Você está na página 1de 6

Biopolítica informacional.

Axel Branco Fraga, “biopolítica informacional”. Me refiero con este término técnico a
una estrategia de intervención sobre la existencia individual y colectiva que es
específica de las sociedades de control,y que apunta a modelizar, persuadir, capturar,
potenciar y desarrollar al individuo en tanto público, es decir, integrante de un colectivo
de opiniones y conductas orientadas por un heterogéneo conjunto de sistemas de info-
comunicación públicos y privados.

Estas estrategias, que como toda intervención biopolítica actúan en nombre de la


potenciación de la vida, tienen como principal objetivo un nuevo modelo
gubernamental-económico que ya no se apoya en una axiomática para, a partir de ella,
diseñar un programa general que organice y distribuya férreamente entre los vivientes
roles, tareas y objetivos –el programa tendencialmente homogeneizador del welfarismo
de inspiración keynesiana–, sino que consiste en producir condiciones de competencia
intensiva entre esos mismos vivientes –el programa “neoliberal”, en el que cada
habitante lucha por ganarse su derecho a mantener la vida en una tendencia
crecientemente diferenciadora: son las distinciones de clase, de raza, de género, así
como las diferencias que cada individuo pueda hacer valer en su propio cuerpo, las que
van a permitirle a cada uno “ganar” (salvar) la vida. Y cuyo efecto biopolítico macro es
fortalecer al conjunto mediante la eliminación competitiva de los “menos aptos”.

Elementos de la biopolítica informacional.

El tercer elemento que vislumbra Foucault es el desarrollo “un sistema de información


general” que no tiene por objetivo fundamental la vigilancia de cada individuo sino, más
bien, la posibilidad de intervenir cuando es necesario, lo cual “conduce a la necesidad
de extender por toda  la sociedad, y a través de ella misma, un sistema de información
que, en cierta forma, es virtual; que no será actualizado” sino solamente cuando sea
necesario: “una especie de movilización permanente de los conocimientos del Estado
sobre los individuos”.

Un saber que abarca masivamente a los públicos y targets, que se refiere a los individuo
sólo en la medida en que uno de ellos se conduce de una manera que se considera
necesario impedir o de tener, y en tal caso, se pone en juego todo el saber y la
información que sobre él se ha extraído a lo largo de los años sin que se diera cabal
cuenta.
Axel Branco Fraga propuso denominar “biopolítica informacional” para referirse a “una
forma de gobierno que no depende (ya) de la relación cuerpo-a-cuerpo para hacer valer
un poder sobre la vida de la especie, sino de un conjunto de técnicas, procedimientos y
saberes que regulan la vida” por medio de informaciones (Fraga, 2005: 28; la traducción
es mía).

(Flavia Costa)

( 1)es posible distinguir entre una biopolítica poblacional que se apoya de manera fuerte
en las disciplinas y, secundariamente, en la capacidad de los medios de comunicación y
difusión de cada época para expandir y legitimar las medidas regulatorias que se
realizan, fundamentalmente, en las instituciones de encierro –a las que se conduce
compulsivamente a los individuos–; y

(2) una biopolítica informacional en sentido estricto, en la que se deja a los individuos
“libres” en la competencia por la inclusión social; la disciplina pasa a convertirse así en
un lujo que sólo algunos pueden darse –pagando educación privada, sistemas pre-pagos
de salud, gimnasios y operaciones estéticas, formación permanente, capacitaciones,
estudios genéticos preventivos…– y donde los que no pueden pagar para ser
disciplinados, quedan excluidos de la competición por los mejores empleos, los espacios
de mayor prestigio social, las mejores posiciones matrimoniales, etcétera.

la biopolítica informacional sustituye en buena medida el control cuerpo acuerpo de las


disciplinas, con sus monumentales edificios, la formación de agentes especializados, el
mantenimiento de redes de recuperación de “casos difíciles”, etcétera, por políticas de
información pública, de concientización, de promoción de actitudes preventivas,
responsables y prudentes.

programas de información sobre la “vida saludable”, además de ladisminución de los


gastos directos en el tratamiento de las enfermedades atribuidas alestilo de vida
sedentario

la biopolítica informacional se ponen en juego operaciones donde el cuerpo individual y


el cuerpo especie son interpelados, atravesados, organizados y modelados por una serie
de informaciones. La esfera de la vida, a la que la modernidad hace atravesar por la
necesidad de producir materialmente riqueza, es interceptada ahora, mediante una lógica
que no es opuesta sino complementaria respecto de la anterior, por la necesidad de
producir efectos de sentido

la biopolítica informacional se despliega cuando las presiones conjuntas del mercado de


trabajo y de los poderes gubernamentales ya no exigen un moldeamiento cuidadoso de
cuerpos-máquina, cuya fuerza se intensifica en términos productivos y se debilita en
términos políticos, sino que apuntan a la formación y codificación de cuerpos-signo, con
la mira puesta en una virtual gramática que permita la concreción de ese ideal de
transparencia y legibilidad totales

Cuarto: la biopolítica informacional se apoya en las tecnologías de la información y


delas telecomunicaciones para potenciar y, en cierta medida, alterar las condiciones de
ejercicio del biopoder tal como las describió Foucault para la modernidad temprana, y
que habían permanecido vigentes en grandes líneas hasta mediados del siglo XX.
Paraello se apoya en lo que Lyon bautizó como “panoptismo electrónico” (que en
nuestro medio Ford describió como “sociedad de la vigilancia” [Ford, 1999].

Quinto y último rasgo: la biopolítica informacional se apoya en tecnologías del yo


diferentes de las que predominan en la biopolítica-disciplinaria. En efecto, los discursos
mediáticos, persuasivos, los “programas” y las “campañas” tan propios de la biopolítica
informacional ya no buscan proponer lineamientos regulatorios generales, para todos y
cada uno, sino que ofrecen a través del mercado cada vez más opciones entre las cuales
las personas deben elegir, y para lo cual deben entrenar y poner en juego su capacidad
de traducir necesidades, deseos y potencialidades en productos concretos. Se apela,
así ,a la elección , a la decisión individual; mientras las instituciones disciplinarias
brindaban unas pocas opciones que debían ser útiles para la gran mayoría de las
personas, las instituciones propias de la biopolítica informacional proponen menúes
inabarcables, donde nadie queda ni puede quedar satisfecho porque siempre,
indefectiblemente, hay “algo más” para probar, una alternativa que quizás era mejor (y
esto, tanto para la vestimenta como para los tratamientos de una enfermedad; tanto para
la educación como para los alimentos).

El cuerpo ingresa en el régimen de la “biopolítica informacional” –del biopoder


orientado a los públicos– cuando la principal operación que organiza sus movimientos
es no tanto la obligación (propia del régimen disciplinario) sino la elección, la opción;
su régimen no es tanto el de la necesidad vital ni el del deber-ser moral-racional, sino el
de la aparente libertad que consiste en elegir entre las distintas opciones que brinda el
mercado; una libertad que se apoya alternativamente en la obligación de “elegir
bien”(esto es, de ser seres racionales que eligen su conveniencia) y en la de “expresarse
tal cual se es” (esto es, la obligación de ser “uno mismo”, de constituir una identidad
definida y fácilmente legible dentro del repertorio de identidades disponibles). Donde,
además, la alternativa de abandonar-se a sí mismo –en el gradiente que va desde el
“dejarse estar” más o menos perezoso y pasivo hasta el muy activo “arruinarse” o
hacerse daño– es una opción posible entre otras.
Gubernamentalidad algorítmica.

Destacaré para eso cuatro elementos centrales.

En primer lugar, la existencia y disponibilidad de los llamados Big Data: esto es, la descomunal
cantidad de información disponible para el agregado, el análisis y la correlación de estadísticas.
Su importancia se incrementa porque su disponibilidad se conjuga con el desarrollo de
máquinas y programas que procesan esa información y son capaces de aprender de los
resultados (machine learning). Es decir, programas que no sólo desarrollan acciones a partir de
instrucciones contenidas previamente, sino que incorporan nuevas informaciones que
aparecen durante el proceso. Un ejemplo nos lo ofrecen los equipos GPS que proponen una
ruta y, si el conductor toma un buen atajo, el aparato "aprende" de esta nueva información,
afinando la próxima sugerencia.

Los Big Data son el efecto de conjunto de la convergencia y la masividad de las redes
informáticas, las telecomunicaciones y los distintos dispositivos de captura de datos. Es
pensable que no se trata de un efecto colateral: es importante recordar que Internet tiene un
origen bélico, y que desde su inicio es una máquina de vigilancia que organiza el flujo de
informaciones en operaciones rastreables y reversibles, ubicando a cada usuario bajo
observación real o posible.

Llegamos así a un segundo rasgo: el que se refiere al modo de tratar esos datos, la llamada
minería de datos o datamining. Se trata, como acabamos de ver, del tratamiento de estas
cantidades masivas de datos, de manera tal de hacer emerger correlaciones entre ellos.

Como señalan Rouvroy y Berns (2013, p. 165-166), a esta nueva estadística algorítmica no le
interesa rastrear el "hombre medio", como en la estadística tradicional, sino “captar” la
“realidad social” como tal de manera automatizada y directa, sin pasar por ninguna relación
con la "media” o con lo “normal”, sin partir de hipótesis y sin someter esos datos a
"verificación" (Rouvroy y Berns, 2013, p. 170). Se trata de una estadística no normativa,
afirman, que establece correlaciones a partir de informaciones no seleccionadas,
perfectamente heterogéneas.

Estos sistemas automáticos de modelización de lo social a partir de comportamientos, en su


mayoría reacciones emocionales, a distancia y en tiempo real permiten automatizar la
contextualización y también la "personalización" de interacciones. Una personalización que es
contraintuitiva, ya que la propuesta "personalizada" emerge de poner un número limitado de
opciones personales en relación con una serie estadística de gran escala.

El tercer rasgo que quisiera resaltar tiene que ver con la dimensión temporal: el uso de estos
saberes probabilísticos estadísticos tiene la finalidad de anticipar, predecir, y en definitiva
inducir comportamientos de individuos y/o de grupos remitiéndolos a perfiles delineados
sobre la base de las correlaciones que surgieron del proceso de minería de datos.

Eso sucede en las esferas más diversas: para la obtención de un crédito, para la toma de
decisiones en una intervención quirúrgica, para la clasificación del tipo de usuario que somos y,
por ende, las ofertas que nos acercará --por ejemplo-- una aseguradora, para poner precio a
los pasajes que queremos comprar, etcétera.

En este sentido, este nuevo orden de la gubernamentalidad algorítmica se orienta no sólo (y


quizá no tanto) al gobierno de los individuos como al gobierno de las individualizaciones, de los
procesos de individualización (Simondon, 2009, p. 395-398). Es decir, se orienta a estabilizar
las correlaciones anormativamente (sin relación con una norma preestablecida ni con una
curva de "normalidad" estadística), propiciando aquello que, en términos de Gilbert Simondon,
llamaríamos las amplificaciones moduladoras o reproductivas allí donde habrían podido darse
amplificaciones transductivas o transformadoras (Simondon, 2016, p. 143-159).

El cuarto rasgo es que las redes de vigilancia y gubernamentalidad algorítmica no se interesan


por los motivos por los cuales una persona hace tal o cual cosa, como tampoco se pregunta
cuál es la razón por la cual determinadas características (por ejemplo, gustar del film El
Padrino y nadar) quedan estadísticamente asociadas a otras (simpatizar con el partido X y no
tomar alcohol). Interesa, en cambio, que la curva de ocurrencia de estas cuatro características
tienda a coincidir más que a diferir, para establecer una correlación. Luego, que una cantidad x
de individuos sea sensible a la inducción anticipatoria y despliegue el comportamiento
esperado, coherente con la serie.

La disciplina suponía sujetos que, en el mejor de los casos, asumirían la tarea de vigilarse a sí
mismos y controlar sus acciones para responder al patrón normador/ normalizador (bajo la
pena de un posible castigo: la prisión, sí, pero también el desempleo o subempleo, la
enfermedad, el hospicio, el rechazo social). Y en el peor, que deberán ser continuamente
vigilados en instituciones de encierro porque no son capaces de realizar sobre sí ese continuo
trabajo vigilante (en última instancia, pueden ser "abandonados", hasta por estas mismas
instituciones).

La gubernamentalidad algorítmica ya no necesita suponer un sujeto reflexivo, porque ella es


desarrollada por agencias que no sólo, ni principalmente, requieren o incentivan la
productividad directa del individuo (escuelas, fábricas, hospitales, incluso cárceles), sino su
productividad indirecta (o su "improductividad productiva") en términos de consumo:
empresas de bienes y servicios que buscan seducirlo (o rechazarlo) como cliente y, por qué no,
votante. O que lo reconocen como insumo de un producto que es, precisamente, un conjunto
de datos. Sus reacciones, sus relaciones interpersonales, su "capital social" devenido ahora
además "capital informacional", su funcionamiento afectivo-emocional incorporado en una
base de datos de gran volumen que se vende a otras agencias: empresas de bienes y servicios,
de aplicación de la ley, de diseño de políticas.
1) Por un lado, hablamos de gubernamentalidad algorítmica y no simplemente de vigilancia
algorítmica atendiendo a la capacidad de retroacción del profiling o perfilado sobre los propios
individuos que han dejado sus rastros en los sistemas en red, en un intento por predecir e
inducir comportamientos. Con todo, en la medida en que la operación implica rastrear y
correlacionar rastros informacionales que son singulares y volcarlos en un banco, en una
reserva en las que los totaliza y los devuelve fantasmáticamente fragmentados como perfiles
comportamentales, el resultado de este "conductismo digital" (Rouvroy y Berns, 2013, p. 178 y
189) consiste en individuos algorítmicamente descifrados, que son, para decirlo con Heidegger,
correctos pero no verdaderos.18 Es importante, en cualquier caso, tener presente que estos
intentos de desciframiento no necesitan --aunque lo pretendieran-- postular una nueva
definición antropológica o psicológica del hombre; alcanza con ver si y en qué medida esos
perfiles comportamentales constituyen, como decía Foucault en Nacimiento de la biopolítica
(en referencia a la figura del homo oeconomicus), "la superficie de contacto entre el individuo
y el poder que se ejerce sobre él" (Foucault, 2007, p. 292); si son capaces de actuar sobre
acciones (o reacciones). Si funcionan.

Você também pode gostar