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SUPREMACÍA DE LA CONSTITUCION
Catedrática:
Abog. Bessy Rivera
Clase:
Derecho Constitucional
PRESENTADO POR:
Adela del Carmen Abascal……0703200104130
Sección:
1201
También vale la pena resaltar la relación que tiene este tema con nuestra carrera ya que
debemos conocer la historia de nuestra Constitución, los motivos por la cual es la ley suprema
de cada país y saber de que manera está conformada y que regula, para una correcta
utilización de ella en un proceso judicial. Es partiendo de ese presupuesto que desarrollamos
el presente trabajo, para que podamos en un futuro hacer un análisis más concreto cuando se
nos presenten casos a muchos que posiblemente estemos dentro de lo que es la carrera judicial
o tal vez en dependencias que requieran una asesoría.
INTRODUCCIÓN
General:
Antes de desarrollar el tema de esta investigación vemos necesario definir que la Constitución
es un cuerpo de normas jurídicas, básicas y fundamentales que contienen los derechos
esenciales de las personas y que precisan y determinan la organización del estado. Las
constituciones a diferencia de otras leyes regulan un aspecto muy amplio de la vida social,
conjunto de normas que pueden regular desde los elementos territoriales del estado, pasando
por las garantías constitucionales, la división de los poderes, atribución de los funcionarios
públicos, etc.
Parte Dogmática: Pretende establecer las garantías y los derechos fundamentales de los
ciudadanos. Ese conjunto de normas y principios fundantes tanto de tipo dogmático como de
tipo orgánico constituyen la base, el cimiento y la columna del resto del ordenamiento o
edificio jurídico de un país.
La Constitución contiene como una de sus características más distintivas el ser suprema. Esta
supremacía radica en dos vertientes esenciales:
1) la formal,
2) la material.
La Constitución es formal al ser una ley que, a diferencia de otras, fundamenta y ordena la
validez de todo un sistema jurídico, estableciendo un procedimiento dificultoso para su
reforma, así como los criterios para la creación de otras normas. Y en otro sentido es material,
ya que en la Constitución se concentran los valores y principios fundamentales que rigen a
una organización político-social, los cuales solventan las necesidades vitales de justicia de
sus integrantes.
Estos valores y principios dan sustento y razón de ser al sistema constitucional, pues expresan
no solo los anhelos sociales más arraigados o trascendentales para una comunidad política
determinada, sino también aquellos que son universales e inherentes a la persona.
Es notorio cómo en los primeros Estados donde se instauraron constituciones como normas
rectoras, los poderes públicos se encauzaron a ejercitar los contenidos básicos de la
Constitución, por ser mandatos expresos de la voluntad popular y, por ende, mandatos
ineludibles en su cumplimiento.
En los siglos XIX y XX, los sistemas jurídicos se fueron constitucionalizando en un mayor
grado, edificando todo su actuar y esencia en y hacia la norma suprema. No solo en el orden
de prelación como norma primaria, sino como fuente difuminadora de valores y principios
de todo el sistema. Esta visión de supremacía de la Constitución es la que ha permeado en
los últimos años, acentuándose durante el siglo XX, donde los derechos humanos fueron
exaltados como elementos universales de eficacia y valor pleno en todo sistema jurídico.
La Constitución es suprema por los valores y principios fundamentales que alberga, por esta
razón es que debe contener una fuerza normativa lo suficientemente eficaz que permita el
funcionamiento estructural del sistema jurídico y, de esta manera, no existan elementos que
se antepongan a ella.
Las constituciones escritas, desde su surgimiento, al establecer las directrices generales del
quehacer político y jurídico de un Estado, se erigieron como normas jurídicas supremas. Esta
cualidad se debe a que las constituciones son detentadoras de las reglas que dotan de
competencia a los órganos de poder para actuar, así como del proceso que debe agotarse para
la creación de las leyes ordinarias.
Hans KELSEN concebía a la Constitución como suprema por ser esta la que fundaba a todo
el sistema jurídico. La norma suprema es la que establece cómo se deben crear todas las
normas jurídicas del sistema. Para que estas puedan ser vigentes y válidas, deben contener
otro requisito también previsto por la Constitución: señalar cuál es el órgano competente para
expedirlas.
Uno de los problemas que trae consigo ubicar a la Constitución como única fuente generadora
de todas las normas jurídicas es determinar si solo aquellas que emanen de esta son válidas,
o bien, también aquellas que existen o pertenecen al sistema, habiendo tenido un origen
distinto, ya sea total o parcialmente, al resto de las normas.
El razonamiento kelseniano acerca de la supremacía fue adoptado por gran parte del
positivismo jurídico del siglo XX, pero conforme fue avanzando el posicionamiento de los
derechos humanos y la dignidad del hombre, se hizo necesario validar a las normas jurídicas
de forma más profunda, bajo un criterio material, y así dar respuesta a las nuevas exigencias
sociales.
Rasgos Característicos
Se debe recordar que la función primaria de la Constitución dentro del Estado moderno fue
limitar los excesos del poder político. Posteriormente, se atrajeron otras pretensiones a su fin,
como el reconocimiento y la defensa de los derechos fundamentales, pasando por distintas
fases.
Se puede afirmar que la limitación al poder político para evitar su desbordamiento en la esfera
de los particulares trajo consigo el desarrollo del esquema de división de poderes, que con el
tiempo se transformaría en un principio vital para el constitucionalismo.
La división de poderes y el reconocimiento de los derechos fundamentales han sido los rasgos
esenciales del constitucionalismo moderno. Las primeras constituciones recogieron estos
factores elevándolos como objetos condicionantes de existencia de cualquier documento que
pretendiese tener la calidad de ley fundamental.
Los principios fundamentales generan que los contenidos constitucionales se vuelvan
universales, disolviendo cualquier tipo de particularismo o prerrogativa política, social,
económica o jurídica.
No hay Estado sin Constitución. La existencia del Estado de Honduras sólo puede probarse,
con certeza y realidad, con la vigencia efectiva del Estado de Derecho en el que la
Constitución es el fundamento positivo y principal sobre el cual se asienta todo el orden
jurídico del Estado y es la fuente por excelencia del Derecho Constitucional.
En efecto, hacia el propósito exclusivo de que se cumplan los principios y fines humanistas
del Estado de Derecho en Honduras, debe orientarse la aplicación de todas las disposiciones
constitucionales, en particular las referidas a los derechos y libertades fundamentales y
garantías constitucionales, al territorio nacional y el régimen económico. Es con ese designio
que la Constitución establece la forma de Estado y la forma de Gobierno, y los órganos o
poderes del Estado y determina expresamente sus competencias o atribuciones y límites; su
separación, igualdad, complementación y el régimen de sus responsabilidades.
Eso demuestra que todas las atribuciones de esos poderes públicos son competencias
condicionadas y referidas funcionalmente hacia el fin de la realización plena de los habitantes
de Honduras que, como pueblo, son siempre los titulares de la soberanía como bien público
que le es inherente e inalienable. Por lo que los Poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial ni
son soberanos ni tienen una delegación parcial y limitada de la soberanía en ellos, y sus
atribuciones deben ejercerse para alcanzar el fin de la sociedad, del Estado y del Estado de
Derecho que es la persona humana y el respeto y promoción de su dignidad. En atención a
ello, la teoría de la división de poderes es reflejada, por nuestra Constitución, ya transformada
en teoría de la distinción y de la colaboración de los tres Poderes del Estado.
CONCLUSIONES
Si bien es cierto que la supremacía formal, como tal, es un concepto incompleto y casi en
extinción, sobre todo con el incremento de los llamados bloques de constitucionalidad, es un
hecho que el ámbito sustancial de la supremacía se ha visto fortalecido, y eso, en realidad, es
lo que permite que la supremacía de la Constitución siga siendo un rasgo distintivo.
La naturaleza dual no conlleva una negación del principio de no contradicción sino, por el
contrario, implica una dimensión real y necesaria para que los contenidos sustanciales de la
Constitución se vean garantizados a través del grado de primacía que solo la supremacía en
su forma óptima puede propiciar.
ANEXOS
BIBLIOGRAFIA