Você está na página 1de 5

Confesión de los pecados en comunidad


    
    
En la  
asamblea confesarás tus faltas     
(4.14)
El sentido de la santidad de Dios que mora en los corazones de los miembros de la
asamblea requiere también un procedimiento que es costumbre inmormorial en Israel.
El pecador ha de reconocer sus pecados. También la comunidad cristiana invita una
confesión pública en “   - en medio de la asamblea”.
Rordorf sugiere que la confesión se realizaba por medio de la oración (Doctrine…,
Intr. p. 68) que podría ser muy cercana a la que conserva la primera Clementis (60, 2):
“… (Dios misericordioso y compasiv) perdónanos nuestras iniquidades e injusticias,
nuestras faltas y negligencias. No tengas en cuenta pecado alguno de tus siervos y
siervas sino purifícanos en la purificación de la verdad y dirige nuestros pasos en la
santidad de corazón y que obremos lo que es bueno y agradable a tus ojos y delante de
nuestras autoridades”1.
Los cristianos de la Didajé toman muy en serio su pertenencia a la comunidad y en
medio del mundo. Ellos se saben responsables para que sea admirable el nombre de
Dios ante los paganos. Por eso confiesan sus pecados antes de partir el pan. El bautizado
que mantiene una situación de altercado se ha colocado fuera de esta vocación. La
confesión de los pecados en comunidad le permite al cristiano asumir nuevamente su
papel de testigo de santidad ante el mundo, santidad que da la vida, la inmortalidad, el
conocimiento por medio de Jesucristo.

Pastoral de Conversión: El pecado después del bautismo

Henos aquí ante un problema que es visible en una comunidad donde todos se conocen
pero pasará desapercibido en comunidades masivas posteriores en las cuales la
hipocresía es mucho más viable. La pastoral de entonces presupone ante todo que cada
miembro de la comunidad tenga conciencia de la santidad que habita en los corazones.
Pero no es una santidad personal o individual. Es una santidad dada a la asamblea como
tal2. El altercado con el prójimo, el cristiano tenga la culpa o no, destruye esta santidad,
es decir, la presencia de Dios que inhabita a los corazones. La comunidad ha de
aprender a defender esta santidad si no quiere verse privada de la misma razón de su
existencia.

A primera vista la radicalidad la reacción, es decir, excluir enérgicamente al hermano de


la asamblea, parece algo exagerada e inclusive parece contradecir la misericordia de

1 60.1-
2 ..
.   
       
    
  
  
         
  
   
  
 
            
  

          
            
2 “El mismo conforta constantemente su cuerpo, que es la Iglesia, con los dones de los ministerios, por
los cuales con la virtud derivada de El, nos prestamos mutuamente los servicios para la salvación, de
modo que, viviendo la verdad en caridad crezcamos por todos los medios en El que es nuestra cabeza (cf.
Ef 4, 11-16 gr.). Y para que nos renováramos incesantemente en El (cf. Ef 4,23), nos concedió participar
de su Espíritu quien, siendo uno solo con la Cabeza y en los miembros, de tal modo vivifica todo el
cuerpo, lo une y lo mueve, que su oficio pudo ser comparado por los santos padres con la función que
ejerce el principio de vida o el alma del cuerpo humano” (LG 7).
Dios. Sin embargo el creyente ha escuchado la predicación - se repite la invitación a los
creyentes de reunirse frecuentemente y al catecúmeno diariamente - y se supone que se
le ha hablado, se le ha corregido porque ya al catecúmeno se le inculca el deber de
intervenir activamente cuando hay reyerta. A pesar de ello no ha habido reconciliación.
Pues, al cristiano no se le dice ya “lo que puedas hacer, hazlo”. Es excluido o se excluye
voluntariamente.

Recapitulemos las actitudes que debe haber en el corazón del creyente. Ya al


catecúmeno se le ha enseñado curar activamente los pleitos en la comunidad y se le ha
enseñado como parte de la vivencia del sermón de la montaña que el amor no se
contenta con aceptar al otro sin responderle violencia con violencia. Mucho más. Se le
ha enseñado a combatir activamente con las armas cristianas de la bendición, de la
oración y del ayuno la hostilidad del ambiente que le rodea y, en caso de que la
violencia le toca directamente, hacer de forma que el agresor no tenga ya asidero alguno
para sentir ira o violencia. También se la ha sensibilizado al creyente para que vigile su
corazón hasta en los movimientos más recónditos porque pueden llevar al pecado. Sólo
disponemos de una poderosa razón porqué todo esto se le ha enseñado: para que pueda
inhabitar la santidad de Dios en su corazón. Ahora bien, el catecúmeno aprende a ser
cristiano. A fortiori y con mayor razón los cristianos que ya participan de la acción de
gracias y de los signos eucarísticos estarán viviendo estas realidades a las que se le
introduce al catecúmeno. Con todo, pueda parecernos a los modernos que un pleito no
hay que tomarlo tan en serio. El didajista no lo ve así. A parte de la blasfemia que
provoca la reyerta del cristiano entre los paganos, a partir de la coherencia de la doctrina
el cristiano en pleitos con el otro se encuentra en el camino de la muerte porque ya en
pensamientos es arrogante, en palabras ha expresado su rechazo (en lugar de una
bendición) y como acción ha dejado de lado la regla de oro que forma parte del primer
mandamiento. La pastoral didajista se muestra, pues, muy coherente. La doctrina del NT
("... deja tu ofrenda" [Mt 5, 24], "no te resistas al mal" [Mt 5, 39]) y de San Pablo
apuntan a la misma radicalidad ("... no dejen que el sol se ponga sobre su ira" [Ef 4, 26],
"... revístanse sobre todo de la caridad" [Col 3, 14]). No es un invento del didajista. Lo
nuevo que es junto con la corrección mútua nuestro documento indica un proceder
concreto, el de no hablar al hermano que no se ha reconciliado.

El remedio que ofrece el didajista es básicamente doble : la confesión de los pecados en


medio de la comunidad y la corrección mutua. Sin embargo, me parece lógico que la
corrección mutua tiene en este caso como finalidad la confesión de pecados; estamos,
pues frente a un mismo remedio con dos elementos. La confesión de los pecados
¿porqué se hace? Para que no sea impuro el sacrificio. La corrección quiere ayudar al
hermano a salir de la hipocresía forma parte del camino de la muerte. Dejando la
hipocresía confesará sus pecados. La confesión entraña siempre la conversión efectiva.
Este es precisamente el argumentum del didajista. Teóricamente es posible que confiese
el pecado de estar en querella sin la intención de reconciliarse. Pero el didajista reclama
como parte indispensable de la admisión al ssacrificio la reconciliación efectiva.

Esto es apuntalado por el hecho de que el didajista trae en primer lugar la confesión de
los pecados antes de hablar de la corrección fraterna si el orden expresa una graduación
de urgencia o importancia.. Me parece que es expresión de confianza en el
discernimiento del cristiano frente a su propia vida. Así se le he enseñado de proceder
responsablemente en su juicio de cristiano. Recordemos las enseñanzas respecto a la
hipocresía: observar todo, sin quitar ni añadir nada, confesar los pecados y no callarlos
en medio de la asamblea. Valga la oportunidad de repetir en este contexto lo anotado en
otro lugar: Si los catecúmenos son animados a vigilar sus pensamientos y emociones
parece muy probable que también haya habido confesión pública al respecto. Me parece
que es significativo que recién en segundo lugar recomienda la corrección mutua, es
decir, cuando no ha habido confesión de los pecados y persiste el mal. Porque se espera
del creyente que él mismo discierna cómo proceder y en caso de pecado confiese
publicamente su culpa o, si no está reconciliado, que no se acerque a la comunidad. He
aquí como la situación interior - impureza del sacrificio a causa del conflicto con otro -
del cristiano se exterioriza. La presencia en medio de la comunidad, la pertenencia a ella
es signo de estar en comunión con Dios, de estar perdonado, de participar de la santidad
divina. El alejamiento, voluntario o obligado, es signo que se está lejos de Dios.

Y aquí aparece también con toda claridad la importancia que tiene la doctrina sobre la
hipocresía (Did. 4,12-14). La enseñanza respectiva considera como parte positiva, ya
que evita la hipocresía, la confesión de los pecados. La progresión que hemos anotado
me parece tipificar la confesión de los pecados en la asamblea:
a) la confesión de los pecados se refiere a la totalidad de la doctrina, es decir, a la
totalidad de los pecados enumerados en la enseñanza, b) no es viable una posible
justificación del pecado quitando o añadiendo algo a los preceptos de Dios3, por
inferencia, tampoco durante la confesión en medio de la asamblea y c) frente al pecado
cometido si se quiere evitar la hipocresía que forma parte del camino de la muerte
quedan sólo dos posibilidades(4, 14): o confiesas tus pecados o, si prefieres callarlos ni
se te ocurra de acerarte a la asamblea (exclusión voluntaria).

También en este contexto quiero recordar nuevamente que para los actuales
psicológicamente no es inmediatamente aparente la importancia vital el pertenecer a un
grupo. Para nosotros los modernos es obvio el caudal de afecto y apoyo mutuo que
pueda representar pero pocos tenemos la conciencia que se trata de una cuestión de
vida o muerte, es decir, que esta realidad vital objetiva les viene al individuo desde la
comunidad.

La inmensa mayoría piensa poder vivir tranquilamente sin la trascendencia. Las razones
son obvias. Trasladamos la valoración a nuestro juicio subjetivo como arbitro
terminante Si es que tenemos una conciencia lejana de la penuria y sufrimos no
buscqamos los causales en nosotros porque nos declaramos inocente de arranque. Por
ello, por ejemplo, generalmente achacamos las consecuencias funestas de la separación
del grupo que representa la trascendencia a fallas del grupo del que nos hemos separado
(autojustificación) ya que no nos han dado lo que esperamos, o a la decisión propia de
no querer pertenecer porque no corresponde a nuestra visión de la realidad
(autoproyección). Siempre está la apreciación del valor dentro de nosotros. Pero que
pertenecer signifique vida y no pertenecer signifique muerte no se considera
comprobado objetivamente como un hecho inherente al grupo del cual se separa
alguien. Los antiguos tenían una experiencia más vital de esta realidad porque la vivían
a flor de piel. Pertenecer al oikos, a la tribu, a le etnia era de importancia fundamental.
En cambio, la subjetividad sólo admite valores que me parezcan importantes. En otras
palabras, el autoengaño está en erigirse juez y parte y absolverse en todos los juicios.

3 Se me ocurre aquí una hipótesis. Esta enseñanza sugiere la posibilidad de una corrección pública
durante la confesión de los pecados. La comunidad o el creyente corrigen también cuando el hermano al
confesar su pecado lo justifica de una manera que no está conforme con la enseñanza. Se puede corregir
la justificación (el quitar o añadir) sólo cuando sea manifiesta y conocida.
Por eso los cristianos, es decir, la cristiandad masiva de nuestros tiempos tienen quizás
una conciencia a lo mejor teórica que pertenecer a la comunidad eclesial es vital pero no
nos es patente como imprescindible. Tampoco la convivencia social ayuda para adquirir
esta conciencia. La democracia en su expresión mínima significa no hacer daño al otro y
poner sólo lo absolutamente necesario a disposición de los demás. Por lo demás los
valores son individuales. Todo esto forma parte del designio insondable de Dios porque
si la muerte espiritual expresada en la separación efectiva del grupo fuera tan sentida
como la falta de oxígeno que siente el astronauta cuando se corta el tubo que le conecta
con el tanque de oxígeno, el hombre no sería libre ni para apartarse de Dios ni sería libre
para volver a él.

En conclusión, la pastoral didajista sugiere no tanto una doctrina sobre el pecado y sus
consecuencias. Más bien las reflexiones anteriores estimulan a recuperar en primer
lugar y ante todo como parte esencial de la vivencia cristiana el rol vital de la
comunidad. La pregunta es : ¿cómo podemos recuperar la conciencia de la necesidad
vital de la comunidad cristiana para la vida del cristiano? Si nos fiamos del didajista
entonces comienza con la vivencia de las bienaventuranzas que se exterioriza
concretamente en el amor al enemigo y el desprendimiento de los bienes. Esto se le
enseña al catecúmeno desde el inicio para que pueda ver si está en el camino de la vida,
es decir, si ama a Dios. Ya hemos apuntado que se supone de un lado el kerigma. Del
otro lado la gratuidad de la presencia de Dios lo necesita experimentar en la asamblea
frecuente inclusive diaria.
Las consecuencias pastorales para nosotros son serias si aceptamos que nuestro
documento está describiendo el corazón de la vivencia cristiana. Esto ciertamente
supone una superación radical de la masificación y la recuperación de una ambiente de
fe donde la imposibilidad de las relaciones pesonales mutuas no anule la vivencia de
una fe compartida. La corrección fraterna y la confesión de los pecados no son viables
en una masa de creyentes. Del otro lado, el cristiano como individuo requiere de la
asamblea como que sostiene, alimenta y acrecienta la presencia de Dios en él. El
didajista habla de la santidad de Dios que mora en los corazones. Los modernos
diríamos que la asamblea que es estructuralmente sacramental no puede expresar lo que
es sin la presencia del obispo o un ministro ordenado. Las oraciones 'eucarísticas' de la
Didajé muestran este profunda conexión. Por eso es vital de no acostumbrarse a las
asambleas sin la presencia del presbítero porque está amenazada la esencia misma de la
asamblea.

La Didajé sugiere como medios concretos de reunirse frecuentemente con los santos.
Tenemos experiencias al respecto. Cuando un cristiano que ha estado en abandono
moral o espritual necesita acudir frecuentemente y hasta a diario a la reunión con los
creyentes para no ser abosorbido de nuevo por un ambiente penicioso y para no recaer
en la muerte, entonces tenemos un ejemplo de lo vital que resulta la comunidad. Y para
ser encontado entre los elegidos y para ser admitido al reino al final de los tiempos hay
que superar los multiples escollos que ofreceen el mundo, la carne y el demonio. ¿De
qué sirve haber sido cristiano si no lo eres al final ? El remdio es precisamente reunirse
frecuentemente con la asamblea de los santos.

Es cierto, las estructuras sociales actuales de masificación y atomización, téminos que


parecen consistuir una contadictio in adjectis pero son triste realidad concreta de los
tiempos modernos, no ayudan a tener una experiencia vital de lo que es la comunidad
como lo fueron las estructuras antiguas.
Quisiera apuntar otro requerimiento que aparece como parte natual del ámbito de fe en
la Didajé. Me refiero a los apóstoles, didáscalos y profetas. Por los criterios que son
juzgados se transparente una calidad radical de testimonio de santidad. Es cierto, Dios
ha sucitado santos a través de los siglos. Lo que da envidia es que para las comundiades
de la Didajé encontrarse con ellos era algo aparentemente común. A todos los cristianos
se les enseñaba reconocerlos.

Você também pode gostar