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POEMAS SUFÍES
Versión, selección, prólogo y notas de
Alberto Manzano
<8
H iperión
poesía Hiperión
Colección dirigida por Jesús Munárriz
Diseño gráfico: Equipo 109
Dibujo de cubierta: Jaime Munárriz
IM P R E S O E N E S P A Ñ A • U N IÓ N E U R O P E A
C u a n d o dos borrachos se encuentran, son como dos nubes via
jeras que se topan en una tormenta; escucha el estallido de sus es
candalosas risas y gritos, ve en el quebrado relámpago de plata, el
frenético chinchín de sus copas. Bajo el jolgorio celestial, yo es
toy acurrucado y solo en este ruinoso establo de asnos, contem
plando la densa cortina de agua que desfila ante m is ojos, m uer
to de envidia en mi corazón, por la rugiente alegría que se manifiesta
en las alturas. Me pregunto por qué le gusta tanto m i valle a la
lluvia.
Se cuenta que cuando Shams al-DTn y Rüm l se encontraron,
éste quedó transform ado com o el cobre impuro que entra en con
tacto con la piedra filosofal, en el mágico proceso de la alquim ia.
Aquél, un andrajoso y suelto derviche errante, nativo de T abrlz y
de origen artesano, es identificado felizm ente por Rüm i com o la
imagen perfecta del Divino Amado, y el gozoso am or que infun
de y atrae hacia él, el símbolo único de la anhelante e intensa unión
m ística con Dios. La intrigante aventura “am orosa” que, durante
más de dos años, ambos viven en retiro, totalm ente ausentes del
mundo exterior, desencadena en R üm l un incontrolable torrente
de poesía, que fluye desde él, fresco y atrevido, com o la copiosa
nevada da origen a una nueva fuente. Shams al-D ín es revelado
en los brillantes textos de Rüm l, com o el resplandeciente Sol que
eclipsa al sol y a la luna, en cuya luz todos los átomos bailan, cuya
estela todas las nubes persiguen. Él es la generosa Prim avera que
hace brotar los frutos, él es el Rey piadoso que encadena y asesi
na a sus esclavos. Sultán Valad, hijo de R üm l y biógrafo, com pa
ra la absorbente com unión entre su padre y este “santo oculto” ,
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con el famoso viaje que Moisés hizo en compañía de Khadir, el m is
terioso guía que le condujo hasta la Fuente de la Inmortalidad. Sin
embargo, las exclusivas atenciones que Rüml muestra hacia tan ex
céntrico extranjero, avivan el fuego de los celos en sus abando
nados discípulos, que ah o ra am enazan e intrigan alrededor de
Shams al-DTn, hasta que huye a Damasco.
Rüm l envió a su hijo en busca de Shams al-D ín; pero las len
guas de sus calum niadores pronto volvieron a dispararse como
chasqueantes látigos en el aire y, tras una nueva huida y regreso,
quizá en 1247, el entrometido extranjero desapareció sin dejar ras
tro. No del todo cierto, pues serpenteantes rum ores nos llevan a
sostener la ligera sospecha de que Shams al-D ín fuera asesinado,
no sin el conocim iento de los hijos de Rüm l.
“Algo sin duda se movió, alguna m isteriosa cuerda tocaron.
Las contradicciones de los otros parecían indicar que sus oídos y
sus ojos fueron víctimas de esas intensas vibraciones. Todo que
dó descolocado, la vida y el mundo y Dios, y ellos dos antes que
todo” . Pero R üm l ya no era recuperable, no hasta el extremo “ra
cional” de devolver a las gentes de Konia y a sus discípulos, aquel
gran predicador y maestro de jurisprudencia y ley canónica que fue
ra, beneficiado de patrocinio real, su vieja personalidad que des
plegó entre 1240 y 1244. (“Cuando un pez ha conocido el m ar,
¿cómo regresará a la tierra?”) “R üm l em pezó a volar hacia una
nueva tierra que para él es siempre un cielo. Q uizá se disolviera
sim plem ente en lo que la tradición sufí llam aría el fana, la nega
ción total del yo. ¿O fue el m undo el que em pezó a volar? No:
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R üm l se em barcó esta vez en eso, ¡y hasta el fin de sus días! ¡Un
m aníaco de Dios! ¡ Rümí es nadie!”
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Nada más equívoco que ver en la sim bólica poesía m ística de
Rürrá el molde original que grabara el modelo de un sutil lenguaje
metafórico, tan rico en la tradición poética islámica. M uchos otros
se le adelantaron a su tiem po, y configuraron una horm a, más o
m enos “clásica”, que determ inó un reconocido estilo en el arte de
com poner las odas y poem as líricos o épicos musulm anes. Entre
los m ás em inentes y prestigiosos de estos pioneros, sobresale
Firdusi, quizá el m ás popular, Sana’i, que m urió en 1150, y Farid
al-A ttar, autor de la célebre obra El lenguaje de los pájaros, a
quien Rüml conoció personalmente. Llegado a este punto, sería her
m oso detenerse para conocer la anécdota que cuenta cóm o A ttar
entregó al entonces m uchacho de catorce años, Rüm l, un ejem
p lar de su obra El libro de los Secretos, y cóm o R üm l escribiría
unos años más tarde, rebosante por la adm iración que siem pre
sintió por tan encum brado poeta: “A ttar ha sabido recorrer las sie
te ciudades del Amor, m ientras yo estoy siem pre a la vuelta de la
esquina” .
D e cualquier manera, la poesía estuvo muy lejos de ser el cen
tro de la vida de Rüm l; ante todo fue un teólogo erudito en el su
til m odelo del Islam m edieval, muy fam iliar con el Corán y su
exégesis, los dichos tradicionales del Profeta M ahom a, la ley sa
grada y sus expositores eruditos, las riñas de las “Setenta y dos
sectas discordes” , no sin m encionar las “ciencias extranjeras” , in
cluyendo la filosofía, y las vidas de los santos y místicos. Todo
este variado conocim iento se refleja en la poesía de Rüm l.
Con todo, no sin cierta sorpresa, Rüml llegó a m ostrar un asom
broso desprecio por su propia poesía. En una ocasión rem arcó:
“Me siento afectado hasta tal punto que cuando estos am igos vie
nen a verme, por m iedo a que puedan sentirse aburridos, recito
poesía para que puedan estar ocupados en ella. De otra manera,
¿qué he de hacer con la poesía? Por Alá, no m e im porta nada la
poesía, y no hay nada peor en m is ojos que ella. Se ha convertido
en una obligación para mí, com o cuando un hombre sumerge sus
m anos en las tripas y las lava en atención al apetito de un invita
do, porque el apetito del invitado es por las tripas” . La m odestia
del poeta, arraigada en una escrupulosidad puritana, no necesita
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afecto ni juicio. En Rüm l encontram os a uno de los grandes poe
tas del mundo. Con profundidad de pensam iento, ingenio de m e
táforas, y un triunfante d o m in io del lenguaje, Rüm l sobresale
com o el suprem o genio del m isticism o islám ico.
Mi últim a reflexión es ésta, lo único que he aprendido de este
libro: no conozco otro A m or m ás que el que Rüm i describe. El
velo ha sido retirado, ¡Dios está preñado! ¡Larga vida al corazón
único!
Nota aclaratoria: Los dos últimos puntos que aparecen antes de mi últi
ma reflexión, así como algunas líneas e ideas en este texto, han sido to
mados prestados del excelente prólogo que escribió A. J. Arberry, en la
presentación de su trabajo de traducción Poemas místicos de Rüml. Las
líneas que aparecen entre comillas son debidas a la pluma de Carlos
Dubner. A. M.
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Cuando la gente está sola, está en silencio; uno habla con los
hombres, nadie habla del secreto de su corazón con la puerta y la
pared.
¿A caso no encuentras ningún hom bre con quien hablar, que
has caído en silencio? ¿A caso no ves a ningún hom bre para inti
m ar con tus palabras?
¿Estás feliz del m undo puro? ¿No te mezclas con cosas m ate
riales, con perros de ser natural que están deshonrados por su pro
pia carroña?
2
¿Cuál es el cam ino por el que llegué? Yo regresaría, pues esto no
me gusta.
La ausencia por un m om ento del sendero del A m ado es ilíci
ta de acuerdo con la doctrina de los amantes.
Sólo que en toda la ciudad hubiera alguien — por Alá, una se
ñal sería suficiente.
¿Cóm o escapará el pinzón? Pues ni siquiera el sim urg es de
pies ligeros en esta sólida tram pa.1
Corazón mío, no vengas vagando en esta dirección; siéntate
ahí, pues éste es un lugar agradable.
Elige ese postre que aum enta la vida, busca ese vino con cuer
po.
El resto es todo olor, im agen y color, el resto es todo guerra,
vergüenza y oprobio.
Perm anece en silencio, y siéntate, pues estás borracho, y éste
es el borde del tejado.
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Mi verso se parece al pan de Egipto — la noche pasa sobre él, y
ya no puedes com erlo.
Devóralo en el m om ento que esté fresco, antes de que el pol
vo se ponga sobre él.
Su lugar es el cálido clima del corazón; en este mundo m uere
de frío.
Como un pez se estrem ece un instante en tierra firme, pasa otro
m om ento y lo encuentras frío.
Incluso si te lo com ieras imaginando que está fresco, es nece
sario evocar muchas imágenes.
Lo que bebes es realmente tu propia imaginación; esto no es un
viejo cuento, m i buen hombre.
4
A
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R eco n o ce a los viajeros en el sendero del am o r p o r sus pálidas
m ejillas; conoce que las perlas del am or son lágrim as, la seda del
am or la sangre del corazón.
¿Q ué es igual a la m ejilla pálida de oro? Dicen: el ru b í del Amado.
¿Q ué es igual a la lágrim a com o la perla? Dicen: esa m irad a .
Som os esclavos de ese saki, hasta la eternidad continuamos; nues
tro m undo está seguro y contento, los m undanos pasan de largo.
Todo el que ha nacido ha m u erto , y ha entregado su alm a al
ángel de la guard a; el am ante no nació de ningún hom bre, el am or
no tiene padre.
Si no estás de este lado, entonces siéntate detrás co m o la nuca;
si no eres la nuca, entonces av an za com o u n escudo.
Avanza com o un escudo inco n scien te, y co n tem p la cóm o los
conscientes caen inconscientes por la m irad a del golpe del A m igo.
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La razón es la cadena de los viajeros y los am antes, hijo m ío;
rom pe la cadena, el cam ino es claro y obvio en adelante, hijo
mío.
La razón es una cadena, el corazón una trampa, el cuerpo una
ilusión, el alma un velo; el cam ino está oculto de todas estas pe
sadeces, hijo mío.
Cuando te has elevado de la razón, el alma y el corazón, y has
partido, todavía esta certeza y esta visión directa están en duda,
hijo mío.
El hombre que no se ha apartado del ego no es un hombre, hijo
mío; el am or que no es del alma no es más que una leyenda, hijo
mío.
Levanta tu pecho com o un blanco ante la flecha de Su decre
to; sé fuerte, pues la flech a de Su decreto ya está en el arco, hijo
mío.
El pecho que ha sido herido por el choque de la flech a de Su
disparo, tiene en su frente y rostro un centenar de m arcas, hijo
mío.
Si subes como Idris hasta el séptimo cielo, el am or del Amado
es verdaderam ente una excelente escalera, hijo m ío.1
A cada lado donde una caravana tom a su orgulloso cam ino,
contem pla el amor, que es la qibla de la caravana, hijo mío.2
Su am or ha lanzado una som bra sobre la tierra com o un lazo;
Su am or com o m ontero está en el cielo, hijo mío.
No m e preguntes sobre el amor, no preguntes a ningún hom
bre, pregunta al Am or m ism o; cuando habla el A m or es como una
nube lloviendo perlas, hijo mío.
El A m or no es asunto de dorm idos, blandos y delicados, el
A m or es asunto de valientes y héroes, hijo mío.
Q uien se ha convertido en el siervo de los am antes y verdade
ros, es un rey, un em perador, un señor de la fortuna, hijo mío.
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No dejes que este mundo lleno de m ágicos hechizos te aparte
del Amor, pues este m undo desleal está saltando lejos de ti, hijo
mío.
Aunque los versos de esta oda hayan sido largos en sus ju n tu
ras, la m elodía ha cam biado, pero el significado es el m ismo, hijo
mío.
Pon atención, cierra la boca y perm anece en silencio en lo su
cesivo com o una concha de ostra, pues esta lengua tuya es en re
alidad el enem igo del alma, hijo mío.
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Q ué dulce es hablar y discurrir, conversar con sus labios, espe
cialm ente cuando abre la p u erta y dice, “ ¡Pero am igo, en tra!”
Para el labio seco él cuenta la historia de la fuente de Khidar;
de acuerdo con la estatura del hombre, el sastre de su amor corta
el vestido.1
Las fuentes se em borrachan con la em briaguez de su ojo; los
árboles bailan ante la suave brisa del amanecer.
El ruiseñor dice al rosal, “¿Qué hay en tu corazón? Decláralo
inm ediatam ente; no hay nadie cerca, sólo tú y yo.”
El rosal responde, “M ientras estés contigo, no alojes esta am
bición. Esfuérzate por llevar la carga de tu ego fuera de esta m o
rada terrenal.”
El ojo de la aguja de la pasión es estrecho; conoce con seguri
dad que no adm itirá un hilo cuando perciba que es de doble he
bra.
Contempla cómo el sol está en llamas hasta el cuello, para lle
nar de luz el rostro de la tierra, con su rostro.
Cuando Moisés se dirigió hacia el arbusto en llamas, el arbusto
le dijo, “Yo soy el agua del K authar, ¡quítate los zapatos y ven!2
1 Khidar o Khadir, fue el misterioso guía que condujo a Alejandro hasta la fuen
te de la Inmortalidad.
5 El Kauthar es un río del Paraíso. Ver Corán, 20:12.
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No tem as m i fuego, pues soy agua y dulce sin más; tú has al
canzado la prosperidad; la silla del honor es tuya, ¡bienvenido!
T ú eres una perla de brillo puro, un ru b í de la m ina, el alm a
del sinlugar y del lugar; tú eres el sin par de la edad; ¿dónde que
dan las otras criaturas a tu lado?”
A través de la mano del amor, cada mano se convierte en la
corte real de la m unificencia; a través de ti, el m undo desleal se
convierte en la fábrica de la fidelidad.
En la prim era hora del día llegaste, en tu mano el tazón real;
estás arrastrando m i alma hacia la fiesta, diciendo, “ ¡Bienvenido!”
¿Qué es del corazón, cuando la mano del corazón estrecha la
m ano del novio? ¿Qué es del cobre impuro, cuando oye la voz de
bienvenida de la piedra filosofal?
U n m aravilloso querido llegó, en su mano una lanza, como un
beduino. Yo dije, “¿Qué servicio puedo rendir?” Él dijo “ ¡Ven arri
ba conm igo!”
Mi corazón saltó diciendo, “¿C orro?” Mi razón dijo, “¿Voy?”
G enerosam ente él hizo señas, diciendo, “ ¡Sí, am bos!”
Puesto que la m esa ha descendido del cielo, lava tus m anos y
tu boca, que no proceda de tus manos el olor de cebollas y cebo
llinos.3
La m in a de sal ha llegado; pon atención, si eres herm oso y
amante. Coge el tazón, y entrega la copa; ¡escoge el jolgorio no el
caldo!
A hora cierro estos dos labios, para que la lám para del día y la
noche, incluso con la llama de la lengua, pueda contarte toda la his
toria
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¿Q ué excusas tienes que ofrecer, corazón mío, por tantos defec
tos? ¡Tal constancia por p arte del Amado, tal infidelidad por la
tuya!
¡Tanta generosidad por su lado, por el tuyo tal molesta terque
dad! ¡Tantas gracias de él, tantas faltas por ti cometidas!
¡Tal envidia, tales m alvadas im aginaciones y oscuros pensa
m ientos en tu corazón, tal atracción, tal saboreo, tal munificencia
en él!
¿Por qué todo este saboreo? Para que tu alm a am arga pueda
volverse dulce. ¿Por qué toda esta atracción? Para que puedas unir
te a la com pañía de los santos.
Estás arrepentido de tus pecados, tienes el nombre de Dios en
tus labios; en ese momento él te arrastra, para salvarte con vida.
A l final tienes m iedo de tus m aldades, buscas desesperada
m ente un cam ino de salvación; en ese instante ¿por qué no m iras
a tu lado a quien está insertando tal m iedo en tu corazón?
Si él vende tus ojos, eres como un guijarro en su mano; ahora
te hace rodar así, ahora te lanza al aire.
Ahora implanta en tu naturaleza una pasión por la plata, el oro
y las m ujeres; ahora im planta en tu alm a la luz de la form a de
M ustafa.1
En este lado arrastrán d o te hacia los herm osos, en ese lado
arrastrándote hacia los m alcarados; entre estos remolinos, el b a r
co sólo puede atravesar o hundirse.
O frece muchas oraciones, llora gravemente en el tiempo de la
noche, que el eco pueda llegar hasta tus oídos desde la esfera de
los siete cielos.
Cuando los gem idos, las lam entaciones y las lágrim as como
piedras de granizo de Shu’aib rebasaron todos los lím ites, por la
m añana llegó hasta él una proclamación desde el cielo2:
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“Si eres un pecador, yo te dispenso y te concedo el perdón de
tus pecados. ¿Es el paraíso lo que buscas? M ira, aquí lo tienes;
¡guarda silencio y cesa esas peticiones!”
Shu’aib replicó, “Yo no busco ni esto ni aquello. Lo que deseo
es ver a Dios cara a cara; aunque los siete mares ardieran en llamas,
yo me sumergiría en su interior si tan sólo pudiera encontrarle.
Pero si fuera desterrado de ese espectáculo, si m is ojos m an
chados de lágrimas se cerraran contra esa visión, yo sería más dig
no de m orar en el fuego del infierno; el paraíso no estaría hecho
para mí.
Sin Su semblante, el paraíso es para mí el odioso infierno. Estoy
consum ido por el color y el olor de la m ortalidad; ¿dónde está el
esplendor de las luces de la inm ortalidad?”
Ellos dijeron, “Por lo m enos m itiga tu llanto, para que tu vis
ta no dism inuya, pues el ojo se vuelve ciego cuando el llanto re
basa los lím ites.”
✓
El dijo, “Si al final mis ojos contem plaran esa forma, cada p ar
te m ía se convertiría en un ojo; ¿por qué entonces iba a afligirm e
por la ceguera?
Pero si al final m is ojos fueran privados para siempre, ¡dejad
que esa vista se vuelva verdaderamente ciega, la que es indigna de
contem plar al A m ado!”
En este mundo, cada hom bre se convertiría en un rescate para
su amada; la amada de un hombre es una bolsa de sangre, la de otro
el sol en esplendor.
Puesto que cada hombre ha elegido una am ada, buena o mala,
com o se ajusta a su propia naturaleza, ¡sería una lástim a que nos
aniquiláram os por nada!
Un día, un viajero acom pañaba a Bá Yazld por cierta carrete
ra. Entonces Bá Yazld le preguntó, “¿Qué profesión has elegido,
canalla?”3
El hombre replicó, “Soy asnero” . Bá Yazld exclamó, “ ¡Apártate
de mí! — “ ¡Señor, concede que su asno pueda morir, para que él
pueda convertirse en el esclavo de D ios!”
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T u cuerpo es yesca seca, y esa visión es el fuego; cuando m i
ras bien en la materia, no hay más que llamas.
Tam poco es yesca, pues al arder se convirtió en fuego; cono
ce que la yesca es luz, aunque no brille.
Para los oídos de aquellos que deben venir detrás mío, hablo y
escribo; nuestra vida no está pospuesta.
Pues el A m or les ha cogido por la oreja y está llevándoles por
cam inos secretos donde la razón no es ninguna guía.
Los ojos de M ahom a se han cerrado en sueño, y el rabel se ha
vuelto tenue; no duerm as — estas palabras son un tesoro de oro,
aunque en verdad no sean oro.
La humanidad son las estrellas, y Shams-i TabrizT es e l sol;
¿qué estrella hay que no esté ilum inada por su sol?
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Oh amantes, amantes, en este día vosotros y nosotros hem os caí
do en un remolino: ¿quién sabe nadar?
Aunque el torrente del mundo se desbordara y cada ola se vol
viera com o un drom edario, ¿por qué iban a preocuparse las aves
acuáticas? El pájaro del aire es el que debería m ostrarse inquieto.
N uestros rostros están ilum inados de gratitud, instruidos como
estamos en olas y m ar, puesto que océano y diluvio son vida cre
ciente para el pez.
¡Saúco, acércanos una toalla! ¡agua, déjanos sumergirnos en tu in
terior! ¡Moisés, hijo de ‘Imran, ven, golpea el agua del mar con tu vara!
Este viento inventa una pasión distinta en cada cabeza; ¡dejad
que mi pasión sea por aquel copera, y podéis quedaros con el resto!
Ayer aquel saki en el cam ino arrebató las gorras de los borra
chos; hoy aún está dando más vino, dispuesto a dejarnos sin ropa.
Oh envidia de la luna y de Júpiter, con nosotros, todavía ocul
to de la vista com o una peri, suavemente, suavem ente me arras
tras — ¿no me dirás adonde?'
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A llí donde vayas, siem pre estarás conm igo, tú que eres m is
ojos y m i claridad; si quieres, arrástram e a la em briaguez, si quie
res, transpórtam e a la aniquilación.
Debes saber que el mundo es com o el Monte Sinaí, y nosotros,
com o M oisés, los buscadores; una revelación llega a cada m o
m ento y hace pedazos la m ontaña.2
Una porción se convierte en verde, una porción se convierte
en blanco de narciso; una porción se convierte en una perla, una
porción rubí y ám bar.
Tú que buscas contemplarle, mira fijamente esa cordillera Suya.
O h m ontaña, ¿qué viento ha soplado sobre ti? Nosotros nos he
m os em briagado con el eco.
O h ja rd in e ro , ja rd in e ro , ¿p o r qué has venido a co g ern o s?
Si nosotros nos llevam os tus uvas, ¡tú te llevaste nuestra b o l
sa!
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¡Verdaderamente feliz es ese sonriente que ha apretado su m e
jilla contra esa mejilla! ¡Grande y glorioso es ese corazón que ha
partido hacia ese Corazón dulce!
¿Quién hay en el cam ino del corazón que no tenga un suspiro
en su corazón? V erdaderam ente afortunado es ese hom bre que
está ahogado en ese suspiro.
Cuando se ha ahogado en el m ar, el m ar lo sube hasta la su
perficie, com o José que em ergió del pozo a la grandeza.
Ellos dicen, “Polvo eres, y en polvo te convertirás.” ¿Cómo se
convertirá en polvo quien es el polvo de esta puerta?
Los cultivos parecen todos de una clase hasta que llega el tiem
po de la cosecha; una m itad se convierte en buen grano, la otra
m itad es barcia.
13
Venid, pues hoy es para nosotros un día de festival; de hoy en ade
lante la alegría y el placer irán en aumento.
Dad palmadas, decid, “Hoy es todo felicidad” ; desde e l prin
cipio era evidentemente un buen día.
¿Quién hay en este mundo como nuestro Amigo? ¿Quién ha vis
to un festival como éste en un centenar de ciclos?
La tierra y el cielo están llenos de azúcar; en todas direccio
nes la caña de azúcar ha brotado.
El estruendo de ese m ar esparciendo perlas ha llegado; el m un
do está lleno de olas, y el m ar es invisible.
M ahom a ha vuelto de la Ascensión; Jesús ha llegado desde el
cuarto cielo.
Toda moneda que no sea de este lugar es falsa; todo vino que
no sea de la copa del A lm a es impuro.
¡Qué espléndida asamblea, donde el saki es buena fortuna, y sus
com pañeros son Junaid y Bá Y azld!1
1 Junaid era el jerarca de los Sufíes de Bagdad.Para Bá Yazld, ver nota 3 en poe
ma 9.
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Sufrí dolor de cabeza cuando estuve deseoso; no sabía que El
M ism o Dios nos desea.
A hora he caído dorm ido y he estirado m is pies, desde que he
com prendido que la buena fortuna me arrastra.
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Poco a poco los borrachos se congregan, poco a poco llegan los
que alaban el vino.
Los m im osos del corazón llegan coquetam ente por el cam ino,
los de m ejillas rosadas llegan desde el jardín.
Poco a poco desde el m undo del ser y del no-ser, los no-seres
han partido y los seres están llegando.
Todos con faldas llenas de oro como una m ina llegan por cau
sa del destituido.
El flaco y el enfermo desde la dehesa del am or llegan gordo y
sano.
Las almas de los puros com o los rayos del sol llegan desde tal
altura hasta los hum ildes.
Bendito es ese jard ín donde, por causa de M aría, nuevos fru
tos llegan incluso en invierno.1
Su origen es la gracia, y su regreso es la gracia; incluso desde
el jard ín hasta el jard ín están llegando.
15
¿Has visto alguna vez un amante que estuviera saciado con esta pa
sión? ¿Has visto alguna vez un pez que se hubiera saciado con
este m ar?
¿Has visto alguna vez una imagen huyendo del grabador? ¿Has
visto alguna vez un V ám iq pidiendo perdón a A dhrá?1
27
En la separación, el amante es com o un nombre sin significa
do; pero un significado tal com o am ado no tiene necesidad de
nombres.
Tú eres el m ar, yo soy un pez — guárdame como desees; m ues
tra com pasión, ejerce poder real— sin ti, estoy solo.
Poderoso emperador, ¿qué falta de compasión es ésta? En el mo
m ento que no estás presente, el fuego rabia muy alto.
Si el fuego te contempla, se aparta a un rincón; el fuego ofre
ce una herm osa rosa a cualquiera que coja una rosa del fuego.2
Sin ti, el mundo es un tormento; pueda no estar sin ti ni un solo
instante; por tu vida imploro esto, pues la vida sin ti es una tortu
ra y una agonía para mí.
Tu imagen, com o un sultán, desfilaba dentro de m i corazón,
igual que Salomón entrando en el Templo de Jerusalén.
M illares de linternas brotaron en llamas, todo el templo se ilu
m inó; Ridwanes y huríes atestaban el paraíso y el Rem anso del
K authar.3
¡Exaltado sea Dios, exaltado sea Dios! ¡Tantas lunas dentro
del paraíso! Este tabernáculo está lleno de huríes, sólo están ocul
tas a los ojos del ciego.
¡Espléndido, feliz p ájaro que has encontrado m orada en el
am or! ¿C óm o iba a encontrar otro que el ‘A nqá lu g ar y aloja
m iento en el Monte Q áf?4
¡Espléndido, señorial ‘Anqá, Emperador Shams-i Tabrlz! Pues
él es el Sol ni del este ni del oeste, ni de ningún lugar.5
2 Cuando Nimrod ordenó a Abraham que se arrojara al fuego, las llamas se con
virtieron en rosas. Ver Corán, 21:69.
3 Hu rv. mujer bellísima creada por la fantasía religiosa de los musulmanes, com
pañera de los bienaventurados en el paraíso.
Ridwán es el ángel que guarda la puerta celestial.
Para Kauthar, ver nota 2 en poema 8.
4 De acuerdo con la creencia popular, esta montaña, localizada en el Cáucaso,
tendría quinientos parasangas de altura (alrededor de trescientos mil metros), des
de cuya cima se divisaba toda la tierra, siendo la morada de las d lv s y p eris, así
como del legendario pájaro Anqa.
3 Ver Corán, 24: 35 .
28
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E sta casa en cuyo interior se oye continuam ente el sonido de la
viola — pregunta al m aestro qué casa es ésta.
¿Q ué significa esta form a de ídolo, si ésta es la casa de la
Kaaba'l Y ¿qué significa esta luz de Dios, si éste es un templo de
la M agia?1
En esta casa hay un tesoro que el universo es demasiado pequeño
para contener; esta casa y este maestro son todo ficción y preten
sión.
No pongas tu mano sobre esta casa, pues esta casa es un talis
mán; no hables al maestro, pues está borracho desde anoche.
El polvo y la basura de esta casa es todo alm izcle y perfume;
el tejado y la puerta de esta casa es todo verso y melodía.
En breve, quien encuentra el cam ino hasta esta casa se con
vierte en el sultán del mundo y el Salom ón del tiempo.
Oh maestro, inclina una vez tu cabeza desde este tejado, pues
en tu herm oso rostro está la señal de la fortuna.
Juro por tu alm a que, salvo la vista de tu rostro, aunque fuera
el reino de la tierra, todo es fantasía y fábula.
El jardín está desconcertado por saber qué es la hoja y qué es
el capullo; los pájaros están turbados por saber qué es la tram pa
y qué es el cebo.
Este es el Señor del cielo, que se parece a Venus y a la luna, y
esta es la casa del Amor, que no tiene lím ite ni fin.
Como un espejo, el alma ha recibido tu imagen en su corazón;
la punta de tu trenza se ha hundido en el corazón como un peine.
Puesto que en presencia de José las m ujeres se cortan las m a
nos, ven a mí, oh alma, pues el Amado está en m edio.2
Toda la casa está borracha, nadie tiene conocim iento de quién
entra, si es Fulano o es M engano.
No te sientes borracho en la puerta, entra de una vez en la casa;
está en la oscuridad quien tiene el umbral com o lugar.
29
A unque los b o rrach o s de D ios sean m illares, sin em bargo
son uno; los borrachos de la codicia — aunque fuera uno, son do
bles.
Entra en el bosque de los leones y no temas por la herida, pues
el pensam iento y el m iedo sólo están en la imaginación de las m u
jeres.
Pues no hay ninguna herida, ahí es todo piedad y amor, pero
tu im aginación es como una tranca detrás de la puerta.
Pega fuego al bosque, y guarda silencio, oh corazón; retira tu
lengua, pues tu lengua es dañina.
17
Yo estaba en aquel día cuando los Nombres no existían, ninguna
señal de existencia estaba dotada de nombre.
Ante m í los Nombres y el Nombrado fueron expuestos a la vis
ta, el día en que “Yo” y “Nosotros” no existían.
Por una señal, la punta del rizo del Amado se convirtió en un
centro de revelación, sin em bargo la punta de ese herm oso rizo
no existía.
L a cruz y los cristianos, de un extremo a otro, yo exam ine; Él
no estaba en la cruz.
Fui al templo de los ídolos, a la antigua pagoda; allí no había
ninguna huella visible.
Fui a las montañas de H erát y C andahár; m ire; Él no estaba
en aquel valle.
Con propósito decidido fui a la cima del M onte Qáf; en ese lu
gar sólo estaba la m orada del ‘A nqá.1
Giré las riendas en busca de la Kaaba; Él no estaba en ese lu
gar donde se reunían viejos y jóvenes.
Pregunté a Ibn Sí na por su estado; Él no estaba al alcance de
Ibn S lna.2
30
Viajé hacia el lugar de “la distancia de dos disparos de arco
Él no estaba en aquella corte exaltada.3
M iré dentro de m i propio corazón; ahí Le vi; Él no estaba en
ningún otro sitio.
Salvo Shams-i T abriz, el alm a pura, nadie estuvo nunca bo
rracho, em briagado y aturdido.
18
El pájaro de m i corazón ha em pezado a revolotear de nuevo, el
loro de m i alm a ha em pezado a m ascar azúcar.
Mi loco y borracho cam ello ha em pezado a partir la cadena
de la razón.
Un trago de ese incauto vino ha em pezado a flu ir por m i ca
beza y m is ojos.
E l le ó n d e la m i r a d a f ija , a p e s a r d e l p e r r o d e lo s
C om pañeros de la C ueva, ha em pezado a b eber m i sangre de
nuevo.1
El agua está fluyendo de nuevo en este río; junto a la orilla ha
em pezado a brotar la hierba.
La brisa del alba está soplando de nuevo en el jardín, ha em
pezado a soplar sobre la rosa y la rosaleda.
El Amor me vendió por una simple falta; el corazón del Amor
ardió, y ha em pezado a com prarm e de nuevo.
Él me expulsó; la compasión llegó hasta él y me llamó; el Amor
ha em pezado a m irarm e amablemente.
Mi enem igo ha visto que estoy con el A m igo; ha em pezado a
roer su m ano de envidia.
Mi corazón ha escapado de las mañas de la fortuna, ha em pe
zado a deslizarse hacia el pecho del Amor.
La frente del chism oso haciendo señales ha em pezado a cur
varse sobre los ojos.
31
Cuando el Amor llamó a m i corazón hasta Él, m i corazón em
pezó a huir de toda creación.
Las criaturas son como bastones; el ciego arroja el bastón cuan
do em pieza a ver.
Las criaturas son com o leche; el niño rechaza la leche cuando
em pieza a digerir carne.
El espíritu es com o un halcón tom ando vuelo, porque ha em
pezado a oír el tam bor del rey.
Basta, pues el velo del habla ha em pezado a hilar una cortina
alrededor de ti.
19
Ven, tú que has dado nueva vida al mundo, inutiliza a la astuta ra
zón.
Hasta que me vueles com o una flecha, no puedo volar; ven,
llena una vez más el arco.
A causa de tu amor, el tazón ha caído otra vez desde el tejado;
una vez más desciende esa escalera desde el tejado.
Los hombres me preguntan, “¿En qué dirección está Su teja
do?” En esa dirección por la que el alma fue llevada;
En esa dirección por la que cada noche p arte el alma, después
en el tiem po del am anecer Él devuelve el alma;
En esa dirección por la que la primavera llega a la tierra, y en
el am anecer Él otorga una nueva lám para sobre los cielos;
En esa dirección por la que una vara se convirtió en una ser
piente, y Él llevó a las huestes del Faraón al infierno;
En esa dirección por la que surgió esta búsqueda en ti — ella
m ism a una señal, busca una señal.
T ú eres ese hombre que está sentado sobre un asno, y sigue
preguntando al asno esto y aquello.
Permanece en silencio; pues por celosa estima Él no desea con
ducir a todos y cada uno hasta el mar.
32
20
Si no conoces el Amor, interroga a las noches, pregunta a la páli
da m ejilla y a la sequedad de los labios.
Igual que el agua habla de las estrellas y la luna, así las formas
físicas hablan del intelecto y el espíritu.
Del A m or el alma aprende un m illar de clases de cultura, tal
cultura no se halla en las escuelas.
E ntre un cen ten ar de personas, el am ante destaca tan claro
com o la brillante luna en el cielo entre las estrellas.
La mente, aunque inform ada de todas las doctrinas de las sec
tas, no sabe nada y se queda perpleja ante la doctrina del Amor.
El hom bre que tiene un corazón com o Khidar, que ha bebido
el agua de la vida del A m or — para alguien así las fuentes más
cristalinas no tienen ningún valor.1
No te afanes en el jard ín ; contem pla en el alm a del am ante
D am asco y Ghüta, enram adas de rosas y toda Nairab.2
¿Q ué es D am asco? Es un paraíso lleno de ángeles y huríes;
las m entes están asom bradas ante esas m ejillas y esos m entones
redondeados.3
Su delicioso vino no produce vóm itos ni dolor de cabeza, la
dulzura de su halva no da pie a diviesos ni fiebres.
Todos los hombres, desde el rey al m endigo, están en el tirón
del apetito; el Am or libera al alma de todos los apetitos y deseos.
¿Qué orgullo siente el A m or por sus com pradores? ¿Qué cla
se de sostén son los zorros para el león?
Sobre la palm era datilera del mundo no encuentro un dátil m a
duro, pues todos m is dientes se han despuntado con dátiles ver
des.
Vuela con las alas del A m or en el aire y hasta los cielos, está
exento com o el sol de la necesidad de los anim ales de m ontar.
33
Los corazones de los amantes no experimentan soledad como los
simples, no temen a la ruptura y la separación como los complicados.
L a Providencia escogió al A m or en atención a las alm as, la
Causa adquirió el A m or de todas las cosas causadas.
El representante del A m or entró en el pecho del Cadí de Kab,
para que su corazón respingara del juicio y el parloteo.
j Vaya mundo! ¡Qué extraño arreglo y orden, ello arroja un m i
llar de confusiones en las cosas bien ordenadas!
M endigo del Amor, para todas las alegrías que el mundo con
tiene, considera que ese Amor es la m ina de oro, y esas cosas sólo
doradas.
Amor, tú has hurtado mi corazón con astucia e ingenio; tú men
tiste — ¡no lo quiera D ios!— pero dulcem ente y de m anera en
cantadora.
Deseo m encionarte, Amor, con gratitud; pero estoy aturdido
contigo, y m i pensam iento y razón están confundidos.
A labara yo al Amor en cien m il idiomas, la belleza del A m or
supera de largo todo ese tartam udeo.
21
«
34
A cada lado un nuevo m ensajero declara, “N unca la hallarás;
¡parte!” Grita “Dios no lo quiera” contra ese cuervo de mal agüero.
Provocador de jolgorios de todos los espíritus, ladrón de bol
sas de cada G oha, hurtando el rabel de la mano de Bü B akr, fa
moso por su laúd.1
Hoy deseo que em briagues y enloquezcas esta alm a parlan-
china, esa verbosa razón.
A gua de la vida para nosotros, m anifiéstate com o la resurrec
ción, ¿qué im porta que la leche del roñoso cam ello sea vida para
el beduino?
M uy herm osa es tu majestad y belleza; permanece en silencio
y sostén la respiración, no hagas conscientes de nosotros a todos
los desatentos ahogados en un sueño profundo.
22
A cada instante una revelación del cielo llega hasta las almas más
secretas de los hombres: “¿Hasta cuándo perm aneceréis como las
heces sobre la tierra? ¡Venid arriba!”
Todos aquellos cuyas almas son pesadas al final confirm an ser
heces; sólo suben a lo alto de la tinaja cuando sus heces se han
aclarado.
No remuevas la arcilla a cada momento, p ara que tu agua pue
da volverse clara, para que tus heces puedan ser ilum inadas, para
que tus dolores puedan ser curados.
Es espiritual, com o una antorcha, sólo su hum o es más gran
de que su luz; cuando su hum o rebasa los lím ites, ya no m ani
fiesta resplandor en la casa.
Si dism inuyes el hum o, disfrutarás de la luz de la antorcha;
ambas m oradas, ésta y aquella, se ilum inarán con tu luz.
Si m iras en el agua turbia, no ves la luna ni el cielo; sol y luna,
ambos desaparecen cuando la oscuridad posee el aire.
35
Una brisa del norte está soplando, a través de la cual el aire se
aclara; para este bruñido respira el céfiro en el amanecer.
La brisa espiritual bruñe el pecho de toda tristeza; deja que la
respiración se detenga por un momento, y la aniquilación llegará
sobre el espíritu.
El alma, una desconocida en el mundo, anhela la ciudad del
sinlugar; ¿por qué, oh, por qué el espíritu bestial precisa tanto
tiem po para pastar?
Pura, excelente alma, ¿hasta cuándo seguirás viajando? T ú eres
el halcón del Rey; ¡regresa volando hacia el silbido del Emperador!
23
Hay una pasión en m i cabeza, que no tengo inclinación por la hu
manidad, esta pasión me hace tal que soy inconsciente de mí m is
mo.
El rey del am or ofrece cada m om ento dos m il reinos; yo no
deseo nada de él salvo su belleza.
El cinturón y la gorra de su am or son suficiente p ara m í en
am bos mundos; ¿qué im porta que m i gorra caiga? ¿Q ué im porta
que no tenga cinturón?
Una mañana su amor llevó a m i corazón herido hasta un lugar
donde trascendí el día y la noche, y no tengo conocim iento del
amanecer.
Un viaje llevó a m i alma hasta el reino de las realidades, tal
que el cielo y la luna dicen, “Yo no tengo tal viaje.”
En la separación, si m i alma esparce perlas de m is ojos, no
pienses que no tengo un corazón lleno de perlas suyas.
¡Qué vendedor de azúcar tengo vendiéndom e azúcar! Ni un
solo día dijo, “Vete, pues no tengo azúcar.”
Yo m ostraría una señal de su belleza, pero los dos mundos es
tarían tan confundidos; no tengo ninguna inclinación por ese cla
m or y jolgorio.
T abnz, he jurado que después que Shams-i D in llegue, en gra
titud rendiré esta cabeza, pues sólo tengo una cabeza.
36
24
Mi borrachera de hoy no es com o m i borrachera de ayer; ¿no me
crees? ¡Coge un vaso, y bebe!
Estoy ahogado en vino; las aguas se han llevado m i razón. El
intelecto dijo, “Adiós, no volveré a estar sobrio otra vez.”
La razón y el intelecto se han ido locos del mundo, com o una
olla rebosante cuando hierve excesivamente.
Este loco y em briagado corazón partió sus cadenas y escapó;
no discutas con los borrachos — no digas nada; vete; guarda si
lencio.
En el amanecer, el vigilante me dijo desde la escalera, “Anoche
oí un alboroto procedente del séptim o cielo.
Saturno dijo a Venus, “Toca tu plectro más suavemente. Leo,
coge a Tauro por los cuernos y ordéñale.”
“ ¡Mira cóm o, cual resultado de terror, la leche de los pezones
de Tauro se ha vuelto sangre! ¡Mira cómo el Leo de los cielos, de
miedo, se ha vuelto com o un ratón!
Leo, ataca ferozmente; ¿hasta cuándo huirás como un perro de
mala raza? Haz una dem ostración, oh cara de luna; ¿hasta cuán
do velarás tu rostro?
Abre tus ojos a las seis direcciones, contem pla el brillo de la
luz; abre tus orejas al cielo, tú cuyos ojos se han convertido en
orejas.
O ye el saludo del Alma, para que puedas escapar del habla;
m ira fijamente al form ador de la Forma, para que puedas escapar
de las form as.”
Yo le dije, “M aestro, ve, dilo, sea lo que sea; yo soy puro y re
cién liberado, esclavo del com erciante de heces.”
El m iedo y la esperanza por ti están asignados a la razón; las
criaturas salvajes son el juego para tu grano y tu trampa.
Puesto que las heces de su angustia me han tom ado bajo su
protección, no me hables de estas cosas; esa es tarea tuya — ¡tra
baja!
37
25
De nuevo la violeta doblada ha llegado junto al lirio, de nuevo la
rosa vestida de rubí está haciendo trizas su vestido;
De nuevo nuestros seres vestidos de verde han llegado en regocijo
desde el otro lado del mundo, veloces com o el viento, borrachos
y con paso m ajestuoso y alegres.
El ciprés abanderado partió y consum ió el otoño con rabia, y
desde la cima de la montaña, la anémona de dulces facciones m os
tró su rostro.
El jacinto dijo al jazm ín, “La paz sea contigo” ; el segundo re
plicó, “Contigo sea la paz; ¡ven, m uchacho, a la pradera!”
Un Sufi a cada lado, habiendo alcanzado algún favor, de pal
madas com o el plátano silvestre, baila com o el céfiro;
El capullo oculta su rostro com o damas veladas — la brisa re
tira su chaddur diciendo, “ ¡Desvela tu rostro, buen am igo!” 1
El am igo está en este rincón nuestro, el agua en éste nuestro
arroyo; loto en galas ¿por qué estás sediento y pálido?
El invierno de rostro agrio ha partido, ese asesino de la alegría
ha sido asesinado; jazm ín de pie veloz, ¡larga sea tu vida!
El ocupado narciso guiñó el ojo a la verdura; la verdura en
tendió sus palabras y dijo, “T ú m andas.”
El clavo dijo al sauce, “Tengo esperanzas en ti” ; el sauce res
pondió, “Mi apartamento de soltero es tu aposento privado — ¡bien
venido!”
La m anzana dijo, “Naranja, ¿por qué estás tan arrugada?” La
naranja replicó, “No me luzco por m iedo al ojo m alvado.”
La palom a torcaz llegó arrullando, “¿D ónde está ese am igo?”
El ruiseñor de dulces notas le señaló a la rosa.
Ju n to a la m a re a p rim av eral d el m u n d o hay u n a se creta
prim av era; ¡da vino, oh sa ki de m e jillas de lu n a y d ulce de
boca!
La luna se eleva en las sombras de la oscuridad, ¡la luz de cuya
lám para vence al sol en el mediodía!
38
Varias palabras sin em bargo quedan por decir, pero es intem
pestivam ente tarde; cualquiera que fuera om itida en la noche, la
com pletaré mañana.
26
Fui a la morada del maestro y dije, “¿Dónde está el M aestro?” Él
dijo, “El M aestro está enam orado y em briagado y vaga de un lu
gar a otro.”
Yo dije, “Tengo una obligación que cum plir, al menos dam e
una pista; yo soy un am igo del M aestro; no, en realidad, yo no soy
su enem igo.”
Ellos replicaron, “El M aestro está enam orado del Jardinero;
búscale en los jardines o en la orilla de un río.”
Los am antes frenéticos persiguen el objeto de su amor; si al
guien se hubiera enam orado, ¡ve, lava tus m anos de él!
El pez que ha conocido el agua no vuelve a la tierra; ¿cómo
perm anecería un am ante en la esfera del color y el perfume?
L a nieve helada que ha contem plado el rostro de ese Sol, es
tragada por el sol, aunque estuviera am ontonada.
Especialm ente quien es el am ante de nuestro Rey, un rey sin
par, fiel y de carácter dulce.
Por la infinita alquimia, que nadie puede computar ni conjeturar,
el cobre, tan pronto com o es tocado, se convierte en oro a la or
den de “Regresa.
Pasa el m undo durm iendo, y huye de las seis dim ensiones;
¿hasta cuándo vagarás en la locura y el aturdim iento de un lado
a otro?2
Inevitablemente ellos te conducirán al final, con tu propio con
sentim iento, para que puedas alcanzar el honor y la gloria en pre
sencia del Rey.
39
Si no hubieras sido un intruso en la com pañía, Jesús te habría
revelado los m isterios, punto por punto.
He cerrado el pasillo de los labios, y he abierto el cam ino se
creto; estoy libre en un m om ento del deseo del habla.
27
El A m or me quitó el sueño — y el Amor quita el sueño, pues el
A m or no obtiene el alm a y la mente por apenas m edio grano de
cebada.
El Amor es un león negro, sediento y bebedor de sangre, sólo
pasta en la sangre de los amantes.
Se pega a ti con cariño, y te lleva hacia la trampa; cuando has
caído dentro, entonces m ira desde lejos.
El A m or es un príncipe tirano, un oficial de policía sin escrú
pulos, tortura y estrangula al inocente.
Q uien cae en las manos del Amor llora como una nube; quien
m ora lejos del Amor se hiela com o la nieve.
A cada instante el Amor hace añicos un millar de tazones, a cada
m om ento cose y rasga un m illar de prendas.
El A m or hace llorar a m is ojos, y sigue riendo; el A m or mata
m iserablem ente a un m illar de almas, y las cuenta como una.
Aunque el simurg vuele felizmente en fel Monte Qáf, cuando ve
la tram pa del Amor cae, y no vuelve a volar.1
N ingún hombre escapa de las cuerdas del A m or por m edio de
m entiras o locura, ningún hom bre razonable escapa de su tram pa
por m edio de la inteligencia.
Mis palabras están desordenadas a causa del Amor, de otra m a
nera te habría m ostrado los cam inos por los que el Am or viaja;
Te habría m ostrado cóm o el Amor atrapa al león, te habría
m ostrado cóm o el A m or caza a la presa.
40
28
A grio de rostro, en m i presencia hablaste m al de mí; la boca del
buitre siem pre huele a carroña.
Tus sucias palabras se hicieron evidentes en tu rostro; la vile
za está siem pre m anifiesta en el rostro y la tez del don nadie.
Yo tengo un am igo y Amado, así pues, sigue pulverizándote
en la m uerte y la enem istad; ten cuidado, el océano nunca fue
m anchado por la boca de ningún perro.
Aunque la G udad Santa está llena de cerdos fráncicos, después
de todo, ¿cómo va a traer eso un mal nombre al Templo Sagrado?'
Esta es la cara del espejo; José brilla en ella; el dorso por muy
adornado que esté, es un desconocido.
Si el murciélago piensa mal, el sol no está afligido — ¿cómo per
ju d icaría al sol que la som bra esté al revés?
Jesús era un reidor, Juan Bautista un ceñudo; el primero rió de
confianza, el segundo frunció de miedo.
Ellos dijeron, “Oh Señor, ¿cuál de estos dos es mejor para T us
ojos? ¿Cuál de estos dos es m ejor en el bien fundado cam ino?”
Dios dijo, “Es superior quien tenga m ejores pensam ientos de
Mí; los buenos pensam ientos del pecador no le deshonran.”
T ú eres un ceñudo, no de m iedo ni aspiración religiosa, tú es
tás pálido de envidia, rojo oscuro de relam erte.
Estos no van a ninguna parte, sólo son adecuados para fuego;
¡ay de aquél en quien la envidia haya echado raíces!
Déjalo ir de tu mano; está maldito; quien es enem igo de la luna
sólo tiene som bras.2
Conoce con seguridad, oh sol, que los murciélagos son tus ene
migos, son una desgracia para todos los pájaros, prisioneros com
pañeros en la noche en co va d o ra 3
El enem igo del sol está reducido, esa fila no es nada p ar él;
¿cuánto dura la m ota que ha caído en el ojo?4
41
29
Saki, mi espíritu está siguiendo la senda del amor, pero a causa de
tu fatiga m i lengua está atada.
Como una flecha vuelo hacia tu alegre com pañía; amado, no
rom pas m i arco con crueldades.
Com o una tienda perm anezco recto ante ti sobre un pie; am a
do, llévame a tu tabernáculo y siéntam e ahí.
Ah, pon el labio de ese ja rro sobre m i labio seco, entonces oye
la verdadera m agia de m i boca;
Oye la historia de Babilonia y el cuento de Va’il, pues por m e
dio de la meditación he viajado por el m undo.1
Excúsam e si m i turbulencia rebasa los lím ites, pues el amor
no m e ofrece seguridad ni un solo momento.
Cuando tú estás cansado, yo estoy cansado de tu cansancio;
cuando lavas tus manos de mí, yo me muerdo los dedos.
En la noche cuando dispensas luz com o la luna hasta el am a
necer, tras de ti corro com o una estrella;
En el día cuando levantas tu cabeza desde el este com o el sol,
com o el sol yo soy enteram ente espíritu.
Pero en el día cuando como el espíritu estás oculto a m is ojos,
com o el corazón de un pájaro revoloteo con ansiedad.
En el día cuando tu luz brilla a través de mi ventana, en m i h a-
bitación bailo de alegría com o una mota.
Alma racional, perm anece en silencio y ocúltate com o el pen
sam iento, para que quien sólo piensa en las causas no pueda en
contrar m i rastro.
42
30
El amante tiene enram adas de rosas entre el velo de la sangre; los
am antes tienen asuntos que tram itar con la belleza del incom pa
rable Amor.
La Razón dice, “Las seis direcciones son la frontera, y no hay
ninguna salida” ; el A m or dice, “Hay un cam ino, y por él he via
jado muchas veces.”
La Razón contem pló un bazar y em pezó a com erciar; el Amor
ha contem plado muchos bazares más allá del bazar de la Razón.
H ay m uchos ocultos M ansures que, confiando en el alma del
Amor, abandonaron el púlpito y subieron al patíbulo.1
Los amantes chupadores de heces poseen percepciones extáti
cas interiormente; los hombres de la razón, oscuros de corazón, al
bergan negativas dentro de ellos.
La Razón dice, “No pongas tu pie en la tierra, pues en el patio
no hay más que espinas” ; el Am or dice, “Estas espinas pertene
cen a la razón que vive en ti.”
Ten cuidado, perm anece en silencio; arranca del pie del cora
zón la espina del ser, que puedas contem plar las enram adas de ro
sas en tu interior.
Sham s-i T abrlzi tú eres el sol dentro de la nube de las pala
bras; cuando tu sol se elevó, toda habla fue borrada.
31
David dijo, “Oh Señor, puesto que no tienes necesidad de noso
tros, di, entonces, ¿qué sabiduría había en c re a r los dos m un
dos?”
Dios le dijo, “Oh hom bre temporal, yo era un tesoro oculto;
quise que este tesoro de am or y m unificencia fuera revelado.
Presenté un espejo — su cara el corazón, su dorso el mundo—
su dorso es mejor que su cara, si desconoces su cara.”
43
Cuando la paja está mezclada con la arcilla, ¿cóm o tendrá éxi
to el espejo? Cuando separas la paja de la arcilla, el espejo se vuel
ve claro.
El zumo de uva no se convierte en vino, a menos que ferm en
te un tiempo en la jarra; si deseas tener un corazón brillante, de
bes esforzarte un poco.
Al alm a que surgió del cuerpo — m i rey le dijo, “Has llegado
com o te fuiste; ¿dónde están las señales de m is m ercedes?”
Es notorio que por la alquim ia, el cobre se convierte en oro;
nuestro cobre ha sido transm utado por esta rara alquim ia.
Por la gracia de Dios este sol no quiere corona ni manto; él es
una gorra para cien hombres calvos, y una capa para diez desnudos.
Hijo, Jesús se sentó sobre un asno por hum ildad; ¿cómo si no
m ontaría el céfiro sobre el lomo de un asno?
Oh espíritu, haz de tu cabeza una búsqueda como el agua de un
arroyo, y, oh razón, para ganar la vida eterna pisa eternam ente el
cam ino de la m uerte.
Guarda a Dios en la memoria hasta que el ego sea olvidado, para
que puedas perderte en el Llam ado, sin distracción, del llam ador
y la llamada.
32
¿Qué puedo hacer, oh musulm anes?, pues no me reconozco a m í
m ism o. No soy cristiano, ni judío, ni mago, ni musulmán.
No soy del Este, ni del Oeste, ni de la tierra, ni del mar. No
soy de la m ina de la Naturaleza, ni de los cielos giratorios.
No soy de la tierra, ni del agua, ni del aire, ni del fuego. No
soy del empíreo, ni del polvo, ni de la existencia, ni de la entidad.
No soy de India, ni de China, ni de Bulgaria, ni de Grecia. No
soy del reino de Irak, ni del país de Khorásán.
No soy de este mundo, ni del próxim o, ni del Paraíso, ni del
Infierno No soy de Adán, ni de Eva, ni del Edén, ni R izw án.1
44
M i lugar es el sinlugar, m i señal es la Sinseñal. No tengo cuer
po ni alma, pues pertenezco al alma del Amado.
H e desechado la dualidad, he visto que los dos m undos son
uno; Uno busco, Uno conozco, Uno veo, Uno llamo.
E l es el primero. E l es el último. E l es el exterior. El es el in
terior. No conozco a ningún otro aparte de “Ya H ü” y “Y5 man
H ü” .2
Estoy em briagado con la copa del Amor, los dos mundos han
desaparecido de m i vista; no tengo otra cosa que hacer más que
el jolgorio y la jarana.
Si alguna vez en m i vida pasara un m om ento sin ti, por ese
tiempo y esa hora m e arrepiento de m i vida.
Si alguna vez en este mundo consiguiera un momento sin ti,
pisotearé los dos mundos, bailaré en triunfo para siempre.
Oh Shams-i Tabrlz, estoy tan borracho en este mundo, que sal
vo la em briaguez y el jolgorio no tengo cuentos que contar.
33
Aunque de izquierda a derecha hay inútil crítica y vilipendio, ese
hom bre que ha perdido su corazón no se aparta del Amor.
La luna esparce luz, y el perro le ladra; ¿qué daño hace eso a
la luna? Tal es la especialidad del perro.
El amante es una montaña, no una paja para ser arrastrada por
el viento; es una bandada de moscas que el viento ha detenido.
Si es la regla que el A m or tenga la culpa, es tam bién la regla
para el A m or hacerse el sordo.
La desolación de ambos mundos en este cam ino es verdadero
cultivo; ren u n ciar a todos los beneficios es un beneficio en el
Amor.
Jesús desde la cuarta esfera grita, “ ¡Bienvenidos! Lavad vues
tras m anos y boca, porque ahora es el tiem po de la M esa.”
1 “Ya Hü7’: “Oh Él”, es uno de los gritos más habituales de los derviches. “Yá man
//« ”: “Oh Él que es”.
45
Ve, bórrate en el A m igo en la taberna del no-ser; dondequie
ra que dos borrachos estén juntos, hay pie seguro para el alboro
to.
E ntras en la corte del diablo gritando, “ ¡Justicia, ju stic ia !”
Busca justicia en Dios, porque aquí no hay más que bestias salvajes.
El Profeta dijo, “No sigas el consejo de una m ujer” ; nuestra
alma carnal es com o una mujer, aunque practique la abstinencia.
Bebe mucho vino para d ejar de parlotear; después de todo,
¿no eres un am ante? ¿y no es este am or una taberna?
Aunque pronunciaras verso y prosa com o el oro de Ja’farI, ahí
donde está Ja’farI todo son cuentos sin valor.1
34
Oh amantes, amantes, el tiempo de la unión y el encuentro ha lle
gado. La proclamación del cielo ha llegado: “ ¡Bellezas de rostro
de luna, sed bienvenidas!”
A legres corazones, alegres corazones, la alegría ha llegado
arrastrando la falda; nosotros hemos cogido su cadena, ella ha co
gido nuestras faldas.
La ardiente poción ha llegado; ¡tristeza dem oníaca, siéntate en
un rincón!; ¡alma inquieta por la muerte, parte!, \saki inmortal, en
tra!
Las siete esferas del cielo están borrachas de pasión por ti; nos
otros somos como fichas en tu mano; nuestro ser a través de tu
ser es una m iríada de tiempos relajados.
¡Juglar de dulce aliento, sacude continuamente la campana!; ¡oh
alegría, ensilla tu corcel!; ¡oh céfiro, sopla sobre nuestras almas!
Oh sonido del caram illo de dulce conversación, en tu nota está
el sabor del azúcar; tu nota me atrae noche y día el perfume de la
fidelidad.
¡Em pieza de nuevo, toca esos aires una vez más! ¡Oh sol de
herm osa presencia, glorifica sobre todos los hermosos!
46
G uarda silencio, no rasgues el velo; consum e el ja rro de los
silenciosos; sé un velador, sé un velador, habitúate a la clemencia
de D ios.1
35
T res días hace desde que m i herm oso ha cam biado; el azúcar no
es am argo — ¿cómo es que ese azúcar está agrio?
Sum ergí m i cántaro en la fuente que contenía el Agua de la
Vida, y vi que la fuente estaba llena de sangre.
En el jardín donde doscientas mil rosas crecieron, en lugar del
fruto y las flores hay espinas, piedras y desierto.
Canto un ensalmo y lo susurro sobre el rostro de esa peri — pues
el conjuro es siempre cosa del exorcista.
Sin em bargo tras todos m is conjuros m i p eri no regresó al in
terior de la botella, pues sus actividades trascienden cantos y en
salmos.
Entre su frente hay viejas cóleras; el ceño en la frente de Lailá
es destrucción para M ajnün.1
Ven, ven, porque sin ti no tengo vida; mira, mira, porque sin ti
mis ojos son un verdadero diluvio.
Con lo propio de tu rostro com o la luna, abrillanta m is ojos,
aunque m is pecados sean más grandes que los de toda la hum a
nidad .
Mi corazón gira alrededor de sí mismo, diciendo, “¿Cuál es mi
pecado? Pues cada causa está conjuntada con una consecuencia.”
Una proclamación llega hasta m í desde el M ariscal del juicio
eterno: “No busques en tu propio ego, pues esta causa no p erte
nece al presente.”2
1 Aquí “velador” debe interpretarse como la persona que cubre algo con un velo,
i*n este caso, muy probablemente, los misterios divinos.
1 Majnün eran dos famosos amantes cuya historias se relata en un legendario
mmance beduino.
' Siendo descendientes de Adán, todos los hombres som os herederos de su an
tigua desobediencia.
47
Dios da y coge, trae y lleva; Su asunto no es para ser medido
con las escalas de la razón.
Ven, ven, pues ahora por la gracia de Sé y esto es el paraíso
abre su puerta que es generosa.3
De la esencia de la espina contem plas m aravillosas flores; de
la esencia de la piedra ves el tesoro de Korah.4
La gracia divina es eterna, y por ello un m illar de llaves hay
escondidas entre el k a f y el barco de nun.5
36
N inguna alegría he encontrado en los dos m undos aparte de ti,
Amado. Muchas maravillas he visto; no he visto ninguna como tú.
Dicen que el fuego abrasador es para el infiel; no he visto a
nadie, salvo Abü Lahab, excluido de tu fuego.1
A m en u d o he p u esto la o reja esp iritu a l en la v entana del
Corazón; oí muchos discursos, pero los labios no los vi.
De repente colmaste de gracia a tu siervo; no vi causa p ara ello
más que tu infinita bondad.
Oh Copero elegido, oh m anzana de m is ojos, sem ejante a ti
nunca se vio en Persia, ni en A rabia lo he encontrado.
Vierto vino hasta que me convierta en un errante de m í m is
mo, pues en la personalidad y la existencia sólo he sentido fatiga.
Oh tú que eres leche y azúcar, oh tú que eres sol y luna, oh tú
que eres m adre y padre, no he conocido más fam ilia que tú.
Oh A m or indestructible, oh divino Juglar, tú eres a la vez es
tancia y refugio, un nombre igual a ti no lo he encontrado.
Nosotros somos pedazos de acero, y tu amor es el imán; tú eres
la fuente de toda inspiración, en mí m ism o no he visto a nadie.
¡Silencio, oh herm ano!, desecha el saber y la cultura. Hasta
que T ú nombraste la cultura, yo no conocía otra cultura que Tú.
48
37
Si tú eres el am ante del A m or y vas en busca del Amor, coge un
puñal afilado y corta el cuello de la timidez.
Debes saber que la reputación es un gran obstáculo en el ca
m ino; este dicho es d esin teresad o — recíb elo con una m ente
pura.
¿Por qué ese loco hizo un m illar de locuras, ese salvaje elegi
do desplegó un m illar de tretas?1
A hora desgarra su túnica, ahora corre sobre la montaña, ah o
ra sorbe veneno, ahora elige la muerte;
Puesto que la araña atrapó tan grande presa, ¡fíjate en la víc
tim a que tom ará la tram pa de M i Señor S uprem o!2
Si el am or del rostro de Lailá tenía tal valor, ¿cóm o será con
Él llevó a Su siervo de nocheV
¿No has visto los D lvans de Visa y Rám in? ¿No has leído los
cuentos de V ám iq y Adhrá?4
T ú que recoges tu ropa para que el agua no la moje; un m illar
de veces debes hundirte en el mar.
El sendero del A m or es todo em briaguez y hum ildad; puesto
que el torrente fluye hacia abajo, ¿cóm o correrá hacia arrib a?
T ú serás como el bisel en el anillo de los amantes, si eres el
esclavo del bisel, oh maestro.
Igual que esta tierra es esclava del cielo, igual el cuerpo es es
clavo del espíritu.
Ven, di, ¿qué perdió la tierra con este lazo? ¿Qué favor no hizo
la razón a los m iem bros?
Hijo mío, esto no es para golpear el tam bor bajo una colcha;
clava, como los hom bres valientes, tu estandarte en medio del de
sierto.
49
Escucha con el oído de tu alma los innumerables sonidos en el
hueco de la cúpula verde, elevándose del grito apasionado de los
amantes.
Cuando las cuerdas de tu túnica sean desatadas por la em bria
guez del amor, ¡contempla el triunfo del cielo y la perplejidad de
Orion!
¡Cómo el mundo, alto y bajo, es agitado por el amor, que está
purificado de lo alto y lo bajo!
C uando el sol se eleva, ¿dónde queda la noche? C uando la
aleg ría de la m u n ific en cia lleg ó , ¿d ó n d e se rezag ó la a f lic
ción?
Estoy en silencio; habla tú, oh alma del alma, pues cada átomo
se articuló de deseo por tu rostro.
38
Yo soy ese suplicante que te suplica; la angustia inspirada por una
belleza com o la tuya, tiene p ara m í un m illar de encantos.
T ú eres el sol de m is ojos — son radiantes con tu belleza; si
los apartara de ti, ¿a quién m iraría de nuevo?
No seré inconstante hacia ti a pesar de tu cruel trato; perm a
neciendo constante te im pediré la crueldad.
Me quejé de ti, tú dijiste, “Prueba tu propio rem edio.” Mi co
razón proporciona un rem edio para la aflicción Divina.
No te hablaré del dolor de m i corazón, pues te aburriría; acor
taré este cuento, pues mi dolor es largo.
39
Hazte como la comunidad, para que puedas sentir la alegría espi
ritual; entra en la calle de la taberna, para que puedas ver a los b e
bedores de vino.
A pura la copa de la pasión, para no sentir vergüenza; cierra
los ojos de tu cabeza, para ver el ojo oculto.
50
Abre tus brazos, si deseas un abrazo; rom pe el ídolo de arci
lla, para contem plar el rostro del Hermoso.
¿Por qué consientes pagar un precio tan alto por una anciana?,
y ¿hasta cuándo, por tres b arras de pan, m irarás la espada y la
lanza?
Siempre de noche regresa el Amado, no com as opio esta no
che; cierra tu boca frente a la comida, para que puedas saborear
la dulzura de la boca.
Vedlo, el copero no es un tirano, y en su asamblea hay, un cír
culo; siéntate, ¿hasta cuándo m irarás la revolución (del tiempo)?
M ira ahora, he aquí un pacto: da una vida y recibe cien. Dejad
de portaros com o perros y lobos, para que podáis experim entar el
am or del Pastor.
T ú dijiste, “Mi enem igo se llevó a tal de m i lado.” Ve, renun
cia a esa persona para contem plar Su ser.
Ni pienses en nada excepto en el creador del pensam iento pre
ocuparse por el alma es mejor que preocuparse por el pan diario.
¿Por qué cuando la tierra de Dios es tan ancha, caes dorm ido
en una prisión? Evita los pensam ientos enredados, para que pue
das ver la explicación en el Paraíso.
A bstente de hablar, para que puedas conquistar el habla en el
futuro; abandona la vida y el mundo, para que pueda contem plar
la Vida del mundo.
40
Este pichón volantón probó el aire y voló cuando oyó un silbido
y una llam ada desde lo invisible.
C uando ese Deseo de todo el mundo envió un m ensajero di
ciendo, “Ven a M í,” ¿cóm o no iba a tom ar vuelo el alm a del dis
cípulo?
¿Cóm o no volaría hacia arriba al descubrir tales alas?, ¿cómo
no rasgaría la túnica del cuerpo a la llegada de tal m isiva?
¡Que luna es esta que arrastra todas estas almas! ¡Que cam i
no es ese cam ino secreto por el que las arrastró!
51
La com pasión divina envió una carta diciendo, “Vuelve aquí,
pues en esta estrecha jaula tu alma ha revoloteado mucho.
Pero en la casa sin puertas, tú eres com o un pájaro sin alas; así
lo hace el ave del aire cuando ha caído muy baja.
Al final la inquietud le abre la puerta de la com pasión; golpea
tus alas contra la puerta y el techo — esta es la llave.
Hasta que Me llames, no sabrás el cam ino de regreso; pues por
N uestra llam ada el cam ino se m anifiesta a la razón.”
Cualquier cosa que suba, si es vieja se vuelve nueva, cualquier
cosa nueva que descienda de aquí, con el tiempo se vuelve raída.
Ah, contonéate orgullosam ente hasta lo invisible, no m ires
atrás, en la protección de Dios, pues a h í todo es provecho e in
cremento.
Ah, silencioso, parte hacia el Saki del Ser, que te dio Su puro
vino en esta copa manchada.
41
Tú me has agarrado por la oreja — ¿adonde me estás arrastrando?
D eclara lo que hay en tu corazón, y cuál es tu propósito.
Príncipe, ¿qué caldera cocinaste anoche p ara mí? ¡Dios sabe
qué melancólica locura hay en el Amor!
Puesto que las orejas del cielo y la tierra y las estrellas están
todas en tu mano, ¿adónde están yendo? Igual a ese lugar donde
tú dijiste, “ ¡Venid!”
Al resto le cogiste sólo por una oreja, a m í me cogiste por las
dos; desde las raíces de cada oreja digo, “ ¡Que podáis resistir mu
cho!”
Cuando un esclavo se hace viejo, su amo le deja libre; cuando
yo me hice viejo, Él me esclavizó de nuevo.
¿No han de levantarse los niños con el pelo blanco en la resu
rrección? Pero tu resurrección ha vuelto negro el pelo de los vie
jos.
Puesto que tú das vida a los m uertos y haces al viejo joven, yo
he caído en silencio, y me dedico a la oración.
52
42
Vi a m i Amado yendo de un lado a otro de la casa; cogió un ra
bel y tocó una canción.
Con el tacto del fuego tocó una dulce melodía, borracho y atur
dido y encantador en la ja ra n a nocturna.
Llam ó al copero al m odo de Irak; vino era su objeto, el cope
ra sólo una excusa.
El bello copero, ja rra en mano, salió de un receso y la puso en
el centro.
Llenó la prim era copa con ese vino reluciente — ¿has visto al
guna vez agua sobre fuego?
Para aquellos enam orados lo pasó de mano en mano, después
se inclinó y besó el dintel.
Mi Amado lo recibió de él, y bebió el vino; instantáneam ente
sobre su rostro y cabeza corrieron destellos de llama.
Entretanto m iraba su propia belleza diciendo al ojo del mal,
"No ha habido ni habrá en esta era otro com o yo.
Yo soy el Sol Divino del mundo, yo soy el Amado de los am an
tes, el alm a y el espíritu se mueven continuam ente ante mí.”
43
I ,ii noche es larga y ancha en atención a los am antes y ladrones;
(¡ili, ven, noche ramera, y haz el trabajo de ambos!
Robo cornalinas y perlas del tesoro del sultán, no soy tan m ez
quino com o para robar la tela del pañero.
Dentro del velo de las noches hay sutiles ladrones que con as
tucia encuentran un cam ino hasta el tejado de la casa del m iste-
no .
Mi am bición es el viaje nocturno, y la bellaquería es nada
iiirnos que el tesoro del rey y la cornalina de ese rey de la glo-
iin.
I .i mejilla que en su ataque hace desaparecer la noche del mun-
■In ¡buena lám para, que ilum ina al sol y form a a la luna!
53
Todas las necesidades de los hom bres son concedidas en la
Noche de Poder, pues el Poder alcanzó esa exaltación de una luna
llena com o tú.1
Tú eres todo, y más allá de todo ¿qué más hay, que entre en la
im aginación que alguien sea tu par?
Ah, olvídate de esto; abre bien las orejas, pues estoy em pe
zando un cuento totalm ente raro y extraño.
Puesto que no has visto al M esías, da oído a la leyenda; vuela
com o un halcón blanco hasta el tam bor del halcón.
Puesto que eres una moneda de oro rojo, recibe el sello del rey;
si no eres rojo, entonces ¿por qué todo este retazo?
Cuando te convertiste en tesoro no lo com prendiste, que allí
donde hay un tesoro, el delator se pone a trabajar.
Trae tu tesoro, y no gastes bromas, pues no escaparás por va
porización ni postración ni conmemoración ni abstinencia ni oración.
¿Robas y después te sientas en el rincón de la m ezquita di
ciendo, “Soy el Junaid de esta edad, el Bá Yazld de la súplica?”2
Devuelve la tela, después sigue con tu abstinencia, no pongas
débiles excusas y balbucees tu cuento.
Acalla tus pretextos, pues en este lugar los hombres no consi
guen un simple grano con disim ulo e ingeniosa astucia.
A garra la falda de la felicidad de Shams-i Tabrlzl, que tu per
fección pueda ser bordada con la m agia de su manga.
44
Ayer entregué un mensaje para ti a una estrella; le dije, “A esa for
ma com o la luna, preséntale m is servicios.”
Postrándome le dije, “lleva ese servicio al sol que de las duras
rocas hace oro en su ardor.”
' La “Noche de Poder”, fue la noche durante el Ramadán en que el Corán fue
revelado por primera vez.
2 Para Junaid, ver nota 1 en poema 13.
Para Bá Yazid, ver nota 3 en poema 9.
54
D escubrí mi pecho y le m ostré las heridas; le dije, “Lleva no
ticias mías al Am ado cuya bebida es la sangre.”
Para tranquilizarle, m ecí de un lado a otro a esa criatura que es
m i corazón; la criatura duerm e cuando se mece la cuna.
Da leche a la criatura de m i corazón, líbranos de su llanto, oh
tú que a cada momento socorres a un centenar de indefensos como
yo.
En el principio, el hogar del corazón estaba en tu ciudad de la
unión; ¿hasta cuándo m antendrás en exilio a este corazón aban
donado?
No seguiré hablando; pero para evitar el dolor de cabeza, oh
Copero, em briaga m is lánguidos ojos.
45
Un jard ín — ¡pueda su rosa estar en flo r hasta la Resurrección!;
un ídolo — ¡puedan los dos m undos esparcirse sobre su belleza!
En el am anecer el príncipe de los herm osos sale m ajestuosa
mente de caza — ¡puedan nuestros corazones ser la presa para las
flechas de sus miradas!
De sus ojos ¡qué m ensajes llegan continuam ente a los míos!
¡puedan m is ojos regocijarse y em briagarse con su mensaje!
D erribé la puerta de un asceta; con una oración me proscribió
diciendo, “ ¡Vete! ¡Que tus días sean sin paz!”
A causa de su oración, ni paz ni corazón me ha dejado el Amigo
que ansia nuestra sangre — ¡pueda Dios am pararle!
Mi cuerpo es com o la luna, deshaciéndose de amor; m i cora
zón com o el laúd de Venus — ¡puedan rom perse sus cuerdas!
No m ires la m engua de la luna ni la condición rota de Venus;
contem pla la dulzura de su aflicción — ¡pueda crecer m il veces!
¡Qué novia hay en el alma! Por el reflejo de su rostro ¡pueda
■•I mundo refrescarse y adquirir color com o las m anos de las re-
■ién casadas!1
55
No m ires la m ejilla carnal que se corrom pe y se pudre; m ira
la mejilla espiritual — ¡pueda ser dulce y agradable!
El oscuro cuerpo es com o un cuervo, y el mundo del cuerpo el
invierno — a pesar de estas dos fealdades, ¡pueda haber una pri
mavera eterna!
Puesto que estas dos fealdades subsisten por los cuatro ele
m entos, ¡pueda la subsistencia de tus siervos depender de otros
que estos cuatro!2
46
¡Oh tú que eres el consuelo de mi alma en el tiempo del dolor, oh
tú que eres el tesoro de m i espíritu en la am argura de la pobre
za!
Eso que la im aginación nunca ha concebido, que el entendi
m iento nunca ha visto, ha llegado a m i alma desde ti; por esta ra
zón me giro hacia ti en adoración.
Por tu gracia m antengo fija en la eternidad m i m irada am oro
sa, evita, oh rey, que las pom pas que perecen me extravíen.
El favor de ése que m e trae alegres noticias tuyas, incluso sin
tu llamada, es más dulce en m is oídos que las canciones.
En las postraciones de la oración el pensam iento en ti, oh se
ñor, es tan necesario y obligatorio para mí como los siete versos.'
A ti pertenecen la piedad y la intercesión para el pecado de los
infieles; en cuanto a m i, tú eres el jefe y el líder de los corazones
empedernidos.
Si la perpetua m unificencia me ofreciera reinos, si un tesoro
oculto pusiera ante m í todo lo que es,
Yo me postraría con toda m i alma y acostaría m i rostro en el
polvo, diría, “De todos estos, ¡el am or de tal p ara m í!”
P ara m í la vida eterna es el tiem po de la unión, pues ah í el
tiempo no existe.
56
La vida es una vasija, la unión el claro trago en ella; sin ti ¿de
qué me sirve el dolor de la vasija?
Antes que éste tuve veinte m il deseos; en m i pasión por él no
ha quedado ni (m i cuidado por) m i seguridad.
Por la ayuda de su gracia me he puesto a salvo, pues el rey in
visible me dijo, “Tú eres el alma del mundo. ”2
La esencia del significado de “Él” ha llenado mi corazón y mi
alma; “Au” grita el perro callejero, y yo no tengo ni segundo ni ter
cero.3
El cuerpo, en el m om ento de la unión con él, no prestó aten
ción al espíritu; aunque incorpóreo, él se hizo visible para mí.
He envejecido con su aflicción; pero cuando tú nombras Tabriz,
loda m i juventud regresa.
47
El dijo, “¿Quién está en la puerta?” Yo dije, “Tu hum ilde escla
vo.” Él dijo, “¿Qué es lo que quieres?” Yo dije, “Señor, saludar-
. M
U\
Él dijo, “¿Hasta cuándo insistirás?” Yo dije, “Hasta que me lla
mes.” Él dijo, “¿H asta cuándo arderás?” Yo dije, “Hasta la resu-
i lección.”
Reclamé el amor, juré que por causa del am or había perdido
ln soberanía y el poder.
Él dijo, “Para una reclamación, el juez exige un testigo.” Yo
dije, “Las lágrimas son mi testigo, la palidez de rostro m i eviden
cia.”
Él dijo, “Tu testigo no es válido; tus ojos están corrom pidos.”
Yo dije, “Por la majestad de tu justicia, son justos y limpios de pe-
n u lo.”
57
Él dijo, “¿Qué pretendes?” Yo dije, “Constancia y fraternidad.”
Él dijo, “¿Qué deseas de m í?” Yo dije, “Tu gracia universal.”
Él dijo, “¿Quién fue tu com pañero?” Yo dije, “Tu fantasía, oh
Rey.” Él dijo, “¿Quién te convocó aquí?” Yo dije, “El olor de tu
copa.”
Él dijo, “¿Qué lugar es más agradable?” Yo dije, “El palacio del
C ésar.” Él dijo, “¿Qué viste allí?” Yo dije, “Un centenar de m ila
gros.”
Él dijo, “¿Por qué está desolado?” Yo dije, “Por m iedo al ban
dido.” El dijo, “¿Quién es el bandido?” Yo dije, “Esta culpa.”
Él dijo “¿Dónde está la seguridad?” Yo dije, “En la abstinen
cia y la piedad.” Él dijo, “¿Qué es la abstinencia?” Yo dije, “El
cam ino de salvación.”
Él dijo, “¿D ónde hay calam idad?” Yo dije, “En la calle de tu
am or.” Él dijo, “¿Cóm o te fue allí?” Yo dije, “En perfecta recti
tud.”
¡Silencio! Si yo pronunciara sus dichos místicos, tú saldrías de
ti m ism o, ni puerta ni tejado resistirían.
48
4
58
Una espina es la com pañera de la rosa que nace en primavera,
y el vino que nace del zum o de uvas no está libre del dolor de ca
beza.
No seas un expectante espectador en este cam ino; por Dios,
no hay peor m uerte que la expectación.
Pon tu corazón sobre la verdadera moneda, si no eres falso; da
oído a este profundo dicho, si careces de aro.
No tiembles sobre el corcel del cuerpo, pero ve más ligero a
pie; Dios da alas a quien no m onta el cuerpo.
D esecha la inquietud y sé com pletam ente lim pio de corazón,
com o el rostro de un espejo sin imagen ni dibujo— .
Cuando está limpio de imágenes, todas las imágenes están con
tenidas en él; el rostro de ningún hombre se avergüenza d£ ése de
rostro limpio.
Si quieres tener un espejo limpio, mírate en él, pues él no tie
ne m iedo ni vergüenza de decirte la verdad.
Puesto que el rostro acerado ganó esta pureza a través del dis
cernim iento, ¿qué necesita el rostro del corazón, que no ti^ n e pol
vo?
Pero entre el acero y el corazón hay esta diferencia, cjue uno
guarda secretos, mientras el otro no.
49
I in centenar de tambores están sonando en el interior de nfuestros
corazones, el estruendo de lo que oirem os mañana.
Algodón en la oreja, pelo en el ojo — ésa es la ansiedad por el
mañana, el sutil susurro d el dolor.
A rroja la llam a del A m or sobre ese algodón, com o H aH aj y
c om o el pueblo de la pureza.1
¿ Por qué g u ard as fuego y alg o d ó n ju n to s ? E stos d o s son
opuestos, y el opuesto n u n ca sobrevivió.
59
Puesto que el encuentro del Amor está cerca, sé alegre de pre
sencia para el día del encuentro.
Para nosotros, la m uerte es alegría y encuentro; si para ti es
una ocasión de luto, ¡fuera de aquí!
Puesto que este mundo presente es nuestra prisión, la ruina de
las prisiones es con seguridad un motivo de alegría.
Si Su prisión fue tan deliciosa — ¿cómo será la corte de El que
adornó el mundo?
No busques constancia en esta prisión, pues aquí dentro la mi s-
ma constancia nunca guardó la fe.
50
M uestra tu rostro, porque el huerto y el jard ín de rosas son m i de
seo; abre tus labios, porque abundante azúcar es m i deseo.
Oh sol, asoma tu rostro desde el velo de la nube, porque ese re
luciente y brillante rostro es m i deseo.
En amor por ti oí el sonido del tambor del halcón; regresé, por
que el brazo del sultán es m i deseo.
Tú dijiste caprichosam ente, “No me molestes más; ¡vete!” y
esa orden tuya, “Vete, él no está en casa,”
Y aquellos aires y el orgullo y la brusquedad del portero son
mi deseo.
Oh dulce céfiro, que soplas desde el jardín de flores del Amigo,
sopla sobre mí, porque tener noticias de la albahaca es m i de
seo.
El pan y el agua del destino son como un torrente traidor; yo
soy un gran pez, y el m ar de ’Om án es m i deseo.1
Como Jacob grito de dolor; el hermoso rostro de José de Canaán
es m i deseo.2
Por Dios, sin ti la ciudad es una prisión para mí; vagar sobre
la m ontaña y el desierto es m i deseo.
60
En una mano una copa de vino, en la otra el rizo del Amado
— bailar así en medio de la plaza del m ercado es m i deseo.
Mi corazón está h arto de estos com pañeros débiles de espíri
tu; el León de Dios y Rustam , hijo de Zál, son m i deseo.3
L im aduras de belleza poseen los que existen; esa cantera y
m ina de exquisita herm osura son m i deseo.
A unque esté sin dinero, no aceptaré una pequeña cornalina,
pues la m ina de esa rara y tím ida cornalina es m i deseo.
Estoy harto de este pueblo, lleno de quejas y lloros; los queji
dos y lam entos de los borrachos son m i deseo.
Mi alm a está hastiada del Faraón y su tiranía; esa luz del ros
tro de Moisés, hijo de ’lm ran, es m i deseo.
Ellos dijeron, “No se le puede encontrar, nosotros también he
mos buscado.” Algo que no se puede encontrar — ése es mi deseo.
Soy más elocuente que el ruiseñor, pero a causa de la vulgar
envidia llevo un sello en m i lengua, y lam entación es m i deseo.
Ayer el Amo fue por toda la ciudad, lám para en mano, gritan
do, “Estoy harto de bestias y diablos, un hom bre es m i deseo.”
Mi estado ha ido m ás allá de todos los deseos y anhelos; ir des
de el Ser y el L ugar hacia los Esenciales es m i deseo.
Él está oculto a nuestros ojos, y todos los objetos de Él — ese
<)culto cuyas obras se manifiestan es m i deseo.
Mi oído oyó el cuento de la fe y se emborrachó; di, “Los m iem
bros y el cuerpo y la form a de la fe son mi deseo.”
Yo soy el rabel del Amor, y el Amor es un rabel para mí; la
mano y el pecho y la m odulación de ’U thm án son m i deseo.4
Ese rabel dice, “A cada momento deseo apasionadam ente los
Ilivores de la piedad del M isericordioso.”
( )h astuto juglar, estudia el resto de esta oda en este estilo, por
que en este estilo lo deseo.
M uestra el am anecer del Amor, oh Sol que eres la gloria de
liihríz; yo soy la abubilla, la presencia de Salom ón es mi deseo.
61
51
Continuam ente la voz del A m or llega a derecha e izquierda; nues
tro destino es el cielo — ¿quién tiene una mente turista?
Estuvim os en el cielo, éramos am igos de los ángeles; Padre,
déjanos regresar allí, pues esa es nuestra patria.
Somos incluso más altos que los cielos y los ángeles; ¿porqué no
hemos de trascender ambos? Nuestra meta es la suprema majestad.
¡Qué diferente origen tienen el mundo del polvo y el de la sus
tancia pura! Aunque hayamos caído, regresemos aprisa, — ¿qué lu
gar es este?
La joven fortuna es nuestra am iga, rendir el alm a es nuestra
tarea; el jefe de nuestra caravana es M ustafá, gloria del M undo.'
El dulce perfum e del vendaval procede de su trenza, el res
plandor de este pensam iento procede de una m ejilla com o “en la
m añana brillante. ”2
Ante su m ejilla se partió la luna, no resistió contem plarle; tal
fortuna alcanzó la luna — ella que es una hum ilde m endiga.3
Contempla en nuestros corazones un continuo “hendim iento
de la luna”, ¿por qué la visión de esa visión trasciende tus ojos?
Llegó la oleada de “¿No soy y o ? ” y hundió el barco del cuer
po; cuando el barco naufrague una vez más, será el m om ento del
logro de la unión.4
La humanidad, com o aves marinas, salta del m ar — el m ar del
alma; ¿cómo hará aquí su m orada el pájaro que se ha elevado de
ese m ar?
No, somos perlas en ese m ar, todos moramos en su interior; si
no ¿por qué una ola sigue a otra en el m ar del alma?
Esta es la hora del logro de la unión, esta es la hora de la be
lleza de la eternidad.
Esta es la hora del favor y la dádiva, este es el océano de la
perfecta pureza.
1 Mustafá: Mahoma.
2 Ver Corán, 93:1.
3 Un famoso milagro del Profeta.
4 Para las palabras “¿No soy yo (tu Señor)?”, ver Corán, 7:171.
62
La oleada de la dádiva ha aparecido, el trueno del m ar ha lle
gado. La mañana de la bienaventuranza ha amanecido. ¿La m a
ñana? No, esto es la luz de Dios.
¿Q uién es esta form a pintada, quién es este m onarca y este
príncipe? ¿Quién es esta anciana sabiduría? Todo son velos.
Éxtasis com o éstos son el rem edio contra los velos, la fuente
de estos tragos está en tu propia cabeza y ojos.
En la m ism a cabeza no hay nada, pero tienes dos cabezas; esta
cabeza de arcilla es de la tierra, y esa cabeza pura del cielo.
¡Oh muchas cabezas puras hay esparcidas bajo la arcilla, para
que puedas saber que la cabeza depende de esa otra cabeza!
Esa cabeza original oculta, y esta cabeza desviada manifiesta,
igual, que tras este m undo está el infinito universo.
Anuda el pellejo, oh Copero, trae el vino de nuestra tinaja; la
vasija de las percepciones es más estrecha que un desfiladero.
Del pupilo de Tabrlz brilló el Sol de la Verdad; yo le dije, “Tu
luz está a la vez unida a todas las cosas y separada de todas.”
52
Ante ti el alma decae y crece continuam ente, ¿cómo puede supli
carte alguien por una sim ple alma?
Allí donde pones tu pie, una cabeza brota de la tierra; por una
i abeza ¿cómo se lavará alguien las manos de ti?
El día en que el alma toma vuelo em belesada por tu fragancia,
el alm a sabe, el alma sabe cuál es la fragancia del Amado.
Pan pronto com o tu hum o se desvanece del cerebro, la cabeza
rlcva un centenar de lam entos, cada pelo gime.
1le vaciado la casa, para dejarla sin muebles; estoy menguan-
•li i. para que tu am or pueda aum entar y crecer.
Es m ejor perder el alm a por tan grande ganancia. ¡Silencio!
pues éste sólo vale, oh señor, lo que busca.
Mi alma en pos de tu amor, Shams al-Haqq-i TabrTzI, está des
liz añilóse com o un barco sin pies sobre el m ar.
63
53
En la m area de la m añana una luna apareció en el cielo, y des
cendiendo del cielo me contempló.
Como un halcón que atrapa un pájaro en la caza, esa luna me
arrebató y cruzó el cielo.
Cuando me m iré ya no me vi, pues en esa luna m i cuerpo se
convirtió, por la gracia, en un alma.
Cuando viajé en alm a no vi otra cosa que la luna, hasta el se
creto de la Razón Universal fue com pletam ente revelado.
Las nueve esferas del cielo estaban totalm ente absorbidas en
esa luna, el vaso de m i ser estaba completamente oculto en el mar.
El m ar rom pió en olas, y de nuevo la sabiduría surgió y lanzó
una voz; así sucedió esto y así aconteció.
Ese m ar hizo espum a, y en cada salpicadura de espum a algo
tomó form a y algo asum ió cuerpo.
Cada salpicadura de espum a del cuerpo, recibiendo una señal
de ese mar, se disolvió en el acto y se convirtió en espíritu en ese
océano.
Sin el poder im perial de Shams al-D ln de Tabrlz, uno no po
dría contem plar la luna ni convertirse en el m ar.
54 ’
64
Este ojo y esa lám para son dos luces, individualm ente; cuan
do se encontraron, nadie hizo distinción.
C ada una de estas m etáforas es a la vez una explicación y un
error; Dios reveló “En el esplendor de la m añana ” por envidia de
la luz de su rostro.1
N unca hizo el sastre, Destino, una cam isa a la medida de na
die, sino que la rom pió en pedazos.
El sol del rostro de Sham s al-DTn, gloria de los horizontes,
nunca brilló sobre nada pasajero, sino que lo hizo eterno.
55
Cuando luces esa m ejilla rosada, pones a girar las piedras de ale
gría.
Saca tu cabeza del velo una vez más, en atención a los aman-
les boquiabiertos.
Que el saber pueda perder el cam ino, que el hombre de la ra
zón pueda rom per su ciencia en pedazos;
Que el agua a través de tu reflejo pueda convertirse en una per
la, que el fuego pueda abandonar la guerra.
Con tu belleza, no deseo la luna, ni esas dos o tres pequeñas lin
tel ñas colgantes
Con tu rostro, no llamo a los antiguos cielos oxidados un espejo.
Tú respiraste, y en tu nueva creación diste otra forma a este es-
li echo mundo.
En deseo por su ojo como M arte, ¡Venus, toca otra vez el arpa!'
Vi l ( orán, 93:1.
Vi-mis dirige los coros siderales en el tercer cielo.
65
56
A nteayer el fuego susurró secretamente al humo, “El palo de áloe
no puede estar sin mí, y conm igo es feliz.
Conoce bien mi valor, y me da las gracias, pues el palo de áloe
ha comprendido que en su desaparición hay provecho.
El palo de áloe estaba anudado y atado de pies a cabeza; en la
liberación de la inexistencia estos nudos fueron resueltos.
Saludo y bienvenida p ara ti, mi am igo com edor de la llama,
m i feneciente m ártir y orgullo de todo testim onio.”
M ira cómo el cielo y la tierra son peones de la existencia; huye
hasta la inexistencia desde la ceguera de uno y la tristeza de otro.
Toda alm a que se evade de la pobreza y la inexistencia es in
fortunada huyendo de la prosperidad y la buena fortuna.
Sin borrar, nadie saca provecho de la tabla de la inexistencia;
¡haz la paz entre mí y la borradura, oh Hermoso!
Hasta que aquella tierra oscura desapareció de sí m ism a, no
em pezó a aum entar o a escapar de la inercia.
M ientras el esperma fue esperm a y no fue elim inado del flu i
do seminal, no alcanzó la estatura del ciprés ni la belleza de las me
jillas.
Cuando el pan y el caldo ferm entan en los intestinos, enton
ces se convierten en razón y alma, la desesperación de los envi
diosos.
M ientras la roca negra no desapareció de sí m ism a, no se con
virtió en oro y plata, ni encontró su cam ino hasta las monedas.
Primero llegan la hum ildad y la esclavitud, después está la dig
nidad real; en la oración del ritual los hom bres prim ero están de
pie, y luego se sientan.
Durante una vida has hecho juicio de tu propio ser, una vez es
también necesario experim entar el no-ser.
L a pompa y el orgullo de la pobreza y la desaparición no es una
baladronada vacía; allí donde el humo aparece, no está sin un fue
go-
Si nuestras mentes y deseos no pertenecen al amor, ¿cómo nos
robó el amor caprichosamente el corazón y el turbante?
66
El am or entró, y nos arrastra por la oreja de cada mañana a la
escuela de aquellos que cum plen sus pactos.
El am or pone a flu ir el agua de la penitencia desde el ojo del
creyente, para lavar su pecho de cólera y tenaz negativa.
Has caído dorm ido y el agua de Khidar salpica junto a ti; le
vántate de un salto del sueño profundo y coge la copa de la in
mortalidad.'
Deja que el am or te cuente el resto de esto secretam ente des
de mí; sé uno con los Compañeros de la Cueva, a la vez durm ien
do y despierto.2
57
67
Saca la cabeza de la tierra del cuerpo, y entonces ve que o bien
te está arrastrando hacia el cielo, o bien te está matando.
_/ A
58
Presta atención, pues el tiempo de los hom bres de fortaleza ha lle
gado, la hora del infortunio y las pruebas ha llegado.
En semejante tiem po los pactos están rotos, cuando el cuchi
llo alcanza el hueso.
Pactos y juram entos se vuelven muy débiles cuando los asun
tos de un hombre am enazan su vida.
Ah, corazón mío, no te hagas débil; haz tu corazón fuerte, pues
éste es el tiempo para ello.
Ríe como el oro rojo en el fuego, que los hombres puedan de
cir, “El oro de la m ina ha llegado.”
Im paciente y alegre ante la espada del juicio final, grita fuer
temente, “El campeón ha llegado.”
68
Está con Dios y reza a Él por ayuda, pues el avituallam iento
ha llegado del cielo.
Oh Dios, sacude la m anga de la m unificencia, pues Tu siervo
ha llegado al umbral.
Como una concha de ostra tenem os nuestras bocas abiertas,
pues la nube de Tu gracia esparciendo perlas ha llegado.
M uchas espinas secas hay en ese corazón del que ha brotado
un jardín de rosas en Tu protección.
Te he señalado a T i, pues de Tu sinseñal las alegrías han lle
gado.
Este es el tiempo de la compasión y la simpatía, pues un pesado
golpe me ha caído encima.
¡A bábíl! ten cuidado, pues el ilim itado ejército del Elefante
lia llegado contra la Kaaba.'
La razón me dice, “ ¡Calla! Ya está bien; pues sólo Dios sabe
que el Invisible ha llegado.”
G uardé silencio, oh Dios; pero sin mi voluntad el lamento se
i-levó de mi alma.
No fu iste tú quien disparó sino Dios — la flecha que de repente
salió de este arco.2
59
, Sabes lo que dice el rabel acerca de las lágrim as de los ojos y los
■oiazones ardiendo?
“ Yo soy una piel separada de la carn e; ¿cóm o no he de la-
iih-rilarme en la separación y el torm ento?”
La vara tam bién dice, “Yo fui una vez una verde rama; aque-
llii cabalgata rompió e hizo pedazos m i silla.”
Estam os exiliados en la separación; oh reyes, escuchadnos
I lacia D ios es el regreso.” 1
69
De Dios, en el prim er lugar, nacim os en el mundo; hacia Él
regresam os desde la revolución.
N uestro grito es com o la cam pana en la caravana, o com o el
trueno cuando las nubes viajan por el cielo.
Cam inante, no pongas tu corazón sobre un lugar de hospeda
je, sintiéndote fatigado en el tiem po de la atracción;
Pues tú has partido de muchas etapas, del esperma hasta la es
tación de la juventud.
Tóm alo ligeram ente, que puedas escapar fácilm ente; renuncia
con ánimo, y encuentra así la recom pensa.
A gárrate a Él firm em ente, pues Él se ha agarrado firm em en
te a ti; al principio Él y al final Él — ve, descúbrele.
Suavemente Él estira el arco, para alcanzar con esa flecha de
Su aljaba el corazón del amante.
Ya sea el am ante turco, griego o árabe, con seguridad este gri
to es lengua com pañera suya.
El viento está lam entándose y llam ándote, “Ven tras de mí,
hasta el río de agua.
Yo era agua; me convertí en viento; he venido a librar a los se
dientos de este espejism o.”
Él habla es ese viento que en principio fue agua; se convierte
en agua cuando arro ja el velo.
Este grito surgió de las seis direcciones: “Huye de la dirección,
y no apartes tu rostro de N osotros.”
Oh amante, tú no eres menos que la mariposa nocturna; ¿cuán
do se salvó la m ariposa nocturna de la llama?
El Rey está en la ciudad; por la lechuza ¿cóm o voy a abando
nar la ciudad y ocupar la ruina?
Si un asno se ha vuelto loco, golpea el látigo sobre su cabeza
hasta que recobre el sentido.
Si busco su corazón, su inutilidad aum enta aún más; Dios dijo
m irando a los incrédulos, Hiere sus cuellos.2
70
60
Tú que no posees el Amor, es lícito para ti — sigue durmiendo; vete,
pues el am or y la tristeza del A m or es nuestra porción— sigue
durm iendo.
Nos hemos convertido en motas del sol de tristeza por el Amado;
tú en cuyo corazón esta pasión nunca ha surgido, sigue durm ien
do.
En la interm inable búsqueda de la unión con El nos apresura
mos com o un río; tú que no estás angustiado por la pregunta:
“¿Dónde está Él? — siguen durm iendo.
El sendero del A m or está fuera de las setenta y dos sectas;
puesto que tu am or y cam ino son mera superchería e hipocresía,
sigue durm iendo.
Su taza del alba es nuestra salida del sol, su crepúsculo nues
tra cena; tú cuyo anhelo es por los m anjares y cuya pasión es por
la cena, sigue durm iendo.
En busca de la piedra filosofal nos derretim os como cobre; tú
cuya piedra filosofal es el cojín y la com pañera de cama, sigue
durmiendo.
Puesto que el destino me ha excluido del sueño, joven, vete; ya
que el sueño ha pasado por tu lado y ahora puedes satisfacer el
'<ucño profundo, sigue durm iendo.
H em os caído en la m ano del A m or — ¿qué h ará el A m or?
Puesto que tu estás en tu propia mano, parte hacia la mano ade-
t mida— sigue durm iendo.
Yo soy el que bebe sangre; alma mía, tú eres quien come m an
imos; puesto que con seguridad los m anjares exigen sueño pro-
lunilo, sigue durm iendo.
I le abandonado la esperanza en m i cerebro y m i cabeza tam-
liirn; tú que aspiras a un fresco y jugoso cerebro, sigue durm ien
do
I le rasgado el vestido del habla y he dejado ir las palabras; tú
que no estás desnudo, llevas una túnica, sigue durm iendo.
71
61
La m area viva de los am antes ha llegado, para que este terreno
baldío pueda convertirse en un jardín; la proclamación del cielo ha
llegado, para que el pájaro del alma pueda elevarse en vuelo.
El m ar se llena de perlas, la m arism a de sal se vuelve dulce
com o el K authar, la piedra se convierte en un rubí de la m ina, el
cuerpo se convierte en alm a.1
Aunque los ojos y las almas de los am antes estén diluviando
com o una nube, sin em bargo el corazón dentro de la nube del
cuerpo brilla com o un relámpago.
¿Sabes por qué los ojos de los amantes se han vuelto como una
nube enamorada? Porque esa luna generalm ente está oculta en las
nubes.
¡Feliz y risueña hora, cuando esas nubes em piezan a llorar!
¡Señor, qué bendito estado, cuando ríen esos relámpagos!
De esos cientos de m iles de gotas, ni una sola cae sobre la tie
rra, pues si cayera sobre la tierra, el mundo entero quedaría en
ruinas.
Aunque el mundo estuviera desolado, tal desolación a través
del am or se convierte en com pañero-m arino de Noé, en am istad
íntima con el Diluvio.
El diluvio menguó, los cielos no contornarían; a través de esa
ola más allá de la dirección, estas seis direcciones siguen en mo
vim iento.
Tú que sigues fírme bajo estas seis direcciones, a la vez, aflí
gete y no te aflijas, pues esas semillas bajo la tierra un día se con
vertirán en una plantación de palm eras datileras.
Un día esa raíz levantará su cabeza del polvo, se convertirá en
una fresca ram a verde, ¿y qué, si dos o tres ramas se secan?, el
resto del árbol estará preñado de vida.
Y cuando esa rama seca sea puesta a arder, el fuego estará ale
gre com o el alma; si eso no es esto, se convertirá en esto; si esto
no es eso, se convertirá en eso.
72
Algo ha cerrado m i boca, com o diciendo, “¿Qué, borracho y
al borde del tejado? Cualquier cosa cjue sea lo que te desconcier
te, esa cosa está desconcertada por Él.”
62
I loy contem plé al Amado, ese ornam ento de toda aventura; par-
lió hacia el cielo como el espíritu de M ustafá.'
Su rostro hace que el sol se avergüence, la esfera del cielo está
tan confundida como el corazón; a través de su luz, el agua y la a r
cilla son más resplandecientes que el fuego.
Yo dije, “M uéstram e la escalera, que pueda subir hasta el cie
lo.” Él dijo, “Tu cabeza es la escalera, pon tu cabeza bajo tus
pies.”
Cuando coloques tus pies sobre tu cabeza, colocarás tus pies
sobre la cabeza de las estrellas; cuando te abras paso por el aire,
pon tu pie sobre el aire, así ¡y adelante!
Un centenar de cam inos hacia el aire del cielo se manifiestan
unte ti, cada am anecer vas volando hacia el cielo como una ora
ción.
63
1,1 agua ha sido cortada del río de este m undo; ¡oh m area de la
pi imavera, regresa y devuelve el agua!—
lisa agua semejante a la fuente de Khidar y Elias, que nunca se
n o y nunca se verá.1
(lloriosa fuente, cuyo brillante chorro borbotea cada m om en
to c*11 el pozo del alma.
( )h invitado, no viertas com o un mendigo el agua del rostro de
Ja pobreza por un m endrugo de pan.
73
El mundo entero, desde un extremo a otro, no es más que m e
dio m endrugo; a causa de la codicia por medio del m endrugo, el
agua desapareció.
T ierra y cielo son cubo y cántaro; el agua está fuera de la tie
rra y el cielo.
A presúrate tú tam bién a d ejar el cielo y la tierra, p ara que
puedas contem plar el agua fluyendo desde el sinlugar.
Que el pez de tu alma pueda escapar de esta charca, y sorber
agua del m ar ilim itado.
En ese m ar cuyos peces son todos Khidars, ahí dentro el pez
es inm ortal, inm ortal el agua.
De esa visión llegó la luz del ojo, de ese tejado está el agua en
el canalón;
D e este ja rd ín son estas rosas de m ejillas, de esa ru ed a hi
dráulica la enram ada de rosas obtiene agua;
De ese árbol datilero son los dátiles de M aría. Esa agua no de
riva de causas secundarias y cosas sem ejantes.2
Tu alma y espíritu serán entonces verdaderamente felices, cuan
do el agua llegue fluyendo hacia ti desde aquí.
No sacudas tu m atraca com o un vigilante nocturno, pues la
m ism a agua es el guardián de estos peces.
64
El corazón es com o un grano de trigo, nosotros somos com o un
molino; ¿cómo sabe el molino la razón de este giro?
El cuerpo es com o una piedra, y el agua sus pensam ientos; la
piedra dice, “El agua sabe acerca de ello.”
El agua dice, “Pregunta al molinero, pues fue él quien arrojó
esta agua.”
El molinero te dice, “Tú que com es pan, si esto no girara, ¿qué
sería de la sopa de m igas?”
M uchas cuestiones hay en la elaboración; silencio, pregunta a
Dios, que El puede decírtelo.
74
65
Rom pes nuestra arp a, exaltado; m iles de otras arp as hay aquí
Puesto que hem os caído en los apretones del amor, ¿qué im
porta si perdem os el arp a o el caram illo?
Si el rabel y el arpa del mundo entero se consum ieran, muchas
arpas ocultas hay, am igo mío;
El cencerro y el tañido sube a los cielos, incluso aunque no pe
netre los oídos del sordo.
Aunque la lám para y la vela del mundo entero vacilaran has
ta extinguirse, ¿qué motivo habría para la tristeza, puesto que aún
quedan pedernal y acero?
Las canciones son espum a sobre el rostro del m ar; ninguna
perla aparece sobre la superficie del mar;
Sin em bargo conoce que la gracia de la espum a deriva de la
perla, el re fle jo del re fle jo de cuyo d estello está sobre n o so
tros.
Las canciones no son más que una rama del anhelo por la unión;
rama y raíz nunca son com parables.
Cierra tus labios, y abre la ventana del corazón; de esa m ane
ra sé versado en los espíritus.
66
¿Cómo sería, si m i herm oso am or tom ara m i mano mañana, aso
mara su cabeza por la ventana como la luna de herm osas faccio
nes?
Si m i aum entador de vida entrara, ¿desataría m is manos y m is
pies? — pues la mano del destierro fijado ató firm em ente m is m a
nos y m is pies.
Entonces yo le diría, “Por tu vida juro que sin ti, oh vida de m i
n lina, la com pañía del placer no me hace feliz, ni tampoco el vino
me em briaga.”
Entonces, si él coquetam ente replicara, “ ¡Fuera! ¿Q ué quieres
de mí? ¡Temo que tu m elancolía pueda volverme m elancólico!”—
75
Yo traería la espada y la m ortaja e inclinaría m i cuello como
una ofrenda de sacrificio, diciendo, “Tu cabeza te duele por m i
culpa; ¡corta la mía deliberadamente!
Sabes que no deseo vivir sin ti; m ejor es para m í la m uerte que
el destierro, por Dios que da vida a los m uertos.
N unca pude creer que te apartaras de tu siervo; yo siempre dije
que las palabras de m is enem igos eran m entiras inventadas.
Tú eres m i alma, y sin m i alm a no sé vivir; tú eres m is ojos, y
sin ti no tengo un ojo con vista.”
D ejem os estas palabras; juglar, em pieza una melodía; trae el
rabel y la pandereta, si no tienes un caram illo.
67
Desde que la enfermedad de la medianoche se ha manifestado en
ese Maestro, hasta el am anecer ha estado golpeando su cabeza in
controlablem ente contra nuestra pared.
Cielo y tierra lloran y se lamentan a causa de su lamento; sus
pechos están ardientes — podrías decir que es un tem plo de fue
go-
Tiene una extraña enferm edad — ni dolor de cabeza, ni dolor
febril— no hay rem edio para ella en la tierra, pues le cayó del
cielo.
Cuando Galeno le contempló, tomó su pulso; pero él dijo “Deja
m i mano y exam ina m i corazón; m i dolor está más allá de las re
glas.”
No sufre de bilis negra o am arilla, ni cólico ni tam poco hidro
pesía; un centenar de tum ultos se han levantado en cada rincón
de nuestra ciudad a causa de este fatal suceso.
Ni com e ni duerme; recibe su alimento del Amor, pues ahora
este A m or es enferm era y m adre del M aestro.
Yo dije, “Oh Dios, concede tu com pasión, que pueda encon
trar reposo apenas durante una hora; no ha derram ado la sangre
de nadie, no se ha apoderado de la propiedad de ningún hom
bre.”
76
La respuesta llegó del cielo, “Déjale estar, pues medicina y re
medio son inútiles en el sufrim iento de los amantes.
No busques curación p ara este M aestro; no le vendes, no le
aconsejes, pues donde ha caído no hay transgresión ni piedad.
¿Cuándo viste el Amor? N unca supiste de los amantes; g uar
da silencio, no cantes hechizos; ¡este no es un caso de magia o
m alabarism o!”
Ven, Shams-i Tabrizi, fuente de luz y esplendor, pues este ilus
tre espíritu sin tu esplendor está helado y congelado.
68
Mente, no resbales, pues el cam ino detrás y delante está mojado
ile sangre; los ladrones de hombres son hoy día más numerosos que
los ladrones de oro.
Si están dispuestos a robar la razón y la conciencia de la gen
te, ¿qué harán entonces del que no tiene conciencia de sí m ism o?
No consideres tu propio ego tan inútil y sin antagonista; el m un
do va en busca de oro, y tu ego es la m ina de oro.
El Profeta de D ios dijo, “Los hom bres son com o m inas” ; el
ego es una m ina de plata y oro, y está verdaderam ente lleno de
yernas.
Encuentras un tesoro, y dentro no encuentras vida para todo el
tesoro; descúbrete a ti m ism o, y sé cauteloso; sin em bargo ¿qué
hacer?, pues hay un ladrón de ágiles manos vigilando este cam i
no.
Aunque el alba sea oscura, el día está al llegar; cualquier ros
no girado hacia el sol es com o el amanecer.
Los espíritus se em briagan con el aliento del am anecer, pues
<‘l rostro del am anecer está hacia el sol y es el com pañero de la
visión.
Tantas veces tiras la ficha sobre el “quizás” y el “por ventu-
m '\ pues estás en bancarrota, y la rueda del cielo se lo lleva todo.
Con el cerebro escudriñado y sin saber nada, caes dormido — se
iln la que tu bocado de pan diario es el cerebro de un asno.
77
T rabaja m ás, recoge oro, y sé alegre, pues toda tu plata, oro y
salud son la serp ien te del infierno.
Por causa de D ios, vive u na noche sin co m er ni dorm ir; un cen
te n a r de noches a cau sa de la codicia de tu alm a c a rn a l estás in
so m n e y sin alim ento.
D e agonía y dolor, desde detrás de cad a átom o de polvo, lle
gan los suspiros y las lam entaciones, pero tu oído está sordo.
Salpica la sangre del corazón sobre tu m ejilla en el am anecer,
pues tu provisión p a ra el cam in o es la sangre del corazón y el sus
piro de la alborada.
L len a tu corazón de esperanza, y púlelo b ien y claro, pues tu
corazón puro es el espejo del sol del esplendor.
Di, ¿quién es el com pañero de A hm ad el A póstol en este mundo?
Sham s-i Tabrlz el Em perador, que es una de las copas más grandes.'
69
78
Sé un jin e te del am or, y no tem as el cam in o , pues el corcel d el
am or es de paso veloz;
Con un sim ple salto te lleva hasta la m o rad a, aunque no h u
b iera cam ino.
El alm a del am ante n ad a sabe de com er fo rraje, pues las alm as
de los am antes son vin ateras de buen vino.
E n Sham s al-D ín TabrlzT descubrirás un corazón que está a la
vez em briagado y m uy sobrio.
70
79
Después de todo, los árboles del espíritu serán así, el árbol de
excelentes ramas y fortunas será manifiesto.
El rey de la primavera ha ordenado su ejército y ha hecho sus
provisiones; el jazm ín ha cogido el escudo, la hierba verde Dhu
’l-Faqár.2
Dicen, “Cortaremos la cabeza de Fulano como cebollinos; con
tem pla eso visiblem ente decretado en la obra del Creador.”
Sí; cuando el socorro de la asistencia divina llega, N im rod es
llevado a la destrucción por un jején.3
71
Mi corazón es como una concha de ostra, el fantasm a del Amado
es la perla; ahora ya no estoy contenido, pues esta casa está llena
con El.
La noche partió el labio de m i alma con la dulzura de Su con
versación; estoy sorprendido de aquel que dice, “L a verdad es
am arga.”
El alimento de los m ortales procede de fuera, pero el alim en
to del am ante está dentro; él regurgita y mastica, pues el amante
es com o un camello.
Sé veloz como una peri, despójate de tu cuerpo; la desnudez
no está perm itida para aquel que tiene sarn a.1
Saláh al-D in ha llegado a la caza; todos los leones son sus víc
tim as; ese hombre que está libre de los dos m undos es su siervo.
80
72
H abía decidido llevar a la práctica un plan, para que ese de cara
de luna pusiera su rostro sobre el mío.
Dije, “Tengo algo en mente; ven, para que pueda decírtelo a la
oreja.
Anoche, querida alma, tuve un sueño, y deseo que tú lo inter
pretes.
Nadie más que tú está relacionado íntim am ente con este sue
ño; *escucha, m i rey cuya costum bre es ocultar.”
El movió su mano y rió — esa cabeza que me conoce pelo a pelo— .
Y dijo, “Estás tram ando algo para ju g a r conm igo, yo que soy
el espejo de cada m atiz y olor.”
Yo soy como un juguete en sus manos, pues soy la imagen di
bujada por su aguja que cose oro.
No sin vida será la im agen que haya hecho; yo soy su imagen
más insignificante, por eso estoy en éxtasis.
73
Aquel esclavo errante ha regresado, ha regresado; ha llegado ante
Ti ardiendo y fundiéndose com o una vela.
Sonríele, oh alma, como la anémona y el azúcar candi; no cie
rres la puerta, oh alma, pues llega necesitado.
Y aunque Tú cierres la puerta, él se someterá a Tu decreto; el
siervo es todo servil necesidad, el rey está lleno de orgullo y desdén.
Cada vela fundida se ha convertido en la claridad del ojo, pues
el que ha sufrido fundiéndose ha conocido privadamente el secreto.
Aunque haga una diferencia entre el agua envenenada por Su
mano y el vino, m i espíritu ha llegado al cam ino del Espíritu, por
Alá, pero sin sinceridad.
¿Cóm o beberá Su agua de la vida cualquier anim al? ¿Cóm o
contem plará Su rostro el ojo que está cerrado?
He renunciado al viaje, he venido a m orar con el A m igo, me
lie asegurado contra la m uerte, pues esa larga vida ha llegado.
81
Corazón mío, puesto que estás en este arroyo, ¿por qué enton
ces aún buscas agua? ¿D urante cuánto tiem po dirás, “Ven a la
Fiesta” ? El tiempo de la oración ha llegado.
74
Digo, no desesperes porque el Amado te eche; si Él te echa hoy,
¿no te reclam ará mañana?
Si El te cierra la puerta, no te vayas; sé paciente ahí, pues tras
la paciencia
/
Él te sentará en el lugar de honor. /
El te obstruye todos los cam inos y pasajes, El te m ostrará un
cam ino secreto que ningún hom bre conoce.
¿No es este el caso del carnicero, que cuando corta la cabeza
de una oveja con su cuchillo no abandona lo que ha matado, sino
que prim ero mata, y luego arrastra?
Cuando la oveja ya no tiene aliento, él la llena con su propio
aliento; ¡ya verás adonde te lleva el aliento de Dios!
Digo esto como una parábola; por otro lado, Su generosidad
no mata a ningún hombre, sino que le rescata del asesinato.
Él entrega todo el reino de Salomón a una simple horm iga; Él
otorga ambos mundos, y no asusta a ningún simple corazón.
Mi corazón ha viajado por todo el mundo y no ha encontrado
a nadie com o Él; ¿a quién se parece? ¿A quién se parece?
¡Ah, silencio! Pues sin habla Él da todo este vino a probar, Él
lo da a probar, Él lo da a probar, Él lo da a probar.
75
El consejo de cualquiera nunca es de provecho p a ra los am an
tes; el am or no es la clase de torrente que cualquiera pueda de
tener.
Ningún hombre del intelecto conocerá nunca el éxtasis de la ca
beza del borracho; ningún hombre de la razón conocerá nunca el
rapto del corazón en la pérdida de la razón.
82
Los reyes se volverían indiferentes a la m onarquía si olieran
una vaharada de esos vinos que los am antes beben en la asam
blea del corazón.
K husrau dice adiós a su reino a causa de S h in n ; Farhád tam
bién por ella golpea el hacha contra la m ontaña.'
M ajnün huye del círculo de los hom bres del intelecto por el
am or de Lailá; V ám iq se rió en los bigotes de todos los engreí
dos.2
H elada está la vida que ha pasado sin ese dulce espíritu; po
drida está la alm endra que no es consciente de esta ta rta de al
m endras.
Si aquel paraíso no g irara perplejo y enam orado com o nos
otros, se cansaría de su giro, y diría, “Es suficiente para mí; ¿has
ta cuándo, hasta cuándo?” *
El mundo es com o un caram illo, y El sopla en cada uno de sus
agujeros; verdaderam ente cada uno de sus lam entos procede de
esos dos labios dulces com o el azúcar.
Contem pla cóm o, cuando El sopla en cada terruño, en cada
corazón, El satisface una necesidad, El ofrece una pasión que ele
va el lamento de la angustia.
Si arrancas tu corazón de Dios, ¿a quién entonces se lo entre
garás? Dim e esto. D esalm ada es la persona que ha sido capaz de
arran ca r su corazón de Dios por un simple momento.
Ya está bien; ve ágilm ente, sube de noche hasta este tejado;
¡levanta un herm oso clam or en la ciudad, alma mía, con fuerte
voz!
1 Farhád intentó abrirse camino excavando una montaña para alcanzar a ShTrln,
su amada.
* Majnün era el poeta-amante de Lailá en un fam oso romance beduino.
Para Vámiq ver nota 1 en poema 15.
83
76
Yo soy tú, tú eres yo, oh am igo; no te vayas de tu propio pecho;
no te creas otro, no te ahuyentes de tu propia puerta.
No engañes a tu cabeza y tus pies con tu inacabable tentación,
pues, aturdido, yo patearé con el pie de la crueldad m i propia ca
beza.
Q uien, com o una som bra, nunca está separado de tu form a,
ése soy yo; amado, no saques tu daga contra m i sombra.
Oh árbol, en cada dirección donde hay m iles de sombras, cui
da las sombras, y no las cortes de su origen.
Oculta todas las sombras y disípalas en la luz; revela el rostro
del sol de tu m ejilla radiante.
El rein o del co razó n está d eso rd en ad o co n tu d u alid ad de
c o raz o n es; sube al trono, no d escien d as de tu p ro p io p ú lp i-
to.
“La Razón es la corona” — así habló A1T en una similitud; otor
ga al trono una nueva joya de tu propia esencia.1
77
El mes de Diciembre ha partido, y Enero también; ven, pues ha lle
gado la primavera, la tierra está verde y alegre, el tiempo de los
tulipanes ha llegado.
¡Mira cómo los árboles se tambalean y agitan sus manos como
borrachos! El céfiro ha recitado un hechizo, para que la enram a
da de rosas no pueda descansar.
El nenúfar dijo al jazm ín, “ ¡Mira qué retorcido estoy ahora!”
Los capullos dijeron a la pradera, “La gracia del O m nipotente ha
descendido.”
La violeta hizo una genuflexión cuando el jacinto se inclinó
hum ildem ente, cuando el narciso hizo un guiño, diciendo “Un
tiem po del que tom ar nota ha llegado.”
84
¿Qué dijo el sacudido sauce, para que su cabeza se ilum inara
con em briaguez? ¿Qué contem pló el ciprés de herm osa estatura,
para que partiera y regresara firm e de pie?
Los pintores han cogido el pincel, m i alm a está em briagada
con esas manos, pues sus herm osas imágenes han añadido belle
za a la arboleda.
M illares de pájaros de dulces alas sentados en sus pulpitos es
tán alabando y recitando laudes, que el tiem po de la revelación ha
llegado.
Cuando el pájaro del alm a dice “ ¡ Kd//w!” la palom a torcaz re
plica “¿Dónde, dónde?” Él prim ero dice, “Puesto que no has co
gido la fragancia, tu parte es esperar.” 1
Las rosas deben m ostrar sus corazones, pues no es decoroso
ocultar el corazón cuando el am igo de la cueva retira su velo.2
La rosa dijo al ruiseñor, “M ira el verde lirio — aunque tiene
cien lenguas, es firm e y guarda su secreto.”
El ruiseñor replicó, “Sal fuera, ocúpate revelando m i secreto,
pues este am or que poseo es atrevido com o tú.”
El plátano silvestre bajó su rostro hasta la p arra — "Postrada,
¡levántate!” La p arra respondió, “Esta postración m ía no es vo
luntaria.
Estoy preñada con ese trago que pega a los borrachos; m i in-
lerior es un fuego, tu exterior es mero plátano.”
El azafrán salió alegre, la m arca de los am antes en su mejilla;
la rosa se apiadó de él y dijo, “ ¡Ah, pobre criatura, qué abyecta
está!”
Este encuentro llegó a los oídos de la m anzana de rubí, de ros-
Iro risueño, que dijo a la rosa, “No sabe que el A m ado es sufrido.”
Cuando la m anzana hizo esta declaración, “Yo pienso bien en
el Señor”, para ponerla a prueba, le llovieron piedras de todos los
lados.
A lguien le alcanzó; quien es verdadero am ante, ríe; ¿por qué
no rió S h lrln cuando K husrau le tiró piedras?
85
El lanzar terrones por los hermosos no tiene otro objeto que lla
m ar al amante; la crueldad de los amantes entre ellos no es una se
ñal de aversión.
Si Zulaikhá en ese m om ento desgarró la falda y el collar de
José, debes saber que fue jugando cuando ella desveló su secreto.3
La m anzana am ortigua el golpe y no cae, diciendo, “Soy feliz
de colgar aquí, pues este honor de estar colgada en lo alto a lle
gado hasta mí, como M ansür.4
Yo soy M ansür colgando de la ram a de la ho rca del Todo-
M isericordioso; tal beso y abrazo ha llegado hasta m í lejos de los
labios de los viles.”
¡Ah! los besos han term inado; esconde tu corazón com o un
hojaldre; dentro del pecho pronuncia secretam ente las palabras
innumerables.
78
El hom bre de Dios está borracho sin vino, el hom bre de Dios está
saciado sin carne.
El hombre de Dios está aturdido y perplejo, el hombre de Dios
no tiene com ida ni sueño.
El hom bre de Dios es un rey bajo un m anto de derviche, el
hom bre de Dios es un tesoro en una ruina.
El hom bre de Dios no es del aire ni de la tierra, el hom bre de
Dios no es del fuego ni del agua.
El hom bre de Dios es un m ar ilim itado, el hom bre de Dios
llueve perlas sin una nube.
El hom bre de Dios tiene cien lunas y cielos, el hombre de Dios
tiene cien soles.
El hom bre de Dios es sabio a través de la Verdad, el hom bre de
Dios no aprende con libros.
El hombre de Dios está más allá de la infidelidad y la religión,
para el hom bre de Dios bien y m al es lo m ism o.
86
El hombre de Dios cabalgó lejos del No-ser; el hombre de Dios
está gloriosam ente atendido.
El hombre de Dios está oculto, Shamsi D in; ¡busca y encuen
tra al hom bre de Dios!
79
D e todo el mundo sólo a ti elijo; ¿perm itirás que me siente en do
lor?
Mi corazón es com o una plum a en tu m ano; tú eres la causa,
ya esté alegre o melancólico.
Salvo lo que tú quieras ¿qué tendré? ¿Q ué veré, salvo lo que tú
m e m uestres?
A hora haces que me crezca una espina, ahora una rosa; ahora
huelo rosas, ahora arranco espinas.
Si tú me guardas así, así soy yo — si tú me deseas así, yo soy así.
En esta tinaja donde das color al alma, ¿quién soy yo? ¿qué es
m i am or y odio?
Tú fuiste el primero, y tú serás el último; haz m i último m ejor
que m i primero.
C uando estás oculto, yo soy de los infieles; cuando te m ani
fiestas, yo soy de los fieles.
No poseo más que lo que tú me has dado; ¿qué buscas en m i
bolsillo y manga?
80
Cada forma que ves tiene su arquetipo en el mundo sinlugar; aun
que la form a perezca, no im porta, pues su original es eterno.
Cada herm osa form a que viste, cada profundo dicho que oís
te, no te deprim as porque pereciera, pues no es así.
Por cuanto la cabeza de la primavera es im perecedera, su ram a
da agua continuamente; puesto que nada puede cesar, ¿por qué te
lamentas?
87
Concibe el Alm a como una fuente, y estas cosas creadas com o
ríos: m ientras la fuente fluya, los ríos corren desde ella.
Expulsa el dolor de tu cabeza y sigue bebiendo de esta agua
de río; no pienses que esta agua se acaba, pues esta agua no tiene
fin.
Desde el momento que entraste en el mundo del ser, una escalera
fue puesta ante ti para que pudieras escapar.
Prim ero fuiste un m ineral, después te convertiste en planta;
después fuiste un animal, ¿cóm o iba a ser esto un secreto para ti?
A continuación fuiste hecho hom bre, con conocim iento, ra
zón, fe; contem pla el cuerpo, siendo una porción del hoyo de pol
vo ¡qué perfecto se ha hecho!
Cuando hayas abandonado al hombre, sin duda te convertirás
en ángel; una vez que hayas concluido en esta tierra, tu lugar está
en el cielo.
Abandona de nuevo el estado angelical; entra en ese océano, para
que tu gota se convierta en un m ar que es un centenar de m ares
de O m án.1
Deja este “Hijo”, di siem pre “U no” con toda tu alma; aunque
tu cuerpo haya envejecido, ¿qué im porta, cuando tu alm a es jo
ven?
81
88
¡Cómo! ¿tu deseo de am or, y después el m iedo a la ruina? ¿Tú
con la bolsa sujeta, y después el am or por ese labio de azúcar?
A parta tu cabeza y siéntate en el rincón de la seguridad — la
mano corta no aspira al alto ciprés.
¡Vete! En toda la vida no has cogido el perfume del Amor; esto
no es Amor, esto es razón autosatisfecha.
¿Qué es ejercitar paciencia y ag arrar la falda por tentación,
sentado unos pocos días para ver lo que llega del cielo?
El fuego del A m or llegó y consum ió todo lo que está junto a
Él; puesto que todo está consum ido, ¡siéntate contento y ríe ale
gre!
E specialm ente el A m or de ese Uno, cuyo sem ejante, desde
Alast hasta ahora, nunca ha sido tan devoto de la castidad.1
Si tú dices, “Le he visto,” por Dios abre otro ojo y cierra estos
dos;
Pues por esta m irada, m iles de miles com o yo y como tú en
am bos mundos han sido destruidos y cegados para siempre.
Si a mi vista llegara otro que esa Belleza, ¡que m is dos ojos sean
arrancados con un hacha!
La vista de todos los hom bres heroicos ha dem ostrado im po
tencia; ¿cóm o alcanzará el perezoso la B elleza y M ajestad del
rey?
¡Ojalá ese Dios hubiera rasgado el velo del ser, igual que A ll
el León desgarró las puertas de K haibar,2
Para que el ojo pudiera ver cómo durante m il años, cinco ve
ces al día, él golpea los tambores en el otro lado!3
1 Alast: el día de la primitiva alianza de D ios con el hombre. Ver Corán, 7:171.
2 Khaibar era la fortaleza judía que conquistó Al!.
3 “Cinco veces al día” en cada oración Mahoma es proclamado el Mensajero de
D ios, y, en las tierras de los chiítas, A ll su Albacea.
89
82
U na vez más, una vez m ás he escapado de m is cadenas, me he
deshecho de estos lazos y esta trampa que aprisionan al enfermo.
Cielo, el encorvado anciano lleno de hechicería y engaño — por
virtud de tu fortuna juvenil he escapado de este anciano.
Noche y día corrí, escapé de la noche y del día; pregúntale a
esta esfera cómo volé, igual que una flecha.
¿Por qué he de tem er el dolor? Pues yo soy el cam arada de
muerte. ¿Por qué he de tem er al general? Pues yo he escapado del
príncipe.
La razón me hundió con inquietud durante cuarenta años; se
senta y dos me ha tenido com o presa, y he escapado de las ideas.
Todas las criaturas fueron hechas sordas o ciegas por predes
tinación, yo he escapado del sordo y del ciego de la predestina
ción, y de la predestinación.
Exteriorm ente piel, interiorm ente hueso, el fruto es un prisio
nero; com o un higo, he escapado de esa piel y ese hueso.
La dem ora causa daño, y la prisa es el diablo; m i corazón ha
escapado de la prisa, y yo he escapado de la demora.
En el prim er lugar la sangre era el alimento, al final la sangre
se convirtió en leche; cuando salieron los dientes de la razón, es
capé de esa leche;
C orrí tras el pan, una b arra o dos, por engaño; Dios me dio un
alimento, p ara que escapara del engaño.
Perm anece en silencio, perm anece en silencio, no hables más
en detalle; hablaré de la interpretación, he escapado del hedor del
ajo.
83
Si un árbol pudiera moverse con pies y alas, no sufriría el dolor de
la sierra o los golpes del hacha;
Y si el sol no viajara con alas y pies toda la noche, ¿cómo se
ilum inaría el mundo en la corriente de la m añana?
90
Y si el agua salada no subiera desde el m ar hasta el cielo, ¿cómo
sería revivido el jard ín por el torrente y la lluvia?
Cuando la gota partió de su hogar nativo y regresó, encontró
una concha y se convirtió en una perla.
¿No em prendió José un viaje en lágrim as, al abandonar a su
padre? ¿no alcanzó en el viaje la fortuna, el reino y la victoria?
¿No viajó M ustafá hasta M edina, ganando la soberanía, y con
virtiéndose en rey de un centenar de tierras?1
Y tú — si no tienes pies, elige viajar en ti m ism o; com o una
m ina de rubí recibe una m arca de los rayos del sol.
Haz un viaje desde el ego hasta el ego, oh maestro, pues por
tal viaje la tierra se convierte en una m ina de oro.
D esde la am argura y la agrura avanza hasta la dulzura, igual
que de la tierra salada brotan m il clases de frutos.
En el Sol, orgullo de Tabrlz, contempla estos milagros, pues los
árboles ganan belleza con la luz del sol.
84
N uestro desierto no tiene lím ites, nuestros corazones y almas no
conocen descanso.
M undo sobre mundo ha tom ado la im agen de la Forma, ¿cuál
de estas imágenes es la nuestra?
Cuando veas en el cam ino una cabeza cortada que va rodan
do hacia nuestro prado,
Pregúntale, pregúntale, los secretos del corazón, pues de ella
sabrás nuestro oculto m isterio.
¿Cómo sería si una oreja se m ostrara fam iliar con las lenguas
de nuestros pájaros?
¿Cóm o sería si un pájaro tom ase vuelo, llevando el collar del
secreto de nuestro Salom ón?
¿Qué he de decir, qué he de suponer? Pues este cuento es de
m asiado alto para nuestro eventual y lim itado ser.
91
¿Cóm o guardar silencio, cuando a cada momento nuestra an
gustia está más angustiada?
¡Qué perdiz y halcón volando juntos entre el aire de nuestra
tierra montañosa,
Entre el aire, que es la séptim a atm ósfera, en cuyo cénit está
nuestro Saturno!
¿No están los siete cielos bajo el em píreo? Más allá del em pí
reo está nuestra revolución.
¿Qué lugar hay aquí p ara las aspiraciones hacia el em píreo y
el cielo? Nuestro viaje es hacia el jard ín de rosas de la unión.
D eja este cuento; no nos preguntes, pues nuestro cuento está
totalm ente interrum pido;
Saláh al-Haqq w a’l-D ln te revelará la belleza de nuestro Sultán,
el Rey de reyes.1
85
Yo soy un pintor, un creador de pinturas, a cada momento compongo
una form a hermosa, y después ante tu presencia las fundo todas.
Convoco a un centenar de fantasm as y les doto de espíritu,
cuando veo tu fantasma, los arrojo al fuego.
Tú eres el copero del Vinatero, o el enem igo del sobrio, ¿eres
tú el que arruina cada casa que construyo?
En ti el alma está disuelta, contigo está mezclada; ¡Helo aquí!
m im aré el alma, pues tiene tu perfume.
Cada gota de sangre que fluye de m í le está diciendo a tu pol
vo, “Yo soy del m ism o color que tu amor, yo soy la com pañera de
tu cariño.”
En la casa del agua y la arcilla este corazón está desolado sin
ti; oh Amado, entra en la casa, o me iré.
92
86
Desde el pecho del Ego m e llega continuam ente el perfume del
Amado; ¿cóm o no acogeré en m i pecho cada noche al Ego?
A noche estuve en el jard ín del Amor; este deseo entró en m i
cabeza, que su sol se asom ara por m is ojos, que el río (de lágri
m as) em pezara a fluir.
Cada rosa risueña que brota de su alegre labio ha escapado de
la espina del ser, ha eludido a Dhu ‘1-Faqar;1
Todos los árboles y hojas de hierba estaban bailando en la pra
dera, pero a la vista del vulgar estaban atados y en descanso.
De repente a un lado apareció nuestro Ciprés, para que el ja r
dín se quedara sin sentido y el plátano silvestre palm eara sus m a
nos.
El rostro como el fuego, el vino como el fuego, el am or en lla
m as — los tres deliciosos; el alma, a causa de los fuegos entre
mezclados, se lam entaba, “¿Adonde huiré?”
En el mundo de la Unidad Divina no hay lugar para el Número,
pero el Núm ero existe necesariam ente en el mundo del Cinco y
del C uatro.2
Puedes contar una m iríada de dulces m anzanas en tu mano, si
quieres hacer una, estrújalas juntas.
Contempla, sin m irar las letras, lo que es este lenguaje en el co
razón; la pureza del color es una calidad que deriva de la Fuente
de la A cción.3
Shams-i T ab rizi está sentado como un rey, y ante él m is ri
mas están ordenadas com o serviciales esclavos.
93
87
C orazón m ío, siéntate cerca de esa p ersona que tiene la exp erien
cia del corazón, ve bajo ese árbol que tiene flo re s frescas.
No vayas de aquí a allá com o hacen los holgazanes en esta fa r
m acia; siéntate en la tienda de alguien que tenga az ú ca r en su co
m ercio.
Si no tienes equilibrio, entonces todos te acechan; un hom bre
ad o rn a una m oneda falsa, y tú im aginas que tien e oro.
Con tram p as te deja en la p u erta , d icien d o , “ A h o ra v u elv o ”
— no te sientes esp eran d o en la p u erta , pues esa casa tien e dos
pu ertas.
No lleves tu taza a cad a olla que hierva, y no te sientes ah í,
pues toda olla que hierve tiene algo m ás dentro.
N i cada ca ra m illo tiene azúcar, ni cada bajo tiene su sobre, ni
cada ojo tiene vista, ni cada m a r tiene perlas.
L am én tate, ru ise ñ o r can tan te, pues el lam en to del b o rra ch o
tiene algún efecto, algún efecto incluso sobre las rocas y las p ie
dras.
D esecha tu cabeza si no hay lugar, pues si el hilo no está co n
tenido en el ojo de la aguja es porq u e tiene cabeza.
E ste corazón v ig ilan te es u n a lin tern a; so stén la bajo tu falda;
d esap arece de este viento y aire, pues el aire le confunde.
Al desaparecer del viento te conviertes en m orador de una fuen
te, te conviertes en com pañero de un aliado que d erram a agua re
frescante sobre el corazón.
C uando tienes agua en el corazón, eres com o un árbol verde
que constantem en te da nuevo fru to , y viaja dentro del Corazón.
88
Fui allí em briagado y dije, “O h belleza, ¿cuándo m e en lo q u ecis
te? ¡da o íd o !”
El replicó, “M ira, en m i o reja hay un aro , su jétate a ese aro
com o un p endien te.”
94
\ b rápidam ente alarg u é m i m ano p a ra to c a r su aro; él m e g o l
peó diciendo, “ ¡R etira tu m ano de mí!
E nco n trarás el cam in o h asta este aro sólo cuando te co n v ier
tas en una perla real en pureza.
M i aro dorado, ¡y después una cuenta! ¿C óm o iba a subir Jesús
al cielo en un asn o ?”
89
95
En ellos no queda ninguna codicia por el conocim iento y la
ciencia, ningún deseo por el paraíso; el que conduce un león no
busca un asno o un camello.
¡Silencio! Si yo contara Sus regalos y donaciones, el m ism o día
de la resurrección se sentirá m areado y confundido en la cuenta.
Ven, Orgullo de Tabriz, verdadero Shams al-D ln; el sol en los
cielos girantes en tu hum ilde esclavo.
90
El A m or no es más que felicidad y cariño, no es más que alegría
y correcta dirección.
Bü Hariífa no enseñó amor, Sháfi’í no tenía ninguna tradición
relacionada con é l.1
“Lícito” e “ilícito” operan hasta la muerte; no hay térm ino para
la ciencia de los amantes.
Los am antes están ahogados en agua de azúcar; Egipto no tie
ne por qué quejarse de azúcar.
¿Cómo no ha de dar las gracias el alma del borracho por un vino
para el que no hay fronteras ni lím ites?
A quél que hayas visto afligido y ceñudo no es un am ante, y
no pertenece a esa provincia;
Por otro lado, cada brote es un velo de un jardín, los celos y la
envidia no tienen contagio.
El principiante en este sendero del A m or es el que no está in
form ado del principio.
A núlate de la conciencia del ego, pues no hay peor pecado que
ser.
No seas pastor, sé un rebaño; el pastoreo no es más que un obs
táculo para el cuidado providencial.
Dios es suficiente para la enferm edad de m uchos siervos, pero
el siervo no tiene este conocim iento y suficiencia.2
96
A_________________________ ____
91
Oh mundo de agua y arcilla, desde que te conocí he conocido una
m iríada de tribulaciones y dolores.
T ú eres el pasto de los asnos, no la m orada de Jesús; ¿por qué
he conocido este pasto de asnos?
97
Prim ero pusiste la mesa, después me diste dulce agua; me atas
te de pies y manos, para que conociera la mano y el pie.
¿Por qué no ataste tus pies y manos, viendo que Dios te lla
m aba cuna?
Como un árbol levanto m is manos de la tierra en deseo por Ese
de quien conocí el deseo.
“Oh racim o, ¿cóm o es que en la infancia te convertiste en un
perfecto anciano?” La respuesta llegó, “Escapé de la pasión de la
juventud cuando conocí el céfiro.”
La ram a va hacia arriba porque procede de arriba; yo me apre
suro hacia m i origen, porque conozco mi origen.
¿Hasta cuándo hablaré de “abajo” y “arriba”? El sinlugar es m i
origen, yo no soy del lugar, pues sé de dónde viene el lugar.
No, perm anece en silencio, parte hacia la inexistencia, hazte
nada en la inexistencia; date cuenta ¡cuántas cosas sé de las no-co-
sas!
92
Todos los fatigados se han ido; cerrad la puerta de la casa; riá
monos en unión de la fatigada razón.
Salid para la Ascensión, ya que sois de la fam ilia del Profeta;
besad la m ejilla de la luna, puesto que estáis en un alto tejado.
Si él partió la luna, ¿por qué sois nubes? Si él es enérgico y es
merado, ¿por qué sois inútiles?1
Fatigados, ¿por qué os fuisteis? Pues no com o hom bres ver
daderos en este cam ino hendisteis en un m om ento la m ontaña
com o Farhád y Shaddád.2
Puesto que no tenéis cara de luna, no os apartéis de los de cara
de luna; puesto que no sufrís angustia, no os vendéis vuestras ca
bezas.
98
De esta manera y de esa sucedió; así pues no está bien; no sa
béis cóm o sois, ¡no sabéis cuántos sois!
Cuando contemplasteis esa fuente, ¿por qué no os convertisteis
en agua? Cuando visteis aquel Ego, ¿por qué aprobasteis vuestros
propios egos?
Puesto que estáis en la m ina de la caña de azúcar, ¿por qué
sois agrios de rostro? Puesto que estáis en el Agua de la Vida, ¿por
qué estáis secos y m architos?
No contiendas así, no huyas de la felicidad; ¿qué posibilidad de
huida hay, viendo que estás cogido en el lazo?
Estás cogido en el lazo del que no hay defensa; no te retuerzas,
no te retuerzas, no te rasguñes contra la lanzadera
Como las abnegadas m ariposas nocturnas roza esta vela; ¿por
qué estás dedicado a la com pañera? ¿Por qué estás atado a la ca
dena?
Quémate en esta vela, ilum ina tu corazón y alma, ponte un nue
vo cuerpo cuando hayas arrojado este viejo.
¿Por qué estás asustado del zorro? Tú eres de la casta del león.
¿Por qué sois asnos cojos, si venís de los lomos del veloz caba
llo?
El Am igo está llegando, la puerta de la felicidad está abrién
dose, pues ese A m igo es la llave; vosotros sois las cerraduras.
Perm aneced en silencio, pues el habla os ha tragado; el com
prador es com o un loro, y vosotros sois azúcar candi.
93
En lo sucesivo el ruiseñor del jard ín hablará de nosotros, hablará
de la belleza de ese Am ado em belesador de corazones.
Cuando el viento cae sobre la cabeza del sauce y éste em pie
za a bailar, sólo Dios sabe qué cosas le dice al aire.
El plátano silvestre entiende un poco del ardor de la pradera,
dulcem ente levanta dos anchas manos y reza.
Yo pregunto a la rosa, “¿A quién robaste esa belleza?” La rosa
sonríe dulcem ente con vergüenza, pero ¿cóm o lo diría?
99
Aunque la rosa está borracha, no es disoluta com o yo, ella te
diría el secreto del narciso em briagado.
Cuando busques secretos, ve entre los borrachos, pues la cabeza
achispada desvergonzadam ente cuenta el secreto.
Puesto que el vino es la hija de la parra y de la fam ilia de la ge
nerosidad, ha abierto la boca de la bolsa y habla de la abundancia.
Especialm ente el vino del arriate celestial del Todopoderoso;
quizá Dios hablara de su abundancia y generosidad.
Este nuevo vino ferm enta en el pecho del gnóstico, desde las
profundidades de la tinaja de su cuerpo te invita a la fiesta.
Puesto que el pecho da leche, tam bién puede dar vino; desde
el pecho su fuente fluida cuenta un bonito cuento.
Cuando ese espíritu está más em briagado, apuesta su copa, se
quita la gorra, y abandona esta ropa.
Cuando la razón bebe vino rojo de sangre im prudentem ente,
abre su boca y cuenta los m isterios de la M ajestad.
Permanece en silencio, pues nadie te creerá; el m al cobre no se
traga lo que la piedra filosofal dice.
L leva noticias a TabrTz, O rgullo del M undo; quizá nuestro
Sham s-i D in diga tu alabanza.
94
Anoche hice un nuevo voto, juré por tu vida,
Que nunca apartaría mis ojos de tu rostro; aunque me golpees
con la espada, no me apartaré de Ti.
No buscaré la curación en ningún otro, pues m i dolor es de la
separación de Ti.
Si Tú debieras arrojarm e al fuego, no sería un hom bre verda
dero si pronunciara un susurro.
M e levanté de tu cam ino com o polvo; ahora regreso al polvo
de tu cam ino.
100
95
El rey ha llegado, el rey ha llegado; adorna la sala de palacio; cor
ta tus brazos en honor del herm oso de C anaán.1
Puesto que el Alm a del alma del alma ha llegado, no cabe ha
blar del alma; en su presencia ¿de qué sirve el alma, salvo com o
sacrificio?
Sin am or yo había perdido el cam ino; de repente el am or en
tró. Yo era una m ontaña; me convertí en una paja para el caballo
del rey.
Ya sea turco o tajik, este esclavo está tan cerca de él com o el
alm a del cuerpo; sólo el cuerpo no contem pla el alma.
¡Eh, am igos míos! la buena fortuna ha llegado; ha llegado el
tiem po de rendir la carga; un Salomón ha llegado hasta el trono,
para deponer a Satanás.
Salta de tu lugar; ¿por qué te entretienes? ¿Por qué estás tan im
potente? Si no lo conoces, busca en la abubilla el cam ino hasta el
palacio de Salom ón.2
A hí haz tus letanías, ahí pronuncia tus secretos y necesidades;
Salom ón conoce verdaderam ente el idioma de todos los pájaros.
El habla es un viento, oh esclavo, y distrae al corazón; pero él
ordena esto, “ ¡Reúne a los dispersos!”
96
Aquí hay alguien oculto; no creas que estás solo. Ella tiene oídos
agudos; no abras tu boca para el mal.
E sa peri se aloja junto a la fuente de tu corazón; por eso cada
forma de la imagen te ha sido revelada.
Donde haya una fuente, hay un lugar para las peris\ ahí debes
actuar cautelosam ente.
101
Puesto que estas cinco fuentes de los sentidos están fluyendo
sobre tu cuerpo, conoce que es esa hada quien a veces las obtura,
a veces las hace fluir.
Debes saber también que esos cinco sentidos interiores, tales
com o la im aginación y la concepción, son asim ism o cinco fuen
tes corriendo hacia el prado.
Cada fuente tiene dos superintendentes y cincuenta controla
dores; ellos te revelan sus formas en el tiempo del bruñido.
Las peris te castigan si eres descortés, pues esa fam osa peri es
im petuosa y no m uestra ningún favor.
El determ inism o engaña a la reflexión diciendo, “A hora salta
a la acción” ; su astucia ha arrebatado la m anta de cien m il como
nosotros.
Contempla los pájaros en la jaula, contempla los peces en la red,
contem pla los corazones lam entándose a causa de ese sapiente
embustero.
No abras tus ojos subrepticiam ente sobre cualquier ídolo por
traición, que el príncipe que lo ve todo no te aparte de su estima.
Aún quedan algunos versos, pero esta fuente ha calado en la tie
rra; borbotearán de la fuente cuando nos levantemos de un salto
mañana.
$
97
Oh am antes, oh amantes, es la hora de abandonar este mundo; el
tam bor de la partida llega hasta m i oído espiritual desde el cielo.
M ira, el guía ha levantado y dispuesto la fila de los camellos,
y nos ha rogado que le absolvam os de culpa; ¿por qué, oh viaje
ros, estáis dormidos?
Estos sonidos delante y detrás son el estruendo de la partida y
los cencerros de los cam ellos; a cada m om ento un alma y un es
píritu se ponen en cam ino hacia el Vacío.
De estas velas invertidas (como estrellas), de estos toldos azu
les (del cielo) surge un pueblo m aravilloso, para que los m iste
rios puedan ser revelados.
102
Un pesado sueño cayó sobre ti desde las esferas giratorias; ¡ay
de esta vida tan lum inosa, cuidado de este sueño tan pesado!
Oh alma, busca al A m ado, oh am igo, busca al A m igo, oh vi
gilante, está despierto: un vigilante no debe estar dormido.
A cada lado hay clam or y tumulto, en cada calle velas y an
torchas, pues esta noche el mundo fecundo da a luz al mundo eter
no.
Tú eras polvo y eres espíritu; tu eras ignorante y eres sabio; Él
que te ha llevado tan lejos te llevará todavía más.
¡Qué agradables son los dolores que sufres m ientras te arras
tra suavemente hacia él! Sus llamas son com o agua, no te enfades
con él.
M orar en el alma es su tarea, rom per los votos de penitencia es
su tarea; por su múltiple artificio estos átomos están temblando en
su núcleo.
Oh ridículo títere que saltas de tu agujero, com o diciendo, “Yo
soy el señor de la tierra.” ¿H asta cuándo saltarás? Humíllate, o
ellos te doblarán com o un arco.
Tú sem braste la sem illa del engaño, diste rienda suelta a las
burlas, tú m iraste a D ios com o nada, ¡m ira ahora, oh bellaco!
Oh asno, estarías m ejor con la paja; eres un caldero, estarías
m ejor negro; estarías m ejor en el fondo de un pozo, ¡oh desgra
cia de tu casa y tu fam ilia!
En mí hay Otro por el que estos ojos brillan; si el agua escal
da, es por el fuego, entiende esto.
No tengo ninguna piedra en m i mano, no tengo ninguna riña
con nadie, no trato duram ente a nadie, porque soy dulce como un
jardín de rosas.
Mis ojos, pues, son de aquella fuente y de otro universo; aquí
un m undo y allí un mundo; estoy sentado en el umbral.
En el umbral están sólo aquellos cuya elocuencia es muda; ya
está bien de insinuaciones, no digas más, retira tu lengua.
103
98
He oído que piensas viajar: no lo hagas; que concedes tú am or a
una nueva am iga y com pañera: no lo hagas.
A unque en el mundo seas un extraño, tú nunca has conocido la
enajenación; ¿a qué infeliz desdichada estás pretendiendo?: no lo
hagas.
No te escabullas de mí, no te vayas con desconocidos; m iras a
hurtadillas a otra: no lo hagas.
Oh luna por la que los cielos están perplejos, tú me dejas atur
dido y perplejo: no lo hagas.
¿Dónde está el voto y dónde el pacto que hiciste conm igo? Te
apartas de tu palabra y promesa: no lo hagas.
¿Por qué hacer prom esas y por qué hacer declaraciones, por
qué hacer un escudo de votos y halagos?: no lo hagas.
Oh tú cuyo vestíbulo está sobre la existencia y la no-existencia,
en este m om ento estás pasando más allá de la existencia: no lo
hagas.
Oh tú cuya orden el Infierno y el Paraíso obedecen, estás ha
ciendo del Paraíso un fuego de dem onios para mí: no lo hagas.
En tu campo de cañas de azúcar estoy seguro del veneno; tú
mezclas el veneno con el azúcar: no lo hagas.
Mi alma es com o un horno ardiente, sin em bargo no te basta;
en tu ausencia estás haciendo m i rostro pálido com o el oro: no lo
hagas.
Cuando retiras tu rostro, la luna se oscurece de dolor; preten
des el eclipse del orbe de la luna: no lo hagas.
Nuestros labios se secan cuando traes la escasez; ¿por qué es
tás m ojando m is ojos con lágrimas?: no lo hagas.
Puesto que no puedes resistir la facultad de razonam iento de
los amantes, entonces ¿por qué deslumbras al ojo de la razón?: no
lo hagas.
Estás negando dulces m anjares a un enfermo de la abstinencia;
estás poniendo a tu paciente peor: no lo hagas.
Mi ojo ilegal es un ladrón de tu belleza; oh Amado, te estás
vengando de m i vista ladrona: no lo hagas.
104
Retráctate, com pañero, no es el momento de hablar; en la per
plejidad del amor ¿por qué te entrometes?: no lo hagas.
Excepto la belleza de Sham s -1 D in, orgullo de Tabriz, si aca
so lanzaras una m irada sobre (algo e n ) los dos mundos: no lo ha
gas.
99
Esto es Amor: volar hacia el cielo, rasgar, a cada instante, un cen
tenar de velos.
En el primer momento, renunciar a la vida; el último paso, via
ja r sin pies. M irar este mundo como invisible, no ver lo que le pa
rece a uno.
“ ¡Oh corazón”, dije, “bendito seas por haber entrado el círcu
lo de los amantes, por m irar más allá del cam po del ojo, por pe
netrar las sinuosidades del pecho!
¿Cómo es que esta respiración llegó hasta ti, oh alma mía, cómo
esta palpitación, oh corazón mío?
Oh pájaro, habla el lenguaje de los pájaros; yo puedo enten
der tu oculto significado.”
El alm a respondió, “Yo estaba en la Fábrica (divina) cuando
la casa del agua y la arcilla se estaba cociendo.
Yo huí del taller (material) cuando el taller se estaba creando.
Cuando ya no pude resistir más, me arrastraron para m oldearm e
en esta form a de bola.”
100
Nosotros hemos partido — ¡pueda el resto permanecer mucho tiem
po! Ineludiblem ente todo hom bre que ha nacido debe partir.
El tazón del cielo nunca ha visto un plato que al final no cayera
del tejado.
No corras así, pues en esta tierra incluso el pupilo se convier
te en maestro.
105
H erm oso, no te des esos aires, pues en esta sepultura m uchas
S h lrín se han convertido en nada, igual que F a rh a d .1
D espués de todo, ¿qué constancia hay en un edificio cuyas co
lu m n as no son m ás que fragm entos de viento?
Si fuim os m alos, nos llevam os el m al; si fuim os buenos, e n
tonces ¡puedas tú reco rd arn o s!
A unq u e podáis ser el ú nico de vuestro tiem po, hoy p a rtiré is
uno tras otro.
Si no deseas quedarte solo, haz hijos en obediencia a Dios y bue
nas acciones.
E se hilo de luz invisible es inm ortal, pues es la m édula del es
píritu de los Pegs;2
E sa esencia del am or, que es la q uintaesencia — ésa p erm an e
ce p a ra toda la eternidad.
Si estas aren as m ovedizas son inestables, otra clase de fu n d a
ción está asentada.
Yo soy com o el arca de N oé en esta tierra seca, pues ese d ilu
vio es el sello del tiem po prom etido.
N oé hizo de un arca su casa, pues vio desde lo invisible la ola
d e s c o lla n te .
H em os caído adorm ecidos entre los silenciosos, pues hem os
rebasado todos los lím ites en clam or y lam entos.
101
Yo grité en la m edianoche, “¿Q uién está en la casa del corazón?”
El dijo, “ Soy yo, por cuyo rostro el sol y la luna sienten vergüenza.”
El dijo, “¿Por qué esta casa del corazón están tan llen a de im á
genes?” Yo dije, “Son tu reflejo, cuyo rostro es una vela de C higil.”1
Él dijo, “C uál es esta otra im agen, salpicada con sangre del co
razó n ?” Yo dije, “E sta es m i im agen, corazón afligido y pies en el
fan g o .”
106
✓
A té el cuello de m i alm a y la llevé ante El com o m uestra: “Es
la confidente del A m o r; no sacrifiq u es a tu p ro p ia co n fid en te.”
Él m e dio el extrem o de un hilo, un hilo lleno de enredos y tre
tas; dijo, “T ira, p a ra que yo pueda tirar, p ero no lo rom pas en el
tiró n .”
D esde la tien d a del alm a brilló la fo rm a de m i A m ado, m ás
A
102
F eliz el m om ento cu an d o estam os sentados en palacio, tú y yo,
con dos form as y dos figuras, pero u n a sola alm a, tú y yo.
L os colores de la arb o lad a y la voz de los pájaros nos darán in
m ortalidad, cuando entrem os en el ja rd ín , tú y yo.
Las estrellas del cielo vendrán a m irarn o s; les enseñarem os la
m ism a luna, tú y yo.
Tú y yo, ya no individuales, nos m ezclarem o s en éxtasis, ale
gres, y a salvo del n ecio b arboteo, tú y yo.
T odos los p ájaro s de brillantes plum as del cielo devorarán sus
co razo n es de envidia, allí d o n d e riam o s de tal m an era, tú y yo.
E sta es la m ayor sorpresa, que tú y yo, sentados aquí en el m i s-
m o rincón, estem os en este m om ento am bos en Ira k y K horásán,
tú y yo.
107
103
¿Por qué el alma no toma vuelo, cuando desde la gloriosa Presencia
llega hasta ella una palabra de dulce favor que dice “Sube” ?
¿Cóm o no ha de saltar un pez ágilm ente desde la tierra fírme
al agua, cuando el sonido de las olas alcance su oído desde el frío
m ar?
¿Por qué no volará el halcón desde la presa hasta el rey, cuan
do oiga por el tam bor y la baqueta la orden RegresaV
¿Por qué no em pezaría a bailar cada Sufi, com o una m ota en
el sol de la eternidad, si eso le libra de la decadencia?
¡Tal gracia y belleza y encanto y donación de vida! — Si al
guien prescindiera de El ¡qué desgracia y error!
Vuela, vuela, oh pájaro, hasta tu hogar nativo, pues has esca
pado de la jaula, y tus alas están desplegadas.
Viaja lejos del arroyo am argo hacia el agua de la vida; regre
sa del vestíbulo al alto asiento del alma.
Deprisa, deprisa, pues nosotros también, oh alma, estamos lle
gando desde este mundo de la separación hasta ese m undo de la
unión.
¿H asta cuándo, com o niños, en esta esfera terrenal llenarem os
nuestras faldas de polvo, piedras y hollín?
Dejadnos abandonar la tierra y volar hacia el cielo, dejadnos
huir de la infancia hasta el banquete de los hombres.
¡No m ires cómo el molde terrenal te ha atrapado!; rasga el saco
y alza tu cabeza limpia.
Coge del Am or este pergam ino en tu mano derecha; no eres
un niño, no para distinguir tu derecha de tu izquierda.
Dios dijo al m ensajero de la Razón, “ ¡Vete!” , a la mano de la
M uerte, “Castiga el deseo m undano.”
Una voz llegó hasta el espíritu, “Apresúrate hasta lo Invisible;
tom a la ganancia y el tesoro, y no te lam entes m ás del dolor.”
G rita fuerte y proclama que eres el Rey; tuya es la gracia de la
respuesta, y tuyo es el conocim iento de la pregunta.
108
104
Una pequeña manzana, m itad roja y m itad am arilla, hizo el cuen
to de la rosa y el azafrán.
Cuando el am ante se separó del amado, el am ado se llevó los
aires del orgullo, el am ante los dolores.
Estos dos m atices contrarios a través de una simple sep ara
ción se han m anifestado en las mejillas de ambos.
No es apropiado el am arillo para las m ejillas del amado; p ara
el am ante, el rojo y lo graso son indecorosos.
Puesto que el amado ha empezado a darse aires, soporta sus ai
res, am ante, y no luches contra ellos.
Yo soy com o una espina y m i amo es com o la rosa; ellos son
dos,* en realidad son uno.
El es com o el sol, y yo soy la sombra; suyo es el calor de la
perm anencia, mío el frío.
G oliath salió contra Toliath; David m idió bien la distancia.'
El corazón nació del cuerpo pero es el rey del cuerpo, igual
que un hom bre nació de una mujer.
De nuevo dentro del corazón hay un corazón escondido, como
un jinete oculto en el polvo;
La agitación del polvo está provocada por el jinete — es él quien
hizo bailar al polvo.
E sto no es ningún ajedrez, p ara que tú apliques tus p en sa
m ientos; con confianza en Dios tira tu ficha com o los dados.
Sham s-i Tabríz es el sol del corazón; ese calor nutrió los fru
tos del corazón.
109
105
El mes del ayuno ha llegado, la bandera del em perador ha llega
do; retén tu mano de la com ida, la m esa del espíritu ha llegado.1
El alma ha escapado de la separación y ha atado las manos de
la naturaleza; el corazón del error está vencido, el ejército de la
fe ha llegado.
El ejército de los corceles bufantes se ha entregado al pillaje,
desde el fuego de los golpeadores de Juego el alma es llevada a la
lam entación.2
El Becerro era excelente, M oisés hijo de ’lm rán apareció; a
través de él los m uertos resucitaron cuando fue sacrificado.3
El ayuno es como nuestro sacrificio, es la vida de nuestra alma;
sacrifiquemos todos nuestro cuerpo, puesto que el alma ha llega
do com o invitado.
La fortaleza es com o una dulce nube, la sabiduría llueve de
ella, pues fue en tal mes de fortaleza cuando llegó el Corán.
Cuando el alm a carnal está en necesidad, el espíritu va hasta
la Ascensión; cuando la puerta de la prisión está rota, el alm a al
canza al Amado.
El corazón ha rasgado la cortina de la oscuridad y se ha ido vo
lando hasta el cielo; el corazón, siendo de los ángeles, de nuevo
ha llegado hasta ellos.
Rápidam ente sujeta la cuerda del pozo de este cuerpo; en lo
alto del pozo de agua, grita, “José de Canaán ha llegado.”
Cuando Jesús escapó del asno sus oraciones fueron aceptadas;
lava tus manos, pues la M esa ha llegado desde el cielo.
Lava tus manos y boca, no comas ni hables; busca ese habla y
ese bocado que ha llegado para los silenciosos.
110
106
Rajab se ha ido y Sha ’bdn ha entregado; el alma ha dejado el cuer
po, y el Am ado ha entrado.1
El aliento de la ignorancia y el aliento de la negligencia se han
ido; el aliento del am or y el aliento del perdón han entrado.
Del corazón están brotando rosas y eglantina y albahaca, pues
to que la nube de la generosidad ha llegado.
Las bocas de todos los afligidos están riendo a causa de este
bom bón que ha entrado en los dientes.
El hombre viste brocado de oro com o el sol, puesto que ése de
cara de luna esparciendo oro ha entrado.
Da palmadas y habla, ju g lar del amor, pues ese cabecilla de la
angustia ha entrado pateando.
Si el ayer se ha ido, pueda el hoy perm anecer para siempre, y
si ’U m ar ha partido, ’U thm án ha entrado.2
Toda la vida pasada está regresando, puesto que esta prosperi
dad eterna ha entrado.
Si estás borracho y dorm ido en la barca de Noé, ¿por que ha
de preocuparte que el D iluvio haya llegado?
La tierra de T ab n z se ha ilum inado como el cielo, pues Shams
al-D ln ha entrado en esa doncella.
107
Yo garantizo que tu príncipe tiene una tonelada de oro; pero ¿cómo
el hom bre rico en oro conseguirá una m ejilla de oro?
Cuando oyeron las quejas del desdichado y frenético amante,
la rosa y la enram ada de rosas salieron de la tierra para contem
plar el espectáculo.
Rápido, quítate la ropa enseguida; salta a esta charca, que pue
das escapar de tu cabeza y de la presión del turbante.
111
N osotros tam bién com o tú desaprobam os este jo lg o rio ; con un
sim ple guiño fuim os así seducidos p o r el am ado.
¿C uándo lib erarás a tu am ante de la rab ia de los celos? D éjalo,
que este enferm o corazón p u ed a p ro n u n cia r dos o tres lam entos.
No, no, no le dejes, pues a causa de su desgraciado lam ento no
queda gente en la tierra, ni el girante cielo.
H oy no sería u n a so rp resa si ese m un d o velado no fuera reve
lado con p erm iso del Velador.
D e nuevo este loco corazón se ha soltado de su cadena, ha d es
g a rra d o su c o lla r una vez m ás de am or apasionado.
¡Silencio! Pues la indicación del R ey del A m o r es ésta: “ ¡Con
fo rta lez a a g a rra y aprieta la g arg an ta de tu alm a y co razó n !”
108
D e nuevo durante el sueño esa raíz del in so m n io m e dio el opio
del salvaje jo lg o rio y m e hizo tam balear.
C on un cen ten ar de recursos trato de no h acer caso, m e hago
a m í m ism o ignorarle; esa luna p erfecta llega, sosteniendo en su
m ano ese tazón.
M e dice, “¿No m e d irás h asta cuándo con ese m iserab le as
p ecto , com o to d o s los d esg raciad o s d esn u d o s, seg u irás m en d i
gando de p u erta en p u erta?
C on ese quejido y afren ta eres el esclavo del hábito del d erv i
che y del aguam anil; si eres verdadero y un h o m b re de verdad,
¿por qué estás en ese saco?
L os reyes sienten vergüenza ante las cosas que han nacido de
ti; tú eres un ángel — ¿por qué has de ser el ju g u e te del diablo?”
¿Q uién sabe d ecir las cosas que él dice? P ues el m undo no es
su com pañero; el universo está ciego y sordo a lo que él revela y
oculta.
Si yo tuviera lengua p a ra rev elar el secreto del A m ado, todas
las alm as que lo oyeran reventarían en este desfiladero.
A causa de ese A m ado dadivoso de m ar m i estado es m uy difí
cil, pues m i pecho está agotado con todos estos saltos de aquí a allá.
112
Si yo lo dijera a los crey en tes, al instante todos ellos se co n
v ertiría n en infieles, y si lo dijera a los in fieles, n o q u ed a ría un
solo infiel en el m undo.
C uando anoche su fan tasm a llegó d u rante el sueño, g racio sa
m ente m e preguntó, “¿C óm o estás?” Yo dije, “ Sin ti, en h o rren d o
ap u ro .”
Si tuv iera un ce n ten a r de alm as, todas ellas se convertirían en
san gre vertida en d o lo r p o r ti, A m ado; tu co razó n es una piedra,
¡o u n a m o n tañ a de m árm ol!
109
113
E ste cielo es el astrolabio, y la realidad es el A m or; cualquier
cosa que digam os de esto, atiende el significado.
S ham s-i T ab ríz, en ese am an ecer cuando brillas, la noche o s
cura se transfo rm a en brillante d ía por tu rostro de luna.
110
M ientras la form a de la im agen del A m ado esté con nosotros, p ara
nosotros la vida en tera es un alegre desfile.
D onde los am igos se reúnen, a h í en m edio de la casa, p o r A lá,
es u na extensa llanura;
Y donde el deseo del corazón se hace realidad, a h í una espina
es m ejor que un m illa r de dátiles.
C uando estam os dorm idos a la cab eza del cam in o del A m ado,
nuestra alm ohada y m antas son las P léyades;
C uando estam os retorcidos en la punta de la tren za del A m ado
en la N oche de Poder, el p o d er nos pertenece.
C uando el re fle jo de Su b elleza brilla, la reg ió n m o n tañ o sa y
la tie rra son seda y brocado.
C uando preguntam os a la b risa el perfu m e de Él, en la brisa
está el eco del laúd y del caram illo .
C uando escribim os Su nom b re en el polvo, cad a p a rtíc u la de
polvo es una h u rí de ojos oscuros.
C antam os un ensalm o Suyo sobre el fuego, y el rabioso fuego
se convierte en u n a c h a rc a de agua.
¿P or qué he de co n tar un larg o cuento? Pues cuando m en cio
nam os Su nom bre al no-ser, ello in crem en ta el ser.
E sa sutileza en la que el A m or está contenido está m ás llena de
esen cia que un m illa r de nueces.
E n el instante que el A m or m ostró su rostro, todas estas cosas
se desvanecieron.
¡Silencio! Pues el sellado está com pleto; la totalidad del deseo
es D ios El M ás A lto.
114
111
112
El am or p o r ti se llevó m i ro sario y m e dio versos y canciones;
Yo grité “ Sin fu erzas (salvo con D io s)” y m e a rre p e n tí m uchas
veces, pero m i corazón no hizo caso.
D e la m ano del A m or m e convertí en un cantante de odas, d an
do palm adas; el am or p o r ti con su m ió la reputación y la vergüen
za y to d o lo que poseía.
U n a vez fui casto y ab n eg ad o y fírm e de pies com o u n a m o n
ta ñ a ; ¿ q u é m o n ta ñ a h ay q u e no se lle v a ra tu v ie n to co m o un
ch al?
A u n q u e soy u n a m o n tañ a, sin em b arg o reten g o el eco de tu
voz; y si soy un chal, en tu fu eg o soy reducido a hum o.
C uan d o vi tu ser, m e hice inexistente de vergüenza; del am or
de esta inexistencia el m u n d o del alm a entró en el ser.
A llí donde llega la inexistencia, la existencia dism inuye — ¡m ag
nífica existencia que hizo aum entar la existencia!
115
El cielo es azul, la tierra com o un intruso ciego en el cam ino;
el que contem pla tu luna escapa del ciego y del azul.
La sem ejanza del alm a de un gran santo oculto en el cuerpo
del mundo es la semejanza de A hm ad el M ensajero entre los gue-
bers y los judíos.
A labarte en realidad es alabarse a uno m ism o, pues quien ala
ba al sol de ese m odo alaba sus propios ojos.
Tu alabanza es como el m ar, nuestra lengua es un barco; el
alm a viaja sobre el m ar, y su fin es loable.
El tierno cuidado del m ar es para m í com o una insom ne for
tuna; ¿por qué he de afligirm e, si m i ojo está m anchado de sue
ño?
113
Partí, librando al mundo del pesar de m i presencia, escapé de la
angustia con m i vida;
Dije adiós a m is compañeros, transporté m i alma hasta el m un
do sin signos.
Salí de esta casa de seis puertas, alegremente llevé m i equipa
je hacia el sinlugar.1
Cuando contem plé al m aestro de la caza de lo Invisible volé
com o una flecha, llevando m i arco;
Cuando el palo de polo de la m uerte se acercó hasta mí, yo me
llevé del medio la bola de la felicidad.
Una m aravillosa luna brillaba a través de m i ventana, salí ha
cia el tejado, llevando una escalera.
El tejado del cielo que es el lugar de la asamblea de las almas,
era más herm oso de lo que yo siempre había imaginado.
Puesto que la rama de mi rosa se había secado, la llevé de nue
vo hasta el jardín y la enram ada de rosas.
Como allí no había ningún com prador de m i moneda, la llevé
rápidam ente hasta la fuente de la fuente de la mina;
116
De estos falsificadores llevé también com o presente una lim a
dura del alm a del orfebre.
En lo Invisible vi el mundo ilimitado; hasta ese límite transporté
m i tienda.
No llores por mí, pues estoy feliz de este viaje, ya que he re
corrido el cam ino hasta el reino del paraíso.
Escribe este dicho sobre m i tumba, que he salido salvo del ju i
cio y el sufrim iento.
Duerm e dulcemente, cuerpo, en esta tierra, pues he llevado tu
m ensaje al cielo.
A ta m i barbilla, pues he llevado todas las lam entaciones al
Creador de la lam entación.
No hables más del dolor de tu corazón, pues he llevado tu co
razón en presencia de El que conoce todos los secretos.
114
Oh alm a y sostén de toda alma, que otorgas alas y pones en m o
vim iento a los espíritus.
Contigo, ¿qué m iedo tenemos a la pérdida, tú que conviertes to
das las pérdidas en ganancia?
¡Ay de las flechas de las m iradas y las cejas curvadas como
arcos!
Tú que has azucarado los labios de rub í de los herm osos ído
los, tú has abierto esas bocas en deseo.
Tú que has puesto una llave en nuestra mano y con ello abier
to la puerta de los mundos.
Si tú no estás en el cen tro de nosotros, entonces ¿por qué
están esas cinturas tan ceñidas?
Y si tuyo no es el vino sin símbolo, ¿de qué son estos sím bo
los testim onio?
Y si tú estás más allá de nuestra conjetura, entonces ¿a través
de quién viven estas conjeturas?
Y si tú estás oculto de nuestro mundo, ¿desde quién se m ani
fiestan las cosas ocultas?
117
D ejem os los cuentos de este m undo; nos hem os cansado de
ellos.
El alm a que ha caído en la regadera de azúcar — ¿cómo con
tendría tales cosas en su corazón?
El que se ha convertido en la tierra para tus pies, ¿cóm o sería
consciente de los cielos?
A ta nuestra lengua con tu protección; no nos arrojes en medio
de estas lenguas.
115
El conocim iento acaba de llegar; quizá no tengas co n o cim ien
to. El envidioso corazón está sangrando: quizá no tengas cora
zón.
La luna ha revelado su rostro y ha abierto sus radiantes alas. Si
no tienes, pide prestado a alguien un alm a y unos ojos.
Noche y día llega una flecha alada desde el arco oculto; rinde
tu dulce vida, ¿qué puedes hacer?, no tienes escudo.
¿No ha sido cambiado el cobre de tu existencia, como Moisés,
en oro por su alquim ia? ¿Q ué im porta que no tengas oro en tu
saco, com o Q árün?1
Dentro de ti hay un Egipto, y tú eres su guardián de cañas de
azúcar; ¿qué im porta que no recibas provisiones de fuera?
Te has convertido en un esclavo de la form a, com o los alaba
dores de ídolos; pareces a José, y sin em bargo no te m iras a ti
m ism o.
Por Dios, cuando contem ples tu propia belleza en el espejo,
serás tu propio ídolo, nadie trascenderá sobre ti.
Oh Razón, ¿no eres injusta al llam arle como la luna?, ¿por qué
le llam as luna?, ¿acaso no tienes ojos?
Tu cabeza es com o una lám para que contiene seis mechas;
¿cóm o estarán las seis encendidas a m enos que tengas esa chis
pa?
118
Tu cuerpo es como un camello que va a la Kaaba del alma; no
acudes a la peregrinación a causa de tu naturaleza de asno, no por
que no tengas asno.
Si no has ido a la Kaaba, la Fortuna te arrastrará hasta allí; no
huyas, oh charlatán, pues no tienes refugio de Dios.
116
A m igos que os eleváis com o la montaña, ¿quién hay que descu
bra el amanecer, quién nos descubre bailando en confusión como
átom os?
¿Quién tiene la fortuna de llegar hasta el borde de un río para
beber agua, y descubrir el reflejo de la luna?
¿Quién hay que com o Jacob busque en la falda de José el per
fum e de su hijo, y en lugar de eso descubra la luz de sus ojos?
¿O sediento com o el beduino arroje un cubo en el pozo, y en
el cubo descubra una b elleza com o la ca rg a de azú car de un
asno?
¿O com o Moisés buscando el fuego, busca un arbusto, llega a
ganar el fuego, y descubre un centenar de am aneceres y salidas de
sol?
Jesús salta a la casa para escapar del enem igo; de repente en
la casa descubre un pasillo hasta el cielo.
O com o Salom ón que abre un pez, y en el vientre de ese pez
descubre un anillo de oro.
Espada en mano, ’U m ar llega tratando de asesinar al profeta;
cae en la trampa de Dios, y descubre una m irada bondadosa de la
fortuna.
O como el hijo de Adán que se dirige hacia un ciervo para ha
cerlo su víctima, y en su lugar descubre otra presa.
O com o una sedienta concha de ostra que llega con la boca
abierta para tom ar una gota de agua dentro suyo, y descubre una
perla en su interior.
O un hom bre que buscando se vuelve hacia la desolación, y de
repente descubre en la desolación noticias de un tesoro.
119
V iajero, deja las leyendas, p ara que el íntim o y el d esco n o
cido p u ed an d escu b rir sin tu ex p o sició n la luz de ¿No a b r i
m os \?1
T odo el que sinceram ente dé zancadas hacia Shams al-D ln,
aunque se cansen sus pies, descubrirá las dos alas del amor.
117
Nos hemos em briagado y nuestro corazón ha partido, ha huido de
nosotros — ¿adonde ha ido?
Cuando vio que la cadena de la razón estaba rota, inm ediata
m ente m i corazón echó a volar.
No habrá ido a ningún otro lugar, ha partido hacia el retiro de
Dios.
No lo busques en la casa, pues es del aire; es un pájaro del aire,
y se ha ido al aire.
Es el blanco halcón del Emperador; ha tomado vuelo, y ha p ar
tido hacia el Emperador.
118
Uno de rostro am argo ha llegado — ¿por ventura es el am argo frío
del invierno? D erram a una copa de vino sobre su cabeza, saki,
dulce com o el azúcar.
Dale vino de la botella, o devuélvele a su cam ino, pues no es
grato, m uchacho, p ara im presionar estar entre bellezas de m eji
llas de rosa.
O frece el vino profético, para que el asno no siga en la asne
ría; del vino de Jesús en el acto dos alas brotan en el asno.
Si un corazón sobrio entra en la asamblea de los borrachos, no
le dejes; sabes que, en el estado de embriaguez, bien y mal acon
tecen al borracho.
120
V igilante, siéntate ju n to a la puerta, no ad m itas en nuestra
asam blea salvo al am ante de corazón en llamas que desprende el
olor de un corazón ardiente.
Si quieres una mano, él da un pie; si quieres un pie, él rinde su
cabeza; si quieres una azada prestada, en lugar de la azada él te ofre
ce un hacha.
Desde que me he sumergido en vino estoy sin vergüenza ni co
razón; el escudo no es una protección para mí, yo m ism o soy como
un escudo ante la espada.
Deseo un cantor, un agua viva de vida, para prender fuego al
sueño y pronunciar esta m elodía hasta el am anecer.
Si encuentras una vena sobria en mí, arráncala; si un hom bre
no ha sido un cazador de leones de Dios, considérale un perro en
este cam ino.
A lguna gente disoluta, borracha y alegre, alguna gente escla
va del cinco y del seis; estos están aparte y esos están aparte, es
tos son otros y esos son otros.1
H e consum ido excesivam ente, pues he perdido el tesoro; ata
m i mano, ata m i boca — así es como se preserva al borracho.
Ten cuidado, convierte nuestra p icadura en m iel, da oído a
nuestro lamento; haznos insensatos como tú m ism o, insensato m í
ranos.
119
La rueda del cielo, con toda su pompa y esplendor, gira alrededor
de D ios com o un molino.
A lm a m ía, circunvala alrededor de tal K aaba; m endigo, da
vueltas alrededor de tal mesa.
C orre com o una pelota por Su cam po de polo, ya que ahora
eres feliz y estás indefenso.
Tu caballo y tu torre circunvalan alrededor del rey, aunque te
muevas de un sitio a otro en este tablero de ajedrez.
121
A
120
E sta vez estoy co m pletam ente im p licad o en el am or, esta vez e s
toy com pletam en te am putado del bien estar.
M e he arran cad o el corazón, estoy viviendo con o tra cosa, he
quem ado desde la raíz y el tronco, la razón, el corazón y el p e n
sam iento .
O h hom bres, oh hom bres, ya no tengo virilidad; ni siquiera el
loco m ed ita lo que yo h e m ed itad o en m i corazón.
122
El loco desgraciado ha huido de m i turbulencia; estoy m ezcla
do con la m uerte, he volado h asta el no-ser.
H oy m i razó n se ha d isg u stad o m u c h o co n m ig o ; deseo a te
rro riza rm e, hacién d o m e creer que no tengo ojos.
¿Por qué de hecho ib a a asu starm e? H e hecho una m ueca p o r
este m otivo. ¿C óm o iba a esta r d esco n certad o ? Pero estoy ex p re
sam ente tan confundido.
M e he librado del tazó n de las estrellas y la sangre de los cie
los; he lam ido m uchos tazones en ben eficio de la gente de rostro
m endigo.
Por un b u en p ro p ó sito h a p erm an ecid o en la p risió n de este
m undo; ¿qué tengo yo que ver con la p risió n ? ¿Q ué propiedad he
robado?
E n la prisión del cu erp o estoy ah o g ad o en sangre, y por las lá
grim as de los ojos de todos los obstinados he frotado en el polvo
m i falda m anchada de sangre.
C om o un niño en el vientre m i nutrición es de sangre; los h o m
bres com unes nacen u n a vez, yo he nacido m uchas veces.
E xam ínam e tanto com o quieras, no m e reconocerás, pues m e
he vuelto de cien m an eras distintas a com o m e viste antes.
E ntra en m i ojo y co n tém p lam e con m i p ro p ia vista, pues he
elegido u na m o rad a m ás allá de toda vista.
T ú estás bo rrach o , b o rrach o y feliz, yo estoy b o rrach o y feliz,
sin cabeza; tú eres u n am ante con labios reidores, yo río sin boca.
U n p á ja ro ra ro soy, q u e p o r m i p ro p io deseo , sin tram p a ni
prendedor, m e he d eslizado h asta la jau la;
Pues la ja u la en co m p añ ía de am igos es m ás dulce que el h u er
to y el ja rd ín ; p a ra co m p lacer a los Josés he reposado en el pozo.
No lam entes su golpe, no lo llam es desgracia; he dado un cen
te n a r de dulces vidas p a ra alcan zar esta calam idad.
C om o un gusano de seda a costa de su frim ien to entras en el
satén y la seda; da oído a un gusano de seda que se ha secado en
el m ism o vestido.
T ú te has secado en la tum ba del cuerpo; ve ante m i Israfil di
ciendo, “T oca p o r m í la trom peta, p u es estoy h a rto de la tum ba
del cu e rp o .”
123
No, no, como la eficaz caperuza del halcón tus ojos de ti m is
mo; yo m e he puesto un brocado com o un fino pavo real.
Inclina tu cabeza ante el médico diciendo, “Dam e el antídoto,
pues en esta grata red he tragado muchos venenos.”
Ante el pastelero del alm a te volverás dulce y dulce de alma,
pues desde la hechura del alma yo he crecido m agnífico como una
caña de azúcar.
Permanece en silencio, pues en el habla la hechura cae fuera de
la boca; sin habla un hom bre coge un perfum e tal y com o yo lo he
aspirado.
Cada uva verde está lamentándose, “Oh Shams-i T a b n z í, ven,
pues a causa de la inm adurez y la falta de sabor estoy gim iendo
en m i interior.”
121
Contem plé el herm oso rostro de la enram ada de rosas, ese ojo y
lám para de todo esplendor,
Ese altar ante el que el alm a se postra, esa alegría y lugar de
la seguridad.
El corazón dijo, “Ahí rendiré mi alma, abandonaré el ser y el ego.”
El alma también se unió al concierto y em pezó a dar palmadas.
La razón llegó y dijo, “¿Qué diré al ver esta buena fortuna y su
blime felicidad,
Esta fragancia de rosa que puso recta com o un ciprés toda es
palda que estaba curvada y doblada?”
En el am or todas las cosas se transforman; el arm ario cam bia
a turco.
Alm a, tú has alcanzado el Alm a del alma; cuerpo, tú has aban
donado lo corpóreo.
El rubí es la lim osna de nuestro Amado; el derviche com e el
oro del R ico.1
124
Esa M aría angustiada descubre nuevos dátiles frescos y m a
duros.2
Para que la m irada de un desconocido no caiga sobre él, no
presum as de tus buenas acciones con los hombres.
Si tu deseo de la fe es la seguridad, busca tu seguridad en el re
tiro.
¿Cuál es el lugar del retiro? La casa del corazón; habitúate a
m orar en el corazón;
En la casa del corazón se entrega ese tazón de vino eterno y sa
ludable.
Permanece en silencio, y practica el arte del silencio; abando
na todo astuto fanfarroneo.
Puesto que el corazón es el lugar de la fe, ahí en el corazón
agárrate firm e a la fidelidad.
122
A lguien dijo, “El m aestro S ana’I ha m uerto.” La m uerte de tal
m aestro no es algo pequeño.
Él no fue chal que volara en el viento, él no fue agua que se he
lara en invierno.
Él no fue peine que se partiera en un pelo, él no fue semilla que
la tierra aplastara.
Él fue un tesoro de oro en este hoyo de polvo, pues él valoró
los dos mundos en un grano de cebada.
El molde terrenal lo arrojó a la tierra, el alm a y el intelecto
llevó a los cielos.
El puro elixir mezclado con las heces del vino, subió hasta la
superficie de la tinaja y se separó del poso.
La segunda alm a que el vulgo no conoce — declaro por Dios
que él la rindió al Amado.
Se en c o n tra ro n en un viaje, querido am ig o , un nativo de
M arghaz, uno de Rayy, un romano y un kurdo;
125
C ada uno de regreso a su casa — ¿cóm o ac o m p añ a rá el satén
a la lana?
G u ard a silencio, com o los puntos (de un círculo), pues el R ey
ha b o rra d o tu nom b re del libro del habla.
123
124
126
C uando la hoja se v u elv a am arilla, la fresca raíz le devuelve
su verdor; te estás q u ejan d o del A m or a través del cual palideces.
Y , oh am igo, si alcan zas p erfección en n u estra asam blea, tu
lu g a r será el trono, g an arás tu deseo sobre todas las cosas.
Pero si te quedas m uchos años m ás en esta tierra, p asarás de
un lu g a r a otro, serás co m o los dados del chaquete.
Si S ham si T ab rlz te a rra stra a su lado, cuando escapes del cau
tiverio reg resarás a aquel orbe.
125
127
Ven, oh corazón, viajem os hacia el cielo, viajem os hasta el p ra
do divino, pues durante m ucho tiem po has pastado en el prado del
ganado.
Pon todo tu deseo en aquello por lo que no tienes esperanza, pues
has llegado tan lejos gracias a la d esesperanza original.
G u ard a silencio, p a ra que el señor que te dio el lenguaje p u e
da hablar, pues cuando dio fo rm a a una p u erta y u n a c e rrad u ra, él
tam bién hizo una llave.
126
¿Q ué p erla eres tú, que nadie tiene tu precio ? ¿Q ué p o see el m u n
do que no sea tu regalo?
¿H ay p eo r castigo que el del que vive lejos de tu rostro? N o
castigues a tu siervo, aunque él sea indigno de ti.
Q uien ha caído entre el oleaje de los accidentes, no escapa n a
dando, pues él no es am ig o tuyo.
El m undo no tiene perm anencia, y si la tuviera, considérala p e
recedera, pues no es fa m ilia r con tu perm anencia.
¡Q ué feliz el rey que es m atad o p o r tu to rre! ¡Q ué h erm o sa
com pañía tiene quien no carece de la tuya!
C o ntinuam en te deseo a rro ja r m i co razó n y alm a a tus pies;
¡polvo en la cabeza del alm a que no sea el polvo de tus pies!
¡B endito p a ra todos los p ájaros es el deseo p o r ti!; ¡qué poco
bendito es el p ájaro que no te desea!
N o e sq u iv aré tu golpe, pues m uy cru d o está el co razó n que
nunca ard ió en el fuego de tu aflicció n .
N o h ay final p a ra tu alab an z a y tus alab ad o res; ¿qué átom o
hay que no se tam b alee con tu alabanza?
C om o ése del que N izá m l habla en verso: “No tiranices, pues
yo no puedo resistir tu tiran ía.” 1
O h Sham si T ab ñ z , b elleza y gloria de los horizontes, ¿qué rey
no es un m endigo tuyo en co razón y alm a?
128
127
128
C om o la ro sa río con todo m i cuerpo, no sólo con m i boca, pues
yo estoy sin m í, solo co n el rey del m undo.
T ú que llegaste con la an to rch a y en el am an ecer raptaste m i
co razón, envía m i alm a tras m i corazón, no secuestres m i c o ra
zón solo.
N o hagas con rabia y envidia a m i alm a u n a desconocida p ara
m i corazón; no dejes a la p rim era aquí, y no convoques al segun
do solo.
E nvía un m en saje real, em ite una in v itació n general; ¿h asta
cuándo, oh sultán, e s ta rá el uno contigo y la otra sola?
Si no vienes esta n oche com o ayer y cierras m is labios, a rm a
ré u n ce n ten a r de alborotos, alm a m ía, no m e lam en taré solo.
129
129
Ellos dicen, “El rey del amor no es fiel.” ¡Mentira! Ellos dicen, “Tu
noche nunca tendrá un am anecer.” ¡Mentira!
Ellos dicen, “¿Por qué te matas por am or? Tras la m uerte del
cuerpo no hay supervivencia.” ¡Mentira!
Ellos dicen, “Tus lágrim as vertidas por am or son vanas; una
vez q ue los ojos se han c e rra d o , no hay n in g ú n e n c u e n tro .”
¡Mentira!
Ellos dicen, “Cuando dejemos el ciclo del tiempo, más allá de
nuestra alma no viajarem os.” ¡Mentira!
Las personas que no han escapado de la fantasía dicen, “Las his
torias de los profetas eran todas meras fantasías.” ¡Mentira!
Las personas que no han seguido el cam ino correcto dicen, “El
siervo no tiene cam ino para llegar hasta D ios.” ¡Mentira!
Ellos dicen, “El que sabe todos los secretos no revela al siervo
los secretos y misterios de lo Invisible sin intermediario.” ¡Mentira!
a
Ellos dicen, “Tales no abren el secreto del corazón al siervo, y
El no sube piadosam ente al siervo hasta el cielo.” ¡Mentira!
Ellos dicen, “Quien tiene tierra en su com posición nunca será
fam iliar con el anfitrión celestial.” ¡Mentira!
Ellos dicen, “El alma pura nunca volará sobre las alas del amor
desde este nido terrenal hasta el aire libre.” ¡Mentira!
Ellos dicen, “Ese sol de Dios nunca d ará retribución por el
peso de los respectivos átomos de bien y m al de los hom bres.”
¡Mentira!
G uarda silencio; y si alguien te dice, “El habla no tiene otra
expresión que las letras y los sonidos.” ¡Mentira!
130
Como un espejo m i alm a revela secretos; no soy capaz de hablar,
pero no soy incapaz de conocer.
M e he convertido en un fugitivo del cuerpo, temeroso en cuan
to al espíritu; ju ro que no lo sé — si pertenezco a esto o a eso.
130
Buscador, coger un perfume es la condición del muerto; no me
m ires com o vivo, pues no lo estoy.
No m ires m i torcedura, pero contem pla esta recta palabra; m i
charla es una flecha, y yo soy com o un arco.
Esta cabeza de calabaza en lo alto mío, y este hábito de dervi
che de m i cuerpo — ¿com o quién soy, com o quién soy en este
mercado del mundo?
D espués, esta calabaza sobre m i cabeza, llena de licor — la
m antengo al revés, sin em bargo no dejo que caiga una sola gota.
Y aunque la dejara gotear, contem pla el poder de Dios, que a
cam bio de esa gota recojo perlas del m ar.
Mis ojos como una nube recogen perlas de ese m ar; esta nube
de m i espíritu se eleva hasta el cielo de la fidelidad.
Lluevo en presencia de Shams al-H aqq i Tabrlz, para que los
lirios puedan crecer en la form a de m i lengua.
131
¿Has oído que el azúcar está barato en la ciudad? ¿Has oído que
el invierno se ha desvanecido y el verano está aquí?
¿H as oído que la albahaca y el clavel del ja rd ín están riendo
subrepticiam ente porque ahora las cosas se han puesto fáciles?
¿Has oído que el ruiseñor ha regresado de sus viajes, se ha uni
do al concierto y se ha convertido en el señor de todos los pájaros?
¿Has oído que ahora en el jardín las ram as de los árboles han
tenido alegres noticias de la rosa, y agitan sus manos?
¿Has oído que el alma se ha em briagado con la copa de la pri
mavera, y se ha ido alegre y bailando hasta el santuario del Sultán?
¿H as oído que las mejillas de la anémona están bañadas de san
gre? ¿Has oído que la rosa se ha convertido en la cabeza de los
cham belanes del diván?
¿H as oído sobre la propensión al hurto del loco D iciem bre,
cóm o el justo oficial de la primavera ha llegado y lo ha echado?
Estos ídolos han obtenido carta libre del diván, para que la tie
rra se vuelva verde y ataviada en total esplendor.
131
Si el año pasado las bellezas del jard ín produjeron sorpresas,
este año cada una ha emergido en belleza cien veces mayor.
Los de m ejilla rosa han salido girando de la inexistencia, tal
que las estrellas del cielo sólo se dispersan ante sus pies.
El narciso depuesto se ha convertido en el inspector del reino;
el brote infantil, como Jesús, se ha vuelto compasivo y cantante.1
U na vez más, la fiesta de estas criaturas de la alegría ha tom a
do ornam ento; una vez más, la brisa del céfiro otorga vino al ja r
dín.
H abía imágenes escondidas tras el velo del corazón; los huer
tos se han convertido en espejos para el secreto de sus corazones.
Cualquier cosa que contemples, búscala en el corazón, no la
busques en el espejo; el espejo puede recibir una imagen, pero no
puede tener vida.
Todos los m uertos del jard ín han vuelto a la vida ante la lla
mada de Dios; su incredulidad se ha convertido en fe por la m i
sericordia de Dios.
Están en sus m ortajas, y están agitados, pues lo que está vivo
no puede estar para siem pre em peñado en prisión.
Él dijo, “Ya es suficiente, pues yo lo expondré m ejor.” Yo ce
rré m i boca, pues Él había llegado y era una garantía.
A sim ism o los labios del Rey lo describirán todo com pleta
mente, aunque el sumario haya partido desde ti hasta el pecho del
encubrim iento.
132
Aunque no exprese en habla tu elegancia, tengo tu am or dentro
de m i pecho.
Si oliera una rosa sin tu amor, en el acto quém am e com o una
espina.
A unque esté silencioso com o un pez, sin em bargo estoy in
quieto como las olas y el mar.
132
T ú que has puesto un sello en m is labios, estira m i cordón ha
cia T i.
¿Cuál es tu designio? ¿Qué he de saber? Sólo sé que estoy en
esta recua.
R um io el dolor por ti com o un camello, com o un rabioso ca
mello saco espuma.
Aunque me mantengo oculto y no hablo, en presencia del Amor
estoy manifiesto.
Soy com o una sem illa bajo el suelo, espero la señal de la pri
mavera,
Para que sin m i propio aliento pueda respirar dulcemente, para
que sin m i propia cabeza pueda rascar una cabeza.
133
De estos dos m il yoes y nosotros, me pregunto ¿cuál soy yo? Da
oído a m i barboteo, no pongas tu mano sobre m i boca.
Puesto que estoy fuera de control, no pongas un vaso en m i
cam ino, pues si lo haces daré una patada y rom peré todo lo que
encuentre.
A cada m om ento m i corazón está confundido con tu fanta
sía; si tú estás alegre yo estoy alegre, si tú te afliges yo me af 1i-
jo-
Tú das am argura y yo me vuelvo amargo, tú das gracia y yo me
vuelvo todo gracia; contigo es tan grato, oh m i ídolo de m entón
dulce, de labios de azúcar.
T ú eres el original — ¿qué persona soy yo? Un espejo en tu
m ano; cualquier cosa que muestres, en ésa yo m e convierto, soy
un espejo garantizado.
T ú eres como el ciprés de la pradera, yo soy com o tu sombra;
desde que me he convertido en la sombra de la rosa, he levantado
m i tienda junto a la rosa.
Si sin ti rom piera una rosa, se convertiría en una espina en m i
mano; y si yo fuese una espina, a través de ti sería una rosa y un
jazm ín.
133
A cada m om ento apuro una taza sangrienta de la sangre de m i
corazón; a cada instante rom po m i propio cán taro contra la p u er
ta del saki.
A cada segundo alarg o m i m ano h acia la fald a de un ídolo,
p ara que él pueda a ra ñ a r m i m ejilla, p ara que él pueda ra sg a r m i
cam isa.
L a gracia de Saláh-i D il u D in brilló en m edio de m i corazón;
él es la vela del corazón en el m undo; ¿quién soy yo? Su cu en co .1
134
134
135
A noche nuestro elefante volvió a reco rd ar India, en frenesí rasgó
el velo de la noche hasta el am an ecer.1
A noche los ja rro s de los sakis estab an com pletam ente re b o
santes — ¡Oh, pued a ser nuestra vida com o anoche hasta el d ía de
la resurrección!
L os vinos burbu jeab an y las razones estaban sin sentido a cau
sa de él; ¡pueda la p a rte y el conjunto, la espina y la rosa, ser fe
lices a causa de su h erm o so rostro!
El clam or del ch in -ch in de los b o rrach o s subió h asta el cielo;
en nuestras m anos estab a el vino, y en nuestras cabezas el viento.
M illares de alb o ro to s cayeron sobre los cielo s a cau sa de é s
tos, cientos de m iles de K ai-Q ubads cayeron postrados.2
El día del triunfo y la buena fo rtu n a está contenido en nuestra
n oche; de los herm anos de la pureza, la noche de repente dio n a
c im ien to a tal día.3
El m a r rom pió en olas; el cielo recibió una señal de esta noche,
y con orgullo puso esa señal sobre su cabeza y rostro.
C ualquier cam in o que la hum anidad h ubiera cerrado en la os
curidad, la luz de la divinidad con co m p asió n lo abrió.
¿C óm o perm anecerán en su sitio ante esa pasión las form as sen
sibles? ¿C óm o p erm an ecerá en su sitio quien alcance este deseo?
¡E m pezad la nueva vida, m usulm anes! P ues el A m ado ha co n
vertido la nulidad en ser, y ha disp en sad o ju stic ia a los am antes.
E n lo sucesivo nu estro A m ado sostiene a los caídos y les p er
dona, pues allí donde El sea el sa ki n adie p erm anece en la d irec
ción correcta.
El oleaje del m ar de la gracia, m usulm anes, ha hundido la pom
pa del esfuerzo personal y el p rogram a de la fe.
E sa gracia es el R ey Saláh al-D ln , pues él es u n José a quien
el m ism o S eñor de E g ip to debe co m p rar a alto precio.
1 El elefante que recuerda India sim boliza al m ístico recordando su origen di
vino.
7 Kai-Qubad: antiguo rey de Persia.
3 L os “hermanos de la pureza” : lo s Sufíes.
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1 En este caso, José liberado del p ozo (del invierno) representa a la primavera
m ística.
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¿Q uién ordeña una nube? ¿Q uién consigue lleg ar h asta ella, a
m enos que por ventura la nube se m u estre generosa?
¿C óm o puede el inexistente alcan zar la existencia? Es la m u
n ificencia de D ios la que otorga existencia al inexistente.
Siéntate com o un inexistente; pues en la oración del ritual uno
sólo da el saludo cuando está sentado.
E s con h u m ild ad com o el agua es útil contra el fuego, pues el
fuego está a rrib a m ien tras que el agua está postrada.
C uando el labio está en silencio, el corazón tiene cien lenguas;
p erm an ece en silencio — ¿h asta cu án d o , h asta cuándo d esearás
ju z g a rle ?
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Puesto que Nosotros estam os m ás cerca se ha cum plido, no m e
veneraré m ás hoy.2
N o ates esa trenza, Sham s al-D ín -i T a b ríz , pues yo soy com o
un pez en esta red hoy.
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138
El hom bre que golpea una alfom bra con un palo, su acción no
es contra la alfom bra, pues su verdadero propósito es quitar el p o l
vo de la alfom bra.
C apas de polvo hay en tu interior, co n sisten tes en el velo del
egoísm o; ese polvo no se elim in a con un sim ple golpe;
C on cada golpe y d ureza que le im prim es, poco a poco es d is
p ersad o de la m ejilla del corazón, a h o ra duerm e, ah o ra se d e s
pierta.
Si tom as vuelo durm iendo, en los sueños verás la cru eldad del
A m ado y las execraciones de ese B enefactor.
No se rae un palo con la intención de d estru irlo , hay un bu en
propósito en el co razó n del carp in tero .
Por esta razó n cad a m al en el cam in o de D ios es en realidad
un bien, por eso El m o strará al hom bre en estado puro y refinado
en el final del cam ino.
C onsidera el pellejo que el cu rtid o r fro ta de m uchas m aneras
con inm undicias un m illa r de veces,
P ara que el d esp erfecto interno p u ed a salir del pellejo, aunque
el pellejo no sepa n ad a de poco o m ucho.
Sol y O rgullo de T ab rlz, tú p osees grandes virtudes; date p ri
sa, pues tienes un g ran p o d er en los secretos.
141
139
Su corazón escapa así del peso y la carga por la que tembló
aquí, de m anera que ya ninguna preocupación por ella vuelve a
roerle nunca.
142
Tengo una m ala costumbre; estoy aburrido; te ruego que me per
dones. ¿Como m i hábito se h ará decoroso sin tu herm oso rostro,
belleza mía?
Sin ti soy como el invierno, la gente está atorm entada por m i
causa; sin ti estoy como una enram ada de rosas, m i hábito es el há
bito de la primavera.
Sin ti m e falta razón, estoy aburrido, todo lo que digo es re
torcido, estoy avergonzado de la razón y la razón está avergonza
da ante la luz de tu rostro.
¿Cuál es el remedio para el agua mala? Regresar al río. ¿Cuál es el
remedio para las malas costumbres? Ver el rostro del amado de nuevo.
Veo el agua del alma aprisionada en este torbellino del cuerpo;
excavo la tierra para hacer un cam ino hasta el mar.
Tienes una poción que das al desesperado, secretamente, para que
el esperanzado, afligiéndose por ella, no pronuncie el lamento.
Oh corazón, m ientras te sea posible no escondas tu ojo del
Amado, ya te abandone o te arrastre hasta Su pecho.
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En este frío y lluvia el Amado es más dulce, la Belleza en el pe
cho, y el Amor en el cerebro.
La Belleza en el pecho, ¡y qué belleza! Graciosa y hermosa, fle
xible y fresca, con un brillo nuevo.
En este frío déjanos huir a su morada, pues nadie com o él na
ció nunca de una madre.
En esta nieve déjanos besar sus labios, pues nieve y azúcar re
frescan el corazón.
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Ya no tengo fuerzas, me voy sin más, me llevan y me traen de
nuevo.
Cuando su fantasm a entra de pronto en el corazón, el corazón
abandona su lugar; ¡Dios es el Más Grande!
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Al final partiste y fuiste hacia lo Invisible; fue m aravilloso cómo
te fuiste del mundo.
Sacudiste fuertem ente tus alas y plum as, y habiendo roto tu
jaula, alcanzaste el aire y viajaste hacia el mundo del alma.
T ú eras un halcón favorito, guardado en cautiverio por una an
ciana; cuando oíste el tam bor del halcón huiste hacia el Vacío.
Tú eras un ruiseñor desam parado entre lechuzas; te llegó el
perfum e del jard ín de rosas, y hasta él fuiste.
Sufrías intenso dolor de cabeza por este am argo ferm ento; al
final fuiste a la taberna de la Eternidad.
Recto com o una flech a te dirigiste hacia la señal de la biena
venturanza; veloz com o una flecha desde este arco hasta aquella
señal.
El mundo te dio pistas falsas, como un dem onio necrófago; tú
no hiciste caso de ellas, y fuiste hacia aquello que no tiene pistas.
Puesto que ahora eres el sol, ¿por qué llevas una diadema? ¿por
qué buscas un cinturón, si te has ido del medio?
He oído que m iras con ojos torcidos tu alma, ¿por qué m iras
tu alma, si has ido hasta el alma del Alma?
¡Oh corazón, qué m aravilloso pájaro eres, que a la caza de re
com pensas divinas volaste con dos alas hasta el blanco de la lan
za, como un escu d o !
La rosa huye del otoño — ¡oh, qué intrépida rosa eres tú que fuis
te ganduleando en presencia del viento otoñal!
Cayendo com o lluvia del cielo el tejado del mundo terrestre,
corriste en todas direcciones hasta escapar por el caño.
G uarda silencio y libérate del dolor del habla; no duerm as,
pues has tom ado refugio en tan cariñoso Amigo.
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E n el día de la m u erte, cu an d o m i féretro sea llevado, no creas
que m i corazón está en este m undo.
No llo re s p o r m í y g rites “ ¡Q ué d e sg ra c ia , q u é d e s g ra c ia !”
C aerías en la tram p a del diablo — eso sí que sería u n a desgracia.
C u an d o veas m i co ch e fú nebre, no grites “ ¡Se h a ido, se h a
ido!” E se tiem po será p a ra m í la unión y el encuentro.
C u an d o m e en treg u es a la tum ba, no digas “ ¡Adiós, ad ió s!”
Pues la tum ba es u n a co rtin a que oculta la com unión del P araíso.
D espués de co n tem p lar el descenso, considera la resurrección;
¿cóm o p erju d ic aría m i p u esta al sol y a la luna?
P ara ti p arece una puesta, pero es una salida; aunque la tum ba
p arez ca un a prisión, es la liberación del alm a.
¿Q ué se m illa se hun d ió en la tierra que no creciera? ¿Por qué
dudas al m ira r la sem illa hum ana?
¿Q ué cubo fue b ajad o que no saliera reb o san te? ¿Q u é razó n
tendría el José del espíritu p a ra q u ejarse del pozo?
C ierra tu boca en este lado, y ábrela en el m ás allá, pues en el
aire del sin lu g ar será tu canción triunfal.
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