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La literatura y el periodismo como formas complementarias de construcción de

realidad

Lojo, Juan (juanlojo@hotmail.com)


Pojomovsky, Matías (ariel.matias@hotmail.com)
Vespa, Claudia (claudiavespa@hotmail.com)
Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires

“La crónica pertenece al campo de la literatura.


Es un género literario porque la calidad de la escritura
le es consustancial, constituye un elemento definitorio
y se halla en sus orígenes.
Los géneros puros lo son cada vez menos.”
Tomás Eloy Martínez

A modo de introducción

Roland Barthes nos ha señalado la diferencia entre el placer de leer y el goce que una lectura

puede brindarnos. Recordemos que su provocativa distinción asimila el placer al cómodo

divertimento y el goce a la desestabilización que un texto puede ocasionar a su lector. La

eficacia de un escrito se hace evidente cuando este pone en jaque alguna de las

representaciones que el lector ha construido con esmero a lo largo de su existencia. Cuando

el lector se lee en el texto y esa lectura lo moviliza y lo cuestiona, lo sabemos, es cuando ese

escrito encuentra su razón de ser. En este sentido es la ficción, en su calidad de constructora

de mundos posibles, la que abre el juego e invita al lector a disolverse en la trama de un

buen cuento, de una novela, para retornar sutilmente modificado.

Ahora bien, en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, en la Carrera de Ciencias de la

Comunicación, el Taller de Expresión I, taller creado por la escritora y profesora Gloria

Pampillo, y hoy coordinado por la profesora Irene Klein, reinvidica lo literario justamente

desde esta concepción. Quien pueda permitirse gozar con la literatura, regodearse en sus
modos de refractar la realidad, adquiere herramientas para leer de manera más amplia y

creativa el mundo que habita.

El desafío que se nos presenta a los docentes en este contexto es el de invitar, inducir,

provocar, a nuestros alumnos a iniciarse en esta lectura gozosa. Los jóvenes ingresan a la

Facultad con el objetivo de convertirse en periodistas, publicistas, analistas de medios, en

fin, transitarán alguna de las orientaciones que se nutren de lo comunicacional. No está en la

mayoría de ellos a priori la inquietud por lo literario: Comunicación no es Letras.

Sin embargo, o por eso, es que en la primera parte del año, leemos y analizamos cuentos de

Borges, Cortázar, Ocampo, Rulfo, entre otros autores argentinos y latinoamericanos. La

narratología nos aporta el marco teórico para descubrir juntos los recursos que determinan la

especificidad de uno u otro relato. A su vez, los jóvenes estudiantes incursionan en

diferentes propuestas de escritura que implican el uso de los recursos consignados:

expansión de resúmenes, inclusión de analepsis, cambios de focalización, entre otras. Todo

este trabajo abona a la posterior producción de un cuento. Lo que subyace a esta propuesta

es la certeza de que la dimensión literaria está presente en todo buen texto -ensayístico,

periodístico u otro-.

Es abonando a esta lógica que se propone, luego de la producción del cuento, incursionar en

un género con una impronta muy peculiar: la crónica urbana. Peculiar en su sentido

bidimensional, lo periodístico y lo literario se amalgaman en una propuesta que interpela al

lector posicionándolo en un lugar de testigo casi activo.

En esta comunicación nos interesó, justamente, compartir de qué modo los estudiantes se

apropian de los recursos literarios para avanzar en la producción de crónicas urbanas, por

una parte y, por otra, cómo se sirven de los datos empíricos de una crónica policial para

construir un texto ficcional. O sea, intentamos consignar cómo se apropian los alumnos de
esta idea que compartimos sobre la complemetariedad de la literatura y el periodismo como

formas de construción de realidad.

En principio partimos de una consigna que funciona como bisagra entre el trabajo literario

que se viene desarrollando y el siguiente desafío que será el de la producción de una crónica

urbana.

Un camino posible: de la crónica a la ficción

Lo que se les propone a los alumnos es realizar una ficción a partir de una crónica policial

tomada de un medio gráfico de circulación masiva.

Es interesante observar cómo los estudiantes aplican varios de los recursos narratológicos

previamente trabajados para darle mayor espesor al relato. En este sentido, el recurso al que

más apelan es el de las catálisis. Si bien la información que estas aportan no resulta esencial

en el devenir de la historia, sirven tanto para dotarlo de verosimilitud, como para caracterizar

a los personajes, o simplemente para demorar la narración y producir un efecto de suspense.

Por ejemplo, nada aporta a la historia producida a partir de la crónica policial de un crimen

pasional que el café del periodista que investiga el caso sepa a ceniza; o que la puerta del

estudio donde fue asesinado el ex director del Museo Metropolitano no pudiera ser abierta

de par en par porque el despacho era muy pequeño; o que la sangre de la víctima de un

asesinato tomara la forma de una araña roja en su remera. Sin embargo, estos detalles dicen

mucho en cuanto a la construcción de escena, y el factor afectivo de la narración. De este

modo, los alumnos apelan a lo emocional para dar credibilidad a la historia. Al mismo

tiempo, los hechos narrados en las crónicas policiales suelen ser reconstruidos como

escenas, acción por acción. Esto parecería corresponderse con aquella distinción que
Caparrós hace entre la prosa informativa y la prosa típica de la crónica urbana: una sintetiza

lo que (se supone) sucedió; la otra lo pone en escena. Lo sitúa, lo ambienta, lo piensa, lo

narra con detalles: contra la delgadez de la prosa fotocopia, el espesor de un buen relato.

No decirle al lector esto es así; mostrarlo. Permitirle al lector que reaccione, no explicarle

cómo debería reaccionar. El informador puede decir «la escena era conmovedora», el

cronista trata de construir esa escena y conmover.1

En línea con esta apropiación de las herramientas que puede aportar la narratología, los

alumnos ponen en funcionamiento todo un sistema de indicios e informantes que, sumado a

las catálisis, cumplen un rol fundamental en la distribución de la información a lo largo del

relato. Esta utilización de dichas herramientas produce un efecto sorpresa recurrente en

todas las ficciones que contradice el paradigma de las W del periodismo. Es decir, aquel

paradigma que postula que toda crónica policial debe responder desde el comienzo al lector

qué, cuándo, dónde, cómo y por qué sucedió el hecho. Este requisito no es tal en la

literatura, de modo que en las ficciones de los alumnos la información se distribuye de otra

manera e incluso algunas de estas preguntas pueden no estar respondidas. Este es el caso de

ficciones que parecieran fundir sus relatos en una temporalidad más general, más universal,

a partir de lo cotidiano. Una forma muy frecuente de producir este efecto de sentido es la

utilización de deícticos a la hora de contextualizar la historia. De este modo referencias

temporales como “esa noche”, “entonces”, o espaciales como “en aquel lugar”, “ahí”, operan

generando un contexto que se significa en el ámbito de la lectura, sin tener un referente real

en el mundo “objetivo”.

Otro aspecto que los estudiantes parecen identificar con el texto literario es aquello que

podríamos denominar como una cierta sofisticación del lenguaje. En otros términos,

1
Caparrós, Martín (2007). “Por la crónica” en Periodismo Cultural Iberoamericano.
podríamos decir que el lenguaje utilizado para la confección de ficciones es más figurativo

que el de la crónica policial, destacándose sobre todo el empleo de las metáforas. Los

siguientes son dos fragmentos extraídos de ficciones realizadas por alumnos del taller que

permiten ejemplificar lo dicho: “El segundo impacto fue tan certero como el primero. La

bala atravesó su cráneo, dejando su impronta en la pared, junto con la sangre de Nakkache, y

parte de su inteligencia”.“El filoso acero entró por la espalda del padre. Una araña roja en la

remera comenzó a crecer en torno al puñal. Se dio vuelta, Javier, su hermano mayor retiraba

el cuchillo. La sangre brotó espesa de su boca, su mirada quedó vacía. Esa noche la verdad y

la mentira se hicieron cómplices del destino.”

También nos parece pertinente destacar la apelación a ciertos topoi de la literatura policial

clásica. Esto puede darse en el rol del investigador privado que desentraña los misterios del

caso, que puede encarnarse en el personaje de un investigador pago propiamente dicho, pero

también como periodista inquieto o un allegado a las víctimas, entre otros. También es

recurrente la figura de una versión oficial fraudulenta, intencionada o por mera negligencia

que es desacreditada por el actuar del investigador, o incluso la figura de la extorsión de

revelar un gran secreto como el móvil del crimen.

Por último, resulta muy importante destacar la libertad creativa con la que los alumnos

afrontan la consigna. Si bien son pocos los que decididamente transforman completamente

la historia narrada por la crónica policial respetando tal vez, tan solo algunos personajes o

detalles menores, la mayoría se permite crear personajes, ausentes en la crónica, que

cumplan funciones dramáticas.

Estas creaciones de los estudiantes generan nuevos sentidos que muchas veces

contradicen los del discurso periodístico. La oposición entre estos dos géneros como capaces

de representar al mundo aparece explicitada en la gran mayoría de los trabajos, y siempre la


disputa por el sentido “verdadero” es ganada por la ficción. Cuando la versión oficial

policíaca y mediática aparece dentro de la ficción lo hace para ser refutada. Aparece de

forma explícita, como si se tratase de un género incorporado, que luego (o antes, según la

estructura del relato) es contradicha por la narración. Esto se logra, por ejemplo, mediante la

alusión directa a los títulos de las crónicas mediáticas que no se condicen con lo que la

narración nos “muestra” que “realmente” aconteció; en otros casos la información

periodística puede ser brindada con sus características formales como se vería en una

crónica policial pero presentada como “el error de la prensa”. Se podría llegar a pensar en la

presencia de una crítica literaria al discurso informativo “objetivo” “imparcial” y “neutral”

(atribuido a los medios) que es presentado como equivocado, mientras que el literario,

“subjetivo”, “parcial” y “tendencioso” es presentado como “la realidad”, lo que de verdad

pasó.

Entre el periodismo y la literatura: la crónica urbana, ese animalito raro

Como el amor, la crónica tiene una doble dimensión:


ficción y realidad; oralidad y literalidad;
presente y pasado; literatura y periodismo;
empírico y poético.
Tanius Karam

En su ensayo “El asombro personal”, Patricia Nieto plantea una tensión constante entre lo

periodístico y lo literario en la Crónica Urbana. No desestima la importancia del hecho que

se narra, pero considera que la vigencia histórica de la Crónica se vincula al encanto y la

atracción que el texto ejerce sobre el lector. La búsqueda de voces inéditas, el juego de

temporalidades y los sentidos que produce la estructura narrativa son los que, en última

instancia, invisten de valor estético a lo representado en estas Crónicas.


Por otro lado, Juan Poblete interpreta el desarrollo del género en Latinoamérica como un

efecto en la escritura de las transformaciones profundas que el neoliberalismo provocó a

nivel social, económico y político. Entiende que la Crónica Urbana explora, entre otros

aspectos de la vida actual, las fisuras y las posibilidades de las formas de ciudadanía

existentes y emergentes en un contexto de globalización neoliberal. El género aparece

entonces como una forma de escritura capaz de dar cuenta de estas dinámicas sociales sin

distorsionarlas o subsumirlas a la lógica de un solo principio, sea éste el de la clase social, la

nacionalidad, la edad o el género.

En este sentido es que la Crónica Urbana se nos presenta como un género especialmente

abordable para futuros cientistas sociales.

Otro de los caminos: de la literatura a la crónica urbana

A partir de estas dos conceptualizaciones es que nos ha interesado rastrear algunas de las

diversas estrategias discursivas –recursos literarios- que los alumnos del Taller han podido

retomar para la escritura de sus Crónicas.

En este entrecruzamiento entre periodismo y literatura, la recurrente tematización del

transporte (el tren, el subte, el colectivo, la estación, etc.) como escenario dilecto por parte

de los estudiantes, para ubicar los hechos que se relatan, no es fortuita. Es en este sentido

que puede interpretarse la afirmación de Poblete: “(…) la crónica responde a lo que podría

llamarse ciudadanías de emergencia (crisis y aparición), aquellas colocadas en el espacio en

que la re y desestructuración de lo nacional por lo trasnacional y global se enfrenta a la

presencia física en las ciudades globales de los cuerpos marcados de aquellos que excluye de

sus formas segmentadas de inclusión”. Y es precisamente en las complejas mixturas que


presenta el transporte público2, que el alumno como cronista urbano da voz a esos sujetos

silenciados que buscan su lugar dentro del desorden social. Así lo ejemplifica el siguiente

fragmento de la Crónica de una alumna: “Porque esos hombres, “laburantes” de un mundo

hostil, del sur de un continente en llamas, embarraban de alegría la noche triste del resto, el

típico viaje amargado de la mayoría. Esos obreros embellecían la noche del capitalismo

salvaje que allí los depositó”.

En cuanto a las estrategias discursivas, la pausa descriptiva, es el recurso que los alumnos

eligen retomar de la literatura para construir a los sujetos y escenarios de la crónica. Por

ejemplo: “El tren se ha detenido, y parece que con esto se ha logrado llegar a un hallazgo. A

las cercanías del mismo, donde la luz no llega, donde el agua potable no se hace presente,

donde la suciedad y las enfermedades no tienen barreras; viven personas”. O extraído de otra

crónica: “El ruido y el grito incesante de hombres y mujeres hablando por celular, los

televisores a todo volumen transmitiendo siempre la misma propaganda, los vendedores

ambulantes con su mismo discurso y las bocinas de los trenes conforman el entorno de la

niña. Un entorno que a la vez podría ser una gran pintura”.

El uso recurrente de escenas –otra de las estrategias discursivas literarias-, por su parte, se

puede interpretar como la búsqueda, al menos en ocasiones, de generar la tensión

característica de los cuentos cortos. Por ejemplo: “El que estaba sentado en el asiento doble

del medio del lado del pasillo, codeó al que estaba del lado de la ventana, que se levantó con

fastidio, pasó por encima de su compañero y vino a sentarse delante de mí; el que estaba

sentado solo se paró y fue a hablar con el chofer, que ya no frenaba en las bocacalles y

pasaba algunos semáforos en rojo. El que se sentaba delante de mí le pidió fuego al hombre

2
“Virilio advirtió que la metáfora rectora de “jungla de concreto”, que dominó la ciudad vertical de principios
del siglo XX, es sustituida en la megalópolis por la idea de océano. En la expansión horizontal el desafío rector
ya no es edificar sino circular”. Villoro, Juan (2008).
que estaba a mi derecha, quien para dárselo se corrió dos asientos hacia mí, dejándome casi

encerrado”.

Otro de los recursos utilizados significativamente por los estudiantes es el relato iterativo.

Esta es quizá la estrategia con la que mejor puede expresarse el dramatismo del anonimato

cotidiano de la ciudad, dado que es del modo que se logra instalar la recursividad de lo

rutinario. Por ejemplo: “El camino va desde el primer escalón hasta la plataforma del subte.

El escenario es el mismo de siempre. Los pisos aguados y pegajosos, gente chocándose paso

a paso, los trabajadores que tarde a la oficina llegan, mujeres que gritan y el olor a orina

fresca que deambula libre por los aires. Todos se dirigen rápidamente al molinete porque el

tren se les escapa, los que caminan lentamente o los que se mandan un pequeño trote, los

que se detienen a medio camino o los que se arrepienten de vagón. Cientos y cientos de

personas multiplican estos comportamientos a la hora de entrar a la formación”.

Estos recursos implementados por los estudiantes dan cuenta de la apropiación de lo literario

y abonan a la idea, insistentemente trabajada en el aula, de mostrar en lugar de decir. O, en

las palabras de Caparrós, Permitirle al lector que reaccione, no explicarle cómo debería

reaccionar.

A modo de cierre

El camino del placer al goce literario no es lineal, menos sencillo. Pero los estudiantes, no

cabe duda, están en camino. Por momentos lo metafórico ocupa tanto espacio que la

imágenes desmesuradas sobrepasan lo esperable, empalagan. Por momentos, el discurso se

propone demasiado llano y despojado. Nuestra tarea es abonar al equilibrio. Lo fundamental,

lo gratifiacante, es que el camino se ha logrado abrir.

Bibliografía
Barthes, Roland (2004), El placer del texto, Buenos Aires, Siglo XXI.

Caparrós, Martín (2007). “Por la crónica”.Ponencia presentada en el IV Congreso


Internacional de la Lengua Española, Cartagena.

Esquivada, G. “Los nuevos cronistas de América Latina. Autores en busca de un género”, en

Falbo, G. (2007) Tras las huellas de una escritura en tránsito. La Plata: Ediciones al

Margen.

Genette, Gerard (1972), Figuras III, Barcelona, Lumen.

Karam, Tanius (2004). “Representaciones de la ciudad de México en la crónica” en

Andamios. Revista de investigación social. Universidad Autónoma de la Ciudad de México.

Montes, Alicia (2009). “Esto no es una pipa: la crónica urbana y el problema del género”.

Ponencia presentada en el VII Congreso Internacional Orbis Tertius “Estados de la

cuestión”, Universidad Nacional de La Plata.

Nieto, Patricia, “El asombro personal” en Falbo, G. (2007) Tras las huellas de una escritura

en tránsito. La Plata: Ediciones al Margen.

Palacios Echeverry, Mónica (2004). “Literatura y crónica urbana” en Revista Habladurías,

número 1, Universidad Autónoma de Occidente, Cali.

Poblete Juan, “Crónica y ciudadanía en tiempos de globalización neoliberal: la escritura

callejera” en Falbo, G. (2007) Tras las huellas de una escritura en tránsito. La Plata:

Ediciones al Margen.

Verón, Eliseo

Villoro, Juan (2008). “El vértigo horizontal. La ciudad de México como discurso”.

Conferencia dictada en la Embajada de México en Montevideo, Uruguay.

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