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HECHO DISCIPULO PARA DISCIPULAR

PROLOGO

Este librito, originalmente escrito en inglés, apareció traducido al español bajo el título
Nacido para multiplicarse (del inglés Born to Reproduce). Así ha tenido gran
circulación por Hispanoamérica y, como oferta radial de la Biblia Dice..., ha sido bien
recibido por nuestra audiencia. Sin embargo, el título ha dado, en algunos casos,
motivo para confusión; tanto que hemos recibido un sin número de cartas en las que
lo asocian con la planificación familiar.

Es con el fin de evitar este equívoco que esta edición aparece con el título Hecho
Discípulo para Discipular. De esta manera el contenido del libro queda revelado
desde el mismo título, y la mente del lector enfocada desde el comienzo en el tema
del que trata; esto es, el discipulado. En las páginas que siguen, el autor nos cuenta
su propia experiencia cristiana; cómo al paso que iba madurando espiritualmente, iba
sintiendo también más vivamente su responsabilidad de compartir su fe con los
demás. Eso, al final de cuentas, resulta ser nada más que el cumplimiento de la
responsabilidad que el Señor puso sobre los hombres de cada uno de Sus
seguidores. Un cristiano verdadero no es alguien que meramente ha oído de Cristo; y
sabe, más o menos, de Su vida terrenal y ministerio. Un verdadero cristiano es
necesariamente un discípulo de Cristo; esto es, un seguidor de Cristo que está
plenamente identificado con Él (Ro.10:9,10); que ha expresado públicamente esa
identificación mediante el bautismo por inmersión (Mt.28:19,20); que con docilidad
obedece Su Palabra (Jn.8:31); y que, como evidencia de todo esto, lleva una vida
fructífera (Jn.15:16). Pero este discípulo "modelo" está llamado, a su vez, a hacer
otros discípulos, a transmitirles su fe y todo lo que ha recibido, aprendido y vivido.
Esta tarea demanda tiempo, oración y perseverancia. Además, es un reto personal,
puesto que un discípulo de Cristo está en la obligación, no solo de compartir lo que
sabe, sino también de compartir lo que es; en otras palabras, de ilustrar con su propia
vida lo que testifica y enseña con sus labios.

El privilegio de ser discípulo de Cristo implica la responsabilidad de hacer discípulos,


lo cual es el imperativo del momento. Las iglesias no deben ser meras
congregaciones de "creyentes", sino congregaciones de discípulos aptos para
discipular; las campañas de evangelización y grandes cruzadas no deben tener como
meta únicamente el lograr conversiones, sino la de hacer de cada convertido un
discípulo. Es cierto que en los últimos tiempos ha habido un despertamiento a la
necesidad y responsabilidad de hacer discípulos, pero hay razón para temerse que
mucho de lo que se dice quede en mera teoría. Los llamados "expertos en
discipulado"-que saben de métodos, de estrategias, en fin, de cómo hacer discípulos-
en realidad no discipulan; no han ganado una sola persona para Cristo, ni hecho un
solo discípulo. ¿Será porque nadie puede dar lo que no tiene?

Este librito, leído con meditación, con un espíritu sumiso, y comprobando lo que se
dice en sus páginas con lo que dice la Biblia, despertará en muchos lectores el deseo
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de convertirse en discípulos, descubriendo en el proceso que la misión del discípulo
es, precisamente, la de hacer discípulos. Hecho Discípulo para Discipular es un gran
librito, que puede ayudarle a hacer grandes cosas para el señor. Léalo y, al igual que
su autor, ponga en práctica lo que enseña.

INDICE

Concurso y Conversión

Hace falta alcanzar a vecinos y familiares

La senda del pecado

Por qué algunos se apartan de DIOS

El principio de las cosas mejores

Hecho discípulo para discipular

La obra de DIOS en un alma

Nacido para multiplicarse

Pidiendo a DIOS grandes cosas

Impedimentos

Una Reunión de Oración de seis semanas

El deseo de DIOS

El principio de la obra de DIOS

Niños espirituales

Oración ampliada

Como hacer discípulos que producen discípulos

Ganando almas en el hogar

Especializándose en producir discípulos

Ganando almas en el mundo

Comienzo del cuidado y seguimiento de nuevos creyentes


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Temor en la tarea de ganar almas

La obra del señor lleva tiempo

CONCURSO Y CONVERSION

Veinte años de mi vida los viví del lado equivocado de la cruz, y veintinueve años lo
que he vivido del lado correcto, con cristo. Honestamente puedo afirmar que el gozo y
placer que he experimentado en cualquier semana o mes de los últimos veintinueve
años, sobrepasan largamente a todo el placer que a duras penas pude escarbar
durante los primeros veinte. Era yo todavía niño, cuando empecé a tratar de disfrutar
de algunos de los placeres del mundo. Recuerdo la primera vez que quise algo que
no debía ser de mío. Mi padre nos había abandonado, y mi madre trabajaba en unos
almacenes para ganarse la vida y así hacer frente a nuestras necesidades.
Acostumbraba guardar sus monedas de diez centavos en una pequeña alcancía que
tenía encima de su tocador. Muchas veces examiné esa alcancía, sin poder dar con la
forma de sacar de allí algunas monedas. Al observar que mi madre añadía monedas
de cuando en cuando, me figuré que no se daría cuenta si desaparecía una. Así que
un día empecé a hurgar en la ranura de la alcancía con un cuchillo o alambre y, de
repente, las monedas cayeron fuera. Volví a meterlas todas, excepto una.

Fui corriendo a una tienda y compré diez dulces redondos, recubiertos de chocolate,
cada uno de los cuales contenía un premio. Me comí los diez caramelos; pero no
sabía qué hacer con los premios, ya que si mi madre los veía, de seguro me
preguntaría dónde los había conseguido. Me enfermé por haber comido tanto dulce;
pero también me sentí muy mal en el corazón, al pensar que había robado dinero a mi
madre.

¡Cómo quisiera haber sido descubierto en aquel entonces! Pero no me pillaron sino
hasta diez años después cuando yo tenía veinte. En mis años de adolescencia y
juventud robé cientos de dólares en mi empleo. Yo había sido presidente del cuerpo
estudiantil en el instituto de segunda enseñanza, y fui el estudiante con el mejor
puntaje entre los graduados. El tema de mi discurso de graduación fue "La Moralidad
Frente a la Legalidad." Sin embargo, yo estaba rodando los fondos de la escuela. Así
es de engañoso el corazón humano.

En el corazón de cada persona anida un doble deseo-un profundo anhelo de felicidad


y el anhelo de ser alguien y hacer algo. Algunas veces damos seria consideración a
estos asuntos.

Los profesores ya no pescan porque no les alcanza el tiempo, están muy atareados
enseñando a otros como pescar. Se hace el esfuerzo por equipar bien a los futuros
pescadores,

Traté de encontrar una manera de salir de atolladero. Ingresé a una tropa de Boy
Scouts, presté el juramento de ser "digno de confianza, leal, cooperador, amable y
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cortés, " etc. Me puse el uniforme de Boy Scout y me sentí como un hombre nuevo.
Pero todo era en lo exterior. Nada ocurrió en verdad que me hiciera una mejor
persona. A los 14 años me hice miembro de una iglesia, a pesar de que no conocía a
Cristo. A los 17 años empecé a salir con una muchacha cristiana. Me pidió que fuera
con ella a una reunión de jóvenes. Así lo hice, y luego continué yendo hasta que
llegue a ser presidente de la sociedad de jóvenes. Luego, en la noche de graduación
del bachillerato, deje plantada a aquella muchacha cristiana, y me fui a la fiesta
llevando a una bella joven inconversa.

LA SENDA DEL PECADO

Después de eso pensé: "Simplemente no puede hacer nada bien. No está en mí el


ser bueno. Creo que soy uno de esos tipos que nunca pueden ganar". Parecía que
mientras más vivía, más débil me tornaba, y más me iba deslizando cuesta abajo.
Finalmente me di por vencido. Hasta entonces nunca había probado ni una sola gota
de licor, pero en la semana que siguió a la graduación del bachillerato me
emborraché, haciendo caso al consejo de unos conocidos. Me dijeron que lo pasaría
"¡fenómeno." ¡Qué mentira tan descarada!.

Al día siguiente me desperté a los dos de la tarde. Mi traje estaba hecho una ruina,
había perdido mi chaqueta, mi cerebro estaba en blanco, y no tenía la menor idea de
dónde había estado. Pudiera pensarse que eso debía haberme bastado, pero eso fue
sólo el comienzo. Cuando tenía 20 años, cuatro veces me recogieron tirado en la
acera, y tuvieron que llevarme en una ambulancia. Otras cuatro veces la policía me
anduvo buscando. Dos meses después de cumplir los veinte años fui detenido. Mi
madre estaba en cama, enferma de cáncer. Debe haber tenido un presentimiento de
lo que pasaría, puesto que esa misma semana me había dicho: "hijo, me estás
destrozando el corazón. Estoy orando por ti; pero, ¿sabes? Tengo miedo. Si algún día
llego a saber que has caído en la cárcel, moriré. Eso me matará."

Camino a la cárcel, a pesar de que estaba bajo la influencia del alcohol, hice lo que
cualquiera hace cuando se haya en grave aprieto-clamé a dios. Le dije: "¡Señor!, si
me sacas de este apuro esta noche, y me libras de la cárcel, haré lo que Tú quieras
que haga." Estaba muy asustado cuando lo dije, por cuando apenas un mes antes
había estaba apunto de ahogarme. La muchacha con la que estaba nadando aquella
tarde, intentando cruzar el lago a nado, no podía llegar a la otra orilla. Yo padecía del
corazón, ya duras penas podía valerme por mí mismo. Cuando ella gritó, la agarré
tratando de ayudarla, pero ambos nos hundimos. En aquel apuro apenas acerté a
decir: "Dios, ¿sálvame! ¿haré lo que tú quieras!" Volvimos a salir a flote por un
momento, y una pareja que venía en un bote (y que no nos había visto hasta ese
instante) nos rescató.

Ya me había olvidado de aquella promesa que le hice a Dios; pero esta vez pensé:
"Dios, si me salvas ahora, haré lo que tú quieras." Un corpulento policía me sujetaba
del brazo. Estaba muy enfadado conmigo, por cuanto yo había cometido algo que él,
con sobrado motivo, consideraba muy malo. Más cuando empecé a llorar, me miró y
me preguntó:
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" ¿ Te gusta esta clase de vida? contesté: Señor, ¡la aborrezco!"

con esas me llevó a un parque cercano y me hizo estar allí sentado por espacio de
tres horas, hasta que me espabilé. Después me dejó marchar con la promesa de que
me portaría mejor.

EL PRINCIPIO DE COSAS MEJORES

Esto ocurrió un viernes por la noche. Al domingo siguiente, por la noche, fui a la
iglesia. Vivía en una pequeña ciudad de cinco mil habitantes, donde había cuatro
iglesias. Cada una tenía su respectivo grupo de jóvenes. Pero, aunque había algunos
de mi edad, no hubo nadie a quien dios pudiese guiar hacia Dawson Trotman para
que le hablara acerca de la redención. Dios escogió a dos maestras de escuela
dominical, las señoritas Mills y Thomas, para que tuvieran un papel importante en mi
conversión a Cristo. La señorita Mills enseñaba ciencias, y yo había sido unos de los
alumnos que más quebraderos de cabeza le había causado. Anotó mi nombre en su
lista de personas por los cuales oraba, e intercedió por mí diariamente por más de
seis años.

Aquel viernes en que fui arrestado, ella estaba en casa con la señorita Thomas,
escogiendo diez versículos bíblicos referentes a la salvación. Iban destinados al grupo
de jóvenes, para que éstos los aprendieran de memoria. Poco se figuraba ella que el
muchacho por el cual había estado orando seis años consecutivos, iba a memorizar
aquellos versículos. Llegado el domingo, decidí asistir a la reunión de jóvenes. El
salón de billar donde acostumbraba a jugar y apostar dinero distaba apenas media
cuadra del templo. Así que primero miré a todos lados para cerciorarme de que no era
visto por mis compañeros de juego, y luego me escurrí calle abajo hasta el templo,
para reunirme con los jóvenes. Una pareja que me conocía desde la escuela
secundaria estaba a la entrada de la iglesia. Me reconocieron y me dieron una
calurosa y cariñosa bienvenida.

"Vamos a empezar un concurso esta noche," me dijeron. "Ponte en mi grupo," dijo


Juan. "No. Ponte en el mío," insistió Alicia. Me puse de parte de mi antigua
compañera. me dio una hoja de papel, y me dijo: "Guárdate esto."

Entramos, y los jóvenes tuvieron la reunión. No recuerdo lo que allí se dijo, salvo que
hablaron acerca de una fiesta y de un concurso en el que se iba a dar puntos por
diferentes motivos, entre ellos por aprenderse de memoria algunas porciones de la
Biblia.

"¿Qué hago con este papel ¿" pregunté. "¿Ves esos números?" me explicó Alicia.
"Indican un capítulo y un versículo de la Biblia. Cuando te aprendes un versículo, te
dan cinco puntos, y si diez, ganas cincuenta. Volví a casa, y desempolvé mi Nuevo
Testamento. En el transcurso de una semana me aprendí de memoria los diez
versículos. Ahí me tenían, un inconverso, aprendiendo versículos de la Biblia. "por
cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios" (Ro. 3:23)."Porque la
paga de pecado es muerte" (6:23). "Está establecido para los hombres que mueran
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una sola vez, y después de esto el juicio" (Heb. 9:27). "De cierto, de cierto os digo: El
que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a
condenación, mas ha pasado de muerte a vida" (Jn.5:24). Juan 1:12 también figuraba
en ese grupo: "Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les
dio potestad de ser hechos hijos de Dios."

El domingo siguiente mi grupo se colocó a la cabeza, gracias a mis cincuenta puntos.


Alicia me señaló otros diez versículos. Las Srtas. Mill y Thomas habían pensado que
si alguien memorizaba los primeros diez versículos, debía haber un segundo grupo de
pasajes; pero esta segunda decena había ser para nuevos creyentes, a fin de
ayudarles en su vida cristiana. ¡con cuánta intensidad oraron; por mí aquella primera
semana! El nuevo grupo de versículos constaban los siguientes: "De modo que si
alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son
hechas nuevas" (2 Cor. 5:17 ). " pero fiel es el Señor, que os afirmará y guardará del
mal" 2 Tes.3:3). " Si confesamos nuestros pecados, el es fiel y justo para perdonar
nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad" (1 Jn. 1:9). Volví el domingo
siguiente, y conseguí otros cincuenta puntos para el grupo rojo. Así, con mi ayuda, los
rojos se adelantaron a los azules, y ganamos el concurso.

LA OBRA DE DIOS EN UN ALMA

Algo inolvidable resultó de todo eso. Cierta mañana, durante la tercera semana de mi
renovado interés en aquellas reuniones de jóvenes, me dirigía a mi trabajo. Aquellos
veinte versículos estaban guardados en algún rincón de mi memoria. Caminaba
rumiando mis propios pensamientos. Yo había vuelto a mi pecado. La promesa que le
hice a Dios aquella noche cuando el policía me llevaba a la cárcel, no había cambiado
mi vida. Asistir a las reuniones de los jóvenes cada domingo tampoco me había
cambiado. Yo seguía siendo el mismo. Pasaba las noches de los lunes, martes,
miércoles, jueves y viernes y sábado en las tabernas y cantinas; e iba el domingo a la
iglesia. Con eso pensaba: "bueno, he mejorado un poco; y un poco de virtud no me
hará daño." Pero la srta. Mills seguía orando, y la palabra de Dios estaba obrando en
mí. Aquella mañana, mientras iba caminando, el Espíritu santo trajo, de repente, uno
de aquellos versículos a mi mente: "De cierto, de cierto os digo: El que oye mi
palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna" (Jn. 5:24). Las palabras "tienen
vida eterna" se clavaron en mi mente. Dije: "Oh, Dios, ¡eso es maravilloso ¡ ¡vida
eterna! Saqué mi Nuevo Testamento del bolsillo, y busqué el pasaje. Efectivamente,
allí estaba: "Tiene vida eterna, y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte
a vida."

Que yo recuerde, allí fue donde, ya como hombre maduro, oré por primera vez sin
estar metido en serios aprietos. Dije: "OH, Dios, sea cual fuera el significado de esto,
yo quiero tenerlo." De inmediato el Espíritu santo trajo Juan 1:12 a mi mente: "Mas a
todos los que les recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser
hechos hijos de Dios." Busqué este versículo, y encontré que estaba escrito tal como
lo recordaba." OH, Dios, " dije, " lo que quiera que signifique recibir a Jesús, lo hago
ahora mismo." Ese fue mi nuevo nacimiento.

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¿Sabes por qué lo supe? Todavía no conocía el versículo que sigue, y que habla del
nuevo nacimiento: "A todo los que recibieron, a los que creen en su nombre, les dio
potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de
voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios" (Jn. 1:12,13). Pero un
cambio manifiesto se había verificado en mí. Ya no disfrutaba de los chistes sucios, o
tomando el nombre del Señor en vano. Anteriormente pensaba que era divertido usar
lenguaje soez cuando me enfadaba, pero eso se me hizo desagradable. Cuando
clamé al Señor, pidiéndole ayuda, el Espíritu Santo trajo a mi mente uno de los veinte
versículos que había memorizado: "Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo
para perdonar nuestros pecados"( 1 Jn.1:9 ). De modo que oré : "Si, Señor,
¡perdóname!" La Biblia enseña que si una persona puede controlar su lengua, puede
controlar todo su cuerpo. Esa fue una de las primeras lecciones que aprendí al
comienzo de mi vida cristiana. Esa es también una de las razones por la cual
entusiasma ver a un nuevo creyente empezar a grabar la palabra de Dios en su
corazón. De no haber sido por esos veinte versículos, es más que seguro que yo
hubiera vuelto a los salones de bailes y a la cantinas.

Inmediatamente después de mi conversión empecé a aprender otros versículos, y


memoricé uno diario durante los siguientes tres años. Así aprendí mis primeros mil
versículos. Cuando fui a ver al pastor de mi iglesia, para que me ayudara a llevar a
otros a Cristo, me dijo: "Muchacho, en la Biblia hay una repuesta a cada excusa que
el ser humano puede presentar para no acudir a Cristo." Asentí a su palabras.
Después, orando a solas, dije a Jesús: "Señor, si hay una repuesta para cada excusa
que puede presentar el hombre, te prometo que jamás me cogerán dos veces con la
misma excusa." Era una promesa sencilla, pero cambió por completo el curso de mi
vida. Después de todo, solo hay un número limitado de excusas. Esa decisión fue la
semilla de donde nació y creció la obra de Los Navegantes.

PIDIENDO A DIOS GRANDES COSAS

Un día dije a mi segunda hija, que tendría entonces unos siete años: "Si terminas todo
tu trabajo para el viernes por la noche, te llevaré a montar a caballo." Sucedió que
luego oí a mi hijo Bruce, que tenía nueve años, susurrarle al oído: "a lo mejor no te
lleva. A mí también me lo prometió una vez, y nunca me llevó." Era verdad que yo le
había hecho tal promesa, pero luego se me había olvidado y, además, él nunca la
había olvidado y, además, él nunca la había reclamado. Cuando escuché que le decía
a su hermana: "A lo mejor no te resulta, porque a mí no me resultó," antes de que
pasaran 24 horas lo llevé para su paseo a caballo. Yo mismo no hubiera tenido una
buena opinión de aquel que promete darle algo a su hijo, y luego no quiere dárselo.

Dios dice en su Libro: "¿Qué hombre hay de vosotros, que si su hijo le pide pan, le
dará una piedra? ¿O si le pide un pescado, le dará una serpiente? Pues si vosotros,
siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿ cuánto más vuestro
Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que pidan?" (Mt. 7:9-11). En
ese mismo sentido, léase lo que Dios promete en jeremías 33:3 "Clama a mi, y yo te
responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces." Este versículo

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quiere decir que si le pides algo a Dios, El te contestará cosas que ni siquiera puedes
imaginar.

Alguien tal vez diga: "Bueno, eso puede haber sido cierto en aquella época; pero,
¿qué tal ahora, en nuestros días?" Para esto hay un versículo correspondiente en el
Nuevo Testamento: "Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más
abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en
nosotros" (Ef. 3:20).

Toda persona que conoce realmente a Jesucristo tiene una línea directa directa al
cielo. Cuando clamas: "Padre que estás en los cielos," te estás dirigiendo a Dios el
Padre, el hacedor del universo, Aquel que tiene el mundo en Sus manos. ¿Qué fue lo
que pediste la conversión de continentes enteros? Es trágico pensar en las cosas
insignificantes que pedimos al Dios todopoderoso. Cuando El dice: "Clama a mí, y yo
te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces," lo dice en
serio.

UNA REUNIÓN DE ORACIÓN DE SEIS SEMANAS

Le pregunté a un amigo mío, a quién llamaré Ricardo, si quería unirse conmigo para
orar, basándonos en aquella gran promesa. Asintió gustosamente. Decidimos que no
lo haríamos a la aventura. Examinamos algunos pasajes de la Biblia que tratan de la
perseverancia en la oración.

Luego leímos que el Señor se levantaba de madrugada y se iba a un lugar apartado


para orar. Así que decidimos encontrarnos cada mañana, en una colina, donde
estaríamos lejos de los ruidos y distracciones. Convinimos en encontrarnos con Dios
de cinco a siete de la mañana, todos los días, inclusive los domingos.

Ricardo era plomero, y yo manejaba camiones. Nuestro sitio de trabajo estaba en otra
ciudad, y teníamos que estar allí a las ocho, listos para empezar la jornada.
Decidimos reunirnos durante dos, tres, cinco o diez semanas-todo un año, si fuere
necesario-pero que no cejaríamos hasta que, de algún modo, pudiéramos decir a
Dios: "Creemos que Tú nos has oído; creemos que nos concederás lo que te hemos
pedidos." Decimos pedir primero por las cosas que estábamos haciendo, y por la
gente que nos rodeaba; y mantener abiertos nuestros corazones, de modo que Dios
pudiera ensanchar nuestra visión hasta lo máximo. Nos sentimos desafiados por
Hechos 1;8: "Me seréis testigo en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo
último de la tierra." Íbamos a dejar que Dios nos guiara con su santo Espíritu para
pedirle las cosas más grandes posibles.

EL PRINCIPIO DE LA OBRA DE DIOS

Dios había obrado ya en mi ciudad. Aunque tenía poco tiempo de ser creyente, me
había hecho cargo de una clase de escuela dominical con seis niños. Antes de que
diera mi primera clase, el superintendente de la escuela dominical me había dicho;
"Vamos a confiarte esta clase ya ha reventado a dos maestros." "¿Qué quiere decir
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eso?" pregunté. "Muy sencillo. Dos maestros ya se han dado por vencidos. No
pudieron conseguir que esos muchachos presentaran la menor atención." Yo ya había
orado por el asunto, y el Señor me había dado los corazones de tres de aquellos
chiquillos. El primer domingo, efectivamente, no me prestaron ninguna atención; así
que le presentaré el asunto al señor en oración. "Señor," le dije, "aunque preparé
cuidadosamente la lección aquellos muchachos no me hicieron caso. ¿Cómo voy a
ganarlos? Tú los hiciste. Dame alguna idea."

El señor me dio la idea. Fui a ver a Jorge, el jefe de la pandilla. Lo encontré sólo, y allí
aprendí algo. Un muchacho es diferente cuando está a solas. Jorge dejó a un lado
sus travesuras cuando le miré de frente. Le leí el pasaje de Marcos 4, donde dice que
el sembrador salió a sembrar y Satanás se llevó la semilla, y le dije: "¿Sabes una
cosa, Jorge? El diablo no tuvo que estar presente en la escuela dominical el domingo
pasado. Simplemente se valió de ti. Mientras yo trataba de enseñar la palabra, tú
estabas distrayendo a los muchachos. Por tu culpa, los otros cinco no escucharon lo
que dios querían que ellos oyeran."

"uhm," replicó. "¿Y qué puedo hacer yo?" aunque no sea la mejor teología, le
contesté; " Vuelve el próximo domingo, y pórtate bien, como un ángel. Puede ser que
así el Señor te perdone. Mientras mejor ángel seas, hay más posibilidades de que te
perdone." A pesar de yo no ser muy versado en teología, la idea funcionó. La clase
prestó atención y, a poco, Jorge llegó a ser salvo, al igual que Jaime y los demás
compañeros. El tiempo no nos alcanzaba para cubrir toda la lección. Nos dimos
cuenta de que debíamos reunirnos entre semana. Aquella clase de seis muchachos
creció hasta que 225 chiquillos recibieron al Señor. La escuela dominical creció de
100 a 400 en asistencia. Ricardo y yo ya habíamos presenciado esta victoria, y él me
ayudaba con los chicos. Allá en la colina, empezamos a orar por cada uno de esos
niños, mencionándolos por nombre.

Para entonces ya habíamos recibido invitaciones de otros lugares, para que les
ayudáramos en el trabajo de la evangelización de los niños. Empezamos a interceder
también por aquellas ciudades. Así oramos por Redondo Beach y Pasadena; pero, a
medida que las semanas pasaban, nos hallamos orando también por Los Ángeles,
San Francisco, Sacramento y San Diego. Cuando empezamos nuestras reuniones de
oración por las mañanas, nos parecía algo enorme orar por aquellas ciudades, pero
pronto no pareció cosa demasiado grande pedir que Dios nos usara también en esos
lugares.

ORACION AMPLIADA

Como por la cuarta semana le dije a Ricardo: "¿Estarías dispuestos a orar que Dios
nos use en todos los estados de la nación?" "Por cierto. El es todopoderoso,"
contestó. Así que hicimos una lista de los 48 estados que existían para entonces, y
empezamos incluirlos en nuestras oraciones. Mañana tras mañanas, en oración,
mirábamos la lista y pedíamos a Dios que nos use a nosotros, o a algún otro creyente,
en otros estados del país.

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Cinco semanas habían pasado, y no habíamos fallados ni una sola mañana. Los
domingos nos encontrábamos a las cuatro de la mañana, el Señor nos indujo a
conseguir un mapa del mundo. Lo llevamos a nuestro pequeño refugio en la colina, y
empezamos a orar específicamente por Francia, Alemania y Grecia. Mencionamos a
Italia y a Turquía. Recuerdo que me fijé en una islita cerca de la costa de China-había
que mirar el mapa muy de cerca para poder verla-y oramos que Dios nos utilizara en
las vidas de la gente de Formosa (actualmente Taiwán).

Hubiera sido imposible que oráramos de ese modo la primera semana. No creo que el
factor tiempo tenga algo que ver en cuanto a si Dios nos oye o no; lo que sí tiene que
ver con el hecho de que tu fe sea o no edificada mientras oras y clamas. No creo que
dios conceda grandes cosas aquellos que hacen apenas una oración apresurada por
la mañana, y otras por la noche, más que nada para acallar sus conciencias. Si no
puedes reservar por los menos media hora diaria para estar a solas con el Dios
poderoso y Rey, dudo muchísimo que El vaya a usarte para algo grande.

GANANDO ALMAS EN EL HOGAR

Mi esposa y yo escogimos Isaías 60:11 como lema para nuestro hogar: "Tus puertas
estarán de continuo abiertas; no se serrarán de día ni de noche." Nos casamos un
domingo, y al miércoles siguiente ya habíamos abierto nuestra casa. No pasó mucho
tiempo antes de que el primer marinero que acogimos aceptara al señor. Desde
entonces, hombres de cada estado de la nación han encontrado al Señor en nuestra
casa. Hubo un período de seis meses durante el cual rara vez desayunamos o
cenamos solos, puesto que siempre teníamos marineros con nosotros. Con todo mi
corazón creo que uno de los mejores lugares del mundo para ganar almas, es el
hogar.

GANANDO ALMAS EN EL MUNDO

Hace cinco años fui a Formosa (Taiwán), representando a nuestra institución Los
Navegantes, para una reunión con los pastores de la ciudad de Taipei. Había
entonces nueva iglesias allí. Por una semana me reuní con ellos, y otros pastores que
habían venido de pueblos cercanos. Les conté del gran resultado que el plan de
memorización y discipulado había dado en la armada y el ejército. Dimos comienzo al
plan y con la colaboración del hermano Ricardo Hills nos hicimos cargo de la
responsabilidad de seguir dando atención a las personas interesadas.

En menos de cinco años hay noventa iglesias en Taipei. Más de 160.000 creyentes
han concluido por lo menos uno de nuestros cursos bíblicos, y han memorizado las
porciones de la Biblia indicadas. A su vez han llevado a otras 100.000 almas a Cristo.
Hay veintisiete secretarias chinas que atienden el trabajo que se hace entre los
jóvenes y adultos en Formosa (Taiwán). Una obra similar se desarrolla en Okinawa,
Hong Kong, Las Filipinas y Corea.

Esta forma de ganar almas funciona de la siguiente manera: primero, tienes que creer
en la Biblia; luego debes pedir por una alma, y persistir en esa súplica. Antes de
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poder alcanzar con el evangelio a todas las personas de la nación entera, debes
haberlas alcanzado en un solo estado o provincia. Antes de que puedas alcanzarlas
en todo el estado, departamento o provincia, debes haber llegado a ellas en una sola
ciudad; y antes de que puedas alcanzarlas en toda una ciudad, debes haberlo hecho
en una sola calle. Cualquier persona que sepa cómo ser salva y lo ha sido tiene
suficiente conocimiento como para llevar a otra persona a Cristo; si comparte ese
conocimiento con esa otra persona.

TEMOR EN LA TAREA DE GANAR ALMAS

Algunas veces casi temo pedir al señor que me dirija a una persona a la cual pueda
testificar, porque sé que si se lo pido tendré más trabajo para hacer. He sido
creyentes por más de 29 años, y todavía me asusta tener que hablar acerca de su
necesidad de salvación. Tener tal temor después de tantos años testificando en forma
personal, me molestaba. Pero un día me di cuenta de que ese temor es como una luz
roja intermitente, para recordarme que no es "con ejército, ni con fuerza, si no con mi
Espíritu, ha dicho Jehová" (Zac. 4:6). Nunca llegas al punto en que puedas hacerlo
por ti solo. Siempre tenemos necesidad de El.

Cierto día le pedí aquello al Señor. Luego empecé a buscar a tal persona. Manejando
por una calle, vi a un hombre que pedía con el dedo que lo llevaran. Seguí de largo,
con mis ojos fijos en la luz roja del semáforo que me obligaba a parar. Observando al
hombre con el rabillo del ojo, me pareció ser demasiado alto y rudo, lo cual me hizo
pensar que no era la persona apropiada. Aquella luz de tráfico se quedo en rojo un
tiempo bien largo; o por lo menos así me pareció. Pensé que el hombre había
desistido en su empeño, pero cuando me di cuenta, estaba junto a mi auto,
mirándome directamente. Lo invité a subir y, en seguida, puse en su mano un tratado
evangélico. Lo leyó por entero, y me lo devolvió.

"¿Qué le parece?" le pregunté. "Me parece maravilloso," contestó. "Su repuesta me


sorprendió, y le dije: "¡Ah! ¡usted es un cristiano!" "No," me contestó. "No lo soy.
Durante dos semanas, cada noche he estado yendo a unas reuniones que se
celebran en una carpa. Cada noche he pasado al frente, pero todavía no alcanzo a
hacerlo." "Hacer, ¿qué?" le pregunté. El contestó: "¡Qué! ¿Acaso no hay que hacer
algo?" detuve el auto a un lado de la calle y le dije: "Amigo mió, tengo buenas noticias
para usted. Alguien ya hizo todo lo que había que hacerse para la salvación." Todo lo
que aquel hombre necesitaba era escuchar el sencillo evangelio, en lugar que se le
dijera que tenía que hacer algo. Lo comprendió, y recibió a Cristo.

¿Sabes lo que yo había estado haciendo? Cuando lo vi, alto, fornido y tosco, mi
pensamiento fue: "Ese no va a arrepentirse. No va a creer." Pero eso no era de mi
incumbencia. No tengo el menor derecho de decidir si alguien va aceptar a Cristo o
no. Mi obligación es encontrarle la historia de Cristo, y dejarle que él mismo decida.

HACE FALTA ALCANZAR A VECINOS Y FAMILIARES

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"Cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí" (Ro. 14:12). Todos tendremos que
comparecer antes el tribunal de Cristo para dar cuenta de las obras que hayamos
hecho mientras estábamos en el cuerpo, sean buenas o sean malas (véase 2 Cor.
5:10). Quiero recordarte también que "al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es
pecado" (Stg.4:17). No sé de ningún pecado mayor que el de permitir que el vecino o
vecina del frente o de a lado, vaya al infierno. Sabes que la Biblia habla del perdón;
pero ello nunca la han leído, y tú no se los ha dicho.

Leemos en proverbios: "Libra a los que son llevados a la muerte; salva a los que
están en peligro de muerte. Porque si dijeres: Ciertamente no lo supimos, ¿Acaso no
lo entenderá el que pesa los corazones? El que mira por tu alma, él lo conocerá, y
dará al hombre según sus obras" (24:11,12)

Cuando llegué a conocer a Jesucristo le hablé a mi hermano acerca de mi Salvador.


Se rió de mí, y me dijo: "no me interesa. No me hables más del asunto." Cuando
alguien me dice tal cosa, le hago caso, pero en cambio hablo de él al señor. Tres
años más tarde le dije: "Rolando, ¿Puedo hablarte por un momento acerca de
Cristo?". Sonrió, y me dijo que sí. El Señor acababa de atraerle a Sí, por medio de
varias cosas que tocaron su corazón. Tres semanas más tarde, los titulares de los
periódicos decían: "Héroe Da su vida para salvar una Niña." ¿Pueden imaginarse
cómo me sentí cuando me enteré que mi hermano había partido de este mundo?
¿Qué tal si yo no le hubiera hablado de Cristo?.

El primer viaje que hice por avión fue en un aeroplano Boeing de 12 pasajeros. el
vuelo duraba como tres horas, y yo quería testificar de Cristo. Sin embargo, no fue
sino en la última media hora de vuelo que tuve el nervio suficiente como para hablar
con la azafata. "¿sabe una cosa?" me dijo. "Nunca había oído esa historia." Era
miembro de una iglesia, pero desconocía que Cristo había muerto por ella. Me
agradeció por hablarle acerca de su necesidad de salvación. Evelyn Sandino recibió a
Cristo, justo cuando llegábamos a la ciudad de Burbank.

Tres semanas más tarde, mientras viajaba en un tren, abrí un periódico y leí: "Avión
se estrella en las montañas de UTA, a setenta Kilómetros del Aeropuerto." Allí estaba
la fotografía de Evelyn. Era la azafata del desafortunado avión. Nadie sabe cuán
pronto puede morir una persona. No sé qué es lo que se requiere para que el pueblo
de Dios se despierte, y se dé cuenta de que tenemos la obligación de proclamar el
mensaje de salvación. Al mirar en retrospectiva, a los pasados 29 años, y ver cómo
Dios ha tomado unas cuantas cosas pequeñas y las ha convertido en cosas grandes,
anhelo lo mismo para todo el pueblo de Dios.

POR QUÉ ALGUNOS SE APARTAN DE DIOS

Ya he contado que Ricardo oraba conmigo en los primeros días. Hace tres años nos
encontramos un día, y me dijo: "He logrado que se formara mi séptima iglesia, pero
no tengo en ella a nadie que se haya comprometido seriamente con Jesucristo. No he
visto a nadie, en los últimos seis meses, que se haya consagrado en serio a Jesús en
una forma en que describes." Luego añadió: "Quizá sea porque yo mismo nunca me
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he comprometido en serio con Jesús." En un asunto así, el "quizá" está por demás.
Recuerdo el evento que desvió el curso de su vida. Sucedió mientras vivíamos en la
ciudad de long Beach. La banda municipal solía tocar los domingos por la tarde, para
el público que acudía a la playa. El Círculo de pescadores, del cual Ricardo y yo
éramos miembros, había conseguido que se nos permitiera entrar cuando la banda
terminaba su programa, y anunciar que se iba a predicar el evangelio. Cerca del diez
por ciento la concurrencia se quedaba, y nosotros presentábamos nuestros
testimonios. Era junio, justo cuando más apetecía ir a nadar. Teníamos que decidir
entre usar la tarde del domingo para irnos a nadar, o dedicarla a la obra del Señor.
Tanto Ricardo como yo habíamos hechos la decisión de que iríamos a local donde la
banda tocaba, para participar de la evangelización.

Un par de semanas después de que dejamos de orar juntos, Ricardo no se apareció


en el local. El siguiente domingo se repitió la historia, y mientras me iba a casa
después de haber dado mi testimonio, pasé un auto en donde iba Ricardo y su novia.
Ambos llevaban puestos todavía sus trajes de baño. Pudiera ser que algunos
creyentes hagan tal cosa sin sufrir mayores consecuencias; pero pienso que eso era
imposible para Ricardo, por cuanto él había hecho un pacto con Dios.

No le dije nada, y él no supo que yo les había visto. Cuando lo encontré el martes
siguiente, en el Círculo de Pescadores, le di un papelito en el que había escrito Isaías
58:13,14. "No lo mires ahora," le dije. "Busca a Nancy, y lean juntos estos versículos.
Luego, oren sobre el asunto. Pero, prométeme que no lo vas a leer tú solo." Me
prometió que así lo haría.

Salí del templo y fui a tomar un bus. Mientras esperaba en la parada, me dio mucha
sed, y decidí volver al templo para tomar un poco de agua. Allí, en un pasillo de la
parte baja, encontré a Ricardo leyendo a la luz de un fósforo el papelito que le había
dado. ¡Había roto su promesa! Estos son los versículos que yo quería que Ricardo y
Nancy los leyeran juntos: "Si retrajeres del día de reposo tu pie, de hacer tu voluntad
en mi día Santo, y lo llamares delicia, Santo, glorioso de Jehová; y lo venerares, no
andando en tus propios caminos, ni buscando tu voluntad, ni hablando tus propias
palabras, entonces te deleitarás en Jehová; y yo te haré subir sobre las alturas de la
tierra, y te daré a comer la heredad de Jacob tu padre; porque la boca de Jehová lo
ha hablado" (Is. 58:13,14).

HECHO DISCIPULO PARA DISCIPULAR

Hace algunos años, estando en Escocia, caminaba por la Calle Alta, cerca del Castillo
de Edimburgo. Observé un matrimonio que venía por la calle empujando un cochecito
de niño. Parecían muy felices, iban bien vestidos y daban la impresión de ser gente
rica. Cuando pasaron frente a mí, quise ver al niño. Al ver mi interés, se detuvieron y
me dejaron contemplar al pequeño, mofletudo y sonrosado.

Mientras se alejaban me quedé mirándolos por unos momentos, y pensé en lo


hermoso que es el que Dios haya permitido al hombre escoger una mujer, que le
pareció la más hermosa y adorable, y a la mujer escoger un hombre de entre todos
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cuantos hubo conocido. Entonces se reservan el uno para el otro, y contraen
matrimonio. Dios, en su divino plan, les ha dado los medios para reproducirse. Es
maravilloso el que un pequeño niño le nazca a esa pareja, que ostente algunas de las
características del padre, y otras de la madre, que se aparezca a él o se aparezca a
ella. Cada uno ve en el pequeño el reflejo de la persona a quien ama.

Al contemplar aquel niñito sentí nostalgia por mis propios hijos, a quienes quiero
tanto, y a quienes no he visto por algunas semanas. Me hallaba todavía en el mismo
sitio, cuando vi que se acercaba otra pareja empujando un cochecito de niño. Este era
de segunda mano, y muy gastado. Era fácil ver que los padres eran pobres. Sus
vestidos lo demostraban en seguida. Cuando les pedí que me dejaran ver a su retoño,
se detuvieron y, con el mismo orgullo que habían demostrado la pareja anterior, me
dejaron contemplar a su hermoso hijito, de mejillas sonrosadas y ojos azules.
Mientras proseguían su camino, pensé: "Dios ha dado a este niño de padres pobres,
exactamente lo mismo que le dio al otro: dos ojos, una pequeña boquita, y cinco
deditos en cada mano. Con el cuidado apropiado, esas manitos pueden llegar a ser
las de un artista o de un gran músico."

Luego me vino otro pensamiento: "¿No es maravilloso que Dios no haya escogido
solamente a la gente acaudalada y con mucha educación, diciéndoles: "Ustedes
pueden tener hijos"; y a los pobres y sin educación para decirles:"Ustedes no pueden
procrear"? Todo ser humano goza de tal privilegio."

NACIDO PARA MULTIPLICARSE

La primera orden que se le dio al hombre fue: "fructificad y multiplicaos" (Gn. 1:28.) En
otras palabras, tenía que reproducir su propia raza. Dios no le dijo a Adán y Eva,
nuestros primeros padres, que fuesen espirituales. Ya habían sido creados a Su
imagen y semejanza. El pecado todavía no había irrumpido en el mundo. Dios sólo
dijo:"Multiplíquense. Quiero que haya más seres como ustedes, más criaturas hechas
a mi propia imagen."

Por supuesto, dicha imagen fue desfigurada por el pecado. Pero Adán y Eva tuvieron
hijos. Empezaron a multiplicarse. Llegó el tiempo, sin embargo, cuando Dios tuvo que
destruir a casi todo ser humano, debido a la corrupción en que habían caído. Dios
empezó de nuevo con ocho personas. Toda la población actual de la tierra procede
de aquellos ocho que salieron del arca, por cuanto ellos fructificaron y se
multiplicaron.

IMPEDIMENTOS

Hay solo unas pocas cosas que impiden a los seres humanos procrear. Una es la falta
de una relación matrimonial. Si no se unen en matrimonio, no habrá reproducción.
Esta es una verdad que los creyentes deben captar en cuanto a la reproducción

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espiritual. Cuando una persona llega a ser un hijo de Dios, debe darse cuenta de que
necesita vivir unido a Cristo, si va a poder ganar a otros para el Salvador.

Otro factor que puede impedir la procreación es la enfermedad, o la deficiencia de


algún órgano necesario para la función reproductiva. En la esfera espiritual, el pecado
puede ser el impedimento para ganar a las almas perdidas.

Otro factor que impide tener hijos es la falta de madurez. Dios, en su sabiduría, no
permitió que los niños puedan procrear. Un niño debe primero crecer y alcanzar
suficiente madurez física; una niña, así mismo, debe crecer y desarrollarse lo
suficiente antes de poder tener hijos.

EL DESEO DE DIOS

Toda persona necesita nacer de nuevo. Ese es el deseo de Dios. Dios nunca propuso
que el hombre tan solo viviera, que fuera cadáver andante destinado a la sepultura.
La inmensa mayoría de gente sabe que hay algo más allá de la tumba. Por eso, todos
los que hemos nacido dentro de la familia de Dios deberíamos esforzarnos para que
otros también nazcan de nuevo.

Una persona nace de nuevo cuando recibe a Jesucristo: "Mas a todos los que le
recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de
Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de
voluntad de varón, sino de Dios" (Jn. 1:12,13). Este es el nuevo nacimiento. El plan de
Dios es que estas nuevas criaturas crezcan, que alcancen la madurez, y entonces
que se multipliquen; no sólo todos por igual. Cada persona que nace en el seno de la
familia de Dios es hecho un discípulo, y debe reproducirse, discipulando a otros.

En el aspecto natural, cuando tus hijos tienen hijos, te conviertes en abuelo. Tus
padres, entonces, llegan a ser bisabuelos; y tus bisabuelos, tatarabuelos. Lo mismo
debe ocurrir en el plano espiritual.

NIÑOS ESPIRITUALES

Cuandoquiera que se encuentra a un creyente a no está llevando a hombres y


mujeres a los pies de Cristo, algo anda mal. A lo mejor es todavía un niño. Esto no
quiere decir que desconozca la doctrina, o que esté mal informado por cuanto no
escucha buena predicación. Conozco muchas personas que pueden debatir
acaloradamente acerca de las diferentes interpretaciones del milenio, o que saben
mucho acerca de las dispensaciones; pero que todavía no han alcanzado madurez
espiritual. Pablo dijo, refiriéndose a algunos corintios: "De manera que yo, hermanos,
no puedo hablaros como a espirituales (maduros, sino como a carnales, como a niños
en Cristo" (1 Cor. 3:1).

Debido a que eran niños, no tenían la madurez necesaria y, por lo tanto, eran
incapaces de reproducirse espiritualmente; en otras palabras, no podían ayudar a
otras personas para que nacieran de nuevo. Pablo continúa: "Os di a beber leche, y
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no vianda; porque aún no erais capaces, ni sois capaces todavía, porque aún sois
carnales; ...habiendo entre vosotros celos contiendas y disensiones" (vs.2,3).
Conozco a muchos miembros de iglesias, maestros de la escuela dominical, e incluso
miembros de las organizaciones misioneras de mujeres, que gastan su tiempo
regando chismes. Eso es sencillamente signo de inmadurez, y, además es algo
abominable en los ojos de Dios. ¡Qué horrible es que un cristiano dé crédito al chisme
y propale la historia! La Biblia dice: "seis cosas aborrece Jehová, y aun siete abomina
a su alma:...la lengua mentirosa" (Pr.6:16,17). ¡Qué triste pensar en algunos cristianos
que conozco, hombres y mujeres, que han permitido que la mentira se infiltre en sus
vidas!

"El que siembra discordia entre hermanos"(v.19), es otra de las cosas que Dios
detesta. Obrar así es portarse como un niño, y pienso que esta es una de las razones
básicas por las cuales algunos cristianos no pueden llevar a otros a Cristo, para que
nazcan de nuevo y lleguen a ser parte de la familia de Dios. Están enfermos
espiritualmente. Algo anda mal en sus vidas. Una enfermedad espiritual los aqueja.
No han alcanzado la madurez. Carecen de la necesaria comunión con Cristo.

Pero cuando todas las cosas están en orden entre tú y el señor, puedes tener poder
espiritual, sin importar cuán mucho o cuán poco conocimiento intelectual tengas
desde el punto de vista del mundo. Y, además, eso es cierto, incluso aun cuando no
haya pasado mucho tiempo desde el día de tu conversión. La señorita Patricia
Campion trabaja como recepcionista en nuestras oficinas en la ciudad de Colorado
Springs. Hace año y medio ella estaba estrechamente vinculada con la liga Juvenil
Comunista de la Gran Bretaña. Un día escuchó al evangelista Billy Graham, se
arrepintió y recibió a Jesucristo como Salvador y Señor. Muy pronto, ella y dos de su
compañeras de la escuela de arte dramático a la que asistían, fueron usadas por el
Señor para ganar a otras jóvenes; para Cristo. Nosotros discipulamos a Patricia y
algunas de las otras jóvenes; y ellas, a su vez, discipularon a otras jóvenes a quienes
habían llevado a Cristo. Algunas de éstas últimas están también llevando el mensaje
del evangelio. Figuradamente hablando, Patricia ya es "tatarabuela," aun cuando solo
hace año y cuatro meses que conoce al señor.

Siempre ocurre así. Conozco que, apenas cuatro meses después de haber aceptado
al Señor Jesús, ya era "bisabuelo." Había llevado algunos marineros a Cristo, y ellos,
a su vez, habían discipulado a otros. Estos, igualmente, habían guiado a otros al
señor. Y sin embargo, el primer discípulo se había convertido apenas cuatro meses
atrás. ¿Cómo pudo hacerse esto? Dios se valió de estas vidas jóvenes, con su
exhuberancia y su primer amor para Cristo. Aquellos corazones regaron la semilla
incorruptible de la palabra de Dios, y la sembraron en otros corazones. La semilla
prendió. La fe vino por oír la palabra de Dios. Nacieron de nuevo por medio de la fe
en el señor Jesucristo. Observaron las vidas de aquellos cristianos que les habían
conducido al Señor, y que les enseñaron el gozo y la paz de la nueva vida y, en su
alegría, quisieron que otros compartiesen lo que habían hallado.

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En toda congregación, estoy seguro, existen hombres y mujeres que han sido
creyentes por cinco, diez o veinte años, pero que no saben de nadie que esté
viviendo para Cristo por el testimonios de ellos. No estoy hablando meramente de
trabajar para Cristo, sino de producir para Cristo. Alguien puede decir:"yo he repartido
cien mil tratados." Eso está muy bien, pero ¿cuántas ovejas perdidas has traído al
redil? Hace algún tiempo entreviste a 29 candidatos a misioneros. Todos eran
graduados de una Universidad, o de una escuela bíblica o seminario. Como miembro
de junta misionera que los respaldaría, tuve que hablar individualmente con cada uno
de ellos. Durante cinco días, dediqué entre media hora para cada uno. Entre las
preguntas que les formulé, habían dos de suma importancia. La primera tenía que ver
con su vida devocional. "¿Cómo te va en tu vida devocional?" les preguntaba. "¿Qué
tal es el tiempo que pasas con el Señor en oración? ¿Crees que tu vida devocional es
lo que el Señor quiere que sea?"

De todos los 29, tan solo uno me contestó: "Pienso que mi vida sí es lo que debiera
ser." Para los otros, la pregunta que les hacía de seguido era: "¿por qué tu vida
devocional no es lo que debería ser?" "Bueno, vera, usted: ahora estamos en clases,"
era una repuesta común. "Es un curso acelerado. Hacemos el curso de un año en
solo diez semanas. Estamos demasiado ocupados.2 "Entiendo. Retrocedemos,
entonces, a la época anterior al seminario. ¿Tuviste entonces una vida devocional
victoriosa?" "Pues,...no precisamente." Seguimos retrocediendo, y hallamos que
nunca, desde que llegaron a conocer al señor, habían dedicado seriamente un tiempo
determinado para sus devociones diarias. Esa era una de las razones para su
esterilidad espiritual, su falta de comunión con Cristo. La segunda área sobre la cual
les pregunté tenía que ver con su trabajo de discipular. "Vas a viajar a extranjero, y
esperas que el Señor te va usar para ganar a hombres y mujeres para El, ¿no es así?
"así es." "Tú quieres que ellos perseveren y vivan una vida victoriosa en Cristo,
¿verdad? No deseas que meramente hagan una decisión por Cristo, y que luego
vuelvan al mundo, ¿cierto?" "En efecto. "Entonces, permíteme hacerte otra pregunta.
Hasta dónde lo sepas, ¿cuántas personas puedes mencionar por nombre, que han
sido ganadas para cristo por ti, discipuladas por ti, y que están viviendo para el
Señor?" la mayoría tuvo que admitir que estaban dispuestos a cruzar el océano, y
hasta a aprender un idioma extranjero, y sin embargo todavía no habían ganado su
primer alma para Jesús. Algunos de esos candidatos me dijeron que habían logrado
llevar bastantes personas a la iglesia, otros afirmaron que hasta habían persuadido a
algunos a que pasaran al frente cuando se extendía la invitación.

"¿Están ellos viviendo para Cristo ahora?" volví a preguntar. Agacharon la cabeza.
Entonces proseguí: "¿Cómo esperas, entonces, al otro lado del océano, en un idioma
que no sabes, con gente que ni te conoce, que desconfía de ti, y cuya vida no te es
familiar, lograr aquello que todavía no has podido lograr aquí en tu propio país?" estas
preguntas no van dirigidas solamente a los misioneros. Son para todo el pueblo de
Dios. Cada uno de Sus hijos debe ser un discípulo que hace discípulos. ¿estás tú
produciendo para Cristo? Si no, ¿por qué no? ¿es acaso por la falta de comunión con
Cristo, tu Señor? ¿Te falta, quizá, aquella intimida con Jesús que es parte del gran
plan divino? ¿Hay, acaso, algún pecado en tu vida, que todavía no ha sido confesado,

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y que impide que te reproduzcas? ¿Acaso eres todavía un niño espiritual? "Porque
debiendo ser ya maestros, después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os
vuelva a enseñar" (Heb.5:12).

COMO HACER DISCÍPULOS QUE PRODUCEN DISCÍPULOS

La razón por la cual no estamos llevando el evangelio hasta los confines de la tierra
no es que el mensaje divino le falte poder. Hace 23 años acogimos en nuestra casa a
un marinero, ya nacido de nuevo, y dedicamos el tiempo necesario para enseñarle a
reproducirse espiritualmente. Nos llevó tiempo, mucho tiempo. No fue un desafío
apresurado dado en media hora, como en los mensajes de las iglesias, ni una
despedida precipitada con una invitación para volver la siguiente semana. Pasamos
mucho tiempo juntos. Nos ocupamos de sus problemas, y le enseñamos no sólo a
leer la palabra de Dios, si no también a estudiarla y a obedecerla. Le enseñamos
cómo atesorarla en su corazón, de modo que el Espíritu de Dios pueda sacarla en sus
labios, en el momento apropiado, para alcanzar el alma de la persona a la cual desea
ganar para el Señor.

En su barco encontró a varios compañeros que decían ser cristianos, pero ninguno de
ellos eran verdaderamente consagrado al Señor. Iban a la iglesia, eso sí; pero cuando
se trataba de dar un claro testimonio para Cristo, se echaban para atrás. Un mes más
tarde vino a verme, y me dijo: "Dawson, no puedo lograr que ninguno de mis
compañeros del barco tome en serio su compromiso con el Señor."

"Escucha," le dije."Pide a Dios que te conceda uno. No puedes tener dos sin antes
haber tenido uno. Ruega a Dios que té de un hombre que tome en serio su relación
con Cristo, como tú." El empezó a orar en ese sentido. Un día vino a verme, y me
dijo:"Creo que he hallado un discípulo." Más tarde trajo a aquel joven consigo. Tres
meses después de que empecé a trabajar con él, él había hallado un discípulo para
Cristo, alguien con igual seriedad que él. Aquel primer marinero no era de aquella
clase de personas a quienes hay que empujar o dar premios para que hagan algo.
Amaba al Señor, y estaba dispuesto a pagar el precio necesario para producir
discípulo. Se dedicó a enseñar al recién convertido, y ambos empezaron a crecer y a
multiplicarse espiritualmente. Ciento veinticinco hombres de esa tripulación
encontraron al Salvador antes de que el acorazado fuera hundido en Pearl Harbor.

Hombres que pertenecieron al primer buque de guerra se encuentran actualmente


esparcidos en el mundo entero como misioneros de evangelio. La obra se extendió de
buque a buque de modo que, cuando ocurrió el ataque a Pearl Harbor, había
discípulos reproduciéndose espiritualmente en más de 50 barcos de la armada
norteamericana. Cuando terminó la guerra había obra realizándose, por medio de uno
o más discípulos produciendo discípulos, en más de un millar de barcos de la flota,
así como en muchas de las bases del ejército y de la fuerza aérea. Pero siempre tiene
que haber un comienzo. Uno de los trucos más grandes del diablo es para realizar
una obra como ésta antes de que empiece. Así lo hará, si se lo permites.

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Hay creyentes cuyas vidas se mueven, hasta cierto punto, en círculos; sin embargo,
tienen el deseo intenso de ganar a otros para Cristo. Supongamos que encuentras a
uno de ellos en la mañana, al ir a trabajar, y le preguntas: "¿Por qué vas a trabajar?"
"Bueno, pues tengo que ganar dinero." "¿Y por qué tienes que ganar dinero?" "Pues,
tengo que comprar comida." "Y, ¿para qué tienes que comprar comida?" "Tengo que
comer, para poder tener fuerza para ir a trabajar, i así ganar el dinero." "¿Para qué
tienes que ganar el dinero?" "Para poder comprar ropa, para poder vestirme para ir a
trabajar, y así ganar el dinero." "¿Para qué quieres más dinero?" "Tengo que pagar la
casa, o pagar la renta, de modo que tener un sitio en donde descansar para poder
estar listo para ir a trabajar y así ganar el dinero necesario." Y así sucesivamente.
Muchos creyentes son así. Se mueven en un círculos. Pero puedes ahondar un poco
más, y preguntarle: "¿Qué más haces?" "Oh, me las arreglo para hallar tiempo para
servir al Señor. Predico aquí y allá." Detrás de todo eso está el deseo intenso de ser
un padre espiritual. Es un discípulo que está clamando a Dios que le conceda a una
persona a quién discipular. Tal vez le lleve seis meses conseguirlo. No debería
requerir tanto tiempo, pero concedamos que necesite seis meses para alcanzar a otro
para Cristo e iniciarle en el proceso de dar la palabra y de hallar, a su vez, a otro para
el Señor.

Así, al cabo de seis meses, el primero ha ganado a otro. Cada uno, entonces, gana a
otro más en los próximos seis meses. Al final del primer año, habrá apenas cuatro
discípulos. Tal vez cada uno está ya enseñando en la escuela bíblica dominical, o
ayudando en la predicación al aire libre; pero al mismo tiempo está procurando no
perder de vista a aquel que ganó para el señor. Así que, al final del año, los cuatro
pueden reunirse, orar juntos, y tomar la siguiente determinación: "Ahora, no
permitamos que nada nos desvié. Anunciemos el evangelio a cuánta persona
podamos, pero pongamos especial interés en una sola, hasta que la veamos
convertida y triunfando."

En los próximos seis meses cada uno gana a uno. Eso hace que al cabo de año y
medio sean ocho. Estos se esfuerzan en el Señor y ganan cada uno a otro más. Al
final de dos años serán 16. al final de tercer año serán 64. al cabo de cinco años
serán 1024. ¡En dieciséis años la población entera del mundo será alcanzada! Pero
¡Un momento! Llamemos José, Juan y Luis a estas personas. José gana a Juan; y
Juan cuando esta listo para ganar a Luis, se desvía; así Luis no es ganado para el
Señor. Dieciséis años más tarde, el número total de personas alcanzadas serán
menos de la mitad, debido a que el diablo hizo que Juan fuera estéril Satanás hizo
todo esfuerzo para que aquel creyente estuviera muy ocupado pero no produciendo
discípulos. Creyente, ¿dónde está el hombre que has llevado a Cristo? Mujer
cristiana, ¿dónde está la mujer? ¿Dónde está el niño? ¿Dónde está la persona que
has llevado a Cristo y que persevera en El? En 1 Reyes 20:39,40 se encuentra la
historia de un soldado que confió un prisionero a sirviente, encargándole que la
vigilara muy de cerca. Pero, mientras el criado estaba ocupado en una y otra casa, el
prisionero se escapó. La maldición que recae sobre nosotros hoy en día es la de estar
muy ocupados. No me refiero tanto a las ocupaciones que son necesarias para
ganarnos el sustentos, sino a nuestra ocupación en actividades cristianas. Tenemos

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mucha actividad espiritual, pero poca productividad. La productividad viene como
resultado de la tarea de discipular a los nuevos creyentes.

ESPECIALIZÁNDOSE EN PRODUCIR DISCÍPULOS

Esta idea se grabó en mi mente de la siguiente manera. Hace cinco años, vino a
verme el evangelista Billy Graham, y me dijo: "Dawson, quisiéramos que nos
ayudaras en la tarea de cuidar y ayudar a los recién convertidos. He estado
estudiando la vida de los evangelistas y los pormenores de los grandes avivamientos,
y no he encontrado gran cosa en cuanto a un programa de cuidar y ayudar a los
nuevos creyentes. Lo necesitamos. En nuestras campañas, cada mes hay un
promedio de seis mil personas que toman la decisión de entregarse a Cristo. Pienso
que con el trabajo que has hecho, bien podrías ayudarnos."

"Billy," le contesté, "no puedo cuidar y ayudar a 6.000 personas. Mi trabajo siempre ha
sido con individuos y grupos pequeños." "Mira, Dawson," me respondió, "por donde
quiera que voy encuentro miembros de Los Navegantes. Los encontré en la Escuela
Wheaton, y también los hay en la del Noroeste de la cual él era presidente en ese
entonces). Debe haber algo especial en esto." "Pero, sencillamente no dispongo de
tiempo," le repliqué. El insistió nuevamente. La tercera vez me replicó, diciéndome:
"Dawson, me paso la noche sin poder dormir, pensando en lo que ocurre con los
nuevos creyentes una vez que termina una campaña de evangelización." En aquel día
yo estaba a punto de viajar a Formosa (Taiwán); así que le dije: "Mientras esté por
allá voy a pensar y orar sobre el asunto, Billy." En las arenas de las playas del lejano
oriente, caminé de arriba abajo, de dos a tres horas diarias, orando: Señor, ¿cómo
podría hacer esa obra? Ni siquiera estoy cumpliendo a cabalidad el trabajo que me
diste que hiciera. ¿Cómo puedo separar seis meses para ayudar al hno. Graham?"
Pero Dios añadió esa carga sobre mi corazón. ¿por qué tenía Billy Graham que
pedirme a mí que le ayudara en esto? El día anterior a mi partida le había dicho:
"Billy, tendrás que buscarte a otro."

El me tomó por los hombros, y me dijo: "¿Quién? ¿quién se está especializando en


discipular?" Yo era el que me había concentrado en esa clase de trabajo: "¡Dios,
dame una persona a la cual pueda ganar para Cristo, y tratar de entrenarlo de modo
que él o ella puedan a su vez discipular a otro!". Esto es lo que deberíamos estar
pidiendo al Señor. ¡ Cuánto nos afanamos para que las multitudes llenen las bancas
en una campaña! Pero, ¿dónde está el hombre o mujer que quieres ganar para Cristo,
y discipularlo?

COMIENZO DEL CUIDADO Y SEGUIMIENTO DE NUEVOS CREYENTES

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Cierto día, años atrás, iba por una calle en mi pequeño Ford Modelo T, cuando vi a un
joven caminando. Me detuve y le ofrecí llevarlo. Mientras se subía, soltó una
blasfemia, y añadió: "¡Qué difícil es conseguir que lo lleven a uno!" Nunca he podido
escuchar a alguien usar el nombre de mi Salvador en vano sin que me duela en el
corazón. Saqué de mi bolsillo un folletito, y le dije: "Toma, amigo, léete esto."

Me miró nuevamente, y me dijo: "¿No le he visto en alguna otra parte?" Me fijé en él


más detenidamente. Me parecía alguien a quien yo debería conocer. Pensando un
poco, nos dimos cuenta de que yo le había recogido en otra ocasión, en la misma
carretera, un año atrás. El se hallaba en camino hacia el campo de golf, en donde
trabajaba como asistente acarreando los palos de los golfistas . el subirse a mi auto,
en aquella otra ocasión, haba usado él nombre de Jesús en la misma manera
blasfema. Me había dolido igualmente, y abriendo mi Nuevo Testamento le había
explicado el camino de salvación. El había leído Filipenses 1:6: "Estando persuadido
de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día
de Jesucristo."

"¡Dios te bendiga, hijo! Lee esto," le había dicho al señalarle el versículo. Con eso
había seguido mi camino. Un año entero había transcurrido, y no había la menor
evidencia de que este muchacho hubiera nacido de nuevo y que hubiera sido hecho
una nueva criatura. Era como si nunca hubiera oído hablar de Jesucristo. Yo tenía
una gran pasión por las almas, pero sólo después de que me encontré con este joven
por segunda vez, empecé a mirar en retrospectiva, tratando de ver como andaban
algunos de mis "convertidos." Lo que encontré me partió el corazón. Parecía que
Filipenses 1:6 no daba resultado.

Un día vino a mi oficina una joven creyente armenio, para hablarme de las almas que
había ganado para el Señor. Me dijo que todos eran armenios, y que tenía una lista
para probarlo. "Muy bien," le dije. "¿Y cómo sigue éste?" "No muy bien," me contestó.
"Se ha vuelto atrás." ¿Qué tal este otro?" continúe. Así recorrimos toda la lista.
Ninguno de ellos estaba viviendo una vida victoriosa. "Dame tu Biblia," le dije. La abrí
en Filipenses, y puse un pedazo de cartón debajo de la hoja, exactamente debajo del
versículo 6 del capitulo 1. tomé una hoja de afeitar, y empecé a cortar la página. Me
sujetó la mano, y me preguntó: "¿Qué es lo que está haciendo?"

"voy a cortar este versículo," le dije. "no da resultado." Pero eso no era lo correcto.
¿saben qué era lo que andaba mal? Yo estaba sacando el versículo fuera de su
contexto, que son los versículos 3 al 7. pablo no puso este versículo en las Escrituras,
para decir: "Muy bien, el Señor ha comenzado una obra; El se encargará de
acabarla." Eso es lo que muchas personas me dicen cuando ganan una alma. "La he
encomendado al Señor," aducen. Supongamos que me encuentro con el Padre de
una familia numerosa, y le pregunto: "¿Quién está cuidando de sus hijos?" "¿Mi
familia? OH, yo no me preocupo por ellos.¡ Los he encomendado al Señor!" De
inmediato le contestaría: "Tengo un versículo ara ti. "Si alguno no provee para los
suyos, y mayormente para los de su casa,... es peor que un incrédulo" (1 Tim. %L)."
Pablo les dijo a los ancianos de la iglesia en Efeso: "Por tanto, mirad por vosotros, y

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por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os he puesto por obispos, para apacentar
la iglesia del Señor" (Hch. 20:28). Obispo quiere decir supervisor, uno que cuida, uno
que es responsable por el rebaño. No puedes hacer que Dios sea el supervisor. El te
ha puesto a ti para que los cuides.

Empezamos a trabajar desde ese ángulo. El cuidado y seguimiento de algunos


convertidos se realizó por dos o tres años antes de que la obra de los Navegantes
empezar. En aquella época, el programa incluía unos pocos convertidos, pero
dedicábamos más tiempo a cada uno. Pronto puede decir como Pablo dijo a los
Filipenses: "Doy gracias a mi Dios siempre que me acuerdo de vosotros, siempre en
todas mis oraciones rogando con gozo por todos vosotros, por vuestra comunión en el
evangelio, desde el primer día hasta ahora" (Fil. 1:3-5). El apóstol cuidó y ayudó a los
nuevos discípulos mediante la oración y el compañerismo. Con esa base, entonces, él
pudo decir: "Estando persuadido de esto que el que comenzó en vosotros la buena
obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo" (v. 6). En consonancia con esto,
leemos en el versículo 7: "Como me es justo sentir esto de todos vosotros, por cuanto
os tengo en el corazón."

Hasta aquel entonces, yo no había dado el debido cuidado ni ayudado a las personas
que Dios había alcanzado por medio de mí. Pero , a partir de entonces, empecé a
dedicarme a eso. Por eso es que más tarde, cuando encontré a aquel primer
marinero, comprendí la utilidad de dedicarme por tres meses a discipularle.

LA OBRA DEL SEÑOR LLEVA TIEMPO

Puedes llevar un alma a los pies de Cristo en dos horas o menos; pero requiere de
veinte semanas a un par de años de iniciarla en el camino de la madurez espiritual,
enseñarle a ser victoriosa sobre los pecados y a triunfar sobre los problemas que van
surgiendo. Debe aprender a hacer las decisiones correctas; y se le debe poner en
guardia contra las diferentes sectas que, como pulpos, intentarán atraparlo con sus
múltiples tentáculos y desviarlo del camino del Señor.

Pero cuando has discipulado a una persona, has multiplicado por dos tu ministerio. En
realidad, has hecho más que doblarlo. ¿Sabes por qué? Cuando discipulas a una
persona, ella observa cómo se hace, y luego te imita.

Si yo fuera pastor de una iglesia, y tuviera diáconos, ancianos que recojan la ofrenda,
y miembros del coro que entonen himnos, les diría: "Gracias a Dios, por su ayuda. En
verdad la necesitamos. Alabado sea el Señor por las cosas adicionales que ustedes
hacen." Pero, por sobre todo, seguiría haciendo hincapié en la gran tarea: "hacer
discípulos"; "Creced y multiplicaos." Todo los demás es secundario, comparado con la
tarea suprema de ganar a hombre o a una mujer para Cristo Jesús, y luego ayudarle a
que crezca, se desarrolle, y sea un discípulo.

¿Dónde está la persona que has llevado a cristo? ¿Has llevado a alguien al Señor?
Puedes pedir a Dios que te conceda el privilegio de ganar una. Examina tu propio
corazón. Pregunta al señor: "¿Soy estéril espiritualmente? Si lo soy, ¿por qué?" No
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permitas que la falta de conocimiento te sea un impedimento para ganar a los
perdidos. Al principio de la obra de los Navegantes, cada vez que teníamos marineros
cenando en casa, al final de la comida acostumbrábamos pedir a cada persona
presente que repitiera un versículo bíblico.

"Cada uno va a repetir un versículo de la Biblia, que haya aprendido de memoria en


las últimas 48 horas. Si no ha aprendido uno, entonces puede repetir cualquier
versículo que sepa," decía yo. Una noche, mientras repetíamos versículos, le llegó el
turno a mi pequeña hija de tres años. Sentado junto a ella estaba un marinero que
había llegado por primera vez, y a quién no se le ocurrió que la pequeña pudiera
repetir un versículo bíblico. Pasándola por alto, él quiso empezar con el suyo. La niña
lo miró muy seriamente, como diciendo: "¡Vaya! Yo también soy un ser humano." El
se detuvo, y ella repitió Juan 3:16, a su manera, con su media lengua: "Porque de tal
manera amó Dios al mundo, que ha dado a su hijo unigénito, para que todo aquel que
en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna." Hizo hincapié en las palabras "todo
aquel," por cuanto habían sido las que más le costaron aprender.

Dos días más tarde, aquel marinero vino a verme y me dijo: "¡Fíjese cómo son las
cosas! Yo iba a repetir Juan: 3:16, porque era el único versículo que sabía de
memoria. A decir verdad, conocía las palabras pero en realidad no lo sabía; no lo
supe verdaderamente hasta que la pequeña Ruth lo repitió. Cuando ella dijo "todo
aquel," pensé: "Eso quiere decir que es para mí también." En ese mismo instante
recibí a Jesús como mi Salvador." Ese joven es hoy un misionero en América del Sur.
Mis suegros no conocieron al Señor sino hasta varios años después de estar nosotros
casados. En este caso, Dios se valió nuevamente de los niños para alcanzar esos
corazones sedientos de paz. Cuando Ruth tenía tres años, y su hermano Bruce cinco,
fueron a visitar a sus abuelos. Mi suegro quiso enseñarles algunas canciones
infantiles; tales como "María tenía un corderito," y "Tengo una muñeca vestida de
azul." Los nietos lo miraron muy serios y le preguntaron: "¿Dónde está esa muñeca
vestida de azul?" El abuelo se figuró que los chicos no sabían gran cosa.

Intervino entonces mi esposa, y le dijo: "Ellos saben bastantes cosas. Bruce, repite
Romanos 3:23 para tu abuelito." Bruce lo hizo así, y luego dijo: "¿ Quieres que te
repita otro más, abuelito?"

"Por supuesto," dijo mi suegro. Bruce repitió algo así como quince versículos, y Ruth
intercaló otros más. Esto le encanto al abuelo. Tomó a los niños de la mano, y se los
llevó a donde unos vecinos, y a ver a los tíos y tías que vivían cerca, para mostrarles
lo bien que los niños sabían de memoria muchas porciones de las escrituras. Mientras
tanto, la palabra de Dios estaba obrando. Mediante las voces infantiles, el Espíritu
santo no tardó en plantar la semilla en los corazones de los abuelos. "De la boca de
los niños y de los que maman, fundaste la fortaleza" (Sal.8:2).

Los que ganan almas no lo hacen por lo que saben, sino por Aquel a quien conocen y
por lo bien que le conocen; así como por lo mucho que anhelan que otros le
conozcan.

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"Si, pero tengo temor de hacerlo," dice alguno. Recuerda: "El temor del hombre
pondrá lazo; mas el que confía en Jehová será exaltado" (Pr. 29:25). Solamente el
pecado, la falta de madurez espiritual, o la falta de comunión con el Señor puede
impedir que te reproduzcas espiritualmente. Además, nada puede impedir que un
nuevo convertido permanezca fiel al Señor, si tiene padres espirituales que cuiden de
él, y le suministren el alimento espiritual que Dios ha provisto para él.

Causas iguales producen siempre los mimos efectos. Cuando siembras la semilla de
la palabra de Dios, obtendrás resultados. No todos los corazones recibirán la palabra,
pero algunos lo harán, y se producirá un nuevo nacimiento. Cuando una alma nace de
nuevo, dale el cuidado que Pablo dio a los nuevos creyentes. Pablo creía en la labor
de seguimiento y discipulado. Era un evangelista muy atareado, pero encontraba
tiempo para discipular. El Nuevo Testamento está compuesto en gran parte por cartas
para los nuevos convertidos.

El apóstol Santiago también creía en esta obra. " Pero sed hacedores de la palabra, y
no tan solamente oidores," dice en Santiago 1 P. 2:2. Juan también creía en tal
esfuerzo. Sus palabras son: "No tengo mayor gozo que este, el oír que mis hijos
andan en la verdad" (3 Jn. 1:4). Todos los escritores de Pedro, de Pablo y de
Santiago, y la mayor parte de los de Juan, son alimento espiritual para el nuevo
creyente. Durante el primer siglo, el evangelio se propagó por todo el mundo
conocido, sin haber radio, ni televisión, ni imprenta; se propagó por cuanto aquellos
que habían sido hechos discípulos estaban, a su vez, discipulando a otros. Pero hoy
abundan los creyentes de banco, gente que los creyentes de banco, gente que piensa
que si es fiel en su asistencia a los cultos, si ponen fuetes cantidades en el plato de
las ofrenda, y si logran que alguna que otra persona venga a la iglesia, han hecho
más que suficiente. ¿Dónde está la persona que has llevado a los pies de Cristo?
¿ Hombre, mujer o niño? Todos nosotros, sin importar nuestra edad, debemos
ocuparnos activamente en aprender de memoria porciones de la Escrituras. En una
clase de escuela dominical, una señora de 72 años y otra de 78, terminaron por
entero el Curso de Memorización de la Biblia que ofrece nuestra organización Los
Navegantes. Ellas almacenaron en su corazón algo que luego podían compartir. Llena
tu corazón con esta preciosa semilla. Hallarás que Dios te dirige a aquellos a quienes
podrás guiar a Cristo. Hay muchos corazones preparados para el evangelio, ahora
mismo.

"La Biblia Dice..." es un ministerio evangélico, sin fines de lucro, y dedicado a la


enseñanza bíblica, al evangelismo y a la edificación espiritual de los cristianos en
todo el mundo de habla hispana.

Si podemos ser de ayuda para que usted conozca más de Jesucristo y de la vida
cristiana, escríbanos a la siguiente dirección:

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