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RETIRO DE CUARESMA

(ENTRESACADO DE UN ARTÍCULO DE JOSÉ MARÍA ARNAÍZ)

“Dame de beber…
Si bebes del agua que yo quiero darte
no volverás a tener más sed”
(ENTRESACADO DE UN ARTÍCULO DE JOSÉ MARÍA ARNAÍZ)

En este día de oración y reflexión centramos nuestra atención en la espiritualidad. En el corazón


de la espiritualidad está siempre el encuentro con Jesús. El aparece en nuestro horizonte, en nuestro
proyecto, en nuestra casa, en nuestra compañía, en nuestros pasos, en nuestra vida. Así le
ocurrió a una discípula de Jesús, a la Samaritana; una pena que no sepamos su nombre. Con todo,
nosotros terminaremos dándole uno. La llamaremos Gracia; la que nació en un encuentro y del
amor. Ella, mujer, se encontró con un hombre, Jesús. Desde ese encuentro, desde aquel día, que
no tiene fecha, los hombres y las mujeres deben saber más de reciprocidad, de interacción, de
misión compartida, de afecto dado y recibido.

I. DE LA MANO DE LA SAMARITANA
Entramos en oración de la mano de una mujer, la Samaritana, que ha buscado mucho en su vida
y no siempre ha encontrado. Ahora busca agua. Estamos en un pueblito de Samaría, llamado
Sicar. Ella nos toma de la mano. Nos conduce al pozo de Jacob para sacar agua. Le ayudamos a
llevar el cántaro pobre y frágil, vacío y lleno a la vez. Es mediodía. Cuando llegamos nos
encontramos a un hombre cansado y sentado tranquilamente en el brocal del pozo. Mira
atentamente a la señora que llega que, como toda mujer, tiene el aire de ser símbolo y
encarnación do su pueblo. Toma la iniciativa y le dice:
- Dame de beber.
Ella le mira desconcertada y distante y le responde:
- ¡Cómo se te ocurre a ti que eres hombre y que eres judío pedirme a mí que soy mujer y
samaritana de beber!
Así, esta mujer deja constancia de un desencuentro. Hace añorar instintivamente sus
reticencias, prejuicios, resistencias, dificultades e insatisfacciones. Esta mujer y este hombre
todavía están distantes. Llegará a decir que no tiene marido. De muchos se ha distanciado y
quizás por eso no quiera saber más de ninguno.
Pero Jesús la "provoca" y le evoca sus heridas y debilidades y así, curiosamente, se inicia un
camino de encuentro. El encuentro se está preparando. Todavía no se ha dado. La seducción se
producirá cuando la Samaritana perfore sus defensas, evoque su deseo de ir hasta lo más
profundo de las mismas, a sus fuentes interiores y secretas. Así comienzan a acortarse
distancias, a acercarse, a darse el encuentro y a ir más lejos y llegar a lo más profundo. Y la
seducción llegó, se comenzó a pasar del símbolo a la realidad. La mujer llega a aceptar la
propuesta de Jesús y lo identifica con el agua viva, con aquella persona que hay que adorar; que
le acogió sin juzgarla ni condenarla. En ese momento la samaritana ya no es "mujer", no es
samaritana, tiene nombre, tiene agua, adora y se llama Gracia. Y a su vez a Jesús le va seducir
esta mujer que le llama "Señor" y quizás tuvo la osadía de nombrarle con algún nombre nuevo y
le llamó hermano, Tobías. Simón, Manantial de agua viva. Por eso, Jesús se anima a revelarla
quien es; se manifiesta, habla con el corazón. Esta es la única ocasión en la que Jesús revela

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directamente su identidad.
Esta mujer le seduce porque es de las últimas; es mujer y no hombre; es pecadora y no santa,
es vulnerable y no imperturbable, es samaritana y no judía. Se anima a descubrirle que es
profeta, que es Mesías, qu e es salvación. Es aquel que ella y su pueblo siempre había estado
esperando sin saberlo. Esta mujer queda seducida y deja en manos de ese hombre la perla
preciosa de su futuro que puede convertirse en vida plena, honda y desbordante. Ese hombre
abre tras de sí una hue ll a de alegría y libertad. Gracia lleva a Jesús. Jesús lleva a Gracia y se
juntan como se junta la sed y el agua viva.

II. DE LA MANO DE JESÚS


Jesús toma nuestra mano y nos acerca a una mujer, a la Samaritana. ¿Hacia adónde nos lleva?
De la mano de Jesús aprendemos a superar las distancias y las rupturas. Aprendemos a hacer
emerger una sed honda en nosotros y en los demás, un deseo mayor que relativice los otros
proyectos y aspiraciones. Jesús hace aflorar el gran deseo de vida fecunda que está en toda
persona y que se hace mayor y mejor cuando se comparte. De la mano de Jesús nos acercamos
a una mujer y en ella nos encontramos a nosotras mismas. El rostro de la Samaritana le lleva a
Jesús a confesarse Mesías y adorador en espíritu y en verdad. Jesús no quiere que esta mujer se
vaya con su cántaro lleno de agua y sin darse cuenta de su profunda sed. La quiere cerca, llena
de novedad, de encanto. Le apasiona. Le quiere dar su agua y en cierto modo la quiere anegar
en su corriente; en su proyecto, su afecto y su fuerza salvadora.
Jesús es el camino para acortar distancias entre los hombres y las mujeres y para "incluirnos"
unos en otros. De la mano de Jesús partimos de nuestra debilidad. Por eso en este encuentro
Jesús pregunta, recibe, busca, pide agua, no da agua, deja con una sed nueva que convierte a la
Samaritana en Gracia, en sedienta apasionada del anuncio de la buena nueva en su ciudad. Ella
termina apasionada por Jesús y por su Reino. Y bien puede proclamar: "tu amor vale más que la
vida" (Salmo 63, 4 ). Jesús confiesa. El que va a venir ha venido; el Cristo "soy yo, el que está
hablando contigo". Esta confesión en primera persona no puede faltar en ningún verdadero
encuentro: "Soy yo... tu hermano, tu amigo, tu amante, tu salvador, tu compañero, tu
"marido"...". Soy tu agua viva y tu manantial. Jesús se confiesa y se declara y espera respuesta.
Aprendemos a encontrarnos con la Samaritana y a ofrecer el agua con el que no se vuelve a
tener sed y esa agua no es río, es manantial; es agua viva, de buen pozo, no estancada, que
brota ininterrumpidamente. En todo encuentro aprendemos a convertir lo que ofrecemos en don
y a querer dar cada vez más y mejor.
Aprendemos a hacer de la discípula y de la creyente Gracia una misionera de su pueblo. Se logra
despertar en ella su condición de mujer sin marido, de buscadora de pozo, de zahorí del Reino,
de perforadora de las apariencias hasta llegar a alumbrar el verdadero manantial, el del amor
que hace fecundo todo.
Jesús encuentra a Gracia; la acoge y la introduce por un camino de fe que se pone por obra por
el amor; por un camino de vida.
- Jesús toma la iniciativa, la provoca con la promesa de un don superior a ningún otro y
Gracia se deja atraer y seducir.
- Jesús le promete un agua más deseada que ningún agua terrena y Gracia se deja convencer
totalmente.
- Jesús le habla del Padre y se revela como el Mesías y Gracia cree y ama.
- Jesús, como verdadero profeta, entra personalmente en la vida y en e] corazón de Gracia y
ella se hace mensajera de Jesús en su ciudad y "sus habitantes creyeron en Jesús por las
palabras de la mujer".
- Jesús toma conciencia de que en ese rostro de Gracia se manifiesta el rostro de su Padre qué
ternura y misericordia (Is. 49, 15; Le. 13,34).
Gracia bien podía decir que la mano de un desconocido había tomado la suya, la había sacado a
campo grande, bajo cielo abierto la había dejado en una encrucijada y en ese lugar también

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estaba él. Se trataba de aventurarse por un camino absolutamente desconocido y hacer una
andadura nueva e inédita; marcada por el riesgo, la pasión, la aventura y la cordu ra. Se trataba
de hacer un itinerario con los ojos y los oídos abiertos y en el que la única brújula que guiaría a
la meta sería la de la misericordia y la ternura, la del espíritu y la verdad. Pero se avanzaría
juntos. El encuentro se había dado; el propio de un enamoramiento apasionado por Jesús y por
el Reino. Ese Señor en el que creyó terminó amándolo y por él se sintió amada. Se hace su
discípula y más que discípula, misionera.

III. DE LA MANO DE JESÚS Y DE GRACIA NOS ENCONTRAMOS...


Nos encontramos, nos leemos nuestras vidas. Descubrimos "los maridos o las mujeres que
tenemos", la necesidad de la purificación, de un Mesías, de un salvador/a para ser buenos
discípulos; la manifestación de lo que hay en cada uno de nosotros y de la gran necesidad que
tenemos de adorar al Padre en espíritu y en verdad y en todos. En aquel pueblo muchos
creyeron en él por las palabras de la mujer que atestiguaba: me ha dicho todo lo que hice; ha
entrado en m¡ corazón y en mi intimidad. Ahí se encuentran este hombre, este hij o del hombre,
Jesús, y esta mujer, la Samaritana, transformada en misionera de su pueblo. No hay duda que
en este encuentro brotó el afecto, la sinceridad, la verdad. Gracia se ve libre de sus idolatrías;
Jesús le mani fiesta que es un pozo de agua viva. Gracia llegó a descubrir que es vasija de
barro y confiesa con la canción: "De ti nací y a ti vuelvo. Vasija, vaso de barro, con mi muerte
vuelvo a ti, a tu fondo enamorado".
Jesús y la Samaritana nos llevan al tan necesario y redimido encuentro del hombre con la mujer.
Para que se dé y del modo debido en el momento actual de la sociedad y de la Iglesia no puede
faltar la acción del Espíritu. Bien podemos decir que en sí mismo es un signo de la vitalidad que
el mismo Espíritu suscita en la Iglesia, en la vida consagrada y en la sociedad. Más aún, este
encuentro es un signo profético, y cuando se produce desde una madura experiencia de
inclusividad, se entiende mejor el evangelio, la vida cristiana y la vida religiosa y se enriquece la
espiritualidad y se completa la misión. Apostar por el distanciamiento o incluso por la exclusión
del hombre o de la mujer en el diario vivir de las personas y de la Iglesia es como querer
caminar por la vida con un solo pie u oír con un solo oído o mirar con un solo ojo. Este
encuentro es, en muchos casos, un reencuentro cultural y una clara expresión de vida nueva.
Supone una especial fecundidad en nuestras vidas. Hace que ni al hombre ni a la mujer les
falten los indispensables elementos que nos intercambiamos y nos llegan con la convivencia, la
amistad, el contacto y la interacción.
Con este encuentro se superan aspectos negativos importantes que bloquean la revitalización de
la convivencia actual y que no suelen faltar en nuestras vidas: el patriarcalismo, el sexismo, el
machismo y ciertas prácticas discriminatorias tanto en la sociedad como en la Iglesia. La
inclusi-vidad puede traer significativos cambios institucionales debidos a la mayor convivencia e
interacción entre hombres y mujeres. En una sociedad donde estos encuentros se den bien se
generarán, sin duda, relaciones sociales fundamentalmente diferentes de las actuales.

IV. DE LA MANO DE I.OS DISCÍPULOS/AS VIVIMOS LOS MUCHOS ENCUENTROS


Si queremos una vida cristiana y ciudadana que sea una alternativa a la actual necesitamos
colocar en el centro de nuestras opciones espirituales y pastorales la palabra, la perspectiva y la
dinámica del encuentro. La Vida Consagrada quiere esta alternativa y tiene que querer los
muchos y ricos encuentros que la ponen por obra. Los encuentros que nos llevan a lo más
sublime y nos sumergen en lo más cotidiano, a lo que nos lleva esta oración, necesitan
realizarse, en "la tienda del encuentro". Nos lo dice Moisés, un gran místico y un gran profeta
(Ex 33, 7) que consiguió que el pueblo de Israel se encontrara cara a cara con Dios y entre sí.
Los encuentros son una realidad clave en la historia de cada uno de nosotros, de la vida
consagrada y de la Iglesia cuando se trabaja por el Reino; en la pastoral y en la espiritualidad.
También lo son en la historia de la humanidad. Encontrarse es parte del código genético del ser
humano y del cristiano. Es tarea y es don para la vida consagrada hoy. Por supuesto, los
encuentros llevan a cambios en el campo de la espiritualidad, la misión, la forma de vida y las
estructuras.

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Encuentro es la creación y lo es la encarnación. Cristo vino a encontrarse con nosotros. Pascua
fue y es encuentro: con la vida y con Cristo resucitado. Los que van creyendo en él se hacen
cristianos y se encuentran para hacer oración, para compartir el pan y para ayudar a los pobres.
La plenitud del encuentro llega en Pentecostés. Es la fiesta del encuentro con todos, el que
supera las diferencias y las diversidades y hace posible entenderse y darse los unos a los otros.
El encuentro auténtico implica todo nuestro ser ya que nos coloca en "los límites de las
fronteras". Ahí sentimos la urgencia del encuentro. Esto ocurre en el verdadero encuentro, el que
nace del amor y nos expone al riesgo. Las tensiones, las separaciones, los distanciamientos, los
desencuentros han quebrado el hilo conductor de la historia y han originado las separaciones y
las luchas y han llevado a las guerras y a las destrucciones. La historia de la humanidad, leída
sabiamente, nos recuerda que si queremos caminar rápidos debemos hacerlo solos. Sí queremos
caminar lejos y emprender una larga andadura, tenemos que saber "caminar juntos".
Los encuentros nos piden serenidad, coraje y sabiduría. Los desencuentros vienen de la
incapacidad de proponer metas y tareas claras por falta de coraje y de serenidad que nos acelera
y hace imposibles los intercambios necesarios. El encuentro pide las ganas de moverse. En África
se dice que dos montañas nunca se encuentran porque nunca se mueven.
Si se da el encuentro en profundidad se produce una etapa nueva en nuestras vidas y en
nuestros grupos. Se adquiere una especial fuerza de comunión y de transformación; una
fecundidad que nos hace felices. Son presencias que se transforman en una "fuerza creativa y
dinámica". Revitalizan a y ayudan a superar los diversos signos de cansancio y de
estancamiento. Cuando acontece el encuentro entre Gracia y Jesús, surge vida y el agua del
pozo brota abundante. La aventura espiritual de nuestro tiempo pasa por la calidad e intensidad
de nuestros encuentros. Cuando un creyente encuentra a oiro creyente son muchas las cosas que
pasan. Comienzan nuevas relaciones y nuevos compromisos, nueva vida. La vida consagrada
termina siendo refundada. El camino para llegar a esta meta son los nuevos encuentros.
Esa experiencia del encuentro es de todos nosotros. No debe pasar desapercibida en nuestras vidas.
Hay que vivirla y sentirla, entenderla y comunicarla. Es la experiencia más fuerte y la tendencia más
consistente de nuestro contexto sociocultural. Los hombres y mujeres que habla con Dios deben
encontrar los espacios, lugares, tiempos, mediaciones y personas que canalicen y provoquen la
experiencia de los encuentros con los demás.
La expresión, pues, que queremos usar para entrar en el corazón de la oración y de la vida
consagrada es la del "encuentro". El encuentro es una estructura, un acontecimiento y un
espíritu; tiene un antes y un después; crea un ambiente, transforma a las personas y a los
grupos. De la cultura actual nos llega la insistencia de ponerlo de relieve en todas las
dimensiones de la vida consagrada. Supone escucha, diálogo, interacción y lleva a una verdadera
transformación. Nos deja con más intensidad en nuestras relaciones y alarga nuestros
horizontes. La Samaritana es el icono de la vida consagrada de nuestros días. A esta vida
consagrada así encarnada se le ha llamado Gracia. Gracia sería la buena orante y la religiosa que
encontró a Jesús y Jesús y le hizo su discípula. La que se necesita que ande por los caminos del
mundo marcándoles con las huellas de los pies descalzos y ungidos por Jesús para derramar un
olor nuevo, enseñar un culto nuevo y unos encuentros nuevos, los que liberan y hacen
comunión; los que salvan.

V. UN PAR DE ANOTACIONES PARA QUE LA ORACIÓN DEL DISCÍPULO/A SEA UN


ENCUENTRO Y SUS ENCUENTROS ORACIÓN
Que la oración del discípulo/a sea ver, en todo y sobre todo, personas; hombres y mujeres que
están juntos y unidos. En ella primordialmente reconocemos presencia y gracia que se
encuentra, se fecunda y se multiplica. Evocamos vida. Del encuentro nace la intuición mística
que se desborda en la profecía. Que los encuentros de oración del discípulo/a sean prolongados
y frecuentes. Que se transformen en palabra de Dios que descubre el misterio y el dinamismo
vital por el que entramos en sintonía con él. Así toda oración será encuentro, será un cara a
cara con Jesús y con los seres humanos. Será un mirar, escuchar, sentir, tocar, decir, callar; un
conmoverse y mover los pies y las manos para que hombres y mujeres aprendan a vivir dejando
huellas comunes por haber hecho caminos idénticos.
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(ENTRESACADO DE UN ARTÍCULO DE JOSÉ MARÍA ARNAÍZ)

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