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BANQUETE DE TIRANOS Sus colmillos brillaban en la noche

Y si acaso sin sangre hacerse puede, pero sus ojos no, porque era ciego.
Hay una raza vil de hombres tenaces, hágase... Clávalos, clávalos Su boca abierta relumbraba, roja
de si propios inflados, y hechos Todos, en el horcón más alto del camino como el vientre caldeado de un brasero;
Todos del pelo al pie, de gorra y diente; por la mitad de la villana frente. como la gran bandera de venganza
y hay otros, como flor, que al viento exhala que corona las iras de mis sueños;
en el amor del hombre su perfume. A la grandiosa humanidad traidores, como el hierro de un hacha de verdugo
como implacable obrero abrevada en la sangre de los cuellos.
Como en el bosque hay tórtolas y fieras que en féretro de bronce clavetea, Y en aquella honda boca aullaba el hombre,
y plantas insectívoras y puras los que contigo como el sonido fúnebre en el hueco
sensitivas y clavel en los jardines. se parten la nación a dentelladas. de las tristes campanas de noviembre.
José Martí. Vi que mi alma
De alma de hombres los unos se alimentan; con sus brazos yertos
los otros su alma dan a que se nutran y en su frente una luz, hipnotizada
y perfumen su diente los glotones, subía hacia la boca de aquel perro,
METEMPSICOSIS
tal como el hierro frío en las entrañas y que en sus manos y sus pies sangraban
(Teoría de la transmigración de las almas:
de la virgen que mata se calienta. como rosas de luz, cuatro agujeros;
reencarnación. Fragmento)
y que en la hambrienta boca se perdía,
A un banquete se sientan los tiranos y que el monstruo sintió en sus ojos secos
Era un país de selva y amargura; un país con
pero cuando la mano ensangrentada encenderse dos llamas, como lívidos
altísimos abetos,
hunde en el manjar, del mártir muerto incendios de alcohol sobre los miedos.[…]
con abetos altísimos, en donde
surge una luz que les aterra, flores Leopoldo Lugones
ponía quejas el temblor del viento.
grandes como una cruz súbita surgen Tal vez era la tierra cimeriana
y huyen, rojo el hocico, y pavoridos donde estaba la boca del infierno,
a sus negras entrañas los tiranos. LO FATAL
o la isla que el grado ochenta y siete
A René Pérez
de latitud austral, marca el lindero
Los que se aman a sí, los que augusta de la líquida mar; sobre las aguas
razón a su avaricia y gula ponen;  
se levantaba un promontorio negro,
los que no ostentan en la frente honrada Dichoso el árbol que es apenas sensitivo,
como el cuello de un lúgubre caballo,
ese cinto de la luz que en el yugo funde y más la piedra dura porque esa ya no siente,
de un potro colosal, que hubiera muerto
como el inmenso sol en ascuas quiebra pues no hay dolor más grande que el dolor del ser vivo,
en su última postura de combate,
los astros que a su seno se abalanzan; ni mayor pesadumbre que la vida consciente.
con una hinchada nariz humeando al viento.
los que no llevan del decoro humano  
 
orando el sano pecho; los menores Ser, y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,
El orto formidable de una noche
y los segundones de la vida, sólo y el temor de haber sido y un futuro terror...
con intenso borrón manchaba el cielo,
a su goce ruin y medro atentos  
y sobre el fondo de carbón flotaba
y no al concierto universal. Y el espanto seguro de estar mañana muerto,
la alta silueta del peñasco negro.
y sufrir por la vida y por la sombra y por
Una luna ruinosa se perdía
Danzas, comidas, músicas, harenes, lo que no conocemos y apenas sospechamos,
con su amarilla cara de esqueleto
jamás la aprobación de un hombre honrado. y la carne que tienta con sus frescos racimos,
en distancias de ensueño y de problema;
y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,
y había un mar, pero era un mar eterno,
¡y no saber adonde vamos,
dormido en un silencio sofocante
ni de dónde venimos!....
como un fanático animal enfermo.
 
Sobre el filo más alto de la roca,
Rubén Darío
ladrando al hosco mar estaba un perro.
(Los Cisnes y otros poemas)
 

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