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El lenguaje corporal
A pesar de ser la forma de expresión más antigua de la humanidad, el lenguaje del cuerpo se
ha convertido para nosotros casi en una lengua extranjera. Sin embargo, no dejamos de
intentar comunicarnos constantemente con el cuerpo.
En relación con lo que nos ocupa, hay que constatar que un orador no sólo tiene oyentes,
sino también espectadores. La gesticulación y la mímica no pasan desapercibidas. Hay, por lo
tanto, motivos suficientes para ocuparse de la comunicación no verbal. Parece que en este
campo resulta preferible estudiar el lenguaje corporal como totalidad que llevar a cabo
clasificaciones y análisis detallados de las partes.
Pero el lenguaje de las señas no está unificado en el mundo. Lo que para nosotros quiere
decir “no” cuando movemos la cabeza de un lado a otro, significa “si” en la India. -
Naturalmente, el lenguaje del cuerpo ha entrado también en el lenguaje verbal: expresiones
como “estar hasta las narices” (die Nase voll haben), “tomarle a alguien el pelo” (jemanden
auf den Arm nehmen), “ponerle a alguien la zancadilla” (jemandem das Leben schwer
machen) son ejemplos de ello.
Son precisamente las emociones las que se suelen transmitir a través de los gestos, y
aquellas lo que, a menudo, se quiere despertar en un auditorio. En general, tanto el porte
como la postura, la gesticulación y la mímica han de regirse por los mismos criterios de:
Naturalidad,
Encontrarse en consonancia con la personalidad,
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No resultar exagerados,
No parecer ensayados.
Los jefes de personal, por ejemplo, suelen prestar atención al modo en que se expresan
corporalmente los candidatos. En otras palabras, también en la selección de personas el
lenguaje del cuerpo desempeña un papel importante. A pesar de todo, interpretar el
lenguaje del cuerpo no es fácil. Las interpretaciones varían según el ámbito cultural y el
estrato social.
Nos encontramos ante la cuestión hasta qué punto resulta posible aprender el lenguaje
del cuerpo. Los párrafos siguientes están dedicados a unos aspectos esenciales en
relación con ello.
El cuerpo no debe buscar apoyos (con ello no estoy de acuerdo: El orador no debe
repanchingarse en o aferrarse al pupitra, pero sí debe apoyarse ligeramente en él). A ser
posible, el público debe poder ver la totalidad del cuerpo (por ello, a mi juicio, no existe
ninguna necesidad).
La mayoría del tiempo, las manos tienen que permanecer visibles: Por eso, no es
recomendable esconderlas detrás de la espalda, en los bolsillos del pantelón o de la
chaqueta. Tampoco no es recomendable doblar las manos o crucar los dedos a la altura
del pecho o del sexo, porque esto es normalmente una forma de mostrar que se está a la
defensiva y que se pretende conservar y aumentar la distancia.
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También los gestos tienen que corresponder con el carácter y el temperamento, o sea,
tienen que ser espontáneos. Es aconsejable no hacer en el discurso ninguna anotación en
cuanto a los gestos que deben acompañar los palabras. Porque un gesto tiene que
iniciarse inmediatamente antes de un momento central del discurso. En la mayoría de los
casos, el gesto en cuestión concluye antes que la expresión o manifestación a la que
acompaña.
Ante un auditorio, el hablante tiene que evitar repetir siempre un mismo gesto. Estos tics
resultan muy molestos. De todos modos, en el momento en que uno se mueve de un lado
a otro debería gesticular menos que cuando se encuentra parado ante un micrófono.
¿Cómo enseñar las manos a la hora de gesticular? Gestos abiertos son aquellos que
señalan la posibilidad de elegir. Así, las palmas de la mano vueltas hacia arriba han sido
siempre signo de ofrecimiento, no ocultar nada, amistad. Gestos cerrados son aquellos
que expresan lo contrario de lo anterior. La palma de la mano vuelta hacia abajo se asocia
con poder, represión, violencia; pero también con protección, conservación o unión.
¿A qué altura del cuerpo se gesticula? La gesticulación que resulta más natural se mueve
entre la cintura y los hombros. Alzar las manos por encima de la cabeza resulta patético.
Debería evitarse hacer gestos por debajo de la cintura, porque estos se asocian
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normalmente con algo negativo u obsceno. Los gestos que se hacen con una sola mano
son siempre preferibles a los que se realizan con ambas.
MÍMICA Y MIRADA: Lo dicho para la gesticulación es válido también para la mímica. Por
mímica se entiende todo movimiento muscular facial. Aquí entran especialmente la
mirada, los ojos, las cejas, así como todos los movimientos de la boca y la inclinación de
la cabeza o las alteraciones en el color de la pie.
El rostro refleja casi siempre el estado de ánimo. Por ejemplo, las cejas enarcadas
normalmente indican sorpresa o que se desea más información, mientras que el ceño
fruncido señala enfado o concentración.
Aquel que mira siempre hacia el vacío, hacia la ventana, el techo o el suelo, o que no
levanta la cabeza de sus papeles, da una sensación de inseguridad o desinterés. Apartar
la mirada dificulta, en todo caso, el contacto con el interlocutor o el público.
EL HÁBITO HACE EL MONJE. ¿Cómo vestirse cuando se tiene que pronunciar un discurso
ante un auditorio más o menos numeroso? Hay unas recomendaciones: