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Este artículo se publicó también bajo el titulo: “F. Nietzsche y los ideales estéticos del Sur: la
necesiad de mediterraneizar la música”,en la revista Analecta Malacitana, nº 23/1, año 2000, pp. 131-
148.
2
Crepúsculo de los ídolos, af. 33, p. 34 [Citamos las obras principales de Nietzsche por la
edición de Andrés Sánchez Pascual, (Madrid, Alianza); las demás citas, obras y Fragmentos Póstumos
corresponden a F. Nietzsche. Sämtliche Werke. Kritische Studienausgabe. Ed. G. Colli y M. Montinari,
München, De Gruyter, 15 vols., 1967-1977. (KSA)] En carta a Peter Gast (15-1-88) afirma algo
parecido: “La vida sin música seria simplemente un error, una fatiga, un exilio”, en F. Nietzsche.
Sämtliche Briefe. Kritische Studienausgabe. Ed. G. Colli y M. Montinari, München, De Gruyter, 8
vols, 1975-1984. (KSB), 8, 232.
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y Wagner. Le interesa la música que crea diversidad no unidad y la música del
sur podía ser una alternativa a la música de Wagner, a “lo alemán”, al
romanticismo, pero también una posibilidad para liberarse de sus fantasmas
juveniles. Nietzsche buscaba una nueva forma de arte que fuera la antítesis
psicológica del romanticismo, que alentara sentimientos no decadentes y no
manipulara al público oyente, como lo hacía, por ejemplo, la música de Wagner.
Por eso el encuentro con el sur fue para él como un nuevo criterio para pensar la
música de otra manera, pero también fue realmente como una auténtica terapia,
porque escuchar la música del sur le producía un gran placer, le proporcionaba la
serenidad deseada y sensaciones profundas y nuevas capaces de distinguir lo
nuevo de lo viejo, lo que su cuerpo quiere de la música, que no es otra cosa que
Hay, pues, una necesidad de música casi fisiológica que afecta no sólo al
cuerpo sino al espíritu. “La música me produce ahora sensaciones como no las
había tenido nunca. Me libera de mí mismo, me desencanta de mí mismo[...] y
cada vez, tras una noche de música (he oído 4 veces ‘Carmen’), una mañana
llena de ocurrencias e ideas revueltas. Es como si me hubiera bañado en un
elemento más natural”4.
En ese interés tan desmesurado y pasional por la música del sur hay, sin
duda, un componente epocal. El tiempo que vive Nietzsche es un tiempo en el
que vuelve a aflorar la vieja rivalidad que siempre existió entre lo alemán y lo
francés. Después de la victoria alemana sobre Francia comenzó a preguntarse por
aquello que es propiamente lo “alemán”. No dudó tampoco en unirse a las
críticas que Heine había lanzado contra la cultura alemana desde su exilio en
París. Por otra parte, las lecciones de J. Burckhardt le habían convencido también
de que el futuro de Europa no se encuentra en el norte sino en el sur. Por eso, las
características que siempre habían definido el modo de ser de lo alemán, tales
como la profundidad, oscuridad, el gusto por la cerveza, el sistema y, sobre todo,
la música no significaban, ni mucho menos, una superioridad cultural. Los
3
La Gaya Ciencia, af. 368. (KSA, 3, 617).
4
Carta a Peter Gast (15-1-88) (KSB, 8, 231-2). Unas semanas después le escribe en términos
parecidos: “Ya no conozco nada, ya no oigo nada, ya no leo nada; y a pesar de todo ello no hay nada
que me interese más, realmente, que el destino de la música”. ( 21-3-88) (KSB, 8, 275).
2
franceses, sin embargo, podían sentirse orgullosos de tres cosas como signo de
su superioridad cultural: en primer lugar, “la capacidad de sentir pasiones
artísticas, de entregarse a la ‘forma’”; en segundo lugar “una curiosidad y talante
inventivo; y en tercer lugar, una síntesis lograda a medias, entre el norte y el
sur”5.
5
Más allá del bien y del mal, af. 254, p. 211.
6
Crepúsculo de los ídolos , p. 51.
7
KSA, 9, 12 [181], 707. Sobre las estancias de Nietzsche en Italia y sus impresiones cf. Guy de
Pourtalès, Nietzsche en Italie. Paris, L’Age d’Homme, 1993.
8
Más allá del bien y del mal, af. 254, p. 211.
9
Así habló Zaratustra, IV, p. 405.
3
Nápoles... Esa predisposición y apertura hacia el sur, y en concreto hacia la
música del sur, Nietzsche la siente como una necesidad vital, pero también
filosófica. El pensador solitario, pesimista y melancólico, de naturaleza
enfermiza, no puede soportar la oscuridad, la densidad y la gravedad de todo lo
que representa el norte. “Un hombre de mi naturaleza, profondement triste, no
puede soportar a la larga la música de Wagner. Nosotros tenemos necesidad del
sur, del sol ‘a cualquier precio’, de la claridad, candidez, inocencia de la dicha
mozartiana y de la ternura en los tonos”10. En el sur se puede oír esa lengua casi
vulgar de la música tierna, loca, a su vez demasiado dulce y demasiado ruidosa;
esa “vulgaridad latina” que a veces genera y produce el mal gusto, pero que en el
fondo no es más que un producto de la gran necesidad, y que no ofende a
Nietzsche como le ofende la vulgaridad del estilo de las obras del norte, en las
que “el artista se ha rebajado ante sí mismo y no sin poder evitarlo, para
enrojecer más. Nosotros nos avergonzamos con él y nos sentimos ofendidos
porque sospechamos que él creía que tenía que rebajarse por causa nuestra”11.
Pero el sur no sólo cura de esa enfermedad que produce la música alemana, sino
que transfigura al que se deja inundar por su luz y le hace soñar en un futuro en
el que la música pueda encontrar también su propia redención, al liberarse del
modo de ser de la música del norte. “Contra la música alemana considero que se
imponen algunas cautelas. Suponiendo que alguien ame el sur igual que yo lo
amo, como una gran escuela de curación en las cosas más espirituales y en las
más sensuales, como una plenitud solar y una transfiguración solar incontenibles,
desplegadas sobre su existencia que es dueña de sí misma, que cree en sí misma:
bien, ese aprenderá a ponerse un poco en guardia frente a la música alemana,
pues ésta, en la medida en que vuelve a echar a perder su gusto, vuelve a echar a
perder también su salud. Ese hombre meridional, meridional no por ascendencia,
sino por fe, tiene que soñar, en el caso de que sueñe con el futuro de la música,
también con que la música se redima del norte y tiene que sentir en sus oídos el
preludio de una música más honda, más poderosa, acaso más malvada y
misteriosa...”12, ingenua y amoral, pero con una autoconciencia moderna que
mira siempre hacia un mundo mejor, al menos más ligero y soleado.
10
Carta a Rohde, (23-2-86) (KSB, 7, 153).
11
La Gaya Ciencia, af. 77. (KSA, 3, 433).
12
Más allá del bien y del mal, af. 255, p. 213 Cf. también La Gaya Ciencia, af. 105. (KSA, 3,
463).
4
líricas de Nietzsche en favor del sur y de su idiosincrasia, haya un fuerte
componente de utopismo de lo artístico como respuesta, también, a la “obra de
arte del futuro” de Wagner y como nueva dimensión estética frente a los valores
románticos.
13
El caso Wagner, KSA, 6, 16. En KSA, 13, 9 [166], 434, habla de “mediterraneizar la música:
esa es mi solución...”.
14
El Caso Wagner, KSA, 6, 37.
15
Nadie mejor que Albert Camus expresó esa alianza del hombre con la naturaleza en su obra
Noces, donde describe la luz del mediterráneo como el hábitat de los dioses.
16
Ecce Homo, p. 48.
5
“sin lo que constituye mi sur en la música, la música de mi maestro
veneciano Pietro Gasti, yo no podría pasar. Cuando busco otra palabra
para decir música encuentro siempre tan sólo la palabra Venecia. No sé
hacer ninguna diferencia entre lágrimas y música, no sé pensar la
felicidad, el sur, sin estremecerme de terror”17.
Como ya hemos indicado, una de las notas más singulares de esa música
mediterránea, es la de ser una música ligera. Pero ligereza no significa
frivolidad, sino gracia; flexibilidad en vez de rigidez, viveza en vez de pompa y
boato, fluidez y no pura retórica. A primera vista parece como si lo ligero no
fuera profundo y que lo importante estaría ligado con la gravedad y pesadez.
Nadie es más ligero, por ejemplo, que Mozart: nadie que escuche Don Giovanni,
o las Bodas de Fígaro puede eludir la profundidad de esa ligereza. En la alegría
hay mucha profundidad. El gozo y la melancolía se entrelazan. Es la sensación
de fluidez en el arte, de lo que quiere autotrascenderse, del espíritu libre que
quiere y necesita “danzar”. Por esta razón, la estética nietzscheana de la música
da un paso importante en favor de la danza y el baile, simbolismos
determinantes en la nueva configuración filosófica del pensamiento del último
Nietzsche. Es difícil entender su Zaratustra, por ejemplo, sin este trasfondo
musical18. Por otra parte, no hay tampoco que olvidar, que esta nueva
connotación ideal de la estética de la música responde al nuevo giro que se
produce en la estética de Nietzsche al pensar el arte desde una nueva perspectiva
fisiológica y corporal. Pero detrás de todas estas transformaciones en el
paradigma de la música se encuentra también el renacimiento de Dionisos, el
genio de la naturaleza, el cual para expresarse reclamaba un simbolismo del
cuerpo todo entero, no solamente los labios, rostro, palabra, sino el conjunto de
17
Ibid. Aqui Nietzsche juega con la italianización de Peter Gast, cuya música significaba
“irónicamente” para Nietzsche la alternativa a la música de Wagner.
18
En Ecce Homo, p. 93, celebra su Zaratustra como esa melodía, o sinfonía, con aires de sur,
tanto por su entorno y atmósfera como por su imaginería. “¿Acaso es lícito considerar Zaratustra
entero como música; ciertamente una de sus condiciones previas fue un renacimiento en el arte de oír”.
Tampoco hay que olvidar cómo el propio Nietzsche utiliza la danza y el baile como metáforas
recurrentes de la transformación del hombre en su camino hacia el Superhombre. (Cf., por ejemplo,
Así habló Zaratustra, III, “De la visión y el enigma”, p. 228.
6
los gestos que en la danza alcanzan su máxima expresividad y rítmica. En este
giro se pueden apreciar dos cosas: en primer lugar una reinterpretación de sus
jóvenes ideas sobre la música en El nacimiento de la tragedia19 y, en segundo
lugar, una vuelta de la música a su origen, a su actividad muscular, superando la
tendencia de la música moderna, que para hacer de ella un arte especial “se ha
inmovilizado a un gran número de sentidos, sobre todo el sentido muscular”20.
**
19
Ver sobre todo la sc. 2 de El nacimiento de la tragedia, p. 46ss..
20
Crepúsculo de lo ídolos, p. 92.
21
KSA, 12, 7 [7], p.285 (1886).
7
La necesidad de hacer una confesión antirromántica de la música, sobre
todo a partir de su obra Humano demasiado humano, le lleva no pocas veces,
aunque de un modo un tanto ambiguo, a tomar la música de Mozart como una de
las figuras en la que encuentra un reflejo la vida de los países del sur. No
obstante, ya en 1870 comienza a ser recurrente el nombre de Mozart en sus
escritos. En la segunda intempestiva alaba a Mozart por su fuerza reformadora y
daba cuenta de cómo la música alemana, sobre todo Mozart y Beethoven, había
asumido la forma italiana de la canción popular. Tampoco hay que olvidar que
para Schopenhauer, Mozart y Rossini eran ideales musicales representativos de
la encarnación de su filosofía de la música.
22
G. Gruber hace un recorrido cronológico sobre las apariciones de Mozart en la obra de
Nietzsche en “Nietzsche Begriff des ‘Südländischen’ in der Musik”, en G. Pöltner/H. Vetter (eds),
Nietzsche un die Musik. Frankfurt a.M., Peter Lang, 1997, p. 115ss.
23
Carta a Overbeck. (10-11-82) (KSB, 6, 276).
24
Carta a su madre (finales de abril 1885) (KSB, 7, 44). De nuevo confiesa a su madre (16-4-85)
(KSA, 7, 40): “Me gusta tanto la música de mi maestro [Peter Gast], como ninguna otra música – por
lo demás, ya no tengo muchas más cosas que me gusten”.
8
indirectamente parece querer decirnos que su modelo paradigmático frente al
ideal marchito de la música wagneriana tiene la impronta de la idealidad
mozartiana. Pero desde mi punto de vista, aquello que los une bajo una misma
forma es la manera en que los tres encarnan los ideales del sur.
25
Humano demasiado humano II, b, af. 165 (KSA, 2, 620). En realidad el nombre de Mozart
comienza a ser recurrente en la obra de Nietzsche a partir de los años 70. En la segunda Intempestiva
alaba a Mozart por su fuerza reformadora en la música alemana. Sobre la presencia de Mozart en la
obra de Nietzsche cf. Gruber, op. cit., p. 10.
26
Humano demasiado humano, II a, af. 298 (KSA, 2, 501).
27
Ibid, II, b, af. 152.(KSA, 2, 616).
28
KSA, 13, 14 [61], 247.
9
había reconocido el abismo entre el presente y el mundo (no sólo el arte) de
Mozart, pero para él la diferencia entre lo alemán y el sueño del sur no podía
considerarse como un criterio y tampoco como un problema. Además, a juicio de
Wagner, Mozart había cambiado la relación de lo dramático y lo musical, pues
para él la poesía tenia que ser un hija obediente de la música.
29
Cf. Gruber, op. cit., p. 118.
30
Ecce Homo, p. 48. El descubrimiento de Rossini es un poco tardío. Aconsejado por Peter Gast,
Nietzsche comenzó a escuchar su música durante su estancia en Génova en los años 1881-1882.
31
El caso Wagner, KSA, 6, 49.
32
La Gaya ciencia, af. 80 (KSA, 3, 437).
10
Europa esta bañada cuando, con Rousseau, había soñado, cuando bailó alrededor
del árbol de la libertad de la Revolución”33. Es evidente para Nietzsche que en
Beethoven se encarnan los ideales de la Revolucion francesa y como tal sientan
las bases para una nueva época, la de la burguesía y la del estado democrático, y
la época moderna. Pero a pesar de representar el ideal de la “música absoluta” y
de encarnar en su música instrumental la esencia de lo que debería ser la música,
seguía siendo para Nietzshe demasiado alemán.
***
Todas las cualidades que posee la música del sur frente a la oscura
música del norte, representada especialmente por la de Wagner, las descubre
Nietzsche en la música de Bizet y, sobre todo, en su ópera Carmen. La primera
pregunta que surge, cuando se piensa en el cambio tan radical que supone
enfrentar la música de Wagner a la de Bizet, es la siguiente: ¿por qué Bizet
representa el modelo artístico en la nueva estética nietzscheana de la música? Es
posible que se tratara de una nueva estrategia de Nietzsche desde la que poder
afrontar con un cierto fundamento la crítica a Wagner. Bizet le habría
proporcionado un nuevo lenguaje y la posibilidad de nuevos objetivos; en él
habría descubierto una nueva forma de belleza y de seducción, “un fragmento del
sur”; Bizet representaría la encarnación del Dionisos-artista, lo mismo que Peter
Gast u Offenbach. Lo que caracteriza a la música de Bizet, representativa de la
música del sur, lo resume magistralmente Nietzsche en el Caso Wagner:
33
Más allá del bien y del mal, af. 245, p. 199.
34
El caso Wagner, KSA, 6, 13-14.
11
En este breve texto resume Nietzsche los nuevos principios estéticos en
los que se ha de fundamentar su nueva estética y su nueva filosofía. Si en su
primera época fue Wagner y su drama músical la vía y el camino para expresar
sus ideas sobre la naturaleza de la tragedia y de la existencia, ahora es Bizet y lo
que representa la ópera de Carmen, como encarnación del espíritu del sur, lo que
va a polarizar su pensamiento.
12
le estaba ofreciendo las condiciones adecuadas para poder filosofar, pero para
eso no hace falta, como en Wagner, buscar una filosofía para legitimar su obra
musical. Por ello Nietzsche admiraba la inocencia e ingenuidad de la música de
Bizet. Su música “libera el espíritu del filósofo”, da alas al pensamiento para que
se eleve por encima de lo vulgar y cotidiano. Es cierto que una cosa es la
filosofía y otra la música, pero la música es un perfecto crisol para que surja
productivamente la filosofía. “Bizet me hace fecundo. Todo lo bueno me hace
fecundo”, pero lo que es bueno es “ligero”, corre con “pies delicados”38. En este
contexto C. P. Janz, en una brillante interpretación “musical” del modo de ser de
la obra de Nietzsche, toma como contrapunto la interpretación del mismo
Nietzsche de la obra musical de Bizet para poner de relieve aquello que a él le
faltaba: “la ‘melodía interminable’ de su discusión filosófica, el enfrentamiento y
ordenación serial de los motivos, temas, siempre inconclusos por retardo, por
reserva, o por anticipación, avanzando en proposiciones disonantes, dejando
abierto el acorde final: éste es su peligro, y eso es lo que ve en la obra
wagneriana como en un espejo”39. Por el contrario, la música de Bizet construye,
organiza los contenidos, cierra musicalmente los motivos ordenados, acaban,
como termina una serie numérica con sentido.
38
El caso Wagner, KSA, 6, 14.
39
C. P. Janz, F. Nietzsche. 3. Los diez años del filósofo errante. Madrid, Alianza, 1985, p. 487.
40
J. Quesada, “Tragedia y espíritu mediterráneo en F. Nietzsche: de las cuatro transformaciones
del espíritu”, en Luis E. de Santiago Guervós (ed.), Actualidad de Nietzsche en el 150 aniversario de
su nacimiento. Málaga, Universidad de Málaga, 1994, p.112.
41
Más allá del bien y del mal, af. 245., p. 201.
13
natos”, para los “buenos europeos” que “saben amar en el norte el sur, en el sur
el norte”42, y que sueñan que en un futuro próximo la música podrá redimirse del
norte.
****
42
Ibid., af.254, p. 213.
43
El caso Wagner, KSA, 6, 14.
44
Ibid.
45
Helge Hultberg, Die Kunstauffassung Nietzsches. Oslo, Universidad de Bergen, 1963, p.38.
46
El caso Wagner, KSA, 6, p. 13.
14
maestra”, significó para Nietzsche una forma nueva de definir también el “pathos
filosófico”. A la luz de una música semejante, que es capaz de arrebatar el
espíritu para que se ilumine el pensamiento y “los grandes problemas parezcan
próximos a su solución”, creyó sentirse más perfecto, más hombre, mejor músico
y mejor oyente, hasta el punto de poder “oír bajo esta música su causa
(Ursache)”47, el asunto primordial, la esencia de las cosas.
47
Ibid., p. 14.
48
Carta a Peter Gast (28-11-81) (KSB, 6, 144). Del mismo tono se ve impregnada toda la
correspondencia de Nietzsche de esos días. Está obsesionado por Carmen como se puede apreciar en la
correspondencia con Gast : “para mí esta obra merece un viaje a España - ¡una obra extremadamente
meridional! No os riáis de mi, viejo amigo, mi ‘gusto’ no se confunde tan fácilmente de manera total”
(5-12-81) (KSB, 6, 145-6). “No estoy muy lejos de pensar que Carmen es la mejor ópera que existe,
mientras nosotros vivamos formará parte de todos los repertorios de Europa”(8-12-81) (KSB, 6, 147).
49
En carta 20-12-87, después de haber asistido a la representación de la ópera, afirma: “un
verdadero acontecimiento para mí: he vivido más en estas cuatro horas que lo que he pensado en cuatro
semanas” (KSB, 8, 212).
15
A primera vista, no deja de sorprender que una obra de corte
popular, ligera y divertida como Carmen fuese capaz de seducir a Nietzsche de
esa manera y de rescatarle de la encrucijada que representaba la estética musical
wagneriana. Esa música de Bizet lo henchía de placer, porque en esa ópera todo
era sencillez natural, como natural era también su violencia; el efecto de su
música era liberador, no esclavizaba; era una música que le sugería otra manera
posible de ser del espíritu humano. Carmen es una “opera de números” . Sus
trazos y sus líneas son acabados, musicalmente cerrados en sí mismos. Cada uno
de ellos posee una forma cerrada. Pero lo que le fascina sobremanera es la
representación dramática de la “pasión”50: Carmen también era dramática, pero
“humanamente” dramática: ¿acaso alguna vez se oyeron en escena acentos
trágicos más dolorosos? Por eso Nietzsche en seguida apreció en esta obra
musical los rasgos característicos de la estética dionisíaca, porque hacía vivir el
lazo fatal de la creación y de la destrucción, del amor y del odio, de la
abnegación y del egoísmo. Y es posible, también, como indica con acierto J.
Quesada, que “con toda seguridad Nietzsche volvió a imaginar las madres de la
tragedia, a las madres del ser, Voluntad, Ilusión, Dolor”51. En ningún contexto
mejor que este del pensamiento de Nietzsche se puede encontrar implícitamente
la respuesta a aquella pregunta que para Nietzsche era decisiva en el
planteamiento de El nacimiento de la tragedia: “¿Cómo tendría que estar hecha
una música que no tuviese ya un origen romántico, como lo tiene la música
alemana, sino un origen dionisíaco?...”52. El espíritu trágico se expresa en
esta ópera de una manera tan paradigmática filosóficamente que el propio
Nietzsche queda sobrecogido cuando Don José al final de la ópera grita: “¡Sí!
¡Yo la he matado, yo, a mi Carmen adorada!”. Y Carmen ciertamente también
“redime”, sobre todo de los “vapores del ideal wagneriano” al introducir una
nueva sensibilidad hasta ahora desconocida en la música culta europea.
50
Carta a Peter Gast (28-11-81) (KSB, 6, 144).
51
J. Quesada, op. cit., p.112.
52
Ensayo de autocrítica, en El Nacimiento de la tragedia, p. 35.
16
espíritu moderno hacia un ideal más abierto del arte, una música que le brindara
un marco nuevo para dar vida también a nuevas ideas. Janz señala que algo
parecido ocurrió con el Don Giovanni de Mozart en relación a la obra Lo uno y
lo otro de S. Kierkegaard, que se convirtió en paradigma y modelo del modo de
vivir estético, que se centraba en el goce de los sentidos. Lo cierto es que
Nietzsche también quiso imprimir a su estilo la forma de la música de Bizet, esa
especie de danza, con pies ligeros, para poder saltar por encima de los límites
conceptuales de las palabras. Esa música podía servir de modelo para romper las
tupidas redes que representa para el filósofo el lenguaje con la mordaza de los
conceptos. Ese “alma nueva”, ligera, tendría que “cantar ¡y no hablar!”53, para
poder oír de esa forma “al alma misma de la música”54.
*****
53
Ibid., p.29
54
Humano demasiado humano, II, b, af. 168 (KSA, 2, 622)
55
Martin Vogel, Apollinisch und Dionysisch. Regensburg, Gustav Bosse, 1966, p. 229.
56
Carl Fuchs director musical de Danzig, tuvo una relación muy personal con Nietzsche en los
años de Basilea, que se rompió en 1878 a causa de las posturas divergentes frente a Wagner.
Posteriormente, a propósito de la composición del “Himno a la vida” de Nietzsche, se reanuda la
correspondencia con él siendo uno de sus principales interlocutores en su última época.
17
una alabanza de Beethoven”57. Esta aclaración de Nietzsche podría ayudarnos a
comprender algunas de las aparentes contradicciones que se producen en
relación con la música de Wagner. Si Bizet no es más que una “antítesis irónica”,
quiere decir que Wagner significaba todavía mucho para él y que el cambio no es
tan radical y profundo, como se aprecia en algunas de sus valoraciones sobre la
música de Tristán e Isolda. Por una parte, parece clara y testimoniada la opción
de Nietzsche por la música del sur y por Carmen, como respuesta y solución a
sus planteamientos estético-filosóficos, pero queda todavía la sospecha sobre si
realmente esa nueva perspectiva es capaz de suplantar lo que significa la música
de Tristán e Isolda.
Todo parece indicar que ya en los últimos días de su vida lúcida Tristán
seguía siendo “la obra capital y de una fascinación que no tiene comparación no
sólo dentro de la música sino en todas las otras artes”58. Algo parecido sugiere a
Peter Gast en una de sus últimas cartas cuando le sugiere: “Usted encontrará en
Ecce Homo una extraordinaria página sobre Tristán, sobre todo sobre mi relación
con Wagner”59. Y es verdaderamente aquí, en esa especie de testamento
espiritual que es Ecce Homo, en donde Nietzsche hace una valoración de sus
diversas interpretaciones en un tono más que intimista, cuando nos sorprende
con un testimonio que parece echar por tierra su pasión por Carmen:
“pero aun hoy busco una obra que posea una fascinación tan peligrosa,
una infinitud tan estremecedora y dulce como el Tristán , en vano
busco en todas las artes. Todas las cosas peregrinas de Leonardo da
Vinci pierden su encanto a la primera nota de Tristán. Esta obra es
absolutamente el non plus ultra de Wagner [...] Considero una suerte de
primer rango el haber vivido en el momento oportuno y el haber vivido
cabalmente entre alemanes para estar maduro para esta obra”60.
57
Carta a C. Fuchs (22-12-88) (KSB, 8, 554).
58
Ibid.
59
Carta a Peter Gast (31-12-88) (KSB, 8, 567).
60
Ecce Homo, p. 47.
61
KSA, 13, 23 [2], 601.
18
corrobora esta impresión: estando ya Nietzsche enfermo en Jena, Peter Gast fue a
visitarle en enero de 1890, y se sorprendió al ver cómo Nietzsche ejecutaba al
piano una música que era el mismo espíritu de Tristán62. ¿Podía haber ocupado
otra música el lugar que había ocupado la música de Wagner en la experiencia
espiritual y artística de Nietzsche? Es posible que también nos ayude a
comprender esa contradicción interna que vive Nietzsche su composición
musical del Himno a la vida, una confesión de fe en notas o un intento fallido de
expresar el sentido de la música dionisíaca. Este es y representa todo lo contrario
de lo que para Nietzsche es la “gaya ciencia” o la “música del sur”. En esta
composición no aparecen por ningún lugar los luminosos rayos del sol del sur o
la música serena de los países mediterráneos. W. Vetar, que hizo un análisis
crítico del Himno señala que “la música de Nietzsche para el Himno a la vida no
sólo es nórdica, en sentido alemán y en contraposición a la ‘italiana’, sino que se
parece exactamente a la música del norte de Alemania y recuerda, en su armonía
y en su melodía a Juan Sebastián Bach”63.
62
Cf. E. F. Podach, Der kranke Nietzsche, Wien, 1937, p. 220.
63
W. Vetter, “F. Nietzsches musikalische Geistesrichtung”, en Die Musik, 17 (1925), p. 326. La
reacción que suscitó el Himno cuando Peter Gast lo interpretó ante algunos amigos italianos no deja de
sorprender: Ellos exclamaron: “magnifico! Che rigore! Questa è la vera musica ecclesiastica!”. Carta
de Peter Gast a Nietzsche ( 4-11-87) citada en M. Vogel, op. cit., p. 144.
64
El caso Wagner, Prefacio, KSA, 6, 11.
19
música del futuro que habría de implantarse como modelo artístico de las
generaciones venideras.
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