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ENSAYO SOBRE LA AMNESIA

por

Patricio Adrián Pretti

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¿Adán y Eva eran negros?
"En África empezó el viaje humano en el mundo. Desde allí emprendieron nuestros
abuelos la conquista del planeta. Los diversos caminos fundaron diversos destinos, y el sol
se ocupó del reparto de colores. Ahora las mujeres y los hombres, arcoíris de la tierra,
tenemos más colores que el arcoíris del cielo; pero somos todos africanos emigrados.
Hasta los blancos blanquísimos vienen de África. Quizás nos negamos a recordar nuestro
origen común porque el racismo produce amnesia, o porque nos resulta imposible creer
que en aquellos tiempos remotos el mundo entero era nuestro reino, inmenso mapa sin
fronteras, y nuestras piernas eran el único pasaporte exigido."
“Espejos”, Eduardo Galeano.

La desmemoria/1
Estoy leyendo una novela de Louise Erdrich. A cierta altura, un bisabuelo encuentra a su
bisnieto.
El bisabuelo está completamente chocho (sus pensamientos tienen el color del agua) y
sonríe con la misma beatífica sonrisa de su bisnieto recién nacido. El bisabuelo es feliz
porque ha perdido la memoria que tenía. El bisnieto es feliz porque no tiene, todavía,
ninguna memoria.
He aquí, pienso, la felicidad perfecta. Yo no la quiero.

La desmemoria/2
"El miedo seca la boca, moja las manos y mutila. El miedo de saber nos condena a la
ignorancia; el miedo de hacer nos conduce a la impotencia. La dictadura militar, miedo de
escuchar, miedo de decir, nos convirtió en sordomudos. Ahora la democracia, que tiene
miedo de recordar, nos enferma de amnesia; pero no se necesita ser Sigmund Freud para
saber que no hay alfombra que pueda ocultar la basura de la memoria"

La desmemoria/3
En las islas francesas del Caribe, los textos de historia enseñan que Napoleón fue el más
admirable guerrero de Occidente. En esas islas, Napoleón restableció la esclavitud en 1802.
A sangre y fuego obligó a que los negros libres volvieran a ser esclavos de las plantaciones.
De eso, nada dicen los textos. Los negros son los nietos de Napoleón, no sus víctimas.

La desmemoria/4
Chicago está llena de fábricas. Hay fábricas hasta en pleno centro de la ciudad, en torno al
edificio más alto del mundo. Chicago está llena de fábricas, Chicago está llena de obreros.
Al llegar al barrio de Haymarket, pido a mis amigos que me muestren el lugar donde fueron
ahorcados, en 1886, aquellos obreros que el mundo entero saluda cada primero de mayo.
-Ha de ser por aquí-, me dicen. Pero nadie sabe.
Ninguna estatua se ha erigido en memoria de los mártires de Chicago en la ciudad de
Chicago. Ni estatua, ni monolito, ni placa de bronce, ni nada.
El primero de mayo es el único día verdaderamente universal de la humanidad entera, el
único día donde coinciden todas las historias y todas las geografías, todas las lenguas y las

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religiones y las culturas del mundo; pero en los Estados Unidos, el primero de mayo es un
día cualquiera. Ese día, la gente trabaja normalmente, y nadie, o casi nadie, recuerda que
los derechos de la clase obrera no han brotado de la oreja de una cabra, ni de la mano de
Dios o del amo.
Tras la inútil exploración de Haymarket, mis amigos me llevan a conocer la mejor librería
de la ciudad. Y allí, por pura casualidad, descubro un viejo cartel que está como
esperándome, metido entre muchos otros carteles de cine y música rock.
El cartel reproduce un proverbio del África: Hasta que los leones tengan sus propios
historiadores, las historias de cacería seguirán glorificando al cazador.

"El libro de los abrazos", Eduardo Galeano

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Casi olvido escribir este ensayo, y en ese olvido casi programado, llega a mi
memoria, si es que allí no estaba, la sensación de no recordar con mucho detalle de que
consta “escribir un ensayo”.

Recurro irremediablemente a la memoria.

Todos los seres vivos dotados de un sistema nervioso simple, poseen la capacidad
de adquirir conocimientos sobre el mundo que los rodea, y por lo tanto crear recuerdos.
Estos últimos señalan que se ha realizado un aprendizaje. Y un aprendizaje no es más que
un cambio relativamente permanente en el comportamiento de una persona dado por la
experiencia1.

Para caer en verdadera conciencia de la importancia de la memoria basta con solo


imaginarse qué sería de quien debe llegar a tiempo al trabajo, o cumplir a rajatabla con un
horario, y simplemente olvidara hacerlo; o mucho peor, olvidar el significado de las
palabras, cuál es el nombre de esa persona, o si de un día para el otro olvidásemos cómo
andar en bicicleta, dónde vivimos, cómo respiramos, de dónde venimos, hacia dónde
vamos…

En fin, entre tanta exageración, la memoria es un elemento de vital importancia


para nuestra sociedad, tanto como parte de la técnica, o como un elemento fundamental de
la identidad.

Siglos y siglos de tradición oral, pasando por la invención de la escritura, los


primeros libros, la primera imprenta, hasta los nuevos medios tecnológicos que nos
permiten almacenar, si es necesario, caudales de información insospechados para nuestro
humilde cerebro. No dudo de la capacidad de la memoria humana, pues es sabido que el
cerebro humano es capaz de almacenar entre 1 y 10 terabytes. Pero la simple observación
me lleva a intuir que de algún modo la memoria es un lujo que fuimos perdiendo con el
tiempo.

El problema no es la falta de memoria, sino el olvido de aquellas cosas que en cierta


forma nos hacen más humanos. Con frecuencia nos olvidamos de las personas que viven a
nuestro lado, de aquellos que son marginados; y poco a poco nos olvidamos que no
estamos solos, que el bienestar de uno, significa la carencia del otro, es decir, que
“tenemos algo” porque sabemos que existen “otros” que no “tienen nada”. Y quizás no se
nos olvida, quizás tenemos miedo a recordarlo porque entonces todos nuestros logros,
nuestras ambiciones, nos hacen debidamente más responsables de la situación en la que
vivimos, y desaparece progresivamente ese fantasma al que uno le echa la culpa cada vez
que las cosas no salen como queremos, o el mundo no es como debiera…

1
Feldman, 2005.

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Llego a la conclusión de que el ser humano nace predispuesto al olvido, nada existe
si no es para ser olvidado. Todo tiende al estado de amnesia2, amnesia que nos es común a
gran parte de la humanidad.

Descarto la posibilidad del acostumbramiento, me aferro cada vez más a la idea de


que estamos sujetos a omitir los recuerdos traumáticos de la conciencia colectiva de la
humanidad.

Se estudian, casi de memoria, las brutalidades de las pasadas guerras mundiales y


dictaduras, pero poco se dice acerca de que fueron personas como todos nosotros, las que
desataron aquellos sucesos.

Y hoy, aparentemente lejos de esos años, aún seguimos repitiendo los mismos
hechos, sin más esperanza que la probabilidad de que las cosas algún día cambien.

Esperanza de esperar el momento justo, el preciso instante en que se nos diga que
aun no es tarde, que quizás se pueda cambiar de rumbo, ahora, o mañana; no importa.

En fin, que la utopía es tan incierta como deseamos que sea.

Así también es la memoria, lejana, incierta, inmóvil. Hasta que aparecen esas
pequeñas cosas, silentes indicios, que le devuelven el alma y dejan de ser inertes fotografías
para convertirse en breves fragmentos de vida; que en su conjunto configuran nuestro
actuar.

La memoria modela, construye nuestras vivencias. Pero no es absoluta, se trata de


una estructura subjetiva e individual. Y al igual que ocurre con las sociedades, donde la
suma de individualidades genera una identidad grupal, también podemos hablar de una
“memoria colectiva”.

Hablar de memoria colectiva, supone reconocer una historia común, más allá de las
disparidades o distorsiones de lo relativo; supone utilizar una licencia del lenguaje que nos
permita decir como propias, palabras de todos. La memoria de una sociedad comprende el
“para qué” de nuestro pasado, donde éste es “algo más” que hechos; donde “nosotros”
formamos parte de él y por ello es “nuestro”.

Pretendo hoy ejercer memoria para reflexionar acerca de lo ocurrido hace no mucho
más de 30 años, pero no puedo. Mi existencia no resiste el ejercicio de la memoria, se trata
de una época de la cual no fui testigo, y por lo tanto he de recurrir siempre a fuentes orales
o escritas, anteriores a mí.

Pero, al igual que mis contemporáneos, no estoy exento: la memoria es un elemento


que se adquiere paulatinamente, es de esas cosas que se ganan con el tiempo, y cuestan
2
La amnesia es la ausencia de recuerdos de un período determinado de la vida.

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adquirir; algunos dicen que debe ejercitarse para no perderla; según creo yo, esa capacidad
llega sola… la capacidad de recordar digo, y la de olvidar también…

…hace ya casi nueve años que vivo en Coronel Dorrego, Provincia de Buenos
Aires, y a raíz de este trabajo, mi pequeño Rawson (también en Provincia de Buenos Aires)
vuelvo a mí…

Olvidar es aún más difícil que rememorar, su acción es ignorar, pasar por alto, o en
ciertos casos negar lo que hasta entonces reconocíamos. La idea no es juzgar “por qué” lo
hacemos, más bien me pregunto, ¿para qué lo hacemos?

A esta altura es necesario diferenciar el olvido voluntario del involuntario, y sus


razones.

Desde hace un tiempo, con un grupo de compañeros comenzamos a ir una vez a la


semana al asilo de ancianos de nuestro pueblo, allí se albergan las personas mayores que
por uno u otro motivo, deben ser asistidos tanto en vivienda, alimentación, afecto, todo. La
primera vez que lo hicimos suponíamos que era de esperarse cierta hostilidad, o cuanto
mucho algo de resistencia a nuestra presencia. Aun así, el transcurso de la tarde se sucedió
fluidamente entre partidos de truco e interesantes charlas, pero he de detenerme en una que
llamó mi atención, al menos ahora que la recuerdo. Erase un grupo de señoras que se
encontraban sentadas a uno de los límites del salón, al lado de una puerta, de modo que
observaban desinteresadamente lo que ocurría en esa sala. La conversación se sucede con
suma fluidez, los temas recurrentes fueron: la política, la sociedad y la función de los
jóvenes en ella, entre otros. A cierta altura interrogo sobre su edad a una de ellas, la más
participativa, pero responde:

- No se… No recuerdo…

Casi sin querer pregunto nuevamente:

- ¿Cómo que no se acuerda?

Pero me retruca:

- ¿Para qué recordarlo? Cumplo años, y listo…

Y concluimos en una risa compartida. Y que se yo, tenía razón…

Lo mismo sucede con nuestra sociedad, su memoria, cuarteada, amarilleada, por el


complejo devenir, va perdiendo poco a poco, pero cada vez a un ritmo más acelerado, la
capacidad de reconocer para qué olvida.

Me detengo nuevamente, y es que no encuentro justificativo para olvidar lo pasado


hace treinta y pico de años, ¡pero ojo!, pretendo decir que el simple ejercicio de la memoria

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no alcanza, hace falta sentirnos participes, testigos responsables, aprender de esas pequeñas
cosas, testimonios que a su vez le devuelvan el alma a la historia, para que deje de ser eso,
un inanimado pedazo de tiempo, que solo le importa a unos pocos que dedican su vida a
leerla, o a interpretarla, a contarla, a escribirla…

Es un camino complicado, hay que tener muy claro a dónde vamos, para no
desviarnos, para no caer otra vez en el trágico “no te metas” o el clásico pretexto escolar:
“fuimos todos”, el “algo habrán hecho”…

Después de todo es lo único que nos queda, memoria y esperanza de justicia.

Justicia que no es ni inmediata ni concreta, justicia que solo será tal, cuando sepamos
valorar la vida en cualquiera de sus formas, cuando aprendamos que la única y más
duradera herencia que podemos dejar, es la certeza de que hicimos lo que debíamos hacer,
o más; que la memoria es algo más que una proyección en el tiempo, es un “arma cargada
de futuro”, es memoria-herramienta, es quizás lo único que sobreviva tanto a las secretas,
como a las cotidianas muertes.

Los hijos, herencia de la vida, fueron en la mayoría de los casos, sobrevivientes de las
secretas muertes que se llevó consigo la dictadura.

Hace tiempo que conozco a uno de ellos, uno de esos hijos cuyos padres arrebató el
pasado golpe de estado. Es profesor en la escuela a la que asisto, la E. E. M. N° 2 de
Coronel Dorrego, enseña física, química, y matemática en algunos cursos, sin enumerar
talleres opcionales que la escuela brinda.

Desde hace un tiempo, la escuela ofrece a los alumnos de los últimos tres años, un
taller sobre medio ambiente, en el cuál él, Ramón Aiub, es el profesor a cargo. En ese
espacio estudiamos (y discutimos) acerca del entorno y su intrínseca relación con la
sociedad. No se trata de una materia con demasiada carga horaria, apenas unas tres horas
semanales repartidas en tres días. A lo largo de esa hora (hora y pico a veces) los temas a
tratar suelen sucederse sin demasiado reposo, por lo que al cabo del día, bien pudieron ser
tres o cuatro las veces que la clase torna en un giro inesperado a causa de una expresión o
una idea que abre paso, a su vez, a otra cuestión de igual o mayor importancia. Otro caso,
completamente distinto, se da cuando la charla implica cuestionamientos sociales; la clase
se extiende invariable, doy por seguro que se debe a que es una persona muy
comprometida.

No se cuán distinto sería él hoy, si sus viejos hubieran estado allí para acompañarlo,
como lo hacen los míos conmigo. Ocurre que los viejos son algo irremplazable, calan a
fuerza de retos, palabras de aliento, abrazos, cobijo, en todo lo que al fin y al cabo somos.
¿Memoria Genética?

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Recuerdo recientemente haber compartido con él una canción de Armando Tejada
Gómez llamada “Piedra Libre” que llegando al final de una de sus estrofas canta:

(…) ¿Qué pasa con la sombra de tu viejo


Que te persigue en todos los espejos? (…)

Pero la herencia trasciende más allá de las ausencias, y es así como padre e hijo,
quizá sin querer, comparten el amor por las palabras, uno construye poemas, el otro
compone canciones… en fin…

si sos vida porque vivís


y vivís porque vas cambiando
y así vive el universo todo porque también va cambiando
y si cambiar es doloroso porque es violento y es llorar
y si es desembarcar en un país diferente que se iba pareciendo inalcanzable al mismo tiempo
y sonrisas y es camino nuevo
si vivir es todo eso y algo más
si es aquella parte de conciencia que en algún momento te dice qué hiciste hasta ahora y no
te deja
si cambiar es todo eso y algo más
y te das cuente
y sentís que se hacen una sola cosa vida y cambio y amor y lucha y risas y llanto todo uno
fragua inevitable
si además sentís esa necesidad de cambiar
como una especie de reclamo por parte de tu propia esencia
de tu propia profundidad nunca suficientemente entendida ni asumida
como una especie de cansancio y de hastío
como una especie de invierno largo y penoso
si sentís esa necesidad te decía porque si no andás mal tirado para no morir
así de simple así de complejo y así de pleno y así de necesario
para vivir y no morir
para que siga viviendo todo
todo lo simple y lo complejo
todo lo pleno y necesario
principalmente lo necesario
porque pensás que ya murieron tantos
y que hay que cambiar
si te ocurre todo eso es muy probable que seas esa criatura superior que llamamos hombre
y es muy probable que empieces a sufrir porque querés cambiar todo de un golpe y sin
embargo tarda
ocurre que sos un pedazo de vida echado a rodar
y tenés conciencia
y sos algo más.-

“veinticuatro”, del libro “Versos Aparecidos” de Carlos Aiub. Editorial Libros de la talita
dorada, 2007

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Es de mañana, llueve desde temprano, pienso en qué trae esa lluvia a mi recuerdo…

… y cruza lluvias de hace mucho tiempo


la que mojó al final tu cara triste
la que alegro el primer abrazo nuestro
la que llovió sin conocernos antes
y desandamos tantas lluvias tantas
que el agua está recién nacida, vamos,
que está lloviendo para arriba, llueve,
y con los dos nuestro paraguas sube…
(Los paraguas de Buenos Aires, Astor Piazzolla- Horacio Ferrer)

Hace ya un largo rato que sonó el despertador; me levanto.


Enciendo el televisor, y en la pantalla aún se pueden ver los aluviones de gente que
peregrinan para despedir al fallecido ex-presidente argentino, Néstor Kirchner. ¿Qué
convierte a esas personas en merecedoras de un rincón privilegiado en la memoria
colectiva?

Pienso en todos los que se fueron en masivas despedidas, en los que se fueron en
silencio también. ¿Qué los hizo parte de la memoria?

Pienso también en los que mataron a sangre fría, y por ello merecen el peor de los
castigos; ser recordados.

Erradiquemos para siempre la huella de la amnesia.

Que no sean en vano, ni la memoria, ni el olvido…

Que la amnesia no sea un recurso…

Aún conservo la sensación, de no saber a ciencia cierta, si todo esto acaba de llegar a
mi memoria, o si allí estaba…

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