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UNIVERSIDAD CATÓLICA SEDES SAPIENTIAE

Alumno:
SANTIAGO TÁCUNAN
BONIFACIO

DIPLOMADO EN DOCTRINA
SOCIAL DE LA IGLESIA

2009
EN BUSCA DE UN ESTILO DE VIDA
LAS AVENTURAS DE PABLO Y YOLANDA

Presentación
Al leer las casi doce páginas del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia
relacionado a salvaguardar el medio ambiente, me preguntaba a ¿quiénes me
gustaría transmitir estas enseñanzas? Luego de una rápida evaluación decidí
que el mejor público y el más exigente son los niños.
Hasta aquí una parte del problema solucionado. Pero ahora debía
desarrollar la estrategia y metodología para poder verter esta información en
sus mentes. Felizmente los niños todavía tienen mentes brillantes y no hay a
quien no le guste las narraciones. Es por esta razón y sobre la base de lo
leído, elaboré esta narración titulada “En busca de un estilo de vida: las
aventuras de Pablo y Yolanda, dos personajes que bien pueden ser cualquiera
de nosotros.

Narración
En un pueblo muy lejano, llamado Baraneron, vivía la familia Santos Espíritu
en una época en donde casi todas las familias estaban sometidas por
dirigentes tiranos que los explotaban física y moralmente. Tenían dos hijos
adolescentes llamados Yolanda y Pablo. Todos eran muy creyentes de Dios.
Un día los padres de Yolanda y Pablo, un tanto ya ancianos, deciden
huir, con la bendición de Dios, a tierras muy lejanas en donde intentarán
rehacer sus vidas, tal y como Dios lo había dispuesto; es decir, confiando en
el futuro y teniendo fe en la promesa divina renovada de una nueva vida.
Luego de algunos meses de penosa travesía llegan al valle de Llashue,
un lugar paradisíaco reservado por Dios, en donde casi todo era perfecto y
armonioso. Este pueblo había sido reservado sólo para ellos porque eran los
únicos que habían creído fielmente en su promesa, a pesar de los maltratos,
humillaciones y demás tropelías a las que habían sido sometidos.
Luego de algunos años de establecerse, los padres de Yolanda y Pablo
fallecieron y fueron enterrados en medio de una gran tristeza, pero también
en medio de una tranquilidad no sólo porque ambos habían sido buenos
padres, sino también por sus dos hijos les habían correspondido con el mismo
amor y cariño. Su mejor legado fue dejarles una buena educación y una
familia caracterizada por la justicia, el amor, la prudencia y la racionalidad.
Repuestos de tan irreparable pérdida, ambos hijos se organizan para
asumir con nobleza los rigores del trabajo para poder conseguir los medios de
subsistencia. En verdad no debían hacer mucho esfuerzo porque la naturaleza
les brindaba casi todo lo que su necesidad exigía.
Pero llegó un día en que conocieron un lugar llamado Mamayno. Era un
pueblo no muy lejos de ahí, en donde mucha gente pasaba hambre y
penurias, pues tenían riquezas, joyas y todo tipo de objetos valiosos, pero no
podían satisfacer sus necesidades básicas de alimentación porque no tenían
agua, ni tierras fértiles para desarrollar la agricultura y/o la ganadería.
Al primer contacto que tuvieron con ellos se dieron cuenta que podían
obtener cualquier objeto valioso a cambio de alimentos y demás provisiones.
Aunque Pablo se resistió a la idea de intercambiar productos comestibles por
joyas, Yolanda lo termino por convencer y así olvidarse de las enseñanzas de
Dios y de sus padres.
Tanta fue la ambición que apareció en el corazón de Yolanda que buscó
la manera de conseguir una mayor productividad al menor esfuerzo posible.
Es así como solicitó que cierto grupo de trabajadores del pueblo de Mamayno
ingrese al valle de Llashue a trabajar, a pesar de que estaba
terminantemente prohibido, pues ese lugar estaba reservado sólo para
aquellos que creían en él y ese no era el caso de los pobladores de Mamayno,
en vista que ellos adoraban a un Tótem llamado Sonjack.
La ambición de estos trabajadores y el apetito de Yolanda y Pablo
provocaron que en corto tiempo, casi todas las riquezas que la naturaleza les
brindaba por gracia de Dios, se agotaran rápidamente. Ante esta situación,
ambos hermanos comenzaron a desarrollar una serie de inventos científicos y
técnicos que les permitía seguir obteniendo cierta producción, pero a costa
de una mayor degradación de la tierra. El uso responsable y racional de estos
adelantos no fue algo que tomaron en consideración, menos aun los
principios morales que sus padres les habían prodigado.
Tal fue el grado de ensañamiento con la naturaleza que las cadenas
alimenticias se destruyeron, muchos animales y plantas desaparecieron y el
medio ambiente comenzó a deteriorarse. Yolanda y Pablo creyeron que todo
eso era pasajero y temporal. Pero luego de casi diez años, la cosa había
empeorado y ambos no sólo no tenían con que satisfacer sus necesidades
básicas, sino que ahora comenzaban a sufrir de una serie de malestares
propios de un ambiente contaminado. Ni los adelantos científicos ni los
avances técnicos podían restablecerle la salud física.
La naturaleza, como creación de Dios, se había rebelado contra aquel
que la estaba destruyendo. Pero Yolanda y Pablo no entendieron que todo lo
que les venía ocurriendo era consecuencia única y exclusiva de sus actos; es
más, ellos creían que Dios los estaba castigando sólo porque se habían
apartado de él y porque habían olvidado sus enseñanzas rectoras de
convivencia responsable. Es por esta razón que comenzaron a implorar y
hasta pedir perdón a Dios por las cosas hechas. Pero por otro lado, seguían
comercializando con los pobladores de Mamayno y por ende seguían
destruyendo la naturaleza y los recursos ahí existentes.
Tarde entendieron que ellos no debían modificar la naturaleza, sino
ayudar a desarrollarla, pero en la línea creadora que Dios había impuesto al
hombre; es decir, intervenir sin dañarla ni abusar de ella. Además, el hombre
no puede disponer libremente de ella, pues eso sería apartarse del camino y
destino marcado con anterioridad por Dios para el hombre. En este sentido, el
comportamiento de Yolanda y Pablo se apartaba de la colaboración que Dios
les exigía para conservar su creación.
Luego de algunos años de penurias, ambos hermanos terminaron por
morir con los cuerpos casi consumidos en vida, porque ante la falta de
comida y alimentos, terminaron por seccionarse partes de su cuerpo para
comérselos y así poder sobrevivir algunos meses más. De nada le valieron los
lujos y las joyas atesoradas. Fin.

Reflexiones
El hombre nunca debe pretender ejercer el control y dominio absoluto de las
cosas, menos aun del mundo, pues intentar serlo lo convierte en un hombre
indiferente a las consideraciones de orden moral implantadas por Dios. A lo
largo de los siglos y en todas partes, vemos como el hombre se ha convertido
en un devorador irracional de recursos que pone en peligro la existencia
misma de la humanidad. Pero pareciera que eso no le importa. La
modernidad, los adelantos tecnológicos y técnicos, pareciera que debían
ayudarle a conservar la integridad del mundo, así como a mejorar su calidad
de vida, pero en la práctica, mal aconsejados por sus conciencias
distorsionadas, no hacen sino seguir destruyendo más aceleradamente a la
única y más perfecta creación de Dios: la naturaleza.
El desequilibrio mundial del medio ambiente ha llegado a su punto
crítico y no que sino una solución en dos líneas de acción. La primera parte de
un sentido personal y la segunda desde una perspectiva colectiva.
Desde el sentido personal podemos hacer mucho, como por ejemplo:
cuidando el agua, no utilizando productos contaminantes, apagando la luz,
etc. Y desde el sentido colectivo, promover un cambio de actitud aquí y ahora
para tratar de detener el proceso de destrucción de la naturaleza y por ende
de la condición y dignidad humana, así como de todos los seres vivos.
No debemos olvidar que: “la relación que el hombre tiene con Dios
determina la relación del hombre con sus semejantes y con su ambiente”. En
otras palabras: debemos desarrollar no sólo una ecología humana, sino
también una ecología ambiental que permite conservar el mundo para las
nuevas generaciones humanas. Esta responsabilidad es un desafío que
compete y debe ser común a todo. No hay ayuda grande ni pequeña, ni más
importante o menos trascendente, pues al final todo suma.
En este sentido, los peruanos que poseemos ingentes recursos
medioambientales en la amazonía, tenemos una doble responsabilidad:
proteger adecuadamente nuestras reservas naturales y administrarlas con
racionalidad y pensando en el futuro. El medio ambiente es el Patrimonio
Común del género humano y todos estamos en la obligación de cuidarla, al
margen de la nacionalidad que ostentemos.
En esta línea de responsabilidades, las autoridades están obligadas por
mandato imperativo a procurar y desarrollar un lugar digno para vivir, tal
como lo estipulan las normas jurídicas. Pero si ellos no accionan o reaccionan,
la sociedad civil organizada (empresarios, trabajadores, personas de a pie,
etc.), debe asumir actitudes para contrarrestar estas deficiencias. Así, una
vez más, nuestras actitudes personales cobran una mayor relevancia en el
cuidado del medio ambiente y sus recursos.
A unir fuerzas para desarrollar una solidaridad internacional para
proteger el medio ambiente y por ende a todo ser vivo sobre la tierra.
Además, también para utilizar sabiamente los recursos que Dios ha colocado
sobre este mundo y en donde debemos desarrollar un sentido de justicia y
caridad con aquellos países y/o regiones que no han sido favorecidas o que
hayan sufrido menoscabo de sus recursos.
La idea es que todos tengamos un lugar digno para vivir y suficientes
recursos para disfrutarlos. En este sentido, es necesario un cambio en la
mentalidad de las personas, un cambio en el estilo de vida, en donde el tener
constante sea la búsqueda de la verdad, la belleza, el amor y el bien común
de los demás.
Este estilo de vida debe estar presidido por la sobriedad, la templanza,
la autodisciplina, pero sobre todo de gratitud y reconocimiento a quien creo
todas las cosas que existe sobre la tierra.

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