Escolar Documentos
Profissional Documentos
Cultura Documentos
De la cultura a la basura
El 2010 fue, sin dudas, un año lleno de sorpresas más que ingratas en nuestro
país: un terremoto, un grupo de mineros atrapados, un trágico accidente carretero que
dejó a la luz la escasa fiscalización a las empresas de buses y, hace poco, un catastrófico
incendio en un recinto penal, en el que producto del hacinamiento y de la poca
preocupación de las autoridades, murieron ochenta y un personas que, más allá de haber
sido criminales o no, seguían siendo personas.
Pero volvamos al tema: durante el 2010, dentro del discurso del gobierno, se
repitió en incontables ocasiones la idea del bicentenario de la nación. Curiosamente,
según la mayoría de los libros de historia de Chile (si es que no son todos), la
emancipación efectiva del país, se logró recién en 1818, por lo que para hablar de este
supuesto bicentenario del país, faltaría la no despreciable cantidad de tiempo de ocho
años. De hecho, para 1810, se buscaba “defender y preservar Chile para el ‘desgraciado
monarca’ Fernando VII”.1
1
Collier, Simon et. al., Historia de Chile 1808-1994, Editorial Cambridge University Press, España,
1998. p. 41
2
Véase Jocelyn-Holt, Alfredo, La Independencia de Chile: Tradición, modernización y mito, MAPFRE,
Madrid: 1994. pp. 159-161
1
rey. Entonces, ¿por qué se insiste con el tema del bicentenario? Si consideramos la
lógica de exaltación a la patria por parte de la derecha, quizás hallaremos la respuesta.
- Los humanos actúan respecto de las cosas sobre la base de las significaciones que
estas cosas tienen para ellos, o lo que es lo mismo, la gente actúa sobre la base del
significado que atribuye a los objetos y situaciones que le rodean.
3
Véase Blumer, Hebert Symbolic Interaccionism, University of California Press, LA, CA. Versión
española, por Ridruejo, Alonso (1986), Universidad Autónoma de Madrid: 1968, p. 2
4
Wittgenstein, Ludwig, en Reguera, Isidoro (2002) Ludwig Wittgenstein. EDAF, Madrid, p. 285.
5
Véase Schütz, Alfred y Natanson, Maurice El problema de la realidad social, Amorrtu Editores, Buenos
Aires: 1973, pp. 16-19
2
Los símbolos más manoseados, por parte del actual gobierno, en Chile han sido
exactamente estos mismos, los que atañen a la identidad nacional.
Entonces, si los humanos actúan respecto de las cosas sobre la base de las
significaciones que estas cosas tienen para ellos, resulta lógico pensar cómo ha de
actuar el común de los habitantes del país ante estímulos simbólicos que calan en sus
emociones, particularmente, en aquellas que toman los símbolos patrios. Generalmente,
Chile se caracteriza por reaccionar “positivamente”, en un sentido de unidad nacional
casi inconsciente, ante la presencia de una bandera o al escuchar el Himno Nacional.
Así, ¿qué mejor manera de lograr la simpatía del populacho, que apelando al
sentimiento nacional? Esto fue lo que ocurrió el 2010 con el discurso monotemático del
bicentenario. Sólo por dar un ejemplo, durante diciembre, los establecimientos
educacionales celebraron las graduaciones de sus Cuartos Medios. En más de alguno, se
ha empleado la máxima de generación bicentenario. ¿No es esto exagerado? Sí, pero al
tener una connotación más que positiva, casi mística, para la gente, entonces sirve.
Quizás el punto más alto del uso esquemático – en el sentido propuesto por
Frankfurt – de este discurso, fue el de la tragedia de los 33 de la mina San José y del
enunciado milagro bicentenario, repetido en los medios de comunicación
(especialmente las cadenas televisivas chilenas, en su mayoría, afines al Gobierno o
bien a la derecha política en general). El Himno Nacional y la escena de la bandera
flameando al viento, como un heraldo de bienestar,6 fueron la tónica del discurso
mediático general.
6
Véase ¿Amor a la patria? (2010), en http://www.unholyslavefromhell.blogspot.com / 2010/10/amor-la-
patria.html
3
chauvinista de las cosas, y este discurso se lo transmiten a las castas más bajas, que lo
asimilan sin mayores reparos.
¿Por qué – siguiendo esta idea – las clases más bajas absorben tan fácilmente
este discurso? A mi parecer, porque seguimos aún bajo el peso de la noche del que
hablaba Portales hacia la década de 1820. De acuerdo a éste, el orden social – el peso de
la noche – se mantiene gracias al estado de reposo de las masas.7 Este estado de reposo
se traduce en un letargo intelectual, que le deja la construcción de ideologías a las clases
dominantes, mientras el pueblo se mantiene en tranquilidad, pues éste confía
ciegamente en las capacidades de las autoridades, los ciudadanos más virtuosos del
país.
Esta problemática está, sin dudas, lejos de acabar. Con la nueva actitud
mediática del gobierno y la simpatía de la mayoría de las señales televisivas,
radioemisoras y el de los dos grandes conglomerados de prensa escrita, el discurso
tiende a ser uno solo y, considerando el efecto ideológico que hoy tienen los medios de
comunicación, la idea de el peso de la noche se refuerza y se afianza como un estilo de
vida. Esto por el hecho de que las informaciones emitidas muestran un país en progreso
y con una seguridad social incuestionable (concepción bastante alejada de la realidad).
7
Véase Jocelyn-Holt, Alfredo, El peso de la noche, Bs. Aires, Espasa Calpe: 1997, pp. 111-114 y 152-
153
4
periódicos netamente informativos. Estos se caracterizan por incentivar los escándalos a
fin de generar ganancias económicas (¿el fin justifica los medios?). Esto se traduce en la
priorización de las noticias deportivas y de espectáculos, así como la magnificación de
diferencias entre políticos y las enfermedades incurables.
8
Véase Hall, Stuart, La cultura, los medios de comunicación y el efecto ideológico en Curran, James et.
al., Sociedad y Comunicación de masas. México, FCE: 1981, pp. 357-391
9
Ibíd.
5
El éxito de la sumisión ideológica tiene orígenes, precisamente, en la
significación que la gente le da a las cosas – el interaccionismo simbólico – y cómo, a
medida que se desarrollan las relaciones sociales, estas significaciones se masifican y se
asimilan casi de manera inconsciente. Por ello la facilidad de llegar a lo más profundo
de los individuos (i.e. la Teletón, los mismos mineros, el fomento al consumismo en la
época de Navidad, etc.).
Ante este panorama, a todas luces, poco esperanzador, ¿queda algo por hacer?
Por supuesto. Pero como todo proceso de cambios, significaría una transformación a
muy largo plazo. Si no existe optimismo, pasión y fe en la lucha misma, entonces todos
los discursos de cambio serían palabras vacías. Pero bien, ¿cómo podemos lograr el
cambio? Esa respuesta no la tengo yo. Sólo podría dar unas cuantas sugerencias, y aún
así, diga lo que diga, la veracidad o validez de mi discurso es netamente subjetiva.
10
Véase Bajtín, Mijail en Zavala, Iris Escuchar a Bajtín, Montesinos, S.l., España: 1996, p.28