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No importa la ruta, el río amarillo nos cubrió por doquier regando con
desbordante alegría los corazones dominicanos en triunfo de todos,
principalmente del ciudadano presidente durante cuyo primer
gobierno se legisló sobre el 4 porciento del PIB a Educación.

Lo que manda la ley nunca se ha consignado en el presupuesto


nacional en olvido de las luchas de don Juan para meter al gobierno
en su propia legalidad, una falta de respeto compartida por
gobernantes de partidos obras suyas, cuya memoria mejor se sirve con
el cumplimiento de la ley que promulgó nuestro actual gobernante.

Mi visión no es primordialmente financiera. Por eso critico la


percepción de que la asignación del 4.0 porciento del PIB a la
educación pública tenga para el desempeño estudiantil la
trascendencia que se afirma, aunque sí es trascendente lograr por
primera vez llevar al gobierno a cumplir la ley.

El horrendo desempeño de nuestro estudiantado en competencia con


el de otros países, posiblemente causado por graves escaseces, debe
llevarnos a emprender la reconstrucción desde cero de nuestro edificio
educativo. Podemos empezar por examinar el perfil del estudiante de
hoy que ha sido conformado entre otras cosas por la aparición en
nuestra sociedad de grupos de referencia que exhiben con orgullo sus
carencias de valores éticos, que muestran al estudiante la futilidad de
su esfuerzo por hacer carreras profesionales para vivir de ellas con sus
familias.

También debemos considerar la clase de enseñanzas que podía


entregar el gran grupo de transeuntes de la educación que entre 1966
y 1970 ingresó al sistema porque sus perfiles eran insuficientes para
obtener empleos en otros sectores de la economía dominicana, así
como el ejemplo que dan nuestros deportistas triunfadores, menos de
1.0 porciento de quienes lo intentan, con sus ingresos descomunales,
entre quienes la alta formación es algo excepcional.

La base fundamental de la educación es el hogar. Un hogar sólido


con valores de socialización que entrega al niño como guía de
actuación hacia el futuro; sin embargo, legamos consideraciones
irresponsables evidentes en las peticiones de manutención, vivienda y
comodidades que exigen por su condición de padres de familia los
invasores de terrenos, los migrantes rurales que no encuentran en los
centros urbanos la solución a sus esperanzas, los negociantes de la
damnificación, los choferes y una lumpen de pseudo intelectuales
políticos mercenarios. Todo alimentado por el populismo que
convierte las rentas del Estado en subsidios al consumo en vez de
invertirlas en la creación de empleos y riqueza.

Hay que repensar lo que haremos y plantearlo aunque tal encomienda


nos haga considerar insuficiente el exigido cuatro porciento y nos
mantenga vestidos de amarillo.

Marcos R. Taveras es consultor empresarial


mtaveras@elcaribe.com.do

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