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Po ecccrones
RESS-NAS
ELACIONES 98, VERANO 2004, VOL. KxVRESENAS.
consult6 0 fue estimulo para su pro- |
puesta y por ello obligada gratitud a
Jas personas, por el dato o a sugeten-
cia. Ademas de referirlas a cada uno
de os capttulos.
Bien de notar es su delicadeza al
externar sus diferencias con otras lee-
turas 0 interpretaciones (es el caso la
que refiere al doctor Miguel Leda
Portilla (97).
Francisco Miranda
El Colegio de Michoacan
fmirande@colmich edu.mx
JOSEP FONTANA, LA HISTORA DESPUES DEL
FIN DE 1A HISTORIA, BARCELONA, CRITICA,
1992, 153
Mi generacién llegé muy tarde al
Che Guevara pero muy temprano
ala caida del Muro de Berlin
Rubén Martinez,
“The other side”.
E, cerrumbe det sociaismo real ine
trodujo en el pensamiento. politico,
social e ideotdgico una serie de cues-
sionamientos a los paradigms teér-
cos esgrimidos pot las distintas iz-
quierdas militantes y académicas
acerca de la posibilidad de constuir
un mundo més equilative y justo
aplicable a las distintas categorfas de
ongenizaciin social, Dentro det camn-
3
po académico, las ciencias sociales y
Jas disciplinas humanisticas se vieron
particularmente afectadas ante la ne
cesidad de explicatse el nuevo orden
‘mundial, El debate intelectual inicia-
do buscé explicar las causas del fin de
una utopia, De inmediato surgieron
voces que celebraban la cafda de un
sistema (otalitavio y el fin de la Gue-
11a Fria, En adelante conceptos como
libre mercado y democracia se erigie-
ronen verdades axiométicas con la que
se procuré desterrar todo cuestiona-
miento a Ia ideologia triunfadora. Ante
lateleologfa de sthemos legado al me-
jor de los mundos posibles, autores
como Francis Fukuyama respondie-
ton de manera afirmativa el sostener
que asistiamos al fin de la historia, En-
{te los profesionales de la historia hubo
algunas respuestas titubeantes y si-
lencios displicentes, sin embargo, una
inorie alzé la vo para argumentar
cen contra de esas posiciones solipsis-
tas, tal fue ef caso de Immanuel Wa-
lerstein y de Josep Fontana, autor que
esta ocesi6n nos ocupa.
Enaras de encontrar una respues-
ta dirigida més al gremio de los histo-
riadores que a los negadores de la his-
toria, Fontana reflexiona sobre la
situaci6n actual de la ciencia histérica
al partir del cuestionamiento sobre
centrar el debate en tomo a conocer si
ceslamos frenie al fin de la historia o se
trata en todo caso del fin de la ciencia
3RESENAS
histérica debido al agotamiento de mo-
delos metodoldgicos la insuficiencia
instrumental de las nuevas interpre-
taciones, Sin ocultar ef deseneanto y
pesimismo que le suscita el hecho de
que la balanza hegeménica mun
se haya inclinado de lado de! sisterna
capitalist, alo largo de su exposicion
intentard responder a las siguientes
preguntas; gqué queda por hacer?,
denies lahistorie que ha de ejercerse
en sociedades capitalistas donde el
devenir es desolador, donde no exis-
‘ten ideologias que sirvieran para guiar
Jo que se debe o no haces, como lo fue
en un momento el marxisimo? Su
respuesta es contundente. Hay que
seguir escribiendo historia con inno-
vaciones metodolégicas y_ enrique-
ciendo el bagaje histérico,
De entrada emite una critica al ea-
pitalismo como un sistema excluyen-
te que he demolido las economins de
muchos pafses. Enfatiza que en el
marca de un mundo en apariencia
unipolar existe una tendencia en los
paises ricos para favorecer un viraje a
Ja derecha en la ensefianaa de las
cioncias sociales con el fin de deste-
rar de las universidades todo pensa-
miento contestatario al orden impe-
rante. Como caso concreto refiere el
financiamiento del libro de Fukuya-
sma sobre el fin de ta historia publica-
do en 1989, por parte de Ia Fundacién
estadounidense John M, Olin, que
destina millones de ddiares para con-
seguir ese objetivo,
Lanecesidad de establecer qué ha
fallado en la labor historiogréfica to
lleva a examinar los desatinos y acier-
tos de las distintas cortientes inter-
pretativas de la historia, Inicia con
aquellas posturas que reclaman cl le-
gatlo de Marx, en la que distingue dos
tipos: la primera, ala que califica como
marxista y que no refleja el pensa-
miento de Marx aunque se asume
como tal atrincherada en un “marxis-
‘mo catequistico” que tomé E! Capital
como une especie de biblia de la que
extrajeron y acufaron sin mayor te:
flexién todos sus instrumentos de
“anilisis"; la segunda corriente es
aquella que representa de manera mas
cercana el pensamiento de Mary a la
que designa como marxiana 0 mar-
xismo critica y que bajo un filtso criti-
co sefleja con mayor fidelidad las
ideas de Marx. En el caso de los pseu-
domarxistas estos quedaron en la or-
fandad ideol6gica después dela cafda
del Muro de Berlin, fo que ocasioné
que nachos se refugiaran en el escep-
ticismo y desconfiaron de cualquier
plenteamiento tebrico, posicién que
Dien puede traducirse en formas de
positivismo enmascaradas en la pos:
modemidad. A su juicio se trata de un
eclecticisme superficial bajo la sensa-
cin de que es necesario cambiar el
bagaje metodol6gico y renovarlo de
324RESENIAS
acuerdo a las modas intelectuales de
cada temporada, Equipara esta pos-
tura con el escepticismo que ocasioné
en algunos autores el régimen nazi al
téemino de la Segunda Guerra Mun-
dal, como se aprecia en algunas obras,
de Emst H, Kantorowice, Paul de
Man y Georges Perec.
Por otro lado, al evaluar las ten
dencias historiogrétices que privile-
gian lo narrativo, entre quienes desta-
caa Hayden White y a fos exponentes
de la microhistovia italiana ve el ries-
go de supeditar la esencia interpreta
tiva del objeto de estudio en favor de |
Ja forma narrativa. En ta biisqueda |
dchacer une historia digerible advier-
te del peligro de convertir el relato en
tuna imitacién desafortunada de textos
literarios como El nomire de la vese
Uno de los problemas fundamentales
de la microhistoria italiana consiste
en pretender dar rango universal a
explicaciones extrapoladas del estudio
de casos individuales, sustentadas en
métodos detectiveseos al estilo de
Sherlock Holmes. Considera que el
regteso a las formas narrativas que
expliquen linealmente los aconteci-
rmientos reunidos de manera coheren-
te en un relato puede hacer que se
pierda la visi6n globe! de la historia,
puesto que esta dltima “exige plan-
tear seriamente el andlisis delos crite-
riog de ordenacién que han de definir
esta globalizacién’”
a
| Respecto a las tendencias cientifi-
| cistas de hacer historia Fontana se re-
fiere a ellas como una “huida a otras
ciencias". Al designarlas como “Ia ilu-
sin cientifista” acude a una concep-
cin neokantiana que divide el campo
de las ciencias entre unas disciplinas
generalizadoras, capaces de Wegar 2
formular leyes, y otras come la histo-
ria, que estén obligadas a limitarse a
lo individual, sin aspirar conseguir
la perfecci6n de las primeras. En este
punto afirma que mueve a es0s histo-
| riadores transfugas un complejo de
| inferioridad acendrado desde la pu-
| blicacién de La miserin del historicismo
| de Karl Poppet. Otro ejemplo més vil
| Jo encuentra en la propuesta de K. N.
Chaudhuri de matematizer la histor
ria, cuyo resultado no fue la manufac
tura de historia cuantitative sino un
intento de aplicar Ia teorfa de conjun-
tos a le historia. Subyace la idea de
| que Fontana considera vano el debate
interdisciplinario entre las ciencias
sociales y las ciencias “duras” mien-
tras estas tltimas quieran iinponer su
rigor y tendencias generalizadoras al
conjunte de las ciencias sociales.
Llegado a le cuestién de fa inter-
dlisciplinariedad, Fontana sefala a pro-
lividad de los practicantes de la his-
toria econdmice a la que define como
“ cliometria” en funcién de la propen-
sién a utilizar los datas historicos para
i analizarlos a través de todo el apara-to metodaldgico dela teorfa econdmi-
ca conventional, Este tipo de estudios
terminan por abanconar el estudio de
Ja realidad social y lo reemplazan por
l de ios simbolos. Fontana sefala ia
paradoja entre los historiadores y los
economistas ya que los primeros (@
quienes llama “conversos"), defien-
den "la formalizacion econdmice ex-
treme” mientras que los segundos
reclaman “una historia econémica ca-
paz. de ayudar 2 corregir fos excesos
de abstraccién en que esté cayende la
teorfa econdmica”. Con ironta apunta
que Ja historia econémica se indepen-
diz6 de la economia en las universi-
ddades britsnicas a fines del siglo xx y
principios del xx, pero fos clidmetras
nose han percatado todavia de esto y
tratan de mantener sus investigacio-
nies dentro de los pardmetros de la
economia, Lo que jusifica la indepen-
dencia de la historia respecto de la
economia es el hecho de que la teoria
cecondmica no puede por st sola expli-
car “la complejidad de los actos hu-
manos colectivos, incluso si nos limi«
tamos al terreno especifico de los de
nraturaloza estrictamente econémica”,
En un principio los resultados de
Ie historia econémica fueron alentado-
res como aquellos trabajos realizados
en la década de los sesenta que abor-
daron dos problemas coneretos: la eco-
noma esclavista del sur de los Fsades
Unidos y la contribucién del ferroca
3
RESENAS
rril al desarrollo econémico. En los
afios posteriores considera que no ha
habido nuevas aportaciones. Postula
que es necesario corregir los errores 0
malos planteamientos, ademas de
establecer un “texto propio”, sin que-
darse en la mera enumeracidn de ta-
blas como explicacién de ta realidad.
Para nuestro autor, la historia en cual-
quiera de sus vertientes tiene como
protagonista al hombre y mientras no
se aprehendan todas las dimensiones
de Jo humano no se puede aspirar a
su comprensién
Un ejemplo concreto de los falsos
enfoques interpretatives de Ja “clio-
metria” lo encuentra en su: incapaci-
dad para resolver el dilema de ta “ca
lidad de vida" ya que al hablar del
salario, que afirma es lo més fécil de
‘cuantificar pero que se complica cuan-
do se intenta pasar “del salatio nomi-
nal al salario real y ale evaluacién de
su nivel adquisitivo". Esta disyuntiva
conduce de la discusién de los sala-
rigs @ la del nivel de vida, Lo anterior
ha llevado a estudiar a la aristoctacia,
los campesinos, los habitantes de las
ciudades y los asalariados, cuestién
que no se puede estudiar s6lo a través
de métodos cuantitativos, De fo ante-
ior se desprenden una serie de criti-
cas a los estudios demogréficos que
no ven los procesos mds allé del fen6~
‘meno como pudiera ser el caso de fas
caléstrofes cuando se les desliga de su
26RESENIAS
naturaleza social. Esto es frecuente en
studios sobre enfermedades, epide-
mias y hambrunss, cuestiones que no
pueden apartarse de temas como el
progreso econémico o al avance de la
medicina, asf como la posibilidad de
acceder a las innovaciones de la cien-
cia segtin las distintas clases sociales.
La relacion de corvientes historio-
agréficas continta con las perspectives
hist6ricas formuladas desde el campo
de la geogratia y la ecologia. Destaca
el abuso cometido por los forjadores
dela ecohistoria o environmental histo-
zyal ignorar en sus planteamientos a
evolucién historica de ls ideas acerca
de las selaciones hombre-naturaleza,
visién oblicua que conduce a pensar
que el deterioro del medio ambiente
actual es simplemente consecuencia
del desarrollo humano. De este modo
topamos con una posicién simplifca-
dora del deteriowo eeoldgico y de es-
tudio de las relaciones entre las socie-
dades y su medio ambiente en un
tiempo y espacio determinado,
Més adelante, cvestiona retoman-
do E.P Thompson la “desintegracién
dela historia” que tionde a descontex-
tualizar conflictos histdricos median-
te la revisi6n de términos como clase,
burguesfa, feudal o capitelista para
reemplazarlos por otros como prein-
dustrial, tradicional, patemalismo 0
‘modemizacién, que ve igualmenteim-
precisos, no exentos de cargas ideol6-
3
gicas. La ftagmentacién del saber his-
{rico conlleva aislar el estudio global
de la sociedad y la convierte en terre-
no acotado de précticas historiografi-
cas que se presumen cientificamente
auténomas, tal es el caso de la historia
demogréfica, ia historia de las muje-
res y To que en el futuro se acumule
pues a su juicio con periodicidad apa-
zece una nueva especalizacién que con
igual rapidez desaparece, Este com-
portamiento ha llevado a convertiren
disciplinas indepencientes simples
téonicas de trabajo como la historia
oral o la arqueologia industrial que
considera s6io tienen sentido cuando
‘se ponen al servicio e una interpreta-
cin historica global
En cuanto a la historia impregna-
da por el analisis del discurso ve una
penetracion del deconstructivismo al
grado de que su estudio amenaza con
“reemplazer el de la realided”. Esta
herramienta debe ser utilizada para
contribuir ala depuracién critica, pero
el historiador no s6lo maneja eviden-
cas textuales, sino también la arqueo-
logia y otras categorfas demograficas
como nacimicntos, fecundidad, espe-
ranzas de vide y defunciones que no
pueden ser deconstruidos con faciti-
dad. Este tipo de andlisis funcionan
enestudios sobre la elaboracién de dis-
cursos histéricos legitimadores, pero
no todos los documentos son de este
tipo, los hay aquellos que regulan y
7RESENAS.
explican datos o acontecimientos de
la vida cotidiana,
En lo que corresponde a la histo-
ria de las mentalidades manifiesta su
inconformidad con la concepeidn em-
pleada para definir cultura, porque
slo disgrega el campo de la historia
al fener como objetivo el conocimien-
to de la cultura popular, término que
yaha sido aclarado, Ve en las mentali-
dades un término indefinido que ca-
rece de sustento y le adjudica un ori=
gen basado en teorfas antropologicas
deterministas, En su apuesta a recu-
perar el sentido de a globalidad, Fon
{ana busca que este site y explique el
conjunto de los acontecimientos his-
t6ricos. Trata de recuperar “dos sig-
nos de identidad de una historiogra-
fig critica que son le ‘globelizacién’ y
le ‘politizacién’”. Bajo el entendido
de que la “globalizacién’”, consiste en
Ta voluntad de recoger Ios fragmentos
de una historia dividide en trozos para
yeconstruir una vision unitaria del
hombre en todas sus dimensiones:
‘desde su alimentacién hasta sus
sueitos, con el fin de superar las con-
secuencias del fraccionemiento cien-
tifsta que conduce a investigar minu-
cias carentes de relevancia fuera del
ambito estricto de la profesiin, y a
publicar fos resultados en revistas y
monograftas que s6lo leen otros miem-
bros de la tribu’. Afiade que por “po-
litizaci6n” debe entenderse la nec
dad de comprender que “detvds de
toda interpretacién historica hay siem-
pre una ‘politica’, y que conviene que
seamos conscientes de este contenido
subyacente, en lugar de Timitarnos a
transmitizlo inadvertidamente, como
solemos hacer”
La conclusién de Fontana tiene
un sesgo desalentador y pesimista al
sefialar los efectos devastadores del
“ progreso” sobre todo para los paises
subdesarrollados en Africa y Améri-
ca. En esto ha renacido el racismo y el
{ascismo como resultado del curso de
una historia ya que forman parte
de este modelo de crecimiento econé-
mica. Al final se trata de una reafie-
macign de su vocacién de historiador,
es una exhalacién en pos de una his-
toria critica y reivindicativa de la di-
ensign social de la humanidad
Rogelio E. Ruiz Rios
El Colegio de Michoacén
lareelidad@yahoo.com
PETER S. CAHN, AU! RLGIONS ARE GOOD IN
TZNIZUNIZAN: EVANGEUCALS IN CATHO.
UC MEXICO, AUSTIN, UNIVERSITY OF TEXAS
PRESS, 2008, 197 F
E. un México cada vez mds diversi-
ficado en materia religioss es impor-
tante destacar las formas locales a tra-
és de las cuales los actores sociales