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“JUEGOS
PEDAGOGICO
S”
INTRODUCCIÓN:
H
an sido muchos los autores que han relacionado el juego con la educación y con el
aprendizaje. Ya Platón en “Las Leyes”, afirma que “el juego es un factor
determinante en la formación del ciudadano perfecto, haciendo hincapié también
en la importancia del respeto de las reglas de juego como aprendizaje para una vida
comunitaria armónica”. Diferentes autores han postulado posteriormente la importancia del
juego en la educación, alrededor de cuyas posturas aún se han desarrollado diferentes
“escuelas” y “corrientes” para la educación institucionalizada.
Fröebel, creador de los jardines de infantes, ha sido uno de los pioneros en este tema,
integrando el juego dentro del ámbito escolar, y permitiendo así que los niños jugaran
dentro de la escuela, con el objeto de aprender conceptos y desarrollar habilidades. Otros
autores como Dewey, Montessori, Decroly, desarrollan otras posturas integrando también
el juego dentro del campo educativo.
JUEGOS PEDAGÓGICOS:
La importancia, aquí se radica en que los diferentes autores comienzan a dar un nuevo
valor al juego espontáneo, a la característica de “no serio”, tratando de revindicar la
seriedad y la asociación a la utilidad educativa, otorgando nuevos fundamentos teóricos al
papel del juego en la educación escolar, como lo describe ampliamente Kishimoto en uno de
sus estudios (Kishimoto, 1996).
Walter, al referirse a la importancia y tara de incluir el juego dentro de la educación
primaria, escribe: “Para el desarrollo y cuidado de la disposición al juego, la capacidad de
juego y el ser listo en el juego, no hay en la primaria una materia propia, y con ello tampoco
una hora de juego”. Se impone, por lo tanto, una “educación lúdica” como tarea q atraviesa
todas las materias. Pero esto implica un reconocimiento del juego en todas las áreas de
aprendizaje de la primaria como un medio para la educación y la formación. La educación
lúdica y el cuidado del juego representan, luego de estas reflexiones, una parte de la
función importante del desarrollo, aprendizaje y bienestar del niño en todas las áreas
vitales y es justamente imprescindible”. (Walter, 1993)
Si consideramos el juego como un fenómeno inherente al hambre, y, mucho más, del niño, si
tenemos en cuenta que el juego es uno de los primeros lenguajes del niño y una de sus
primeras actividades, a través del cual conoce el mundo que lo rodea incluyendo las
personas, los objetos, el funcionamiento de los mismos y la forma de manejarse con las
personas cercanas, no podemos excluir el juego del ámbito de la educación formal. Claro,
que aquí tendremos en cuenta algunos aspectos, siendo que la escuela no es el mismo espacio
que el hogar o un lugar de juego abierto como puede ser el barrio, donde los niños se
encuentran a jugar en sus horas libres; esto ocasiona en muchas oportunidades “dudas” y
“temores” por parte de las personas responsables en cuanto a la inclusión del juego en la
escuela, cuestionando diferentes puntos como puede ser la eficacia en el aprendizaje, el
posible desorden y desborde del grupo, y la supuesta “perdida de tiempo”.
Pero contrario a esto, el aprendizaje a través de situaciones lúdicas es mucho más
enriquecedor. Por otro lado, son múltiples las posibilidades educativas y de aprendizaje que
brinda el juego libre y espontáneo, elegido y organizado por los mismos niños sin la
necesidad de intervención por parte del adulto.
Observando un grupo de niños jugando, podemos llegar a una serie de conclusiones respecto
de las situaciones y conceptos que han aprendido durante el juego. Si sólo pensamos en las
reglas de juego, que todos deben respetar, a través de las cuales aprenden a convivir y
respetar a los demás, ya tenemos un elemento importantísimo para la educación infantil.
En el juego, el niño en primer lugar aprende a jugar. Aprende la agilidad, los modos de
comportamiento, las técnicas, las improvisaciones y los sistemas sociales que se requieran
para las diferentes formas de juego. Se adapta a una forma de vida que es imprescindible
para la humanidad y para la afirmación del hombre dentro de los límites de un sistema, y
que le ayudan a mantener espacios de libertad y felicidad en un mundo de rendimiento y
constante búsqueda de objetivos no siempre accesibles. (Flitner, 1986)
El juego es un espacio y un tiempo de libertad, donde “todo se puede”dentro de los que las
reglas del juego lo permiten. Por ello, las posibilidades de aprendizaje en ese ámbito son
incontables. Se aprenden modos de funcionamiento, formas de manejarse de las personas,
se pueden ensayar roles, se explora y se experimenta con objetos desconocidos hasta el
momento, se establecen nuevas relaciones y vínculos entre objetos, personas y el medio en
general; se descubren los limites y posibilidades de cada uno y de los demás, etc. en el
proceso lúdico de los niños en todas las edades, podremos descubrir múltiplos procesos
relativos al aprendizaje y a la educación, y también ver momentos de asombro,
descubrimiento análisis, establecimiento de relaciones, similitudes y diferencias. A esto se
le suman la fantasía y la creatividad que los niños desarrollan en los diferentes juegos tanto
individuales y más aun cuando son grupales, donde todo esto se potencia aún más por la red
de interrelación e intercambio que se forma. Claro esta, que cuanto menos reglas tenga el
juego, mayor será el grado de libertad y las posibilidades que los jugadores tienen para
experimentar y modificar el rumbo del juego según sus necesidades.
El juego libre y espontáneo no tiene otro objetivo más que jugar, y cuando desde afuera, ya
sea como coordinadores, docentes o desde otro rol, estamos dando un objetivo al juego, lo
estamos limitando de alguna manera. Pero esto no significa que no se pueda jugar. La función
de aquella persona que coordina es, entre otras, la de tener suficiente amplitud y libertad
como para permitir ciertos cambios de rumbo cuando el grupo lo propone o los va
“imponiendo” de alguna manera en el juego mismo.
Probablemente no se hayan cumplido estrictamente los objetivos propuestos, pero
seguramente se estén poniendo otros objetivos en juego, que –quien sabe- aún pueden ser
más importantes para el grupo en ese momento.
Como hemos analizado en el apartado anterior, la importancia del juego en la vida del niño
resulta lógico pensar en sus posibilidades educativas. Muchos son los docentes que utilizan
el juego como medio para q su alumnado alcance otros objetivos relacionados con al
aprendizaje.
En este sentido se plantea un primer interrogante; si analizamos las definiciones que del
juego dan los diferentes autores observamos que el juego infantil se caracteriza, sobre
todo, por ser una actividad voluntaria; algunos hablan incluso de espontánea, que no tiene un
fin fuera del mero placer de jugar. Ahora bien, ¿podemos hablar de juego cuando un adulto,
en este caso el maestro, impone a qué jugar, cuándo jugar y utiliza el juego como un medio
para obtener otros objetivos distintos del mero placer de jugar? Dicho de otro modo ¿es
posible hablar de juego cuando la organización, desarrollo y regulación del mismo vienen
impuesta por un adulto, cuyos objetivos son bien distintos del simple hecho de jugar por
jugar?
En principio, un análisis frío de las definiciones de juego nos llevaría a responder que “no”.
No podemos hablar de juego cuando éste no surge de los propios niños y cuando no son
estos los encargados de establecer las normas y de resolver los conflictos que puedan
surgir durante su desarrollo. Sin embargo, ¿no es cierto que cuando, al finalizar una clase
de Educación Física en la cual se han desarrollado diferentes juegos motores, alguien
pregunta a un niño qué es lo que han hecho y éste responde: “he jugado a esto o aquello”? Y
si el niño, que en esto de jugar es el mayor experto que existe, dice que ha estado jugando,
¿por qué contradecirlo con engorrosas definiciones que fueron elaboradas por los adultos?
Para tratar de encontrar una solución a este aparente contrasentido, es interesante
recurrir a la clasificación que Schwartzman establece de los juegos. Él diferencia entre
“juego estructurado por niños” y “juego estructurado por adultos”. En el primer caso se
incluirían todos los juegos cuando son los niños los encargados de su planificación,
organización y desarrollo. N el segundo caso este papel le correspondería a uno o varios
adultos y los niños se limitarían simplemente a jugar y a disfrutar del juego. El juego
estructurado por niños se identificaría con las definiciones tradicionales de juego y el juego
estructurado por adultos nos permitiría denominar juegos a las actividades lúdicas
realizadas fuera del contexto infantil en el que habitualmente se desarrollan. En ambos
casos, hablaríamos de juego, ya que, aunque el adulto puede utilizarlo para obtener distintos
fines del mero placer de jugar, el niño vive la actividad propuesta como placentera y
disfruta de ella con independencia del hecho de que el maestro la use con otro fin.
Esta idea enlaza con otra interesante distinción que, aludiendo al juego tradicional, hace
Ronald Renson.
Renson habla de texto y contexto para diferenciar entre el reglamento de un determinado
juego y las circunstancias en que ese juego se desarrolla. Según esta idea, en la escuela
podríamos introducir el texto, es decir, las reglas de los diferentes juegos.
Podríamos enseñar a nuestros alumnos cómo jugar a éste o aquél juego, incluso juegos que
hace tiempo que desaparecieron; sin embargo, en la escuela no podríamos recuperar el
contexto en que dichos juegos se practicaban o se practican. No podríamos reproducir las
circunstancias que determinan que los jugadores se decidan a comenzar éste o aquél juego,
ni tampoco los sistemas tradicionales de trasmisión de éstos. Ahora bien, ¿no es posible que
desde la introducción del texto en la escuela se pueda influir en el contexto? O lo que es lo
mismo, ¿es posible que, a partir del trabajo en la escuela, puedan darse las condiciones para
que un juego se desarrolle fuera del contexto escolar?
Desde mi punto de vista, esta circunstancia no es solo posible sino que además debe ser uno
de los objetivos que desde la escuela debemos marcarnos a la hora de recuperar juegos
tradicionales. Imaginemos a una profesora que descubre que en un determinado lugar del
pueblo se practicaban hace cincuenta años una serie de juegos; en las clases de Educación
Física lleva a su alumnado a ese lugar, les presenta los juegos y los pone en práctica, en este
caso tenemos el texto. Posteriormente, varios de sus alumnos, en sus ratos de ocio ponen en
práctica algunos de los juegos aprendidos y se los cuentan a otros niños. Con el paso del
tiempo esos juegos se popularizan y aparecen variantes motivadas de la falta de jugadores
o de que hay demasiados, del cambio de un material por otro, etc. actuando desde el texto
en la escuela se ha repercutido en el contexto y se han recuperado algunos juegos
tradicionales.
El único problema es que al maestro le resulta imposible determinar y evaluar la influencia
de su trabajo en el contexto. Puede valorar si sus alumnos saben o no jugar a algunos de los
juegos explicados, puede observar incluso cómo resuelven los problemas cognitivos o
motores que las diferentes situaciones de juego plantean, puede incluso saber si alguno de
sus alumnos practican los juegos aprendidos fuera del horario de clases, pero no puede
determinar si ese juego perdurará o no con el paso del tiempo. En cualquier caso siempre
valdrá la pena intentarlo.
ACCIÓN PEDAGOGICA:
Cuando más se libera el profesor de la conducta directa del juego, más disponible esta
para observar.
El profesor no da inmediatamente las soluciones y las reglas, sino que deja tiempo a los
niños para que puedan darse cuenta de los problemas, buscar soluciones, probarlas, etc.
El tiempo dedicado al juego es más importante que el tiempo de reflexión y discusión.
Evitar los juegos que incluyen la eliminación en los que el niño queda mucho tiempo
inactivo.
La intervención del profesor debe cumplir determinadas condiciones:
a) Ser discreta
b) Guiar las situaciones.
c) Vigilar el grupo y la repartición de tareas.
d) Favorecer la expresión de todos los niños.
e) No dar soluciones de ante mano.
El respeto por el núcleo de lo que es jugar, garantizará que el niño cumpla cabalmente con
su función en la vida del hombre.
Otro aspecto importante a considerar es el estadio evolutivo en el cual se analiza la
conducta del juego, lo cual hace variar circunstancialmente las características que
presenta. No puede compararse el juego del bebé con el del adolescente, buscando una
única e inamovible categoría de referencia, pues los supuestos son diferentes en una y otra
edad.
EL JUEGO CENTRALIZADO:
El niño, al que llamamos “preescolar”, esta aún en una etapa muy importante de su desarrollo
corporal.
De los 2 a los 5 años su locomoción es más coordinada, su aprehensión es más precisa, tiene
un mayor conocimiento de su cuerpo y una utilización cada vez más adecuada del mismo. A
través de su cuerpo y con él, entre en relación con el mundo.
El juego centralizador es un recurso didáctico que puede caracterizarse como una actividad
organizada de carácter lúdico, que núclea alrededor de un eje central, una serie de
actividades simultáneas relacionadas con los intereses inmediatos del niño.
Es uno de los medios que se utilizan en la primera sección en la que asiste el niño de Jardín
de Infantes, para el logro de los objetivos curriculares.
El juego centralizado esta estructurado con características que responden esencialmente a
las necesidades del primer momento de esta evolución y que estimula su desarrollo gradual.
Su evaluación nos permita, junto con las evaluaciones de las otras actividades, comparar
entre el estado previo de las conductas que se esperan que los alumnos logren y el
posterior, de logros o no.
No solamente se puede, sino que se debe evaluar el juego centralizador durante todos sus
momentos.
Capítulo V
“LA
IMPORTANCIA
DEL JUEGO
EN EL NIÑO”
INTRODUCCIÓN:
L a importancia del juego es un desarrollo social del hombre, tanto por su origen, su
contenido, como por su significación.
Así como el adulto utiliza el lenguaje para expresar sus estados de ánimo, el niño lo hace por
medio del juego, pudiendo así comunicar lo que esta sintiendo.
Gessell dice que; “El juego es una mezcla de pasado, presente y futuro”. El pasado mediante lo
heredado y lo no aprendido representando una necesidad evolutiva, el presente, mediante
funciones vitales para el desarrollo del niño; y el futuro, porque lo prepara para las nuevas
actividades.
Es así, como en este capítulo, demostraremos que gran parte del desarrollo de la infancia
reobtiene gracias al juego.
El juego es la actividad más importante, a través de la cual el niño se pone en contacto con la
realidad. Forma parte del desarrollo psicosexual del niño y a través del juego aprende y hace
suya la sociedad.
El niño juega porque necesita hacerlo.
Cuando lo hace libremente esta poniendo a prueba sus propias capacidades, ejercitando sus
aptitudes. Jugando, va pasando de lo conocido a lo desconocido y viceversa.
Uno de los aspectos importantes del jugar es que permite consolidar habilidades, dado por el
carácter de repetición que tiene.
Los niños necesitan del juego tanto como del aire que respiran. No sólo porque a ellos les gusta
y divierte, sino porque lo estimula en su desarrollo psicomotriz.
Según LA UNESCO, el juego es imprescindible durante los primeros siete años de vida de
todos los niños, porque cumple dos funciones básicas:
La osificación: su esqueleto nace inmaduro, necesita reforzarse y calcificarse
gracias al estímulo del movimiento corporal.
La mielinización: el cerebro debe terminar de madurar en los primeros años de
vida, el niño no nace con todas las conexiones listas para funcionar. El juego ejerce un estímulo
en uso de su cerebro.
Tan importante es ésta función, y tan espontánea es en los chicos, que muchas veces los
grandes pueden intervenir para estimular esta actividad. El juego favorece también la
sociabilidad con otros chicos, le permita aprender conceptos abstractos, desde matemáticas
hasta ideas morales.
Poco a poco comprende que no se debe hacer trampa, que cada niño tiene derecho a un turno
en la hamaca o en la bicicleta, o que saber contar es importante para no perder en algunos
juegos.
DESCARGA DE EMOCIONES.
Los niños no tienen control sobre sus emociones. Ese mundo alejado de lo racional que muchas
veces es difícil hasta para los adultos, resulta inmanejable para los chicos; sufren temores
muy intensos, vergüenza, a veces angustias que descargan a menudo durante sus juegos.
Por eso se sienten tan atraídos por monstruos, historias de brujas o robots, etc., porque a
través de estas invenciones descargan miedos y pesadillas y expresan su agresividad.
JUGANDO SE APRENDE.
A través del juego el niño se entretiene, conoce y participa, mediante la fantasía, de
situaciones de la vida real. Así comienza su proceso de sociabilidad y de integración con la
comunidad.
Es fundamental saber si el niño cuenta con el material adecuado: en primer lugar, diverso: en
segundo lugar, renovado de acuerdo con su evolución motriz e intelectual.
El niño descubre y hace suyo el entorno que lo rodea: pensemos en juego como
el escondite y sus variantes. El niño descubre progresivamente el espacio y las posibilidades
del mismo. Sabe dónde puede ir, por dónde, cuánto tiempo tardará, etc. poco a poco el niño
interioriza ese entorno de juego, lo hace suyo, y amplia el conocimiento a otras situaciones de
la vida.
El niño se relaciona, acepta las reglas y a los demás : la mayor parte de los
juegos son colectivos. Esto conlleva la necesidad de llegar a acuerdos con los otros. Para
empezar hay que acordar a qué se va a jugar, tras algunas liberaciones el grupo puede decidir
qué jugará a “Policías y ladrones”; después hay que saber como vamos a jugar: el espacio
permitido y el no permitido, la posibilidad o no de salvar a los jugadores capturados, etc.
durante el juego surgirán algunas situaciones conflictivas (“¡Te ha tocado!” “¡Tocar no es
atrapar!”) que implicarían una matización de las reglas (por ejemplo, se considera capturado un
jugador cuando lo han tocado, aunque no le agarren). También durante el juego puede surgir
personas que traten de salarse algunas de las reglas en su propio beneficio. El grupo será el
encargado de resolver estas y otras situaciones proponiendo soluciones, impartiendo justicia,
etc. y esto lo hará por consenso colectivo, ya que de lo contrario el juego puede finalizar. A
veces, el niño que no consigue hacer prevalecer su opinión por sobre la del grupo, amenazará
con desaparecer, al fin y al cabo ¿qué otra cosa puede hacer? Así, el niño aprende, poco a poco
a aceptar las reglas de juego, las soluciones impuestas por el grupo y a sus propios compañeros
de juego. Jugar inicia a los niños en la aceptación de reglas comunes compartidas,
favoreciendo así su integración social.