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CORO
(…)
Lo decíamos embriagadas,
y lo tuvimos por verdad,
que seríamos todas reinas
y llegaríamos al mar.
Mistral nos describe en Geografía Humana: “El chileno, como el japonés, pelea
con el destino bajo las especies del fuego y no se sabe quién tiene en jaque a
quién. (…) , después de cada terremoto reconstruye las ciudades y restablece los
cultivos, con una confianza pasmosa y con gran desdén hacia la traidora del suelo,
pues él sabe que entre dos catástrofes corren muchos años.
“-Enséñame la fácil alegría que baja solo con mirar el cielo abierto, la alegría que
nada cuesta porque va pasando en el viento; la alegría de ver amanecer, mirando
cómo crece la rosa de la mañana en unos instantes de silencio sobre la colina [....]
-Enséñame –continúo todavía- aquella durable alegría que viene de que no nos
canse la belleza, grande, y que no nos conmueva la pequeña. Yo quiero que el
rostro que amo no me fatigue, que el libro que leo no se me haga costumbre [...]”
Y no olviden llevar el tesoro del amor materno que hoy con orgullo
observa el fruto anhelado de tantos años de desvelo. Nuestra Nóbel ha
dedicado muchas líneas a este amor y en su prosa “Madre ausente” nos
evoca:
“'Madre: Yo he crecido, como un fruto en la rama espesa, sobre tus rodillas. Ellas
llevan todavía la forma de mi cuerpo; otro hijo no te las ha borrado. Tanto te
habituaste a mecerme, que cuando yo corría por los caminos quedabas allí en el
corredor de la casa, como triste de no sentir mi peso.
Todos los que vienen después de ti, madre, enseñan sobre lo que tú enseñaste y
dicen con muchas palabras cosas que tú decías”.
Sin embargo, tampoco olviden a quien día a día trabaja para conceder sus
anhelos y cumplir sus sueños, esperanzado en que ustedes cumplirán sus
metas:
“El padre anda en la locura heroica de la vida y no sabemos lo que es su día. Sólo
vemos que por las tardes vuelve y suele dejar en la mesa una parvita de frutos, y
vemos que os entrega a vosotras para el ropero familiar los lienzos y las franelas
con que nos vestís”.
Siembra sin mirar la sierra donde cae el grano; estás perdido si consultas el rostro
de los demás. Tu mirada invitándoles a responder, les parecerá invitación a
alabarte, y aunque estén de acuerdo con tu verdad, te negarán por orgullo la
respuesta. Di tu palabra, y sigue tranquilo, sin volver el rostro. Cuando vean que te
has alejado, recogerán tu simiente; tal vez la besen con ternura y la lleven a su
corazón [...].
Habla a tus hermanos en la penumbra de la tarde, para que se borre tu rostro, y
vela tu voz hasta que se confunda con cualquier otra voz. [...]
CAMBIO DE ESTANDARTE
CORO
Me quedo con ese ciervo, (…) : "El huemul es una bestezuela sensible y menuda;
tiene parentesco con la gacela, lo cual es estar emparentado con lo perfecto. Su
fuerza está en su agilidad. Lo defiende la finura de sus sentidos: el oído delicado, el
ojo de agua atenta, el olfato agudo. El, como los ciervos, se salva a menudo sin
combate, con la inteligencia, que se le vuelve un poder inefable. (…) En él se olvida
la bestia (…). Vive en la luz verde de los matorrales y tiene algo de la luz en su
rapidez de flecha".