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http://www.womenshealth.es/perder-peso/articulo/lo-que-no-te-cuentan-de-las-dietas-detox
Son rápidas, supuestamente efectivas… y potencialmente peligrosas. ¿Sabes lo que le pasa
a tu cuerpo cuando lo despojas de los nutrientes básicos? Descúbrelo.
¿Estás pensando en hacer una dieta para perder peso basada únicamente en, por ejemplo,
tomar zumos de fruta? Quizás antes de lanzarte a ella te interesaría saber cómo reacciona tu
cuerpo después de una semana privado de proteínas, carbohidratos y grasas, y con menos
de 1.000 calorías al día.
Las señales de hambre que envía tu cerebro son respondidas con una oleada de azúcar
procedente de la fruta (y no, sustituirlas solo por verduras tampoco es una buena idea). Esta
reacción obliga al páncreas a segregar insulina, que es la responsable de transportar el
azúcar (en forma de glucosa en tu sangre) a las células.
Después de 30 minutos
Mientras tus células absorben la glucosa, tu nivel de azúcar en sangre empieza a venirse
abajo. Puede que comiences a sentirte mareada. Mientras tanto, debido a la falta de calorías,
tu cuerpo se ve privado de glucógeno, una fuente de energía rápida que se almacena en los
músculos y en el hígado.
Con cada sorbo de zumo, tus niveles de insulina se disparan, para luego estrellarse. Tus
reservas de glucógeno hace tiempo que se extinguieron, dejando tu despensa vacía (y, con
ello, una sensación de debilidad). Desde que empezaste a tomar aproximadamente la mitad
de las calorías que necesitas, tu cuerpo recurre a dos fuentes de energía: los triglicéridos, un
tipo de combustible almacenado a modo de grasa (¡viva!) y las proteínas, sacadas
directamente de tus músculos (¡ups!). Por eso empiezas a perder masa muscular, incluso
aunque estés haciendo ejercicio cada día.
Sin comida que digerir, tu intestino se siente ignorado. Las pequeñas vellosidades que lo
cubren (para convertir la comida en alimento para la sangre) empiezan a atrofiarse. Puede
que tu diarrea empeore, acercándote cada vez más a la deshidratación… y por ahí se va el
atractivo tono rosado de tus mejillas.
¡Comida sólida al fin! Pero… has perdido músculo. Incluso si recuperas tus hábitos
alimenticios normales, ahora tienes menos masa muscular para quemar esas calorías, de
manera que lo más seguro es que se transformen en grasa. Y ahí es cuando hace acto de
aparición el temido efecto yo-yó de estas estrictas dietas. La desproporción entre grasa y
masa muscular altera el metabolismo y consigue que las calorías sean mucho más difíciles
de quemar.