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CONDENADOS A
ACABAR CON SU MEDIO
NATURAL?
28 DE ENERO, 2020 · MARXISMO> CRÍTICA DE LA IDEOLOGÍA
¿Pero cómo se mantenían y mantienen en realidad los «comunes» allí dónde aún
queda propiedad colectiva en el campo? ¿Qué es lo que ocurrió con la propiedad
colectiva a lo largo de la historia?
En las sociedades agrarias de todo el mundo han existido durante siglos e incluso
milenios mecanismos locales para impedir la sobreexplotación y para repartir las
tierras y recursos comunes entre la colectividad. El mundo campesino siempre
fue extremadamente variable en términos de propiedad y mecanismos, incluso
entre provincias cercanas. En las tierras que fueron recientemente conquistadas
en bloque generalmente se encuentran latifundios y colonos, ya sean en el sur de
Europa, en Sudamérica o en África oriental. Sin embargo, en las tierras
cultivadas establemente (aún teniendo en cuenta las migraciones) durante siglos
por todo el mundo se encuentra generalmente un mecanismo local muy
parecido, el del cultivo de las tierras por la comunidad con redistribución cíclica
de los terrenos cultivables. El modelo se puede encontrar en la India del siglo
XIX:
Los campesinos franceses tenían un ingenioso sistema para mantener sus campos
en común: Los pequeños terrenos (generalmente la extensión rectangular que
podía labrarse en un día con un arado tirado por bueyes) que se redistribuían
entre los campesinos de la comunidad estaban entremezclados entre ellos y se
cultivaban en común. Estos se cultivaban en la serie trigo de verano, trigo de
invierno y barbecho (tierra sin cultivar) con una etapa por año y se repartían de
modo que había campos en cada etapa en un año dado. El barbecho se mantenía
para restaurar los nutrientes del suelo con el trabajo de las malas hierbas y los
excrementos del rebaño común. No se restringía el acceso al rebaño común a
ningún campo no cultivado, fertilizando con ello los campos de todos y
asegurando que los animales de todos tenían suficiente comida. Nadie tenía
incentivo alguno para aumentar el número de sus animales y entrar en conflicto
con el resto de comunidad para vender en un mercado inexistente lejos de las
ciudades.
Mandeville coge el calvinismo escéptico del hugonote exiliado Pierre Bayle, que
acaba separando el funcionamiento racional de la Naturaleza de la gracia divina
irracional, y lo combina con la visión del individuo social como suma de afectos y
pasiones de Spinoza. Esto le permite afirmar la absurdez de unas virtudes
morales tradicionales que perjudican a la prosperidad de la sociedad en el mundo
material cuando las reglas para obtener la salvación en el más allá son
incognoscibles. ¿A caso no es cierto que el orgullo y avaricia de un burgués para
con su negocio le permiten emplear a más obreros? ¿No es cierto que el orgullo
de los compradores de productos de lujo, siempre intentando estar a la última
para impresionar a los demás, emplea a muchos más asalariados que el ascetismo
y la penitencia? ¿Si esos supuestos vicios en realidad benefician a los demás, son
aún vicios? Sus críticos aplaudirán la reducción al absurdo de la moral imperante,
pero apuntarán que comete un gran salto lógico cuando pasa de afirmar que los
vicios pueden en algunos casos beneficiar a la comunidad a insistir en que hay
que fomentar específicamente los vicios para conseguir la prosperidad
económica…
Porque este texto no era un tratado de filosofía moral abstracta, sino un panfleto
político. Por si queda alguna duda de ello, una parte del texto se dedica a
enseñarles a los ingleses la vía de la prosperidad económica holandesa, que según
Mandeville se basa en:
Sin embargo, aún quedaban campesinos arrendatarios que defendían y usaban las
tierras comunaless, como bien indica el texto de arriba sobre los «run-rigs» en
1816. La ola de expulsión final del campo en Gran Bretaña concuerda no por
casualidad con el triunfo definitivo de la economía política. Para conseguir pagar
sus deudas y rentas, gran parte del campo había pasado al monocultivo de trigo.
Debido a ello, las malas cosechas y la volatilidad de precios durante las guerras
napoleónicas arruinaron a millones de pequeños productores que se vieron
obligados a vender sus campos a los grandes propietarios. Algo similar pasaría en
el sur de Francia más tarde, cuando el monocultivo de viñedos fue arrasado por
la filoxera. Pero los economistas Malthusianos tenían planes, grandes planes.
Finalmente consiguieron la abolición de las ayudas al campesinado en 1834 para,
abiertamente, proveer de fuerza de trabajo circulante a la industria. Todo en
nombre de reducir la fricción y mejorar el funcionamiento de la «gran máquina
social»:
¿Es cierto que todos los sistemas de intercambio efectivos necesitan dinero,
acumulación de capital y/o una burocracia que las gestione en nombre del bien
común? Si es así, cualquier intento de interconectar núcleos productivos entre sí
se vería condenado a acumular capital y sobre-explotar los recursos y
trabajadores. ¿Han existido sistemas más o menos extensos de intercambio que
no fuesen basados en dinero o acumulación y que no sobre-explotasen el medio?
Los regalos en sí no eran comida, sino objetos (por ejemplo: mantas) que podían
intercambiarse luego por la comida almacenada en fondos comunes por los
clanes con mayores capturas. Esto equilibraba la variabilidad anual de capturas
impidiendo que se rebelaran los clanes con menores capturas. Hasta que el
sistema fue desmontado por el capitalismo, éste evitó la sobre-explotación del
salmón en el Canadá occidental.
Obviamente, esto no era ni mucho menos una utopía, había clanes con
localizaciones mucho más productivas en todos los años comparados con otros, y
la organización no era precisamente igualitaria dentro de cada clan. Del mismo
modo, las comunidades agrícolas tenían subdivisiones internas entre campesinos
con ganado y braceros obligados a vender su mano de obra a los primeros,
división consuetudinaria del trabajo, división sexual del trabajo e indefensión
contra bandidos y extorsión de la clase dominante. Pero indican la posibilidad
tanto como la pasada existencia de sistemas sociales que ni estaban basados en la
sobreexplotación del medio ni necesitaban la acumulación de capital para la
redistribución.
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