo J G hedt. E le m tiu a philosophiar aris-
totHictbthomisrtcoe, Herder. 1962. t. t. n .• 95 (con te sta). Anotemos que SuKk b ba ado
tuto de loo escolásticos que más ampliamente h a desarrollado esta doctrina (DUjmaulona
metaphyslcae, n.® 54).
275
Filosofía actual de la naturaleza
66 «Esus repracmauonci (los entes científicas) no son más ouc un apoyo mental, una
herramienta de pensamiento, un término medio instrumenta! del que podemos deducir,
sobre ta base de los resultados experimentales..., una estimación razonable del valor de k»
resultados que nos serán dados por las nuevas experiencias que proyectamos» (E. Schrü-
iu n g e r . ScUner tt Iwmantsme. Desclée de Brouwer, 1954, p. 46j.
67. Véase p. 11U
68. Lo hemos hecho inspirándonos en la detallada y critica caposición de J Eciiarri.
Phüosophía m iu te/uibilis, Herder, 1959, p. 99*159, obra a la que habrá que remitirse
para un estudio más profundo (con bibliografía internacional)
276
Un m undo por interrogar
277
hlosufía actual de la naturaleza
278
Un mundo por interrogar
69. Entre los pensadores actuales, aparte de los científicos prootamouc dichos, es
significativo comprobar que son los representantes de la psicología fonética tas que has
planteado correctamente d problema, fuera de toda perspectiva dualista (en aottido car
tesiano). Así. J. P ia g e t . para quien lo real es pensable o virtud de ua (a ro to e o de
hecho entre el espíritu y d uoiverso material. Esta posición es en n más sana, ya que
evita cualquier prejuicio, aunque después haga falta precisar la natura teta de me paren
tesco para explicar lo que distingue, a pesar de todo, d espíritu de la mataría, mostrando
que la heterogeneidad de ambos no dotniye su posibilidad de corapondaicia y de
adecuación En el capítulo siguiente veremos que no hav m is que una aohición para
n o : explotar la intuición básica de la doctrina hilamórfica de Aristóteles, ftaribilícar las
categorías de ésta haciéndolas capaces de ser aplicadas al nuevo problema susatado por
la ¡ntdigibilidad científica.
Para comprender d epíritu positivista y m prttri de quiotes ven es el hecho momo
de la inteligibilidad de la naturaleta una especie de acándalo o por k> menos de con*
tradicción. se puede evocar la comparación siguioite: antes de entrar oí relación con
una persona extrafla a mi mundo (pala o medio), si o to y de antemano absolutamente
persuadido de que no comprenderé nada de su lenguaje o de sus necesidada (por un
prejuicio racista, por ejemplo), y si compruebo que de hecho comprendo muy trien
a esa persona, ello Uabrá de partearme extraño; si, pese a todo, sigo en mi prejuicio.
Intentará explicarlo diciendo que me ilusiono y que proyecto mi deseo de diálogo sobre
lo que creo comprender de mi Interlocutor (reacción Idealista); o bien, símplonente.
declarará que el hecho a en verdad Inexplicable y misterioso (reacción positivista) En
cambio, sin ese prejuicio, yo tratarla simplemente de buscar el demento común a ire
nosotros que hace posible el Intercambio y la comunicación
279
Filosofía actual de la naturaleza
280
U n m u n d o p o r in te r r o g a r
281
Filosofía actual de la naturaleza
282
Un mundo por interrogar
71. Un» comparación puede ayudar a comprender que lo real pueda eer objeto de
varía* «visiones» diferente*: un mismo paisaje puede w observado a la h a visible, y
también puede ser fotografiado aobre una emulsión sensible a la lúe infrarroja, que
dará una visión del m im o oiterauraite distinta.
283
b) LA C1LNC1A ESTÁ CONDICIONADA POR SU P U N TO D E P A R T ID A .
284
Un mundo por interrogar
285
Filosofía actual de la naturaleza
286
1." ¿Filosofía o metafísica?
a) CAMBIO DE PROBLEMÁTICA.
76. c L a filo so fía la A rica c o n iu de ira penes, a eabcr: la s m atem áticas, la Hatea j
I» teoktpia, que es la filo a o fla p rim eras (C om m uno d t jo m e T e in d i iabre te « M ó fla o s.
vi. n.< 1166).
287
Filosofía actual Je la naturaleza
288
U n m u n d o p o r interrogar
C) I OS GRADOS DE ABSTRACCIÓN.
289
Filosofía actual de la naturaleza
¡90
U n m u n d o p o r interrogar
R e c o r d e m o s a q u i, s im p le m e n te , a lg u n a s c a r a c te rís tic a s d e l s a
b e r m e t a f í s i c o , c o n e l f in d e d i s t i n g u i r m e j o r s u g r a d o d e in te lig i
b i l i d a d f r e n t e a l d e la c i e n c i a , r e s u m i d o a n t e r i o r m e n t e , r e m i t i e n d o
a lo s d o s c a p ítu lo s s ig u ie n te s , q u e p r o p o r c io n a r á n e je m p lo s d e a p li
c a c ió n d e l m i s m o a l e s t u d i o d e l s e r c o r p o r a l .
La n o c ió n a r is to té lic a de m e ta fís ic a ha p o d id o s e r d e f in id a
com o la ciencia de todas las cosas de la realidad entera sin ningún
limite c o n c e p c i ó n q u e h a s i d o r e c o g i d a p o r m u c h o s f iló s o f o s m o
d e r n o s ; a s í H e i d e g g e r , p a r a q u i e n l o p r o p i o d e l a f ilo s o f ía e s la
291
F ilo so fía a c tu a l d e la n a tu ra le z a
292
L'n mundo por interrogar
86. «Toda cuestión relativa a algo particular que es, de derecho, una cuestión re*
lativa al total, a lo que es en cuanto que es en su ser y al sentido de su ser. Toda
cuestión es. pues, en virtud de sus conexiones y de su margen de implícito, una cuotióo
metafísica. Se puede explicar esta situación de una manera menos abstracta. El hombre
de ciencia no es, pese a su espccialuaeión, victima de las limitaciones que se Impone,
al recortar, por afán metodológico, en el campo de los posibles que te of recoi a tu
consideración, el jardín que ¿I pretende cultivar. Toda limitación ae fundí en un horizonte
da ilimitación, y toda determinación metodológica o , en un soiüdo. una limitación
De ahi un sentido de trascendencia que habita en d hombre de deuda, y que le Impulsa,
a pesar suyo, a melóse en d terreno ajeno.. ¿Acato d metafísico no ha de ser pred-
sánente quien temático lo que a vivido simplemente por d hombre de dencia y por
el hoapbre sencillo, quien eapHcite, en una problemática sin reserves, o e sottído de
trasccndoide inmanente a toda cuestión humaos, quiero decir: planteada por el hombre
y no necseriamente acerca del hombre?» (S. Barren, Essai á'yne pMnominotogie de
ftiritenr* el das altitutlis métaphysiqms, «Archlvio di filosofia» Padua 1937, p. 14-83).
87- A. de Waelhws . prólogo a La structurt áu componcmtnt de Maleau-Ponty,
293
Filosofía actual de la naturaleza
294
Un mundo por interrogar
295
Filosofía actual de la naturaleza
296
L'n mundo por interrogar
91. I C M tv A u m . o c . p 42
297
Filosofía actual de la naturaleza
298
CAPITULO SEXTO
299
Filosofía actual de la naturaleza
300
U n m u n d o po r co m p re n d a
301
Filosujia actual de la naturaleza
302
L'n mundo por comprender
303
Filosofía actual de la naturaleza
1° Formas y estructuras.
304
u) LA NATURALEZA APARECE SIEMPRE EN FORMAS DIFERENCIADAS t
UNIVERSALES.
305
Filosofía actual de la naturaleza
306
1. Los estructuras sensibles.
Pero, sobre todo, la objetividad de tales estructuras es un
dato inmediato de la experiencia a lodos sus niveles. Al nivel pu
ramente sensorial, antes de toda elaboración, lo real viene a nos
otros con su infinita variedad, revelada por la mayor o menor sen
sibilidad de nuestros receptores sensoriales. Pues nuestros órga
nos de los sentidos son primeramente receptores, centros de acogida
por los que el mundo entra en nosotros, ciertamente según el modo
propio de nuestra receptibilidad, pero nos penetra igualmente.
Anteriormente (p. 241s) hemos visto que reina una profunda conti
nuidad entre el estimulo físico externo y las terminaciones nervio
sas de nuestros sentidos; es lo mismo real lo que se halla, aunque
en otra forma (una traducción analógica), en los dos extremos de
esa continuidad (en la cual el medio ambiente, electromagnético o
mecánico, se integra en el cometido del transmisor). En este es
tadio. lo animal alcanza también esas estructuras en la materialidad
de las mismas (es capaz de diferenciarlas según unas normas bien
precisadas por la psicología animal; algunos animales incluso son
capaces de «reconocer» unas formas geométricas simples, siem
pre que estén ligadas a un reflejo condicionado). Todos nuestros
registros sensoriales, en estado de vigilia, nos prodigan y nos
transmiten esos mensajes del mundo que llamamos colores, olores,
sonidos, etc. — y a través de ellos formas geométricas o dinámi
cas— y que corresponden a otras tantas realidades diferenciadas
y objetivas, que se imponen a nosotros porque incluso violentan
algunas veces nuestra nostalgia de silencio o de paz.
307
Filosofía actual de la naturaleza
308
Un mundo por comprender
7. Véase lo que hemos dicho anteriormente a propósito del prejuicio dualista, p 278.
309
Filosofía actual de la naturaleza
310
Un mundo por comprender
311
Filosofía actual de la naturaleza
312
Un mundo por comprender
313
Filosofía actual de la naturaleza
314
Un mundo por comprender
315
Filosofía actual de la naturaleza
14, L -B. Gcénamd oí!» Lalrierv La subsiance sensible, n. «Angelicum» 1962, p Avl
que hace también la justa observación siguiente: «¿Por qué los tradicionalistas del ser
en cuanto ser se muestran de hecho o excesivamente tímidos o excesivamente aiiJaco1
O bien no se atreven más que verbalmente, y no eficazmente, a extender lo analogii dfl
ser a las entidades que la ciencia define con precisión, o bien, vi lo hacen, caen a menudo
en un inadmisible concordismo » Ip 386), y también: «el error de principio Irrcnu
diable. y harto observado, es sustituir la unidad real propia del ser por unn tmtJaJ cier
tamente m is concebible, pero reconstruida por el espíritu: esta unidad consiste en u
identificación de los dos modos que objetivamente son distintos, lo cual desemboca de
hecho en la eliminación de unn de ellos v por tanto en la mutilación del otro» fp ,')l>
316
Un mundo por comprender
15. Por esto mismo motivo, hibría concordismo si. como k está tentado i hacer, se
peni*» que la moderna MVctca relictonal de la ciencia debía eliminar el valor de la tó
pica predicativa de Aristóteles: una y otra coociernen. 01 efecto, respectivamente, a dos
campos distintos. Tal es el fondo del debate que ha opuesto a A DaaaoN (Lo phito-
sophie des mathémaUques, P U F . 1949) y a B. Russlll (Introduetion á ¡o phüosophle des
mathémartques, 1919. reed 1961. P U F ) (véase nota 47).
317
Filosofía actual de la naturaleza
318
Un mundo por comprender
319
3.° La encarnación individual de las formas y estructuras.
la masa del núcleo (número de masa) es, por tamo, la suma de la de protones y neutro
nes. Como las propiedades químicas de un cuerpo son función del número de electrones
(o de protones), si sólo vería el número de neutrones nos hallamos onte unos isótopos
del mismo cuerpo (ejemplo, el agua pesada). El núcleo más grande, el del uranio, tiene
un diámetro próximo a las S00 milmillonésimas de milímetro. En cuanto a las nubes de
electrones periféricos, cada uno de ellos se caracteriza por su número cuántico, que de
signa el nivel de energía sobre el cual ¿I gravita (de 1 a 7). nivel que no puede acepta;
más que un número determinado de electrones (partiendo del núcleo, 2, 8, 18. 32. 30, 72.
98); de hecho, como no se conocen átomos que tengan en total más de 102 electrones,
los niveles superiores no están saturados, y por lo tamo pueden perder o adquirir elec
trones ajenos para tener saturada su última capa; entonces, el átomo que ya no tiene su
número normal de electrones pierde su neutralidad eléctrica, se convierte en un lón ti
diámetro de las nubes electrónicas varia de 1 a 3 diczmiUonésimas de milímetro, y por
tanto es 10.000 veces mayor que el del núcleo. A guisa de comparación, si represéntame*
el núcleo por una bola de 10 cm de diámetro, los electrones periféricos representados por
pequeñas canicas gravitarían a un km. El átomo tiene, pues, una estructura esencial
abierto; la materia, en el sentido vulgar de la palabra, aun la más denso, comprende,
por unto, infinitamente más wcio que lleno; sólo las fuerzas de interacción en el seno
del átomo la hacen impenetrable.. Aparte de estas partículas fundamentales, otras cuya
lina se alarga incesantemente (más de una treintena) tienen salvo el tieutrino, una exis
tencia mucho más efímera (inferior a la millonésima de segundo),y aparecen en el curso
«le colisiones de las anteriores tmesones, hiperones, piones, etc.). Finalmente, a cada par
tícula corresponde unn antipartícula (antiprotón, electrón positivo, etc.) que tiene propie
dades inversas, y de ahí la hipótesis de una materia (amimalerin) opuesta a la nuestra y
cuyas manifestaciones serían esas panículas. Huelga recordar que toda representación en
imágenes del mundo de las partículas es inútil t imposible Las partículas son esencial
mente entes científicos, soportes de relaciones matemáticas; todo lo más, cabe represen
térselas como «condensaciones» del espacio, como «distorsiones» de las líneas de universo
que constituyen el espacio, como «discontinuidades» de campos, etc.
b) En cuanto a la energía, en el sentido técnico de la palabra, no es una realidad
en si, sino una propiedad de una substancia que es fuente de ella. Desde el punto Oc
vista teórico, la energía designa ame todo una función métrica de ciertas magnitudes,
una de las cuales, al menos, es variable; por ejemplo, de la masa y de la velocidad
(energía cinética, que de hecho sirve de energía de referencia, ya que todas las demás
íonnas pueden ser convertibles en ella). La energia en cuanto ente científico es, pues
también, un ente de razón fundado en lo real. Tomemos un ejemplo del dominio del
campo electromagnético: en éste, la energía se distribuye según une gama extraordinaria'
mente extensa: partiendo de los longitudes de onda más cortas hallamos los rayos c6smi<
eos (diexmilmillonésimas de mm), y después loe rayos gamma, los rayos X. los ultravio
leta, y luego la pequefta gann de la luz visible (entre 0,4 y 0,8 milésimas de mm), lot
infrarrojos, y las cridas hert/.ianas. que van del radar hasta las grandes ondas (es decir,
del orden del mm a 10 km)
320
Un mundo por comprender
321
Filosofía actual de la naturaleza
b) ESTA C O M P O S IC IÓ N ES DEL T IP O P O T E N C IA -A C T O .
322
U n m u n d o p o r co m p ren d er
323
Filosofía actual de la naturaleza
324
1. La materia (prima), principio de individuación.
La base elegida como punto de partida de nuestra reflexión
es la más amplia posible, coextensiva a todo lo que es material
y sensible (discernible y localizable por los sentidos o por un
instrumento de medida que los prolongue). Por consiguiente, el
principio potencial descubierto, que da cuenta de la individuación
de las estructuras generales, es, de hecho, también universal; y
por lo tanto, siendo subyacente a todas las determinaciones espe
cíficas posibles, no comporta ninguna de éstas por si mismo; no
tiene estructura propia; en consecuencia, es llamado tpura poten
cia» en relación a todas las formas susceptibles de ser los «actos»
de esa potencia. Sólo puede existir en una forma o en otra; por
eso no puede ser una realidad autónoma; es el ser en el grado más
ínfimo de consistencia, situado por .Aristóteles entre la nada pura
(no-ser) y el ser real, determinado; es el ser en potencia. En suma:
su cometido es únicamente hacer individuales todas las determina
ciones específicas, sin proporcionar ninguna él mismo. A propó
sito del problema de la substancia, veremos que toda determi
nación formal, basada en tal potencialidad radical, no es otra cosa
que lo que la tradición tomista llama substancia, muy diferente
de la caricatura que los tiempos modernos han dado de ella para
rechazar la idea de la misma (veremos que, entendida correcta
mente, esta idea está al abrigo de cualquier arremetida).
La materia asi entendida, que no tiene nada que ver con lo
que el lenguaje corriente llama con ese mismo nombre, debe ser
llamada materia prima, en cuanto potencialidad abierta a toda
determinación. En cambio, esa materia, «actuada» por una forma,
da un cuerpo individual de tal o cual especie particular (la pala
bra especie es tomada aquí no en el sentido de especie viviente,
sino en el sentido de determinación formal). Semejante ser indi
vidual, que tiene una consistencia y un contenido real, ontológico.
es entonces la sede de otras determinaciones, accidentales éstas,
que pueden variar en ciertos limites (ejemplos: color, dureza,
temperatura, etc.) sin que ese ser pierda su individualidad y su
significado; frente a tales determinaciones accidentales, un cuerpo
ya bien especificado es llamado materia segunda, pues ante ellas
325
Filosofía actual de la naturaleza
326
Un mundo por comprender
327
Filosofía actual de la naturaleza
328
Un mundu por comprender
329
Filosofía actual de la naturaleza
APARIENCIAS.
330
Un m undo por comprender
h) I A S I U S T A N C IA ES UNA R E A L ID A D A N A L Ó G IC A .
331
c) LA SUBSTANCIA NO ES NECESARIAMENTE SUBSTRATO NI PER
MANENCIA.
23. «Puesto que todo lo material es cambiante, el cambio es el sujeto «Je la litn«oiu
naiurnl* (Santo T omás. C o m en ta rio d e la Física, t. lección 1).
24. «Rechazo un yo cosa, es decir, un vo inmóvil, y de un modo general una *tihv
332
(1) LA SUBSTANCIA QUE LA CIENCIA MODERNA RECHAZA NO ES MÁS
QUE UNA CARICATURA DE LA VERDADERA NOCIÓN DE SUBSTANCIA.
333
Filosofía actual de la naturaleza
334
U n m u n d o por com prender
25. Mem/Moa de A ju ctó tv les , v ii , 1-5, y el Cammtario de tanto TbM¿s. rtt. lec
ción 1, y Corara g m i.t i, 25 (u ta ta n d a : eptlmum ana et ota abnpUdtan). Sdbtanoa
que m o de loa pcnaedorca moderaos Que b Ai ampliamente ha analizado la Bodón de
■ n h fi « p r l» (* p U D K D lld O p ró tim n §| da AfiftÓtaltt) fifi N. HáRTUANN,
335
Filosofía actual de la naturaleza
336
b ) SUBSTANCIA Y FENÓMENO F ÍS IC O ’ 7.
337
Filosofía actual tle la naturaleza
338
Un m undo p<jr comprender
339
Filosofía actual Je la naturaleza
340
Un m undo por comprender
341
Filosofía actual de la naturaleza
342
Un m undv por comprender
h) ta s A C C ID F N T E S SON LA E X P L IC A C IÓ N DE I A SU B STA N C IA .
343
Filosofía actual Je la naturaleza
344
Un m undo por comprender
345
d) IA SUBSTA N CIA E S E L FAUTOR OH IO S A C C ID E N T E S Q U E I.A PRE
CISAN Y 1 A PA R TICU LA RIZA N .
346
Un m undo por comprender
347
Filosofía actual de la naturaleza
37, Ejemplos: el musgo que se aterra a la roca árida y explota los escasos rcuir>o«
de ésta; las plantas de los climai de gran altitud o de los desiertos, que llegan a adaptarse
pese al rigor del medio; y. sobre todo, los animales que logran sobrevivir en las peores
condiciones físicas y evidentemente el hombre, cuya extensión planetaria (sin hablar de su
conquista del cosmos) ofrece el m il bello ejemplo de la victoria de un principio substan
cía! sobre su medio material
JB. Observemos que Ja reproducción sexual representa una modalidad extrema de este
proceso, en U cual la fusión de dos célulos germ ináis prepara la formación de un
nuevo individuo.
348
Un m undo por comprender
349
Filosofía actual de la naturaleza
350
Un m undo por comprender
351
Filosofía actual de la naturaleza
352
Un mundo por comprender
<3. Im p o rta com prender que. desde un punto de v ía s filo só fico , no es n c c e a río Umi
u f e l con cep to de s u b M in d i a lo s cuerpos q u ím icos sim ples o com puestos, in c a , de hecho
en la natura lesa y sobre to d o en estado lib re , hay a lle g a d o s. L o esencial es que t a n
fiisiM O lrn un a cie rta fije za y perm anencia de c n n ic tu ra i (p o r ejem plo, ha diferentes rocas:
353
2. La integración de las substancias.
La única manera de resolver el problema es partir de nn hecho
antes evocado (p. 304s), y revelado por la experiencia vulgar y por
la ciencia: la existencia de estructuras y de tipos formales en nú
mero inmenso, que presentan caracteres bien definidos en la natu
raleza. Las formas y las substancias conviene situarlas a nivel de
tales estructuras. Y no porque éstas estén imbricadas unas en
otras, las más elementales integradas en las complejas, hay que
buscar a toda costa la substancia en el seno de las primeras. Si hay
correspondencia y continuidad entre los pisos (p. 313s), es sobre
todo desde el punto de vista nocional (del nivel atómico al macro-
físico y al biológico). Los niveles superiores de organización (las
estructuras químicas macroscópicas, los seres vivientes) no pier
den su consistencia ontológica por el hecho de que integren a los
inferiores, pues constituyen algo nuevo que legitima el que se vea
en ellos unas substancias. Incluso desde el punto de vista pura
mente químico, «no hay ninguna razón para que se desvanezca
la substancia... Aun cuando las propiedades no se deduzcan de la
substancia, pertenecen a una substancia, que debe tener unas pro
piedades definidoras»*44.
En efecto, por el hecho de que la forma substancial es ante
todo, idea, estructura, organización, es un acto más o menos inma
terial (aunque sólo puede existir en la materia) que viene a dar
significado a elementos materiales que él reagrupa y organiza. Lo
que hace el alma del ser vivo en su escala debe ilustrarnos: rea
liza a un grado eminente la organización de elementos naturales
que sin embargo ya tienen una organización bien definida que
ella sustituye por la suya, aun explotando las propiedades de esas
estructuras más elementales (que no desaparecen completamente en
ella, estando virtualmente presentes y siendo capaces de recupe
rar su autonomía a la salida de un ciclo metabólico). E, igual
mente, en el mundo inorgánico, no es necesario limitar la subs-
granito, caliza, etc.), y otro u n to puede decirte de l u m o cita retUcedti por d hombre,
ao n p re y cuando é m i preacnta una unidad eptructurml evidente (por ejemplo, el pan. el
vino). También ahí ae ve cómo el concepto de aubetanda reviate la anatogicldad del aer.
44. P. C éa tii, o. c.. p. 36.
354
Un mundo por comprender
43. Asimismo, en el pleno humano, le puede dedr Que une obri de ene de une forme
nueve e unos materiales que ye lailán une orgenueción pero a i este ceso forme acciden
tal. p ú a no hny real transformación material, sino, sobre todo, utihteción de les formas
natunles para h acerla Silniflcer otra c a s
355
Filosofía actual de la naturaleza
356
Un mundo por comprender
l.° La cantidad.
a) IA C A N T ID A D C O N T IN U A O EXTENSA.
357
t ilosojía actual de la naturaleza
358
Un mundo por comprender
359
Filosofía actual de la naturaleza
360
Un m undo por comprender
361
F ilo so fía a c tu a l J e la n a tu ra le z a
2.° La cualidad.
362
Un m undo por comprender
363
b) VINCUI-ACIÓN ENTRE CUALIDADES Y CANTIDAD.
364
U n m undo por comprender
365
Filosofía actual de la naturaleza
366
Un m undo por comprender
367
F ilo so fía a c tu a l d e la n a tu ra le z a
52 Un ejemplo de este actitud se halla en la desestima de las m atem áticas, com o factor
da inteligibilidad, por J. M akitain, cuya concepción relativa a la filosofía d e la n atu
raleza ba señalado una cierta interrupción en la apertura de la cosm ología tom ista al pen
samiento m od o n o (respecto al resto de la filosofía, la obra de M irita in conserva su
mérito y su valor).
53. Cf. a cata respecto los estudios de G. I sa ye . La théorie de la mesure et ¡'exis
tente d'un máximum seion s. Thornos. «Archives de Philos.» 16-1. Beauchcsne, de J. A sel£.
La théorie thomlste de la mesure des qualltés et la physique moderne, «Sapientia Aqui-
natiss, Roma 1955, t. i, p. 9-18; así como el estudio de un texto de santo Tomás relativo
a este problema, por C ooesnonolb, «Revue des sdences philos. et théolog.» 1954. p. 433
y 658a.
54. Asf, por ejemplo, dos matices de rojo (más o menos Intenso) no pueden ser me
didos cuantitativamente; no es posible hacerlo adicionando o multiplicando un patrón de
base que permanezca homogéneo durante la medida: un rojo claro afladldo a otro rojo de
igual intensidad no dará un tojo mis intenso.
368
Un m undo por comprender
55. Eso es lo que ha hecho J. A»u.¿ en ni articulo, que acabamos de citar. Asi, por
ejemplo, en fotometría (el poder difusor de un cuerpo, evaluado por idereoda al poder
difusor máximo da una superficie blanca); en calorimetría (existencia de un cero absoluto);
en termodinámica (el cuerpo negro rcaliia el máximo de absorción de una radiación, ef.
p 19.U). y sobre todo en la relatividad de Einstein para la medida directa de las velorí*
Jadea. las cuales, al no poder componerse por adición (véate p 186). no pueden ter
medidas por referencia a una velocidad-patrón mínima; en este caso, es un «máximos
(velocidad de la lux) el que desempefia el papel de unidad de medida.
Scfialemos que el máximo o también considerado por santo Tomás, además de en
vi papel de medida cualitativa, en el papel de signo de causalidad (cf. in . cit de
CotltSNONULC)-
369
IV. CONDICIÓN ESPACIO-TEMPORAL
DEL SER FISICO50
56. Acerca de estos problemas, las obras de O. Nvs. I aj notion d'es pace, Lovairta
1930, y La nailon de temps, Lovaioa 1926, son siempre útiles; las dos únicas obras generales
actuales, relativas a estos problemas (en el sentido aristotélico) son, en alemán, de Hid-
wiuk CoNiAtvMAETius, Der Raum, Munich 1959, y Die Zeit, Munich 1954; del mismo
autor, véase también Le probleme du temps au¡ourd’hu¡ et chez Aristote, «Archives de
phílos » 1957, 483*498 En el mismo sentido, véase también J -M. D udois. Les pnhupposes
originéis de la coneeption arisioiéllcienne du temps, «Revue thomistea 1963, 389-423 y
Ltt signifieaiion uniologtque de la définltion arlstotélicienne du temps, en la misma re
vista, 1960, 78-79 y 234-248, J. Moaeau, L'espace chez Arisiole, «Giornnle di memñ
sicaa 1949, 351-369 y 525*542; Id., Le lemps seton Aristote, fRcvuc pililos, de Louvam»
1948, 57*84 y 245-274; A. M ansión, La théorle ari.stotélicienne du temps ei les pénpatéti-
dens médiévaux: Averrois. Albett le Crand, s. Thomas, etc , «Revue néo-scol.» 1934
275-307. Puesto que el problema del tiempo ha revestido en san Agustín una cierta ¡m
portaocia, véase también J. GunroN, Le temps et Véternité chez Plotin et s. Augusttn,
Boivin, 1933, y H. M arROU, L'amhivalence du temps de 1‘hlstoire chez s. Angustia, Vrin
1950. Acerca de Isa concepciones actuales sobre el espacio y el tiempo, véase sobre todo
G Bachrlard, L ’expérlence de l’espace et la physique contemporaine, Alton, 1937; La
dialectlque de la durée, P.U.F , 1950; O C osta oc Beaurroard, La notion de temps
%-aience avee l'espace, Hermann. 1962; Le second principe de la Science du temps, lid du
Scuil. 1963; J F avaad. Espace et dimensión, A Michel, 1956; F O o n sltii , La Science et
le probléme de Vespaee, Neufchdtel, 1956; J P i/i e l u . Le temps, P U F , 1963 Fn una
perspectiva más metafísica: L L vvelle. Le temps et l'élernilé. Aubler, 1945. Véase asi
mismo el número especial de «Eludes philosophiquesa 1962, y acerca de la relatividad, véan
se les anteriores indicaciones de la página 194,
370
Un m undo por comprender
371
Filosofía actual de la naturaleza
372
Un mundo por comprender
l !n problema superado.
Aristóteles ya había refutado muy sencillamente las argucias de
Zcnón y su respuesta puede esclarecer el problema: decir que lo
continuo está compuesto de partes en número infinito (pues siem
pre se le puede considerar divisible infinitamente) es exacto, con
la condición de precisar que eso no es más que una posibilidad,
una divisibilidad en potencia. Pues de hedió, si el contenido es
divisible en potencia, no es dividido en acto; es un todo, y éste es
el sentido mismo de la palabra «continuo». Sólo por un esfuerzo
de imaginación vemos en lo continuo unas partes siempre divisibles.
Y ahí está el fallo del razonamiento critico: éste sitúa el problema
en el plano de la representación imaginativa, en vez de situarlo en
el de la experiencia y la razón. No se trata de representarse, sino
de comprender que las partes que podríamos imaginar en lo con
tinuo no existen en cuanto separadas o yuxtapuestas en él. En vez59
59. Puede decirse, por tentó, que Kant desplaza el sujeto de la composición hile-
mórfica; le hace nacer del contacto del hombre con lo real. El tomismo explica la
inteligibilidad de lo real por el encuemrq. de dos sujetos hilemórfcos: el hombre y el
ser natural Kani reabsorbe esta dualidad; las estructuras íormalea no csiAn ya para
¿I en las cosas, sino que son creadas por el hombre poniendo de algo real informe
373
Filosofía actual de la naturaleza
374
Un m undo por comprender
375
c) LA SOLUCIÓN H ILEM ÓRHCA 62.
376
Un m undo por comprender
ü) E L E S P A C IO V E L T IE M P O A B SO L L T O S SON E N T E S DE RAZÓN F U N
D A D O S E N LO R E A L .
377
Filosofía actual de la naturaleza
378
Un m undo por comprender
379
Filosofía actual de la naturaleza
1. El tiempo y el cambio.
Ya hemos visto antes que el pensamiento aristotélico, tan sen
sible a la noción de cambio, había analizado las diversas formas
de éste. En particular, toda la doctrina de la materia y de la forma,
de la substancia y del accidente, sólo es comprensible en esta pers
pectiva; no lo hace con la finalidad de congelar el devenir, sino
explicarlo racionalmente recurriendo a la idea de potencialidad sub
yacente a las actualizaciones sucesivas, cuyas apariciones culminan
en lo real que es el instante, el «ahora» fugitivo. Al nivel mismo
del cambio, del devenir, no hay todavía noción precisa del tiempo,
sino solamente la de duración. En efecto el tiempo, en el sentido
propio de la palabra, supone una conciencia capaz de operar la sín
tesis del cambio, conservando el resultado de sus experiencias pa
sadas, gracias a la memoria, que reconoce el pasado como tal, es
decir, como historia percibida. Fuera de tal conciencia no hay
tiempo, sino duración cambiante, historia vivida6869. Por eso, sólo
en un sentido amplio se puede hablar de un tiempo mineral, cós-
68. El problema, no ya del tiempo, lino de una duración sin cambio, es entera
maita distinto No lo abordaremos aquí, pues el tiatado en teodicea, a propósito de
la eternidad.
69. Tal es la diferencia de sentido que los autores alemanes establecen entre las
expresiones Historia y Ceschichte. Puesto que en las lenguas latinas no hay mrts que
un vocablo para ambos sentidos, y puede prestarse a confusión, conviene distinguir la
duración o tiempo encarnado y vivido en las cosas, y el tiempo como percepción y
medida de la duración-
380
Un m undo por comprender
381
F ilo so fía a c tu a l d e la n a tu r a le z a
382
V. L A S LEYES DEL DINAMISMO DEL SER FISICO
Podemos ser más breves al tratar de este problema, una vez que
ya ha sido abordado detenidamente en la parte histórica (cf. p. 68-
75, 107-109, 143-144); además, es tratado propiamente en metafísi
ca; aquí lo consideramos bajo el aspecto formal de las leyes físicas.
383
Filosofía actual de la naturaleza
384
Un mundo por comprender
c) l e g a l id a d y c a u s a l id a d .
385
Filosofía actual de la naturaleza
386
U n m undo por comprender
que deriva dei ser de las cosas presente en los fenómenos que de
penden uno de otro.
Por tanto, hay que distinguir dos cosas, sin separarlas porque
están ontológicamente ligadas: de un lado, la causalidad real, in
herente a las cosas, que expresa una ley de la naturaleza, en muchos
casos misteriosa porque velada por otros fenómenos concomitantes
en una red a menudo inextricable; y de otro lado, el descubrimien
to progresivo, laborioso y aleatorio de esa causalidad, descubri
miento que desemboca en una ley científica, que es la traducción
según un modo humano de la ley de la naturaleza. El descrédito
en que ha caído la causalidad se debe en muchos casos a los exce
sos de algunos filósofos realistas que se representan las dos clases
de leyes en perfecta continuidad y homogeneidad (como si la ley
científica fuese el duplicado fiel de la ley natural). Pero hay que
comprender que se trata de un verdadero diálogo entre la natura
leza y el hombre, que se traduce por una formulación humana (de
orden matemático), la cual, pese a este carácter abstracto, traduce
sin embargo un aspecto del dinamismo de la naturaleza. Hay con
tinuidad entre las dos. pero con heterogeneidad en el modo de rea
lización: la traducción podrá ser compleja, en un lenguaje cifrado,
pero de todos modos es traducción. Para más detalles, véase lo es
tudiado acerca de los entes y las leyes científicas (p. 256-258)H.75
387
2.° D e te n n in i s n i o y fin a lid a d
La noción de determinismo precisa la de causalidad, pues se
podría imaginar un universo en el que la causalidad se desplegara
sin repetición ni reproducción de vínculos entre fenómenos; por
otra parte, hay un dominio en el que la causalidad existe sin de
terminismo en el sentido científico; el de la acción voluntaria (yo
soy causa de mis actos, pero causa libre que se determina a sí
misma y que da a las motivaciones del medio exterior su propio
peso, sin ser por eso determinada a esa decisión por una causa
ajena a mí). Pero en el mundo de la naturaleza, fuera del dominio
espiritual, la causalidad reviste de suyo un aspecto determinista;
la razón de ello es que las formas o estructuras de los seres, aun
que no materiales, no son seres, sino puros principios de seres, en
tanto que el alma humana es subsistente, foco espiritual de activi
dad, está dotada de interioridad y se posee a sí misma. La idea de
determinismo expresa, pues, la constancia y la regularidad de las
leyes de la naturaleza, que traduce la ley científica7
677.
El indeterminismo de la física cuántica no constituye, por tan-
388
Un m u n d o por comprender
389
N o t a s o b r e e l m il a g r o
Aquí sólo se traía del aspecto filosófico del problema, a saber, si es posible el mila
gro y cómo reconocer la materialidad del hecho milagroso, pues, en lo esencial, el reco
nocimicoto del sentido religioso del milagro es asunto de la teología Y, a este i especio
recordemos ante todo que el milagro es un signo religioso destinado a despertar a un mis
terio sobrenatural. El punto de partida natural del milagro es, pues, un hecho susceptible
de provocar esa reacción, a causa de la imposibilidad de someterlo a u n a causalidad natu
ral; por tanto, es una invitación de Dios, ya sea para significar mejor su presencia (a me
nudo velada por la ceguera o el orgullo humanos), ya sea para autentificar un mensaje
espiritual. Así. el milagro supone en sus testigos un mínimo de b u e n a fe. de receptividad es
pirilua! (los milagros de Cristo mismo no convirtieron a todos sus espectadores), hn
consecuencia, se llama milagro solamente a un hecho sensible extraordinario que contraste
con el curso natural de las cosas y tenga un significado religioso y explicable ion sólo por
una intervención especial de Dios.
1.* El milagro es postble. pues Dios autor de la naturaleza, puede contravenirlo inser
tando en ella una acción extraordinaria. En la nota 77 hemos visto q u e la causalidad libre
del hombre nc es incompatible con la causalidad natural: a foniori sucede lo mismo res
pecto a la causalidad divina especial para el milagro; la contingencia de las leyes naturales
permite la inserción de una causalidad superior
2 ° El milagro puede ser conocido con certeza Cabría objetar lo siguiente: se llama
milagro a un hecho inexplicable, pero eso sólo es válido respecto al estado actual de la
ciencia, pues no está dicho que el proceso científico no explicará más tarde un hecho de
e a índole. Para tesponder a esta objeción hay que distinguir varias clases de hechos lia
midas milagrosos: a) un hecho puede parecer extraordinario porque la ley que ¿1 aparenta
violar no es conocida todavía; por tanto, es posible que ese hecho no sea realmente mi
lagroso (ejenplo: los antiguos no conocían la explicación de algunos fenómenos tales como
el rayo, y podían atribuirlos a un origen sobrenatural); b) un hecho puede parecer violar
una ley todavía poco conocida (ejemplo: posibilidad de un origen patológico de determinados
estigmas); en tal caso, será un milagro dudoso o simplemente declarado inexplicable en
el estadA actual de la ciencia; r j finalmente, algunos hechos pueden contradecir una ley
científica cü*ta (ejemplo: celda de los cuerpos, cicatrización de las heridas). En tal caso
no se puede dudar de su carácter milagroso so pretexto de que otra ley los explicará
algún dU. pues el sentido mismo del progreso científico no va a la negación del saber
adquirido anterior, sino hacia una integración en un sistema más amplio. Una ley cierta
si es una verdadera ley científica, es definitiva (distinción entre ley y teoría; cf. p. 236-260)
Negarse a reconocer un hecho que va en contra de tales leyes, invocando fuerzas secretas
ignoradas, a una actitud mágica e irracional, pues ninguna fuerza natural desconocida
puede lesionar una ley cierta (eso sería negar el deterninismo científico). Y aun cuando
se pretenda ver en toda ley una Jey estadística (lo cual, en si no es exacto, como hemos
manifestado), la legalidad estadística implica un deterninismo a escala del gran número.
Por tanto, un hecho puede ser llamado inexplicable y contradecir ta ley. si rebasa el
margen de probabilidad que la ley permite (ejemplo: la frecuencia de curaciones milagro-
sai en Lourdes),
Finalmente, no hay que olvidar que el milagro, que Implica una excepción en el des
envolvimiento de las leyes de la naturaleu queridas por Dios, no puede ser multiplicado
inútilmente; por eso la Iglesia tiene siempre una actitud m uy reservada frente al milagro
poniendo unas condiciones muy severas para su diagnóstico. La Iglesia nos recuerda que
la principal manifestación de Dios es, en el plano natural, el testimonio de la creación
(y, por tanto, de las leyes de la naturaleza), y en el plano sobrenatural, el testimonio de
■u Hijo, Cristo, testimonio que la Iglesia transmite de modo vivo y permanente. Acerca de
estas cuestiones, véase A. Van Hove. La d o c tr in e du m lr o c le c h e z .t. Thomas, París 1917;
A LiíoÉ, R é fle x io r u sur u n a o p o lo g é tiq u e d u mlracle, eRevue des Sciences phllos. et
théolog.» 1951, 249-294: F. Leuhet y H. Bon, Les guéritons m ira cu le u se * modernes, P U F ,
390
Un m undo por comprender
Poro el conjuolo del capítulo indicóme» ato importante obra E Me Mullin. T h e con-
cepi o f Matier. Univer* Notre-Dame ( U S A ) . 19(3
Noto Ib. p. 31Vi B D i c . Qu’est-ce qu'une partiente Oémentake*, Maatoo 1963. M MtfG-
ni Siructure de lo moliere. P U F . 1963, U F itim . Modere. Rayomemeru, £nerti>,
Dunod, 1966.
Nota 47. p 361: F Aí.csrriN • G aooill Madure irudltgible et mathématxquei. cLovol
théol et phil.» 1961 173is.
Noto 36, p 370: J M - DliBOls. Le tempx et l'insum xelon Ariaote. Dcscléc de Br . 1967;
J. Moocau. L'espace et le temp * selon Ansióte. Podua 1965. M Boodini. II tempo, odor#
filosófica e minero teológico, Roma 1965. F Gokscth Le pt otfc'n n du frmp». exsai un
lo méthodologie de la recherche, Ncuchitcl 1964
NoU 72. p 382i V GiXDirHWizrr Le liea chez A risto te . M¿toases Dito 19)6.
N ou 73. p 3M3 R L m it i U t , Le principe de a m a U té Roeheredes thomisies túcen
les Pan» 1966
391
CAPITULO SÉPTIMO
393
I. EL UNIVERSO COMO T O T A L ID A D 1
394
Un mundo por tramformar
395
Filosofía actual de la naturaleza
2- «Las parta del universo, corruptibles e incorruptibles, están ordenadas (as unas
a las otras, non per accidens, sino per se* (Veriíaie, q. 6, a. 3). Véase a este respecto la
espléndida obra de J. Legiand, L ’univers et l'homme dans la philosophie de saint Thomai,
Daeléa de Brouwer, 1946, 2 vol. Se ha repetido tanto, en determinados medios la idea
de que el pensamiento medieval habría concebido el universo como un conjunto de puras
substancias aisladas unas de otras, en una especie de «mosaico» de seres, por oposición a
la representación octual de la ciencia, que importa mucho recordar el carácter unitario de la
de la edad media (léase a este respecto, de samo Tomás, la Summa contra gentiles, m
cap. xxji, 2", o el cap. ixiv, 5°; un buen análisis de la cuestión, en función de! pen«
samiaito moderno, lo ofrece H. Kuiin , Le coneept d’ordre, «Gregorianum» 1962. 254-267)
3. Acerca de las teoríos relativas al origen del mundo (cosmogénesis). véase M G ri *
son . o.c., y E. S c h a Tz m An n , Origine et évolution des mondes, A M icnti . 1957 A la
teoría relativista de LemaItue han sucedido otras, como las de G amow y sobre todo las
de F reo H o y u ; a te astrónomo, preocupado del aspecto de totalidad del universo (en
el que todo corre parejas: lee estructuras físicas de nuestro mundo terrestre están directa
mente en función de la estructura total del cosmos), se vio inducido a concebir el uni
verso en autocreación constante, en dilatación indefinida (Introducción de una nueva cnti
dad: el famoso campo*C o campo de creación); véase su libro citado en la nota 1 Véase
también V. M eusch Vorigine de l'univers selon la .ieiencf, «Nouvellc Revuc Théol ■
1953, p 225-252 En cuanto a la edad det universo, hay que hablar, por lo menos, de cinco
mil millones de ellos.
396
U n m u n d o p o r tra n sfo rm a r
397
3.° Materia y espíritu.
398
U n m u n d o p o r tra n sfo rm a r
399
Filosofía actual de la naturaleza
ñca ante todo la ¡dea de forma, que halla en el hombre una rea
lización superior y lo sitúa entre los dos mundos para que, par
tiendo de uno (el material) descubra el otro: por su propia forma,
espiritual pero encarnada, el hombre puede hacer suyas las formas
de la materia y, de ahí, saltar al dominio de lo espiritual, gracias
a la refracción de éste en la materia.
La concepción hilemórfica es además muy receptiva de la
dimensión temporal de la naturaleza; como hemos visto en las
páginas precedentes, lejos de oponerse a la idea de devenir y de
historia, su doctrina del cambio substancial es susceptible de ser
aplicada a todos los cambios que la ciencia descubra. Asimismo,
explica la posibilidad del diálogo del hombre con la naturaleza;
puesto que los dos tienen una estructura hilemórfica (aunque
diferente en el hombre, en el que la forma es espiritual y sub
sistente), puede establecerse una correspondencia; el hombre pue
de interrogar a la naturaleza, comprenderla, asombrado de que
sus construcciones más teóricas (ejemplo: las geometrías no eucli-
dianas) son capaces de dar cuenta de la naturaleza, de «hincar
el diente» en ella, de revelarse eficaces en ella (por ejemplo, la
relatividad), como si hubiese una secreta connivencia entre ellos
dos (cf. p. 262). Esta connivencia es lo que el hilemorfismo quiere
explicar con todos los matices que requiere el respeto a la com
plejidad de lo real. Pero, empujado por su propio dinamismo,
el hombre d o se siente solamente capaz de comprender la natura
leza; la correspondencia que descubre entre ella y él mismo le
impulsa a ir más lejos, a transformar esa naturaleza. Eso es lo
que hemos de ver ahora.
400
Un m undo por transformar
de la vfe E u o t sur la pemée hiolofufut m n rfftn t. G allim arrf. 1961 (obra fundam ental);
F. D a<*o n i t , Philosophit hiolofique, P .U F . 1955. K OcunsTtrN . La struciure de Vorto-
ñism t, G a llim a rd . 1951. A ce rc a d el p e n sam ien to d e s a n to T o m ú i relativo a loa aeres
viv ie n tes, c f. S. B r e t ó n , 5 Thomas et la métaphystqur éu vivan*. A quinas. 1961. 257*292;
J. M o rea u . Le transformi.\ntt de s. Thcma*. «A nnéc ihóol a 194?. 43-36; D.-H Salmrn.
La bio-philojophie récente* «R evue des Sciences ph ilo s et th e ó to j • 1949. 390-426 F in al
m e n te . la reseAa d e la S e m an a in te rn ac io n a l d e lo s Intelectuales C atólicos d e 1957. Qv'*st<*
que la vid1, H o ra y , «R ech erch es et d t b a t » n * 46, Hérédlté et tténétiqvt. F a y a td . 1964.
A c e rc a d e lo e v o lu c ió n , v ía s e n o ta 1°
401
Filosofía actual de la naturaleza
8. D.-H Salman, art. cít.. p. 393. El autor allade laa pertinentes observaciones si
guientes: «Lo más sorprendente de esta nueva doctrina es que haya sustituido a la antigua
de modo tan insensible que muchos au to ra U han adoptado sin ni siquiera darse cuenta
de la originalidad de su posición. Nada más curioso a a t e respecto que los filósofos que
dicen ser tomistas, que quieren y creen ser auténticamente ta la y se imaginan que para
eso han de oponer la materia a la vida según un esquema radicalmente ajeno al maes-
tr> de quien se proclaman discípulos. Una fuente esencial del vitalismo contemporáneo
depende da una lectura de Aristóteles y de santo Tomás interpretados a la luz de la sin
gular dicotomía cuyos equívocos orígenes hemos denunciado.»
9. De nuestro libro Rechereht identifique, o.c , p. 31: «Este apelativo peyorativo
de “ materialistas'* confundía el materialismo metafisico Inaceptable, negación del espíritu
en todas sus formas (Dios o el alma humana), y el materialismo científico (negativa s
recurrir a un principio vital ajeno a la materia en todo ser viviente), doctrina conforme
a la tradición tomista Los lim ita quedaron borrados, siendo asi que esai dos actitudes
no tenían nada que ver una con otra; el materialismo científico puede ser integrado, sin
contradicción, en un auténtico espiritualismo» (id.).
10 Véase lo que dice Salman a este rapecto; «Las aplicaciones actúala de la vida
se reparten en dos categorías netamente separadas. Fara una primera escuela, habitual*
402
2.° Naturaleza de la vida.
403
b) LA VIDA E S A LA VEZ INSERCIÓN Y EMERGENCIA EN RELACIÓN
AL MUNDO M IN E R A L 12.
404
2. Heterogeneidad formal con el mundo inorgánico (emergencia
del ser viviente).
Pese a esa inserción y a esa dependencia material, la organi
zación propia del ser viviente manifiesta una propiedad especí
fica; no es puramente estática. Si los antiguos ignoraban esta ho
mogeneidad de la materia viviente con el resto del universo, ya
habían situado la vida en relación con la idea de movimiento; y
la ciencia moderna no ha hecho otra cosa que ampliar conside
rablemente esa intuición: en efecto, todos los elementos mate
riales sólo están «de paso» en el ser viviente, podría afirmarse.
Tomados del medio ambiente, son transformados en arquitectu
ras moleculares cada vez más complejas para ser luego arrojadas
bajo otras formas a ese mismo medio exterior (metabolismo, asi
milación, desasimilación), habiendo liberado energía a su paso.
En los animales, esa renovación es casi total (sólo algunos teji
dos. como el nervioso, no se renuevan), hasta el punto de que
al cabo de un cierto tiempo el ser viviente no es ya materialmente
el mismo (la duración de la renovación varía con las especies).
Este proceso de intercambios continuos (ritmados por la respira
ción y los latidos del corazón) supone evidentemente un medio
interior esencialmente fluido (importancia del agua; la savia y la
sangre son los vehículos de este circuito de doble sentido). Los
vegetales (los autótrofos, de clorofila) hacen el trabajo esencial
en esta transformación de la materia mineral en viviente; los
animales (todos heterótrofos) se limitan a transformar a su nivel
los elementos ya elaborados por los vegetales, y son, por tanto,
estrechamente dependientes de ellos; son más libres para una
actividad superior, la del conocimiento (sensible), que es una forma
superior de vida que señala un nuevo escalón. En suma: la vida
señala su heterogeneidad con la emergencia de estructuras nuevas
en el seno de la materia14
14. El ser viviente realiia ese i wwtfnw to transformando los elementos que toma del
medio mineral. Ahora bien, para que sea posible una transformación que libere energía,
hay que axplour una diferencia de potencial oier|élico. es decir, uní disimetría en los
elementos en Juefo. El ser viviente realiza esa transformación explotando las disimetrías
elementales al nivel molecular y cuántico, aglomerándoles por edición en sintáis que den
405
C) LA VIDA INSTAURA LA PRIMACÍA DE LA FORMA.
406
U n m undo por transformar
e) NI MECANICISMO NI VITALISMO.
16. Véase a este respeno C d’A bmagnac. Dr Biomiel i Tdfheni de Chordia. Narurr
*t in té r lo r ité , «Archiva de Philos » 1958. 298-312
17. El término mismo, principio, a p r e s u a confusión: «Principio, en U lin a de un
santo Tomás, no designa un ser real, tino a la v a una fuente de explicación. de tmeli* *
libilídad. y f u s te de aer cuando viene a penetrar una materia cualquiera La tola rali-
dad existente a el resultado da la encarnación de ese id a . de c u forma estructural, en
la materia apropiada. En el lenguaje viteliste, principio significa. por el contrario- una
realidad misteriosa, ajena al dinamismo de l a elementa materia tes. que no a obtiene
de tes capacidades de éstos, que a extrínseca a d í a ; y éee a el error (que cubre can
407
Filosofía actual de la naturaleza
un término venerable y tradicional una n ovedad inútil) q u e los materialistas rec h a z a n con
toda razón. Sólo oí d hombre, ese principio, esa forma substancial, n o es ú n ica m e n te
principio, pues es virtud de su naturaleza espiritual, esa forma, que rebasa las capacida
des de la materia, es llamada subsistente. Por tanto, una transposición indebida, bajo la
cobertura de la palabra “principio” . Ha sido la causa de que el vitalismo haya imaginado
aplicar a todo ser viviate el privilegio del hom bra (de nuestra obra Recherche identifi
que» o.c.. p. 58).
18. Por salvaguard ar las verdades p arc ia le s presen tes en el m ec a n icism o (in se rc ió n del
ser v iv ió te ) y del vitalism o (em ergencia), la d o c trin a a c tu a lm e n te m á s v álid a y q u e se
sitúa de h echo en la linea a risto té lic a es la lla m ad a organicismo, q u e es la q u e h em o s
evocado a q u í, m uy su m a ria m o tte . Sus p rin c ip ale s re p re se n ta n te s s o n . p o r e je m p lo , G r a s s í ,
BouMHJftE. V oh Bertalanfy (cf. su lib ro a n te s c ita d o ) y T e il h a r d p e C h a r d in q u e h a
puesto en evidencia especialm enie el c a rá c te r fin alizad o d e la a c tiv id a d d el ser viviente.
Véasa no ta 14.
Aquí se plantan algunos problemas conexos (resumidos en Recherche Sdemifique,
o c , p. 51*32). por ejemplo el de la generación espontánea (cf. p. 84 y 162), que. en el
hitanorfiflno, na constituye una imposibilidad metafísica (Aristóteles y santo Tomás
creían en día); sólo la ciencia ha de pronunciarse acerca de su posibilidad. Asimismo en
cuanto ai problema de ta síntesis artificial de ta vida; ésta, por el hecho de no ser más
que una nueva organización de elementos m eteríais, puede ser considerada teóricamente
como posible; corresponde a la ciencia el pronunciarse acerca de la posibilidad de hallar
los medios que puedan generar un ciclo vital (acerca de este problema, véase M o r e t t j ,
Les virus et la synthise de ¡a vle, «fitudes» 2956, 81es. y Ba u c h a u , Vers une synthise
artíficielie de la vie, «Nouvdle Revue Thédog.» 1958, 39$ai). Hace ya mucho tiempo
que L ecoscte dc N ouy presentó contra la generación espontánea la objeción de su suma
improbabilidad; según él. la probabilidad de la formación opontánea de una molécula
de protdna a tan escasa que sería razonable excluir la posibilidad de su realización Se
h i hecho notar que este razonamiento olvida una cosa: que las fuerzas Interalómicai (afl*
nidada químicas) reducen considerablemente el margen de Improbabilidad; la disposición
de los átomos en una macromolácula no puede ser considerada como la de unas partícu
las que fueran indiferentes entre días y pudiesen repartirse al azar (acerca de este para*
logismo, véase el articulo de H. F reudcnthal , Abus phitosophique de la statístique, «Re
vue de Métaphys. et de Monte» 1962 , 237*246. Véase también nota 20).
408
3.° El ascenso dinámico de la vida.
19. Actrca de la evolución, véase la lista Je obras de la pajina Ito. afiadanac a ella
el número especial de «Archives de Philos a 1 (1960), lea libriiot, muy claros. Je J Ca*-
les . Le transformóme. Les onfines de la vie. P U F . F Miye*. Problémom/ue de
révolution, P U F . 1954. y la célebre obra de G.-G. S iu n o v Rythmet et madofiaéa de
l’ésolution, A Michel, 1958 Acerca del origen mismo de la vida, aciuabnaue se disputan
la preponderancia dos teorías la de A D aevilliek . L'origine photochimtque de la vie,
M anon, 1958 y la del ruso A L O pabin . L ‘origine de la vte ivr la terrr. Maman. 1965
20 He aquí lo que dice respecto a este problema Ettcrrr «Todos los argumentos que
hasta hoy han sido aportados en apoyo dd fijésino se han revelado caducos, y la elabo
ración <te esa teoría se resienta demasiado de la pura opeeulaóán El evolucionismo, por
el contrario, esclarece u n bien kn datos de la paleontología, integra u n adecuadamente
las enseñanzas de la genética moderna y ofrece u l campo de control experimental que
actualmente cuenta con el favor de la mayor parte, e inchiso de la unanimidad, de loa
biólogos» fL'ivoluriomsme. «Nouvdle Revue T h éolof» 1949. 519-522)
Contra la posibilidad de la evolución (y de la génesis de h vida) se ha suscitado la
objeción siguiente: que la vida salga de la materia, y las formas superiores de las infe
riores. contradiría el principio de que lo más no puede salirde lo menas Semejante ar
gumentación es el sofisma típico que se mgafla actrca d d sentido de un principio evi
dente: lo más no puede salir de lo menos significa que p a n ello es necesaria una causa
proporcionada (tal es el sonido de la do an n a tomista dela carnalidad, cf p. 69s).
Pues bien, eso es justamente lo que busca la ciencia en sus diversas teorías Como aquí
sólo se trata de los seres vivientes materiales, lar formas de éstos únicamente pueden
provenir de la potencialidad de la m ataia. Todo mié en descubrir la causa eficiente « p»r
de «educirlos» de ella. Según eso, sería imposible todo devenir material que desembocase
en una nueva estructura o forma (ejonplo: el agua, que es producida a partir del oxí
geno y del hidrógeno constituye un «más» en relación a éstos, y nadie ha penado nunca
en Invocar una ínicrvoición divina para dio). La aparición de las formas vivientes es cierta
mente un nivel superior de organización, pero que sigue n o d o d d orden de la materia.
Sólo para el hombre, cuya forma espiritual es radicalmente heterogénea a la materia,
es necesaria usa rreocfdn especial por Dios para el origen del alma (con preparación del
cuerpo apto para recibirla); y del mismo modo que Dios crea el alma humana de cada
individuo, cuando los padres han proporcionado el soporte material en su acto procreador,
asi es concebible que Dios haya croado el alma d d primer hombre, atando la evolución
animal (orientada por la permanente causalidad primera de Dios) hubo llegado • un
grado da organliación que le permítia ser el soporte y el Inetramoito de uoe actividad
apiríiuat. Acerca del problema del origen del hombre, hay numerosísimos trabajos (véase
p. 163); afiádase J. Piveteau. Des prem ias vertébrés d Hiomme, A. Michel. 1963; d
Cuaderno 6-7 de «Eludes btologiquem. LctbiéDcux, y. desde el punto de vista rcUgiaao.
H HaaO y A. H aas y J. H O am ca, Evolución » Biblia, Hcrder. Barcelona 1965.
409
a) LA SOLIDARIDAD DE LOS SERES V IV IE N TES = B IO SFERA.
410
Un m undo por transformar
411
Filosofía actual de la naturaleza
413
Filosofía actual de la naturaleza
414
Un mundo por transformar
415
Filosofía actual de la naturaleza
25. Esta dialéctica de transformación del mundo se lealiza en todos los sectores Je
la ciencia y de la técnica. Sin embargo, algunos lo hacen con un significado más actual,
que importa poner de relieve brevemente:
I o La utilización de la energía atómica■ Esta energía constituye uno de los más po
derosos agentes de transformación (cí. p. 224) y abre perspectivas energéticas ilimitadas
(sobre todo cuando su forma termonuclear esté domesticada). Al mismo tiempo, es un
poderoso estimulo para la unificación humano, pues modifica la relación recíproco entre
las grandes potencial mundiales; su empleo bélico significa de hecho la posibilidad de
destrucciones masivas y definitivas y el aniquilamiento de masas humanas, lo cual, uni
do a la posibilidad de réplica igualmente devastadora, por medio de missites. cambia
completamente el sentido de la guerra. Los hombres se ven reducidos, de grado o por
fuerza, al planteamiento de una organización internacional que evite ese peligro (véanse
a a te propósito los libros de J aspers y D ubarle citados anteriormente, p. 223, asi como
nuestro artículo: Le chrétien face au danger atomlquc, «L'Union» 1965, n.° 6).
2.* La cibernética. Esta nueva disciplina (para los profanos, ciencia de los robots),
ciencia y técnica de la información, transmisión y accionamiento por reacción, adquiere
en nuatros días una extensión considerable. Utilizando los recursos de la electrónica,
apunta sobre todo a: I) hacer las veces del pensamiento humano y aumentar los poderes
del mismo a i los dominios siguientes: depósito de informaciones en memorias (general*
mente magnéticas) de enorme capacidad, tratamiento dv esas Informaciones en las formas
más vahadas y con una rapidez extrema (algunas calculadoras realizan en pocos minutos
cálculos que habrfen exigido vidas enteras da matemáticos) Entonces constituye una es
pecie de pensamiento artificial, que sin embargo no pasa de ser una herramienta, creado
por el hombre y a su servicio, según un programa determinado; pues es el hombre quien
416
Un m undo por iransjormar
plantea Jos problemas al cerebro electrónico, según un lenguaje apropiado (el algoí).
y quien ha de interpretar después los resultados Todos los sectores de la actividad luí*
mana son afectados por tal técnica, dodc la admininiradón de una contabilidad ha&ta la
traducción de libros, paaando por la política o la critica teatual 2) Después, dirigir
una reacción adaptada a una modificación de los datos de un problona o de una situa
ción (efecto de feed-bock. del que el urm ocuio a un ejemplo dementa l) l l e g a d a i un
alto grado de perfección por reacción, esta técnica constituye la automación (conducción
y control por reacción de una producción industrial), cuya introducción trae consigo
otros problemas: el del paro (la automación disminuye conaidcrablcmeotc la mano de
obra) y el de la extensión del tiempo libre humano. Por estos caracteres, la cibernética
esclarece numerosos problemas biológico* (adaptación y regulación) Finalmente, di al
hombre medios considerables para actividades más espirituales, o! liberarte de tmeas n*
chviipdoras. Por u n to , ayuda poderosamente a la evolución humana que evocamos aquí
Acerca de estos problemas, véase, por ejemplo. F Cos&a, La cybeménque, Masson, 195?;
C o u f f i g n a l . Notions de base de cybemétique. Ganthiers-Villan. 1940; C Isavc, Las ro
bots et Tesprir. «Nouvelle Revue Théolog.» 1953, p. 912*; J. M onrm , La révobaion
cybernétique, «Études» 2 (1955) 183ss; N M o i a y . Cibernética. Heider, Barcelona 1967.
3 * La genética. Es uno de loa dominios de la biología, en plena capeante, que ex
plora los procesos de la herencia, es decir, la vinculación del hombre a su pasado y la
manera como su propio organiono se construye La genética está insana, púas, en el
centro mismo del problema del misterio de la vida, y por dio dota al hombre de pode
res sobre sí mismo, haciéndole capas de modificar su patrimonio hereditario (lo cual
plantea un importante problema moral), entrando en d contexto de una aaandóa por af
hombre de tu propia evolución. Para una primera irubecite. véase la obra colectiva.
Herédtté et génétique «Recherches et débats». Fayard. 1964. y para un estudio mis téc
nico, el primer volumen de la enciclopedia. La vic et Diomme, K Á e , 1961
4 La astronáutica Es. con toda seguridad, uno de los afecto s más exaltantes dd
progreso actual. Fsta técnica da al hombre la posibilidad de abandonar s i planeta natal,
«le hacerse extranjero del mismo Por ello, inaugura una e n nueva, etapa superior de
independencia de las condiciones materiales terrestres, permitiendo al hombre entrar m
unos dominios ilimitados: los de la conquista dei cosmos
La astronáutica plantea de ouevo en nuestros días el viejo problema de la jiJiiinfirfnrf
de los mundos habitados, en función de nuevos datos. En efecto, si durante mucho tíonpo
se consideraba la existencia de planetas alrededor de nuestro sol como el resultado de un
atar rarísimo (colosion cósmica), en nuestros días se es monos pesimiaa, pues se ha dea-
cubierto que un buen porcentaje de las estrellas más próximas posee planetarios,
lo cual cambia considcrablenente los datos del problema. De otra pene, la "*»——ríf de
vida sobre un planeta no aparece ya como un hecho puramente accidoital y debido al
arar; si la vida aparece tan pronto como las condiciones fisicoquímicas lo permitan, y
aun cuando esta probabilidad se reduzca al extremo, el hecho de que las estrellas (con
probables sistemas de planetas en número indeterminado) exiaan por m ilo de y
de millones en el universo (cf. nota 1) hace sumamente probable la existencia de vida
extraterrestre (ya s i nuestro sistema solar, aparte «le la tierra. Marte poace muy pióte-
blemente vida vegetal) El resultado de todo cato es que ya no * pueda tratar a la li
gera la hipótesis de otros mundos habitados, pues si. en la dialéctica de la evolución bio
lógica. ésta desemboca en la aparición de seres inteligentes (evidentemente, con erm eite
do su alma espiritual por Dios), la posibilidad de la existencia de loa míanos a otros
mundos ya no puede ser descartada o pHori. Por otra pane, la teología no ha expando
n la astronáutica para p lan tarse el problema y resolverlo generalmente en salid o favo
rable a te posibilidad de tales mundos, con todos los problemas religiosos cooexos (posi
bilidad de varías encamaciones del Verbo divino, existoicia de un peado original, papel
por atribuir a la tierra a e su perspectiva religiosa, etc ). Acerca del aspecto científico
del problema, la obra más sería es la de H S p c n c e r J o n e s . La vie sur d aun es mandes,
Dunod, 1960; asimismo en el cuaderno n.° 10 de efitudes biologiques» Lethielleux La
vie extra-terrestrt Desde el ángulo religioso e histórico, sigue siendo útil la obra de
417
2.0 El measaje cristiano realza la m isión del hombre.
418
U n m u n d o p o r tra n sfo rm a r
419
b) CRISTO OBRA POR EL HOMBRE.
420
c) c o n c l u s ió n : la f il o s o f ía de la naturaleza, com o PR O PE
DÉUTICA A ESA ENSEÑANZA.
421
F ilo so fía a c tu a l d e la n a tu r a le z a
thicrs-Villara. 1962 (relación del coloquio internacional de Moscú. 1962), R J N i Kiah, La evo
l u c ió n y la f i l o s o f í a c r is tia n a . Herder.
Barcelona 1967; P W inthi bikt L e v iv a n t . c iv n ie u r
d e s o n é v a lu t io n . Masson, 1962.
Nota 21. p 411$: O. Catsrv, D e la sciencc á la th e o lo y ír E ssai s u r T. d e C h . Déla*
chaua el Niatfc. 1966; E. Rideav. L a p e n s te d e T etlh a rd d e C h a r d in , Seuil. 1963. B nr.
Solaoss. T. d e C h .. Privai. 1967; D. Paulin. T d e C h. E ssai d e h lh U o g ra p h ie (1936*1966).
Univ, Lavil. Québcc 1967.
Nou 23. p 413: J -Y. Jouf, C o m p r e n d r e l ’h o m t n e , l - l n t r o d u c t i o n á u n e a n t h r o p o *
l o g i f p h tio s o p h iq u e , Éd du Cerf, 1967; A Manaranihe , L ' h o m m e e t s o n u n iv e r s , Éd
ouvritres 1966; A G hioi. L a n a tu r a e V u o m o , Roma. Sludium. 1965
Ñola 23. p. 416, 2 W: laj obras colectivas siguientes: L e c o n c e p t t t i n f o r m a i l q u e d a n s l a
s c ie n e e c o n te m p o r a in e , Éd de Minuit. 1965; L 'e r e d e s ordi/iflieur.i, «Recherches et débals*.
Deselle de Br . 1966; P- IdattI!. L a r é v o l u t io n c y h e r n i t i q u e 7 L l b é r a t lo n o u a s s e r v l s s e m e n t 9,
•Étudcs» 1964 . 232as; G. Buara. L e m o n d e á t 'h e u r e d e s o r d ln a t e u r s , Dunod. 1967.
Nou 23, p 417. 3»; L S Penrose, I n tr o d u c ti o n á la g i n é t i q u e h ú m a m e , A Colín. 1963
NoU 25, p. 417- 4.°: A. Ottoiino. G il a r g o m e n t i s c ie n t if ic i p e r u na d i s c u s s io n e d e l p r o -
b le m a d e f h p lu ra J iiá dei m o n d t a b ir a ti, «Aquinas* 1965. 147ss.
N o u 26. p. 4 Id : la obra colectiva. S e ie n c e e t fo x . Fayard, 1962; A Duchau . R e c h e r c h e
«Rev des quest scicnt.» I (1966) 5-24;
i d e n t i f i q u e fo n d a m e n ta l e e t p e r s p e c tiv e s c h r é r ie n n e s ,
D D urarle. A p p r o c h e s d 'u n e th é o l o g i e d e la S c ie n c e , Éd du Cerf, 1967; L G un th er , L e
c h r itie n e t l a v is ió n s c ie n iifiq u e d u m o n d e , Éd. du Cerf, 1965; J. M o retti . B i o lo g i e e t r i f l e
d o n c h r i t i a m e , Fayard, 1967; P. R oqoeplo, E x p é r ie n c e d u m o n d e , e x p é r i e n c e d e D i e u 7,
£d- du Cerf, 1968; E. Mairlctt, S c ie n c e e t f o i c h r é t l e n n e , O .G .L ., 1968.
422
ÍNDICE ALFABÉTICO*
* Entra loa nom bra propio* i6k> m d ú o ka autora mét impo r t i f qot Apuran
en el tanto; las citas da Aristótde» y santo Tomda mm demasiado nuoarosaa para qe«
puedan indicarse en una forma que fuese dtil.
423
índice alfabético
424
Indice alfabético
425
Indice alfabético
426
índice alfabético
427
Indice alfabético
428
CURSO DE FILOSOFÍA TO M ISTA
IS B N 84-354-0518-6