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ACERCA DE LA CONTRADICCIÓN EN EL MEGACOSMOS

El cosmos, el mismo para todos, no ha sido creado ni por los dioses ni


por los hombres sino que siempre fue, es y será fuego viviente, que se
enciende según medidas y se extingue según medidas.
Heráclito

La forma fundamental de todo movimiento es (…) la aproximación o el


alejamiento, la contracción o la expansión; en una palabra, la vieja
contradicción polar de atracción y repulsión.
F. Engels

Desde el momento en que la producción generó excedente, hubo quienes se apartaron de


ella para dedicarse a la observación de la naturaleza en función de satisfacer ciertas
necesidades sociales, y dieron o encontraron alguna explicación de la naturaleza y la sociedad
a través de la teoría “pura”, de la teología “pura”, de la filosofía y la moral “pura”.
Después de un largo proceso, surge la filosofía en Mileto, Grecia, en el siglo VI a.n.e.,
como materialismo y dialéctica. La respuesta de las clases opuestas al desarrollo social no se
dejó esperar, y establecieron una filosofía idealista y metafísica.
Como ejemplo significativo de lo primero, quisiéramos señalar las formulaciones de
Anaximandro, uno de los tres primeros filósofos materialistas, las que constituyen la base de
su cosmología, de la comprensión del universo como un todo. Éste sostiene: Todas las cosas
poseen origen común, esto es, el universo ha evolucionado a partir de una masa única
indiferenciada; todas las cosas se hallan en continuo movimiento; el desarrollo consiste en un
conflicto de opuestos.
Por otra parte, entre los filósofos idealistas destaca Aristóteles. Quién sostiene, en
relación al tema que nos interesas en esta oportunidad, que las cosas se encuentran en estado
de reposo y que sólo se mueven por acción de una fuerza externa; de esta manera, considera
que el universo es inmutable y que su movimiento es producto de un “Primer Motor” que lo
puso en marcha, que lo sacó del reposo absoluto.
La concepción aristotélica del universo se impuso por largo tiempo, porque tenía una
clara consecuencia en el ordenamiento de la sociedad, considerada tan inmutable como la
Tierra y el universo. La misma sabiduría que había creado el mundo, había dispuesto la
existencia de reyes, de nobles y de hombres de mando; y quien no gozara de la gracia divina,
consecuentemente debía someterse y vivir como esclavos o siervos, al servicio de los amos.
Desde el surgimiento de la filosofía han transcurrido más de dos mil quinientos años,
lapso en el que se han descubierto numerosos hechos materiales explicados por la ciencia, que
han confirmado ciertas verdades establecidas por los filósofos materialistas griegos producto
de la observación, y ahora quedan asentadas sobre la base sólida de la prueba experimental.
Pese a esta realidad contundente, y como no podía ser de otra manera, las clases dominantes
sostienen la supuesta caducidad o muerte del materialismo dialéctico, cuya ley fundamental
única es la contradicción. Razón más que suficiente para asumir la defensa de la concepción
científica del proletariado, también en el terreno de la ciencia, concientes de las repercusiones
que tiene en la lucha social, en al confrontación entre poseedores y desposeídos.
Planteadas estas ideas como marco, pasamos a ver cómo se expresa la ley de la
contradicción en el megacosmos, es decir, a nivel de las estrellas, de las galaxias y del
conjunto del universo observable.

La gravedad newtoniana y la contradicción

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La concepción metafísica aristotélica sobre el cosmos, asumida por la Iglesia católica,
recibe un golpe contundente con los descubrimientos de Galileo, que ponen en evidencia que
la tierra y el universo están en movimiento. Luego, la síntesis realizada por Newton, en base
al trabajo previo de varios investigadores, constituye un salto importante en el conocimiento
de algunas formas del movimiento de la materia. Así, con la formulación de la ley de la
gravitación universal se desarrolla la comprensión de la mecánica terrestre y celeste. En
relación al tema que tratamos, con esta ley se comprende el movimiento de los planetas del
sistema solar.
Y, ¿cómo se expresa la contradicción en el sistema solar? La gravedad es una fuerza
atractiva, que se manifiesta en la interacción del Sol y los planetas que orbitan a su alrededor.
Siendo así, ¿por qué los planetas no caen en el Sol, que tiene una masa inmensamente mayor?
Porque existe una fuerza tangencial que impulsa a los planetas, y aparece, en forma
transferida, como un residuo de la originaria repulsión de las distintas partículas de la
nebulosa de la que provienen. De esta manera, el proceso de existencia del sistema solar se
comprende como la acción conjunta de atracción y repulsión.
Debido a que la gravedad se manifiesta en la interacción de todos los objetos materiales,
Newton comprendió que las estrellas se atraen entre ellas. De manera que la conclusión lógica
es que éstas deberían concentrarse. Salvo que exista una fuerza contraria que lo impida.
Pero, ¿cuál sería esa fuerza? Newton, por su creencia religiosa, concebía un universo
estático e inmutable; por lo que propuso, como una posibilidad, que la gravedad a grandes
distancias fuera repulsiva y, por tanto, la responsable de equilibrarse con la atracción.
También ensayó otra respuesta: que las estrellas no se concentraban porque el universo no
tiene un centro hacia el que confluyeran. El físico Olbers le salió al frente y demostró que, de
mantenerse estático el universo y pese a no tener un centro, las estrellas terminarían por
concentrarse. Sin embargo, el hecho objetivo era que no se concentraban. Entonces, ¿cuál era
la fuerza que lo impedía? La respuesta precisa vendría posteriormente.
Kant cuestionó el sistema solar estable de Newton, y su eterna permanencia después del
“primer impulso”, y formuló la hipótesis consistente en que el Sol y los planetas se formaron
a partir de una masa nebulosa en rotación; por tanto, el sistema solar había seguido un proceso
de formación en el transcurso del tiempo. Además, con esta hipótesis se explicaba el origen de
la fuerza tangencial de los planetas, como ya dijimos, como un residuo de la originaria
repulsión de las partículas de la nebulosa en rotación. De esta manera, Kant abrió una brecha
en la concepción inmutable de la naturaleza y eliminó el “impulso inicial” que aceptaba aún
Newton.
Descubrimientos científicos posteriores dieron el triunfo a la teoría de la nebulosa de
Kant, cuya validez se hizo extensiva a la formación de las galaxias y al universo observable.
Y, para ser justos, recordemos que este pensamiento ya lo habían manifestado, de manera
intuitiva, algunos filósofos materialistas griegos, como Anaximandro.

La contradicción en el proceso de las estrellas

El siglo XX ha sido pródigo en descubrimientos relacionados con el tema que nos ocupa:
la radiactividad y la fusión y fisión nuclear; la mecánica cuántica; la teoría cinética del calor,
que viene desde fines del siglo XIX; y los desarrollos tecnológicos potencian la capacidad de
observación e investigación, descubriéndose millones de galaxias y cúmulos de galaxias en
expansión, a los que se pueden escudriñar.
De manera que la teoría de la nebulosa de Kant (y Laplace) ha sido probada sólidamente
por las observaciones astronómicas y el estudio científico del proceso de formación,
desarrollo y “muerte” de las estrellas y galaxias. Asimismo, ha quedado probado, como dijera
Engels en su Dialéctica de la Naturaleza, que los movimientos en el sol, y en cualquier
estrella, “brotan exclusivamente del conflicto entre el calor y la gravedad”; conflicto que, en

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esencia, se manifiesta como la lucha entre la atracción (gravitatoria) y la repulsión (expresión
del calor). De esta forma se concreta la contradicción en las estrellas.
Ahora precisemos. Las estrellas se formaron y se forman a partir de una nube giratoria de
polvo y gases interestelares, principalmente hidrógeno y helio. Al contraerse la nube, debido a
la gravedad, incrementa la velocidad con la que gira, como también incrementa los choques
de los átomos que la componen. Este proceso de contracción o colapso gravitatorio continúa,
hasta que el centro de la nube se calienta lo suficiente de manera que hace posible la fusión
del hidrógeno, generando helio y una radiación que incrementa la presión de los gases. Este es
el momento en que nace una estrella. Cuando la atracción gravitatoria se equilibra con la
repulsión debida a las reacciones nucleares de fusión, el colapso gravitatorio se detiene y la
estrella entra a su periodo de vida estable. Vemos, así, la contienda entre atracción y
repulsión, como los dos aspectos de una contradicción.
Cuando el hidrógeno central ya se ha fusionado, formando helio, éste se convierte en
combustible, y continúa una segunda etapa de reacciones de fusión. Este proceso genera
carbono y nitrógeno, y, por un tiempo limitado, proporciona energía cinética que contrarresta
el colapso gravitatorio. La estrella, bajo la acción combinada de la fusión del hidrógeno en
una delgada capa lejana del interior de la estrella, y la fusión del helio en el núcleo, entra en
un proceso de desequilibrio, de modo que el exterior se expande y enfría; así, la estrella se
convierte en una gigante roja.
Cuando el helio central se ha consumido casi por completo, el interior de la estrella
continúa colapsando; esto incrementa la temperatura y genera un último periodo de reacciones
nucleares, conteniendo el colapso gravitatorio y expandiendo la atmósfera estelar un poco
más. La estrella, en su agonía de muerte, cuando ha fusionado silicio y formado un núcleo de
hierro, entra a un desequilibrio sostenido, de expansión y contracción sucesivas, hasta
producir una explosión de supernova.
La supernoma expulsa violentamente, hacia el gas interestelar, los átomos sintetizados en
el interior de la estrella. Entre estos átomos se encuentran el carbono, oxígeno, magnesio
silicio, azufre, etc., hasta el hierro. Estos elementos constituyen parte del material para el
siguiente colapso de esta nube, de la que se formará una estrella de segunda generación y sus
respectivos planetas.
Después de la explosión queda un núcleo. Lo que deriva de éste depende de la masa
original de la estrella. Una estrella como el Sol culminará su proceso como una enana
blanca; la que tenga una masa mayor al doble de la del Sol, devendrá en una estrella de
neutrones; y una con masa mayor a cinco veces de la del sol, se transformara en un agujero
negro.
De esta manera hemos visto cómo en el proceso de formación, desarrollo y "muerte” de
una estrella está presente la contradicción atracción-repulsión; y los cambios que sufre están
regidos por la lucha entre los dos aspectos de esta contradicción.

La contradicción en las galaxias y cúmulos de galaxias.

Una galaxia está formada por miles de millones de estrellas, por nubes de gas en proceso
de colapso, por sistemas planetarios y por materia oscura. Además, está constituida por un
núcleo galáctico, una aglomeración central masiva. Este núcleo gira como un cuerpo sólido, y
alrededor de éste, el resto de la galaxia, cada vez más lento conforme se aleja de la región
central, de modo similar a los planetas que orbitan en el Sol. La unidad de la galaxia se
mantiene por la lucha entre la atracción gravitatoria de la materia que la conforma, y la
repulsión transferida en la velocidad que las hace orbitar.
Pero, ¿cómo llegó a organizarse de esta manera la materia? El universo primitivo en
expansión estaba constituido por hidrógeno y helio y lleno de radiación. Fue suficiente que
existieran pequeñas irregularidades en su distribución para que crecieran las irregularidades,

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debido a la atracción gravitatoria de la materia implicada. A medida que el colapso
gravitatorio continuaba, las galaxias giraban cada vez más rápido, debido al incremento de la
transferencia de la repulsión en fuerza centrífuga de la materia implicada. Y, ¿qué sucedía
dentro de las galaxias en nacimiento? Había nubes mucho más pequeñas que experimentaban
también el colapso gravitatorio, que condujeron al surgimiento de las estrellas, cuyo proceso
ya vimos.
Existen galaxias de formas diferentes: espirales, elípticas, etc., que son determinadas por
la relación de la gravedad-fuerza centrífuga (conservación del momento angular), es decir, en
el fondo, por la relación que guardan los dos aspectos de la contradicción atracción-repulsión.
De esta manera, similar a las galaxias, los cúmulos y supercúmulos son el resultado de la
atracción gravitatoria y del efecto repulsivo de la expansión originaria. Las galaxias recién
formadas no se distribuyeron de manera completamente uniforme; por tanto, a medida que la
expansión continuaba, las regiones más densas en galaxias sufrían una desaceleración
adicional, hasta que acabaron estando más próximas entre sí que la media, formando un
cúmulo de galaxias. Sin embargo, estos cúmulos tienden a dispersarse debido a los
movimientos aleatorios de las galaxias que la componen; esta tendencia destructora está
compensada por la gravedad, la que, a su vez, causaría el colapso del cúmulo de no ser por los
movimientos relativos de las galaxias. De esta manera, volvemos a encontrar, como era de
esperarse, la acción decisiva de la ley de la contradicción, especificada como atracción
(gravitatoria)- repulsión (movimiento relativo de las galaxias).

La épica de la evolución cósmica

El estudio de las galaxias revela un orden en la organización de la materia que la


constituye, una jerarquía en la condensación a partir de la materia primigenia, conformando
cúmulos de galaxias, galaxias, estrellas, planetas, y eventualmente vida e inteligencia capaz
de comprender el proceso responsable de su origen. Sin embargo, este mismo estudio también
nos muestra una violencia caótica, que el hombre, con seguridad, irá comprendiendo para
potenciar su capacidad transformadora. Así, en nuestra galaxia, la Vía Láctea, dos enormes
nubes de gas de hidrógeno, con suficiente materia para miles de estrellas, la estremecen, al
salir disparadas del núcleo galáctico, como si allí tuviese lugar de vez en cuando una
explosión. También se ha descubierto que el núcleo galáctico es una fuente intensa de rayos
gamma, lo cual concuerda con la idea de que contiene un agujero negro de gran masa. La Vía
Láctea da una vuelta cada doscientos cincuenta millones de años; si nos fuera posible acelerar
este movimiento, veríamos que nuestra galaxia es una entidad dinámica, casi orgánica,
poseedora de automovimiento. Comportamiento que se observa, obviamente, en todas las
galaxias.
El megacosmos aún encierra muchísimos secretos, como las infinitas formas cualitativas
de la materia que nos son desconocidas. Existen algunos objetos que aún no los
comprendemos suficientemente; como los quasars, que se encuentran a miles de millones de
años luz de distancia, que tal vez sean las explosiones colosales de galaxias jóvenes.
En esta “épica cósmica” está presente la contradicción atracción-repulsión. Y, reiteramos,
los descubrimientos científicos dan sustento a las teorías de los materialistas dialécticos
griegos, que fueron formuladas intuitivamente. Además, son prueba contundente de que la
única concepción que permite la profundización del conocimiento, limpiando la mente de
telarañas, es la materialista dialéctica contemporánea, correspondiente a la ciencia social más
alta; la misma que no se queda en la comprensión de la realidad material y social, sino,
principalmente, en su transformación, manejando las leyes que expresan objetivamente.

El big bang y la contradicción

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Al tratar acerca del megacosmos, no podemos dejar de abordar el big bang. Y, en esta
oportunidad, formularemos algunas hipótesis, a la luz de la contradicción, respecto a la gran
explosión que probablemente se produjo en esta parte de la materia en que nos encontramos y
que se conoce como universo observable. Insistimos, nos referimos sólo a una parte de la
materia eterna e infinita.
La teoría del big bang la podemos formular, de forma bastante simplificada, de la
siguiente manera: Hace unos quince mil millones de años, toda la materia presente
actualmente en nuestro universo observable estaba concentrada, con una densidad muy
elevada, en un volumen muy pequeño, a la que algunos físicos, como Sagan y Gamow,
llaman “huevo cósmico”. Éste sufrió una poderosa explosión, de ahí la denominación “big
bang”, y toda la materia componente entró en un proceso de expansión y enfriamiento, que
observamos hasta hoy. Proceso en el que adquirió una compleja estructura de estrellas y
galaxias que, como ya vimos, fue motorizado por la contradicción atracción (gravitatoria)-
repulsión (energía cinética relacionada con la expansión de nuestro universo).
Pero, ¿cómo se expresó la contradicción atracción-repulsión en el momento del big bang?
Empecemos señalando que los cosmólogos ya tienen una visión detallada del proceso seguido
a partir de una pequeña fracción de segundo (10-43 de segundo) después de la gran explosión;
sin embargo, la mayoría de ellos se niegan a analizar el instante de la explosión. Unos, por sus
creencias religiosas, concuerdan con el papado e identifican este evento con la especulación
religiosa de la creación, como se evidencian en las opiniones de Hawking en su “Historia del
tiempo”. Otros sostienen que el big bang es el momento de la creación de toda la materia y
del espacio y tiempo, literalmente “de la nada”, tal como lo sostiene, por ejemplo, Paul
Davies; si bien no mencionan expresamente la intervención de un dios, es clara su entraña
creacionista convergente con la posición de los primeros. Mientras que otros científicos
renuncian abordar el problema tras posiciones neopositivistas; sostienen que, dado que
desapareció toda la información anterior al big bang, no hay nada medible y, por tanto, no
existe la necesidad de preguntarnos por lo anterior; de manera que, en la práctica, puede
considerarse el big bang como el inicio de todo lo existente. De esta manera, abonan a las
posiciones idealistas, creacionistas que no caben en la ciencia, de ninguna manera. El
desconocimiento de la ley que explique un fenómeno, nunca puede ser razón para que un
científico introduzca entes ajenos a la realidad (como la idea de dios) en el estudio de la
realidad material. Incluso en condiciones extremas, como las previas a la gran explosión,
pueden haber leyes desconocidas para el hombre, o que la materia genere nuevas leyes en su
proceso de desarrollo; pero, reiteramos, el desconocimiento nunca es argumento para
introducir la idea de dios en el estudio científico de la realidad.
Entonces, ¿cuál es la respuesta a la pregunta que nos formulamos? Ante una situación
como la planteada, es bueno recordar la lección que nos dejó la hipótesis de la nebulosa de
Kant. Ésta encerraba la idea que sería el punto de partida de todo el progreso alcanzado
posteriormente, especialmente en el siglo XX. Pero, en sus días, la hipótesis no fue asumida
por los físicos, debido a los prejuicios que tenían éstos respecto a los planteamientos de los
filósofos; de haberla tomado y extraído las conclusiones correspondientes, se habrían
ahorrado interminables extravíos y cantidades inmensas de tiempo y esfuerzo malgastados en
falsas direcciones.
Por esta razón, al analizar el big bang, consideramos imprescindible tomar con suma
seriedad lo establecido por Engels en su “Dialéctica de la naturaleza”:

Donde existe atracción, tiene que complementarla necesariamente la


repulsión. De ahí que ya Hegel afirme con toda exactitud que la esencia de la
materia es la atracción y la repulsión. Y, en efecto, va imponiéndose cada vez más
la necesidad de comprender que la desintegración de la materia llega a un límite

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en que la atracción se trueca en repulsión y, a la inversa, la condensación de la
materia repelida a otro en que se convierta en atracción.
Entonces, a la luz de estos planteamientos, formulamos lo siguiente: En la situación
previa al big bang, como todos los físicos sostienen, predominaba la atracción gravitatoria.
Pero, preguntamos, ¿era la única forma de movimiento que se manifestaba? Si tomamos la ley
de la contradicción, afirmamos que ésta tiene dos aspectos indesligables y en lucha; y, como
hemos afirmado reiteradamente, en el megacosmos, como en el universo, se concreta como
atracción y repulsión. De manera que donde se manifiesta la atracción, también tiene que estar
presente, necesariamente, la repulsión. Aunque predomine la primera, tiene que manifestarse
actuante la segunda. Es lo que los físicos evidencian cuando analizan el proceso que sigue al
big bang; si bien prevalece la repulsión, también está presente la atracción gravitatoria que, a
la postre, posibilitará, como ya vimos, el pronunciamiento de las irregularidades en la
distribución de la materia, que luego dieron origen a la actual estructura del universo
observable
Por estas razones sostenemos que antes del big bang, junto a la atracción, también estaba
presente la repulsión, en forma o formas determinadas que aún no podemos especificar. Es
más, la misma gran explosión, el mismo big bang evidencia la extraordinaria magnitud de la
lucha entre atracción y repulsión.
Asimismo, como nos enseña el materialismo dialéctico, en momentos de extrema
agudización de la lucha entre los dos aspectos de una contradicción, se produce el salto, el
cambio cualitativo. En relación al tema que abordamos, podemos entenderlo de dos maneras:
Uno, en el sentido de que, desencadenada la explosión, la materia implicada entra a un
proceso de organización cualitativamente diferente al estado del que procede; y, dos, en el
sentido que señala Engels: “la desintegración de la materia llega a un límite en que la
atracción se trueca en repulsión y, a la inversa…” Esto último no tendría por qué sorprender
a alguien, ya que lo vemos en muchísimos procesos naturales y sociales, como en la
transformación de una partícula en otra de carga contraria, o de una clase dominada en
dominante, y, en el big bang, el cambio en el predominio de la atracción por la repulsión.

La contradicción en el megacosmos: atracción-repulsión

Como hemos expuesto, el proceso del megacosmos está motorizado por la contradicción
atracción-repulsión, considerando a estos dos aspectos de la contradicción como simples
formas de movimiento.
Todo lo anterior nos lleva a reafirmarnos en el gran principio del materialismo dialéctico,
de que la contradicción es la ley fundamental única de la incesante transformación de la
materia eterna. Es necesario manifestarlo en momentos como los actuales en que se difunde la
supuesta caducidad de la más alta ciencia social y pregonan la supuesta “muerte del
materialismo” y de la dialéctica, y enarbolan posiciones idealistas y metafísicas, que nada
tienen que ver con la ciencia, para defender la explotación y opresión que pesan sobre los
pueblos y naciones del mundo.
Asimismo, consideramos sustantivo volver a las fuentes mismas de quienes establecieron
y desarrollaron la más alta ciencia social, para defenderla y alumbrarnos con ella para
encontrar la solución a los problemas nuevos que tiene el pueblo en la sociedad y frente a la
naturaleza. Por tal razón, concluimos con algunas palabras de Engels:

[…] atracción y repulsión son tan inseparables la una de la otra como lo positivo y
lo negativo, razón por la cual podemos ya predecir, partiendo de la dialéctica, que
la verdadera teoría de la materia asignará a la repulsión un lugar tan importante

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como a la atracción y que una teoría de la materia basada simplemente en la
atracción es falsa, insuficiente, a medias.

Y concluye:

Hemos retornado así, a la concepción de los grandes fundadores de la filosofía


griega, según la cual la naturaleza toda, desde lo más pequeño hasta lo más
grande, desde el grano de arena hasta el sol, desde el protozoo hasta el hombre, se
halla, existe en perenne proceso de nacimiento y extinción, en flujo incesante, en
un estado continuo de movimiento y cambio. Pero con una diferencia esencial, y
es que lo que para los griegos sólo era una intuición genial constituye para
nosotros el resultado de una investigación rigurosamente científica y
experimental, razón por la cual cobra una forma mucho más definida y clara.

Walter Vargas Cárdenas.


Mayo 2007

Referencias:

· Martin Rees: Antes del principio.


· Davies- Gribbin: Los mitos de la materia.
· Stephen Hawking: Historia del tiempo.
· Carl Sagan: Cosmos.
· Isaac Asimov: El Universo.
· George Thomson: Los primeros filósofos.
· Federico Engels: Dialéctica de la naturaleza.

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