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EL MAGNIFICAT

Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi


Salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones porque el Poderoso ha hecho
obras grandes por mí. Su nombre es Santo y su misericordia llega a sus fieles de
generación en generación.
Él hace proezas con su brazo, dispersa a los soberbios de corazón. Derriba del
trono a los poderosos y enaltece a los humildes. A los hambrientos los colma de
bienes y a los ricos despide vacíos.
Auxilia a Israel su siervo, acordándose de su santa alianza según lo había
prometido a nuestros padres en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo como era en principio ahora y
siempre por los siglos de los siglos.

Amen.

1
Madre y Reina de la Anunciación: a Tu corazón de Madre entrego mi alma, mis pensamientos,
recuerdos, imaginaciones, deseo y temores.

 Recibe mi corazón que sea un solo palpitar con el tuyo, mi cuerpo con tus sentidos. Quiero mirarte
Madre con gratitud.

 Te entrego mi lengua, que en cada frase que pronuncie repita: “Soy todo tuyo”. Quiero pedirte
más amor para el Santo Padre, para la Iglesia, para todos mis hermanos.

 Madre bondadosa desde hoy quiero vivir contigo, que tú dirijas mis pasos y deseos y para eso al
iniciar una acción me diré: ¿Cómo lo haría María?

 Te entrego mi vida espiritual, que sea un vivir en el amor del Espíritu Santo para todos mis
hermanos. Así sea.

El Señor está contigo.


Te saludamos con Isabel: ¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el
fruto de tu vientre! ¡Feliz porque has creído a las promesas divinas!
Te saludamos con las palabras del Evangelio: Feliz porque has
escuchado la Palabra de Dios y la has cumplido.
¡Tú eres la llena de gracia!
Te alabamos, Hija predilecta del Padre.
Te bendecimos, Madre del Verbo divino.
Te veneramos, Sagrario del Espíritu Santo.
Te invocamos; Madre y Modelo de toda la Iglesia.
Te contemplamos, imagen realizada de las esperanzas de toda la
humanidad.

¡El Señor está contigo!


Tú eres la Virgen de la Anunciación, el Sí de la humanidad entera al
misterio de la salvación.
Tú eres la Hija de Sión y el Arca de la nueva Alianza en el misterio de la
visitación.
Tú eres la Madre de Jesús, nacido en Belén, la que lo mostraste a los
sencillos pastores y a los sabios de Oriente.
Tú eres la Madre que ofrece a su Hijo en el templo, lo acompaña hasta
Egipto, lo conduce a Nazaret.
Virgen de los caminos de Jesús, de la vida oculta y del milagro de Caná.

2
Madre Dolorosa del Calvario y Virgen gozosa de la Resurrección.
Tú eres la Madre de los discípulos de Jesús en la espera y en el gozo de
Pentecostés.

Bendita…
porque creíste en la Palabra del Señor,
porque esperaste en sus promesas,
porque fuiste perfecta en el amor.
Bendita por tu caridad premurosa con Isabel,
por tu bondad materna en Belén,
por tu fortaleza en la persecución,
por tu perseverancia en la búsqueda de Jesús en el templo,
por tu vida sencilla en Nazaret,
por tu intercesión en Cana,
por tu presencia maternal junto a la cruz,
por tu fidelidad en la espera de la resurrección,
por tu oración asidua en Pentecostés.
Bendita eres por la gloria de tu Asunción a los cielos,
por tu maternal protección sobre la Iglesia,
por tu constante intercesión por toda la humanidad.

Sobre si el «Magníficat» se sitúa en ese preciso contexto histórico


La mayoría de los autores cristianos responden afirmativamente. El cántico responde perfectamente
al misterio que, según el evangelio, llevaba María desde la anunciación y concepción, y al momento
en que Isabel, inspirada, dice: «Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre» Lucas
1:42.4 María le canta a Dios lo que ella lleva en su alma, y delante de su pariente Isabel, a quien Dios
mismo le reveló el misterio.

Sobre la originalidad del Magnificat


El «Magníficat» se ubica dentro del género literario común a todos los himnos o salmos de acción de
gracias. La originalidad hay que ponerla en la asimilación personal de María de las grandes ideas
bíblicas:

3
la misericordia de Dios,
la preferencia de Dios por los pobres y humildes,
su poder, su santidad y su fidelidad, y
las promesas que Él hizo a nuestros padres, los patriarcas.4
Desde la perspectiva cristiana
La poesía del himno no se debe poner en las imágenes, sino en la verdad y profundidad de las ideas,
en la verdad y sentimiento con que se exponen, en la finura y agudeza de la visión histórica, en el
conocimiento exacto de los caminos misteriosos de Dios, en la alegría tranquila y bien fundada que
se respira. (...) Se revela (en María) su visión profunda de la historia, de los hombres y de Dios; su
sensibilidad exquisita a los beneficios, su realismo y vida en verdad, que reconoce las grandezas
propias, pero hasta en sus raíces, que son la gracia de Dios. La alegría, como toda la composición, es
tranquila, serena, equilibrada, propia de quien sabe reflexionar y callar, de quien ve el fondo de las
cosas. Ella sabe retirarse detrás y poner en el primer plano de su vida y de la historia al Invisible, al
Creador. (...) Aparece Dios en escena como protagonista en la vida de María y en la historia.4
Juan Leal
Partes constitutivas del «Magníficat»
En el cántico (Lucas 1, 46-55) se observan tres partes bien marcadas:3

Alabanza de María a Dios por la elección que hizo de ella (versículos 46 a 50).
Reconocimiento de la providencia de Dios en el mundo (versículos 51 a 53).
Con esta obra, Dios cumple las promesas hechas a nuestros padres (versículos 54-55).

(A) Alabanza de María a Dios por la elección que hizo de ella


«Proclama mi alma la grandeza del Señor,
y se alegra mi espíritu en Dios, mi Salvador;
porque ha puesto sus ojos en la humildad de su esclava,
y por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí:
su nombre es Santo,
y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.»
Versículos 46 a 50
En el evangelio de Lucas, María comienza por «proclamar», es decir, «anunciar» la grandeza de Dios.
El gozo de María, su alegría, es «en Dios, mi Salvador». Esto no sólo implica que Dios libera de algún
mal, sino que significa también la concesión de tantos bienes y bendiciones,3 empezando por el bien
de la vida. Ese Dios salvador es el Dios que ella lleva en su seno, y que se llamará Jesús (Yehoshúa), es
decir «Yahvé salva». María atribuye esta obra a la pura bondad de Dios, quien se fijó en «la humildad
de su esclava», es decir, en «la pequeñez de su servidora». El cántico no alude a la virtud de la
humildad, sino a una persona de condición social desapercibida, residente de un villorrio

4
desconocido. No escogió como Madre del Mesías a una mujer «triunfadora», a una reina, o a una
mujer socialmente victoriosa o espléndida, sino a una «sierva» ignorada.3

La profecía de María
En el momento culminante del «Magníficat», el pasaje evangélico presenta a María profetizando:
«todas las generaciones me llamarán bienaventurada».6 Castán Lacoma señala que, para que todos
constaten si lo que ella dice es una exageración o no, para que todos analicen si se trata de una obra
de Dios o una mera construcción humana, María profetizó algo que, humanamente hablando,
parecía imposible: su exaltación eterna, generación tras generación.7

Dice un autor contemporáneo:

¿Cabría imaginar predicción más inverosímil que ésta?... Una muchacha de quince años escasos,
desprovista de bienes de fortuna y de toda posición social, desconocida a sus compatriotas y
habitante de una aldea no menos desconocida, proclamaba confiadamente que la llamarían
bienaventurada todas las generaciones. ¡Fácil parecía coger la palabra a aquella muchacha
profetizante con la certeza absoluta de verla desmentir antes de la primera generación! Hoy han
pasado veinte siglos y puede hacerse el cotejo entre la predicción y la realidad. Ahora puede ver la
historia sin trabajo si María previó con justeza y si la humanidad hoy la exalta más que a Herodes el
Grande, entonces árbitro de Palestina, y que a Cayo Julio César Octaviano Augusto, entonces árbitro
del mundo.8
Giuseppe Ricciotti
Para tomar una dimensión aún más precisa, dadas las diferencias sociales existentes entre varones y
mujeres en el siglo I, se podría comparar la exaltación de María con la de la mujer más poderosa de
su época, probablemente Livia Drusila (57 a. C. — 29 d. C.), tercera esposa de Augusto y emperatriz
romana, deificada por Claudio, y preguntar quién de las dos ha sido más conocida y reverenciada a
través de los tiempos.

A través de la historia se presentaron numerosas profecías, la mayoría de ellas oscuras y difíciles de


desentrañar. Dijo Castán Lacoma: «La profecía de María, madre de Jesús, ha sido de cumplimiento
evidente y constante después de tantos siglos, como ha sido clara y concreta su formulación».7

(B) Reconocimiento de la providencia de Dios en el mundo

La Iglesia de la Visitación, que según la tradición ocupa el lugar de la casa de Isabel, donde María la
habría visitado (Ain Karim o Ein Kerem, Israel)
«Él hizo proezas con su brazo:
dispersó a los soberbios de corazón,
derribó del trono a los poderosos
y enalteció a los humildes,
a los hambrientos los colmó de bienes
y a los ricos los despidió vacíos.»

5
Versículos 51 a 53
Cabe plantearse quiénes son los pobres y humildes y quiénes son los ricos y poderosos. En la
terminología bíblica, pobres y humildes son los que ponen su confianza en Dios, los que necesitan de
Dios, porque no tienen el dinero y el poder en quienes confiar. Ricos son los que se bastan a sí
mismos. Los salmos utilizan con frecuencia el término «soberbio» para designar a ricos y poderosos.
Pues la riqueza no es solamente una forma de dominio, sino también un medio de dominación y un
pretexto para el orgullo.9

¿Quiénes son los pobres, quiénes son los ricos? Es cierto que todos vivimos insatisfechos, porque
somos limitados. (...) Todos los hombres nacen, se desarrollan, se reproducen y mueren. Conviene
saber, sin embargo, que no todos nacen en las mismas condiciones, ni se desarrollan en el mismo
grado, ni se reproducen con la misma abundancia, ni mueren con la misma asistencia. Hasta sus
enfermedades, con ser iguales, son bien distintas, pues distintos son en cada caso los medios para
vencerlas. (...) Desde luego, la división de los seres humanos en ricos y pobres resulta demasiado
tosca, demasiado simple. Existen muchos otros índices de clasificación, culturales, geográficos,
religiosos, políticos, raciales, etc. No sólo hay pobres y ricos, sino fuertes y débiles, listos y tontos,
negros y blancos. Pero sucede que los negros suelen ser más pobres que los blancos. Sucede que el
rico débil se rodea de servidores fuertes. Sucede que hay listos y tontos, pero ya se sabe que un
idiota rico es un rico, mientras que un idiota pobre es un idiota. «Todos somos pobres». Cuando oigo
hablar así, pienso inmediatamente en aquellos que dicen: «Todos somos culpables». Quien así se
expresa no pretende acusarse, sino excusarse: diluir sus culpas personales en una vaga culpabilidad
general.9
José María Cabodevilla
Cabodevilla se pregunta por qué el Dios al que canta María prefiere al pobre antes que al rico. ¿Acaso
el pobre es bueno? No necesariamente. Dios prefiere al pobre, no «por ser bueno», sino «por ser
pobre».9El rico, según la Biblia, sólo confía en sí, piensa y habla soberbiamente, practica el engaño y
la calumnia, condena al pobre, declara culpable al inocente, se vuelve contra Dios y lo desprecia, en
su corazón dice que no existe o que Dios no se ocupa de los humanos y que podemos hacer lo que
queramos sin que Dios nos vea. El pobre según la Biblia no maldice ni envidia; se vuelve siempre a
Dios y su esperanza nunca le falla.4

(C) Con esta obra, Dios cumple las promesas hechas a nuestros padres

Estatua que representa el encuentro de María e Isabel en Ain Karim (Iglesia de la Visitación, Israel).
«Auxilió a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
–como lo había prometido a nuestros padres–
en favor de Abraham
y su descendencia por siempre.»
Versículos 54 y 55
Según el evangelio de Lucas, con la encarnación de Jesús, Dios socorre, ampara a Israel, le hace la
misericordia de enviarle al Mesías. Dios se acuerda de la misericordia cuando hace uso de ella,
cuando salva y ayuda. La misericordia se ejercita con Abraham y su descendencia, hasta alcanzar a
todos los hombres, para siempre.

6
En todo el cántico, incluso al final, se presenta a Dios con términos «antropomórficos», es decir,
aplicables a los hombres. Así, el Dios de los cristianos no se presenta como algo abstracto, remoto,
sino concreto y cotidiano; no es una especie de armonía inherente a la evolución del universo.
Tampoco es algo superior que opera en la creación y que todas las criaturas deben acatar o secundar.
El evangelio de Lucas no lo presenta como «algo», sino como «alguien» atento a las necesidades de
cada ser humano.

Para muchos, los antropomorfismos ofrecen una imagen de Dios tosca y grosera. Pero María utiliza
los antropomorfismos: en el cántico dice que Dios «pone los ojos» en ella, «dispersa», «derriba» y
«despide con las manos vacías» a unos, «enaltece» y «colma de bienes» a otros. Dios es alguien que
«auxilia» y «se acuerda». Esta es la imagen más próxima al Dios del cristianismo, como lo expresa
muy bien un contemporáneo:

Entonces llegan los puristas, los teólogos de estricta observancia, aquellos que se han apropiado de
la alta misión de defender el honor de Dios, y nos imponen de él una noción aritmética, aséptica, un
vino tan filtrado que sólo es agua, un Dios tan exangüe que sólo es una réplica de Dios en yeso. Un
Dios que tiene boca y no habla, tiene oídos y no oye. ¿Cómo van a recurrir los hombres a él?, ¿cómo
podrían los pobres confiar en él, quejarse, suplicarle, llamarle en su ayuda? Se impone urgentemente
una vuelta al Dios de la Escritura, una enérgica purificación de esa idea de Dios presuntamente tan
pura, pero que en realidad viene lastrada por los viejos prejuicios de una filosofía helénica, pagana,
que ya desde los comienzos influyó en nuestra teología mucho más de lo deseable. Hace falta
convertirnos –más y más, incesantemente– del Dios de los filósofos al Dios de Abraham, de Isaac y de
Jacob, al Dios de nuestro Señor Jesucristo. Un Dios que tiene boca y habla, tiene ojos y ve; cuida de
los lirios del campo; conoce el número de cabellos de mi cabeza; está a mi puerta y llama, pasa la
noche entera esperando, cubierto de rocío; persigue a la amada infiel por entre los bosques y los
riscos; se sienta conmigo a la mesa. Sucede que esta manera de hablar, esta idea de Dios, no sólo es
más elocuente que ninguna otra, sino también más verdadera. Porque revela sobre Dios una verdad
muy profunda que ningún otro lenguaje podría expresar ni ninguna otra vía de conocimiento podría
captar: la verdad del Dios vivo.9
José María Cabodevilla
Corolario

Encuentro de María e Isabel, en la Iglesia de la Visitación (Ain Karim o Ein Kerem, Israel)
Antes de predicar Jesús las bienaventuranzas, su madre las había cumplido ya con total perfección.79
Incluso se adelantó a proclamarlas con sus propias palabras, en el «Magníficat». Jesús dijo:
«Bienaventurados los pobres... ay de vosotros los ricos...» (Lucas 6, 20.24). Pero antes, María dijo
que Dios derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de
bienes y a los ricos los despide vacíos. Así habló ella porque, según el evangelio de Lucas, lo sabía por
experiencia, ya que Dios había puesto sus ojos en la humildad de su esclava.

Dichosa ella, porque no fue poderosa, sino humilde, y no fue rica, sino pobre. Porque puso su
confianza en Dios, porque tuvo fe. Entre las innumerables alabanzas que la posteridad ha tejido en
honor de María Santísima, por encima de todos los títulos que la Iglesia le ha adjudicado, yo prefiero
aquel simple elogio que de ella hizo su prima Isabel, justamente en la ocasión del Magnificat:
«Dichosa tú porque has creído». De ordinario, suele alabarse la virginidad de María, su concepción

7
inmaculada o, sobre todo, su maternidad divina. «Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te
criaron» exclamó una voz entre la muchedumbre y siguen ahora exclamando los cristianos. Pero
Cristo responde: «Mas bien dichosos los que creen en la palabra de Dios y la cumplen». Cristo no
dice, no puede decir que haya otros seres más dichosos que su madre. Lo que sí afirma es que la
razón principal de la bienaventuranza de María no consiste en haber concebido al Hijo de Dios, sino
en haber creído en él.9
José María Cabodevilla
El «Magníficat» en la enseñanza de la Iglesia
El «Magníficat» es uno de los pasajes más comentados en relación a María, tanto en los documentos
de la Iglesia como en las alocuciones papales. La Iglesia latinoamericana condensó en un párrafo
buena parte de la espiritualidad mariana implicada en el «Magníficat», con cita de una homilía previa
de Juan Pablo II:

El Magnificat es espejo del alma de María. En ese poema logra su culminación la espiritualidad de los
pobres de Yahvé y el profetismo de la Antigua Alianza. Es el cántico que anuncia el nuevo Evangelio
de Cristo; es el preludio del Sermón de la Montaña. Allí María se nos manifiesta vacía de sí misma y
poniendo toda su confianza en la misericordia del Padre. En el Magnificat se manifiesta como modelo
«para quienes no aceptan pasivamente las circunstancias adversas de la vida personal y social, ni son
víctimas de la "alienación", como hoy se dice, sino que proclaman con ella que Dios "ensalza a los
humildes" y, si es el caso, "derriba a los potentados de sus tronos"...» (Juan Pablo II, Homilía Zapopán
4: AAS 71 p. 230).10
Documento de Puebla, n° 297
Fuentes
La oración está inspirada en numerosos pasajes del Antiguo Testamento, entre los cuales se
cuentan:

1Samuel 2:1,11
Habacuc 3:18
Job 12:19-20,5:11,12 y
Salmos 34:2-3;111:9;103:1;89:11;107:9;34:10;98:3;22:9.
El «Magníficat» se inspira particularmente en el «cántico de Ana» 1Samuel 2:1-11, así como en la
visión de Isaías 29:19-20 y en los Salmos 113:7,136:17-23,146:1-9 que forman parte de los Hal-lel
recitados en las mañanas de Pascua, con los cuales guarda distintas afinidades literarias.

El «Magníficat» en la liturgia católica


Esta oración se utiliza en el Oficio Divino o Liturgia de las Horas, en la oración de la tarde, Vísperas,
que es la oficial de la Iglesia católica. También es un himno utilizado en Acción de Gracias, junto con
el Te Deum, entre otros.

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Mi alma canta Lyrics
Rit. Mi alma canta,
canta la grandeza del Señor
y mi espiritu
se estremece de gozo en Dios
mi Salvador ( 2 volte )
Porque miró con bondad
la pequeñez de su servidora, ( 2 volte )
en adelante todas las gentes
ma llamarán feliz,
ma llamarán feliz,
ma llamarán feliz!
Rit. Mi alma canta...

Derribó del trono a los poderosos,


y elevó a los humildes,
colmó de bienes a los hambrientos
y despidió a los ricos
con las manos vacías.
Mi alma canta
la grandeza del Señor
y mi espíritu
se estremece de gozo
en Dios, mi Salvador.
Rit. Mi alma canta...

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