S/ Incidente de Medidas Cautelares (ASAMBLEA DEL 12.8.10)" Expediente Nº 34605.10
Buenos Aires, 17 de diciembre de 2010.
Y VISTOS: I. Viene apelada por Papel Prensa SAICF y de M, Arte Gráfico Editorial Argentino SA (Agea SA), Compañía Inversora en Medios de Comunicación SA (Cimeco SA) y por SA La Nación, la decisión de fs. 103/110 en la que el magistrado de grado resolvió con fecha 27 de agosto de 2010 admitir la medida precautoria solicitada por el Estado Nacional y suspender la posibilidad de que se vote la moción efectuada por Cimeco SA en el tratamiento del punto 12 del orden del día de la asamblea del 12 de agosto de 2010 que fuera suspendida. Decidió de esa manera por entender que la aludida moción: "importa privar ilegalmente al Estado Nacional de su derecho para elegir a la mayoría de los integrantes de la Comisión Fiscalizadora que designe la asamblea, pretendiendo imponer la voluntad de los accionistas privados, en lo que importa un ejercicio disfuncional de esa posición mayoritaria". Además aclaró que lo así dispuesto "no importa mantener la actual conformación de ese órgano de control en cuanto a las personas que lo integran, quienes podrán válidamente ser reemplazadas por otras, en tanto dos de los titulares y dos de los suplentes, sean elegidos por la asamblea a propuesta del EN como accionista". II. Para así decidir –considerando el pedido como una pretensión autónoma respecto de los autos "Estado Nacional c/Papel Prensa SAICF y de M. s/ordinario" expte N° 97222- el juez a quo entendió claro y con un grado de certeza suficiente, que permite su consideración preventiva, el resultado que habría de tener la votación sobre esa moción postulada en torno del punto 12 del orden del día, por la que se privaría al Estado Nacional de la cantidad de síndicos suficientes para formar mayoría en la Comisión Fiscalizadora. Según su parecer, la aludida moción vendría a ser indudablemente aprobada al contar con el voto favorable de la mayoría de los socios, compuesta por los accionistas privados que habían estado presentes en la asamblea del 12 de agosto de 2010. Extrajo esa conclusión de la presentación de SA La Nación y de Agea SA -copiada en fs. 82/8- pese a que esos accionistas no habían formulado manifestación alguna al respecto en el acto asambleario. Encontró verosímil el derecho invocado por el accionante ya que "no obstante los términos del art. 15 del estatuto social y la falta de previsión al respecto, mientras el Estado Nacional sea accionista de Papel Prensa SA goza de la facultad de elección de la mayoría de los síndicos integrantes de la Comisión Fiscalizadora, para su designación por la asamblea de accionistas". Invocó en tal sentido el art. 4 del decreto 6956/72 mediante el cual se había aprobado el contrato celebrado entre el Estado Nacional y Papel Prensa SA. Interpretó que la finalidad de esa disposición era otorgar al Estado Nacional mayoría en el principal órgano de control de legalidad de las sociedades que integre, beneficio que conservaría, a su entender, más allá de ciertas reglas estatutarias y de la incidencia en la cuestión de otros instrumentos normativos como el decreto 4561/73 y el convenio al que éste habría dado lugar. En ese sentido, consideró que había perdido gravitación cierta estipulación contenida en el referido convenio. En efecto, en él se habían cedido los derechos políticos de voto para la designación de la mayoría de los síndicos por parte de la mayoría del capital accionario -representado por las acciones clase "A"- a favor del por entonces Ministerio de Industria y Minería, "mientras dure la vigencia del contrato aprobado por decreto 6956/72 y en tanto el Estado Nacional conserve su condición de accionista". En el mismo convenio, no obstante, se había acordado que, transcurridos quince años desde el decreto aprobatorio (art. 1°, cláusula 2°), ambas partes qu edarían liberadas de las obligaciones emergentes del convenio. Para el juez de grado, esta última cláusula sólo se vinculaba con disposiciones inherentes a la explotación industrial de papel de diario y no con la extensión de los derechos sociales del Estado Nacional como accionista. Añadió el juez que la integración del órgano del modo pretendido por el Estado Nacional derivaba de una práctica mantenida a través de los años, lo que coadyuvaría a la solución adoptada en su pronunciamiento. Por último, el magistrado dejó a salvo que su decisión no importaba emitir opinión alguna sobre la vigencia del contrato y su complementario como tampoco sobre aquellos decretos del gobierno de facto que los aprobaran. III. (i) El memorial presentado por la empresa demandada luce agregado en fs. 412/430 y el de los accionistas privados en fs. 465/479; éstos fueron contestados por el Estado Nacional en fs. 844/857 y fs. 869/878, respectivamente. En virtud del tenor de las respectivas expresiones de agravios, estas últimas serán analizadas en forma conjunta. (ii) Se agravian los recurrentes por la interpretación que el magistrado de grado realiza del contrato y su complementario, en tanto consideran que desnaturalizaría su sentido literal, así como el alcance y finalidad de la prerrogativa dada al Estado Nacional. Dicen que la decisión del juez importaría una inaceptable injerencia en el funcionamiento del órgano asambleario de la sociedad, al resolver cómo debe ser propuesta y votada una moción e impidiendo la necesaria deliberación sobre el tema. Sostienen que la interpretación que hace el a quo sería contraria a ciertas disposiciones estatutarias y, en particular, a los términos del contrato que celebrara la sociedad con el Estado Nacional, pues desatiende la finalidad por la cual se le otorgó a éste la prerrogativa de designar mayoría de síndicos en el órgano de control. Explican que esa facultad estaba sujeta a una serie de condiciones; en especial, que Papel Prensa gozara de ciertos beneficios que ya se habrían agotado con el transcurso del tiempo. Sostienen que refuerza su postura el hecho que el Estado Nacional estaría obligado a vender sus acciones y desvincularse de su calidad de socio y que, más allá del esfuerzo de la sociedad, no se habría obtenido una definición al respecto. Critican también el argumento basado en una costumbre o práctica mantenida en el seno de la sociedad respecto de la integración de la comisión fiscalizadora. Alegan que a partir de septiembre de 2009 la sociedad se habría visto súbitamente afectada por distintas acciones de denodado hostigamiento por parte del Estado Nacional, y denuncian que la actuación de sus síndicos, valiéndose de la mayoría de la que disponen, habría constituido un obstáculo al debido y regular procesamiento de la información contable. Sostienen también que no se encontraría acreditado el peligro en la demora por la sola existencia de investigaciones relacionadas con presuntos ilícitos en el seno del órgano de fiscalización y que la moción propuesta no priva al Estado Nacional de representación en ese órgano. Por último, observan que en la decisión dictada en los autos principales con fecha 30 de agosto de 2010, el magistrado de grado habría incurrido en prejuzgamiento sobre el principal aspecto que resolviera en la resolución recurrida, al expresar que "la propuesta de los accionistas privados de violentar el derecho del Estado Nacional fue poco feliz y privada de razón jurídica". (iii) La parte actora contesta los argumentos contenidos en los memoriales y, fundamentalmente, reafirma los esgrimidos por el magistrado de grado al conceder la medida. Reitera cuáles serían, a su entender, los alcances que cabe atribuir a los decretos y a la relación contractual que vinculara a la sociedad con el Estado Nacional, de los cuales deduce la subsistencia del criterio de preservar la intervención del Estado Nacional por medio de la propuesta y designación de la mayoría de los síndicos de la sociedad, en tanto conserve su condición de accionista. Añade que esto último no dependería de la condición alegada por la empresa. En punto al argumento vinculado con la existencia de una costumbre relativa a la integración del órgano fiscalizador, señala que al desconocer esa práctica, la empresa contraría la teoría de los actos propios y el principio de la buena fe con la que deben celebrarse, interpretarse y ejecutarse los contratos. Por último, sostiene que no medió prejuzgamiento por parte del juez y aduce que se vería afectado el interés social en caso de no mantenerse la cautelar decretada. IV. Examinados detenidamente los antecedentes que derivaron en la cuestión que se trae a conocimiento del Tribunal, se observa que el requerimiento de una decisión cautelar tendiente a que se adopten las medidas necesarias para mantener la sindicatura con la actual integración, fue hecho directamente ante los estrados judiciales sin que se hubiese agotado previamente el debate y decisión de ese punto en la asamblea que debía considerarlo. La circunstancia de que dicha asamblea hubiese quedado suspendida, debiéramos decir casi de hecho, a raíz de desbordes producidos en el ámbito donde se desarrollaba -según lo expresado por el coadministrador presente en el acto (v. acta copiada en fs. 81)-, de modo alguno autoriza a pasar por alto aquella necesaria decisión asamblearia como paso previo a un planteo jurisdiccional como el que se intenta en el sub lite. Los episodios que tuvieron como desenlace la abrupta interrupción del acto asambleario, que alcanzaron pública notoriedad y merecieron severo reproche por parte del a quo en el expediente principal -en la resolución del 30 de agosto de 2010 (expte. nº 390/10, fs. 4299 y ss.)-, reflejaron la utilización de vías de hecho por parte de funcionarios del Estado Nacional, tendientes a frustrar la normal actividad orgánica de la sociedad. Por tanto, no parece razonable atender una medida cautelar que avanza sobre el punto que debía ser objeto de decisión asamblearia, solicitada, paradójicamente, por la misma parte que, con abuso de sus facultades -que sólo puede ejercer dentro del marco de las normas legales y estatutarias-, provocó el impedimento para que el órgano naturalmente habilitado al efecto, deliberara y adoptara una decisión respecto de dicho punto. Un principio elemental del derecho privado y de todo el derecho en general (ver: Federico D. Quinteros, Estudios de Derecho Civil, A. Perrot, 1964, p. 13 y su cita de un trabajo de Alberto G. Spota), moldeado en la fórmula romana nemo auditur propriam torpitudinem allegans (nadie puede alegar su propia torpeza), habría exigido no atender una petición hecha en esas condiciones (v. arts. 932 inc. 4º, 959, 1047, 1049, 1166, 1362, 1659, entre otros, C. Civil), pues no resulta compatible con el deber de probidad y buena fe que los jueces deben resguardar (art. 34, inc. 5º 'd', CPCC). Y si bien es cierto que el a quo reformuló los alcances de la medida solicitada, esa determinación no suple el vicio de origen de que se trata. Pues implica, de todos modos y dadas las circunstancias del caso, admitir que se pueda sortear un paso necesario que es previo para el examen judicial de la cuestión, cual es, la previa deliberación y decisión del punto por parte del órgano societario. Recién cuando se alcanzara tal decisión podría ella, en su caso, ser objeto de cuestionamiento -entonces sí- ante el tribunal competente. Con el agregado de dos circunstancias que no deben pasarse por alto: (a) el juez proveyó de ese modo atendiendo un pedido cautelar que carece de una acción sustantiva cuyo eventual resultado vendría a resguardarse, al punto que la propia peticionante de la medida, al contestar los agravios (fs. 876 y vta.), la califica como una "medida autosatisfactiva que se agota en sí misma"; y (b) la cautelar fue emitida con base en una mera conjetura acerca del resultado al que eventualmente se arribaría en la votación. El temperamento adoptado se aparta, pues, de los requisitos elementales exigidos para las medidas de este carácter (arg. arts. 195 ss. CPCC). El pronunciamiento recurrido trasunta, en fin, una indebida injerencia del órgano jurisdiccional en los asuntos societarios, ya que, excediendo los márgenes de su competencia, impide prematuramente a los socios expresar su parecer en la asamblea y participar en la decisión sobre el punto de que se trata. V. En efecto. La ley de sociedades no prevé una solución como la adoptada por el juez de grado, sino que otorga a los accionistas disconformes con la decisión que se adopte en la asamblea, la posibilidad de ejercer el derecho de receso (art. 245 LS) o bien de impugnarla en una instancia posterior (art. 251 LS). Es preciso recordar aquí que la asamblea es un órgano de gobierno de la sociedad, de carácter necesario (ver: Gervasio R. Colombres, La teoría del órgano en la sociedad anónima, Abeledo Perrot, 1964, p. 105), que tiene competencia exclusiva para tratar los asuntos que le fueren sometidos conforme la ley y los estatutos (arts. 233 y ss. LS; ver Carlos A. Vanasco, Sociedades Comerciales, Astrea, 2006, t. 2, p. 465 ss.). Esa competencia no es delegable y su ejercicio requiere que la reunión de los accionistas se realice mediante el cumplimiento de una serie de recaudos, determinados por la ley o los estatutos: convocatoria por el órgano competente, publicidad de ella, legitimación de los asistentes, quorum para su constitución y funcionamiento, tratamiento del orden del día, informes y deliberaciones, votación y proclamación de los resultados alcanzados con las mayorías necesarias (esta Sala, "Rittner, Irene y otros c/ Lago Espejo Resort S.A.", 5.2.10). A su vez, con el acto asambleario se conforma la llamada voluntad social, y la participación de los accionistas en la formación de esa voluntad social se concreta en el derecho de voto (ver Horacio Roitman, Ley de Sociedades Comerciales comentada y anotada, t. IV, p. 5, La Ley, 2006). El voto es el medio técnico para que los accionistas expresen dicha voluntad -que será comúnmente la de la mayoría pues la ley presume que traduce mejor los intereses sociales-, y -como señala Verón- no puede impedirse la formación de esa voluntad social, pues llevaría a la desaparición de la sociedad (art. 35 C. Civil y su nota). De ahí que se considere contraria a derecho la medida de no innovar -o cualquier otra- en tanto imponga la prohibición de realizar asambleas o reuniones de directorio en el ente ideal (conf. Alberto Verón, Tratado de las Sociedades Anónimas, tº. III, pág. 697, La Ley, 2008). De otro lado, el derecho con que cuenta el accionista de intervenir y discutir en el seno de la asamblea, no podría ser limitado ni menoscabado por disposición del estatuto o reglamento, que sólo pueden dar pautas o normas de ordenamiento (ver Ignacio Escuti y Efraín M. Richards, "Asambleas: limitaciones o abuso de derecho de discusión e información", "Instituto de Derecho Comercial - I Congreso de Derecho Societario", tº. II, pág. 33). Por lo tanto, no parece admisible que ese mismo derecho resulte coartado por una decisión jurisdiccional apoyada en conjeturas sobre el eventual resultado de la votación. En un caso que guarda sustancial analogía con el sub lite, la Corte Suprema de la Nación –con remisión al dictamen del Procurador General- desestimó un recurso extraordinario federal que habían deducido algunos accionistas de una sociedad anónima respecto de la decisión judicial que disponía convocar a asambleas –ordinarias y extraordinarias-, a las cuales quedaba deferido el tratamiento de una serie de puntos relativos a aspectos patrimoniales de la sociedad. Al resolver de ese modo, consideró el Alto Tribunal que la decisión recurrida no tenía alcance definitivo y no causaba un gravamen actual a los recurrentes. Y en cuanto aquí interesa, dijo que no resultaba suficiente argumentar con la eventual esterilidad de las decisiones que el órgano societario pudiera adoptar ni con la probabilidad de un futuro litigio al respecto, porque tales conjeturas no suplían la ausencia del requisito indicado. Y añadió que los recurrentes no habían promovido alguna de las acciones que la ley de la materia les confiere iure proprio (v. gr. arts. 195, 200, 251, 277, 279, 298, etc. de la ley 19.550) (CSJN, causa "Personas Jurídicas v. Ozono SACIF e I s/suspensión de asambleas", Fallos, 305:730). En suma, parece claro que la adopción de una disposición cautelar que sustituye la necesaria intervención de los accionistas -en tanto les impide deliberar y votar la moción tal y como fue plasmada-, fijando además las pautas sobre las que la proposición debiera ser formulada, importa una prematura e indebida injerencia en la órbita interna de la sociedad, que impide el funcionamiento del órgano societario y, en las particulares circunstancias del caso, vendría a legitimar elípticamente las vías de hecho que obstaculizaron el normal desarrollo del acto asambleario, todo lo cual constituye un verdadero despropósito que no puede ser convalidado. En virtud, pues, de las consideraciones precedentes, dado que el recurso de apelación comprende el de nulidad (art. 253 CPCC), considera el Tribunal que corresponde declarar la invalidez del pronunciamiento de fs. 103/110. VI. En cuanto al invocado "prejuzgamiento" que se atribuye al juez de grado, cabe observar que, si bien se percibe una suerte de adelanto de opinión acerca de la controversia suscitada entre las partes respecto de la integración de la comisión fiscalizadora, no parece haberse configurado en el sub lite, de momento, el supuesto descripto en el inciso 7 del art. 17 CPCC. Es que para que tenga sentido la causal allí descripta, tendría que haberse emitido opinión acerca de una futura decisión sobre el punto que es materia de litigio, pero en autos no hay –en el presente- una acción sustantiva que tenga que ser resuelta en un futuro o cuyo resultado pudiera ser motivo de salvaguarda con la medida cautelar adoptada por el juez. La misma parte que la hubo instado –como se dijo- expresó que dicha medida se agotaría en sí misma por ser "autosatisfactiva". En tales condiciones, más allá de considerar el Tribunal que la medida en debate debe ser dejada sin efecto por no adecuarse a los antecedentes obrantes en la causa y carecer de sustento normativo, no se advierte la configuración de un prejuzgamiento que requiera, en este estado, el apartamiento del a quo del conocimiento de la causa. VI. Por todo lo expuesto, el Tribunal RESUELVE: declarar la nulidad de la decisión dictada en fs. 103/110. Las costas se impondrán en el orden causado habida cuenta haberse adoptado decisión conforme argumentos vertidos por el propio Tribunal (arg. art. 68, segundo párrafo, CPCC). Devuélvase a la primera instancia, encomendándose al magistrado de grado disponer las diligencias ulteriores. El Dr. José Luis Monti suscribe la presente en virtud de lo dispuesto en el punto III del Acuerdo General de esta Cámara del 25.11.09. El Dr. Alfredo A. Kölliker Frers actúa conforme lo dispuesto en la Resolución de Presidencia de esta Cámara, n° 26/10 del 27.4.10. Juan R. Garibotto, José Luis Monti, Alfredo A. Kölliker Frers. Ante mí: Manuel R. Trueba (h). Es copia del original que corre a fs. 884/893 de los autos de la materia. Juan R. Garibotto José Luis Monti Alfredo A. Kölliker Frers