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LA EXPERIENCIA ESTÉTICA

Retomamos lo tratado en la clase de zoom del lunes 22 pasado.


Algunos tips para que ustedes, a su modo, y desde sus propias
experiencias con la belleza, puedan construir un escrito para entregar con
el trabajo de mitad de año.
Por ahora no hay consignas para ello, las daremos oportunamente.
Recuerden que tocamos algunos puntos clave respecto de las
características de dicha experiencia única. Y destacamos que si bien podría
asemejarse a otra experiencia extrema, por ejemplo, el contacto con la
Trascendencia, la religiosidad, la vivencia de un momento de gloria, la
plenitud de un momento feliz, el amor que La Patria nos inspira… y tantas
experiencias más, la experiencia estética es absolutamente única y distinta
a todo.
Nos involucra en interacción con lo experimentado, de allí que lo que sea
conmocionantemente bello para algunos, pueda ser algo indiferente para
otros. Es un diálogo, entre el yo y eso otro que conmueve… Una puesta de
sol, una pared vieja y despintada, una mar de girasoles luego de la lluvia,
un campo pleno de luciérnagas al anochecer, una obra de arte, pintura,
música, escultura, arquitectura, literatura, teatro, films, arte urbano… y
cientos y cientos de realidades notablemente variadas y distintas… A
veces un paseo por nuestra ciudad, o una caminata rutinaria que
diariamente hacemos para concurrir a nuestro trabajo o el Instituto, o las
compras habituales, o un traslado en bicicleta, de pronto nos muestra una
realidad estrenada, que si bien es la misma de todos los días, tiene otra
reverberación, otra luz, algo distinto que la destaca y me atrae, y me hace
detener, y hasta desconocer eso tan cotidiano que se ha vuelto
increíblemente bello de repente… y me puede. No quiero dejar de mirar,
escuchar, sentir, atrapar el instante, detener la fugacidad del tiempo que
fluye, permanecer detenido en el tiempo, y que eso mágico no
desaparezca. Pero desaparece… tenemos que seguir, se hace tarde,
debemos salir del cine, o del teatro, o pasar del campo a la ciudad o de la
ciudad al campo, dejar atrás estrellas, candilejas, luciérnagas, luces,
colores, formas, texturas, aromas, realidades que se han constituido sólo
para nosotros en unos instantes que son irrecuperables, y que nos han
dejado “sin habla”, y sin embargo, con el irrefrenable deseo de decirlo,
contarlo, convocar a todos y cuantos están o pasan, para que
experimenten lo mismo que hemos pasado.
De allí que la experiencia estética sea única, personal, inefable, hasta
incomunicable, distinta si la queremos repetir, volver al lugar, a la misma
hora, apreciar lo mismo… que ya tal vez no sea lo mismo.
El profesor Ricardo Martín Crossa (Martín Crossa es el apellido), S.S.
(sacerdote Salesiano), profesor de Estética y Filosofía del arte, es el autor
de la siguiente definición:
“La Experiencia estética es la captación de la vida en plenitud relativa”.
Tiene que ver con la percepción, porque la belleza, sea cual sea para quien
la aprecia, esté donde esté, es concreta, no es abstracta, son necesarios
los sentidos, lo sensorial, todos aquellos órganos, los sentidos, que
conforman un todo perceptivo que nos permite acceder a la intuición de
uno de los misterios más inéditos del universo: La Vida. Pero no por
comprensión conceptual a partir de conocer su aparición, sus
características, su evolución durante millones y millones de años, su
incógnita acerca de los recónditos lugares del infinito universo donde
pudiera replicarse, quien sabe bajo que forma, sus manifestaciones, su
prolongación en el tiempo… su extinción, y por ende la muerte. Y las
preguntas…si hay otra vida después de la vida…
En la experiencia estética dice Ricardo Martín Crossa captamos la vida en
forma intuitiva, no por un proceso de aprendizaje, conocimiento
conceptual, razonamiento. Es CONTACTO DIRECTO con una realidad. Por
eso es tan fuerte, tan avasallante, por eso nos minimiza y nos convierte en
un puntito mínimo mientras la realidad que nos subyuga se agiganta.
Y por eso no puede durar para siempre. Es transitoria, fugaz, desaparece.
La belleza es mucho más grande que nosotros mismos, la tocamos casi en
un roce que es un encuentro mágico, breve, pleno, pero… relativo a la
finitud de aquello que no dura para siempre.
Tal vez la apreciación de la belleza es algo que se entrena. No hay que
buscarla lejos… si podemos concurrir a un museo, galería, espectáculo…
mejor. Pero a veces una simple flor perlada de rocío bajo la luz del sol de
una mañana helada puede más que la Venus de Milo (que ciertamente
cuando la tuve delante me hizo llorar), mientras otras personas en la
misma sala estaban asomadas mirando por una ventanita para afuera un
cafecito cercano. Cada uno se conmueve con algo distinto.
Estén atentas, cuando les pase…algo las deje congeladas, sin habla… en
una plenitud que anuncia su pronta desaparición…aprovechen, no dejen
pasar ese instante jamás.
Adriana Irma Vázquez de Bava

Casada, tres hijos, siete nietos

Profesora de Filosofía y Pedagogía con Posgrado en Especialización en Formación de


Formadores

Desempeño como docente de Nivel Medio y Nivel Superior

Desempeño como docente de la Universidad del Salvador de la cátedra de Ética, Facultad de


Medicina.

Docente de la Universidad de Buenos Aires en Introducción al Pensamiento Científico

Posgrado en Especialización en Educación de Nivel Superior y TICS (I.N.F.D.)

Administradora de Aulas Virtuales.

Distinguida en 2010 por la ONG ASIFLOR (España), con la medalla al “Mérito Comunitario”.

Entusiasta por la vida, educadora nata, irremediable viajera.

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