Escolar Documentos
Profissional Documentos
Cultura Documentos
¿QUÉ ES DEPRESIÓN?
La depresión es mucho más que todo esto; es un serio trastorno emocional que implica
cambios importantes en nuestra forma de sentir, de pensar y actuar.
Nuestra forma de pensar sufre modificaciones: tendemos a ver el lado oscuro de las
cosas, es como si nuestra visión se hubiera enturbiado de un oscuro pigmento que nos
hace ver la realidad teñida de pesimismo y negatividad. Solemos pensar mal acerca de
nosotros mismos, nos desvalorizamos y nos culpamos por muchas de las cosas que
hicimos. Nuestra autoestima se reduce significativamente. El mundo nos parece un
lugar hostil y absurdo en el que vivir. No entendemos la vida, ni cómo ni porque
suceden las cosas. Podemos creer que los demás no nos tienen ningún aprecio y que
incluso nos rechazan. Más aún, el futuro se percibe como un callejón sin salida, sin
esperanza, con pocos deseos de continuar. En el mejor de los casos, como una mala
jugada del destino que hay que sobrellevar.
ORIGEN DE LA DEPRESIÓN
En apartado anterior, vimos que la depresión puede aparecer sólo después de una
perdida de reforzadores. La pérdida de reforzadores produce un desequilibrio entre el
balance de positivo y negativo que percibe una persona. Sin embargo, este concepto
puede tener muchas sutiles acepciones, incluso puede hacernos penar, si no
realizamos un minucioso análisis que no se han producido pérdidas. En primer lugar, y
en estos casos no cabe duda posible, la depresión aparece tras algún cambio en la vida
de la persona que le afecta negativamente. El ejemplo más claro es el de la pérdida de
un ser querido, Imaginemos una mujer de mediana edad que pierde a su marido en un
accidente de tráfico, ella pierde a su marido, a su amor, a su compañero, a su amigo, a
su amante, al padre de sus hijos, pierde uno de los pilares sobre los que se asienta su
felicidad Si o consigue afrontar de manera adecuada esta pérdida, existe una alta
probabilidad de que se deprime. En caso de que pueda enfrentarse a ella eficazmente,
entonces, tras un periodo normal de tristeza y duelo, poco a poco volverá a estabilizar
su estado de ánimo.
El impacto que produce la pérdida dependerá, no sólo del tipo de pérdida, sino del
valor subjetivo que se le otorgue a la pérdida. Así, por ejemplo, si una persona pierde
su trabajo pero no era gratificante, e incluso más, le resulta tedioso y desagradable, las
posibilidades de deprimirse son mucho menores que si se sentía enormemente
realizada y el trabajo era su trabajo ideal.
Este concepto es muy importante, porque algunas veces, desde fuera, viendo a una
persona deprimida y conociendo cuál fue su pérdida, nos puede parecer desmesurada
su reacción. Podemos llegar a pensar que no hay una relación entre lo perdido y el
estado emocional que ha producido: cometemos un grave error. Lo que importa
realmente no es qué se ha perdido, sino cuanta relevancia subjetiva tenía para esa
persona. Hay gente que se deprime después de haber perdido a toda su familia, y
otros lo hacen porque se les cae el pelo.
su estado de ánimo se mantenga sólido, debe organizar su nueva vida incluyendo las
mismas actividades agradables o parecidas que realizaba en su domicilio habitual. Así
lo hace: va al gimnasio, sale con los compañeros de trabajo, va al cine etc. Sin
embargo, transcurridas unas semanas empieza a deprimirse. Aparentemente no ha
sufrido pérdidas, sigue básicamente haciendo lo mismo de siempre, pero se está
deprimiendo. La razón es la ruptura de cadenas conductuales. Muchas veces, el que
disfrutemos de una determinada actividad no sólo tiene que ver con la actividad en sí
misa, sino con una serie de pasos previos, simultáneos o posteriores a la actividad, que
son los que en realidad nos producen satisfacción o el placer de realizarlas. Aunque
nuestro amigo sigue yendo al gimnasio, lo que sí ha perdido es quedar con un amigo,
entrenar juntos bromeando, charlando de sus cosas, y tomar una cerveza después.
Lo que en estos casos sucede, no es tanto que se pierda positivo (nuestro trabajador
puede seguir disfrutando de sus actividades placenteras), sino que hay un aumento de
lo negativo que va contaminando y restando valor a lo positivo, y de nuevo, la balanza
se desequilibra.
En resumen, para que una persona se deprima, necesariamente tiene que haber algún
tipo de pérdida que subjetivamente sea relevante. En algunas ocasiones, la pérdida es
5
muy clara, en otras se trata de pérdidas mucho más sutiles, incluso podrían estar
enmascaradas de cambios aparentemente positivos.
Por otra parte, si analizamos la vida de cualquier persona, nos encontramos con que
todo el mundo, más tarde o más temprano se ve sometido a alguna de estas pérdidas,
y sin embargo, sólo un 10% de la población llega a deprimirse clínicamente. ¿Qué está
ocurriendo? ¿Por qué unos sí y otros no? La respuesta tiene que ver con el concepto
de “vulnerabilidad psicológica hacia la depresión”.
Por otra parte, la actitud que va aparejada a estos dos estilos de vida es muy diferente.
Las personas con idas llenas, suelen tener una actitud más positiva, optimista, en la
línea de creer que el mundo es un buen lugar para vivir. Mientras que las personas con
una vida más vacía de reforzadores, tienden a percibir el mundo como más hostil,
problemático y poco acogedor (esta actitud será de suma importancia ante la futura
depresión).
Estos son algunas de las creencias que más vulneran a las personas hacia la depresión:
1.La creencia de que uno mismo no es lo suficientemente valioso o que incluso está
por debajo de los demás. Las personas con baja autoestima están continuamente al
borde de la depresión. Son personas que se conceptualizan, de una forma más o
menos clara, como inferiores a los demás. Pueden creer que son menos inteligentes,
menos competentes, menos interesantes, o incluso, menos atractivos. Este esquema
les lleva a evaluar selectivamente su comportamiento. Focalizan en sus errores, por
pequeños que sean, y suelen pasar por alto sus aciertos. Esta forma sesgada de
autoobservarse la toman como una prueba de su falta de valía. Su creencia “no soy
una persona valiosa” se ve confirmada por la percepción distorsionada de sus errores.
No es infrecuente que se comparen constantemente con los demás, lo que en muchos
casos provoca también ansiedad y miedos sociales. Dado que no se gustan a sí mismos,
no les resulta difícil pensar que tampoco van a gustar a los demás, o más todavía, que
los demás van a penar cosas negativas de ellos.
Esta creencia, como todas las demás, se aprende poco a poco a lo largo de la
educación. Padres que utilizaron con excesiva frecuencia expresiones desvalorizantes
hacia su hijo (“eres un idiota”, “no haces nada bien”, “no llegarás a nada en la vida”),
colegios con un sistema educativo muy moralista y rígido basado en el castigo y no en
la motivación y el premio, comparaciones frecuentes con los hermanos, enseñanza de
una religión o sistema moral muy estricto, con tendencia a la humillación personal y
excesiva humildad, o sufrir desgracias importantes durante la niñez (perder a uno de
los padres (.
Ante un error es saludable sentirse perturbado en un continuo que va desde una ligera
incomodidad hasta una seria preocupación, porque estos sentimientos no sirven como
señal de pararnos a pensar cómo podríamos actuar mejor la próxima vez. Sirven, pues,
para aprender de los errores y actuar con más eficacia. La culpa es diferente. No se
trata de examinar objetivamente el error, de averiguar el porqué de su aparición y de
sentirnos frustrados y descontentos con nuestra ejecución. La culpa implica que, a
partir de un error, nos desvalorizamos completamente como seres humanos y
creemos que para expiar nuestra terrible ineficacia necesitamos ser castigados. El error
7
3. La creencia de que el mundo debería ser un lugar maravilloso en el que vivir. Mucha
gente cree que el mundo debería ser un sitio donde no hubiera problemas, ni
contratiempos, ni desgracias. Un lugar idílico como los cuentos de hadas donde todo
acaba bien, y desafortunadamente, nuestro mundo no es así.
Las personas que tienen esa concepción de la realidad está condenadas a tener
problemas psicológicos. Cuando se encuentren con algunas de las desgracias, que
estadísticamente, más pronto o más tarde, todos nos encontramos (muertes,
accidentes, enfermedades, problemas económicos, etc.), su mundo ideal
desaparecerá, y se sentirán engañados y burlados por la vida y el destino.
4.Un cuarto factor que puede predisponer hacia la depresión es algún tipo de
deficiencias en el área social. Por una parte, podrían ser déficits de habilidades. Las
habilidades sociales son el conjunto de conductas que necesitamos para relacionarnos
eficazmente con los demás. Ejemplos de estas habilidades son: saber iniciar
conversaciones, saber hacer peticiones o saber recibir una crítica. Estas habilidades se
aprenden a lo largo de la educación. Si el aprendizaje es incorrecto o insuficiente nos
encontramos ante un repertorio de habilidades sociales disminuido que vulnera a la
persona hacia los trastornos psicológicos en general, y hacia la depresión en particular.
Si se produce una pérdida de reforzadores, por ejemplo, a modo de cambio de trabajo
o de domicilio, y la persona no posee las suficientes habilidades sociales para
adaptarse al nuevo entorno social, es posible que se produzca una depresión. En otros
casos, la falta de habilidades sociales podría provocar que una persona en proceso de
depresión no pidiera ayuda a familiares o amigos o incluso a profesionales, y eso
recrudecería su depresión.
5.El último factor predisposicional que vamos a comentar es la habilidad para resolver
problemas. Las pérdidas de reforzadores son unos problemas, son cambios, en la
mayor parte de los casos negativos, que las personas tienen que afrontar y resolver. Si
una persona no sabe un procedimiento específico y estructurado para evaluar lo que
está sucediendo, buscar alternativa y tomar la decisión más adecuada para sus
circunstancias, entonces el problema práctico que tiene que resolver en su medio,
provocara problemas psicológicos que podrían culminar en una depresión.
En resumen, existe una serie de variables que nos vulneran hacia la depresión, algunas
de ellas son: el estilo de vida falto de satisfacción, nuestra forma de pensar con
respecto a determinados tópicos, carencias, sociales e inhabilidad de resolución de
problemas. Esto no significa que, por el hecho de que una persona tenga uno o varios
de estos factores predisposicionales automáticamente se vaya a deprimir. Significa
que, a partir de una perdida de reforzadores, las probabilidades de futura depresión
serán mayores. Sin embargo, tampoco es infrecuente, encontrar personas
fuertemente deprimidas sin rastros de variables de vulnerabilidad psicológica. El
concepto clave sigue siendo la pérdida de reforzadores.