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Vínculo - Revista do NESME

ISSN: 1806-2490
bibitriz@terra.com.br
Núcleo de Estudos em Saúde Mental e
Psicanálise das Configurações Vinculares
Brasil

Campuzano, Mario
La postmodernidad y su influencia en los individuos, los conjuntos sociales, la psicopatologia y el
psicoanalisis
Vínculo - Revista do NESME, vol. 6, núm. 1, junio, 2009
Núcleo de Estudos em Saúde Mental e Psicanálise das Configurações Vinculares
São Paulo, Brasil

Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=139412684007

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A pós-modernidade e suas influências nos indivíduos,
nos conjuntos sociais, na psicopatologia e na
psicanálise

Post-modernity and its influences on individuals, social


groups, in psychopathology and in psychoanalysis

La postmodernidad y su influencia en los individuos, los


conjuntos sociales, la psicopatologia y el psicoanalisis

Mario Campuzano1

Asociación Mexicana de Psicoterapia Analítica de Grupo. México

Dirección para correspondencia

RESUMO

A conformação dos indivíduos, dos conjuntos sociais e das distintas disciplinas


científicas e humanas, é uma construção histórica e social cujos determinantes
tendem a parecer invisíveis e serem ignorados. O objetivo do presente trabalho é
destacá-los em sua influência sobre a subjetividade do homem, sobre a
configuração dos conjuntos sociais, a aparição de novas formas psicopatológicas
nos seres humanos e de novas tendências teórico-técnicas na psicanálise.

Palavras-chave: Pós-modernidade, Conjuntos sociais,Construção histórica,


Subjetividade.

ABSTRACT

The conformation of individuals, social groups and different science and humanities
subjects, is a social and historical construction whose determinants tend to seem
invisible and quickly ignored. The purpose of this work is to evidentiate them and
their influence on the subjectivity of man, on social groups configuration, the
appearance of new psychopathological forms on human beings and new theoretical-
technical tendencies in psychoanalysis.

Keywords: Post-modernity, Social groups, Historical construction, Subjectivity.

RESUMEN

La conformación de los individuos, de los conjuntos sociales y de las distintas


disciplinas científicas y humanas, son una construcción histórica y social cuyos
determinantes tienden a ser invisibilizados e ignorados. El objetivo del presente
trabajo es destacarlos en su influencia sobre la subjetividad del hombre, sobre la
conformación de los conjuntos sociales, sobre la aparición de nuevas formas
psicopatológicas en los seres humanos y de nuevas tendencias teórico-técnicas en
el psicoanálisis.

Palabras clave: Posmodernidad, Conjuntos sociais, Construción histórica,


Subjetividad.

La mentalidad burguesa y la modernidad: el surgimiento


histórico de la subjetividad

El advenimiento del capitalismo en la Edad Moderna (siglo XV), cuando la revolución


burguesa era ya un hecho público e irreversible, introduce el concepto de la
sociedad como un conjunto de productores libres y, por consecuencia, se produce la
noción de individuo, de subjetividad y de libre albedrío, condiciones todas ellas
necesarias para el desarrollo de este nuevo “Contrato Social” que va a modificar
todos los campos de la sociedad, de la cultura y de las relaciones humanas. Sin
embargo en el origen del naciente concepto de individuo hay una contradicción
básica, la diferente conceptualización que de él se hace desde las concepciones
libertarias e igualitarias de los filósofos de la Ilustración y la conceptualización y
operativización que se hace del individuo desde el naciente capitalismo que lo
requiere fundamentalmente como productor libre y como sujeto contractual. De ahí
las contradicciones e insatisfacciones que llegan hasta la actualidad entre las
expectativas humanistas y las económicas en relación al hombre y la sociedad.

La nueva organización social y económica hace que muchas de las funciones antaño
propias de la familia pasen a ser cubiertas por el Estado, quedándole como espacio
privilegiado el de los cuidados tempranos del niño y, por tanto, el de la
conformación de los aspectos primarios afectivos. Es decir, dada esta distribución
social de funciones, la subjetividad afectiva queda, esencialmente, como tarea y
responsabilidad de las familias.

Y, en el Nuevo Orden, se pasó de una conducta y un sistema de intercambios


alrededor de lo “instrumental” a una conducta y un sistema de intercambios
alrededor de lo “emocional” con consideraciones como el afecto, el amor y la
simpatía en vez de la producción material y los criterios patrimoniales.
Simultáneamente se aflojaron los lazos con el mundo exterior, enfatizándose la vida
doméstica y la privacía.

Se generó así lo que Shorter ha denominado una Revolución sentimental con


novedades como” el amor romántico, la domesticidad, la privacía y el predominio de
lo emocional en las relaciones madre-hijo” (Shorter, 1975, pp. 10-13).

Del modernismo al posmodernismo: inestabilidad individual y


generacional; incertidumbre y crisis de valores.

José Luis Romero destaca que los valores propios de la mentalidad burguesa tienen

...una uniformidad de desarrollo desde el siglo XII hasta el XIX y una caída vertical
de adhesión después de la Primera Guerra. Si se cuestiona todo es porque
fundamentalmente se están discutiendo dos problemas básicos, de los cuales
derivan todos los demás: el de la imagen de la realidad y el de la imagen del
hombre (Romero, 1987, pp. 161-162).

La propuesta burguesa del realismo ya no resulta suficiente. “La característica de


este periodo es el disconformismo y no la afirmación de un nuevo sistema, que de
ninguna manera está elaborado... No podría decirse cuál es la imagen del universo
que está haciéndose; lo que es seguro es que la tradición está en crisis”. En cuanto
a la imagen del hombre: “Lo que entra en crisis es la idea de que el hombre se
realiza en la sociedad y para la sociedad, y se empieza a afirmar que todos los
hombres, y no sólo los miembros excelsos de las élites, sino los más humildes,
todos tienen un destino individual” (Romero, 1987, p. 164). Destacar como objetivo
final del hombre realizarse a sí mismo, no necesariamente en sociedad, es la gran
revolución contra el homo faber. A esto hay que agregar las tres grandes
contradicciones que la mentalidad burguesa no ha podido resolver: “... la
contradicción entre desarrollo tecnológico y desarrollo social; la contradicción entre
masificación e individualización y la contradicción entre participación y
marginalidad” (Romero, 1987, p. 165).

Este individualismo sin responsabilidad social es la novedad histórica e ideológica


que vivimos en la actualidad.

¿Cuál es el factor determinante de estas importantes modificaciones socio-


culturales?

Nuevamente, cambios en la estructuración económica: en el capitalismo avanzado


contemporáneo (que se dio en los países centrales a partir de los cincuentas y fue
ya muy definido en los setentas) se generó una economía centrada en el mercado
que desarrolló como modelo económico dominante el del neoliberalismo con su
trípode de globalización, control financiero central y producción periférica
acompañada de flexibilización laboral, como consecuencia del predominio de la
burguesía financiera sobre la burguesía industrial generando, así, modificaciones
sociales y culturales por demás trascendentes.

En el plano social el cambio se ha dado de la sociedad disciplinaria, que describiera


Foucault (1975) como propia del modernismo, a la sociedad de control mediático-
consumista propia del postmodernismo, completamente acorde con el pasaje a una
economía de mercado donde los ciudadanos devienen en consumidores.

Y ¿qué es la sociedad disciplinaria?

Justamente, la sociedad disciplinaria, es la que produce cuerpos disciplinados desde


sus instituciones… una era de “ortopedia social”. Las instituciones producen
individuos capaces de reproducir tales instituciones en la sociedad. El corrimiento
del castigo del cuerpo hacia el alma está presente en las diferentes instituciones
que componen la sociedad disciplinaria, van armando una suerte de entramado en
donde cada una se articula con la otra al punto de sostener la existencia de la
sociedad moderna. El control actúa como un formador de subjetividad, que
funcionará incluso más tarde, aunque este control esté ausente.

A lo mejor esas estrategias han cambiado en la actualidad, y las sociedades


disciplinarias se han transformado en sociedades de control. No es que haya
desaparecido el disciplinamiento, pero sí puede que hayan cambiado las estrategias,
los modos de disciplinar: ya no desde la vigilancia de las almas, sino desde el
control de los deseos a través del consumo” (Idoneos.com, búsqueda junio 2007).

En otras palabras, puede continuar el reloj checador en el empleo como ejemplo del
disciplinamiento clásico pero, además de esto, la cultura, la publicidad y los medios
masivos de comunicación incitarán al consumo para alcanzar una imagen ideal
sustentada en tener un cierto tipo de automóvil (comprado a plazos, naturalmente),
usar ropa de marca (comprada con tarjeta de crédito), asistir a antros y consumir
múltiples diversiones diseñadas por la industria del entretenimiento, comprar casa
con la hipoteca correspondiente, viajar ahora y pagar después, etc. a fin de lograr
la ilusión de la libertad de consumir promovida por la Cultura y los medios de
comunicación cuando, en la realidad, sólo son expresiones de un control social
enajenante.

En el plano cultural se ha pasado al postmodernismo que se desarrolla en el ámbito


social general a partir de la instalación del consumo de masas en los cincuentas y
que se manifiesta por el abandono de los grandes relatos y utopías características
del modernismo, por el abandono de las propuestas de las vanguardias y por la
aparición de la pluralidad de enfoques con tendencias relativistas y, en el plano
psicológico, por el predominio en los individuos de un enfoque narcisista-hedonista
en lugar del enfoque de los deberes sociales y/o religiosos del modernismo.

Lipovestky, que a partir de los ochentas escribiera libros fundamentales sobre el


postmodernismo descubre veinte años después que esa etapa sólo fue de transición
-más que de superación del modernismo- y que en el siglo XXI se aprecia
claramente el proceso hacia el hipermodernismo, una segunda etapa del
modernismo. En sus palabras:

El “pos” de lo posmoderno tenía los ojos puestos todavía en lo que quedaba atrás y
se había declarado muerto, permitía pensar en una desaparición sin concretar en
qué íbamos a convertirnos, como si se tratase de conservar una libertad
nuevamente conquistada a impulsos de la disolución de los encuadramientos
sociales, políticos e ideológicos. De aquí la suerte que corrió. Esa época ha
terminado.

…Lejos de haber muerto la modernidad, asistimos a su culminación, que se concreta


en el liberalismo universal, en la comercialización casi general de los modos de vida,
en la explotación “hasta la muerte” de la razón instrumental, en una
individualización vertiginosa…

Lo que hay en circulación es una segunda modernidad, desreglamentada y


globalizada, sin oposición, totalmente moderna, que se basa en lo esencial en tres
componentes axiomáticos de la misma modernidad: el mercado, la eficacia técnica
y el individuo. Teníamos una modernidad limitada y ha llegado el tiempo de la
modernidad acabada (LIPOVESTKY, 2004, pp. 55-56).

Si bien Lipovestky tiene razón en su crítica al término postmodernismo éste ha


asumido tal difusión que resulta casi imposible su substitución.

Impacto de los cambios sociales y culturales en los individuos


y conjuntos sociales

Aunque los cambios culturales en los países subdesarrollados como los


latinoamericanos no son tan netos como los apreciados en los desarrollados, no
dejan de apreciarse en su impacto, aunque diferencial en intensidad según la clase
social y económica, así como el acceso a los medios de comunicación y viajes. De
esta manera habrá modelos de existencia premodernos, modernos y postmodernos,
algunas veces con características bien definidas de un tipo u otro y a veces
mezclados en combinaciones diversas. En las capas acomodadas serán más visibles
las pautas postmodernas.

Lo central de los cambios postmodernos se manifiesta por el incremento del


individualismo con un corte narcisista, hedonista y seductor propio de la época de
consumo de masas, con el consecuente aflojamiento de los lazos sociales y los
vínculos familiares y de pareja, así como el desplazamiento de ciudadanos a
consumidores y el vaciamiento de sentido de muchas instituciones. El control social
se vuelve más oculto que en el viejo sistema disciplinario descrito por Foucault y
simbolizado en el panóptico vigilante de las cárceles y se instala mediante la
seducción e ideologización del consumo y la manipulación de los deseos y
emociones por los medios masivos de comunicación, o sea, el control consumista-
mediático logrado mediante la manipulación de los deseos. La libertad queda
reducida a la libertad de consumir, no sólo de consumir mercancías, sino también
diversiones, viajes, servicios, salud, deporte y hasta cultura, a excepción de la
cultura crítica. También aumenta la incertidumbre, tanto laboral como afectiva y el
futuro ya no se inviste como de progreso, lo cual da un tono individual de
predominio del tiempo presente, de un aquí y ahora desvinculado del pasado y el
futuro. Cuando en los países como el nuestro estos mecanismos de control social no
son suficientes se complementan con la represión selectiva y hasta la militarización,
con el pretexto del combate al narcotráfico o la guerra contra el terrorismo.

Aumenta la tendencia a la falta de compromiso para establecer relaciones de pareja


y se vuelve notoria la disminución en la duración de las uniones, así como la
evitación de su legalización. Hay más personas viviendo solas, aunque no solitarias
porque comparten diversiones, afectos y sexualidad con otros. Hay más parejas que
no quieren tener hijos, sea porque hay proyectos individuales de distinto orden que
asumen prioritarios, porque las condiciones económicas lo vuelven difícil o porque el
hijo ya no es investido como fuente de realizaciones y trascendencia, sino se
priorizan las satisfacciones individuales.

En las familias aumenta el número de las familias uniparentales con presencia


exclusiva de la madre y en menos ocasiones con presencia exclusiva del padre; en
aquellas que conservan ambos progenitores se aprecia una disminución de la
autoridad y de la función paterna y en muchos casos una competencia de
seducciones maternales por parte de los dos que suele dejar inmaduros y poco
eficientes a los hijos, agravada esta situación de los jóvenes por la pérdida de
exigencia propia de la cultura postmoderna. La falta de horizonte en el futuro crea
confusión y desmotivación desde los padres y se acentúa en los hijos: si el futuro es
el desempleo o subempleo ¿para qué esforzarse? Por si no fuera suficiente, las
largas jornadas de trabajo propias de la sobreexplotación laboral en los países
subdesarrollados crean un problema adicional, el de que los padres no pueden tener
un control suficiente sobre los hijos por falta de posibilidades de presencia física; los
intentos de ayudarse con el control telefónico en muchos casos no suelen ser
suficientes.

El desmantelamiento del Estado Protector, desarrollado de por sí insuficientemente


en países pobres como los nuestros, genera una situación de catástrofe en las
familias donde aparecen enfermedades y la falta de protección social condena a la
marginación y muerte a ancianos, enfermos y pobres.

Las instituciones pierden, así, sentido o lo trastocan y dejan ser garantes sociales y
referentes simbólicos (LIPOVESTKY, 1998; ROJAS Y STERNBACH, 1997; GRUPO
DOCE, 2001).

Impacto de los cambios históricos, sociales y culturales sobre


la psicopatología de los individuos contemporáneos

La sociedad humana de cada etapa histórica y lugar tiene distintas necesidades que
proyecta sobre su conjunto social a través de diversos mecanismos: leyes y
reglamentos, creación de instituciones, conformación de ideales y prohibiciones, de
formas y objetivos de control social, de definición de un cierto imaginario social y de
la construcción social de una determinada realidad. Eso da lugar a la formación de
prototipos individuales generados por medio de esos mecanismos, por ejemplo, el
carácter obsesivo (trabajador, austero y ahorrativo) promovido culturalmente en la
etapa del capitalismo naciente, que estudiara Weber en su clásica obra “La ética
protestante y el espíritu del capitalismo” (Weber, 1903). El capitalismo avanzado
actual, centrado en el mercado, no requiere tanto énfasis en la producción, sino en
el consumo, y genera dos tipologías predominantes: la de los caracteres fronterizos,
influenciables y dependientes, que conforman la gran masa de la población
manipulable por los políticos, comerciantes y medios de comunicación masiva,
aquellos que Nixon - experto manipulador político - llamara “la mayoría silenciosa”,
así como la difusión de rasgos narcisistas en toda la población y la conformación en
algunos de ellos de francos caracteres narcisistas, que en un buen número de casos
son los encargados de manipular a las masas sin mayores sentimientos de culpa, de
esa culpa y esa responsabilidad tan anacrónicas en el postmodernismo. Es decir, se
promueve en la sociedad la conformación de caracteres preedípicos, caracteres
distintos a aquellos de la época freudiana que tuvieran su prototipo de consulta en
las neurosis histéricas y las neurosis obsesivas. Ahora la patología no radica en las
inhibiciones del Superyo, sino en la dependencia, impulsividad y falta de control
propias de una falta de desarrollo del Yo y el Superyo, y en la grandiosidad y
hedonismo sin límites del Self narcisista. La inhibición y el placer no suelen ser
problemas, sino la falta de realismo y de eficiencia operativa, así como la dificultad
de profundización en la visión de sí y de los otros y en la asunción de compromiso
en los vínculos afectivos. Si los antiguos imperativos sociales eran: sé responsable y
trabaja, ahora son: consume y diviértete, claro, a través de la industria del
entretenimiento para que sea rentable al sistema.

Por esas mismas razones disminuye la frecuencia de los caracteres neuróticos en la


consulta, que son aquellos para quienes se crearan las técnicas psicoanalíticas
clásicas.

Las nuevas demandas de la consulta requieren no sólo de la modificación de las


técnicas (y de la teoría que las explica) sino que, con frecuencia, requieren también
de la modificación del encuadre para la creación de parámetros psicoanalíticos,
transitorios pero necesarios para ciertas etapas del proceso de tratamiento a fin de
lograr la contención de algunos rasgos de estas nuevas patologías que permitan
alcanzar posibilidades terapéuticas imposibles de otra manera. Conforman desafíos
a nuestra disciplina psicoanalítica que demandan nuestra creatividad máxima.

Esta economía del consumo, y las discursividades sociales correspondientes,


generan también otras patologías de época: las adicciones por una parte, y por la
otra la anorexia nervosa y la bulimia.

Las adicciones son ejemplo del énfasis social en el consumo, en este caso como
consumo del placer inmediato a través de distintas substancias psicotrópicas que el
mercado ofrece en fácil asequibilidad de forma legal o ilegal y que han dado lugar a
un severo problema social y de salud pública. La magnitud del problema actual,
inédito en la historia, hace claro su origen social, aunque también se sustente en
fragilidades individuales y vinculares que hay que prevenir y tratar.

Aunque en algunos casos puede haber una búsqueda tanática, lo dominante según
experiencia en la clínica es la búsqueda hedonista, la postura narcisista favorecida
por la inmediatez de efectos que da el consumo de una substancia psicotrópica, así
como su facilidad de consecución, donde no hay que batallar con esfuerzos mayores
que tener un poco de dinero para comprarla, ni aventurarse a las complejidades de
búsquedas de satisfacción vinculares y sociales; de ahí que en situaciones
avanzadas de adicción el sujeto se pasiviza, aisla y busca en las drogas las
satisfacciones que otrora buscara en el medio social. De ahí su extrema capacidad
alienante.

Rojas y Sternbach escriben respecto a este problema:

La sociedad de consumo estimula la convicción de que adquirir y poseer objetos


otorga plenitud al saturar ilusoriamente lo imposible del deseo humano. La
incorporación substituye de este modo a la elaboración…

En las adicciones, patología de la sujeción y la dependencia, encuentra su expresión


extrema ese mito de una libertad paradojalmente esclavizante. El adicto configura
así una trágica caricatura de la obligatoriedad de consumir (Rojas y Sternbach,
1997, pp.137-138).

La anorexia nervosa y la bulimia son también trastornos, en este caso de la


alimentación, cuya frecuencia actual muestra claros signos de sujeción a los ideales
de época en la delgadez como belleza.

Las autoras previamente citadas se preguntan sobre la anorexia:

¿Contracara de la adicción, que se somete a los designios del objeto?, ¿o tan


esclavos como el adicto ya que la no incorporación les resulta tan coercitiva como a
aquel el consumir?

El rechazo de la oferta del entorno (del consumir como obligatoriedad)… no libera ni


autonomiza a la anoréxica, sino que la va sumiendo gradualmente en una posición
de máxima objetalización, encarnadura de lo inerte y desvitalizado. Erigida en
objeto ideal de la era del consumo, es ella misma finalmente quien se va
consumiendo. Y sentencian, finalmente: como otros cuadros preponderantes hoy,
cuestionan los ejes de nuestra función psicoanalítica (Rojas y Sternbach, 1997, pp.
143-144).

Impacto de los cambios históricos, sociales y culturales sobre


la teoría y la práctica psicoanalítica

Kuhn (1962) desde la historia y la sociología de la ciencia ha mostrado con claridad


la manera como se construyen las teorías y sus aplicaciones prácticas en el seno de
las comunidades de científicos. De ahí, de ese efecto de grupo, depende que haya
cierta unidad, cierta uniformidad, en la utilización de conceptos o paradigmas en
cada época histórica y cada momento del desarrollo científico.

Por eso Freud, de acuerdo a la ciencia de su época en la cual fuera entrenado de


acuerdo a lo que hoy llamaríamos investigador en neurociencias, utilizó el
paradigma de las ciencias naturales, dominante en la medicina de esos tiempos y
una metodología científica que pretendía ser objetiva mediante la separación de la
subjetividad del investigador del objeto investigado. De ahí conceptos centrales
como neutralidad, abstinencia, determinismo psíquico y una forma de operar
centrada en la develación de una motivación inconsciente alojada en la interioridad
del analizado y afincada en el pasado. Conceptos como transferencia y
contratransferencia – en cambio - eran pioneros y precursores de modelos
interactivos de trabajo y de influencia entre investigador y objeto de la
investigación que llegarían a la ciencia mucho tiempo después.

El pensamiento postmoderno, en contraste,

…descansa en la afirmación de que aquello que la humanidad denomina


conocimiento “objetivo” depende, únicamente, de acuerdos sociales, de
convenciones obtenidas a través del lenguaje. Según esta idea, nosotros vivimos en
realidades que son construidas por las palabras que utilizamos para describirlas. De
manera que no podemos hablar de significados o de sentidos esenciales, de
verdades incuestionables, ni tampoco de selfs unitarios. En lugar de esto, las
supuestas verdades y la identidad humana se juzgan sólo como versiones “posibles”
pero no exclusivas, de la realidad. Por tanto la identidad y el self permanecen
siempre transitorios y abiertos a la revisión. (Coderch, 1991, p. 36).

De ahí que autores posteriores hayan planteado modificaciones al paradigma


moderno de Freud caracterizado por un enfoque naturalista, individualista,
determinista y objetivista.

Kleinianos y postkleinianos pasaron del enfoque individualista freudiano al relacional


mediante la teoría de las relaciones objetales que ha generado las posibilidades de
un psicoanálisis no sólo bipersonal sino multipersonal y social, tanto en la dimensión
de la teoría como de la práctica clínica. Las diferentes escuelas de psicoanálisis
grupal o vincular son consecuencia de este cambio de perspectiva, así como el
psicoanálisis intersubjetivo, relacional o vincular en el campo de la práctica del
psicoanálisis individual. En éste último enfoque se plantean modificaciones en la
lectura e intervención psicoanalítica en el campo de la relación analista/paciente
que implican la transformación de la antigua postura de distancia objetiva por una
más igualitaria de influencia recíproca en el seno del encuentro analítico actual, así
como de la consideración de las influencias interpersonales y sociales sobre la
subjetividad.

En el abanico de posturas de la escuela kleiniana, Fairbain se aleja del enfoque


pulsional- naturalista de Freud y Klein y plantea que el sujeto, más que buscador de
placer es buscador de objetos, generando un modelo exclusivamente psicológico.
Lacan, más tarde, se aleja todavía más del paradigma inicial y desarrolla un
enfoque estructuralista donde el inconsciente no es profundo e interior sino
interpersonal al generarse en el discurso con otro. Planteos como los de la
Estructura Familiar Inconsciente de la escuela argentina de las Configuraciones
Vinculares acentúan ese movimiento de búsqueda de nuevos modelos
psicoanalíticos (BERENSTEIN, 1976, 1990, 1997, 2001; Asociación Argentina de
Psicología y Psicoterapia de Grupo, 2004).

La crítica al modelo determinista centrado en el pasado y su develación ha hecho


que se le de cada vez más importancia a los factores actuales de influencia sobre la
subjetividad con conceptos como acontecimiento (BADIOU, 1988) y encuentro. El
inconsciente se define, en consecuencia, no sólo en su determinación infantil sino
en su influencia permanente a lo largo de la vida por el entorno interpersonal y
social. Se establecen nuevas series binarias como determinismo/ azar,
determinismo/ acontecimiento.

De esta manera el inconsciente, concepto que da origen e identidad al psicoanálisis,


se puede concebir de maneras distintas a la tradicional, por ejemplo, como
inconsciente abierto, dada “… la prioridad absoluta del otro en la constitución
subjetiva. Supone que el sujeto se conforma en el interior de una intersubjetividad”
(BERENSTEIN, Asociación Argentina de Psicología y Psicoterapia de Grupo, 2004,
pp. 333-334) con fronteras psíquicas permeables. Lo cual le da, además,
características no sólo de determinación profunda y previa infantil, sino de
producción actual en interdiscursividad y la trama vincular, lo cual implica, también,
que no sea localizado sino deslocalizado (Asociación Argentina de Psicología y
Psicoterapia de Grupo, 2004, pp. 335-336).

También se le puede considerar no sólo profundo, como en el modelo pulsional


freudiano, sino en superficie como efecto de la influencia de la lingüística estructural
saussereana.

El inconsciente está estructurado como un lenguaje y se manifiesta en el nivel del


discurso, propuesta de Jackes Lacan que se opone a “un psicoanálisis de las
profundidades”. Es la estructura de la lengua la que le confiere su estatuto al
inconsciente, como orden simbólico preexistente al ser humano. El inconsciente no
tiene espacialidad, no responde a la lógica del adentro y el afuera, sino que debe su
presencia a nuestra condición de sujetos hablantes (Asociación Argentina de
Psicología y Psicoterapia de Grupo, 2004, pp. 334-335).

La concepción de un psiquismo abierto a nuevas inscripciones modifica la


concepción de transferencia que “… es pensada como un vínculo entre dos sujetos
marcados por la ajenidad y la novedad radical. El motor se desplaza a aquello que
generan juntos en la sesión…” (Asociación Argentina de Psicología y Psicoterapia de
Grupo, 2004, p. 246).

Esto dentro de un movimiento general en la Asociación Argentina de Psicología y


Psicoterapia de Grupo de apostar “… a las teorías conjeturales, no indicativas, que
estén configuradas como infinitas variables” (Asociación Argentina de Psicología y
Psicoterapia de Grupo, 2004, p. 247).

La multiplicidad de factores en juego da lugar a enfoques interdisciplinarios,


transdisciplinarios o de los Sistemas Complejos. La dimensión social se destaca con
teorías como el constructivismo que plantea la existencia de una Construcción
Social de la Realidad (BERGER Y LUCKMANN, 1966) o la del imaginario social radical
o instituyente de Castoriadis (1975).

En estos nuevos enfoques tiende a destacarse lo actual, el acontecimiento, lo


coyuntural sobre lo psicogenético y ahí creo que pasamos del sesgo freudiano,
determinista y familiocéntrico, al sesgo constructivista y presentista.

Estos dos niveles: el psicogenético infantil-familiar y las posteriores influencias no


tienen por qué estar escindidas. En las teorías del aprendizaje se considera siempre
el factor innato, de dotación y predisposición genético-constitucional, y el factor de
estímulo externo en el cual se concentran los esfuerzos de la enseñanza-
aprendizaje tanto familiares como escolares, siempre sobre la base de los factores
constitucionales. No tiene por qué ser distinto en el campo del psicoanálisis. Sólo
requerimos de teorías que puedan manejar sin contradicciones epistemológicas y
operativas ambos niveles de influencia. Ese es nuestro desafío contemporáneo.

REFERÊNCIAS BIBLIOGRÁFICAS

BERENSTEIN, I. – Revista de la Asociación Argentina de Psicoterapia y


Psicologia de Grupo, Buenos Aires, 2004, 360p.

FOUCAULT, M. Vigilar y castigar: Nacimiento de la prisión. México: Siglo XXI,


1976, 317 páginas.

GRUPO DOCE (2001). Del fragmento a la situación. Notas sobre la


subjetividad contemporánea. Buenos Aires, Argentina: Grupo Doce (Edición de
autor), 112 p.

Los modos históricos de subjetivación (2007, 12 de junio). Idóneos.com


Recuperado de: http://www.Foucault.idoneos.com/index.php/356751.

LIPOVETSKY, G. La era del vacío. Ensayos sobre el individualismo


contemporáneo. Barcelona, España: Anagrama, 1986, 220 páginas.

LIPOVETSKY, G. Y CHARLES, S. Los tiempos hipermodernos. Barcelona, España:


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ROJAS, M. C. Y STERNBACH, S. Entre dos siglos. Una lectura psicoanalítica de


la postmodernidad. Buenos Aires, Argentina: Lugar Editorial, 1997, p. 137-144.

ROMERO, J. L. (1987). Estudio de la mentalidad burguesa. México: Alianza


Editorial Mexicana, 1989, 169 p.

SHORTER, E. (1975). El nacimiento de la familia moderna. Buenos Aires,


Argentina: Crea, 1977, 360 p.

WEBER, M. (1903). La ética protestante y el espíritu del capitalismo. México:


Fondo de Cultura Económica, 2003, 564 p.

Dirección para correspondencia


E-mail: campuzanom@prodigy.net.mx

Recebido em 10.12.2008
Aceito em: 09.03.2009
1
Médico, psiquiatra, psicoanalista. Miembro de la Asociación Mexicana de
Psicoterapia Analítica de Grupo (AMPAG), México, DF.

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