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Es innegable que en el contexto histórico colombiano las mujeres hemos tenido un gran avance,
pues hace exactamente 62 años, se efectuó por primera vez en Colombia un acontecimiento en
el que 1.835.255 mujeres tuvieron la oportunidad de ser participes de una democracia, que
estaba constituida exclusivamente para hombres, ser consideradas por primera vez como
ciudadanas pensantes con capacidades para efectuar criticas ante el sistema, sin duda fue un
acto que dividió la historia de las mujeres en Colombia, y a partir de ahí el hecho de conformarnos
con lo que habíamos logrado dejó de ser una opción viable, teníamos, tenemos y tendremos
siempre hambre de conseguir una Colombia con paridad en todos los ámbitos que constituyen
una sociedad, y esta hambre no será saciada hasta conseguirlo.
Ahora, si lograr la participación en el voto fue realmente complicado, imaginemos el hecho de
que una mujer pudiera llegar a un cargo político, para la imaginación era algo casi imposible,
igualmente se logró, gracias a mujeres que tenían claro el concepto de feminismo, es que hoy
todas nosotras tenemos el derecho a ser escuchadas, derecho por el cual por ningún motivo
debemos renunciar a él. Hoy en día a pesar de que hemos avanzado seguimos trabajando a la
sobra de los hombres, y no, no estamos locas, son las mismas cifras que lo demuestran,
actualmente las mujeres colombianas están representadas en las instancias de decisión política
con el 21% de congresistas (los hombres con un 79%), el 17% en asambleas departamentales
(los hombres con un 83%), el 18% de los concejos municipales (los hombres con un 82%), el 12%
en alcaldías (los hombres con un 88%) y el 15% de gobernaciones ( los hombres con un 85%).
(SEMANA, 2018). ¿Entonces el dilema radica en que si en realidad nos sentimos bien
representadas por las pocas mujeres que hacen parte de estos cargos o por el contrario no es
suficiente ser una mujer para representar de manera correcta a las mujeres?
Hace poco leí un artículo de FFH( Fundació Factor Humà) cuyo título me impactó el cual era: Las
mujeres son la única mayoría que se sigue tratando como minoría (FFH, 2016) y es que es
completamente cierto, ha sido una lucha constate buscar la igualdad de género por estereotipos
que nos encasillan como débiles, sensibles, chismosas, estereotipos que sin duda están
fundamentados en pensamientos de personas machistas. Por este mismo pensamiento de que
las mujeres califican como minorías se crearon contrapúblicos, redes de comunicación alterna de
discusión de un gobierno utópico teniendo como requerimientos varios factores como que los
marginados y excluidos tuvieron que verse representados en discursos que ofrecieran
reparación. “En otras palabras, para que emerjan contrapúblicos no solo tiene que haber
exclusión, marginamiento y subordinación; en otras palabras, no es suficiente que la injusticia
sea palpable para que se resista colectivamente a ella” (Wills), lo cual vivimos las mujeres día a
día que adicionalmente estamos siendo representadas por algunas mujeres con ideales
machistas que simplemente no transmiten lo que la mayoría de las mujeres buscamos, igualdad.
Entonces de qué les sirve a las mujeres con cargos públicos ser mujeres si se paran encima del
género con pensamientos machistas, a lo que voy es que ¡claro! Es necesario tener una
representación descriptiva, pues quién conoce más las necesidades de las mujeres que una
mujer, por lo que todas hemos pasado por lo mismo en la historia y muy seguramente a estas
mujeres con cargos políticos no les fue muy fácil llegar hasta ahí, pero el hecho de ser mujer
simplemente no es suficiente, lo cual el hecho de que sea mujer no garantiza la eficiencia de la
representación política, tal como lo expresa Anne Phillips “quien defiende una política de la
presencia (es decir, una política de la inclusión) reconoce que en si misma esta política no lleva
en si misma ninguna garantía de representación política de las mujeres como mujeres” (Obregón,
2004).
Pues aparte de ser mujer esta debe haber en ella un pensamiento feminista, un deseo de lograr
la igualdad, no de mantenernos ocultas tas la espalda de un hombre, debe ser una mujer que nos
permita llegar más lejos no que nos estanque el proceso como ciudadanas activas ejerciendo
propiamente el concepto de ciudadanía de Marshall en el cual hace referencia a que la ciudadanía
es aquel estatus que se concede a los miembros de pleno derecho de una comunidad. Sus
beneficiarios son iguales en cuanto a derechos y obligaciones. Resaltemos esta parte: “Sus
beneficiarios son iguales en cuanto a derechos y obligaciones” dice sus beneficiarios, no dice que
sean solo hombres, habla de que mujeres Y hombres deben ser iguales en cuanto a derechos y
obligaciones cosa que en la vida real simplemente no se cumple esta definición.
Debemos hacer uso de nuestros derechos como ciudadanas formales ejerciendo el voto,
propiciando que cada vez sean más mujeres feministas con cargos públicos, dando pie para que
cada una de nuestras necesidades sean representadas de la mejor manera, y es que simplemente
es absurdo dejar en manos de un hombre las decisiones por ejemplo, del cuerpo de una mujer,
tomemos como referencia la decisión de estar o no embarazada, nadie conoce más el cuerpo de
una mujer que una mujer y no es justo que en este país sea más fuerte la opinión de un hombre
que nunca va a estar embarazado a la de una mujer que perfectamente entiende todo el proceso
y todo lo que conlleva. ¿Con referencia a esto a qué representación política estamos apelando?
Hanna Fenichel Pitkin es una filosofa política muy importante del siglo XX, la cual hace referencia
a la representación política la cual “emerge entonces en la articulación entre el sistema de
partidos y las esferas públicas oficiales y contestatarias, incluida la académica. En particular, en
esta parte se explica por qué los feminismos se entienden, más que como organizaciones o redes
sociales” (Obregón, 2004).
Obregón, M. E. (2004). Las trayectorias femeninas y feministas hacia lo público en Colombia (1970-
2000). Texas: The University of Texas at Austin.