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De lo precedente el autor se preguntará qué ocurre con la esencia misma del Dasein cuando
la ciencia se ha vuelto la instancia suprema de nuestra pasión1. Con lo cual se denota un cierto ánimo
de redención del estudio metafísico, y, a su vez, de la propia filosofía. De igual forma, hace una
reivindicación de la metafísica como una ciencia del espíritu que debe tomarse muy en serio. Para
ello, afirma que debido a que a diferencia de las ciencias, que realizan una suerte de exclusión del
Dasein para con su objeto de estudio (lo ente, y nada más), a saber, que en las preguntas por lo ente,
aun cuando es el Dasein el que pregunta, no se cuestiona al Dasein, en cuanto tal, sino que más bien
el porqué, cómo y cuándo de lo ente mismo, donde lo ente mismo tiene la última palabra, y por
encima de eso, nada más. Pues en contraposición con la metafísica que pregunta por aquello que está
más allá de lo ente a fin de volver a recuperarlo en cuanto tal y en su totalidad para el concepto, lo
que implica que el preguntar metafísico nos sitúe en ella misma y que aceche permanentemente al
Da-sein, siendo la metafísica parte esencial de la naturaleza del hombre y por ello que no exista
ciencia cuyo rigor iguale a la seriedad de la metafísica.
II
Nuestro Dasein está determinado -en la comunidad académica- por la ciencia. Ésta
aunque tenga focos de atención variopintos, como puede ser la tradicional división de
ciencias humanas y ciencias de la naturaleza, tiene siempre algo en común: la ciencia, en
cuanto ciencia, trata sobre lo ente. Deja, en efecto, la última palabra a lo ente. Pero no sobre
un ente en particular, no, sino sobre la totalidad de lo ente. De esta manera, el hombre -un
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entiéndase por pasión la instancia de nuestra verdad
ente- irrumpe en la totalidad de lo ente al hacer ciencia, para que de esta manera, el ente,
como afirma Heidegger, se abre en eso que él es y cómo es. Es decir, que el hombre al entrar
en la totalidad de lo ente en la inquisición científica, busca conocer los fundamentos
metafísicos de aquello que es.
III
De lo anterior se sigue algo con evidencia: que la ciencia tiene como asunto al ¿ ente y
nada más. Este “nada más” tiene que significar algo ulterior a una casualidad de nuestro
lenguaje. La ciencia, al describirse a sí misma rechaza la nada como algo que sea de su
incumbencia, puesto que en ella no hay nada en lo cual adentrarse. y, de esta manera,
perdería su esencia. No obstante, no podemos negar que su definición depende de la
contraposición entre la totalidad de lo ente y aquello que es su contrario: la nada. Así, la
ciencia como determinante de nuestro Dasein (individuo) está supeditada, si no obligada, a
forzarnos a preguntarnos ¿qué es la nada?
La elaboración de la pregunta.
Así pues, nos vemos avocados a formular una pregunta por la nada. Dicha
formulación debe, como es esperado, conducirnos a una posible respuesta, o, a la
imposibilidad de la misma. La pregunta por la nada parece abstrusa a nuestro entendimiento
por un impedimento lógico. Si formulamos la pregunta de la siguiente manera ¿qué es la
nada? Estaríamos afirmando que la nada “es algo”, y esto sería contrario a su definición de
ser nada. La pregunta por la nada se desmorona ante nuestro entendimiento guiado por la
lógica de esta manera. Ahora bien, para Heidegger parece ser posible formular dicha pregunta
poniendo en duda la supremacía de la lógica sobre nuestro entendimiento. La nada decimos
que es la totalidad de lo no-ente. Afirmamos entonces que la nada está subordinada a la
determinación de lo negativo, es decir, de lo que tiene carácter de no. De igual manera, la
negación es un acto del entendimiento… Seguimos con nuestra problemática anterior. El
autor afirma entonces que la nada debe ser más originaria, es decir, antecedente a la negación.
Esto se probará posteriormente tanto en el texto como en la ponencia.
“Todas las cosas y nosotros mismos nos hundimos en la indiferencia. Pero esto, no en
el sentido de una mera desaparición, sino en el sentido de que, cuando se apartan como tales,
las cosas vuelven hacia nosotros” (Heidegger, Martin)
Esto nos dice Heidegger que sucede en la angustia. La indiferencia de la que se nos
habla no es en el sentido común de la palabra: una suerte de falta de inclinación frente a un
2
Por estado de ánimo debe entenderse una predisposición del sujeto frente al mundo. De esta
manera, si se encuentra uno aburrido puede encontrar la totalidad en esa disposición frente a lo ente,
así como en la felicidad y otros ejemplos dados por Heidegger.
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Ver N. de los T #12, Pág ¿29?
ente o una circunstancia. Sino, por el contrario, sucede en nuestro Dasein un distanciamiento
de lo ente en su totalidad -como recordamos, nos encontramos en su medio-, y al alejarnos de
algo tan común, tan habitual, tan humano como estar en medio de lo ente, dicha sensación
nos parece pesada y desvanece un telón al que estábamos habituados. Esto produce, al
escaparse el ente, la relevación de la nada. La angustia, y de esta manera la nada, revelan a lo
ente en su totalidad, puesto que lo ente es algo totalmente diferente a la nada, el “es” y se
revela de manera contraria a la negación de su totalidad que es la nada (ver 116,nota al pie
#30C. Por extensión dicha definición es meramente a fin con la caracterización primera de la
metafísica dada en la primera parte de la ponencia.
La respuesta a la pregunta
V
“Así pues el puro ser y la pura nada son lo mismo” (ciencia de la lógica……Hegel…..)