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UN DESTINO SUDAMERICANO.

LA INVENCIÓN DE LOS ESTUDIOS SOBRE CULTURA POPULAR EN


LA ARGENTINA
Pablo Alabarces, Valeria Añón y Mariana Conde
Hipótesis del trabajo: 1) Los estudios sobre cultura popular nacen de la necesidad política de
incorporar lo popular como tópico; 2) este movimiento implica la invención anacrónica y
anticipada de los cultural studies; 3) el proceso de la dictadura los llevó al silencio, y 4) en la
democracia, la carga del mote populista de los trabajos los llevó a la periferia de la academia.
Indagaciones de cultura popular durante el peronismo:
La cultura popular no precisaba averiguaciones sino señalamientos, yendo por 2 vías
contradictorias. Por un lado, la afirmación folklorista, telurizante y arcaica, que se limitaba a
enunciar un existente, los copleros, los canciones, la “poseía popular argentina”, contradiciendo el
peronismo su urbanismo y modernidad, su condición de movimiento popular, obrero, industrial y
urbano. Por otro lado, la práctica de la industria cultural, que se limitaba a la producción de masas
sin precisar de un discurso teórico que le diera sustento y legitimidad. El cine, el teatro la radio, la
música, la literatura popular, etc., se limitan a producir catálogos extensos ajenos a cualquier
necesidad de teoría. Por eso era lógico que a la caída del peronismo, el discurso hegemónico lo
construyeran textos complementarios de Guillermo de Torre o Borges.
No hay teoría peronista sobre las innovaciones que el peronismo produce en la cultura de masas.
Esta reflexión entre los peronistas vendrá de la mano de los pregramscianos en cuyos textos
aparecían aquejados por la enfermedad de todo populismo, el antiintelectualismo, como muestran
los textos de Fermín Chávez, J. A. Ramos, A. Jauretche. La tesis de Jauretche será una gran
orientación: una reflexión pre gramsciana que asegura que la disputa por el poder también se da
en el plano de lo superestructural, lo que exige del crítico el examen del campo cultural; un
diagnóstico que define a las intelligentsias locales como colonizadas, atravesadas por un lenguaje
difundido y estipulado como único posible, basado en el predominio de una supuesta cultura
universal establecida como último horizonte de pensamiento, donde la escuela y la gran prensa
son grandes difusores y controlador de ese flujo de discursos coloniales; la reivindicación de un
modo de pensar popular, aún no atravesado ni colonizado por tal lenguaje dominante, y basado en
una “sana inducción” frente al pensamiento deductivo de la élite. La resultante es la
reivindicación de lo popular como un modo de conocer, una experiencia directa de lo real sin
mediación, que habría permitido a las clases trabajadoras la comprensión adecuada de la
novedad peronista mientras que las mediaciones intelectuales las habrían vedado. Por este
discurso el intelectual-enunciador niega su condición de tal y califica al resto usando la 3ª persona.
Invención de los estudios sobre cultura popular a partir de los ‘70:
Estos estudios nacerán a partir del trabajo de 3 intelectuales vinculados al peronismo y la
literatura: Aníbal Ford, Eduardo Romano y Jorge Rivera. El corpus conceptual de sus análisis lo
componen: textualidades no centrales, periféricas del campo legítimo de la centralidad literaria, la
contaminación de estas textuales con el periodismo de masas, la preocupación arqueológica, el
rescate de los textos olvidados o marginales (lit. gauchesca), la lectura sociológica y política de los
textos literarios, la influencias de nuevas ideas (como la idea de dependencia de Theotonio Dos
Santos) y un peronismo más de tipo jauretchiano. Esta obre se desplegará esencialmente con la
vuelta del peronismo entre 1973-76.
La posición desde donde analizan estos objetos es la de la caracterización de lo popular,
grasmscianamente, como subalternidad conflictiva y desplazada por una economía simbólica
sujeta a una doble dominación: de clase, por un lado (referencia no marxista sino jauretchiana
del “bloque de poder” oligárquico con complicidades pequeño-burguesas) y colonial, por otro
(por el juego del imperialismo cultural y por la acción de las compañías transnacionales de la
industria cultural, que desplazan la producción cultural nacional tramada con los deseos de las
clases populares locales). Esto se ve en la obra de Romano “Apuntes sobre cultura popular y
peronismo” (1973), donde vincula cultura popular con cultura de masas, que captura lo popular
no como gesto expropiador sino como puesta en escena del deseo de sus públicos.
En la obra conjunta de los tres intelectuales en 1985, Ford sostiene la necesidad de pensar el
trabajo crítico como un “trabajo de afirmación de la conciencia nacional y popular, una forma de
enfrentamiento con la cultura oligárquica y el imperialismo”. En tal misión, el analista debe
entender lo popular como parte de la lucha política, lo que implica demoler el concepto burgués
de cultura (restringido a los bienes de la élite), tanto en sus variantes elitistas como en las
reformistas, “distribucionistas”, ya que éstas últimas negarían el rol activo y creador de las clases
populares. En el listado de los objetos de la obra, lo novedoso es “la lectura de los medios de
comunicación que hace el proletariado industrial”. En esta llama la atención la referencia al
término proletariado que no es común, cuyo recorte supone que se ha suprimido del mapa el
ruralismo neorromántico (la exaltación del gaucho). Pero más importante es la innovación referida
a la lectura de los medios de comunicación, tratándose de verificar la hipótesis de que las clases
populares no pueden ser sometidas a la manipulación, de que ejercitan con los mensajes de los
medios una serie de juegos de lectura (lo que Ford llamará después la utopía de la manipulación).
Lo que Ford, Rivera y Romano habían creado sin saberlo eran los cultural studies, con objetivos
similares y los mismos sujetos (los pliegues infinitos de la cultura de masas, historiados y pensados
como ejes cruciales de las identidades culturales de las clases populares), y con trayectorias
biográficas e intelectuales parecidas a las de los protagonistas ingleses. Sin embargo, el énfasis en
la continuidad indemne de las prácticas populares a través del interregno de la dictadura, y el
exceso de confianza en el eterno retorno del peronismo convirtió a estos intelectuales en “viejos
populistas”, en un ámbito académico donde desaparecía el término “cultura popular” y la
categoría de pueblo era reemplazada por la categoría neoliberal conservadora de gente. Así, el
populismo había devenido en conservadurismo menemista.

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