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Ensayo

Por: Bachiller Luis Alejandro Rodríguez

Aunque no logrees creerme, todavía recuerdo aquellas primeras veces que le-
gué a escribir mis primeras palabras. Ciertamente algunos garabatos algo defor-
mes, pero eran mi creación, y eso no solo me hacía sentir orgullo –y algo asusta-
do- de lo que estaba logrando, sino que también se reflejaba una sonrisa de felici-
dad en el rostro de mi madre. Realmente fue más emotivo cuando dije mis prime-
ras palabras, pero la historia es tan conmovedora que hasta yo lloraría. Han pasa-
do casi dos décadas desde aquellos primeros contactos con la lectura y la escritu-
ra, y siento que fue como el primer flechazo de amor que me incitó a conocer y a
valorar la belleza que existe detrás del conocimiento.

El arte, la cultura, la ética y la ciencia, poseen una característica en común: la


constante evolución de sus conceptos y estadios. En consideración a lo anterior,
bien es sabido que el ser humano pasa por múltiples cambios durante su proceso
evolutivo, incluyendo el estado madurativo psíquico. Cuando llegamos a la etapa
de la pubertad, es común que no solo nuestro cuerpo y nuestros procesos cogniti-
vos cambien, sino también nuestro estado anímico como consecuencia de las nu-
merosas modificaciones que está realizando nuestro cuerpo en materia hormonal.

Durante la etapa escolar, los cambios en nuestro cuerpo no realizan cambios


drásticos. Lo mayoritariamente común, es que cambie nuestra estatura, color y
tamaño de cabello y quizás, el color de ojos. Sin embargo, el cambio más impor-
tante y significativo que deberíamos desarrollar en dicha etapa, es el inicio de una
evolución cognitiva que con el pasar de tiempo, será la que nos genera la madurez
necesaria para afrontar los cambios venideros.

Para que un joven pueda aprender a concentrarse en labores como aprender a


escribir, leer o simplemente socializar de manera efectiva con sus compañeros, se
debe haber empezado a desarrollar en el niño, un sentido de madurez que le per-
mita lograr desenvolverse de manera efectiva en los entornos que lo rodeen. Por
ejemplo, Remplein (1996) define a la madurez escolar como "la capacidad que
aparece en el niño de apropiarse de los valores culturales tradicionales junto con
otros niños de su misma edad, mediante un trabajo sistemático y metódico". En-
tonces, para que a un infante se le pueda considerar como alguien maduro, al me-
nos en términos escolares, debe contar con una noción básica de sí mismo frente a
la sociedad.

Un niño que no posea madurez escolar, el ingreso a una escuela sería más un
castigo que un beneficio para él. Esto debido a que seguramente no podrá inte-
grarse al grupo, ya sea desde un enfoque social o académico. Hay cosas que re-
cuerdo de mi infancia, como la que mencioné hace un rato, y otras que no, sin
embargo cuento con la bendición de tener sobrinos y una de las cosas que he ob-
servado al llevarlos a la escuela o al irlos a buscar, es que tienen compañeros que
pese a su desarrollo físico, cognitiva y perceptivamente no están ubicados en di-
cho nivel educativo. Berrinches, pataletas o comportamientos erróneos con sus
compañeros y profesores es lo que he podido apreciar en algunas ocasiones.

Un concepto considerado para aquellos niños que estén preparados para pró-
ximas exigencias académica, son las funciones básicas o las destrezas y habilida-
des pre académicas, las cuales están conformadas por: Psicomotricidad, percep-
ción, lenguaje y funciones cognitivas. Si cumplen con ellas, el asumir retos como
el aprender a leer, escribir o simplemente comunicarse con sus compañeros y pro-
fesores, se hará propicio.

Para que un niño pueda integrarse sanamente a las exigencias del medio en un
ambiente escolarizado, debe poseer coordinación y equilibrio motriz, para poder
realizar las diversas actividades físicas que tras un trasfondo didáctico exigen los
docentes del aula. Así como poder jugar y compartir con los demás compañeros
en las horas dedicadas a ello. Esto marcaría las bases para el desarrollo de la mo-
tricidad fina, la cual propicia el impulso a la escritura, al dibujo y la pintura, al
aseo personal o al atar y desatar nudos.

En el desarrollo de las habilidades psíquicas para la comprensión del lenguaje


escrito y hablado se debe tomar en cuenta que el joven haya desarrollado un nivel
perceptivo apto. Es decir, que sepa identificar imágenes, colores y formas o com-
parar objetos (percepción haptica y visual). Y que tenga la habilidad de saber re-
petir, escuchar e identificar los sonidos que se encuentran a su alrededor.

Un niño sin discapacidades orgánicas, que pueda tener un sistema fonológico


sano y capacidad de sintaxis, puede tener lo básico para desarrollar sus habilida-
des como lector. Si a lo anterior, le sumamos las competencias físicas que propi-
cian la motricidad fina y por ende, la escritura, más suficiencia perceptiva, ten-
dremos a un joven capaz de asumir los retos que la etapa escolar trae consigo.
Referencias

 Claudia R. (2016), Madurez escolar para el aprendizaje, recuperado de:


https://cab.cl/wp-content/uploads/2017/07/Madurez-escolar-Taller-
2016.pdf

 Myriam O. Julieth B. Kathjerine V. Priscula S. Yarelis C. (2010), Madurez


para la lectoescritura en niños/as de instituciones con diferentes estratos
socioeconómicos, revista psicogente, Universidad Simón Bolivar, Colom-
bia.

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