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6.

APROXIMACIÓN AL PARADIGMA EMERGENTE


Decimos que un nuevo paradigma emerge en el ámbito científico inserto en las
prácticas sociales, y esta afirmación es más que un supuesto. Existen serias
investigaciones que sostienen esta posición. Visualizamos esta emergencia en los
descubrimientos que nacen de la mano de disciplinas como la física y que hicieron
eco en otras como la biología y la medicina, llegando hasta el pensamiento filosófico,
provocando un nuevo modo de entender las ciencias sociales.
Estos cambios son el resultado del encuentro con una realidad, que niega ser
fragmentada y reclama ser comprendida desde un diálogo integral, desde sus
relaciones. Entonces, esta perspectiva nunca declara “el fin de la historia”, pues
demanda una firme relación con un pasado del que no se desentiende. Al mismo
tiempo, intenta comprender, estabilizar y -por qué no- perdonar, el producto de una
lógica reduccionista que pone en peligro toda la vida en el planeta.
Vivimos en un mundo que enfrenta una profunda crisis, caracterizada en
dimensiones políticas, intelectuales, morales y espirituales; el paradigma emergente
reconoce el lugar histórico de las concepciones modernas y establece un diálogo
productivo. Se vale de algunos de sus conceptos, para arribar a nuevas apreciaciones.
Esto genera una episteme polifacética, donde los márgenes epistemológicos de las
disciplinas científicas son cada vez más finos: “las ciencias se flexibilizan y sus
corpus se complejizan” [102]. De esta manera arribamos a territorios que no están
determinados de manera firme y estable.

6.1. RECORRIDO HISTÓRICO: DEL PENSAMIENTO CARTESIANO AL EMERGENTE

Daremos inicio al recorrido / recorte histórico, que nos permitió pensar al


paradigma emergente, tomando como punto de partida algunos hechos discursivos
centrales que sostienen la concepción moderna de la ciencia.
A partir de los siglos XVI y XVII se legitimó una concepción del mundo que definía
su funcionamiento como una máquina. “Esta evolución fue el resultado de varios
cambios revolucionarios en el campo de la física y astronomía que culminaron en las
teorías de Copérnico, Galileo y Newton” [103].

En primera instancia, Copérnico quitó la visión geocéntrica defendida por


Tolomeo, arrasando con el dogma aceptado durante casi mil años. Luego, Kepler,
formularía empíricamente los comportamientos de los planetas, con el afán de
mecanizar el funcionamiento de las cosas.
Por otro lado, Galileo Galilei (considerado el padre de la ciencia moderna) fue el
primero en utilizar la experimentación científica con el lenguaje matemático, para
formular las leyes materiales que descubrió. “Según Galileo para que fuese posible
describir la naturaleza matemáticamente, los científicos tenían que limitarse al
estudio de las propiedades esenciales de los cuerpos materiales –formas, números y
movimiento- que pudiesen ser medidas o contadas. Las restantes propiedades –el
color, el sonido, el sabor o el olor- eran consideradas simplemente una proyección
mental subjetiva que debía ser excluida del dominio de la ciencia” [104].

En paralelo a la investigación de Galilei, Francis Bacon realizó el primer


acercamiento empírico con el fin de dominar y controlar la naturaleza. “Bacon fue el
primero en formular una teoría clara del procedimiento inductivo que consiste en
extraer una conclusión de carácter general a partir de un experimento y luego
confirmarla con otros experimentos” [105]. La propuesta de Bacon significó un cambio
profundo sobre los objetivos y la particularidad de la investigación científica.
Esta idea de la ciencia fue reforzada, en el siglo XVII, por los postulados de por
Descartes y Newton. Primero, Descartes (considerado el padre de la filosofía
moderna), fascinado con las máquinas existentes en su época, pensaba que a todos
los fenómenos se les encontraría una explicación mecánica. De esta forma, Descartes
“se convierte en el fundador de la geometría analítica y en el iniciador del
racionalismo moderno” [106].

Luego, Isaac Newton se basó en la creencia de que “(...) Dios, al comienzo, había
creado las partículas de materia, las fuerzas entre ellas y las leyes básicas que rigen
el movimiento; (y) fue así como todo el universo fue puesto en marcha y desde
entonces ha continuado funcionando de esta manera, como una máquina, gobernado
por leyes inmutables. (...) Todos los fenómenos tenían una causa y un efecto
determinado y se podía predecir con absoluta certeza –en principio- el futuro de
cualquier parte del sistema si se sabía con detalle el estado en el que se hallaba en
un momento determinado” [107].

En definitiva, el matemático-físico inglés, desarrolló fórmulas en las que reinó el


concepto mecanicista de la naturaleza y con ellas sintetizó, las obras de Copérnico,
Kepler, Bacon, Galileo y Descartes.
Durante el siglo XIX, los científicos siguieron perfeccionando el modelo
mecanicista del universo y lo extendieron a todos los campos de la ciencia.
Simultáneamente, nuevos descubrimientos vislumbraron las limitaciones del modelo
newtoniano / cartesiano, dando lugar a las revoluciones científicas del siglo XX.
6.2. MODELOS ALTERNATIVOS

Entre los desarrollos que no pudieron ser explicados con el modelo vigente en
aquel momento, se vislumbran las propuestas de Faraday y Maxwell, en torno al
estudio de los campos electromagnéticos. Estos pensadores demostraron que los
campos tenían su propia realidad y que podían ser estudiados sin la referencia de
fenómenos externos. “Esta teoría, llamada electrodinámica, culminó en el
descubrimiento de que la luz era un campo electromagnético que alterna a gran
velocidad y que viaja por el espacio en forma de ondas” [108].

La teoría biológica de la evolución de las especies, fue otro de los


descubrimientos excluidos de explicaciones desde la lógica mecanicista. Postuló que
era incompatible pensar a los organismos biológicos como mecanismos, desde una
visión que empieza a contemplar factores como la regeneración, el crecimiento y el
desarrollo.
Por otro lado, emergieron teorías en el campo de la física, que derrumbaron los
principios de la visión mecanicista. “En la teoría de la relatividad, Einstein, estudió
el fenómeno del movimiento. Mostró que no existen en el universo patrones
generales de tiempo o de espacio respecto a los cuales sea posible poner en
evidencia el movimiento absoluto de la tierra o de cualquier otro sistema: esos
movimientos existen sólo relativamente a sistemas que están a su vez en
movimiento” [109].

Posteriormente, cuando se profundizó la investigación en torno a la física del


átomo, se arribó a la teoría cuántica, enunciada por los físicos Einstein, Planck, Bohr,
Broglie, Schrödinger, Pauli, Heisenberg y Dirac.
“La teoría cuántica demostró claramente que incluso las partículas subatómicas
no tenían ninguna semejanza en los objetos sólidos descriptos por la física clásica.
Estas unidades de materia subatómica son entidades duales muy abstractas: según
como se las vea, una vez aparece como partículas y otras como ondas” [110].

La nueva mirada de la física, disparada por la teoría cuántica, postula dos temas
fundamentales que producen un quiebre en el modelo clásico. Por un lado,
comprendió que la energía y la materia que conforma al universo es una red de
relaciones interconectadas. El segundo tema, se vincula a la comprensión de que la
red cósmica es íntimamente dinámica. “En la teoría cuántica el aspecto dinámico de
la materia surge como consecuencia de la naturaleza ondulante de las partículas
subatómicas; este dinamismo es aún más importante en la teoría de la relatividad,
donde demuestra que la existencia de la materia no puede separarse de su
actividad. Las propiedades de los modelos básicos -las partículas subatómicas- sólo
pueden entenderse dentro de un contexto dinámico en términos de movimiento,
interacción y transformación” [111].

En definitiva, esta propuesta demostró que las partículas subatómicas no son


elementos aislados de materia, sino modelos de probabilidades, conexiones de
una red cósmica indivisible. Una red en la que ninguno de sus elementos es más
importante que el otro, sino que todos ellos son resultado de las propiedades de
los demás y de sus interrelaciones, determinando la estructura de toda la red.

6.3. DE LA FÍSICA A LAS CIENCIAS SOCIALES

Los conocimientos desarrollados en el punto anterior –teoría de la relatividad,


dimensión cuántica de los sucesos- dieron paso a una revolución científica taciturna.
Esta permitió generar un significativo aporte al conocimiento que, sin buscarlo,
superó el límite reticular impuesto para cada disciplina, estableciendo puentes en los
saberes que emergieron “casi” en el orden de la simultaneidad.
El físico Ilya Prigogine representa una de las figuras claves en este proceso. Según
sus propias palabras, llegó a las ciencias exactas partiendo de las humanas, “donde
la idea de tiempo y complejidad estaban ya presentes” [112]. La termodinámica
despertó su interés, ya que era un campo poco estudiado por su alto grado de
complejidad.
Esta disciplina formula dos principios fundamentales, sobre los que se sostiene: el
primero estipula que la energía total de universo no se degrada, sino que se
mantiene constante; mientras que el segundo considera que la energía tiende a la
entropía, al caos.
El problema inicial con el que se topó Prigogine, fue la inexistencia de teorías
que explicaran los fenómenos termodinámicos en situaciones alejadas del equilibrio.
Hasta ese momento, sólo se había pensado la disciplina para modelos cerrados, de
laboratorio.
A partir de 1947, el físico se abocó a la comprensión de estructuras disipativas
(sistemas alejados del equilibrio - abiertos), generando un significativo aporte al
segundo principio de la termodinámica.
De acuerdo con sus descubrimientos, el caos también sería generador de nuevos
tipos de equilibrio; la entropía estaría contrarrestada por un nuevo principio
ordenador irreversible, llamado negantropía o entropía negativa. Esto introduce la
idea de historicidad -un tiempo real progresivo irreversible- presente en las
‘decisiones’ tomadas por la materia al alcanzar nuevos niveles de organización.
A partir del estudio de las estructuras disipativas, afirmó que “lejos del
equilibrio la materia adquiere nuevas propiedades típicas de las situaciones de no-
equilibrio, situaciones en las que un sistema, lejos de estar aislado, es sometido a
fuertes condicionamientos externos (flujos de energía o de sustancias reactivas)”
[113].

Estas nuevas propiedades, adquiridas por la materia, se vinculan a la sensibilidad


que hace posible la auto-organización. Para comprender esto es necesario pensar que
un sistema ordenado tiende al caos.
Partimos del orden para pensar que luego viene el caos, resultante de la
incomunicación entre elementos. Posteriormente, la entropía es contrarrestada por
un principio negantrópico, por el cual la materia adquiere un nuevo tipo de
sensibilidad, que posibilita estados múltiples y permite la comunicación con otros
elementos distantes del sistema. De esta manera, se produce un nuevo tipo de
organización.
En este proceso, que va del orden al caos, la transformación sólo es posible
gracias a la nueva sensibilidad adquirida por la materia. Este aspecto será relevante
para pensar también los procesos sociales y lo tendremos en cuenta más adelante
cuando hablemos de los aportes al campo comunicación / desarrollo.
A otro nivel, el descubrimiento de fenómenos irreversibles de entropía negativa,
comprueban la existencia de un tiempo-real, propio de los procesos naturales. Esto
redefine la visión de la física que concebía al tiempo como una construcción humana
irreal.
Desde esta nueva perspectiva, pensar el tiempo como reversibilidad mecánica es
una ilusión no pertinente para el estudio de los sistemas vivos, porque se debe
“considerar el tiempo cómo aquello que conduce al hombre, y no al hombre como
creador del tiempo” [114]. Con dicha base teórica, se piensa al ser humano como
parte de una corriente irreversible aún mayor, que lo supera más allá de su propia
existencia
El tiempo-real de la biología es un nexo entre cultura y naturaleza, nos habla del
fin de la omnisciencia individualista -aún vigente- que separa el desarrollo de nuestra
civilización respecto del medio ambiente. El tiempo es vínculo, como diría Bateson,
una “pauta que conecta”.
Otra reflexión, derivada del descubrimiento de la entropía negativa, nos permite
pensar vida caracterizada por una condición de movimiento flexible, alejada del
equilibrio estático atemporal y en abierto intercambio (físico / químico) con el
mundo interno y externo; con el fin de mantener ciertas constantes inherentes al
organismo, necesarias para contrarrestar la entropía y permitir su existencia.
En otras palabras, lo que el sentido común percibe como el equilibrio (de
ecosistemas, casas o gobiernos “estables”), es un movimiento irreversible de
actualización constante en el orden del no-equilibrio [115].

Retomando la descripción acerca de las estructuras disipativas es posible arribar


a nuevas apreciaciones, vinculadas con otras de sus características. En un momento
nos detuvimos en el carácter “creativo” de las situaciones caóticas, cuando decíamos
que la materia adquiere nuevas sensibilidades. Este vínculo creativo, decíamos luego,
sólo es posible a través de una “re-alimentación” con implicancias “informativas”
respecto del medio, que actualiza constantemente aquello que ocurre por fuera del
sistema, con el fin de mantener su estado interno de equilibrio dinámico.
El hecho de adquirir nuevas sensibilidades, a partir de algo que le es propio, pero
en relación a un contexto, le confiere un carácter auto-regulativo a la estructura de
los sistemas.
En esta línea, el concepto de autoorganización cobraría protagonismo en los años
50s, con los estudios en cibernética. Experimentos con sistemas binarios en red
(antecesores del primer computador, con pequeñas luces que se prendían y
apagaban), comprobaron que al tiempo de un caótico funcionamiento, emergían
patrones [116] ordenados (incluso en los sistemas binarios que fueron desarrollados por
medio de conexiones azarosas).
Este descubrimiento entraría en resonancia frente a lo elucidado por Prigogine,
quien -según Fritjof Capra-, habría desarrollado la primer y más detallada
descripción de sistemas autoorganizadores [117].

Lo anterior, se vincula también con la propuesta de Cornelius Castoriadis, quien


piensa lo social desde una dimensión autopoiética. El autor “elucida lo histórico-
social como espacio de creación radical y autoinstitución del imaginario social. No
hay “leyes de la historia”. La historia no es destino sino creación, emergencia de
nuevas significaciones imaginarias e instituciones: es el devenir –condicionado, pero
no predeterminado– del conflicto instituyente-instituido propio del obrar efectivo
de los colectivos humanos”.[118]
El devenir autopoiético de los colectivos humanos entraría en relación con
aspectos contextuales que -según la visión de Fritjof Capra-, influirían en el sistema
social, político y económico.
Para este autor, existen tres transiciones fundamentales en las bases de nuestras
vidas. “La primera y quizá la más profunda de estas transiciones es el resultado de
la lenta y reacia pero inevitable decadencia del patriarcado (...) La segunda
trasformación que tendrá importantes consecuencias en nuestras vidas nos ha sido
impuesta por la disminución de reservas de combustibles fósiles. La tercera
transición está relacionada, como la primera, con los valores culturales. Se trata de
lo que hoy se conoce (como) un cambio profundo de la mentalidad, los conceptos y
los valores que forman una visión particular de la realidad” [119].

6.4. LAS CARACTERÍSTICAS QUE EMERGEN

Resumidamente presentaremos una serie de características que sintetizan al


paradigma emergente. Estas nociones se vinculan a la idea de integración o
interdependencia y al principio de auto-organización como propiedades presentes en
todos los sistemas vivos - ya sean biológicos o sociales.

• HOLÍSTICO / ECOLÓGICO implica reconocernos en términos de unidad,


interdependencia y relación respecto de un mundo fisco, a la vez biológico y
social. Estas categorías nos invitan a pensar “desde el punto de vista de las
relaciones e integraciones y no desde entidades aisladas” [120].

En esta línea comprendemos que la ecología es una ciencia de la relación.


Esta perspectiva se diferencia de la ecológica ambientalista – instrumental,
preocupada por generar las condiciones que sólo permiten un mayor control
de los recursos naturales en beneficio del hombre.
Por esta razón nos referimos a un tipo de ecología fundada en lo ético, la cual
“exige una serie de cambios profundos en nuestra percepción del papel que
debe jugar el ser humano en el ecosistema planetario” [121].

Una pista para entender y propiciar dicha transformación ética parte de


considerar el planeta y sus habitantes conformando un sistema integrado. “La
superficie de la tierra, que siempre hemos considerado como el entorno de la
vida, es en realidad parte de esta (...) la vida hace, conforma y cambia al
entorno en que se adapta. Este entorno a su vez, retroalimenta a la vida que
cambia, actúa y crece en él. Hay interacción cíclica constante” [122].

En este sentido, Francisco Gutiérrez plantea la necesidad de generar una


ciudadanía planetaria y “de igual manera se insiste en la necesidad de una
conciencia planetaria. Si la Tierra, como lo asegura Lovelock, es un
organismo vivo, un sistema de vida tan integrado y dinámico e inteligente,
requiere de nuestra parte una comprensión igualmente viva, dinámica y
planetaria” [123].

• ARMÓNICO: En consonancia con el punto anterior, surge la premisa que busca


mantener una relación armónica entre el ser humano y el universo. Como
plantea Capra, la armonía implica una “nueva manera de ver, enfocar y vivir
nuestras relaciones con el planeta Tierra, con todo lo que esa conciencia
planetaria supone: tolerancia, equidad social, igualdad de géneros,
aceptación de la biodiversidad y promoción de una cultura de la vida desde la
dimensión ética” [124].

La propuesta de la vida armónica a partir de una conciencia planetaria está


en íntima relación con las acciones de la vida cotidiana y la importancia de
generar pequeñas transformaciones en esos actos, con el propósito de mejorar
la calidad de vida.

• COMPLEJO los eventos que se dan en nuestro universo están interconectados,


determinados de múltiples maneras y por diversos factores -generalmente no
lineales. Son provocados por permanentes interacciones entre sus partes
constitutivas y el contexto formando una unidad. Las relaciones posibles son
inabarcables y esto constituye su complejidad. Con el fin pragmático de
arribar a ‘lo real’ de nuestra vida cotidiana, o con el fin de producir sentidos
o conocimiento, se hacen recortes –distinciones- que permiten nombrar y
diferenciar aquello que en el mundo analógico siempre se encuentra unido,
nunca fragmentado. En esta acción se dispara un tipo de aprendizaje -una
reflexión-, que nos permite reconocer aquella trama constitutiva de todas las
relaciones y así visualizar algunos de sus recorridos.

• DINÁMICO Y AUTOPOIETICO: cuando se considera el mundo desde el punto de


vista de sus relaciones, superamos la “óptica mecanicista y funcional (donde)
pareciera que el todo es igual a la suma de las partes (ya que) en una unidad
integrada se dan propiedades nuevas que no se hayan en cada uno de los
elementos que la integran”[125]. Esta afirmación hace hincapié en los
principios básicos de organización y en su condición intrínsicamente dinámica.
La naturaleza de la energía se encuentra en permanente transformación, ya
que la energía total del universo se mantiene constante y no se degrada. En
este sentido los fenómenos biológicos, físicos y sociales son considerados
como hechos de organización, en relación y permanente movimiento.
La organización en red es el patrón común identificado en todos los seres
vivos. “La primera y más obvia propiedad de cualquier red es su no
linealidad, por lo tanto las relaciones en un patrón en red son relaciones no
lineales”[126].
Según Capra, la red permite la autopoiesis de los organismos. “Una
comunidad que mantiene una red de comunicaciones activa aprenderá de sus
errores ya que las consecuencias de un error se extenderán por toda la red,
volviendo al origen”[127].

102- Díaz, Eshter (b). “Pedagogía del caos”. Ver anexos.


103- Capra, Fritjof. “El Punto Crucial. Ciencia, sociedad y cultura naciente”. Bs. As., Editorial
Estaciones, 1992, pp. 56.
104- Capra, Fritjof. Op. cit., pp. 57.
105-Capra, Fritjof. Op. cit., pp. 58.
106-Descartes, René. “Meditaciones metafísicas”. Bs. As., Ediciones Libertador, 2004, pp. 9.
107-Capra, Fritjof. Op. cit., pp. 70.
108-Capra, Fritjof. Op. cit., pp. 75.
109-Cuny, Hilaire. “Albert Einstein y la relatividad”. Madrid, Colección Sabios del Mundo Entero,
Editorial Cid, pp. 94.
110-Capra, Fritjof. Op. cit., pp. 85.
111-Capra, Fritjof. Op. cit., pp. 85.
112- Prigogine, Ilya. “El nacimiento del tiempo”. “Conversación con Ottavia Bassetti”. Barcelona,
Tusquets editores, 1998, pp. 24.
113-Prigogine, Ilya. Op. cit., pp. 32.
114-Prigogine, Ilya. Op. cit., pp. 24.
115- Bateson, Gregory. “Espiritu y naturaleza”. Bs. As. Amorrortu Editores, 1992. pp.75
116-El patrón es el estudio de la vida a partir de la comprensión de la forma.
117-Capra, Fritjof (b). “La trama de la vida. Una nueva perspectiva de los sistemas vivos”.
Barcelona, Editorial Anagrama, 1996, pp. 103.
118- Uribarri, Fernando. Op cit. pp. 12.
119-Capra Fritjjof (a). Op cit. pp. 30 y 31.
120-Gutiérrez, Francisco y Prado R., Cruz. “Ecopedagogía y ciudadanía planetaria”. Argentina,
Editorial Stella, 2000, pp. 18.
121-Gutiérrez, Francisco y Prado R., Cruz. Op. cit. pp. 21.
122-Capra, Fritjof (b). pp. 124.
123-Gutiérrez, Francisco y Prado R., Cruz. Op. cit. pp. 120.
124-Gutiérrez, Francisco y Prado R., Cruz. Op. cit. pp. 20.
125-Gutiérrez, Francisco y Prado R., Cruz. Op. cit. pp. 115.
126-Capra, Fritjof (b). pp. 100.
127-Capra, Fritjof (b). pp. 100.

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