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Social democracia

María Susana Bonetto de Scandogliero


Carlos Alfredo Juárez Centeno (h).
Compiladores

La Ideología Contemporánea
Prólogo de Francisco Delich

Ansaldi / Bonetto / Buchrucker / Castro de Cabanillas Chereski / García Delgado / Fernández /


Juárez Centeno Maqueda / Novillo Corvalán / Ortíz Pellegrini Parmigiani de Barbará / Peter /
Piñero / Sazbón / Servato Tagle Achával Viqueira

Córdoba 1992

La Ideología Contemporánea – Prólogo de Francisco Delich

EL DISCRETO ENCANTO DE LA SOCIAL DEMOCRACIA

Susana Bonetto de Scandogliero

“Para superar el paradigma del príncipe, para aprender a


hacer política secular, necesitamos superar la utopía y describir
nuevas ideas reguladoras, ideas que sean normas y valores de
conducta social paro que nunca más justifiquen la eliminación. del
antagonista ni permitan, confundir el futuro con el milenio".
Ludolfo Paramio

1. SU PRAXIS HISTORICA

Para interpretar el sentido y la relevancia actuales del Socialismo democrático es necesario


enmarcar su estudio en el análisis histórico político de su trayectoria. Conocer así, sus éxitos y sus
fracasos que fueron el resultado de las controversias y debates, las opciones y decisiones que
debió afrontar, los cuales terminaron diferenciándolo substancialmente del socialismo
revolucionario, como se distinguieron también sus efectivas realizaciones políticas de las
estructuradas según el modelo del socialismo real.
En el contexto del liberalismo decimonónico, la democracia comienza a instaurarse en la
realidad política a partir de las luchas por el sufragio universal, en las cuales tuvieron una relevante
participación los partidos socialdemócratas. En este marco, su percepción de la democracia
comprendía una potencialidad transformadora ya que los derechos políticos se visualizaban como
puramente formales frente a la desigualdad imperante en lo social. Así a partir de su nacimiento, el
socialismo se plantea ampliar el principio democrático de lo político a lo social, especialmente en
su taz económica.
Para ello era necesaria la conquista del poder político. En este contexto según sostiene
Przeworshi1 el movimiento socialista que se desarrolla dentro de las sociedades capitalistas
occidentales debió enfrentarse a tres elecciones provenientes de la situación imperante: 1)
perseguir el avance del socialismo dentro o fuera de las instituciones existentes en la sociedad
capitalista; 2) buscar el mente de la transformación socialista exclusivamente en la clase
1
Przeworski, Adam, Capitalismo y socialdemocracia, Alianza Universidad, Madrid, 1988.
trabajadora o cocear en el apoyo de diversas clases; 3) buscar reformas, mejoras parciales o
dedicar todos los esfuerzos y energías a la total abolición del capitalismo. A partir de las estrategias
de resolución de estas opciones, creemos que puede sistematizarse la praxis histórica de la
socialdemocracia.
A pesar de su participación en las luchas por los derechos políticos, la democracia y el sufragio
eran un arma de doble filo según la percepción de la clase trabajadora. De allí que la actitud de los
partidos socialistas y laboristas hacia la participación política institucionalizada fue, en principio
ambivalente. En primer lugar, no estaban seguros que la burguesía respetarla la legalidad en caso
de un triunfo socialista, que necesariamente implicaría cambios en la estructura socioeconómica.
Por eso adoptaron estrategias tales como el programa Linz de 1926 del socialismo austríaco que
prometía gobernar en estricta consonancia con las reglas del Estado democrático, pero frente al
boicot de la burguesía y si esta no respetara la voluntad mayoritaria de cambio social la
socialdemocracia se vería obligada a emplear sistemas dictatoriales para vencer esa resistencia.
Frente a este temor, la actitud hacia la participación electoral, que implicaba aceptar la legalidad
institucional, era sumamente cauta y su aceptación generó intensos debates. A pesar de esto la
corriente abstencionista perdió apoyo en la Primera Internacional después de 1873, en
contraposición a la postura anarquista que en el Congreso de Chaud de Foids en 1870 había
sostenido que cualquier participación de los trabajadores en la política gubernamental burguesa iba
a consolidar el poder de la misma a la vez que paralizar la acción revolucionaria del proletariado.
También en el propio campo socialdemócrata muchas voces se alzaron en contra de la
participación. Alex Danielsson,uno de los fundadores de ese partido en Suecia, sostuvo en 1888
que la inserción electoral podía transformar al socialismo "de una nueva concepción de la sociedad
y del mundo a un programa insignificante de un partido puramente parlamentario". Rosa
Luxemburgo manifestaba asimismo que la confianza en las batallas parlamentarias era una
manifestación de lo que Marx había denominado cretinismo parlamentario.
Sin embargo, una vez aceptada la participación institucional por la mayoría de los partidos
socialdemócratas europeos, la cuestión consistió en utilizarlo no sólo con fines propagandísticos,
sino para luchar por sus intereses, oportunidad que no se podía perder, pues se consideraba
reforzaría y contribuiría a la movilización de los trabajadores.
Esto es así porque la democracia política daba a los obreros la oportunidad real de luchar por
sus intereses en la obtención de transformaciones sociales. Ya que como ciudadanos a través de
los mecanismos electorales, podían (de acuerdo a respaldo de los sufragios obtenidos) intervenir a
través de las decisiones políticas adoptadas en la organización de la producción y la distribución de
los beneficios, en tanto que como productores inmediatos dentro de la estructura capitalista no
tenían ningún derecho institucionalizado a dirigir las actividades productivas en las que
participaban.
Haciendo un análisis de las condiciones existentes en la Europa Occidental, que conformaban
la estructura de la decisión, Przeworski 2 sostiene que en una situación en que la lucha armada
aparentemente era inviable, el único recurso racional que quedaba a los trabajadores y a los
partidos socialistas era la participación parlamentaria. A pesar de las limitaciones de esa
oportunidad, era la única posible a fin de responder alas demandas de sus bases. Los partidos
socialistas, en ese marco, trataron de elaborar estrategias que les permitieran superar
exitosamente la cuestión enunciada brillantemente por Rosa Luxemburgo: "abandono del carácter
de partidos de masas o abandono de los objetivos finales". Ya que la participación electoral, dadas
las circunstancies era necesaria para lograr el apoyo masivo de los trabajadores, pero podía hacer
peligrar los objetivos finales. Aquí llegamos a un punto crucial para interpretar la opción
socialdemócrata y sus consecuencias. Ludolfo Paramio 3 siguiendo la hipótesis de James
O'Connor4 sostiene que el abandono de las formas revolucionarias de lucha fue una consecuencia
de la maduración de la clase obrera, que superó las formas de lucha reactivas orientadas a
reafirmar los valores tradicionales violados por el capitalismo (propias del proletariado naciente) y
habla pasado en los países capitalistas centrales a posiciones proactivas en pos de
reivindicaciones no establecidas previamente. Por el contrario, tal opción según el marxismo

2
Przeworski, Adam, Capitalismo y socialdemocracia, Alianza Universidad, Madrid, 1988.
3
Paramio, Ludolfo, Tras el diluvio. La izquierda ante el fin del siglo, Siglo XXI, Bs. As., 1990
4
O’Connor, James, Teoría de la lucha de clases, un esbozo crítico. En Teoría, julio-setiembre de 1979
clásico- fundarnentalmente la ortodoxia leninista- fue calificada peyorativamente de reformismo y
visualizada como un gigantesco paso atrás en la historia de las luchas proletarias.
Sin embargo otros sostienen al igual que Paramio 5, que este abandono por parte de un
proletariado industrial urbano maduro constituye una muestra de lucidez, ante el proceso paralelo
de fortalecimiento del aparato estatal y su racionalización en el contexto europeo occidental , tanto
en sus aspectos asistenciales como puramente represivos, lo cual elevaba extraordinariamente los
costos de las estrategias revolucionarias y reducía casi absolutamente sus esperanzas de éxito.
Podría afirmarse entonces, que por las condiciones existentes se interpretó que las
transformaciones solo se podrían pretender en el marco de la legalidad institucional. Por otra parte
esta opción no dejaba de tener sustento teórico, así se citaba una carta de Engels de 1891, que
mucho había molestado a Lenin donde se afirmaba "si una cosa es cierta, esta es que nuestro
partido y la clase obrera solo pueden llegar al poder bajo la forma de república democrática".
Lo cierto es que más allá de las disputas teórico-doctrinarias la democracia parlamentaria y su
marco institucional se transformó finalmente en el socialismo europeo de mera táctica en el credo
básico de la futura sociedad socialista. Para los socialdemócratas, la democracia parlamentaria
pasó a ser, a la vez, medio y fin el vehículo hacia el socialismo y la forma de la futura sociedad.
Bernstein llegó a decir que veía en el socialismo simplemente la democracia llevada a su
conclusión lógica.
La participación impuso ciertas limitaciones y de alguna manera reestructuró los partidos
socialdemócratas y la clase trabajadora: produjo la desmovilización de las masas por la delegación
de sus reivindicaciones en los representantes parlamentarios, burocratizó los partidos, produjo el
aburguesamiento de líderes y militantes, impuso la lógica de las tácticas electoralistas, etcétera
Por otra parte y a pesar de estos problemas, los socialistas estaban convencidos de su triunfo
electoral. Su fuerza estaba en el número y las elecciones constituían la expresión de este. Ya lo
había sostenido Marx en el Manifiesto Comunista, "el socialismo es el movimiento de la inmensa
mayoría". Tales aspiraciones se vieron confirmadas por los resultados electorales: en Alemania de
125.000 votantes en 1871, la socialdemocracia alcanzó en 1912 el 34,8 %, más del doble del
partido ubicado en segundo lugar. Los austríacos alcanzaron el 40,8% en 1919, el sueco 39,1% en
1917, etcétera.
La mayoría con que los socialistas esperaban alcanzar el poder, debía estar formada por
obreros. Pero el proletariado no llegó a ser la mayoría electoral en ninguna sociedad, pese a las
predicciones de Marx. Por ello los partidos socialistas buscaron 1° apoyo de otros sectores además
de la clase trabajadora y oscilaron, con resultados casi siempre negativos, entre 1a búsqueda de
aliados y el énfasis en la clase. Nos encontramos así frente a la segunda opción que según
Przeworski6 tuvo que afrontar la socialdemocracia: o constituirse en un partido de todo el pueblo o
seguir siendo un partido de clase.
Ningún partido socialdemócrata pudo definir la cuestión antes de la II Guerra Mundial, sus
historias están cubiertas de sucesivos cambios de estrategias. No podían seguir siendo un partido
exclusivamente obrero, pero les era imposible también dejar de ser un partido obrero, lo que se
constituyó en un verdadero dilema solo dilucidado doctrinariamente a partir de la nueva
Declaración de Principios de 1a internacional Socialistas en Frankfurt en 1951. Y aún en el
presente cuando se ha producido el derrumbamiento del mito del proletariado como único sujeto
revolucionario, muchos socialdemócratas sostienen que incluso en una nueva propuesta de
solidaridad colectiva, los trabajadores poseen de hecho, una evidente centralidad dentro del
proyecto socialista.
La tercera opción enunciada inicialmente a fin de comprender el sentido de la praxis
socialdemócrata nos lleva al análisis del reformismo.
Según Przeworski7 los socialistas comenzaron a tomar parte en las elecciones con unos
objetivos últimos, estos eran en líneas generales: la abolición de la explotación, la desaparición de
la división de la sociedad en clases y de todas las desigualdades económicas y sociales, el fin de la
dilapidación y la anarquía de la producción capitalista y la erradicación de todas las causas de
injusticia. Es claro que estos fines últimos no podían alcanzarse inmediatamente por razones tanto

5
Paramio, Ludolfo, Tras el diluvio. La izquierda ante el fin del siglo, Siglo XXI, Bs. As., 1990
6
Przeworski, Adam, Capitalismo y socialdemocracia, Alianza Universidad, Madrid, 1988.
7
Przeworski, Adam, Capitalismo y socialdemocracia, Alianza Universidad, Madrid, 1988.
políticas como económicas. También se tenía conciencia de que la socialdemocracia debía
representar los intereses de los obreros y otros grupos, no solo en virtud del logro de las metas de
una sociedad futura, sino también dando una respuesta a las acuciantes demandas de ese
momento. Así el parido socialista francés, liderado per Jaurés, proclamó en su Congreso de Tours
en 1902 "el partido socialista rechazando la política de todo o nada, tiene un programa de reformas
que a partir de ahora quiere realizar".
Qué aspectos podrían destacarse en este primer período reformista, que quizás arbitrariamente,
pero a fin de circunscribir etapas, ubicaríamos desde fines del silo XIX hasta alrededor de 1930?.
En primer lugar la propuesta de mejoras inmediatas nunca fue vista por sus propulsores como
un abandono de los objetivos finales. Así Kautsky8 consideraba un error imaginar que las reformas
pudieran retrasarla revolución social. Incluso cuando los movimientos socialistas abandonaron la
protección de la interpretación materialista de la historia para redescubrir la justificación del
socialismo en los valores éticos, no se pierde la confianza en la inevitabilidad del socialismo. Así la
famosa renuncia de Bernstein a los objetivos finales no implicaba que no fueran a cumplirse nunca,
sino que el camino para alcanzarlos era concentrarse en los objetivos inmediatos.
En el imaginario político socialdemócrata de ese período, en definitiva, a pesar de la adopción
de la legalidad institucional, la reforma y la revolución, entendida esta última como transformación
de las relaciones sociales y económicas, no necesariamente por insurrección, no se consideraban
opciones excluyentes.
En este contexto, no resultaba contradictorio lo propuesto por Jaurés, quien sostenía que
precisamente por ser un partido revolucionario, el partido socialista era el más activamente
reformista. Se creía que en algún punto la mitigación de los efectos del capitalismo se convertiría
en transformación y la atenuación en abolición.
En los hechos si hasta la I Guerra Mundial, los partidos socialistas europeos concentraron sus
esfuerzos en organizar a los obreros y ganar votos, casi nada se había elaborado en concreto para
la realización de la socialización. Su única propuesta programática era la nacionalización de los
medios de producción, planteada por la mayoría de los partidos socialistas, pero sin una real
concreción, en parte por la ambivalencia de los planes y en parte también porque los
socialdemócratas no obtuvieron en ningún país, en esta etapa, el suficiente número de votos para
obtener la mayoría parlamentaria y gobernar sin compromisos. Finalmente su estrategia consistió
en entrar en el gobierno, introducir las reformas para las que se consiguiera mayoría parlamentaria
y luego esperar. Se ocuparon de mejorar así, la situación de la clase trabajadora, esto es: el
dictado de legislación laboral y social, medidas que aunque favorecían a los obreros, eran
aceptadas por el nivel acotado de sus efectos en el plano político- económico.
Podría sostenerse que hasta la década de los 30 los socialdemócratas no concretaren ninguna
propuesta económica propia. Su estrategia consistió en la mas dura critica al capitalismo,
declarando la superioridad del socialismo y proponiendo programas de nacionalización de los
medios de producción, aunque imposibilitados de realizarse por no contar con el número suficiente
para obtener la mayoría parlamentaria. No se efectivizó así en esta etapa la elaboración de una
propuesta alternativa factible.
Acerca de este período, se ha hecho además un análisis crítico desde la ortodoxia marxista, al
desempeño de la II Internacional y principalmente a la socialdemocracia Alemana, por el papel
dirigente que en ella tuvo, en dos cuestiones fundamentales: 1) la incapacidad socialista para
impedir el estallido de la I Guerra Mundial; 2) la incapacidad de la Socialdemocracia Alemana como
partido guía de la Internacional para ofrecer una alternativa a la crisis de Weimar, y su consiguiente
destrucción por el fascismo.
Respecto a la primera cuestión, entendemos que debe ser revisada en un análisis más objetivo.
La critica lanzada por los bolcheviques con posterioridad a la revolución rusa , se centró en que los
partidos de la II Internacional estaban en condiciones de evitarla guerra, y si no lo hicieron, fue por
la traición de sus dirigentes, lo cual se evidenció con toda claridad en el significativo hecho de la
votación de los créditos de guerra por el partido líder: la socialdemocracia alemana. Sin embargo
autores como Paramio entienden que más allá de los calificativos morales que el hecho pueda
merecer era casi nula la viabilidad práctica de una política distinta. Esto es así porque la
efectivización de la estrategia esgrimida frente a la amenaza bélica: la huelga general, no era
creíble realmente para nadie. Ello a consecuencia de que en este estadio, en realidad, la
8
Kautsky, Karl, El camino del poder, Grijalbo, México, 1968.
socialdemocracia había dejado de ser un partido revolucionario y se había transformado en un
movimiento reformista defensor de los intereses obreros y un excelente instrumento de
organización y educación de esa clase, para la elevación de su nivel de vida y la extensión de sus
derechos políticos, aunque su discurso se encontrara atado a la vieja retórica revolucionaria.
Por otra parte si se analiza la situación de la clase trabajadora alemana y de su partido en ese
período, se puede afirmar que se encontraba en una posición que ha sido calificada como de
integración negativa, que la condujo a paradojas tales como mantener un internacionalismo
ideológico de los sin patria, heredado de 1848, mientras que se encontraba en los umbrales de su
completa integración en la nación, y a la par que se sostenía la inevitabilidad de la revolución,
había renunciado completamente en los hechos a la tradición revolucionaria. Estas contradicciones
entre el discurso y la práctica le ocasionaban graves problemas; y en definitiva le impidieron
formular una alternativa concreta y viable de gobierno, concluyendo en su desmoronamiento frente
al nazismo. Tal situación se presentaba de manera más o menos semejante en los otros partidos
similares europeos.
Recién comienza a gestarse una propuesta alternativa clara y a adquirir la socialdemocracia un
perfil particular cuando se construye una estrategia de respuesta a la crisis del 30 en Suecia,
Noruega y en menor grado Francia, con medidas económicas anti cíclicas que transgredían la
ortodoxia existente.
Es importante destacar el surgimiento de una alternativa positiva socialista democrática en este
contexto, por cuanto una de las más extendidas críticas a la socialdemocracia se refiere a la
identificación del exitoso desempeño de esta como maquinaria redistributiva de la opulencia
capitalista. Sin embargo y a modo de refutación, el modelo sueco generalmente reconocido como
paradigma del socialismo democrático, se constituyó a partir de un contexto de notable crisis
económica.
Más allá de las controversias acerca de si la política económica de la socialdemocracia sueca
se desarrolló autónomamente o si fue aplicación de las ideas de Keynes que ya habían comenzado
a circular, el salto cualitativo de su hegemonía se produce en 1932 con la alianza entre el
proletariado industrial socialista y el partido agrario. El acuerdo entre ambos para salir de la crisis
de subconsumo fue, desde el punto de vista económico un pacto implícitamente keynesiano. Este
fue presentado por Hansson, primer ministro del nuevo gobierno de coalición, como una política
popular de unidad nacional, por la cual obreros mejor pagados pudieran abonar mayores precios
por su alimentación, permitiendo así, la recuperación económica de los campesinos medios y
pobres. Esto crea a partir de 1936, una vez obtenido el más amplio éxito de esta política, un
sistema paradigmático con el nivel y la calidad de vida más altos de Europa, igualitario y
preocupado por el bienestar general, internamente armónico y homogéneo, con una política
exterior defensora de la paz y la distención. Este ha llegado a identificarse con el modelo
Socialdemócrata de sociedad, basado en un consenso colectivo sobre los valores de libertad,
igualdad y solidaridad con una estructura política democrática inmersos en una próspera realidad,
no en el reparto de la miseria. Es sumamente relevante que la fuerza política que impulsó el
reparto, la igualdad y la solidaridad fue la misma que creó la riqueza a partir de una situación de
crisis.
Este ejemplo refuta cierto discurso que sostiene que la derecha crea riqueza y la izquierda la
reparte. Se podría afirmar que los socialdemócratas europeos asumieron totalmente las propuestas
Keynesianas por cuanto significaba una política diferente para la administración de las economías
capitalistas que a su vez justificaba la participación de la socialdemocracia en el gobierno. Pero
además, el Keynesianismo daba una categoría universal a los intereses de los trabajadores. En la
lógica de la teoría de Keynes el aumento de salarios, (cuyo requerimiento anteriormente se veía
como contrario al interés nacional) significaba un aumento de la demanda lo que implicaba una
mejora de las expectativas de beneficios, un aumento de la inversión y finalmente un estímulo para
la economía. Así los intereses de los obreros coincidían con los intereses a largo plazo de la
sociedad en su conjunto.
En síntesis, en el marco de esta teoría que luego de la Segunda Guerra Mundial sirve de base
para la reconstrucción europea, la sociedad no estaba indefensa ante los caprichos del mercado, la
economía podía controlarse y el bienestar de los ciudadanos, podía aumentarse continuamente por
medio de la intermediación del Estado.
Así la defensa de los intereses de los trabajadores, las críticas a la economía clásica capitalista,
las reformas sociales propuestas, tanto en el discurso como en la práctica Socialdemócrata
seguida en todos los años anteriores, encontraba su justificación ideológica en una teoría
económica técnica. En este marco el socialismo democrático, encontró una política clara y factible,
que postulaba una serie de reformas realizables con éxito dentro del contexto capitalista, gracias a
la que se lograron créditos electorales y en definitiva les permitía una nueva estrategia de reforma
abandonando el proyecto de nacionalizaciones. Esta nueva ruta, incluía por cierto un compromiso
fundamental con el capitalismo, pero era factible en lo económico, socialmente beneficioso y -
fundamentalmente- políticamente realizable en condiciones de democracia.
El giro keynesiano llevó a los socialdemócratas a desarrollar una completa ideología del Estado
Benefactor que se extendió como una realidad en la mayoría de los países europeos en la segunda
pos-guerra.
Se puede afirmar que el paradigma de sociedad socialdemócrata en el período iniciado en 1945
y que perduró durante treinta años fue una combinación de Estado de Bienestar con sus
prestaciones sociales públicas en salud, educación v vivienda, sustentadas mediante impuestos
progresivos y economía mixta con coexistencia de empresas públicas y privadas, aunque su
efectivización adquiriera diversas modalidades. Todo ello es claro enmarcado políticamente en un
Estado de derecho democrático.
La asunción de la economía mixta generó la crítica de la ortodoxia marxista, pues se
consideraba un reflejo de la excesiva prudencia y timidez de las direcciones socialdemócratas que
no se aventuraban, ante las presiones del capital, a llevar hasta el fin un programa
consecuentemente socialista. Esta crítica surgió de la idealización imperante en ese período en
vastos sectores de izquierda sobre el modelo soviético, el cual ocultaba todavía la manifestación de
su ineficiencia y autoritarismo.
Desde una perspectiva actual, y atento a la experiencia histórica, ya no resultan tan sólidas y
han perdido sustento tales críticas. La caída del modelo soviético en su paradigma político, permite
revalorizar la opción socialdemócrata de adopción de las reglas de juego democráticas como parte
esencial de su proyecto. Y la evidencia de que las economías estatalizadas no han logrado superar
en eficiencia a las economías de mercado refuerza la perspectiva del socialismo democrático en
cuanto a que el futuro del socialismo no pasa por la abolición de la propiedad privada y el mercado,
sino per el avance hacia el control democrático de la economía.
Por otra parte también está claro que la propuesta del socialismo democrático no se agota en
los límites de lo realizado en ese período. En ese marco, un modelo fiscal y salarial que aumentaba
el crecimiento del consumo y mercado internos, era compatible con las ideas de igualdad y
redistribución, vinculado también con la presencia del fordismo que garantizaba tanto la
rentabilidad del capital como los ingresos de tos trabajadores y transformó a los sindicatos en
fuertes maquinarias representativas. Todos estos rasgos eran funcionalmente compatibles y
políticamente aceptables, lo cual explica su éxito, pero no constituyen el máximo logro y límite de
cualquier propuesta socialdemócrata. En los países capitalistas desarollados la historia del
movimiento obrero y de los partidos socialistas es la historia de la creciente construcción de un
poder social, que aún hoy, a pesar de la crisis no ha sido destruido, y que puede adoptar y de
hecho lo está haciendo, otras estrategias democráticas y reformistas.
Fue criticado también en ese período la posición adoptada por los partidos socialistas
democráticos congregados en la Internacional Socialista frente a la guerra fría, por su posición de
abierto enfrentamiento al bloque comunista . Pero esto se explica por la discrepancia real,
doctrinaria e histórica que ya en esa etapa de su desarrollo mantenía la socialdemocracia con los
sistemas de partido único imperantes en dicho bloque. Sin embargo fueron los impulsores, sobre
todo el S.P.D. de una política de coexistencia pacífica y de distensión con el bloque soviético, ya a
partir de la década del 60, aunque no implicara una conciliación política o ideológica dei socialismo
democrático con el comunismo.
A partir de 1951, ya los partidos socialistas propiciaron la integración europea y la necesidad del
fortalecimiento de Europa para poder actuar como tercer participe en la negociación este - oeste.
También apoyaron la idea de una "Europa para los trabajadores" sobre la base de la legitimación
democrática de las instituciones, la seguridad social, la cogestión y otras propuestas consecuentes
con una línea social-reformista.
LA SOCIALDEMOCRACIA. UNA CONSTRUCCIÓN EUROCÉNTRICA?

Hasta la década de los sesenta la internacional socialista fue una organización que agrupaba
casi exclusivamente a los partidos socialdemócratas europeos, salvo los apoyos que provenían de
Australia y Nueva Zelanda no convocaba a ningún partido fuera del continente. Se ha sostenido
así, que es un producto político surgido de una situación y un escenario europeo e incapaz de
comprender otras realidades.
Entre 1945 y 1965 la socialdemocracia no arriesgó apoyos decisivos a los movimientos de
liberación del tercer mundo, brindando sólo un respaldo tibio a algunos movimientos reformistas en
las ex colonias europeas. Se atribuye a su eurocentrismo la incomprensión de tales procesos; pues
si bien reconocía formalmente el derecho a la autodeterminación de los pueblos, en el fondo creía
que una Europa socialista y democrática era el principal requisito, para civilizar a los países del
tercer mundo.
Sin embargo cuando el contexto de la guerra fría se va superando, entre otros factores gracias
a su intervención y Europa Occidental alcanza su despegue económico, la Internacional Socialista
como expresión del movimiento obrero mayoritario europeo y partidario por ello del progreso
político-social y económico de los pueblos adopta una postura pacifista y de apertura hacia
movimientos progresistas del mundo subdesarrollado.
Así en el Congreso celebrado en Milán en 1952, se aprobó una declaración titulada "Una
política socialista para los países subdesarrollados" en la que se postulaba el apoyo para la
superación de la dependencia económica, política y moral, comprometiéndose también a impulsar
la realización de un plan mundial de desarrollo, que no era entendido como caridad sino como
estricta justicia, proponiendo además que estos fondos de ayuda debían provenir de la reducción
armamentista en Europa Occidental.
Respecto a nuestra región se creó en 1955 un Secretariado para América Latina y en 1960 se
constituyó el "Comité Permanente para las Regiones en Desarrollo", en el que se incluía a
Latinoamérica.
Esta orientación hacia los países subdesarrollados se fortaleció, variando fundamentalmente la
perspectiva eurocéntrica debido a la acción de Willy Brandt, que impulsaba decididamente un
socialismo que integrara la utopía con el pragmatismo, y proponía el reconocimiento de la
diversidad cultural como el lugar desde donde se podía ampliar el espectro de la definición
ideológica de la socialdemocracia. Así a partir de la flexibilización del concepto del socialismo
democrático se incluyó a movimientos nacional democráticos policlasistas y con contenido social,
incorporándose los llamarlos populismos del tercer mundo.
Dicha iniciativa promovida fundamentalmente a través del apoyo de Bruno Kreinsky y Olaf
Palme obtuvo éxito y finalmente en 1976 en la reunión de Caracas se establecieron ejes
programáticos comunes a los partidos europeos y del tercer mundo consistentes
fundamentalmente en la proclamación de la democracia social, política y económica.
Esta reformulación de las relaciones de los partidos socialistas democráticos de Europa y los
movimientos afines en países subdesarrollados, tuvo su punto culminante con la realización del
XVII Congreso de la Internacional Socialista, por primera vez en su historia en América Latina, en
Lima Perú del 20 al 23 de Junio de 1956, teniendo como anfitrión al Partido Aprista Peruano.
En el discurso inaugural dado por el presidente Alan García éste reivindicó el aporte
latinoamericano, primero descalificado y luego aceptado por el socialismo europeo. Así sostuvo
que: "Mariátegui fue acusado después de su muerte como populista, como soreliano voluntarista
por el pecado de haber comprendido que el socialismo no es un hecho inevitable y fatalista del
futuro, sino una acción colectiva y creadora" 9.
También Haya de la Torre había sostenido como peruano que la lucha antiimperialista y la
construcción nacional no corresponden a una clase definida en el sentido europeo sino al conjunto
de grupos sociales, campesinos, obreros, intelectuales v clases medias amenazadas por el
imperialismo 10. Esas ideas formuladas en el primer cuarto de siglo, en principio diferentes de las

9
García, Alan. No hay democracia sin antiimperialismo. En Revista Nueva Sociedad, N° 86, Nov.Dic., 1986.

10
García, Alan: No hay democracia sin antiimperialismo. En Revista Nueva Sociedad, N° 86, Nov.Dic., 1986.
concepciones europeas, sin embargo son enunciadas a su vez por el socialismo europeo a partir
de los Congresos de Frankfurt y de Bad Goderberg.
Por eso en el presente, sostuvo García, se han juntado los caminos de la democracia social de
América Latina y el socialismo democrático de Europa a través de los mismos objetivos: libertad,
igualdad y solidaridad; y esto último implica que los socialistas europeos están moralmente
obligados a hacer suya la causa de los pueblos pobres de la tierra.

LA DOCTRINA

La elaboración doctrinaria de la socialdemocracia está estrechamente ligada a su inserción en


una determinada tradición cultural, lo que en términos actuales se puede definir como una cultura
política. Esta pertenencia a toda una historia de construcciones político-culturales de la Europa
Occidental influyó al igual que las estructuras históricos sociales en definir su perfil. Y en dialéctica
interacción con ellas construyeron una alternativa socialista mayoritaria que no se ajustaba a los
marcos de la ortodoxia. Se diferencia principalmente en cuestiones fundamentales tales como el
rechazo a una interpretación sesgadamente economicista de los procesos sociales, la aceptación
del Estado de Derecho y de la democracia, el pluralismo político, el reformismo y hasta la idea
misma de nación como ámbito para la construcción del socialismo.
Así con respecto al primer aspecto se advierte una reivindicación de los valores éticos y del
peso de las construcciones culturales frente al determinismo economicista. Tal es la posición de
Bernstein, fundamentalmente en su obra Postulados del socialismo (1899) en la cual limitaba el
alcance del materialismo histórico y ponía en duda la tesis marxista de las ideas reflejo. Según
Bernstein, los imperativos éticos tienen una realidad monumental y actúan en la historia. Por eso el
socialismo no debe expulsarlos sino integrarlos en su teoría y no hacer de la lucha de clases y de
las transformaciones económicas el único motor de la historia.
También Enri de Man en su obra Más allá del materialismo (1972) sostiene que la hipótesis
materialista de Marx es un presupuesto radicalmente superado y la lucha de clases sólo tiene
sentido "transferida del plano económico al plano ético." Afirma entonces que el materialismo
marxista descansa en la "subestimación de la producción de ideas como resorte de la evolución
histórica, conduce al callejón sin salida y al aburguesamiento de la cultura proletaria mientras se
desvanece la idea socialista"11. Por el contrario, según este autor "el socialismo es una tendencia
de la voluntad hacia un orden social equitativo"12.
El mismo sentido moral del socialismo se advierte en las dos grandes figuras del socialismo
francés Jean Jaurés y León Blum. El primero intenta conciliar idealismo y materialismo: "El
movimiento de la historia constituye a la vez una protesta idealista de !a conciencia contra los
regímenes que rebajan al hombre y una reacción automática de las fuerzas humanas. (...) y hay en
la historia humana no sólo una evolución necesaria, sino una dirección inteligible y un sentido
ideal"13.
Está presente en este autor una concepción de los derechos del hombre: "Es el socialismo el
único que daría a la declaración de los derechos del hombre todo su sentido y que realizaría el
derecho humano”.
Sostuvo un humanismo pacifista que le valió ser denunciado como agente de Alemania y
traidor, siendo asesinado el 31 de julio de 1914.
Por otra parte León Blum en su libro A escala humana (1941) presenta un verdadero programa
de socialismo humanista para la liberación de la persona humana de todas las servidumbres que la
oprimen, manifestando que el socialismo es una moral y casi una religión tanto como una doctrina;,
ya que es la aplicación exacta en el estado actual de la sociedad de esos sentimientos generosos y
universales sobre los que se han basado las religiones.
En cuanto al Estado, en oposición a la tesis de Marx-Engels, el pensamiento socialista no
ortodoxo advirtió que este no era un simple epifenómeno de la lucha de clases que desaparecería
al finalizar ésta, sino una institución necesaria para la coexistencia y la realización de las

11
De Man, Enri. La idea socialista, Presse Universitaires, Romandes 197.
12
De Man, Enri, La idea socialista, Presse Universitaires, Romandes 1975

13
Jaurés, Jean, L´espirit du socialisme, Gonthier, parís, 1964
potencialidades humanas. Respecto a esto, Kautsky sostuvo que la tesis de la extinción del Estado
debe entenderse en el sentido de la superación de la estructura capitalista del mismo, pero que no
puede prescindirse del Estado si se pretende organizar la producción socialista. Por otra parte, la
prestigiosa y respetada socialdemocracia alemana, en ninguno de sus programas alude a la
extinción del Estado sino a futuras formas de reformulación del mismo adecuadas a la sociedad
socialista tales como estado popular y estado libre del pueblo, estado democrático y social,
etcétera.
En realidad, en el contexto europeo occidental el hecho de la obtención por parte del trabajador
de la satisfacción de buena parte de sus reivindicaciones por intermediación del Estado, a partir de
la ampliación de sus funciones sociales y económicas y, las posibilidades ofrecidas a los partidos
obreros y socialistas por la instauración de la democracia política condujeron a actitudes hacia el
Estado, que según García Pelayo14 se pueden esquematizar en los siguientes puntos:
a) El estado es más que un mero instrumento de dominación de clase, es una institución
destinada a satisfacer necesidades sociales.
b) Es sólo un enemigo circunstancial de la clase trabajadora en cuanto burgués, pero puede,
reformulado, mediar para la satisfacción de los intereses obreros y ser un escenario de
construcción del socialismo.
c) Para ello es necesario un Estado fuerte, capaz de asumir y llevar a cabo funciones sociales y
económicas. Entonces se debe luchar en y por el Estado y no contra el Estado.
Se llegó también a la conclusión de que la actitud de total ruptura cultural, política y económica,
propia de la ortodoxia leninista, que consideraba a la democracia política como una forma más de
dominación de clase debía ser sustituida por la valoración que tal forma política merece, como algo
valioso adquirido en el curso de la civilización (en tanto su primera versión liberal incluía el Estado
de Derecho y cierto sistema de libertades). Y, que puede ser perfeccionado a fin de que la
declaración formal y abstracta de la democracia adquiera un contenido real. La idea de democracia
del socialismo occidental no se refiere sólo a la forma política sino que se orienta a una mayor
igualdad social y a un mayor bienestar económico pues son supuestos inexcusables para la
realización de las proclamadas libertad e igualdad políticas.
La aceptación de la lógica democrática a partir del establecimiento lento del sufragio universal
perfila la distinción de la socialdemocracia respecto a la ortodoxia marxista-leninista, aceptada no
como fórmula de transición circunstancial sino como dato fundamental y permanente dei sistema
político. Sin embarro, la socialdemocracia realizó a su vez una crítica contundente de la vieja
democracia burguesa y siendo el actor más poderoso del reconocimiento y ampliación del sufragio
universal, pretendió llevar a la democracia a su total realización en el ámbito socioeconómico.
Su propuesta democrática comprendió la aceptación de la democracia representativa. En eso
acordaban a pesar de sus otras diferencias Bernstein,Blum, Mac Donald, Brantiná y Millerand. Ásí
para Bernstein “la democracia es un medio y un fin. Es medio para la lucha por el socialismo y es
la
forma de realización del socialismo"15. La democracia es para Bernstein una síntesis de la
democracia propiamente dicha y del liberalismo, no en el sentido de los partidos liberales-
capitalistas, sino como un movimiento histórico universal del que el socialismo no es sólo su
sucesor en el tiempo sino también el legítimo heredero de su contenido espiritual y destinado a
sustentar sobre un fundamento económico los valores de la seguridad y libertad personales. La
democracia social así postulada no constituye una brusca ruptura con los sistemas culturales y
políticos precedentes sino la culminación y perfeccionamiento de lo que estos poseían de valioso.
También el socialista belga Enri de Man en la obra ya citada defiende una democracia política
que consiste en organizar un control eficaz del Estado por la voluntad popular.
A partir de estas consideraciones y en cuanto a su ejercicio real la democracia ha consistido
para la socialdemocracia mucho más que una estrategia de acceso al poder, es un proyecto
político de fondo sobre la naturaleza misma de la sociedad a construir, que se distingue de los
partidos liberales de derecha en cuanto acepta el conflicto de clase, de él saca incluso su fuerza en

14
García Pelayo, Manuel, Las transformaciones del Estado contemporáneo F.C.E, México, 1973.

15
) Bernstein, E, Die voraussetzungen des Sozialismus und die Aufbalen der Socialdemokratie, Hamburgo, 1969.
tanto partido de la clase obrera pero no pretende superar este conflicto por medio de la aniquilación
del adversario, sino que como la tradición liberal, acepta el pluralismo político y en los hechos, su
hacer se efectiviza por el compromiso para la transformación económica y la competencia pacífica
por el poder político.
A modo de conclusión acerca de la construcción doctrinaria del socialismo democrático
debemos destacar que en la última Declaración de Principios de la Internacional Socialista, dado
en Estocolmo en junio de 1989 se resumen los presupuestos básicos de este en la actualidad 16 .
Se considera en ella que permanecen como universales los valores del socialismo democrático en
cuanto a la democracia, la libertad, la igualdad, la solidaridad, la paz y los derechos humanos. Los
acontecimientos de los últimos años han demostrado lo valioso de estos principios, y según se
sostiene: "los socialistas democráticos han llegado a la definición de estos valores de muy diversas
maneras. Estos se originan en el movimiento obrero, los movimientos de liberación nacional,
tradiciones culturales de asistencia mutua y solidaridad comunal en muchas partes del mundo.
Estos valores se han nutrido de las variadas tradiciones humanistas del mundo"17.
Una de las cuestiones fundamentales a resolver en el futuro se refiera a las iniciativas por la
paz pero esto requiere: "que los diferentes sistemas socioeconómicos y naciones cooperen entre
sí, en proyectos para la construcción de la confianza y el desarme por la justicia en el sur y la
protección de la biósfera del planeta"18
Se destaca en esta Declaración el tratamiento de las relaciones Norte-Sur como un problema
relevante a considerar al cual se agrega también en importancia la protección ecológica del
planeta. Todo ello unido a los requerimientos de democracia política y económica y pluralismo
cultural configuran una propuesta política realmente progresista en el presente de lo cual
hablaremos en otro artículo.
En síntesis la socialdemocracia, más allá de su presencia como conjunto de partidos y
movimientos agrupados en una internacional, supone una alternativa no clausurada sino abierta a
un desafío.
Esto es así por que en su actual perspectiva, si por una parte son aceptadas como necesarias
tanto los mecanismos e instituciones democráticas cuanto la economía de mercado, por otra parte,
también la intervención del Estado democrático es visualizada como indispensable para elevar el
nivel socioeconómico orientado al logro de la justicia.
Su expresión puede ser distinta en Europa, América latina u otras regiones, pero el principio es
el mismo: una sociedad democrática con economía dé mercado, pero vinculada esta última con los
demás aspectos de la vida social lo cual supone un cierto grado de intervención estatal, por cuanto
los intereses de la mayoría deben ser representados democráticamente en la toma de decisión.
Cuestión que se evidencia ya como un requerimiento al cual se debe dar respuesta. Por cuanto si
bien las hoy extendidas políticas neoliberales han resuelto algunos problemas técnico-económicos
(así lo presentan en estadísticas numerosos análisis profusamente divulgados) no han resuelto los
problemas de la sociedad ni tampoco del sistema político, por el contrarío se advierte que los han
agravado.
En relación a esto no se debe olvidar que no existe desvinculación entre lo económico y lo
socio-político, sino una relación de implicancia mutua, cuestión que parece no contemplar la
perspectiva neoliberal. Esta conexión si es asumida por la propuesta socialdemócrata, su desafío
consiste en lograr la reconstrucción del sistema social superando la recepción pasiva de lo
pretendidamente inevitable que conduce a un individualismo de supervivencia. Para esto debe
orientar la acción hacia la reconstitución de significados e interacciones entre los actores sociales,

16
Nueva Declaración de Principios de la Internacional Socialista, Revista Nueva Sociedad, N° 103, Septiembre-Octubre de
1989.

17
Nueva Declaración de Principios de la Internacional Socialista, Revista Nueva Sociedad" 103, Septiembre-Octubre de
1959.

18
Nueva Declaración de Principios de la Internacional Socialista, Revista Nueva Sociedad, N°- 103, Septiembre-
Octubre de 1959.
evitando así la pérdida de relevancia de la política y la crisis de representación. Cuestión esta de
necesaria resolución para una redefinición satisfactoria de la democracia.
Por otra parte también debe encaminar su acción hacia un modelo eficiente de crecimiento
estable en un mercado mundial competitivo, creándose mecanismos de redistribución adecuados a
la actual situación, en la cual ni en el norte ni en el sur la redistribución origina crecimiento como en
la posguerra, por el contrario la competencia internacional exige crecer para poder redistribuir.
Este es el desafío que debe superar la socialdemocracia para dar una solución que tema
aceptación en un contexto en el cual ya se evidencia que los problemas sociales y políticos se
están convirtiendo en exigencias imprescindibles de considerar y frente a las cuales son cada vez
notorias las debilidades del modelo neoliberal.
En esto reside el aludido discreto encanto de la socialdemocracia; pero también en las actuales
circunstancias su profunda fuerza transformadora.

...............................................................................................................................................................

DE LA SOCIALDEMOCRACIA CLÁSICA AL SOCIALISMO ACTUAL*19

La Primera Guerra Mundial, cuyo estallido hizo saltar por los aires la II internacional, dio paso a un
período en el que fue casi regla general en Europa la participación en un momento y otro, con más
o menos peso, de notables socialistas en el gobierno de sus países: Alemania, Austria, Bélgica,
Suecia, Dinamarca, Gran Bretaña, Francia y España pueden citarse como ejemplos. Ahora bien,
salvo en el caso del Partido Socialdemócrata Sueco, que se mantuvo hegemónicamente en el
poder desde 1932 a 1976, estas experiencias de la primera postguerra apenas permitieron realizar
reformas socialistas de mayor alcance. Desde el punto de vista doctrinal, este período de
entreguerras se encuentra marcado profundamente por la escisión entre socialistas y comunistas y
contiene dos aspectos novedosos y de relevancia respecto a la etapa anterior de la
Socialdemocracia: 1) la búsqueda que emprenden algunos austromarxistas de una posición
intermedia entre el reformismo práctico de la socialdemocracia y el revolucionarismo voluntarista y
dictatorial del comunismo soviético, que dio lugar al intento de la “Internacional Segunda y Media”,
y que en sustancia buscó sin lograrlo, llevar a cabo reformas radicales que fueran compatibles con
un régimen democrático. 2) el desarrollo hasta sus últimas consecuencias de la tesis del
revisionismo reformista que bajo la premisa teórica de abandonar la inspiración marxista del
socialismo, infectada de determinismo histórico, proponían la renuncia política al instrumento
revolucionario, la alianza con las clases medias o el reconocimiento del marco nacional para la
construcción del socialismo.
La experiencia fascista, a cuyo ascenso asistieron con impotencia los distintos partidos
socialdemócratas de Europa, abrió paso, luego de la Segunda Guerra Mundial, a un período nuevo
en el que se generaliza el proceso de la descolonización, a la par que Europa, donde las
propuestas socialistas son reconducibles a la tradición anterior, asiste a una reconstrucción
económica basada en los pilares de la democracia liberal y el sistema capitalista hacia el interior y
“guerra fría” entre los países occidentales y los del Este europeo hacia el exterior. Como ya lo
expresáramos, además de la ya asentada hegemonía sueca, los partidos socialista irán
adquiriendo un peso dominante y significativo en la alternancia de gobierno, así por ejemplo: Gran
Bretaña 1945, en Alemania desde 1969 y en Austria desde 1970. Este socialismo norte y
centroeuropeo se caracterizó –con la excepción de la política de nacionalizaciones del laborismo
británico- por una mayor intervención estatal en los procesos de redistribución que en los de
producción, de forma que una política fiscal progresiva permitió consolidar eficazmente la red
asistencial que configura el Estado de bienestar, en un proceso que resultó ser funcional al tipo de
crisis económica que Keynes analizó y propuso combatir mediante la incentivación de la demanda.

19
* El presente trabajo es una síntesis basada en “La Socialdemocracia” de Alfonso Ruíz Miguel, colaboración
publicada en: Fernando Vallespín ed. “Historia de la Teoría Política”, T. 4, Cap. V. Alianza Editorial, Madrid,
1992.
La brecha entre previsiones y realizaciones como las anteriores y las propuestas y aspiraciones de
la socialdemocracia clásica se colmó en el plano doctrinal con una recuperación, y aun un
desenvolvimiento liberal, de las principales tesis del revisionismo reformista, lo que se plasmó en el
Programa del SPD alemán de 1959, aprobado en el Congreso de Bad Godesberg. En él se
enraizaba al socialismo democrático con la ética cristiana, el humanismo y la filosofía clásica para
renunciar expresamente a “proclamar últimas verdades”, que no era otra cosa que liberarse de la
inspiración marxista que hasta entonces había sido norma programática. Desde el punto de vista
ético-político, el Programa de Bad Godesberg establecía una decidida identificación entre
socialismo y democracia, entendida como sometimiento de todo poder al control político, lo que
exigiría un nuevo orden económico y social conforme con los valores fundamentales del
pensamiento socialista: libertad, justicia, solidaridad y la mutua obligación derivada de la común
solidaridad. Sin embargo, este nuevo orden no se condensaba en la fórmula tradicional de la
socialización de los medios de producción, sino que se consideraba compatible con le economía de
mercado y con la propiedad privada controladas.
En contraposición con una formulación como la señalada, especialmente a partir de la década de
los ’60, se produce una difusa pero insistente teorización de una más bien tajante distinción entre
socialdemocracia y socialismo democrático, identificada aquélla con el mero reformismo que
acepta la organización capitalista y éste como una doctrina que pretende superarla radicalmente,
siempre mediante el respeto a las reglas del juego democrático. Esta posición, tributaria de
fenómenos tan distintos como la primavera de Praga de 1968 o el Chile de Allende entre 1970 y
1973, puede detectarse teóricamente en autores tan dispares como R. Bahro, Lichtheim,
Macpherson, Sotelo, Touraine, entre otros.
En el plano de la práctica política, esta propuesta tendió a presentarse sobre todo como doctrina
propia de los partidos del sur de Europa, que nunca se habían incorporado al gobierno, como el
caso del español o griego, o que no lo habían hecho hegemónicamente, como el francés o italiano,
y hasta el momento que lo hicieron. Por su parte, aun con matices distintivos, a la misma idea de
socialismo democrático llegaron también los partidos comunistas de igual localización europea, que
propiciaron el movimiento del eurocomunismo como alternativa al modo dictatorial seguido en los
países de “socialismo real”. En definitiva, corrientes muy distintas en origen convergen en la
propuesta de un socialismo democrático que se propone como “tercera vía” entre el comunismo y
la socialdemocracia20.
Norberto Bobbio, uno de los más relevantes socialistas liberales contemporáneos, sentenció hace
no mucho tiempo que “la tercera vía no existe”, pretendiendo poner de manifiesto que entre el
método democrático y el dictatorial no puede haber ningún híbrido para ir acercándose al
socialismo. Creemos, sin embargo, y en relación con los fines, que la distinción entre
socialdemocracia y socialismo democrático, o si se quiere entre socialdemocracia moderada y
radical, puede aludir a la diferencia entre propuestas predominantemente institucionales e
insistentes en el democracia política representativa y propuestas más permeables a la intervención
social no organizada mediante partidos y a la extensión de los mecanismos democráticos, a ser
posible, directos, a todos los ámbitos, como el económico, el escolar, el sanitario, por sólo citar
algunos. Tal ideal de “ una democracia más avanzada en todas las esferas de la vida: la política, la
social y la económica”, es el marco y a la vez el fin del socialismo proclamado en la Declaración
de Principios de la Internacional Socialista de 1989. Y a pesar de las limitaciones reales de la
socialdemocracia como fórmula política propia sólo de algunos países occidentales especialmente
desarrollados, el viejo ideal internacionalista no deja de aparecer ahora como referente utópico en
la propuesta de una “sociedad democrática mundial”, cuya estructura política no se configure como
un subproducto de los egoísmos de los bloques, las naciones o las empresas, según reza la citada
Declaración.
Sin embargo, con independencia de la lejanía entre las realidades y los deseos y de la reconocida
dificulta de ir avanzando hacia la consecución de los ideales como los anteriores en el marco de
una severa estructura económica del capitalismo globalizado y multinacional, la socialdemocracia

20
Es importante señalar que esta “tercera vía” de la que estamos hablando no es la misma que propuso el
primer ministro laborista inglés, Tony Blair, cuando en 1999 propuso “La Tercera Vía” como una nueva
opción entre socialismo y liberalismo, para hacer del laborismo inglés –léase la socialdemocracia inglesa- un
partido que tenga una propuesta más abarcadora del centro ideológico de ese país.
es hoy objeto de un debate más radical. Así, se trata de dilucidar si el modelo que propone la
socialdemocracia es susceptible de una profunda renovación que le permita encabezar o, cuando
menos, acompañar ulteriores transformaciones sociales o si más bien se encuentra ya
enclaustrado en una posición esencialmente conservadora y quizá condenado a ser superado por
un nuevo paradigma que recoja su agotado impulso crítico y progresista, así lo entienden entre
otros: Gorz, Touraine. Tres factores básicos se han aducido como relevantes para describir este
nuevo gozne histórico: la extensión en influencia de movimientos sociales alternativos a los
tradicionales como los ecologistas, pacifistas, feministas, etc., la consecuencia de las graves
contradicciones e insuficiencias de un modelo económico-social basado en el magaindustrialismo y
en el atizamiento de un espiral inagotable de productivismo y consumismo y, en fin, la creciente
insostenibilidad de unas relaciones entre países pobres y ricos que apenas contemplan los
menores progresos en la búsqueda de la eliminación del hambre y la miseria que asolan a la mayor
parte del mundo. Sin duda que el futuro papel del pensamiento y los movimientos socialdemócratas
dependerá de sus respuestas a estos problemas fundamentales.

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