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Valores culturales
Cultura
Valores
Valores individuales
Valores Colectivos
Valores culturales hispanos
Estudios sobre valores en el Perú
Bienestar
Son diversas las investigaciones y teorías que se han desarrollado sobre el
bienestar a lo largo de las últimas décadas, por lo cual no existe una sola concepción de
lo que es el bienestar ni una sola forma de investigarlo. Una definición del constructo es la
planteada por Mejía-Ricart (2001):
Tipos/concepciones de Bienestar
Bienestar subjetivo
El término bienestar subjetivo ha sido utilizado ampliamente como equivalente al
de satisfacción con la vida y al de felicidad, ya que los tres hacen referencia a un
sentimiento emocional básico sobre la evaluación global de la calidad de la vida personal;
es decir, sobre cuánto le gusta a una persona la vida que lleva (Veenhoven, 1994, en
Bilbao, Techio & Paez, 2007).
Según Veenhoven (1984, en García, 2002), el bienestar subjetivo, o “felicidad
general”, es el grado en que un individuo evalúa de modo general o global su vida en
términos positivos. En esta evaluación subjetiva se emplean dos componentes: Los
pensamientos (componente cognitivo) y los afectos (componente afectivo). El componente
cognitivo, el cual que hace referencia a la satisfacción con la vida, representa la
discrepancia percibida entre las aspiraciones y logros de la persona. Esta discrepancia da
cuenta de la realización de una comparación cognitiva en base a estándares de lo que es
una buena vida (Veenhoven, 2008). Asimismo, la autora señala que esta evaluación de la
satisfacción con la vida desemboca en un rango evaluativo que va desde la sensación de
realización personal hasta la experiencia vital de fracaso o frustración. En cuanto al el
elemento afectivo, éste constituye el plano hedónico; es decir, contiene el agrado
experimentado por la persona con sus sentimientos, emociones y estados de ánimo más
frecuentes (Veenhoven, 2008).
Vinculado a lo anterior, Argyle & Martin (1991, en Bilbao, Techio & Paez, 2007),
encuentran que el bienestar subjetivo es más permanente que el estado de humor o
ánimo, pudiendo distinguirse, en términos genéricos, dos componentes: los aspectos
cognitivos del bienestar, representados por la apreciación de satisfacción con la vida, y los
aspectos afectivos o emocionales, representados por la balanza de afectos o percepción
personal de la felicidad o tristeza.
Por su parte, Diener (1994, en García, 2002) señala que el bienestar subjetivo
presenta tres elementos característicos: su carácter subjetivo, que hace referencia a la
experiencia de la persona; su dimensión global, puesto que incluye una valoración o juicio
de todos los aspectos de su vida; y la inclusión de medidas positivas, yendo más allá de la
mera ausencia de factores negativos. En base a esto, se afirma que la persona que tiene
un alto nivel de bienestar subjetivo experimenta satisfacción con su vida, deleite frecuente
y solo en ocasiones presenta emociones displacenteras como la tristeza o el enojo; por el
contrario, la persona que tiene bajo nivel de bienestar subjetivo, presenta insatisfacción
con su vida, poco deleite y frecuentemente siente emociones negativas como el enojo o la
ansiedad (Diener, Suh y Oishi, 1997).
Como se evidencia, el bienestar subjetivo ha demostrado especial interés en el
estudio de los afectos y la satisfacción subjetiva de los individuos (Díaz et al, 2006).
Asimismo, se observa que la definición de bienestar subjetivo distingue tanto el
componente cognitivo como el afectivo (Schimmack, Oishi, Radhakrishnan y Dzokoto,
2002) e incluye tanto respuestas emocionales como una evaluación global de la
satisfacción con la vida (Diener, Suh, Lucas y Smith, 1999).
Bienestar psicológico
A diferencia del bienestar subjetivo, el cual pone énfasis en la satisfacción con la
vida y la felicidad, las investigaciones del bienestar psicológico enfocan su noción de lo
que es bienestar en el desarrollo de las capacidades y el crecimiento personal (Keyes,
Ryff y Shmotkin, 2002), concebidas ambas como los principales indicadores del
funcionamiento positivo de los sujetos (Díaz et al, 2006). En la misma línea, Blanco y Diaz
(2005) refieren que el bienestar psicológico ha centrado su interés en el desarrollo
personal, en el estilo y manera de afrontar los retos vitales, en el esfuerzo y el afán por
conseguir nuestras metas.
Es en base a lo anterior, y a la revisión y síntesis de diversas teorías de la
personalidad, que Ryff (1989) desarrolló y sugirió un modelo multidimensional de
bienestar psicológico que conformado por seis dimensiones, las cuales se detallan a
continuación:
Bienestar social
Esta construcción de lo que implica el bienestar ha sido estudiada recientemente
en comparación con las dos anteriores. Como Keyes (1998, en Blanco & Díaz, 2005)
plantea, este tipo de bienestar hace referencia a la valoración que hacen las personas de
las circunstancias y el funcionamiento de si mismos dentro de la sociedad; es decir, en
esta visión del bienestar, se toma como aspecto relevante la relación del sujeto con el
contexto social en el que se desarrolla y desenvuelve.
Asimismo, el investigador citado plantea que este constructo está compuesto por
cinco dimensiones:
Cultura y valores
Cultura
Se entiende cultura como un conjunto de elementos compartidos que brindan
estándares para percibir, creer, evaluar, comunicar y actuar entre aquellas personas que
comparten una lengua, un periodo histórico y una locación geográfica; además, estos
elementos compartidos son transmitidos de generación en generación con ciertas
modificaciones (Triandis, 1996). Es así que, cada persona o grupo social interioriza y se
enmarca en una cultura en particular, la cual pauta la dinámica de la interacción social de
los miembros o de su relación con las instituciones sociales. Dentro de este grupo de
elementos compartidos que conforman la cultura se encuentran los valores (Segall,
Dansen, Berry y Portinga (1990, en Lucker, 2002), los cuales, acota Anderson (2001), se
van construyendo en el proceso de formación de los hábitos en la socialización y se van
reconfigurando y transformando en la acción.
Valores
Al igual que el constructo de bienestar, no se encuentra una definición única de lo
que es un valor. Desde una perspectiva sociológica, Parsons (1968, en Anderson, 2001)
manifiesta que un valor es una concepción, explícita o implícita, que es propia de un
individuo o característica de un grupo, acerca de lo deseable, influyendo así en la
selección de los modos medios y fines de acción accesibles. Además, el autor referido
menciona que los valores sintetizan los sistemas de creencias y los sistemas de símbolos
expresivos de cada comunidad, proporcionando así un sistema de acción para los
individuos. Aunado a lo previo, Anderson (2001) define los valores como aspectos
centrales del imaginario, que hacen referencia al conjunto de representaciones
socialmente compartidas, que enlazan la dimensión cognitiva con la de los afectos y
emociones.
Desde la psicología social, Páez, Fernández, Ubillos & Zubieta (2004), señalan
que los valores son creencias conectadas a emociones, que son culturalmente
construidos como objetivos o metas abstractas que dirigen a las personas, que
trascienden a situaciones y acciones particulares estableciendo estándares que ordenan
nuestra conducta con los demás y la evaluación del mundo que nos rodea.
Por su parte, Schwartz y Boehnke (2003, en Medrano, Cortés y Palacio, 2007)
conceptualizan los valores como representaciones cognitivas con origen en las
necesidades biológicas básicas, en las de interacción social y en las demandas de las
distintas institucionales sociales. Estos autores describen que los valores son
interpretados como una construcción individual de una meta que trasciende una situación
particular, en donde las metas manifiestan intereses (individuales o colectivos o ambos)
que tienen que ver con un dominio motivacional, los cuales se exponen más adelante, y
que estos intereses son evaluados dentro de un rango de importancia o no importancia
como principios de actuación del individuo.
Si bien como se indicó no existe una definición única de lo que es un valor, la
revisión teórica señala que son cinco los aspectos recurrentes en la definición de valores.
Primero, los valores son considerados conceptos o creencias; segundo, corresponden a
metas y comportamientos deseables; tercero, transcienden a situaciones particulares;
cuarto, guían la selección o evaluación de comportamientos y eventos; por último, están
ordenados por su importancia relativa (Schwartz y Bilsky, 1990; Schwartz, 1992, 2005, en
Fontaine, Poortinga, Delbeke y Schwartz, 2008; Schwartz, 2009).
Cabe mencionar que algunos estudios consideran que existen tanto valores a nivel
individual y como a nivel cultural. Ambos niveles se detallan a continuación para una
mayor comprensión de los mismos. De la misma forma, se especificará un conjunto de
valores culturales que se encuentran más próximos a la realidad de nuestro país: los
valores culturales hispanos.
Valores individuales
Los valores a nivel individual representan las metas motivacionales de las
personas, que les sirven como principio de guía en sus vidas (Rokeach, 1973; Schwartz y
Bilsky, 1987, 1990, en Ros y Schwartz, 1995), y son tanto producto de una cultura
compartida como resultado de las experiencias únicas de cada individuo (Ros y Schwartz,
1995).
Como plantea Schwartz (1992, en Bilbao et al., 1995) en su teoría sobre los
valores básicos universales, existen diez tipos motivacionales (valores). Cada uno de
éstos refleja metas y objetivos que las personas buscan conseguir y que marcarán las
acciones que emprenden para conseguirlos. El propio autor afirma que estos tipos
motivacionales serían bastante estables y usuales en todas las culturas; no obstante,
presentan variaciones en cuanto a su intensidad, importancia y su asociación con
aspectos culturales particulares. Además, estos tipos motivacionales se organizan como
un sistema íntegro de prioridades que guían la vida de las personas, estableciéndose una
relación dinámica entre ellos.
Los diez tipos motivacionales (Schwartz, 1992, 2009) son los siguientes:
Valores culturales
Los valores a nivel cultural representan las ideas abstractas socialmente
compartidas, sobre lo que es bueno, correcto y deseable en una sociedad (Williams,
1970, en Ros y Schwartz, 1995). En este sentido, Ros y Schwartz (1995) refieren que los
valores sirven de base a las normas compartidas que prescriben el comportamiento
individual adecuado en cada situación, dentro de una sociedad particular, y que son
inherentes a la estructura y al funcionamiento de las instituciones sociales; es así que, en
el nivel más general, los valores se usan como guía y justificación de las decisiones
adoptadas en las políticas públicas de las naciones.
Al igual que en el nivel individualista, a nivel cultural también se plantean ciertos
tipos de valores. Ros y Schwartz (1995), partiendo de propuestas desarrolladas
previamente, plantean una teoría sobre los contenidos y estructura de las relaciones en
siete tipos de valores en que pueden ser comparadas las culturas. Estos siete tipos de
valores se definen a continuación:
- Conservación: Énfasis en el mantenimiento del status quo, de la propiedad
y de limitar las acciones o inclinaciones de los individuos o grupos que puedan alterar el
orden tradicional. Miller (1984, en Ros y Schwartz, 1995) menciona que estos son valores
socio-céntricos apropiados en contextos en los que el yo carece de significado autónomo
y tiene sentido sólo como parte de la colectividad.
Pregunta de investigación
En base a lo señalado previamente se plantean las siguientes preguntas de
investigación:
Objetivo general
De las preguntas de investigación mencionadas se desprenden dos objetivos
generales:
Objetivos específicos
- Describir las metas de vida de los pobladores de la comunidad de
Kunurana Alto del departamento de Puno.
- Describir los recursos para alcanzar las metas de vida de los pobladores de
la comunidad de Kunurana Alto del departamento de Puno.
METODOLOGÍA
Participantes
Para seleccionar a los participantes se utilizó un muestreo de tipo no probabilístico
accidental o por conveniencia, puesto que se eligió a individuos que se encontraban a
disposición del investigador (Kerlinger y Lee, 2002; Hernández, et al., 2006).
En cuanto al número de participantes que se seleccionará, Mertens (2005, en
Hernández et al., 2006) señalan que al tratarse de un estudio cualitativo el tamaño de
muestra final no se fija de manera a priori sino que se conoce cuando los casos que van
sumándose no aportan información novedosa, al contrario, los datos se vuelven
repetitivos (saturación del contenido). Entonces, se fija el número de participantes cuando
se cumple con el principio de saturación. No obstante, la misma autora refiere que
diversos estudios cualitativos sugieren que el tamaño de muestra mínimo sugerido pal
realizar entrevistas a profundidad es de 30 personas. Al respecto, Hernández et al. (2006)
señalan que si bien este número puede ser utilizado como un marco de referencia, la
decisión del número de unidades que conforman la muestra la toma el investigador en
base a ciertos criterios. Uno de los criterios que se tomará en cuenta, y que ya ha sido
mencionado, es el que hace referencia a la saturación de las categorías o contenidos. A
su vez se tendrá en consideración un criterio importante como el de la capacidad
operativa de recolección y análisis de datos; es decir, se elegirá el tamaño de muestra en
base a la posibilidad y capacidad del investigador de manejar de manera realista y de
acuerdo a los recursos que se dispongan (Hernández et al, 2006).
Instrumentos
Con el fin de recolectar información general sobre la muestra, se aplicará un
cuestionario socio-demográfico, el cual recoge datos como el sexo, la edad, el estado
civil, el lugar de nacimiento, la lengua materna o primaria, la lengua secundaria, el ingreso
mensual familiar aproximado, el número de personas que viven en casa, el número de
hijos, la religión, la ocupación o actividad principal, nivel educativo, etc.
Además, se realizará un breve estudio etnográfico para el que se utilizará una guía
etnográfica que abarca temas como la ubicación geográfica, la descripción física-natural
de la comunidad, las actividades económicas, la infraestructura, los servicios básicos, la
historia de la comunidad, la educación, la salud, los recursos socio políticos, recursos
naturales, entre otros. Dicho método resulta relevante dado que permite estudiar los
significados especiales que adquieren los conceptos (reglas, normas, modos de vida, etc.)
de un contexto en particular (Martínez, 2006). En otras palabras, esto permitirá tener una
compresión global de la realidad socio-cultural de la comunidad de Kunurana Alto, así
como de los pensamientos y sentimientos de sus miembros. Asimismo, facilitará el
establecimiento de un vínculo de confianza que permita una mayor libertad de expresión
de los contenidos personales a tratar en las entrevistas a profundidad.
Procedimiento
En la primera fase del estudio se realizará el trabajo etnográfico, el cual requerirá
que el investigador se traslade a la comunidad de Kunurana Alto y permanezca ahí por un
periodo de quince días. Al no haber un criterio único y adecuado para determinar el
tiempo de estancia en campo (Hernandez et al., 2006), se decidió el lapso de tiempo
señalado de manera arbitraria teniendo como criterio la disponibilidad de tiempo y
recursos del investigador.
Una vez en la comunidad, el investigador se presentará y explicará el motivo de su
visita de forma verbal y escrita. Asimismo, buscará establecer contacto con actores clave
de la comunidad, como lo son las autoridades locales, representantes de la posta de
salud, encargados de la institución educativa y representantes de organizaciones locales,
para que puedan brindar información acerca de las diversas áreas de la guía etnográfica.
También se solicitará un espacio físico, dentro de la vivienda de algún poblador de la
comunidad, dónde el investigador pueda alojarse.
Con respecto a la recolección de datos en esta fase, estará orientada por los
temas de la guía etnográfica descrita en el apartado de instrumentos, así como por las
variables de interés del presente estudio. Además, es relevante indicar que la técnica que
se empleará para el recojo de la información será la de observación participativa, ya que
el investigador vivirá lo más que puede con las personas o grupos que desea estudiar,
compartirá las costumbres, estilos y modalidades de vida de la comunidad, y participará
de las actividades cotidianas de los pobladores. Es a partir de estas vivencias y el diálogo
coloquial que el investigador tomará notas de campo, tan pronto como sea posible, para
posteriormente revisarlas y complementarlas (Martínez, 2006). De esta manera, se
obtendrán los datos necesarios para la compresión de los significados y signos
particulares de la comunidad, lo que ayudará al entendimiento de la información recogida
en la segunda fase, la de realización de las entrevistas.
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