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LA PRIMERA INTERVENCIÓN TERAPEUTICA

EN LA CONFIRMACIÓN DE LA MINUSVALÍA
PSÍQUICA

José Antonio Barrios González

Profesor Titular Universidad Complutense de Madrid y Director de "Stirpe" (Terapia Familiar)

El presente artículo corresponde a la ponencia que, bajo el mismo título fue presentada en el seminario sobre Terapia Familiar
de Familias con Minusválidos Psíquicos, organizado por la FADEM y el Instituto de Ciencias del Hombre.

Hace muy pocos días (8.XI.1993) y en un programa de amplia audiencia en una cadena de
televisión («Queremos saber». Antena-3) se abordaba, aunque fuese de manera somera, la
primera reacción de unos padres ante el nacimiento de un hijo afectado por una anomalía
psíquica. Con la brevedad que impone le lenguaje televisivo, quedaban apuntadas algunas
ideas. Con el lenguaje de los participantes se hablaba desde un «rechazo tremendo» y una
«profunda frustración», hasta la manifestación de considerar a un hijo minusválido psíquico
como «un privilegio el hecho de tener a un (síndrome de Down) en casa» y «una suerte para
los otros hijos», no faltaron expresiones como «golpe demasiado duro» que reflejaban ciertas
actitudes que pueden dar pie para muchas reflexiones.

Quien tenga experiencia en el trato con familias afectadas por el tema que nos reúne aquí,
sabe que toda esta gama es posible. Y que, aveces, resulta sorprendente oír expresiones que
pueden acercarse a cualquiera de las espigadas en el programa de televisión a que aludo.

Esta es, para empezar, una primera secuencia que deseo poner ante quienes me escuchan.
Porque no deja de ser cierto que un hijo deficiente (cualquiera que sea !a terminología que
empleemos y que gradualmente ha ido evolucionando desde expresiones excesivamente
agresivas hasta algunas más suaves y aceptables), supone un «impacto» en el discurrir de la
vida familiar.

Mi enfoque

No parto de la consideración del sujeto afectado como del portador de una anomalía que le
acarrea dificultades en distintos planos de su desarrollo global como persona. Esta perspectiva,
respetada por su gran valor de cara a algún tipo de intervención médica y pedagógica, la dejo
para otros especialistas que intervendrán con mejor acierto en este Seminario.

Mi punto de partida se concreta en postular que la familia es un sistema o totalidad integrado


por otros subsistemas que obedecen en sus funciones, desarrollo y estabilidad, a un
determinado estilo de interacción que permite explicar cuanto de potenciador o de limitante
significa la aparición en él de un miembro o elemento que se aparta de lo que solemos
considerar funcionamiento normal del desarrollo de un individuo.
Actualmente un hecho de tal naturaleza empieza a considerarse como un accidente evolutivo
que, indudablemente, va a influir en el adecuado desarrollo o en la paralización de la familia
como sistema vivo y dinámico.

Cuantos trabajamos con familias disfuncionales tomando como instrumento de intervención las
herramientas que nos ofrecen los modelos sistémicos construidos a partir de la integración de
elementos tomados de la Teoría General de Sistemas, la Pragmática de la Comunicación
Humana y las diversas Teorías de los Juegos, sabemos por la experiencia clínica que ciertos
comportamientos, conductas y síntomas son el resultado de un funcionamiento intrasistémico
familiar que tiene sus reglas y sus consecuencias. De este modo sabemos que un modo de
comunicarse puede originar conductas que no obedecen a otras causas etiológicas que las
derivadas de la interacción humana. Y eso nos ofrece un camino para intervenir de cara a la
«curación». La conducta, por ello, es el reflejo de un tipo de interacción que puede modificarse
hasta hacer posible la desaparición o la no-necesidad del síntoma.

Una pregunta inevitable ante tal planteamiento es la de interrogarnos sobre si «este tipo de
familia hace posible tal anomalía», hipótesis que en muchos aspectos del comportamiento
humano queda ratificada ampliamente. Cuando indagamos más allá nos encontramos con que
«esta» familia dice que funciona «así» porque ha tenido que acomodarse al problema que les
afecta. Con ello nos indican que, desde su perspectiva, funcionan sí porque el problema que
les afecta los ha obligado a hacerlo de este modo. En esta posición podría decirse: «Es una
familia "cerrada" porque el problema del hijo los ha obligado a cerrarse».

Sin embargo, y una vez que podemos entrar más allá del síntoma, vemos con bastante
frecuencia que tal percepción no es correcta. Previamente al síntoma, y mucho antes de la
instauración del mismo, hay un «tipo de interacción» que ha obligado a estructurar tal síntoma
como único mecanismo de ajuste, adaptación o escape a relaciones muy disfuncionales que ya
existían. De este modo no es que el síntoma o la conducta disfuncional haya construido tal tipo
de sistema familiar, como dicenlos padres, sino que «este tipo de sistema» es el que ha
generado «este síntoma o comportamiento». En esta posición puede decirse: «Es una familia
con un miembro disfuncional («enfermo») porque su carácter cerrado ha hecho inevitable la
aparición de la disfunción que les afecta».

En las familias con minusválidos psíquicos, evidentemente, no sucede esto: no son los padres
y sus múltiples interacciones las que generan un hijo minusválido. Y, desde tal afirmación,
parece innecesaria la intervención de un experto en lo que viene denominándose Terapia
Familiar Sistémica. Pero la necesidad de su intervención se hace evidente si lo contemplamos
desde otra perspectiva: la aparición de un hijo con minusvalía psíquica obliga a la familia a
reestructurarse de una manera disfuncional que ha de ser abordada para evitar la acumulación
de nuevas disfunciones derivadas de este hecho.

Desde esta segunda perspectiva es desde la que vamos a exponer nuestras reflexiones sobre
el tema que se nos ha encomendado.

Veremos los siguientes puntos:

- Qué pasa en la familia cuando se toma conciencia de un hecho de tanta importancia y


transcendencia.

- Qué suele hacer la familia ante tal realidad.

- Qué debe hacer.

Qué pasa en la familia

La observación de situaciones como las que nos interesa analizar aquí nos
permite distinguir una doble dirección en las relaciones del Sistema Familiar: unas reacciones
inmediatas que tienen mucho de comportamiento primario y reactivo, y unas reacciones
mediatas, a más largo plazo y en las que intervienen algunos mecanismos que van más allá de
la pura instintividad de los miembros de la familia.

Reacciones inmediatas

1. Lo primero que suele detectarse es lo que no dudamos en denominar trastornos de la


interacción interna de la familia que va a afectar al funcionamiento que ha sido característico de
la familia hasta ese momento. Lo de menos es que la observación del funcionamiento anterior
de la familia se catalogue o no como correcto y funcional o como inadecuado o disfuncional. Lo
importante es poder ver qué cambia en la red de relaciones intrafamiliares si tratamos de
distinguir una «antes de... » y un «después de...».

2. Una segunda reacción es la que puede llamarse sensación de desorientación ante lo nuevo
que obliga a buscar fórmulas de adaptación a unas nuevas, aunque aún imprecisas, maneras
de comportarse y relacionarse con el hijo o hija que viene afectado por una anomalía psíquica.

Esta reacción, a su vez, se exterioriza mediante dos actitudes que se polarizan en torno a dos
núcleos centrales y que pueden determinar para el futuro la cristalización de algo más estable
que marque, en alguna medida, a cuanto haga la familia desde ese momento:

Por una parte, puede ser que su sensación de desorientación y pérdida con respecto a lo que
debe hacerse se estructure en la búsqueda de contactos muy concretos con los profesionales
para recoger la información que les permita disminuir la ansiedad que provoca lo inesperado.
Por otra, pueden temer saber más de lo que saben y tratar de evitar el conocimiento de la
realidad, adoptando una postura de defensa ante la amenaza y funcionando con un
distanciamiento de los profesionales que hace nacer un «miedo a saber» que refuerce la
negación de la realidad que les afecta.

3. Un tercer aspecto es el fenómeno del sentimiento de amenaza por la pérdida del equilibrio
sistémico que es una consecuencia más de lo indicado en 1. La Teoría General de Sistemas
(Von Bertalanffy) nos da luz para saber con mayor o menor precision lo que acontece en este
plano. La homeosta-sis sufre una fuerte presión entre su tendencia espontánea a cerrarse en
una morfogénesis defensiva y una morfogénesis evolutiva que queda fuertemente afectada.

La homeostasis, consistente en una autocorrección y mantenimiento de funciones y estructuras


a través de múltiples equilibrios dinámicos. Resulta del juego interactivo de los componentes
morfogenéticos y mosfostáticos que funcionan en el interior de todo sistema.

La morfogénesis consiste en un énfasis de las modificaciones y el crecimiento dando lugar a un


aumento de la diferenciación de las partes componentes del sistema. Se basa en que el
sistema debe cambiar su estructura y sus funciones en relación con los cambios del contexto
en que se desarrolla y crece. Se contrapone a la morfostasis o paralización de los procesos de
cambio y evolución que implica que el sistema no crezca en relación con las exigencias
internas y externas de su propia naturaleza.

La familia, considerada como sistema vivo en crecimiento, está sometida a la influencia de


estos fenómenos. En el caso de alteraciones del normal desenvolvimiento de los ciclos vitales
de sus miembros o del grupo humano totalmente considerado, tanto lo morfogenético como los
morfostático vana jugar un papel de gran importancia para la resolución de los conflictos que la
afectan.

De este modo nos encontramos con un triple plano en el que van a ponerse en juego:

• las modificaciones de la interacción familiar

• la búsqueda de alivio de la ansiedad provocada


• las amenazas a la estabilidad homeostática del sistema.

Y es aquí donde podemos intentar descubrir qué hace la familia ante esta nueva realidad.

Qué suele hacer la familia

Podemos distinguir varias respuestas ante lo inevitable.

a) Acomodarse al estrés provocado.

b) Elaborar el "duelo" por el elemento de " pérdida " que conlleva el nacimiento de un hijo
psíquicamente disminuido.

c) reelaborar sus necesidades profundas.

Veamos cada una de ellas separadamente.

Acomodarse al estrés provocado

Siguiendo el modelo basado en " estrés " (SELYE) este objetivo intentar alcanzarse mediante
varias etapas que pueden reducirse a tres momentos especialmente significativos:

• Reaccionar al choque

• Defenderse del choque

• Desmoronamiento como efecto de las medidas defensivas adoptadas.

Mediante la " reacción al choque comillas, la familia va a intentar hacer frente al menoscabo del
estrés, para lo que pondrá en marcha todas sus capacidades tanto latentes como patentes, a
fin de no quedar paralizada en una actitud de impotencia y desesperanza que haga más
dramático el hecho que les afecta.

A través de la «defensa del choque» intentará adquirir cuantos conocimientos y resortes le


faciliten un mejor conocimiento de la realidad que han de afrontar, estableciendo algunos
límites entre el problema y la propia realidad y, de este modo, distanciarse emocionalmente
cuanto sea posible para no perder la capacidad de percepción de posibles vías de solución y
alivio.

El último momento -«desmoronamiento»-, y dado su carácter más negativo, es el más delicado,


especialmente cuando los dos anteriores abarcan un período temporal excesivamente largo
que lleva a un mayor desgaste de las capacidades señaladas al hablar de la «reacción al
choque».

Siguiendo el mismo esquema podemos encontrarnos con varios subtipos de reacciones a corto
y medio plazo que conviene comentar con vistas a indicar algunas «marcas de contexto» sobre
las que podamos establecer algunos criterios tendentes a ofrecer vías de solución para la
situación planteada.

A corto plazo nos encontraremos con dos reacciones focalizadas en torno a la alarma y la
defensa, respectivamente.

La alarma va a estar tejida por sentimientos de aturdimiento, dolor, ansiedad y búsqueda de


calma conmoción y horror.
La defensa va a dar entrada a fuertes sentimientos de depresión y tristeza, pena, temor y
agresividad.

En torno a una y otra pueden ir tejiéndose múltiples reacciones que será preciso desmenuzar
con cuidado ya que cada familia dará un perfil muy diferente al resultado final según sea más
vulnerable a unos u otros sentimientos de los señalados.

A medio plazo veremos otro grupo de reacciones que está constituido por aquellas que centran
su contenido en torno a dos polos muy encontrados entre sí: agotamiento e inhibición y el
opuesto de utilización positiva de capacidades latentes.

El agotamiento/inhibición va a estar tejido de sentimiento de culpabilización propia y ajena,


rechazo de la realidad, renuncia a la readaptación y ensimismamiento y abandono en la
construcción de un sistema cerrado como efecto del predominio de lo morfostático que paraliza
al sistema familiar en cualquiera de sus niveles.

La utilización positiva de capacidades latentes va a dar entrada a elementos morfogenéticos del


tipo de la reorganización, readaptación y ajuste, apertura positiva hacia un nuevo equilibrio
basado en cuanto de constructivo van a encontrar en la propia realidad.

Elaborar el «duelo» por la «pérdida» que conlleva

Para obtener este fin la familia ha de recibir apoyos convenientes y tendentes a ofrecerle los
elementos mínimos mediante los cuales consiga, al menos, los siguientes objetivos:

- Tener un conocimiento objetivo y claro del tipo y grado de minusvalía que afecta al hijo o hija
recién nacido. La intervención de los distintos especialistas que contribuyen al diagnóstico y
posterior seguimiento del caso, es una piedra angular en este momento.

- Tener un conocimiento lo más exacto posible, y basado en criterios científicamente asequibles


al nivel cultural de los padres y hermanos y con vistas a disipar miedos infundados y actitudes
basadas en mitos y creencias de todo tipo, del pronóstico evolutivo de la deficiencia que afecta
al hijo.

- Tener el apoyo necesario, a través de una unidad de intervención familiar que tengan a su
alcance, para elaborar positivamente el «duelo» entendido como un proceso de reorganización
de la angustia emocional basado en un conocimiento objetivo del diagnóstico y pronóstico de la
minusvalía.

Este proceso ha de permitir la descarga afectiva de todas las reacciones emotivas intensas que
pueden contribuir a la creación de mitos y tabúes que fijan o paralizan los mecanismos de
superación del conflicto que se vive.

Un elemento importante en este trabajo es la eliminación de «culpas», ya sea por falsas ideas
acerca de la causa de la minusvalía, ya sea por los comportamientos adoptados ante el hecho
inevitable de la anomalía. Las fantasías de culpa en este terreno constituyen uno de los
mecanismos más destructivos de superación y crecimiento.

Reelaborar las necesidades profundas

Un hecho como el que estamos contemplando supone una alteración muy honda del cuadro de
referencias en torno al que se estructuran objetivos personales, conyugales y familiares de las
personas directamente afectadas.

Si la conducta humana se estructura en torno a la búsqueda de satisfacciones que se


convierten en motor de comportamientos y en circuito de actitudes de búsqueda directa o
indirecta de las mismas, no puede omitirse el análisis de las repercusiones que tiene la
aparición de un hijo disminuido en el nivel de estas necesidades profundas.

Lo que se buscaba, lo que se quería, aquello que constituía hasta entonces una meta deseada,
queda amenazado y se coloca como entre paréntesis. Todo queda en suspenso. Y lo más
querido o anhelado queda relegado a un plano más secundario. Habrá que esperar. O habrá
que revisar lo deseado y lo vivido de un modo muy concreto hasta ahora.

¿A qué afecta esta reelaboración de necesidades?

• Reelaborar necesidades familiares.

• Reelaborar necesidades conyugales

• Reelaborar necesidades personales.

La reelaboración de las necesidades familiares se inserta dentro de lo que es la acomodación a


un nuevo elemento no previsto en el desarrollo del proceso de crecimiento de la familia, y más
específicamente, en el contexto de la respuesta a dar a cuanto se deriva de las exigencias que
impone el ciclo vital en que se encuentra la familia afectada.

En este sentido pueden señalarse algunos hitos fundamentales en torno a los cuales se
reorganiza la vida de la familia:

- Cubrir las necesidades del hijo minusválido psíquico sin que ello suponga menoscabo del
respaldo, seguridad y apoyo que hay que dar a los demás hijos, según su edad y momento
evolutivo.

- Atender a este hijo sin que ello suponga el reparto de responsabilidades excesivas e
inadecuadas sobre otros hermanos. La delegación de roles parentales y la sobrecarga de
responsabilidades es la causa de la aparición de «hijos genitoriales» que atentarán contra la
estabilidad y el progreso personal de los hermanos.

- Cubrir sus necesidades afectivas sin pérdida de la cercanía emocional que hay que prestar al
resto de los miembros de la familia.

- Mantener los mecanismos de funcionamiento familiar en cuanto se refiere a modelos de


autoridad y disciplina, modelos educativos, construcción de pautas, reglas y normas que no
dejen lagunas en la tarea educativa de los padres.

- Cuidar la aparición de normas rígidas que quiten flexibilidad a lo que hasta ese momento haya
sido el normal funcionamiento del sistema interactivo familiar.
- Evitar que los miedos y alarmas ya señaladas impulsen a la construcción de un «sistema
cerrado» que conduzca al deterioro y la posible autodestrucción de los miembros y los
subsistemas que alberga el sistema familiar total.

La reelaboración de necesidades conyugales no quedan fuera de este conflicto. La dinámica de


la pareja humana puede quedar afectada en cuanto que algunos mecanismos de interacción
afectiva y sexual pueden quedar incluidos en la reelaboración a que aludimos.

Al igual que el sistema familiar total, la pareja o subsistema conyugal atraviesa en el momento
del nacimiento de un hijo con minusvalía un ciclo vital concreto que no puede ignorarse. Las
repercusiones pueden ser múltiples en cuanto se relacionen con áreas concretas que conviene
precisar:

- El apoyo mutuo puede quedar alterado en cuanto se produzca una inclinación hacia los
cuidados y atenciones que exige el hijo. Un distanciamiento del carácter de cónyuge puede
desembocar en crisis de mayor alcance que hemos visto en la consulta.

- La estabilidad y el grado de satisfacción de las prestaciones sexuales pueden verse afectadas


ya sea por «limitaciones» ante el temor a un nuevo hijo con las mismas deficiencias que el
nacido, ya sea por «deterioro» de la misma relación al no disponer de la libertad emocional que
garantice un intercambio estable, continuo y satisfactorio.

- La complementariedad de la pareja puede verse alterada desde el instante en que se revisen


papeles llevados a cabo haste ese momento en el mismo juego de las funciones conyugales.

- Igualmente puede aparecer la urgencia de reestructurar necesidades que contribuyen a la


construcción de una «pareja abierta» o «cerrada» en función de lo que se vive como exigencia
del nuevo hijo.

La reelaboración de necesidades personales es un nivel que caería un poco más alejado del
abordaje de cuanto hace la Terapia Familiar, pero sobre el que no queremos eludir algunas
consideraciones.

- Cuando la problemática familiar desencadenada incida en alguno de los miembros de forma


de alteraciones intrapsíquicas, deberá arbitrarse el procedimiento más adecuado para
proporcionarle los apoyos y ayudas necesarias que le permitan salir de su situación.

- Igualmente habrá que actuar cuando algún aspecto de la personalidad de alguno o algunos
de los miembros de la familia pueda repercutir en el ambiente emocional de la familia con
efectos negativos o, al menos, limitantes.

- Siempre que uno de los miembros de la familia esté en tratamiento psicoterapéutico personal,
el terapeuta familiar deberá delimitar el ámbito de intervención con el especialista que siga tal
tratamiento. De lo contrario pueden introducirse elementos que en vez de contribuir a la eficacia
de cualquiera de ellos pueden actuar como factores limitantes que no conviene.

Lo que debe hacer la familia

Aunque el panorama de cuanto debe hacer la familia a través de todo su ciclo vital es muy
amplio, aquí nos referimos a lo que ha de hacer la familia desde la perspectiva de una primera
intervención.

Teniendo en cuenta que desde el punto de vista de la Terapia Familiar la familia debe ser
contemplada como una unidad de intervención sobre la que actúa como totalidad, y partiendo
de que hay tres coordenadas fundamentales (relaciones, funciones de desarrollo y estabilidad
grupal) que nos permiten construir un mapa de actuación, vamos a mostrar un modelo de
primera intervención con sus fases correspondientes.
Basándonos en el concepto de adaptación descrito como el «proceso por el cual se hace frente
a las exigencias internas y externas, a los esfuerzos, conflictos, frustraciones y situaciones
problemáticas mediante una respuesta personal» (Schenieders), y teniendo en cuenta que
«toda familia mantiene niveles de estabilidad, cohesión y progreso en función de los elementos
estabilizadores que le facilitan conservar un cierto equilibrio en la realización de sus tareas y
funciones» (Ríos, 1989, p. 41), nos apoyamos en la «estructura» del clima emocional y social
de la familia (Moos y Moos) para presentar el siguiente modelo de reestructuraciones:

Potenciar las relaciones

Moos y Moos señalan tres variables de este área que expresan elementos a potenciar con
vistas a que las relaciones crezcan y sean un factor de apoyo y seguridad para toda la familia:

- La cohesión (grado de ayuda y apoyo mutuo)suele estar, al menos en la intención de los


componentes de la familia, en un lugar prioritario. Sin embargo tras una «aparente» cohesión
pueden esconderse muchos conflictos no elaborados ni superados.

La primera intervención terapéutica ha de tender a proporcionar a la familia los recursos


mínimos para que, al decantar lo que es una cohesión sana y lo que puede ser una cohesión
camufladora de conflictos, sepa cómo fomentar cuanto contribuya a que cada uno ofrezca a los
otros, y al mismo tiempo reciba, el debido apoyo y la necesaria ayuda emocional para afrontar
la nueva situación.

- La Expresividad (grado en que se permite la libre actuación y la directa expresión de los


sentimientos) ha de ser facilitada ya que en muchas familias como las que nos interesan aquí,
puede intentarse un disimulo y ocultación de emociones, especialmente de aquellas que
causan dolor a los demás. El tapar estos sentimientos y estados afectivos resulta pernicioso, ya
que habrá que buscar otro contexto donde dar salida a los mismos. Un alejamiento emocional
de los familiares será la fuente de nuevas tensiones.

- En relación con la conflictividad (grado en que se expresan la cólera, agresividad y conflicto)


hay que cuidar la intervención. La experiencia clínica con familias nos demuestra cómo muchas
familias fuertemente afectadas por problemas profundos tienden a «ocultar su propia realidad»,
mostrándose como carentes de problemas en el sentido que toma aquí el término «conflicto».
Es un modo de racionalizar la situación y querer eludir la parte más desagradable de la misma.
Otras veces, en el polo opuesto, la familia se manifiesta como plagada de conflictos como
resultado de los mecanismos reactivos y defensivos que han de poner en juego ante las
amenazas que sienten. El peligro de la conflictividad, por ello, debe ser tratado abiertamente
cuando se actúe profesionalmente con este tipo de familias.

Ayudar al desarrollo personal y sistémico

Entre las variables que integran este segundo aspecto, algunas tienen mayor importancia de
cara a lo que puede hacerse como ayuda terapéutica.

- Tal vez la variables más amenazada en estas familias sea la constituida por la Autonomía
(grado de seguridad, autosuficiencia y capacidad de tomar decisiones que tienen los miembros
del sistema). El hijo con minusvalía psíquica tiende a acaparar la atención cuidado. Por
mecanismos complejos trata de convertirse en «protagonista» y «centro» de la vida familiar, lo
que puede generar una pérdida de «autonomía» para los demás. Desde la dificultad que
pueden encontrar los padres para mantener un territorio físico y emocional donde verifiquen
sus crecimientos personales, parentales y conyugales, hasta la anulación de la identidad
personal de cuantos se ven invadidos por ese protagonismo y centralismo del hijo afectado por
una minusvalía.

- De las demás variables (Actividad, Intereses Culturales, Sociabilidad y recreo y Moral-


Religioso) conviene ver qué tipo de limitación supone para cada una de ellas la presencia del
miembro minusválido psíquico.
Reforzar la estabilidad del sistema familiar

Esta ha de quedar salvada a pesar de las amenazas que va a sufrir desde las dos variables
que la constituyen

- La Organización o el Orden hay que mantenerlos de tal modo que se permita conservar un
punto de referencia para la realización de tareas comunes que contribuyan a que la familia no
pierda su norte en la planificación de actividades y reparto de responsabilidades.

- El Control para que la vida familiar se atenga a normas, pautas, reglas... claramente
establecidas.

La aparición de un hijo con minusvalía psíquica repercute, inevitable y fundamentalmente, en la


pareja o subsistema conyugal.

Para su análisis y observación, preferimos utilizar los aspectos que evalúa la Escala de Ajuste
diádico (D.A.S.) de SpaniersWI^).

1. Con respecto al consenso conyugal (grado de acuerdo de la pareja en la toma de decisiones


y aspectos de la vida familiar), este hecho puede incidir en aspectos como economía, toma de
decisiones, trabajo, tiempo libre compartido, relaciones con las familias de origen y amistades.
La orientación familiar se impone aquí con más urgencia que nunca, a fin de no construir un
sistema cerrado que empeorará la situación y creará nuevos conflictos.

2. En relación con el nivel de satisfacciones, este hijo no puede convertirse en una amenaza
para cuanto han de ofrecerse los cónyuges mutuamente: la confianza mutua, la búsqueda de
metas comunes y el planteamiento de metas de futuro han de constituir los ejes fundamentales
de un programa de asesoramiento familiar tendente a potenciar estos elementos básicos.

3. En el plano afectivo (psicoafectividad y psicosexualidad), las repercusiones tendrán una


mayor incidencia en la frecuencia y grado de satisfacción que van a suponer las interacciones
afectivas y sexuales en la pareja. El intercambio sexual no ha de sufrir menoscabo para lo que
ha de servir de apoyo un exacto conocimiento de las posibles amenazas que crean
sentimientos de frustración y culpa y que ha sido objeto de otra intervención en este mismo
Seminario.
4. La cohesión conyugal (entendida como el número y frecuencia de actividades realizadas en
común) es otro ámbito afectado y en el que las parejas necesitan nuevos estímulos que
permitan la contemplación de nuevos objetivos.

5. Todos estos elementos contribuirán a que la pareja cuente con los adecuados programas a
fin de mantener e incrementar el ajuste total que le dé estabilidad y progreso.

Teniendo en cuenta cuanto antecede, y con vistas a una aplicación práctica de todo ello,
parece oportuno señalar las líneas básicas para la planificación de un programa de intervención
con este tipo de familias.

Marcamos las líneas siguientes:

- Programas de evaluación del Sistema Familiar y del Subsistema Conyugal identificando el


estilo de funcionamiento familiar y conyugal antes y después del nacimiento del hijo/hija con
minusvalía psíquica.

- Programas de Información, orientación y consejo para el fortalecimiento de la familia en las


distintas fases del proceso de adaptación a la realidad que han de asumir.

- Programas de entrenamiento y adquisición de habilidades educativas para adaptarse a las


exigencias de la nueva situación: fuentes de apoyo y recurso.

- Programas de Intervención Terapéutica:

• Para la Familia

• Para la Pareja

Programas de evaluación del SF y del SbC

Debe abarcar, al menos, una identificación del estilo de funcionamiento familiar y conyugal
antes y después de la aparición de la enfermedad/deficiencia.

Los estilos de funcionamiento más afectados pueden ser los siguientes:

a) Estilo afectivo,

b) estilo de apoyo,

c) estilo de autoridad y disciplina,

d) estilo defensivo,

e) estilo educativo,

f) estilo de individualización y apoyo de la identidad personal,


g) estilo interactivo,

h) estilo parental (en el caso del SF),

i) estilo para la solución de problemas,

j) estilo de contexto estimulante del desarrollo personal.

(Cfr. Ríos González, J.A. «Cinco modelos de fichas en la Terapia Familiar». «Cuadernos de
Terapia Familiar», n.° 21 (1992), pp. 5-16 y n. ° 22 (1993), pp. 25-38)

Programas de Información

Tendentes a orientar y aconsejar con vistas al fortalecimiento de la familia en las diversas fases
del proceso que ha de atravesar.

Puede abarcar, por ejemplo:

a) Utilización de recursos dentro de la familia (los propios recursos latentes, redefinición de la


situación de estrés para tolerarse mejor).

b) Utilización de recursos fuera de la familia (apoyo de la red social, apoyo en creencias).

c) Aceptación de ayuda de otros.

d) Creatividad de formas alternativas de compensación ante la sensación de límite e


incapacidad.

Programas de entrenamiento

Con la finalidad de adquirir habilidades de supervivencia para adaptarse a la nueva situación.

a) Entrenamiento para eliminar el estrés.

b) Entrenamiento para adaptarse al problema mediante la definición que hace la familia del
suceso que les afecta.

c) Entrenamiento para flexibilizar los límites del SF o del SbC ya que la rigidez lleva
inevitablemente al aislamiento centrándose en el enfermo.

d) Entrenamiento para equilibrar la tendencia a centrarse o en el «distanciamiento» o en el


«excesivo apego».

e) Entrenamiento para controlar la «alta implicación emocional» de constructos de la Emoción


Expresada (E.E.) que puede contribuir o a las recaídas o al mantenimiento de los síntomas que
se agrupan en torno a la enfermedad central.

Programas psicoterapéuticos

Dirigidos tanto a la familia como sistema total como a la pareja como subsistema.

Como esquema útil de intervención puede adoptarse la intervención centrada en el control y


superación de los patrones de interacción que ha identificado Minuchin en las familias que ha
descrito como «familias psicosomáticas»:
a) Controlar la cohesión o forma extrema de proximidad e intensidad de las interacciones y
emociones de la familia a partir del hecho «enfermedad/deficiencia».

b) Controlar la presencia de la sobreprotección o excesiva preocupación por el bienestar del


enfermo.

c) Eliminar y disminuir la rigidez que mantienen el status quo y que les hace sentirse más
vulnerables de lo esperado.

d) Ayudarles a eliminar la falta de resolución de conflictos que les conduce a conductas


cargadas de mecanismos de evitación, negación de la realidad y desviación del conflicto.

La no eliminación de estas actitudes erróneas conlleva la cronificación de conductas


intrafamiliares que hacen posible el mantenimiento del conflicto ante la angustia.

El formato de lo que se ha denominado Terapia Familiar Múltiple (varias familias o parejas


concurriendo a la misma sesión) tal y como se viene utilizando en el trabajo terapéutico con
familias de psicóticos ( y con los inevitables matices y adaptaciones), posibilita de manera
bastante eficaz la utilización de los resortes técnicos anteriormente enumerados.

Como ampliación del mismo puede tenerse en cuenta el Programa para la rehabilitación
psicosocial de enfermos físicos crónicos (González, Steinglass y Reiss, 1987) y uno de cuyos
objetivos principales reside en tratar las repercusiones de la enfermedad física en la familia. La
acomodación a la enfermedad psíquica puede ser útil.

Consta de 8 entrevistas muy estructuradas (una semanal) y con un mínimo de 4 familias y un


máximo de 8; tiene sus objetivos concretos (informar a las familias sobre el estrés que produce
la enfermedad, revisar las estrategias de enfrentamiento a la realidad que viven y, una vez visto
el impacto de la enfermedad, evaluar los estilos emocionales de respuesta para modificarlos.

(Cfr. Descripción del modelo en Navarro, i. 1992: Técnicas y programas en terapia familiar.
Paidós. Pág. 219-223).

CONCLUSIÓN

De todo lo anteriormente apuntado, pueden concluirse los siguientes puntos:

1. Se presenta un camino largo de recorrer por cuanto la aplicación de los modelos expuestos
suponen un trabajo de acomodación de los programas ya experimentados al terreno específico
de lo que nos ha convocado aquí. No es, por ello, tarea de un día, sino camino abierto de cara
al futuro de cuantos estamos empeñados en ayudar a la familia con todo lo que implica.

2. Se muestra un desafío para los especialistas que tendrán que afinar en la adaptación de
técnicas y resortes para poder ofrecer instrumentos eficaces que hagan posible la aplicación a
este campo.

3. Modulación de técnicas que conduzca a la creación de las nuevas que exigen las
características de los sujetos afectados por los problemas que se abordan en este Seminario.
No se trata, por ello, de repetir lo ya existente, sino poner en marcha nuevos programas
acordes con lo necesario para encontrar la viabilidad de nuevos incentivos que mejoren la
calidad de las relaciones existentes en éstas familias y parejas.

4. me conformaría con haber trazado algunas líneas capaces de encuadrar el trabajo posterior
para la creación de Servicios de Orientación y Terapia Familiar en todas las instituciones que
afrontan este campo tan arduo. La reestructuración de las familias no puede hacerse sin los
apoyos técnicos que ofrece el modelo sistémico de intervención. Cualquier improvisación en
éste aspecto puede ser imprudencia. Y cuando se haga para la mejor capacitación de los
especialistas adecuados, merece todos los esfuerzos.desde la Federación Española de
Asociaciones de Terapia Familiar que presido, y cuya preocupación más actual es la de
garantizar la capacitación de expertos en este campo, agradezco iniciativas de este tipo que
abre nuevos horizontes a quienes se afanan con escasos recursos.

5. Queda, por otra parte, abierta la puerta hacia la investigación que garantice que cuanto se
haga en la línea de aplicación esbozada en el punto anterior, no se monta sobre bases
escasamente estudiadas. La investigación nos hará ver qué es lo más necesitado de ayuda, y
desde ahí, abrir el camino hacia la puesta en marcha de los equipos multiprofesionales en los
que los expertos en orientación y terapia familiar encuentren también su ámbito de
intervención.

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BIBLIOGRAFIA

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