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Miscelánea homenaje al
profesor Juan R. Courrèges en su 75° aniversario
Editorial Dunken
Buenos Aires
MMVII
Contemplata aliis tradere.
1a ed. - Buenos Aires: Dunken, 2007.
568 p. 23x16 cm.
ISBN 978-987-02-2415-0
CDD A864
nes algunos no hayan podido figurar entre los autores. La lista gratulatoria
intenta suplir en parte esa ausencia. Hemos tomado el título de uno de
los artículos presentados. En efecto, creemos que Contemplata aliis tradere
–transmitir a otros lo contemplado– refleja de una manera viva y personal
la vocación intelectual del profesor Courrèges.
Los editores quieren expresar su agradecimiento a todos aquellos que
han colaborado de una manera u otra para que este volumen viera la luz y
quedara como sencillo testimonio de la fecundidad que ha tenido a lo largo
de más de 40 años la docencia de Juan Roberto Courrèges.
Semblanza de un maestro
regreso en tren. Con el infaltable maletín sobre las piernas, platicaba con
llaneza y sin prejuicios acerca de los asuntos más heterogéneos: política,
economía, literatura, historia, teología y, por supuesto, no faltaban los
típicos corrillos de la vida universitaria y eclesial. Al principio eran más
frecuentes las conversaciones filosóficas, pero descubrí que a esa altura
del día le resultaba ya un poco agotador, y además yo no quería desapro-
vechar toda aquella sabiduría para la cual no suele haber espacio en los
claustros.
Nuestros coloquios se prolongaron en el modesto despacho que tenía
asignado como dedicación en la Facultad de Filosofía y Letras de la UCA,
cuando funcionaba en la calle Bartolomé Mitre, y donde yo había deci-
dido continuar mis estudios. Poco a poco me enteré de que era oriundo
de Paraná, donde pasó sus primeros años. Como a Aristóteles, le tocó un
padre médico, lo cual me ayudó a entender su solvencia en la conversa-
ción sobre temas de ese ámbito. Me confesó su temprana voracidad por la
lectura y de su debilidad por los autores franceses y rusos (Hugo, Claudel,
Dostoievski, Tolstoi), la pintura, el cine clásico y las crónicas de la Segunda
Guerra Mundial. En cierta oportunidad le manifesté mi frustración por
tener que regentear mis estudios como empleado bancario, y allí me contó
que él había hecho lo propio trabajando por las mañanas en una editorial
a la que por ese entonces todavía pertenecía. No obstante la altura de sus
intereses espirituales, me inculcó en todo momento la necesidad de atender
los aspectos materiales de la vida, y me recomendaba con insistencia el
primum vivere, deinde philosophare. Para él lo más aconsejable era conseguir
un empleo estable y con un horario previsible, aunque no tuviese mucho
que ver con la filosofía.
Cada vez que golpeaba la puerta de su escritorio lo encontraba dedi-
cado a las labores de su oficio, en especial dos: la redacción de apuntes y
la traducción. Los apuntes de clase de Courrèges son a mi juicio una obra
maestra en su género. Con la sutileza de un orfebre intelectual, se des-
pliega en ellos el recorrido sistemático de la asignatura con un encadena-
miento racional perfecto. Cada tesis es presentada con claridad, justificada
con precisión y defendida con solvencia. Y todo ello con un lenguaje que
respira la mejor tradición de la lengua castellana, exacto en su contenido
e irreprochable en su estilo. Pero lo más admirable era la amplitud de los
temas que abarcaba (en su dilatada trayectoria transitó por todo el arco de
las disciplinas filosóficas, si bien alguna vez lo oí lamentarse de no haber
enseñado ética). Ninguna región del universo sapiencial le era extraña,
aunque sus mayores desvelos estuviesen relacionados con la metafísica y
la gnoseología. Incluso era costumbre en él rehacer los apuntes de un año
para el otro, sin mengua en su calidad.
12 Oscar H. Beltrán
Oscar H. Beltrán
Acerca de la investigación
A. Vera, Metodología de la investigación, Kapelusz, Buenos Aires 1959, pp. 17-18.
No puedo dejar de citar estas líneas: “Considero que la investigación en este país <U.S.A> es un
ejemplo de confusión de nombres y cosas <...> el tipo de trabajo que conviene a una universidad
debe determinarse conforme a la naturaleza y finalidades de la institución. La clase de investi-
18 Guillermo P. Blanco
gación que, a mi juicio, es más adecuada para una universidad, no merecería, en la mayoría de
las universidades, el nombre de investigación. Si investigar significa pensar acerca de problemas
importantes, me parece entonces una parte indispensable de las tareas de una universidad. Si
investigar no implica pensar, como ocurre, según creo, en buena parte de lo que se denomina
investigación, entonces está fuera de lugar en una universidad.” R. Hutchins, La universidad de
utopía, EUDEBA, Buenos Aires 1959, p. 28.
Forcellini, Lexicon totius latinitatis (II), Gregoriana, Patavii 1965, pp. 925-926.
A. Ernout et A. Meillet, Dictionnaire etymologique de la langue Latine, C. Klincksieck, 1932, p.
1055.
J. Cejador y Franca, Diccionario etimológico-analítico latino-castellano, Rivadeneyra, Madrid 1926,
p. 515.
S. Thomas, “Prologus”, en Expositio super Librum Boethii de Trinitate, E. I. Brill, Leiden 1959, p.
48.
Acerca de la investigación 19
Resumen
Ante la dificultad de elaborar una definición de la investigación, el presente trabajo intenta esta-
blecer una adecuada caracterización que, a su modo, alcance a todos los campos del saber. Para
ello, después de enunciar ciertos supuestos generales, establece una caracterización que no se
limita al campo de la llamada investigación científica y que busca asignar las notas genéricas que
definen la investigación en todo y en cada campo del saber (teología, filosofía, ciencias). Concluye
reflexionando sobre los vínculos entre investigación y docencia como los distintos momentos
del proceso que se denomina vida intelectual.
Necesidad en la libertad: el acto eminentemente libre
Juan Cruz Cruz, Intelecto y razón. Las coordenadas del pensamiento clásico, Eunsa, Pamplona 1998.
Para ver la relación entre intelecto y razón, cfr. el capítulo I: “Intelecto, razón, entendimiento”.
Para ver la relación paralela entre voluntad de fines y voluntad de medios, cfr. el capítuo IV:
“Conocimiento inmediato y sentimiento”.
Las expresiones “formalmente libre” y “eminentemente libre” aparecen propiamente en el Siglo
de Oro, con los autores tomistas de la Escuela de Salamanca y sus discípulos.
“Der Idealismus gibt nämlich einerseits nur den allgemeinsten, andererseits den bloß formellen
Begriff der Freiheit. Der reale und lebendige Begriff aber ist, daß sie ein Vermögen des Guten und
des Bösen sey”. Cfr. Philosophische Untersuchungen über das Wesen der menschlichen Freiheit, 1809,
p. 28.
26 Juan Cruz Cruz
STh I q82 a1 ad1.
STh I q82 a1 ad3.
Joannes a Sancto Thoma, Cursus Theologicus, In I-II q6 (1645), dp3 a2, n. 11, p. 369.
Necesidad en la libertad 27
ese principio; por este motivo, sería “eminentemente libre” en tanto la libertad
nace de la universalidad propia del poder que un sujeto tiene respecto a mu-
chas cosas –universalidad que es la raíz de la libertad formal–. De modo que
la voluntad no sería eminentemente libre cuando tan sólo implicara contingencia
y mutabilidad, puesto que inexcusablemente se movería hacia tal o cual fin en
particular. Asimismo, si la voluntad fuese eminentemente libre no se movería
a amar necesariamente aquel bien u objeto supremo mediante la luz de un
juicio limitado o coartado que lo propusiera imperfectamente, sino que se
movería por la presencia intelectiva de una plenitud del bien universal que
llenaría la capacidad y la universalidad entera de la voluntad. Por lo tanto,
de la misma manera que de esa universalidad nace, hacia abajo, la libertad
y la indiferencia formal respecto a los objetos particulares que no adecuan
o igualan toda su capacidad y virtualidad, así también habría, hacia arriba,
una tendencia necesaria respecto al objeto que adecuara y colmara toda esa
universalidad. Si no estuviera determinada coactivamente a una sola cosa
finita y, además, en sí misma quedara completada y satisfecha toda la indi-
ferencia y la potestad universal a muchas cosas, sería eminentemente libre,
puesto que se llenaría toda la universalidad e indiferencia de la facultad.
Por otra parte, la eminencia de la libertad –o libertad radical– no sería nada
más que la facultad o potestad total y universal, en cuanto que completada
y colmada por el bien universal, ya que la universalidad de la voluntad es la raíz
de la libertad.
Por su parte, la libertad formal se ejerce cuando esta potestad univer
salísima se relaciona con bienes determinados y limitados, de los que
ninguno iguala y llena la universalidad entera de la voluntad. Ahora bien,
hay en el seno de esta tesis algunas implicaciones ontológicas y antropo-
lógicas que conviene dilucidar.
Joannes a Sancto Thoma, Cursus Theologicus, In I-II q6 (1645), dp3 a2, nn. 22-24, pp. 373-374.
Necesidad en la libertad 29
Joannes a Sancto Thoma, Cursus Theologicus, In I-II q6 (1645), dp3 a2, n. 13, p. 370.
30 Juan Cruz Cruz
Bartolomé de Medina, Expositio in Primam Secundae ... D. Thomae Aquinatis (Alcalá 1577); q6.
10
STh I q82 a2 ad2.
11
De Veritate q22 a5 ad1.
12
De Veritate q22 a5 ad4.
13
STh I q82 a2.
14
Joannes a Sancto Thoma, Cursus Theologicus, In I-II q6 (1645), dp2 a2, nn. 1, 5, 8, 11, 15-19; pp.
169-177.
Necesidad en la libertad 31
6. Pero algunos autores del Siglo de Oro español no aceptaron esa tesis: así
ocurrió con Vázquez,16 Salas17 y Lorca,18 influidos quizás por Almaino y Con-
rado. Vázquez y Lorca vinieron a decir que la visión beatífica y el amor que le
sigue serían más perfectos de modo entitativo y especificativo por parte del
objeto, pero no lo serían de modo psicológico y moral por parte del proceder
del sujeto. Si el acto voluntario sólo pudiera llamarse tal por parte del sujeto
15
Joannes a Sancto Thoma, Cursus Theologicus, In I-II q6 (1645), dp3 a2, nn. 15-16, p. 371.
16
Gabriel Vázquez, Commentariorum in primam-secundae S. Thomae, 2 vol. (Alcalá 1598-1605); Disp.
XXIII, cap. 4.
17
Juan de Salas, Disputationes in primam-secundae D. Thomae, 2 vol. (Barcelona 1607-1608); Disp. I:
De voluntario, sect. 2.
18
Pedro de Lorca, Commentaria et disputationes in universam primam-secundae sancti Thomae, tomus
prior (Alcalá 1609); Disp. I: De voluntario.
32 Juan Cruz Cruz
19
Esta es la síntesis que sobre la doctrina de Lorca y Vázquez hace Joannes a Sancto Thoma,
Cursus Theologicus, In I-II q6 (1645), dp3 a2, n. 17, pp. 371-372.
Necesidad en la libertad 33
namiza toda la voluntad y, por otra parte, del conocimiento que adecuaría
la universalidad entera de la voluntad. Si hay universalidad completa de
la voluntad y advertencia cognoscitiva perfecta de la intelección cognos-
citiva, evidentemente el voluntario es perfecto no sólo por parte del objeto
–esto es, Dios en sí mismo–, sino también por parte del sujeto y del modo
en el que procede de él. Realmente en los demás actos libres, el modo del
sujeto consiste en proceder también de toda la potencia de la voluntad y
del conocimiento perfecto del fin.20
Para Poinsot no puede decirse que a ese acto exuberante le falte otro
aspecto del voluntario, el que desde el sujeto se refiere al objeto, a saber, la
indiferencia y el dominio por el que el acto puede proceder o no proceder
del sujeto. Pues una cosa es que el acto esté más en nuestras manos –en
nuestro libre dominio–, y otra es que sea más voluntario, esto es, que proven-
ga de una mayor inclinación de la voluntad –cooperando el juicio– y del
conocimiento del fin. Si, como es el caso, el voluntario y la inclinación son
regulados y se despliegan debido a la misma representación intelectual del
bien que atrae y estimula la inclinación de la voluntad, resulta que cuanto
más crece el bien que así atrae por un conocimiento mayor, tanto más crece
la inclinación de la voluntad y la propia índole del voluntario; y si el bien
es sumo, será suma y perfecta la índole del voluntario.
Ahora bien, el acto “formalmente libre” no es regulado por un bien
cualquiera, sino por un bien que es indiferente y limitado, de modo que no
llena toda la capacidad de la voluntad, sino que deja en ella espacio para
poder moverse o no moverse hacia el bien, para emitir el acto o interrum-
pirlo. Por lo tanto, aunque ahí crezca o se conserve la indiferencia de la
libertad, no por eso se sigue que el voluntario crezca y se perfeccione. En
cambio cuanto más crecen el bien y su manifestación, tanto más crece el
voluntario, puesto que entonces la inclinación es más profundamente esti-
mulada y atraída; de modo que si la universalidad entera de la voluntad se
adecuara perfectamente y se inclinara totalmente, también se haría volun-
taria y gozosa, aunque la indiferencia quedara eliminada, puesto que ésta
no puede mantenerse respecto a un bien que se adecua a toda la plenitud
de la voluntad: la libertad formal se comporta inadecuadamente respecto al bien,
lo cual ocurre de cara a un bien limitado.
Pero Lorca alegaba que en la visión beatífica sólo habría, por el lado del
intelecto, un juicio sobre la bondad del objeto, sin recaer sobre la operación
de la voluntad. A esto responde Poinsot que el juicio sobre la bondad del
20
Joannes a Sancto Thoma, Cursus Theologicus, In I-II q6 (1645), dp3 a2, n. 18, pp. 372-373.
34 Juan Cruz Cruz
21
Joannes a Sancto Thoma, Cursus Theologicus, In I-II q6 (1645), dp3 a2, n. 20, p. 373.
22
Joannes a Sancto Thoma, Cursus Theologicus, In I-II q6 (1645), dp3 a2, n. 21, p. 373.
Necesidad en la libertad 35
23
Hay algún texto de Santo Tomás que aparentemente induce a cambiar el sesgo de la vincula-
ción del voluntario perfecto al conocimiento. En STh I-II q6 a2 dice: “El voluntario, en su noción
perfecta, sigue al conocimiento perfecto, esto es, en cuanto que, una vez aprehendido el fin, uno
puede, deliberando sobre el fin y sobre los medios que pertenecen al fin, moverse o no moverse
hacia él; en cambio, el voluntario imperfecto sigue al conocimiento imperfecto del fin, esto es,
en cuanto que aprehendiendo el fin, no delibera sobre él, sino que súbitamente se mueve hacia
él”. Vázquez y Lorca estimaban que este pasaje fija claramente en el conocimiento el concepto
perfecto del voluntario, puesto que un sujeto, después de deliberar sobre el fin, puede moverse
o no moverse hacia él. Según estos autores, Santo Tomás dice que el voluntario perfecto debe ser
libre, y debe serlo formalmente, puesto que puede moverse o no moverse hacia el fin.
Sin embargo, Poinsot hace observar que el pasaje citado de Santo Tomás, tomado en solitario,
tiene varias interpretaciones. Y hay dos que parecen más conformes con la doctrina completa
del Aquinate.
Según la primera interpretación, cuando Santo Tomás dice que “el voluntario perfecto sigue al
conocimiento perfecto” transmite el concepto íntegro de voluntario perfecto; en cambio, cuando
dice que “una vez aprehendido el fin, uno puede moverse o no moverse hacia él”, solamente
expone un ejemplo de voluntario perfecto mostrando lo que nos es más conocido, a saber, el
acto libre. Y así el sentido de las palabras de Santo Tomás es el siguiente: el voluntario perfecto
sigue al conocimiento perfecto del fin, como es patente en el ejemplo, cuando, una vez aprehen-
dido el fin, uno puede, deliberando, moverse o no moverse, cosa que corresponde al acto libre.
De modo que la expresión “una vez aprehendido el fin”, no es una parte de la definición del
voluntario perfecto, como si esa parte perteneciera a todo lo voluntario perfecto, sino que es una
explicación de él con un ejemplo; pues realmente el acto libre es voluntario perfecto y el que nos
es más conocido: y así es el más apto para explicar el voluntario perfecto. Por último, cuando
Santo Tomás habla del voluntario imperfecto, añade a modo de ejemplo: “Esto es, en cuanto que,
aprehendiendo el fin, no delibera sobre él, sino que súbitamente se mueve hacia él”. Pero es evi-
dente que no todo voluntario imperfecto es un movimiento súbito; pues los animales no siempre
se mueven inesperada y súbitamente, sino que a veces avanzan lentamente o se detienen. De
modo semejante, el amor supremo –el que tendría el hombre en contacto con Dios– es de algún
modo voluntario, ya que procede de la voluntad y con conocimiento; sin embargo, no procede
como un movimiento súbito y repentino; luego no está en la línea del voluntario imperfecto.
Ciertamente Santo Tomás pone en la línea del voluntario imperfecto aquel en que el hombre se
mueve súbitamente; luego, cuando no se mueve súbitamente no será un voluntario imperfecto.
36 Juan Cruz Cruz
Pero Santo Tomás no dice que todo voluntario imperfecto es un movimiento súbito: se limita
a indicar que el movimiento súbito e indeliberado es un ejemplo para explicar el voluntario
imperfecto. Y lo mismo cabe decir del voluntario perfecto: Santo Tomás aduce el movimiento
libre o deliberado como un ejemplo para explicar el voluntario perfecto, no porque pertenezca
al concepto de todo voluntario perfecto.
Según la segunda interpretación, Santo Tomás admite que todo voluntario perfecto es libre;
pero Poinsot matiza que el Angélico habla del acto libre que puede serlo o de manera eminente
o de manera formal, y no solamente del formalmente libre; por otra parte, el amor supremo –en
contacto con Dios– es eminentemente libre, no formalmente, puesto que procede de la voluntad
según la adecuación total de su potestad y según toda la universalidad e indiferencia que posee;
esta universalidad es principio de la libertad formal cuando se refiere a los bienes particulares.
De suerte que el sentido del texto de Santo Tomás es éste: cuando uno delibera sobre el fin, puede
moverse o no moverse hacia él, esto es, cuando el fin es de tal índole que puede haber delibera-
ción sobre él, como ocurre con el bien particular y limitado fuera de Dios. En cambio, cuando el
fin no admite que se delibere sobre él, puesto que es el sumo bien, contemplado claramente en
sí mismo, entonces no hay posibilidad de moverse o no moverse formalmente hacia él, sino sólo
eminentemente, en cuanto que procede de toda la universalidad y de toda la capacidad y adecuada
indiferencia de la voluntad. (Joannes a Sancto Thoma, Cursus Theologicus, In I-II q6 (1645), dp3
a2, nn. 33-40, pp. 377-379.)
24
Joannes a Sancto Thoma, Cursus Theologicus, In I-II q6 (1645), dp3 a2, n. 41, pp. 379-380.
Necesidad en la libertad 37
Resumen
En la concepción que Santo Tomás tiene de la libertad existe la posibilidad de un amor saciativo
–ex hipothesi el amor beatífico– al que la voluntad adheriría necesariamente, mientras que con-
servaría la libertad formal frente a los demás seres, ya que éstos no encierran un sumo bien. El
acto voluntario perfecto no se circunscribe entonces al acto formalmente libre, sino que reviste
necesidad, aunque no la necesidad de los actos imperfectos. Esta tesis fue defendida por autores
de la Escuela de Salamanca (Medina, Báñez, Araújo y Juan Poinsot), frente a otros del Siglo de
Oro español (Vázquez, Salas y Lorca), quienes no la aceptaban. La filosofía moderna, notable-
mente con Schelling, también rechazó la tesis de que un acto “eminentemente libre” pueda no
ser “formalmente libre”, contribuyendo así a oscurecer la distinción entre “voluntad de fines” y
“voluntad de medios”, entre intelecto y razón.
25
Joannes a Sancto Thoma, Cursus Theologicus, In I-II q6 (1645), dp3 a2, nn. 43-48, pp. 380-382.
Heidegger y la metafísica
“Commit it then to the flames, for it can contain nothing but sophistry and illusion”.
Cf. D’Alembert, Discours préliminaire, en Diderot y D’Alembert, Encyclopédie, I, 100. Turgot y Con-
dorcet estaban de acuerdo. Voltaire compara la especulación con un juego con balones: cuando
se toca uno, explota y no queda nada.
Kritik der reinen Vernunft, Vorrede zur 2. Auflage.
Wissenschaft der Logik, I, 13.
40 León J. Elders
dialéctica del Logos sobre sí mismo. F. Engels hace una distinción entre
metafísica y dialéctica. La metafísica considera el mundo como la suma
de cosas independientes e inmóviles, mientras que la dialéctica trata de la
realidad del mundo que está en un proceso dialéctico continuo. El rechazo
de la metafísica por Friedrich Nietzsche es apasionado y total. Ignorancia
y cansancio han impelido a los filósofos a imaginar construcciones me-
tafísicas. La metafísica es la ciencia de los errores humanos. El error más
grande de la metafísica clásica es que se dio la prioridad al ser respecto
al devenir.
Cf. Enzyklopädie der philosophischen Wissenschaften, §§ 22-24.
Herr Eugen Dührings Umwälzung der Wissenschaft, Einleitung.
Cf. Götzendämmerung; Der Wille zur Macht (Aus dem Nachlaß der achtziger Jahre), Menschliches,
Allzumenschliches, I, 450 (Schlechta).
Cf. la introducción a Was ist Metaphysik?, en Wegmarken, Frankfurt 1967, 198ss. Cf. también G.
Haeffner, Heideggers Begriff der Metaphysik, München 1974; F. Wiplinger, Metaphysik. Grundfragen
ihres Ursprungs und ihrer Vollendung, ed. Peter Kampits, Freiburg-München 1976.
Cf. Platons Lehre von der Wahrheit.
Heidegger y la metafísica 41
10
Was ist Metaphysik?, Frankfurt 1960. Leibniz había formulado el problema para contestar que
cada ente tiene una razón suficiente para existir. Véase su Principes de la nature et de la grâce fondés
en raison (ed. Gerhardt, VI, 602). Según Tomás el ente se manifiesta como verdadero, y tiene un
sentido.
11
Brief über den Humanismus, en Wegmarken, p. 162.
12
Holzwege, Frankfurt 1950, p. 336.
13
Cf. su introducción a Was ist Metaphysik?
42 León J. Elders
El ser
14
Was ist Metaphysik?, p. 39.
15
Nietzsche, II, p. 489.
Heidegger y la metafísica 43
humana sobre el ser, sino que es el ser mismo. Pero el hombre es el lugar
donde ocurre la diferencia ontológica. Debemos dejar al ser la posibilidad
de manifestarse. La actitud de Heidegger es más bien pasiva: habla de un
dejar que el ser se manifieste tal como es; el hombre debe considerarse
como el pastor del ser.
En cuanto a las propiedades del ser, como las presenta Heidegger, se
pueden mencionar las siguientes:
el ser es un lucir que muestra los entes, pero que queda escondido;
es algo alegre, da placer;16
es lo sagrado, que está por encima de los dioses y es su propia ley;17
el ser es su propio origen, es decir una fuente desbordante. Cuando nos
ponemos en su proximidad, estamos en nuestro sitio verdadero, estamos
en casa;
el ser es sólido. Desborda pero permanece el mismo;
es lo trascendente a secas.18
Como hemos indicado arriba, el ser es caracterizado por el movimiento
y el devenir. Proyecta luz sobre los entes, pero al mismo tiempo se escon-
de a sí mismo. Este procedimiento del ser es algo positivo y negativo al
mismo tiempo. Este manifestarse se llama la verdad (Heidegger se basa
aquí en la supuesta etimología de la palabra griega que signifi-
caría desvelamiento).19 Ya en su Sein und Zeit escribía que cualquier tipo
de ontología, incluso cuando se dispone en ella de un sistema sofisticado
de categorías, si es examinado a fondo, está ciega y destruye lo que trata
de hacer: ante todo se debe explicar el sentido del ser y considerar esta
aclaración como nuestra tarea principal.20 Según Heidegger la historia de
la metafísica muestra un olvido del ser. Aquí se puede objetar que Platón
meditó sobre el ser puro y necesario de las ideas, mientras que Aristóteles
concentró sus investigaciones en el estudio de la sustancia como el centro
de realidad, y buscaba lo y el conocimiento de la
Huelga decir que para Santo Tomás el ser es esencialmente la perfecición
de todas las perfecciones.
16
Hölderlins Dichtung, p. 18.
17
Erläuterungen zu Hölderlins Dichtung, p. 23.
18
Sein und Zeit, p. 38.
19
Vom Wesen der Wahrheit, p. 26; Vorträge und Aufsätze, pp. 271-272.
20
Was ist Metaphysik, p. 11.
44 León J. Elders
El hombre y la metafísica
21
Was ist Metaphysik?, p. 43.
22
O.c., pp. 46-47.
Heidegger y la metafísica 45
Heidegger y la hermenéutica
23
Wahrheit und Methode, in WM4, pp. 240ss.
24
Sein und Zeit, pp. 151ss.
25
Ibidem, p. 325.
46 León J. Elders
26
Ibidem, pp. 34-39.
27
Ibidem, p. 148.
Heidegger y la metafísica 47
lamentar que tal como la practica Heidegger quede por debajo de lo que
cabría esperar. Pero mucho más grave que esta falta de claridad es el hecho
de que la hermenéutica de Heidegger surge de una fenomenología del ser,
es decir, de una postura y un punto de vista muy particular sobre la rea-
lidad. Heidegger juzga que no es posible un enfoque puramente objetivo
al estudiar el mundo y que miramos hacia el ser y los seres a través de
nuestro propio Dasein. Sin embargo, tanto la metafísica clásica del ser como
la investigación científica siguen convencidas de la posibilidad de una
consideración objetiva de la realidad, donde la subjetividad del filósofo o
del científico pueden constituir en verdad un cierto límite al conocimiento,
pero sin que afecten la verdad de lo conocido. No sólo el Dasein no está
sumergido en la historicidad hasta ese extremo, sino que tampoco el ser
está de suyo marcado por la temporalidad. No es posible admitir que la
historicidad sea la matriz de toda comprensión. Según Heidegger la her-
menéutica sería la búsqueda del ser (das Sein) en los entes (in den Seienden);
en otros términos, él la inserta completamente dentro de una concepción
filosófica que ha establecido previamente. Cabría hacer observaciones
análogas a propósito del desarrollo ulterior de la hermenéutica heidegge-
riana. A pesar de afirmaciones muy justas y profundas sobre la función del
lenguaje, Heidegger no se plantea la cuestión básica de si el pensamiento
precede al lenguaje. Si bien es verdad que el lenguaje nos da acceso al
pensamiento y a la realidad,28 es necesario mantener por otra parte que,
en último análisis, el lenguaje es la expresión, el reflejo y el instrumento
del pensamiento. Por consiguiente, el lenguaje no ofrece la última clave
de interpretación del ser, aunque sea verdad que nuestra investigación se
hace a través de ese medio que es el lenguaje.29
Una evaluación
28
Se puede mencionar la deducción aristotélica de las diez categorías a partir de la estructura de
nuestras frases, así como sus análisis del lugar, del tiempo y del devenir.
29
Las páginas sobre la hermenéutica de Heidegger retoman una sección de nuestro ensayo «El
problema de la herméutica», publicada en Biblia y Hermenéutica. VII Simposio Internacional de
Teología, Eunsa, Pamplona 1985, pp. 131-143.
48 León J. Elders
Dios en la metafísica
30
Cf. R. Kearney y J. S. O’Leary, Heidegger et la question de Dieu, París 1980, pp. 333ss.
31
Was ist Metaphysik?, p. 13.
32
Unterwegs zur Sprache, p. 137.
50 León J. Elders
otro, una experiencia poética del mundo. Así introduce la extraña teoría de
los Cuatro (das Geviert): la tierra y el cielo, lo divino y lo mortal, que están
en frente los unos de los otros, sin que haya un centro.33 Dios es lo sagrado,
es decir una dimensión del mundo como lo es el éter.34
La ontoteología
33
Einführung in die Metaphysik, p. 25.
34
Holzwege, p. 272.
35
Se puede recordar aquí el argumento llamado ontológico de San Anselmo, y el Discours de la
méthode de Descartes.
36
«Quand commence l’ontothéologie?», en Revue Thomiste 1995, pp. 85ss.
37
La palabra se encuentra por primera vez en una obra de R. Goclenius, Lexikon philosophicum quo
tamquam clave philosophiae fores aperiuntur, Frankfurt a.M. 1613. J. Clauberg emplea ontosofía. La
idea era de separar la ciencia del ser de la teología, para que pudiera ser el fundamento de las
nuevas ciencias. Christian Wolff elaboró una ontología que funcionaba como una introducción
a la cosmología, psicología y teología natural.
Heidegger y la metafísica 51
4) Considera sea la totalidad de los entes sea el ente supremo, Dios. Hei-
degger piensa que estas dos consideraciones no deben ser separadas, como
ha sido el caso en la tradición filosófica. Tomando prestada una teoría de
Hegel, introduce dos fuerzas, a saber, la diferencia y la reconciliación. La
diferencia separa el ente del ser, la reconciliación los junta. Otra vez se nota
que Heidegger se refugia en un misticismo bastante vago y rehusa recurrir
a argumentos basados en la causalidad. Considera la técnica como una
amenaza que nos introduce en un modo de pensar anti-metafísico. No hay
esperanza de escaparse de esta situación. No hay otro remedio que esperar
con paciencia hasta que el ser se manifestará a nosotros.
Hay muchos que admiran a Heidegger, pero otros lo critican y dicen
que después de su primer libro Sein und Zeit casi no ha dicho nada de nue-
vo, sino que se perdió en un modo de pensar poco claro y a-científico.
León J. Elders S. V. D.
Seminario de Rolduc (Holanda)
Resumen
Después de la devaluación de la metafísica en los siglos XVIII y XIX Heidegger trató de rees-
tablecerla en una posición de honor subrayando su importancia para el hombre, este animal
metafísico. Sin embargo, su reconstrucción de esta disciplina no carece de serios defectos, en
particular en cuanto a la teología natural. El ensayo describe las propiedades del ser según
Heidegger, su relación con el hombre y la cuestión de Dios.
The Ancient Quarrel Between Philosophy and Poetry
George Santayana’s Three Philosophical Poets is the book that first set
my mind going on the subject I wish to address today. Years have passed
since I first read this little book, but I have read it many times since and
whenever our subject occurs to me, I remember what Santayana had to
say. His three philosophical poets are Lucretius, Dante and Goethe and
in discussing them he had to distinguish what they had written from the
works of non-philosophical poets – not with entire success, I think. Most
importantly, he had to distinguish poetry and philosophy.
On the face of it, the second distinction would seem easy to make.
After all, poets express themselves in verse –or, if we expand the concep-
tion of poet, as I think we must, beyond those who write in verse to all
those writers who proceed imaginatively– whereas philosophers would
seem to write. Not simply prose, but a particularly difficult kind of prose.
Think of Kant, think of Hegel, think of just about any article in a current
philosophical review. Not every reader would care to take any of them for
bedtime reading, or if he does it would be for their soporific effect.
The question can be complicated if we introduce the category of poetic
philosophers, thinkers like Nietzsche and Kierkegaard, Unamuno and Sar-
tre, who are as likely to tell us a story as to provide us with an argument
in what we would perhaps think of as the usual philosophical manner.
We soon come to think that, throughout the history of western culture, the
presumed distinction between poetry and philosophy has been honored
as much in the breach as in the observance.
What I propose to do in the following is threefold.
First, I will draw your attention to some discussions that took place, if
not at the dawn of philosophy, at least in its early morning.
Second, having on the basis of my appeal to the ancients provided a
distinction between poetry and philosophy, I will turn to Santayana’s –and
everybody else’s– point of reference, namely Dante, at the same time say-
54 Ralph McInerny
ing a thing or two about the metaphysical poets of the 17th century, with
particular reference to T. S. Eliot’s lectures on the metaphysical poets.
Third, and finally, I shall offer some random thoughts on the issues that
will have arisen.
allows that the blandishments of poetry, when added to truth, may find
admittance to his ideal state, and allows further that such poetry is more
powerful than mere prose.
All this is somewhat odd in that Plato is surely one of the most artful
philosophers. His dialogues dramatize the mind’s pursuit of truth in ways
which have made them absolutely essential to philosophical literacy. Not to
know Plato is to cut oneself off from one of the main sources of the culture
in which we exist.
Aristotle, as you know, was a student in the Platonic Academy, remain-
ing there for nearly twenty years. He is said to have left when Speusippus,
a nephew of Plato’, was made head of the school on the death of its founder.
Aristotle then founded the rival Lyceum. But it would be wrong to think
that it was only then that Aristotle became critical of the key tenet of Pla-
tonism, the Ideas, or Forms. For one thing, it was a standard exercise in the
Academy to formulate difficulties for the theory of Ideas, as the beginning
of Plato’s Parmenides shows. No need to rehearse the doctrine of Ideas, save
to recall that Plato held that certain knowledge required changeless objects
and this made it impossible to think that knowledge was of the changeable
things of this world. Those changeable things are and are what they are by
participation in or imitation of ideal entities beyond space and time which
are immune to change. Of all this Aristotle was dismissively to say that it
amounted only to empty metaphors. In short, he was accusing his master
of being more poet than philosopher.
And what did Aristotle mean by poetry? All we need do is consult his
Poetics to find out. The poet provides imitations of human action; the dra-
ma puts before us human beings in a dilemma who must act to extricate
themselves from it. The Poetics as it has come down to us is incomplete. We
have Aristotle’s discussion of tragedy and comedy, but those on the epic
and other kinds of poetry that he lists at the outset are lost to us. When
Aristotle enumerated instances of poetry that he hoped to analyze, we
find on the list the dialogues of Plato. Imitation is the key to poetry in the
broadest sense, Aristotle maintained, and as for poetic diction, the heart of
it is metaphor. A metaphor involves speaking of something by speaking of
something else that is thought to cast light on it. This makes it discursive.
“My love is like a red red rose.” This is a simile, of course, which is close
kin to metaphor, and the comparison is meant to tell us something of the
poet’s beloved by reference to roses.
To make a long and complicated story short, Aristotle saw poetry as being
located at one end of a spectrum of discourse at the opposite end of which
was philosophical discourse. A note of the latter is that it avoids equivocation
56 Ralph McInerny
and seeks to speak of things in their own terms. For all that, poetic discourse
teaches, leading us from one thing to the other, the transportation provided
by metaphor much as more austere arguments lead us from premises to
conclusion. On this view, poetry is a poor cousin, but nonetheless related, to
philosophical discourse. Thomas Aquinas, himself a poet, adopted this view,
speaking of poetry as infima doctrina, the least of teaching tools.
have become acquainted with during his time of preparatory study. How
can the 100 cantos of the Divine Comedy be read as philosophy? That is
the problem Dante’s self-description poses.
There is the commonplace that the Comedy is the Summa theologiae of
Thomas Aquinas cast into verse. It is best to take that as nonsense. That the
thought of Thomas exercised a tremendous influence on Dante the poet is
undeniable, but to speak of that influence as a mere translating of prose into
poetry does disservice to both sides of the comparison. Santayana is of help
here. In reflecting on his three philosophical poets, Santayana suggests that
standing behind each of them is a profound philosophical account of the
way things are. Thus, Lucretius is taken to be the poet of naturalism, Dante
the poet of supernaturalism, and Goethe of romanticism.
The first thing this requires of us is to surmount our tendency to think
of poetry in terms of the lyric. We have perhaps lost the sense that the poet
can take on vast subjects and treat them at length. As Santayana suggested,
in our times, it is almost a condition of being a poet to be brief.
Dante was anything but diffident about his accomplishment in the
Comedy. Unlike La vita nuova and Il Convivio, we are not presented with a
mixture of poetry and prose, the latter explicating the former. But Dante
applies to his great poem the technique that had been developed for in-
terpreting Sacred Scripture, distinguishing between the literal and the
allegorical meaning of the Comedy. The literal meaning is the state of souls
after death. The allegorical meaning is the way in which human beings, by
the exercise of their freedom, by the life they live, determine their eternal
reward or punishment.
It may seem hubristic for Dante to apply the senses of Scripture to his
own poem, but it does suggest something else. Thomas, as I have men-
tioned, speaks of poetry as the least of doctrines and he follows Aristotle
in seeing metaphor as the mark of poetic diction. At the outset of the
Summa theologiae, when he is clarifying the subject matter of his great sum-
mary and points to revealed truths as providing the principles of theology,
he asks an interesting question. Is it fitting that Scripture should employ
metaphors and figures.
In discussing this, Thomas distinguishes between metaphors which
raise the inanimate or subhuman to a higher level by attributing to them
human characteristics –the smiling meadow, the raging sea, the serene sky,
etc.– from metaphors which proportion higher things to us by speaking
of them in our terms. It is because God so exceeds our human capacity to
58 Ralph McInerny
3. Random Thoughts
It is surprising to read in one of the Four Quartets that, “the poetry does
not matter,” –expressed of course in a poem. One of the distinctions Aris-
totle makes in the Poetics is between verse and poetry. He remarks that you
could put Herodotus into verse and it would still be history, not poetry.
The essence of poetry, for Aristotle, is imitation, the conveying through
human behavior of some truth. What seems to be peculiar to such poetic
conveyance is the prominence of the sensible, the imaginable, the concrete,
which we dwell on but which lifts the mind to something beyond. This is
to proportion it to the human level. We are animals who speak and there
is a sense in which mind, though it is definitive of us, can draw us into a
kind of thinking that does not involve us fully, appetitively, imaginatively.
Indeed, one of the claims about theoretical thinking in its highest form is
that it must transcend imagination. Undeniably, there has been a tendency
among many philosophers to denigrate the kind of thought and language
that characterize the poet. The poet addresses our mind, no doubt, but
through our imagination, our sensibility, our feelings. As Eliot suggested
about the metaphysical poet, thought and feeling become fused.
60 Ralph McInerny
our lives which would otherwise be absurd and irrational. In the tragedy
what must seem absurd and irrational to the agents, and to the audience,
becomes finally suffused with a reasonableness and rightness that exceeds
our own immediate criteria.
The philosopher, as metaphysician, seeks to formulate arguments for
the existence of God and for the establishment of some of his attributes. At
the acme of Book 12 of the Metaphysics, Aristotle offers as the best descrip-
tion of God, who is Pure Actuality, Thought Thinking Itself. This phrase
does not wear its meaning on its face, and the understanding of it depends
on a host of earlier analyses and arguments. But it is nonetheless the high-
est achievement of Greek metaphysics.
Not everyone will be able to devote himself to such inquiries, but even
the few who can will find their activity episodic. Contemplation of the
divine cannot be a 24 hour occupation for a human being. Let me end with
a word picture. Aristotle could not have written his Poetics without hav-
ing been a devotee of the theater; his knowledge of Greek drama is vast.
So imagine Aristotle, the quintessential philosopher, the master of those
who know, his life defined by contemplation, there in the theater, if not in
the front row, close to the stage, paying rapt attention to the deeds enacted
before him. Like any other viewer, those deeds will invite him to reflect
on the mystery of human existence, the role of change and providence in
our lives. Surely this delight is not alien to contemplation. And perhaps
for many in the audience it is the only way in which they participate in
contemplation.
Ralph McInerny
University of Notre Dame
Resumen
Los primeros pensadores griegos se expresaron casi siempre en verso. Platón critica a los poetas
pero es él mismo un eximio escritor. Aristóteles incluso lo acusa de ser más poeta que filósofo, y
tiene a la poesía por el discurso menos verdadero, aunque también capaz de verdad a su manera.
Santayana subraya que la poesía de Dante, Lucrecio y Goethe desborda filosofía. Santo Tomás
considera la metáfora un medio adecuado para indicar lo que supera al entendimiento humano.
Y los poetas metafísicos confirman la vecindad entre lo poético y lo filosófico. En cualquier caso,
queda en pie que para la mayor parte de la humanidad el acceso a la contemplación tiene más
que ver con la poesía y el teatro que con la argumentación filosófica.
Courrèges y la lógica
sabios en el sentido antiguo. Pero es dudoso que esto sea algo más que un
símbolo. Un sabio moderno es un especialista.
Para Ortega, un especialista es un hombre que sabe mucho de lo suyo
y casi nada de lo demás. Hoy un médico, un abogado, un contador, un
ingeniero, si quiere progresar en su carrera debe especializarse. Pero por
extensos que fueran sus conocimientos sabe la contradicción que encierra
el título que ácidamente le endilgaron a un prolífico polígrafo italiano,
Umberto Eco, especialista ‘in tutto’. La frase de Ortega parecería perder
sentido: el especialista apenas domina una franja, no muy ancha, del saber
en el que se especializa.
En las disciplinas “humanísticas”, el contacto con principios universales
hace más fácil una relación, pero también en ellas la especialización tiene
un papel importante. Un estudiante avanzado en su carrera filosófica sabe
que no tiene sentido pensar en especializarse, por ejemplo, en Ética o en
Estética porque antes debe permanecer algún tiempo en otras materias,
indispensables para manejar con soltura aquellas que más le atraen.
Pero es notable que a alguien se le ocurra detenerse en Lógica, conside-
rada como el primer escalón del saber filosófico. Tal vez, una vez ejercidas
cátedras en otras especialidades, vuelva a la cenicienta que en la Edad
Media ni siquiera se estudiaba en la Facultad de Filosofía sino en la de
“Artes”, que era preparatoria a las facultades “mayores”.
Sin embargo el Licenciado Courrèges ha dedicado años de docencia a
la Lógica (también a la gnoseología), lo que indica el aprecio que le merece
esta especialidad. Me ha parecido que, en honor suyo, puedo transcribir
algunas observaciones hechas durante mis largos años de docencia en los
que vi la principalidad de la Lógica.
II
Es natural pensar que el hombre primitivo habría, más de una vez, que-
dado extasiado ante la magnificencia nocturna del cielo estrellado o ante la
inmensidad del mar en una lenta puesta del sol. La capacidad de admira-
ción ante la belleza, propia de nuestra condición humana, va unida a una
espontánea reflexión sobre el orden y la regularidad de los fenómenos de
la naturaleza; la rítmica alternancia del día y de la noche, la sucesión de las
estaciones y, en éstas, el surgir y decaer de la vida vegetal y animal.
Courrèges y la lógica 65
III
IV
De todos modos, el hecho de que una escuela ética haya dado una im-
portancia capital al estudio del razonamiento revela la función capital de
la lógica, aun en el caso del estoicismo, que mezcla el rigor lógico con la
verificación experimental de las proposiciones.
Un platónico, Lucio Apuleyo, poeta y novelista, publicó en el siglo II
d.c. una “Filosofía Racional” centrada en la lógica proposicional. Estudió
cuatro tipos de enunciados: universales afirmativos, universales negativos,
particulares afirmativos y particulares negativos. Construyó el famoso
“cuadrado lógico” de oposiciones vigente hasta nuestros días.
Otro autor, esta vez aristotélico, el médico Galeno de Pérgamo (siglo II
d.c.) expuso la lógica del Estagirita con agregados propios. Se le atribuyó
la llamada “figura galénica” que se agregaría a las tres de Aristóteles. Pero
no es una “cuarta figura” sino un polisilogismo.
Un neoplatónico, feroz anticristiano, Porfirio, en su Isagoge (Introduc-
ción) presentó los géneros y especies universales, inspirándose en Séneca.
Organizó estas nociones en el conocido “árbol de Porfirio”. La pervivencia
de estos temas lógicos señala la importancia de esta descripción.
VI
VII
Resumen
1. La crisis de la verdad
2. Variedades de relativismo
Para obtener un poco de luz en medio de la “selva” de ideas que se
encierran en torno a la temática tocada, puede ser útil distinguir algunas
formas de relativismo, considerar sus motivaciones y examinar si son
consistentes.
Me parece adecuado distinguir un relativismo basado en motivos gno-
seológicos, que puede ser radical o moderado, y otro fundado en proble-
mas políticos o sociales, y que igualmente puede ser radical o moderado.
I. El relativismo gnoseológico nace de las mismas motivaciones que en la
antigüedad generaron el escepticismo. Las dificultades para conocer la
verdad en temas profundos, importantes (metafísicos, morales, antropoló-
gicos), e incluso en cuestiones más empíricas pero problemáticas (percep-
ciones inadecuadas, dificultades físicas), lleva a pensar que la noción de
verdad como adecuación de nuestras ideas con la realidad extramental es
cuestionable. La “adecuación” sería, entonces, más bien una construcción
humana que capta las cosas en cierto modo y que puede tener algún éxito
práctico. Esa construcción no podría pretender reflejar las cosas de modo
absoluto e inalterable. Es posible que otros las “construyan” de otro modo,
a veces más interesante, desde sus puntos de vista o en contextos muy
distintos, por diversidades culturales o históricas o por otros motivos. En
Sobre las implicaciones de este tema remito a mi libro, El conocimiento humano. Una perspectiva
filosófica, Palabra, Madrid 2005, en especial pp. 265-272.
Verdad, relativismo, fundamentalismo 83
Un ejemplo de este relativismo puede encontrarse en las ideas de H. Putnam en Ethics without
Ontology, Harvard Univ. Press, Cambridge (Mass.) 2004.
84 Juan José Sanguineti
Aquí no voy a entrar en la cuestión del “relativismo religioso”, según el cual todas las religiones
tendrían valores humanos desiguales, sin que ninguna pueda arrogarse el privilegio de poseer “en
exclusiva” la verdad, excluyendo así el valor de las otras. El cristianismo, en este sentido, es una fe
religiosa “exclusivista”, pues sostiene claramente que la revelación con valor salvífico está únicamente
en Jesucristo, que es inseparable de la Iglesia tal como Dios la ha querido. La Iglesia reconoce que las
demás religiones tienen elementos de verdad y afirma, por supuesto, la libertad religiosa, pero al
mismo tiempo sostiene su valor exclusivo como camino pleno de salvación y como conocimiento de lo
que Dios mismo, entrando en la historia, ha querido revelar al hombre. Cristo no es una verdad más,
sino la Verdad misma (Juan, 14, 5): en Él se da la plenitud de la revelación. Obviamente no es posible
defender esta tesis con los argumentos anti-relativistas que aporto en estas páginas, aunque éstos
son un presupuesto necesario para ella. El “exclusivismo” de la verdad sobrenatural y salvífica de la
Iglesia de Cristo no surge del mero conocimiento de la verdad por parte del hombre, sino del hecho
de que la fe cristiana es recibida como revelación y comunicación de la Palabra de Dios al hombre,
en lo que se incluye la Voluntad de Dios y la obra salvadora de Cristo. Este exclusivismo de la verdad
cristiana no se opone a la libertad de las personas y de las demás religiones. Es una proclamación,
una invitación libre que no puede imponerse, y que solicita una respuesta de fe, tan sobrenatural
como la misma revelación. Si sirve una comparación humana –insuficiente de todos modos– puede
pensarse en que la confirmación de una teoría científica excluye a todas las teorías rivales.
Verdad, relativismo, fundamentalismo 85
Remito, sobre este tema, a A. Ollero, Democracia y convicciones en una sociedad plural, Cuadernos
del Instituto Martín de Azpilcueta, Univ. de Navarra, Pamplona 2001; Derecho a la verdad. Valores
para una sociedad pluralista, Eunsa, Pamplona 2005.
86 Juan José Sanguineti
3. Fundamentalismo
Me referiré ahora al fundamentalismo, porque éste es el extremo opues-
to del relativismo. En esta contribución en homenaje a mi querido amigo el
profesor Courrèges, sostendré que la doctrina filosófica de la verdad rea-
lista está entre los dos extremos del relativismo y el fundamentalismo.
El término “fundamentalista”, al igual que calificativos de “fascis-
ta”, “integrista”, “de derechas”, está impregnado de un sabor emotivo
que da a su significado un valor contingente y subjetivo. Dejo de lado
su origen histórico y voy directamente a su contenido (el concepto fue
aplicado primero a las interpretaciones literales de la Biblia en algunos
protestantes, y más recientemente se trasladó en especial al radicalismo
Verdad, relativismo, fundamentalismo 87
Cfr. J. F. Mayer, I fondamentalismi, Elledici, Turín 2001; M. Introvigne, Fondamentalismi. I diversi
volti dell’intransigenza religiosa, Piemme, Casale Monferrato (AL) 2004.
Cfr. sobre el tema H. M. Sánchez de Loria Parodi, El fundamentalismo en la política, ed. Quorum,
Buenos Aires 2004.
88 Juan José Sanguineti
A veces se asigna también al fundamentalismo el rechazo de todo aspecto de la modernidad.
Pero este calificativo vale más, en mi opinión, para el tradicionalismo, que muchas veces es
asumido, sin duda, por el fundamentalismo.
Verdad, relativismo, fundamentalismo 89
4. Conclusiones
En la exposición que acabo de hacer se ve con claridad que el relativis-
mo y el fundamentalismo son dos extremos equivocados. El amor a la
verdad, con sus exigencias de coherencia “total”, puede llevar a veces a los
fundamentalismos, y por reacción esto puede generar actitudes relativis-
tas, como si el único modo de poner un freno al fundamentalismo fuera
el relativismo. Popper, por ejemplo, tenía reparos en admitir la convicción
de verdad a causa de las desviaciones políticas que vio en los totalitaris-
mos –marxista y nazista–, aferrados a una creencia absoluta en supuestas
verdades pseudo-mesiánicas. A su vez, la crítica al relativismo no debería
llevar al fundamentalismo, como hoy hacen ciertos supercríticos del Occi-
dente “decadente y relativista”, que renuevan fundamentalismos belicosos,
destructivos, y a veces nihilistas.
Cfr. G. Ambrosio, La situazione religiosa odierna tra relativismo e fondamentalismo, en AA. VV., Il rela-
tivismo religioso sul finire del secondo millennio, Ed. Vaticana, Ciudad del Vaticano 1996, pp. 69-85.
90 Juan José Sanguineti
Resumen
Sobre lo que está escrito que el día y la hora, ni el Hijo ni los ángeles lo saben
[cf. Mt. 13, 32], muy rectamente sintió vuestra santidad que ha de refe-
rirse con toda certeza, no al mismo Hijo en cuanto es cabeza, sino en
cuanto a su cuerpo que somos nosotros... Dice también Agustín... que
puede entenderse del mismo Hijo, pues Dios omnipotente habla a veces
a estilo humano… De ahí que se diga que sólo el Padre lo sabe, porque
el Hijo consustancial con Él, por su naturaleza que es superior a los
ángeles, tiene el saber lo que los ángeles ignoran. De ahí que se puede
dar un sentido más sutil al pasaje; es decir, que el Unigénito encarnado
y hecho por nosotros hombre perfecto, ciertamente en la naturaleza
humana sabe el día y la hora del juicio; sin embargo, no lo sabe por la
naturaleza humana. Así, pues, lo que en ella sabe, no lo sabe por ella,
porque Dios hecho hombre, el día y hora del juicio lo sabe por el poder
de su divinidad... Así, pues, la ciencia que no tuvo por la naturaleza
de la humanidad, por la que fue criatura como los ángeles, ésta negó
tenerla como no la tienen los ángeles que son criaturas. En conclusión,
el día y la hora del juicio la saben Dios y el hombre; pero por la razón
de que el hombre es Dios. Pero es cosa bien manifiesta que quien no sea
nestoriano, no puede en modo alguno ser agnoeta… En el principio era
el Verbo y el Verbo estaba junto a Dios y el Verbo era Dios... todo fue hecho por
Él [Ioh. 1, 1 y 3]. Si todo, sin género de duda también el día y la hora del
juicio. Ahora bien, ¿quién habrá tan necio que se atreva a decir que el
Verbo del Padre hizo lo que ignora? Escrito está también: Sabiendo Jesús
que el Padre se lo puso todo en sus manos [Ioh. 13, 3]. Si todo, ciertamente
también el día y la hora del juicio. ¿Quién será, pues, tan necio que diga
que recibió el Hijo en sus manos lo que ignora?
San Gregorio Magno, Carta Sicut aqua frigida a Eulogio, patriarca de Alejandría, agosto de 600.
94 Ignacio Andereggen
El Papa Juan Pablo II, en su Encíclica Novo millenio ineunte, mantiene esta
doctrina fundamental, explicando claramente el sentido de las afirmacio-
nes bíblicas tan discutidas teológicamente en la actualidad. Dice el Papa:
El conocimiento de sí mismo en la persona de Cristo 95
Los medievales tenían una visión del gran tema del conocimiento de Cristo
muy distinta de la nuestra. En efecto, para ellos el problema fundamental, era
el de saber por qué Cristo podría tener una ciencia humana, limitada, siendo
que ya poseía una ciencia infinita al ser el Verbo de Dios. Eso es lo que obser-
vamos en la Suma Teológica de Santo Tomás de Aquino. Más aún, el mismo
Aquinate evolucionó en su pensamiento, en el sentido de acercarse cada vez
más a la afirmación clara de una verdadera ciencia o conocimiento de Cristo
idéntico al nuestro, que él denominaba ciencia experimental. En efecto, los
medievales partían de la fe indiscutible en la divinidad de Cristo.
Johannes Paulus II, Novo millenio ineunte, 25-27.
Cfr. Sanctus Thomas Aquinas, Summa Theologiae, III, q.9 a.1.
96 Ignacio Andereggen
Cfr. Bartolomé Xiberta, o. carm., El Yo de Jesucristo: un conflicto entre dos cristologías, Barcelona
1954, p. 10.
Ibidem, p. 12.
Ibidem, pp. 12-13.
El conocimiento de sí mismo en la persona de Cristo 97
Frente a este problema Xiberta propone una clara solución, que supone
una teología realizada con el auxilio de una verdadera metafísica:
Cfr. Martin Jugie, Theologia Dogmatica christianorum orientalium, tomus II, theologia dogmaticae
graeco-russorum expositio, Parisiis 1933, pp. 698-699: De quibusdam sententiis lutheranis a theologis
russis saeculis XVIII et XIX edoctis.
Bartolomé Xiberta, o. carm., El Yo de Jesucristo: un conflicto entre dos cristologías, Barcelona 1954, p. 14.
Ibidem, pp. 15-16.
10
Ibidem, p. 160.
98 Ignacio Andereggen
11
Ibidem, p. 154.
12
Bartolomé Xiberta, o. carm., La tradición y su problemática actual, Barcelona 1964, pp. 98-99.
13
Bartolomé Xiberta, o. carm., Introductio in Sacram Theologiam, Burgos 1949, p. 172.
El conocimiento de sí mismo en la persona de Cristo 99
alguna manera conteniéndolas a todas (ad ea etiam quae de Deo ratione humana
investigari possunt, necessarium fuit hominem instrui revelatione divina).14
Sobre la base de esta concepción es posible llegar a una verdadera defi-
nición de teología como la da Xiberta en su Introducción a la teología:
14
Sanctus Thomas Aquinas, Summa Theologiae, I, q.1, a.1.
15
Ibidem, p. 173.
16
Bartolomé Xiberta, o. carm., Tractatus de Verbo Incarnato, Matriti 1954, p. 413.
17
Cfr. Sanctus Thomas Aquinas, Summa Theologiae, III, q.9-12.
100 Ignacio Andereggen
Resumen
San Agustín ha sido llamado “Doctor del problema del mal”. La pro-
fundidad de su mirada le permitió resolver no pocos interrogantes sobre
el particular. Sin embargo, pudo hacerlo porque antes entendió que el
mundo es creado, que su Autor es el sumo Ser y Bien y que todo cuanto
es, es y es bueno por Él.
A esta visión creacionista del mundo, del ser y del bien es a la que le
debe, en última instancia, este “doctorado”. Por ello preferimos llamarlo
Doctor Boni e indagar, en esta ocasión, no tanto el tema del mal sino lo
que lo hace inteligible: la natura boni.
Buscaremos vislumbrar qué intuiciones metafísicas encontró a la luz
del texto sapiencial del epígrafe y la continuidad que ellas tuvieron en San
Buenaventura y Santo Tomás.
*
El presente escrito es parte de una investigación sobre el tema del bien en el De Natura Boni de
San Agustín.
Ch. Journet, El Mal, Rialp, Madrid 1965, p. 24.
De Genesi ad litteram, IV, III, 7: “mensura omni rei modum praefigit, et numerus omni rei speciem
praebet, et pondus omnem ad quietem et stabilitatem trahit”. Agustín utiliza diversas fórmulas
104 Jorge L. Barros
2) Modus/Mensura
Son varios los “bienes” a los que este término alude pero lo que pri-
mero se manifiesta en las cosas es que son y de esta manera el ser (esse)
constituye el primer fundamento de la bondad de las cosas. Ahora bien,
el ser de la creatura es un ser dado, participado, recibido, finito y por ello
es designado con este término “modus”. En esta misma línea lo interpreta
Santo Tomás en un texto que citaremos frecuentemente:
para expresar una misma tríada: 1–Modus, species, ordo (De nat. boni, III; De Civ. Dei, XI, XV).
2–Mensura, numerus, ordo (De Genesi contra Manichaeos, I, XVI, 21; De lib. arb., II, XX, 54; Contra
Faustum, XX, VII). 3–Mensura, numerus, pondus (De nat. boni, XXI; De Trin., XI, XI). 4–Unitas,
numerus, pondus (De Musica, VI, XVII; De Trinitate, VI, X, 12; De vera relig., VII). ). 5–Mensura,
forma, ordo (Contra adversarium legis et prophetarum, I, IV, 6). 6– Terminus, forma, ordo (De Genesi
ad litteram, IV, III, 7).
De Gen. ad litt., IV, III, 7 (393). De Trin. III, IX, 16 y VI, X, 12 (400-416). Contra adversarium legis et
prophetarum, I, VI, 6 (420). De Civ. Dei, XII, V (413-426).
De nat. Boni III.
San Agustín: Doctor Boni 105
ad hoc quod sit bona, haec tria requiruntur: scilicet quod sit existens,
et quod sit cognoscibilis et quod sit ordinata. Est autem existens per ali-
quem modum, cognoscibilis per speciem, ordinata autem per ordinem.
Así, pues, hay una estrecha vinculación entre el modo y el existir. Mo-
dus es un nombre que el ser recibe en la creatura porque en ella es acotado
a una medida (mensura). Por ello San Agustín muestra cierto reparo en
decir que Dios tiene modo (como si se le asignara alguna limitación) o se
refiere a Él negativa y causalmente como “Medida sin medida” y causa de
todo cuanto tiene medida.
La esencia también está aludida en el “modus” pues ella es precisamen-
te el principio limitante, el que establece la “medida”.
Otro “bien general” que expresa el modus es la unidad, hasta el punto
tal que en algunos pasajes un término reemplaza al otro:
Las cosas que fueron creadas por el arte de Dios muestran en sí cierta
unidad, especie y orden.
De ver., 21, 6.
Cf. De nat. boni, XXII.
Cf. De Gen. ad litt., IV, III, 7 y 8.
Aunque la vinculación mayor parece estar dada por el segundo término: species, forma.
De Trin., VI, X, 12.
10
Epist., 18, 2 (33, 85).
11
De vera religione, VII, 13: “Omnis enim res, vel substantia, vel essentia, vel natura, vel si quo
alio verbo melius enuntiatur, simul haec tria habet: ut et unum aliquid sit, et specie propia dis-
cernatur a ceteris, et rerum ordinem non excedat”.
106 Jorge L. Barros
No hay naturaleza alguna que, para ser lo que es, no desee la unidad y
se esfuerce en ser igual a sí misma, en la medida de su posibilidad.13
La piedra por ser piedra, tiene todas sus partes y toda su naturaleza
coagulada en la unidad. ¿Qué es un árbol? ¿Sería árbol si no fuera uno?
Y los miembros y las vísceras de cualquier animal y todas las partes de
que se compone, si se desgarran en su unidad, no habrá animal. Los
amigos, ¿buscan otra cosa que la unión? Y cuanto más se unen más
amigos son… ¿por qué el dolor es pernicioso? Porque se empeña en
separar lo que era uno.14
Como hallé en la virtud una cierta paz, que yo amaba, y en el vicio una
discordia que aborrecía, noté en la una la unidad y en el otro la división.
Y esta unidad me parecía el principio del alma razonable y la esencia de
la verdad y del sumo bien...15
12
Cf. Breviloquium, II, 1, 2, BAC, Madrid 1968, ed. bilingue (3ª).
13
De musica, VI, XVII, 56: “…nullam esse naturam, quae non ut sit quidquid est, appetat unitatem,
suique similis in quantum potest esse conetur”.
14
De ordine, II, XVIII, 48.
15
Conf., IV, XV, 24.
San Agustín: Doctor Boni 107
…que determina (da término) a todas las cosas, las forma y ordena,19
Así como para cada cosa perder su modo es perder su ser y su bien, de
la misma forma lo es perder sus términos. Salirse de ellos es “exterminar-
se”. Aquí también la vida humana nos hace más patente esta verdad en el
fenómeno de la alienación (hacerse otro) o en la masificación (perderse en
otros). El pecado de la envidia, que tiene su raíz en la no aceptación de la
propia realidad, de su “propio modo”, nos atestigua este exterminio. En ella
16
De ordine, II, XVIII, 48.
17
Ibidem: “…in discernendo et in conectando unum volo, et unum amo”.
18
Serm., 306, X, 9: “Adde vitae veritatem, et invenis vitam beatam”.
19
De Gen. ad litteram, IV, III, 7: “qui terminat omnia, et format omnia et ordinat omnia”.
20
Lo que también es atribuido a la forma. Ver nota 15.
21
De beata vita, II, 8.
108 Jorge L. Barros
3) Species/ Numerus
... es una cierta forma, una forma no formada (forma non formata),
sino que es forma de todas las cosas formadas (sed forma omnium
formatorum): forma inconmutable, sin defecto, tiempo ni lugar, que lo
trasciende todo, que se alza por encima de todas las cosas, fundamento
donde se apoyan y cima que a todas cobija.25
22
Cfr. K. Svoboda, La estética de San Agustín y sus fuentes, Ediciones La Hoja de la Sibila, Buenos
Aires s/d, pp. 68 y 141. Del número derivan el ritmo, las medidas, la forma y la belleza de las
cosas, ellos rigen el movimiento de los cuerpos celestes. También lo identifica con la razón y el
ritmo (lo que vincula al número con el último término de la tríada).
23
P. M. Velez, “El número agustiniano”, en Religión y Cultura, Año IV, T. XV, El Escorial, 1931
(primera época) p. 142.
24
De Civ. Dei, VIII, VI.
25
Sermones, 117, 3.
San Agustín: Doctor Boni 109
26
De lib. arb., II, XVI, 41.
27
Cf. Ibidem, 43.
28
De ordine, II, XV, 42.
29
De Gen. ad litteram, IV, IV, 8.
30
De lib. arb., II, XI, 31.
110 Jorge L. Barros
31
Cf. Ibidem, II, XI, 32.
32
Ibidem, II, VIII, 24.
33
De ver., 21, 6: “ad hoc quod sit bona, haec tria requiruntur: scilicet quod sit existens, et quod sit
cognoscibilis et quod sit ordinata. Est autem existens per aliquem modum, cognoscibilis per
speciem, ordinata autem per ordinem.”
34
I, 5, 5. Cfr. I-II, 85, 4.
35
De ver., 21, 6, sc 4.
36
Cf. Breviloquium, II, 1, 2.
San Agustín: Doctor Boni 111
4) Ordo/Pondus
37
De ordine, II, VII, 21: “... ordinem esse... quo Deus agit omnia”, y. I, X, 28: “ordo est per quem
aguntur omnia quae Deus constituit”.
38
Ibidem, “... nihil praeter ordinem posse invenire”.
39
Ibidem, I, IX, 27: “Ordo est quem si tenuerimus in vita perducet ad Deum”.
112 Jorge L. Barros
... la disposición que asigna a las cosas diferentes y a las iguales el lugar
que les corresponde.44
Ese orden y armonía del cosmos es, a su vez, fruto del orden propio de
cada ser, constituido por esa tendencia ontológica a realizar su fin y que
resulta ser otro de los principios constitutivos de la bondad de las creatu-
ras. En la tríada sapiencial el nombre que recibe este principio es el de peso
(pondus) y San Agustín ha escrito bellísimos párrafos para explicarlo:
40
Ibidem, II, IV, 11.
41
Cf. Ibidem, II, V, 14.
42
Cf. Ibidem, I, I, 3.
43
Ibidem, I, I, 1.
44
De Civ. Dei, XIX, XIII, 1 : “Ordo est parium dispariumque rerum sua cuique loca tribuens
dispositio”.
San Agustín: Doctor Boni 113
Cada cosa busca por su peso su centro, su lugar propio. Fuera del cual
todo es movimiento e inquietud y en él reposo y paz. Esta aspiración, ten-
dencia o apetito natural de cada realidad a su orden es una razón más del
optimismo metafísico de San Agustín que se extenderá, lógicamente, a su
antropología, se manifestará más claramente en su ética46 y que tiene su
fundamento último en la doctrina cristiana de la creación.
Como lo hemos hecho con los otros términos de la tríada agustiniense
de la bondad queremos señalar aquí la continuidad existente en este tema,
como en tantos otros, con Santo Tomás y San Buenaventura. Con relación
al primero volvemos a citar el texto del De veritate que confirma al “orden”
como uno de los tres que se requieren para la bondad de las creaturas:
... ad hoc quod sit bona, haec tria requiruntur: scilicet quod sit exis-
tens, et quod sit cognoscibilis et quod sit ordinata. Est autem existens
per aliquem modum, cognoscibilis per speciem, ordinata autem per
ordinem.47
45
Ennarrationes in psalmos, 29, X (ML 36, 223).
46
Particularmente en la sed de infinito que hay en el hombre, en los diversos grados de bondad
de las creaturas que exigen un amor ajustado a ellos. Los conceptos que entran en juego son:
amor-peso, orden-peso, amor-orden y virtud como ordo amoris.
47
De ver., 21, 6.
48
C. G., II, 24.
49
Cf. Breviloquium, II, 1, 2.
114 Jorge L. Barros
Per hoc tamen quod additur in certo pondere, numero et mensura, os-
tenditur quod creatura est effectus Trinitatis creantis sub triplici genere
causalitatis: efficientis, a quo est in creatura unitas, modus et mensura;
exemplaris a quo est in creatura veritas, species et numerus; finalis, a quo
est in creatura bonitas, ordo et pondus. Quae quidem reperiuntur in
omnibus creaturis tanquam vestigium Creatoris sive corporalibus, sive
spiritualibus, sive ex utrisque compositis.50
Conclusión
50
Breviloquium, II, 1, 2.
51
De nat. boni, III: “Haec itaque tria, modus, species et ordo, ut de innumerabilibus taceam, quae
ad ista tria pertinere monstrantur; haec ergo tria, modus, species, ordo, tanquam generalia bona
sunt in rebus a Deo factis, sive in spiritu, sive in corpore...”
52
De Genesi ad litteram, IV, III, 8: “Magnum est paucisque concessum, excedere omnia quae
metiri possunt, ut videatur mensura sine mensura; excedere omnia quae numerari possunt,
ut videatur numerus sine numero; excedere omnia quae appendi possunt, ut videatur pondus
sine pondere”.
San Agustín: Doctor Boni 115
Jorge L. Barros
UNSTA
Resumen
••
Quizá esta aparente pequeñez se deba a que no es tan universalmente
reclamada como la justicia, ni tan urgente para la vida como la prudencia.
No apunta a tan grandes horizontes como la magnanimitas, ni realiza los
Horacio, Carmen Saeculare. Cfr. E. Komar, La verdad como vigencia y dinamismo, Ed. Sabiduría
Cristiana, Buenos Aires 1999, p. 39.
118 Alberto Berro
Luc. 16, 10.
Luc. 19, 17.
Eclesiástico 33, 31. El adjetivo fiel no aparece en la versión de la Biblia de Jerusalén.
Santo Tomás de Aquino, Super Epistolam ad Philemonem lectura, Prologus, 1.
Luc. 12, 42-44.
Cfr. Santo Tomás de Aquino, Catena Aurea In Matt. 24, 13.
Elogio de la fidelidad 119
Santo Tomás de Aquino, Catena Aurea in Lucam 12, 11.
Cfr. R. Guardini, Una ética para nuestro tiempo, Cristiandad, Madrid 1974, p. 72.
10
Mc. 14, 3.
11
Santo Tomás de Aquino, Catena Aurea In Matt. 26, lec. 3.
120 Alberto Berro
12
Santo Tomás de Aquino, Contra Gentes I, c. 90.
13
Mt. 25, 21.
14
Cfr. Santo Tomás de Aquino, Comp. Theol. II, 9.
15
Miqueas 7, 2.
16
Prov. 20, 6.
17
Aristóteles, Etica a Nicómaco, 1156 B.
18
Eclesiástico 6, 14-16.
Elogio de la fidelidad 121
••
Es verdad, la fidelidad es una pequeña virtud. Pero no está sola: la
acompañan grandes amigas, está íntimamente emparentada con otras
más importantes.
Ante todo con la justicia. Según Cicerón, la fides entendida como fideli-
dad es el fundamento de la justicia.20 También dicen ‘algunos’ que ella es una
forma particular de la justicia.21 Quizá porque en ciertos casos la fidelidad es
precisamente lo debido a otro, debitum ad alterum, por la misma naturaleza
del vínculo. Judas y Pedro se la debían al Señor, y uno y otro le fallaron,
aunque sólo Judas recibe el adjetivo de proditor, el traidor, porque Pedro al
menos, si bien traicionó su nombre y amistad, no traicionó su misericordia.
Y si miramos al mundo no podemos dejar de ver cómo se falta diariamente
a la fidelitas, que es uno de los frutos del Espíritu, con graves fraudes e insi-
dias.22 Con cuánta facilidad son traicionadas las más entrañables amistades
y sociedades por treinta monedas de plata, o por veinte minutos de éxito,
fama o poder. O por apenas diez de placer.
Es también pariente y amiga de la verdad, en el doble sentido de la
palabra. De la verdad como valor –verdad de las cosas, verdad de nuestro
conocimiento de ellas–; y también de la verdad como virtud, veracidad.
De la verdad como valor, porque hay ciertas verdades que una vez
descubiertas y aceptadas exigen fidelidad, lo que a su manera explica
muchos ‘escepticismos’. La misma verdad por su parte es cierta fidelidad
al ser. Cuando Josef Pieper quiere describir aquella memoria que, como
parte integral de la prudencia, no distorsiona el pasado ‘por el sí o el no
de la voluntad’, la denomina memoria que es ‘fiel al ser’.23 Y en una de las
escasísimas referencias de Tomás de Aquino a la cuestión de la verdad
histórica, utiliza la expresión de Agustín: fidelissima veritas rerum gestarum,
verdad fidelísima de las realidades acontecidas.24
19
Eclesiástico 37, 12.
20
Cicerón, De Officiis, lib. I cap. 8, citado por Santo Tomás en In III Sent. d. 23, expositio textus.
21
Cfr. Santo Tomás de Aquino, In III Sent. d. 23, q. 3, a. 4 sol. 3 c.
22
Cfr. Gal. 5, 23 y el comentario de Santo Tomás, Summa Theologiae, I-II, q. 70 a. 3 c.
23
J. Pieper, Las virtudes fundamentales, Rialp, Madrid 1980, p. 47.
24
Santo Tomás de Aquino, Summa Theologiae, I, q. 102, a. 1 c. Cfr. De Civ. Dei, l. XIII, c. 2.
122 Alberto Berro
25
Santo Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q. 40, a. 3 s.c. 2.
26
Cfr. Santo Tomás de Aquino, In III Sent. d. 23, q. 3, a. 4 sol. 3 c.
27
Santo Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q. 88 a. 3 c.
28
Eclesiástico 44, 20. Cfr. I Mac. 2, 52.
29
Cfr. ‘La Saeta’, en Antonio Machado, Poesías completas, Espasa-Calpe, Madrid 1997.
30
Cfr. Carta a los Hebreos, 2, 17-18 y el comentario de Santo Tomás, Super Epistolam ad hebraeos
lectura, II, 4.
31
Cfr. C.S. Lewis, Cartas de un Diablo a su sobrino, A. Bello, Santiago de Chile 1993, p. 55.
Elogio de la fidelidad 123
resistir –dice Santo Tomás– es más difícil que atacar porque el resistir implica la
permanencia en el tiempo, mientras que alguien puede atacar por un movimiento
súbito. Y es más difícil permanecer sin moverse que moverse con un movimiento
repentino hacia algo arduo.32
Esta permanencia en el tiempo tiene mucho que ver con la fidelidad. El
sentido de esta virtud, afirma Guardini, se puede describir como una fuerza que
supera el tiempo, es decir, la transformación y la pérdida, pero no como la dureza
de la piedra, en firmeza fija, sino creciendo y creando de modo vivo.33
Es que esta pequeña virtud exige una paciencia capaz de soportar los
dolores y pérdidas que traerá la adhesión a un bien, cuando él está cues-
tionado o amenazado. Requiere especialmente del sentido griego de la
paciencia, el permanecer firme ‘debajo’ del flujo del acontecer, hypomoné.34
Sin ella no podremos resistir los embates y permanecer fieles. La fidelidad
conjuga especialmente el verbo mantenerse.35 Y sin mantener promesas y
fidelidades la vida carece de profundidad y sabor.
Como la paciencia, la fidelidad arraiga en que se ha visto algo valioso –
una verdad, una belleza, una persona, un sentido, una causa– y nuestra más
honda y libre afectividad ha adherido fuertemente a ello, fortissime inhaerere
bono.36 Sin la convicción de que el ser es consistente, verdadero y bueno, la
fidelidad se vuelve casi metafísicamente imposible, aunque no lo sepan explí-
citamente muchos que han sido y son muy fieles. En esta vigorosa adhesión
a un determinado ser en su consistencia, verdad y bondad, en su proprium,
se encuentran implícitas o explícitas la ‘promesa’ y la ‘alianza’.
El momento en que esta ‘pequeña’ virtud insinúa toda su grandeza es
aquél en que nos percatamos de que se trata en realidad de una virtud
heroica, de una virtud de mártires, a los que el Apocalipsis exhorta a la
fidelidad hasta la muerte para recibir la corona de la vida.37
Explica Tomás, casi circularmente, al meditar acerca del sufrimiento
de Jesús en Getsemaní: Es propio del hombre fiel, al principio, no querer sufrir
algún dolor, sobre todo aquél que conduce hasta la muerte, ya que el hombre es
carnal; pero también aceptarlo si Dios así lo quiere, porque es fiel.38
32
Santo Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q. 123, a.6, ad 1.
33
Cfr. R. Guardini, op. cit. p.72.
34
Cfr. M.M. Solveyra, “La fuerza interior de la paciencia”, en Vida llena de sentido, publicación en
homenaje al Dr. Emilio Komar, Ed. Fundación BankBoston, Bs. As. 1999, pp. 156-157.
35
Josué 14, 8.
36
Santo Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q. 123, a.6, ad 2.
37
Apoc. 2, 10. Cfr. Apoc. 2, 13.
38
Santo Tomás de Aquino, Catena Aurea in Matt. 26, 11.
124 Alberto Berro
••
La fidelidad está hoy definitivamente démodée. No la hacen aconsejable
ciertos intereses económicos inmediatos, el imperativo del éxito y hasta
cierto prestigio intelectual que se predica en los ámbitos académicos. Si
queremos ‘triunfar’, parece que lo acomodaticio debe prevalecer en nuestras
relaciones. Si bien en el mundo intelectual no todo es tan evidente como en
la política, también existe una infidelidad a las propias ideas, un sostenerlas
que no las ‘sostiene’ sino que ‘juega’ con ellas, adecuándolas a lo socialmente
aceptable y modificándolas al ritmo de las vigencias culturales.
Este juego ya había sido descripto en 1762, de manera insuperable,
por un brillante ilustrado. Así se pinta a sí mismo Diderot en el primer
párrafo de El sobrino de Rameau, ejerciendo su paseo de rigor a las cinco
de la mañana por el Palais-Royal: Converso conmigo mismo de política, amor,
gusto o filosofía. Abandono mi espíritu a todo su libertinaje, permitiéndole seguir
a la primera idea, sabia o loca, que se le presente, como se puede ver a nuestros
jóvenes disolutos marchar por la Alameda de Foy tras los pasos de una prostituta,
con cara sonriente, un aire que invita y la nariz parada, para luego dejarla ir por
otra, coqueteando con todas y concretando con ninguna. Mis pensamientos, ellos
son mis rameras – mes pensées, ce sont mes catins.42
También para el propio pensamiento rige una ley de fidelidad a sí mis-
mo. Es uno de los rasgos que lo hacen creíble. Fidelidad no significa aquí
rigidez e incapacidad para el cambio, sino una base de convicciones esta-
bles, dotadas de suficiente firmeza para resistir los vaivenes. No se trata de
inmovilidad, sino de una estabilidad elástica, propia de un pensamiento
39
Ex. 20, 2.
40
Deut. 5, 7.
41
Santo Tomás de Aquino, Summa Theologiae, I-II, q. 100, a.5 c.
42
D. Diderot, Le Neveu de Rameau, Flammarion, Paris 1983, p. 14. Trad. A.B.
Elogio de la fidelidad 125
••
El sujeto como ‘autoconciencia conciliada’, como ‘yo reapropiado’, no es
otra cosa que la persona fiel a sí misma. Aquél que puede seguir, de nuevo,
la enseñanza del Sirácida: Mantén firme el consejo de tu corazón, que nadie es
para ti más fiel que él.44
El propio corazón, profundamente luminoso por debajo de los escon-
didos meandros de los oscuros laberintos que lo rodean,45 siempre es fiel. Será
porque en él se encuentra nuestra voluntas naturalis, por la que indefectible-
mente queremos el bien de nuestra propia esencia, ya que nunca se ausenta
de ella la mano de su Autor.46
43
G. Vattimo, Más allá del sujeto, Paidós, Barcelona 1989, p. 20.
44
Eclesiástico 37, 13.
45
Cfr. Macario de Optina, “Cartas de Dirección”, en Espiritualidad Rusa, Rialp, Madrid 1965, p. 75,
citado por C. Velasco Suárez, Psiquiatría y Persona, EDUCA, Buenos Aires 2003, p. 19.
46
Cfr. Santo Tomás de Aquino, In IV Sent., d. 50, q. 2, a. 1, sol. 1c.
126 Alberto Berro
••
La fidelidad está firmemente emparentada con aquella seriedad que no
es falta de sentido del humor, sino responsabilidad por lo que uno engen-
dra. Esa seriedad a la que el ‘juego’ contradice, cuando es ubicado como
sucede en nuestro tiempo más allá de su locus naturalis, y elevado a modo
esencial de relacionarse el hombre con todo lo existente.49
Por esto no sólo se opone a la fidelidad y busca esconderse de la mirada
la traición. También la ambigüedad, la ambivalencia que juega con el ‘sí’
de hoy y el ‘no’ de mañana, o con ese sí-no simultáneo, tan humano. Esta
íntima contradicción entre ambivalencia y fidelidad resulta notablemente
sugerida por unas palabras de Pablo a los Corintios: Les aseguro, por la fideli-
47
Santo Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II q. 25, a.7 c.
48
I Reyes 3, 6. Cfr. Isaías 38, 2-3.
49
Cfr. R. Guardini, op. cit., p. 77.
Elogio de la fidelidad 127
dad de Dios, que nuestro lenguaje con ustedes no es hoy ‘sí’ y mañana ‘no’. Porque
el Hijo de Dios, Jesucristo, el que nosotros hemos anunciado entre ustedes (...) no
fue ‘sí’ y ‘no’, sino solamente ‘sí’. En efecto, todas las promesas de Dios encuentran
su ‘sí’ en Jesús, de manera que por él decimos ‘Amén’ a Dios.50
Frente a la ambigüedad humana, la fidelidad de Dios se manifiesta en
la seriedad y responsabilidad de un Cristo en el que no existe ni rastro de
este juego del ‘sí’ y del ‘no’, y en quien por esta razón encuentran cumpli-
miento todas las promesas divinas. El propio Jesús había advertido contra
la ambivalencia en las palabras (que vuestro lenguaje sea: ‘sí, sí’; ‘no, no’51), y
había elogiado a Natanael, aquel israelita en el que no hay doblez.52
••
Con esto ya hemos entrado en la última parte de nuestra meditación,
que queremos concluir haciendo una breve alusión a la fidelidad divina:
porque es aquí donde nuestra pequeña virtud termina siendo glorificada
con el mayor de los elogios.
Porque la fidelidad no es sólo virtud que en cierto sentido se encuentra
en el reino inferior al humano: en otro sentido supera todo lo humano y
es, por su intrínseca afinidad con la eternidad, por subsistir por siempre,53 más
propia de Dios que de los hombres. Ser ‘fiel’ es uno de los atributos prefe-
ridos con que el Antiguo Testamento honra a Yahvé: Yahve tu Dios es el Dios
verdadero, el Dios fiel que guarda la alianza y el amor por mil generaciones a los
que le aman y guardan sus mandamientos.54
Y San Pablo nos consuela asegurándonos que aunque nosotros seamos
infieles, él permanece fiel, porque no puede negarse a sí mismo.55 De manera
sencilla y profunda explica Guardini, en dos páginas de su ensayo sobre
las virtudes, esta fidelidad indefectible de Dios al mundo y al hombre tanto
en la creación como en la redención.56
Por último el Apocalipsis exalta la figura de Cristo, entre tanta riqueza
y variedad de atributos posibles, con la diadema de la fidelidad unida a la
50
II Cor. I, 18-20.
51
Mateo 5, 37.
52
Juan I, 47.
53
Eclesiástico 40, 12.
54
Deut. 7, 9; cfr. Ex. 34, 6-7; Nehemías 9, 32-33, etc.
55
II Tim. 2, 13.
56
Op. cit. pp. 76-78. Téngase en cuenta que el título de la obra en alemán es ‘Tugenden’, ‘Virtu-
des’.
128 Alberto Berro
••
Me topé con la fidelidad abocado a encontrar un rasgo que reflejara de
manera especial al querido profesor Juan Courrèges. Fue el pensar en él y
para él lo que engendró este ‘elogio’, y al final de estas páginas la alabanza
de la virtud se hace extensiva, gustosa y naturalmente, a su legítimo por-
tador. Porque por su fidelidad sabe sostener lo cotidiano del crecimiento
de la vida. Fidelidad no sólo a su matrimonio y su familia. También a su
Fe, indeclinable en tiempos difíciles; a la Verdad del Ser, hoy de tantas
maneras negada o sutilmente relativizada; a la Filosofía, al amado Santo
Tomás y a la querida –y como por pocos estudiada– renovación de los es-
tudios tomistas del siglo XX; a los alumnos, y con ellos a la grande y a la
vez humilde vocación de enseñar; a los muchísimos libros queridos, leídos
y cultivados; a sus autores de cabecera, y entre todos a su preferido Gilson;
a la Facultad, con toda su historia y todos sus maestros fundadores sin
excepción, más allá de las naturales preferencias; a los amigos, al Señor y
también, cómo no, a sí mismo.
Alberto Berro
Universidad Católica Argentina
Resumen
El autor señala que esta virtud ha sido poco desarrollada en forma sistemática por los clásicos.
Las Escrituras, y Santo Tomás de Aquino comentándolas, son la fuente en que se inspira el
artículo, que subraya la ‘pequeñez’ de esta virtud, y su subordinación a valores que la superan.
Virtud del servidor y del buen administrador, ella, como recta actitud ante lo ‘propio’, sostiene
los vínculos esenciales del hombre. Cercana a la justicia, a la verdad y particularmente a la for-
taleza como paciencia, ella se manifiesta en la prueba, y revela su gloria como virtud heroica en
los mártires. Por suponer una firme adhesión, requiere de un fuerte fundamento metafísico en el
ser. No sólo se opone a ella la traición, sino también la ambigüedad. Su grandeza queda patente
al descubrirse como uno de los atributos de Yahvé en el Antiguo Testamento, como también al
ser glorificada en Jesucristo por el Apocalipsis.
57
Apoc. 19, 11; cfr. Apoc. 3, 14.
Potestad política y comunidad
perfecta en Francisco de Vitoria
En estas breves líneas de homenaje al profesor Juan Roberto Courrèges nos proponemos repasar
la concepción de la potestad política en Vitoria, sobre la base, en lo fundamental, de la exégesis
de la obra misma del fundador del derecho internacional público. Completaremos el bosquejo
de esta cuestión con la perspectiva que de la comunidad perfecta y su potestad de régimen nos
ofrece el tema de la guerra justa, respaldándonos en la tesis del maestro Emilio Komar.
Quien así lo proclamó entre los primeros fue un estudioso norteamericano, John Brown Scott,
en una obra de principios del siglo pasado, aparecida en castellano como El origen español del
derecho internacional moderno, Valladolid 1928. Sobre la vigencia actual del reconocimiento de la
“igualdad soberana” y del papel de los Estados como sujetos primarios del derecho internacional
público (principios de la concepción vitoriana del orden internacional), cfr., por todos, José Pastor
Ridruejo, Curso de Derecho Internacional Público y Organizaciones Internacionales, Madrid 2001, pp.
277 y 287; Antonio Cassese, International Law in a Divided World, Oxford 1994, p. 129.
Cfr. Milan Komar, Il concetto della guerra giusta ed il suo sviluppo negli scolastici del cinquecento,
tesis de laurea que, bajo la dirección de Alessandro Passerin d’Entrèves, fue presentada ante
la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad de Torino en el año académico de 1942-1943.
Agradecemos calurosamente a la Doctora Paola Novaria, Directora del Archivo Histórico de
la Universidad de Turín, su gentileza y buena disposición para ayudarnos a hallar la tesis y
facilitarnos una copia de su texto original.
De hecho, los autores canónicamente reconocidos como precursores o fundadores del derecho
internacional público fueron aristotélicos cabales: es el caso no sólo del dominico Francisco de
Vitoria (c. 1480-1546), sino también el del jesuita Francisco Suárez (1548-1617) y el del jurista
calvinista Hugo Grocio (1583-1645).
De laicis, sive saecularibus, p. 10 (Opera Omnia, París 1870, t. III).
130 Sergio Raúl Castaño
De potestate civili, 4. Utilizamos la edición de las Relecciones de Luis Alonso Getino (Madrid
1934).
De Indis, 5.
“Est ergo perfecta respublica aut communitas quae est per se totum; id est, quae non est alterius
reipublicae pars, sed quae habet proprias leges, proprium consilium et proprios magistratos”
(Relectio posterior De Indis, 7).
Salvando, claro está, el hecho de que la sociedad política no es la Iglesia, y, por tanto, no se
propone el fin común sobrenatural y trascendente (Dios mismo, como fin objetivo). Con todo,
la causa final y principalísima de la sociedad civil es una utilidad a la que cabría mejor llamar
enorme necesidad, y que sólo los dioses desdeñan, dice Vitoria con su gracejo y soltura habi-
tuales en De pot. civ., 5.
De matrimonio, 2; “no sólo entre los seres naturales, sino en todas las cosas humanas se debe
considerar la necesidad a partir del fin, en tanto es la primera y principal de todas las causas”,
afirma también en De pot. civ., 2.
Potestad política y comunidad perfecta 131
10
De potestate ecclesiastica, I, 1 y 2.
11
De pot. civ., 7.
12
De pot. ecc., III, III. En Vitoria se encuentra explícita la doctrina tradicional católica de la po-
testad indirecta de la esfera espiritual sobre la temporal, ya prefigurada en Sto. Tomás. Sobre
este tema, cfr. nuestro “Legítima potestad de los infieles y autonomía de lo político”, en Studi
Tomistici, n° 60, Roma 1995.
13
De pot. ecc., I, 5 y 13.
14
De pot. ecc., I, 13.
15
De pot. ecc., I, 9.
132 Sergio Raúl Castaño
16
Relectio posterior De Indis, 12. Sobre la concepción aristotélica de imperio político nos permi-
timos remitir a nuestro “Notas sobre la noción de mando político en Aristóteles”, en Archiv für
Rechts– und Sozialphilosophie, vol. 91, 2005, Heft 2.
17
De pot. civ., 21. Sobre el sentido de la vis directiva de la ley sobre el príncipe, cfr. Tomás de
Aquino, S. Th., I-IIae., 96, 5.
Potestad política y comunidad perfecta 133
18
De pot. civ., 5.
19
De pot. civ., 6.
20
De pot. ecc., I, IV, 2.
21
De pot. civ., 9 y 10.
134 Sergio Raúl Castaño
22
De pot. civ., 23.
23
Relectio posterior De Indis, 58.
24
De pot. civ., 7.
25
Sobre la dimensión principalmente jurídica de la autosuficiencia vitoriana, cfr. Emilio Naszalyi,
El Estado según Francisco de Vitoria, trad. I. Menéndez Reigada, Madrid 1948, pp. 134ss.
26
De pot. civ., 10.
27
Milan Komar, op. cit., p. 58.
28
Cfr. Relectio posterior De Indis, 5 y 6. Recuérdese, al respecto, la posición de Carl Schmitt sobre
la relevancia que inviste el ius belli para la existencia de una comunidad política. Schmitt afirma
Potestad política y comunidad perfecta 135
que un pueblo sólo puede renunciar a su ius belli a condición de integrarse homogéneamente en
otra unidad política (Verfassungslehre, Berlin 1993, p. 365).
29
Relectio posterior De Indis, 7; Milan Komar, op. cit., p. 57.
30
Por otra parte, la idea vitoriana del ius ad bellum sin la anuencia del príncipe será descartada
por Suárez, y antes ya por Belarmino. En el Granadino, la condición de la autoridad competente
para que haya guerra justa se identifica ya sin más con la exigencia de que la guerra sea decla-
rada por el titular de la summa potestas: la declaración de guerra sólo compete a la autoridad de
la sociedad perfecta (Disputatio XII De Bello, sección IIa. n° 4 (edición de Luciano Pereña como
Teoría de la guerra en Francisco Suárez, Madrid 1954). En esa misma línea, Roberto Belarmino había
afirmado que el derecho a declarar la guerra sólo compete a aquellos príncipes (y pueblos) que
no reconocen superior en lo temporal, y no a los que dependen de otra autoridad, “pues quienes
se subordinan a otros no son por sí cabezas de una república, sino más bien miembros” (De Laicis
sive saecularibus, L. III, cap. XV).
136 Sergio Raúl Castaño
por separado. No hay, pues, unidad entre los Estados”.31 Justamente, esa
dualidad de funciones de un mismo príncipe, que no comporta confor-
mación de otra entidad política que las abarque, era la que se daba en el
momento en que Vitoria escribía en cabeza de Carlos I de España, empe-
rador a la sazón del Sacro Imperio –y que se disolvería tras su abdicación
en 1556–.
En segundo término, cabe plantear la posibilidad de que Vitoria no se
refiera tan sólo a la bifuncionalidad política de un mismo príncipe en la
unión personal, sino de que se esté haciendo eco de la realidad del Imperio
romanocatólico tradicional (recién desaparecido tras la primera guerra
mundial). Es decir, de la figura del príncipe del Sacro Imperio como inves-
tido de una cierta prelación por sobre los demás soberanos de su tiempo,
en tanto de algún modo podría ser considerado como un titular per prius
del mando político en la respublica christiana, en quien reside la espada tem-
poral. En favor de la conciencia de esta cierta prelación, cabe aducir nada
menos que el testimonio del teórico de la idea moderna de soberanía. En
efecto, es el propio Jean Bodin quien reconoce con aprobación (no exenta
de un sesgo normativo) que, en un encuentro personal, el rey de Francia se
ubica detrás del emperador (y éste detrás del papa).32 Semejante afirmación
en Bodino es tanto más manifestativa de la conciencia de la prelación del
emperador cuanto que, por un lado, proviene de quien sentó las bases filo-
sófico-políticas del “Estado nacional” moderno, centralizado y absolutista,
y, por otro, se estampa ya casi en el año 1600, cuando las circunstancias y
la cosmovisión que habían sustentado la misión del Imperio se hallaban
en plena crisis.
Ahora bien, esta objeción de la prelación del Imperio, a la que también
aludirá Suárez,33 tampoco desmiente los principios de Vitoria respecto de
la potestad política como propio (en sentido metafísico) de la comunidad
perfecta, y de ésta como un todo jurídico independiente. En efecto, el
emperador, cualquiera fuere la reverencia que haya recibido, no era sobe-
rano (en su sentido etimológico de “superior”34) frente a los monarcas de
los reinos particulares. Aquí Komar ofrece una clave importante para la
interpretación del problema, pues, dice, “Vitoria –si bien tácita e implíci-
31
Derecho constitucional comparado, Madrid 1993, pp. 205s.
32
Les six livres de la république, libro I, cap. IX: hablando de los “degrés d’honneur entre les Prin-
ces souverains egaux “ dice Bodino que al emperador “tous les princes Chrestiens lui cedent la
prerogative d’honneur apres le pape, comme chef de l’empire” (tomado de la edición de Fayard
–París 1986– que conserva la grafía original de la edición de Lyon de 1593).
33
De legibus, I, VI, 19 (utilizamos la edición de Luciano Pereña et al., Madrid 1971, t. I).
34
Sobre la historia del término “soberanía” es clásico el libro de Francesco Calasso, I glosatori e
la teoria della sovranità, Milán 1957, especialmente pp. 45-48.
Potestad política y comunidad perfecta 137
35
Milan Komar, op. cit., p. 58.
36
De pot. civ., 12.
37
Sobre la cuestión de la indisponibilidad de la “constitución histórica” en Aristóteles nos per-
mitimos remitir a nuestro trabajo “Brève analyse de l’empire de la loi chez Aristote”, en Archiv
für Rechts– und Sozialphilosophie, vol. 83, 1997, Heft 4.
138 Sergio Raúl Castaño
38
Relectio posterior De Indis, 58. Contemporáneamente, Michael Walzer ha reivindicado el sentido
de la autodeterminación comunitaria: el valor de la libre disposición sobre la propia vida polí-
tica, dice Walzer, no se extingue ni aun en los casos de entronizamiento de regímenes injustos,
toda vez que ella permite “establecer una arena en cuyo interior uno pueda pelear por la libertad
y (tal vez) ganarla” (Just and Unjust Wars, trad. fr. S. Chambon y A. Wicke, París 1999, pp. 96ss.).
39
El conjunto de la Segunda Escolástica española se mostró en general renuente ante la posibili-
dad de surgimiento de un Estado mundial. Cfr., por todos, a Domingo de Soto, Relectio De Domi-
nio, n° 29; editada por Jaime Brufau Prats en Relecciones y Opúsculos, vol. I, Salamanca 1995.
Potestad política y comunidad perfecta 139
entre las comunidades políticas del orbe, desarrollo a su vez nutrido por
un derecho natural de perspectiva metafísica.40
Resumen
40
Milan Komar, op. cit., pp. 176ss.
Contemplata aliis tradere.
La docencia como vocación
La primacía de la contemplación
haber teoría en pleno sentido, sólo es realizable como actitud cuando se considera
el mundo como creación”.
Por otra parte, la contemplación es también el fin último del hombre.
En efecto, no cabe duda de que en esta vida precisamos de la acción a fin
de proveernos de los bienes necesarios para vivir, de ordenar nuestra
vida social, y de colaborar con los demás en la búsqueda del bien común.
Sin embargo, estamos llamados a encontrar nuestra plenitud y máxima
felicidad en la realización de aquella operación superior del espíritu que
nos pone en contacto con la infinita riqueza del ser, y en última instancia
del Ser Infinito.
San Agustín
María, sentada a los pies del Señor y atenta a su palabra, es una bella imagen
de este gozo. Libre de toda ocupación y absorta en éxtasis contemplativo de la
Verdad, en la medida en que es posible en esta vida, prefigura nuestro estado
futuro en la eternidad. Mientras Marta, su hermana, está atareada en útiles
menesteres, buenos, sí, y necesarios, pero transitorios, pues les ha de suceder
un dulce descanso, María reposa en la palabra del Señor.
Josef Pieper, El ocio y la vida intelectual, Rialp, Madrid 19743, p. 190.
Cfr. San Agustín, De Trinitate XIII, 1, 1 y I, 8, 17. En este último pasaje encontramos significativas
referencias a Hechos 15, 9 y a Mt. 5, 8.
La docencia como vocación 143
No afirma que la parte de Marta sea mala, pero llama óptima a la de María, que
no le será quitada. La de Marta, al servicio de la indigencia, terminará cuando
termine la misma indigencia. El premio del obrar bien transitorio es el descanso
permanente.
No debe uno, por ejemplo, estar tan libre de ocupaciones que en su mismo
ocio no piense en la utilidad del prójimo, ni tan ocupado que ya no busque la
contemplación de Dios. (…) Por eso el amor a la verdad busca el ocio santo, y
la necesidad del amor acepta el trabajo justo. Si nadie nos impone esta carga,
debemos dedicarnos al estudio y la contemplación de la verdad; si en cambio se
nos impone, debemos aceptarla por la necesidad del amor. Pero incluso entonces
no debe abandonarse del todo la delectación de la verdad, no sea que, privados
de aquella suavidad, nos oprima esta necesidad.
Santo Tomás
San Agustín, De Trinitate I, 10, 20. En la traducción nos servimos libremente de la edición bilin-
güe de la B.A.C. (Madrid 1948), con algunas modificaciones nuestras.
Cfr. San Agustín, De Trinitate XII, 13, 21.
San Agustín, De Civitate Dei XIX, 19.
144 Héctor J. Delbosco
Si, pues, el espíritu, por lo que al hombre se refiere, es un atributo divino, una
existencia conforme al espíritu será, por relación a la vida humana, verdade-
ramente divina.
No hay, pues, que prestar atención a las personas que nos aconsejan, con el
pretexto de que somos hombres, no pensar más que en las cosas humanas y, con
el pretexto de que somos mortales, renunciar a las cosas inmortales. Sino que,
en la medida de lo posible, debemos hacernos inmortales y hacerlo todo para
vivir en conformidad con la parte más excelente de nosotros mismos, pues el
principio divino, por muy débil que sea en sus dimensiones, aventaja con mucho
a cualquier otra cosa por su poder y su valor.
S. Th. II-IIae, 182, 1, c. La cita del Filósofo corresponde al L. X de la Ética a Nicómaco, c. 7 y 8 (Bk
1177 a12 y ss.).
Loc. cit., cap. 7, versión castellana de F. de P. Samaranch (Madrid 1964) p. 1306.
La docencia como vocación 145
Contemplar y transmitir
Lucas 10, 41-42.
S.Th. II-IIae, 182, 1, ad 3m.
10
S.Th. II-IIae, 180, 4, c.
146 Héctor J. Delbosco
Debe decirse que las obras de la vida activa pueden ser de dos tipos: unas que
brotan de la plenitud de la contemplación, como la docencia y la predicación.
[…] Y éstas son preferidas a la simple contemplación. Pues así como es mejor
iluminar que tan sólo brillar, así también mejor que sólo contemplar es trans-
mitir a otros lo contemplado.11
Contemplata aliis tradere es la atinada fórmula que expresa esa tan ar-
mónica combinación, particularmente proporcionada a la vida humana
itinerante en este mundo, y que no queda por cierto limitada a las diversas
formas de vida consagrada. Vale la pena remarcar que la expresión elegida
subraya que la excelencia de esta actividad se funda en el hecho de que bro-
ta de la plenitud de la contemplación, constituyendo una suerte de extensión
o irradiación de la misma. Porque también en este campo puede aplicarse
el principio metafísico de la difusividad del bien: el ejercicio de la vida
teorética constituye una experiencia tan plenificante para el hombre, que
tiende naturalmente a compartirla con los demás. Por otra parte, se podría
agregar que además de surgir de la contemplación, también se ordena a
ella, en la medida en que su finalidad es promover en quien escucha y
aprende el deseo y la práctica de la contemplación.
11
S.Th. II-IIae, 188, 6, c. El texto continúa: “Las otras obras de la vida activa son las que consisten
íntegramente en la ocupación exterior […] Y éstas son inferiores a las obras de contemplación, salvo en
ciertas situaciones de necesidad.”
La docencia como vocación 147
tual mayor y más perfecto que el de la búsqueda o aún que el del hallazgo.
Es por eso que la importancia indudable que tiene la investigación dentro
de una universidad no puede ser cuestionada, pero tampoco debe llevar a
postergar o disminuir la importancia de la docencia, que nunca dejará de
ser un componente esencial e insustituible de la vida universitaria.
No hace muchos años, un prestigioso investigador y académico argen-
tino se quejaba de la abusiva insistencia con la que hoy se proclama a la
investigación como misión fundamental de la Universidad, descuidando
o incluso menospreciando la tarea de enseñar. Y hacía notar
Por cierto, y con esto entramos en otro aspecto que merece algunas
consideraciones, la enseñanza puede ser realizada por distintas vías, entre
ellas también la de los escritos y publicaciones. Son éstos medios valiosísi-
mos de transmisión del saber, que tienen ventajas innegables: por empezar,
la posibilidad de llegar a un público mucho más amplio, extendiendo su
alcance en el espacio y en el tiempo –más todavía hoy, en que las publicacio-
12
Jorge Bosch: Universidad e investigación. Artículo publicado en el diario la nación el 5 de julio
de 2001. El autor presenta, entre otros antecedentes, el de ser rector de la Universidad Caece;
miembro de número de la Academia Nacional de Educación y correspondiente de la Academia
Nacional de Ciencias de Buenos Aires; profesor consulto de la Universidad Nacional de La Plata.
Cfr. también el excelente artículo de Alasdair Macintyre: “Catholic Universities – Dangers, Hopes,
Choices”; está en: “Higher learning and Catholic Traditions”, (ed.) R. Sullivan, Univ. of N. Dame,
Indiana 2001.
148 Héctor J. Delbosco
nes no se limitan a las formas propias del papel impreso, sino que adoptan
también nuevas modalidades, como las electrónicas y digitales. Además,
constituyen un medio apto para evaluar con cierta objetividad al mismo
profesor universitario. Por otra parte, las expresiones fijadas para su publi-
cación suelen permitir una precisión y un orden más difíciles de alcanzar
en la transmisión oral. Sin embargo, esta última tiene también ventajas
evidentes, que la hacen irreemplazable: el contacto directo con los alumnos
permite la transmisión en vivo de la experiencia personal de quien enseña,
lo que enriquece vitalmente el aprendizaje; y permite también la interacción
entre docente y alumnos, abriendo de este modo la posibilidad de convertir
la enseñanza en un verdadero magisterio, capaz de orientar y acompañar a
los alumnos de un modo más personal, incluso individualizado.
Por todo esto, sería un error el que, en el afán por subrayar la impor-
tancia de los escritos y publicaciones en la vida académica, se termine por
disminuir el valor de la enseñanza oral, y la tarea docente en general. Al
respecto, y teniendo presente las especiales circunstancias que motivan
el presente escrito, me voy a permitir citar un pasaje de un autor del siglo
XV, que bien puede aplicarse a nuestro tema, con todas las adaptaciones
que el caso requiere. Se trata de un capítulo de aquella obra en la que el
Cardenal Bessarión (1406-1472), asumiendo la defensa de Platón, responde
a su contemporáneo Jorge de Trebisonda. Éste había publicado un volumen
en el que, con la finalidad de exaltar y promover la filosofía de Aristóteles,
atacaba desde múltiples ángulos la figura y las enseñanzas de Platón. Así,
entre sus diversas críticas, aducía que éste no había escrito verdaderos
tratados de las distintas disciplinas filosóficas, como sí lo había hecho en
cambio su discípulo Aristóteles, lo cual demostraba, a su juicio, la indis-
cutible superioridad de éste.
Más allá de lo controvertible de la misma afirmación –que en todo caso
hubiera sido algo más comprensible si se hubiera referido a Sócrates, pero
no a Platón– la respuesta de Bessarión se desarrolla de una manera muy
original. En primer lugar, acepta que, en lo que hace a las cuestiones más
elevadas y sagradas de la filosofía, Platón ha escrito más bien poco y casi
siempre en forma enigmática. Pero eso lo ha hecho intencionadamente,
pues consideraba que en estos temas no conviene divulgar de forma indis-
criminada las verdades profundas. La razón es que la comprensión de ellas
requiere un previo trabajo de preparación interior, algo así como roturar el
terreno del alma y limpiarlo de obstáculos y de mala semilla, para que así
pueda brotar en él y crecer con más fuerza la semilla de la verdad. Y este
trabajo de preparación interior, tarea verdaderamente artesanal, sólo puede
hacerse con la guía de un maestro que vaya conduciendo personalmente al
La docencia como vocación 149
¿O acaso tú consideras que aquellos que en nuestra época han escrito muchas
cosas, ciertamente, pero de manera inexperta e inepta, por ello son más doctos
que aquellos grandes y sapientísimos varones, porque de ellos no queda ninguna
obra escrita? En muy alta estima estarían el descaro y la ligereza, si así fuese;
pero la verdad está muy lejos de allí.14
A modo de conclusión
Si es verdad que, a todos los niveles, una persona educa mucho más
por lo que es que por lo que dice, entonces la enseñanza oral y presencial
tiene un papel importantísimo e irreemplazable en la formación universi-
taria. Ella permite, en la relación personal profesor-alumno, transmitir el
testimonio vivo del saber: en otros términos, permite transmitir el saber
no como una mera enumeración abstracta de juicios acerca de un tema
determinado, sino como experiencia vital de una persona, como verdad
encarnada que ayuda a su vez a que el alumno la reciba y asimile de la
misma manera.
Si es verdad, también, que el verdadero crecimiento es favorecido y pro-
movido cuando hay una verdadera autoridad –auctoritas, es decir, alguien
13
Bessarionis, In Calumniatorem Platonis, I, 2, 7. Editado por Ludwig Mohler (Paderborn 1967).
14
Ibidem, I, 2, 8.
150 Héctor J. Delbosco
Héctor J. Delbosco
Universidad Católica Argentina
Resumen
Este trabajo fue pensado como un homenaje al profesor Courrèges, quien ejerce la docencia
universitaria como la auténtica vocación de su vida. Con este objetivo, comienza haciendo una
referencia a la primacía de la contemplación como una enseñanza común de los grandes au-
tores clásicos, tanto de la filosofía griega como de la tradición cristiana, especialmente de San
Agustín. Partiendo de esta base, Santo Tomás subraya la excelencia de la misión de enseñar,
que consiste en transmitir a otros los frutos de la propia contemplación. De aquí la nobleza de
la vocación docente, parte esencial de la vida universitaria. Hoy se suele resaltar la importancia
de la investigación y las publicaciones como manifestaciones prioritarias de la vida académica.
Sin negar su real valor, esto no nos debe llevar a menospreciar el ejercicio de la enseñanza, tarea
irreemplazable del verdadero universitario.
Dios, el filósofo
(una “osadía” de Hildegarda de Bingen)
Hildegardis Scivias. Ed. Adelgundis Führkötter O.S.B. collab. Angela Carlevaris O.S.B., Brepols,
Turnhout 1978. (CCCM 43-43a).
In uisione etiam uidi quod primus liber uisionum mearum Sciuias diceretur, quoniam per uiam uiuentis
luminis prolatus est, non de alia doctrina. (Carta 103r –Primera carta de Hildegarda de Bingen a
Guiberto de Gembloux–, año 1175, p. 263. En: Hildegardis Bingensis, Epistolarium. Ed. Lieven van
Acker, Brepols, Turnhout 1991-93. (CCCM 91-91a), pp. 258-265).
Schipperges, Heinrich, The World of Hildegard of Bingen. Her Life, Times and Visions. Transl. by John
Cumming. The Liturgical Press, Collegeville, Minnesota 1998, p. 15.
152 Azucena Adelina Fraboschi
de autoridad frente a una razón dialéctica que pugnaba por abrirse paso,
cada vez más, incluso en el saber teológico (que resultaba así equiparado
a las artes liberales). Es en este ámbito que se inscribe la famosa polémica
entre San Bernardo y Abelardo, y también las impugnaciones y las conde-
naciones promovidas por San Bernardo y por Guillermo de Saint-Thierry
contra Gilberto de Poitiers, Guillermo de Conches y otros. No faltó en la
actitud de los cistercienses cierta reacción ante la novedad aristotélica,
aportada y trabajada por los pensadores árabes y judíos, y también ante la
literatura amorosa de la época, que comienza a instalarse en algunas es-
cuelas como la de Orléans. La filosofía, ya sea entendida como un método
de trabajo, ya sea como la aplicación generalizada de conceptos y catego-
rías propios de ese saber a todo saber (y específicamente a la teología), fue
resistida –o muy desconfiada al menos– también por maestros de diversos
ámbitos religiosos.
Hildegarda, religiosa benedictina y también muy vinculada a los
monasterios cistercienses, no fue ajena a tales recelos, que toman la
forma de franca y decidida advertencia en más de una de sus cartas.
Sin embargo, en una visión de ésta su primera obra, y en una carta de
1173 –es decir, próxima ya al fin de su vida (1179)–, hemos encontrado
una actitud más matizada, y hasta podríamos decir equilibradamente
valorativa de la filosofía. La visión de Scivias a que hacemos referencia
es la segunda de la primera parte, y trata de la creación y la caída del
hombre. Primeramente la abadesa describe lo que ha visto y oído para
luego trabajar el texto frase por frase, dando la interpretación alegórica
del mismo y a continuación una enseñanza de carácter práctico moral
que se desprende del mismo. Tal era el modo como se realizaba la lectio
medievalis, y bien lo sabía Hildegarda en la práctica cotidiana de la for-
mación de sus religiosas. Pero la explicación no siempre era lineal, pues a
menudo la lectio monástica –difiriendo en esto de la escolástica–, llevada
por alguna reminiscencia y en uso de la libertad que tiene el monje en
relación con el estilo de su composición –no está frente a una pieza de
retórica, y tampoco se trata del rígido esquema de una quaestio escolás-
tica, sino de una efusión del corazón que ama, o de la comunicación de
la Palabra de Dios para la conversión del corazón, o de la búsqueda del
propio camino, o de muchas otras formas de lo que, finalmente, es un
diálogo vivo con Dios–, iba adonde la llevaba el divino soplo del Espíritu
Santo, apartándose del tema central.
Y así, en la glosa de una frase que se encuentra casi al final de la visión:
“[...] y todos los elementos del mundo, que primero habían estado en una
154 Azucena Adelina Fraboschi
Et sic post ruinam hominis eleuatae sunt plurimae uirtutes in caelo fulgentes, uelut est humilitas regina
uirtutum, quae in uirgineo partu floruit, et ut etiam ceterae uirtutes quae electos Dei ad caelestia perdu-
cunt. (Scivias 1, 2, 31, p. 34).
Dios, el filósofo 155
Dominus qui sine taedio in multo studio hortum facere uult, primitus aptum locum eiusdem horti ponit,
ac deinde locum cuiusque plantationis disponens, fructum bonarum arborum atque utilitatem, saporem,
odorem et bonam famam diuersorum aromatum in eo considerat. Et sic idem dominus, magnus philosophus
et profundus artifex exsistens, quamque plantationem suam in eo disponit ut bene discerni in utilitate sua
possit; ac deinde excogitat quanta munitione eum circumdet, ut nullus inimicorum suorum plantationem
eius dissipare ualeat. Tunc etiam pigmentarios suos constituit, qui eundem hortum rigare sciant et qui
fructum eius colligant et exinde diuersa pigmenta faciant. Quapropter, o homo, diligenter considera quia
si dominus ille praeuidet quod hortus suus nullum fructum nec ullam utilitatem proferens destruendus
est, quare tunc tantus philosophus et tantus artifex hortum illum in tam magno studio et in tam magnis
laboribus facit, plantat, rigat et munit? Audi igitur et intellege! Deus, qui sol iustitiae est, splendorem suum
super lutum quod praeuaricatio hominis est misit, et splendor ille in multa claritate resplenduit, quoniam
lutum illud ualde foedum fuit. Sol enim in sua claritate effulsit et lutum in sua foeditate putruit; unde sol
maiori dilectione a uidentibus amplectebatur quam si lutum ei oppositum non esset. Sed sicut lutum ad
similitudinem solis foedum est, sic etiam transgressio hominis ad iustitiam Dei iniqua est; unde iustitia
quia pulchra est diligenda est, et iniquitas quoniam foeda est abicienda est. In hanc foeditatem cecidit ouis
huius domini, qui talem hortum plantauerat. Sed ouis haec eidem domino non propter ignauiam eius, sed
per consensum eiusdem ouis ablata est; quam postea idem dominus in multo studio et iustitia requisiuit.
Quapropter tunc chorus angelorum in maximo honore illuminatus est, cum hominem angeli in caelo
uiderent. (Ibíd., 1, 2, 32, p. 34-35).
Monastérium autem, si possit fieri, ita debet constítui, ut ómnia necessária, id est aqua, molendínum,
hortus, vel artes divérsae, intra monastérium exerceántur, ut non sit necéssitas mónachis vagándi foris,
quia omnino non expédit animábus eorum. (Sancta Regula 66, 6-7, p. 688).
156 Azucena Adelina Fraboschi
Köhler, Peter, El huerto medicinal. Tikal, Girona s/f., p. 19. (Biblioteca de Santa Hildegarda).
Dios, el filósofo 157
las estrellas brillan en su luz como si tuvieran vida. […] ¿Y cómo podría
Dios carecer de la presciencia de sus obras cuando toda su obra, luego
que ha sido revestida de un cuerpo, es completa en la actividad que le
es propia, porque la santa Divinidad misma conoció de antemano cómo
acompañarla conociéndola, comprendiéndola y sirviéndola?
[…] circumeuntem circulum cum superioribus pennis meis, id est cum sapientia, circumuolans recte
ipsum ordinaui. Sed et ego ignea uita substantię diuinitatis super pulchritudinem agrorum flammo et in
aquis luceo atque in sole, luna et stellis ardeo; et cum aereo uento quadam inuisibili uita, quę | cuncta
sustinet, uitaliter omnia suscito. Aer enim in uiriditate et in floribus uiuit, aquę fluunt, quasi uiuant, sol
etiam in lumine suo uiuit; et cum luna ad defectum uenerit, a lumine solis accenditur ut quasi denuo uiuat;
stellę quoque in lumine suo uelut uiuendo clarescunt. (Hildegardis Bingensis, Liber Divinorum Operum
I. 1, Brepols, Turnhout 1996, pp. 47-48. CCCM 92).
Et quomodo Deus prescientię suę opere uacuus esset, cum omne opus ipsius, postquam corpore induitur,
in officio, quod ei adest, plenum sit, quod ipsa sancta diuinitas sciendo, cognoscendo, ministrando sibi
adesse prescivit? (Ibíd., p. 52).
10
M. Scriptum est: Quod factum est, in ipso vita erat (Joan. I, 3, 4). In quo patet omnem creaturam
semper fuisse visibilem in Dei praedestinatione, quae postea visibilis ipsi creaturae apparuit in creatione:
ut artifex, qui vult construere domum, prius tractat quomodo velit quaeque disponere, et machina quae post
surgit in aedificio, eadem est quae prius stabat in ingenio. (Honorius Augustodunensis, Elucidarium sive
dialogus de summa totius christianae theologiae 1, 4, en Migne, J.–P. (ed.), PL 172, 1111C-D).
11
Nolite diabolicas artes sectari nec cetera figmenta quae homines in humanis contagiis philosophorum
paganorum ac haereticorum sibimetipsis adinuenerunt. (Scivias 2, 6, 27, p. 256).
158 Azucena Adelina Fraboschi
12
Quedam etiam mulier mercatrix de omni arte ad se collegit que oculis pulchra ad uidendum sunt, et
studebat ut ea ignota et mirabilia hominibus in uisu et in auditu faceret. Postea uero crystallum pulchram
et nimis puram ad ignem solis posuit, que de sole sic accendebatur quod lumen omnibus dedit, unde etiam
ipsa omnes artes suas in moderatione habuit. […] Mulier uero mercatrix philosophia exsistit, que omnem
artem instituit et que crystallum, id est fidem, inuenit, cum qua ad Deum peruenitur. (Carta 80r –al
monje Morardo–, hacia 1173, p. 182).
Dios, el filósofo 159
13
Respondens autem philosophus: «Mea, inquit, [1613A] opera hoc est inceptum, quoniam id summum est
philosophorum, rationibus veritatem investigare et in omnibus non opinionem hominum, sed rationis sequi
ducatum. (Petrus Abaelardus, Dialogus inter philosophum, Judaeum et Christianum, PL 178, 1613A).
14
[...] ad moralem tandem me contuli philosophiam, quae omnium finis est disciplinarum, et propter quam
caetera omnia praelibanda judicavi. Hic de summo bono, et de summo malo et de his quae vel beatum homi-
nem vel miserum faciunt, quoad potui instructus, statim apud me diversas etiam fidei sectas, quibus nunc
mundus divisus est, studiose scrutatus sum et omnibus inspectis et invicem collatis, illud sequi decrevi,
quod consentaneum magis sit rationi. (Ibíd.)
15
De Libera, Alain, La filosofía medieval, Docencia, Buenos Aires 2000, p. 328 (Colección “Universi
tas”, 12).
16
Vid. Leclercq, Jean, Espiritualidad Occidental. Testigos, Sígueme, Salamanca 1967, pp. 177-78
(Hinnení, 72).
160 Azucena Adelina Fraboschi
legítimo sentido a partir del uso análogo de dicho concepto –que significa
al sabio entre los hombres, en el sentido arriba declarado–: y así Dios es,
entonces, el Filósofo por excelencia, el solo Sabio, Sabiduría creadora y
ordenadora del universo, su huerto.
Resumen
En el siglo XII coexisten, no sin recelos, desconfianzas y sospechas, dos culturas: la monástica
y la escolástica, con sus perfiles netamente diferenciados y no pocas veces contrapuestos. Nada
más impensable, en dicho contexto, que la “osadía” de una religiosa: la abadesa Hildegarda de
Bingen, quien en la segunda visión de su primera obra, Scivias, llama a Dios “Filósofo”, y en una
de las cartas de su nutrido epistolario emite, a través de la imagen de una mujer comerciante de
variados objetos, una opinión valorativamente favorable a la filosofía, bien que ordenada a la
Sabiduría divina. De lo que trata este trabajo.
¿Psicologizar al hombre o rehumanizar a la psicología?
Presentación
El hombre
Es una obviedad recordar que las ciencias del hombre deben partir,
inexorablemente, de un concepto de hombre. Este marca su rumbo, tan-
162 Claudio César García Pintos
Apex espiritual
Estrato psicológico
Estrato biológico
MATERIA
espiritual
ESPIRITUAL
Psicológico
PSICOLÓGICO
biológico
BIOLOGICO
1ª Ley: Proyección
2ª Ley: Dimensionalidad
Para terminar
Resumen
Hablar de una psicología para el hombre parece redundante, casi una obviedad. Si no es “para el
hombre”, ¿para quién? Sin embargo, muchos abordajes psicológicos propuestos, nos terminan
hablando de algo diferente a aquello que podemos comprender como persona humana. En su
mayoría son reduccionismos, generalizaciones riesgosas a partir de la comprensión, honesta y
cierta, de una de las variables constitutivas de su naturaleza y/o de su dinámica. En muchos
casos vemos que “el hombre” es la proyección caprichosa de las teorías por parte de los autores.
Recortamos, estrujamos, acomodamos al “hombre” para que entre en mi teoría, y eso es todo.
Tal vez sea cierto aquello propuesto por Víktor Frankl, al decir que los reduccionismos son las
versiones modernas del nihilismo. La siguiente reflexión acerca de la importancia de tener en
claro de quién hablamos cuando hablamos del hombre, solo pretende ser una humilde partici-
pación, en este texto, que reconoce la trayectoria de un humanista.
De la novela a la historia:
libros de caballerías y toponimia americana
Cfr. M. Frenk, “Lectores y oidores. La difusión oral de la literatura en el Siglo de Oro”, en Actas
del Séptimo Congreso Internacional de Hispanistas (Venecia), Bulzoni, Roma, 1980, pp. 101-123; “Ver,
oír, leer”, en Homenaje a Ana María Barrenechea, Castalia, Madrid 1982, pp. 235-240.
Cfr. M. Bataillon, “Les patagons dans le Primaleón de 1524”, en Comptes rendus de l’Académie des
Inscriptions et Belles Lettres, 1955, pp. 165-173; “Acerca de los patagones. Retractatio”, en Filología,
1962 (VIII, 1-2), pp. 27-45.
Baste con señalar algunos títulos, apenas los más clásicos: H. Cabarcas Antequera, Amadís de
Gaula en las Indias, Instituto Caro y Cuervo, Bogotá 1992, pp. 60-106; I. A. Leonard, Los libros del
conquistador, FCE, México 1979, pp. 17-128; I. Rodríguez Prampolini, Amadises de América. La haza-
ña de Indias como empresa caballeresca, Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos,
Caracas pp. 79-165; M. J. Lacarra – J. M. Cacho Blecua, Lo imaginario en la conquista de América,
Comisión Aragonesa Quinto Centenario, Zaragoza 1990, passim; A. Cioranescu, “La conquista
de América y la novela de caballerías”, en Estudios de literatura española y comparada, Universidad
de La Laguna, 1954, pp. 29-46; P. Chaunu, “Les Romans de chevalerie et la conquête du Nouveau
Monde”, en Annales: Économies, Sociétés, Civilisations, 1955 (10), pp. 216-228; J. Filgueira Valverde,
“Influencia de la literatura caballeresca en los conquistadores y en los cronistas de Indias”, en
Enseñanza Media, 1959 (37), pp. 213-226; M. Hernández y Sánchez Barba, “La influencia de los
176 Javier Roberto González
libros de caballerías sobre el conquistador”, en Estudios Americanos, 1960 (XIX, 102), pp. 235-256;
A. Sánchez, “Los libros de caballerías en la conquista de América”, en Anales Cervantinos, 1958 (7),
pp. 237-260; R. Schevill, “La novela histórica, las crónicas de Indias y los libros de caballerías”,
en Revista de las Indias, 1943 (59-60), pp. 173-196.
B. Díaz del Castillo, Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, Edición de Carmelo
Sáenz de Santa María, Introducción y notas de Luis Sáinz de Medrano, Planeta, Barcelona 1992,
p. 248.
Cfr. I. A. Leonard, Los libros del conquistador, pp. 101-412.
De la novela a la historia 177
Cfr. M. J. Lacarra – J. M. Cacho Blecua, Lo imaginario en la conquista de América, passim; I. Leonard,
Los libros del conquistador, pp. 17-77; I. Rodríguez Prampolini, Amadises de América, pp. 79-165.
178 Javier Roberto González
Cfr. I. A. Leonard, Los libros del conquistador, pp. 42-43.
“Como quedó expuesto anteriormente, en los libros de caballería existían dos factores sus-
tantivos: el héroe y el ambiente en que tal héroe se mueve. Estos dos factores determinan dos
vertientes o campos de influencia del género sobre el conquistador: por una parte, y como una
derivación del influjo heroístico, una aprehensión en virtud de la cual el conquistador asimila
la mentalidad –entendida como reacción ante la vida– del héroe de ficción; es decir, el conquis-
tador, asimila e integra en su propia personalidad un conjunto de ideales que veíamos como
caracterizadores del mundo moral del caballero medieval, nuevamente tratados en el género
caballeresco sub specie burguesa; en segundo lugar, en estrecha conexión con el ambiente que, en
los libros caballerescos, rodeaba al héroe, existe una configuración previa de fantasía y maravi-
llosismo en torno al paisaje y a las posibilidades de las Indias; la formación de los mitos, de los
que todavía está por hacer[se] un estudio sociológico, debe considerarse medularmente sujeto
a este profundo sentido configurativo subyacente en los libros caballerescos.” (M. Hernández y
Sánchez Barba, “La influencia de los libros de caballerías sobre el conquistador”, pp. 254-255).
De la novela a la historia 179
Sabed que a la diestra mano de las Indias ovo una isla llamada Califor-
nia mucho llegada a la parte del Paraíso terrenal, la cual fue poblada de
mugeres negras sin que algún varón entre ellas oviesse, que casi como
las amazonas era su estilo de bivir; estas eran de valientes cuerpos y
esforçados y ardientes coraçones, y de grandes fuerças [...]. E algunas
vezes que tenían pazes con sus contrarios, mezclávanse con toda segu-
rança unos con otros y avían sus ayuntamientos, de donde se seguía
quedar muchas dellas preñadas; y si parían hembra guardávanla, y si
varón luego era muerto. La causa dello, según se sabía, era porque en
sus pensamientos tenían firme de apocar los varones en tan pequeño
número que sin trabajo los pudiessen señorear [...].
Sigue diciendo Montalvo que esta isla California, gobernada por la her-
mosa reina Calafia, estaba poblada de numerosos grifos, y que éstos eran
metódicamente cebados por las amazonas en los varones que cautivaban
y en los hijos de este sexo que les nacían; incluso cuando los grifos estaban
hartos y no deseaban ya esa carne, caían sobre los indefensos varones, los
tomaban entre sus garras y, tras pasearlos por los aires, los dejaban caer
(p. 728). Quien viaje hoy a Sacramento, capital del estado norteamericano
de California, podrá ver en el edificio del Senado estadual un mural titu-
lado El nombre de California, de Lucile Lloyd, que rinde expreso tributo a
la fuente montalviana del nombre; en él se observa a Calafia entronizada
con sus atributos regios y, en una interesantísima muestra de sincretismo y
anatopismo, ataviada de maya. Se ignoran las fechas exactas de redacción
y primera edición de las Sergas, pero sí consta la existencia de una edición
sevillana en 1510, la más antigua de que se tenga noticia; cuando en 1533
Ortuño Ximénez bautiza la península californiana en América, lo hace
mediante el nombre de Isla de Santa Cruz, pero en 1542 Juan Rodríguez
Cabrillo ya le adjudica en su diario de navegación el nombre actual; de la
mano y la pluma de Francisco López de Gómara y su Historia General de
las Indias, de 1552, la denominación se divulgó y acabó imponiéndose en
forma definitiva.10 Pero la California de Montalvo y sus belicosas poblado-
G. Rodríguez de Montalvo, Sergas de Esplandián, Edición, introducción y notas de Carlos Sainz
de la Maza, Castalia, Madrid 2003, pp. 727-728.
10
Cfr. M. J. Lacarra – J. M. Cacho Blecua, Lo imaginario en la conquista de América, pp. 97-98; M.
R. Lida de Malkiel, “Fantasía y realidad en la conquista de América”, en Homenaje al Instituto de
Filología y Literaturas Hispánicas Dr. Amado Alonso, en su cincuentenario (1923-1973), Buenos Aires
1975, pp. 210-220; M. de Riquer, “California”, en Homenaje al profesor Antonio Vilanova, Universidad
de Barcelona, 1989, vol. I, pp. 581-599.
180 Javier Roberto González
11
M. R. Lida de Malkiel, “Fantasía y realidad en la conquista de América”, p. 217.
12
M. J. Lacarra – J. M. Cacho Blecua, Lo imaginario en la conquista de América, p. 99.
13
A. Pigafetta, Primo viaggio intorno al globo terracqueo, Ed. Carlo Amoretti, Biblioteca Ambrosiana,
Milano 1800, p. 32. En realidad, el texto que hoy conocemos no es el que Pigafetta fue redactando,
en su italiano materno, durante la expedición, y que a su regreso a España entregó al emperador
Carlos V a pedido de éste, sino una reconstrucción posterior y resumida de ese original, que de
todos modos fue realizada por el mismo Pigafetta y, también, en italiano.
De la novela a la historia 181
14
“[...] dicen que los hay de trece palmos, estatura grandísima, y que tienen disformes pies, por
lo cual los llaman patagones” (F. López de Gómara, Historia General de las Indias, en Historiadores
Primitivos de Indias, BAE, Madrid 1877, vol. XXII, pp. 155-294; 214).
15
“[...] este nombre patagón fue a disparate puesto a esta gente por los chripstianos, porque tie-
nen grandes pies; pero no desproporçionados, segund la altura de sus personas, aunque muy
grandes más que los nuestros” (G. Fernández de Oviedo y Valdés, Historia General y Natural de las
Indias, 14 vols., Guaranía, Asunción 1944, vol. IV, p. 207).
16
“Pata significa colina, collado; y cuna o más bien gunya, es la partícula disfija característica de
los plurales quichuas: patagunya significa las colinas o más bien los campos ondulados” (V. F. López,
“Geografía Histórica del Territorio Argentino”, en La revista de Buenos Aires, 1869 (XX, vii, 80),
pp. 608-640; 618).
17
Clements Markham retoma el análisis de López para corregirlo levemente, y señala que pata
debe entenderse como ‘grada’, ‘escalón’, y por lo tanto el topónimo Patagonia significa ‘tierra en
forma de mesetas’ (Apud. J. Imbelloni, La segunda esfinge indiana. Antiguos y nuevos aspectos del
problema de los orígenes americanos, Hachette, Buenos Aires 1956, p. 349).
18
La interpretación de Storni es la más antojadiza y estrafalaria, pues termina proponiendo una
etimología que puede, según libre preferencia del receptor, incluir o excluir una –i–, y correspon-
der tanto al quichua cuanto al aymará: “La voz [Patagonia] es indudablemente Kechua [...]. Inter-
pretación: Pata = Poyo, o sea lugar elevado; Ribera, o sea orilla del mar (abarca estos conceptos el
vocablo). Ko = Agua. N = Partícula usada, indica el lugar en donde se hace o suceden las cosas. I =
Luz, raíz fundamental. Au = Espacio, tierra [...]. Sería algo así como tierra de alturas, de mucha luz, con
riberas sobre el mar. Ensayaré la misma voz en homenaje a las posibilidades, pero no a la realidad,
suprimiendo la I, es decir eso de la luz, y así tenemos: PATAKONAU y PATAKONIAU. Queda
a voluntad del lector la decisión sobre una u otra [...]” (J. S. Storni, Interpretación de algunas voces
indígenas, La Raza, Tucumán, 1939, p. 6). “He dicho que considero el vocablo Patagonia de origen
Kechua, pero es el caso que en Aymará se encuentran las mismas voces representativas: Pata =
Poyo o gradas, vale decir, alturas y ‘planos inclinados’ a las orillas del mar. Patapata = Gradas.
Patarana = Andenes de los cerros, naturales o artificiales. Así lo expone Bertonio, que es un guía,
y de este modo, sin que se complique el sentido de mi conclusión, queda en pie el interrogante,
el origen de la voz que yo he aceptado Kechua, y considero bien ajustada a la geografía y demás
aspectos patagónicos” (Ibid., p. 7).
19
“La palabra Patagonia, que es de muy definida índole pampa, expresa, en la concisión caracte-
rística de esta lengua, la braveza de las costas o la manera como habrán caído al territorio sus
poblaciones primeras, rotas por el naufragio. Pa, la partícula que indica la idea de venir, y thagon,
que significa quebrarse, romperse, despedazarse, podría sintetizarse en la frase Costa Brava o
algo parecido” (M. J. Olascoaga, Topografía andina, Peuser, Buenos Aires 1901, p. 94).
20
“Algunos [...] quieren derivar patagón de la lengua pampa, en la cual pa indica la idea de venir,
y thagón la de quebrarse, romperse, despedazarse. Según esto, patagón significaría el que llega
destrozado, y Patagonia, tierra rota, despedazada por las violentas conmociones seísmicas ocurri-
das en remota antigüedad” (P. Pastells, El descubrimiento del Estrecho de Magallanes, Rivadeneyra,
Madrid 1920, vol. I, p. 67, n. 1).
182 Javier Roberto González
21
“Los números en Patagón son, los 10 primeros, propios de esta lengua, los de cien por arriba
pertenecen a los Quichuas. Entonces este pueblo tuvo relación con los Quichuas, y más fácilmen-
te estaba bajo el dominio de éstos; entonces los Incas a cada tribu imponían el deber de dar cien
hombres de armas, o los patagones habían sido divididos en tantos grupos de cien familias; eran
entonces centurias, como los pueblos del Norte de Europa bajo el dominio de los romanos. En
Quichua cien es pátak, los patagones tienen nombre Aóniken; pátak-aóniken, o centuria de aóniken era
fácilmente el nombre que llevaban las tribus de los indios vistos por Magallanes; de éste corrom-
pido y alterado vino el nombre [patagones] que tanto me trastornó” (C. Spegazzini, “Costumbres
de los patagones”, en Anales de la Sociedad Científica Argentina, 1884 (XVII), pp. 221-240; 222).
22
Cfr. P. Groussac, “Toponymie historique des côtes de la Patagonie”, en Anales de la Biblioteca,
1912 (VII), pp. 387-425; 416-417.
23
“Admito, pues, como probable, que Magallanes, para expresar sintéticamente y con justeza
la opinión que le merecieron los autóctonos de costumbres tan primarias, haya necesitado el
auxilio de un vocablo de su idioma nacional, pero dándole un sentido traslaticio, dijese: Patacões,
acordando pluralidad al sustantivo patacão. Si así fuera, Magallanes habría logrado conseguir un
término cabal y definitivo de su pensamiento. En tiempos de Don Juan III [de Portugal] (1521-
1557) conocíase con ese nombre una moneda de cobre del valor de diez reis. En España llamaban
patacón a otra igual del mismo metal, que valía dos cuartos u ocho maravedíes [...]. Conforme a
esta hipótesis, el presunto gentilicio original Patacões tendría este significado: ‘gente o indios de
escaso valer’, un puñado de cobre vil amonedado” (L. S. M. Deodat, “Alrededor del topónimo
Patagonia”, Separata del Suplemento del Nº 24 de Patagonia, Boletín de la Casa de la Patagonia,
Talleres Gráficos Continental, Buenos Aires 1955, p. 27).
24
Cfr. M. R. Lida de Malkiel, “Para la toponimia argentina: Patagonia”, en Hispanic Review, 1952
(XX, 1), pp. 321-323. Ya José de Perrot había publicado en 1908, en la revista Studi di Filologia
Moderna, un artículo que no hemos podido localizar, y de cuya existencia sabemos por apare-
cer citado en la bibliografía de y sobre libros de caballerías de D. Eisenberg y M. C. Marín Pina
(Bibliografía de los libros de caballerías castellanos, Prensas Universitarias, Zaragoza, p. 411 [entrada
De la novela a la historia 183
1965]), titulado “Il ‘Gran Patagone’ nel Primaleone e nei Libri di Viaggio di Pigafetta”. A juzgar por
este título, Perrot se habría adelantado casi en medio siglo a la feliz intuición de Lida; en todo
caso, su trabajo no aparece citado ni comentado por ninguno de los estudiosos del tema, quienes
consideran unánimemente a Lida responsable del hallazgo.
25
Cfr. Primaleón (Salamanca, 1512), Edición de M. C . Marín Pina, Centro de Estudios Cervantinos,
Alcalá de Henares 1998, caps. cxxxiii-cxxxviii, clxiii y clxxxix; pp. 320-338, 402-404 y 475-477.
184 Javier Roberto González
26
Dada la problemática accesibilidad de la edición italiana de Amoretti, puede recurrirse a la
traducción de Federico Ruiz Morcuende: A. Pigafetta, Primer viaje en torno del globo, Espasa Calpe,
Buenos Aires, 1943, pp. 56-59.
27
Hemos dedicado al análisis y la interpretación del topónimo Patagonia y el etnónimo patagones,
en relación con sus fuentes caballerescas y su proyección ulterior en el imaginario de la historia
argentina, más demorados estudios a los que remitimos para mayores precisiones: J. R. González,
Patagonia-patagones: orígenes novelescos del nombre, Subsecretaría de Cultura de la Provincia del
De la novela a la historia 185
Chubut, Rawson 1999; “Realidad y deseo detrás de un bautismo: Magallanes y los patagones”,
en Unidad y diversidad en América Latina: conflictos y coincidencias, Universidad Católica Argentina,
Buenos Aires 2000, vol. I, pp. 55-69; “Reflexiones sobre una metáfora fundante: Patagonia-patago-
nes”, en El humanismo indiano. Letras coloniales hispanoamericanas del Cono Sur, Universidad Católica
Argentina, 2005, pp. 129-140.
28
Cfr. J. R. González, “Mal Hado – Malfado. Reminiscencias del Palmerín de Olivia en los Naufragios
de Álvar Núñez Cabeza de Vaca”, en Káñina. Revista de Artes y Letras de la Universidad de Costa
Rica, 1999 (XXIII, 2), pp. 55-66.
29
Cfr. A. Núñez Cabeza de Vaca, Naufragios, Edición, introducción y notas de Roberto Ferrando,
Cambio 16, Madrid 1992, p. 64. Todas nuestra remisiones a la obra refieren las páginas de esta
edición.
30
Remitimos a: El libro del famoso e muy esforçado cavallero Palmerín de Olivia, Testo critico a cura di
Giuseppe Di Stefano, Università di Pisa, 1966.
186 Javier Roberto González
Resumen
El artículo examina las razones de la identificación vital entre el personaje literario caballero
andante y el actor histórico conquistador/colonizador a la luz de la gran aceptación de los libros de
caballerías como lectura favorita de los primeros exploradores y pobladores americanos, quienes
trasladaron al nuevo espacio geográfico, en forma apriorística y utópica, los moldes culturales
ficcionales de cuño hiperbólico y maravilloso que les proporcionaban las aventuras leídas, ge-
nerando así en América una inicial visión de sí misma más signada por la forzada adecuación
a preconcebidos patrones fantasiosos que por una correspondencia efectiva con la realidad. En
concreto, se estudian, como muestras de este proceso de adecuación de la realidad a previos
esquemas literarios de interpretación, los topónimos de origen ficcional caballeresco California
y Mal Hado (Estados Unidos), Amazonas (Brasil-Perú) y Patagonia (Argentina-Chile).
Actualidad de Santo Tomás
Después de veinte años
Para alguien que ya hace veinte años comenzaba a filosofar desde el to-
mismo con maestros como el profesor Courrèges, se presenta esta ocasión
de su homenaje como una oportunidad para un primer balance. Si bien
en realidad nunca pasé de ser un aprendiz de tomista, lo cierto es que en
mi camino filosófico siempre vuelvo a Santo Tomás en cuyo pensamiento
sigo encontrando, como en una inacabable cantera, todo tipo de objetos
preciosos.
Con Santo Tomás ocurre lo mismo que con todas las cosas grandes: ha
recibido a lo largo del tiempo toda clase de acusaciones cruzadas en los
sentidos más variados e incluso opuestos. En algún tiempo se lo acusó de
pensamiento sometido a la teología, a-crítico y basado en autoridades; hoy
se tiende a sostener que ignora la verdadera teología, que es excesivamente
racionalista y antihistórico. Pero las direcciones opuestas de estas críticas
no sólo muestran la imposibilidad de encasillar a San Tomás sino, sobre
todo, la capacidad que tiene su pensamiento de seguir proporcionando un
formidable impulso a la reflexión para los distintos tiempos y lugares.
Santo Tomás es un universo en sí mismo, y cualquier intento de tomar
de él –al modo croceano– aquello que presuntamente está vivo para des-
echar lo muerto, no haría más que violentar su pensamiento. Sin embargo,
la obligación de intentar su aprehensión como pensamiento total no impli-
ca convertir al propio filosofar en mera exégesis del autor. Por el contrario,
la mejor interpretación será siempre a la luz de los problemas del hoy de
quien piensa. El objeto muestra su luz sólo si el que lo mira se halla situado
en su propio lugar que es donde realmente se vuelve capaz de reflejarlo.
Lo que intentaré realizar en este artículo no será, pues, transmitir una
visión de Santo Tomás basada en las interpretaciones propias del debate
interno de los tomistas o de sus críticos –lo cual estaría más allá de mis
posibilidades– sino simplemente exponer algunos pocos pensamientos
que rondan la mente de alguien que cree en la importancia del papel que
puede desempeñar Santo Tomás en el presente.
190 Carlos Hoevel
Cfr. por ejemplo, Paul Ricoeur, El conflicto de las interpretaciones: ensayos de hermenéutica, FCE,
México 2003 [1969].
Actualidad de Santo Tomás 191
“Universalia, quocumque modo aggregentur, numquam ex eis fiet singulare.” I Sent., d. 36, q.
1, a. 1. “Ex causis universalibus non consequuntur nisi formae universales, si non sit aliquid per
quod formae individuentur. Ex formis autem universalibus congregatis, quotcumque fuerint,
non constituitur aliquid singulare: quia adhuc collectio illarum formarum potest intelligi in
pluribus esse.” De veritate, q. 2, a. 5.
“Esse est illud quod est magis intimum cuilibet et profundius inest, cum sit formale respectu
omnium quae in re sunt.” I, q. 8, a. 1.
192 Carlos Hoevel
I, 14, 8, ad 3.
Josef Pieper, “El elemento negativo de la filosofía de santo Tomás de Aquino”, en Creaturidad y
tradición. Tres ensayos sobre la condición creatural del hombre, Fades Ediciones, Buenos Aires 1983
[1951], pp. 29-39.
Actualidad de Santo Tomás 193
Para este tema consultar el magnífico libro de Charles Taylor, Fuentes del yo: la construcción de
la identidad moderna, Paidós, Barcelona 1996.
194 Carlos Hoevel
De hecho, un pensador tan importante sobre la subjetividad como Bergson siempre quiso dejar
en claro que su crítica no estuvo dirigida al concepto de substancia en sí mismo sino al concepto
cosista de substancia, entendida como mero soporte sin relación alguna con los accidentes, las
relaciones y el devenir. “Es –dice– como si me atribuyeran la negación del yo, a cuyo estudio
he dedicado toda mi vida. Lo que yo rechazo es un yo cosa, es decir, un yo inmóvil, y, de una
manera general, una sustancia soporte, inerte e indefinible. Pero definir la sustancia y el yo por
su movilidad misma no es negarlos, como no se negarían los temas de una sinfonía, que son
también una movilidad esencial.” Citado por Louis de Raeymaeker, Filosofía del ser. Ensayo de
síntesis metafísica, Gredos, Madrid 1968 [1945], p. 218.
“[. . .] et ideo in III De anima (comm. 15 et 17) dicitur animam esse quodammodo omnia, quia nata
est omnia cognoscere. Et secundum hunc modum possibile est ut in una re totius universo
perfectio existat.” De veritate, q. 2, a. 2.
Paul Ricoeur, Sí mismo como otro. Siglo Veintiuno, México 1996.
Actualidad de Santo Tomás 195
10
De veritate 12, 3, ad 2.
11
La idea de substancia tomista, sobre la que se basa su visión de la subjetividad y del tiempo
humanos, no es un substrato inmóvil e inerte sobre el cual se desarrollaría, sin afectarlo, un
movimiento o devenir temporal externo. A pesar de que Santo Tomás mantiene la identidad del
yo a través del tiempo, es el yo mismo –el “compuesto” o todo substancial y no sólo el cuerpo o
los accidentes –el que deviene a través del tiempo: “Cum tamen fieri non sit nisi compositi, cuius
etiam proprium est esse, formae enim esse dicuntur, non propria factione, sed per factionem
suppositorum, quae transmutantur transmutatione materia de potentia in actum.” Quodlibetum
IX, q. 5, a. 11.
12
Q. D. De anima, 13.
196 Carlos Hoevel
13
I-II, 5, ad 3.
14
II-II, 108, 2.
15
I-II, 26, 1, ad 3.
Actualidad de Santo Tomás 197
16
De malo 12, 1.
198 Carlos Hoevel
17
I-II, 92, 1, ad 3.
Actualidad de Santo Tomás 199
18
Cfr. Theodor Adorno, Dialéctica negativa, Taurus, Madrid 1986 [1966], p. 139.
19
I, 65, 1, ad 3.
200 Carlos Hoevel
sería necesariamente “un saber que no piensa”, objetivante, al que hay que
saltear como una anomalía, desarrollando el filosofar en un preguntar que
vaya más allá de todas las respuestas hasta ahora halladas. Más bien se trata
de aprovechar los aportes de la ciencia y descubrir en ellos –y sólo a partir
de ellos se puede ir luego más allá– los elementos indicadores que superan
al pensar del mero ente, propio de una perspectiva positivista.
20
“Our world has become infinitely large and each of its corners is richer in gifts and dangers
than the world of the Greeks, but such wealth cancels out the positive meaning –the totality–
upon which their life was based.” (Georg Lukács, The Theory of Novel. A historico-philosophical essay
on the forms of great epic literature, MIT Press, Cambridge Massachusetts, 1999 [1920], p. 34).
21
Sobre el proceso de decadencia del tomismo cfr. Nikolaus Lobkowicz, “What happened to
Thomism?”, en Catholic Philosophical Quarterly LXIX, 3 (1995), pp. 397-423.
Actualidad de Santo Tomás 201
Carlos Hoevel
Universidad Católica Argentina
Resumen
En este artículo el autor propone, después de veinte años de haberse iniciado en el tomismo
como alumno del profesor Courrèges, una serie de temas y problemas planteados por la filosofía
contemporánea en los que el pensamiento de Santo Tomás de Aquino mostraría su actualidad.
En tal sentido, a lo largo del artículo el autor sostiene que la filosofía de Santo Tomás contiene
elementos para responder a los desafíos actuales de un pensamiento totalizador pero no tota-
litario, de una concepción de la subjetividad abierta, histórica y rica en registros, y de una con-
cepción a la vez unitaria y plural del bien. Por otro lado, señala también la importancia que hoy
puede tener volver a Santo Tomás para un filosofar desde el ente concreto sin caer en posturas
positivistas o irracionalistas. Por fin el artículo concluye señalando la oportunidad que ofrece
en la actualidad el aparente debilitamiento del tomismo para renovar una vuelta a Santo Tomás
como fuente de orientación ante los enigmas de nuestra propia situación histórica.
¿Se puede alcanzar la verdad?
Reflexión acerca de los presupuestos epistemológicos y metafísicos
del “escepticismo”, el “relativismo” y el “realismo objetivo” como
actitudes frente al problema de la verdad
Cfr. Roger Verneaux., Epistemología General o Crítica del Conocimiento, Herder, Barcelona, 1975,
p. 29.
Joseph Gredt O.S.B., Elementa Philosophiae Aristotelico-Thomisticae, Herder, Barcelona 1961, Tomo
II, p. 60. También cfr. Roger Verneaux, op. cit., p. 136.
Cfr. Joseph Gredt, loc. cit.
Cfr. Joseph Gredt, loc. cit.
204 Marcelo L. Imperiale
Cfr. Roger Verneaux, op. cit., pp. 29 y 30.
Cfr. Roger Verneaux, p. 31.
¿Se puede alcanzar la verdad? 205
Cfr. Gianni Vattimo, Ontologia dell’attualità, citado por Teresa Oñate en el estudio introductorio
a la obra de Gianni Vattimo, La Sociedad Transparente, Paidós, Barcelona 1998, pp. 45 y 46. (los
resaltados en ambas citas son míos).
Cfr. op. cit. en el comentario de T. Oñate, p. 45.
Cfr. ibidem, p. 73.
10
Cfr. ibidem, p. 74.
¿Se puede alcanzar la verdad? 207
11
Cfr. ibidem, p. 78.
12
Cfr. ibidem, p. 80.
13
Ibidem, p. 81. El paréntesis está en el texto.
14
Ibidem, p. 82. El resaltado del texto es mío.
208 Marcelo L. Imperiale
15
Ibidem, p. 83.
16
Ibidem.
17
Ibidem, p. 84.
18
Ibidem, p. 85.
19:
Cfr. Gianni Vattimo, “Creer que se cree”, Paidós, Madrid 1996, pp. 26s.
¿Se puede alcanzar la verdad? 209
una teoría del debilitamiento como carácter constitutivo del ser en la época
del final de la metafísica”.20 En otras palabras; la emancipación consiste
en abandonar el pensamiento objetivo, el concepto de verdad absoluta y
de cosmovisión, y esta emancipación tiene lugar como consecuencia del
desarrollo histórico que nos conduce a la superación de la modernidad;
pero este desarrollo y su consecuencia, no es producto del extravío del
pensamiento, sino que se corresponde con el desarrollo del “ser”, con su
devenir; es el ser mismo el que se desobjetiva, se sustrae, se “debilita”.
La misma realidad “no es” absoluta y una. No hay verdades absolutas
sino relativas porque la misma realidad no es absoluta ni objetiva, sino
relativa. Dice Vattimo: “Si, de hecho, no se puede proseguir la crítica hei-
deggeriana a la metafísica objetivista sustituyéndola por una concepción
más adecuada del ser (pensado, pues, una vez más como objeto), hay que
conseguir pensar el ser como no identificado, en ningún sentido, con la
presencia característica del objeto. Pero esto (...) implica también que no se
puede considerar la historia del nihilismo sólo como historia de un error
del pensamiento: como si la metafísica -que identifica el ser con el objeto y,
finalmente, lo reduce a producto de la voluntad de poder- fuese algo que
afecta precisamente sólo a las ideas de los hombres (...) si se quiere pensar
que la historia de la metafísica es la historia del ser y no sólo la historia de
los errores humanos. Pero esto quiere decir que el ser tiene una vocación
nihilista, que el reducirse, sustraerse, debilitarse es el rasgo de lo que se
nos da en la época del final de la metafísica y de la problematización de
la objetividad”.21
20
Cfr. ibidem, p. 32. El resaltado me pertenece.
21
Cfr. ibidem.
210 Marcelo L. Imperiale
22
En efecto; de esto es testigo el mismo lenguaje: la primera pregunta que cabe formularnos
ante algo real pero desconocido que se nos presente es ¿qué es?, con lo que ya se presupone que
hemos captado el hecho de que se trata de un ente, es decir, que es algo que “es”, un sujeto al
que le acontece ser. Lo que desconocemos es qué tipo de ente es. Este es también el sentido de la
enseñanza de Aristóteles en cuanto a la determinación de un objeto de ciencia: en primer lugar
debe determinarse si existe y luego cuál es su naturaleza (Cfr. Aristóteles, Posteriores Analíticos,
II, 1, 89 b 23 – 35).
¿Se puede alcanzar la verdad? 211
23
“Aliquid” proviene de la elisión y crasis entre “aliud” y “quid”, lo cual orienta su significación:
“otro que”, es decir, “otro distinto que”, o sea “otro ente distinto que todo otro ente”.
24
En el artículo 3 de la Cuestión I del De Veritate, Santo Tomás demostrará con precisión que,
efectivamente la primera comparación del ente con el intelecto implica una adecuación y que
esto puede tener lugar principalmente en la segunda operación de la razón: el acto de juicio.
25
Cfr. De Veritate, q. 1, a.1, corpus. Santo Tomás, atribuye la definición formal de verdad a Isaac
Israeli. Anota al respecto Jesús García López que tal definición no se encuentra en Isaac Israeli
y que, tal vez, quien primero la propuso equivalentemente fue Avicena en su Metafísica, Tratado
1, cap. 9 (Cfr. García López, Jesús, Doctrina de Santo Tomás sobre la verdad, EUNSA, Pamplona 1967,
p. 159).
212 Marcelo L. Imperiale
26
Cfr. también en Suma Teológica I, q. 16, a. 6, corpus.
27
Cfr. De Veritate, loc. cit.
28
Cfr. Suma Teológica, II-IIae. q. 179, a. 2, corpus.
29
Cfr. De Veritate, q. 1, a. 4, corpus.
¿Se puede alcanzar la verdad? 213
30
Cfr. Distinción 19, q. 5, a. 1.
31
Cfr. Suma Teológica, I, q. 16, a. 2.
214 Marcelo L. Imperiale
A modo de conclusión
32
“Reflecta”, es decir, “vuelve sobre”.
¿Se puede alcanzar la verdad? 215
••
Marcelo L. Imperiale
Universidad Católica Argentina
Universidad del Salvador
Resumen
*
La sección II Sent. dist. 12-15 constituye el esbozo de una completa cosmología teológica en don-
de se encuentran explicitados un resumen de la doctrina de la creación (desarrollada in extenso
en el L. II, dist. 1 de esta misma obra), una teoría de la materia y de la forma, una exposición de
carácter cosmológico sobre la luz, un resumen de la organización general del cosmos supralunar
y sublunar en los ámbitos mineral, vegetal y animal, a los que se suman temáticas antropológi-
cas específicas como la relativa a la libertad del hombre frente al determinismo de los astros y
el valor del descanso humano como algo querido y proyectado por Dios.
En este trabajo reformulo ideas expuestas en la Jornada sobre: Tomás de Aquino: El Comentario a
las Sentencias de Pedro Lombardo, organizada por Fundación BankBoston-Fundación Integra el 30
de agosto de 2004.
Silvia Magnavacca, Léxico Técnico de Filosofía Medieval, Miño y Dávila, 2005, “sentencia”, 630.
Utilizaremos, de aquí en más como texto base: Tomás de Aquino, Comentario a las Sentencias de
Pedro Lombardo, Vol I/1 y Vol. II/1, ed. Juan Cruz Cruz, Eunsa, 2002-2005, edición del texto en la
que me ha correspondido traducir la sección cosmológica correspondiente al relato de la creación
(II Sent. dist. 12-15) tema del que nos ocuparemos en el presente trabajo.
218 Olga L. Larre de González
San Agustín, De div. quaest., q. 30; P.L., 740 c 19.
La cosmología teológica de S. Tomás 219
M. Colish, Peter Lombard, vol. 1-2M., Brill, Leiden-New-York-Köln 1994, I 4-10, 85-88, 152-3.
M. Grabmann, Die Geschichte der scholastischen Methode, Akademische Druck, Graz 1957, reim-
presión del original de Herder, Freiburg 1911.
J. de Ghellinck, Patristique et Moyen Âge: études d´ histoire littéraire et doctrinale, nouvelle éd. Rev.
Et auge., éd. Universal, Bruxelles 1949-1961.
M.–D. Chenu, La théologie au douzième siècle, Vrin, Paris, 1957; Introduction à l´ étude de saint
Thomas d´Aquin, Vrin, Paris, 1950.
220 Olga L. Larre de González
Ver reseña de sus conclusiones en: M. Colish, Peter Lombard, Vrin, Paris 1994, vol. 1, p. 336.
II Sent, dist. 12, Texto de Pedro Lombardo, vol. II/1, p. 366.
10
II Sent., dist. 1, Texto de Pedro Lombardo, vol. II/1, pp. 73ss.
La cosmología teológica de S. Tomás 221
11
I Sent., dist. 1. Texto de Pedro Lombardo, vol. I/1, pp. 96ss. El análisis de Tomás sobre este pa-
saje del Lombardo corresponde a: dist. 1, cuestión 2 art. 1, 108-9 y cuestión 4 art. 1, 114-5.
12
I Sent., dist. 1, Texto de Pedro Lombardo, vol. I/1, íb.
13
II Sent., dist. 12, Texto de Pedro Lombardo, vol. II/1, p. 369.
14
II Sent., dist. 12, Texto de Pedro Lombardo, vol. II/1, p. 366.
15
II Sent., dist. 12, Texto de Pedro Lombardo, vol. II/1, p. 369.
222 Olga L. Larre de González
luz de la fe. Profesa, asimismo, principios claros sobre las relaciones entre
la ciencia y la fe sosteniendo una idea fuertemente ortodoxa y simple, sin
las sinuosidades propias de un Abelardo.
16
Tomás de Aquino, Lectura romana in primum Sententiarum Petri Lombardi, ed. by +Leonard E.
Boyle, OP and John F. Boyle, Pontifical Institute of Mediaeval Studies, Toronto 2006.
La cosmología teológica de S. Tomás 223
17
Seguimos a continuación el esquema propuesto por J. Cruz Cruz en su introducción al Vol. I/1:
El misterio de la Trinidad, pp. 30-31.
224 Olga L. Larre de González
18
II Sent. dist. 2-11 (criaturas espirituales); dist. 12-15 (criatura corporal) que corresponden al
vol II/1.
19
II Sent., dist. 12, vol. II/1, p. 372.
20
II Sent., dist. 12, vol. II/1, p. 385.
21
II Sent., dist. 12, división del texto de Pedro Lombardo, vol. II/1, pp. 369-370.
La cosmología teológica de S. Tomás 225
22
Tertuliano, Adversus Marcionem, II, 5, 3. Cfr. Tomás de Aquino, Comentario a las Sentencias, Vol.
II/1, Introducción, pp. 26-7.
23
A. Hamman, “L´enseignement sur la création dans l´antiquité chrétienne”, Revue des Sciences
religieuses, 1968 (42), 1-23, pp. 97-122.
24
J. E. Eriúgena, Periphyseon I, ed. I. P. Sheldon-Williams, Dublin 1968 (1972), p. 64.
25
Pedro Lombardo, II Sent., d. 1, cuestión 1, art. 2 y 3, vol. II/1, pp. 84ss.
26
Tomás de Aquino, Pedro de Alvernia, Comentario al libro de Aristóteles sobre El cielo y el mundo,
Eunsa, Pamplona 2002, libro I, 6, pp. 108ss.
27
Sobre el estudio de los astros consultar: II Sent., dist. 15, cuestión 1, art. 1-3, vol. II/1, pp. 446-
457.
226 Olga L. Larre de González
28
II Sent., dist. 12, art. 2, vol. II/1, p. 376.
29
II Sent., dist. 12, art. 2, vol. II/1, pp. 374-8.
30
En punto a esto Santo Tomás rechaza la opinión de Agustín y de Pedro Lombardo. Establece
que se habla analógicamente del cielo con relación a los elementos. Así el cielo empíreo es se-
mejante al fuego; el cielo cristalino, es semejante al agua y tiene dos partes una diáfana y otra
opaca.
31
En esta división es posible objetar que la creación de las plantas en el tercer día no pertenece
propiamente a la obra de distinción.
32
Santo Tomás establece que hay una doble perfección: la perfección propia de la totalidad que se
posee en cuanto una realidad resulta integrada por todas sus partes esenciales. Y esto se alcanza
en el sexto día. Y la perfección propia del fin que se cumple en el séptimo día.
La cosmología teológica de S. Tomás 227
es así que, con relación al principio del universo, existe algo que perte-
nece sustancialmente a la fe, a saber que el universo que ha comenzado
por creación. Y esto todos los santos lo afirman de manera concordante.
Pero el modo y el orden conforme al cual ha sido hecho no pertenece a la
fe sino accidentalmente, en cuanto ha sido transmitida por la Escritura.
Y su verdad la salvan los santos mediante diferentes exégesis.33
33
II Sent., dist. 12, vol. II, 1, p. 376.
34
II Sent., dist. 14, art. 5, ad 8, vol. II/1, p. 437.
228 Olga L. Larre de González
••
En un tiempo como el nuestro en que la cuestión ecológica alcanzó un
alto grado de interés social y se cuidan con particular sensibilidad las re-
laciones del hombre con su entorno asistimos a una casi total desaparición
del mensaje de la creación.37 Sobre el olvido práctico de la doctrina de la
creación se podrían citar algunos ejemplos significativos. En el conocido
Neues Glaubensbuch. Der gemeinsame christiliche Glaube,38 el tema de la crea-
ción se esconde en el capítulo titulado “Historia y Cosmos”, que a su vez se
incluye en la cuarta parte del libro: “Fe y Mundo”, a la que preceden: “La
pregunta por Dios” (primera parte), “Dios en Jesucristo” (segunda parte)
y “El hombre nuevo” (3ª. Parte).
Otro ejemplo de este olvido temático podrá encontrarse en: La foi des
catholiques. Catéchèse fondamentale,39 de las setecientas páginas de esta obra
sólo se dedican cinco al tema de la creación. Se encuentran en la tercera
parte: “Una humanidad según el Evangelio” (parte 1: “Una fe viva”; parte
35
S. TH. I, q. 19, a. 3.
36
I Sent, d 18, q. 1. a. 3, vol. II/1, p. 548: “Ninguna donación es puramente liberal (…) a no ser la
operación de Dios” (“nulla datio est pure liberalis (...) nisi et operatio ipsius”).
37
J. Ratizinger, Creación y pecado, Eunsa, Pamplona 1992, p. 19.
38
Neues Glaubensbuch. Der gemeinsame christiliche Glaube, ed. J. Feiner y L. Vischer, Basel-Zürich
1973.
39
La foi des catholiques. Catéchèse fondamentale, Le Centurión, Paris 1984.
La cosmología teológica de S. Tomás 229
Resumen
El artículo presenta el contenido del relato hexameral del Libro II de las Sentencias de Pedro
Lombardo (dist. 12-15), comentado en la versión de Santo Tomás de Aquino. La sección consti-
tuye el esbozo de una completa cosmología teológica y filosófica, a las que se suman temáticas
antropológicas específicas. El mundo aparece bajo la perspectiva de la creación como una unidad
de orden, en cuanto unas cosas están referidas a otras, y todas a su creador. La aportación espe-
culativa del Aquinate en torno al tema entendemos constituye un legado para el hombre de todos
los tiempos; muy particularmente, para el hombre actual cuya actividad se ha caracterizado por
el trato y maltrato de la naturaleza bajo una gran diversidad de formas. El enfoque de la creación
como producción a partir de la nada, alcanzado desde el desarrollo de una cosmología teológica,
supone en un tiempo como el nuestro una imponente novedad no sólo frente al pensamiento
griego, sino también de interés para la especulación contemporánea.
40
La foi des catholiques. Catéchèse fondamentale, p. 356.
41
Otros ejemplos son aportado por J. Ratzinger, Creación y Pecado, pp. 19-20.
E. Gilson y el magisterio de León XIII
Lettera autografa di Paolo VI “Al venerato professore E. Gilson, figlio nostro in Gesù Cristo”,
en Un dialogo fecondo. Lettere di Etienne Gilson a Henri de Lubac, Prefazione e commento di Henri
de Lubac, Marietti 1990, p. 127.
E. Gilson. Philosophe de la chrétienté, Editions du Cerf, París 1949.
E. Gilson, El filósofo y la teología, Guadarrama, Madrid 1962, p. 220.
The Church speaks to the modern world. The social teachings of Leo XIII, edited, with an introduction
by Etienne Gilson, New York 1957. E. Gilson, El filósofo y la teología, cit., pp. 213ss.
J. Pieper, Noch wusste es niemand. Autobiographische Aufzeichnungen 1904-1945, Kösel, München
1976, pp. 102s.
E. Gilson, Pour un ordre catholique, Desclée de Brouwer, París 1934. pp. 160s.
232 Juan Andrés Levermann
17
E. Gilson (ed.), Recent Philosophy, cit., Introducción, p. V.
18
E. Gilson, Les Tribulations de Sophie, cit., p. 157.
19
E. Gilson, El filósofo y la Teología, cit., p. 226.
20
Ibidem, p. 227.
21
Ibidem, pp. 267s. The Church speaks to the modern world, cit., pp. 23s.
22
Ibidem, pp. 267s.
234 Juan Andrés Levermann
23
E. Gilson (ed.), The Church speaks to the modern world, cit. p. 24.
24
E. Gilson, El filósofo y la Teología, cit., p. 216.
25
E. Gilson (ed.), The Church speaks to the modern world, cit. pp. 6s.
26
E. Gilson (ed.), From Hegel to the present, cit., p. 344.
E. Gilson y el magisterio de León XIII 235
del Papa presuponía una cierta concepción filosófica y religiosa del mundo
y a la cual constantemente se refiere, explícita o implícitamente”.27
27
Ibidem, p. 340.
28
E. Gilson (ed.), The Church speaks to the modern world, cit., pp. 6-20.
236 Juan Andrés Levermann
Por este motivo León XIII repetía que si los gobernantes conocieran sus
verdaderos intereses, se darían cuenta de que la Iglesia es su aliada más
segura y sincera.
Una ley de las criaturas que tiene repercusiones en lo socio-político es
la ley de desigualdad entre los seres. Seres inertes, vegetales, animales,
hombres. Dentro de la misma especie humana hay desigualdades entre
los individuos, tanto físicas como intelectuales, que conllevan diferencias
también en poder y autoridad. Las revoluciones modernas son intentos
por subvertir estas desigualdades existentes entre los hombres y que el
hombre no puede suprimir aunque tampoco puede agravarlas con injus-
ticias sociales. Las leyes justas deberían compensar esas desigualdades. El
régimen político que más hizo por eliminar las clases sociales se convirtió
en la peor tiranía que el mundo moderno ha conocido.
iv. Autoridad política: Si bien en la época de León XIII la mayoría de las so-
ciedades europeas eran monarquías y dado que quienes buscaban derrocarlas
lo hacían en nombre de ideales democráticos, podría pensarse que el Papa
buscaba consagrar “el derecho divino de los reyes”. Sin embargo, el Papa trató
sobre la autoridad cualquiera sea su forma. La duración de un mandato o la
forma en que se llegó a él no convierte al poder político en menos sagrado
que el de un rey. Hay aquí dos problemas diferentes: el problema del modo de
designación del soberano y el problema del origen del poder ejercido por él.
Cualquiera sea el modo de designación, el poder del soberano le viene de Dios.
Esto significa el “derecho divino”. Pero también debe decirse que cualquiera
sea la autoridad –rey, emperador autoproclamado, presidente electo–, no tiene
poder para constreñir la libertad de otros. Sólo Dios tiene derecho a reclamar
obediencia de las voluntades humanas libres.
A su vez, tampoco debería considerarse esta doctrina como un ataque
a la democracia. Aunque el voto del electorado determina quién es el can-
didato electo, ello no legitima al pueblo a retirarle autoridad, ya que ella
siempre viene de Dios. El elector designa al gobernante pero no por ello le
confiere derechos de mando ni se los delega.
La oposición de los Papas a la doctrina del contrato social no va con-
tra la democracia sino que se opone a la teoría de Rousseau por la que
los miembros de un cuerpo político pueden crear el poder político y, en
consecuencia, delegarlo o retirarlo a voluntad. Las autoridades no deben
ser obedecidas en el caso que manden algo contrario a la ley natural o a la
ley divina. Los mártires cristianos dan prueba de este rechazo a obedecer
leyes injustas. Al mismo tiempo, manifiestan el rechazo a la revolución y
el elogio de la virtud cristiana de la paciencia.
E. Gilson y el magisterio de León XIII 237
29
Ibidem, p. 17.
30
E. Gilson, Pour un ordre catholique, cit.
238 Juan Andrés Levermann
31
E. Gilson (ed.), The Church speaks to the modern world, cit., p. 19.
32
Ibidem, p. 20.
33
E. Gilson (ed.), Recent Philosophy, cit., pp. 345-354.
E. Gilson y el magisterio de León XIII 239
34
Un dialogo fecondo, cit., pp. 17s.
35
J. Ratzinger, “Situación actual de la fe y de la Teología”, en L´Osservatore romano, 1/XI/ 1986.
36
J. Pieper, Noch wusste es niemand, cit. p. 139.
37
E. Gilson, La Filosofía de San Buenaventura, Desclée, Buenos Aires 1948, p. 470.
240 Juan Andrés Levermann
menudo que la Iglesia haya perdido la audiencia de una clase social casi
entera, deben comprender, sin embargo, que perder otra no es un buen
medio para recuperar aquélla”.38
Con esto concluimos nuestra mirada a la enseñanza de León XIII en el
pensamiento de E. Gilson, aspecto no considerado en el excelente libro sobre
Gilson de R. Echauri.39 Tampoco ha sido considerado en la obra colectiva
publicada como homenaje póstumo a Gilson40 ni en la importante biografía
escrita por L. Shook41 que apenas le dedica un párrafo a la cuestión.
••
Resumen
El artículo expone la recepción por parte de E. Gilson del magisterio integral de León XIII. Se
muestra la importancia que León XIII tuvo para la Historia de la filosofía cristiana, la impor-
tancia que la encíclica Aeterni Patris tuvo en sí misma y como clave de comprensión del resto de
las encíclicas sociales de su pontificado, aspecto habitualmente descuidado. A continuación se
muestra resumidamente el hilo conductor que las vincula y un resumen de la doctrina filosófica
tomista que subyace en ellas, tal como Gilson lo expusiera en su edición de documentos de León
XIII en inglés. En las conclusiones se exponen algunas observaciones que muestran la actualidad
y vigencia de una cuestión aparentemente histórica.
38
E. Gilson, Les tribulations de Sophie, cit., p. 13.
39
R. Echauri, El pensamiento de Etienne Gilson, EUNSA, Pamplona 1980.
40
AAVV, Etienne Gilson et nous: La Philosophie et son histoire, Vrin, París 1980.
41
Lawrence K. Shook, Etienne Gilson, Pontifical Institute of Mediaeval Studies, Toronto 1984, p.
319.
De Fausto a Josef K.
El itinerario de la magnanimidad*
*
Este trabajo fue realizado gracias al auspicio del programa Estimulo a la investigación 2005, de
la Facultad de Filosofía y Letras de la UCA, aunque ha sido modificado a los fines de la presente
publicación.
Cfr. J. L. Aranguren, Ética, Altaya, Barcelona 1994. Allí se trata la “magnanimidad” en el con-
texto de la virtud de la fortaleza, pp. 258ss.
Cfr. J. Pieper, Las virtudes fundamentales, Rialp, Madrid 1976 En esta obra la magnanimidad apa-
rece como hábito dependiente de la humildad, forma derivada de la templanza, pp. 277ss.
J. L. Aranguren, Ética, p. 258.
J. Pieper, Las virtudes…, p. 276.
Cfr. “Notas sobre El proceso, de Kafka” en Pasión intacta, Norma, Bogotá 1997, p. 289.
242 Marisa Mosto
1. El carácter social
El poder de la máquina que engulle y da muerte a K. no es otro que
la apariencia de necesidad que puede hacerse realidad en virtud de
la fascinación de los hombres por la necesidad.
Hannah Arendt
Hannah Arendt, “Franz Kafka”, en La tradición oculta, Paidós, Buenos Aires 2004, p. 91.
Erich Fromm, El miedo a la libertad, Paidós, Barcelona 1980, pp. 303s.
Ibidem, pp. 310s.
El itinerario de la magnanimidad 243
Cfr. ibidem, pp. 46ss.
10
Ver las interesantes reflexiones de G. Steiner en cuanto al recorte del horizonte de recepción de
lo real operado en el hombre por la tecnología y el lenguaje de las computadoras en Presencias
reales, Destino, Barcelona 1989, pp. 143ss. Estas reflexiones están en sintonía con las de Adorno
que más adelante presentamos.
11
Erich Fromm, La condición humana actual, Paidós, Buenos Aires 1980, p. 8.
244 Marisa Mosto
Es verdad por otra parte que una de las formas de la fortaleza se iden-
tifica con la obediencia y la sumisión a lo real, la paciencia y la perseve-
rancia. Raíz estoica de esta virtud que ha sido conservada como uno de
los rasgos de la fortaleza también en sentido cristiano. La fortaleza incluye
una cierta pasividad, un “soportar” que involucra una gran dosis de ener-
gía. Pero el resistir, el esperar, el permanecer tienen sentido en la virtud
de la fortaleza en relación al bien pluridimensional del hombre. Resistir en
el bien, permanecer en el bien, soportar la adversidad en la esperanza del
bien integral de la persona.
La pasividad a la que se refiere Fromm se relaciona más con el triunfo
de la inercia y la banalidad que con la realización del bien del hombre.
Más con la acedia que con la fortaleza, más con la pusilanimidad que con
la magnanimidad.
Vivimos lo real como un fatum cuyos designios no son de origen divino
sino demasiado humano.
¿En función de qué valores nos sometemos con docilidad? ¿Cuál es el
bien que se nos impone perseguir?
Según Cornelius Castoriadis asistimos al avance de la insignificancia.
2. El avance de la insignificancia
La pasividad es el correlato subjetivo de la insignificancia objetiva. El
sistema se permite devorar a K. porque lo considera un ser insignificante e
impotente. Algo similar ocurre con el protagonista de El cocodrilo de Dos-
toievski. El sujeto es engullido –literalmente– por un cocodrilo en el marco
de una exposición, y se adapta con naturalidad y como si fuera acorde a la
dignidad de su ser, a su nuevo estado. Se resigna a habitar el resto de sus
días en el estómago del reptil encontrando en ello alguna utilidad para su
nación. Si el ser humano se conforma con una situación miserable es por-
que se considera a sí mismo miserable. Hay una complicidad del hombre
“que está lejos de ser inocente en este asunto, ya que acepta el juego y se
adapta a lo que se le da. El conjunto se instrumentaliza, se utiliza por un
sistema que por sí mismo es anónimo. Todo esto no surge de un dictador,
o de un puñado de capitalistas, o de un grupo de informadores de opinión:
es una inmensa corriente histórico social que va en esta dirección y que
hace que todo se transforme en insignificante”.12
12
Cornelius Castoriadis, El avance de la insignificancia, EUDEBA, Buenos Aires 1997, p. 109.
El itinerario de la magnanimidad 245
13
Ibidem, p. 111.
14
Ibidem, p. 112.
15
Dialéctica del iluminismo, Sudamericana, Buenos Aires 1987.
246 Marisa Mosto
16
Ibidem, p. 22.
17
Ibidem, p. 23.
El itinerario de la magnanimidad 247
18
Ibidem, p. 27. Cfr. Hegel: “Como al hombre todo le es útil lo es también él, y su destino consiste
asimismo en hacerse un miembro de la tropa de utilidad común y universalmente utilizable.”
Fenomenología del Espíritu, FCE, Méjico 1985, p. 331.
19
Ibidem, pp. 29s.
248 Marisa Mosto
20
Ibidem, p. 53.
21
Ibidem, p. 43.
El itinerario de la magnanimidad 249
22
La crueldad de la acción se hace más visible si se recuerda que esta pareja de ancianos aparece
en las Metamorfosis de Ovidio como un símbolo de las virtudes de la generosidad y la hospita-
lidad. Filemón y Baucis, habían dado alojamiento a Júpiter y Mercurio disfrazados de hombres
cuando nadie quería alojarlos. Júpiter los recompensó con numerosos favores. Aquí Fausto
arremete contra los favorecidos de los dioses. El se pone en el lugar de lo divino y decide sobre
la vida y la muerte de quienes lo rodean. Efectivamente acaba con la hospitalidad. Es incapaz
de recibir y aceptar lo otro.
23
Goethe, Fausto, Traducción de José Roviralta, Sudamericana, Buenos Aires 1999, Primera parte,
Aldeanos bajo el Tilo, p. 60.
24
Fausto, Primera parte, Gabinete de estudio, p. 77. Marshall Berman, sociólogo de la Universidad
de N.Y., sostiene que esta lucha interior entre el espíritu de contemplación típicamente medieval
y la necesidad de transformación del mundo –política, económica, social–, posible de ser llevada
a cabo gracias a los conocimientos obtenidos en la contemplación que aqueja a Fausto, era una
característica común de los intelectuales del siglo XVIII y XIX. Cfr. Todo lo sólido se desvanece en
el aire, Siglo Veintiuno, Madrid 1991, pp. 32ss.
250 Marisa Mosto
25
Todo lo sólido se desvanece en el aire, p. 34.
26
Fausto, Primera parte, Gabinete de estudio, p. 63 Es interesante el siguiente comentario de M.
Berman: “El conflicto entre los dioses del Antiguo y Nuevo Testamento, entre el Dios del Verbo
y el Dios del Hecho, desempeñó un importante papel simbólico en toda la cultura alemana del
siglo XIX. Este conflicto expresado por los pensadores y escritores alemanes desde Goethe y
Schiller a Rilke y Brecht, fue de hecho un debate velado sobre la modernización de Alemania.”
Todo lo sólido se desvanece en el aire, pp. 38s.
El itinerario de la magnanimidad 251
27
Fausto, Segunda parte, Acto quinto, Medianoche, p. 388
28
Ibidem, Gran patio del palacio, p. 390. Nos parece oportuno señalar la ambivalencia de ese lla-
mado a “detener el instante” en la obra de Goethe. Desde la perspectiva de la filosofía cristiana
clásica, el deseo de parar el instante se asocia con el ingreso en la dimensión de lo eterno y de
la beatitud. En el caso del Fausto de Goethe que se mueve en las coordenadas de la primacía de
la acción, el deseo de detener el momento era la condición para que Fausto cumpliera con su
parte del pacto y entregara su alma a Mefistófeles: ”¡Choquen nuestras manos! Si un día le digo
al fugaz momento: “¡Detente! Eres tan bello!”, puedes entonces cargarme de cadenas, entonces
concederé gustoso en morir.” Primera parte, Gabinete de estudio, p. 75.
29
Las versiones de Johann Spiess, Christopher Marlowe, y las tradicionales de los teatros de
marionetas a las que asistiera Goethe en su infancia, dan la victoria a Mefistófeles. En los rela-
tos anteriores existía una cierta asociación en el imaginario cultural entre el deseo de saber, el
pecado, lo demoníaco, la magia. Cambiándole el final Gothe manifiesta el nuevo lugar que el
saber, la ciencia y la tecnología comienza a tener en la época en que él vive. Cfr. Walter Benjamin,
El Berlín demónico, Icaria, Barcelona 1987, pp. 97ss.
252 Marisa Mosto
30
Cfr. Adorno-Horkheimer, Dialéctica del Iluminismo, cit.; Ph. Lersch, El hombre en la actualidad,
Gredos, Madrid 1973.
31
De una carta al barón Wrangel en julio de 1864. Cfr. Geir Kjetsaa, Dostoyevski, Javier Vergara
Editor, Buenos Aires 1989, p. 177.
El itinerario de la magnanimidad 253
32
Cfr. Nicolás Berdiaev, El espíritu de Dostoievski, Lohlé, Buenos Aires 1978, pp. 39ss. La dimensión
de destructividad de los caprichos de hombre del subsuelo son testimonio no obstante de su in-
dividualidad y de su resistencia a convertirse en un engranaje de la supuesta armonía social.
33
F. Dostoievski, Memorias del subsuelo, trad. de R. Cansinos Asséns, en Obras, Aguilar, Méjico
1991, t. III, p. 160.
34
Personaje protagónico de La metamorfosis de Kafka.
35
Memorias… I, 3, pp. 100s.
254 Marisa Mosto
36
Ibidem, II, 1, p. 117.
37
Ibidem, II, 3, p. 136.
38
Cfr. Tolstói o Dostoievski, Siruela, Madrid 2002, p. 231.
El itinerario de la magnanimidad 255
5. La verdadera utopía
Lo milagroso es siempre la salvación y no la ruina;
pues sólo la salvación, y no la ruina depende de la libertad
de los hombres y de su capacidad de transformar
el mundo y su curso natural.
Hannah Arendt40
39
Cfr. Geir Kjetsaa, Dostoyevski, p. 175.
40
Hannah Arendt, “Franz Kafka”, p. 97.
256 Marisa Mosto
6. Peer Gynt
Afirma Zygmunt Bauman desde la sociología que nadie como Henrik
Ibsen ha reflexionado sobre el dilema del sentido del yo.43 Fuimos a Ibsen,
41
Edith Stein, Ser finito y ser eterno, FCE, Mejico 1996, p. 334.
42
Ibidem, p. 333.
43
Cfr. La ambivalencia de la modernidad y otras conversaciones, Paidós, Barcelona 2002, pp. 167ss.
El itinerario de la magnanimidad 257
concretamente a Peer Gynt, la obra propuesta por Bauman. ¿Qué nos dice
allí Ibsen sobre el hombre?
Peer Gynt es un simpático atorrante, buscavidas. En una fiesta de casa-
miento campestre, a la que había asistido con la intención de trastornar los
planes de la boda y arrebatar a la novia, Ingrid, –que según la madre de
Peer siempre había suspirado por él– de los brazos de su futuro esposo, a
fin de solucionar su situación de pobreza económica, conoce a la que sería
su verdadero amor, Solveig, una muchacha tímida y piadosa, sencilla que
camina con un libro de salmos en sus manos. Una serie de vicisitudes y
enredos provocados por los delirios de grandeza de Peer, impiden que Peer
y Solveig puedan permanecer juntos. Peer comienza una seguidilla de
interminables aventuras –no sin antes rogar a Solvieg, que lo espere, que
no lo olvide– con las que busca hallar con métodos no siempre santos ni
nobles, el sentido de su vida, su lugar en el mundo, la definición de su yo.
Paralelamente a las andanzas de Peer Gynt, Solveig aparece en escena una
y otra vez, cantando, en la cabaña en la que había prometido esperarlo.
Peer vuelve a su tierra casi cincuenta años después, ya anciano. Allí se
enfrenta a la vacuidad de su vida. Uno de los personajes que lo induce a este
enfrentamiento es el “Fundidor”. Ser sobrenatural que acude a buscar el alma
de Peer para fundirla y “reciclarla” en otro ser. Para el Fundidor, Peer no me-
rece ni el cielo ni el infierno dada la insipidez de su vida. No ha sido ni muy
malo, ni muy bueno. Su alma debe pasar a formar parte de otro ser. ¡Perder
la identidad! ¡Peer prefiere ir al infierno! ¡Encontrará alguien que atestigüe
contra él! Piensa que el testimonio de Solveig, acusándolo por su abandono,
será decisivo para que lo envíen al infierno y conservar allí su identidad. Pero
lejos de lo que él esperaba otro fue el testimonio de Solveig.
-Peer Gynt.- (Brillándole la cara al comprender, grita:) ¡Mi madre! ¡Mi es-
posa! ¡Mujer sin mancha! ¡Ah! ¡Escóndeme, escóndeme ahí dentro! (La
abraza fuertemente y oculta el rostro en su seno. Pausa)
-Solveig, (Canta dulcemente)… 44
44
Hernik Ibsen, Peer Gynt, Hyspamérica, Buenos Aires 1985, trad. J. Alvarez, Acto V, Escena 10.
El itinerario de la magnanimidad 259
45
Cfr. Vladimir Lossky, Teología mística de la Iglesia de Oriente, Herder, Barcelona 1982 pp. 84ss.
También Olivier Clément, Sobre el hombre, Encuentro, Madrid 1983, pp. 5ss.
46
L’ Inattingibile, Jaca Book, Milano 1977, p. 341. La traducción del italiano es nuestra.
260 Marisa Mosto
47
Las virtudes fundamentales, pp. 277ss.
48
Ibidem, pp. 219ss.
El itinerario de la magnanimidad 261
••
Marisa Mosto
Universidad Católica Argentina
Resumen
El trabajo intenta presentar los rasgos del carácter social de la modernidad y la posmodernidad
a partir de personajes paradigmáticos de la literatura: Fausto de Goethe y Josef K. de Kafka.
Pretende demostrar una relación de paternidad y filiación entre sus opuestos estilos de relacio-
narse con el mundo resultante de su origen común en la dialéctica de liberación y dominio que
ha gobernado la cultura occidental según el diagnóstico de Cornelius Castoriadis. Finalmente es
en Peer Gynt de Ibsen donde se trata de encontrar un punto de equilibrio que lleva a reflexionar
sobre el verdadero sentido de la magnanimidad.
Transferencias culturales y relaciones internacionales.
Un nuevo campo de estudios
Pierre Renouvin y Jean-Baptiste Duroselle, Introducción a la política internacional, Madrid 1968.
264 Hebe Carmen Pelosi
Denis Rolland, La crise du modèle français. Marianne et l’Amérique Latine. Culture, politique et iden-
tité, París 2000.
Hebe Carmen Pelosi, Argentinos en Francia, franceses en Argentina. Una biografía intelectual, Buenos
Aires 1999.
Transferencias culturales 265
Jean Louis Barrault, Réflexions sur le théâtre, París 1996, p. 27.
Jean Louis Barrault, cfr. p. 118.
266 Hebe Carmen Pelosi
Jean Louis Barrault, Souvenirs pour demain, París 1972, p. 191.
Para el tema cfr. H. C. Pelosi, Vichy no fue Francia. Las relaciones franco-argentinas (1939-1946),
Buenos Aires 2003, cap. 8 “La propaganda cultural”.
Transferencias culturales 267
Noelle Giret, Renaud-Barrault, Bibliothèque National de France, París 1999, p. 113.
Bibliothèque National de France, Arts du spectacle, Revue de presse, “Programme”, p. 1.
10
La Nación, (LN), 1 de julio de 1950.
268 Hebe Carmen Pelosi
de voz, los suspiros contenidos, los ademanes palaciegos, así diseñó con
inteligencia un cuadro aristocrático de Francia, afirma Octavio Ramírez,
crítico teatral.11
“Sólo continúa vigente un clásico cuando se le puede ver con los ojos de
nuestros días”, así definía Barrault a los grandes autores, en 1947. La repre-
sentación de Hamlet respondió a esta premisa, el personaje fue presentado
por el director de la compañía, con un desgarrado dolor, con elocuencia
en la voz, el cuerpo, la crispación de los dedos, se pulsan todos los tonos,
el personaje sufre. Hamlet resultó así un drama de todos los tiempos y
todas las latitudes.12
Paul Claudel era el autor con el que Barrault podía cotejar sus puestas
en escena. Partage de midi, misterio dramático, como la llamó su autor, fue
escrita en 1906 y Claudel no permitió que fuera representada por la com-
pañía del teatro Marigny sino en 1943. El drama de Mesa e Ysé, recorda-
dos por Barrault en sus textos, fueron magistralmente representados por
los actores de la compañía que supieron transmitir las generalizaciones
simbólicas del amor y la seducción, reflejadas a través de la lente de un
escritor católico. Claudel fue representado en toda la potencia de su prosa
y su poesía.13 Barrault expreso el carácter religioso y pasional de los per-
sonajes de Claudel.
Le procès de Kafka fue presentado en versión de André Gide, Barrault
plasmó, en su interpretación, “un clima alucinante, con sombras de aquela-
rre, fue la más cinematográfica de sus actuaciones”. El elenco acompañó los
propósitos del director, con gran competencia, la escenografía de Labisse
resultó remarcable.14 Formaban parte del elenco Simone Valère y Jean Des-
sailly, matrimonio ellos también, lo que contribuía al ambiente familiar, y
Jean-Pierre Grandval, hijo del primer matrimonio de Madeleine.
Marcel Achard escribió una ligera burla de las guerras y su heroísmo,
Malborough s’en va-t–en guerre fue estrenada al finalizar la Primera Guerra
mundial y fue repuesta en el Marigny en 1949. Destaca dos momentos
similares que el autor ironiza en aras de evitar que se produzcan otras
guerras. Barrault respetó ese clima y montó la obra en tono de farsa, con
varios pasajes de ballet, al compás de una música de circo, con decorados
claros y frescos.
11
“Barrault fue recibido anoche entre ovaciones”, LN, 2 de julio de 1950.
12
“El Hamlet de Barrault tiene desgarrado dolor”, LN, 5 de julio de 1950.
13
“Le Partage de Midi” es un hondo drama de Claudel”, LN, 12 de julio de 1950.
14
“Le Procès” es un espectáculo de desgarrador”, LN, 19 de julio de 1950.
270 Hebe Carmen Pelosi
15
“Celebróse al conjunto francés en poesías y escenas vibrantes”, LN, 26 de julio de 1950.
16
Albert Camus, “Madeleine Renaud”, Caliban, febrero 1949.
17
Jean Louis Barrault, “Madeleine Renaud”, Programa, 1954,, Bibliothèque Nationale de France.
18
Para el tema cfr. Hebe Pelosi, Argentinos en Francia, franceses en Argentina, Buenos Aires 1999,
cap. IX.
Transferencias culturales 271
da hasta hoy”.19 Le procès de Kafka, fue la obra que más repercusión tuvo en
el público argentino, aunque se le aconsejó al director francés no presentarla
por razones políticas, Barrault desconoció el problema y la representó.
La compañía de actores franceses volvió al país en 1954, en principio
se hizo un proyecto de contrato aprobado por la Embajada francesa en
Buenos Aires. En él se proponía que las representaciones de Christophe
Colomb de Paul Claudel se llevarían a cabo en el Teatro Colón. El director,
Pedro Valenti Costa, había asistido a una sesión de esta obra en París y en
dicha ciudad se entrevistó con Barrault. Deseaba que la obra fuese llevada
al Colón. En el borrador del contrato se proponían las siguientes represen-
taciones: una para la Fundación Eva Perón, otra gratuita para estudiantes,
una tercera para el Comité de Sociedades Francesas.
La situación era difícil porque Valenti Costa estaba por renunciar a la
dirección del Teatro, y solicitaba que las partituras de la obra llegaran con
premura para preparar la obra, el coro estaría a cargo del Teatro universi-
tario franco-argentino. Las gestiones estaban a cargo de Robert Weibel-Ri-
chard, consejero cultural de la embajada francesa, quien debía entenderse
con las autoridades del Teatro Odeón, donde la Compañía francesa reali-
zaría las representaciones, las autoridades del Teatro Colón, con Barrault y
el intendente Jorge Sabaté, quien tenía buenas disposiciones hacia Francia.
Los gastos previstos eran para las funciones del Teatro Colón. La de estu-
diantes y la de la Fundación Eva Perón nadie se hacía cargo.20
Una vez más el empresario de la Compañía era Jean Clairjois, la visita
se realizaba con los auspicios del Comité pour le rayonnement français en
Argentine. Las representaciones tendrían lugar en el Teatro Odéon y la
obra de Claudel en el Teatro Colón. Las obras elegidas por la compañía
Renaud-Barrault fueron distintas a las que el público argentino había
conocido en la estadía anterior. Era costumbre de Barrault representar
obras que había experimentado en Francia, sin embargo en esta ocasión
el público argentino asistió al estreno de Le cocu magnifique de Fernand
Crommelynck. En esta ocasión se programaron dos abonos, razón por la
cual no los graficamos.
19
Ernesto Schoo, “Madeleine Renaud y Jean-Louis Barrault, visitas ilustres”, LN, 16 de setiembre
2006 y Entrevista con Ernesto Schoo, 13 de setiembre de 2006, a quien agradezco sus observa-
ciones.
20
Archive du Ministère des Affaire Etrangères (AMAE), el encargado de Negocios de Francia al
Ministro de Relaciones Exteriores, Buenos Aires, 25 de marzo de 1954, Série B-Amérique, 1952-
1963, Argentine, vol. 18.
272 Hebe Carmen Pelosi
Una vez más las sesiones se abrieron con una obra de Moliére: Le Misan-
thrope. En esta ocasión Barrault representó un Molière “más fundamental y
más orgánico que permitió al actor un más consistente y profundo trabajo
de extraordinario comediante, sin despojarse de la gracia de la obra, reflejo
de una manera penetrante como uno de sus trabajos mas profundos, más
desnudamente psicológicos”. Por su parte Madeleine Renaud, mostró su
femineidad, su dulzura, la aristocracia de su arte, su donaire, “es una de
las grandes coquetas de Francia”.21 Schoo corrobora estas condiciones al
afirmar que “la maravilla absoluta de M. Renaud era su voz, audible hasta
en el susurro” y recuerda que Hector Bianciotti le hizo notar: “Fijate como
la Renaud no hace jamás un gesto brusco, cómo enlaza los movimientos
sin quebrar nunca la línea: es casi un ballet”.22
La répétition ou l’amor puni, es una comedia de Marivaux recreada por
Jean Anouilh; de éste eran los personajes de la actualidad, de aquél los de
la farsa. Por ello la obra se desarrolló en dos planos, en los que Anouilh
daba vida amorosa a sus personajes. Barrault recreó los personajes de una
y otra época con gran expresividad, el actor demostró poseer los movi-
mientos acordes con uno y otro siglo.
En el contrato figuraban como representaciones: Pour Lucrèce de Jean
Giradoux, Oedipe en versión de André Gide, La cerisaie de Antón Chejov
y Le cocu magnifique de Crommelinck. De esta última afirma Barrault que
“representa el amor extremo, horadado por la duda, los celos más crueles
hasta los confines de la locura”. En cuanto a la obra de Chejov la considera
“el símbolo de la vida misma que fluye, de la vida en sus cambios y sus
movimientos, es el teatro en su estado esencial”.23
La visita tuvo inconvenientes, el Ministro de Relaciones Exteriores
Jerónimo Remorino le pidió explicaciones a Barrault sobre cómo había
distribuido las entradas a los estudiantes para la función gratuita de la
obra de Claudel en el Teatro Colón. “Fui convocado por las autoridades
y acusado de haber invitado a estudiantes comunistas, protesté y dejé en
claro que la obra de Claudel no era susceptible de atraer un movimiento
revolucionario, fui obligado a anular la sesión vespertina para impedir
una provocación organizada por las mismas autoridades, tuve la revan-
cha: distribuimos en secreto billetes para la función de la noche que se
desarrolló sin dificultad”.
21
“Barrault transmitió toda la agudeza de Le Misanthrope”, LN, 26 de julio de 1954.
22
Cfr. E. Schoo, “Madeleine Renaud....”.
23
Jean Louis Barrault, Programa, 1954, Bibliothèque Nationale de France.
Transferencias culturales 273
24
AMAE, el encargado de negocios de Francia al Ministro de Relaciones Exteriores, Buenos Aires,
19 de julio de 1954 y cfr. Noelle Giret, Renaud-Barrault, p. 114, las dos versiones coinciden.
25
AMAE, el embajador francés al Ministro de Relaciones Exteriores, Buenos Aires, 25 de julio
de 1954.
26
Cfr. Jean Louis Barrault, Réflexions sur..., p. 256.
274 Hebe Carmen Pelosi
Resumen
27
“Barrault defiende y define su programa”, LN, 10 de junio de 1961.
28
Silvina Bullrich, “Alrededor de J.L. Barrault”, LN, 18 de junio de 1961.
29
Vincent Auriol, “Programa”, 1954, Saison théâtrale française en Amérique latine.
Notas para una hermenéutica anselmiana
Santo Tomás de Aquino
del libre albedrío en
“[...] nec libertas, nec pars libertatis est potestas peccandi.” Anselmo de Canterbury, Dialogus de
libero arbitrio, PL CLVIII 489 B y C; 490 B.
Hermenéutica anselmiana del libre albedrío 277
Por otra parte, la libertad del albedrío está relacionada con la razón que
conoce la rectitud y la posibilidad e incluso el deber de ordenar lo conve-
niente a lo recto.10 Aunque solamente se diga ‘libertad’ por su ordenación
a conservar la rectitud. Dicha rectitud se pierde de modo definitivo en la
condenación eterna y de modo reparable durante esta vida. Pero lo que no
se pierde es el albedrío mismo y la posibilidad de, devuelta la rectitud por
parte de Dios, poder conservarla.
El otro punto importante que juega un papel en el pensamiento cris-
tiano, es la afirmación sobre la rectitud y la justicia como don. Si bien para
Anselmo todos los instrumentos y los afectos y aptitudes, son dados al
hombre uno a uno por el Creador (sin que se pueda marcar un límite entre
lo natural y lo sobrenatural11), de un modo particular el afecto por la rec-
titud depende totalmente de Dios. Esto se muestra en que, una vez recha-
zada la rectitud por el hombre, solamente Dios puede devolvérsela. En el
hombre permanece el poder de conservarla, aunque no la tenga, del mismo
modo que uno tiene vista aunque no haya nada para ver por falta de luz o
por falta de objetos. Pero dado que no tiene la rectitud, solamente si le es
devuelta podrá volver a hacer uso de su capacidad de conservarla.12
Para Anselmo en todo lo que Dios hace, creación y redención, hay
racionalidad, hay logos. Pero no podemos extendernos aquí sobre la difi-
cultad para poder determinar qué es lo que Anselmo considera natural o
sobrenatural. Basta decir que no es una preocupación de Anselmo ni de
su época, salvo por lo que se refiere a la necesidad de la justicia y la gracia
como dones sobrenaturales. Sí parece importante resaltar que la rotunda
afirmación de Anselmo acerca de la esencia de la libertad que excluye el
poder de pecar –afirmación que será aprovechada por Tomás de Aquino–,
está acompañada y debe entenderse también dentro del contexto del rea-
lismo exagerado de este autor.13 Según Anselmo, lo que entendemos en la
definición existe tal cual en la realidad, y lo que hace que una cosa real
difiera de otra es la presencia y añadido de otros elementos. Por ejemplo,
es el caso de la justicia o rectitud que no es lo mismo que la beatitud, pero
también de la libertad como potestad añadida al albedrío, o del poder pe-
car añadido a la voluntad. Cada esencia debe ser entendida con abstracción
de la otra, aunque en el objeto real se den en conjunto. Sin embargo, esta
10
Anselmo de Canterbury, De concordia 516.
11
Anselmo de Canterbury, Cur Deus homo; II, 1, 399 C y ss.
12
Anselmo de Canterbury, Dialogus de libero arbitrio 493 B y ss.
13
B. Reyes Oribe, “La separación de la affectio volendi commodum de la affectio volendi justitiam como
negación de la finalidad natural en San Anselmo”; p. 241.
Hermenéutica anselmiana del libre albedrío 279
El concepto que se revela importante es entonces el paralelo del griego au )tecou /sioj contra-
15
16
B. Reyes Oribe, “La separación de la affectio volendi commodum de la affectio volendi justitiam como
negación de la finalidad natural en San Anselmo”.
17
Tomás de Aquino, De malo q 16, a 5, ra 19.
18
Anselmo recurre al término ‘instrumento’ porque su perspectiva es estático-funcional. Tomás
utiliza ‘potencia’ porque la suya es dinámica. En el primero sólo podemos hablar de ‘esencia’,
el el segundo de ‘naturaleza’.
Hermenéutica anselmiana del libre albedrío 281
citer libertad, sino secundum quid […] el pecado de por sí impide el bien a
través de hábitos o disposiciones; así también la justicia impide el mal”.19
Anselmo no aparece citado en esta respuesta, pero sí aparece en el
argumento tercero del mismo artículo. Sin embargo, el Cantuariense está
presente sosteniendo la respuesta de Tomás: el libre albedrío esencialmente
está ordenado al bien. De ahí que ser libre para pecar es solamente libertad
en un sentido restringido, o sea en el de la libertad de coacción perfecta
“la cual de por sí y siempre sigue al libre albedrío”.20 Tomás distingue
en el corpus de este artículo una coacción perfecta, que es la que puede
llamarse propiamente coacción, y una imperfecta, que debe llamarse más
bien impulso o impedimento. Esta última se produce por los hábitos y
disposiciones que se hacen (fiunt) en el alma misma, que influyen de por
sí sobre el libre albedrío, o por las incapacidades corporales, que influyen
accidentalmente.
En el excurso que sigue al artículo 5 sostiene Tomás que “Aquí puede
averiguarse si esta libertad por la cual alguien es libre para el mal, es li-
bertad del albedrío. Debe saberse que, si libertad significa la facultad de la
misma potencia, así la libertad del albedrío es la misma, tanto respecto del
pecado como respecto de la justicia; […] Pero si se refiere a la facultad del
hábito, entonces una es la libertad de pecado y otra la de justicia, y ambas
se agregan al libre albedrío como el hábito a la potencia […] la libertad
para el bien es más libertad que la libertad para el mal”.21 Es decir que, si
atendemos a la potencia sola, ella está abierta a los hábitos que la liberarán
o la atarán. Pero si atendemos a los hábitos y a la facilidad que generan,
puede darse una libertad de pecado, que es una verdadera libertad, y una
libertad de justicia, que solamente es libertad por la suficiencia o facilidad
del libre albedrío para dirigirse al mal después del pecado.22
En De Veritate Tomás repite, pero sin citar, la afirmación de Anselmo:
“querer lo malo no es libertad, ni una parte de la libertad, aunque sea
cierto signo de ella”.23 Con esto termina el largo cuerpo del artículo que
versa sobre en qué sentido y en qué estados de la naturaleza está indeter-
minada la voluntad. La voluntad puede querer el bien o el mal solamente
en esta vida, lo cual tiene que ver con la indeterminación de la voluntad
respecto al orden al fin, que se funda, por un lado en la indeterminación
19
Tomás de Aquino, In II Sententiarum d 25, q 1, a 5, ra 2.
20
Tomás de Aquino, In II Sententiarum d 25, q 1, a 5, co.
21
Tomás de Aquino, In II Sententiarum d 25, q 1, ex.
22
Tomás de Aquino, In II Sententiarum d 25, q 1, ex.
23
Tomás de Aquino, Q.D. de Veritate q 22, a 6, co.
282 Beatriz Reyes Oribe
24
Anselmo de Canterbury, Dialogus de veritate ; Vid. F. Rego, “La doctrina de la verdad según San
Anselmo y su posible proyección sobre Santo Tomás de Aquino”, en Metafísca y dialéctica en los pe-
ríodos carolingio y franco, J. Cruz Cruz y M.J. Soto-Bruna ed.; Eunsa, Pamplona 2006, pp. 217-234.
25
Tomás de Aquino, Q.D. de Veritate d 25, q 1, a1, ra 2.
26
Tomás de Aquino, In III sent d 18, a 2, ra5.
27
Tomás de Aquino, Summa Theologiae I, q 62, a 8, ra 3.
28
Cfr. Tomás de Aquino, In II Sententiarum d 7, a 1, ra 3.
29
Tomás de Aquino, Summa Theologiae I, q 17, a 1, ra 2.
Hermenéutica anselmiana del libre albedrío 283
30
Tomás de Aquino, Summa Theologiae I, q 17, a 1, ra 2.
31
Tomás de Aquino, In III Sententiarum d 18, a 2, ra5; In II Sententiarum d 25, q 1, a 5, co.
32
Tomás de Aquino, In I Sententiarum d 42, q 2 a 1, ra 3.
33
Tomás de Aquino, Q.D. de Veritate, q 23, ar 6, co.
34
Anselmo de Canterbury, De veritate XII 483 B.
35
Anselmo de Canterbury, De concordia VI 527 D.
36
Anselmo de Canterbury, Dialogus de libero arbitrio 495 C
37
Tomás de Aquino, Summa Theologiae I, q 80, a 2, co; B. Reyes Oribe, La voluntad del fin en Tomás de
Aquino, Vórtice, Buenos Aires 2004, pp. 39, 78.
284 Beatriz Reyes Oribe
Por otra parte, para Tomás lo mismo que para Anselmo, el libre albe-
drío no puede conseguir su propia justificación una vez perdida la recti-
tud. Dios es causa de la justificación. Aún así el libre albedrío participa en
la justificación, en primer lugar con el movimiento de la fe que muestra el
fin, y a través de ella, con el amor de la caridad.38 Según Tomás: “estando
esto en la potestad del libre albedrío, impedir o no la recepción de la gracia
divina”.39 Esto significa que en la perspectiva de Tomás, al igual que en la
de Anselmo, no puede considerarse la libertad capaz de tener iniciativa
frente a Dios.
Conclusiones
B. Reyes Oribe, “La separación de la affectio volendi commodum de la affectio volendi justitiam como
40
Resumen
Según San Anselmo la libertad es la potestad de conservar la rectitud por la rectitud misma
y el poder pecar no pertenece a la esencia de la libertad ni es una parte de ella. Esta posición
influye en Santo Tomás que entenderá que la libertad está ordenada por naturaleza al bien, y
reinterpretará a Anselmo en su propia perspectiva de la finalidad natural. Además, Anselmo
adjudica a la voluntad la potestad de pecar no conservando la rectitud recibida, y esa potestad
no es libertad. Por su parte, Tomás insistirá en el señorío del albedrío que le permite obrar o no
obrar y hacer esto o aquello. Pensamos también que en la profunda conciencia de la racionalidad
de la obra de Dios, es decir de su Sabiduría, que se desprende de la obra de Tomás, está –entre
otros– el sello de Anselmo.
41
J. Ratzinger, “Fe, razón y universidad. Recuerdos y reflexiones”; www.zenit.org, 13-09-2006.
Un pasaje de la IV Meditación Metafísica.
Descartes y la querella De auxiliis
Y por último, no debo tampoco quejarme de que Dios concurra conmigo para
formar los actos de esta voluntad, es decir, los juicios en los que me engaño,
porque esos actos son enteramente verdaderos y absolutamente buenos, en tanto
que dependen de Dios; y en cierto modo hay más perfección en mi naturaleza
porque puedo formarlos que si no lo pudiese. Para la privación, en la que úni-
camente consiste la razón formal del error y del pecado, no tiene necesidad de
ningún concurso de Dios, puesto que no es una cosa o un ser, y si es referida a
Dios como a su causa, no debe ser llamada privación, sino solamente negación,
según el significado que se da a estas palabras en la Escuela.
Descartes, Meditaciones Metafísicas, IV Meditación
Según la traducción de Ezequiel de Olaso y Tomás Zwanck incluida en Descartes, Obras escogi-
das, Ed. Charcas, Bs. As. 1980, pp. 259-260 (en adelante, O.E.). El siguiente es el texto de la edición
latina de 1641, conforme a la versión de Oeuvres de Descartes Publiées par Charles Adam et Paul
Tannery (Vrin, Paris 1996, t. VII, pp. 60-61; en aldelante, A.T.): “Nec denique etiam queri debeo,
quod voluntatem concurrat ad eliciendos illos actus voluntatis, sive illa judicia, in quibus fallor:
illi enim actus funt omnino veri et boni, quatenus a Deo dependent, et major in me quodam-
modo perfectio est, quod illos possim elicere, quam si non possem. Privatio autem, in qua sola
ratio formalis falsitatis et culpae consistit, nullo Dei concursu indiget, quia non est res, neque
ad illum relata ut causam privatio, sed tantummodo negatio dici debet.” En la edición francesa
de 1673 (AT, t. IX, p. 48) –de la cual es traducción la versión castellana transcripta– se lee: “Et
enfin ie ne dois pas aussi me plaindre, de ce que Dieu concourt avec moy pour former les actes
de cette volonté, c’est a dire les iugements dans lesquels ie me trompe, parce que ces actes sont
entierement vrays, et absolutement bons, en tant qu’ils dependent de Dieu; et il y a en quelque
sorte plus de perfection en ma nature, de ce que ie les puis former, que si ie ne le pouvois pas.
Pour la privation, dans laquelle seule consiste la raison formelle de l’erreur et du peché, elle
n’a besoin d’aucun concours de Dieu, puisque ce n’est pas une chose ou un etre, et que, si on
la rapporte à Dieu comme à sa cause, elle ne doit pas etre nommée privation, mais seulement
negation, selon la signification qu’on donne à ces mots dans l’Echole.”
Spinoza, Briefwisseling. Wereldbibliotheek, Amsterdam 1977. Trad. cast. por N. Dolkens, Las cartas
del mal. Caja Negra, Buenos Aires 2006.
288 Juan Pablo Roldán
que “malum respectu dei est negatio” porque, en ese caso, o Dios ignoraría el
mal que produce o ese supuesto mal causado por la voluntad de Dios no
sería realmente malo; además, quedaría en entredicho la libertad humana.
Por la similitud en el planteo y en el lenguaje –y por la referencia a Des-
cartes que ambos interlocutores realizan en distintos lugares– podría pen-
sarse que Spinoza comenta en estas cartas el pasaje de la IV Meditación citado
al comienzo. Las ocho cartas documentan la hipótesis de la omnipresencia
en la filosofía moderna de los temas considerados en la querella “De auxiliis”.
La cuestión de la compatibilidad entre la omnipotencia y la bondad divinas
con la libertad humana y la existencia del mal en el mundo, es debatida
desde el siglo XVI postulando una inevitable tensión entre sus elementos
constitutivos. Pocos autores se han sustraído a esta dialéctica excluyente
(o la postulación de un Dios con voluntad inmutable y absoluta o la de un
hombre libre), de tal forma que hasta una filosofía como la de Nietzsche, por
ejemplo, puede ser considerada uno de los estadios conclusivos de este pro-
ceso. Puede inferirse de aquí que, si la clave de la metafísica realista clásica
es la doctrina de la participación, el aspecto decisivo de ésta –a nivel existen-
cial– será la participación a nivel operativo. El mismo Spinoza nos brinda una
perfecta fórmula acerca de la imposibilidad de tal participación al criticar
a quienes “perciben al hombre... como un imperio en otro imperio”, es decir,
una libertad bajo otra libertad. Inclusive quienes en la época afirmaban
la existencia simultánea de “ambos imperios” encontraban imposible, sin
embargo, pensar su compatibilidad. Recuérdese, por ejemplo, que la Iglesia
se había limitado a declarar que “los dominicos pueden enseñar y disputar
libremente sobre la gracia y que los jesuitas pueden tratar las mismas mate-
rias ateniéndose a una doctrina sana y católica”.
Curiosamente, la respuesta radical de Spinoza al planteo de Descartes
obliga a una profunda hermenéutica del texto cartesiano –y de su obra
completa– a la luz de “las luchas teológicas de su tiempo”, pues “no es pa-
radójico afirmar que el mejor modo de estudiar la filosofía francesa del ‘600
es aquél de considerarla en esta forma de continuación de la controversia
entre San Agustín y Pelagio”.
Ibidem, p. 39.
Ética, Tercera parte, Introducción.
Carta del Card. Madruzzi al nuncio de España, en nombre del Papa Clemente VIII, del 25 de
febrero de 1598, en Serry, Hist.cong. de Aux., t. I, c. XXVI, citado por Labbas L., La grace et la liberté
dans Malebranche. Vrin, Paris 1931. Véase más abajo –nota 37– la opinión paradigmática de Bos-
suet al respecto.
Del Noce A., Cartesio en Riforma Cattolica e filosofia moderna. Il Mulino, Bologna 1965.
Descartes y la querella De auxiliis 289
Cfr., por ejemplo, Carta a Mesland del 2 de mayo de 1644, AT, IV, p. 116; O.E., p. 424.
Gilson E., La liberté chez Descartes et la Théologie, Vrin, Paris 1982, p. 394.
Ibidem, p. 432.
10
La pensée religieuse de Descartes. Vrin, Paris 1924. Vid. sendas explicaciones de las rectificaciones
de Gilson y de sus motivos en Del Noce A., op. cit., pp. 307-320 y en Gilson E., La liberté…, “Ad-
vertissement” escrito por Jean-Luc Marion.
11
Un ejemplo de esta supervivencia puede ser el artículo de Hiram Caton, “Will and Reason in
Descartes’s Theory of Error. The Journal of Philosophy, vol. 72, Nº 4 (Febr. 27, 1975) pp. 87-104.
290 Juan Pablo Roldán
12
Cfr., por ejemplo, sus obras Court Traité de l´Existence et de l´Existant. Hartman, Paris 1947; Dieu
et la permission du mal. Desclee de Brouwer, Paris 1963. Trad. cast. por Juan Martín Velasco: ... Y
Dios permite el mal. Guadarrama, Madrid 1967.
13
Inesperada si se confronta con la muy negativa opinión que Maritain tenía de Descartes como
padre del idealismo moderno.
14
... Y Dios permite el mal, p. 24.
15
Ibidem, p. 28.
Descartes y la querella De auxiliis 291
16
... Y Dios permite el mal, p. 63.
17
IV Meditación. A.T., IX, p. 44. O.E., p. 254.
18
Cfr. la afirmación de Descartes de que “no hay ninguna duda de que Dios me ha podido crear
de modo que jamás pudiera engañarme” (A.T., IX, p. 44. O.E., p. 254) pero que no tengo derecho,
por eso mismo, a pretender otra naturaleza que la que me ha dado, que no es mala en absoluto. En
los Principios declara que “de ningún modo se puede imaginar que Dios sea el autor de nuestros
errores por el hecho de que no nos ha dado un entendimiento omnisciente. Pues es propio de la
naturaleza del entendimiento creado que sea finito.” Par. XXXVI. A.T., IX, p. 40. O.E., pp. 326-327.
Una interpretación de esta clase sobre la IV Meditación es la que ha propuesto Lex Newman en “The
Fourth Meditation”. Philosophy and Phenomenological Research, vol. 59, Nº3 (Sep., 1999), pp. 559-591.
19
Y tampoco para sus dos lugares paralelos en la obra cartesiana: Principios, XXXI, A.T., VIII,
p. 17. O.E., p. 325; Carta a Regius del 24 de mayo de 1640, A.T., III, p. 65. O.E., p. 376. Para juzgar
sobre la exhaustividad de esta afirmación, vid. Gilson E., Index Scolastico –Cartésien. Vrin, Paris
1979, p. 165.
20
Cfr.: “…cometer errores es, por cierto, un defecto que reside en nuestra acción o en el uso de la
libertad, pero no en nuestra naturaleza.” Principios, XXXVIII. A.T., IX, p. 41. O.E., p. 327.
292 Juan Pablo Roldán
en lo que tiene de bueno, de ser.21 ¿En qué sentido puede decirse que, con
respecto a Dios, es sólo negación? Seguramente no en cuanto no habría mal
en el mundo, como afirmaba Spinoza.
Probablemente, éste sea el punto culminante de la respuesta carte-
siana a la querella de auxiliis. Descartes retoma aquí la olvidada doctrina
tomasiana acerca de que la causa del mal moral de culpa es una causa
deficiente, un no-acto libre –porque si fuera un acto habría sido causado
por Dios– que todavía no es un mal, una privación, sino sólo una nega-
ción. Este no-acto libre es llamado por Santo Tomás “no consideración de
la regla”. El pecado consiste, para el Aquinate, en pasar a obrar sin esa
consideración, de lo que resulta una falta, un empobrecimiento, en el acto
resultante. El mal es esa privación.22
Descartes no se refiere explícitamente con el término “negación” a la
no-consideración de la regla, sino sólo a la consecuencia de que, si el hombre
puede hacer el mal solo, sin el concurso divino, Dios no puede verse im-
plicado en él de ninguna manera.23 Pero ambas “negaciones” se implican
mutuamente. Si no fundamentara la negación con respecto a Dios en la
negación libre en la que consiste la causa del mal moral de culpa, debería
entenderse la primera como lo hizo Spinoza. Dios habría producido, en este
caso, el mal, y éste, por tanto, no sería realmente malo. “Para la privación,
en la que únicamente consiste la razón formal del error y del pecado, no
tiene necesidad de ningún concurso de Dios, puesto que no es una cosa
o un ser”. En otras palabras, el hombre es su causa primera. Es como si
sólo en el acto malo y habida cuenta de la naturaleza del mal y de su “di-
simetría” con el bien, pudiéramos decir que cabe hablar de un “concurso
simultáneo”, “sicut duos trahentes navim”.24
Descartes nos ofrece elocuentes descripciones de este misterioso no-
acto, de esta “desatención” o “ignorancia voluntaria”, mediante la cual se
introduce la falta, la privación, el acto malo. Para pecar, hace falta cierta
“indiferencia”, proceder “sin poner atención en las razones que... prueben”
que algo es bueno, “pues si lo viéramos claramente, nos sería imposible pe-
21
Recuérdese la doctrina cartesiana de la conservación como “creación continua”, que enfatiza
la idea de la dependencia de la causa primera.
22
Cfr., por ejemplo, De Malo, q. 1, a. 3, resp.; De Malo, q. 1, a. 3, ad 13; S. Th., l, 49, 1, ad 3; S. Th.,
l-ll, 75, 1, ad 3.
23
Motivo por el cual, con respecto a él, se debería hablar de “negación”.
24
Ludovici Molinae Concordia liberi arbitrio cum gratiae donis, divina praescientia, providentia, prae-
destinatione et reprobatione, ad nonullas primae partis D. Thomas articulos, in 7 a 13, disp. 26, ed. de
París 1876, p. 158.
Descartes y la querella De auxiliis 293
car mientras lo viéramos de esta manera; por esto se dice que omnis peccans
est ignorans”.25 El mal es una cierta “nada” introducida en el ser libremente,
cuya condición de posibilidad es la nada de la que procedemos.26
25
Carta a Mesland del 2 de mayo de 1644. A.T., IV, p. 117. O.E., p. 425. Vid. también Carta a Mer-
senne de fines de mayo de 1637. A.T., I, p. 366. O.E., p. 360.
26
Cfr. Por ejemplo, AT VI, p. 34, 10-12; p. 38, 15-39; IX, p. 43, 62; OE, p. 253.
27
Vid., por ejemplo, Descartes. Biographie. Calmann-Lévy. Paris 1955. Trad. cast. por Isabel Sancho.
Descartes. Una biografía. Península, Barcelona 1996, pp. 207-208.
28
Cfr. Sur la théologie blanche de Descartes. Analogia, création des vérités éternelles et fondement. PUF,
Paris 1981, pp. 417-426.
29
Ibidem, p. 425.
294 Juan Pablo Roldán
30
Ibidem, p. 417.
31
Ibidem, p. 417.
32
Ibidem, p. 419.
33
Ibidem, p. 420. La cita de Descartes está tomada de AT, IV, p. 173, 20. “Pues siempre nos está
permitido apartarnos de la persecución de un bien claramente conocido, o de admitir una verdad
clara únicamente con tal de que pensemos que es bueno atestiguar mediante esto la libertad de
nuestro arbitrio.” OE, p. 428.
34
Ibidem, p. 425.
35
Ibidem, p. 425.
Descartes y la querella De auxiliis 295
36
Esta hipótesis fue propuesta por primera vez por Espinas E. en “Pour l’histoire du cartésia-
nisme”, Rev. de Met. et de Mor., mai 1906 y en “Le point de départ de Descartes”, Revue Bleue,
10 mars 1906 y “Descartes de 16 à 29 ans”, Ibidem, 23 et 30 mars 1907. Por otra parte, Del Noce
reconoce el mérito del punto de vista de Laporte en Cartesio…, p. 690.
37
Luego de un profundo y seguro análisis, Laporte concluye en Le rationalisme… que la solución a
la cuestión acerca de la libertad humana en relación a la omnipotencia divina es absolutamente
incognoscible. Cita –y asimila a esta opinión la actitud de Descartes– a Bossuet y a su ejemplo
de la cadena cuyas puntas –la libertad humana y la omnipotencia divina– hay que sujetar con
firmeza, aunque no puedan ser vistos los eslabones intermedios. Cfr. Traité du Libre Arbitre, ch. IV.
Le rationalisme..., p. 280. Asimismo, opina Laporte que Descartes se ha plegado decididamente a
la postura “tomista” sobre el particular, entendiendo por tal a la bañeziana o a la oratoriana de
Gibieuf, olvidando, de esta forma, la equidistancia de Descartes con respecto a esta línea y a la
molinista. Puede decirse que, por lo tanto, Laporte no habría comprendido el fondo metafísico
de las respuestas de Santo Tomás y Descartes.
38
Cfr.: “…todas las razones que prueban la existencia de Dios y que él es la causa primera e inmu-
table de todos los efectos que no dependen del libre albedrío de los hombres, prueban, me parece,
al mismo tiempo, que es también causa de todos los que dependen de él… Dios es a tal punto
causa universal de todo que es, al mismo tiempo, su causa total; y así no puede suceder nada sin
su voluntad.” Carta a Elizabeth del 6 de octubre de 1645. AT, IV, pp. 314-315. OE, p. 440.
39
AT, IV, pp. 315-316. OE, p. 440.
296 Juan Pablo Roldán
40
AT, IV, p. 316. OE, p. 442.
41
AT, V, p. 166.
42
Cuarta Meditación. AT, IX, p. 46. OE, p. 257.
43
AT, III, pp. 378 ss. OE, p. 386 ss.
44
Es significativo que Marion se refiera a esta última como término final de un proceso rupturista
iniciado en 1641, cuando todos los elementos considerados decisivos por el autor ya se encontra-
ban explícitamente presentes en la primera de las cartas.
45
Descartes ya había nombrado al P. Petau en su primera carta a Mesland, del 2 de mayo de
1644.
Descartes y la querella De auxiliis 297
46
AT, III, pp. 381-382. OE, p. 388. Cfr. Carta a Mesland del 9 de febrero de 1645.AT, IV, pp. 174-175.
OE, p. 429 y Cuarta Meditación Metafísica, AT, IX, p. 46, 67. OE, p. 257.
47
Carta a Chanut del 1º de febrero de 1647. AT, IV, pp. 608-609. OE, p. 458.
48
Cfr. Carta a Mesland del 2 de mayo de 1644. AT, IV, pp. 116-117. OE, pp. 424-425.
49
Laporte J., Le rationalisme…, p. 285. Vid. Una interpretación de esta perspectiva en Del Noce,
pp. 94-96.
298 Juan Pablo Roldán
50
Carta a Mersenne del 27 de mayo de 1641, AT, p. 379; OE, p. 387; Carta a Mesland del 9 de mayo
de 1645, AT, IV, p. 173, 20; OE, p. 428. Para Laporte sólo puede hallarse aquí la doctrina medieval
sobre la libertad. Cfr. Le rationalisme…, pp. 273-274. Del Noce opina que Descartes prefigura aquí,
sin desarrollar, “figuras de la filosofía moderna” como el “hombre rebelde”. Cfr. Cartesio…, p. 92.
Vid. más arriba la interpretación que Marion realiza de este pasaje.
51
Carta a Chanut del 1º de febrero de 1647. AT, IV, p. 608. OE, p. 458.
52
Carta a Cristina de Suecia. AT, V, pp. 84-85. OE, p. 473.
53
Cfr., por ejemplo, Cartas Mersenne del 15 de abril de 1630 (AT, I, pp. 135 ss.; OE, p. 353), del 6
de mayo de 1630 (AT, I, pp. 149-150; OE, p. 355) y del 27 de mayo de 1630 (AT, I, pp. 151-153; OE,
p. 356).
54
AT, V, p. 166.
Descartes y la querella De auxiliis 299
55
La expresión es de Del Noce. Vid. Cartesio…, pp. 581 ss.
56
Expresión de Laberthonière, para quien describe la esencia del cartesianismo. El autor la utiliza
por primera vez en “Le dualisme cartésien”, Annales de philosophie chrétiènne, 1909, y desarrolla
sus supuestos en Études sur Descartes (Vrin, Paris 1935) y en Études de philosophie cartesiènne (Vrin,
Paris 1938). Blondel había utilizado el mismo término en “Le christianisme de Descartes”, Revue
de Métaphysique et de Morale, 1896.
57
Lenoble destacó que el mecanicismo de orígenes de la ciencia moderna tenía como enemigo
principal al naturalismo renacentista, del cual se nutre el libertinismo erudito. Por este motivo,
la Segunda Escolástica coincide en la época con este mecanicismo. Vid. Mersenne ou la naissance
du mécanisme. Vrin, Paris 1943.
58
Tesis sostenida por Gouhier.
59
F. Alquié destacó esta relación de Descartes con el molinismo en La découverte metaphysique de
l’homme chez Descartes. PUF, Paris 1996.
300 Juan Pablo Roldán
••
He sido asistente del profesor Courrèges en la cátedra Metafísica de las
carreras de Filosofía y Psicología de la UCA y profesor de Historia de la
Filosofía Moderna en la Universidad del Norte Sto. Tomás de Aquino,
por recomendación suya, durante casi 20 años. La orientación generosa,
aguda y humilde del profesor me ha posibilitado estudiar en este tiem-
po, entre otros, temas de Teología Natural, particularmente en torno a
la cuestión de Dios, el mal y la libertad. Este artículo es una modesta
muestra de mi agradecimiento.
Resumen
Se analiza aquí un pasaje de la IV Meditación Metafísica de Descartes que condensa lo que podría
llamarse su “teodicea”. Los planteos propios de la llamada querella De auxiliis –que resuenan en
este fragmento– constituyen una referencia indispensable para analizar las ideas de los filósofos
modernos. Esta perspectiva ilumina aspectos decisivos de la doctrina cartesiana. Ésta habría
constituido un sorprendente redescubrimiento –único en su época– de la doctrina de Sto. Tomás
de Aquino sobre la libertad y el origen del mal, aunque acompañado por elementos heterogéneos
explicables por la problemática de la época.
60
Según Del Noce, las filosofías de Pascal, Malebranche y Vico constituirían un progresivo “inve-
ramento” del núcleo tradicional presente en la filosofía cartesiana, mediante la paulatina remo-
ción de elementos que le son extraños. Esta línea, que podría llamarse “de Descartes a Rosmini”,
se opondría a la que desarrolló las otras virtualidades –opuestas a éstas– del cartesianismo, y
que podría denominarse “de Descartes a Nietzsche”. Cfr. Del Noce A., Cartesio..., pp. 688 ss.
Deorsvm cvncta fervntvr
1. El camino a la infinidad
De verit. q. 8 a. 14 ad 5um.
304 Mario Enrique Sacchi
De anima III 8: 431 b 21.
Deorsvm cvncta fervntvr 305
De anima III 4: 430 a 1.
306 Mario Enrique Sacchi
2. La elevación metafísica
“[...] invenitur alius modus perfectionis in rebus creatis, secundum quod perfectio quae est
propria unius rei, in altera re invenitur; et haec est perfectio cognoscentis in quantum est cog-
noscens, quia secundum hoc a cognoscente aliquid cognoscitur quod ipsum cognitum est aliquo
modo apud cognoscentem; et ideo in III De anima dicitur, anima esse quodammodo omnia, quia
nata est omnia cognoscere. Et secundum hunc modum possibile est ut in una re totius universi
perfectio existat. Vnde haec est ultima perfectio ad quam anima potest pervenire, secundum
philosophos, ut in ea describatur totus ordo universi, et causarum eius; in quo etiam finem
ultimum hominis posuerunt, quod secundum nos, erit in visione Dei” (De verit. q. 2 a. 2c). Cfr.
el texto del De anima de Aristóteles citado supra en la nota 2.
308 Mario Enrique Sacchi
Cfr. Analyt. post. I 2: 71 b 9-11.
Cfr. Metaphys. III 1: 1003 a 26-27.
310 Mario Enrique Sacchi
Tuscul. disput. II 4, en Cicéron: Tusculanes, traduction nouvelle avec notice et notes par Ch. Ap-
puhn (Paris: Librairie Garnier Frères, s.d. [1934]), p. 128.
De rerum nat. II 202, en Lucrèce: De la nature, introduction et notes de H. Clouard, 2ème éd.
(Paris: Librairie Garnier Frères, s. d. [1939]), p. 78.
Deorsvm cvncta fervntvr 311
Summ. theol. III q. 50 a. 6c.
312 Mario Enrique Sacchi
Resumen
Introducción
Para mayores detalles sobre ‘Bariona’ cfr. Delbosco, M.P.S., “Esperanza de liberación” en Vida
llena de sentido II, ed.Sabiduría Cristiana, Buenos Aires 2002.
314 Paola Scarinci de Delbosco
Sartre, J-P., La Nausée,Gallimard,, Ed. Le livre de Poche– Université. p.179-180, 1° ed. 1938.
El silencio de Dios 315
Frente a la libertad ‘la naturaleza salta hacia atrás’, pues ser libre implica
actuar ‘fuera de la naturaleza, contra la naturaleza’, abandonando la conforta-
ble creación de Dios, para buscar el propio camino en la soledad del exilio
de un mundo ya sin sentido.
Sin embargo, muchos años después de haber afirmado Sartre esta
libertad absoluta, punto de fuerza de su humanismo, el mismo Sartre
ya maduro, rondando los 70 años, modificará los términos, pasando de
‘libertad absoluta’ a ‘responsabilidad absoluta’, aclaración que permite
afirmar que el hombre sartreano tiene una vocación frustrada a ser él
mismo ‘dios’, a hacerse creador de sí mismo y del sentido de la realidad,
dado que el sentido no se encuentra sino que se crea a través de los actos
libres, responsablemente reconocidos como propios, sin escudarse detrás
de ningún decálogo:
Sartre, J-P., Les Mouches, Gallimard, Paris 1947; ed. esp. Las Moscas, Losada, Buenos Aires 1973
(19481), p. 64.
Ibidem.
Beauvoir, Simone de, Conversaciones con J-P Sartre, Sudamericana, Buenos Aires 1988, p. 440 (1°
ed. en español 1983, en francés ed. Gallimard 1981).
Ibidem, pp. 547s.
316 Paola Scarinci de Delbosco
Pero Orestes siente que el que no odia, tampoco puede amar, y el que
se mantiene puro (tu pureza inoportuna le acaba de decir su hermana) no
pesa nada, es más liviano que un hilo.
Sin embargo, Orestes todavía pretende entender cuál es el bien que debe
hacer y el mal que debe evitar, y angustiosamente interpela a Zeus, que
–en una ambigüedad subrayada por el recurso explícito a los dos nombres
Zeus-Júpiter– lo invita a someterse y a humillarse. Pero Orestes finalmente
comprende que lo que es propuesto por el dios es siempre un bien ajeno,
así que, a la luz de esta verdad, rechaza el signo que Zeus le envía, pues
ya no está dispuesto a obedecer. Esa luz no es más que un último intento
de someter la libertad humana a la voluntad divina, pero el rechazo de
Orestes es la prueba de que ningún signo externo puede ya imponerse a la
libertad, la libertad es su propia ley. Usarla implica bajar a la tierra, reco-
nocer a Electra como hermana suya y a Argos como su ciudad; reconocer
que lo rodea el vacío y que el mundo se ha quedado totalmente frío, y se
alejan las esperanzas ligeras de la juventud.
Ser libre será entonces lastrarse con un crimen bien pesado, jugarse frente
a la incertidumbre que impide reconocer el bien del mal, pues lo que se
realiza desde la libertad, eso es bueno:
(Júpiter) Sí. El mismo secreto que yo. El secreto doloroso de los dioses y
de los reyes; que los hombres son libres. Son libres, Egisto. Tú lo sabes,
y ellos no.
Sartre, J-P., Las Moscas, cit., p. 41.
Ibidem, p. 53.
Ibidem, p. 49.
318 Paola Scarinci de Delbosco
Orestes, te he creado y he creado toda cosa: mira. (Los muros del templo
se abren. Aparece el cielo, constelado de estrellas que giran. Júpiter está
en el fondo de la escena. Su voz se ha hecho enorme– micrófono –pero
apenas se lo distingue). Mira esos planetas, que ruedan en orden, sin
chocar nunca; soy yo quien ha arreglado su curso, según la justicia.
Escucha la armonía de las esferas, ese enorme canto mineral de gracias
que repercuten en los cuatro rincones del cielo. (...)
El Bien está en ti, fuera de ti: te penetra como una hoz, te aplasta como
una montaña, te lleva y te arrastra como un mar, él es el que permite
el éxito de tu mala empresa, pues es la claridad de las antorchas, la
dureza de tu espada, la fuerza de tu brazo. Y ese mal del que estás tan
orgulloso, cuyo autor te consideras, ¿qué es sino un reflejo del ser, una
senda extraviada, una imagen engañosa cuya misma existencia está
sostenida por el Bien?10
10
Ibidem, pp. 62s.
11
Ibidem, p. 48.
El silencio de Dios 319
12
Ibidem, p. 50.
13
Ibidem, p. 63.
14
Ibidem, p. 64.
320 Paola Scarinci de Delbosco
15
Sartre, J-P., Le Diable et le bon Dieu, Gallimard, Paris 1951; ed. esp. El diablo y el buen dios, Losada,
Buenos Aires 1952, p. 10.
16
Ibidem, p. 53.
17
Ibidem, p. 62.
18
Ibidem, p. 36.
El silencio de Dios 321
forzarlo a decidir por él a través de los dados. Los dados son un preludio
del cielo vacío.
Pero deberá finalmente reconocer que la decisión inevitablemente
reposa en la propia voluntad, y que pertenecer al bando del bien o al del
mal es irrelevante:
5. Dios y el vacío
19
Ibidem, p. 70.
322 Paola Scarinci de Delbosco
Dios no me ve, Dios no me oye, Dios no me conoce. ¿Ves este vacío por
encima de nuestras cabezas? Es Dios. ¿Ves la brecha en la puerta? Es
Dios. ¿Ves ese hueco en la tierra? También es Dios. El silencio es Dios.
La ausencia es Dios, Dios es la soledad de los hombres. Estaba yo solo;
yo solo decidí el Mal; solo, inventé yo el Bien.21
6. Conclusiones
20
Ibidem, p. 90.
21
Ibidem, p. 151.
El silencio de Dios 323
Para que haya deseo es necesario que el objeto deseado esté concre-
tamente presente, él y no otro, en las profundidades del para-sí, pero
presente como una nada que lo afecta, o más precisamente como una
carencia. Y esto sólo es posible en la medida en que el para-sí en su exis-
tencia misma es susceptible de ser definido por esas carencias.22
22
Sartre, J-P, Les carnets de la drôle de guerre Novembre 1939 – Mars 1940, Gallimard, Paris 1983; ed.
esp. Diarios de Guerra, Losada Buenos Aires, 1983, p. 235.
23
Ibidem.
324 Paola Scarinci de Delbosco
Un hermoso cielo matinal: entonces contemplo las cosas bajo ese cielo,
y hay un momento de perfecta satisfacción. Las cosas están ahí, bajo ese
cielo, que yo contemplo; soy únicamente eso, alguien que contempla el
cielo al amanecer.24
Pero entonces, ese cielo, cuya belleza podemos contemplar no está vacío;
el hombre que lo contempla no está solo, y el Dios que lo habita no está en
silencio.
Resumen
Dos obras de teatro de Jean-Paul Sartre tratan directamente el tema de Dios como competidor
de la libertad del hombre. Es posible reconocer entre las dos un progresivo alejamiento de la
concepción de un Dios creador, en un proceso de continua emancipación del hombre. En Les
Mouches Júpiter-Zeus todavía se encuentra al mando de la realidad, aunque en una manera gro-
tesca y caricatural, y sigue siendo el que garantiza la forma de las cosas, la dureza de la espada,
la claridad de las antorchas, la fuerza de las manos. En Le Diable et le bon Dieu, en cambio, el cielo
está vacío, aunque algunos hombres se resistan a admitirlo y busquen o inventen signos divinos,
para retrasar la evidencia de la soledad del hombre. Goetz juega a los dados su destino como
agente del bien o del mal, pero pronto descubrirá que tanto el bien como el mal son imposibles.
Hay sólo libertad. Sin embargo, el resultado de la absolutización de la libertad humana, que se
hizo vaciando el cielo, también vació de sentido la tierra.
24
Beauvoir, Simone de, La cérémonie des adieux, Gallimard 1981; ed. esp. La ceremonia del adiós, Sud-
americana, Buenos Aires 1983, p. 524.
L’instrumentalisation de l’humain
déficient comme défi anthropologique
Jürgen Habermas, L’avenir de la nature humaine. Vers un eugénisme libéral ?, traduit de l’allemand
par Christian Bouchindhomme, Paris, Gallimard, 2002 [Die Zukunft der menschlichen Natur. Auf
dem Weg zu einer liberalen Eugenik ?, Frankfurt am Main, Suhrkamp, 2001].
326 Bernard N. Schumacher
Voir Michel Onfray, Féeries anatomique. Généalogie du corps faustien, Paris, Grasset, 2003, Le livre
de Poche, 82, 96s.
Voir Tristram Engelhardt, Jr., The Foundations of Bioethics, Oxford, Oxford University Press,
1996, second edition.
Olivier Cayla et Yan Thomas, Du droit de ne pas naître. A propos de l’affaire Perruche, Paris,
Gallimard, 2002, 12.
Ibidem.
L’instrumentalisation de l’humain déficient 327
[1] «ce qui distingue les personnes est leur capacité [dans le sens d’être
en acte] d’être auto-conscientes, rationnelles et concernées par le mérite
de la faute et de la louange. (…) tous les êtres humains ne sont pas des
personnes. Tous les êtres humains ne sont pas auto-conscients, ration-
nels et à même de concevoir la possibilité de la faute et de la louange.
Les fœtus, les nouveau-nés, les handicapés mentaux très profonds et les
comateux sans espoir [et l’on pourrait ajouter les séniles] fournissent
des exemples de non-personnes humaines. Elles sont des membres de
l’espèce humaine mais elles n’ont pas en et par elles-mêmes une place
dans la communauté morale laïque.»
« What distinguishes persons is their capacity to be self-conscious, rational, and concerned
with worthiness of blame and praise. (…) On the other hand, not all humans are persons. Not
all humans are self-conscious, rational, and able to conceive of the possibility of blaming and
praising. Fetuses, infants, the profoundly mentally retarded, and the hopelessly comatose
provide examples of human nonpersons. They are members of the human species but do not
in and of themselves have standing in the secular moral community. » Tristram Engelhardt,
Jr., The Foundations of Bioethics, 138-139. Plus loin, Engelhardt ajoute les séniles parmi les non-
personnes (239).
Ibidem, 135.
328 Bernard N. Schumacher
[3] «qu’il y a des raisons (n’ayant rien à voir avec le spécisme) pour pré-
férer utiliser des animaux plutôt que des adultes humains normaux s’il
faut vraiment faire l’expérience. Notons que le même argument donne
des raisons de préférer qu’on utilise, pour les expériences, des enfants
P. Singer, Questions d’éthique pratique, traduit de l’anglais par M. Marcuzzi, Paris, Bayard, 1997,
66 [Practical Ethics, Cambridge, Cambridge University Press, 1993, second edition, 59 : « to give
priority to relieving the greater suffering ».]
Voir Idem, 68 [61].
10
Voir Idem, 71 [64].
11
Idem, 67 : « mental capacities that will, in certain circumstances, lead them to suffer more than
animals would in the same circumstances. » [59]
L’instrumentalisation de l’humain déficient 329
Notre auteur conclut donc : si l’on accepte que des expériences scien-
tifiques soient réalisées sur des animaux non humains, ne devrait-on pas
également le permettre sur des enfants et des êtres humains gravement
handicapés mentaux ? Dans ce passage, l’intention première de Singer est
que le lecteur prenne conscience de la brutalité avec laquelle les animaux
sensibles sont traités dans le cadre d’expériences scientifiques en vue, par
exemple, d’élaborer des médicaments qui serviraient à guérir des person-
nes. Cependant, si l’on relie la citation ci-dessus à la distinction entre ‘être
humain’ et ‘personne’, au principe de l’égalité des intérêts (qui dépend du
principe d’utilité), ainsi qu’à plusieurs autres textes, on arrive à la conclu-
sion de la légitimité selon des considérations particulières d’utiliser des
nouveau-nés ou handicapés mentaux très profonds à des fins expérimen-
tales. Voyons cela de plus près.
Peter Singer introduit une triple hiérarchie, c’est-à–dire une inégalité
foncière, au sein de l’espèce humaine quant au droit à la vie : l’individu
conscient de soi-même a un statut moral supérieur à celui qui ne l’est
pas ; l’individu dépourvu de conscience de soi, mais capable de souffrir et
12
Idem, 67 : « Normal adult human beings have mental capacities that will, in certain circum-
stances, lead them to suffer more than animals would in the same circumstances. If, for instance,
we decided to perform extremely painful or lethal scientific experiments on normal adult
humans, kidnapped at random from public parks for this purpose, adults who entered parks
would become fearful that they would be kidnapped. The resultant terror would be a form of
suffering additional to the pain of the experiment. The same experiments performed on non-
human animals would cause less suffering since the animals would not have the anticipatory
dread of being kidnapped and experimented upon. (…) That there is a reason, and one that is
not speciesist, for preferring to use animals rather than normal adult humans, if the experiment
is to be done at all. Note, however, that this same argument gives us a reason for preferring to
use human infants – orphans perhaps – or severely intellectually disabled humans for experi-
ments, rather than adults, since infants and severely intellectually disabled humans would also
have no idea of what was going to happen to them. » [59-60]. Singer pose la question rhétorique
: ceux qui font des expériences sur les animaux seraient-ils « prêts à faire leurs expériences sur
des orphelins victimes de lésions cérébrales graves et irréversibles, si c’était le seul moyen de
sauver des milliers d’autres personnes ? » – s’ils prenaient en compte le fait que « les singes, les
chiens, les chats, et même les souris et les rats sont plus intelligents, plus conscients de ce qui
leur arrive, plus sensibles à la douleur, etc. que beaucoup d’humains au cerveau gravement
endommagé qui ne font que survivre dans un hôpital ou dans quelque autre institution. » 74 :
« would experimenters be prepared to perform their experiments on orphaned humans with
severe and irreversible brain damage if that were the only way to save thousands ? (…) since
apes, monkeys, dogs, cats, and even mice and rats are more intelligent, more aware of what
is happening to them, more sensitive to pain, and so on, than many severely brain-damaged
humans barely surviving in hospital wards and other institutions. » [67].
330 Bernard N. Schumacher
[6] «Un bébé d’une semaine [et on pourrait ajouter un adulte handicapé
mental très grave ou sénile] n’est pas un être rationnel conscient de soi,
et il existe de nombreux animaux non humains dont la rationalité, la
conscience de soi, l’éveil et la capacité de sentir, notamment, dépassent
ceux d’un bébé humain âgé d’une semaine, ou d’un mois. Si le fœtus
n’a pas droit à la vie comme une personne, le nouveau-né non plus. Et
la vie d’un nouveau-né a moins de valeur pour celui-ci que la vie d’un
cochon, d’un chien, d’un chimpanzé n’en a pour chacun de ces animaux
non humains.»15
13
Idem, 79-80: « It has been suggested that autonomous, self-conscious beings are in some way
much more valuable, more morally significant, than beings who live from moment to moment,
without the capacity to see themselves as distinct being with a past and a future. Accordingly
on this view, the interests of autonomous, self-conscious beings ought normally to take priority
over the interests of other beings. » [73]. Voir 96-7 [90-1], 99 [94-5].
14
Idem, 166 : « [S]ince no fetus is a person no fetus has the same claim to life as a person. Now
it must be admitted that these arguments apply to the newborn baby as much as to the fetus »
[169]. « En tout cela, le nouveau-né [et l’on devrait ajouter l’handicapé mental très grave et l’in-
dividu sénile] est sur le même plan que le fœtus, et c’est pourquoi il y a moins de raisons qui
s’opposent à ce que l’on tue des bébés et les fœtus qu’il n’y en a contre le fait de tuer des êtres
capables de se considérer eux-mêmes comme des entités distinctes existant dans le temps. » Idem,
168 : « In all this the newborn baby is on the same footing as the fetus, and hence fewer reasons
exist against killing both babies and fetuses than exist against killing those who are capable of
seeing themselves as distinct entities, existing over time. » [171].
15
Idem, 166 : « A week-old baby is not a rational and self-conscious being, and there are many
nonhuman animals whose rationality, self-consciousness, awareness, capacity to feel, and so
on, exceed that of a human baby week or a month old. If the fetus does not have the same claim
to life as a person, it appears that the newborn baby does not either, and the life of a newborn
baby is of less value to it than the life of a pig, a dog, or a chimpanzee is to the nonhuman ani-
mal. » [169].
L’instrumentalisation de l’humain déficient 331
Quelques pages plus loin, Singer précise toutefois que tout ce qu’il
maintient à propos des nourrissons dans le cadre de la discussion éthique
sur l’infanticide et l’euthanasie non volontaire peut également [7] «s’ap-
pliquer à des enfants plus âgés ou à des adultes dont l’âge mental est et
a toujours été celui d’un nourrisson»16, à savoir aux handicapés mentaux
très graves.
Dans les pages de son ouvrage où Singer se demande si l’on peut sup-
primer la vie de l’embryon et du fœtus, on trouve clairement exprimée
l’idée que l’avortement d’un être humain sensible après dix-huit semaines,
et risquant de provoquer des souffrances chez ce dernier, pourrait être
justifié sans autre [8] «s’il devait servir à prévenir une souffrance bien
plus grande», par exemple « en sauvant la vie d’un enfant souffrant d’une
déficience du système immunitaire », ou s’il devait « permettre de guérir
des personnes âgées souffrant de la maladie de Parkinson ou d’Alzhei-
mer ».17 Singer précise quelques pages plus loin que [9] «je ne vois rien de
foncièrement mal à ce qu’il y ait davantage d’avortements ou qu’il y ait des
grossesses en vue de procurer du tissu fœtal, du moment que les femmes
concernées agissent librement et que les avortements supplémentaires
contribuent vraiment à sauver d’autres vies»18. La logique interne de la po-
sition de Singer implique l’affirmation que l’on pourrait éthiquement tuer
le nouveau-né, l’handicapé mental très profond ou l’individu sénile dans
la mesure où les parents le décideraient pour des raisons particulières19,
telles que, par exemple, sauver davantage de vies de personnes.
16
Idem, 176: « would apply to older children or adults whose mental age is and has always been
that of an infant. » [181].
17
Idem, 163 : « could be justified if the outcome were to prevent much greater suffering by sav-
ing the life of a child suffering from an immune system disorder, or to cure Parkinson’s or
Alzheimer’s disease in an older person. » [166]
18
Idem, 165 : « I see nothing inherently wrong with more abortions, or with pregnancies being
undertaken in order to provide fetal tissues, as long as the women involved are freely choosing
to do this, and the additional abortions really do make some contributions to saving the lives
of others. » [168].
19
Voir Idem, 183 [189]. Singer mentionne certes dans cette même page que le principe de l’égale
considération des intérêts ne doit nullement négliger les intérêts des personnes handicapées.
Il omet cependant d’invoquer le cas des handicapés mentaux très graves qui ne « sont pas des
individus [bien que Singer se réfère ici explicitement au fœtus et au nouveau-né] capables de se
considérer eux-mêmes comme des entités distinctes devant mener leur propre vie », 182 : « is an
individual [bien que Singer se réfère ici explicitement au fœtus/fetus et au nouveau-né/newborn
infant] capable of regarding itself as a distinct entity with a life of its own to lead » [188]. Il me
semble que Singer utilise consciemment une ambivalence dans la référence au terme d’handi-
capé : il soutient à plusieurs reprises que sa théorie n’implique nullement que l’on ne doit pas
prendre en considération les intérêts des handicapés –se référant aux handicapés physiques
ou mentaux légers qu’il considère comme des personnes–, mais il n’aborde pas directement le
problème de l’adulte handicapé mental très grave, se contentant de mentionner l’embryon ou le
332 Bernard N. Schumacher
nouveau-né. S’il veut être logique dans son argumentation, Singer doit maintenir – comme il le
fait dans le cas de l’infanticide – que dans certaines circonstances l’euthanasie d’un handicapé
mental très grave ne saurait être considéré comme un mal moral. Voir Idem, 166 ss. [169 ss.]. En
effet, dans le chapitre traitant de la justification de l’infanticide et de l’euthanasie non volontaire,
Singer précise que « tout ce que je vais dire à leur propos [nourrissons] [peut] s’appliquer à des
enfants plus âgés ou à des adultes dont l’âge mental est et a toujours été celui d’un nourrisson »
(176 : « although everything I say about them [the infants] would apply to older children or
adults whose mental age is and has always been that of an infant [181]) et de conclure que « tuer
un nourrisson invalide [respectivement d’un handicapé mental très grave] n’est pas moralement
équivalent au fait de tuer une personne. Dans certains cas, ce n’est pas un mal » 185 : « killing a
disabled infant is not morally equivalent to killing a person. Very often it is not wrong at all. »
[191].
20
Tristram Engelhardt, Jr., The Foundations of Bioethics, 255: « a special form of very dear prop-
erty ». «Those who made or procreated the zygote, embryo, or fetus have first claim on making
the definitive determination of its value. Privately produced embryos and fetuses are private
property. They would be societally owned only if societal groups or cooperatives produced
them. » 255. Voir 271.
21
« extension(s) of and the fruit of one’s own body » Ibidem, 256.
22
« They produced it, they made it, it is theirs » Ibidem, 255. Voir 271.
23
« [T]hey take possession of themselves as conscious entities, until one gives them a special
standing in a community, until one transfers one’s rights in them to another, or until they be-
come persons » Ibidem, 256.
L’instrumentalisation de l’humain déficient 333
L’être humain fœtus, compris comme un objet, peut être utilisé à des
fins expérimentales ou tué dans la mesure où ces actes contribuent à un
accroissement du bonheur pour la communauté des agents moraux. Il n’est
pas traité comme une fin en soi, mais il est simplement utilisé comme une
chose. Il a un prix et non une dignité.
Qu’en est-il toutefois du statut des autres êtres humains non-personnes,
tels le nouveau-né, l’adulte mentalement sévèrement handicapé ou encore
le sénile ? Engelhardt reconnaît que ces actions sont contraires au sens
commun. Pour sortir de l’impasse dans laquelle il se trouve, notre philo-
sophe accorde à ces non-personnes une certaine valeur en introduisant le
terme de personne sociale24 sur le modèle utilitariste et conséquentialiste.
Cette notion est en effet essentiellement une «construction utilitariste»25
qui n’a pas pour visée principale le bien de l’être humain non-personne,
mais celui de la personne morale.
[14] «Le sens social de personne exprime une manière de traiter certains
cas de la vie humaine en vue d’assurer la vie des personnes strictement.
(…) Une personne dans ce sens n’est pas une personne à proprement
parler et n’est ainsi pas un objet de respect sans réserve. Plus précisé-
ment, certains cas de la vie humaine sont traités comme des personnes
pour le bien des individus qui sont strictement des personnes.»26
24
Voir Idem, « Medicine and the Concept of Person », 176-7. Voir The Foundations of Bioethics, 146
ss.
25
H.T. Engelhardt, Jr., «Medicine and the Concept of Person », 177: «The social sense of person
is primarily a utilitarian construct»
26
Ibidem, 177 : « The social sense of person is a way of treating certain instances of human life in
order to secure the life of persons strictly. (…) A person in this sense is not a person strictly, and
hence not an unqualified object of respect. Rather, one treats certain instances of human life as
persons for the good of those individuals who are persons strictly. »
27
Voir Idem, The Foundations of Bioethics, 147.
334 Bernard N. Schumacher
[15] «le statut moral séculier de l’infanticide est implicite. Il est la résul-
tante de l’incapacité de la morale séculière de justifier une explication
générale autorisée remplie de contenu pour le statut moral des fœtus
ou des jeunes enfants. Cet échec limite l’autorité morale séculière de
l’Etat à intervenir. Une proscription exigerait une hiérarchisation par-
ticulière autorisée des torts et des bénéfices. Ceci ne saurait être justifié
qu’à l’intérieur d’une vision morale particulière. La conclusion est très
déplaisante.»29
28
« Persons who are moral agents have rights that are integral to the very character of general
secular morality. The rights of persons in a social sense are created by particular communities.»
H.T. Engelhardt, Jr., The Foundations of Bioethics, 150.
29
Idem, The Foundations of Bioethics, 271 : «the secular moral status of infanticide is by default. It
results from the inability of secular morality to justify a general canonical content-full account
of the moral status of either foetuses or young children. This failure limits the secular moral
authority of the state to intervene. A legal proscription would require a particular canonical
ordering of harms and benefits. Such can be justified only within a particular moral vision. The
conclusion is very unpleasant.»
L’instrumentalisation de l’humain déficient 335
de personne. L’être humain n’est pas une personne parce qu’il exerce une
série de propriétés, mais c’est parce qu’il est fondamentalement un être
humain-personne qu’il a de par son être la potentialité d’exercer ces pro-
priétés dites personnelles.
L’être humain –compris comme personne– n’est pas une propriété,
mais il est le sujet qui possède des propriétés particulières manifestant
son être. Le concept de propriété signifie le fait de caractériser ‘x’, ce
qui implique l’existence d’un substrat nommé être humain-personne.
Afin de posséder des propriétés dites personnelles, il est requis que
le sujet soit déjà une personne. On pourrait distinguer les propriétés
dites personnelles, qui permettent de reconnaître l’être humain comme
une personne, du sujet de ces propriétés qui rend leur être possible.
Néanmoins l’agir personnel ne constitue pas en soi l’être de la personne
: il ne fait que la révéler. L’agir personnel est potentiel, contrairement
à l’acte d’être du sujet qui rend possible un tel agir. La possession en
acte des propriétés dites personnelles dans le sens particulier de leur
exercice n’est pas requise pour que le nouveau-né ou l’handicapé men-
tal très profond soit une personne en acte. L’être humain dépourvu de
l’exercice de ces propriétés dites personnelles de manière momentanée
ou définitive est pleinement une personne, mais déficiente. L’aptitude
à exercer de par son propre être et à un moment donné de son histoire
ces propriétés est une condition nécessaire pour qualifier l’individu
comme une personne. Leur éventuel exercice concret est secondaire et
n’a pas d’incidence sur l’octroi du statut de personne.
On peut ainsi conclure que le nouveau-né ou l’handicapé mental très
profond est une personne en acte ; mais pour des raisons de mal-fonc-
tionnement dans son développement, voire d’une nature défectueuse
du spermatozoïde, respectivement de l’ovule pris séparément, il n’est
pas en mesure d’exercer les propriétés dites personnelles qui lui sont
propres de par son être. L’être de l’handicapé mental très profond est
pleinement personnel, mais déficient quant à l’exercice de certaines
propriétés dites personnelles qu’elle devrait pouvoir exercer si les cir-
constances normales étaient données à un instant particulier de son
développement. Il est donc le sujet de droits fondamentaux en vertu
même de son être de personne, c’est-à–dire que l’individu humain n’a
pas besoin d’exercer un comportement exprimant les propriétés per-
sonnelles pour avoir un «sérieux droit à la vie»30.
30
“a serious right to life”: M. Tooley, Abortion and Infanticide, Oxford, Clarendon Press, 1983, 37.
336 Bernard N. Schumacher
Bernard N. Schumacher
Université de Fribourg (Suiza)
Resumen
El caso de los discapacitados mentales graves plantea seriamente la distinción ser humano-
persona. La corriente utilitarista contemporánea a la que pertenecen Peter Singer y Tristram
Engelhardt define a la persona en base al ejercicio de determinadas propiedades, sobre todo
la conciencia de sí y la capacidad de moralidad. De ello se sigue que la experimentación con
determinados seres humanos debería permitirse, ya que no serían propiamente personas;
procediendo en esos casos a un cálculo de los intereses afectados. En el trabajo se sostiene que
todo ser humano es persona, ya que posee la potencialidad de ejercer las propiedades llamadas
personales, aunque dicho ejercicio pueda estar momentánea o definitivamente suspendido. Se
abre paso así a la noción de persona deficiente.
El Orbis sensualium pictus de Comenio.
Una enciclopedia elemental
Cf. Avanzini, G., La pedagogía desde el siglo XVII hasta nuestros días, F.C.E., México 1997, pp. 31ss.
338 Clara Inés Stramiello
Garin, E., La educación en Europa 1400-1600, Crítica, Barcelona 1987, p. 200.
El Orbis sensualium pictus de Comenio 339
en el cual el hombre debe prepararse para lograr su fin último. Dicha pre-
paración implica la realización de fines secundarios que se basan en que el
hombre ha sido creado a imagen y semejanza de Dios, y en que el mundo
ha sido creado para generación, crianza y ejercicio del género humano:
Comenio, J. A., Didáctica Magna, Reus, Madrid 19712, p. 41.
Ibidem, pp. 46-47.
340 Clara Inés Stramiello
Ibidem, p. 76.
Ibidem, p. 85.
Citado por Guex, F., Historia de la instrucción y de la educación, Imprenta de los sucesores de
Hernando, Madrid s/f., p. 139.
El Orbis sensualium pictus de Comenio 341
Cf. Bowen, J., Historia de la educación occidental, vol. 3, Herder, Madrid 1985, p. 128 y Garin, E.,
op. cit., p. 214.
Bowen, J., op.cit., p. 149.
10
Comenio, J. A., El mundo en imágenes, Porrúa, México 1993.
342 Clara Inés Stramiello
Concientes, por los demás, de que las tareas de aprendizaje deben ser
pocas y sencillas, hemos puesto en este primer libro visual para el
alumno sólo lo más rudimentario, a saber, lo básico de las cosas y pala-
bras, o sea lo más indispensable del mundo todo, de la lengua toda y de
todo lo que a nuestro derredor puede captar el intelecto. Si se pretende
llegar (como es debido) a una más perfecta descripción de las cosas, a
un conocimiento más a fondo de la lengua y una clarificación mental
más brillante; todo ello se encuentra en otro lado, adonde no será difícil
llegar, usando como puente esta nuestra pequeña enciclopedia de las
cosas sensibles.
11
Cf. Lora Aguirre, E., “Enseñar con textos e imágenes. Una de las aportaciones de Juan Amós
Comenio”, en Revista Electrónica de Investigación educativa, 2001, vol. 3, N° 1.
http://redie.uabc.mx/vol3no1/contenido-lora.html
El Orbis sensualium pictus de Comenio 343
••
Resumen
Juan Amós Comenio (1592-1670) elaboró un sistema pedagógico que se difundió rápidamente por
Europa fundamentado en una concepción teológico-antropológica que se explicita en la Didáctica
Magna y subyace en los manuales de uso escolar como El mundo en imágenes (Orbis sensualium
pictus). Ésta es una de sus obras de uso escolar más difundida que al mismo tiempo que es ex-
presión de su ideal educativo, introduce el uso de la imagen como recurso didáctico.
Avicena:
la creación como ‘abdá’
A.–M. Goichon, La distinction de l’essence et de l’existence d’après Ibn Sînâ (Avicenne), Desclée de
Brouwer, Paris 1937, p. 245, n. 3.
Corán, 57, 27.
A.–M. Goichon, Lexique de la langue philosophique d’Ibn Sīnā (Avicenne), Desclée de Brouwer, Paris
1938., nº 45.
346 Claudio G. Torea
Avicenne, Epître des définitions, Desclée de Brouwer, Paris 1933, trad. A.–M. Goichon, p. 193.
A.–M. Goichon, Introduction a Avicenne. Son epître des définitions, Desclée de Brouwer, Paris
1933., p. 193.
Avicena: la creación como ‘abdá’ 347
del ser, pues de otro modo habría composición en Él. Por otro lado tenemos
al ser que en sí mismo es posible y necesario por otro. Este ser posible, es
en primer lugar ser, pero es posible en tanto que se refiere a una esencia
meramente posible. Esta posibilidad, aunque tiene un aspecto lógico, pues
es lo que podemos concebir como no contradictorio, sin embargo, a la
luz de algunos textos de Avicena nos da la impresión de que no tiene un
“apoyo” en sí mismo, o sea, no es una esencia que tenga algún grado de ser
como si fuese en sí misma subsistente (es la interpretación de Gilson, quien
afirma que el posible no tiene una explicación filosófica sino psicológica
y que es una recaída en el platonismo, tratándose, entonces, de un tipo de
ser al que denomina esse essentiae) Mas bien, el punto de apoyo del posi-
ble es la ciencia del Ser Necesario, o sea, Dios, pues como dice Avicena:
“sciens divinum erit comprehendens id quod iam est et quod possibile est
esse”. Y finalmente, este ser posible es necesario por otro en cuanto que su
existencia le es extrínseca y le viene del Ser Necesario.
Avicena mismo es consciente de que ese esse essentiae que las colocaría
como posibles separados y subsistentes va más de la mano de la filosofía
de Platón que de la suya. En última instancia, pensamos que esta diferen-
cia radicaría en que para Avicena hay creación, mientras que para Platón
no, y que si bien este último se acerca a la noción, no llega a ver todas las
implicaciones que hay en ella. Veamos qué nos dice Avicena al respecto:
Planteadas así las cosas, parece que el posible sólo puede existir en la
ciencia del Ser Necesario por sí. Y como éste es simple, los posibles no son
E. Gilson, El ser y los filósofos, Eunsa, Pamplona 1979, p. 99; vid. p. 100 y 124.
Avicena Latinus. Liber de Philosophia Prima sive Scientia Divina. Edition critique de la traduction
latine médiévale par S. van Riet, Introduction docrinale par G. Verbeke. I-IV, 1977; V-X, 1980,
VIII, 7, p. 425, 38-39.
al-Ŝifâ’, II, 591-594 (de la edición de Teheran, 2 vols.) cit. por M. Cruz Hernández, Avicena. Sobre
Metafísica (Antología), traducción del árabe de la edición de Teherán, introducción y notas de
Miguel Cruz Hernández, Revista de Occidente, Madrid 1950, pp. 149-150.
348 Claudio G. Torea
A.–M. Goichon, La distinction..., p. 211.
10
Ibidem, nota (b).
Avicena: la creación como ‘abdá’ 349
le passage cité plus haut, on lit fº 15, v. 1, l. 33-34, «est tamen de numero per-
petuorum: eo quod non est ex re que mutetur in aliud». Et un peu plus loin, l.
54-55, toujours à propos de la matière: «et non esset ex illis que generantur et
corrumpuntur: sed de perpetuis» (al-Shîfâ., I, 10)”.11
jalq se dice en dos sentidos. Significa primero hacer adquirir el ser cual-
quiera que sea. Luego, el hacer a un ser llegar al acto a partir de la mate-
ria y de la forma, cualquiera que sea. “Creación” se dice en un segundo
sentido, si un ser cualquiera en potencia no ha precedido al acto porque
éste se encuentra anclado en el ser por la materia y la forma.
11
A.–M. Goichon, Lexique..., nº 42.
12
A.–M. Goichon, Introduction..., p. 195.
13
Miguel Cruz Hernández, op. cit., p. 219, notas 167 y 170.
14
A.–M. Goichon, Introduction..., p. 195, nota (b).
15
Miguel Cruz Hernández, op. cit., p. 219, nota 170.
350 Claudio G. Torea
16
A.–M. Goichon, Lexique..., nº 227.
17
Vid. A.–M. Goichon, La distinction..., p. 246.
18
Avicena, Tafsir al-mu`awwadat al–’ula, cit. por M. Cruz Hernández, op. cit., p. 220 con nota 174.
A.–M. Goichon, La distinction..., p. 203.
19
Vid. A.–M. Goichon, La distinction..., pp. 251-8 passim.
Avicena: la creación como ‘abdá’ 351
20
Avicenne, Livre des directives et remarques, trad. et Introduction par A.–M. Goichon, Vrin, Paris
1951, pp. 385s.
21
Avicena Latino, VI, 2, p. 306, 8-9.
22
Santo Tomás, Suma Teológica, I, 45, 2, ad 4.
352 Claudio G. Torea
Et haec est intentio quae apud sapientes vocactur creatio , quod est
dare rei esse post non esse absolute.27
23
Platón, Timeo, 28c5-31b3.
24
Avicena, Epitre des definitions, p. 74
25
Ibidem, p. 75 nota 1 y p. 81.
26
A.–M. Goichon, Lexique..., nº 42.
27
Avicena Latino, VI, 2, 68-69.
Avicena: la creación como ‘abdá’ 353
De hoc quod putatur filius remanere post patrem, de fabrica post fabri-
catorem, et calefactio post ignem, occasio fuit ignorantia quae sit vera
causa: fabricator enim et pater et ignis non sunt verae causae existentiae
secundi quod dicitur oppositum ei nec etiam sunt causae sui esse.29
28
Ibidem, VI, 2, 88-89.
29
Ibidem, VI, 2, 95-99.
354 Claudio G. Torea
Claudio G. Torea
Universidad Católica Argentina
Resumen
En el lenguaje técnico de Avicena aparecen dos términos con los que se designa la creación:
’abdá‘ y jalq para designar la creación inmediata y la mediata. Se trata de reflexionar sobre los
alcances de estos términos, especialmente ’abdá‘. Es una relectura sobre la creación como de-
pendencia y producción total del ser y su entronque con la forma neoplatónica emanatista en
la que el mismo Avicena presenta, por otro lado, el proceso de la creación. Al seguir a Avicena
es su comparación entre creación y generación, se discute sobre la materia prima y el estatuto
ontológico del posible.
Aproximación a Descartes
La obra cartesiana
Trece años antes de su muerte Descartes publicó en francés su Discurso del
método (1637), que tuvo el carácter de metodología introductoria a tres estudios
científicos suyos: Dióptrica, Meteoros y Geometría. Sus principios metodológicos
se completan con sus Reglas para la dirección del espíritu, publicadas después de
su muerte. En latín escribió sus Meditaciones metafísicas (1641) y la exposición
de su filosofía (Principios de filosofía, 1644). Dejó muchos trabajos inéditos.
El objetivo cartesiano
En la primera parte del Discurso del método, Descartes manifiesta su
vocación de servicio en su deseo de ser útil comunicando de qué manera
trató de guiar su propia razón. Ha señalado antes la razón como algo dis-
tintivo del ser humano, y ha advertido que la razón es semejante entre los
hombres, de manera que las diferencias de opinión se originan en distintos
intereses y en la consideración de cosas diferentes.
Su mayor preocupación, el eje de todo su interés, fue la búsqueda de la
verdad para encaminar su modo de vivir.
Había observado durante sus viajes cosas extravagantes y ridículas,
aprobadas por culturas muy desarrolladas, por lo cual dedujo que no debía
creer lo que sólo se apoyara en el ejemplo y la costumbre.
Desengañado de las experiencias recibidas durante sus viajes, decidió
estudiar dentro de sí mismo y elegir por sí mismo su ruta.
La búsqueda de un nuevo método
En la segunda parte de su Discurso del método, Descartes confiesa que
trató de modificar sus pensamientos para afirmarlos sólo sobre lo que
fuera propio de él, porque desconfiaba de los principios que había recibido
y aceptado sin examinar si eran verdaderos. Pero no quiso desechar nada
sin proyectar antes la búsqueda del método que lo llevara al conocimiento,
tal como él lo concebía.
El método que buscaba debía tener las bondades de la lógica, del aná-
lisis geométrico y del álgebra, superando sus imperfecciones. Encuentra
Aproximación a Descartes 357
la lógica útil para explicar lo que uno sabe, e incluso para hablar de lo que
ignora, pero no para aprender. Se muestra injusto con Lulio y con su arte
combinatoria, porque dice que con esa arte se puede “hablar sin juicio” de
lo que no se sabe. Se cree que Descartes no llegó a estudiar la obra de Lu-
lio, desanimado quizá a causa de su trato con algún lulista. -Debe tenerse
en cuenta que el arte combinatoria ideada por Lulio, aprobada en 1310
por cuarenta maestros y bachilleres en Artes y Medicina, fue útil en las
disputas teológicas para desorientar al adversario, no obstante esa crítica
cartesiana severamente condenatoria-.
Consideraba Descartes la geometría analítica demasiado dependiente
de las figuras geométricas y el álgebra, un arte confuso y oscuro.
Y en sus reflexiones llegó a la conclusión de que le bastarían cuatro pre-
ceptos, si los observaba siempre, sin excepción. Esos preceptos prescriben:
1°) Aceptar, para formular juicios, sólo lo indudable, por su condición
de claro y distinto.
2°) Dividir cada dificultad en tantas partes cuantas sean necesarias para
su mejor resolución.
3°) Ordenar el pensamiento, partiendo de lo más sencillo para llegar a
lo mas complejo.
4°) Realizar enumeraciones completas y revisiones abarcadoras, para
cerciorarse de no haber omitido nada.
Hay, pues en los preceptos, referencia a la manera de formular juicios
(precepto primero) y de ordenar el pensamiento (precepto tercero); a la
conveniencia de realizar análisis (precepto segundo) y revisiones (precepto
cuarto) alternadas.
El encadenamiento de las razones en el análisis geométrico lo indujo
a pensar que “se deducen unas de otras” las cosas que pueden conocerse.
Y advirtió que las demostraciones matemáticas consideran “las diversas
relaciones o proporciones que se encuentran” en sus diferentes objetos.
Decidió, en consecuencia, tomar “todo lo mejor del análisis geométrico y
del álgebra”, y corregir “todos los defectos de uno por medio de la otra”.
Cfr. Descartes, Discurso del método, edición y traducción a cargo de Don Juan Carlos García
Borrón, catedrático, Bruguera, [1968], 3ª ed. revisada, Barcelona 1974, nota 26.
Cfr. Lola Badia y Anthony Bronner, Ramón Llull: vida, pensamiento y obra literaria, [1992] Sirmio,
Barcelona 1993. Hugues Didier, Raymond Lulle, Desclée de Brouwer, Paris 2001.
Cfr. ibidem, pp. 48-50.
358 Lía Noemí Uriarte Rebaudi
El ‘cogito’ cartesiano
En la cuarta parte de su Discurso del método, Descartes dice que debe
hablar de sus primeras meditaciones, aunque tienen carácter metafísico
y podrían no agradar a todos. -Se supone que esas meditaciones deben
fecharse en el invierno que se extendió entre los años 1619 y 1620-. Pero va
a referirse a ellas, para que se juzgue si se apoyó en fundamentos firmes.
Estimó necesario rechazar como falso cuanto pudiera implicar duda,
para saber si le quedaría algo indudable. Y al tener en cuenta que los sen-
tidos a veces engañan, desconfió de ellos y resolvió fingir que todo lo que
había pensado era ilusorio.
Llegó a advertir, entonces, que él mismo era algo, al pensar que todo era
falso. Juzgó que podía admitir como primer principio de la filosofía que
buscaba, esta verdad: yo pienso, luego yo soy.
Advirtió también que él mismo era “una sustancia cuya […] naturaleza
no es sino pensar y que, para ser, no […] dependía de cosa material alguna;
que “ese yo […], el alma por la cual soy lo que soy, es enteramente distinta
del cuerpo […]”.
Consideró luego que hay mayor perfección en conocer que en dudar;
que él no era perfecto puesto que dudaba; y que debía haber algo de na-
turaleza más perfecta que la suya. Sus razonamientos lo guían a la idea
de que “existe Dios, […] ente perfecto”. Y afirma que esa idea “es tan cierta
como puede serlo una demostración de geometría”.
Quienes tienen dificultad en conocer a Dios y en saber acerca de su
propia alma, se pierden al buscar ese conocimiento porque sólo se guían
por lo sensible y por la imaginación.
Hacia el final de esa cuarta parte afirma que la razón “nos dicta que […]
nuestras ideas […] deben tener un fundamento de verdad, pues no sería
Cfr. García Borrón, en Descartes, Discurso del método, cit., nota 32.
Descartes, op. cit., p. 66.
Ibidem, p. 67.
Cfr. ibidem, p. 71.
Aproximación a Descartes 359
posible que Dios, que es […] perfecto y […] verdadero, las hubiese puesto
en nosotros sin eso”.
La quinta parte del Discurso hace consideraciones de la condición ani-
mal, no todas aceptables en nuestro tiempo. Y termina esa quinta parte,
destacando que “nuestra alma […,] de naturaleza independiente del cuerpo
[...], no está sujeta a morir con él; […] es inmortal”.10
En la sexta parte escribe, entre otras cosas, que si bien el hombre debe
procurar siempre el bien de los demás, “nuestros cuidados deben ex-
tenderse más lejos que el tiempo actual […]”. Y hacia el final expresa su
esperanza de progresar en sus investigaciones científicas, y “adquirir de
la naturaleza algún conocimiento tal que se puedan deducir de él reglas
para la medicina […]”.11
Ibidem, p.75.
Al respecto resultan de interés tres noticias ofrecidas por el diario La Nación de Buenos Aires,
sobre el comportamiento animal estudiado por investigadores de nuestro tiempo. 1°) “[…] cien-
tíficos […] de la Universidad de Oxford […] gracias a unos sensores detectables por satélite, com-
probaron que […los elefantes] se ayudan cuando están enfermos y se rinden homenaje cuando
alguno fallece.” [Sección 1a] p. 16, 10 de agosto de 2006. 2°) “Las ardillas grises esconden todos
los inviernos centenares de frutos secos, uno en cada sitio, y luego los recuerdan todos.” Temple
Grandin, Dra. en Ciencia Animal por la Universidad de Illinois. Secc. 4ª, p. 10, 11 de agosto de
2006. 3°) “[…] percibimos de los animales […] plumas, pelos, escamas [que] esconden una inte-
rioridad cognitiva, afectiva y social idéntica a la nuestra”. Según Philippe Descole, antropólogo
y filósofo francés, en Luisa Corradini, “El hombre no es el rey de la naturaleza”, [Secc.1ª.], p. 11,
23 de agosto de 2006.
10
Descartes, op. cit., p. 98.
11
Ibidem, pp. 106 y 118.
12
Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, Conferencia Episcopal Argentina, Madrid 1993, p. 20.
13
Cfr. Descartes, op. cit., p. 71.
360 Lía Noemí Uriarte Rebaudi
14
Jorge R. Seibold, “Diálogo con la ciencia”, en Ser católico hoy frente al tercer milenio, Manrique
Zago, Buenos Aires l997, p. 149.
15
Juan Roberto Courrèges, “Ponencia sobre ciencia y fe”, en Fe y ciencias, EDUCA, Buenos Aires
1998, pp. 126-127.
16
Comisión de la Facultad de Teología, “La Universidad Católica en el gozo de buscar la verdad”,
en Ib. p. 21.
17
Héctor J. Delbosco, “Fe y ciencias hoy: una perspectiva filosófica”, en Ib., p. 100.
18
María Celestina Donadío Maggi de Gandolfi, Amor y bien. Los problemas del amor en Santo Tomás
de Aquino, EDUCA, Buenos Aires 1999, pp. 95-96.
19
Descartes, op. cit., p. 37.
20
Cfr. ibidem, p. 71.
21
Seibold, estudio cit., p. 142.
Aproximación a Descartes 361
22
José Ferrater Mora, Diccionario de Filosofía. Nueva edición actualizada por la Cátedra Ferrater
Mora bajo la dirección de Joseph-Maria Terricabras, Ariel, Barcelona 1994.
23
García Borrón, en Descartes, Discurso del método, cit., nota 27.
24
Ibidem, nota 28.
362 Lía Noemí Uriarte Rebaudi
La idea fundamental del Cogito ergo sum cartesiano tiene varios antece-
dentes, que se le hicieron notar en su tiempo al mismo Descartes, y que han
sido investigados en nuestra época por Étienne Gilson y por León Blanchet.
Hoy se habla hasta de probables fuentes aristotélicas, como De sensu, entre
las obras de Psicología, y Physica, entre las de Filosofía natural.
El padre Mersenne, que había sido profesor de Descartes y que durante
muchos años se carteó con él, le señaló un pensamiento de San Agustín:
“Si yerro, existo”. “Si me engaño, soy”.25
Otros textos de San Agustín, afines a esa idea, le señaló también su ami-
go Arnauld: “Si tú no existieras, no podrías en modo alguno engañarte”.26
El mismo Arnauld le escribía, el 3 de junio de 1648: “¿Quién puede dudar
que vive, recuerda, comprende, quiere, piensa, sabe y juzga? […] si duda,
vive […]; si duda, piensa; si duda, sabe que no sabe […]”.27
Hay quien considera agustiniano a Descartes en este tema; otros consi-
deran que no hay vínculos entre ambos pensadores. Pero Descartes, que no
contestó al Padre Mersenne ni a Arnauld si había leído tales pasajes antes
de elaborar su propia fórmula, se limitó a destacar:
1°) Que San Agustín usa sus argumentos para probar la certeza de
nuestro ser; y que él, Descartes, se sirve de los suyos para dar a en-
tender que el yo pensante “es una sustancia inmaterial, por lo que
hay objetivos distintos”.
2°) Que no deja de alegrarle coincidir con san Agustín, para hacer callar
a les petis esprits.
Por consiguiente, subsiste el interrogante acerca de Descartes y los pa-
sajes agustinianos: ¿los conocía?; ¿los habría tenido presentes?
No obstante, le contestó a Arnauld que San Agustín se proponía demos-
trar la presencia de la Trinidad en el alma, y él, Descartes, se proponía un
principio metódico.
En verdad, el cogito cartesiano tiene una significación distinta de la que
San Agustín le atribuye a un concepto similar. Pero aunque Descartes lo
usa como principio del filosofar y está abriendo camino al racionalismo,
no puede olvidarse que el “dudo, luego existo”, sirvió a San Agustín para
25
San Agustín, De civitate Dei, XI, 26.
26
San Agustín, De libero arbitrio, II, 3, n. 7.
27
San Agustín, De Trinitate, X, 10, n. 12.
Aproximación a Descartes 363
Descartes y la hospitalidad
Gustó Descartes de la amistad, de la conversación, de la buena mesa.
Hospedó durante seis meses a dos caballeros franceses, que se habían pro-
puesto visitarlo en su retiro holandés, después de dedicarse durante todo
un año a la búsqueda de la verdad. Ambos fueron muy bien recibidos por
Descartes, quien los hizo figurar en el único diálogo que escribió, y presenta
a uno de ellos, Desbarreaux, como un seglar con talento suficiente como para
poder confirmar los postulados que el mismo Descartes había formulado.
Viandas preparadas por su cocinero y vino de su bodega fueron brin-
dados por Descartes a sus huéspedes, dando ocasión a que Desbarreaux,
un gran conversador y viajero, que según la temporada se trasladaba de un
lugar a otro, probando los mejores manjares de Europa y buscando “buen
vino por tierra y por mar” (según confesaba), quedara convencido de la
excelencia de las viandas y de los vinos holandeses.
28
Gran Enciclopedia Rialp, basándose en É. Gilson, Le rôle de la pensée médiévale…, obra ya cit. en
estas pág.
364 Lía Noemí Uriarte Rebaudi
29
Cfr. Richard Watson, La dieta del filósofo, [1985] Urano, Barcelona 1999, pp. 47; 79; 146; 152; 157-158;
183. El autor, Profesor de Filosofía en la Universidad “Washington” de Saint Louis, USA, se espe-
cializa en la obra de Descartes. Escribió esta obra mientras realizaba estudios sobre Descartes en
el “Centro de Estudios Avanzados de Ciencias del Comportamiento”, de Stanford, California.
Aproximación a Descartes 365
Resumen
Sobre lo manifestado en su Discurso del método por el mismo Descartes, se ofrecen referencias a
su trayectoria vital, a su objetivo, a su búsqueda de un nuevo método, a su formulación del cogito.
Se analizan razón, fe y ciencia, en la trayectoria vital y en el pensamiento cartesiano. Se señalan
los fundamentos de la filosofía cartesiana, destacados por pensadores de nuestro tiempo y se
reseñan los antecedentes del cogito cartesiano.
30
L. W. H. Hull, Historia y filosofía de la ciencia, Ariel, Barcelona 19961, apud García Borrón, en
Descartes, Discurso del método, cit., p. 39, nota 14.
31
Cfr. García Borrón, en Descartes, Discurso del método, cit., intr., pp. 15; 17; 21; 39.
32
Cfr. Watson, op. cit., p. 185.
La distinción esencia-acto de ser y su relación con el ser y la nada
En homenaje a J. R. Courrèges
Voy a decir algo que, en los que amamos el pensamiento de Santo To-
más y estamos entre los 40 y los 50, no es nada extraño: sin Courrèges, la
consolidación de nuestro pensamiento metafísico hubiera sido más difícil.
Recuerdo que uno de mis primeros trabajos de seminario fue sobre el tema
de la separatio, un tema nada extraño para quienes estábamos estudiando
con el P. L.S. Ferro, o.p. Lo extraño era encontrar otro profesor que no sólo
manejaba el tema con igual soltura, sino que allí estaba pronto y dispuesto
a acompañar nuestras inquietudes con abundante bibliografía y una acti-
tud que vale la pena agradecer y recordar. En aquellos tiempos, como aho-
ra, no había horarios de consulta en las universidades, pero tampoco había
emails ni celulares, y desde que salíamos de la Unsta hasta que finalmente
teníamos que separarnos, allí estaba Courrèges, con su último aliento,
continuando su cátedra, diciéndonos cosas que ningún sistema de Internet
contemporáneo hubiera podido siquiera suplir. Los verdaderos maestros,
como él, no se acuerdan de estas cosas, y hacen bien, y no quieren escuchar
los agradecimientos, y hacen bien, pero es nuestro deber dar testimonio de
su silente heroísmo cotidiano, y hacemos bien también.
Dije “la consolidación de nuestro pensamiento metafísico”. En esa “con-
solidación” la distinción real entre esencia y acto de ser forma parte, aún
actualmente, del núcleo central de lo que yo creo que Santo Tomás quiso
decir y de lo que yo mismo aún pienso y quiero pensar. Sin embargo, po-
dríamos decir, en un lenguaje popperiano, que dos falsadores potenciales
han rodeado siempre a ese núcleo central, y con los dos he mantenido un
soliloquio interno todos estos años que creo que ha llegado el momento
de sacar a luz. Uno es el famoso tema del neopositivismo y el sin-sentido
de la metafísica. He pensado y sigo pensando que el abordaje del tema por
parte de A. Llano es y ha sido un clásico que abre caminos que debemos
seguir circulando. Nos abre también a toda la perspectiva del tomismo
analítico, que, considero, sigue una precomprensión básica de la metafísi-
Ver su clásico libro Metafísica y lenguaje, Eunsa, Pamplona 1979.
Sobre esta corriente, ver: Bochensky, I.M., Historia de la lógica formal, Gredos, Madrid 1976; Luka-
siewicz, J., La silogística de Aristóteles; Tecnos, Madrid 1977; Deaño, A., Las concepciones de la lógica,
Taurus, Madrid 1980; Nubiola, J., El compromiso esencialista de la lógica modal, Eunsa, Pamplona
1984; Kenny, A., La metafísica de la mente, Paidós, Buenos Aires 2000; Kenny, A., Aquinas. A collection
368 Gabriel J. Zanotti
ca que siempre acompañó al mismo Santo Tomás: puede haber una lógica
sin metafísica, pero no una metafísica sin lógica.
Pero esto último, a su vez, nos introduce al otro falsador potencial, muy
diferente y que parte de una precomprensión de la filosofía muy diferente
también. La distinción esencia-esse ha sido acusada por Heidegger de
incurrir en el olvido del ser típico de una concepción ontoteológica. Ante
esto caben diversas actitudes. Una es situarse en la perspectiva anterior del
tomismo analítico y no tener siquiera en cuenta la “existencia” de Hiedeg-
ger. Otra es la actitud de R. Echauri: Santo Tomás no se olvidó del ser, sino
que Heidegger no vio que el acto de ser de Santo Tomás es precisamente
esa perspectiva metafísica que Hiedegger quiere rescatar. Esta posición es
sumamente interesante y, aunque no estemos seguros de que sea así, hay
que reconocer que las aclaraciones de Echauri son un verdadero progreso
en la precisión del lenguaje tomista y, paradójicamente, lo lleva a coincidir
con las preocupaciones del tomismo analítico.
Un punto clave en este debate es la distinción entre la postura de
Avicena y Santo Tomás con respecto al tema de la esencia. Son claros los
of Critical Essays, MacMillian, Londres 1969 (adgradezco a Afra Alegría por ese inhallable libro
en Argentina; recomiendo especialmente los ensayos de Geach, Salamucha, Kenny y Sheehan);
Angelelli, I., Studies on Gottlob Frege and Tradicional Philosophy, Reidel Publishing Company, Dor-
drecht, 1967 (agradezco al Dr Angelelli y a s familia también por facilitarme este libro también
inhallable en Argentina); Moreno, A., Qué es la lógica matemática, Columba, Buenos Aires 1967;
y del mismo autor, Lógica matemática, antecedentes y fundamentos, Eudeba, Buenos Aires 1981;
Inciarte, F., “Ser veritativo y ser existencial”, en Anuario Filosófico (1980) 13-2, pp. 9-25; Alvarado,
J.T., The Paradox of Existence, Universidad de los Andes, Santiago de Chile 1996, Documento de
Trabajo nro. 9; Miller, B., “In defense of the Preciate `Exists`”, Mind, (1975), vol. LXXXIV, nro.
335, pp. 339-345; Lukasiewicz, J., Estudios de lógica y filosofía, Revista de Occidente, Madrid 1975, y
Schmidt, R.W., The Domain of Logia according to Saint Thomas Aquinas, Martinus Nijhoff, La Haya
1966 (no de casualidad debemos el conocimiento de esta obra al profesor Courrèges, quien además dirigió
mi tesis de licenciatura sobre estos temas).
Sobre esta cuestión, sus escritos más representativos podrían ser: ¿Qué es metafísica? (1929);
Esbozos para la historia del ser como metafísica (1941); La determinación del nihilismo según la historia
del ser (1946); Superación de la metafísica (1946); La pregunta fundamental por el ser mismo (1946); La
constitución onto-teo-lógica de la metafísica (1957). Ver en http://www.heideggeriana.com.ar/
Ver su clásico libro Heidegger y la metafísica tomista, Eudeba, Buenos Aires 1970. Otro intento de
diálogo de la tradición de Santo Tomás con Heidegger, pero más orientado hacia este último, es
Bernhard Welte, sobre todo en su libro Ateísmo y religión, Instituto de Cultura Religiosa Superior,
Buenos Aires 1968. Es también muy importante su libro Filosofía de la religión (Herder, Barcelona
1982), sobre todo por la reinterpretación conciliadora y novedosa de los aportes de San Anselmo
y Santo Tomás de Aquino. Es este autor quien más nos ha sugerido la relectura de la distinción
esencia-esse que estamos haciendo en esta ponencia, aunque no estamos en este momento
siguiendo su discurso. Sobre Welte, ver Lambert, C., “La comprensión del ser según Bernhard
Welte” (Teología y vida, 44, 2003). Agradecemos a Ignacio de Marinis estas últimas referencias.
Ver al respecto su libro Esencia y existencia, Cudes, Buenos Aires 1990.
La distinción esencia-acto de ser 369
Ver al respecto, respectivamente, los clásicos El ser y los filósofos (Eunsa, Pamplona 1979); y
Participation et Causalité, Université Catholique de Louvain, Louvain 1961.
Ver su ensayo “El problema de la indeterminación del ser en la ontología de Tomás de Aquino”,
Unsam-Conicet Abril de 2006.
Ver su ensayo “Heidegger y el tomismo. La lectura de Santo Tomás en Los problemas fundamen-
tales de la fenomenología”, presentado a la Unsta en Julio de 2006.
Ver I., Q. 75, a. 5 ad 4.
370 Gabriel J. Zanotti
algo de la esencia que no podemos predicar del acto de ser, ¿no estamos
concibiendo a la esencia como sujeto de la predicación? ¿Puede ser sujeto
de una predicación “privativa” de ese sujeto mismo, un sujeto que es nada
sin el otro coprincipio?
Son preguntas. No son objeciones ni negaciones. Son preguntas que nos
introducen en un intento de respuesta. La diferencia entre esencia y esse,
¿no es la diferencia entre el ser y la nada?
Sé que los partidarios de un análisis del lenguaje más estricto se rasga-
rán aquí sus vestiduras, pero debo seguir avanzando con el único lenguaje
que ahora tengo, que es el lenguaje humano ordinario, y no en vano Witt-
genstein saldrá a relucir al final de este trabajo.
Todas las épocas se enfrentan con las limitaciones del lenguaje humano.
En ese sentido podríamos conjeturar que Santo Tomás superó verdade-
ramente a Avicena con nuevas fórmulas que significaron un progreso en
relación a planteos anteriores. Expresiones tales como “Deus simul dans esse
producit id quod esse recipit”10 son un ejemplo, aunque para Heidegger sea
una corroboración de que creación es igual a producción, hermenéutica
con la cual obviamente no coincidimos. Pero el problema de fondo para
el diálogo razón/fe del filósofo cristiano no radica en que la noción de
creación oculte al ser, porque si es así, el filósofo cristiano no tiene más
que decir que muy bien, que quede oculto. El problema epocal de la esco-
lástica hasta el s. XIII es una metafísica enraizada en el lenguaje de una
filosofía de la naturaleza concentrada en la cosa física. El progreso de la
modernidad radica –por más que esto no guste a Heidegger y a algunos
tomistas– en que las cosas ya no pasan por la cosa física, sino por el hom-
bre.11 Y en ese sentido hay que pensar de vuelta la distinción esencia-esse
desde una concepción agustinista de la interioridad, como comenzó a
hacer Edith Stein.12
10
Q.D. De Potentia, Q. 3, a. 1 ad 17, citado por Ferro en La sabiduría filosófica siguiendo las huellas
de Santo Tomás, Unsta, Tucumán, 2004, tomo I, p. 219.
11
“...Tal vez hoy más que nunca, después del camino de la modernidad, no queda solamente
por recorrer la importante vía medieval que va desde el ente creado hacia el Ente increado, so-
brevolando un poco el problema del ser humano, de su interioridad y de su intersubjetividad,
que después de San Agustín y de la polémica antiaverroísta de santo Tomás (hic homo singularis
intelligit, vult, amat) parecía olvidado en una “panica-onto-lógica”. Nuestro Papa, que “conoce
y vive en la filosofía contemporánea como en su propia casa” (J. Marías), es consciente de una
nueva riqueza de la modernidad y no es pesimista: “Quiero subrayar que la herencia del saber
y de la sabiduría se ha enriquecido en diversos campos. Baste citar la lógica, la filosofía del len-
guaje, la epistemología, la filosofía de la naturaleza, la antropología, el análisis profundo de las
vías afectivas y del conocimiento, el acercamiento existencial al análisis de la libertad” (n. 91).”
Palabras de M. Sánchez Sorondo en “Hacia una filosofía abierta a la fe”, en L´Osservatore Romano,
edición semanal en lengua española, n. 10, 5-3-1999.
12
En su clásica obra Ser finito y eterno (1936); FCE, México 1996.
La distinción esencia-acto de ser 371
13
Dice K. Wojtyla: “Somos testigos de un significativo retorno a la metafísica (filosofía del ser) a través de
una antropología integral. No se puede pensar adecuadamente sobre el hombre sin hacer referen-
cia, constitutiva para él, a Dios. Y lo que santo Tomás definía como actus essendi con el lenguaje
de la filosofía de la existencia, la filosofía de la religión lo expresa con las categorías de la experiencia
antropológica. A esta experiencia han contribuido mucho los filósofos del diálogo, como Martin
Buber o el ya citado Lévinas. Y nos encontramos ya muy cerca de santo Tomás, pero el camino
pasa no tanto a través del ser y de la existencia como a través de las personas y de su relación
mutua, a través del “yo” y el “tú”. Esta es una dimensión fundamental de la existencia del hombre, que
es siempre una coexistencia”. En Cruzando el umbral de la esperanza, Plaza y Janes, Barcelona 1994,
p. 56. Itálicas en el original.
372 Gabriel J. Zanotti
bla”14 diría Wittgenstein. Nos enfrentamos aquí con un límite del lenguaje
–volveremos a ello en breve– pero también con un límite de la filosofía.
La filosofía es teoría sobre la vida, la vida del yo y del nosotros, o carece
de sentido más que un mero entretenimiento existencial: justamente, la
terrible paradoja de que la filosofía sea un escapismo frente la angustia
existencial. Yo no he sido y voy a morir. En medio de ello, soy. Si los filó-
sofos, montados en Carnap, Hegel o Heidegger, dicen que ello carece de
sentido, es falso o no es filosófico, entonces ello es la muerte de la filosofía
anunciada precisamente por Heidegger.
Si, en cambio, concebimos a la filosofía como teoría sobre la vida (y creo
que ése es Husserl) entonces nos quedan dos caminos a recorrer:
a) Teorizar sobre el “soy y puedo no ser” y montar sobre ello la distin-
ción esencia-esse de Santo Tomás de Aquino;
b) Hacerlo con la mayor precisión de lenguaje que podamos, pero...
con un límite. Como dijimos, todas las épocas tienen sus límites
de lenguaje, tienen sus juegos de lenguaje (Wittgenstein) epocales
(Gadamer). Pero hay un juego de lenguaje, sencillamente humano
y en ese sentido sencillamente limitado, que se da en todas las
épocas. No está fuera de la historia sino en todas las historias. Ese
juego de lenguaje es el de la metafísica. Querer una metafísica con
un lenguaje sin aporías es perder de vista aquello de lo que estamos
hablando. En metafísica debemos acostumbrarnos a las certezas
entre sombras.15 Sí, podemos ir progresando, pero el que quiera una
metafísica que no se haya olvidado nada del ser, que espere a llegar
a Dios. Mientras tanto, asumamos nuestra humanidad sin caer en
un escepticismo que, en el fondo, supone una inhumana perfección
de conocimiento y de lenguaje. La historia de la metafísica no es,
entonces, la historia del olvido del ser. Es la historia de nuestras
limitaciones frente al misterio del ser y la nada, que no en vano en
Santo Tomás están tratadas como preambula fidei. Si, hasta ahora fue-
ron Avicena, Santo Tomás, Scoto, Suárez…. Heidegger es uno más
entre ellos, mal que le pese a él mismo y a sus seguidores. Y si Dios
14
En su ya clásico libro Investigaciones filosóficas, Crítica, Barcelona 1998, p. 211.
15
No creemos que sea esta una “estrategia inmunizadora” contra toda crítica una vez iniciado el
discurso metafísico. Puede haber discursos metafísicos mejores o peores, o sencillamente falsos.
Simplemente, esto es tomar conciencia de los límites del lenguaje en todo discurso humano y
más aún en el metafísico. O sea que puede haber discursos metafísicos falsos y absurdos, pero
otros serán verdaderos y sencillamente incompletos. Señalar su incompletitud no será en ese
caso señalar un error. Y para distinguir un error de un límite del lenguaje, no hay normas
algorítmicas.
La distinción esencia-acto de ser 373
Gabriel J. Zanotti
UNSTA
Resumen
El presente trabajo analiza la distinción esencia-esse de Santo Tomás en relación a dos objecio-
nes básicas: el neopositivismo y las críticas de Heidegger a la concepción onto-teo-lógica de la
metafísica. Para abordar ambas objeciones se propone re-elaborar dicha distinción desde una
antropología existencial donde haya una analogía entre la aludida distinción y la distinción
entre el ser y la nada, y se insiste en que toda metafísica tiene inevitables límites de lenguaje
que no la invalidan.
Darwin y las constantes de la biofilosofía
en el pensamiento de Etienne Gilson
Etienne Gilson, De Aristóteles a Darwin (y vuelta), EUNSA, Pamplona 1988. Todas las citas corres-
ponderán a esta edición.
376 Ignacio Aguinalde
Cf. Charles Darwin, The Origin of Species, ed. R. M. Hutchins, Encyclopaedia Britannica, The
University of Chicago, 1952, cap. XV, pp. 240-241, citado por Etienne Gilson, op. cit., p. 137.
Darwin y las constantes de la biofilosofía 377
Cf. San Agustín, Patrología Latina, XXXIV, 338: “Del mismo modo que en una semilla se encuentra, de
modo invisible, todo lo que se manifestará luego en el árbol, así hay que concebir el mundo cuando Dios lo
creó todo a la vez, en el sentido de que en él se encontraba todo lo que apareció al surgir la luz: no sólo el
cielo y la tierra, con el sol, la luna y las estrellas, cuyas especies están envueltas en un movimiento circular,
sino también la tierra y los abismos... Y asimismo todo lo que produjeron más tarde el agua y la tierra, lo
llevaban en potencia y de un modo causal antes de que apareciese, según las etapas del tiempo todo lo que
conocemos de estas obras en cuyo seno obra Dios sin cesar”.
Charles Bonnet, Œuvres complètes, t. VII, Neuchâtel, 1783, citado por Etienne Gilson, op. cit., p.
120.
378 Ignacio Aguinalde
¿Puede haber algo más curioso que la mano del hombre formada para
asir, la del topo para cavar, la pata del caballo, la paleta del puerco ma-
rino y el ala del murciélago, órganos construidos por el mismo modelo
Darwin y las constantes de la biofilosofía 379
Ese era el primer punto que Darwin quería dejar claro: las especies
han cambiado. No existieron siempre del mismo modo. Por eso habla
de transmutación de las especies, un término mucho más ajustado a la idea
de que los seres vivos se fueron modificando, pero sin dar a entender de
ningún modo su preexistencia virtual o potencial desde la que pudieran
e-volucionar hasta su estado actual. Pero una vez determinado esto surge
un interrogante: ¿Qué produce esas modificaciones que gradualmente van
llevando a la aparición de una nueva especie? O, en otras palabras, ¿qué
mecanismo gobierna el proceso de las modificaciones para que luego éstas
se muestren tan bien adaptadas al medio? Luego de dos años de su regreso
a Inglaterra y mientras leía para entretenerse el libro del Reverendo Tho-
mas Malthus, Darwin encontró la respuesta.
De acuerdo con Malthus siempre existe una enorme desproporción
entre los medios de subsistencia y los seres vivos que se valen de ellos,
especialmente en el caso del hombre. “La población, si nada la limita, cre-
ce en proporción geométrica, y los medios de subsistencia del hombre, en
proporción aritmética”, dice Malthus. La consecuencia de esto es que la
naturaleza mantiene el número de los seres vivos dentro de ciertos límites
impidiéndoles su propagación indefinida. La escasez de los alimentos así
lo exige. Para Darwin la lectura de Malthus fue como una iluminación.
El mecanismo por el cual ciertas modificaciones prevalecen sobre otras
estaba relacionado con la lucha por la supervivencia frente a la escasez
de alimentos, los factores climáticos o frente a otras especies predadoras.
Dentro de una especie determinada pueden aparecer ligeras variaciones,
supongamos un león con garras más poderosas, un castor con dientes más
grandes, o una mariposa con un color que le permite mimetizarse con el
ambiente. Estas pequeñas variaciones pueden revelarse muy apropiadas
de acuerdo con las circunstancias o no, pero de resultar favorables, crece
la probabilidad de que ese espécimen sobreviva lo suficiente para llegar al
momento de la reproducción y perpetúe así esa modificación.
Aquí se encuentra el aporte original de Darwin: en la selección natural.
Pequeñas variaciones espontáneas se revelan casualmente mejor adaptadas
Cf. Charles Darwin, Origen de las especies, Akal, Madrid 1985, p. 501.
Thomas Malthus, An Essay on the Principle of Population, ed. G. Himmelfarb, cap. I, pp. 8s.; citado
por Etienne Gilson, op. cit., p. 180.
380 Ignacio Aguinalde
Charles Darwin, The Descent of Man, ed. R. M. Hutchins, Encyclopaedia Britannica, The Univer-
sity of Chicago, 1952, p. 285, citado por Etienne Gilson, op. cit., p. 140.
Darwin y las constantes de la biofilosofía 381
Al considerar las obras de Dios todos ven muy claramente que todo ser
vivo proviene de un huevo, y que todo huevo produce un retoño muy
parecido al padre. Por eso ahora ya no puede haber especies nuevas.
Charles Darwin, The Origin of Species, cap. XV: Recapitulación y conclusión, ed. cit., pp. 240s.,
citado por Etienne Gilson, op. cit., pp. 136s.
Linneo, Sistema de la Naturaleza, citado por E. Gilson, De Aristóteles a Darwin (y vuelta), p. 84.
382 Ignacio Aguinalde
10
Herbert Spencer, El principio de la evolución, citado por Etienne Gilson, op. cit., pp. 146-150.
Darwin y las constantes de la biofilosofía 383
Suponer que el ojo, con todas sus inimitables disposiciones para ajustar
el foco a diferentes distancias, para admitir diversas cantidades de luz
11
Jacques Monod, El azar y la necesidad, Orbis, Madrid 1985, p. 113.
12
George Salet, Azar y certeza, Alhambra, Madrid 1975, p. 192.
384 Ignacio Aguinalde
13
Charles Darwin, Origen de las especies, Akal, Madrid, 1985, pp. 196-197.
14
Cf. Etienne Gilson, op. cit., p. 20.
Darwin y las constantes de la biofilosofía 385
Ignacio Aguinalde
Universidad Católica Argentina
Resumen
El evolucionismo es uno de los grandes temas de nuestra época. ¿Cuál es su base científica? ¿Pue-
de decir algo sobre él la filosofía? ¿Hasta qué punto son concluyentes las pruebas aportadas por
Darwin y los neo-darwinianos para probar los mecanismos de la selección natural? Si Darwin es
considerado el padre del evolucionismo, ¿por qué no empleó en ninguna de sus obras la palabra
evolución? Tales son algunas de las cuestiones que Etienne Gilson abordó en una de sus últimas
obras, De Aristóteles a Darwin (y vuelta), que el profesor Courrèges solía comentar en sus clases de
metafísica. Plantear estos problemas corresponde a una labor interdisciplinaria entre la filosofía
y la biología a través de una consideración que va desde el estudio de la teleología natural y los
métodos propios de las ciencias experimentales hasta la determinación de los mecanismos que
existen en los seres vivos y la discusión de las evidencias que sostienen al evolucionismo.
15
Cf. Ibidem, pp. 186-189.
16
Cf. Ibidem, p. 175.
17
Cf. Ibidem, p. 194.
18
Cf. Ibidem, p. 104.
La similitudo Dei según el esse humanum, link entre la formalidad
del vestigium Dei y la de la imago Dei: una lectura de
la Lectura romana de Tomás de Aquino
Cfr. Alejandro Llano, Metafísica y lenguaje, Eunsa, Pamplona 21997.
388 Santiago Argüello
Thomas Aquinas, Lectura romana in primum Sententiarum Petri Lombardi, ed. †Leonard E. Boyle,
op y J. F. Boyle, Pontifical Institute of Mediaeval Studies, Toronto 2006. De ahora en más cit.
como ‘Lr’. Vid. Santiago Argüello “Acerca de la primacía ontológica de la semejanza sobre la
imagen según Tomás de Aquino: el rol de la Lectura romana para comprender Summa theologiae,
I, q.93, a.9”, Actas de las Primeras Jornadas de Filosofía Medieval: “Actualidad del Pensamiento
Medieval”, Centro de Estudios Filosóficos Eugenio Pucciarelli, Academia Nacional de Ciencias
de Buenos Aires, Buenos Aires, 19-21 de abril de 2006 (publicado en formato CD ROM: ISBN:
978-987-537-057-9).
La similitudo Dei según el esse humanum 389
Esto, asemejarse a Dios, vale para las cosas que son meramente vestigios de
Dios y para aquellas que no sólo son vestigios sino también imágenes divinas.
Así, el texto citado añade y termina de esta manera: “Vnde cum homo imitetur
ipsum Deum quantum ad hoc quod intelligens <est>, dicitur habere similitu-
dinem Dei. Et haec similitudo habet rationem imaginis, ut dictum est”.
La perfección separada y subsistente –o, más bien, el conjunto de ellas–
es Dios mismo, y cada creatura imitat Deum por el modo de accessus ana-
lógico a Él. Así, Dios es el exemplar (archetypus) y cada ente creado es algo
que de algún modo lo refleja. Por supuesto, ya que la acción de reflexión
es real, y hasta necesaria de algún modo una vez que Dios ha causado el
ente creado, entonces todo ente creado tiene alguna perfección o cualidad
derivada de Dios por la cual se dice o bien vestigium, o bien imago. Esto
es, por su propia prima entitas, el ser creado es como es, no importa cuán
imperfecta sea tal entidad.
Ahora bien, ¿cuál es la característica que hace la distinción entre la
semejanza de la imagen y la del vestigio? Leyendo el texto recientemente
Cfr. Giorgio Maria Carbone, L’uomo immagine e somiglianza di Dio. Uno studio sullo Scritto sulle
Sentenze di San Tommaso d’Aquino, ESD, Bologna 2003.
Lr, d.3, q.3, a.2, ad 1.
Ibid.
390 Santiago Argüello
citado, tenemos, de una parte, que las cosas son como Dios –esto es, pa-
recidas a Él– ya que imitan a Dios “en la bondad y en las otras realidades
[semejantes]”. Pero al añadirse luego que hay una imitación particular de
Dios al modo de las imagines, entonces cabe deducir que esa imitación, con-
forme a lo que la tradición escolástica posterior denominó ‘trascendentales’,
no basta a las imagines. Justamente, tenemos que las imagines son como
Dios porque ellas son más que simplemente ser, son seres inteligentes. La
cuestión que surge inmediatamente es la siguiente. En primer lugar Santo
Tomás dice que las creaturae o similitudines en general (sin la distinción en-
tre vestigium e imago), permiten alcanzar solamente el conocimiento de la
existencia de la causa suprema, Dios: esto es el conocimiento menos perfec-
to del ser divino. No obstante, en segundo lugar, él concede más cuando
dice que a través de las similitudines (creaturae, effectus, en general) podemos
conocer más que la simple existencia divina, porque podemos conocer
algunos atributos divinos a partir de aquellas semejanzas: “Omnia autem
illa quae pertinent ad causalitatem in divinis sunt essentialia, et ideo per
eas nullus potuit pervenire in cognitionem Trinitatis personarum nisi per
revelationem vel auditum. Potuerunt [summi philosophi] nihilominus
pervenire in cognitionem quorundam attributorum, quae nos personis
divinis appropriamus sicut sapientiae, potentiae et bonitatis”. Parece que
considerar los divina attributta o appropriata, no siendo todavía las personas
divinas (supposita), es algo más que considerar meramente la existencia de
Dios. Decir que somos aptos para captar algunas essentialia in divinis nos
lleva a pensar que, si las captamos, estamos atisbando algunos matices
de la esencia de Dios, más allá de su sola existencia desnuda; es decir, en
este caso alcanzaríamos algunas características de su más profundo Ser y
comportamientos. Y estaríamos haciéndolo incluso mediante los vestigia,
porque los vestigia son el tipo básico o común de las similitudines.
“Deus potest per effectus suos, id est per creaturas, cognosci, sed tamen imperfecte. (…) Si
autem Deus fecisset aliquid cui communicasset totam virtutem suam, hic perfecte duceret in
cognitionem Dei. Sed quia non potuit esse talis effectus, cum creatura nullo modo possit aequari
creatori, ideo per effectus huiusmodi improportionatos non possumus pervenire in cognitionem
perfectam primae et altissimae causae. Scimus tamen per huiusmodi effectos nihilominus quod
Deus qui est prima causa, est aliquid supra ipsos”. Ibid., q.1, a.2.
Ibid., a.3.
“(…) summi philosophi ponebant duas substantias separatas sicut dictum quae non dicunt
personas divinas quantum ad propria sed quantum ad appropriata naturae divinae solum. Vl-
tra vero nihil posuerunt correspondens personae Spiritus Sancti quanquam ponerent animam
mundi. Et ideo dicuntur defecisse in tertio signo”. Ibid., ad 2.
“Ad quintum dicendum quod personae divinae sunt causa secundum potentiam, sapientiam
et bonitatem; et haec sunt essentialia in divinis. Vnde effectus in rebus creatis ducunt in cogni-
La similitudo Dei según el esse humanum 391
tionem ipsius potentiae, sapientiae et bonitatis, sed non in cognitionem personarum, ut dictum
est”. Ibid., ad 5.
10
“Hebraeorum x dicitur, est autem fides sperandarum substantia rerum argumentum non apparentium,
id est de non apparentibus rationi. Sed Trinitas personarum in divinis est unus articulus fidei.
Ergo non est apparens rationi”. Ibid., sc.
392 Santiago Argüello
11
“Dicendum quod in omnibus creaturis invenitur Trinitatis vestigium. (…) Processus autem
Dei in creaturis attenditur in quantum ipse Deus dator totius esse et bonitatis infundit in ipsas
creaturas esse et bonitatem et sapientiam et huiusmodi; unde hoc signum de receptione esse et
bonitatis et sapientiae a Deo dicimus vestigium Dei”. Ibid., q.2, a.1.
12
Ibid.
13
“(…) per istas creaturas ducimur tantum in cognitionem quorundam appropriatorum, sicut
bonitatis et potentiae et sapientiae, sed non in propriam notitiam personarum”. Ibid., ad 1.
La similitudo Dei según el esse humanum 393
turno las imagines Dei nos llevarán de algún modo a las personas divinas
quantum ad propria. Con esto, estamos ya en la última y definitiva quaestio
de Lr, d.3, a saber, la q.3, en la cual el Aquinate desarrolla su tratamiento
acerca de la imagen de Dios tomando como bagaje intelectual a los pensa-
dores recién indicados por encima de los antiguos. Pero es precisamente
aquí cuando podemos notar que las más intrincadas dificultades racionales
se ponen de pie. Es aquí cuando la razón tomística y la razón agustiniana
revelan tener una suerte de crisis matrimonial, aun cuando ellos nunca
habrían de quebrar en absoluto.
La similitudo del vestigio nos permite conocer la existencia de Dios
(respondiendo al an sit: hay Dios); incluso conocer algo de su esencia (quid
sit: Dios es bueno, omnipotente, etc.); y, todavía, ella posee la habilidad
para reflejar de alguna manera que debe haber una suerte de trinidad en
Dios (quis sit: Dios es un trío inteligente y voluntario). Pero todo esto es
revelado de manera muy pálida, puesto que –Thomas Aquinas argumen-
ta– el vestigio no muestra la “species rei”,14 mientras que la similitudo de la
imagen sí lo hace. Una y otra vez Tomás de Aquino usa la misma metáfora
para explicar la diferencia entre la divina revelación natural mediante un
vestigio y mediante una imagen: “Non enim, si aliquid esset simile mei
quantum ad albedinem, diceretur imago mei propter hoc esse in eo; sed ad
hoc quod illa similitudo habeat rationem imaginis, oportet quod sit simile
mihi in figura. Nam figurae videntur <esse> quaedam signa specierum,
et ex figurarum diversitate significatur diversitas specierum”.15 Esta dife-
rencia entre vestigio e imagen mira a responder a la cuestión an sit Deus, e
incluso quid sit Deus en el sentido de los divina attributa: todo esto ha sido
tratado ya, y en cierto modo aclarado. Ahora la cuestión es si la Trinidad
es revelada en Su imagen, y cómo lo es. Una rápida y más bien obvia
respuesta sería: la Trinidad es revelada en su imagen en el sentido de la
imagen, tanto como es revelada en el vestigio en el sentido del vestigio.16
La imagen la revela como la figura del David revela el David histórico, el
14
Ibid., q.3, a.2.
15
Ibid.
16
“(…) forma recepta sequitur modum recipientis quantum ad aliquid, prout habet esse in su-
biecto; est enim in eo materialiter vel immaterialiter, uniformiter vel multipliciter, secundum
exigentiam subiecti recipientis. Sed quantum ad aliquid forma recepta trahit subiectum reci-
piens ad modum suum: prout scilicet nobilitates quae sunt de ratione formae, communicantur
subiecto recipienti. Sic enim subiectum per formam perficitur et nobilitatur”. Thomas Aquinas,
Quaestiones disputatae de veritate, en Sancti Thomae de Aquino Opera Omnia, tomus XXII, vol. i
(Praefatio – qq. 1-12), Iussu Leonis XIII P. M. edita, cura et studio fratrum praedicatorum, Romae
1970, q. 12, a.6, ad 4.
394 Santiago Argüello
17
Lr, d.3, q.3, a.2.
18
“Ergo ultima perfectio quam possumus considerare in ipso Deo est quod sit perfectissime
intelligens, dicendum quod solum imitatio alicuius creaturae ad Deum quantum ad intelligere
La similitudo Dei según el esse humanum 395
solum constituit imaginem Dei in ipsa creatura. Vnde quia huiusmodi imitatio in creaturis
inferioribus solum invenitur in homine, cum ceterae creaturae irrationales careant intellectu,
homo autem ex intellectu suo intelligit et vult et amat, ideo solum in homine dicitur esse imago
Trinitatis secundum illa tria, scilicet memoriam, intelligentiam et voluntatem, quae quidem cum
sint in mente, dicitur imago Trinitatis esse in mente”. Ibid.
19
Vid. Thomas Aquinas, Summa contra gentiles, en Sancti Thomae Aquinatis Opera Omnia, tomus XIII
(liber I et II), Iussu edita Leonis XIII P. M. Ad codices manuscriptos praesertim sancti doctoris
autographum exacta et summo pontifici Benedicto XV dedicata cum commentariis Francisci de
Sylvestris Ferrariensis, Cura et studio fratrum praedicatorum, Romae, Typis Riccardi Garroni
1918, c.52; cfr. Javier Pérez Guerrero, La creación como asimilación a Dios. Un estudio desde Tomás de
Aquino, Eunsa, Pamplona 1996, pp. 40ss.
20
“(…) in sensu non potest esse imago Trinitatis propter duas rationes. Vna ratio est quia <in
sensu> illud quod cognoscit venit ab extrinseco, non in se; unde <non> perficiatur nisi ab exteriori,
sicut oculus non potest videre nisi mediante luce. In intellectu autem est ab intrinseco et ab ipsa es-
396 Santiago Argüello
sentia sua; unde quantum ad hoc repraesentatur consubstantialitas in divinis. Item, in sensu non
est reflexio supra seipsum; oculus enim non videt se. Sed in intellectu est reflexio, quia intelligit
se intelligere, et vult se intelligere, et intelligit se velle, et memoratur se intelligere, et intelligit
se memorari, cum capiant se invicem huiusmodi partes. Et ideo licet imago non sit in sensu, non
tamen propter hoc est removenda a mente”. Ibid., ad 2 (el subrayado es mío).
21
Así, en el artículo que abre Lr, d.8 se lee: “Ultimus autem et completus effectus est ipsum esse,
et respectu huius quaecumque alia sunt in potentia, sicut humanitas in quantum humanitas est
in potentia ad esse. Cum ergo esse sit ultimus effectus in rebus, et Deus sit principale agens et
supremus omnium rerum, esse erit proprius effectus Dei. Quia vero omnis effectus assimilatur
suae causae, ideo oportet quod forma Dei sit ipsum esse, et sic Deus est suum esse”. (Lr, d.8,
q.1, a.1.) Otro caso de aparente contradicción que la misma Lr salva, ha sido magníficamente
mostrado por J. F. Boyle en su “Aquinas’ Roman Commentary on Peter Lombard”. Conferencia
leída en las XLIII Reuniones Filosóficas de la Universidad de Navarra, Panorama de la investigación
contemporánea en Tomás de Aquino, Pamplona, 25 al 27–IV–2005 (en prensa).
22
Ibid., ad 1.
23
Ibid.
La similitudo Dei según el esse humanum 397
que conduce del ser inteligente al ser como perfección última. Porque, como
se ha visto, el ser como perfección última no puede ser otro que uno perso-
nal. Si el ser considerado como la más alta perfección no está por debajo de
la inteligencia, como lo está el ser del vestigio, entonces tal ser no es sólo la
inteligencia sino todas las perfecciones que ese ser unifica y perfecciona en
la unidad de una persona. Así, el pasaje ex modo intelligendi al esse implica no
sólo –sea ex parte subiecti o ex parte obiecti– un pasaje per speciem conforme a
un modo pasivo y estático (aunque éste sea ya un pasaje de carácter meta-
físico), sino también un pasaje per operationem, conforme a un modo activo
y dinámico; pero no una operatio tal como aquella propia de la lógica de la
composición sustancia-accidentes, donde la operación está establecida en el
accidente y la estabilidad en la sustancia, sino una operatio propia de la lógica
de la perfección, donde la actividad está fontanalmente establecida en el esse,
y a partir de éste transportada al resto de las partes del compuesto personal,
esto es, la sustancia con sus diversas potencias. Con todo, es evidente que
la actividad del esse necesita de la actividad de las facultades en orden a
cumplimentar analógicamente, más y más, su infinita actividad posible, no
manifestada en los comienzos. En otras palabras, la perfección del esse en
los entes creados es al mismo tiempo –mas no en el mismo sentido– actual
y potencial; y para reconducir la potencia al acto, es necesario la actividad
de las potencias que miran y sirven a su principio inmediato, el esse, y del
cual emanan. Y por esto, desde la lógica de la perfección, la actividad de las
potencias no es meramente accidental, porque no es meramente formal, sino
que principalmente es una actividad radical del esse de la persona toda.
Santiago Argüello
Universidad Panamericana (Campus Guadalajara, México)
Resumen
La «antropología» tomista es una reflexión sobre lo que significa ser imago Dei. A partir de un texto
recientemente editado de Tomás de Aquino, la Lectura romana, se indaga aquí la desvelación tomista
del esse, primero, como el factor unificante de todas las partes del compuesto humano, divididas bási-
camente entre las partes mentales (lo que para la tradición agustiniana, que llega a Tomás a través de
Pedro Lombardo, constituía específicamente la imagen divina) y aquellas otras propias del vestigium
Dei; y segundo, y en conexión con lo anterior, la pregunta por el esse humanum no sólo se encuentra
formulada en dirección al «principio», hallándolo como elemento aunante, sino también al «final»,
como aquello que perfecciona la imago, según una similitudo Dei de dinamismo infinito.
La reconciliación
de la conciencia kierkegaardiana
1. Introducción
J. Wahl, Études kierkegaardiennes, Vrin, Paris 1949, pp. 451-452.
T. Adorno, Kierkegaard, Monte Avila, Caracas 1969, p. 196.
M. Taylor, “Self in/as other”, en Kierkegaardiana, 1984 (13), pp. 64ss.
G. Marcel, Kierkegaard vivo, Alianza, Madrid 1968, p. 216.
L. Chestov, Kierkegaard y la filosofía existencial, Sudamericana, Buenos Aires 1965, p. 223.
400 María J. Binetti
7. Cf. S. Kierkegaard, Søren Kierkegaards Samlede Værker, 1a ed., A. B. Drachmann, J. L. Heiberg,
H. O. Lange (eds.), vols. I-XIV, Gyldendal, København 1901-1906, vol. XI, p. 143.
Cf. S. Kierkegaard, Søren Kierkegaards Papirer, 2a ed, N. Thulstrup (ed.), vols. I-XVI, Gyldendal,
København 1968-1978, vol. X3 A, fragmento 501.
La reconciliación de la conciencia 401
Ibidem, X4 A 571.
Ibidem, VIII1 A 414.
10
S. Kierkegaard, Søren Kierkegaards Samlede Værker, vol. VIII, p. 135.
402 María J. Binetti
11
S. Kierkegaard, Søren Kierkegaards Papirer, III A 165.
12
Ibidem, X1 A 632.
13
S. Kierkegaard, Søren Kierkegaards Samlede Værker, vol. 9, pp. 130 ss.
La reconciliación de la conciencia 403
4. La contemporaneidad
14
S. Kierkegaard, Søren Kierkegaards Papirer, VII2 B 235.
15
S. Kierkegaard, Søren Kierkegaards Samlede Værker, vol. 10, p. 78.
404 María J. Binetti
16
Ibidem, vol. 11, p. 40.
17
Ibidem, vol. 2, p. 40.
18
Ibidem, vol. 8, p. 180.
La reconciliación de la conciencia 405
19
Ibidem, vol. 3, pp. 273-274.
20
Ibidem, vol. 9, p. 7.
406 María J. Binetti
6. Conclusiones
María J. Binetti
CIAFIC – CONICET
Resumen
Muchos autores han interpretado el pensamiento de Søren Kierkegaard como una tragedia dia-
léctica, cuyo resultado inevitable sería el hundimiento del yo en una conciencia irreconciliable.
Ciertamente, hay en Kierkegaard más de una idea que parecería aprobar esta interpretación.
No obstante, y por encima de esta dialéctica desesperada, hay en su pensamiento una intui-
ción totalizadora y una decisión de unidad que sostiene por entero la existencia humana. La
intención más profunda de la dialéctica libre es la identidad personal, que no permanece como
un fin inalcanzable sino que concreta su unidad en la presencia de sí mismo delante de Dios y
junto a los otros.
21
F. Lombardi, Kierkegaard, La Nuova Italia, Firenze 1936, p. 9.
Aportes de la epistemología contemporánea
a las relaciones ciencia-fe
1. Introducción*
*
Este trabajo es un resumen del que recibiera el subsidio en el marco del “Programa de Estímu-
lo a la Investigación y aportes a la docencia” de la Facultad de Filosofía, Universidad Católica
Argentina, 2005.
Cfr. sobre todo nº 5, 55, 61, y 68.
S. Justino, Segunda Apología, capítulo XIII, en Apologías, Aspas, Madrid 1943.
410 Christián C. Carman
E. Rabossi, Análisis Filosófico, Lenguaje y Metafísica. Ensayos sobre la filosofía analítica y el análisis
filosófico “clásico”, Monte Ávila Editores, Buenos Aires 1977, pp. 37-39.
La epistemología y las relaciones ciencia-fe 411
Para comenzar por el final, digamos que para Maritain, las ciencias par-
ticulares están sometidas a la filosofía porque ésta las dirige, las defiende
y las juzga (y en todo caso las corrige). Veamos brevemente este último
aspecto. Según Maritain, si un científico se equivoca en su propio campo,
la misma ciencia puede juzgarse y rectificarse a sí misma, y en este sentido
es autónoma. Pero si el error cometido atenta contra la verdad de la meta-
física, será ésta la que debe juzgarla. A ella corresponde, por lo tanto,
J. Maritain, Introducción a la filosofía, Club de Lectores, Buenos Aires 1976, p. 90.
412 Christián C. Carman
Ibidem.
Ibidem, n. 98.
La epistemología y las relaciones ciencia-fe 413
Como se ve, es la misma función que la filosofía cumplía con las cien-
cias empíricas pero con la única salvedad de que en la teología no existe la
posibilidad de revisión porque la certeza, en su caso, es absoluta.
Finalmente, destaca Maritain que por los servicios que la filosofía pres-
ta a la teología, aquélla es lícitamente llamada ancilla theologiae. A su vez,
como habíamos visto, la filosofía es scientia rectrix (aliarum scientiarum). Por
lo tanto, la teología es regina rectricis (aliarum scientiarum). Y creo que esta
expresión resume bien la idea que subyace a toda la tradición metafísica
cristiana: la teología, por la certeza de su método, puede y debe ejercer
sobre las ciencias particulares un control indirecto que consiste, parafra-
seando a Maritain, en declarar falsa toda proposición científica incompa-
tible con una verdad teológica. Puede no haber acuerdo –y en efecto no
lo hay– entre los autores de esta tradición respecto de si de hecho hay o
incluso de si puede haber proposiciones genuinamente científicas que sean
incompatibles con verdades de fe, pero ninguno de ellos duda que, si las
hubiere, sería la teología la que debería imponerse porque, como dice Santo
Tomás, el argumento de autoridad, cuando se trata de la autoridad de los
hombres, es el más pobre de todos, pero si está basado en la autoridad de
Dios, que revela, es el más fuerte y eficaz de todos ellos.
Ibidem, p. 103.
Cfr. Tomás de Aquino, S. Th., I, q.1, a.8, ad. 2.
414 Christián C. Carman
3.1. Introducción
Una interesante y exhaustiva exposición de la concepción heredada y sus críticas puede
encontrarse en F. Suppe, “The search for philosophic understanding of scientific theories”, en
The Structure of Scientific Theories, University of Illinois Press, Urbana 1974, pp. 1 –241 y en W.
Stegmüller, Theorie und Erfahrung, Springer, Heidelberg 1970. (Traducción castellana: Teoría y
experiencia, Ariel, Barcelona 1979). La gran mayoría de los textos fundamentales de esta discusión
están traducidos en L. Olivé y A. R. Pérez Ransanz, Filosofía de la ciencia: Teoría y observación, Siglo
XXI, México 1989. Tal como la hemos presentado la distinción está reformulada en Y. Bar-Hillel,
“Neorealism vs. Neopositivism. A Neo-Pseudo Issue” en Bar-Hillel, Aspects of Language, The
Magnes Press, The Hebrew University, Jerusalem 1970, pp. 263-272. La concepción estructuralista
la han aplicado y precisado W. Balzer, C. Moulines y J. Sneed, An Architectonic for Science. The
Structuralist Program, Dordrecht, Reidel 1987.
416 Christián C. Carman
10
R. Carnap, “Empiricism, Semantics and Ontology” en Rev. Intern. De Phil., 1950 (4), pp. 20-40.
11
H. Putnam, Reason, Truth and History, Cambridge University Press, Cambridge 1981.
12
Las traducciones del texto de Sanguineti son nuestras. No colocamos la paginación del ori-
ginal porque nos hemos basado en una copia original que nos entregaron a los que estuvimos
presente en dicho congreso (“Relazione, Alterità e Verità”, del Centro Studi Tomistici, Modena,
mayo 1998).
La epistemología y las relaciones ciencia-fe 417
Y luego se pregunta:
13
Cfr. E. Agazzi, Vérité partielle ou approximation de la vérité? in AA. VV., La nature de la vérité scien-
tifique, Archives de l’Institut international des sciences théoriques, Lovaina 1986, pp. 103-114. y
La questione del realismo scientifico, en C. Mangione (a cura di), Scienza e Filosofia. Saggi in onore di
Ludovico Geymonat, Garzanti, Milán 1985.
14
Cfr. M. Artigas, Scienza e verità parziale, en La verità scientifica (a cura di R. Martínez), Armando,
Roma 1995, pp. 101-111 y Filosofía de la ciencia experimental. La objetividad y la verdad en las ciencias
(segunda edición ampliada de 1992), Eunsa, Pamplona 1989, pp. 260-309.
418 Christián C. Carman
Hay una gran variedad de temáticas que pueden ser abordadas bajo el
rótulo de “relaciones ciencia-fe”, todas interesantes y muy distintas. Pue-
den verse relaciones entre los fundamentos epistemológicos y metafísicos
de la ciencia y la fe,15 o la influencia histórica real que la fe católica ha
tenido en el desarrollo de la ciencia,16 o el estudio de los casos concretos
de conflicto como la teoría de la evolución y la del Big Bang17 o las sos-
pechosas casualidades que invitan a pensar en armonías profundas en
las que convergen ciencia y fe, etc.18 Entre ellos está, también, uno más
metodológico que consistiría en preguntarse qué debe hacer un científico
creyente si se encuentra con que su teoría científica, honestamente acepta-
da, afirma proposiciones en aparente conflicto con las verdades de su fe.
Por supuesto, no es el más profundo, pero sin duda tiene un valor antro-
pológico importante porque es en este tipo de conflictos donde se vive con
mayor angustia la ‘tupacamarización’ que el intelecto del creyente sufre, si
además de creyente es científico, tironeado de un extremo por su ciencia
y de otro por su fe. Nos preguntaremos, entonces, en qué casos concretos
debe aplicarse la regla metodológica, y de qué manera. Esperamos que
sirva el tratamiento de esta única cuestión entre tantas posibles, como
ejemplo de la fecundidad que se logra al vincular ideas extraídas de la
epistemología analítica convenientemente purificadas desde la metafísica
con la problemática de las relaciones ciencia-fe.
15
M. Artigas, Filosofía de la ciencia experimental…, cit., y La mente del universo, Eunsa, Pamplona
1999.
16
P. Duhem, To Save the Phenomena: An Essay on the Idea of Physical Theory from Plato to Galileo.
Traducido por E. Dolan and C. University of Chicago Press, Chicago 1969; Le système du monde.
Histoire des doctrines cosmologiques de Platon à Copernic. 10 vol., A. Hermann, Paris 1913-59 y La
théorie physique. Son objet et sa structure, Chevalier et Rivière, Paris 1906; S. Jaki, Science and Crea-
tion, Scottish Academic Press, Edinburgh 1974; God and the Cosmologists, Scottish Academic Press,
Edinburgh 1989; The Savior of Science, Scottish Academic Press, Edinburgh 1990 y Christ and Sci-
ence, Real View Books: Royal Oak, Michigan 2000 y más actualmente W. Wallace, “Newtonian
antinomies against the Prima Via” en The Thomist, 1956 (XIX, 2), pp. 151-192; “Aquinas on Crea-
tion and the Metaphysical Foundations of Science” en Sapientia, 1999 (54), pp. 69-91 y La creación
y las ciencias naturales. Actualidad de Santo Tomas de Aquino, Ediciones Universidad Católica de
Chile, Santiago de Chile 2003; W. Carroll y S. Baldner, Aquinas on Creation, PIMS, Toronto 2003
y J. M. Riazza Morales, S.J., La Iglesia en la historia de la ciencia, BAC, Madrid 1999.
17
W. Carroll, “Big Bang Cosmology, Quantum tunneling from nothing, and creation”, Laval
theologique et philosophique, 1988 (44, 1), pp. 59-75 y “Creation, evolution and Thomas Aquinas” en
Reveu des questions scientifiques et philosophiques 2000 (171, 4), pp. 319-347 y J. Sanguineti, El origen
del Universo: la cosmología en busca de la filosofía, Educa, Buenos Aires 1994.
18
Por ejemplo, todas las discusiones en torno al principio antrópico o al origen temporal del
Universo. Ver a modo de ejemplo Sanguineti, El origen…, cit.
La epistemología y las relaciones ciencia-fe 419
sí, proposición a proposición o término a término, puesto que cada una tiene
sentido dentro de su marco conceptual. Por supuesto que ello no quiere
decir que sean relatos que no tengan ningún correlato real, pero sí que hay
que tener presente que la verdad es en parte contextual y que no tenerlo en
cuenta puede llevar a groseros errores absolutamente evitables. Si es difícil
comparar teorías entre sí, mucho más lo será compararlas con las verdades
de la fe, puesto que su marco conceptual, si se nos permite llamarlo así, es de
otra dimensión. Si se adhiere a la versión moderada de Sanguineti, Artigas
o Agazzi, aún así la enseñanza es pertinente: debemos tener cuidado en
las comparaciones simples y directas. Probablemente muchos conflictos
provengan únicamente de no tener en cuenta los distintos marcos que le
dan significados parcialmente distintos a las mismas palabras. Discusiones
sobre el origen del Universo, o sobre si la física cuántica prueba que hay
partículas que son creadas porque surgen de la nada seguramente se disol-
verán si se distinguen los sentidos que a “origen”, “creación” y “nada” dan
cada uno de los marcos.19
Una vez aclarado que hay que tener en cuenta los marcos, igualmente
pueden surgir conflictos. Veamos los posibles casos.
19
Cfr. por ejemplo W. Carroll, “Big Bang Cosmology…”, cit.
20
Citado por W. Carroll, “Big Bang Cosmology…”, cit., p. 70.
La epistemología y las relaciones ciencia-fe 421
21
S. Agustín, De acis cum Felice Manicheo I, 10 (trad. nuestra).
422 Christián C. Carman
22
La obra de Sanguineti, El origen…, cit., es clarísima y profunda en este tema.
La epistemología y las relaciones ciencia-fe 423
23
Jn 11, 39.
La epistemología y las relaciones ciencia-fe 425
los israelitas recorrieron huyendo de los egipcios. Y hay una gran cantidad
de hechos no milagrosos que se nos pide que creamos, con mayor o menor
grado, y que son objeto de la ciencia: que Jacob tuvo hijos, o que Cristo no
tuvo hermanos, o que Cristo conoció a Pilatos, o que Cristo fue crucifica-
do, que allí estaba su Madre y Juan, etc. Supongamos que en un esfuerzo
conjunto de la biología, la arqueología y la historia pudiera mostrarse que
la mujer de Jacob, Raquel, no tuvo hijos y, por lo tanto, no murió luego de
parir a Benjamín, junto al camino de Efratá.24 ¿Debería el científico creyen-
te abandonar las teorías de donde se deduce que Raquel no tuvo hijos por
oponerse a lo revelado? Analicémoslo con cuidado.
Primero habría que tener presente con qué grado de asentimiento pide
el Magisterio que dicha verdad sea aceptada. Que Raquel ha tenido hijos
no es dogma de fe. Claro que no sólo los dogmas deben ser creídos y que
algunas verdades pueden no haber sido definidas como dogma porque
hasta el momento no se habían puesto en discusión. Evidentemente no
basta que la tendencia de los exégetas del momento sea que se trate de un
hecho histórico porque la exégesis es una ciencia humana al menos tan
precaria como la historia y la arqueología y probablemente mucho más
que la biología. ¿Por qué obligar a nuestro científico a adherir a una pro-
posición que se sigue de una ciencia, cuando de otras se sigue exactamente
lo opuesto? ¿Por qué creerle a la exégesis y no a la biología? Nótese que
la duda aquí no recae sobre el dato revelado, sino sobre una ciencia. Esto
sería inmiscuirse en el terreno propio del científico, donde tiene plena li-
bertad y autonomía, como nos recordaba Maritain. Muchas veces hipótesis
suficientemente corroboradas por las ciencias han hecho replantear inter-
pretaciones exegéticas. Entonces, mientras no haya un pronunciamiento
explícito de la Iglesia, no hay tampoco necesidad de que se aplique tal regla
metodológica.
24
Gn 35, 16-20.
426 Christián C. Carman
Nótese, además, que en nada contribuye al desprecio de la fe por parte de la ciencia que dichos
25
conflictos se den, porque se dan con mucha más frecuencia en el interior de la ciencia misma.
La epistemología y las relaciones ciencia-fe 427
dor del Sol’ es una proposición particular. La contraria, que la Tierra gira,
también es particular y objeto de la ciencia. Aparentemente, para los cri-
terios exegéticos de la época, no había libertad en los creyentes para optar
por una o por otra. Científicamente, sin embargo, no era sostenida como
un hecho particular deducido de una teoría sino como una hipótesis cuya
suposición se vuelve tan fecunda científicamente que uno está inclinado
a considerarla verdadera.
Nótese que éste es un caso totalmente distinto de los anteriores, pues
la hipótesis misma, negada por la fe, es de un interés científico muy rele-
vante (no como el hecho particular que contradecía la teoría y con el cual
se podía convivir sin conflicto). Aquí la hipótesis está en el núcleo central
del programa de investigación. Si es abandonada, se abandona la teoría. Si
se pone en duda, se entra en crisis. Aquí, si el científico es creyente, debería
aplicar la regla y negar la verdad de dicha hipótesis, en virtud de la mayor
certeza que otorga la fe. Es cierto que el caso finalmente se resolvió, como
hemos dicho, revelando un error exegético, pero también lo es que hay al
menos un caso de este tipo, en el que el Magisterio de la Iglesia ha sido bas-
tante claro: no tiene libertad el creyente de defender el poligenismo, pues
no se ve cómo pueda dicha hipótesis ser compatible con las verdades reve-
ladas sobre el pecado original.26 Aun cuando se afirme que actualmente, y
en los últimos años del pontificado de Juan Pablo II, la posición se matizó,
la pregunta, en ese momento, era lícita. En ese momento, la regla metodo-
lógica ¿implica que como científico tiene que abandonar dicha hipótesis?
Parece que finalmente hemos llegado a un caso en el que realmente se
aplica la regla. Aquí sí, en virtud de la mayor certeza que confiere la fe, el
científico creyente debe negar la verdad de la hipótesis poligenista.
Nótese que negar la verdad no quiere decir que no pueda seguir traba-
jando científicamente en ella. Ya hemos visto, y nuevamente Kuhn y Laka-
tos nos ayudan, que un científico puede trabajar en una teoría aún sin estar
convencido de su verdad. Como científico, entonces, puede aplicar una
especie de ‘certeza metódica’ por lo que supone dicha hipótesis verdadera
metodológicamente para, al profundizar en ella, encontrar su falsedad. A
quien dijera que, en este caso, el científico está haciendo trampa, que no
está haciendo ciencia de verdad, le recordaría que el método que propone
Popper para toda la ciencia y en todo momento es justamente ése: hacer
de cuenta que es verdadera para demostrar su falsedad, en eso consiste el
falsacionismo.
26
Cfr. Humani generis.
428 Christián C. Carman
5. Conclusión
Christián C. Carman
UNQ-CONICET
Resumen
El valor de la razón
No cabe duda del valor que CSL atribuye a la razón. De hecho, “Una de
las cosas que distinguen al hombre de los demás animales es el deseo de
conocer las cosas y descubrir la realidad, con el único propósito de saber. A
mi modo de ver, una persona estaría a un nivel algo inferior a lo humano
si perdiera este deseo en su totalidad”. No sólo eso, sino que siendo joven
aprendió de su profesor Kirkpatrick a valorar el razonamiento lógico y
el rigor al discurrir. Justamente es el viejo profesor de las Crónicas quien
encarna esta idea:
–¡Lógico! –dijo el Profesor como para sí–. ¿Por qué hoy no se enseña lógi-
ca en los colegios? Hay sólo tres posibilidades: su hermana miente, está
“¿Hombre o conejo?”, en Dios en el banquillo, Andrés Bello, Santiago de Chile 1996, pp. 107-108.
430 Leonardo Caviglia
loca o dice la verdad. Ustedes saben que ella no miente y es obvio que
no está loca. Por el momento, y a no ser que se presente otra evidencia,
tenemos que asumir que ella dice la verdad.
Llamar al acto de conocer “sobrenatural” –al acto de… “ver” que tiene
que ser así siempre y eso en cualquier mundo posible– llamar a ese
Crónicas de Narnia. El León, la Bruja y el Ropero, Andrés Bello, Santiago de Chile 1991, p. 42. Este
modo de argumentar lo utiliza en Dios en el banquillo respecto de la religión y la persona de
Cristo, teniendo semejanzas con el modo de argumentar de Chesterton en El hombre eterno. Cabe
recordar que la lectura de este autor marcó fuertemente a CSL.
Los Milagros, Encuentro, Madrid 1996, p. 25. Cap. III: “Dificultad cardinal del naturalismo”.
Razón e imaginación en C. S. Lewis 431
Por esta razón todo uso de la razón ejercido rectamente tiene la huella
de la Gran Razón, del Creador y de una manera u otra puede conducir a
él; las siguientes palabras son puestas por CSL en la pluma de Escrutopo
en sus Cartas del Diablo a su Sobrino:
Op. cit., p. 39. Recordemos aquí la característica de “separado” que Aristóteles atribuye al Nous
apoyándose en los dichos de Anaxágoras.
Hay semejanza con el planteo de S. Agustín en De Vera Religione.
Mero Cristianismo, Andrés Bello, Santiago de Chile 1994, Libro II, 2, “La invasión”, p. 57.
Cartas del diablo a su sobrino, Andrés Bello, Santiago de Chile, 1993, p. 25
432 Leonardo Caviglia
Sin embargo, parece ser posible que algunos hombres o teorías filosóficas
abandonen la búsqueda de la verdad y resten valor a la razón y al razonar
con rigor. Esta es la crítica que CSL hace al subjetivismo relativista, en
defensa de una actitud realista del conocimiento.
Una de las mejores exposiciones sobre el problema del subjetivismo
puede ser encontrado en Abolición del hombre: en esta obra se realiza el
análisis de un texto escolar aquí denominado “El libro verde”, en el cual
se afirma que cuando “estamos diciendo algo acerca de algo”, en realidad
estamos diciendo “algo acerca de nuestro propios sentimientos”. Así por
ejemplo, decir que “esto es sublime” es decir “tengo sentimientos subli-
mes”, por lo tanto todas las oraciones con un predicado de valor tienen
sólo un valor emocional. Lewis ve detrás de esto una actitud filosófica que
produce hombres de “cabeza blanda” (que como pretendía Escrutopo en
las Cartas no le importe ya si algo es “verdad”). Pero hombres así terminan
siendo “hombres sin corazones”, porque si no hay verdad tampoco hay
bien y mal; y de esta manera se revelan las consecuencias morales de al-
gunas posturas gnoseológicas. La caída del sentido de verdad, de conocer
algo sobre algo, impide entre otras cosas –ve nuestro autor– el llegar a va-
lores morales objetivos: concretamente al olvido del Tao (la Ley natural) o
la “ley de la naturaleza humana” como la llama en Mero Cristianismo. Pero
como se presenta en el “Regreso del Peregrino” de una manera alegórica, la
Razón (una mujer con armadura cual caballero) triunfa sobre “el espíritu
de la época” (el gigante asesino).
Encontramos esta actitud realista en “La experiencia de leer”, un ensayo
crítico-literario, pero que sin embargo es una defensa de la actitud recep-
tiva ante las cosas. Las cosas en este caso son las obras de arte: pintura,
música, pero especialmente aquí, la literatura. Allí se distingue entre
“apreciar” y “usar”: en uno el sujeto es receptivo, deja que las obras de arte
hagan algo en él, en el otro caso, el sujeto hace algo con la obra de arte.
Si esta diferencia entre “apreciar” y “usar”, la aplicáramos no a una res
artificialis (obra de arte), sino a una res naturalis, nos encontraríamos ante
algo muy similar a lo que R. Guardini llama el “carácter verbal” de las cosas,
tal como nos presenta J. Pieper en su ensayo sobre la creaturidad. Y es que
para Lewis, el Creador es el gran autor, el gran hacedor de mitos, de lo real;
y el fin de la literatura es encontrarse con las cosas, la literatura no es otra
cosa que “puertas y ventanas” para entrar en la realidad.
Razón e imaginación en C. S. Lewis 433
Queremos ser más de lo que somos … Queremos ver también por otros
ojos, imaginar con otras imaginaciones, sentir con otros corazones. No
nos conformamos con ser mónadas leibnizianas. Queremos ventanas. La
literatura, en su aspecto de logos, es una serie de ventanas e, incluso, de
puertas. Una de las cosas que sentimos después de haber leído una gran
obra es que hemos “salido”; o, desde otro punto de vista, “entrado”…
Límites de la razón
Porque como los ojos del murciélago son a la luz del día,
así es nuestro ojo intelectual a aquellas verdades que son
las más evidentes de todas.
(Aristóteles, Metafísica, I)
Con esta cita inicia CSL uno de sus capítulos en la obra “Milagros”,
mostrando que es conciente de las limitaciones de nuestro intelecto. No
somos capaces de captar la realidad total.
La limitación de nuestra inteligencia –limitación correspondiente a
nuestra realidad– funda la necesidad de lo que CSL denomina “Transposi-
ción”: el traspaso de un medio más rico a uno más pobre. En el escrito que
lleva el mismo nombre, se plantea el problema de la continuidad entre las
realidades naturales y las espirituales, pero fundamentalmente el proble-
ma que se presenta cuando esa realidad espiritual (más rica), debe expre-
sarse en el plano natural (más pobre). De esta manera, cuando un sistema
más rico, debe ser expresado en un sistema más pobre, debemos hacer que
los elementos del segundo puedan tener más de una significación.
Lewis pone como ejemplo a la actividad emocional como un medio
más rico, que, cuando debe ser comunicada, debemos apelar a términos
que expresan afecciones de orden físico: en Pepy´s Diary, Pepy expresa la
emoción ante la música
La experiencia de leer, Alba Editorial, Barcelona, 2000.
Los Milagros, cit., p. 67.
434 Leonardo Caviglia
Ante lo cual nuestro autor observa que “la sensación interna que acom-
paña al intenso gozo estético es indiscernible de la que sigue a otras dos
experiencias: estar enamorado y, pongamos por caso, cruzar un canal
tempestuoso. (…) Nadie disfruta la náusea”. La vida emocional es más
rica que la de las sensaciones, y por lo tanto, se compensa utilizando una
misma afección para expresar más de una emoción, incluso opuestas
(nuestro corazón se agita, sea que experimentemos temor o estemos ante
quien amamos). También el dibujo nos muestra un ejemplo: la perspectiva.
Un ángulo agudo en un dibujo puede representar un ángulo agudo o uno
recto, como cuando dibujamos un cubo.
Pongamos nosotros un ejemplo: el alfabeto griego clásico, presenta dos
letras como la epsilon (ε/Ε) y la eta (η/Η), sin embargo, cuando queremos
trasladar los sonidos que representan al castellano, sólo contamos con
una letra, la E; es así que términos como “e )q/ oj“ y “h= )qoj“, debe ser dicho
en nuestro idioma como “ethos”, y por lo tanto una misma palabra deberá
tener dos interpretaciones diversas.
Ahora bien, ¿cómo saber que cuando Pepy nos dice que “enferma” no
tiene náusea o que hay distintas significaciones de “ethos”? Sólo podemos
hacerlo si de alguna manera conocemos también el medio más rico (si tam-
bién hemos experimentado esas emociones con las mismas repercusiones o
si, en el otro ejemplo, sabemos griego). Sólo conociendo –aunque sea de al-
guna manera– el medio más rico podremos entender el otro: me doy cuenta
que el dibujo es un cubo, porque he visto cubos reales. Comprendemos un
cuadro, porque conocemos el paisaje; pero como se ejemplifica en la obra, si
nunca hubiéramos visto un paisaje, jamás comprenderíamos el dibujo.
10
“Transposición”, en El diablo propone un brindis y otros ensayos, Rialp, Madrid 2002, pp. 103-104.
Razón e imaginación en C. S. Lewis 435
–¡Claro, esto es! –gritó el Príncipe–. ¡Por supuesto! Aslan bendiga a este
honrado renacuajo del pantano. En estos últimos minutos todos estába-
mos soñando. ¿Cómo pudimos olvidarlo? Claro que hemos visto el sol.
–¿Qué es ese sol de que hablan ustedes? ¿Quieren significar algo con
esa palabra?
(…) –Permíteme, Señora –dijo el Príncipe, muy fría y cortésmente–. ¿Ves
esa lámpara? Es redonda y amarilla y da su luz a toda la habitación; y
además cuelga del techo. Bueno, lo que llamamos sol es como esa lám-
para, sólo que muchísimo más grande y más brillante. Ilumina con su
luz todo el Mundo de Encima y cuelga del cielo.
–¿Cuelga de dónde, mi señor? –preguntó la Bruja; luego, mientras toda-
vía pensaban cómo responderle, ella agregó con otra de sus suaves risas
de plata–: ¿Ven? Cuando tratan de pensar claramente cómo será este sol,
no pueden decírmelo. Lo único que me pueden decir es que se parece a
la lámpara. vuestro sol es un sueño; y no hay nada en ese sueño que no
haya sido copiado de la lámpara. La lámpara es real; el sol es nada más
que un cuento, un cuento de niños.
–Sí, ahora lo comprendo –dijo Jill, con tono pesado y desesperado–. Debe
ser así. –Y al decirlo le pareció muy sensato.
–Nunca existió el sol –dijo la Bruja.
(…) –¿Aslan? –dijo la Bruja, acelerando muy ligeramente el ritmo de su
rasgueo–. ¡Qué lindo nombre! ¿Qué significa? (…) –¿Qué es un león?
(…) –Bueno, un león se parece un poco, un poquito no más, en verdad,
a un inmenso gato, con melena.
–Ya veo –dijo– que no nos irá mejor con vuestro león, como lo llaman
ustedes, que con vuestro sol. Han visto lámparas y se han imaginado
11
Especialmente en la crítica que Lewis hace del psicoanálisis de Freud. Podemos ver un ejemplo
de esto en El regreso del Peregrino.
436 Leonardo Caviglia
una lámpara más grande y mejor y la han llamado sol. Han visto gatos,
y ahora quieren un gato más grande y mejor, y lo han llamado león.12
De hecho Lewis aplica la noción de Transposición como elemento para comprender la Encar-
13
nación.
Razón e imaginación en C. S. Lewis 437
14
Platón, Fedro, 246 a.
438 Leonardo Caviglia
15
La alegoría del amor. Estudio de la tradición medieval, Eudeba, Buenos Aires 1969, pp. 37-38.
16
Crónicas de Narnia. La última batalla, Andrés Bello, Santiago de Chile 1991, pp. 153-154.
Razón e imaginación en C. S. Lewis 439
El Mito
17
Esto se parece mucho a la idea de San Agustín de que el alma cuando peca, busca fuera de Dios
lo que en realidad encontraría de manera pura en Dios.
440 Leonardo Caviglia
“El mito convertido en realidad”, en Dios en el Banquillo, Andrés Bello, Santiago de Chile 1996,
18
pp. 69-72.
Razón e imaginación en C. S. Lewis 441
19
Ibidem, p. 73.
20
Los Milagros, cit., pp. 189-190.
442 Leonardo Caviglia
Leonardo Caviglia
Universidad Católica Argentina
Resumen
El trabajo ahonda en la relación entre la razón y la imaginación en C.S. Lewis, quien pone de
relieve a la razón como razón participada y como “sobre naturaleza”, señalando asimismo los
límites que encuentra para comprender realidades más altas. Esa limitación puede ser salvada
mediante la alegoría y el mito, dos formas de “Transposición”. La primera trata de expresar
invisibilia (lo inmaterial) por medio de visiblia. Por el segundo encontramos la solución parcial
al dilema que se produce entre conocer y experimentar. Por otra parte, la capacidad mítica es
también una participación y todos los mitos humanos no son más que reflejos del Gran Mito.
La irrealidad de la aptitud de lo posible
en la Teoría del Objeto Puro de Millán Puelles
Antonio Millán-Puelles, Teoría del Objeto Puro (en adelante TOP), Rialp, Madrid 1990. Existe
una traducción al inglés llevada a cabo por Jorge García-Gomez, The Theory of the Pure Object,
Universitätsverlag C. Winter, Heidelberg 1996.
Específicamente, en la tradición aristotélico-tomista (ver Jesús Villagrasa L.C., Metafísica e
irrealidad: contribuciones al realismo metafísico de la Teoría del Objeto Puro de Antonio Millán-Puelles,
Ateneo Pontificio Regina Apostolorum, Roma 2002, p. 7). Cfr. Rogelio Rovira, “Las quiddidades
paradójicas. Sobre la contribución de Antonio Millán-Puelles a la doctrina clásica del ente de
razón”, en Pensamiento, Vol. 56 (2000), pp. 215-265.
TOP, p. 7.
444 José Félix Cerrone
TOP, p. 551.
Antonio Millán-Puelles, El problema del ente ideal, un examen a través de Husserl y Hartmann, Ins-
tituto Luis Vives de Filosofía, Madrid 1947.
El problema del ente ideal, p. 151.
El problema del ente ideal, p. 153.
La irrealidad de la aptitud de lo posible 445
El problema del ente ideal, p. 173.
Cfr. El problema del ente ideal, p. 182.
10
Antonio Millán-Puelles, “Ser ideal y ente de razón”, en Revista de Filosofía, Instituto de filosofía
Luis Vives, Madrid, Año XII, Núm. 45, abril-junio 1953.
11
“Ser ideal y ente de razón”, p. 200. Sí aparecen, en obras posteriores, expresiones equivalentes:
“simple objeto”, “mero objeto”, “puro objeto”.
12
“Ser ideal y ente de razón”, p. 196.
13
Antonio Millán-Puelles, Fundamentos de Filosofía, Rialp, Madrid 1981 (11ª edición).
14
Fundamentos de Filosofía, p. 496.
15
Fundamentos de Filosofía, p. 77.
16
Fundamentos de Filosofía, p. 472.
446 José Félix Cerrone
17
Antonio Millán-Puelles, Léxico Filosófico, Rialp. Madrid 2002. El libro fue publicado inicial-
mente en el año 1984.
18
Fundamentos de Filosofía, p. 471. ver también Léxico Filosófico, p. 350.
19
Antonio Millán-Puelles, La estructura de la subjetividad, Rialp, Madrid 1967.
20
La estructura de la subjetividad, p. 26.
21
La estructura de la subjetividad, p. 55.
22
Cfr. La estructura de la subjetividad, pp. 26-27.
23
Léxico Filosófico, 512, 586, 587.
24
Léxico Filosófico, p. 512.
25
Léxico Filosófico, p. 468.
26
Léxico Filosófico, pp. 349, 586.
27
Léxico Filosófico, pp. 586-587.
28
Léxico Filosófico, p. 350.
La irrealidad de la aptitud de lo posible 447
hablan no del ente de razón sino del “ente irreal”29 –, tales como “objeto
sólo pensado”,30 “puro y simple objeto”,31 “mero objeto pensado”,32 “puro
objeto pensado”.33
2. Objetos y objetualidad
29
Léxico Filosófico, p. 368.
30
Léxico Filosófico, p. 349.
31
Léxico Filosófico, p. 349.
32
Léxico Filosófico, p. 356.
33
Léxico Filosófico, p. 357.
34
Jesús Villagrasa, “Realidad, irrealidad e idealidad en Teoría del objeto puro de A. Millán-Pue-
lles”, en Alpha Omega, V, n.3, 2002, p. 443.
35
Para estudios sobre el método de la TOP, ver Jesús Villagrasa, “La analéctica como método de
una metafísica realista en A. Millán-Puelles”, en Alpha Omega, VII, n.1, 2004, pp. 17-46.
36
Cfr. TOP, p. 134.
448 José Félix Cerrone
37
Cfr. TOP, p. 136.
38
Para Millán-Puelles, los únicos valores extra-quidditativos (es decir, que no pertenecen al orden
de la esencia) son la existencia (esse) y la existencia intencional, es decir, la objetualidad.
39
Para el tema de la aparente realidad del ser visto, y, en general, el ser-conocido, manifestada
fundamentalmente en las “trampas del lenguaje”, ver Juan Fernando Sellés, “Las operaciones
inmanentes del conocer y del querer”, en Anuario Filosófico, 1994 (27), pp. 699-718.
40
Cfr. María Jesús Soto-Bruna, “Expresión y representación”, en Anuario Filosófico, 1994 (27), pp.
483-503.
41
TOP, p. 166. En contra de considerar la objetualidad como intrínsecamente constitutiva del
objeto puro se encuentra Jesús Villagrasa, en Metafísica e irrealidad: contribuciones al realismo me-
tafísico de la Teoría del Objeto Puro de Antonio Millán-Puelles, pp. 130-137.
42
TOP, p. 166.
43
TOP, p. 255.
La irrealidad de la aptitud de lo posible 449
son, sin embargo, algo en la conciencia y para ella y por ella”.44 Esto se
expresa en la cuasi-definición –pues al no tener propiamente esencia por
no tener acto de ser, no se puede hablar propiamente de definición– de ob-
jeto puro como “objeto inexistente”, expresión tomada de la “lógica libre”,
pero reconstruida en su significación dentro del sistema conceptual de
la teoría del objeto puro.45 Esta cuasi-definición “suministra una idea si-
multáneamente lógica y ontológica, a la que en justicia no se puede tachar
de contradictoria, porque es copulativa o vinculante de dos perspectivas
irreductiblemente distintas, pero no incompatibles entre sí: la conciencia
es precisamente el lugar de su síntesis”.46 Esta doble perspectiva es la que,
más adelante, permitirá mantener la afirmación lógica de la aptitud de lo
posible a la vez que su negación ontológica.
En oposición al objeto puro, los objetos existentes son aquellos que tie-
nen un valor transobjetual, es decir, no se reducen a su ser-objeto. Además
de la objetualidad, compartida con lo irreal, los objetos reales tienen otro
valor extraquidditativo: la existencia. El filósofo gaditano dedica un exten-
so capítulo47 al mutuo esclarecimiento de la existencia y la pura objetuali-
dad, en el que “cada opuesto destaca y ratifica su propio perfil inteligible
en el contraste con el opuesto respectivo”.48
En función de este contraste entre el existir y ser-conocido, entre las
tradicionales descripciones de la existencia la más significativa para la
doctrina del objeto puro es la de sistere extra cogitationem, el ser-fuera-de-
la-conciencia, que equivale –en el lenguaje de TOP– a transobjetualidad.
Millán-Puelles considera que esta inflexión del existir es imprescindible
para el realismo metafísico, puesto que “este realismo es fundamentalmen-
te la doctrina según la cual, aunque la conciencia es ser (…) no todo ser es
conciencia, ni mero objeto de su actividad”.49 De este modo la existencia
queda entendida, en relación con ser-objeto, como transobjetualidad.
44
TOP, p. 255.
45
Cfr. TOP, p. 229.
46
TOP, p. 255.
47
TOP, Primera parte, sección segunda, capítulo IX, “Acerca de la existencia”, pp. 261-319.
48
TOP, p. 263.
49
TOP, p. 265.
450 José Félix Cerrone
50
TOP, p. 335.
51
TOP, p. 336.
52
TOP, p. 342.
La irrealidad de la aptitud de lo posible 451
53
Cfr. TOP, p. 249. Cfr. también Jacques Maritain, Éléments de Philosophie, II, L’Ordre des concepts,
Pierre Téqui, París 1933, p. 31.
54
Cfr. TOP, p. 251.
55
“Lo irreal es aquello que ni por su materia ni por su forma tiene otro ser que su puro y simple
ser-objeto (…). Todo el ser de lo irreal es ser-objeto, y todo el ser del ser-objeto es irreal.” (TOP,
p. 163).
56
Cfr. TOP, pp. 254 y 459.
452 José Félix Cerrone
ser, potentia essendi. Pero esta potencia es real sólo por su articulación
con el acto de ser. Por ser potencia real, puede actuar como principio
real entitativo: componente real, en unidad con el actus essendi, de la
entidad finita.57
En el contexto de la TOP, también se usa en sentido estricto la voz “exis-
tencia”, excluyendo de su ámbito el darse propio del término intencional
de la conciencia.58 Millán-Puelles afirma que el uso del término existencia
en este sentido más amplio –inclusivo de la presencia intencional– tiene
su explicación en que hay entre el darse ante la conciencia y el existir –en
sentido estricto– una cierta analogía (metafórica): ambos tienen el carácter
de un cierto “darse”.59 Todo término intencional, todo objeto, es algo “dado”
ante la conciencia. Este darse es un valor extraquidditativo, puesto que en
cada caso lo quidditativo es lo dado, no el darse. Que sea extraquidditativo
no significa que sea externo o extrínseco al ente, sino que no pertenece al
orden de la esencia. Tanto el darse intencional como el existir coinciden,
de este modo, en su índole extraquidditativa. Pero esta coincidencia no
permite perder de vista la diferencia fundamental entre estos dos valores:
la existencia no sólo es un valor extraquidditativo sino, principalmente,
transobjetual.
La existencia queda descripta, en contraste con la objetualidad, como
ser-fuera-de-la-conciencia (sistere extra cogitationem).60 Esta noción de ser-
fuera-de-la-conciencia es, para nuestro autor, imprescindible para la cons-
titución de la teoría realista, puesto que esta doctrina afirma que, si bien la
conciencia es ser, no todo ser es conciencia ni mero objeto de su actividad.61
Es importante reparar en que el sentido de este ser extra cogitationem no
debe entenderse, en primer lugar, como un estar entitativamente fuera de
la conciencia, porque de este modo la conciencia misma sería inexistente.
Primordialmente, ser-fuera-de-la-conciencia significa: “no agotarse en
ser objeto ante una conciencia en acto”.62 Esta noción de existencia como
transobjetualidad tiene un carácter conceptualmente negativo: no limi-
tarse a ser-pensado. Pero pese a su negatividad conceptual, es un valor
ontológicamente positivo, puesto que lo negado –la pura objetualidad– es
57
Cfr. TOP, p. 254.
58
Este sentido amplio de existencia es el defendido por Joseph Owens en su obra An elementary
Christian metaphysics, Center for Thomistic studies, University of St, Thomas, Houston, Texas
1985.
59
Cfr. TOP, p. 261.
60
Cfr. TOP, p. 265.
61
Cfr. TOP, p. 265.
62
TOP, p. 296. En la página 265, usa la expresión “no-ser-mero-objeto-de-conciencia”.
La irrealidad de la aptitud de lo posible 453
5. Conclusiones
63
TOP, p. 298.
64
TOP, p. 164.
65
TOP, p. 164.
66
TOP, p. 271.
454 José Félix Cerrone
67
“La posibilidad como tal no es ningún ser y (…) los seres posibles e inexistentes sólo son ver-
daderos seres cuando dejan de ser sólo posibles, quedando efectivamente actualizados” (TOP, p.
458). También: “…el realismo en la consideración de la peculiar realidad de la conciencia tiene,
así, una doble exigencia: a) la negación (ontológica) de que los objetos inexistentes sean de algún modo
reales o tengan alguna esencia verdadera; b) la afirmación (lógica) de que esos mismos objetos son
algo en la conciencia y para ella y por ella” (TOP, p. 255).
68
“La posibilidad que la cuasi esencia (el contenido o materia) de un objeto puro que no sea un
mero ente de razón se realice no es en esa misma cuasi esencia nada más que una simple posi-
bilidad lógica, una mera no-contradicción” (TOP, p. 174).
69
“De lo intra-sistente en el entendimiento (…) debe, por tanto, decirse que propiamente no es,
porque carece de la actualidad del ser. (…) Antes de tener ser, lo intra-sistente en la conciencia
en acto o en alguna potencia no es, en verdad, un ente. Ni tan siquiera es (…) una essentia, si
por serla se entiende algo que implique una actualidad entitativa”, TOP, 273. También: “la única
actualidad entitativa que a lo pensado en cuanto sólo pensado corresponde es la del pensamiento
que lo piensa” (TOP, p. 270). También: “Inexistente es aquello cuyo ser no quidditativo es pura
objetualidad” (TOP, p. 239).
70
“lo meramente posible no es sujeto de atribución del genuino esse, porque no es, propia y
estrictamente hablando, esencia alguna, y no la es porque sin el actus essendi la quiddidad es
nada ontológicamente hablando, aunque lógicamente esté presente como objeto manifiesto a la
conciencia” (TOP, p. 254).
La irrealidad de la aptitud de lo posible 455
71
TOP, p. 174. También: “Evidentemente, estas preguntas apuntan a otros tantos absurdos por
cuanto aquí lo posible está tomado en la acepción metafísica de lo que intrínsecamente no
envuelve contradicción (…). Y en lo tocante a la licitud de esta manera de entender lo posible,
baste considerar que lo que de un modo intrínseco conviene a lo posible en el sentido de lo que
de suyo no envuelve contradicción no es la actualidad correspondiente, sino la aptitud para ella,
una aptitud que ciertamente implica una quiddidad a la cual se atribuye, pero una quiddidad
que sólo es pensada mientras no pasa de ser sólo posible. La aptitud de esa misma quiddidad
para existir es verdadera, más no un verdadero ser, sino algo irreal, tan irreal como la propia
quiddidad (no paradójica) a la cual se atribuye.” (TOP, p. 552).
456 José Félix Cerrone
Resumen
La conciencia distingue entre aquellos objetos que, aunque inexistentes, poseen una aptitud
para ser reales de aquellos que carecen de tal aptitud. El presente artículo analiza, en el contexto
de la Teoría del Objeto Puro de Antonio Millán-Puelles, la singular situación de estos objetos:
aunque poseen una verdadera aptitud para ser, en sí misma esta aptitud no es, ontológicamente,
nada, sino que se reduce a una mera objetualidad intelectiva. De este modo, lo posible no es un
auténtico ser, sino un puro y simple objeto de la conciencia: es un verdadero objeto, pero un
objeto inexistente sin ninguna aptitud real.
Existencia y optimidad en Leibniz:
una encrucijada entre necesitarismo y arbitrarismo
Cfr. E.J. Aiton, Leibniz. Una biografía, Alianza, Madrid 1992 pp. 69-115.
Para un estudio completo de las críticas generales de Leibniz a Descartes, ver la obra de I.
Belaval, Leibniz critique de Descartes, Gallimard, París 1960.
Cfr. An Honorato Fabri [1676], AK II, 1, pp. 298s.: “Unde alius mea sententia gravissimus est et
periculisissimus eius error nascitur, qvod Bonitas pendeat à libero Dei arbitrio, non à natura rei.
Hoc enim admisso frustra de Iustitia Dei disputamus, qva sublata non tantum admissa Cartesio
redemtionis mysteria laborant, sed et in universum amor Dei tollitur, nam qvid est qvod Deum,
id est optimum universi regem à Tyranno distingvat, si eius voluntas bonitatis causa est: [...]”. La
abreviatura AK, seguida del número de serie, volumen y página, corresponde a la forma habitual
de citar la edición crítica: G.W. Leibniz, Sämtliche Schriften und Briefe, Preusischen/Deutschen
Akademie der Wissenschaften zu Berlin, Darmstadt 1923ss., Leipzig, 1938ss., Berlín, 1950ss.
Cfr. ibidem, p. 299: “Si verò quemmadmodum mea sententia est essentiae rerum non à Dei
arbitrio sed essentia eius pendent, manifestum est ipsam boni atqve perfectarum creatio à Dei
arbitrio sit profecta, neqve enim essentiae sed res creantur. Res autem creavit Deus qvas creari
bonum esse vidit, qvae rerum siue potius idearum bonitas non magis libertati eius obest, qvàm
sapientia qvae facit, ut nisi bene agere non possit”.
458 Agustín Ignacio Echavarría
Cfr. B. Spinoza, Spinoza Opera, ed. Gebhardt, 1924, vol. 4, p. 311: “Nam Deum nullo modo fat
subjicio, sed omnia inevitabili necessitate ex Dei natura sequi concipio, eodem modo, quo omnes
concipiunt quod ex ipsius Dei natura sequatur, ut Deus se ipsum intelligat, quod sane nemo
negat ex divina natura necessario sequi; [...]”.
Cfr. Epistolae tres D.B. de Spinoza ad D. Oldenburgium [1676], AK VI, 3, p. 364, nota 1: “Hoc ita
explicari debet, Mundum aliter produci non potuisse, quia Deus non potest non perfectissimo
modo operari. Cum enim sapientissimum sit, optimum eligit”.
Quod non omnia possibilia ad existentiam perveniant [1677 (?)], AK, 4B, p. 1352. La traducción de
todos los textos citados es mía. Sobre la diferencia de intención fundamental entre el sistema
leibniziano y el de Spinoza, cfr. G. Friedmann, Leibniz et Spinoza, Gallimard, Paris 1962, pp. 242-
272. Creo totalmente acertada la opinión de este autor –así como la de Christia Mercer y G.
Parkinson–, en el sentido de que Leibniz no se inclinó nunca por una posición espinocista. Cfr.
C. Mercer, “Leibniz’s Metaphysics”, Cambridge University Press, 2001, pp. 408-441; G. H. R. Par-
kinson, “Leibniz’s Paris writings in relation to Spinoza”, en Studia leibnitiana, Supplementa XVIII
(1978), pp. 73-89. La postura opuesta fue sostenida primeramente por L. Stein, Leibniz und Spinoza,
Reimer, Berlin 1890; y más recientemente por R. Adams, Leibniz: Theist, Idealist, Determinist, Oxford
University Press, 1994, y M. Kulstad, “Exploring middle ground: was Leibniz’s conception of God
ever Spinozistic?”, en American Philosophical Quarterly LXXVI/4, pp. 671-690, quien habla de una
fase espinocista de Leibniz durante el período que se estudia en el presente artículo.
Existencia y optimidad en leibniz 459
En el escrito De arcanis sublimium vel de summa rerum (1676) sostiene que “la
armonía de las cosas” implica “que cuanto más de esencia pueda existir,
exista. De lo cual se sigue que hay más razón para existir que para no exis-
tir”. Dicho en otros términos, Dios es la mente perfectísima que causa la
existencia de las otras cosas en la medida en que las siente o las percibe
como las más armónicas posibles. En efecto, “existir no es otra cosa que
ser armónico [...]”;10 y lo máximamente armónico es aquello que resulta
más agradable para la mente más perfecta, es decir, para Dios. Armonía,
cantidad de esencia y razón de existir son aquí casi sinónimos.
Ahora bien, si existencia y armonía se identifican con lo que es agrada-
ble a Dios, ¿cómo evitar que la existencia de lo que agrada a Dios se vuelva
necesaria, dado que no es posible que a Dios deje de agradarle lo que su
intelecto concibe como máximamente agradable? Si la existencia se reduce
a ser percibido por Dios como más simple o armónico, entonces la existen-
cia sería el más alto grado de posibilidad, lo que implica prácticamente una
absorción de la existencia en la esencia.
Esta aporía aparece confirmada en el escrito De existentia (1676?), en el
que Leibniz propone que “para la existencia es necesario que esté presente
la suma de todos los requisitos. Requisito es eso sin lo cual la cosa no puede
ser”.11 Por supuesto que esta respuesta no soluciona por completo el proble-
ma, porque si la existencia no es más que la suma de los requisitos, Leibniz
tendrá que explicar por qué no existen todos los posibles, dado que lo posible
en cuanto tal parece reunir en sí todos los requisitos para existir. Para lograr
un criterio de discernimiento entre posibles existentes y no existentes, Leib-
niz debe apelar a un elemento extraesencial: la incompatibilidad.
De arcanis sublimium vel de summa rerum [1676], AK VI, 3, p. 472.
Cfr. ibidem, p. 474: “[Videtur] esse quoddam totius universi centrum, et quendam vorticem ge-
neralem infinitum; et quandam Mentem perfectissimam sive Deum. Hanc ut animam totam in
toto esse corpore Mundi; huis menti etiam existentiam deberi rerum. Ipsam esse causam sui”.
10
Ibidem.
11
De existentia [1676 (?)], AK VI, 3, p. 587. La noción de existencia es una de las más controvertidas
de todo el pensamiento de Leibniz. Cfr. al respecto A. L. González, “La existencia en Leibniz”,
en Thémata, IX (1992), pp. 182-196.
12
Cfr. M. J. Soto Bruna, “La contingencia como composibilidad en G. W. Leibniz”, en Anuario
Filosófico XXXVIII/1 (2005), pp. 145-161.
460 Agustín Ignacio Echavarría
aliis compatibile est, id existere (1676),13 en el que establece que “cualquier cosa que
puede existir y es compatible con otras, existe” de modo que, como el único
límite que impide que existan todos los posibles es que no todos ellos son
compatibles, la razón que determina a algunos a existir es que encierran en sí
mismos más realidad que aquellos con los que son incompatibles.14
Si todos los posibles existieran, no habría necesidad de ninguna otra
razón para existir, porque para ello alcanzaría con la misma posibilidad, y
de ese modo “no podría concebirse nada tan inapropiado que no existiera
en el mundo, no sólo cosas monstruosas, sino también mentes malvadas y
miserables, así como injusticias, y no habría ninguna razón para llamar a
Dios bueno más que malo, justo que injusto”.15 La incompatibilidad de los
posibles garantizaría entonces no sólo la libertad divina y la contingencia
del mundo, sino también la justicia divina.
Sin embargo, en el fragmento titulado Existentia. An sit perfectio (1677?),
Leibniz define la existencia como “el exceso del grado de realidad de una
cosa sobre el grado de realidad de la cosa opuesta”, de tal modo que “lo
que es más perfecto entre todas las cosas incompatibles entre sí, existe y,
contrariamente, lo que existe es más perfecto que lo demás”.16 Nuevamente,
esta concepción metafísica de la existencia parece no dejar margen para
que exista otra cosa que aquello que es lo más perfecto, porque hay una
identificación absoluta entre lo óptimo y lo existente, manifiesta además
por la circularidad argumental.
Es por eso que la mera incompatibilidad no es suficiente para fundamen-
tar la contingencia, si a la vez no se reserva un ámbito de realidad propio
para lo “meramente posible”. Leibniz pretende demostrar esto en el escrito
titulado Quod non omnia possibilia ad existentiam perveniant (1677?), afirmando
que “hay algunos posibles que ni son, ni fueron, ni serán”.17 Es posible, expli-
ca, todo aquello que puede entenderse sin contradicción,18 pueden entender-
se muchas cosas que no existieron ni existirán. Sin embargo, si la posibilidad
13
Cfr. Principium meum est, quicquid existere potest, et aliis compatibile est, id existere [1676], AK VI,
3, pp. 581s.
14
Ibidem, p. 582: “Principium autem meum est, quicquid existere potest, et aliis compatibile est,
id existere. Quia ratio existendi pro omnibus possibilibus non alia ratione limitari debet, quam
quod non omnia compatibilia. Itaque nulla alia ratio determinandi, quam ut existant potiora,
quae plurimum involvant realitate”.
15
Ibidem, p. 581.
16
Existentia. An sit perfectio [1677 (?)], AK VI, 4B, p. 1354.
17
Quod non omnia possibilia ad existentiam perveniant [1677 (?)], AK VI, 4B, p. 1352: “Hinc jam probo
quaedam hujusmodi possibilium nunquam ex[t]itisse, vel extitura esse”.
18
Cfr. ibidem.
Existencia y optimidad en leibniz 461
19
Demonstratio quod Deus omnia possibilia intelligit [1677 (?)], AK VI, 4B, p. 1353.
20
Ibidem.
21
Cfr. Ibidem: “Constat autem naturam esse opus Dei, et quod natura tentat aliquid, id non nisi
a voluntate Dei oriri, nam ipsa corpora actionum suarum causa non sunt, cum ne sint quidem
eadem ultra momentum”.
22
De necessitate eligendi optimum [1677 (?)], AK VI, 4B, pp. 1351s.
462 Agustín Ignacio Echavarría
camino más simple: “Si la necesidad que hay en el sabio de elegir lo mejor
suprimiera la libertad, se seguiría que Dios no obraría libremente cuando
elige lo mejor de entre muchos”.23 Lo que determina a Dios a elegir lo mejor
es la perfección misma de aquello que elige, es decir, su cantidad de esencia,
porque “las esencias de las cosas son como números. Dos números no son
iguales entre sí, así dos esencias no son igualmente perfectas”.24
23
Ibidem.
24
Ibidem.
25
Cfr. Elementa verae pietatis sive, de amore Dei super omnia [1677-1678 (?)], AK VI, 4B, p. 1362: “Ex
omnibus modis possibilibus quibus existere posset Universum seu series rerum, unus modus
perfectissimus est; is nimirum qui reapse existit”.
26
Ibidem.
27
Ibidem, pp. 1362s.
Existencia y optimidad en leibniz 463
28
Ibidem, p. 1363.
29
Ibidem.
30
Ibidem.
464 Agustín Ignacio Echavarría
31
Cfr. Definitiones cogitationesque metaphysicae [1678-1680/81 (?)], AK VI, 4B, p. 1395: “Principium
intellectuale de rerum existentia. Ex pluribus possibilibus incompatibilibus existit perfectius.
Perfectius voco quod plus essentiae involvit. Est enim perfectio nihil aliud quam essentiae
gradus”.
32
Cfr. Ibidem: “Et ex variis modis formandi res, praeferuntur illi, qui pauciores ab existendo
secludunt, uti sapiens Architectus lapides ita junget, ne plus spatii occupent quam impleant, ne
locum aliis auferant. Hinc etiam si quid existentia sua nullius alterius existentiam impedit, id
existit. Denique operationes Dei sunt tanquam excellentissimi Geometrae qui optimas proble-
matum constructiones exhibere novit”.
33
De veritatibus primis [1680 (?)], AK VI, 4B, p. 1442.
34
Ibidem, pp. 1442-1443.
Existencia y optimidad en leibniz 465
algunas cosas no existen, en cuyo caso habrá que dar razón de por qué existen
algunas, y esto sólo puede hacerse apelando a la misma razón de posibilidad
o al grado de esencia.35 Y por eso debe decirse que en la misma naturaleza de
la esencia hay cierta inclinación a existir –de lo contrario nada existiría–, y no
puede decirse que algunas esencias tengan esa inclinación y otras no, porque
la existencia se relaciona a toda esencia del mismo modo.36
No obstante esta explicación de sabor casi impersonal, que deja la im-
presión de un mecanismo ciego de autoselección de los posibles, es claro
que Leibniz pretende darle al principio “todo posible exige existir” un
sentido no emanatista, como una explicación metafórica de la elección di-
vina.37 El grado de posibilidad de un conjunto de esencias posibles es para
Leibniz el requisito para que una esencia sea “existenciable”, pero no es
realmente suficiente para hacerla existente.38 Para que el grado de esencia
sea “razón suficiente” de la existencia, debe serlo ante la sabiduría de Dios,
capaz de escoger lo mejor y darle existencia.
Esto queda muy claro en el Dialogue entre Theophile et Polidore (1679?), en el
que Leibniz afirma que si las mismas cosas posibles tuviesen por sí mismas
la potencia para ponerse en la existencia, del mismo combate entre ellas
resultaría por necesidad la mejor opción posible, como sucede en la natura-
leza.39 Sin embargo las cosas posibles no tienen existencia y por consiguiente
no tienen ninguna potencia para hacerse existir, por lo que se hace necesario
buscar la causa de su existencia en un ser cuya existencia sea necesaria y
35
Cfr. ibidem, p. 1443: “Haec autem aliter reddi non potest quam ex generali essentiae seu possi-
bilitatis ratione; posito possibile exigere sua natura existentiam, et quidem pro ratione possibi-
litatis seu pro essentiae gradu”.
36
Cfr. Ibidem: “Nisi in ipsa Essentiae natura esset quaedam ad existentiam inclinatio, nihil
existeret; nam dicere quasdam essentias hanc inclinationem habere, quasdam non habere, est
dicere aliquid sine ratione, cum generaliter videatur existentia referri ad omnem essentiam
eodem modo”.
37
Coincido en este sentido con la posición de J. Hostler, “Some remarks on ‘omne possibile exigit
existere’”, en Studia Leibnitiana V/2 (1973), pp. 281-285.
38
Cfr. J.-B. J. Vilmer, “Possibilité et existentiabilité chez Leibniz”, en Revue philosophique de Louvain
CIV/1 (2006), pp. 23-45.
39
Cfr. Dialogue entre Teophile et Polidore [1679 (?)], AK VI, 4C, p. 2232: “Donc s’il y avoit quelque
puissance dans les choses posibles pour se mettre en existence, et pour se faire jour à travers
des autres; alors ces quatre l’emporteroient incontestablement; car dans ce combat la necessité
même feroit le meilleur choix possible comme nous voyons dans les machines où la nature
choisit tousjours le party le plus aventageux pour faire descendre le centre de gravité de toute
la masse autant qu’il se peut”. Para ver diferentes interpretaciones de la expresión “combate”
aplicada a la incompatibilidad en la exigencia de existencia de los posibles, cfr. D. Blumenfeld,
“Leibniz’s theory of the striving possibles”, en Studia Leibnitiana V/2 (1973), pp. 163-177, y Ch.
Shield, “Leibniz’s doctrine of the striving possibles”, en Journal of the History of Philosophy XXIV/3
(1986), pp. 343-357.
466 Agustín Ignacio Echavarría
que contenga en sí mismo las ideas de las perfecciones de todas las cosas
posibles, de tal modo que pueda elegir entre ellas cuáles producir.40
Queda excluida entonces la idea de que los mismos posibles sean la
causa de su propia existencia, lo cual haría superflua toda intervención de
la elección divina. Los posibles por sí mismos son posibles meramente “ló-
gicos” y sólo tienen potencia para existir en la medida en que están arraiga-
dos no en una mera posibilidad sino en la existencia necesaria del intelecto
de Dios, quien tiene la potencia de hacerlos existir a través de la elección.
Esta será la mayor aproximación de Leibniz a una noción de “potencia real”
subjetiva, de corte aristotélico, frente al predominio casi absoluto en su filo-
sofía de la potencia entendida como “posibilidad lógica” objetiva.
Ahora bien, ¿qué criterio seguirá Dios para elegir? Pues, “sin duda
elegirá atendiendo a los grados de perfección que se encuentran en esas
ideas o atendiendo a la pretensión de existencia que ellas pueden tener, de
la manera antedicha, es decir, de la forma más simple o más bella de hacer
el universo, como hemos expuesto arriba; a saber, por medio de la cual se
obtenga el mayor número de cosas o de las más perfectas, o por medio de
la cual se obtenga el máximo de esencia y la máxima perfección que es
posible obtener en total”.41 Dios obra entonces con razón, tomando como
criterio la perfección contenida en las ideas de las cosas –perfección que se
traduce en una cierta exigencia que no impone necesidad–, de suerte que
considerándolas todas a la vez las hace ensamblarse de modo que se obten-
ga la mejor combinación posible, conforme a su sabiduría y su poder.42
Nos encontramos entonces frente a una concepción netamente esen-
cialista de la creación, en la que Dios se limita a poner en la existencia
un conjunto de esencias ya plenamente constituidas en su entendimiento
absoluto. Como toda perfección y todo bien están situados del lado de la
esencia, no puede decirse que Dios comunique o participe ninguna per-
fección al crear. Dios ya no crea las esencias de las cosas comunicando la
perfección del ser de un modo limitado o participado según los diversos
40
Cfr. Dialogue entre Theophile et Polidore [1679 (?)], AK VI, 4C, p. 2232: “Mais les choses possibles
n’ayant point d’existence n’ont point de puissance pour se faire exister et par consequent il faut
chercher le choix et la cause de leur existence; dans un estre dont l’existence est déjà fixe et par
consequent necessaire d’elle même cet estre doit contenir en luy les idées des perfections des
choses possibles, pour choisir et pour les produire”.
41
Ibidem.
42
Cfr. ibidem, p. 2233: “[...] il est donc manifeste que l’auteur des choses agira avec raison, puis-
qu’il agit suivant les perfections des idées de chaque chose puisqu’il faut bien qu’il comprenne
et considere tout à la fois pour accorder toutes les choses ensemble le mieux qu’il se peut il aura
la souveraine sagesse, et la premiere puissance”.
Existencia y optimidad en leibniz 467
43
Cfr. V. Mathieu, “Una visión plotiniana de la creación”, en Anuario Filosófico XVII/1 (1984), p.
77: “Pero cuando Leibniz trata los «posibles» como elementos simples dados, que existen desde
siempre en el intelecto divino, y forman con sus combinaciones los mundos, la creación vuelve
a reducirse, para él, al acto de escoger uno de esos mundos, y de transferirlo como tal a la exis-
tencia. Entonces el paso del modo de ser concentrado al modo de ser orgánico, articulado en
partes, se pierde, y con eso se pierde el concepto de creación. La creación no consiste en hacer
pasar los «mundos posibles», ya hechos, a la existencia. Es, en primer lugar, una constitución de
la misma posibilidad, la cual, como dirá Bergson en Le possible et le réel, no preexiste al acto crea-
tivo”. En esta misma línea cfr. J. M. Ortiz Ibarz, El origen radical de las cosas. Metafísica leibniciana
de la creación, EUNSA, Pamplona 1988; y también A. L. González: “Presupuestos metafísicos del
absoluto creador”, en A. L. González, (ed.), Las demostraciones de la existencia de Dios según Leibniz,
EUNSA, Pamplona 2004, pp. 17-41.
44
Cfr. De libertate et necessitate [1680-1684 (?)]. AK VI, 4B, p. 1446: “Ita ut Deus se ipsum amet nece-
sarium est, demonstrabile enim est ex definitione Dei. Sed ut Deus faciat quod perfectissimum
est, non potest demonstrari, contrarium enim non implicat contradictionem; [...] Itaque tenen-
dum est id omne possibile esse quod aliquem includit gradum perfectionis, contingere autem
illud possibile, quod opposito est perfectius, idque non ob suam naturam, sed ob decretum Dei
generale producendi perfectiora”.
468 Agustín Ignacio Echavarría
45
Ibidem, p. 1447.
46
Cfr. Ibidem: “Manent enim possibilia, etsi a Deo non eligantur. Possibile est quidem existere,
etiam illud quod Deus non vult existere, quia posset existere sua natura, si Deus id existere
vellet”.
47
Cfr. Ibidem: “At Deus non potest velle ut existat. Fateor, manet tamen possibile sua natura, etsi
non sit possibile respectu divinae voluntatis. Quia sua natura possibile definivimus, quod in se
non implicat contradictionem, etsi ejus coexistentia cum Deo aliquo modo dici possit implicare
contradictionem”.
Existencia y optimidad en leibniz 469
48
De libertate a necessitate in eligendo [1680-1684 (?)], AK VI, 4B, p. 1452.
49
Cfr. Ibidem: “Aliud enim est semper rationem reddi posse cur eligat, aliud est necessarium esse
electionem; inclinan rationes non necessitant; licet certo sequatur id ad quod inclinant”.
50
Ibidem.
470 Agustín Ignacio Echavarría
51
Cfr. ibidem, p. 1453: “Omnia Deo possibilia, praeter ea quae includunt imperfectionem. Imper-
fectionem includit peccare, verbi gratia damnare innocentem. Damnatio innocentis est quidem
in se possibilis seu non implicans contradictionem, sed non est possibilis Deo. Imo videtur ae-
terna damnatio innocentis ex eorum numero esse, quorum non quidem essentia, quia perfecte
intelligi possunt, sed tamen existentia implicat contradictionem”.
52
Ibidem.
53
Ibidem.
Existencia y optimidad en leibniz 471
54
Cfr. ibidem, p. 1454: “Potesne demonstrari haec propositio ex natura Dei, quod Deus eligit per-
fectissimum. [...] Principium circa Existentias est propositio haec: Deus vult eligere perfectissimum.
Haec propositio demonstrari non potest, est omnium propositionum facti prima, seu origo om-
nis existentia contingentis. Idem omnino est dicere Deum esse liberum, et dicere hanc propositionem
esse principium indemonstrabile. Nam si ratio reddi potest hujus primi divini decreti, eo ipso Deus
hoc non libere decrevisset. Dico hanc propositionem comparari posse identicis. Ut enim ista A
est A, seu res sibi ipsi aequalis est demonstrari non potest, ita ista: Deus vult perfectissimum”.
55
Cfr. Ibidem: “Generaliter enim statuendum est, nullum esse decretum quod non Deus alio
decreto natura priore decreverit. Ex natura perfectae libertatis, extra quam ratio non est”.
56
Ibidem, p. 1455.
57
Sobre la gran influencia que, en este punto particular, ejercieron sobre Leibniz los jesuitas pro-
fesores del Colegio Romano de la primera mitad del siglo XVII, especialmente de los sevillanos
Diego Ruiz de Montoya y Diego Granado y de los navarros Antonio Pérez y Martín Esparza,
cfr. S. K. Knebel, “Necessitas moralis ad optimum”, en Studia leibnitiana XXIII/1 (1991), pp. 3-24
y XXIV/2 (1992), pp. 182-215; también cfr. T. Ramelow, Gott, Freiheit, Weltenwahl, Der Ursprung des
Begriffes der besten aller möglichen Welten in der Metaphysik der Willensfreiheit zwischen Antonio Perez
S.J. (1599-1649) und G.W.Leibniz (1646-1716), E.J. Brill, Leiden-New York-Köln 1997.
472 Agustín Ignacio Echavarría
Resumen
Con el fin de evitar los extremos del arbitrarismo de Descartes y el necesitarismo de Spinoza,
Leibniz desarrollará en los años posteriores a su estancia en París una metafísica en la que
deberá depurar su concepción de la relación entre la armonía de las esencias posibles y la exis-
tencia, de tal manera que, a través de la idea de incompatibilidad, quede un lugar reservado a
lo “meramente posible”. La incapacidad de Leibniz de concebir una potencia real más allá de la
mera posibilidad lógica y las sucesivas oscilaciones en su argumentación en favor ya sea de la
perfección de la elección divina, ya sea de la exigencia de existencia de los posibles, lo conduci-
rán a conclusiones paradójicas en cuanto a la manera de entender la creación y precipitarán un
giro voluntarista en su visión de la libertad de Dios.
La ley natural como memoria del bien según santo Tomás
Introducción
M. T. Cicerón, De legibus, I, 7, 22-23.
474 Martín F. Echavarría
lo que se debe hacer y lo que se debe evitar. Dios dio esta luz y esta ley
en la creación”.
Santo Tomás llama generalmente ley natural a los enunciados que están
contenidos en el hábito de la sindéresis. Podemos comparar el hábito de
los primeros principios prácticos, es decir, la sindéresis, con el hábito de
los primeros principios especulativos, es decir, la virtud de la intelligentia.
Estos hábitos se dicen naturales, no porque dichos principios sean ideas
innatas, sino porque la mente humana los concibe naturalmente a partir
de sus primeras experiencias gracias a la luz connatural del intelecto. Es
claro y explícito que la luz natural, o connatural, del alma es el intelecto
agente, por lo que dice el Aquinate en Contra gentiles:
La cita es de S. Tomás de Aquino, In duo praecepta caritatis et in decem legis praecepta. Prologus:
Opuscula theologica, II, n. 1129, Ed. Tauriens. (1954), p. 245. Se citan allí también Summa Theologica,
I-II, 91, 2 y Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1955.
Cfr. Summa Theologica, I-II, 94, 1 (La traducción de todos los textos de santo Tomás es nuestra).
Summa Contra Gentiles, 2, 77, 5.
La ley natural como memoria del bien 475
De spiritualibus creaturis, 10.
Cfr. I. Andereggen, “La ley y la gracia según santo Tomás de Aquino”, en AA.VV., La psicología
ante la gracia, EDUCA, Buenos Aires 21999, pp. 371-374.
Summa Theologica, I-II, 91, 2.
476 Martín F. Echavarría
Eso significa que el primer estrato, que podemos llamar ontológico, del
fenómeno de la conciencia consiste en que en nosotros se ha insertado
algo así como un recuerdo primordial de lo bueno y de lo verdadero (ambos
son idénticos), en que existe una íntima tendencia ontológica del ser
creado a imagen de Dios a promover lo conveniente a Dios. Su mismo
ser está desde su origen en armonía con unas cosas y en contradicción
con otras.
Esta anamnesis del origen, que resulta de la constitución de nuestro ser,
que está hecho para Dios, no es un saber articulado conceptualmente,
un tesoro de contenidos que se pudiera reclamar, sino un cierto sentido
interior, una capacidad de reconocer, de suerte que el hombre interpela-
do por él y no escindido interiormente reconoce el eco en su interior.
Esta visión de las cosas no es muy lejana de la que tiene el mismo santo
Tomás, a pesar de la parcial diferencia de inspiraciones, platónico-agusti-
niana la de Ratzinger, aristotélico-agustiniana la del Aquinate.
Aunque generalmente santo Tomás niega que la memoria intelectiva
sea una potencia distinta del intelecto posible, del que sería su capacidad
de retener las especies, en el Comentario a las Sentencias, admite que se la
llame así. En vez del acto, la memoria tiene el retener.
J. Ratzinger, “Si quieres la paz, respeta la conciencia de cada hombre. Conciencia y verdad”, en
Verdad, valores, poder, Rialp, Madrid 42005, pp. 65-66.
Ibidem, 67.
La ley natural como memoria del bien 477
Ahora bien, una cosa es la memoria de las especies que se obtienen por
abstracción de las cosas exteriores, y otra la memoria sui,11 la presencia habi-
tual de la mente a sí misma, que es presupuesto del conocimiento existen-
cial del alma (secundum quod habet esse in tali individuo), y que no se obtiene
por abstracción, pues la propia forma poseída inmaterialmente es innata,
aun cuando ese conocimiento no se actualice sino supuesta la abstracción
desde los fantasmas, porque esa conciencia existencial es concomitante al
conocimiento objetivo del ente:
10
In I Sententiarum, III, 4, 1c.
11
Cfr. M. F. Echavarría, “Memoria e identidad según santo Tomás”, Sapientia, LVII (2002), pp.
91-112.
12
De Veritate, 10, 8 ad 1.
13
Cfr. F. Canals, Sobre la esencia del conocimiento, PPU, Barcelona 1987.
478 Martín F. Echavarría
Esta que podríamos llamar memoria del ser en que consiste la subsisten-
cia espiritual es colocada explícitamente por santo Tomás como parte de
la imagen de Dios en la mente:
14
Summa Theologica, I, 14, 2 ad 1.
15
Summa Theologica, I, 93, 7 ad 1.
16
Cfr. Summa Contra Gentiles, 2, 77, 2; De spiritualibus creaturis, 10 ad 4; Summa Theologica, I, 79,
4 ad 4. Cfr. F. Canals, “El lumen intellectus agentis en la ontología del conocimiento de Santo
Tomás”, en Cuestiones de fundamentación, Publicacions i Edicions Universitat de Barcelona, Bar-
celona 1981, pp. 11-40.
La ley natural como memoria del bien 479
Por memoria (memoria) se entiende aquí algo más que la mera facultad
natural, por así decirlo, del acordarse. Lo que ante todo se mienta con
ella nada tiene que ver con especie alguna de entrenamiento o habilidad
“mnemotécnica” para combatir el olvido. Por “buena” memoria, enten-
dida ésta como requisito de perfección de la prudencia, no se significa
otra cosa que una memoria que es “fiel al ser”. [...]
(Este sentido de la memoria nos hace más comprensible la imagen de
la Trinidad que ofrece San Agustín, con frecuencia mal interpretada: la
memoria es para el santo la primera realidad del espíritu, a partir de la
cual se originan el pensar y el querer; de esta suerte constituye un refle-
jo de Dios Padre, del que proceden el Verbo y el Espíritu Santo). [...]
Es fácil de ver que lo que aquí se trae entre manos es más que “psicolo-
gía”, pues de lo que se trata es más bien de la metafísica de la persona
moral.17
Así, esa luz que casi instintivamente nos permite discernir el bien y el
mal, deriva de una cierta memoria del ser, que es el modo de subsistencia
propio de la mente. La verdad y el bien nos son connaturales, como el ser,
y podemos discernirlos. Ens et verum et bonum convertuntur. Al ser, verdad
y bien, corresponden el ser de la mente, noticia del ser de la mente, y amor
del ser de la mente, que constituyen la memoria a partir de la cual proce-
den los actos de inteligencia y voluntad en los que consiste la imagen de
Dios.
Ahora bien, no hay que olvidar que para santo Tomás, la mente no es
imagen de Dios sólo ni principalmente porque se recuerda, entiende y ama
a sí misma (actual o habitualmente), sino porque es memoria, inteligencia
y voluntad de Dios.18 Hay que recordar también que, por el hecho de ser
el Creador, Dios está inmediatamente presente a toda criatura, dándole
el ser, manteniéndola en la existencia e iniciando su operación. Y no se
debe olvidar tampoco que el alma humana es creada inmediatamente
por Dios; y esto debido justamente a su modo más noble e interior de ser.
No es raro por eso que Dios esté naturalmente presente a la mente de un
modo más íntimo de cuanto lo está en las otras cosas. Por eso, santo Tomás
llega a afirmar incluso que, en la medida en que Dios está siempre en el
17
J. Pieper, “Prudencia”, en Las virtudes fundamentales, Rialp – Quinto Centenario, Bogotá 1980,
pp. 47-49.
18
Cfr. Summa Theologica, I, 93, 8.
480 Martín F. Echavarría
19
In I Sententiarum, III, 4, 5.
20
M. T. Cicerón, De legibus, I, 8, 25.
21
J. Ratzinger, “Si quieres la paz, respeta la conciencia de cada hombre. Conciencia y verdad”,
cit., p. 67.
La ley natural como memoria del bien 481
Es necesario que por encima del alma humana haya algún intelecto,
del que dependa su entender. [...] porque todo lo que corresponde a
algo por participación, primero está substancialmente en otro [...]. Pero
el alma humana es intelectiva por participación; pues no entiende con
cualquiera de sus partes, sino sólo con la parte suprema. Por lo tanto,
tiene que existir algo superior al alma, que sea intelecto según toda su
naturaleza, del que derive la intelectualidad del alma, y del que también
dependa su entender.22
Es necesario decir que el alma humana conoce todas las cosas en las
razones eternas, por cuya participación conocemos todo. Pues la misma
luz intelectual que hay en nosotros no es otra cosa que cierta semejanza
participada de la luz increada, en la que se contienen las razones eter-
nas. Por lo que en el Salmo IV se dice: Muchos dicen ¿Quién nos muestra
los bienes? Pregunta a la que el salmista responde, diciendo: Sellada está
sobre nosotros la luz de tu rostro, Señor. Como si dijera que por la impresión
de la luz divina en nosotros, se nos manifiesta todo.24
22
De spiritualibus creaturis, 10.
23
I. Andereggen, “La ley y la gracia según santo Tomás de Aquino”, cit., p. 357.
24
Summa Theologica, I, 84, 5.
482 Martín F. Echavarría
25
C. Fabro, Breve introduzione al tomismo, Desclée & C. – Editori Pontifici, Roma 1960, pp. 34-35.
La ley natural como memoria del bien 483
mueve todas las cosas a su fin debido, tiene la razón de ley. Y según esto,
la ley eterna no es otra cosa que la razón de la divina sabiduría según
que es directiva de todos los actos y movimientos.26
Conclusión
26
Summa Theologica, I-II, 93, 1.
27
Cfr. S.–Th. Pinckaers, Para leer la Veritatis Splendor, Rialp, Madrid 1996, p. 72.
484 Martín F. Echavarría
Martín F. Echavarría
Universitat Abat Oliba CEU (Barcelona)
Resumen
La encíclica de Juan Pablo II Veritatis Splendor enlaza con la idea tomasiana de la ley natural como
impresión de la luz divina en nosotros. Algunos autores, como J. Ratzinger, han comparado la
sindéresis con una anamnesis de la verdad y del bien divino. Esta comunicación profundiza en
la relación entre luz natural del intelecto, ley natural, memoria espiritual, razones eternas y ley
eterna. La subsistencia espiritual puede entenderse como una especie de memoria del ser, de
la verdad y del bien. De este modo de subsistir se deriva la luz intelectiva connatural, raíz de
la ley natural. Como esta luz intelectual, así como nuestro ser, verdad y bien, son participados,
es necesario recurrir al ser, verdad y bien por esencia para alcanzar su fundamento último. Por
este motivo, la ley eterna es el origen de la ley natural, así como las razones eternas son funda-
mento de la luz natural del entendimiento. Se evita así la dicotomía moderna entre heteronomía
y autonomía, al entender que nuestra constitución íntima, a la que responde la ley natural, es
participación e imagen de Dios.
28
Cfr. Summa Theologica, I-II, 93, 1 ad 2.
29
Super Evangelium Ioannis, I, 3, n. 101.
La contradicción y la dialéctica hegeliana
en la concepción de Rosmini
Ver A. Rosmini, Il Rinnovamento della filosofia in Italia, Luigi Marinoni, Lodi 19103, nn. 348-358;
Saggio storico critico sulle categorie, ed. P. P. Ottonello (vol. 19 de la edición crítica), Città Nuova,
Roma-Stresa 1997, pp. 244-260; Logica, ed. V. Sala (vol. 8 de la edición crítica), Città Nuova, Roma-
Stresa 1984, nn. 41-53, 1092-1098, 1181-1184; La dialettica, en Teosofia, ed. P. P. Ottonello y M. A.
Raschini (vols. 12-17 de la edición crítica), Città Nuova, Roma-Stresa 2000, vol. 15, pp. 241-559.
486 Juan F. Franck
analítica, es el fruto de tres mil años; cada siglo ha trabajado para formarla
y ha agregado también algún nuevo elemento. La cultura de esta nación
es un hábito (lamentablemente demasiado descuidado), no un esfuerzo
momentáneo y contra la naturaleza, que tras un momento de excesiva
energía se desploma sobre sí mismo”.
Al ser consultado sobre qué libros leer en filosofía, Rosmini recomienda
sin más las obras de Platón, Aristóteles, Tomás de Aquino y los Padres de
la Iglesia, pero al pasar a los escritores modernos, entre los alemanes, que
“poseen más riquezas filosóficas que las otras naciones”, señala principal-
mente a Kant, Fichte, Schelling y Hegel, no sin advertir que “elevan verda-
deramente el espíritu, pero fácilmente también lo llenan de soberbia”. Por
eso, dice, su lectura es sólo recomendable para “las inteligencias fuertes
que no vacilan en la fe”. Rosmini no temía sacar de un principio todas sus
consecuencias, de ahí su clara advertencia. En 1841, ante una iniciativa de
hacer una edición italiana de la Wissenschaft der Logik, se ofreció a escribir
las notas necesarias y más adelante, al volver a ser consultado sobre este
asunto dice claramente: “Hegel no podría ser útil en Italia sin una serie de
notas profundas que mostrase lo podrido, que refutase en una palabra un
sistema que engendra la antropolatría, que es como decir un monstruoso y
orgullosísimo ateísmo. Es uno de esos sistemas cuyo germen funesto está
tanto más oculto cuanto es más profundo y feraz”.
Precisamente de este “germen funesto” Rosmini se ocupó repetidamen-
te en sus obras, y no creía superfluo retornar a él. Consiste en suprimir
el principio de contradicción, identificando el ser y la nada en el devenir.
Resultan así confundidos pensamiento y ser, el acto de afirmar o negar
algo (verbo) con el objeto del pensamiento (idea). La dialéctica hegeliana es
ilegítima, porque se basa en presupuestos falsos. Sin dejar de reconocerle
una cierta grandeza, el filósofo de Rovereto no puede ocultar su extrañeza
ante la acogida de que disfrutó en Alemania y la difusión que alcanzó en
otros países. Por ejemplo, ve el eclecticismo de Victor Cousin como “una
[escuela] alemana que habla francés”. Posteriormente, el hegelismo tam-
bién se difundirá en Italia, principalmente desde Nápoles. Llegó a atribuir
el éxito en su país de origen a la candidez de la juventud alemana.
A. Rosmini, La dialettica, cit., n. 1743. La traducción de los textos de Rosmini, de Hegel y de
Gentile es mía.
A. Rosmini, Epistolario filosofico, ed. G. Bonafede, Fiamma Serafica, Palermo 1968, p. 313.
Ibidem, p. 456; cf. p. 381.
Ibidem, p. 134.
Cfr. A. Rosmini, Logica, cit., n. 52.
La contradicción y la dialéctica hegeliana 487
G. W. F. Hegel, Wissenschaft der Logik, Theorie Werkausgabe, Suhrkamp, Frankfurt a.M. 1970,
vol. 5, p. 15.
A. Rosmini, Logica, cit., n. 43.
Cfr. A. Rosmini, Il Rinnovamento, cit., nn. 349 y 358.
488 Juan F. Franck
10
G. W. F. Hegel, Enzyklopädie der philosophischen Wissenschaften, Theorie Werkausgabe, Suhrkamp,
Frankfurt a.M. 1970, vol. 8, §215 (Zusatz), p. 373.
La contradicción y la dialéctica hegeliana 489
11
A. Rosmini, Epistolario filosofico, cit., p. 534. Ver M. A. Raschini, Dialettica e poiesi nel pensiero di
Rosmini, Marsilio, Venecia 1996, pp. 155-176; C. Bergamaschi (ed.), Grande Dizionario Antologico del
Pensiero di Antonio Rosmini, Città Nuova-Edizione Rosminiane, Roma-Stresa, 2001, voz Sintesismo
o Sintetismo, vol. 4, pp. 403-412.
12
Cfr. A. Del Noce, Da Cartesio a Rosmini, (ed.) F. Mercadante y B. Casadei, Giuffré, Milán 1992,
pp. 541-546.
13
G. Gentile, La riforma della dialettica hegeliana, Sansoni, Florencia 1975, p. 33.
490 Juan F. Franck
14
A. Rosmini, Teodicea, ed. U. Muratore (vol. 22 de la edición crítica), Città Nuova, Roma-Stresa
1977, n. 913. Ver C. Bergamaschi, L’essere morale nel pensiero filosofico di Antonio Rosmini, La Quercia,
Génova [1982], pp. 45-139.
La contradicción y la dialéctica hegeliana 491
15
G. W. F. Hegel, Wissenschaft der Logik, cit., p. 83.
16
Cfr. ibidem, p. 82.
492 Juan F. Franck
previa del ser. Al contrario, una pura afirmación, sin previa negación, que
es el pensamiento, sería inerte, el vacío, la muerte misma, lo no pensado,
lo inexistente. La vida es resultado de la negación, intrínseca al ser puro.
La dialéctica hegeliana no funciona si se continúa pensando en términos
platónicos o aristotélicos (=metafísicos), es decir si se la intenta concebir
como la identificación de dos elementos, uno frente al otro: A = –A . No
es que el ser y la nada sean simplemente lo mismo. Al contrario, absoluta-
mente considerados, son distintos, pero precisamente considerarlos así es
pensarlos a medias, como lo que nunca son, ya que co-existen uno en otro
en la unidad de la idea. Esa es su verdad: que desaparecen constantemente
uno en otro, no que son idénticos. Si lo fueran, no habría movimiento, todo
sería pura estaticidad, pura identidad. La diferencia entre el ser y la nada
es una diferencia que se ha resuelto en el devenir.
El mismo Hegel, cree Gentile,17 no habría conseguido desprenderse del
todo de sus condicionamientos platónicos. Por eso es que su genial intui-
ción requiere ser reformulada, precisamente en el sentido del idealismo
actual, que plantea la unidad de pensamiento pensante y pensamiento
pensado, de acto y ser, de sujeto y objeto. Resulta interesante que las ex-
presiones pensiero pensante y pensiero pensato provienen de Rosmini.18
Rosmini acepta que una valencia del ser ideal es la indeterminación.
Así es como se presenta inicialmente a la mente humana, y a toda mente
finita, poniéndola en acto como inteligente. Pero el ser indeterminado no es
todo el ser, y si sólo él existiera nada se explicaría, porque es efectivamente
vacío. Rosmini lo llama también ser puro, ser inicial, ser ideal, etc. Este ser
dado inicialmente se va determinando con la experiencia y hace conocer
las cosas que se presentan al hombre como otros tantos entes. El mismo
acto de pensar es una determinación del ser ideal y llamarlo “negación” es
jugar con las palabras; con igual razón se debería llamar negación todo lo
que es. Por su capacidad infinita, Rosmini lo llama continente máximo.19 Por
otra parte, su origen y su misma existencia no se explican si no existiera
un ser plenamente determinado, infinito, cuyo comprehensión supera la
capacidad humana, pero a cuya existencia el propio ser ideal e indetermi-
nado remite.
En varias ocasiones Rosmini intenta explicar qué pudo haber hecho
plausible una filosofía tan extraña como la de Hegel. En una de ellas, tras
admitir que para distinguirlo del ser real, el ser ideal puede ser llamado
17
Cfr. G. Gentile, op. cit., pp. 17ss., 227s. et passim.
18
Cfr. A. Rosmini, Teosofia, cit., vol. 15, n. 2043.
19
Cfr. ibidem, vol. 12, nn. 182-187.
La contradicción y la dialéctica hegeliana 493
dialéctico, observa que al decir, por ejemplo, que el ser se realiza en un ente
determinado, queremos significar que el ser que vemos como indetermina-
do, que muestra la posibilidad de ser, se realiza en este ente real concreto:
el árbol, mi cuerpo, el Sol, etc. Así, todos los seres reales pueden ser pre-
dicados del ser ideal, y llamarse términos suyos. Frente a la mente pasan
todos los seres como otros tantos predicados del ser indeterminado, que es
de naturaleza ideal. Por eso uno puede ser llevado a pensar que el ser que
está frente a la mente cambia, deviene cada uno de los entes, sin tener firme-
za ni estabilidad propias. Se entendería el ser como un devenir constante,
como el mecanismo de generación de todas las cosas reales. Pero el ser
ideal no deviene en sí, sino sólo frente a la mente que lo considera unido
primero a un término y luego a otro. Es la mente la que pasa de una consi-
deración a otra, el ser ideal no se modificó en sí mismo ni tampoco recibió
propiamente en sí un ser real. El ser ideal no sufre pasiones reales, sino
sólo pasiones dialécticas. Esto lo entendían perfectamente los escolásticos
con su doctrina sobre las passiones entis. El error es elemental, pero produce
consecuencias absurdas, frente a las cuales Hegel no se detiene.20
Conclusión
20
Cfr. ibidem, n. 665.
A. Rosmini, Logica, cit., n. 51, p. 54.
21
22
Cfr. B. Croce, Lo vivo y lo muerto de la filosofía de Hegel, tr. F. González Ríos, Imán, Buenos Aires
1943, pp. 31s.
494 Juan F. Franck
del planteo idealista hay que buscarla en haber tomado la mente humana
por la mente divina o, mejor, por la única mente, ya que una verdadera
distinción Dios-hombre tampoco cabe en el idealismo. La calificación del
idealismo como antropolatría cobra entonces mucho sentido.
Para Hegel, el ser y la nada, la verdad y el error, el bien y el mal, son
sólo momentos de la totalidad. La verdad nunca triunfa sobre el error, que
coincide con el momento abstracto de la idea, sino que coexiste eternamen-
te con él. Del mismo modo, el bien estaría ya eternamente realizado y creer
que depende de nosotros para darse es una ilusión que la misma idea pro-
duce a sí misma y que supera constantemente mediante su acción.23 Un ser
que contiene en su seno la negación de sí mismo, una verdad que coexiste
necesariamente con el error, una idea que se engaña eternamente a sí mis-
ma para salir a cada paso de su ilusión, justifican que Rosmini aprobase la
lapidaria calificación que se hiciera del hegelismo en Alemania: “la locura
reducida a teoría” y “una pelota llena de nada”,24 comentando: “Así juzgan
todos los cerebros sanos de esa nación; y si no juzgaran así, ¡pobre nación!,
se habría transformado en un manicomio”.25
Juan F. Franck
Universidad Católica Argentina
Resumen
La dialéctica hegeliana interpreta el principio de contradicción como identidad del ser y la nada
en el devenir. El idealismo italiano, sobre todo con Spaventa y Gentile, explica esa identidad
como la realidad de la mente, que consiste en una síntesis entre acto de pensar y objeto. Ahora
bien, esta reforma de la dialéctica había sido motivada por las críticas de Rosmini al hegelismo.
Rosmini reafirma la lógica formal aristotélica, basada en el principio de contradicción, pero
enfrenta a Hegel en su mismo nivel. Así, una de las manifestaciones de la ley rosminiana del
sintesismo, a saber acerca de la relación entre la idea y la mente, tomará el lugar de la identidad
de los contradictorios, y la tesis del ser ideal e indeterminado como primer principio lógico
resolverá la confusión hegeliana entre ser ideal y ser real.
23
Cfr. el Zusatz al §212 de la Enzyklopädie, cit. por Rosmini en su Logica, cit., n. 49.
24
Ver A. Rosmini, Saggio storico critico, cit., pp. 259s. [las citas corresponden a J. A. Wendel, Grun-
dzüge und Kritik der Philosophie Kant’s, Fichte’s und Schelling’s, Rieman, Coburg-Leipzig 18393, en
la que se añade un apéndice sobre Hegel y otros autores, y a H. M. Chalybaeus, Historische En-
twicklung der spekulativen Philosophie von Kant bis Hegel, Ch. F. Grimmer, Dresden 1837].
25
Ibidem, p. 260. Cfr. La dialettica, cit., n. 1761.
Bien ontológico y bien moral
en el pensamiento de San Máximo el Confesor.
Las nociones de “preferencia” y “uso”
Introducción
“Ahora bien, el mundo es algo bueno, y todo cuanto hay en él está contemplado con sabiduría
y con arte. Por consiguiente, todo es obra del verbo” (Gregorio de Nisa, La gran catequesis, Ciudad
Nueva, Madrid 1994, p. 54, pto. I, 9).
“Sin embargo, de alguna manera el mal nace de dentro, producido por el libre albedrío, siempre
que el alma se aparta del bien” (Gregorio de Nisa, La Gran Catequesis, p. 66).
“Ninguna producción de mal tiene su principio en la voluntad de Dios, pues nada se le podría
reprochar a la maldad si ella pudiera dar a Dios el título de creador y padre suyo” (Gregorio
de Nisa, La Gran Catequesis, p. 66). “Por consiguiente, Dios es ajeno a toda causalidad del mal,
pues El es el Dios hacedor de lo que existe y no de lo que no existe: el que creó la vista y no la
ceguera; el que inauguró la virtud y no la privación de la virtud” (Gregorio de Nisa, La Gran
Catequesis, p. 75).
10
Pseudo Dionisio Areopagita, De divinis nominibus, P.G. 3, 724 A (En la edición publicada en Obras
completas del Pseudo Dionisio Areopagita, B.A.C., Madrid 1995, corresponde a la p. 315. En adelante,
la página corresponde a esa edición).
11
Pseudo Dionisio Areopagita, De divinis nominibus, P.G. 3, 728 C (p. 318).
12
Pseudo Dionisio Areopagita, De divinis nominibus, P.G. 3, 732 C– D (p. 321).
13
Cent. Car. IV, 1. Las obras de San Máximo han sido publicadas en Migne, tomos 90 y 91. En el
caso de las Centurias de la Caridad, hay traducción al español hecha por Pablo Argárate (San
Máximo el Confesor, Tratados espirituales, Ciudad Nueva, Madrid 1997). De no mediar aclaración,
la traducción está tomada de allí. Para el resto de los textos, la traducción es nuestra.
14
Cent. Car. IV, 2 y Myst. 91, 664D–665C.
15
Myst. 91, 664 D; Cent. Car. III, 72.
Bien ontológico y bien moral 497
dió crear las cosas es algo que el intelecto humano no podrá comprender
jamás,16 pero no hay duda, sin embargo, de que fue una elección absolu-
tamente libre. Dios no tenía ninguna necesidad de que las cosas existan.
Fue una decisión suya la que hizo que éstas comenzaran a ser.17 En todo
caso, para el Confesor, si hay que afirmar una razón o causa para explicar
la creación, hay que buscarla en la infinita bondad divina: es ella la que
lleva a los seres a ser.18 San Máximo concibe a Dios como un ser plenamen-
te feliz, que quiere que otros seres sean tan felices como lo es El, y es para
ello que los crea. Y mientras Dios es feliz consigo mismo, las criaturas son
felices en tanto están con El. De esta manera, dice el Confesor: “Dios, que
está por encima de toda plenitud, llevó a las criaturas al ser no porque
tuviese necesidad de algo, sino para que gozaran participando analógica-
mente de El, y El mismo gozase en sus obras, viéndolas alegres y que se
sacian siempre insaciablemente del Insaciable”.19
Se puede ver a partir del texto anterior que en el pensamiento de San
Máximo hay una profunda unidad entre las ideas de Creación, Bien y
Movimiento. En efecto, es por su Bondad que Dios crea (y no por alguna
extraña necesidad, como sostiene el neoplatonismo), pero al crear da a las
criaturas un deseo de plenitud que solamente es saciado por Dios mismo,
y por lo tanto desde el mismo momento que son, todas las cosas se diri-
gen a El, cada una según su naturaleza, para alcanzar en El su plenitud.20
Dicho de otro modo, ser creado es haber sido querido por Dios y al mismo
tiempo desear llegar a Dios. Esta visión dinámica de la creación es una
de las principales intuiciones del Confesor.21 Hay en lo interior del ser un
deseo de plenitud que lo mueve a su realización, realización que consiste
en última instancia en unirse a Dios. El hombre no está exento de este
dinamismo, al contrario, en él adquiere características especiales: él está
llamado a realizar este proceso libremente. En otras palabras, el hombre
debe querer su realización y obrar en consecuencia. Su plenitud solamente
puede ser alcanzada por medio de acciones voluntarias.
16
Cent. Car. IV, 3.
17
Cent. Car. IV, 4.
18
Cent. Car. IV, 3.
19
Cent. Car. III, 46.
20
Analizándolo desde una perspectiva histórica, es posible que esta asociación de la Bondad
divina con la visión dinámica de la realidad se deba a la influencia del Pseudo Dionisio. En
efecto, en algunos pasajes que tratan este tema la similitud de ideas es notable (por ejemplo,
Pseudo Dionisio Areopagita, De Divinis Nominibus, P.G. 3, 700 B y Ambigua, de San Máximo, P.G.
91, 1072 B). Sin embargo, pareciera que la doctrina de las logoi da al pensamiento del Confesor
una mayor consistencia.
21
Cfr. P. Argárate, “El movimiento del ser en el pensamiento de San Máximo el Confesor”, en Anámnesis
12, México, 1996, pp. 51-100 y J. C. Larchet, Saint Maxime le Confesseur, Cerf, París 2003, pp. 140ss.
498 Álvaro Perpere Viñuales
22
Cent. Car. II, 15.
23
Cuestiones a Talasio, prólogo, 253 B.
24
Cent. Car. III, 5.
25
Cent. Car. IV, 14.
26
Cent. Car. III, 29 y 30.
27
Cent. Car. II, 77.
Bien ontológico y bien moral 499
Confesor: “Es claro que Dios creó estas cosas y las dio a los hombres para
su uso. Y todas las cosas creadas por Dios son buenas, para que usando
de ellas rectamente, agrademos a Dios. Pero nosotros que somos débiles y
terrenales en la mente preferimos las cosas materiales al mandamiento del
amor; y adheridos a aquellos, combatimos a los hombres; mientras debe-
ríamos preferir el amor por todos los hombres a todas las cosas visibles, y
aun nuestro cuerpo. Esta preferencia es signo del amor de Dios...”28
Como se puede ver, San Máximo no duda ni un instante en reafirmar
que lo que existe es bueno en sí mismo y que esta bondad proviene de su
creador, que no puede hacer cosas malas. Sin embargo, en el plano moral
no alcanza con esta bondad ontológica. Para que el hombre obre bien no
es suficiente querer cosas buenas en sí mismas, pues de hecho todas lo
son, sino que debe querer las cosas de cierta forma, “prefiriendo lo mejor” y
“usando bien” de ellas. Obrar bien no equivale a despreciar lo material, sino
más bien preferir a Dios, que es mejor.29 Se hace evidente entonces que el
tema de la preferencia y el uso son centrales si queremos comprender el
pensamiento ético de San Máximo. En efecto, si obrar bien es “preferir lo
mejor” y “usar las cosas”, y obrar mal es “preferir lo inferior” o “abusar de
las cosas”, es necesario hacer un breve análisis de estas ideas.
El concepto de preferencia
San Máximo dice que un amor recto es aquel que prefiere lo mejor a
lo inferior. Lo primero que se debe hacer notar es que el Confesor habla
de “preferir lo mejor” y no tanto de “despreciar lo malo”, expresión que
utiliza sustancialmente menos. En rigor, todas las personas, al elegir,
siempre prefieren lo mejor, o al menos aquello que ellos consideran que
es lo mejor. Para obrar bien entonces es necesario que eso que las perso-
nas consideran que es lo mejor lo sea realmente. Para San Máximo éste
es un punto seguro: lo mejor de todo lo que existe es precisamente Dios
mismo y por lo tanto todos los hombres deben luchar por alcanzarlo: “Si
uno desea cualquier cosa, lucha para obtenerla; de todas las cosas buenas
y deseables es incomparablemente más bueno y más deseable lo divino.
¡Cuánto empeño debemos mostrar para conseguir esto, lo que es bueno y
28
Diálogo Ascético, pto. 7.
29
Pareciera no ser muy lejano al espíritu de algunos textos de San Agustín: “Vive justa y san-
tamente aquel que ama las cosas según su valor, y es tal el que tiene en orden la caridad, no
sea que ame algo que no debe amarse, o no ame lo que debe ser amado, o ame más lo que debe
amarse menos, o ame igualmente lo que debe amarse menos o más, o ame menos o más lo que
debe amarse igualmente” (San Agustín, De doctrina christiana, I, 27).
500 Álvaro Perpere Viñuales
30
Cent. Car. I, 43.
31
Amb. 1305 A-B.
32
Amb. 1305 B. Es a partir de esta idea que se manifiesta la idea del hombre como el gran media-
dor. A. Louth, Maximus the Confessor, Routledge, Londres 1996, p. 172.
33
Cent. Car. I, 20 y I, 18.
34
Cent. Car. I, 5; I, 7; I, 8.
35
Cuestiones a Talasio, P.G. 90, 628 A-B.
Bien ontológico y bien moral 501
36
Cuestiones a Talasio, P.G. 90, 628 A-B.
37
Comentario al Padre Nuestro, p. 229, 90, 900 A–C.
38
Cuestiones a Talasio, P.G. 90, 628 A. También puede verse de la misma obra el Prólogo, 253 D.
39
Cuestiones a Talasio, P.G. 90, prólogo, 260 C.
40
Comentario al Padre Nuestro, p. 231.
41
L. Thunberg, Microscosm and mediator. The theological anthropology of St. Maximus the Confessor,
Lund, Copenhagen 1965, p. 165.
42
Cent. Car. III, 72.
502 Álvaro Perpere Viñuales
temas, San Máximo nos dice que el eje de la vida moral consiste en que el
hombre descubra qué cosa es lo verdaderamente bueno y preferirlo sobre
los demás seres. Dice el Confesor: “El que desea las cosas terrenas, desea
los alimentos o lo que sirve a los placeres sexuales o a la gloria humana
o las riquezas o cualquier otra cosa que sigue a todo esto; y si el intelecto
() no encontrase algo mejor a lo cual volver el deseo (), no se
persuadiría jamás en despreciar totalmente estas cosas. Incomparablemen-
te mejor que ellas es el conocimiento () de Dios y de las cosas divi-
nas”.43 Se puede ver que es el intelecto el que debe encontrar algo mejor, y
debe ser él el que, a partir del descubrimiento de lo mejor, ordene el deseo
humano en la dirección correcta. Obrar bien se logra gracias a la atracción
natural del bien antes que a la represión del deseo.
El uso de la creación
Junto a la idea de “preferencia” aparece la del “uso” () de la crea-
ción. Ambas nociones están íntimamente conectadas. Habiendo descubier-
to que Dios es lo mejor y por ende lo que tiene que ser preferido, aparece
un problema cuya solución parece imposible: en este mundo el hombre no
tiene una experiencia directa del Creador. Sin embargo, esta carencia no
impide que lo prefiera en la medida en que, como ya se ha dicho, descubra
que él fue hecho para el Creador, que éste es lo mejor para él, y por ende
haga que todo su accionar esté dirigido en esa dirección. No hay que olvi-
dar que para San Máximo el hombre está en un continuo movimiento en
la búsqueda de su felicidad y que este deseo de alcanzar esa paz lo mueve
de manera natural a Dios, que es el único ser capaz de saciarlo verdade-
ramente y de manera completa.44 Pero lo cierto es que ante la ausencia
del contacto directo con Él, el hombre está obligado a relacionarse con el
mundo creado.
De este modo, el Confesor considera que se debe usar la creación y ver
en ella un camino de perfeccionamiento y de desarrollo. En efecto, así
como hay que preferir a Dios frente a las criaturas, también hay que hacer
uso de ellas como medios para llegar a lo mejor, o sea, para llegar hacia
Dios. Obligado a relacionarse con lo creado, el hombre recto usa de él para
llegar al Creador. De esta manera las cosas, que como ya se ha dicho, son
buenas en sí mismas, se vuelven ahora también buenas para nosotros, en
tanto que nos servimos de ellas para alcanzar nuestro verdadero fin. Por el
43
Cent. Car. III, 64.
44
Cent. Car. III, 43.
Bien ontológico y bien moral 503
45
Cent. Car. III, 86.
46
Cent. Car. II, 75.
47
Interpretación del Padre Nuestro, 901 A.
48
Interpretación del Padre Nuestro, 901 A-B.
504 Álvaro Perpere Viñuales
Conclusión
Resumen
1. Introducción
2. El Timeo de Platón
Cfr. Platón, Tim. 46 d-e; Aristóteles, Phys. A 1: 184 a 10-16.
Cfr. Tim. 46 d-e.
«Die Angriffe auf den inneren Zusammenhang seines Systems fallen ebenso zusammen, so-
bald man nur beherzigt, daß die Schöpfung überhaupt eine mythische Einkleidung ist» (U. von
Willamowitz-Moellendorff, Platon. Beilagen und Textkritik, Weidmannsche Verlagsbuchhandlung,
Berlin 1962, p. 265). Cfr. Ibid., 264-265; F. M. Cornford, Plato’s Cosmology. The Timaeus of Plato with
a running commentary, Routledge & Kegan Paul Ltd., London 1956, pp. 28-32.
Cfr. Tim. 28 a-b.
Cfr. Aristóteles, Phys. Β 3: 194 b 23-32.
o Àtou me Ün ou nÅ aÔn o¸ dhmiourgo Üj pro Üj toì kata Ü tau¹ta Ü e Óxon ble p¿ wn a¹ei ¿, toiou¿t% tini ¿
prosxrw¿menoj paradei g¿ mati, th nì i d¹ e a ¿ n kaiì du n¿ amin au ¹tou= a¹perga¿zhtai, kalo Ün e c¹
a¹na¿gkhj ou Àtwj a¹potelei=sqai pa=n (Tim. 28 a).
Santo Tomás deudor de Platón y Aristóteles 507
Hemos de señalar que Platón, esta vez por medio de Timeo, no afirma
que el demiurgo cree esta potencia, esta causa material de las cosas genera-
das, aunque el pasaje recién mentado podría prestarse a esa interpretación.
Al contrario, su tarea se limitaría a conducir al orden lo que se encontraba
en desorden, no en reposo, sino moviéndose sin orden y en confusión. De
esta manera, no crearía el demiurgo esta masa desordenada a partir de la
nada, sino que desde la confusión y desorden en la que se encontraría, la
conduciría al estado contrario de orden, belleza y estabilidad, por medio
de la imposición de la forma, con lo cual el demiurgo produciría este todo
ordenado, mas no sería el productor de sus partes componentes absolu-
tamente hablando. Es claro que Platón encuentra que los cuerpos visibles
—o (rato /n—están compuestos de lo caótico y el orden del que se los dota.
Por lo tanto, las cosas sensibles son compuestos ordenados de una forma
y una potencia.
Platón, más adelante, realizará precisiones en torno a esta potencia. Al
recordar que el modelo y su imitación, la forma visible, son las formas o
ideas implicadas en la generación del todo, nota que éstos no bastan por
sí solos para producir las cosas. Hay necesidad de una tercera cosa, cuya
potencia y naturaleza consiste en ser el receptáculo, cual nodriza, de toda
generación. En un sentido es siempre idéntica a sí misma, pero en otro
sentido es movida, moldeada y formada por las imitaciones de los seres
que son siempre imitaciones que entran y salen de ella.10 Esta potencia re-
cibe las formas, estando exenta de todas ellas porque carece por naturaleza
de ellas.11 Esta madre o receptáculo de todo lo visible y perceptible es una
manera de ser invisible y amorfa que recibe todas las cosas.12 En resumen,
hay tres géneros que concebir en el presente: lo que llega a ser, aquello en
lo que llega a ser y aquello a lo que se asemeja lo generado:13 la forma, la
potencia o receptáculo y el modelo.
Platón advierte con claridad el ser compuesto de los cuerpos, porque
en ellos hay un componente ordenador y otro que es ordenado. Esto lo
repite de diversas maneras, como cuando dice que el demiurgo produce
los cuerpos sensibles con sus especies diversas al estampar en lo desorde-
nado, la du /namij ya mentada, las impresiones acordes con la naturaleza de
Cfr. Tim. 30 a. Cfr. U. von Willamowitz-Moellendorff, Platon. Beilagen und Textkritik, p. 263.
Cfr. Tim. 48 e – 49 a.
tin¿ ¡ ouÅn e Óxon du n¿ amin kai Ü fu ¿sin au ¹to Ü up¸ olhpteo¿ n; toia¿nde ma¿lista: pa¿shj ei Ånai
gene¿sewj u p ¸ odoxh Ün au¹th Ün oiâon tiqh¿nhn (Tim. 49 a).
10
Cfr. Tim. 50 bc.
11
Cfr. Tim. 50 e – 51 a.
12
Cfr. Tim. 51 ab.
13
e ¹n d¡ ou Ån t% paro¿nti xrh Ü ge n¿ h dianohqh=nai tritta¿, to Ü me Ün gigno m ¿ enon, to Ü d¡ e ¹n %(
gi g¿ netai, to Ü d¡ o qÀ en a¹fomoiou¿menon fu¿etai to Ü gigno¿menon (Tim. 50 cd).
508 Thomas Rego
los modelos.14 No dejemos de advertir que Platón dice que todo llegó a ser
habiendo sido ordenado a partir de los cuatro elementos.15
Antes de proseguir, es necesario determinar cuál es la significación del
término ou ¹si¿a en el Timeo 35. El recurso al Greek-English Lexicon nos revela
que este vocablo puede significar lo propio, naturaleza, realidad estable,
ser, substancia, esencia, el substrato, la materia, etc.16 Benjamin Jowett tra-
duce el término por el inglés essence17 y Francis Cornford elige existence,18
pero Francisco Lisi rechaza ambos criterios, puesto que considera que la
opción de Cornford nos coloca demasiado cerca del Sofista, en el que la
cuestión se centra en las ideas, mientras que la de Jowett se emparenta
demasiado con la terminología de Aristóteles. Por ello, su opción es una
traducción de una significación más amplia: ser o seres.19
Platón, al describir la conformación del alma del mundo, observa que
ésta puede alcanzar, tocar o percibir dos clases de cosas: una que posee un
ser dispersable y otra que posee el ser más indivisible.20 Esta expresión, que
pareciera no agregar nada a las anteriormente consideradas, sin embargo
encierra una novedad. No sólo nos encontramos ante la composición del
ser que es máximamente divisible, sino que la redacción platónica nos invi-
ta a pensar en otra composición: el filósofo griego distingue entre la cosa y
el ser que tiene, al decir que el alma revela ciertas relaciones: «cuando toca
algo que tiene el ser más dispersable y cuando [toca algo que tiene el ser]
más indivisible».21 Tanto ese algo divisible en partes como el indivisible
son poseedores de su ser; es más, por ser su ser divisible o indivisible son
ellos de tal manera. Hay en estas dos clases de seres una forma de com-
posición no advertida antes: aquella compuesta por un algo —tinoj— que
posee un ser —ou ¹si ¿an—.
14
Cfr. Tim. 39 e 6-7.
15
priìn kaiì to ì pa= n e c¹ au ¹tw=n [te¿ttara ge¿nh] diakosmhqe Ün gene ¿sqai (Tim. 53 a) Cfr. Tim. 52
d – 53 c; Tim. 82 a.
16
Cfr. H. G. Liddel-R. Scott, A Greek-English Lexikon, revised and augmented by H. Stuart Jones
with a 1968 Supplement ninth edition reprinted, Oxford University Press, Oxford 1976, s. v.
ou ¹sia¿ : p. 1274 b – 1275 a.
17
Cfr. Tim. 35 a en Plato, The Dialogues of Plato, translated by B. Jowett, apud M. Adler (Ed.), Great
Books of the Western World, 2nd ed., Encyclopædia Britannica, Inc., Chicago 1990, vol. 6, p. 449 b.
18
Cfr. F. M. Cornford, Plato’s Cosmology. The Timaeus of Plato with a running commentary, pp. 59-
66.
19
Cfr. Tim. 35 a en Platón, Diálogos, trad. y notas F. Lisi, Gredos, Madrid 1997, t. vi, p. 178, nota
26.
20
Cfr. Tim. 36 d – 37 a.
21
[h¸ yuxh ]/ o Àtan ou¹si ¿an skedasth Ün e Óxonto¿j tinoj e¹fa¿pthtai kaiì o Àtan a¹mer¿ iston (Tim. 37
a). Cfr. Tim. 36 d – 37 b.
Santo Tomás deudor de Platón y Aristóteles 509
3. La Metafísica de Aristóteles
22
W. K. C. Guthrie, A History of Greek Philosophy, Cambridge University Press, Cambridge 1981,
vol. vi, pp. 19-26.
23
Cfr. Metaphys. D 7: 1017 a 35 – b 3; E 2: 1026 b 1-2.
24
Cfr. Metaphys. Q 8: 1050 a 17-23.
25
Cfr. Metaphys. L 5: 1071 a 33-35; Sanctus Thomas Aquinatis, In xii Metaphys., lect. 4, nn. 2484-
2486.
26
[ou ¹si ¿a le g¿ etai] aÓllon de Ü tro p ¿ on o¸ aÔn $Å ai Ótion tou= ei Ånai, e ¹nupar¿ xon e ¹n toi=j toiou¿toij
o Àsa mh Ü le g¿ etai kaq¡ up ¸ okeime¿nou, oiâon h¸ yuxh Ü t%= zw¿ % (Metaphys. D 8: 1017 b 14-16). Cfr.
Ibid., 10-26.
27
Cfr. Metaphys. D 23: 1023 a 11-13.
28
Cfr. Metaphys. Z 3: 1029 a 1-5; 7: 1032 a 12-19.
29
dixw= j u p¸ o ¿keitai, h Ô to¿de ti o Ón, wÀsper to Ü z%= on toi j= pa¿qesin, h Ô w¸j h¸ u l À h t$= e ¹ntelexei ¿a?
(Metaphys. Z 13: 1038 b 5-6). Cfr. Sanctus Thomas Aquinas, In vii Metaphys., lect. 13, n. 1568.
510 Thomas Rego
30
dunato Ün ga Ür kaiì ei Ånai mh Ü ei Ånai e Àkaston au¹tw=n [tw=n gigno m ¿ enwn], tou=to d¡ e ¹sti Ün h¸ e ¹n
e ¸ka¿stw ? u lÀ h (Metaphys. Z 7: 1032 a 20-22).
31
ou¹si¿a d¡ e ¸ka¿stou me Ün tou=to: tou=to ga Ür ai Ótion prw=ton tou ei Ånai (Metaphys. Z 17: 1041 b 27-
28). Cfr. Ibid., a 6 – b 33; In vii Metaphys., lect. 17, nn. 1678-1680. Esta doctrina se repite en Metaphys.
H 2: 1043 a 2-5; cfr. In vii Metaphys., lect. 18, nn. 1696-1698.
32
wÀste to Ü ai Ótion zhtei=tai th j= u l À hj: tou= to d¡ e ¹sti Ü to Ü ei Ådoj wâ? ti ¿ e ¹stin: tou=to d¡ h¸ ou¹si ¿a
(Metaphys. Z 17: 1041 b 7-9); cfr. Ibid., 4-9; In vii Metaphys., lect. 17, nn. 1664-1668.
33
le g¿ etai de Ü e ¹nergei¿a ou ¹ pa¿nta o ¸moi¿wj, a l ¹ l¡ h Ô to Ü a¹na¿logon [...]: ta Ü me Ün ga Ür w¸j ki¿nhsij
pro Üj du n¿ amin, taÜ d¡ w¸j ou s ¹ i ¿a pro¿j tina u l À hn (Metaphys. Q 6: 1048 b 6-9). Cfr. In ix Metaphys.,
lect. 5, nn. 1828-1829.
34
Cfr. Metaphys. Q 10: 1051 b 17-32.
35
taÜ me Ün gaÜr a¹id ¢+ ia pro¿tera t$= ou ¹si¿a? tw=n fqartw=n, eÓsti d¡ ou q¹ e Ün duna¿mei ai d+¢ ion (Metaphys.
Q 8: 1050 b 6-8).
Santo Tomás deudor de Platón y Aristóteles 511
eterna, separada y que sea según sí misma, fundamento del orden de las
cosas.36 Estas substancias eternas no pueden ser en potencia.
Aristóteles entiende claramente que es necesario que hayan substancias
eternas, sin potencia de no ser: el ser de estas substancias no puede estar
compuesto por la potencia, sino que «es necesario que haya un principio
de tal clase que su substancia sea acto».37 Estas substancias no pueden po-
seer materia.38 La necesidad de tal principio se funda en que las cosas que
están en potencia de ser no pasan al acto de ser, si no es por la acción de un
principio que mueva y produzca, sin cuyo obrar no habría movimiento.39 La
necesidad de un principio hacedor o productor ya había sido señalada por
Platón, aunque la función de este motor es más radical en Aristóteles, puesto
que aquí es más claro que lo que el hacedor ofrece a lo que es en potencia no
es sólo un orden, sino también el ser por intermedio de la forma.40
En las ocasiones en las que habla de los seres eternos, con frecuencia
utiliza el plural. No obstante, al referirse al principio de todo, la prime-
ra esencia, no sólo dice que no tiene materia y que ella es acto, sino que
también afirma que es única tanto en enunciado como en número. No hay
más que un único motor inmóvil.41 Retomada la consideración de otros
seres eternos, múltiples, no descarta su existencia, al contrario, promueve
la aceptación de ciertos motores intermedios, que mueven y son movidos,
cuales los astros, los cuales se encuentran en potencia sólo con respecto
al movimiento local. Ellos son movidos por seres inmóviles y eternos,42
los cuales son necesariamente substancias, porque lo que mueve a una
substancia es anterior a la misma; y lo que es anterior a una substancia con
necesidad es también una substancia.43
Ya en el libro M, al cuestionar la utilidad de las ideas platónicas —las
que hemos descripto como modelos— para explicar científicamente a los
cuerpos sensibles, Aristóteles distingue conceptualmente dos componentes
de los entes: la forma y el ser. En el capítulo 5 Aristóteles se extiende en
una crítica a la teoría de las ideas, en medio de la cual niega, por un lado,
que las ideas revelen conocimiento científico acerca de los cuerpos, porque
no son la forma de éstos y, por otro lado, que colaboren con el ser de éstos,
36
Cfr. Metaphys. K 2: 1060 a 23-27.
37
Metaphys. L 6: 1071 b 19-20.
38
Cfr. Metaphys. L 6: 1071 b 20-22.
39
Cfr. Metaphys. L 6: 1071 b 3-14.
40
Cfr. supra.
41
toÜ de Ü ti¿ hÅn ei Ånai ou¹k e Óxei ul
À hn to Ü prw¿ton: e ¹ntele¿xeia ga Ür. e ¹n aÓra kaiì lo¿gw? kaiì a¹riqm%=
to Ü prw=ton kinou=n a¹ki¿nhton o Ón (Metaphys. L 8: 1074 a 35-37). Cfr. Ibid., 7: 1072 a 23-26.
42
Cfr. Metaphys. L 8: 1073 a 23-34.
43
Cfr. Metaphys. L 8: 1073 a 34-36.
512 Thomas Rego
44
a¹lla Ü mh Ün [ta Ü ei dÓ h] ou¹de Ü pro Üj th Ün episth¿mhn ou¹qe Ün bohqei= th Ün tw=n aÓllwn: ou Óte ga Ür
ou¹sia ¿ e¹kei=na tou¿twn (e ¹n tou¿toij ga Ür aÔn h Ån): ou Ót¡ ei¹j to Ü ei Ånai, mh Ü e¹nupa¿rxonta¿ ge toi=j
mete¿xousin (Metaphys. M 5: 1079 b 15-18). Cfr. Ibid., 1079 b 12 – 1080 a 11.
45
Cfr. Metaphys. a 1: 993 b 28-30. Cfr. M. E. Sacchi, «El problema de la creación en la metafísica
de Aristóteles: Respuesta a una crítica de Jorge Martínez Barrera», en Sapientia, 2002 (57), pp.
317-328; pp. 327-328.
46
Cfr. Summ. c. Gent. II 54, ex ed. Leonina cum commentariis F. de Sylvestris Ferrariensis, t. xiii:
392 a 1 – b 30.
47
Cfr. Summ. c. Gent. II 54: 392 a 1-31.
48
Cfr. supra.
49
«Ipsa autem substantia est ipsum quod est; et ipsum esse est quo substantia denominatur ens»
(Summ. c. Gent. II 54: 392 a 30-31).
Santo Tomás deudor de Platón y Aristóteles 513
50
«Non est autem eiusdem rationis compositio ex materia et forma, et ex substantia et esse:
quamvis utraque sit ex potentia et actu» (Summ. c. Gent. II 54: 392 a 1-4).
51
Cfr. supra.
52
«Unde in compositis ex materia et forma nec materia nec forma potest dici quod est, nec etiam
ipsum esse. Forma tamen potest dici quo est, secundum quod est essendi principium» (Summ. c.
Gent. II 54: 392 a 26-29). Cfr. Ibid., 15-25.
53
Cfr. Summ. c. Gent. II 54: 392 a 30-31.
54
Cfr. supra.
514 Thomas Rego
55
Cfr. Summ. c. Gent. II 54: 392 a 1-4, ya citado.
56
«Et propter hoc in eis [substantiis intellectualibus] est unica compositio actus et potentiae,
quae scilicet est ex substantia et esse, quae a quibusdam dicitur ex quod est et esse; vel ex quod est
et quo est» (Summ. c. Gent. II 54: 392 b 6-9).
57
Cfr. Summ. c. Gent. II 54: 392 a 1-4, ya citado. Cfr. N. del Prado, De Veritate fundamentali Philoso-
phiae Christianae, ex Typis Consociationis Sancti Pauli, Friburgi Helvetiorum 1911, p. 13.
58
Cfr. Summ. theol. I q. 3 a. 2 resp.; a. 7 resp.; N. del Prado, De Veritate fundamentali Philosophiae
Christianae, pp. 255-258.
59
«In substantiis autem intellectualibus, quae non sunt ex materia et forma compositae, ut
ostensum est, sed in eis ipsa forma est quod est, ipsum autem esse est actus et quo est» (Summ. c.
Gent. II 54: 392 b 1-5).
Santo Tomás deudor de Platón y Aristóteles 515
5. Conclusión
Thomas Rego
Universidad Católica Argentina
Resumen
Uno de los ámbitos más afectados por la actual dictadura del relativis-
mo es, sin duda, la educación universitaria, y dentro de ella, el estudio de
la filosofía, que debería dirigirla. Presenciamos la especialización de los
profesionales en sus áreas, sin la visión global de la vida y del mundo, y
sin el interés por hallar un sentido en las cosas.
Faltan hoy profesores que consideren que su tarea es “una introducción
a la realidad”, una educación, tal como la define acertadamente un teólogo
alemán. Consideran más bien que su rol, de maestro, ha transmutado en
el de “técnico educador”. Así llama Massimo Borghesi al enseñante ac-
tual, que puede aplicarse tanto al profesor de enseñanza media, como al
universitario. Borghesi señala como este técnico “no ha de transmitir una
tradición, una imagen de hombre, sino que sólo ha de vehicular, mediante
técnicas apropiadas, informaciones”. Resultan de este modelo profesores
hipertrofiados de sus saberes, poco interesantes, que no saben despertar
entusiasmo por las cosas, por el mundo en general, sino que se limitan a
escudriñar su demarcado terreno, sin preguntarse por nada más. Apagada
su vida intelectual, pasan a ser funcionarios del sistema académico, buró-
cratas de la educación.
Escasean hoy esos profesores de los que pudimos aprender a mirar las
cosas y los acontecimientos con verdadero interés, con deseos de saber
más; profesores que, bien plantados en sus temas, sabían abrir el espectro
de las cuestiones fundamentales de la existencia, sirviéndose de la literatu-
ra, de la historia, de los encuentros humanos y de la reflexión lúcida sobre
el presente histórico al que tenemos que responder. La búsqueda de una
mirada universal, a la totalidad de la realidad y su significado, caracteriza
la figura del maestro cuyo lugar se reduce.
“Eine Einführung in die Wirklichkeit”, según la expresión de J. A. Jungmann, Christus als Mit-
telpunkt religiöser Erziehung, Freiburg im B. 1939, p. 20.
M. Borghesi, El sujeto ausente: Educación y escuela entre el nihilismo y la memoria, Encuentro, Madrid
2005, p. 35.
518 María Carolina Riva Posse
Ibidem.
Ibidem.
A. MacIntyre, Prefacio a The Tasks of Philosophy, Selected Essays, Vol. I, Cambridge University
Press, Cambridge 2006, xi.
Ibidem.
A. MacIntyre, “Moral philosophy and contemporary social practice: what holds them apart?”
en The Tasks of Philosophy, Selected Essays, Vol. I, Cambridge University Press, Cambridge 2006,
p. 117.
Universidad, relativismo y verdad 519
F. Nietzsche en una carta a Edwin Rohde, del 15 de diciembre de 1870. “Es ist ein ganz radikales
Wahrheitswesen hier nicht möglich”, en Werke in drei Bänden, Wissenschaftliche Buchgesellschaft
Darmstadt, Darmstadt 1966, vol. III, p. 1035.
Cfr. A. MacIntyre, “Catholic Universities. Dangers, Hopes, Choices”, en Higher Learning and Catholic
Traditions, editado por Robert E. Sullivan, University of Notre Dame, Indiana 2001, p. 12.
10
Cfr. A. MacIntyre, Edith Stein: A Philosophical Prologue 1913-1922, Rowman & Littlefield Publish-
ers, Oxford 2006, pp. 1-7.
11
A. MacIntyre, “Catholic Universities. Dangers, Hopes, Choices”, en Higher Learning and Catholic
Traditions, p. 16.
520 María Carolina Riva Posse
12
Cfr. A. MacIntyre, ibidem.
13
Cfr. M. Borghesi, El sujeto ausente, p. 61.
14
H. Arendt, Entre el pasado y el futuro, Península, Barcelona 1996, citado por Borghesi en El sujeto
ausente, p. 53.
15
M. Borghesi, El sujeto ausente, pp. 49-50.
Universidad, relativismo y verdad 521
16
Cfr. A. Del Noce, “Analisi del linguaggio”, en Il Popolo Nuovo, 27 de mayo de 1945.
17
A. Del Noce, Il problema dell’ateismo, Il Mulino, Bologna 1964, p. 78.
522 María Carolina Riva Posse
A. MacIntyre, “Philosophy recalled to its tasks: a Thomistic reading of Fides et Ratio”, en The
20
Tasks of Philosophy, Selected Essays, Vol. I, Cambridge University Press, Cambridge 2006, p. 180.
Universidad, relativismo y verdad 523
21
Ibidem.
22
M. Borghesi, El sujeto ausente, p. 48.
524 María Carolina Riva Posse
Resumen
Santo Tomás de Aquino, Cuestiones disputadas sobre la Verdad, c. I, a. 1.
Ibidem, c. X, a. 1.
Utilizaremos amor y afectividad como sinónimos ya que todo afecto tiene de una u otra manera
como fundamento el amor.
La afectividad y el conocimiento en S. Tomás 527
de la unión del hombre con una realidad más perfecta, que está por
encima de él. Así el conocimiento y la afectividad se integran perfecta-
mente en aras de la perfección misma del hombre en un bien superior:
la contemplación, y se manifiesta en su abundancia al exterior en obrar
proporcionadas a ella: de la abundancia del corazón habla la boca.
Este modo de concebir las relaciones entre la afectividad y el conoci-
miento parece extraño a la mentalidad contemporánea, víctima de una
visión no sólo fragmentada del hombre, sino enfrentada, conflictiva. Es
el amor que lucha contra la conciencia, se enfrenta con ella y oscurece
su razón. Esto en su versión moderna. En una versión más contemporá-
nea, es la razón la que oscurece el afecto o lo enfría y corrompe. Ambas
no son otra cosa que dos caras de la misma idea: el afecto enfrentado
al conocimiento.
Si bien, como ya expusimos, es relativamente sencillo comprender
la influencia del conocimiento sobre la afectividad, parece más difícil
establecer una influencia inversa. Por lo menos esto es así cuando que-
remos analizar una influencia positiva, ya que negativamente, por lo
que acabamos de ver, es moneda corriente.
El pensamiento clásico, siguiendo en esto a los grandes maestros
místicos, sobre todo a Dionisio, ha desarrollado la doctrina del conoci-
miento por connaturalidad. Un conocimiento por experiencia, no en el
sentido sensible del término, sino por contacto directo con esa realidad,
por un cierto padecer, en unión con ellas, las realidades últimas. Para
expresar este especial modo de unión, no se habla tanto de ver, en alu-
sión al conocimiento intelectual, en el cual media la especie, sino que
se recurre a los sentidos más primitivos, como el tacto y el gusto (este
último considerado por muchos como una prolongación del mismo
sentido del tacto). Esta sabiduría es un saborear, un padecer, un expe-
rimentar esas realidades, como consecuencia de una unión producida
por amor y semejanza. Es una resonancia afectiva, que redunda en un
nuevo conocimiento. ¿Acaso es lo mismo conocer algo, que además go-
zarse en ese conocimiento? ¿Y ese gozo, no lleva acaso a conocer más,
no dispone al conocimiento de un modo más perfecto?
Se trata por supuesto de un recto amor al saber, por el cual no sólo
se ordenan todas las fuerzas en el conocimiento de la realidad, sino que
se goza del fruto de ese conocimiento, lo cual redunda en un nuevo tipo
de conocimiento: la connaturalidad.
530 Patricia Schell
Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica II– II, c. 153, a. 5.
Ibidem, c. 153, a. 4.
La afectividad y el conocimiento en S. Tomás 531
Ibidem, c. 162, a. 3, ad 1.
532 Patricia Schell
Patricia Schell
Universidad Católica Argentina
Resumen
Ibidem, c. 35, a. 1: “La acidia es cierta tristeza que apesadumbra, una tristeza que de tal manera
deprime el ánimo del hombre, que nada de lo que hace le agrada, igual que se vuelven frías las
cosas por la acción corrosiva del ácido… Hay también quien dice que la acidia es la indolencia
del alma para empezar lo bueno. Este tipo de tristeza es siempre mala: a veces en sí misma,
otras en sus efectos. Efectivamente, la tristeza en sí misma es mala: versa sobre lo que es malo
en apariencia y bueno en realidad; a la inversa de lo que ocurre con el placer malo, que proviene
de un bien aparente y un mal real”.
Heisenberg y su interpretación filosófica
de la física cuántica
1. Introducción
Desde las primeras décadas del siglo XX nos encontramos en la presen-
cia de una nueva física: aquella que dedica su estudio a los acontecimientos
del mundo subatómico, conocida como física cuántica. Planck, Bohr, Hei-
senberg, Einstein, Shrödinger, entre otros, son considerados los fundadores
de esta nueva y revolucionaria física.
No es mi intención intentar exponer las bases de esta disciplina, ni mu-
cho menos lograr una acabada explicación de la misma. Para esto me refiero
a los trabajos originales de estos físicos y a las múltiples divulgaciones que
existen, por ejemplo la excelente obra de Penrose, The Road to Reality.
Brevemente podríamos decir que hay dos procesos en el mundo cuán-
tico: la evolución del sistema cuántico (U) y la interacción de tal sistema
al momento de la medición (R). El primero se describe con una ecuación,
conocida como ecuación de Schrödinger. El segundo se describe matemá-
ticamente de una manera diferente de esta ecuación. El estado del sistema
se describe con la función de onda. La ecuación de Schrödinger, que in-
cluye dicha función, es fundamental para entender cómo evoluciona en el
tiempo el estado del sistema. Así, una partícula cuántica es algo que está
descrito por la función de onda, cuya evolución se describe de una manera
muy precisa, aunque con parámetros probabilísticos, con la ecuación de
Schrödinger, hasta que se produce alguna medición al sistema.
Lo importante de la ecuación de Schrödinger es que es una ecuación
completamente determinista (la evolución temporal está completamente
fijada una vez que el estado es conocido en cualquier momento). La falta
de determinismo dentro de la evolución del sistema cuántico se encuentra
en la aplicación del proceso de medición solamente.
Una medición se efectúa sobre una propiedad observable, y la medición
u observación produce como efecto que esta propiedad dé un salto a uno
R. Penrose, The Road to Reality, Jonathan Cape, London 2004, cc. 21-30.
534 Ignacio A. Silva
Cfr. ibidem.
Interpretación filosófica de la física cuántica 535
Cfr. F. Queraltó, “Indeterminismo y racionalidad. En torno al problema de la causalidad en
física”, en Sapientia, Homenaje a Mons. Derisi, XLIII, 1988, p. 81.
X. Zubiri, Naturaleza, historia, Dios, Alianza – Sociedad de Estudios y Publicaciones, Madrid
1987, p. 332.
Cfr. X. Zubiri, ibidem, p. 351.
Cfr. W. Heisenberg, Física y filosofía, La Isla, Buenos Aires 1959, p. 120.
536 Ignacio A. Silva
Cfr. F. Queraltó, art. cit., p. 71.
Para Heisenberg, un juicio objetivado es aquél en el que su contenido no depende de las condi-
ciones bajo las cuales puede ser verificado. W. Heisenberg, op. cit., p. 62.
Para esta clasificación cfr. W. Heisenberg, op. cit., pp. 62-63, y F. Selvaggi, Causalità e indeterminismo.
La problematica moderna alla luce della filosofia aristotelico-tomista, Editrice Università Gregoriana,
Roma 1964, pp. 304-305.
Interpretación filosófica de la física cuántica 537
10
W. Heisenberg, op. cit., p. 64.
11
F. Selvaggi, op. cit., p. 305.
12
Cfr. W. Heisenberg, op. cit., p. 106.
538 Ignacio A. Silva
13
Cfr. F. Queraltó, art. cit., p. 75.
14
Cfr. W. Heisenberg, Encuentros y conversaciones con Einstein: “Es probable que en nuestros conceptos
tengamos que abandonar el materialismo de Demócrito”, p. 24.
15
Cfr. W. Heisenberg, Física y filosofía, p. 157.
Interpretación filosófica de la física cuántica 539
16
Cfr. W. Heisenberg, ibidem, pp. 152-153.
17
W. Heisenberg, ibidem, p. 39.
540 Ignacio A. Silva
3. El principio de causalidad
En su primer escrito a propósito de las relaciones de incertidumbre
Heisenberg proponía que
18
Cfr. X. Zubiri, op. cit., p. 330.
19
W. Heisenberg, Física y filosofía, p. 37.
20
Cfr. F. Selvaggi, op. cit., p. 303.
21
F. Selvaggi, op. cit., pp. 310-311.
Interpretación filosófica de la física cuántica 541
Nessuno può farsi illusione su questo: che molti concetti e principi on-
tologici su cui poggiavano talune dimostrazioni dell´esistenza di Dio,
sono oggi entrati tutti in una fase critica... Il principio di causalità nella
fisica degli ultimi costituenti dell´atomo, cioè del mondo, è crollato... Chi
può sentirsi più tranquillo nell´affidare le prove dell´esistenza di Dio a
dimostrazioni fondate su postulati ontologici pericolanti?23
22
W. Heisenberg, Über den anschaulichen Inhalt der quantentheoretischen Kinematik und Mechanik.
Traducido por J. E. Bolzán en “Indeterminismo, causalidad y física cuántica“, en Sapientia, 1957,
XII, p. 189.
23
F. Orestano, Idee e concetti, in “Opera Omnia”, Catania 1956, v. I, p. 232, citado por F. Selvaggi,
en op. cit., p. 7.
542 Ignacio A. Silva
24
W. Heisenberg, La imagen de la naturaleza en la Física actual, Orbis, Barcelona 1985, pp. 30-31.
Interpretación filosófica de la física cuántica 543
••
Ignacio A. Silva
University of Oxford
Resumen
25
Cfr. F. Selvaggi, op. cit., pp. 364.
26
Cfr. F. Queraltó, art. cit., p. 73.
27
Heisenberg no profundiza ulteriormente este concepto de ‘potencialidad’ o ‘tendencia’ dentro
de su interpretación filosófica. Sin embargo, esta obra, Física y filosofía, es de las últimas obras
en las que se refiere al problema de la indeterminación y de su interpretación de la mecánica
cuántica.
Los autores
Ignacio Andereggen
Santiago Argüello
Jorge L. Barros
Oscar H. Beltrán
Alberto Berro
María J. Binetti
Christián C. Carman
Prof. en Filosofía (UBA); Lic. en Filosofía (UBA); Dr. UBA en Derecho Político.
Investigador del CONICET; Profesor titular de “Teoría Política” (U. FASTA
– sede Bariloche); Profesor regular de “Teoría del Estado” (UBA). Autor de
sesenta artículos científicos en Alemania, Italia, España, Colombia, Chile y
Argentina, y de los libros: Aspecto militar de la campaña de los Andes (U. Nac. del
Centro, Tandil 1979); La racionalidad de la ley (Ábaco de R. Depalma, Buenos
Aires 1995); Orden político y globalización. El Estado en la contingencia actual, (R.
Depalma, Buenos Aires 2000); El Estado como realidad permanente (La Ley, Bue-
nos Aires 2003 y 2005); Defensa de la política (R. Depalma, Buenos Aires 2003);
Principios políticos para una teoría de la constitución (R. Depalma, Buenos Aires
2006); El derecho natural en la realidad jurídica y social –director– (Academia de
Derecho UST, Santiago de Chile 2005).
Los autores 549
Leonardo Caviglia
Martín F. Echavarría
León J. Elders, S. V. D.
Juan F. Franck
Carlos Hoevel
Marcelo L. Imperiale
Ralph McInerny
miembro del comité editorial de una decena de revistas. En 2001 fue invitado
a pronunciar las Gifford Lectures de la Universidad de Glasgow (publicadas
como Characters in search of their Author, University of Notre Dame Press, South
Bend 2001). Entre sus numerosos libros se cuentan: The Logic of Analogy. An In-
terpretation of St. Thomas (Nijhoff, The Hague 1961), Studies in Analogy (Nijhoff,
The Hague 1968), Ethica Thomistica (CUA Press, Washington DC 1982), Being
and Predication (CUA Press, Washington DC 1986), Boethius and Aquinas (CUA
Press, Washington DC 1990) y más recientemente Praembula Fidei. Thomism and
the God of the Philosophers (CUA Press, Washington DC 2006). Es además un
destacado conferencista y autor de centenares de artículos a lo largo de más
de cincuenta años.
Marisa Mosto
Thomas Rego
Bernard N. Schumacher
publicado los siguientes libros: Une philosophie de l’espérance (Cerf, París 2000;
traducido al inglés, al alemán y parcialmente al español), Classics of Western
Philosophy (Blackwell, Oxford 2003), Jean-Paul Sartre. Das Sein und das Nichts
(Akademie, 2003), L’Amitié (PUF, París 2005) y Confrontations avec la mort (Cerf,
París 2005, Premio “Prince François-Joseph II de Liechtenstein” ; traducido al
alemán). Es autor además de numerosos artículos sobre cuestiones de antro-
pología, ética y filosofía contemporánea. Es presidente de la Société philoso-
phique de Fribourg.
Ignacio Silva
Claudio G. Torea
Gabriel J. Zanotti