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LOS SÍMBOLOS DEL HORÓSCOPO

Robert Hand

Los símbolos
del horóscopo

EDICIONES URANO
Argentina - España - México - Venezuela
Título original: Horoscope Symbols
Editor original: Whitford Press, West Chester 1 pennsylvania
Traducción: Marta l. Guastavino
Corrección técnica
y de estilo: Montserrat Torné

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gurosamente prohibida, sin la autorización
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res mediante alquiler o préstamo públicos.

© 1981 by Robert Hand


© 1993 by EDICIONES URANO, S. A.
Enrique Granados, 113, pral. l .ª - 08008 Barcelona

ISBN: 84-7953-049-9
Depósito legal: B 23.975-93

Fotocomposición: Pacmer, S. A. - Miguel Angel, 70-72 - 08028 Barcelona


Impreso por l. G. Puresa, S. A. - Girona, 139 - 08203 Sabadell

Printed in Spain
Indice

Prefacio................................................... 9

Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13
1. El horóscopo: un mapa de la psique. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15
2. Los sistemas simbólicos de la astrología . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23

Los puntos de la carta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 39


3. Los planetas: introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 41
4. Los planetas: significados esenciales. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 53
5. Otros puntos de la carta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 95

Las relaciones angulares. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 113


6. Los aspectos: introducción. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 115
7. Los aspectos: significados esenciales. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 133
8. Los puntos medios: introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 163
9. Breves significados de las parejas planetarias . . . . . . . . . . . . . . . . . . 185

La posición zodiacal . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 197


10. Los signos: introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 199
11. Los signos: significados esenciales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 231

La posición mundana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 265


12. Los ángulos del horóscopo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 267
13. Las casas: introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 277
14. Las casas: significados esenciales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 291
15. Las casas: dos enfoques alternativos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 339

7
Resumen de los significados esenciales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 359
Los planetas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 361
Los otros puntos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 365
Los aspectos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 367
Los signos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 371
Las casas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 375

Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 379

8
Prefacio

Este libro fue concebido como los capítulos iniciales de un texto sobre cómo
hacer la síntesis del horóscopo. Me parecía que para sintetizar, es decir, para lo­
grar una lectura coherente y unificada de una carta natal, lo primero que se nece­
sita es tener una comprensión cabal de cada uno de sus símbolos por separado.
Sólo si uno domina sus significados esenciales podrá combinar estos símbolos
de la manera creativa e intuitiva que exige la buena astrología.
La sección sobre el simbolismo pronto llegó a ser lo suficientemente amplia
e importante como para independizarse. El proceso efectivo de reunir los sím­
bolos ha quedado relegado para otro volumen, La, síntesis del horóscopo, que
aparecerá por separado.
Este libro examina en profundidad cada símbolo de la carta natal. No sólo
incluye los factores que considero indispensables, sino que además analiza y
evalúa la mayoría de los otros factores que se usan actualmente en el horósco­
po. Así, es una visión bastante amplia del simbolismo astrológico, en la que se
omiten solamente algunos planetas y puntos sensibles hipotéticos con los que no
he experimentado en absoluto o que considero completamente extravagantes.
Aunque espero proporcionar nuevas ideas a quienes tienen una amplia prác­
tica en astrología, he escrito el libro de manera que también el principiante in­
teligente y sólo un poco preparado pueda entenderlo. Si el lector ha seguido un
curso para principiantes o ha leído un par de libros básicos, ya puede sacar pro­
vecho de su recorrido por Los símbolos del horóscopo.
Quisiera añadir unas palabras referentes a mi manera de abordar el simbo­
lismo astrológico. Cuando empecé a estudiar astrología, me impresionó su ri­
queza simbólica, pero también me inquietaron algunas de sus características.
Quizá mi principal fuente de inquietud fuera la evidente superficialidad de las
interpretaciones que se hace de muchos símbolos astrológicos. En particular, a
las casas se les asigna un revoltijo de significados aparentemente aleatorios que
tienen que ver con los detalles externos de la vida. No son muchos los autores

9
que parecen haber intentado entender los principios de unificación subyacentes
en estos significados.
Otra cosa que me inquietaba era que muchas de las interpretaciones tendían
a «echar la buenaventura», describiendo los acontecimientos del mundo exter­
no con una escasa o nula comprensión de sus raíces psicológicas y del papel
que podía haber desempeñado la persona en su producción. Creo que el valor
principal de la astrología reside en que es una descripción simbólica de la psi­
que humana. Para mí, es lo que mejor describe cómo somos por dentro. Se re­
laciona con los acontecimientos externos sólo en la medida en que éstos se de­
rivan de lo que somos y de cómo nos comportamos. Por estas razones, en este
libro intento:

l. Unificar el simbolismo de cada factor astrológico de manera que todas sus


diversas significaciones se puedan derivar de la comprensión de una esen­
cia única.
2. Entender esta esencia en términos internos, psicológicos.
3. Explicar de qué manera el simbolismo esencial da origen al simbolismo tra­
dicional.

Al hacerlo así he tenido que echar por la borda gran parte de lo que se ha di­
cho recientemente sobre los símbolos astrológicos. Muchos de los modernos
intentos de hacer lo que yo he hecho en este libro han entrado en contradicción
con algunos de los significados tradicionales y han terminado oscureciendo las
cosas en lugar de aclararlas. En general, yo prefiero las antiguas descripciones
porque, pese a su estilo superficial y fatalista, me parecen más próximas a los
arqm¡tipos que, según creo, encarna la astrología. Lo único que hay que superar
es su superficialidad.

Sólo le pido una cosa. Aquí expongo una serie de ideas que pueden parecer ra­
dicales. Le ruego que no las juzgue hasta que haya tenido oportunidad de apli­
carlas. Mis propias percepciones se han ido transformando en virtud de las ideas
ajenas, y tengo la esperanza de que usted deje que a las suyas les suceda lo
mismo.
No espero que lo que digo en este libro sea considerado la última palabra.
Desde mi punto de vista, ciertamente, no lo es. Mientras uno vive, sus ideas de­
berían seguir evolucionando. Desafortunadamente, los libros tienden a inmovi­
lizar las ideas y a conservarlas en un determinado estadio de su evolución. Este
libro es el resultado de muchos años de estudio y refleja mi comprensión del
tema en este momento, pero me reservo el derecho de contradecir, en el futuro,
cualquiera de las cosas que digo aquí si nuevos materiales y experiencias me hi­
cieran entender las cosas de otra manera.

10
Espero que este libro le anime a hacer esfuerzos similares para comprender
los símbolos básicos de la astrología. De esta manera, podemos llegar a una vi­
sión colectiva más profunda y útil que la que tenemos ahora. Aunque tengo la
esperanza de contribuir a ese resultado final, no cuento con que tal resultado se
acerque, siquiera, a la última palabra.

Octubre, 1980

11
INTRODUCCIÓN
1
El horóscopo:
un mapa de la psique

El horóscopo o carta natal es el instrumento básico de la astrología actual, pero


no siempre ha sido así. Originariamente, en Mesopotamia, la tierra de donde pro­
viene la astrología tal como hoy la practicamos, ésta era un sistema de presa­
gios celestes mediante el cual se evaluaba el destino del rey y de su pueblo. El
único individuo que intervenía era el rey, e incluso él sólo importaba en la me­
dida en que representaba la suerte de su pueblo. No solamente se consideraba
que el individuo era demasiado poco importante para la investigación astrológi­
ca, sino que tampoco había una técnica mediante la cual se pudieran personalizar
individualmente las indicaciones del cielo.
Sin embargo, hacia el final del período babilónico, apenas antes de que Ale­
jandro invadiera el Oriente, los astrólogos empezaron a usar factores que podían
aplicarse a los individuos. Uno de ellos era el grado ascendente, o por lo menos
la constelación ascendente, que cambia más rápidamente que cualquier otra in­
dicación astrológica en el cielo, y por lo tanto señala el momento particular en
el tiempo (y el lugar sobre la Tierra) del nacimiento de un individuo. Al signo
o grado ascendente se lo denominaba «el que vigila la hora», horoscopos en
griego. Originariamente, pues, «horóscopo» sólo significaba lo que hoy deno­
minamos Ascendente; mucho más tarde, en el Renacimiento, llegó a referirse a
la totalidad de la carta levantada para un momento y un lugar específicos, y éste
es el uso que actualmente se mantiene.
El horóscopo ha sido desde el comienzo mismo un instrumento para el es­
tudio de la individualidad. Sin relacionar los movimientos de los cuerpos ce­
lestes con un momento concreto y un lugar específico de la Tierra, no se tiene
absolutamente ninguna indicación personal, sino sólo una muy general, que se
aplica a todas las personas que nacen sobre el planeta en un día determinado.
La astrología aún sigue ocupándose de los ciclos históricos y de los desti­
nos de las naciones, pero este libro trata del estudio de los individuos, con todo
lo que ello implica. La astrología individual no es un mero estudio de lo que le

15
sucederá a la gente en el curso de su vida. Es un estudio de la vida humana en
su totalidad y de todo lo que tiene que ver con ella: el nacimiento, la infancia,
las relaciones que se tienen a lo largo de la vida, la propia imagen, las imáge­
nes que se proyectan sobre los demás, la vocación (tanto en el sentido más ele­
vado como en el más mundano de la palabra), los sentimientos, y las pautas de
energía que uno genera a su alrededor. En última instancia, el estudio del ho­
róscopo es el estudio de casi todo lo que a uno podría interesarle de los seres
humanos.
No se puede esperar que ningún astrólogo domine por completo todo esto,
pero incluso con cierto grado de especialización la astrología es evidentemente
un estudio que exige un nivel muy amplio y profundo de conocimiento, sabi­
duría y experiencia. Pero no se desanime. Al fin y al cabo, ¿qué otra cosa se
proponía hacer con su vida? Además, el conocimiento, la sabiduría y la expe­
riencia que se necesitan no se adquieren en ninguna escuela, sino viviendo
conscientemente y con entendimiento. También se pueden adquirir mediante el
estudio de la astrología, que se autoalimenta. Estudiar astrología puede aportar
esas elevadas percepciones que requiere la vida.
Sin embargo, en el trato con los astrólogos se comprueba que en este cam­
po hay por lo menos tantas personas ignorantes e inconscientes como en cual­
quier otro. Por sí sola, la astrología no conduce al entendimiento. Hemos de
partir de un punto de vista que nos capacite para adquirir una mayor compren­
sión de la vida. Y para ello debemos estar dispuestos a dejar de creer en algu­
nos de los conceptos que nos han servido para estructurar el mundo, y a ver el
mundo y nuestra manera de implicarnos en él bajo una luz diferente. Debemos
estar dispuestos a abandonar ciertos juegos a los que hemos estado jugando du­
rante demasiado tiempo, a tratar con el mundo de la manera más sincera y
abierta posible, y a ampliar la visión que tenemos del ser humano como indi­
viduo.

El punto de vista del autor

La visión convencional del individuo consiste en verlo como un cuerpo, que


contiene una mente, una naturaleza emocional, músculos y el resto de las par­
tes de una persona. La mayoría de la gente siente que se acaba en la piel, y que
todo lo de afuera pertenece a un mundo que es diferente de ella. Esta división
básica del universo entre uno mismo y todo lo demás es importante para enten­
der la visión individual del mundo y las formas en que la mayoría de la gente
estructura su experiencia. Pero para quien esté estudiando astrología, no cons­
tituye una comprensión adecuada de la estructura de la existencia.
No es mi deseo que acepte ciegamente todo lo que voy a decir, pero tampo­
co quiero que lo rechace sin más ni más. Me gustaría que lo pusiera a prueba

16
como hipótesis de trabajo y viera si tiene sentido para usted y si mejora su com­
prensión de la vida. Después de haber estudiado mucha astrología, es posible
que esté o no de acuerdo con lo que voy a decirle, pero el hecho de dejar en sus­
penso su actual sistema de creencias sobre quién es usted y qué es lo que cons­
tituye a un individuo le permitirá llegar a un nivel de comprensión muy supe­
rior al que puede haber tenido antes. En vez de proporcionarle simplemente una
manera nueva de seguir jugando los viejos juegos del ego, su estudio de la as­
trología habrá ampliado su entendimiento.
He aquí las ideas básicas que le pido que acepte como hipótesis de trabajo.
Usted, como individuo, es la suma total de todas sus acciones, todas sus experien­
cias y todas las cosas y personas que hay en su vida. No hay separación alguna
entre usted y lo que no es usted. Como explicaré más adelante, cualquier sepa­
ración o escisión que se pueda sentir cambia de localización en el campo de la
conciencia de acuerdo con el punto hacia donde se ha vuelto la atención y los
tipos de problemas con los que uno se enfrenta. Dicho de otra manera, la esci­
sión aparente que usted siente es relativa, no absoluta.
Igualmente importante es un segundo principio: en la totalidad de lo que us­
ted es, es el creador y el centro de la energía divina dentro de su universo. Esto
no quiere decir que no haya un Dios superior a usted en cuanto individuo, sino
que el canal por el que la energía de esa entidad llega a su mundo es usted.
Antes de cuestionar esto, piense que usted no experimenta el universo tal
como es en sentido absoluto, sino tal como se canaliza por medio de sus senti­
dos y es modificado por la suma total de sus conceptos previos y sus experien­
cias pasadas. Por consiguiente, lo que usted cree es realmente su vivencia del
universo, que es suya y únicamente suya.
Ahora viene un punto aún más difícil de aceptar: usted no solamente crea
las experiencias de los acontecimientos que le relacionan con los demás, sino
también las experiencias de los acontecimientos que relacionan a los demás con
los demás. Si esas experiencias no fueran apropiadas para usted en el momento
en que las experimenta, usted no estaría en el lugar que le permite experimen­
tarlas. Los acontecimientos de los que no se da cuenta pueden existir en el ni­
vel de la realidad absoluta, pero a menos que se dé cuenta de ellos, para usted
no son reales y por lo tanto no existen. Si esta idea le resulta problemática, acuér­
dese de que no es más que una hipótesis de trabajo. Incluso a mí me cuesta apli­
carla de manera coherente.
Antes de que se pueda enfrentar con la idea de que usted crea los aconteci­
mientos, es necesario que comprenda algo más. Decir que usted crea algo, algo
«malo», digamos, no es decir que sea culpable de ello. Debe mirar los aconte­
cimientos y las cosas sin hacer juicios de valor, ya sean positivos o negativos.
A usted sólo le conciernen las cosas tal como son en su vida, no tal como debe­
rían ser. La mayoría de las personas, en su conciencia normal de la vida, no es­
tán preparadas para emitir juicios sobre lo que debería ser.

17
Y es aquí donde es útil el horóscopo. Hemos dicho que usted crea su propia
experiencia y es la verdadera fuente de todas las intenciones en su universo. Por
una razón u otra, sin embargo, será frecuente que se le «traspapele» en la con­
ciencia alguna verdad referente a su universo, y que se habitúe a no verla más.
Esto se debe generalmente a que reconocer esa verdad le puede plantear un con­
flicto con algún otro aspecto de su universo: los acontecimientos que le suce­
den o en que participa, o los deseos e intenciones que se han apoderado de su
conciencia. O bien puede haber creado un conflicto de esta clase en el pasado,
y ahora ha perdido la costumbre de afrontar los problemas relacionados con ese
conflicto. Así, puede perderse en su propio universo, y necesitar alguna especie
de mapa o de brújula. Todos los sistemas de adivinación, incluida la astrología,
tienen en realidad el mismo propósito: descubrir dónde se encuentra cada cual
dentro de su propio universo. Entonces podemos volver a ponemos en contac­
to con el proceso creativo que representa hacer que nuestro universo funcione.
Ninguna de estas técnicas, trátese de la quiromancia, el tarot, la numerología, la
astrología o cualquier otra, debería usarse para predecir lo que va a sucederle a
alguien, como si las personas no fuéramos más que espectadores pasivos en un
universo que está más allá de nuestro control. Si se predicen acontecimientos,
debe dejar bien claro que éstos resultarán únicamente de las energías que en ese
momento esté manifestando el individuo, en el caso de que estas energías se en­
caminaran sin cambio alguno a su conclusión lógica.
Esto nos conduce a otro punto, que a los racionalistas y materialistas puede
sonarles a escurrir el bulto. La astrología y todas las demás técnicas adivinato­
rias exigen la participación activa del consultante, de modo que tanto el cliente
como el consejero puedan aplicar los símbolos de la astrología, o de cualquier
sistema que estén utilizando, a la vida del propio individuo. Un buen astrólogo
puede obtener cosas de la carta sin la participación activa del cliente, pero en
realidad no sirve de mucho hacerlo. Son demasiadas las personas que van a un
astrólogo con la esperanza de quedarse ahí sentadas mientras les dicen algo sobre
sí mismas. Generalmente, el astrólogo puede dejar boquiabierto de asombro al
cliente con su capacidad de ver hechos e intuir experiencias, pero sólo con eso
el cliente no recibe beneficio alguno del proceso, excepto el entretenimiento.
Dejando de lado las influencias reales que puedan provenir de los planetas,
un individuo puede obtener beneficios simplemente al concentrarse en los sím­
bolos astrológicos. Así como al inventar historias sugeridas por manchas de tin­
ta uno puede enterarse de aspectos de su vida que de otra manera no se ponen
de manifiesto, también puede llegar a conocerse mejor estudiando su propio
horóscopo. Evidentemente, la astrología incluye bastantes más cosas que el test
de las manchas de tinta, pero estoy dispuesto a admitir que ciertas partes de la as­
trología funcionan únicamente de esa manera. A diferencia del test de Rorschach,
sin embargo, en el que a todos los individuos se les muestran las mismas man­
chas de tinta, los horóscopos son peculiares para cada persona. Por la razón que

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fuere (y se han sugerido varias, entre ellas el concepto junguiano de la sincro­
nicidad), parece que el horóscopo actúa como un diagrama esquemático de las
intenciones que uno tiene en la vida. Sólo muestra lo que uno va a experimen­
tar porque tiene la intención de experimentarlo. No es una descripción de lo que
va a suceder (es decir, del destino), sino de lo que uno es y de la forma que va
a dar a su propia vida. Aunque muchos críticos lo hayan dicho y muchos astró­
logos hayan dado la impresión de que es así, la astrología no es en modo algu­
no una abdicación de la responsabilidad individual. Lo que hace es, más bien,
reconocer la responsabilidad en el nivel más elevado.
En todo lo que he dicho está implícito lo siguiente: si uno está en contacto
con lo que hace y es consciente de su responsabilidad con respecto a lo que su­
cede (y por lo tanto, se encuentra en una posición que le permite elegir), será
más feliz y se sentirá más realizado que si se siente «desconectado» (y cons­
tantemente, por lo tanto, víctima de fuerzas que no puede controlar). Uno será
siempre lo que es, en el sentido más profundo del concepto, pero quizá no se dé
cuenta de lo que es, y de lo que como resultado de ello debe hacer en la vida.
No se trata de conseguir que nadie cambie, sino de hacer que cada cual tenga
más conciencia de lo que es en un determinado momento del tiempo.

Los niveles de manifestación


Un concepto al que me referiré con frecuencia es el de nivel de manifestación.
Cada símbolo de la carta puede manifestarse, y con frecuencia lo hará, en todos
los niveles de la personalidad y de su entorno. Pero algunos símbolos funcionan
mejor que otros en ciertos niveles. Cada indicación de la carta tiene un papel
positivo para desempeñar, pero también se le puede hacer representar uno difi­
cultoso. Como he dicho más de µna vez en mis conferencias, es difícil clavar un
clavo con un destornillador. Cada símbolo del horóscopo, cada indicación so­
bre el yo, tiene un nivel donde es un destornillador empeñado en clavar un cla­
vo, y hay gente que se las arregla para pasarse la vida entera funcionando en ese
nivel. El astrólogo se esfuerza por eliminar ese tipo de actividad ayudando a su
cliente a conocerse más a sí mismo.
Todas las indicaciones astrológicas difíciles tienen un nivel de manifesta­
ción en el que se las puede hacer funcionar de forma adecuada. Con frecuencia,
esto exige que el individuo asuma una existencia estrechamente definida, en la
que son pocas las alternativas que funcionan con facilidad. Pero las que sí fun­
cionan, sin embargo, suelen hacerlo muy bien. En astrología no hay indicacio­
nes que sean absolutamente «malas»; sólo hay algunas que se suelen mane­
jar mal.

19
Astrología y religión

Un último punto. Algunas sectas religiosas e ideologías consideran a la astro­


logía como algo inmoral, o en el mejor de los casos, como una desviación de la
senda que se debería seguir. La Biblia, si se la interpreta literalmente, en oca­
siones condena la astrología, aunque en libros como los de Daniel, Ezequiel y
el Apocalipsis hay profusión de símbolos astrológicos y numerológicos. Lo que
condena es la adivinación (en el sentido de «echar la buenaventura» y no tal
como usamos aquí la palabra), además de afirmar que si tenemos acceso a un
auténtico profeta de Dios, le hemos de prestar atención antes que a un astrólo­
go. Yo me inclino a coincidir con ello: los maestros auténticamente iluminados
son sin duda mejores fuentes de orientación que la mayoría de los astrólogos.
El cristianismo ha sido ambivalente con respecto a la astrología debido a las
críticas bíblicas y a su propio énfasis teológico en el libre albedrío. Debemos te­
ner libertad para elegir si aceptamos o no la salvación. Ésta se convierte en una
broma cruel si la posición de los planetas en el momento del nacimiento deter­
mina que hayamos de lograrla o no. A las críticas formuladas tanto desde el pun­
to de vista bíblico como desde el cristianismo, lo que de hecho les preocupa es
la doctrina de los planetas como determinantes absolutos del destino humano,
una doctrina que la mayoría de los astrólogos no aceptan. Por lo que ya llevo di­
cho, debería haber quedado claro que los símbolos del horóscopo indican sola­
mente ciertos aspectos de la manera de ser de alguien, y que tales aspectos no
son más que indicaciones y no causas. Seguimos teniendo la responsabilidad de
determinar nuestro propio destino, aunque no tengamos conciencia de ello.
Cada cual tiene la total responsabilidad del logro de su propia salvación, ilumi­
nación o cualquiera que sea el nombre que le dé su tradición religiosa.
Alguien podría objetar que estoy concediendo demasiado poder al individuo.
Yo creo que el individuo es poderoso, pero también que es el medio a través del
cual se manifiesta la voluntad del universo. No considero al género humano
como algo aparte de lo divino ni opongo entre sí a ambos. Siento que eso pue­
de ser un error fundamental en filosofía y religión, especialmente en Occiden­
te. Este error ha constituido la raíz de muchos males. Solamente si se cree en la
oposición entre la voluntad de los seres humanos y la del universo es posible
crear el sentimiento del mal con que muchos abordan el mundo. Esta creencia
ha creado a Satán, que no tiene existencia alguna más allá de la conciencia de
aquellos que, al creer en él, le confieren poder.

El papel de los símbolos

Ahora, volviendo a los símbolos del horóscopo, consideraremos el alcance de


las pautas que se asocian con cada uno de ellos. Debemos comprender que no

20
se trata de fuerzas que nos coaccionan, sino de energías psicológicas, espiritua­
les y metafísicas que se encuentran tanto dentro de nosotros mismos como en el
interior del universo. En todos los aspectos de nuestra vida manifestamos estas
fuerzas: en nuestro cuerpo, nuestra mente, nuestra manera de vivir, nuestras re­
laciones con los demás, e incluso en lo que vemos a nuestro alrededor.
El hecho de compartir estas energías con el universo es lo que nos vincula
a él, nos hace parte de él y nos da la seguridad de que es nuestro hogar. Dentro
de estas pautas, nuestra creatividad y nuestra responsabilidad no se ven dismi­
nuidas; solamente reciben una forma de la que pueden emerger infinitas posi­
bilidades.

21
2

Los sistemas simbólicos


de la astrología

El horóscopo describe a un individuo mediante la interacción de varios sistemas


simbólicos o categorías de símbolos. Las categorías más usadas son: los plane­
tas, los ángulos del horóscopo, los aspectos, las casas y los signos. Este libro
examina muy detalladamente estas categorías y cada uno de sus componentes.
También se hará referencia, pero más breve, a las categorías menos usadas, como
los asteroides, los planetas hipotéticos, los nodos planetarios, las estrellas fijas, los
puntos medios, las figuras planetarias, los antiscios o puntos de solsticio y las
partes arábigas.
Llamo a estas categorías «sistemas simbólicos» porque, además de ser co­
lecciones de símbolos con algo en común, tienen una estructura interna. Cada
símbolo se relaciona de manera definida con todos los demás de su sistema. Así,
en este libro no sólo me referiré a cada símbolo, sino también a la estructura de
cada sistema simbólico en su totalidad. Con frecuencia compararé y contrasta­
ré entre sí los símbolos de un mismo sistema, y a veces con símbolos de otros
sistemas. De esta manera espero darle tanto la sensación de la estructura total
del horóscopo como la del simbolismo de sus factores individuales.
Los sistemas simbólicos antes enumerados se pueden agrupar de diversas
maneras. En este libro aparecen divididos en cuatro clases: los puntos en la car­
ta (planetas, nodos, etc.), las relaciones angulares (aspectos, puntos medios, etc.),
la posición zodiacal (signos) y la posición mundana (casas). En este capítulo in­
tentaré esbozar la base astronómica de cada sistema y después indicaré de qué
manera cada uno de ellos encaja en la estructura simbólica global del horóscopo.

Los puntos de la carta

El horóscopo contiene varias categorías de símbolos que son como puntos, la


principal de las cuales es la de los planetas. Éstos y los ángulos del horóscopo

23
-Ascendente, Medio Cielo, Descendente e Imum Coeli- son, con mucho, los
puntos más importantes en la carta.

Los planetas Para los astrónomos modernos, los planetas son los grandes
cuerpos celestes que describen una órbita alrededor de una estrella. No son cuer­
pos con luz propia (como las estrellas), ni cuerpos pequeños que describen una
órbita (como los planetoides, los asteroides o los cometas), ni cuerpos que (como
las lunas o satélites) describen una órbita alrededor de un cuerpo mayor sin luz
propia. De acuerdo con esta definición, la Tierra es un planeta, el Sol es una es­
trella y la Luna es un satélite.
Sin embargo, para los astrólogos el Sol y la Luna son planetas, igual que
Mercurio, Venus, Marte, Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno y Plutón. A la Tie­
rra generalmente no se la cuenta entre los planetas. Ello se debe a que a la astro­
logía no le interesa una imagen astronómica abstracta, sino la forma en que se
ven las cosas desde la Tierra, es decir, desde una perspectiva humana. Los an­
tiguos griegos nos legaron la palabra «planeta», derivada de su verbo planetein,
«vagabundear». Para los astrólogos, los planetas son esos grandes cuerpos ce­
lestes que -sólo ellos entre los miles de objetos que se ven en el cielo- desde la
Tierra parece como si se movieran contra el telón de fondo de las estrellas fijas.
Cuando se los ve desde la Tierra, todos los planetas se mueven por una fran­
ja de cielo bastante estrecha, conocida como «zodíaco». Esto se debe a que,
cuando se los ve desde el Sol, todos los planetas, incluyendo la Tierra y la Luna,
tienen su órbita aproximadamente en el mismo plano. Como los planos orbita­
les son prácticamente el mismo, a los astrólogos les resulta conveniente medir
el progreso de todos los planetas a lo largo de un único plano. Con este objeto
han escogido el plano de la órbita de la Tierra alrededor del Sol, que visto des­
de nuestro planeta parece ser el recorrido anual del Sol a través del cielo. A este
plano se lo llama «eclíptica». Los términos «zodíaco» y «�elíptica» se suelen
usar como intercambiables, aunque para ser exactos la eclíptica es una línea y
el zodíaco el área que la rodea. Con el fin de medir el progreso de los planetas,
se divide la eclíptica en 360 º o doce signos de 30 º cada uno. El círculo del ho­
róscopo que dibujamos en el papel representa el círculo de la eclíptica, y los
grados y minutos de los planetas y otros puntos son grados medidos a lo largo
de la eclíptica, o grados de longitud celeste. (Si queremos medir a qué distancia
está un cuerpo por encima o por debajo de la eclíptica, lo hacemos en grados de
latitud celeste, que están en ángulo recto con los grados de longitud celeste.)
Si usted vive en el hemisferio norte de la Tierra y día tras día observa el Sol
y la Luna a la misma hora, tiene la impresión de que se mueven con un movi­
miento constante opuesto al de las agujas del reloj, o de oeste a este, contra el
fondo de las estrellas fijas. El Sol tarda un año en recorrer el zodíaco, mientras
que la Luna tarda unos 28 días. Los otros planetas se mueven principalmente en
sentido opuesto al de las agujas del reloj, pero de cuando en cuando parece como

24
si se detuvieran y luego se movieran en el sentido de las agujas del reloj (movi­
miento retrógrado) antes de continuar en la dirección en que generalmente avan­
zan por el zodíaco. (En el capítulo 3 se dan las razones del movimiento retró­
grado.) Cada planeta tarda un tiempo diferente en dar una vuelta al zodíaco, de
modo que la relación espacial entre los planetas cambia constantemente, lo que
otorga a cada día un diseño totalmente individual de la disposición de los pla­
netas en el espacio.
Por esta razón, en astrología los planetas representan aquellos factores que
varían a través del tiempo y que por lo tanto se relacionan con los componentes
dinámicos de la vida humana. Los planetas son los símbolos astrológicos más
básicos. Representan las energías de la personalidad, todo lo que es dinamismo
y proceso dentro de la psique, del cuerpo y del entorno. Describen el cambio,
los acontecimientos y las energías vivas que hay dentro de nosotros. Significan
crecimiento y evolución, y son la energía que utilizamos para enfrentarnos a un
determinado conjunto de circunstancias. De hecho, se puede equiparar a los
planetas con los verbos en una oración.
Con frecuencia los astrólogos hablan como si los planetas también pudieran
simbolizar entes específicos, diciendo, por ejemplo, que la Luna representa a
las mujeres y Saturno los objetos duros, los cristales y cosas semejantes. En tér­
minos estrictos, esto es erróneo: los planetas no simbolizan entes reales. Pero
en la idea hay algo de verdad. Cuando se activan ciertas energías planetarias,
uno puede atraer a personas, cosas o situaciones que encaman esas energías. En
realidad, los planetas simbolizan las energías, no los entes que las encaman.
Por ejemplo, si una mujer recibe una fuerte influencia de Marte, es probable
que tropiece con hombres fuertes y dominantes. Pero también puede encontrar­
se con mujeres dominantes, o ser ella misma una persona dominante, o hallar
en su camino otros entes que encarnen la energía marciana. El problema real
son las energías del ego, no los entes que las encaman. Así pues, aunque ciertos
tipos de entes acompañan generalmente a determinados planetas, las energías
planetarias a menudo se muestran de otras maneras. Esta es una de las cosas que
dificultan la predicción astrológica.
Hay una rama de la astrología en la que se habla rutinariamente de los pla­
netas como cosas. Es la astrología horaria, la que responde a preguntas especí­
ficas. Es la que más se aproxima a «echar la buenaventura», y se apoya muchí­
simo en la intuición del intérprete. Pero incluso en la astrología horaria, los
planetas sólo representan objetos en la medida en que éstos muestran las pautas
de energía propias de los planetas que los simbolizan. Lo que hace que parezca
otra cosa son los hábitos de expresión oral y escrita de quienes practican la as­
trología horaria.
Otro punto esencial: los planetas como representaciones de energías no sim­
bolizan la realidad objetiva de aquello con lo que tropezamos, sino las energías
tal como las experimentamos. Así si, debido a las condiciones de su carta natal,

25
un hombre tiende a atraer a mujeres de carácter fuerte, es probable que incluso
su vivencia de una mujer relativamente débil sea la de alguien fuerte. Y segu­
ramente él sea el único que vea así a esa mujer en particular. De este modo, sus
observaciones sobre esa mujer no se verán confirmadas por las de otras perso­
nas. En la mayoría de los casos, la experiencia que un individuo tiene de otro
será compartida por otras personas... pero no siempre. La astrología es una guía
de la naturaleza de la experiencia de una persona, y saber en qué consiste esa
experiencia es absolutamente esencial para llegar a comprender psicológica­
mente a alguien.

Otros puntos Algunas de las otras categorías de símbolos que son como
puntos se parecen mucho a los planetas. Los asteroides, los planetoides, como el
recientemente descubierto Quirón, e incluso los planetas hipotéticos de la es­
cuela uraniana y otras escuelas de astrología se comportan como planetas en
cuanto son cuerpos que describen órbitas contra el telón de fondo de las estre­
llas fijas. Como los planetas principales, representan diversos tipos de energía.
Las estrellas fijas, aunque no recorren órbitas, también son cuerpos en el espa­
cio. De acuerdo con la mayoría de las autoridades en la materia, son por lo menos
un poco parecidas a los planetas en cuanto al papel que les cabe en el horóscopo.
Pero los puntos como el Ascendente, el Medio Cielo, el Vértice, el Punto
Este, el grado O de Aries y los nodos planetarios y lunares no son cuerpos en el
espacio. Más bien son lugares donde otro plano importante cruza el plano de la
eclíptica. Estos puntos se parecen menos a energías y más a lugares donde pue­
den manifestarse las energías. En el capítulo 5 analizo estos símbolos como
puntos, pero más adelante me refiero de nuevo al Ascendente y el Medio Cielo
porque, como las casas, son también indicadores de las posiciones mundanas de
los planetas, o posiciones en relación con un punto específico de la Tierra. El
Punto Este y el Vértice también reflejan la posición mundana, pero sólo se los
estudia bajo el rubro «Otros puntos» porque no son marcadores básicos de po­
siciones mundanas de la manera en que lo son el Ascendente y el Medio Cielo.
También hay puntos en el horóscopo que se derivan de las relaciones angu­
lares de los puntos ya mencionados. A todos ellos se los puede agrupar bajo el
rubro de «figuras planetarias». Incluyen los puntos medios, las partes arábigas
y los antiscios o puntos de solsticio. Estos puntos también se podrían estudiar
en la sección dedicada a las relaciones angulares, y de hecho es allí (en el capí­
tulo 8) donde analizo más a fondo los puntos medios.

Las relaciones angulares

Como ya he dicho, la posición de cada punto se proyecta generalmente sobre el


plano de la eclíptica y se expresa como un grado y un minuto determinados de

26
longitud celeste. El horóscopo se suele representar como un círculo, con la per­
sona en el centro, y los planetas y los otros puntos a que me he referido se dis­
ponen alrededor de la circunferencia. Así cada punto se encuentra en alguna
relación angular con cada uno de los demás puntos de la carta.
A algunos de estos ángulos se los considera significativos y a otros no. Cuan­
do el ángulo que separa dos puntos no es significativo, se supone que no hay re­
lación entre los símbolos. Cuando dos puntos están separados por un ángulo
significativo, los símbolos interaccionan de alguna manera: dos energías plane­
tarias se combinan o entran en conflicto, o bien, cuando un planeta forma un
ángulo significativo con uno de los puntos de cruce que mencioné en el aparta­
do anterior, una energía planetaria encuentra una determinada área de la vida en
donde manifestarse.
Hay dos casos en que un ángulo puede ser significativo: cuando es un as­
pecto o armónico, y cuando forma parte de una figura planetaria.

Los aspectos Son las relaciones angulares más conocidas y más importan­
tes de todas las posibles en un horóscopo. En la actualidad, la mayoría de los as­
trólogos consideran que dos puntos están en aspecto entre sí si el ángulo entre
ellos es exactamente, o con unos pocos grados de diferencia, de 180, 150, 135,
120, 90, 60, 45, 30 o O grados. Todos estos aspectos provienen de la división de
los 360 grados de la eclíptica por los números uno, dos, tres, cuatro, seis, ocho
o doce.
También es posible, aunque menos común, dividir el círculo por otros nú­
meros enteros, como cinco, siete, once, trece, catorce, quince, dieciséis y así su­
cesivamente. Algunos astrólogos, como Johannes Kepler en el siglo xvn y John
Addey en el xx, han considerado válidos estos ángulos menos usados. Como se
explicará en el capítulo 6, todos los aspectos son armónicos del círculo, pero
para distinguirlos entre sí, a las divisiones más usuales del círculo por números
enteros se las llama aspectos, y a las menos usadas, armónicos.
Igual que las otras categorías simbólicas, cada aspecto angular tiene su pro­
pio simbolismo. El tipo de ángulo significa la clase de relación entre planetas u
otros factores. El ángulo puede tener un considerable efecto sobre la forma en
que interaccionan dos planetas. Sin embargo, tal como cabía esperar, ciertas
energías planetarias son compatibles o no independientemente del ángulo que
exista entre ellas.
Aunque generalmente nos interesamos por los aspectos entre dos planetas u
otros puntos, también es adecuado hablar de que un signo está en aspecto con
otro o una casa en aspecto con otra. En realidad, como demostraré en los capí­
tulos siguientes, tanto los signos como las casas pueden muy bien derivar sus
significados de los aspectos que forman entre ellos. En el caso de las casas, es­
tos aspectos no se encuentran en el plano de la eclíptica. Los aspectos pueden
formarse en otros planos, pero con la excepción de los paralelos y los contra-

27
paralelos, cuya descripción se da en el capítulo 6, los aspectos no eclípticos es­
tán fuera del alcance de este libro.

Los puntos medios y otras figuras planetarias Una relación angular en­
tre puntos no tiene, sin embargo, que ser una división del círculo por un núme­
ro entero para vincular entre sí los puntos. Un arco de cualquier tamaño entre
dos puntos puede llegar a ser significativo si existe un arco del mismo tamaño
entre dos puntos en algún otro lugar de la carta. Por ejemplo, si los planetas A
y B están separados por 17 º a lo largo de la eclíptica y los planetas C y D tam­
bién están separados por 17 º , se considera que los cuatro planetas están vincu­
lados, aunque una separación de 17 º no constituya un aspecto. A estas relacio­
nes angulares en las que se dan aberturas iguales entre pares de puntos se las
llama «figuras planetarias». Como explicaré mejor en el capítulo 5, las partes
arábigas y los antiscios o puntos de solsticio también son figuras planetarias.
El caso especial de figura planetaria que me parece más útil es la configu­
ración de puntos medios, en la que solamente es necesario que intervengan tres
puntos en vez de cuatro. La abertura entre los planetas A y B es la misma que
se da entre los planetas B y C. Dicho de otra manera, el planeta B está en el pun­
to medio entre los planetas A y C.
Utilizando sólo los planetas, el Ascendente, el Medio Cielo, los aspectos y
los puntos medios es posible hacer una lectura precisa y detallada de un horós­
copo. Trato estos sistemas de símbolos en la primera mitad del libro porque son
fundamentales. Son los que generalmente se expresan con más fuerza y dan los
resultados más fiables, y por esta razón constituyen un buen punto de partida
para la interpretación de la carta.
Sin embargo, hay otros dos sistemas simbólicos muy usados que ayudan a
redondear la interpretación. Son los signos y las casas. En contraste con los sis­
temas simbólicos que son como puntos, estos dos son como. campos, es decir,
no son puntos específicos, sino posiciones extensas. Los doce signos son divi­
siones de la eclíptica en 30 º , y las doce casas dividen la eclíptica en segmentos
de longitud variable. Los signos y las casas no son energías en el sentido en que
lo son los planetas. Son más bien modificadores de las energías planetarias, o
telones de fondo contra los cuales es posible apreciar las energías planetarias.
Cada uno de estos sistemas simbólicos -el de los signos y el de las casas­
se refiere a un tipo diferente de movimiento planetario. Los signos marcan dón­
de están los planetas en su �rogreso aparente por el zodíaco, originado por el
movimiento orbital de los planetas y la Tierra alrededor del Sol. Se trata del tipo
de movimiento a largo plazo -principalmente en sentido opuesto al de las agu­
jas del reloj- que he descrito antes al hablar de los planetas. Por su parte, las ca­
sas marcan dónde están los planetas en su aparente ronda diaria alrededor de la
Tierra, causada por la rotación de ésta sobre su eje. Cuando se lo ve desde el he­
misferio norte, este movimiento a corto plazo va en el sentido de las agujas del

28
reloj: mirando al sur, se puede ver que el Sol y los demás planetas se levantan
por el este y se ponen por el oeste. En realidad, la razón de que las agujas de
nuestros relojes vayan en el sentido en que van es que están imitando el movi­
miento celeste: la aguja pequeña, que representa al Sol, alcanza su punto más alto
al mediodía. En textos antiguos, al movimiento a largo plazo, en sentido opues­
to al de las agujas del reloj, se lo llama «movimiento secundario», mientras que
al movimiento a corto plazo o diario se lo llama «movimiento primario». El
movimiento secundario es lo que da a los planetas su posición zodiacal, es de­
cir su posición en relación con el comienzo del zodíaco. El movimiento prima­
rio es el que les da su posición mundana, es decir, su posición en relación con
el horizonte de un lugar específico sobre la Tierra.

La posición zodiacal

Hay dos maneras de medir el progreso de un planeta a lo largo del zodíaco: usan­
do el zodíaco sideral, que es una medida de la relación de un planeta con el fondo
de las estrellas fijas, o utilizando el zodíaco tropical, que es una medida de la
relación de un planeta con el punto del cielo donde está el Sol el primer día de
la primavera. Este punto, al que se conoce como punto vernal, o grado O de Aries
del zodíaco tropical, se mueve en el sentido de las agujas del reloj o hacia atrás
en el zodíaco en relación con las estrellas fijas a una velocidad de aproximada­
mente 1 º cada 72 años. Hace unos 2.000 años, los signos del zodíaco tropical
estaban más o menos en la misma parte del cielo que las constelaciones del mis­
mo nombre, pero en estos momentos el grado O de Aries del zodíaco tropical ha
retrocedido entre 24 y 25 grados en la constelación de Piscis. Este movimiento
del punto vernal es lo que se conoce como precesión de los equinoccios.
Hay varias razones por las cuales prefiero usar los signos del zodíaco tropi­
cal en vez de las constelaciones del zodíaco sideral, que llevan los mismos
nombres pero tienen diferentes ubicaciones. Por un lado, el zodíaco tropical re­
fleja las estaciones del año con más claridad que el zodíaco sideral. En el tropi­
cal, el grado O de Aries señala el comienzo de la primavera, el grado O de Cán­
cer el principio del verano, el grado O de Libra el inicio del otoño y el grado O
de Capricornio el comienzo del invierno. Así, la posición del Sol en los signos
tropicales es un claro indicador del momento del año. Las estaciones son fases
de uno de los ciclos astronómicos más obvios, y tienen un poderoso efecto so­
bre la Tierra y sus habitantes.
Otra razón para usar el zodíaco tropical es que su inicio lo constituye un ní­
tido hecho astronómico, mientras que el comienzo del zodíaco sideral es moti­
vo de debate. El grado O de Aries del zodíaco tropical marca la intersección de
dos planos fundamentales: el de la eclíptica, a lo largo del cual se produce el
movimiento secundario, y el del ecuador, a lo largo del cual se produce el mo-

29
vimiento primario. Tal como la hemos definido, la eclíptica es el plano de la ór­
bita de la Tierra alrededor del Sol o, visto desde la Tierra, el plano del recorri­
do aparente del Sol contra el fondo de las estrellas fijas. El ecuador, por otra
parte, es el plano de la rotación diaria de la Tierra sobre su eje. El grado O de
Aries del zodíaco tropical marca el comienzo del ciclo anual del Sol: el primer
día de la primavera, el Sol está directamente sobre el ecuador terrestre, a mitad
de camino entre sus declinaciones extremas al norte y al sur. (La declinación, la
medida angular de la distancia de un cuerpo al norte o al sur del ecuador, se es­
tudia con más detalle en la sección sobre los aspectos paralelos al final del capí­
tulo 6.) El primer día de verano, en el hemisferio norte, el Sol alcanza su declina­
ción más septentrional. Es el solsticio de verano, cuando el Sol «se detiene» en
su avance hacia el norte ( «solsticio» proviene de la expresión latina que signi­
fica «Sol detenido»). El primer día del otoño el Sol vuelve a estar directamente
sobre el ecuador, señalando el equinoccio otoñal. Y el primer día de invierno, el
Sol llega a su declinación más meridional, marcando el solsticio de invierno.
Este ciclo Sol-Tierra define las cuatro estaciones, cada una de las cuales está a
su vez dividida en tres partes por los signos del zodíaco tropical.
Los signos del zodíaco tropical expresan, pues, algo muy real referente a una
de las principales relaciones cíclicas del Sol con la Tierra. En cambio, no están
tan claramente conectados con los ciclos de los otros planetas, que necesitan
más -o menos- de un año para completar el circuito zodiacal, y que tienen pla­
nos orbitales que cruzan el ecuador cerca del grado O de Aries, pero no exacta­
mente en él. Sin embargo, la mayoría de los astrólogos usan los grados de los
signos del zodíaco tropical como la escala para medir la posición a lo largo de
la eclíptica no sólo del Sol, sino de todos los demás factores de la carta. Y creen
que cada signo modifica a su manera, según sus propias características, las ener­
gías de los planetas y otros puntos que caen dentro de él.

Los signos Los signos del zodíaco tropical son la parte más familiar de la
astrología. Incluso quienes no son astrólogos saben cuál es «su signo», es decir,
el signo en el que tienen al Sol. Esto se debe a que el signo solar se puede de­
terminar sin más datos que el día del nacimiento, en general sin necesitar saber
ni siquiera el año. El resultado es un énfasis excesivo en los llamados signos del
zodíaco.
Los textos populares atribuyen a los signos efectos que éstos, simplemente,
no poseen. Por ejemplo, los respectivos signos solares de dos personas no serán
el principal determinante de lo bien o mal que se lleven. El signo solar no es
más que un factor relativamente secundario entre muchos.
Una acertada metáfora compara los signos con las vidrieras de colores del
rosetón de una catedral. El Sol brilla a través de los cristales y la luz adquiere
diferentes tonalidades según la parte de la vidriera que atraviese. Los signos tie­
nen ese efecto sobre las energías planetarias que «brillan» a través de ellos. En

30
este sentido, pueden favorecer o inhibir la facilidad con que se expresan las ener­
gías de un planeta, pero en lo fundamental, no pueden cambiarlas.
Los signos simbolizan peculiaridades del comportamiento que constituyen
una gran parte de la individualidad de la persona, pero el mero hecho de que un
planeta esté en tal o cual signo generalmente no revela el punto más fuerte o más
débil de un individuo, cosa que sí pueden hacer las combinaciones de ese pla­
neta con los demás. Si a los planetas se los puede comparar con verbos, a los sig­
nos se los puede comparar con adverbios.
Aunque los signos y los planetas signifiquen cosas distintas, cada planeta
tiene afinidad con ciertos signos, y no funciona tan bien en otros. Esto ha dado
origen a la doctrina de las regencias. Con razón o sin ella, los astrólogos han
ideado un esquema según el cual cada planeta «rige» a un signo, y han usado este
esquema para vincular un planeta con una casa cuando el signo regido por el
planeta se encuentra en la cúspide de la casa. Este procedimiento se analiza con
más detalle al final del capítulo 10.

La posición mundana
La palabra «mundano» viene del latín mundus, que significa mundo, y los as­
trólogos la usan en dos sentidos. La astrología mundana (también llamada mun­
dial) es la del mundo y los acontecimientos públicos, por oposición a la astro­
logía del individuo, que es la que trato en este libro. Por su parte, la posición
mundana es válida para cualquier horóscopo, ya sea público o individual. Es la
parte del horóscopo que se refiere a la rotación de la Tierra (del mundo), por
oposición a la parte celeste, que se refiere al movimiento orbital de los cuerpos
en el espacio. La posición mundana nos dice qué planetas están por encima y
por debajo del horizonte en cualquier punto de la superficie de la Tierra. Des­
cribe además en qué etapa de su ciclo diario se encuentra cada planeta: qué dis­
tancia ha recorrido entre la salida y la culminación (el momento en que alcanza
su punto más alto en el cielo), entre la culminación y la puesta, entre la puesta
y la anticulminación (el momento en que alcanza su punto más bajo en el cie­
lo), etcétera. Como sucede con el ciclo anual, la mayoría de los astrólogos di­
viden el ciclo diario en doce partes, que reciben el nombre de casas. Como nos
permite relacionar los hechos celestes con el horizonte local, la posición mun­
dana ofrece la posibilidad de levantar una carta astrológica para un aconteci­
miento determinado que sucede en la Tierra, ya sea el nacimiento de una nación
o el de un individuo.
La posición mundana implica la interacción de cuatro planos diferentes: el
horizonte del lugar de nacimiento, el meridiano del lugar de nacimiento, el ecua­
dor y la eclíptica. De estos cuatro, el principal plano de referencia mundano es
el horizonte. Cada punto de la superficie de la Tierra tiene su propio plano del

31
horizonte. Si usted está de pie, sosteniendo un peso colgado de una cuerda, ésta
apuntará hacia abajo, en la dirección de la gravedad, aproximadamente al cen­
tro de la Tierra. El plano del horizonte será perpendicular a la cuerda. El hori­
zonte separa la parte de arriba y la parte de abajo. Para usted el cielo que hay
sobre el horizonte es visible, pero la visión del cielo que hay bajo el horizonte
está bloqueada por la Tierra, que es su soporte.
Su meridiano local es perpendicular al horizonte. Va desde el punto que
está al sur de usted en el horizonte, pasa directamente por encima de su cabeza,
desciende por el punto que está al norte de usted en el horizonte, pasa por de­
bajo de sus pies, y vuelve al punto sur en el horizonte. Cuando un planeta llega
a la parte superior de su meridiano local, desde su perspectiva ha alcanzado el
punto más alto del cielo. Cuando llega a la parte inferior de su meridiano local,
para usted ha alcanzado el punto más bajo del cielo. El meridiano separa los pla­
netas que están ascendiendo de los que están descendiendo.
Su meridiano local también es perpendicular al ecuador, o plano de la rota­
ción diaria de la Tierra. De hecho, todos los meridianos son por definición per­
pendiculares al ecuador: un meridiano es cualquier círculo máximo que pase
por los polos norte y sur, que están en ángulo recto con el ecuador. Los meridia­
nos dividen la esfera de la Tierra y el cielo en partes que son como los gajos de
una naranja. Su meridiano local es el que pasa por encima de su cabeza.
A medida que la Tierra gira en el plano del ecuador, la relación del meridia­
no con las estrellas fijas va cambiando. Gracias al movimiento de su meridiano
local en relación con las estrellas fijas y con otros cuerpos celestes, usted pue­
de decir que la Tierra gira. El meridiano local es nuestro punto de referencia para
saber qué hora del día es. El mediodía (en latín meridiem) es la hora en que el
Sol está cerca del meridiano, y dividimos el día en AM (ante meridiem, «antes
del mediodía») y PM (post meridiem, «después del mediodía»).
La eclíptica es importante en la medición de la posición mundana, princi­
palmente porque, por cuestiones de conveniencia, los astrólugos han preferido
proyectar sobre ella las posiciones mundanas. De esta manera, la posición de
todo lo que hay en el horóscopo se puede expresar en grados de longitud celes­
te. Tener una única escala de medición para todos los símbolos simplifica mu­
chísimo el trabajo de relacionar los diferentes símbolos del horóscopo entre sí.
Sin embargo, lamentablemente, la proyección de las posiciones mundanas
sobre la eclíptica da por resultado un cierto grado de deformación, debido a que
es raro que el plano de la eclíptica sea perpendicular al plano del horizonte o al
del meridiano.

Los ángulos del horóscopo Los astrólogos usan generalmente el término


«aspecto» para referirse a las relaciones angulares entre los factores del horósco­
po, y reservan el término «ángulo» para los cuatro principales puntos mund¡mos:
el Ascendente, el Descendente, el Medio Cielo y el lmum Coeli. Estos son los

32
«ángulos del horóscopo», y a los planetas que están cerca de ellos, en cualquie­
ra de los dos lados, o en algún punto de la casa inmediatamente posterior a ellos
en el sentido contrario al de las agujas del reloj, se los suele llamar «angulares».
Los ángulos del horóscopo son en parte un recurso para expresar los planos
del horizonte y el meridiano en función de los grados a lo largo de la eclíptica.
El Ascendente y el Descendente son los dos puntos por donde la eclíptica cruza
el horizonte. Los planetas salen, es decir, pasan de la parte de abajo del horizon­
te a la parte de encima de éste, en el Ascendente o cerca de él, y se ponen, es de­
cir, pasan de la parte de arriba del horizonte a la parte de abajo de éste, en el
Descendente o cerca de él. Estos dos puntos están siempre exactamente a 180 º
el uno del otro.
De modo similar, el Medio Cielo y el Imum Coeli están siempre en oposi­
ción exacta. En estos ángulos es donde la eclíptica cruza el meridiano local. El
Medio Cielo (del latín medium coeli) es donde estos dos círculos se cruzan por
encima del horizonte, y el Imum Coeli (que quiere decir «cielo inferior») es
donde se cruzan por debajo del horizonte.
En el caso del Sol, que está siempre exactamente sobre la eclíptica, y de
cualquier otro planeta que esté directamente sobre la eclíptica en el momento
del nacimiento, los ángulos del horóscopo son indicadores precisos de la posi­
ción mundana de ese cuerpo celeste. Si la longitud de ese cuerpo en la eclíptica
es de medio grado por encima del Ascendente, el cuerpo estará medio grado por
encima del horizonte. Pero si tiene alguna latitud celeste (es decir, si no está
exactamente sobre la eclíptica), la longitud del cuerpo puede estar por encima
del horizonte mientras que el cuerpo mismo está por debajo, o viceversa. Algo
similar sucede con el Medio Cielo. Si el cuerpo tiene latitud, puede llegar efec­
tivamente a su punto más alto en el cielo antes o después de que su grado en la
eclíptica alcance el Medio Cielo.
Cuanto mayor es la latitud celeste de un cuerpo, menos fiable puede ser, en
cuanto indicador de la posición mundana, su relación en la eclíptica con los án­
gulos del horóscopo. El peor caso entre los planetas es Plutón, que puede alcan­
zar una latitud de más de 17 º . Debido a su longitud en la eclíptica, Plutón pue­
de producir la impresión de que está una casa entera por debajo del horizonte
cuando en realidad está encima. Y la distorsión puede ser extrema con las es­
trellas fijas, que pueden tener latitudes de hasta 90 º . Las únicas ocasiones en
que esta distorsión no se produce con un cuerpo que tiene latitud son aquellos
momentos ocasionales en que la eclíptica está perpendicular al horizonte o al
meridiano.
Si le interesa el aspecto geométrico de todo esto, puede estudiar la figura 1,
pero no es indispensable que lo haga. Recuerde simplemente que si un planeta
se encuentra cerca de un ángulo o en la cúspide de una casa intermedia, y su la­
titud está lejos de la eclíptica, no ha de basar toda su interpretación en el hecho
de que esté en la casa donde parece estar, o donde está realmente, saliendo, lle-

33
gando a la culminación, poniéndose o llegando a la anticulminación. Algunas
efemérides y cálculos de cartas hechos por ordenador enumeran las latitudes
celestes, de modo que es posible verificarlas y decidir hasta qué punto el grado
de un planeta sobre la eclíptica expresa su verdadera relación con el horizonte
o con el meridiano.
Afortunadamente, los ángulos del horóscopo son en la mayoría de los casos
bastante buenos indicadores de la proximidad de un planeta al horizonte o al me­
ridiano. Los ángulos, como tales, son sumamente importantes. Los dos puntos
donde un planeta cruza el horizonte (salida y puesta) y los dos puntos donde
cruza el meridiano (culminación y anticulminación) parecen ser cuatro cimas
en el ciclo diario de intensidad de una energía planetaria, y esto lo confirman
tanto la experiencia de incontables astrólogos como los descubrimientos de la

Horizonte

Horizonte

Figura l. La elevación real de un planeta que no está sobre la eclíptica.

34
investigación formal. Por lo tanto, un planeta próximo a un ángulo puede des­
tacarse de entre todos los demás y convertirse en un tema dominante en la vida
de una persona.
En la figura l, la Luna aparece a 29 º de Virgo, pero varios grados al norte
de la eclíptica. Cruza el horizonte cuando el Ascendente está a 23 º de Virgo.
Cuando el Ascendente llega a los 29 º de Virgo, la Luna está bastante por enci­
ma del horizonte.
Los ángulos del horóscopo no sólo confieren intensidad a las energías pla­
netarias, sino que parecen tener también un efecto cualitativo, que es más fuer­
te cuando los planetas están en conjunción con (muy cerca de) los ángulos del
horóscopo, pero también funciona cuando están en otros aspectos con estos án­
gulos o tienen una relación con ellos del tipo «figura planetaria». Hasta ahora,
en esta sección me he referido a los ángulos como indicadores de la posición
mundana basados en la eclíptica, pero como recordará de la sección anterior de
este capítulo titulada «Otros puntos», parece que el Ascendente y el Medio Cie­
lo también tienen validez por derecho propio en cuanto puntos sensibles a lo lar­
go de la eclíptica. Como otras formas de nodos, indican áreas específicas donde
pueden manifestarse las energías planetarias, y como todos los puntos del ho­
róscopo, van formando aspectos a lo largo de la eclíptica, de manera aparente­
mente independiente de la verdadera posición mundana de los planetas con lps
que está en aspecto.
Estas dos maneras de considerar los ángulos del horóscopo provienen de pi­
ferentes escuelas de astrología. En la actualidad algunos astrólogos, sobre todo
los que utilizan el zodíaco sideral, rebajan la importancia de la eclíptica en fa­
vor de las verdaderas posiciones mundanas. Para ellos, la «angularidad» es sim­
plemente una medida de la fuerza planetaria, y significa cercanía al horizonte o
al meridiano más bien que al punto situado a lo largo de la eclíptica que consti­
tuye el Ascendente, el Medio Cielo, el Descendente o el Imum Coeli. Para es­
tos astrólogos, la posición mundana no afecta cualitativamente a los planetas, y
por lo tanto no tiene sentido usar las casas.
Sin embargo, la mayoría de los astrólogos tropicales utilizan el zodíaco tro­
pical -entre ellos los que pertenecen a las escuelas uraniana y cosmobiológica-,
trabajan casi completamente a lo largo de la eclíptica y consideran que los ángu­
los del horóscopo tienen significados específicos. Los seguidores de las escuelas
uraniana y cosmobiológica ven los ángulos del horóscopo casi exclusivamente
como puntos sensibles, y miden la relación de estos ángulos con el resto de in­
dicadores de la carta según su longitud en la eclíptica. Tan amplio es el uso que
hacen de las relaciones angulares entre los puntos, que generalmente pueden
obtener suficiente información sin recurrir a las casas. Por su parte, los tradi­
cionalistas suelen restar importancia a los ángulos como puntos sensibles, y los
ven principalmente como cúspides de las casas uno, cuatro, siete y diez, y por lo
tanto con el mismo significado que éstas.

35
Tal como veo actualmente la astrología, acepto algo de todos estos puntos
de vista. Me valgo de los ángulos del horóscopo como indicadores aproxima­
dos de si un planeta está sobre el horizonte o el meridiano, como puntos sensi­
bles que forman aspecto y tienen relaciones del tipo «figura planetaria», y como
las divisiones fundamentales de las que se derivan las casas.

Las casas Los ángulos del horóscopo dividen la carta en cuatro cuadran­
tes de manera muy semejante a como los puntos cardinales (O º de Aries, Cán­
cer, Libra y Capricornio) dividen el año y el zodíaco en estaciones. Y como en
el zodíaco, cada una de las cuatro divisiones principales del ciclo mundano se
divide generalmente en tres partes, lo que hace un total de doce. En la mayoría
de los sistemas de casas, los ángulos del horóscopo coinciden con las cúspides de
la primera, la cuarta, la séptima y la décima.
A diferencia de las divisiones de los signos, sin embargo, es raro que los
cuatro cuadrantes mundanos y las doce casas mundanas estén separados por un
número igual de grados cuando se los mide a lo largo de la eclíptica. Ello se
debe a que proyectamos las divisiones mundanas sobre el plano de la eclíptica.
Dije antes que puede plantearse el interrogante de si un planeta cuya longi­
tud es la misma que la de un ángulo está realmente sobre el horizonte o el me­
ridiano, pero por lo menos no es posible cuestionar la localización del Ascen­
dente, el Medio Cielo, el Descendente y el Imum Coeli. Sin embargo, se discute
muchísimo la posición de las cúspides de las casas que subdividen los cuadran­
tes. Hay literalmente docenas de métodos para dividir la eclíptica de manera
que represente los doce estadios del ciclo mundano, y ninguno de ellos es ideal
desde todos los puntos de vista.
Parece que los ángulos del horóscopo tienen cierta validez como puntos sen­
sibles que pueden formar aspectos, pero la mayoría de los astrólogos no tratan
de igual manera las cúspides de las casas intermedias. Las principales excep­
ciones parecen ser: l) los astrólogos de la escuela uraniana o de Hamburgo, que
usan los aspectos con las cúspides según el sistema de casas Meridiano, y 2) las
viejas fórmulas para las partes arábigas, en muchas de las cuales intervienen las
cúspides de las casas. Yo prefiero pensar en las casas como indicaciones apro­
ximadas de la posición mundana, y usar como puntos definidos únicamente
los ángulos del horóscopo.
Como los ángulos del horóscopo, las casas representan ámbitos de la vida
donde pueden manifestarse las energías planetarias. Aunque en la carta no hay
nada que realmente represente entes reales que puedan experimentarse en la
vida (personas, objetos, etc.), las casas se aproximan a ello un poco más que los
planetas. Su función es parecida a la de los sustantivos en la frase. Las casas re­
presentan compartimientos del yo, de la psique, y también simbolizan a nuestro
entorno tal como actuamos sobre él y como lo experimentamos. Representan la
orientación que toman las energías planetarias en la vida del individuo. Descri-

36
ben, por lo menos en parte, dónde aflorarán esas energías. Y además de parecer­
se a los sustantivos, también tienen mucho de frases preposicionales que desig­
nan desde dónde, hacia qué y por quién puede ser experimentada una energía
planetaria.
El problema es que, igual que los planetas, las casas operan a diferentes ni­
veles, y es difícil determinar exactamente cuál de ellos se manifestará. Los
niveles de manifestación tienen que ver, más que con el horóscopo mismo, con
la forma en que el individuo lo maneja. Hablaremos de este tema en los capítu­
los 13 y 14.
Ahora pasemos a una investigación más detallada de cada sistema de sím­
bolos.

37
LOS PUNTOS DE LA CARTA
3
Los planetas:
introducción

Como preludio de los análisis individuales de los planetas que realizaré en el


capítulo siguiente, en éste introduzco el sistema solar como totalidad, para mos­
trar de qué manera constituye un marco de referencia para el simbolismo indi­
vidual de cada planeta. Así, cuando lleguemos al análisis más extenso de los
planetas, usted tendrá una idea más clara de la forma en que cada uno de ellos
encaja en la estructura simbólica global del sistema solar, al que considerare­
mos desde una perspectiva amplia, teniendo en cuenta tanto las realidades as­
tronómicas como las simbólicas: no sólo la estructura objetiva, sino también la
forma en que la percibe la psique humana.

Planetas interiores y planetas exteriores

A lps planetas se los puede clasificar en dos grupos principales de acuerdo con
la distancia entre su órbita y el Sol. Yendo en orden desde dentro hacia afuera
a partir del Sol, nos encontramos con Mercurio, Venus, el sistema Tierra-Luna
y Marte. Son los planetas interiores. Más allá de Marte hay una brecha ocupa­
da por asteroides (que estudiaremos en el capítulo 5), y después vienen los pla­
netas exteriores: Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno y Plutón, que además de es­
tar separados de los interiores por el cinturón de asteroides, la mayoría también
difieren muchísimo de ellos en tamaño y composición química. Con la excep­
ción de Plutón, los planetas exteriores son muchísimo más grandes que los in­
teriores, y mientras que estos últimos son densos y rocosos, los exteriores son
mucho más ligeros, ya que están compuestos de sustancias que en la Tierra se­
óan gaseosas o líquidas.
Quizá la diferencia más importante desde el punto de vista astrológico radi­
que en el tiempo que necesitan los diversos planetas para completar una vuelta
alrededor del zodíaco. Vistos desde la Tierra, el Sol, Mercurio y Venus com-

41
pletan el circuito aproximadamente en un año, y Marte necesita casi dos, mien­
tras que los períodos orbitales de los planetas exteriores van desde los casi doce
años de Júpiter hasta los dos siglos y medio de Plutón.
Los astrólogos generalmente llaman a los planetas interiores «planetas per­
sonales». Como se mueven rápidamente, su posición ayuda a distinguir una
carta natal de otra de fecha muy próxima. Cada uno de estos planetas es perso­
nal también en cuanto a su simbolismo, que tiene que ver con la evolución del
yo individual. Incluso Venus, el más socialmente orientado de estos planetas,
se relaciona con los encuentros íntimos, que definen y clarifican la posición del
yo en el mundo.
Pese a que el Sol y la Luna son planetas personales, tai:nbién tienen su lado
transpersonal. El Sol dice mucho sobre la evolución del yo individual, pero es
también la energía universal básica de la que los demás planetas son reflejos
particularizados. La Luna, además de simbolizar quizá las partes más persona­
les e íntimas de la vida, vincula al individuo con otro tipo de energía funda­
mental más profunda que el nivel de la conciencia del yo.
En contraste con los planetas personales, los exteriores se relacionan con el
mundo social y el más allá. Júpiter y Saturno describen la actitud del nativo con
respecto a los colectivos sociales de los que forma parte, y a veces dicen más so­
bre el entorno social de una persona que sobre su vida personal. Urano, Neptuno
y Plutón describen la actitud del individuo con respecto al universo en cuanto to­
talidad y su relación con los niveles trascendentales de la experiencia humana.
Aunque los planetas exteriores no sean «personales», pueden tener podero­
sos efectos sobre los individuos cuando forman aspecto con factores de movi­
miento rápido como los planetas interiores, el Ascendente o el Medio Cielo, o
cuando ocupan un punto medio entre ellos. En realidad, con frecuencia son las
claves principales de las pautas de vida que más problemas traen al individuo.
Ello no se debe al hecho de que a todos estos planetas, excepto a Júpiter, se los
suela considerar maléficos, sino a que el mayor problema para la mayoría de la
gente es la integración del propio yo en los diversos aspectos del universo sin
por eso dejar de mantener una individualidad viable.
Incluso cuando los planetas exteriores sólo forman aspectos entre ellos, pue­
den afectar al individuo. Por ejemplo, quizá signifiquen un período en la histo­
ria, como una guerra, que evidentemente afectará incluso a quienes no tengan
planetas personales conectados con la configuración de los planetas exteriores.

Los pares de planetas


También es fructífero considerar a los planetas como pares de polos opuestos
polares o de energías que se complementan, con los tres planetas más exterio­
res formando un trío.

42
El Sol y la Tierra: los centros duales del sistema solar El sistema solar
tiene un centro objetivo que es el Sol, y un centro subjetivo que es la Tierra. El
Sol es el centro desde un punto de vista objetivo porque es el foco dinámico del
sistema solar; de él proviene casi toda la energía radiante y mantiene unido el sis­
tema en su poderoso campo gravitatorio. Y desde una perspectiva digamos que
divina, es decir, desde la lejanía del espacio exterior, el Sol está más o menos
en el centro espacial del sistema solar.
Desde nuestro punto de vista subjetivo, sin embargo, el centro es la Tierra.
Tanto la conciencia humana como nuestra capacidad de experimentar el siste­
ma solar están centradas aquí y no en el Sol. Toda la energía que emana del Sol
y que los planetas reflejan de diversas maneras la experimentamos nosotros
aquí, en la Tierra. La experiencia, por su misma naturaleza, requiere concien­
cia, y la Tierra es nuestro centro de conciencia. Si un árbol se desploma en el
bosque, y no hay nadie que lo oiga, ¿se produce un sonido? Mi respuesta es que
no: un sonido es una experiencia, y si no hay nadie que la tenga, la experiencia
no existe. Si hubiera seres sensibles en otro planeta, éste sería su centro subjeti­
vo. La subjetividad, a diferencia de la objetividad, puede tener simultáneamente
varios centros.
El simbolismo del Sol y la Tierra está estrechamente ligado con el simbo­
lismo del yang y el yin. El Sol proporciona energía y calor, y la Tierra propor­
ciona la materia que la energía del Sol anima, de modo que el sistema solar tie­
ne un centro yang y un centro yin. Al Sol también se lo asocia con el padre, y a
la Tierra con la madre.
El significado de los otros planetas deriva de su relación con estos dos cen­
tros, y como en breve veremos, entre la Tierra y la Luna hay una relación es­
pecial.

Mercurio y la Luna: los dos moduladores En términos físicos, el cuer­


po más próximo al Sol es Mercurio, y el más próximo a la Tierra es la Luna. Y
en términos simbólicos, Mercurio modula las energías del Sol, y la Luna hace
lo mismo con las de la Tierra. El concepto de modulación se explicará más de­
talladamente en la sección del próximo capítulo dedicada a Mercurio; pero, en
pocas palabras, un modulador impone una pauta a la energía, de modo que lo
que comenzó como una especie de materia prima e indiferenciada se trans­
forma en una disposición significativa. La modulación convierte la energía en
información, así como una radio convierte la energía eléctrica en palabras o
música.
Mercurio, el planeta que rige el habla, la comunicación y en definitiva todas
las formas de transmisión de información de un medio a otro, es el modulador
más obvio. Constituye el primer paso en un proceso descendente que va desde
la energía pura del Sol a las energías más particularizadas de los demás pla­
netas.

43
Pero, a su manera, la Luna también modula. Quizás usted se pregunte por
qué hablo de la Tierra, ya que en el horóscopo tradicional no le cabe ningún lu­
gar como símbolo. La presencia de casas en el horóscopo lleva implícita a la
Tierra, sin que no obstante esté explícitamente allí como símbolo, igual que los
otros planetas. Es como si la Tierra formara parte de nosotros hasta tal punto
que nos costara tener conciencia de ella. En astrología, la Luna ha asumido gran
parte del simbolismo de la Tierra: su posición como principal fuerza yin entre
todos los cuerpos celestes, y su conexión con la nutrición, tanto la física como
la emocional, y con la madre. La Luna modula las energías simbólicas de la
Tierra, que forman parte de nosotros, tomándolas y colocándolas fuera y lejos
para que las podamos percibir conscientemente.
Así, Mercurio proporciona a la energía pura del Sol un orden que se puede
percibir, y la Luna convierte la recepción de esa energía por parte de la Tierra
en una forma que se puede percibir. Mercurio modula la energía del Sol, y la
Luna modula la experiencia que tiene la Tierra de esa energía. Si la modulación
de Mercurio convierte la energía en información, la modulación de la Luna pro­
duce un contexto sin el cual no se puede recibir esa i:nformación.

Marte y Venus: la dicotomía yo-tú Si continuamos hacia afuera a partir


del Sol, después de Mercurio encontramos a Venus, y siguiendo hacia afuera a
partir de la Tierra, más allá de la Luna encontramos a Marte. Así como el siste­
ma Tierra-Luna define la conciencia, y el sistema Sol-Mercurio define aquello
de lo que hay que tener conciencia, Marte y Venus significan dos tipos de rela­
ción entre quien tiene la experiencia y lo que experimenta.
Marte se relaciona poniendo el acento en quien tiene la experiencia, es de­
cir, en el «yo». Lo define, le proporciona una forma y una configuración con­
cretas y se asegura de que haya un ente separado que experimente las cosas. Ve­
nus subraya la relación, es decir, el «tú». Se esfuerza por crear relaciones de
modo que de la interacción de los individuos puedan surgir los niveles superio­
res del ser. Sin embargo, cuando Venus trabaja bien, ningún individuo pierde
definición ni se convierte en una expresión menos perfecta de lo que es.
Para que haya relaciones continuadas entre sujeto y objeto es necesario un
equilibrio entre las energías de Marte y Venus. Si la energía de cualquiera de es­
tos dos planetas es excesiva, la relación cesa. Si Marte predomina, el sujeto pro­
cura destruir el ámbito del objeto, al que necesita para dar significado a su propia
existencia. Si predomina Venus, el ente pierde la capacidad para sobrevivir
como ser aparte y con su propia experiencia.

Júpiter y Saturno: los planetas sociales Júpiter y Saturno están tan lejos
de ambos centros del sistema solar que sus posiciones vistas desde la Tierra no
son muy diferentes de sus posiciones vistas desde el Sol. Con este par de- pla­
netas, la distinción entre sujeto y objeto, entre quien tiene la experiencia y lo

44
que experimenta, ya no es tan importante. Así como los cuerpos celestes desde
el Sol hacia afuera, hasta Marte, tienen que ver con la existencia personal del
individuo y la experiencia personal del universo, Júpiter y Saturno introducen
una área más amplia de la realidad, la del mundo donde vivimos.
Júpiter es un arquetipo del apoyo, y Saturno de la resistencia. Después de
haber alcanzado cierto grado de definición, cuando uno ya sabe quién es, nece­
sita integrarse en un sistema más amplio. Tal como Venus nos integra en las re­
laciones íntimas, Júpiter nos integra en el mundo. Representa una energía que
hace que crezcamos y abandonemos la matriz infantil en el interior de la cual
nacimos. Júpiter significa una clase de nutrición relacionada con la de la Luna,
pero diferente de ella. Mientras que la Luna apoya lo que somos como indivi­
duos, Júpiter apoya lo que podemos llegar a ser, a alcanzar, a hacer con nuestra
vida. El individuo se ve impulsado a -y apoyado en su intento de- convertirse
en miembro del mundo, del orden social, del teatro donde representamos nues­
tros diversos personajes en el drama de la vida.
Saturno nos enfrenta con las reglas del drama: nuestras obligaciones, lo que
debemos hacer para conseguir que los demás representen sus papeles con no­
sotros en el mismo escenario. Él nos pone a prueba, nos plantea exigencias y en
última instancia define nuestra realidad, por lo menos hasta que estemos prepa­
rados para liberarnos de la representación. En lugar de un apoyo en nuestros es­
fuerzos por crecer, significa una resistencia que debemos superar para poder
ocupar nuestro lugar en el mundo.
Saturno es el último de los planetas que podemos ver sin telescopio. Por
ello representa los límites de la realidad que es capaz de percibir la conciencia
ordinaria. Después de Saturno tiene que entrar en juego algo más, que trascien­
de la realidad cotidiana e incluso la destruye para así posibilitar el nacimiento de
una nueva realidad.

Urano, Neptuno y Plutón: los planetas trascendentales Así como se


necesita un telescopio para verlos, para tratar de forma constructiva con Urano,
Neptuno y Plutón es preciso expandir la conciencia. Todos estos planetas rom­
pen el sistema de reglas representado por Saturno. Vistos desde la perspectiva
de la conciencia ordinaria, lo trastornan todo: Urano nos trae sorpresas desa­
gradables, Neptuno nos confunde con cosas que percibimos como falsas realida­
des, y Plutón produce desintegración y decadencia. Pero esos no son los efectos
primarios de estos planetas, sino solamente el resultado de nuestras dificultades
con la realidad cotidiana.
Si se los contempla desde una perspectiva expandida, estos planetas repre­
sentan vías de salida de las limitaciones de la conciencia normal. Urano nos
libera del exceso de estructuración de Saturno y nos da la oportunidad de la li­
bertad. Neptuno es un canal por medio del cual se nos hacen accesibles otras
realidades que nos ofrecen la posibilidad de crear cosas verdaderamente nue-

45
vas. Sólo necesitamos entender el papel de la realidad saturnina, sin conceder­
le más de lo que le corresponde, y mantenernos flexibles pese a la tendencia de
Saturno a endurecernos. Plutón provoca la crisis que precede al renacimiento, y
lo único que nos exige es que estemos dispuestos a morir para poder renacer.
Estos tres cuerpos celestes simbolizan el hecho de que por más que el Sol
sea una estrella poderosa, hay miles de millones más como ella, y cada una im­
plica la promesa de otros modos del ser y de la conciencia. Estos modos nos re­
sultan accesibles desde la galaxia, y los planetas trascendentales son sus cana­
les. Así como Mercurio modula la energía del Sol, dándole forma, y la Luna
modula la manera en que la experimentamos, los tres planetas exteriores mo­
dulan lo que nos viene desde más allá del sistema solar. Por medio de ellos, so­
mos potencialmente más que los hijos del Sol y los alumnos de Saturno.

Los planetas retrógrados


Verá con frecuencia, en un horóscopo o en unas efemérides, un símbolo pla­
netario seguido por la letra R. Esto significa que ese día el planeta estaba re­
trógrado, es decir que desde el punto de vista de la Tierra parecía que estuviera
recorriendo el zodíaco hacia atrás. Es algo que periódicamente todos los plane­
tas, excepto el Sol y la Luna, dan la impresión de hacer.
La bibliografía sobre los planetas retrógrados es contradictoria. Los con­
ceptos van desde la creencia en que están malditos y son totalmente incapaces
de beneficiar a un individuo, hasta la de que no tienen ningún efecto. Algunos
astrólogos piensan que el movimiento retrógrado invierte o desvía las energías
planetarias, de modo que no se expresan de manera tan directa y abierta como
podrían hacerlo. Otros creen que la retrogradación hace que los planetas actúen
con más lentitud. Y hay quienes piensan que es la causa de que funcionen en
un nivel más subjetivo. (Mi único problema con esto es que creo que el simbo­
lismo del horóscopo siempre opera primero en un nivel subjetivo, y sólo des­
pués se lo proyecta sobre lo que otras personas llamarían un nivel objetivo de
la realidad.)
El hecho de que los astrólogos no hayan podido ponerse de acuerdo sobre el
movimiento retrógrado solía hacerme pensar que se trataba de un fenómeno in­
significante, pero ahora mi forma de ver las cosas ha cambiado. Lo que sigue es
un examen de las ideas de otros astrólogos sobre la retrogradación, unido a mi
propia teoría respecto de lo que significa.
Primero, está claro que en una carta natal el movimiento retrógrado no des­
truye la influencia de un planeta ni lo incapacita para tener un efecto positivo.
Esta opinión extrema se deriva de la astrología horaria y la de elección, que son
procedimientos especiales para responder a preguntas específicas y escoger los
momentos favorables para la acción. En las cartas horarias y de elección, si el

46
planeta que simboliza la actividad que principalmente interesa está retrógrado,
se supone que lo que eso significa es que el asunto no puede llegar a buen tér­
mino. Tal cosa puede ser verdad en estas ramas de la astrología, pero no nece­
sariamente porque el movimiento retrógrado frustre sin esperanza a ese planeta.
Yo creo que la retrogradación no significa ninguna clase de incapacidad intrín­
seca para un planeta, a no ser en la medida en que cualquier cosa que lo afecte
hará que se adapte mejora algunas situaciones que a otras. Ninguna energía as­
trológica se adapta bien a todas las ocasiones. Más adelante explicaré por qué
creo que el movimiento retrógrado pued.e afectar de forma adversa al planeta
significador en una carta horaria o de elección.
También rechazo la idea de que la retrogradación debilite las energías pla­
netarias o les reste capacidad para manifestarse. Los astrólogos que lo creen se
olvidan de que los planetas exteriores están retrógrados durante una buena pro­
porción deHiempo. Por ejemplo, casi la mitad de la población tiene a Plutón re­
trógrado. Y cuando el Sol y Júpiter forman un trígono -un aspecto muy positivo
de acuerdo con la mayoría de los astrólogos-, Júpiter está generalmente retró­
grado.
Puedo aceptar, sin embargo, la posibilidad de que la retrogradación altere la
energía de los planetas o la desvíe de sus cauces normales. Y me parece razo­
nable que un planeta retrógrado no suela manifestarse en un plano externo. Para
ver por qué, es necesario examinar qué es la retrogradación desde el punto de
vista astronómico.
Cuando un planeta está en movimiento retrógrado, en realidad se encuentra
más cerca de la Tierra que cuando está en movimiento directo. Esto es fácil de
comprobar con Mercurio y Venus, cuyas órbitas están entre el Sol y la órbita
de la Tierra. En la figura 2A, Venus �stá al otro lado del Sol. Desde el punto de
vista de la Tierra, da la impresión de estar moviéndose hacia adelante en el zo­
díaco, la misma impresión que da siempre el Sol. Venus parece estar en Aries
en el instante 1, en Tauro en el instante 2 y en Géminis en el instante 3. En la fi­
gura 2B, sin embargo, Venus está entre la Tierra y el Sol. Como se puede ver, se
está moviendo hacia adelante en su órbita, como siempre, pero desde el punto
de vista de la Tierra parece que fuera hacia atrás contra el fondo de las estrellas
fijas. En esta figura, Venus parece estar a finales de Tauro en el instante 1, en
la mitad de Tauro en el instante 2 y a comienzos de Tauro en el instante 3. Dará la
impresión de retomar el movimiento directo cuando empiece a moverse por de­
trás del Sol.
La retrogradación también es fácil de ver con el resto de los planetas, desde
Marte hacia afuera, hasta Plutón.-Como todos estos planetas están más alejados
del Sol de lo que lo está la Tierra, se desplazan por su órbita con más lentitud
que ésta. Cuando la Tierra los alcanza, pasa lo mismo que cuando un coche que
va más rápido que otro lo alcanza en una carretera. Visto desde el coche que se
mueve más rápido, parece que el de movimiento más lento estuviera retroce-

47
Telón de fondo del zodíaco

I
I
I

A. Movimiento directo

1 2 3

B. Movimiento retrógrado

Figura 2. Movimientos directo y retrógrado de los planetas interiores


con respecto a la Tierra.

48
diendo, cuando lo que en realidad hace es avanzar más despacio. En la figura 3A,
la Tierra y Marte están en lados opuestos del Sol. Tal como se lo ve desde la
Tierra, parece que Marte estuviera avanzando por el zodíaco, de Aries en el ins­
tante 1 a Tauro en el instante 2 y a Géminis en el instante 3. En la figura 3B, la
Tierra está alcanzando y pasando a Marte, de manera que desde el punto de vis­
ta de la Tierra parece que, en relación con el fondo de las estrellas fijas, Marte
esté retrocediendo desde finales de Tauro en el instante 1, a mediados de Tau­
ro en el instante 2 y al comienzo de Tauro en el instante 3. Observe que Marte
y la Tierra están en el mismo lado del Sol y, por lo tanto, más próximos entre sí
de lo que lo están cuando el movimiento de Marte es directo.
El hecho de que los planetas se encuentren más próximos a la Tierra cuando
están retrógrados hace que parezca absurdo decir que los planetas retrógrados
son más débiles. Si hay alguna remota conexión entre la distancia y la fuerza en
astrología, uno esperaría que los planetas retrógrados fueran más fuertes.
Mis observaciones sugieren, sin embargo, que un planeta retrógrado no es
más fuerte ni está más cerca del centro de una persona. Creo que su proximidad
a la Tierra significa una falta de distancia o de perspectiva de la persona con
respecto al comportamiento que el planeta simboliza. Quien tiene a un planeta
retrógrado es menos capaz de ser objetivo con las energías de ese planeta.
Esta situación tiene sus puntos fuertes y débiles. La ventaja es que uno ve
de cerca las energías del planeta y está profunda, intensa e íntimamente com­
prometido con ellas. Pero cuando se está demasiado cerca de algo, es difícil
verlo en perspectiva. Se tiende a tomar en serio lo que es relativamente poco
importante y a pasar por alto lo que a la larga adquirirá un verdadero signifi­
cado. Al estar profundamente implicado en algo, se corre el riesgo de perder
la perspectiva, pero para tener una perspectiva adecuada es preciso sacrificar la
proximidad, la experiencia de la intimidad. Obviamente, es necesario lograr el
equilibrio.
No estoy sugiriendo que haya una escisión entre introversión y extraversión.
Creo que tanto las energías planetarias directas como las retrógradas son sus­
ceptibles de ser experimentadas como externas o como internas, pero sospecho
que es más difícil tener la vivencia de las energías retrógradas como algo apar­
te de nosotros mismos. Incluso si se las experímenta de este modo, representan
problemas tan próximos a nuestros compromisos cotidianos que no es fácil to­
mar distancia frente a ellas y tener una visión clara de cómo funcionan. Por el
contrario, es fácil objetivar las energías de los planetas en movimiento directo
y separarse de ellas, y de este modo se tiene más capacidad para controlarlas.
Esta característica es lo que hace de la retrogradación algo tan malo en la
astrología horaria y la de elección. Los indicadores retrógrados del problema en
cuestión sugieren que el individuo no está lo bastante distanciado del asunto
como para tratarlo con un mínimo de habilidad. Si uno está demasiado com­
prometido, tiende a actuar más bien como el resultado que como la causa de las

49
Telón de fondo del zodíaco

A. Movimiento directo

Telón de fondo del zodíaco

B. Movimiento retrógrado

Figura 3. Movimientos directo y retrógrado de los planetas exteriores


con respecto a la Tierra.

50
energías que lo rodean. Al ser incapaz de ver con claridad, tiende a actuar con
ineficacia.
Al interpretar una carta natal, el astrólogo puede ayudar a su cliente a me­
jorar su perspectiva de los planetas retrógrados si explora lo que significan des­
de un punto de vista desapegado y objetivo. De esta manera, la persona con un
planeta retrógrado puede combinar el íntimo conocimiento que se basa en la ex­
periencia con la sabiduría que proviene de ver con un sentido de la proporción.
Lo que antecede no es más que una hipótesis que me ayuda a explicar mi
experiencia de los planetas retrógrados. Téngalo presente cuando aplique estos
principios, y recuerde siempre que es muchísimo el trabajo que queda por ha­
cer con respecto a los planetas retrógrados y sus efectos.

En el capítulo siguiente estudio con detalle los planetas individualmente. Aun­


que las categorías que he esbozado en este capítulo son útiles para entender la
interrelación entre los planetas, necesariamente habrá facetas de cada uno de
ellos que no coincidan por completo con estas pautas. Antes de hacer que todos
los planetas encajen en el esquema, usted debe concentrarse en llegar a «sentir»
cada uno por separado. Cuando capte plenamente la naturaleza de cada plane­
ta, se le aclararán todos los puntos básicos del esquema que actualmente pue­
dan parecerle oscuros.

51
4
Los planetas:
significados esenciales

En las siguientes descripciones analizo, en la medida de lo posible en un espa­


cio limitado, los diversos niveles en los que pueden manifestarse las energías
planetarias: la psique, las emociones, los pensamientos, el cuerpo y la propia
experiencia que uno tiene de los demás y del mundo exterior.
Sin embargo, no trataré en profundidad el tema de los planetas en cuanto a
su efecto en la salud; en primer lugar, porque es un tema sumamente especiali­
zado, y en segundo lugar porque creo que los conocimientos de la medicina as­
trológica no están lo suficientemente claros ni estandarizados como para per­
mitir el mismo análisis en profundidad que podemos hacer en el campo de la
psicología astrológica. Pero donde sea apropiado y haya un mínimo de acuer­
do, haré mención de los efectos fisiológicos de las energías planetarias.
Por la naturaleza misma del quehacer de escribir, lo que sigue no son más
que palabras. Pero lo que usted en última instancia puede alcanzar es la com­
prensión que hay más allá de las palabras. Necesitará años de experiencia con
los planetas antes de que realmente pueda decir que sabe lo que significan. Pero
el primer paso es utilizar libros como éste para que le guíen, y luego tener la vi­
vencia consciente de las energías planetarias en su propia vida. Cuando sea ca­
paz de sentir lo que significan los planetas, verdaderamente los entenderá.

El Sol

Uno de los puntos más importantes de la carta, el Sol, representa la energía que
hace posible la existencia de todo lo demás. Es la energía básica del Ser. Así
como el Sol físico brilla y permite que el resto de los cuerpos de su sistema tam­
bién brillen reflejando su luz, el Sol astrológico y simbólico es la energía bási­
ca de la que son reflejos especializados el resto de las energías planetarias.
El Sol representa la luz, la conciencia y el día. Es el símbolo planetario

53
esencial del yang, es decir, del principio activo de energía que es la fuente de
todo movimiento. El Sol, como yang, es lo opuesto de la Luna como yin. En el
horóscopo, el Sol y la Luna constituyen una de las manifestaciones más impor­
tantes de esta dualidad primaria.
En cuanto yang, el Sol es el arquetipo de la voluntad, el poder y el deseo,
aunque no necesariamente del deseo sexual. Desear aquí más bien significa
«querer hacer». Representa la energía que se ejerce e influye en todo lo que
existe. La energía del Sol no se limita a aceptar, sino que siempre procura cam­
biar y, si es posible, mejorar. Por encima de todo, busca espacio para una ex­
presión más amplia de sí misma.
El Sol es también la energía que proporciona a un ente su integridad en cuan­
to ser. Representa la voluntad de existir, y como tal, contrarresta la presión pro­
veniente del entorno, que intenta convertir al ente en algo que no es o destruir­
lo por completo.
El Sol es el arquetipo del héroe, que sale al mundo e intenta poner orden a
partir del caos mediante la imposición de su voluntad. Se ve sometido a severas
pruebas para demostrar su fuerza y su valor, especialmente contra los poderes
de las tinieblas. En el crepúsculo, el héroe, como el Sol, desciende al mundo
subterráneo y se enfrenta al reto de los monstruos de la oscuridad. Después de
haber demostrado su derecho a renacer con la aurora, se manifiesta triunfante
en el mundo.
Esto no es solamente poesía. La pauta que acabo de describir se puede ver
en la personalidad de cualquiera que tenga al Sol en un emplazamiento fuerte.
(El concepto de emplazamientos fuertes y débiles se analiza al comienzo del
capítulo 12.) Son personas con una gran vitalidad, incansables tanto en el as­
pecto emocional como en el físico, y trabajan con ánimo implacable para que se
imponga en el mundo su visión de lo que debe ser. Pero sus esfuerzos no son to­
talmente desinteresados. Siempre tienen una dimensión personal. Los indivi­
duos solares trabajan para expresar lo que son e intentan provocar un impacto
según los términos de su propia identidad. Por consiguiente, están en la van­
guardia de cualquier actividad donde se los pueda llegar a reconocer: no traba­
jan entre bastidores. Las personalidades dominadas por el Sol consiguen que
los demás se fijen en ellas: simplemente por su porte, hacen que, al entrar en
una habitación, las cabezas se vuelvan. Además, son personas que parecen es­
tar en el centro de la vida de un cierto número de gente. Como el Sol, propor­
cionan luz y energía para que los demás puedan vivir y actuar. Pero el tipo so­
lar necesita siempre que se le exprese su reconocimiento por lo que hace.
Por estas razones, tradicionalmente se ha dicho que el Sol «rige» a las per­
sonas que ocupan una posición de autoridad, como los empresarios, funciona­
rios importantes del gobierno, el gobierno mismo y, ciertamente, los reyes y los
nobles. Pero se ha de tener presente que los planetas no simbolizan personas ni
cosas reales. La relación existe sólo en la medida en que una persona real ma-

54
nifiesta las energías del Sol. No todos los reyes o presidentes actúan de manera
solar.
El Sol también tiene su lado negativo. Las personas solares no son especial­
mente modestas. Incluso pueden ser jactanciosas y arrogantes, y estar totalmen­
te absorbidas en sí mismas. A veces sobrestiman su propia valía, y sienten que
no es necesario que hagan nada para justificar la elevada opinión que tienen de
sí mismas. Sin embargo, esta actitud no pertenece realmente al carácter del Sol,
que es una fuerza activa concentrada en el logro. Cuando una personalidad so­
lar exhibe este tipo de problemas, generalmente alguna otra cosa anda mal.
Con frecuencia es difícil conseguir que las personas solares colaboren con
los demás en un esfuerzo de equipo. Si no pueden estar en primera línea, pre­
fieren no tener nada que ver con el proyecto. También está el tipo solar que no
hace nada que pueda comprometer su integridad. Una persona con una fuerte
influencia solar pero que por otra parte tenga indicaciones de una grave debilidad
en su personalidad es quien más probablemente tendrá este tipo de problema.
En el nivel psicológico, el Sol representa la libido junguiana: es decir, la
energía psíquica básica que moviliza todas las funciones psicológicas. Como
la libido, con frecuencia el Sol actúa sin concretar su acción, proporcionando
simplemente la energía a la cual otro símbolo dará una forma específica. En
astrología de predicción, el Sol suele señalar la oportunidad para un aconteci­
miento o un progreso en la vida del individuo. Aporta energía a cualquier con­
junto de símbolos que represente el acontecimiento, y en estos casos, el simbo­
lismo específico del Sol acostumbra a estar ausente.
El Sol representa la energía física, y si se halla debilitado por el contacto
con un símbolo que niegue esta energía, habrá una disminución del nivel de
energía física del individuo. Donde esto se nota más es en los contactos Sol­
Neptuno. Las dificultades con la energía solar en la carta pueden indicar perío­
dos de enfermedad física. Muchos astrólogos consideran incluso que el Sol re­
presenta el cuerpo físico. Aquí volvemos a tropezar con la falacia de considerar
a los planetas como cosas, pero el Sol puede ser, ciertamente, indicio de vitali­
dad física.
Desde el punto de vista de los arquetipos, la masculinidad es un aspecto del
yang. Por lo tanto, junto con Marte, el Sol representa la masculinidad. Tradi­
cionalmente, se consideraba que tenía que ver con personas del sexo masculi­
no, y de nuevo nos encontramos con que se usa un planeta para representar un
ente. Ahora que los papeles de ambos sexos están cambiando, hay un número
cada vez mayor de mujeres con una personalidad solar, y por lo tanto sirven
como representantes de la energía del Sol en la vida de otras personas. Si al­
guien tiene como jefe a una mujer, por ejemplo, el papel que ésta desempeña es
tan solar como si fuera un hombre. Y naturalmente, un varón cuyo temperamen­
to no sea demasiado yang no manifestará un fuerte simbolismo solar a pesar de
su sexo. La sexualidad arquetípica que manifieste un individuo se relaciona sólo

55
parcialmente con el sexo al que pertenezca. La mayoría de las personas son mez­
clas de las dos energías.
Sin embargo, todavía se puede observar que las mujeres como grupo tien­
den a tener la vivencia de que sus energías solares les llegan por medio de los
hombres. Es más, una dificultad común que tienen es la de estar desconectadas
de los elementos masculinos de su propia naturaleza, elementos que entonces
proyectan sobre los hombres, privándose a ellas mismas de la iniciativa y la in­
dependencia. (Y los hombres, en general, hacen el equivalente de esto con sus
energías lunares.) En la mayoría de los casos, las mujeres pueden manejar me­
jor las dificultades que tienen constantemente con los hombres si se ponen en
contacto con el lado masculino de su propia personalidad en lugar de hacer algo
específico con respecto a la relación que tengan con un hombre en concreto. La
tendencia actual va claramente en el sentido de propiciar que las mujeres recu­
peren conscientemente, para sí mismas, su masculinidad interior.
Una función masculina clásica que va asociada con el Sol es la paternidad.
El Sol comparte esta función con Saturno, pero uno y otro representan facetas
muy diferentes. La situación del Sol en la carta natal suele relacionarse con la
vi:vencia que tiene el individuo del padre, y no necesariamente de su padre real,
sino de todas las personas que de un modo u otro han desempeñado o desempe­
ñan ese papel en su vida. Con frecuencia, la madre cumple de hecho la función
paterna, en cuyo caso será esa la relación simbolizada por el Sol. Un concepto
clave es que el Sol representa la experiencia que se ha tenido del padre y ño la
verdad objetiva sobre él. En realidad, lo que muestra el Sol es la relación con
todas las figuras de autoridad. Como componente del arquetipo paterno, repre­
senta la función del padre en cuanto configura la voluntad, particularmente la
voluntad de ser, por derecho propio, una fuente libre e independiente de poder
y energía.
Por lo que llevo dicho, debería estar ya claro que un emplazamiento débil
del Sol en un horóscopo significa poca vitalidad, y de alguna manera la incapa­
cidad de defenderse solo. En el nivel psicológico puede indicar un individuo
que está demasiado sometido a la voluntad de otro, o que no puede defender y
proteger lo que valora, por lo menos mediante una confrontación directa. En el
nivel físico, un Sol débil puede indicar debilidad corporal, una tendencia a las
enfermedades y las alergias, o simplemente falta de fuerza muscular. Llegar a
comprender bien al Sol en un horóscopo es un paso importante hacia la com­
prensión de la persona.

La Luna
Junto con el Sol y el Ascendente, hay coincidencia en que la Luna es uno de los
puntos esenciales de la carta. Pero cuando se leen las descripciones astrológicas

56
de la Luna, su significado básico es difícil de captar. Se nos habla de sus mani­
festaciones superficiales, pero la idea central permanece imprecisa.
La Luna representa dos arquetipos básicos. Primero, es el arquetipo del me­
dio o del recipiente o contenedor en el que puede manifestarse una energía. Es
también el arquetipo de la matriz, fuente u origen de todas las cosas. En lo fun­
damental, como demostraremos, estos dos arquetipos en realidad son uno.
El símbolo gráfico de la Luna es un tazón puesto sobre el borde, que mira a
la izquierda o a la derecha (según que esté representando la Luna creciente o
menguante). El símbolo se deriva evidentemente de la forma en que aparece la
Luna entre el tercer cuarto y la luna nueva, o entre la luna nueva y el primer
cuarto. La forma de tazón sugiere también un recipiente, que da forma a aquello
que contiene, lo limita y ayuda a definirlo. Esta idea es central para la compren­
sión de la Luna, pero debemos entender el concepto de «recipiente» o «conte­
nedor» en un sentido amplio. Me refiero a la acción de contener, a la idea de
proporcionar un ambiente, un sitio, un lugar o un entorno, es decir, a un con­
junto de circunstancias en las que algo puede tener lugar.
El hecho de contener puede considerarse como puramente pasivo, y en
nuestra cultura la pasividad se valora muy poco. Pero es necesario ir más allá
de los límites de la propia cultura para entender este principio. La Luna es el ar­
quetipo planetario del yin, el par del yang, que viene indicado por el Sol. El
principio yin define las circunstancias y condiciones en las que puede manifes­
tarse la energía yang. La naturaleza y la situación de la Luna en el horóscopo
pueden limitar y restringir el funcionamiento de las energías vitales, o colabo­
rar con él. La forma manifiesta final de cualquier cosa se debe tanto al princi�
pio yin, que la contiene, como a las energías que la impulsan o la motivan. La
naturaleza yin de la Luna da lugar y forma a la acción yang del Sol. Es la raíz y
el cimiento de lo que se puede experimentar, de lo que existe. En sí misma no
significa acción ni vivencia, pero sin ella ninguna de las dos puede existir.
Pero el hecho de contener, de proporcionar un medio para la vida, da origen
a otro factor cuya importancia para la comprensión de la Luna es aún mayor.
Todo ente, especialmente todo ser viviente, pasa por un período previo a la ma­
durez, durante el cual se desarrolla y crece, y no está listo todavía para aparecer
y funcionar en el mundo. Durante ese tiempo el ente existe en una especie de
contenedor que lo protege y a la vez le da estructura y forma. Puede ser un hue­
vo, un útero, la Tierra o una semilla, por no mencionar más que algunas de las
posibilidades. Este es el principio del contenedor como la matriz que nutre. Es
otro de los temas centrales de la Luna. Por esta razón, se la conecta con todas
las formas de la maternidad, tanto en el sentido literal como en el metafórico.
La posición de la Luna en la carta afecta a los seres humanos con más fuerza
justo antes y después del nacimiento, cuando más dependen de la madre. La Luna
simboliza también, a lo largo de la vida, nuestra vivencia de sentimos «nutri­
dos» en todos los sentidos, protegidos y apoyados. Las energías de la Luna no

57
se manifiestan solamente en el hogar donde crecimos, donde vivimos de niños,
sino también en el hogar donde nos refugiamos cada día al anochecer para re­
cuperar fuerzas después de las actividades cotidianas.
En un sentido más amplio, el universo físico es en última instancia el medio
en el que tiene lugar gran parte de nuestra vida. (No considero que la intros­
pección, la meditación y otras formas de actividad mental, psíquica o espiritual
puramente internas tengan lugar en el universo físico.) Por consiguiente, la po­
sición de la Luna en el horóscopo indica nuestra actitud con respecto al hecho
de estar encarnados en el universo físico. Ciertas dificultades con la Luna natal
indican que uno se siente solo, alienado del universo físico y extranjero en él,
con la sensación de no pertenecer a este mundo. Una Luna bien emplazada, por
otra parte, significa un individuo que se siente en su casa en el planeta Tierra.
Si usted tiene a la Luna en mala situación en su tema, es probable que sienta con
frecuencia que lo único que justifica su existencia es lo que hace, no lo que es
o quién es. Expresiones como «Estoy en casa», «Me siento bien» y «Este es mi
lugar» pertenecen a la energía de la Luna.
Esto nos lleva directamente al segundo de los principales significados de la
Luna, que, como enseguida podremos ver, está íntimamente relacionado con el
primero. Es la idea que tenemos del lugar de donde provenimos: la fuente, la
matriz, la Gran Madre. Es nuestro pasado, la niñez, la herencia o la familia (tan­
to la presente como la ancestral). Está también relacionada con lo que pensa­
mos de nuestro país, de nuestra tierra natal. Y es interesante señalar la tenden­
cia común a tratar a la patria como madre: lo demuestran las terminaciones
femeninas de los nombres de muchas naciones.
Con frecuencia, la actitud de un individuo hacia el hogar y la familia de su
infancia está representada en la carta por la Luna. Las personas que tienen a la
Luna mal emplazada tienden a querer alejarse del pasado, a negar y borrar su
influencia en su vida. Muchas veces sienten que el pasado las aplasta con su peso,
las sofoca, las limita y no les deja ser libres. De adultas, es frecuente que ten­
gan dificultades con cualquier tipo de intimidad, especialmente si implica un
compromiso.
Los conceptos de contenedor, matriz y fuente dan origen todavía a otra fa­
ceta psicológica de la Luna. Mientras que la energía yang es consciente, las li­
mitaciones y formas que le impone la matriz o medio en que opera no son ge­
neralmente conscientes (a menos, claro, que el individuo haga un esfuerzo por
volver la mirada hacia adentro, hacia la estructura interna de su propio,yo).
Además, la Luna en cuanto principio de nutrición nos afecta con más fuerza en
una época de la vida en que no somos demasiado conscientes. Por ambas razo­
nes, la acción de la Luna tiende a ser inconsciente. O bien es una parte de la
estructura del yo que no ha sido examinada (aunque a cada minuto del día in­
fluya en nuestro pensamiento y nuestra percepción), o se relaciona con expe­
riencias muy tempranas, incluso prenatales, y que por lo tanto no son conscien-

58
tes. La Luna está relacionada con suposiciones inconscientes que hemos hecho
sobre la vida desde el comienzo, con actitudes que sin darnos cuenta hemos
aprendido de nuestros padres, con pautas mentales hereditarias como los ins­
tintos y, lo que es muy importante, con pautas psicológicas que se generan en
vivencias infantiles, tanto positivas como negativas.
Aunque no es del todo exacto decir que la Luna es el inconsciente, es verdad
que en buena medida opera de manera inconsciente. No estamos acostumbra­
dos a observar nuestros procesos mentales inconscientes y tendemos a pasarlos
por alto o a ser incapaces de percibirlos a no ser que nos entrenemos especial­
mente para ello. Ciertamente, nuestros aspectos lunares no se pueden entender
por medios puramente racionales: es preciso captarlos mediante los sentimien­
tos y las emociones.
En la mayor parte de la bibliografía astrológica se considera a la Luna como
el principal indicador de las emociones. Vamos a ver por qué. Las emociones
son una de las principales manifestaciones de la parte del yo que es hereditaria
o se estructura a una edad muy temprana. Son uno de los signos más fuertes de
que se está activando algo profundamente guardado dentro de uno mismo, la
parte que más probabilidades tiene de estar dominada por las energías lunares.
Las emociones no aciertan ni más ni menos que la mente racional cuando se tra­
ta de emitir juicios. Lo único que pasa es que la mente racional, como no tiene
fácil acceso al poder de las emociones, desconfía de ellas. Y esto es tanto más
válido cuanto más conscientemente se identifica uno con la mente racional. En
alguien que no establezca escisión alguna entre las naturalezas racional y emo­
cional, puede haber una capacidad mucho mayor de emitir juicios poniendo en
juego todas las facultades del yo.
Es frecuente que las partes de la mente dominadas por la Luna actúen como
programas de ordenador, es decir, como pautas completamente mecánicas que
se ponen en movimiento automáticamente y de forma completa por la acción
del estímulo adecuado. En el nivel físico, es lo que se conoce como un reflejo.
Pero tenemos también reflejos emocionales, que son difíciles de modificar por
consideraciones racionales. Además, como son instintivos o tienen su origen
muy al comienzo de la vida, su resultado suelen ser comportamientos que no se
consideran apropiados en los adultos.
Y sin embargo, una gran parte de nuestro comportamiento requiere un jui­
cio instantáneo y una respuesta rápida. Cuando un coche se nos viene encima,
no tenemos tiempo para pensar qué haremos. De modo similar, no pensamos
qué es exactamente lo que hacemos cuando caminamos: qué músculos move­
mos, etcétera. Todo esto son pautas lunares que tenemos en el interior de la
mente. Rigen una porción de nuestra actividad mayor que la gobernada por el
pensamiento racional, y son indispensables. El Sol (y, como veremos, también
Marte) representa la energía que usan los músculos, pero las pautas de esa ener­
gía, su forma de trabajar, generalmente son lunares.

59
Hay otra faceta de la Luna que se deriva de su asociación con el incons­
ciente. Éste no se ocupa de las pautas y restricciones que impone la conciencia.
En particular, no reconoce separaciones. Todo es uno, y todo tiene lugar en un
continuo. En cierto nivel, las partes lunares de la mente están en contacto con
todo, en todos lados. La Luna, entonces, se convierte en uno de los indicadores
de capacidad «psíquica», un modo de percepción en el que todo está en cierta
manera conectado.
El sexo femenino, por lo menos en su papel tradicional, es más yin que el
sexo masculino. Por consiguiente, a la Luna se la ha asociado siempre con las
mujeres. Y es evidente que la conexión de la Luna con la maternidad y del Sol
con la paternidad hace que se asignen estos planetas a los sexos femenino y
masculino respectivamente. Incluso hoy parece que la Luna simbolizara con
más frecuencia a las mujeres que a los hombres. Creo, sin embargo, que tie­
ne más que ver con los papeles que ha desempeñado la mujer (el de esposa y el
de madre) que con ella misma. Ambos sexos llevan dentro elementos psicoló­
gicos masculinos y femeninos, y por el momento no está claro en qué medida
la sexualidad de la mujer está condicionada y en qué medida es innata.
En la astrología tradicional se dice que la Luna simboliza a la gente de un
país por oposición a sus gobernantes, de quienes se supone que son solares. Hay
mucho de verdad en esto, incluso en la medida en que un individuo con una
Luna fuerte y bien emplazada puede apelar a grandes grupos de personas y ha­
cerles sentir que es uno de ellos. Para políticos y vendedores, esto es una exi­
gencia. Pero una parte de la idea proviene también de la suposición de que la
gente es en gran medida pasiva en relación con sus gobernantes. Actualmente
esto es menos válido, aunque lo sigue siendo claramente en épocas de relativa
tranquilidad, cuando los gobernantes encuentran poca resistencia en el pueblo.
Sin embargo, en épocas de disturbios sociales, cuando la gente de un país es
consciente de lo que quiere y se opone a los intereses de sus gobernantes, el
pueblo no es nada lunar.
Para concluir con esta descripción del simbolismo lunar, hay que precisar
un punto importante. Hemos dicho ya que al parecer los astrólogos no han en­
tendido a la Luna tan bien como al Sol, y no le han concedido la misma impor­
tancia. Esto se debe a algo que en nuestra cultura se ha manifestado como ma­
chismo, pero que en realidad constituye una carencia mucho más profunda.
Nuestra cultura ha perdido el contacto con el poder yin. Nos esforzamos por ir
al encuentro del mundo para aferrarlo por la garganta y así dominarlo. No en­
tendemos el camino de la espera y el aprendizaje para encajar en el todo y con­
vertirnos en partes de él. El único papel que respetamos completamente es el
del dominio: del universo, de la naturaleza, de las circunstancias o de nosotros
mismos. La Luna representa la energía de un sendero alternativo, el de conver­
tirse en parte de, el de pertenecer, el de la sumisión creativa a aquello que no ga­
naremos nada con dominar. No es suficiente que el sexo femenino alcance la

60
igualdad política con el varón si el principio yin no alcanza también la igualdad
con el yang. Tanto el hombre como la mujer son yin, y los dos son yang. Mien­
tras actuemos como si el yin no fuera un principio de la misma categoría que el
yang, afrontaremos la vida como seres a medias, incompletos y fuera de con­
tacto con la naturaleza. Mediante el estudio de los símbolos astrológicos es po­
sible obtener algún atisbo de lo que significa ser alguien completo.

Mercurio
A este planeta con frecuencia se lo subestima en los escritos astrológicos. En
parte, esto se debe a que no suele ser un motivo obvio de dificultades para la
gente. Y además sospecho que su simbolismo resulta en general menos intere­
sante que el de otros planetas. Sin embargo, es un símbolo de una enorme im­
portancia. Se relaciona con la mente, especialmente con las capacidades lógica
y de razonamiento, y con todas las formas de comunicación. Además, Mercu­
rio (junto con Urano) es el indicador del sistema nervioso, porque los nervios
permiten que los órganos se comuniquen entre sí. En el mundo, Mercurio se re­
laciona con todas las formas de transporte y de movimiento; pero, por más im­
portantes que sean estas atribuciones tradicionales, no dejan bien clara la im­
portancia real del planeta.
La importancia de Mercurio proviene de dos fuentes. La primera es la función
que cumple el planeta, y la segunda el mecanismo por cuya mediación opera el
simbolismo.
Mercurio significa el poder de superar la brecha que existe entre entes se­
parados. El mundo tal como lo ve la conciencia humana normal es un mundo de
divisiones. La primera de ellas es la división entre sujeto y objeto, entre yo y tú.
Yo no puedo tener tu vivencia, ni tú la mía. Aunque jamás podemos ponemos
plenamente en el lugar del otro, tampoco estamos totalmente aislados. Pode­
mos comunicamos, y la comunicación es una de las principales funciones de
Mercurio.
A medida que vamos saliendo del estado de conciencia infantil en el que nos
parece que todo es más o menos una unidad, tomamos conciencia de que esta­
mos separados del universo que nos rodea. Al mismo tiempo, adquirimos la ca­
pacidad de hablar, de compartir conocimientos y experiencias, y también de
permitir a los demás que hagan lo mismo. Esta facultad es peculiarmente huma­
na. Gracias a ella podemos transmitir nuestra cultura de una generación a otra, sin
tener que esperar a que la naturaleza vaya creando nuevas formas de comporta­
miento programado mediante el instinto, que evoluciona muy lentamente.
De esta manera, Mercurio es un aspecto de la conciencia misma: crea la re­
lación entre sujeto y objeto, necesaria para que exista la conciencia. El niño em­
pieza a hablar (una función mercuriana) en el preciso momento en que su con-

61
ciencia comienza a captar el hecho de que las personas están efectivamente se­
paradas entre sí, en particular él y su madre. También es aproximadamente en
esta época -por lo general antes- cuando el niño aprende a caminar, otra fun­
ción mercuriana. Al aprender a movernos físicamente entre lo que nos rodea
también aprendemos a superar las brechas que hay entre nosotros y los demás.
La segunda fuente de la importancia de Mercurio es que representa el poder
de inventar símbolos, lo que por extensión incluye todas las formas de transmi­
sión de datos.
Todo lo que sabemos, experimentamos, sentimos, creemos o dudamos se
concreta por medio de signos que en nuestra mente representan hechos, expe­
riencias o entes reales. Por ejemplo, nuestra impresión visual de un árbol no es
el árbol. Es la forma en que el cerebro experimenta el impacto de un determina­
do conjunto de ondas luminosas concentradas en la retina. Lo que vemos como
un árbol no es más que nuestra vivencia de un aspecto de la realidad total del
árbol. Todas las otras impresiones sensoriales también son de este tipo: las
crea el cerebro al recibir los datos de los óranos de los sentidos.
Un hecho notable en lo que se refiere a los impulsos nerviosos es que en ge­
neral son idénticos. Lo que varía es la parte del cerebro que recibe cada con­
junto de impulsos. O sea que es el cerebro el que crea, experiencias sensoriales
como imágenes visuales, olores, sonidos, sabores, texturas, etcétera. De esta
manera somos, literalmente, los creadores de nuestra propia experiencia. Cada
vivencia sensorial es un signo creado por el cerebro que corresponde (por lo
menos la mayoría de las veces) a una realidad física.
Habitualmente identificamos nuestras experiencias sensoriales con el uni­
verso físico, de tal modo que no podemos ni siquiera concebirlo separado de los
signos que el cerebro crea para representarlo. La física moderna nos resulta di­
fícil de captar precisamente porque, para relacionarnos con lo que nos muestra,
nos exige que vayamos más allá de los sistemas de signos del cerebro. Lo que
éste percibe tiene una correspondencia fiable, pero no inevitable, con la reali­
dad. Se puede crear la vivencia de la luz en la oscuridad total: simplemente
ejerciendo durante un rato una suave presión sobre los párpados cerrados, ve­
remos luces. En ello no interviene ninguna radiación electromagnética. No im­
porta qué sea lo que estimula los nervios ópticos: si hay algo que los estimule,
los centros ópticos del cerebro lo interpretarán como luz.
Somos nosotros quienes hacemos que los signos que el cerebro crea para
identificar las experiencias representen la realidad física. La vivencia del mun­
do exterior, por más profunda que sea, no consiste más que en esos signos: el
mundo exterior como tal está más allá de la posibilidad de experimentarlo di­
rectamente. Pero usando los signos que representan las experiencias, creamos
sistemas complejos, mapas mentales a los que llamamos realidad. Si nuestro
mapa nos permite interaccionar eficazmente con el universo, nos comportamos
de manera «realista». Si no, somos víctimas de la ilusión.

62
En este proceso nos ayuda la memoria, que nos permite evocar a voluntad
los signos de las experiencias. Y la memoria cuenta con la ayuda de otro recur­
so, el lenguaje, constituido por signos de signos. Si llamamos signos primarios
a los creados directamente a partir de la experiencia, entonces el lenguaje con­
siste en signos secundarios, terciarios e incluso de orden mayor. Nosotros tra­
ducimos los signos primarios de la experiencia a los signos de orden mayor del
lenguaje, que tienen la virtud de que se los puede poner por escrito. En las so­
ciedades no alfabetizadas, la poesía cumplía la misma función (el ritmo, la rima
y el metro servían para ayudar a la memoria).
El lenguaje nos permite también reducir la brecha entre nosotros y los de­
más, transmitiéndoles una comprensión parcial de nuestro personal mapa de la
realidad. Evidentemente, en la traducción siempre se pierde algo, porque los
signos primarios de la experiencia son mucho más poderosos que los signos de
orden mayor del lenguaje. Esta es una de las razones de que hayamos creado
algo más poderoso que el lenguaje verbal, algo capaz de transmitir en mayor
medida el poder inmediato de los signos primarios. Ese algo es el arte en todas
sus formas. Aunque no sea tan preciso como el lenguaje verbal para determina­
dos fines, es mucho más poderoso para transmitir ciertos tipos de experiencia.
En la medida en que el arte es comunicación, su indicador es Mercurio (aunque
el acto de la creación pertenece a Venus).
La traducción de la experiencia inmediata al lenguaje no se logra sobre la
base de una equivalencia de elementos. Se han de traducir no sólo las vivencias
como tales, sino también las relaciones que hay entre ellas. El propio lenguaje
debe contener las reglas para hacerlo, y esas reglas no se derivan directamente
de la experiencia. Así el lenguaje, como habla y como pensamiento, alcanza en
la mente una vida propia, aparte de la experiencia. Surgen conceptos que no se
derivan directamente de la experiencia, pero que nos ayudan a formarnos re­
cuerdos de ella, y a su vez pueden influir en experiencias posteriores. Y crea­
mos conceptos de nivel aún más alto, que representan grupos de conceptos y de
vivencias.
Sucede, pues, que constantemente tenemos que traducir ideas y signos de
uno a otro nivel, y creamos varios mapas diferentes de la realidad según que es­
temos pensando, hablando, imaginando o simplemente teniendo una experien­
cia. La mente debe ser capaz de pasar con rapidez de un nivel de signos a otro,
e idealmente debe ser capaz de comunicarse con otros. En este sentido la inte­
ligencia es como la destreza física, que también es mercuriana. Ambas se rela­
cionan con manejos rápidos y eficientes que pueden tener que ver -o no- con
un contexto significativo.
La creación de mapas o conjuntos de signos que correspondan a la realidad
o a otros grupos de signos es una función mercuriana. Y con mucha frecuencia,
nos encontramos con que los signos que representan las cosas operan simultá­
neamente en varios medios diferentes. Es obvio que el lenguaje oral y el escrito

63
son sistemas de signos que funcionan en estrecho paralelo, pero no lo es tanto
que las ondas de radio modificadas para que puedan transmitir sonidos e imá­
genes de vídeo constituyan también un conjunto de signos que pueda ser para­
lelo al lenguaje.
La conversión se hace mediante un proceso conocido como modulación. Se
puede considerar modulada cualquier cosa cuyo estado normal haya sido mo­
dificado para que se la pueda usar como un medio para la transmisión de datos.
A los dispositivos que transmiten datos de un medio a otro se los conoce en los
lenguajes como traductores, y en términos mecánicos como transductores. La
traducción y la transducción son importantes funciones de Mercurio. El len­
guaje hablado traduce la experiencia a ondas sonoras, y el lenguaje escrito la
traduce a pautas visuales, en tanto que un grabador transforma por medio de un
transductor los sonidos en pautas magnéticas y viceversa.
Mercurio no es ni los mapas mismos, ni los lenguajes, ni los medios mecá­
nicos en los que se almacenan los datos, ni tampoco ninguno de los signos que
los representan. Es el «proceso» de crear los mapas o los lenguajes, de almace­
nar los datos o los signos, y de asegurarse de que cada mapa creado correspon­
da al conjunto originario de experiencias, ideas o signos que representa.
Mercurio se manifiesta en la acción de los nervios, que son los canales físicos
por cuya mediación se llevan a cabo estos procesos en el cuerpo, y en la acción
del cerebro, donde tiene lugar la confección de los mapas. (De hecho, el cerebro
se relaciona con varias energías planetarias diferentes. Es solar en cuanto rige
el cuerpo, lunar en cuanto es la sede de sentimientos y pautas de comporta­
miento, y de diversas maneras se relaciona también con los otros planetas.)
La inteligencia es la capacidad de manejar todos los procesos y funciones
que se atribuyen a Mercurio. Las personas de inteligencia superior son más ca­
paces de tratar con varios niveles de abstracción en cuanto a los signos con los
que opera el cerebro, y son más capaces de hacer traducciones de un sistema de
signos a otro.
La conciencia, por otra parte, es diferente de la inteligencia. La concien­
cia se relaciona con la sensatez, en cuanto tiene que ver con mantener la clari­
dad mental respecto de lo alejado de la experienciii directa que puede estar un
conjunto de signos. La gente que es inteligente pero que carece de sensatez
o conciencia puede confundir los conceptos de alto nivel con las cosas que re­
presentan y permitir que la estructura de sus conceptos modifique la forma en
que se enfrentan con la verdad. La persona sensata siempre tiene presente que
los conceptos no son más que representaciones, y además un tanto arbitrarias.
Una persona puede tener relativamente poca inteligencia, y aun así ser sensata.
En este caso, es menos probable que sus procesos de creación de símbolos se
interpongan en el camino de sus experiencias.
Mercurio está relacionado con los viajes porque viajando completamos los
detalles de nuestro mapa de la realidad. Sin embargo, es el indicador de los via-

64
jes habituales, de los cotidianos, no de los viajes largos, que rompen la conti­
nuidad con la experiencia normal y por lo tanto expanden la mente.
A Mercurio se lo ha asociado también con la juventud, pero yo no creo que
esta asociación sea intrínseca al símbolo. Probablemente surgió porque los efec­
tos más fuertes de Mercurio se dan en los comienzos de la vida, cuando se con­
solidan las pautas mentales básicas, y por ello sigue estando mentalmente
conectado con la juventud. De esta circunstan;;ia se derivan también sus carac­
terísticas andrógina y presexual.
La naturaleza mercuriana produce con frecuencia inquietud, un apetito de
información. Las energías de Mercurio pueden ser causa de que la mente inten­
te pasar a una experiencia nueva antes de haber digerido y asimilado una ante­
rior. Por eso, a menos que se disciplinen, las personas de naturaleza mercuria­
na corren el riesgo de ser superficiales en su aprendizaje.
Mercurio tiende también a preocuparse por los detalles, un rasgo que pro­
viene de su función de incorporar muchos signos a mapas que deben ser tan cla­
ros como sea posible. Por lo tanto, los detalles de los propios signos también
tienen que ser muy claros. A veces, este hábito puede convertirse en una exce­
siva meticulosidad, en la que la exagerada preocupación por los detalles reem­
plaza al interés por la experiencia real. Este aspecto de Mercurio es el que está
más asociado con Virgo. Una persona mercuriana también puede llegar a preo­
cuparse más por la elegancia de una idea que por su utilidad, y en esto Mercurio
se acerca más a la naturaleza de Géminis.
En el nivel más elevado, se asocia a este planeta con el Logos o la Palabra,
el aspecto de la divinidad en el que la voluntad de Dios se traduce a las particu­
lares formas y estructuras del universo creado. Los ocultistas han considerado
siempre que el universo físico en sí mismo no es más que un conjunto de signos
o un mapa que corresponde a la naturaleza divina. Todo conocimiento y toda
sabiduría vienen por mediación del Logos, cuyo símbolo planetario es Mercu­
rio. Así, mientras se reconozca que el proceso del conocimiento es menos im­
portante que lo que se llega a conocer, Mercurio es uno de los símbolos más
elevados.

Venus
En el universo hay dos clases de fuerzas que reúnen las cosas. Una de ellas es
coercitiva, intenta reunir los elementos independientemente de su naturaleza
individual o de sus inclinaciones. Una fuerza de este tipo, que opera desde fue­
ra, no expresa la naturaleza intrínseca de los elementos que están en juego y
crea un conflicto cuando éstos se resisten a la energía de la coerción impuesta
desde fuera. La fuerza externa debe mantenerse, o los elementos a los que se
obliga a estar juntos se separarán e intentarán recuperar la libre expresión de lo

65
que son. Según las condiciones, este tipo de fuerza coercitiva puede estar re­
presentado por diversas combinaciones de Marte, Saturno y Plutón.
La segunda fuerza funciona de otra manera. Brota desde el interior de los
entes que se vinculan como expresión de su naturaleza intrínseca y no de la vio­
lación de ésta. Es decir, la unión es voluntaria, no involuntaria. Los entes se
reúnen porque sus diferencias se complementan. Juntos pueden crear una to­
talidad nueva que es superior -más perfecta, completa y estable- al estado de
separación en el que antes existían. Éste es el poder que se manifiesta en la
unión de las partículas subatómicas en átomos, de los átomos en moléculas, de
éstas en complejos moleculares, células, organismos y así sucesivamente.
Aunque la esencia de esta energía que une de un modo no coercitivo es
constante en todos los niveles del ser, se manifiesta de diversas maneras. En un
nivel se podría hablar de atracción electrostática, en otro de la energía que man­
tiene unidas las moléculas, y en otro de gravitación.
La vivencia que tienen los seres humanos de esta fuerza es el amor. De to­
das las fuerzas que reúnen a las personas, el amor es la que produce las uniones
más estables. No me refiero al enamoramiento, que es un estado de embota­
miento temporal que se produce cuando dos personas proyectan la una sobre la
otra sus propias creaciones mentales. Me refiero a querer a la gente, a que las
personas nos gusten tal como realmente son. Las uniones producidas por el
amor son estables porque nos permiten expresamos a nosotros mismos mejor
de lo que podríamos hacerlo si no existieran. Este tipo de unión voluntaria man­
tiene más estrechamente unida a la gente que cualquier otra basada en la coer­
ción, e incluso en el beneficio mutuo.
Venus es el indicador planetario de este segundo tipo de fuerza de unión y
en particular del amor. También representa la belleza y la creación. La belleza
surge cuando un conjunto de relaciones entre diferentes personas les permite
expresarse de forma más completa y ser ellas mismas de un modo más perfec­
to. La creación es el acto de combinar elementos separados para formar un todo
que se acerque más a l.a perfección, y que a menudo revela facetas que no se po­
nían de relieve cuando esos elementos estaban separados. Un artista es alguien
que ve esas potencialidades y tiene la capacidad de llevarlas a la práctica.
No se debería confundir «bello» con «bonito», aunque a veces lo bello tam­
bién sea bonito. Gran parte del arte es bello y a la vez grotesco, como por ejem­
plo las gárgolas de las catedrales medievales. El arte verdaderamente bello, sin
embargo, expresa siempre una verdad que no se manifestaba antes, y eso es lo
que lo hace bello. El verso de Keats, «La belleza es verdad, la verdad es belle­
za» es literalmente verdadero.
Dondequiera que opere Venus se puede ver claramente la armonía produci­
da por algo que se mueve de acuerdo con la naturaleza y consigo mismo. En sus
manifestaciones más elevadas, este planeta expresa siempre una belleza que no
es solamente estética sino también, de algún modo, funcional. Esa función pue-

66
de ser algo así como hacer que la gente tome más conciencia de sí misma y que
esté más en armonía con su mundo. Cuando el materialista afirma que todo
debe justificar su existencia siendo útil, sólo se equivoca en cuanto da a la pa­
labra «útil» un significado demasiado estrecho. Proporcionar a la gente una sen­
sación de armonía con su mundo es tan útil como asegurarse de que no le falten
recursos materiales.
Todas las fuerzas venusianas son vividas como atracciones espontáneas. Por
esta razón, a menudo se asocia a Venus con la atracción misma. Pero este pla­
neta sólo rige las atracciones espontáneas que se expresan por sí mismas, y en
las que ninguna de las dos partes tiene que violar su propia naturaleza para par­
ticipar en ellas.
Venus y Marte, el próximo planeta del que nos ocuparemos, funcionan como
una polaridad. Mientras que Venus es un planeta de fusión, Marte nos ayuda a
establecer nuestra propia identidad. A menos que tengamos establecido nuestro
propio yo como individuos, Venus no podrá actuar adecuadamente en nues­
tra vida. Tenemos que expresarnos, ser lo que realmente somos, antes de poder
amar y ser amados de verdad. Si el amor es una atracción que llega por medio
de la expresión auténtica de uno mismo, lo primero que debe haber es una indi­
vidualidad que se exprese. Quienes han renunciado a su individualidad en lo
que ellos creen que es una relación amorosa suelen preguntarse por qué su pa­
reja pierde interés en ellos. Es difícil amar de verdad a una p_ersona cuya indi­
vidualidad ha quedado sumergida, por más que se haya sumergido en uno mis­
mo. A muchos que fracasan en su intento de establecer relaciones amorosas
positivas les sucede eso porque no tienen fe en su propia individualidad. Inclu­
so hay quien suele poner en peligro sus necesidades para llevarse bien con otra
persona. Entonces, su verdadera naturaleza se encuentra en conflicto con el pa­
pel que ha asumido, y la relación se vuelve tensa. Llegado cierto momento, la
relación tendrá que reajustarse para dejar aflorar la verdadera individualidad de
cada uno de los implicados, o tendrá que terminar.
El simbolismo de Venus es particularmente importante para la astrología
como estudio de la individualidad humana que se esfuerza por lograr que la gen­
te entre en contacto con su propio y auténtico ser. Desarrollar bien la propia
energía venusiana es esencial para cualquier tipo de terapeuta, porque su rela­
ción con el cliente no sólo debe expresar la naturaleza de ambos, sino que tam­
bién debe permitir que cada uno de ellos y su forma de expresarse a sí mismos
se desarrollen del modo más completo posible. Cualquier relación que haga que
la gente se realice más plenamente es venusiana.
Con frecuencia se ha dicho que así como una molécula se compone de áto­
mos, y el cuerpo de células y tejidos, la sociedad se compone de individuos.
Creo que esto está implícito en lo que he dicho hasta ahora. Sin embargo, hay
quien proclama que la sociedad es el próximo nivel de la evolución orgánica, y
se vale de esta afirmación para justificar los sistemas totalitarios que reprimen

67
la libertad individual. De acuerdo con esta teoría, el individuo es menos impor­
tante que el Estado y debe vivir para servirlo. Espero que haya quedado claro
que esto no es realmente una manifestación de las energías de Venus, y tam­
bién que no representa de ninguna manera el tipo de energía evolutiva que ve­
mos en la naturaleza. Un Estado que exige del individuo mucho más de lo que
le da es una manifestación del primer tipo de energía a que me he referido an­
tes, la energía coercitiva que confía en la fuerza externa para mantenerse. Un
Estado de estas características termina por desintegrarse. Por otro lado, nin­
gún Estado se ha aproximado siquiera a la realización del ideal de una unión
creativa de seres plenamente individualizados que se reúnen para realizarse y
gratificarse los unos a los otros. El Estado no es, en modo alguno, un paso ade­
lante en la evolución biológica: todavía ha de llegar algo nuevo.
Antes de terminar el análisis de este planeta, quiero referirme a otro punto
importante que se desprende del concepto del amor. A Venus también se lo aso­
cia con el amor que nutre y educa proporcionado por la madre. En unión con la
Luna, constituye la parte planetaria del conjunto de símbolos que representan a
la madre. Debido al aspecto de expresión de la propia personalidad que incluye
Venus, no es necesario que alguien sea nada en particular para ser amado. Yo
no te amo porque hagas esto o aquello; te amo simplemente porque existes y
yo existo y está en mi naturaleza amar lo que tú eres. El ejemplo más profundo
de esto, y el que nos proporciona la base para que más adelante en la vida poda­
mos dar y sentir amor, es la vivencia de haber sido amados por nuestros padres,
en especial por nuestra madre (aunque esta clase de amor no se restringe en modo
alguno exclusivamente a la madre).
Venus es como la Luna en cuanto no se preocupa manifiestamente por las
distinciones y los detalles. Lo que da, lo da libremente y sin preocuparse por si
es lo apropiado o por si el objeto de su afecto es digno de recibirlo. Esto es bas­
tante obvio si nos fijamos en la clase de gente de quien se enamoran algunas
personas.
A Venus se lo ha asociado demasiado estrechamente con Tauro, uno de los
dos signos que tradicionalmente rige. Debido a ello, muchos astrólogos moder­
nos suelen pasar por alto la conexión entre este planeta y el amor y lo ven sólo
como la manifestación planetaria del lado negativo de Tauro, como la imagen
de un ser pasivo, excesivamente amante del lujo y la comodidad, y mal dis­
puesto a esforzarse. Hay cierta base en esto en cuanto Venus, al ser una energía
yin, no tiende especialmente a autoafirmarse, y en cuanto atrae las cosas hacia
nosotros en vez de hacernos ir en pos de algo que queremos. Además, el amor
venusiano por lo bello puede degenerar en afición por lo chabacano y lo llama­
tivo. Sin embargo, esto no es intrínseco en Venus, sino una manifestación per­
vertida causada por la interferencia de otras energías planetarias o por el em­
plazamiento de este planeta en un signo con el que no armoniza. Aunque hay
evidentemente cierta afinidad entre ellos, yo no estoy del todo seguro de que

68
Venus «rija» a Tauro, y no se debe suponer sin más que sean idénticos. Tauro
es mucho más terrestre y menos acuoso que Venus. (En el capítulo 1 O hablo del
significado de los elementos.)
Normalmente, los venusianos son personas cálidas y afectuosas, dotadas de
mucho don de gentes. Disfrutan al estar con sus seres amados y a menudo se
sienten incómodos en soledad. Más que cualquier otro tipo planetario, el venu­
siano reconoce el poder que proporciona, para afrontar creativamente la vida, el
hecho de estar con un ser amado.

Marte
No nos limitamos simplemente a existir; debemos existir como algo o alguien
en particular. Y también ser capaces de mantener nuestra individualidad frente
a las presiones del mundo y de los otros miembros de la sociedad, presiones que
amenazan con violar nuestra auténtica naturaleza e incluso nuestra superviven­
cia. Nada existe en la naturaleza sin que la energía de Marte lo capacite para
sobrevivir. Todo mantiene su verdadera naturaleza por medio de la energía
marciana, que es sumamente individualista y nos lleva a subrayar más las dife­
rencias que las similitudes. Esta es una de las características que Marte com­
parte con Saturno.
Un exceso de energía marciana puede ser causa de que intentemos sobrevi­
vir eliminando a nuestros posibles competidores. En este sentido, una persona
con una fuerte influencia de Marte puede ser una am�naza para la energía mar­
ciana de los demás. Esta es la fuente del conflicto: la incapacidad de las energías
marcianas de dos personas para operar en el mismo espacio. Un exceso de agre­
sividad no es más que una sobreabundancia de energía de supervivencia, que
siente que debe controlar todo lo que tiene alrededor. Como veremos, esto no
es en realidad típico de Marte cuando el planeta funciona de manera sana.
Como el Sol, también Marte es una energía yang que nos permite hacer co­
sas. Pero sólo es eficaz cuando trabaja por nuestra propia supervivencia y nuestra
autoafirmación. La energía marciana está centrada en uno mismo, no es altruis­
ta, pero se puede transmutar hasta mostrarse desinteresada. En la guerra, por
ejemplo, la gente puede estar dispuesta a sacrificarse por el bien del Estado,
pero para que esto suceda, deben identificar su propia supervivencia y su nece­
sidad de ser lo que son como personas con la supervivencia de la nación. Cuan­
do la gente toma conciencia de que la guerra se está librando exclusivamente
para beneficio de los gobernantes, ya no pelea con la misma energía desinte­
resada.
Esto nos acerca a uno de los atributos más peculiares de Marte, su facultad
de identificación. En su forma más burda, la energía marciana hace referencia
a la supervivencia biológica, pero la mente humana puede ser la metáfora de las

69
funciones puramente biológicas. Se ponen en juego aspectos de la vida que nada
tienen que ver con las funciones biológicas originarias de una pauta energética,
pero que mantienen un paralelismo estructural simbólico con la función origi­
nal. Un ejemplo de esto (que no tiene nada que ver con Marte) es la forma en
que la vivencia del éxtasis religioso se convierte en traducción y metáfora de las
energías del orgasmo, relacionadas originariamente con la sexualidad biológi­
ca. El éxtasis religioso no es un orgasmo, pero para definir esta vivencia la
mente utiliza la terminología sexual. De modo similar, la mente aplica las ener­
gías de Marte a cosas que poco tienen que ver con la pura supervivencia, aun­
que quizá puedan relacionarse con la supervivencia en un nivel psicológico.
La mente identifica su existencia con la existencia y la supervivencia de
otros entes que la rodean o con cosas que ella misma puede estar haciendo. En
la guerra, individual y colectivamente, la gente se identifica con el Estado y le
transfiere sus energías marcianas. Por el mismo mecanismo, usted puede trans­
ferir sus energías marcianas a sus posesiones, su posición social, su carrera, su
credibilidad, su reputación, etcétera. En cada caso, sin embargo, actúa como si
cualquiera de estas cosas fuera usted, en un sentido concreto y biológico. Es el
aspecto de «como si» que tiene el asunto lo que me lleva a recurrir al término
«metáfora».
Cuando nuestras energías marcianas se ven desafiadas, reaccionamos con el
síndrome de ataque o fuga: se produce liberación de adrenalina, y el Cllerpo em­
pieza a reaccionar ante una situación de fuerte tensión en la cual debe defen­
derse o escapar. En la mitología antigua, Marte (o Ares, su nombre griego) iba
acompañado por Deimos y Fobos (el temor y el pánico), que son ahora los nom­
bres de las dos lunas del planeta Marte. El temor y el pánico son aspectos del
síndrome de ataque o fuga, y por consiguiente atributos marcianos. Observe­
mos que lo único que se necesita para activar este aspecto de Marte en muchas
personas es hacer que hablen ante un numeroso grupo de gente. El cuerpo reac­
ciona ante la multitud como si ésta fuera un depredador. Este ejemplo deja bien
claro el nivel de primitivismo que puede infiltrarse en nuestras acciones cuan­
do las energías de Marte manejan nuestro comportamiento.
Aunque el temor y el pánico sean aspectos de las energías marcianas, no re­
presentan su funcionamiento normal. Marte suele atacar y no escapar, y sólo es
probable que su reacción se exprese como miedo si su emplazamiento en una
carta es débil. El miedo proviene de la inseguridad, y ésta se da cuando Marte
o el Sol funcionan mal. Sin embargo, un Marte en apariencia muy fuerte puede
estar encubriendo debilidad. Un comportamiento dominante o prepotente no es
el estilo normal de un Marte adecuadamente fuerte. Los que se emocionan ante
la gloria de la competición y disfrutan poniendo a prueba su coraje son, en rea­
lidad, aquellos en quienes Marte es fuerte. Les gusta ver hasta dónde pueden lle­
gar en cualquier empeño, y cuánta fuerza tienen en relación con los demás. Pero
los tipos marcianos más fuertes de todos no sienten un gran deseo de campa-

70
rarse con otros; prefieren mejorar su propio rendimiento, perfeccionándose y
fortaleciéndose constantemente.
El tipo marciano es, pues, un individualista. La gente de Marte no quiere
comprometer su propia integridad siguiendo un camino establecido por otros,
de modo que con frecuencia son los primeros en ir por donde nadie ha andado
antes. El verdadero marciano no quiere ni dominar ni que lo dominen, sino que
desea que lo dejen en paz, libre de seguir el camino que él quiera. Por esta ra­
zón, sin embargo, puede tener dificultades en sus relaciones, especialmente en
las laborales. En cuanto al amor, son personas que necesitan una pareja que sea
su igual, alguien independiente, capaz de seguir su propio camino cuando es
necesario.
Es frecuente que las mujeres experimenten sus energías marcianas por me­
diación de los hombres. Por eso se dice que Marte, como el Sol, rige lo mascu­
lino, pero también esto está cambiando en la medida en que las mujeres se po­
nen más en contacto con sus energías yang. Además, cualquiera puede tener
la vivencia de Marte por mediación de otras personas que estén asociadas con la
fuerza, la fortaleza y el vigor. Así, Marte alude tradicionalmente a los atletas,
los militares, la policía en su aspecto enérgico, etcétera, y también, de forma
menos obvia, a metales como el hierro y el acero (usados por los militares y en
poderosas máquinas) y a los que trabajan con ellos.
En un cuerpo sano, Marte representa el vigor y la vitalidad del movimiento,
especialmente de los músculos. Pero también puede manifestarse como irrita­
ciones, inflamaciones, infecciones y fiebres. Este planeta puede ser uno de los
principales indicadores de operaciones y accidentes, dificultades que sólo se
manifiestan cuando por alguna razón están bloqueados los canales psicológicos
a través de los cuales se expresa normalmente Marte.
Tal como he dicho en el apartado sobre Venus, a Marte le cabe un papel vi­
tal en el amor. Es obvio que, en cuanto es el planeta del conflicto, no simboliza
el amor como tal, pero es necesario para el amor: sólo las personas que han
realizado su Marte, que han formado y definido su individualidad y saben man­
tenerla frente a la resistencia, pueden verdaderamente amar y ser amadas. El
amor tiene tanto una faceta de autoafirmación como una de fusión con el otro.
En realidad, en muchos animales, entre ellos los seres humanos, hay una fuerte
conexión entre el comportamiento sexual y la pelea. La intensidad de la pasión
sexual es simultáneamente el resultado de la expresión de las energías egoístas
(Marte) y de una experiencia de fusión (Venus). Mantener el equilibrio entre
estas dos energías es una de las dificultades con que nos enfrentamos en las re­
laciones sexuales. Los hombres en particular, que tradicionalmente están más
identificados con la faceta marciana de la sexualidad, pueden actuar con egoís­
mo en las relaciones amorosas, explotando y usando a las mujeres. Por otra par­
te, es probable que a su vez ellas, que tradicionalmente se han identificado con
el aspecto venusiano de la sexualidad, exijan demasiado poco de una relación y

71
se dejen explotar. También esto va cambiando, ya que ambos sexos se están ha­
ciendo cada vez más conscientes de la necesidad de experimentar, en su expre­
sión sexual, tanto a Marte como a Venus.
Esto nos lleva a un punto importante, que no ha sido aclarado en los textos
antiguos. Ni Venus ni Marte son, cada uno por sí solo, el planeta de la sexuali­
dad. Lo que rige la pasión sexual es la combinación de ambos. Y otros planetas,
entre ellos Plutón, también tienen un papel, aunque menor, en este asunto. No
es correcto describir a Marte como sexualidad masculina y a Venus como se­
xualidad femenina, a menos que nos refiramos a nociones muy primitivas de la
sexualidad. Idealmente, cada sexo debe manifestar ambas energías. El ser hu­
mano completo siempre tendrá un Marte fuerte equilibrado por una Venus fuer­
te, y será capaz de evitar ambos extremos, es decir, el conflicto y la pasividad.

Júpiter

La tradición considera a Júpiter como el planeta con un mayor significado de


éxito y logro, buena suerte y todos los beneficios concebibles que pueda ofre­
cer la vida. Se lo ha llamado el gran benéfico o benéfico mayor (Venus es el
menor), y se lo ha considerado siempre como el signo de los resultados positi­
vos en cualquier empresa.
Más recientemente, ha habido una reacción contra este antiguo punto de vis­
ta, y se ha extendido el sentimiento de que a Júpiter se lo supervalora. Ahora se
habla de su tendencia al exceso, la arrogancia, el despilfarro y el desaliño. No
obstante, por lo común la gente disfruta de las energías de Júpiter, que en la ma­
yoría de los casos es una influencia auténticamente constructiva.
Sin embargo, ninguna de las dos visiones de Júpiter se refiere al quid de la
cuestión. No es suficiente con saber que este planeta puede producir una cosa u
otra, ni que la gente se siente bien o no como reacción a sus energías. La cues­
tión es: ¿cuáles son las energías jupiterianas?
Según mi experiencia, Júpiter se relaciona con dos energías en apariencia
diferentes, pero estrechamente relacionadas: la de expansión y la de integración.
A continuación, las estudiaremos y veremos cómo, cada una por separado o
juntas, conducen a los diferentes conceptos que ha tenido la gente sobre Júpi­
ter. Y lo que es más importante, llegaremos a entender mejor el papel que este
planeta desempeña en nuestra vida.
Ante todo, ¿qué queremos decir con expansión? ¿Expansión de qué? Como
la acción de todos los planetas es fundamentalmente psicológica, Júpiter es la
energía que expande algo en la psique. Específicamente, simboliza la energía
que expande la esfera de acción y de experiencia en donde vive y se mueve el
individuo.
Cada persona nace en un ámbito relativamente estrecho de acción y de ex-

72
periencia. Al comienzo, nuestro mundo es la cuna y sus alrededores, la familia
inmediata y sus amigos. Esto no es un problema para el individuo mientras
haya un sentimiento de unidad con el mundo. Es probable que los recién naci­
dos no se den cuenta de que son personas diferentes, seres aparte de su madre y
su entorno. Sin embargo, la experiencia no tarda en mostrarles que son seres
aparte y que tienen muy poco control sobre su entorno y la gente que lo integra.
Este esbozo de conciencia de separación y de falta de control debe conducirlos
inevitablemente a un deseo de expandir su propio mundo, de adentrarse en él y
de volver a convertirlo en parte de sí mismos.
Así, en su forma más temprana, Júpiter representa el hecho de «extender­
nos» para reincorporar a nuestro propio ser tanto como nos sea posible del mun­
do externo, posiblemente para crear de nuevo el sentimiento de unidad que
existía en el primer período de nuestra vida. Esto incluye el deseo y la necesi­
dad de crecer, tanto física como psicológicamente.
Las etapas iniciales de la energía de Júpiter consisten, pues, en crecer como
individuos en un nivel físico, salir al mundo y aprender cosas sobre él, alcanzar
control y autonomía y ensanchar el alcance de nuestra acción y nuestra experien­
cia. Esta es la faceta de Júpiter que lo asocia con la expansión de la conciencia,
el aprendizaje, el deseo de viajar y el amor por la libertad y la independencia. Es
también el lado de Júpiter donde tiene origen su asociación con el crecimiento
excesivo, la tendencia a dilapidar y el desaliño. En el deseo de crecer, se tiende
a pasar por alto la necesidad de cuidar los detalles y de ocuparse de los aspectos
menores de la vida, o bien a considerarlos indignos de que se les preste atención.
Júpiter se asocia con la incorporación, con el hecho de atraer al propio mun­
do cosas que son exteriores a uno mismo y convertirlas en parte del yo. En este
aspecto, hay una fuerte conexión entre la Luna y Júpiter. En el nivel fisiológi­
co, por ejemplo, ambos se asocian con la digestión. A Júpiter se lo considera
generalmente como la energía que conduce a la obesidad.
Hay aún otra conexión entre la Luna y Júpiter. Los dos forman parte del sis­
tema de apoyo que se necesita para crecer. La Luna, como ya se ha dicho, se re­
laciona con la nutrición, tanto la física como la afectiva, y con la creación del
sentimiento de bienestar emocional de un individuo. Mientras que la Luna for­
ma parte del conjunto de símbolos referidos a la madre, Júpiter se relaciona más
con los del padre. Es la parte de la función parental en que los padres dan alien­
to y apoyo al niño en sus esfuerzos por crecer y expandir su mundo. Cada vez
que el niño se enfrente a un reto en su educación, debería dársele el correspon­
diente aliento que le permita creer que puede aprender a superar el obstáculo.
Este es un aspecto de Júpiter como planeta del crecimiento.
A la gente con una fuerte influencia de Júpiter, su aspecto de crecimiento
puede llevarla por dos caminos. Un tipo de personalidad jupiteriana puede vi­
vir abriéndose hacia afuera para abarcar y experimentar todo lo que le sea posi­
ble del universo. A este tipo de persona le interesa toda clase de aprendizaje,

73
conocimiento y experiencia. La amplitud de la experiencia le impide adoptar
posiciones de estrechez mental basadas en objetivos a corto plazo a expensas de
otros de mayor alcance. Al saber que la mejor manera de favorecer los propios
intereses es favorecer los del mundo del que forma parte y del que tanto ha vis­
to y experimentado, este tipo de persona tiene generalmente un fuerte senti­
miento de conciencia social.
El otro tipo de personalidad jupiteriana manifiesta el lado lunar de Júpiter y
no puede renunciar a lo que ve y experimenta, intenta adueñarse de todo y lle­
gar a ser más importante, imponente y arrogante que nadie. Jamás lo satisface
nada en la vida, y está siempre en movimiento.
¿Cuál es la diferencia entre ambos? Creo que reside en otras energías que
tienen que ver con la seguridad del yo. Los dos son inquietos y están siempre en
movimiento, pero uno de ellos nunca es feliz, y el otro generalmente sí.
Hay siempre un límite para el crecimiento, y viene impuesto por dos facto­
res. Uno es que todo ente tiene cierta capacidad de crecimiento que le es propia,
y cuando se sobrepasa esa capacidad, el crecimiento se detiene. El otro factor
es que el mundo externo sólo puede soportar cierta cantidad de crecimiento. Hay
un límite, por ejemplo, para los alimentos y otros recursos. También se necesi­
ta lugar para crecer, y no se puede ir más allá de cierto punto sin invadir dere­
chos ajenos. En cualquier caso, el límite lo impone la energía de Saturno, como
veremos en la sección siguiente.
Júpiter, en cuanto energía de integración, se eleva al enfrentarse con los lí­
mites de Saturno. Dicho en términos simples, si la medida en que podemos cre­
cer, absorber el universo externo y apropiárnoslo es limitada, entonces quizás
haya otra manera de superar nuestra pequeñez, nuestro sentimiento de aisla­
miento y de falta de control. Podemos integrarnos en el orden social reinante,
lo cual nos permitirá conectarnos con otras personas y llegar así a formar parte
de ellas. Si no podemos controlar el orden social que nos rodea, quizá podamos
ser sus representantes.
Este lado integrador de Júpiter se relaciona también con el conjunto de sím­
bolos del padre, cuya función no es solamente hacer que crezcamos superando
continuamente retos y proporcionarnos el apoyo que nos permita estar a la al­
tura de tales retos, sino también ayudarnos a encontrar un lugar en el mundo, un
papel que desempeñar, una esfera en la cual podamos ser útiles.
El lado integrador de Júpiter se expresa de la manera más típica en su asoc
ciación con la religión, que es (o por lo menos eso esperamos) un sistema de ex­
pansión de la conciencia. Pero es más aún: un sistema que nos proporciona una
relación con el universo. La etimología más común de la palabra «religión» es
la que proviene del latín religare, «volver a ligar», es decir, volver a vincularse
con el universo. La religión es un poderoso recurso para intentar superar nues­
tro sentimiento de separación. Sin embargo, la religión jupiteriana no es la del
asceta, solo en la cima de una montaña, sino la de elaborados rituales sociales

74
en la que todos podemos desempeñar un papel. Es más bien la religión del sacer­
dote que la del místico.
La relación de Júpiter con el derecho también es una función de su aspecto
integrador. En la medida en que el derecho es un conjunto de reglas y restric­
ciones, es saturnino, pero en la medida en que es la trama de los acuerdos forma­
les que consolidan una sociedad, es jupiteriano. Júpiter rige también los acuerdos
informales e implícitos gracias a los cuales funcionamos como sociedad.
A este planeta se lo ha asociado también con la medicina y el poder de sa­
nar, con la reintegración del cuerpo después de la enfermedad y con la preven­
ción de la desintegración corporal.
También el deseo de la mente de alcanzar una espléndida visión global se
genera en el lado integrador de Júpiter. A la mente jupiteriana le interesa más
ver cómo todo se relaciona con todo lo demás que examinar en detalle cosas
aisladas. Para ella, simplemente, los detalles no son tan importantes como lle­
gar a entender qué es lo que integra las cosas. De aquí se deriva su amor por la
filosofía.
Así como un exceso de expansión personal agresiva puede conducir a la arro­
gancia, lo mismo puede suceder con un exceso de identificación con aquello
con lo que uno se siente integrado. Podemos sentir, por ejemplo, que en cuanto
representantes del orden social tenemos el derecho de actuar como si en reali­
dad fuéramos su encarnación. El resultado en este caso es una arrogancia colo-,
sal, como la que se puede ver claramente en la carta de Adolf Hitler, en la que
la Luna está en conjunción con Júpiter. Este aspecto generalmente es positivo,
pero en el caso de Hitler muestra cómo se puede pervertir el poder de Júpiter.
A la mayoría de las personas les gusta crecer, y también sentir que forman
parte de algo mayor que ellas mismas. Asimismo, disfrutan teniendo abundan­
tes oportunidades en la vida. Por todo ello, la mayor parte de la gente disfru­
ta con Júpiter, pero eso no es el resultado de una bondad inherente al planeta.
Aunque parece que Júpiter se lleva bien con más energías planetarias diferen­
tes que la mayoría de los demás planetas, tampoco es tan excepcional que sus
energías funcionen mal. Es probable que un crecimiento ilimitado no deje lugar
para seguir creciendo. Un exceso de recursos puede llevarnos a dilapidar lo que
tenemos. Y a su vez dilapidar, como se ve con cegadora claridad a estas alturas
de la historia, puede convertirse en una barrera para seguir creciendo. Al mis­
mo tiempo, todo organismo debe crecer y ocupar un lugar en el esquema de las
cosas. Todo esto es jupiteriano.

Saturno

Saturno es fundamental para entender al individuo y su conciencia, aunque su


importancia es de un tipo diferente de la del Sol, la Luna y otros puntos perso-

75
nales. Como su movimiento es tan lento, su posición en el zodíaco no distingue
muy bien a un individuo de otro. Saturno es una energía que concierne a los co­
lectivos, y una de las cosas más importantes que podemos saber de una perso­
na es su relación con los aspectos colectivos de la vida.
Hay algo de lo que debemos ocuparnos en seguida. Actualmente se está re­
habilitando a Saturno. La mayoría de los astrólogos de hoy en día coinciden en
que no es tan maléfico como se creía. Así como Júpiter, a quien se solía llamar
«el gran benéfico», puede indicar a veces energías difíciles, ahora también se
reconoce que Saturno puede desempeñar un papel positivo. Sin embargo, su
poder de destrucción todavía es grande, no porque el planeta sea intrínsecamen­
te destructivo, sino porque en muchos casos no sabemos cómo manejar la ener­
gía saturnina. Los que han estudiado las energías planetarias han aprendido a
manejar lo que tradicionalmente se describe como «efectos maléficos de Satur­
no», pero no son muchos los que han aprendido que las mayores amenazas de
Saturno a nuestra felicidad se producen precisamente en aquellos momentos en
que parece que funciona de forma positiva. Para comprender esto, debemos en­
tender primero los significados básicos de Saturno.
A lo largo de este libro iremos viendo que a Saturno se lo puede interpretar
como el polo opuesto de varias energías planetarias. Es el resultado de la natu­
raleza saturnina, que lo impregna todo. Antes de considerar la relación polar de
Saturno con Júpiter, vamos a examinar el concepto de polaridad.
La experiencia del universo que todos compartimos se fundamenta directa­
mente en el principio de la polaridad: arriba-abajo, izquierda-derecha, macho­
hembra, adelante-atrás, yo-tú, bueno-malo, etcétera. En cada par de opuestos,
el significado de uno de los términos se deriva del significado del otro: ningu­
no de los dos tendría sentido por separado. Todos hemos notado que cualquier
cosa, por más placentera que pueda ser al comienzo, en exceso se vuelve em­
palagosa e incluso desagradable. Cuando hace demasiado calor nos gusta refres­
carnos, y nos abrigamos cuando hace demasiado frío. Y no es solamente cues­
tión de encontrar el equilibrio. La mayoría de las personas necesitan por lo
menos cierto grado de movimiento de vaivén para poder apreciar realmente los
dos lados de cualquier pohiridad. Y esto es válido incluso para el bien y el mal.
A la mayoría nos atrae, de vez en cuando, hacer algo que se podría considerar
malo, pero muy poca gente aprecia el mal en estado puro. De modo similar, las
personas demasiado buenas pueden resultar molestas. Yo creo, como las diver­
sas escuelas de filosofía oriental, que la polaridad es inherente a la naturaleza
del Universo, y que lo adecuado para la humanidad es seguir las sendas que
transcurren entre los opuestos polares. Ese es el camino del Tao.
La realidad misma obtiene la diversidad de su naturaleza del entretejimien­
to de opuestos polares. Sin ellos no habría ninguna realidad con la que pudiéra­
mos relacionarnos, ningún hecho, ninguna existencia. Incluso la existencia está
polarizada por la no existencia.

76
En la polaridad Júpiter-Saturno, el individuo que sigue una senda jupite­
riana se expande para incorporar tanto como le sea posible del universo. Pero si
lo llegara a hacer por completo, toda la existencia terminaría incorporada al in­
dividuo. Y si éste lo fuera todo, tanto en la experiencia como de hecho, nada po­
dría experimentar fuera de sí mismo. Sin embargo, la conciencia que tiene un
individuo de sí mismo se da con referencia a aquello que no forma parte de él.
Lo que no es el yo crea la conciencia del yo, y la conciencia del yo crea lo que
no es el yo. Cuando lo único que hay es el yo, el juego de la existencia toca a
su fin.
Por esta razón, el universo se resiste a que el individuo se expanda. Llega un
momento en que dice: «¡No! No puedes ir más allá». Esta es la energía de Sa­
turno, la energía que mantiene la realidad tal como la entendemos. Establece las
reglas, impone los límites, crea la estructura y define la naturaleza del juego.
La energía de Saturno afecta a los colectivos porque representa ese aspecto
de la realidad que surge de un consenso entre los seres humanos. No representa
la verdad o la realidad absoluta, sino una realidad socialmente creada, que ope­
ra dentro de un universo social y tiene sus mayores efectos sobre los individuos
en un contexto socialmente definido. Los aspectos de la realidad puramente
personales no resultan tan afectados por el arquetipo de Saturno.
Este planeta tiende a dirigir la atención del individuo hacia afuera del yo.
Puede representar las opiniones de otras personas, sus necesidades, sus ideas de
la verdad, su ley o, más precisamente, la ley colectiva, la verdad colectiva, et­
cétera.
La dificultad con Saturno proviene de dos fuentes, sólo una de las cuales se
suele entender, y es la que le ha dado su fama de «gran maléfico».
No es agradable, cuando uno se esfuerza por alcanzar algo, que le digan que
es inalcanzable. No es nada grato tropezar por primera vez con las propias li­
mitaciones (aunque sí lo sea conocerlas y vivir de acuerdo con ellas, sin resis­
tencia). No es agradable tropezar con reglas frustrantes, ni tampoco chocar con
las naturales pero feas consecuencias de los propios errores. A veces los cho­
ques con las reglas del juego pueden ser tan violentos como para matar, o al me­
nos destruir, lo que uno ha forjado con dolor y esfuerzo a lo largo de años.
Estas conocidas dificultades que implica la energía saturnina resultan de no
entender algo, sean las propias limitaciones o las reglas del juego. Si bien Sa­
turno permite e incluso refuerza ciertos aspectos de la realidad personal, ésta no
puede entrar en conflicto con la realidad social, colectiva o consensual. Cuando
esto sucede, las reglas de la realidad colectiva funcionan de manera casi auto­
mática, de tal modo que a uno le parece que sólo está sufriendo las consecuen­
cias de sus propias acciones. De ahí proviene la idea de que Saturno nos da lo
que nos merecemos, o de que es el Señor del Karma. Este aspecto de Saturno se
puede manejar simplemente tomando adecuada conciencia de la naturaleza de
la situación dada. De hecho, los enfrentamientos con diferentes situaciones son

77
lo que nos hace madurar. Por más que en estas circunstancias Saturno a menu­
do provoque dolor, en realidad es muy creativo y necesario en la experiencia
humana. Este lado positivo de las energías saturninas ha sido fuertemente des­
tacado en la bibliografía más reciente.
El problema verdaderamente grave con Saturno reside en el concepto de la
realidad misma; a saber, en la equiparación de la realidad con la verdad. La rea­
lidad parece inmutable, ordenada y eterna. Sin embargo, la vida es tan breve
que no podemos ver si en algún nivel fundamental las reglas del juego están
cambiando lentamente o no. Pero podría ser. Lo que nosotros, desde nuestra
perspectiva limitada, consideramos la realidad no es necesariamente la verdad.
Sin embargo, necesitamos esta realidad: para la mayoría de nosotros, la ex­
periencia de vivir en un universo en donde todo fluyera, no se pudiera contar
con ninguna regla, y lo que hubiéramos entendido ayer no nos diera ninguna
clave para entender algo mañana, sería suficiente para mandarnos al manico­
mio. Confiamos en un sistema de la realidad que nos sirve de apoyo, e incluso
cuando no estamos familiarizados con sus reglas, agradecemos su existencia.
La realidad es estructura, como lo es también Saturno. La realidad es limi­
tación, igual que Saturno, porque todo está definido tanto por lo que no es como
por lo que es. Si yo tomara una silla y dijera: «Que la esencia de esta silla llene
la habitación», y así sucediera, perderíamos la capacidad de percibir la silla.
Ésta se define, al mismo tiempo, por el hecho de que ocupa el espacio que ocu­
pa y por el hecho de que no ocupa el espacio que no ocupa. La realidad se crea
por un proceso de exclusión, de eliminación de otras realidades posibles. Este
aspecto, el de la exclusión, constituye uno de los atributos más importantes de
Saturno.
Sin embargo, el problema no es la existencia de la realidad tal como la he­
mos descrito, sino nuestra adicción a la realidad. Creo que hay muchas realida­
des posibles, y que el mundo que compartimos no es más que una de ellas. Us­
ted puede no estar de acuerdo con esto, pero es obvio que dentro de la realidad
que es el mundo hay muchas situaciones en las que se puede definir la realidad de
varias maneras.
De todos modos, no podemos vivir con ello, y creamos realidades allí don­
de no hay ninguna, con el solo fin de tener estructura. Exaltamos nuestros sis­
temas de creencias hasta el nivel de la realidad y después perseguimos a aque­
llos que no los comparten. Y, lo que es aún más importante para nosotros como
individuos, limitamos innecesariamente nuestra vida y nuestro crecimiento al
excluir posibilidades que podrían aportarnos una vida nueva.
Por eso el envejecimiento está regido por Saturno. A medida que envejece­
mos vamos realizando nuestro potencial, y por eso nos queda cada vez menos.
Corremos el riesgo de la rigidez y la muerte prematura. En última instancia, la
muerte se puede entender como el momento en que todo se ha realizado (por lo
menos en esta vida) y ya no queda más potencial. Uno puede aproximarse mu-

78
cho a este estado sin llegar a sufrir realmente la muerte física, y este es el ver­
dadero, y muy grave, peligro de Saturno.
La estructura se convierte en rigidez, la disciplina en estrechez, el orden en
una camisa de fuerza, y el exceso de pautas aplasta la espontaneidad. En otro
nivel, la conformidad de una persona con el consenso de cualquier época deter­
minada en la historia limita, define y en última instancia ahoga su potencial crea­
tivo. Y el potencial creativo es la única esperanza para un futuro progreso de la
cultura. Cada vez que hacemos algo que no es fiel a nuestra verdadera natura­
leza, que actuamos no para satisfacer una necesidad auténtica, sino más bien
para no defraudar expectativas ajenas, cometemos contra nosotros mismos un
crimen peculiarmente saturnino. Avanzamos un poco más hacia la muerte, lle­
vamos a la práctica una parte de nuestro potencial, y lo que hemos realizado no
�presa lo que somos.
Como todas las energías, la de Saturno tiene su momento y su lugar. Pero
como las cuestiones saturninas son tan básicas para la existencia social, corre­
mos el riesgo de aplicar los principios de Saturno en situaciones en que son ina­
propiados. Ser una persona madura y capaz de aceptar la responsabilidad es una
característica saturnina, pero también lo es sentirse culpable por las propias in­
suficiencias. Tener una imagen definida de quién y qué somos es una caracte­
rística saturnina, pero lo es igualmente estar tan aislados de los demás que no
seamos capaces de relacionarnos. La alienación y el sentimiento de tener un yo
diferenciado son la misma energía en grados diferentes y en situaciones distin­
tas. Conocer las propias limitaciones es una característica saturnina, pero lo es
igualmente conformarse con demasiado poco en la vida. Ser realista es propio
de Saturno, y también lo es comprometer nuestra integridad y negarnos a ex­
presarnos a nosotros mismos por miedo de ver lo que es realmente posible en
el mundo.
En cuanto personificación planetaria de las fuerzas que configuran nuestra
vida y le dan forma en el contexto de un universo social, Saturno está fuertemen­
te relacionado con el simbolismo del padre. Es más, el simbolismo saturnino se
ve con la mayor claridad en los mitos referentes a los dioses padres. La repre­
sentación mitológica más ajustada de Saturno no es el Saturno-Cronos del mito
grecorromano, sino el Yahvé-Jehová de las partes más arcaicas del Antiguo
Testamento, ese dios que establece los mandamientos y exige que sean obedeci­
dos. Es justo y recto, pero con una peculiar rigidez carente de misericordia: para
ese dios, obedecer la ley es más importante que actuar con dulzura y paz.
Un Saturno fuerte indica a menudo una experiencia especialmente podero­
sa del principio paterno (personificado a veces, pero no necesariamente, por el
padre biológico), en todas las situaciones que requieren el aprendizaje de unas
reglas o una disciplina o la adaptación a un determinado papel social. La es­
cuela es saturnina, así como los maestros, las personas que nos guían y con fre­
cuencia nuestro jefe o patrón.

79
Saturno tiende a concentrar nuestras preocupaciones en los ámbitos de la
vida que necesitamos elaborar, no sólo mediante su posición natal, sino tam­
bién a través de sus tránsitos por nuestra carta astral, que van destacando diver­
sas áreas, en las que se impone la necesidad de madurar. Muchas de las princi­
pales crisis de la edad adulta están representadas, por lo menos en parte, por
tránsitos de Saturno. Son las épocas en las que tenemos que tomar decisiones y
renunciar a un camino en favor de otro. De esta manera, las energías de Satur­
no realizan nuestra vida y al mismo tiempo limitan nuestras posibilidades futu­
ras. Es un proceso necesario, aunque puede tener consecuencias peligrosas.
Saturno sólo se ocupa del tipo de conciencia normal y cotidiana. No puede
prever aquello de lo que no hay precedentes, ni puede trabajar con las energías
mediante las cuales entran en el universo los poderes creativos y una vida nue­
va. Si Saturno es demasiado fuerte, llegará incluso a obstaculizar la aparición
de tales energías. En ello reside otro de sus atributos más destructivos. La fun­
ción del siguiente planeta del sistema solar -Urano- consiste en desbaratar el
ordenado mundo de Saturno para que así puedan fluir las energías creativas.

Urano
Urano es un antídoto para muchos problemas saturninos, pero, lamentablemen­
te, su acción es drástica. Mientras que Saturno crea un universo ordenado y
pulcro, pero a veces opresivo, donde sentimos que sabemos lo que pasa, Urano
se entremete con una energía inesperada y a menudo perturbadora. Las energías
uranianas pugnan por liberarse de las pautas que se han vuelto demasiado rígi­
das, aun cuando quizás queramos mantenernos dentro de ellas. O, si hemos re­
conocido que algún aspecto saturnino de la vida nos tiene bajo su total dominio,
Urano puede representar el deseo de liberarnos de él. Es una energía que se
esfuerza por mantener un universo flexible desbaratando todo exceso de orden.
Urano representa el elemento aleatorio de mutación que es necesario para la in­
novación creativa.
Es el primero de los planetas exteriores que normalmente no se puede dis­
tinguir a simple vista, pero se lo puede ver en condiciones ideales cuando está
en oposición con el Sol. La posición de Urano en la periferia de la conciencia
simboliza la forma en que sus energías tienden a asomarse al mundo de la con­
ciencia normal, mostrándose a menudo ajenas a sus preocupaciones. Son ener­
gías que operan súbitamente y con suma excentricidad. Cualquier cosa a la que
Urano afecte o que simbolice asume la forma de algo excepcional, muy diferen­
te del mundo cotidiano. Por lo tanto, en realidad puede provocar más expansión
de la conciencia que Júpiter. Mientras que este último representa una clase de
expansión que implica aventurarse en mundos que son por lo menos similares
a aquellos con los que ya estamos familiarizados, Urano puede hacer que nos

80
encontremos con mundos totalmente extraños. Junto con Neptuno, se lo asocia
con estados de conciencia alternativos, y se considera que rige la iluminación.
Es el destello del relámpago que ilumina un paisaje oscuro, un destello totalmen­
te discontinuo de la oscuridad que lo precedía.
A Urano se lo interpreta a menudo como maléfico, es decir, difícil. Casi to­
dos nos sentimos bastante cómodos en nuestro sistema de realidad, de modo que
no acogemos de buen grado elementos que lo perturben. El problema con Ura­
no es estar preparados para recibirlo, y la mayoría de la gente no lo está. En la
medida en que nos domine el lado negativo de Saturno, la vivencia de Urano
nos resultará traumática. Pero si estamos dispuestos a cambiar y enfrentarnos a
experiencias nuevas, Urano nos puede renovar la vida.
Sin embargo, para poder realmente sacar partido de este planeta, hay que
haber madurado hasta cierto punto a la manera de Saturno. Es preciso haberse
creado una estructura en la vida y haber alcanzado cierto grado de madurez.
Para que la alteración de estructuras uraniana sirva de algo, tiene que haber una
estructura para alterar. Si las energías de Urano llegan demasiado pronto en la
vida, pueden producir una personalidad crónicamente voluble, incapaz de madu­
rar y de participar en la sociedad. Estas personas son rebeldes automáticos: se
rebelan simplemente por negar el orden, aunque éste sea útil.
No trato de restar mérito a las rebeliones de los jóvenes contra sus mayores,
que son crisis uranianas naturales y adecuadas porque no dejan que ninguna ge­
neración llegue a dominar por completo a la siguiente. En alguna medida, cada
generación debe formar una estructura que encarne su propia naturaleza. Urano
ayuda a los jóvenes a liberarse de sus padres para que puedan crear su propio
orden. Todos debemos, finalmente, establecer en nuestra vida algún tipo de or­
den que nos permita alcanzar lo que deseamos. Entonces, cuando hemos logra­
do nuestros objetivos, el poder de Urano puede volver para transformarnos y re­
estructurar nuestra vida. Así los logros no se convierten en fines en sí, sino que
son sólo pasos, parte de un camino más largo. Librado a sí mismo, Saturno hace
que la gente se detenga a cierta altura y se sienta totalmente satisfecha con las
cosas tal como están. Cuando esto sucede, la vida se convierte en un proceso
descendente, y uno empieza a percibirla como algo que es cada vez menos lo
que fue. El individuo que aprende a tratar con Urano puede seguir creciendo
durante toda la vida.
Lo que hace falta para tratar con Urano es desapego. No debemos ligarnos
a nada establecido; hemos de estar preparados para experimentar cualquier
cosa y para renunciar a cualquier cosa. A quienes han renunciado a sus pose­
siones, su posición social y sus ideas más preciadas, lo que tienen no los con­
vierte en rehenes contra cualquier cambio creativo. La mayoría de las personas
se aferran a una seguridad saturnina aunque les cause mucho dolor y haga que
no se sientan tan vivas. Ante la amenaza de las energías uranianas, se aferran aún
más, y entonces Urano se vuelve todavía más amenazador y doloroso. Cuanta

81
más capacidad tengamos de desprendernos, más fácil nos resultará utilizar po­
sitivamente las energías de Urano.
Cuando yo era joven, en mi pueblo natal todo el mundo se quedó asombra­
do cuando un hombre que había nacido allí volvió a vivir en él tras haber sido
vicepresidente de una gran empresa. Estaba cansado del mundo de los negocios
y quería hacer otra cosa. Cambió completamente de vida para volver a ponerse
en contacto con el simple hecho de estar vivo. Este es el estilo uraniano.
El desapego puede ser otra fuente de dificultad con Urano, porque este pla­
neta no se interesa por las preocupaciones individuales. Urano es una fuerza de
la naturaleza que opera fuera de la cultura humana. Con frecuencia toma la for­
ma de revoluciones, desastres naturales y otras perturbaciones que desbaratan
el orden saturnino. Cuando esto sucede, mucha gente sufre. En estas ocasiones
Urano es aterrador, y no se ve nada claro que sea una fuerza vivificadora. La
destrucción parece gratuita, y a la mayor parte de las personas no las beneficia.
Este planeta tiene un lado despiadado: con frecuencia, los uranianos no se pre­
ocupan en absoluto de los individuos, sino solamente de un proceso de cambio
revolucionario con el que ellos se han identificado. En esta identificación se
constata el carácter transpersonal de Urano, en la medida en que los individuos
diluyen completamente su condición de tales en una causa.
Lo mejor es no preocuparse ni sentirse resentido por el lado despiadado de
Urano. Es simplemente la forma en que funciona la naturaleza, que no es com­
pletamente de fiar ni totalmente previsible, y no siempre coincide con nuestras
expectativas saturninas. Frente a este hecho, hemos de estar preparados para
sacar partido de los poderes uranianos de aniquilación de estructuras, unos po­
deres capaces de volver a crear la vitalidad y de restablecer el contacto con ese
centro viviente del yo que la estructura saturnina ha sepultado. Es interesante
observar que en momentos de desastres naturales muchas personas se sienten
más vivas que en cualquier época normal. Enfrentarse con el desastre saca a la
superficie lo que hay de creativo en la naturaleza humana, incluso en medio del
sufrimiento.
Algunas personas encarnan las energías uranianas para la sociedad en su
conjunto. Existen con el fin de cuestionar las estructuras sociales caducas y
producir el cambio. Según cuál sea la orientación de los testigos de ese cambio,
temerán a estos hombres y mujeres como peligrosos revolucionarios o los ad­
mirarán como reformadores. Evidentemente, los elementos más saturninos de
la sociedad, los reaccionarios y conservadores, se sentirán amenazados. La so­
ciedad puede actuar como el individuo que exacerba una crisis uraniana procu­
rando impedir que ésta se manifieste. Si la resistencia social tiene éxito, el ele­
mento uraniano pasa a la clandestinidad y espera el momento propicio para
actuar. Entretanto, la cultura pasa por un período de estancamiento, hasta que
se produce una nueva erupción. La peculiar apatía de los años cincuenta se ori­
ginó parcialmente en la sofocación de las energías uranianas durante la histeria

82
anticomunista de los primeros años de esa década. Pero las energías uranianas
hicieron erupción luego, con mucha más fuerza, en los sesenta. En los setenta,
otro período de inercia se instaló en Estados Unidos. Cabe preguntarse si tam­
bién fue resultado de sofocar las energías de Urano, y si no causará más erup­
ciones de violencia en el futuro.*
Desde hace tiempo, los astrólogos han asociado a Urano con las tecnologías
innovadoras como la electrónica, la informática, la aeronáutica y la astronáuti­
ca, y también con ciencias como la física, la química y las matemáticas, domi­
nios todos que han aportado a nuestro mundo cambios radicales. Pero cuando
los científicos se convierten en portavoces del orden social e intentan determi­
nar qué ha de creer o no la gente, cabe preguntarse si aún siguen siendo urania­
nos. La ciencia en todas sus formas es a la vez uraniana y saturnina, pero algunos
científicos son predominantemente saturninos. Vale la pena señalar que rara­
mente los científicos saturninos han sido los más creativos, y en esos pocos ca­
sos han realizado por lo general su obra creativa en la juventud, antes del endu­
recimiento saturnino de sus actitudes. Urano representa el destello intuitivo que
conduce al descubrimiento de algo nuevo y al derrocamiento de las viejas ideas,
mientras que Saturno representa el esfuerzo sistemático que implica el hecho de
poner a prueba las nuevas ideas. La ciencia requiere que haya un equilibrio en­
tre estas energías.
También otros campos con potencial revolucionario son uranianos. Aunque
individualmente los astrólogos pueden proyectar las energías de Saturno, Nep­
tuno u otros planetas, la astrología como tal es evidentemente uraniana, porque
trabaja con relámpagos de intuición obtenidos directamente de un estudio sim­
bólico del cosmos. El estudioso de la astrología puede alcanzar un conocimien­
to directo de las verdades religiosas, metafísicas y espirituales sin necesidad de
la guía de sacerdotes u otros representantes del orden establecido. Esta es la ra­
zón de que, alternativamente, la astrología haya ganado y perdido favor. A di­
ferencia de lo que sucede con la mayoría de las ciencias ortodoxas (la propia
palabra «ortodoxia» es saturnina), lo que enseña la astrología tiene profundas
implicaciones sociales, un hecho oscurecido por el conservadurismo de mu­
chos astrólogos. En este aspecto, la astrología se parece más a una ciencia so­
cial, que con frecuencia afirma cosas discutibles y polémicas sobre el mundo.
Pero en la época en que la astrología perdió el reconocimiento de que gozaba
no se podía hablar aún de ciencias sociales, y dudo de que, en todo caso, hu­
bieran sido toleradas. Las ciencias físicas se aceptaron sólo cuando se vio con
claridad que poco era lo que tenían que decir sobre las realidades sociales, y
que además eran útiles para fines militares.
Una de las características esenciales de los campos de estudio uranianos es
que son de orientación muy mental. Urano no afecta a los sentimientos de la

* La primera edición en inglés de este libro data de 1981. (N. del E.)

83
manera que lo hacen, por ejemplo, la Luna, Venus o Neptuno. Aunque no siga
necesariamente los cánones tradicionales de la lógica o de la razón, la mente
uraniana funciona de tal manera que permite que la razón se relacione con ella.
De hecho, las personas uranianas suelen llevar adelante una idea en tina me­
dida decididamente inhumana. Este es otro aspecto de la implacabilidad de
Urano. El ingeniero que no puede pensar más que en aumentar el poder de su
tecnología, sin tener en cuenta para nada el coste humano, es un verdadero tipo
uraniano negativo. Las consecuencias positivas de sus actividades deben ser
integradas en la sociedad sin dejar que se dispare incontroladamente el lado ne­
gativo.
Urano puede significar la muerte por accidente, heridas o desastres natura­
les, pero por lo menos nunca significa la muerte en vida característica de Sa­
turno. Así pues, aunque puede ser sumamente difícil convivir con las energías
uranianas, el caos que introducen es esencial para la vida, que es, en gran me­
dida, un intento de equilibrar las fuerzas ordenadas de Saturno con las fuerzas
caóticas de Urano. A cada uno le corresponde su lugar, y cada uno necesita que
el otro lo mantenga a raya.

Neptuno

Probablemente sea la energía planetaria más difícil de comprender. Su natura­


leza elude la definición porque va asociada con aspectos del universo que son
poco claros, ilusorios, engañosos, mal definidos e incluso imaginarios.
Pero a Neptuno se lo puede entender en parte definiéndolo por lo que no es.
Más que Urano incluso, es una energía que niega todo lo que representa Satur­
no. Si éste es la realidad, Neptuno es la irrealidad. Si Saturno es un aspecto del
yo, Neptuno es la negación del yo. Si Saturno es nuestra noción del tiempo y
del espacio, Neptuno está fuera del tiempo y del espacio, bien sea en un uni­
verso sin dimensiones o en uno de infinitas dimensiones. Neptuno simboliza la
verdad y la divinidad que perciben los místicos. (Tenga presente que el planeta
es un agente o una representación de la energía, no su fuente.) En el nivel más
elevado, Neptuno representa el Nirvana, allí donde toda individualidad se fun­
de en una unidad infinita de ser y de conciencia.
Es probable que, desde un punto de vista astrológico, el planeta haya sido
mal bautizado, ya que poca similitud tiene con el bullicioso dios romano del
mar. Más bien se parece a la divinidad hindú Maya, que en realidad es un prin­
cipio filosófico. Como el planeta Neptuno, Maya es al mismo tiempo la ilusión
(especialmente la ilusión que es el universo físico) y el camino que a través de
ella llega a la verdad absoluta. A diferencia de Maya, sin embargo, Neptuno tie­
ne poco que ver con el universo físico. En sus ilusiones se produce generalmente
un apartamiento de las leyes físicas comúnmente aceptadas. Como hemos vis-

84
to, la idea de que la realidad del universo físico es también la verdad proviene
de Saturno, no de Neptuno. Así Maya, en el sentido filosófico, aparece repre­
sentada en sus diferentes aspectos por estos dos planetas.
Las energías de Neptuno son sumamente difíciles de manejar para la mayoría
de las personas, simplemente porque para tener éxito en el nivel mundano, uno
debe ser capaz de tratar eficazmente con Saturno, y es difícil tener una relación
eficaz con ambos planetas a la vez. Saturno representa la realidad manifiesta de
la realidad, es lo que da a lo que llamamos realidad la apariencia de verdad. El
universo de Neptuno dispone de posibilidades ilimitadas; en él no hay reglas a
no ser las creadas arbitrariamente en ciertos puntos del espacio-tiempo para que
pueda tener lugar la danza divina que llamamos realidad.
Es difícil poder manejar simultáneamente a Saturno y Neptuno. Para con­
seguirlo, debemos ser capaces de jugar el juego de la realidad por completo y
con total convicción, exactamente como si en última instancia fuera real, y sa­
biendo al mismo tiempo, en el fondo de nuestro corazón, que no lo es. Debemos
ser capaces de vivir en el universo de Saturno, de ser responsables y conscien­
tes de sus leyes, sin usarlo al mismo tiempo como apoyo. La adicción a la es­
tructura de la que hablé en la sección dedicada a Saturno no es admisible con
Neptuno. A esto se lo llama desapego: jugar el juego como si fuera real, pero
sabiendo que no lo es.
No podemos ni siquiera estar apegados a nosotros mismos, porque el ego,
la forma del propio ser que uno llama yo mismo, en última instancia tampoco
es real. Por eso Neptuno es una energía negadora del yo. En presencia de este
planeta, la ilusión del yo se aclara. El engaño no reside tanto en la conciencia
de «tener» un yo como en la ilusión de «ser» un yo. En un nivel inferior, Nep­
tuno representa aquellas experiencias que nublan el yo, que, para funcionar, ne­
cesita el sentimiento de una realidad final y segura. Así Neptuno simboliza la
ilusión, el misterio, la confusión y las crisis en que el yo se ve gravemente de­
rrotado.
Este planeta puede significar a la vez un ideal y una ilusión de lo perfecta­
mente ideal. Aunque también Saturno tiene un ideal de perfección, el de Nep­
tuno trasciende la realidad física: es positivo cuando lo elevamos a la condición
de algo por lo que hay que luchar, pero ilusorio cuando creemos que es ya rea­
lidad en el plano en que vivimos.
Cuando nos encontramos relativamente cómodos con Neptuno, aparecen
las manifestaciones superiores. La conciencia que nos da este planeta -la de
que, en última instancia, uno no es el yo- nos concede la capacidad de sacrifi­
carnos por aquello en lo que creemos, por las causas superiores y por la verdad.
La dificultad reside aquí en que, si realmente entendemos a Neptuno, nos da­
mos cuenta de que aquello por lo que nos sacrificamos es tan ilusorio como
nuestro propio yo. Lo importante en un caso así es darse cuenta del juego. Sim­
plemente, como una especie de declaración sobre lo que podemos ser mientras

85
jugamos el juego divino, podemos optar, con plena conciencia de nuestra defi­
nitiva irrealidad, por sacrificarnos por aquello en lo que creemos. O bien pode­
mos sacrificarnos sin saber nada de esto, y habremos perdido la vida por nada. La
diferencia entre un santo mártir y una simple víctima es difícil de establecer:
ambos son neptunianos.
Por desgracia, Neptuno puede indicar graves debilidades del yo en personas
que realmente tienen que enfrentarse con el universo físico para jugar el juego
de la vida. En casos así, da origen a acciones encubiertas o deshonestas en perso­
nas que actúan entre bastidores porque no tienen la fuerza necesaria para afron­
tar directamente la vida. El envenenamiento, al que se suele llamar el arma de
los débiles, es neptuniano. Muchos neptunianos padecen una grave falta de con­
fianza en sí mismos. Los más desesperados intentarán apartarse de la vida en el
refugio de las drogas o el alcohol, o incluso de la locura, aunque todas estas di­
ficultades requieren una considerable contribución de otros planetas, como Plu­
tón y Saturno.
Algunas personas que por obra de Neptuno muestran un yo relativamente
débil manifiestan también una característica positiva: al no estar tan prisioneras
del mundo definidamente estructurado que acompaña a un yo fuerte, es proba­
ble que sean más sensibles a ciertas energías que otros han excluido de su sis­
tema de realidad. Neptuno se relaciona, por consiguiente, con toda clase de do­
nes psíquicos.
Este planeta puede ser fuente de grandes dificultades en las relaciones, pues­
to que éstas exigen que se tenga una idea clara de lo que uno es, es decir, un yo
claramente definido. Cuando Neptuno afecta a las relaciones no sólo hay una
falta de claridad respecto de lo que puede ser la otra persona, sino que tampoco
está claro qué aspectos de la relación corresponden realmente al otro y cuáles a
uno mismo. Los neptunianos tienden a crear proyecciones en las que no hay co­
rrespondencia entre la energía que se proyecta sobre otra persona y lo que ésta
es en realidad. Todas las relaciones se basan hasta cierto punto en la proyec­
ción, pero con Neptuno la adecuación entre la proyección y la persona puede
ser realmente muy pobre.
Como sucede con todos los planetas, hay ocasiones en que Neptuno se ma­
nifiesta de forma creativa y otras en que es inadecuado. La energía neptuniana
se manifiesta mejor cuando hemos aprendido en alguna medida a jugar el jue­
go de la vida, en un momento en que las estructuras que nos hemos creado ame­
nazan con destruir nuestro sentimiento de estar vivos. Su forma peculiar de ilu­
minación es mejor para las personas ya relativamente avanzadas en años, o que
de alguna otra manera han llegado a adquirir sabiduría y madurez.
Pero muchos intentan pasar demasiado pronto a un estado neptuniano, de­
bido generalmente a esa debilidad del yo que ya he mencionado. Muchos jóve­
nes se dejan absorber por movimientos espirituales, no porque hayan domina­
do el juego de la vida y estén preparados para abandonarlo, sino porque le

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tienen miedo o les disgusta, sin haber llegado realmente a entenderlo. Aquí, la
cuestión es de motivación: ¿por qué escoge una persona abandonar el mundo
ordinario? De su respuesta a esta pregunta dependerá que su búsqueda espiri­
tual sea o no adecuada. Para muchos es perfectamente apropiado retirarse de la
rutina de la vida normal para llevar una vida contemplativa y espiritual en un
ashram o en un monasterio. Son personas que desde edad muy temprana com­
prenden que, de las diversas realidades, la que crea una determinada sociedad,
con sus leyes, sus costumbres y sus expectativas, es una de las más ilusorias.
(Ni siquiera en un ashram, sin embargo, abandona uno el universo físico, sino
solamente, y en cierta medida, el social.) Es un descubrimiento radical para mu­
chos darse cuenta de que no es siempre -ni siquiera generalmente- bueno para
todos seguir el camino espiritual. Estamos aquí para hacer lo que se debe hacer,
y para eso se necesita un yo. En este sentido, Neptuno puede ser bastante dañino.
Junto con Venus, Neptuno simboliza la creatividad artística. Mientras que
Venus representa el aspecto físico de la creación, Neptuno es la inspiración
que debe producirse antes de poder aportar algo al mundo físico. Un individuo
creativo que tiene a Venus fuerte, pero poca influencia neptuniana, es más un
artesano que un artista. Son personas que tienen buen gusto y sentido del dise­
ño, pero poca imaginación, que es uno de los beneficios más importantes de
Neptuno. Por la misma razón, el individuo que tiene a Neptuno fuerte, pero
poca influencia de Venus, podrá concebir ideas creativas, pero no destacará a la
hora de llevarlas a la realidad física. Las artes más abstractas son también las
más neptunianas, como la música (principalmente la composición) y la poesía.
La pintura y la escultura necesitan una gran intervención de Venus debido a la
naturaleza física de su creación.
En el esquema de los planetas que presento aquí, Neptuno es la etapa que si­
gue a Urano en el enfrentamiento con los aspectos trascendentales de la exis­
tencia. Si Saturno representa la realidad normal y la conciencia que se ocupa de
ella, y Urano representa aquellas energías que irrumpen a través de la realidad
normal para impedir que sus estructuras se vuelvan demasiado rígidas, Neptu­
no representa la completa negación de todos los principios de la realidad nor­
mal. En general se dice de este planeta que simboliza la ilusión, mientras que
de Saturno se dice que representa la verdad. La relación es en realidad la inver­
sa: Saturno es la ilusión de que hay una realidad que es verdad; Neptuno es la
verdad de que no la hay. En algunos aspectos, Neptuno es más auténticamente
caótico que Urano, en cuanto puede ser el vacío informe previo a que le sea im­
puesta estructura alguna. Sin embargo, tras un examen más detallado, bien po­
dríamos decir que Neptuno simboliza el universo en el que toda verdad es si­
multáneamente verdadera, ¡ incluso las contradicciones!
He dicho que creamos la realidad saturnina por un proceso de eliminación
y exclusión: la selección se hace a partir del formidable conjunto de realidades
simbolizadas por Neptuno. En sus manifestaciones en la vida ordinaria, este

87
planeta puede representar tanto la engañosa ilusión como la iluminación místi­
ca, según cuál sea el nivel de evolución espiritual del nativo. Por esta razón,
Neptuno simboliza tanto los aspectos más ínfimos como los más supremos de
la experiencia humana, las emociones más bellas y las más dolorosas. La tarea
que exige el hecho de llegar a dominar las energías neptunianas es una de las
más difíciles, y son muy pocos los que la completan. Sospecho que esto se debe
a que dominar la energía que representa Neptuno exige la capacidad de aceptar
toda su verdad al mismo tiempo. Hacerlo significa que uno no puede realizar
los actos de exclusión y de selección que se requieren para crear -es decir, para
encarnarse en- un universo físico sometido a Saturno. Quien realmente domi­
ne a Neptuno, es probable que no se vuelva a encamar en este mundo. El mero
hecho de tal encarnación sugiere que Neptuno no ha sido dominado ni lo será
seguramente en esta vida, excepto en el caso, poco frecuente, del bodhisattva,
que se encama totalmente realizado, con el fin de guiar a los demás hacia la ver­
dad. Y no deberíamos lamentarlo, sino simplemente seguir haciendo lo que he­
mos de hacer y aprendiendo lo que hemos de aprender.
Es importante aprender que toda la energía que proviene del hecho de estar
vivos se origina en el universo de Neptuno, y que si nos aislamos de la energía
neptuniana con las murallas de Saturno, en última instancia nos estamos aislan­
do de la vida. Urano abre la brecha en lo que nos acoraza contra lo que final­
mente es real, mientras que Neptuno nos brinda un atisbo de lo que en sí mismo
es fundamentalmente real.

Plutón

En su condición del planeta más lejano de los que conocemos, Plutón simboli-,
za el final del proceso que comenzó Urano: el de desbaratar la estructura de rea­
lidad de la conciencia normal. Si Urano quiebra la estructura normal de la reali­
dad y Neptuno nos revela lo que en última instancia es real, Plutón simboliza la
transformación radical de la conciencia y el ser que ha de resultar de ello. Es el
arquetipo de la muerte y la resurrección: descompone los entes viejos y des­
gastados en las partes que los componen y después vuelve a reunirlas en un ser
nuevo.
Y lo hace en todos los niveles de la vida. Como sucedía con Urano y Nep­
tuno, Plutón puede ser experimentado por personas de cualquier nivel de con­
ciencia, y también es difícil de manejar si uno está atado de pies y manos en el
universo de Saturno. Plutón opera con un poder extremo, y al ser una fuerza que
trasciende al yo, cuando se manifiesta generalmente hace que sintamos que he­
mos perdido el control. Mientras que Urano interrumpe la realidad normal y
Neptuno desorienta nuestra realidad ordinaria exponiéndonos a otras realida­
des, Plutón simboliza una crisis total de la realidad ordinaria, que nos obliga no

88
solamente a enfrentarnos con una realidad alternativa, sino incluso a construir, a
partir de ella, una nueva realidad cotidiana.
Cuando se enfrenta con las crisis de Plutón, la gente suele recurrir a todas
sus reservas para mantener unido lo que se está desintegrando. Pero esto sólo
dificulta la crisis, e incluso la hace insoportable, y además frustra el nuevo na­
cimiento. La enfermedad mental es un ejemplo de ello: se ha observado que en
la vida de muchas personas aparecen episodios psicóticos cuando el poder de
Plutón es fuerte. Llega un momento en que las viejas estructuras mentales ya no
funcionan y en que la única esperanza reside en destruirlas y construir otras
nuevas. Pero la gente que experimenta crisis psicóticas -y con más frecuencia
todavía las personas de su alrededor- tiende a dejarse abrumar por lo doloroso
de la situación. Se dejan ganar por el pánico y recurren a fármacos tranquili­
zantes. De este modo se retrasa la crisis, y la confrontación que debía produ­
cirse se vuelve imposible. El proceso de reconstrucción se demora o incluso
se frustra. Entonces el enfermo cae en un estado de evolución detenida, a me­
dio camino entre la locura y el sano juicio, y nunca llega a la construcción
completa de una estructura que pueda funcionar. Esta es una de las formas tí­
picas en que reacciona la gente ante las crisis plutonianas. Sin embargo, lo
mejor es dejar de aferrarse a lo que sea que debe desaparecer, y trabajar ace­
lerando el nacimiento de lo nuevo. Como Urano y Neptuno, Plutón requiere
desapego.
A diferencia de los de Urano, sin embargo, los efectos de Plutón no suelen
ser súbitos, porque representa un poder evolutivo incorporado en la naturaleza
de las cosas. Los seres vivientes evolucionan: se desarrollan, mueren, se des­
componen y se transforman en otras cosas. Por lo menos por ahora, no hay ma­
nera de frustrar este ciclo de evolución. Las cosas no vivientes también evolu­
cionan: las olas forman crestas, rompen y vuelven a formarse; las estrellas se
condensan, brillan, se expanden, explotan y mueren; las rocas se forman, se des­
gastan y se incorporan a otras rocas. Las culturas se engrandecen, decaen y se
convierten en simientes de culturas nuevas. Sobre la Tierra, las grandes placas
continentales se desplazan y chocan, provocando terremotos y erupciones vol­
cánicas, que son plutonianos en la medida en que cambian la faz de la Tierra (y
uranianos por su carácter súbito). En un universo en continua transformación,
nada puede permanecer mucho tiempo sin cambiar, y la mayor parte del cam­
bio proviene de la naturaleza misma de lo que cambia. También es inherente al
proceso de crecimiento de la psique humana el hecho de que periódicamente
deba soportar crisis que implican colapsos y renacimientos.
Las personas que manifiestan intensamente las energías de Plutón suelen
actuar como agentes del poder plutoniano en el mundo. Encarnan las fuerzas de
la muerte y la resurrección inherentes a la sociedad. Los tipos uranianos pue­
den hablar de la revolución y de la necesidad de cambio, pero son los tipos plu­
tonianos los que con frecuencia los ponen en marcha, sacando partido de las

89
energías que se agitan en el seno de la cultura. Los plutonianos, a diferencia de
los uranianos, suelen trabajar silenciosamente, entre bastidores, manejando el
proceso.
Pero la mayoría no son revolucionarios políticos. En general son personas
tranquilas que, sin embargo, atraen o repelen a los demás de una manera extra­
ña. De ellos emana una fascinación que muchas personas consideran caris­
mática, mientras que otras la encuentran inquietante, repugnante o incluso es­
pantosa.
Un aspecto de la muerte y la resurrección plutonianas es la sexualidad. El
objetivo de la reproducción sexual es el mantenimiento de la especie a pesar de
la muerte de sus miembros. Dos individuos producen, cada cual por separado,
células que contienen la estructura genética de cada uno de ellos. En la unión
sexual, estas células se fusionan y pierden sus respectivas identidades hasta na­
cer, finalmente, como un ente nuevo. El período de gestación en el útero puede
ser equiparado con el período de descomposición del cuerpo en la tumba, con
la diferencia de que en el útero el cuerpo se forma, mientras que en la tumba se
desintegra. Pero lo importante es que se produce el cambio, lenta y sutilmente,
de un estado a otro, hasta que finalmente se hace visible. Muchos estudiosos del
simbolismo han señalado la conexión entre el orgasmo y la muerte. En el ni­
vel fisiológico más simple, el orgasmo es el momento decisivo de un proceso
que transcurre entre la excitación y la relajación. En su forma más completa,
lleva consigo una aniquilación momentánea del yo, seguida por un sentimien­
to de renovada vitalidad. Así pues, a los aspectos personales de la sexualidad
que se asocian con Marte y Venus, debemos añadir el aspecto trascendental de
Plutón.
Los plutonianos suelen ser personas dotadas de magnetismo sexual, aunque
no siempre de una manera convencional. Pueden responder o no al tipo de hom­
bre o mujer que por lo común se considera físicamente atractivo; su magnetismo
se debe a que encarnan un aspecto de la fuerza contenida en la aparente oposi­
ción vida-muerte. La sexualidad plutoniana puede seguir o no las orientaciones
sociales convencionales en lo que se refiere al sexo.
Cuando una persona manifiesta las energías plutonianas, el universo le está
confiando la realización de un propósito cósmico. Si intenta someter la energía
de Plutón a sus propios designios, se encontrará con que en cambio está con­
cretando las intenciones originarias de esa energía, las que son inherentes a la
energía como tal, por oposición a las que la persona tiene en mente. Y no sólo
fracasará en el logro de sus objetivos individuales, sino que incluso podría au­
todestruirse en el proceso.
Con frecuencia se encuentra gente plutoniana en la actividad política. La
fuerza de la historia necesita individuos que manifiesten el poder de Plutón. Y
los elegidos, los que sienten ese poder, generalmente intentan utilizarlo para
sus propios fines. Como resultado, a menudo alcanzan un gran poder político,

90
aunque retrospectivamente se pueda ver Juego que no lo controlaban. Un ejem­
plo de ello es Hitler, con su capacidad para hipnotizar a las masas. Surgió, como
una manifestación de un proceso histórico, de las tensiones que se apoderaron
de Europa después de la primera guerra mundial. Pero creyó que era él, como
individuo, la fuente de ese poder, y lo mismo creyó su pueblo. El resultado fue
la destrucción.
Podemos estar tentados de creer que Hitler y el pueblo alemán quebranta­
ron una ley moral y fueron castigados. Pero la energía de Plutón no tiene nada
que ver con la moral ni con la ética. Es una fuerza de la naturaleza que simple­
mente es demasiado poderosa para dejarse contener por las limitadas capacida­
des del ego. Cualquier intento de ponerla al servicio de los fines del ego da por
resultado una sobrecarga, como en un circuito que transporta más electricidad
de la que está preparado para soportar. Hitler podría haber sido un médium para
la transmisión de energías históricas, pero prefirió tratar de controlarlas. La
consecuencia fue la segunda guerra mundial.
También Richard Nixon intentó usar su gran poder plutoniano para sus pro­
pios fines. Sin embargo, a diferencia de Hitler, casi desde el comienzo provocó
una oposición firme y persistente, que se empeñó tan incansablemente en soca­
var su poder como él se había empeñado en construirlo. Esta es la respuesta
más común a quienes abusan del poder plutoniano. La oposición se consolida,
generalmente, con más rapidez de lo que sucedió con Hitler. La gente con un
Plutón fuerte debe tener cuidado con la forma en que manifiesta su energía, y
con la reacción de los demás ante su actitud. En el caso de Nixon, los efectos
tanto de su Plutón natal como del emplazamiento de este planeta en el cielo en
la época del Watergate fueron importantes en la determinación de su caída.
(Trato detalladamente este tema en mi libro Planets in Transit.)
Así como Plutón se relaciona con las crisis y la decadencia, también está
conectado con los elementos que las reflejan en la sociedad. Esta es la fuente
de la asociación plutoniana con los bajos fondos, el crimen organizado y la gen­
te cuya inserción social es tan débil que representan una amenaza para la so­
ciedad. El terrorismo es una manifestación de Plutón; se produce porque el
mundo se niega a afrontar ciertos problemas urgentes. En este momento de la
historia, el derecho de los judíos a tener un Estado propio choca con el dere­
cho de los árabes palestinos a la tierra de la que fueron expulsados cuando se
creó el Estado hebreo. El resultado de la mala disposición del mundo a afron­
tar este problema ha sido el terrorismo. Las personas socialmente descontentas
no son más que una manifestación del poder de Plutón. Aunque parezca que
son los criminales y los terroristas los que destruyen la sociedad, sólo son los
agentes por intermedio de los cuales se manifiesta el poder destructivo inhe­
rente a la situación. No son ellos la fuente de la destrucción, e incluso si se
los eliminara, serían rápidamente substituidos en su condición de agentes de
ese poder.

91
En la vida individual, los períodos plutonianos son siempre épocas de muer­
te, pero generalmente no de muerte física. Lo que suele morir es un aspecto de
la propia vida, que deja lugar a algo nuevo. O bien un individuo puede experi­
mentar un aumento de poder que transforma por completo su vida. Como ya he
dicho, lo mejor que se puede hacer es someterse al cambio, e incluso colaborar
con él si es posible.
Muy a menudo, las personas con rasgos plutonianos asumen el papel posi­
tivo de ayudar a otras que están pasando por transformaciones plutonianas. En
cierto nivel, por lo tanto, Plutón se asocia con los sanadores y los terapeutas,
tanto en el plano psicológico como en el físico, y con las personas que enseñan
técnicas de transformación personal. En otro nivel, los plutonianos pueden pre­
sentarse como líderes religiosos que insisten en el renacimiento después de la
muerte, tanto la física como la psicológica. Los terapeutas, sanadores, guros, lí­
deres religiosos, etcétera, son los plutonianos más positivos, porque son los que
están más en contacto con el tema central de Plutón: la muerte y el renacimien­
to del alma.
Ayudar a los demás con sus transformaciones es una manera constructiva
de utilizar a Plutón, pero no deja de tener sus riesgos. Ayudar de este modo a la
gente implica obtener muchísimo poder, especialmente por el conocimiento
que se llega a tener de los puntos vulnerables de los clientes, y por el estado de
debilitamiento de las personas que pasan por una crisis. Cuando los plutonianos
explotan este poder para sus fines personales, es probable que sufran las conse­
cuencias. En la medida en que ayudan a la gente a transformar su vida, los as­
trólogos son plutonianos y también tienen esta responsabilidad.
Una disciplina que ejemplifica todos los peligros de Plutón es la magia (no
hay que confundirla con lo que hacen los magos del espectáculo). Incluso cuan­
do no se la practica con otro fin que la iluminación, la magia otorga un poder
capaz de corromper. Por lo tanto, los que deseen estudiarla deben purificarse de
todas aquellas consideraciones que pudieran conducirlos a utilizar ese poder
para objetivos personales. Si se abusa de ellas, estas energías pueden destruir al
practicante. Para quienes no lo sepan, diré que la magia no es sobrenatural en el
sentido habitual de la palabra. Es un estudio de las energías psíquicas en su for­
ma más elevada. El conocimiento que se obtiene de este estudio es peligroso en
la medida en que el mago no alcance un perfecto equilibrio psicológico. Y esto
sucede con las energías plutonianas en general. Ya sea que se manifiesten en
forma de magia o de alguna otra manera, son energías que no se pueden utilizar
con fines puramente personales.
La bibliografía astrológica tiende a destacar el peor lado de Plutón, su aso­
ciación con el poder descontrolado, la decadencia, la corrupción y la muer­
te. Sin embargo, este planeta representa algo mucho más elevado. Es el fuego
purificador que debe atravesar un ente para pasar de un nivel del ser a otro. En
última instancia, Plutón purifica y acerca más a la perfección, pero pata conse-

92
guirlo debe empezar por destruir completamente todo lo burdo o imperfecto que
mantiene inmovilizado a un ente en concreto. Al confrontar las energías pluto­
nianas, con frecuencia vemos aspectos de nosotros mismos con los que no po­
demos contactar porque los hemos enterrado en el proceso de crear nuestro sis­
tema de realidad. Entonces, cuando llega una crisis en la que nada auténtico
puede quedar escondido, finalmente tenemos que enfrentarnos a nuestra basu­
ra personal, hacer algo al respecto. Sólo entonces podemos seguir adelante. Lo
que se nos aparece como la energía negativa del símbolo de Plutón no es más que
un reflejo exacto de nuestra propia negatividad que nos devuelve fijamente la
mirada.

93
5
Otros puntos de la carta

He dicho ya que los planetas son el punto central de la carta. Portadores simbó­
licos de diversas energías, se mueven a través del zodíaco, y además de rela­
cionarse entre sí mediante los aspectos, están influidos y condicionados por los
signos y las casas que ocupan. Pero los planetas no son los únicos puntos del
horóscopo; hay otros que también pueden formar aspectos, y muchos de ellos
pueden ser modificados, de manera muy semejante a los planetas, por su posi­
ción en los signos y en las casas.
La utilidad de estos otros puntos varía. Algunos tienen efectos obvios, y pro­
porcionan información que de otro modo no se podría obtener de la carta; otros
tienen efectos difíciles de discernir y no hacen más que duplicar simbolismos
ya presentes. El Ascendente y el Medio Cielo son absolutamente indispensa­
bles; los nodos lunares, el grado O de Aries y los diversos puntos medios aña­
den mucho a la interpretación de una carta; ciertos asteroides, las estrellas fijas,
los planetas hipotéticos, el Vértice y el Punto Este prometen aportar elementos
valiosos, aunque yo no los he utilizado demasiado, y también hay otros puntos
que, a mi parecer, no hacen más que crear confusión.
Todos los puntos de la carta, incluso los planetas, pertenecen a una de tres
categorías. Hablaré primero de los puntos de tipo nodo, porque incluyen esos
importantísimos ángulos del horóscopo que son el Ascendente y el Medio
Cielo. Los puntos de tipo nodo se forman por la intersección de dos planos
significativos, e incluyen no sólo el Ascendente y el Medio Cielo, sino tam­
bién las cúspides de las otras casas, otros ángulos propuestos recientemente
como el Vértice y el Punto Este, los nodos lunares y planetarios y el grado O
de Aries.
Los puntos de tipo cuerpo son cuerpos celestes, ya sean observados o hipo­
téticos. Además de los planetas, incluyen los asteroides, los planetoides, como
el recientemente descubierto Quirón, las estrellas fijas y los planetas hipotéti­
cos propuestos por diversos astrólogos.

95
Los puntos de tipo figura planetaria sur-gen de las disposiciones simétricas
de planetas o de otros puntos en torno de un eje único. Estas disposiciones dan
origen a puntos sensibles que adquieren importancia cuando están ocupados.
Las partes arábigas son el ejemplo más familiar para los astrólogos tradiciona­
les, pero los puntos medios y los antiscios o puntos de solsticio se basan tam­
bién en esta idea. Su nombre proviene de las figuras planetarias de la escuela
uraniana, que incluyen como casos especiales los demás tipos especificados en
esta categoría.
A todos estos puntos se los puede tratar en muchos sentidos como planetas,
aunque no todos son portadores de energías. Los puntos de tipo cuerpo sí lo
son, y los de tipo figura planetaria lo son en la medida en que simbolizan las
energías combinadas de los planetas; pero los puntos de tipo nodo representan
las áreas donde pueden manifestarse las energías planetarias. Así, un aspecto
que afecte, por ejemplo, a Venus y al Ascendente podría significar las energías
venusianas (calidez, armonía, etc.) expresadas en las relaciones del nativo con
los demás (indicadas por el Ascendente).

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Figura 4. Nodos.

Los puntos de tipo nodo

Todos los puntos de tipo nodo que se usan comúnmente en astrología están for­
mados por la intersección de la eclíptica con otro plano significativo. Para ver
qué nodos son, imaginemos que todo lo que hay en el cielo está proyectado en

96
el interior de una esfera, como si se tratara de la cúpula de un planetario, pero
teniendo en cuenta que nos rodea por todas partes y no solamente en lo alto. Es
la esfera celeste. El centro de esta esfera representa el centro de la Tierra, y to­
dos los planos de los que iremos hablando pasarán por este centro. Los lími­
tes de los planos estarán en la superficie de la esfera, y así habrá círculos ma­
yores (por oposición a los círculos menores, que representan los límites de los
planos que no pasan por el centro de ninguna esfera).
En la figura 4, uno de los círculos mayores es la eclíptica, o el recorrido
anual aparente del Sol a través del cielo. Los puntos N y S son los nodos, don­
de se produce la intersección del círculo de la eclíptica con el de otro plano. El
punto N es el nodo norte o ascendente, donde la trayectoria del cuerpo represen­
tado por el otro círculo mayor está cruzando la eclíptica, orientada en la dirección
general del polo norte terrestre. El punto S es el nodo sur o descendente, donde
la trayectoria del cuerpo se dirige hacia el polo sur.
La línea de puntos que conecta los nodos N y S es el eje nodal. La intersec­
ción de dos planos es siempre una línea recta, y este tipo de nodos están sepa­
rados exactamente por 180 ° a lo largo de la eclíptica. De modo que a menos que
estemos hablando de planetas que se encuentran directamente en -o en conjun­
ción con- uno de los nodos, cualquier relación angular con uno de los extremos
del eje nodal será igual a su relación con el otro extremo. Por esta razón, gene­
ralmente sólo necesitamos considerar los aspectos y otras relaciones angulares
con uno de los integrantes del par, que por convención es, generalmente, el
nodo norte.

El Ascendente y el Medio Cielo Definidos ya en el capítulo 2, el Ascen­


dente y el Medio Cielo serán objeto de un análisis mucho más completo en el
capítulo 12, en cuanto indicadores de la posición mundana de los planetas. Si
los menciono aquí es sólo en su papel de nodos y de puntos sensibles situados
a lo largo de la eclíptica y que forman diversas relaciones angulares con otros
puntos del horóscopo.
Al Ascendente y el Medio Cielo se los considera los extremos principales
de sus respectivos ejes nodales, aunque ambos son excepciones a la regla antes
enunciada, es decir que generalmente el extremo principal es el nodo norte so­
bre la eclíptica. El Ascendente es el nodo norte de la eclíptica sobre el horizon­
te, lo que significa que en este caso el plano de referencia es el horizonte, y es
la eclíptica la que cruza el horizonte en dirección norte y no lo contrario. El Me­
dio Cielo cambia su ángulo con la eclíptica de tal manera que a una hora del día
se lo podría denominar nodo norte y a otra hora nodo sur. Por esta razón, se lo
define simplemente como el nodo eclíptica-meridiano que se encuentra por en­
cima del horizonte.
Igual que con los otros nodos, hablar de un extremo del eje implica a la tota­
lidad de éste. Así, cualquier cosa que se diga más adelante sobre el Ascendente

97
incluirá también al Descendente, y lo que digamos del Medio Cielo se referirá
también al lmum Coeli.
Cuando se usa el Ascendente y el Medio Cielo como puntos sensibles, han
de tomarse muy seriamente los aspectos que forman, independientemente de la
distancia a que se encuentre de la eclíptica el cuerpo con el que estén en aspec­
to. Así, por ejemplo, si Plutón y el Ascendente tienen la misma longitud (o sea,
si están en conjunción) a lo largo de la eclíptica, a los símbolos de Plutón y del
Ascendente-Descendente se los considera vinculados, aunque el planeta no esté
ni siquiera cerca del horizonte (véase página 34). Lo mismo vale cuando Plutón
forma cualquier otra relación angular significativa a lo largo de la eclíptica con
el eje Ascendente-Descendente.
El Ascendente y el Medio Cielo son unos puntos especiales entre todos los
de Ja carta, por dos razones. Una es que, a diferencia de los demás, al derivarse
ambos del horizonte de un punto específico de la Tierra, dependen del lugar de
nacimiento. La otra razón es que son los puntos que con más rapidez se mueven
en el horóscopo. Mientras que los planetas necesitan de uno a varios centenares
de años para dar una vuelta al zodíaco, el Sol un año y la Luna un mes, el As­
cendente y el Medio Cielo no necesitan más que un día. Cada uno se mueve a
lo largo de la eclíptica con una velocidad media de un grado por cada cuatro mi­
nutos de tiempo. Como indican al minuto tanto el lugar como el momento del
nacimiento, el Ascendente y el Medio Cielo son los puntos que vinculan las
condiciones celestes con un determinado individuo sobre la Tierra.
Por viajar a la velocidad con que lo hacen, están en una relación constante­
mente cambiante con todos los demás puntos del horóscopo, destacando en un
momento un grupo de planetas, y unos minutos después otro. Así, el horóscopo
de una persona nacida a las ocho puede ser muy diferente del de otra nacida el
mismo día a las ocho y media.
En los capítulos 12 y 15 describiré detalladamente la forma en que el As­
cendente y el Medio Cielo derivan su significado de su posición en el ciclo
mundano. Aquí, sin embargo, basta con bosquejar su importancia valiéndonos
de unas pocas palabras clave.
Un concepto básico para el eje Ascendente-Descendente es «intercambio con
el entorno». Los planetas que se encuentran en una relación angular importan­
te con este eje se manifiestan generalmente en las relaciones de la persona y en
su interacción c.on el mundo exterior. El eje formado por el Medio Cielo y el
Imum Coeli, por otra parte, significa cómo se siente uno interiormente (Imum
Coeli) y cómo se expresa exteriormente (Medio Cielo), o de dónde viene en la
vida y hacia adónde va. Aquí, la idea clave es «yo, mí, mío»: este eje tiene me­
nos que ver con las relaciones y más con el sentimiento que uno tiene de sí mis­
mo. Se encontrarán ejemplos de cómo funcionan el Ascendente y el Medio Cie­
lo en combinación con las energías planetarias en los breves esbozos de los
puntos medios entre pares de puntos (capítulo 9).

98
Las cúspides de las casas intermedias Como dije en el capítulo 2, dado
que la posición de las cúspides de las casas que no corresponden a los ángulos
del horóscopo es motivo de continuo debate, no considero los aspectos forma­
dos con las cúspides de las casas intermedias ni los uso en modo alguno como
puntos sensibles. Sólo unos pocos astrólogos, entre ellos algunos de la escuela
uraniana, o los que usan sin restricciones las partes arábigas, utilizan las cúspi­
des de las casas intermedias como puntos sensibles de la carta.

El Vértice Hemos visto que los ejes del Ascendente y el Medio Cielo se
crean por la intersección del plano de la eclíptica con los planos del horizonte y
el meridiano. El horizonte divide la carta en arriba y abajo, y el meridiano la di­
vide en este y oeste (o, si lo prefiere, en izquierda y derecha). Hay también un
plano que divide la esfera celeste en adelante y atrás. Forma un ángulo recto con
el meridiano, al este y al oeste directamente sobre nuestra cabeza y por debajo
de los pies, y se lo llama «la vertical principal».
Teóricamente, los puntos donde este círculo cruza la eclíptica también de­
berían tener significado. Así lo postuló hace unas décadas L. Edward Johndro,
un astrólogo neoyorquino técnicamente muy hábil. Su trabajo le llevó a la con­
clusión de que la intersección en el oeste es la más importante, y llamó a ese
punto «Vértice» (y «Antivértice» al punto opuesto en el este). Él y sus discípu­
los, entre ellos Charles Jayne, han descubierto que el Vértice tiene que ver con
enfrentamientos fatídicos e importantes, ya sea con personas o con circunstan­
cias. Yo mencioné el Vértice en mi libro Planets in Composite, y desde enton­
ces he continuado investigándolo, pero todavía no tengo una idea clara de su
utilidad. Lo que de hecho se ha comprobado es que su actividad es mayor en si­
tuaciones dramáticas o que no son características de la vida normal del nativo.
Esto parece concordar con las ideas de Johndro y Jayne, pero yo no lo encuentro
útil en la mayoría de los casos. Otros astrólogos han tenido experiencias dife­
rentes, por lo que, obviamente, es necesario trabajar más en el tema.

El Punto Este Otro nuevo ángulo del horóscopo al que recientemente se


ha prestado atención es el llamado Punto Este, que en realidad no representa
ningún punto en la eclíptica que esté hacia el este (ese punto es el Antivértice).
Al Punto Este se lo debería llamar Ascendente Ecuatorial, porque es el grado
del zodíaco que estaría en ascenso si uno hubiera nacido en el ecuador.
Se le ha atribuido una analogía con el Ascendente, pero jamás se ha descri­
to su significado preciso con la claridad necesaria para distinguirlo del Ascen­
dente de tal manera que pueda haber consenso entre los astrólogos. Como su
significado no está claramente formulado, no se puede poner a prueba su efica­
cia; si se da a un símbolo un significado vago y se usan orbes amplios, se pue­
de hacer que cualquier cosa funcione. Por esta razón no me cuento entre los de­
fensores del Punto Este.

99
Los nodos lunares Son aquellos grados del zodíaco donde el plano de la
órbita de la Luna cruza el plano de la eclíptica. Como ocurre con los ejes As­
cendente-Descendente, Medio Cielo-Imum Coeli y Vértice-Antivértice, los no­
dos son los dos extremos de un eje y están separados por 180º. El nodo norte
(llamado también Cabeza del Dragón o Caput Draconis) es el punto en el que la
Luna cruza la eclíptica cuando va hacia el norte, y el nodo sur (Cola del Dragón
o Cauda Draconis) el punto por donde la Luna cruza la eclíptica cuando va ha­
cia el sur.
Los nodos lunares han sido obvios para los astrónomos desde el comienzo,
porque cuando el Sol está cerca de ellos en su órbita aparente alrededor de la
Tierra, la Luna nueva y la Luna llena tienden a formar eclipses. De ahí provie­
nen las pintorescas expresiones de Cabeza del Dragón y Cola del Dragón: se­
gún la mitología, los nodos están habitados por un dragón que se traga al Sol o
a la Luna cada vez que se le acercaba demasiado. Ahora sabemos, como sabían
también los antiguos astrónomos, que los nodos son lugares donde la Luna y la
Tierra se alinean con el Sol de tal manera que la Luna hace sombra sobre la Tie­
rra (eclipse solar) o la Tierra hace sombra sobre la Luna (eclipse lunar). Los no­
dos lunares se mueven hacia atrás por el zodíaco a una velocidad de poco más
de 3 minutos de arco por día, y completan una vuelta alrededor del zodíaco cada
18,6 años.
Los nodos lunares no son nuevos en astrología, pero parece que en Occi­
dente su uso sólo se ha generalizado en la época moderna. En la India se los uti­
liza desde hace mucho más tiempo. Lo que indican es motivo de controversia.
En la astrología hindú se cree que ambos son maléficos, pero en Occidente se
considera que el nodo norte es más fácil y el nodo sur más difícil. Hay quien
compara el nodo norte con Júpiter y el nodo sur con Saturno. Mi propio trabajo
apunta a que hay algo de verdad en esto. Pero sólo cuando hay algún cuerpo en
conjunción con uno de ellos se pueden establecer distinciones claras entre los
dos nodos. De otra manera, cualquier cuerpo que esté en aspecto con uno de
ellos tendrá el mismo aspecto también con el otro.
Algunos autores consideran que los nodos indican encamaciones pasadas.
Tal vez sea así, pero es algo difícil de probar. La astrología kárrnica es, con de­
masiada frecuencia, el refugio de quienes no pueden soportar que se pongan a
prueba sus ideas en la práctica.
Un concepto ampliamente difundido y con el que coincido es que los nodos
representan conexiones con otras personas, es decir, que son un eje de la rela­
ción. En este contexto, el nodo norte simboliza la unión y el nodo sur la sepa­
ración. Como se trata de nodos lunares, es probable que tengan por lo menos
algo que ver con relaciones en las que intervienen los sentimientos. Y como
provienen de la intersección del plano orbital de la Luna y el plano de la órbita
aparente del Sol alrededor de la Tierra, es posible que posean algunas de las ca­
racterísticas del punto medio Sol-Luna. He observado que cuando los nodos es-

100
tán destacados en la carta de una persoha, ésta tiende a ser expansiva y muy so­
ciable. También he comprobado que cuando hay conexiones importantes entre
los factores principales de la carta de una persona y el nodo norte de la carta de
otra, la relación es más constructiva que si las conexiones se dan con el nodo sur.
No he podido validar otras ideas referentes al significado de los nodos. El hecho
de que los astrólogos estén en desacuerdo respecto a este tema sugiere que son
factores menos poderosos que otros sobre los que hay más unanimidad. Pero
por el momento no recomiendo que se haga caso omiso de los nodos.
Hasta no hace mucho, los astrólogos usaban siempre los nodos lunares pro­
medio, que se mueven hacia atrás por el zodíaco a una velocidad uniforme. Pero,
en 1975, Digicomp Research Corporation publicó unas efemérides con el título
de True Lunar Nodes 1850-2000 [Los verdaderos nodos lunares 1850-2000],
basadas en el hecho de que, además de desplazarse gradualmente hacia atrás por
el zodíaco, el plano orbital de la Luna también oscila, de modo que las líneas de
intersección reales avanzan y retroceden. Por consiguiente, no hay coincidencia
en cuanto a la forma de localizar los nodos, porque la posición promedio difiere
de la posición por oscilación en hasta 1 º 45' en cualquier momento dado. Ame­
rican Ephemeris da posiciones tanto de los nodos promedio como por oscilación,
que no son más «verdaderos» que los primeros, ya que son, a su manera, un con­
cepto no menos abstracto que ellos. No se los debería usar mientras la investiga­
ción no haya indicado cuál de los dos conjuntos de nodos es más válido, si es
que alguno lo es. En este tema, todavía no se ha dicho la última palabra, pero
por el momento yo me inclino más a usar los convencionales nodos promedio.

Los nodos planetarios De la misma manera que el plano orbital de la Luna


cruza el plano orbital de la Tierra (o el plano orbital aparente del Sol alrededor
de la Tierra), los planos orbitales de los planetas cruzan el plano orbital de la
Tierra, dando origen a los nodos planetarios. Desde un punto de vista heliocén­
trico (desde el punto de vista del Sol), los nodos de cada planeta se encuentran
exactamente en oposición el uno con el otro en el zodíaco, pero la adopción del
marco de referencia geocéntrico (centrado en la Tierra), más común en astrolo­
gía, hace que los nodos planetarios no parezcan estar en oposición (sin embar­
go, en el caso de los planetas exteriores el cambio es muy pequeño).
Frente a esto, uno se pregunta: si la Luna tiene nodos, ¿por qué no los pla­
netas? Lamentablemente, debido a la diferencia entre los marcos de referencia
heliocéntrico y geocéntrico, hay problemas con la definición de los nodos pla­
netarios y, por consiguiente, con su localización. Todos los otros puntos no­
dales tratados aquí tienen ejes que pasan por la Tierra. En el caso de los nodos
planetarios, el eje pasa por el Sol.
En The Node Book [El libro de los nodos], Zipporah Dobyns presenta el tra­
bajo más amplio sobre los nodos planetarios que conozco, e incluye unas efe­
mérides de sus posiciones geocéntricas. En Estados Unidos existen servicios de

101
consulta astrológica por ordenador que calculan estas posiciones de acuerdo
con el método de Dobyns. Sin embargo, en su libro Astrology of the lnner Space
[Astrología del espacio interior], Carl Payne Tobey da argumentos convin­
centes para usar las posiciones heliocéntricas de los nodos en una carta geo­
céntrica.
Pero aunque decidamos qué posiciones nodales usar, sigue habiendo un pro­
blema. De acuerdo con Dobyns, los nodos planetarios tienen un significado
simbólico similar al de los planetas con los que están relacionados. De hecho,
esto da para cada planeta tres longitudes en la carta: su longitud geocéntrica real
y las longitudes de los dos nodos, lo cual aumenta en gran medida la probabili­
dad de resultados aleatorios. Para que los nodos resulten útiles, hemos ideado
criterios que distinguen claramente entre los nodos y sus respectivos planetas.
Insisto: no sugiero que no se haga caso de los nodos, sino que es mejor que,
para usarlos, los principiantes esperen a estar más duchos en la materia.

El punto Aries El primer punto de Aries, grado O de Aries, punto vernal


o punto equinoccial de primavera es, como se lo definió en el capítulo 2, el lu­
gar donde se encuentra el Sol en el inicio astronómico de la primavera, alrede­
dor del 21 de marzo. Es también un nodo: el nodo norte de la eclíptica con respec­
to al ecuador. El lugar donde el Sol cruza el plano ecuatorial yendo al norte es
el grado O de Aries; el nodo sur es el grado O de Libra.
Como comienzo del zodíaco tropical, el grado O de Aries ya era utilizado
por los antiguos griegos y se usó en el amanecer de la moderna astrología ho­
roscópica. En la mayoría de los sistemas astrológicos sólo se lo ha tratado como
el comienzo del signo de Aries, pero en las décadas de 1920 y 1930 se le adjudi­
có un nuevo papel en el sistema uraniano de Alfred Witte y sus seguidores. Se­
gún esta escuela, el grado O de Aries también representa el grado O de los demás
signos cardinales (Cáncer, Libra y Capricornio). Las razones de ello se expli­
carán en el capítulo 8.
El punto Aries a mí me parece sumamente útil. Aunque no es una fuente de
energía, como un verdadero planeta, se lo trata como tal en cuanto forma as­
pectos de la manera habitual. Y lo más importante es que puede ser el foco de
combinaciones de puntos medios (véase el capítulo 8).
De acuerdo con la escuela uraniana, el punto Aries, los nodos lunares y el
Ascendente representan una jerarquía de relaciones. Los uranianos dicen que
el eje Ascendente-Descendente se relaciona con las interacciones sociales en
general, y los nodos lunares con encuentros de mayor intimidad, pero mi pro­
pia experiencia me indica que es el eje Ascendente-Descendente el que tiene
que ver con los contactos más íntimos. Sin embargo, estoy de acuerdo en que
con frecuencia los nodos lunares simbolizan relaciones que se producen por­
que los individuos sienten que tienen algo en común, y éste es un sentimiento
enraizado en el simbolismo lunar.

102
De los tres puntos nodales que afectan a las relaciones, el punto Aries re­
presenta los contactos sociales más impersonales, pero también los más am­
plios: nuestra relación con el vasto mundo que nos rodea. De ahí que se lo aso­
cie con la fama y con una mayor importancia social. Si alguien se hace famoso
o ejerce un importante impacto en la sociedad, fuera del círculo de amigos y
compañeros, esto está indicado por los símbolos que se relacionan con el pun­
to Aries.
No obstante, un gran número de aspectos y/o de figuras planetarias o de
combinaciones de puntos medios en los que intervenga el punto Aries no ase­
guran la fama. El punto Aries y los puntos relacionados con él sólo nos informan
de las energías de que podemos disponer para impresionar, si es que alguna vez
decidimos intentarlo. Los emplazamientos relacionados con el Medio Cielo y
con la casa diez tienen muchas más probabilidades que un punto Aries activo
de indicar que alguien intentará llegar a ser famoso. La razón es que un Medio
Cielo activo alude a personas con un fuerte ideal respecto de la importancia que
deben alcanzar. En este aspecto, el Medio Cielo está muy vinculado al conjun­
to de símbolos del padre, que incluye al Sol, Saturno, Capricornio, la casa diez
y, en alguna medida, a Júpiter. Tampoco se ha de verificar solamente el punto
Aries como tal, sino también los puntos medios que forma con los indicadores
más personales: el Medio Cielo, el Ascendente, el Sol y la Luna.

Los puntos de tipo cuerpo

Los asteroides Entre la órbita de Marte y la de Júpiter existe un cinturón


de miles de cuerpos menores que, o bien constituyen los restos de un planeta que
se desintegró, o bien son el esbozo de uno que nunca llegó a consolidarse. Este
grupo, el de los asteroides, era desconocido hasta el siglo xrx, y los astrólo­
gos no lo utilizaron hasta que en 1973 Eleanor Bach publicó unas efemérides
de asteroides. De acuerdo con la práctica habitual del American Ephemeris and
Nautical Almanac, escogió los primeros cuatro asteroides que se habían descu­
bierto: Ceres (1801), Palas (1802), Juno (1804) y Vesta (1807). Ceres es el ma­
yor asteroide conocido, pero hay otros que son mayores que cualquiera de los
otros tres.
Con los asteroides nos encontramos en medio de una revolución y un de­
sastre en potencia. La revolución es la posibilidad de ampliar el simbolismo as­
trológico usando cuerpos reales en lugar de planetas hipotéticos. El desastre es
que hay miles de asteroides y de otros cuerpos menores en órbita alrededor del
Sol, y valiéndose de las técnicas astrológicas actuales no hay manera de darles
cabida a todos en una carta. Hasta el momento, en astrología se ha sostenido
(por lo menos de forma implícita) que el tamaño de un cuerpo no tiene relación
con su efectividad. La ejemplificación más espectacular de esto la constituye

103
Plutón, que es pequeño (más o menos del tamaño de Mercurio) y además se en­
cuentra a una enorme distancia de la Tierra. Todos los demás cuerpos del siste­
ma solar que usan los astrólogos o bien son más grandes, o están mucho más
cerca, o ambas cosas. La cuestión con los asteroides es si podemos permitimos,
en términos prácticos, reducir el tamaño límite de los cuerpos que utilizamos en
la carta. Los asteroides son muy pequeños: todos los que conocemos, reunidos,
tendrían una masa menor que la de cualquier planeta conocido. Ni siquiera lle­
garían a alcanzar la masa total de la Luna. Si hemos de tener en consideración
los asteroides, entonces lógicamente debemos hacer lo mismo con todos los cuer­
pos que realizan un recorrido orbital, sean del tamaño que sean. ¿Puede imagi­
narse al astrólogo del futuro diciéndole a un cliente: «Usted tiene los meteoros
de Perseo retrógrados en el Medio Cielo»?
Hay varias maneras de soslayar esta controversia. La primera y la más fácil
sería hacer caso omiso de los asteroides. Pero la experiencia de trabajo con Ce­
res, Palas, Juno y Vesta sugiere ya que tienen características observables, que
no repiten el simbolismo de los planetas y que, por lo tanto, añaden información
a la carta. Por tal razón, ésta me parece la solución menos aceptable.
Una segunda vía sería idear alguna manera de tratar a los asteroides y a otros
cuerpos pequeños como un grupo o un conjunto de grupos. Los asteroides, por
lo menos los más pequeños, viajan en familias. Quizá se pudiera usar la resultan­
te de los vectores de masa (la posición promedio, por decirlo así) para repre­
sentar a un grupo de asteroides. Esto requeriría cambiar el procedimiento actual
de dar a los asteroides el mismo tipo de individualidad que a los planetas.
Una tercera alternativa es continuar simplemente dando a los asteroides el
tratamiento simbólico individual que se les da ya a los cuatro primeros. En la
práctica, lo que yo creo que va a suceder es que se asignará una serie de carac­
terísticas individuales a los más grandes y no se tendrá en cuenta a los más pe­
queños. Sospecho que habrá un límite de facto más allá del cual no seguiremos
utilizando cuerpos más pequeños.
Una manera de defender el uso de los primeros cuatro asteroides que se des­
cubrieron (y no de los cuatro más grandes) es aducir que el efecto de los cuer­
pos celestes se relaciona más bien con la conciencia que el ser humano tiene de
ellos que con sus propiedades físicas. Por ser los primeros en ser descubiertos,
es indudable que causaron más impresión que los miles que se habría de obser­
var después.
He aquí una breve presentación de los cuatro asteroides comúnmente uti­
lizados. Estas descripciones no tienen la pretensión de ser completas; se en­
contrará un análisis mucho más profundo de ellos en autores como Eleanor
Bach, Zipporah Dobyns y Emma Bele Donath. Lo que sigue es una combina­
ción de mis propios descubrimientos y los de otras personas. (La relación de
estos asteroides con los signos se estudiará al hablar de Virgo y Libra en el ca­
pítulo 11.)

104
Ceres, como la Luna, está conectado con el símbolo de la Madre Tierra. Pero
parece relacionarse con la nutrición más bien en un nivel material y práctico
que en uno psicológico. Tiene que ver con el deber, la responsabilidad y las ar­
tes domésticas. Yo lo asociaría también con la jardinería y la agricultura.
Palas, como Ceres, Juno y Vesta, es un símbolo femenino, pero muy inde­
pendiente. Parece relacionado con la facultad crítica y con una especie de men­
talidad aguda e incisiva que disfruta con un buen debate. Le gusta hacer distin­
ciones. De las características de los cuatro asteroides, las de Palas son las más
difíciles de discernir, posiblemente porque su órbita es, por un amplio margen,
la que más se inclina sobre la eclíptica (34,8 º ).
Juno se relaciona con el matrimonio y la asociación entre los sexos. Consi­
dero que, especialmente en las cartas de mujeres, indica a menudo una ambiva­
lencia respecto de si asociarse con alguien o seguir siendo libre. En la carta de
un hombre, describe con frecuencia el tipo de pareja que elegirá.
La órbita de Vesta es la menos inclinada sobre la eclíptica de los cuatro as­
teroides (sólo 7,13 ° ), y posiblemente por esta razón es el que muestra más clara­
mente sus características. A Vesta se lo puede considerar el equivalente plane­
tario de la casa seis, y representa el principio de la negación de la gratificación
a corto plazo en favor de objetivos de largo alcance. Su naturaleza es ascética,
capaz de hacer sacrificios en nombre del deber. Parece que tiende a dificultar
cualquier cosa que tenga que ver con la expresión sexual o con otras activida­
des placenteras. Se relaciona a menudo con el celibato, y según algunos auto­
res, también con los rituales y la tradición.

Quirón En 1977, el astrónomo Charles Kowal descubrió un pequeño pla­


neta entre las órbitas de Saturno y Urano, y lo denominó Quirón, el nombre del
primero de los míticos centauros. Muchos lo consideran relacionado con ense­
ñanzas que expanden la conciencia y con la iniciación en formas superiores de
conciencia.

Las estrellas fijas En una época, los astrólogos utilizaron rutinariamente


las estrellas fijas, cuyo uso, sin embargo, se ha restringido por varias razones.
La primera es que sus definiciones tradicionales tienden a ser del tipo de la bue­
naventura trágica. Generalmente son maléficas y designan diversas clases de
desastres.. Por ejemplo, se supone que Algol en el Medio Cielo significa, entre
otras cosas, la muerte por decapitación. A las definiciones fatalistas no se las
considera respetables en astrología moderna, y a los astrólogos no se les han
ocurrido todavía ideas alternativas sobre el simbolismo de las estrellas fijas.
En segundo lugar, la mayoría de las estrellas fijas están muy alejadas de la
eclíptica. Por consiguiente, no está claro de qué manera habría que considerar­
las en relación con los aspectos que se dan a lo largo de la eclíptica, y con el em­
plazamiento en las casas.

105
Por último, existe el mismo problema que con los asteroides, sólo que acen­
tuado. Hay cinco o seis mil estrellas fijas visibles a simple vista, y millones más
que no se pueden ver sin telescopio. Si nos limitamos a las estrellas visibles,
¿qué hacemos con los planetas que no se distinguen a simple vista?
Sin embargo, muchos astrólogos coinciden en que algunas estrellas fijas,
principalmente las próximas a la eclíptica, tienen efectos observables, y toman
nota de ellos cada vez que estas estrellas se encuentran cerca de algún punto im­
portante en la carta. Generalmente sólo se usan las conjunciones con estrellas
fijas, aunque a veces se tienen en cuenta también las oposiciones. Fixed Stars
and Constellations in Astrology [Estrellas fijas y constelaciones en astrología],
de Vivian Robson, es un buen resumen de lo que se sabe del tema, y también
pone en claro algunas de sus dificultades.

Los planetas hipotéticos Muchos astrólogos utilizan puntos que se com­


portan como planetas, pero que todavía no han sido observados astronómica­
mente. Son los llamados planetas hipotéticos, e incluyen los planetas.adicionales
de la escuela uraniana (Cupido, Hades, Zeus y Cronos, propuestos por Alfred
Witte, y Apolo, Admetos, Vulkanus y Poseidón, propuestos por su seguidor
Friedrich Sieggruen); los sugeridos por Charles A. Jayne (Rex, Sigma, Jasón,
Isis, Pan, Morya, Hermes, Osiris, Midas, Atenea y León); los que propone lvy
Goldstein Jacobsen (Lilith y Lulu), y otros como Transplutón, defendido por
Theodor Landscheidt y la familia Ebertin en Alemania, y Vulcano (que no se ha
de confundir con el Vulkanus uraniano). Algunos de estos «planetas» han sido
señalados por personas con dotes psíquicas, otros se obtuvieron por medios ma­
temáticos a partir de perturbaciones observadas en órbitas existentes, y otros
por la observación de puntos de energía que parecen moverse a lo largo del zo­
díaco como si fueran planetas. De estos «cuerpos» hay docenas, y algunos, es­
pecialmente los ocho planetas uranianos, parece que funcionan.
Como los asteroides, los planetas hipotéticos amenazan con sepultar el ho­
róscopo en una inmanejable complejidad de detalles. Y, a diferencia de los as­
teroides, estos planetas no son más que hipótesis. Las posiciones de la mayoría
de ellos se han determinado usando supuestos inciertos referentes a la preci­
sión de las técnicas astrológicas, y parece que casi todos se movieran en órbi­
tas circulares más bien que elípticas, algo que ningún cuerpo astronómico co­
nocido hace (las excepciones son los cuatro cuerpos uranianos propuestos por
Witte). Esto significa que o bien son cuerpos totalmente imaginarios, o bien las
primeras «observaciones» de las órbitas sólo eran aproximadas. En este último
caso, las efemérides basadas en ellas se vuelven cada vez más inexactas a me­
dida que se las extiende más allá de la época en que se realizaron las observa­
ciones.
Sea como fuere, yo no recomiendo que se usen planetas hipotéticos como
un recurso técnico básico, y aunque no sugeriría jamás que en astrología se de-

106
jara algo sin investigar, sin estudios ulteriores no recomendaría tampoco que se
pensara seriamente en basar nada sobre los planetas hipotéticos.

Los puntos de tipo figura planetaria

Todos los puntos que estudiamos a continuación se derivan de los diversos ti­
pos de «figuras planetarias». Es decir que se basan todos en relaciones simétri­
cas entre planetas o entre otros puntos de tal manera que hay una distancia igual
entre pares de puntos. A los puntos de tipo figura planetaria se los puede en­
contrar ya sea por cálculo, usando las fórmulas que daré más abajo, o, sin recu­
rrir al cálculo, utilizando las técnicas de la esfera y el cuadrante que figuran en
el capítulo 8.

Las partes arábigas A pesar de su nombre, se remontan por lo menos a


los griegos, y las usaron también, además de los árabes, los europeos del Rena­
cimiento. En la forma en que la mayoría de los astrólogos las utilizan hoy, son
similares a las figuras planetarias uranianas, y por eso las incluimos aquí. Las
partes arábigas han conseguido en la época moderna algunos defensores cohe­
rentes, aunque la mayoría de los astrólogos de hoy en día no usan el gran núme­
ro de partes arábigas que se han ido inventando. Sin embargo, muchos utilizan
normalmente la Parte de la Fortuna.
La Parte de la Fortuna se obtiene sumando y restando las posiciones del Sol,
la Luna y el Ascendente. En el método moderno habitual de calcular esta parte,
se convierten primero las longitudes (grados y minutos sin signo) de estos puntos
a la notación de 360º (véase página 170) y después se las combina así: Ascen­
dente + Sol - Luna = Parte de la Fortuna. La longitud de la Parte de la Fortu­
na se convierte entonces de la notación de 360º a la notación por signos y se la
introduce en la carta. Todas las demás partes arábigas se forman usando la mis­
ma fórmula A + B - C = D con otras combinaciones de puntos. Por ejemplo,
Ascendente + Venus - Sol = Parte del Amor; Ascendente + Venus - cúspi­
de de la casa siete = Parte del Divorcio. Las partes tradicionales incluyen el
Sol, la Luna, el Ascendente, el Medio Cielo o la cúspide de una casa interme­
dia como por lo menos uno de los factores, pero es posible combinar de esta
manera tres factores cualesquiera del horóscopo, y algunos astrólogos moder­
nos así lo han hecho.
El método que hemos dado es sólo la más simple de varias maneras posibles
de calcular las partes arábigas. El Dictionary of Astrology de Wilson da varios
métodos más antiguos y más complicados para calcular la Parte de la Fortuna
usando ascensiones oblicuas y ascensiones rectas en vez de las longitudes ce­
lestes (grados a lo largo de la eclíptica) a que la mayoría estamos acostumbra­
dos. En la latitud de la ciudad de Nueva York, por ejemplo, los métodos com-

107
plicados pueden dar resultados que difieren hasta en 30º de los obtenidos con el
método más familiar, y habrá una discrepancia aún mayor con latitudes terres­
tres superiores. Que alguno de los métodos más complicados para calcular la
Parte de la Fortuna y otras partes arábigas sea o no más válido que el método
más sencillo es una cuestión que todavía hay que investigar, y hacerlo excede
el alcance y los propósitos de este libro.
Sea cual fuere el sistema de coordenadas que se utilice para calcular las par­
tes arábigas, usarlas de manera extensiva puede crear una colección desconcer­
tante, que llegue a varios puntos nuevos por grado. Se corre el peligro de in­
ventar partes que demuestren cualquier cosa que uno desee.
Incluso si no se usa más que la Parte de la Fortuna, dudo de su significado,
por lo menos si se la calcula empleando longitudes celestes. Se dice que conce­
de al individuo gracia, suerte o favor. Como yo soy bastante afortunado, y tengo
la Parte de la Fortuna en conjunción con Saturno en la casa doce (una combi­
nación que normalmente no se consideraría afortunada), soy comprensiblemen­
te escéptico.
º
16 ts
(46 ° )

1
1
4:, º �4So
º
1, .......,....._>s o
e 1 D
1 ---;º*
1 --
1 - (331 º O
-29 º +360 º )

Figura 5. Una figura planetaria de cuatro factores (fórmula uraniana A + B - C = D).

Las figuras planetarias Los seguidores de la escuela uraniana reconoce­


rán en A + B - C = D la fórmula que usan para sumar y restar longitudes ce­
lestes con el fin de formar las «figuras planetarias». Como se ve en la figura 5,
los cosmobiólogos expresarían esto de manera esquemática como A/B = D,

108
donde la línea discontinua de en medio representa el eje común (16 º Tauro -
Escorpio) que comparten estos dos pares de puntos. La principal diferencia en­
tre las figuras planetarias y las partes arábigas calculadas a lo largo de la eclíp­
tica es que los uranianos han extendido sistemáticamente el principio para in­
cluir todos los puntos de la carta (aunque generalmente no usan las cúspides de
las casas intermedias). Esto tiene la potencialidad de producir una colección
de puntos adicionales tan grande como el conjunto de las partes arábigas e in­
cluso mayor. Pero la mayoría de los astrólogos uranianos se dan cuenta de este
peligro y están tratando de crear un sistema que permita disponer estos puntos
en una jerarquía, de modo que se puedan establecer distinciones claras respec­
to de lo que tiene importancia y lo que no la tiene.
En comparación con las partes arábigas, las figuras planetarias uranianas
tienen significados que se deducen mucho más lógicamente de los símbolos im­
plicados. Por ejemplo, a la misma combinación que da como resultado la Parte
de la Fortuna, Ascendente + Sol - Luna, los uranianos la interpretan como re­
laciones íntimas con otros (Ascendente), el cuerpo o el bienestar físico (el Sol)
y las mujeres (la Luna). Todo junto, esto habla de relaciones de intimidad físi­
ca con mujeres en la vida cotidiana.
Con diez planetas, el Ascendente, el Medio Cielo y el nodo norte, el núme­
ro de posibles combinaciones de tres factores en una carta es inmenso. Tal
como yo trabajo, prefiero limitar el uso de tales combinaciones a los puntos me­
dios, que son un caso especial de las figuras planetarias en el que se forma un
punto sensible al usar otros dos puntos en vez de tres. A mi modo de ver, los
puntos de la fórmula A + B - C = D (en la cual A, B y C son todos diferen­
tes) son menos importantes que los puntos medios, y por lo tanto se puede pres­
cindir sin peligro de ellos, por lo menos hasta que se creen y se estabilicen las
jerarquías de importancia a las que me he referido anteriormente.
Hay, sin embargo, otro tipo de figura planetaria que puede ser más impor­
tante. En ella también intervienen tres factores, pero, como los puntos medios,
tiene sólo dos factores diferentes. Este tipo toma la forma C + C - A = B.
Usando Ccomo eje, miramos el punto del lado opuesto de C a partir de A, pero
separado por el mismo ángulo. Si A es C más el ángulo, entonces el punto sen­
sible, B, es C menos el ángulo. (Véase la figura 6.) Yo no he investigado per­
sonalmente este tipo de figuras planetarias, pero otros astrólogos las consideran
valiosas.

Los puntos medios Son como las figuras planetarias de tres factores que
acabamos de mencionar, pero esta vez el punto sensible está más bien en el me­
dio que a un lado. Para los puntos medios, la fórmula sería A + B - C = C,
donde Ces el factor que hay en el medio. (Véase la figura 7.) Los cosmobiólo­
gos lo expresarían como A/B = C.

109
16 º /S
(46 ° )
e

4S" //
'y
/
/
/
/
/

Figura 6. Una figura planetaria de tres factores (fórmula uraniana C + C - A = 8).

16 º 1:$
(46 º )
e

Figura 7. Un punto medio (fórmula uraniana A + B - C = C).

110
Si se usan trece factores, el número de puntos medios posibies es menor de
cien, y hay reglas para distinguir su importancia relativa (véase página 183)
de manera que a uno no lo sepulten las minucias. En mi opinión, los puntos me­
dios añaden información a una carta, y yo normalmente los utilizo. Por ello tra­
to con detalle en los capítulos 8 y 9 la base lógica de estos puntos, la forma en
que los uso y cómo definirlos.

Los puntos de solsticio o antiscios Usados por los árabes en la Edad Me­
dia, los antiscios han sido modernamente resucitados por dos movimientos in­
dependientes: los astrólogos uranianos, que los llaman antiscios, y los más tra­
dicionales, que los llaman puntos de solsticio, lo cual es una buena manera de
describir lo que son.
Un antiscio es otro ejemplo del tipo de figura planetaria ya descrito en el
que dos factores crean un tercer punto sensible que no es un punto medio. Pero
aquí el primero de los dos factores es siempre o el grado O de Cáncer o el gra­
do O de Capricornio, que son los solsticios de verano y de invierno respectiva­
mente. Por lo tanto, todos los antiscios tienen la forma A + B - O º Cáncer = O º
(evidentemente, se puede sustituir 0 ° de Cáncer por O º de Capricornio). Di­
cho de otra manera, O º de Cáncer-Capricornio es el punto medio entre cual­
quier punto y su antiscio. (Véase figura 8.) Como los puntos medios, los antis­
cios tienen la fórmula A + B - C = C, expresada como 270 + 270 - A = B,

O º yj
(270 º )

A es el antiscio de B B es el antiscio de A

Figura 8. Antiscios.

111
270 + 270 - B = A, o A + B - 270 = 270. Los antiscios que se acercan más
a O º de Cáncer tienen las fórmulas 90 + 90 - A = B, etcétera.
Para calcular un antiscio, se convierten primero todas las longitudes de la
fórmula a la notación de 360 º como se explica en la página 170. Así el grado O
de Cáncer se convertirá en 90 º , y el grado O de Capricornio se convertirá en
270° . Entonces, dado un planeta o un ángulo a y º (en notación de 360 º ), su an­
tiscio estará a 90 º + 90 º - y º , o a 270 º + 270º - yº . Luego se convierte la no­
tación de 360° a la notación por signos para incluir el antiscio en la carta.
De acuerdo con quienes utilizan estos puntos, el significado de un antiscio
es el mismo que el del propio planeta, pero esto no es del todo lógico. Tal como
dije antes, el punto medio entre cualquier punto y su antiscio es el grado O de
Cáncer-Capricornio, que naturalmente está en cuadratura con el grado O de Aries,
del que ya hemos hablado. Como se explicará en el capítulo 8, en astrología
uraniana y en cosmobiología, a los puntos que están en cuadratura o en oposi­
ción entre sí se los trata virtualmente como si fueran el mismo punto. De ello se
deduce que, de hecho, los antiscios no son más que parte de ese conjunto de fi­
guras planetarias que incluye el punto Aries. Así, los antiscios no sólo recogen
el simbolismo del planeta o del ángulo que está en juego, sino también el del
punto Aries, y se los ha de definir de acuerdo con ello.
Los planetas en tránsito pueden formar aspectos con el antiscio de cualquier
cuerpo. Esto puede sonar raro mientras uno no se da cuenta de que el factor en
tránsito por, o en aspecto con, el antiscio no hace más que formar un punto me­
dio sobre el eje de Aries con el planeta cuyo antiscio está en juego. Aunque yo
no uso esos tránsitos, hay abundantes pruebas de que pueden ser importantes.
Sospecho, sin embargo, que lo son menos que los tránsitos directos por los fac­
tores natales.
No he usado extensamente los antiscios excepto en la forma de puntos me­
dios que pongan en juego al eje de Aries. No los utilizo porque creo que no es
deseable añadir más puntos a la carta a menos que proporcionen información de
otro modo inaccesible. Si se limitan a duplicarla, se debería prescindir de ellos.

112
LAS RELACIONES ANGULARES
6
Los aspectos:
introducción

En el capítulo 2 nos referimos brevemente a los aspectos como relaciones an­


gulares importantes entre los planetas, los signos y las casas. Se emplean pre­
ferentemente en relación con los planetas, el Ascendente, el Medio Cielo y los
puntos medios. Los aspectos entre estos símbolos vinculan unas energías con
otras y con áreas donde pueden manifestarse, permitiendo que los símbolos fun­
cionen en parejas e incluso en grupos. Pero los aspectos no se limitan a vincu­
lar las energías planetarias y otros puntos: lo hacen de maneras características
dependiendo del número de grados que intervienen en el aspecto. Por ejemplo,
los puntos unidos por un ángulo de 90 º no interaccionan de la misma manera
que cuando los une un ángulo de 120 º .
Todos los ángulos usados como aspectos se obtienen de la división de los
360 º del círculo por números enteros pequeños. Así, 360 º/l = 360 º (conjun­
ción), 360 º/2 = 180 º (oposición), 360 º/3 = 120 º (trígono), 360 º /4 = 90 º (cua­
dratura), y así sucesivamente. A una progresión como ésta se la llama «serie ar­
mónica», y su forma general es la siguiente: N/1, N/2, N/3, N/4, N/5, ... N/1,
N/(1 + 1), ..., donde I es una serie de números enteros de uno a infinito. N puede
tener cualquier valor, pero en astrología generalmente es 360 °.
En el pasado, la astrología usó sólo los ángulos derivados de la división del
círculo por uno, dos, tres, cuatro y seis. Los aspectos que usaban los griegos son:
conjunción, oposición, trígono, cuadratura y sextil. Con frecuencia se los llama
aspectos «clásicos» o «ptolemaicos», por Claudio Ptolomeo (siglo na. C.), la au­
toridad griega más influyente en temas de astrología y astronomía.
En el Renacimiento, los astrólogos se dieron cuenta de que la serie armóni­
ca es la base de los aspectos, y empezaron a experimentar dividiendo el círcu­
lo por cinco, siete, ocho y doce. La división del círculo por cinco da el quintil
(360 º /5 = 72 º ) y el biquintil (2 x 360 ° /5 = 144 º). La división por siete da el
septil (360 º /7 = 51 ° 25' 42,9"), el biseptil (2 x 360º /7 = 102 º 51' 25,7") y
el triseptil (3 x 360º /7 = 154º 17' 08,6"). La división por ocho da la semicua-

115
dratura u octil (360 º/8 = 45 º) y la sesquicuadratura o trioctil (3 x 360 º/8 = 135 º ).
Las divisiones por nueve, diez y once se omitieron, pero se introdujo la división
por doce, porque este número es la base de los signos del zodíaco, y con ello se
obtuvieron el semisextil (360 °/12 = 30 °) y el quincuncio (5 x 360°/12 = 150 º).
Entre los astrólogos que contribuyeron a esta expansión de la teoría griega
de los aspectos estuvieron Johannes Kepler (1571-1630), conocido por sus con­
tribuciones a la astronomía, y Morinus (1583-1656), el último de los grandes
astrólogos franceses del Renacimiento. Pero la división por siete nunca tuvo
demasiado éxito, y la división por cinco no corrió mejor suerte. Sólo en nues­
tros tiempos los astrólogos están empezando a considerar seriamente estas di­
visiones y algunas otras.
En nuestro propio siglo, John Addey y sus seguidores han sido los principa­
les responsables de la reintroducción de la idea de los aspectos como armónicos
y del renovado interés en dividir el círculo por cinco, siete y otros números. Su
investigación apunta a un vínculo entre el simbolismo de los aspectos y el de
los números, basado en la idea de que el simbolismo de .los aspectos se origina
en el número por el cual se divide el círculo. El simbolismo de los números que
emplean es el de los antiguos pitagóricos y los cabalistas medievales, no el de
la numerología moderna. La tabla 1 .resume los significados de los números se­
gún los escritos de Addey y mi propio trabajo:

Tabla 1
El simbolismo de los números

Uno: Unión completa, sin la facultad de reflexionar sobre uno


mismo.
Dos: Polaridad, complementariedad y conflicto; también la con­
ciencia, que surge de la reflexión sobre uno mismo.
Tres: Equilibrio, estabilidad.
Cuatro: Resistencia, materia. Dos veces dos.
Cinco: El número de la humanidad, representativo de sus fuerzas y
poderes y de su potencial creativo y destructivo.
Seis: Dos veces tres. Polaridad más equilibrio; la actividad nece­
saria para alcanzar un equilibrio.
Siete: Espiritualidad, influencias del más allá.
Ocho: Dos veces cuatro. Polaridad más resistencia.
Nueve: Tres veces tres. Productos finales, plenitud, el final de un
ciclo.

Multiplicar un número por dos, cuatro, etc., produce octavas de ese núme­
ro, de la misma manera que en música las octavas se producen multiplicando

116
las frecuencias de los sonidos por dos, cuatro, etc. En términos generales, el nú­
mero resultante tiene un simbolismo similar al del número que se duplicó o cua­
druplicó, pero también adquiere el simbolismo del número dos o cuatro. Multi­
plicar un número por tres, cinco, siete, etc., cambia más aún el simbolismo del
número original que la multiplicación por dos. Véase la página 169.
La interpretación de los aspectos como armónicos sugiere que los fenóme­
nos astrológicos pueden estar vinculados con las ondas que estudian los físicos.
Los ciclos de los planetas son matemáticamente idénticos a las ondas de la luz,
el sonido, el océano o las de un péndulo, que difieren de los ciclos astrológicos
principalmente en cuanto son más rápidas. En la naturaleza, siempre que se pro­
duce un efecto ondulatorio va acompañado por otras ondas de la mitad de su
longitud, de un tercio, un cuarto y así sucesivamente. Son los armónicos de la
onda principal originaria. Si consideramos los ciclos de los planetas, encontra­
mos el de las posiciones que cada par de planetas ocupa de una a otra conjun­
ción. Aproximadamente hacia la mitad del tiempo entre una conjunción y otra,
los dos planetas están en oposición; a un tercio del camino, están en trígono; a
un cuarto están en cuadratura, y así sucesivamente. Esto hace pensar que hay al­
guna especie de relación entre las ondas y sus armónicos por una parte y los ci­
clos planetarios y sus aspectos por otra. Los resultados de este estudio pueden
poner a la astrología directamente en la línea de los estudios de otros fenóme­
nos naturales.

Las familias de aspectos


Excepción hecha de la conjunción, a todos los aspectos comúnmente usados se
los puede clasificar de acuerdo con que estén basados en múltiplos de dos o de
tres. Esto se debe a que, como lo indica la tabla 1, los aspectos basados en múl­
tiplos de dos tienen características que ponen en juego el simbolismo del dos,
mientras que los aspectos basados en múltiplos de tres tienen características
que aluden al simbolismo del tres.
La familia de los aspectos basados en la división del círculo por dos incluye la
oposición (1/2), la cuadratura (1/[2 x 2] o 1/4), la sernicuadratura (1/[2 x 2 x 2]
o 1/8) y la sesquicuadratura (3/8), así como todos los múltiplos de 22,5 °
( 1/[2 x 2 x 2 x 2] o 1/16). Yo los llamo «aspectos de la serie del dos» o «as­
pectos duros», debido a las características que tienen en común.
La familia de los aspectos basados en la división del círculo por tres inclu­
ye el trígono (1/3), el sextil (1/[3 x 2] o 1/6), el semisextil (1/[3 x 2 x 2] o
1/12) y el quincuncio (5/12). Yo los llamo «aspectos de la serie del tres» o «as­
pectos blandos».
La conjunción constituye una clase por sí misma, porque podría estar en la
serie del dos, en la serie del tres o en cualquier otra serie de aspectos. Contiene

117
el simbolismo de todos los demás aspectos, lo cual se puede comprobar de la
siguiente manera: si la conjunción representa (1/1) x 360, también representa
(2/2) x 360, (3/3) x 360, (4/4) x 360 y así sucesivamente.
Los otros aspectos se us.aron raras veces hasta hace poco tiempo, al parecer
porque los astrólogos no sintonizaban con el simbolismo de otros números que
no fueran uno, dos, tres, cuatro, seis, ocho y doce. Clasificar todos los aspectos
como «buenos» o «malos» hace que sea difícil reconocer un símbolo que no es
ni una cosa ni la otra. Además, la práctica habitual de escribir las posiciones
planetarias en función de su posición por signo (por ejemplo, 23º 45' de Gémi­
nis) facilita el reconocimiento de aspectos que son divisibles por 30 º y dificul­
ta el de todos los demás. La mayor parte del análisis astrológico se sigue reali­
zando solamente con la conjunción y las series del dos y el tres, y pasará algún
tiempo antes de que los astrólogos estén tan versados en las otras familias de as­
pectos como lo están en éstas. Por lo tanto, en el capítulo siguiente estudiare­
mos detalladamente la conjunción, la serie del dos y la serie del tres antes de pa­
sar a las series del cinco, el siete y el nueve.

Los orbes de los aspectos

Los planetas que forman un aspecto exacto, del tipo que fuere, están vinculados
con mucha fuerza y se puede contar con que actúen juntos cuando uno de ellos
se ve movilizado por un tránsito o una progresión. Pero tampoco es que pierdan
súbitamente su vinculación en el momento en que se salen un poco de la exac­
titud. La medida en que un aspecto puede salirse de la exactitud y seguir tenien­
do efecto se llama «orbe». Un orbe se define como el número de grados que el
astrólogo está dispuesto a conceder tanto antes como después del aspecto exac­
to en el zodíaco. Así, si se usa un orbe de 5 ° , se está considerando que un pla­
neta está en aspecto si se encuentra dentro de los diez grados que tienen como
centro el punto donde dicho aspecto sería exacto.
Como muchas otras cosas en astrología, los orbes han sido objeto de gran­
des controversias, porque hasta hace poco tiempo no se disponía de medios para
ponerlos rigurosamente a prueba. Ahora, sin embargo, gracias a los ordenado­
res, que son capaces de manejar las enormes cantidades de cartas que es nece­
sario someter a un análisis estadístico, podemos empezar a hacer tales pruebas.
Todavía estamos en una situación bastante primitiva en relación con este pro­
blema, porque a la mayoría de los astrólogos les falta la formación necesaria
para concebir correctamente este tipo de pruebas estadísticas, pero hay algunos
resultados preliminares que ya es posible enumerar.
En primer lugar, es evidente que algunas ideas antiguas están equivocadas.
Una de ellas es la tendencia de algunos astrólogos a tratar los orbes como si fue­
ran interruptores que están o conectados o desconectados, de tal modo que tan

118
pronto como un planeta entra dentro del orbe de otro, el aspecto «se enciende»
súbitamente con toda intensidad, y de manera igualmente brusca «se apaga»
cuando el planeta más rápido sale del orbe por el otro lado. Expresada de forma
tan primaria, dudo de que los astrólogos se tomaran en serio tal idea, pero en la
práctica esta es la manera que muchos de ellos tienen de usar los orbes en su tra­
bajo. Es lo que hacen cada vez que emplean un aspecto que está fuera de orbe
para explicar un efecto fuerte observado en la carta y que de otra manera no pue­
den justificar. En casos como éste, los astrólogos se limitan a ampliar el orbe
hasta que alcance ese punto y después tratan el aspecto como si su fuerza fuera
plena. Pero generalmente se pueden aducir otros factores para explicar estos fe­
nómenos cuando se próducen, como demostraré más adelante.
Tanto la investigación como la experiencia práctica demuestran claramente
que los orbes no funcionan así. A medida que un planeta se aproxima al punto
donde formará un aspecto con otro, la vinculación se va «encendiendo» gra­
dualmente, y llega al máximo cuando el aspecto es exacto o casi. Ciertas inves­
tigaciones indican que el efecto vinculante culmina un poco antes del punto de
exactitud, mientras que en el trabajo presentado por Gary Duncan, de Califor­
nia, en la convención AFA de 1976 se indica que en el caso de las cuadraturas,
por lo menos, la vinculación máxima se da a veces después del punto de exac­
titud. Y el trabajo con los armónicos sugiere que es probable que la intensidad
no decline de forma lineal, sino que el efecto vinculante se eleve y descienda en
diversos puntos a medida que el aspecto se va moviendo hasta salir del orbe.
Sospecho que la respuesta precisa depende de la forma en que se plantea la pre­
gunta. Afortunadamente, en la práctica astrológica todo esto parece que son su­
tilezas de las que se puede prescindir. Sin embargo, deberíamos seguir abiertos
a la posibilidad de que cualquier cosa que se diga aquí -o en otros sitios - pue­
da quedar invalidada por una investigación astrológica seria.
La cuestión no es a qué distancia fuera de orbe puede estar un aspecto sin
dejar de ser efectivo, sino más bien qué grado de sutileza en el vínculo está uno
dispuesto a aceptar como importante. La respuesta depende de las técnicas que
cada cual use. Si se reúnen muchos factores pequeños (que es el enfoque adop­
tado en este libro), los orbes deben ser pequeños, porque cualquier débil efecto
que tengan los aspectos de orbes amplios quedará sepultado por otro tipo de in­
dicaciones, como las derivadas de los puntos medios. Si se utilizan menos ele­
mentos simbólicos, entonces a cada indicación tiene que corresponderle más peso
en la evaluación global, y los efectos sutiles de los aspectos de orbes amplios
serán más importantes. La astrología es un lenguaje de la naturaleza que dife­
rentes personas pueden leer de distintas maneras. Este tipo de variabilidad de
acuerdo con las inclinaciones del astrólogo es uno de los elementos de la astro­
logía que a los científicos les parecen objetables, aunque la mayoría de los psi­
cólogos lo entenderían.
El hecho de que se usen pocos o muchos elementos simbólicos determina el

119
tamaño general de los orbes que se emplean, pero el orbe de cualquier aspecto
en particular depende de otras varias consideraciones. Básicamente, hay dos es­
cuelas de pensamiento en lo tocante a qué es lo que determina el tamaño de un
orbe: una subraya la magnitud del aspecto, y la otra qué factores lo forman. La
mayoría de los astrólogos tienen en cuenta ambas cosas, pero en proporciones
variables. Algunos también tienen en cuenta si el aspecto es aplicativo (si se
acerca al punto en que será exacto) o separativo (si se aleja de este punto). Lue­
go enunciaré las reglas para los orbes que mejor funcionan con mis técnicas, y
cerraré esta sección refiriéndome a algunas excepciones a las reglas generales.

La determinación del orbe por la magnitud del aspecto Hay dos mane­
ras de abordar la magnitud del aspecto: clasificar los aspectos en grupos o con­
siderar cada uno por separado.
La mayoría de los astrólogos tradicionales los dividen simplemente en as­
pectos mayores y menores. A los mayores -oposición, trígono, cuadratura y
sextil- se les otorga un orbe amplio, comúnmente alrededor de 10 ° . A los me­
nores, si se los usa, se les da un orbe variable que suele ser de 2 º . El orbe de 10º
es principalmente una supervivencia de la astrología renacentista. Los astrólo­
gos modernos tienden a reducir los orbes a 7 u 8 grados, y un número creciente
de ellos los utilizan todavía más pequeños, de 5 ° o menos en los aspectos ma­
yores, y de 1° o menos en los menores. Por razones que explicaré en su mo­
mento, yo pertenezco básicamente a esta última escuela.
Independientemente del tamaño máximo del orbe que se emplee, hay un
problema con este enfoque. ¿Por qué se forma un único grupo con todos los as­
pectos mayores y se les_otorga el mismo orbe? Un sextil es una sexta parte del
círculo. ¿No debería tener una sexta parte del orbe de una conjunción? (Para de­
batir esto se ha de considerar que la conjunción es un aspecto de 360°, no de Oº.)
Este es el problema que se aborda en la teoría de Addey de los aspectos como
armónicos, teoría de la que ya he hablado. De acuerdo con las ideas de este as­
trólogo, el tamaño de un orbe debe ser directamente proporcional al armónico
en el que se basa el aspecto. Así, si a la conjunción se le otorga un orbe de 10 ° ,
la oposición (el segundo armónico) debe recibir un orbe de 5 ° , la cuadratura
(cuarto armónico) un orbe de 2,5 °, el trígono (tercer armónico) un orbe de 3,33°
y así sucesivamente. Tanto el semisextil como el quincuncio, al estar basados
en un doceavo del círculo, reciben un orbe de 0,83 ° , y la semicuadratura y la
sesquicuadratura, basadas en un octavo del círculo, un orbe de 1,25 º .
Se trata de una idea lógica, pero que no parece concordar con las experien­
cias de los astrólogos. No digo que sea incorrecta, sino que habría que de­
mostrarla con algún tipo de investigación convincente para que yo estuviera
dispuesto a aceptarla. A mi juicio, agranda demasiado el orbe de la conjunción
y empequeñece demasiado los de la cuadratura, el trígono, el semisextil y el
quincuncio.

120
La determinación del orbe por los factores implicados Sobre este tema
hay dos variaciones básicas. Muchos astrólogos siguen el método de aplicar el
orbe de acuerdo con la magnitud del aspecto, pero aumentan el orbe en los as­
pectos en que intervienen el Sol y la Luna. La dificultad está en que la mayoría
de quienes defienden este enfoque dan al Sol y a la Luna orbes de hasta 15 ° ha­
cia cada lado, es decir, ¡un signo completo! Mientras el orbe máximo no sea
demasiado grande, la idea me parece defendible, aunque personalmente no la
acepto.
Reinhold Ebertin ha sugerido un enfoque más radical. En su libro Applied
Cosmobiology [Cosmobiología aplicada], divide todos los puntos de la carta que
pueden formar aspectos en tres categorías. Los puntos personales (Sol, Luna,
Medio Cielo y Ascendente) reciben un orbe de 5 ° , los factores de movimiento
rápido (Mercurio, Venus y Marte) de 4 ° , y los factores de movimiento lento (Jú­
piter, Saturno, Urano, Neptuno, Plutón y los nodos lunares) de 3 º .
A los puntos personales se les da un orbe mayor debido a su importancia en
la carta, y además porque, a excepción del Sol, son los factores de movimiento
más rápido. Al Sol se lo incluye en esta categoría sólo debido a su importancia
(de hecho, Mercurio y Venus, de la segunda categoría, pueden ir más rápido
que el Sol). El segundo grupo lo integran factores menos poderosos, pero que,
al ser de movimiento bastante rápido, forman aspectos y los deshacen con rapi­
dez. Los factores del tercer grupo se mueven con lentitud y permanecen largo
tiempo dentro del orbe de un aspecto. Mucha gente de la misma generación tie­
ne en su carta aspectos iguales en los que intervienen dos o más de estos facto­
res. Por ello su influencia no es tan directamente personal.
Esta manera de clasificar los aspectos se basa en el factor de movimiento
más rápido de los dos que intervienen. Si uno de los dos puntos está en el gru­
po uno, se usa el orbe de 5 ° . Si ninguno está en el grupo uno, pero uno de ellos
está en el dos, se usa el orbe de 4 °. De otra manera, se usa el orbe de 3 ° .
Estos orbes sólo se refieren a los aspectos «duros» o fuertes, los de la serie
del dos. A todos los aspectos de esta serie, incluyendo la semicuadratura y la
sesquicuadratura, se les da el mismo orbe, según cuáles sean los factores en jue­
go. En otros trabajos, e independientemente de cuáles sean los puntos afe�ta­
dos, Ebertin da orbes de 5 º a todos los aspectos de la serie del dos y orbes me­
nores a los aspectos «blandos» o suaves, los de la serie del tres. Evidentemente,
su pensamiento ha ido evolucionando.

Aspectos aplicativos y aspectos separativos Cuando el planeta más rá­


pido se mueve hacia el aspecto exacto pero todavía no lo ha alcanzado, se dice
que el aspecto es aplicativo; cuando el planeta más rápido ya ha formado el as­
pecto exacto y se está alejando de él, se dice que el aspecto es separativo. Mu­
chos astrólogos usan un orbe mayor para los aspectos aplicativos que para los
separativos.

121
Es posible que haya una diferencia cualitativa entre los dos. Por progresión,
el aspecto aplicativo aumentará de intensidad en los años después del naci­
miento, a medida que el planeta de movimiento más rápido avance hacia el aspec­
to exacto. Por tránsito, estos aspectos generalmente llegan a ser exactos en los
días después del nacimiento, representando un momento crítico en la evolución
de una persona.* En especial si son aspectos «duros» o fuertes, es decir, de la se­
rie del dos, los aspectos aplicativos significarán energías que se intensifican y
avanzan hacia una crisis. Cuando los aspectos son separativos, la crisis ha ter­
minado. Sospecho, aunque no puedo decir que lo haya observado con claridad,
que los aspectos aplicativos de la serie del dos son más turbulentos que los se­
parativos. Quizá porque uso orbes pequeños, sin embargo, yo no creo que el
grado de interacción de los dos puntos sea menor cuando el aspecto es separa­
tivo, y por esta razón no doy un orbe más pequeño a esta clase de (lspectos.

Tabla 2
Orbes propuestos

Aspecto Orbe Aspecto Orbe


Conjunción (O º ) 5º Semisextil (30 º ) 1,5 °
º
Oposición ( 180 ) 5º Quincuncio (5 x 30 ) º
1,5 °
º
Trígono ( 120 ) 5º °
Quintil (72 ) 1,5 °
º
Cuadratura (90 ) 5º Biquintil (2 X 72 )º
1,5 °
º º
Sextil (60 ) 3º Múltiplos de 22,5
º
Semicuadratura (45 ) 1,5 ° no incluidos arriba 0,5 °
Sesquicuadratura (3 + 45 ) 1,5 °
º
Todos los demás °
1 o menos

Las reglas usadas en este libro para los orbes En general, me adhiero a
la escuela que disminuye el orbe de acuerdo con la magnitud del armónico so­
bre el que se basa el aspecto. Asigno el mismo orbe a la conjunción, la oposi­
ción, el trígono y la cuadratura porque no puedo aceptar la idea de que la con­
junción deba tener cuatro veces el orbe de una cuadratura, pero doy un orbe más
pequeño tanto al sextil como a los aspectos evidentemente menores. Creo que
los orbes que aparecen en la tabla 2 funcionan bien con las técnicas que pre­
sento en este libro. Por otro lado, usando los puntos medios y algunos de los as-

* Naturalmente, los planetas siguen moviéndose después del nacimiento. Cuando al


moverse forman aspectos con los planetas natales, se dice que están en tránsito. Las pro­
gresiones son como los tránsitos, pero tomando un día de tránsito como símbolo de un año
de vida. Así, los aspectos por tránsito que se den el trigésimo día después del nacimiento,
si se los usa como tránsitos significan tendencias en el trigésimo día de vida, y si se los usa
como progresiones significan tendencias en el trigésimo año de vida.

122
pectos menores como yo lo hago, orbes mucho mayores que los que propongo
desvirtúan la claridad de la imagen astrológica que emerge de la carta.
Llegué al orbe de 5 ° para los aspectos mayores más o menos por intuición,
posiblemente porque siempre he usado esferas y cuadrantes para medir los as­
pectos (véase el capítulo 8) y los orbes mayores de 5 º dan a los aspectos una
apariencia bastante extraña. Pero, más recientemente, el trabajo del australiano
Geoffrey Dean ha confirmado el orbe de 5 ° . Dean usó un cuestionario en el que
se preguntaba a personas que compartían algún aspecto pero con diversos orbes
si podían identificar en sí mismas los rasgos correspondientes a ese aspecto, y
comprobó que la mayor parte de los efectos asociados con un determinado as­
pecto importante desaparecían cuando el orbe superaba los 5 º .* Otros autores
consignan hallazgos similares. Cualquiera que sea el orbe que se acuerde, creo
que se puede decir con seguridad que un aspecto muy cercano a la exactitud mos­
trará un efecto más fuerte que uno próximo al límite del orbe.
Los orbes propuestos en la tabla 2 no tienen más intención que la orientati­
va. Hay varios casos en los que se los puede ampliar sin riesgo.
Excepción 1: Cuando en la carta hay pocos aspectos con orbes pequeños.
Geoffrey Dean observa también (y con ello coincide mi amiga y colega Nancy
MacPhee) que en la consideración del orbe de cualquier aspecto son importan­
t�s los otros aspectos de la carta y sus orbes. Si hay varios aspectos con un orbe
i,:educido y otros con uno amplio, los primeros borrarán los efectos de los se­
gundos. Es como si cada aspecto hiciera un ruido que contribuyese al sonido
_global de la carta. Cuando los ruidos fuertes sofocan los tonos tranquilos, a es-
tps últimos se los puede pasar por alto. Pero si la carta no tiene muchos ruidos
fu�rtes, los tonos tranquilos serán más importantes. Así, cuando en la carta hay
pocos aspectos de orbe reducido, recomiendo que se vaya más allá del límite
de 5 ° para los aspectos mayores.
Con respecto a esto, se ha de tener cuidado de no pasar por alto los aspectos
menores que no lo son tanto, como la semicuadratura, la sesquicuadratura, el
semi sextil y el quincuncio. Si el orbe de uno de ellos es de menos de 1 °, tendrá,
por un margen considerable, mayor peso que una cuadratura con un orbe de 6 º .
Sospecho también que esto es válido para el quintil y el biquintil, pero no estoy
lo bastante seguro del simbolismo de estos aspectos como para afirmarlo sin lu­
gar a dudas. Aparte del quintil y el biquintil, entonces, estos aspectos no son
realmente menores en modo alguno, sino que simplemente necesitan orbes más
pequeños.
Excepción 2: Cuando el aspecto interviene en una configuración. En el caso
de un gran trígono, una gran cuadratura o cruz cósmica, una cuadratura en T u
otra configuración en la que varios aspectos están vinculados por la misma fa-

* Geoffrey Dean y cols., Recent Advances in Natal Astrology, Subiaco, W. Australia,


Analogic, 1977, p. 367.

123
milia de armónicos, también puede uno permitirse un orbe mayor. Lamentable­
mente, no hay reglas infalibles que establezcan cuánto mayor, pero casi todos
los astrólogos estamos de acuerdo en esto. Por ejemplo, si generalmente a una
cuadratura se le concede un orbe de 5 ° , entonces a una gran cuadratura, en la que
hay cuatro planetas separados cada uno por unos 90 º en el zodíaco, se le puede
conceder un orbe mayor.
Esto es particularmente válido si el promedio de todos los orbes en la con­
figuración se aproxima a 0 ° . Para encontrar el promedio de los orbes, se suma
el número de grados y minutos que separan a cada aspecto de la exactitud, asig­
nando valores positivos a los aspectos separativos y valores negativos a los apli­
cativos. Al dividir el total por el número de aspectos implicados se obtiene el
promedio de los orbes.
Ya dije que los aspectos que están fuera de orbe no pierden todo su efecto,
sino que éste se va volviendo cada vez más sutil hasta el punto de que no vale
la pena considerarlos. Pero en el caso de configuraciones que vinculan varios
planetas mediante el mismo armónico, el efecto de todos los aspectos es acu­
mulativo, y los efectos sutiles de los aspectos de orbe amplio resultan reforza­
dos hasta el punto de que vuelven a adquirir importancia. La razón de ello se
pone de manifiesto en la teoría de los armónicos: si los aspectos representan
ondas, entonces varias ondas cuya cima se encuentra en el mismo punto se re­
fuerzan unas a otras.
Excepción 3: Cuando un aspecto forma parte de una configuración de puntos
medios. Cuando dos planetas están en aspecto y otro planeta biseca exactamen­
te (con un margen no mayor de un grado) el arco que hay entre ellos, el víncu­
lo entre ese par de planetas se intensifica. Si están en un ángulo al que ordina­
riamente se consideraría fuera del orbe de un aspecto, el efecto de otro planeta
en su punto medio puede hacer que el aspecto tenga la fuerza suficiente para ha­
cerse notar. Un planeta que no se encuentre en el punto medio pero forme un as­
pecto fuerte con él también puede causar este efecto. Analizo detalladamente
los puntos medios en el capítulo 8.

¿Orbes o armónicos superiores? Aunque todavía no sabemos bien cómo


llevar a la práctica la teoría de los armónicos, las últimas investigaciones a este
respecto han suscitado otra manera de considerar los orbes. El trabajo de John
Addey y de otros estudiosos hace pensar que los aspectos de orbe amplio difie­
ren tanto cualitativa como cuantitativamente de los aspectos de orbe reducido.
Así, una cuadratura de 96 ° puede tener una naturaleza muy diferente de la de
una cuadratura de 90 º exactos, porque mientras que la de 90 º se basa en el cuar­
to armónico, la de 96 º se basa en el decimoquinto armónico (4 x 360º /15 = 96 °).
Sin embargo, aún queda mucho por investigar antes de que podamos usar este
material en la práctica para dibujar una carta.

124
Los aspectos paralelo y contraparalelo

La mayoría de las autoridades en la materia consideran que el aspecto paralelo


tiene unas características similares a las de la conjunción, y el contraparale­
lo unas características parecidas a las de la oposición. A diferencia de los as­
pectos que acabamos de analizar, sin embargo, a éstos no se los mide a lo largo
de la eclíptica, sino en función de ángulos por encima o por debajo del ecuador,
el plano de la rotación diaria de la Tierra.
Por esta y otras razones, es frecuente que los astrólogos modernos los des­
cuiden. Yo solía no hacerles demasiado caso, más por inercia que por haberlos
puesto a prueba y considerarlos innecesarios, pero ahora he comenzado a pres­
tarles atención y me parece efectivamente que actúan como aspectos mayores.
Se trata de aspectos en declinación. La declinación es el número de grados
a que está un cuerpo hacia el norte ( +) o hacia el sur ( - ) del ecuador. La eclíp­
tica, o senda aparente del Sol a través del cielo; tiene una inclinación de 23 º 26'
sobre el ecuador, y por consiguiente el Sol puede tener una declinación de en­
tre + 23 º 26' y -23 º 26'. Como los otros cuerpos celestes tienen órbitas que no
coinciden con el plano de la eclíptica, pueden tener declinaciones de hasta más
o menos 26 º .
Expresado de manera simple, dos cuerpos se encuentran en paralelo si sus
declinaciones son iguales, y en contraparalelo si sus declinaciones son opues­
tas. Por ejemplo, dos cuerpos están en paralelo si ambos tienen declinaciones
de + 10 °, y están en contraparalelo si uno tiene una declinación de + 10 º y el
otro de - 10 º.

Eclíptica
1 O º'T'

Máx;,,,•decr
norte deJ IIJac;ón
-- So¡

Norte

Sur

Figura 9. El ciclo de declinación del Sol.

125
¿Por qué hay que usar las declinaciones? Bien se podría preguntar, si a
uno le interesan los ángulos verticales igual que los horizontales, por qué no
medirlos en latitud celeste -la dimensión vertical que forma ángulo recto con
la eclíptica- en vez de medirlos en declinación, que forma ángulo recto con el
ecuador. ¿Por qué medir horizontalmente con referencia a un plano, y vertical­
mente con referencia a otro? La respuesta es que los aspectos paralelo y con­
traparalelo se relacionan, de hecho, con los signos del zodíaco, pero no de una
manera que sea inmediatamente obvia.
Estamos acostumbrados a pensar en los signos como simples divisiones de
longitud a lo largo de la eclíptica, pero realmente su base está en la declinación.
Los signos comienzan en el grado O de Aries, que, como usted recordará de los
capítulos 2 y 5, es uno de los dos puntos donde el plano de la eclíptica cruza el
del ecuador. Esto significa que el Sol tiene O º de declinación cuando está en
el grado O de Aries. Es el equinoccio vernal, cuando el Sol pasa el mismo tiem­
po encima que debajo del horizonte, o -dicho de otra manera- cuando el día y
la noche tienen igual duración. El otro punto en el que el Sol tiene 0 ° de decli­
nación es el grado O de Libra, el equinoccio de otoño, o segundo punto del viaje
anual del Sol donde la eclíptica cruza el ecuador y el día es igual a la noche.
Pero mientras que en Aries la declinación del Sol aumenta y los días se alargan,
en Libra la declinación disminuye y los días se acortan.
El Sol alcanza sus declinaciones extremas a 0 ° de Cáncer y 0 ° de Capricor­
nio. En el grado O de Cáncer está a 23 ° 26' al norte del ecuador, lo que significa
que en el hemisferio norte el Sol pasa su máximo tiempo por encima del hori­
zonte y el día alcanza su máxima longitud. En el grado O de Capricornio, el Sol
se encuentra a 23 ° 26' al sur del ecuador, lo que da por resultado el día más cor­
to del año para el hemisferio norte. Véase la figura 9.
A los doce signos se los puede ver como subdivisiones de los ángulos entre
estos puntos intermedios y extremos de la declinación. Mientras que ninguno
de los planos orbitales de los demás planetas cruza el ecuador exactamente a Oº de
Aries, todos lo cruzan lo bastante cerca como para dar a los signos del zodíaco
una relación aproximada con las declinaciones de estos cuerpos. Así, si dos
cuerpos están en el mismo signo del zodíaco, tendrán también aproximada­
mente la misma declinación y estarán más o menos en paralelo. El «día» o tiem­
po que los dos cuerpos pasan encima del horizonte, tendrá más o menos la mis­
ma duración, y si dos cuerpos están en signos opuestos, tendrán declinaciones
opuestas y estarán más o menos en contraparalelo. El día del uno será aproxi­
madamente de la misma duración que la noche del otro. Dicho de otro modo, la
proporción día-noche de los dos cuerpos será inversa. Todo esto nos permite
ver que en realidad hay una relación entre paralelos y conjunciones por un lado,
y entre contraparalelos y oposiciones por el otro.

126
Declinación cero
o·r

Contraparalelo 11
\ / 1
\o �/
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;I
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Máxima declinación ]1
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¡]
Máxima declinación
norte 1 \ I 1 sur
1 1 º º "'
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1 1
/ 1
I
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I \ 1
I 1 \ 11
I
1 / 1 1
1 / \ 1
11 Contraparalelo ,1

O"�
Declinación cero

Figura 10. Aspectos paralelo y contraparalelo.

Las declinaciones y los antiscios Pero, a diferencia de los cuerpos que


están en conjunción o en oposición, los que se encuentran en paralelo o en con­
traparalelo no tienen que estar necesariamente en el mismo signo o en signos
opuestos. No hay uno, sino dos lugares donde un cuerpo puede estar en parale­
lo o en contraparalelo con otro.
En aras de la simplicidad, volvamos a considerar el plano de la eclíptica, que
tiene O º de declinación en el grado O de Aries, alcanza su declinación máxima en
el grado O de Cáncer, y vuelve a tener O º de declinación en el grado O de Libra.
Esto significa que a distancias iguales a cada lado del grado O de Cáncer, este pla­
no tiene declinaciones iguales. Lo mismo es válido para el otro solsticio, en el
grado O de Capricornio. Así, dos planetas no sólo estarán en paralelo cuando es­
tén aproximadamente en el mismo punto del zodíaco, sino también si uno de ellos
está aproximadamente en el mismo número de grados del otro lado del grado O
de Cáncer o del grado O de Capricornio. En otros términos, estarán en paralelo si un
planeta está próximo al antiscio o punto de solsticio del otro (en el capítulo 5 hay
un análisis más completo de los antiscios). Y dos planetas estarán en contraparale­
lo no sólo cuando uno de ellos esté cerca de una oposición con el otro, sino también
cuando uno de ellos esté próximo al antiscio de la oposición. Véase la figura 1 O.
Visto de otra manera, dos planetas están en contraparalelo cuando ambos se
encuentran a la misma distancia de los equinoccios, el grado O de Aries o el gra-

127
do O de Libra. Por eso la escuela de Hamburgo considera que los antiscios no
son sólo puntos equidistantes a cada lado de los solsticios, sino también puntos
equidistantes a cada lado de los equinoccios. Un nuevo vistazo a la figura 10
contribuirá a aclararlo.
Los antiscios se encuentran, pues, claramente relacionados con los aspectos
paralelo y contraparalelo, pero la correspondencia sólo es exacta cuando los
dos cuerpos están en el plano de la eclíptica. Por cierto que este no es en gene­
ral el caso. La mayor parte de las veces, uno de los cuerpos o ambos (a menos
que se trate del Sol) no estarán exactamente sobre la eclíptica, es decir que ten­
drán una latitud celeste diferente de O º . Cuando dos cuerpos tienen latitudes
diferentes de 0 ° , y están en los lados opuestos de los solsticios o de los equi­
noccios, no tendrán necesariamente su punto medio en el grado O exacto de
Cáncer, Capricornio, Aries o Libra. Por esta razón, no podemos suponer que los
cuerpos situados cada uno en el antiscio del otro estarán siempre (ni siquiera en
general) exactamente en paralelo o en contraparalelo.
Con esto no quiero decir que los antiscios y los contrantiscios, constituidos
por planetas que forman puntos medios con los solsticios y los equinoccios res­
pectivamente y que, como se indica en los capítulos 5 y 9, parecen importantes
puntos sensibles, no tengan valor alguno.

Los orbes en los aspectos paralelo y contraparalelo La cuestión de qué


orbe usar cuando se juzga si dos cuerpos están en paralelo o en contraparalelo
es bastante espinosa. Como ya he dicho, el alcance de las declinaciones posi­
bles no va más allá de los 26 º a partir del ecuador, mientras que el alcance del
zodíaco es de 360 º . Esto implica que el orbe de un aspecto paralelo o contrapa­
ralelo se debería mantener en una magnitud relativamente pequeña, sin duda de
no mucho más de un grado.

Figura 11. El ritmo del cambio de la declinación.

128
Sin embargo, al examinar la figura 11 se descubrirá que cuando la longitud
cambia cerca de los solsticios, la declinación cambia lentamente, mientras que
cerca de los equinoccios, la declinación cambia rápidamente. Esto significa
que es más probable que un cuerpo tenga una declinación alta que una próxima
a O º . Si se usa el mismo orbe en todos los casos, los cuerpos situados cerca de
los solsticios tendrán una probabilidad muchJ mayor de estar en paralelo o en
contraparalelo que los situados cerca de los •�quinoccios.
Debido a ello, una autoridad en este tema, Charles Jayne, recomienda cam­
biar el orbe de un aspecto paralelo o contraparalelo de acuerdo con su longitud.
Yo me inclino a coincidir con él, por lo menos en principio. He aquí su método
para determinar qué orbe dar a un aspecto paralelo o contraparalelo:
1. Decidir qué orbe utilizaría para una conjunción o una oposición zodiacal.
2.Tomar la declinación del primer cuerpo que se desee comprobar y, usan­
do cualquier año de unas efemérides que den tanto la declinación del Sol como
su longitud, encontrar qué longitud tendría el Sol en esa declinación.
3. Hacer lo mismo para el otro cuerpo.
4. Si los dos cuerpos tienen la misma longitud equivalente dentro del orbe
establecido (o longitudes equivalentes opuestas en el caso de un contraparale­
lo), entonces se tiene un paralelo (o contraparalelo) dentro de orbe.
Recuerde que para cualquier declinación dada el Sol tendrá dos longitudes,
una a cada lado del eje solsticial. Para esta prueba, emplee las dos longitudes
equivalentes que están del mismo lado del solsticio. Para los contraparalelos,
verifique las dos longitudes equivalentes de la declinación de cada cuerpo para
ver si alguno de los miembros de cada par está en oposición con alguno de los
otros.
Admito que este procedimiento lleva tiempo. Si usa la tabla 3 (p.131) en vez
de unas efemérides se ahorrará mucho trabajo de girar páginas.He aquí algunos
ejemplos de cómo se usa la tabla.
Ejemplo 1. El cuerpo A tiene una declinación de +22 º 00' y el cuerpo B
una declinación de +22 º 42'. El orbe que usamos para las conjunciones es
de 5 ° .¿Están estos cuerpos en paralelo?
En la tabla localizamos la primera declinación, +22 º 00', en la columna de
la izquierda. Como es una declinación norte, buscamos su longitud equivalente
en una de las columnas que hay debajo del encabezamiento «Declinaciones
norte (+)».Después buscamos en la columna de la izquierda la segunda decli­
nación, +22 º 42', y hallamos su longitud equivalente en la columna donde en­
contramos la primera. No importa cuál de las dos columnas que hay debajo del
encabezamiento «Declinaciones norte» usemos, siempre que en ambos casos
utilicemos la misma.Esto se debe a que todas las longitudes de una columna es­
tán del mismo lado del solsticio.
Para una declinación de +22 º 00', encontramos una longitud equivalente
de l O º 23' de Géminis, y para una declinación de +22º 42', encontramos una

129
longitud equivalente de 16 º 01' de Géminis. Si se concede un orbe de 5 º para
una conjunción, estos dos cuerpos no están en paralelo porque sus longitudes
equivalentes se encuentran a más de 5 º de distancia.
Ejemplo 2. El cuerpo A tiene una declinación de +10 ° 00' y el cuerpo B
una declinación de +11° 00'. La longitud equivalente de +10 º 00' es 25 ° 53'
de Aries, mientras que la de +11 º 00' es 28 º 40' de Aries. Las longitudes equi­
valentes están dentro del orbe de 5 ° , y por consiguiente estos dos cuerpos están
en paralelo de acuerdo con casi cualquier criterio.
En el ejemplo 1 las declinaciones sólo diferían 42' y sin embargo las longi­
tudes equivalentes estaban a una distancia de 5 ° 38', mientras que en el ejem­
plo 2 las declinaciones estaban separadas por un grado pero las longitudes equi­
valentes sólo estaban a una distancia de 2 º 47'. Esto ejemplifica cómo la
declinación cambia más rápidamente a medida que la longitud se aproxima a
los equinoccios.
Ejemplo 3. El cuerpo A tiene una declinación de +23° 12' y el cuerpo B
una declinación de - 22 º 48'. Dado un orbe de 5 ° para una oposición, ¿están en
contraparalelo estos dos cuerpos?
En las columnas que hay bajo el encabezamiento «Declinaciones norte» bus­
camos las longitudes equivalentes de +23º 12' y obtenemos 22º 08' de Géminis
y 7º 52' de Cáncer. Seguidamente, en las columnas que hay bajo el encabeza­
miento «Declinaciones sur» buscamos las longitudes equivalentes de - 22 º 48'
y obtenemos 17º 01' de Sagitario y 12 ° 59' de Capricornio. Como estos pares
de longitudes equivalentes están a un poco más de 5 ° de la oposición recíproca
exacta, los cuerpos A y B no están en contraparalelo.
Tanto si se utilizan unas efemérides como si se emplea esta tabla, queda to­
davía una grave dificultad con las longitudes solares equivalentes. La mayoría
de los cuerpos celestes son capaces de exceder el límite de declinación del Sol, de
más o menos 23º 26'. Usando este método es imposible encontrar la longitud
equivalente de una declinación de, digamos, +24 º, porque el Sol nunca llega a
tal declinación.
La solución más simple es tratar estas declinaciones como si de hecho fue­
ran de 23 º 26'. El único problema es que teóricamente es posible que ambos
cuerpos se encuentren por encima del límite superior (o por debajo del límite
inferior) y sigan estando apartados más de un grado de declinación. Aunque pa­
sarían la prueba, de ninguna manera estarían en paralelo ni en contraparalelo.
Para remediarlo sugiero lo siguiente. Busque en las efemérides cuántos gra­
dos de longitud tendría que recorrer cualquiera de los dos cuerpos para alcan­
zar la declinación del otro (o la declinación opuesta, en el caso de un contrapa­
ralelo). Si ese cambio en longitud está dentro del orbe de la conjunción (o de la
oposición), considere que los dos cuerpos están en paralelo (o en contraparale­
lo). Afortunadamente, es raro que ambos cuerpos tengan una declinación supe­
rior a 23º 26', y generalmente con la tabla 3 será suficiente.

130
Tabla 3
Longitudes solares equivalentes a las declinaciones dadas
Longitudes solares equivalentes a:
Declinación Declinaciones norte ( + ) Declinaciones sur ( - )
0 ° 00' 0 º 'Y'00' 0 º "'=00' 0 º "'=00' 0 º 'Y'00'
1 ° 00' 2 º 'Y'31' 27 º 1'0'29' 2 º "'=31' 27 º X29'
2 º 00' 5 º 'Y'02' 24 º fQ' 58' 5 ° "'=02' 24 º X58'
3 ° 00' 7 º 'Y' 34' 22 º 1'0'26' 7 ° "'=34' 22 º X26'
4 ° 00' 10 º 'Y'06' 19 º 1'0'54' 10 º "'=06' 19 º X.54'
5 ° 00' 12 º 'Y'40' 17 º fO' 20' 12 º "'=40' 17 º X20'
6 ° 00' 15 º 'Y'14' 14 ° 1'0'46' 15 º "'=14' 14 º X46'
7 °00' 17 º 'Y'51' 12 ° 1'0'09' 17 º "'=51 ' 12 º X09'
8 ° 00' 20 º 'Y'29' 9 º 1'0'31' 20 ° "'=29' 9 º X31'
9 ° 00' 23 º 'Y'10' 6 ° 1'0'50' 23 º "'=10' 6 º X 5 0'
10 °00' 25 º 'Y'53' 4 ° 1'0'07' 25 º "'=53' 4 º X 07'
11 º 00' 28 º 'Y'40' 1 º fO' 20' 28 º "'=40' 1 ° X20'
12 º 00' 1 º "o' 31' 28 º ól29' 1 ° 11\,31' 28 º =29'
13 ° 00 1 4 º "127' 25 º ól33' 4 º 11\,27' 25 º =33'
14 ° 00' 7 ° "128' 22 ° &132' 7 º 11\,28' 22 º =32'
15 ° 00' 10 º "136' 19 º ól24' 10 º 11\,36' 19 º =24'
16 ° 00' 13 º "153' 16 ° 6107' 13 ° 11\,53' 16 º =07'
17 ° 00' 17 º "119' 12 º ól41' 17 ° 11\,19' 12 º =41'
18 ° 00' 20 º "159' 9 º ól01' 20 ° 11\,59' 9 º =01'
19 ° 00' 24 º "157' 5 ° 6103' 24 ° 11\,57' 5 º =03'
20 ° 00' 29 ° "119' 0 º &141' 29 º 11\,19' 0 º =41'
21 °.00' 4 ° )(19' 25 º ®41' 4 º ./19' 25 º '641'
21 ° 06' 4 º )(51' 25 º ®09' 4 ° ./51' 25 º b 09'
21 º 12' 5 ° )(25' 24 º ®35' 5 º ./ 25' 24 º '635'
21 º18' 5 ° )(59' 24 º ®01' 5 ° ./ 59' 24 º '601'
21 º 24' 6 º )(34' 23 º ®26' 6 º ./ 34' 23 º '626'
21 º 30' 7 º )(10' 22 º ®50' 7 º ./ 10 ' 22 ° '650'
21 ° 36' 7 º )(46' 22 º ®14' 7 º ./46' 22 º '614'
21 º 42' 8 °.)(24' 21 º ®36' 8 ° ./24' 21 ° '636'
21 ° 48' 9 ° )(02' 20 º ®58' 9 ° ./ 02' 20 º '658'
21 º 54' 9 º )(42' 20 º ®18' 9 º ./ 42' 20 º '618'
22 º 00' 10 º )(23' 19 º ®37' 10 º ./23' 19 º '637'
22 º 06' 11 ° )(06' 18 º ®54' ll º ./06' 18 º '654'
22 º 12' 11 º )(50' 18 º ®10' ll º ./50' 18 º '610'
22 º 18' 12 º )(35' 17 º ®25' 12 º ./35' 17 º '625'
22 º 24' 13 ° )(23' 16 º ®37' 13 º ./23' 16 º '637'
22 º 30' 14 º )(13' 15 º ®47' 14 º ./13' 15 ° '647'
22 º 36' 15 º )(06' 14 º ®54' 15 º ./06' 14 ° '654'
22 º 42' 16 º )(01' 13 º ®59' 16 º ./01' 13 ° '659'
22 º 48' 17 º )(01' 12 º ®59' 17 º ./01' 12 º b 59'
22 ° 54' 18 º )(06' 11 º ®54' 18 º ./06' 11 º '654'
º

23 º 00' 19 º )(16' 10 º ®44' 19 º ./16' 10 º '644'


23 º 06' 20 º )(36' 9 º ®24' 20 º ./36' 9 º '624'
23 º12' 22 º )(08' 7 º ®52' 22 º ./08' 7 º b 52'
23 º 18' 24 º )(04' 5 º ®56' 24 º ./04' 5 º '656'
23 ° 24' 27 º )(02' 2 º ®58' 27 º ./02' 2 º '658'
23 º 26' 0 º ®00' 0 º ®00' O º b 00' 0 º b 00'
7

Los aspectos:
significados esenciales

En la primera sección de este capítulo estudiaré el simbolismo de tres familias


de aspectos: la conjunción, la serie del dos y la serie del tres, que en conjunto
incluyen todos los aspectos que se usan comúnmente hoy en día. Después ofre­
ceré algunos signifi9ados provisionales que habrá que experimentar para las se­
ries menos usadas, como las que dividen el círculo por cinco, siete y nueve.
En la segunda sección me ocupo de las propiedades especiales de las confi­
guraciones de aspectos, como la gran cuadratura o cruz cósmica, la cuadratura
en T o T cuadrada y el gran trígono, que consisten en varios aspectos de la mis­
ma familia vinculados entre sí de modo que se refuerzan recíprocamente. Ana­
lizo estas pautas por separado porque hay un efecto de sinergia en virtud del
cual el resultado de la totalidad del conjunto no es exactamente lo que cabría es­
perar de la simple adición de los aspectos que están en juego.
Al estudiar las familias de los aspectos comienzo por la conjunción, que es
a la vez una categoría en sí misma y una parte implícita de todas las demás ca­
tegorías de aspectos.

La conjunción
Es el aspecto más fácil de entender, porque significa simplemente la unión de
dos energías planetarias. El aspecto como tal no introduce casi ningún carácter
propio, con una notable excepción que estudiaremos más adelante.
La principal consideración para describir una conjunción es si los dos pla­
netas que en ella se combinan son o no compatibles. La tabla 4, «Compatibili­
dades planetarias», muestra qué probabilidad de funcionar constructivamente
tiene una conjunción dada. (La tabla también es de cierta utilidad con otros as­
pectos, aunque éstos compliquen el cuadro al introducir en él sus propias ca­
racterísticas.) De hecho, es posible convertir cualquier combinación de plane-

133
tas en una fuente de fuerza, pero es obvio que algunas energías planetarias son
más compatibles que otras; las que lo son menos tienden a crear dificultades en
la vida de la persona. Sin embargo, se pueden obtener características positivas
de combinaciones difíciles, o estropear por completo otras que generalmente
son buenas.

Tabla 4
Compatibilidades planetarias

»N
�F N �
�F F F Q
d'N D N N
lf F F F F F 1+
hD D N D D N h
)!(N D F D D N N )!(
'fN N D N D N D N
i'N N N N N N D N N

F ,;, generalmente fácil


N = neutra; la combinación puede resultar fácil o difícil
D = generalmente difícil

El único rasgo distintivo de la conjunción es que con frecuencia la persona


en cuya carta se encuentra este aspecto tiene dificultades para ver claramente
sus efectos. En general, la conjunción tiñe tan completamente la personalidad
que al nativo le resulta difícil considerar con cierta perspectiva este aspecto.
Pero aunque los efectos de una conjunción puedan ser difíciles de ver para el in­
dividuo que la tiene en su carta, para los demás son obvios.
La conjunción tiene un carácter dinámico. Tiende a significar pautas de ac­
ción más bien que maneras de ser pasivas: es decir que generalmente sus efec­
tos consisten en acont�cimientos o cambios en la vida de la persona. Tampoco
se trata necesariamente de sucesos que acontecen en el mundo físico: pueden
ser psicológicos. La conjunción comparte esta riqueza en acontecimientos di­
versos con los aspectos «duros» o fuertes, de la serie del dos.

Los aspectos «duros» o fuertes, de la serie del dos

Los aspectos de la serie del dos son más dinámicos que la conjunción. �epre­
sentan generalmente una inestabilidad inherente a la personalidad, en la que

134
hay que trabajar para que sus efectos sean positivos. No podemos permanecer
quietos ante las energías de los aspectos fuertes, porque exigen acción y cam­
bio. Como con frecuencia se manifiestan en forma de acontecimientos, estos
aspectos son más fáciles de entender que los de la serie del tres, menos pródi­
gos en incidentes.
Debemos a Mario Jones, un médico de Cleveland, Ohio, una metáfora es­
pecialmente adecuada para mostrar los efectos de los aspectos de la serie del
dos frente a los de la serie del tres. Sus investigaciones en astrología médica
sugieren que los primeros no tienen más tendencia que los segundos a ser indi­
cadores de enfermedades, sino que ambas series indican diferentes tipos de tras­
tornos. De acuerdo con el doctor Jones, los aspectos de la serie del dos coinci­
den con el comienzo de una enfermedad aguda, que aparece súbitamente en un
momento del tiempo y tiene una fase crítica claramente definida. Los aspectos
dela serie del tres coinciden con enfermedades crónicas, que van apareciendo
lentamente y persisten durante largos períodos sin que se sufran crisis defini­
das. Esto concuerda con el significado psicológico de ambas series de aspectos:
los de la serie del dos indican acontecimientos que sobrevienen en un momento
determinado, tienen una crisis claramente definida y luego desaparecen, mien­
tras que los de la serie del tres indican estados continuos del ser.
Tradicionalmente, a los aspectos de la serie del dos se los ha considerado
maléficos. Incluso cuando asociaban planetas considerados favorables, los as­
trólogos del pasado los trataban como fuentes de riesgo. En alguna medida, los
astrólogos modernos se van al otro extremo cuando consideran los aspectos fuer­
tes como origen de una tensión generalmente constructiva cuyo resultado es el
crecimiento de la personalidad. Esto puede ser cierto y es, de hecho, una buena
manera de considerar los aspectos de la serie del dos, pero no reconoce su na­
turaleza inherentemente difícil en determinadas circunstancias. La verdad está,
como tantas veces sucede, entre ambos extremos. En cuanto los aspectos de la
serie del dos representan pautas energéticas inestables y que exigen un cambio,
provocan dificultades cada vez que el individuo se niega a permitir que éste su­
ceda, o si se encuentra en una situación en que el cambio no puede producirse
fácilmente. Estos aspectos suelen ser implacables en su impulso hacia el cam­
bio y la desorganización, y es sumamente importante que se les deje margen
para expresarse. No es simplemente cuestión de liberar sus energías de modo
que no puedan hacer daño; si se las libera de la manera adecuada, son el único
recurso real por medio del cual puede producirse cualquier clase de cambio crea­
tivo. Las personas cuya carta consiste casi exclusivamente en aspectos de la se­
rie del dos han escogido, en esta vida, seguir una senda evolutiva en la que tanto
los riesgos como las recompensas son grandes. Quienes tienen principalmente
aspectos de la serie del tres, han escogido un camino más seguro, con menos
riesgos, pero también con menos recompensas.
Las personas que han elegido la senda de la serie del dos y han alcanzado

135
éxito en ella pueden o no llegar a ser importantes en el mundo. De todas mane­
ras han asimilado importantes lecciones psicológicas y espirituales, y los de­
más sienten fuertemente su poder y su energía. Son las personas a quienes con
frecuencia describimos como «sabias».
Sin embargo, los que tienen este tipo de carta, pero no dominan la energía,
suelen encontrarse entre los peores perdedores y dan la impresión de ser vícti­
mas de todas las desdichas imaginables. Pero, por fortuna, estos casos extremos
son raros. Lo interesante es que las cartas de las personas más dotadas y afortu­
nadas suelen ser similares a las de los individuos improductivos y fracasados:
el hecho de tener muchos aspectos de la serie del dos apunta a una situación de
todo o nada.
Igual que en el caso de la conjunción, en los aspectos de la serie del dos son
muy importantes los planetas implicados. Algunas combinaciones son más di­
fíciles que otras, ya sea porque las energías de los planetas son intrínsecamen­
te conflictivas, o porque sus pautas energéticas se oponen abiertamente a las
convenciones sociales. Ciertas combinaciones planetarias pueden ser más difí­
ciles de manejar en unas épocas que en otras. Por ejemplo, es obvio que en la épo­
ca victoriana, a aquellos aspectos que, en la carta de una mujer, indicaran una
urgente necesidad de expresión sexual se los habría considerado mucho más ma­
léficos que hoy en día.

La oposición (180 º ) El simbolismo de este aspecto es en gran medida lo


que se esperaría de él: polaridad, lucha, conflicto, etcétera, pero también asocia­
ción y cooperación, así como conciencia de uno mismo. Se la puede comparar
por sus efectos con la casa siete, cuyos significados se derivan del hecho de que
está en oposición con la casa uno.
Sean cuales fueren las energías vinculadas por la oposición, están combina­
das de tal manera que producen inestabilidad y cambio por mediación del con­
flicto. Si examinamos el conflicto, podremos ver que se genera entre una parte
de uno mismo que ha sido proyectada y otra que se experimenta como interior.
Dicho de una forma más concreta, la oposición significa un conflicto entre un
factor externo y uno interno, y el factor externo es el resultado de una energía in­
terna que el nativo todavía no entiende como algo que está dentro de sí mismo.
Por ejemplo, muchas personas con el Sol en oposición con Urano tropiezan
continuamente con gente que les complica la vida. Para ellas es fácil verse como
víctimas de esa gente, pero si se fijan mejor podrán ver cómo ellas mismas ha­
cen inevitable esa confrontación, que se produce por la acción de un aspecto del
yo al que no se ha dado expresión adecuada y que ahora pugna por liberarse me­
diante la ayuda de otra persona. Algunos nativos con este aspecto funcionan a
la inversa, es decir, intentan revolucionar la vida de los demás enfrentándose
a ellos.
El individuo que siente que los demás lo perturban ha de tener claro que su

136
subconsciente está utilizando a la persona, cosa o situación perturbadora a mane­
ra de espejo para encararse con una parte de sí mismo que luego intentará hacer
consciente. Es decir que la oposición es un aspecto que, mediante tales con­
frontaciones, es potencialmente capaz de elevar el nivel de conciencia. Por ello,
en general sólo funciona bien en aquellas personas que están dispuestas a con­
ceder espacio en su vida a las energías de oposición que las desafían. Muchos
seres humanos no se permiten darse cuenta de que ellos mismos contribuyen a
producir todas las confrontaciones en que se ven metidos, ni de que en cada una
de ellas hay algo de sí mismos que es preciso hacer consciente y aceptar como
propio. Por eso siguen empeñados en librar la batalla representada por la opo­
sición, sin progresar en absoluto y sufriendo mucho.
Con una oposición, el objetivo es reconocer que ambas energías planetarias
nos pertenecen, y que debemos permitir que las dos dominen para no encon­
trarnos una vez más convertidos en víctimas de una fuerza aparentemente ex­
terna que encarna esa energía a la que no permitimos expresarse. El objetivo es
un estado de equilibrio perfecto entre las dos energías que intervienen en la opo­
sición: representa lo que hay de asociación y cooperación en el aspecto.
Alcanzar el equilibrio no es igualmente fácil con todas las oposiciones. Al­
gunas, en las que las energías de los planetas que intervienen son muy contra­
dictorias, son más difíciles de resolver que otras. Son las oposiciones a las que
tradicionalmente se considera maléficas, como Luna-Saturno, Saturno-Neptu­
no y Marte-Neptuno. A veces, toda una vida se centra exclusivamente en equi­
librar tales energías. No.obstante, la energía y el aumento de conciencia que se
obtienen al resolver con éxito una oposición son inmensos. La oposición es un
ejemplo excelente de ese carácter de todo o nada que poseen en diverso grado los
aspectos de la serie del dos. Es el aspecto más poderoso después de la conjun­
ción, y lo sigue muy de cerca. Muchos astrólogos la consideran menos podero­
sa que la cuadratura, pero según mi experiencia no es así. Simplemente, la cua­
dratura puede llamar más la atención porque representa problemas más difíciles
de resolver, posiblemente porque el conflicto en sí es más difícil de definir.

La cuadratura (90 ° ) La cuadratura es la bestia negra de muchos astrólo­


gos. Incluso algunos que son por lo general positivos en su manera de pensar
vacilan al hablar de este aspecto. Como sucede con la oposición, las energías
vinculadas por la cuadratura son tremendamente dinámicas. Las cuadraturas in­
dican cambio. Las dos energías están en conflicto, pero aquí, a diferencia de la
oposición, .no se trata de un choque frontal. Las energías vinculadas por la cua­
dratura se interfieren mutuamente no porque vayan en direcciones opuestas, sino
porque funcionan sin comprenderse. Sus objetivos son diferentes, no opuestos,
de modo que alcanzar uno de ellos dificulta la obtención del· otro. En muchos
sentidos, la cuadratura es una prueba de la validez de algún tipo de afirmación
que uno ha hecho en su vida, o incluso de la totalidad de la vida. Pero no es ine-

137
vitable fracasar. Simplemente, uno se enfrenta con una cuadratura para ponerse
a prueba. Y del mismo modo que la oposición, este aspecto proporciona una ex­
traordinaria energía cuando se lo resuelve.
La resistencia es importante como idea clave en el caso de la cuadratura. Se
trata de un principio cósmico que conocemos en su forma más pura como ma­
teria. La ley fundamental de la materia es que dos objetos materiales no pueden
ocupar el mismo espacio al mismo tiempo: cuando alguien trata de forzarlos a
que lo hagan, se resisten. El universo material en su totalidad se podría ver
como un conjunto de resistencias por obra de las cuales una vida se ve limitada en
su libertad y forzada a tomar una forma definida. El lector atento observará sin
duda la similitud de esta idea con el concepto de Saturno. La semejanza no es
accidental, en cuanto Saturno es el planeta de la realidad material, y la cuadra­
tura es el aspecto de la realidad material. Así como el primer paso en la crea­
ción del universo es tomar conciencia de lo que no es yo (la oposición), el se­
gundo paso es crear las resistencias que llamamos materia (la cuadratura). De
este modo, dos planetas vinculados por una cuadratura representan energías
que se resisten la una a 1a otra y se fuerzan mutuamente a adoptar una forma de
comportamiento definida. De alguna manera se limitan la una a la otra, pero
también en gran medida incrementan recíprocamente su individualidad.
El problema es que, en tanto que con la oposición había generalmente una
energía que parecía externa mientras que la otra daba la impresión de provenir
del interior del yo, con la cuadratura el conflicto de una persona puede darse en­
tre factores totalmente internos, entre factores totalmente externos o entre facto­
res internos y externos. Puede ser, por ejemplo, que dentro de uno haya dos
energías, ninguna de las dos bien comprendida, que estén en conflicto, y éste se
mantiene simplemente porque uno sólo tiene conciencia de la tensión, no de sus
causas. No importa qué forma asuma la cuadratura; generalmente es difícil ver
con exactitud cómo se conectan las energías y qué clase de conflicto hay entre
ellas.
La característica más importante de este aspecto es que sea cual fuere el di- ·
lema que plantee, lo único que lograremos si intentamos luchar contra sus efec­
tos reprimiendo sus energías y expresando solamente aquellas que podemos
aceptar es que el mismo problema vuelva a aparecer una y otra vez. Sólo si nos
adaptamos a los cambios a los que conducen los conflictos podremos llegar a
armonizar hasta cierto punto las energías de la cuadratura. De todos modos, este
aspecto genera un cambio continuo, incluso cuando funciona mejor. Puede ha­
ber progreso si lo admitimos, pero la cuadratura jamás llega a un punto de esta­
bilidad. Si pensamos en este aspecto como resistencia, como materia que se re­
siste a la presión, vemos claramente que la única manera válida de afrontarlo es
movernos de acuerdo con las limitaciones impuestas por el universo, y no tra­
tar de superar la resistencia atravesándola, del mismo modo que no intentaría­
mos pasar a través de una pared en vez de salir por la puerta.

138
La semicuadratura (45 ° ) y la sesquicuadratura (135 º ) Consideramos
juntos estos dos aspectos porque ambos se basan en la división del círculo por
el número ocho (incluso hay quien los llama octil y trioctil). Bien puede ser ver­
dad que cada uno representa un modo ligeramente diferente de vincular energías,
pero a estas alturas y sean cuales fueren, las diferencias que hay entre ellos pa­
recen demasiado nimias para que valga la pena observarlas.
No son aspectos débiles. Una semicuadratura o una sesquicuadratura exacta
es más importante que una cuadratura de varios grados de orbe, y muchos as­
trólogos tradicionales que han hecho caso omiso de estos aspectos supuesta­
mente menores se han perdido una valiosa información.
Tanto la semicuadratura como la sesquicuadratura pertenecen a la nueva fa­
milia de aspectos descubiertos por Johannes Kepler en el siglo XVII. Ptolomeo no
los reconoció, pero si se lo lee cuidadosamente, queda bien claro que en general
usaba los aspectos de manera muy diferente a la nuestra. Al parecer, los medía
simplemente de signo a signo: es decir que para que dos planetas estuvieran en
cuadratura, simplemente tenían que estar en signos que se encontraran a 90º el uno
del otro. Esto podía hacer que una cuadratura se redujese a 61 ° si un planeta esta­
ba muy al comienzo de un signo y el otro muy al final del otro. Un método así, si­
milar al que emplean los astrólogos hindúes modernos, oscurecería por completo
la visión de la semicuadratura y la sesquicuadratura. Sin embargo, en el método
moderno de dividir el círculo por números enteros pequeños, la semicuadratura
y la sesquicuadratura se derivan lógicamente de la cuadratura. En realidad, mu­
chos astrólogos, entre ellos yo, hemos dado incluso un paso más, dividiendo 45 º
por dos y usando también todos los aspectos basados en múltiplos de 22,5 º .
La naturaleza exacta de estos aspectos es difícil de concretar. Comparten to­
das las características de los aspectos de la serie del dos en cuanto representan una
vinculación dinámica entre dos o más energías, que da por resultado inestabilidad
y cambio. Los estudios de la forma en que los ciclos de los planetas en tránsito
afectan a la vida de las personas han comprobado que estos dos aspectos represen­
tan momentos de crisis similares a los indicados por la cuadratura, pero general­
mente no tan intensos. Como la cuadratura, constituyen retos a algún tipo de afir­
mación formulada o de posición tomada por el individuo, y hay resistencias en
juego. Por el momento y desde el punto de vista operativo, es útil considerarlos
�orno si fueran cuadraturas. Lo mismo que pasa con éstas, los factores que partici­
pan en el conflicto pueden ser totalmente externos, internos y externos o totalmen­
te internos. Generalmente a los múltiplos de 22,5 ° se los trata de manera similar.

Los aspectos «blandos» o suaves, de la serie del tres

La serie del tres se establece dividiendo el círculo por tres y sus múltiplos, ge­
neralmente seis y doce. Aunque evidentemente los aspectos generados por la

139
división por nueve pertenecerían a esta familia, los astrólogos están menos se­
guros de su naturaleza, de manera que los analizaré más adelante en una sección
aparte, y ahora sólo me ocuparé del trígono, el sextil, el semisextil y el quin­
cuncio.
A los aspectos de la serie del tres se los llama «blandos» o suaves porque su
acción es menos dinámica y generalmente menos áspera que la de los aspectos
«duros» o fuertes. Los aspectos de la serie del dos son inestables y tienden a im­
poner cambios, mientras que los de la serie del tres producen pautas energéti­
cas que no sólo son estables, sino que de hecho se resisten al cambió. Los atri­
butos de nuestra vida que provienen de aspectos de la serie del tres son aquellos·
de los que podemos estar seguros de que sobrevivirán a todos los cambios vi­
tales.
· Sin embargo, los aspectos de la serie del tres no son realmente estáticos. Su
resultado es, de hecho, progreso y cambio, pero tienen el efecto global de no
producir un cambio neto. Simbolizan un equilibrio dinámico, una situación en
la que dos o más procesos primarios ocurren simultáneamente y cada uno can­
cela los efectos del otro.
El mejor ejemplo de equilibrio dinámico es el cuerpo humano. La ingestión
de alimentos y la eliminación de desechos se dan en perfecto equilibrio, con el
resultado de poco cambio neto. Si uno come demasiado, aumenta de peso; si
come poco, lo pierde. Tanto el aumento como la pérdida de peso son signos de
que el equilibrio dinámico del cuerpo está alterado. El cuerpo tiene sus propios
mecanismos que se resisten a los trastornos de su equilibrio dinámico.
Los trígonos, los sextiles y los demás aspectos de la serie del tres tienen la
misma función en la. vida. Una carta en la que estos aspectos escaseen signi­
fica a menudo un individuo que tiene dificultades para encontrar el equilibrio y
cuya vida parece hallarse en un estado de cambio constante. Pero el cambio
crea también el potencial de crecimiento, de modo que demasiados aspectos de
la serie del tres pueden constituir de hecho una interferencia en el proceso de evo­
lución, tanto espiritual como psicológica. Es lo que yo llamo «la maldición del
trígono». Esta expresión sirve simplemente para señalar que los aspectos «bue­
nos», como se solía denominar a los de la serie del tres, pueden tener conse­
cuencias negativas. Un predominio de estos aspectos indica que uno ha escogido
una evolución de curso relativamente seguro y con pocos riesgos, pero también
con menos posibilidad de crecimiento. Elegir el camino de los aspectos fuertes
no es ni mejor ni peor que optar por el de los suaves; es simplemente una cues­
tión de estilo. La moral, la integridad personal y el coraje no tienen nada que
ver con una ruta evolutiva por oposición a la otra.
Como ya he indicado, un exceso de trígonos, sextiles, semisextiles y quin­
cuncios puede crear problemas. Cuando uno está atrapado en una situación en
la que parece necesario cambiar, es probable que no haya energía suficiente para
ponerse en movimiento. Las personas que tienen demasiados aspectos «blan-

140
dos» pueden parecer letárgicas, como si esperasen que el universo tome las de­
cisiones por ellas o que las circunstancias las obliguen a seguir un camino de
acción. O bien pueden simplemente reaccionar una y otra vez de la misma ma­
nera ante el mismo problema.
Por el lado positivo, un poco de energía rinde mucho con los aspectos de la
serie del tres. En especial con los trígonos, el universo y el ser interior ofrecen
poca resistencia a una actividad apropiada para los planetas que los forman.
Casi parece que la actividad estuviera destinada a suceder. Y sin embargo, ge­
neralmente sirve para mantener una situación establecida, no para producir un
orden nuevo como tenderían a hacer los aspectos de la serie del dos.

El trígono (120º ) Es el aspecto más potente de la serie del tres, aunque


sus efectos son sutiles, especialmente si andamos en busca de acontecimientos.
Como los demás aspectos de esta serie, el trígono indica que las energías que
vincula de ninguna manera se resisten ni están en conflicto entre sí. Se encuen­
tran en un estado de equilibrio recíproco. Cada vez que optamos por actuar de
acuerdo con la naturaleza de las energías combinadas por un trígono, la acción
es fácil y sin tropiezos, siempre y cuando escojamos actuar dentro del marco de
un orden establecido en nuestra propia vida. La acción del trígono no se presta
a alterar las circunstancias que puedan tener vigencia en un momento dado, a
no ser para restablecer el equilibrio después de un estado de desequilibrio pre­
vio. En los aspectos comunes (los que se producen entre dos planetas en el cielo
en un_día determinado, no en la carta natal), los trígonos significan con frecuen­
cia el final de un período de actividad y el restablecimiento de la paz y la quie­
tud tras una etapa de confusión. Las personas con muchos trígonos en su carta
suelen resistir mejor que otras la confusión y la tensión, como si no se dieran
cuenta de que está sucediendo algo especialmente desfavorable. No es insensi­
bilidad, sino el resultado de un equilibrio interior que difícilmente se altera.
Los trígonos significan acontecimientos en los que el sujeto tiene úna acti­
tud pasiva. Parece como si las cosas le cayeran en las manos y se resolvieran por
sí solas. Por ejemplo, alguien con su Marte natal en cuadratura con Júpiter puede
tener un gran sentido de la oportunidad y saber cuándo ha de actuar (suponien­
do que la persona sea lo bastante disciplinada para no actuar precipitadamente,
lo cual constituye una tendencia negativa de este aspecto). Cuando alguien tie­
ne éxito con esta cuadratura, es probable que los demás se lo atribuyan a que
aprovechó la oportunidad y aplicó hábilmente las energías. Sin embargo, con
Marte y Júpiter en trígono parece como si las cosas funcionaran «por suerte», o
por lo menos así se lo puede ver desde fuera. De hecho, lo que sucede es que en
los asuntos de la vida indicados por el trígono, el individuo tiene una intención
positiva y una expectativa optimista que no consideran siquiera la posibilidad
del fracaso. Además, la energía de este aspecto no es lo suficientemente tor­
mentosa como para hacer que uno asuma riesgos que con toda probabilidad

141
no conducirían al éxito. Ser capaz de seguir adelante en lo que sea sin sensación
de tensión ni de resistencia y sin empeñarse en forzar demasiado las circunstan­
cias es una garantía casi infalible de éxito. Se podría establecer una analogía con
las artes marciales, en las que la táctica principal es dejar que las energías del
agresor se autodestruyan no ofreciéndoles resistencia, e incluso colaborando
con ellas. Así es posible volver a encauzarlas en beneficio propio con un mínimo
de esfuerzo. Con frecuencia, los trígonos funcionan de este modo.
Su principal fallo es su pasividad. Cada vez que el entorno Je exige que
cambie o que se adapte, el individuo se encuentra con que le falta energía. Las
viejas pautas indicadas por el trígono persisten, e incluso si temporalmente se
las soslaya, no tardan en reaparecer. Algunos astrólogos han descrito las cartas
con un exceso de trígonos como demasiado fáciles, cuando de hecho pueden ser
difíciles. A veces refuerzan de tal manera los efectos negativos de un aspecto
fuerte que lo hacen casi imposible de cambiar.
Conocí a un hombre que en su carta natal tenía un gran trígono (en el que
tres planetas forman un triángulo equilátero en el zodíaco) formado por la Luna,
Urano y Neptuno. La Luna, además, estaba exactamente en oposición con Plu­
tón. Urano y Neptuno juntos se relacionan con estados de conciencia alternativos
(cualquier estado de conciencia -como el trance, el sueño, los estados hipnóticos,
la meditación y, sobre todo, la inconsciencia completa- que difiera de nuestro
estado normal en la vida diaria). La Luna significa el estado emocional interior
y, en la carta de un hombre, aquellas energías que probablemente proyectará
sobre las mujeres. La oposición Luna-Plutón significa enfrentamientos emo­
cionales intensos y la probabilidad de luchas de poder con las mujeres. Con la
Luna en trígono con Neptuno y Urano, este hombre se sentía atraído por muje­
res idealmente bellas (Neptuno = ideal), y muy fuera de lo común (Urano). Se
enredaba entonces en luchas de poder con ellas mientras intentaba dominarlas
señalándoles todos los fallos que había en su belleza o en su personalidad.
Cuando esto terminaba por volverse intolerable, la mujer lo abandonaba. Aquí
el efecto del trígono es que creaba un estado emocional espontáneo que en su
acción era sumamente inconsciente. Él sabía lo que estaba haciendo, pero no
entendía cómo le sucedía. El mecanismo era completamente inconsciente. Te­
nía conciencia de que su madre no le gustaba (oposición = conciencia), pero no
podía ver cómo él mismo transfería este sentimiento a sus relaciones con las
mujeres en general. Y, lo que era más importante, le costaba muchísimo hacer
algo con respecto a este problema. Los trígonos hacían que le fuera fácil conti­
nuar con la misma pauta y que le fuera difícil salirse de ella, y la oposición ge­
neraba la energía necesaria para crear un conflicto.
Normalmente, la combinación de aspectos fuertes y suaves no crea este tipo
de situación sin salida. Esta es sólo una posible manifestación negativa de la
combinación. Generalmente los trígonos sirven al propósito positivo de pro­
porcionar un centro estable a la existencia, capaz de resistirse a la inestabilidad

142
con que lo amenazan los aspectos fuertes y de sobrevivir a ella. En realidad, la
combinación de aspectos fuertes y suaves es lo ideal. En el caso de mi amigo lo
malo era que funcionara negativamente. Si su madre hubiera sabido, cuando él
era un niño, que a causa de su relación con ella su hijo se vería fácilmente so­
metido a una programación negativa con respecto a las mujeres, podría haber­
lo tratado de otro modo durante su infancia.

El sextil (60 ° ) Como este aspecto se basa en la división del círculo por
seis, es menos intenso que el trígono, y presenta también una ligera diferencia
cualitativa. El número seis es el producto de dos por tres; así pues, el sextil
comparte algunas características con los aspectos de la serie del dos, en cuanto
exige más dinamismo para realizar su potencial. El sextil es al trígono lo que la
oposición es a la conjunción y, como la oposición, el sextil a menudo genera un
aumento de conciencia. Una diferencia aún más importante con el trígono es
que generalmente el sextil representa circunstancias en las que uno tiene que
movilizar cierta energía para sacar provecho de la situación que se le ofrece.
Así como el trígono con frecuencia significa que las cosas se resolverán solas,
con el sextil hay que colaborar. De ahí que la palabra clave básica para este as­
pecto sea «oportunidad».
Aunque para realizar el potencial del sextil se requiere un poco más de es­
fuerzo que con el trígono, no es un aspecto tan !imitador. No es tan potente en
el sentido de mantener el orden establecido, ni es tan probable que indique que
una persona está atrapada en un equilibrio irrevocable. Pero, al igual que un ex­
ceso de trígonos, un exceso de sextiles puede indicar falta de dinamismo en la
vida y la tendencia a adoptar una actitud pasiva ante la existencia. También
como el trígono, el sextil sirve de amortiguador contra el cambio demasiado rá­
pido y contra la inestabilidad. El número total de trígonos y sextiles se puede
usar como índice de la capacidad que tiene una personalidad de resistir la ten­
sión y la desorganización sin reaccionar exageradamente ni perder la pers­
pectiva.
En la práctica, la distinción entre sextiles y trígonos en la carta natal no es
muy importante. Puede serlo más cuando se compara la carta con las posicio­
nes de los planetas en un momento dado después del nacimiento (los tránsitos).
En este caso, es probable que los contactos por sextil y por trígono difieran.

El semisextil (30 º ) y el quincuncio (150 ° ) He aquí dos aspectos que se


basan en la división del círculo por doce. Aunque hay algunas diferencias entre
un doceavo del círculo (el semisextil) y cinco doceavos (el quincuncio), no son
grandes.
Sólo últimamente han empezado los astrólogos a establecer un contacto cla­
ro con lo que simbolizan estos dos aspectos. En el pasado, los observadores se
limitaban a señalar que ambos se basaban en la mitad de un sextil, y por lo tan-

143
to llegaban a la conclusión de que esencialmente eran sextiles débiles. Luego no
ha resultado ser así. En realidad, la opinión sobre estos dos aspectos ha cam­
biado mucho: de evaluarlos como débilmente benéficos se ha.pasado a consi­
derarlos decididamente difíciles.
Lo que mejor simboliza el problema que plantean estos aspectos es el hecho
de que unen puntos situados en signos que no tienen ninguna relación recípro­
ca. Los signos que están en oposición, cuadratura, trígono y sextil tienen muchas
similitudes, pero los que están en semisextil y en quincuncio no tienen ninguna
(véanse las secciones sobre los elementos, las cruces o cuadruplicidades y las
polaridades en el capítulo 10).
Sin embargo, la naturaleza de los aspectos no surge de las relaciones entre
los signos. En realidad sucede lo contrario: las relaciones entre los signos se ge­
neran a partir de los números que dividen al círculo para formar los aspectos.
Pero, de todas maneras, la naturaleza ambigua de las conexiones basadas en los
múltiplos de 30 º se aclara con esta comparación.
Consideremos el semisextil y el quincuncio como basados en el número doce,
que es igual a cuatro veces tres. Así como el sextil adquiere un poco del dinamis­
mo de la oposición debido al hecho de que seis es igual a dos por tres, podemos
esperar que el semisextil y el quincuncio tengan algunas de las dificultades·de
la cuadratura, y de hecho parece ser así.
Los semisextiles y los quincuncios combinan la naturaleza pasiva de la se­
rie del tres con la tensión y el sentimiento de incomodidad típicamente asocia­
dos con las cuadraturas. Se podría decir que representan conexiones entre entes
que no tienen conexión lógica, y no parece que haya suficiente energía para
cambiar la relación.
La naturaleza de estos aspectos se puede aclarar más aún si señalamos que
el significado de las casas seis y ocho deriva de los quincuncios que forman con
la casa uno. De modo similar, las características de las casas dos y doce pro­
vienen de los semisextiles que forman con la casa uno. Todas estas casas, a ex­
cepción quizá de la segunda, representan dominios de la vida un tanto difíciles
y ambiguos, en los que muchas personas encuentran dificultades.
Pero las dificultades indicadas por el semísextil y el quincuncio no son de
aquellas de orden cósmico que convierten la vida en una tragedia. Estos aspec­
tos representan tensiones y dificultades molestas, pero generalmente demasia­
do triviales y entretejidas en la trama de la vida cotidiana para que el cambio
valga la pena. La excepción a esto es que, de acuerdo con muchos investiga­
dores, parece haber una conexión entre los quincuncios, las enfermedades y la
muerte.
Un dilema típico de estos dos aspectos es la opción forzada entre dos situa­
ciones, que exige desprenderse totalmente de una y adherirse a la otra. Y resul­
ta que, cuando intentamos hacerlo, no nos podemos liberar de la alternativa a la
que hemos de renunciar. Un quincuncio o un semisextil entre el Sol y la Luna,

144
por ejemplo, significa que la cooperación entre la conciencia y las emociones
no es fácil, y que los deseos emocionales del nativo a menudo están en conflic­
to con lo que éste ha escogido conscientemente como el camino recto. Se tiene
la sensación de tener dentro dos entes completamente diferentes, hasta el punto
de que ni siquiera se pelean entre sí; simplemente, cada uno funciona como si el
otro no existiera.
La única solución que cabe sugerir para estas tensiones es tomar aguda con­
ciencia de las pautas de dificultad y desapegarse emocionalmente de ellas de
manera que se las pueda ver con claridad y hacer lo que sea necesario para al­
terarlas. El problema usual con estos aspectos es que sus efectos negativos son
tan sutiles y están tan entretejidos en la estructura de nuestro propio ser que no
nos dejan ver con claridad lo que sucede.

Las otras series de aspectos


Por el momento, y para simplificar, podría ser mejor que no se preocupara de­
masiado por los aspectos basados en otros números enteros que el dos y el tres,
no porque sean de poca importancia, como han dicho otros autores, sino más
bien porque sus principios no han sido formulados por los astrólogos con tanta
claridad como los de los aspectos que ya hemos considerado. Si opta por estu­
diar estos otros aspectos, hágalo con espíritu de investigación, sin dar a ningu­
na formulación escrita de los mismos otro valor que el de una hipótesis. Con los
aspectos cuyo uso ya está generalizado, los desacuerdos, que los hay, no se re­
fieren tanto a su esencia como a la forma precisa de darles una formulación ver­
bal. Con estos otros, aún se cuestiona incluso su esencia.
Hecha esta advertencia, me gustaría describir para orientación del estudian­
te las formulaciones de estos aspectos que hasta el momento me han parecido
más útiles. Vuelvo a insistir, sin embargo, en que son hipotéticas. En ocasiones
usaré el simbolismo de los planetas para sugerir interpretaciones de estos as­
pectos, pero se ha de tener presente que los aspectos no son planetas, sino las
diferentes formas en que éstos están vinculados. Recurro a las analogías con
planetas sólo para sugerir maneras de abordar los aspectos.

La serie del cinco Son aspectos basados en la división del círculo por el
número cinco y sus múltiplos, como diez, quince y veinte. El aspecto básico es
el quintil (72 º o un quinto del círculo). Otros miembros de esta familia son el
biquintil (144 ° o dos quintos), el decil (36 ° o un décimo) y los múltiplos de 36 º,
y el vigintil ( 18 º o un vigésimo) y los múltiplos de 18 º . Al parecer, todos estos
aspectos tienen un carácter que generalmente asociamos con Plutón y con algu­
nos rasgos de Venus y Marte. Parece que vincularan los planetas de tal manera
que se produce algún tipo de creación o destrucción concreta. El número cinco

145
está conectado con la vida, la muerte y la mortalidad; el pentáculo o estrella de
cinco puntas es la figura representativa del género humano. John Addey, pio­
nero entre los investigadores de los aspectos no tradicionales, cree que la serie
del cinco tiene que ver con la función intelectual y con todos los asuntos que
son peculiarmente humanos. Mis propias observaciones lo confirman, con la
salvedad de que «intelectual» no significa enrarecido, desapegado ni seco. Se­
gún mi experiencia, los aspectos de la serie del cinco tienen un intenso carácter
emocional.
Según Addey, como el intelecto es el atributo más característico de la huma­
nidad, el número del género humano tiene que ser un número del intelecto. Pero
hay un segundo atributo peculiar de los seres humanos, que es en parte un re­
sultado de su intelecto, pero también de algún otro elemento de su naturaleza,
más difícil de precisar. Los hombres han transformado su medio ambiente y la
Tierra en general mucho más que todas las otras especies juntas. Además, nun­
ca han llegado a alcanzar un equilibrio estable con su entorno. Aunque algunas
culturas lo han logrado más que otras, generalmente terminan por ser desplaza­
das por otra cultura más agresiva. Las culturas se elevan y decaen, y lo único
que parece constante en la historia humana es el cambio. Es como si los cambios
provinieran de lo más profundo del espíritu humano. La mayoría de las culturas
no pueden sobrevivir durante largos períodos sin cambiar. Se atrofian y mueren,
o una revolución las conmueve hasta sus cimientos. Yo asocio esta transforma­
ción con la serie del cinco. La vida de la gente que he conocido con muchos de
estos aspectos da la impresión de estar conectada de alguna manera con las
energías fundamentales del cambio. Esto puede aflorar como una preocupación
exagerada por el poder, o por profundas verdades referentes al universo que le
permiten a uno saber de primera mano cómo funcionan las energías de la trans­
formación. Del lado negativo, tenemos la carta de Adolf Hitler, cuyo único ras­
go destacado es su cadena de aspectos de la serie del cinco. Del lado positivo,
está la carta de Albert Einstein, un hombre que se pasó la vida explorando los
secretos del universo y que -cosa que refuerza la opinión de Addey- tuvo un in­
telecto privilegiado.
La otra característica importante de estos aspectos, y la que desde hace más
tiempo se ha observado, es que parecen conceder la capacidad de convertir la
inspiración creadora en productos concretos. Se los ha señalado desde hace tiem­
po como aspectos del talento e incluso del genio, pero investigaciones más re­
cientes sugieren que, por sí mismos, no aseguran la inspiración creadora.
Un último comentario: el quintil y el biquintil, los dos aspectos más podero­
sos del grupo, parecen serlo de forma extrema, quizá más que todos los aspectos
de la serie del tres excepto el trígono. Una razón de que esto no se haya obser­
vado antes es que los astrólogos solían limitarse a rotular los aspectos como
buenos o malos, y ni el quintil ni el biquintil entran fácilmente en ninguna de
las dos categorías.

146
La serie del siete La división del círculo por siete produce el septil
(51º 25' 42,9"). Sus múltiplos son 102 º 51' 25,7" (el biseptil) y 154º 17' 08,6" (el
triseptil). Están también el semiseptil, de 25 ° 42' 51,4", y sus diversos múlti­
plos. Estos aspectos son los únicos cuyo ángulo no divide uniformemente los 360°
para producir un número entero. Las fracciones decimales y sexagesimales de
estos números se repiten infinitamente, y quizás esta haya sido una de las razo­
nes por las que a estos aspectos se los pasó por alto. Cuesta mucho verlos si no
se los mide en una carta con un transportador.
Los aspectos de la serie del siete son difíciles de describir en forma clara y
rigurosa. En parte se debe a que poseen un cierto carácter uraniano-neptuniano,
lo que hace pensar que tienen vinculaciones energéticas que no pertenecen del
todo a este mundo. Por ejemplo, estos aspectos sobresalen en la carta de Ma­
dame Blavatsky, la fundadora del movimiento teosófico. También destacan en
las cartas de los poetas. Si la serie del cinco da la capacidad de convertir la ins­
piración creadora en productos concretos, la del siete es la que proporciona
la propia inspiración creadora.,Es como si estos aspectos le permitieran a uno
atisbar fuera del universo cotidiano y divisar otro de posibilidades y verdades
expandidas.
También aquí hay peligros. He visto que la serie del siete indica tanto difi­
cultades mentales y emocionales como inspiración creadora. Parece que un ex­
ceso de estos aspectos provoca una falta de conexión con el universo físico tal
como lo conocemos la mayoría de nosotros. Este es el lado peligroso, o por lo
menos difícil, de la inspiración creadora. La serie del siete aparece también re­
lacionada con la religión. En un estudio sobre la posición natal del Sol tanto en
los ministros protestantes de Gran Bretaña como en los de Norteamérica, John
Addey descubrió que sus respectivos emplazamientos solares tendían a agrupar­
se en el zodíaco en la proximidad de los vértices de un polígono de siete lados.*
El efecto era más notable con los ministros ingleses que con los de Estados Uni­
dos. Se ha sugerido que tal vez esto se deba a que el clero británico se preocupa
más que sus colegas estadounidenses por los aspectos ceremoniales tradiciona­
les de la religión. Dejo al lector la consideración de estas conjeturas.

La serie del nueve Son aspectos basados en múltiplos de 40º , que es el


resultado-de la división del círculo por nueve. Al aspecto de 40º se lo llama no­
vil o nonil. En Occidente rara vez se lo usa, pero es importante en la India, aun­
que allí no lo emplean exactamente de la misma forma en que nosotros utiliza­
mos los aspectos. En la astrología hindú se dice que este aspecto describe lo que
la vida produce a la larga, y también las necesidades y capacidades del indivi­
duo en las relaciones, especialmente en el matrimonio. Como descripción de

* John Addey, Harmonics in Astrology, Green Bay, Wisconsin, The Cambridge


Circle, 1976, pp. 62-65.

147
los productos finales de la vida, la serie del nueve parece relacionarse con el
significado tradicional del número nueve: consumación y final. En cuanto a su
segundo significado, el del matrimonio, se ha visto corroborado en la astrolo­
gía sideral de Occidente, que usa el noviens, un tipo de carta basada en la serie
del nueve, para describir las atracciones sexuales.

Los armónicos más altos Poco se sabe de los aspectos basados en divisio­
nes del círculo por números mayores de nueve. Lo único que se puede decir con
seguridad es que pueden ser de considerable importancia. Muchos astrólogos de
la vieja escuela quisieran hacemos creer que, aparte de los aspectos originales
usados por los griegos (la conjunción, el sextil, la cuadratura, el trígono y la opo­
sición), nada tiene importancia alguna. Evidentemente esto no es verdad, pero se
necesitaría más investigación para determinar con exactitud cuál es la importan­
cia de los armónicos más altos. El único factor de limitación en el uso de armóni­
cos más altos es la precisión del horóscopo, ya que cuanto más alto sea el armó­
nico, mayor será la magnitud de cualquier error en la longitud de un planeta. En
otras palabras, cuanto más alto sea el armónico, menor será el orbe admisible.

Las configuraciones de aspectos o síndromes armónicos

Hasta ahora he descrito el significado de aspectos aislados y de familias de as­


pectos, añadiendo a menudo comentarios sobre el efecto que producen cuando
una carta contiene un predominio de cierto aspecto o familia de aspectos. Pero
este predominio se puede dar de dos maneras. En la carta puede haber, simple­
mente, un gran número de aspectos de la familia dominante, sin que los pares
de planetas en aspecto estén conectados entre sí. O bien -y esto es lo que anali­
zaremos ahora- puede haber varios aspectos de la familia dominante, con cada
par vinculado con los otros pares por el mismo tipo de aspecto.
La figura 12 muestra la diferencia. En la carta A hay varias cuadraturas des­
conectadas, mientras que en la B todas las cuadraturas están conectadas forman­
do lo que los astrólogos llaman una gran cuadratura o cruz cósmica. Los plane­
tas que la forman están dispuestos alrededor del círculo a intervalos de 90 º , de
modo que cada uno está en cuadratura o en oposición con los otros planetas que
forman la configuración.
Como se dijo ya en la sección sobre la cuadratura, una carta con un predomi­
nio de cuadraturas significa una gran cantidad de energía, que con frecuencia
genera crisis. Cuando las cuadraturas están todas conectadas como en la car­
ta B, la energía se encuentra sumamente magnificada y las crisis se acentúan.
La razón de ello es fácil de ver cuando uno se da cuenta de que un aspecto, por
progresión o por tránsito, con un planeta de la gran cuadratura es al mismo tiem­
po un aspecto con el resto de los planetas de la configuración.

148
A. Aspectos desconectados

d'+'<-Pi+t
onda

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/
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/
/
/
/

''
't'
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'-
'- 'V /

B. Un síndrome armónico

Figura 12. Aspectos desconectados y un síndrome armónico.

149
Si se lo ve en función de la teoría de los armónicos, es como si dos planetas
en cuadratura formaran una onda de 90 º de largo. Una onda de esta longitud se
repetirá exactamente cuatro veces mientras recorre los 360 º de la eclíptica. Si
en una carta hay cuatro cuadraturas desconectadas,· las cimas de la onda forma­
da por una cuadratura se encontrarán en un conjunto de puntos diferentes de los
de las cimas de la onda formada por otra cuadratura (véase figura 12A). Pero
si las ondas están conectadas entre sí por cuadraturas u oposiciones, estarán to­
das en fase, y sus cimas se encontrarán en los mismos cuatro puntos de la eclíp­
tica (véase figura 12B). Así pues, las cimas reforzarán a las cimas y los huecos
a los huecos, y los aspectos dispuestos de esta manera se intensificarán recípro­
camente.
Como ya se ha indicado, sólo es necesario que los planetas estén conecta­
dos por la misma familia de aspectos, no por el mismo aspecto. Esto se debe a
que los aspectos de la misma familia se relacionan de la misma manera que la
nota fundamental y sus armónicos en música. Para usar un ejemplo clásico de
los armónicos, al tocar la cuerda de una guitarra, ésta no sólo vibra en el tono
fundamental sino también, al mismo tiempo, en sus armónicos. La figura 13 mues­
tra una cuerda que vibra en su totalidad, produciendo el tono fundamental; en
mitades, produciendo la octava o primer-armónico; en tercios, produciendo el
segundo armónico; en cuartos, produciendo la doble octava o tercer armónico,
etc. Aquí lo que más nos interesa son los armónicos de la octava, en los que la
longitud de onda de la nota fundamental se divide sucesivamente por la mitad.
Los armónicos que van más allá de la octava no tienen importancia para este
análisis. Una oposición es la mitad de la longitud de onda de una conjunción,
una cuadratura es un cuarto de la longitud de onda de una conjunción, y así su­
cesivamente. Como el tono fundamental que suena al hacer vibrar la cuerda de
una guitarra, la conjunción lleva consigo los armónicos que corresponden a la
oposición, el trígono, la cuadratura, el sextil, etc. De la misma manera, una opo­
sición lleva consigo los armónicos de todas las octavas de la serie del dos más
altas que ella. En una configuración de aspectos como la gran cuadratura, los
primeros armónicos de la oposición tienen exactamente la misma forma y están
en la misma posición que las ondas formadas por las cuadraturas. En otras pa­
labras, las cimas y los huecos del primer armónico de la oposición estarán exac­
tamente en la misma posición que las cimas y los huecos de las cuadraturas, lo
que proporcionará el mismo efecto de refuerzo que proporcionaban todas las
cuadraturas en fase unas con otras.
Una gran cuadratura o cruz cósmica es un ejemplo de lo que me gusta de­
nominar «síndrome armónico». «Síndrome» es una palabra griega que significa
literalmente «afluir», «correr juntos», que es lo que hacen los aspectos en una
configuración. En su trabajo heliocéntrico, John Nelson acuñó la frase «armó­
nico múltiple simultáneo» para designar este tipo de fenómeno, pero yo creo que
«síndrome armónico» expresa lo mismo con más brevedad y precisión.

150
Figura 13. Los armónicos en una cuerda de guitarra.

Los síndromes armónicos incluyen todas las otras configuraciones de as­


pectos con las que desde hace tiempo trabajan los astrólogos: el gran trígono
(síndrome del tercer armónico), la cuadratura en T (cuarto armónico), el gran
sextil o Estrella de David (sexto armónico), el yod (duodécimo armónico) y así
sucesivamente. En cada una de estas configuraciones no sólo se agrupan varios
aspectos de la misma familia, sino que además éstos están en fase unos con otros,
de manera que las cimas de las ondas formadas por los aspectos y sus armónicos
se producen en los mismos puntos alrededor de la eclíptica.
El número armónico del síndrome proviene de su aspecto armónico más alto.
Así, una configuración formada por conjunciones, oposiciones, cuadraturas y
semicuadraturas u octiles sería un síndrome del octavo armónico, así como una
gran cuadratura que también contuviera oposiciones y quizás incluso conjun­
ciones sería un síndrome del cuarto armónico. En un síndrome del octavo armó­
nico habría ocho repeticiones de una onda que da una vuelta a la eclíptica: ocho
cimas, u ocho puntos igualmente espaciados alrededor del zodíaco en los que
podrían estar emplazados los planetas que integran la configuración o síndrome
armónico.
Como quizás haya notado, la cuadratura en T es una gran cuadratura (tam­
bién llamada cruz cósmica) o síndrome del cuarto armónico con un punto vacío.
No es necesario que todos los puntos posibles de un síndrome armónico estén
ocupados, aunque naturalmente cuantos más lo estén, más fuerte será el efecto.
Cuanto más alto es el armónico, más raro es que tenga ocupados todos los pun­
tos posibles, y en los armónicos más elevados esto ni siquiera es posible, por­
que no hay planetas suficientes. La mayoría de los astrólogos han visto varios
grandes trígonos y grandes cuadraturas (con todos los puntos posibles del sín­
drome ocupados), pero sólo una o dos veces en su carrera ven un gran sextil, en
el que han de estar ocupados en su totalidad los seis puntos de un síndrome del
sexto armónico. Es mucho más común encontrar esta clase de síndrome en la
forma de grandes trígonos menores, cometas y rectángulos místicos, configura­
ciones en las que no todos los seis puntos posibles están ocupados. Más ade­
lante hablaré de ellas.
He aquí algunas reglas generales referentes a los síndromes armónicos.
1. Como ya se ha dicho, cuantos más planetas intervienen, más fuerte es el
síndrome. Así, aunque generalmente las cuadraturas son más poderosas que los

151
septiles, si hay varios planetas que participan en un síndrome del séptimo ar­
mónico, los septiles serán colectivamente más fuertes que un solo par de plane­
tas en cuadratura.
Esto es importante porque con frecuencia sucede que los horóscopos de per­
sonas que tienen una vida característica de un gran número de cuadraturas no
tienen cuadraturas. El astrólogo encontrará, en cambio, que tienen muchos pla­
netas que participan en un síndrome del octavo, el decimosexto o incluso el tri­
gésimo segundo armónico. Hay también horóscopos con una cuadratura que
parece que actuara fuera de toda proporción con el efecto normal de una cua­
dratura. Si se fija mejor, el astrólogo verá que la cuadratura está reforzada por
otros planetas vinculados con ella por aspectos del octavo, el decimosexto o el
trigésimo segundo armónico. Para que la vinculación sea significativa, los or­
bes tienen que ser pequeños, inferiores a un grado.
2. El síndrome unifica la carta de acuerdo con el principio del armónico. Como
ya he dicho, el máximo común divisor de los ángulos que forman un síndrome
armónico establece el número de este último, y establece también el carácter
simbólico dominante. Así, en un síndrome que contenga trígonos, sextiles y se­
misextiles, el carácter simbólico global será el del semisextil o duodécimo ar­
mónico. Pero, a diferencia de una serie de sextiles desconectados, el síndrome
del duodécimo armónico traerá también una resonancia de las características del
trígono y el sextil, es decir, de los armónicos tercero y sexto.
3. Como ya se ha dicho, cuando un planeta en tránsito o progresado forma
conjunción con uno de los planetas de un síndrome armónico natal, todos los
planetas de la configuración se movilizan aproximadamente al mismo tiem­
po. Un planeta en tránsito o progresado también puede movilizar un síndrome
armónico cuando forma un aspecto que es múltiplo del número armónico del
síndrome. Por ejemplo, un planeta progresado podría hacer un ángulo de 22,5 º
(decimosexto armónico) con uno de los planetas de un síndrome del octavo ar­
mónico, movilizando así el primer armónico del octavo armónico y haciendo
que la totalidad del síndrome resuene como una campana. Por lo tanto, cuando
uno está verificando tránsitos o progresiones en relación con un síndrome ar­
mónico, no debe pasar por alto los aspectos aparentemente menores que son
múltiplos del armónico en cuestión.
4. Tal como se dijo en el capítulo anterior al hablar de los orbes, se puede
conceder un orbe mayor de lo habitual a un síndrome armónico debido a la forma
en que incrementa la fuerza de los aspectos que intervienen en él. Pero, natu­
ralmente, cuanto más pequeño sea el orbe promedio del síndrome armónico, más
poderoso será éste. Tal como señalaré más adelante, un síndrome armónico de
orbe pequeño también difiere de uno de orbe amplio tanto en calidad como en
intensidad.

152
Los significados de los síndromes armónicos

Hasta cierto punto, los síndromes armónicos tienen la misma importancia que
un aspecto aislado del mismo tipo, sólo que más acentuada, pero también aña­
den algunas características propias.

Los síndromes del primer y el segundo armónicos: conjunciones y opo­


siciones múltiples La conjunción se convierte en un síndrome del primer ar­
mónico cuando varios planetas están en estrecha conjunción en el mismo punto
del zodíaco. Y un síndrome del segundo armónico se produce cuando varios
planetas están en conjunción en uno o en ambos extremos de una oposición.
Si ya una conjunción simple liga dos energías planetarias de tal manera que
a una persona se le hace difícil distinguir entre ellas, una conjunción múltiple,
que lo hace con varias energías planetarias, puede provocar que la persona ten­
ga un punto de vista predominantemente subjetivo, con poca capacidad para
entender posiciones que difieran de la suya. Del lado positivo, esto significa una
concentración de energías que en las circunstancias adecuadas puede ser extraor­
dinariamente eficaz.
Una oposición simple es un segundo armónico sin mezcla, pero para que
haya un síndrome del segundo armónico debe haber tanto algunas conjunciones
como oposiciones. Así, mientras que el segundo armónico da el tono del sín­
drome, aportando el sentido de polaridad y conflicto de la oposición, esto se mo­
difica por obra de la falta de perspectiva de la conjunción y de su concentración
de energías.

Los síndromes del tercer armónico: los grandes trígonos Los astrólo­
gos han discutido mucho si el gran trígono es fácil o difícil de manejar. El con­
senso es que se trata de una sobredosis de trígono. Muchos sienten que hace que
las energías fluyan con tanta facilidad que el individuo no llega a tener en la
medida suficiente el tipo de crecimiento que sólo se puede lograr enfrentándo­
se a la adversidad. Al ser un símbolo de perfecto equilibrio, el trígono no re­
presenta absolutamente ningún poder de cambio.
Pero a mí las cosas no me parecen tan simples. En su trabajo heliocéntrico
sobre las tormentas geomagnéticas, John Nelson ha observado que cuando dos
de los planetas de un gran trígono son interiores (desde Marte hacia adentro en
dirección al Sol) esta configuración actúa como un aspecto fuerte, creando in­
terferencias en las transmisiones de radio de onda corta. Pero cuando dos de los
planetas implicados son exteriores (desde Júpiter hacia afuera) y sólo el terce­
ro es interior, el efecto es como el de un supertrígono en cuanto mejora excep­
cionalmente las condiciones para las transmisiones radiofónicas. Quizás se dé
el mismo efecto en la astrología geocéntrica aplicada a los individuos, pero to­
davía no lo sabemos con seguridad.

153
A. Conjunciones múltiples

B. Oposiciones múltiples

Figura 14. Síndromes del primer y el segundo armónicos.

Otro efecto importante que he observado se relaciona con la precisión de los


ángulos de la configuración. Si ninguno de los tres trígonos se aparta más de un
grado de la exactitud, parece que el gran trígono tenga mucha más energía. Esto
puede ser el resultado de la acción de los puntos medios (que se estudiarán a
fondo en los capítulos 8 y 9). En un gran trígono exacto, el punto medio de cada

154
Gran trígono

Figura 15. Síndrome del tercer armónico.

par de planetas se encuentra en oposición exacta con el tercer factor. Esto con­
vierte al gran trígono en una serie de tres oposiciones y le da un carácter más di­
námico del que de otro modo tendría. Y algo de este carácter dinámico perma­
nece aun cuando el gran trígono no sea exacto, mientras un par de planetas
tenga su punto medio opuesto al tercero. Esto no funciona a menos que el orbe
de la configuración de puntos medios se mantenga pequeño. Yo no tengo en
cuenta los puntos medios que se alejan más de 1 º hacia cada lado, aunque otros
astrólogos usan orbes de 1,5 a 2 º .
Según mi experiencia, los grandes trígonos cuyo orbe es amplio son más es­
táticos y es más probable que produzcan dificultades derivadas de la extrema
pasividad o inactividad del individuo. En cambio, los grandes trígonos muy exac­
tos poseen en parte la misma energía de los grandes sextiles (véase más ade­
lante). Esto significa que habrá energía abundante para cualquier actividad que
se relacione con el simbolismo de los planetas en juego, y que fluirá sin difi­
cultades. Puede parecer que a una persona con esta configuración en su carta
simplemente le llueve la suerte, pero es más exacto decir que sabe qué hacer
con lo que parece suerte, y que en realidad ha hecho mucho para atraerla. Lo
que pasa es que el esfuerzo realizado no se ve.

155
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Gran cuadratura o cruz cósmica T cuadrada o cuadratura en T

Figura 16. Síndromes del cuarto armónico.

Los síndromes del cuarto armónico: las grandes cuadraturas o cruces


cósmicas y las T cuadradas o cuadraturas en T Como ya he dicho, una
gran cuadratura o cruz cósmica es un síndrome del cuarto armónico completo,
con todos los puntos posibles ocupados por planetas, mientras que una T cua­
drada o cuadratura en T es una cruz cósmica a la que le falta un brazo. De am­
bas configuraciones se suele decir que causan mucha tensión. Más exacto sería
decir que son aspectos altamente energéticos, como todas las cuadraturas y opo­
siciones, y que su manejo exige cierto cuidado. Con una cruz cósmica o una
cuadratura en T, necesitamos concentrar sus considerables energías para utili­
zarlas con fines específicos. Si dejamos que las energías tomen el control, el re­
sultado pueden ser sucesos infortunados; de qué clase, dependerá de la natura­
leza del simbolismo. Generalmente son acontecimientos que sentimos que no
controlamos. Suprimir estas energías y sus manifestaciones en la conducta tam­
bién puede ser causa de sucesos desagradables.
Por la actitud de muchas personas hacia estas dos configuraciones, casi se
podría esperar que aparecieran habitualmente en la carta de asesinos en masa
y sujetos semejantes. Y aparecen, desde luego, pero no con tanta frecuencia.
En la carta de Hitler, por ejemplo, es notable la falta de tales aspectos (tiene
en cambio un síndrome del décimo armónico del que hablaremos más ade­
lante).
La mayoría de los astrólogos opinan que la cuadratura en T, con su brazo
ausente, es más desequilibrada y más difícil de manejar que la cruz cósmica.
Muchos han expresado que eso es causa de que el individuo se concentre en los
asuntos relacionados con la casa a la que se habría dirigido el brazo que le fal-

156
ta a la cruz. No estoy seguro de que exista este tipo de diferencia, aunque la idea
es atrayente.
Ciertamente, tanto la cruz cósmica como la cuadratura en T son comunes, y
se las encuentra en las cartas de personas perfectamente normales. Al conocer­
las, sin embargo, se nota en ellas una intensidad de la que otras carecen. Es como
si hubiera una energía tremenda al acecho, apenas debajo de la superficie, es­
perando a ser liberada. Y por lo común, finalmente lo es, y de una manera cons­
tructiva. Mucho, naturalmente, depende de los planetas que intervienen en la
configuración.

/
/
/
/
/
/
I
I
/
/
/

Una cadena de quintiles Una cadena de deciles

Figura 17. Síndromes del quinto y el décimo armónicos.

Los síndromes del quinto y el décimo armónicos: el gran quintil y las


cadenas de quintiles y deciles Jamás he visto un gran quintil perfecto, una
configuración en la que cinco planetas estén dispuestos alrededor del zodíaco a
intervalos de 72 º. Sólo he visto síndromes menos completos del quinto y el dé­
cimo armónicos, en los que intervienen varios planetas, pero que no completan
un polígono regular en el zodíaco.
En estos casos parece que en la vida del nativo haya habido algo decisivo y
portentoso. Incluso si no hubo nada enormemente significativo, la impresión es
siempre la de alguien que usa una tremenda cantidad de energía para alcanzar
sus objetivos. Con estos síndromes existe la capacidad de ser despiadado, pero
también la de obtener grandes logros. En los polos opuestos se encuentran
Hitler y Einstein: en ambas cartas hay fuertes síndromes del décimo armónico,
y ambos fueron figuras decisivas en la historia.

157
Los síndromes del sexto armónico: grandes sextiles, cometas, rectángu­
los místicos y grandes trígonos menores Los grandes sextiles, como los gran­
des quintiles, son raros: yo no he visto más que uno. Pero otros tipos de síndro­
me del sexto armónico son más comunes. Uno de ellos, el llamado «cometa», está
formado por un gran trígono uno de cuyos tres planetas está en oposición con
un cuarto planeta que se encuentra en el punto medio de los otros dos. Otro tipo,
el que Michael Erlewine, de Michigan, llama «rectángulo místico», está com­
puesto por dos oposiciones, de tal manera que cada par de planetas en oposición
está exactamente en sextil y en trígono con el otro par. Y hay aún otro tipo, el
«gran trígono menor», que consiste en un trígono bisecado por un sextil.
La consideración más importante con estos síndromes es si incluyen o no
una oposición que dé energía.· Cualquier síndrome de más de dos sextiles debe
incluir también una oposición, porque una oposición implica tres sextiles.
En el gran trígono menor es imposible que haya una oposición, pero aquí un
planeta está en conjunción con el punto medio de los otros dos. Esto añade cier­
ta energía a la configuración. De todos modos, en la mayoría de los casos una
oposición hace que un síndrome de sextiles sea mucho más dinámico y esté más
cargado de energía. El efecto del gran trígono menor exacto es como el efecto
del gran trígono exacto. Es decir, la energía fluye sin obstáculos y a gran velo­
cidad, pero puede haber problemas si no intentamos salir, con nuestro compor­
tamiento, de los caminos trillados en los que se cae fácilmente con los armóni­
cos tercero y sexto.
El cometa no contiene más que una oposición. Conocí a una persona con
esta configuración que tenía todas las características de alguien atrapado en la
trampa de un trígono. Es decir, poseía una pauta de comportamiento fuerte­
mente definida y le faltaba la energía necesaria para liberarse de ella. Sospecho
que cuantas más oposiciones hay en una configÚración de sextiles, más energía
se posee para prevenir la formación de pautas rígidas, y más fácil es liberarse
de las ya existentes.
La única persona con un gran sextil que he conocido en mi vida -una mu­
jer- no es obviamente extraordinaria, a no ser porque no obtiene gran placer de
las cosas buenas que le llueven; no siente satisfacción alguna a menos que se las
haya ganado. Esto es característico de alguien con intensas pautas de aspectos
fuertes: recuerde que un gran sextil no sólo tiene seis sextiles, sino también seis
oposiciones. Pero la pauta trígono-sextil está presente, ya que a esta mujer sue­
le resultarle difícil ponerse en movimiento, por más que intelectualmente sepa
que debe hacerlo.

Los síndromes del duodécimo armónico: yods Me salto los síndromes


del séptimo, el octavo, el noveno y el undécimo armónicos porque es poco lo
que se puede decir sobre ellos que no haya quedado ya expresado en el análisis
de las familias de aspectos y de los síndromes armónicos en general. Incluyo

158
I /\ \
I \
I \

I
/ \
\
I \
I \
I \
I \
I \
I \
I \

Gran sextil Cometa

I
I
I
I
I
I
I
I

Rectángulo místico Gran trígono menor

Figura 18. Síndromes del sexto armónico.

159
aquí el duodécimo porque una de sus formas, el yod o dedo de Dios o del des­
tino, es una configuración que normalmente se menciona.

Yod

Figura 19. Síndrome del duodécimo armónico.

El yod aparece ilustrado en la figura 19. El planeta que está en la punta del
«dedo» forma quincuncios tanto en el sentido de las agujas de.l reloj como en el
opuesto con los otros dos planetas, que están cada uno en sextil con el otro.
Como sugieren sus otros nombres, al yod se lo ha cortsiderado con frecuencia
un aspecto que señala fatalidad, con lo cual supongo que se alude a la probabi­
lidad de que los tres planetas indiquen un tema subyacente, constante y relati­
vamente inalterado en la vida del nativo. Esto es congruente con lo que ya
sabemos del quincuncio. Pero, la introducción del sextil, ¿cambia el simbolis­
mo global? En mi opinión, no demasiado. Un sextil, en cuanto es dos doceavos
del círculo, apenas mitiga la naturaleza de duodécimo armónico de la configu­
ración.
Sin embargo, los dos planetas en sextil el uno con el otro tienen su punto
medio justo en el tercer planeta. Esto sí constituye una diferencia, suponiendo

160
que los orbes sean menores de 1,5 °. La configuración de puntos medios direc­
tos (véase el capítulo 8) da al yod un carácter dinámico que normalmente falta
en los aspectos de la serie del tres. Esto quiere decir que aunque el yod tenga el
carácter estático y pasivo de la serie del tres, también puede representar crisis a
las que hay que enfrentarse directamente y durante las cuales hay que seguir
cursos de acción específicos para que las energías funcionen de forma positiva.
De esta manera, el yod contiene el germen de su propia resolución de un modo
que no se da en los quincuncios simples. Sin embargo, si el orbe de un yod es
mayor del que se acepta en las combinaciones de puntos medios, esta caracte­
rística se pierde.

161
8
Los puntos medios:
introducción

Los puntos medios son simplemente puntos localizados en el zodíaco a mitad


de camino de otros dos puntos cualesquiera. Los más utilizados son los que se
encuentran entre todas las combinaciones posibles de planetas, el nodo norte, el
Medio Cielo, el Ascendente y el grado O de Aries. También se puede usar cual­
quier otro punto de la carta, incluso el Vértice, el Punto Este o las cúspides de
las casas intermedias, pero habitualmente no se hace.

o o

l.j

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A. Combinación de puntos medios directos B. Combinación de puntos medios indirectos

Figura 20. Puntos medios directos e indirectos.

En general se cree que un punto medio combina las características de los


dos puntos cuyo arco de separación divide. Así, el punto a mitad de camino en-

163
tre Marte y Júpiter combinaría las características de ambos planetas. Si el pun­
to medio está ocupado por otro factor, tenemos una combinación de tres sím­
bolos. Si los puntos medios de dos pares de factores caen en el mismo lugar, te­
nemos una combinación de cuatro símbolos, y así sucesivamente.
Aquí usaremos combinaciones tanto de puntos medios directos como de
puntos medios indirectos. En una combinación de puntos medios directos, el
factor que ocupa el punto medio está en conjunción o en oposición con el pun­
to medio. En una combinación de puntos medios indirectos, el aspecto es una
cuadratura, una semicuadratura o una sesquicuadratura. (Véase figura 20.)
Los puntos medios son una manera de combinar los símbolos en el horós­
copo. No sólo podemos tener a un determinado planeta en un signo y una casa
concretos y en aspecto con otros planetas en otros signos y casas, sino que cada
planeta también puede participar en combinaciones de puntos medios. Esto au­
menta enormemente el material de que se dispone para la interpretación.

¿Por qué usar los puntos medios?


Los puntos medios tienen una base teórica verosímil como armónicos, pero de
una manera mucho más compleja que los aspectos. La explicación excede el al­
cance de este libro; baste con decir que los puntos medios funcionan. Yo los uso
porque con frecuencia dan información que de otra manera no aparecería en la
carta. He visto cómo, sin ellos, se puede pasar totalmente por alto característi­
cas importantes de una persona y acontecimientos significativos en una vida.
Al juzgar el «estado cósmico» de un planeta -es decir, hasta qué punto pue­
de funcionar más o menos de acuerdo con su naturaleza intrínseca-, no me fijo
solamente en la casa y el signo que ocupa y en los aspectos que forma, sino tam­
bién en qué puntos medios cae y qué puntos medios forma con otros planetas.
Si un planeta está conectado mediante puntos medios con otros símbolos de la
carta que están en tensión con su naturaleza fundamental, ello hará que su ener­
gía funcione de un modo ambiguo y difícil. Los puntos medios asociados con
un planeta en la carta se convierten en parte de la expresión total de ese plane­
ta. Cualquier tránsito, progresión o dirección de arco solar que posteriormente
ponga en movimiento a ese planeta, también movilizará los puntos medios re­
lacionados con él. Por lo tanto, la comprensión de estos últimos puede decir
mucho sobre la forma en que operará ese planeta en la vida de una persona.
Los puntos medios proporcionan una información más particularizada que
la que pueden dar los aspectos, los signos y las casas. Ello se debe a que hay
muchos, y por lo tanto el dominio de lo que significa cada símbolo es más re­
ducido. De este modo, cada símbolo está mucho más claramente definido y li­
mitado. Los puntos medios son como los planetas, pero con un foco más con­
centrado.

164
El resultado es que podemos dar descripciones detalladas y muy específicas
de las diferentes combinaciones de puntos medios. Y entonces se puede decir si
el horóscopo «funciona», si realmente está dando información útil o el astrólogo
tan sólo trata de que la carta concuerde con el cliente. Cuanto más precisas sean
las afirmaciones que hagamos a partir de una carta, mejor comprobaremos la
eficacia de nuestras técnicas. El hecho de que con frecuencia la astrología con­
vencional ofrezca descripciones tan vagas que no llegan a tener valor alguno
es algo en parte inevitable con los seres humanos, pero también se debe a la
desidia.
Si utiliza los puntos medios, el astrólogo puede confiar más en la carta como
tal y menos en la intuición. No es que yo tenga nada en contra de la intuición,
que puede brindar información muy útil, pero creo que ya que se toman la mo­
lestia de levantar horóscopos, los astrólogos deberían ser capaces de obtener la
mayor parte de sus datos de la carta. Una técnica sistemática puede hacer que el
astrólogo sea eficaz incluso en los días en que la intuición le falla.
Y además los puntos medios brindan un beneficio adicional. Un análisis de
los puntos medios de una carta para una persona cuya hora de nacimiento se
desconoce puede dar más y mejores datos que la técnica común de usar una car­
ta solar (en la que se utiliza como Ascendente la longitud del Sol).

Los puntos medios como herramienta básica


Lamentablemente, los puntos medios cargan con la maldición de que se los ca­
lifique de «técnica avanzada». Y eso significa, para la mayoría de los astról9-
gos, que hay que ser un maestro para familiarizarse con ella, por más simple
que pueda ser su empleo. De hecho, en las escuelas alemanas donde se desa­
rrollaron las modernas técnicas de los puntos medios, se les enseñan ya a los
principiantes. Puedo dar testimonio por experiencia personal de que usarlas es
más simple que utilizar muchas de las técnicas para el análisis de la carta natal
que enseñan los astrólogos convencionales. Por estas razones creo que ha­
bría que enseñar los puntos medios al principiante en astrología, aunque sólo
fuera porque es más fácil integrarlos en la técnica de lectura de la carta natal
desde el comienzo que darles cabida más adelante.
Una razón para que el uso de los puntos medios sea en realidad más simple
de lo que se podría suponer es que en sus combinaciones no interviene más que
un solo tipo de factor: los planetas y otros puntos como los nodos, el Ascenden­
te, el Medio Cielo y el grado O de Aries. Hasta sin dominar el simbolismo de los
signos y las casas se puede obtener una asombrosa cantidad de información por
la simple combinación de los planetas y otros puntos parecidos en aspectos y
puntos medios. De hecho, una de las escuelas alemanas, la de cosmobiología,
se las arregla muy bien usando muy poco los signos y para nada las casas.

165
Yo tengo en cuenta el emplazamiento de un planeta por signo y por casa
además de los puntos medios en los que interviene, pero no es necesario hacer­
lo desde el principio. Cuando se está aprendiendo a sintetizar, se puede tomar
una combinación de puntos medios, formular a partir de ella un juicio completo
y después combinar ese juicio con lo que se obtiene de los emplazamientos por
signo y casa. De esta manera uno no se siente abrumado por el material.
Las técnicas modernas para trabajar con los puntos medios fueron desarro­
lladas por escuelas de astrología que se establecieron como alternativas a los
sistemas convencionales, y por eso mucha gente cree que si adopta los puntos
medios debe adoptar todo el sistema alternativo en el que fueron desarrollados.
Pero esto es en gran parte un concepto erróneo: para sacar partido de lo que
pueden dar de sí los puntos medios, no es necesario que renunciemos al siste­
ma que utilizamos.

Cómo no usar los puntos medios

Lamentablemente, muchos astrólogos sólo usan los puntos medios cuando quie­
ren explicar algo que hay en la carta y que los desconcierta. Esto equivale a uti­
lizarlos como un comodín que le permite a uno obtener de una carta cualquier
cosa que desee. Estos astrólogos sacan los puntos medios del contexto de la car­
ta, especialmente de la estructura total de los puntos medios, y exageran la im­
portancia de una o dos combinaciones de puntos medios. Si decidimos conside­
rar los puntos medios, hemos de tenerlos en cuenta todos, o por lo menos todos
los directos.
Si usamos diez planetas, más el nodo lunar, el Ascendente, el Medio Cielo
y el grado O de Aries, sin embargo, obtenemos un total de noventa y un puntos
medios directos, sin tener en cuenta los puntos medios indirectos ni los aspec­
tos fuertes con los puntos medios directos, que también tienen la importancia
suficiente para considerarlos. Está claro que la mera inserción de todos estos
puntos medios en el formulario del horóscopo convencional de doce sectores
iguales que usa la mayoría de los astrólogos, daría como resultado una tremen­
da confusión y no nos llevaría a ninguna parte.
El problema es cómo nos las arreglamos con semejante avalancha de deta­
lles. ¿Cómo podemos encontrar todos estos puntos sin cálculos tediosos? Y una
vez que los encontremos, ¿cómo seleccionamos los que tienen importancia?

Las técnicas modernas para el uso de los puntos medios

Los puntos medios se encuentran ya en las obras de varios astrólogos medievales


y renacentistas, pero no se hicieron ampliamente populares hasta este siglo, cuan-

166
do su uso fue codificado hasta convertirlo en un sistema coherente. Este sistema
fue ideado por la escuela de Hamburgo (conocida también como escuela urania­
na) de Alfred Witte, y luego simplificado por los cosmobiólogos encabezados por
Reinhold Ebertin y su hijo Baldur. Ambas escuelas se originaron en Alemania,
pero han llegado desde entonces a tener muchos seguidores en otras partes del
mundo. Yo he adoptado mis técnicas principalmente de los cosmobiólogos.
En la escuela uraniana, los puntos medios forman parte de un abanico mucho
más amplio de puntos sensibles obtenidos sumando y restando las longitudes de
los planetas y de otros puntos de la carta. Todas las combinaciones uranianas
son en realidad distintos tipos de puntos medios, pero a diferencia de los que
usamos los cosmobiólogos y yo, el tipo más común de combinación uraniana se
basa en dos pares de puntos que comparten el mismo punto medio, y el punto
sensible suele estar más a menudo en uno de los puntos de los pares que en el
punto medio como tal. Cuando ese punto sensible se encuentra ocupado por un
planeta u otro factor, los cuatro factores quedan vinculados en una «figura pla­
netaria» que combina los cuatro símbolos. Así, este sistema se ocupa general­
mente de configuraciones de tres planetas que hacen sensible a un cuarto punto.
(Véase figura 5, página 108.)
En contraste, el modelo básico de punto medio que usamos los cosmobió­
logos y yo es una configuración de dos planetas que sensibiliza a un tercer pun­
to, y el punto sensible es el propio punto medio (véase figura 7, página 110). Evi­
dentemente, las configuraciones posibles de dos planetas son muchas menos
que las de tres.
En astrología uraniana, las figuras planetarias pueden consistir en factores
natales, progresados y en tránsito, e incluso en factores provenientes de otro ho­
róscopo, todos combinados. Pero en cosmobiología y en el enfoque que yo adop­
to no hay pares de puntos medios que deriven de la relación entre un cuerpo na­
tal y otro en tránsito, progresado o proveniente de otra carta. Todos los factores
son generalmente de la carta natal (aunque el cuerpo que ocupa el punto medio
está a veces en tránsito o progresado o proviene de otra carta). Además, en cos­
mobiología el número de factores con que uno tiene que operar es lo bastante
limitado como para que sea manejable.
Por lo tanto, usando métodos derivados de la cosmobiología es posible exa­
minar en su totalidad la estructura de los puntos medios de una carta. Los astró­
logos uranianos y los cosmobiólogos nos han legado recursos simples para en­
contrar los puntos medios sin necesidad de ningún cálculo: son la esfera (360 º )
y el cuadrante (90 ° ). Además, en los últimos años, las empresas que levantan
cartas por ordenador han empezado a ofrecer listados de puntos medios que se
pueden usar en lugar de la esfera y el cuadrante. Después nos referiremos a to­
dos estos recursos. Con cualquiera de ellos uno puede seleccionar las combina­
ciones importantes de puntos medios valiéndose de reglas simples cuyas líneas
generales daré en este capítulo.

167
La geometría de los puntos medios

Antes de profundizar en la manera de encontrar y organizar los puntos medios,


vamos a examinar algunas de sus propiedades básicas. La figura 20A (pági­
na 163) muestra que dos puntos cualesquiera de una circunferencia la dividen
en dos arcos, uno más largo que el otro. Por consiguiente, hay también dos pun­
tos medios directos para dos cuerpos cualesquiera, uno que biseca el arco más
corto (al que llamaremos «punto medio más próximo»), y otro que biseca el
arco más largo (al que llamaremos «punto medio más alejado»). Por eso deci­
mos que las combinaciones de puntos medios directos pueden estar formadas
tanto por oposiciones como por conjunciones.
Los puntos medios más próximos y los más alejados están siempre en opo­
sición exacta unos con otros. Forman un eje que va desde un lado del zodíaco
hasta un punto situado exactamente a 180 º de distancia, de forma muy seme­
jante a los ejes formados por los nodos lunares, el Ascendente y el Descenden­
te, y el Medio Cielo y el Imum Coeli. Por lo tanto un cuerpo que está en oposición
con el punto medio más próximo estará siempre en conjunción con el punto me­
dio más lejano, y viceversa. La experiencia demuestra que en las cartas natales
hay poca o ninguna distinción entre los puntos medios más lejanos y los más
próximos. Por eso podemos decir que a todos los fines prácticos una oposición
con un punto medio es lo mismo que una conjunción con un punto medio. (Sin
embargo, no siempre es así, ya que en el horóscopo compuesto parece haber
una diferencia en intensidad, si no en significado. Véase mi libro Planets in Com­
posite.) Igualmente, si un cuerpo está en sextil con un extremo de un eje que
une puntos medios estará en trígono con el otro extremo, y viceversa. Una rela­
ción similar existe entre la semicuadratura y la sesquicuadratura.

Los aspectos con los puntos medios

Tanto los astrólogos de la escuela uraniana como los cosmobiólogos usan úni­
camente los aspectos con los puntos medios que se basan en múltiplos de 45 º .
Por ejemplo, no tienen en consideración los trígonos entre un punto medio y
otro factor. Los primeros escritos de estas escuelas daban a entender que los trí­
gonos, los sextiles y otros aspectos de la serie del tres no son eficaces, pero re­
cientemente han modificado esta posición. En una época, yo empleaba habi­
tualmente aspectos no pertenecientes a la serie del dos en mi trabajo con los
puntos medios, y los encontraba muy eficaces. Pese a ello, actualmente, al igual
que los astrólogos uranianos y los cosmobiólogos, suelo centrarme en los as­
pectos fuertes al trabajar con los puntos medios.
Las razones son principalmente prácticas. Usar sólo los aspectos fuertes sim­
plifica las cosas, en cuanto un único carácter colorea todas las combinaciones

168
de los puntos medios. Es indudable que los aspectos fuertes (véanse las pági­
nas 134-139) difieren entre sí, pero de todos modos sus similitudes son mayo­
res que sus diferencias. Esto se debe a que la división por dos, a diferencia de
la división por tres o por cualquier otro número entero, crea octavas. En músi­
ca, el tono más alto de una octava tiene exactamente la mitad de la longitud de
onda del tono más bajo, pero al oído le suena aproximadamente igual. Si dos
personas cantan la misma melodía al mismo tiempo con una octava de diferen­
cia, no sólo no hay disonancia, sino que apenas se percibe que están cantando
dos conjuntos de notas. De modo similar, los aspectos de la serie del dos tienen
virtualmente el mismo carácter que la conjunción, ya que se limitan a dividir
por dos, por cuatro, etc., la longitud del arco, de igual manera que se dividen las
longitudes de onda en música para producir octavas.
Por el contrario, las notas relacionadas con la conjunción de la manera
como lo están el trígono y todos los demás aspectos de la serie del tres, son de
sonido muy diferente a la nota original. En el intervalo de quinta, que corres­
ponde al trígono, la nota superior tiene un tercio de la longitud de onda del tono
original. Así el trígono (o cualquier otro aspecto que no sea de la serie del dos) in­
troduce características adicionales en la combinación de planetas, complicando
una situación ya de por sí complicada.
Los puntos medios relacionados con un planeta o con otro punto mediante
un aspecto fuerte nos dirán mucho sobre la naturaleza de un planeta en una car­
ta. Yo no creo que las combinaciones de aspectos suaves se puedan usar exacta­
mente de esta manera. Según mi experiencia, no se pierde nada utilizando sólo
los aspectos fuertes entre los puntos medios, siempre y cuando uno supere la
idea tradicional y no demasiado bien fundada de que todos los aspectos fuertes
son «malos».

Los orbes en las combinaciones de puntos medios


Como en una carta hay más de un centenar de puntos medios, el orbe de as­
pecto aceptable para una combinación de puntos medios tiene que ser más pe­
queño que en los aspectos normales formados por dos planetas. De otra ma­
nera, nos encontraremos con combinaciones que se superponen entre sí hasta
el punto de no poder distinguir entre las diversas combinaciones de factores
de la carta. Así ésta se vuelve confusa, ilegible, al menos por medios astroló­
gicos.
La regla básica de los astrólogos uranianos y los cosmobiólogos es no usar
un orbe mayor de 1,5 ° . Esto significa que se considera que cualquier cosa (un
punto medio o un factor aislado) que se encuentre a 1,5 º hacia cualquier lado de
un punto medio está en orbe (es decir, que la amplitud total es de 3 ° ). Yo pre­
fiero usar este orbe solamente en los puntos medios directos, y en los indirectos

169
restringirlo a 1 º. Esto hace que la carta sea más clara y por consiguiente más fá­
cil de describir.

Cómo se calcula un punto medio

1. Convierta las longitudes de cada uno de los dos puntos de la notación


usual expresada en función de los signos a una notación en función de los 360 º
del círculo. Es decir, cuente las longitudes desde el grado O de Aries y no des­
de el grado O de su signo. Para hacerlo, sume a cada signo el número de grados
que encontrará en la tabla 5.

Tabla 5
La notación en 360 equivalente al O º de cada signo
º

Aries Oº Libra 180 º


Tauro 30 º Escorpio 210 º
Géminis 60 º Sagitario 240 º
Cáncer 90 º Capricornio 270 º
Leo 120 º Acuario 300 º
Virgo 150 ° Piscis 330 °

Por ejemplo, para el Sol de Bob Dylan, que está a 3 ° 31' de Géminis, aña­
dimos 60 º de Géminis, lo que nos da 63 º 31' en la notación de 360 º. Para su
Luna, a 21 ° 31' de Tauro, añadimos los 30 º de Tauro, lo que nos da 51 º 31'.
2. Sumar las dos longitudes:
63 ° 31'
+51º 31'
114 ° 62' o 115 º 02'
3. Dividir la suma entre 2. En nuestro ejemplo es mejor dejar la longitud ex­
presada como 114 º 62' porque 114 es un número par. 114 º dividido entre dos
nos da 57 º , y 62' dividido entre dos nos da 31'. Por lo tanto, el punto medio ex­
presado en notación de 360 ° está a 57 ° 31'.
4. Para volver a convertir esta cifra a la notación por signos, busquemos en
la tabla 5 el mayor número de grados (30 º ) que es posible restar de 57 º 31' sin
que nos dé un número negativo. Restamos 30 º de 57 º 31' y obtenemos 27 º 31'
de Tauro como el punto medio entre el Sol y la Luna de Bob Dylan.
En este caso, en que los dos planetas no estaban separados más que por un
signo, obtuvimos el punto medio más próximo. Si estuvieran separados por más
de 180 º , habríamos obtenido el punto medio más alejado.

170
El uso de la esfera y el cuadrante
en el trabajo con los puntos medios

Afortunadamente, si usamos la esfera (360 º) y el cuadrante (90 º) podemos aho­


rrarnos la mayor parte de los cálculos. La esfera (360 º) es útil para obtener una
visión global y para ver todos los puntos medios directos. Al verificar los ejes
' en cuadratura y semicuadratura con el eje directo, también se pueden encontrar
los puntos medios indirectos; en realidad, es posible hacer el trabajo con los
puntos medios usando solamente la esfera. En el cuadrante (90º ) las conjuncio­
nes, cuadraturas y oposiciones se ven todas como conjunciones, y las semicua­
draturas y sesquicuadraturas parecen oposiciones. Por lo tanto, todos los aspec­
tos fuertes son de inmediato visibles a lo largo de un único eje. El cuadrante es
especialmente adecuado si se usan tan sólo los aspectos fuertes y se tratan to­
dos de la misma manera. La única desventaja es que no podemos distinguir las
cuadraturas y oposiciones de las conjunciones, ni los puntos medios directos de
los indirectos, sin escribir el signo de cada planeta en la carta de 90 º o volver a
considerar la carta de 360 º .
Si se usa una esfera con un agujero perfectamente centrado y los grados
marcados con precisión, se puede alcanzar una exactitud aproximada de un cuar­
to de grado; con un cuadrante bien hecho se puede alcanzar una exactitud de
cinco minutos de arco o incluso mayor. En los casos relativamente raros en que
se necesite más exactitud (como cuando se verifica un orbe o se mide el tiempo
de un tránsito) se pueden calcular uno o varios puntos medios manualmente,
o usar un listado de puntos medios calculados por ordenador.

La esfera (360 º )

Si se usa una esfera se ha de preferir, en vez del modelo de horóscopo de doce


sectores iguales que prevalece en Estados Unidos y Gran Bretaña, la forma de
carta astrológica más popular en Europa continental, que tiene las cúspides de las
casas y todos los demás factores situados alrededor del círculo en sus verdade­
ras -y no aproximadas- longitudes zodiacales.
La esfera no sólo facilita el trabajo con los puntos medios, sino que ofrece un
valioso beneficio adicional como calculadora de aspectos. Mientras que el mé­
todo convencional de levantar la carta usando la notación por signos es ideal
para ver los aspectos tradicionales, que son todos múltiplos de 30 º , no pasa lo
mismo con los quintiles, las semicuadraturas, las sesquicuadraturas o los as­
pectos basados en la serie del siete o en la del nueve. Podemos marcar la esfera
para que muestre cualquier clase de aspecto que nos interese investigar, y de
este modo su presencia en la carta es mucho más clara.

171
Cómo dibujar la carta de 360 º Para dibujar esta carta, se necesita un
transportador de 360 º o una rueda calculadora de aspectos con un agujero en el
centro exacto. Hay quien prefiere hacer un agujero en la carta con una chinche­
ta; otros optan por un agujero más grande donde quepa una especie de tornillo
de presión que se consigue en algunas tiendas especializadas. El centro del pa­
pel donde se levanta la carta se atraviesa con la chincheta o el tornillo, que se
usa para sujetar la esfera atravesándola por el centro.
Para levantar la carta se necesita también una regla común, que se coloca
entre el agujero central y el grado correspondiente al planeta que se dibuja, o
una regla especial (como la que se ve en la figura 21) que se adapte a la chin­
cheta o al tornillo. Con ella se trazarán líneas cortas sobre el papel desde el bor­
de de la esfera hacia afuera, líneas que indicarán la posición de cada factor en
la carta.
Comience por hacer girar la esfera de modo que en lo alto del papel esté el
grado aproximado del Medio Cielo. Ahora encuentre el grado O de Aries y haga
allí su primera marca. Mientras dibuje la carta le convendrá mantener en todo

Figura 21. Cómo dibujar la carta de 360 º .

172
momento la marca del grado O de Aries en la esfera exactamente sobre la mar­
ca del grado O de Aries en el papel. Si utiliza un tornillo de presión, puede ajus­
tarlo para impedir que la esfera gire; si usa una chincheta, asegúrela para que
mantenga firme la esfera. Ahora, con la seguridad de que todas las líneas que di­
buje salen hacia afuera desde el centro exacto de la esfera, trace líneas cortas
que indiquen con la mayor aproximación posible el grado y el minuto zodiaca­
les exactos de la cúspide de cada casa y de los demás factores de la carta. Des­
pués puede dibujar los símbolos y escribir las longitudes de todos los factores
junto a las líneas que les correspondan, al mismo tiempo que verifica cada línea
para asegurarse de que ha trazado correctamente su posición. La regla que se ve
en la figura 21 está dispuesta para trazar la línea que corresponde a Neptuno en
la carta de Bob Dylan.
La figura 22 muestra la carta de Bob Dylan dibujada de esta manera. La es­
fera utilizada es una especialmente buena diseñada por l2Future de Nueva York;
la comercializa Astro-Graphics Services para ser usada en el sistema uraniano,
pero se puede utilizar también en astrología convencional. La flecha empluma­
da señala el punto medio entre el Sol y la Luna.

El uso de la esfera para encontrar los puntos medios La esfera, que al


principio se utilizó para situar los planetas en la carta, se emplea ahora como
instrumento de medición. Para encontrar el punto medio de dos factores cua­
lesquiera de la carta, haga girar la esfera de manera que su puntero (la flecha
emplumada) esté aproximadamente a mitad de camino entre los dos factores.
Ahora, usando como guía las marcas de los grados situados a ambos lados del
puntero, ajuste la esfera de modo que a cada lado haya exactamente el mismo
número de grados. La figura 22 muestra la esfera colocada de manera que indi­
que la localización del punto medio entre el Sol y la Luna de Bob Dylan.
Como se puede ver, el puntero está muy cerca de Urano. En realidad, Urano
está en el punto medio Sol-Luna, dentro del orbe de l,5 ° que yo concedo para
los puntos medios directos. Por consiguiente, escribimos:
Sol-Luna = Urano
Para hacerse una idea de lo que esto podría significar en la carta, puede con­
sultar en el capítulo siguiente las breves descripciones que incluyo de las pare­
jas planetarias Sol-Luna, Sol-Urano y Luna-Urano.
Ahora puede verificar qué otros puntos medios se encuentran a lo largo del
eje Sol-Luna. Para ello, deje la flecha emplumada en el punto medio Sol-Luna
y busque en un lado del punto medio hasta encontrar otro punto. Fíjese en el
arco entre ese punto y el punto medio. Ahora fíjese en la dirección opuesta para
ver si hay otro punto a la misma distancia en grados del punto medio. Si hay
uno dentro de los 3 ° de la misma extensión de arco, el punto medio de estos dos
puntos estará dentro de un orbe de 1,5 ° del punto medio Sol-Luna. Esto se debe

173
IC

Figura 22. Los puntos medios en la carta de 360 º de Bob Dylan.

a que un punto medio se encuentra partiendo el arco entre dos puntos en dos ar­
cos iguales. Si el arco original se incrementa en cierto número de grados, el
punto medio se desplazará la mitad de ese número de grados. Por lo tanto, la di­
ferencia entre dos arcos en los lados opuestos de un eje debe estar siempre den­
tro del doble del orbe de la configuración de puntos medios.
Vemos que el punto medio Júpiter-Urano está a 1 º del punto medio Sol­
Luna, y lo mismo pasa con el punto medio Sol-Saturno. Todos estos puntos me­
dios directos se ven claramente si se usa la esfera. Ahora tenemos:
Sol-Luna = Urano = Júpiter-Urano = Sol-Saturno

174
También puede haber puntos medios indirectos en cuadratura, semicuadra­
tura o sesquicuadratura con el punto medio Sol-Luna. Para verificar las cuadra­
turas, mantenga la flecha emplumada sobre el punto medio Sol-Luna y busque
las dos flechas no emplumadas en cuadratura con el puntero (que tendrán «180»
y «360» escrito sobre sus líneas). Estas dos flechas son los dos extremos de un
eje único que está en cuadratura con el eje directo. Tal como buscó a lo largo
del eje directo los puntos medios directos, busque ahora los puntos medios in­
directos a lo largo del eje que hace cuadratura con el eje directo.
Para buscar semicuadraturas y sesquicuadraturas, localice los cuatro puntos
grandes a mitad de camino entre las cuatro flechas. Estos puntos son los extremos
de otros dos ejes, cada uno de los cuales está en semicuadratura-sesquicuadratura
con el eje directo. Busque a lo largo de estos dos ejes si hay puntos medios o fac­
tores aislados que estén en semicuadratura-sesquicuadratura con el eje directo.
En la carta de Bob Dylan no hay puntos medios que estén dentro de un orbe
de 1 º en cuadratura con el punto medio Sol-Luna, pero los puntos medios Mer­
curio-Plutón y Marte-Saturno están ambos en semicuadratura-sesquicuadratura
con el eje Sol-Luna dentro del orbe de 1 ° concedido para los puntos medios in­
directos (véase figura 22). Así pues, podemos mostrar todos los puntos medios
relacionados con el punto medio Sol-Luna de la siguiente manera:
Sol-Luna = Urano = Júpiter-Urano = Sol-Saturno =
Mercurio-Plutón = Marte-Saturno
La suma total de todos los puntos medios y los puntos vinculados con un
punto o un punto medio dado, recibe generalmente el nombre de eje. Acabamos
de ver el eje Sol-Luna en el horóscopo de Bob Dylan. Aunque todos estos puntos
medios están dentro de los orbes de 1,5 ° y 1 º permitidos para formar un aspec­
to con el punto medio Sol-Luna, no están necesariamente dentro de orbe los unos
con respecto a los otros. El primer punto de una serie es siempre el centro del
orbe expandido.
Mirar los cuatro ejes separados para encontrar todas las combinaciones de
puntos medios directos e indirectos puede parecer un trabajo pesado, pero en la
práctica vamos a interesarnos principalmente por los puntos medios directos.
Los indirectos los reservaremos para el trabajo detallado. Por lo tanto, general­
mente no es necesario controlar todos los aspectos en punto medio para un pun­
to dado. Por otro lado, como ya he dicho, el cuadrante simplifica muchísimo la
tarea de encontrar los puntos medios indirectos.

El cuadrante (90 º )

La figura 23 (p. 177) muestra la carta de Bob Dylan dibujada con un cuadran­
te, que en lugar de tener 360 °, como la esfera, tiene 90°, es decir, una cuarta

175
parte de la esfera, por lo cual los grados son cuatro veces más grandes; de ahí su
mayor precisión. Así hay lugar para que en cada grado se puedan marcar divisio­
nes de 5' de arco, con líneas más largas para las subdivisiones de 15' y 30'.
La flecha emplumada en la parte alta representa el grado O de Aries, y el zo­
díaco continúa a partir de este puntero en el sentido opuesto a las agujas del reloj.
Los grupos de 5º están destacados por la alternancia de zonas blancas y negras
en el anillo interior. A un cuarto del recorrido en círculo hay un punto grande
que destaca los 22,5 º ; a un tercio del recorrido circular hay una línea que va has­
ta el centro y señala los 30° ; a la mitad del camino circular hay una flecha sin
plumas que señala los 45 º ; a dos tercios del camino circular hay otra línea que
va hasta el centro y marca 60 º , y así sucesivamente, hasta llegar a la flecha em­
plumada de arriba, que esta vez representa los 90º .
Observe además que en el cuadrante no aparecen más que tres signos. El
primer tercio está marcado con el símbolo de Aries, el segundo con el de Tau­
ro y el tercero con el de Géminis. Se ha hecho así simplemente para indicar que
todos los signos cardinales (Aries, Cáncer, Libra y Capricornio) caerán en el
primer tercio del cuadrante; todos los signos fijos (Tauro, Leo, Escorpio y Acua­
rio) en el segundo tercio, y todos los signos mutables (Géminis, Virgo, Sagitario
y Piscis) en el tercero.
Lo que hace el cuadrante es dividir el zodíaco en cuatro partes: la primera
desde 0 ° de Aries a 29° 59' 59" de Géminis; la segunda desde O º de Cáncer has­
ta 29º 59' 59" de Virgo; la tercera desde 0 ° de Libra hasta 29º 59' 59" de Sagita­
rio, y la cuarta desde O º de Capricornio hasta 29 º 59' 59" de Piscis, y después
colocar las cuatro partes una encima de la otra. Por eso dos planetas en cuadra­
tura (digamos, uno situado a 7º de Aries y el otro a 7º de Cáncer) o en oposi­
ción (uno a 7 ° de Aries y el otro a 7 ° de Libra) aparecerán en la carta de 90°
como si estuvieran en conjunción: Cáncer, Libra y Capricornio están situados
directamente encima de Aries.
Por razones similares, todas las semicuadraturas y sesquicuadraturas pare­
cen oposiciones, pero son fáciles de ver, porque si la flecha emplumada está so­
bre un determinado planeta, el planeta en semicuadratura o en sesquicuadra­
tura con él estará siempre en la flecha opuesta sin plumas. De manera similar
(aunque esto no es tan importante en el trabajo con los puntos medios), todos
los aspectos que son múltiplos de 30 ° -trígono, sextil, semisextil y quincuncio­
parecerán trígonos en el cuadrante, y se los podrá ver con bastante facilidad,
porque si la flecha emplumada está sobre un planeta, el planeta en un aspecto
múltiplo de 30 ° con él estará en una de las otras dos líneas que se extienden has­
ta el centro del cuadrante.

Cómo dibujar la carta de 90 º Clave la hoja de papel y el cuadrante con


una chincheta o un tornillo fijo y después haga girar el cuadrante de modo que
la flecha emplumada apunte hacia la parte alta de la hoja. Sostenga el cuadran-

176
Figura 23. La carta de 90 º de Bob Dylan.

te para que no gire y con la regla trace una línea larga en el papel a partir de la
flecha emplumada. Marque la línea con el símbolo de Aries. Esto representará
no sólo el grado O de Aries, sino el grado O de todos los signos cardinales. Aho­
ra vaya hasta un tercio del cuadrante en sentido contrario al de las agujas del re­
loj, a la siguiente línea que se extiende hasta el centro, alárguela en el papel y
márquela con el símbolo de Tauro. Y tras recorrer un tercio más del círculo has­
ta la otra línea que llega al centro, alárguela también en el papel y márquela con
el símbolo de Géminis.
Ahora ya está en condiciones de trazar las líneas que indican las posiciones
de los planetas, el nodo lunar, el Ascendente y el Medio Cielo (habitualmente
yo no marco las cúspides de las casas intermedias en la carta de 90 ° ). Es más fá­
cil tomar las posiciones en el orden zodiacal, empezando por las de Aries, si­
guiendo por las de Tauro, etc. Cuando llegue a Cáncer, estará otra vez en el

177
punto cardinal O º y empezará a recorrer de nuevo el cuadrante. Verifique todas
las posiciones comenzando por Aries: compruebe que las líneas estén en los
grados correctos y dibuje los símbolos de los planetas. Se puede marcar el As­
cendente con «ASC» y el Medio Cielo con «MC». No es necesario escribir en
la carta de 90 ° el grado y el minuto de cada posición, pero si usted indica en qué
signo está cada factor le resultará más fácil distinguir las conjunciones de las
cuadraturas y oposiciones.
Para ver cómo se traduce la carta de 360 º a la de 90 º , compare las figu­
ras 22 y 23.

Cómo utilizar el cuadrante para encontrar los puntos medios Volva­


mos a mirar el punto medio Sol-Luna (la flecha emplumada de la figura 24) en
la carta de Bob Dylan. Se encuentra de forma similar a como lo hemos hecho
con la esfera: localizamos el Sol y la Luna y giramos el cuadrante de modo que
el puntero emplumado se sitúe a medio camino entre ellos. La única diferencia
está en cuál es la información que obtenemos al hacerlo. Vemos con mucha ma­
yor claridad la exactitud de las combinaciones, y por lo tanto podemos evaluar
mejor los orbes. Además, no sólo vemos todos los puntos medios directos (Sol­
Luna = Urano = Júpiter-Urano = Sol-Saturno); con el cuadrante localizamos
también todos los puntos medios indirectos (Sol-Luna = Mercurio-Plutón =
Marte-Saturno), esta vez mirando solamente un eje (porque los cuatro ejes de la
esfera ahora están todos puestos uno encima del otro).
Para distinguir los puntos medios directos de los indirectos (y para determi­
nar si se ha de conceder un orbe de 1,5 º o de 1º ), tendremos que remitirnos a la
carta de 360 º. Por eso es útil encontrar primero los puntos medios directos uti­
lizando la esfera. Después, con el cuadrante, podemos añadir los puntos medios
indirectos.
Cuando se usa el cuadrante se cae en la tentación de no hacer distinción al­
guna entre puntos medios directos e indirectos, o entre aspectos fuertes mayo­
res y menores, que es lo que hacen muchos cosmobiólogos. Sin embargo, como
ya he dicho, a mí me gusta conceder un orbe menor a los puntos medios indi­
rectos y también darles menos peso en mis juicios. Aunque el cuadrante es un
instrumento valioso, no sólo para ver de un vistazo los aspectos fuertes, sino
también para calcular los tránsitos y las progresiones con una precisión de frac­
ciones de grado, yo creo que debo confiar igualmente en la carta de 360 º o en
listados como los que ahora describiré.

El uso de listados en el trabajo con los puntos medios

Es posible obtener listas de los puntos medios de tal manera que puedan com­
plementar o incluso hacer innecesarias las cartas de 360 º y 90 º . Usar la esfera

178
Figura 24. Los puntos medios en la carta de 90 ° de Bob Dylan.

y el cuadrante o los listados es en buena medida cuestión de preferencia perso­


nal; ambos métodos tienen sus ventajas. El principal inconveniente de las listas
en el pasado eran los tediosos cálculos que exigían, pero esto hoy en día ya no
es un obstáculo porque muchas empresas que levantan cartas por ordenador y
muchos programas para ordenadores personales ofrecen, además de la carta,
listados de los puntos medios. Si se emplea un listado que muestre la posición
zodiacal real de cada par de factores en la carta junto con un listado conocido
como «clasificación de 45 º », se pueden ver todos los aspectos fuertes y todos
los puntos medios relacionados con cualquier eje tal como se los puede ver con
la esfera y el cuadrante. La ventaja de los listados es que no hay que dibujar una
carta de 360 º y otra de 90 º; nos las podemos arreglar, por lo menos para el tra­
bajo con los emplazamientos natales, con una carta de doce sectores iguales que

179
se puede dibujar fácilmente, ya sea a mano o con un ordenador. Además, los lis­
tados dan todas las posiciones con una exactitud de minuto de arco, lo que ayuda
a juzgar con precisión los orbes (algo especialmente importante en el trabajo de
investigación) y a determinar los tránsitos y las progresiones. La desventaja de los
listados se ve principalmente cuando queremos comparar la carta natal con trán­
sitos o progresiones para varias ocasiones diferentes en la vida de alguien; aun­
que se pueden encontrar maneras de que los ordenadores lo faciliten, el uso de la
esfera y el cuadrante es generalmente el método más conveniente en este caso.

El listado zodiacal La disposición triangular bajo el título «Puntos me­


dios» en la figura 25 proporciona el grado, el signo del zodíaco y el minuto de
todos los puntos medios de Bob Dylan. La disposición es tal que viendo don­
de se cruzan las columnas vertical y horizontal se obtiene inmediatamente cual­
quier punto medio o factor aislado. Para localizar la posición del punto medio
Sol-Luna de Bob Dylan, se busca simplemente la columna encabezada «So»
para «Sol» y se desciende por ella hasta encontrar la línea encabezada «Lu» para
«Luna». Donde se cruzan la columna del Sol y la línea de la Luna dice «27Tau3 l »,
que nos informa sobre el grado, el signo y el minuto del punto medio Sol-Luna
de Bob Dylan.
El listado zodiacal no revela qué puntos medios están en aspecto con qué
otros puntos medios. Su principal utilidad es la de servir para localizar la ver­
dadera posición zodiacal de los puntos medios en la clasificación de 45 º.

La clasificación de 45 º Se basa en el mismo principio que el cuadrante,


excepto que en este caso se divide el zodíaco en ocho partes en vez de dividir­
lo en cuatro, antes de superponer las partes. Esto significa que el listado va des­
de 0° de Aries hasta 14 ° 59' 59" de Tauro, después vuelve a empezar y va desde
15 ° de Tauro hasta 29º 59' 59" de Géminis, luego comienza de nuevo y va des­
de O º de Cáncer hasta 14 ° 59' 59" de Leo, etcétera.
La razón de que el listado esté en un coeficiente de 45 ° y no en uno de 90 º
es que mientras que el cuadrante pone fácilmente de manifiesto las semicua­
draturas y sesquicuadraturas en el extremo opuesto del puntero emplumado, un
listado no puede hacerlo, sino que muestra las semicuadraturas, las sesquicua­
draturas, las cuadraturas y las oposiciones como si fueran conjunciones.
Una clasificación de 45 º mezcla todos los puntos medios y los factores ais­
lados de cada uno de los ocho segmentos del zodíaco en un único listado en or­
den ascendente de grados. Así los factores que están entre sí en algún aspecto
fuerte aparecerán uno junto al otro en la lista.

El uso de la clasificación de 45 º para investigar los ejes de los puntos


medios La parte inferior de la figura 25 muestra la clasificación de 45 ° de Bob
Dylan hecha por ordenador. Para encontrar su punto medio Sol-Luna podemos

180
recorrer la lista, pero generalmente lleva menos tiempo consultar primero el lis­
tado zodiacal, en la parte superior de la figura 25. Localizamos el punto medio
Sol-Luna en el listado zodiacal tal como se ha explicado y comprobamos que
está a 27º 31' de Tauro. Nos valemos de las reglas de la tabla 6 para traducir el
número de grados a que se encuentra el punto medio en su signo a una posición
de la clasificación de 45 º . Como 27 º 31' de Tauro está en la segunda mitad de
un signo fijo, le restamos 15 º , y obtenemos 12 º 31' en la clasificación de 45º,
lo que indudablemente es el punto medio Sol-Luna.

Tabla 6
La traducción de longitudes zodiacales
a longitudes de la clasificación de 45 °

Signos cardinales: Los grados son los mismos.


Signos fijos: Primera mitad (hasta 14 º 59'): sumar 30 a los grados en el
signo.
Segunda mitad (desde 15 º 00'): restar 15 de los grados en
el signo.
Signos mutables: Añadir 15 a los grados en el signo.

Ahora podemos ver instantáneamente todos los puntos medios y otros fac­
tores que están en algún aspecto fuerte con el eje Sol-Luna. Simplemente, nos
fijamos en todos los factores que están por encima y por debajo de «So-Lu» en
la lista, deteniéndonos cuando llegamos al final de nuestro orbe de 1 ° para los
puntos medios indirectos. Al leer hacia arriba desde «So-Lu», encontramos
«As-Vr» (Ascendente-Vértice, ya que este programa de ordenador incluye el
Vértice, que aquí no usaremos), «So-Sa» (Sol-Saturno) y Urano. Seguimos le­
yendo hacia arriba por otros 30' para encontrar cualquier punto medio que pue­
da ser directo y por consiguiente admisible dentro de nuestro orbe de 1,5º para
los puntos medios directos. Encontramos «PI-As» (Plutón-Ascendente). Para ver
qué clase de aspecto fuerte forma Plutón-Ascendente con Sol-Luna, necesita­
mos verificar el número de grados en sus signos de ambos puntos medios en el
listado zodiacal, donde encontramos Sol-Luna en «27Tau31» y Plutón-Ascen­
dente en «11Lib21». Esto es una sesquicuadratura, de modo que descartamos
Plutón-Ascendente porque está demasiado fuera de orbe para un punto medio
indirecto.
Al leer hacia abajo desde «So-Lu», tenemos «Me-Pl» (Mercurio-Plutón),
«Ma-Sa» (Marte-Saturno), «Ju-Ur» (Júpiter-Urano) y «Me-Vr» (Mercurio­
Vértice), que no usaremos, dentro de nuestro orbe de 1 º para los puntos me­
dios indirectos. Al mirar hasta 30' más abajo (hasta 14 ° 01') dentro de nuestro
orbe de 1,5 º para los puntos medios directos, encontramos «Ne-PI» (Neptuno-

181
BOBDYLAN
Puntos medios
So Lu Me Ve Ma Ju Sa Ur Ne
So 103Gem31
Lu 1 27Tau31 21Tau31
Me j 13Geml7 07Geml7 23Gem03
Ve 108Geml7 02Geml5 18Gem02 13Gem00
Mal 19Lib45 13Lib45 29Lib31 24Lib29 05Pis59
Ju 101Gem36 25Tau36 l1Gem22 06Gem20 17Lib50 29Tau41
Sa 1 26Tau48 20Tau48 06Gem34 01Gem33 13Lib02 24Tau53 20Tau05
Ur 100Gem04 24Tau04 09Gem51 04Gem49 16Libl8 28Tau09 23Tau22 26Tau38
Ne 1 29Canl4 23Canl4 09Leo00 03Leo58 15Sag28 27Canl9 22Can31 25Can47 24Vir57
PI 1 02Can57 26Gem57 12Can43 07Can41 19Escl1 01Can02 26Geml4 29Gem30 28Leo40
No j 01Leo02 25Can02 l0Leo48 05Leo46 17Sagl6 29Can07 24Canl9 27Can35 26Vir45
As j l1Vir55 05Vir55 21Vir41 16Vir40 28Cap09 I0VirO0 05Virl2 08Vir29 07Ese38
MCI 10Leo41 04Leo41 20Leo27 15Leo26 26Sag55 08Leo46 03Leo58 07Leol5 06Lib24
Vr j 03Can29 27Gem29 13Canl6 08Canl4 19Ese43 01Can34 26Gem47 00Can03 29Leol2
Ar j 01Tau45 25Ari45 l1Tau32 06Tau30 17Vir59 29Ari50 25Ari03 28Aril9 27Gem28

PI No As MC Vr Ar
PI 1 02Leo22
No j 00Vir27 28Vir32
As j l1Lib21 09Esc26 20Sag20
MCI 10Vir07 08Libl2 19Ese05 17Lib51 1
Vr 1 02Leo55 0IVirO0 11Lib54 10Vir401 03Leo28 I
Ar j 0IGeml1 29Geml6 I0Leol0 08Can561OI Gem44 j 00Ari00 j

Clasificación de 45 ° de puntos medios


*Ari 00 00 Lu-Ur 09 04 Ma-Ur 16 18 Sa-No 24 19 Me-Ma 29 31 Ne-As 37 38
Ur-Vr 00 03 Ju-s'a 09 53 Ve-Sa 16 33 Ve-Ma 24 29 Ju-Ar 29 50 *Mere 38 03
Ve-MC 00 26 Lu-Ju 10 36 So-Ju 16 36 Me-Ur 24 51 Ma-Ne 30 28 Ju-MC 38 46
Ju-PI 01 02 PI-As 11 21 Vr-Ar 16 44 Ju-As 25 00 So-No 31 02 Me-Ne 39 00
Ju-Vr 01 34 *Uran 11 38 Lu-Ve 17 15 Lu-No 25 02 Ve-As 31 40 No-As 39 26
So-PI 02 57 So-Sa 11 48 Ma-Ju 17 50 Sa-Ar 25 03 So-Ar 31 45 *Nept 39 57
So-Vr 03 29 As-Vr 11 54 *MC 17 51 PI-MC 25 07 Ma-No 32 16 As-Ar 40 10
As-MC 04 05 So-Lu 12 31 *Sol 18 31 MC-Vr 25 40 *Plut 32 22 So-MC 40 41
Ma-Pl 04 11 Me-PI 12 43 So-Ma 19 45 Lu-Ar 25 45 PI-Vr 32 55 Me-No 40 48
Ma-Vr 04 43 Ma-Sa 13 02 Ve-Ur 19 49 Ur-Ne 25 47 Ma-Ar 32 59 Sa-PI 41 14
*Sat 05 05 Ju-Ur 13 09 Sa-As 20 12 Me-Ju 26 22 Me-Ve 33 02 Me-Ar 41 32
Me-MC 05 27 Me-Vr 13 16 Lu-As 20 55 So-As 26 55 *Vert 33 28 Ne-No 41 45
.Lu-Sa 05 48 Ne-PI 13 40 *Mari 20 59 Ju-Ne 27 19 Sa-MC 33 58 Sa-Vr 41 47
Ne-MC 06 24 Lu-Ma 13 45 Ve-Ju 21 20 Ur-No 27 35 Ve-Ne 33 58 Ma-MC 41 55
*Luna 06 31 Ne-Vr 14 12 Me-Sa 21 34 *Ven 28 00 Lu-MC 34 41 Lu-PI 41 57
Ve-PI 07 41 *Jup 14 41 Lu-Me 22 17 Ma-As 28 09 *Ase 35 20 Ne-Ar 42 28
No-MC 08 12 So-Ur 15 04 Sa-Ne 22 31 So-Me 28 17 Ve-No 35 46 Lu-Vr 42 29
Ve-Vr 08 14 PI-Ne 15 27 Lu-Ne 23 14 Ur-Ar 28 19 Ve-Ar 36 30 *Nodo 43 32
Sa-Ur 08 22 No-Vr 16 00 So-Ve 23 15 Ju-No 29 07 Me-As 36 41 No-Ar 44 16
MC-Ar 08 56 PI-Ar 16 11 Ur-As 23 29 So-Ne 29 14 Ur-MC 37 15 Ur-Pl 44 30

Figura 25. Clasificación de 45 º de Bob Dylan.

182
Plutón) y «Lu-Ma» (Luna-Marte). Volvemos a consultar el listado zodiacal
para ver si estos factores están directa o indirectamente vinculados con el eje
Sol-Luna. Neptuno-Plutón está en «28Leo40», en cuadratura con Sol-Luna, y
Luna-Marte está en «13Lib45», en sesquicuadratura, de modo que ninguno de
estos puntos medios es aceptable. Ahora ya estamos en condiciones de poner
por escrito los puntos medios conectados con Sol-Luna.
Sol-Luna = Sol-Saturno = Urano = Mercurio-Plutón =
Marte-Saturno = Júpiter/Urano
El principio de la clasificación de 45º se puede usar para destacar aspectos
que son múltiplos de cualquier ángulo. Se podrían obtener clasificaciones de
30 º , de 22,5 º (que usan a veces los astrólogos uranianos en Estados Unidos),
de 15 º o de lo que fuere. Estas clasificaciones serían especialmente valiosas para
encontrar múltiplos basados en quintos o séptimos de círculo, muy difíciles de
examinar con el modo convencional de representación.

Las reglas para delimitar los puntos medios


Cuando se interpreta una carta, se usan los puntos medios principalmente para
obtener información adicional sobre el estado cósmico de cada planeta. Por eso
los puntos medios que busco primero son los relacionados con los factores in­
dividuales en la carta. Sólo cuando me interesa saber más sobre un problema
específico tengo en cuenta los ejes de los puntos medios que no están ocupados
por ningún factor. En unos pocos casos, tales ejes serán el foco de varios pun­
tos medios y por lo tanto tendrán importancia. Los efectos de los puntos medios
individuales se ven con mayor claridad cuando hay factores dinámicos -como
tránsitos, direcciones de arco solar o progresiones- que los destacan.
No hay que considerar a todos los puntos medios de la misma manera. He
aquí los criterios que uso para distinguir los que son importantes:
1. A los puntos medios en los que interviene el Sol, la Luna, el Medio Cie­
lo o el Ascendente se los ha de tomar más en serio que a los otros. Uno de los
factores que forman el punto medio -o ambos- puede pertenecer a este grupo,
o el punto medio puede estar en un aspecto fuerte con uno de estos factores.
2. Los puntos medios directos -los que están en conjunción o en oposición
(lo que en realidad es lo mismo, como ya se explicó) con un factor- son más
importantes que los puntos medios que están en cuadratura, semicuadratura o
sesquicuadratura con un factor. Yo considero que los puntos medios directos
son tan importantes como los aspectos mayores en cuanto a su influencia en la
carta. Descuidarlos es, para el astrólogo, correr un riesgo; si usted no utiliza
ningún tipo de puntos medios, use éstos.
3. Los puntos medios de factores individuales que además están en aspecto

183
entre ellos son más intensos y sensibles. Se deben tener en cuenta incluso los
aspectos relativamente menores, y también aquellos a los que normalmente se
consideraría fuera de orbe. Creo que este fenómeno explica los amplios orbes
que muchos astrólogos se permiten con los aspectos mayores. En una cuadra­
tura en T, un gran trígono, una cruz cósmica u otra configuración que lo sea
también de puntos medios, es frecuente que los orbes sean mayores de 5 ° , y no
obstante parecen ejercer un fuerte efecto. Invariablemente me encuentro con que
el punto medio de uno o más de los pares de planetas implicados está exacta­
mente en aspecto, en un ángulo difícil, con uno o más de los otros factores. Esto
los vincula de una manera que no podría hacerlo ningún aspecto mayor de orbe
amplio. Debemos verificar siempre las configuraciones de aspectos mayores
para determinar si los puntos medios que forman están o no exactamente en as­
pecto con uno o más de los factores que integran la configuración.
4. Con los puntos medios, al igual que con cualquier otra técnica valiosa, un
tema se ha de repetir varias veces en una carta para que merezca que nos lo to­
memos en serio. Posiblemente la única excepción a esta regla sean las combi­
naciones de puntos medios directos, pero estos datos, lo mismo que cualquier
otra indicación, se han de cotejar con el resto de la carta.

184
9
Breves significados
de las parejas planetarias

Ahora, usted conoce ya el significado básico de cada planeta y de todos los de­
más puntos principales de la carta. En este capítulo ofrezco breves descripcio­
nes de todas las parejas posibles formadas por los diez planetas, los nodos lu­
nares, el Ascendente, el Medio Cielo y el grado O de Aries. Incluyo los factores
que no son planetas porque la experiencia me ha demostrado que sus puntos me­
dios son importantes y que se los puede tratar de la misma forma que a los pun­
tos medios que afectan solamente a planetas.
Las descripciones que ofrezco en este capítulo se pueden utilizar de varias
maneras. Primero, explican brevemente cómo interaccionan dos factores que
forman aspecto. Segundo, al consultarlas, usted se hará una idea de cuáles son
los ejes de puntos medios que ha de mirar para responder a preguntas especí­
ficas referentes al horóscopo. Tercero, cuando haya un factor en el punto medio
entre otros dos factores, puede usar este capítulo para describir esa combina­
ción de tres factores. Por ejemplo, si tiene Sol-Luna = Urano, consulte los apar­
tados Sol-Luna, Sol-Urano y Luna-Urano. Estas tres descripciones le darán una
idea de lo que significa esa combinación de tres planetas. También puede em­
plear este método para las configuraciones de aspectos que incluyen tres facto­
res, como el gran trígono, la cuadratura en T, el gran trígono menor y el yod, e
incluso lo puede aplicar a las configuraciones en las que intervienen más de tres
factores.
Este compendio de significados no se basa solamente en combinar las pa­
labras clave de cada factor, sino también en otras indicaciones descubiertas
por diversos investigadores, entre los que me incluyo: significados que no
siempre son deducibles de forma obvia de las ideas clave de los planetas, por
lo menos mientras no los hayamos estudiado con mayor profundidad que la
habitual.

185
Parejas con el Sol
Sol-Luna El equilibrio dentro de la psique de lo masculino y lo femenino,
que se expresa en función de las relaciones con el sexo opuesto. Equilibrio psi­
cológico interior. En ocasiones, también puede relacionarse con la vivencia que
se tiene de la madre y el padre como pareja.
Sol-Mercurio La expresión mental y verbal de la voluntad. El deseo de
comunicarse, conocer y comprender. Lo que se piensa de la propia autoexpre­
sión. Una forma de pensar muy personal. Expresión de los propios pensamientos.
Sol-Venus La voluntad de relacionarse, amar o crear. Se asocia con la crea­
tividad artística si otros factores lo apoyan. Felicidad y gratificación en la vida
privada, comodidad, el hecho de sentirse bien. Tanto para los hombres como para
las mujeres, este punto puede ayudar a lograr lo que se espera del sexo opuesto.
Sol-Marte Voluntad, vitalidad, energía (especialmente para la autoexpre­
sión), la parte masculina de la persona, la energía personal y la autoafirmación.
La capacidad de actuar y de tomar la iniciativa. Especialmente en la carta de
una mujer, este punto puede simbolizar sus expectativas con respecto a los hom­
bres, y también sus conflictos con el sexo masculino.
Sol-Júpiter La voluntad de crecer, expandirse y experimentar todo lo que
se pueda del universo. Bienestar físico y salud. Apertura y liberalidad, pero
también posiblemente libertinaje. Puede expresarse tanto en el plano espiritual
como en el material.
Sol-Saturno La expresión activa de los propios principios sobre el bien y el
mal, lo verdadero y lo falso. La experiencia de las estructuras y de la limitación
personal. La vivencia del padre o de otro guía y de las figuras de autoridad. El
sentido de la disciplina personal, y también la represión y la inhibición. Limi­
taciones del libre albedrío.
Sol-Urano El deseo de una autoexpresión única. Rebelión y excentrici­
dad. El anhelo de liberarse de la limitación y las restricciones del pasado. Ori­
ginalidad en la autoexpresión. Persona poco convencional e inconformista.
Sol-Neptuno La sensibilidad del individuo con respecto a las fuerzas su­
tiles del exterior. Esto puede ser vivido como debilidad y falta de capacidad para
hacerse valer. Inclinación a la indagación espiritual o mística. Pasividad, falta
de iniciativa, tendencia a dejarse controlar por los demás. Se puede ser un mé­
dium para las energías ajenas.
Sol-Plutón La voluntad de destruir, transformar, ser eficaz y regenerar.
El deseo de poder. También la experiencia del poder, la destrucción y la rege­
neración. Energías carismáticas dirigidas hacia uno mismo o hacia el mundo.
Sol-nodos El anhelo de establecer contacto, de relacionarse con los demás
o de conocer a alguien (generalmente un hombre). Formar un grupo. El deseo •
de hacer cosas en grupo y de trabajar en equipo. La vivencia del deseo y la vo­
luntad de agruparse.

186
Sol-Ascendente Algo parecido a lo que pasa con Sol-nodos, pero implica
relaciones más íntimas. El deseo de conocer intensa e íntimamente a otras per­
sonas, ya sea para asociarse o para competir. En las cartas tanto de uno como
del otro sexo puede significar una estrecha vinculación con un hombre.
Sol-Medio Cielo Una parte del conjunto de símbolos del ego. El impulso
de encontrar un curso especial para la propia vida, y la conciencia de esa direc­
·ción. Se relaciona a menudo con la vivencia que se tiene del padre. El senti­
miento de individualidad.
Sol-Aries El deseo de comunicarse con el mundo entero, de darse a cono­
cer en público y de causar impresión en todas partes. Puede indicar fama si otros
factores de la carta lo apoyan. La influencia pública del nativo, o por lo menos
su influencia fuera de la esfera personal.

Parejas con la Luna

Luna-Mercurio Pensamiento y comunicación influidos por los sentimien­


tos y las emociones. Pensamiento no racional. La comunicación de los propios
sentimientos a los demás. Percepción de los estados anímicos y sentimientos de
otras personas. Forma de pensar cambiante. Puede ser útil para hablar en públi­
co y comprender el temperamento de la audiencia.
Luna-Venus Amor, sentimiento de felicidad, el sentido emocional de la
belleza. Amor tierno y afectuoso, como el que siente una madre por su hijo. En
ambos sexos, indica la vivencia de la madre, y en los hombres, de las mujeres
en general.
Luna-Marte Ira, alteración de las emociones, autoafirmación emocional.
Reacciones instintivas de agresión y autodefensa. Tendencia a actuar bajo los
dictados de la emoción. Agresividad infantil.
Luna-Júpiter Sentimientos de protección y cordialidad. Necesidad de nu­
trir, de dar afecto. Generosidad. En la carta de un hombre, relaciones emocio­
nales positivas con las mujeres. Las emociones operan en un plano religioso o
espiritual. La expresión emocional es una corriente positiva que se extiende ha­
cia los demás.
Luna-Saturno Sentimiento de soledad. La persona se siente apartada o
alienada; nadie le �mporta ni tampoco ella importa a nadie. Sentimientos inhibi­
dos, sometidos a disciplina. Carácter sombrío, sobrio, reservado. En la carta de
una mujer puede indicar que no se aprueba a sí misma. En cualquier carta, sig­
nific"a dificultades con la madre.
Luna-Urano Necesidad emocional de libertad, de experiencias emocio­
nales nada comunes. Acciones súbitas dictadas por el sentimiento, estallidos de
emoción. Desbaratamiento de las antiguas pautas vitales, rupturas con el pasa­
do, interrupciones en los afectos que nutren emocionalmente.

187
Luna-Neptuno Extrema sensibilidad y sujeción a energías e influencias
externas. Tendencia al autosacrificio o al martirio. Pasividad. Tendencia a la
evasión, fantasías, fuerzas inconscientes que influyen en la imaginación. Ilusio­
nes engañosas creadas por deseos o energías subconscientes que se originan en
el pasado.
Luna-Plutón Transformación emocional, poderosos sentimientos, deseos
intensos, fanatismo emocional. La conciencia dominada por energías incons­
cientes. Luchas por el poder emocional. En la carta de un hombre indica difi­
cultad con las mujeres. La persona manipula inconscientemente a los demás o
es manipulada por ellos.
Luna-nodos Conexiones con personas del pasado, basadas principalmen­
te en la emoción. Contactos con mujeres. Grupos familiares, relaciones de pa­
rentesco, enfrentamientos domésticos, encuentros con personas con quienes se
tiene una fuerte afinidad.
Luna-Ascendente Relaciones de intimidad con mujeres, intensas relacio­
nes emocionales, estrechas relaciones con personas a quienes se conoce desde
hace mucho tiempo. Hábitos en las relaciones. Relaciones domésticas. La ex­
presión de las emociones se da en el entorno inmediato.
Luna-Medio Cielo Los propios sentimientos y actitudes, especialmente
aquellos más condicionados por las primeras experiencias, la familia y la he­
rencia. La relación de la persona con el pasado, y los efectos de éste en su desti­
no y en la dirección de su vida. Probablemente contribuye también a la vivencia
que se tiene de la madre.
Luna-Aries La persona es conocida por sus cualidades maternales o fe­
meninas o por su naturaleza emocional. Relaciones con el público. La capacidad
de ser aceptado por los demás como uno de ellos.

Parejas con Mercurio


Mercurio-Venus La capacidad de expresar amor y afecto y de ser con­
cretamente creativo, como un artista. Pensamientos estéticos. La utilización de
técnicas para crear belleza. Habilidad artesanal. Escritura creativa. Pensamiento
influido más bien por la belleza o la armonía que por la lógica estricta.
Mercurio-Marte La expresión de enojo o conflicto. Afición a las discu­
siones o los debates. Pensamiento enérgico y vigoroso. Autoafirmación verbal.
La determinación de actuar de acuerdo con las propias ideas. Intelecto pode­
roso.
Mercurio-Júpiter La capacidad de juzgar con la mayor comprensión posi­
ble. Amor por las negociaciones y los negocios. Juicio condicionado por ideales­
de equidad y justicia, aunque a veces el pensamiento adolez_ca de una falta de
precisión y exactitud.

188
Mercurio-Saturno Pensamiento cuidadoso y considerado. Cautela y con­
servadurismo. Mentalidad unidireccional. Depresión, pensamientos de tristeza
y separación. Preferencia por lo concreto y lo práctico más que por lo abstrac­
to. Enfoque metódico de la solución de problemas.
Mercurio-Urano La mente•funciona como un rayo; tendencia a la disper­
sión y a ponerse nervioso con las prisas. Decisiones o pensamientos súbitos.
Necesidad de estímulo de la mente y de intereses intelectuales, gusto por lo ex­
cepcional. Se relaciona con frecuencia con la capacidad para las matemáticas, la
ciencia o la tecnología o con un interés por las técnicas ocultas, como la astro­
logía.
Mercurio-Neptuno Imaginación e inspiración. Posibilidad de confusión,
de pensamiento desordenado o irracional. Debilidad de los nervios o agotamien­
to nervioso. Interés por ideas e ideales espirituales. La necesidad de trascender
las pautas de pensamiento normales.
Mercurio-Plutón El deseo de influir en los demás y de moldear su pen­
samiento. Transformaciones y crisis intelectuales. La habilidad para ser un ora­
dor o maestro convincente. Tendencia a enzarzarse en luchas de poder mental.
Pensamiento profundo, que percibe agudamente la motivación y la psicología
humanas. La capacidad de investigar.
Mercurio-nodos Contactos y conexiones mentales. El establecimiento
de relaciones mediante la comunicación. El hecho de conocer a otras personas.
Correspondencia, el deseo de intercambiar ideas. La capacidad de realizar un
trabajo mental en grupo.
Mercurio-Ascendente La expresión verbal y mental de la propia perso­
nalidad, y también la capacidad de escuchar a los demás. Hablar. La recepción
de datos provenientes del entorno valiéndose de los órganos de los sentidos.
Mercurio-Medio Cielo Las ideas de la persona, su punto de vista. La
planificación de su dirección en la vida, pensando en los objetivos. Lo que sabe
o piensa de sí misma. Cómo considera su propia individualidad.
Mercurio-Aries La persona es conocida por su intelecto o porque está re­
lacionada con la comunicación o los transportes. Colabora en los medios de co­
municación o participa en la creación de la opinión pública. Escribe, especial­
mente para publicaciones.

Parejas con Venus


Venus-Marte Pasión, energía sexual, amor entre los sexos. El aspecto fí­
sico de la sexualidad. Energía creativa, trabajo artístico. Búsqueda de la propia
satisfacción en el amor. El equilibrio entre la necesidad de relación y la auto­
expresión y la voluntad individuales.
Venus-Júpiter Expresión armoniosa del amor, felicidad. Habilidad artís-

189
tica u otro tipo de capacidad creativa. Disfrute de la comodidad y el lujo, con
frecuencia habiendo de tomar la iniciativa. Amor protector y afectuoso.
Venus-Saturno El deseo de comodidad disciplinado o restringido por
consideraciones prácticas. Frialdad, incapacidad de expresar amor, represión
sexual, perversión del amor. El arte o la creatividad se orientan hacia fines
prácticos o comerciales.
Venus-Urano Relaciones súbitas, excepcionales o inestables. Deseo de li­
bertad en las relaciones o de relaciones excitantes. Formas de creatividad poco
usuales.
Venus-Neptuno El ideal abstracto de la belleza. Gusto por el arte y crea­
tividad artística. Ideales románticos en las relaciones, ilusiones sobre el amor
que generalmente conducen a decepciones. Amor platónico. Amor por perso­
nas en situación mucho mejor o peor que la propia, incluidas aquellas que cui­
dan del nativo o necesitan que éste las cuide.
Venus-Plutón El poder de transformación del amor, el amor usado como
recurso para lograr la transformación. Luchas por el poder en el amor. Actitu­
des intensamente emocionales hacia el amor, con frecuencia sumamente sensual
y sexualmente intenso. El amor como vehículo para transformar la conciencia
que se tiene del mundo cotidiano.
Venus-nodos Encuentros amorosos. Contactos con amigos o con personas
maravillosas. Encuentros felices con los demás. Trabajo con artistas o con gen­
te creativa o para alcanzar algún objetivo creativo.
Venus-Ascendente La habilidad para proyectar los propios atractivos,
para hechizar a los demás. El hecho de obtener amor de las personas. La capaci­
dad de tener relaciones amorosas estrechas y de suscitar compromiso y armonía
en el entorno.
Venus-Medio Cielo El amor y la felicidad de la persona en las relaciones.
Su creatividad y su amor por la belleza. Admiración de la propia personalidad.
Con frecuencia indica creatividad artística.
Venus-Aries La persona es conocida como artista, por su creatividad o
por su relación con la belleza, la decoración o las artes. De una manera u otra es
conocida por su amor o su belleza.

Parejas con Marte

Marte-Júpiter Acción afortunada, que conduce al crecimiento. Suerte de­


rivada de un buen sentido de la oportunidad. Proezas físicas y atléticas. Acciones
creativas que provocan un aumento de las oportunidades. Se asocia a menudo
con nacimientos y bodas.
Marte-Saturno Acciones y cólera inhibidas, frustración. Energías disci­
plinadas o concentradas, trabajo duro, energía centrada en objetivos estrictos,

190
la capacidad de realizar un trabajo cuidadoso. En las cartas de ambos sexos, a
menudo indica relaciones difíciles con el padre. En las de mujeres, suele signi­
ficar dificultades con los hombres en general.
Marte-Urano Rebelión, inconformismo, dificultades con la autoridad, im­
pulso hacia una independencia absoluta. Lucha por la libertad. Extrema excen­
tricidad personal. Acciones físicas súbitas que suelen provocar accidentes. A
menudo se asocia con la cirugía.
Marte-Neptuno Debilidad, parálisis, sentimientos de inferioridad o inca­
pacidad de arreglárselas. Acciones secretas. Se asocia con alergias, problemas
con las drogas y enfermedades infecciosas. También indica actividad espiritual
y trabajo cuyo objetivo es el beneficio espiritual más que el físico.
Marte-Plutón Esfuerzo, trabajo duro. Lucha en circunstancias difíciles
de la que a menudo se sale airoso. Brutalidad y conflicto. Ambición, impulso im­
placable, el deseo de lograr a toda costa los propios objetivos.
Marte-nodos Contacto con otras personas mediante una actividad co­
mún, ya sea de cooperación o de oposición. Interés por los deportes.
Marte-Ascendente Competitividad, conflictos, la capacidad de resistir la
oposición del entorno. Enfrentamientos con los demás.
Marte-Medio Cielo Autoafirmación o afirmación de los propios objetivos.
« Yo actúo.» Las propias acciones. Despliegue de una gran energía personal. Con­
ciencia y afirmación de la propia individualidad con respecto a los demás.
Marte-Aries La persona es conocida por su agresividad o su autoafirma­
ción. Es una persona de acción. Sus intenciones influyen en el mundo que la
rodea. Es alguien a quien se conoce por su energía o sus hazañas físicas, como
un atleta.

Parejas con Júpiter

Júpiter-Saturno El equilibrio entre los aspectos conservador y liberal del


nativo. Optimismo atemperado por la cautela. Crecimiento paciente y cuidado­
so en el plano material. Se asocia a esta pareja con negocios a gran escala, ca­
pitalismo. Mal emplazada, indica oscilaciones entre un pesimismo y un opti­
mismo extremos, o entre la total impaciencia y el contentamiento con el orden
establecido.
Júpiter-Urano La necesidad de liberarse de las restricciones, el impulso
hacia la libertad. El deseo de que haya cambios súbitos de fortuna; se asocia a
esta pareja, por lo tanto, con los cambios repentinos de la suerte, sea ésta bue­
na o mala. Dificultades con las restricciones impuestas por la ley o por las auto­
ridades.
Júpiter-Neptuno Sueños y especulaciones optimistas, la tendencia a jugar
o a asumir otros riesgos. Idealismo, interés por temas místicos y espirituales.

191
Humanitarismo idealista, el deseo de trabajar para el bien de todos con poca
consideración del logro personal.
Júpiter-Plutón El impulso de mejorar, de crecer en la vida personal, y por
lo tanto de éxito y logro. También el riesgo de conflictos con personas en posi­
ciones de poder o que podrían sentirse amenazadas por los logros del nativo.
Júpiter-nodos El hecho de contar con otras personas para el crecimiento
y el beneficio mutuos o para el estudio de temas religiosos o filosóficos. La ca­
pacidad de establecer conexiones afortunadas con otros o de conocer a quienes
pueden brindar ayuda; la habilidad para producir una buena impresión.
Júpiter-Ascendente Relaciones estrechas que ayudan a la persona, rela­
ciones afortunadas que permiten su crecimiento y su expansión en muchos ni­
veles. Negativamente, arrogancia en las relaciones, o capacidad de atraer a gen­
te arrogante. La habilidad para producir una impresión favorable en el contacto
íntimo con los demás.
Júpiter-Medio Cielo Crecimiento personal, esfuerzo para alcanzar los
propios objetivos, movimiento hacia los propios fines. Obtención de autoridad
personal o del respeto de los demás. Contentamiento personal, a veces arro­
gancia.
Júpiter-Aries Éxito en ámbitos amplios. Persona conocida por su relación
con la religión, el derecho, la filosofía y actividades afines. Persona de éxito,
que llega a ocupar una posición de respeto o autoridad.

Parejas con Saturno


Saturno-Urano Tensión entre la restricción y el deseo de libertad. Tensión
en general, que a menudo conduce a rupturas o separaciones súbitas de perso­
nas o circunstancias que se han mostrado restrictivas. Si se controla, habilidad
para persistir en condiciones sumamente tensas y difíciles. También la capaci­
dad de cambiar o innovar de manera disciplinada. Se asocia con la enseñanza.
Saturno-Neptuno Confusión sobre lo que es real y lo que no lo es. Miedo,
pesimismo. Ascetismo, extrema abnegación o rechazo de lo físico por razones
de autodisciplina. Con frecuencia indica enfermedades crónicas, no infeccio­
sas. La capacidad de realizar o concretar los ideales o los sueños.
Saturno-Plutón Transformaciones que tienen que ver con el endurecimien­
to o la contracción. Enfrentamiento con circunstancias cada vez más rígidas o
restrictivas. Circunstancias difíciles contra las que la persona puede protestar vio­
lentamente. La capacidad de luchar con dificultades extremas y salir adelante.
Saturno-nodos Separaciones, ruptura de relaciones. Relaciones que im­
plican mucha restricción o disciplina. Uniones con gente mayor. El deseo de
controlar las relaciones o los encuentros con otras personas. Miedo de que las
cosas estén fuera de lugar o se desorganicen en relación con los demás.

192
Saturno-Ascendente Separación de alguien con quien se tenía una rela­
ción de intimidad. Dificultad para entablar relaciones íntimas. Pocas relacio­
nes, pero profundas. Preferencia por personas mayores. Relaciones disciplina­
das, restrictivas o establecidas por necesidad.
Saturno-Medio Cielo La propia peculiaridad. Un fuerte sentimiento de
quién se es, un sentido precisamente definido de la propia dirección en la vida.
Dificultad para transigir cuando se trata de la, propias ideas o ideales. Aliena­
ción y soledad. Una persona que se siente o que es muy diferente de los demás
y que necesita estar sola.
Saturno-Aries Una persona conocida por su disciplina o su rigidez, posi­
blemente un profesor. Vivencia de grandes dificultades en la vida. Éxito obte­
nido sólo gracias a un gran cuidado y mucha autodisciplina. Experiencia de se­
paraciones a gran escala.

Parejas con Urano


Urano-Neptuno Pérdida de conciencia, estados alterados o alternativos de
conciencia, lo místico o lo oculto. Ideales revolucionarios. Desapariciones sú­
bitas, la transición hacia el más allá.
Urano-Plutón Derrocamiento revolucionario, transformación total y com­
pleta. Cambios súbitos que tienen sus raíces en causas que hace tiempo que
existen. Condiciones extremas, repentinos estallidos de poder, acontecimientos
explosivos.
Urano-nodos Contactos inusuales o con personas nada comunes. Relacio­
nes inestables o con gente en quien no se puede confiar, que se establecen y se
rompen súbitamente.
Urano-Ascendente Relaciones poco comunes o inestables, o con personas
poco comunes o inestables. Relaciones que se forman y/o se rompen súbita­
mente. Necesidad de independencia en el establecimiento de relaciones, en las
que debe haber pocas reglas y expectativas.
Urano-Medio Cielo La propia independencia, el sentimiento de no ser
nada normal. El deseo de seguir el propio camino, de ser libre. La peculiaridad
de los objetivos personales o de la senda vital. Frecuentemente indica personas
con una profesión fuera de lo común o relacionada con la ciencia o la tecnología.
Urano-Aries Compromiso con movimientos tendentes al cambio o la re­
forma a gran escala. Una persona considerada rara, excéntrica, o bien alguien a
quien se ve como un reformador o un innovador. Relaciones que se entablan
para cambiar y reformar el orden social. Elementos sociales que se desvían de
la norma.

193
Parejas con Neptuno

Neptuno-Plutón Transformaciones ocultas o que implican la desaparición


de cosas previamente visibles. Una enorme fuerza creativa que hace que las co­
sas entren y salgan de la existencia. Magia y otros misterios. Relaciones some­
tidas a transformaciones cíclicas de gran alcance.
Neptuno-nodos Relaciones confusas, cuya naturaleza no está clara o que
son engañosas. Contactos con otras personas con fines idealistas, espirituales
o religiosos. Relaciones que implican autosacrificio.
Neptuno-Ascendente Relaciones íntimas que implican autosacrificio o exi­
gen que una persona se ocupe de otra que está en dificultades. Contactos muy
idealistas y platónicos. Relaciones no sinceras o que no son lo que parecen.
Neptuno-Medio Cielo Debilidad o sensibilidad del yo. El sentimiento de
ser incapaz de valerse solo. Tendencia a dejarse influir fácilmente por los de­
más. Falta de una clara conciencia de los propios objetivos. Vida de orientación
espiritual o idealista, que implica a menudo autosacrificio o abnegación. Se aso­
cia frecuentemente con la capacidad psíquica.
Neptuno-Aries Una persona conocida por su compromiso con lo espiri­
tual o lo religioso, o bien por su falta de honradez. Alguien idealista y soñador
a gran escala. Una persona que se ve frustrada o decepcionada en sus objetivos
o que se siente forzada a responder a exigencias ajenas.

Parejas con Plutón

Plutón-nodos Relaciones que transforman al nativo, o con personas po­


derosas y carismáticas. Contactos subversivos o con grupos subversivos, que
pueden derivar en luchas por el poder. Grupos que quieren transformar de al­
guna manera el mundo o que intentan entender los aspectos más ocultos de la
existencia (investigadores, por ejemplo).
Plutón-Ascendente Relaciones intensas que tienen un efecto transforma­
dor en la propia vida. Luchas de poder en las relaciones. Tendencia a atraer a
personas de mentalidad fuerte y a ejercer poder sobre los demás o a dejar que lo
ejerzan sobre uno. Carisma. Crueldad en las relaciones personales.
Plutón-Medio Cielo Pugna por alcanzar los propios objetivos, el deseo
de obtenerlos a cualquier precio. La transformación del yo. Crisis en el desa­
rrollo del ego, de la que emerge un nuevo yo. Fuerza de voluntad o ambición.
Sensación de ser un agente del destino.
Plutón-Aries Estar comprometido en transformaciones sociales a gran es­
cala o ser agente de ellas. Ser conocido como alguien que produce cambios o
dotado de una voluntad implacable. Persona implicada en actividades subversi­
vas, ocultas o clandestinas.

194
Parejas con los nodos lunares

Nodos-Ascendente Relaciones de naturaleza personal, como las que se


tienen con la familia o los parientes. Grupos con los que uno contacta diaria­
mente, en los que la asociación es estrecha, pero no tan íntima como, por ejem­
plo, en un matrimonio. Relaciones que implican cierta identidad de grupo.
Nodos-Medio Cielo El hecho de tomar la iniciativa en el contacto con
alguien para establecer una relación. Grupos o encuentros que influyen en el
curso de la propia vida. La capacidad de formar parte de un grupo que fun­
cione.
Nodos-Aries Establecer contactos con grupos sociales amplios. Compro­
meterse en un movimiento social. Ser capaz de relacionarse con muchas perso­
nas. Facilidad para contactar con grupos e integrarse en ellos.

Parejas con el Ascendente

Ascendente-Medio Cielo Un punto muy importante en el horóscopo, que


indica la actitud personal hacia los demás. Los puntos situados en este eje pue­
den ejercer una influencia general en la carta, casi como si estuvieran en con­
junción con el Ascendente, el Descendente, el Medio Cielo o el Imum Coeli,
salvo que la energía no es tan fuerte. La capacidad de demostrar a los demás
cómo es uno verdaderamente o lo que en realidad busca en la vida.
Ascendente-Aries La escuela uraniana asocia a esta pareja con lugares
específicos, y por lo tanto con la propia habilidad para prosperar en un deter­
minado lugar de la Tierra. La capacidad de la personalidad de conectarse posi­
tivamente con la sociedad.

Parejas con el Medio Cielo

Medio Cielo-Aries El empeño en prosperar en la sociedad. La capacidad


de alcanzar los propios objetivos en el contexto del orden social imperante. Pa­
rece que se relaciona con la habilidad para llegar a ser famoso.

195
LA POSICIÓN ZODIACAL
10
Los signos:
introducción

De todos los sistemas simbólicos que hay en astrología, los signos del zodíaco
son los que tienen la estructura interna más bien definida. En la primera parte
de este capítulo esbozaré las diferentes maneras tradicionales o no tan tradicio­
nales de clasificar los signos: la división en los cuatro elementos, las tres cua­
druplicidades o cruces, las seis polaridades y así sucesivamente. También ana­
lizaré los diversos intentos de hacer coincidir los elementos con los cuatro tipos
psicológicos de Carl Jung.
Al final del capítulo examinaré los conceptos de regencia o domicilio, de­
trimento o exilio, exaltación y caída. También evaluaré su uso en la delineación
del horóscopo.

La clasificación de los signos

A los griegos, a quienes debemos la forma actual del zodíaco, les gustaba mu­
cho esquematizar, y disfrutaban con la pulcritud y la simetría. Por consiguien­
te, organizaron un zodíaco compuesto por doce segmentos iguales en diversas
secuencias de energías que se repiten varias veces dentro de los signos de tal
modo que cada signo está relacionado con cada uno de los otros de una manera
ordenada y geométrica. En gran medida, las características de cada signo se de­
rivan del hecho de que sea una combinación única de los componentes de estas
secuencias. Por lo tanto, una comprensión cabal de estos principios hará que se
vean más claros los significados internos de los signos.
Nos ocuparemos de cuatro secuencias. La primera es la de los cuatro ele­
mentos o triplicidades, así llamada porque a cada elemento se le asignan tres sig­
nos. A partir de Aries, la secuencia de los elementos -que se repite tres veces
en el zodíaco- es: fuego, tierra, aire y agua. Así, los signos de fuego son: Aries,

199
Leo y Sagitario; los de tierra: Tauro, Virgo y Capricornio; los de aire: Géminis,
Libra y Acuario, y los de agua: Cáncer, Escorpio y Piscis.
La segunda secuencia es la de las tres cruces o cuadruplicidades, llamada
así porque a cada una de ellas se le asignan cuatro signos que forman una cruz
en el zodíaco. A partir de Aries, la secuencia de las cruces es: cardinal, fija y
mutable. La cruz cardinal está formada por Aries, Cáncer, Libra y Capricornio;
la cruz fija por Tauro, Leo, Escorpio y Acuario, y la cruz mutable por Géminis,
Virgo, Sagitario y Piscis.
La tercera secuencia es la de la polaridad. Volvemos a empezar por Aries y
vemos que la secuencia es: signo positivo y signo negativo, y que se alterna seis
veces en los doce signos del zodíaco. Los signos positivos son los de fuego y
aire: Aries, Géminis, Leo, Libra, Sagitario y Acuario. Los signos negativos son
los de tierra y agua: Tauro, Cáncer, Virgo, Escorpio, Capricornio y Piscis.
La cuarta secuencia es la de los signos individuales (la primera mitad del
zodíaco, desde Aries a Virgo) frente a los signos sociales (la segunda mitad
del zodíaco, desde Libra a Piscis). Aunque ésta no es una de las clasificaciones
antiguas de los signos, vale la pena estudiarla en este capítulo.

Los elementos o triplicidades

Los cuatro elementos -fuego, tierra, aire y agua- son conocidos popularmente
porque a la mayoría de la gente le han enseñado que los antiguos creían que to­
das las sustancias se componían de ellos. Nosotros, hoy, nos enorgullecemos de
saber que la materia no se compone de cuatro, sino de casi un centenar de ele­
mentos.*
Sin embargo, si la vieja doctrina de los elementos nos suena a tontería, es
porque los modernos no comprendemos exactamente lo que querían decir los
antiguos. A ellos no les interesaban tanto como a nosotros los elementos quí­
micos, porque no estaban tan ocupados en establecer la realidad objetiva de la
naturaleza como algo distinto de la experiencia humana. Más bien concebían
la realidad y la experiencia humana como una sola cosa, como un continuo. El
mismo tipo de análisis simbólico que podríamos aplicar hoy a la comprensión
de la psique humana se aplicaba igualmente a la naturaleza. Así, los antiguos se
interesaban más por las modalidades de la existencia, por los factores que tie­
nen que ver con las características del comportamiento de una cosa, y (aunque

* Lo interesante, sin embargo, es que la ciencia moderna haya llegado a algo muy si­
milar al fuego, la tierra, el aire y el agua en su consideración de los cuatro estados físicos
de la materia. La tierra corresponde a los sólidos, el agua a los líquidos, el aire a los gases
y el fuego a los plasmas (estados de la materia altamente cargados de energía en los que los
átomos están despojados de sus electrones).

200
ellos no lo formularan de esta manera) por los diferentes modos en que las per­
sonas pueden experimentar la esencia de una cosa.
Si se experimentaba algo como caliente, vivaz, activo y poseedor de una
marcada individualidad, unidos estos rasgos a un dinamismo y una especie de
inestabilidad inherente, se lo concebía como algo que tenía la naturaleza del
elemento fuego. Si la vivencia de otra entidad era la de algo sólido, constante,
material, capaz de ofrecer apoyo y perdurable, se pensaba que tenía el carácter
del elemento tierra, y así sucesivamente. Si le hubiéramos preguntado a alguien
de aquella época si pensaba que una persona de temperamento fogoso llevaba
realmente dentro de sí una mayor cantidad de fuego, la respuesta sería que sí,
pero su idea de lo que significa contener fuego habría sido muy diferente de la
que podemos tener actualmente. El concepto de sustancia ha cambiado. En el
Renacimiento, los occidentales empezamos a adquirir una noción más próxima
a la moderna de lo que son las sustancias. En términos simples, cuando una per­
sona de hoy en día pregunta de qué elementos se compone algo no está hacien­
do la misma pregunta que un antiguo. La mentalidad moderna pregunta cuál es
la realidad objetiva de la estructura de una sustancia, en tanto que los antiguos
preguntaban cuál es su realidad subjetiva, es decir, cuáles son los componen­
tes de la experiencia que uno tiene de una sustancia. El fuego o la tierra descri­
ben la vivencia que tenemos de una sustancia, no su naturaleza química. Esta
manera de pensar en los elementos ha sobrevivido inalterada en la astrología
moderna. Así, cuando hablamos de un temperamento fogoso, nos referimos a
las características esenciales de un comportamiento y a la vivencia que éste pro­
voca en los demás. Nadie que esté en su sano juicio creería que una personali­
dad fogosa contiene realmente más cantidad de la sustancia fuego.

El fuego. Es el más positivo o el más yang de los cuatro elementos. Es la


energía del espíritu, y opera en el universo proporcionando energía y transfor­
mando. No es característico del fuego ajustarse a líneas ya establecidas, ni res­
ponder a pautas de energía impuestas desde afuera. El fuego es el principio por
el que todos los entes dotados de movimiento propio adquieren esa capacidad.
Es activo y dominante; no está dispuesto a permitir que las circunstancias to­
men la iniciativa. Significa voluntad. Ya sea que se lo experimente por media­
ción de un objeto o de una persona, el funcionamiento del fuego en el universo
es como el de una lancha motora, que se abre paso entre las olas, no como el de
un barco de vela que se mueve a través del agua sacando partido de energías
que le vienen de afuera. Las personas de fuego tienden más bien a abrirse ca­
mino en la vida que a esperar el momento en que las energías externas les pro­
porcionen el ímpetu necesario.
El fuego en el sentido moderno no es en modo alguno un elemento, sino un
proceso de cambio químico. Incluso al antiguo elemento le era inherente la ines­
tabilidad. Sean humanos o de otra índole, los entes muy fogosos manifiestan las

201
cualidades de proceso, cambio y evolución. El fuego se eleva: no puede perma­
necer mucho tiempo en el mismo nivel, y esto da a la gente de fuego un carác­
ter intensamente dramático. Son personas que no disfrutan con la inmovilidad.
Cuando las circunstancias les obligan a soportar una situación estática, ello les
provoca depresión y una sensación de estancamiento. A menudo tratan de forzar
los acontecimientos antes de que estén maduros, lo que puede dar como resul­
tado que las cosas se estropeen a causa de una acción prematura, o que tengan
éxito mientras los demás esperan el momento adecuado.
El fuego es un elemento emocional, pero tiende a las emociones más acti­
vas y dinámicas: cólera, júbilo, exaltación y entusiasmo. Le cuesta más enfren­
tarse con la tristeza, la depresión o el tipo de, sentimientos que provienen de la
tranquila contemplación de las circunstancias. Las personas con este tempera­
mento generalmente demuestran su amor y sus afectos, aunque no siempre ex­
presen estas emociones de una manera sensible, teniendo en cuenta las reaccio­
nes de los demás. A la gente de fuego no le gusta mostrar tristeza ni dolor: su
respuesta típica es tomar a broma su propia infelicidad. Incluso cuando están
deprimidos, suelen ser capaces de hacer que los demás se sientan mejor. Pero
como no son muy sensible& a los sentimientos ajenos, corren el riesgo de herir,
sin darse cuenta, a quienes sí lo son.
Al ser una energía positiva y extravertida, para el fuego no es fácil asumir
un papel pasivo. A estas personas les resulta difícil escuchar, percibir en silen­
cio o reflexionar. Con frecuencia, la energía que se vuelca hacia afuera es de­
masiada para dejar margen a que les llegue la energía de otras personas. En la
gente de fuego, la fuerza tiene una connotación masculina. Por lo tanto, es fácil
que les disguste la debilidad en los demás, especialmente si refleja debilidades
propias. Hay que decir que las personas de este elemento que son más cons­
cientes no exigen a los otros más de lo que se exigen a ellas mismas, pero aun
así pueden exigir muchísimo.

La tierra. El significado del elemento simbólico tierra se ve claramente en


el lenguaje popular. Tierra significa interés por lo físico, por lo práctico, por lo
que es de sentido común. Sea cual fuere el uso metafórico que se le dé, las ca­
racterísticas del elemento tierra están implícitas en él. Por ejemplo, una caracte­
rística de muchas personas de tierra es un sentido del humor que despoja al mun­
do de las pretensiones o abstracciones que oscurecen más de lo que aclaran.
La tierra es un símbolo de la experiencia sensorial directa del universo físi­
co, sin la intervención de las ideas, los conceptos y las creencias ni tendencia
alguna a actuar como si algo fuera realidad porque uno así lo desea, todo lo cual
podría nublar la claridad de la percepción en estos nativos. Simboliza el carác­
ter sustancial y material del ser. Es al mismo tiempo materia y la necesidad de
contactar con la materia, que se nos resiste; si la empujamos, nos empuja a su
vez. No podemos atravesar paredes ni ocupar el mismo espacio que otra reali-

202
dad material en el mismo momento. Así la materia, y por mediación de ella el
símbolo tierra, significa los límites impuestos a nuestra libertad (en razón de lo
cual el elemento tierra se relaciona con el planeta Saturno). No podemos hacer
todo lo que quisiéramos ni ir a cualquier lugar que nos apetezca porque estamos
limitados por nuestra propia materialidad y la del mundo que nos rodea. Por más
intensamente vinculados que estemos con fantasías, ideales o abstracciones, siem­
pre debemos tener en cuenta la tierra y lo que le atañe. Es el escenario final don­
de se manifiestan nuestros actos, y dado el trato que generalmente tenemos con
el mundo, nada es real a menos que incida de alguna manera en el universo
físico.
No se ha de pensar, sin embargo, que la tierra sea algo que limita y estruc­
tura solamente de manera negativa. Es también un apoyo y una fuente de amor
y cuidados. Con frecuencia hablamos de la Madre Tierra como el origen de toda
vida. Hay un aspecto de fertilidad en la tierra que permite que los entes que en
ella crecen asuman una forma que los hace perceptibles. El agua es también un
elemento fértil, pero no suele manifestar su fertilidad como algo tangible.
A diferencia del fuego, la tierra es estable, el más estable de todos los elemen­
tos. También a diferencia del fuego, es pasiva: necesita que una energía exter­
na actúe sobre ella y le dé forma. Para que las personas de tierra sean realmen­
te productivas, debe haber una energía positiva y autoafirmativa proporcionada
por las combinaciones planetarias que haya en su carta, porque de no ser así, la
personalidad terrestre permanece pasiva.
La tierra tiende a resistirse al cambio, y puede configurar estructuras que se
quiebran cuando se las somete a presión, porque carecen de la flexibilidad ne­
cesaria para adaptarse. La tierra representa con frecuencia un conservadurismo
obstinado, en el que la preocupación excesiva por lo que es «real» en cualquier
momento dado bloquea la capacidad de dejar pasar a primer plano una nueva
realidad. Así, este elemento puede convertirse en una barrera incluso para la
función que se supone que debe cumplir, o sea, dar forma y sustancia a lo que
se va creando. Se ha de tener en claro que el fuego y la tierra son compañeros; ac­
túan de maneras antagónicas, pero cada uno necesita del otro para producir un
efecto.
El fuego desea cambiar las cosas, mientras que la tierra intenta generalmen­
te sacar el mejor partido posible de lo establecido. Ser de tierra significa arre­
glarse con lo que se tiene. Las personas de tierra son muy hábiles para ocuparse
de los detalles que hay que atender en la realidad cotidiana con el fin de que las
cosas funcionen con eficacia. El fuego puede proporcionar la motivación, pero
la sustancia la da la tierra.
La tierra es efectiva. para la realización, para convertir los sueños en reali­
dad. A veces los compromisos adquiridos con la realidad son demasiados para
el soñador, pero en el mejor de los casos la tierra sólo aceptará los compromi­
sos que hagan posible una cosa. Ciertamente hay también tipos terrestres que en

203
sus esfuerzos por realizar algo destruyen por completo el ideal subyacente. A
veces una falta de visión o una preocupación excesiva por los aspectos secun­
darios de la realidad oscurece la comprensión de la totalidad que suele tener la
tierra y es causa de que estos nativos actúen más bien por miedo que por inte­
rés por la realidad práctica. Más que las de cualquier otro tipo, las personas de
tierra necesitan una educación que amplíe su perspectiva. Si la tienen, pueden
ser muy eficaces, mientras que una estrechez de miras puede hacer que sean
muy negativas.
Al ser un elemento relativamente pasivo, la tierra percibe mejor que el fue­
go. Generalmente, las personas de tierra están muy en contacto con sus reac­
ciones viscerales ante la vida. Cuando se sienten mejor es cuando pueden actuar
según su propia experiencia y sus percepciones, cuando no tienen que confiar
en lo que les dicen otras personas. Entonces muestran su especial habilidad para
ir directamente al centro del asunto y percibir lo que hay que hacer. Pero debi­
do a su limitada capacidad para manejar las abstracciones, es improbable que
una persona de tierra que actúe según conceptos basados en la experiencia aje­
na llegue a entender bien una situación.
La tierra es muy consciente de los asp€ctos del mundo exterior que se pue­
den experimentar por medio de los sentidos, pero no tiene una conciencia tan
clara de las consideraciones emocionales, que son más abstractas, menos tangi­
bles y mucho más personales. El temperamento de tierra adjudica menos valor
a la experiencia interior, porque sus percepciones tienden a estar enfocadas ha­
cia el exterior. Especialmente Virgo y Capricornio se inclinan a sacrificar las
necesidades emocionales cuando les plantean conflictos con su visión de la rea­
lidad. En ocasiones, la preocupación por lo práctico se interpone, de hecho, en
el camino que conduce a los logros prácticos. Esto puede· suceder cuando uno
desdeña las emociones de aquellos con quienes colabora, a pesar de que las
emociones forman parte del entorno con el que hay que tratar en no menor me­
dida que sus aspectos materiales. De esta fuente provienen los «expertos en efi­
ciencia» cuya preocupación por la eficacia es tan grande que crean un ambien­
te donde nadie puede trabajar. Si se la lleva demasiado lejos, la preocupación
por lo que es real en un sentido estricto y material puede volverse completa­
mente irracional.

El aire. Aunque no sea tan inestable, autoafirmativo u obstinado como el


fuego, el aire es un elemento yang, positivo, que comparte con el fuego su ca­
rácter animado. De hecho, el término «animado» se relaciona con palabras que
significan «viento». El viento solía ser una metáfora del alma o del espíritu, por­
que, como ellos, anima la materia viviente, haciendo que otros objetos se mue­
van mientras que él mismo es invisible.
La diferencia entre los símbolos del fuego y el aire se puede comprender si
comparamos el comportamiento del fuego y el del viento en la realidad. El fue-

204
go se eleva mientras que el viento se mueve horizontalmente. El fuego pugna
por ir hacia arriba, alejándose de la realidad ordinaria en busca de un ideal o una
abstracción, mientras que el aire se mueve horizontalmente, relacionando todo
lo que encuentra a su paso en el mundo físico con todo lo demás. Debido a su
asociación con el movimiento horizontal, el aire se vincula principalmente con
la transmisión de ideas, pero también con el transporte de objetos.
Como el fuego, el aire puede enredarse hasta tal punto en abstracciones que
pierde el contacto con la realidad física y las consideraciones prácticas. Pero
a diferencia del fuego, se mueve justo encima de la superficie de la Tierra, de
modo que aunque le gustan las abstracciones, las suyas están más próximas a la
realidad física que las del fuego.
El aire se asocia con el pensamiento y la lógica, y como tal es menos perso­
nal que el fuego, que generalmente se relaciona con el impulso personal y vital
o con la voluntad, y cuyas abstracciones son personales. El aire, que tiene una
concepción social y externa de la verdad, se inclina más a las abstracciones que
tienen poco que ver con el individuo. En esto es parecido a la tierra: a ambos les
interesa principalmente la realidad externa al yo. Al fuego y el agua les impor­
tan más las formas personales e íntimas de la verdad.
Las personas de aire están tan dispuestas a reformar y cambiar el mundo
como las de fuego, pero no suelen hacerlo como una expresión personal. El aire
siempre tiene un carácter fuertemente social. Los tres signos de aire se refieren
a las relaciones con los demás: Géminis con el mundo inmediato por medio de
la mente y el habla, Libra mediante el logro de un equilibrio perfecto en una rela­
ción de persona a persona, y Acuario por medio de la conciencia de grupo y la
interacción. Al aire le falta la capacidad del fuego para llegar a ser quien realmen­
te es. Puede parecer que esto se contrapone fuertemente a la imagen popular de
Acuario como signo de la revolución, pero el hecho es que Acuario (véase la
sección sobre este signo en el capítulo siguiente) se relaciona con los movi­
mientos revolucionarios, no con los individuos inconformistas. Un revoluciona­
rio acuariano desea la libertad para imponer sus ideales a la totalidad de la so­
ciedad, mientras que los tipos de fuego sólo quieren la libertad para ser ellos
mismos. Los signos de aire tienen muchas más probabilidades de adaptarse a la
sociedad que los signos de fuego, pero de todos modos necesitan mucha más li­
bertad que los signos de tierra.
Aunque el aire es muy social, en ocasiones es incapaz de manejar bien la
verdadera intimidad. Esto se debe a que opera de manera extensiva más bien
que intensiva, procurando cubrir tanto terreno como le sea posible para así ob­
tener una visión general de la totalidad. Una relación de intimidad e intensa­
mente emocional puede nublarle la percepción e interferir en su vivencia de la
totalidad. Además, comprometerse profundamente con alguien de una forma
intensiva obstaculiza su necesidad de compartir vivencias con muchas perso­
nas. Libra es el único signo de aire en el que el impulso a tener relaciones per-

205
sonales íntimas es fuerte, pero incluso aquí hay un cierto desapego y una falta
de intimidad, disimulados a menudo por la facilidad de este signo para triunfar
en la vida social.
Si la gran fuerza del aire es su visión clara y objetiva, su punto débil es su
incapacidad de comprender las emociones y la sensibilidad extremas. Esta de­
bilidad se acentúa cuando el típico signo de aire ni siquiera ve que esto sea un
problema. Una personalidad de aire necesita desarrollar su sensibilidad hacia
los aspectos internos y emocionales de otras personas para igualarla con su com­
prensión de los aspectos objetivos y externos.
El intelecto del aire no sólo es desapegado y objetivo; también es superficial
y rápido. La mente de un signo de aire puede tratar más datos con mayor rapi­
dez y más eficiencia que ningún otro elemento. Es excelente para observar, pla­
near y organizar, así como para el pensamiento original y creativo. El aire está
menos atado al orden establecido que la tierra, pero se preocupa más que el fue­
go por la eficacia en el mundo real. De ahí que pueda combinar lo mejor de es­
tos otros elementos y signifique un pensamiento innovador realmente eficaz. Así,
todos los campos de es.tudio que implican el desarrollo de técnicas, métodos y
prácticas nuevas pertenecen al elemento aire, que también se relaciona con los
campos de estudio sumamente técnicos y abstractos que sin embargo tienen una
cierta incidencia en el mundo real, como la ciencia y la astrología. ¿Qué puede
ser más abstracto que el estudio de conceptos no materiales como son en astro­
logía los elementos, los planetas, las casas y los signos? Y sin embargo, cuan­
do los usamos para entender a seres humanos reales, ¿qué puede ser, al mismo
tiempo, más práctico? Esta combinación de carácter abstracto y aplicación prác­
tica es una característica esencial del elemento aire.

El agua. De los cuatro elementos, el agua es en algunos sentidos el más di­


fícil de entender. Esto se debe en parte a que en nuestra civilización yang, que
subraya lo patriarcal y Jo masculino, el agua representa una función inferior y
reprimida. Es el más yin de los cuatro elementos, y el más vinculado con el ar­
quetipo maternal y femenino que tan poco se expresa en nuestra cultura. Mien­
tras que otras épocas y otras culturas comprendían al agua y le daban un lugar
de honor en la vida diaria, en la psique moderna se la ha relegado a un nivel in­
terno muy primitivo. Por eso es tan difícil ocuparse de ella y entenderla.
Además, ni siquiera la gente con un fuerte dominio del agua en su carta, que
comprende por propia experiencia a este elemento, es capaz de explicarlo fácil­
mente para que los demás también lo comprendan. No se trata, como con frecuen­
cia se dice, de que las personas de agua estén poco dotadas para comunicarse o
mal dispuestas a hacerlo. Lo que pasa es que lo que tienen que comunicar es su­
mamente difícil de expresar con palabras, y esto es válido para los tres signos
de agua, pero especialmente para Escorpio. La comunicación es difícil porque
el agua representa maneras de pensar que no son lineales ni racionales, y que no

206
establecen diferencias: la antítesis del aire. Como pasa con el fuego, el estilo
del agua es captarlo todo como totalidad. Tanto el fuego como el agua represen­
tan funciones no racionales, pero el fuego se relaciona más con una manera de
comprender súbita como el rayo, mientras que el agua tiene una forma de enten­
der sutil y afectiva que no se manifiesta en un momento determinado, sino que
más bien parece que haya existido siempre. Aunque cuando se trata de factores
discontinuos el agua ve menos que cualquier otro elemento, es el mejor para
sentir las relaciones y las formas en las que cada cosa interacciona con cada una
de las otras. El agua puede ver y entender de una manera que es difícil de cap­
tar para los demás elementos, especialmente para el aire, pero ve muy bien.
A menudo la mejor forma de comunicarse, para el agua, es el arte, espe­
cialmente la poesía y la música. No es que este elemento tenga el monopolio de
lo artístico, pero los artistas en cuya carta predomine el agua tienen suerte, por­
que cuentan con un medio de comunicación apropiado.
Otro factor que a veces levanta una barrera entre los otros elementos y el
agua es que la vivencia de ésta es muy personal. En este sentido, el agua está
más próxima al fuego y más distante del aire y la tierra. La experiencia perso­
nal de la gente de agua puede ser tan vívida, que al lado de ella la realidad ex­
terna pasa a ser insignificante. Este es el origen de la manifiesta tendencia de
las personas de agua a retirarse a los mundos privados de su fantasía. Aunque
sus observaciones sean muy personales, los demás deberían tomarlas en serio.
Incluso la vivencia más personal tiene, en algún nivel, importancia para la hu­
manidad.
Así como el fuego se eleva, el aire se mueve horizontalmente y la tierra per­
manece inmóvil, el agua tiende a hundirse y a penetrar. Se mueve hacia abajo
hasta rodear las raíces de todas las cosas. Por eso es un símbolo de empatía.
Empatía es la capacidad de sentir lo que siente otra persona como si uno fuera
ella (por contraste con simpatía, que significa simplemente tener un sentimien­
to de afinidad con otra persona). Por lo tanto, la gente de agua necesita vivir en
un entorno psíquico relativamente limpio. Si están rodeados de personas per­
turbadas, los tipos de agua sintonizarán con la perturbación como si las energías
se originaran dentro de ellos mismos, y de este modo se pueden sentir física y/o
psicológicamente enfermos aunque en realidad estén muy bien.
Por el lado positivo, una persona de agua entiende los sentimientos y emo­
ciones mejor que otra de cualquier otro elemento, y es capaz de una gran pro­
fundidad emocional y de sentir compasión por los demás. El agua es un símbolo
de tierno respeto, protección y ayuda. Cáncer, especialmente, tiene una fuerte
vena maternal, pero este rasgo también es visible en Escorpio y en Piscis. Aun­
que el agua es en algunos sentidos primitiva comparada con los otros elemen­
tos, no representa una función inferior, aunque nuestra cultura, por causa de un
accidente histórico, tienda a considerarlo así. Los hombres en particular tienen
un problema con las partes de agua de su naturaleza, porque las características

207
del agua están en total desacuerdo con la masculinidad tal como la define nues­
tra cultura. Tanto consciente como inconscientemente, sabemos que nuestros
ancestros vinieron del mar, y consideramos el agua como el símbolo de la ma­
triz divina de la que ha nacido la naturaleza entera. La tierra puede ser la sus­
tancia de la que está hecha la realidad cotidiana, pero el agua es la sustancia del
universo primordial, y existía antes de la formación de la materia sólida. Más
que cualquier otro elemento, el agua se asocia con el alma: el telón de fondo
eterno e inalterable que existe desde y para siempre, y delante del cual se re­
presenta el drama de la vida individual.
Como el agua es el símbolo de la matriz de la que se ha originado toda vida,
las personas de agua tienden a mantener un fuerte vínculo con esta matriz, mu­
cho más que las de otros elementos. De ahí su mayor énfasis en las emociones
y el alto grado de capacidad psíquica que se observa en muchas personas de agua,
que además suelen tener vínculos más fuertes con el pasado, y un compromiso
más intenso con personas, lugares y situaciones familiares. El agua tiende a ser
conservadora, como la tierra, pero mientras que el conservadurismo de ésta pro­
viene de su excesivo interés por el mundo material, en el caso del agua se ge­
nera en la necesidad de contar con la seguridad emocional que da lo que es fa­
miliar. Cuanto más inseguro pueda ser psicológicamente alguien con una fuerte
influencia de este elemento, peor será el problema. Si la persona de agua es
fuerte, ya hemos dicho que será protectora y maternal; si es débil, puede vol­
verse posesiva y caer en el aferramiento emocional.
La metáfora de hundirse en el agua pesa aún de otra manera sobre la psicolo­
gía de los signos de agua. A menos que tengan alguna clase de energía positi­
va, proveniente de su interior o del entorno, las personas de agua son propensas
a la depresión y a la melancolía, y no intentan ocultarlo, como hacen las de fue­
go y las de aire. Casi parece, en cambio, que se regodeasen en esas emociones,
lo cual puede ser angustioso para quienes las rodean, aunque quizá el problema
no sea tan grave como parece. Para una persona de agua, la depresión o la me­
lancolía son preferibles a la insensibilidad emocional, que indica de alguna ma­
nera una desvinculación de la fuente de la vida. El agua tiene, como el fuego, la
necesidad de hacer de sí misma un drama; pero a diferencia del fuego, también
está dispuesta a tomarse en serio las emociones de los demás. Aunque al fue­
go le gusta dramatizar, es frecuente que se impaciente cuando son los demás
los que lo hacen; la coherencia no es uno de los puntos fuertes de la naturaleza
humana.
La imaginación creadora es el lado positivo de lo que en ocasiones es mera
fantasía. Estar en contacto con la matriz primordial da al nativo de agua la ca­
pacidad de extraer de ella algo y darle nacimiento. Aunque para concretarlo en
la realidad se requiere un poco de tierra, la verdadera creatividad exige tam­
bién la capacidad de ver una existencia posible allí donde todavía no hay nin­
guna. Las personas de agua pueden aportar nuevas intuiciones a la naturaleza

208
humana, y proporcionarnos a todos la capacidad de entendernos mejor. Cuan­
do los nativos de agua se refugian en la fantasía privada, eso es creatividad sin
la tierra necesaria para convertirla en algo tangible, o intuición sin la capacidad
del aire para comunicarla.

Los elementos en los planetas Como sucede con todas las descripciones
en astrología, las que acabo de esbozar sobre los elementos son de tipos relati­
vamente puros, que casi nunca se dan en el mundo real. No sólo la mayoría de
las personas tenemos en el horóscopo signos dominantes que pertenecen a va­
rios elementos, sino que también hay otro factor, además de los signos, que de­
bemos considerar antes de caracterizar a una persona según el predominio de
los diversos elementos en su carta. Ese factor son las fuerzas relativas de los
planetas.
Aunque representan energías que los signos no hacen más que modificar,
los planetas tienen, como los signos, características propias de los diversos ele­
mentos, pero de forma más mezclada. Si un planeta cuyo carácter corresponda
a cierto elemento es fuerte en una carta (por ejemplo, si está cerca del horizonte
o del eje del meridiano, o en aspecto con el Sol o con la Luna, o es de algún otro
modo el foco de una configuración de aspectos o de puntos medios) esto puede
alterar completamente, en cuanto a los elementos, las características de la carta
que se derivarían de contar simplemente los planetas que hay en cada signo.
Entre las autoridades en la materia no hay acuerdo con respecto a la canti­
dad y la proporción precisas de los elementos en los símbolos planetarios, pero
lo que sigue es una aproximación bastante cercana al consenso. Para mí no es
siempre seguro suponer que el elemento predominante de un planeta es exacta­
mente el mismo que el del signo o signos que se considera que rige (en las pá­
ginas 219-230 se encontrará un análisis de las regencias).
Fuego. Los planetas de fuego incluyen incuestionablemente al Sol y a Mar­
te, aunque éste puede tener también un toque de tierra. Muchos consideran que
Urano posee también algo de fuego, y estoy de acuerdo, aun cuando me inclino
a considerarlo principalmente de aire. Júpiter, un planeta difícil de caracterizar
en cuanto a su elemento, es una mezcla de fuego y agua, con algunas resonan­
cias de tierra.
Tierra. El planeta más puramente de tierra es Saturno. Mucho de lo que ya
he dicho de la tierra -su interés por la forma, la estructura y la solidez- podría
haber sido tomado igualmente de una descripción de Saturno. Pero este plane­
ta no es totalmente de tierra, porque carece del carácter fértil de ésta. Quizá se
lo pudiera describir como materia estéril que espera la llegada de las energías
del agua y el fuego, que dan vida. Venus tiene algo de tierra, pero mezclada con
agua, aire y un poco de fuego. Lo único que se puede decir con seguridad de
Venus es que los elementos yin (la tierra y el agua) predominan sobre los ele­
mentos yang (el fuego y el aire).

209
A Mercurio se lo describe a menudo como un planeta con un lado terrestre,
probablemente porque según la tradición es el regente de Virgo, signo de tierra.
Pero en mi opinión esto es falso. Mercurio no es de tierra, y probablemente no
debería estar asignado a Virgo. Expongo mis razones en la sección sobre Vir­
go, en el capítulo 11.
Aire. Mercurio es, en cambio, el único planeta puramente de aire. El sim­
bolismo del aire y el de Mercurio están completamente entretejidos. Los dos
son móviles y cambiantes, y están fuertemente asociados con el transporte, el
pensamiento, la planificación y la deliberación. Ambos participan en el esta­
blecimiento de relaciones, por lo menos en las superficiales pero necesarias pri­
meras etapas.
Urano, como ya he dicho, también está fuertemente vinculado con el aire,
aunque su manera de actuar, súbita, brusca e inesperada es más característica
del fuego. Evidentemente es una mezcla.
Agua. La Luna y Neptuno son casi puramente agua. Aunque con frecuencia
Neptuno se parece más a un vapor que a un líquido, no llega a ser de ningún
modo como un símbolo de aire. Cada uno a su manera, la Luna y Neptuno nos
conectan con la matriz fundamental del ser. Ambos están ligados con el in­
consciente y las emociones; la principal diferencia reside en que la Luna no es
tan mística como Neptuno. Cualquiera de los dos planetas en un emplazamien­
to fuerte en una carta puede indicar una personalidad de agua.
Como Plutón es el regente de Escorpio, muchos astrólogos lo consideran de
agua, pero otros le adjudican la regencia de Aries, un signo de fuego. Aunque
yo no estoy de acuerdo con esta asignación, siento que refleja algo que es real
en Plutón. Este planeta tiene características de ambos elementos: variabilidad
emocional (agua) y la tendencia a glorificar la fuerza y el poder (fuego). Yo di­
ría que pertenece a ambos elementos en proporciones más o menos iguales.

Los elementos y los tipos psicológicos de Jung Los elementos son una
tipología cuádruple, igual que los cuatro tipos de temperamentos del psicólogo
Carl G. Jung. De ahí que sea tentador el intento de conectarlos. Jung creía que
estaban relacionados, pero nunca especificó exactamente cómo, y por ello los
astrólogos de orientación psicológica siguen discutiendo apasionadamente qué
elemento corresponde a cada tipo psicológico. Los que aceptan que hay una re­
lación concuerdan generalmente en que la tierra se equipara con la sensación y
el aire con el pensamiento.* Pero con respecto a la forma en que el fuego y el
agua se relacionan con el sentimiento y la intuición, están más divididos. Parte
del problema reside en que es difícil llegar a definiciones del «sentimiento» y

* Por lo menos una astróloga, sin embargo, relaciona el aire con el sentimiento. Véa­
se Karen Winterburn, «Archetypally Derived Tipologies: Air As Feeling», Journal of
Geocosmic Research Monograph, núm. 1, 1980.

210
de la «intuición» con las que todos estén de acuerdo. Tales definiciones deben
ser el primer paso para entender cualquier relación con los elementos. Por lo
tanto, antes de ver si se debe establecer una relación entre los elementos y los
tipos junguianos, vamos a ver de qué manera definía Jung estos términos.
Jung usa el término sensación en el sentido habitual: es la función que opera
mediante la percepción por vía sensorial. No formula juicios, se interesa sola­
mente por lo que es así en el mundo exterior de acuerdo con los sentidos. Como
la sensación por sí misma no intenta organizar ni juzgar lo que percibe, Jung la
consideró una función irracional.
El pensamiento es una función muy parecida a lo que cabe esperar. Es un
proceso de ordenamiento que confiere sentido a lo percibido. Por consiguiente,
es una función racional.
El sentimiento informa al observador sobre si algo es bueno o malo, pla­
centero o no. Es una facultad-que juzga, y como de acuerdo con sus criterios tie-
ne una función ordenadora, como el pensamiento, Jung consideró al sentimiento
una función racional, lo cual poco tiene que ver con la idea habitual del senti­
miento como emoción.
La intuición nos da la sensación de entender algo por un medio no racional
y en su mayor parte subconsciente. Súbitamente, nos damos cuenta de qué es lo
que hemos percibido. Como la sensación, la intuición no juzga ni ordena lo que
entiende, y por lo tanto es una función irracional.
Es fácil ver los problemas que esto plantea. Primero, está el uso fuera de lo
común que hace Jung de los términos «sentimiento» y «racional». Se aparta del
uso popular de «racional» como sinónimo de «lógico» o de «razonable», pero
utiliza correctamente la palabra en uno de sus sentidos. El uso que hace del tér­
mino «sentimiento», sin embargo, no se corresponde con ninguno de los signi­
ficados comunes de la palabra. La tendencia a juzgar el valor o la valía de una
cosa es diferente de la tendencia a tener una reacción emocional ante aquello
con que uno se encuentra. La primera es efectivamente racional, como dice Jung,
mientras que la segunda no lo es.
Después hay otro problema. En la forma en que Jung concibe los cuatro ti­
pos, el sentimiento se opone polarmente al pensamiento y la sensación a la in­
tuición. Es decir que las dos funciones racionales se oponen la una a la otra, y
lo mismo sucede con las dos funciones irracionales. En el esquema de Jung uno
no puede ser una persona en quien dominen al mismo tiempo el pensamiento y el
sentimiento; tampoco puede ser alguien en quien la sensación y la intuición do­
minen a la vez. Una persona tiene que ser o bien un tipo puro o bien una mezcla
de tipos adyacentes como pensamiento-intuición, sensación-pensamiento, senti­
miento-intuición, etcétera. En astrología, sin embargo, uno puede ser cualquier
mezcla de dos o más elementos. Esto ha de constituir una advertencia inmedia­
ta de que no hay una manera simple de equiparar las dos tipologías.
Pero hay más problemas. Primero, así como los cuatro tipos psicológicos

211
junguianos se refieren principalmente a la percepción, los cuatro elementos as­
trológicos se relacionan tanto con maneras de percibir como con maneras de ac­
tuar. En segundo lugar, la coincidencia entre cada elemento y cada posible tipo
psicológico correspondiente varía entre buena y no convincente. Estudiemos
cada caso, para ver qué dificultades se plantean.
A muchos, el fuego les sugiere la función intuitiva. Esto se debe a que tien­
de a percibir en imágenes, y a tener una captación instantánea de una situación.
No razona ni piensa en ningún sentido clásico del término: o entiende o no en­
tiende. Por eso la gente de fuego puede ser sumamente creativa, y sin embargo
no servir para el razonamiento lógico. Tanto el fuego como la intuición no son
racionales, en cualquier sentido que se quiera dar a esta palabra. Pero el tipo de
percepción psíquica de los tonos emocionales que también coincide con el uso
que hace Jung del concepto «intuición» no es tan característico del fuego. Las
percepciones psíquicas se relacionan generalmente con algún aspecto oculto de
la verdad, ya sea en una realidad externa o interna. La captación intuitiva del
fuego se relaciona más a menudo con algo que todavía no existe: un ideal, un
concepto original o simplemente una intención que tiene el individuo de dar exis­
tencia a algo que todavía no la tiene. El aspecto psíquico de la función intuitiva
de Jung es más característico del agua que del fuego.
Por estas razones, muchos astrólogos han asignado, en cambio, el fuego a la
función del sentimiento, pero este elemento no tiene mayor propensión que cual­
quier otro a formular juicios en términos de bueno-malo. Por eso creo que ningu­
no de los cuatro elementos tiene nada en común con el tipo psicológico que
Jung llamó «sentimiento».
A la tierra se la equipara generalmente con la sensación. Aquí la correspon­
dencia es buena, pero sigue habiendo problemas. Es verdad que los signos de
tierra son los que más relacionados están con la percepción de una realidad fí­
sica externa. Pero a la tierra no sólo le interesa percibirla, sino también orde­
narla de la forma más eficaz para una situación dada. En el sentido junguiano de
la palabra, la tierra es sumamente racional, mientras que la sensación, en cuan­
to función, no lo es. Virgo y especialmente Capricornio necesitan hacer juicios
sobre el bien y el mal, y a Tauro le preocupa mucho lo agradable y lo desagra­
dable. Según las definiciones de Jung, la tierra se interesa casi tanto por el sen­
timiento como por la sensación.
Al aire se le adjudica en general el pensamiento, y probablemente sea esta
la menos defectuosa de tales atribuciones. Pero este elemento también incluye
algo más que el análisis racional de la percepción. Como el fuego, el aire pue­
de estar más interesado por cosas que todavía no son reales, que son abstractas
y no se relacionan con una realidad determinada. Además, otra connotación del
aire es una inquietud en el comportamiento, una voluntad que sale al mundo
para enfrentarse con él, en vez de apoltronarse pasivamente en su asiento para
poner orden en aquello que percibe.

212
El agua es el elemento que presenta mayor dificultad. Es casi seguro que se
relaciona con lo que se entiende popularmente por «sentimiento», pero aunque
pueda sentirse bien o mal con mucha mayor rapidez y sensibilidad que los de­
más elementos, no es más dada a formular juicios sobre si algo puede ser bueno
o malo, agradable o desagradable. Y, a diferencia de la función psicológica que
Jung llamó «sentimiento», no es, en ningún sentido de la palabra, racional. Tal
como he dicho en relación con el fuego, si la intuición significa una percepción
no racional ni lineal, entonces el agua está por lo menos tan relacionada con la
intuición como el fuego.
Lo que sugiero es que de hecho los cuatro elementos se relacionan con cua­
tro modos del conocimiento, como también con otros ámbitos de la vida, pero
que estos cuatro modos cognoscitivos sólo tienen un parecido aproximado con
los cuatro tipos junguianos. He aquí un resumen de la forma en que yo asocia­
ría los modos cognoscitivos con los cuatro elementos.
El fuego percibe mediante imágenes y destellos súbitos de intuición. Una
persona de fuego estudiará algo durante largo tiempo sin entenderlo, y después
su importancia se le aclarará en un instante. El fuego tiende a complicarse con
abstracciones y -a menudo en un esfuerzo por concretarlas- con cosas que no
pertenecen todavía al mundo real, por lo menos a lo que normalmente se en­
tiende por realidad. En la manera de percibir del fuego hay siempre una fuerte
mezcla de voluntad o deseo y de necesidad de transformar. El fuego suele ser
«psíquico», en el sentido esotérico del término.
La percepción de la tierra está menos influida por el deseo personal que la
del fuego. Se interesa mucho más por la realidad objetiva. Quiere saber lo que
es realmente así, y define sus criterios de acuerdo con lo que puede ser percibi­
do y experimentado por todos. No demasiado interesada en las abstracciones, la
tierra puede incluso impacientarse con ellas. Le interesa mucho, en cambio, per­
cibir el orden en el mundo y convertirlo en algo más eficaz y manifiesto. Como
el tipo psicológico que Jung denominó «sensación», y a diferencia del fuego, la
tierra es muy racional en su funcionamiento.
El aire se preocupa tanto como la tierra por la relación de las cosas en el
mundo exterior, pero está más interesado en las abstracciones. Le importa me­
nos el orden implícito en la materia que observa, y más el que la mente puede
imponer a la materia. Mucho más que la tierra, el aire tomará los simples datos
sensoriales para edificar sobre ellos complejas estructuras intelectuales que con
frecuencia lo apartarán de los datos iniciales. El aire es muy racional, tanto en
el sentido junguiano como en el que popularmente se da a la palabra.
El agua obtiene información de percepciones teñidas de emociones y que
quizá no le lleguen por vía sensorial. Mientras que el fuego tiende a pensar en
imágenes, el agua percibe por mediación de los sentimientos. El agua es senti­
miento en el sentido convencional del término, más bien que en el junguiano.
Como el fuego, percibe de una manera muy personal, y le preocupa menos lo

213
que llamamos realidad que la experiencia personal. El agua es incluso más
«psíquica» que el fuego, pero para ella es mucho más difícil traducir sus per­
cepciones en palabras. Sin lugar a dudas es irracional en todos los sentidos de
la palabra.
Lo que hemos visto en esta sección es un ejemplo entre muchos de los in­
tentos de los astrólogos de hacer una traducción unívoca de un sistema simbó­
lico (la psicología junguiana) a otro (la astrología). Con frecuencia esto se hace
con el fin de legitimar la astrología, pero el intento es desafortunado, porque
ésta, entendida como un sistema psicológico por derecho propio, tiene un marco
de referencia simbólico mucho más poderoso que cualquiera de la psicología
ortodoxa. No sería realista esperar que un hombre, en el lapso de una vida, pue­
da elaborar un entendimiento de los símbolos tan profundo como el de la astro­
logía, que se ha ido elaborando durante milenios.

Las cruces o cuadruplicidades

Acabamos de ver cómo los elementos o triplicidades se refieren a una amplia


gama de características, tanto psicológicas como filosóficas: a formas del com­
portamiento y de la acción, y especialmente a modos de percepción. El simbo­
lismo de las cruces o cuadruplicidades no es tan profundo ni tan rico, ni tampoco
abarca tantas facetas del individuo. Sin embargo, las cruces son importantes, en
parte porque representan tres formas diferentes de creatividad, que son: la car­
dinal, que simboliza la creación inicial, el ímpetu de crear y los comienzos; la
fija, que simboliza el sostenimiento de lo que ya ha sido creado y la formación
de estabilidad, y la mutable, que simboliza la alteración, la transformación y la
adaptación de lo que ya ha sido creado.
Cuando los acontecimientos se han iniciado en el exterior, los tres tipos de
cuadruplicidad se relacionan también con los modos de reacción. La reacción
cardinal es la oposición, la propuesta de una segunda iniciativa que contrarres­
te la primera. La reacción fija es la resistencia, el esfuerzo de resistir frente a la
iniciativa externa, y de evitar el cambio. De nuevo, se pone el énfasis en la es­
tabilidad. La reacción mutable no se resiste activamente a lo que está sucedien­
do, pero intenta alterarlo de forma indirecta encaminando el curso de los acon­
tecimientos por la senda deseada.
Las cruces también son importantes porque cuando se combinan con los
elementos distinguen a cada uno de los doce signos de todos los demás. Así,
cada signo es una combinación única de elemento y cruz: no hay más que un
signo cardinal de agua (Cáncer), uno mutable de fuego (Sagitario) y así sucesi­
vamente.
Esto significa que en el triángulo de cada elemento hay un signo cardinal,
uno fijo y uno mutable. En el elemento tierra, por ejemplo, la acción y la vida

214
de la tierra reciben su ímpetu de Capricornio (el signo cardinal), están sosteni­
das por Tauro (el signo fijo) y se transforman, se alteran y en ocasiones se vuel­
ven trascendentales mediante el simbolismo de Virgo (el signo mutable). Más
específicamente, Capricornio desea construir y lograr en el plano material;
Tauro desea tener, retener y además disfrutar de la estabilidad material resul­
tante de la acción de Capricornio, y Virgo desea cambiar y hacer más eficaces
los productos del mundo material creados por Capricornio y mantenidos por
Tauro.
En el elemento agua, el signo cardinal, Cáncer, simboliza el hecho de po­
nerse en contacto con los sentimientos y las emociones, el deseo de contactar
con el mundo a un nivel emocional. Cáncer también busca crear y alimentar una
nueva vida. El signo fijo, Escorpio, prefiere habitar profundamente en el inte­
rior del mundo de la emoción para experimentar y comprender este reino tan a
fondo como pueda. El sigpo mutable, Piscis, utiliza esta comprensión para ori­
ginar una transformación del yo mediante la disminución del ego y la entrega
del alma.
En el elemento aire, Libra, el signo cardinal, genera un entendimiento del
tipo más simple de relación, la de persona a persona, y simboliza el comienzo
de la conciencia mediante la creación de una relación entre uno mismo y el otro.
Acuario, el signo fijo, simboliza el esfuerzo de entender la relación de cada
cosa y cada ser con cada uno de los demás, sin centrar ese entendimiento en el
yo ni limitar la vivencia a las relaciones entre dos personas. (Este punto de vis­
ta acuariano conduce lógicamente a algunos conflictos con la visión popular del
signo.) El signo mutable, Géminis, toma el entendimiento de la relación de todo
en el universo e intenta edificar sistemas de comprensión sobre los cimientos
establecidos por Libra y Acuario.
En el elemento fuego, Aries, el signo cardinal, representa el empuje inicial de
la Voluntad en el universo. En muchos sentidos es éste el signo cardinal esen­
cial. El signo fijo, Leo, representa la voluntad ahora establecida dentro del uni­
verso, que se observa a sí misma y a la vez es observada por los demás. En el
signo mutable, Sagitario, esa misma voluntad intenta re-crear y transformar
el mundo basándose en sus propios deseos y en su comprensión interior.
Estas descripciones de los signos teniendo en cuenta solamente el elemento
y la cruz son limitadas, porque hay factores adicionales que acaban de redon­
dear sus significados individuales. Algunos de estos factores, como las polari­
dades y los signos individuales frente a los signos sociales, son bien conocidos
y los estudiaremos en este capítulo. Otros no lo son tanto, y su presencia sólo
puede deducirse de la manera en que las manifestaciones efectivas del signo se
apartan de las fórmulas aquí esbozadas.

Las cruces y las estaciones Lo que sigue no es una prueba ni una justifi­
cación de las características de las cuadruplicidades. Es simplemente una ilus-

215
tración de las relaciones de éstas con un fenómeno natural, el cambio de las esta­
ciones en las zonas templadas del mundo.
El primer tercio de cada estación es un signo cardinal: en este período las
características de esa estación se afirman con fuerza. Es una etapa de cambio
dinámico durante la cual la nueva estación se adueña de un hemisferio de la
Tierra. Con frecuencia, la nueva estación está en conflicto con la que la prece­
día, pero finalmente triunfa.
El segundo tercio de cada estación es un signo fijo. Aquí tenemos las ca­
racterísticas de esa estación estabilizadas y representadas en su forma más per­
fecta. El tiempo se ha asentado y es razonablemente previsible.
El último tercio de cada estación es el signo mutable. Aquí, las características
de la estación van cediendo el paso a las de la siguiente. De nuevo hay dinamis­
mo, pero es el de algo que cede el paso a otra cosa, no el de algo que se hace valer.

Las características psicológicas de las cruces Como los elementos, las


cruces o triplicidades sugieren cada una un tipo de personalidad.
Signos cardinales. Tal como ya he señalado, la naturaleza esencial de los
signos cardinales es iniciar la acción. Esto no significa que sean especialmente
agresivos ni autoafirmativos. Aries puede serlo mucho, pero Cáncer no lo es en
modo alguno. Se trata, simplemente, de que cada signo cardinal representa a su
manera las primeras manifestaciones de las características de su elemento.
La principal cualidad psicológica en los signos cardinales es su afición por
empezar cosas, con frecuencia sin preocuparse por mantenerlas ni por planear
su crecimiento futuro. El tipo cardinal puro es sumamente activo, pero no muy
persistente. A menudo empieza proyectos que luego no termina. Tan pronto
como un proyecto puede, por lo menos en cierta medida, continuar por su pro­
pia cuenta, pierde su interés por él. Por el lado positivo, los tipos cardinales no
son de los que se arredran por falta de precedentes en cualquier cosa que hagan.
Esta cualidad se aplica principalmente a cuestiones relacionadas con el elemen­
to que está en juego. Por ejemplo, Cáncer suele ser conservador en los dominios
que no se relacionan con el agua, aunque en el ámbito de los sentimientos hu­
manos está totalmente dispuesto a salir de sí para iniciar un contacto emocional
(a menos, por supuesto, que otros factores de la carta indiquen que el individuo
se siente inseguro al encontrarse con gente). De la misma manera, Capricornio
puede ser conservador en el pensamiento, pero estará ansioso por tomar la ini-
ciativa en acciones en el plano físico.
Al evaluar la «cardinalidad» de un individuo como totalidad, hay que tener
en cuenta los planetas. En sí, no son especialmente cardinales, fijos ni muta­
bles, pero ciertos planetas son tan fuertemente agresivos cuando se trata de to­
mar la iniciativa que lo harán de forma habitual sin que ello tenga nada que ver
con la cuadruplicidad. Marte, Urano y el Sol tienen esta tendencia, y Plutón
también, aunque de manera más sutil.

216
Signos fijos. Como ya he dicho, los signos fijos tienen la función de pre­
servar y sostener. Pero la fijeza no es conservadurismo; satisface más bien la
necesidad de una actividad que se ha de practicar diariamente de manera previ­
sible y fiable. Acuario, aunque decididamente fijo, no es en modo alguno un
signo conservador. Los acuarianos pueden llegar a conclusiones radicales sobre
el mundo, pero una vez formadas, sus ideas no cambian. (Véase en el capítulo
siguiente la sección sobre Acuario.) Tauro, por otra parte, es auténticamente
conservador, mientras que Escorpio y Leo pueden ocupar cualquier lugar en el
espectro.
La característica más obvia de los signos fijos es su obstinación y su persis­
tencia. Lo que el signo cardinal empieza, el fijo lo continúa. Los signos fijos
dan a la existencia un cierto grado de estabilidad. La dificultad está en el hecho
de que tal vez no permitan el cambio cuando se hace absolutamente necesario.
En este punto, la fijeza se convierte en una barrera al progreso.
Signos mutables. Exactamente como su nombre indica, los signos mutables
están comprometidos con el cambio, la transformación y la adaptación. Simbo­
lizan la flexibilidad necesaria para permitir que las estructuras sobrevivan en
medio de las realidades cambiantes. Como consecuencia, las personas en quie­
nes dominan los signos mutables son más adaptables y menos resistentes al cam­
bio. Quizá no lo inicien siempre, pero coexisten bien con él. Y en cierto modo,
efectivamente lo inician: son capaces de tomar cualquier cosa que haya sido
creada y sostenida por las otras dos cuadruplicidades y transmutarla de modo
que pueda operar en un nivel superior.
Lo interesante es que los cuatro signos mutables tienen que ver con algún
aspecto del conocimiento o de la conciencia. Géminis es la conciencia y el pen­
samiento comunes; Virgo es el conocimiento del mundo físico, que nos permite
utilizarlo con más eficacia; Sagitario es la amplia visión general que nos posi­
bilita ensamblar todas las partes en un todo, y Piscis es el conocimiento que so­
lamente llega cuando el intelecto se entrega a la vivencia de la Unidad.

Las polaridades

La tercera secuencia básica de las energías en el zodíaco es la alternancia de


signos positivos y negativos (o, para Ptolomeo, masculinos y femeninos), em­
pezando con Aries como positivo. La polaridad es en parte el resultado del
cambio de los elementos (el fuego y el aire son positivos, la tierra y el agua ne­
gativos), pero yo creo que tiene también, por derecho propio, un significado in­
dependiente.
No todos los signos son igualmente positivos ni igualmente negativos: algu­
nos lo son más que otros. En general, los signos de fuego son los más yang, y
los de agua los más yin; el aire y la tierra ocupan los lugares intermedios.

217
Sobre la base de la experiencia astrológica se puede decir con seguridad que
los signos positivos están, generalmente, orientados de forma más objetiva y
son más extravertidos, capaces de hacerse valer y de interesarse por lo que su­
cede a su alrededor. Los signos negativos tienden más a la introversión y a inte­
resarse por las vivencias subjetivas. El problema principal no es la pasividad; al­
gunos signos positivos son en realidad más pasivos que algunos negativos. Por
ejemplo, los signos negativos Capricornio y Escorpio no son especialmente pa­
sivos, mientras que Libra, un signo positivo, lo es con frecuencia. La clave en
cuanto a ser positivo o negativo reside en si la atención y las energías del nati­
vo se concentran principalmente en las experiencias y los asuntos externos o
bien en los internos.
Por lo tanto, la polaridad de los signos es uno de los factores que se han de
verificar cuando se determina si un individuo es principalmente introvertido o
extravertido.

Signos individuales y signos sociales

Aunque no tiene raíces en la astrología antigua, la división del zodíaco en una


primera y una segunda mitad no sólo está fuertemente implícita en el simbolis­
mo de los signos, sino que es también una de las conexiones más fuertes entre
los signos y las casas. De acuerdo con este esquema, los signos que van de Aries
a Virgo están más preocupados por el desarrollo del individuo, mientras que los
que van de Libra a Piscis se preocupan más por la relación del individuo con la
sociedad o bien con formas más elevadas y espirituales de lo colectivo. Así, un
signo de la segunda mitad del zodíaco representará un tema similar al que repre­
senta su signo opuesto en la primera mitad, pero el acento estará puesto más bien
en lo social que en lo individual. He aquí algunos de los ejemplos más claros.
Aries-Libra: Aries representa la primera afirmación de la individualidad, mien­
tras que Libra representa el primer encuentro de esa individualidad con otra. De
manera más amplia, Libra simboliza la dialéctica entre el individuo y los entes
externos en general. Cualquiera que sea el asunto en Aries, Libra pondrá el én­
fasis por igual en el yo y en lo que no es el yo, esforzándose por alcanzar un
equilibrio.
Leo-Acuario: Leo es el individuo solo y centrado en sí mismo, y Acuario
tiene que ver con la integración en lo colectivo, mientras al mismo tiempo rea­
liza su propia individualidad. Ambos signos están tremendamente preocupa­
dos por el ego, pero uno lo está en un contexto aislado y el otro en un contexto
social.
Virgo-Piscis: Ambos signos representan al individuo que tiene que llegar a
una acomodación con las necesidades externas. Virgo representa esa situación
en un nivel más inmediato por razones de necesidad personal. En Piscis, la ne-

218
cesidad es la del género humano como un todo en relación con el universo. La
necesidad a la que debe rendirse es más abstracta, y la entrega más completa.
Se pueden hacer comparaciones similares con los otros signos. No lo he he­
cho porque si se realiza de manera simplista, se violenta el simbolismo básico
de los signos individuales. La pauta existe, pero se la ve con más claridad en al­
gunos pares de signos que en otros.

Las dignidades: la relación de los signos con los planetas

Una de las partes más antiguas, persistentes, potencialmente útiles y, al mismo


tiempo, arriesgadas del saber popular sobre los signos del zodíaco es la ense­
ñanza concerniente a las «dignidades» de los planetas, es decir, a su relación
con los signos.
De acuerdo con la tradición, cada signo tiene un planeta que lo rige. De un
planeta que se encuentra en el signo que rige se dice que está en su domicilio,
lo que significa que está bien emplazado; en este caso los astrólogos modernos
suelen decir que el planeta funciona bien porque se encuentra en un signo con
el que tiene algunas características en común. Cuando un planeta está en el sig­
no opuesto al que rige, se dice que está en detrimento o en exilio y que funcio­
na mal.
Un planeta también funciona especialmente bien en otro signo, su «exalta­
ción». En el signo opuesto a éste, el planeta está en «caída», y es cosa sabida
que aquí funciona especialmente mal. La tabla 7 muestra en qué signos están
dignificados o debilitados los planetas. Mientras que casi todos los astrólogos
concuerdan en las regencias que han sido asignadas a los planetas descubiertos
más recientemente (Urano, Neptuno y Plutón), ya no hay tanto acuerdo con res­
pecto a sus respectivas exaltaciones y caídas.

Tabla 7
Dignidades y debilidades planetarias

Regencia
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Caída h )¡(' el' 'i' o J) lj t' 't' 'i'
* Exaltaciones y caídas modernas.

Las regencias y los detrimentos Es posible que el verdadero origen de las


regencias (domicilios) y los detrimentos (exilios) se haya perdido para siempre,
pero de ellos tenemos una explicación simple y elegante gracias a Ptolomeo,

219
aunque lamentablemente la perfecta simetría de su esquema se descalabró con
el descubrimiento de los planetas que se encuentran más allá de Saturno.
Ptolomeo empezó por Cáncer y Leo, porque es en ellos donde se encuentra
el Sol en la parte más septentrional de su recorrido, en el verano del hemisferio
norte, cuando hace más calor. Asignó la Luna a Cáncer porque es un signo fe­
menino, y el Sol a Leo porque es un signo masculino. Después tomó los signos
opuestos, Capricornio y Acuario, y se los asignó a Saturno, porque el paso del
Sol por estos signos señala la época más fría del año, y Saturno, el planeta visi­
ble más alejado del Sol, es para los astrólogos de naturaleza fría. Luego asignó
los dos signos siguientes a cada lado de Capricornio y Acuario -Sagitario y Pis­
cis- a Júpiter, el planeta siguiente en dirección al Sol. El par de signos que si­
guen, Escorpio y Aries, los asignó a Marte; Libra y Tauro a Venus, y el último
par, Géminis y Virgo, a Mercurio, cuya órbita es la más cercana al Sol.
De hecho Ptolomeo estaba disponiendo los planetas en el orden de la dis­
tancia de sus órbitas a partir del Sol, aunque él, por supuesto, creía que giraban
alrededor de la Tierra. Se limitó a observar el tiempo que tardan en dar una
vuelta completa al zodíaco (cuanto más alejados del Sol están, más tardan). En
el caso de Venus y Mercurio, que vistos desde la Tierra dan la impresión de que
tardan más o menos un año, lo que él observaba era que Venus nunca parecía
estar a más de 46 º del Sol y Mercurio nunca parecía alejarse de éste más de 28 º .
Aunque Ptolomeo analizó hasta cierto punto las similitudes de los signos
y los planetas que los regían, por su tipo de análisis queda claro que su prin­
cipal preocupación no era la similitud del simbolismo, sino la pulcritud del es­
quema.
Todo anduvo bien durante unos 1. 700 años, hasta el descubrimiento de Ura­
no a fines del siglo XVIII, que alteró completamente el esquema de las regencias
tal como las había descrito Ptolomeo, y a partir de aquella época se produjo un
cambio en el principio que gobierna las regencias. Mientras que antes el esque­
ma era la base para asignar los planetas a los signos, a partir de entonces la base
fue la similitud entre los signos y sus respectivos planetas regentes. Por razones
que para mí no están del todo claras (véase la sección sobre Acuario en el capí­
tulo siguiente), Urano fue asignado a Acuario, en ocasiones como corregente
con Saturno, y a veces desplazando por completo a este último. Entonces, cuan­
do se descubrió Neptuno, se lo asignaron a Piscis. Finalmente, cuando se des­
cubrió Plutón, los más interesados en mantener un esquema pensaron que la
progresión debía continuar y quisieron que fuera asignado a Aries, pero fueron
más los que tenían la sensación de que el simbolismo de Plutón es más escor­
piano que ariano, con lo cual me inclino a coincidir.
Hay también otra razón -que, por lo que yo sé, no ha sido mencionada en
ninguna parte- para que Plutón fuera asignado a Escorpio. Los planetas exte­
riores están más relacionados con energías transpersonales y colectivas, de ma­
nera muy semejante al segundo grupo de seis signos, desde Libra a Piscis. Por

220
eso se me hace difícil relacionar a Plutón con un signo que representa una fun­
ción tan básica, primitiva e individual como Aries. Escorpio, en cambio, está en
la mitad colectiva del zodíaco y tanto sobre esa base como sobre la del simbo­
lismo es mejor candidato.
El esquema de las regencias se ha seguido complicando por la presencia de
cuerpos adicionales, en especial los asteroides Ceres, Palas, Juno y Vesta, que
o bien han sido asignados en bloque a Virgo, o bien se los ha repartido, asignan­
do Ceres y Vesta a Virgo, y Palas y Juno a Libra. Creo que es coherente asignar
los asteroides a esta parte del zodíaco, puesto que la localización de sus órbitas
entre Marte y Júpiter los colocaría lógicamente en el límite entre la primera y la
segunda mitad del zodíaco.
Está claro que los criterios ptolemaicos para establecer las regencias de los
signos están en crisis y que no se los puede mantener. Y con la adición de los as­
teroides y de planetoides como el recientemente descubierto Quirón, es proba­
ble que terminemos por tener más cuerpos que signos. Esto crea un problema
grave para el concepto tradicional de la regencia de los signos, aunque no para
la totalidad de sus partes.

Exaltaciones y caídas La tradición de las exaltaciones y las caídas emer­


ge en todo su esplendor en Ptolomeo, pero más allá de él su origen es oscuro.
No parece haber gran base lógica para defender las exaltaciones y caídas. A ve­
ces se trata claramente de una afinidad entre el simbolismo de un planeta y el
del signo donde está en exaltación. Por ejemplo es evidente que la Luna, con su
necesidad de seguridad emocional y de apoyo, es potente en su signo de exalta­
ción, Tauro, que simboliza la necesidad de echar raíces en la tierra y de seguridad
física. Y los aspectos creativos y artísticos de Venus se ven reforzados por las
cualidades místico-espirituales de Piscis, su signo de exaltación.
Pero otras conexiones no son tan obvias. Por ejemplo, Saturno está en exal­
tación en Libra, un signo regido por Venus, aunque generalmente se considera
que Saturno inhibe a Venus. Y mientras que Marte está en exaltación en Capri­
cornio, el signo de Saturno, de éste se dice que está en caída en Aries, el signo
de Marte. ¿Por qué habría de ser benéfica sólo una combinación del simbolis­
mo Marte-Saturno y la otra no? Ciertamente, los planetas no son idénticos a los
signos que rigen: Marte no es Aries ni Saturno es Capricornio. Pero parece ló­
gico pensar que Marte en Capricornio ha de ser tan conflictivo como Saturno en
Aries. Está claro que sea cual fuere la lógica que haya en la asignación de las
regencias a los planetas, falta por completo en el caso de las exaltaciones.
En su Encyclopedia of Astrology, Nicholas de Vore intenta encontrar una
pauta o diseño. Señala que, usando los regentes tradicionales (asignando Marte
a Escorpio, Saturno a Acuario y Júpiter a Piscis), el signo en donde un planeta
está en exaltación se encuentra siempre en un aspecto de la serie del tres (tradi­
cionalmente favorable) con uno de los signos que rige el planeta. Así Libra,

221
exaltación de Saturno, está en trígono con Acuario, regido por Saturno; y Ca­
pricornio, exaltación de Marte, está en sextil con Escorpio, del que Marte es co­
rregente. Pero Libra también está en cuadratura con Capricornio, el otro signo
de Saturno, y Capricornio en cuadratura con Aries, de modo que la observa­
ción de De Vore no constituye una base lógica convincente.
La de Ptolomeo no es mucho mejor. De forma bastante razonable, asignó el
Sol a Aries, porque en este signo el día empieza a hacerse más largo que la no­
che. Pero después otorgó Saturno a Libra porque este signo está en oposición
con Aries, así como Acuario, regido por Saturno, está en oposición con Leo, re­
gido por el Sol. Esto es puro afán de esquematizar, de asignar las relaciones
sólo en función de su aparente elegancia. Ptolomeo asignó los demás planetas
a sus exaltaciones basándose en los cambios estacionales y el clima de la antigua
Grecia, muy diferentes de los de cualquier otra parte. Su razonamiento tiene una
sospechosa apariencia de observación después del hecho, como si él hubiera he­
redado un esquema complejo cuyo sentido estuviera tratando de encontrar, exac­
tamente lo mismo que han intentado hacer los astrólogos modernos.
En la astrología occidental hay otra tradición para la cual las exaltaciones y
caídas de los planetas no son meros signos, sino grados específicos, como se
muestra en la tabla 8, y quizás aquí pueda encontrars'e una clave de su origen.
Estos grados sugieren al principio que las exaltaciones son una especie de ho­
róscopo. Pero esto no es posible, porque la exaltación de Mercurio está a más
de 28º de la del Sol. Sin embargo, siguiendo una línea de razonamiento similar,
el sideralista irlandés Cyril Pagan ha elaborado una teoría interesante.

Tabla 8
Grados de exaltación y caída

Planeta Exaltación Caída


Sol 19 º Aries 19 º Libra
Luna 03 º Tauro 03 º Escorpio
Mercurio 15 º Virgo 15 º Piscis
Venus 27 º Piscis 27º Virgo
Marte 28 º Capricornio 28º Cáncer
Júpiter 15 º Cáncer 15 ° Capricornio
Saturno 21 º Libra 21 º Aries

En el año 786 a. C., los asirios construyeron un nuevo templo a Nabu, su dios
de la astrología. Ese año, según los cálculos de Pagan, todos los planetas tradi­
cionales se levantaron helíacamente en o muy cerca del grado de su exaltación
en un zodíaco sideral. Se dice que la salida de un planeta es helíaca cuando éste
hace su primera aparición después de haber estado en conjunción con el Sol; es

222
la fecha de la primera salida del planeta al amanecer tras haber estado oculto
por los rayos del Sol mientras se encontraba en conjunción con éste.
El trabajo de Fagan no ha sido verificado utilizando las posiciones más
exactas de los planetas -generadas por ordenador-, pero es probable que las ta­
blas que usó sean lo suficientemente precisas para sus propósitos. Su trabajo ha
sido cuestionado, pero pienso que es probable que algo de lo que sugirió sea ver­
dad. Si las exaltaciones son los grados de las salidas helíacas en el año de la con­
sagración de un templo, es probable que podamos hacer caso omiso de ellas en
cualquier zodíaco. En las obras de Fagan se encontrará más información sobre
el tema.*

El uso de las dignidades planetarias

La astrología tradicional de Occidente usa las dignidades de dos maneras: pri­


mero para evaluar si la energía de un planeta podrá fluir fácilmente o no, y en
segundo lugar para vincular los planetas con las casas. Veamos ambas por se­
parado.

Para juzgar la facilidad o dificultad con que actuará un planeta El uso


de las dignidades para evaluar la fuerza o la debilidad de un planeta es lo que se
suele describir como la determinación de su «estado cósmico». A un planeta
se lo considera más capaz de funcionar bien si está en buen estado cósmico, y
menos capaz si no lo está. A los maléficos (tradicionalmente Marte y Saturno)
en mal estado cósmico se los consideraba especialmente desastrosos, pero in­
cluso de los benéficos (Venus y Júpiter) sólo se suponía que eran realmente úti­
les cuando estaban en buen estado cósmico. Los libros más antiguos, como el
Dictionary ofAstrology de Wilson, incluyen complicadas tablas para evaluar
el estado cósmico de un planeta, basadas no solamente en los signos de regen­
cia y exaltación, sino también en el emplazamiento por casa, en los aspectos e
incluso en las subdivisiones de los signos, como los decanatos y las terminales
o fases. (Aunque los decanatos siguen teniendo muchos partidarios, los astró­
logos modernos han abandonado casi por completo las terminales o fases. Yo
no uso ninguna de estas subdivisiones. Si al lector le interesan, encontrará el
tema tratado en Wilson y DeVore.)
Aunque Wilson dé estas tablas, es escéptico con respecto a su uso. Yo me
inclino a coincidir con él, y presto poca atención a la mayoría de estos concep­
tos. Considero que los aspectos y las combinaciones de puntos medios en que
interviene un planeta son los factores más poderosos que afectan a su «estado
cósmico». Creo que el emplazamiento por signo puede afectar a la facilidad de

* En particular, Zodiacs Old and New, Londres, Anscombe, 1951.

223
expresión de un planeta, pero prefiero considerar la relación lógica del simbo­
lismo de éste con el signo en el que está emplazado. Reconozco que parece que
un planeta emplazado en el signo que rige parece funcionar con más facilidad
que en otras partes, pero los planetas no se debilitan de manera uniforme por
estar emplazados en el signo opuesto al que rigen. Por lo que se refiere a las exal­
taciones, algunas expresan verdaderas afinidades entre los signos y los plane­
tas, pero otras no. En el capítulo siguiente se verá cómo afectan los signos a los
planetas emplazados en ellos, con especial atención a los planetas que resultan
más reforzados o más interferidos por cada signo. Esto se basa exclusivamente
en su afinidad simbólica, y no en horóscopos antiguos que posiblemente no ten­
gan nada que ver con la gente de hoy en día.

Para conectar los planetas con las casas El segundo uso de las dignida­
des, en orden de importancia, se vale de los signos como intermediarios para
conectar los planetas con las casas. De acuerdo con la tradición, hay seis prin­
cipios en virtud de los cuales un planeta puede afectar a una casa. De ellos, sólo
los tres últimos recurren a las dignidades, pero con el fin de evaluar el uso de las
dignidades de esta manera es necesario que examinemos los seis principios.
Principio 1: El planeta puede estar en la casa. Aquí no interviene afinidad
alguna entre signo y planeta, y las dignidades no desempeñan ningún papel en
el establecimiento de la conexión. Los astrólogos que usan las casas coinciden
de forma unánime en que un planeta en una casa indica una fuerte conexión en­
tre ambos.
Principio 2: El planeta puede estar en aspecto con un planeta emplazado
en otra casa, y así afecta a esta casa. Este principio tampoco depende de las
dignidades. La mayoría de los astrólogos coinciden en que, así como dos pla­
netas en aspecto se afectarán el uno al otro, cada uno afectará también a la casa
donde está el otro. Y si un planeta forma aspecto con algunos otros, como mu­
chas veces pasa, afectará a más de una casa, aparte de la suya.
Principio 3: El planeta puede estar en aspecto con la cúspide de la casa.
Tampoco esto tiene nada que ver con las dignidades. Muchos astrólogos creen
que el hecho de que un planeta esté dentro del orbe de un aspecto con la cúspide
de una casa le otorga una importante influencia sobre esa casa. Evidentemente,
esto es cierto para los planetas que forman aspecto con el Medio Cielo, el As­
cendente, el Imum Coeli o el Descendente, que en la mayoría de los sistemas de
casas son también las cúspides de las casas diez, uno, cuatro y siete, y que en un
horóscopo determinado caen en el mismo lugar independientemente del siste­
ma de casas que se haya usado. No es tan seguro que esto funcione con las cús­
pides de las otras casas, cuya posición varía de acuerdo con el sistema de casas
que se use.
Principio 4: El planeta puede regir el signo que está en la cúspide o un sig­
no que esté dentro de la casa. Este es el tipo principal de vínculo planeta-casa

224
basado en las dignidades o en las afinidades planeta-signo. A modo de ejemplo,
si una parte cualquiera de Leo está dentro de la tercera casa, entonces se consi­
dera que los aspectos, la casa y la posición por signo del regente de Leo -el
Sol- ejercen influencia en los asuntos de la casa tres. O bien, al determinar
el efecto de los padres sobre un individuo, un astrólogo no sólo verificará los
planetas que hay en las casas cuatro y diez (las que simbolizan la vivencia que
uno tiene de sus padres), sino también los planetas que rigen los signos com­
prendidos en las casas cuatro y diez, que así se convertirán en regentes de estas
casas.
Las cosas se vuelven generalmente más complejas al haber más de un sig­
no en cada casa. Como en todos los sistemas, salvo en el de casas iguales, éstas
pueden ser mayores o menores de 30 º , puede suceder que dos o tres signos (y en
las latitudes más elevadas, donde el tamaño de las casas se vuelve muy irregu­
lar, incluso más) estén en parte o por completo dentro de una sola casa. (De los
signos que están completamente contenidos en una casa se dice que están «in­
terceptados». Muchos astrólogos -entre quienes no me incluyo- consideran que
la intercepción indica cierto grado de dificultad para el regente de ese signo y
para cualquier planeta que esté en él.)
En los casos en que hay más de un signo en una casa, es preciso verificar los
regentes de todos los signos incluidos en ella. Sin embargo, normalmente se
considera que el regente del signo que está en la cúspide es el más importante.
Pero el regente del segundo signo de la casa se convierte en el más importan­
te: 1) si la cúspide de la casa se encuentra al final de un signo, de modo que la
mayor parte de la casa está en el signo siguiente, o 2) si no hay planetas en la casa
dentro del signo que está en la cúspide, pero sí los hay en el segundo signo.
Los astrólogos que emplean de esta manera las regencias usan también los
principios 1 y 2, y con frecuencia el 3. Generalmente coinciden en que los pla­
netas emplazados en una casa influyen en ésta con más fuerza que los planetas
que la rigen. Pero cuando no hay ningún planeta en una casa, conceden mayor
importancia a los regentes de los signos que están en ella.
Principio 5: El planeta puede estar en exaltación en el signo que ocupa la
cúspide o en un signo que esté dentro de la casa. Este principio no es de apli­
cación tan amplia como el 4, pero muchos astrólogos afirman que es importan­
te. El mecanismo es el mismo que para un planeta que rige la cúspide de una
casa o un signo situado dentro de ella.
Principio 6: La casa puede estar conectada con un signo, y por lo tanto con
el planeta que lo rige, mediante el «Zodíaco natural». En el zodíaco natural se
considera a los signos como un sistema universal de casas, de tal modo que
Aries es la primera casa, Tauro la segunda, Géminis la tercera y así sucesiva­
mente. Esto significa que los planetas que rigen estos signos tienen una relación
permanente con las cuestiones asociadas con las casas que corresponden a sus
signos. Por ejemplo, muchos astrólogos consideran que Venus, regente de Tau-

225
ro, el segundo signo, está conectada con asuntos de la casa dos, como el dinero
y las posesiones. O piensan que Mercurio, regente de Géminis, el tercer signo,
tiene que ver con los asuntos de la casa tres, como los viajes cortos, los herma­
nos, las hermanas, los vecinos y los familiares. Es innegable que hay ciertas
afinidades. Júpiter, que rige a Sagitario, el noveno signo, tiene efectivamente
muchas connotaciones de la casa nueve. Por lo tanto, es tentador guiarse por
este principio.
La figura 26 ilustra cómo, usando los principios enunciados, un único as­
pecto, Saturno en Leo en la casa dos en trígono con Mercurio en Sagitario en la
sexta, puede afectar a casi todas las casas. Es evidente que, en virtud de los prin­
cipios 1 y 2, están en juego la segunda y la sexta casas, ya que contienen a los
dos planetas en cuestión. Y si admitimos que Saturno está dentro del orbe de un
quincuncio con la cúspide de la casa diez, el principio 3 pone en juego a la dé­
cima casa.
El principio 4 incluye seis casas más. Mercurio rige a Géminis, el signo que
está en la cúspide de la duodécima, y a Virgo, que está en la cúspide de la cuar­
ta. Virgo tiene también una amplia presencia dentro de los límites de la tercera.

Figura 26. La conexión de los planetas con las casas mediante las regencias.

226
Saturno rige a Capricornio, el signo que está en la cúspide de la séptima, y mu­
chos dirían que es el corregente de Acuario, en las cúspides de las casas ocho y
nueve (las cúspides están bastante próximas entre sí en esta parte del zodíaco
cuando Cáncer es el signo ascendente, como en esta carta). Nos hemos limita­
do a añadir las casas tres, cuatro, siete, ocho, nueve y doce.
El principio 5, al poner en juego la exaltación de Mercurio en Virgo y de
Saturno en Libra, se limita a repetir la participación de las casas tres y cuatro,
pero si usáramos el sistema de casas de Plácido y no el de Koch, tendríamos a
Libra, la exaltación de Saturno, en la cúspide de la quinta, con lo que entraría
en juego una casa más.
Y, como si necesitáramos la intervención de más casas para confundirnos
un poco más, el principio 6, el del zodíaco natural, no sólo repite la intervención
de la tercera, la sexta y la décima (Mercurio rige a los signos tercero y sexto,
Géminis y Virgo, y Saturno al décimo, Capricornio), sino que también incluye
a la undécima (Saturno es corregente de Acuario, el undécimo signo). Ahora te­
nemos un único aspecto que pone en juego a todas las casas excepto la primera.
Un razonamiento como éste nos da tanta información que en realidad no nos
da ninguna. Si lo utilizamos retrospectivamente, podemos sacar de un horósco­
po casi cualquier cosa que se nos ocurra, pero usándolo por adelantado es im­
posible separar la información válida del océano de posibilidades. Es obvio que
no podemos emplear todos estos principios sin sumergirnos en una confusión
sin límites: necesitamos hacer una selección de las maneras más fiables de re­
lacionar los planetas con las casas y de establecer algunas líneas de orientación
para usarlas.
Principio l. Si se utilizan las casas, es incuestionable que los planetas que
hay en ellas se vinculan con la casa donde están. Sin embargo, con frecuencia
he visto que un planeta indica circunstancias que nada tienen que ver con la
casa donde está emplazado (ni con la casa que rige), y que su significado pro­
viene más bien del simbolismo del propio planeta. Por ejemplo, un contacto
Venus-Saturno puede indicar inhibiciones en la capacidad del individuo para
relacionarse con los demás, incluso aunque ninguno de estos dos planetas se en­
cuentre en -o rija- una casa que tenga que ver con las relaciones. Pero si Venus
y Saturno tienen contactos con alguna de estas casas, se incrementa el efecto.
Yo diría que aunque es probable que el principio de los planetas en las casas
tenga prioridad sobre todos los que he mencionado antes, el simbolismo intrín­
seco propio de un planeta, unido con el simbolismo intrínseco de otros planetas
que estén en aspecto o en combinación de puntos medios con él, tiene prioridad
sobre el simbolismo de su posición por casa. Se ha de considerar la importancia
propia del planeta independientemente de la casa en la que esté, incluso cuan­
do se considera importante la posición del planeta por casa.
Principio 2. Tengo la clara sensación de que los planetas en aspecto con otros
que se encuentran en otras casas están vinculados con éstas, y considero que

227
esta técnica es particularmente fiable (con las precauciones que recomiendo to­
mar en el principio 1).
Principio 3. Sería un concepto útil, si los astrólogos pudieran ponerse de
acuerdo sobre los sistemas de casas, tratar las cúspides de éstas como puntos
sensibles que tienen el mismo significado que la propia casa. Yo uso el sistema
de Koch, en parte porque efectivamente sus cúspides parecen funcionar como
puntos sensibles. Pero este concepto debe investigarse en profundidad. Con la
excepción de los planetas que están en aspecto con el Medio Cielo, el Ascen­
dente, el Imum Coeli y el Descendente (que son límites más definidos que las
cúspides de otras casas), por el momento debo considerar poco fiable esta téc­
nica para vincular los planetas con las casas.
Principio 4. Creo que al recurrir a las regencias para conectar los planetas
con las casas se puede incrementar de manera grotesca la cantidad de casas que
hay que tener en cuenta, y además este principio es mucho menos fiable que el 1
y el 2. He cometido mis mayores errores por usar planetas en casas en las que
no se encuentran, sólo por el hecho de que las rigen, y he observado que cuan­
do otros astrólogos utilizan este principio, sus lecturas ganan en vaguedad más
bien que en información fiable.
Si se desea usar este principio, se puede alcanzar cierta claridad si se dife­
rencia entre los planetas que están en una casa y los que están relacionados por
regencia con ella. De acuerdo con Morinus, el gran astrólogo renacentista, la casa
regida por un planeta indica condiciones que causan o que preceden en el tiem­
po a las condiciones que significa la casa donde está emplazado el planeta. Por
ejemplo (para emplear algunos significados anticuados de las casas que yo pre­
fiero no usar), si Saturno (obstáculo, estorbo) está en la casa décima (ascenso
social) y rige a la duodécima (condiciones ocultas que funcionan en contra de
uno), sugiere que nuestro avance social está obstaculizado por condiciones o
individuos ocultos, y no que Saturno obstruya ni el ascenso social ni las condi­
ciones ocultas. Los símbolos de la duodécima casa producen un efecto en la dé­
cima. Muchos astrólogos modernos no distinguen entre los planetas en las casas
y los planetas como regentes de las casas, de manera que la imagen de la carta
resulta excesivamente confusa.
Principio 5. Dada la falta de firmeza de la doctrina de las exaltaciones, to­
das mis consideraciones sobre la poca fiabilidad de la influencia de los plane­
tas en las casas ocupadas por los signos que rigen se aplican por partida doble
a los planetas en las casas ocupadas por sus signos de exaltación.
Principio 6. Creo que el principio del zodíaco natural es totalmente indigno
de confianza. Muchos astrólogos lo usan principalmente de forma retrospecti­
va para explicar un rasgo de carácter o un acontecimiento cuando todo lo demás
les falla. Se basa en dar significados idénticos a los planetas, los signos y las ca­
sas, a lo cual me opongo.

228
A modo de resumen: de las seis maneras de conectar los planetas con las
casas, las menos fiables son las tres que establecen la conexión por intermedio
de sus dignidades o de su relación con los signos. El principio 3, que puede co­
nectar una casa con un planeta mediante el aspecto que formen éste y la cúspi­
de de la casa, también es por lo menos parcialmente sospechoso. Esto nos deja
sólo con los principios 1 y 2 como fiables.
Muchos astrólogos objetarán que los cuatro principios que acabo de dese­
char son los únicos que nos permiten definir las casas desprovistas de planetas.
Pero, como dije antes, los planetas tienen su propio simbolismo intrínseco y se
relacionan entre sí por aspectos y combinaciones de puntos medios. Aunque no
haya una correspondencia unívoca entre el simbolismo planetario y el de las ca­
sas, los dos se superponen en la medida suficiente como para que con sólo las
combinaciones planetarias ya se puedan dar indicaciones sobre las áreas de la
vida indicadas por las casas vacías. Otra clave del significado de las casas va­
cías se encuentra en los aspectos mundanos (no eclípticos) que forman entre sí
las casas, un tema en el que nos extenderemos en las páginas 342-348.

Conclusiones sobre las dignidades


Está claro que mi manera de enfocar la astrología difiere en varios aspectos del
enfoque clásico. Yo no creo que las dignidades tengan ningún valor especial,
aparte de las afinidades y los conflictos lógicos que existen entre signos y pla­
netas. Si se dice que un planeta está dignificado en un signo con el que no tiene
ninguna afinidad obvia, yo no me inclino a tomarme en serio esa dignidad. Por
la misma razón, no tiendo a tomarme en serio la debilidad de un planeta en un
signo a menos que haya algún conflicto manifiesto entre el simbolismo del sig­
no y el del planeta. Mi sensación es que los signos, en cuanto indicación del es­
tado cósmico de un planeta, son mucho menos fiables que los aspectos y las
combinaciones de puntos medios.
Además, desapruebo totalmente que se usen las regencias de los signos y las
exaltaciones planetarias para asignar regentes planetarios a las casas. Sumado a
lo que ya antes he señalado, hay otro argumento de peso contra esta técnica.
En la India, que tiene m_ayor número de astrólogos que cualquier otro país
del mundo, el zodíaco más comúnmente usado es uno sideral. El «Aries» de
ellos difiere del nuestro en 24 o 25 º aproximadamente. Allí donde nosotros ten­
dríamos, por ejemplo, a Virgo en la cúspide de una casa, el astrólogo hindú ten­
dría por lo menos cinco de cada seis veces a Leo. Por lo tanto, para ellos los re­
gentes de las cúspides serían generalmente diferentes. Los astrólogos hindúes
usan los planetas regentes de los signos que hay en las cúspides de las casas
exactamente como la mayoría de los astrólogos occidentales, y si hay alguna di­
ferencia es que confían aún más ampliamente en ellos. Sin embargo, al leer una

229
carta con regencias zodíaco-siderales, un astrólogo hindú llegará generalmente
a los mismos resultados que obtiene un astrólogo occidental que usa el zodíaco
tropical. Esto significa, o bien que las regencias de las casas no desempeñan
más que un pequeño papel en uno de los dos esquemas o en ambos (lo cual es
patentemente falso por lo menos con el hindú), o que los astrólogos en cuestión
se limitan a pensar que los planetas regentes de las casas son importantes en su
esquema, mientras que de hecho obtienen sus resultados de manera intuitiva. Si
cualquiera de las dos explicaciones es válida, entonces la regencia planetaria de
las cúspides de las casas según el signo que ocupen no es una técnica de fiar si
no va respaldada por la intuición. En ambos sistemas, parece que la regencia
planetaria de los signos situados en las cúspides de las casas alcanzara su ma­
yor utilidad en las explicaciones posteriores a los hechos. Si una técnica sólo
sirve después de haberse producido el hecho, esto es una buena señal de que en
realidad no sirve para nada.

230
11

Los signos:
significados esenciales

Cada una de las siguientes descripciones se inicia con un análisis general del
simbolismo del signo, que muestra los rasgos de personalidad que éste sugiere
y la forma en que se relaciona con el resto del ciclo zodiacal. Después estudio
la forma, próxima o remota, en que el simbolismo del signo se parece al de su
regente planetario, y cierro cada descripción mostrando de qué maneras especí­
ficas colorea el signo a los diversos planetas.

Aries

Elemento: fuego
Cuadruplicidad: cardinal
Polaridad: positivo
Regente: Marte

Aries es el comienzo del ciclo del Sol a través del zodíaco. Por extensión, se lo
considera el inicio de todos los ciclos planetarios. Por eso, más que cualquier
otro signo, simboliza los comienzos.
Es primitivo más en el sentido de «ser el primero» que de «tosco» o «bur­
do». Pero es rudimentario en la medida en que es un signo de energía primaria,
indómita, que todavía no tiene dirección alguna ni una clara aplicación. Es una
energía del impulso del ego, que expresa «quiero llegar a ser lo que soy», pero
que todavía no es lo que podría ser. Es un signo voluntarioso, pero su voluntad
todavía no está estabilizada. Su intención puede cambiar rápidamente: sea lo que
fuere lo que quiera, es importante ahora, pero es probable que mañana desee al­
guna otra cosa.
Aries es una fuerte energía yang en busca de algo que fertilizar, de algo que
pueda manifestar su fuerza en un nivel concreto. Para encontrarlo, debe apren-

231
der a adaptarse a la presencia, las presiones y las necesidades de otra persona.
Este es el reto fundamental, y no es frecuente que Aries responda a él. Para este
signo es más fácil resguardar su individualidad en el aislamiento, retrocedien­
do ante la confrontación y la recíproca adaptación con el otro. Por eso puede ser
asocial, e incluso antisocial.
Cuando se relaciona con los demás, a Aries le gusta ser el líder. Pero lo que
en realidad le interesa no es dominar a los otros, sino simplemente poder hacer
lo que quiere sin que los demás le planteen exigencias.
Su deseo de ser quien es en sus propios términos significa también que ne­
cesita mucho menos respaldo social que otros signos, un rasgo que lo capacita
para ser el que sienta precedentes, el que abre caminos. Siempre que los demás
estén dispuestos a dejarle hacer lo que quiere, a Aries no le preocupa demasia­
do su aprobación.
En realidad, su naturaleza de fuego lo capacita para actuar sin preocuparse
mucho de que la acción sea razonable, prudente, oportuna, práctica o al menos
eficaz, mientras sea una adecuada expresión de sí mismo. Como no tiene que ser
práctico, Aries puede vivir y trabajar en un alto nivel de abstracción, pero ésta
debe reflejar sus necesidades y deseos personales.
En cuanto signo de fuego, para Aries es más fácil sacar la energía hacia afue­
ra que absorberla: con frecuencia, es mejor conversador que oyente. En cuanto
«signo seco», con poca agua en su estructura, no se le dan bien las demostra­
ciones de emoción, salvo cuando se trata de mostrar entusiasmo, de hacerse va­
ler y en ocasiones de encolerizarse. Su cólera es de corta duración: una vez que
la energía se ha expresado, asunto concluido. Alimentar resentimientos no per­
tenece a la naturaleza del signo.
Frecuentemente se impacienta y le faltan persistencia y resistencia. Su es­
tilo es más bien el de dar golpes frecuentes y ligeros que el de llevar a cabo
un ataque firme y sostenido. Sin embargo, su nivel de energía puede ser sufi­
cientemente alto para conseguir el mismo impacto que un esfuerzo más sos­
tenido.
Uno de los efectos secundarios más bellos de la necesidad ariana de ser fiel
a sí mismo es su mala disposición a comprometerse en falsedades o engaños, no
tanto porque tenga objeciones morales contra el engaño como porque su nece­
sidad de fidelidad a sí mismo no cuadra con los falseamientos.

La relación de Aries con Marte Marte es el regente tradicional de Aries,


y esta correspondencia es una de las más exactas entre signo y regente. Ambos
símbolos se relacionan con la afirmación primaria de la energía del ego, la pro­
clamación ante el universo entero de que Aries será lo que es y de que se resisti­
rá a los intentos de los demás de cambiar su naturaleza. Ni el signo ni su regen­
te están especialmente enterados de los contextos sociales, y ambos funcionan
mejor solos. Son fogosos y tercos. La principal diferencia entre ellos es la que

232
hay entre un planeta y un signo. Y también hay una diferencia de grado. Marte,
como símbolo de autoafirmación, es mucho más poderoso, pero esto es válido
para cada caso en que un planeta es similar a un signo.
Que haya quien asigne a Plutón la regencia de Aries no es tan extraño como
puede parecer. Este planeta, como indicador de transformaciones importantes y
como índice de preocupación por el poder, tiene más relación con Escorpio.
Pero en la medida en que se relaciona con el renacimiento, tiene lógicamente una
afinidad con Aries, el signo de la primavera y del renacer de la naturaleza. Por
otra parte, el simbolismo de Plutón y el de Aries son demasiado diferentes para
que se pueda considerar a Plutón como regente de este signo.

El efecto de Aries sobre los planetas Cualquier planeta emplazado en


Aries actúa de manera más decisiva, rápida y orientada hacia el propio ego que
lo habitual. Esto puede ser un problema para planetas que no están especialmen­
te orientados hacia el ego, como Venus, la Luna o Neptuno. Estos planetas se
expresarán en Aries de manera un poco tensa, porque no pueden resolver fácil­
mente el conflicto entre sus inclinaciones naturales y las del signo. Venus, en
particular, una energía planetaria que significa el contacto interpersonal, estará
en conflicto entre su anhelo de llevarse bien con los demás y el deseo ariano de
hacer las cosas a su manera.
Los planetas en Aries pierden parte de la resistencia que pueden tener. Aun­
que es probable que actúen haciéndose valer, cuando se enfrenten a un desafío
puede ser que no sean capaces de aguantar un conflicto prolongado.

Tauro

Elemento: tierra
Cuadruplicidad: fijo
Polaridad: negativo
Regente: Venus

Tauro es la fase siguiente en el ciclo. Su función es proporcionar un recipiente


que contenga las energías arianas de tal modo que puedan manifestarse. Aries,
la energía solar de comienzos de la primavera, entibia a Tauro, la tierra, para
que de ella pueda brotar la vida.
Tauro, como la Luna, simboliza un recipiente o matriz para la manifesta­
ción de la energía. Y también como ella, ha sido víctima de la reverencia con
que nuestra cultura saluda lo activo y de su actitud denigratoria de lo pasivo,
cuyo papel realmente no comprende (véanse las páginas 60-61). La matriz pa­
siva es, no obstante, muy valiosa, porque sin ella la energía de Aries jamás llega­
ría a ser nada. El recipiente que representa Tauro proporciona el medio gracias

233
al cual la energía simbolizada por Aries puede manifestarse en el plano físico.
Y como el continente es necesario para la manifestación del contenido, es tan
valioso como lo que contiene. No se puede hacer ninguna distinción de valor.
Cualquier medio en el que se manifieste la energía afecta a la naturaleza de
ésta, y por ello adquiere un potencial creativo propio. La energía para la crea­
ción puede provenir de otra fuente, pero el estilo y la naturaleza de la creativi­
dad se generan en aquello que la recibe.
Tauro es el remedio de casi todas las deficiencias de Aries, a cuyas irregu­
lares energías confiere estabilidad, constancia y persistencia. Puede limitar y
concentrar las energías arianas dispersas. A Tauro le interesa la realidad del uni­
verso físico, y lleva las energías abstractas de Aries al ámbito de los efectos rea­
les y experimentables.
Además, mientras que Aries es fogoso y rudo, Tauro es refrescante y suave
(aunque de los signos de tierra sea, con mucho, el más cálido; pensemos una
vez más en la tierra que se calienta en primavera). El fogoso Aries es un poco
estéril; en cambio Tauro, la tierra fecundada, trae la fertilidad.
Tauro es terrenal en el sentido popular de la palabra: disfruta del mundo fí­
sico. No lo ve ni como un escenario donde él ha de actuar ni como un instru­
mento. Más bien quiere formar parte de él, estar comprometido con él, y espe­
cialmente, tener la vivencia de la maravilla del mundo físico.
Al igual que Aries, no es especialmente social. Aunque carece del agresivo
individualismo ariano, Tauro se siente bien cuando está solo, relacionándose
con el mundo a su manera. No tiene especial necesidad de aplauso.
En cambio, disfruta con el sexo opuesto, ya que por medio de él puede te­
ner la vivencia de la sexualidad física. Aunque se suele considerar a Escorpio
como el signo de orientación más definidamente sexual, es Tauro, el sensualis­
ta, el que más se ajusta a esa imagen.
En el zodíaco, Aries y Tauro forman la primera pareja de signos positivo­
negativo, y aunque contrasten, al ponerl-0s juntos forman un todo. Juntos son el
cuerpo viviente, animado por el fuego de Aries y configurado por la tierra de
Tauro. De todas maneras, es un cuerpo todavía sin conciencia de su relación con
los demás: necesita desarrollar su conciencia, y este proceso se completará en los
restantes signos del zodíaco.

La relación de Tauro con Venus y la Tierra Yo no considero que Venus


sea el mejor regente para Tauro. Es fácil ver cómo se llegó a esta conclusión,
pero creo que es hora de cambiar nuestro punto de vista.
En las mitologías antiguas, las diosas del amor sexual eran diosas de la Tie­
rra, que presidían además la fertilidad de la naturaleza. El simbolismo de las
diosas sexuales se mezclaba con el de las diosas maternales, y no se establecía
una distinción clara entre los diferentes aspectos de lo femenino. En la astrolo­
gía moderna, sin embargo, Venus ha asumido el simbolismo del amor, la crea-

234
tividad y el arte; y aunque evidentemente sea una energía favorable a la fertili­
dad y a la agricultura, no parece que sus principales intereses sean éstos.
De entrada, parece que no tengamos ningún planeta con un simbolismo que
pueda corresponder claramente a Tauro, y sin embargo lo tenemos: el único
planeta cuyo simbolismo en el nivel planetario coincide perfectamente con el
de Tauro en el nivel de los signos es la Tierra. El más terrestre de todos los sig­
nos de tierra es Tauro. Todo lo que asociamos con las diosas de la Tierra, todo
lo que se relaciona con adjetivos como «terrenal», pertenece a Tauro. La Tierra
tiene mucho en común con Venus, pero jamás podría ser el indicador del amor
romántico, que es demasiado irreal, no lo suficientemente sensual, y está de­
masiado alejado de los asuntos del mundo cotidiano para que una persona de
Tierra lo considere importante.
Puesto que el horóscopo está centrado en la Tierra, ¿de qué manera pode­
mos localizar a la Tierra en la carta como un punto con una longitud y una lati­
tud definidas? He aquí una sugerencia. Aun cuando por razones astronómicas
tratamos el horóscopo como si fuera geocéntrico (como si estuviera centrado en
el centro de la Tierra), en realidad es topocéntrico (está centrado en un punto de
la superficie de la Tierra). La línea que nos conecta a nosotros, que estamos en la
superficie, con el centro de la Tierra va directamente hacia abajo. Si proyecta­
mos esa línea sobre la eclíptica, de tal modo que podamos expresar su posición
en los términos del zodíaco, la longitud de la línea que va del topocentro al
geocentro es el Imum Coeli del horóscopo, la cúspide de la casa cuatro.
En realidad, la Tierra jamás ha estado ausente del horóscopo, porque las ca­
sas representan nuestra relación con el planeta en el que vivimos. La Tierra
ocupa la mitad de la carta, desde el Ascendente en el este pasando por el Medio
Cielo hasta el Descendente en el oeste. Si su orbe se extiende a 180 º , ¿cómo po­
dría no afectarnos tremendamente?
El Imum Coeli o cúspide de la cuarta casa es el foco de esta relación, y su
correspondencia simbólica con la Tierra no es mala. De acuerdo con la tradi­
ción, la casa cuatro representa los bienes inmuebles, nuestra tierra, nuestro ho­
gar y a quien nos dio nacimiento. No sé si ésta es la respuesta al problema de la
regencia de Tauro, pero es una idea que vale la pena considerar.
La cúspide de la cuarta casa simboliza tanto asuntos terrenales como lunares,
y quizá la similitud entre estos campos de la experiencia pueda explicar la razón
de la tradición según la cual la Luna está exaltada en Tauro. Es obvio que hay
una afinidad entre el simbolismo de la Tierra y el de la Luna, pero también
hay una diferencia importante. La Luna se relaciona con la seguridad emocio­
nal y el sentimiento de pertenencia, mientras que la Tierra tiene más que ver
con la seguridad práctica y física, con la posesión efectiva de lo que necesita­
mos para sobrevivir con comodidad. En este aspecto, Tauro es más como la
Tierra que como la Luna.

235
El efecto de Tauro sobre los planetas Como el más terrestre de los sig­
nos de Tierra, y el más fijo de los signos fijos, Tauro es el signo más lento del
zodíaco. Pero no se ha de equiparar lentitud con torpeza. El resultado final de
la actividad de los planetas en Tauro puede ser tan inteligente, preciso, claro y
penetrante como en cualquier otro signo, pero se llega a él de manera cuidado­
sa, metódica y con gran atención a la seguridad de que el trabajo tenga importan­
cia práctica. Toda acción planetaria en Tauro se hace más lenta y se orienta hacia
objetivos prácticos.
Los únicos planetas que realmente pueden resentirse por esto son aquellos
en los que la rapidez en la acción es intrínseca.
Entre los más afectados se cuentan Mercurio y Urano. Mercurio en Tauro
puede experimentarse como una desventaja, porque la mayoría de la gente es­
1

pera que las energías mercurianas sean rápidas, y Mercurio en Tauro no lo es.
Si se le da la ocasión de funcionar a su propio ritmo, sin embargo, este planeta
es exactamente tan eficaz aquí como en cualquier otro signo.
Urano en Tauro es difícil, porque el carácter revolucionario, rebelde e instan­
táneo de este planeta no se adecua a la naturaleza lenta y gradual del signo. Un
signo como Géminis permite que Urano libere sus energías en una serie de bre­
ves descargas que impiden un estallido, pero la naturaleza de la tierra se resiste
a la electricidad de Urano de tal manera que cuando la energía se libera, lo hace
bajo la forma de una tremenda explosión.
Se considera que también Marte en Tauro es difícil, porque el ritmo natu­
ralmente lento de este signo tiende a hacer que la energía marciana quede rete­
nida en vez de liberarse. Esto hace que la energía se acumule de tal manera que
cuando estalla puede ser destructiva. Pero si al nativo no se lo provoca insisten­
temente, es probable que su energía nunca estalle. Por el lado positivo, Marte
en Tauro puede tener una gran firmeza y mucha persistencia una vez que se
pone en marcha.

Géminis

Elemento: aire
Cuadruplicidad: mutable
Polaridad: positivo
Regente: Mercurio

Géminis es el miembro positivo de la segunda pareja de signos. En Aries y Tauro


teníamos la construcción y la animación del cuerpo físico; en Géminis y Cán­
cer tenemos la evolución de los aspectos mental y emocional del individuo. Gé­
minis representa la parte mental.
Es quizás el más mutable de todos los signos mutables, porque la mutabili-

236
dad es inherente al aire. Como el viento, la naturaleza de Géminis consiste en
moverse rápidamente de un lugar a otro, abarcando todo lo que encuentra, pero
quizá con demasiada rapidez para obtener una impresión profunda de algo. Gé­
minis -que precede a Cáncer, el primer signo de agua- no tiene todavía con­
ciencia de que hay otros aspectos de la realidad más profundos y que no son in­
mediatamente accesibles mediante la lógica y el análisis racional. Es un signo
que entiende con rapidez, pero no comprende empáticamente. Aprende deprisa,
pero no cultiva ese profundo sentimiento de comprensión del mundo que per­
mite a algunas personas vivir hábilmente sin que en realidad tengan que pensar.
La forma que tiene Géminis de compensar esto es su mezcla de rapidez y
curiosidad. Es el primer signo que se interesa por las relaciones de los diversos
elementos que hay en su entorno. No es que las evalúe, ni que le preocupe es­
pecialmente su propia relación con ellas. Simplemente, quiere saber qué pasa
ahí fuera. En este aspecto, Géminis, el tercer signo, se relaciona a menudo con
la casa tres. Y la relación es muy estrecha. Sin embargo, yo cuestiono seria­
mente la idea de que Géminis tenga algo que ver con hermanos y hermanas, e
incluso que la constelación Géminis represente unos gemelos (por cierto que
actualmente esta constelación ocupa el signo de Cáncer).
Se trata de un signo generalmente muy sociable que disfruta estando con gen­
te. Tiene un nivel de energía bastante alto, que a otras personas les resulta esti­
mulante, aunque no es tan elevado como para dejar exhaustos a los que son de
temperamento más lento. Géminis puede hacer que incluso el más trivial de los
contactos sociales resulte interesante, pero tiende a resistirse cuando se trata de
conexiones más profundas. Considera que un apego intenso es algo que limita,
y siente que esta clase de vínculos interfiere en su necesidad de vagabundear
sin trabas en busca de experiencia.
Como es mutable, Géminis tiende, como el viento, a rodear los obstáculos
en vez de encararlos de frente.. Si se ve sometido a una presión muy fuerte, sim­
plemente cambiará. La coherencia y la constancia pueden ser difíciles para este
signo, que pierde interés con rapidez.
Un aspecto de Géminis que no se ha destacado en la bibliografía astrológi­
ca es que se trata de un signo que disfruta con los juegos y los trucos. Le en­
cantan los juegos de cartas y los de mesa de orientación mental; también le gus­
tan los juegos en el sentido de complicadas maniobras sociales. Las tretas de
Géminis no tienen la intención de engañar ni de tergiversar; son más bien acti­
vidades mentales en las que este signo se complace. Lamentablemente, su falta
de empatía y de verdadera comprensión de los sentimientos puede ser causa de
que lastime a los demás sin la menor intención de hacerlo.

La relación de Géminis con Mercurio Hay quienes afirman que Mercurio


rige a Virgo, y que «otra cosa» rige a Géminis, pero yo no creo que sea así. En
mi opinión, la coincidencia entre Mercurio y Géminis es más o menos la más

237
exacta que se pueda encontrar en una pareja planeta-signo. Ambos representan
el mismo impulso hacia la búsqueda intelectual que intenta establecer conexio­
nes entre el yo y su entorno, necesarias para establecer vínculos comunes con
los demás y una relación con el medio en general. Tanto el signo como el pla­
neta son predominantemente mentales y muy cambiantes. A ambos les interesa
más descubrir una idea que encontrarle un uso práctico. Las personas con un
Mercurio fuerte suelen parecerse a las que tienen al Sol en Géminis. Yo tengo
al Sol en conjunción exacta con Mercurio y, aunque no me parezco a un Gémi­
nis, es mucho más frecuente que la gente piense que lo soy y no que crea que
soy un Sagitario (que es mi signo solar) o un Cáncer (mi ascendente). Así como
Géminis es el perfecto signo de aire, Mercurio es el perfecto planeta de aire.
También es característico de este planeta el gusto por los juegos y las tretas.

El efecto de Géminis sobre los planetas En la mayoría de los aspectos


Géminis es el opuesto de Tauro. Tiende a activar la energía de los planetas y
hace que trabajen en un nivel más abstracto. Los planetas que Géminis afecta
de manera más negativa son los relacionados con el sentimiento, la emoción y
la sensibilidad, como la Luna y Neptuno. Venus suele ser muy voluble en Gémi­
nis, pero por lo demás no se ve gravemente afectado. No parece que los planetas
de acción lenta, como Saturno, resulten seriamente afectados por el signo, pero
funcionan con un nivel de energía más elevado.
Es probable que una persona con algunos planetas en Géminis ame la liber­
tad, y es posible que le falte persistencia. A modo de compensación de la fre­
cuente carencia de profundidad en el conocimiento, típica de su signo, los ge­
minianos abarcan con mucha rapidez una gran cantidad de campos.

Cáncer

Elemento: agua
Cuadruplicidad: cardinal
Polaridad: negativo
Regente: la Luna

Cáncer completa la evolución del individuo como tal con el despliegue de las
facultades emocionales. Y lo hace volviéndolo a poner en contacto con su pro­
pia fuente, con sus raíces, con el origen de todo ser.
Cáncer no es meramente sentimiento, sino que es el sentimiento de formar
parte de algo. Así como Géminis es la conciencia intelectual de la relación,
Cáncer es la conciencia emocional, que puede ser incipiente, no estar formu­
lada y ser demasiado profunda para que pueda hallar una expresión simple y
racional. Particularmente, Cáncer es la conciencia de la relación con el pasado:

238
con la infancia, con la familia (especialmente con la madre), con la comunidad
e incluso con la tierra natal. No es, en cambio, la conciencia de la propia rela­
ción con otros individuos en general, ya que esta función pertenece a los signos
de aire.
Como sus necesidades son tan fundamentales, la interferencia en su satis­
facción puede tener efectos particularmente malos para Cáncer, que simboliza
la necesidad de seguridad emocional, de sentir que su existencia encontrará
apoyo en el entorno y de sentirse afectivamente nutrido por quienes lo rodean.
Si estos aspectos de la energía funcionan de manera adecuada, Cáncer simboliza
también la necesidad de apoyar y de nutrir afectivamente a los demás, de brin­
darles lo que él ya ha recibido. Pero si sus necesidades no se ven satisfechas, es
frecuente que el nativo se quede atrapado en pautas de comportamiento infan­
tiles que lo llevan a aferrarse y a ser emocionalmente posesivo por miedo a per­
der a los seres que ama. Su amor, entonces, puede ser sofocante. Además, es
posible que las posesiones materiales se conviertan en símbolos de seguridad
emocional para las personas con problemas cancerianos, que se rodearán de co­
sas en un esfuerzo por obtener de los objetos físicos el apoyo emocional que real­
mente necesitan. Los rasgos que en ocasiones han dado mala reputación a Cán­
cer no son propios del signo; aparecen sólo cuando sus necesidades vitales no
se han visto satisfechas.
Por el lado positivo, Cáncer simboliza pautas esenciales para el bien social.
En todos los grupos debe haber personas que apoyen a los demás, les brinden
afecto, se ocupen de los necesitados y tranquilicen a los inseguros. Si Cáncer no
se manifestara, todo sería puramente funcional, racional, frío; todo estaría muer­
to. En realidad, la desintegración actual de la familia y la creciente dependencia
del Estado para que se ocupe de los jóvenes, los viejos y los enfermos, represen­
tan una tendencia a la destrucción de estos elementos cancerianos tan necesarios
para la cohesión social. La necesidad de raíces y de comunidad de Cáncer cho­
ca con la necesidad geminiana de moverse, tener experiencias y ser libre: lo que
actualmente predomina en nuestra cultura. Se ha de señalar que, astrológica­
mente hablando, en el desarrollo del individuo, Géminis representa una función
más primitiva que Cáncer.

La relación de Cáncer con la Luna Se trata de otra relación muy próxi­


ma entre el signo y su regente. Junto con la Luna y la cuarta casa, Cáncer for­
ma parte del conjunto de símbolos de la madre. Tanto el signo como el planeta
se relacionan con el concepto de «nutrición afectiva o emocional», con el sen­
timiento de pertenencia, con la idea de provenir de alguna parte y de algo. Tanto
a Cáncer como a la Luna los afecta fuertemente todo lo relativo a la seguridad
emocional, y ambos pueden ser infantiles en su manera de expresar sus necesi­
dades cuando éstas se ven frustradas, especialmente si la seguridad emocional
fue una carencia temprana en la vida.

239
La principal diferencia es que la Luna es un planeta y Cáncer un signo. Ade­
más, la Luna es uno de los cuerpos que más fuertemente influyen en la carta in­
dividual, mientras que Cáncer forma parte de un conjunto de relaciones gene­
rales que puede o no afectar intensamente a un individuo. Por ejemplo, tener a
Saturno en Cáncer indica que uno ha nacido en un período de debilidad general
del principio de nutrición afectiva, pero tener a Saturno en conjunción con la
Luna es una manifestación personal muy fuerte relativa a la experiencia indivi­
dual de la nutrición afectiva.

El efecto de Cáncer sobre los planetas Los planetas con los que Cáncer
está mejor son los intensamente emocionales, como la Luna, Venus y posible­
mente Neptuno y Plutón (aunque la combinapión de Plutón con el grupo de
símbolos maternales puede conferir tanta intensidad a este planeta como para
generar dificultades). Júpiter se ve favorecido en Cáncer, no porque tenga un
carácter emocional, sino porque comparte con este signo un sentimiento de pro­
tección y el deseo de apoyar a quienes todavía están creciendo.
Los planetas de aire como Mercurio y Urano lo tienen más difícil en Cán­
cer: el agua, que es personal y subjetiva, interfiere en la claridad de la observa­
ción mental y el desapego en el juicio característicos del aire.
Con frecuencia, las fuertes energías del ego de Marte tienen dificultades en
el ámbito de la experiencia canceriana (las relaciones con el hogar, la madre y
la familia), que debe estar relativamente libre de ese tipo de tensiones. De modo
similar, Saturno crea dificultades en Cáncer porque pone barreras en ese mismo
ámbito, que debería contarse entre los pocos en donde las energías emociona­
les pueden fluir libremente y sin obstáculos. Uno no tendría que sentirse forza­
do a actuar con un alto grado de excelencia para conseguir que su familia lo
acepte. En el ámbito familiar nadie tendría que sentirse constantemente juzga­
do por los demás ni exigido a ser aquello que no es. Saturno en Cáncer puede
implicar este tipo de problema, pero el largo tiempo que este planeta permane­
ce en un signo hace que por lo común sus efectos sean más bien generacionales
que personales.

Leo

Elemento: fuego
Cuadruplicidad: fijo
Polaridad: positivo
Regente: el Sol

Con Leo, la estructura básica del individuo se completa. Esto se ve claramente


en el hecho de que se trata de un signo de desarrollo del ego y de la confianza

240
en sí mismo, con una fuerte necesidad de expresarse y de que lo admiren, e in­
transigente en cuanto a su integridad personal.
Muchos problemas con los que ya se enfrentó Aries reaparecen en Leo, pero
con importantes diferencias. Mientras que Aries es un signo lleno de potencia­
lidades que intenta vigorosamente realizar, Leo es un signo en el que el poten­
cial ya se ha realizado. Aries dice: «Quiero llegar a ser lo que soy»; Leo dice
simplemente: «Yo soy».
Leo representa el ente completo en su estructura básica, pero el individuo
sigue estando socialmente incompleto; todavía tiene que ocuparse de su rela­
ción con los demás. Es como el niño que acaba de lograr algo nuevo y que no
es feliz mientras los adultos que lo rodean no se den cuenta. Aunque a lo largo
de la historia todos los seres humanos hayan logrado eso mismo, para el niño el
logro es nuevo y fascinante. Esta es la psicología básica del principio leonino
(aunque, naturalmente, la mayoría de los Leo adultos ya han dejado de ser tan
primitivos al respecto).
Sin embargo, Leo siente una auténtica fascinación por sí mismo, y desea
que los demás estén igualmente fascinados por él. Pero esta pauta sólo aflora,
en forma de egotismo o de comportamiento exhibicionista, en las personalidades
fuertemente leoninas pero de un modo anormal. En la mayoría de los Leo adul­
tos aparece como un deseo de impresionar y una necesidad de reconocimiento
personal y de control del propio destino. El deseo de impresionar implica, por
lo común, el anhelo de ser de verdad así, es decir, de ser una persona realmen­
te importante y no sólo de parecerlo. Leo, como Aries y por las mismas razo­
nes, es un signo sincero.
La metáfora que expresa la madurez de Leo es la del rey o el Sol. Este sig­
no desea ser una fuente de energía, el abastecedor no solamente de sus propios
logros sino también de los ajenos. Así como el Sol hace que los planetas brillen
porque reflejan su luz, la personalidad Leo desea ser un centro de luz para que
los demás puedan calentarse con ella y reflejar su esplendor.
Todo lo que antecede tiene un potencial de arrogancia, y esta característi­
ca es el defecto más común de los Leo. Sin embargo, la personalidad leonina
es relativamente simple, con necesidades claramente definidas. Si éstas se ven
satisfechas, se puede contar con que Leo se comporte enérgicamente y con
respeto.
Hay otras diferencias importantes entre Aries y Leo. En primer lugar, este
último es un signo fijo, mientras que Aries es cardinal; por lo tanto, al contra­
rio que éste, Leo es persistente e incluso puede ser obstinado.
En segundo lugar, la conciencia social de los dos signos es muy distinta. A
Aries le gusta que lo dejen solo, en libertad de hacer lo que quiera. Cuando toma
conciencia de sus interacciones, es con un matiz en gran parte competitivo. En
cambio Leo comienza a tener conciencia de los demás como parte regular de su
ambiente. Sin embargo, sólo está dispuesto a tratar con ellos en la medida en

241
que le permitan ocupar el centro del escenario. Todavía estamos en el primer
tercio del zodíaco; el individuo aún se busca a sí mismo en relación consigo
mismo. Sólo cuando lleguemos a Virgo descubrirá que es preciso tener en con­
sideración la realidad externa, y habrá que llegar a Libra para que se dé cuenta
plenamente de la necesidad de llevarse bien con los demás. La autoexpresión
sigue siendo el principal objetivo de Leo, y cuanto más perfectamente pueda ser
él mismo, y más sienta que lo aceptan como es, mejor se siente.
La única forma en que Leo depende realmente de los demás es que necesi­
ta muchísimo su reconocimiento. De ahí que, a diferencia de Aries, no pueda
florecer en el vacío, y que a pesar de su necesidad de autoexpresión pueda ser
coaccionado por los demás: lo único que tienen que hacer para conseguirlo es
no expresarle su aprobación. Pero sentirse coacpionado es dañino para Leo, que
sabe que sólo siendo quien es puede ser eficaz.
Por más infantiles que puedan parecer ciertos aspectos de este signo, Leo está
fundamentalmente en lo cierto con respecto a sus necesidades, y cuando consi­
gue lo que necesita -es decir, cuando se le permite ser total, completa y autén­
ticamente él mismo-, es uno de los tipos humanos más admirables.

La relación de Leo con el Sol Aunque se trata de una correspondencia


bastante buena entre un signo y su regente, hay una diferencia importante entre
Leo y el Sol. Leo, debido a su posición en el zodíaco, representa una etapa tem­
prana en la evolución del individuo. El Sol es una energía que no es ni primiti­
va ni avanzada.
Además, y de forma mucho más fundamental que Leo, el Sol es el impulso
que lleva a cada individuo a ser lo que es, un impulso hacia la autoexpresión
personal y la autenticidad. A medida que se mueve a través de los signos va asu­
miendo sucesivamente el estilo de cada uno.
Muchos astrólogos equiparan a Leo, el Sol y la quinta casa. Aun cuando un
signo y una casa no sean lo mismo, entre Leo y la quinta hay afinidades. Pero
equipararlos totalmente es imposible. Los niños, y en especial el hecho de tener
hijos, están entre las cosas que simboliza la quinta casa; sin embargo, de acuerdo
con la tradición, Leo es un signo estéril, es decir, desfavorable en este sentido.
Solía suponerse que Leo en la cúspide de la casa cinco era un signo especial­
mente malo para una mujer que deseara tener hijos. Esta antigua idea puede o
no estar justificada, pero de hecho indica que la equiparación, en todos los as­
pectos, de Leo con la quinta casa es una idea relativamente nueva y que cuenta
con poca base en la tradición.

El efecto de Leo sobre los planetas Como todos los signos fijos, Leo tiene
una influencia estabilizadora. Tiende a hacer que las energías de los planetas
emplazados dentro de su ámbito funcionen de manera constante e inexorable:
no se puede esperar que una persona fuertemente leonina abandone con facili-

242
dad. Sin embargo Leo, signo fijo de fuego, no es lento y calmoso como Tauro,
signo fijo de tierra.
Debido a la fuerte orientación de Leo hacia el ego, es más probable que los
planetas emplazados en este signo estén preferentemente al servicio de sí mis­
mos (siempre que no sean, como Neptuno, incapaces de tomar esa dirección).
Seguramente los problemas relacionados con los planetas en Leo pertenezcan a
ámbitos en los que interviene el orgullo o el sentimiento de autoestima. Por ejem­
plo, Mercurio en Leo indica que el nativo expresa con energía su juicio o pare­
cer, que se enorgullece de su capacidad mental o (en el peor de los casos) que
no es capaz de ver más que su propio punto de vista. La persona con Saturno en
Leo puede sentirse muy orgullosa de ser disciplinada, cuidadosa y honrada. Y así
sucesivamente.

Virgo

Elemento: tierra
Cuadruplicidad: mutable
Polaridad: negativo
Regente: Mercurio y diversos asteroides

Pocos signos adyacentes hay que sean tan diferentes como Leo y Virgo. Y sin
embargo, como en todas las parejas positivo-negativo, el segundo signo es un
cumplimiento y un completamiento del que lo precede. Virgo representa el in­
dividuo completo, no -como Leo- alzándose solo y vanagloriándose de sí mis­
mo, sino más bien enfrentándose tanto al universo físico como al social y pro­
curando ponerse de acuerdo con ellos. Virgo aborda el universo físico como un
obstáculo al que debe adaptarse, un marco de referencia por medio del cual
puede aprender a ser eficaz, y una realidad a la que es preciso servir. De la mis­
ma manera encara el universo social. De la arrogancia del Leo negativo pasa­
mos a la sumisión del Virgo negativo. Del intento de ser autosuficientes en Leo
pasamos al de ser totalmente eficientes en Virgo, que justifica su existencia en
función de su eficacia para moverse en el mundo de la mejor manera posible. El
énfasis en la individualidad total ha desaparecido.
Virgo es un tipo astrológico que necesita poco reconocimiento social de la
calidad de su trabajo: su sentimiento del logro se basa en la seguridad de haber
hecho bien su tarea. Al enfrentarse a la realidad del universo exterior, tanto fí­
sico como social, Virgo ha adquirido por lo menos cierto grado de cautela y
quizá se muestre incluso algo temeroso frente a aquello con lo que tiene que tra­
tar. Es casi como si fuera el resultado del egotismo y la exuberancia infantil de
Leo tras haberse enfrentado con su primera derrota grave: una vez escarmenta­
do, se vuelve cuidadoso. Y aunque el nativo de Virgo no necesite que los demás

243
reconozcan la calidad de su trabajo, no está del todo seguro de sí mismo como
individuo, y por lo tanto no es muy capaz de resistirse a presiones externas. Con
respecto a su comportamiento, cuando está sometido a presión social Virgo
puede ser uno de los signos más conformistas del zodíaco. No necesita que lo
traten como a la realeza, pero sí que los demás lo acepten por lo que es.
No quiero decir que todos los Virgo sean tímidos, inseguros o conformistas.
Simplemente trato de situar a este signo en el esquema del desarrollo de la perso­
nalidad que describe el zodíaco. Virgo es el individualismo de Leo atemperado
por el enfrentamiento con las necesidades y obligaciones externas, y es tan capaz
como cualquier otro signo de ser fuerte y tener éxito. Virgo influye en la mane­
ra de alcanzar el éxito, no en el éxito en sí.
Este signo no dispone de una abundante confianza en sí mismo para seguir
adelante, ni intentará jamás engañar a nadie haciéndole creer que es lo que no
es. Procura hacer una evaluación realista de sí mismo, y en todo caso pecará por
humildad. Es tan honrado como Leo y está igualmente mal dispuesto a com­
prometerse en falsedades o engaños. Virgo intenta concretar sus logros domi­
nando los instrumentos que le ofrece el mundo y creando una relación de orden
y confianza con su entorno.
Aunque su enfrentamiento con el mundo físico lo escarmiente, no lo des­
truirá. En realidad, se esfuerza por alcanzar lo que algunos Leo están convenci­
dos de poseer: la perfección. La autocrítica y el autoanálisis son las claves de la
perfección, y Virgo puede ser despiadado al juzgarse a sí mismo cuando fraca­
sa (y a veces también lo es cuando fracasan los demás).
Aquí tenemos la clave de Virgo como signo mutable. A diferencia de Tau­
ro, que la mayoría de las veces se enfrenta con el mundo tal como es, Virgo in­
tenta cambiarse y, en última instancia, cambiar el mundo. Quizá las personas de
este signo no disfruten haciendo público su trabajo, pero el éxito en el logro
de cambios es importante para ellas.
A Virgo no le interesa ser jefe, pero necesita sentirse eficaz. Sin embargo,
el mundo físico no es un lugar del todo fiable: incluso con el mejor de los pla­
nes, las cosas pueden salir mal, y esto molesta y preocupa a Virgo más que a la
mayoría de los signos. Así, en un esfuerzo por llegar a controlar la situación no
dejando que nada se le escape, tiende a concentrarse en los detalles. Esto hace
que sea un signo bueno para el análisis, pero no tanto para obtener una visión
general. Es posible que los árboles no le dejen ver el bosque.
Su preocupación por el orden puede también ser causa de que Virgo se vuel­
va sumamente pulcro en sus hábitos personales, pero si no puede conseguir un
orden perfecto, es probable que renuncie totalmente a él. Por lo demás, el signo
es moderado en la mayoría de las cosas.
Virgo tiene normas estéticas muy exigentes. Es el signo de la artesanía, en
la que la función va unida a la forma, de tal modo que se completan mutua­
mente y no se quitan nada la una a la otra. Pero Virgo no es especialmente pa-

244
ciente con la belleza que no es funcional; dada su condición de signo práctico,
cree que todo debería servir para algún propósito.

La relación de Virgo con Mercurio y los asteroides Mercurio es el re­


gente tradicional de Virgo, pero los astrólogos actuales se sienten cada vez más
incómodos con esta atribución. En mi opinión, Virgo y Mercurio constituyen
una de las peores adecuaciones entre signo y regente. Mercurio es de aire, mien­
tras que Virgo es de tierra. A Mercurio le encanta la abstracción; Virgo es prác­
tico. Es verdad que ambos son mutables, y que Virgo tiene efectivamente fuer­
tes intereses intelectuales, pero éstos se encaminan en buena medida hacia el
objetivo de ser eficaz, mientras que los de Mercurio son un fin en sí mismos. El
gusto por los juegos de Mercurio falta en Virgo, que es un signo muy serio. A
Mercurio no le preocupa especialmente el deber, mientras que a Virgo sí.
La astróloga Eleanor Bach ha sugerido que los regentes de Virgo son los
cuatro asteroides. La idea es tentadora, porque la mujer que sostiene la espiga
de trigo, a quien se representa en la constelación de Virgo, es en realidad la dio­
sa Ceres, que es también el nombre de uno de los asteroides mayores. Y los efec­
tos astrológicos de Vesta, los más claramente observables de los cuatro asteroi­
des, son muy característicos de Virgo. Tanto Vesta como Virgo tienen una fuerte
relación con el deber y la responsabilidad, en especial con los deberes de la casa
y el hogar. Ambos tienen fuertes conexiones con el trabajo y la eficiencia. Nin­
guno de los dos símbolos tiene una buena conexión con las diversiones: Vesta
se parece mucho a Saturno en su actitud reservada y seria, y naturalmente, es
una diosa virgen.
Asignar a Virgo los otros dos asteroides mayores, Palas y Juno, ya no es tan
obvio. Zipporah Dobyns, que ha estudiado mucho los asteroides, se los asigna
a Libra (junto con Venus) por razones que veremos en la sección dedicada a
este signo. Pero en Palas se observa un intelectualismo combativo y crítico que
a mí me parece más característico de Virgo que de Libra. Y Juno, por lo menos
en su condición de diosa de las artes domésticas y las responsabilidades de la
casa, también tiene mucho de Virgo.
Yo me inclino a asignar los cuatro asteroides principales a Virgo, aunque se
puede defender la tesis (tanto de Eleanor Bach como de Zipporah Dobyns) de
asignar Ceres a Tauro o a Cáncer, en la medida en que la diosa es un símbolo
de la Madre Tierra. Es obvio que con todos los planetas y asteroides nuevos que
se han descubierto desde la antigüedad hasta hoy, el orden de las regencias, tan
pulcro antaño, está ahora gravemente alterado.

El efecto de Virgo sobre los planetas El principal efecto de este signo


sobre los planetas es que los hace funcionar con más precisión y cuidado. Los
planetas con energías exuberantes y explosivas (como Marte y Urano) no se en­
cuentran tan bien en Virgo como aquellos (Saturno, por ejemplo) cuya natura-

245
leza es constante y cautelosa. Sea o no Mercurio el regente de Virgo, su empla­
zamiento en este signo es favorable. A Venus no parece irle bien en Virgo des­
de un punto de vista sexual, porque este signo, como su nombre indica, tiende
a ser sexualmente modesto. Pero Venus en Virgo tiene más éxito en el terreno
creativo, especialmente en la artesanía.
Como le interesa tener un trato eficiente con el universo físico, Virgo pue­
de mostrarse cambiante cuando percibe nuevas contingencias a las que hay que
enfrentarse. Además, su falta de confianza en sí mismo puede ser causa de
que cambie de acuerdo con las presiones a que se ve sometido. Por consiguien­
te, el hecho de tener unos cuantos planetas en Virgo tenderá a aumentar tanto la
mutabilidad como la terrenalidad del horóscopo.

Libra

Elemento: aire
Cuadruplicidad: cardinal
Polaridad: positivo
Regente: Venus y diversos asteroides

Con Libra entramos en la segunda mitad del zodíaco. En la primera, los signos
trazaban la formación del individuo, partiendo de la primera afirmación de la
individualidad en Aries para llegar al individuo completo en Leo y concluir en
Virgo con la primera toma de conciencia de una necesidad externa a la que debe
someterse de alguna manera la desenfrenada individualidad.
En la segunda mitad del zodíaco el individuo aprende a relacionarse con la
realidad y el orden social que lo trascienden y a integrarse en ellos. Esta mitad
del ciclo va desde Libra (que significa la primera y la más simple de las rela­
ciones interpersonales, la confrontación íntima de dos personas) hasta Piscis
(donde el individuo socialmente integrado se enfrenta con algo que trasciende
la sociedad y la realidad tal como normalmente se las concibe: la unidad místi­
ca del universo).
Hasta cierto punto, cada signo de la segunda mitad es un paralelo de su sig­
no opuesto en la primera mitad, y lleva a la práctica en un nivel social aquello
que comenzó su signo opuesto en un nivel personal. Pero no debemos dejarnos
entusiasmar por esta idea. Cada signo posee además una individualidad propia
que en muchos casos no da la impresión de que se derive del hecho de ser el
complemento social de su signo opuesto.
Así sucede con Libra. Aunque es el signo donde el individuo se acomoda
por primera vez a otro en una relación de persona a persona, también es un sig­
no de evolución estética, con un fuerte amor por la belleza y la armonía. Tam­
poco es tan inmaduro con respecto a la integración social del individuo como lo

246
es Aries con respecto a la formación del individuo. Tenemos que recordar que
Aries es el primer signo de fuego, mientras que Libra es el segundo signo de
aire. Así pues, en el ciclo de evolución del aire, Libra está más lejos que Aries
en el ciclo del fuego. Libra es hábil para tratar con los demás, tiene un conoci­
miento muy desarrollado del arte de desenvolverse bien, y con frecuencia es ca­
paz de salirse con la suya mientras da la impresión de estar cediendo. Se nota a
menudo que es el signo de Venus, la diosa de la dulzura y la belleza, pero no se
muestra con tanta frecuencia como un signo cardinal y positivo. Es un maestro
cuando se trata de tomar la iniciativa de tal manera que los demás no se den cuen­
ta de que alguien la ha tomado.
Al ser el signo de la más sencilla de todas las relaciones, la que se establece
entre dos personas, a Libra le resulta difícil concebir otras maneras de relacio­
narse. Ve las cosas en forma de polaridad: yo frente a ti, esta persona frente a
aquélla, nosotros frente a ellos. Y con mucha frecuencia, el «frente a» se puede
sustituir por <�unto con». La idea central es que Libra no puede concebirse en
un vacío. El yo sólo evoluciona en contacto con otro yo. Libra necesita a alguien
con quien mantener un diálogo. Pero no por ello tiene la necesidad de someter­
se a otra persona; es más, incluso puede ser dominante.
Como le hace falta el contacto con los demás para llegar a comprenderse y
a realizarse, tiende siempre a mantener una relación de intimidad. Tan pronto
como una se acaba, otra comienza. Las personas de Libra pueden valer para las
profesiones en donde son básicos el contacto y el asesoramiento de persona a
persona, como el derecho, la psicología y cualquier otro dominio en el que se
actúe como consultor. Sin embargo, estas profesiones también requieren fuer­
tes indicaciones provenientes de otras partes de la carta.
Libra completa un proceso que se inició en Virgo, en donde uno toma con­
ciencia de las necesidades externas e intenta acomodarse a ellas, mediante una
actitud de servicio, siendo útil y aprendiendo a funcionar con la mayor eficiencia
posible en este sentido. En Libra, el individuo se enfrenta al otro como un igual.
La clave es la interdependencia, más bien que un servicio unilateral; la igualdad
en lugar de la sumisión.
El aspecto más venusiano de Libra es su interés por la belleza y el arte. Este
signo no indica necesariamente capacidad artística, pero parece que los Libra
tienen más necesidad del arte que otras personas. Les gusta la belleza, y es
posible que no sepan apreciar un arte que sea tormentoso, intensamente per­
sonal, dramático y emocional si estas características tienen primacía sobre la
belleza. Si no ha aprendido a manejarse con el contenido emocional del arte,
Libra puede quedarse simplemente en el gusto de lo bonito. Es un signo de
aire, y por consiguiente, en todos sus encuentros con el mundo, tanto en el arte
como en las relaciones, tiene dificultad para enfrentarse con los sentimientos
intensos.

247
La relación de Libra con Venus y los asteroides Ya hemos estudiado
los problemas que plantea el intento de relacionar a Venus con Tauro. Si bien
yo prefiero a este planeta como regente de Libra, debo reconocer por lo menos
una dificultad. Venus es un planeta claramente negativo, yin, mientras que Li­
bra es un signo positivo, yang. En este sentido, Venus parece más adecuado para
Tauro, un signo negativo, yin. Pero no es nada excepcional que un signo tenga
un regente de diferente polaridad: pocos astrólogos dudarían al asignar a Saturno
la regencia de Capricornio, y sin embargo aquí tenemos un planeta claramente
masculino (aunque sea el más yin de los planetas yang) asignado a un signo fe­
menino (aunque con toda probabilidad sea el más yang de los signos yin). Todo
esto significa que no se puede identificar completamente a los signos con los
planetas que los rigen.
Así como Capricornio es un signo negativo sumamente yang, también Li­
bra es un signo positivo sumamente yin. En realidad estos dos signos desento­
nan tanto con sus supuestas polaridades que llegan a poner en tela de juicio el
concepto mismo de polaridad. Sin embargo, yo creo que éste es válido. Lo que
pasa es que la polaridad se refiere a un atributo bastante específico del signo, y
no a la suma de todos sus atributos.
Como ya he dicho, Zipporah Dobyns asigna los asteroides Palas y Juno a
Libra. La diosa Palas Atenea es una luchadora y podría representar a este sig­
no, cuyas confrontaciones íntimas de persona a persona asumen la forma de pe­
leas. Pero yo no he visto a muchos Libra que obren de esta manera, salvo los
que tienen una fuerte influencia de Marte o de Plutón, y sospecho que en ellos
las características de Libra han sido anuladas.
El caso de Juno es mejor, ya que entre otras cosas esta diosa era la patrona
del matrimonio y de las esposas. El matrimonio es decididamente una relación
de Libra, pero la diosa Juno no encama algunos de los rasgos de este signo, ta­
les como el amor a la belleza, el arte y la armonía. Tradicionalmente signo de
paz, Libra no casa bien con la naturaleza astuta de Juno (o, para el caso, con la
agresividad de Palas Atenea). Pero los argumentos tomados de la mitología son
peligrosos si no los avala la experiencia. Por eso se ha de permitir que su reso­
lución se derive de la observación de los efectos astrológicos.

El efecto de Libra sobre los planetas Es obvio que los planetas en Libra
incrementan las características aéreas y cardinales de una carta. Además, este
signo es más favorable para los planetas orientados hacia las relaciones y que son
de naturaleza generalmente pacífica. Libra funciona peor con los planetas indi­
vidualistas, como Marte, que en este emplazamiento no sabe si andar en solita­
rio y vivir a su manera o si intentar entenderse con los demás al estilo de Libra.
Indica alguien que probablemente establecerá relaciones personales de intimidad
de tipo combativo.
Aunque es bastante extraño que Libra sea el signo tradicional de la exalta-

248
ción de Saturno, en ello hay algo de apropiado. Saturno no es, por supuesto, un
planeta muy predispuesto a las relaciones, pero tampoco es tan individualista.
Su papel consiste en recordarle a uno su conexión con el mundo social en sen­
tido amplio. Saturno se relaciona con Libra en la medida en que representa las
obligaciones y los deberes en una relación. Hace desaparecer los aspectos frí­
volos de Libra, y deja los serios.
Los tránsitos recientes de Neptuno (1941-1956), Urano (1968-1975) y Plu­
tón (1970-1984) por Libra parecen simbolizar los cambios que se han ido pro­
duciendo en nuestro concepto del matrimonio. Neptuno creó una idealización
casi irrealizable de la relación de pareja al tiempo que eliminaba muchas de las
restricciones sociales asociadas con ella. La generación que tiene a Neptuno en
Libra es la responsable de la difundida aceptación social de la convivencia ex­
tramatrimonial, así como de la creciente respetabilidad de las relaciones homo­
sexuales. Urano y Plutón han estado en Libra durante la época adulta de los na­
cidos con Neptuno en este signo, y esto describe bien la realización de lo que se
anunció durante el tránsito de Neptuno por Libra. Urano, que simboliza la re­
volución, y Plutón, que simboliza la ruptura, apuntan a las crecientes cifras de
divorcio y a la tendencia a contraer varios matrimonios. Claramente, de estos
tránsitos está surgiendo una nueva visión de las relaciones humanas.
En general, los planetas en Libra encaminan los problemas relacionados con
ellos hacia las relaciones y la armonía con los demás. Al mismo tiempo, tien­
den a funcionar de una manera más ligera y no tan seria como en otros signos
(especialmente en Escorpio, el signo siguiente).

Escorpio

Elemento: agua
Cuadruplicidad: fijo
Polaridad: negativo
Regente: Plutón (tradicionalmente, Marte)

Escorpio es uno de los signos peor entendidos del zodíaco, y uno de los que tie­
nen peor reputación. Por más que tenga que ver con asuntos muy serios, no se
merece la mayoría de las cosas negativas que se han dicho de él. Y en realidad,
puede ser muy positivo.
En cuanto a la polaridad con su signo opuesto, parece que Escorpio tuviera
muy poco que ver con Tauro. En cierto sentido, es más bien una prefiguración de
Piscis. Representa el primer enfrentamiento del ego con la muerte. Completa el
proceso que se inició en Libra, donde el individuo entraba en un diálogo con otra
persona, pero ambos seguían siendo entidades aparte. En Escorpio los dos se fun­
den en uno en el nivel emocional, y esta es la primera forma de muerte del ego.

249
Aunque lo dicho sitúe a Escorpio en el esquema de los signos, no constitu­
ye su esencia, que es la transformación, una transformación inherentemente
mística. No es el misticismo cristiano, que es sobre todo espiritual, ascético y
negador del propio yo, sino un misticismo que ve el poder de la transformación
operando en la realidad cotidiana. En vez de negar el universo físico para tras­
cenderlo, Escorpio se sumergirá en su condición física e incluso se anegará en
ella para así trascenderla.
Es el primer signo que tiene conciencia de las alturas y los abismos del uni­
verso. Como siente la naturaleza relativa de todas las cosas, declarará sin res­
tricciones que no hay diferencia entre el bien y el mal, y el resultado será que se
lo interprete mal. Escorpio ve la vida como una serie de muertes y resurreccio­
nes, y en vez de empeñarse en evitar estas vivencias, se precipita de cabeza en
ellas para experimentar la revivificación que producen.
En un nivel ordinario, esto se manifiesta como la vocación de Escorpio por
vivir intensamente. Nada se ha de hacer de forma superficial. Es mejor tener
una vivencia completa de algo que una superficial de muchas cosas. Es obvio que
es un signo dramático, al que le fascina la emoción, aunque tome la forma del
dolor provocado por sus propias vivencias. Para Escorpio es mejor sentirse mal
que no sentir nada.
Además, le encantan los misterios. Disfruta excavando en las profundidades
de un problema o de una persona para ver qué sucede dentro. Como consecuen­
cia, se asocia a este signo con la investigación, la indagación y la psicoterapia,
y con la última por dos razones: ahondar en lo psíquico y tener la oportunidad
de ayudar a los demás a transformarse interiormente.
Ya sea con ánimo crítico o por envidia, se dice con frecuencia que Escorpio
es un signo sumamente sexual. Pero si uno se refiere al simple placer del sexo,
Escorpio no va necesariamente por esa vía. Más aún, es capaz de privarse com­
pletamente de actividad sexual, y sin embargo, hay una relación entre este sig­
no y la sexualidad. No es la búsqueda del placer lo que lleva a Escorpio a lo se­
xual, sino la búsqueda de trascendencia. El orgasmo ofrece una de las pocas
experiencias de muerte del ego y trascendencia del yo accesibles al ser humano
común y corriente. Y también es una de las pocas experiencias en las que se tie­
ne la vivencia simultánea de la muerte y la suprema gratificación del ego, algo
característico de Escorpio, que no siente tanto como los otros signos la necesi­
dad de establecer una separación entre las dos. Para un escorpiano, por más
atractiva y sexualmente atrayente que sea su pareja en otros aspectos, el amor
que no contiene elementos dramáticos y de intensidad emocional no durará.
Aunque este retrato es fundamentalmente fiel a la naturaleza del signo, no
es una imagen del todo exacta del Escorpio típico. Más que la mayoría de los
otros nativos, los de Escorpio tienden a tener un aspecto común y corriente, y
es fácil pasarlos por alto... mientras no haya una confrontación. Entonces uno
descubre que, a muy corta distancia de Tauro, Escorpio es el segundo signo más

250
fijo del zodíaco, y es el único signo de agua que se avendrá a pelear. En reali­
dad, gozará incluso con la pelea, porque es otra manera de disfrutar de una ex­
periencia cumbre. La guerra continúa existiendo en parte porque permite que la
gente viva al máximo de sus capacidades, algo que al Escorpio le gusta espe­
cialmente. Como buen signo de agua es sensible, y es fácil que lo hieran, pero
a diferencia de Cáncer y Piscis, cuando se sienta herido peleará, a menudo con
fiereza.
La dificultad más destacada de Escorpio con los demás está en la altura y la
profundidad de su entendimiento. Las emociones que siente suelen ser suma­
mente primitivas y no se prestan a la comunicación verbal ni al análisis intelec­
tual. Además, gran parte de su conocimiento no es fácil de comunicar porque
va más allá de la comprensión de la mayoría de la gente. Con frecuencia, cuando
Escorpio trata de comunicar lo que ve, entiende o siente, los demás lo interpre­
tan muy mal, de modo que tienden a guardar silencio porque el malentendido
resultante en este caso es mejor que el que se origina en un fracaso de la comu­
nicación. Los Escorpio poco seguros de sí mismos pueden reaccionar ante las
malas interpretaciones culpándose y llegando a la conclusión de que, interior­
mente, algo anda muy mal en ellos. Bajo la carga de un sentimiento de deca­
dencia y corrupción internas, no se dan cuenta de que los «malos» pensamien­
tos que ellos albergan también los tienen muy a menudo los demás, aunque no
tan intensamente. De ahí la fama de reserva de este signo.
Todo esto puede dar como resultado que Escorpio parezca meditabundo e
inmerso en sí mismo. Como se trata de un signo fijo, en él ni los sentimientos
positivos ni los negativos se extinguen rápidamente, y por ello muchos astrólo­
gos lo han descrito como un signo vengativo, que cultiva durante mucho tiem­
po sus resentimientos. Pero también es lento para enojarse. Si no lo hieren re­
petidas veces o no lo hacen objeto de insistentes insultos, Escorpio no es más
vengativo ni más rencoroso que cualquier otro signo.

La relación de Escorpio con Plutón y Marte Escorpio y Plutón están en


buena armonía. Ambos son símbolos de muerte y resurrección, y de transforma­
ciones importantes en general. Y los dos tienen que ver con los tipos de trans­
formación que se producen por obra de los procesos inherentes a todo aquello
que se transforma. Ambos son símbolos de introversión, y se los encuentra en
personas a quienes les interesa su estado interior y que sienten intensamente las
experiencias internas.
La principal diferencia entre estos dos símbolos es de grado. Plutón, un sím­
bolo planetario, es mucho más intenso, y de esta intensidad obtiene una mayor
conexión con el poder. Es mucho más probable que un plutoniano desee el po­
der, y no un Escorpio. Pero en ambos casos, sea cual fuere el poder que pueda
obtener, el nativo está en peligro, a menos que sólo lo use en beneficio de algo
más grande y que lo trascienda.

251
Marte era el regente tradicional de Escorpio antes de que se descubriera a
Plutón, pero esta es una de las peores afinidades entre signo y regente. Marte es
fogoso, extravertido y abierto; Escorpio es sutil y reservado. Ambos símbolos
indican agresividad, pero la de Marte es una confrontación directa, mientras que
probablemente la de Escorpio será tortuosa. Marte libera rápidamente su ener­
gía, y Escorpio lo hace con lentitud.
Pero además parece que desde la antigüedad haya habido algún cambio en el
significado de Escorpio. En los textos antiguos, especialmente en el Astronomi­
con de Manilio, se describe a Escorpio como más marciano de lo que es ahora.
No es necesario que aceptemos el zodíaco sideral para darnos cuenta de que los
signos tropicales pueden cambiar lentamente de significado a lo largo del tiempo.
Lo único que necesitamos es reconocer que las· diferentes culturas ven los símbo­
los de distinta manera. Escorpio es ahora mucho más plutoniano que marciano.

El efecto de Escorpio sobre los planetas Cualquier planeta en Escorpio


puede convertirse en agente de la transformación del individuo. En este signo,
los planetas operan con intensidad, generalmente con intensidad emocional. Los
planetas de aire, como Mercurio no funcionan bien en Escorpio, porque el ca­
rácter emocional del signo impide que haya el desapego necesario para su fun­
cionamiento. Por otro lado, la tendencia escorpiana a personalizar todas sus vi­
vencias funciona mal con los planetas sociales. Así, Venus en Escorpio, sin
tener problemas graves, de todos modos es menos capaz de mantener el desa­
pego o la objetividad en las relaciones en que pueda comprometerse.
De la Luna se dice a menudo que está gravemente debilitada en Escorpio, pero
yo no me inclino a coincidir con tal idea. En esta posición, puede ser difícil de
entender para los demás, pero por lo menos está en contacto con sus propios sen­
timientos. Y ciertamente no es una Luna que se incline a reprimir las emociones.
Varios planetas en Escorpio aumentarán tanto el carácter emocional como
la obstinación en la carta. Tal vez el nativo no comunique los problemas aso­
ciados con estos planetas con tanta claridad como los demás desearían, pero ge­
neralmente él los ve tal como son.

Sagitario

Elemento: fuego
Cuadruplicidad: mutable
Polaridad: positivo
Regente: Júpiter

Con Sagitario entramos en la etapa del desarrollo simbolizada por los cuatro úl­
timos signos. Como usted recordará, los signos que van de Aries a Cáncer se

252
relacionan con la evolución del individuo como tal, y los que van de Leo a Es­
corpio, con la evolución del individuo frente a los demás en las relaciones per­
sonales.
Los cuatro últimos signos describen la integración del individuo en la so­
ciedad como un todo. Aquí el término «sociedad» tiene un significado mucho
más abstracto que en el segundo grupo de signos. El individuo se relaciona no
sólo con las personas a quienes conoce, sino también con la trama misma del
orden social, de la que no siempre es posible tener una vivencia personal.
El concepto clave de Sagitario es el del individuo que se enfrenta con un
contexto social y aprende a entenderlo y a expresar en él su voluntad. Es el más
avanzado de los signos de fuego, y la expresión de la voluntad en él debe tras­
cender la expresión puramente personal de sí mismo. Sin embargo, por ser el
primero de los cuatro signos sociales, es el más ambivalente en su relación con
el orden social. Valora la libertad personal y la expresión de sí mismo tanto como
cualquier otro signo de fuego, y por lo tanto puede tener problemas para adap­
tarse a las restricciones del orden social en sentido amplio. Sin embargo, es un
signo incapaz de eludir su relación con la sociedad, y por eso busca un papel so­
cial que le permita expresarse al máximo y al mismo tiempo hacer algo social­
mente útil. Sagitario está asociado con el idealismo, con las personas que no
pueden aceptar el orden establecido y quieren reformar la sociedad. Pero, ambi­
valente como es, simboliza también a aquellos que actúan como portavoces del
orden social y lo mantienen intacto.
En cualquiera de los dos casos, la relación del individuo con la sociedad es
bastante abstracta. A Sagitario le interesan más los principios y las pautas gene­
rales que los detalles de su puesta en práctica. Recuerde la relación de Aries con
Tauro, en la que Aries funciona como la voluntad abstracta e incorpórea que re­
cibe su cuerpo físico en Tauro, el signo de tierra. Sólo mediante el encuentro
con el principio de tierra puede manifestarse la voluntad de Aries. De modo si­
milar, Sagitario enuncia los principios de cohesión social aunque él mismo sea
ambivalente respecto de su relación con la sociedad, y luego Capricornio bus­
ca la manera de llevar a la práctica tales principios.
Como a otros dos signos mutables, en la bibliografía más antigua a Sagita­
rio se lo solía considerar un signo dual. La dualidad no es un concepto espe­
cialmente fecundo para explicar a Géminis o a Piscis; lo es más con Sagitario,
que se siente ambivalente con respecto a su emplazamiento en el esquema del
zodíaco, y por eso hay dos tipos distintos de sagitarianos. (En los viejos libros
se asociaba a estos tipos con la primera y la segunda mitad del signo, pero yo
no considero fiable esta asociación.)
El primer tipo es una personalidad clásica de signo de fuego, amante de la
libertad. Este Sagitario está ávido de espacio para moverse y de libertad para
expresarse. Generalmente es exuberante y simpático, pero no del todo fiable
cuando se trata de mantener acuerdos. Tampoco es demasiado coherente, sino

253
sumamente mutable. Aunque este signo va mucho más allá que Libra, se resis­
te a atarse en sus relaciones, y no porque prefiera estar solo, sino porque desea
ser libre de relacionarse con quien sea, donde sea, sin límites impuestos por la
convención social. Le encanta encontrarse con experiencias nuevas y no se sien­
te especialmente atado a la tradición.
El segundo tipo de Sagitario se integra con éxito en el orden social y le preo­
cupa la trama de este orden. Tiene necesidad de estudiarlo todo en el mundo
para poder relacionar cada parte con todas las demás. Así, es probable que le
atraigan las ciencias, la filosofía, la religión o cualquier otra disciplina que re­
vele la recíproca conexión de todas las cosas. Le interesa la sabiduría, y la pre­
fiere al mero conocimiento: una idea es buena sólo en la medida en que ayuda
a entender el mundo y nos permite vivir con más eficacia en él. Pero (y esto es
válido para ambos tipos de Sagitario), es probable que sus ideas sigan siendo
abstractas. Ninguno de los dos tipos disfruta trabándose en lucha con los deta­
lles que implica llevar a la práctica lo que entiende, pero el segundo está más
dispuesto a hacerlo. Aunque este tipo es también muy mutable, en la medida en
que se adapta a la adversidad en lugar de enfrentarse con ella, es mucho más
coherente que el otro.
Ambos tipos disfrutan de los viajes, a los que ven como una forma de ex­
pandir la conciencia, y a la vez como una liberación de las restricciones de la
vida cotidiana. También ambos son idealistas, pero al segundo le resulta más
fácil separar lo real de lo ideal.
No hay manera de saber a partir del horóscopo con qué tipo estamos tratan­
do, porque en realidad son dos fases en el desarrollo de un tipo único. El Sagi­
tario de la primera clase puede evolucionar hasta convertirse en el segundo si
las influencias ambientales lo permiten. Un Saturno fuerte puede ser causa de
que el primero se convierta tempranamente en el segundo.

La relación de Sagitario con Júpiter Lo que es válido para Júpiter suele


serlo también para Sagitario. Los dos se interesan por la integración social, por
el punto de vista holista, por el derecho, la filosofía y la religión. Ambos simbo­
lizan al individuo que intenta salir de sí mismo para enfrentarse al ancho mundo.
Pero hay diferencias: Sagitario es mucho más cambiante que Júpiter, más
amante de la libertad y más irresponsable, y es menos probable que simbolice
la adquisición de bienes materiales. Además, como es un signo (y por lo tanto
un símbolo menos poderoso que un planeta), no es tan probable que caiga en
excesos ni que sea un indicador de derroche, desmesura o arrogancia.
Otra diferencia importante es que Júpiter tiene un aspecto de cuidado y pro­
tección mucho más fuerte que Sagitario. Este último, un signo de fuego, está
demasiado pendiente de su libertad individual y de su propia expresión como
para que realmente se sienta feliz asumiendo la responsabilidad de cuidar y pro­
teger a otras personas.

254
El efecto de Sagitario sobre los planetas Los planetas en Sagitario in­
crementan la cantidad general de mutabilidad y fuego en una carta, e indican un
deseo de libertad. Sagitario se lleva muy bien con Marte, Urano y el Sol, que
actúan con rapidez, son enérgicos y no se resisten al cambio. Mercurio, que tra­
dicionalmente está en detrimento en Sagitario, no parece estar tan mal allí; su
principal dificultad es que pierde la capacidad de obrar con precisión y de ocu­
parse del detalle.
Evidentemente, Sagitario tiene cierta incompatibilidad con Saturno. Hace
que éste intente interesarse por ideas amplias y globales, que de todas maneras
siguen generándose en el minucioso y detallado enfoque saturnino. Pero esto
no es un problema grave a menos que Saturno ocupe un lugar muy destacado en
la carta.
Los planetas con un fuerte componente emocional quizá no tengan dificul­
tades en Sagitario, pero no operan de manera totalmente acorde con su natura­
leza. Venus, por ejemplo, se muestra renuente a establecer relaciones vinculan­
tes. No es que no se interese por lo sexual, pero tiende a preferir la amistad a un
vínculo sexual más convencional. La Luna funciona bastante bien, pero no pa­
rece mucho una Luna: por ejemplo, no hay tanto gusto por la tradición ni el
mismo contacto con las propias raíces.
Neptuno, que está en Sagitario cuando escribo esto (1980), ha estimulado
más allá de todo límite el aspecto idealista del signo. En coincidencia casi exac­
ta con su llegada a Sagitario, en 1970, se inició el florecimiento de gurus y cul­
tos característico de esa década.

Capricornio

Elemento: tierra
Cuadruplicidad: cardinal
Polaridad: negativo
Regente: Saturno

Capricornio tiene poco de la ambivalencia de Sagitario. De orientación muy so­


cial, se siente totalmente cómodo en un contexto definido por su entorno social.
Aunque de polaridad negativa, está lejos de ser pasivo. Puede permitir que el
mundo exterior defina sus criterios referentes a lo que es y no es real, impor­
tante y aceptable, y una vez que ha aceptado estas definiciones y que se ha enor­
gullecido incluso de aceptarlas, se dedica con entusiasmo a jugar la partida de
acuerdo con esas reglas.
Para comprender de verdad a Capricornio es necesario comprender el con­
junto de los símbolos que, en el horóscopo, representan al padre, y del cual este
signo forma parte. Capricornio está sometido en grado sumo a la influencia de

255
figuras de autoridad y a la de quienes pretenden tener un conocimiento univer­
salmente aplicable (es decir, objetivamente real). Tiende a poner bastante poco
énfasis en su punto de vista subjetivo. Sin embargo, y aquí hay una manifiesta
contradicción, evita las abstracciones que no es posible llevar a la experiencia.
A Capricornio le interesa tener una idea objetiva de la verdad, pero que al mis­
mo tiempo se pueda experimentar. De este modo llega a una idea de la verdad
a la que confiere una realidad absoluta.
Y la verdad debe ser operativa, lo cual significa que Capricornio, además de
aceptar lo que la sociedad considera real, se dispone a ser eficaz en forma prác­
tica. La eficacia es algo que los capricornianos desean sobre cualquier otra cosa.
La idea de depender de los demás y de no estar bajo su propio control les ate­
rroriza. Prefieren ser ellos quienes controlen, aunque generalmente tienen de­
masiado sentido de la responsabilidad para enloquecerse por el poder.
Capricornio desea emplear las normas que le han enseñado sobre el mundo
exterior lo mejor que pueda para erigir un monumento a su propia existencia.
Quiere poder decir al mundo: «Yo hice eso, yo lo construí». Y lo que constru­
ya debe ser importante no sólo para él, sino también para el mundo cuyas nor­
mas ha intentado dominar.
No sólo durante la juventud está Capricornio particularmente sometido a la
autoridad en la determinación de sus opiniones sobre la realidad; más adelante
se convierte en la encarnación misma de esa autoridad. De nuevo tenemos la
asociación entre Capricornio y el arquetipo paterno: la energía que dice al niño
que no sólo debe estar interesado en su propia vida, sino que también debe lle­
gar a entenderse con lo que existe fuera y más allá de él. Así como Cáncer es el
signo que manifiesta el sistema de apoyo del niño, Capricornio es el signo que
manifiesta la energía que lo empuja a salir del hogar y aventurarse en el mundo.
Tanto Sagitario como Capricornio pueden adoptar el papel de representantes
del orden social, pero difieren en la forma de hacerlo. A Sagitario le interesan
los principios unificadores de la sociedad y las teorías de la integración social.
Es frecuente que desee entender sin otra meta que la expansión de su propia
conciencia (por más que no le fascinen, como a Géminis, las ideas solamente en
cuanto tales). A Capricornio, en cambio, no le interesan tanto los principios como
su puesta en práctica. Quiere saber lo que es «realmente real», no lo que es teó­
ricamente verdad. Le importan más los detalles del orden social que su carácter
general.
Podríamos considerar que Sagitario es el filósofo académico del orden so­
cial y Capricornio el hombre de negocios. Una vez más, el signo de tierra que
lo sigue facilita la manifestación en el plano físico de los principios del signo
de fuego.
Es obvio que Sagitario y Capricornio deberían formar equipo. Sin embargo,
su psicología es tan diferente que les cuesta llevarse bien. A Sagitario le mo­
lesta lo que para él es el tosco materialismo de Capricornio, y a éste le molesta

256
la tendencia de Sagitario a perderse en aéreas abstracciones evitando la respon­
sabilidad de tratar con el mundo «real». Sin embargo, cuando consiguen llevar­
se bien, la combinación del entendimiento de Sagitario con la efectividad prác­
tica de Capricornio es verdaderamente impresionante.
El único problema grave de Capricornio es que está tan empeñado en ser
eficaz en el mundo «real» que no le resulta fáci: jugar. Para él, una actividad sólo
es justificable si es importante. Esto lo lleva 1 ser exageradamente serio y a ra­
cionalizar. Puede haber algo que Capricornio haga con verdadero placer, pero
si sólo es placentero no le basta. Tiene que estar seguro de que, además de pla­
centero, es socialmente importante. Por lo tanto -tal es su razonamiento- él tiene
más derecho a lo que le proporciona placer del que tienen otros a sus diversio­
nes menos «importantes». A Capricornio le gusta darse palmaditas en la espal­
da por «cumplir con su deber» cuando en realidad sólo está haciendo algo que
le gusta. Con frecuencia, identifica el juego con el trabajo.
A pesar de su naturaleza seria, este signo ha producido una abundante co­
secha de humoristas. El humor es generalmente de un tipo seco y autocrítico más
bien que juguetón, y esta es probablemente la manera que tiene Capricornio de
mantener un sano equilibrio ante su tendencia a buscar lo importante.

La relación de Capricornio con Saturno Son muy similares. Ambos pug­


nan por alcanzar logros materiales, y muestran un intenso interés por el reco­
nocimiento social. Los dos son símbolos de abnegación y de la postergación de
gratificaciones inmediatas en favor de necesidades a largo plazo. Ambos están
fuertemente conectados con el padre y con todos los símbolos de autoridad y
control, y son muy disciplinados. Pero, en general, Capricornio se parece más a
un Saturno positivo: no es tan represivo como el planeta.
En realidad, las principales diferencias entre Capricornio y Saturno son de
fuerza y de grado. Es decir que si Saturno está en aspecto con un planeta, el efec­
to es mucho más poderoso que si este planeta está en Capricornio. Estar en Ca­
pricornio casi nunca significa una negación grave de la energía de un planeta en
la forma en que puede significarlo estar en aspecto con Saturno. Capricornio
sólo puede convertirse en una influencia tan difícil como la de Saturno en una
carta con una pesada carga de tierra y agua y con los signos y planetas de fue­
go inactivos.

El efecto de Capricornio sobre los planetas Los planetas en Capricornio


tienden a incrementar la orientación del nativo hacia la realidad y pueden limi­
tar su capacidad para salirse del punto de vista social en el que lo educaron. Por
ello, en este signo funcionan mejor los planetas que no se interesan especial­
mente por la libertad y la innovación. Para Urano, es probable que no sea Ca­
pricornio el mejor de los emplazamientos, ni tampoco para Júpiter, aunque he
observado que esta última combinación no es tan tensa como Saturno en Sagi-

257
tario. Es frecuente que a Júpiter le encante prestar atención al logro de una im­
portante posición social.
Algunas autoridades en la materia opinan que Júpiter en Capricornio puede
significar problemas con el padre. Pero yo no creo que Júpiter, que permanece
un año en cada signo, pueda echar a perder todo un año de relaciones de los hi­
jos con sus padres por el simple hecho de estar en Capricornio. Por supuesto
que la relación padre-hijo puede tensarse si Júpiter en Capricornio es dominan­
te también en otros aspectos. Mi propia sensación es que se trata de una de esas
discusiones tan sutiles que no es posible zanjarlas.
De Marte se dice que está en exaltación en Capricornio. Esto no es del todo
coherente, ya que nadie podría esperar que la combinación de las energías mar­
cianas con las saturninas de Capricornio fuera fácil. Sin embargo, parece que en
este signo la energía marciana se viera más bien disciplinada que bloqueada. En
Capricornio, la energía de Marte se aparta de su estrecha orientación hacia el
ego y recibe una base social más amplia, de modo que es más probable que los
demás respeten sus intenciones.
Los planetas sumamente emocionales no funcionan bien en Capricornio, por­
que este signo tiende a reprimir la emoción en aras de la disciplina. La Luna se
encuentra aquí en una situación particularmente difícil, porque Capricornio no
le permitirá que disfrute dependiendo de los demás, un modo de relación que en
algún momento de la vida es absolutamente esencial para la Luna.
Tampoco es el mejor lugar para Venus, porque es probable que sus criterios
emocionales a la hora de elegir se encuentren subordinados a criterios prácti­
cos. Venus en Capricornio puede indicar también una atracción por las perso­
nas mayores, que pueden servir tanto de figuras de autoridad como de amantes.
Sean cuales fueren las inclinaciones normales de un planeta, en Capricornio
se ven sometidas a consideraciones prácticas y deben ponerse al servicio de la ne­
cesidad de eficacia del signo. Si esto no se consigue, su forma de funcionar es
ambigua y por lo tanto tensa. ¡Cómo debe ser, pues, Neptuno en Capricornio!

Acuario

Elemento: aire
Cuadruplicidad: fijo
Polaridad: positivo
Regente: Urano (tradicionalmente, Saturno)

Con Acuario entramos en el último par de signos, que completa la evolución del
individuo arquetípico. En Aries empezamos por la afirmación más puramente
individualista del yo. Tras haber ido construyendo los diversos aspectos del yo,
y luego socializándolos, llegamos a Acuario, donde la socialización se completa.

258
Acuario es el signo del individuo como unidad cooperativa del grupo. Es un
signo en el que, al menos teóricamente, el ego individual y sus necesidades se
subordinan a las de la unidad social más amplia de la que el individuo forma par­
te. Digo teóricamente porque lo que en realidad sucede suele ser muy diferente.
Es verdad que Acuario está en su elemento formando parte de alguna clase
de grupo social, así como Libra lo está formando parte de una pareja. Los acua­
rianos son gregarios y disfrutan con las interacciones sociales. Valoran las amis­
tades y respetan lo que se puede lograr mediante el esfuerzo del grupo. Es como
si para ellos ninguna actividad tuviera sentido si no posee una dimensión social.
Pero así como Libra tiende a ser la persona dominante en una relación, Acuario
tiende a ser el miembro dominante en un grupo. Como los nativos de Libra, los
de Acuario necesitan la interacción social para definirse, pero son individuos
fuertes y con tendencia a dominar.
Para poder entender a Acuario, hay que recordar que su signo opuesto es
Leo, el signo del individuo completo, fuerte y que confía en sí mismo y en sus
propias fuerzas. El ego está totalmente desarrollado, incluso en exceso. Acuario
es el signo de la completa socialización del ego, un ego tan fuerte como el de
Leo, pero mientras que éste deriva su sentimiento del yo de una conciencia ex­
clusiva de sí mismo, la conciencia de sí que tiene Acuario proviene del grupo,
cuyos intereses identifica como propios. Leo dice: «Yo soy grande y magnífico
en mí mismo», y Acuario dice: «Yo no soy nada más que la encarnación de lo
que quiere la sociedad». Dicho de otra manera, cuando Leo es egotista lo es
abiertamente; en cuanto a Acuario, es más probable que sea un egotista encu­
bierto. Esto no quiere decir que todos los nativos de este signo sean egotistas,
sino simplemente que los acuarianos derivan su sentimiento del yo de una iden­
tificación con algo exterior a ellos mismos.
Paradójicamente, este signo de orientación social puede producir pensadores
radicales o innovadores que parecen sumamente individualistas y autosuficien­
tes, y que dan la impresión de no necesitar para nada la aprobación de la socie­
dad. Pero de hecho, aun cuando el radical o el reformador acuariano no nece­
site estar vinculado con la sociedad como un todo, necesita siempre algún tipo
de grupo con el cual identificarse. Generalmente, ese grupo se considera, como
encarnación de la sociedad, más válido que el orden social vigente. Además, la
mayoría de los ideales radicales de Acuario tienen consecuencias sociales. Este
signo no se conforma simplemente con perfeccionarse; su deseo es perfeccio­
nar a toda la sociedad. Ama intensamente la libertad, pero se trata de la libertad
de cambiar la sociedad entera para que se convierta en lo que él piensa que debe
ser. No es feliz dejando que los demás sean libres si la idea de libertad de ellos
difiere de la suya. Después de todo, es un signo fijo, y por más radicales (o, para
el caso, por más convencionales) que sean sus ideas, una vez que ha llegado a
ellas no es fácil que las cambie.
Uno de los verdaderos problemas de Acuario proviene a la vez de su orien-

259
tación social y de su condición de signo de aire. Los acuarianos tienden a tener
fuertes ideales sociales respecto de cómo debe ser la gente, pero no se relacio­
nan fácilmente con los demás como individuos, salvo quizás en la medida en
que éstos encarnen problemas sociales. Acuario es el signo del humanitario que
ama a toda la humanidad, pero a ningún ser humano individual. Por ser un sig­
no de aire, no se encuentra especialmente cómodo en el dar y recibir emocional
que implica una relación personal de intimidad. Los acuarianos se sienten más
a gusto con la amistad que con el amor.
Me he detenido en los aspectos problemáticos de Acuario para contrarres­
tar la propaganda en la bibliografía astrológica más reciente sobre la inminen­
cia (o la presencia, según a quién leamos) de la Era de Acuario, en la cual todos
los males sociales de la Era de Piscis se repararán milagrosamente. Si la era que
se avecina es realmente acuariana, puede ser una época en la cual se arranquen
despiadadamente y de raíz las consideraciones individuales, los vínculos de amor
emocional y los lazos de la tradición, en favor de diversos órdenes utópicos
concebidos por completo en la mente y donde no tenga nada que ver el corazón.
Sin embargo, Acuario posee muchos puntos fuertes. Al ser un signo de aire,
tiene una visión de las cosas desapegada e imparcial. Se preocupa auténtica­
mente por el bien de todos, y no sólo por el propio. Es un signo idealista, con
un fuerte compromiso con sus creencias. Además, está excepcionalmente libre
de restricciones impuestas por el pasado y por la tradición (un atributo que tie­
ne sus lados buenos y malos).
El principal fallo de Acuario es que se compromete con la sociedad, algo
que de hecho no es más real que el individuo. En realidad, es menos real: la so­
ciedad no es sino un grupo organizado de individuos. Y el nivel de organización
existente no es aún lo bastante complejo para que alguna sociedad llegue a te­
ner una existencia orgánica propia. Es decir que una sociedad no es un ente vi­
viente de la misma manera que lo es un individuo. Si consideramos la sociedad
como una entidad válida necesaria para el mantenimiento de la vida humana, la
identificación del acuariano con alguna forma de orden social es válida. Pero si
la vemos como una entidad abstracta sin ninguna existencia orgánica real, esta
identificación es dañina. Corresponderá a Piscis lograr la verdadera y univer­
salmente válida identificación con algo que va más allá del yo.

La relación de Acuario con Urano y Saturno En mi opinión, Acuario y


Urano constituyen uno de los peores paralelos entre signo y regente. Urano tras­
ciende lo social y el ego. Sumamente individualista, llega incluso a ser antisocial
en muchas ocasiones. Más auténtico amante de la libertad que Acuario, está más
dispuesto a conceder libertad a las ideas diferentes de los demás. Y mientras que
Acuario es fijo, Urano es inestable y mutable, y necesita de un cambio constante.
Hay, sin embargo, ciertas similitudes. Tanto Acuario como Urano son de aire,
aunque yo creo que el planeta tiene también algo de fuego. Ambos se inclinan

260
hacia las ideas radicales e innovadoras. Los dos tienden a ser despiadados e in­
sensibles en su persecución de lo correcto, y ninguno es un símbolo especial­
mente emocional ni cálido.
Hay también un lado saturnino en Acuario. Saturno, su regente tradicional,
es mucho más fijo que Urano. De una manera que en éste no se da, Saturno está
más orientado hacia la sociedad, por oposición al individuo. Igual que Acuario
y Urano, no se entiende bien con las emociones. Pero Saturno es por lo demás
muy terreno, y no se complace en las abstracciones en la misma medida que
Acuario y Urano. Parece como si el simbolismo acuariano reflejara una mezcla
de Saturno y Urano, en vez de ser un reflejo del uno o el otro.

El efecto de Acuario sobre los planetas Este signo es más benéfico para
las energías planetarias que son de aire y/o tienen una orientación social. El aé­
reo Mercurio y el socialmente orientado Júpiter están bien emplazados en Acua­
rio, así como Saturno, por las razones que ya he expuesto.
Aunque el Sol está tradicionalmente en detrimento o exilio en Acuario, no
parece que se encuentre aquí con ningún problema grave, aunque por supuesto
no se le permite una expresión tan centrada en sí mismo. Lo mismo vale para
Marte, que aunque no está especialmente mal emplazado en Acuario, sí tiene en
este signo una expresión más social que en otros emplazamientos.
Los planetas emocionales como Venus y la Luna tienen más dificultades en
Acuario. Venus tiende en este caso a la camaradería más que al amor, y la Luna
se ve presa de una pugna entre su emotividad natural, su apego al pasado y a lo
que es familiar, y la sequedad emocional del signo. Una Luna en Acuario pue­
de o no estar perturbada, pero no es casi nunca una Luna típica.

Piscis

Elemento: agua
Cuadruplicidad: mutable
Polaridad: negativo
Regente: Neptuno (tradicionalmente, Júpiter)

Con Piscis se completa el ciclo: el individuo arquetípico ha llegado a la etapa


final de su evolución. Esto, sin embargo, no se ve con claridad en las descrip­
ciones tradicionales del signo. Así como hemos insistido en algunos de los as­
pectos más negativos de Acuario para equilibrar el material excesivamente
acrítico que se ha escrito sobre él, con Piscis debemos hacer lo opuesto. He ob­
servado que, de todos los tipos del zodíaco, con la excepción posible de Virgo, los
Piscis son los que tienen la peor imagen de su signo. Esto se debe a los escritos
astrológicos, y no a los fallos intrínsecos de las personas de este signo.

261
El problema no reside en que sea un signo débil, insulso o falto de energía,
sino en que simboliza la etapa más difícil de la evolución humana, la trascen­
dencia del yo. En este aspecto, Piscis continúa el proceso que se inició en Acua­
rio, pero con una diferencia.
En Acuario el yo está sumergido en -o, dicho con más precisión, identi­
ficado con- el grupo social, lo que con frecuencia da como resultado un ego
envanecido que se disfraza de humilde. Y, tal como he señalado al hablar de
Acuario, es cuestionable que el grupo social al que uno pertenece sea una enti­
dad superior a uno mismo.
Piscis no se subordina a un grupo social, sino al universo mismo y a lo que
lo mueve. Sea lo que fuere lo que uno sienta sobre Dios, hay algo que hace que el
universo (en latín, lo «convertido en uno») sea una Unidad. El ego -nacido, evo­
lucionado, completado y socializado a lo largo de los demás signos- se entrega
ahora, en Piscis, a algo superior. Los sistemas personales de la realidad, las ideas
personales del bien y el mal, han de subordinarse ahora a Lo Que Es. En el len­
guaje del misticismo, Piscis simboliza la entrega del alma a Dios. Sin embargo,
son pocos los individuos que lo logran. Es algo difícil de realizar a medias, y
una entrega incompleta de sí mismo puede llevar al desastre.
Hay otro aspecto de Piscis que es preciso entender: es a la vez un final y un
comienzo. El zodíaco no es un círculo, sino una hélice, de modo que cada vez
que uno lo rodea ha cambiado además de nivel. Piscis es la última fase de cada
giro de la hélice, pero es también la fase que precede a Aries. En cuanto tal, re­
presenta la etapa previa al nacimiento de un ser nuevo. De hecho Piscis, al tér­
mino de un ciclo que indica una entrega del yo maduro, es un preludio del re­
nacimiento en un nivel superior en el próximo encuentro con Aries. Por eso se
lo puede considerar tanto como el estado de conciencia que precede al ego como
el que le sigue.
En la estructura del ego se genera la naturaleza del sistema de realidad de
cada cual. Así podemos ver que Piscis es un signo que o bien todavía no ha lle­
gado a desarrollar un sistema de la realidad, o acaba de trascenderlo (esto es lo
que condiciona el carácter altamente imaginativo del signo).
El símbolo de Piscis son dos peces que nadan en direcciones opuestas, y
como sucede con Sagitario y Géminis, a Piscis se lo considera tradicionalmen­
te como un signo dual. En él hay dos tipos de nativos: el avanzado (Piscis en la
última etapa de la evolución del ego o yo arquetípico) y el primitivo (Piscis
como simplemente la etapa previa a un nuevo comienzo en Aries).
En ninguno de los dos tipos se encuentra un ego tan fuertemente definido
como en otros signos. Por lo tanto, es menor el deseo de hacerse valer, de ser
algo en particular. Ambos tipos de Piscis son sumamente receptivos. En el tipo
primitivo esto conduce a la pasividad y la inacción, y a una actitud de víctima
porque el nativo no está dispuesto a asumir responsabilidades. En el tipo avan­
zado, es causa de un deseo de conocer la verdad en un nivel espiritual profun-

262
do, e incluso de sacrificarse por ella. Se trata de una manifestación del mártir, en
el verdadero sentido de la palabra, en cuanto opuesto a la víctima.
Como ya he dicho, o bien el sistema de la realidad no está fuertemente de­
sarrollado en el tipo primitivo, o bien el nativo se desprende de él en el tipo
avanzado, y esto le da la capacidad de contactar con realidades alternativas, de
ver aspectos del ser que otras personas consideran imposibles. El tipo primiti­
vo suele quedarse simplemente en la confusión.
Ambos tipos pueden atisbar cosas invisibles para la mayoría. Piscis está co­
nectado con la capacidad psíquica (aunque se necesita mucho más que una fuer­
te influencia de este signo para que alguien tenga dotes psíquicas, y tampoco es
necesario ser un Piscis si las otras indicaciones son fuertes). En la mayoría de
la gente de este signo, la tendencia psíquica se expresa como una sensibilidad
ante las personas que los rodean, que les permite captar con facilidad energías
e impresiones. Como Piscis tiende a tener la vivencia de estas energías como si
fueran propias, cuando son muy negativas ambos tipos tienden a debilitarse.
Para ninguno de los dos las cosas son tan claramente distintas unas de otras
como podrían serlo para otro signo. Las categorías están debilitadas. El Piscis
avanzado ve en el universo mucha más unidad que la que otros pueden percibir
de forma inmediata, mientras que, también en este aspecto, el tipo primitivo sólo
llega a sentirse confundido.
Atrapado en un mundo donde todavía no está del todo dispuesto a entrar, es
probable que el tipo primitivo busque cobijo en la fantasía, e incluso el tipo
avanzado se refugia con frecuencia en un mundo privado en el que muy pocos
son admitidos. El aire de lejanía de muchos Piscis es, en realidad, la conse­
cuencia de su hipersensibilidad.
Debido a su carencia de énfasis en el ego, es frecuente que el tipo Piscis se
sienta atraído por los servicios sociales, como cuidar de los enfermos físicos o
mentales, o de otras personas que necesitan que se las atienda. Esto puede pa­
recer similar al idealismo social de Acuario, pero en Piscis no se da la identifi­
cación del yo con el grupo que puede dar como resultado un envanecimiento
encubierto del ego. En Piscis el yo está más auténticamente subordinado.
Pero hay un peligro en la clase de servicio de este signo. Un Piscis primiti­
vo puede tratar de fortalecer un ego vacilante ocupándose de quienes a él le pa­
recen menos afortunados. El problema está en que, para mantener su posición
de primacía, estos nativos tienen que asegurarse de que las personas a quienes
están «ayudando» jamás mejoren. Esta clase perniciosa de egotismo encubier­
to es también un peligro con Neptuno.
La mayoría de estos nativos no son tipos primitivos ni avanzados, sino mez­
clas en diversos grados. Un individuo puede ser sensible y compasivo, y sin
embargo, al mismo tiempo, la víctima de las energías negativas de su entorno,
o tener conciencia de las posibilidades infinitas que hay en el universo y, no
obstante, sentirse al mismo tiempo confundido por ellas. Ya sea que se consi-

263
dere a los Piscis como seres que entran en el mundo o que salen de él, en todo
caso nunca están completamente aquí. Deben llegar a entenderse con los siste­
mas convencionales de la realidad cuando de hecho ellos pueden tener algo su­
perior: este es el dilema central del signo.

La relación de Piscis con Neptuno y Júpiter La conexión entre Piscis y


Neptuno es fuerte. Ambos son símbolos de trascendencia del ego y de unión
con el infinito. Los dos confieren además mucha sensibilidad e imaginación. Y
en ambos, la imaginación puede pecar por exceso y convertirse en ilusión y en­
gaño. Incluso los conflictos asociados con Neptuno se encuentran en Piscis.
Ambos se relacionan con el sacrificio y la condición de víctima; los dos signifi­
can con frecuencia la carencia de un ego fuerte; ambos son muy acuáticos, con
todo lo que ello implica.
No es fácil ver a Júpiter como regente tradicional de Piscis. Allí donde tan­
to Neptuno como Piscis ponen fuertemente el acento sobre la fe, Júpiter quiere
conocimiento. Donde Neptuno y Piscis tienden a retraerse y a ser pasivos, Jú­
piter suele hacerse valer e incluso ser arrogante. Quizá la principal relación sea
que Júpiter, como Piscis y Neptuno, tiene una dimensión religiosa. Esto se de­
riva directamente de la asociación jupiteriana con la integración, con la relación
entre las partes y el todo. Pero Júpiter está mucho más asociado con la teolo­
gía que con la experienciri'mística directa: es el sacerdote, más bien que el mís­
tico. Por lo tanto, aunque esté bastante bien emplazado en Piscis, tenemos que
asignar este signo a Neptuno.

El efecto de Piscis sobre los planetas El hecho de tener varios planetas


en Piscis tiende a reducir la fuerza de la personalidad, junto con incrementar su
nivel de empatía y su receptividad ante los demás. Los planetas que son suma­
mente yin suelen asumir, en Piscis, un carácter soñador y propenso a la fanta­
sía. Esto puede ser muy creativo e imaginativo, pero también puede debilitar el
vínculo del individuo con la realidad. La Luna es especialmente vulnerable a
este efecto. Venus puede volverse demasiado romántica bajo la influencia de
Piscis, pero también es capaz de la forma más desinteresada del amor.
Los que más se resienten en Piscis son los planetas relacionados con la vo­
luntad y la energía. En este signo, Marte carece de energía, y Piscis no le deja
demasiado margen para su obstinación. La gente con el Sol o Marte en Piscis
puede dedicarse con éxito a actividades que trasciendan el estrecho campo de
su individualidad. Así liberarán la energía que podría quedar atrapada en con­
flictos propios de este signo, como los que he descrito más arriba.
Saturno, debido a su fuerte -y bastante estrecha- orientación hacia la reali­
dad, tampoco tiene su mejor emplazamiento en Piscis. Júpiter, por otra parte, sea
o no el regente de este signo, se encuentra a sus anchas en él, porque deja un
margen infinito a la necesidad jupiteriana de expansión de la conciencia.

264
LA POSICIÓN MUNDANA
12
Los ángulos del horóscopo

Hemos visto de qué manera los aspectos y los puntos medios indican la inter­
acción de las energías planetarias, y cómo la posición zodiacal señala si el am­
biente cósmico de las energías planetarias favorece o no su buen funciona­
miento. En esta última parte del libro estudiaremos de qué manera la posición
mundana de las energías planetarias simboliza la orientación de éstas en la vida
y la estructura psicológica del individuo.
En el horóscopo, los indicadores fundamentales de la posición mundana son
los llamados «ángulos», es decir, el Ascendente, el Medio Cielo, el Descenden­
te y el Imum Coeli. Como usted recordará, en el capítulo 5 estudiamos los án­
gulos del horóscopo en cuanto puntos sensibles a lo largo de la eclíptica. Como
tales, pueden formar aspectos y figuras planetarias con los planetas, y de esta
manera su simbolismo se combina con el simbolismo planetario.
En este capítulo me ocuparé de los ángulos del horóscopo bajo una luz li­
geramente diferente: como indicadores, con base en la eclíptica, de las etapas
más importantes del ciclo diario. Primero nos fijaremos en cómo el hecho de
estar cerca de los ángulos fortalece a las energías planetarias. Después mostra­
ré de qué manera los cuatro ángulos forman un marco de referencia simbólico
que es básico para entender cómo están estructuradas las energías planetarias
en la vida de una persona. Esto nos conducirá a un análisis de las casas, divisio­
nes ulteriores del ciclo diario, en los capítulos restantes de este libro. Como los
detalles técnicos esenciales en lo que respecta a los ángulos del horóscopo ya
fueron considerados en los capítulos 2 y 5, aquí me centraré sobre el simbolismo.

La importancia de la angularidad

Hace tiempo que los astrólogos advirtieron que un planeta próximo a uno de los
ángulos del horóscopo se manifiesta con gran fuerza, pero sólo recientemente

267
esta observación ha contado con el respaldo de una investigación sistemática.
El propósito inicial del estadístico francés Michel Gauquelin era desautori­
zar la astrología. Tras haber realizado muchas pruebas con resultados negati­
vos, se encontró con el informe de una prueba realizada muchos años antes que
parecía demostrar que los planetas más próximos a los ángulos tienen un efec­
to fuertemente determinante en la profesión. Debido en especial al hecho de que
en esta prueba había errores de procedimiento, Gauquelin esperaba los mismos
resultados negativos que había encontrado en sus otros experimentos con la as­
trología. De ahí que se sorprendiera cuando, incluso tras haber eliminado los
errores de procedimiento, la correlación siguió siendo válida. Utilizando gran­
des muestras de personas que destacaban en diversas profesiones, comprobó
que, ciertamente, Marte tendía a estar próximo a un ángulo con una frecuencia
significativamente mayor que la aleatoria en las cartas de los campeones depor­
tivos, Júpiter lo estaba en el caso de los actores, Saturno en el de los científicos,
y así sucesivamente, tal como lo esperarían los astrólogos.
Pruebas ulteriores indicaron que lo que al parecer determinaban los planetas
angulares no era la profesión, sino ciertos rasgos psicológicos dominantes, que
a su vez predisponían a la gente a tener éxito en determinadas profesiones. Así,
la biografía de los famosos con un Marte angular contenía con gran frecuencia
palabras como «activo», «impaciente», «temerario», «valiente», etc.; a los que
tenían a Júpiter en posición angular se los caracterizaba como «joviales», «agra­
dables», etc.; las personas con Saturno en un ángulo eran «reservadas», «escru­
pulosas», «organizadas», etc. Estas correlaciones, que se han mantenido a lo lar­
go de repetidas verificaciones, se cuentan entre las confirmaciones más firmes
de la astrología.
Sin embargo, hay un detalle de los resultados de Gauquelin que desmiente
la tradición astrológica. En la astrología tradicional, las llamadas casas angula­
res -la primera, la cuarta, la séptima y la décima, situadas precisamente des­
pués de cada ángulo en el sentido opuesto al de las agujas del reloj- han sido
consideradas como los emplazamientos más fuertes para cualquier planeta. Con
gran frecuencia, cuando un texto astrológico habla de un «planeta angular» se
refiere a un planeta emplazado en una de estas casas, esté o no muy próximo al
ángulo. Pero el trabajo de Gauquelin demostró que los puntos de mayor fuerza
están unos grados hacia el otro lado de los ángulos, en las casas doce, tres, seis
y nueve, las llamadas casas cadentes, que se encuentran precisamente antes de
los ángulos. Esto se podría explicar en parte suponiendo un sesgo sistemático
en la consignación de la hora del nacimiento, lo que de hecho es posible en vis­
ta de la experiencia de la gente relacionada con los hospitales. Pero incluso si
los nacimientos tendieran a producirse algunos minutos antes de la hora con­
signada, de modo que las cimas (o apogeos) de los planetas estuvieran más pró­
ximas a las casas «angulares», las casas cadentes seguirían siendo muy fuertes,
no débiles como se las consideraba tradicionalmente.

268
El trabajo de Gauquelin, sumado al de John Addey y otros, indica que un
planeta se vuelve especialmente fuerte cuatro veces al día, en los momentos
exactos en que sale, culmina, se pone y anticulmina. Las cimas que se producen
a la salida y a la culminación, o próximas al Ascendente y al Medio Cielo, pa­
recen más fuertes que las de la puesta y la anticulminación. Y así corno hay cua­
tro cimas de fuerza planetaria, parece que hay también cuatro áreas débiles,
cada una aproximadamente a mitad de camino entre los ángulos del horóscopo
en los cuatro cuadrantes; hablaré de ello en el capítulo siguiente, cuando estu­
diemos las cuadruplicidades de las casas. Después, en el capítulo 15, veremos
de qué manera se adecuan estos descubrimientos al simbolismo de las casas.
Por el momento, sin embargo, me limitaré a indicar qué es lo que significan para
la intensidad planetaria en los ángulos del horóscopo.
Para la mayoría de los fines, por lo menos mientras nuevas investigaciones
no demuestren lo contrario, creo que se puede dar por sentado que un planeta es
angular, y por lo tanto particularmente fuerte, si está dentro de los 7,5° a cual­
quiera de los dos lados de un ángulo del horóscopo. Evidentemente, corno dije
en el capítulo 2, si un planeta tiene una latitud celeste considerable (es decir, si
no está próximo a la eclíptica), es probable que no esté tan cerca del horizonte
o el meridiano como podría hacernos creer su grado sobre la eclíptica. Pero, en
general, para todos los planetas, excepto Plutón y el asteroide Palas, los ángu­
los del horóscopo darán una aproximación adecuada de si el planeta está o no
cruzando el horizonte o el meridiano, que es lo que al parecer lo fortalece.
Así, a los planetas que están a no más de 7,5 º de un ángulo del horóscopo
se los ha de considerar generalmente corno los más importantes de la carta, y
cuanto más cerca estén del ángulo, más importantes serán. Aunque la falta de
planetas así emplazados no parece indicar una carencia de nada en la carta, cuan­
do están presentes tiñen toda la personalidad del nativo y se los puede descubrir
en casi cada forma de comportamiento o de actividad que sea importante para
él. Con frecuencia estos planetas indican la elección profesional, pero sólo en
la medida en que las personas estén adaptadas a su mundo y sean capaces de ser
ellas mismas. Los inadaptados y los que se sienten forzados por las enseñanzas
o vivencias de su infancia a ocultar a los ojos del mundo gran parte de su ver­
dadera personalidad no seguirán una profesión característica de un planeta an­
gular, sino que intentarán en cambio manifestar de otras maneras la función de
éste. Los resultados, con frecuencia, no llegan a ser satisfactorios.

Los ángulos como marco de referencia simbólico

Desde los inicios del simbolismo humano, el círculo ha sido el símbolo de una
totalidad perfecta. Ha significado siempre realización, plenitud y totalidad. En
la antigüedad, el círculo se usaba para simbolizar el universo cuando la totali-

269
dad del ser se encontraba en un estado de potencialidad y nada estaba todavía
manifiesto. El círculo es además un símbolo del yo completo.
Ahora bien, la existencia tal como la conocemos debe consistir en el juego
recíproco entre la acción y la experiencia. Debe haber algo para que lo perciba­
mos y sobre lo cual podamos actuar, aunque no se trate más que de una arbitra­
ria división en el interior del yo. Por lo tanto, en la base misma de la existencia
debe haber una dualidad entre sujeto y objeto, una persona que actúa y algo so­
bre lo que actúa, una experiencia y alguien que la experimenta. No hay con­
ciencia, tal como nosotros la conocemos, que sea capaz de funcionar sin esta
distinción. Incluso cuando pensamos en nosotros mismos, nosotros pensamos
en nosotros mismos. Es decir que nos dividimos en un sujeto y un objeto ima­
ginarios con el fin de reflexionar sobre nosotros mismos: yo y «yo mismo», o
nosotros y «nosotros mismos». Pero en algún rincón de la conciencia sabemos
que en realidad yo y yo mismo somos uno, y que nuestra división• no es nada
más que un recurso cómodo que nos sirve para formarnos conceptos. Creo que
esto también es válido para el universo en su totalidad, que la división del uni­
verso en sujeto y objeto no es más que una ilusión creada con el fin de tener un
trato consciente con el universo. Esta es la base de mi creencia, enunciada en el
capítulo 1, de que somos uno con lo que experimentamos. Por el momento, sin
embargo, lo único que tenemos que hacer es coincidir en que esta división del
mundo en sujeto y objeto es un aspecto fundamental de nuestra experiencia de la
vida. Toda frase tiene un sujeto y un objeto o predicado. La mayor parte de nues­
tro lenguaje tiene como objetivo definir nuestra relación con algo externo a no­
sotros: «Estoy aquí», «Hice esto», «Vi aquello»... Todas estas frases son enun­
ciados normales de la conciencia humana.
En astrología, la escisión sujeto-objeto se simboliza de múltiples maneras. En
los capítulos 3 y 4, mencioné las dicotomías Luna-Sol, yin-yang. Los ecos de
esta escisión resuenan en las divisiones básicas de la esfera celeste.
Para que tenga una idea de aquello a lo que me refiero, imagínese que está
tendido en un campo, boca arriba, con los pies apuntando hacia donde estaría el
Sol a mediodía (en el hemisferio norte, hacia el sur). Los planetas saldrían por
el este, a su izquierda, y se pondrían por el oeste, a su derecha. Cuando el Sol
estuviera exactamente al sur de usted, se encontraría justo a mitad de camino
entre el lugar de su salida y el de su puesta, y por lo tanto en la parte superior
del círculo trazado por el meridiano. A medianoche, si pudiera ver a través de
la Tierra, se daría cuenta de que el Sol está detrás de usted, debajo del horizon­
te exactamente en dirección norte, a mitad de camino entre su puesta y su sali­
da, y por consiguiente en la parte inferior del círculo del meridiano. El horós­
copo es un diagrama esquemático de esta visión de la esfera celeste.*

* En el hemisferio sur la situación se invertiría. El Sol estaría hacia el norte del ob­
servador. Si usted estuviera mirando al norte, el Sol seguiría saliendo por el este, que esta-

270
El horizonte divide la esfera celeste en un hemisferio superior y otro inferior.
En el horóscopo este límite está representado por una línea horizontal, el eje
Ascendente-Descendente, que corta el círculo de la eclíptica en dos partes iguales.
En función de la posición mundana, esta es la división fundamental entre sujeto
y objeto. Pero entre ellos hay también una división secundaria: el meridiano di­
vide la esfera celeste en un hemisferio oriental y un hemisferio occidental. Este
límite es el que representa, en el horóscopo, el eje Medio Cielo-lmum Coeli.

La división del horizonte

El horizonte es una línea que divide dos ámbitos. Por encima de él, los planetas
son visibles; por debajo, la masa de la Tierra impide que se los pueda ver. Esto
simboliza la escisión que sentimos entre lo interior y lo exterior, lo subjetivo y
lo objetivo. Si usted vuelve a visualizarse tendido en el campo, el horizonte re­
presenta sus ojos o su piel. Todo lo que está por encima del horizonte está fren­
te a sus ojos o fuera de su piel. Puede ver objetivamente lo que está «ahí fuera»;
lo percibe como algo diferente de sí mismo. Pero lo que está por debajo del ho­
rizonte se halla detrás de sus ojos o dentro de su piel. No puede verlo; sólo puede
deducir su presencia. Excepto que haga un esfuerzo, es algo de lo que no tiene
conciencia, hasta tal punto forma parte de usted.
El horizonte puede ser la frontera entre lo interno y externo tal como los
percibimos, pero -como demostraré con las casas al terminar el capítulo siguien­
te- también se lo puede interpretar como el límite entre muchas otras clases de
ámbitos. Eso depende de cuál sea el nivel de la realidad del que se esté hablan­
do. El horizonte puede actuar como una frontera entre tú y yo, nosotros y voso­
tros, lo mío y lo tuyo, o incluso entre los aspectos personales del mundo y los
no personales. O, sin salir de la propia psique, puede ser el límite entre la men­
te consciente y la inconsciente.

El hemisferio superior En general, la parte del horóscopo que está por en­
cima del horizonte se asocia con aquellos aspectos de la vida que son menos
personales y más sociales. Representa lo que no es yo, el yo exterior, los demás,
el mundo social, la mente más consciente, el propio papel en la sociedad, tú,
ellos y el futuro.

ría entonces a su derecha. Daría la impresión de moverse en sentido contrario al de las agujas
del reloj hasta su culminación, y se pondría en el oeste, a su izquierda. El horóscopo tal
como se suele dibujar para el hemisferio sur es una imagen especular de la representación
correcta. De este modo los astrólogos, educados en el punto de vista del hemisferio norte,
no necesitan pensar en función de planetas que salen y se ponen en sentido contrario al de
las agujas del reloj y que transitan por el zodíaco en el sentido de éstas.

271
El hemisferio inferior La parte que está por debajo del horizonte es más
personal y menos social. Simboliza lo que sí es yo, el yo interior, los familiares
y compañeros más próximos, la mente menos consciente, la concepción que
uno tiene de sí mismo, yo, nosotros y el pasado. Uso adjetivos más bien com­
parativos que absolutos para que quede claro que la escisión superior-inferior
es más bien relativa que fija.

El Ascendente Cuando los planetas «salen», es decir, cuando cruzan el ho­


rizonte en el este, están pasando del ámbito interior al exterior. Este es el pun­
to donde las energías que sí son yo se manifiestan en lo que no es yo. En otras
palabras, es un punto de manifestación del yo. Es lógico, pues, que el Ascen­
dente rija el efecto o la impresión que uno ejerce sobre el exterior, o el tipo de
acción que lleva a cabo en el mundo. Aquí las energías emergen del individuo
(el hemisferio inferior) y comienzan a afectar a los demás (el hemisferio supe­
rior). Por eso el Ascendente se relaciona a menudo con la personalidad, defini­
da como el aspecto más exterior del ser interior. También se lo ha relacionado,
junto con la totalidad de la primera casa, con la morfología, la salud y el estado
general del cuerpo físico.

El Descendente Es el punto en el que los planetas se «ponen», es decir,


donde cruzan el horizonte por el oeste, pasando del ámbito de lo exterior al de
lo interior. Opuesto al Ascendente, tanto en sentido lógico como espacial, se re­
laciona con el tipo de impresión que hace lo que no es yo sobre lo que sí es yo,
con el efecto del entorno inmediato sobre uno, o con la clase de acción que ejerce
el mundo sobre el yo. Para decirlo con más exactitud, puesto que hemos visto
que el horóscopo indica la vivencia que uno tiene de las cosas, no su realidad
objetiva, el Descendente se relaciona con la vivencia que uno tiene de las ener­
gías procedentes de los demás y del mundo externo. Con más precisión aún: el
Descendente describe aquellos aspectos propios de los que uno sólo tiene ex­
periencia mediante sus relaciones con los demás. Por lo tanto, describe también
lo que uno busca en los demás, ya sea conscientemente o no. En esto, el Des­
cendente se parece mucho a la séptima casa.

El eje del horizonte A partir de los significados que ya hemos visto, se


puede entender por qué en el capítulo 5 dije que el eje del horizonte, formado
por el Ascendente en un extremo y el Descendente en el otro, se relaciona con
las interacciones entre el nativo y los demás. La situación general de este eje,
según los aspectos y puntos medios que forme y su emplazamiento por sig­
nos, es importante para determinar hasta qué punto un individuo se entende­
rá con las personas que estén más cerca de él. Las relaciones a que aquí se
alude son de intimidad; no creo que este eje sea un buen indicio de lo bien que
se lleva alguien con grupos, en los que tanto la propia individualidad como

272
la de los demás están definidas con menos claridad que en una relación per­
sonal.

La división del meridiano

Con la división del horóscopo en una mitad oriental y otra occidental por obra
del meridiano, nuestro círculo inicial tiene ahora una cruz en su interior. El ho­
róscopo se convierte así en un mandala, un antiguo símbolo de la integridad
que, sin embargo, es capaz de enfrentarse con el carácter ilusorio de la división.

El hemisferio oriental Los planetas salen por el este. Esto significa que
las energías planetarias se apartan del polo inferior y más personal de la carta
para aproximarse al superior, el polo más social. Esta mitad simboliza, pues,
aquello sobre lo que actúa el yo interior (aunque no siempre con éxito, como
veremos con la duodécima casa). Las energías situadas en esta mitad tienen que
ver con la forma en que el yo percibe al mundo, y se las considera como las más
activas y las más sometidas al control personal.
De acuerdo con muchos autores, el hemisferio oriental de la carta está aso­
ciado con la autodeterminación, es decir, con ser la fuente de la mayoría de
las iniciativas en la propia vida. Una persona con muchos planetas en esta mi­
tad será alguien que emprende la acción, la clase de individuo que yo llamo «ac­
tor» (que actúa), por oposición al «experimentador» (que experimenta).
De las personas del tipo «actor» suele decirse que controlan su destino, que
rara vez se sienten acosadas por la falta de seguridad en sí mismas. Se supone
que asumen la iniciativa sin esperar a los demás, que lo suyo es la acción, nun­
ca la reacción. Pero yo creo que lo único que se puede decir de este tipo de per­
sonas es que tienden a actuar primero y a observar después. Esto no las hace ne­
cesariamente más eficaces ni más dueñas de su vida, como se suele afirmar.
Para ser eficaz, uno no sólo debe emprender la acción; también debe actuar
conscientemente, con una idea clara de las consecuencias y de la forma en que
pueden reaccionar los demás. Dicho de otra manera, para asumir el control no
basta con emprender la acción; también hay que observar a los demás. Las per­
sonas del tipo «actor» que no lo hacen tienen tan poco control de su propio des­
tino como cualquier otra.
Aunque parece que una gran reunión de planetas en este hemisferio, en es­
pecial si están en la primera casa, haya de significar este tipo de personalidad, se
necesita cierta cautela para identificar a un «actor». Los planetas en el este no
deben ser de los que, como Saturno, tienden a frustrar la acción o, como Neptu­
no, debilitan la base sobre la que habría que actuar. Saturno tiende a hacerlo a
uno muy cauteloso y dependiente de los sentimientos, necesidades y opiniones
de los demás como para que pueda actuar con precipitación. Neptuno es un pla-

273
neta de influencia debilitadora sobre todo aquello que requiera hacerse valer y
tener confianza en sí mismo. Cuanto más próximos estén estos planetas al As­
cendente, mayor será su tendencia a cancelar los efectos de la acentuación del
hemisferio oriental.
Los planetas que tienden a reforzar el temperamento de «actor» son el Sol,
Marte, Júpiter, Urano y Plutón. Los planetas yin, como la Luna y Venus, tien­
den a debilitar esta clase de temperamento, aunque no en la misma medida que
Saturno o Neptuno.
También pueden debilitarlo los planetas emplazados en la casa doce. Las
razones de esto se verán en la sección sobre la duodécima casa, en el capítulo
14. Aunque la gente puede superar a los planetas que tiene en la casa doce, la
mayoría no lo consigue por completo, por lo menos en lo que se refiere a utili­
zar las energías planetarias para tomar la iniciativa. La mayor parte de las perso­
nas han de considerar cautelosamente las energías de la duodécima casa antes
de permitirles que se manifiesten.

El hemisferio occidental Los planetas emplazados en la mitad occiden­


tal de la carta se van apartando del polo superior, el social, para aproximarse al
polo inferior, el personal. Esta mitad simboliza, pues, la forma en que uno ex­
perimenta y percibe el mundo. Representa la parte del yo sobre la que se actúa,
la que es pasiva y no está sometida al control personal.
Al tipo «actor» del hemisferio oriental le corresponde el tipo «experimenta­
dor» del hemisferio occidental. De acuerdo con una difundida tradición, se su­
pone que quienes tienen acentuado este hemisferio son pasivos y faltos de ca­
pacidad de control, es decir, víctimas. Pero no es necesario observar muchos
horóscopos concretos para demostrar que no es así.
Lo que realmente sucede con las personas del tipo «experimentador» es que
observan antes de actuar. Son más propensas que las del tipo «actor» a tener en
cuenta todas las circunstancias. Lo único que necesitan para controlar su propia
vida es asumir el control de sus reacciones en cualquier situación dada. Al con­
trolar su respuesta y adecuarla a la situación, los «experimentadores» pueden
llegar a tener sobre el curso de los acontecimientos una influencia tan poderosa
como la de los «actores». Seguramente, ejercerán más control que las personas
de este último tipo que no observan las respuestas de los demás a sus acciones,
o que nunca miran antes de actuar.
La verdadera diferencia entre ambos tipos reside en que uno de ellos tiende
a pensar en función de la acción directa, en tanto que el otro piensa primero en
cómo obtener el mayor entendimiento posible. Por supuesto, así como nos po­
demos encontrar con el tipo de «actor» negativo que invariablemente actúa de
forma precipitada y sin pensar, también podemos dar con el «experimentador»
verdaderamente pasivo, a quien un exceso de cautela le hace estar tan preocu­
pado por observar que jamás actúa. Ambos son tipos fuera de control.

274
Igual que para determinar el tipo «actor», para evaluar al «experimentador»
se necesita algo más que contar los planetas emplazados en el hemisferio occi­
dental. Cuando están en el oeste, y especialmente cerca del Descendente, los
planetas muy yang, como Marte y el Sol, y a veces Plutón y Urano, pueden in­
dicar más bien la forma en que la gente actúa respecto de los demás que las
energías que reciben de los otros. Las personas con estos emplazamientos pue­
den conducirse más bien como «actores». Aquí, la Luna, Neptuno y Venus in­
crementan la tendencia a ser un «experimentador». Saturno no parece tener
mucho efecto ni en un sentido ni en el otro. Si es dominante reforzará siempre
la cautela y retardará el comienzo de la acción, pero tanto da que esté en el oes­
te o en el este.
Así como la casa doce parece anómala en relación con el hemisferio orien­
tal, la quinta lo es en el occidental. Como veremos en los capítulos 13 y 14, la
casa cinco es principalmente una casa de liberación de energía y de autoexpre­
sión. Poco hay en la quinta que sugiera que está predominantemente orientada
a la experiencia más bien que a la acción. Y sin embargo, algo en ella muestra
su orientación occidental: las actividades de la casa cinco suelen llevar consigo
el estar con otras personas, y si bien el énfasis se pone principalmente en el yo,
tiene que haber una conciencia de los demás que no se suele encontrar cuando
está acentuada la primera casa. Sin embargo, un fuerte énfasis planetario en la
quinta no indica en general un tipo «experimentador» clásico.

El Medio Cielo Dentro de los hemisferios superior e inferior, ya descri­


tos, hay evidentemente puntos que representan la mayor y la menor altura a que
puede llegar un planeta antes de cambiar de dirección. Estos puntos son los po­
los superior e inferior, a los que ya me he referido. Llamémoslos, simbólicamen­
te, los polos de lo externo y lo interno. En el círculo están arriba y abajo, pero
en la psique están fuera y dentro. En el horóscopo, estos polos están represen­
tados por el Medio Cielo por encima del horizonte y el Imum Coeli por debajo.
Así como el Ascendente y el Descendente encarnan de la forma más perfecta
todos los atributos asignados a los hemisferios oriental y occidental, el Medio
Cielo y el Imum Coeli son la quintaesencia de todo lo que representan los he­
misferios superior e inferior.
El Medio Cielo es un punto de máxima exteriorización del yo. Representa
el mundo social, lo más alejado de la vida personal e íntima. Se lo considera re­
lacionado con la posición y el papel sociales y la dirección vital del nativo expre­
sada en términos externos. Tradicionalmente se lo ha asociado con la profesión,
y esto es válido en la medida en que uno se autodefina por lo que hace. Pero
también hay otros puntos en la carta relacionados con la profesión.
El Medio Cielo no informa en especial sobre las características de la perso­
nalidad, pero de todas maneras es sumamente importante en la vida, en cuanto
ayuda a definir lo que hacemos y no simplemente la forma en que lo hacemos.

275
Quizás el atributo más importante del Medio Cielo sea que ayuda a identificar
lo que necesitamos hacer con nuestra vida para crecer.

El Imum Coeli Como centro de energía en el hemisferio inferior o norte,


es el punto más personal e íntimo en el ciclo mundano. Representa los senti­
mientos más íntimos del nativo, sus raíces y su sentido del ser, y se relaciona
con la definición interna del yo. Además, al estar opuesto al Medio Cielo, re­
presenta la base -establecida en la vida pasada y privada- para los papeles que
el individuo ha de desempeñar de acuerdo con el simbolismo del Medio Cielo.

El eje del meridiano Constituido por el Medio Cielo en un extremo y el


lmum Coeli en el otro, describe nuestra orientación en el mundo, tanto social
como personal. Este eje tiene que ver con el sentimiento de identidad, pero más
que informar sobre nuestra forma de expresarnos, indica el objetivo en cuya
persecución nos esforzamos y las experiencias que constituyen nuestro origen.
Así como el horizonte tiene que ver más con cómo nos movemos en el espacio
que constituye nuestro entorno, el meridiano se relaciona más con cómo viaja­
mos hacia atrás y hacia adelante en el tiempo. Así como el eje del horizonte
describe nuestra manera de interaccionar con los demás, el del meridiano se re­
laciona con el individuo más puramente como tal. Varias escuelas alemanas de
astrología han llegado incluso a considerar que el eje del meridiano es el «yo»
o ego. Hay algo de cierto en esto, pero no deja de ser una excesiva simplifi­
cación.
El tema de los capítulos restantes del libro será la forma en que se subdivi­
den en casas los cuatro cuadrantes form�dos por los ángulos del horóscopo.

276
13

Las casas:
introducción

Las casas son uno de los sistemas simbólicos básicos que usamos para dibujar el
horóscopo, y sin embargo, al mismo tiempo son una de las mayores fuentes de
dificultad para la astrología. Su idea central es simple: que los planetas afectan a
las diferentes áreas de la vida, la acción y la experiencia de acuerdo con el sitio
donde están emplazados respecto del horizonte del lugar de nacimiento. Esta for­
mulación del efecto de las casas es poco discutida, y de hecho tal efecto se apo­
ya en buenas pruebas estadísticas a partir de los trabajos de Michel Gauquelin.
Los problemas se plantean a la hora de llevar a la práctica el principio de las
casas. Hay apasionadas controversias sobre qué criterio geométrico usar para
dividir la esfera mundana, sobre dónde comienzan las casas e incluso sobre si
en realidad éstas tienen límites nítid�mente definidos.
En este capítulo, primero intentaré aclarar en lo posible estos puntos. Des­
pués explicaré en términos generales las maneras tradicionales de clasificar las
casas, y cerraré el análisis considerando sus diversos niveles de interpretación.

El problema de la división en casas

Hay múltiples maneras de dividir el ciclo diario en doce partes, y no parece que
nadie haya descubierto el método ideal. Es fácil dividir el zodíaco en secciones
iguales, pero cuando estamos trabajando en varios planos oblicuamente incli­
nados, ¿qué es lo que en realidad dividimos? ¿La eclíptica (como en el sistema
de las casas iguales y en el de Porfirio)? ¿El ecuador (como en el sistema del
meridiano y en el de Regiomontano)? ¿El horizonte (sistema horizontal)? ¿O al­
guna otra cosa (el de Plácido, el de Campano, el de Koch)?
Ni siquiera el número de las casas está bien definido. Por lo menos un autor
moderno ha propuesto un sistema de veinticuatro casas. Y el astrólogo sideral
irlandés Cyril Fagan ha desenterrado antiguas referencias al oktotopos, una di-

277
visión en ocho numerada a partir del Ascendente en el sentido de las agujas del
reloj y no en la forma en que estamos acostumbrados a hacerlo. Para empeorar
las cosas, las ocho primeras casas de nuestros sistemas de división en doce tie­
nen significados similares a las ocho casas (generalmente llamadas «vigilias»)
del oktotopos, aunque sólo parte de la quinta casa de los dos tipos de sistema
coincida en el espacio.
Una vez que decidamos el número de las casas y la forma de dividirlas, si­
gue habiendo el problema de cómo considerar tales divisiones. El simbolismo
de las casas, ¿se mantiene con una intensidad uniforme a lo largo de toda una
casa, y se convierte bruscamente, en la cúspide, en el simbolismo de la casa si­
guiente? ¿O los significados de las casas se van difuminando gradualmente el
uno en el otro? Si las casas tuvieran fronteras bien definidas, a mí me parece
que a estas alturas los astrólogos habrían llegado a un acuerdo sobre el sistema
más eficaz para dividirlas. Pero se sigue usando una multiplicidad de sistemas de
casas, lo que indica que los astrólogos continúan estando en desacuerdo respec­
to de dónde se encuentran los límites. Esto, a mí, me lleva a creer que en realidad
no hay fronteras firmes entre las casas.
Si concedemos que el simbolismo de una casa no se mantiene con la misma
intensidad en toda su extensión, la cuestión siguiente es dónde se da con mayor
fuerza. Es un problema diferente del que se refiere simplemente a la fuerza pla­
netaria en relación con los ángulos. Muchos astrólogos modernos suponen que
la cúspide de una casa es, a la vez, el punto donde ésta se inicia y en el que se
manifiesta con más fuerza. Pero tanto la antigua tradición griega como la astro­
logía hindú moderna afirman que aunque las cúspides sean las cimas de intensi­
dad de las casas, no están localizadas en su comienzo. Los griegos situaban las
cúspides ligeramente después del inicio de las casas, y los hindúes las empla­
zan lisa y llanamente en el medio. Así, la primera casa de la astrología hindú se
extendería desde la mitad de nuestra casa doce hasta la mitad de la primera. Y
nos quedamos con esta cuestión: la mayor intensidad de una casa, ¿se encuen­
tra en la frontera, en el medio o en alguna otra parte?

¿Por qué usar las casas?

Todavía hay otras dificultades con las casas, que se suman a las controversias
sobre la situación de sus límites y de sus cimas de intensidad. En el capítulo 12
mencioné, y vuelvo a hacerlo más adelante en éste, cómo los estudios de Gau­
quelin han llevado a cuestionar las ideas tradicionales referentes a las casas an­
gulares. También está el hecho de que, de todos los sistemas simbólicos de la
astrología, el de las casas tiene los significados más ingenuos y más fácilmente
orientables a la adivinación, y estos significados son motivo de confusión y es­
torbo para cualquier astrólogo de orientación psicológica o filosófica.

278
Frente a todas estas dificultades, algunos astrólogos han echado, lisa y lla­
namente, las casas por la borda. El astrólogo sideral Arthur H. Blackwell cali­
fica la división en casas de «heavenly surreal-estate»* y, como muchos otros
sideralistas, no usa más que los ángulos del horóscopo. En Alemania, los Eber­
tin también han creado un sistema que prescinde de las casas y funciona bas­
tante bien.
Aunque yo todavía no las rechazo, si el camino se despeja estoy preparado
para volver a interpretarlas de tal manera que equivaldría a rechazar la doctrina
de las casas tal como ahora existe. Estoy sumamente dispuesto a aceptar la idea
de que no hay ni doce ni ningún otro número de casas discontinuas. Lo que pa­
rece más probable es un continuo en el que la significación va cambiando gra­
dualmente.
Por el momento, sin embargo, sigo usando las casas, por las siguientes ra­
zones:
La primera es que está claro que la posición de los planetas con respecto al
horizonte es muy importante. Actualmente, aparte de las casas no hay ningún
significado tradicional para encarar este problema. Aunque quizá las casas no
den una imagen totalmente exacta de las relaciones planetarias con el horizon­
te, constituyen una aproximación útil.
En segundo lugar, como espero demostrar en los dos próximos capítulos, en
los significados tradicionales de las casas se puede encontrar la suficiente co­
herencia como para llegar a entender con bastante profundidad a los seres hu­
manos.

Cómo se usan las casas en este libro

Si uno va a hablar de ellas, se ve más o menos obligado a escoger un sistema de


casas. Por el momento, mi opción es el sistema de Koch o del lugar de naci­
miento.
Al principio yo no usaba casas, pero cuando empecé a investigarlas, opté
por el sistema de Plácido, simplemente porque sus tablas eran las más fáciles de
conseguir. Después, cuando seguí por un tiempo la escuela sideral de Cyril Pa­
gan y Garth Allen, usé como alternativa experimental al de Plácido el sistema
de Campano, que goza de aceptación entre los sideralistas. Las casas de Cam­
pano no son por naturaleza tropicales ni siderales, como no lo son las de Pláci­
do, pero cuando uno sigue una parte de una escuela tiende a adoptarla en su to­
talidad.

* Real-estate significa «bienes inmuebles» (por ejemplo, casas), y heavenly, «celes­


tial». Esta intraducible expresión inglesa es mucho más precisa, elegante y eufónica que
«inmuebles celestiales surrealistas». (N. de la T.)

279
Posteriormente recibí la influencia de Edith Wangemann y del uso que ella
hace del sistema de Koch. Aunque no estaba del todo convencido de que fuera
geométricamente válido, en sus manos daba resultados que no he visto con nin­
gún otro sistema. Además, y este factor fue decisivo, me aclaró algo referente a
mi carta que no se me había aclarado con el sistema de Plácido. Mientras que
según éste tengo el Sol en la sexta casa, según el de Koch mi Sol es una mezcla
de las casas sexta y quinta que cuadra mejor con mi experiencia.
Desde que adopté el sistema de Koch he modificado mi uso de las cúspides
de las casas. Ahora sigo la antigua idea griega de que la cúspide es la culmina­
ción de la energía de la casa, aunque no sea su comienzo. Tampoco se encuentra
en el medio de la casa, sino, al parecer, de 3 a 7 º después de su inicio; el número
concreto de grados depende de la longitud de la casa anterior. Cuanto más lar­
ga es ésta, más adentrada en la siguiente está la cúspide. Sin embargo, no es im­
portante determinar el comienzo real de la casa, porque también tengo bien cla­
ro que la transición no es repentina, sino gradual. Así mi Sol, que está unos 4 º
antes de la cúspide de la sexta casa, se encuentra en la zona limítrofe y es una
mezcla de la quinta y la sexta.
Es importante que este principio se aplique de forma coherente. No estoy de
acuerdo en que se haga retroceder unos cuantos grados el comienzo efectivo
de una casa cada vez que a uno se le ocurre, o con. el afán de salvar una teoría
que nos parece valiosa. Semejante cambio de reglas en mitad de la travesía es
la ruina de la técnica astrológica.

La clasificación de las casas

Igual que con los signos y con todos los demás sistemas simbólicos, hay ciertas
pautas generales que pueden ayudarnos a entender las casas. Primero está la di­
visión del horóscopo en hemisferios, a la que ya me he referido en el capítulo 12
y sobre la que me extenderé en la segunda parte del 15. Hay también agrupa­
mientos tradicionales de las casas que corresponden a los de los signos en ele­
mentos y en cruces.

Las triplicidades de las casas Las triplicidades o triángulos de las ca­


sas corresponden aproximadamente a la división de los signos en los cuatro ele­
mentos. En realidad, hay autores, como Zipporah Dobyns, que consideran el
elemento de una casa tan importante como el de un signo. Para ellos, la prime­
ra, la quinta y la novena son casas de fuego; la segunda, la sexta y la décima,
casas de tierra; la tercera, la séptima y la undécima, casas de aire; y la cuarta,
la octava y la duodécima, casas de agua. Es un concepto interesante, pero por las
siguientes razones yo no lo acepto en los términos exactos en que está formu­
lado.

280
Como dije antes, las casas no son energías, como los planetas, ni modifican
la manifestación de las energías tal como lo hacen los signos. Las indicaciones
que provienen de los elementos de los planetas y de los signos nos hablan del
estilo de comportamiento de un individuo, mientras que las casas representan
los problemas con que éste se encuentra en la vida. Las casas describen en qué
ámbitos de la vida podemos expresar o experimentar las energías planetarias.
Un planeta emplazado en una casa considerada de agua puede o no actuar de ma­
nera acuosa, pero se enfrentará con problemas que tienen que ver con el agua.
Por lo tanto, hacer caso omiso del signo que hay en la cúspide de una casa o de
los planetas emplazados en ella, y usar en cambio las características del elemen­
to de la casa en cuanto tal es cambiar el propósito al que sirven los elementos
en la delineación del horóscopo.
Y además, despista. Por ejemplo, a juzgar por el número de planetas impor­
tantes que tengo en la segunda y en la sexta, yo debería tener, desde este punto
de vista, un énfasis bastante fuerte en tierra. Pero, por otro lado, mi influencia de
este elemento es tenue: ni un planeta en los signos de tierra. Si alguna caracte­
rística terrestre tengo, proviene de una oposición Sol-Saturno. Ahora bien, mi
estilo de comportamiento, ¿es de tierra? Los astrólogos que me señalan cuali­
dades de tierra dicen que soy un pensador razonablemente ordenado, y cuida­
doso en mi trabajo. Pero estas cualidades son de aire, no de tierra. Una persona
con un fuerte énfasis en tierra se impacienta con el exceso de actividad mental,
y yo no soy propenso a ello, con Mercurio en conjunción con el Sol. Me entre­
go mucho a las abstracciones, algo para nada característico de la tierra. Lo que
hacen mis planetas en las «casas de tierra» es negarme el lujo de hacer caso
omiso de los asuntos prácticos, pero yo personalmente preferiría ignorarlos.
Aunque no sean lo mismo que las triplicidades de signos, las de casas cons­
tituyen una pauta muy fuerte. Por ejemplo, el hecho de que la quinta casa se rela­
cione con la primera por pertenecer a la misma triplicidad de casas parece tener
más influencia que el hecho de que la quinta se encuentre en el lado «experi­
mentador» de la carta. De la misma manera, que la casa doce esté relacionada
con la cuarta es más importante que su localización en el lado «actor» de la car­
ta. Sin embargo, pese a la influencia obvia de las triplicidades de casas, no he
comprobado que sean tan importantes como las de signos en cuanto a obtener
una visión global de la carta. Para ver el ciclo de las casas como un todo es útil
organizarlas en triplicidades, pero en su descripción prefiero tratarlas como en­
tidades individuales más que como miembros de grupos.
Sean cuales fueren las características de las casas según su elemento, no tie­
nen la misma importancia que los elementos de los signos y planetas. Por lo
tanto, aunque en las descripciones que siguen estén presentes, yo no doy los
nombres de los elementos a las triplicidades de las casas.
Las casas personales son la uno, la cinco y la nueve. La primera, que signi­
fica la liberación de la energía personal en el mundo, da la tónica de esta tripli-

281
cidad, y tiende a ser eficaz en el mundo. La quinta continúa el tema de la libe­
ración de energía personal, pero se orienta más bien en el sentido de la recreación
y la diversión. La novena significa la capacidad de percibir lo que es el mundo
exterior y de convertir el entendimiento resultante en parte de la propia vida y
en un instrumento para aumentar la propia eficacia en el mundo. Esta triplici­
dad corresponde a los signos de fuego.
Las casas prácticas son la dos, la seis y la diez. Quizá no sea este el mejor
término para designarlas, pero es más exacto que llamarlas casas de tierra. Tal
vez lo mejor sea considerarlas como las casas de lo que podríamos llamar sen­
tido práctico. Los problemas de estas casas pueden ser causa de que uno sacri­
fique la gratificación a corto plazo o la expresión de la propia voluntad con el
fin de tener una buena relación con la realidad social, no con la física. Esta es
la razón principal por la que no es adecuado hablar de «tierra». Aquí la casa que
da la tónica es la décima, que representa la posición, el papel y el prestigio so­
ciales, es decir, lo socialmente definido. Es difícil tener prestigio social en el
vacío. El dinero, al que en general se asocia con la segunda, no es más que pa­
pel. Su valor proviene totalmente del contrato social. La sexta, en cuanto signi­
fica el trabajo que hacemos para otros o que otros hacen para nosotros, también
es social. La significación de casa de la salud que se le atribuye no está, sin em­
bargo, tan claramente asociada con la naturaleza general de esta triplicidad.
Las casas sociales son la tres, la siete y la once. Mientras que las casas prác­
ticas están socialmente definidas, las casas sociales significan relaciones en el
sentido convencional. La tercera representa las relaciones casuales y cotidianas
(como con parientes y vecinos), que son tan rutinarias que por lo común no
afloran como problemas que haya que afrontar en la vida. La séptima tiene que
ver con las relaciones de persona a persona en las que el individuo debe, por lo
menos hasta cierto punto, tener conciencia del otro y darse cuenta de lo que se
necesita para hacer que la relación funcione. La undécima se relaciona con la in­
teracción del individuo con los grupos (y además, con lo que espera de la vida).
En la medida en que se asocia al aire con la función social, a estas casas se las
puede considerar de este elemento, pero el aire también simboliza la actividad
cerebral, y sólo la tercera casa tiene algo que ver con la mente.
Las casas inconscientes son la cuatro, la ocho y la doce. Tienen que ver con
procesos mentales inconscientes o con las emociones. La cuarta y la duodéci­
ma son casas del inconsciente; la cuarta representa el nivel más profundo que
nos ata a nuestras propias raíces y a nuestros orígenes, y la duodécima es el in­
consciente personal. La octava no tiene vínculos obvios con el inconsciente,
pero las cuestiones con ella asociadas parecen intensamente emocionales. Tiene
una conexión con el destino y la melancolía, y su asociación con la muerte la
conecta con la más intensa de todas las transiciones hacia la inconsciencia. O por
lo menos eso les parece a quienes rodean al moribundo. A estas casas se las po­
dría llamar casas de agua, a no ser que a la octava se la suele asociar con em-

282
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Figura 27. Posición mundana y fuerzas planetarias.

presas financieras compartidas, lo que es más bien cuestión de tierra que de


agua. Parece que las tres casas funcionaran de manera oculta o misteriosas.

Las cuadruplicidades de las casas En la astrología tradicional, las cua­


druplicidades de las casas están enunciadas de manera mucho más explícita que
cualquier tipo de triplicidades. Hay casas angulares, sucedentes y cadentes. Y sin
embargo, esta es la división que ha resultado más trastornada por los datos de
Gauquelin que mencioné al comienzo del capítulo 12.
Tradicionalmente, se ha considerado que las casas angulares (uno, cuatro,
siete y diez) son aquéllas donde los planetas tienen mayor efecto. A las suce­
dentes (dos, cinco, ocho y once), así llamadas porque yendo en el sentido con­
trario al de las agujas del reloj suceden a las casas angulares, se las consideraba
segundas en orden de fuerza. A las cadentes (tres, seis, nueve y doce), cuyo
nombre se deriva del latín cadere, «caer», se las consideraba las más débiles, y
a la seis y la doce mucho más que a la tres y la nueve.
Pero los estudios de Gauquelin han invalidado sin lugar a dudas estas ense­
ñanzas tradicionales. La figura 27 (adaptada de la página 52 de «Cosmic In­
jluences on Human Behavior) muestra la pauta típica de fuerzas planetarias que
encontró Gauquelin. Cuando estudiaba la posición mundana de diversos plane-

283
tas en la fecha de nacimiento de personas que expresaban fuertemente estas
energías planetarias, encontró con una frecuencia mucho mayor que la aleato­
ria la presencia del planeta apropiado en las casas nueve y doce, con cimas o pi­
cos menos notables en la tercera y la sexta. En contradicción directa con las en­
señanzas tradicionales, las áreas más fuertes se encontraban en el medio de las
casas cadentes, entre las cuales la doce era sumamente fuerte.
Los datos de Gauquelin demuestran también que las fuerzas planetarias no
son uniformes en el interior de una casa. Y por más que parezca haber un cuá­
druple ritmo de fuerte y débil en el ciclo diario de un planeta, no hay ninguna
tendencia especial a una división por doce. En este libro conservo la división
por doce como una aproximación conveniente, más bien que como un esquema
de doce espacios claramente definidos.
De hecho, no toda la tradición va en contra de los hallazgos de Gauquelin.
A las casas tres y nueve se las ha considerado tradicionalmente en Occidente
como mucho menos débiles que a las otras casas cadentes. Además, como ya he
dicho antes en este capítulo, en la astrología hindú las casas angulares rodean a
los ángulos del horóscopo, yendo desde el medio de nuestras casas cadentes
hasta el medio de nuestras casas angulares. De esta manera incluyen aproxima­
damente la mitad de cada una de las áreas terminadas en pico de Gauquelin.
Hasta ahora me he referido solamente a las fuerzas planetarias en las casas,
que es también de lo único que habla Gauquelin. Pero la tradición considera que
las casas angulares no sólo son fuertes, sino también afortunadas, y que las ca­
dentes, o por lo menos la seis y la doce, no sólo son débiles, sino también difí­
ciles. Yo no acepto que las casas cadentes sean débiles, pero es muy frecuente
que señalen problemas en la vida de una persona, .por razones que detallaré lue­
go y a las que volveré a referirme al final del capítulo 15.
Lo que sigue es un resumen de algunas de las ideas que se han sugerido so­
bre las características de las cuadruplicidades de las casas.
A las casas cadentes -tres, seis, nueve y doce- se las ha llamado tradicional­
mente «casas mentales». En ello hay cierta verdad, pero es difícil aplicárselo a la
casa sexta. La tercera significa la rutina de la mente, los procesos cotidianos;
la novena, el esfuerzo orientado hacia afuera para captar y abarcar el mundo;
y la duodécima, los miedos y fobias (entre otras cosas) que pueden condicionar
las respuestas de la mente. Parece que las casas seis y doce fueran críticas, en
cuanto los planetas emplazados en ellas representan problemas vitales que de­
ben ser bien manejados para que no se conviertan en fuentes importantes de difi­
cultad. Las razones para ello no se aclaran en modo alguno a partir de las visio­
nes tradicionales de las casas; sin embargo, se las verá con algo más de claridad
en el capítulo 15.
A las casas sucedentes -dos, cinco, ocho y once- se las suele describir
como las de los recursos. Esto es bastante claro para la segunda y la octava, y
se lo puede ver en menor medida en la undécima, pero no tiene mucho sentido

284
para la quinta. Un concepto tradicional definidamente válido es que un empla­
zamiento planetario en las casas sucedentes es una influencia estabilizadora.
Las energías planetarias con sede en estas casas no suelen ser fuentes impor­
tantes de crisis (aunque una combinación de planetas que afecte a estas casas y
sea lo suficientemente conflictiva puede resultar difícil).
Las casas angulares son la uno, la cuatro, la siete y la diez. Aunque no ocu­
pan exactamente la posición predominante que les asigna la tradición, no dejan
de ser muy fuertes. Zipporah Dobyns ha sugerido que estas casas representan
cuatro tipos de relación: la primera, la independencia o la no relación; la cuar­
ta, la dependencia o la relación determinada por la necesidad del cuidado de
quienes lo brindan; la séptima, la interdependencia o la relación entre iguales;
y la décima, la dominación o la relaciórt entre quien ejerce la autoridad y sus su­
bordinados. Sin embargo, estas relaciones no son lo mismo que las definidas en
las casas sociales de las triplicidades. Las relaciones a que se refieren las casas
angulares no son necesariamente relaciones sociales, ya que significan las cua­
tro orientaciones principales entre uno mismo y cualquier otra cosa.
En vista de los datos de Gauquelin, es difícil reconocer la correspondencia
que generalmente se establece entre las casas angulares y los signos cardinales,
y entre las casas cadentes y los signos mutables. Tenemos con esto un ejemplo
más de la necesidad de mantener alguna distinción entre casas y signos. Exa­
minaremos mejor esta correspondencia en el capítulo 15. Los términos «angu­
lar», «sucedente» y «cadente» se relacionan con una visión de las casas que ya
no parece válida, pero que seguiremos usando porque se ha vuelto familiar.

Las polaridades de las casas La alternancia de las polaridades positiva y


negativa no es tan evidente en las casas como en los signos, pero es probable
que haya alguna especie de efecto similar. En la bibliografía astrológica no es
mucho lo que hay sobre este tema. El problema es que se espera que las casas
negativas sean pasivas respecto de las casas positivas adyacentes a ellas, pero
la polaridad activo-pasivo en las casas parece relacionarse con más claridad con la
polaridad este-oeste tal como la describo en el capítulo 12 que con las casas al­
ternas. Por eso en este libro emplearé muy poco la polaridad de las casas.

Los niveles de descripción de las casas

Los significados tradicionales de las casas nos han llegado en una extraña mez­
cla de niveles. Por ejemplo, la cuarta casa se relaciona con los aspectos más
personales de la vida, la familia, el hogar y los bienes inmuebles. Muchos as­
trólogos consideran que se relaciona también con el inconsciente. Algunos de
estos significados tienen que ver con la psique individual, otros con las relacio­
nes interpersonales y otros con las condiciones del entorno. Al considerar todo

285
esto, se tiene la impresión de que las casas son bolsas en donde se puede meter
la mano para agarrar los significados más diversos, metidos allí sin orden ni
concierto. Esta es una de las razones por las que los astrólogos más radicales
han preferido no prestar ni la menor atención a las casas.
Sin embargo, hay un concepto que nos ayudará a encontrar el orden subya­
cente en los significados de las casas. Se trata del concepto de la relatividad de
los significados de las casas, y lo estudiaremos más adelante.

El límite incierto de la polaridad En el capítulo 12 mencioné que las ca­


sas que están debajo del horizonte tienden a indicar las partes más personales
de la vida, y las que están por encima de él, las partes menos personales. Y sin
embargo no podemos hacer de esto la base de una tipología, y menos aún de una
tipología basada en los conceptos de introversión-extraversión, porque las per­
sonas con un énfasis por encima o por debajo del horizonte no coinciden con las
descripciones que teóricamente les corresponderían.
En las descripciones de las casas del próximo capítulo veremos que tanto
las que están por debajo del horizonte como las que se encuentran por encima
de él pueden referirse a vivencias íntimas, experiencias personales, relaciones,
e incluso a entidades completamente externas a la persona. Pero, al mismo tiem­
po, con respecto a cualquier asunto en particular con una polaridad interno­
externo, si tomamos cualquier par de casas opuestas, una situada por encima y
la otra por debajo del horizonte, comprobaremos que la casa inferior se relacio­
na con cuestiones más personales e íntimas. Por ejemplo, si usamos los significa­
dos adivinatorios tradicionales, la casa dos se relaciona con las finanzas perso­
nales del consultante, mientras que la ocho se relaciona con las finanzas de los
demás, o del individuo en relación con otras personas. De modo similar, la casa
tres se relaciona con el entorno inmediato, mientras que la nueve tiene que ver
con ambientes alejados de la experiencia ordinaria. En un nivel más interno, la
tercera casa representa el funcionamiento cotidiano y semiconsciente de la men­
te, mientras que la novena describe un funcionamiento mental más consciente.
Esto nos demuestra que cada casa puede relacionarse tanto con asuntos externos
como internos, pero que la casa inferior se relaciona siempre con el extremo más
interior de cualquier polaridad dada.
Parece, pues, que el horizonte no actúa como una frontera fija entre una es­
fera de acción y otra de experiencia. A veces la línea entre lo personal y lo so­
cial se ha de trazar en un punto, otras veces en otro. El horizonte representa el
límite entre los dos extremos de la polaridad interno-externo en cualquier nivel.
Lo que determina el punto de división entre dos cuestiones no es un criterio ab­
solutamente fijo que separa lo interior de lo exterior, sino más bien un criterio
móvil, determinado por la relación de los polos entre sí. Si volvemos a tomar
las casas tercera y novena, la tercera puede significar la ensoñación y las cavi­
laciones internas del nativo, y la novena el hecho de mirar hacia afuera, hacia

286
el mundo externo. O la tercera puede significar la mirada dirigida hacia el mun­
do inmediato, y la novena la consideración del mundo más alejado de la expe­
riencia personal. Casos similares se dan también para los otros pares de casas
opuestas. Las casas pueden funcionar en varios niveles, y el horizonte es la lí­
nea divisoria para cualquier nivel que sea operativo.

Los tres niveles Cualquier división de los niveles en que operan las casas
es arbitraria en alguna medida, pero para aclarar el concepto de nivel me ha pa­
recido conveniente usar un triple esquema. El nivel más fundamental, que yo
llamo interno, funciona puramente dentro del individuo. El nivel medio o de re­
lación abarca las interacciones entre uno mismo y los demás. Y el nivel exter­
no se refiere a cosas que parecen estar completamente fuera de uno.
El nivel de manifestación interno, intrapersonal o intrapsíquico es el nivel
primario en el que operan todas las energías de la casa. Es decir que de hecho
todas las energías del horóscopo funcionan creando dentro del yo efectos que
en su momento pueden verse reflejados en los otros dos niveles. Expandir la
propia conciencia quiere decir tomar conciencia del origen interno de los otros
niveles. Al saber quiénes y qué somos en ese nivel, entendemos nuestras relacio­
nes y nuestro entorno en la fuente misma, y somos más capaces de controlarlos.
En el nivel interno, el horizonte significa la frontera entre lo que es más in­
consciente y más difícil de entender, y aquello de lo que se puede tomar con­
ciencia más frecuentemente y con mayor facilidad. Las energías que están más
cerca del lmum Coeli son las más inconscientes, y las más próximas al Medio
Cielo, las más conscientes. Pero como el horizonte es un límite móvil, habrá ve­
ces en que todas las casas, incluso en el nivel interno, operen conscientemen­
te, y ocasiones en que todas, y en especial la casa doce, funcionen inconsciente­
mente.
Lo que hacen las energías de las casas en el nivel interno establece el estilo
básico de su manifestación en todos los niveles. Las manifestaciones en los
otros dos niveles son una proyección de las energías interiores del yo, que lite­
ralmente son «arrojadas fuera». Esto abarca incluso circunstancias ambientales
sobre las que aparentemente uno no tiene control.
En el nivel de relación o interpersonal, uno se da cuenta de que está tratan­
do ya sea con una circunstancia externa o con otro individuo. Hay una percep­
ción de un juego de vaivén de las energías entre el yo y el otro, de tal modo que
uno tiene conciencia de su propia participación y de la medida en que actúa so­
bre -y tiene la vivencia de- las circunstancias o del otro individuo.
En este nivel el horizonte significa la frontera entre lo que es más personal
y lo que está más asociado con el otro. Las energías más próximas al lmum Coe­
li son las más personales, y las más próximas al Medio Cielo las menos perso­
nales. Pero tampoco aquí constituye el horizonte un límite fijo, de modo que la
localización de cada casa en el continuo que va de uno mismo al otro es relati-

287
va, no fija. Cualquier casa puede pertenecer principalmente a nuestro propio pun­
to de vista en una interacción entre nosotros y el otro, y cualquier casa puede
simbolizar principalmente la experiencia del otro. Tradicionalmente, sólo a las
casas tres, cinco, siete y once se las ha considerado como casas de relación.
En el nivel externo, social o ambiental, las casas también se refieren a las
relaciones, pero en el sentido más amplio del término. Uno no puede tener con­
ciencia de algo si no tiene alguna relación con ese algo. Sin embargo, en este ni­
vel no tenemos tanta conciencia de nuestra propia posición en la relación. En
este nivel las entidades del mundo externo dan la impresión de tener una reali­
dad objetiva, una realidad aparte de nuestra relación con ellas. Es el nivel en el
que las casas simbolizan cosas específicas, como el dinero en la segunda, los
amigos en la undécima o el cónyuge en la séptima. Es también el nivel de mani­
festación de las casas donde más se confunden los astrólogos respecto de las rea­
lidades de la astrología. Ellos mismos se engatusan con la idea de que las ener­
gías de la casa describen realidades objetivas referentes a las circunstancias o a
las personas que rodean al individuo cuya carta están examinando. Pero, en rea­
lidad, una casa sólo enuncia la relación del individuo con los problemas que re­
presenta. Este es el nivel en que con más frecuencia la astrología se convierte
en predicción.
El nivel externo es el más alejado de la fuente de las pautas energéticas, es
decir, del propio individuo. En él las energías básicas están más enmascaradas
y son más difíciles de discernir. Por Jo tanto, el intento de manipular los aspec­
tos externos de la propia vida sin llegar a sus condicionamientos psíquicos gene­
ralmente no tiene éxito. Cambiar las circunstancias de nuestra vida sin cambiar
nosotros mismos no sirve más que para hacer que las antiguas circunstancias
vuelvan bajo nuevas formas.
En el nivel externo, las energías más próximas al lmum Coeli simbolizan
aquellas circunstancias externas más íntimamente relacionadas con nosotros
mismos. Las más cercanas al Medio Cielo simbolizan las circunstancias y per­
sonas que están más alejadas de nosotros o que se relacionan con nuestros pa­
peles sociales menos íntimos. Tampoco aquí la relación exacta.de las casas en­
tre sí es fija, sino relativa.

La importancia de los niveles Todas las casas funcionan en los tres ni­
veles simultáneamente. Lo que hace parecer que la energía de una casa opera
sólo en un nivel es el carácter cambiante de nuestra conciencia. La importancia
de este concepto reside en que nos obliga a buscar la dimensión interior en to­
dos los acontecimientos de la vida. Al hacerlo podemos tomar conciencia de
cómo funciona una energía en nuestra vida, de lo que hace por nosotros, de Jo
que nos hace y de por qué actúa de ese modo. Entonces, por nuestra parte, po­
demos asumir la responsabilidad de nuestra vida, Jo que constituye el primer
paso para poder controlarla.

288
La astrología tradicional era implícitamente fatalista en la medida en que
consideraba el horóscopo como una descripción de factores ajenos a nuestro
control que influían en nuestra vida e incluso la determinaban totalmente. Así,
las casas, hasta el día de hoy la parte de la astrología que más orientada está ha­
cia la predicción, tienen principalmente significados proyectados, que no se re­
lacionan con un ser totalmente consciente de los acontecimientos que están en
juego. Pero, como se ha demostrado, todas las facetas de la carta provienen de
la estructura íntima de la psique. La astrología no ha prestado la suficiente aten­
ción a esto, y debido a ello a las casas les ha faltado siempre una dimensión. Por
esta razón, en muchos casos las descripciones de las casas del capítulo siguien­
te parecerán nuevas y raras. Pero con un poco de reflexión se advertirá que el
funcionamiento de las energías en este nivel da fácilmente origen a las mani­
festaciones más familiares que antes caractericé como de relación o externas.

289
14
Las casas:
significados esenciales

Para cada casa, empiezo por resumir los significados tradicionales y después
procuro deducir de ellos los significados esenciales, aparentemente sin relación
alguna entre sí. Indago en la tradición para hallar su significación psicológica
más profunda. A ello le sigue una interpretación moderna de los significados de
la casa, dividida en los niveles interno, de relación y externo definidos al final
del capítulo 13. Cada uno de los análisis termina con una indicación sobre cómo
tienden a comportarse los planetas en esa casa.

La primera casa
La propia personalidad, la forma en que uno se presenta ante los demás, la apa­
riencia física. El cuerpo, la salud, la vitalidad. Tradicionalmente asociada con
la esperanza de vida por mediación de los planetas emplazados en la casa y del
regente del Ascendente.
Todos los significados tradicionales que acabo de citar parecen funcionar
en la interpretación de la carta, aunque, como es habitual, no se ve fácilmente
por qué.
La primera casa es el espacio del cielo que ocupa el Sol durante las dos ho­
ras, aproximadamente, que preceden a su salida. En función de los ciclos bio­
lógicos humanos, este período es el punto bajo del día. A partir de ello, es obvio
que, aunque sea potente, la primera casa no puede serlo en la medida en que tra­
dicionalmente se le ha atribuido.
La casa uno es la última que ocupa cada cuerpo celeste antes de salir. Re­
presenta, por lo tanto, energías que, aunque sigan operando principalmente en
el hemisferio personal del horóscopo, determinan también la relación del área
personal de la vida con el área social. La primera casa es una frontera entre dos
ámbitos de la existencia, y regula el flujo de las energías entre uno y otro. Por

291
ello corresponde a todos los puntos de conexión que tienen que ver con la trans­
misión de energía desde dentro del yo hacia afuera.
En el nivel psicológico la primera casa corresponde a la personalidad, es de­
cir, al conjunto de pautas psicológicas que regulan el flujo de energía desde el
interior de nosotros mismos hacia el mundo exterior. «Personalidad» se deriva
de persona, una palabra latino-etrusca que significa «máscara». La personali­
dad es la cara que presentamos al mundo.
La casa uno tiene mucho que ver con la autoexpresión individual, pero es
también una casa de relación. La expresión del yo que significa se da siempre
en relación con los demás. En los asuntos de la primera casa no se obra en el va­
cío: se es la persona activa en relación con las demás. Si en la casa uno hay una
tensión planetaria grave, ésta afectará a las relaciones íntimas del nativo con
tanta intensidad como las tensiones existentes en las casas llamadas «de rela­
ción», como la séptima y la undécima.
En el nivel fisiológico, la primera casa corresponde al cuerpo, en especial la
piel y la apariencia física. Ciertamente, de acuerdo con la tradición, son muchos
los factores que afectan a nuestra apariencia: no sólo los planetas en la casa uno,
sino también los que forman aspecto con planetas emplazados en la primera, los
que están en aspecto con el Ascendente y así sucesivamente. No se pueden es­
tablecer correlaciones simplistas entre los signos o planetas en ascenso y la apa­
riencia física, y se han de considerar también las características raciales. Es más
probable que el simbolismo de la primera casa, por planeta y por signo, afecte
a la impresión que nuestro cuerpo produce en los demás, y no simplemente a la
apariencia que tenemos.
La salud también es una cuestión de la casa uno, en cuanto el cuerpo es el
medio con que contamos para transmitir al mundo nuestras intenciones, nues­
tra voluntad y nuestros deseos. La enfermedad no es únicamente incomodidad,
sino también la incapacidad de influir en el mundo que nos rodea tan vigorosa­
mente como quisiéramos. La enfermedad nos convierte en seres desvalidos y
dependientes en diversos grados.
El cuerpo es también un receptor de las energías que nos llegan del mundo,
y la enfermedad puede ser el resultado de un fracaso en nuestra adaptación al
mundo exterior. Pero esta captación de energías pertenece más bien a la sexta
casa que a la primera, que tiene más que ver con el envío de las energías hacia
afuera.

El nivel interno En el nivel psicológico la primera casa simboliza la par­


te del yo que escogemos como mediadora entre nosotros y el mundo. Nos crea­
mos un rostro y después lo confundimos con lo que somos. Así, la primera casa
representa la imagen que tenemos de nosotros mismos en no menor medida que
la que presentamos a los demás. Y no se trata tanto de una representación erró­
nea de nosotros mismos como de una expresión incompleta.

292
El nivel de relación La mayor parte de los significados tradicionales de
la casa uno se encuentran en el nivel de las interacciones entre el interior y el
exterior: la personalidad, la apariencia física, uno mismo en cuanto opuesto a los
demás... La primera casa representa nuestro sentimiento de estar polarizados en
relación con alguien o algo que forma parte del entorno. Somos nosotros mis­
mos en cuanto agentes activos en relación con otras personas: en este nivel la
casa no tiene significado alguno aparte de nuestra relación con los demás.

El nivel externo En él esta casa significa el grupo propio por oposición a


otro grupo: Nosotros frente a Ellos. No me refiero a la habilidad global del in­
dividuo para relacionarse con grupos; ese es el dominio de la casa once. La pri­
mera significa el propio grupo sólo en relación con un grupo externo. Esta faceta
de la primera casa se ve claramente en astrología horaria, en la que -en relación
con competiciones deportivas- la casa uno significa «nuestro equipo» por opo­
sición al «equipo adversai,io».

Los planetas en la primera casa Significan energías que forman parte de


la autoexpresión del individuo en relación con los demás. Es, probable que una
concentración de planetas en la casa uno incremente la tendencia de una perso­
na a la subjetividad. Se trata de gente que tiende a tomar la iniciativa y a quien
le resulta difícil cooperar por el hecho de tener tantos planetas dedicados a vol­
car su energía en el mundo más bien que a experimentar las energías de los de­
más. Ser tan capaz de reaccionar ante los otros como de actuar es esencial para
poder mantener relaciones de cooperación.
Algunos planetas en la primera casa tienden a disminuir el énfasis en el yo.
Neptuno, por ejemplo, suele empañar la conciencia de la forma en que se pro­
yectan energías sobre los demás, y el nativo puede llegar a mostrar personali­
dades múltiples, de modo que los demás nunca saben realmente quién es. No me
refiero a las escisiones de la personalidad, en las que el individuo no controla el
proceso, sino más bien a las personas que dan invariablemente la impresión de
estar representando un papel.
Cuando Saturno está en la primera, el nativo puede estar tan preocupado por
la responsabilidad y las exigencias externas que le resulta difícil colocarse por de­
lante de los demás. Las proyecciones de la propia energía en el mundo tienden
a estar dominadas por una fuerte noción de la corrección o de lo que está bien
o mal.

La segunda casa

El dinero y los bienes muebles (por oposición a los bienes inmuebles). Los va­
lores, la actitud hacia la riqueza y la propü;dad.

293
La antigua interpretación de esta casa como la del dinero y los bienes mue­
bles funciona bastante bien en la descripción práctica del horóscopo, pero está
claramente orientada hacia la adivinación y nos deja en la oscuridad en lo que
se refiere a un significado interior que esclarezca la psicología del individuo. Los
autores más recientes se acercan más a una interpretación psicológica de la se­
gunda casa, ampliando su significado para referirlo a los valores del individuo
y a su actitud hacia las posesiones. Pero, tal como están las cosas, esta interpre­
tación tiene dos fallos.
En primer lugar, para demasiados astrólogos ha dado como resultado una
alteración del simbolismo de Venus y de Tauro, ambos identificados común­
mente con la segunda casa, de modo que de ellos también se afirma que rigen
los valores y la actitud hacia la riqueza. Esto parece formar parte de la tenden­
cia general a olvidar que Venus es principalmente el símbolo del amor, el afec­
to y el arte.
En segundo lugar, el concepto de «valores» como idea central de la segun­
da casa está mal definido. ¿Se alude con ello a los valores morales? La segunda
casa, ¿es la de cualquier cosa que podamos valorar? ¿Incluye la propia repu­
tación, la posición social, los seres queridos? Si es así, el significado de la casa
se expande mucho más allá de lo que estaba implícito en el antiguo significado,
más simple aunque fuera adivinatorio. Nociones tan amplias hacen que la casa
dos se superponga de forma grotesca con otras. Es necesario mantener la mayor
nitidez posible en los símbolos astrológicos, porque de otra manera lo que hay
que interpretar es una masa amorfa. De una casa podemos sacar casi cualquier
cosa que nos permita explicar algo que ya sabemos, pero no hay manera de ta­
mizar las múltiples posibilidades para descubrir algo nuevo.
Sin embargo, si precisamos y aclaramos un poco las cosas, la asociación del
concepto «valores» con la segunda casa no es del todo inoperante. En vez de
considerarlos como algo que tenemos, veámoslos como cosas que hacemos.
¿Cuál es la función que cumplen? ¿Por qué las hacemos? ¿Por qué la preocu­
pación de mucha gente por el dinero va bastante más allá de su necesidad de se­
guridad material?
Valorar es un proceso de identificación. Cuando valoramos algo, extende­
mos nuestro ego hasta ese algo y lo consideramos como parte nuestra. Imagí­
nese que tiene un coche nuevo y alguien se lo destroza con un martillo. ¿Cómo
se sentiría? Probablemente, su sensación sería muy semejante a la que le produ­
ciría un ataque personal. Cuando a alguien le entran ladrones en casa, el afecta­
do dice que se ha sentido personalmente violado. Cuanto más nos identificamos
con algo como parte de nosotros, más lo valoramos y más semejante a ésta es
nuestra reacción. Si usted no responde intensamente cuando le roban o rompen
algo de su propiedad, es que no lo ha hecho parte de sí mismo. En otras pala­
bras, no lo valora.
La identificación de algo externo a nosotros con nosotros mismos, por lo

294
menos en un nivel psicológico inconsciente, es un proceso de apego. Los bu­
distas dicen que esta es la causa del sufrimiento humano, lo que nos mantiene
en la rueda de la vida, encarnándonos y reencarnándonos. Creo que en esta idea
reside el verdadero significado de la casa dos. Los planetas y los signos empla­
zados en la segunda simbolizan aquellas energías mediante las cuales nos afe­
rramos al universo que hemos elegido.
A diferencia de algunos místicos orientales y occidentales, yo no creo que
nos encarnemos como resultado de un error cósmico, una tragedia o un acci­
dente. Aunque en general no estamos en contacto con la parte de nuestro ser
que toma tales decisiones, creo que nos encarnamos intencionadamente, por ne­
cesidad de enfrentarnos con ciertas experiencias. El hecho de que nos encarne­
mos no es afortunado ni desafortunado: simplemente, decidimos hacerlo por
nuestras propias razones.
Al decidir encarnarnos, y al acceder a jugar de acuerdo con las reglas del uni­
verso que hemos escogido, debemos apegarnos a ese universo. Al hacer nues­
tra una parte suya, nos comprometemos en él. Este es el proceso que simboliza
la segunda casa. Indudablemente, si no nos apegamos eliminamos mucho su­
frimiento, pero cuanto menos apegados estamos, menos comprometidos nos
sentimos con cualquier cosa que suceda en nuestro universo. El truco está en
comprometernos, pero dándonos cuenta de que el compromiso es simplemente
una elección nuestra y por lo tanto podemos cambiarla. Dicho de otra manera,
debemos ser los amos de nuestros compromisos, en vez de dejar que ellos nos
dominen. La tragedia de la gente excesivamente posesiva es que se convierten
en los objetos de sus apegos: la mayor parte de su individualidad es prisionera
de lo que valoran.
Hay algunos entes a los que nos apegamos y que no pertenecen propiamen­
te a la segunda casa. Los seres queridos son un ejemplo. Aunque se los puede
tratar como si fueran posesiones, transformándolos así en cosas de la casa dos,
al hacerlo los privamos de su individualidad y los convertimos en simples ex­
tensiones de nuestra propia identidad. Por más que valoremos a nuestros seres
queridos, si de verdad los amamos no intentaremos arrebatarles su independen­
cia ni su identidad aparte. El amor es la recíproca valoración de dos personas,
sin que el yo de ninguna de las dos se extienda hasta invadir el de la otra. En el
amor, dos personas pueden identificarse la una con la otra sin por eso destruir
mutuamente sus identidades. Se trata de un proceso recíproco, a diferencia de
los que se dan en la segunda casa, que se limita normalmente a los objetos físi­
cos, porque la mayoría de las personas estamos de acuerdo en que éstos no tie­
nen identidad propia.
El honor y la posición y el prestigio sociales también son cosas que valora­
mos y que no corresponden a la casa dos. No son cosas hasta las que nuestro
ego pueda extenderse, sino que forman parte de nuestro ego. Son aspectos de
nuestro sentimiento del propio valor, tal como los experimentamos en nuestras

295
interacciones sociales. Nuestro yo no está jamás en la segunda casa: por defini­
ción, uno no se puede «poseer» a sí mismo.
Tampoco admito que los valores morales pertenezcan a la casa dos, porque
también ellos son aspectos del propio ego, no entidades externas sobre las que
proyectamos nuestro ego. No hay un solo símbolo para los valores morales: Jú­
piter significa el honor, la integridad y la franqueza; el Sol, la propia valía y la
integridad; Saturno, la responsabilidad y el mantenimiento de los compromisos;
la casa nueve, los valores filosóficos y religiosos, y la décima, el honor social y
el prestigio que se adquiere en función de la propia moralidad. La moral en lo
que se refiere a las relaciones está simbolizada por los planetas, signos y casas que
afectan a nuestras relaciones, y así sucesivamente.

El nivel interno En este nivel, totalmente dentro de la psique, la segunda


casa significa la parte del ego que está dispuesta a fluir más allá de los límites
del cuerpo y a apegarse a entes externos, convirtiéndolos en parte del propio
ser. Rara vez consciente, este proceso de apego es algo que en general el indi­
viduo acepta como dado. Así nos identificamos inconscientemente con nuestro
coche y nuestra cuenta corriente, y cuando aquello a lo que nos hemos apegado
no está sometido a trastornos ni amenazas, nos sentimos seguros. Que, además,
lo que poseemos pueda ser realmente útil y permitirnos ser más eficaces es una
consideración que no deja de ser secundaria para la extensión del ego.

El nivel de relación En el nivel de la interacción con el mundo externo,


la segunda casa significa nuestra actitud hacia las posesiones y otras cosas a las
que estamos apegados, y muestra de qué manera actuamos sobre ellas y cómo
las experimentamos. Simboliza las relaciones que tenemos con nuestros apegos
y la expresión efectiva de nuestra valoración tal como se manifiesta en nuestro
comportamiento. También puede simbolizar la conciencia de aquello a lo que
estamos apegados, por oposición a aquello a lo que están apegados los demás.
Un ejemplo es nuestro dinero en contraposición con el de otras personas. Y pue­
de representar la conciencia y la vivencia de nuestros apegos por oposición a
las energías que nos desapegan de ellos.

El nivel externo En el nivel que está fuera del yo tenemos el significado


tradicional de la segunda casa, es decir, las cosas o entidades en sí mismas: la
riqueza, las posesiones físicas y los recursos. La casa dos puede ser fundamen­
talmente el proceso de valoración en un nivel interno, pero en el nivel externo
representa las cosas que están en juego.

Los planetas en la segunda casa Varios planetas en esta casa tienden a


incrementar la necesidad de posesión, es decir, el número y las clases de cosas
a las que podemos llegar a apegarnos. Pero ciertos planetas en la casa dos re-

296
ducen el grado del apego. La gente que tiene aquí a Urano tiende a querer libe­
rarse de los apegos en el plano físico, porque limitan su libertad de movimien­
to. Evidentemente, Urano en la segunda también puede indicar que se tienen
posesiones uranianas, es decir, cosas que permiten al nativo llevar una vida
nada convencional.
Júpiter, si forma aspectos que destaquen su amor a la libertad, también pue­
de tener este efecto. Pero si está asociado con otras energías posesivas, puede
incrementar muchísimo el instinto de posesión del nativo.
Marte puede ser causa de que se actúe de forma temeraria con los recursos.
Quizá parezca que éstos no le importan, pero no es más que una apariencia. Lo
que está haciendo en realidad el nativo es demostrar su propio control sobre los
recursos, al disponer de ellos de cualquier manera que se le ocurra.

La tercera casa
La mente inferior, es decir, la que opera en el nivel normal y cotidiano. La inter­
acción rutinaria con los demás. La comunicación. Los viajes y desplazamien­
tos cortos. Los hermanos, las hermanas, los vecinos y los familiares, a excep­
ción de los padres.
La casa tres simboliza un número mayor de conceptos aparentemente sin
relación entre sí que cualquier otra casa, salvo la quinta. El hilo mediante el que
la mayoría de los astrólogos modernos han intentado conectar estos conceptos
lo constituyen «las interacciones con el entorno inmediato». La única dificultad
con esto es que se trata de una descripción puramente externa de una casa que,
al estar por debajo del horizonte, debería tener una dimensión interna particu­
larmente fuerte.
El significado tradicional de esta casa como «la mente inferior» sugiere, sin
embargo, un simbolismo interior, personal y psicológico. Pero, ¿qué es exacta­
mente «la mente inferior»? En ninguna época de la astrología se ha aludido con
esta expresión a que la mente esté dominada principalmente por las emociones
y la irracionalidad. Ni tampoco es nada parecido al «ello» freudiano, una con­
ciencia animal que nos motiva para hacer sólo aquello que queremos en el más
primitivo de los niveles. El resultado de la mente inferior son generalmente ac­
ciones más o menos razonables, aunque no se trate del nivel de conciencia que
reflexiona y juzga. Su función es el trato con la existencia cotidiana.
La mente de la casa tres puede ser consciente. Se puede reflexionar sobre
ella a voluntad. Si así lo decidimos, podemos observar nuestra actitud y nuestra
disposición mental en cualquier situación dada para ver lo que sucede. Mientras
hablamos, con lo cual ejercitamos una función de la tercera casa, podemos se­
leccionar y escoger cuidadosamente nuestras palabras, si así lo deseamos. Lo
más probable, sin embargo, será que miremos al mundo sin tener conciencia de

297
nuestra actitud ni de nuestra disposición anímica. Nuestras palabras seguirán
las pautas que hemos empleado rutinariamente durante toda la vida y que en ge­
neral parecen suficientes. La tercera casa es un nivel de la mente que la mayoría
de las veces funciona de forma inconsciente, pero que puede hacerse conscien­
te cuando así lo decidimos. No es inconsciente porque no podamos mirarlo,
sino porque normalmente no nos decidimos a hacerlo. Yo llamo mente inferior
al nivel de la conciencia que no se reconoce.
La mente inferior es una capacidad importante. Es como un piloto automá­
tico. La interacción normal con el mundo no requiere ninguna atención espe­
cial; es algo que se puede atender de manera rutinaria. En realidad, debemos
atenderlo de este modo: no podemos permitirnos el lujo de consumir nuestra
energía consciente examinando todo lo que hacemos y decimos durante el día.
Ocasionalmente podemos encontrarnos en alguna situación en la que no poda­
mos funcionar en este nivel. Quizás nos hallemos en un entorno que descono­
cemos, sintamos que alguien está juzgando cada uno de nuestros movimientos
o estemos en alguna situación de tensión que nos obligue a ser conscientes de
todo. Cada vez que algo así sucede, nos damos cuenta de que necesitamos una
tremenda concentración. Son pocas las personas que tienen la energía necesa­
ria para funcionar durante largo rato en este nivel de conciencia. A todos nos
hace falta contar con algún tiempo durante el cual podamos relajarnos y fun­
cionar automáticamente sin ser conscientes de nosotros mismos.
Hay actividades en las que el pensamiento consciente estorba. Habilidades
físicas como caminar o ir en bicicleta sólo se dominan cuando se las ha apren­
dido tan bien que los procesos que las integran se vuelven inconscientes (en este
punto se vuelven parte de la mente lunar). Uno puede optar por ser consciente
de estos procesos, pero si trata de dirigirlos fundamentalmente mediante un in­
tento consciente, lo más probable es que los desbarate. Para que algunos proce­
sos funcionen, es preciso integrarlos en las pautas inconscientes del cuerpo, por
más que se hayan iniciado en la mente consciente.
La comunicación es una parte importante del funcionamiento semiconscien­
te de la tercera casa. Como las habilidades físicas, el uso del lenguaje se vuelve
en buena medida inconsciente. Cuando hacemos un pedido a una tienda por te­
léfono no es el momento de reflexionar sobre el mecanismo del habla. Además,
normalmente la comunicación es el acto de establecer conexiones con nuestro
entorno inmediato para concretar interacciones rutinarias. Cuando en la comu­
nicación interviene una expansión o un salto de la conciencia, la actividad per­
tenece más bien a la novena casa que a la tercera.
Los viajes cortos son una proyección de la función de la tercera casa sobre
el plano físico. Se trata simplemente de moverse en el mundo cotidiano. Son
viajes que no nos sacan del mundo con el que estamos familiarizados en nues­
tra experiencia diaria. Si un viaje nos lleva a un mundo nuevo y desconocido
que nos exige una gran cantidad de reflexión y consideración conscientes para

298
poder enfrentarnos con él, no es una vivencia de la casa tres, por más corta que
sea la distancia física. Durante mucho tiempo, para distinguir los viajes de la
tercera casa de los que pertenecen a la novena, los astrólogos trataban de medir
el tiempo empleado o la distancia recorrida. Y o creo que el criterio es cómo nos
aleja del ámbito de la experiencia cotidiana el viaje. Quienes en los años sesen­
ta experimentaron con LSD tuvieron la vivencia de viajes de la casa nueve sin
haberse levantado siquiera de su asiento; no por nada llamaron a esa experien­
cia trip, es decir, «viaje».
Más difíciles de encajar en el esquema de la «mente inferior» son los herma­
nos, las hermanas y los familiares. Aquí nos vemos envueltos en un problema
común en astrología. Aunque con frecuencia parece que las casas simbolizaran a
otras personas y entidades, ya he señalado que en realidad sólo simbolizan nues­
tra vivencia de ellas. Dicho de otra manera, las casas simbolizan, en el nivel in­
terpersonal y ambiental, nuestras relaciones con estas personas y entidades. La
tercera casa no representa a nuestros hermanos, hermanas y familiares, sino que
indica nuestra relación con algo que ellos tienen en común, es decir, que son
personas de nuestro entorno con las que tratamos de forma más o menos auto­
mática. Nuestras relaciones con ellos no son especialmente conscientes ni han
sido conscientemente escogidas, como la pareja en la casa siete o los amigos en
la once. Simplemente, están ahí formando parte de nuestro mundo. Además, es­
tas relaciones no implican ningún tipo de interacción que pueda situarlas en las
casas cuarta o décima.
Esto implica que si hemos tenido hermanos, hermanas u otros familiares
que no formaron parte de nuestro entorno en la niñez, o con quienes no hemos
llegado a establecer el tipo especial de relación íntima e inconsciente que gene­
ralmente tenemos con los parientes, estas personas no estarán simbolizadas por
la tercera casa. Y sin embargo, aun cuando nunca los hayamos visto antes, es
frecuente que al conocer a un hermano, una hermana u otro familiar, la relación
asuma un estilo particular. Recuerdo que cuando conocí a algunos de mis pri­
mos sólo necesitamos una hora para tener un contacto familiar, y no de perso­
nas extrañas que acaban de conocerse. Un vínculo común de intimidad, como
los genes, puede permitir que uno se relaje y actúe de forma automática.
Los vecinos, como los parientes, forman parte de las interacciones humanas
diarias a las que me he referido más arriba. Lo importante no es la proximidad
física, sino el hecho de que la relación sea lo bastante familiar como para que
pueda darse con un mínimo de consideración consciente.

El nivel interno En su nivel de manifestación más profundo, la tercera casa


simboliza los aspectos de la mente que se encargan de las funciones mentales y
físicas aprendidas conscientemente y las hacen funcionar de forma automática.
Como base inconsciente de la disposición mental fundamental de un individuo',
la casa tres simboliza también el aspecto,subconsciente que más influye en la

299
vivencia de la realidad cotidiana. La tercera casa es así, junto con la cuarta, uno
de los dominios determinantes de los hábitos. La parte que corresponde a la casa
tres es la configuración de la energía psíquica que estructura el hábito, es decir,
los procesos psicológicos que de hecho suceden cuando actúa .el hábito. Algo
muy semejante a la estructura de un programa de ordenador, por oposición a su
propósito. La casa cuatro representa el hábito como respuesta a las condiciones
o al condicionamiento al comienzo de la vida.

El nivel de relación En el trato con el mundo exterior, la mente funciona


con el «piloto automático» puesto en las interacciones cotidianas. Este nivel se
manifiesta como el habla y las comunicaciones rutinarias, y sirve para mantener
la relación con el mundo cotidiano. Representa no sólo la expresión de nuestras
actitudes y nuestros programas básicos de comportamiento, sino también la vi­
vencia que tenemos de las actitudes y los programas de comportamiento de
quienes configuran nuestro entorno inmediato.

El nivel externo La mayoría de las descripciones tradicionales de la ter­


cera casa pertenecen al nivel de los entes externos. Los hermanos, las herma­
nas, los demás familiares y los vecinos forman parte de nuestro mundo íntimo
y personal. La tercera casa representa también las situaciones y los lugares que
constituyen ese mundo: el supermercado del barrio por oposición a Calcuta.
Los viajes cortos no son más que un ejemplo del hecho de movernos en nuestro
propio mundo personal y de establecer conexiones rutinarias con los demás.
En resumen, la tercera casa simboliza cualquier aspecto de la vida que no
nos exija una expansión de la conciencia por el hecho de encontrarnos con algo
que no nos es familiar. Indica asuntos que podemos manejar adecuadamente
valiéndonos de nuestras pautas de pensamiento y de comunicación habituales e
inconscientes.

Los planetas en la tercera casa Una concentración de planetas en esta


casa indica que se participa en muchas pequeñas interacciones con el entorno
personal, en lugar de refugiarse en un rincón para pasarse el día meditando. Hay
demasiada energía mental para no permitirle que rebose y se vierta en el mun­
do externo inmediato. Con frecuencia no se tiene la sensación de estar comuni­
cando nada importante: es como si se quisiera simplemente descargar un exce­
so de energía mental. Un ejemplo son las personas que charlan y chismorrean
en una cháchara intermmable. Otros se muestran físicamente inquietos. No se
sienten bien quedándose en un lugar dentro de su mundo personal, aunque qui­
zá no necesiten alejarse con frecuencia de su esfera cómoda y familiar.
La mayoría de los planetas simplemente manifiestan sus energías en asun­
tos de la tercera casa, pero unos pocos parecen alterar la naturaleza de esta casa
o sentirse incómodos cuando están emplazados en ella, como, por ejemplo, la

300
Luna, cuyo carácter emocional puede interferir en las funciones de la casa tres
en cuanto nubla y confunde la comunicación. Lo que se dice puede ser tan emo­
cional y tan personal que ni siquiera los más próximos al nativo pueden relacio­
narlo con su contenido.
Neptuno presenta problemas similares. En este caso no es el carácter perso­
nal de la comunicación lo que dificulta el contacto con los demás, sino más bien
su oscuridad. En general, las energías de la tercera casa funcionan de forma li­
neal, es decir que una idea, una acción o una percepción sigue secuencialmente
a otra. Con Neptuno, la secuencia puede ser oscura y difícil de seguir. Con fre­
cuencia, esto se debe a que el planeta abre la mente a un tipo de percepción que
no es fácil de comunicar en términos lineales.

La cuarta casa
El hogar. La vida más personal e íntima. La propia familia, tanto en la infan­
cia como en la vida adulta, el padre y la madre, los antepasados, la tierra natal.
El pasado y la relación con la tradición. Los bienes inmuebles y las tierras. El
final de la vida.
El significado esencial de la casa cuatro se aclara un poco a partir de las in­
terpretaciones tradicionales. Es una casa de vida interior y personal, por oposi­
ción a las preocupaciones externas y sociales.
Es también la casa de todo aquello que sirve de apoyo para la propia existen­
cia, tanto en el nivel físico como en el emocional. Se trata de un apoyo diferente
del que ofrece la segunda casa. El dinero y los recursos materiales constituyen
un apoyo para nuestra existencia, pero lo esencial de la casa dos es el apego a
los recursos como extensiones de nosotros mismos, no como apoyo. La casa
principal del apoyo es la cuarta.
Sin embargo, el simbolismo esencial de la casa cuatro es aún más profundo.
Para hallarlo tenemos que considerar el significado de la cúspide de la cuarta
casa, el Imum Coeli, que, como dije en la sección sobre Tauro, es la dirección
de la Tierra desde nuestro propio lugar de nacimiento, en la medida en que tal
dirección se puede mostrar en el zodíaco. Y la Tierra es la base de todo apoyo
de la vida que hay sobre ella. En el sentido más literal, es donde apoyamos los
pies. En un sentido más amplio, es el último soporte de nuestra existencia físi­
ca. Es la Gran Madre: de su sustancia proviene nuestro cuerpo, y después nues­
tros alimentos, nuestra ropa y nuestro hogar. Se puede demostrar que todo el
simbolismo de la cuarta casa se genera en este tipo de imágenes de la Tierra.
Nuestro hogar, tanto físico como emocional, es nuestro trozo de la Tierra, don­
de nos asentarnos y arraigarnos. Es el lugar de la vida personal e íntima donde nos
refugiamos después de un día de enfrentamientos con el mundo externo, con la"
sociedad. Nuestra familia la constituyen, o por lo menos así debería ser, personas

301
con quienes no sólo tenemos raíces comunes, sino que también nos brindan apo­
yo emocional, como nosotros a ellas. Nuestra comunidad es una extensión de la
familia, como lo es nuestra tierra natal. Y no se trata de un gobierno ni de un or­
den político, sino de la propia tierra como lugar físico al que pertenecemos.
El concepto de pertenencia es importantes para distinguir la cuarta casa de
la segunda. Lo relacionado con la casa dos nos pertenece, pero nosotros perte­
necemos a lo que simboliza la casa cuatro.
Los bienes inmuebles son nuestro trozo privado de la Tierra, son la tierra
sobre la que construimos nuestro hogar. Pero dudo de que la cuarta casa tenga
nada que ver con la tierra que se compra para especular; ésta más bien parece
caer dentro de la quinta, que se relaciona con la especulación, o de la segunda,
que tiene que ver con las posesiones.
El aspecto más discutible de la casa cuatro es su conexión con uno de los
padres. ¿A cuál de ellos debemos asignarla, al padre o a la madre? Por razo­
nes que para mí no son nada claras ni teórica ni empíricamente, la mayoría de
los astrólogos sitúan al padre en la cuarta y a la madre en la décima. Pero hay
una tradición casi igualmente fuerte que invierte este orden.
Yo considero que tanto el padre como la madre pueden estar simbolizados
por la casa cuatro, dependiendo del papel que cada cual desempeñe a los ojos
del niño. La cuarta casa simboliza a aquel de los padres que proporciona el sis­
tema de apoyo en los primeros años de vida, mientras que la décima simboliza
al que aparece como la figura autoritaria que impone disciplina. Ambos, en di­
versos momentos, asumen la función de la cuarta casa. De acuerdo con el papel
que nuestra cultura todavía sigue atribuyendo a cada sexo, generalmente es
el padre quien proporciona el apoyo físico, mientras que por lo común la madre
ofrece apoyo emocional y se ocupa de forma más efectiva del cuidado de los hi­
jos. Y en la medida en que ambos padres hacen respetar la disciplina, los dos
son figuras de la décima casa.
Para mí, brindar afecto y atención y proporcionar un sistema de apoyo son
las actividades que configuran el aspecto maternal de la función parental, mien­
tras que enseñar e imponer disciplina constituyen el aspecto paternal. Pero es­
tas dos facetas de la función parental no están necesariamente vinculadas con el
sexo biológico de los padres. Creo que a esto se debe que haya confusión sobre
cuál de los dos está simbolizado en cada una de estas casas.
Encerradas en el seno de la Tierra están las huellas de nuestro pasado: es­
tratos rocosos de remotísimas edades, vestigios de antiguas civilizaciones. De
manera semejante, la cuarta casa significa nuestro pasado y nuestra relación con
la tradición. Simboliza las estructuras físicas, las pautas psicológicas, las actitu­
des y los recuerdos que heredamos de la raza humana, de nuestros antepasados
y de la vida en y más allá del útero.
Y lo más importante es que la cuarta casa representa lo que está sepultado
en el sentido psicológico: el inconsciente. No nos referimos tanto a la noción

302
freudiana de un inconsciente personal como a la idea junguiana de un incons­
ciente colectivo, que es común a toda la humanidad por el simple hecho de que
todos somos biológicamente similares. No se origina en la experiencia indivi­
dual, sino que nos llega ya sea mediante la herencia ya sea en virtud de expe­
riencias que son absoluta e inevitablemente comunes para todos nosotros, con
independencia de las variaciones culturales o individuales. Se genera en proce­
sos cerebrales que tienen lugar por debajo del nivel de la conciencia, de modo
que aunque queramos no podemos hacerlos conscientes. Algunos de ellos son
funciones del sistema nervioso autónomo; otros son simplemente aspectos del
funcionamiento del cerebro de los que jamás tomamos conciencia como no sea
por mediación de pautas simbólicas en nuestros sueños, fantasías y mitos. Los
símbolos de la astrología funcionan en este nivel: cada planeta representa un
conjunto de símbolos en el inconsciente colectivo.
El inconsciente colectivo sirve, entre otras cosas, para conectarnos a todos
los unos con los otros, y esta es su relación con la cuarta casa. Aunque Jung no lo
afirmó claramente, en la astrología y en los sistemas del ocultismo está implí­
cita la idea de que en algún nivel del jnconsciente todos somos en realidad una
única entidad, y de que no hay fronteras que separen a los individuos y, posi­
blemente, ni siquiera a las especies. Lo único que no nos permite ver nuestra
conexión con la unidad de la vida es nuestra confianza en la mente consciente.
En cierto nivel estamos siempre conectados con todo, tenemos siempre nuestro
hogar en todas partes. El inconsciente colectivo, simbolizado por la cuarta casa,
es el cordón umbilical que nos conecta con la totalidad de la vida.
La casa cuatro, en cuanto final de la vida, también está claramente simboli­
zada por la Tierra. No sólo nacemos de ella; en la muerte le devolvemos nues­
tra sustancia física. La tierra es a la vez útero y tumba. Y como veremos en el
capítulo siguiente, a la cuarta casa se la puede ver al mismo tiempo como el co­
mienzo y el final del ciclo de las casas.

El nivel interno En el nivel más íntimo, la cuarta casa simboliza las fun­
ciones psíquicas que nos conectan con el resto de la vida. Rige los sentimientos
de pertenencia, de «sentirse en casa en» y de estar conectado. Es nuestro víncu­
lo con el inconsciente colectivo, con las pautas psicológicas que compartimos
con todos los seres humanos. Simboliza también las estructuras psicológicas
que forman parte de nuestra herencia genética o que se generan en los primerí­
simos días de la vida, que son de adquisición preverbal y están tan ligadas a lo
que somos que es imposible verlas directamente: sólo las deducimos a partir de
sus productos, como pueden ser los sueños o algunas formas extrañas de com­
portamiento. Estos aspectos de la psique son como la Tierra, de la cual, en cuan­
to astrólogos, somos en buena medida inconscientes. Probablemente porque la
Tierra es hasta tal punto parte de nosotros, quizá porque es el planeta más pró­
ximo, nos olvidamos de ponerla en la carta.

303
El nivel de relación En el nivel de nuestra relación consciente con otros
seres, la cuarta casa simboliza nuestros vínculos más íntimos, que incluyen a la
familia y a otras personas que nos apoyan y nos nutren afectivamente, y en eta­
pas posteriores de la vida a aquellos a quienes nosotros apoyamos y nutrimos
afectivamente. La casa cuatro nos muestra así los aspectos más personales e ín­
timos de nuestra existencia social, los que generalmente no ven las personas
que no forman parte de nuestro círculo más íntimo.
Como la cuarta casa simboliza este tipo de relación de intimidad, se relacio­
na con vivencias infantiles o incluso prenatales cuyas consecuencias son incons­
cientes y que se convierten en parte del nivel interno de la casa. Son experiencias
que pueden -o no- ser fuentes de dificultad cuando en la vida adulta afloran
como hábitos y pautas de comportamiento cuya función no es clara. Así como
los hábitos de la casa tres son pautas que una vez fueron conscientes y cuyo ori­
gen olvidamos cuando están profundamente arraigadas, el origen de los hábitos
de la casa cuatro nunca llega a ser consciente.

El nivel externo El nivel más exterior de la cuarta casa incluye a perso­


nas como aquel de los padres que nos nutrió con su afecto, y a otras con quienes
tenemos relaciones típicas de la casa cuatro. Incluye también la vivencia que se
tiene de la propia casa, del hogar, de la familia, tanto la de la infancia como la
de la edad adulta, de la comunidad, el pueblo o la ciudad natal, la nación y así
sucesivamente.

Los planetas en la cuarta casa Una concentración de planetas en la casa


cuatro indica la probabilidad de que el nativo tenga una manera muy personal y
subjetiva de tratar con el mundo. Son personas que tienden a ser reservadas,
y sin ser exactamente retraídas, les gusta estar solas en su propio espacio, o con
las personas de su círculo íntimo. Es con frecuencia una indicación de introver­
sión, en todos los sentidos de la palabra.
Si no se las nutre afectivamente al comienzo de su vida, más adelante estas
personas pueden mostrarse retraídas, emocionalmente inseguras y posesivas.
En caso contrario, luego pueden convertirse, a su vez, en figuras capaces de brin­
dar protección y afecto. Tienen con frecuencia, independientemente de su sexo,
un fuerte impulso maternal.
Las personas con planetas fuertes y que funcionan bien en la cuarta casa tie­
nen un sentimiento de pertenencia. Para sentirse bien no necesitan demostrar
nada a nadie ni salir a conquistar el mundo. Aceptan las circunstancias de la
vida y no es fácil que se alteren por los cambios inesperados. Poseen un equili­
brio y una estabilidad psicológica de los que carecen la mayoría de la gente.
Pero Saturno, Urano, Neptuno o Plutón en la cuarta, en especial si están mal
aspectados, pueden indicar dificultades para dar o recibir afecto y apoyo. Sa­
turno tiende a restringir el flujo energético de esta casa, de modo que el nativo

304
siente que el afecto que se le brinda es limitado o reducido. Urano significa que
el flujo es irregular, imprevisible, o que se da de maneras poco comunes. Nep­
tuno suele proporcionar el sentimiento de que el afecto que se recibe es débil,
falto de vitalidad, o que se da en un nivel abstracto y no físico. Plutón en la cuar­
ta no restringe especialmente el caudal de energía; es más, puede incrementarlo
hasta el punto en que el nativo se encuentre atrapado o limitado por sus efectos,
lo que da como resultado la persistencia de problemas de la infancia o de un
comportamiento infantil en la vida adulta.

La quinta casa
El juego y las diversiones. La, autoexpresión y la creatividad. La,s aventuras
amorosas. La natalidad y los hijos. Los juegos de azar, la especulación y las
inversiones.
Esta mezcla de ideas no permite distinguir fácilmente ningún significado
esencial para la quinta casa, y sin embargo hay uno que se deriva de los signi­
ficados tradicionales de «juego» y «autoexpresión». El juego y las diversiones
es la interpretación más antigua dada a la quinta casa; la autoexpresión es una
manera moderna de decir esencialmente lo mismo, pero así se le confiere dig­
nidad. Además añade a la idea de «juego» un elemento que en realidad es inhe­
rente a la palabra, pero que se ha perdido en nuestras actitudes modernas. Para
mucha gente de hoy, el juego es trivial: una actividad de la que todos disfruta­
mos, pero que no nos tomamos en serio. En la última parte del siglo xx, sin em­
bargo, se considera a la autoexpresión casi con tanta seriedad como al trabajo.
En realidad, somos muchos los que trabajamos duro para alcanzarla, lo cual es
absurdo si nos paramos a pensarlo. Como el juego y la autoexpresión constitu­
yen la esencia de la casa cinco, los analizaremos con un poco más de atención.
Para subsistir, generalmente hemos de cumplir ciertas funciones: ganarnos
el pan, asegurarnos el techo, etcétera. También hacemos muchas cosas para sa­
lir adelante o simplemente para sobrevivir en sociedad. Lo que todas estas acti­
vidades tienen en común es que no se practican como un fin en sí. Se las hace
solamente por necesidad (real o imaginaria) o para servir a algún otro fin dis­
tinto de la actividad misma.
Pero hay algunas actividades que practicamos por sí mismas. Las hacemos
sólo porque queremos hacerlas, nos gusta hacerlas y decidimos hacerlas. Son
actividades que no sólo liberan nuestras energías, sino que también dicen algo
sobre quiénes somos y lo que nos proponemos. Sin embargo, su propósito no es
enunciar nada; lo importante de estas actividades es que constituyen su propio
objetivo y son autosuficientes.
Podemos explorar los misterios del universo simplemente porque queremos
saber lo que hay; podemos desarrollar nuestras habilidades atléticas para dis-

305
frutar de la exuberancia de nuestro cuerpo; podemos crear obras de gran belle­
za o de un profundo significado: el arte por el arte. Hay incluso quienes viven
su vida como una obra de arte.
Evidentemente, se trata de formas de autoexpresión, y además son activida­
des lúdicas. Se practican por sí mismas. Y aunque de forma subsidiaria puedan
hacerlo, en un sentido primario no sirven a ningún otro fin.
La ciencia -es decir, la ciencia pura por oposición a la tecnología- es esen­
cialmente un juego. Por más recursos retóricos que se prodiguen sobre la utili­
dad de expandir nuestro conocimiento (lo cual a menudo es útil), en su origen la
ciencia es la actividad de personas que se divierten haciéndose preguntas sobre
el universo. Muchos astrólogos, yo entre ellos, tenemos la misma motivación.
Tanto la ciencia como la astrología nos exigen que trabajemos, pero el trabajo
está puesto al servicio de la actividad fundamental, que es el juego.
En realidad, el papel del trabajo en general consiste en ayudarnos a jugar.
Optar por vivir es, en sí, la decisión de jugar al juego de la vida. E incluso si,
como enseña el cristianismo, el propósito de la vida es glorificar a Dios, en rea­
lidad se está al servicio de un Dios que juega.
El juego no es ni trivial ni insignificante. De hecho, es lo que es el ser. El
trabajo, aunque sea necesario, es secundario: está al servicio del juego. Toda
actividad debe ser su propia motivación, o bien debe servir en última instancia
al propósito de otra actividad que es su propia motivación.
La quinta casa se relaciona estrechamente con la primera, que forma parte
también de la triplicidad personal de las casas. Pero, a diferencia de la primera,
la quinta no implica una realidad exterior en la que se libera la energía. Es sim­
plemente el dominio de aquellas energías inherentes al yo que quieren liberarse
porque sí. La fuerza de estas energías puede ayudar a un individuo a canalizar
energía hacia el mundo por mediación de la casa uno, pero las energías de la
quinta no son inherentemente sociales.
Esto nos lleva a hablar de las aventuras amorosas, de las que se podría espe­
rar que pertenecieran a una casa orientada hacia las relaciones. Entonces, ¿cómo
es posible que estén asociadas a una casa de autoexpresión personal, con una
mínima dimensión social? La respuesta es que la casa cinco se relaciona sola­
mente con un aspecto de las relaciones amorosas: el del simple disfrute, la di­
versión, una actividad que se practica por sí misma, sin pensar a dónde nos con­
duce. En su forma pura, no contaminada por otras consideraciones, el amor
romántico es complacerse en una situaci�n sin otro motivo que lo bien que se
siente uno en ella.
E idealmente, el amor estimula la autoexpresión. A través de los ojos de una
persona enamorada, se descubren nuevos aspectos del propio ser, aspectos que,
al ser apreciados por el otro, florecen. Una enorme proporción de nuestras ma­
nifestaciones artísticas ha nacido de la autoexpresión de los enamorados.
La casa cinco significa encuentros amorosos y cortejo, con el placer y la di-

306
versión consiguientes. Es la etapa en que cada una de las dos personas disfruta
simplemente de ser ella misma y de estar con la otra, y en que poco piensan en
esforzarse seriamente por funcionar como pareja, lo cual es del dominio de la
casa siete. Una relación de la quinta es menos seria y menos comprometida y no
significa un contacto tan íntimo de persona a persona.
Una generación atrás, el acto legal del matrimonio establecía la transición
de una relación predominantemente de la quinta cása a una que pasaba a ser
principalmente de la séptima. Pero entre mucha gente joven ya no hay un acto
definitivo que marque este paso. Irse a vivir juntos puede ser como un matri­
monio legal, pero también se puede hacer de forma tan casual que la relación
todavía no ha pasado de verdad a la casa séptima.
Evidentemente, el carácter de una relación amorosa no es de forma tajante
de la quinta o de la séptima: todas son una mezcla. El más recíprocamente de­
dicado de los matrimonios puede tener este aspecto de dos personas a quienes
simplemente les gusta estar juntas, y en la más casual de las relaciones entre
dos personas se produce algún intercambio dialéctico.
Otro significado quizá difícil de relacionar con la autoexpresión y el juego
son los hijos, una fuente innegable de responsabilidad. ¿Cómo puede ser «jue­
go» tener un hijo? Es obvio que no lo es en un sentido trivializado. Pero sí lo es
en cuanto actividad que es un fin en sí misma y la liberación de una energía in­
terior que expresa qué y quién es uno.
Para la mayoría de las personas, tener un hijo no sirve a ningún fin práctico,
un hecho que se ha subrayado últimamente en gran parte de la bibliografía ad­
versa a que se los tenga. Y sin embargo la gente se decide a tener hijos. Incluso
muchachas adolescentes que no deberían tenerlos a causa de su edad y de su in­
madurez los tienen con frecuencia porque significan algo para ellas, algo que
no se puede expresar fácilmente en términos prácticos. Se puede afirmar que te­
ner hijos es una forma de autoexpresión, mediante la cual las personas crean va­
riaciones sobre sí mismas y transmiten además algo de lo que son. Además, por
mediación de los hijos restablecen el contacto con la tendencia lúdica y la for­
ma exuberante de autoexpresión de su propia niñez.
Tener hijos es inequívocamente juego en el sentido expandido, pero no es
pura diversión. Como pasa con cualquier otro juego, lleva consigo un trabajo
(piense en el entrenamiento de un atleta, que también es un trabajo subsidiario
del juego), y con frecuencia incluso dolor, empezando por los dolores del par­
to, que son los dolores de la creación, que las madres y los artistas comparten.
Sacar del yo lo que ha de ser expresado no es siempre fácil, ni lo que se expresa
es siempre hermoso: los hijos no siempre salen bien, y las tragedias como Hamlet
son otra forma de juego [en inglés, play significa a la vez juego y representa­
ción teatral].
Hasta el siglo xx, en astrología natal, la quinta casa no era la única que sim­
bolizaba a los hijos, ni siquiera la principal. En los ljbros antiguos las casas dé-

307
cima, undécima, cuarta y quinta, en ese orden, representaban a los hijos. Tanto
la cuarta como la décima significan variantes de la actividad parental, y en
cuanto tales se relacionan también con aquellos con quienes desempeñamos ese
papel. La undécima significa relaciones con todo tipo de grupos, y la propia fa­
milia es el principal ejemplo de uno de ellos. La quinta casa significa concreta­
mente el acto creativo de traer hijos al mundo. Esta antigua manera de considerar
a los hijos a través de los horóscopos del padre y la madre abarca la condición
parental como un proceso de múltiples aspectos, y me parece mucho más com­
pleta que limitarse sólo a mirar la quinta casa.
Los significados restantes de esta casa son los juegos de azar, la especula­
ción y las inversiones. Todos ellos son esencialmente juegos de azar (yo limi­
taría las inversiones de la quinta casa sólo a las especulativas), y en cuanto ta­
les, tienen cabida en la quinta casa como formas de diversión.
Cabe preguntarse si el elemento aleatorio que hay en los juego de azar se re­
laciona con el significado central de la quinta casa. Quizás. Ciertamente, hay un
elemento aleatorio en la creación de un hijo: qué espermatozoide llega primero
al óvulo no deja de parecerse a una carrera de caballos o a una jugada en la ru­
leta. Y ni el artista ni los futuros padres pueden estar seguros de cuál será el pro­
ducto de su autoexpresión creativa. Como el jugador, uno echa sus energías al
mundo con cierta temeridad y sin poder estar nunca del todo seguro de las ga­
nancias.

El nivel interno La quinta casa simboliza aquellas partes de la psique que


desean expresar la naturaleza del yo. En cuanto símbolo del ser, esta casa es
«ser yo mismo», y significa el impulso de representar el papel que uno ha es­
cogido.
En otro sentido, simboliza el impulso de crear. La quinta casa es un lugar de
energías que están dentro del individuo y tratan de salir; a medida que lo consi­
guen, le proporcionan el sentimiento de estar vivo y de ser único. Estas energías
pueden -o no- necesitar de otra persona para expresarse por completo.

El nivel de relación En el nivel de yo y el otro, la quinta es la casa de to­


das las relaciones que se forman principalmente por placer o por necesidad de
autoexpresión. Esto incluye los amoríos y también el mero goce de estar con
una persona que nos gusta.
La casa cinco significa también la relación con el producto de nuestra ac­
tividad creativa espontánea. Esta es una de las maneras en que la quinta se re­
laciona con el hecho de tener hijos. Es la casa que principalmente hay que con­
sultar respecto de cómo resultará el hecho de tener hijos, por oposición a la
actividad de criarlos y educarlos. (Para esto último, véanse las casas diez y
cuatro.)

308
El nivel externo En este nivel se da nuestra experiencia de aquello que
pertenece a la vez al mundo externo y a la quinta casa, como los lugares de di­
versión, los juegos de azar y la especulación. Y también en este nivel se halla el
componente perteneciente a la quinta casa de la vivencia que tenemos de nues­
tros hijos.

Los planetas en la quinta casa Una preponderancia de planetas en esta


casa significa que el nativo tiene una fuerte necesidad de liberar abundantes
energías. Con frecuencia tiene mucho que dar -ideas, creatividad y energías
exuberantes-, pero no es tan bueno para recibir lo mismo de los demás. Gene­
ralmente, se trata de personas a las que les gusta divertirse, pero esto depende
de los planetas que haya en juego.
Mientras que la mayoría de los planetas significan simplemente qué clase
de energía se incorporará a la propia autoexpresión creativa, Saturno es noto­
riamente contrario a la naturaleza de la quinta casa. Las personas con este em­
plazamiento pueden tener dificultades para liberar las energías de la quinta. Es
probable que sean más serias que la mayoría, o que les resulte difícil encon­
trar placer en algo a menos que tengan una razón «importante» para hacerlo.

La sexta casa
El servicio, la servidumbre, los sirvientes. El trabajo, los empleados. La, enfer­
medad. La, higiene, la nutrición. Los animales pequeños.
La servidumbre y el trabajo están entre las cosas que niegan al individuo una
gratificación inmediata en favor de una necesidad inmediata. Así como la quin­
ta es una casa de autoexpresión, a la sexta se la puede considerar como una casa
de autonegación en lo que se refiere al deseo del ego de tener algo ahora mis­
mo. La casa seis simboliza todas las actividades que el nativo no realiza por sí
mismas (como las de la quinta), sino en aras de alguna otra cosa, que tanto pue­
de ser una necesidad externa que no ha elegido conscientemente como deter­
minadas circunstancias que limitan su libertad de elección.
El significado de la sexta casa no suele ser placentero; pero, como la ener­
gía de Saturno, es necesario para la felicidad humana. Cualquier actividad que
se haga sin más interés que ella misma debe contar con el apoyo de otras que co­
laboren en su funcionamiento. En la sección dedicada a la quinta casa mencio­
né al atleta que se somete a un entrenamiento riguroso para disfrutar de la prác­
tica de un deporte. Al tener presente la actividad placentera que ese trabajo les
proporciona, la mayoría de los individuos son capaces de negarse a breve plazo
la gratificación inmediata con el fin de obtener un mayor beneficio más adelante.
La gente tiene problemas con la casa sexta cuando la actividad de apoyo, es
decir, el trabajo, está demasiado alejada de la actividad placentera a la que sir-

309
ve de apoyo. Entonces el trabajo se vuelve opresivo, se convierte en una nega­
ción del juego en vez de constituir uno de sus apoyos. Este es un problema co­
mún en una cultura que respeta más el trabajo que la autoexpresión. Tendemos
a considerar el trabajo como un fin en sí mismo y a perder de vista el hecho de
que finalmente todo trabajo, de forma directa o indirecta, sirve a la libre auto­
expresión del individuo, que es el objetivo último del trabajo. Cuando la rela­
ción de una actividad con su sentido o propósito se oscurece, la actividad pierde
sentido. El juego y la autoexpresión siempre tienen sentido; la única actividad
sin sentido es el trabajo que, en última instancia, no sirve a ningún propósito de
autoexpresión.
Aquí cabría plantear una objeción. ¿Qué hay del autosacrificio, del altruis­
mo, de las personas que trabajan en beneficio de otras? El autosacrificio volunta­
rio es una opción libre que hace un individuo como acto de expresión de sí mis­
mo. Si yo le doy a alguien algo mío para su beneficio, aunque yo no parezca
obtener de ello beneficio alguno e incluso quizás me provoque un daño, de esa
manera afirmo quién soy y cuál es el sentido de mi vida. El propósito al que sir­
ve la acción es el hecho de hacer una afirmación puramente por sí misma, quizá
por algo en lo que creo, lo cual, después de todo, es un aspecto de lo que soy.
Lo mismo puede decirse de algunas personas que dan la impresión de tra­
bajar constantemente. Para ellas, eso no es realmente trabajo. Algunas de las
personas más trabajadoras que conozco tienen muy marcada la quinta casa, no
la sexta, porque para ellas Jo que otros pueden considerar trabajo es su forma de
jugar. Pero la gente con un Saturno fuerte o una casa seis muy acentuada, con
frecuencia se siente compelida a dar a los demás la impresión de que trabaja,
porque el trabajo parece una actividad más noble; son los pequeños juegos a los
que todos jugamos.
Los antiguos llamaban a la sexta la casa de la esclavitud. Al hacerlo apun­
taban a su principal patología, es decir que las actividades de esta casa pueden
llegar a perder su carácter de apoyo del yo y de su autoexpresión. La esclavitud
es, por definición, obligar a la gente a trabajar incesantemente por fines que no
les sirven de nada a ellos, sino siempre a algo o alguien más.
El hecho de que la sexta se relacione con empleados y sirvientes nos revela
algo más sobre esta casa. Es no sólo la casa de las propias actividades labora­
les, sino también la de recibir los beneficios del trabajo de otras personas. Di­
cho de otra manera, es la casa de nuestra relación con el trabajo y el servicio en
general.
La enfermedad es otra de las cosas que atañen principalmente a la sexta
casa. Así como la primera tiene más que ver con la fuerza y las características
físicas del cuerpo, la sexta se relaciona más con los factores que interfieren en
el buen funcionamiento corporal. Algunos astrólogos relacionan la enfermedad
con las otras funciones de la sexta, y la llaman la casa de la eficiencia; según su
razonamiento, la salud es simplemente la eficiencia del cuerpo. Creo que con

310
esto se pierde de vista lo esencial de la casa seis, es decir, los factores en la vida
interior o exterior del individuo que niegan la autoexpresión. La enfermedad no
sólo inhibe la autoexpresión física, sino que puede surgir cuando la autoexpre­
sión, en cualquier nivel, se ve frustrada.
Para entender más a fondo esta idea, recuerde que las actividades de la casa
seis no siempre tienen un fin o propósito claramente definido. Lo que no se sue­
le reconocer en la bibliografía astrológica moderna es la posibilidad de que la
sexta casa describa factores que aparentemente interfieren de forma gratuita en
la autoexpresión. Es obvio que incluso la enfermedad puede tener un propósito
en el contexto de la totalidad de una vida (o hasta de vidas pasadas, si se quie­
re). Pero la conciencia normal del ego generalmente ve la enfermedad como in­
necesaria. Si adoptamos este estrecho punto de vista, puede parecernos que los
asuntos de la sexta casa interfieren inútilmente en nuestra vida.
Aquí es importante la relación de una actividad de la sexta casa con su pro­
pósito. Si hay un propósito, siempre se ha de tratar de entender su relación con
la actividad de la casa seis. Si no lo hay, es necesario crearse uno, porque, de no
hacerlo, el resultado puede ser la enfermedad, que generalmente se instala en
un cuerpo dañado por una clase de actividad inadecuada o por un estado psico­
lógico que lo debilita. Por ejemplo, la enfermedad puede resultar de un trabajo
(también asunto de la sexta casa) que no sirve a los intereses del individuo o
que le exige demasiadas energías para el beneficio obtenido. Con frecuencia,
cuando la persona entiende las razones de la enfermedad, puede mejorar enor­
memente su estilo de vida.
Algunos de los que practican la astrología médica han llegado a la conclu­
sión de que la relación de la sexta casa con la enfermedad es, en el mejor de los
casos, limitada si se la compara con la octava. Ciertamente, esta última casa
-tradicionalmente la de la muerte- tiene más relación con las enfermedades que
ponen en peligro la vida. Aunque considero que la sexta tiene que ver con las
enfermedades, también creo que intervienen en ello la octava y la primera.
Parece que la nutrición y la higiene se relacionan con la salud y la enferme­
dad, y en cierto sentido -en cuanto mantienen la salud- es ciertamente así. Pero
en lo fundamental son actividades subsidiarias, necesarias para el mantenimiento
del cuerpo y la mente de modo que el individuo pueda funcionar y autoexpre­
sarse. En cuanto tales, se relacionan más bien con el aspecto laboral de la sex­
ta que con el sanitario.
El último significado que nos resta de esta casa, los «animales pequeños»,
es probable que provenga de los días en que se tenían animales pequeños como
perros y gatos principalmente para cazar alimañas o guardar la propiedad. En la
medida en que estos animales son como sirvientes pertenecen a la sexta, pero
en cuanto animales de compañía (es decir, cuando se los tiene sin otro propósi­
to), están mejor simbolizados por la quinta.

311
El nivel interno La sexta casa simboliza los factores psicológicos que nos
permiten aplazar la gratificación. Este es probablemente el equivalente más pró­
ximo a Saturno en el nivel de la casa.
Como la primera, la sexta está justo debajo del horizonte. Situada en el he­
misferio inferior, que corresponde en el nivel interno a la parte interior de la
psique, se encuentra, sin embargo, en el lugar inmediato al hemisferio superior.
Por ello, está influida por la conciencia de las situaciones externas. Representa
la parte del inconsciente que absorbe energías e influencias que desde la expe­
riencia consciente descienden al yo interior. Es la casa donde la experiencia se
incorpora a la psique.
Ello constituye, indudablemente, una de las bases para que sea una casa de
la enfermedad, puesto que ésta puede ser un síntoma de las energías que se in­
corporan al yo interior y que a la mente o al cuerpo le resulta difícil manejar.

El nivel de relación El hecho de que la sexta casa esté inmediatamente


por debajo del horizonte también tiene su importancia en el nivel de relación.
Si consideramos que las energías descienden a la esfera personal atravesando el
horizonte occidental, podemos ver que esta es la casa que tiene que absorber la
experiencia en un nivel consciente. Sin duda a eso se debe que tenga que ver
con las necesidades que se originan en circunstancias externas. En este nivel es
donde la sexta es la casa del trabajo y de otras actividades que no se practican
teniendo como meta la autoexpresión del individuo.
Con respecto a las relaciones, la sexta simboliza todas aquellas en las que
nos subordinamos a otras personas o éstas se subordinan a nosotros. Indica tam­
bién las relaciones que se establecen más bien por necesidad, deber o responsa­
bilidad que por placer o autoexpresión.

El nivel externo En el nivel objetivo, la sexta casa representa la experien­


cia que tenemos con jefes y empleados. Nuestra actitud hacia la necesidad y el
servicio afecta a la forma en que reaccionamos ante estas personas. Si tenemos
dificultades para relacionarnos con nuestro propio mundo laboral en el sentido
amplio del término, también las tendremos para relacionarnos con quienes es­
tán a nuestro servicio y con aquellos a quienes debemos servir.
La sexta casa se refiere también a las actividades cotidianas de la profesión,
es decir, a las tareas concretas que hemos de desempeñar. Sin embargo, nuestro
trabajo como expresión de quién somos en la sociedad, pertenece a la casa diez.
La sexta es el ámbito principal que determina la profesión sólo si ésta es prin­
cipalmente un medio de subsistencia que no satisface nuestro propósito en la
vida. Por ejemplo, es más probable que el trabajo del empleado en una tienda
de comestibles, a menos que sea una persona excepcionalmente dedicada a tal
actividad e identificada con ella, tenga su indicador en la sexta casa que en la
décima. En casos así la casa diez simbolizará cualquier actividad de la que uno

312
se valga para dar un significado a su vida, independientemente de que le repre­
sente o no un ingreso.

Los planetas en la sexta casa Una abundancia de planetas en esta casa


indica la probabilidad de que el problema del trabajo ocupe una gran parte de la
conciencia, pero no significa necesariamente que el nativo ame el trabajo o
sea muy trabajador. Por el contrario, puede que sienta con frecuencia que el
mundo le exige demasiado y que le queda muy poco margen para lo que real­
mente quiere hacer. Pero si hay indicaciones de que el individuo encuentra la ma­
nera de autoexpresarse en el trabajo, un tipo fuertemente marcado por la casa
sexta disfrutará haciéndolo.
Una acentuación de esta casa también puede significar una gran preocupa­
ción por la salud. Esto coincide ciertamente con el simbolismo de la casa seis y
está de acuerdo con mi experiencia. Es frecuente observar que los nativos que
tienen muy marcada la sexta se esfuerzan tanto por mantenerse sanos que jamás
llegan a estar en contacto con aquello para lo que nos sirve la salud: el placer de
vivir. Es posible llevar demasiado lejos el axioma de «Comer para vivir, no vi­
vir para comer», y éste es un ejemplo clásico de las funciones de la sexta casa
que dejan de estar en contacto con el propósito al que sirven.
Contrariamente a lo que señalan textos más antiguos, yo no encuentro que
los tipos de la sexta casa tiendan a ser más enfermizos. En realidad, debido a su
preocupación por cuidarse, pueden estar realmente muy sanos.
De todos los planetas, Saturno es el que se encuentra más a gusto en la sex­
ta, salvo en cuanto puede significar alguien que se olvida de la razón del traba­
jo. Los demás planetas, en esta casa suelen significar de dónde puede venir el
trabajo o con qué áreas de la vida se asocia.
Si bien quizás el Sol no sea tan exuberante y autoexpresivo en la sexta como
en otras casas, de hecho consigue que uno se comprometa intensamente en cual­
quier cosa en la que haya de trabajar. Ninguno de los planetas interfiere realmen­
te en el simbolismo básico de la sexta casa. Incluso Urano, en general significa
sólo que el trabajo se realiza en condiciones o con entidades uranianas.

La séptima casa
El matrimonio, las asociaciones. Los enemigos y conflictos manifiestos, los pro­
cesos jurídicos. Las relaciones con consejeros.
El hecho de que tanto el matrimonio como los enemigos manifiestos estén
simbolizados por la séptima es una clave para la comprensión de esta casa, que
representa cierta especie de relación que es común tanto al matrimonio como a
dos personas trabadas en combate.
Para entender de verdad la séptima casa tenemos que contrastarla con su

313
opuesta, la primera. Ambas simbolizan la relación entre yo y el otro, pero mien­
tras que la primera pone el acento en el yo, la séptima enfatiza al otro, y en parti­
cular al otro en cuanto íntimo, con quien el individuo establece un tipo de víncu­
lo de intimidad que convierte, en la medida de lo posible, a dos personas en una.
En la casa uno el yo proyecta la energía hacia afuera, en el mundo; en la siete
su vivencia es, de forma tan íntima como sea posible, la del mundo que devuel­
ve esta energía al yo. La séptima casa está a la vez por encima del horizonte y
en el hemisferio occidental, factores que hacen de ella una casa que representa
la vivencia de los demás. Esto nos lleva a un punto importante, que ya está im­
plícito en lo que llevamos dicho, pero que ahora hemos de expresar de forma
explícita.
La bibliografía astrológica tradicional da la impresión de que la séptima
casa describe a nuestra pareja o a nuestro oponente. Pero todas las casas que
dan la impresión de describir a otras personas describen en realidad las energías
cuya vivencia uno tiende a tener por mediación de ellas, no la realidad objetiva
de las personas en sí. Es más, es probable que los planetas emplazados en la casa
siete describan tanto las energías que uno aporta a las relaciones íntimas como
las que recibe de ellas. La diferencia entre la séptima y la primera reside en que
generalmente las energías de la casa uno se transmiten al mundo en su totalidad
tal como el individuo lo percibe, mientras que las de la casa siete se vuelcan sólo
en las relaciones de intimidad.
Si se parte exclusivamente de la carta natal, no es posible decir si una per­
sona manifestará las energías de la séptima casa en función de la acción o de la
experiencia. A la mayoría de las personas, la vivencia de las energías de la sép­
tima parece que se les da a través de otras personas, pero esto es algo que el as­
trólogo no puede dar por supuesto. Se trata de una de las situaciones en que
acierta más si pregunta que si intenta descifrarlas.
Algo que muchos textos antiguos no aclaran es que no todas las facetas del
matrimonio tienen su indicador en la casa siete. El matrimonio es un conjunto
de energías relacionadas con la séptima casa y unidas con otras que, tanto psi­
cológica como físicamente, se relacionan con la sexualidad del individuo. El
concepto de asociación se aproxima más al matrimonio que el significado esen­
cial de la casa siete.
En una relación de la casa siete, dos personas establecen una dialéctica ín­
tima, un intercambio en el que se usan recíprocamente como puntos de referen­
cia para autodefinirse ante sí mismas, o bien se valen de la relación para crear
una unidad. El primer tipo de dialéctica incluye el conflicto y las relaciones con
consejeros; el segundo, la asociación y el matrimonio. En ambos casos, las dos
personas sienten que están cara a cara en todos sus contactos mutuos. A partir de
esto se debería ver con claridad que dos personas trabadas en una competición
directa también tienen una relación de la casa siete, y de ahí los significados de
«los enemigos y conflictos manifiestos» y «los procesos jurídicos».

314
La séptima se distingue de la undécima en que esta última es principalmen­
te una casa de las relaciones de uno con mucha gente. Cuando indica una amis­
tad, en ésta no hay la sensación de que las dos personas sean una, ni de que se
encuentren cara a cara. Si la hay, la amistad se ha convertido en una relación de
la casa siete.
En las relaciones con consejeros, ya se trate de psicólogos o de astrólogos,
nos valemos de otra persona para que nos ayude a definir nuestra propia posi­
ción. Por medio de la mirada penetrante del consejero, al vemos a través de sus
ojos, llegamos a tener una idea más clara de dónde nos encontramos. Una vi­
sión objetiva del propio yo por mediación de un enfrentamiento íntimo con otra
persona es un concepto importante de la casa siete, simbolizado por el hecho de
que la séptima y la primera estén en oposición, que es el aspecto de la confron­
tación y de la toma de conciencia.
La faceta más importante de la séptima casa se origina en la naturaleza mis­
ma de las relaciones, que son oportunidades de tener la vivencia de partes de
nosotros mismos que hemos preferido no ver interiormente. Para que hayamos
tomado tal decisión hay dos razones.
A veces, ciertas partes de nosotros mismos nos dan miedo. Al considerarlas
malas o indeseables, optamos por enterrarlas, y así acaban aflorando en nues­
tras relaciones. (Volveremos a referimos a este tema en la sección dedicada a la
casa doce.)
La otra razón es que el juego de la vida exige que tengamos tanto la viven­
cia del objeto como la del sujeto. La conciencia requiere que haya una dialécti­
ca entre nuestro yo interior y nuestras experiencias externas: si no hay algo de
lo que podamos tener conciencia, no puede haber conciencia. Al mismo tiem­
po, poblamos el ámbito de las experiencias posibles con nuestras propias ener­
gías, porque verlas como algo externo a nosotros al mismo tiempo que somos
ellas es una poderosa manera de establecer contacto con lo que somos. Sólo
cuando negamos nuestra contribución a la llamada realidad «objetiva» nos con­
vertimos efectivamente en víctimas de lo que en realidad son aspectos de noso­
tros mismos. La séptima casa es el más íntimo de los enfrentamientos entre su­
jeto y objeto. En su nivel más alto, esta casa es el símbolo de la dicotomía
sujeto-objeto, en la que ambos de hecho son uno.

El nivel interno En el nivel psicológico, la casa siete simboliza aquellos


aspectos de nosotros mismos que se manifiestan cada vez que el mundo exterior
se nos aproxima verdaderamente. Como ya se ha visto, las energías de la sépti­
ma casa tanto pueden colorear nuestra vivencia de lo que parece ser la realidad
externa como determinar la forma en que reaccionamos cuando nos enfrenta­
mos de una forma realmente próxima con otra persona. Mediante las relaciones
que establecemos con los demás, nos definimos ante nosotros mismos. Un ejem­
plo es cuando nos enfrentamos con otra persona para medir qué es lo que somos

315
capaces de hacer en comparación con ella. Aun cuando generalmente experi­
mentamos las energías de la séptima como algo que proviene de otras personas,
esta casa es casi tan importante como la primera para indicar la naturaleza de la
propia personalidad.

El nivel de relación En este nivel, la casa siete significa la forma en que


nos aproximamos a los demás para establecer relaciones personales de intimi­
dad que hacen de dos personas una pareja. Este es el nivel principal de la sépti­
ma como encuentro de persona a persona. En él sentimos las energías de esta
casa como algo inherente a la relación, en vez de tener total conciencia de que
son nuestras o de experimentarlas como provenientes de otra persona.

El nivel externo En este nivel confundimos nuestra vivencia del otro con
su realidad objetiva, de modo que la casa siete da la impresión de que descri­
biera la naturaleza de nuestro cónyuge, de nuestro socio, de nuestros enemigos
o de cualquiera con quien hayamos decidido competir.
Una vez que establecemos cualquier tipo de relación de la séptima casa, ten­
demos a considerar a la otra persona como la causa de nuestra propia experien­
cia. Muchos que han tenido un mal matrimonio tras otro culpan al sexo opuesto
en su totalidad, pasando por alto el hecho de que es probable que sus parejas
funcionen muy bien en ese tipo de relaciones. Lo que hay que recordar es que,
sea cual fuere el modelo que se repite una y otra vez en nuestras relaciones ín­
timas, en realidad nos dice algo sobre nosotros mismos.
En las relaciones plurales, así como la primera casa es «nosotros», la sépti­
ma es «ellos». Esto sólo es aplicable cuando se tiene la sensación de un enfren­
tamiento directo entre «nosotros» y «ellos»; es decir, que en el sentido plural
«ellos» deben ser «vosotros». En vez de significar adversarios personales, en
este caso la séptima casa significa los que se oponen a un grupo con el que uno
se identifica.

Los planetas en la séptima casa Una buena cantidad de planetas en la sép­


tima indica a alguien que, solo, se siente incompleto y pugna por llenar el vacío
con asociaciones o confrontaciones íntimas. Esas personas funcionan mejor en
interacción con otras. No son necesariamente pasivas o dependientes, sino que
pueden hacerse valer y asumir la iniciativa en el establecimiento de relaciones.
Incluso pueden animar a los demás para que confíen en ellas, con lo cual man­
tienen la relación que necesitan.
Para llenar el vacío de su vida, algunas personas que tienen muy marcada la
casa siete escogen parejas con las que se pelean continuamente. Para ellas, li­
brar una buena batalla es mejor que estar solas. Si otros factores de la carta lo
confirman, un individuo con esta casa muy marcada puede ser discutidor. La
séptima no es realmente una casa venusiana, al contrario de lo que dan a enten-

316
der los que la equiparan con Libra y Venus. Este planeta se refiere en efecto a
las relaciones, pero sólo a las que son afectuosas y cálidas, y la casa siete no tie­
ne ninguna conexión inherente con el amor.
La mayoría de los planetas en la séptima sólo significan los tipos de energías
que se experimentan por medio de las relaciones, pero Neptuno y Saturno pue­
den alterar el estilo normal de esta casa. Neptuno nos puede nublar la concien­
cia de tal modo que no tengamos, por mediación de las relaciones, una imagen
más clara de nosotros mismos. La naturaleza de la interacción entre los dos par­
ticipantes en la relación es probable que sea completamente incierta. Además,
Neptuno puede perturbar el equilibrio entre ambos participantes. En general,
una relación de la casa siete se da entre iguales, pero cuando interviene Neptuno
puede suceder que uno se sienta muy por encima o muy por debajo de su com­
pañero. Además, es probable que elija a personas neptunianas.
En la séptima, Saturno puede simbolizar relaciones poco frecuentes. Esto se
debe a que el nativo siente un tremendo abismo que lo separa de los demás, o a
que se siente abrumado por un sentimiento de responsabilidad hacia el otro en
sus relaciones, y le resulta más fácil no comprometerse. Otra alternativa es que
la persona con quien se establece la relación sea saturnina, o que uno de los par­
ticipantes sea mucho mayor que el otro.

La octava casa
La muerte. Las herencias. El dinero de los demás.
El principal significado tradicional de la casa ocho es un remanente de la era
en que la astrología formaba parte de las artes adivinatorias, y en que a los as­
trólogos les preocupaba mucho el cuándo y el cómo de la muerte de sus clien­
tes. Actualmente, y por diversas razones, la predicción de la muerte se ha con­
vertido en un tabú. En primer lugar, supone que el destino es algo fijo, cosa que
hoy pocos astrólogos están dispuestos a admitir. En segundo lugar, como mu­
chas personas piensan en la muerte con miedo, el astrólogo corre el riesgo de
darle literalmente un susto de muerte a su cliente por el hecho de predecírsela.
Las investigaciones modernas sobre la muerte y los moribundos han compro­
bado que el hecho de que quienes rodean a la persona esperen su muerte puede
ser un importante factor que la precipite.
Es obvio que sólo con sus significados tradicionales, la casa ocho es de uti­
lidad limitada para los astrólogos modernos. Pero a la luz de su significado esen­
cial, asume una importancia vital.
Esencialmente, la octava es la casa de las transformaciones, de las que la
muerte no es más que una clase y no aquella con la que más a menudo se tro­
pieza. Es indudable que la energía de la casa ocho puede ser fuerte cuando al­
guien muere, pero la mayoría de las veces una energía fuerte de la octava apun-

317
ta a otros tipos de transformación. En estas ocasiones muere algo, pero en ge­
neral no alguien.
La octava no es solamente una casa de muerte, sino también de resurrección.
Se extingue un orden antiguo y se inicia uno nuevo; hay tanta renovación como
destrucción. Existen razones para tener esperanzas cuando nos encontramos
con un fuerte simbolismo en la casa ocho, porque con frecuencia indica que
algo que ha dejado de ser útil desaparece de la vida, lo que asegura al individuo
una nueva libertad.
Al estar encima del horizonte, es probable que la vivencia de la octava casa
se dé en relación con otras personas. También está en oposición con la segun­
da, lo que implica que la casa ocho es para el otro lo que la segunda es para
el yo. De ello proviene uno de los significados de la octava: el dinero de los
demás. Pero otra de las cosas que nos dice es más importante: que las transfor­
maciones del individuo relacionadas con esta casa se producen mediante la dia­
léctica entre el yo y lo que no es el yo. Igual que con la séptima, nos encontra­
mos con energías que reflejan aspectos internos del yo que hemos preferido no
experimentar interiormente. Si la segunda es la casa de los apegos, entonces la
octava significa los factores que tienden a liberarnos de aquello a lo que esta­
mos apegados. Veamos ahora esta idea en relación con la muerte y la transfor­
mación.
El mundo físico es inflexible por naturaleza: la materia se resiste al cambio.
Decimos que algo perteneciente al mundo físico es material cuando nos ofrece
resistencia si intentamos atravesarlo con la mano. Incluso el aire ofrece cierta re­
sistencia. Por lo tanto, cuando nos apegamos a cualquier cosa en el mundo ma­
terial y, por extensión, a cualquier cosa que no es material, hasta cierto punto
nos molesta y limita nuestra capacidad de cambiar.
Necesitamos ciertas ataduras que nos sirvan de anclaje, y algunas, como el
dinero, que nos permitan obrar con eficacia en el universo físico. Pero en últi­
ma instancia las ataduras nos sirven más de limitación que de apoyo, especial­
mente cuando se resisten a los cambios que acompañan al crecimiento. Somos
como cangrejos que, cuando el caparazón les resulta insuficiente, deben des­
prenderse de él para seguir creciendo. Esta es la acción de la octava casa. Pue­
de que sea nuestro propio poder lo que nos obliga a deshacernos de lo que ya no
necesitamos en la vida, pero más común es que sean las circunstancias exter­
nas, en especial las relaciones. Autores como Zipporah Dobyns han observado
la conexión entre esta casa y las relaciones de intimidad. Pero el encuentro en­
tre yo y el otro, mientras que en las relaciones de la casa séptima nos permite
definir lo que somos, en las de la octava es causa de transformación.
Muchos astrólogos han relacionado la casa ocho con la sexualidad, pero no
es la única que tiene tal relación. Como una actividad placentera que puede
buscarse como un fin en sí, la sexualidad pertenece a la quinta casa, y en cuan­
to nos ayuda a fortalecer una relación interpersonal se conecta con la séptima.

318
Pero en el orgasmo hay una pérdida momentánea de conciencia y una sensación
como de muerte que en realidad pertenece a la octava.
Las energías de la casa ocho son intensamente emocionales. Parecen miste­
riosas, extrañas, y sobre todo tienen un carácter de predestinación. A ello se
debe que, aunque puedan afectar a las consideraciones materiales, funcionen en
última instancia en un profundo nivel interior cuya vivencia es, generalmente,
emocional.
La octava casa se asocia también con el ocultismo y la videncia. El poder
que nos capacita para transformar nuestra propia vida puede capacitarnos tam­
bién para transformar el mundo que nos rodea, como por arte de magia. Pero en
cuanto es una casa que deshace los apegos o ataduras que establece el ego, la
octava niega a este último. Generalmente, parece que la voluntad consciente no
pudiera controlar las energías de la casa ocho, y es difícil poner estas energías
«mágicas» de transformación al servicio de las intenciones del ego. Sólo es po­
sible usarlas si nos convertimos en el vehículo de las energías que trascienden
al ego dentro del yo. En este aspecto, la casa ocho se parece mucho a la doce.
Volvamos a la octava como la casa del dinero de los demás o, tal como la
he descrito, la de los apegos de los demás. Esto proviene en parte del significado
de la casa ocho como los factores que nos obligan a desprendernos de nuestros
apegos, en cuanto estos factores suelen pertenecer al mundo exterior, pero no
completa del todo la asociación. La razón principal para que este significado
esté asociado con la casa ocho proviene de que, por oposición a un significa­
do intrínseco de la casa, éste es derivado. La transformación y el renacimiento
son el significado intrínseco; el derivado proviene de que la octava es la segunda
casa (el dinero) a partir de la séptima (la pareja, el otro). En la astrología tradi­
cional todas las casas tienen tanto significados derivados como intrínsecos, pero
sólo en la octava se considera de forma tan destacada un significado derivado
como uno intrínseco. Esto se debe probablemente a que la muerte, el significa­
do intrínseco tradicional de la casa ocho, no es aplicable en la mayoría de los
casos. Sin embargo, es común que en la vida nos encontremos con el significa­
do de la octava como transformación y renacimiento, y creo que en la mayoría
de los casos este significado es preferible al derivado. En el capítulo 15 estudio
con más detalle las interpretaciones derivadas de las casas.
Los significados derivados e intrínsecos se combinan en la casa ocho en
«las herencias», es decir, el dinero de otra persona que nos llega por causa de
su muerte. Es probable que la octava se refiera a las herencias, pero no se pue­
de dar por sentado que signifique necesariamente una herencia. Primero es
preciso establecer que tal herencia es posible.

El nivel interno La octava casa se relaciona con todas las energías inte­
riores que obligan al individuo a avanzar hacia el crecimiento y el cambio. Den­
tro de la persona están las fuerzas psicológicas que pugnan por salir a tener la

319
vivencia del mundo. Estas fuerzas interiores son la causa de que nos despren­
damos de cualquier cosa que hayamos asumido, y que restrinja nuestra expe­
riencia y el crecimiento resultante. Esto se refiere especialmente a las ataduras
físicas cuando comienzan a limitarnos.
Estas energías son irresistibles porque se originan en nuestra propia diná­
mica interior. No provienen de un destino externo, sino de nuestro plan de cre­
cimiento: resultan de nuestras opciones vitales. Si las energías de la casa ocho
parecen predestinadas, se debe en parte a que nuestras experiencias más inevi­
tables son el resultado de nuestras opciones más firmes. Y también a que rara
vez se trata de opciones conscientes, y con frecuencia sentimos nuestros aspec­
tos inconscientes y trascendentales como si no nos pertenecieran.

El nivel de relación En este nivel, la octava casa significa nuestro enfren­


tamiento con circunstancias externas que reflejan el dinamismo interior que nos
empuja al cambio. Muchos astrólogos han observado la octava en este nivel
como una casa de relaciones, porque las relaciones íntimas pueden producir un
cambio interior, y con frecuencia de los más radicales. A este nivel pertenece la
vivencia de muerte y renacimiento del orgasmo, y también nuestra capacidad
para usar la experiencia como una guía para el cambio.

El nivel externo En este nivel, la casa ocho simboliza nuestra experien­


cia de todos los acontecimientos y circunstancias del mundo exterior que apor­
tan o representan transformación: la muerte de otras personas y las situaciones
que conllevan crisis, decadencia y renacimiento. Simboliza también las circuns­
tancias que nos obligan a desprendernos de nuestros apegos o a tratar con los
apegos de los demás. Es este aspecto de la octava el que le da el significado del
dinero de los demás.

Los planetas en la octava casa Una buena cantidad de planetas en esta


casa significa alguien cuya vida gira en gran medida en torno del cambio: es de­
cir, una persona a quien le resulta aburrida cualquier situación que se prolonga
y que, consciente o inconscientemente, urde las circunstancias que periódica­
mente transformen su vida por completo. Las c_risis que de ello resultan les pue­
den parecer difíciles a los demás, e incluso al propio individuo, pero es frecuente
que estas personas sólo se sientan verdaderamente vivas cuando les están suce­
diendo este tipo de catástrofes.
Hay ciertos planetas que en la octava significan de qué manera abordamos
el cambio y la transformación. Por ejemplo, Saturno en esta casa se resiste a las
transformaciones, razón por la cual los astrólogos de antaño asociaban este em­
plazamiento con una muerte difícil. Pero no es tanto un signo de muerte difícil
como de resistencia a la idea de cualquier tipo de cambio.

320
La novena casa
La mente superior. La filosofía, la religión, el derecho. Los viajes largos.
La mejor forma de entender la casa nueve es considerar su oposición con la
tercera. Como vimos, la casa tres simboliza la parte de la mente que se ocupa
de las cosas rutinarias y cotidianas. Aunque pueden ser conscientes, estas fun­
ciones mentales actúan generalmente en un nivel inconsciente.
Por contraste, la casa nueve simboliza aquellas funciones mentales que se
ocupan de todo lo que no es rutinario ni cotidiano. Es la casa por cuyo interme­
dio nos llegan las ideas, percepciones y formas de pensamiento nuevas: una
casa de expansión de la conciencia. Para ser eficaces, estos procesos deben fun­
cionar en un nivel consciente. Siempre que tenemos conciencia de que estamos
pensando en algo, esto pertenece a la casa nueve.
El estilo de percepción de la casa nueve no sólo es consciente; es más bien
sintético que analítico. Se esfuerza por percibir lo que relaciona las partes con
un todo y cuál es la pauta que organiza cualquier grupo de entidades. No se
satisface con percibir simplemente un hecho: también le interesa su significa­
do. Le importa lo que está «ahí fuera» y la relación del yo con lo que está «ahí
fuera».
La novena casa simboliza la religión, la filosofía y el derecho porque todas
estas actividades no sólo se interesan por las pautas de relación de las cosas en el
universo externo, sino también por la forma en que el individuo encaja en ellas.
La religión se ocupa de lo que relaciona al género humano con el universo. Las
filosofías, por lo menos las de antaño, describen la organización del universo
sobre bases no sólo naturales, sino también morales y éticas. El derecho es un
estudio del contrato social mediante el cual los seres humanos rigen las rela­
ciones que tienen los unos con los otros.
La novena casa posee un fuerte carácter social, en cuanto los factores ex­
ternos o las otras personas suelen ser fuentes de ideas nuevas. Pero no es una
casa de relaciones en el sentido convencional de la palabra: no buscamos en ella
cómo relacionarnos con los demás, a no ser de la más indirecta de las maneras.
Es más bien una casa a la que le interesa entender de qué forma las cosas se in­
tegran en sistemas. En el nivel de las casas, corresponde a Júpiter. Aunque care­
ce del aspecto jupiteriano de amante de la libertad, comparte con este planeta su
interés por la verdad.
La casa nueve se asocia tradicionalmente con los viajes largos, por oposi­
ción a los viajes cortos de la tercera. Los viajes largos nos ponen en una si­
tuación que no nos es familiar, y por eso nos expanden la conciencia. Tal como
dije al hablar de la casa tres, la diferencia esencial entre los viajes de ésta y los
de la nueve no depende de su duración, sino de la medida en que nos saquen de
nuestro ambiente normal y cotidiano. Es probable que la distinción original en­
tre los viajes de la tercera y los de la novena se haya generado en una época en

321
que recorrer una distancia, la que fuere, significaba inevitablemente entrar en un
mundo extraño. Incluso las comarcas adyacentes solían ser muy distintas. Pero
en la actualidad es posible recorrer miles de kilómetros sin salir de la homoge­
neidad de una cultura industrial que abarca la mayor parte del planeta.
En su mejor expresión, las energías de la casa nueve aportan una visión anti­
cipada. Al proyectarse en la distancia para ver mucho más allá de las preocupa­
ciones ordinarias del individuo, estas energías pueden detectar anticipadamente
lo que se está aproximando desde el mundo exterior. Esto permite que no nos
dejemos atrapar por sorpresa cuando los acontecimientos se aproximan lo sufi­
ciente como para afectar a nuestra vida íntima y cotidiana.
Aunque la novena sea una casa dirigida hacia lo externo y situada por enci­
ma del horizonte, sus energías pueden en ocasiones orientarse hacia adentro en
un intento de autocomprensión. Desde el punto de vista de la conciencia nor­
mal, nuestro ser interior puede resultamos tan ajeno como alejado está el mun­
do exterior de la experiencia ordinaria. A menos que las energías de los plane­
tas y signos de la casa nueve permitan otra cosa, sin embargo, la comprensión
obtenida por el hecho de indagar en el interior de esta casa puede ser puramen­
te intelectual. Se necesitan diversas funciones planetarias para traducir las in­
tuiciones de la casa nueve al nivel de comprensión visceral que se necesita para
sacar utilidad de tal información.
A la novena se la suele considerar la casa de la educación superior, y a la
tercera la de la escuela elemental y secundaria. Esto no es necesariamente así.
En la medida en que actúa expandiendo la conciencia de un individuo, toda edu­
cación pertenece, por naturaleza, a la casa nueve. En la medida en que la educa­
ción no sirve más que para imponer disciplina a un individuo y para inculcarle
las costumbres de la sociedad sin expandir su conciencia de la verdad, no per­
tenece a la casa nueve. En ese caso es una mezcla de las funciones de la diez
(imposición de disciplina), la sexta (trabajo), la cuarta (cuidado de los niños) y
la tercera (programación). Esto ejemplifica el principio de que las casas no sig­
nifican absolutamente nada en el mundo real: sólo significan las funciones que
el individuo puede experimentar, y las relaciones que establece con las cosas
que percibe en el mundo externo.
Por más adecuado que pueda parecer considerar la casa nueve como la de la
inteligencia en el sentido del coeficiente intelectual, este significado no es nada
seguro. El coeficiente intelectual es una medida de la capacidad para resolver
bien las pruebas que se realizan para medir el coeficiente intelectual. Aunque pue­
da tener cierta correlación con el éxito académico, no demuestra necesariamen­
te capacidad para triunfar en el mundo. Quizá la verdadera inteligencia tenga
más que ver con la capacidad de crear, innovar y profundizar en la propia vida.
Como en realidad no sabemos lo que es la «inteligencia», sugiero que no se
asigne este término a la novena casa. Yo prefiero considerarla, en cambio, una
casa (y no la casa) de la sabiduría. Creo que la sabiduría es saber lo que es ver-

322
dad para nosotros y para el mundo y actuar de tal manera que otorguemos a
cada cosa lo suyo y no más. Los sabios no están constantemente abrumados por
señales interiores que los urgen a hacer cosas que, a juzgar por los resultados,
son inadecuadas.

El nivel interno La novena y la décima son las dos casas más relaciona­
das con la mente consciente. Pero mientras que la décima tiene que ver con su
acción sobre el mundo, la novena simboliza la mente consciente que percibe,
experimenta y comprende lo que percibe. Aunque lo que principalmente le con­
cierne no es la acción, la casa nueve tampoco es totalmente pasiva: sus energías
hacen que queramos abrirnos a la percepción del mundo que nos rodea. Si los
planetas y los signos conectados con esta casa no se oponen a tal apertura, exis­
te el deseo de tener tantas experienci3:s como sea posible.
Como casa de la experiencia activa, la novena es el hogar de aquellas pau­
tas psicológicas que modifican nuestras percepciones e influyen en ellas. Nadie
observa pasivamente el mundo; la estructura de nuestra conciencia condiciona
lo que percibimos y cómo lo percibimos. Por medio de las energías de la casa
nueve nos construimos un marco que nos sirve para organizar la experiencia:
una filosofía, una visión del mundo, incluso un sistema de la realidad.

El nivel de relación En el nivel interior-exterior tenemos al individuo que


mira hacia afuera, hacia el mundo. Aquí, la casa nueve simboliza las experien­
cias de las que nos valemos para configurar nuestra visión de la realidad. Entre
ellas puede estar el viaje como forma de expansión de la conciencia, tal como
antes lo he definido.

El nivel externo En este nivel, la casa nueve significa todas las entidades
que parecen alejadas de la experiencia cotidiana: los países extranjeros; las fi­
losofías, religiones y formas de vida que en ellos se encuentran, o las personas
de formación extranjera o cuyos puntos de vista o estilo de vida son muy dife­
rentes de los nuestros. En este nivel la novena simboliza también a los maes­
tros, más bien en el sentido del que enseña, del guru, que de quien impone dis­
ciplina. He aquí un excelente ejemplo de cómo la manifestación de una casa en
el nivel externo es siempre una proyección de las energías del nivel interno: en úl­
tima instancia, nuestro maestro no es nada más ni nada menos que la vivencia
externa de una energía que llevamos dentro.

Los planetas en la novena casa Tener varios planetas en la casa nueve es


un claro signo de una mala disposición a aceptar los límites del mundo cotidia­
no en el que el nativo ha sido educado. Son personas que siempre se esfuerzan
por tener la vivencia de lo nuevo y lo no familiar, por saber más sobre el mun­
do y la verdad. Con frecuencia se interesan por las disciplinas que expanden la

323
conciencia, como la religión, la filosofía y el derecho, o bien optan por viajar
mucho en el plano físico más bien que en el mental.
Los planetas emplazados en la casa nueve influyen en la forma en que ve­
mos la vida y en nuestro trato con las ideas. Por ejemplo, Urano en la novena
indica una persona que se siente cómoda con las ideas nuevas y radicales y que
tiende a rechazar lo tradicional. Neptuno en la misma casa puede indicar alguien
a quien atraen las percepciones y los conceptos religiosos y espirituales, y tam­
bién, posiblemente, a una persona cuya filosofía de la vida no es clara. Saturno
en la novena podría indicar un individuo cuyas ideas son definidas, fijas y de
naturaleza práctica, y Venus a alguien cuyas ideas están más influidas por la es­
tética que por la lógica. Cada planeta puede imponer el sello de su propia energía
al estilo de concepción del mundo del nativo.

La décima casa

La carrera o la profesión. La posición social, el honor o la reputación del nati­


vo. Nuestro padre o nuestra madre. Las personas que tienen poder sobre noso­
tros, ya sean jefes, patrones o funcionarios del gobierno.
Por la lista que antecede se ve que la décima es una casa externa, que con­
diciona mucho el hecho de estar en el mundo. Este es uno de los lados de la casa
diez; el otro es que, como todas las casas desde la siete hasta la doce, a la déci­
ma se la entiende mejor en función de su casa opuesta. Simboliza aquellas ener­
gías que contrapesan a la casa cuatro y nos sacan de las preocupaciones im­
puestas por ésta.
Tal como vimos, la cuarta simboliza lo que hay de más personal en nuestro
mundo, el trasfondo de donde provenimos, el lugar donde nos refugiamos y lo
que fue nuestra.precoz experiencia del cuidado y el afecto. A lo largo de la vida,
simboliza todo lo que hay en nosotros de más íntimo y más alejado del mundo
exterior. Esto incluye el inconsciente.
La décima, por su parte, simboliza nuestra salida al mundo, las personas que
nos guían en ella y los aspectos de la mente que más se relacionan con el mun­
do externo.
Para que el individuo pueda pasar de la condición de niño a la de un adulto
que desempeña un papel en el universo social, tiene que haber energías que lo
atraigan fuera del útero y del hogar de su infancia, generando una interacción
creciente con el mundo exterior. Estas son las energías de la décima casa.
En la niñez la vivencia de estas energías se da por medio de los padres, en
cuanto ellos disciplinan al niño, apoyan sus esfuerzos por crecer y le enseñan
cómo arreglárselas en el mundo. Aunque esto lo hacen en cierta medida ambos
padres, la casa décima simboliza por lo común a la persona (sea o no biológi­
camente el padre o la madre) que más desempeñó este papel. Según mi expe-

324
riencia, la décima es la casa de la función paternal, pero ésta no siempre está re­
lacionada con el padre biológico.
Aquellos a quienes en los primeros años uno siente como figuras de la casa
diez son, ciertamente, figuras de autoridad, y la vivencia que se tiene de ellas
da la pauta para la vivencia de todas las figuras de autoridad posteriores. Esta
es la razón por la que la décima casa representa a las personas que ejercen au­
toridad sobre nosotros, e incluso la relación que tenemos con el gobierno como
un todo.
Las figuras de la casa diez ayudan también a encontrar los propios objetivos
en la vida: algo que llegar a ser, un papel que desempeñar. Mientras que la cuar­
ta significa un modo de ser que está fundamentalmente satisfecho consigo mis­
mo, la décima significa a menudo un estado al que se aspira, pero que todavía
no se ha alcanzado. Así, el tema de la insatisfacción con el lugar donde nos en­
contremos en la vida es inherente al simbolismo de la casa diez. De modo si­
milar, mientras que la cuarta es una casa en la que sólo tenemos que existir sin
necesidad de demostrar que valemos, la décima está fuertemente asociada con
la idea de realización, de hacer algo y de desempeñar un papel por el que poda­
mos ser identificados.
. Generalmente, a la pregunta: «¿Tú qué eres?», la gente responde con una des­
cripción de lo que hace para vivir. De esto viene la asociación de la décima casa
con la carrera o la profesión. Aquí no se trata del trabajo de la sexta, que reali­
zamos simplemente para ganarnos la vida, sino del trabajo que proporciona un
papel social, con el que podemos identificarnos y por el cual nos identifican.
Si el trabajo no proporciona este sentimiento de identidad, es probable que
lo obtengamos en algún otro ámbito. Por ejemplo, podría ser que alguien se ga­
nara la vida como funcionario de correos y que fuera nacionalmente conocido
como coleccionista de sellos. Si esta afición le proporciona un sentimiento de
identidad, y es el principal rasgo por el cual se lo conoce, entonces la actividad
de la casa diez es la de coleccionista, no la de funcionario de correos.
Por todo ello debería ser evidente por qué la décima casa significa la posi­
ción social, el honor y la reputación de una persona. En realidad, la astrología
ponía antaño más énfasis en la casa diez como signo de posición social que
como determinante de la carrera.
En esto está implícito, aunque no se lo precise en la bibliografía existente
referida a la casa diez, algo que para mí es sumamente importante. La décima
casa puede ser la clave para entender nuestro modo de autotrascendencia: es de­
cir, en qué dirección debemos evolucionar para llegar a vivir y expresar en su
nivel más alto y consciente el simbolismo de nuestro propio horóscopo, con to­
das las diversas energías que componen el yo integradas recíprocamente en el
grado más elevado posible.
¿Por qué ha de ser así? Llegar a establecer una interacción con el mundo ex­
terior es algo que pertenece a la naturaleza de nuestra pauta evolutiva. Así es el

325
juego de la encarnación en el universo físico. A partir de la matriz vamos pa­
sando al hogar y a la familia, a la escuela, al mundo, y después a desempeñar un
papel social propio, y no es necesario que nos detengamos ahí. ¿Por qué, si cuen­
tan con el apoyo del entorno, estas mismas energías de la décima casa no ha­
brían de conducirnos a mundos que trascienden el universo social? Si la Tierra
es la matriz de la existencia física, y la casa décima simboliza las energías que
nos hacen salir del útero, entonces esta casa también ha de simbolizar lógica­
mente las energías que nos guían a adentrarnos en el entendimiento trascen­
dental. Mientras que la novena significa el maestro interior que nos lleva a sa­
lir fuera y a entender más, la décima simboliza nuestra búsqueda de un papel
que desempeñar en el mundo guiados por nuestro maestro. La casa diez puede
ser una profesión que trascienda el mero trabajo con que nos ganamos la vida.
Como es natural, en términos prácticos la décima casa se limita generalmen­
te al papel social. Pero considero que si se mira su simbolismo desde un punto
de vista metafísico, se pueden obtener datos válidos sobre cómo podemos cre­
cer tanto en el plano espiritual como en el mental. Por lo menos, la casa diez nos
puede guiar para hacer que nuestro trabajo sea más eficaz y gratificador.
Así como otras casas significan la vivencia que tenemos de los demás cuan­
do cumplen con su papel, la décima significa también la forma en que desem­
peñamos las funciones de la casa diez para los demás: nuestra manera de hacer
de guía o de figura autoritaria o que impone disciplina. Como dije en relación
con la quinta casa, antiguamente la décima solía ser una de las cuatro casas que
representaban a los hijos. Así como significa la vivencia que tenemos de la per­
sona que ha desempeñado en nuestra vida el papel de padre, también puede in­
dicar nuestra propia capacidad para asumir ese mismo papel con nuestros hijos.
(Tenga presente que cualquiera de los dos progenitores puede desempeñar el
papel de padre según las circunstancias.)

El nivel interno Incluso en este nivel, la décima casa no funciona en un


vacío totalmente aparte de otras personas. En su interés por contestar a las pre­
guntas «¿Quién soy?», «¿Qué soy?», «¿Qué estoy haciendo?» y «¿A dónde voy?»,
requiere normalmente un marco social a fin de poder llegar a sus definiciones
del yo.
Mientras que la casa nueve simboliza la mayor conciencia posible de lo que
no es yo, la décima representa la mayor conciencia posible del yo. Y mientras
que la novena simboliza la mente consciente que se abre a la experiencia del
mundo externo, la décima representa la mente consciente que se abre para ac­
tuar en el mundo externo, para desempeñar un papel en él.
En este nivel, la casa diez también puede indicar la interiorización de ener­
gías que originariamente eran externas. Por ejemplo, he dicho ya que la décima
puede indicar nuestra capacidad para asumir con otra persona, especialmente
con un hijo, el papel de padre o de figura guía. Esto es el resultado de una inte-

326
riorización de nuestra propia vivencia del padre: la figura paterna, independien­
temente de quién haya sido, se convierte en un aspecto de nuestra propia men­
te. De este nivel proviene el superyó freudiano, que corresponde aproximada­
mente a la conciencia, el árbitro interno que decide entre el bien y el mal.

El nivel de relación La décima casa significa todas las relaciones entre


nosotros y los demás en que haya desigualdad: donde una persona desempeña
un papel dominante con respecto a la otra, que explícita o implícitamente asu­
me el papel de un niño o de alguien dependiente. La esencia de una relación
como ésta es que la persona que desempeña el papel dominante enseña o guía a
la otra. La desigualdad inherente en estas relaciones es, en general, normal y
adecuada más bien que patológica. El conocimiento superior de la figura guía
y la orientación que ésta proporciona son útiles y necesarios para quien los
recibe.

El nivel externo En este nivel se da la experiencia de aquellos que actúan


como guías, de los que imponen disciplina, de las figuras de autoridad o de las
personas que tienen poder sobre nosotros, como jefes, patrones y funcionarios
del gobierno. La vivencia que tenemos de estas personas se relaciona con la for­
ma en que experimentamos en nuestros primeros años a la figura paterna. Cier­
tas indicaciones planetarias sugieren que se puede tener reacciones fuertes ante
maneras de ejercitar la función paterna que encaman la energía de ese planeta,
o que quizá tendamos a atraer a figuras de autoridad con las que tengamos difi­
cultades. Esto hace pensar que las dificultades que tenemos con nuestro padre
u otras figuras paternas (que con mucha probabilidad incluyen a la madre) son
la fuente, o quizá más exactamente la primera manifestación, de nuestra pauta
personal en el trato con esa clase de personas a lo largo de la vida. Si no hace­
mos ningún esfuerzo por tomar conciencia de ello y superarlo, podemos pasar­
nos toda la vida librando las mismas batallas que libramos con nuestros padres.

Los planetas en la décima casa Una buena cantidad de planetas en la casa


diez significa una fuerte orientación paterna en la personalidad, que se expresa
como una necesidad de logro, de ser una persona importante en el mundo y re­
conocida como tal, de que haya otros que dependan de uno y de autojustificación
por la magnitud y la calidad de lo que se realiza. Una casa diez activa no ga­
rantiza la fama, pero generalmente indica que uno tiene -o intenta tener- su
destino en sus manos.
Saturno en la décima trata de actuar con los demás, en el nivel profesional,
como una figura paterna. El resultado suelen ser maestros que insisten en la dis­
ciplina y en el desempeño de un papel correcto en la sociedad en vez de subra­
yar la expansión de la conciencia (que corresponde al estilo didáctico de la casa
nueve).

327
Neptuno en la casa diez puede indicar a alguien que tiene dificultades para
hallar su papel o su dirección en la vida. Con frecuencia, la mejor resolución
para este problema está en interesarse por algo que trascienda la propia impor­
tancia individual, y que puede ser una causa, una búsqueda espiritual o simple­
mente ayudar al prójimo. Piscis en esta casa tiene un efecto similar.
Urano en la décima puede indicar a alguien que se siente incómodo con la
idea general de la casa, y con frecuencia se expresa como una vocación o una
orientación vital fuera de lo común.

La undécima casa
Los amigos y el círculo social. Las esperanzas, los deseos y las ambiciones del
nativo.
Hay dos temas distintos en los significados tradicionales de la casa once, y
la relación entre ambos no es obvia. «Los amigos y el círculo social» se puede
entender a partir del hecho de que la undécima casa está por encima del horizon­
te, en oposición con la quinta. Pero el origen de «las esperanzas, los deseos y
las ambiciones» es oscuro. Esperanzas, deseos y ambiciones (o, colectivamen­
te, aspiraciones) están en una casa situada por encima del horizonte, pero no se
ve enseguida con claridad de qué manera se relacionan con el contacto social,
o qué sentido tienen en función del hecho de que la undécima está en oposición
con la casa del juego. Sospecho que parte del misterio viene de que al hablar
de «aspiraciones» se usa el término en un sentido demasiado amplio. Es proba­
ble que la casa once no indique aspiraciones en general, sino más bien una espe­
cie particular de aspiración que sí se adecue a su otro significado central. Tras
haber considerado éste, es probable que se aclare cómo es que las aspiraciones
tienen que ver con las relaciones sociales.
Que la undécima casa esté en oposición con la quinta hace pensar que cons­
tituyen alguna clase de polaridad: que la casa once es de alguna manera el otro
polo de la autoexpresión personal y el juego u otra actividad que se persiga como
un fin en sí. Pero generalmente no pensamos en los amigos como algo que se
opone al juego; en realidad, es frecuente que amigos y juego vayan juntos.
La polaridad existe en la idea de autoexpresión personal. La quinta casa está
casi completamente centrada en sí misma. Incluso cuando tiene que ver con aven­
turas amorosas, se relaciona con el disfrute personal de estos amoríos y con la pro­
pia capacidad de ser uno mismo cuando se está con el otro. Igual que la quinta, la
undécima es una casa sumamente autoexpresiva, pero la expresión está sociali­
zada; es decir, ocurre en un contexto social, y la autoexpresión se ve modificada
por las exigencias que impone la relación con los demás. La casa once no nos
exige en general que reprimamos nuestra propia identidad; más bien, ésta se in­
tegra en la identidad de un grupo, y con frecuencia se expresa como parte de ella.

328
Así como la séptima casa simboliza las relaciones de persona a persona, a
la undécima se la puede considerar como símbolo de las relaciones de un indi­
viduo con muchas personas. Esto incluye a las amistades, porque aunque sólo
se suele tener una pareja, generalmente se tienen varios amigos. La séptima
casa significa una intensa confrontación cara a cara; en cambio, la undécima es
más casual e indirecta.
Además de las amistades, la casa once significa relaciones como las que se
dan al participar en sociedades, organizaciones y otros grupos sociales. Por ejem­
plo, la relación que tenemos con los otros miembros de una sociedad a la que
pertenecemos estará significada por la undécima casa.
Lo que hay que recordar es que esta casa describe nuestra capacidad de ma­
nejar cualquier situación en la que hayamos de relacionarnos con varias perso­
nas simultáneamente y donde sea necesario modificar nuestro propio compor­
tamiento para salir adelante. Al mismo tiempo, los amigos o el grupo deben en
cambio apoyar al individuo.
La casa once está por encima del horizonte, indicando su naturaleza social,
y es también una casa sucedente, lo que significa que tiene algo que ver con los
recursos. Es útil considerarla como una casa de los vínculos sociales, por con­
traposición con la segunda, que es una casa de vínculos personales y con fre­
cuencia físicos. Así como la segunda nos proporciona un anclaje en el universo
físico, la undécima nos lo ofrece en el universo social. La idea de la casa once
como expresión de vínculos sociales tiene sus raíces en la astrología hindú, que
usa básicamente los mismos significados de las casas que nosotros, pero con al­
gunos añadidos y supresiones. La versión hindú de la undécima significa cómo
se gana uno el dinero. La segunda se convierte entonces en la casa del dinero
que uno tiene y no de la forma en que lo ganó. Ganar dinero y obtener recursos
es una función directa de nuestra integración social, y para conseguirlo es ne­
cesario que haya interacción social.
Volvamos ahora a la casa once en su sentido de esperanzas, deseos y ambi­
ciones o, tal como lo sintetizamos, aspiraciones. Primero, creo que la mayoría
de las interpretaciones de la «ambición» no pertenecen propiamente a la undéci­
ma casa. Si la definimos como la necesidad de ser eficaz en general, la ambición
pertenece a la primera, la casa por medio de la cual incidimos en nuestro entor­
no inmediato. El indicador de la ambición profesional es generalmente la décima.
La ambición social o el deseo de ser una persona importante pertenece también
a la décima, según la tradición la casa de la posición social y el honor. Proba­
blemente, no se debería usar «ambición» como palabra clave para la casa once.
Hablar de «esperanzas y deseos» implica ideales, y de ahí que a la undéci­
ma se la llame frecuentemente la casa de los ideales. Estoy de acuerdo en que
hay ideales asociados con esta casa, pero yo no la considero en primer término
como una casa de ideales. Prefiero asignar los ideales intelectuales y filosóficos
a la novena, y los morales y espirituales a la duodécima.

329
Pero nuestros ideales y aspiraciones están sujetos a la influencia de nuestro
círculo de relaciones, nuestra clase social, nuestros amigos y nuestros socios en
cualquier tipo de actividad. De hecho, formar realmente parte de un grupo sig­
nifica compartir los ideales y aspiraciones de ese grupo. Por lo menos, signifi­
ca tener ideales y aspiraciones compatibles con las del grupo. Uno pertenece a
grupos para colaborar en aquello en lo que todos sus integrantes creen. Así, la
casa once se convierte no en una casa de ideales y aspiraciones en general, sino
de ideales y aspiraciones compartidos, que resultan influidos y modificados por
los grupos a los que pertenecemos. Esto no modifica tanto como se podría creer
la forma habitual de entender esta casa, porque los ideales y las aspiraciones rara
vez se dan en el vacío; generalmente están condicionados en mucha mayor me­
dida de lo que creemos por las relaciones de grupo.

El nivel interno En este nivel, la casa once significa nuestra necesidad de


abrimos para establecer contactos con los demás e integramos en un grupo. Aun­
que es una de las casas más sociales, sigue teniendo una dimensión interna, es
decir, un nivel de energía que existe dentro del individuo, previamente a cual­
quier manifestación externa. Esto queda claro cuando algunas energías planeta­
rias emplazadas en esta casa (Saturno, por ejemplo) indican una mala disposi­
ción a conectarse con grupos, y las razones para esta renuencia sólo se pueden
ver en función de criterios íntimos y personales.
También en este nivel se encuentran los ideales y las aspiraciones que se
comparten. Puede parecer que se originan por lo menos parcialmente en la ex­
periencia externa, y sin embargo la once, como casa situada al este, es una casa
en donde la acción en el mundo tiene primacía sobre la experiencia. Dicho de
otra manera, uno tiene los ideales y las aspiraciones que ha de compartir con los
demás antes de encontrar con quienes compartirlos. Después, los ideales pue­
den ser modificados por la interacción resultante.
Si miramos la casa once en el nivel interno como una casa de apegos a gru­
pos sociales, se puede ver que significa nuestra propia capacidad para identifi­
carnos con otras personas y para hacer de la identidad del grupo como totalidad
una parte de nuestra identidad personal. Esto relaciona a la undécima casa con
la segunda, que significa nuestra tendencia a convertir los objetos del mundo
exterior en parte de nuestra propia identidad.

El nivel de relación En este nivel, la undécima casa significa tanto rela­


ciones leves de amistad como otras en las que formamos parte de un grupo.
Tales relaciones son casi siempre más superficiales que las de compañerismo,
pero en ocasiones pueden convertirse en confrontaciones íntimas de la séptima
casa, como sucede cuando dos amigos se sientan a hablar con el corazón en
la mano.

330
El nivel externo En este nivel, la casa once significa las personas y los
grupos con quienes nos relacionamos. Como ocurre en todas las casas que fun­
cionan en el nivel externo, estas personas encaman energías que provienen de
nuestro interior.

Los planetas en la undécima casa Una buena cantidad de planetas en esta


casa significa generalmente una persona que actúa y experimenta una gran par­
te de su vida en relación con amigos o grupos sociales. No suelen ser indivi­
dualistas a ultranza, porque necesitan el apoyo del grupo para sentirse bien con
respecto a su posición en la vida. Pero por lo común no son tampoco de los que
siguen a un líder. Formarán parte activa de los grupos a los que apoyen, en los
cuales a su vez hallarán apoyo. Además, compartirán la mayor parte de sus idea­
les y aspiraciones con el grupo. En relación con la idea general de la undécima
como casa de esperanzas y deseos, he visto pocas pruebas de que las personas
que tienen una casa once fuerte tengan ni más esperanzas ni más deseos que la
mayoría de la gente.
En general, los planetas en la undécima casa indican la clase de amigos a
quienes atraemos, o las energías planetarias que nos afectan en los contactos de
grupo. La mayoría de los planetas no modifican mucho los efectos de esta casa
ni inhiben la formación de contactos de grupo, salvo Saturno.
Saturno en la casa once puede indicar solitarios que se resisten a establecer
amistades. Estas personas suelen tener la sensación de que los amigos o los gru­
pos sociales les exigen demasiado gasto de energía y les niegan la oportunidad
de expresarse. Para ellos es más fácil estar solos, y tener por lo menos la liber­
tad de hacer lo que desean. Cuando encuentran a un amigo o un grupo que no
los inhibe demasiado, sus amistades o relaciones de grupo pueden ser muy du­
raderas. También es posible que Saturno en la undécima indique simplemente
una preferencia por amigos saturninos.
Urano en la casa once puede indicar dificultad para formar contactos de gru­
po. El uraniano suele ser demasiado independiente para avenirse a seguir los
ideales de un grupo. Pero lo más común es que Urano en la undécima indique a
alguien que establece contactos con grupos o individuos uranianos.
Si Plutón está en la casa once y aspectado de tal manera que indique el riesgo
de luchas por el poder, también puede significar perturbaciones en los contac­
tos del nativo con grupos.
Por otra parte, el Sol o la Luna en la undécima casa indica una necesidad es­
pecialmente fuerte de interacción en grupo o de tener amigos. Si se dan otras con­
diciones que lo refuercen, estos individuos sólo estarán realmente bien cuando
vivan en un clima de aspiraciones e ideales compartidos, que los apoye en su
proyecto de vida.

331
La duodécima casa
Autonegación, sacrificio, karma. Secretos, enemigos ocultos. Hospitales, insti­
tuciones de confinamiento o prisiones.
Hay pocas interpretaciones tradicionales de la casa doce que podamos con­
templar con auténtica esperanza. Esta casa no sólo tiene reputación de maléfi­
ca, sino que además es tradicionalmente la más débil, de modo que se supone
que cualquier planeta emplazado en ella de poco o nada sirve al individuo. Sin
embargo, por las dificultades que tiene la gente con los planetas en la duodéci­
ma, ya se ve que no es una casa débil. Los planetas emplazados en ella signifi­
can con frecuencia las dificultades más graves con que el nativo tropieza, lo que
no podría suceder si estuvieran debilitados.
En épocas más recientes, el trabajo de Gauquelin ha demostrado que como
indicador de la profesión y del temperamento, por lo menos, la casa doce es uno
de los dominios más fuertes de la carta. Es obvio que se impone la necesidad de
alguna especie de reevaluación de esta casa, y eso es lo que intento hacer aquí
y en otras partes de este libro.
Como mostraré en el capítulo siguiente, podemos considerar las casas como
una secuencia de etapas evolutivas no sólo en el orden tradicional opuesto al
movimiento de las agujas del reloj, empezando por la primera, sino también en
el mismo sentido de las agujas del reloj, comenzando por el Imum Coeli y re­
trocediendo a partir de ahí a la tercera, la segunda, la primera, la duodécima...
y así sucesivamente hasta regresar a la cuarta.
Planteo desde ahora este punto porque, de todas las casas, la duodécima es
la que más se aclara gracias a este esquema. Los planetas pasan a ella desde la
primera, después de haber cruzado el horizonte en el este. La casa doce es el
lugar donde está el Sol inmediatamente antes del amanecer. Este hecho no
cuadra con la visión tradicional de la duodécima como una casa oscura, ocul­
ta y secreta. ¡La aurora no es oscura! Pero sí es el primer intento de manifes­
tación de la energía que acaba de asomar desde el hemisferio interior y per­
sonal que está debajo del horizonte. La duodécima es la casa en donde por
primera vez sacamos nuestras energías al mundo. Cierto que son energías in­
maduras, inexpertas, vulnerables y fáciles de derrotar, pero su efecto sobre la
personalidad no es débil. Por el contrario, están en un punto crítico y por con­
siguiente su efecto es fuerte, aunque a veces esté oculto. Si estas energías se
convierten en el foco de una crisis temprana en la vida, las consecuencias ne­
gativas de esta crisis pueden ser especialmente graves. Veámoslo de la siguien­
te manera.
Consideremos que las recién emergidas energías de la casa doce son los pri­
meros intentos vacilantes del individuo por proyectar algo hacia afuera, hacia
el mundo. Como vulnerables e inexpertos que son, tales intentos son fácilmente
contrarrestados por energías más establecidas y con frecuencia se ven frustra-

332
dos. En ese caso, ya sea consciente o inconscientemente, el individuo reprime
dentro de sí mismo estas energías de alas aún débiles y sin plumas.
Cuando una persona decide conscientemente no expresar una de estas ener­
gías, la convierte en uno de sus secretos individuales. Pero lo más común es que
no pueda aceptarla como parte de sí misma, y la reprima en el inconsciente.
Sin embargo, inaceptables o no, las energías deben manifestarse. Si la men­
te consciente está mal dispuesta a aceptarlas o no es capaz de hacerlo, sólo les
quedan otros dos lugares para aflorar a la superficie: el cuerpo, en cuyo caso la
duodécima se convierte en una casa de enfermedades similar a la sexta, o el en­
torno, y entonces las energías se manifiestan en otros individuos que encarnan
aquello que tememos. Dicho de otra manera, los aspectos del mundo que actúan
en contra de nosotros -los enemigos secretos u ocultos, tanto individuos como
circunstancias- no son más que encarnaciones de aspectos nuestros que hemos
rechazado. Lo que los hace malignos no es su naturaleza intrínseca, sino el he­
cho de que los rechacemos, un fenómeno que ha sido observado por los estudio­
sos de la psicología profunda. Cualquier aspecto de nuestra energía psíquica
que no se integra en la totalidad del sistema de energías psíquicas que constituye
nuestro ser se emancipa, volviéndose autónomo y ajeno. Entonces la vivencia
que tenemos de él es o bien la de algo interior que sentimos como externo (por
ejemplo, la de estar poseídos por un espíritu), o bien la de algo que vemos como
totalmente externo (una circunstancia o una persona).
La duodécima, en la medida en que es una casa de energías reprimidas y por
consiguiente no integradas, es una casa de lo inconsciente, del inconsciente per­
sonal, de nuestro propio y privado montón de basura. No se trata del incons­
ciente de la casa cuatro, el inconsciente colectivo, que es el aspecto de la psique
que es inherentemente inconsciente, y no inconsciente debido a la represión.
Las energías que se han visto sometidas al proceso de represión de la casa
doce forman parte del yo, pero no de la identidad consciente. Nos limitan por­
que se oponen a que nos expresemos. Socavan el ego porque éste las niega. Mien­
tras estemos apegados a nuestro propio ego (o, más exactamente, mientras sea­
mos un ego en vez de tenerlo) y consideremos que nuestra identidad social es
lo que verdaderamente somos, las energías reprimidas de la duodécima funcio­
narán en contra de nosotros. Sólo si podemos llegar a desprendernos del ego,
nos será posible conseguir que estas energías operen en nuestro favor. Desde el
punto de vista del ego, se trata de un verdadero sacrificio.
En términos prácticos, esto quiere decir que para tratar con las energías de
la casa doce que han sido fuente de dificultades, puede ser necesario trabajar
con ellas de una manera en la que no hay lugar para honores ni recompensas.
Esto significa un trabajo altruista, hecho por el bien de otros o por una causa
que trasciende a cualquier individuo. Si trabajamos en un nivel superior al que
puede entender la conciencia ordinaria, esta actividad integrará en nuestra vida
las energías de la casa doce, engrandeciendo y fortaleciendo nuestro ser. Por

333
esta razón muchos astrólogos asocian la duodécima casa con el sacrificio, el
trabajo espiritual e incluso la iluminación.
De la misma fuente deriva el karma como uno de los significados de la casa
doce. Creo que cualesquiera que sean las energías que puedan restar de vidas
anteriores, las pautas con ellas asociadas se replantean desde muy temprano en
esta vida. Si es un karma difícil, es probable que estas pautas se den asociadas
con algún tipo de dificultad en la casa doce.
Quisiera aprovechar esta oportunidad para condenar lo que se ha llamado
«astrología kármica». Muchos de los que la practican se han aficionado a inter­
pretar la duodécima casa en función del karma negativo, es decir, de las condi­
ciones que limitan y estructuran esta vida sin que el individuo pueda hacer otra
cosa que soportar las consecuencias. Y con demasiada frecuencia se conside­
ra que una limitación en esta vida es un castigo por pecados cometidos en una
vida pasada.
Esta práctica tiene varias consecuencias perniciosas. La primera, que por lo
común es una proyección sobre el cosmos de la propia -y en general primitiva­
moral judeo-cristiana del astrólogo, quien se expresa como un virtuoso profeta
que transmite al cliente la «palabra de Dios». Esto hace que el cliente se sienta
malo e incapaz, y de hecho empeora los problemas asociados con la casa doce,
que es, para empezar, la casa de los aspectos rechazados del propio yo.
En segundo lugar, como no hay manera fiable de validar una encarnación
anterior, se pone a los clientes en la situación de tener que creerse o no lo que
les ha dicho. Si no se lo creen, todavía puede acosarlos alguna duda que debili­
tará su capacidad para enfrentarse con el problema. Si se lo creen, se ven priva­
dos de la posibilidad de hacer nada para resolverlo, ya que, después de todo, ¿qué
se puede hacer con el castigo divino? Además, si está preocupado por causas
kármicas, es menos probable que esté en contacto con experiencias de esta vida
que más adelante puedan arrojar luz sobre el problema y permitirle hacer algo
al respecto. Los astrólogos existimos para ayudar a la gente que quiere entender
su vida y hacer algo positivo con ella, no para dispensar juicios divinos.
La mayor parte de lo que he dicho supone que las energías de la casa doce
se han visto derrotadas en crisis resultantes de la represión y la alienación del
yo por el yo, pero no siempre es así. En muchas personas, las energías de la
duodécima casa se convierten en fuente de fuerza y no de dificultades, y llegan
a volverse dominantes en su personalidad y en su vida. Esto explica por qué
puede ser una casa que determine la profesión y, lo que es aún más importante,
ciertas características psicológicas dominantes, como han demostrado las inves­
tigaciones de Gauquelin.

El nivel interno Así como en la primera casa tenemos el potencial para


sacar nuestra energía al mundo, en la duodécima tenemos las energías que efec­
tivamente sacamos. Estas energías pueden convertirse al comienzo de la vida

334
en fuente de derrotas o victorias, cualquiera de las cuales puede llegar a domi­
nar nuestra trayectoria vital. Cuando se las frustra, se convierten en parte de
nuestro yo reprimido o desautorizado, y su falta de integración en el yo cons­
ciente puede ser causa de que actúen contra nosotros y afloren, por lo tanto,
como nuestros miedos. A nosotros, estos aspectos del yo nos parecen malos
o, en el mejor de los casos, los vemos como debilidades. Con frecuencia, ni si­
quiera los vemos, sino que apenas los podemos deducir de nuestro comporta­
miento o de las circunstancias que atraemos.
Para resolver los problemas de la casa doce, suele ser útil que el ego se sa­
crifique de una manera simbólicamente apropiada a las energías que están en
juego. Entonces el individuo puede integrarlas en el yo en un nivel superior al
del ego. Así, la duodécima casa puede decirnos tanto como la décima sobre la
autotrascendencia. La casa diez puede significar la dirección que tome ésta, mien­
tras que la doce puede decirnos lo que tenemos que hacer para avanzar en esa
dirección.

El nivel de relación La duodécima casa es muy importante en el nivel de


nuestra relación con los demás, porque con frecuencia proyectamos los aspec­
tos ocultos de nosotros mismos en nuestras relaciones más íntimas. En realidad,
muchas veces la duodécima nos dice tanto como la séptima sobre las relaciones
de intimidad, en cuanto a menudo nos vemos empujados a tratar con personas que
encarnan aquello que tememos en nosotros mismos. Es como si nuestras partes
no integradas estuvieran buscando reunirse con el resto de nosotros volviendo
a cobrar vida por mediación de otro individuo. Innecesario es decir que tales re­
laciones suelen ser difíciles, porque al estar alienados de nuestros propios aspec­
tos de la casa doce, tendremos dificultades con cualquiera que los encarne. Las
personas con quienes nos relacionamos de esta manera suelen ser como espejos
que, una vez que los aceptamos, pueden decirnos mucho sobre nosotros mis­
mos. Sin embargo, a menos que aceptemos que son una manifestación nuestra,
nos veremos como víctimas de su actividad.
También hay relaciones positivas de la duodécima casa, en las que se sirve
a otra persona, no porque se sea víctima de ella o por espíritu de mártir, sino por
devoción. En estas relaciones, hay una trascendencia de las energías negativas
de la casa doce en la medida en que se convierten en símbolos de algo que está
más allá del individuo.

El nivel externo En este nivel de la duodécima casa se encuentran todas


las circunstancias y situaciones sociales que son difíciles porque las encontra­
mos debilitantes. También son proyecciones de nuestros miedos y de nuestro
sentimiento de incapacidad.
Asimismo, la duodécima puede representar entidades y circunstancias so­
ciales que nos ayudan a superar las consecuencias de nuestras energías de la

335
casa doce. Tales entidades incluyen los hospitales y otras instituciones que nos
cuidan cuando tenemos problemas con nosotros mismos. Incluyen también a
los maestros y las instituciones espirituales. Por medio de ellos podemos ven­
cer nuestras dificultades con la casa doce aprendiendo a trascender nuestro ego,
a recuperar las partes perdidas de nosotros mismos y a expandirlas para ser ca­
paces de digerir y asimilar energías que una vez fueron inaceptables.

Los planetas en la duodécima casa Unos cuantos planetas en la casa doce


significan que algunos de ellos están en una etapa crítica. Como la mayoría de
las personas tenemos dificultades para manejar simultáneamente varias situa­
ciones de crisis, es probable que alguien con varios planetas en la duodécima no
consiga resolver algunas crisis y que los planetas que las representan se con­
viertan entonces en parte de las energías negativas de la casa a las que ya me he
referido.
En general, no se puede deducir sin otra base que la carta si una energía de
la casa doce será una fuerza positiva o negativa. Al contrario de lo que creen
muchos astrólogos, una energía de esta casa no es necesariamente difícil, y
cuando funciona de forma positiva no se limita a actividades espirituales, de
abnegación o ascéticas. Tomemos por ejemplo el Sol en la doce, un emplaza­
miento cuya descripción habitual indica a un individuo retraído y encerrado en
sí mismo, que prefiere estar solo y a quien no le gusta llamar la atención. Sin
embargo, de acuerdo con los datos de nacimiento generalmente aceptados, tanto
Jimmy como Rosalynn Carter tienen al Sol en la casa doce, y Henry Kissinger
también. Sin duda, Kissinger ha trabajado en un clima de sigilo, y los Carter tie­
nen fuertes convicciones religiosas y un sentido de la intimidad que supera al
de la mayoría de los políticos. Pero de ninguno de ellos se puede decir que le
disguste llamar la atención (y menos aún de Kissinger, que parece haber dis­
frutado mucho siendo una figura pública). Tanto estos tres casos como los da­
tos de Gauquelin indican claramente que las energías planetarias de la casa doce
no sólo pueden ser muy evidentes en una personalidad, sino que también pue­
den operar en favor, y no en contra, de la expresión del ego individual, siem­
pre que no hayan sufrido ninguna derrota importante en una época temprana de
la vida.
Sin embargo, se ha de reconocer que las energías de la duodécima casa sue­
len ser difíciles de manejar, y que son muchos los que jamás aprenden a usarlas
con eficacia, a no ser, posiblemente, de forma altruista y sin preocuparse de­
masiado por el beneficio personal. Cada planeta en la casa doce puede indicar
una energía de la que se está alienado.
Esto vale especialmente si las condiciones culturales o sociales tienden a opo­
nerse a la expresión de esa energía planetaria en el individuo. Por ejemplo, para
quienes creen en los papeles sexuales tradicionales, Marte es una energía de­
masiado masculina para que la expresen las mujeres. Por lo tanto, Marte en la

336
casa doce, sumado a los estereotipos sexuales dominantes, duplica la probabi­
lidad de que una mujer se encuentre alienada de su propia energía marciana, y
de que en cambio la viva a través de los hombres a quienes atrae, y que pueden
ser fuertes, dinámicos e independientes, o -lo que es más probable- ásperos,
dominantes y arrogantes. Por lo común las características marcianas vividas de
esta manera son negativas, porque así lo marca la represión que la casa doce
simboliza. Para los hombres, la Luna o Venus en la duodécima pueden ser difí­
ciles, por lo menos en sus relaciones con mujeres, también porque las tenden­
cias represivas de una casa doce negativa refuerzan el condicionamiento social
que deja a los hombres fuera de contacto con su parte femenina.

337
15
Las casas:
dos enfoques alternativos

Tras haber expuesto las maneras más comunes de considerar las casas, antes de
terminar quisiera estudiar de un modo más profundo la razón por la cual las ca­
sas tienen los significados que tienen.
Creo que, básicamente, los significados de las casas se derivan de dos fuen­
tes. Una es la relación de aspecto que tienen entre sí las casas. Ya me he referido
a la forma en que una casa puede obtener por lo menos una parte de su significa­
do de su posición en relación con las otras casas. En la primera mitad de este ca­
pítulo expondré tanto lo que, a mi modo de ver, tiene de abusivo esta manera de
deducir los significados de las casas como lo que creo que es su uso adecuado.
Probablemente, la fuente más importante de los significados de las casas es
la relación de éstas con los círculos del horizonte y el meridiano. Cerraré este
capítulo con una demostración de la forma en que se aclaran los significados de
las casas cuando vemos cómo se originan en un avance en el sentido de las agu­
jas del reloj de una a otra de estas divisiones fundamentales.

Uso y abuso de los significados derivados de las casas

Tal como vimos en el capítulo anterior, cada casa tiene varios significados, la ma­
yoría de los cuales se puede deducir de un único significado esencial. Pero en
mi análisis de la casa ocho mencioné que por lo menos algunos de sus signifi­
cados provienen de la relación de la octava con las otras casas. Por ejemplo, su
significado de «el dinero de los otros» se puede derivar del hecho de que la oc­
tava es la séptima casa (los otros) a partir de la segunda (el dinero). O puede ser
que el hecho de que sea «el dinero de los socios» se derive de que la octava es
la segunda casa (la del dinero) a partir de la séptima (las asociaciones). Estos
significados no son un resultado directo del significado esencial de la casa ocho,
sino significados derivados, por oposición a los intrínsecos.

339
Aunque los significados derivados no provengan directamente de los esen­
ciales, mi impresión es que en cierto modo éstos se derivan en última instancia
de la relación recíproca de las casas. Al fin y al cabo, las casas son etapas del
ciclo diario, y la naturaleza de cada etapa de un ciclo proviene de su peculiar re­
lación con cada una de las demás. Me he referido a la relación recíproca de las
casas en la sección «La clasificación de las casas» del capítulo 13 y en las des­
cripciones de las casas del capítulo 14. En esta parte del libro me gustaríamos­
trar de forma más explícita cómo el significado de una casa puede derivarse del
hecho de estar en oposición, cuadratura, trígono, sextil, semisextil o quincuncio
con una de las otras once casas. Mostraré no sólo cómo al derivar los significados
de las casas de sus relaciones por aspecto se puede tener una visión y una com­
prensión nuevas de ellas, sino también de qué manera esto nos puede ayudar a
interpretar las casas vacías. Sin embargo, creo que antes de llegar a esto es ne­
cesario que nos liberemos de una manera común, y a mi entender totalmente
equivocada, de derivar los significados de las casas.

La derivación de los significados de las casas a partir de sus relaciones


recíprocas Con frecuencia los significados derivados se usan de tal manera
que se interpreta cada casa como si fuera la primera para la cuestión o el pro­
blema con que está asociada. Por ejemplo, si tomamos la tercera como la casa
de los hermanos, se puede considerar a la cuarta casa como la segunda a partir
de la tercera. Esto haría de la cuarta la casa del dinero o de las posesiones de los
hermanos del nativo. La novena casa del horóscopo se leería como la séptima a
partir de la tercera, y significaría los matrimonios y las sociedades formadas
por los hermanos. La séptima del horóscopo sería la quinta a partir de la terce­
ra (a la casa de que se trata se la considera siempre la primera) e indicaría a los
hijos de los hermanos, y así sucesivamente.
De acuerdo con las mejores informaciones con que cuento, esta manera de
utilizar los significados derivados de las casas no se aplicó originariamente, en
modo alguno, a los horóscopos natales, sino que fue «importada» desde la astro­
logía horaria al trabajo con temas natales. La astrología horaria es una técnica
para responder a preguntas específicas, tales como: «¿Cuándo quedará resuelto
mi pleito?» o «¿Qué equipo ganará el Mundial?». En estos casos rara vez se re­
curre al tema natal; se usa en cambio una carta levantada para el momento en
que se formula la pregunta. Supongamos que se pregunta: «¿Qué sucederá con
mi hermano?». El astrólogo horario leería todas las casas como si la tercera (la
de los hermanos) fuese la primera, tal como acabo de explicar, y consideraría
la cuarta como las finanzas del hermano, la quinta como los vecinos del her­
mano, la sexta como el hogar del hermano y así hasta completar el círculo.
Es fácil que una astrología natal interesada principalmente en la adivinación
adopte el método horario de usar los significados derivados de las casas, porque
puede responder a cuestiones específicas sobre casi cualquier cosa concebible.

340
Pero así como yo cuestiono el enfoque adivinatorio en astrología natal, no ad­
mito tampoco que se lean las casas de esta manera. Los significados de las ca­
sas derivados de este modo funcionan mejor en una astrología que intente ser
precisa sobre acontecimientos futuros, y eso implica que no es posible cambiar
tales acontecimientos. Pero ni yo ni la mayoría de los demás astrólogos actua­
les creemos que el futuro sea inmutable.
Estos significados solamente funcionan bien con las interpretaciones simplis­
tas de casas concretas. Con los significados psicológicos esenciales a partir de
los cuales se originan estos otros más superficiales, sólo funcionan, en el mejor
de los casos, de forma poco airosa. Decir que el significado derivado de la quin­
ta casa es «el dinero de uno de los padres», aunque no sea filosóficamente pro­
fundo, por lo menos es claro. Pero cuando se reinterpreta la quinta casa como la
segunda a partir de la cuarta en función de su importancia psicológica básica, el
enunciado se convierte en «los apegos al mundo físico de las energías asocia­
das con nuestra experiencia de la nutrición emocional». Aunque llegáramos
a encontrar algún sentido a esta frase, su relación con el concepto esencial de la
quinta, «las actividades que realizamos por sí mismas», sigue siendo oscura.
Basar las interpretaciones derivadas de las casas en los significados esen­
ciales puede producir desatinos, pero basarlas en los significados adivinatorios
implica que los significados superficiales son más fundamentales que los psi­
cológicos y los filosóficos. Y eso no puede ser. Si fuera así, significaría que
la casa diez no es la vivencia de las energías paternas, sino literalmente el pa­
dre como persona objetivamente real, y que cada una de las otras casas no des­
cribe nuestra vivencia de la realidad, sino la realidad misma. Si es así, ¿qué pasa
con dos hermanos, uno con Saturno en conjunción con Neptuno en la décima y
el otro con Júpiter en la décima en trígono con el Sol? Los dos tuvieron el mis­
mo padre, y sin embargo su vivencia de la relación difiere. Es obvio que el
simbolismo no describe la realidad del padre o de las figuras paternas, sino la
vivencia que el nativo tiene de ellos. Cualquier otro sistema de significados
esenciales tendría el mismo problema con los significados derivados de las ca­
sas, mientras estuviera basado en la idea de que las casas no describen realida­
des objetivas, sino energías que modifican la experiencia.
Mi otra objeción a que en astrología natal se usen significados de las casas
derivados al estilo de la astrología horaria es similar a la que planteo en el ca­
pítulo 1 O al uso de las dignidades planetarias para conectar los planetas con las
casas: que aumenta las posibilidades de interpretación hasta el punto de que una
sola casa puede significar casi cualquier cosa. Para dar un ejemplo, una indica­
ción en la quinta casa, ¿se relaciona con el hecho de que uno tiene hijos (signi­
ficado intrínseco), con las finanzas de los padres (segunda a partir de la cuarta),
con la muerte de un progenitor (octava a partir de la décima) o con uno de los
otros nueve significados posibles? ¿Cómo hemos de juzgar cuál de ellos es el
que importa? En astrología horaria, las posibilidades se reducen en función de

341
la pregunta formulada, pero en astrología natal las cosas que podríamos decir
sobre una persona son casi infinitas. Un conjunto tan amplio de posibilidades
sin ningún parámetro que permita establecer cuál es la más fuerte sólo puede
crear confusión cuando lo que se intenta es encontrar sentido a una situación.
Lo mismo que sucede con otras técnicas sospechosas, ésta es útil principalmen­
te cuando un astrólogo a) tiene dotes «psíquicas» o b) está tratando de explicar
un acontecimiento después de que éste ha sucedido.

La derivación de los significados de las casas a partir de sus relaciones


por aspecto El concepto de interpretación de las casas que acabo de exponer
implica que las casas son más fundamentales que los aspectos. A decir verdad,
muchos astrólogos piensan que los significados de los aspectos se derivan de
las relaciones entre las casas. Por lo tanto, razonan, todas las cuadraturas tienen la
naturaleza de la relación que hay entre las casas cuarta o décima con la prime­
ra, de manera que todas las cuadraturas afectan a las relaciones con uno u otro
de los padres. De modo similar, todos los trígonos tienen características propias
de las casas quinta o novena; todas las oposiciones, de la séptima, y así sucesi­
vamente. Pero las pruebas más recientes indican que las cosas son en realidad
al revés: los significados de las casas se derivan -en parte al menos- de los as­
pectos.
Las casas forman entre sí aspectos mundanos, por oposición a los aspectos
zodiacales, que son los que estamos más acostumbrados a considerar. Los as­
pectos entre las casas se producen en el plano sobre el que se basa cada sistema
particular de casas. Solamente en los sistemas de casas iguales este plano es la
eclíptica. En vez de ser subdivisiones en números enteros del recorrido de un
planeta alrededor del zodíaco, los aspectos entre las casas son generalmente
subdivisiones en números enteros de las diversas maneras en que los astrólogos
miden la rotación diaria de la Tierra. Así, la cuarta casa está en una cuadratura
no eclíptica con la primera, la quinta en un trígono, la sexta en un quincuncio y
así sucesivamente.
La idea de que las relaciones entre las casas están determinadas por los as­
pectos que cada una de ellas forma con cada una de las otras se puede extender
a todas las relaciones entre las casas. Y cuando se enfocan de esta manera los
significados derivados de las casas, los significados que emergen son compati­
bles con los intrínsecos que describí en el capítulo 14, y están claramente relacio­
nados con ellos. No tenemos que echar mano de interpretaciones superficiales,
ni tampoco recurrir a un tremendo surtido de significados adicionales para cada
casa, lo que complica la descripción de forma irremediable. Creo que cuando
las tradicionales interpretaciones derivadas de las casas funcionan, eso se debe
a que son compatibles con el principio de derivar los significados de las casas a
partir de los aspectos.
Seguidamente expongo algunos ejemplos específicos de la forma en que

342
cada aspecto puede relacionar a un par de casas. Estos significados se derivan
de los significados de los aspectos presentados en el capítulo 7.
La oposición. Cada una de las casas opuestas crea conciencia y entendi­
miento de los problemas de la otra. Cada una tiende a contrarrestar o equilibrar
los excesos de la otra, identificando lo que es preciso hacer cada vez que un
problema asociado con su casa opuesta amenaza con volverse dominante. La
principal característica de la oposición es la polarización, que en ocasiones pue­
de generar conflictos.
Ejemplos: Si el nativo es una persona centrada en sí misma (primera casa
excesivamente desarrollada), una relación íntima (séptima) ayudará a corregir
este rasgo. Una relación de la casa siete también puede ayudar a que afloren as­
pectos de la personalidad (primera casa) que de otra manera podrían permane­
cer ocultos.
De modo similar, una manifestación extrema de la casa cinco, tal como ha­
cer todo lo que a uno se le ocurre sin tener en consideración a los demás, puede
ser corregida por actividades con amigos y grupos de personas, propias de la
casa once.
Si uno se deja esclavizar demasiado por sus posesiones (segunda casa), tro­
pieza a menudo con circunstancias que le obligan a renunciar a ellas (octava), y
que pueden asumir la forma de un robo, impuestos o incluso la muerte (la renun­
cia a los propios bienes y al cuerpo físico). Excepto (hasta donde sabemos) en
el caso de la muerte, el resultado es frecuentemente un aumento de la conciencia.
Lo que corrige la preocupación excesiva por la realidad cotidiana (tercera
casa) son los asuntos de la casa nueve, que alejan nuestra atención de ese mun­
do para concentrarla en perspectivas más amplias.
De modo similar, el hecho de refugiarse excesivamente en el círculo perso­
nal e íntimo de la casa cuatro se contrarresta con los asuntos de la casa diez, que
nos llevan a la dimensión del mundo en la que hemos de funcionar como adul­
tos. Pero si la vocación o la carrera (décima casa) adquieren demasiada fuerza,
podemos refugiarnos en el entorno hogareño y familiar (cuarta) para recuperar
energías.
El trígono. Las casas en trígono indican áreas de la vida que se relacionan
de las maneras presentadas en la sección del capítulo 13 que trata de las tripli­
cidades de las casas. Se refuerzan recíprocamente creando sistemas de energía
que se conectan con facilidad y que normalmente colaboran de manera armo­
niosa, o por lo menos congruente.
Ejemplos: Todas las llamadas «casas personales» -uno, cinco y nueve- son
ámbitos donde liberamos nuestra energía en el mundo. El efecto general que
cada cual ejerce sobre su entorno (primera casa) resulta reforzado y promovido
por la forma en que se expresa (quinta) y por viajes largos y frecuentes (nove­
na). O bien su eficacia en el mundo (primera casa) se ve favorecida por su ca­
pacidad de divertirse (quinta) y de ver las cosas en conjunto (novena).

343
Entre las «casas prácticas», las actividades laborales y la vocación, repre­
sentadas por la seis y la diez, hacen posibles las posesiones que significa la casa
dos. A la inversa, posesiones tales como instrumentos o herramientas facilitan
el trabajo de la casa seis. Idealmente, nuestro trabajo de todos los días (sexta
casa) favorece nuestro propósito en la vida (décima). Y con frecuencia las po­
sesiones que tenemos (segunda casa) determinan nuestra posición social o es­
tán determinadas por ella (décima).
Entre las «casas sociales», es frecuente que el tipo de relación que tengamos
con nuestra pareja (séptima casa) se parezca mucho al tipo de relación que te­
nemos con las personas de nuestro mundo diario (tercera) y con los amigos (un­
décima). Aunque nuestros amigos reales y concretos puedan estar en conflicto
con nuestra pareja o nuestros hermanos, el tipo de relación de cada casa com­
plementa los de las otras dos.
Las partes ocultas de la psique simbolizadas por las «casas inconscientes»
también se realimentan y se refuerzan entre sí. La vida hogareña de la infancia
y el sentimiento de haber sido aceptado y querido (cuarta casa) tienen mucho
que ver con las energías reprimidas que tienden a ser nuestra perdición (duodé­
cima). Los sentimientos sobre la sexualidad y la muerte y sobre el hecho de legar
nuestras posesiones a otras personas (octava casa) son otra fuente de represión
en la casa doce. Y con frecuencia la represión se supera en el curso de una «muer­
te» y una «resurrección» psicológicas. Además, nuestro sentimiento de haber sido
afectivamente nutridos y protegidos de niños (cuarta casa) tiene mucho que ver
con la sensación de estar en libertad de renunciar (octava) a las posesiones, el
ego, el cuerpo o lo que fuere que nos hace sentir seguros en la vida adulta.
La cuadratura. Las casas en cuadratura indican áreas de la vida que se ponen
a prueba mutuamente, obligando a que los problemas relacionados con cada
una de ellas se definan con mayor claridad y asuman significados más precisos.
Con frecuencia, un enunciado simbólico en la vida del individuo tomará una
forma concreta. Es probable que haya conflicto entre las dos áreas, pero el con­
flicto es necesario.
Ejemplos: Una personalidad infantil, renuente a aventurarse lejos de la at­
mósfera protectora del hogar (cuarta casa) no puede tener una influencia eficaz
(primera) sobre el mundo. Uno debe crecer para ser capaz de enfrentarse con el
mundo como una personalidad con derecho propio.
La casa diez, indicadora de la función paternal, pone a prueba nuestra capa­
cidad para el trato con el mundo, como por ejemplo cuando el padre dice al hijo
cómo ha de comportarse. O bien la interacción eficaz con el mundo exterior
(primera casa) nos exige que sepamos cuáles son nuestros objetivos (décima).
O puede haber un conflicto entre nuestra expresión personal (primera) y nues­
tro sentimiento del deber hacia la sociedad (décima).
Una cuadratura segunda-quinta puede significar un conflicto entre nuestros
apegos en el mundo y la pura autoexpresión de energía. Por ejemplo, ganar di-

344
nero puede exigirnos tanto tiempo que no nos quede margen para el placer; o
podemos pasarnos tanto tiempo jugando que no nos quede el suficiente para
ganarnos la vida.
Una cuadratura octava-undécima puede significar el conflicto entre una trans­
formación del yo (octava casa) y los compromisos sociales de la casa once.
El sextil. Las casas relacionadas por sextil representan actividades que se
apoyan recíprocamente, aunque su relación no es tan estrecha como la de las ac­
tividades significadas por las casas en trígono. Es necesario algo más de esfuer­
zo y de atención para integrar tales actividades en una relación de cooperación.
Ejemplos: Con frecuencia, los compromisos sociales (undécima casa) son
útiles para que causemos impresión en el mundo que nos rodea (primera). De la
misma manera, generalmente los amigos pueden contar con nosotros para que
los ayudemos cuando es necesario.
El sextil primera-tercera funciona de manera similar: basta con sustituir los
amigos de la casa once por los familiares y vecinos de la casa tres. Además, la
conciencia semiautomática de esta casa, que se ocupa de los aspectos ambienta­
les cotidianos, libera la mente, permitiéndonos ser más eficaces en nuestro trato
con los demás y en la proyección de nuestras energías hacia el mundo.
La seguridad física (segunda casa) es una de las cosas que hacen más proba­
ble el logro de la seguridad emocional (cuarta). O bien los recursos financieros
de que se dispone determinan la calidad del lugar donde se vive. O las propias
posesiones generalmente se guardan en casa.
El semisextil. He aquí una relación que a veces es ambigua, en cuanto a me­
nudo los asuntos de casas adyacentes no parecen tener ninguna relación entre
sí, e incluso parecen totalmente opuestos. Y sin embargo, cada casa queda en
cierto modo completada por la que le sigue. Esto es especialmente cierto si se
toman las casas de número impar como las primeras de cada pareja.
Ejemplos: Una actividad que realizamos como un fin en sí (quinta casa) debe
contar con el apoyo de otras que practicamos con miras a algo más (sexta). Si
queremos mantenernos físicamente en forma para los deportes y otros placeres
(quinta), debemos comer con sensatez y hacer ejercicio (sexta); si tenemos una
cita amorosa (quinta), nos duchamos y nos arreglamos (sexta) antes de salir,
y ganamos el dinero necesario para las vacaciones (quinta) trabajando (sexta).
La novena y la décima ejemplifican de qué manera las casas adyacentes nos
conducen la una a la otra, y también nos hacen ver la tensión que se produce en­
tre ellas. Si se vale de la afinada conciencia del mundo externo obtenida en la
casa nueve, uno puede saber cómo abrirse camino más eficazmente en la casa
diez. Pero las tendencias filosóficas e idealistas de la nueve pueden ser difíciles
de reconciliar con las preocupaciones prácticas de la diez.
El quincuncio. La relación establecida por el quincuncio es similar a la del
semisextil, salvo que la ambigüedad es mayor y la medida en que las dos casas
se integran menor. Con frecuencia parece que las casas en quincuncio se limi-

345
taran recíprocamente, creando una especie de equilibrio negativo en el que nin­
guna de las dos puede operar con eficacia. A diferencia de la cuadratura, que
obliga -de manera quizá desagradable, pero muy útil- a poner a prueba y a con­
cretar los asuntos de las casas que afecta, el quincuncio puede llegar a un estan­
camiento en el que ninguna de las dos casas puede funcionar con eficacia y no
se hace ningún progreso. Sólo un tremendo esfuerzo de autoconciencia puede
revelar el hilo que une las dos casas, y para que la relación pueda ser útil, es pre­
ciso encontrar ese hilo.
Ejemplos: Los casos clásicos son los quincuncios primera-sexta y primera­
octava. Si se ve la casa uno como nuestra capacidad para influir en nuestro en­
torno, la seis muestra las limitaciones que impone la necesidad a nuestra liber­
tad de hacerlo, y la ocho es el abandono del ego que amenaza con desbaratar
nuestra manera habitual de enfrentarnos con el mundo. Es fácil ver cómo las re­
laciones entre estas casas pueden desembocar en un callejón sin salida. Posi­
blemente habrá limitaciones que nos molestarán a menudo sin llegar a detener­
nos, y el miedo de fracasar puede, de hecho, hacer que nos limitemos a maneras
ineficaces de enfrentarnos con el mundo.
De la misma manera, si la casa uno es el cuerpo físico, entonces la seis, en
su aspecto de enfermedad, limita las actividades del cuerpo, pero al mismo tiem­
po es un intento de restablecer su equfübrio. A menos que se lo vea de este modo,
es fácil llegar a quedarse atascado en pequeñas dolencias crónicas que frenan y
limitan en alguna medida a un cuerpo que constantemente trata de recuperarse.
Éste, a su vez, puede desaprovechar una transformación importante (octava casa)
que lo liberaría, pero que destruiría al mismo tiempo su manera establecida de
interaccionar con el entorno.

Cómo usar para la descripción los significados de las casas derivados


de los aspectos Lo que he explicado aquí no son puras conjeturas abstractas,
sino un material que tiene también su aplicación práctica, especialmente para
describir las casas vacías.
Supongamos que estamos examinando las relaciones de persona a persona
de un nativo, y que la séptima casa está vacía, pero hay varios planetas en la dé­
cima. La séptima y la décima están en cuadratura mundana. El enfoque horario
nos llevaría a decir que la casa diez, al ser la cuarta a partir de la siete, se refie­
re a la familia o a las raíces familiares de la relación. Una casa diez cargada im­
plica que, desde el punto de vista de la relación, hay una intensa preocupación
por encontrar un hogar, un sitio donde la relación pueda concretarse. Pero la ex­
periencia ha demostrado que una décima casa fuerte, unida a una séptima débil,
no indica una relación en busca de un hogar, sino más bien a una persona cuyas
relaciones se frustran debido a una necesidad mucho más desarrollada de salir
al mundo, lograr algo importante desde el punto de vista social y encontrar una
carrera o una orientación vital que la gratifique. Estos objetivos serán más im-

346
portantes que encontrar una relación que funcione. O bien, si consideramos la
séptima casa como asociaciones no conyugales (comerciales, por ejemplo), ve­
remos que el énfasis en la diez indica a una persona demasiado preocupada por
sus propios logros como para adaptarse bien a la reciprocidad de una relación
definida por la igualdad. No es necesario usar los significados derivados que
utiliza la astrología horaria para deducir también, de una casa décima cargada,
algo referente a los problemas de todas las demás casas. Este método funciona
aun cuando entre las casas en cuestión no haya planetas en aspecto.
Por dar otro ejemplo, supongamos que tenemos una casa once densamente
poblada y la siete vacía. Estas casas están en trígono mundano, lo cual indica
que los problemas de las dos casas se apoyan recíprocamente, o por lo menos
interaccionan de una manera regular y continua que nunca provoca crisis en
ninguna de las dos casas. Esto hace pensar en relaciones de persona a persona
más fáciles, pero en vez de ser auténticamente íntimas, estarán siempre más en
el nivel de amistades: serán menos intensas y no tendrán tan acentuado el ca­
rácter dialéctico que caracteriza a la casa siete. Ello se debe a que la manera de
relacionarse del individuo está determinada más bien por la casa once, cargada,
que por la séptima, que está vacía.
Supongamos ahora que un par de planetas forman un trígono entre la casa
siete y la diez. Dicho de otra manera, que hay un trígono zodiacal que pone en
juego casas que están en cuadratura mundana. Esto hace pensar que a la persona
le resulta relativamente fácil conectar sus relaciones de intimidad con su carre­
ra. Por lo menos, no hay una vivencia de los dos ámbitos como no relacionados
ni como conectados por una relación tensa. El matrimonio u otras asociaciones
pueden favorecer la carrera, o la intimidad matrimonial puede verse enriqueci­
da por los intereses profesionales compartidos con la pareja. El trígono es un
vínculo que fluye con facilidad, pero sus resultados no son necesariamente
constructivos. El trígono que pone en juego a la séptima y la décima también
puede indicar a alguien incapaz de mantener clara la distinción entre las rela­
ciones personales y la carrera.
Invirtamos ahora la pauta para estudiar las casas que están en trígono mun­
dano y contienen planetas que forman una cuadratura zodiacal. En el caso de la
undécima y la séptima, tenemos una indicación de una posible tensión entre re­
laciones de grupo y relaciones íntimas. Esto puede asumir la forma negativa de
amistades que perturban el matrimonio o la pareja, o puede obligar al nativo a
establecer claramente la distinción entre las exigencias y obligaciones de los ami­
gos y las de la pareja con quien comparte su intimidad. A diferencia del trígo­
no, la cuadratura le exige a uno que dé forma concreta a las energías que están
en aspecto. No hay margen para incertidumbres ni vaguedades; los problemas de
las dos casas se ponen recíprocamente a prueba. En este ejemplo, uno se ve forza­
do, o por lo menos obligado, a poner las dos clases de relación en compartimien­
tos aparte, para que no se superpongan y, por lo tanto, no entren en conflicto.

347
Los aspectos mundanos entre las casas son los más útiles cuando hay que
considerar casas vacías. Cuando las casas están ocupadas, creo que los aspectos
zodiacales entre los planetas nos dicen más sobre la interacción de las casas
afectadas. Así como los aspectos mundanos entre las casas muestran la relación
inherente entre los problemas de esas casas, los aspectos zodiacales de los pla­
netas muestran de qué manera la perspectiva del individuo cambia esa relación.

Defensa de las casas en el sentido de las agujas del reloj


Quizás usted haya observado que, aunque las casas señalan el movimiento dia­
rio de los planetas en el sentido de las agujas del reloj, están numeradas, como
los signos, en el sentido contrario. Por respeto a lo establecido, en el capítulo 14
analicé las casas siguiendo el orden habitual, pero aquí las estudiaré en el orden·
en que los planetas se mueven realmente a través de ellas en el transcurso de un
día, Creo que esto arrojará más luz sobre los significados esenciales de las ca­
sas y nos ayudará a descubrir dónde se originaron tales significados.
Cuando pensamos en la dirección en que los planetas se mueven durante el
transcurso del día, saliendo por el es-te y poniéndose por el oeste, contar las ca­
sas en el sentido de las agujas del reloj parece muy razonable. Como recordará,
por lo menos un sistema de casas, el oktotopos, está efectivamente numerado en
este orden. Pero no se nos ocurre casi nunca la idea de considerar las casas de esta
manera, probablemente porque hemos acabado identificándolas con los signos,
por los cuales los planetas transitan la mayor parte del tiempo en sentido con­
trario al de las agujas del reloj.
No está claro si la intención originaria fue relacionar las doce casas con los
doce signos, pero por lo menos en Ptolomeo y en otros autores griegos no hay
ninguna relación definida entre los significados de los signos y los de las casas.
Tampoco parece haber ninguna conexión fuerte en el Renacimiento. Sin em­
bargo, en la época moderna se ha producido una identificación cada vez mayor
de las casas con los signos, de modo que, por ejemplo, muchos astrólogos con­
sideran que Aries y la primera casa son esencialmente lo mismo, aunque en di­
ferentes niveles. Algunos lo han llevado todavía más lejos, y consideran que los
significados de la primera casa, Aries y Marte (regente de Aries) son paralelos.
Pero esto plantea problemas. No se trata sólo de que el movimiento prima­
rio de los planetas vaya en dirección opuesta al movimiento secundario, sino de
que los puntos culminantes de los dos ciclos son diferentes. El Medio Cielo se
llama así porque es el punto en el que el Sol se encuentra a mediodía. Es la cul­
minación del ciclo diario, cuando la gente está más activa y se demuestra más
interés recíproco. La asociación del Medio Cielo con la fama, el honor y la po­
sición social proviene de su relación con la posición elevada del Sol.
Cuando asociamos los signos con las casas, sin embargo, el Medio Cielo

348
corresponde al comienzo de Capricornio, el solsticio de invierno en el hemisfe­
rio norte, la época en que el Sol alcanza su declinación más baja. Es el punto
más bajo del año, el momento en que toda vida está aletargada. Del mismo
modo, el Imum Coeli, que es el lugar que ocupa el Sol a medianoche, la parte
más baja del ciclo diario, está conectado con el solsticio de verano, la culmina­
ción del ciclo estacional en el hemisferio norte.
El simbolismo no es mejor para el hemisferio sur. Ciertamente, el comienzo
de Capricornio es el punto culminante del ciclo estacional en este hemisferio,
lo que lo hace análogo al mediodía, el punto culminante del ciclo diario. Pero
la primavera en el hemisferio sur comienza con Libra, un signo que asociamos
con la casa séptima, no con la primera. La primavera significa que el Sol cruza
el ecuador y su declinación aumenta, mientras que en la cúspide de la casa sie­
te el Sol u otros planetas cruzan el horizonte y su altura disminuye.
Algunos astrólogos, entre ellos los de la escuela uraniana, han intentado cam­
biar esto haciendo que el Medio Cielo se corresponda con el comienzo de Cán­
cer, y el Imum Coeli con el de Capricornio. Pero esto hace que la primera casa
quede asociada con Libra, no con Aries. Otra vez, igual que con el ejemplo del
hemisferio sur, el aumento de la altura se asocia con una disminución de la de­
clinación.
A pesar de estas diferencias, entre los signos y las casas existen ciertamente
similitudes reales. Es natural que haya paralelismos entre dos divisiones de ci­
clos en doce fases. Y de hecho las progresiones, en que un día equivale a un
año, se basan en el paralelismo entre el ciclo diario y el ciclo anual. Pero no de­
bemos dejamos engañar por la idea de que estos dos ciclos son idénticos. Al
concentramos demasiado en sus similitudes, tendemos a pasar por alto el hecho
astronómico evidente de que el movimiento planetario dentro de las casas se
produce en el sentido de las agujas del reloj.
Para ver hasta qué punto funciona bien el simbolismo de las casas en el sen­
tido de las agujas del reloj, empecemos por volver de nuevo al simbolismo de
los ángulos y los hemisferios del horóscopo.

Los dos polos del ser Parece ser que hay dos fuentes de energías que sen­
timos como separadas de nuestro ser consciente. Estas energías son la causa, en
nuestra vida, de acontecimientos que nos parece que están más allá de nuestro
control. La primera y la más obvia de estas fuentes es el mundo exterior, cuyas
circunstancias configuran nuestra vida al parecer sin ninguna colaboración nues­
tra. La otra son las profundidades de nuestra vida interior. También aquí a la
mente consciente le parece como si los impulsos que emergen del inconsciente
se originasen en una fuente externa. Es más, muchas culturas han atribuido a
dioses o demonios la aparición de estos impulsos.
En última instancia es probable que, sin saberlo, seamos nosotros mismos
la fuente de tales energías. Pero en el nivel en que se juega el juego de la vida,

349
da la impresión de que estamos a mitad de camino entre los dos polos, ningu­
no de los cuales sentimos, realmente, como parte nuestra. Nuestro libre albedrío
parece limitado a una zona intermedia en donde las dos fuentes de energía es­
tán más o menos en equilibrio.
Esta zona intermedia está representada en el horóscopo por el horizonte. La
Tierra es nuestro soporte, y el horizonte es el nivel en el que vivimos. Profun­
damente oculto debajo de nosotros está el Imum Coeli, que representa el polo
interior de las energías, y en lo más alto, tenemos el Medio Cielo, que repre­
senta el polo exterior.
Cada día, todos los planetas se elevan desde el Imum Coeli, y, moviéndo­
se en el sentido de las agujas del reloj, pasan por el Ascendente rumbo al Me­
dio Cielo. Después descienden, pasan por el Descendente y regresan al Imum
Coeli.
Por consiguiente, en el hemisferio oriental de la carta las energías planeta­
rias proceden del polo interior y van hacia el polo exterior. Este hemisferio está
principalmente bajo la influencia de las energías internas. Representa las ac­
ciones que se originan en nosotros o en nuestra vida interior, como los impul­
sos emocionales.
En el hemisferio occidental de la carta, las energías van desde el polo exte­
rior hacia el interior. Por lo tanto, este hemisferio está bajo la influencia de las
energías externas. Representa las acciones de los demás, nuestra experiencia
del mundo exterior y cómo la integramos en nuestro ser interior.

Los cuatro cuadrantes Ahora tenemos un polo interior y otro exterior


del ser, con el horizonte marcando el límite entre los ámbitos interno y externo.
El eje Imum Coeli-Medio Cielo y el eje Ascendente-Descendente dividen el ho­
róscopo en cuatro cuadrantes, que numeraremos en el sentido de las agujas del
reloj a partir del Imum Coeli. Comenzar por el Imum Coeli (y no por el Ascen­
dente) es algo muy semejante a empezar el día a medianoche. De esta manera
veremos la creciente elevación de las energías desde su manifestación más se­
creta y privada hasta la más pública, para luego volver a decrecer. Y el antiguo
simbolismo de la casa cuatro hace pensar que el Imum Coeli es un lugar apro­
piado para empezar. La cuarta casa es el útero, lo inmediatamente anterior al
nacimiento. Es también la tumba y el final de la materia. Aunque empiezo por
el Imum Coeli y no por el Ascendente, y me muevo en el sentido de las agujas
del reloj, me atendré a la numeración habitual de las casas para reducir la con­
fusión al mínimo.
El cuadrante I (casas tres, dos y uno) es un cuadrante del hemisferio interno,
dominado por la energía que fluye del polo interior. Alude a nuestra vivencia de
las dimensiones internas y personales de la vida tal como se dan influidas por los
impulsos interiores.
El cuadrante II (casas doce, once y diez) es un cuadrante externo dominado

350
por la energía que fluye del polo interior. Indica nuestra acción personal en el
mundo externo y nuestra incorporación a él.
El cuadrante III (casas nueve, ocho y siete) es un cuadrante externo domi­
nado por la energía que fluye del polo exterior. Indica las energías que nos llegan
desde afuera, nuestra vivencia de ellas y aquellos aspectos externos de nuestra
vida que no parecen estar bajo nuestro control o nuestra influencia personales.
El cuadrante IV (casas seis, cinco y cuatro) es un cuadrante interno domi­
nado por la energía que fluye del polo exterior. Sugiere aquellos aspectos de
nuestro mundo personal que resultan más afectados por las energías externas, y
la incorporación de éstas a nuestro ser interior.

La subdivisión de los cuadrantes Como el avance de un ángulo a otro es


un continuo sin límites definidos, es posible dividir los cuadrantes en cualquier
número de partes. Sin embargo, para que un esquema insólito no lo parezca aún
más, mantendré la subdivisión de cada cuadrante en tres partes. De esta mane­
ra usted tendrá una indicación de la forma en que las doce casas convenciona­
les obtendrían su significado a partir del movimiento de las energías en el sen­
tido de las agujas del reloj.
Del análisis de las casas se deduce que la triple subdivisión lógica de cada
cuadrante se daría en las siguientes fases:
1. Entrada: Esta fase corresponde a las casas cadentes. Al pasar a un nuevo
cuadrante, una energía planetaria entra como una fuerza extranjera que tropie­
za con resistencias en el nuevo ámbito. Sus dificultades de adaptación iniciales
producen una crisis.
Esta visión de las casas cadentes tiene en cuenta tanto su tradicional reputa­
ción de malignas como el hecho de que Gauquelin descubriera en sus investiga­
ciones que són fuertes. Las energías planetarias acaban de emerger del ángulo;
por lo tanto, son nuevas y están al comienzo de un ciclo. Pero la resistencia con
que se encuentran suele provocar dificultades. También es posible que el enfren­
tamiento con una crisis haga aflorar toda la fuerza de una energía planetaria.
Tradicionalmente, a las casas doce y seis se las considera mucho más difí­
ciles que a la tres y la nueve, y por lo que he visto eso es cierto. La razón de ello
se aclara a partir del modelo que he propuesto. Mientras que es probable que
experimentemos las áreas del Imum Coeli y el Medio Cielo como separadas de
nuestra conciencia y de nuestra voluntad, las que están por encima del horizon­
te son las zonas «donde vivimos», por así decirlo. De ahí que nos resulte más
difícil tratar con los cambios y las discontinuidades que se producen aquí. Vis­
to de otra manera, el Ascendente y el Descendente son los puntos críticos en los
que nuestro ser interior debe enfrentarse al mundo exterior, y el cambio de un
ámbito al otro es más difícil que el simple cambio de dirección que se produce
en el Medio Cielo y en el Imum Coeli. Otra explicación es que las casas tres
y nueve se encuentran en sextil y en trígono mundano con el eje Ascendente-

351
Descendente, mientras que la seis y la doce forman quincuncio y semisextil con
este eje vital del enfrentamiento con el mundo.
2. Incorporación y fijación: Esta fase corresponde a las casas sucedentes.
Se trata de una fase de asentamiento. Las energías planetarias se reajustan y al­
canzan su punto de máxima integración en el nuevo cuadrante. A medida que
se aproximan a este punto, se estabilizan y dejan de estar sometidas a tensiones
importantes. Una vez han llegado a él, tienen poca influencia, por lo menos des­
de el punto de vista de la evolución dinámica de la personalidad. Esto puede ex­
plicar los descubrimientos de Gauquelin en el sentido de que parece que los pla­
netas se manifestaran con menos fuerza cuando están en esta parte de los
cuadrantes.
3. Preparación: Esta fase corresponde a las casas angulares. Ahora las ener­
gías planetarias se preparan para entrar en un nuevo cuadrante y, por lo tanto,
en una nueva etapa de crisis, y se ocupan de poner los cimientos para el cam­
bio. Tras la inmovilidad de la fase de incorporación, las energías planetarias co­
mienzan nuevamente a activarse. Pero todavía no han alcanzado la culminación
de la actividad, a la que llegarán en la fase de crisis. Esto parece correlacionar­
se con el nítido movimiento ascendente que parecen cobrar las fuerzas planeta­
rias, según los hallazgos de Gauquelin, cuando los planetas se aproximan a los
ángulos desde las casas angulares.
Los signos y los otros planetas que se encuentran en la fase de preparación
determinan si, al ingresar en el cuadrante siguiente, la energía lo hará con faci­
lidad o con dificultad.

La dinámica de los cuadrantes Ahora estamos preparados para conside­


rar la sucesión de las casas en los cuadrantes. Como verá, aunque he presentado
primero el esquema convencional en el sentido contrario a las agujas del reloj
porque es el más familiar, de hecho el esquema en el sentido de las agujas del
reloj ha sido el origen de muchas de las observaciones que hago en este libro.
Los significados que se obtienen al considerar las casas en este segundo sentido
se parecen mucho a los ya enunciados, pero ahora su origen está más claro. In­
cluso seguimos teniendo el funcionamiento de cada una en los niveles interno,
de relación y externo.
Cuadrante l. En el primer cuadrante, la corriente de energía proveniente d!!l
polo interior comienza a incidir en la conciencia. En general, la vivencia de esta
corriente se da en forma de impulsos, compulsiones y deseos que queremos o
no tener.
En la tercera casa, la corriente de energía proveniente del polo interior pro­
grama y estructura el grado de conciencia con que afrontamos la realidad de
cada día. Esta casa es nuestra vivencia de la energía psíquica a medida que flu­
ye de nuestras pautas de pensamiento más íntimas, y también es nuestra reacción
ante ella. En el nivel externo, esto afecta a nuestra manera de hablar, nuestras

352
comunicaciones y todos nuestros tratos cotidianos con el mundo. Por lo común
no experimentamos esta energía como algo crítico, a no ser que habitualmen­
te no controlemos demasiado lo que hacemos, y esto puede ser causa de di­
ficultades cuando las pautas son inapropiadas. ¿Cuántos tenemos realmente
conciencia de nuestra programación mental más profunda y de cómo afecta a
nuestros más secretos procesos mentales? Aunque podamos llegar a ser cons­
cientes de ello, generalmente no lo somos.
En la segunda casa, la corriente de energía proveniente del interior se estabi­
liza. Como en todas las secciones intermedias o casas sucedentes, este proceso
de estabilización, fijación e incorporación consiste en llegar a apegarse a algo.
En la casa dos, el problema es el apego como tal. Para sentirnos seguros, cons­
truimos dentro de nosotros mismos estructuras que nos preparan para lanzarnos
al mundo exterior. En el nivel externo, esto se manifiesta como apego a las po­
sesiones, que hacen que nos sintamos más seguros, eficaces, independientes y
capaces de afrontar aquello con lo que nos encontremos.
En la primera casa reunimos nuestras energías interiores a fin de ejercer in­
fluencia en el mundo exterior a través del Ascendente. Por lo tanto, esta es la casa
que más afecta a la forma en que los demás ven nuestras energías. Así, la casa uno
describe nuestra personalidad, entendida como la cara que presentamos al mun­
do exterior.
Me parece que el significado de la primera casa se vuelve mucho más claro
cuando se lo ve dentro del marco del movimiento en el sentido de las agujas del
reloj. Al ir en el sentido contrario, partiendo de la casa uno, nos movemos ha­
cia el polo interior, pero al ir en el sentido de las agujas del reloj nos movemos
hacia el área más exterior y pública de la vida, que es precisamente hacia don­
de se dirige la personalidad.
Cuadrante /l. La energía atraviesa ahora el Ascendente. Al cruzar y aden­
trarse en el hemisferio superior, la corriente de energía proveniente del interior,
que parece un poco ajena a la tercera casa, ahora es completamente nuestra. Este
cuadrante representa la energía interior con que intentamos obrar en el mundo.
La duodécima casa es una de las más importantes de la carta. Es donde
nuestras energías interiores afrontan el primer desafío en su encuentro con el
mundo exterior. Como se trata de energías primarias y sin experiencia, el en­
frentamiento no suele tener éxito.
La casa once es un área de estabilización, fijación e incorporación. Como en
todas las otras secciones intermedias, desaparece el sentimiento de estar separa­
do. En la doce sentimos que el mundo exterior se nos resiste, pero esta sensación
se desvanece en la once. Aquí, nuestra energía interior se establece y se integra
en el mundo exterior. La undécima es, pues, el ámbito en que nos integramos en
grupos. La segunda casa representa el apego a las posesiones, y la undécima el
apego a nuestro lugar en la sociedad.
En algunas escuelas de astrología hindú, la casa once se relaciona con la

353
forma en que ganamos el dinero, mientras que la segunda se relaciona solamen­
te con nuestra manera de manejar el dinero que ya tenemos. Esto se adapta bien
a nuestro esquema, porque ganar dinero tiene que ver con cómo nos presenta­
mos ante el mundo exterior y actuamos en él. En su nivel más profundo, la se­
gunda casa no significa tener dinero, sino la forma en que nos apegamos a los
entes de nuestra vida personal. La undécima es el proceso de establecer un ape­
go con algo externo o social. El dinero siempre proviene de fuentes externas.
Tanto en el esquema basado en el movimiento en el sentido de las agujas del
reloj como en el contrario, la segunda casa (tener dinero) precede a la undéci­
ma (ganarlo), de modo que parece que el efecto preceda a la causa. Sin embargo,
ello no representa ningún problema cuando se recuerda que, aunque podemos
hablar de que la energía se inicia en uno u otro de los polos, en realidad esta­
mos hablando de movimiento en torno de una rueda, que no tiene comienzo ni
final. La energía no se limita a ir de un polo al otro, sino que es transportada por
completo alrededor de la rueda, una y otra vez. Nuestras experiencias (la mitad
occidental de la carta) son consecuencia de nuestras acciones (la mitad oriental)
y viceversa. Nuestra vida interior surge de nuestras circunstancias externas, y
nuestras circunstancias externas surgen de nuestra vida interior.
La décima casa es la fase en que la energía planetaria alcanza su mayor pro­
yección hacia afuera, y puede manifestarse como la carrera, la vocación o nues­
tra manera de trascendemos a nosotros mismos. Aquí podemos enseñar el ca­
mino a otros que nos siguen, y por eso esta casa representa el aspecto paternal
de la función parental.
Igual que las otras casas, la décima no siempre trabaja en el nivel externo.
Al contrario de lo que creen muchos astrólogos, una casa diez densamente po­
blada no significa necesariamente un individuo preocupado por la posición social
o por la fama. Es probable que quien tenga una casa décima fuerte opte en cam­
bio por manifestarla en el nivel interno o en el de relación. Suelen ser personas
socialmente retraídas, pero que escogen actuar como guías con aquellos que in­
tegran su mundo personal, y es probable que sean maestros, ya sea en un nivel
profesional o informal.
Cuadrante III. Al cruzar el Medio Cielo pasamos de un dominio interesado
principalmente en la acción de lo interior sobre lo exterior a un área donde lo
exterior es la fuente principal de energía. Pero, como ya he dicho, la energía
también proviene del otro lado, y se manifiesta como nuestra experiencia de las
cosas que surgen en el mundo exterior como consecuencia de nuestras propias
acciones.
Así como en la tercera casa la energía del polo interior deja su sello en nues­
tra conciencia interna, en la novena la energía del polo exterior lo deja en nuestra
conciencia externa. Al estar aquí por encima del horizonte, tratamos con un tipo
de pensamiento mucho más consciente. Así, la casa nueve simboliza nuestra
capacidad de ver desde lejos cómo las energías se van acercando a nuestra vida,

354
mucho antes de que puedan afectarnos íntimamente. En la novena tenemos la
perspectiva necesaria para ver el gran cuadro y las pautas que integran las cosas.
Con frecuencia, estas energías nos parecen extrañas y ajenas porque se ori­
ginan demasiado lejos de nuestra vida íntima. Para comprender lo que vemos
necesitamos hacer el esfuerzo de modificar nuestra conciencia, de expandirla,
lo cual puede obligarnos a dejar ambientes familiares por otros distantes. Por
eso la novena se asocia con los viajes largos y con el extranjero.
La octava casa es una área de fijación, estabilización e incorporación. En la
novena, las energías del exterior se encuentran en muchos sentidos demasiado
distantes y hace demasiado poco que han llegado a nuestra vida como para po­
der afectarnos, excepto en el nivel de la conciencia en expansión. En la octava,
estas energías se consolidan y comienzan a echar raíces en nuestro mundo, de
modo que pueden llegar a ser eficaces con respecto a nosotros mismos. Aquí te­
nemos a la octava casa como opuesta a la segunda. En el nivel externo, los ape­
gos de la casa ocho son propiedades y recursos físicos, pero los de otras perso­
nas, no los nuestros. En el nivel interno, esta casa significa cómo se apega a
nosotros el mundo exterior, apartándonos de las preocupaciones y los apegos
personales que nos limitan. Así nos ayuda e incluso nos fuerza a crecer. De este
modo llegamos a los conceptos de transformación y muerte. En el esquema or­
ganizado en el sentido de las agujas del reloj, la casa octava nos aparta de nues­
tra propia estructura de apegos para llevarnos hacia algo externo -y a veces su­
perior- a nuestros propios niveles del ser, personales e íntimos.
La séptima casa significa la energía de lo externo que se prepara para entrar
en el mundo personal, interior. La energía externa se vuelve tan íntima como pue­
de serlo mientras no está todavía dentro de nosotros. Así, la casa siete represen­
ta nuestra vivencia de la intimidad del otro, de nuestro complemento polar en el
mundo externo, que puede ser tanto un enemigo personal como un amante.
Vista bajo esta luz, la séptima casa significa también lo que percibimos como
la «personalidad» del mundo externo, lo que esperamos de los demás, especial­
mente de las personas próximas a nosotros. Es el polo opuesto obvio de la prime­
ra casa en cuanto personalidad. Pero así como la casa uno es nuestra expresión
del yo en un nivel de intimidad con respecto a los demás, la siete es general­
mente nuestra vivencia de los otros en un nivel de intimidad.
Cuadrante IV. Cuando la energía cruza el horizonte se produce otra crisis.
A la sexta casa siempre se la ha considerado difícil, porque a medida que las
energías del hemisferio exterior van penetrando en el interior, éste se resiste a
ellas. En la casa seis nos esforzamos por admitir y asimilar la energía del exte­
rior, pero ésta es extranjera en ella, igual como la energía interior es extranjera
en la casa doce.
La sexta es una casa de la salud por la gran medida en que nuestra salud de­
pende de la forma en que reaccionamos ante lo que recibimos. Las enfermeda­
des psicosomáticas se generan a menudo al recibir, en el nivel psicológico,

355
energías que no somos capaces de elaborar. Entonces manifestamos en el nivel
físico un símbolo de nuestro rechazo de tales energías.
En el nivel psicológico, en la sexta casa tenemos la vivencia de cómo ener­
gías impuestas desde afuera configuran nuestra vida personal. Nuestra voluntad
puede sentirse constreñida por las limitaciones provenientes de fuera que nos
imponen el trabajo, el deber y la responsabilidad. Sin embargo, como pasa con
la casa doce, si vencemos las limitaciones que experimentamos en la sexta, po­
demos hacer que las energías funcionen a favor de nuestros propios fines. Por
eso esta es una área que no sólo se relaciona con el trabajo que realizamos para
los demás, sino también con las personas que trabajan para nosotros.
En la casa seis, la vivencia que se tiene de las energías externas es la de algo
ajeno, la de una intromisión. Se sigue percibiendo una separación entre nuestra
vida interior y las energías que provienen del exterior.
La quinta casa, sin embargo, completa la asimilación. La energía de lo ex­
terno se integra en lo interno, tal como en la undécima la energía de lo interno
se integra en lo externo. En la casa cinco ya no nos resistimos a la energía ex­
terior. Lo que hemos experimentado ya es nuestro. Podemos dejar de luchar con­
tra ello, y utilizarlo. Esto, sumado al hecho de que la quinta casa está en trígo­
no mundano con la primera, nos hace sentir que es una casa de autoliberación.
Nuestro trabajo con las energías de lo exterior ya no es un trabajo, es decir, una
actividad regida por una necesidad impuesta desde fuera. Ahora es la expre­
sión, dentro de la parte interior del yo, de energías que originariamente prove­
nían de la parte exterior del yo. (Se ha de tener presente que en realidad no ha­
blamos nunca de energías que sean verdaderamente externas, sino más bien de
energías que son vividas como externas.) Por eso, aunque la quinta casa sim­
boliza el juego tanto en su aspecto más elevado como en el más trivial, en ella
generalmente los juegos se juegan y se inventan con la ayuda de otras personas.
En mi análisis de la quinta, en el capítulo anterior, mencioné el hecho de
que tener hijos es una actividad que constituye un fin en sí, que en general tener­
los no sirve a ningún propósito especial. Sin embargo, al considerar las razones
por las que la mayoría de las personas tienen hijos, parece como si el profundo
impulso interior que les conduce a procrear se originase en una necesidad so­
cial. Con frecuencia, las actividades de la casa cinco son expresiones personales
espontáneas de impulsos originados en el polo exterior.
La cuarta casa es donde la energía de lo externo se introduce más profun­
damente en lo interno y se convierte en parte del marco de referencia más pri­
vado del individuo. La casa cuatro simboliza la experiencia que se tuvo del úte­
ro, y del afecto familiar y el sistema de apoyo recibidos durante la infancia, pero
todo esto proviene en última instancia del polo exterior. Para completar el con­
cepto de la dialéctica entre lo externo y lo interno, lo que somos interiormente
es en gran medida lo que nos dieron las personas que nos precedieron en el
mundo exterior. Y lo que experimentamos es el resultado de lo que nosotros

356
aportamos al mundo. El ciclo de la energía es continuo. No hay verdadera dis­
tinción entre las energías internas y las externas, a no ser la que proviene de la
escisión de nuestra experiencia. El final de la cuestión es el comienzo.
Si se comienza en el Imum Coeli y se va rodeando la carta en el sentido de
las agujas del reloj, la cuarta casa es la última. Aun si hubiéramos nacido fuera
de la Tierra, en definitiva nuestra madre, en la muerte retomamos a ella. En el
curso de la vida vamos del polvo al polvo, o de la Tierra (el lmum Coeli) a la
Tierra..., presumiblemente sólo para volver a empezar el ciclo.

La relación entre las dos visiones de las casas Tengo la sensación de que
el modelo en el sentido de las agujas del reloj es mejor para obtener los signifi­
cados de las casas. Sin embargo, me doy cuenta de que hay años de tradición y
de práctica que se oponen a que este modelo sea generalmente aceptado. Tam­
poco estoy convencido de que el modelo opuesto no tenga validez alguna, pues­
to que de hecho los planetas van atravesando las casas en el sentido de las agu­
jas del reloj en su movimiento primario y principalmente en el sentido opuesto
en su movimiento secundario o zodiacal. De este modo, es inevitable que las
pautas de cambio cíclico que emergen al observar los ciclos sean coherentes en
cualquier dirección que se mire.
Creo que obtendremos los mejores resultados si abandonamos nuestros pre­
juicios y consideramos las casas de ambas maneras. Eso nos ayudará a entender
mejor los significados esenciales de las casas, y nos liberará de la comprensión
superficial de ellas que quizás hayamos tenido en el pasado.
A quienes estén completamente cerrados para este enfoque bidireccional,
me gustaría señalarles que los signos también son bidireccionales. Los nodos
lunares, por lo menos, transitan por los signos en orden inverso, es decir, en el
sentido de las agujas del reloj. Fácilmente se podría derivar un modelo en el sen­
tido de las agujas del reloj para el ciclo de los signos, que nos daría una visión
nueva de los signos y de su simbolismo. En realidad es lo que ha hecho ya Carl
Payne Tobey en su libroAstrology ofthe Inner Space. Pero un análisis de los sig­
nos en el sentido de las agujas del reloj no es tan esencial. Si he tratado aquí la
interpretación de las casas en este sentido es porque, contrariamente a la per­
cepción general, resulta que el movimiento más importante de los planetas a
través de las casas se produce en el sentido de las agujas del reloj.

357
RESUMEN DE LOS
SIGNIFICADOS ESENCIALES
Los planetas

El Sol

Yang: la energía básica del ser; la luz, la conciencia, la voluntad, el poder, el


deseo ( «querer hacer»), la integridad, la individuación; la libido (en el sentido
junguiano); la energía física; el héroe, la masculinidad, la iniciativa, la indepen­
dencia; la función paterna, la experiencia de ver fomentada la propia voluntad
autónoma; la paternidad; los gobernantes de un país por oposición a sus súbditos.

La Luna

Yin: el recipiente, el medio, el ambiente, la matriz, el útero, la función mater­


na, el hogar; los súbditos por oposición a sus gobernantes. Nuestra Fuente Últi­
ma; la Gran Madre; el pasado personal, la infancia, el patrimonio, la familia, la
herencia, la patria; los supuestos y actitudes inconscientes, los instintos, las
pautas mentales hereditarias, las pautas psicológicas debidas a vivencias infan­
tiles, los reflejos o programas emocionales, las percepciones psíquicas.

Mercurio

El Logos, la expresión de la verdad; la mente, la comunicación, la lógica y el


razonamiento, el sistema nervioso; la destreza física, el movimiento, el trans­
porte, los viajes rutinarios; la conexión, la simbolización, la creación de imáge­
nes y mapas cognitivos y de correspondencias, la traducción y la transducción;
la inquietud (avidez de información); precisión o facilidad de expresión.

361
Venus

(Yin.) El amor, la expresión no verbal de la verdad; vínculo intrínseco desde


dentro, agrupamiento no coercitivo, atracciones espontáneas; la creación de la
armonía de totalidades superiores a partir de elementos complementarios, de be­
lleza; aptitud social; el «amor materno» incondicional (junto con la Luna); la
sexualidad (de forma complementaria con Marte).

Marte

(Yang.) La energía de supervivencia, sumamente individualista y centrada en sí


misma, que acentúa las diferencias; la identificación con aquello de lo que se
cree que asegura la supervivencia; la reacción de ataque o fuga, la agresividad; la
masculinidad, la fuerza, la fortaleza, el vigor, los atletas, los militares; el hierro
y el acero y los que trabajan con ellos; cuando la energía marciana está bloquea­
da, irritaciones, inflamaciones, infecciones, fiebres, operaciones, accidentes; la
sexualidad (de forma complementaria con Venus).

Júpiter

La expansión: la (re)incorporación del mundo externo, el crecimiento físico y


psicológico, la exploración y el aprendizaje, el logro de control y autonomía, el
incremento del alcance de la acción y la experiencia (pero sin atención al deta­
lle y a la rutina), la incorporación y la digestión (con la Luna); el estímulo pa­
rental; la amplitud de la experiencia, los objetivos a largo plazo, la conciencia
social.

Saturno

La realidad tal como se la define culturalmente; la relación con grupos, el con­


senso. La realidad como estructura y limitación; las reglas; las consecuencias
de los errores. Ya se han realizado muchas cosas y resta poco potencial; el en­
vejecimiento, la muerte. El padre; el aprendizaje de las reglas o de una discipli­
na, la incorporación a un papel social; escuelas, maestros, guías, jefes. Las áreas
de la vida en las que hay que trabajar. Los límites de lo que se puede percibir con
la mente normal.

362
Urano

Rupturas inesperadas de las estructuras saturninas, el elemento aleatorio de la


creación, el destello de la iluminación o de la comprensión intuitiva, el deseo de
liberación, lo excepcional o excéntrico. Perturbaciones impersonales del orden so­
cial: revoluciones, desastres naturales; las tecnologías innovadoras, las ciencias.

Neptuno

Lo real en última instancia, lo que contiene todas las polaridades pero ninguna
distinción; el nirvana; la percepción mística de la divinidad y de la verdad; el
desapego. Maya (con Saturno). La creatividad artística (con Venus), la imagina­
ción, las artes más abstractas. Los ideales; la ilusión de perfección; el sacrificio
por causas superiores (tanto mártires como víctimas); la irrealidad, las quime­
ras, el misterio, la confusión, la negación o derrota del ego. Actividades encu­
biertas o deshonestas, como el envenenamiento; (con otros planetas) la huida
de la vida buscando refugio en el alcohol, las drogas o la locura.

Plutón

El arquetipo de la muerte y la resurrección; la ruptura completa de la realidad


saturnina que nos obliga a construirnos una nueva realidad «normal»; episodios
psicóticos, transformaciones radicales de la conciencia y del ser. Los aspectos
trascendentales de la sexualidad. El poder político como manifestación de pro­
cesos históricos. Los agentes de la ruptura y de la decadencia: los barrios bajos,
el crimen organizado, el descontento social, los terroristas. Los sanadores y te­
rapeutas, los maestros de la autotransformación, los gurus, los líderes religiosos
que ponen el énfasis en la vida después de la muerte.

363
Los otros puntos

El Ascendente

Un punto de automanifestación donde las energías del yo pasan del ámbito in­
terior al exterior y se manifiestan en el mundo. Rige el efecto o la impresión que
uno causa o el tipo de acción que ejerce sobre el mundo exterior; de ahí que se
relacione con la personalidad y el cuerpo físico.

El Medio Cielo

El punto de mayor autoexteriorización en el mundo social. Se refiere a la posi­


ción y el papel sociales, la dirección de la vida y la carrera en función de lo ex­
terno. Ayuda más bien a definir lo que hacemos que la forma en que lo hace­
mos, y a identificar lo que necesitamos hacer con nuestra vida para poder
crecer.

Los nodos lunares

Un eje de relación. Las relaciones con los demás en las que intervienen los sen­
timientos, quizá con características atribuidas al punto medio Sol-Luna. Cuan­
do están acentuados hay una tendencia a ir activamente en busca de gente. Los
dos nodos son difíciles de distinguir salvo cuando hay conjunciones, pero el
nodo norte puede tener un carácter de acercamiento que lo asemeja a Júpiter,
mientras que el nodo sur puede tener un carácter de separación similar en algu­
nos aspectos a Saturno. Algunos astrólogos relacionan los nodos lunares con
encamaciones pasadas.

365
El punto Aries

Como los ejes Ascendente-Descendente y nodo norte-nodo sur, el eje de Aries


tiene que ver con las relaciones. De los tres, es el más impersonal: indica las re­
laciones que tenemos con el mundo que nos rodea, y va asociado con la fama y
con una mayor importancia social.

366
Los aspectos

La conjunción

La unión de energías planetarias. Los efectos pueden ser evidentes para los de­
más, pero para el nativo son difíciles de evaluar. Tiene un carácter dinámico y
es más bien una pauta de acción (acontecimientos o cambios) que un estado pa­
sivo. Casi sin coloración propia, su significado específico se deriva de las com­
patibilidades planetarias.

Los aspectos «duros» o fuertes, de la serie del dos

Acontecimientos o cambios en un momento preciso del tiempo, con una crisis


claramente definida que exige acción, después de la cual su influencia va dis­
minuyendo. Son pautas inestables de energía, que producen dificultad cuando
la persona o el entorno se resiste a los cambios que exigen, pero son los únicos
medios reales para un cambio creativo. Se los encuentra de forma destacada en
los horóscopos de personas de mucho éxito o mucho talento, o bien muy desa­
fortunadas e improductivas.

La oposición ( 180º )

Análoga a la séptima casa: polaridad, pugna y conflicto, pero también asocia­


ción, cooperación y conciencia. Los conflictos se generan cuando hay proyeccio­
nes de partes no reconocidas del yo; la energía y el aumento de conciencia se
producen cuando se reconoce e integra las partes proyectadas.

367
La cuadratura (90 ° )

Las energías funcionan en desacuerdo, de tal modo que el logro de uno de los ob­
jetivos obstaculiza la consecución del otro; una prueba de la validez de estos
objetivos. La recíproca resistencia de las dos energías da como resultado una
mayor individualidad; la resistencia de la realidad material. Las energías en jue­
go y la relación existente entre ellas suelen ser difíciles de percibir con claridad.
La inestabilidad de la cuadratura conduce a un crecimiento continuo hacia ni­
veles nuevos, excepto cuando, debido a la resistencia de la persona, el conflicto
se repite continuamente en el mismo nivel.

La semicuadratura (45 ° ) y la sesquicuadratura ( 135 ° )

Similares a la cuadratura, pero no tan intensas. Una conexión inestable y dinámi­


ca de las energías que da por resultado el cambio. La incongruencia y la recí­
proca resistencia de dos conjuntos de objetivos ponen a prueba su validez.

Los aspectos «blandos» o suaves, de la serie del tres

Menos dinámicos y generalmente menos difíciles que los aspectos «duros» o


fuertes. Pautas de energía estables que se resisten al cambio, pero que no son
estáticas: hay una homeostasis ( «equilibrio dinámico») sin un cambio neto. Son
cambios crónicos o acontecimientos que emergen lentamente y persisten duran­
te largos períodos sin producir crisis definidas; estados del ser que persisten.

El trígono ( 120 º )

Tranquilidad en la acción, sin dificultad cuando el nativo opta por actuar den­
tro de un orden establecido y de acuerdo con las naturalezas respectivas de las
energías combinadas. Restablece la homeostasis (equilibrio) después de un es­
tado de desequilibrio. Participación pasiva o receptiva en los acontecimientos,
con optimismo y un mínimo esfuerzo, como en las artes marciales (en el mejor
de los casos), o bien atascamiento en el sendero trillado (en el peor).

El sextil (60° )

El simbolismo de dos por tres: el sextil es al trígono lo que la oposición es a la


conjunción. Con frecuencia su resultado es un incremento de conciencia, y ge-

368
neralmente representa circunstancias que requieren cierto gasto de energía para
cosechar beneficios; de aquí viene que signifique «oportunidad». Preserva la ho­
meostasis (equilibrio), pero no en una medida que imponga tanta limitación como
el trígono.

El semisextil (30° ) y el quincuncio ( 150° )

El simbolismo de tres por cuatro: la pasividad de la serie del tres se combina


con la tensión y la inquietud de la cuadratura. Expresan relaciones entre entes
sin conexión lógica entre sí, sin la energía suficiente para cambiar la relación,
como, por ejemplo, las casas dos, seis, ocho y doce con respecto a la primera. Re­
presentan molestias y tensiones rutinarias en la vida, pero también enfermeda­
des y muerte. Los factores relacionados por estos aspectos funcionan de manera
conflictiva, pero cada uno como si el otro ni siquiera existiese.

La serie del cinco: quintil, biquintil, decil

Características similares a las asociadas con Plutón, con algunos rasgos de Venus
y Marte: se efectúa algún tipo concreto de creación o destrucción. Las funcio­
nes intelectuales (sin excluir la emoción) y todos los asuntos específicamente
humanos. El cambio que transforma. La capacidad de expresar una inspiración
creadora (debida a otros factores) en creaciones concretas.

La serie del siete: septil, biseptil, triseptil, semiseptil

Un cierto sabor Urano-Neptuno, vínculos entre energías que no son totalmente


de este mundo. Inspiración creadora, pero también dificultades mentales y emo­
cionales, y una tenue conexión con el universo físico; religión.

La serie del nueve

El novil o nonil. Conclusiones, finales; lo que produce la vida a la larga; las ne­
cesidades y capacidades en las relaciones y en el matrimonio.

369
Los signos

Aries
Los comienzos. Primitivo (ser el primero), crudo (energía pura, no dirigida),
obstinado de manera inestable y cambiante. Puede ser asocial o antisocial; quie­
re libertad frente a las exigencias ajenas; no depende de la aprobación social y
por ello es un pionero; pero tampoco le interesa ser razonable, prudente, oportu­
no, práctico y ni siquiera eficaz, de ahí que se abstraiga, centrándose en sí mis­
mo. Sus emociones son principalmente entusiasmo, necesidad de hacerse valer
y enojos de breve duración; a menudo compensa su impaciencia y su falta de
persistencia y de tesón con un alto nivel de energía. Franco por naturaleza, es
una influencia vitalizadora.

Tauro
Un recipiente o matriz que manifiesta de forma tangible las energías de Aries;
posee una fecunda creatividad: desarrolla las energías que recibe y las configu­
ra, imponiéndoles su propio estilo. Estable, constante, persistente, !imitador y
restrictivo; terrenal y sensual; no especialmente social. Su influencia es lenta
y deliberada.

Géminis
Rápida exploración mental, entendimiento rápido pero sin empatía, aprende con
rapidez pero sin una profunda comprensión, siente curiosidad por su entorno
aunque no lo evalúa en términos personales; sociable, pero se resiste a adquirir
vínculos profundos que lo limiten; adaptable, evita las confrontaciones, pero
también es inconsecuente e inconstante. Le gustan los juegos y las tretas. Una
influencia aceleradora que lleva las energías planetarias a un nivel más alto y
abstracto.

371
Cáncer

Sentimiento de formar parte de algo; relaciones emocionales, en especial con el


pasado, la infancia, la familia, la madre, la comunidad o la tierra natal. Necesi­
dad de seguridad emocional, de un entorno que apoye emocionalmente, y de re­
laciones personales que nutran afectivamente; si está satisfecha, esta necesidad
se transfiere a los demás de tal modo que Cáncer, al brindarles estos beneficios,
contribuye de manera vital a la cohesión social y se convierte en una influencia
emocional protectora y positiva; pero si su propia necesidad emocional no se
encuentra satisfecha, puede convertirse en una persona temerosa, codiciosa y
posesiva de una manera infantil, que sofoca a los demás en vez de alimentarlos
con su afecto, y sustituye el apoyo emocional que le falta por posesiones mate­
riales.

Leo

Un ego bien desarrollado y una gran confianza en sí mismo, con una fuerte ne­
cesidad de expresarse, para lograr la admiración de los demás y también por
una intransigente integridad personal que surge tanto de la fascinación que ejer­
ce sobre sí mismo como del deseo de que los demás la compartan. Una necesidad
de reconocimiento personal, de impresionar, de controlar su propio destino, de
ser una persona auténticamente honorable e importante. La imagen de Leo es el
rey o el Sol, fuente de energía y de inspiración para los demás. Puede ser arro­
gante si estas necesidades básicas no están satisfechas. Persistente y obstinado.
Una influencia estabilizadora.

Virgo

El ego completo que llega a un acuerdo simultáneamente con el universo físico


y con el social como inconvenientes a los que es preciso adaptarse, marcos de
referencia para aprender a ser eficaz y realidades a las que hay que servir. Su­
miso, eficiente, eficaz, necesita ser reconocido por la calidad de su trabajo; con­
formista, un tanto cauteloso y quizá temeroso, como si se lo castigara por los
excesos de Leo. Recto y realista, busca la perfección, o por lo menos el éxito en
el logro de los cambios que se propone mediante la autocrítica y el autoanálisis.
Preocupado por la falta de fiabilidad del mundo físico, intenta lograr el control
concentrándose en los detalles y no permitiendo que nada se le escape. Eleva­
das normas estéticas, pero no aprecia la belleza que no es funcional; es el signo
de la artesanía y los oficios. Una influencia de precisión y cuidado.

372
Libra

La primera y más simple de las relaciones sociales, la de persona a persona;


confrontación íntima. Hábil en el trato personal, toma la iniciativa mientras da
la impresión de ceder. No puede imaginarse a sí mismo en un vacío, sino sólo
en relación con otra persona; necesita relaciones de intimidad para comprender­
se a sí mismo y para realizarse. Ama la belleza y la armonía y necesita el arte,
pero es probable que no aprecie ni tolere los contenidos artísticos fuertemente
emocionales. Una influencia más ligera y no tan grave, y socializadora a través
de las relaciones.

Escorpio

La muerte y la transformación del ego por medio de la fusión emocional con


otros egos. Místico, capaz de ver cómo funciona el poder de transformación en
la realidad cotidiana. Los elementos trascendentes de la sexualidad. Profunda­
mente relativista, no ve diferencia entre el bien y el mal, y acepta y aprovecha las
vivencias de muerte en aras de la resurrección que viene después. Ávido de vi­
vir con intensidad y dramatismo, ama la emoción y el misterio. Generalmente
no es de apariencia atractiva ni espectacular, pero disfruta de las confrontacio­
nes y de la lucha. Con frecuencia se lo interpreta mal porque sus percepciones
y sentimientos son difíciles de analizar y de comunicar; es probable que él mis­
mo se reproche por ello y lo compense con el sigilo. Una influencia emocio­
nalmente intensa para la transformación.

Sagitario

Aprende a entender su propio contexto social, y dentro de él a expresar lo que


quiere, en función de principios abstractos y de pautas generales, sin entrar en
los detalles de la puesta en práctica. El primer tipo es idealista y un enamorado
de la libertad, ávido de autoexpresión y de reforma social. Renuente a dejarse
atar por las relaciones o la tradición. El segundo tipo está felizmente integrado
en el orden social y desea ser socialmente útil y actuar como portavoz en pro de
la cohesión social; le atraen la ciencia, la filosofía, la religión u otras discipli­
nas mediante las cuales puede estudiar y descubrir la recíproca relación de to­
das las cosas; prefiere la sabiduría al mero conocimiento; es más coherente que
el primer tipo y está más dispuesto a encarar los detalles de la puesta en prácti­
ca. Una influencia para el aumento de la libertad.

373
Capricornio
De fuerte orientación social, se siente más cómodo coincidiendo con el con­
senso social sobre lo que es real, importante y aceptable. Fuertemente influido
por las figuras de autoridad. Necesita controlar y ser eficaz en los aspectos prác­
ticos. Como representante del orden social, le interesa más la puesta en prácti­
ca de la realidad consensual que los principios abstractos en sí. Excesivamente
serio, justifica el juego y racionaliza el placer sólo por su aporte social; su ex­
traño sentido del humor tiende a ser autorreprobador. Actúa como influencia
para la realización en conformidad con la realidad consensual.

Acuario

Completa la socialización de los diversos aspectos del yo que se han ido cons­
truyendo a lo largo de los signos precedentes. El individuo como miembro co­
operativo del grupo; gregario, disfruta de las interacciones sociales, valora las
amistades, respeta el esfuerzo colectivo; necesita la interacción social para au­
todefinirse, pero después tiende a dominar el grupo; obtiene su sentimiento del
yo de la identificación con el grupo o con las necesidades sociales. Es amante
de la libertad en cuanto libertad para cambiar la sociedad con objeto de ade­
cuarla a sus ideales fijos y a su concepto de la perfección. Se encuentra más có­
modo con la amistad que con el amor. Una influencia social mentalmente acti­
va, pero emocionalmente árida.

Piscis

En el tipo avanzado: trascendencia del yo, subordinación al universo y a lo que


éste encarna, entrega del alma a Dios. En el tipo primitivo: la etapa embriona­
ria previa a un nuevo comienzo. Como el ego y el sistema de la realidad no es­
tán claramente definidos, el nativo es muy imaginativo, y sin ser autoafirma­
tivo, es algo peculiar. Sumamente receptivo a la influencia de los demás, tanto
puede ser una víctima pasiva que se niega a asumir responsabilidades (el tipo
primitivo) como un buscador de la verdad en un nivel espiritual profundo, y po­
siblemente hasta un mártir de la verdad (el tipo avanzado). Es probable que per­
ciba realidades alternativas, y esto, en el tipo primitivo, será causa de confusión.
Tiende a refugiarse en un mundo interior particular y distante, que en el tipo
primitivo puede ser mera fantasía. Con frecuencia se siente atraído por el servi­
cio social: los tipos primitivos pueden cultivar un egotismo encubierto, asegu­
rándose de que sus pupilos se mantengan en situación de dependencia. Una in­
fluencia que reduce la autoridad, pero favorece la receptividad y la empatía.

374
Las casas

Nivel interno Nivel de relación Nivel externo

PRIMERA
La persona (la máscara), lo que La personalidad; la apariencia Nosotros frente a Ellos; el pro­
media entre el yo y el mundo; física. El sentimiento de estar pio grupo o «lado» (pero sólo en
la imagen que tenemos de no­ polarizado con respecto a algo relación con un grupo externo).
sotros mismos y la que presen­ o alguien externo; uno mismo
tamos a los demás. como agente activo.

SEGUNDA
La parte del ego que desea fluir La actitud ante las posesiones y La riqueza, las posesiones físi­
más allá de los límites del cuer­ los apegos; la autovaloración cas y los recursos; los objetos
po para vincularse con entes ex­ y su expresión en el comporta­ concretos a los que estamos
ternos y convertirlos en parte miento. Lo mío frente a lo tuyo. apegados.
del propio ser. La conciencia y la vivencia del
apego frente al desapego.

TERCERA
La parte de la mente que hace El «piloto automático» de la Las personas, los lugares y las
que las funciones mentales y mente, que mantiene nuestra situaciones que participan es­
físicas aprendidas consciente­ relación con el mundo cotidia­ trechamente en nuestro mundo
mente funcionen de forma au­ no, por ejemplo mediante el íntimo y personal: hermanos,
tomática. La base inconsciente habla y las comunicaciones de hermanas, otros familiares, ve­
de la disposición mental fun­ rutina. La expresión de las ac­ cinos, el supermercado del ba­
damental que más influye en titudes y los programas bási­ rrio, etc. Los viajes cortos y
nuestra experiencia de la reali­ cos de conducta; la vivencia de otras maneras de establecer co­
dad cotidiana. Los procesos psi­ las actitudes y los programas nexiones de rutina en nuestro
cológicos (configuración de la básicos de conducta de los de­ mundo personal.
energía psíquica) que se pro­ más en el entorno inmediato.
ducen cuando actúa un hábito.

CUARTA
Las funciones psíquicas que Las relaciones que más apoyo y El progenitor que nos nutrió
nos conectan con el resto de la alimento afectivo nos brindan, afectivamente y otras personas

375
Nivel interno Nivel de relación Nivel externo
vida, con sentimientos de per­ los aspectos más personales e con quien se tiene este tipo de
tenencia, de «sentirse cómo­ íntimos de nuestra existencia relación (en que se da y se re­
do en», y de estar conectado; social. Nuestras experiencias in­ cibe apoyo a la vez); la propia
nuestra línea de comunicación fantiles y prenatales, con sus casa, el hogar, la familia de la
con el inconsciente colectivo. consecuencias en nuestra con­ niñez y de la edad adulta, la co­
Las estructuras psicológicas he­ ducta inconsciente. munidad, el pueblo natal, la na­
redadas. ción, etcétera.

QUINTA
Aquellos aspectos de la psique Las relaciones que se forman Los lugares de diversión, los
que quieren expresar la natu­ principalmente por placer o por juegos de azar y la especula­
raleza del yo; el impulso a re­ necesidad de expresarse; las ción. La vivencia que tenemos
presentar el papel que hemos aventuras amorosas. Nuestra de nuestros hijos en cuanto a
escogido, o a crear, que nos relación con los productos de la autoexpresión y la creativi­
proporciona el sentimiento de nuestra actividad creativa es­ dad.
estar vivos y de ser únicos. pontánea; el hecho de tener
hijos.

SEXTA
Los aspectos de la psique que Las necesidades que se originan La experiencia que tenemos de
posibilitan la gratificación di­ en circunstancias externas; el los jefes y los empleados. Las
ferida. La parte inconsciente de trabajo y otras actividades que tareas reales y cotidianas de la
la mente que incorpora a la psi­ no se practican con miras a la profesión. Nuestro trabajo si
que las energías e influencias autoexpresión. Las relaciones sólo es un medio de ganarnos
provenientes de la vivencia de subordinación o las estable­ la vida y no satisface nuestro
consciente. Nuestra actitud ante cidas por necesidad, deber o propósito vital. Las enferme­
la necesidad y el servicio. responsabilidad. dades (debidas a que se incor­
poran energías que a la mente
o al cuerpo le resulta difícil ma­
nejar).

SÉPTIMA
Los aspectos de la psique que Los encuentros entre dos per­ La vivencia que tenemos de
se manifiestan durante los en­ sonas y nuestra manera de nuestra pareja, nuestros socios
frentamientos con el mundo abrirnos a los demás para esta­ en los negocios, nuestros ene­
externo y que tiñen nuestra vi­ blecer relaciones íntimas de per­ migos o competidores. Ellos
vencia de -o nuestras reaccio­ sona a persona. frente a Nosotros (en enfrenta­
nes ante- lo que parece ser la mientos directos).
realidad externa. El uso de las
relaciones con terceros para de­
finirnos ante nosotros mismos.

OCTAVA
Las energías interiores que quie­ Los encuentros con circunstan­ Nuestra vivencia de los acon­
ren acercarse al mundo y expe­ cias externas que reflejan nues­ tecimientos y circunstancias en
rimentarlo, que nos obligan a tra propia dinámica interior ha­ que debemos enfrentarnos con
desprendernos de los apegos cia el cambio. Las relaciones la transformación o con el ape­
que las traban y que de esa ma­ intensas; el orgasmo y otras vi­ go, propio o ajeno, a aquello que
nera nos empujan a seguir vencias de muerte y renací- se transforma: la muerte de los

376
Nivel interno Nivel de relación Nivel externo

avanzando hacia el crecimien­ miento. Nuestra capacidad para demás; la ruptura, la decaden­
to y el cambio. usar la experiencia como guía cia y el renacimiento; el dinero
para el cambio. y los recursos de los demás, es
decir, sus apegos.

NOVENA
Las energías de la mente cons­ Nuestra relación con el mun­ Todo lo que parece alejado de
ciente que se encauzan hacia do en vivencias que configuran la experiencia diaria: las nacio­
afuera para experimentar y per­ nuestra visión de la realidad, nes, formas de vida, filosofías
cibir tanto como sea posible en particular los viajes que ex­ y religiones extranjeras; los ex­
del mundo, y entender lo que panden la conciencia y otras tranjeros u otras personas con
se percibe. Las pautas psicoló­ experiencias que nos sitúan en un estilo de vida y una visión
gicas (filosofía, visión del mun­ un ambiente no familiar. del mundo muy diferentes de
do o sistema de la realidad) que las nuestras. Los maestros, en
modifican nuestras percepcio­ el sentido de gurus.
nes e influyen en ellas. La ma­
yor conciencia posible de lo
que no es el yo.

DÉCIMA
Las energías de la mente cons­ Las relaciones de desigualdad Nuestra vivencia de los guías,
ciente que se encauzan hacia entre nosotros y los demás, en las figuras de autoridad o que
afuera para actuar en el mundo que la persona dominante en­ imponen disciplina, los jefes,
externo, centradas en los in­ seña o guía a la otra. los patrones, los funcionarios
terrogantes: «¿Quién soy?», gubernamentales, etc., que de­
«¿Qué hago?» y «¿A dónde riva de nuestra vivencia de la fi­
voy?» dentro del propio marco gura paterna al comienzo de la
social. La interiorización de vida.
energías que previamente fue­
ron externas, como por ejemplo
la función paterna; el superyó
freudiano. La mayor concien­
cia posible del yo.

UNDÉCIMA
La necesidad de salir de noso­ Las amistades, la pertenencia a Las personas con las que nos
tros mismos, de establecer con­ grupos y otras relaciones me­ relacionamos y los grupos con
tacto con los demás e integramos nos íntimas que las de la casa los que nos identificamos.
en un grupo. Las aspiraciones siete.
y los ideales compartidos. La
capacidad de identificamos con
los demás y de convertir la
identidad del grupo en parte de
la nuestra.

DUODÉCIMA
Las energías que sacamos efec­ La proyección de aspectos ocul­ Las circunstancias y situaciones
tivamente al mundo, y que si tos de nosotros mismos en nues­ sociales que son difíciles por­
en los años de juventud fueron tras relaciones íntimas. Las re- que sentimos que nos desgas-

377
Nivel interno Nivel de relación Nivel externo

fuente de derrotas y no se inte­ laciones de devoción y servicio tan. También las entidades y
graron en el nivel consciente que trascienden el ego. circunstancias sociales que nos
pueden dar la impresión de que ayudan a superar las consecuen­
funcionan contra nosotros como cias de las energías de la casa
fuerzas dañinas o como debili­ doce: hospitales y otras institu­
dades que nos dan miedo. La ciones semejantes, maestros y
solución puede llegar por la vía empresas espirituales.
del sacrificio del ego de una
manera simbólicamente apro­
piada.

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Bibliografía

Ofrezco aquí algunos títulos sobre los temas tratados en el libro.


Addey, John M., The Discrimination of Birth-Types in Relation to Disease, Cambridge
Circle, Green Bay (Wisconsin), 1974. Un breve boceto de trabajos anteriores de Ad­
dey sobre los armónicos.
compilador, Harmonic Anthology. Cambridge Circle, Green Bay (Wisconsin), 1976.
Selecciones de los escritos de Addey y otros autores que muestran la evolución de la
teoría de los armónicos.
- Harmonics in Astrology: An Introductory Textbook to the New Understanding of an
Old Science. Cambridge Circle, Green Bay (Wisconsin), 1976. Un tratamiento sis­
temático de las ideas de Addey a fines de los años setenta.
The American Ephemeris, 1931 to 1980, and Book of Tables, compilado y programado
por Neil F. Michelsen, Astro Computing Services, Pelham (Nueva York), 1976.
Además de contener las posiciones reales y posiciones promedio de los nodos luna­
res, es la más completa y exacta de las efemérides astrológicas actuales. Incluye las
declinaciones, las fechas de los aspectos, las posiciones de la luna cada doce horas,
excelentes instrucciones para levantar un horóscopo y muchas tablas útiles. Hay dis­
ponibles otros volúmenes para otros años, y también una versión abreviada que sólo
da las longitudes.
Arroyo, Stephen, Astrology, Psychology, and the Four Elements, CCRCS Publica­
tions, Davis (California), 1975. La mitad de este libro es un brillante análisis del
significado del fuego, la tierra, el aire y el agua en el horóscopo, aunque yo difiero
de Arroyo en cuanto ve todo el simbolismo astrológico, incluso las casas y los aspec­
tos, como derivado de los elementos. La otra mitad del libro es un alegato en pro de
que no se encorsete a la astrología en la camisa de fuerza de la ciencia, y una afir­
mación del valor de la astrología como un sistema psicológico capaz de ayudar a la
gente.
Bach, Eleanor, y George Climlas, Asteroid Ephemeris, Celestial Comunications, lnc.,
Brooklyn (Nueva York), 1973. Estas primeras efemérides de los asteroides han sido
superadas por las más completas y exactas Asteroid Ephemeris de Zipporah Dobyns
y cols., pero contienen la primera introducción de Bach sobre el significado de Ce­
res, Palas, Juno y Vesta, con ejemplos tomados de cartas de famosos.

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Dean, Geoffrey, y Arthur Mather, compiladores, Recent Advances in Natal Astrology: A
Critica[ Review, 1900-1976, Analogic, Subiaco (Western Australia), 1977. Una
compilación amplia y exhaustivamente documentada de investigaciones y puntos de
vista sobre todos los problemas principales de la astrología (casas, orbes, signos, etc.).
Aunque lo desmerece la miopía de algunas evaluaciones de varios conceptos, es una
guía única y sumamente valiosa en lo que se refiere a la validez de diversos princi­
pios astrológicos. Se prepara una edición corregida y aumentada.
DeVore, Nicholas, Encyclopedia of Astrology, Philosophical Library, Nueva York,
1947. Reimpreso en rústica, Littlefield, Adams, Totowa (New Jersey), 1977. No es
completo, pero sí una mina de información.
Digicomp Research Corporation, True Lunar Nodes, 1850-2000, Digicomp, Ithaca
(Nueva York), 1975. Introducción y prefacio informativos. Las efemérides propor­
cionan las posiciones diarias. Las primeras ediciones, sin embargo, presentan un día
de diferencia: si la posición que se da para el 1 de enero del 2000 es 3 Leo 54 en vez
de 3 Leo 58, léase la posición para un día antes que el deseado.
Dobyns, Zipporah Pottenger, The Asteroid Ephemeris, 1883-1999, prefacio de Eleanor
Bach, programación de Rique Pottenger, cálculos de Neil Michelsen; TIA Publica­
tions, Los Ángeles, 1977. Las efemérides más completas y actualizadas de Ceres,
Palas, Juno y Vesta, con la longitud de cada día y las declinaciones con intervalos de
cuatro días. El prefacio de Bach es breve. La introducción de Dobyns es mucho más
larga y presenta sus puntos de vista e investigaciones sobre los asteroides.
The Node Book, ed. rev., programa de ordenador de Mark Pottenger y Rique Potten­
ger, TIA Publications, Los Ángeles, 1979. [Hay traducción al castellano: El libro de
los nodos, ed. Sirio, Málaga, 1985.] Dobyns se muestra partidaria de los nodos geo­
céntricos de los planetas. Además de las efemérides de estos nodos, hay mucho ma­
terial introductorio sobre los significados y la base astronómica de los nodos, y un
análisis de los nodos de los asteroides y de la Luna.
Donath, Emma Belle, Asteroids in the Birth Chart, distribuido por APA, Gemini Insti­
tute, 1976. Un buen análisis de los significados de Ceres, Palas, Juno y Vesta.
Ebertin, Reinhold, Applied Cosmobiology, traducido por Heidi Langman y Jim ten Hove
y editado bajo la supervisión de Charles Harvey, Ebertin-Verlag, Aalen (Alemania
Occidental), 1972.
The Combination of Stellar lnfluences, traducido por Alfred Roosedale y Linda
Kratzsch, Aalen (Alemania Occidental), 1972. Descripciones breves y precisas de
todas las combinaciones de tres factores en el horóscopo lo convierten en un instru­
mento de referencia inapreciable, pero hay que estar atento al tono negativo de las
descripciones de Neptuno y Plutón. Incluye el nodo norte, el Medio Cielo y el As­
cendente, material sobre manifestaciones médicas de las energías planetarias y una
introducción a los principios generales de la cosmobiología.
Pagan, Cyril, Astrological Origins, Llewellyn Publications, St. Paul (Minnesota), 1971.
Pagan es el padre del moderno movimiento sideral en astrología. Este volumen y los
dos siguientes plantean su razonamiento y sus métodos.
The Solunars Handbook, Clancy Publications, Tucson (Arizona), 1976.
Zodiacs Old and New, Anscombe, Londres, 1951.
Gauquelin, Michel, The Cosmic Clocks: From Astrology to a Modern Science, prólogo
de Prank A. Brown, Jr., Regnery, Chicago, 1967. La primera obra de Gauquelin que
se leyó ampliamente en Estados Unidos. Una presentación popular de sus investiga­
ciones anteriores.

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Cosmic lnfluences on Human Behavior, traducido por Joyce E. Clemow, Stein &
Day, Nueva York, 1973. Presentación popular de los hallazgos más recientes de
Gauquelin.
Hawkins, John Robert, Transpluto: Or Should We Call Him Bacchus, the Ruler of Tau­
rus?, Hawkins Enterprising Publications, Dallas, 1976. Ideas estimulantes sobre el
planeta hipotético propuesto por los Ebertin y por Theodor Landscheidt. Contiene, en
el estilo de Ebertin, descripciones de los aspectos y los puntos medios de Transplutón.
Holden, Ralph William, The Elements of House Division, L. N. Fowler, Romford
(Essex), 1977. Uno de los diversos buenos libros que explican las diferencias entre
los diferentes sistemas de casas.
Hutcheon, Roger, Planetary Pictures in Declination, ATS Press, Cambridge (Massa­
chusetts), 1976. Cómo usar la esfera y el cuadrante para trabajar con la declinación.
Jacobson, Roger A., The Language of Uranian Astrology, Uranian Publications, Franks­
ville (Wisconsin), 1975. Una bien escrita introducción a los métodos de la escuela
uraniana, con buenas descripciones de los planetas hipotéticos uranianos.
Jayne, Charles A., Parallels: Their Hidden Meaning, Astrological Bureau, Monroe
(Nueva York), 1978. Las declinaciones explicadas por una autoridad.
The Unknown Planets, with Ephemerides, Astrological Bureau, Monroe (Nueva York),
1974. Las efemérides de los planetas hipotéticos Pan, lsis, Hermes, Osiris, Midas y
León, con pruebas de su validez y un análisis de su significado. Estudia también
otros planetas hipotéticos, entre ellos Vulcano, Rex, Sigma, Jasón, Isis, Morya y los
de la escuela uraniana.
Jung, Car! G., Psychological Types, traducido por H. G. Baynes y revisado por R. F. C.
Hull, vol. 6 de The Collected Works of C. G. Jung, Princeton University Press, Prin­
ceton (New Jersey), 1971. La clasificación de las personalidades humanas en tipos
regidos por la sensación, el pensamiento, el sentimiento y la intuición que ha lleva­
do a los astrólogos a establecer paralelos con los cuatro elementos astrológicos,
arrastrándolos a un debate que se prolonga hasta hoy.
Lorenz, Dona Marie, Tools ofAstrology: Houses, Eomega Grove Press, Topanga (Cali­
fornia), 1973. Una explicación legible y generalmente exacta de diversos sistemas
de casas. El fallo está en los errores de programación informática que restan preci­
sión a algunas tablas.
Manilius, The Five Books of Manilius, Londres, 1697, reimp., National Astrological Li­
brary, Washington, DC, 1953. Una traducción inglesa del siglo xvn del Astronomi­
con de Manilio. [Hay traducción al castellano del original latino: Astronomicon, Ba­
rath, Madrid, 1982.]
Morinus, Astrosynthesis: The Rational System of Horoscope Interpretation According
to Morin de Villefranche, traducido por Lucy Little, con una introducción de Zoltan
Mason, Emerald Books, Nueva York, 1974. Una pequeña parte de las obras de este
gran astrólogo renacentista publicadas con amoroso cuidado por uno de sus propo­
nentes modernos.
Neely, James, y Eric Tarkington, Ephemeris of Chiron, /890-2000, editado por Mal­
colm Dean, con la colaboración de Michael Campbell para el proceso electrónico
de datos y una introducción de Tony Joseph, Phenomena Publications, Toronto,
1978. Unas efemérides elegantes y precisas, publicadas poco después del descu­
brimiento del planetoide. Las sugerencias de Tony Joseph sobre lo que podría sig­
nificar este nuevo cuerpo celeste están tomadas de los mitos griegos referentes a
Quirón.

381
Nelson, John H., Cosmic Patterns: Their lnfluence on Man and His Communication,
American Federation of Astrologers, Washington, D.C., 1974. Nelson relata cómo,
cuando trabajaba para la RCA, empezó a usar los aspectos planetarios heliocéntricos
para predecir interrupciones en las transmisiones de radio de onda corta. Algunas de
las pruebas más convincentes del efecto astrológico.
The Propagation Wizard's Handbook: Coping with Our Occult Sun and lts Meddle­
some Satellites, 73 Inc., Peterborough (New Hampshire), 1978. La investigación
más reciente de Nelson.
Ptolomeo, Tetrabiblos, editado y traducido al inglés por F. E. Robbins. En el volumen
Manetho; Ptolemy, de Loeb Classical Library, Harvard University Press, Cambridge
(Massachusetts), 1940. La mejor edición del Tetrabiblos de Ptolomeo, con el texto
griego original contrapuesto a una traducción con notas. [Hay dos traducciones del
latín al castellano: Tetrabiblos, Barath, Madrid, 2.• ed., 1987; y Mil y una, Madrid,
1981.]
Robson, Vivian E., The Fixed Stars and Constellations in Astrology, 1923; reimpresión,
Samuel Weiser, Nueva York, 1969. Una compilación del saber tradicional sobre
111 estrellas fijas. [Hay traducción al castellano: Las estrellas fijas y constelacio­
nes, Sirio, Málaga, 1988.)
Tobey, Carl Payne, Astrology of lnner Space, Ornen Press, Tucson (Arizona),1972. Una
recopilación de ideas no tradicionales, pero bien razonadas, sobre los nodos, las re­
gencias, los signos en el sentido de las agujas del reloj y muchas otras cuestiones.
Wilson, James, A Complete Dictionary of Astrology, Londres, 1819; reimpresión, Sa­
muel Weiser, Nueva York, 1969. Subtitulado «En el cual se explica minuciosa y
correctamente cada término técnico y abstruso perteneciente a esta ciencia y los di­
versos sistemas y opiniones de los autores más autorizados [...] despojados de su
extravagancia, sus contradicciones y sus absurdos», lo que constituye un buen resu­
men. Sigue siendo una obra inapreciable.
Witte, Alfred, y Hermann Lefeldt, Rules for Planetary Pictures: The Astrology of To­
morrow. traducido por Curt Knupfer, Ludwig Rudolph/Witte-Verlag, Hamburgo,
5.• ed., 1974. Breves descripciones de todas las combinaciones de tres factores en el
horóscopo, incluyendo los planetas conocidos, los planetas hipotéticos uranianos,
el Ascendente, el Medio Cielo, el nodo norte y el punto Aries. Contiene una intro­
ducción explicativa.
Witte, Alfred, y Hans Niggemann, Rules for Planetary Pictures (Uranian System),
Adaptedfrom the Teachings of Alfred Witte as Original/y Dictated to his Students, of
Whom the Author had the Honor and Privilege of Being One, ed. corregida y aumen­
tada, Hans Niggemann, Nueva York, 1959. Esencialmente las mismas descripciones
de la versión de Witte-Lefeldt antes citada.

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