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EL GENERAL del

desierto

La Historia de Julio Argentino Roca


protagonista de la generación del 80

RODOLFO SALA
Rodolfo Sala
El General del Desierto – La historia del general Julio Argentino Roca, protagonista de
la Generación del 80
1ra ed. – Buenos Aires: 2013
331 p.; 21x15 cm.
ISBN
1. Narrativa. Ensayo Histórico

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La foto de tapa es del Museo Roca – Instituto de Investigaciones Históricas
Buenos Aires, 2006.

Registro de Propiedad Intelectual


Código N°: #1404170610387

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ÍNDICE
PRÓLOGO 6

INTRODUCCIÓN 12

CAPÍTULO I La estirpe del general 16

CAPÍTULO II El Colegio del Uruguay 31

CAPÍTULO III La iniciación militar 35

CAPÍTULO IV En camino de las jefaturas 49

CAPÍTULO V En la búsqueda del generalato 80

CAPÍTULO VI La epopeya del desierto 114

CAPÍTULO VII En pos del civismo 144

CAPÍTULO VIII La generación del 80 168

CAPÍTULO IX Ahora el ganadero y el civilista 196

CAPÍTULO X El Zorro y el Gringo 214

CAPÍTULO XI No hay primera sin segunda 231

CAPÍTULO XII Paseos, banquetes y amoríos 274

CAPÍTULO XIII Lo que queda de la vida 298

Anexos Los caciques argentinos 316

Efemérides familiares 326

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“No hay un argentino que no sepa hoy que el secreto de la
prosperidad y la grandeza de la República está en el respeto y la fiel
observancia de la Constitución.”
Julio Argentino Roca
De la declaración al diario El Independiente de Rosario el
19 de diciembre de 1879

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Prólogo

L A ARGENTINA, EN 1860, no podía decirse que era una


Nación, pese a que había un gobierno nacional sustentado
por una Constitución recientemente redactada en el
ideario republicano y federal. Tenía una imperfecta democracia
representativa; carecía de una equitativa distribución de los
ingresos impositivos a las provincias; un territorio desintegrado
con una superficie inexpugnable en poder de los indígenas. Cada
provincia tenía un caudillo de turno que la dirigía como un feudo
que respondía a los intereses locales y particulares, que dirimían
las diferencias con sus estados vecinos en luchas fratricidas, aun
cuando divergieran o coincidieran con los gobiernos nacionales.
Los comicios carecían de la transparencia como un sistema
republicano requería; sus resultados respondían a candidatos que
tuviesen el consenso de las clases dirigentes. El federalismo que
consagraba la Constitución, era una entelequia solamente
glorificada en el papel. La integración política, cultural y
económica, indivisible de la geografía sustenta el concepto de la
idea de Nación. Era tal la precariedad institucional que carecía de
un territorio definitivo en donde tuviera asiento la Capital Federal
y el Gobierno Nacional.
Es decir, que la Nación no existía como tal. José Ortega y
Gasset desarrolla un pensamiento de Nación basado en
conceptos simples y que permiten que cualquiera de nosotros
pueda establecer qué necesita el país para constituirse como tal y
que, al mismo tiempo, con la simple lectura de la historia,
pudiésemos discernir sobre nuestros orígenes y quienes
contribuyeron a conformar el principio de Nación. Ortega decía:
“La Nación es un proyecto sugestivo de vida en común. No viven
juntas las gentes sin más ni más y porque sí; esa cohesión a priori
sólo existe en la familia. Los grupos que integran el Estado viven
juntos para algo: son una comunidad de propósitos, de anhelos, de

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grandes utilidades. No conviven por estar juntos, sino para hacer
juntos algo”.
Allí estaba el quid de la cuestión: hacer algo juntos. Ese
era el gran desafío de la clase gobernante. Los fundamentos
organizativos de las naciones en la actualidad, se orientan hacia la
regionalización o internacionalización, con principios que pocos
difieren entre los países. Las ideologías dejan de tener vigencia en
el futuro. Uruguay, Chile, Brasil, Perú, Colombia nos dan el
ejemplo que las ideologías, como tales, desaparecen en aras de
conceptos que tiene premisas de interrelaciones con tipos de
cambio, saldos de las balanza de pagos y con un común
denominador, que es el comercio con todas las naciones del
mundo, que dejan de lado las diferencias geopolíticas o
ideológicas cuando las hay. Las formas ideológicas desaparecen y
la regionalización es el destino de las distintas naciones
organizadas y coherentes con sus propias integraciones. Pero sin
estar integradas y avasalladas por organismos regionales de orden
económico, sino que consagren postulados ideológicos que
garanticen, la libertad individual, el libre comercio, la justicia
independiente, la libertad de imprenta, la libertad de tránsito, y el
resto de las libertades que el individuo adquiere desde el mismo
momento de gestarse.
Nuestro país a fines del siglo XIX logra una
transformación cultural trascendental. La inmigración y nuestra
relación con los países europeos crearon una superestructura de
la que fue beneficiaria una minoría, de donde surgió privilegiada
la clase ilustrada gobernante. En todas las democracias
progresistas es natural que así se presente. Porque la pregunta que
se impone es: ¿quiénes serían los dirigentes que se les confiara el
peso y el beneficio de la conducción? Indudablemente estaría a
cargo de los más ilustrados. Lincoln en los Estados Unidos, pese
a su origen humilde, debió ilustrarse para acceder a los cargos
gobernantes. Y en nuestro país, Roca y Sarmiento pertenecían a la
clase media, pero debieron hacer grandes esfuerzos para
cultivarse y conducir los destinos de la Nación. Aún Alberdi, hijo
de un comerciante minorista, debió leer a los grandes filósofos
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para convertirse en abogado, escritor, periodista y publicista, para
aportar los conocimientos adquiridos y adaptarlos a los
requerimientos de una república federal. De todos modos, esa
clase ilustrada y los capitalistas que se acercaron para iniciar los
grandes proyectos nacionales, posibilitaron que las clases
inferiores alcanzaran los estadios superiores de la sociedad, en
donde se crea de a poco una gran clase media.
La obra de los Ochenta –dice Gustavo Ferrari–1 no fue
traducción de un proyecto nacional ni producto de una
generación, sino resultado de la conjunción feliz de un pensador
como Alberdi y un ejecutor como Roca. Sin Roca, gran parte de
los trabajos de Alberdi no habrían abandonado la esfera
intelectual y los anaqueles de las bibliotecas. Pero si Roca asumió
casi todos los principios de su comprovinciano, no dejó de
adaptarlos en casi todos los casos a la realidad política. Dice
Ortega y Gasset: “Todos somos contemporáneos, vivimos en el
mismo tiempo y atmósfera –en el mismo mundo– pero
contribuimos a formarlo de modo diferente. Sólo se coincide
entre los coetáneos. Los contemporáneos no son coetáneos: urge
distinguir en historia entre la coetaneidad y contemporaneidad”
“…lo esencial es que no se suceden (las generaciones) sino, al
revés, que conviven y son contemporáneas, bien que no
coetáneas. Permítaseme hacer, pues, esta corrección a todo el
pasado de meditación sobre este asunto: lo decisivo en la idea de
las generaciones no es que se suceden, sino que se solapan o
empalman”.
Un caso similar ocurre con el presente, en que la
generación del 70 (1970) se solapa con la del proceso político
iniciado en 2003 con la familia Kirchner, con la diferencia que
ésta fue usufructuaria de aquella, que aún en la equivocación
bélica y revolucionaria pro maoísta y castrista de los 70, todavía
sufrimos una decadencia que se trasladó al proceso democrático y
lleva ya muchos años de decadencia institucional y moral, en

1 Gustavo Ferrari - “Memorial de la Patria” – 1978


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donde vivimos entremedio un proceso militar atroz, sin parangón
en la historia argentina.
Este proceso que define Ortega no fue interpretado por
los dirigentes de la clase media argentina, que en lugar de
aprovechar los beneficios que le otorgaba la oligarquía del siglo
XIX, la enfrentó –cuando debía de asociarla– y se produjo el
desencuentro que perdura hasta los días actuales. Al mismo
tiempo, los desplazados minoritarios de hoy, pero siempre
influyentes e ilustrados, conspiran con el objetivo del retorno. En
1910 todavía gobernaba los coetáneos de la generación del 80,
pero los cambios hacia una nueva transición estaba en marcha, y
así fue, que la nueva ley electoral de lista incompleta,
instrumentada por Sáenz Peña, fue creada por la propia
“Generación del 80” que permitió al radicalismo el acceso al
poder y sumar la mayoría legislativa, tan lesiva para la
independencia de poderes, por vía de los dos tercios de
representatividad legislativa de la nueva ley. Este proceso fue
muy malo para la integración, porque ya no habría consenso en
las cámaras2. El PEN ordenaría al bloque mayoritario qué leyes
debía aprobar. Esto provocó que el radicalismo no interpretara
que el cambio era una transición evolutiva y no una revolución
que debía enfrentar a la generación saliente. Lo más inteligente
hubiera sido el paso a través de una convivencia armoniosa de
una clase que aporta la sabiduría de la experiencia, hacia otra,
pujante, demócrata y transformadora, que utilizase la energía del
que viene, que aprovechare la herencia invalorable. Tal vez si esa
transición la hubiera hecho Alvear y no Yrigoyen, el proceso
hubiese cambiado.
La formación militar de Julio A. Roca es un ejemplo de
orden, disciplina y jerarquía, no sólo en el acceso al poder político
en donde tuvo la visión y la fortaleza para ordenar las Fuerzas
Armadas, sino que, ya desde sus primeros años de cadete, tenía
un concepto claro que el militar hace aquello que le ordenan

2En necesario resaltar que esta particularidad se presenta cuando hay


preeminencia de dos partidos o, a lo sumo, tres.
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hacer, desde la jerarquía preestablecida. Fue quien inauguró la
trascendental “Generación del 80”, solapada con la generación
del 37 (Alberdi, Echeverría, Gutiérrez, Mármol, y otros
visionarios). Él tenía absolutamente claro que el Presidente de la
República es el Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas y
éstas estaban sujetas a las decisiones del poder político; fiel a este
precepto constitucional, jamás contrarió este principio. Aun
cuando discrepaba abiertamente con Adolfo Alsina, Ministro de
Guerra y la Marina durante la gestión de Nicolás Avellaneda,
respecto a la política indígena, recibió órdenes sobre distintas
acciones y las cumplió al pie de la letra, no sin antes expresar su
disconformidad. Siempre perteneció al ejército que defendía las
instituciones constituidas.
En materia política era un liberal moderado y decía que el
“Estado debía estar en donde la actividad privada no estaba. Así
de simple”.
Roca utilizaba argucias políticas para influenciar la gestión
de los distintos gobiernos, con zorrerías conocidas a lo largo de
su vida. De este modo fue un protagonista de la acción política,
por lo cual fue muy criticado por aquellos que no podían hacer lo
que Roca hacía. El general y político tucumano fue un personaje
polémico ¿Pero quién que haya actuado durante medio siglo en el
quehacer militar y político de un país no lo haya sido? Sin
embargo, en la balanza de los hechos positivos y los negativos
que toda gestión de gobierno y acción militar impone, su saldo
para la gran mayoría de los argentinos que hayan evaluado los
hechos que produjo, es indubitablemente positivo y la Argentina
puede vanagloriarse de haber tenido un actor que dejó una huella
indeleble. Mitre, al finalizar la segunda presidencia, le dijo: “Ha
cumplido”. Cuando Roca se retiró de la política, la Argentina
estaba entre el grupo de las diez naciones privilegiadas que mejor
evolucionaron.
Roca en su momento le dio al país un instrumento de
gobierno de gran valor, cual fue un partido conservador moderno
con ideas renovadoras. Al fin de su vida ni él, a quien el tiempo
de vida lo había superado, ni aquellos que le sucedieron en la
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conducción del conservadorismo, le supieron dar la impronta de
un partido conservador con raigambre popular, de derecha
moderada, al estilo europeo. Prefirieron aferrarse al privilegio que
siempre tuvo esa línea política. Los tiempos habían cambiado con
la sanción de la Ley Sáenz Peña, que posibilitaron que el
radicalismo fuera el abanderado de las políticas populares, cuando
un partido conservador preocupado por las cuestiones sociales
hubiera equilibrado las fuerzas. El desprestigio del radicalismo
que se produce ante el mantenimiento de una figura popular
como Yrigoyen, que también fue superado por el tiempo, ese
conservadorismo, liberal, popular, le hubiera podido disputar el
poder. Es probable que no se hubiera producido el golpe de
estado conservador del año 1930; un sistema elitista, fraudulento,
que cambió drásticamente las estructuras del poder en adelante;
incluso posibilitó, por contraposición, el advenimiento de las
políticas populistas luego de 1943, que hasta el presente perturba
la vuelta a los primeros planos en el mundo, como era cuando
Roca fundó la Argentina moderna.
Recuerdo que Miguel Ángel Cárcano le reprochaba al
doctor Oscar Alende su intransigencia, cuando lo que el país
necesitaba –decía- era el diálogo y la coordinación de fuerzas. Y
Roca concertaba acuerdos para optimizar las gestiones de
gobierno. Así de simple.
RHS

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Introducción

E L ÉXITO DEL GENERAL ROCA no fue


solamente capitalizado por Julio Argentino Roca.
Trascendió a su persona y a su época.
Vanagloriado por su éxito o criticado por su demérito, nunca fue
indiferente a los estudiosos de la historia. Pero aquello que nadie
puede negar es que la Argentina ha sido distinta a partir de su
irrupción en la escena pública. Este libro merece, que desde este
lugar, el autor manifieste que los lectores se van a encontrar con
el relato de la vida de Roca contada dentro del contexto de la
época. La presente biografía fue escrita en homenaje a su
persona, pero con la honestidad de la verdad histórica, en la cual
se considera al actor como una persona de carne y hueso y no
como un santo de la espada ni como un designado por Dios para
resolver los problemas argentinos.
Ante la campaña de descrédito y demérito desatada en los
años actuales (2013) en su contra, al que se lo cuestiona por la
Campaña del Desierto. No es ocioso recordar que la campaña se
realizó en el fiel cumplimiento de la ley Nº 215, sancionada
durante el gobierno del presidente Mitre, el 25 de agosto de 1867,
cuyo objeto ordenaba el traslado de la frontera con los indígenas
hasta los ríos Negro y Neuquén, la cual fue ratificada por el
proyecto elevado el 14 de agosto de 1878, que fue convertido en
ley el 5 de octubre de 1878 bajo el Nº 947.
La acusación a Roca como ejecutante de un genocidio es
absolutamente falsa de toda falsedad, sin el menor respaldo
científico, e incluida en el terreno de la ignominia, cuyos autores
lo hacen por una patraña demagógica cuyo objetivo seguramente
no serán expuestos por los autores, porque son inconfesables. La
acusación debieron extenderla a los gobernantes argentinos, cuyo
comienzo debería haber sido por aquellos que actuaron en los
albores de la Patria, luego por Rosas, y más tarde por Avellaneda
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y Alsina, y finalmente con la acción total de Roca; también
debieron acusar de cómplices a todos los militares que actuaron
en la lucha contra el indígena, a todas las poblaciones linderas con
la frontera de las tribus y al periodista Remigio Lupo, del diario
La Prensa, que envió desde el mismo teatro, los artículos y
noticias del desarrollo de la campaña, y aún la Iglesia Católica,
cuyo miembro, el obispo Antonio Espinosa, más tarde arzobispo
de Buenos Aires, publicó su diario que escribió durante el
transcurso de la campaña y desde el lugar de los hechos. Pero
también participaron hombres de ciencia, como los doctores
Adolfo Doering y Pablo Lorenz, y los naturalistas, Niederlein y
Schultz, que estudiaron la flora, la fauna y las condiciones del
suelo. También estaría confabulado el teniente coronel Manuel J.
Olascoaga, que oficiaba con el cargo de Secretario del Cuerpo de
Campaña y que hizo el relato oficial de la campaña.
Dice Juan José Cresto que “…Acompañaron también
enfermeros y auxiliares. Los indios prisioneros y los niños, mujeres y
ancianos fueron examinados por sus dolencias, vacunados y muchos
de ellos remitidos a diversos hospitales de la muy precaria Buenos
Aires de esos días.
”Ahora bien: ¿puede creerse que todas estas personas y
otras que siguieron paso a paso la expedición pueden ser cómplices
de silencio en caso de genocidio? ¿Se concibe un secreto de cinco
mil personas? ¿Lo hubiera permitido un humanista como el
presidente Avellaneda? La única realidad es que la llanura
pampeana quedó libre de malones y que a los indígenas se les
asignaron grandes reservas, si bien es cierto que individuos
inescrupulosos les cercenaron posteriormente muchas de sus
parcelas con supuestos derechos, actitud reprobable, sin duda, que
forma parte de litigios del derecho civil.
”Por otra parte, mencionar al indio como tal es un insulto.
¿Por qué indio? El es, simplemente, un argentino entre treinta y
siete millones de habitantes, con los mismos derechos y obligaciones
que todos. No merece ningún tratamiento especial ni más derecho
que otros, pero tampoco ninguna tacha que lo invalide, que lo
relegue o que lo menoscabe, porque tiene también todas las

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prerrogativas constitucionales. Es nuestro conciudadano y, por lo
tanto, nuestro hermano. Merece y tiene todo nuestro fraterno afecto.
No más, no menos. Lo contrario es indigno y discriminatorio.
”Lo que se quiso hacer y efectivamente se hizo fue concluir
con los asaltos a pueblos indefensos y poner la tierra fértil a
disposición de la población para ser trabajada. En efecto, en menos
de 25 años a la Argentina se la llamaba "la canasta de pan del
mundo".
Si hay una “acusación” a Roca hay que extenderla a todos
los actores citados, para reservar la inmaculada a los cómodos
historiadores, que hoy, por demagogia o por defensa de intereses
espurios acusan al general Roca de genocida. Roca les ha dado
grandeza; no lo acusen por haber engrandecido a la Nación,
acúsenlo de acuerdista, si ha ustedes no les gusta el estilo político
que utilizó para evitar la confrontación. No lo acusen por lo que
ustedes no pudieron hacer, o a aquellos que ustedes defienden y
no pudieron concretar. Acúsenlo de enamoradizo o “calentón”
por sus relaciones con mujeres, algunas comprometidas y otras
no. Nuestra Argentina permite el disenso, es un resguardo
constitucional, manifiéstense sin reservas aquello que ustedes
desean ¿Pero pueden hacerlo libremente o están atados a
ideologías extrañas que no se animan a expresar? Roca fue un
joven general que nunca estuvo a las órdenes de quienes no
fueran autoridades constitucionales, ni nunca lucho ni conspiró
contra gobiernos que no fueran los constitucionales, que ascendió
durante toda su carrera militar, en el campo de combate. Nadie le
regaló nada. Gran parte de su vida fue de sacrificio para mejorar
la nacionalidad argentina. ¿Ustedes no están de acuerdo? Es
plausible que lo expresen; también nosotros desde estas páginas
lo hemos hecho cuando no nos ha gustado su proceder. Hace a la
esencia de la democracia. Pero no tergiversen hechos de la
historia que ha sido comprobado por varias generaciones.
En realidad el general Roca merece su pedestal no tanto
por lo hecho en la Campaña del Desierto, que fue invalorable
para el despegue de nuestra Nación, sino por la transformación
del país que inició en conjunto con los gobiernos de Sarmiento y
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Avellaneda. Roca concluyó el tratado de límites con Chile, en
1881; desarrolló la instrucción pública; construyó escuelas;
organizó las Fuerzas Armadas; extendió los ferrocarriles. Le dio
jerarquía internacional a las relaciones exteriores, logró doctrinas
aplicables en todos los confines del mundo, como la Doctrina
Drago, o con la visita por primera vez en la historia del Brasil que
un mandatario haya salido de su territorio. Los inmigrantes
agricultores comenzaron a agruparse en colonias. Se estibaron
miles de bolsas de trigo en las estaciones.
El general Julio A. Roca no es un prócer de nuestra
transformación nacional porque sea de una determinada clase
social, porque si no estaríamos declarándonos clasistas, tal vez
como aquellos que lo denigran. Roca fue demasiado grande para
que los genuflexos de doctrinas extrañas le hagan mella con sus
críticas. Y si están encaramados en el gobierno de turno, pueden
resolver quitar nombres de calles y monumentos, pero lo que no
podrán hacer jamás será que los argentinos no lo consideren
como uno de los militares y gobernantes más grandes que nos dio
nuestra Nación. Esta es nuestra historia.

Rodolfo Sala

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CAPÍTULO I
La estirpe del general
“No tengo nada que vengar; no hay amarguras en mi vida pública;
vengo libre de animosidades y rencores; no voy a cavar abismos
entre mis conciudadanos, sino a presidir con la más alta
imparcialidad los destinos de mi Patria”.
MANUEL QUINTANA

I
Su abuelo

L AS CORRIENTES inmigratorias españolas en


busca de riquezas en el Virreinato de las
Provincias Unidas, incursionaron desde el Norte y
sus asentamientos más notorios se establecieron
en el Alto Perú, relegando al Sur a aquellas expediciones que se
aventuraron por el Río de la Plata. No obstante ese diferencial
económico, el puerto de Buenos Aires aparecía como la entrada
más cómoda y abierta a la navegación de América, por el Sud,
remontando sus ríos. Además era el primer paso hacia el Océano
Pacífico, por el cabo de Hornos, para llegar a los puertos
americanos en la costa oriental de la América del Sud.
Como la sociedad española fue la que se asentó y era de
corte netamente paternalista, seguiremos esa línea analizando la
estirpe del general. Así llegó a estas tierras, plena de
oportunidades, el Capitán del rey Pedro Roca, hijo de José Roca y
de doña Marina Vidiella, naturales de Tarragona. A don Pedro
Roca creemos que no le satisfizo Buenos Aires, o esperaba
nuevas aventuras, ya que continuó viaje hacia el Norte,
radicándose en San Miguel de Tucumán, que fuera fundada el 31
de mayo de 1565 por orden de su primer gobernador don
Francisco de Aguirre, originalmente ubicada en los campos de

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Ibatín, pero debido a la mala calidad del agua disponible, las
constantes inundaciones y las fiebres palúdicas, fue trasladada y
refundada en su actual emplazamiento, el 27 de septiembre de
1685 por el teniente Gobernador Miguel de Salas y Valdez,
cumpliendo órdenes del gobernador Fernando de Mendoza y
Mate de Luna, en el paraje hasta entonces denominado La Toma,
ubicada en la margen derecha del río Salí.
Se conservó el primer emplazamiento de los principales
edificios, para que los habitantes que se trasladaran de la ciudad
antigua, no extrañaran y se vieran desarraigados. Por eso se
mantuvo en igual disposición el Cabildo, la Iglesia Matriz y el
Convento de los Padres Jesuitas, luego reemplazado por los
franciscanos. Rápidamente muchos habitantes se trasladaron
desde Ibatín y la ciudad fue creciendo en los alrededores.
En 1776 el Tucumán pasó a formar parte del recién
creado virreinato del Río de la Plata. Hasta prácticamente 1814, el
Tucumán para los españoles cubría un extenso territorio de
setecientos mil kilómetros cuadrados, que abarcaba de Norte a
Sur los territorios y actuales provincias de Tarija, Jujuy, Salta,
Catamarca, la actual provincia de Tucumán, Santiago del Estero,
La Rioja, San Juan, Córdoba, San Luis y Mendoza. Al subdividirse
administrativamente el Virreinato del Río de la Plata, conforme a
la Real Ordenanza de Intendentes del 28 de enero de 1782, la
actual provincia de Tucumán quedó ubicada dentro de la
Gobernación Intendencia de San Miguel de Tucumán. La Real
Cédula del 5 de agosto de 1783, suprimió la Gobernación
Intendencia del Tucumán, con lo cual Tucumán junto con
Catamarca, Santiago del Estero, Jujuy, Salta y la Puna de
Atacama, pasó a integrar la nueva Gobernación Intendencia de
Salta del Tucumán, con sede gubernativa en la ciudad de Salta.
Mientras el resto del territorio formó la Gobernación Intendencia
de Córdoba del Tucumán que incluía a Córdoba, San Luis,
Mendoza, San Juan, La Rioja y pequeños sectores occidentales de
la actual provincia de Santa Fe.
Los aromas a menta y cedrón y los arroyos frescos que
bajaban de la montaña, a Tucumán le daban un especial encanto,
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y al viajero le denunciaban que se encontraba en un paraje
especial y atractivo. Tal vez el capitán del rey se enamoró de estos
paisajes en donde encontró a su prometida, doña María Antonia
Tejerina, hija de don Francisco Tejerina y de doña Catalina
Medina y Aráoz, por cuya razón estimamos que haya sido muy
bella por tratarse de una descendiente de las Aráoz,
tradicionalmente de bellezas muy singular, y que Pedro quedó
atrapado en tierras tucumanas con aromas a menta y cedrón a
merced de doña María Antonia.
Pedro Roca se inició en un pequeño negocio cuyas
utilidades le ayudaba a solventar el mantenimiento de su familia,
la cual se había engrosado con los nacimientos de sus hijos;
Pedro, Jacinto, Francisco, José Andrés, Segunda y José Segundo.
Una familia tan numerosa requería de nuevas actividades y así fue
como don Pedro se convirtió en importador de frutos de la
tierra, vinos y aguardientes, incrementando sus ingresos y su
participación social, como lo hacían otros comerciantes
prominentes; entre ellos los Aráoz, Garmendia y Alberdi.

II

Su padre
José Segundo Roca, fue quien más esplendor le dio al
apellido; su nacimiento fue inscripto en la Iglesia Matriz el día 31
de mayo de 1.800. Su madre, doña María Antonia, sobrellevó el
peso de la familia conduciéndola por el difícil camino de una
viuda joven. Su entereza moral y su religiosidad mantuvieron a la
familia dentro del núcleo social de una pequeña villa, pero con
lazos de parentesco muy arraigados.
Los Roca de esa época tenían una vida modesta, pero con
gran predisposición por el trabajo y las armas. Efectivamente, casi
todos los hermanos varones revistaban en el ejército. José
Segundo fue entre los hermanos quien mayor vocación y
actuación tuvo. Se lo encuentra participando en el Regimiento Nº
11 y desembarcando en Pisco bajo el comando del general
Álvarez de Arenales. Este jefe de los ejércitos libertadores que
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combatieron en el Perú, tenía órdenes de conducir a las fuerzas
adentrándose hacia la cordillera de los Andes persiguiendo a los
españoles, entre las que se ubicaba el Regimiento Nº 11.
Combatió en Pasco y en mérito a su actuación fue ascendido a
teniente y, más tarde, luego de Pichincha, a Sargento mayor,
conduciendo él mismo el parte de la victoria al general San
Martín. También Zepita fue escenario de sus luchas por la
independencia de las Américas. Más tarde fue Bolivar su jefe con
quien combatió en Junín. El jefe venezolano en 1825 lo designó
Sargento Mayor de Caballería del Ejército del Perú. La batalla
final de Ayacucho no lo pudo contar debido a una grave
enfermedad. Dando por finalizadas las campañas libertadoras en
América, cuando San Martín, después de aquella famosa carta del
29 de agosto de 1822, en donde el Protector le dice al venezolano
“…Desgraciadamente, yo estoy íntimamente convencido, o que
no ha creído sincero mi ofrecimiento de servir bajo sus órdenes
con las fuerzas de mi mando, o que mi persona le es
embarazosa”. Luego de servir con Bolivar, José Segundo Roca
retornó a la patria no sin antes haber establecido vínculos de
camaradería con Lavalle, Necochea, Arenales y otros.
Pero los tiempos del descanso aún no habían llegado para
José Segundo. La guerra con el Brasil lo convocó y fue ayudante
de campo del general Mansilla con quien combatió en Paso
Ombú. También estuvo ofreciendo su vida en el combate en
Ituzaingó, bajo las órdenes del general Carlos de Alvear.
Una cosa era combatir por la independencia o guerrear
con enemigos limítrofes, pero otra, muy diferente, era enfrentarse
entre hermanos. Pero el ya teniente coronel Roca era un militar y
debía obedecer órdenes; así fue que participó con el general Paz
en momentos en que las provincias se hallaban convulsionadas
guerreando por preeminencias lugareñas sin que hubiera ningún
proyecto de país. Luego que Lavalle, su antiguo camarada de
armas en las campañas libertadoras de la Sierra y Ecuador, le
pidió que fuera su edecán, no pudo evitar acceder y participar en
el combate de Puente de Márquez en donde la coalición de
Estanislao López y Rosas con 4.000 soldados y 3.000 indios
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derrotaran a Lavalle que contaba con apenas 1.000 hombres.
Roca no entendía de política, él era un soldado que se
subordinaba a sus jefes, pero no quería hacerlo en el terreno de la
política y solicitó regresar a su tierra.
Sin embargo, sabía que era un militar y que sus buenos
oficios serían requeridos por los bandos irreconciliables de
unitarios y federales (o federales no dispuestos al sometimiento).
De modo que el general Paz requirió de sus servicios, más tarde
Javier López, gobernador de Tucumán, luego el gobernador de
Salta, José Ignacio Gorriti, para terminar exiliado en Bolivia
después de que acompañara a Lamadrid y estuviera en el desastre
de La Ciudadela.
Cuando la conjura comandada por el ex gobernador Javier
López y su sobrino Ángel López contra el gobernador Alejandro
Heredia abortara, Roca y el comandante Balmaceda fueron
detenidos junto a ellos. A los López, al día siguiente, el
gobernador los mandó a fusilar, Balmaceda fue entregado al
gobernador de Santiago del Estero y al coronel José Segundo
Roca le salvó la vida la mediación del doctor Juan Bautista Paz,
quien era secretario de gobierno y amigo de Roca.
Juan Bautista Alberdi estuvo de visita unos años antes en
Tucumán, salvándole la vida a los López merced a su
intervención. Hace una pintura de las tragedias y rencillas que se
producían en las sociedades de esos tiempos. Decía Alberdi:
“…Durante varias semanas después de enterarme de la pérdida
de mi querido Manuel, pensé mucho en mis otros hermanos:
Felipe y Tránsito, en sus hijos, en la inestabilidad política que era
una constante de mi Tucumán y en la que siempre, durante mi
existencia juvenil, habían estado involucrados mis parientes.
Justamente en enero de 1836, mi benefactor, el gobernador
Alejandro Heredia, había fusilado a mi tío Javier López y a su
sobrino Ángel López, a quien yo había salvado del patíbulo
cuando estuve en Tucumán (en1834). Recordemos que el actual
tío fusilado por mi benefactor, había fusilado a mi otro tío
Bernabé Aráoz. Quien estudie alguna vez mi vida, se tome en
cuenta, que mi existencia, ausente de la Patria y escapando de
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 20 -
todo conflicto, tiene mucho que ver con este pasado preñado de
rencillas familiares y que terminaron con baños de sangre, que
nunca, mi padre y yo, deseábamos para el porvenir de nuestra
provincia y del país. Esta puede ser la síntesis de mi pasado
escapista de toda confrontación armada”
José Segundo estaba ansioso de abandonar la vida errante
del militar, siempre ausente de su familia, y quiso contribuir
pacíficamente al engrandecimiento de su provincia,
presentándose como candidato a diputado provincial en 1837.
Pero Bolivia tenía ambiciones de expansión territorial sobre
nuestras tierras y el coronel Roca fue convocado por Heredia
para defender las fuerzas nacionales. Vuelto de la campaña por
tierras bolivianas a poco de instalarse en Tucumán, los enemigos
de Heredia echaron la mirada sobre Roca, que lo veían federal
(sinónimo de rosista), ordenándole que se abstuviera de residir en
Tucumán. Sin que tuviera mérito alguno su foja de servicios, lo
mandaron exiliado de su patria chica con destino a Buenos Aires.
No obstante estos sinsabores, sobrevino la alegría que casi
siempre experimenta el casamiento; contrajo enlace con Agustina
Paz, hija del hombre que le salvó la vida cuando la conjura de los
López. Este acontecimiento ocurrió en 1836 o 1837 mientras
transcurría la guerra con Bolivia. La descendencia que produjo
esta unión sería de una trascendencia nacional como pocas en la
historia. Nacieron Alejandro, Ataliva, Celedonio, Agustín, más
tarde y precisamente el 17 de julio de 1843 llegó a este mundo en
el Vizcacheral, Alejo Julio Argentino, luego completaron la
familia, Marcos, Rudecindo y Agustina, la única mujer.
Los años que vendrían serían de mayor tranquilidad para
la familia Roca, pero Tucumán pasaría por momentos de zozobra
institucional cuando Alejandro Heredia fuera asesinado y se
hicieran dueños de la situación política un grupo denominado
unitario, pero que, con más propiedad, debería denominarse
antirosista. Los comentarios referidos a la participación de Marco
Avellaneda en el asesinato de Alejandro Heredia cayeron muy mal
en muchos amigos de ambos. La causa de la sospecha que Marco
Avellaneda participó en la conjura, radicó en que el crimen
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 21 -
cometido por una partida de militares comandados por el coronel
Gabino Robles, el 12 de noviembre de 1838 en Lules, cuando el
gobernador se dirigía a su estancia “Las Arcadias”, un integrante,
el teniente José Casas, montaba un zaino prestado por
Avellaneda. Aparentemente Robles arrastraba un marcado
encono hacia el gobernador tucumano. Según se dijo, el coronel
vengaba una afrenta recibida del general. Uno de esos amigos
comunes era Juan Bautista Alberdi, quien había dicho:
“…sabiendo mi relación con Heredia y con Marco, alguno de mis
parientes tucumanos, al menos, me hubiera insinuado algún
comentario. Pero nada de ello ha ocurrido. Además hay que
considerar que el gobernador tenía resquemores con Rosas. El
propio gobernador de Buenos Aires le había reclamado sus
relaciones con los unitarios y su poco apego a la mención de la
terminología federal, al punto que en una carta le dice: «…Hago a
usted esta indicación porque noto que en sus oficios y proclamas
no resuena tanto como es preciso la voz y Causa Santa de la
Federación, y que por ejemplo al decir todo argentino, los buenos
argentinos, todo patriota, los buenos patriotas, no dice usted todo
Argentino Federal, los buenos Argentinos Federales, todo
Patriota Federal, los buenos Patriotas Federales, sobre lo que se
yo que se fija mucho la atención por Federales y unitarios, aquí y
en casi todas las provincias de la República, porque aquellos no
tienen por buen argentino, ni por buen patriota, como no deben
tenerlo, al que hoy día no es Federal, y éstos para encubrirse de
que son unitarios, y haciendo desprecio de la clasificación de
Federal, usan de esas voces desnudas, buen argentino, buen
patriota, las que por lo mismo si antes tenían entre nosotros una
significación noble, hoy la tiene muy ambigua y sospechosa». La
Sala de Representantes de Tucumán se limitó a informarle a Juan
Manuel de Rosas que el asesinato era producto de una conjura del
general Santa Cruz”.
III
La cruel situación política de los 40
La década del 40 encontró al Norte en un desencuentro
fatal para los pueblos que quisieron alzar sus voces en contra del
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 22 -
centralismo porteño encarnado en el gobernador de Buenos Aires
Juan Manuel de Rosas. El 24 de agosto de 1840, Tucumán, Salta,
Catamarca, La Rioja y Jujuy formaron la Coalición del Norte, para
hacer oír sus voces, o su metralla, sublevándose ante el desigual
tratamiento que el puerto de Buenos Aires observaba contra las
provincias.
Este proceso que se iniciaba es el de mayor crueldad que
se produjo desde las guerras finales de la independencia hasta el
advenimiento de la organización nacional, luego de Caseros.
Las armas que Rosas había mandado a Heredia para
luchar en la guerra contra Bolivia, el caudillo bonaerense quería
recuperarlas antes que fueran utilizadas contra sí, y para ello
envió, inexplicablemente, a Aráoz de Lamadrid para rescatarlas.
Lamadrid era un unitario exiliado en Bolivia en donde estuvo
varios años, pero tras una breve estadía en Montevideo, Rosas lo
llamó para que se uniera a sus ejércitos, actitud que tomó
Lamadrid y, además, aceptó la misión que le encargara el
Restaurador. Queda sin explicación histórica la razón por la cual
Juan Manuel de Rosas convoca a Lamadrid, éste acepta y además
consiente en trasladarse a Tucumán para rescatar las armas. El
general Lamadrid al llegar a su tierra pacta con Marco Avellaneda
su ingreso a la Coalición del Norte. Retorna a su condición de
componente del unitarismo, en donde se lo designa comandante
de las fuerzas provinciales, a cuya gesta se le unió el general Juan
Galo de Lavalle.
La falta de coordinación y la ausencia de un comando
centralizado de las fuerzas rebeldes, aunque la hubo como un
formalismo en la persona de Tomás Brizuela, gobernador de La
Rioja, la pagarían muy caro. En efecto, hubo desacuerdos entre
Lavalle y Lamadrid por falta de coordinación y comunicación.
En Santiago del Estero hubo una sublevación en contra
del gobernador Ibarra, mata a quien se lo impide en el intento
pero resulta que uno de ellos era el hermano del gobernador.
Felipe Ibarra juró venganza lo cual sucedió a los pocos días
dando muerte con crueldad a los unitarios.

Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 23 -


Los coaligados deberían haberse hecho fuertes uniéndose
las distintas fuerzas con que contaban, sin embargo, dieron
batallas separadamente. Lamadrid entró a Córdoba pero el
gobernador Manuel López se había ido hacia el Sur al encuentro
de Lavalle. El gobernador de Salta, Manuel Solá entró en Santiago
del Estero, pero Ibarra no le dio lucha y se retiró.
Mientras tanto, se había levantado el bloqueo francés, con
la firma del tratado Mackau-Arana, permitiendo a Juan Manuel de
Rosas disponer de mayores fuerzas que se unieron al uruguayo
Manuel Oribe, designado por Rosas como comandante en jefe de
las fuerzas bonaerenses.
Lavalle y Lamadrid estaban preparados para invadir
Buenos Aires pero posicionados en distintos lugares; les restaba
unirse en Córdoba para derrotar a López. Pero ahora las fuerzas
federales eran más fuertes y los unitarios se encontraban
separados. La idea de Lavalle era retirarse desde Santa Fe hacia
Córdoba para acercarse a Lamadrid, pero Oribe lo persiguió, le
hizo la marcha más lenta y cuando llegó a Quebracho Herrado,
Lamadrid ya no estaba. El ex gobernador unitario de Buenos
Aires decidió dar batalla pero el uruguayo Oribe y Ángel Pacheco
lo vencieron sin atenuantes el 28 de noviembre de 1840. Lavalle
se retiró a Córdoba donde se encontró con Lamadrid. En esta
reunión de recriminaciones mutuas por los desencuentros,
convinieron que Lamadrid volvería a Tucumán y Lavalle
intentaría una campaña en Cuyo. Para este nuevo movimiento de
tropas Lavalle envió una división a Cuyo con sus mejores oficiales
al mando del coronel José María Vilella. Luego que éste fuera
vencido por Pacheco en la batalla de San Cala, Lavalle se dirigió a
La Rioja solicitó refuerzos a Brizuela y le exigió el mando de las
fuerzas. El gobernador no accedió y Lavalle se dirigió a Famatina.
Mientras tanto Aldao se internó en La Rioja ocupó la
capital y avanzó hacia el Norte. Oribe también entró en La Rioja.
Finalmente Brizuela se enfrentó a los gobernadores federales de
Mendoza y San Juan, José Félix de Aldao y Nazario Benavidez.
Poco después Brizuela fue derrotado por Nazario Benavidez en la
batalla de Sañogasta, y muerto por un jefe de su propia fuerza.
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 24 -
Lamadrid que estuvo reforzando su ejército en Tucumán
se encontró con Lavalle en Catamarca y decidieron dividirse:
Lamadrid dejó un ejército en Tucumán a la espera de Oribe y se
dirigió hacia Cuyo. Una vez más, en esta acción, se mostró la falta
de un conductor, porque Lamadrid, que nunca había estado en
Cuyo, allí se dirigió, y Lavalle, que tenía conocimientos en Cuyo,
en Tucumán era un ilustre desconocido.
El general Mariano Acha, avanzada del ejército de
Lamadrid, llegó hasta las cercanías de San Juan dispersó a las
fuerzas de Benavidez y el 16 de agosto de 1841 derrotó a las
fuerzas de Aldao y del gobernador sanjuanino Brizuela en la
batalla de Angaco, quizá la más cruel y sangrienta de las batallas
civiles. Acha tomó la capital de San Juan pero estaba destrozado,
a tal punto que Benavidez lo atacó y luego de una defensa heroica
fue derrotado y más tarde fusilado por Aldao.
Lamadrid llegó a los pocos días a San Juan y la encontró
abandonada, continuó viaje hacia Mendoza en donde se proclamó
gobernador e hizo gala de la crueldad imperante en estas
campañas al fusilar a los opositores.
Salió al encuentro de Aldao, pero a éste se le había unido
el general Pacheco quien detentaba la jefatura de los ejércitos de
Aldao y Benavidez. El eficiente general federal, en la batalla del
Arroyo del Medio, el 24 de septiembre de 1841, le infirió a
Lamadrid una dolorosa derrota y lo eliminó de la contienda en la
Coalición del Norte. Los restos de las fuerzas junto a su jefe,
Aráoz de Lamadrid, huyeron a través de la cordillera de los Andes
hacia Chile. Es de destacar que el montonero Ángel Vicente
Peñaloza, conocido como El Chacho, apoyó la campaña de
Lavalle y acompañó a su antiguo enemigo Lamadrid,
combatiendo a su lado, lo cual prueba que el Chacho peleaba
contra quien representara el centralismo de Buenos Aires.
Los federales ya tenían una fuerza homogénea y
numerosa, ya que se reunieron en Santiago del Estero, Oribe,
Maza, Lagos, además de refuerzos venidos desde el litoral
comandados por el general Eugenio Garzón.

Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 25 -


Lavalle y Avellaneda con ejércitos diezmados, decidieron
esperar a las fuerzas federales a orillas del río Famaillá, a unos
cuarenta kilómetros al sur de la capital de Tucumán, el 19 de
septiembre de 1841. Luego de establecerse un equilibrio en la
batalla, poco a poco se definió a favor de Oribe, en donde obtuvo
un triunfo definitivo en la guerra por el predominio rosista en el
Norte del país, dando fin a la rebelión Coalicionista. Lavalle huyó
hacia el Norte con apenas doscientos hombres, y Avellaneda,
huyó con rumbo a Jujuy, pero en la Estancia La Alemania, fue
traicionado por Gregorio Sandoval, hecho prisionero y degollado
por la nuca por el coronel Mariano Maza en Metán. Su cabeza
estuvo por largo tiempo en una pica en la plaza Independencia de
san Miguel de Tucumán, por cuya razón fue apodado como “el
mártir de Metán”.
El destino del general Lavalle, descendiente directo de
Hernán Cortes por su abuela paterna, no fue menos desgraciado,
porque huido a Jujuy se hallaba muy enfermo, una partida dio
con la casa disparó contra su puerta; una bala la atravesó e hirió al
general de tanta gravedad, que a las pocas horas, el 9 de octubre
de 1841, murió. La búsqueda de los federales de los restos
mortales de Lavalle fue infructuosa, porque los camaradas de
armas decidieron que nunca tendrían su cabeza, que huyeron
desesperadamente hacia Bolivia con el cuerpo del general, que ya
no aguantaba por su podredumbre. Así es que el coronel
Alejandro Danel, militar francés que luchara junto a Napoleón
Bonaparte en Waterloo, y el general Juan Esteban Pedernera,
futuro vicepresidente de la República, a orillas de un arroyo en
Huacaleras, descarnaron al general para preservar sus huesos y su
cabeza, y el corazón, según se dice, lo conservaba el sargento
Aparicio Sosa en un tachito con aguardiente. Las partes blandas
fueron enterradas en una bolsa de cuero en la Capilla de la
Inmaculada Concepción. Su destino final sería Potosí.
Acallados los ruidos de la guerra, en 1842 José Segundo
Roca volvió de su destierro.
IV
El retorno de José Segundo en 1842
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 26 -
La provincia de Tucumán había quedado diezmada,
también las provincias vecinas, por la insensatez de quienes
quisieron erigirse en amos y señores de las vidas y pertenencias de
los ciudadanos al creer que todos los acuerdos regionales y
nacionales debían ser resueltos por la vía del terror y de la fuerza.
Esa manera de resolver los conflictos políticos han sido la
herencia de desencuentros que los argentinos hemos padecido a
través de nuestra historia y hasta los días presentes. No es menor
la herencia hispana individualista que subordina los intereses de
los terceros a la preeminencia de las personas que detentaban el
poder. Los tiranos ejercían el gobierno y los intelectuales, con
ideas liberales, se limitaban a protestar en un plano esencialmente
ideológico. De modo que aquellos, que ejercían la suma del poder
público, disponían de la libertad de cada individuo sin tomar en
cuenta que gobernaban en nombre de individuos libres dispuesto
a ejercer también ese derecho. Desde los templos del poder, en
esos tiempos, esas ideas no se concibieron; la influencia de las
ideas de la Revolución Francesa, que tanto efecto tuvieron en el
país del Norte, en nuestro país recién tuvo influencia en la
concepción de la Carta Magna en 1853, aunque los rasgos
totalitarios afloraron a lo largo de nuestra historia.
Como decíamos, José Segundo llegó en 1842 de su
destierro y encontró a su Tucumán con heridas muy profundas
en todo el seno de la sociedad. No había familia que no tuviera
que sufrir la pérdida de vidas íntimas o propiedades.
La vida tranquila en familia lo llevó a continuar con sus
servicios a la provincia en donde aceptó la candidatura de
diputado por el departamento de Buruyacu. Sin embargo, las
labores legislativas no iban con un hombre de acción como era él,
de modo que retornó a su actividad militar, se trasladó por breves
períodos a Buenos Aires y algunas provincias vecinas. Más tarde,
cuando era gobernador Celedonio “Peludo” Gutiérrez, instalado
por Oribe, un personaje dócil mientras no se le hostigara fue
depuesto luego de la caída de Rosas; intentó recuperar el
gobierno con tropas santiagueñas, pero José Segundo Roca lo
enfrentó en dos oportunidades y lo venció.
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V

La familia materna de los Paz


Hasta ahora nos hemos dedicado a escribir sobre la
familia paterna de los Roca, como habíamos presumido de
hacerlo al principio del estudio de la genealogía, pero no menos
importante fue la actuación de su abuelo, Juan Bautista Paz, y de
su tío, Marcos Paz, indudablemente de mayor vuelo intelectual
que la familia Roca.
La madre de Julio Argentino Roca, Agustina Paz, nació en
Tucumán en 1810, hija de Juan Bautista Paz y Plácida Mariño.
Murió en 1855.
Su abuelo materno, había nacido en San Miguel de
Tucumán en el año 1772, estudio derecho en la Universidad de
Chuquisaca y se doctoró en el año 1.800. Si recorremos su
actuación concluimos que fue un personaje contemporizador y
que los cargos que ocupó fueron basados en sus conocimientos
de la jurisprudencia que puso al servicio de los distintos
gobiernos, sin mezclarse en las facciones políticas. Luego de su
paso por la Audiencia en Buenos Aires, adhirió fervientemente a
la Revolución de Mayo y ocupó en Tucumán cargos en el Cabildo
local. En el gobierno de Bernabé Aráoz fue teniente de
Gobernador y en 1819, diputado en el Congreso Nacional. De
regreso en Tucumán fue ministro del gobernador Aráoz y
redactor de la Constitución de la República de Tucumán.
Derrotado Aráoz por Javier López, fue funcionario de éste y más
tarde, ministro del general Gregorio Aráoz de Lamadrid. Votó la
constitución unitaria de 1826 en calidad de diputado del
Congreso Nacional. No era partidario de las autonomías
provinciales porque veía, desde su espacio interior, la anarquía
que en ellas reinaba, por lo cual adhirió al gobierno de Rivadavia.
Cuando era ministro de Javier López, fue gobernador delegado,
luego de largas ausencias del titular. Alejandro Heredia, nuevo
gobernador, lo nombró ministro de gobierno y, por la ausencia
del gobernador en campañas militares, también fue gobernador
delegado. Ya hemos comentado que en una revolución
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 28 -
encabezada por Javier López y como castigo fuera fusilado, Juan
Bautista Paz salvó la vida de José Segundo Roca, por su amistad y
el noviazgo con su hija Agustina. Cuando Alejandro Heredia
fuera encomendado por Rosas jefe de las fuerzas en la guerra con
Bolivia, durante casi un año gobernó la provincia el doctor Juan
B. Paz. Pero más tarde asumió Piedrabuena y el gobierno quedó a
cargo de Marco Avellaneda, por su falta de juventud quedó al
margen del gobierno, por cuya razón se dedicó a las plantaciones
de caña de azúcar. Más tarde en 1844, falleció.
VI
La infancia y adolescencia
Los relatos épicos de José Segundo durante los años
apacibles que pasó en su provincia impactaban en la formación
de sus hijos, especialmente en Julio Argentino (“Julio por ser el
mes glorioso y Argentino porque confío en que sea como su
padre, un fiel servidor de la patria.”). No fue menos instructiva en
la mente del niño la influencia de su abuelo y tío maternos, de
cuyas bibliotecas pudo extraer lectura clásica y liberal. La escuela
a que concurría, el Colegio de San Francisco, como casi todos los
niños de la ciudad, tenía reglamentos estrictos que los alumnos
cumplían con esmero. No se podía infligir castigos corporales,
pero sus códigos estrictos a cumplir, tanto durante la mañana
como por la tarde, formaban a los alumnos con una buena
educación.
Al fallecer su madre en 1855, Julio tenía apenas once
años, y su padre, tal como se estilaba en la época, debió repartir
los hijos para que no sufrieran el desamparo materno y la falta de
atención. Los dos mayores, Alejandro y Ataliva fueron enviados a
Buenos Aires, a la casa de la tía Segunda Roca, los tres que
seguían: Celedonio, Agustín y Julio, fueron al Colegio de
Concepción del Uruguay, y el lote restante: Marcos, Rudecindo y
Agustina, se quedaron en Tucumán en casa de la familia de los
Paz. Las familias en esos tiempos eran muy solidarias, sobre todo
cuando se trataba de parientes.
Su padre fue reconocido por el gobierno argentino con
sede en Paraná, a quien se le permitió colocar a tres de sus hijos
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 29 -
en el Colegio de Concepción del Uruguay, que estaba catalogado
como el mejor del país. La planta estudiantil estaba compuesta
con la mayoría de entrerrianos y, el resto, de distintos puntos del
país federal, con un acentuado sentimiento casi devoto por
Urquiza. Durante su educación tuvo de compañeros a Victorino
de la Plaza, con quien hizo una gran amistad, Olegario Andrade,
Wenceslao Pacheco, Isaac Chavarría, Onésimo Leguizamón,
Francisco Barroetaveña, Eduardo Wilde, entre otros3.

3
Colegio Superior del Uruguay “Justo José de Urquiza”, creado por el caudillo
entrerriano el 28 de julio de 1849; primero en el país de carácter laico. Posee un
histórico edificio habilitado en 1851 y, en 1942, fue declarado “Monumento Histórico
Nacional”. En ocasión de cumplir el 150º aniversario, en 1999, se le efectuaron
reformas habilitando el Museo Histórico del Colegio. Este colegio, desde muchos años
atrás su fama había trascendido los límites de la provincia. También pasaron por sus
aulas el presidente Arturo Frondizi y sus hermanos Oreste y Silvio, este último, en la
década de 1970, masacrado cruelmente por la guerrilla a balazos y luego atado con
alambre púas; el vicepresidente J. Hortensio Quijano, Benigno Ferreyra, presidente el
Paraguay, el ministro de Educación de Frondizi, Luis R. Mac Kay, el poeta Olegario V.
Andrade, Osvaldo Magnasco, Arturo Sampay, Felipe Texier, gobernador de Entre Ríos

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CAPÍTULO II

El Colegio del Uruguay

“Este Colegio estaba destinado a formar los hombres que en los


años venideros ocuparían los cuadros directivos de la conducción
nacional”
AURORA MÓNICA SÁNCHEZ

C UANDO URQUIZA gobernaba la Confederación


convirtió al Colegio en internado, con un cuerpo
de profesores de alta calidad. Su primer director
fue Lorenzo Jordana y luego de nombrar a su sucesor a Manuel
María Erausquin, Urquiza solicitó los servicios del doctor
Alberto Larroque. El nuevo director estableció un rígido sistema
de enseñanza por el cual los alumnos debían iniciar las tareas a las
cinco y media de la mañana para terminar a las nueve de la noche,
cuyo lapso se distribuía para asistencia a clases, estudio, recreos,
rezos y alimentación. El hecho de tener carácter de internado
posibilitaba que alumnos destacados de distintas partes del país
pudieran gozar de la excelencia de la educación. En realidad,
Urquiza se adelantó a los tiempos de Sarmiento porque estableció
tres principios básicos para el alumnado: gratuidad, obligatoriedad
y popularidad. Tampoco estableció localismos ni regionalismos,
sino que abrió la institución para todos los argentinos y aún
extranjeros, como lo fue el futuro presidente del Paraguay,
Benigno Ferreyra. El Colegio se hacía cargo de alimentación,
vestido, alojamiento, útiles y asistencia médica. Ante el Colegio
todos los alumnos eran iguales, desde la óptica de la condición
humana del individuo como tal.
La creación de esta institución avizoraba ya una gran
transformación del país, fundamentalmente en la concepción de
la educación, de la libertad y del fortalecimiento del sistema
republicano. Muchos profesores eran de origen francés, que ante

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el advenimiento de Napoleón III y el fracaso de la república,
traían esas ideas que estaban latentes en los políticos e
intelectuales argentinos que volcaron en la redacción de la
Constitución en 1853. El Colegio escapó a todos los modelos
que se intentaron en nuestro medio, porque no hay ejemplos en
toda la historia argentina de establecimientos que hayan surgido y
cumplido con los propósitos que el fundador tuvo como meta.
El monumental edificio que se construyó con sobrada
capacidad para una población local de tres a cinco mil habitantes,
es una prueba elocuente que los planes educacionales que se
concibieron eran abiertos para todos en el resto del país. Era
como una suerte de atractivo para los estudiantes y padres de
ellos, que querían para sus hijos un nivel superior y, al mismo
tiempo, para que se fundaran en otras partes del territorio
instituciones semejantes.
La exigencia era tan extrema que para los exámenes, la
conformación de las mesas estaba regida por un decreto del
ministro de Educación en donde se establecían los profesores y
los turnos. Julio Argentino había ingresado en 1856 y en las listas
de 1857 figuraba con un “sobresaliente por unanimidad” en las
materias de gramática, aritmética, castellano, geografía y latín,
calificación que se hizo acreedor en los años siguientes.
No queremos dejar este estadio de la vida de Roca sin
volver a mencionar a messie Larroque, que había nacido en
Francia en 1819 y había recalado en Buenos Aires en 1841, luego
de una breve estada en Montevideo. Mientras gobernaba Rosas
fue cofundador del Colegio Republicano Federal y al caer el
gobernador bonaerense se instaló en Montevideo donde fundó
otro centro de estudios, también dictó en la Universidad en la
cátedra de Derecho. Más tarde fue llamado por Urquiza para
dirigir el Colegio del Uruguay. Alberto Larroque fue a este
colegio, como Amadeo Jacques, otro educador francés, para el
Colegio Nacional Buenos Aires.
Si cuando Urquiza fundó el Colegio uno de los objetivos
consistía en dar educación a los hijos de miles de guerreros que
habían ofrendado sus servicios y aún sus vidas al país, el ingreso
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 32 -
de Julio Argentino Roca al establecimiento era la síntesis de ese
legado a la Nación, como el general entrerriano lo manifestara en
su mensaje al Congreso referente a la fundación del Colegio, el 13
de agosto de 1855.
Consecuente con el objetivo formulado por su fundador,
el rector Larroque propuso crear una Sección Militar, en donde se
formaran los futuros oficiales sobre la base científica de la
instrucción militar, dependiente del Ministerio de la Guerra y
Marina. Nunca hubo en estas provincias ninguna institución que
se le pareciese. Los oficiales y soldados se formaban en la
experiencia de los cuarteles y los campos de batalla, e iban sido
ascendidos sin un escalafón y de acuerdo a los merecimientos
personales que el jefe de turno lo considerase. Esta nueva sección
del Colegio quedó a cargo del coronel Nicolás Miguel Fontes,
quien era un militar que estaría en la guerra al Paraguay, pero que
su especialidad era la administración y los estados contables. El
nuevo profesor quedó encargado de la redacción de los planes de
estudio. Este hecho significativo puede considerarse como un
antecedente del Colegio que creara Sarmiento en esta disciplina.
Julio A. Roca no dudó en cambiar los estudios para
pasarse a la Academia Militar, especialidad que en realidad
conformaba sus aspiraciones. Se introdujo en la literatura y el
estudio de las grandes batallas de la historia y, según sus propias
reflexiones, le ayudaron cuando debió comandar ejércitos y
planear encuentros bélicos. El Colegio formó con los alumnos un
batallón cuyo cometido era darle una guardia de honor al
presidente de la Confederación. En 1857 decía el rector Larroque
que la creación de la Academia: “…tiene por objeto el
mantenimiento del orden y la paz, así como la integridad e
independencia nacional”.
En los internados de esos tiempos la camaradería era un
valor primordial y Roca poseía un don especial en esa práctica.
Tenía dos amigos inseparables, que fueron Isaac Chavarría y
Olegario Ojeda, pero al mismo tiempo le unía un gran afecto a
Eduardo Wilde, cuya tía tucumana, Fortunata, había sido quien
valientemente sacara la cabeza de Marco Avellaneda de la pica en
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la que había sido puesta por los federales, para escarmiento. Otro
condiscípulo a quien tenía un gran aprecio era Victorino de la
Plaza, de cuna muy humilde. Este salteño sufrió una decorosa
pobreza cuando era pequeño, al vender en la plaza empanadas
que la madre cocinaba para sustentarse. Pero el paso del tiempo
convirtió ese estigma en un emblema de pureza, honradez y
virtud que lo distinguía. Era de impenetrable personalidad; en su
adultez, le valió el mote de “Doctor Confucio”, porque no se
sabía qué pensaba y hablaba con los ojos entrecerrados. Roca
decía que tenía una gran capacidad y que a él lo socorrió cuando
andaba flojo en alguna materia.
En el futuro disfrutó de la amistad y camaradería de
tantos amigos que cosechó en esos años, en que el alma está
limpia; sin contaminaciones de poder ni de riquezas, ni de ansias
de ostentar, ni de apetencias materiales.

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CAPÍTULO III

Su iniciación militar

“…que la actitud separatista de Buenos Aires se debía a problemas


circunstanciales de hombres y no a una conveniencia efectiva de
estado”
JUAN BAUTISTA ALBERDI

S IN HABER FINALIZADO los estudios en la


Academia Militar, Julio Argentino, que apenas tenía
quince años, solicitó su incorporación al Ejército de
la Confederación Argentina; el 1º de marzo recibió el despacho
que lo nombraba subteniente de artillería, luego, el 20 de marzo
de 1858, fue la fecha en que logró que la institución militar lo
aceptara, con goce de sueldo, pese al desacuerdo del rector
Larroque que se oponía por su corta edad. Día de gloria para el
adolecente que veía cumplido sus aspiraciones, y por qué no
decirlo, también el de su padre, que veía reflejado en sus sueños
una preparación académica como él hubiera querido también para
sí. A propósito, su padre, José Segundo Roca, referido al
bautismo de fuego de su hijo en la batalla de Cepeda, el 23 de

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octubre de 1859, le escribió al general Urquiza: 4 “Me es muy
satisfactorio que mi querido hijo, Julio Argentino, haya
acompañado a V.E. en su gloriosa campaña de integridad
nacional y me será tanto más que en el bautismo de fuego haya
correspondido al patriótico nombre que lleva.” Y decía muy bien
José Segundo, cuando menciona la “campaña de integridad
nacional” llevada a cabo por Urquiza, porque ese enfrentamiento
entre porteños y federales tuvo en realidad una causa aparente y
una consecuencia integradora. La causa fue el enojo que le dio a
Urquiza el asesinato del gobernador de San Juan, Nazario
Benavídez, muy festejado por los gobernantes y prensa porteños.
La reacción de Urquiza fue intervenir la provincia de San Juan,
decisión que enfureció a los porteños, especialmente a Valentín
Alsina y Bartolomé Mitre. En realidad a Buenos Aires no le atañía
porque no eran parte de la Confederación Argentina y ellos
mismos se habían segregado. Hubo varios intentos de
conciliación por parte de Urquiza pero los sucesivos gobiernos
porteños se negaron a aceptar condiciones que no fueran las que
ella proponía; el presidente de la Confederación mantuvo una
política de seducción, al intentar convencer a los porteños de
negociar su incorporación.
El Congreso Nacional de Paraná había dictado una ley en
la que compelía a Buenos Aires a integrarse a la Confederación
por cualquier medio que fuese necesario, no sólo para incorporar
esa parte del suelo argentino, sino que los derechos de aduana era
muy injusto que los explotara únicamente el puerto de Buenos
Aires. Por su parte, la Legislatura bonaerense decidió repeler
cualquier agresión y designó al general Bartolomé Mitre como
comandante de las fuerzas. La consecuencia integradora
comenzaba a efectivizarse.
Pedernera marchará con 600 hombres al mando y los
jefes de los contingentes fueron Juan Saá y Antonio Ignacio
Quiroga, para engrosar las fuerzas de Urquiza. El encuentro con

4En realidad su primera acción bélica fue en Rosario, antes de Cepeda, cuando la flota
porteña cañoneó al puerto y él, junto a la Brigada de Artillería, repelió el ataque
haciendo fuego.
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el ejército de Buenos Aires se produjo en la cañada de Cepeda
con el triunfo de la Confederación. La primera condición de los
vencedores fue la renuncia del gobernador de Buenos Aires, don
Valentín Alsina, luego de lo cual se iniciaron las negociaciones
donde Buenos Aires nombró sus representantes a los doctores
Tejedor y Pena, por su parte la Confederación, a los generales
Pedernera, Tomás Guido y el doctor Aráoz. Urquiza comete un
error fundamental para los hechos futuros, que fue no desarmar a
Buenos Aires y así evitar la amenaza latente en cualquier sedición.
Se declaró a Buenos Aires parte integrante de la
Confederación y se pactó formar una convención que revisaría la
Constitución –ya que en la Asamblea Constituyente Buenos Aires
no participó por propia decisión- y propondría las reformas
requeridas por Buenos Aires. Tras la mediación del hijo de
presidente paraguayo y futuro presidente también, Francisco
Solano López, finalmente se firmó el Pacto de San José de Flores
o de Unión Nacional, ad referendum de una convención nacional,
que resolvería si serían aceptadas o no por las partes.
Durante el mes de noviembre de 1859 se realizaron las
elecciones para designar los nuevos mandatarios nacionales.
Santiago Derqui obtuvo para ocupar el cargo de presidente
setenta y dos votos, quien se había desempeñado como ministro
de Justicia, Culto e Instrucción Pública durante el gobierno de
Urquiza. Derqui era abogado nacido en la provincia de Córdoba.
Y para vicepresidente, la Asamblea Legislativa eligió al general
Juan Esteban Pedernera, con cincuenta y cinco votos sobre
cuarenta y nueve de Marcos Paz; los nuevos mandatarios
asumieron en marzo de 1860.
Julio A. Roca al quedar integrado al ejército, sin perjuicio
de continuar con sus estudios, se incorporó como agregado a la
Brigada de Artillería “7 de Octubre” Nº 1 de Línea, comandado
por el coronel Simón Santa Cruz. El 20 de septiembre de igual
año ascendió a teniente 2º.
Las sensaciones que Julio Argentino tuvo en esta, su
primera campaña para enfrentar a las fuerzas bonaerenses en
Cepeda, fueron totalmente distintas a las que sintiera en otras
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 37 -
oportunidades en que estuviese en las vísperas de un
enfrentamiento armado. No tenía temores. Todo era descubrir
nuevas sensaciones: como sentirse prematuramente respetado
cuando los soldados se le cuadraban, aún viejos, ante él, que era
sólo un mocoso con alguna jineta más. La camaradería era otra
sensación inigualable que sintió, donde todos tenían un
sentimiento común: la ayuda al compañero, antes que salvar su
propia vida o entregarle el alimento o el agua al compañero antes
que guardársela para sí. El sentido del obedecimiento sin matices
hacia el superior que ordenaba, era otra sensación que formaría el
carácter de aquel jovencito que tomaba las armas para pelear, y no
como una mera instrucción. Todas esas sensaciones Julio la
experimentaría en esta batalla. Todo lo que viniera después serían
nuevas experiencias de lo ya conocido.
Luego que experimentara las contradicciones de la belleza
de la batalla, donde las fuerzas de Mitre aún vencidas se
replegaban en orden, y la jerarquía de Urquiza, que no
aprovechaba de la derrota de su oponente para rematarlo, contra
la escena dantesca del final de la batalla, en donde los cuerpos
heridos, mutilados y muertos se desparramaban por el campo; el
hedor de la muerte y de las tripas abiertas, componían un
contrasentido, que expone al soldado si servirá para jactarse de tal
o si no podrá aguantar esa duplicidad de sensaciones: la belleza y
el horror.
Con el grado de teniente 2º se reintegró al Colegio para
terminar sus estudios y, en 1861, en carta que escribiera a su
padre, le informó sobre la calidad de los estudios de sus
hermanos, Agustín y Celedonio, y de las notas sobresalientes que
él mismo había obtenido en varias materias.
II
Buenos Aires se había integrado a la Confederación pero
no era más que un formulismo sellado por el Pacto de San José
de Flores. Los porteños y los confederados incluyeron en las
cláusulas del Pacto la federalización de la ciudad de Buenos Aires,
cuyos edificios pertenecerían a la provincia excepto el de la
Aduna, que pasaba a ser propiedad de la Nación. Esta cuestión de
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 38 -
la federalización se declaraba pero no se sentía. Ni Buenos Aires
estaba dispuesto a estar en un segundo plano, ni Paraná era una
ciudad preparada para albergar una capital. Juan Bautista Alberdi
al visitar las distintas metrópolis, le pedía a Juan María Gutiérrez
que Paraná debía prepararse para albergar a las distintas
delegaciones extranjeras, aunque él mismo consideraba que la
capital debía ser Buenos Aires. Pero lo que realmente estaba en
juego era el dominio de la aduana portuaria o, al menos, la
atenuación del usufrutuo total por parte de Buenos Aires. Que sin
ella, el interior no podía subsistir y Buenos Aires no quería
cederla. Mientras tanto Alberdi, en su carácter de ministro
plenipotenciario de la Confederación, les aseguraba a los grandes
países sobre la libre navegabilidad de los ríos y que Buenos Aires
no debía impedirlo. Alberdi decía: “En este tránsito de mi gestión
debía agudizar el ingenio utilizando argumentos políticos de peso y
tenía que sufrir la angustia de la toma de decisiones de terceros
países, que me dieran el aval del reconocimiento de nuestra
independencia y de nuestro gobierno, y de la libre navegabilidad de
los ríos”. En Inglaterra, a Lord Williams Clarendon, que era
Secretario de Relaciones Exteriores y que había sido embajador
en España, por lo cual hablaba un fluido castellano, Alberdi
relataba: “Le explique las cuestiones de la libre navegabilidad de los
afluentes del Río de la Plata y le hice entrega del Memorándum que
había preparado en el viaje (de Estados Unidos) hacia Inglaterra.
Le hice ver que inexorablemente Buenos Aires tenía que ceder a su
posición segregacionista y anexarse al gobierno de Paraná porque
era una provincia más y siempre lo había sido. Que la actitud
separatista de Buenos Aires se debía a problemas circunstanciales
de hombres y no a una conveniencia efectiva de estado”.
Era indudable que Urquiza quería, por todos los medios,
consensuar con Buenos Aires, con la finalidad de que integrara el
congreso constituyente y pudiera ser sede del nuevo gobierno que
se elegiría con posterioridad a la proclamación de la Constitución,
pero Buenos Aires seguía en su posición de soberbia y egoísmo,
que sostenía los privilegios pero que se acabarían con una nación
constituida.

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Las modificaciones constitucionales que estaban pactadas
para ser reformadas por Buenos Aires iban a ser estudiadas por
una comisión. Sus resultados ya eran conflictivos, porque Buenos
Aires no sería federalizada, que aceptaría ser la capital, pero
transitoriamente, hasta que se definiera por fin en definitiva.
Si el centro de la política nacional era una bolsa de gatos
no lo era menor la del interior. La gravedad de esta complicada
política consistía en que todas las situaciones se dirimían por las
armas, en cuyos encuentros morían cientos de soldados que no
eran parte de la contienda. Aunque también, en algunos casos,
caían las cabezas de los primeros actores. Como en la cuestión de
San Juan, cuyo gobernador, José Antonio Virasoro y su familia
habían sido asesinados. Tampoco los futuros grandes
prohombres, como Sarmiento, contribuían a la concordia. Poco
antes de estos asesinatos escribió un libelo en contra del
gobernador asesinado, y luego de estos actos de barbarie, sus
partidarios eligieron a Antonio Aberastain.
El gobierno nacional dispuso la intervención de San Juan
con la intención de castigar a los culpables del asesinato de
Virasoro y envió al puntano Juan Saá, gobernador de San Luis,
quien derrotó a Aberastain, que se había resistido a la
intervención y junto a otros dos cabecillas los hizo fusilar. Varias
provincias fueron intervenidas y Buenos Aires, en franca
desarmonía con Paraná, se aprestaba nuevamente a entrar en
guerra.
La cuestión de San Juan fue el hecho detonante de
acontecimientos futuros de gravedad nacional, lo cual indicaba la
poca fortaleza de las instituciones, socavadas por la pretendida
preeminencia de Buenos Aires que participaba en asuntos que no
le concernían directamente. Sarmiento renunció como ministro y
Mitre reclamó airadamente ante Urquiza. Éste contestó con
firmeza la intromisión de Buenos Aires en el conflicto. Las
cámaras nacionales rechazaron los diputados por Buenos Aires al
Congreso, porque estaban en abierta violación al artículo 37º de la
Constitución Nacional. El conflicto armado estaba en ciernes y
ambos bandos comenzaron a pertrecharse.
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 40 -
Al mismo tiempo la cuestión económica jugó un papel
preponderante en las divergencias, porque el poder de la Aduana
de Buenos Aires se hacía sentir, y los recursos de la
Confederación no alcanzaban a cubrir los gastos del
mantenimiento del Estado. En esas circunstancias fue que
Alberdi tomó el ejemplo de los estados de Rhode Island y
California que se negaban a integrarse en la Unión. Mediante el
establecimiento de derechos diferenciales los estados segregados
tenían que pagar derecho de aduanas para comerciar con las
restantes provincias adheridas a la Confederación. Los
comerciantes porteños echaban chispas de indignación, pero era
Buenos Aires quien se había segregado y debía pagar las
consecuencias. Pero aquí, como acotación al margen, hay que
recordar que Buenos Aires durante 40 años bloqueó los ríos que
impedían el comercio directo con Europa y que había que pasar
por su puerto sin dejar recursos aduaneros a las provincias.
Ahora resulta que la ley de derechos diferenciales era una
hostilidad hacia Buenos Aires. Decía Alberdi: “Yo no soy
partidario de derechos diferenciales ni de prohibiciones, pero antes
que llegar a las armas, la Confederación debía defenderse del abuso
porteño”.
Buenos Aires compraba armamento en Europa, lo cual
ponía en evidencia el error de Urquiza al no haber desarmado a
Buenos Aires luego de Cepeda. Urquiza contaba con diecisiete
mil hombres y Mitre armó a veintidós mil soldados. Los
gobiernos de Estados Unidos, Inglaterra, Francia y Perú trataron
infructuosamente de evitar el enfrentamiento armado al mediar
entre ambos bandos. El gobierno nacional decretó la intervención
a Buenos Aires, pero ya era demasiado tarde y las tropas
confederadas de Urquiza se enfrentaron a las de Buenos Aires,
comandadas por Mitre, cerca del arroyo de Pavón, el 17 de
septiembre de 1861. Cuando las acciones eran favorables a
Urquiza, porque había dispersado a la caballería porteña,
inexplicablemente el general entrerriano se retiró hacia Rosario,
cuando Mitre ya preparaba una rendición honorable. El
presidente Derqui desencantado por la posición de Urquiza, con
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quien ya había tenido desencuentros importantes, optó por
renunciar y dejarle el cargo al vicepresidente Juan Esteban
Pedernera. Pero éste, agobiado por la soledad en que Urquiza
había dejado al gobierno, el 12 de diciembre de 1861 disolvió los
poderes nacionales. En carta a Urquiza el general Pedernera,
héroe de los ejércitos sanmartinianos y primer oficial de Lavalle,
ex gobernador de San Luis, le dice: “No he podido hacer, mi
general, un mayor sacrificio para mantenerme en el ejercicio de la
presidencia...”.
¿Qué había pasado por la mente de Urquiza? ¿Por qué se
retiró de la batalla y dejó el triunfo a Mitre? El general Urquiza
nunca habló, se retiró al paso, para demostrar que la retirada hacia
Rosario había sido voluntaria y no producto de verse dominado
por las tropas de Mitre. El cuento ese que intervino la masonería
o que hubo un acuerdo con Mitre para salvar su vida y
patrimonio, es una canallada que para expresarlo –cualquiera tiene
derecho a decirlo y también a calificarlo- se deberían tener
pruebas fehacientes o, en su defecto, poner en tela de juicio el
honor del general Urquiza no es de personas decentes. Nosotros
creemos, en tren de conjeturas, que enaltecen al general y nunca
en tono difamatorio, que estaba convencido que un triunfo de la
Confederación no haría otra cosa que postergar una solución
nacional del encono entre los unitarios portuarios y las provincias
del interior. Buenos Aires jamás se consideraría derrotado y
volvería a insistir en la demanda armada hasta que consiguiera el
triunfo bélico. Urquiza con esta actitud facilitó la integración
nacional y evitó nuevos derramamientos de sangre, porque lo
consideraba inútil. Tal vez, si fue así, demoró demasiado en tomar
la resolución. Baste decir que Sarmiento le escribe a Mitre: “No
trate de economizar sangre de gauchos. Este es un abono que es
preciso hacer útil al país. La sangre es lo único que tienen de seres
humanos”
La Brigada de Artillería “7 de Octubre” Nº 1, a la cual
pertenecía Julio A. Roca, se congregaron en Rosario con vistas a
enfrentarse con las tropas porteñas, que resultó cerca de los
pueblos Godoy y Rueda, a pocos metros del arroyo Pavón. El

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teniente Roca integraba un grupo que manejaban dos piezas de
artillería. En momentos que la batalla estaba por finalizar, Julio
percibe la presencia de un jefe que resulta ser su padre, quien le
indica que se vuelva con el resto de la tropa que estaba en
retirada. El hijo le dice a su padre que va a obedecer, pero Julio,
sin dejar de observar la orden, junto a su jefe, el capitán Juan
Solá, se las ingenian para volver pero con los cañones a la rastra, e
hicieron campamento en Monte Flores, lugar en que se le
comunicó que lo ascendían al grado inmediato de teniente 1º.
III

Julio, luego de la derrota de Pavón, sobre todo por la


circunstancia que rodeó a esta batalla, como le ocurrió a la
mayoría de los jóvenes militares que idealizaban a su jefe, le tomó
una gran decepción y un desconcierto abrumador. No sabía cuál
sería su destino, a qué ejército pertenecía ni quién era su jefe.
Luego de cavilar sobre todos estos pensamientos decidió ir hacia
Buenos Aires a la casa de su tío Marcos, en donde suponía que
vivían sus hermanos Ataliva y Alejandro. Pero conservaba su
nombramiento de teniente 1º entre sus ropas. A caballo rumbeó
hacia el Sur, durmió a la intemperie y tardó varios días en llegar a
su destino: la casa de sus hermanos Alejandro y Ataliva, sucio,
hambriento y sin dinero. Su llegada a la casa del doctor Paz,
tranquilizó a la familia porque nada sabía de él. Al mismo tiempo
pudo tener noticias de su padre, que estaba en Concepción del
Uruguay en tareas de rescate de Agustín y Celedonio, sus dos
hermanos que habían sido liberados del enclaustramiento por
haberse cerrado temporalmente el Colegio.
El doctor Marcos Paz, según recordaba Julio Argentino
varios años después, era “una rara avis: era provinciano y liberal”.
Al doctor Paz le ocurrió un hecho bochornoso por una orden del
presidente Santiago Derqui, seguramente por alguna
equivocación de algún jefe intermedio. La cuestión que al hacerlo
prisionero, cuando se dirigía a Córdoba por una orden superior,
fue engrillado para ser conducido a Paraná. Este asunto, pese a
haberse aclarado por parte del gobierno de la Confederación, le
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ocasionó tal indignación que no quiso tener más vinculación con
el gobierno de Paraná y se pasó a las huestes de Bartolomé Mitre.
Parece que los parientes de Julio Argentino se pasaban al bando
triunfador, porque su padre, también sin ejército y amigo del
general Wenceslao Paunero, quien a su vez era compinche de
Mitre, lo invitó a formar parte del Estado Mayor. José Segundo,
que era militar por excelencia y que ya había pasado por otras
circunstancias similares, aceptó el ofrecimiento de Paunero y los
asuntos familiares quedaron más o menos acomodados; de todos
modos las fuerzas de la Confederación eran ya historia. Ahora
dominaban los unitarios portuarios.
Cuando Julio llegó a la casa de su tío lo encontró a éste
decaído por las circunstancias que debió atravesar, pero como era
un personaje conocido y de conocimientos nada despreciables
para el gobierno, el general Mitre puso sus ojos en él para
otorgarle alguna misión importante.
El país estaba tan anarquizado que entre los propios
liberales de Córdoba se habían producido escisiones, se planteó
en la provincia una difícil situación y, en 1861, el general Paunero
requirió los servicios del coronel Paz para iniciar una gestión a
favor de un entendimiento entre las partes en la región, a pedido
del general Mitre, quien buscó en un civil, más allá de su
circunstancial grado militar, el que ejerciera el cargo a fin de no
herir susceptibilidades.
Así fue que el coronel doctor Marcos Paz, un jefe del
Estado Mayor del ejército, se dirigía a Córdoba, a las órdenes del
general Wenceslao Paunero, en cuya fuerza también revistaba el
hermano de su esposa, o sea su cuñado, el coronel José Segundo
Roca, y los jóvenes oficiales Marcos Paz (h) y su primo Julio
Argentino Roca, de diecinueve años, a quien el doctor coronel
Paz llevó, como secretario de la misión, nombrado expresamente
al efecto. La legislatura cordobesa designó a Paz para ocupar
provisionalmente la gobernación, que la ocupó por un breve
plazo. Ya Marcos Paz había adquirido reputación de mediador
pacifista, por lo cual fue designado comisionado del gobierno
nacional para lograr un entendimiento entre las provincias de
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Tucumán, Santiago del Estero, Catamarca y Salta, objetivo que
cumplió a medias, porque se interpuso Angel Vicente Peñaloza
con revueltas que dieron por tierra el acuerdo de paz al firmarse
el 3 de marzo de 1862 entre las citadas provincias, que hubiera
puesto término a la disidencia y oposición interna al nuevo
gobierno nacional de Buenos Aires.
Lo cierto, que a principios de 1862 todas las provincias, a
excepción de Entre Ríos, habían sucumbido a la influencia de
Mitre, habían delegado en el jefe porteño los asuntos nacionales y
sólo faltaba formalizar el liderazgo en una elección de presidente
constitucional. El doctor Paz había cumplido su cometido con
pleno éxito.
Al mismo tiempo diremos que, en política, cuando se
consiguen objetivos meritorios hay que arrimarse a cosechar los
frutos. Nunca permanecerá ajeno y lejos de los centros de
decisión, quien desea hacerlos efectivo. Ese era el caso de Marcos
Paz. Maquiavelo decía: “Suelen, las más de las veces, aquellos que
deseen captar la benevolencia de un Príncipe, presentarse a él...”
Las casas de los provincianos en Buenos Aires eran las
paradas obligadas de los coterráneos, que bien se convertían en
transitorias u otras permanentes. La casa de Marcos Paz era
alojamiento seguro de sus sobrinos Roca: Ataliva y Alejandro, y
luego Julio Argentino y algún que otro tucumano que buscaba
asilo en su casa y, por supuesto, siempre bien recibido.
De este modo el joven oficial Julio A. Roca ingresa al
terreno de la política, junto a su protector, su propio tío. Este
aprendizaje le sirvió sobremanera al joven Roca, porque al ser
secretario de un alto funcionario, escuchaba atentamente las
discusiones, recelos, la ambiciones personales, los planteos, las
limitaciones del poder y también, por qué no decirlo, las actitudes
autoritarias. Por supuesto que escuchaba en silencio, pero una
mente tan ágil como la de Roca, se percataba inmediatamente del
juego de la política y guardaba para su acervo el valor de las
conclusiones. Tuvo conciencia personal porque la vivió, cómo los
jefes y gobernadores urquicistas rendían pleitesía a Mitre antes de
que las columnas de Paunero llegaran a Santiago y a Catamarca
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para imponer al nuevo gobierno que se formaría. Los intereses
políticos iban y venían de acuerdo a los intereses del poder
central, sin que el orgullo federal fuera menoscabado. No es para
justificar la actitud de Julio Roca y su padre, porque ellos eran
militares y debían responder a los mandos, pero los políticos
mostraban una genuflexión al poder central que no era para
poner de ejemplo para la construcción de una nueva nación,
basada en el sistema federal que la Constitución había elegido.
Luego de estas reflexiones de la trayectoria del joven
teniente, también observó que hubo héroes incondicionales con
su conducta, que defendían al federalismo y al jefe Urquiza con
quien habían firmado una Constitución y que habían decidido dar
batalla para defenderse del centralismo porteño. Por supuesto que
uno de esos exponentes era el Chacho Peñaloza, que aunque el
mismo Roca lo combatía en su propio terreno y sabía que no
tenía cabida en el nuevo sistema, él lo admiraba tanto por su
coraje en los principios como por la guerra de guerrillas con que
los combatió hasta el último momento. El ejército debió rendirle
honores a Peñaloza antes que mofarse asando sus orejas. El
militar que lo apresó era un pariente de su esposa, pero quien lo
mató cobardemente de un lanzazo, cuando estaba desarmado, era
el coronel Pablo Irrazábal que se jactaba del divertimento. Ese
arrebato de maldad y de cobardía debió haber sido pasible de un
juicio de honor. Sin embargo, fue objeto de felicitaciones por
parte de Mitre y de Sarmiento. Pero ya la historia lo ha juzgado y
quedará solamente el recuerdo de un actor vil en desmedro de un
valiente. La campaña en los Llanos le valió a Julio Argentino el
ascenso a Ayudante Mayor el 22 de diciembre de 1863.

Marcos Paz terminó su cometido y volvió a Buenos Aires


para dedicarse a la política, cercano a Bartolomé Mitre seguía los
consejos de Maquiavelo. El joven teniente Roca permaneció
adscripto a la Comandancia en Córdoba y sus tareas por esos
tiempos eran pocas, ya que Paunero se preparaba para incursionar
nuevamente en los llanos riojanos.

Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 46 -


Mientras tanto, en compañía de su primo Marcos se
pasaban de tertulias, saraos y otras diversiones con jóvenes de la
sociedad cordobesa. Pero como todo tiene su fin, los momentos
de jolgorio terminaron y debió trasladarse, junto al batallón 6, a la
localidad de Villa Nueva, a las órdenes de José Ambrosio Sandes,
que era el lugar habitual de residencia de este jefe, nacido en
Soriano, República Oriental del Uruguay. Sandes, según las
referencias de sus subordinados daba miedo por su mirada, aguda
y penetrante y que hacía alarde de sus 54 heridas en el pecho.
Había combatido en el Uruguay y más tarde participó en Cepeda
y Pavón.
Los días se le hacían interminables a Julio Roca con tan
poca actividad en el batallón, que se limitaban a preparar las
armas, limpieza de barracas y otras instalaciones. Por su
condición de ex alumno de la Academia del Colegio, Roca estaba
acostumbrado a la diaria instrucción rigurosa y a la férrea
disciplina y así se la hacía sentir a sus subordinados. Les decía que
una severa preparación les ayudaría a salvar sus vidas en los
combates, lo cual significaba un estímulo para la tropa. Por otra
parte cumplía con las funciones específicas de un mayor.
La experiencia adquirida ya lo acreditaba como un militar
de la Nación y sus servicios ya serían solicitados por los poderes
políticos y militares superiores. Su próximo destino sería dejar el
Batallón 6 y dirigirse a San Luis para continuar con las campañas
impuestas por el gobierno central de sumisión de las provincias y
gobernadores díscolos.
Pero como subordinado al poder central debía obedecer
ciegamente y no le estaba permitido ni siquiera esbozar una
pregunta. Este es un principio básico de la esencia militar y así
como lo entendía de sus superiores también lo aplicaba con sus
propios subordinados. Cada soldado sabe que tiene que obedecer
ciegamente a su superior y ese aprendizaje, con el tiempo, lo
aplicaría para gobernar cuando de orden se trataba.
Su condición de militar, en esos tiempos, distaba mucho
de ser una profesión tranquila y menos, cómoda. Se tenían que
arreglar con alimentos que era propio de los animales; guisos
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espantosos a base de cordero recocido por varios días de repetir
la misma comida, muchas veces sin galleta, ni hablar de que fuera
fresca, y vino, apenas un sorbo agrio. El agua de pozo de tan
mala calidad, que sin distingos de soldados y oficiales les hacían
visitar los retretes malolientes varias veces en el día; no sabían si
sufrir los retortijones o visitar las letrinas.
Esa era la vida que había elegido Julio Argentino Roca o,
tal vez el destino, lo ponía a prueba para ejercer otros mandos. Lo
cierto es que en esas condiciones, también aprendió a resolver y
decidir en soledad los problemas militares que en el futuro serían
cuestiones de estado. Por supuesto que en su estada en San Luis
ni siquiera se le pasaban por la mente.

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CAPÍTULO IV
Roca va en camino de las jefaturas
“No he podido hacer -mi general- un mayor sacrificio para
mantenerme en el ejercicio de la presidencia...”
JUAN ESTEBAN PEDERNERA

M
I
IENTRAS TANTO, el 5 de octubre de 1862 la
asamblea de electores se manifestó por
unanimidad por Bartolomé Mitre presidente y
Marcos Paz vicepresidente de la Nación.
Electos en los comicios nacionales del 4 de septiembre de
1862, Bartolomé Mitre, asume la presidencia de la Nación el 12
de octubre y, como vicepresidente, lo acompaña el coronel
doctor Marcos Paz.
El doctor Paz había obtenido, al fin, el cargo de
vicepresidente que había perdido en el gobierno anterior, recaído
en el general Pedernera por unos pocos votos de diferencia. La
fórmula compuesta por un porteño y por un provinciano, en esta
oportunidad, inauguró una tradición que durará por décadas y
que conformará una suerte de símbolo de unión nacional.
El tío de Julio Argentino, Marcos Paz, obtuvo fortuna por
vía del casamiento con una Cascallares, cuyo padre tenía en
Lobos algunas estancias que su yerno administró muy bien y le
permitió adquirir campos en Santa Fe.
Lo cierto, que a principios de 1862 todas las provincias, a
excepción de Entre Ríos, habían sucumbido a la influencia de
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Mitre, habían delegado en el jefe porteño los asuntos nacionales y
sólo faltaba formalizar la suerte de algunos jefes montoneros en
el norte. Y allí estaba Roca para sumarse militarmente a ese
cometido.
En los primeros meses de 1863 el Batallón que estaba con
asiento en San Luis pasó a San Juan por pedido expreso de su
gobernador don Domingo F. Sarmiento, que estaba asediado por
los montoneros.
A propósito de la sedición, y del ámbito en que actuó
Roca en estos preliminares encuentros hostiles con la montonera,
es hora que penetremos en el conocimiento de saber quién es
quién en esta ensalada histórica que son los tiempos de 1861 y
1869; es necesario entender por quiénes y por qué peleaban estos
valientes caudillos en una guerra malograda desde que se inició,
hasta su postrer aniquilamiento. Es necesario decir que la
adjetivación de valientes no significa que se los considerara
positivos para lograr el orden institucional que era necesario para
continuar con los hechos positivos, como la institucionalización a
través del dictado de una Constitución Nacional y del
establecimiento de un gobierno nacional. En algunos personajes
es difícil discernir para quiénes peleaban: en algunos casos como
actos de fidelidad para jefes montoneros de muy alto liderazgo y
en otros, para su propio ego. Aquello que sí está claro es que
peleaban en contra del poder central portuario.
II
Ángel Vicente Peñaloza
Fue el montonero por antonomasia, el más grande y el de
más predicamento. No es comparable con Güemes o Quiroga;
éstos tenían aptitudes de gobernantes por ejemplo, que el
“Chacho” no tenía o, en menor medida, pero tal vez mayor
devoción de sus huestes que no dudaban dejarse matar para
defender a su jefe.
Su apodo le fue impuesto por un tío abuelo clérigo, cuyo
significado responde al apócope de muchacho. Nació en
Malanzán, al Sur de La Rioja entre 1796 y 1798. Se casó con
Victoria Romero de cuya unión nacieron tres hijos, dos varones
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muertos de niños y una mujer, que no tuvo descendencia; además
adoptaron un huérfano hijo de un pariente.
El Chacho poseía las características del líder y profundo
conocedor natural de la psicología del gaucho. Un sólo hecho lo
marca con estas condiciones. Sus fuerzas venían castigadas de
derrota en derrota y en un momento en 1863, en una rueda, un
capitanejo cuestionaba ciertos movimientos de la tropa que les
resultó desfavorable y algunas críticas más hacia la conducción. El
Chacho permanecía en silencio con el sombrero en sus manos;
despaciosamente se levantó se acercó al caballo y comenzó a
ensillarlo, mientras murmuraba, pero para que todos lo
escucharan: “Ya que hay otro que sabe andar mejor que yo… ¿Pa
que le van a cerrar el camino al hombre? ¿Pa qué vu´a quedarme?
Terminó de ensillar subió al caballo y al paso se fue. Uno a uno
los hombres montan y van detrás de él. ¿Qué había hecho el
Chacho? Había jugado su liderazgo en un momento
políticamente oportuno. Fue una genialidad propia de un caudillo.
Estaba dotado para conducir tropas y esas dotes Facundo
Quiroga las descubrió en el Chacho. En la batalla de El Tala,
frente a Gregorio Aráoz de Lamadrid, fue seriamente herido lo
que le valió que Facundo lo ascendiera a Capitán de Milicias.
Participó en las batallas de Rincón de Valladares, La Tablada y
Oncativo. Más tarde, se tomó revancha del “manco” Paz,
vencieron en La Ciudadela, en donde el Chacho enlazó un cañón
y lo llevó para sus filas, por cuya acción Quiroga lo ascendió a
teniente mayor.
Luego del asesinato de Facundo Quiroga, en cierto modo
heredó el liderazgo del “Tigre de los Llanos”. El perfil de mayor
nitidez de Peñaloza fue la enemistad hacia todo lo significaba o
estaba relacionado con el centralismo porteño. Por eso fue un
enemigo acérrimo de Rosas, aún fuera éste federal y, en los
tiempos luego de Pavón, contrario a todo lo que fuera porteño.
También apoyó la campaña de Juan Lavalle en su postrera
campaña hacia el Norte seguido por Oribe. En 1848 con la ayuda
de Benavídez depuso al gobernador riojano Vicente Mota y

Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 51 -


colocó en el poder a Manuel Vicente Bustos, quien en retribución
lo nombró Capitán Comandante de Los Llanos.
El Chacho Peñaloza se erigió en el hombre de confianza,
en la región, del general Justo J. de Urquiza por su actuación en
las provincias de Cuyo, quien lo ascendió al grado de general.
Asimismo, luego de deponer al gobernador Bustos, Urquiza lo
nombró interventor federal en La Rioja, ya bajo el imperio de la
Constitución Nacional.
Sin embargo, luego de Pavón vendrían tiempos muy
difíciles para el Chacho. Las consignas de Mitre y de Sarmiento
eran las de terminar con las guerrillas del Norte, a toda costa, con
el envío de jefes militares organizadores y muy severos, algunos
casi sanguinarios. Ya Sarmiento había dicho: “Si (Ambrosio)
Sandes mata gente, cállense la boca. Son animales bípedos de tan
perversa condición, que no sé qué se obtenga con tratarlos mejor”.
El Chacho estaba políticamente equivocado porque los tiempos
que se avecinaban serían muy distintos de los del pasado. La
guerrilla era ya un anacronismo, por la forma antigua de hacer la
guerra. Su futuro era de derrota y de muerte. El general Peñaloza
era consciente de esos nuevos tiempos al punto que le escribe a
Mitre: “Los gobernadores de estos pueblos, convertidos en verdugos
de las provincias destierran y mandan matar sin forma de juicio a
ciudadanos respetables sin más crimen que haber pertenecido al
partido federal... Los hombres todos, no teniendo ya más que perder
que sus existencia, quieren sacrificarla más bien en el campo de
batalla”.
Las fuerzas nacionales estaban comandadas por
Wenceslao Paunero y los cuerpos al mando de Ambrosio Sandes,
Ignacio Segovia y Pablo Irrazábal. Sandes intimó a Peñaloza para
que le entregara a los jefes montoneros, Ontiveros, Puebla y
Carmona, lo cual fue contestado por el Chacho que no iba a ser
traidor de la voluntad de los pueblos libres. La actividad de
Peñaloza jaqueaba a las provincias de San Juan, Córdoba y San
Luis. Sus gobernadores, Sarmiento, Justiniano Posse y Juan
Barbeito le clamaban protección a Paunero y le reclamaban que la
gran distancia geográfica entre las fuerzas haría fracasar la

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campaña. El 20 de mayo de 1863 Peñaloza se enfrentó con
Ambrosio Sandes en Lomas Blancas de los Llanos, en cuya
batalla participó Julio A. Roca, que fue breve en el tiempo pero
encarnizada y sangrienta. El Chacho perdió el setenta por ciento
de sus hombres y se refugió con sus lugartenientes principales.
Sandes salió en su búsqueda pero el Chacho se perdió y reclutó
fuerzas para dirigirse a Córdoba a participar de una revolución.
Paunero fue a su encuentro y lo derrotó en Las Playas al final de
junio 1863, también en un combate feroz. La campaña era muy
dura para las tropas nacionales cuya caballada se resistía a
proseguir, sometidas a las idas y venidas de las fuerzas del
Chacho.
El líder de los Llanos huye hacia la cordillera esquivando
las fuerzas nacionales para entrar nuevamente en los Llanos. Allí
consiguió reunir 1.200 riojanos y presentarse en San Juan en
acoso de la propia ciudad. Sarmiento llamó urgente a José Miguel
Arredondo que estaba plantado en La Rioja, pero el que estaba
pronto era Irrazábal quien lo venció en Los Gigantes. El Chacho
huyó y acampó en una calle estrecha de Caucete, posición
adoptada sin ninguna previsión, para que Irrazábal hiciera una
carnicería del hallazgo. El jefe montonero huyó con unos cuantos
hombres pero al llegar a los Llanos le esperaba un nuevo desastre
ante Arredondo y ya, solo, cerca de Olta se rindió al comandante
Ricardo Vera le entregó su puñal, última arma que le quedaba.
Luego, al llegar al lugar Irrazábal tomó una lanza y se la clavó en
el vientre y como remate, lo hizo fusilar. Su cabeza fue colocada
en una pica en la plaza de Olta para advertencia de los
montoneros o…, para perpetuar la memoria del gran caudillo
riojano muerto el 12 de noviembre de 1863. Al conocer la
muerte del Chacho Sarmiento le escribiría a Mitre, en donde le
decía: “No se que pensaran de la ejecución del Chacho, yo inspirado
en los hombres pacíficos y honrados he aplaudido la medida
precisamente por su forma, sin cortarle la cabeza al inveterado
pícaro, las chusmas no se habrían aquietado en seis meses”.
Dicen que al Chacho

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lo han muerto,
yo digo que así será,
tengan cuidado magogos
no se vaya a levantar.

Felipe Varela
El caudillo era catamarqueño nacido presuntamente el 11
de mayo de 1821, porque se conocía el año y mes, de acuerdo al
santoral ese día se celebra el santo Felipe, y falleció en Chile, en
Atacama, el 4 de junio de 1870. Como los caudillos federales de la
época era acérrimo enemigo del centralismo porteño: desde Juan
Manuel de Rosas hasta Mitre, que era quien gobernaba en los
años en que guerreaba para imponer los derechos conculcados de
las provincias, según su célebre “Manifiesto a los Pueblos
Americanos”.
A Varela lo han considerado algunos historiadores como
salvaje y sanguinario, pero el caudillo no escapaba al estilo de la
época donde los llamados unitarios no sacaban ventajas sobre los
montoneros federales. Todos degollaban y fusilaban sin
miramientos, y algunas veces las cabezas de los difuntos eran
expuestas en picas para aterrorizar a los insurrectos de turno.
Lo cierto es que por naturaleza los guerreros lo eran
porque no les interesaba otra actividad y, además, porque
algunos no sabían otra cosa que no sea guerrear. También se
acercaban a los jefes a quienes admiraban, y cuando éstos
desaparecían del firmamento estelar, o heredaban el prestigio que
habían adquirido sus jefes, o conquistaban preeminencia derivado
de sus enemistades. Así pasó con Francisco “Pancho” Ramírez
junto a Estanislao López, o al Chacho cuando mataron a
Quiroga, o a Felipe Varela cuando asesinaron a Vicente Peñaloza.
Las herencias de los caudillos se extendieron hasta nuestros días.
Una de las primeras acciones que la historia recoge de
Felipe, es como combatiente contra el caudillo bonaerense Juan
M. de Rosas, por cuya causa debe exiliarse en Chile y luego
reaparecer en el ejército de la Confederación, y más tarde en
Pavón junto al general Urquiza. Junto al “Chacho” mantuvo a
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raya a los ejércitos nacionales, aparecía dando batalla y más tarde
desaparecía en tierras que conocían palmo a palmo. Luego del
injusto asesinato de Peñaloza, Varela se refugia en Entre Ríos
junto a su amigo, el general Urquiza, de quien fue su edecán. Pero
luego de un año retornó a Chile.
Cuando el gobierno nacional decide intervenir en la
Guerra de la Triple Alianza, a fines de 1866, Varela quiere sacar
partido de la concentración de tropas en esa interminable e
impopular guerra. Junto a otros jefes provinciales, como Felipe y
Juan Saá y Juan de Dios Videla, emiten una proclama
revolucionaria y emprenden un nuevo alzamiento con una carga
de resentimiento muy grande. A Bartolomé Mitre se le hace muy
difícil pelear en dos frentes, pero destaca a Arredondo y a
Paunero junto a los Taboada en Santiago del Estero, para
desbaratar esa insurrección. Urquiza toma con mucha frialdad
este levantamiento, pese a que Varela contaba con su apoyo.
Creemos que Urquiza estaba sobre las miradas de la montonera y
analizaba los esfuerzos de Mitre para consolidar a la Nación, no
obstante su desacuerdo con la propuesta porteña.
En marzo de 1867, dotado de armas modernas recibidas
del frente paraguayo, Paunero emprende el avance hacia Córdoba
y Arredondo enfrenta a las tropas montoneras y las vence en San
Ignacio, el 1 de abril de 1867. Varela no se entera de este
acontecimiento y decide avanzar hacia Catamarca porque
presume que Taboada está en La Rioja. Varela se apresura sin
descansar a la tropa y la caballada, y lo que es peor no se
aprovisiona de la suficiente agua. Taboada ha previsto esta
importante contingencia y se instala junto al Pozo de Vargas.
Varela toma razón del error cometido y decide no alargar el
padecimiento de la sed y decide atacar justo a mediodía, con
cinco escuadrones: dos por el centro a su propio mando, y otro
al mando de Medina; por el ala izquierda Chumbita y por la
derecha Elizondo. Los federales atacaron desesperadamente con
éxito, pero la fuerza de la artillería de los nacionales y su mejor
ubicación estratégica les otorgó el triunfo final, no sin antes haber
peleado durante ocho horas.
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“Galopa en el horizonte,
tras muerte y polvaderal;
porque Felipe Varela:
matando llega y se va”

Felipe Varela no se doblegó y se dedicó a la guerra de


guerrillas. En el paraje Las Bateas se abalanza sobre el
campamento de Paunero y se lleva la caballada y municiones. Las
provincias involucradas se convirtieron en campos arrasados y
escenarios de asesinatos a mansalva. Ya sin fuerzas huye a la
Puna, no sin antes tener en vilo a los nacionales a quienes
hostiliza. Cargado de integridad guerrillera reaparece en Salta y
pelea a los salteños, toma la ciudad luego de varias horas de lucha
y de haber perdido gran cantidad de hombres. Al saber que el
coronel Octaviano Navarro lo persigue evacúa el Norte de la
ciudad de Salta, pero el poder de fuego de Navarro lo hace huir
hacia San Salvador de Jujuy. Pero su espacio es cada vez más
reducido y decide solicitar asilo al presidente boliviano Mariano
Melgarejo.
Poco duró el asilo debido a la inestabilidad de la política
en Bolivia. Enfermo de tisis, retomó la acción bélica y se dirigió
hacia Salta, en momentos en que Roca se hacía cargo de las
fuerzas con asiento en esa ciudad. Fue batido por los nacionales
en Salinas en el paraje Pastos Grandes, sus fuerzas se dispersaron
y se asiló en Chile. El gobierno de Chile, reacio a darle asilo una
vez más, lo destinó a Copiapó en donde murió el 4 de junio de
1870. Su muerte fue interpretada como el final de la guerra
montonera insurrecta en el Norte argentino, pero su memoria
quedaría en el sentir de la región y muy especialmente en
Catamarca que lo vio nacer.

Severo Chumbita
La provincia de La Rioja fue muy prolífica en la entrega
de caudillos montoneros. Severo Chumbita nació en Aimogasta,
mejor dicho Machingasta, un poblado a 7 kilómetros de aquella
población, nieto del cacique riojano gobernador de Aimogasta, e
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hijo de Juan Orensio Chumbita, también jefe de montonera del
Norte de La Rioja. Se casó con Rosaura Villafañe y tuvieron dos
hijos: Ambrosio y Manuel Antonio, quienes siguieron los pasos
de su padre pelearon al lado de Felipe Varela. También fue
hacendado, lo cual no lo hacía un montonero peregrino, sino que
en su actividad montonera subyacía un absoluto convencimiento
que la vida más apacible debía ser suplantada por una defensa de
derechos.
Severo Chumbita fue nombrado coronel por Vicente
Peñaloza. Peleó junto a él y con Felipe Varela al mando de la
columna izquierda en la Batalla del Pozo de Vargas. En mayo de
1862 derrotó a Arredondo en el combate de Mazán, en la
provincia de La Rioja. Cuando Varela traspasó la cordillera de los
Andes, Chumbita siguió sus pasos hasta Copiapó. Luego de los
fracasos bélicos del Pozo de Vargas, junto a su hijo Ambrosio
Chumbita, fueron procesados por la rebelión de 1861 hasta 1863.
Entre los delitos que se le imputaban figuraban seis asesinatos,
entre ellos el de Celestino Barcala y Balbino Arias. La sentencia
de culpabilidad fue apelada y la Suprema Corte de Justicia de la
Nación los sobreseyó en la rebelión en la revolución de 1861-63,
excepto la de los delitos comunes.

Fructuoso Ontiveros y su hermano Gabriel


Fructuoso nació en San Luis en 1820 y fue otro de los
caudillos hacendados que se negaron a dedicarse a la fácil vida
empresaria, pero sí a defender los derechos de las provincias que
creía eran avasallados hasta dar su vida, lo que ocurrió en 1863 en
Río Seco, en su provincia. Amigo del general Juan Saá lo
acompañó en su incursión en Mendoza, donde fuera asesinado
Antonino Aberastain. Junto a su hermano Gabriel, en 1861, se
unió al general Peñaloza, quien lo nombró coronel. Se acogió al
tratado de paz de la Banderita, pero al entender que se habían
vulnerado los términos se alzó en armas junto a Juan Gregorio
Puebla. En marzo del 63 ocupó el pueblo de Río Seco. Atacó
Villa Dolores pero el coronel Iseas lo rechazó, quien tomó
prisionero a su hermano Gabriel, pero luego de una arriesgada
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acción lo rescató. Junto al líder Peñaloza combatió contra
Paunero en la cruel batalla de Las Playas. Con los hombres que
pudo salvar de la batalla se dirigió a San Luis en donde, en Río
Seco, fue derrotado y muerto en agosto de 1863. Su hermano
menor Gabriel, como tenía un especial afecto por su hermano
Fructuoso y, al mismo tiempo, estaba subordinado militarmente a
él, luego de la muerte del Chacho, se retiró con los indios
ranqueles lo cual le significó perderse en los tiempos de la
historia.

III
El 22 de diciembre 1862 Julio Argentino Roca recibió el
ascenso a Ayudante Mayor 1º. Este grado reservaba a los militares
la responsabilidad de la instrucción y disciplina, y debía reportar a
sus jefes las novedades del regimiento, tanto sea para castigo
como premio. Nuevamente en Villa Nueva había preparado a los
soldados con rigurosa y esmerada preparación, disciplina que
nunca dejaría de observar aún en los grados superiores, tanto en
sus jefes subordinados como en los propios soldados. La
rigurosidad de Sandes, su jefe, era un acicate para el
cumplimiento de la función específica.
Su regimiento permaneció en San Juan hasta abril de
1863, cuando Sandes intimó a Peñaloza para que entregara o
cooperara para la captura de los jefes montoneros Puebla,
Ontiveros y Carmona. Esta intimación fue como un insulto a la
hidalguía de Peñaloza quien le contestó que de ninguna manera
iría a permitir que ninguno de sus soldados cumpliera una
delación de esa calaña.
Sandes se internó en Los Llanos y los gobernadores
Sarmiento, Posse y Barbeito clamaban por ayuda a Paunero. Ya
hemos visto como Sandes se enfrentó con El Chacho en Lomas
Blancas, en donde el ayudante mayor Roca tuvo una actuación
sobresaliente. Sandes no esperó y salió en persecución de los
derrotados, pero éstos, eximios en el conocimiento del terreno, se
le escabullían en las serranías. Paralelamente los federales de
Córdoba, a quienes les llamaban los rusos, despojaron del poder a
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 58 -
Justiniano Posse e impusieron como gobernador a José Pío de
Achaval, quien para mantenerse llamó de urgencia al Chacho. El
caudillo riojano entró en Córdoba el 14 de junio, pero también
debió solicitar ayuda a Urquiza, a quien le instaba a que adhiera a
la rebelión. Nuevamente las fuerzas nacionales y las montoneras
se encontraron en Las Playas en furiosa contienda, en donde la
profesionalidad de los nacionales les daba el triunfo. Actuaron
como jefes a las órdenes del general Paunero, recién llegado al
escenario de la rebelión montonera, los oficiales Sandes, Julio
Campos, Agustín Olmedo y Julio A. Roca entre otros.
El destino del Chacho ya estaba signado, porque todos los
ejércitos reunidos en la zona de las provincias rebeladas estaban
detrás de los pasos del caudillo riojano. Entre ellos estaba el
mayor Roca, y en estas persecuciones aprendió a conocer el
terreno agreste, seco y polvoriento, en el cual padecían la tierra
que se les pegaba al sudor y una sed que no se podía describir. La
tropa de los nacionales estaba exhausta, sus pertrechos deshechos
por el trajín al que los sometió el Chacho; las caballadas se
negaban a proseguir las marchas forzadas.
La muerte de Vicente Peñaloza mereció por parte de
Roca, mucho después de haber ocurrido, por su condición de
subordinado, a la que calificó de canallesca la forma en que
mataron al caudillo y más aún, por los vejámenes a que
sometieron sus restos.
Arredondo le pedía a Paunero que retirara las tropas de
línea, debido al cansancio de ellas, y al mismo tiempo consideraba
que se debía dejar unas pequeñas fuerzas para mantener el orden
y evitar la pillería. Paunero consideraba también que era necesario
el descanso de las tropas, pero temía un rebrote de la rebelión, Le
pidió a Arredondo que aguantaran un poco más en esas
posiciones, ya que también necesitaba tropas en el Sur para
contener a la indiada que acechaba los pueblos fronterizos.
Consideraba Paunero que se “debían mantener 100 hombres de
línea alrededor de los Llanos para evitar que los fascinerosos se
asienten en esos lugares y se hagan fuertes”. De modo que las
fuerzas nacionales tenían tres frentes abiertos: el de la Guerra de
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la Triple Alianza, la rebelión montonera y el asedio de los indios
en la frontera Sur.
Roca debió quedarse en los Llanos, pero su desazón se
vio atemperada porque el 17 de febrero de 1864 recibió el
ascenso a capitán, a los veinte años de edad. En abril de 1865 una
pertinaz culebrilla lo obligó a trasladarse a La Rioja y ponerse en
manos de una mano santa curandera. Repuesto de su mal, meses
más tarde fue trasladado a San Luis. Pero ese destino fue como
una posta en su camino a Buenos Aires, beneficiado por unos
meses de vacaciones, luego de dos años y medio de campaña en
la lucha en combate con la rebelión montonera en el Norte.
Resultaron cortas las vacaciones que lo mantuvieron ocupado en
las tertulias con amigos y parientes, y la visita a las librerías para
hacerse de material profesional y de esparcimiento para llenar los
tiempos de soledad en los cuarteles. También pudo estar con su
padre y charlar de todos las contingencias de guerras que don
José Segundo ya había sufrido. Éste comprendía los sacrificios
que su hijo debió soportar, pero era, ni más ni menos, la
consecuencia del destino que el propio Julio había elegido.
Su regreso a San Luis y ya como objetivo propio y del
regimiento, que ocupaba e inquietaba a las autoridades nacionales,
era la relación con los indígenas en carácter de connacionales o
como enemigos de las autoridades constituidas. Todo dependía
de la actitud que adoptaran los indígenas. De hecho que debía
tener desenlace institucional la inserción de esta particular capa
social dentro del contexto de una nueva nación. La solución era
simple: o se integraban mediante el convencimiento, la
instrucción, la educación y la formación familiar, con el
otorgamiento por parte del Estado de trabajo y vivienda, o la
salida violenta de la sociedad organizada. En realidad era un
verdadero agravio el enorme territorio que se extendía al Sur sin
que la ley tuviera vigencia, que los derechos no eran patrimonio
de nadie, incluso de los propios indígenas. Que el ocio era una
constante como si el tiempo para ellos no transcurriera. Era una
política que se debería implementar por parte de los gobiernos.
Los pueblos fronterizos con las tierras dominadas por los
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 60 -
indígenas clamaban para que se adoptaran políticas conducentes a
resolver los ataques (malones) a las ciudades desprotegidas, en
donde entraban a sangre y lanza para robar y matar con crueldad,
también se hacían de mujeres y niños. Asimismo robaban
hacienda que utilizaban para su propia alimentación y, el
excedente, lo vendían en Chile a través de caciques trasandinos en
connivencia con comerciantes chilenos. Todos los habitantes,
conscientes de este problema, sabían que no había medias tintas:
había que actuar de una u otra manera. No se podía convocar a
frailes con violín para civilizar a los indígenas.
La línea de fortines que defendía el avance de los indios
era un arco que partía desde la Cordillera de los Andes en la
naciente del Río Atuel, pasaba por Río Cuarto, Melincué en Santa
Fé, Junín, 25 de Mayo, Bahía Blanca y terminaba en Carmen de
Patagones en la provincia de Buenos Aires. Esta línea de fortines
enfrentaban a cuatro grupos de indígenas: los ranqueles en el Sur
de Córdoba a los que se unían 700 lanzas de Mendoza con un
total de 2.200 guerreros; los pampas en las Salinas Grandes con
2.000 lanzas; los chilenos cuyo jefe principal era Calfucurá, a los
que se añadían 800 guerreros que periódicamente cruzaban los
Andes y se agregaban a los tres grupos más estables en el
territorio.
IV
La situación en Buenos Aires era inquietante debido a las
convulsiones políticas que se producían, no obstante la paz
conseguida en el Norte. Adolfo Alsina se había separado de
Mitre, pese al tiempo transcurrido, todavía con la insoluble
designación de Buenos Aires como capital de la Nación
Argentina. A pedido de la Confederación Adolfo Alsina fue
miembro ad hoc de la Convención que reformó la Constitucional
Nacional en 1860. En esta reforma de veintidós puntos referidos
al artículo tercero, de residencia de la autoridad nacional, que era
la ciudad de Buenos Aires, comenzaba a perfilarse el gran debate
sobre la federalización, en donde tuvo participación destacada el
doctor Adolfo Alsina. Había sido elegido diputado, cuando en el
Congreso se trataron las federalizaciones de la provincia y la
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ciudad de Buenos Aires; la actitud del caudillo porteño provocó la
división del Partido Unitario, fundó el Partido Autonomista, y
arrastró consigo todos aquellos que estaban en contra de la ley de
federalización. ¡Y ahora para colmo de males: la guerra al
Paraguay!
Es necesario, desde nuestro punto de vista, para
comprender las relaciones con nuestros países vecinos y la
política llevada cabo por Mitre, también para conocer su
personalidad y consecuentemente la actitud de las provincias, que
se negaron a contribuir con la gestión del gobierno central, los
motivos y hechos principales de la Guerra de la Triple Alianza.
También afloraron la inexperiencia de gobernantes de los países
limítrofes involucrados, motivados por la soberbia y afán de
poder, y como ocurre en todas las guerras, son los pueblos y
soldados quienes sufren las consecuencias de las ambiciones
desmedidas.
También queremos resaltar la opinión de Juan Bautista
Alberdi, quien había sido ministro plenipotenciario en Europa del
gobierno de la Confederación Argentina, sobre el conflicto
armado y que tantos aflicciones le produjo al ilustre tucumano.
Decía Alberdi: “–Benítez y Barreiro estaban destacados
por el gobierno paraguayo para informar a la opinión pública
europea sobre los motivos del conflicto, y para neutralizar el
envío de naves al Brasil. Decidí apoyar esta gestión y con fecha 1º
de marzo de 1865 publiqué un folleto en París, Librería E. Dentu,
en 71 pp., al que denominé: Las disensiones de las Repúblicas del
Plata y las maquinaciones del Brasil, en el que destacaba los
objetivos imperialistas del Brasil de expandirse hacia el Sur, cuyas
razones eran por demás obvias: económicas y geográficas. A mí
me mortificaba el deshonor que esta guerra traería para nuestro
país.
” –Debo dejar claramente expresado que yo no tenía simpatías
especiales por el Paraguay. Reconozco que la política
armamentista era un peligro latente para la región y que todos los
países se hallaban intranquilos. También es un hecho que el
Paraguay no permitía la libre navegabilidad del río a los
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 62 -
brasileños, que tenían necesidad de comunicarse con el Matto
Grosso y, sobre todo, resguardarlos de ataques. Pero todos
sabemos, aunque no tengamos conocimientos profundos de
geopolítica, que si una región carece de equilibrio de fuerzas, libre
navegabilidad y libertad de comunicarse con el exterior, no hay
paz duradera.
”–Yo había escrito, según mis principios de política exterior:
Montevideo es al Paraguay, por su posición geográfica, lo que
Paraguay es al interior del Brasil: la llave de comunicación con el
mundo exterior. Tan sujetos están los destinos del Paraguay a los de
la Banda Oriental, que el día en que Brasil llegue a hacerse dueño
de ese país, el Paraguay podrá ya considerarse colonia brasileña,
aún conservando su independencia nominal. Ocupado Montevideo
por el Brasil, la República del Paraguay vendría a quedar, de hecho,
en medio de los dominios del Imperio. He aquí porque el Paraguay
ha visto y ha debido haberse visto amenazado en su propia
independencia por la invasión del Brasil a la Banda Oriental. Ha
hecho suya propia la causa de la independencia oriental, porque lo
es en efecto y su actitud de guerra contra el Brasil es esencialmente
defensiva aunque las necesidades de la estrategia le hagan salir de
las frontera…, y agregué: …Esta identidad de causa entre el
Paraguay y el Uruguay resulta probada por el manifiesto en que el
Brasil anunciara a los países amigos su determinación de hacer la
guerra al Paraguay. La cuestión de límites es la causa principal de
la contienda. Esta cuestión, que ya dos veces en los últimos diez años
puso las armas en manos del Brasil y que no está resuelta todavía, es
la que quiere resolver de hecho, tomándole al Paraguay la ventaja
que él le lleva por estar más abajo que el Matto Grosso, con la
ocupación de la Banda Oriental, que es la clave de la navegación
del Paraguay. He aquí por qué el Paraguay advirtió en peligro
inminente la libertad de navegación desde que ha visto al Brasil en
camino de apoderarse del Uruguay, como ya lo hizo en 1820. La
complicidad de Buenos Aires con el Brasil en la ocupación de la
Banda Oriental no hace sino más amenazante para el Paraguay la
actitud del Imperio.
”– ¿Por qué el crimen de la guerra? Porque la guerra es el último
recurso de los países para lograr sus libertades y derechos. Porque
la guerra la planean los políticos y el alto mando militar, y los
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 63 -
reclutas, sin entrenamiento para defenderse, son los que van al
frente y son la carne de cañón de las fuerzas enemigas. Usted se
ha puesto a pensar la cantidad de hombres de trabajo útiles para
sus familias y para el trabajo que se pierden. Y de los cerebros
potenciales que pudieran ser grandes conductores políticos o
científicos u hombres de letras y artistas, que mueren sin
brindarles al país sus conocimientos. Es un crimen, en mayor
escala, como no brindarles educación y enseñanza a miles de
niños que potencialmente podrían ser aprovechados para el
engrandecimiento del país. Y las mujeres, fundamentalmente, las
mujeres, que pierden a sus hijos en el esplendor de la vida, o a sus
maridos, y que pasan el resto de sus vidas sin el apoyo de los
hombres que amaron con quienes concibieron sus hijos, que
nunca más tendrán el resguardo necesario. Piensen si la guerra
vale la pena. En aras de qué patriotismo inútil podemos estar a
favor de la guerra. ¿Y al individuo en qué escala de valores lo
ponemos?
”–Esta síntesis, a la que se le podrán agregar argumentos a favor
de unos o en contra otros, no va a cambiar el meollo de la
cuestión. –Lo cierto es que la guerra no debió de producirse, pero
hecha que está, seguramente sirva para otorgar el equilibrio de
fuerzas e intereses que hablábamos antes y limpie las situaciones
enojosas entre los países que se remontan a tiempos pasados ya
prescriptos”.
El general oriental Venancio Flores, quien había sido
depuesto por la revolución de 1854, preparó una conspiración
desde Buenos Aires, apoyado por Mitre, en contra del gobierno
uruguayo de Gregorio Berro. Mientras tanto, muerto el
presidente paraguayo Carlos Antonio López, le sucedió su hijo, el
mariscal Francisco Solano López, quien sufría de exceso de
juventud para resolver estas cuestiones de relaciones con los
países vecinos. Lo grave, para los argentinos, que quien
gobernaba nuestro país no padecía la misma patología, pero
actuaba con similares desatinos. López defendía al presidente
Berro, del partido blanco en la guerra civil del Uruguay, y había
iniciado ya en vida de su padre una carrera armamentista. Urquiza
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había reconocido la independencia paraguaya, contrariamente a la
actitud de Rosas, que sostenía que el Paraguay pertenecía a la
Argentina. Paraguay pretendía un territorio en poder del Brasil, al
Norte y al Este del río Paraguay. Pero como así el conflicto
uruguayo era una cuestión interna del Uruguay, la disputa entre el
Brasil y Paraguay era ajena a nuestros intereses, o al menos lejos
de ser motivo de una participación en un conflicto bélico.
El conflicto se desencadenó a fines de 1864, cuando el
mariscal Francisco Solano López, presidente paraguayo, decidió
ayudar al gobierno del Uruguay en poder del Partido Blanco, en
guerra contra el Partido Colorado, apoyado éste militarmente por
el gobierno del Brasil. El equilibrio geopolítico se alteraría si
cualquiera de los países de la región perdiera su autonomía. De
modo que el mariscal López les hizo saber a los gobiernos de
Argentina y Brasil que cualquiera agresión al Uruguay implicaba
un cambio en el equilibrio existente. Pero las tropas imperiales del
Brasil, en octubre de 1864, invadieron territorio uruguayo. En
represalia Francisco Solano López se apoderó de un buque
mercante brasileño e invadió el Mato Grosso en diciembre de
1864.
Al avanzar la disputa, la Argentina hace una alianza con el
Brasil, contraria a las tradiciones históricas. Mientras tanto,
Venancio Flores, con apoyo brasileño, tomó Montevideo y el
general victorioso se erigió en presidente provisorio del Uruguay.
En nuestro país, a raíz de este conflicto, las opiniones se
dividieron para uno y otro lado, retrotrayéndose las disputas a la
época de Rosas. Mitre, que debía levantar la bandera de la paz,
mediar para que la guerra no se extendiese, se abstuvo esperando
que el Paraguay actuase. Las provincias federales se inclinaron
decididamente a favor de Francisco Solano López y el gobierno
nacional sufrió el levantamiento de Juan Saá en Cuyo.
Los porteños no ocultaban sus simpatías por Venancio
Flores. El Paraguay se vio asediado por Brasil, que había invadido

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territorio uruguayo por la frontera de Río Grande, y por

la Argentina, que se había aliado con el Brasil. Además, había roto


relaciones con el Brasil y la Argentina, en un acto de inexperiencia
juvenil. El detonante fue que López quería defender a Berro y
además, necesitaba pasar por territorio argentino para llegar al
Uruguay, pero el presidente Mitre no lo permitió que esgrimía la
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 66 -
teoría diplomática de la reciprocidad. El presidente paraguayo
debió prever que su colega argentino no lo permitiría y que esa
actitud le costaría a él la declaración de guerra. Lo que debió
hacer López hubiera sido insistir en su pedido, para volcar la
opinión pública argentina a su favor, neutralizar a Mitre, y
obligarlo a éste a que negociara con el Brasil y, al mismo tiempo,
con Paraguay, para lograr una solución de paz y equilibrio. Pero
pareciera que Mitre a lo que aspiraba era a entrar en guerra,
triunfar y convertirse en el héroe nacional. En un alarde de
soberbia Mitre comenzó a preparar sus ejércitos y dijo una frase
que le costaría que sus enemigos, y amigos cansados de la guerra,
se lo enrostraran; Mitre dijo: “en veinticuatro horas al cuartel, en
quince días en Corrientes, en tres meses en Asunción”. En otro
acto de impericia política, Francisco Solano López, atacó
Corrientes y se apoderó de dos naves argentinas. Mitre no
necesitaba más. Ya estaba justificada la guerra. El resultado fue
que la Argentina, el Brasil y Uruguay, firmaran un tratado
ofensivo y defensivo denominado de la Triple Alianza. El ataque
paraguayo le puso cintas celestes y blancas al ejército de Mitre,
que logró que se enrolasen en sus filas todos los jóvenes que años
más tarde descollarían en la política argentina.
El 25 de mayo de 1865 el general Paunero retomó la
ciudad de Corrientes y la flota brasileña derrotó a la paraguaya en
el enfrentamiento del Riachuelo, al Sur de la capital correntina. El
teniente coronel Estigarribia, al frente de once mil paraguayos, se
apostó y enfrentó en la Candelaria a Venancio Flores en Yatay,
Uruguayana. Días después, el general Mitre inclinaba las acciones
a favor de los aliados. El presidente argentino antes de salir de
Buenos Aires había delegado el mando pro tempore en el
vicepresidente Marcos Paz. Francisco Solano López ante la
adversidad, esperó el ataque de las tropas aliadas y ordenó a sus
tropas replegarse y actuar a la defensiva. El 16 de abril de 1866 el
general Mitre, al mando de sesenta mil efectivos, cruzó el río
Paraná por Paso de la Patria. El primer encuentro fue en Estero
Bellaco, cuando López rechazó un primer intento de Venancio
Flores, pero luego Mitre hizo valer la supremacía. Mitre prosiguió
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 67 -
el avance al encuentro nuevamente con las tropas paraguayas que
se produjo en Tuyutí. Fue una matanza sin recedentes en donde
quedaron en el campo de batalla catorce mil paraguayos y cuatro
mil aliados. Una verdadera masacre, impropia de países
civilizados. A la matanza de la guerra, en Tuyutí, le siguieron las
de Yataytí-Corá y Boquerón, en donde murieron, también
injustamente, cantidad de hombres americanos. El presidente
paraguayo solicitó una conferencia la que se realizó en Yataytí-
Corá, el 12 de septiembre de 1866, sin llegarse a ningún acuerdo.
Prevaleció la juventud por una parte y la soberbia por la otra.
Ante esta situación, Mitre quiso dar el golpe de gracia, no
obstante el desacuerdo con los militares brasileños que deseaban
mayor rapidez, atacó a los paraguayos en Curupaytí, el 22 de
septiembre de 1866 al mando de nueve mil argentinos y ocho mil
brasileños. El día amaneció radiante y el clima de las tropas era
festivo y ungido de fervor patriótico. Las tropas se formaron ante
el general Mitre. Un silencio sepulcral de todos los hombres
alineados se hizo “sentir” antes del sonar de los clarines y de los
¡Viva la Patria! La escuadra brasileña estaba formada para
comenzar el ataque. El almirante Joaquim Marques Lisboa,
marqués de Tamandaré había dicho: “En duas horas
descangalharé tudo isto”. Los paraguayos basaron toda su
estrategia en la defensa de sus puestos y el tiempo transcurrido
había sido aprovechado por el mariscal López para preparar la
guarnición. El tiempo lluvioso torrencial también había sido
propicio para los paraguayos. Porque ellos no se tendrían que
mover sino que serían los aliados los que tendrían que ir en busca
de los paraguayos. Las instalaciones defensivas se apoyaban en
una lomada en lo más alto de la barranca del río Paraguay. El
terreno pantanoso, esteros y la laguna Méndez conformaban casi
un lugar inexpugnable. El general paraguayo Díaz hizo cavar una
zanja de tres metros de ancho por dos metros de profundidad
entre el río Paraguay y la laguna Méndez. “Sobre el borde
defensivo de la zanja hicieron un parapeto con árboles extraídos
de la zanja, fortificados con estacas y las ramas aguzadas, que de
por sí era infranqueable”. Delante de la zanja se hizo otro foso
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 68 -
que se defendió con otro parapeto con la tierra extraída. La zanja
debía ser en principio una trinchera, pero la construcción quedó
tan bien fortificada que la transformaron en una falsa trinchera.
Se construyeron varias trampas que se rellenaron con espinillos y
troncos aguzados e inundados de agua de las lluvias. El trabajo de
los paraguayos para construir estas trincheras era agotador, pero
sus jefes estaban seguros de su eficacia. La batalla se inició con un
intenso cañoneo de la escuadra brasileña contra las fortificaciones
paraguayas, que resultaron ineficaces por la altura de las barrancas
del río, en donde estaba emplazada la artillería paraguaya.
Mientras cada batallón tenía a su cargo un trozo de trinchera, los
paraguayos se mantenían en absoluto silencio, como si se
hubieran ido del lugar destinado al contraataque. Todos los jefes
aliados presumían que un ataque frontal contra esas
fortificaciones sería fatal, pero las órdenes eran esas y había que
cumplirlas. La distancia entre los aliados y las fortificaciones era
de unos ochocientos metros. Al principio el avance de los aliados
era al paso, entre ellos el Batallón Salta al mando de Julio A.
Roca, pero luego se hicieron al trote chapaleando agua entre los
esteros. Cuando llegaron a unos ciento cincuenta metros, los
paraguayos, que no se veían a la vista de la ofensiva, descargaron
todo su poderío bélico. Únicamente se percibía el humear de los
cañones y obuses. En las filas aliadas sólo se oían quejidos y olor
a carne quemada por la metralla. Ante la imposibilidad de avanzar
frontalmente, los batallones aliados se desplazaron a la derecha
para intentar romper las trincheras por el lado menos guarnecido
por la artillería paraguaya, pero estos corrigieron las posiciones.
La fuerza de cañones y obuses detuvieron una vez más a los
atacantes. El empuje de las tropas argentinas logró llegar hasta la
primera zanja, pero las ramas y la profundidad de los abatíes les
impidieron cruzarla. Todo era gemidos, muerte y desconcierto.
Cuenta Julio A. Roca que “(…)vio al teniente Solier hincado
apoyado en su fusil, bañado en sangre con una pierna herida de
modo que no podía valerse; lo subió a su caballo, en el momento
de escucharse el clarín de toque de retirada”. Los aliados habían
perdido más de 4.000 hombres entre los que se encontraban jefes
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 69 -
de gran prestigio. El hijo de Sarmiento, Dominguito; Francisco
(Panchito), hijo del vicepresidente Marcos Paz, también habían
muerto. Mientras que los paraguayos, según dichos del general
Resquín, perdieron apenas 250 hombres sin tener necesidad de
salir de las trincheras.
Luego de este desastre sobrevinieron varios meses de
inactividad bélica y Mitre tuvo que enviar tropas para sofocar los
levantamientos del interior que clamaban por la paz con el
Paraguay, “país que nunca había sido enemigo de la Argentina”.
El doloroso acontecimiento de la derrota de Curupaytí resultaba
inexplicable en Buenos Aires y alentó la insurrección en el
interior. La impopularidad de la guerra, a la cual la consideraban
inútil e inconducente, produjo hechos de inestabilidad política en
distintas provincias. Marcos Paz actuó con firmeza y capacidad y
si en algún momento adoptó una actitud negociadora, en esta
oportunidad actuó con decisión, ya que envió a Paunero a sofocar
las revoluciones provinciales. En varias oportunidades el
vicepresidente Marcos Paz ofreció la renuncia ante el descontento
generalizado que la guerra había producido, y le pedía a Mitre que
retornara al gobierno, como se lo dice en una carta, porque él no
tenía el poder político para resolver asuntos que le atañían al
presidente, y le reprochaba el abandono prolongado de su
mandato, puntualizó todos los inconvenientes con que tropezaba
en su condición de interino, poco obedecido, confesó su
impotencia: “(...) En resumen, amigo, yo no gobierno; es preciso
que venga usted a hacerlo (...)” Sin embargo, con un gran
sacrificio se mantuvo en el poder hasta que la muerte,
inesperadamente, lo sorprendió al contraer cólera y falleció en su
quinta de San José de Flores el 2 de enero de 1868.
Contaba Juan Bautista Alberdi, contrario a la injerencia
del Brasil en los asuntos del Río de la Plata que originaron la
guerra; opuesto a las conflagraciones y a la violencia: “Debido a la
relación que Máximo Terrero tenía con dos diplomáticos
paraguayos, Gregorio Benítez y Cándido Barreiro, yo entablé
amistad con ellos en largas horas de conversación sobre la
situación que se había producido entre los países americanos de
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 70 -
nuestros más caros afectos. Yo desaprobaba la alianza, porque
condujo a la guerra, más allá de las causas que llevaron a tomar
semejante decisión. «Esta palabra nos sorprende, sólo en fuerza
del grande hábito que tenemos de esta otra, que es la realmente
incomprensible y monstruosa: el derecho de la guerra, es decir, el
derecho del homicidio, del robo, del incendio, de la devastación
en la más grande escala posible; porque esto es la guerra, y si no
es esto, la guerra no es la guerra». Estos conceptos primarios
sobre la guerra quiero que queden bien marcados para entender
mi posición”.
La guerra fue una atrocidad absurda que pudo haber
quedado resuelta en la primera escaramuza o en el primer
encuentro del Riachuelo, por ejemplo. Pero la impericia de
Francisco Solano, como su propia equivocación inducida por la
devoción que le profesaban los guaraníes, llenó de soberbia la
mente del dictador, lo cual condujo a su pueblo a la plena
destrucción.

Respecto a la acción de Julio Argentino diremos que en


Goya se agregó al 6 de línea a las órdenes de Luis María Campos,
mientras que su padre, el coronel José Segundo Roca, le habían
encomendado, y asumido entusiastamente, con sus sesenta y
cinco años a cuesta, reclutar hombres en las provincias norteñas.
Su labor fue dificultosa teniendo en cuenta la impopularidad de la
guerra; tuvo que marchar a través del Chaco al frente del Batallón
Tucumano, con grandes contratiempos, pero llegó a destino. El
coronel Roca ya estaba culminando su carrera militar con todos
los honores.
El 17 de agosto de 1865 el 6º de línea entró en combate
en Yatay, con la conducción de Arredondo, victorioso pero con
una gran cantidad de heridos, como fue la característica de esta
guerra. Un mes más tarde, el 18 de septiembre, Estigarribia
aceptó la intimación de la entrega de Corrientes y su rendición a
las fuerzas sitiadoras, entre las que se encontraba el 6º de línea del
que era parte el Capitán Roca.

Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 71 -


En los últimos meses de 1865 las fuerzas aliadas estaban
dispuestas a invadir suelo paraguayo y Julio Argentino era
trasladado enfermo a Buenos Aires, donde permaneció
noviembre, diciembre de 1865 y enero de 1866, seguramente
producto de la ingesta de algún alimento. El estado con que fue
llevado denotaba que ese sería seguramente la causa del
decaimiento, fiebre y ausencia de fuerzas. Fue instalado en el
hogar de su hermano Ataliva, en donde le prodigaron los
cuidados que su organismo requería. Su tío Marcos, en ejercicio
de la presidencia de la República, lo visitaba a menudo y sus
charlas versaban sobre el estado de la guerra y las perspectivas del
país en un contexto tan complicado. A Julio se le hacía eterno el
tiempo que transcurrió durante esos largos meses que tuvo que
estar bajo el cuidado médico, porque quería entrar en acción y
conseguir los ascensos que ansiaba. Su carrera militar era todo lo
que más anhelaba en el aspecto personal. En Buenos Aires, le
llegó la comunicación que había sido designado en el Batallón
Tucumano como oficial instructor, que comandaba su padre.
Apenas pudo se embarcó con destino al teatro de operaciones ya
en terreno paraguayo. En el campamento de Ensenadita, un lugar
asqueroso, mugriento y con unos piojos que se podían utilizar
como combatientes, se encontró con su padre, que ocupaba el
cargo de Jefe de la 4ta. División del Primer Cuerpo del Ejército
Argentino, al mando del general Paunero. Este encuentro resultó
muy triste por Julio, porque al poco tiempo, el 8 de marzo de
1866, don José Segundo Roca sufrió un ataque cardíaco y falleció
instantáneamente. También lamentó mucho, porque luego de
combatir en Estero Bellaco el 2 de mayo de 1866, en Tuyutí el 24
de mayo, en Yataytí-Cora el 11 de junio y, en Boquerón y El Sauce,
el 16 y 18 de julio, el capitán Julio A. Roca, recibió los despachos
de sargento mayor graduado, y su padre no pudo gozar la alegría
del nombramiento, que tanto apreció el propio Julio y tanto
orgullo le hubiera dado a su padre. Además se le dio el mando del
Batallón Salta, por cuyo acto se transformó en un jefe del ejército
argentino.

Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 72 -


En verdad ninguno de los jefes quería transar y ansiaban
la paz; luego de Yataytí-Corá se realizó una entrevista entre el
mariscal Francisco Solano López y el presidente argentino
Bartolomé Mitre, sin llegar a ningún acuerdo, lo cual presumía un
pronto triunfo de las fuerzas aliadas, para lo cual se había
preparado a la tropa mental y potencialmente. Sin embargo, la
oficialidad no estaba convencida que un ataque frontal sobre las
líneas paraguayas sería terminal. Creían que se producirían
innumerables bajas. El sargento mayor Julio A. Roca era un ávido
lector de estrategias militares y de los clásicos de Tito Livio y Julio
César. En charlas con otros oficiales analizaban el terreno en las
inmediaciones de Curupaytí y concluían que el terreno de los
aliados no les favorecía porque era pantanoso, con esteros y
lagunas, y las posiciones enemigas estaban sobre barrancas y en
terreno firme.
Ya hemos relatado el desastre de esta batalla, sin embargo,
nos resta analizar el progreso que en materia militar y psicológica
se había operado en la maduración de Roca y de las enseñanzas
que esta campaña le prodigó. Era un estudioso analista del
comportamiento de los soldados, tanto compañeros como rivales.
Era un mal jinete, por lo cual recibía chanzas de sus compañeros,
les enseñaba a sus subordinados los cuidados de las patas y la
boca, porque él decía que allí residía la comunicación del hombre
con el animal. Les indicaba que en ningún momento se alejaran
del fusil y que lo mantuvieran pronto para entrar en acción, ante
un ataque sorpresivo o ante la presencia de un franco tirador. Era
muy serio en el trato con el personal, no obstante mantenía
reuniones cordiales en ronda donde se contaban cuentos y
jaranas. Las órdenes, él las respetaba y las hacía respetar sin
ningún comentario. Aconsejaba en los combates cuerpo a cuerpo
desenvainar la bayoneta y usarla como un machete o un cuchillo
como lo hacían los romanos con sus lanzas cortas. Llevaba a los
soldados cerca del fuego de los cañones enemigos para conocer el
silbido de las balas, que les salvaría las vidas, según decía. Las
cuarteleras preparaban las empanadas y tortas y, durante la noche,
la satisfacción de la tropa; Roca las trataba siempre con mucho
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 73 -
respeto y ponía énfasis en que también lo hiciera sus
subordinados. En lo personal, se distinguía por usar el quepí
recostado sobre el ojo derecho, no se separaba nunca del balde en
donde lavaba la ropa. Comía de parado con el cuchillo en la
mano, y últimamente, con el que le regaló su padre en el último
encuentro en Ensenadita. También llevaba colgado de su cuello
un crucifijo que le había regalado su madre, pero un revolcón que
le dio el caballo lo perdió.
Los combatientes de la familia Roca que se hallaba en el
frente no habrán visto con buenos ojos la presencia de Alejandro
Roca en el teatro de la guerra, porque junto a su hermano Ataliva,
en Buenos Aires, se dedicaban a comerciar en donde le vendían a
los soldados elementos que el ejército no les proveía. También se
decía que eran proveedores del ejército, pero ya general, Julio,
dijo que no era así y que eran simples mercachifles. En cambio,
afirmó que José Gregorio Lezama y Anacarsis Lanús eran
proveedores del ejército y que habían hecho fortunas. Hay que
relacionar este hecho con la gran amistad que tenía Lezama con
Mitre, luego que aquel fuera intermediario para reunir a éste y
Sarmiento con Urquiza y con Derqui para la formación de la
República. También hay que relacionar que cuando en el año
1874, luego de las elecciones que Mitre perdiera a favor de
Nicolás Avellaneda, se subleva, y su campaña es financiada por
Anacarsis Lanús, quien perdiera mucho dinero en la empresa. No
obstante, cuando hay negocios con el estado, siempre aparece
quien asegure que hay manejos turbios. Creemos que mientras los
negocios estuvieran dentro del marco regulatorio del estado,
fueran lícitos y no especulativos, siempre significaban un aspecto
necesario en el esquema comercial de la Nación.
De todos modos para los Roca y para Panchito Paz,
especialmente para José Segundo Roca, que fue un militar cuyo
único ingreso era el sueldo de profesional, sin ninguna riqueza ni
bienes, haya conformado la presencia de sus hijos Alejandro y
Ataliva mercadeando con los soldados, en momentos que tantas
penurias pasaban en el frente. No obstante, años después, Julio
manifestó “…que en esos días de la muerte de su padre y su
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 74 -
hermano Marcos, era una compañía la presencia de Alejandro”, lo
cual seguramente haya sido así.
Además, hay que remarcarlo, que los enemigos de Julio
Argentino Roca, pretendían desmerecer su carrera militar con los
“pecados” de sus hermanos. Esta actitud no deja de ser un vil
recurso de personajes mercaderes de la historia y no son más que
meros comerciantes de ideologías, que en la Argentina, sobre
todo en los tiempos modernos, utilizaron estos argumentos para
vender sus libros.
Hay que dejar aclarado que hacer fortuna por medios
lícitos, nuestro sistema, no sólo lo permite, sino que lo alienta
como una forma de progreso de la Nación.

V
El desastre de la batalla de Curupaytí caló muy hondo en
las fuerzas aliadas, especialmente en aquellos oficiales que vieron
morir sus camaradas y soldados. A Mitre se le traslucía su
abatimiento en el semblante y en su cansancio, según lo describía
Roca. El comandante en jefe lo comisionó a Julio Argentino, para
que le llevara al vicepresidente en ejercicio, doctor Marcos Paz, el
parte de la batalla. Inmediatamente partió Julio, quien se embarcó
y en cuatro días estaba en Buenos Aires. Tío y sobrino se
fundieron en un abrazo con el llanto sin controlar, por las
pérdidas militares sufridas, pero también por los afectos de sus
parientes muertos en cumplimiento del deber.
Para quien había participado de la organización nacional y
veía los acontecimientos desde una visión europea como Juan
Bautista Alberdi, sus conceptos tenían un especial valor pese a
que Mitre y Sarmiento lo tildaran de traidor merced a su análisis
de la guerra. Alberdi decía: “Benítez y Barreiro estaban
destacados por el gobierno paraguayo para informar a la opinión
pública europea sobre los motivos del conflicto, y para neutralizar
el envío de naves al Brasil. Decidí apoyar esta gestión, y con fecha
1º de marzo de 1865 publiqué un folleto en París, Librería E.
Dentu, en 71 pp., al que denominé: Las disensiones de las
Repúblicas del Plata y las maquinaciones del Brasil, en el que
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 75 -
destacaba los objetivos imperialistas del Brasil de expandirse hacia
el Sur, cuyas razones eran por demás obvias: económicas y
geográficas. A mí me mortificaba el deshonor que esta guerra
traería para nuestro país. Debo dejar claramente expresado que yo
no tenía simpatías especiales por el Paraguay. Reconozco que la
política armamentista era un peligro latente para la región y que
todos los países se hallaban intranquilos. También es un hecho
que el Paraguay no permitía la libre navegabilidad del río a los
brasileños, que tenían necesidad de comunicarse con el Matto
Grosso y, sobre todo, resguardarlos de ataques. Pero todos
sabemos, aunque no tengamos conocimientos profundos de
geopolítica, que si una región carece de equilibrio de fuerzas, libre
navegabilidad y libertad de comunicarse con el exterior, no hay
paz duradera.

”Yo había escrito, siguiendo estos principios de política


exterior: Montevideo es al Paraguay, por su posición geográfica,
lo que Paraguay es al interior del Brasil: la llave de comunicación
con el mundo exterior. Tan sujetos están los destinos del
Paraguay a los de la Banda Oriental, que el día en que Brasil
llegue a hacerse dueño de ese país, el Paraguay podrá ya
considerarse colonia brasileña, aún conservando su
independencia nominal. Ocupado Montevideo por el Brasil, la
República del Paraguay vendría a quedar, de hecho, en medio de
los dominios del Imperio. He aquí porque el Paraguay ha visto y
ha debido haberse visto amenazado en su propia independencia
por la invasión del Brasil a la Banda Oriental. Ha hecho suya
propia la causa de la independencia oriental, «porque lo es» en
efecto y su actitud de guerra contra el Brasil es «esencialmente
defensiva» aunque las necesidades de la estrategia le hagan salir de
las fronteras, y agregué: Esta identidad de causa entre el Paraguay
y el Uruguay resulta probada por el manifiesto en que el Brasil
anunciara a los países amigos su determinación de hacer la guerra
al Paraguay.
”La cuestión de límites es la causa principal de la
contienda. Esta cuestión, que ya dos veces en los últimos diez
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 76 -
años puso las armas en manos del Brasil y que no está resuelta
todavía, es la que quiere resolver de hecho, tomándole al
Paraguay la ventaja que él le lleva por estar más abajo que el
Matto Grosso, con la ocupación de la Banda Oriental, que es la
clave de la navegación del Paraguay. He aquí por qué el Paraguay
advirtió en peligro inminente la libertad de navegación desde que
ha visto al Brasil en camino de apoderarse del Uruguay, como ya
lo hizo en 1820. La complicidad de Buenos Aires con el Brasil en
la ocupación de la Banda Oriental no hace sino más amenazante
para el Paraguay la actitud del Imperio.
” ¿Por qué el crimen de la guerra? Porque la guerra es el
último recurso de los países para lograr sus libertades y derechos.
Porque la guerra la planean los políticos y el alto mando militar, y
los reclutas, sin entrenamiento para defenderse, son los que van al
frente y son la carne de cañón de las fuerzas enemigas. Se han
puesto a pensar la cantidad de hombres de trabajo útiles para sus
familias y para el trabajo que se pierden. Y de los cerebros
potenciales que pudieran ser grandes conductores políticos o
científicos u hombres de letras y artistas, que mueren sin
brindarles al país sus conocimientos. Es un crimen, en mayor
escala, como no brindarles educación y enseñanza a miles de
niños que potencialmente podrían ser aprovechados para el
engrandecimiento del país. Y las mujeres, fundamentalmente, las
mujeres, que pierden a sus hijos en el esplendor de la vida, o a sus
maridos, y que pasan el resto de sus vidas sin el apoyo de los
hombres que amaron con quienes concibieron sus hijos, que
nunca más tendrán el resguardo necesario. Piensen si la guerra
vale la pena. En aras de qué patriotismo inútil podemos estar a
favor de la guerra. ¿Y al individuo en qué escala de valores lo
ponemos?
”Esta síntesis, a la que se le podrán agregar argumentos a
favor de unos o en contra otros, no va a cambiar el meollo de la
cuestión. Lo cierto es que la guerra no debió de producirse, pero
hecha que está, seguramente sirva para otorgar el equilibrio de
fuerzas e intereses que hablábamos antes y limpie las situaciones

Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 77 -


enojosas entre los países que se remontan a tiempos pasados ya
prescriptos”.5

Para el sargento mayor Julio A. Roca, la guerra al


Paraguay había finalizado, aunque se extendió atrozmente hasta el
1º de marzo de 1870 en la batalla de Cerro Corá, en que fuera
muerto el mariscal Francisco Solano López de un lanzazo en el
vientre y un sablazo en la cabeza, pero aún así siguió peleando
hasta que un balazo le atravesó el corazón.
Roca ya venido a general le escribía a Sarmiento en donde
entre otros conceptos le decía: “…Leyendo la historia de las dos
más grandes guerras modernas, escrita por el conde París,
fatalmente va mi recuerdo a la guerra del Paraguay y se confirma
más mi opinión de que ésta duró tanto, porque ni en nuestros
generales, ni en los brasileños, ni en el campo paraguayo, hubo la
chispa necesaria. De una y otra parte la estrategia ha consistido en
amontonar gente; el primero a quien se le agotaba ésta tenía que
sucumbir. Así fue. Los paraguayos se agotaron primero. Nosotros
triunfamos…”
El interior argentino estaba en plena ebullición y no le
faltaba motivos para la protesta reclamando la paz con el
Paraguay, que para la gran mayoría de los argentinos se sentían
hermanos de los paraguayos. El general Bartolomé Mitre debió
dejar el frente y volver a Buenos Aires y disponer, a principios de
1867, el envío de las mejores tropas al interior, al mando de
Paunero, para hacer frente a los alzamientos que se habían
producido. Marcos Paz había hablado con Roca en donde le dijo
que lo necesitaba en el Noroeste por su experiencia en combatir
la guerrilla montonera; que luego de su parcial exterminio había
surgido un rebrote con Felipe Varela a la cabeza. Esta
revivificación estaba fundamentada en la inacción de la resistencia
nacional como causa de la derivación de las fuerzas al teatro de la
guerra del Paraguay. Entonces los localismos tradicionales
norteños hegemónicos con reminiscencias hispánicas, surgieron

5 El entrecomillado pertenece al libro del autor “Charlando con Juan Bautista Alberdi”
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 78 -
con el poder que cada uno de ellos tenía, sin que se opusieran las
fuerzas nacionales. Este era el federalismo que los caudillos del
interior reconocían: la anarquía sin intervención del poder central.
Cuando lo propio era la autonomía provincial amparada por el
orden institucional, sin injerencia o imposición de ideologías
ajenas a las que las propias provincias habrían elegido, bajo el
paraguas común de la Constitución Nacional. Pero, ¿En alguna
etapa de la vida institucional argentina fue logrado este precepto?
Lamentablemente podemos afirmar que estas
deformaciones: la anarquía por un lado y la intromisión del
gobierno nacional en los asuntos provinciales por otro, ha sido y
todavía lo es, la causa de los desencuentros permanentes entre el
interior y el poder central, cuya síntesis se traduce en la falta de
reconocimiento de la vigencia de la Constitución. Y además, con
el agregado que la compra de los caudillos regionales, antes
armados y ahora con dinero para incorporar adeptos, se
constituyó en las máximas operaciones de corrupción.
El ejército del interior había quedado al mando del
general Paunero y como segundo jefe Arredondo. El mayor
Roca se unió en Rosario al ejército que comandaba su amigo, el
coronel José Miguel Arredondo, nacido en Canelones, Uruguay,
en 1832. Roca tenía una gran amistad con el uruguayo y éste
consideraba al joven militar con más grande futuro. Esta amistad
quedaría trunca en 1874 por cuestiones militares y, en esencia, del
convencimiento de la función integradora nacional del ejército
que tenía Roca, comparada con la condición de uruguayo que
tenía Arredondo, que oportunamente narraremos.

Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 79 -


CAPÍTULO V

En camino del generalato

“Sólo si la República se hallase en peligro de ser destruida, podría


admitirse que se realizaran esas arbitrariedades que van contra la
misma esencia de nuestro derecho”
JULIO CÉSAR
I

C ON ARREDONDO a la cabeza se dirigieron a


San Luis, pero ante la inminencia del revivir de la
montonera, el jefe prefirió resguardarse en
Córdoba a la espera de que se le agregaran nuevas fuerzas
provenientes del Paraguay. Al mismo tiempo Arredondo envió
tropas a Entre Ríos para unirse a las fuerzas de la Triple Alianza.
Marcharon forzadamente hacia San Luis para impedir que
las hordas montoneras cruzaran el río IV. En San Ignacio, el 1º de
abril de 1867, Arredondo derrotó al general Juan Saá en donde
los federales se desparramaron, quienes en su mayoría huyeron a
Chile. Este triunfo, a Arredondo le valió el ascenso a general.
Taboada había vencido el 10 de abril de 1867 en el Pozo de
Vargas a Varela como ya le hemos contado, en este ir y venir
literario para una mejor comprensión de nuestros personajes y de
los hechos históricos. Como una reasignación de tropas, una
parte de las comandadas por Arredondo regresó a Córdoba y
luego retornó al Paraguay, y con él se fue Celedonio Roca,
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 80 -
hermano de Julio Argentino, quienes se abrazaron y vieron por
última vez, porque Celedonio murió en la guerra del Paraguay, en
la batalla de Las Palmas, en esta guerra malvada que destruyó
amistades y familias.
Roca permaneció en San Juan como 2º jefe del regimiento
6º de línea, en cuya estada admiró y comenzó su aprendizaje de la
política, cuando su jefe, Arredondo, participó con mucha astucia
para respaldar la candidatura de Sarmiento y provocó una
intervención federal.
En agosto del 67 sus servicios fueron requeridos en La
Rioja pero integrado al 7º de línea e incorporado hasta marzo del
68. Roca observaba con interés – ¡y vaya si era observador!– los
acontecimientos políticos alrededor de la próxima elección
presidencial. En las provincias norteñas también los intereses
políticos ocupaban la atención de los ciudadanos, porque los
Taboada apoyaban a Rufino de Elizalde, que era el candidato de
Mitre.
La postulación de Alsina quedó descalificada y contribuyó
en mucho a que esa candidatura no se concretara, una carta
llamada “Carta de Teyú-Cué”, dirigida por Mitre a José María
Gutiérrez, en donde se manifiesta en contra de las candidaturas
de Adolfo Alsina y el general Urquiza. No obstante, el general
entrerriano también lanzó su candidatura, ofrecida por Adolfo
Alsina en nombre del autonomismo. De esta forma el panorama
político adquiría mayor complejidad. Es el coronel Lucio Victorio
Mansilla, quien dio a conocer la idea del ejército a favor de la
candidatura de Sarmiento, quien carecía de partido, pero contaría
con el gran elector que era el partido militar, que no era poco.
Pero resulta que en ese año de 1868 que estaba tan cargado de
política, todos los candidatos que se postulaban tenían flaquezas
de apoyo electoral: Mitre se había desgastado por efecto de la
guerra y en el debate de la federalización, lo cual le impidió
imponer a Rufino de Elizalde con poca presencia en el interior,
salvo La Rioja; Alsina tenía un fuerte apoyo en la capital, dentro
del autonomismo, pero carecía de conocimiento para la gente del
interior y tenía un adversario de fuste como era Mitre; por último
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 81 -
quedaba Urquiza, con cuestionamiento en Buenos Aires y en el
interior. Así que resaltaba la candidatura de Sarmiento que, como
figura catalizadora, era aceptada por todos los sectores y también
por los propios candidatos. Por otra parte, su ausencia del país en
los últimos tres años en los Estados Unidos, el desgaste de la
política interna no lo habían tocado en demasía. El interior estaba
lo suficientemente convulsionado para que el próximo presidente
pudiese probar la firmeza de sus actos y convicciones. San Luis,
San Juan, Mendoza y La Rioja tenían conflictos que perturbaban
la política. También Entre Ríos, disconformes con Urquiza se
agitaba. Las provincias de Santiago del Estero y Tucumán estaban
tranquilas. Resultado de todas estas circunstancias de la política
interna, el binomio Sarmiento-Alsina fue consagrado presidente y
vicepresidente de la Nación por el período 1868-1874. Domingo
Faustino Sarmiento suma setenta y nueve electores, sobre ciento
treinta y uno válidos, y Adolfo Alsina ochenta y tres electores.
Los nuevos mandatarios asumieron el 12 de octubre de 1868.
II
Nuevamente con la actividad militar de Roca, su batallón
fue trasladado a Córdoba y luego a Río Cuarto, para ser destinado
a Córdoba nuevamente. El 15 de septiembre de 1868 le fue
comunicado su ascenso a teniente coronel con sólo veinticinco
años de edad. De todos modos, esos veinticinco años fueron
vividos con una intensidad como la de pocos argentinos pudiera
llegar a experimentar. Su vida hasta esos tiempos tuvo una carga
de emociones como sólo un protagonista con un destino superior
tuviera como actor. Podemos decir que la adolescencia y la
juventud, hasta estos momentos, no fueron similares a la de otros
jóvenes.
Arredondo y Roca, pese a su condición de militares que
los inhibiría de participar en política, lejos de esta proscripción se
habían volcado a posibilitar el triunfo de Sarmiento. Un poco
porque representaba aire limpio en la política que había llevado
Mitre, y otro motivo era terminar con la preeminencia de los
Taboada y los Dávila. Estos últimos eran una familia de lo más
distinguida de Salta y con arraigo en otras provincias norteñas. La
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definición del patrocinio a la candidatura de Elizalde produjo una
oposición muy cerrada al candidato mitrista y un apoyo, por
contraposición, a la candidatura de Sarmiento.
Imprevistamente, el 2 de enero de 1868, falleció el doctor
Marcos Paz, quien era una persona que mucho valoraba Julio
Argentino Roca y por quien profesaba un gran cariño, a causa de
una infección de cólera que años más tarde arrasara con parte de
los pobladores de la ciudad de Buenos Aires.
Al asumir Sarmiento y decidido a terminar con la guerrilla
montonera en el Noreste y cualquier otro foco de insurrección,
relevó del mando de la guarnición de Salta al coronel Martín
Cornejo. Este jefe también era un viejo militante de la más rancia
prosapia de Salta y un defensor de Bartolomé Mitre. Como
Cornejo ostentaba la jefatura del Piquete Nacional de Salta y al
mismo tiempo jefe del Regimiento “4 de junio”, controlaba las
fuerzas salteñas y el poder de la zona.
El hecho de haberse jugado por la candidatura de
Sarmiento a Roca le produjo grandes dividendos políticos,
esencialmente dado la característica de la misión, que el nuevo
presidente le encomendaría.
Luego de haber pasado unos pocos días en Buenos Aires
por razones de servicio y de descanso del trajinar en el Noreste, el
ministro de Guerra coronel Martín de Gainza lo citó para que
tuviera una entrevista con el presidente Sarmiento. Su intriga por
conocer la razón era abrumadora así como también su emoción.
En modo alguno supuso que se trataba de representar al
presidente para comunicar al coronel Martín Cornejo de la
decisión de relevarlo de sus funciones. Sarmiento creía que Roca
era demasiado joven y una postura poco fiera para encarar una
misión política de esa naturaleza. No obstante, la decisión estaba
tomada y Roca encaró la comisión con entera naturalidad, sobre
todo porque iba con el nombramiento de jefe del Piquete
Nacional, con asiento en Salta y el cargo del jefe del 7º de Línea
también en su poder.
Partió de Buenos Aires con un recorrido insólito. Tal vez
para conocer los adelantos que día a día se producirían en el país
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 83 -
o para trasladar a sus mandantes la tranquilidad que el caso
requería. Salió en vapor con destino a Rosario, de allí en tren
hasta Cañada de Gómez y luego desde la mensajería de Timoteo
Gordillo hasta Córdoba en diligencia.
Con un pelotón de cincuenta hombres partió con destino
a Salta atravesó los salitrales con la intención de pasar por
Santiago del Estero y visitar al Gobernador Manuel Taboada, con
quien tuvo conversaciones irrelevantes en donde Roca evitaba los
temas políticos. De todos modos consideraba que la misión en
representación del presidente comenzaba con la actitud política y
diplomática en Santiago del Estero. Pero no todo era político,
porque había rumores que muchos montoneros sin conducción o
comprados por caudillejos o con Felipe Varela como jefe, al
conocer de su presencia, se rumoreaba un ataque, por lo cual se le
agregaron cien hombres en Santiago y de Tucumán le enviaron
quinientos más. Ya se sentía más seguro para encarar el ataque
final en Salta con Martín Cornejo. Con un caudal de hombres
significativo para las circunstancias, desde Molinos, el 12 de enero
de 1869, le comunicó al gobernador que asumía la jefatura de
todas las fuerzas en la provincia y además como jefe natural del
Piquete Nacional por decisión del Superior Gobierno de la
Nación; le instruía que le enviara este cuerpo a su asentamiento
en Molinos, previa delegación del mando de Martín Cornejo en
su segundo jefe, el Capitán Scipión Cornejo, quien asumió el
cargo comunicando a Roca su subordinación y la pronta
ejecución de sus órdenes. Mientras tanto una partida enviada por
Roca al mando del coronel Corbalán le dio batalla a Varela en
Salinas, en Pastos Grandes, al cual derrotó e hizo prisioneros a
unos cincuenta hombres y pertrechos. Esta derrota de Varela
implicó el retiro a Chile con unos pocos hombres y ya nunca
retornaría a la acción, en donde murió al año siguiente. También
le envió una señal a Martín Cornejo, que sus fuerzas eran bien
aptas para actuar en esas tierras y, además, que no le temía a
caudillos por más mentas que tuvieran.
Con la fuerza militar subordinada de su lado y el apoyo
del gobernador, ya Roca comenzaba a ejecutar sus conocimientos
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 84 -
de política, y si en Santiago con Taboada había sido cauteloso, el
paso que iba a dar con Martín Cornejo, sería hacerle sentir que las
fuerzas estaban de su lado y quién era el que mandaba. De modo
tal que le envió una comunicación en la que le comunicaba, por
encargo del Presidente de la Nación Don Domingo F. Sarmiento,
que en un plazo de 24 horas se marchara con destino a Buenos
Aires y ponerse a disposición de la Inspección general de Armas.
Cornejo acató la orden y solicitó un plazo para atender cuestiones
de índole personal por demás atendibles.
Roca había coronado una exitosísima misión en Salta y se
aprestaba a poner en juego sus zorrerías, al renunciar el
gobernador Ovejero y hacerse cargo por nombramiento de la
Legislatura el Gobernador propietario, doctor Benjamín Zorrilla.
El principio de la actividad política del presidente
Sarmiento, en gran parte estaba centrada en distribuir los jefes
militares en las provincias de modo que no se produjeran
levantamientos y, al mismo tiempo, lograr que la fuerza de las
armas desalentaran a los opositores a manifestarse en contra del
Gobierno Nacional. Así había ocurrido en Salta con la presencia
de Roca y con Arredondo en San Juan y, ahora, con la instalación
del general Rivas en Tucumán, con jurisdicción sobre Salta
Catamarca, Jujuy y La Rioja. Los Taboada protestaron por la
intervención de Roca en Salta y Sarmiento creyó oportuno
trasladar a Roca a Tucumán.
Julio gozó mucho de la estada en Salta, porque era
agasajado por las rancias familias salteñas que lo invitaban a cenar
y a gozar de la música vernácula.
El teniente coronel Roca trasladó a Tucumán el resto del
Regimiento 7º de Línea, en donde aumentó la cantidad de
hombres y le impuso una disciplina militar a su estilo, redactó una
adaptación de un manual existente el que hizo imprimir al cual
tituló: “Manejo de Armas de Infantería”. Asimismo, el 16 de
diciembre de 1869, su prestigio militar le asignaba nuevas
funciones que eran las de jefe de la frontera de Orán.
Por exigencias de su profesionalismo militar, que lo llevó
a otros escenarios, la historia argentina no pudo recoger un
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 85 -
potencial duelo político-militar entre Julio A. Roca y los Taboada,
Antonino y Manuel.
Tal vez, íntimamente por su condición de tucumano, o
porque creía que de una buena vez había que terminar con el
protagonismo de las familias Ibarra y Taboada en Santiago del
Estero, que habían hecho de la provincia un feudo y que
utilizaban a los distintos gobernantes y personajes influyentes
para su propio beneficio, Roca les había puesto los puntos para
desalojarlos del poder y así se lo había expresado al ministro
Martín de Gainza.
Roca recibía permanentes ataques de los Taboada en el
periódico del Norte y en una ocasión le dice al ministro de
Gainza “…que han tratado de sublevarle el Batallón por medio
de un comandante Victorio Hernández…”. En otra oportunidad,
en marzo de 1870, debió de trasladarse a Catamarca para ajustar
la gestión de sus subordinados, pero una acción perturbadora de
los Taboada lo obligó a volver a Tucumán para desarmar otro
intento de sublevación.
Luego de la muerte de Ibarra en 1851, de quien eran
sobrinos los Taboada, poco a poco se instalaron en el poder de
Santiago del Estero con rencillas internas e interprovinciales con
los tucumanos. Varios de sus gobiernos tucumanos pasaban a
adictos a los santiagueños, que luego se hacían opositores y
debían sacarlos por la fuerza, tales los casos de Mauro Carranza,
pariente de Ibarra, que Manuel Taboada lo eliminó con una
revolución; luego de rencillas con unitarios tucumanos ayudaron a
eliminar del poder al gobernador Celedonio Gutiérrez; Pedro
Ramón Alcorta, quien fuera instalado gobernador de Santiago del
Estero por los Taboada, decidió apartarse de la línea taboadista
por cuyo motivo se negó a nombrar ministro a Manuel Taboada y
eliminó de la Comandancia de armas a Antonino Taboada, que
ante tal situación, armaron una montonera y lo eliminaron del
gobierno. Las rencillas con los tucumanos en los sesenta fueron
interminables; se vencían mutuamente, recuperaban el poder y
uno y otros se robaban los ganados, se convirtieron en el terror

Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 86 -


de las provincias lindantes, no tanto por las armas, sino por el
cuatrerismo de los Taboada.
Durante el gobierno de Sarmiento, las estrellas de los
Taboada se apagaron y Roca se convirtió en quien redactara el
acta de defunción de los caudillos Antonino y Manuel Taboada.
III

La madurez de Julio no siempre estaba presente en sus


actitudes personales y la que protagonizó con una damita
tucumana, sacó a relucir su juventud y el poco cuidado del lugar
que ocupaba en la sociedad y en el ámbito militar. En efecto, de
servicio en Tucumán, como ya se ha visto, conoció una bella
joven de quince o dieciséis años llamada Ignacia Robles de quien
se enamoró con mucha intensidad. Su madre se negaba a aceptar
que su hija anduviera en amoríos con Roca de quien se decía “era
muy mujerengo”. De todos modos Julio fue muy paciente al
visitarla en su casa, pero al fin se cansó de la negativa de la madre
y tomó una decisión propia de un muchacho irresponsable y
engreído. En el medio de una fiesta la tomó de un brazo y se la
llevó a una casa que había alquilado, lo cual significaba un
secuestro, pero que su posición militar y política hizo que no se
tomara ninguna medida en su contra. Durante siete días la
mantuvo con él, por supuesto con la complacencia de Ignacia. La
familia mantuvo en silencio la cuestión, pero de estos amores
nació una niña a quien se la llamó Carmen. Más adelante Ignacia
se casó con Bibiano Paz, un pariente de Roca por vía materna.
Este suceso que el mismo Roca, más adelante, reconoció como
una actitud impropia de su jerarquía, como hombre y como líder
que era ya por esos tiempos. Julio no reconoció legalmente a su
hija Carmen pero tampoco la abandonó y la ayudó a recibirse de
maestra, le consiguió cátedras y ella lo visitaba a menudo. Ya
casada con un alemán, apellidado Ludwig, les ayudó
consiguiéndole un empleo al marido.6

6Muchos historiadores tendenciosos han visto en este pecado de Julio A. Roca como
una mancha que enturbia la carrera militar y política. El contexto de la época, en esta
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 87 -
Córdoba había reafirmado su condición de provincia
adicta a la política y había reformado su Constitución, cuyo
objetivo fundamental era la estabilidad del gobernador. Roca
había visitado con fines profesionales a esa provincia y además
participaba de reuniones sociales con lo más granado de la
sociedad en donde tenía amigos, y en ese ambiente hizo
relaciones con una niña de su medio, Clara Funes, de quien
hablaremos oportunamente. Como las relaciones de los
tucumanos, en particular Roca, con los santiagueños partidarios
de los Taboada era muy tirante, no quería arriesgarse de paso en
sus viajes cerca de su territorio, por lo cual daba un rodeo por
Catamarca. Este acercamiento de Roca a Córdoba, Sarmiento lo
vio muy positivo y decidió transferir, a fines de 1870, el Batallón
7º de Línea junto a su jefe el teniente coronel Julio Argentino
Roca.
Urquiza y Sarmiento habían acercado posiciones y el
presidente lo demostró con un viaje al Palacio San José de Flores
para celebrar el aniversario de Caseros. El individualismo
hispánico provinciano de Entre Ríos desató la enemistad aún más
acentuada con el centralismo porteño. Sin embargo, la actitud de
Sarmiento significaba una muestra de aperturismo hacia la
provincia. Pero aparentemente ese hecho era sólo un pretexto
porque el encono era con Urquiza, que había quedado resentido
con la actitud del Supremo Entrerriano en la batalla de Pavón y
había enaltecido la figura de Ricardo López Jordán, casi un hijo
de Urquiza en la política, quien se había debatido con gran
valentía en ese encuentro. La Guerra de la Triple Alianza, de la
cual López Jordán se había declarado acérrimo enemigo,
contribuía al encono con Buenos Aires.
El 11 de abril de 1870, López Jordán se levantó en contra
del poder constituido y ordenó el apresamiento del general
Urquiza con la colaboración de Nicomedes, coronel mayordomo
del general. Pero a Simón Luengo, quien fuera el encargado del
asalto al Palacio San José de Flores, se le fue la mano y mató al

materia, era ese machismo necio que hemos visto en mucho próceres que han tenido
hijos naturales, algunos ignorados por sus propios padres.
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general y a dos de sus hijos. A los pocos días la legislatura designó
gobernador al jefe revolucionario, pero los adictos al gobernador
lo acusaron de la muerte de Urquiza. Aunque el autor material
fuera otro, sin duda la responsabilidad de los crímenes le cupo al
jefe revolucionario.
Parecería que López Jordán no se hubiera enterado de los
preceptos establecidos en la reciente Constitucional Nacional. En
su asunción del mando entre otros conceptos decía: “…Y el día
que yo comprenda que el pueblo no me rodea, seré el primero en
declinar la honra que me hacéis…” Este es un concepto muy
vertido por los amantes del poder ¿Porque cuál es la medida del
acompañamiento, sino mediante el ejercicio del voto democrático
del pueblo, y no de aquellos que rodean al gobernante, al asumir
que son la mayoría con derecho a elegir si el gobernante sigue o
no? El país transitaba otras sendas que aquellas que habían
andado su tío Francisco Ramírez y Artigas; ahora la jefatura del
gobierno tenía que ser refrendada por la ciudadanía y de ninguna
manera quedaba al arbitrio de sus pareceres sobre su popularidad
y mucho menos por la fuerza de las armas y el asesinato. Para la
Nación, López Jordán era un fugitivo de la ley y no lo honraba
ningún gobierno por más que él así lo entendiera.
Sarmiento no esperó para intervenir la provincia, que
demostró con esta medida que el país no era un muestrario
fragmentado. Sin embargo, López Jordán no iba a ser presa fácil
del gobierno nacional, que envió a los mejores jefes quienes
desembarcaron en distintos lugares de la provincia; designó a
Emilio Mitre con el cargo de Jefe del Comando general; el general
Emilio Conesa debía operar en las dos márgenes del Río Paraná;
el general Juan Andrés Gelly y Obes desde Corrientes; El general
Galarza debía reunir las fuerzas adictas al gobierno nacional, e
Ignacio Rivas como jefe de los departamentos de la costa del Río
Uruguay. Lograron dar una lucha franca y fueron rechazados por
los entrerrianos insurrectos, que preferían la guerra de guerrillas.
El asalto del pueblo de Federación es una prueba elocuente de la
táctica empleada por López Jordán. El pueblo estaba guarnecido
por una pequeña dotación de policía al mando del coronel Salas,
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 89 -
quien, al parecer, fue traicionado por alguno de sus hombres. El
asalto se produjo a las 8 de la mañana y aunque Salas reunió a la
gente que pudo, fue derrotado y sucumbió ante la ferocidad de
los asaltantes que mataron a toda la dotación, incluido a Salas,
quien fue degollado.
Como la rebelión se extendía a Corrientes, el presidente
Sarmiento bramaba porque no había avances. El paradero del jefe
de la rebelión se desconocía, ya que no había operaciones de
inteligencia. No obstante, los nacionales tuvieron algunos éxitos
como el de Ignacio Rivas en Santa Rosa, merced al auxilio de
Gelly y Obes, quien llegó a tiempo al escenario de la batalla para
dar vuelta las acciones. Un mes más tarde fue Rivas quien auxilió
a Gelly y Obes. El ejército nacional se desgastaba en acciones
aisladas, que no podían dar una lucha franca. Ante esta situación
el presidente relevó a Emilio Mitre y designó al general
Arredondo en su lugar, quien designó al experimentado 7º de
Línea con Roca a la cabeza. El gobernador Santiago Baibiene,
tampoco podía con el asedio; el presidente Sarmiento envió a
Roca para reforzar la defensa de Corrientes y dar caza a López
Jordán. Sarmiento había dicho: ¡Sí! ¡Quiero que vaya Roca! La
instrucción que tenía Roca era desembarcar en Goya con el
Regimiento de Línea que tenía a su mando. La posición de los
jordanistas era inmejorable ya que se encontraban resguardados
por los ríos Paraná y el Uruguay y las fronteras de tres países.
Roca ordenó que todos los efectivos se metieran bajo la cubierta
del vaporcito que los llevaba a Goya y han salvado cada puesto de
guardia jordanista al saludar efusivamente al paso de la pequeña
nave; cuando pudieron salir del encierro en que estaban dieron
gracias al cielo. Roca se encontró en una posición muy incómoda;
primero, por no haber podido reconocer el territorio, segundo,
porque López Jordán los había llevado a una encerrona con agua
por los costados y por detrás, sin posibilidad de retroceder ante
una situación de lucha desventajosa, a ganar o morir y, tercero, las
fuerzas que enfrentaba era de 7.000 hombres y 9 cañones contra
los 3.000 hombres y 6 cañones con que contaba las fuerzas
nacionales. Así, ver venir las tropas entrerrianas Baibiene le dijo:
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 90 -
–“Y ahora qué hacemos”
Roca, muy concentrado en su acción, le contestó:
–“Si no atacamos, esto va a ser un desastre”
El gobernador le replicó:
– “Haga lo que crea más conveniente, comandante”
Hay que saber que el 7º de línea, si bien era una fuerza
veterana, poco tiempo atrás había sido remontada y tenía
integrantes bisoños. Roca en esas circunstancias, rebenque en
mano mandó a atacar con furia, cruzó rebencazos a quien atinaba
a retroceder. Se entremezcló con sus soldados, los que al verlo,
picaron las espuelas, lo siguieron con furia y han dado vuelta la
lucha. En realidad, hizo lo que acostumbraba hacer López Jordán
arremetió con furia sobre las líneas enemigas, y esto desarmó la
defensa del entrerriano, quien se vio desbordado, quien cometió
errores estratégicos. El más importante –señalaba Roca tiempo
después–, fue que el primero que recibió la carga del 7º de línea
fue el coronel Seguí, quien le pidió ayuda a López Jordán y éste lo
mandó resistir, en lugar de ordenarle que retrocediera hacia su
posición, de manera de llevarlo a Roca hasta la suya y obligarlo a
enfrentarlo cansado de seguir a tropas que huyen. El propio
López Jordán se vio complicado en su accionar por las tropas
propias que huían y arrastraban a las que estaban frescas. Al
desparramar a los jordanistas, los correntinos rehicieron las
escuadras y ya los entrerrianos no tuvieron más remedio que huir
desbandados unos, muertos otros y prisioneros los más. En esta
batalla de Ñaembé se notó que Roca además de cerebral era
también un guerrero. Ese mismo día, el 26 de enero de 1871, en
el campo de batalla, el gobernador Baibiene, en mérito a que la
victoria le correspondía al teniente coronel Julio Argentino Roca,
lo ascendió al grado de coronel, con veintisiete años, decisión que
ratificó el presidente Sarmiento y el Senado de la Nación. Con
este ascenso Roca se incorporaba como oficial del Estado Mayor
y su estrella refulgía en el firmamento de la política nacional; en
todos los ámbitos se hablaba de Roca, especialmente en las filas
oficialistas que le reconocían que se había jugado por defender el
orden institucional y también el respeto de los mitristas. Se agrega
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 91 -
a su valentía que peleó adoleciendo “chucho”, una enfermedad
endémica de la región. López Jordán huyó al Brasil con 1.000
hombres que aún le quedaban; trató de levantar al litoral y crear
un estado independiente, empresa que fracasó, pero que nunca
abandonó. Finalmente fue asesinado en Buenos Aires por el
joven Aurelio Casas, el 22 de junio de 1889, en venganza de algún
maltrato a su padre.
IV
El joven Julio Argentino Roca abrigaba esperanzas ciertas
de su ascenso al generalato en poco tiempo, como también estaba
ávido de relacionarse con personajes del mundo político, que se
nucleaban junto a profesionales universitarios, constructores de
obras públicas nacionales, poseedores de grandes capitales,
importadores, exportadores y terratenientes. Este elenco de
personas influyentes serían los que constituirían la nueva
oligarquía que se concentraba alrededor del puerto de Buenos
Aires y, también, de las progresistas capitales de provincias.
Cuando decimos “la nueva oligarquía” nos estamos
refiriendo a que ya hubo una anterior, cuyo exponente máximo
fue Juan Manuel de Rosas, amo y señor del comercio
internacional, con su dominio total sobre la aduana del puerto de
Buenos Aires y el control de la navegación de los ríos interiores.
Recién con el advenimiento de la Confederación Argentina se
pudo instalar la libre navegación, mas no los derechos aduaneros
que permanecían en poder de Buenos Aires y por cuya razón la
Confederación impuso los derechos diferenciales, por los cuales
los comerciantes e importadores de Buenos Aires que vendían
productos en las provincias que componían la Confederación
debían pagar una tasa.
La nueva oligarquía era una consecuencia de la reciente
creación de la república y de la vertiginosidad de los
acontecimientos que se sucedían en el mundo y, en particular, en
esta parte del planeta que requería, casi en exclusiva, la
convergencia de capitales y profesionales que, debido a la
mocedad de la Nación, no había en cantidad suficiente para
hacerse cargo de los nuevos proyectos de desarrollo. Este
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 92 -
conjunto de capitalistas y profesionales dominaban el espectro
gobernante argentino, en donde los políticos provinciales y
barriales, sin roce con la modernidad, tenían pocas chances de
acceder. Y es lógico así pensar porque no sabrían qué hacer con
las nuevas metodologías y procesos industriales y financieros.
Las circunstancias políticas indicaban que Roca fuera a
Buenos Aires a recibir los halagos de la resonante victoria de
Ñaembé. Sin embargo, un poco por el temor a contraer la fiebre
amarilla, que comenzaba a mostrarse, y otro por mantenerse
ajeno al tratamiento de los grandes diarios, como La Prensa y
fundamentalmente La Nación, pudieran tocarlo por algunos fallos
personales, fundamentalmente por el affaire con Ignacia Robles,
cuyo recuerdo todavía estaba fresco. La imagen del caudillo
militar que prefiere la ausencia a la corona de laureles, que los
triunfalistas querían adornar su cabeza, le daba un perfil místico,
con características de un gobernante en ciernes, porque para los
tiempos políticos todavía eran prematuros.
El 27 de enero de 1871 se declara la terrible epidemia de
fiebre amarilla que desata el caos en la ciudad de Buenos Aires, y
provoca hasta el mes de julio 13.614 muertos. La población de
190.000 habitantes queda reducida a sólo 60.000 por las muertes y
el éxodo preventivo.
Por esas razones Julio prefirió trasladarse a Córdoba y
porque también lo esperaba el halago del triunfo y las copas
alzadas en brindis de bienvenida. Dominaba los corrillos el
noviazgo de Roca con una niña de la sociedad cordobesa, Clara
Dolores Funes Díaz. Clara era una dama en todo el sentido de la
palabra y pertenecía a una antigua familia aristocrática
descendiente directo por vía paterna del prócer de la
independencia, el Deán Funes. Su hermana Elisa estaba de novio
con un prestigioso abogado cordobés, Miguel Ángel Juárez
Celman, con quien Julio hizo buenas relaciones. Los Díaz, rama
materna de Clara, contaban con una actualidad distinta de los
Funes, porque la influencia de Felipe Díaz González en la política
era muy fuerte, respaldado por su gran capital económico y
tradicional linaje con la España aristocrática. Felipe Díaz era un
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 93 -
militar que peleó junto a Lavalle en Famaillá; también lo hizo en
Pavón junto a Bartolomé Mitre y adhirió al Partido Liberal
Nacionalista liderado por el general porteño. La actividad
económica de los Díaz tenía su sustento en la explotación de la
estancia Santa Catalina, que había sido construida por los jesuitas
y luego confiscada cuando eliminaron la orden.
Esta nueva etapa en la vida de Julio Argentino Roca,
digamos que esta década de los setenta, tiene en su porvenir lo
más importante que le ocurrió, ya que marcó el camino triunfal
de toda su existencia: el liderazgo militar con la conquista del
desierto y el manejo de la política que culminó con el acceso a la
presidencia de la república en dos oportunidades.
Creemos que por primera vez en su vida militar haya
fijado objetivos tan claros como en los tiempos que vendrían,
respecto a la incorporación a la actividad económica de la Nación
de millones de hectáreas de terreno fértil. Y ese objetivo no
estaba precisado en función de antinomias racistas ni de
paradigmas personales, sino la concreción de un concepto que
tenía del engrandecimiento de la Nación, por la seguridad y
fortuna de millares de argentinos que vivían pendientes de la falta
de protección que la vida conllevaba en las fronteras. Y, también,
por la redención de los mismos salvajes y sus descendencias que
de una buena vez se debía tomar una decisión terminal como
presupuesto de una política de estado.
Desde la conquista y la colonización de América el tema
de la incorporación del indio a la vida comunitaria con los
europeos y sus descendientes, fue una preocupación de los
gobernantes, como así establecer los derechos que a ellos les
correspondía.
Arredondo en 1868 fue nombrado comandante general de
la frontera con el indio en Córdoba, San Luis y Mendoza.
Durante su gestión no tuvo grandes problemas con los indios
ranqueles, que estaban mucho más pacíficos que los indios
pampas de Calfucurá.

Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 94 -


El 1º de enero de 1872 el coronel Roca, quien contaba
con veintinueve años, es designado jefe de la Línea Sur de
fortines de Córdoba, con asiento en la ciudad de Río Cuarto.
En septiembre de 1869 Dalmacio Vélez Sarsfield termino
el Código Civil para ponérselo en práctica el 1º de enero de 1871.
No podemos dejar pasar el enfrentamiento que Vélez Sarsfield
tenía con Juan Bautista Alberdi. Vélez había contribuido a que el
encono entre Sarmiento y Alberdi se acrecentara, a tal punto que
el presidente desconocía la deuda que el Estado Nacional tenía
con el tucumano, quien pasaba necesidades en Europa y que
debían de asistir sus amigos. Como el publicista tucumano había
escrito un folleto, en el cual criticaba el Código Civil de Vélez
Sarsfield, se había echado encima un nuevo enemigo.
Alberdi decía: “No creo que la crítica sobre el Código
Civil haya sido un motivo tan grave para que Vélez Sarsfield me
creyera su enemigo. En ese folleto Juan Bautista escribía: “Yo
debo el ejemplar que tengo del Proyecto de Código Civil para la
República Argentina a un galante origen, un regalo de su
eminente autor, mi antiguo amigo. Esta circunstancia debería
bastarme para abstenerme de hacer su crítica, si se tratase de
criticar un mero trabajo literario. Pero ante una obra destinada a
convertirse en Constitución civil de mi país, mi abstención no
tendría sentido a los ojos de los que me han visto pasar lo más de
mi vida ocupado en estudiar las bases de su organización
nacional.
”Se me preguntará tal vez si los límites de una carta pueden bastar
para contener el examen de todo un Código Civil. Ciertamente
que no. Pero yo no intento ocuparme del Código en sí mismo,
sino del espíritu del Código proyectado, es decir del Código
considerado en sus relaciones con el motivo que ha determinado
su composición, con el método que ha presidido su trabajo, con
las fuentes y modelos en que se ha inspirado el autor, con el
sistema de Gobierno del país en que debe ser aplicado, con la
vocación comercial de los pueblos del Plata, con su índole y
carácter histórico y por fin con el momento político de su
elaboración y sanción.
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 95 -
”El derecho civil argentino debía ser como su Constitución, la
expresión y realización de las miras liberales de la revolución de
América en los pueblos del Plata.
”Penetrada de ello. La Constitución (1853) dispuso por su
artículo 24º que el Congreso promoviese la reforma de la
legislación actual en todos sus ramos.
” ¿El proyecto de Código, ha obedecido en su
composición al espíritu natural de su instituto como expresión de
la revolución de América en el Plata?”.7

El año 1871 fue glorioso para Córdoba que recibió el


ferrocarril y permitió la integración territorial con Santa Fe y
Buenos Aires. Los capitales y recursos humanos fluirían hacia la
“docta” y de aquí saldrían hacia el puerto, el fruto del trabajo del
interior.
El 15 de octubre de 1871 se inauguró la Primera
Exposición Industrial y de Artes de Córdoba que ponía en
evidencia el progreso y la transformación industrial del país. Sin
embargo, hubo controversias entre industriales y políticos y la
prensa la denominó “el torneo industrial”. En realidad, parte de
las discusiones estaban fundadas en que la primera exposición
industrial debería haber tenido efecto en la ciudad de Buenos
Aires, pero había sido el presidente Sarmiento quien había
motorizado el proyecto. La llegada del ferrocarril tenía un efecto
especial en la obra de gobierno y la modernidad, de lo cual el
presidente se consideraba como fiel exponente. El Paseo
Sobremonte fue elegido como escenario principal de la
exposición. Roca había invitado al ministro Martín de Gainza a
participar de la muestra. Todos los gobernadores se dieron cita y
operaba como un acicate para mejorar sus provincias en todos los
aspectos. La reunión de políticos, gobernadores y legisladores
sirvió para tejer las candidaturas de 1974, y en ese aspecto picaron
primero Nicolás Avellaneda y sus partidarios, entre los que se
encontraba el coronel Roca. Por supuesto que también se

7 El entrecomillado pertenece al libro del autor “Charlando con Juan Bautista Alberdi”.
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 96 -
mencionaba a Mitre, sostenido por sus seguidores y algunos jefes
militares entre los que se encontraban los generales Rivas y
Arredondo, pero las consecuencias de la guerra de la Triple
Alianza había calado muy profundo en los gobernadores, muchos
de los cuales le habían prometido a Avellaneda su apoyo.
El coronel Julio A. Roca se instaló en Villa Nueva donde
tenía su cuartel general y allí recogía las expresiones de euforia
por el momento de júbilo que la provincia pasaba, pero también
el temor latente de las poblaciones de frontera que lindaban con
los territorios dominados por los indios.
Una de las preocupaciones de las planas mayores y del
Ministerio de Guerra, era la carencia de hombres para cubrir las
plazas necesarias. El ministro de Gainza se reiteraba con el
argumento que a los congresistas no les interesaba mucho legislar
para conseguir el reclutamiento de tropas. El sistema político
todavía no permitía tener los frentes cubiertos, es decir, mantener
las tropas de frontera y, al mismo tiempo, tener tropas
disponibles para mantener el orden en las provincias. Roca
abogaba por una ley de enrolamiento militar y que, además, era el
sentimiento generalizado en las esferas castrenses.
Los jefes de frontera tenían como referente al general
Lucio V. Mansilla por su versación sobre el tema indígena y por la
paz que pudo mantener, y así se lo hizo saber Roca por carta al
ministro de Gainza. El ministro se apresuró a contestarle que el
paralelo que “efectúa le favorece a usted”.8 Como Roca era muy
zorro, utilizaba estos argumentos modestos –en realidad
generalmente lo era– para que fueran otras personas las que
marcaran las diferencias en su favor. En realidad, respecto a
Lucio V. Mansilla, de quien Roca era muy amigo, y su relación
con los indígenas, Mansilla era un pacifista y le gustaba penetrar
en la sociedad para estudiarlas y conocerlas. En cambio Roca era
un militar cuyo objetivo era echarlos hacia el Sur de manera que
así protegía las vidas y preservaba los bienes de los ciudadanos
que se habían adaptado a un sistema de vida civilizado. Mansilla
8Estas cartas son transcriptas en toda su integridad en “Julio A. Roca” por Aurora
Mónica Sánchez, en su inmejorable obra biográfica.
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pintaba a los indios como seres ocurrentes y pintorescos en
concordancia con el espíritu de sus narraciones, pero olvidaba
que él era un militar cuyo objetivo, definido por el Gobierno
Nacional, no era ese sino aplacarlos, pactar con ellos, y si se
desviaran, combatirlos hasta su dominio o exterminio. No había
términos medio con los aborígenes. El proceso de la fijación de
políticas de estado tenía cincuenta años de discusión. En cambio
Roca, no estaba de acuerdo con su amigo Mansilla, porque él
aborrecía sus comunidades porque no se adaptaban a los
acuerdos y a las formas establecidas por la autoridad, que no eran
de los indios precisamente. Este proceso se daba en el mundo en
donde este tipo de problemas estaba latente. Porque es muy
simpático hablar hoy de los pueblos “originarios” como si esos
pueblos tuvieran el derecho de todas las posesiones de la Tierra.
El mundo se materializa en una constante búsqueda de progreso
y aprovechamiento de los recursos materiales y humanos, para
cuya obtención se dictan normas y leyes adaptadas al momento
histórico que la humanidad vive y quienes no las cumplan se
deben de apartar del camino. Es así de sencillo y de real. Los
objetivos de Roca y los de Mansilla eran muy distintos. La
literatura sobre la defensa de los indígenas está plagada de lugares
comunes, pero no hay nadie que diga, con conciencia de la real
situación en que estaba el país en esos tiempos, en que la huella le
había dado paso a los caminos de “fierro”, las comunicaciones
telegráficas habían suplantado al chasque y adelantos que a diario
se daban. ¿Cuál hubiera sido la solución, sino la que emprendió,
no ya Roca, sino los distintos gobiernos nacionales que se
sucedieron y que antecedieron?
Un siglo antes, justamente en 1774, el padre jesuita y
médico Thomas Falkner, escribió la obra “Descripción de la
Patagonia y de las partes contiguas de la América del Sur”, el cual
contiene indicaciones claras y precisas sobre las ventajas de
ocupar la Patagonia. La publicación despertó ansias de dominio
en algunos gobiernos de Europa. Esto movió a las autoridades
españolas a fundar en 1779 el fuerte de Carmen de Patagones.
Este era precisamente el peligro de ocupación por países
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europeos y también limítrofes, si el territorio argentino no se
ocupaba, más allá de la adecuación del problema indígena.
El concepto geopolítico del desierto era muy bien
utilizado por los indios y las autoridades nacionales, que también
sabían que no habría una solución definitiva si el territorio del
desierto no se ocupaba. Tantas veces el hombre blanco avanzó
sobre el territorio del desierto, tantas veces debió retroceder, por
razones de no emprender una política profunda. En ese ir venir
de las avanzadas civilizadas se perdían recursos y vidas.
Ya Juan Manuel de Rosas en 1833 planeó una ofensiva
contra los indígenas en tres frentes: la del Oeste (derecha)
comandada por el gobernador de Mendoza José Félix Aldao, la
del Centro a cargo de José Ruiz Huidobro que era comandante de
la frontera Sur de Córdoba, y la del Este (izquierda), al mando del
Brigadier general Juan Manuel de Rosas. También el general
Manuel Bulnes, futuro presidente de Chile, coordinaría con las
columnas argentinas una avanzada hacia el Sur, pero sobre la
fecha de iniciar las acciones declinó por cuestiones internas en
Chile. La Comandancia general estuvo a cargo del general Juan
Facundo Quiroga. El objetivo de la campaña era someter a los
indígenas al imperio de la ley, terminar con los malones que
asolaban las poblaciones fronterizas, rescatar a los cautivos e
incorporar territorios para la producción al eliminar el
contrabando de ganado a través de compradores chilenos. La
primera salió el 22 de febrero de 1833 al mando del general Ruiz
Huidobro, la segunda fue la comandada por Aldao que salió el 3
de marzo y la tercera, comandada por Rosas, partió de San Miguel
del Monte el 22 de marzo de 1833. Militarmente establecieron
como objetivo alcanzar el río Colorado y juntarse con las
restantes columnas en el río Negro y batir al cacique Chocorí que
tenía su cuartel general en la isla Choele Choel, por donde pasaba
el ganado robado hacia Chile. Entre sus refuerzos cada soldado
llevaba 3 caballos y el conjunto 5 piezas de artillería.
Terminada la campaña Rosas informó al gobierno de
Buenos Aires que el saldo había sido de 3.200 indios muertos,
1.200 prisioneros y se rescataron 1.000 cautivos blancos,
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producto de los malones. Además por imperio de la fuerza que
ejercía, los pampas tuvieron que pactar con Rosas, pero éste se
enfrentó con los ranqueles y con la confederación liderada por
Juan Manuel Calfucurá. Éste era el jefe indio con más prestigio,
producto de su inteligencia natural y su cualidad de gran
organizador. Murió en 1873 a la edad de casi cien años y le
sucedió su hijo Namuncurá, pero sin las condiciones de gran jefe
de su padre.
Hasta la caída de Rosas las poblaciones fronterizas
gozaron de cierta tranquilidad, pero cuando comienzan los
enfrentamientos de la guerra civil y se debilitan los cuerpos de
frontera, los indios se sienten más fuertes y reanudan los ataques
a los blancos. De todos modos, la operación de la campaña de
Rosas, carecía de un plan integral de ocupación del territorio
conquistado, lo cual importaba que, en geopolítica, todo territorio
que no se ocupa, siempre hay alguien que está dispuesto a hacerlo
y luego se siente dueño. Así ocurrió con nuestras Malvinas, y si la
campaña de Roca no se hubiera producido, es muy probable que
ese territorio no estuviese ocupado por argentinos.
Calfucurá aprovechó la enemistad entre Rosas y Urquiza,
dominó el Sur de la provincia de Buenos Aires y las de Neuquén,
Río Negro, La Pampa, parte de Mendoza y San Luis. En la batalla
de Caseros estuvo del lado de Rosas y el 4 de febrero de 1852
atacó Bahía Blanca. El 13 de febrero de 1855 aliado con Catriel
atacó la ciudad de Azul con 2.500 guerreros en cuya acción
murieron 300 personas, robó 60.000 cabezas de ganado y 150
familias fueron llevadas cautivas. Esto indignó al coronel
Bartolomé Mitre que decidió enfrentarlo con 2.000 soldados en
dos columnas que salieron del Azul. El 30 de mayo se
encontraron en la Batalla de Sierra Chica en donde Bartolomé
Mitre sufrió una dolorosa derrota. Ante esta medición de fuerzas,
Mitre comprendió que los indios comandados por Calfucurá eran
una fuerza interna difícil de escarmentar. Por tal razón, organizó
el Ejército de Operaciones del Sur, al mando del general Manuel
Hornos con 3.000 hombres y 12 cañones, quien partió del fuerte
del Azul. Se encontró cerca, en el arroyo Tapalqué, en donde una
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 100 -
vez más salió airoso en la batalla de San Jacinto el jefe indio de
más renombre, Juan Manuel Calfucurá. En esta acción murieron
varios oficiales y 250 soldados. Envalentonado por este triunfo y
ya sin defensa de fuerzas provinciales, atacaron Cabo Corrientes,
Azul, Tandil, Junín, Olavarría, Alvear, Bragado y Bahía Blanca.
En septiembre de 1855 Yanquetruz con 2.000 indios atacó al
comandante Nicanor Otamendi, en la estancia San Antonio de Iraola,
quien para defenderse buscó un corral con palo a pique en donde se
encerró con la caballada, en previsión de lograr un escape.
Desgraciadamente no lo logró y murió toda la columna que mandaba, a
excepción de un soldado y un joven de quince años. Esta acción
encierra muchos aspectos que han sido callados, porque no se entiende
que Otamendi haya sido enviado a contener a 2.000 indios
experimentados con una pequeña columna. El comandante se batió con
notable entereza y valentía en total inferioridad numérica, ya que
inexplicablemente luchó con 126 hombres, entre los que se encontraba
el segundo jefe Capitán Cayetano Ramos. Luego de esta acción José
María Bulnes, Yanquetruz9, atacó el Tandil y más tarde, Calfucurá,
saqueó el pueblo Puntas de Arroyo Tapalqué.
En 1857 Coliqueo invadió Pergamino de donde se llevó
de estancias periféricas 4.000 cabezas de ganado.
Varias comisiones fueron encargadas por el gobierno
bonaerense para frenar los ataques de los indios en el Sur de la
provincia. El coronel Nicolás Granada a principios de 1858 partió
desde Bahía Blanca con 3.000 hombres y ha tenido varios
encuentros con la indiada de Calfucurá batiéndolos. Al mismo
tiempo, Emilio Mitre partió de Médano de Acha con 2.000
soldados en busca de los ranqueles. En 1862 el coronel Julio de
Vedia partió de Bragado con más de 1.000 hombres y ha batido a
los ranqueles cerca de las tolderías principales. Los combates

9Nació en 1831 hijo del cacique Cheuqueta y murió apuñalado en Bahía Blanca en
1858. El gobernador Pastor S. Obligado con el fin de evitar los malones, envió un
emisario a entrevistar a José María Bulnes, Yanquetruz, para firmar un tratado según el
cual, insólitamente, se le otorgó el rango de teniente coronel, con sueldo y uso de
uniforme. No se debe confundir con el cacique Yanquetruz que nació en la Araucania
en Chile y murió en 1836

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aislados, campañas y aún los acuerdos eran hechos que no
conformaban planes de acción concebidos integralmente. Esta
política no conformaba en lo más mínimo a Julio A. Roca, quien
ya desde esos tiempos abogaba por una gran campaña contra el
indio. Por ejemplo, en 1870 Calfucurá firmó un convenio con el
comandante de la frontera sur, pero pocos meses después el
mismo comandante atacó a los tehuelches Manuel Grande y
Chipitruz, acción que enardeció a Calfucurá por el abandono
unilateral del convenio. El cacique, en 1872, aliado a Reuque
Curá, reunió un ejército de 6.000 hombres atacó los pueblos de
general Alvear, Veinticinco de Mayo y Nueve de Julio, en donde
murieron 300 blancos y se perdieron 200.000 cabezas de ganado.
En 1872 el comandante general de la frontera general
Ignacio Rivas acudió en defensa del coronel Juan Boer acosado
en el fuerte San Carlos; reunió 1.000 soldados y 800 indios aliados
que respondían a Catriel y a Coliqueo y derrotó ampliamente a
Calfucurá en la batalla de San Carlos de Bolivar.
Juan Calfucurá ya estaba muy viejo para seguir como líder
de sus fuerzas; se retiró y entregó la jefatura en la lanza de su hijo
Namuncurá. Al año siguiente de la derrota de San Carlos, el viejo
indio murió el 4 de junio de 1873, rodeado de chusma (mujeres y
niños) con casi cien años de edad.
V
Arredondo y Roca emprendieron una campaña con
destino a Leuvucó, reducto del cacique Mariano Rosas, en una
incursión que llegó hasta cerca de Villa Mercedes en donde
hicieron relevamientos muy valiosos de la topografía y la
existencia de bañados y lagunas. También el teniente coronel
Hilario Lagos partió desde el fuerte General Paz con el mismo
objetivo.
Roca que se había trasladado a Buenos Aires, mantuvo
conversaciones muy provechosas con el ministro Martín de
Gainza. Luego el ministro en cartas a Arredondo le mencionaba
ciertas referencias que Roca le había dado. Esto demostraba la
consideración que de Gainza tenía sobre el coronel Roca.

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Realizó un trabajo excelente de agricultura, sembró
extensas superficies con maíz, alfalfa y cebada para alimento de la
caballada. Reiteró al ministro el envío de máquinas cegadoras para
aliviar el trabajo de los soldados. También hacía ejecutar ejercicios
para mantener la identidad del soldado con su cabalgadura.
Julio Argentino Roca seguía con su asiento en la jefatura
del comando en Villa Nueva (Córdoba) y el 22 de agosto de 1872
contrajo matrimonio en la Catedral de Córdoba con la que era su
novia, Clara Funes. Tal vez los críticos del tucumano no lo crean,
pero fue a vivir a Villa Nueva a una humilde casa que más se
asemejaba a un rancho. Clara quedó rápidamente encinta y
cuando las circunstancias lo aconsejaron fue a Córdoba a esperar
el nacimiento de su primer hijo, Julito, el 17 de mayo de 1873.
Aprovechemos este momento en el relato histórico para
referirnos a la prole de Julio y Clara:
Julio Argentino Pascual Roca: nació el 17 de mayo de 1873 y
falleció el 8 de octubre de 1942
Alejandro Roca: nació en julio de 1874 y murió el 29 de
septiembre de 1874.
Elisa Clara Genoveva Roca: nació 3 Enero 1876, Río Cuarto,
Córdoba, y falleció 21 de enero 1961, Mar del Plata.
María Marcela Roca: nació el 2 Junio 1877, Río Cuarto, murió
el 29 Julio1981, Buenos Aires.
Clara del Corazón de Jesús Roca: nació el 7 Febrero 1879,
Buenos Aires, murió el 21 Diciembre 1970, Buenos Aires.
Agustina Eloisa Roca: (La Gringa) nació el 20 Junio 1881, Buenos
Aires, murió el 11 Mayo 1969, Buenos Aires.
Josefina Elena Roca: (La Copeta) nació el 14 Abril 1883, Buenos
Aires, murió el 5 de enero 1974, Buenos Aires.
El nacimiento de Julito produjo un acercamiento aún
mayor con su amigo José Miguel Arredondo, al oficiar de padrino
en el bautismo del bebé. Ahora era su compadre y su superior
también, porque él mantenía la Comandancia general de la
frontera, al tiempo trasladada a Río Cuarto. Pero sus andanzas en
la política hacían que Julio Argentino se tuviera que ocupar de
cubrir los trabajos de la Comandancia general. En una de esas se
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le fue la mano al compadre y en septiembre de 1873, con su
complicidad, a la luz de todo el mundo, hizo estallar una
revolución en Mendoza; el presidente Sarmiento lo relevó del
cargo, lo hizo bajar a Buenos Aires y lo arrestó. Ahora la
Comandancia general la había heredado Roca pero sin
nombramiento definitivo.
El coronel Roca ya ubicado cerca de Córdoba y con el
respaldo de las familias Funes y Díaz, entabló relaciones políticas
de gran valor para su futuro y para apoyar la candidatura de
Avellaneda.
También se mencionaba a Adolfo Alsina como candidato
a ocupar la presidencia que se renovaría en 1874. El cargo que
aspiraba Alsina, Vicepresidente de la Nación, lo inhabilitaba
técnicamente ya que no podía presentar su candidatura por
tratarse de reelección, porque el presidente y el vicepresidente
conforman una sola institución. Lo extraño es que el
vicepresidente no lo supiera y no conociera el hecho de que
cuando Salvador María del Carril tuvo similar intención que
Alsina; consultado Alberdi le contestó a Urquiza que su
designación era absolutamente inconstitucional. “Nada más
disparatado decía Alberdi”. Su cercanía con el gobierno a Alsina le
permitía seguir con la consolidación del Partido Autonomista y
urdir alianzas para la próxima confrontación del 74, para la cual
se perfilaban, el propio Adolfo Alsina, Bartolomé Mitre, Carlos
Tejedor y Nicolás Avellaneda. Las posibilidades de Carlos
Tejedor, al tener poco predicamento en el interior y al no contar
con el beneplácito de Sarmiento, aún en su cargo de ministro de
Relaciones Exteriores, eran relativamente pocas. De tal manera,
que los candidatos quedaban circunscriptos a Mitre, Alsina y
Avellaneda. Mitre desde el exterior escribió que aceptaba la
candidatura y expresaba que cualquiera que fuera el elegido era un
deber cívico colaborar con el nuevo gobierno. Alsina, en su
plataforma, ofrecía dar solución a la cuestión Capital de la
República, legislar el derecho de intervención, fijar
definitivamente los límites interprovinciales, concluir con las
ocupaciones militares, reorganizar el ejército, organizar las
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milicias provinciales, fomentar la educación primaria y organizar
la instrucción pública superior, reformar la ley electoral, limitar el
derecho del veto, para lo que propiciaba una reforma
constitucional, y otras cuestiones referidas al desarrollo de la
Nación. A la candidatura de Alsina habían adherido Leandro
Alem, Carlos Pellegrini y Aristóbulo del Valle. Y por último,
estaba Nicolás Avellaneda, ministro de Justicia, Culto e
Instrucción Pública, hijo de Marco Avellaneda, el mártir de
Metán, que era quien contaba con el apoyo del presidente
Sarmiento y toda la estructura gubernamental a excepción del
vicepresidente Alsina, hasta esos momentos. Éste y Nicolás
Avellaneda renunciaron a sus respectivos cargos de
vicepresidente y ministro, las que no fueron aceptadas, pero ante
su insistencia se le aceptó a Avellaneda, al propio tiempo que
ambos aceptaban la candidatura a presidente para las que habían
sido propuestos. Las adhesiones a Alsina que hemos citado era
público y notorio, pero parece que la interpretación de la
Constitución quedaba supeditado a que un opositor lo
denunciara, así fue que Mitre, en La Nación, publicó el reparo
constitucional y de esa manera Alsina retiró la candidatura.
En varias provincias, para enero de 1874, ya se había
proclamado la candidatura de Avellaneda, en circunstancias que la
exposición industrial de Córdoba tenía gran predicamento, en
donde varios gobernadores se comprometieron con el ex
ministro a sostenerla. Las elecciones del 1º de febrero de 1874
habían sido fraudulentas pero no más que otras, pero Mitre las
descalificó abiertamente y comenzó a tramar una revolución. Los
cómputos preliminares le favorecerían abiertamente a Avellaneda
en perjuicio de Mitre y de Alsina. Ante esta situación y el reparo
constitucional de reelección que tenía Alsina, éste decide retirar su
candidatura, aunar fuerzas con Avellaneda y fundar el Partido
Autonomista Nacional. El doctor Adolfo Alsina ocuparía el cargo
en el Ministerio de la Guerra y, el segundo término de la fórmula
presidencial, el gobernador de la provincia de Buenos Aires,
Mariano Acosta. La declinación de Alsina fue reprochada
acremente por Nicasio Oroño, que malvendió un campo, para
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respaldar una candidatura que no cristalizó por cuestiones de
orden constitucional.
Efectivamente tal como se presumía, el 12 de abril
de1874, los Colegios Electorales eligieron a la fórmula
Avellaneda-Acosta por ciento cuarenta y seis votos contra setenta
y nueve de Mitre-Torrent.
A toda costa los perdedores querían impedir que la
fórmula triunfante se hiciera cargo del gobierno e insistieron para
que el general Mitre encabezara un movimiento cívico militar. En
la revolución estaban comprometidos dos prestigiosos militares:
el general José Miguel Arredondo y el general Ignacio Rivas.
Roca había tratado de permanecer neutral en la contienda
electoral para no aparecer que un militar de su rango inclinaba sus
preferencias por uno u otro candidato. Sin embargo, quienes lo
conocían sabían que sus predilecciones estaban inclinadas hacia
Avellaneda, porque era su comprovinciano, porque su labor
educativa había sido sobresaliente con la creación de escuelas,
había demostrado en la campaña electoral una gran personalidad,
había ubicado a sus colaboradores con gran juicio y, además, era
el candidato de Sarmiento. Las elecciones en realidad no habían
sido ni mejores ni peores que otras, pero los adictos a Alsina, para
obtener mayoría de las bancas por Buenos Aires, modificaron los
resultados y los mitristas pusieron el grito en el cielo, con toda
razón, cuya consecuencia fue urdir un levantamiento en contra
del gobierno de Sarmiento, que estaba por finalizar, pero que
todavía estaba en ejercicio, hasta tanto se hiciera cargo el nuevo
gobierno y contra el que estaba por iniciar, el de Nicolás
Avellaneda.
En el proceso que se avecinaba Roca experimentaría un
proceso de maduración muy positivo y sería testigo de grandes
defecciones de hombres que habían sido sus amigos y camaradas,
además de un gran reproche a sí mismo. Le produjo una gran
decepción la actitud de Arredondo cuando utilizó un engaño ante
el presidente Sarmiento, que adujo cierta enfermedad para
recuperarse en Mendoza, cuando el motivo era sublevar a la
guarnición de Mercedes a cuyo cargo estaba el general Teófilo
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Ivanowsky 10 , quien se resistió a entregar la plaza, por lo que
recibió cuatro balazos.
En poder de la guarnición de Villa Mercedes, Arredondo
se hizo fuerte a la espera de los acontecimientos, que en Buenos
Aires debía producirse el 12 de octubre, fecha en que el nuevo
gobierno asumiría, pero alertado por la circunstancia
revolucionaria juraron antes.
El ministro Alsina se había instalado en Rosario, para
dirigir personalmente la represión y el reclutamiento de los
hombres necesarios para resistir la sublevación. Algunos militares
solicitaron la baja antes de levantarse en armas en contra del
poder constituido. El general Mitre, quien desembarcó en las
costas del Tuyú, al Sur de la provincia de Buenos Aires,
procedente de Montevideo, completó el elenco revolucionario
bajo su jefatura. En la provincia de Buenos Aires lo esperaban los
civiles Estanislao Zeballos y Francisco Ramos Mejía, los generales
Ignacio Rivas y Juan Andrés Gelly y Obes y los coroneles Juan C.
Boerr, Julián Murga y Francisco Borges. Recorrieron la provincia
de Buenos Aires para validar la revolución en distintas
localidades y reclutar hombres que sumaron a su causa. Las
fuerzas estaban al mando del general Rivas, quien avanzó hacia el
Tuyú a la espera del desembarco del general Mitre que era el jefe
natural de la revolución. Mitre no esperó y lanzó una proclama
revolucionaria. El presidente Sarmiento inmediatamente le replicó
por medio de la prensa. Habían reunido 5.000 hombres lo cual
daba una idea de la magnitud de la empresa, pero mal armados y
con 1.000 indios auxiliares. Desde el Tuyú los revolucionarios se
dirigieron hacia Tandil en donde se produjeron encuentros
menores. Los jefes del ejército nacional estaban al mando de los
generales Martín de Gainza y Julio de Vedia y de los coroneles
Julio y Luis María Campos. Los revolucionarios parecían que el
10El general Ivanowsky era de origen alemán y su nombre Enrique Reichter, según el
general Fofheringam, que lo trató mucho, aunque él firmaba Teófilo Reich Ivanowky.
El cambio de nombre se debió a que desertó del ejército prusiano luego de una revuelta
de los polacos en 1848. Fue sepultado en Villa Mercedes y Roca le rindió homenaje,
luego de vencer a Arredondo, colocando una placa que decía: “Al general Ivanowsky la
República agradecida”
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movimiento lo habían hecho más por compromiso que para
reivindicar derechos vulnerados. Porque en forma errática
avanzaron hacia el Norte en busca del general Arredondo para
conciliar los movimientos, pero se encontraron con José
Inocencio Arias, quien se había atrincherado en la Estancia La
Verde del partido de Nueve de Julio. La inferioridad numérica de
Arias era evidente pues contaba con 400 hombres contra los
3.000 de los revolucionarios. Pero la improvisación del general
Mitre, una vez más, lo condujo a una derrota vergonzosa. Mandó
cargas directas con la caballería, pero las armas automáticas con
que contaba el ejército nacional destrozaron los avances
revolucionarios. Ante la inútil matanza de hombres y ante la
perspectiva que llegaran las fuerzas de Luis María Campos, que
Arias había exhortado que le ayudaran, Mitre se rindió; pero en
definitiva, lo que la historia recoge es que esta revolución era un
insensatez, que sólo podría resolver que los partidos políticos se
comprometieran a mejorar los sistema electorales en vista de los
reiterados fraudes electorales. También quedó como acotación al
margen, porque nadie se atrevía a ponerlo en letras de molde, que
el general Mitre había fracasado rotundamente, una vez más en el
plano militar, al no contar con una estrategia para que con más de
3.000 hombres cayera vencido ante un militar bisoño con una
fuerza de 400 hombres.
En el otro escenario de la revolución, se centraba la
curiosidad en los movimientos de las fuerzas revolucionarias de
Arredondo y la de su compadre y amigo Roca, al frente de las
fuerzas nacionales. Sarmiento nombró al coronel Roca Jefe del
Ejército del Norte, pero la dotación con que contaba era de
apenas seiscientos hombres, contra los cuatro mil quinientos que
comandaba Arredondo. Roca sabía que los hombres del jefe
revolucionario estaban con él porque no tuvieron más remedio;
por ejemplo supuso que el 7º de infantería le iba a responder,
pero sin embargo se pasó al bando revolucionario, así que era una
carta adversa con la que tenía que jugar. Debía recuperar aunque
fuera algunos batallones para su lado. Roca que estaba en Río
Cuarto les cedió el terreno a los revolucionarios al retirarse a Villa
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María y éstos, con gran algarabía, se apoderaron de Río Cuarto y
entraron en Córdoba sin resistencia, pero con mucha indiferencia
tanto del pueblo como del gobierno que no lo apoyó. Además, al
salir de Río Cuarto, el 10 de octubre, Arredondo perdió dos
compañías: el 10 de línea y el regimiento 7 de caballería en pleno.
Roca siguió en retirada por ferrocarril, primero a Ballesteros y
luego a Bell Ville (Fraile Muerto), siempre con ataques
esporádicos con avanzadas sobre los revolucionarios. La entrada
de Arredondo en Córdoba, el 3 de octubre, significó una
catástrofe de los nacionales, aunque no militar, que el tucumano
debió afrontar: todo el mundo le pedía que atacara al ejército de
Arredondo; hasta el propio Sarmiento se enfureció y le envió
telegramas en que lo instaban: ¡Atacar! Pero Roca seguía
impasible ocupado en organizar sus tropas. “Nadie me va a
obligar a atacar, si aún no estoy preparado”, decía. Y vaya si era
de convicciones firmes. Al jefe del Ejército del Norte no le
importaba que Arredondo se moviera por Córdoba, porque la
preocupación de él era que se dirigiera hacia Buenos Aires, sede
del gobierno nacional, así que envió al inglés Fotheringham a Río
Segundo a levantar las vías y a traerse dos locomotoras, para
dificultar el avance de los revolucionarios hacia el Este.
Arredondo se dio cuenta que en Córdoba no ganaría nada y por
ello se retiró a Villa Mercedes en busca de incorporar tropas a
medida que avanzaba hacia Mendoza y triunfar sobre algunas
fuerzas del gobernador mendocino Francisco Civit para luego
deponerlo. Con ese gran ejército se ubicó en la provincia de
Mendoza, cerca del límite con San Luis, en Santa Rosa, a la espera
de que Roca llegara. Mientras tanto, ya Arredondo y sus jefes
sabían de la capitulación de Mitre, por lo cual se preguntaban
para qué peleaban. El coronel Julio Roca no se apuraba, pese al
infierno de protestas, porque sabía que el transcurrir del tiempo
jugaba en su favor. Por otra parte le daba tiempo para recibir
refuerzos.
Las tropas de Arredondo se habían ubicado de tal manera
que solamente podían ser atacadas por el frente; estaban
protegidas el ala derecha, por el río Tunuyán al Sur, y por el
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Norte, o sea el ala izquierda, por esteros barrosos que no permitía
avanzar, y en el frente por una zanja con un parapeto de tierra
atiborrada de ramas secas y espinillos. Arredondo ya conocía el
lugar porque había tenido otro encuentro en el que salió
victorioso en el mismo lugar, el 29 de octubre de 1874, contra el
coronel Amaro Catalán, quien perdió la vida en combate.
Arredondo intentó parlamentar con Roca, pero éste en
comunicación con el presidente Avellaneda, resolvieron no
aceptar ningún acuerdo. Cuando el teniente coronel Benjamín
Sastre recibió la negativa de Roca, Sastre le dijo: “…muy bien mi
coronel, se arrepentirá pronto”, a lo que Roca le contestó: “…no
faltaba más…”, “…Vaya, dígale al general Arredondo, que a más
tardar se arrepentirá él. Está usted despachado…”
El jefe del ejército nacional estudio, con la ayuda de
baqueanos, el terreno en que se podría dar la lucha. De tal modo
que a Roca se le presentó en mente Curupaytí y el tremendo
desastre que significó atacar de frente a un ejército mucho más
numeroso que esperaba agazapado, y con una disposición muy
similar a la que tenía Francisco S. López en el Paraguay;
resguardo de un río a la derecha, esteros a la izquierda y lomada
con zanja con parapeto de espinillos en el frente. Así que se
preparó para el plan que había ideado. Juntó a todos los jefes y les
dio instrucciones precisas cómo debían de actuar. Durante el día
hizo levantar las carpas frente a las tropas enemigas y a encender
fuego, como si estuvieran pasivamente a la espera del ataque de
Arredondo o dispuestos a defenderse si éste los atacaba. Pero,
durante la noche, al grueso de sus tropas las hizo vestir de ropas
oscuras, ningún elemento que pudiera hacer ruido, los que tenían
tos o estaban resfriados no irían con él. Con estas precauciones
marcharon silenciosamente por los esteros inundados por
Arredondo y otros potreros cercados; viajaron seis u ocho horas,
con las manos puestas en los hombros del que iba adelante para
no perderse, de forma de ubicarse en la retaguardia del ejército de
Arredondo. Cuando estaba al clarear mandó girar a la izquierda: el
teniente coronel Eduardo Racedo se ubicaría en el ala derecha, el
coronel Leopoldo Nelson por la izquierda y él por el centro; una
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 110 -
vez en posición mandó al ataque al trote, para lo cual Arredondo
no estaba preparado para recibir una arremetida por la retaguardia
y más tarde por el frente. Los revolucionarios se habían
preparado para recibir el ataque franco, pero nunca por la
retaguardia. La lucha fue ampliamente superada por el ejército leal
y Arredondo fue capturado con el catalejo en mano con la vista
hacia el Este, sin comprender todavía como lo habían
sorprendido por el Oeste. El combate no había sido cruento: sólo
cien hombres de los revolucionarios y cuarenta y cinco del
ejército leal, y ya a las diez de la mañana del 7 de diciembre de
1874 el combate había terminado. Pero la vida del coronel Carlos
Paz, pariente lejano de Roca se había perdido, como así de otros
cuantos oficiales El general Roca no quiso ver a Arredondo y le
envió con Fotheringham un catre y un cajón de cerveza.
Luego del triunfo las tropas de Roca marcharon hacia
Mendoza en donde lo recibió una multitud con todos los
honores. En el camino recibió un telegrama de Avellaneda en
donde decía que lo ascendían al grado de general. ¡General de la
Nación a los treinta y un años! Respecto a Arredondo, cada vez
se hablaba con mayor insistencia que sería fusilado. El general
Roca le escribió a Avellaneda, ya presidente, en donde rogó
clemencia por la vida de su ex compañero y circunstancial
adversario e hizo redactar por damas cordobesas, riojanas y
sanjuaninas un petitorio con el mismo fin. Una noche de febrero
de 1875 el general Arredondo escapó con destino a Chile, pero
retornó años más tarde en mérito al indulto que decretó
Avellaneda. De los detalles de la huida él nunca habló quién se la
había posibilitado. Roca tampoco lo hizo, tal vez porque no lo
supo o porque quería pagar una deuda de amistad y de
agradecimiento por tantas campañas exitosas del general José
Miguel Arredondo con quien había combatido a sus órdenes.
Roca dio muestras de la grandeza que tenía como militar y
estratega.
Habíamos dicho que el año 1874 sería para Roca de
grandes alegrías pero también de sinsabores que los recordaría
toda la vida y lo habían marcado. Cuando estaban a 25 kms de
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 111 -
Santa Rosa, en un paraje llamado La Dormida, llegó un chasque
enviado por el gobernador depuesto Francisco Civit. Junto al
coronel Roca se encontraban dos mendocinos: Arístides
Villanueva, ex gobernador de Mendoza hasta 1873, e Isaac
Chavarría, condiscípulo de Roca en el Colegio del Uruguay. Estos
influyeron en la opinión del jefe tucumano, a tal punto que le
transmitieron la presunción que el chasque era un espía. Cuando
se presentó ante Roca, éste le preguntó cómo se llamaba y el
gaucho le contestó: Cabituna y he venido por el camino más
corto para llegar lo más pronto posible. El pobre Cabituna tenía
fama de gaucho taimado entre los que lo conocían. El gaucho
había sacado el mensaje de Civit de la suela de su bota. Los
opinantes insistían que el caballo estaba bastante fresco para tan
larga distancia. “Es un bombero”, le insistían. El único sensato
era Fotheringham, cuya opinión siempre respetaba mucho Roca,
pero en esto no le hizo caso. Cabituna permanecía tranquilo y
callado como si lo que se hablaba no le concerniera. El jefe le
hizo unas cuantas preguntas más. Roca recuerda que no sabe qué
le pasó por la cabeza cuando ordenó: ¡Fusílenlo! Cabituna lo miró
fijamente y lo único que dijo fue: “Matan a un inocente". Su
mirada penetrante siempre la llevé en mi recuerdo que me
atormentó, recordaba Roca. Cuando Civit le confirmó que lo
había mandado con un mensaje, juró que jamás mandaría fusilar a
nadie. Sólo le restaba reparar de alguna manera el error terrible
que había cometido. Tal vez el peor castigo para Roca habría sido
el remordimiento de esa muerte inútil, que para ahondar más el
sentimiento de culpa fue la demostración de altivez con que el
gaucho afrontó la muerte. Roca hizo buscar a la esposa de
Cabituna, balbuceó una disculpa y le entregó dos mil pesos, que
sabía que de ningún modo pagaría el crimen cometido.
La fuga de Arredondo le granjeó varias enemistades a
Roca, una de ellas la del Gobernador Civit y otros fanáticos de la
venganza que le pedían el fusilamiento del general uruguayo. Más
no pedían la de Mitre, quien era el responsable de la revolución.
La amistad que Roca tenía con Arredondo y el padrinazgo que
éste ostentaba sobre su hijo Julito era el motivo que los enemigos
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 112 -
de Roca utilizaron para menoscabar la excelencia de la campaña.
Ya tendrían otros motivos, valederos o no, para que en el futuro
criticaran los hechos que Roca produciría.

Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 113 -


CAPÍTULO VI

La epopeya del desierto


"Muchas familias de los pequeños pueblos del interior tenían alguna
anécdota que referir, o habían sido robados por ellos, habían sufrido
la pérdida de sus ganados, o les habían invadido su rancho o, lo que
era común, se habían llevado a su mujer y a sus hijas”
ANTONIO GUERRINO

L UEGO QUE ACABARON los agasajos que le


tributaron al general Julio Argentino Roca por los
lugares que pasaba de su regreso de Mendoza, el
nuevo Comandante general de las Fronteras de Córdoba, San
Luis y Mendoza, se instaló en Río Cuarto, con el beneplácito de
esta ciudad que se hallaba favorecida por este hecho.
Cuando los detractores de la Campaña al Desierto se
ensañan con las críticas de sus resultados, es evidente que no
reparan que el Gobierno nacional había fijado la frontera en las
provincias del centro. Esta limitación a adentrarse en el desierto
demostraba que en nuestro país no se podía circular libremente y
ese impedimento estaba señalado por la Constitución Nacional
como una restricción a la libertad de tránsito. Ya era tiempo que
el Gobierno se ocupara de planear una estrategia integral para
terminar con el flagelo de las invasiones indígenas, con sus robos

Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 114 -


de personas y todo lo que tuvieran a mano. Era necesario, más
allá de los aspectos de seguridad que el Estado tiene la obligación
de ofrecer a la población, permitir que cada ciudadano se pudiera
trasladar libremente dentro del territorio nacional y, por último,
la incorporación de tierras a la actividad productiva.
Roca trabajaba en un proyecto integral con vistas a
producir una invasión a los territorios ocupados por los indios.
No se trataba ya de planear la defensa, sino la eliminación lisa y
llana de los límites interiores de la frontera. O los indígenas se
sometían a las leyes argentinas o su destino sería la prisión. No
era justo que personas que habitaban el suelo argentino tuvieran
tantos privilegios sobre otros que debían someterse a la ley y
aportaran el trabajo para su mantenimiento.
Sin embargo, la política adoptada por el ministro de
Guerra, Adolfo Alsina, no permitía margen para que los
comandantes de frontera pudieran establecer planes alternativos.
Pero de todas maneras era un adelanto importante que el ministro
tuviera planes estratégicos al respecto. Ahora, había que ver si
esos planes contemplaban instrumentos válidos para una misión
de tamaña envergadura. A primera vista, Alsina por sí sólo, sin el
consejo de los militares que estaban introducidos en medio de la
escena, parecía que no tenía mayor capacidad para lograrlo.
El 6 de octubre de 1875, el Inspector general de Armas,
coronel Luis María Campos, envió una circular a los jefes de
frontera según la cual les prohibía emprender acciones ofensivas
salvo que se produjera un ataque indio y tuvieran que
perseguirlos, sin tener el suficiente tiempo para esperar órdenes
del gobierno. Desde luego que los comandantes de frontera no
estaban de acuerdo con esta política absolutamente defensiva.
Mientras Roca hacía conocer su disconformidad con las
nuevas medidas, el ministro Alsina, luego de llegar a un acuerdo
con Catriel, éste se sublevó y produjo un ataque masivo aliado
con Namuncurá, Pincén y Baigorrita, con el saqueo de Azul,
Tapalqué y Tres Arroyos.
Roca insistía que los tiempos estaban agotados para
arreglos transitorios como podía ser una transacción comercial e
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 115 -
indemnización para que se instalaran en parcelas. Él sostenía que
había que “arrollarlos al otro lado del Río Negro como lo había
hecho Rosas que casi concluyó con ellos”.
En principio hay que concluir que Roca y Alsina no
tenían caracteres compatibles y que sus políticas respecto al indio
no conciliaban. Alsina trató de interiorizarse y entender el estado
de situación en la provincia de Buenos Aires y, a partir de ese
conocimiento, que se basaba en el asentamiento de fortines,
quería consolidar el aspecto defensivo sin entender que los
tiempos avanzaban y que el incremento de la ocupación
poblacional era una política de estado.
Como ha sido un protagonista principal de la política
porteña y en la lucha contra el indio, veamos cuál era el perfil del
ministro Alsina. “En la política argentina, en los tiempos de
Alsina, el orador sutil, sagaz, tenía asegurado su futuro
conduciendo masas, obteniendo diputaciones y senadurías y hasta
presidencias.
”Este es el caso del doctor Adolfo Alsina Maza. Era un
tribuno de la plebe, con su gran ademán, su vozarrón y su mirada
profunda. Lo describen al caudillo: de fuerte contextura, alto, de
abundante melena, canosa y barba en candado. Su nariz era
grande, de ojos medianos y cejas caídas.
”El caudillo pandillero, ídolo de gauchos, orilleros y
compadres, fue nexo entre dos épocas. Fue un inmenso
conductor que excedió los límites de un Buenos Aires que
necesitaba de ese tipo de caudillo, acostumbrada a que sus
gobernantes hicieran marcar el paso, a que se le dijera lo que
quería que le dijeran. Fue líder y aliado de los más grandes de su
época, ocupó varios cargos de notable jerarquía, pero, sin
embargo, no pudo acceder a sus postulaciones como candidato a
Presidente de la República. Tal vez el momento oportuno lo dejó
pasar, sin pensar que la muerte lo acecharía tan joven. Hijo del
feroz enemigo de Mitre, Valentín Alsina, y de Antonia Maza, hija
de Manuel Vicente Maza, nació en Buenos Aires el 14 de enero
de 1829. Era Adolfo Alsina, quien a la edad de seis años

Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 116 -


acompañó a sus padres a Montevideo, que buscaban asilo político
y sumarse a la emigración argentina"11.
Del conocimiento que recogió en sus viajes por el interior
de la provincia de Buenos Aires el ministro lanzó el plan de la
Zanja, que consistía en una verdadera zanja que había que
excavarla a lo largo de 374 kms con un ancho de 3 m. en el nivel,
una profundidad de 2 m, con un parapeto de 1 m de alto por 4.50
m de ancho en la parte alta. La zanja unía Italó, en el Sur de
Córdoba, y Nueva Roma, al Norte de Bahía Blanca. Roca decía,
entre los íntimos que era un disparate y por añadidura
costosísima. A Roca le retiraron el 3 de línea de las fuerzas de
frontera y además se reclutaron compulsivamente personal para
cubrir los 109 fortines que se crearon. Se contrató al ingeniero
francés Alfredo Ebelot, quien tenía a su cargo la dirección de la
obra. Se utilizaron dos regimientos de guardias nacionales en la
sección Norte y se contrató una empresa privada que empleaba
300 personas. La Zanja posibilitó el incremento de 56.000 kms²,
acortó 186 kms la frontera de la provincia de Buenos Aires, se
extendió la red telegráfica, como sus principales logros.
El general Roca estaba muy afectado por la inconsistencia
de las medidas de Alsina respecto a la política indígena. Ahora el
ministro quería trasladar la Comandancia a la línea del Río V, a la
vez que le anunciaba la llegada del ingeniero Jordán Wisosky para
efectuar estudios relacionados con la Zanja. Roca le envió una
detallada memoria al ministro Alsina en donde le hace ver la
inconveniencia del plan que había puesto en marcha, en donde
dejó ver su experiencia a lo largo de muchos años en convivencia
con los indígenas. Además le manifiesta que trasladar la
Comandancia hacia Río V era un error estratégico. El ferrocarril y
el telégrafo llegaban a esa punta, lo que dificultaba al jefe de la
Comandancia el traslado a tanta distancia del resto de la línea de
frontera.
Desde el punto de vista histórico, en Roca y Alsina se
enfrentaban dos concepciones de país distintas. Por un lado Roca

11 Lo entrecomillado pertenece al libro del autor “Los Vicepresidentes”


Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 117 -
representaba al federalismo provinciano y Alsina al centralismo
porteño. Si bien es cierto que en esta cuestión aparentemente
nada tenía que ver, en el fondo representaba, por el lado de Roca,
la integración del territorio federal con vistas a encarar
agresivamente el crecimiento de la producción agropecuaria e
industrial, y Alsina, un concepto de modernización del país
centralizado en el emporio de Buenos Aires. Alsina quería
Buenos Aires para la provincia, mientras que Roca la quería para
la Nación. La posición de Roca respecto a la cuestión del indio
era compartida por la oficialidad joven que se formó a partir de la
Guerra del Paraguay y continuaron su carrera, que en esos días,
era en la frontera.
El general Julio A. Roca ante todo era un militar
respetuoso de la jerarquía y su personalidad, cargada de ideas
renovadoras, no desmerecían su apego al respeto jerárquico.
Cuando el ministro Alsina dispuesto a no dar un tranco atrás en
las decisiones tomadas, objetadas por Roca en una carta le dice:
“…estoy dispuesto a cargar con la responsabilidad de lo que
suceda…”, y concluía con una amenaza entre líneas cuando le
dice: “…Considero inútil decir a usted… que esas son también
ideas del señor Presidente de la Nación”. Roca le contesta: “…A
pesar de mis opiniones particulares, debo hacerle presente que
estoy dispuesto a cumplir con todo celo sus disposiciones…”
El doctor Alsina mostró una decidida modernidad al
utilizar los últimos instrumentos de medición, que hizo traer
desde Europa, por lo cual se le pusieron varios motes, pero el que
más le cuadraba era el de “Doctor Teodolito”.

II

Luego del nombramiento en la Comandancia ocurrido el


19 de agosto de 1973, meses más tarde la familia Roca se había
radicado en la ciudad de españolísimo nombre de Villa de la
Concepción del Río Cuarto, sede de la Comandancia, en una
casona alquilada a don José Garmendia ubicada en la calle San
Francisco, en donde vivió también con su hermano Alejandro.
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 118 -
Con su actividad militar alterna los trabajos burocráticos en la
sede de la Comandancia. También hace viajes a lo largo de la
frontera de recorrida por los fortines del río quinto, que duran
diez días cada dos meses. Alternaba mucho con su asistente
Artemio Gramajo, que era un eximio cocinero, y con su amigo el
coronel Fotheringham. Participa de la vida social de la localidad
como la creación de la primera Biblioteca Pública y de un diario
al que llamaron “La Voz de Río Cuarto”, que para imprimirlo y
dirigirlo trajo a un alemán, Simón Ostwald, que conocía bien el
oficio, en el que colaboraba con algunos artículos de interés
nacional. En octubre de 1875 el presidente Avellaneda, el
gobernador, y los embajadores de España e Italia visitaron Río
Cuarto con motivo de la prolongación de la línea férrea desde
esta ciudad hasta Villa Mercedes. En dicha oportunidad El
general Roca impuso al presidente sobre su plan de fronteras,
muy diferente por cierto del de su ministro Alsina.
La presencia de la Comandancia imponía a la ciudad una
nueva actividad comercial y para responder a sus necesidades se
creó el Banco de Río Cuarto del cual Julio Argentino se convirtió
en accionista.
El embarazo de la señora Clara Funes de Roca no le
permitió hacer su viaje a la ciudad de Córdoba para alumbrar su
hija, Elisita, segunda en la descendencia, que nació el 3 de enero
de 1876 en la ciudad de Río Cuarto. Los compromisos militares
de su padre no le permitieron bautizarla a Elisa Clara Genoveva
hasta el 15 de abril en la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de
la Concepción por el capellán de la frontera Fray Pío Bentivoglio;
apadrinaron la ceremonia su tío Alejandro Roca y Elisa Funes de
Juárez Celman.
A fines de marzo del 76 ocurrió un hecho político de
acercamiento con los indios que merece relevancia. Los caciques
Mariano Rosas y Baigorrita trajeron consigo a la Comandancia
seis cautivos. En agosto viajó a Villa Mercedes a controlar la
entrega de racionamiento a los ranqueles que por compromiso
contraído por la Nación les entregaba trimestralmente. A
propósito de la limitada convivencia con los indios, el 20 de
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 119 -
agosto de 1877 muere el cacique Mariano Rosas, que había
actuado con Roca de forma confiable y con formalidad en los
acuerdos.
En el último año de su residencia en Río Cuarto, nació en
esta ciudad su segunda hija, y tercera de la familia, María Marcela,
el 2 de Junio 187712.
III
Desde mediados del 76, en que publicó en “La Voz de
Río Cuarto”, su plan ofensivo para desalojar o disciplinar a los
indios, en cuyo texto se comprometía en dos años a cumplir la
tarea que había prometido cumplir: un año para prepararse y otro
para la campaña. Pero Alsina tenía por objetivo llegar a la
presidencia y el plan de la Zanja que ejecutaba sería su blasón que
mostraría para acceder al cargo. Roca insistía que era un plan
defensivo, y no entendía que Alsina, que era un hombre guapo y
decidido tuviera una actitud tan pusilánime ante los indios. El
coronel Álvaro Barros, autor del libro “La Guerra contra los
Indios”, y Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, por
renuncia de sus antecesor Mariano Acosta que renunció para
asumir la vicepresidencia, era amigo de Alsina y lo instaba a que
se decidiera; en una carta le decía: “Si no lo haces tú, lo harán los
que vengan después”. Nada más premonitorio.
A Roca le preocupaba la frontera en Mendoza, porque era
allí también por donde se realizaba el trueque de hacienda
argentina, por tabaco, aguardiente, paños y mercaderías diversas
que los chilenos les ofrecían a los indios. También el acceso de
indios guerreros chilenos que se introducían cuando había
perspectivas de ataques a poblaciones argentinas. Su campaña en
Mendoza y la ocupación efectiva en los territorios que
comunicaban con nuestra Nación le impedirían la recepción de
mercaderías, que desde ahora tendrían que pactar con el
Gobierno Nacional para conseguirlas. Roca tenía una
consideración especial con los indios Pehuenches que eran
proclives para recibir una civilización más avanzada; eran
12Murió el 29 de julio de 1981 a la edad de 104 años sobreviviendo a toda la familia
directa
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 120 -
sedentarios, agricultores y conocedores de las artes de labranza de
tierra y cultivo de maíz, trigo y cebada. Es motivo de su
consideración el cacique Feliciano Purrán, quien recibía un sueldo
del Gobierno Chileno y atesoraba una considerable fortuna. Se
decía que era posible que reuniera 5 o 6 mil guerreros. Los
conflictos limítrofes con Chile ponían en el tapete la pujanza
indígena y las consideraciones que el Gobierno Nacional debía
hacer sobre una hipótesis de guerra con el gobierno trasandino.
Mientras el general Roca reflexionaba sobre estas cuestiones el
ministro Alsina seguía con su plan de la Zanja y la protección de
la provincia de Buenos Aires.
Roca estableció una comunicación epistolar muy
interesante con el militar argentino Manuel Olascoaga, que se
exilió en Chile luego de la revolución de los colorados. Allí
Olascoaga había hecho relevamientos topográficos para el
gobierno chileno, y ponía de manifiesto el peligro que significaba
para la soberanía argentina, si nuestro país no se apuraba a ocupar
los territorios del Sur.
La historiadora Mónica Aurora Sánchez
transcribe una carta de Miguel Juárez Celman, concuñado de
Roca, en contestación a otra que el general le enviara: “…Su carta
a mí ha sido transcripta en casi todos los diarios del litoral y
demás provincias…”. Luego de hacerle halagos personales le
dice: “…Como Ud. aparenta en su semblante más modestia y
humildad que las que realmente tiene, no levanta las naturales
resistencias de ciertos caracteres que aborrecen a los militares
porque usan galones o se inclinan hacia atrás al caminar…Viera
Ud. el ruido que ha metido ese viaje sin batallones, a la pampa.
¡Cómo se conoce la confianza que tiene el general en su obra! Y
agregaban: Mientras Alsina lleva todo el ejército para ocupar la
nueva línea, Roca, con doce hombres, le sale al encuentro y se le
reúne ¡Qué arrojo!”.
Alsina estaba abocado, casi obsesivamente, a mantener
viva la guerra contra el indio. Volvía de un viaje a la frontera,
emprendido para revisar los progresos en la construcción de la
Zanja, cuyo periplo inició en octubre y al estar en Carhué se sintió
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 121 -
con dolores de cabeza, insomnio y un malestar general. Se trataba
sin duda de su antigua afección renal y al llegar a Buenos Aires,
en los primeros días de diciembre, su estado mejoró y se lo dio
por curado. Pero luego se agravó y falleció el 29 de diciembre de
1877. Su dolencia no era nueva. Ya en 1865 había viajado a
Europa en busca de tratamiento. En Buenos Aires lo asistían dos
prestigiosos médicos y profesores porteños: Mauricio González
Catán y Manuel Aráuz.
En su documentada obra, “La medicina en la campaña del
desierto”, Antonio Alberto Guerrino traza un cuadro clínico del
enfermo. A partir de una presunta glomerunefritis, de incierta
antigüedad, se desarrolla una más o menos típica sintomatología.
Adolfo Alsina cae doblegado por la enfermedad renal en
momentos que en un futuro muy próximo sería el candidato más
probable a ocupar la presidencia de la Nación. En dos
oportunidades había declinado ir a la confrontación electoral. Su
nombre será recordado por su famosa zanja, o por ser
campanillero del senado, al decir de Sarmiento, o por fundador
del Partido Autonomista, pero siempre se lo recordará como un
gran actor de un tramo importante de nuestra historia.
IV
Con la muerte de Alsina al presidente Nicolás Avellaneda
se le produjo un nuevo problema para tomar una decisión política
importante, al darle un nuevo curso a la política de la guerra
contra el indio, cuya cuestión importaba sobremanera para la
solución emprendida por el ministro recién fallecido. Pero era
indudable que era uno más a la carga de asuntos que requerían la
atención preferencial del presidente. Como éste conocía
perfectamente el plan de Roca y además sabía de su
profesionalismo y el compromiso con las ideas que sostenía, fue
un gran alivio dejarle en sus manos la gestión de la campaña.
Al asumir la presidencia Avellaneda se abocó de lleno a
sortear los inconvenientes que se derivaban de la crisis
internacional de 1874, con la baja de los productos primarios que
la Argentina exportaba y el alza de los productos industriales que
importaba. Esta situación produjo la casi pérdida de la moneda, al
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 122 -
circular monedas de otros países y un drenaje de las reservas de
oro cuyo resultado fue la desaparición del Banco Nacional.
Encaró la solución con gran coraje y en 1877 decía: “Los
tenedores de bonos argentinos deben, a la verdad, reposar
tranquilos. La República puede estar dividida hondamente en
partidos internos; pero no tiene sino un honor y un crédito, como
sólo tiene un nombre y una bandera ante los pueblos extraños. Hay
dos millones de argentinos que economizarían hasta sobre su
hambre y sobre su sed, para responder en una situación suprema a
los compromisos de nuestra fe pública en los mercados extranjeros."
Aunque los problemas internos se sucedían de continuo
en un mundo cambiante, también así se producían
descubrimientos científicos y tecnológicos que revolucionarían las
producciones primarias de nuestros países. Un ejemplo que iría a
transformar nuestras exportaciones lo era que en diciembre de
1876 llegara al país el primer barco frigorífico, Le Frigorifique,
equipado con dos cámaras que mantenían una temperatura de 0
grados centígrados. En 1877 llegó Le Paraguay, sus cámaras
enfriaban hasta 30° bajo cero. Hasta ahora se exportaba carne
salada en barricas cuyo sabor era muy fuerte. Se avecinaba el
tiempo de la formación de grandes capitales que se acrecentarían
con el mejoramiento de las razas y su posterior exportación a
Europa, en donde nuestras carnes adquirirían un gran prestigio,
su calidad constituía un manjar que degustarían las altas clases
europeas dispuestas a pagar precios de privilegio. Estas ventajas
que reportaría la tierra fue un acicate para encarar la gran
conquista del desierto y hacer seguras las inversiones que
aportarían grandes capitales, pero sin el peligro que significaba la
vecindad con los indígenas.
Otro adelanto importante era el avance de las vías
ferroviarias que integrarían las producciones agropecuarias y el
traslado de personas: el Central Argentino que unía Rosario-
Córdoba; el Central Norte que continuaba a Córdoba-Tucumán;
el Andino que unía Río Cuarto-Villa Mercedes y luego seguiría a
Mendoza; desde Buenos Aires partía un ramal hacia Rosario,
hacia el Sud y otro al Oeste que luego se interconectarían. Y así,

Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 123 -


con la complementación del capital extranjero, esencialmente
inglés, se tejió la red ferroviaria. Probablemente en función
únicamente de los intereses económicos, que está bien que quien
invierta tenga el derecho a lograr el máximo rendimiento de su
capital, pero el Estado debió actuar en su función reguladora. El
tendido de las redes dejaba sin conexión a poblaciones muy
importantes, porque la traza era en abanico que se concentraba en
el puerto de Buenos Aires, ya que a las compañías les convenían
la mayor relación de carga y transporte de personas por kilómetro
recorrido. Por eso, al convenir con las compañías, se debieron
tener en cuenta los aspectos demográficos del país, que
generalmente son incompatibles con las utilidades. Todos
sabemos que los mayores costos irían a incrementar las tarifas,
pero al menos el transporte público estaría asegurado. El Estado
debió instalar el concepto de servicio público complementario
con el económico, en atención a la conectividad de las
poblaciones y a una verdadera integración poblacional. Roca, en
el ejercicio del poder, decía que siempre era preferida la inversión
del capital privado, pero si el capital no llega a cumplir las
necesidades de la población, allí debe estar el Estado. Así de
simple.
La muerte de Alsina produjo un desbande en las filas del
autonomismo que buscaban un nuevo cauce de las preferencias
políticas. El Gobernador de Buenos Aires, Carlos Tejedor, era el
heredero natural de Adolfo Alsina y no se hizo esperar para
tomar la bandera. Sin embargo, hubo otros grupos que siguieron
a Aristóbulo del Valle quienes fundaron el Partido Republicano.
No eran menores las consideraciones a que debió
someterse el propio presidente Avellaneda para cubrir el cargo de
ministro de la Guerra. Contaban dos aspectos fundamentales a
considerar entre los candidatos, que no eran pocos; primero la
garantía de fidelidad al sistema institucional y, segundo, el tema
candente de la campaña contra el indio.
En principio habían quedado eliminados los militares
complicados en la revolución mitrista del 74, generales José
Miguel Arredondo e Ignacio Rivas (tal vez entre los generales más
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 124 -
prestigiosos hasta ese momento). Pero había varios militares que
por diversas razones serían desechados, algunos por participación
política activa, otros por adhesión al plan de Alsina, otros por
falta de especialización en los temas indígenas, aunque hubieran
participado tangencialmente en la lucha. Evidentemente la figura
diferenciada era, el único general y el más joven: Julio Argentino
Roca. Por otra parte, tenía una foja de servicios impecable que
ascendió a todos los grados en los campos de batalla, triunfante
impecable en las batallas de Ñaembé y Santa Rosa al servicio del
Gobierno Nacional, quien defendió sin el más mínimo recelo la
estabilidad institucional. Avellaneda justificaba la designación sin
que fuera cuestionado.
V
Al recibir el nombramiento el 3 de enero de 1878, Roca
estaba en Mendoza, por lo cual emprendió viaje en compañía de
sus amigos y subordinados Fotherinham y Gramajo, pero al salir
de San Luis se sintió que lo aquejaba un mal estomacal e intestinal
con dolores de cabeza que lo atormentaron todo el viaje a Buenos
Aires. Se instaló en la casa de su hermano Ataliva. Su estado de
salud se había convertido muy delicado y era asistido por el
doctor Bosch, quien al cambiarle la medicación lo sacó
paulatinamente de la gravedad del mal. De todos modos, le había
costado cuatro meses para recuperar de a poco la salud y el
presidente Avellaneda esperó que recuperara su estado de salud
para que asumiera efectivamente el Ministerio de la Guerra.
Roca, su esposa y sus tres hijos, ya que la pequeña María
Marcela había nacido el 2 Junio 1877, alquilaron una amplia casa
ubicada en la calle Suipacha entre Lavalle y Corrientes a
Francisco Bernabé Madero, quien fuera su compañero de fórmula
presidencial en 1880. Al militar le parecía extraño y lo complacía
sobremanera tener un despacho a su disposición, una biblioteca
donde clasificar sus libros y, sobre todo, un baño al lado de su
dormitorio. No podía dejar de comparar que había pasado más de
la mitad de su vida, en campaña con una carpa por habitación o
en un hotelucho, donde había que atravesar todo un patio para
llegar al baño; o utilizar una tina para sus baños y ni qué hablar de
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 125 -
los retretes malolientes; o comer ranchos a base de carne de oveja
recocida; o a veces la sed la saciaba con agua de charcos con astas
de vaca como vasija. La vida de los militares en esos tiempos era
muy dura y había que tener una gran vocación de servicio para
soportar la existencia en campaña, además de los riesgos de
contraer enfermedades o de perecer en tantos enfrentamientos
bélicos.
Una de las exigencias del presidente era la neutralidad
política de Roca, que salvo en escasas circunstancias, había
participado en forma indirecta. Uno de esos casos fue cuando el
sector que él apoyaba para la gobernación de Córdoba integrada
por Climaco de la Peña y Antonio del Viso, se enfrentó a la
encabezada con el tío político suyo, Vicente Díaz, que había
hecho una excepción al aceptar candidaturas. Antes de asumir
don Climaco tuvo un síncope cardíaco y murió sin hacerse del
cargo. Los perdedores pretendían, que se hiciera una nueva
votación, por lo cual se planteó una cuestión institucional que se
resolvió, a nuestro entender inconstitucionalmente, al asumir la
gobernación el vice Antonio del Viso13.
El plan del general Roca debía ser aprobado por el
Congreso con un gasto presupuestado en 1.700.000 pesos fuertes
para la campaña, que era necesario para cumplir lo dispuesto en la
ley Nº 215, sancionada durante el gobierno del presidente Mitre el
25 de agosto de 1867, que imponía el traslado de la frontera con
los indígenas hasta los ríos Negro y Neuquén. El cual fue
ratificado por el proyecto elevado el 14 de agosto de 1878, que
fue convertido en ley el 5 de octubre de 1878 bajo el Nº 947. Se
disponía el establecimiento de la línea de fronteras sobre la
margen izquierda de los ríos Negro y Neuquén, previo
sometimiento o desalojo de los indios bárbaros de la pampa,
desde el Río Quinto y el Diamante hasta los dos ríos antes

13 Dos casos similares ocurrieron años más tarde, realizándose una nueva elección. La
primera fue cuando el vicepresidente que acompañaría a Hipólito Yrigoyen, Francisco
Beiró falleció y el Colegio electoral eligió a Enrique Martínez. La segunda, cuando
falleció Juan Hortensio Quijano, antes de asumir, vice elegido con la segunda
presidencia de Perón y, luego en una nueva elección, se eligió a Alberto Tessaire.
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 126 -
mencionados. En el articulado se establecía la modalidad de las
ventas de las tierras recuperadas, cuyos valores obtenidos serían
aplicados a cancelar, en principio, al monto asignado por la
propia ley. Paralelamente, se crea la Gobernación de la Patagonia,
mediante la ley Nº 954 sancionada el 11 de octubre de 1878, con
capital en Mercedes de Patagones, hoy Viedma. Durante los
siguientes seis meses, Roca ordena operaciones parciales en toda
la línea de frontera destinadas a debilitar a los indios.
Una ley de esta naturaleza requería del conocimiento
público y un apoyo de la ciudadanía en general. Esta era una
práctica republicana que el presidente Avellaneda no pasó por
alto y al propio general Roca le proporcionaba una tranquilidad
estratégica que el pueblo argentino apoyara su campaña. Para ello
Roca habló con el doctor Estanislao Zeballos, quien redactó un
libro que tuvo una gran aceptación pública que llamó: La
Conquista de Quince Mil Leguas. Esta edición, que había sido
lanzada en el mes de septiembre de 1878, se agotó
prematuramente. La segunda edición la imprimió gratuitamente el
diario La Prensa, en virtud de la relación familiar que existía entre
Roca y los Paz. En la primera edición Roca había introducido una
carta para hermanar la campaña con el propio protagonista, y en
la segunda, el prólogo fue firmado por el autor, a la cual
denominó con el pomposo título de “Conquista del Desierto”.

Una vez entrado el proyecto, la Cámara de Diputados se


abocó de lleno a su tratamiento, por lo cual se formó una
comisión especial para elaborar el proyecto definitivo. Estaba
integrada por Bartolomé Mitre, Vicente Fidel López, Carlos
Pellegrini, Olegario V. Andrade y Álvaro Barros. La discusión
sobre la división política de las tierras al Sur del río Negro
produjo arduos debates, cuyas provincias lindantes pretendían
ganar terrenos en su favor. Pero Mitre calmó los ánimos de los
diputados para que pusieran el mayor esfuerzo y la inteligencia en
conquistar y poblar las tierras. El proyecto aprobado en
Diputados pasó al Senado, y fue Sarmiento el miembro
informante que fogoneó el proyecto. El senador Torrent,
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 127 -
representante de Corrientes, hizo objeciones al proyecto, pero fue
Roca que, como ministro participaba de las sesiones, quien se
ocupó de defenderlo y manifestó que la Nación no debía seguir
con sistemas defensivos, sino terminar con el problema en una
acción coordinada ofensiva. Elogió la gestión de Alsina, que
permitió que parte del trabajo ya se hubiera ejecutado y al
presidente Sarmiento por la labor realizada al respecto.
Ni bien se enteraron los indios que el general Roca
habíase sido designado ministro y que se preparaba una gran
campaña ofensiva, comenzaron a manifestarse los distintos
caciques y capitanejos por pactos y acuerdos de paz. Pero el
tiempo ya se había terminado para los pactos y posteriores
violaciones de los acuerdos. Ahora la propuesta era distinta, o se
avenían al cumplimiento de la ley como cualquier ciudadano o se
los arrollaría hasta los ríos Negro y Neuquén.
Mientras tanto, el general Roca proseguía con charlas con
los distintos sectores de la sociedad, especialmente con quienes
tenían el poder de decidir en algunos planos de la política: desde
legisladores hasta editores de diarios y distintas publicaciones.
Estos actores tenían efectos de ida y vuelta: si los periodistas
hablaban bien de la campaña, los legisladores se verían
influenciados para votar a favor del proyecto, y si los legisladores
de manifestaban proclives a apoyar la campaña, los periodistas
reflejarían las opiniones de los legisladores.
En la memoria del proyecto se expresaba “…La
ocupación del río Negro en sí misma no ofrece ninguna dificultad
pero antes de llevarla a cabo, es necesario desalojar los indios del
desierto que se trata de conquistar, para no dejar un sólo enemigo
a retaguardia, sometiéndolo por la persuasión o la fuerza, o
arrojándolos al Sud de aquella barrera: esta es la principal
dificultad…”
El general Julio Roca asumiría la dirección superior y el
coronel Conrado Villegas la jefatura del estado mayor.
Básicamente serían cuatro columnas: la 4ta. División occidental al
mando del coronel Napoleón Uriburu, que arrancaría desde San
Rafael en dirección hacia Neuquén; la 1ra. División al mando de
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 128 -
Roca partiría desde Azul y Carhué con destino a la isla Choele
Choel y al llegar allí rumbearía hacia el Oeste para unirse con
Uriburu. Entre estas dos divisiones, operarían la 2da. División al
mando del coronel Nicolás Levalle, que arrancaría desde Carhué
en dirección Oeste y la 3ra. División, al mando de Eduardo
Racedo, que desde Villa Mercedes, avanzaría en dirección Sur.
También operaría una División suplementaria, la 5ta., al mando
del coronel Hilario Lagos, con sede en Trenque Lauquen, creada
por el general Roca a fines de abril del 79.
El proyecto contemplaba reconocimientos y batidas de
los territorios a ocupar, en cuyo texto se dispuso dos grandes
campañas a ejecutar. Una de ellas comprendía la instalación de la
Comandancia de la Frontera Extrema Izquierda, para lo cual citó
al coronel Lorenzo Winter que se encontraba destacado en
Rosario, cuya primera operación sería el reconocimiento del río
Colorado, escenario en donde el propio coronel había batido a
Catriel y su tribu. En esta ocasión sería acompañado también por
el ingeniero Alfredo Ebelot, que participara en la campaña del
doctor Alsina y que cumpliera la gestión con mucha eficiencia. La
otra establecía avances hasta los ríos Negro y Neuquén, en donde
se fijaban las guarniciones acordadas en el proyecto. Los avances
serían con columnas ligeras, en cuyas prácticas se alternaban para
evitar el cansancio. Desde julio y agosto del 78 comenzaron a
llegar al ministerio partes de las batidas y reconocimientos del
terreno, como así de los encuentros con indios, la toma de
prisioneros y liberación de cautivos. En los informes se destacaba
los avances de Winter, que había hecho prisionero a Marcelino
Catriel y su pariente Juan José Catriel, en noviembre del 78; había
entregado un grupo de indígenas, que sumaban en conjunto 200
indios guerreros y 400 de chusma. Roca ordenó en septiembre
que las tropas descansaran y engordaran las caballadas para
prepararse para el avance final hacia el Sur, pero la actividad les
compelía a seguir en acción.
Desde Puán, en octubre del 78, salieron expediciones que
se unieron a las que en noviembre habían salido desde Carhué al
mando del coronel Levalle, que abarcaban frentes de 50 a 140
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 129 -
kms, en persecución de Namuncurá que huía hacia el río
Colorado, en donde se produjeron avances profundos de hasta
400 kms. El resultado fue de 980 indios prisioneros y 210
muertos. El 6 de diciembre 1878, elementos de la División Puán,
al mando del coronel Teodoro García, se enfrentaron con una
fuerza de indios en las alturas de Lihué Calel. El resultado del
enfrentamiento produjo 50 indios muertos, 270 capturados y 33
colonos europeos fueron liberados.
En Guaminí se organizaron varias operaciones; una a
fines de agosto, comandada por el mayor Álvarez al mando de 30
hombres, que batió a un grupo de guerreros de Namuncurá; en
octubre una columna comandada por Levalle; luego otras dos a
cuyo frente estaba el teniente coronel Freyre llegó hasta Pichi
Mahuida y, el 21 de enero del 79, el mismo jefe militar, con 250
hombres llevó un ataque a las tolderías de Namuncurá y
Baigorrita en cuya acción produjeron bajas, rescataron cautivos y
hecho prisioneros a 600 indios.
En Trenque Lauquen la actividad en batidas de indígenas
fue muy intensa. Hubo varias partidas que trajeron prisioneros y
caballadas. El 2 de noviembre el jefe, coronel Conrado Villegas,
luego de una penetración punzante, una partida de su grupo hizo
prisionero al cacique Pincén, lo cual indujo, en los próximos días,
a entregarse numerosos indios. La actividad de esta Comandancia
fue muy intensa a tal punto que batió a los indios severamente, y
los caciques Nahuel Payén y Pichi Pincén se entregaron con 230
guerreros y chusma.
En el Sur, desde Santa Fe hasta Ita-ló, el coronel Nelson
envió varias partidas. En Fortín Alsina salieron en persecución de
un grupo de indígenas. El teniente coronel Ferreyra, a 300 kms de
su base, batió a Nahuel Cayúl. El 17 de diciembre el ayudante
Almanzo persiguió distintos grupos de indios.
En San Luis y Córdoba la actividad no fue menor a la de
otras Comandancias. El coronel Racedo comenzó su actividad de
batidas y reconocimientos a principios de noviembre.
El resumen de todas las acciones preliminares arrojaron
las siguientes cifras: 4.000 indios entre lanzas y chusma
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 130 -
prisioneros; 400 indios de combate muertos; 150 cautivos
rescatados. Se hicieron prisioneros o se entregaron los caciques
Juan José Catriel, Pincén y Epumer Rosas. Se recuperaron 15.000
cabezas de ganado vacuno, caballar y lanar
En el transcurso de las campañas de reconocimiento se
ubicaron aguadas y lugares adecuados para asentamientos. Varios
lugares, especialmente las aguadas, se ocupó por autoridades
militares para evitar que grupos de indios pudieran utilizar estos
lugares.
Se había previsto que ninguna de las divisiones llevaran
artillería, utilizarían solamente fusiles Remington, cada soldado
llevaría dos caballos: uno de montar y otro que llevaban de tiro
para las peleas, cada uno con aperos y monturas. Las columnas
afectadas a terrenos montañosos se las equipó con mayores
abrigos y mulas de carga. El equipamiento se completaba con la
manta y las municiones.
La Constitución vigente establecía el deber de las
autoridades nacionales de promover la conversión de los
indígenas al cristianismo. De tal modo, que la columna que dirigía
Roca, llevaba religiosos que se ocuparían de esos aspectos
espirituales. Además, el general Roca le dio mucha importancia al
perfil científico que también tenía la campaña y de ese modo
acompañaron los doctores Pablo Lorentz, Gustavo Niederlain,
Federico Schulz y Adolfo Doering. Al llegar al punto de reunión
los científicos continuarían viaje en sentido contrario del que
utilizara la 4ta. División, para luego realizar un interesante
informe que contribuiría a un mayor conocimiento de especies y
accidentes geográficos de la zona reconocida.
La política pobladora de la campaña contempló el
acompañamiento de familias que poblarían alrededor de los
fortines y se convirtirían en los grupos civilizados de mayor
antigüedad en las tierras conquistadas.
El aspecto de la divulgación periodística estuvo a cargo de
corresponsales de La Tribuna y La Pampa, además del relato
oficial del teniente coronel Manuel J. Olascoaga, que oficiaba con
el cargo de Secretario del Cuerpo de Campaña.
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 131 -
Entre las distintas Divisiones debían operarse acciones de
comunicaciones con el Estado Mayor y de ésta hacia todas las
Divisiones.
Deberían dejar destacamentos en distintas partes de los
recorridos de cada División, con fecha y hora de cada paso
previsto a efectos de sincronizar los tiempos.
No obstante el carácter terrestre de la campaña, el general
Roca entendió que era necesario realizar una operación marítima
y fluvial y para ello dispuso enviar el pequeño vapor Triunfo al
mando del Comandante Martín Guerrico, que surcaría el río
Negro y dejaría constancia de los accidentes que pudieran impedir
la navegación. Al mismo tiempo el Gobierno Nacional dispuso
que la cañonera Paraná se trasladara por altamar hasta la ciudad
de Carmen de Patagones, partiría desde el puerto de Montevideo
el 26 de marzo de 1879. El Comandante Guerrico inició la
travesía que remontó el río Negro, pero antes de llegar a la isla
Choele Choel, el pequeño vaporcito varó y tuvo que continuar la
travesía en bote, para llegar el 23 de mayo al lugar de encuentro.
Con todo previsto en lo que hacía a medios materiales y
humanos, el general Roca llegó a Carhué el 16 de abril del 79, un
día más tarde de lo previsto porque tuvo que presentarse el día 14
de abril en el Congreso Nacional para informar a los senadores y
diputados del resultado de la expedición marítima hasta Santa
Cruz por barcos destinados a la navegación fluvial, que mediante
ciertas modificaciones que se les hicieron, se adaptaron para la
navegación en altamar.
La salida de Buenos Aires fue un momento muy emotivo
para Roca, en cuyo lugar programado se reunió una multitud de
gente que le dio la despedida, entre los que se encontraron
autoridades nacionales y amigos personales. Distintos sectores
sociales y políticos habían adherido a la gesta epopéyica que
posibilitaría la incorporación de tierras incultas a la producción y
al trabajo y contribuiría a otorgar una palanca de progreso para la
Nación.

Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 132 -


En la llegada de la punta de riel en Azul otra cantidad de
gente se había agolpado en la estación para darle la bienvenida al
general Roca.
Luego de varios días de preparativos, en donde Roca hizo
algunas modificaciones y ajustes al plan general, el día 26 de abril
emitió una Orden del Día, saludó al Ejército Expedicionario al
Río Negro y puso de manifiesto la satisfacción del Presidente de
la República por la labor ya realizada. “…Con asombro de todos
nuestros conciudadanos, en poco tiempo habéis hecho
desaparecer las numerosas tribus de La Pampa que se creían
invencibles con el pavor que infundía el desierto y que era como
un legado fatal que aún tenían que transmitirse las generaciones
argentinas por espacio de siglos…” Concluyó con “… un ¡Viva! a
la República Argentina, al Presidente de la República, doctor
Avellaneda…”, y agregó una frase dedicada al ex ministro Alsina
en el que decía: “Honor eterno a la memoria del doctor Alsina,
mi ilustre antecesor”. Con esta última exhortación, Roca
pretendía congraciarse con los autonomistas de Buenos Aires,
teniendo en cuenta que en 1880 habría elecciones a presidente y
ya sus amigos, y él mismo, tenían presente.
Uno de los objetivos era llegar a juntarse en la isla Choele
Choel el día 25 de Mayo de 1879 con la 4ta. División de
Napoleón Uriburu y el Comandante Guerrico al remontar el río
Negro.
Roca había hecho construir un carricoche en el que
llevaba los papeles y mapas utilizados en el proyecto y adecuado
también para descansar. Cuando el carricoche tenía que subir una
cuesta o vadear un río debía ser empujado por los soldados. La
columna de Roca parecía un éxodo porque los seguían mujeres,
niños y hasta indios amigos.
La 4ta. División al comando del amigo de Roca,
Napoleón Uriburu, (conocido también por Napoleón), debió
postergar su salida, que había sido anticipada y que debía
producirse entre el 15 y 20 de marzo. Estas fechas se
programaron para sincronizar con la columna de Roca las
llegadas a destino el 25 de mayo, cuyas dos márgenes del río
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 133 -
Negro se ocuparían en la isla Choele Choel. No obstante, partió
el 10 de abril con casi un mes de atraso, lo cual indicaba que las
llegadas no se producirían como se había proyectado. Los
informes dijeron: “…que penetró resueltamente en los valles de
la Cordillera de los Andes, ocupando los pasos del Sud, por
donde los indios arreaban grandes cantidades de ganado a Chile”.
Después, Napoleón y sus hombres llegaron el 21 de mayo a «las
juntas del Cobun-Có con el Neuquén»; alcanzaron luego el
Mangrullo, siempre sobre la margen derecha del Neuquén, donde
se establecieron a dos leguas más abajo, en Los Médanos. Esta
posición era de suma importancia estratégica porque era la que
usaban los indios pampas para reunirse con los picunches y
viceversa. La 4ta. División era la única que estaba dotada con
cuatro piezas de artillería. La importancia de esta columna estaba
representada en cortar la retirada de los indios hacia Chile,
empujados por las avanzadas de las otras divisiones. El aspecto
político tenía suma relevancia en esta zona de la cordillera,
porque había pobladores que convivían con indios, y estancias
chilenas e inglesas que tenían propiedades con hasta 10.000
cabezas de ganado, cuya defensa estaba a cargo de una especie de
policía privada para protegerse de los indígenas, pero también
algo tenían que ver con los actos de pillaje que ejercían algunas
tribus. "Ricos hacendados chilenos –señala el general Francisco
Vélez–, entre los que se contaban los señores Urréjola, Pray y
Bulnes, quienes crearon allí establecimientos ganaderos que les
proporcionaban cuantiosas ganancias, pues les servían para
engordar el ganado con que abastecían el mercado de Chile,
ganado que provenía principalmente de los campos de Buenos
Aires, de Santa Fé y Córdoba, que los indios transportaban por
millares en cada malón".
En esta región tenían sus tolderías la mayor cantidad de
tribus capitaneadas por los caciques Purrán, Saihueque, Reuque
Curá y Baigorrita. Es por ello que Roca le pedía a Napoleón que
anduviera con mucho cuidado pero que, también, no tuviera
reparo en limpiar de indios a quienes no acatara al gobierno
nacional.
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 134 -
A mediados de mayo la división alcanzó el río Agrio en
cuya margen se levantó el pueblo fortín “4ta. División”, con una
dotación importante de hombres. El vadeo del río Neuquén fue
muy dificultoso porque estaba muy crecido. A mediados de julio,
luego de varias acciones evasivas, una partida destacada por el
mayor Torres, luchó con Baigorrita que murió en combate el
cacique junto a varios indígenas. Constantemente se apresaba a
indios sueltos que huían por el empuje de las divisiones que
operaban en La Pampa.
Como síntesis, la 4ta. División al mando de Napoleón
Uriburu fue la que recibió el peso más importante de la campaña,
por la cantidad de obstáculos, concentración de indios y la lucha
contra el frío.
La 3ra. División saldría el 10 de abril de 1979, sendas
columnas, simultáneamente desde Villa Mercedes y Sarmiento
Nuevo, al mando de los Coroneles Eduardo Racedo y Rudecindo
Roca (hermano del general Roca). Limpió de indios al Sur de San
Luis y al Noreste de La Pampa, llegaron a Toay sin mayores
inconvenientes. Luego de viajar 200 kms se le unió una columna
comandada por Godoy que capturó cientos de indígenas. Las
órdenes estaban indicadas para que hicieran permanente contacto
con el Cuartel general y las restantes divisiones. El reencuentro de
las dos columnas se hizo en Médano Colorado. El 5 de mayo
continuaron hasta Allaicó, mientras organizaban distintas partidas
para ejercer un trabajo de limpieza. El 10 de mayo llegaron a
Levu-Carreta y debían acampar y reencontrarse en Poitahué, pero
no fue posible por el mal estado de los campos. El 14 de mayo
salió Rudecindo Roca con la intención de enfrentar y capturar a
Baigorrita, pero solamente pudo capturar a 22 indios guerreros y
134 de chusma. El cacique se le escurrió hacia las montañas de
los Andes, pero una partida desprendida de la 4ta. División se
enfrentó con Baigorrita y lo mató, como ya relatáramos.
Finalmente Rudecindo Roca se unió al grueso de la división el 18
de junio de 1879. El 16 de mayo salió una partida con 100
hombres al mando de Hilario Alzogaray para establecer contacto
con el coronel Villegas que se suponía que estaba en Toay.
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 135 -
También partió el capitán Ramón Álvarez con 40 hombres para
ejercer la policía del flanco derecho de la división. El coronel
Racedo tuvo que soportar cuestiones desagradables como la
deserción de soldados que reprimió abruptamente con el
fusilamiento de dos de ellos aprehendidos. También unos
prisioneros indios venían contaminados de viruela y produjeron
contagios cuyo resultado fue la muerte de varios. Para fines de
mayo y principios de junio llegaron las distintas comisiones, pero
recién el 18 de junio, como dijimos, llegó Rudecindo Roca, quien
había preocupado al coronel Racedo. Sumaron entre todas las
comisiones desprendidas de la división unos 500 hombres de
lanza.
El 2 de mayo partió la 2da. División desde Carhué al
mando del coronel Nicolás Levalle. En Leuvucó se levantó un
fortín en el que quedó una pequeña comisión de 12 soldados y un
oficial. Más adelante y al Sur se levantó otro fortín con una
dotación similar. La disposición era establecerse en el centro de
La Pampa, en Trarú Lauquen, para el 24 de mayo, en donde se
encontraron con la división de Racedo y el Cuartel general. Desde
allí partieron 4 comisiones a cargo del Comandante Manuel Sosa,
del teniente coronel Máximo Bedoya, teniente coronel Camilo
Herrera y teniente coronel Clodomiro Villar que recorrieron
desde su campamento hasta el río Colorado. En julio la división
se desplazó hasta Lihuel Calel, el alto mando envió al teniente
coronel Bedoya a recorrer el río Salado o Chadi Leuvú por la
margen izquierda, en donde encontraron un grupo de indios en el
que murieron algunos e hicieron prisioneros a otros treinta.
Volvieron al campamento el día 18 de julio. El mayor
Monteagudo se encontró con un grupo de indios capitaneados
por Agneer y Querenal quienes murieron en el encuentro.
La 5ta. División se dividía en dos columnas: una
comandada por el jefe de la división, coronel Hilario Lagos, que
partiría desde Trenque Lauquen para lograr llegar a Toay y, otra,
al mando del teniente coronel Enrique Godoy, que partió de
Guaminí el 2 de mayo y debía alcanzar Naincó. Esta comisión
llegó al lugar indicado luego de once días de marcha en donde
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 136 -
realizaron batidas, en las cuales hizo varios prisioneros y recuperó
caballadas. El coronel Lagos llegó el día 22 de mayo y en su
recorrido fundó fortines. El informe de Lagos al general Roca le
indicaba que había hecho prisionero a 156 indios guerreros y 873
de chusma. También le informa que había recuperado a 40
cautivos.
Luego de salir de Caruhé el general Roca, en Puán se le
incorporó una columna comandada por el teniente coronel
Teodoro García. Con el objetivo de mejorar la infraestructura y el
cumplimiento de la diagramación programática, envió un
escuadrón conducido por el Capitán José S. Daza, para
inspeccionar las aguadas y la calidad de los campos de la ruta a
seguir hasta Choele Choel, quien debería tomar contacto con el
Comandante Guerrico que vendría de navegación por el río
Negro. El 1º de mayo, la 1ra. División llegó a Fuerte Argentino
en donde terminaban las líneas cablegráficas y desde este punto
en adelante serían los chasques los que portarían los comunicados
entre el general Roca y los demás integrantes de la campaña. En
este punto se les unió el coronel Winter y las fuerzas a su cargo.
El 10 de mayo llegaron al río Colorado, lo vadearon y se
enteraron en ese lugar que Guerrico no había podido seguir en
barco la remontada del río por un encallamiento. En este lugar
Roca produce otro hecho político que, una vez más, lo pinta
como un gran militar pero un político al cual le esperan días de
gloria y también de hechos trascendentes para la Nación. A este
lugar del paso del río Colorado lo denomina “Paso Alsina”. El
general Roca le escribe al presidente ese mismo día: “Ya estamos
en las costas del Colorado tenemos buena agua, leña en
abundancia y magníficos pastos. El que ha hecho campaña sabe
cuanto esto alegra el corazón del soldado. Ha sido una fiesta para
todos. Aquí le dimos dos días de descanso a la caballada mientras
me ocupo de pasar las fuerzas al otro lado. Enseguida seguiré río
arriba por la margen derecha. El Colorado es caudaloso y si no se
pudiese utilizar como vía fluvial, servirá mediantes obras
adecuadas de canales, para regar campañas extensas. La tierra es

Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 137 -


inmejorable para toda clase de cultivo, según lo dicen personas
competentes que vienen conmigo”
La carne de vaca se había terminado desde unos días
atrás, por lo cual el jefe envió a un oficial al Fortín Mercedes a
conseguir vacas y caballos. En lugar del capitán Daza, Roca envió
de adelantado a Fotheringham a quien le tenía mayor confianza, y
a Daza lo envió a Choique Mahuida a batir la zona y oficiar de
nexo con otras tropas de la campaña. Este oficial había tenido un
encuentro con los indios, cuyo resultado fue la de once indios
muertos, un indio de lanza y veintidós de chusma prisioneros y
cuatro cautivas. Fotheringham le envió un chasque en donde le
marcó el rumbo que debía seguir y le decía que había encontrado
a Guerrico y al oficial que había enviado a buscar vacas para la
alimentación. Venían yeguas únicamente, de modo tal que de
ahora en adelante había que alimentarse con carne de yegua. El
coronel Manuel José Olascoaga, publicista, relata las escenas por
él vividas: “…Mayo 24 a las 5 ½ a. m. se tocó diana. El día
amaneció claro, dejando un fuerte destacamento para atender las
comunicaciones y servicios que vengan por las costas del
Colorado, o por la vía del Norte, procedentes del interior de La
Pampa, y después de los preparativos convenientes para
emprender la cruzada de la travesía, rompimos la marcha a las 7
½ a. m. separándonos del hermoso río cuyas riberas hemos
recorrido durante once días y de cuyas ricas y saludables aguas
tenemos buen cuidado de no apartarnos sin llenar la caramañola
para recuerdo.
”A las 2 p.m. un chasque del Comandante Fotheringham,
que nos había precedido, siempre en su servicio de vanguardia,
nos da la noticia de que ya se había divisado el Río Negro. A las 4
1/2 p. m., los que marchábamos con el Cuartel general, somos
sorprendidos y detenidos involuntariamente delante de un
espectáculo inmenso, espléndido. Acabábamos de llegar al borde
de una barranca y a nuestro pies se precipitaba un declive rápido,
casi a pique, descendiendo a cien metros de profundidad, en la
que se extendía el más grandioso y nuevo panorama que ha
podido deleitar la vista de un viajero. ¡EL RÍO NEGRO! Fue la
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 138 -
exclamación instintiva de todos los que llegamos a aquel punto
antes de preguntar por el nombre de tan hermoso como
impensado espectáculo. Tiramos la rienda sin pensar y nos
quedamos contemplando un rato.
”…Alguien gritó de repente; "Hay gente en la Isla". A esta
voz salimos varios por un claro del monte hasta la orilla del agua.
Sin esforzar mucho la voz llamamos y conversamos con los de la
isla. Era el comandante Guerrico quien estaba allí con algunos
marineros. Ellos por su parte supieron que de este lado estaba el
general Roca con la Primera División del Ejército Expedicionario.
” !El 25 de Mayo de 1879! La diana, a la 6 a. m. procedió
al solemne saludo militar rendido al sol naciente de este día que
marca la más gloriosa efemérides de los Argentinos.
”Las salvas y las melodías agitando hoy el espacio en las
orillas del Río Negro han sido más que una conmemoración, la
continuidad o repercusión de los himnos del gran día de 1810.”

Cuando los emperadores romanos volvían de sus


conquistas, el César, con sus mejores galas, presenciaba el desfile
ante todo el pueblo romano reunido que lo aclamaba y vitoreaba
su nombre. Ante el emperador pasaban los tesoros conseguidos.
Sus ejércitos victoriosos vestían sus ropajes de honor. Los
generales conducían las cuadrigas con briosos corceles. Los
dioses inmortales gozaban las conquistas y a ellos, el emperador,
se las ofrecía.

Allí estaba el general Julio Argentino Roca, ese 25 de


Mayo de 1879, henchido de honor, con la mirada puesta en el
Sur, con todos los sables de los oficiales a su mando apuntando a
la bandera. Rindieron el triunfo a la República, las tierras
conquistadas que habían quedado atrás, que estaban a sus
espaldas. Los acordes del Himno Nacional Argentino eran
entonados por todo el ejército por primera vez en un territorio
tan austral. Sus estrofas se perdían en la inmensidad del desierto,
pero permanecían inmunes en cada partícula a través del espacio
cósmico. ¡Qué formidable anacronismo!
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 139 -
Ese mismo 25 de mayo Roca escribe: “Desde ayer estoy
acampado en la margen izquierda del río Negro. ...Nada ha
habido que lamentar en estas marchas a través del desierto más
completo, con una fuerza considerable que ha tenido que traerlo
todo consigo: sacerdotes, sabios, mujeres, niños y hasta los
animales domésticos de las guarniciones, lo que daba a la
columna un aspecto de una de esas emigraciones de pueblos que,
según los antiguos éxodos se trasladaban en busca de suelo y de
clima propicio para levantar sus tiendas. Voy a enviar chasques a
los caciques que habitan las faldas de las cordilleras, ofreciéndoles
paz y amistad en nombre del Presidente a la República, y a
Renque Curá, intimándole a que entregue a Namuncurá, enemigo
del gobierno”.
Luego de 700 kms recorridos la división necesitaba
descansar, recuperarse con comidas normales y bien calientes. La
caballada también requería un descanso y buena alimentación. Ya
sabían los soldados la importancia de poseer caballos descansados
y bien alimentados. Permanecieron allí varios días; Roca tomó
contactos con chasques y telégrafos por medio, con el resto de
los componentes de la campaña. El 8 de junio el general Roca le
escribe al presidente, a quien le reconocía un católico practicante:
“Hoy hemos tenido Te Deum en acción de gracias al Todo
Poderoso, por el éxito de nuestra campaña. El provisor
Espinosa14 celebró la misa, levantó el altar en una hermosa llanura
a orillas del río Negro, delante de todos los cuerpos formados
con sus armas. El espectáculo ha sido imponente y le aseguro que
en tiempo alguno me he sentido con mayor recogimiento. En
ninguna parte se siente uno más cerca de Dios que en el desierto.
Mañana, al rayar el día, me pongo en marcha escoltado por un
centenar de jinetes, hacia Neuquén, donde espero verme con

14Monseñor Mariano Antonio Espinosa, provisor y vicario general del Arzobispado de


Buenos Aires, era reconocido por su celo en la pastoral misionera. Acompañó al general
Roca, en la campaña para misionar entre los indios y asistirlos a aquellos que se
sintieran oprimidos por los efectos de la campaña.

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algunos caciques de la cordillera.” Aprovechan el sentimiento
religioso que imperaba por el Te Deum, para bautizar a gran
cantidad de personas. Y más tarde, el 11 de junio, le escribe:
“Puedo anunciar a V. E. que se acaba de dar cumplimiento a la
ley que disponía el establecimiento de las líneas de fronteras en
las márgenes de los ríos Negro y Neuquén…El territorio
conquistado es mas rico y de mayor porvenir para la República.
Lo que nos imaginábamos. La región mas rica, llena de
novedades, la mas pintoresca, es ese triángulo que forman el
Neuquén, el Limay y los Andes: el encantado país de las
Manzanas.” El Presidente de la República le contesta: “Mis
felicitaciones son las de toda la Nación. Lo saludo en las márgenes del
río Negro y del Neuquén, donde su presencia realiza los votos de
muchas generaciones y en que se presenta la bandera argentina
sostenida por brazos gloriosos, haciendo un llamamiento a la
civilización, al inmigrante, al genio de la Patria, para que desciendan y
derramen sus beneficios...”
Junto al teniente coronel Ignacio Fotheringham y una
escolta de cincuenta hombres partió el 9 de junio al encuentro de
la 4ta. División al mando de Napoleón Uriburu. El 11 de junio
llegaron a la confluencia de los ríos Neuquén y Limay, en donde
las aguas torrentosas se juntaban. Un hecho de valentía y destreza
con el caballo, el inglés teniente coronel Ignacio Hamilton
Fotheringham, dio lugar a un hecho político. El comandante
general con una sonrisa socarrona, para picar el orgullo de sus
hombres, ordenó que dos indios baqueanos pasasen el torrente, pero
fracasaron y estuvieron a punto de ahogarse. El ministro exclamó:
“Dos mil pesos al que pase”. Todos se miraron, porque aparte de la
fuerza de la corriente, la temperatura del agua estaba a más de diez
grados bajo cero. Julio Argentino Roca, contemplaba a su Estado
Mayor con sus grises ojos de acero. Hasta que el Inglés Fotheringham,
que contaba con un hermoso caballo tordillo obsequiado por el general,
comenzó a desnudarse con parsimonia. El ministro, complacido, pero
fingió sorpresa, le preguntó: “¿que hace?”. “voy a pasar, le respondió el
jefe del 7º de Infantería, pues no me parece un caso difícil y que
merezca recompensa.” Lo hizo y Roca dispuso que se diese al lugar el

Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 141 -


nombre de “Paso de Fotheringham” en recuerdo de la proeza de su
amigo.15
El coronel Uriburu, que estaba a unos 100 kms de la
posición del general Roca, se comunicó con él para decirle que no
valía la pena subir a los faldeos de la precordillera, ya que no
había que celebrar ningún acuerdo con ningún cacique porque ya
los jefes indios no estaban: o habían muerto en combates o
habían sido prisioneros o habían huido hacia Chile. El 13 de junio
decidieron retornar hacia Choele Choel en un viaje penoso a
causa de que el río Neuquén había crecido y dejado el terreno
barroso. El general Roca, en su parte de campaña elevado desde
Choele Choel, elogió la conducta de Uriburu y la de los demás
jefes y oficiales de aquella división. "Los fríos son considerables,
hoy tenemos 9° bajo cero", le escribió Uriburu, el 12 de junio al
ministro Roca, cuando ya había ocupado la mitad del territorio
neuquino hasta el río Limay; o sea los dominios del cacique
Purrán, jerarca supremo de 22 tribus "picunches", en cuyos valles
también residían, como arrendatarios de los salvajes, estancieros y
pobladores de raza blanca.
Al llegar Roca a Choele Choel, junto a doce oficiales,
expidió el 24 de junio una Orden del Día por la cual reorganizaba
la 1a. División, denominada Línea Militar del río Negro, con la
primera y cuarta Divisiones y designaba comandante en jefe al
coronel Conrado Villegas. Siguieron viaje a Conesa, donde se
embarcaron en la lanchita Triunfo hasta Carmen de Patagones,
recibió una gran acogida por parte de todo el pueblo que se
autodenominaba “maragato”16. Requerido el general Roca por las

15General de brigada Ignacio Hamilton Fotheringham Recopilación de Eduardo


Tyrrell:“La vida de un soldado” Del mismo autor “Fue uno de esos hombres de antes,
que tenía un importante lugar en la vida social, dejó en Río Cuarto una huella que
quedó marcada en nuestra historia, a los 83 años de edad, el 14 de octubre de 1925,
falleció en Río Cuarto y sus restos descansan en el Mausoleo erigido en el Cementerio
de Concepción, ciudad que lo adopto y que Ignacio Hamilton Fotheringham, dejó sus
raíces”. Nada más representativa la frase de Juan B. Alberdi, cuando dijo: “El hombre
es un ser libre…” “…el hombre no es una papa, que nace de la tierra, nace del hombre
y puede adquirir la nacionalidad de sus afectos”
16 Hacia Argentina y Uruguay se dirigió principalmente la emigración maragata, desde

Astorga, en la comunidad autónoma de Castilla y León. En la Argentina fueron


Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 142 -
necesidades de la cartera de Guerra y Marina y también con el fin
de acelerar los abastecimientos de las tropas en campaña, harto
difíciles, se embarcó en la cañonera Paraná a comienzos de Julio
con destino a Buenos Aires.
La llegada al puerto de Buenos Aires fue sin el menor
brillo popular, luego de soportar una navegación inapropiada para
militares acostumbrados a la tierra firme en un barquito
construido para navegaciones fluviales. Solamente unos amigos
fueron a recibirlo al puerto; pero de todos modos fue positivo
para Roca, porque en su condición de ministro de Guerra y
Marina, tendría que declarar que el viaje lo pasó en su camarote
por los mareos, nada menos que el ministro del área.

pobladas y colonizadas por los maragatos las regiones de Patagonia y la Pampa, en


especial Carmen de Patagones.
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CAPÍTULO VII

En pos del civismo


La faz militar de Julio A. Roca lo acompañó a lo largo de su vida,
desde la niñez hasta el final. Fue un soldado cabal, fue un militar
pero no fue militarista ante todo fue un civilista en cuanto a su
concepción política. En Roca prevaleció sobre el político y el militar
el hombre de Estado.
ROSENDO FRAGA

R OCA LE DECÍA a sus subordinados: “Cuando la


ola humana invada estos desolados campos que
ayer eran escenario de correrías destructoras y
sanguinarias, para convertirlos en emporios de riqueza y en
pueblos florecientes donde millones de hombres puedan vivir
ricos y felices, recién entonces se estimará en su verdadero valor
el mérito de vuestros esfuerzos”.
En estas palabras Roca sintetiza su programa de gobierno
que tenía en mente para iniciarse en la carrera política. Esas
palabras eran todo un programa en palabras de un militar, pero
que en el fondo eran las de un civilista, o mejor dicho, de un
hombre de Estado. En su mente estaba presente un cambio
radical en la educación, que se había revalidado en el gobierno de
Sarmiento y en la de su ministro y luego presidente, Nicolás
Avellaneda. Tenía en su pensamiento la instalación definitiva y de
una vez por todas de la Capital Federal, en cumplimiento a lo
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establecido por la Constitución Nacional. De la organización de
las Fuerzas Armadas y de las instituciones en general.
Ferrocarriles, caminos, puertos, y todo lo que fuera innovación
científica, daban vueltas en su mente para realizar en el ejercicio
de la presidencia que se había propuesto ganar. Y así fue se
ahondaba su vocación de gobernante. Pero para ser gobernante
debía ser un político y él sabía que tenía esas dotes que le eran
requeridas. Si al fin de cuentas también era un negociador. Su
formación militar le había concedido la destreza del mando y
conducción, y el trato con las gentes de distintos estratos sociales.
Además era paciente, no se apresuraba –ya lo vimos cómo en
Santa Rosa no se atropella por más que lo apremien–, estudia y
espera sagazmente las oportunidades. Su condición de
provinciano le era favorable para sus intenciones, todavía
prematuras para su presentación como candidato a presidente;
para los terceros pero no para él. Era muy popular en las
provincias en donde había desarrollado sus campañas militares y,
por contraposición, Carlos Tejedor, su posible contendor,
gobernaba Buenos Aires y ya se sabe cuál era el sentimiento del
interior respecto al centralismo portuario.
El gobernador de la Provincia de Buenos Aires era un
político con un gran caudal de experiencia en el gobierno; había
sido diputado en la Legislatura de Buenos Aires; ministro de
Gobierno; negociador de la provincia ante la Confederación;
ministro en distintas carteras; ministro plenipotenciario ante la
Corte del Brasil; procurador general de la Nación; fiscal de
Estado; diputado al Congreso Nacional. En 1879 tenía ya sesenta
y un años y la próxima renovación presidencial no la podía dejar
pasar. Por otra parte, era casi una exigencia de todo Buenos Aires
que el próximo presidente debía ser porteño, ya que los últimos
dos habían sido provincianos (Sarmiento y Avellaneda). Contaba
con el apoyo de los mitristas y de algunos autonomistas. Sus
adeptos consideraban que Roca, como ministro de la Guerra y su
empeño en la campaña del desierto, no se ocupaba ni pensaba en
la renovación presidencial, pero el general exitoso no daba un
paso sin pensar en gobernar a la Nación. Todo aquello que
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 145 -
emprendía le salía bien desde hacía mucho tiempo y las
circunstancias también le eran propicias. Pero no le salían bien
como corolario del azar. Todos sus actos, salvo algunas
excepciones, lo meditaba y los ejecutaba con precisión.
Mientras Roca trataba de ingresar a la sociedad y a los
ámbitos políticos de Buenos Aires y afrontar la campaña
electoral, se había instalado casi definitivamente en Buenos Aires
en la casa de la calle Suipacha, en donde vivía con su esposa Clara
y sus hijos Julito, Elisita, María Marcela y la recién nacida, Clara
del Corazón de Jesús.
Roca y Juárez Celman tenían bien presente que
Avellaneda, en la Primera Exposición Industrial y de Artes
realizada en Córdoba, había tejido el apoyo de los gobernadores
del interior para su candidatura. En esta oportunidad sería Juárez
Celman quien contactaría a los gobernadores para configurar una
Liga para apoyar la candidatura de Roca. Como Sarmiento había
sido nombrado por Avellaneda ministro del Interior y al mismo
tiempo aspiraba a una reelección, siguió de cerca los movimientos
de los cuñados, por lo cual interceptaba mensajes entre éstos y los
funcionarios provinciales. En la turbulenta provincia de Jujuy,
estalla una revolución el 24 de septiembre de 1879, cuya
profundidad se remonta a pretensiones que distintos grupos
tenían sobre tierras en disputa en la Puna. El gobernador Martín
Torino es destituido y luego de resistir, escapa a Salta. Desde
Salta, Torino reclamaba al PEN la intervención a la provincia. El
Congreso, dominado por el Autonomismo lanzado tras la
candidatura de Roca, desechó el pedido de intervención federal.
Ante la inacción del Congreso, Sarmiento, Ministro del Interior,
denunció la existencia de una “Liga de Gobernadores” formada por
las provincias de Córdoba, Tucumán, Salta y Jujuy, con fines
electorales, sobre la que tenía pruebas documentales. Sarmiento vio
el cielo abierto para culpar a Roca y su cuñado por las relaciones
que mantenían con las provincias. Avellaneda no tuvo más
remedio que pedirle la renuncia al Ministro de Guerra; Roca
accedió inmediatamente, que por otra parte ya lo tenía planeado
para tener libertad de acción en la campaña electoral, y su
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reemplazante sería el doctor Carlos Pellegrini, con quien tenía
muy buenas relaciones. A los pocos días, insólitamente un día
domingo, el Congreso se reunió y aprobó el proyecto de
intervención de Sarmiento. “Pero el gobierno nacional fue más
allá. La intervención promovió la elección como gobernador
interventor del antiguo hombre fuerte de la provincia, el doctor
Plácido Sánchez de Bustamante, quien se desempeñaba en ese
momento como rector del Colegio Nacional de Jujuy. La vuelta al
gobierno de una figura política consular, prestigiosa, respetada, y
apoyada por todos los partidos menos por los derrotados en
septiembre, parecía, finalmente, traer a la provincia el ansiado
orden. El gobernador Sánchez de Bustamante era para el general
Roca la garantía de la paz política y del apoyo de la provincia de
Jujuy a su candidatura” 17 . Cuando Sarmiento al volver de un
paseo por el Delta se enteró que el Congreso le había dado una
solución política al conflicto de Jujuy, se enfureció y presentó la
renuncia. Luego se dirigió al Senado e hizo un acalorado discurso
en donde dijo la famosa frase, que él mismo la hizo popular:
“Tengo el puño lleno de verdades”. Como acotación digamos que
no tenía ningún derecho a hablar en el Senado, porque como
ministro no lo habían llamado y, además, ya no ocupaba el cargo
para el cual renunció.
Roca tenía el apoyo de grandes personalidades del interior
y muchos con carteras repletas, dispuestas a aportar a la campaña.
Asimismo recurrió a sus hermanos Ataliva y Alejandro que ya
eran conspicuos comerciantes y ganaderos, para fundar el diario
El Pueblo, en Buenos Aires. De alguna manera debía conquistar
aunque fuera una parte del electorado porteño, al que haría
conocer su pensamiento, ya que La Nación y El Mosquito estaban
comprometidos con otras candidaturas. Julio A. Roca recibió
también el apoyo de fracciones autonomistas con políticos
destacados como Carlos Pellegrini, Dardo Rocha, Bernardo de
Irigoyen y Aristóbulo del Valle, entre otros. También
terratenientes como Antonino Cambaceres, Diego de Alvear,

17 Internet: www.argentina-rree.com.ar
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 147 -
Saturnino Unzué y José Gregorio Lezama. Industriales como
Carlos Casares. Diego de Alvear convocó a una reunión en su
casa a la que concurrieron más de trescientas personas. También
adhirieron Benjamín Victorica, yerno de Urquiza, y Torcuato de
Alvear entre los más conspicuos. Más tarde se lanzó la
candidatura del tucumano en el teatro Politeama con una gran
concurrencia y luego se constituyó un club político, en el teatro
Variedades, en Constitución.
Tejedor negociaba la vicepresidencia con el ex Ministro
del Interior Santiago Laspiur, a cambio del apoyo de algunas
provincias que suponía tenía influencia, lo que le valió que
Avellaneda le pidiera la renuncia. Apoyaba al candidato porteño el
grupo autonomista alsinista, denominado lírico, encabezado por
Martín de Gainza, mitrista, con influencia en la Capital Federal y
provincia de Buenos Aires, además de convocar algunos sectores
del interior, merced a su paso por el Ministerio de Guerra.
Mariano Acosta, el vicepresidente, también era un porteñista
destacado afín a Carlos Tejedor, pero sin peso político, aunque sí
institucional, como veremos más adelante, peligroso para la
estabilidad de Roca. Las tensiones, entre las autoridades
nacionales y provinciales, se estaban calentando, más aún cuando
el gobernador Tejedor llamó “huéspedes” a las autoridades
nacionales que estaban de prestado en jurisdicción que todavía
eran provinciales. Esta posición de los tejedoristas favorecía a
Roca, quien había alzado la bandera de la capitalización de
Buenos Aires, también compartida por Juan Bautista Alberdi,
desde mucho tiempo atrás en varias publicaciones, recién llegado
de Europa luego de una ausencia de cuarenta años, para asumir
una diputación por Tucumán, comprovinciano de Roca. Un
conflicto entre el Banco Nación y el Provincia, con motivo de la
inconversión se había resuelto a favor del último, lo cual
desnudaba la falta de poder de la institución nacional. Estas
cuestiones caían en el interior como asuntos provocadas por el
centralismo porteño, de cuya causa era un abanderado Tejedor.
Todavía, en funciones de ministro, a fines de agosto del
79, Roca fue interpelado por el Congreso para que rindiera
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 148 -
cuentas sobre los gastos de la campaña del desierto, dejó atónitos
a los interpeladores. Estos no conocían la pasión de Roca por el
orden, de manera que si lo hubieran sabido no se hubiesen
arriesgado a pasar un papelón como el que hicieron al escuchar
un detallado informe de todos los gastos incurridos, hasta los más
mínimos. A la salida del Congreso, un grupo de matones se
abalanzaron sobre el coche en donde se suponía que iba, al grito
de ¡Muera Roca! ¡Viva Tejedor! Estas acciones, primero que
polarizaban la elección entre Roca y Tejedor, cuya circunstancia
fortalecía al general del desierto.
En vistas del clima denso que se mantenía alrededor de la
contienda electoral, Roca decidió junto su familia trasladarse a
Córdoba, a la estancia La Paz, de propiedad de su suegro, dejó allí
su familia y él se instaló en Córdoba. Se trasladaba a Rosario para
contactarse con sus amigos porteños y cambiar impresiones sobre
el transcurso de la campaña electoral.
Un signo que no cayó bien en los sectores menos
politizados de la ciudad de Buenos Aires, que en definitiva eran
los mayoritarios, fue que Tejedor comenzó a adquirir armamento
para la milicia de la provincia, sin ningún tapujo. Además,
movilizó a los sectores estudiantiles y los enfervorizó en contra
de la capitalización.
El clima de guerra connotaba la necesidad de establecer
un sistema de inteligencia y como el único medio de comunicarse
a distancia, al menos con cierta precisión, era el epistolar, los
roquistas establecieron una clave de nombres: a Pellegrini se lo
denominaba “sable”; a Sarmiento “Claudio”; a Avellaneda
“Nerón”; a Tejedor “Moltke” y a Alem “Peñaloza”, entre otros.
La sensación que producía en los grupos pacifistas verla a
Buenos Aires con el encono vuelto a enarbolarse, daba la
sensación una vez más por no perder el aura virginal en beneficio
de las provincias bárbaras y tiránicas, era de tristeza y de
sensación que todo lo que se había adelantado se perdería.
Nuevamente se avecinaba una guerra civil, insospechada, luego de
haber transitado el camino del progreso, de la educación y de la
población de inmigrantes que se llegaban a rincones
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 149 -
insospechados del país para llevar el fruto del trabajo. Iba a
traducirse en un retroceso de veinte años si la guerra se produjera,
más allá de los límites de la ciudad.
El clima beligerante de Carlos Tejedor había enmudecido
al presidente Avellaneda que estaba atacado de inacción. Las
fuerzas provinciales tal vez superarían a las nacionales, todavía
comprometidas con el fin de la campaña al desierto. Los
partidarios del candidato porteño decían que si ganara Roca
defenderían con las armas a Buenos Aires y no entregarían el
poder a las provincias. Las provincias estallaban de odio hacia los
porteños. Otra vez se producía el consabido anacrónico
enfrentamiento belicista entre Buenos Aires y los trece ranchos.
Solamente Buenos Aires y Corrientes le eran adictas a
Tejedor, mientras que el resto de las provincias le respondían a
Roca. Como esta situación colocaba a Tejedor perdedor, desafió
al tucumano a que renunciaran los dos a las candidaturas. Esto
instalaba a Roca en la posición de decidir este renunciamiento.
Aquí demostró Carlos Tejedor que tampoco él conocía a Julio A.
Roca, porque el general no era de renunciar fácilmente. Si se
había enfrentado a López Jordán con un ejército que era un tercio
de su oponente y lo había vencido en Ñaembé a fuerza de coraje,
no se iba a rendir ante Tejedor, que experto en ocupar cargos
públicos y también a ejercerlos con solvencia, pero que siempre
las había tenido fáciles.
Como Paul Groussac era un periodista que había tomado
cierto predicamento, le hizo una nota a Roca en el diario Le
Courier de la Plata, el cual tuvo una gran repercusión y fue
reproducido por los grandes diarios del país. Groussac describía a
Roca como “un pensador taciturno, que no gusta de reuniones
numerosas, y como militar, poco afecto a los entorchados”.
Groussac le preguntó si creía sincero el ofrecimiento de Tejedor
de renuncia a la candidatura, a lo que Roca le contestó que “era
un ardid de abogado”. También el periodista le dijo que se abría
la posibilidad de una guerra civil. Le respondió: “¿Con qué
pretexto? Porque el gobierno no le dará ninguno. ¿Contra quién
cree usted que se subleven? … No hay argentino que no sepa hoy
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 150 -
que el secreto de la grandeza de la República está en el respeto a
la fiel observancia de la Constitución”. Roca aprovechó esta
oportunidad que le daba el periodista para explayarse sobre su
plan de gobierno, en el cual el candidato expuso claramente sobre
la necesidad de extender las redes ferroviarias financiadas por
capitales nacionales o externos, con lo cual decía que cuidaría el
mantenimiento del crédito que viniera a invertir en nuestro país
en actividades productivas. Sobre las relaciones con Chile expuso
que era necesario la firma de un tratado de límites que
aprovechara que el país trasandino estaba complicado en la
Guerra del Pacífico y, cualquiera fuese el resultado, Chile no
querría complicarse en una nueva contienda de límites. También
manifestó que, si llegara al gobierno, no cederá un ápice de
territorio en la Patagonia, aún tuviere que recurrir al arbitrio
pacífico.
El 1º de febrero de 1880 se realizaron elecciones para
elegir diputados nacionales y, como se esperaba, Buenos Aires y
Corrientes eligieron a los diputados tejedoristas y el resto de las
provincias a los candidatos roquistas. Pero en el ambiente, pese a
que la jornada cívica fue de absoluta calma, se notaba que la
cuestión de la elección presidencial no pasaba por los aspectos
cívicos sino más bien por los militares. Esta actitud belicista de
los partidarios tejedoristas denotaba una gran irresponsabilidad,
porque no podían correr con el riesgo de enfrentarse a quien se
movía como un pez en el agua. Roca, en el puesto de mando, no
había perdido jamás una batalla, con el agregado que siempre se
enfrentó a fuerzas que atentaban en contra de la Constitución.
La respuesta de los tejedoristas fue que anunciasen para el
día 15 de febrero un gran desfile militar por la ciudad de Buenos
Aires de los rifleros con todos sus efectivos, que era la fuerza que
respondía al gobernador. El Ministro de la Guerra Carlos
Pellegrini no autorizó el desfile y le informó de la decisión al
coronel Julio Campos, quien le contestó que únicamente recibía
órdenes del gobernador Carlos Tejedor, lo cual daba la pauta de
la poca fortaleza del gobierno de Avellaneda. Pellegrini ordenó
reunir las tropas en el Tiro Federal para evitar que las fuerzas
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 151 -
tejedoristas se juntaran allí. El ministro había logrado concentrar
algunos efectivos en la Chacarita y colocó al 7º de Infantería
frente a la Casa de Gobierno para proteger al presidente,
funcionarios y empleados.
Las elecciones se habían convocado para el 11 de abril de
1880. Tejedor arregló con Santiago Laspiur como candidato a
vicepresidente, de clara militancia en el sector de amigos de
Bartolomé Mitre.
Roca eligió su compañero de fórmula con el precepto que
no tuviera una militancia política anterior, en prevención de que
su presidencia cayera en demérito y fuera aprovechada por grupos
golpistas. Así resultó que el elegido fue Francisco Bernabé
Madero. Roca cometió una gran injusticia al especular sobre la
honradez política de Madero. Sus prejuicios estaban
absolutamente demás, porque era una excelente persona. Era el
propietario de la casa que alquilaba Roca en la calle Suipacha.
Los escritos que a continuación se transcriben en “La Revolución
del 39”18, pintan de manera excelente la calidad humana y cívica
del candidato elegido; dice:
“A los ciudadanos D. Francisco B. Madero y D. Matías
Ramos Mejía – Iniciadores de la Revolución del Sud en 1839, y
ayudantes de campo del Jeneral Lavalle en 1840”.
“Si coloqué mi obra anterior bajo los auspicios de Vds.,
mayor razón me asiste ahora para dedicarles la presente”.
”Siguiendo ambos una bandera sin mancha, é inspirados
por un patriotismo desinteresado, contribuyeron al levantamiento
memorable de la provincia de Buenos Aires contra la tiranía de
Rosas. Después, cuando los pueblos de Dolores y Chascomús
quedaron bajo las sombras de la proscripción, Vds. se alistaron de
nuevo en el ejército libertador perseverando en tal empresa, hasta
que caído su noble caudillo, salvaron sus reliquias más allá de las
fronteras argentinas”.
”Pero el tiempo ha coronado al fin las esperanzas de una
juventud consagrada al honor. El horizonte se ha serenado para la
República y se afianzan sus instituciones. Así, los recuerdos á que en

Extraído de la versión de 1880 de Ángel Justiniano Carranza.


18

Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 152 -


este libro se asocia el nombre de Vds., ofrecen también lecciones ó
ejemplos á pueblos y á gobiernos”.
”Si el fruto de tales investigaciones fuese aceptado como un
homenaje debido al mérito y como un continjente á nuestra historia,
quedará satisfecho el voto injenuo del amigo y compatriota”. Así era
Madero y así fue su vicepresidencia.
La actitud anacrónica de Tejedor, que creía todavía vivir
los tiempos de Cepeda o de Pavón, produjo un efecto
contraproducente entre la población, que se había acostumbrado
a vivir en paz. Los personajes que habían apoyado a Carlos
Tejedor no habían sospechado que el gobernador iba a llegar tan
lejos con sus aspiraciones, de manera que se constituyó un
“Comité de la Paz” que abogaba por el retiro de la ciudad de las
fuerzas armadas de ambos bandos.
Tejedor intentó lastimar donde más le doliera a Roca, que
era la provincia de Córdoba. Inesperadamente, un catamarqueño,
coronel Olmos, a instancias del doctor Tejedor, intentó dar un
golpe militar en Córdoba y destituir al Gobernador Del Viso, a
quien apresó junto a Juárez Celman. Trató de tomar el cuartel de
policía, aunque fracasó y exigió a Del Viso que firmara la
renuncia. Un batallón de guardia se hizo presente en la plaza y
atacó a Olmos, quien al quedarse sin municiones, se tuvo que
entregar. Mientras tanto, Roca, que se encontraba en la estancia
“La Paz”, se enteró luego de que ocurrieran los acontecimientos.
Racedo tuvo que desarticular un movimiento similar en Río IV.
Estos hechos ponían en evidencias las intenciones de Tejedor,
que estaba dispuesto a llegar hasta las últimas consecuencias.
Las elecciones se realizaron el 11 de abril de 1880, Carlos
Tejedor obtuvo, con los electores de Buenos Aires y Corrientes,
aproximadamente setenta y un votos, y Roca, según cálculos
previos, ciento cincuenta. De todos modos, este era el primer
tramo de las elecciones, y faltaba la consagración del Congreso,
pero indudablemente la ciudadanía se había manifestado por el
general Roca.
El presidente Nicolás Avellaneda no quería retirarse del
gobierno sin darle una solución definitiva a la federalización de
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 153 -
Buenos Aires, objetivo que compartía el mismo Roca. También
Alberdi, que estaba en Buenos Aires para asumir la diputación
por Tucumán, sostenía desde mucho tiempo atrás que Buenos
Aires debía ser federalizada, pero no quería verse entreverado en
una disputa que no debía ser violenta, sino institucional. La
provincia de Buenos Aires, luego de varios años de contienda
dialéctica, no estaba dispuesta a ceder la ciudad para la Nación,
cuya concreción, si bien es cierto la afectaba económicamente,
también consideraba que era una cuestión de orgullo. A pesar de
que las autoridades e instituciones nacionales residían en la ciudad
de Buenos Aires, esta provincia las consideraba huéspedes.
Ante la situación política que se hacía cada vez más
insostenible, Carlos Tejedor a principios de 1880 decidió preparar
un ejército compuesto por militares y civiles, en donde reunió
más de 3.000 hombres que se preparaban en Barracas al Sud y
otros lugares de la campaña. Tejedor manda que se hagan
ejercicios de tiro con fusiles, que serían los que evitarían que se
concretara el proyecto de federalización, se anulara la elección de
Roca y consolidara al gobernador de Buenos Aires en el poder.
Sin embargo, ante la inminencia de la guerra civil, en la provincia
de Buenos Aires hay descontento por el despliegue armamentista
de Tejedor y así lo refiere el diario El Quilmero, en nota del 2 de
abril de 1880.
Parecía que para Tejedor y sus partidarios, la Constitución
Argentina existía para permitir que sus propios derechos
invadieran los del otro bando. Esto no era un prejuicio sino una
verdad avalada en la actitud del gobernador, que denotaba que
estaba dispuesto a desconocer el resultado de las urnas. El 1º de
mayo de 1880, en su discurso a la Legislatura, fijó las pautas de la
confrontación final. Instó a la asamblea a preservar sus derechos
y la unidad nacional, que se opusiera a una conspiración,
utilizando argumentos para exaltar los sentimientos provinciales.
Para salvar la Nación, los diputados aliados al gobernador,

Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 154 -


aprobaron una partida de 5.000.000 19 de pesos para armar la
provincia.
A todo esto, Alberdi no deseaba mezclarse con alguno de
los bandos, y por eso se niega a entrevistarse con Salvador María
del Carril, que oficiaba de gestor desde el espacio del gobierno,
pero sin embargo, lo hace con el doctor Carlos Tejedor, antiguo
compañero de la “Joven Argentina”. Esta visita es probable que
haya sido por la amistad que los unió desde la adolescencia y para
explicarle cuál era su posición, que de ninguna manera era militar,
sino que la solución debía darse en el marco de las instituciones.
De todos modos no fue una actitud coherente con sus
convicciones la que adoptó Alberdi, que seguía con sus grandes
problemas de no enojar ni a Mitre ni a Sarmiento.
El 7 de mayo se debían de aprobar los diplomas de los
diputados electos. La cuestión estaba planteada en sendos
despachos de mayoría y minoría. Los primeros eran anti Roca y
los segundos, por el contrario, roquistas. La mayoría pretendía
rechazar algunos diplomas y la minoría incorporarlos.
Contrariamente a lo esperado resultó aprobado el despacho de la
minoría, mediante el cual se incorporaron los nuevos diputados lo
cual permitió que el roquismo, ahora, tuviera mayoría. Pero no
evitó que luego de la votación se produjera una gran batahola.
Alberdi acompañó con el voto al despacho de la mayoría, lo cual
causó estupor, pero él quería ser consecuente con su
reglamentarismo parlamentario, que según su criterio había sido
vulnerado. Entonces por qué no lo hizo votando por la
abstención, una vez que sostuviera el reparo que suponía debía de
plantearse.
En la Legislatura de Buenos Aires a Tejedor no le iba muy
bien. En muchos círculos se lo criticaba por no haber renunciado
como gobernador para ser candidato presidencial. Su
personalidad adusta, agresiva en ciertos momentos, le complican
su relación con los legisladores opositores, que dominan las
cámaras e incluso interpelan al Ministro de Gobierno doctor
19Nótese que esta reserva presupuestaria significaba 3.200.000 más que la que se
aprobó para la Campaña al Desierto.
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Alcorta. Luego de la interpelación ambos cuerpos sancionan al
gobernador con un voto de censura por su trato a la institución
legislativa. Tejedor se enfurece y exonera a funcionarios
desafectos. Además, por el lado del candidato a vicepresidente,
Saturnino Laspiur, le trae dolores de cabeza por el poco sentido
republicano que demuestra, al no conformarse con su candidatura
a vicepresidente, sino que hace proclamar en Corrientes la
fórmula Laspiur-Tejedor. Qué podía esperarse en el supuesto que
los candidatos tejedoristas triunfasen, sobre la convivencia de los
dos personajes de la fórmula.
Los palcos del Congreso Nacional estaban abarrotados de
partidarios de Tejedor que gritaban ¡Viva Buenos Aires! ¡Abajo
las provincias! Mientras un diputado mitrista de Corrientes gritó:
“Ya es tiempo”, y comenzaron a aparecer armas; Mitre alzó los
brazos y dijo: “No es tiempo todavía”.
La carta que Roca le envía a Dardo Rocha es de una
elocuencia trágica, pero como siempre en él, aferrada a un
realismo inevitable. Le dice: “…que los partidarios de Tejedor
van a la rebelión y a la guerra. Las debilidades de nuestro amigo
Avellaneda les han allanado el camino. Se creen fuertes y no hay
duda que se han robustecido con la disciplina y organización dada
por Tejedor, y cada día han de ser más insolentes. …Ya que lo
quieren así, sellaremos con sangre y fundaremos con el sable, de
una vez para siempre, esta nacionalidad argentina que tiene que
formarse…”
El terror asoló a los diputados roquistas y al propio
Avellaneda que no atinaba a tomar ninguna medida. El único que
estaba firme era Pellegrini, que le pidió al presidente que trajera
tropas del interior, a lo que Avellaneda se negó. También le pidió
que trasladara la Capital fuera de Buenos Aires, a Belgrano, pero
el presidente tampoco accedió. Solamente a Avellaneda se le
ocurrió que Roca abandonara su intención de asumir la
presidencia y que la “Comisión de la Paz” eligiera un candidato
de coalición. Roca estaba firme a no hacerle fácil a los mitristas la
solución del gobierno. Si él debía ceder sería a costa de que fuera

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Sarmiento quien lo vengara. Sabía que ni Tejedor ni Mitre
aceptarían que Sarmiento fuera presidente.
El día 8 de mayo a las 21:30 horas Pellegrini le comunicó
por telégrafo a Roca, que estaba en Rosario, que Tejedor quería
entrevistarse con él. Pese a que se encontraba temeroso que el
Congreso anulara las elecciones y que no hubiera alguna solución
favorable, esto alegró al presidente electo, porque la intención de
dialogar de Tejedor, indicaba una cierta flaqueza en sus líneas.
Por supuesto que Roca accedió, y le indicó al ministro que eligiera
él dónde se produciría la reunión. El presidente Avellaneda opinó
que sería mejor que la entrevista se realizara entre ellos
únicamente. Convinieron que a Roca le enviarían la cañonera
Pilcomayo, en la cual se haría la reunión. Al mediodía fondeó en el
río Lujan la cañonera a la que accedió Tejedor, quien se había
trasladado en tren hasta el Tigre.
Mientras la reunión de Roca y Tejedor se realizaba, en una
marcha por la paz, Mitre, Sarmiento, Félix Frías, Fidel López,
Rawson y Alberdi, entre una multitud, marcharon hacia la plaza
25 de Mayo. Llegaron hasta las puertas de la Casa de Gobierno y
allí se sucedieron los consabidos discursos por parte de los
reconocidos oradores; en nombre de los manifestantes habló
Rawson en una encendida alocución, y luego le respondió el
presidente, Nicolás Avellaneda, quien había salido para recibir a la
multitud, a quienes les dijo: “Salgo a vuestro encuentro y os
saludo con vuestra consigna ¡Viva la Paz!” y remarcó el discurso
con la siguiente frase sentenciosa: “Nada hay dentro de la Nación
superior a la Nación misma”. Alberdi estaba radiante de felicidad
por el momento lleno de republicanismo, en donde tantas
personalidades se daban cita para clamar por la paz.
Referente a la entrevista en la cañonera, Roca cuenta que
él lo saludó cortésmente y Tejedor también, pero con el ceño
adusto. Los primeros comentarios se refirieron al origen de estas
conversaciones sin llegar a ningún acuerdo. Luego trataron
distintos aspectos de la vida nacional, hasta que al final Tejedor le
dijo:

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-–Convénzase general, usted tiene grandes resistencias. ¿Cómo va
a gobernar en esas condiciones?
-– ¡Allá veremos doctor!
Tejedor le preguntó qué opinaba de una candidatura de
Sarmiento y Roca le contestó que era su candidato en el caso que
tuviera que renunciar. Tejedor, que sabía la opinión de Roca, le
dijo que sería imposible.
-–Pues de no ser yo, no tengo otro candidato. Le contestó Roca.
-– ¿No habría otra posibilidad? Le dijo el gobernador.
-–Por supuesto. El acatamiento a la Constitución, con el respeto
de los comicios.
Tejedor volvió a reiterarle que tenía que renunciar, que todo el
país se lo pedía. Roca le contestó que los votos no eran de él, sino
de la ciudadanía, y que no podía hacer con ellos: anularlos,
transferirlos o dejarlos como se hace con un mercadeo. Luego de
un largo silencio, Tejedor le dijo:
-–Y ¿no podría nombrarse a una persona que nada signifique?
-–No estoy dispuesto a confiar los destinos de la República a
ningún mentecato… le contestó el presidente electo.
Tejedor se levantó de un brinco y le dijo:
-–Bueno, creo que no tenemos más qué decirnos. Me imagino
que ya no nos veremos más. A lo que irónicamente Roca le
contestó:
-–Creo que usted es una persona de mucha trascendencia como
para no vernos más.
De esta manera concluyó la reunión de la que Roca nada
esperaba. Luego en viaje de vuelta Roca se encontró con
Pellegrini en Campana, donde luego de contarle los términos de
la entrevista, convinieron que desde el punto de vista político no
contestarían los agravios y dejarían librado a los excesos de los
tejedoristas para contragolpear.
Aristóbulo del Valle era un conspicuo promotor de la
candidatura de Roca. Sin embargo, ante la posibilidad de que
Roca resignara la elección, se hizo presente en nombre de
Sarmiento, en la estancia “La Paz”, a poco de haber llegado Roca
para acompañar a su esposa Clara, cuyo padre había fallecido en
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esos días. Aristóbulo del Valle venía con un ofrecimiento de
Sarmiento para que los representantes ante el Colegio electoral lo
votaran a él y Roca fuera como vicepresidente, en una fórmula de
transición, de acuerdo a lo que Roca en un momento le insinuó a
la Comisión de la Paz. Sarmiento respetaría a las provincias y la
Capital Federal se trasladaría a Rosario, con la seguridad de la
presidencia para 1886. Roca le contestó que si Sarmiento lograba
reunir todos los votos del Colegio Electoral, o sea la unión de
todos los partidos políticos él declinaría su designación. Una vez
más reiteramos, que los mitristas antes de votar a Sarmiento se
harían matar. Roca esgrimía los argumentos políticos que siempre
conducirían a su favor, lo cual demostraba una pericia como el
más dotado político británico.
En esos días se celebraban tres acontecimientos
patrióticos importantes: el centenario del nacimiento de
Rivadavia, el 25 de Mayo y la repatriación de los restos del general
San Martín, y bajo ese signo, se atemperaron los ánimos por la
renovación presidencial. Esta alborada patriótica calmó los
ánimos de los contendientes, pero no es así en los principales
actores, que continuaron con sus planes.
Pasados unos cuantos días, mientras los bandos se
preparaban, los Colegios Electorales, incluidos los de Buenos
Aires y Corrientes, se reunieron y contabilizaron para el binomio
Tejedor-Laspiur setenta y un votos y para Roca-Madero ciento
cincuenta y cinco votos, como era presumible. Pero todavía
faltaba que el Congreso Nacional aprobara el escrutinio y la
asunción al poder.
Así fue que el 1º de junio Carlos Tejedor se levantó en
armas contra el gobierno nacional. Las tropas que respondían al
presidente Avellaneda se encontraban en acantonamientos
alejados de Buenos Aires, en cambio los “rifleros” de Tejedor
estaban en las barbas del gobierno nacional, por cuya elemental
razón, unos cuantos días antes, el ministro de guerra, Carlos
Pellegrini, le propuso una vez más al presidente trasladar el
gobierno y ganar tiempo para que las tropas nacionales adictas
tuvieran tiempo de llegar. Sin embargo, Avellaneda estaba atacado
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de inoperancia y la respuesta que se le ocurrió para soportar la
presión, fue que Roca depusiera las pretensiones. El día 2,
Pellegrini insistió en su propuesta y Avellaneda con dos ministros
se trasladaron al acantonamiento en la Chacarita, donde el jefe,
general Manuel J. Campos, se puso a sus órdenes y por algún
tiempo el pueblo de Belgrano se transformó en capital de la
República. Tomada aisladamente la medida era a todas luces
inconstitucional, pero la guerra civil se había instalado y el
gobierno tenía la obligación constitucional de defender las
instituciones. En el contexto general de la situación, el traslado
del gobierno era una medida que estaba dentro del marco
constitucional.
Ese mismo día de 1º de junio se produjeron los hechos
que marcarían el comienzo de la lucha. Es así que el barco de la
firma naviera Nicolás Mihanovich, con una carga de tres mil
quinientos fusiles Mauser, proveniente de Alemania, intentó
ingresar al Riachuelo perseguido por barcos leales al gobierno
nacional. Las autoridades de estos barcos le dan la voz de
detención pero hacen caso omiso y, como respuesta, desde tierra,
el general Arias abre fuego contra los barcos perseguidores: es
decir contra la bandera nacional, lo cual implicaba que la guerra
civil estaba en marcha. Al día siguiente los fusiles son
desembarcados en el puerto de la Boca y llevados a la Casa de
Gobierno Provincial.
El Ferrocarril del Sud suspendió sus servicios debido a
que los revolucionarios cortaron los rieles y prepararon barricadas
con fines eminentemente bélicos. Unos días después también
suspendieron los servicios de correos y telégrafo.
El decreto respectivo sobre el traslado de la Capital
Federal decía:
“Decreto de Necesidad y Urgencia-4 de junio de 1880.
No pudiendo los Poderes de la Nación funcionar con seguridad y
libertad en el recinto de la ciudad de Buenos Aires, mientras dure
el estado de insurrección armada en que se ha colocado el
Gobernador de esta Provincia, el Presidente de la República,
acuerda y decreta:
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Art. 1º Designase al pueblo de Belgrano para la residencia de las
autoridades de la Nación…”20
Salvo ciertos actos, Alberdi compartía la posición de
Roca, había manifestado estar en desacuerdo con la medida del
traslado del gobierno. Pero Alberdi era un teórico, y además
influía en su posición contradecir a Mitre y a Sarmiento; tenía
temor de que se le reprochara que justificaba medidas
inconstitucionales, porque si bien es cierto que la resolución de
Avellaneda no se ajustaba a los dictados de la Constitución,
existía una cuestión de conmoción interna grave, a tal punto que
los insurrectos lo que trataban era apoderarse del gobierno por
vía de las armas. Es posible que Alberdi no haya conocido la
magnitud de la escalada subversiva que se había iniciado.
A los pocos días el presidente Avellaneda, respondía a la
agresión de Carlos Tejedor, al dictar un decreto según el cual
declaró rebeldes a los ciudadanos que obedecieron las órdenes de
movilización tejedorista e insurrección nacional. Los legisladores
que se habían trasladado a Belgrano invitaron a los que se habían
quedado en Buenos Aires a hacer lo propio, pero éstos invocaron
la ley de residencia de 1862 y la independencia de poderes para no
moverse de la ciudad, entre los cuales se hallaba Juan Bautista
Alberdi.
El periódico El Quilmero, el 13 de junio, informaba que el
Gobierno Nacional había cerrado los puertos para evitar mayor
desembarco de armas, pero tal decisión complicaba el ingreso de
20Reinstalada la Paz, el 21 de septiembre de 1880, en el que es hoy Museo Sarmiento se
votó la ley que dispone la federalización de la Ciudad de Buenos Aires, es decir su
designación como Capital de la República.
En el Pueblo de Belgrano, Avellaneda se reunió con sus funcionarios en la Casa
Municipal, lo que es hoy el Museo Sarmiento. Fijó primero su residencia en el famoso
Hotel Watson, que estaba al lado de La Parroquia Inmaculada Concepción de Belgrano,
conocida como la Redonda, para luego hospedarse con su familia en una casa
propiedad de la familia Astigueta ubicada en Echeverría y Vuelta de Obligado.
Esa casa, si bien fue ocupada por Avellaneda por breve tiempo, por ser la casa donde
residía el Presidente, tuvo la visita de personalidades como Sarmiento, Mitre y Pellegrini
en esos días turbulentos que vivió la República cuando el pueblo de Belgrano se
convirtió en Capital.

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productos del exterior. Esta medida produjo efectos en la cadena
de precios e hizo trepar los valores por obra de la situación y la
perspectiva de desabastecimiento.
A esta altura de los hechos los bandos beligerantes
comenzaban a movilizarse y tomar posiciones estratégicas. Los
combates se iniciaron el 17 de junio en Olivera, Luján y General
Rodríguez. Las fuerzas sediciosas estaban al mando de Inocencio
Arias, quien había sido el que venciera y obligara a capitular a
Bartolomé Mitre en el alzamiento del 74, luego de su desembarco
en el Tuyú. Las fuerzas que había reunido Arias en el interior de
la provincia sumaban más de doce mil hombres. Por el estado
nacional las tropas respondían a las órdenes del Comandante en
Jefe coronel Joaquín Viejobueno. Roca respetaba mucho a
Inocencio Arias desde un punto de vista militar y así se lo hizo
saber a sus adictos. El coronel Eduardo Racedo, al mando de las
tropas nacionales que venía desde Río Cuarto con cuatro mil
hombres, mejor armados y profesionalizados, alcanzó a las tropas
tejedoristas a las cuales desbandó, rescató pertrechos y caballos
de las fuerzas provinciales. Los sediciosos se trasladaron a
Barracas y Puente Alsina. El día 20 de junio el general Levalle se
lanzó sobre las tropas provinciales en Barracas, en donde se
entabló una feroz lucha con los rifleros, pero los cañones Krupp,
recientemente adquiridos por Tejedor, le hicieron retirarse hasta
Lomas de Zamora. Mientras que en Puente Alsina, Arias resistía
el embate de Racedo, pero se le dio orden que se ubicara en la
Meseta de los Corrales para enfrentar a Manuel J. Campos. Si
bien es cierto que no fue un triunfo total de los nacionales, en
realidad hubo una supremacía potencial elocuente de éstas, lo
cual debilitó la moral de los tejedoristas. Sin embargo, éstos no
conocían que las fuerzas nacionales se habían quedado sin
pólvora y su situación era harto comprometida. Pero
providencialmente el nuncio apostólico, monseñor Luis Mattera,
inició gestiones de tregua ante el presidente Avellaneda quien la
aceptó e inmediatamente la extendió al otro bando con señalado
éxito, cuya circunstancia se aprovechó para iniciar negociaciones,

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sobre todo para los tejedoristas, que les permitía salir de la
situación con honor.
No obstante, el gobierno nacional estaba dispuesto a
defender las posiciones hasta las últimas consecuencias, lo cual así
lo entendieron los sediciosos. Los combates habían sido cruentos,
muchos cuerpo a cuerpo, no había auxilio médico para los
heridos, ni gasas ni vendajes. Las tres mil bajas de ambos bandos
era un precio muy grande para tanta insensatez, porque muchos
soldados defendían, lo que ellos creían: la ciudad de Buenos
Aires; y por el otro bando, la defensa del gobierno y la
Constitución. Pero en realidad; ¿Los jefes sediciosos peleaban en
contra de la federalización de Buenos Aires?, ¿o peleaban por
ocupar cargos prominentes en el nuevo gobierno?
Creemos que ambas posibilidades se pudieron haber
dado. Lo cierto es que el general Mitre fue el portador de las
condiciones de la paz. Mitre había aconsejado a Tejedor cesar la
lucha. Hubiera sido más positivo que le hubiese convencido de
no iniciarla, pero él había dicho ¡Todavía no es tiempo! Es
lamentable decirlo, pero una vez más, Mitre regaba fuera de la
maseta. Carlos Pellegrini le dice al presidente que no debe ser él
quien negocie la tregua y las condiciones a que se habrán de
someter los beligerantes. Avellaneda accede y además sabe que
Pellegrini es un duro negociador. Mitre le ofrece la renuncia de
Carlos Tejedor, y quien asumiría la gobernación sería José María
Moreno, acatamiento a los poderes públicos de la Nación y el
desarme de todas las guarniciones que respondiesen al gobierno
provincial. El gobierno nacional concede que no habrá presos
políticos ni militares. La actitud de Avellaneda en esta situación
fue de generosidad ante el enemigo. Hay que decir que Roca, en
una actitud políticamente acertada, permaneció en Rosario a
prudencial distancia del centro de las operaciones, considerando
que era el presidente electo. Pero si los acontecimientos militares
no lo hubieran favorecido, los que muchas veces interpretamos la
historia, además de contarla, creemos que Roca no hubiera
capitulado y se hubiera internado en las provincias en busca de
refuerzos para hacer valer sus derechos y los de la ciudadanía.
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Todavía la cuestión política no estaba terminada porque la
gobernación de Corrientes había sido intervenida, pero Buenos
Aires, que había sido la protagonista del alzamiento, mantenía a
José María Moreno –íntimo amigo de Avellaneda– como
gobernador, y a la legislatura atrincherada en el recinto. A los
pocos días de haber cesado el fuego, los legisladores roquistas
declararon caducos los mandatos de los diputados que se habían
quedado en Buenos Aires, que como hemos visto, entre ellos
también estaba Alberdi. La Cámara de Diputados no podía
obtener quórum porque los diputados disidentes no lo permitían.
De modo que se utilizó un método no constitucional, pero ante
una cuestión de interés común, había que darle solución y se optó
por resolverlo con cierta practicidad, lo cual Lincoln, durante la
guerra de secesión, ya había utilizado. Hubo declaraciones de uno
y otro bando pero Juan Bautista prefirió no mezclarse. Sin
embargo, un equívoco en un manifiesto provincial lo involucraba,
y debió enviar una carta que aclaraba su pensamiento.
Los roquistas insistían en que había que proceder con
Buenos Aires igual que con Corrientes; intervenir el gobierno
provincial y disolver la legislatura mediante una ley del Congreso,
lo cual lograron a mediados de agosto. El vicegobernador
Moreno renunció y asumió la intervención federal el general
Bustillo. Pero los diputados y senadores bonaerenses seguían en
sus bancas de la legislatura y sólo mediante un ardid del general
Bosch, que esperó, a principios de septiembre, que los
legisladores salieran a cenar. Tal vez, un poco confiados de la
inacción del gobierno nacional para ejecutar lo que buscaban: la
desocupación de la casa por la fuerza. La treta dio resultado,
porque cuando volvieron “pipones” los legisladores se
encontraron con que la casa estaba ya ocupada y consumado lo
que la ley había ordenado.
Mientras este proceso se consumaba, Avellaneda se sintió
un poco culpable de no haber cumplido con la palabra, y
renunció ante el Congreso. El presidente se retiró a su casa y se
metió en cama por varios días con una profunda depresión. La
renuncia perjudicaba ostensiblemente a los roquistas y el
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Congreso rechazó la renuncia por sesenta y dos votos contra dos,
cuya razón tenía dos matices: primero, los roquistas no querían
demostrar que estaban divididos, sobre todo con el alejamiento
del presidente que era quien había encabezado la represión, y
segundo, porque en caso de renuncia del presidente asumiría el
doctor Mariano Acosta, que era porteño y se había mantenido del
lado de los tejedoristas.
Avellaneda consultó la opinión de Alberdi respecto a la
federalización de Buenos Aires, la cual conocía a la perfección
pero quería una reafirmación de los conceptos del amigo de su
padre. Tal vez para darse fuerza en la decisión trascendente a
tomar. Él estaba convencido de la necesidad de transformar a
Buenos Aires como sede constitucional del gobierno nacional, y
no como huésped, como se lo hacían notar los porteños. Al fin, el
20 de septiembre de 1880 se sancionó la ley de federalización y,
más tarde, se anexaron como barrios Flores y Belgrano.
Cuando decimos que Roca ascendió siempre en el campo
de batalla nos estamos refiriendo hasta el grado de general,
porque sabemos que los posteriores ascensos son para los
entorchados. El 28 de septiembre de 1880 fue ascendido a
brigadier general. Desde el 12 de octubre de 1886 revistó en Lista
de Oficiales Superiores, como teniente general, según lo
dispuesto par la Ley de 3 de noviembre de 1882.
También se disolvieron las fuerzas armadas provinciales y
se trasladó a La Plata la capital de la provincia de Buenos Aires.
Faltaba únicamente que el Congreso Nacional aprobara la
elección en la cual había sido consagrada la fórmula Roca-
Madero, hecho que ocurrió el 9 de octubre, y el día 12 , luego de
un largo y doloroso proceso, asumieron los nuevos gobernantes.
Ahora para darnos un poco de paz real y espiritual
narraremos los hechos, que no se asemejaban en nada a los que
ocurrían puertas afuera del magno recinto de la Facultad de
Derecho y Ciencias Sociales. Parecía que adentro estaban
engalanadas las instituciones y empalmadas las generaciones del
37 y la del 80, otorgándole a la República los instrumentos e
idearios de una ciudadanía que se encontraba con las fuentes más
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puras de la libertad, la democracia y los derechos civiles. Afuera,
todo era desorden, los fines justificaban los medios más
aberrantes ejecutados con el ejercicio de la fuerza para obtener
privilegios que la Constitución desconoce. Pero tampoco no nos
hagamos ilusiones sobre el cambio que preconizaba Alberdi, en
su conferencia que dictaría en ese ámbito excelso, en relación al
conjunto de organismos, instituciones y el individuo. El Estado
conducido por Mitre y Sarmiento, integrantes de la “Generación
del 37”, durante los gobiernos anteriores a Roca, no se
distinguieron por el equilibrio de fuerzas respecto a los
individuos. Tampoco con Roca pensemos que el Estado dejaría
de ser omnipotente. El Estado sería fuerte y tendría cierta
preeminencia sobre los derechos individuales. Alberdi, Esteban
Echeverría, Juan María Gutiérrez, Bernardo de Monteagudo,
Diego de Alcorta leían y compartían los principios de Jean
Jacques Rousseau, de Fustel de Coulanges, de Montesquieu, entre
otros. Es decir partían de un modelo teórico liberal ejemplar, con
experiencias anteriores europeas, que muchos autores centralistas
hoy denigran, pero los principios e ideas fueron en las que se
inspiró la Revolución Francesa y luego la Constitución de 1853.
No obstantes esas ideas puestas recién en la Carta, en la
Argentina, sus gobernantes, para acallar la montonera mandaba a
degollar en el campo de batalla y, por su parte, los montoneros
asesinaban a mansalva a los gobernadores, hacía apenas veinte
años atrás; no más; el mensaje de Alberdi podía quedar en el
sueño de una República que hasta hoy deseamos tener. Hecha
esta aclaración, para que no se confunda como una contradicción,
nuestra admiración por Roca con el estilo de Estado fuerte que
impuso, el cual comprendemos como producto de la herencia de
un pasado hispánico. Pero no estamos de acuerdo en la práctica
de un Estado fuerte menoscabando los derechos individuales.
Esto es así; nuestra admiración por Roca pasa por otros carriles.
El 28 de mayo de 1880 el doctor Juan Bautista Alberdi
había sido invitado a disertar en la Facultad de Derecho, en
donde se le nombraría miembro honorario, y queremos referirnos
a algunos párrafos de la disertación cuya conferencia tituló: La
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omnipotencia del estado es la negación de los derechos individuales.
La Argentina ha sido un país en que los derechos individuales,
han sido vejados por gobernantes autoritarios, por patrones
despóticos que condenaban a trabajos denigrantes por míseros
mendrugos. También en gran parte del Mundo los derechos de
las personas han sido, y aún lo son, sometidos al poder de tiranos
y al del propio Estado, que con gobernantes pseudo
democráticos, lo utilizan para someter a las personas.
Alberdi comenzó la disertación en un tono poco audible,
fundamentalmente porque lo embargaba la emoción de lo que
decía, producto de sus propios pensamientos. Pidió la ayuda
como lector del abogado que había sido graduado en ese mismo
acto, el señor García Merou. Alberdi decía:
“... La Patria, tal como la entendían los griegos y los romanos, era
esencial y radicalmente opuesta a lo que por tal entendemos en
nuestros tiempos y sociedades modernas. Era una institución de
origen y carácter religioso y santo, equivalente a lo que es hoy la
Iglesia, por no decir más santo que ella, pues era la asociación de
las almas, de las personas y de los intereses de sus miembros…”
”…Los pueblos del Norte no han debido su opulencia y grandeza
al poder de sus Gobiernos, sino al poder de sus individuos. Son el
producto del egoísmo más que del patriotismo. Haciendo su
propia grandeza particular, cada individuo contribuyó a labrar la
de su país.
”…Este aviso interesa altamente a la salvación de las Repúblicas
americanas de origen latino”.
”…Sus destinos futuros deberán su salvación al individualismo, o
no los verán jamás salvados si esperan que alguien los salve por
patriotismo”.
”…La libertad del hombre puede ser no solamente incompatible
con la libertad de la Patria, sino que la primera puede ser
desconocida y devorada por la otra. Son dos libertades diferentes
que a menudo están reñidas y en divorcio. La libertad de la Patria
es la independencia respecto de todo país extranjero. La libertad
del hombre es la independencia del individuo respecto del
gobierno de su país propio”.
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CAPÍTULO VIII

La generación del 80

“Gracias a Dios, he cumplido con mi deber”


LORD HORATIO NELSON

E se 12 de octubre de 1880 el general Julio


Argentino Roca, de treinta y siete años, asumía la
presidencia de la República Argentina. ¿Era un día
más para él? No, seguramente no lo fue. Pero la ansiedad de un
suceso que se avecina tiene relación directa, aminora a medida
que se acerca. Es como la muerte, se la teme menos a medida que
se la presiente, y los recuerdos de la vida pasada, van en dirección
a los hechos heroicos. El general, antes que en nadie de su
familia, seguramente recordó a sus camaradas que le ayudaron a
llegar a tan encumbrado puesto. Seguramente, pensaba en
Fotheringham, en Gramajo, en Racedo, en Levalle, y por qué no,
también en Miguel Arredondo, su compadre derrotado.
El acceso a la presidencia era un suceso más en su vida
que se presentaba prematuramente, sobre todo teniendo en
cuenta que nunca se había acercado a la política. En cambio, los
casos anteriores de Mitre, Sarmiento y Avellaneda se relacionaba
con sus participaciones en la arena cívica. Sus servicios eran
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políticos. Los del general, en el ámbito de la acción militar,
aunque fueran sus objetivos la integración territorial.
Roca tenía en su formación el concepto del trabajo en
equipo. Sabía que todos no sirven para todo, ni uno sabe de todo.
De modo que encaró la formación del gabinete fiel a ese
principio, que lograría integrar funcionarios jóvenes expertos en
determinadas áreas con otros con grandes experiencias de
gobierno y de conocimiento de las personas.
Interior: Antonio del Viso; (1831-1904) quien jugó un papel
preponderante durante la revolución tejedorista. Fue diputado
provincial a los veinticinco años, juez del crimen, vicegobernador
y gobernador de Córdoba;
Relaciones Exteriores: Bernardo de Irigoyen; fue gestor del
Pacto de San José de Flores y ministro de Avellaneda, cuñado del
coronel Olascoaga, de gran relevancia en la Campaña del
Desierto, escribió una completa crónica de la campaña, que
publicó junto con un estudio topográfico de la provincia de La
Pampa y la de Río Negro;
Hacienda: Santiago Cortínez, (1831-1886) ya se había
desempeñado como Ministro de Hacienda durante los gobiernos
de Sarmiento y Avellaneda, no obstante su condición de abogado
recibido en Santiago de Chile, pero se especializó en temas
contables y manejo de las haciendas públicas;
Justicia e Instrucción Pública: Manuel Pizarro (1841-1909),
alias "el menor de los Plinio", según el apodo de Domingo F.
Sarmiento. Fue ministro, de D. Servando Bayo (1877), diputado
provincial, profesor de Derecho Civil en la Facultad de
Jurisprudencia, Senador Nacional;
Guerra y Marina: Benjamín Victorica; (1831-1913) fue un
abogado y militar que alcanzó el grado de general, fue diputado
nacional, senador, Ministro de Guerra bajo la presidencia de
Santiago Derqui. Participó en la guerra de la Triple Alianza.
Participó en la Campaña del Desierto. Tuvo a su cargo la llamada
Conquista del Chaco, protagonizando un lamentable y horrendo
hecho que debió haber sido castigado por el Presidente de la
Nación, cuando para coronar el acto de fundación de un nuevo
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pueblo resuelve incrustar en el asta que sostenía la bandera, la
cabeza del cacique Yaloschi, quien había asolado las poblaciones
blancas de la zona, frente a los soldados y a los propios indígenas
que participaron del acto21.
Pasaron por el gabinete durante los seis años de gestión,
los siguientes ministros: Interior: Antonio del Viso, Bernardo de
Irigoyen, Benjamín Paz, Francisco J. Ortiz, Isaac J. Chavarría;
Relaciones Exteriores: Bernardo de Irigoyen, Victorino de la
Plaza, Francisco J. Ortiz; Hacienda: Santiago Cortínez, Juan José
Romero, Victorino de la Plaza, Wenceslao Pacheco; Justicia e
Instrucción Pública: Manuel Pizarro, Eduardo Wilde; Guerra y
Marina: Benjamín Victorica; Carlos Pellegrini.
El mensaje a la Asamblea Legislativa fue leído en tono
pausado, donde puso énfasis en el slogan que contendría el espíritu
de su gestión: “paz y administración”. El nuevo presidente decía
“…No sé si en la reseña que precede, demasiado extensa ya para
un documento de esta clase, ha alcanzado a trazaros el cuadro
próspero en que encontréis a la República, y a llevar a vuestro
ánimo el convencimiento de que he hecho por mi parte todo
cuanto ha sido posible, a fin de cumplir mi solemne promesa de
hacer un gobierno de paz y administración, confiando para ello,
menos en mis propias fuerzas y aptitudes, que en la rectitud,
talentos y consejos de los honorables señores que me acompañan
como Secretarios de Estado, en las tareas y funciones de mi
cargo”. También resaltó el éxito de la Campaña del Desierto y la
resolución de la cuestión Capital Federal. En otro párrafo decía:
“…Es que la última y dura prueba de que ha salido triunfante la
autoridad de la Nación, robusteciendo su prestigio y su poder en
la conciencia pública, así como la solución de la cuestión Capital
que inútilmente hemos buscado por espacio de setenta años y que
ha dado al fin un asiento permanente al gobierno federal en la
ciudad que le estaba designada por todos los antecedentes y
conveniencias, han venido a disipar para siempre los gérmenes de

21 La brutalidad, como la de los indígenas, que son producto de la ausencia de cultura,


siempre se debe comprender y perdonar. Pero cuando la ejerce un individuo culto se
debe castigar severamente.
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 170 -
la anarquía, que eran producidos más por la falta de organización
definitiva, que por la mala voluntad y perversidad de los
hombres”.
A todas luces el presidente Roca podía mostrar esos dos
objetivos logrados como un propósito buscado por décadas, y
que la intransigencia de ciertos sectores centralistas, en el caso de
la Capital, se había podido imponer, lamentablemente, por la
acción de las armas que dejara un millar de hombres muertos y
otros heridos.
II
Este nuevo estado de situación con una Capital en cuyo
territorio residiría definitivamente el gobierno, implicó la creación
y construcción de nuevas instalaciones y edificios en donde se
alojarían las instituciones que se crearían. Tal el caso de la
administración de la ciudad que era gestionado por una Comisión
Municipal, a cuyo cargo de presidente, Roca nombró al
prestigioso y acaudalado don Torcuato de Alvear, hijo del general
Carlos de Alvear, y padre del doctor Marcelo Torcuato de Alvear,
futuro Presidente de la República. La gestión de Alvear produjo
una revolución en la ciudad de Buenos Aires, a partir de las obras
que se realizaron como la eliminación de la Recova; con un nuevo
diseño de la Plaza de Mayo; la apertura de la Avenida de Mayo; la
construcción del Parque 3 de Febrero, al mejor estilo francés. En
realidad trató de otorgarle a la ciudad, o al menos los lugares
emblemáticos, un estilo francés, asemejando las reformas que
Napoleón III le encargó a Georges-Eugène Barón Haussmann
para remodelar París. Construyó plazas y remodeló las actuales,
plantando diversas clases de árboles, adoquinó calles y extendió la
red de gas para el alumbrado. Más tarde la Comisión Municipal
pasó a ser la Intendencia Municipal, a cuyo titular lo elegía el
Presidente de la Nación con acuerdo del Senado de la Nación y,
además, la acción ejecutiva era controlada por la representación
popular en el Consejo Deliberante. Por supuesto que Roca
mantuvo a Torcuato de Alvear al frente de la Intendencia
Municipal, el nuevo ente recién incorporado.

Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 171 -


Al ritmo de la modernización de la ciudad de Buenos
Aires, se creaban instituciones registrales que contribuían al
ordenamiento de las personas y de las cosas, como el Registro
Civil; el Banco Hipotecario Nacional, y ni qué hablar de la
creación de Juzgados independientes en el marco de las
jurisdicciones municipal y federal. La redacción del Código Penal
y de Minería fueron contribuciones importantes.
III
Envió nuevas expediciones al Desierto al mando del
general Conrado Villegas, prosiguiendo así su colosal obra
civilizadora. Estuvieron presentes tres brigadas a las órdenes de
Vintter, Bernal y Ortega, quienes lograron la rendición de los
pocos capitanejos que quedaban, incorporando esas tierras y
lagos que son el orgullo de nuestras bellezas naturales. Quedaba
pendiente la conquista de las tierras del Norte Mesopotámico a
cuya cabeza fue el general Victorica, secundado por
Fotheringham, Manuel Obligado, Valentín Feilberg y Luis Jorge
Fontana. A fines de 1884 finalizó la campaña. También salieron
expediciones científicas y militares a todos los puntos de la
República, incluso al Polo Sud. También se concluyó durante su
mandato, el reparto de tierras producto de la Campaña del
Desierto, a los jefes, oficiales y soldados, de cuya distribución el
único excluido fue el general Roca, porque había una ley que
prohibía que el Presidente de la Nación se beneficiara con otras
contribuciones que no fueran las que establece la Constitución
Nacional. La mayoría de los beneficiarios terminaron vendiendo
el premio, en algunos casos a precios viles, que enriquecieron aún
más a los capitalistas especuladores. De todos modos los
propietarios ejercieron el derecho que tenían sobre sus tierras al
enajenarlas si así eran sus propios deseos. Y también aquellos que
adquirieron tierras lo hicieron en uso de las facultadas que les
otorgaba la ley.
Otro aspecto que causó ciertas asperezas con las
provincias fue el reparto de las tierras conquistadas. Las
provincias limítrofes pretendían que se anexaran a sus territorios,
pero Roca se puso firme, esgrimiendo el concepto de que las
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 172 -
tierras habían sido conquistadas por la Nación y en consecuencia
debían crearse territorios nacionales. Bernardo de Irigoyen en su
carácter de Ministro del Interior envió un proyecto de ley por el
cual se creaban los territorios de La Pampa, Santa Cruz, Chubut,
Neuquén, Río Negro, Tierra del Fuego, Formosa, Chaco y
Misiones. Justamente con este territorio nacional protestaron
mucho los correntinos, porque se les recortó una parte de su
jurisdicción. Quienes crean que los jefes al mando, a los que luego
de les nombró gobernadores, se los beneficiaba con el cargo, no
conocían los tremendos sacrificios para dar cumplimiento a la ley,
con la promoción de la educación, la salud pública, la creación de
los juzgados de paz y todos los servicios a que eran merecedores
los compatriotas que poblaron esas latitudes.
IV
La ausencia de un puerto en la ciudad de Buenos Aires,
fue lo que primero observó Alberdi cuando llegó a Buenos Aires
en septiembre de 1879 a bordo del vapor Júpiter, de retorno al
país, luego de cuarenta años de ausencia. El puerto con sus
dársenas y grúas son de las primeras instalaciones para un país
que necesita sacar sus productos para el mundo. Pero
inmediatamente se dio cuenta que esa falta se debía a que Buenos
Aires era una capital prestada. Habría que solucionar esta
deficiencia y el progreso llegaría –pensó.
Efectivamente así lo creía Roca e inmediatamente se
abocó a la tarea de estudiar los proyectos de Luis Huergo y
Eduardo Madero, quien era sobrino del vicepresidente Francisco
Bernabé Madero. El proyecto de Huergo estaba diseñado para ser
construido en el Riachuelo y el de Madero sobre el Río de la
Plata, frente a la Casa de Gobierno. Se formaron varios lobbies
para apoyar a uno y otro proyecto, pero definitivamente en
octubre de 1882, el Congreso aprobó el proyecto del ingeniero
John Hawkshaw, presentado por Eduardo Madero. Mientras
tanto las obras en el Riachuelo continuaron financiadas por la
Provincia de Buenos Aires.
Una de las grandes obras que se realizaron durante el
gobierno de Roca fue la complementación de la red de agua
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 173 -
corriente y cloacas, cuya ejecución benefició a la salud e higiene
de la ciudad. Luego de la federalización de Buenos Aires, los
pueblos de Belgrano y San José de Flores, fueron integrados a la
ciudad, no sin el descontento de Dardo Rocha, quien gobernaba
la provincia.
La modernización de las fuerzas armadas fue una
preocupación latente en Roca, sobre todo desde que ocupó el
cargo de ministro. Ahora había llegado el momento de poner en
práctica ese anhelo, para lo cual destacó en Europa a oficiales
distinguidos entre los que se encontraba el capitán Pablo Riccheri,
como agregado militar a la embajada de Bélgica. El joven militar
viajó a Europa en compañía de Juan Bautista Alberdi, que
regresaba a Europa en el vapor Galicia. Luego ingresó a la
Escuela Superior de Guerra, de donde egresó como Oficial de
Estado Mayor, en donde obtuvo el segundo puesto de su
promoción. Su tesis, “La Defensa de Bélgica”, este país la utilizó
para guerras que se produjeron con posteridad en el teatro
europeo. Más adelante se avanzaría notoriamente en la
organización del ejército, con el gran aporte de Riccheri. Victorica
contribuyó y ayudó al general Roca a promulgar la ley de cuadros
y ascensos y al ordenamiento de la cantidad de oficiales con la
sanción del Código de Justicia Militar. Se creó la escuadra de mar,
que era una necesidad a todas luces, sobre todo con una gran
costa de mar Atlántico que recorrer y por ende custodiar. Había
que tener en cuenta que la Argentina y Chile convinieron en un
tratado de límites en 1881, en el cual los límites marítimos
jugaban un papel preponderante. También se separó la Marina del
ministerio común con el de Guerra.
V
No obstante remarcar que el Tratado de Límites fue
gravitante para hechos posteriores en la historia de los dos países,
no es ocioso que demos una mirada a los antecedentes históricos,
según los cuales se formaron las dos naciones.
“Por Real Cédula del 1º de agosto de 1776, fue elevada a
categoría de Virreinato la Gobernación del Río de la Plata. Como
límite occidental con la Capitanía general de Chile se indicó la
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 174 -
Cordillera de los Andes. Concuerda esto último, con la resolución
del 21 de mayo de 1684 por la cual el Rey Carlos II de España
proclamaba que: «La cordillera nevada divide el reino de Chile de
las provincias del Río de la Plata».
”En los archivos de la Audiencia de Buenos Aires y en el
Archivo de Indias de Sevilla, se encuentran numerosos
expedientes e instrumentos emanados de la Real Autoridad que
establecen, por lo menos desde 1776, la total jurisdicción del
Virrey del Río de la Plata y de los funcionarios que de él
dependían, para ejercitar actos de dominio y administración en
toda la región patagónica y en el Archipiélago de Tierra del
Fuego, así como de las Malvinas incluyendo como extremo Sur
de ese dominio el Cabo de Hornos.
”Conforme a Reales Ordenanzas españolas, el territorio
de la Capitanía general de Chile se extendía entre el Río Salado
del Norte y el Río Bío Bío al Sur. Es decir que los territorios al
sur del Río Bío Bío (está a la altura del meridiano que pasa a la
altura de Carmen de Patagones aproximadamente), no eran
chilenos.
”Conforme con los principios del Derecho Internacional,
cuando se independiza un país, conserva los límites que posee, o
en caso de rectificar sus fronteras, lo hace expresamente. «La idea
de que las fronteras de las repúblicas americanas que se
emanciparon debía, naturalmente, coincidir con aquellas de las
anteriores divisiones y subdivisiones administrativas españolas,
fue aceptada paulatinamente como un principio de orientación
general, conocido en Sudamérica como la Doctrina del Uti
possidetis juris de 1810 (poseerás como poseías) y proclamado en
el Congreso de Lima en 1848. Incluso Su Majestad Católica dejó
asentado este criterio en los tratados por los cuales reconoció la
independencia de dichos países, entre ellos los de Argentina y
Chile». No es el caso remontarnos a los “instrumentos
interestatales” entre los dos países en lo atinente a la demarcación
del límite, pero constituyen una unidad integrada. El documento
primario y normativo básico es el «Tratado de Límites de 1881».
Los chilenos siempre mantuvieron hasta esos tiempos
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 175 -
pretensiones sobre nuestra Patagonia, pero la Conquista del
Desierto obró como una acción política y militar que desilusionó
a Chile. El tratado de 1881 fue un acuerdo sin mapa. En vez de
una representación gráfica de la frontera sobre una cartografía, el
arreglo se materializó únicamente mediante el enunciado de una
dirección general, accidentes geográficos, criterios de delimitación
y un espíritu que lo inspira y es rector.”22
El tratado de 1881 dice: “Artículo 1º: El límite entre la
República Argentina y Chile es, de Norte a Sur hasta el paralelo
52º de latitud, la cordillera de los Andes. La línea fronteriza
correrá en esa extensión por las cumbres más elevadas de dichas
Cordilleras que dividan las aguas y pasará por entre las vertientes
que se desprenden a un lado y otro. (...)
”Artículo 2º: En la parte Austral del Continente y al Norte
del Estrecho de Magallanes el límite entre los dos países será una
línea que, partiendo de Punta Dungeness, se prolongue por tierra
hasta Monte Dinero; de aquí continuará hacia el Oeste siguiendo
las mayores elevaciones de la cadena de colinas que allí existen
hasta tocar en la altura de Monte Aymond. De este punto se
prolongará la línea hasta la intersección del meridiano 70º con el
paralelo 52º de latitud y de aquí seguirá hacia el Oeste
coincidiendo con este último paralelo hasta el divortia aquarum de
los Andes. Los que quedan al Norte de dicha línea pertenecerán a
la República Argentina, y a Chile los que se extiendan al Sur sin
perjuicio de lo que dispone respecto de la Tierra del Fuego e islas
adyacentes el artículo tercero.
”Artículo 3º: En la Tierra del Fuego se trazará una línea
que, partiendo del punto denominado Cabo del Espíritu Santo en
la latitud 52º 40 minutos, se prolongará hacia el Sur, coincidiendo
con el meridiano occidental de Greenwich, 68º 34 minutos, hasta
tocar el canal de Beagle. La Tierra del Fuego dividida de esta
manera, será chilena en la parte occidental y argentina en la parte
oriental. En cuanto a las islas pertenecerán a la República

22
De “El conflicto con Chile en la Región Austral”. General Osiris Villegas.

Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 176 -


Argentina la isla de los Estados, los islotes próximamente
inmediatos a ésta y las demás islas que haya sobre el Atlántico al
oriente de la Tierra del Fuego y costas orientales de la Patagonia;
y pertenecerán a Chile todas las islas al Sur del canal de Beagle
hasta el Cabo de Hornos y las que haya al occidente de la Tierra
del Fuego”.
Los demás artículos, a los efectos de no cansar al lector,
diremos que no tienen mayor importancia para la comprensión
del tema que nos ocupa.
De la simple lectura de algunos artículos aún para el lego,
queda claro que el límite de los dos países es las cumbres más
elevadas de la cordillera de los Andes y la divisoria de las aguas,
por una parte y, por la otra, que Chile no puede pretender punto
alguno sobre el Atlántico como la Argentina sobre el Pacífico.
Asimismo que son de propiedad de la Argentina las demás islas
que haya sobre el Atlántico al oriente de la Tierra del Fuego y
pertenecerán a Chile todas las islas al Sur del canal de Beagle hasta
el Cabo de Hornos y las que haya al occidente de la Tierra del
Fuego. Estos son los principios jurisdiccionales sobre los que se
debe asentar cualquier tratado de límites. Sin embargo, no fue así.
Avanzando en el tiempo diremos que los tratados y el “Protocolo
Adicional y Aclaratorio del Tratado de 1881” de 1893, sirvieron
en cuanto a los límites que separan a ambos países en la
cordillera. Porque cuando se plantea a fines del siglo XX la
cuestión del canal de Beagle y procede el laudo arbitral por parte
del Papa Juan Pablo II, la Argentina fue ostensiblemente
perjudicada, ya que las islas Picton, Lenox y Nueva quedaron en
propiedad de Chile. El Protocolo decía claramente…y
pertenecerán a Chile todas las islas al Sur del canal de Beagle. Las
islas están sobre el Atlántico y fuera del canal de Beagle. Porque
un canal es canal cuando tiene dos costas y las islas están fuera.
Quien quiera verificarlo que tome un mapa y lo verifique.
Enrique de Gandía escribe en la obra sobre Arturo Frondizi, lo
siguiente: “…“La cuestión del canal de Beagle es clara. Los pactos
firmados con Chile establecieron muy bien que serían chilenas las
tierras e islas situadas al Sur del canal de Beagle y se hallasen
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 177 -
frente al océano Pacífico, y que serían argentinas las islas y tierras
que mirasen al Atlántico. El canal de Beagle termina donde
realmente termina el canal, o sea, donde tiene dos costas. Es
elemental repetir que un canal, para que sea considerado canal,
tiene que tener dos costas. Si tiene una sola costa, no es un canal,
es una costa. Más simple, imposible. Pues bien: el canal deja de
ser canal al oeste de las tres islas. Estas se hallan al sur de una
costa norte y frente al océano Atlántico. Conforme a los tratados
existentes entre la Argentina y Chile, las islas Picton, Lenox y
Nueva son argentinas”.
A propósito del tema que estamos tratando en el marco
de la ratificación de la soberanía territorial, que Roca inicia con la
Campaña al Desierto y los tratados de límites con Chile,
adelantémonos hasta la segunda presidencia del general tucumano
para poner de manifiesto un acto de soberanía nacional que tiene
sus implicancias hasta hoy, en el conflicto de Malvinas. En el mar
antártico navegaba el barco Scotia, a cargo del explorador escocés
William Speir Bruce, el cual quedó atrapado por los hielos. El
investigador aprovechó las circunstancias para establecer una base
científica y de observación. Al zafar de la opresión de los hielos se
dirigió al puerto de Buenos Aires para reaprovisionarse. Al no poder
mantener la dotación de la base del observatorio y magnético, ubicado
en la isla Laurie, integrante del archipiélago de las islas Orcadas del Sur
en la Antártida, entre las islas Malvinas y la entrada del mar de Wedel,
se la ofreció al gobierno argentino. En esta negociación participó el
gobierno británico, en la persona del embajador Mr. Haggard. El
Presidente de la Nación, general Roca, el 2 de enero de 1904,
firmaba el decreto Nº 3073 según el cual aceptaba el observatorio
fundado por el expedicionario escocés Bruce, lo cual reafirmaba
la intención de ejercer la soberanía argentina. Más tarde, el 22 de
febrero de 1904, se izó por primera vez la bandera argentina en la
Isla Laurie, integrante del archipiélago Orcadas. En la misma
ceremonia se arrió la bandera británica, para después cantar los
himnos nacionales de ambas naciones.23 A partir de esta fecha el

23
Del diario La Prensa: (...) Febrero de 1904. Hoy se arrió el pabellón inglés, izándose en su
lugar el argentino. En seguida se procedió a la entrega formal de la isla y del Observatorio a la
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 178 -
general Roca indicó dotar de científicos para la atención de esta
base que significó un hito fenomenal en la lucha por reivindicar la
soberanía del sector antártico. La Argentina mantuvo el
establecimiento en actividad hasta el presente. Este acto, como
tantos otros, estaba dentro de las políticas de estado que se
mantuvieron a lo largo de varios años de historia y gobiernos
nacionales.
VI
Dentro de la batería de problemas urgentes a resolver
estaba la creación de una moneda estable con el debido respaldo
metálico. Al sancionarse la Constitución en 1853, convivían en el
país distintas clases de monedas metálicas de oro y plata.
Circulaban los doblones españoles, las águilas estadounidenses,
los cóndores chilenos, los soles peruanos, y otras en el interior,
principalmente de plata de baja ley, como las denominadas
"chirolas", además del papel moneda que emitía el Banco de la
Provincia de Buenos Aires, que había sido Casa de Moneda en la
época de Rosas y que tenía papel moneda de curso legal forzoso
que cotizaba frente al oro en la Bolsa. Es decir, que cierto rasgo
de identidad del país existía en la circulación de moneda. Alberdi
decía en sus obras de carácter económico: "... con toda su
civilización relativa, un país en que los cambios se hacen por una
moneda sin fijeza, es un país en el estado primitivo de los pueblos
que no conocen la compraventa, sino el trueque y la permuta...
sólo el oro tiene y puede tener esa fijeza, y no hay más medio de
dársela al papel que asegurarle la infalibilidad de su conversión en
oro a la vista y al portador...". Estos conceptos se clarifican y en
1875 se dicta la ley 733 que establece el Peso Fuerte. De este
modo, el ingeniero Eduardo Castilla recorrió –en 1878– cecas
inglesas, belgas y francesas y celebró algunos contratos ad
referendum para la adquisición de implementos. Mientras Castilla
hacía su gira por Europa, la Municipalidad de Buenos Aires

comisión argentina. Por la noche se festejó el acontecimiento brindando a la salud de los


pueblos argentino e inglés. Luego hubo música, cantándose los himnos, inglés y argentino por
las respectivas comisiones. Finalmente se brindó a la salud de los presentes y se cantó "Old
land sing" del poeta escocés Roble Burns.
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 179 -
donaba un terreno en la esquina de Defensa y México. Licitada la
parte de albañilería, comenzaron los trabajos en Julio de 1879; la
Casa de Moneda fue inaugurada el 14 de Febrero de 1881, con el
ingeniero Castilla como director.
El primer signo monetario se crea en este gobierno de
Roca mediante la ley 1.130, cuyo fin fue establecer una moneda
común para todo el territorio nacional y unificar el sistema
monetario, que como hemos visto era un sistema caótico. En
1880 se creó la Casa de la Moneda de la Nación, que importó
tecnología moderna de origen francés y que permitió emitir los
primeros billetes impresos en 1881. Desde 1810 y hasta la
creación de la Casa de la Moneda, existían tres casas de moneda
ubicadas en La Rioja que acuñó monedas de oro y de plata, la
provincia de Córdoba hacía monedas de plata, y por último, la
provincia de Buenos Aires, introdujo las monedas de cobre. Los
pesos moneda nacional tuvieron larga vida, hasta 1969, pero la
paridad fue cambiada en distintas oportunidades.
En 1885 el gobierno decretó la inconvertibilidad del papel
moneda y contraía nuevas deudas en el exterior para sostener el
respaldo del papel moneda. Ahora bien, aquello que el gobierno
no reparó fue el tremendo mal que le causó a la economía, y que
se vio reflejado en la crisis de 1890, fue la emisión de moneda en
la convicción que esta solución no se iba a pagar.
Roca tenía una gran cualidad natural para evaluar el
conocimiento de las personas y vio en Carlos Pellegrini un
promotor de la comprensión del país en el exterior; por eso le
encargó en 1885 que se trasladara a Europa, en representación del
gobierno argentino, para que inicie gestiones de crédito y
demuestre a la banca internacional el campo de inversiones que la
Argentina le proponía. Al respecto Pellegrini manifestó: “... en
Londres me aguarda una batalla más compleja y sutil. Los
banqueros ingleses ignoran las enormes posibilidades de este país.
Yo les demostraré la grandeza del cuadro y a buen seguro que
abrirán la bolsa”. La gira fue harto exitosa y prolifera en
entrevistas y jornadas de trabajo, exhibió informes y estadísticas
del crecimiento argentino y sus potencialidades en la cuestión de
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 180 -
los recursos naturales y humanos. En materia política tuvo que
esmerarse al explicar la evolución que habían tenido las
instituciones a partir de 1853, con una Constitución vigente y una
República naciente y vigorosa. Su presencia personal, imponente
y de voz firme, daba a la acción la credibilidad que era necesaria
para exponer los temas. Londres y París fueron los teatros de
operaciones de Pellegrini y su gestión fue calurosamente
aprobada por el presidente Roca.
La gran cantidad de obras públicas que el gobierno de
Roca encaraba dentro de un verdadero plan de desarrollo,
tuvieron su contraparte en picos de crisis, hasta tanto las
inversiones rindieran su producción. Porque el Estado financió
ferrocarriles, obras de desagüe y aguas corrientes; los particulares
compraban campos y reproductores para mejoramiento de los
rodeos; herramientas para lograr una mayor productividad de las
trillas y sembrados; equipos de frío para la exportación de carne y
otras mejoras en el marco de euforia por la modernización Las
financiaciones de distintas necesidades se solventaban con
créditos del exterior sin discriminar si eran bienes de capital o
suntuarios. Estos últimos debían haber tenido aranceles altos para
desalentar las compras. También había que gastar recursos en
moneda fuerte en la impresión de billetes hasta tanto se pusiera
en marcha los adelantos tecnológicos que se habían adquirido. El
resultado fue la falta de monetario en oro y plata para respaldar
los billetes en circulación. Los particulares reclamaban del Estado
la impresión de billetes para remediar la falta de circulante. El
Estado se hizo eco de este reclamo y claudicó en su política
monetaria y fiscal. En economía –según se dice- se pueden evitar
muchas cosas, menos las consecuencias.
VII
También eran prioritarias las inversiones en educación
que proseguían con los planes educativos, y aun acrecentando, los
iniciados por Sarmiento y su ministro de Educación, Nicolás
Avellaneda, quien continuó enriqueciendo las políticas como
Presidente de la República. Se necesitaba proseguir con el
andamiaje de leyes que sostuvieran el empuje de la
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 181 -
transformación. Uno de ellos, relativo a la instrucción pública, fue
la creación del Consejo Nacional de Educación, y una vez más
Roca cometió el error en que había incurrido antes Avellaneda al
nombrarlo ministro del Interior. Por supuesto que estamos
hablando de Sarmiento, que a poco de asumir como presidente se
peleó con el poeta Guido y Spano a quien llamó burro, y éste,
con un gran sentido del humor, le escribe a Roca a quien le
agradece el cargo y se despide, “con el más afectuoso rebuzno”.
Sarmiento demostró que era una mente privilegiada en muchos
aspectos, pero cuando se equivocaba nadie le podía indicar el
error, aún para conversar para una solución intermedia
consensuada. Él simplemente se enojaba y se ponía enfrente de
quien cuestionaba su decisión. Así que el presidente tuvo que
reorganizar el Consejo separando a Sarmiento del cargo y
ganándose el más severo enemigo, porque desde las páginas de El
Censor, criticaba todas las medidas que tomaba Roca. Sarmiento
ya se había olvidado de los días gloriosos que le dio el coronel
Roca con los triunfos de Ñaembé y Santa Rosa.
Resulta muy común que cuando un sector de la vida
nacional obtiene preponderancia, al cual se le quitan beneficios
económicos, se produzca un cisma entre los sectores afectados y
quien detenta el poder. Eso fue lo que pasó cuando el presidente
Roca envió al Congreso la ley de enseñanza común de carácter
gratuita, obligatoria y laica. En principio le costó la renuncia del
Ministro de Educación Manuel Pizarro, a quien sustituyó,
Eduardo Wilde, gran amigo y ex compañero del presidente en el
Colegio del Uruguay. Wilde defendió el proyecto que fue enviado
en 1883 y despertó grandes debates y controversias en el seno de
los devotos clericales. El presidente se vio obligado a tomar
medidas en contra de varios notables clericales, entre los que se
encontraba José Manuel Estrada, para evitar levantamientos en
contra de la sanción de la ley. Evidentemente la cuestión de la
enseñanza laica tenía el fundamento de la inmigración de
personas de distintos credos y que los niños fueran educados sin
la inserción imperativa dentro del culto católico, apostólico y
romano.
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 182 -
Esta cuestión tenía su correlato con la gestión del
embajador plenipotenciario Juan Bautista Alberdi, representante
de la Confederación Argentina, ante el Papa Pío IX, para
comunicarle, en 1856, que la Confederación tenía el Derecho de
Patronato24 y que había de crear ciertas diócesis. Pero la cuestión
de fondo era que pretendían que elimináramos de la Constitución
lo prescripto referido a la libertad de cultos. La contestación de
Alberdi les fundamentaba que ese derecho estaba inserto en
nuestra Carta Magna para favorecer la inmigración de fieles de los
distintos credos religiosos y significaba una apertura a todos los
hombres del mundo que quisieran habitar el suelo argentino,
condición que reafirmaba nuestro espíritu católico, en cuanto a
que todos los hombres son iguales a los designios de Dios. En la
propia Roma, les decía, hay templos y cementerios de otros
credos. Es decir, que lo que el Papa permitía en su diócesis no
podía negarla en otras. Días más tarde el Subsecretario de Estado,
Monseñor Berardi, le pedía que la Confederación debiera proveer
la dotación de nuevos obispos, la elección y dotación de Catedral,
la dotación de un cabildo eclesiástico y de nuevos seminarios para
cada una de las diócesis. Alberdi le escuchó lo más
silenciosamente que pudo, pero apretaba los labios para no
decirle que en época de Rosas se había fusilado a sacerdotes y en
las iglesias se había permitido un sojuzgamiento aberrante, se
habían colgado cuadros de Rosas en los propios templos.
En esta ocasión, de colisión con la Iglesia pasó a mayores
cuando el presidente debió separar a dos obispos y expulsar del
país al internuncio apostólico, monseñor Luis Mattera, el mismo
que había mediado en la revolución de 1880, en donde se logró

24
No fue hasta 1505 que los monarcas solicitaron al Papa las prerrogativas plenas del
patronato en las zonas descubiertas y en el territorio español bajo su dominio. Y sólo en
1523, el Papa Adriano VI las concederá. Esta doctrina, mantenida en España, fue
invocada también por las recién formadas repúblicas americanas después de las guerras
de independencia hispano-americana (1808-1821). Los nuevos estados americanos
querían mantener el Derecho de Patronato, al considerarse como continuadores de las
obligaciones históricas y legales de la corona española, sobre la Iglesia católica dentro
de sus territorios.

Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 183 -


una feliz solución. Pero en este caso, monseñor Mattera olvidó su
condición de diplomático, al participar en asuntos propios de la
República Argentina, se instaló en Córdoba con el vicario
Jerónimo Clara para luchar en contra de la “diabólica” ley de
enseñanza. El presidente Roca, dio muestras de su autoridad, al
no permitirle al clérigo manchar la dignidad de la Nación; le
otorgó veinticuatro horas para que abandonara el país, por cuya
acción se rompían de hecho las relaciones con el Estado de la
Ciudad del Vaticano. Durante unos meses se mantuvo la
polémica por la sanción de la ley 1420, a lo que se sumó la ley que
creaba los Registros Civiles, que hasta ese momento, los registros
de nacimientos, casamientos y defunciones los realizaba la Iglesia.
Desde ahora asumía la responsabilidad el Estado para efectuar las
registraciones civiles. Esta cuestión no causó tantas polémicas,
porque era de suyo que se trataba de una falencia del Estado que
esas funciones no estuvieran bajo su control.
Era de vital importancia, sobre todo en esos tiempos, que
los inmigrantes llegaran al país de su elección a trabajar y profesar
el culto al que eran afectos y a que sus hijos no fueran educados
en una determinada religión o culto. Este paso que había dado
Roca engrandecía a la Nación Argentina, porque la hacía amplia
de criterios y aceptaba en su seno a todos los hombres y mujeres
que quisieran habitar el suelo argentino, en igualdad de derechos.
VIII
Los tendidos de redes ferroviarias eran una necesidad para
la integración social de la Nación, pero en materia económica era
un paso indispensable para el desarrollo de las fuerzas
productivas. Por otra parte, estaba en relación directa la cantidad
de kilómetros de red a la evolución económica de la Nación, y era
un dato inevitable en las estadísticas a la hora de la radicación de
capitales o inversiones de los bancos en créditos para el desarrollo
del país.
De manera que el gobierno de Roca puso gran parte de su
esfuerzo en atraer inversiones económicas. Cuando asumió el
gobierno, la red ferroviaria sumaba 2.300 kilómetros, y al finalizar
el período llegaba a 6.100 kilómetros. De los cuales 3.000
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 184 -
pertenecían a los Estados nacional y provinciales. Muchos tramos
no eran del interés de los capitales privados, entonces, el Estado
nacional asumía la construcción de la extensión de la red como
fomento para integrar ciudades o para lograr la radicación de
capitales. Las redes se extendían desde Buenos Aires hacia los
confines del país, por lo cual se trataba de interconectar distintas
ciudades y pueblos. En materia de inversiones de capital Roca
mostró pragmatismo sin atarse a ideologías. Él decía que:
“cuando hace falta el Estado debe meterse en la vida económica,
y si no es indispensable, no debe hacerlo. Así de sencillo”.
Tampoco tenía prejuicios con respecto al origen de los capitales
que se invertían. Lo importante era el efecto multiplicador que
estas inversiones rendían. La renta nacional de 23 millones
ascendió a 46 millones, al final del mandato. La mano de obra
absorbida en los proyectos ferroviarios sumaba más de 15.000
personas. Pero con el nivel de inmigrantes, que llegó a las 400.000
personas durante el período, era necesario la creación de fuentes
de trabajo. Para albergar la cantidad de inmigrantes que llegaban
al país, se construyó un Hotel de Inmigrantes, que luego de un
período prudencial, una vez que se los ubicaba, dejaban el lugar a
nuevos huéspedes.
A modo de resumen de este fantástico período de
gobierno diremos que la transformación se realizó en paz, sin
movimientos militares ni civiles, sin reacciones violentas por parte
de sectores afectados por el progreso, que era inevitable, pero que
se comprendía. Que el país se había proyectado como un huracán
que se abate sobre una comarca llevándose consigo todo lo
endeble, pero no había podido con las bases profundas de
cimientos sólidos. Esa era la sensación que tenían los habitantes
de la Argentina. Ya no tendrían que penar los ganaderos ni
agricultores por los malones que todo arrasaban, incluso las vidas
de sus seres queridos, sino en lograr los mayores rendimientos de
producción y el mejoramiento de vida de su entorno familiar.
IX
En estos tiempos se habían aunado espontáneamente
unas dos centenas de hombres, genéricamente hablando, civiles y
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 185 -
militares, que tenían un pensamiento común que los proyectaba a
formar una nueva generación, que se le dio en llamar la
“Generación del 80”. Para lograr los objetivos fijados pensaban
igual, actuaban igual y tenían como meta el progreso de la Nación
y el fortalecimiento de las instituciones. Tenían en sus mentes el
pensamiento de Alberdi, de Esteban Echeverría y otros; se sabían
liberales porque respetaban las libertades individuales y descreían
de los totalitarismos de cualquier signo. No eran partidarios del
Estado bobo, ni del Estado ultra soberano. Como decía Roca:
“…en su justa medida. Así de sencillo”. A esta generación se la
ha catalogada de conservadora (sin reservas para esta forma de
pensar), pero en los hechos se dio sobradas muestras de un
progresismo sin igual. Si se es conservador mantener en alto los
valores que levantaron los constituyentes del 53, adscribimos a
ese conservadorismo; si se es conservador afirmando que la
educación es el valor más alto para el progreso de un país,
también apoyamos esa ideología. Pero la “Generación de 80” no
tenía otra ideología que no fuera la vigencia del derecho y el del
respeto a la Constitución y aborrecían la anarquía y el
despotismo. Podían luchar a brazo partido por candidaturas, pero
en los fines todos estaban de acuerdo, porque sabían lo que
querían. La pauta la dio que los objetivos de los gobiernos que se
sucedieron fueron similares. La prueba de todo esto que
afirmamos lo da el hecho que el extraordinario progreso se hizo
sin la tutela de un partido político, porque el PAN (Partido
Autonomista Nacional), no gravitó en la experiencia roquista.
Roca no fue un jefe de partido, ni un tribuno, ni un líder de
masas. No fue un Mitre, o un Alsina, o un Aristóbulo del Valle, o
más tarde un Alem. Tampoco lo quería ni lo sentía. Roca era un
protagonista de hechos y cosas nuevas. Como él bien decía, que
era un gobernante que ofrecía “Paz y administración”.
El análisis del gobierno de Roca hay que hacerlo,
ineludiblemente, en el contexto del país que en esos momentos se
vivía. Había una generación de hombres muy ilustrados en quien
se debía depositar la responsabilidad de gobernar, más allá de las
disputas electorales y que algunos no podían tener acceso, pero
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 186 -
no por falta de idoneidad sino porque tenían una mirada
partidista en el proyecto de avanzar hacia una transformación.
Creemos que estos debieron adecuarse a las circunstancias y
producir un cambio paulatino en las formas políticas de
conducirse y lograr la pureza electoral, que era indudablemente
una necesidad cívica. Ya se había empezado por la creación de los
registros civiles, Pablo Riccheri estaba en Europa estudiando la
organización militar para adaptar un registro militar, o sea un
padrón militar electoral, que más adelante se adoptaría. Roca y
Joaquín V. González intentaron en 1902, producir un cambio
mediante el cual se proponía el padrón militar para votar
secretamente, pero el régimen imperante que ya se había puesto a
la defensiva, justamente por la intransigencia del sector
radicalizado, lo rechazó. El proceso político de acceder al poder
mediante el voto libre ya había empezado y no era necesario
recurrir a los golpes militares para lograrlo, simplemente era
considerar a los gobiernos anteriores como legítimos y dispuestos
a colaborar en una marcha hacia la pureza electoral.
El progreso no se había centralizado solamente en
Buenos Aires, la creación de la ciudad de La Plata fue un ejemplo
de tesón y fecunda laboriosidad. El gobernador de la Provincia de
Buenos Aires, Dardo Rocha, exaltaba la rapidez y la modernidad
de la ciudad de La Plata, cuya piedra fundamental se colocó el 19
de noviembre de 1982. Sin embargo, no obstante el elogio del
general Roca, por la rapidez con que todo se había concebido, el
propio presidente, hace una crítica respecto a que la ciudad se
había proyectado en un campo liso, lleno de esteros.25 El diseño
de la ciudad estuvo a cargo del ingeniero argentino Pedro Benoit.
Dardo Rocha tuvo la poca “cintura” política como para
promoverse candidato a presidente en 1881. A Roca esto le cayó
muy mal y, además, conocía muy poco al “zorro” como para que
se quedara ajeno a su herencia política. Al presidente le pareció
prematuro hablar de candidaturas a un año de asumir el mandato,
por lo cual endureció sus relaciones con el gobernador platense.

25 Félix Luna: “Soy Roca” página 212 – mayo de 1994


Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 187 -
En otras provincias gobernaban en casi todas ellas
integrantes de la “Generación de 80”. En Entre Ríos su titular era
un compañero de Roca en la Campaña del Desierto y camarada
de tantas expediciones, general Eduardo Racedo, de brillante
gestión durante su mandato, quien creó instituciones educativas y
ferrocarriles entre otras obras. En Córdoba gobernaba su
concuñado, Miguel A. Juárez Celman, cuya gestión estaba a tono
con el gobierno nacional. Entre sus obras destacadas se cuentan,
iluminación a gas de la ciudad, creación de nuevas poblaciones, y
la gran obra del Dique San Roque, en el valle de Punilla,
catalogada la obra más grande de Suramérica. Esta obra produjo
grandes polémicas por el peligro en ciernes, si la pared del dique
no aguantaba la presión del agua. Sus responsables fueron el
emprendedor, el doctor Juan Bialet Massé y el ingeniero a cargo,
Carlos Cassaffoust. Sin embargo, al gobernador le tocó sufrir la
personalidad de su hermano, Marcos Juárez, quien tenía un perfil
autoritario y brutal. Las provincias cuyanas, con Elías Villanueva
en Mendoza y sus predecesores, posibilitaron un gran adelanto a
la naciente industria vitivinícola. El alumbrado eléctrico en San
Juan, en donde gobernaba Anacleto Gil, produjo un gran
progreso en educación pública, por cuya gestión obtuvo un
premio en un certamen presidido por Sarmiento. En Tucumán
había obtenido la gobernación Miguel Nougés y promovió una
gran euforia económica desarrollando la industria azucarera. En
Santa Fe gobernaba el prestigioso Simón de Iriondo, pero una
enfermedad se abatió sobre su persona y debió renunciar. Pero la
pujanza de la provincia estuvo a tono con las características del
gobierno nacional.
El presidente Roca tuvo actitudes de grandeza y de
espíritu pacificador con personajes con los que había discrepado
políticamente y, algunos casos, militarmente. Promulgó una ley
por la se reincorporó a Bartolomé Mitre con el grado de teniente
general y recomendó a los gobernadores su colaboración para la
obra sobre su Historia del general San Martín, en donde el Estado
se hacía cargo del costo de edición. También reincorporó a su
compadre Miguel Arredondo, con quien se enfrentó en Santa
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 188 -
Rosa. También mando a editar las Obras Completas de Sarmiento
y de Alberdi. El sanjuanino, no obstante, no dejó de atacarlo. Y
con respecto a Alberdi, Roca le había pedido que lo acompañara
en el gobierno como su asesor, pero en realidad Alberdi se sentía
enfermo y adujo que: hubiera sido un elemento disociador; no por
mí, sino por mis enemigos que habrían aprovechado de mi presencia
en el gobierno para azuzar a Roca.
La designación de “Generación del 80” es utilizada en
forma despectiva como así meritoria, por supuesto según la
ideología de quien la denomina. Pero, en realidad, ¿Qué es lo que
cuenta en la interpretación cualitativa? Sin duda, son los
resultados de la gestión de sus integrantes. Y estos son
significativamente positivos, cuando nuestra Nación trepó hasta
los primeros puestos de la calificación en el concierto mundial..
Se le quiere atribuir de un lado y de otro, determinadas ideologías.
Los críticos del 80 le atribuyen descendencia directa de la
“Generación del 37”, como si Alberdi, Echeverría, Gutiérrez,
Mármol, Cané, Sastre, Vicente López, y otros, tuvieran que rendir
prueba de conducta por sus ideales y filosofía; la “Generación del
37”, más allá del romanticismo que imperaba en esos círculos, fue
preeminentemente liberal, amante de las libertades públicas que
en esos momentos estaban en demérito absoluto en la acción del
gobierno de Juan Manuel de Rosas. Además, fue la ideología que
imperó cuando se redactó la Constitución de 1853. Es verdad que
la “Generación del 80” fue heredera de la del 37, porque si no
hubiera sido así, no habríamos tenido una república federal. La
del 80 estuvo integrada por hombres prácticos en la gestión
política desde el ángulo del gobernante, cuyos lemas salientes eran
orden, progreso, paz, administración. Exaltaban el orden como
instrumento esencial para conseguir el progreso con acciones
modernas. La conjunción de las ideas de Alberdi con la ejecución
práctica de Roca no es casual, es la integración, es el empalme de
dos generaciones que pensaban en objetivos e instrumentos
comunes. La paz y administración que enarboló Roca al iniciar su
gestión de gobierno, tenía su fundamento porque, como militar
que era, a la paz la consideraba una condición ineludible para
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 189 -
ejercer una buena administración. Pero considerar a la paz y a la
buena administración como esenciales y privativos de los
liberales, es minimizar la gestión administrativa de otros sectores
políticos. Sarmiento era un exponente de la generación, sin
embargo, decía que gauchos e indios no podían ser rescatados
para el nuevo estado social. Lo cual no era compartido por otros
integrantes de la generación; en absoluto, porque siempre había
un lugar dentro de la sociedad para todos los miembros de la
sociedad. Tampoco podían ser catalogados de anticlericales y que
sostenían la separación del Estado con la Iglesia. En realidad, lo
que hubo durante el gobierno de Roca fue un enfrentamiento con
el clero, por una confusión de roles de la Iglesia dentro del
vínculo, que más tarde se restaurarían. Demás está decir que no
se puede registrar a todos los integrantes con iguales proyectos e
identidades. Este agrupamiento se puede hacer dentro del marco
de la universalidad de conceptos generales sobre el progreso y
aun aceptando la diversidad de metodologías para obtener
resultados similares. Entre los escritores y científicos se les
atribuye pertenecientes a la generación según los tiempos
cronológicos que se ejecutaron sus obras y trabajos. Otro de los
motes asignados a la “Generación de 80” fue el de aristócratas y
elitistas. Esos calificativos se estrellan ante los hechos ciertos de
Roca, hijo de un sargento de la independencia; o Victorino de la
Plaza, que vendía empanadas, cocinadas por su madre, en la plaza
de Salta para solventar su pobreza; o Pellegrini, hijo de un
ingeniero, que para mantener su casa, se dedicó a la fotografía y
daguerrotipos porque no tenía trabajo para su especialidad; o
Miguel Cané, cuya casa de familia trabajadora, se convertiría en
refugio de los “acaudalados” liberales; y no digamos de Alberdi,
hijo de un pequeño comerciante; o Juan María Gutiérrez, que
tuvo que hacerse cargo de la familia por viudez de la madre, con
dos trabajos; o Esteban Echeverría, inspirador de la Constitución
del 53, a través de Alberdi, como éste mismo le reconoce, que
quedó huérfano muy joven, pero su lucha mereció el respeto de
toda la sociedad, que muriera muy joven también, en el
ostracismo, con pocos amigos alrededor; busquen otros
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 190 -
calificativos porque esos no son suficientes para descalificar la
extraordinaria gestión de gobiernos que nos colocara dentro de
los diez países del mundo más prósperos, con la mejor educación
de Sudamérica. Los que así piensan, que fueron aristócratas y
elitistas están tergiversando la historia. No le hagan daño a la
historia, que no es culpable de contar la realidad. La “Generación
del 80”, gobernó cuando le tocó, porque fueron los mejores
habilitados para tales fines. Guarden estos conceptos, aquellos
que quieren cambiar la historia, con argumentos más sólidos.
Hoy, los argentinos estudiamos lo necesario de la historia para
conocer que los motivos de sus detractores no son claros y, tal
vez, espurios.
X
La vida de Julio Argentino Roca tuvo un cambio radical
desde que asumió el gobierno en 1880. Pareciera una verdad de
Perogrullo, pero lo cierto que él como nadie, que alcanzara tan
alto cargo, se encontraba inmerso en un ámbito al que poco había
frecuentado, salvo en los tiempos que ofició de ministro de
Guerra, pero su gestión la hizo en mayor medida en campaña;
también como secretario privado de su tío Marcos Paz, en
circunstancias que éste sustituía a Mitre en la presidencia de la
Nación.
En 1880 su suegro, don Tomás Funes había muerto, y su
hija Clara, la esposa de Roca, había heredado la estancia “La Paz”,
que era una parte de lo que fue Santa Catalina, fundada en 1622,
por la orden Jesuítica de la Compañía de Jesús. La estancia estaba
en los faldeos de Ascochinga, con unas 8.800 hectáreas
inservibles para la agricultura, pero con cierta utilidad para la cría
de ganado resistente. La estancia se llamaba “Rincón de Piedra”,
pero cuando se firmó la paz entre la Confederación y Buenos
Aires, don Tomás le cambió el nombre por “La Paz”, en
homenaje al acontecimiento. Este sitio, Roca y su familia, lo
tenían como lugar de veraneo, y no como una explotación
agropecuaria. El lugar se prestaba porque era un lugar fresco y
por los riachos que cruzaban sus campos había saltos de agua que
daban la delicia de los más pequeños. El contratiempo era la
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 191 -
cantidad de visitas que recibían y trastrocaban los fines de
descanso apacible.
El 20 de junio de 1881 había nacido Agustina Eloisa, a
quien llamaron La Gringa, y posteriormente La Copeta, Josefina
Elena, que nació el 14 de abril de 1883, las dos últimas de su
prole, en la ciudad de Buenos Aires.
Como decíamos su vida se había transformado en
mundana, concurriendo frecuentemente a comidas, agasajos,
teatro y ópera. También a viajes al interior en donde se realizaban
fiestas de campo con las acostumbradas comilonas regadas con
abundantes vinos y licores. Roca era una persona metódica y no
gustaba mucho de esa vida de fiestas y saraos. Acostumbraba
trabajar mucho y ese estilo encajaba en sus necesidades de trabajo
y dedicación al cargo que ostentaba. Así, que al poco tiempo de
ejercer la presidencia, se fue alejando de la vida social intensa y se
ajustó a las obligaciones protocolares del ejercicio del cargo.
En 1885 compró una casa ubicada en la calle San Martín
577, entre Lavalle y Tucumán. Era una magnífica residencia con
un ancho zaguán que daba a un patio central abierto, al que más
tarde hizo vidriar el techo, siete dormitorios, antesala, sala,
escritorio y biblioteca. Roca hizo construir un pasadizo
subterráneo desde su jardín hasta la casa de su hija que daba
frente a la calle Tucumán, en prevención de alguna agresión. El
presidente tenía presente el ataque que recibió de Ignacio
Monges, un desequilibrado nacido en Corrientes que tuvo una
vida precaria; Roca se dirigía a pie al Congreso junto a Pellegrini,
el 10 de mayo 1886, para inaugurar el período de sesiones,
cuando fue atacado con una piedra en mano que estrelló en la
cabeza del presidente, causándole una herida importante en la
cabeza.
El proceso roquista llegaba a su fin, no inmediato, pero lo
suficiente como para que Roca comenzara a preocuparse por la
herencia que debía dejar. Como todo presidente, debe guardar las
formas, pero es indudable que pretende dejar en el gobierno a
quien continúe su obra. Su relación con Miguel Juárez Celman era
inmejorable y tenían afinidades comunes. Su concuñado había
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 192 -
hecho una excelente gobernación en Córdoba y en esos
momentos era senador por su provincia. Otro candidato con
serias aspiraciones era Bernardo de Irigoyen, pero no había
podido construir un consenso en las provincias, si bien él se
respaldaba en el apoyo del presidente, pero sabía, íntimamente,
que Roca no podía dejar de apoyar a Juárez Celman. Sin duda, a
quien más perjudicaba la candidatura del cordobés, era al propio
presidente, que sería acusado de nepotismo. Desde el punto de
vista individual Juárez Celman tenía dotes personales, que el
mismo Roca decía que eran superiores a él, por su condición de
marido ejemplar, muy apreciado por la familia Funes y por su
honestidad en el gobierno de Córdoba. El presidente no podía
dejar de apoyar a Juárez Celman, primero por las razones
expuestas, pero, además, porque no hacerlo sería muy ingrato no
corresponderle. En términos de la baraja no había quien tuviera
“triunfos” para oponerse a Roca. También otro que se lo
mencionaba era a Manuel Quintana, pero estaba muy lejos de las
posibilidades. Había que saber a quién apoyaría Mitre, aunque
podía influir mucho en la provincia de Buenos Aires y en la
capital; en el interior se le guardaba todavía reservas por la guerra
del Paraguay. Dardo Rocha, quien fue el primero que se
proclamó, no contaba, ciertamente, con el apoyo de Roca, lo cual
implicaba arrancar perdidoso. Los católicos seguramente no
apoyarían a ningún candidato que fuera promovido por el
presidente, quienes estaban todavía enojados por la sanción de la
ley 1420, los cuales eran una gran cantidad. Estos votantes
apoyarían a algún candidato mitrista, aunque los partidos
confesionales hasta ahora no habían tenido éxito. No obstante, la
Unión Católica proclamó como candidato a José Benjamín
Gorostiaga.
Don Bernardo de Irigoyen, en abril de 1885, emprendió
una gira en tren que tocaría a la mayoría de las provincias, al
mejor estilo norteamericano. El presidente Roca, en ejercicio de
un alarde de inconsistente prescindencia, fue a saludarlo a su casa
deseándole éxito en el periplo, pero recomendándole cuidados de
su salud, en vistas de la exigencia de los viajes. En realidad, Roca
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 193 -
apreciaba mucho a don Bernardo, pero las circunstancias no eran
propicias para que el presidente lo apoyara.
Miguel Juárez Celman era un político conocido en el
interior y además contaba con la relación de familia con Roca.
Por tal razón los gobernadores casi en pleno apoyaban su
candidatura, sin ni siquiera tuvieran que consultarle al presidente
para evitarle el compromiso. Todos los candidatos sabían que el
“candidato del comisario” sería quien en definitiva contaría con el
apoyo masivo. Así fue que don Bernardo renunció, también
Gorostiaga y Rocha. Sin embargo, los mitristas y los católicos no
querían entregarse sin lucha, por lo cual crearon el “Partidos
Unidos”, cuyo candidato sería Manuel Ocampo. A esta
candidatura adhirió Sarmiento, quien lanzó procacidades hacia
Roca, pero hicieron blanco en Juárez Celman. El presidente
prefirió no entrar en la lucha dialéctica y dejar a Sarmiento solo,
sin invocar preferencias presidenciales que, al parecer, no hacían
otra cosa que promover la candidatura de Juárez Celman a quien
acompañaría Carlos Pellegrini, que contaba con un enorme
prestigio personal e intelectual.
Las elecciones, como en los períodos anteriores, no
habían sido ni mejores ni peores. El binomio oficialista arrasó en
todas las provincias, menos en Tucumán. Los “Partidos Unidos”
ganaron la Capital Federal. Juárez Celman obtuvo 168 electores y
sería el nuevo presidente acompañado por Carlos Pellegrini.
Al despedirse del gobierno el general Roca decía: "Os
transmito el poder, con la República más rica, más fuerte, más
vasta, con más crédito y con más amor a la estabilidad y más
serenos y halagüeños horizontes que cuando la recibí yo".

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CAPÍTULO IX

Ahora el ganadero y el civilista

“Si queremos ser fuerza y poder en el porvenir, conviene que nos


mantengamos unidos y que todos nuestros actos lleven ese sello”
CARTA DE JULIO A. ROCA
A MIGUEL JUAREZ CELMAN

L OS CONCUÑADOS Roca y Juárez Celman


formaban una verdadera sociedad política, que
nada tenía que ver con la condición de estar
emparentados. Los dos eran auténticos federales, pero no de la
montonera federal que, como Sarmiento, la odiaban porque la
creían representantes de la rebelión y el desorden. Creían con
firmeza que ese anacronismo montonero debía terminar, para dar
paso a la modernidad de los ferrocarriles, la educación y la
vigencia de la Constitución. Ambos tenían ambiciones ciudadanas
de gobierno, no para el lucro personal, pero sí para la gloria de
sus egos y también de los sentimientos colectivos, inspirados en
los intereses del pueblo. Por supuesto que las aspiraciones
populares, hace ya más de un siglo y medio, tenían limitaciones
propias del entorno y la sociedad en que actuaban, que se
interesaba por las cuestiones públicas.

Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 196 -


Los actores de esos tiempos, ya lo hemos explicado
anteriormente, fueron los militares, abogados, ganaderos,
estancieros y otras expresiones de la actualidad económica o
profesional o social. Los demás eran meros espectadores
privilegiados de aquello que les tocaría, en una buena o mala
acción de gobierno. Lo cual indicaba que al votar, mientras no se
les escurriera, en el fraude, su participación era muy importante
en el concierto popular. Lo censurable era que fraude siempre se
practicaba, pero lo cierto que el fraude no era tan definitorio que
burlara la expresión mayoritaria. Tal vez incidía en alguna
diputación más o menos. Ya vendrían otros tiempos en que se
ajustarían las exigencias de las leyes. De todas maneras, hoy día,
en que el fraude electoral es casi inexistente, los fraudes son
económicos y hay funcionarios que roban hasta que los despiden
con los bolsillos bien forrados y la justicia nunca les llega.
Mientras tanto, hay políticos que se ocupan de la historia en
denuncia de aquellos fraudes electorales, que si bien eran una
calamidad para la República, los actuales no solamente merecen el
desprecio del electorado, sino la aspiración de que les caiga el
mazo de la justicia, aunque esto es cada vez menos frecuente,
cuyo resultado produce el descreimiento de la ciudadanía.
Como la mayoría de los personajes de la época las
aspiraciones más apreciadas era convertirse en estanciero, lo cual
facilitaba el bajo valor de la tierra. Roca, con la estancia “La Paz”,
no se sentía estanciero porque, en realidad, no la explotaba o
porque había llegado a su patrimonio por vía de la herencia. La
legislatura de la Provincia de Buenos Aires, en 1881, por los
servicios prestados en la Conquista del Desierto, le había donado
una estancia en el partido de Guaminí, llamada “La Larga”.
Recordemos que una ley nacional, en 1879, antes de que fuera
presidente Roca, premiara con tierras a jefes, oficiales y soldados
que habían participado en la Campaña del Desierto, cuyo único
excluido fue el general Roca. Esta ley provincial, que premiaba al
jefe de la Conquista del Desierto había sido un acto de justicia, no
solamente por la Campaña, sino por tantos actos en defensa de
las instituciones en diversas campañas militares. Para poblar “La
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 197 -
Larga”, Saturnino Unzué le regaló mil ovejas y dos manadas de
yeguas. También su amigo Gregorio Soler le regaló unos cuantos
carneros. Así, de esa manera, Roca se convirtió en productor
agropecuario, para lo cual contrató a Marcos Sastre (que nada
tiene que ver con el escritor), un ex capitán del ejército de
reconocida honradez, trabajador y con ansias de progreso;
también tenía la suficiente valentía para correr a los cuatreros que
eran una plaga, como en su momento habían sido los indios.
Luego de varios años el capataz se independizó, adquirió un
campo y Roca debió contratar a Joaquín Allende. Esa explotación
le dio grandes satisfacciones y para hacerla rendir debió
endeudarse con el Banco de la Provincia. Pero le dio los frutos y
se convirtió en una explotación de 53.000 hectáreas con un
hermoso casco de diez habitaciones.
Más tarde, en 1888, adquirió con la ayuda de su hermano
Ataliva, la estancia “La Argentina”, que estaba muy cerca de
Buenos Aires, en el partido de San Andrés de Giles y San
Antonio de Areco. Con Ataliva tuvieron una sociedad en la
estancia; el hermano mayor le facilitaba dinero cuando lo
necesitaba y el presidente le devolvía atenciones con sus
amistades, sin influir con el cargo. Sarmiento, como era su
costumbre, se ensañó con su hermano a quien calificaba como
ladrón al inventar el verbo “atalivar”, como sinónimo de robar.
Esta forma de influir en la opinión pública llega hasta estos días
para desacreditar al propio Julio Argentino Roca. En La Pampa,
Ataliva pagó al contado, propiedades de soldados y oficiales que
querían vender las que habían recibido. Donó tierras en La
Pampa, cerca de Toay, en cuyo lugar se fundó el pueblo Ataliva
Roca, el 20 de septiembre de 1902. El hermano del presidente era
un hombre ambicioso y de empuje, que emprendía negocios con
un concepto distinto del presente, quien aprovechaba el bajo
valor de la tierra en la seguridad que los tiempos agropecuarios
serían la llave del éxito de la economía Argentina. En 1881
presentó un proyecto para construir un ferrocarril desde Fuerte
Santa Teresa, sobre el Atlántico, en donde debía construirse un
puerto y aduana, hasta frente a la costa de Corrientes. De esta
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 198 -
manera se produciría la salida desde la costa correntina hasta el
Atlántico sin pasar por Buenos Aires. Más tarde, en 1884,
promovió la construcción de un puerto en Montevideo, pero
luego de varios cabildeos transcurrieron años hasta que
rechazaron los proyectos. Esta situación se mantuvo hasta que
recién en 1902 se construyó una obra similar, pero no de la
envergadura que proponía Ataliva Roca. Con estos proyectos los
promotores perdieron tiempo y dinero.
Otro de sus hermanos, Rudecindo, conocedor de las
tierras misioneras, porque estuvo de gobernador de Misiones
entre 1882 y 1891, fue uno de los pioneros de la selva misionera
por lo cual obtuvo tierras públicas. La tenencia de esas tierras ha
sido y son cuestionadas por los correntinos. Porque más allá de
esta controversia con Rudecindo Roca, protestaban airadamente
por la escisión de la mitad de su territorio a favor de la
gobernación de Misiones. La división del territorio, si bien es
cierto que los correntinos tenían el derecho de la protesta, no es
menos cierto, a la luz de la experiencia posterior sobre el manejo
de las distintas provincias, no era un desatino que sus superficies
fueran manejadas más eficientemente con menor territorio. El
fiel ejemplo es la provincia de Buenos Aires, con su elefantiásica
estructura de toda índole. La obtención de tierras públicas por
parte de Rudecindo Roca fue criticada, porque produjo un
enriquecimiento sustancial de su patrimonio. Era siete años
menor que Julio Argentino, fue militar y se retiró con el grado de
coronel. Participó en la Guerra del Paraguay y en la Campaña del
Desierto. Fundó el pueblo de San Martín de los Andes. Es decir
que la Nación le debía también importantes servicios.
Alejandro Roca recaló definitivamente en Río Cuarto
luego que adquiriera su campo y no aceptó de su hermano Julio
Argentino ningún cargo ni ofrecimiento. Fue el mayor de los
hermanos y existe un pueblo en la provincia de Córdoba que lo
recuerda.
En resumen; respecto a la acusación que se le hace a Julio
Argentino Roca, referido al enriquecimiento de sus hermanos con
la compra de tierras fiscales, diremos que en la mayoría de los
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 199 -
casos fue lícito, aunque no pudoroso ni mucho menos. No se
trata de que el presidente hubiera desconocido totalmente a sus
hermanos. Tal vez hubieran ocupado cargos de gobierno, pero
aun así se lo hubiese acusado de nepotismo, cargo que en esos
tiempos era más indecoroso. También es cierto que aquello que
más abundaba en esos momentos era la tierra sin cultivar y sin
uso productivo, y que sus hermanos eran hombres interesados en
la producción y en los negocios. No es posible analizar con los
ojos del presente con aquello que ocurría ciento cincuenta años
atrás26.
II
Suponemos, porque él no lo expresara, que la vida de un
hombre de acción, retirado de la actividad directa, acostumbrado
al mando de subordinados, primero militares y los últimos seis
años civiles, no le habrá sido de cómoda adaptación. Sin
embargo, el derrame del período presidencial que expiró, lo
mantuvo ocupado en atender asuntos que habían quedado sin
concluir por aquellos que tenían intereses con el Estado. Por lo
cual debía tener entrevistas con el nuevo presidente, que vivía en
un hermoso palacete en la calle 25 de Mayo entre las de Tucumán
y Lavalle; apenas dos cuadras de la casa de Roca.
También le dedicó un tiempo a revisar los adelantos de la
estancia “La Larga” y a optimizar los resultados económicos de la
explotación. La estancia “La Paz” lo recibió para pasar el verano
con su familia, no obstante que la relación con su esposa Clara
pasaba por un momento de crisis. Convinieron con su esposa que
sería para bien de la pareja poner distancia entre ambos, por lo
cual, siguiendo una tradición inaugurada por Avellaneda, realizaría

26
Otros presidentes, han beneficiado a hermanos, hijos y parientes y sin embargo nadie
ha osado inferirles algún cargo. Hemos visto y somos testigos, cómo se beneficiaron
tíos pudientes de un presidente con giras europeas o giras de pesca de amigos y
parientes trasladados por el avión presidencial. También hermanos e hijos ocupando
cargos, en algunos casos ministeriales sin lanzarse campañas de corrupción o
nepotismo, a las cuales de ningún modo adheriríamos, como no adherimos a las
campañas en contra del general Roca, porque sus hermanos se enriquecieron
comprando tierras fiscales.
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 200 -
un viaje a Europa, en el que se destacaría la vinculación con
representantes de potencias extranjeras.
De regreso en Buenos Aires con tiempo suficiente para
preparar el viaje, emprende el viaje a Europa en compañía del
joven abogado Enrique García Merou, quien en un acto
académico en la Facultad de Derecho, el 28 de mayo de 1880,
leyera la conferencia de Juan Bautista Alberdi, “La omnipotencia
del estado elimina los derechos individuales”. Lo acompaña
también, su gran amigo el coronel Artemio Gramajo, eximio
cocinero y catador. Propio de la Argentina opulenta a que se
encaminaba el país, en abril de 1887, Roca y sus compañeros de
viaje, llegó a la Boca para embarcarse a Montevideo junto a una
centena de amigos que lo acompañarían hasta la capital uruguaya,
en el vapor de la carrera Eolo. La noche de la travesía transcurrió
en una gran fiesta a bordo. A la mañana siguiente el general Roca
visitó al presidente Santos; a la noche despidió a sus amigos en el
vapor de la carrera de vuelta a Buenos Aires y se embarcó con sus
acompañantes en el buque Congo rumbo a Europa.
La travesía del Atlántico culminó en el puerto de Burdeos
y de allí a París en donde fue agasajado por el cuerpo diplomático,
por la colonia argentina y por funcionarios franceses. También la
embajada argentina había preparado una visita al presidente
francés F. P. Jules Grévy. Pudo observar la influencia
arquitectónica dispuesta en el diseño de parque y paseos, por el
intendente Torcuato de Alvear en Buenos Aires, al estilo de las
avenidas de París por el Barón Haussmann, indicadas por
Napoleón III. Gramajo se regodeaba con las cenas plenas de las
delicias de los restaurant parisinos.
A mediado de junio de 1887, premeditadamente, los tres
viajeros cruzaron el Canal de la Mancha rumbo a Londres, para
asistir el 20 de junio al Jubileo de Oro del Reino Unido de la
Reina Victoria. Tal acontecimiento implicaba haber tomado las
reservas de alojamiento con mucha anticipación, lo cual
demostraba que el viaje había sido planificado tiempo atrás. A
estas alturas del reinado, la reina Victoria había recuperado su

Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 201 -


popularidad 27 . La fiesta tuvo un gran colorido con una gran
cantidad de carrozas que desfilaban, banquetes a los que estaban
invitados cincuenta reyes y varios centenares de príncipes. La
carroza, la más bella, con incrustaciones de oro, partió desde el
palacio de Buckingham y depositó a la reina Victoria en la abadía
de Westminster, aclamada durante todo el trayecto. En realidad el
Jubileo era una fiesta real, pero también muy popular, tal el
concepto arraigado en la cultura inglesa.
El ex presidente Julio A. Roca recibió un homenaje en el
hotel Star & Garter, ubicado en Richmond Hill, en una colina a
15 kms al Suroeste del centro de Londres. Este hotel estaba
rodeado de grandes parques y jardines y en 1916, la reina María y
la Cruz Roja Británica, lo destinó para retiro de soldados y
marinos discapacitados sin límite de tiempo y de cualquier rango,
lo que indica un gran sentido de la democracia y de los valores
por los derechos individuales. Al ágape asistieron más de 300
personas; entre los ingleses se encontraban apellidos muy
relacionados con nuestra historia, como Roberts, Parish, Coghlan,
Murrieta, Drabble, Henderson, Hunter y otros; y entre los
argentinos estaban, Máximo Terrero y su esposa Manuelita Rosas,
el ex ministro Victorino de la Plaza y el ministro en Londres Luis
Domínguez, ambos de gran actuación en la crisis del 90.
Al nombrar el apellido Murrieta vale recordar y relatar las
relaciones con la Argentina y que la acción de Alberdi benefició al
gobierno de Roca, no obstante el mal recuerdo que tuvo el
presidente argentino para su comprovinciano, en oportunidad de
que Alberdi decidiera retornar a Europa en 1881. El gobierno de
Santa Fe le había encargado a Alberdi, en ocasión de su visita al
27 La reina Victoria gozaba de mucha popularidad, pero una intriga palaciega en 1839 le
produjo un revés, siendo silbada en apariciones públicas. Esto ocurrió cuando el
abdomen de la dama de compañía de su madre, Flora Hastings, comenzó a abultarse
rumoreándose que estaba embarazada fuera del matrimonio de John Conroy. Flora se
negaba a ser revisada desnuda, pero más tarde accedió, demostrándose que era virgen.
Cuando Lady Flora murió a los pocos meses, la autopsia reveló que tenía un tumor en
el hígado que le había producido la muerte. La reina, que no tenía aprecio de Flora ni de
Conroy, fue acusada por los conservadores de contribuir a extender los rumores falsos
sobre Lady Flora. El resentimiento de la reina venía de una conspiración en el caso
Kesington, de John Conray, a la que aparentemente había contribuido Lady Flora.
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gobernador Simón de Iriondo, cuando se instituyó su nombre a
una población vecina a Rosario, la gestión de negociar con la
firma Cristóbal Murrieta y Cía., banqueros de Londres, una deuda
que la provincia tenía por un empréstito con la banca londinense.
La oferta del gobierno santafecino consistía en la entrega de siete
lotes de ciento sesenta mil setecientas hectáreas, en garantía y
pago del empréstito. Pero como Alberdi estaba impedido de
viajar les solicitó, que algún representante de la firma de Londres
viniera a París, para terminar las conversaciones. El socio José de
Murrieta visitó a Alberdi en su hotel, quienes llegaron a un pronto
acuerdo, en el que los banqueros londinenses desistían de sus
reclamos y, en cambio, el gobierno le ofrecía una opción de
compra de tierras del Ferrocarril Central Argentino. En diciembre
de 1881 se firmó el acuerdo entre los representantes de los
acreedores y Juan Bautista Alberdi. Posteriormente, en 1884, se
funda la Compañía de Tierras de Santa Fe, de la que Cristóbal de
Murrieta es uno de los principales dueños.
Durante el banquete el cual nos referimos, lord
Revelstocke pronunció en inglés un discurso donde alababa las
relaciones anglo-argentinas y por supuesto, las inversiones del
Reino Unido en nuestro país, “…abrigando las esperanzas que el
orgullo que ha cifrado hasta ahora la República Argentina, será
siempre uno de los fines de su gobierno”. El ministro
Domínguez agradeció un brindis que se hiciera por el presidente
Juárez Celman. Luego habló Frank Parish y dijo que era hijo de
Woodbine Parish Robertson, que fuera embajador británico en
Buenos Aires y sobrino de John Parish Robertson, que participara
en las invasiones inglesas y luego se radicara como comerciante
en Buenos Aires. Frank, que era directivo de varias empresas
ferroviarias, dijo que su padre había dejado escritos muy
importantes sobre política y vida de Buenos Aires. Asimismo, en
idioma español, hizo un elogio muy detallado de Roca, sobre su
vida militar y también sobre su gobierno. Cerró los discursos el
general Roca, luego de escuchar hurras por el agasajado. Inició la
disertación y se refirió a varios soldados y marinos que lucharon
por la independencia de nuestro país, como Cochrane, O’Leary y
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al almirante William Brown. Antes de retirarse la concurrencia, se
fumaron cigarros y bebieron los exquisitos cognac y brandy.
El viaje continuó y pasaron a Holanda y Bélgica en donde
se le unieron el hijo de Roca, Julito, y el hijo del presidente Juárez
Celman, Miguel Ángel, ambos de dieciséis años. Luego de unos
chapuzones en las playas de Ostende, siguieron por el valle del
Rhin. En Suiza fueron a Zurich, Berna y Lucerna, mientras
recibía un pedido de Ambrosio Olmos para que, en su carácter de
ex presidente argentino, negociara un préstamo para la provincia
de Córdoba por seis millones pesos oro, otorgado por un
consorcio francés. Esta gestión le llevó nuevamente a Paris, en
donde se quedó por un tiempo prolongado, a la par que mantenía
correspondencia con Carlos Pellegrini, quien le contaba cómo
iban los acontecimientos políticos y en particular los económicos.
A este respecto el “Gringo” lo calmaba en el sentido que las
variables económicas estaban controladas, no obstante lo
peligroso del endeudamiento que se había producido en los
últimos años. Durante la estancia en París visitó al emperador de
Brasil, Don Pedro II, y se entrevistó con los encargados de la
Exposición Universal de 1889, con el fin de que la presencia
argentina le otorgara mayor brillo a la muestra. A mediados de
diciembre partieron Roca y García Merou con destino al Sur de
Francia, visitaron Marsella, Niza y Monte Carlo. En Tolón visitó
los astilleros famosos. El principio del año 1888, lo encontró en
compañía de los Bemberg y los Zuberbühler.
Durante el mes de enero viajó por Italia, visitó Roma,
Nápoles y Florencia, donde se entrevistó con el rey Umberto.
En febrero le llegó la noticia que había sido elegido
senador, aunque Pellegrini le informó que no era urgente el
juramento de posesión del cargo. De modo que siguieron los
paseos, las visitas diplomáticas y los banquetes que en muchos
lugares le ofrecían, especialmente en Italia, de donde la Argentina
había recibido gran cantidad de inmigrantes. De Italia fue
nuevamente a París donde estuvo dos meses, y luego a Irlanda y
Londres. El gobierno del Imperio Alemán lo invitó a visitar su
país. Allí tuvo experiencias importantísimas en donde observó la
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 204 -
organización del ejército y participó de una revista de la
guarnición de Berlín que entraba a esta ciudad, junto con el
Emperador a la cabeza de las maravillosas tropas. La entrevista
con el legendario Bismarck tuvo ribetes que nunca los olvidó, sea
por la personalidad del emperador como por la condición de
militar de Roca ante el jefe de uno de los estados más militaristas.
Tenía como objetivo entre sus políticas de estado, aún no
cumplidas, la transformación del ejército como instrumento de la
institucionalidad argentina. Quería unas fuerzas armadas
profesionales, con menor cantidad de enganchados, oficiales
especializados en las distintas artes profesionales de la actividad.
Quería el servicio militar obligatorio, para hacer de los soldados y
marineros hombres que fueran instruidos no sólo en las
cuestiones militares sino también como contribución a la
alfabetización de los incorporados. La escuela entraría en el
pueblo desde pequeños, pero también junto a la instrucción
militar, como palanca de preparación de las preliminares del
enganche para la carrera de suboficiales.
Tal como había programado, el último país que visitó fue
España agasajado por distintas colectividades. Luego de esta
estancia en la tierra de sus abuelos partió hacia Buenos Aires
desde Barcelona a abordo del paquebote italiano Duca di Galiera.
Era octubre de 1888 y en septiembre había muerto Sarmiento.
III
Inmediatamente arribado a Buenos Aires el 31 de octubre
de 1888, luego de 19 meses de ausencia, Roca se incorporó al
nuevo cargo en el Senado. Habían llegado a oídos del ex
presidente rumores sobre ciertas actitudes de Miguel Juárez
Celman de intervención en la política lugareña de algunas
provincias, como Mendoza, Tucumán y Córdoba. Aquello que
más le llamaba la atención era que las conjuras estaban orientadas
en contra de amigos suyos, como Tiburcio Benegas, Ambrosio
Olmos y Juan Posse, que no era su amigo, pero se trataba de un
comprovinciano.
Roca se había equivocado de medio a medio con la
candidatura de Miguel Juárez Celman; por de pronto a él se lo
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 205 -
había hecho a un lado y todos los aliados del presidente trataban
de evitarlo. No obstante, Roca estuvo acertado en tomar
distancias del nuevo gobierno, con el viaje prolongado por
Europa.
Las situaciones provinciales, en el período de Roca, se
habían manejado con astucia y con prudencia en procura de
evitar situaciones conflictivas. En cambio su sucesor, se encargó
de crear un conflicto en Tucumán –provincia que había votado
en contra de Juárez Celman–, que terminó con el derrocamiento
del gobernador Juan Posse. Luego siguió con Córdoba en contra
del gobernador Ambrosio Olmos, a quien le armó un juicio
político en complicidad con la legislatura afín al presidente.
Quería instalar en la gobernación a su hermano Marcos,
circunstancia que logró con posterioridad. Tiburcio Benegas era
gobernador de Mendoza, también amigo de Roca, en donde
ocurrió un hecho en el que tuvo participación Pellegrini. Rufino
Ortega, un incondicional de Juárez Celman, le armó una
revolución al gobernador a quien obligó a renunciar. Como
Pellegrini estaba a cargo del Poder Ejecutivo por ausencia del
presidente en uso de vacaciones, le tocó enfrentar con firmeza a
algunos ministros nacionales y envió un comisionado con la
orden de reponer al gobernador Benegas. Al poco tiempo, el
gobernador repuesto, tuvo que renunciar por las presiones que
tuvo de la legislatura, que estaba dominada por el revolucionario
Ortega.
Roca se convenció que el sistema de Juárez Celman era
exclusivista con el cual no debía complicarse, pero que había
personajes muy valiosos como Carlos Pellegrini. A Juárez Celman
indudablemente lo había mareado el poder y era procedente que
actuaran las instituciones de la República, pero se optó por otras
soluciones reñidas precisamente con el sistema republicano. Ya
veremos. A todos engañó la buena gestión que había realizado en
la provincia de Córdoba. Al propio concuñado, Julio A. Roca, lo
había dejado mal parado al jugarse por él. El ex presidente no
tardó en darse cuenta que Juárez Celman no era el personaje que
conocía. Una carta enviada por Roca a Gregorio Torres el 5 de
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 206 -
marzo de 1889, pone de manifiesto el desengaño que tuvo con su
concuñado. En la carta dice: “De Juárez no tengo nada que
esperar sino que continúe con sus maldades y bajezas conmigo.
Las viles y ruines pasiones que nuestro presidente tenía en
germen y medio ocultas, han florecido espléndidamente en el
poder. (…) Pero mi pesar más grande es la responsabilidad que
tengo ante el país por tanta torpeza que he cometido al servir de
puente y barrer el camino ante tanta inmundicia”28
Pellegrini que veía impávido, desde el Senado, como se
sucedían los acontecimientos, entre errores en el plano
económico y como consecuencia en el político, o a la inversa,
presentía que los personajes muy comprometidos con la
oposición tramarían alguna acción para la toma del poder. El
vicepresidente permanecía con la menor exposición pública
posible.
Juárez Celman creía que con la máquina montada por
Roca en su gobierno, él sería el beneficiario de todos los actos
positivos de una concepción de gobierno basada en el
modernismo que tuvieron una ejecución meteórica, como la
inmigración, la capitalización de Buenos Aires, la promoción
educativa, la extensión de ferrocarriles, la ocupación territorial,
fijación de fronteras y el consecuente aumento de la producción
agrícola, con la llegada de capitales de inversión de riesgo, tal
como lo había pronosticado Carlos Pellegrini, entre otros,
después de su viaje a Europa.
Pero el adelanto que se había producido requería la
continuidad de políticas de estado coherentes con el modelo
iniciado en 1880. Sin embargo, el despilfarro de los dineros
públicos y el afán de lujo que impuso al gobierno Juárez Celman,
que se trasladó también a las provincias, cambiaron los registros
de la economía. En 1887 Pellegrini le escribía a Roca en donde le
decía: “Un economista extranjero acostumbrado a estudiar aquellas plazas
donde las oscilaciones son pequeñas y sujetas a cuatro reglas fijas, traído
aquí se le quemarían los libros y nos declararía locos o tontos”.

28
“Apogeo y crisis del liberalismo” Gustavo Ferrari
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 207 -
Nuevamente en 1889 Pellegrini viajó a Europa para
buscar apoyo financiero en Londres y París, para hacer frente al
caos económico que se avecinaba. A fines de ese mismo año
retorna a Buenos Aires sin obtener, en general, resultados
positivos. En vistas de la ausencia de Pellegrini, Roca aceptó la
designación de vicepresidente 1º del Senado, que estaba tercero
en la sucesión presidencial, en prevención de alguna actitud
insensata de la oposición, como se lo había presagiado Pellegrini.
Se enajenaba el patrimonio ferroviario en aras de obtener
mayor liquidez de caja y enarbolar un supuesto liberalismo, pero
no era otra cosa que pensamientos de pacotilla. Aquella forma de
pensamiento también estaba en Roca, pero no para entregar una
herramienta fundamental de la formación estructural de la
economía y de su exigua independencia. Personajes
representativos de capitales ingleses compraron ferrocarriles en
las provincias de Mendoza, Entre Ríos y Santa Fe. También
Máximo Paz, gobernador de Buenos Aires, primo hermano de
Roca, vendió el F.C. Oeste, que era un ejemplo de eficiencia. La
inversión privada era importante para la financiación de bienes de
producción con riesgo inherente para los capitales privados, pero
la enajenación de activos ferroviarios, que estaban en producción
con rentabilidad, era un contrasentido con la emancipación
económica que se buscaba. Estos actos produjeron en Roca una
gran desazón, cuya razón se explicaba porque no se seguían las
políticas de estado que habían continuado en esta materia
Sarmiento, Avellaneda y él. Ya se presentaba en la política
argentina esa maníaca actitud de desarmar aquello que el
gobernante anterior había construido. Roca en el gobierno,
prosiguió la obra que dejaron Sarmiento y Avellaneda en materia
de inmigración y educación. Por lo tanto hubiese correspondido a
Juárez Celman, proseguir los proyectos que en origen ferroviaria
habían iniciado los gobiernos anteriores.
Las relaciones entre Roca y Juárez Celman eran muy
tirantes desde los acontecimientos en Córdoba con don
Ambrosio Olmos. Este enfriamiento de la amistad entre los
concuñados repercutía en las dos hermanas que eran muy
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 208 -
afectuosas entre sí. Pero Roca no podía permanecer impávido
ante el cúmulo de insensateces, que alejaban al Estado de las áreas
de gobierno. Se habían entregado a particulares la explotación de
los puertos de Mar del Plata, Quequén y Bahía Blanca. El
Congreso era también cómplice, aunque a desgano, de la venta en
Europa de 24.000 leguas de tierras feraces. La emisión de papel
moneda sin el debido respaldo hizo proliferar la creación de
bancos con el consecuente aumento del precio del oro y
encarecimiento de la vida, que redundaba en el malestar de la
población y en el descreimiento de la nueva política.
Los críticos de Roca han opinado que el gobierno de
Juárez Celman era la continuidad del período anterior, pero nada
más equivocado, no obstante que el proyecto había sido
inaugurado por el presidente anterior. Juárez Celman recibió la
prosperidad económica, producida por la transformación
estructural de la Argentina del gobierno de Roca. En el período
presidencial siguiente se debía regular ciertos parámetros de la
economía, además de continuar con el desarrollo de los
ferrocarriles, preparar las fuentes de trabajo de los inmigrantes
que llegaban en una cifra cercana a las 300.000 personas, nuevos
edificios donde albergara dependencias del estado. En la tarea de
la capitalización, que había quedada congelada por veinte años,
requería la construcción de nuevos edificios acorde a la
transformación estructural y a la modernización que requería el
nuevo estado. En el plano económico, se habían utilizado
reservas en oro que debían recuperarse para no correr el riesgo de
inflación, como se presumía que estas inversiones en activos fijos
producirían. Lejos de cuidar la emisión monetaria se gastó
desmesuradamente. Roca inauguró un gobierno pragmático que
defendía la ideología nacional, demostrada en los tratados
internacionales con Chile, en la preservación de los ferrocarriles
como instrumento de la soberanía; en materia educativa sancionó
la ley de enseñanza pública, obligatoria y gratuita. Los actores
parecían los mismos pero la acción de gobierno se diferenciaba
en los hechos y en los resultados.

Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 209 -


¡Tu quoque juventud! (En tropel al éxito), aparecida el 20
de agosto de 1889. Este movimiento juvenil dio paso a un mitin
en el Jardín Florida, realizado el 1º de septiembre. El oficialismo
pretendió disimular la mala gestión de Juárez Celman con un
banquete ofrecido por la juventud de incondicionales, en donde se
proclamó a Juárez Celman como “Jefe Único” del Partido
Nacional. La reacción de la oposición produjo el nacimiento de la
“Unión Cívica de la Juventud”, fundada por Francisco
Barroetaveña, a partir de su publicación en el diario La Nación: ¡Tu
quoque de 1889¡ Los participantes no eran desconocidos en el
ámbito político, porque ya habían actuado en los “Partidos
Unidos”, sobre todo en la Capital Federal, en donde habían
vencido a Juárez Celman. Estaban los mitristas, lo nacionalistas
católicos y algunos jóvenes brillantes, como Barroetaveña y
Leandro Alem, que en definitiva, criticaban lo mismo que Roca.
En este caso el ex presidente no podía pretender la exclusividad
del desacuerdo.
La Unión Cívica de la Juventud se transformó en la Unión
Cívica, como partido político, bajo la presidencia de Leandro
Alem 29 , quien era un romántico de larga barba, orador por
excelencia, admirado por sus seguidores en el debate por la
capitalización de Buenos Aires. El 13 de abril de 1890 se realizó
un acto en el Frontón Buenos Aires; habló en primer término el
ex presidente Bartolomé Mitre; también lo hicieron Aristóbulo
del Valle, Vicente Fidel López, Bernardo de Irigoyen, Mariano
Demaría, Luis Sáenz Peña y muchos más oradores. Concluido el
acto la concurrencia marchó hacia la Plaza de Mayo, en medio de
vítores a la Unión Cívica. El 18 de abril renuncia el gabinete y es
nombrado otro a sugerencia de Carlos Pellegrini.
Mientras Alem recorría los barrios y en cada uno de ellos
hacía mítines, la efervescencia de sus seguidores era desbordante.
Juárez Celman vivía atrincherado en su casa con guardias

29 Le llamamos simplemente Leandro Alem, porque así como se cambió el apellido,


transformando la n (Alen) en una m (Alem), hay versiones, por ejemplo en la biografía
de Álvaro Yunque, que dicen que su segundo nombre era Nicéforo y otras que
adoptaba la n como una abreviatura de su nombre Leandro (Ln Alem).
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armados. Todos los rumores se orientaban hacia una revolución
encabezada por Alem. En cada reunión pública a la que concurría
dejaba entrever el afán de que el gobierno cayera. Sugestivamente
Bartolomé Mitre anunció un viaje, cuya lectura dejaba entrever
entre líneas que lo que pretendía era no verse envuelto en una
pueblada. En realidad ya había estado en otras y no le había ido
bien.
Roca observaba los acontecimientos sin saber cómo
actuar: no podía ponerse del lado del gobierno porque éste
transgredía las leyes, pero había gente de mucha valía como
Carlos Pellegrini; pero tampoco aliarse a los opositores con los
que nunca había tenido afinidades, sobre todo en actitudes
revolucionarias en abierta violación a la Constitución. Roca junto
a Pellegrini, astutamente, con el fin de descomprimir la situación,
el vicepresidente hizo correr el rumor que las candidaturas de
Pellegrini, Roca ni de Cárcano –íntimo de Juárez Celman- serían
proclamadas para reemplazar al presidente. Nadie se podía llamar
a engaño: las candidaturas de Roca y de Pellegrini no existían y
además eran inconstitucionales, y la de Cárcano era la única para
suceder al presidente llegado el momento, lo cual era una forma
de anular tal candidatura.
IV
Pero el 2 de mayo de 1890 sucedió la muerte de Clara
Funes de Roca, que evitó al ex presidente tener que manifestarse
por el momento, con alguna definición política. La muerte de su
esposa se debió a una hemorragia cerebral (ACV) masiva, cuando
apenas tenía treinta y seis años y dejaba 6 hijos: Julito que
cumpliría diecisiete años el 17 de mayo, Elisa Clara de catorce
años, María Marcela de trece años, Clara de once años, Agustina
de nueve años y Josefina Elena de siete años. Doña Clara no
había tenido un matrimonio feliz, más allá de la felicidad que trae
consigo el nacimiento de varios hijos. Era una dama en todo el
sentido de la palabra y no merecía tener que soportar las
infidelidades de su esposo, al punto que debió intervenir un
obispo para evitar el desenlace matrimonial. Él se justificaba de
una forma machista y prejuiciosa. Pero no olvidemos que la
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 211 -
Argentina se caracterizaba por su hispanismo autoritario y
machista. Varios hombres públicos gozaron de la impunidad de
género, como Sarmiento, Rosas, Alberdi que tuvieron hijos que
escondieron; Luis Sáenz Peña tuvo una hija de la cual se enamoró
su hermanastro, Roque Sáenz Peña, por cuya razón se fue al Perú;
también Manuel Quintana tuvo una vida extra marital. La viudez
de Roca fue un hecho que alteró su vida en forma muy relativa e
insignificante, salvo el dolor por la pérdida de la madre de sus
hijos. Sobre todo al tratarse de un hombre rico que los gastos en
educación no afectaban su presupuesto y, además, encontraba las
personas que le facilitaron las cosas, casi como una constante en
la vida del general. A Julito lo envió a un internado, y con las
cinco niñas contribuyó a la solución la señora Joaquina Arana de
Torres, hija de Felipe Arana, el ministro de Rosas, quien le cedió,
con el acuerdo de la propia interesada, una de sus institutrices,
Miss Fanny Smith, quien demostró una gran profesionalidad,
haciéndose responsable de la conducción y educación de las cinco
hijas.
Estos hechos de los hombres públicos que tienen que ver
con su condición de seres humanos, que han vivido en culturas
proclives a diferenciar ostensiblemente los géneros de las
personas, han sido callados por sus biógrafos como si no hayan
sido parte de sus vidas. La heroicidad, la honestidad, la eficiencia,
como otros tantos valores de los políticos, son las condiciones
positivas de un dirigente, pero han vivido también hechos
negativos que lastimaron a terceras personas de su entorno. De
Miguel A. Juárez Celman no hemos hecho una síntesis positiva de
su gestión, sin embargo, es justo que realcemos su honestidad y
fidelidad con su esposa.
Así también diremos que Roca tuvo una vida en campaña
en absoluta libertad, mientras su esposa esperaba en casa de su
padre. El joven general no desperdiciaba oportunidad que se le
presentase para tener una aventura sentimental. Sin embargo,
pese a que no tuvo un matrimonio de encantamiento amoroso,
cuando Clara murió, él tuvo una gran depresión y tristeza, tal vez
abonada por el remordimiento de su vida licenciosa. Le escribe a
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 212 -
su hermano Alejandro: “Ya te debes imaginar cómo estará esta
casa, faltando ella, que era un modelo de madre y esposa. ¡Pobre
Clara! Me ha desgarrado el alma verla morir. Ha muerto como
una santa y más linda que nunca”.
Pero aquello que no fue una aventura, fue su amor, quizá
el único amor de su vida, con Guillermina María Mercedes
Oliveira Cézar Diana de Wilde.

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CAPÍTULO X

El Zorro y el Gringo

“Cierto príncipe de nuestro tiempo, al que no es oportuno nombrar,


no predica más que paz y lealtad, cuando de la una y de la otra es
acérrimo enemigo.”
NICOLAS MAQUIAVELO

JULIO ARGENTINO ROCA, EL ZORRO, y Carlos


Enrique José Pellegrini, el Gringo, formaron una
sociedad política que condujo directa e indirectamente
el crecimiento económico, educativo, cultural y social de la
República Argentina durante veinte años; se constituyeron los
coetáneos más conspicuos al encabezar la Generación del 80.
El estado de situación y los acontecimientos que se
avecinaban necesitaba más que nunca de una sociedad dirigente
lúcida para encauzar el país en el orden que regía durante el
período de Roca, y se desbarataran los intentos alocados de
romper el orden constitucional.
En los centros de reunión popular no se dejaba de hablar
de revolución, en los cuarteles se discrepaba abiertamente contra
el poder civil gobernante a quien debían acatar. Demás está decir
que Roca veía esta situación con gran dolor y pensaba que todo el
trabajo por mantener el orden institucional, y la reputación que el
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país había ganado al mantener durante seis períodos
presidenciales la vigencia de la Constitución nacional, se caería
como un castillo de naipes si las versiones que corrían se
concretaran en realidad.
La conspiración civil comandada por Leandro Alem
estaba en marcha y el cuartel de operaciones era el estudio de los
doctores del Valle y Demaría. Los civiles que intervenían en el
movimiento junto a éstos, entre otros, eran Hipólito Yrigoyen,
Juan José Romero, Lucio V. López y Miguel Goyena, y los
militares necesariamente complotados para tener posibilidades
ciertas de éxito: el general Manuel J. Campos, el coronel Julio
Figueroa, el general Viejobueno, los coroneles Julio Figueroa y
Martín Yrigoyen, hermano de Hipólito, y el comandante Joaquín
Montaña. Hugo Ezequiel Lezama, en su libro “Balcarce 50”
narra: “Cuando el comité revolucionario decide elegir presidente de
la República del nuevo gobierno que surgirá con la revolución,
todos votan por Leandro Alem, menos Campos y Figueroa, que lo
hacen por Mitre”. Sin embargo, Caldas Villar dice que Aristóbulo
del Valle elige a Vicente Fidel López, a lo que se opone Alem.
Finalmente se resolvió que el presidente sería Leandro Alem y
vicepresidente Mariano Demaría. El 17 de julio se realiza una
reunión en casa del capitán Sumbland a la cual asisten todos los
jefes civiles y militares complotados, pero al día siguiente es
detenido el general Campos acusado de sedición y, entonces, al
quedarse sin el jefe militar cunde la desesperación en los civiles y
obliga a demorar el estallido.
Se atribuye a Roca y Pellegrini, y todo hace suponer que
así fue, un plan conducente a permitir que el movimiento
estallara, pero debilitarlo de tal manera que socavara el poder de
Juárez Celman y que la solución se diera con la asunción del
vicepresidente al cargo de titular del Poder Ejecutivo. Para esas
gestiones Roca se pintaba solo y puso en marcha una “zorrería”
para que Alem no se encumbrara, y sí se mantuviera el modelo
instalado en el 80, en la persona del “Gringo” Pellegrini.
Narra Félix Luna, en “Soy Roca”, el cometido que el ex
presidente se había propuesto. El coronel Toscano, quien había
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sido compañero de armas de Roca, era el jefe del regimiento en
donde estaba preso el general Campos. Roca le expuso al coronel
sobre la situación institucional que se plantearía si la revolución
triunfara, con un grupo tan heterogéneo en el poder. Además, le
pidió autorización al jefe del regimiento para entrevistar al general
sedicioso, a lo que el coronel Toscano no se opuso.
Roca logró convencer a Campos de mantener el orden
institucional con una salida de la crisis, con Mitre como prenda de
unión nacional. Pero como la revolución no se podía parar, por el
nivel que habían tomado los acontecimientos, le instruyó sobre el
plan que había preparado y que consistía en que Toscano le
permitiría que el regimiento fuera tomado y él –el general
Campos–, asumiría la conducción militar de la revolución. Así fue
que llegado el sábado 26 de julio varios regimientos habían salido
de sus cuarteles para levantarse en armas contra el gobierno
constituido. Campos marchó al Parque que había sido tomado y
demoró por todos los medios el ataque final. Esperó que de los
distintos cantones llegaran e hizo ejecutar por la banda que lo
acompañaba el Himno Nacional. No obstante la dilación de los
hechos que demoraban la salida de los revolucionarios, hubo
enfrentamientos sangrientos en los que se contaban más de mil
bajas entre los caídos de ambos lados. Alem presionó para que se
avanzara sobre los lugares estratégicos de la ciudad y Campos se
vio en figurillas para argumentar la inacción, hasta que al final le
dice a la junta revolucionaria que no hay suficientes municiones.
Esto fue un golpe mortal para la revolución. A todo esto,
Pellegrini, que había sido designado jefe de la represión, trató con
evasivas detener la respuesta bélica con el fin de ahorrar vidas
humanas. El jefe de policía, coronel Capdevila, leal al gobierno,
decidió irse a su casa a ponerse el uniforme de gala. Roca,
también trataba de frenar a Levalle y a Capdevila, su intención de
atacar el cuartel central de los sediciosos. Mandó efectuar un
cerco en la plaza Lavalle a lo largo de la quinta de los Miró
Dorrego y la plaza Libertad. En realidad, lo que Roca quería era
regular las acciones para que los revolucionarios se desmoronaran
anímicamente. El día pasaba entre escaramuzas hasta que llegó la
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 216 -
noche del 26 al 27 con una gran confusión entre los
revolucionarios, cuya consecuencia fue que el lunes 28, éstos
solicitaron un armisticio y encargaron de tal gestión al doctor
Aristóbulo del Valle. En el acuerdo se estableció que no habría
juicios para los sediciosos, los militares volverían a sus cuarteles y
los civiles a sus casas. Sin embargo, quedaba en el aire las
responsabilidades sobre los muertos y heridos que, como es
práctica en la Argentina, nadie da cuenta por las vidas perdidas.
Los dirigentes invocan al pueblo para dirimir las cuestiones
políticas por vía de las armas, pero nunca consideran que quienes
dan la vida, son integrantes del pueblo. Las armas quedarían en el
Parque. Queda grabado como fiel reflejo de la ausencia de los
principios sustentados en la Constitución, el discurso del senador
cordobés Manuel Dídimo Pizarro (alias el Toro) cuando dice: “...
La revolución, señor presidente, está vencida, pero el gobierno está
muerto...”, y a continuación pide la renuncia en masa del
presidente, vicepresidente, de los ministros y del presidente del
Senado. Algunos autores califican de una valiente alocución.
Nosotros, por el contrario, creemos que no fue un discurso
republicano. O sea que la pretensión del senador era decretar la
caducidad del gobierno constitucional sin tomar en cuenta el
ejercicio de las instancias constitucionales para resolver la crisis.
Tampoco hizo referencia, y menos homenaje, a los muertos en la
revolución, que atentó en contra de las instituciones, seguramente
sería para que no se recordara que en 1881 hizo clausurar la
Catedral de Buenos Aires, para impedir la realización de un
funeral en memoria de los caídos en la revolución tejedorista de
1880. Felizmente Juárez Celman se encuentra vencido por la
política del vacío de su propio partido. Los diputados y senadores
partidarios, …sobreponiéndose a sentimientos de amistad personal
nunca desmentidos, y animados de un propósito de conservación
pública… que su renuncia es el único camino constitucional para
salvar al país del peligro que lo amenaza. Así el 6 de agosto de
1890 firmó la renuncia y, al día siguiente, el vicepresidente, Carlos
Enrique José Pellegrini, asumió la presidencia de la Nación; o sea
que el campanillero del Senado, era ya presidente al que luego se
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 217 -
lo denominaría piloto de tormentas. El proyecto del Zorro y del
Gringo había triunfado y a partir de ahora, debían de restablecer
la economía y resguardar las instituciones. Ese era el destino
institucional que le depararía la República a la nueva sociedad. No
eran los místicos elegidos, pero al menos eran los que más
sentido tenían de las circunstancias que vivía la República.
Juárez Celman buscó en el refugio familiar su vida
ascética negada de placeres materiales. No bastó el infortunio de
su alejamiento de la política, cuando Rosarito, la hija mayor, de
diecisiete años, falleció en mayo de 1891, lo cual acrecentó el
duelo de la familia Funes, luego de la muerte de Clara, la esposa
de Roca.
Julio Argentino Roca nunca más volvió a encontrarse con
Miguel A. Juárez Celman, sólo cuando éste falleció.
II
El general Roca asumió la responsabilidad con la que se
había comprometido con el doctor Carlos Pellegrini, previa
renuncia a la senaduría ocupó el cargo de Ministro del Interior,
también Eduardo Costa en Relaciones Exteriores, Vicente Fidel
López en Hacienda, José María Gutiérrez en Justicia e
Instrucción Pública y Nicolás Levalle, que prosiguió con la
cartera de Guerra y Marina.
Previo a la asunción de Pellegrini como presidente, el
“Gringo” les había hecho saber al entorno que él no asumiría la
primera magistratura si no contaba con la colaboración necesaria.
Con ese fin convocó a los banqueros locales, y con la más
absoluta solemnidad, a la que no era afecto, les dijo que el día 15
del corriente mes había que saldar a la banca londinense los
servicios de la deuda y la garantía de los ferrocarriles, que sumaba
de 8 a 10 millones de pesos y que él no sería presidente si no
juntaba el dinero suficiente para afrontar el pago, en
consideración que el Banco Nacional no contaba con los fondos
necesarios. En caso de no poder efectuar el pago –les dijo-
seríamos inscritos en la lista negra de deudores y no contaríamos
con el crédito necesario para afrontar las inversiones que todo
país nuevo necesita. “Yo ahora me trasladaré al salón contiguo y
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 218 -
ustedes anotarán el importe que están dispuestos a colaborar. La
Nación asumirá ante ustedes la deuda con total responsabilidad,
pero se mantendrá en absoluto silencio, para no aparecer como
un país insolvente. Además, cuando vuelva, el resultado de la
suscripción me dirá cuál es la confianza que inspiro para aceptar
la presidencia”. Pellegrini se retiró y los banqueros, por grupos,
quedaron en el análisis de las cifras que se comprometían a
colaborar. Cuando volvió, el candidato tomó los papeles y los
sumó. Sus largas piernas se irguieron y exclamó: ¡Dieciséis
millones! Ahora sí soy el nuevo presidente.
El precio del oro subía y subía; los Bancos Nacional y
Provincia estaban al borde de la liquidación. La situación
económica era preocupante con la continua suba del oro, los
bancos habían paralizado sus operaciones, se produjo una
recesión galopante que ponía a las entidades financieras en
cesación de pagos al borde del colapso. Se lanzó un empréstito
nacional que fue suscrito por la banca bonaerense y por los
hombres de comercio. López envió a las cámaras varias leyes
impositivas con el propósito de mejorar la recaudación fiscal y
Victorino de la Plaza fue convocado para negociar la deuda. De la
Plaza era un hombre muy vinculado a la banca londinense por su
actuación durante varios años en ese ámbito. Estas medidas
económicas fueron acogidas con resultados positivos: el
empréstito se colocó bien, las leyes impositivas se aprobaron.
Victorino de la Plaza, después de soportar la negativa de la banca
londinense, que incluso se decía que presionaba sobre el Foreing
Office para cobrar compulsivamente la deuda, lo cual indujo a los
diplomáticos ingleses a vetar ese rumor. La banca Rothschild
aceptó una moratoria antes que se produjera el cese del pago por
parte del gobierno argentino. Una cuarta medida completó el plan
de emergencia para sobrellevar la crisis. Pellegrini desempolvó el
proyecto que presentara con Aristóbulo del Valle en 1881,
cuando era senador nacional por la provincia de Buenos Aires,
respecto a la creación del Banco de la República. Ahora sería el
Banco de la Nación, con capitales mixtos por la suma de
cincuenta millones de pesos. Vicente Casares fue nombrado
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 219 -
como su primer presidente. Con posterioridad, una vez que la
moneda tuvo mayor respaldo, producto de las medidas
financieras y económicas, se creó la Caja de Conversión con lo
cual se completaron los instrumentos para enjugar el déficit, se
fijó el valor del peso papel en 0.44 centavos oro, de manera que
los productores podían cambiar el oro, que era el valor con que
cobraban las exportaciones, en papel moneda, para cubrirse de la
devaluación del metal oro. También durante su gobierno se
crearon la Escuela Superior de Comercio y el Museo Histórico
Nacional y se iniciaron las obras de los jardines zoológico y
botánico de Buenos Aires. Se rescataron grandes extensiones de
tierra en poder de empresas ferroviarias que los concesionarios
no habían efectuado los pagos pactados, en donde se marcó la
presencia del Estado en defensa de derechos. Estas
intervenciones en la economía hizo que se lo calificara como un
proteccionista, pero lo cierto es que fue, al igual que Roca, un
pragmático. El ex presidente decía: cuando hace falta, el Estado
debe meterse en la vida económica, y si no es indispensable no debe
hacerlo. Así de sencillo. Y así lo hacía Pellegrini.
Las medidas financieras que se habían implementado
dieron superávit entre exportaciones e importaciones, pero la
situación política no acababa de acomodarse. Roca y Pellegrini
habían tomado la conducción del PAN, y el primero había sido
elegido presidente; éstos creían que Alem había perdido fuerza,
pero no fue así y el tribuno se levantó con más ímpetu, cuya
oratoria florida encendía a las multitudes, pero muchas veces
vacío de contenido. Alem era un político sincero, honesto y capaz
de llevar tras de sí legiones de adherentes deseosos de ver una
Argentina que, en lo político, derrochara pureza democrática.
Pero la realidad del país era otra: casi la mitad de la población era
extranjera y gran parte carecía de instrucción pública. Por eso
Alem equivocó el camino al no aceptar la convocatoria del
gobierno y no llegar a un acuerdo sobre políticas de estado, sin
darse cuenta de la diferencia entre el gobierno actual y el de
Juárez Celman. En cambio estaba Pellegrini con su capacidad
para resolver el desbarajuste que había dejado el ex presidente
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 220 -
cordobés. En esto no transo, en esto soy radical, habría dicho el
caudillo cívico.
A esta altura del relato de la vida de Roca, es procedente
hacer una pintura del hombre que mayor fastidio le causó desde
la óptica del propio ex presidente, por supuesto hablamos en el
terreno político: ese hombre fue Leandro Alem. Para Roca el
tribuno cívico era un enorme orador que enardecía a las masas,
lleno de palabras altisonantes pero huecas de contenido práctico.
Les hablaba a los desposeídos sin un plan necesario para sacarlos
de esa condición. Era un personaje absolutamente insobornable,
su trabajo lo destinaba a la gente de menores recursos y no le
importaba su propia pobreza. Era un intransigente con sus ideas
que transformaba a la política en una cerrada religión cuyo dogma
no se permitía alteración alguna. Visto esto desde un punto de
vista humano es muy elogiable, pero él actuaba en la conducción
de un partido político, y la política es negociación y transacción,
debía acercar cada resolución a lo más cercano a su pensamiento,
pero es imposible o, al menos, menos probable, que todo el
mundo acate su propio pensamiento. Alem pretendía que sus
interlocutores actuaran en consonancia con esa premisa.
En enero de 1891 se realizó en Rosario una convención
de la Unión Cívica, al estilo norteamericano, en donde se
reunieron gran cantidad de dirigentes de todo el país. Se sancionó
la Carta Orgánica del partido y se proclamó la fórmula Bartolomé
Mitre-Bernardo de Irigoyen para el próximo período presidencial.
Mitre se encontraba fuera del país y regresó en marzo de 1892,
siendo recibido por una apoteótica multitud. Roca sabía que
Mitre era hombre de acuerdos y, aprovechando este perfil
personal, le ofreció ser candidato del Partido Autonomista
Nacional, sin necesidad de declinar su candidatura por la Unión
Cívica, con el fin de evitar un enfrentamiento electoral que, al
decir de Roca, si se produjera, contribuiría a dividir aún más a los
argentinos. Mitre aceptó inmediatamente y Roca aprovechó la
complacencia de don Bartolo, se animó a decirle que sería
conveniente reemplazar a don Bernardo, en consideración que
éste era porteño y que la fórmula, para que fuera prenda de unión
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 221 -
nacional, debería estar integrada por un provinciano: José
Evaristo Uriburu, por ejemplo, que era salteño, un gran
diplomático y muy apreciado en el interior. Los Cívicos, en
particular Alem, que era un candoroso político, recibió la noticia
con una gran desazón y acusó a Mitre de acuerdista, tan luego con
Roca, que era un ejemplo indeseable del régimen.30 Pero Leandro
Alem no cejaba en su intento de forjar una nueva política que
fuera “limpia”, exenta de acuerdos y que el ejercicio del voto libre
se constituyera en una realidad y el estandarte de la pureza cívica.
Pellegrini, pese a los inconvenientes que le causaba una oposición
tan férrea, apreciaba a Leandro; no así Roca que veía a Alem y el
grupo de radicales, como políticos intratables incapaces de
mantener un diálogo. Decía que no había grises en el diálogo. O
se hacía como ellos planteaban la política o habría revolución. Y
esta forma de pensar de Roca, los radicales la conocía, por eso
odiaban tanto a Roca.
Como Leandro Alem no aceptaba la doble candidatura de
Mitre y rechazaba una invitación de éste, con el apoyo de la
Convención de Rosario, Alem creó la Unión Cívica Radical. El
caudillo, ahora radical, se lanzó por el interior con una campaña
promoviendo el nuevo partido y al binomio Bernardo de
Irigoyen-Juan M. Garro, para la próxima campaña presidencial.
El Partido Autonomista Nacional, era ya una designación
anacrónica, por lo cual se imponía una remodelación de su
nombre, al que se lo denominó Partido Nacional
La intensa campaña desarrollada por el radicalismo
obligó a la renuncia del presidente del PAN, Julio A. Roca, y a la
declinación de la candidatura de Mitre. Ante el desconcierto que
generaba la campaña radical, el presidente Pellegrini reunió en su
casa a lo más granado del acuerdismo, representantes de partidos
políticos: concurrieron Manuel Quintana, Bonifacio Lastra,

30 Los radicales han entendido siempre que el acuerdo político era una deshonestidad
cívica, cuando en realidad, la forma de establecer políticas de estado, es el acuerdo y el
consenso sobre los temas básicos y comunes a las distintas ideologías. Tampoco, en
ciertas oportunidades, es indeseable el acuerdo electoral, como forma de frente, en
acuerdo a puntos básicos de un plan de gobierno.
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 222 -
Bartolomé Mitre, Julio Roca, José María Gutiérrez y, exentos de
representación, el dueño de casa y Aristóbulo del Valle. Mitre
propuso la formación de una Junta para lograr un nuevo acuerdo.
Luego de pasado unos días Pellegrini propuso a la Junta que se
invitara a Bernardo de Irigoyen y a Hipólito Yrigoyen en forma
personal. Pellegrini quería integrar al radicalismo al acuerdo. El 18
de octubre de 1891 se llevó a cabo la reunión en la casa de
Pellegrini, con la asistencia de Hipólito Yrigoyen y Oscar Liliedal,
éste en representación de don Bernardo. Hipólito Yrigoyen
manifestó que el radicalismo no secundaría al presidente, si éste
no se ponía en su puesto. A lo que Pellegrini respondió
airadamente: Cómo quiere el doctor Yrigoyen que me coloque en mi
puesto si siento que una revolución me está quemando la cara.
Yrigoyen replicó: Cumpla el presidente con su obligación, garantice
los comicios y verá como ninguna revolución le quema la cara.
El acuerdo estaba roto por la intransigencia radical, sin
siquiera escuchar la propuesta que la Junta haría. Aristóbulo del
Valle intentó delegar en el presidente para que reuniera hombres
eminentes para lograr una solución nacional. Yrigoyen se
mantuvo intransigente. Era su estilo y lo sostuvo a lo largo de su
extensa vida política y lo transmitió a sus seguidores como parte
de una ideología de partido. Como no todo el partido lo siguió, se
produjeron rompimientos partidarios importantes. Los grises no
contaban para Yrigoyen y, además, era su forma de pensar la que
parecía, la única posible en la política argentina.
A todo esto el gobernador de Buenos Aires, Julio Costa,
lanza la candidatura de Roque Sáenz Peña, quien se llevaba bien
con Pellegrini pero no con Roca. Pero como el dúo Pellegrini
Roca se había solidificado de tal modo, desde los tiempos en que
el tucumano era presidente, que los candidatos que ambos
promovieran debían de ser del agrado de los dos. Por otra parte
Pellegrini era más amplio y generoso de criterio. Cuenta Roca31
(Félix Luna: “Soy Roca”) que estaban en Mar del Plata, en una
casilla de madera al borde de la playa, cambiaban ideas de cómo

31
Félix Luna “Soy Roca”
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 223 -
eliminar a Roque Sáenz Peña sin enfrentarlo, hasta que Roca le
dice a Pellegrini:
“–Ya lo tengo, mi doctor...
”– ¿Quién?
”–Su señor padre, el doctor Luis Sáenz Peña
”– ¡Superior! Don Luis es un pan de Dios y no arrastra a nadie,
pero para su hijo...
”–Claro, es un buen hijo. Y ¿quién convencerá a don Luis que
acepte la candidatura? Yo no debo hacerlo: desconfiaría. Usted,
tampoco: es el presidente. Pero usted podría pedirle a Mitre que
hable con don Luis y lo persuada de que la Nación está ansiosa de
tenerlo como presidente”.
Así fue que Mitre convenció a don Luis, y Roque, su hijo,
en una carta muy respetuosa, declinaba su candidatura, ante una
demostración de la muñeca32 del Gringo y la astucia del Zorro
La situación política seguía complicada en el interior, y en
la capital se sospechaba de una nueva conspiración de la
oposición.
Precisamente en Mendoza, José Néstor Lencinas, había
iniciado un movimiento de copamiento electoralista que hizo que
Pellegrini enviara tropas a ocupar la provincia y decretar el estado
de sitio, que luego se trasladó a otras provincias.
En la Capital Federal, el 2 de abril, la policía detiene, por
orden presidencial, a casi todo el elenco radical so pretexto de
una conspiración. Se mostraron bombas que estarían en poder de
los revolucionarios y un plan para asesinar a Mitre, Pellegrini y
Roca. Según dicen, pocos creían en la veracidad de estos hechos.
Pero tampoco era improbable su certeza, para quienes conocían
el estilo que habían puesto en práctica los sectores opositores. El
estilo electoral del elenco gobernante, lamentablemente, se
mantenía. Y lo que es poco claro también, la intransigencia de los
radicales en no contribuir a la pacificación del país y al
compromiso de respeto a la Constitución, defecto que, en
definitiva, también era objetable por la falta de apego del
gobierno a establecer sistemas electorales más confiables. Pero de

32 Otro de los apodos de Pellegrini era “la muñeca”.


Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 224 -
todos modos era inaceptable la falta de vocación para establecer
diálogos que permitieran acercamientos conducentes a resolver
estas cuestiones electorales, cuya resolución venía de varias
décadas de enfrentamientos y no eran dialécticas solamente, sino
que se manifestaban por vía de las armas, en donde se perdían
vidas humanas que no eran precisamente de los líderes que se
enfrentaban.
Porque si unos no respetaban la Constitución al no dar
comicios limpios, los otros conspiraban para romper el orden
constitucional sin entrar en negociaciones que permitiera una
salida electoral sin vicios, sobre todo en consideración que el
gobierno de Carlos Pellegrini había sacado del caos económico a
la Nación y que el unicato de Juárez Celman había sido
desarmado.
En los comicios del 10 de abril de 1892 triunfó la fórmula
acuerdista de Luis Sáenz Peña-José Evaristo Uriburu sobre
Bernardo de Irigoyen-Luis Garro, quienes obtuvieron solamente
cinco votos en el colegio electoral. El triunfo de la fórmula
acuerdista no había sido por la consecuencia del fraude, la
magnitud del resultado era producto de una mayoría indiscutible.
Ahora Pellegrini y Roca se enfrentaban ante el problema
que significaba la posible inoperancia del presidente Luis Sáenz
Peña, como magistrado que era de la Corte Suprema de Justicia,
hombre recto y de claros conceptos de la justicia, no tenía
ninguna experiencia en el ejercicio de gobierno alguno, y menos
asumiendo los problemas políticos que se avecinarían, pero los
dos eran conscientes que tendrían que ayudar al presidente electo
si las circunstancias se presentaran.
El 12 de octubre de 1892, al entregar el mando
presidencial, Pellegrini se fue caminando sin escolta y con toda
dignidad desde la Casa Rosada hasta su domicilio en Florida y
Viamonte, entre los vivas a Alem, pero con gran valentía, actitud
que valoraron sus opositores. Paul Groussac, que también
acompañó al presidente dijo: “Sólo sentimos ladridos de la jauría
en algún punto de este mismo trayecto que dos años antes,

Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 225 -


cuando no había hecho nada aún, el jefe de estado recorría como
triunfador”.
Una vez más se presentaba el hecho que en lo económico
la situación mejoraba notablemente, pero en lo político el
gobierno de don Luis no daba pie con bola. El prestigio argentino,
aquel que hablaban Roca y Pellegrini y que temían que se perdiera
al comienzo de la crisis, emergió con la gestión del ministro de
Hacienda, Juan José Romero y el ministro argentino en Londres,
Luis Domínguez, que consiguieron mejorar sustancialmente el
acuerdo suscripto por Victorino de la Plaza. Se rebajó
considerablemente el pago anual a los acreedores de la Nación, y
las deudas de las provincias eran absorbidas por el Estado
Nacional, las cuales no se amortizarían hasta 1901 y no se
pagarían comisiones. Además, las crecientes exportaciones de
cueros lanas y oleaginosas introdujo en el mercado grandes
cantidades de oro que los productores y comerciantes gastaban en
el mercado local, lo cual trajo como consecuencia el auge de la
economía y el crédito volvía lentamente a recuperarse.
Pero, como decíamos, la política era una bolsa de gatos.
Luego de varios cambios de ministros, Miguel Cané, a quien le
habían encomendado rehacer el gabinete no lograba conseguirlo y
le propuso al doctor Luis Sáenz Peña que reuniera a Pellegrini, a
Mitre y a Roca. La reunión se hizo pero el presidente no estaba
acostumbrado a semejante ajetreo y, deprimido y cansado,
propuso renunciar. La reunión no se lograba encarrilar con algún
plan viable. Todos ponían reparos a las propuestas de otros, hasta
que al final Pellegrini, molesto dijo: “Si ustedes no pueden
gobernar al menos dejen gobernar al doctor Sáenz Peña”. Y luego
de un largo silencio propuso que se llamara al doctor Aristóbulo
del Valle para que lograra la colaboración de Alem. El 4 de julio
de 1893 del Valle se hizo cargo del Ministerio del Interior y
consiguió la colaboración de algunos amigos para integrar el
gabinete. Alem le negó toda colaboración al gobierno y el 30 de
julio se produjo un levantamiento cívico en San Luis, Santa Fe y
Buenos Aires. Yrigoyen partió para la ciudad de Las Flores en
donde sublevó a toda la zona central de la provincia, a partir de la
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 226 -
toma de las comisarías, para llegar el 4 de agosto a La Plata. Aquí
se instaló un gobierno revolucionario al que asumió el doctor
Juan Carlos Belgrano. Aristóbulo del Valle reconoció a Belgrano
y a Candioti, como gobernadores provisorios de Buenos Aires y
Santa Fe, respectivamente. Peor solución para el gobierno
nacional no podría haberse logrado. Era el reconocimiento de la
violencia y del triunfo radical. Pellegrini, ausente por una dolencia
física, llegó desde Rosario y fue detenido por los revolucionarios,
pero fue liberado inmediatamente por orden del jefe de la
revolución y se dispuso a desatar el nudo, que Roca le achacaba
con la designación de Aristóbulo del Valle. Inmediatamente se
movilizó, habló con los legisladores para lograr la intervención de
las provincias sediciosas, previo convencimiento del presidente y
de los mitristas para que se deshicieran de Aristóbulo del Valle,
quien no había podido convencer a Yrigoyen de llegar a un
diálogo, y por otra parte, había colaborado con los
revolucionarios a quienes había reconocido gobernadores
provisorios. Pellegrini había actuado con acierto presionado por
Roca, que demostraba que en todos los ámbitos en que se
ocupara era prenda de éxito.
El 12 de agosto don Luis, sorpresivamente, reasumió el
poder con energía, designó los interventores y aceptó la renuncia
de Aristóbulo y de su equipo. Pero si bien es cierto que la
provincia de Buenos Aires estaba controlada, en el resto del país
había focos revolucionarios, algunos importantes, como los de
Tucumán y Rosario. Al día siguiente asumió como Ministro del
Interior el doctor Manuel Quintana y luego de estallar
movimientos en distintas provincias, Julio Roca fue designado
general en jefe de las fuerzas en campaña. Hacia Tucumán partió
el general Bosch al mando de 1200 hombres al que se agregó
valientemente el presidente Carlos Pellegrini, cuya actitud dio
como resultado el sofocamiento del movimiento. No se había
acallado la revolución tucumana cuando en Rosario, una vez más,
los radicales habían sublevado el regimiento 3 de línea a quien se
le unió la cañonera “Andes”, que proveía de armas a los
insurrectos, en combinación con otras dos naves fondeadas en el
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 227 -
Tigre. Estos dos barcos no alcanzaron a entrar en combate
porque desde el Poder Ejecutivo enviaron dos cruceros que las
apresaron, se acercaron al Rosario y hundieron la cañonera Andes,
no sin antes protagonizar un cañoneo de ambos mandos, que
desde la batalla de la “Vuelta de Obligado” el Paraná no era
testigo. Alem llegó a la ciudad del Rosario en un lanchón cargado
con cueros, que produjo la conmoción de los adictos radicales, a
quien invistieron con el cargo de presidente provisorio de la
Nación. Las fuerzas armadas se habían convertido en un caos, en
donde nadie sabía quién respondía a quién. Luego de aplacada la
revolución en Tucumán, Bosch y Pellegrini se dirigieron al
Rosario con la misma misión. También lo habían hecho, Vintter,
Arredondo y Bernal. Recién nombrado por Sáenz Peña, con el
nuevo cargo Roca se dirigió en tren al Rosario, dispuesto a dar
por terminado el alzamiento cívico-militar. Cuando llegó, ya los
insurrectos se habían rendido ante la gran superioridad del
gobierno, por cuya razón no hubo mayores refriegas y el lamento
de muertos y heridos. En cuanto a Leandro Alem se lo apresó en
una casa del centro y estuvo varios meses preso en el Rosario.
Hipólito Yrigoyen, quien no estaba de acuerdo con este
movimiento del Rosario, no apareció en escena y dejó a su tío,
Leandro Alem, con la jefatura de la revuelta en Santa Fe. De este
modo culminó la revolución del 93. No sería la última.
Pellegrini y Alem habían hecho la carrera de Derecho
juntos y los unía una cierta amistad que se enfrió luego de la
revolución del Parque de los radicales. Al cumplirse un año del
movimiento cívico-militar, Alem concurrió a la Casa de Gobierno
y le reclamó airadamente al presidente respecto a la negativa del
PEN para otorgar permiso a varios cadetes para celebrar la fecha.
En los reglamentos del Ejército está expresamente prohibida la
participación de sus integrantes en la política activa. Por otra
parte es innecesario explicar que cadetes militares no podían estar
recordando un acto militar en contra de la estabilidad
institucional. En septiembre de 1894 Alem publicó una
declaración que le llegaba muy de cerca a Carlos Pellegrini. Este

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decidió contestarle ácidamente y Alem quedó sin respuesta. A
partir de ese momento, la amistad se terminó definitivamente.

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CAPÍTULO XI

No hay primera sin segunda


…Liberal es lo que se refiere a la libertad. Un historiador
liberal es, por tanto, el que cree en la libertad del hombre y no la
hace la geografía, ni la economía, ni otras cosas…”.
ENRIQUE DE GANDÍA

L A RENUNCIA ENVIADA por Luis Sáenz Peña


al Congreso fue aceptada en forma casi unánime;
sólo el doctor Indalecio Gómez, diputado por
Salta, votó por el rechazo. El documento del ex presidente
manifiesta conceptos que hemos repetido varias veces en que se
ha intentado revertir el orden constitucional. Inmediatamente de
la finalización del golpe de estado del 93 se envió al Congreso un
proyecto de amplia amnistía, que era reclamada por los
acuerdistas desde las cámaras y que Sáenz Peña no había estado
de acuerdo. Explicaba su recusación al proyecto de amnistía, que
derivaba constitucionalmente a la facultad presidencial del
indulto, decía Sáenz Peña: “…exceptuando sólo de ese indulto a
cuatro jefes militares, dos de ellos condenados a consejo de
guerra, a quienes conmutaba nuevamente su pena por destierro
temporal”, decía: “Si el jefe militar traiciona sus deberes y levanta
las armas que la Nación le ha confiado, en contra de las
autoridades constituidas; si el marino que ataca a mano armada a
su jefe superior se apodera de la nave de la Nación y hace fuego
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 231 -
sobre la bandera nacional para inutilizar la nave; si tales hechos
han de quedar impunes, cree el Presidente de la República que se
relajará la disciplina del Ejército y de la Armada desquiciando la
institución militar”.
”Creo que no debe olvidarse que las repúblicas
sudamericanas aparecen ante el exterior como destinadas a no
tener gobiernos orgánicos regulares y a ser víctimas de constante
anarquía; y desgraciadamente, los hechos de que es testigo la
América española hasta cierto punto autorizan esa opinión”.
El ex presidente había dicho, también, tranquilo por su
futuro, pero decepcionado con el pasado inmediato: “Me retiro
seguro de que seré más respetado como ciudadano de lo que he
sido desde que fui investido con la autoridad suprema de la
Nación”. Nada más sensato y ajustado a las normas
constitucionales había dicho el presidente renunciante. Sin
embargo, se lo consideraba como un personaje inapto para la
práctica política. Tal vez en la Argentina –hasta en nuestros
tiempos– conducirse en política con sentido común y apegado a
la institucionalidad es una forma de ineptitud.
En 1895, luego de la renuncia de Sáenz Peña, y de la
asunción de José Evaristo Uriburu, se restableció el predominio
de Roca y Pellegrini en el PAN.
El nombre de José Evaristo Uriburu figuraba como el
segundo término en casi todas las fórmulas que se barajaban en el
Acuerdo de 1892, generalmente patrocinadas por el gran elector
que era Roca y el consentimiento, casi obligado, de Mitre.
Roca y Pellegrini habían establecido una línea de
cooperación con el nuevo presidente. En los asuntos
trascendentales actuaban como un verdadero triunvirato, por
supuesto con la última opinión del presidente. Roca tenía relación
con Uriburu desde la época en que el doctor Marcos Paz, tío de
Roca, había sido encargado de una misión en el interior. Uriburu
tenía una gran experiencia en política exterior porque durante
diez años había sido destacado en distintas misiones en Bolivia,
Perú y Chile. Con el tiempo se convirtió en consuegro de Roca,

Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 232 -


porque un hijo del salteño, de su segundo matrimonio con una
Tezanos Pinto, peruana, se casó con Agustina Roca, la “Gringa”.
José Evaristo Uriburu nació en la aristocrática Salta, el 19
de noviembre de 1831, hijo del coronel Evaristo Uriburu y Hoyos
y de Josefa Álvarez de Arenales, hija del general que había
luchado junto a San Martín en las guerras de la independencia; su
hogar era distinguido, comenzó sus estudios secundarios y
universitarios en la Universidad de Chuquisaca. Este hecho de
estudiar allí se atribuía a que muchas familias que no eran adictas
al régimen rosista mandaban a sus hijos a estudiar al Norte. Si
bien esto es cierto en alguna medida, en el caso de Uriburu no
compartimos ese concepto. Uriburu fue a estudiar a Chuquisaca
porque sus afectos estaban en Salta y le quedaba más cómodo ese
centro de estudios.
¡Que alto concepto de estadista tuvo Roca para establecer
cooperación con dos ex presidentes para mantener continuidad
en las políticas de estado! ¡Cuanta diferencia existe con otros
gobernantes que no supieron ni saben aprovechar las experiencias
de hombres de estado anteriores en los aciertos y errores!
Además para asegurarse la continuidad en los planes de gobierno,
ante la alternativa de que Uriburu tuviera que dejar el gobierno,
Roca fue designado vicepresidente 1º de la Cámara de Senadores.
A tal punto que cuando el presidente tuvo que dejar el cargo
temporariamente por razones de enfermedad, Roca se hizo cargo
de la primera magistratura.
Como una contribución a dibujar la personalidad de
Uriburu, contemos que una vez asumido la presidencia fue
visitado por el general Bosch y por el almirante Solier, que habían
tenido decidida participación en la represión de los
revolucionarios del 93, para hacerle saber, que en su condición de
jefes militares, le prestaban el apoyo de las fuerzas armadas a su
gobierno. Ante el estupor de los comandantes el doctor Uriburu
les dijo:
“Lo que ustedes me acaban de manifestar es un desacato al
presidente de la República y que no voy a admitir; preséntese
arrestado el señor almirante Solier al acorazado «Almirante Brown»
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 233 -
y el señor general Bosch al parque de artillería, pues el presidente
es el comandante supremo de las fuerzas de mar y tierra y el
ofrecimiento de obediencia que hacen significa subordinarla al
arbitrio de ustedes”.
Habíamos dicho que Sáenz Peña y Uriburu tenían un
perfil externo muy parecido, pero para las exigencias de gobierno
diferían en mucho las condiciones personales de autoridad y el
orden que imponían. En los hechos relatados se ponen de
manifiesto los dos estilos, respecto a la forma de proceder de un
primer mandatario: el del ex presidente que había dicho,
realmente, lo que la Constitución establece para las funciones
militares, mientras que el presidente que había asumido, doctor
Uriburu, ejecutó lo que la Constitución establece.
Durante el gobierno de Uriburu fueron ministros:
Interior: Benjamín Zorrilla, Norberto Quirno Costa y Amancio
Alcorta; Relaciones Exteriores y Culto: Amancio Alcorta;
Hacienda: Juan José Romero y Luis Beláustegui; Guerra y Marina:
Eudoro Balsa, Guillermo Villanueva y Nicolás Levalle.
II
Guillermina era una hermosa joven de la sociedad
porteña, nacida en Montevideo, casada en 1885 a los quince años
con el gran amigo de Roca y compañero en el Colegio del
Uruguay, el doctor Eduardo Faustino Wilde García, nacido en
Tupiza Bolivia, quien era viudo y tenía al momento de casarse
cuarenta y un años de edad; ofició de padrino de la boda Julio
Argentino Roca, Presidente la Nación para esos tiempos, y
Bernardo de Irigoyen, Carlos Pellegrini, Victorino de la Plaza y
Benjamín Victorica, todos ministros, fueron testigos de la
ceremonia.
Habíamos visto que el matrimonio de Julio con Clara
Funes había sido una unión en donde imperaba el respeto y el
cariño, pero la fogosidad del amor era un sentimiento superficial.
Porque el respeto y el cariño son componentes de la personalidad
en donde se adquieren hacia otra persona, en cambio el amor es
un sentimiento que va más allá de lo racional y generalmente
combina el deseo espiritual y emocional con el sexual y, a veces,
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 234 -
hasta exento de este último componente. El respeto y el cariño se
pueden programar pero el amor romántico es imprevisto y se
presenta inesperadamente.
Así fue lo que pasó entre Julio Roca y Guillermina
Oliveira Cezar de Wilde. Alguien dijo que el amor le llegó tarde al
general. Los futuros amantes se habían conocido unos meses
antes en una fiesta que se le dio al duque de York en 1881,
personaje que había visitado a Buenos Aires cuando tenía casi
dieciséis años, cuya coronación se produjo en junio de 1911
como monarca del Reino Unido, con el nombre de Jorge V.
Eduardo Wilde era un prestigioso médico con
antecedentes heroicos en la epidemia de fiebre amarilla; publicó
varios libros sobre sanitarismo y fue profesor en la Facultad de
Medicina, varias veces ministro y autor de varios cuentos;
organizó una expedición a Asunción para combatir la peste
bubónica en el Paraguay; era lo que se dice una personalidad de la
medicina.
Guillermina, hija de un estanciero en el Tigre, Ramón
Oliveira Cézar, y de Ángela Diana Goycochea, de orígenes
portugués y vasco respectivamente. La hermosa Guillermina
había estudiado en el Colegio americano de Miss Conway. Roca
no había puesto los ojos en la esposa de su amigo todavía. El
nuevo matrimonio pasó varios años en Europa, en viajes de
placer. Pasaron nueve o diez años antes que ambos se
entremezclaran en un apasionado idilio. Ella se había
transformado en una mujer exuberante y dueña de sí, que llamaba
la atención el cambio físico y de personalidad. Dicen que ni Roca
ni Guillermina tenían cargos de conciencia respecto a Wilde; el
marido, un hombre puramente racional y desapasionado, fingía
no advertirlo… Tenía por ella un amor, entre filial y romántico,
platónico, a tal punto que tenía pasión para que sus amigos la
vieran mientras dormía. Ella tenía veinticinco años y él cincuenta
y tres. Roca, estaba en plenitud física, pese a que algunas diatribas
decían que la relación era producto de un reblandecimiento del
general.

Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 235 -


Buenos Aires en esos tiempos era una pequeña aldea,
sobre todo en el entorno en que actuaban los protagonistas del
idilio, lo que permitía que las murmuraciones pasaran de calibre, y
hasta en los diarios se hacían chistes que martirizaban al triángulo
que constituían los amantes y el marido.
Su hermana Ángela, casada con Pascual Costa, también
amigo de Roca, en conocimiento que el obispo de Mendoza había
prometido y conseguido hacer tallar un monumento al Cristo
Redentor, en pleno conflicto con Chile, propuso erigirlo en plena
cordillera de Los Andes, en el límite de ambos países. Esta
iniciativa tuvo gran cantidad de adeptos que consiguió el fin
promovido. El éxito obtenido y que se transformara en un hito
de la paz entre la Argentina y Chile, también modificó la actitud
de Ángela, que se creyó con títulos como para aspirar al premio
Nobel de la Paz, por lo cual presionó a los diplomáticos
argentinos para que la candidatearan como aspirante al premio.
III
La política exterior chilena es conocida por sus avances
sobre las fronteras de los países limítrofes. Asimismo, es útil
recordar que cuando en 1833 Gran Bretaña usurpa violentamente
las Malvinas, nuestra cancillería lo informa a todos los gobiernos
sudamericanos. Chile permanece callada, no obstante, estar
obligada a solidarizarse, por el Tratado de “Amistad y Alianza”
firmado entre los dos países en 1826.
Para la Argentina el diferendo con Chile no era una
cuestión que involucrara solamente los límites en la cordillera,
sino también el área insular en disputa e indirectamente influye
sobre las islas Malvinas. Para Inglaterra era un objetivo debilitar
geopolíticamente la posición argentina en cuanto conflicto
limítrofe tuviere, en especial el Atlántico Sur. Nuestro país ha
valorizado la paz en distintos conflictos que tuvo con sus
similares limítrofes y ha cedido territorio en diversas
oportunidades, sin olvidar que ha contribuido, con su mediación,
a la paz de países vecinos. En el Capítulo VIII hemos analizado la
cuestión de límites con Chile. Pero bástenos decir, que la acción
de los peritos chocaban con sus iguales chilenos por diferencias
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 236 -
en el tratado de 1881 que no establecía claramente ciertos
aspectos. Por ello fue necesario firmar un “Protocolo Adicional y
Aclaratorio del Tratado de Límites de 1881”, en el cual se
establece que: la línea fronteriza correrá por las cumbres más
elevadas de dicha Cordillera, que dividan las aguas, y que pasará
por entre las vertientes que se desprenden a un lado y a otro y que,
Chile no puede pretender punto alguno hacia el Atlántico, como la
República Argentina no puede pretenderlo hacia el Pacífico,
firmado el 1º de mayo de 1893 en la ciudad de Santiago de Chile,
por este país, el Ministro de Guerra y Marina, Don Isidoro
Errázuriz, en su carácter de Plenipotenciario ad hoc, y Don
Norberto Quirno Costa, Enviado Extraordinario y Ministro
Plenipotenciario de la República Argentina.
Este Protocolo evitó una posible guerra entre los dos
países, cuya ventaja era del bando chileno, que venía entrenado y
armado por el enfrentamiento con Bolivia y Perú. Era indudable
el interés de Chile de avanzar sobre los territorios de la Patagonia,
que en parte había sido frustrado por la Campaña del Desierto.
Esta cuestión planteada con Chile había producido un efecto
favorable a la presencia de Roca en el gobierno y, más aún, en un
posible nuevo período presidencial.
IV
En 1896 los radicales anduvieron de mal en peor, no sólo
porque habían perdido en febrero las elecciones en la Capital
Federal, sino porque murieron los dos compañeros de ruta
militantes del autonomismo, fundadores de la Unión Cívica y la
Unión Cívica Radical, Aristóbulo del Valle, el 29 de enero de
1896, producto de su diabetes e insuficiencia cardíaca, y Leandro
Alem, el 1º de julio de 1896, quien acabó su vida suicidándose.
Estas muertes significaron una gran pérdida para los radicales, tal
vez, los personajes más importantes que durante muchos años
produjo este partido de gran trascendencia y penetración popular,
y también para el afianzamiento de la República.
El suicidio de Alem se produjo de una forma inusual –si
hubiera una forma usual–, porque en la mañana reunió a un
grupo de amigos de forma urgente en su casa. Interrumpió el
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 237 -
diálogo, fue a su habitación y salió con su sombrero de copa y su
poncho, les dijo a los invitados que volvía en un momento. Tomó
un coche y se dirigió al Club El Progreso; en el viaje se disparó un
tiro en la sien. Entre sus ropas se encontró una nota que decía:
Perdónenme el mal rato, pero he querido que mi cadáver caiga en
manos amigas y no en manos extrañas, en la calle o en cualquiera
otra parte. Como si esta referencia que “mi cadáver caiga en
manos amigas”, denotara un concepto un tanto trágico de su paso
por la política y que en el ámbito de la República hubiera sectores
que todavía recordaran los años de la montonera que se
ensañaban con los cadáveres en poder de los enemigos, poniendo
las cabezas en una pica o las orejas en la parrilla. Es
incomprensible. Y como si eso fuera poco en su dormitorio se
encuentró un sobre con el rótulo “para publicar”, cuyo texto dice:
He terminado mi carrera, he concluido mi misión. Para
vivir estéril, inútil y deprimido, es preferible morir. ¡Sí, que se
rompa, pero que no se doble! He luchado de una manera indecible
en los últimos tiempos; pero mis fuerzas, tal vez gastadas ya, han
sido incapaces para detener la montaña... ¡y la montaña me aplastó!
He dado todo lo que podía dar; todo lo que humanamente se puede
exigir de un hombre, y al fin mis fuerzas se han agotado... y para
vivir estéril, inútil y deprimido, es preferible morir. Entrego
decorosa y dignamente todo lo que me queda: mi última sangre, el
resto de mi vida. Los sentimientos que me han impulsado, las ideas
que han alumbrado mi alma, los móviles, las causas y los propósitos
de mi acción y de mi lucha en general, en mi vida, son, creo,
perfectamente conocidos. Si me engaño a este respecto, será una
desgracia que yo ya no podré ni sentir ni remediar...
Ahí están mi labor y mi acción desde largos años, desde muy
joven, desde muy niño, luchando siempre de abajo. No es el orgullo
el que me dicta estas palabras, ni es debilidad en estos momentos lo
que me hace tomar esta resolución. Es un convencimiento profundo
que se ha apoderado de mi alma en el sentido que lo enuncio en los
primeros párrafos, después de haberlo pensado, meditado y
reflexionado en un solemne recogimiento.
Entrego, pues, mi labor y mi memoria al juicio del pueblo,
por cuya noble causa he luchado constantemente. En estos
momentos el partido popular se prepara para entrar nuevamente en
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 238 -
acción en bien de la patria. Esta es mi idea, éste es mi sentimiento,
ésta es mi convicción arraigada, sin ofender a nadie. Yo mismo he
dado el primer impulso, y, sin embargo, no puedo continuar. Mis
dolencias son gravísimas, necesariamente mortales. ¡Adelante los
que quedan! ¡Ah, cuánto bien ha podido hacer este partido, si no
hubiesen promediado ciertas causas y ciertos factores!
¡No importa! Todavía puede hacer mucho. Pertenece principalmente
a las nuevas generaciones. Ellas le dieron origen y ellas sabrán
consumar la obra: ¡deben consumarla!
Del análisis de sus últimas palabras, que seguramente no
fueron improvisadas, denota un fatalismo de su vida. El país
pasaba por momentos de auge y cada vez, cada renovación
presidencial, se notaba cierta progresividad en el afianzamiento de
la economía, una mayor integralidad, y un avance en el
fortalecimiento institucional. La función del radicalismo de
ubicarse en la oposición, que había triunfado y perdido en
elecciones lo prueba, su elección como diputado nacional en
1895, en un contexto de un partido político con apenas unos años
de antigüedad, preveían un futuro auspicioso para el partido.
Tampoco se podía pretender que todos los principios que
sustentaba el radicalismo fueran aceptados por una dirigencia que
trabajaba con éxito en un proyecto que impulsaba al país a los
primeros planos mundiales. Si esa era la montaña a que se refería,
indudablemente Alem estaba enfermo de protagonismo. ¿O se
trataba de su relación con desinteligencias con el resto de la
dirigencia de su partido, en particular, su sobrino, Hipólito
Yrigoyen? Los historiadores no han comprendido este alegato o
este testamento que dejaba Alem para sus seguidores. Tampoco
se comprendía aquello: He terminado mi carrera, he concluido mi
misión… Su carrera, desde pocos años atrás, había tomado
protagonismo con la creación de dos partidos políticos. Conducía
la UCR con señalado éxito por todo lo que se ha dicho. También,
ciertos acuerdos de integrantes de su partido con el gobierno, le
daban al radicalismo un sentido de participación democrática sin
que se pusiera en práctica la exigencia que pretendía Hipólito
Yrigoyen, del pensamiento único, que tanto daño hace a la
democracia. Si a Hipólito Yrigoyen le fastidiaba este tipo de
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 239 -
conducción, ya vendrían tiempos en que el partido se dividiría
por esa intransigencia y hasta sufrirían, como responsable de la
acción más perversa de la democracia, que es el golpe de estado,
que tantas veces puso en práctica el propio jefe radical. De todas
maneras que se quiera analizar esta tragedia, lo que es
fundamental e indiscutible, es su decisión soberana de terminar
con su vida, que sólo él sabe cuáles fueron los motivos para
hacerlo, más allá de las especulaciones históricas.
La posible candidatura de Julio A. Roca produjo uno de
los primeros cismas en el radicalismo. Muertos Aristóbulo del
Valle y Leandro Alem, el partido quedó transitoriamente acéfalo.
Pero Hipólito Yrigoyen quedó como jefe del sector intransigente
que condujo el partido desde el Comité de la Provincia de Buenos
Aires. Lisandro de la Torre, muy cercano a Alem, junto a otros
sectores afines al mitrismo pretendía por todos los medios
neutralizar la candidatura de Roca. Se llamó la política de las
paralelas a la unión de fuerzas del radicalismo y el mitrismo, a
cuya concreción se opuso terminantemente Yrigoyen, lo que daba
por tierra cualquier intento de coalición. Este hecho produjo el
alejamiento del joven dirigente santafecino y un gran
resentimiento con el jefe radical, a tal punto que al año siguiente
tuvieron un duelo, del que salió mal parado por sus heridas en la
cara el más experto de los espadachines, que era Lisandro de la
Torre. Yrigoyen, antes de dialogar con el mitrismo decidió votar
su propia disolución. Autoeliminado el radicalismo, el mitrismo
no tendría mayores posibilidades de asumir la lucha electoral. Por
otra parte, Pellegrini había hecho su parte convenciendo a
Bernardo de Irigoyen a presentar su candidatura a gobernador de
la Provincia de Buenos Aires.
De modo que una vez más don Bernardo quedaba fuera
de concurso con la pretensión de ser presidente apenas se
acordaban las candidaturas. Y además, debió soportar que la
legislatura bonaerense, compuesta en su mayoría por mitristas y
nacionales, al negarle el apoyo para reformar la constitución
provincial, le quitó facultades a los municipios para percibir
impuestos y reformar la ley electoral. Los diputados amenazaron
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 240 -
con derrocar al gobernador y éste mandó a la policía que ocupara
el Palacio Legislativo. Ante esta situación los diputados y
senadores pidieron al gobierno nacional, recién asumido, que
interviniera la provincia. Roca envió a Marco Avellaneda y éste le
dio la razón a don Bernardo. Pero los conflictos siguieron y
transitoriamente el Congreso dictó la intervención federal,
designó comisionado a Mariano de Vedia, que rehízo el conflicto
institucional, reincorporó a don Bernardo de Irigoyen, quien a
partir de ese momento gobernó con cierta tranquilidad.
Demás está decir que Pellegrini había sido tentado a
presentarse como candidato, especialmente por los mitristas, pero
la grandeza del “Gringo” iba más allá de una candidatura, de
modo que se exculpó aduciendo distintas razones.
Cuando comenzó a barajarse los nombres que sucederían
a José Evaristo Uriburu una convención eligió casi por
unanimidad a Roca, acompañado por Norberto Quirno Costa.
Pellegrini que había presidido la convención pretendió que fuera
Vicente Casares el segundo término, quien había sido el primer
Presidente del Banco Nación, pero Roca se había inclinado por
Quirno Costa, con la misma especulación preventiva que cuando
eligió a Madero. Pellegrini se sintió disgustado, con razón, porque
siempre fue un defensor de la política de Roca y se merecía que
eligiese el vicepresidente de la fórmula, pero fue un enojo
pasajero, y accedió a pronunciar una conferencia en el teatro
Odeón en favor de la candidatura del general Roca. Además,
Roca no creía en la amistad para cuestiones políticas, sino en los
intereses que pudieran devengar los acuerdos y las coincidencias
programáticas, basados en permitir que su hegemonía no se viera
afectada por la posibilidad de actitudes conspirativas de su
vicepresidente. De todas maneras no seamos tan rigurosos con
Roca y tengamos en cuenta las particularidades de nuestro
sistema presidencial, en donde el vicepresidente ha sido en
distintas oportunidades factor de conflicto. Pellegrini, en su
alocución, hizo la historia del Partido Nacional, como un
instrumento de unidad de la Nación al haberse formado con el
autonomismo porteño de Alsina y las fuerzas vigentes del
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 241 -
interior; además, dijo que Roca fue quien conquistó el desierto y
que el país tiene una deuda de gratitud, que debería premiarse con
la elección para las próximas elecciones.
Norberto Quirno Costa no era un político en la acepción
argentina de la palabra. Quirno era un especialista en temas de
relaciones exteriores, especialmente en asuntos americanos.
El candidato a vicepresidente había nacido en Buenos
Aires en 1844, entró en la actividad periodística a los veintidós
años, casi como una constante en los jóvenes dirigentes de la
época, que practicaban esa esgrima tan necesaria en la dialéctica
de los políticos y de los gobernantes. Casó con Laura Anchorena,
de cuyo matrimonio nació Consuelo Quirno Costa Anchorena
quien a su vez casó con Luciano Sáenz Valiente. En 1868
abandonó el periodismo e ingresó en la facultad de derecho. Una
vez que se hubo recibido en leyes, fue nombrado secretario de la
legación argentina en Río de Janeiro. Fue subsecretario de
Relaciones Exteriores en 1869, que estaba a cargo del doctor
Carlos Tejedor. Llevó a cabo con éxito negociaciones que dieron
por resultado la firma de un tratado de paz con Paraguay. Quirno
Costa fue uno de los pocos políticos jóvenes que no estuvo en la
guerra, pero peleó por la paz. En adelante Quirno Costa participó
en alguna medida en cuanto tema relacionado con negociaciones
de las relaciones exteriores con países americanos.
V
En abril del 98 se realizaron las elecciones, podríamos
decir, en cumplimiento de una formalidad, porque no había
ninguna expectativa distinta que no fuera la elección que llevaba a
la primera magistratura, una vez más, al general Julio Argentino
Roca. El 1º de junio se reunieron los Colegios Electorales en
donde proclamaron, por 218 votos contra 33 por Mitre, al nuevo
presidente.
Pero Roca no solamente elegía la excelencia en sus
vicepresidentes sino que ponía énfasis en la intelectualidad de sus
ministros. Gran parte del éxito de sus gobiernos se debieron a la
calidad de sus colaboradores que desarrollaron importantes
gestiones. En la primera presidencia tenía treinta y siete años y
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 242 -
debía compensar su juventud con un gabinete formado con
personalidades de edad madura para otorgarle al gobierno la
respetabilidad que parecía faltarle; pero en el segundo gobierno,
tenía cincuenta y cinco años y procedió a la inversa. Salvo el
general Luis María Campos y el doctor Amancio Alcorta, en los
demás ministros predominaban los jóvenes.
El primer gabinete estuvo formado por Felipe Yofré en
Interior; Amancio Alcorta en Relaciones Exteriores y Culto; José
María Rosa en Hacienda; Osvaldo Magnasco en Instrucción
Pública; Emilio Frers en Agricultura; Emilio Civit en Obras
Públicas; el general Luis María Campos en el ministerio de
Guerra y el comodoro Martín Rivadavia en Marina. También el
presidente designó al señor Adolfo Bullrich como Intendente e la
ciudad de Buenos Aires.
El doctor Osvaldo Magnasco pretendió introducir un
cambio radical en la instrucción pública, al mismo tiempo de
impartir la enseñanza tradicional y normalista en los colegios
nacionales, mediante ley que se debatió alborotadamente en el
Congreso y con la oposición férrea de los tradicionalistas. El
proyecto contemplaba la creación de escuelas de artes y oficios,
en donde los jóvenes aprenderían labores técnicas, mecánicas y
agrícolas, en armonía con las distintas producciones regionales,
cuyo aprendizaje desalentaba a la juventud a la cómoda atracción
por el empleo público. Como era habitual, los opositores
lanzaron a las calles a los estudiantes que proclamaban la
oposición al proyecto. Y para colmo de males, el ministro,
cansado de los ataques de “La Nación”, osó burlarse en pleno
recinto del jubileo que recientemente había sido objeto el general
Mitre, al llamarlo “Divus Bartholus”. Lamentablemente, la
juventud de Magnasco no le permitió medir las consecuencias de
sus dichos, y el presidente no lo pudo sostener a él ni tampoco a
la reforma tan necesaria para el desarrollo del país. Sin embargo,
las ideas sustentadas por Magnasco dieron sus frutos al crearse la
Escuela Industrial de la Nación, dirigida por el ingeniero Otto
Krause, escuelas comerciales y el Instituto de Agronomía y
Veterinaria, entre otros.
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 243 -
Joaquín V. González, riojano de Chilecito, era una mente
brillante a quien acudía Roca para resolver cualquier conflicto
interno. Creemos que si decimos que fue el ministro político más
sobresaliente en la historia argentina, no estamos exagerando
nada. Fue autor del proyecto de reforma política mediante el cual
los representantes del pueblo se elegirían por circunscripción y, al
sancionarse, dio como resultado el acceso a la Cámara de
Diputados al primer legislador socialista de América: el doctor
Alfredo L. Palacios. También fue autor del proyecto de “Código
de Trabajo”, según el cual se le otorgaría personería jurídica a los
sindicatos, le otorgaba al Estado la función de mediador entre el
capital y el trabajo, buscando el equilibrio en la conciliación
obligatoria. No fue aprobado porque se establecían sanciones
para las huelgas no autorizadas y las organizaciones sindicales
desarrollaron una cerrada oposición. Pero el primer paso de
mediación del Estado en los conflictos estaba dado.
El general Luis María Campos, en su carácter de ministro
de Guerra, fundó la Escuela Superior de Guerra. El general Pablo
Riccheri, fue autor del proyecto, luego sancionado con carácter de
ley, del servicio militar obligatorio que jerarquizaría las fuerzas
armadas, y la dotaría de un gran número de hombres de armas
con mayor poder bélico.
En diciembre de 1902, buques ingleses, alemanes e
italianos bombardearon las ciudades venezolanas de La Guayra y
Maracaibo, con motivo de la negativa del gobierno venezolano a
satisfacer el pago de deudas contraídas por particulares de
aquellos países. Bombardearon y tomaron el Puerto Cabello, a lo
que indujo al gobierno argentino a fijar posición.
El ministro de Relaciones Exteriores, doctor Luis M.
Drago, afirmó entonces la doctrina internacional que lleva su
nombre, según la cual establecía el principio que entre las
naciones no puede exigirse el cobro de deudas por la fuerza, a
partir de la soberanía de las naciones sin importar la fuerza que
los Estados tuvieren. Sostenía Drago, en nota dirigida al ministro
argentino en Washington, doctor Martín García Merou, para ser
entregada al Departamento de Estado de ese país, que las deudas
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 244 -
públicas o privadas no puede dar lugar a la intervención armada ni
menos a la ocupación material del suelo de las naciones americanas
por una potencia europea” y cuando “un capitalista presta dinero a
un gobierno, lo hace midiendo sus riesgos y evaluando la seriedad y
solidez del deudor, y por lo tanto, no puede llamar en su auxilio a su
gobierno para que éste le oficie de cobrador armado.
Luego de esta incursión sobre los hechos sobresalientes
de la gestión de los ministros del gobierno de Roca, a modo de
demostración, de aquello que el presidente era consecuente con la
calidad de sus colaboradores, retrocedamos con los actos de
asunción del cargo de los nuevos mandatarios.
Antes de recibirse de presidente el general Roca decidió
trasladarse al marco de los hechos de la Campaña del Desierto, en
un revivir en el mismo escenario la vida de campaña: despertarse
con la diana, tomar el rancho junto a sus camaradas de armas,
recorrer las carpas cambiando chanzas con sus ex compañeros, le
daban al nuevo presidente un desacartonamiento necesario para
demostrar que seguía atento al progreso de poblar el desierto y
que el ejército era su vocación originaria.
Otro hecho trascendental fue, sobre todo para la grey
católica, el restablecimiento de las relaciones diplomáticas con el
Vaticano, porque si bien oficialmente no se habían roto, desde la
expulsión del internuncio Mattera, Buenos Aires carecía de un
Nuncio Apostólico, representante vaticano. Como Roca tenía
muy buenas relaciones con los sacerdotes de la orden salesiana,
monseñor Juan Cagliero, de ese instituto religioso, antes de
asumir su segundo mandato, visitó al presidente electo en
circunstancias que viajaba a Roma. Allí comenzaron las tratativas
para que el Vaticano enviara a monseñor Antonio Sabatucci,
como nuevo Nuncio.
El 12 de octubre de 1998 el doctor Bartolomé Mitre, el
primer ciudadano de la República, según lo llamó Roca en esa
oportunidad, como Presidente de la Asamblea Legislativa, le
tomó juramento a Roca y el mandatario saliente José E. Uriburu
le entregó los atributos del Poder Ejecutivo, en un marco distinto
del que fuera cuando llegó a la presidencia en 1880. Aquella era la

Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 245 -


vieja casa de gobierno en una de sus pequeñas salas. Ahora los
cortinados de terciopelo y las molduras doradas de los capiteles le
daban al salón de recepciones una magnificencia esplendorosa, al
menos ante los ojos del presidente.
No sólo la Casa de Gobierno había cambiado desde la
asunción de Roca a la presidencia en 1880. Habían transcurrido
dieciocho años hasta esta nueva etapa. Pero aquello que más se
apreciaba era el cambio de la ciudad de Buenos Aires, al amparo
de la ley de capitalización, que otorgaba la estabilidad necesaria
para acometer la transformación. La creación de la Municipalidad
a cargo de Torcuato de Alvear había traído los servicios públicos
que contribuían a la sanidad de la población. Hasta esos
momentos los olores fétidos era moneda corriente. Los restos de
comidas y otros trastos de los hogares se tiraban a la calle sin una
programación coordinada para retirarlos, como así animales
muertos y desechos orgánicos. Los tranvías a caballo dejaban sus
heces en plena calle, luego sustituidos por eléctricos en 1897
(primera línea tendida por la Compañía Anglo-Argentina) 33 ,
permitían que la gente se trasladara por pocos centavos a
distintos barrios de la capital. El gas y la electricidad le otorgaban
a la población una manera distinta de vida y confort. También las
empresas aprovechaban estas nuevas fuentes, para la producción

33 Hubo tranvías en muchas ciudades, y con los más variados sistemas de tracción. La
red más importante fue la de en Buenos Aires con casi 900 kms de vías. El primer
tranvía porteño de (tracción de sangre) circuló en 1863, con sólo una prolongación del
Ferrocarril del Norte, desde la Plaza de Mayo a Retiro. En 1865 el F.C.S hizo lo propio
e instaló su línea de tranvías de prolongación desde la Estación Constitución hasta
Lima y Belgrano. El 27 de febrero de 1870 comenzaron a rodar tranvías por el casco
céntrico de Buenos Aires, con la inauguración simultánea del "Tramway Central" de los
hermanos Julio y Federico Lacroze (que unía la Plaza de Mayo con el Once por la calle
Cangallo), y del "Tramway de la Calle Cuyo", empresa de los hermanos Teófilo y
Nicanor Méndez (que tenía las mismas cabeceras, pero circulaba a lo largo de la paralela
calle Cuyo, apenas a 100 metros de distancia). El tranvía eléctrico llegó a Buenos Aires
en 1897, aunque el primero de su tipo circuló en La Plata en 1892. En 1888 se inauguró
una línea como "Tramway Rural" de los hermanos Lacroze de 47 km (29 millas) tirados
por caballos desde Buenos Aires a través del campo hacia el pueblo de Pilar. (Tramway
Rural, por: Walter G. Belfiore y Alberto Allindo). Además de Buenos Aires y La Plata,
tuvieron tranvías eléctricos en varias ciudades argentinas

Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 246 -


de nuevos productos y para reemplazar viejos métodos
productivos. Los altos recursos generados por las producciones
del campo se transformaban en inversiones en residencias al
mejor estilo parisino como así a edificios de gran porte. Sin
embargo, la producción agropecuaria debía complementarse con
una fuerte industria nacional para evitar ciclicidad en la economía,
y otorgarle a la creciente población, el efecto multiplicador de la
economía, que significa el trabajo. Además, la sustitución de
importaciones de insumos básicos evitaría el drenaje de divisas
necesarias para la transformación agropecuaria. Esa conversión
todavía no se consiguió en la Argentina, salvo el intento del
período de 1958-1962, en el que gobernó Arturo Frondizi, pero
que quedó trunco por el eterno mal endémico de la Argentina,
que fueron los golpes de estado complementados con otro mal
argentino, la destrucción de los hechos de un gobierno civil por
otro gobierno de igual signo. El ejemplo más claro se refiere a la
política de Arturo Illia, quien anuló los contratos petroleros del
gobierno de Frondizi, que le dieron al país el autoabastecimiento
en hidrocarburos. Perdonen ustedes lectores esta digresión, pero
ejemplifica aquello que ocurrió con la Generación del 80, que
mantenían las políticas de estado de un gobierno a otro. También
para hacer notar que aquella política de la Generación del 80 le
faltó una agresiva política industrial al estilo norteamericano. La
transformación del campo se hizo muy evidente en los cambios
de la pampa húmeda: el centro Sur y Norte de la Provincia de
Buenos Aires, Sur de Córdoba, Sur de Santa Fe, los campos eran
vergeles y producían carne y granos para llegar a diversos puntos
del mundo, en especial a Inglaterra, que nos compraba la mayor
parte de las exportaciones. Los ferrocarriles constituían una
palanca importantísima en el desarrollo de la Nación. Las
ciudades se interconectaban cada vez más; la gente se trasladaba a
distintas ciudades del país y las producciones también se enviaban
por ferrocarril. Y seguirían, en 1900, con mayor cantidad de redes
y se construían estaciones que eran auténticos palacios, no
solamente en Buenos Aires, también en La Plata, en Córdoba y
San Luis, para ejemplificar algunas. El censo de la población se
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había duplicado desde 1869 y ahora había más de 4 millones de
personas. En este marco de país, en plena transformación, recibía
Roca este nuevo mandato.
VI
Referente a las Relaciones Exteriores durante el período
de Uriburu se plantearon las reiteradas disputas limítrofes con
Chile, a lo que se agregó el arbitraje del presidente de los Estados
Unidos de América, Grover Cleveland, que falló el 5 de febrero
de 1895, en el conflicto que la Argentina tenía con el Brasil y, por
el cual, nuestro país perdió la mitad de la provincia de Misiones
en una superficie de 20.000 km² de territorio.
La situación con Chile era cada vez más tensa lo que
inducía a que los dos países, como vimos, incrementaran su
armamento. No obstante, en 1898 se firmó el tratado Piñeyro-
Latorre, por el que se convino en una decisión que perjudicaría a
nuestro país, que para las diferencias en la demarcación del límite,
se elevarían los antecedentes a S. M. Británica para que ésta se
expidiera en laudo arbitral. Esta decisión de consultar en laudo
arbitral a S. M. Británica era inapropiada para la Argentina,
teniendo en cuenta que teníamos pendiente la situación de
soberanía de las islas Malvinas con el citado reino.
El 9 de enero de 1899 el Congreso le concedió al
presidente licencia para ausentarse de la Capital Federal, con la
intención de entrevistarse con el presidente chileno en el extremo
Sur del continente. Al mismo tiempo le daba la oportunidad de
visitar gran parte del Sur argentino, que no conocía, y departir
con pobladores que le transmitirían expresiones, culturas y
formas de vida, como también las sensaciones de grupos
inmigrantes del centro de Europa, en particular. En su reemplazo
quedó al frente del ejecutivo el vicepresidente Quirno Costa. La
entrevista de Roca en el Sur, en compañía de los ministros de la
Marina y de Relaciones Exteriores, con su colega chileno
Federico Errázuriz Echaurren fue un gesto de paz, pero también
un acto de fortaleza en el terreno de las decisiones bélicas, si los
acontecimientos se precipitaran en esa dirección.

Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 248 -


El pleito con Chile obligó a que la Argentina equipare su
fuerza naval con la adquisición en Europa de las naves Garibaldi,
San Martín y el acorazado Belgrano de procedencia italiana.
También se adquirió armamento de tierra.
Los presidentes se reunieron el 15 de febrero de 1899 en
el crucero acorazado O´Higgins. Roca no quiso hacerle ver sus
entorchados al presidente civil chileno y también vistió de
impecable frac con la banda celeste y blanca que le cruzaba el
pecho. El presidente argentino ascendió al buque chileno y le
estrechó fuertemente la mano a su colega, a lo que se le dio en
llamar “el abrazo de Magallanes”. Asimismo le obsequió las obras
completas del ex presidente argentino Domingo F. Sarmiento,
que viviera y ejerciera el periodismo en El Mercurio de Santiago
de Chile. Al día siguiente, el presidente chileno le retribuyó la
visita en el crucero Belgrano, en donde hubo un banquete, que se
repitió en los buques y en tierra.
Hay distintas versiones de quién partió la iniciativa de la
entrevista, que se realizó en el estrecho de Magallanes, en Punta
Arenas. Es evidente que la Argentina, ya desde esos momentos,
presagiaba que los grandes intereses territoriales pasaban por la
soberanía de las islas del Sur y su influencia sobre el casquete
polar antártico. Los allegados a Roca dicen que fue por decisión
de él, para eliminar el conflicto bilateral desde muchos años atrás.
Otros dicen que se debió a una iniciativa del ministro chileno en
Buenos Aires, Du Putron, que había visitado al presidente Roca
unos días anteriores al inicio del periplo argentino. Otros
aseguraban que fue Francisco P. Moreno que le sugirió la idea
que el presidente argentino acogió con entusiasmo. Otro aspecto
que se consideró por parte de los analistas argentinos, era que
Chile quería resolver cuanto antes el conflicto entre ambos países,
para quedarse en libertad de acción para terminar los asuntos
pendientes con Perú y Bolivia, que aún no habían sido resueltos,
luego de la guerra de 1879, que ganara los chilenos. Más allá de
las especulaciones de parte de quién fue el autor de la iniciativa, lo
cierto es que se trataba de producir actos de amistad que alejara la

Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 249 -


idea de la guerra, que en ambos bandos, había quienes la
alentaban.
La expectativa del laudo arbitral de la Corona Británica no
paró la carrera armamentista de los dos países, con el beneplácito
de los astilleros italianos y británicos, que construían buques de
guerra para ambos países.
Roca compartía el concepto que la esencia de la política
es la política exterior. Fiel a ese pensamiento, siguió con su plan
de visita a países limítrofes, con la finalidad de acrecentar los
vínculos y, al mismo tiempo, utilizar como un vallado en contra
de una posible guerra con Chile.
Fue así que decidió visitar al Uruguay y luego proseguir
viaje hasta el Brasil. Roca se embarcó en el puerto de Buenos
Aires el 3 de agosto de 1899 en el crucero Patria, acompañado
por los ministros de Marina y Relaciones Exteriores, también
viajaban sus colegas de armas, ya veteranos de la Guerra del
Paraguay, Levalle, Campos y Garmendia. Acompañaron también
al presidente, a bordo del acorazado Buenos Aires, varios
senadores y diputados. La visita al Uruguay fue en homenaje a su
pueblo, porque Roca no apreciaba en lo más mínimo a su
presidente Juan L. Cuestas, a quien consideraba un vulgar
dictador. Permaneció una noche en la Legación Argentina.
Circunstancialmente se encontró con Pellegrini que venía de
Europa, quien le comentó que no alentaba muchas expectativas
favorables respecto al acuerdo para unificar la deuda. Este era un
tema que ya estaba en carpeta desde que asumió Roca, y que se
constituiría en la piedra del escándalo, que tanto lamentaría el
propio presidente.
El 6 de agosto se embarcaron en el acorazado San Martín
con rumbo a Río de Janeiro. Como todos los que llegaban a la
capital brasileña, el presidente argentino, quedó maravillado de la
exuberancia de la naturaleza y de la magnificencia de los edificios
imperiales. El arribo a la bahía de Guanabara produjo en la
delegación argentina, que no conocía el Brasil, una impresión
grandilocuente, en la misma medida que el esfuerzo que tuvo que
hacer el presidente argentino para embretarse el uniforme de gala
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 250 -
que tuvo que lucir para entrevistarse con su colega brasileño,
Manuel Ferraz de Campos Salles y el senador Quintino Bocaiúba,
gran republicano por excelencia. También hizo un viaje a la
ciudad imperial de Petrópolis, a 68 kms de Río. Fue agasajado en
todos los lugares que visitaba; recibía el cariño y el
reconocimiento del pueblo brasileño, en donde abundaron las
fiestas y banquetes, los que alegraron a los visitantes, en especial a
Gramajo. El presidente argentino se alojó en el Palacio Catete
junto al doctor Eduardo Wilde y su esposa Guillermina, que
reemplazaron a Jaime Llavalloll, cuñado de su hijo Julito Roca,
por quien no tenía ninguna simpatía, pese a su vinculación
familiar. Las conferencias entre los presidentes rondaron los
temas generales y propios entre las dos naciones y Latinoamérica,
pero sin llegar a ninguna negociación en particular. La cuestión de
las diferencias limítrofes con Chile, si bien era un objetivo
diplomático argentino, fueron los presidentes muy reticentes en
dejar trascender qué se trató.
En el momento de su regreso Roca retribuyó la invitación
al doctor Campos Salles para que en tiempos próximos fuera
huésped de la Argentina, lo cual fue muy esperado, ya que abría
expectativas sobre el futuro de ambos países al visitar los dos
mandatarios las tierras comunes. Luego de varias postergaciones
finalmente se fijó la fecha del 24 de octubre de 1900 para que el
presidente de los Estados Unidos del Brasil pisara el puerto de
Buenos Aires.
El ejecutor de la organización de los festejos oficiales y
populares era el Intendente Municipal de la Ciudad de Buenos
Aires, Adolfo Bullrich, bajo la dirección responsable del Ministro
del Interior, doctor Felipe Yofre. Todo hacía suponer que los
agasajos al presidente brasileño contarían con el brillo y
demostración de eficiencia con que se hacían los proyectos a que
el presidente Roca apuntaba. Y este era uno de ellos sin duda.
Se eligió el palacio recién construido proyectado por el
arquitecto Cristophersen y aún no estrenado, de la calle Callao
1025, frente a la Plaza Rodríguez Peña, de propiedad del señor
Tomás Devoto, quien lo cedió con toda generosidad para esta
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 251 -
oportunidad, destinado al alojamiento durante su estadía del
presidente Campos Salles. El señor Devoto era un representante
muy importante de la colectividad italiana, tal vez el de mayor
relieve, quien fue indicado para hablar en la catedral, en ocasión
del asesinato del rey Humberto I, el 29 de julio de 1900. En esta
ocasión de la visita de la delegación brasileña fue designado
presidente de la comisión de homenaje.
Se trataba de dar la mejor impresión al presidente invitado
del poderío económico y sólida infraestructura, para lo cual la
empresa del Puerto Madero, de acuerdo con la Prefectura
Marítima, proyectó ubicar vapores, dragas y chatas pertenecientes
a la empresa, en dos alas, engalanadas, para que por el medio
ingresara la escuadra brasileña. El Río de la Plata y el puerto se
habían convertido en un alucinante ir y venir de naves grandes y
pequeñas propiedad de todos los armadores, para trasladar a
familias o empresarios para recibir a Campos Salles. El Dique 4
fue embanderado y se levantaron arcos de bienvenida a ambos
lados de su boca, en donde se hallaba el Patio de Honor, lugar
destinado para el encuentro de los dos presidentes, engalanados
con gallardetes de las dos naciones y alfombrado con tapiz rojo.
Desde este patio se llegaba por dos anchas avenidas al Paseo de
Julio, que había sido reacondicionado para esta ocasión, pero que
todavía no había entrado en el plan de embellecimiento de la
ciudad. De allí las comitivas llegaban a la Plaza de Mayo, en cuyo
centro se había construido una enorme estructura de hierro, en el
lugar en donde varios años más tarde se trasladaría la Pirámide
Mayo. En el Palacio del Congreso, que estaba en construcción, se
instaló un faro que iluminaba alternativamente las avenidas de
Mayo y Callao, cuyo haz de luz llegaba hasta el Palacio Devoto.
La iluminación se extendía por la avenida de Mayo, porque
todavía no estaba construido el monumento a los Dos Congresos
en la Plaza Lorea.
Una prueba elocuente de la potencialidad de la Argentina,
lo ponía en evidencia, la cantidad de turistas que visitaban a
Europa y que habían tomado pasaje de vuelta coincidente con la
fecha para asistir a las fiestas. Junto a los turistas que retornaban
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 252 -
de Europa, visitantes del interior y del Brasil, la estadística
mencionó un aumento de la población de Buenos Aires en más
de ochenta mil personas. Entre los viajeros del Brasil, a bordo del
buque inglés Thames, viajaban periodistas de aquel país, en
búsqueda de notas de funcionarios de su país, pero también en el
afán de confraternizar con los pares argentinos. Nuestros
periodistas no le iban en zaga y el diario El País fletó el vapor
Eolo, de la compañía Mihanovich, acondicionado expresamente
en la ocasión para recibir y trasbordar a los representantes de la
prensa brasileña. También se agregaron los integrantes de la
Comisión Demarcadora de Límites entre la Argentina y Brasil y
representantes de estudiantes de facultades brasileñas. Durante la
travesía fueron agasajados los visitantes quienes enviaron sendos
telegramas al Presidente de la República, al Intendente de la
Ciudad de Buenos Aires y al Presidente del Círculo de la Prensa.
Las relaciones argentino-brasileñas no podían haber
llegado a mejores términos que, en definitiva, era a lo que
aspiraba, astutamente, el presidente Roca, quien pensaba siempre
en función de futuro, tal como lo debe hacer un verdadero
estadista. Dentro de los festejos el Gobierno Nacional decretó
feriado los días 24 y 25 de octubre, con el objeto de que toda la
población se uniera a los festejos por la llegada del mandatario
doctor Campos Salles.
El día de la llegada del presidente brasileño, se había
desatado una tormenta que atrasó a la escuadra visitante y, el
presidente que debía llegar en horas de la mañana para comenzar
los festejos, lo hizo en horas de la tarde. Por lo tanto, los actos
iniciales se trasladaron para el día siguiente, pero en la Dársena
Sur, a bordo de los barcos, la fiesta comenzó normalmente en
donde se ejecutó música por orquestas embarcadas al efecto.
A las 7 de la mañana, el Prefecto general de Puertos en
compañía de funcionarios brasileños y varios barcos se acercaron
a la nave Riachuelo, en el que estaba embarcado el presidente,
para darle la bienvenida. También los miembros del Concejo
Deliberante de la Ciudad de Buenos Aires a bordo del Golondrina
II, anclados en la Dársena Sur, soltó amarras para dirigirse al
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 253 -
encuentro del presidente. El Ministro de Marina dispuso que la
Escuadra Argentina, saliera al encuentro de la Escuadra Marina
visitante y envió al acorazado Azopardo, con prácticos del Río de
la Plata, hasta su desembocadura para guiar a las naves brasileñas.
El Capitán de Navío Domecq García comandaba todas las
fuerzas de Marina. El 25 de octubre amaneció con mucho mejor
tiempo, sobre todo más calmo; el buque Riachuelo con el
presidente visitante abordo, se dirigió al Dique 3. El Dique 4 se
hallaba colmado de gente y en el Patio de Honor se hallaban
formados los cadetes del Colegio Militar y de la Escuela Naval.
De la Casa de Gobierno salió el presidente Roca
acompañado por los ministros, Felipe Yofre, Amancio Alcorta,
Martín García Mérou, Emilio Civit, Enrique Berduc, Osvaldo
Magnasco, Martín Rivadavia, Pablo Riccheri, el Intendente
Municipal, Adolfo Bullrich y el Senador Bartolomé Mitre, entre
otros, hasta el Dique 4, trayecto que realizaron a pie, entre
saludos y vítores de los habitantes de la ciudad.
Luego del acompañamiento de varias naves particulares y
de la Armada Argentina, el Riachuelo penetró lentamente en el
Dique 4 y se colocó en el paso que une los Diques 3 y 4, donde
amarró a las trece horas. Las bandas de música: La Municipal, de
Policía y todas las de Infantería, medio millar de instrumentos
dirigidos por el maestro Berutti, hicieron su entrada con los
acordes del Himno Nacional Brasileño y el Argentino. De a
bordo del Riachuelo se contestó, ejecutando su banda, el Himno
Nacional Argentino.
El presidente Roca se encontraba en el Palco de Honor
cuando arribó la ilustre delegación. Se colocó una planchada con
una alfombra color verde; el primero en descender fue el
presidente Campos Salles y le siguieron el Ministro de Relaciones
Exteriores, Olyntho de Magalhaes; Marina, José Pinto da Luz; el
Jefe del Estado Mayor del Ejército, Mariscal José Cantuárica y el
Senador Quintino Bocaiúba. Un largo abrazo selló el encuentro
de los dos mandatarios que luego volvieron al Pabellón de
Honor, donde se efectuaron las presentaciones de estilo. Luego
subieron a los carruajes el presidente Campos Salles, el presidente
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 254 -
Roca, el sub Jefe del Estado Mayor de Presidencia de la
República, Capitán de Mar y Guerra, Joaquín Pedro Alves de
Barros y el edecán del Presidente de la República Argentina,
coronel Gramajo, a los cuales siguieron 14 coches más, hasta el
Palacio de Tomás Devoto, en esquina Noreste de Avenida Callao
y Charcas, donde residió durante su estadía en Buenos Aires.34
Durante los días siguientes se realizaron actos y comidas
en las distintas embarcaciones navales en los que participaron los
distintos jefes de las armadas de ambas naciones. Paralelamente,
gran parte de los actos, quedarían escenificados por un noticiero
filmado por Eugenio Py. Este profesional francés de la fotografía
fue un pionero en materia de cinematografía que comenzó a
producir filmes para la Casa Lepage. Otras películas fueron: “La
revista de la Escuadra Argentina (mayo de 1901)”; “Visita del
general Mitre al Museo Histórico” (15 de noviembre de 1901); En
la Plaza de Mayo, con la llegada de un "Tranway eléctrico". En
1902 ante la presunción de un conflicto bélico entre la Argentina
y Chile, Max Glücksmann, que era el distribuidor de las películas
filmadas por Py, decidió que éste, junto con un periodista
español, Enrique Casellas, viajaran al país trasandino para obtener
documentos fílmicos sobre las actividades de preparación de las
tropas chilenas, bajo la dirección de un cuerpo de entrenamiento
militar alemán, comandado por el general Emilio Korner,
supuesto veedor de Sir Thomas Holdrich, comisionado por el rey
Eduardo VII del Reino Unido, para mediar en el conflicto.
El presidente Campos Salles tuvo una variada actividad,
visitó distintos lugares de nuestro país: estuvo en Talar de
Pacheco, el Mercado Nacional de Frutos, en la estancia La
Martona de Carlos Casares, en la Exposición Rural Argentina, la
máxima muestra rural del país. En el plano social asistió a un
banquete en la Casa Rosada, una velada de gala en el Teatro
Colón y un baile en el Jockey Club, previo a una reunión en el

34Es de hacer notar que en estos tipos de encuentros y visitas internacionales se le da


preeminencia a la presencia de militares y, en menor medida, a las autoridades civiles,
cuando el encuentro significa un hito a la civilidad. Esta actitud, aceptada por los
pueblos, ha sido un hecho negativo en la consolidación de los valores civiles
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 255 -
Hipódromo de Palermo, en el que se disputó un Gran Premio
Internacional.
Este relato de la visita del doctor Campos Salles y la
magnitud de los festejos, aunque nos asombre la grandiosidad de
los actos más allá de los fines inconfesables de Roca sobre las
relaciones limítrofes con Chile, tiene su justificación en el hecho
que fue la primera vez que un presidente del Brasil salía fuera de
su territorio.
Luego de varios días de estadía llegó el momento del
retorno del presidente brasileño Campos Salles. En horas
tempranas de la mañana llegaron al Palacio Devoto para despedir
al mandatario o para acompañarlo hasta la Rada Exterior del
Puerto. En este lugar se hicieron presentes los ministros del PE,
el Intendente Municipal y el general Mitre, entre otras
personalidades. A las once de la mañana llegó al Palacio el
presidente Roca y momentos después partieron con escolta en
dirección al puerto los dos presidentes. Con gran despliegue
militar llegaron los primeros mandatarios al Dique 4, en donde las
bandas de música ejecutaron los himnos, entre los aplausos y
vítores del público reunido. Roca y Campos Salles subieron al
buque Riachuelo, escuchándose por parte de toda la marinería los
himnos y cañonazos de despedida. Luego que los presidentes
subieron al crucero, lo hicieron el senador Quintino Bocaiúba y el
general Mitre. A bordo del crucero se efectuaron las más
afectuosas despedidas; el presidente brasileño Manuel Ferraz de
Campos Salles dijo: ¡Adiós, dejo mi corazón entre vosotros! Los
buques de guerra argentinos acompañaron a la escuadra brasileña
hasta que salió fuera del canal.
VII
Todavía con el eco de los festejos de la visita del
Presidente de la República Federativa del Brasil, el pensamiento
de Roca no se apartaba de los acontecimientos que se producían
en Chile y en la frontera con nuestro país, en donde avances de
uno y otro lado conspiraban en contra de la paz. Hasta se tuvo
que firmar acuerdos que los avances producidos por ambos
países no sentaban precedentes ni derechos territoriales. Tanto en
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 256 -
Chile y la Argentina felizmente gobernaban mandatarios que no
eran belicistas, pero sectores exaltados reclamaban permanente
actividad y mayor dureza por ambos países. La presión de estos
llevó a que Chile encargara en astilleros italianos dos acorazados
de 8.000 toneladas y luego en Gran Bretaña otros dos acorazados
de 12.000 toneladas y la Argentina, se vio obligada a responder en
esta carrera belicista, que endeudaba a las dos naciones. En
diciembre de 1901 Roca firmó un decreto preparado por el
coronel Pablo Riccheri que movilizaba la reserva del ejército
argentino. Mientras tanto el Congreso aprobaba una ley de
servicio militar obligatorio preparada por Riccheri, quien se había
especializado varios años en Europa, enviado por primera vez
durante el primer gobierno de Roca.
Un hecho bochornoso para la diplomacia chilena tuvo
lugar en una disputa que terminó con la firma de un convenio
entre los dos países. Llegado al acuerdo se redactaron los
borradores y a la noche se festejó alegremente el acontecimiento.
Mientras tanto, los chilenos mecanografiaron los originales que se
le llevaron al representante argentino para que lo firmara. Éste, en
homenaje a la caballerosidad, firmó los documentos sin
revisarlos. Al día siguiente se enteró por los diarios chilenos que
lo que había firmado no estaba de acuerdo a los borradores.
Inmediatamente el representante argentino se apersonó a la
cancillería chilena, pidió el pasaporte y volvió sin pausa a la
Argentina en donde hizo la denuncia pertinente. En nuestro país
había mucha indignación por la “picardía”, según calificó el
hecho el presidente Roca, a tal punto que se hablaba de guerra en
los dos países como un hecho inexorable. El propio presidente
había mandado construir una berlina, como la que utilizó en la
“Campaña del Desierto”, pero más amplia para pasar un tiempo
más extenso. En realidad los expertos creían que Chile no tenía
interés en luchar contra la Argentina, porque la controversia
estaba en manos del arbitraje internacional. El gobierno chileno
quería ocupar a la Argentina para que no participara con el apoyo
a Perú y Bolivia, que aún perdidosos en la guerra, querían
recuperar el territorio perdido. Mientras Riccheri y otros jefes
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 257 -
militares trabajaban en el antedespacho del presidente, con mapas
desplegados, en la víspera de Navidad de 1901, llegó el ministro
chileno ante la República Argentina, quien provocó un gran
alboroto de los funcionarios argentinos que traía en su poder la
transcripción del acta por la cual el presidente Riesco aceptaba las
correcciones al documento cuestionado.
Cuando vio a los militares inclinados sobre los planos,
dijo festivamente con el dejo característico de su país:
–Caballeros, ¡ya pueden enrollar los mapas!
Felizmente la atmósfera bélica quedó desahogada y Roca,
rápidamente, nombró a José Antonio Terry como nuevo ministro
en Santiago de Chile, ayudando a una mayor relajación de los
jefes militares de ambos países.
La Argentina y Chile se recelaban y esa actitud derivaba
en mayores gastos de armamento, lo cual se transformaba en
insensateces que los pueblos, y sus habitantes de menores
recursos, serían los que sufrirían las consecuencias. Porque lo
sensato sería que se inscribiera en que los contribuyentes de
mayores recursos tuvieran que soportar el peso de las mayores
erogaciones. Pero esto no es así, y es una injusticia que todos los
habitantes de esos estratos sociales siempre sufren este flagelo de
la guerra, que yendo más allá aún, también contribuyen en mayor
medida, pero con sus vidas, dejando en la indigencia a sus
mujeres e hijos.
El recelo de Chile se instalaba en forma absurda en el
expansionismo argentino sobre el Pacífico, cuando la Argentina
se defendía de los avances de Chile sobre el Atlántico. Además,
nuestro país recelaba que los acuerdos y pactos que se
instrumentaban fueran una cortina de humo para dilatar los
tiempos a la espera de los acorazados que se construían en
Inglaterra por encargo de gobierno chileno.
Finalmente los acuerdos se firmaron el 28 de mayo de
1902, que se dieron en llamar “Pactos de Mayo”, entre el canciller
chileno José Francisco Vergara Donoso y el embajador argentino
en Santiago de Chile, José Antonio Terry. Comprendieron cuatro
instrumentos principales: el acta Preliminar, el Tratado general de
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 258 -
Arbitraje, la Convención sobre Limitación de Armamentos
Navales, y otra acta que solicitaba al árbitro que fijase los hitos
demarcatorios sobre el terreno.
La cláusula preliminar estableció la renuncia expresa e
incondicional del gobierno argentino a las expansiones
territoriales, en tanto Chile lo hizo de manera condicional que
advertía: "salvo las que resultaren del cumplimiento de los
tratados vigentes o que más tarde se celebraren".
El tratado general de Arbitraje designó al Reino Unido
como árbitro, al cual se le otorgó amplias facultades. Si alguna de
las partes firmantes rompiera vínculos con Su Majestad Británica,
la segunda opción era el gobierno de la Confederación Suiza. El
plazo establecido de vigencia del tratado establecido fue de diez
años, con tácita renovación por períodos de diez años, si no se lo
denunciaba seis meses antes del vencimiento.
La convención sobre Limitación de Armamentos Navales
dispuso, que los gobiernos argentino y chileno renunciaban a
adquirir los buques que tenían en construcción y a realizar nuevas
adquisiciones. Asimismo, se comprometían a disminuir sus
escuadras. Los armamentos navales tampoco aumentarían por un
plazo de cinco años. Otros artículos prohibían las enajenaciones
de armamento a que diera lugar la convención, a países que
tuvieran gestiones pendientes con las partes.
Joaquín V. González, con su habitual erudición, se
encargó de sostener ante el Senado de la Nación la conveniencia
de aprobarlos.
En noviembre del mismo año se conoció el laudo del
Reino Unido, en donde establecía en algunas partes el principio
de las altas cumbres y en otros las divisorias de aguas. La
sentencia fue un laudo salomónico y fue aceptado por ambas
partes en forma inmediata.
VIII
Roca había insistido en que la unificación de la deuda
pública era un debate pendiente, ya que había más de treinta
empréstitos con tasas de intereses diferentes. En el nuevo
proyecto trabajaron Berduc, ex ministro, y el banquero Tornquist,
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 259 -
Pellegrini debía conversar con la banca londinense respecto a la
factibilidad del proyecto. El plan consistía en unificar toda la
deuda en un sólo bono con una tasa del 4% de interés más 0.50
% de amortización, lo cual implicaba un gran ahorro, teniendo en
cuenta que había bonos que pagaban hasta un 7 %. Pero lo que
más afectaba al decoro nacional era una cláusula por la cual el
Estado argentino se comprometía a depositar en el Banco de la
Nación el 8 % de las entradas de la aduana a la orden de los
acreedores. Esto se interpretaba, con razón, dar participación a la
banca extranjera a que interviniera en los asuntos internos de las
cuentas públicas. Pellegrini se había jugado por el proyecto en su
gestión personal ante la banca extranjera, desde el diario El País y
desde su puesto de senador. La efervescencia popular iba in
crescendo en repudio a la consolidación, se multiplicaron los actos
insurreccionales y atacaron los talleres del diario El País; también
fueron contra la casa de Pellegrini. La represión no se hizo
esperar por parte del presidente, y acertado o equivocado en el
proyecto, el gobierno debía mantener el orden. Mitre había
sentenciado: Cuando todo el mundo se equivoca, todo el mundo
tiene razón. El presidente Roca se vio muy influenciado por esta
posición de don Bartolo, pero lo que no consideró, que la
decisión que tomaría debería haberla consensuado con Pellegrini,
sobre todo teniendo en cuenta la consecuencia que había
demostrado éste en defensa de la consolidación de la deuda y del
propio presidente. El Poder Ejecutivo el 8 de julio de 1901 hizo
saber al Senado, que desistía del proyecto de unificación de la
deuda, lo cual trajo aparejado las renuncias de Berduc y del
Ministro de Agricultura Ramos Mejía, que pertenecía al círculo
íntimo de Carlos Pellegrini.
Era un pensamiento muy común en Roca creer que
Pellegrini cuando se fastidiaba al poco tiempo olvidaba. Pero en
cuestiones trascendentales como ésta no perdonó y hasta calificó
de cobarde al presidente. Su amistad con Roca había terminado,
así como terminó con la de Alem oportunamente. Roca perdía a
un gran aliado, con gran capacidad ejecutiva, hombre de gobierno
y fundamentalmente de una lealtad incorruptible. Después del
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 260 -
discurso en el Senado en que Pellegrini le reclamara al presidente
la actitud tan inconsecuente que había tenido, Roca les dijo a los
amigos comunes:
-–“No se preocupen: el “Gringo” volverá...”.
Pero el “Gringo” no volvió, ni olvidaba una afrenta con
facilidad; como no olvidó cuando se lo responsabilizó de la
designación de Aristóbulo del Valle en los sucesos del 93. Roca
tomó conciencia de la resolución de Pellegrini y admitió:
“-–allí empezó mi tragedia. Nadie sino Pellegrini hubiera
podido reemplazarme”.
Hay una anécdota que prueba que Pellegrini tenía un gran
sentido de la amistad, pero cuando era afectado por algún dicho
de algún amigo, podía callar en homenaje a ese sentimiento, pero
nunca lo olvidaría porque, justamente, provenía de un amigo:
... Ricardo Rojas siendo muy joven, visita al Dr. Carlos Pellegrini en
su domicilio de la calle Maipú, llevándole unos escritos que debían
salir al día siguiente en “El País”. Pellegrini muy atento lo hace
pasar y luego de escribir lo que debía decirse en el diario sobre
temas muy importantes, de pronto larga la lapicera y le pregunta:
– ¿Usted es el del poema?
–Yo era “el del poema”, en efecto; pero no entendí la pregunta
porque el poema en cuestión era mi primer libro, recién entregado al
impresor, y conocido sino por muy pocas personas. Le averigüé de
dónde sacaba tan peregrinas noticias sobre autor tan inédito y
Pellegrini me respondió:
–Lo he sabido por Joaquín González. Anoche nos han sentado juntos
en el banquete de Concha Subercasseaux y, para no hablar de
política, hemos hablado de literatura. Él me ha dado noticias de su
poema con mucho elogio. Tráigamelo, porque me ha despertado
curiosidad.
–Lleno de turbación bien explicable, le respondí que la obra estaba
en prensa; que él no tendría tiempo de atender aquella cosa tan
nimia; y que lo demás eran bondades de González.
–Tráigamelo mañana a las diez, aunque sea en los originales o en
las pruebas: vamos a leerlo juntos.
Salí de aquella casa transfigurado; pasó la noche, llegó el siguiente
día, corrí a la imprenta, recogí el manuscrito, lo empaqueté
prolijamente, y volví a la casa de la calle Maipú, donde Pellegrini
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 261 -
esperaba. Me instaló a su lado en el sofá de la noche anterior; puso
el paquete sobre sus rodillas, y empezó a trabajar con la cuerda del
envoltorio, que se había apretado en nudo ciego. Yo, nervioso, de
impaciencia, quise tomar el paquete; él me apartó las manos:
–Tenga paciencia, joven señor poeta.
Le propuse que rompiera la cuerda.
–No, señor –me contestó–, los nudos hay que desanudarlos.
Entonces, estimulado por aquella afectuosa familiaridad, me atreví a
responderle:
–Como la gente dice que usted no sabe desatar nudos, sino
cortarlos...
Sonrióse paternalmente; aguzó las uñas, empecinóse de nuevo,
separó al fin las cuerdas, diciéndome con aire de triunfo:
–Ya podrá usted alguna vez decir que Pellegrini sabe cortar nudos;
pero también, cuando se propone, sabe desanudarlos.

Este comentario lo hacía con clara alusión a los dichos de


Roca referidos a él, cuando propuso a del Valle como ministro.
Pellegrini no olvidaba.
Hay un dicho muy popular que dice: aquel que lava los
platos alguna vez rompe uno. Roca estaba convencido que era una
buena ley y por eso la promovió, pero políticamente le salió mal y
se quedó con la sabiduría de Mitre ante la sentencia que había
emitido. No actuó con cobardía, creemos que actuó con sentido
republicano, tomando siempre en cuenta la respuesta popular a
los actos de gobierno. Tal vez Don Bartolo tenía más sabiduría
por analizar los hechos políticos de los terceros que al ejecutar los
propios. Roca recordaba que varias décadas atrás había aprendido
de Mitre cuando decía: Hay que tomar al país tal como Dios y los
hombres lo han hecho, esperando que los hombres, con la ayuda de
Dios, lo mejoren. Pero Pellegrini también tenía razón, afirmando
que era una buena ley y cuando el gobernante está convencido
tiene que seguir adelante contra viento y marea. La cuestión pasó
por el carácter de cada gobernante: y cada uno tenía su estilo.
Esta separación de Pellegrini, Roca la sufrió, tanto como
la que se había producido en su intimidad con el amor por
Guillermina. Con el rompimiento con “El Gringo” tuvo que
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 262 -
apartarse de muchas personas con grandes valores de gobierno y
recostarse, sin el gusto de hacerlo, hacia el bando que lideraba
Mitre. Y con Guillermina, llegaron al entendimiento mutuo que la
relación debía terminar. Todo el mundo calentaba la lengua
respecto a las relaciones de ambos, atacaba la reputación de
Guillermina y la investidura presidencial. A tal punto llegaron los
comentarios, que el cuerpo militar que se encargaba de la escolta
del presidente y mandaba un hermano de Guillermina, la gente lo
llamaba “los guillerminos”.
Los amantes sabían que la separación consistía en que los
esposos se trasladaran a otro país. Roca le ofreció a Eduardo
Wilde una representación diplomática que podría ser la de
Washington, si podía lograr que esta quedara vacante. La cuestión
era que no había motivos consistentes para que Martín García
Merou dejara la sede diplomática. El presidente aprovechó la
oportunidad que Emilio Frers había renunciado al Ministerio de
Agricultura para ofrecérsela al embajador en la capital de los
Estados Unidos. Pero García Merou era un escritor que no tenía
la menor idea de las cuestiones rurales, por lo que rechazó el
ofrecimiento. Roca convocó a su hermano Enrique, que como se
recordará fue su secretario en el viaje a Europa, para que lo
convenciera que era una cuestión, que iba más allá de la función
ministerial. Estuvo tres meses a cargo del ministerio y luego fue a
cubrir la delegación en Berlín. Mientras tanto, los esposos Wilde
se ubicaron en la sede de Washington, por unos meses, hasta que
se le asignara la recién creada embajada en los países de Holanda
y Bélgica, con sede en Bruselas.
IX
El presiente Roca actuaba con una de las más grandes
virtudes que un estadista debe hacerlo, y quien así no lo haga no
merece ser Presidente de la Nación, es designar como ministros a
los personajes más excelentes que pueda lograr. Además hay
ministerios que son claves para una gestión política exitosa. Por
eso durante el gobierno de Roca el Ministro del Interior era el
doctor Joaquín Víctor González.

Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 263 -


Permítansenos realizar una semblanza del prominente
riojano –porque conocer quién era Joaquín V. González es
definir el gobierno de Roca–, que había cumplido una exitosa
carrera como jurista, había sido designado en 1887 miembro de la
Comisión de Reforma Constitucional y se le encarga la tarea de
redactar el proyecto de Constitución para la provincia de La
Rioja. Ese mismo año publica “La Revolución de la
Independencia Argentina”; ingresó al diario La Prensa y es
nombrado profesor en la Cátedra de Minas. En 1889 luego de
finalizar su período de diputado es elegido gobernador de la
provincia de La Rioja; en 1896 ocupa un cargo en el Consejo
Nacional de Educación y académico en la Facultad de Filosofía y
Letras de la UBA. Como ministro del gobierno de Roca,
pronunció clases magistrales en la que se destacó “El ideal de la
Justicia y la vida contemporánea”. En 1904 el presidente
Quintana lo nombra Ministro de Justicia e Instrucción Pública. Al
año siguiente crea la Universidad de La Plata, donde fue
designado presidente de esa institución y más tarde, rector hasta
1918, homenajeado apoteóticamente en el Teatro Argentino de
La Plata al dejar el cargo. En 1906, reconocido como una de las
personalidades más importantes en la materia, es designado
miembro académico corresponsal de la Real Academia Española
de Letras y, en 1921, se le designa miembro de la Corte
Internacional de Arbitraje de La Haya. Para denostarlo, un autor
argentino cuenta que en una oportunidad, cuando se le preguntó
qué opinaba del sufragio universal, respondió: "¡es el triunfo de la
ignorancia universal!", con cuya afirmación lo hacía aparecer
como enemigo de esa práctica, cuando era un liberal en el más
amplio sentido de la palabra. Él era partidario del voto voluntario,
institución que es aplicada en gran parte del mundo. En 1916 es
elegido senador nacional por La Rioja. Es autor de una vasta obra
literaria sobre los más diversos temas de historia, sociología y
derecho. Entre sus publicaciones se encuentran: La Revolución
de la Independencia Argentina (1887); Historias (1900); La
Tradición nacional (1891); Manual de la Constitución Argentina
(1897), completo comentario sobre la Constitución de la
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 264 -
República Argentina; El juicio del siglo, o cien años de historia
argentina (1910); La Universidad de Córdoba en la evolución
intelectual argentina (1913); Patria y Democracia (1920); Mis
Montañas (1923); Fábulas nativas (1924); En 1934 se publican sus
Obras Completas por orden del Congreso Nacional, edición de
25 tomos, con más de 13 mil páginas agrupadas. Joaquín V.
González tenía el aspecto de una persona que tenía poco que
decir de todo; su mirada adormilada y sus gestos ocultos detrás de
sus grandes mostachos; su voz cadenciosa, nada hacía percibir
que estábamos en presencia de una mente tan lúcida, que
interpretaba las distintas teorías políticas esbozadas por los
distintos politicólogos y sociólogos del mundo.
El ministro González percibía cierta abulia en el proceso
de los partidos políticos, notaban con el presidente Roca, que la
oposición estaba adormilada. Coincidían que la presencia activa
de la oposición fortalecía el sistema institucional y alejaba la teoría
del acceso al poder por métodos violentos. Ya lo había dicho
Roca en el mensaje presidencial que “la presencia de la minoría en
el Congreso es conveniente y necesaria”. Y esta manifestación no
fue oportunista ni falta de sinceridad, porque la rectificación de la
unificación de la deuda es un ejemplo. Pellegrini, ahora opositor,
parecía que no quería dar lucha electoral. El mitrismo no lograba
constituir una fuerza numérica de peso. Los radicales no lograban
que don Bernardo los acercara al gobierno o, al menos, sacarlos
de esa abstención, que en estos tiempos de crecimiento hubieran
sido protagonistas fantásticos. Pero salvo los festejos
tradicionales del partido, no salían de esa confrontación cívica. Si
bien es cierto que a la historia hay que analizarla en su contexto,
no es menos cierto que los contemporáneos tenemos la
obligación de analizar si los hechos históricos tuvieron resultados
positivos o no. Creemos que la intransigencia de Yrigoyen y su
afición por los golpes militares para imponer la sacralidad del
voto, no fue positiva para el país. El país nacía y era necesaria la
consulta, el diálogo para consolidar la integración nacional y el
mantenimiento de nuestra posición en el mundo. La
industrialización y la diversificación de la economía la querían
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 265 -
Pellegrini, Miguel Cané, Vicente Fidel López, hombres que para
Yrigoyen pertenecían al “Régimen”, como él definía al elenco
gobernante.
El Ministro del Interior Joaquín V. González, en 1902,
proyectó una reforma al sistema electoral que consistía en la
elección de diputados por circunscripción denominado: “Sistema
Uninominal por Circunscripciones”. Se diagramaron zonas
homogéneas y se eligieron sus diputados; compitieron un
representante por partido al estilo de Europa y Estados Unidos.
La gran ventaja de este sistema es que desaparecen las listas
sábanas y cada diputado elegido contrae compromiso directo con
el electorado del barrio o de la zona más cercana. El contacto es
más estrecho entre el electorado y el diputado elegido y el control
de los actos parlamentarios son más estrictos.
En la primera elección, por este sistema de
circunscripciones, a principios de 1904, resulta electo por la Boca,
el primer diputado socialista de América, el doctor Alfredo
Lorenzo Palacios.
Durante 1904 Joaquín V. González propuso un “Código
de Trabajo” mediante ley de trabajo que propuso al Congreso,
por supuesto acompañado por el presidente Roca, quien en esa
materia pensaba igual que el ministro. En principio pensó en el
derecho del trabajo como rama jurídica autónoma y trató el
meollo de la ley en la cuestión obrera y en la cuestión social. Se
habían dictado en los países industriales más avanzados, ciertas
leyes aisladas que amparaban el trabajo de las mujeres, de los
menores, el descanso semanal, los límites del trabajo diario, los
accidentes de trabajo y otras cuestiones específicas. Pero es de
destacar que las relaciones entre obreros y patrones se regulaban
por el derecho en general, especialmente por el civil. También
regulaba sobre los derechos del trabajo de los indios, cuestiones
de seguridad e higiene laboral, tribunales de conciliación y otras
cuestiones que en la amplia relación laboral se presentan. En la
redacción trabajaron del Valle Iberlucea, José Ingenieros,
Leopoldo Lugones y Augusto Bunge. La ley utilizó el antecedente
invalorable del informe de Juan Bialet Massé sobre “El estado de
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 266 -
las clases obreras argentinas a comienzos del siglo”, ordenado
por Decreto del Poder Ejecutivo del 21 de enero de 1904. Es de
destacar a Bialet Massé, de quien ya hemos escrito, que fue
médico en Barcelona y abogado en Córdoba; se destacó por su
preocupación por el trabajo autóctono.
La ley significaba un adelanto trascendental para reafirmar
los derechos laborales y colocar al país en avanzada en la materia.
Lo cual daba por tierra con los comentarios insidiosos, que el
gobierno de Roca había dictado una ley por la cual expulsaba del
territorio argentino a los agitadores y huelguistas ácratas, para
favorecer a los patrones que, en algunos casos, tenían métodos
primitivos de explotación de los trabajadores. Había dictado esta
ley para protección de empleados y patrones, del salvajismo de
los agitadores. Sin embargo, la ley no se trató por el Congreso,
posiblemente ante el fin del período de gobierno del general
Roca. Nos induce a pensar este hecho, el beneficio a los
trabajadores si el radicalismo no se hubiera mantenido en esa
abstención estéril y desde el Congreso hubiera presionado para el
tratamiento y aprobación de la ley.
Si consagramos las obras del general Roca en su segunda
presidencia, también, como en el caso de Joaquín V. González,
debemos resaltar la gestión del Ministro de Obras Públicas,
ingeniero Emilio Civit, quien tuvo estabilidad plena, ya que
estuvo en el cargo durante los seis años de mandato de Roca. Fue
tanto el apasionamiento que puso Civit en el gobierno de su
maestro, que renunció a la gobernación de Mendoza en el
segundo mandato. Se ha dicho que “las obras efectuadas durante
su gestión son tantas que no es exagerado decir que toda la
superficie argentina tiene algo de él”. Se terminó el Puerto Militar
de Bahía Blanca o Puerto Belgrano, también el puerto de Buenos
Aires. Sobre el Riachuelo se construyó un transbordador que
facilitaba el cruce de carros chatas desde la Boca al Dock Sud. Se
canalizaron el Río de la Plata y el Paraná, que permitían el ingreso
de buques de gran calado y otras obras portuarias de gran
trascendencia para la salida de la producción por los ríos Paraná y
Uruguay. Se otorgó la concesión y ampliación del puerto de
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 267 -
Rosario, produciéndose una interpelación del ministro y una
investigación parlamentaria liderada por Alfredo Palacios, de
donde salió indemne el ingeniero Civit. El diputado socialista
dijo: “No se ha podido descubrir un sólo hecho que afecte la
honradez personal del Señor Ministro”. Sin embargo,
aparentemente, el negociado se produjo, sin que el ministro
pudiera impedir o descubrir el hecho. Durante su gestión
emprendió una acción de recupero de las líneas ferroviarias en
poder de capitales extranjeros, especialmente ingleses, pero había
que atender también, al seguimiento de las inversiones
provenientes del exterior, en procura de no aparecer como un
gobierno estatista que no respetaba la libertad de propiedad. Fue
un expansionista de la extensión y control de los ferrocarriles, que
aumentó del tendido ferroviario privado de 14.399 kms a 19.500
kms, con 2.700 kms de remanente en construcción; duplicó las
del Estado a 3.500 kms, de modo que conectó así todo el país,
incluyendo un ramal de La Quiaca con Bolivia. Se construyeron
obras destinadas a la provisión de agua potable y de riego, cuya
respuesta es el incremento de la superficie cultivada. Se
levantaron escuelas y edificios públicos en las provincias y la
capital, entre ellos el palacio de Tribunales y el edificio del
Congreso Nacional.
En el área de la Fuerzas Armadas, con motivo del peligro
de la guerra con Chile, el país se había armado con material
moderno y en cantidad suficiente. La llegada al ministerio del
ramo del general Pablo Riccheri, con una gran capacidad natural y
adquirida en Europa, cuando fue enviado por Roca durante el
primer gobierno, puso a las FFAA con una gran organización
capaz de movilizarse en pocos días para cualquier confrontación.
Se adquirieron los terrenos necesarios en “Campo de Mayo” para
alojar a la Escuela Superior de Guerra, donde se especializaban
los nuevos jefes, y también se crearon nuevas especialidades que
desarrollaron su actividad en el lugar.
En materia educativa ya se recordará el inconveniente que
tuvo que atravesar el ministro Magnasco cuando pretendió crear
una educación normalista, además de escuelas de artes y oficios,
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 268 -
donde los jóvenes que no pudieran acceder a las universidades,
tuvieran un cauce educativo hacia las tareas mecánicas y agrícolas
en armonía con las distintas producciones regionales. Sin
embargo, las ideas de Magnasco prendieron en los legisladores, ya
que hicieron lugar a que se crearan escuelas comerciales y una
Escuela Industrial de la Nación, dirigida por el ingeniero Otto
Krause, también el Instituto de Agronomía y Veterinaria y otras
instituciones relacionadas con el mercado laboral. No obstante, el
cambio de ministros que en el área de la educación se dio, el
aumento de la población escolar, consecuente con la construcción
de escuelas e incorporación de maestros, fue significativa. Con
una población de 5 millones de habitantes cursaban estudios
500.000 alumnos.
X
En proximidad de las elecciones para elegir la nueva
fórmula presidencial que sucedería al general Julio A. Roca en su
segunda presidencia, éste le encargó al vicepresidente, Norberto
Quirno Costa, que sutilmente convocara a distintos personajes en
todas las áreas de la vida política, diplomática, social, académica,
científica, jurídica, militar, católica y financiera para coincidir en
una fórmula presidencial que concitara un acuerdo general. Esta
política del acuerdo, según el propio Roca, era una concepción
aristotélica del gobierno de los mejores. Pero la Argentina era una
república y ya era tiempo que se pusiera en práctica una
metodología de democracia representativa, por más que alguno
prefiriese continuar con los cónclaves para determinar quién sería
el o los mejores para regir los destinos de la Nación.
Evidentemente, salvo el partido radical, que prefería la abstención
y los procedimientos revolucionarios, sostenían el dictado de una
ley que posibilitara el acceso a las representaciones democráticas.
Sin embargo, dentro del método que se practicaba, el radicalismo
tuvo acceso a distintas representaciones, por lo cual podría haber
continuado con esa práctica hasta lograr sus objetivos dentro del
sistema republicano.
De todos modos, la realidad era que irían a participar más
de ochocientas personas en la convocatoria de Quirno Costa. Los
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 269 -
prelados se abstendrían de concurrir y Pablo Riccheri aconsejó
que los jefes militares no participaran. Las invitaciones se
cursaron y en respuesta hubo varias declinaciones que invocaban
distintas causas. La convocatoria para la reunión definitiva estaba
proyectada para el 12 de octubre de 1903, en el Prince George’s
Hall, ubicado en la calle Cuyo (hoy Sarmiento) entre Talcahuano
y Libertad, pero desde julio se realizaban reuniones previas, en
donde corrían los rumores y las preferencias de Roca. En
realidad, ante que las preferencias, los rumores de los amigos del
presidente hicieron trascender que no contarían con su apoyo ni
Pellegrini ni Marcelino Ugarte.
De todos modos, luego de conocer que no estarían en la
preferencia de la mayoría, Roque Sáenz Peña y Victorino de la
Plaza, renunciaron con discursos vacíos de contenido. Sáenz Peña
dijo: La Convención "tuvo el poder de clarear los horizontes y de
plantear el problema sobre una base de patrióticos anhelos, que
no la inspiraban ni el régimen personal y caudillesco, ni a
inspiraciones ajenas al bien público y a la reacción que el país
reclama en términos perentorios"… “Yo he buscado sin reservas
una institución política, que impidiera al presidente imponer su
sucesor, procurando eliminar todos sus medios de coacción, que
a mi juicio no cabían en este acto electoral libre y autónomo”.
Pellegrini y sus amigos se reunieron en una comida la noche del
10 de octubre de 1903, en el restaurante Café de París. Pellegrini
manifestó que Roca ya no era su aliado político y se erigió como
el jefe de la oposición Anunció que no participaría de la
Convención y que sus amigos tampoco asistirían. Precisó los
acontecimientos del momento, dijo: "No me detendré a recordar
los vergonzosos espectáculos que hemos presenciado. Grandes
grupos de ciudadanos, notables a su modo, sabiendo por
experiencia que lo de la prescindencia era una mentira, sufrían las
torturas de la indecisión y la duda, por temor de no acertar con la
palabra de la esfinge que persiste en su altar”
Era lamentable la postura de Sáenz Peña y de Pellegrini
que cuestionaban un sistema de acuerdos en el que ya habían
participado. Si bien es cierto que Roca tenía aspiraciones para que
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 270 -
el presidente que lo sustituyera tuviera el mismo signo que él,
había hecho una apertura lo bastante significativa para que
hubieran podido manifestarse volcando a su favor la Asamblea y
elegir un presidente a su gusto.
Finalmente, el 12 de octubre de 1903, a las doce horas, se
reunieron en el lugar indicado 263 asambleístas, bajo la
presidencia del mitrista correntino Mantilla. Prácticamente sin
debate el presidente invitó a votar y como todo estaba
conversado el elegido fue Manuel Quintana. En esta oportunidad
no se eligió vicepresidente, pero unos días después con menor
cantidad de participantes se eligió a Marco Avellaneda, pero al
poco tiempo se cambió por José Figueroa Alcorta. Éste le había
dicho a Carlos Ibarguren: “No sabemos quién será el futuro vice
y esto es importantísimo despejarlo, porque el doctor Quintana
está viejo y enfermo, vivirá poco; de modo que, en verdad, la
futura presidencia será del vice”.
Efectivamente era un hombre que no contaba con buena
salud; tanto es así que el día que lo eligieron candidato sufrió un
desvanecimiento. Quintana tenía setenta años, estaba ligado muy
débilmente al mitrismo, pero en realidad era un hombre
independiente y hacía mucho tiempo que su mayor aspiración
pasaba por querer ser Presidente de la República.
XI
En las postrimerías de su último mandato el presidente
Roca se había convencido que no quería seguir ligado a la política,
que al contrario que en la vida militar, las medallas se recogen en
el exterior y los sinsabores en el ámbito local. Durante su vida
militar, cada vez que era victorioso los ascensos y distinciones se
prodigaban de todos lados, mientras que en la política, definidos
los sucesores, los amigos rodeaban la manzana antes que pasar
por la puerta, y los enemigos decían, para reprocharse de su mal
desempeño: ¡Merecemos a Roca! Como alguna vez dijo Lisandro
de la Torre, tal si fuera Roca el representante del demonio.
Además, los últimos meses ya no gobernaba porque
cualquier proyecto iba a parar a los cajones, a la espera de las
nuevas autoridades.
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 271 -
En su familia hubo cambios; algunos dolorosos y otros
auspiciosos. En seis meses murieron dos hermanos, Rudecindo,
de cincuenta y tres años, en noviembre de 1903 y, Alejandro, de
sesenta y seis años, en abril de 1904. Julio se apenó mucho
menos con la muerte de Rudecindo, a pesar que era militar con el
grado de general, que con la de Alejandro, porque con este vivió
un tiempo en Río IV y había sido padrino de Julito. Además, era
muy afectivo y quien tenía contacto con el resto de los hermanos
saludándolos en cada cumpleaños. Como Alejandro era soltero, al
sentirse enfermo se instaló en la casa del presidente, de la calle
San Martín, murió en su presencia y le nombró heredero y
albacea, salvo algunos legados para la hermana Agustina y la
esposa de Rudecindo. En el plano afectivo agradable, Julito se
había casado el 18 de diciembre de 1897 con María Esther
Llavallol; María Marcela casó con el barón Antonio de Marchi el
25 de abril de 1900; Agustina Eloisa (La Gringa) casó el 15 de
septiembre de 1903 con Evaristo Uriburu, quien era hijo del ex
presidente José Evaristo Uriburu.
El día que Julio Argentino Roca dejó el gobierno hubo
opositores que alzaron los brazos al cielo y dijeron: ¡Al fin
podremos hacer nuestra revolución¡ Otros fueron indiferentes y
a poco de llegar a su casa de la calle San Martín fueron a
saludarlo, como lo hizo Don Bartolo, que lo estrechó en un brazo
y le dijo:
–General, yo le tomé juramento hace seis años. Ahora vengo a
decirle que ha cumplido…
Roca no sólo había cumplido, había sido el máximo
exponente de la generación que puso a la Argentina entre los top
10 (como dirían ahora) de los países del mundo. Sus sucesores
seguirían por el mismo sendero de crecimiento y grandeza y hasta
lo superarían en el plano institucional. Muchos lo recordaran con
rencor, otros con envidia, otros con admiración, y los menos, con
cariño.

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CAPÍTULO XII

Paseos, banquetes y…amoríos

El ex presidente Roca se encontraba en la estancia “La Paz”,


cuando un vecino llegó a galope de caballo profiriendo a gritos:
–General: ¡Hay revolución!
Del libro del autor “LOS VICEPRESIDENTES”

L AS ELECCIONES se realizaron el 10 de abril


de1904 y los Colegios Electorales se reunieron el
12 de junio; eligieron a Quintana-Figueroa Alcorta,
quienes juraron ante la Asamblea Legislativa el 12 de octubre de
1904.
El doctor Manuel Pedro Quintana constituyó el gabinete
con los siguientes personajes: Interior: Rafael Castillo; Relaciones
Exteriores y Culto: Carlos Rodríguez Larreta; Hacienda: José
Antonio Terry; Justicia e Instrucción Pública: Joaquín V.
González; Obras Públicas: Adolfo F. Orma; Agricultura:
Damián M. Torino; Guerra: general Enrique Godoy; Marina:
Juan A. Martín.
Quintana, que era porteño, vivió en una estancia del Sur
bonaerense propiedad de su padre, de orientación unitaria, o al
menos enemigo de Rosas. Se unió a los Hacendados del Sur,
participó en la batalla de los Libres del Sud a la orilla de la laguna
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 274 -
de Chascomús y, al ser derrotados por Prudencio Rosas, se vio
obligado a exiliarse. Al decir de Hugo Ezequiel Lezama, el
presidente Quintana era un caballero, pulquérrimo y elegante, hacía
una cuestión grave de la blancura de sus pecheras y puños, punto en
el que no admitía excusas de su valet. Tal vez esta descripción sea
una graciosa exageración, pero lo cierto era que su aspecto
denotaba en él una senil elegancia y preocupado por aparecer
como un caballero pulcro y elegante, fiel exponente de la época.
Su actuación política se inicia con el mitrismo, elegido en
diversas oportunidades diputado y senador nacional. Se destacaba
por su elocuencia y era muy difícil en que no participara en un
debate. Dice al respecto Carlos Ibarguren: No hubo en el
Congreso cuestión alguna de importancia, sea constitucional,
política, administrativa, económica, financiera, jurídica o de
cualquier otra naturaleza en cuya consideración él no participara
aclarándola, objetándole y proponiendo una solución conforme a su
saber y entender.
En febrero de 1905 se había producido una rebelión
armada, a sólo cuatro meses de haber asumido Quintana, liderada
por Hipólito Yrigoyen. En Córdoba fue apresado el
vicepresidente Figueroa Alcorta, se tomaron comisarías en la
Capital Federal y el acantonamiento de Campo de Mayo
respondía a los revolucionarios. También habían apresado a Julito
Roca y a su cuñado De Marchi. El ex presidente Roca se
encontraba en la estancia “La Paz”, cuando un vecino llegó a
galope de caballo profiriendo a gritos:
–General ¡Hay revolución!
Una vez que Roca hubo dado las instrucciones a los
familiares y personal de la estancia, monto a caballo y con dos
amigos, se dirigieron a la estación Sarmiento del F.C. Central y
luego, en un mini tren de un sólo vagón, que un funcionario
previsor le había mandado a esa estación, sin que hubiera habido
ninguna comunicación entre ellos, se dirigió hacia el Norte con
destino a Santiago del Estero; de todos modos… los Taboada ya
no estaban.

Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 275 -


Ya sabemos que Roca era muy astuto y puso en práctica
esa condición; le dejó en un papel escrito con lápiz, una nota
dirigida al encargado de la estancia, en donde le decía que se había
ido a los cerros con un grupo de 200 hombres, que reunió, para
hacerse fuerte allí y resistir la revolución. Este mensaje el
encargado Becerra se lo informó a la partida de militares que se
habían destacado en la estancia “La Paz” para apresar al general
Roca. ¡Un teniente revolucionario que apresaba al general Roca!
Era impensable y, además, mostraba la inconsistencia y falta de
preparación militar del golpe. Cualquier estratega hubiera pensado
en cortar las vías de escape de Roca, es decir apresar la estación
ferroviaria por la cual podría escapar y luego rodear los
alrededores para intensificar la búsqueda. Nada de esto se hizo y
Roca llegó a Santiago del Estero sin inconvenientes, a la espera de
las derivaciones de los hechos, con el pensamiento puesto en que
debía volver a la campaña, como tantas otras veces había
ocurrido, para defender la integridad de las instituciones,
preservar la estabilidad del presidente, que hacía nada más que
cuatro meses que había asumido. Este acto revolucionario, según
el pensamiento del general Roca, era retroceder varios años en el
consenso de los países más adelantados del mundo, que así se lo
hizo saber al presidente al que le ofreció su solidaridad. Mientras
que los revolucionarios proclamaban un nuevo sistema, utilizaban
una metodología ya prescripta en las relaciones políticas del país.
Una ley electoral que garantizara el voto era sin duda una
necesidad imperiosa, pero que había que consensuarla y discutirla
en los distintos ámbitos: sociales, culturales y políticos también
era una verdad que en los países civilizados se utilizan.
El Poder Ejecutivo había actuado presurosamente para
defender la institucionalidad. Tanto en Bahía Blanca, Mendoza y
Rosario, los dirigentes sublevados trataron de huir hacia países
más cercanos y otros tuvieron que entregarse, sin embargo el jefe
de la revolución, el señor Hipólito Yrigoyen, tardó varias semanas
en entregarse.
Aparentemente Figueroa Alcorta había negociado su
libertad, le comunicó al presidente sobre las garantías y prometió
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 276 -
no tomar represalias en contra de los revolucionarios. El
presidente se negó rotundamente, afirma que el rigor de la justicia
caería sobre la responsabilidad de los revolucionarios. A todo
esto el vicepresidente Figueroa Alcorta se negó a reconocer la
veracidad de la comunicación con el argumento que todo había
sido fraguado por los radicales.
La revolución radical había producido divisiones en las
propias filas del gobierno: el presidente Quintana se había negado
a una amnistía, pero otros sectores oficialistas querían calmar los
ánimos y así fue que tiempo más tarde se votó una ley de amnistía
para civiles y militares. En el debate en las Cámaras intervino
Carlos Pellegrini quien se manifestó a favor de otorgar indultos a
los civiles pero no así a los militares: en esa oportunidad dijo: No
es admisible en ningún caso, bajo ningún concepto, sin trastornar
todas las nociones de organización política, equiparar el delito
militar al delito civil, equiparar el ciudadano al soldado.... Este fue
el último discurso que pronunciara; Carlos Pellegrini, moriría dos
meses después. En desacuerdo con la ley de amnistía renunció al
cargo de secretario de Guerra, el general Luis María Campos,
reemplazado interinamente por el general Rosendo Fraga, quien
luego fue sustituido en cumplimiento de las formalidades de la
ley, por el coronel Rodolfo Domínguez, lo cual provocó la
renuncia del doctor Norberto Quirno Costa en desacuerdo con
esta designación.
Las provincias sometidas por el movimiento radical,
merced a la acción de los cuerpos militares leales al gobierno,
poco a poco recuperaron su representatividad, como debía ser.
El presidente Quintana, quien se encontraba sumamente
molesto por la aventura radical, se mostró inflexible a los pedidos
de clemencia y estaba decidido a llevar a la justicia a los
responsables. Aún desconocía las gestiones que hizo el
vicepresidente Figueroa Alcorta negociando garantías para los
revolucionarios a cambio de la rendición, por lo cual este fue muy
criticado en algunas esferas. El presidente se negó a considerarlas,
y produjo ese hecho un evidente distanciamiento entre los dos
integrantes de la fórmula presidencial.
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 277 -
Pero era razonable la posición constitucionalista del
presidente. El radicalismo había sido invitado infinidad de veces a
conversar cada vez que se trataba de elegir alguna fórmula
presidencial y siempre se había negado aduciendo falta de
garantías electorales. Pero es que nunca presentó proyecto alguno
de ley electoral, sobre todo habiendo tenido senadores como
Alem, Aristóbulo del Valle, Bernardo de Irigoyen y muchos
diputados. Lo menos que podía hacer era conversar para lograr
soluciones pacíficas y, sobre todo, constitucionales. Era el
momento que asumieran que no se puede sustituir una
trasgresión constitucional, con otra más grave aún, que, como
agravante, ponía en peligro vidas humanas. Por otra parte, ya
nada justificaba a los gobiernos de turno a no dar una solución
legislativa que terminara con el radicalismo en una posición fuera
del contexto electoral.
Es absolutamente incomprensible que varios historiadores
le atribuyeren al presidente cierto recelo con Roca por creer que
la revolución era destinada a él. Era más comprensible que los
revolucionarios esperaran que Roca terminara su mandato para
ejecutar el golpe de estado. Recordamos que la revolución del 93
también estalló cuando Luis Sáenz Peña recién asumía la
presidencia.
II
La salud del presidente Quintana se vio agravada como
consecuencia, seguramente, de la acción psicológica producida
por el golpe cívico militar.
En el ambiente político se comentaba que la inacción del
presidente estaba vinculada al estado de salud. No obstante, se
dictaron leyes progresistas como la de descanso hebdomadario, la
nacionalización de la Universidad de La Plata y la ley Láinez. Sin
embargo, la sociedad manifestaba un cierto malestar que preveía
un desenlace en la vida del presidente, quien redujo su jornada de
trabajo. Los ministros actuaban automáticamente en los asuntos
rutinarios y no asumían los nuevos proyectos que estaban en
carpeta.

Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 278 -


Mientras tanto el ex presidente había sido acusado de
cobardía al trasladarse a Santiago del Estero como consecuencia
del golpe radical. Es evidente, que aún siendo contemporáneos,
quienes lo atacaban no conocían el espíritu militar de Roca y que
desde sus primeros estudios sobre la esencia de su condición,
indicaba que el principio básico de un militar es no dejarse tomar
preso. No olvidemos que el general Roca estaba en actividad, a tal
punto que tuvo que pedir autorización al Ministerio de Guerra
para ausentarse del país, viaje que era inminente. Además no era
necesario que Roca explicara las conductas militares, cuando su
vida era ejemplo de arrojo y valentía.
En mayo de 1905, Roca y sus tres hijas solteras, se
aprestaban para iniciar el viaje a Europa y alejarse de la política
doméstica, sin saber si sería definitiva o transitoria. Pero lo cierto
era que ansiaba que el día 25 llegara, fecha prevista para partir.
Los días previos infinidad de gente desfiló por la casa de la calle
San Martín con el fin de despedirse y el deseo de buen viaje.
Hasta el general Mitre, con sus ochenta y cinco años, lo visitó
antes de la partida, y también su hermana Agustina vino desde
Tucumán a despedirlo.
El día ansiado llegó, y en horas de la mañana se trasladó al
puerto junto con quienes lo acompañarían: sus tres hijas y el valet
Luis. Abordaron el transatlántico Cap Bianco. Gran cantidad de
legisladores, ministros, amigos, ministros de la Suprema Corte y
hasta el Presidente de la República se habían hecho presentes
para despedir al general Roca. Los discursos se sucedían uno tras
otro, que le aburrían y cansaban, pero era un gran honor que se le
dispensase tanta consideración. Por otra parte, era el precio a
treinta años de actividad pública y haber estado en la escena
principal del teatro de la historia. Por razones de marea baja se
postergó la suelta de amarre hasta la madrugada del día siguiente.
Luego de dieciocho días de navegación llegaron a Lisboa, a cuyo
puerto el rey Carlos mandó un emisario a saludarlo. El grupo hizo
un breve recorrido por la capital lusitana, cuya belleza siempre era
reconocida por los viajeros. Pero al llegar a Vigo, en donde el Cap
Bianco hizo una escala, se reencontró como si pisara suelo
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 279 -
argentino. No hay que olvidar que el propio Roca hizo eliminar
de la letra del himno algunas frases que se creyeron ofensivas
hacia España, y muchos españoles reconocían este gesto. Allí se
reunió gran cantidad de gente para abordar y saludar al general,
entre los que se encontraba el cónsul argentino. La última etapa
del viaje sería ya en tierra francesa, muy cara a los sentimientos
argentinos: Bulogne-Sur-Mer.
Desde allí se trasladaron en viaje directo a París arribando
a la Estación del Norte el 19 de Junio de 1905, fecha en que se
cumplirían veintiún años de la muerte de Juan Bautista Alberdi en
esa misma ciudad, en Neuilly-Sur-Seine. Los dos tucumanos aún
con una formación cultural casi común, ostentaban caracteres
diametralmente opuestos. Sin embargo, desde distintos ángulos
de esa misma cultura, según nuestra humilde opinión, hayan sido
entre los más grandes aportantes a la formación de la República.
El que hoy historiamos, primero con el sable, quien defendió la
integridad republicana y territorial, y más tarde, desde la más alta
magistratura, el desarrollo y el progreso de la Nación. El otro
tucumano –que poco tiempo atrás escribimos su vida–, aportó
para la formación republicana la producción más grande de
escritos y pensamientos que hombre alguno lo haya hecho en
América latina.
El grupo se encontraba pleno de entusiasmo por el largo
paseo de dos años que realizarían por Europa. París, salvo el
emplazamiento de la torre Eiffel, no había cambiado mucho
desde la última visita que Roca le hizo. Pocos años atrás sí se
había solazado con la transformación urbana ordenada por
Napoleón III y ejecutada por el Barón Haussmann. Instalados en
la Ciudad Luz en el hotel Elysée Palace en París, Roca celebró sus
sesenta y dos años.
El matrimonio Wilde, ya afincado en Bruselas, visitó a
Roca en el hotel, a quien le produjo una enorme emoción volver
a reunirse con Guillermina y una gran alegría el encuentro con
Eduardo, con quien recordó sus épocas de estudiantes en el
Colegio del Uruguay. Guillermina había asimilado muy
positivamente su tránsito por la diplomacia, al erigirse en una
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 280 -
mujer emancipada, no obstante el matrimonio, al cual lo llevaba
dentro del cauce reposado y sin alboroto. Su actuación en Bélgica,
Holanda y España fue prolífera y muy positiva en actividades de
beneficencia dentro del marco de la diplomacia argentina.
Entre el padre y las hijas convinieron, dadas las extremas
preferencias, en establecer un régimen de libertades unos respecto
de otros. De modo que las jóvenes se hicieron de amistades de
grupos de residentes argentinos en París; programaron reuniones
y viajes con independencia de los que proyectara su padre.
Escaparon del horno que era París en esa época del año y
viajaron juntos hacia Vichy 35 ; se trataba de una pequeña y
hermosa ciudad turística cuyas fuentes termales eran muy
visitadas, y con una gran cantidad de hoteles y casas de veraneo,
así como con líneas telefónicas y telegráficas que la conectaban
fácilmente con el resto de Francia y el mundo.
Allí Julio conoció a una bella dama rumana llamada
Hellène Gorjan, cuyo padre había sido general y lugarteniente del
Rey. Cuando alternó con Roca, cuyo acercamiento se produjo
mediante un ramo de flores que el galante ex presidente le envió,
ya estaba separada de su marido. Había emprendido un periplo
por Europa alojándose en grandes hoteles de balnearios y
capitales, especialmente donde hubiera casinos, ya que era adicta
al juego. Luego de conocerse y conformar una pareja con ciertas
afinidades, Roca la hizo viajar a Buenos Aires y establecerla en la
localidad de Martínez, donde le hizo instalar una línea telefónica
directamente conectada con el hipódromo para que pudiera jugar,
para luego construirle una casa cerca de la estancia “La Larga”,
donde tuvieron una fogosa relación. Sin embargo, pasados varios
años, abandonó el chalet y volvió a Martínez; había vendido sus
joyas para sobrevivir, se unió a un rumano con quien se trasladó a
la ciudad de Mendoza. Se cuenta que cuando el hombre rumano

35 Esta ciudad durante la segunda guerra mundial transformaría políticamente a Francia


y la dividiría entre la Francia libre y el "Estado Francés" (Etat Français), porque
desaparecería el sistema republicano y la democracia parlamentaria, dando paso al
corporativismo en boga en Alemania e Italia.

Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 281 -


murió vivió sola en la ciudad de Godoy Cruz. Era una anciana
elegante, una noche mandó comprar una botella de champan y
brindó con un matrimonio encargado de la casa donde vivía, pero
como una premonición amaneció muerta al día siguiente.
En el itinerario que habían programado, todo el grupo
eligió visitar Suiza en el verano, para no hacerlo con temperaturas
más bajas y padecer el rigor de las nevadas alpinas, que si bien es
cierto es más pintoresco, la temporada estival es menos cruenta
para una persona de edad madura, como lo era don Julio. Desde
Londres fue requerido por hombres de negocios para
homenajearlo y consultarlo sobre la realidad argentina, de modo
que allí fue, para regresar luego a París.
El luctuoso año de 1906 para la Argentina, encontró en su
comienzo a Roca en la ciudad de Niza, en compañía de sus hijas y
Gramajo, que había llegado en noviembre con noticias frescas de
la situación en el país. El voluminoso amigo le dijo que la
situación política pasaba fundamentalmente por la salud del
presidente y por la mala relación de éste con el vicepresidente.
También le informó que don Bartolomé Mitre estaba muy
delicado de salud.
Este año fue llamado el de los “grandes funerales” porque
en su transcurso murieron tres ex presidentes. Sin embargo, no
así se le llamó al de 1914 durante el cual también murieron tres ex
presidentes.
Se inició el 19 de enero de 1906 con el fallecimiento de
Bartolomé Mitre quien fuera el primer presidente velado en la
Casa de Gobierno, cuyos funerales se realizaron el día 21 en los
que hubo cuarenta y cinco discursos y fue al presidente Manuel
Quintana a quien le correspondió iniciarlos, seguido por el
vicepresidente José Figueroa Alcorta, Carlos Pellegrini y otros
funcionarios y figuras representativas del gobierno, de la cultura y
sociales.
El doctor Manuel Quintana sería otro de los que pasaría
por ese trance insalvable de la vida. El 11 de agosto de 1905 el
presidente sufrió un atentado que fue neutralizado por sus
escoltas mientras se dirigía a la Casa de Gobierno. Este hecho
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 282 -
Quintana lo superó con valentía, pero hizo mella en su salud. El
25 de enero de 1906, a cuatro días de haber pronunciado su
discurso en el funeral de Mitre, el presidente tuvo que delegar el
mando y, en uso de licencia, se dirigió a una finca en el barrio de
Belgrano, pero el estado de salud no se recuperó. El 11 de marzo
sufrió un ataque cardíaco del cual se restableció relativamente. Se
presentía un desenlace de su vida y, en cierto momento, el
presidente le preguntó a un colaborador:
– ¿Qué día es hoy?
– Once, señor– contestó su asistente.
– Bien, mañana a las doce se acabó todo– dijo
Quintana.
La lucidez del presidente argentino que se dio cuenta de
su estado inaplazable le fue esquivo; con once horas de
anticipación le sobrevino la muerte: eran la 1:15 horas del día 12
de marzo de 1906.
Coincidentemente, ese día triunfaban en las elecciones de
la Capital Federal Carlos Pellegrini y Roque Sáenz Peña.
Resultado que no conformaba en nada a Roca, así como la
asunción de José Figueroa Alcorta a la presidencia de la Nación.
Carlos Pellegrini seguiría en la lista de pérdidas
irreparables; a los cincuenta y nueve años de edad, debido a
distintas afecciones su vida quedó trunca. Esta biografía de Roca
no estaría completa –en la consciencia del autor– sin una
recordación y homenaje a tan preclara figura política. Roca, como
dijéramos oportunamente, cometió una desconsideración con
Pellegrini cuyas consecuencias fue cargarse sobre sí un fenomenal
opositor, tal vez el más importante que haya tenido. Queda
patente en el Congreso de la Nación su último discurso con
motivo de la amnistía a los revolucionarios de 1905, que trataba
de equiparar a civiles y militares. Pellegrini había adelantado su
voto a favor de la amnistía de los civiles más no de los militares.
Pellegrini decía:
¿Cuál es la autoridad que podríamos invocar para dictar estas leyes
del perdón? ¿Quién perdona a quién? ¿Es el victimario a la víctima
o la víctima al victimario? ¿Es el que usurpa los derechos del pueblo
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 283 -
o es el pueblo que se levanta en su defensa? ¿Quién nos perdonará a
nosotros? Mañana vendrá también aquí el señor presidente de la
República y desde esta alta tribuna proclamará a la faz del país su
programa de paz y de reacción institucional, el mismo que nosotros
defendemos. Y si alguien se levanta en ese momento y pregunta: ¿Y
de qué manera se ha de realizar ese programa? ¿Es acaso cobijando
todas las oligarquías y aprobando todos los fraudes y todas las
violencias, es acaso arrebatando al pueblo sus derechos y cerrando
las puertas a toda reclamación?
Carlos Enrique José Pellegrini padecía de una afección
cardiovascular, con complicaciones renales y los últimos días
erisipela, que era una infección en la piel. Al presentir que sus
últimos días se acercan cada vez más, y darse cuenta de ello,
según su exigente concepto de la vida, que todavía tiene mucho
para darle a la Nación. Sus ojos se llenan de lágrimas; su esposa,
la Gringa, lo nota, le hace una broma para desdramatizar la
situación. Pero él sabe que no llora por su despedida, sino por el
trabajo que deja trunco. El 17 de julio de 1906 a las dos horas y
veinticinco minutos el Gringo falleció. En las honras fúnebres el
presidente Figueroa Alcorta diría: “Apretemos las filas, porque ha
caído el más fuerte”.
No finalizaría el año sin que otra etapa inexorable de la
vida se presentase. Aunque no alcanzara a ser presidente, porque
siempre cedió a las aspiraciones de otro candidato, lo cual ponía
en evidencia las cualidades de gran hidalguía y generosidad, el 27
de diciembre de 1906 falleció don Bernardo de Irigoyen, de
ochenta y cuatro años de edad, de raigambre rosista; fue dos
veces ministro de Relaciones Exteriores, ministro del Interior y
Gobernador de la Provincia de Buenos Aires. Tuvo una actuación
muy importante en el Acuerdo de San Nicolás. Don Bernardo,
como se lo llamaba, no era necesario mencionar su apellido, para
saber que se trataba, quien era una institución en los gobiernos de
la época y, además, quien se supo granjear el cariño y el respeto
de sus pares.

El viaje prosiguió en febrero con la llegada a Roma, la


ciudad eterna, en donde recibió agasajos y banquetes,
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 284 -
destacándose el del rey Víctor Manuel III y su esposa Elena en el
palacio el Quirinal. También en Roma fue agasajado por su
comprovinciana y amiga, Dolores Candelaria Mora Vega,
conocida por Lola Mora, quien le dio una fiesta rodeada de
bellezas romanas para solaz de su amigo el general. Como festejo
del fin de siglo le encargaron los relieves que adornan la Casa de
Tucumán y, en 1906, presentó su magnífica escultura “Las
Nereidas”, que hizo ruborizar a las damas del momento por los
desnudos que adornan la obra. Cada vez que se le nombraba,
Lola siempre aparecía sentimentalmente vinculada a Roca. Pero,
lo cierto, ninguno de los dos reconoció vinculación sentimental
alguna, salvo la relación de amistad que los unía.
Sus próximos paseos fueron visitar Florencia, conocer el
arte que se respira en los distintos ámbitos y luego pasar
nuevamente a París. Mientras tanto, Roca hizo declaraciones
periodísticas que calmaron las aguas en el gobierno de Figueroa
Alcorta: no volvería al país hasta dentro de un año.
Luego retornó a París, en donde se movía con gran
conocimiento de la ciudad, visitaba una estimable cantidad de
personas con las cuales había entablado amistad, su vida era muy
amena y no tenía tiempo para el tedio. Además, los compromisos
con distintos países, lo hacían sentirse en cumplimiento de una
misión diplomática que valorizaba las relaciones argentinas con el
centro de las decisiones del mundo en esos momentos.
Estaba comprometido con el gobierno alemán para
hacerle una visita el 29 de mayo. Allí fue agasajado en el
Ministerio de Asuntos Extranjeros y además, a visitar al Káiser,
quien le mostró parte del ejército que era su orgullo; le distinguió
con la Cruz de la Orden del Águila Roja. La Legación Argentina a
cargo de Indalecio Gómez le tributó un agasajo, para luego
trasladarse a Essen y visitar la fábrica de armas Krupp.
Con el pasaje obligado por París se dirigió a Londres a
visitar al rey Eduardo VII, a quien conocía antes de morir la
reina Victoria, en compañía del ministro en Londres Florencio L.
Domínguez.

Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 285 -


Volvió nuevamente a París y luego a Vichy para visitar en
Pallenza, en el Piamonte, a la familia de su yerno De Marchi en
donde estaba su hija con su marido y su hijito, que sería bautizado
con toda la pompa utilizada en Italia.
El viaje a Bruselas para visitar al rey Leopoldo y recibir un
homenaje del reinado, le permitió visitar a Eduardo Wilde y
Guillermina, quien se había hecho muy religiosa.
Los meses del invierno lo pasaron en París con una
agitada agenda social. Tuvo una cordial vinculación con
periodistas y director del diario Le Figaro, con quienes departió
en esa oportunidad y en varios momentos de su estadía. El diario
reservaba siempre amplio espacio para las noticias argentinas.
También el presidente de la República Francesa monsieur
Fallières, con motivo de ofrendarle la distinción de la Legión de
Honor, le ofreció un banquete en el palacio del Elíseo. Una
quincena más tarde el Concejo Municipal de París le ofreció una
gran cena en el Hotel de Ville, a la cual fue en compañía con
Ángel de Alvear, recientemente designado por Figueroa Alcorta
como intendente de la ciudad de Buenos Aires, quien seguía los
pasos de su padre, Torcuato de Alvear, de destacada gestión en
el mismo cargo cuando fuera designado por el ex presidente
Roca.
Había cumplido sesenta y tres años y era natural que ya
estuviera cansado de tanto ajetreo, con compromisos ineludibles
que iban más allá de sus deseos de cumplirlos, se habían
convertidos en obligaciones de estado.
De tal modo que el 22 de febrero de 1907 se dirigieron
hacia Lisboa con el fin de embarcarse en viaje de regreso hacia la
Argentina. Pero antes de salir del país lusitano los colmaron de
agasajos a toda la familia que acompañaba a Julio A. Roca y un
banquete de remate en el Palacio del Estoril. También había sido
invitado a desembarcar en Río de Janeiro para que fueran
huéspedes del gobierno brasileño. El buque que los transportó
era el Araguaya, en cuyo trayecto realmente pudo descansar de
tantos agasajos, que en poco tiempo se repetirían en el Janeiro.

Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 286 -


La invitación había sido entregada por el ministro
brasileño en París, por encargo del ministro de Relaciones
Exteriores, barón de Río Branco, quien ocupaba el cargo desde
1902, como una muestra cabal de su continuidad, a la coherente
política exterior que siempre distinguió al Brasil. Parece que Río
Branco estaba inquieto por la política beligerante que practicaba
Estanislao Zeballos, ministro de Relaciones Exteriores del
gobierno de José Figueroa Alcorta, con respecto al Uruguay y al
Brasil.
El 11 de marzo de 1907 la bahía de Guanabara se
encontraba surcada con toda clase de embarcaciones que hacían
sonar sus sirenas dándole la bienvenida al ex presidente argentino.
Fue recibido por el presidente Alfonso Penna, por su amigo
Campos Salles, por Quintino Bocayuba y el barón Río Branco.
Los agasajos se multiplicaban con muestras de amistad que unía a
los pueblos brasileño y argentino. Paseos por los lugares más
bellos de Río: Corcovado, Lagoa, también Petrópolis, la ciudad de
los reyes; bailes en los que se juntaron varios miles de personas.
No soslayaron las pláticas políticas en donde Río Branco explicó
a Roca que el Brasil no tenía proyectos expansionistas y que el
Uruguay, a su entender, tenía derechos sobre el estuario del Río
de la Plata, que contrariaba la opinión de Zeballos que le negaba
al Uruguay el natural derecho de soberanía sobre sus costas en el
Río de la Plata. En entrevistas periodísticas, que concedió Roca,
aprovechó para hacer declaraciones contrarias a la posición de
Zeballos, lo cual llevó tranquilidad a los gobernantes brasileños, a
los uruguayos y también a los argentinos, que lo último que
deseaban era una guerra con el Brasil; dijo que nada preocupaba a
los argentinos por la modernización de las fuerzas armadas
brasileñas, que consideraba que era una respuesta al avance de los
tiempos sobre la transformación de la industria a pasos
agigantados y que él mismo había sido testigo en su visita a las
fábricas Krupp de ese adelanto tecnológico.
III
El 25 de marzo de 1907, luego de veintidós meses de
ausencia, el ex presidente Julio A. Roca retornó al país a bordo
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 287 -
del buque Danube. En el transcurso de la gira hubo entrevistas
sociales y políticas, paseos, agasajos, y conocimiento de la realidad
mundial. Las expectativas de sus partidarios como de sus
adversarios se centraban en la actitud política que adoptaría.
Se trasladó a pie a su casa a la que encontró renovada y
confortable. Con jardines en sus patios abiertos que conectaban
con la casa de una de sus hijas, cuyo frente, como habíamos
dicho, daba a la calle Tucumán.
Recibió la visita del Presidente de la República doctor
José Figueroa Alcorta y de innumerables muestras, algunas que lo
hacían con afán de saludarlo que le expresaban cariño y otras que
mostraban a las claras el afán político de enterarse cuáles serían
los proyectos del general. Éste, con su natural conocimiento de
las personas, sabía quiénes eran unos y quiénes eran otros.
El general Roca conocía a Figueroa Alcorta y preveía
tiempos no muy gratos para las provincias, por eso se aprestó
para irse a “La Larga”, descansar y meditar sobre su futuro,
retornando en mayo a la Capital Federal.
Inmediatamente en el poder, Figueroa Alcorta, comenzó
su trabajo de construcción de poder que todo nuevo presidente
generalmente lo intenta. Comenzó con el apoyo a la ley de
amnistía, que indultaba a civiles y militares por el golpe de 1905 y
preparó el camino para los cambios electorales que produciría
Roque Sáenz Peña. Asimismo, debía congraciarse con los
sectores laborales, con cuyo objetivo crea por decreto el
Departamento Nacional del Trabajo, pese a la oposición del
Senado, que pretendía un estudio más profundo del tema.
Sin embargo, en el entramado social se presentían
inquietantes y justas reclamaciones; a las renuncias de ministros,
intervención a San Juan, se sumaba las huelgas de los portuarios y
trabajadores de la carne apoyados por la UGT y la FORA, a las
cuales se agregaba una de los inquilinos, que reclamaban rebajas
en las rentas.
En setiembre de 1906 se produce una reorganización del
gabinete, se cubrieron los cargos de ministros por parte de
Estanislao Zeballos en Relaciones Exteriores, Eleodoro Lobos en
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 288 -
Hacienda y Joaquín V. González en Interior, cargo que dejara
vacante Norberto Quirno Costa.
Una cuestión limítrofe con el Uruguay distrajo la atención
pública, conflicto que en un momento se tornó en un
agravamiento de las relaciones con el país vecino. Ya hemos
relatado que la visita de Roca al Brasil se debió, en parte, para
conversar sobre los desaguisados que produjo el nuevo ministro
de Relaciones Exteriores. Ahora veremos en qué consistió el
entredicho, que más que una diferencia internacional, se
asemejaba a una disputa de barrio. Hubo un naufragio del vapor
Constitución, en el Río de la Plata, y una barcaza argentina acudió
en salvamento de los náufragos, que los recogió cerca de las
costas uruguayas. El Uruguay actuó descomedidamente al hacer
un reclamo de soberanía por haber actuado sin el permiso a
navegar en aguas territoriales uruguayas, sin medir las
circunstancias en que se produjo el incidente. Pero la Argentina,
en lugar de haber pedido las disculpas del caso y explicara las
circunstancias por las cuales se produjo la navegación en aguas
territoriales uruguayas, contestó que no había violación de aguas
uruguayas, lo que valía decir que la soberanía argentina llegaba
hasta las costas de aquel país. Los orientales buscaron apoyo en
los brasileños, lo que trajo un endurecimiento de las relaciones
con el Estado del Brasil. La personalidad del canciller Estanislao
Zeballos era conocida como dura e intransigente y no ayudaba a
resolver estas cuestiones, para las cuales se requería
conversaciones firmes pero pacíficas y contemporizadoras con las
buenas relaciones.
IV
Durante los últimos años del siglo XIX y principios del
siguiente, la Argentina recibió juntamente con la llegada de los
ferrocarriles, que ya desde 1864, con la creación del Ferrocarril
del Sud, extendían las comunicaciones terrestres en nuestro país,
colonias inglesas que practicaban distintos deportes, como tenis,
rugby, criquet y especialmente el fútbol. Esos deportes
prendieron en la cultura nacional y pusieron en evidencia la
calidad étnica de los argentinos para la práctica del deporte. Ya a
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 289 -
comienzos de la década del 80, Alejandro Watson Hutton e Isaac
Newells, quienes se afincaron en Buenos Aires y Rosario (SF)
respectivamente, introdujeron en nuestro país el juego del fútbol,
que significó en el futuro una transformación cultural que
produjo en las masas comportamientos sociológicos muy
particulares. En 1893 se fundó la “Argentine Association Football
League”. Pero es en la década de 1910, cuando se produce la gran
explosión de las fundaciones de los que hoy son grandes clubes
de fútbol con un gran aditamento social y cultural digno de
mención. En 1901 se fundó el Club A. River Plate, en 1903 el
Racing Club, en 1905 Independiente, Boca Juniors y Platense,
entre otros. También en el interior se origina un proceso similar:
en 1889 el Club Rosario Central, en 1902 Gimnasia y Tiro de
Salta y el Club Atlético Tucumán, en 1903 el Club A. Newell´s
Old Boys y en 1905 Estudiantes de La Plata. Además en la década
del 80 y 90 se habían creado instituciones que hoy son
concentración de cientos de jóvenes que practican distintos
deportes: Quilmes Atlético Club y Gimnasia y Esgrima La Plata
por ejemplo. El Lobos Athletic Club, en la localidad del mismo
nombre en la provincia de Buenos Aires, es la institución de
fútbol más antigua El aporte de los ingleses a la cultura deportiva
en la Argentina todavía no ha sido suficientemente valorado.

En agosto de 1906 se realizó en Río de Janeiro la Tercera


Conferencia Internacional Americana y nuestra delegación tuvo la
oportunidad de sostener los principios de la Doctrina Drago, que
en 1902 durante el gobierno de Roca había proclamado en
Washington el embajador doctor García Merou. La Conferencia
adoptó los puntos de vista argentinos, quien los recomendó para
la Segunda Conferencia de Paz de La Haya, que se realizó en
agosto de 1907. Representaron a la Argentina en esta
Conferencia: Roque Sáenz Peña, Luis María Drago y Carlos
Rodríguez Larreta, quienes tuvieron el honor de ver consagrada
internacionalmente la Doctrina Drago.
Un hecho auspicioso se produjo a fines de 1907.
Casualmente en la búsqueda de agua, elemento tan apreciado en
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 290 -
la Patagonia, se descubrió petróleo en Comodoro Rivadavia.
Joseph Fuchs había exclamado: “¡Gran Dios! Encontramos
kerosene. Es del Estado, vamos a comunicarlo”. El petróleo no era
una fuente energética nueva en la Argentina. Ya en 1866 en Jujuy,
con la fracasada “Compañía de Kerosene Jujeño”, se había
iniciado el conocimiento de este producto y, posteriormente, en
1886, aparece una compañía petrolera en Mendoza. Así, el 13 de
diciembre de 1907, en una operación del Estado también
buscando agua, Joseph Fuchs y Humberto Beghin, obtienen
petróleo en el reciente pueblo de Comodoro Rivadavia, con
características productivas mucho más importante que en los
acontecimientos anteriores.
En Corrientes gobernaba el mitrista Juan Esteban
Martínez, pero la oposición dirigida por Ramón Vidal, que
respondía al gobierno nacional, produjo un conflicto que derivó
en la intervención federal. Emilio Mitre reclamó desde la Cámara
de Diputados, con un fuerte discurso el quiebre del apoyo al
gobierno.
El escenario de los próximos conflictos sería el Senado,
cuyos legisladores temían que las intervenciones que ya se habían
producido en San Juan, San Luis y Corrientes se extendiera a la
que ellos representaban. El presupuesto de 1908 todavía no se
había aprobado y no se iría a tratar hasta tanto el PEN no
respondiera a la minuta que el Congreso le envió en
requerimiento de los detalles de las ocurrencias en Corrientes.
Figueroa Alcorta al fin cedió y le respondió al Senado; convocó a
sesiones extraordinarias para tratar el presupuesto, pero el
Congreso no se reunió.
Al no aprobársele la ley de presupuesto, en las sesiones
extraordinarias del Congreso, Figueroa Alcorta retiró los
proyectos de presupuesto, puso guardia policial y tropa de
bomberos en custodia del edificio. Clausuró el Congreso y
comenzó a gobernar por decreto. Su medida inmediata fue
aprobar para 1908 el presupuesto de 1907 y, ante la inminencia de
las elecciones de diputados nacionales en marzo, presionó a los
gobernadores provinciales, a quienes amenazó con la
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 291 -
intervención, para obtener la mayoría en la Cámara de Diputados.
Roca dijo que el decreto de Figueroa Alcorta era sin precedentes
constitucionales y además, estaba injustificado como acto de
gobierno. Palacios blandía su chambergo mosquetero y exclamó:
¡Abajo los dictadores!.
En 1907 llega al país el primer globo aerostático, al que se
le da el nombre de “Pampero”. Eran propietarios los jóvenes
deportistas intrépidos, pertenecientes a la alta sociedad porteña,
Jorge y Aarón Anchorena, a quienes se unen en la empresa el
ingeniero Jorge Newbery y su hermano Eduardo. El “Pampero”
realizó varios vuelos, en el último de los cuales, el 17 de octubre
de 1908, cuando era tripulado por Eduardo Newbery y el
Sargento Eduardo Romero, se lo da por extraviado, pero apareció
luego de varios días de zozobra cuando ya se lo daba por
definitivamente perdido. En uno de sus vuelos Newbery se hizo
acompañar por Alfredo L. Palacios. La euforia futbolística
continuaba; en Parque Patricios, se funda el Club Atlético
Huracán, con nombre e insignia distintiva en homenaje al globo
con que Jorge Newbery unió la Argentina y el Brasil. Este hecho
era una muestra de la popularidad que adquiría la aeronáutica.

Un acto de gobierno de tercer nivel se produjo el 20 de


marzo de 1908 al que pocos le dieron mayor importancia. Se
trataba de un programa de enseñanza patriótica en el cual se
exaltaban los valores religiosos y militares. Este nuevo enfoque de
la educación fue iniciado por el doctor José María Ramos Mejía,
como presidente del Consejo Nacional de Educación, “quien
instruyó al inspector general técnico –don Pablo Pizzurno–, una
orden de proyectar un programa de enseñanza patriótica. El 10 de
junio de ese año, el Monitor publicaba las instrucciones al
personal docente, que Pizzurno había elaborado por expresa
disposición de Ramos Mejía” 36 . Otro autor dice: “…el peligro
formativo en la juventud de la enseñanza patriótica, que antes de
valorizar la condición humana y los derechos individuales,

36 “El fracaso del proyecto argentino. Educación e ideología” Carlos Escudé


Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 292 -
dogmatiza la enseñanza en donde la Patria y la Religión se
encuentran en valores superlativos. Aunque la Constitución de
1853 había tratado de enfatizar la vigencia de los derechos
individuales, es decir la preeminencia de la persona sobre los
valores del Estado, la nueva tendencia educativa tomaba como
modelo a Japón y Alemania por la forma que se había exaltado el
predominio de la colectividad”37.
Referente al tratado que Alberdi había firmado con
España por la ciudadanía optativa de los hijos de españoles
nacidos en la Argentina, la explicación que el tucumano dio fue la
siguiente: “El hombre es un ser libre. No se le debe imponer nada
que se relacione con el corazón. La patria no se estampa en el
alma como consecuencia de un hecho material. Yo convengo en
que un mismo vegetal se distinga según la tierra que nace. Así, la
papa, por ejemplo, puede ser italiana o francesa. Pero el hombre
no es como la papa. No nace de la tierra sino del hombre. Por
eso he aceptado que los hijos de españoles nacidos en la
Argentina, llegados a su mayor edad, opten libremente por la
patria de nacimiento o por la patria de sus padres”…“El autor de
los planes de la enseñanza unificada que se aprobaron en 1910, el
funcionario del Consejo Nacional de Educación, Ernesto Bavio,
destacaba que en Alemania el Estado se apodera del niño apenas
empieza a balbucear y ya no lo suelta; le manda que se eduque que
aprenda los hechos más notables de su historia, los sacrificios que la
patria impone, el respeto que se debe a la ley y la obligación en que
está en defenderla con su sangre y con su vida. Sobre Japón, sostenía
que allí toda la educación escolar es patriótica y bélica. El maestro
es el primer educador militar del niño. Las paredes de la escuela
están cubiertas de inscripciones marciales, de frases heroicas, de
recuerdos gloriosos de la epopeya guerrera de la patria. Al niño se
le repite continuamente que él no pertenece ni al padre ni a la madre
y que, cuando tenga una familia propia, no se deberá considerar
como perteneciente a su familia, sino a su país, que está por encima
de todo y al cual se debe.

37 “Por qué crecen los países” José Ignacio García Hamilton


Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 293 -
Escudé dice que Bavio redactó un “catecismo patriótico”
y que se obligó a los niños a memorizarlo, posteriormente
reemplazado por el de Enrique de Vedia, que había ganado por
concurso convocado por el Poder Ejecutivo. Mariano Plotkin
rescata un elocuente párrafo de este catecismo, que rezaba:
Maestro– ¿Cuáles son los deberes de un buen ciudadano?
Alumno – El primero amar a la patria.
Maestro – ¿Antes que a los padres?
Alumno – ¡Antes que a todo!
Esta educación patriótica formó las mentes de muchos
ciudadanos y militares que antepusieron y sustituyeron los valores
de la patria por los de la Constitución. La sucesión de golpes
cívicos-militares que se produjeron a partir de 1930 en aras de los
sagrados intereses de la patria, fue una muestra elocuente de esa
formación militarista. El manifiesto del Grupo de Oficiales
Unidos (GOU) en 1943, cuando se produjo la revolución de ese
año por ellos protagonizada, demuestra la distorsión ideológica
que las FFAA tenían de la realidad mundial (por supuesto no
nazi). Entre otros desatinos decía:38 “...Para realizar el primer paso
en el duro camino que nos llevará a una Argentina grande y
poderosa será necesario apoderarse del poder. Jamás un civil
comprenderá la grandeza de sus ideales. Habrá pues que eliminarlos
del gobierno y darles la única misión que les corresponde: el trabajo
y la obediencia...” En otro párrafo decía: “...La lucha de Hitler en
la paz y en la guerra nos servirá de ejemplo. Las alianzas serán el
primer paso. Tenemos el Paraguay, tendremos a Bolivia y a Chile;
con la Argentina, Bolivia, Paraguay y Chile fácil será presionar al
Uruguay; luego las cinco naciones unidas atacarán fácilmente al
Brasil debido a su forma de gobierno y a los grandes núcleos de
alemanes. Caído el Brasil, el continente sudamericano será
nuestro”. En 1945 se formaron “batallones infantiles” entre niños
de diez y quince años y en 1948 los alumnos secundarios tenían
que rendir las condiciones de tiro con carabina y máuser.
Nos hemos adelantado en el tiempo, pero era necesario
para demostrar la enorme responsabilidad que les cupo a los

38 “Nueva Historia Argentina” página 1113 Jorge Caldas Villar


Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 294 -
educacionistas de 1908 y que marca un quiebre en la formación
del individuo que se verá reflejado en los resultados –tal vez
tengamos que decir tristes resultados– de decadencia argentina en
lo que resta del siglo. El abandono de los principios alberdianos
insertos en la Constitución produjo la debacle argentina ¡sin
ninguna duda!
La situación de las provincias se destacaba por la
inestabilidad que reinaba en muchas de ellas: en 1908 una
revolución derrocó al gobernador santiagueño; en San Luis cayó
el gobernador Adaro; en Corrientes fue intervenida; en Tucumán,
Jujuy y La Rioja se sucedieron hechos de inestabilidad por causas
similares de conflictos internos, con intervención del gobierno
central en algunos casos; Mendoza fue amenazada de
intervención y obligó al gobernador Civit a aceptar el candidato
oficial. No obstante la situación irregular institucional en las
provincias, el país seguía su ritmo de crecimiento. La inmigración
desde 1906 hasta 1910 había ingresado 800.000 extranjeros. Las
reservas se acumularon en más de 200 millones de pesos oro en la
Caja de Conversión. La red ferroviaria se extendía y en 1910 se
inauguró el Ferrocarril Trasandino que une Buenos con Santiago
de Chile.
Ante la proximidad de las elecciones de renovación
presidencial, Figueroa Alcorta invitó a Hipólito Yrigoyen para un
entendimiento en el que satisficiera al radicalismo, pero el
dirigente radical sostuvo que la única forma sería quemar en la
plaza pública los registros electorales. A raíz de estas actitudes
abstencionistas de Yrigoyen, se iniciaron los movimientos
antipersonalistas, encabezados por Leopoldo Melo a lo que se
sumó la renuncia del presidente del Comité Nacional, Pedro
Molina, el 1º de septiembre de 1909. Alrededor del doctor
Guillermo Udaondo, mitristas y republicanos junto a
independientes, formaron la “Unión Cívica”, que proclamó su
candidatura, pero como en una elección previa a la presidencial
esta agrupación resultó derrotada, resolvió retirarse de la elección
presidencial y le quedó el camino expedito al doctor Roque Sáenz
Peña, quien había sido proclamado candidato a presidente, a la
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 295 -
sazón ministro argentino en Roma, junto al doctor Victorino de
la Plaza como vicepresidente, por la Unión Nacional.
Roca se sentía impotente ante las actitudes autoritarias e
inconstitucionales del presidente Figueroa Alcorta. Los senadores
y diputados opositores utilizaban cualquier lugar en donde
pudieran reunir un grupo de personas para hacer un discurso, que
destacaban las actitudes dictatoriales del primer mandatario.
Emitían comunicados que ponían de relieve las medidas en
contra del federalismo y del Congreso. Pero el presidente
conocedor de las prerrogativas e instrumentos de poder con que
contaba nada le importaba la opinión de la oposición. Además
contaba con el apoyo tácito de la opinión pública, que no le
interesaba que los políticos y gobernadores que habían elegido,
fueran avasalladas sus instituciones, sin que nadie pudiera hacer
nada y esto ponía en evidencia lo endeble del sistema. Además
no se comprendía, no comprendía el propio Roca, que ministros
que habían sido brillantes bajo su gestión, se comportaran en
forma tan sombría. Lo que demostraba una característica que más
tarde se vería, que todo funcionario en una gestión de gobierno
brillante, ellos también brillan, y que en una gestión presidencial
opaca, sus ministros aparecen sin ninguna jerarquía, salvo que
ellos fueran Carlos Pellegrini o Julio A. Roca.
Ugarte y el gobernador bonaerense Ignacio Irigoyen
habían sido desplazados sin cortapisas del consenso presidencial.
Figueroa Alcorta le había amenazado al gobernador: o acataba sus
decisiones o le mandaba la intervención. Estaba decidido a
utilizar el poder sin ninguna discreción.
Roca intentaba por todos los medios contactarse con
amigos, ex amigos y hasta enemigos, para disponer un escudo que
limitara las pretensiones del presidente. Trataron de formar un
frente entre los mitristas, ugartistas y roquistas, pero siempre
había alguno que estaba disconforme con otro. Todo era inútil, y
ante la imposibilidad de conciliar los intereses de los integrantes,
el frente se desarmó y declararon la prescindencia en las próximas
elecciones. Había llegado al colmo de la intervención del
presidente en los asuntos privados, que citó al ministro de
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 296 -
Alemania en la Argentina, a quien le dijo que el gobierno veía con
disgusto que la empresa Krupp fuera representada por el señor
Ernesto Tornquist, gran amigo y colaborador de Roca.

Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 297 -


CAPÍTULO XIII

Lo que queda de la vida


El ayudante del ministro de guerra del Perú, teniente coronel
Dupont, hizo entrega del mando pronunciando las siguientes
palabras: "De Orden Suprema, entrego el mando del Ejército del
Perú al General Roque Sáenz Peña, a quien se obedecerá y
respetará".

Para la Ceremonia del Monumento al General Bolognesi

E L MINISTERIO DE GUERRA retiró a Roca del


servicio activo del ejército, con sesenta y cinco
años y ocho meses computados, con el grado de
teniente general. Esta no fue una decisión caprichosa ni
manchada de exclusión partidista, porque el general Roca en julio
de 1908 había cumplido los sesenta y cinco años de edad, lo cual,
pese a que le causó mucha nostalgia retirarse a la clase pasiva,
estaba ajustada a derecho y cumplía las prescripciones
reglamentarias, no obstante la pena que sentía, era lo que
pretendía de las organizaciones estatales: el cumplimiento de la
ley.
Por los acontecimientos castrenses el general recibió
innumerables visitas, telegramas y agasajos que le deseaban
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 298 -
felicidad y buenos augurios. Pero los buenos deseos no bastan
para sobrellevar la carga anímica de la cercanía de la vejez y el
aislamiento de las actividades que fueron parte de la vida.
El 25 de mayo de 1908 se inaugura el Teatro Colón con
una velada lírica en donde se interpretó la ópera “Aída” de
Giussepe Verdi. La crónica periodística de la época narra que
desde las ocho de la noche comienza un interminable desfile de
carruajes con hombres públicos, damas de hermosos vestidos y
caballeros con trajes y uniformes de gala. Se había juntado una
enorme multitud frente al majestuoso coliseo para ver el gran
espectáculo de opulencia, luces y adornos. El presidente de la
República, sus ministros, cuerpo diplomático y otras altas
autoridades asistieron en pleno a la velada de gala, doblemente
festivo, por la fecha patria y la inauguración del Teatro. El nuevo
edificio reemplazaría a su similar en la antigua plaza de la Victoria
que funcionó desde 1857 hasta 1888. El nuevo Teatro Colón
adquiriría, con el tiempo, la fama de una de las mejores salas del
mundo. El ex presidente decidió refugiarse en el campo para no
tener que alternar con Figueroa Alcorta a quien consideraba su
adversario, por el cual no sentía ningún respeto.
Roca decidió encarar este estado de la existencia con una
medida muy inteligente. Cambiar los objetivos de la vida
inmediata y para ello se fue a la estancia “La Larga”, se propuso
tomar la conducción de la explotación de las estancias, y una
forma de llegar a la eficiencia consistía en estudiar la forma de
maximizar la renta y condiciones de habitabilidad. Para no
sentirse solo ubicó en una vivienda cercana a la estancia a su
amante rumana Hellène Gorjan, con quien continuó la vida
amorosa con la discreción que marcaba su relación con las hijas y
nietos.
En octubre de 1909 al realizarse una elección de medio
término, Roca fue designado aleatoriamente presidente de la
circunscripción 14. Este es un hecho sin mayor importancia, ni
estratégica, ni electoralista, pero sí lo tiene desde el plano
republicano, porque un ciudadano, destacado militar, triunfante
en batallas trascendentes en la vida institucional del país, y dos
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 299 -
veces presidente de la república, se avino a ocupar un cargo
reservado a cualquier ciudadano sin más mérito que el participar
en un acto cívico; es un ejemplo en el que seguramente deberían
reflejarse muchos políticos que se le oponían y lo difamaban
porque no eran capaces de actuar como Roca. Al mismo tiempo
pudo observar en vivo cómo funcionaba la máquina del fraude. A
los comicios se acercaban ciudadanos extranjeros, a los cuales los
delataba el habla, con libretas evidentemente entregadas por los
signatarios de la trampa y, otros, atorrantes que por unos pesos,
votaban cinco o seis veces. Todos estaban comandados por
Gaetano Ganghi, quien al parecer, había sido designado el árbitro
de la contienda electoral.
El peso de la intervención federal le caía también a
Córdoba, cuyo gobernador, Ortiz y Herrera, había osado decir
que su provincia no iba a someterse a los caprichos del
presidente, sin embargo, el último bastión roquista era avasallado
por el poder central.
Los siguientes meses Roca lo pasó durante el verano en
viajes a las estancias, en donde recibía noticias de los amigos
sobre la inestabilidad de la política y, en la capital, en invierno,
donde tenía que tragarse el veneno de sus detractores, algunos
antiguos amigos que hoy, ante el viraje del gobierno, sacaban al
diablo para ponerle a él.
Las corrientes inmigratorias en la Argentina habían
producido la entrada de personas con ideologías de corte
anarquista, en boga en Europa. Lo cierto era que la ley de
residencia no había sido suficiente para erradicar ese mal
endémico que consistía en atacar mortalmente a los gobernantes
en actos terroristas. Es así como el 14 de noviembre de 1909 se
produce un atentado con una bomba al coronel Ramón L.
Falcón, jefe de policía, por parte del anarquista Simón
Radowitzky, que termina con la vida del coronel y su secretario
Juan Lartigau. Falcón había prestado servicio a las órdenes de
Roca en la batalla de Santa Rosa, quien le había hecho un croquis
del combate y el general lo exhibía en un cuadrito en su
escritorio.
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 300 -
El 25 de mayo de 1910 se festejan los cien años de la
Revolución. Y para demostrar el reconocimiento y aprecio de
España llega el 23 de mayo la infanta Isabel de Borbón, en
representación del Rey Alfonso XIII. La infanta era un personaje
especial, no tanto por su gordura, para quien se tuvo que hacer un
ascensor especial, sino por los aires de superioridad con que
trataba a las damas de compañía y hasta al presidente, a quien se
dijo, que lo había tratado de “pobrete”. Fue evidente que las
relaciones exteriores de la Nación no se manejaban como
mandan las normas, cuyo déficit estaba dado por la ausencia de
relaciones con el presidente del Brasil y de otros vecinos países,
salvo el de Chile. Entre otras actividades, se colocan las piedras
fundamentales de los Monumento de los Españoles y el de
Cristóbal Colón, en sendos homenajes de las colectividades
española e italiana. En realidad, el festejo del centenario duró
todo el año. Uno de los principales acontecimientos en la fecha
de la celebración fue el campeonato Sudamericano de fútbol
entre Brasil, Chile, Uruguay y el representativo de nuestro país. El
triunfo correspondió a la Argentina. En festejo de la misma
celebración el diario “La Nación” publica el “Canto a la
Argentina” de Rubén Darío. Roca en esta ocasión tampoco
asistió, dando por sentado su alejamiento cada vez más del
contacto con el gobierno y con el pueblo. Era un festejo que
pertenecía a toda la ciudadanía sin distingos y no tenía necesidad
de brindarse con los miembros de la política, si no quería hacerlo,
pero un personaje como él, no podía estar ajeno a tan magno
acontecimiento. Prefirió ausentarse en viaje a Europa.
II
La candidatura de Roque Sáenz Peña estuvo precedida
por una amplia actuación y una prolífica ocupación de cargos y
misiones públicas. Sin embargo, carecía de una fuerza principista
que lo distinguiera. Al igual que Figueroa Alcorta, quiso
diferenciarse de los protagonistas de la Generación del 80, que
confundía a éstos con un partido político, toda vez que no era
necesario militar en iguales organizaciones partidarias, para
mantener las políticas de estado como una metodología de
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 301 -
gobierno. Su gestión se caracterizó por la sanción de la ley
electoral de sufragio universal, secreto y obligatorio, que produjo
un cambio en el escenario político sin precedentes. A nuestro
entender y preferencia, el talón de Aquiles de la ley, más tarde
llamada Sáenz Peña, estaba en el carácter obligatorio de emitir el
voto. Sin embargo, nunca cuestionaríamos que no fuera secreto y
regido por padrones administrados por la justicia electoral. El
voto facultativo es un derecho que el ciudadano tiene de emitirlo,
y está en su libre albedrío hacerlo o no. Por otra parte, la cantidad
de analfabetos, hacía al ciudadano vulnerable a intereses espurios.
También conspiraba la cantidad de extranjeros que participaban
en la actividad económica y social, para quienes estaba vedado el
derecho de elegir y ser elegidos. Otro aspecto negativo de la ley
era que no favorecía la búsqueda de consensos, al otorgar al
partido triunfante los dos tercios de la cámara de diputados, lo
cual conformaba un poder extra al presidencialismo 39 , que ya
sabemos los efectos nocivos que ha tenido a lo largo de la
historia.
Según versiones, por su espíritu romántico, Sáenz Peña, en
el año 1879, al declararse la Guerra del Pacífico que enfrentó a
Chile con Bolivia y Perú, se alistó voluntariamente en el ejército
peruano con el grado de teniente coronel. Comandó un batallón
en la batalla de Tarapacá, que fue victoriosa para los bolivianos-
peruanos. Más tarde, cuando vencieron los chilenos, permaneció
seis meses prisionero. Durante su estada en el Perú contrajo una
grave enfermedad: sífilis cuartelera, y su destino estaría sellado
por ese estigma a la espera del momento en que el estado tardío
de la enfermedad se manifestara. También adolecía de diabetes,
que en esos tiempos era muy difícil de controlar. Un tiempo más
adelante, Roque Sáenz Peña fue ascendido a general de brigada y
fue homenajeado por el gobierno incaico.
Creemos que Sáenz Peña no consideró a la presidencia de
la república el cargo que más lo entusiasmara, por supuesto no
por la importancia y trascendencia del mismo, sino que el agobio

39 Se entiende como deformación del sistema presidencialista.


Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 302 -
de su enfermedad lo predisponía mal. Hizo de la Casa Rosada su
despacho de gobierno y también su residencia, a la cual le llamaba
la “mansión”. Pese a su cacareado deseo de instalar el voto
popular para que las masas democráticamente eligieran y fueran
elegidos, tenía un concepto de gobierno que más se acercaba a
una monarquía que a una república; tanto es así que dotó al
personal de servicio de la Casa Rosada con librea y calzón corto,
al mejor estilo versallesco40.
El candidato a vicepresidente, Victorino de la Plaza, había
sido compañero de Roca en la Escuela del Uruguay y ministro de
Relaciones Exteriores y Culto primero, y luego de Hacienda
durante la primera presidencia. Tanto Sáenz Peña como
Victorino de la Plaza, aún con la relación que éste tenía con Roca,
últimamente no simpatizaban. Pero esta cuestión de las simpatías
entre los grandes hombres que actuaron en la conducción de los
destinos nacionales, no nos debe preocupar ni servir de
justificativo para desacreditarlos, ni a unos ni a otros. No. Los
grandes hombres siempre recelaban de los grandes hombres.
Mitre y Sarmiento con Alberdi. Sáenz Peña y Figueroa Alcorta
con Roca. Pellegrini con Roca, Yrigoyen con Alvear y tantos
otros más. Solamente los gobernantes autoritarios o dictatoriales
no han permitido que se los critiquen. El individualismo
argentino ha sido perverso y ha contribuido a lo largo de la
historia a impedir que los proyectos de gobiernos anteriores
continuaran. Las políticas de estado, salvo durante dos décadas,
durante la vigencia de la Generación del 80, se mantuvieron y ese
hecho proyectó a la Argentina a lugares de privilegio. Una prueba
de estas políticas fue que Buenos Aires se convertía en la
decimotercera ciudad en el mundo en tener un servicio de trenes
subterráneos, y la primera en Sudamérica. La inauguración de la
línea se llevó a cabo el 1 de diciembre de 1913.

40DiariusBaires: 13-XII-2011. Una fotografía de la primera dama, Rosa González de


Sáenz Peña, es contundente: se la ve cómodamente sentada entre muebles de mimbre,
plantas tropicales, estatuas y porcelanas en una de las galerías, con vitral del primer piso
de la residencia.
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 303 -
Pero volvamos al vicepresidente para decir que aquellos
que niegan al sistema de gobierno instaurado a partir del 80, lo
califican como “oligarquía”, y a sus integrantes como “oligarcas”,
en la acepción de “ricachones” y usufructuarios del poder. Nada
más impropio cuando se trata de Victorino de la Plaza, que de
pequeño, sufría una decorosa pobreza vendiendo empanadas en
la plaza de Salta, que su madre cocinaba para sustentarse, luego
que su progenitora quedara sola con él; y más tarde, cuando
adolescente, lavaba la ropa de sus compañeros de colegio para
hacerse de algún dinerillo extra. O de Julio A. Roca, que comenzó
a los quince años a combatir en defensa de la Confederación, y
recorrió el país de Sur a Norte y de Este a Oeste en su
cabalgadura; compartía letrinas y ranchos de campamentos y de
cuarteles. Así como tantos otros argentinos que sufrieron las
penurias de la organización nacional. Era injusto el mote. Y con
el correr de los años, los mismos que así calificaron a los
gobernantes de la Generación de 80, sufrieron en carne propia
ese mismo calificativo; también injusto. El mérito de Victorino de
la Plaza se inscribe en la cultura y notable talento que tenía y en
su tremendo sacrificio que hizo para procurarse los medios que le
permitieron acceder al estudio y poder ejercer los cargos a lo
largo de su vida pública. Nada le fue fácil. Porque el origen marca
como un estigma el devenir futuro. Victorino lo superó en un
esfuerzo ciclópeo lo cual lo caracteriza como una excepción;
desde la empanaditas vendidas de niño en la plaza, hasta llegar a
las más altas magistraturas: vicepresidente y presidente de la
Nación. Según hace referencia Juan José Cresto: Hablaba, leía y
escribía numerosos idiomas –incluyendo latín–, y se decía que
solamente el papa Pío IX lo aventajaba.
Una muestra del respeto intelectual que Vélez Sarsfield
tenía por Victorino, fue que le pidió que corrigiera y revisara su
versión de “La Eneida”, con su hermosa y brillante caligrafía, que
Victorino tenía, pues también, por esa misma razón, transcribió
dos volúmenes del Código Civil. En esos tiempos nació con
Roque Sáenz Peña una gran amistad, a partir de la enseñanza de

Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 304 -


latín que Victorino le dictó. Es por eso que en nada extraña que
integraran ambos la fórmula presidencial varios años después.
III
El 5 de marzo de 1910 el general Roca, su ayudante y sus
tres hijas se embarcaron en el “Principe di Udine” con destino a
Barcelona. Muchos auténticos amigos se acercaron para saludarlo,
entre ellos Joaquín V. González, pero era notable la menor
cantidad que fue para despedirlo comparado con el anterior viaje.
Esta era la consecuencia de no ostentar ya el poder y, los
circunstanciales “amigos”, es lo que primero husmean antes de
hacer los agasajos. Hizo escala en Santos, desde donde envió a
Río Branco un mensaje de saludo, el cual fue correspondido por
el barón. Llegó a destino el 21 de marzo y a Génova, en donde
había convenido encontrarse con su hermana Agustina, el 24 del
mismo mes. Prosiguieron viaje en tren hasta Roma en donde
permanecieron un mes. Más tarde pasaron a Viena, en cuya
hermosa ciudad se entrevistaron con el ministro de Relaciones
Exteriores imperial. El 25 de mayo de 1910, permaneció en una
pequeña localidad de aguas termales, Karslbad, en lugar de
hacerlo en París; pero quiso evitar encontrarse con amigos que
festejarían el acontecimiento con agasajos y la prensa le sacaría
declaraciones, las cuales, recogería los medios internacionales.
Este aspecto según el parecer de Roca, le traería conflictos con
quienes interpretaran que debería estar en el país; sin embargo,
hubiera sido una forma de contactarse, como hombre público
que era, con la ciudadanía argentina, en una ocasión tan especial.
Evidentemente, el general Roca estaba afectado porque ya no era
el centro de la atención de la política. Pero él ya sabía que la
popularidad era esquiva, pero no consideraba que esas actitudes
lo alejaban aún más de la escena nacional. Los sesenta y siete años
de edad se sentían en el ánimo del general. Era extraño, porque
Roca no tenía un perfil bajo, ni era un personaje que prefería
pasar inadvertido: genio y figura hasta le sepultura reza el dicho.
El conjunto de la familia había planeado el retorno al país
para marzo o abril de 1911, o sea, con el tiempo suficiente para
poder visitar gran parte de Europa y los centros comerciales y de
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 305 -
modas, lo cual satisfaría las aspiraciones de la rama femenina
itinerante. Este estilo de vida tan ostentoso de los políticos y
gobernantes argentinos pareciera que fuera una condición que
debían cumplir para completar sus mandatos. El propio Roca
debió tomar un préstamo hipotecario por cuatrocientos mil pesos
oro otorgado por Otto Bemberg, para sufragar los gastos de los
viajes a Europa, refacciones de la casa y el despilfarro de la
comunidad femenina que no sabe cuánto gasta ni le importa de
dónde sale el dinero que gasta.
Sin embargo, no era más que vanidad poco republicana
que tanto daño hizo a la imagen de los gobernantes de fin de
siglo. Era necesario, y lo es, que los políticos de este recóndito
país del Sur del mundo, tomaran contacto con los centros del
poder y de la producción, para una mejor evaluación de las
políticas a implementar. Por supuesto no estamos criticando la
necesidad del descanso y de los paseos familiares, porque sus
condiciones económicas se lo permitían. Los hombres públicos
nunca dejan de tener responsabilidades y formalidades con el
pueblo a quien han gobernado. Los paseos durante años
consistían en visitas a los centros de compras, en donde adquirían
joyas, las más lujosas telas, encajes y sombreros para lucir en la
sociedad porteña; resultaba una agresión indirecta a los
conciudadanos. La moralidad es una condición humana que se
practica directa e indirectamente y tiene distintos ángulos de
percepción, según el observador que se trate 41 . El pueblo
observaba ese proceder tan exclusivo de los gobernantes y, sin
duda, cuando tuvo la oportunidad, condenó ese estilo con el arma
más extraordinaria, que fue el voto. El poder cambiaba de manos
requiriendo austeridad republicana de sus gobernantes y, a fuer de
sinceros, era un desperdicio que los buenos gobernantes de la
época, y de esa generación brillante, tirara por la borda la
espectacular gestión de gobierno y no hubiese tenido en cuenta
que el país necesitaba de la continuidad de las políticas de estado
que se iniciaron mientras el país se ordenaba. Se engañaban los
41Nosotros estamos ensayando el relato de la vida austera del militar y del político
republicano. Es por eso que, respetuosamente, criticamos esas prácticas.
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 306 -
mandatarios que pensaban que la bonanza electoral se
mantendría; así le dijo Victorino de la Plaza a Roca: “El país no se
va a equivocar. Van a ratificar a los que siempre lo han conducido”
Sin embargo, no se encargaron de formar un partido
conservador, popular, que fuera consciente de la necesidad
humana, que prosiguiera con las políticas antes iniciadas, que
deberían sustentarse con la participación de la creciente clase
media que se instruía y se enfrentase al poderoso y popular
partido radical. En cambio, mostraron abiertamente las
diferencias sociales que había entre el elenco gobernante y los
distintos estratos sociales que estaban por debajo, que alentaba la
demagogia y los gobiernos autoritarios, que “salvarían al pueblo
del despilfarro de la Argentina opulenta e injusta”.
Pero los que hoy ostentaban el lujo no comprendían, que
aún con el país en crecimiento, había gente que sufría el precio de
ese mismo progreso, porque como ocurre inevitablemente, los
que sustentan el desarrollo o, mejor dicho, sostienen con sus
últimos recursos, son los que más sufren el mayor precio. Por esa
misma razón: por que son los últimos recursos que tienen.
Ya cansado de la estada en Europa y luego de superar un
mes de recuperación de una fuerte gripe o influenza, a mediados
de marzo de 1911, Roca decidió emprender la vuelta sólo con su
valet, desde el puerto de Génova en el buque Re Vittorio. Para esto
decidió adelantarse al viaje del resto de la familia.
En la casa de la calle San Martín se había reunido la
familia, es decir sus hijas, yernos y nietos para darle la bienvenida,
que se produjo el 4 de abril de 1911, en horas de la noche.
IV
Como el vicepresidente en ejercicio del PEN, doctor
Victorino de la Plaza, había mandado un edecán a recibirlo al
puerto, al día siguiente visitó en el despacho a su ex condiscípulo
y amigo (aunque ahora no tanto). Conversaron un largo tiempo
sobre distintos temas, todos relativos al actual gobierno, en cuya
charla el funcionario le manifestó que el presidente estaba
decidido a llevar adelante la reforma electoral que le había
prometido a Hipólito Yrigoyen.
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 307 -
Inmediatamente después de asumir Roque Sáenz Peña, en
diciembre de 1910, envió al Congreso un proyecto de ley que
ordenaba la creación de un nuevo padrón electoral basado en el
registro militar obligatorio que también se creaba por ley. En
efecto, por leyes votadas el 4 y el 19 de julio de 1911 que llevaban
los números 8.129 y 8.130, ordenaban el enrolamiento militar
obligatorio de todos los ciudadanos en edad correspondiente, y
cuya libreta que se extendiera sería documento de identidad para
trámites civiles y militares. La otra ley establecía la confección de
padrones electorales nuevos que juntamente con la libreta, serían
los únicos documentos habilitados usados por los ciudadanos
para ejercer el derecho de votar. Esta última ley era similar a la
que había propuesto Roca en 1908, a través de Quirno Costa y
Victorica.
Ya opinamos sobre la obligatoriedad del voto, pero no es
ocioso abundar al respecto, ya que suponemos –porque no
tenemos constancia– que Roca no sería partidario de que el
Estado deba obligar al ciudadano a votar. Si el voto era
obligatorio o voluntario es una cuestión de establecer si era una
obligación o un derecho. En la Argentina el voto sería obligatorio
porque lo indicaba la ley.
El sufragio universal desde la “democratización” de los
pueblos, y también mucho antes, casi siempre estuvo ligado a
cuestiones de orden económico, en particular, a cuestiones sobre
la propiedad de la tierra. “En Inglaterra fueron los nobles, los
señores feudales, los propietarios de tierras, quienes fueron
arrancando potestades a los monarcas y trasladándolas al
Parlamento42.
”James Madison, en los Estados Unidos, uno de los
redactores de El Federalista, explicó que con sufragio universal y
equitativo los derechos de propiedad no iban a estar tan
protegidos como los derechos individuales, mientras que si se
establecía el voto de los propietarios quedaban garantizados
ambos.

42 José I. García Hamilton: “Por qué crecen los países”


Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 308 -
”Thomas Jefferson propuso que el Estado donara tierras
a los ciudadanos para ampliar la cantidad de votantes… (De esa
forma se explica cómo se incentiva el voto, pero no se lo obliga).
… ”Es por esta razón, probablemente, que la ampliación
del sufragio, al disminuir la influencia política de quienes
valoraban el derecho de propiedad, significó paulatinamente una
declinación del derecho de propiedad.
” ¿Significa esto que deba postularse un retorno al
sufragio restrictivo? En absoluto, lo que debe procurarse es que
todos los votantes sean propietarios, conforme lo postulaba en la
Argentina, el escritor y presidente Domingo Faustino Sarmiento”.
Obsérvese que se habla de derecho que el individuo tiene
al voto y nunca de obligación, como luego se establecería en la
Argentina con la Ley Sáenz Peña.
La Constitución Argentina que está inspirada en su similar
estadounidense y valora la Declaración de los Derechos del
Hombre y el Ciudadano, baluarte de la Revolución Francesa, ésta
consagra el voto popular, sin restricciones de orden económico o
social para la elección de los Cuerpos Legislativos.
De acuerdo a los antecedentes históricos de la raíz del
derecho constitucional argentino, habilitarían a que nuestros
constitucionalistas jamás consagrarían al voto como una
obligación y sí como un derecho individual sin restricciones de
ninguna naturaleza.
Pero la cuestión no se trata de establecer si es
constitucional o no; el debate y la investigación pasa por la
consideración de la ley que trata al voto como obligatorio o
voluntario.
Según la opinión de algunos expertos el sufragio es un
derecho que está inserto en la Carta Magna, como dijimos,
respecto a los derechos individuales del ciudadano. En ese
contexto, si el voto es un derecho no sería obligatorio su
ejercicio.
Generaría un mayor grado de legitimidad a la política por
la vía de la representatividad de los votantes. Un votante que
concurre a los comicios voluntariamente está indicando un grado
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 309 -
de compromiso y de interés por la cosa pública, en cambio si es
obligado a concurrir a votar esa voluntad no se pone de
manifiesto y coloca al votante en calidad de acreedor.
Que un país tenga una elección en la que el ciudadano
libremente pueda votar, no significa necesariamente que el
gobierno elegido tenga la garantía de democrático. Ya que esta
característica depende de su accionar respetando los demás
derechos individuales.
A una democracia no la distingue que un gobierno es
elegido por el voto popular obligatorio, porque de hecho es una
condición intrínseca, sino las actitudes que ese gobierno adopte
respecto al apego a la ley y a su constitución. Asimismo, creemos
que una democracia es más democracia si el voto es voluntario.
En nuestro país, es frecuente una mala interpretación de los
principios alberdianos plasmados en la Constitución Nacional. El
voto obligatorio es incompatible con los derechos liberales
individuales consagrados en nuestra Carta Magna.
Creemos que al voto obligatorio hay que asociarlo,
enlazarlo, al patrimonio ideológico de Yrigoyen. Ahora cabe esta
reflexión: si Yrigoyen tenía un concepto tan elevado de las
decisiones populares y continuamente se refirió a la sacralidad del
voto, como instrumento para lograr las aspiraciones de las masas
desprotegidas; ¿por qué obliga a la ciudadanía a elegir? Es un
contrasentido que se explica únicamente en la lucha que
emprendió para lograr una ley.
Otro de los aspectos controvertido era la lista de
candidatos incompleta, o sea que se conformaba con los dos
tercios de los candidatos a elegir, los que se adjudicaban al partido
triunfante y, el tercer tercio, al partido que salía en segundo lugar.
Esto a nuestro entender no era aconsejable al tratarse de una
reforma política que sustituía en forma integral otro sistema que
apuntaba casi exclusivamente a la gobernabilidad, y ahora, otorgar
mayor representación legislativa al partido gobernante y, al PEN,
casi el dominio absoluto, pues le daba al sistema presidencialista
un mayor poder, cuando era más lógico partir progresivamente de

Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 310 -


una representación para el PEN, para situarse en un punto
intermedio.
Otorgarle al partido triunfante, que seguramente sería en
los próximos comicios el partido radical, el control absoluto de
las cámaras, traería aparejado un enfrentamiento inevitable sin
posibilidades de lograr consensos. Sabemos que el sojuzgamiento
legislativo, sin posibilidad de negociaciones, traería como
consecuencia la conspiración subversiva para imponer proyectos
de leyes. Vimos como fue posible que Alfredo Palacios, un
diputado socialista, llegara al Congreso por vía del voto, en una
reforma de 1904 por circunscripciones uninominales.
Del florecimiento de las reivindicaciones sociales de los
trabajadores nacía la tendencia a reconocer que el poder no podía
estar en manos de una oligarquía que utilizaba el simulacro
electoral para justificar exteriormente su predominio. En la
segunda presidencia, Roca juntamente con el ministro Joaquín V.
González, advirtieron este anacronismo y lograron el cambio
apuntado. La reforma electoral del presidente y su ministro
sancionada por el Congreso en 1902, se aplica en 1904 y fue
anulada en 1905 y sustituida por la lista única.
V
Cuando parecía que el tiempo, con su mandato
inexorable, pasaría por delante del General Roca, tuvo una nueva
oportunidad de serle útil a la república. En momentos que menos
lo pensaba recibió una llamada del ministro de Relaciones
Exteriores y Culto, Ernesto Bosch, quien le ofrecía la misión de
ministro plenipotenciario en el Brasil. Esta actitud del presidente
Roque Sáenz Peña valoraba su amplitud de criterio, porque nunca
habían sido amigos, pero consideraba muy trascendente la
amistad que Roca había construido con el Brasil, la amistad que
tenía con Campos Salles, con Río Branco y con Quintino
Bocayuba. Todos esos atributos lo señalaban en forma
inmejorable para reanudar las buenas relaciones que se habían
perdido con Estanislao Zeballos. Roca había solicitado que lo
acompañen en la función Artemio Gramajo y Gregorio Soler.

Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 311 -


Aceptado que fue, en junio de 1912 se embarcaron en el Köening
Wilheilm II.
Volvieron a tener vigencia los agasajos y banquetes, para
el goce sin atenuantes de Artemio Gramajo, quien se hallaba en el
mejor de los mundos, y cada vez que desayunaba no podía creer
que tantos manjares estuvieran a su alcance.
El aprecio que la sociedad brasileña tenía por Roca se
manifestó cuando se lo recibió con un día feriado y el reemplazo
con chapas de plata las que tenían de latón en la calle que llevaba
su nombre.
Se volvieron hablar en cada discurso con frases como
aquellas que decían: todo nos une nada nos separa. Las dos
administraciones estaban gozosas y reconfortadas que pudieran
abandonar el rearme, por enconos que no estaban asentados en
ninguna razón de peso y que todo estaba circunscripto a
cuestiones de hegemonías personales que debían de ser
desterradas. Pero también se aprovecharon las jornadas de trabajo
en negociaciones de intercambio comercial que favorecerían a los
dos países.
Finalmente, cuando se llegó al fin de la misión, lo único
negativo que la delegación tuvo que padecer fue la muerte de
Quintino Bocayuba, por quien el General Roca tenía una gran
consideración y estima. El 24 de septiembre de 1912 se
embarcaron en el Cap Arcona. Inmediatamente producido el
arribo a la Argentina, Roca se entrevistó con el presidente Sáenz
Peña para entregarle un informe de las gestiones realizadas,
agradecerle nuevamente la designación y la correspondiente
renuncia con la que lo había distinguido.

El General Roca cumplió los setenta y un años en julio


del 14 con buena salud, por supuesto con un andar mucho más
lento que aquel, que en sus años mozos caminaba a pasos cortitos
y medio de lado, como era su parada. Para él fue una desgracia
haber sobrevivido a Gramajo, porque fue un jirón de vida que se
llevó, con su corpulenta humanidad. Tal vez fue el amigo que más
sintió, porque fue su compañero de armas, su amigo, su
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 312 -
secretario, su edecán, su compañero de viaje y todo lo que tuviera
que ver con su propia vida. Había nacido en Santiago del Estero
en 1838, luchó al lado de Roca durante casi toda su vida y llegó al
grado de coronel. Superó en dolor a la muerte de otro amigo,
Eduardo Wilde, que ocurrió el año anterior en Bruselas. Cada
vida que se terminaba, cercana a sus afectos, contribuía a que
sintiera que también sus días estaban contados, pese a que su
salud era exteriormente buena.
Sus sentimientos sobre la interpretación de la amistad y de
la valoración humana pasaban por un momento de crisis, o era
que los años vividos y al observar los hechos, desde una
perspectiva distante, lo habían convertido en más sabio. Algunos
de sus amigos habían pecado de hipócritas, de ingratos, de
ambiciosos y de interesados. También él había cometido actos
impropios en determinadas circunstancias; es por eso que creía
que era parte de la condición humana actuar de esa manera.
Esa sobrecogedora interpretación de la humanidad lo
alejaba de la relación social y el trato con otros semejantes. Sin
embargo, en el inventario de personas a quien apreciaba en todo
su potencial humano, estaba Gumersindo García. En esos
momentos era su único amigo. Era un gallego que entró a trabajar
como personal de servicio en la casa de la calle San Martín, junto
a su esposa Margarita, cuando tenía veintiocho años y Roca
finalizaba la primera presidencia. Con el correr de los años
manejaba la economía de la casa, le aconsejaba sobre refacciones,
compras y, muchas veces, hasta le sugería sobre ciertos amigos,
que no lo eran tanto, o medidas de gobierno que afectaban a unos
y a otros. Manejaba su dinero como propio y era de una honradez
digna de resaltar. De modo que a su entender, si bien había
excepciones, los valores humanos ni se medían por sus bienes ni
por sus blasones, sólo era patrimonio de los hombres de bien.
Él, aunque no se sentía incapaz, decía que con setenta y
un años, había que tener el equipaje listo para el viaje. Y el general
lo tenía, dichoso de lo que el destino le había deparado, sin quejas
por los sinsabores y agradecido por haber servido a la nación
desde distintos lugares en los que le tocó actuar. Su descendencia
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 313 -
no tendría problemas económicos si se sabían administrar bien.
Les dejaba las estancias “La Larga”, “La Paz” y “La Argentina”, la
casa de la calle San Martín y 13.000 hectáreas de campo yermo en
el Sur, pero que algún día tendrían mucho valor.
También decía que la vida había sido generosa con él, pero lo
privó de tener nietos Roca, porque los que tenía eran hijos de sus hijas
mujeres, por lo tanto ninguno de su apellido y, Julito, ya hacía más de
quince años que era casado y su mujer no había podido tener hijos. A
veces pensaba, si Dios había sido tan misericordioso o tan impiadoso, –
según el juicio de la historia– para que se me recuerde como único
responsable de los hechos que produje durante mi vida.
Pensaba que vivió un período entre dos siglos de transición y
descubrimientos tecnológicos condicionantes y determinantes de las
formas de vida. La electricidad, la luz, la fuerza motriz y el frío
transformaron la vida de la humanidad. Los ferrocarriles, el teléfono, el
avión, acercaron las distancias reemplazando los chasques y los carros
tirados a sangre; fueron transformaciones que los que las han vivido
únicamente la pueden apreciar en plenitud. Y él la vivió. Pero siempre
lo que cuenta es el futuro y ya no será actor, sino que observará el
devenir desde la platea, la de las almas buenas, según suponía aún con
el severo juicio de Dios. A nosotros, los historiadores, nos corresponde
hacer el balance. Pero no haremos un dictamen común, cada uno
tendrá su propia óptica, cada uno resaltará los hechos desde distintos
ángulos. Los que quieren endiosar a Roca y los que pretenden sacar al
diablo para ponerlo en los infiernos. Roca ni necesitaba quien lo
colocara en el altar de la patria, ni se merecía su descalificación.
Nosotros creemos que el general fue uno de los grandes hombres que,
sin su presencia en el escenario militar y político, la Argentina hubiera
defeccionado antes de que lo hizo, salvando a algunas generaciones de
presenciar los horrorosos desaciertos en que incurrieron tanto militares
como políticos. La mala calidad directiva se trasladó de generación en
generación. Nunca más, hasta ahora, apareció un Pellegrini, un
Victorino de la Plaza, un Sarmiento, un Avellaneda, o un Alvear, y ni
qué decir de un Roca. La Argentina, desde aquellos gloriosos años del
último tercio del siglo XIX y el primero del XX, no ha producido
políticos capaces de conducirla por los caminos del consenso, de la
interrelación, de políticas comunes, de políticas de estado, como
ocurriera con la Generación del 80. Tampoco se atisba una renovación
generacional capaz de introducir cambios cualitativos que vayan en
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 314 -
dirección positiva, como parece haber encontrado otros países de
nuestra región. El general Roca fue espectador y actor del cambio
generacional y que, además, utilizó las ideas de otras generaciones para
que se empalmaran en conceptos afines a la gran transformación. No se
necesita nada más que ello. Pero es tan difícil aunar pensamientos que
se deshagan de pasados superados por la ineficiencia, que nos hace
pensar, desgraciadamente, que ello pueda ocurrir. Y no pretendemos
ser agoreros, porque es mucho más fácil para el escritor y el historiador
declamar tiempos de bonanza.
A esta altura del relato de la vida del General del Desierto,
como así lo hemos llamado, tenemos que lamentar decir que hoy es
lunes 19 de octubre de 1914, y le toca morir. Porque este acto final: el
de la muerte, es lo que queda de la vida.

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Anexo
Los Caciques Argentinos
(Por nacimiento o por adopción)

Ancafilú: Actuó en 1820 y murió en 1823


Cachul: Fue un capitanejo pampa aliado al cacique Juan Catriel y
su hijo. También colaboró con los gobierno de la Provincia de
Buenos Aires y de la Confederación Argentina, defendiéndolos
de malones que asolaron las pampas aprovechando que ambos
gobiernos estaban pendientes de las rencillas propias.
Calfucurá: Según distintas versiones nació al oeste de los Andes
en Llaima, en el Nagulú Mapú; sin embargo, otras fuentes de la
tradición, ubica su nacimiento entre Pitrufquén y el Lago Colicó,
también en el actual territorio chileno. Peleó junto a Juan Manuel
de Rosas en Caseros, sin embargo no tuvo reparo, o tal vez por
venganza, a los pocos días, arrasó la ciudad de Azul. Para
congraciarse con Urquiza le envió a su hijo Manuel Namuncurá
convertido al catolicismo. Murió en 3 de junio de 1873 siendo
sucedido por su hijo Manuel. Fue abuelo de Ceferino
Namuncurá, sacerdote en Roma, quien murió en 1905, elevado a
beato.
Cangapol: Actuó entre 1735 y 1752.
Casimiro Biguá: Nació en 1819 o 1820. Su nombre derivó de un
francés que lo crió apodado Bibois. Era de origen tehuelche y
negoció con argentinos y chilenos. Fue amigo de Piedrabuena,
quien lo llevó a visitar al presidente Mitre. Juró lealtad a la
bandera argentina. Defendió a la colonia de galeses cuando
fueron atacados por mapuches. Murió en 1874.
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 316 -
Catriel: Catriel es el nombre de una dinastía de caciques ranqueles
relevantes por sus poderes durante el siglo XIX. Juan Catriel, su
hijo Juan Catriel, sus descendientes, Cipriano Catriel, Juan José
Catriel, Marcelino Catriel y Marcelina Catriel, fueron algunos de
ellos.
Juan Catriel: Llamado "el Viejo" vivió entre 1770 y 1848,
fue un exponente de un cacique principal de la dinastía de los
Catriel; vivió en el siglo XIX, gobernando a guerreros pampa,
caracterizado por su trato amistoso con los criollos que
colonizaron la costa del Río de la Plata. Fue padre de Juan, "el
Joven" Catriel. En muchas oportunidades Juan Catriel colaboró
con las autoridades para evitar el pillaje de las tribus chilenas.
Juan José Catriel: Fue un jefe ranquel de origen
gennakenk, que combatió a Calfucurá, aliado al Ejército
Argentino. Nació en el actual territorio de la Argentina en el siglo
XIX. Fue muerto en el año 1879. En 1875, Adolfo Alsina,
ministro de Guerra bajo la presidencia de Nicolás Avellaneda,
firmó un tratado de paz con el cacique Juan José Catriel, que fue
roto corto tiempo después cuando atacó junto al cacique Manuel
Namuncurá, las aldeas de Tres Arroyos, Tandil, Azul y otros
pueblos y granjas. El coronel Nicolás Levalle y luego el teniente
coronel Freire atacaron a Manuel Namuncurá provocándole más
de 200 muertos, mientras que el coronel Lorenzo Vintter tomaba
prisionero a Juan José Catriel con más de 500 guerreros. Fue
confinado en la isla Martín García.
Cipriano Catriel: De la dinastía de Catriel, fue un cacique
principal, hijo del cacique Juan Catriel. Mantuvo leales y
respetuosas relaciones de paz con los argentinos. Al frente de sus
guerreros pampas, colaboró con el Ejército Argentino para
imponer el orden en la campaña bonaerense. Cipriano quedó a
merced de su feroz hermano Juan José Catriel, quien aprovechó
la oportunidad para hacer lancear a su hermano, atado con
guascas de cuero crudo en las muñecas, junto con el coronel
Santiago Climaco Avendaño. Avendaño era Intendente General
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 317 -
de Indios, nombrado por el Presidente Sarmiento, por su
dominio del idioma Pampa, circunstancia que le granjeó
amistades entre los indígenas, pero también enormes odios.
Marcelino Catriel: No tuvo la actuación de los otros
miembros de su familia, pero se destacó entre los jerarcas de la
pampa, exponente Catriel, y como tal, respetado entre los
guerreros, que de acuerdo con las leyes de su vieja estirpe, ve en
todo mapú huinca un enemigo. En el año 1877 debe abandonar
las costas del arroyo Tapalquén y huir tierras adentro, donde fue
hecho prisionero junto con el cacique Blás Román, en los
llamados derrames del Chasicó.
Chagallo: El cacique Juan José Chagallo, nacido hacia 1830, de
padre puelche y madre tehuelche, primo hermano de Inacayal. En
1857 Chagallo acompañó al cacique Yanquetruz a Patagones, para
hacer un tratado de paz con el gobierno. En 1884 choca con las
tropas de Oris de Roa a orillas del río Senguer. En 1885, tras la
derrota, Chagallo acompaña a Sayhueque a Buenos Aires, y se
entrevista con el gobierno nacional para pedir la libertad de su
esposa e hijos detenidos en la isla Martín García, demostrando un
espíritu pacífico y amante de sus seres entrañables. Hacia 1900 los
Chagallo se establecen en Cona Niyeu, en la meseta de
Somuncura. Allí muere Chagallo, en 1912, reconocido como un
jefe digno de su estirpe.
Chocorí: Chocorí fue un lonco (cacique) de la Patagonia argentina
que dominó a los manzaneros, ubicados en gran parte del
territorio de la actual provincia de Río Negro, entre los ríos
Colorado, Negro y Limay y las proximidades de Bahía Blanca y la
sierra de la Ventana, en la provincia de Buenos Aires durante las
primeras décadas del siglo XIX, fijando su campamento en la isla
Grande de Choele Choel. Se desconoce su raza originaria, que
pudo ser tehuelche o mapuche originario de la Araucanía.
Tampoco se sabe su año de nacimiento, que se supone entre la
última década del siglo XVIII y la primera del siglo XIX.

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Ignacio Coliqueo: Nació en 1786 en la localidad de Huincul, cerca
de Boroa, en la provincia de Temuco (Chile) y murió en Los
Toldos el 16 de febrero de 1871. Fue un lonco mapuche boroano
y coronel del Ejército Argentino que condujo una comunidad
desde la Araucanía hasta instalarla en 1861 en la zona que luego
se denominaría Los Toldos, en la provincia de Buenos Aires. Por
continuidad, una vez muerto, la comunidad mapuche, instalada
en Los Toldos, fue llamada la tribu de Coliqueo.
Venancio Coñoepán: o Coñuepán (también Coihuepán,
Coyhuepán y Benancio) Araucanía, Chile - Argentina 1836 fue un
cacique mapuche abajino que participó en la guerra de
independencia de Chile.
Modesto Inacayal: Nació en 1833 y murió en el Museo de
Ciencias Naturales de La Plata, el 24 de septiembre de 1888. Fue
un cacique tehuelche aunque de orígenes diversos que vivió en el
siglo XIX en la zona norte de la Patagonia argentina. Una
ofensiva inesperada de las columnas al mando del coronel
Conrado Villegas expulsó hacia el Sur las tolderías de Inacayal
que acampaba cerca de la naciente del río Limay en el lago
Nahuel Huapi. Era un cacique prestigioso que participaba en los
parlamentos de Sayhueque. Ambos tuvieron que emprender la
retirada hacia el Chubut donde resistieron durante tres años el
seguimiento militar. Inacayal se entregó con los últimos caciques,
lanceros y chusma en 1884, en el fuerte de Junín de los Andes.
Fue liberado por pedido de Francisco Pascasio Moreno, ya que
recibió del cacique la hospitalidad, durante los viajes al Sur del
científico argentino y éste le retribuyó llevándolo a vivir en el
museo.
Pismanta: Leyenda del cacique: De acuerdo con la leyenda
popular en San Juan, Pismanta fue un cacique huarpe que habitó
la región del Municipio de Iglesia en los tiempos de la conquista
española. Gobernaba los pueblos al Norte de la provincia y fue
contemporáneo del Cacique Angaco quien gobernaba pueblos al
Sur. Pismanta enfrentó a los conquistadores con las armas y fue
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 319 -
derrotado en distintas batallas hasta que, con su ejército
diezmado, tomo conocimiento de que el Cacique Angaco se había
aliado con los españoles y había entregado a su hija en
matrimonio a uno de ellos. Triste por la noticia se encerró junto
con su familia en una cueva de Angualasto a esperar la muerte. A
los días se sintió un fuerte temblor de la tierra acompañado por
un estruendo. Los huarpes fueron a la cueva a ver que había
sucedido con Pismanta, pero sólo encontraron las piedras y un
hilo de agua caliente que brotaba de ellas. Entendieron que este
hilo de agua caliente eran las lágrimas del Cacique Pismanta quien
lloraba su destino desde el corazón mismo de la Pachamama que
lo recibió en su seno por su valiente defensa ante los españoles.
Loncopán o Lonkopan: Fue un cacique tschen y también un
general del Ejército Argentino. Nació en el Norte de la provincia
de Río Negro. Murió el 17 de abril de 1853 en Salinas Grandes,
Buenos Aires Argentina. De buena relación con Cafulcurá, no fue
blanco de los enfrentamientos que tuvieron los borogas. Pero
poco después de la derrota de Rosas en la batalla de Caseros, su
sistema de alianzas se debilitó. Al igual que Coliqueo, rechazó
participar en la guerra contra el Gobierno Nacional, provocando
una ruptura con el cacique Cafulcurá. Loncopán es asesinado,
aunque nunca se pudo identificó su cadáver.
Nicasio Maciel: Apodado "Arbolito" fue un jefe ranquel aliado a
las tropas de Juan Manuel de Rosas. Es conocido por haber
lanceado y dado muerte a Federico Rauch en la Batalla de las
Vizcacheras, en 1829. También afirma que Arbolito esperó a
Rauch en una hondonada y que fue él quién lo boleó y le cortó la
cabeza.
María la Grande o María la Vieja: O simplemente la Reina fue una
cacique tehuelche a comienzos del siglo XIX. Su poder abarcó
prácticamente toda la Patagonia, desde Punta Arenas hasta el
Carmen de Patagones y el Río Negro. Fue llamada "la Grande"
por Luis Vernet en alusión a la zarina rusa Catalina II de Rusia,
cuando la conoció en Península Valdés en 1823. El marino
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 320 -
Robert Fitz Roy también se refirió a ella puesto que la había
tratado en 1827 cuando ella tenía unos cuarenta años. En esa
oportunidad, María estaba acompañada por su esposo, un
tehuelche muy alto, y cinco de sus hijos. María hablaba español y
sabía relacionarse con los extranjeros. Era excelente jinete y usaba
aros de medallas de la Virgen María y prendedores que le
sujetaban la manta sobre el pecho. María tenía muchos refugiados
en sus tolderías, desertores de buques loberos o prófugos de la
justicia, algunos fueron sus protegidos y otros sus enemigos.
William Arms y Tutis Coan, dos misioneros estadounidenses que
permanecieron desde el 14 de noviembre de 1833 hasta el 25 de
enero de 1834 en la Bahía de San Gregorio, se vincularon con
María cuando intentaban realizar un viaje hacia Chile, pues ya la
identificaban como la representante de su pueblo. María mostraba
gran generosidad con los misioneros regalándole un quillango de
cuero de guanaco pintado. Fitz Roy, cuando regresó a la toldería
para aprovisionarse de alimentos en una segunda expedición,
tuvo oportunidad de presenciar la ceremonia religiosa oficiada
por la cacica y la devoción que le profesaban sus seguidores.
Charles Darwin la apodaba “Santa María”, porque mezclaba los
ritos indios con algunos cristianos que había aprehendido de
ambientes cristianos. En un momento del ritual, la cacica
ordenaba a su marido Manuel perforar los brazos y orejas de los
hombres con una lezna, provocando el desangrado, lo cual era
considerado por sus seguidores como un verdadero honor. Su
primer encuentro con Vernet en la península Valdés en 1823,
exhibió un fuerte concepto de propiedad de la tierra.
Manuel Namuncurá: Nació en la Región de la Araucanía, Chile,
en 1811 y murió en San Ignacio, Provincia del Neuquén el 31 de
julio de 1908. Hijo del célebre caudillo Calfucurá, como su padre
fue longevo y también un lonco originario. Homónimo del
hermano mayor de su padre llamado Antonio Namuncurá. Su
apellido Namuncurá proviene del mapudungun Namunkura, 'pie
de piedra'; de namun, 'pie', y kura, 'piedra'. Su infancia
transcurrió en la región del río Llaima, en los faldeos de los
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 321 -
Andes. Llegó al actual territorio de la Argentina en 1831,
formando parte de la tribu llaimache, gente del río Llaima, junto con
su padre, el cacique Calfucurá. Bautizado en la ciudad de Paraná,
Entre Ríos, con el nombre cristiano de Manuel en 1854, se dice
que su padrino fue Justo José de Urquiza. En esta misma ocasión
juró lealtad y cumplimiento a la Constitución Argentina de 1853,
como si éste entendiera los preceptos constitucionales. Heredó en
realidad el mandato total de la Confederación de las Salinas
Grandes en junio de 1873 al morir su padre. En una de sus
campañas devastadoras por la provincia de buenos Aires, a finales
de 1875, formada por 3.500 a 4.000 lanzas aportadas por él
mismo, Catriel, Pincén, Baigorrita y su hermano Álvaro Reumay,
fueron asoladas las estancias entre Tres Arroyos y Alvear,
saqueando Tandil, Azul y Tapalqué. Tan solo en el primer pueblo
mataron a 400 vecinos, tomaron cautivos otros 500 y robaron
300.000 cabezas de ganado. La ascensión de Manuel Namuncurá
a la jefatura de la tribu llalmache estuvo a punto de desencadenar
una guerra civil. El legítimo sucesor de Calfucurá era su hijo
mayor José Millaqueucurá. Manuel debió competir también con
su hermano Bernardo Namuncurá. El Gran Parlamento que se
celebraba para elegir al jefe mapuche estaba presionado por unas
600 lanzas al mando de otro hermano de Manuel, Albarito
Reumaycurá (duro como piedra), no muy lejos de donde se
celebraba el Parlamento, listo para intervenir en caso de que
Manuel lo necesitara; Bernardo era apoyado por los caciques
Catricurá, Carupán, Melicurá y Carumanqueucurá. Este sistema
anárquico estaba indicando que se habían sobrepasado las
convenciones hereditarias del mando. Ante la inminente guerra
civil, los ancianos intervinieron y decidieron declarar incapaz a
Millaqueucurá para ejercer el cacicazgo. Millaqueucurá moriría en
un enfrentamiento con los soldados del coronel Levalle en 1879,
en las tolderías de Salinas Grandes, en medio de una borrachera.
Los ancianos designaron a un triunvirato constituido por Manuel
y Bernardo Namuncurá, y Albarito Reumaycurá. Ya para 1875,
Manuel Namuncurá había desplazado a sus hermanos del poder.
Peleó contra las tropas del Ejército Argentino comandadas por
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Julio Argentino Roca, en la Campaña del Desierto y resistió
valientemente sus ataques. Durante un tiempo pudo escapar de
las persecuciones realizadas por el ejército nacional entre 1881 a
1885. Finalmente se entregó en Ñorquín, provincia de Neuquén,
en marzo de 1884. Sólo estaban con él unos 300 guerreros
hambrientos y desarmados. Ese mismo año, Manuel Namuncurá
visitará Buenos Aires e impresionará al gobierno argentino por su
sencillez y franqueza. Se estableció posteriormente en Chimpay,
Provincia de Río Negro, y luego San Ignacio (Neuquén,) donde
morirá a los 97 años de edad. En 1886, con la cautiva chilena
Rosario Burgos, tuvo a su hijo Ceferino Namuncurá, sanador de
la Patagonia argentina, el cual es considerado beato por la Iglesia
católica.
Olayón: Fue un cacique principal comechingón Famoso por su
bravura, vivió en la zona de Cruz del Eje, Córdoba, hacia 1590-
1620. Murió en combate, luchando contra los españoles, en duelo
singular con el capitán Tristán de Allende, a quien logró dar
muerte.
Orkeke: Fue un capitán tehuelche o más precisamente Gününa
küne que vivió en el siglo XIX. Nació aproximadamente en 1810.
George Chaworth Musters, el marino, explorador y escritor
inglés, viajó con él desde Isla Pavón hasta el País de las manzanas
lo describe muy bien en su libro "Vida entre los patagones" como
un ser de conducta intachable. Hermano de Tankelow. El autor
inglés lo describe como un hombre serio de carácter duro. De
niño visitó San Julián donde menciona haber visto aun a los
colonos de Viedma. Trabó relaciones con Piedrabuena, Ramón
Lista y Moyano. Se dice que Orkeke cubría frecuentemente la ruta
entre Isla Pavón y El país de las manzanas (“país de las
manzanas” era el nombre dado al área que corresponde
aproximadamente al sur de la actual Provincia de Neuquén).
Sayhueque: Valentín Sayhueque, nació en 1818 y murió el 8 de
septiembre de 1903. Fue uno de los caciques más importantes de
la región sur de la Provincia del Neuquén, en la Patagonia. Su
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padre era el cacique Chocorí, cuyo origen racial se confunden
entre el tehuelche y el mapuche, y su madre era tehuelche. En ese
clima nació Sayhueque, cuando los gobiernos nacionales
impulsan la idea que los indígenas pertenecen a la ciudadanía
argentina sujetos a las leyes imperantes en el país y el avance hacia
los territorios pampeanos bajo control indígena era su
consecuencia. El avance de las fronteras y la civilización,
terminando con la amenaza indígena de los pueblos de frontera,
fue iniciado por varios gobiernos, ejecutado fielmente por Julio
Argentino Roca. En 1881 el general Conrado Villegas lanzó la
Campaña al Nahuel Huapi, como complemento de la campaña
iniciada por Roca en el 79, con el objetivo de batir a los indios de
Sayhueque, que se estima, tenía en ese momento 1.000 lanceros.
El ejército movilizó a 1.700 hombres en tres brigadas.
La campaña de Villegas había expandido la frontera en 1882 a
toda la Provincia del Neuquén, defendida ahora por 15 nuevos
fortines y fuertes: 364 indígenas más habían caído en la lucha y
más de 1.700 fueron nuevos prisioneros. En mayo de 1883 el
general Villegas informaba que Manuel Namuncurá se había
rendido con 330 de sus hombres. Los caciques reunidos en un
gran parlamento intentaron organizar una defensa desesperada.
Provistos de armas de fuego fueron al combate con el
compromiso de pelear hasta morir. Varios caciques se vieron
obligados a rendirse. Pero Sayhueque e Inacayal estaban
dispuestos a batallar hasta el fin. En la Memoria del
Departamento de Guerra y Marina se expresa: "(...) se habían
invitado recíprocamente con Sayhueque que estaba en el Norte
para unirse y pelear a las tropas hasta morir. Al unirse los
caciques, acordaron una enérgica resistencia. ”En Schuniqueparia
había tenido lugar un gran parlamento, al que concurrieron
Inacayal, Foyel, Chagallo, Salvutia, Rayel, Nahuel, Pichi
Curuhuinca, Cumilao, Huichaimilla, Huenchunecul, Huicaleo y
otros caciques en representación de su tribu y Sayhueque con
todos sus capitanejos.”...Que el parlamento se arribó a la
conclusión de no entregarse ninguno a las fuerzas del gobierno y
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 324 -
de pelear hasta morir, debiendo prestarse recíproco apoyo las
tribus entre sí. Que la señal de alarma convenida era prender
fuego en los cerros, y que según su número y situación tenían su
inteligencia explicativa, cosa que sólo era conocida por los
caciques..."Únicamente las huestes de Sayhueque cabalgan libres,
pero el cacique comprende que es una cuestión de tiempo.
Agotado y desmoralizado, Sayhueque se entregó el 1 de enero de
1885 con más de 3.000 hombres. Muchos indígenas habían
muerto en combate y los restantes libraron una última batalla el
18 de octubre de 1884. Lo condujeron a Carmen de Patagones y
de ahí a Buenos Aires, previa escala en Bahía Blanca, en el vapor
Pomona. Lo alojaron en Retiro donde pasó a ser, junto a su
gente, un objeto de observación, precisamente en las fiestas de
Carnaval, demostrando una estupidez e ignorancia propia de
gente sin principios ni moral. Los diarios de la época se hicieron
eco de los sucesos. Lo fotografiaron, lo entrevistaron y lo
vistieron de compadrito, por alguien que quiso ser tan
compadrito, pero que no alcanzaría ni siquiera a ser original,
porque el prestigio y la valentía del respetable jefe ni siquiera
serían manchados por estúpidos que siempre existen y también
aquellos, que teniendo poder, les permitieron tales indignidades.
Se entrevistó con Moreno, con el Ministro de Guerra, con el
Arzobispo, con el Presidente Roca. Pedía tierras para su gente.
Un lugar para vivir en paz, un lugar para la dignidad. Fue enviado
a la Patagonia donde pensaba encontrar los lugares de sus afectos,
pero pasó mucho tiempo, y la vejez terminó con su vida el 8 de
septiembre de 1908.
Yanquetruz: “El fuerte”. Nació en la Araucanía, Chile, y murió en
la Argentina en 1836. Fue un cacique mapuche huilliche. Se
estableció en 1818 entre los ranqueles del sur de Córdoba, Santa
Fe, San Luis y La Pampa. Tomó el mando ranquel a la muerte del
cacique Carripilún, quien murió sin descendencia. Era
descendiente del cacique Yanquetruz (Llanquitur) que en las
últimas décadas del siglo XVIII luchó en el Sur de Mendoza
contra Amigorena. En 1818 llegó a Leubucó junto a un centenar
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 325 -
de guerreros indígenas procedentes de Chile, llegando con él su
esposa Carú Luán y su hijo Pichun. El 3 de diciembre de 1820,
junto con 2.000 indígenas, a las órdenes del caudillo chileno José
Miguel Carrera, a quien los indígenas consideraban como pichi rey,
atacó el pueblo de Salto destruyéndolo completamente,
cautivando a las mujeres y asesinando a los hombres. Los pueblos
de Rojas, Lobos y Chascomús también fueron asaltados. No debe
ser confundido con el cacique homónimo José María Bulnes
Yanquetruz.

Anexo

Efemérides familiares
Julio Argentino Roca:
Nació el 17 de julio de 1843 y murió el 19 de octubre de 1914
Ascensos
1. El 22 de diciembre 1862 Ayudante mayor 1º - 19 años
2. 17 de febrero de 1864 Capitán – 20 años
3. Abril de 1866 Sargento Mayor Graduado – 22 años
4. 15 de septiembre de 1868 teniente coronel - 25 años
5. 26 de enero de 1871 coronel – 27 años
6. 7 de diciembre de 1874 general – 31 años
7. 28 de septiembre de 1880 Brigadier general – 37 años
8. 12 de octubre de 1886 teniente general – 43 años
Primera presidencia: el 12 de octubre de 1880 – 37 años
Segunda presidencia: el 12 de octubre de 1898 – 55 años
Atentado el 10 de mayo de 1886 por Ignacio Monges

Hermanos:
1. Alejandro Segundo Roca: N. en Junio de 1838 San Miguel
de Tucumán, F. 2 Apr 1904, Buenos Aires.
2. Antonio Ataliva Roca: N. 10 Mayo 1839, San Miguel de
Tucumán. F. 21 Mayo 1912, Buenos Aires.

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3. Bernabé Celedonio Roca: N. 1844, San Miguel de
Tucumán, Tucumán, F. 1868, Batalla de Las Palmas,
Paraguay.
4. Alejo Agustín Roca: N. 1 Marzo 1847, San Miguel de
Tucumán, F. 17 Junio 1909, Buenos Aires.
5. Rudecindo Marcial Roca: N. 22 Agosto 1850, San Miguel
de Tucumán, F. 28 Nov 1903, Buenos Aires.
6. Marcelina Francisca Paula Segunda Roca: N. 2 Enero
1852, San Miguel de Tucumán. F. 20 Sep 1942, Buenos
Aires.

Se casó el 22 de agosto de 1872


Esposa:
Clara Dolores Funes Díaz González: Córdoba, Argentina, Mayo 2
de 1890,
1. Nació en Córdoba el 29 de marzo de 1849, bautizada el
31/03/49
2. Murió el 2 de mayo de 1890 sepultada en el Cementerio
de la Recoleta
3. Su padre: Tomás Funes había nacido el 21 de diciembre
de 1808 en San Luis y falleció en Córdoba el 26 de marzo
de 1880.
4. Su madre: Eloisa María de las Mercedes Díaz González
nació en Córdoba el 24 de junio de 1815 y falleció el 3 de
enero de 1902.

Hermanos de Clara:
1. Javier Funes Díaz. 1843 Córdoba
2. Félix José Antonio Funes Díaz González, 19 Nov 1847,
Córdoba, 3 Mar 1904, La Carlota, Córdoba.
3. Manuel Augusto Funes Díaz González 9 Abr 1850,
Córdoba.
4. Elisa Funes Díaz González 12 Ene 1853, Córdoba, 21
Nov 1933, Buenos Aires.
5. Guillermina Eloísa Funes Díaz González 8 Enero

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Hijos:
1. Julio Argentino Pascual Roca: nació el 17 de mayo de
1873 y falleció el 8 de octubre de 1942. Casado el
18/12/1897 con María Esther Salomé de las Mercedes
Llavallol. No tuvieron hijos
2. Alejandro Roca: nació en julio de 1874 y murió el 29 de
septiembre de 1874.
3. Elisa Clara Genoveva Roca: nació 3 Enero 1876, Río
Cuarto, Córdoba, y falleció 21 de enero 1961, Mar del
Plata. Casada el 22/5/1915 con Luis María Silverio
Blaquier Oromí.
4. María Marcela Roca: nació el 2 Junio 1877, Río Cuarto,
murió el 29 Julio1981, Buenos Aires. Casada el
25/04/1900 con el barón Antonio de Marchi.
5. Clara del Corazón de Jesús Roca: (La Cocha) nació el 7
Febrero 1879, Buenos Aires, murió el 21 Diciembre 1970,
Buenos Aires.
6. Agustina Eloisa Roca: (La Gringa) nació el 20 Junio 1881,
Buenos Aires, murió el 11 Mayo 1969, Buenos Aires.
Casada el 15/09/1903 con Evaristo Uriburu hijo de José
Evaristo Uriburu.
7. Josefina Elena Roca: (La Copeta) nació el 14 Abril 1883,
Buenos Aires, murió el 5 de enero 1974, Buenos Aires.
Casada el 18/05/1912 con Luis Castells Uriburu.

Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 328 -


OBRAS CONSULTADAS
Alberdi, Juan Bautista: “El crimen de la guerra”
Angnelli, Chalo: “Los Wilde entre nosotros”
Asociación del Fútbol Argentino: “Cien años con el fútbol”.
Barovero, Diego: “El Asceta de la política” (Internet).
Caldas Villar, Jorge: “Nueva Historia Argentina”.
Canessa, Guillermo L.: “El Pensamiento Democrático
Argentino”
Carranza, Ángel Justiniano: “La Revolución del 39”
Castro, Nelson: “Enfermos de Poder”
Cresto, Juan José: Artículo en “Noticias Salta y Cultura”
Cresto, Juan José: Roca y el mito del genocidio Diario “La
Nación”
De Marco, Miguel Ángel: Para La Nación “Estampa de un
Del Campo, Diego: Clarín: “Juan Manuel de Rosas: Cien años de
polémica”.
Del Mazo, Gabriel: “Historia y Doctrina del Radicalismo”.
Escudé, Carlos: “El Fracaso del Proyecto Argentino.
Fotheringham, Ignacio “La vida de un soldado o reminiscencias
de la frontera”
García Hamilton, José Ignacio: “Por qué crecen los países”.
García Hamilton, José Ignacio: “Vida de un ausente”.
Garrido, Marcela F. “Julio Argentino Roca. Biografía visual 1843
– 1914”. Museo Roca, Buenos Aires, 2005.
Hanglin, Rolando: “Algunos parientes de Rosas” La Nación.
Ibarguren, Carlos: “La historia que he vivido”
Informe Oficial de la Comisión Científica agregada al Estado
Mayor general de la Expedición al Río Negro (Patagonia)
Instituto Superior de Formación Docente en Historia de Aimogasta
Juan Edgardo Martín Especial para Los Andes
La Nación: “Las perdidas cicatrices de la Zanja de Alsina” –
La Nación: “Un siglo en sus columnas”.
Lezama, Hugo Ezequiel: “Balcarce 50”
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 329 -
López Osornio, Mario A.: “Un poblador de Monsalvo”.
López, Vicente F.: “Historia Argentina”.
Luna, Félix: “Conflictos y Armonías”.
Luna, Félix: “Soy Roca”.
Luna, Félix: “Yrigoyen”.
Mansilla: “Retratos y Recuerdos”.
Ortega Y Gasset, José: “En torno a Galileo”
Palacio, Ernesto: “Historia Argentina”
Pérez, Daniel Eduardo: El Combate de San Antonio de Iraola
Perrone, Jorge: “Diario de la Historia Argentina”
Pisarello Virasoro, Roberto G.: “Arturo Frondizi: Historia y
problemática de un estadista”
Rebollo Paz, León: “Tejedor: Sentido Político de su Gobierno” –
1974 - La Nación
Revista “Darius Baires”
Sánchez, Aurora Mónica: “Julio A. Roca”.
Sbarra Noel H.: Historia del alambrado en la Argentina
Toynbee, Arnold J.: “La Guerra y los Neutrales”.
Tyrrell, Eduardo: Trabajo de Recopilación de Datos y Fotos
Vélez, Francisco: “Roca”
Villegas, Osiris: “El Conflicto con Chile en la Región Austral”
Yaben, Jacinto R. “Biografías Argentinas y Sudamericanas”
Zuviría: “Los Constituyentes de 1853”.

Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 330 -


Páginas Web Consultadas
Internet: www.histarmar.com.ar
Internet: www.numismaticos.org.ar
Internet: www.historiaconopinion.com.ar
Internet: www.letras-uruguay.espaciolatino.com
Internet: www.santafe-conicet.gov.ar
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Internet: www.argentinahistorica.com.ar
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Internet: www fundacionpellegrini.org.ar
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Internet: www.genealogiafamiliar.net
Internet: www.historiapolitica.com
Internet: www.argentina-rree.com.ar
Internet: www.Clarín.com “El país tuvo cinco monedas, en una
historia de cambios y quita de ceros”
Internet: www.letras-uruguay.espaciolatino.com

Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 331 -

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