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P. J O S É MENDIVI
DE LA COMPAÑÍA DI-: J E S Ú S
S E G U N D A EDICIÓN
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TEODICEA
POR EL
P. J O S É MENDIVE
DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS
SEGUNDA EDICIÓN
VALLADOLID
IMP. Y L I B . DE LA VIUDA DE CUESTA É HIJOS
calle de Canlarranas, nüms. 38 y 40
1887
ELEMENTOS DE TEODICEA.
CAPÍTULO PRIMERO.
D e la existencia de D i o s .
ARTÍCULO PRIMERO.
A R T Í C U L O II.
PROPOSICIÓN PRIMERA.
17.—Prueba de la i . p.—1.°
1
Si Dios fuera objeto
inmediato de nuestra inteligencia, nosotros tendría-
mos conciencia del tal conocimiento inmediato; puesto
que un acto tan excelente como este y perennemente
producido por nuestra inteligencia no podría menos
de ser visto por ella. E s así que nosotros no tenemos
conciencia del tal acto; pues por mucho que reflexio-
nemos sobre nosotros mismos y sobre nuestros pro-
pios actos, nunca nos e n c o n t r a m o s con la intuición
de la Divinidad. L u e g o la tal intuición es un p u r o
sueño de los ontólogos ó entistas. 2 . A d e m á s , si
0
A R T Í C U L O 111.
§ I. ARGUMENTOS METAFÍSICOS.
§ I I . ARGUMENTOS FÍSICOS.
§ I I I . ARGUMENTOS MORALES.
CAPÍTULO Ií.
D e la naturaleza divina.
A R T Í C U L O PRIMERO.
CAPÍTULO III.
D e los atributos absolutos de la natura-
leza divina.
ARTÍCULO PRIMERO.
PROPOSICION.
(1) Toledo, in i . i m
S . ThomEC, q. 5. art. 7. concl. 1.* § Ad-
verte ulterius.
- 4 8 -
nimas y de la naturaleza divina se afirma que es
sabia, prudente, j u s t a , santa, poderosa, etc., con
lo cual le atribuimos perfecciones realmente diversas.
J09.—Respondamos á e s t a s objeciones; que importa
mucho saber su solución. A la primera se responde
que en verdad tiene l u g a r la tal doctrina cuando
se trata de emanaciones naturales, pero no cuándo
se habla de efectos libres: porque un artífice puede
producir la variedad de artefactos que le venga en
voluntad. Ahora bien, Dios no ha producido el m u n -
do p o r espontaneidad de su naturaleza sino por libre
elección de su voluntad: luego bien se compadece
con la simplicidad s u m a de su naturaleza la inmensa
variedad de las cosas criadas.
1 1 0 . — A la segunda decimos que cada una de las
divinas personas se identifica realmente con la esen-
cia y por consiguiente no forma composición con ella
sino simplicísima unidad. T a m p o c o forman compo-
sición una con otra, sino que simplemente se dis-
tinguen entre sí sin que la una sea parte de la
otra.
• n i . — L a tercera tendría algún valor, si las perso-
nas añadieran algo de nuevo á la esencia, como las
diferencias en las especies añaden algo de nuevo á la
razón genérica, v. g. la racionalidad á la animalidad.
Pero las personas no añaden nada de nuevo á la
esencia divina: porque ésta es acto purísimo y desti-
tuido de toda determinabilidad ó capacidad recepti-
va. La esencia divina por sí m i s m a y en virtud de su
m i s m o ser simplicísimo es cada una de las tres divi-
nas personas, a u n q u e las personas se distinguen
realmente entre sí. Este es un misterio de nuestra fe,
impenetrable á la razón h u m a n a ; la cual, así como
por la fe sabe que las tres divinas personas se identi-
fican realmente con la esencia distingiéndose real-
— 49 —
mente entre sí, por la m i s m a fe debe creer también
que esto no pone composición alguna en la esencia
divina, puesto que ambas cosas le son reveladas en
el mismo misterio.
i i 2 . — F i n a l m e n t e la cuarta solo prueba que los
atributos divinos se distinguen entre sí virtualmente
ó con distinción de razón raciocinada (O. 130); por-
que con esta distinción ya tenemos lo suficiente para
afirmar de la divina naturaleza las perfecciones di-
chas. E n esta naturaleza altísima, fuente y origen de
toda perfección creable, están contenidas las perfec-
ciones de todas las criaturas por una manera emi-
nencial (85). Ahora bien, lo que es realmente dis-
tinto en la multiplicidad de los artefactos, es en
realidad uno y solo virtualmente múltiple en el ideal,
como lo que es realmente múltiple en las r a m a s de
un árbol es solo virtualmente múltiple en el tronco
y realmente uno.
1 1 3 . — S e replicará: ¿Cómo podemos hablar de esta
m a n e r a en orden á la existencia de todas las perfec-
ciones creables en la esencia divina sin haber proba-
do primero que esta esencia es numéricamente una?—
Cómo? Facilísimamente. El que la naturaleza divina
contenga en sí por una manera eminencial las per-
fecciones creadas y creables de las ^criaturas no le
viene del supuesto ó supuestos en que la queremos
suponer existente, sino de sí misma ó de su misma
razón metafísica de naturaleza increada y primer
motor inmoble; razón, que se encontrará uniforme
y específicamente la m i s m a en todos cuantos supues-
tos le sean posibles, sean estos absolutos.ó relativos.
Por consiguiente ninguna necesidad tenemos de pro-
bar primero que sea n u m é r i c a m e n t e una: bástanos
seguir hablando de ella en l_a m i s m a forma que hemos
comenzado al d e m o s t r a r la existencia de Dios, esto
Teodicea. 4
— o —
5
ARTÍCULO II.
PROPOSICIÓN.
La naturaleza divina es infinitamente perfecta.
ARTÍCULO III.
PROPOSICIÓN SEGUNDA.
1 4 0 . — D e m o s t r a c i ó n . — 1 . ° L a eternidad esencial es
una total, simultánea y perfecta posesión de una vida
interminable (O. 3 3 6 ) . E s así que Dios posee una vida
de esta clase. P o r q u e , como ser absolutamente nece-
sario, carece de principio y de fin (O. 3 1 9 ) ; como ser
absolutamente inmutable, no puede recibir en sí m u -
danza a l g u n a ( 1 3 6 - 1 3 7 ) ; como acto purísimo posee en
acto todo lo que le es posible, (48) y conoce y quiere
invariablemente desde toda la eternidad todo cuanto
ha de conocer y q u e r e r en adelante ( 1 5 9 - 1 9 0 ) .
Luego
1 4 1 . — 2 . L a vida de Dios está en los actos de su in-
0
PROPOSICIÓN TERCERA.
1 4 8 . — D e m o s t r a c i ó n . — i . ° L a inmensidad consiste en
estar por su misma esencia determinado á tener pre-
— 62 —
senté su sustancia en todo l u g a r real sin padecimiento
de mudanza alguna. (O. 4 5 6 ) . E s así que Dios posee esta
determinación. P o r q u e el tener presente su sustancia
un ser en un l u g a r es perfección, el tenerla simultá-
neamente en muchos es m a y o r perfección, y el tenerla
en todos es s u m a perfección, la cual no se puede ne-
g a r al ente infinitamente perfecto. L u e g o . . .
1 4 3 . — 2 . Si Dios no fuese esencialmente i n m e n s o ,
0
PROPOSICIÓN.
A R T Í C U L O PRIMERO.
Ciencia de Dios.
1 5 8 . — C i e n c i a es un conocimiento claro y evidente de
alguna cosa. Que Dios tenga este género de conoci-
miento no cabe la m e n o r duda; y a que la admi-
rable a r m o n í a del m u n d o universo salido de sus divi-
nas manos lo está publicando claramente, y a p o r q u e
Dios es la fuente originaria de toda sabiduría y no
puede carecer de las perfeciones que brillan en sus
criaturas. L o que debemos aquí investigar es la natu-
raleza y el objeto de esta ciencia por una parte, y por
otra el m o d o con que conoce Dios este su objeto. Esto
es lo que v a m o s á t r a t a r en los dos párrafos en que
dividiremos este artículo.
- 6 8 -
PROPOSICIÓN PRIMERA.
PROPOSICIÓN SEGUNDA.
PROPOSICIÓN TERCERA.
PROPOSICIÓN CUARTA.
PROPOSICIÓN QUINTA.
PROPOSICIÓN SEXTA.
han tornado del original. Oigamos âuno y otro escritor. Dice Go-
net: Scientiam mediam esse novam et antiquis Theologis pror-
sus incognitam, plures ex ejus defensoribus asserunt. Molina in
Concordia ad quœst. 2 3 . art. 4. et ç. hcec scribit: Quia hœc
nostra ratio conciliand.ee libertatis arbitrii cum divina prœde-
slinatione, alternine quem vidimus, fuit hucusque tradita, ideo
paulo fusius est exponenda. Addit: Si ab Angustino ea data et
explanata fuisset; Pelagiana hceresis numquamfuisset exorta;
neque ex Augustini opinions concertationibusque ejus cum Pe-
lagianis, tot fidèles fuissent turbati, nec ad Pelagianos defecis-
sent. (Gonet, Cly.peus Theologiae thomisticœ quinque tomis
comprehensus, disp.6. descientiamedia, art. 2. edit, nona, 1733).
Billuart se expresa en estos términos: «Porro scientiam mediam
esse novam in Scholis Catholicis, Patribus et antiquis Theolo-
gis ignotam, palam profitentur ipsimet ejus Assertores. In pri-
mis ipse Molina in Concord. q. 23 art. 4. et 5. Disp. 1. mem-
bro uh. Edit. Ulyssipon. 1588. se hujus inventorem jactat:
Longior, inquit,yW in hac dìspulatione, quam putaram; quia
tarnen res est magni momenti et valde lubrica, et hœc nostra
ratio conciliandi libertatem arbitrii cum divina prcedestinatione
a nemine quem viderim hue usque tradita luit, ideo saltus hœc
duxi paulo fusius explicare. Item ibid. Qux, nempe quatuor
principia conciliandœ libertatis cum divinis decretis, inter quae
tertio loco reponit scientiam mediam, si data explicataque sem-
per fuissent, forte neque Pelagiana hœresisfuisset exorta, neque
ex Auguslini opinione concertationibusque cum Pela gianis tot'
fidèles fuissent turbati, ad Pelagianosque defecissent; facileque
_ 7 6 -
PROPOSICIÓN PRIMERA.
1 7 7 . — P r u e b a de la i. p.—1.°
A
L a s cosas actuales son
cognoscibles directamente en sí m i s m a s , puesto
que en sí m i s m a s tienen una realidad v e r d a d e r a
distinta de la realidad divina. L u e g o son vistas por
PROPOSICIÓN SEGUNDA.
1 7 8 . — D e m o s t r a c i ó n . — 1 . ° S e g ú n lo demostrado en
la primera tesis, Dios conoce desde toda la eternidad
las cosas presentes directamente en sí m i s m a s . E s así
que cuanto ahora es presente para nosotros, es
futuro para nuestros antepasados y pasado para
los venideros, puesto que estas palabras presente,
pasado y futuro no indican sino diversas partes del
tiempo relacionadas unas con otras ó bien diversas
relaciones de las partes del movimiento (O. 3 4 1 ) .
L u e g o Dios desde toda la eternidad conoce directa-
mente en sí mismas todas las cosas que respecto de
nosotros son futuras.
1 7 9 . — 2 . " Si no conociese Dios desde la eternidad
directa é inmediatamente en sí m i s m a s las cosas fu-
t u r a s , su ciencia se mudaría cuando fuesen éstas p r e -
sentes, puesto que las cosas presentes las conoce de
este modo. E s así que la ciencia divina no es suscepti-
ble de mudanza a l g u n a , porque de lo contrario Dios
m i s m o estaría sujeto á m u d a n z a . L u e g o . . .
Dice m u y bien Santo T o m á s á este propósito:
«Puesto que Dios conoce las cosas existentes como
son en su determinado ser, las conocería de u n a
m a n e r a cuando existen y de otra antes de ser hechas,
y con esto la ciencia divina iría recibiendo aumento
- 8 b -
en su perfección con los sucesos de las cosas (i).»
Y explanando más este concepto sobre el conocimien-
to directo é inmediato de que v a m o s hablando, dice:
«El acto del divino conocimiento se extiende á lo
contingente, por m á s que ahora sea futuro, al modo
que nuestra vista se extiende á lo que actualmente
existe. Y porque el ser existente, en la suposición
de que exista, necesariamente existe, siquiera no
envuelva necesidad absoluta; por esto se dice que
considerado en sí m i s m o es contingente: pero refe-
rido al conocimiento de Dios es necesario, porque
á este conocimiento no se refiere sino en cuanto
existe en su ser actual. P o r esta causa dicho conoci-
miento se asemeja al acto con que yo veo á Sortes cor-
rer actualmente en mi presencia, el cual objeto en
sí mismo es una cosa contingente pero con respecto á
m i visión dice necesidad (2).» Esto m i s m o enseña el
Santo Doctor en otros varios lugares de sus obras y
particularmente en una carta dirigida por él á un tal
Bernardo, abad de Montecasino, y escrita de propósito
PROPOSICIÓN TERCERA.
intrínsecamente ó en sí m i s m o s , d é l a m i s m a manera
son también intrínsecamente ó en sí mismos cognos-
cibles, pues la cognoscibilidad de un ser es una conse-
cuencia inmediata de su realidad; 4 . finalmente, por-
0
PROPOSICIÓN CUARTA.
Voluntad divina.
PROPOSICIÓN PRIMERA.
PROPOSICIÓN SEGUNDA.
PROPOSICIÓN TERCERA.
, PROPOSICIÓN TERCERA.
PROPOSICIÓN TERCERA.
2 1 2 . — D e m o s t r a c i ó n . — 1 . ° L a inmutabilidad en orden
á la libertad divina supone ya el ejercicio de este atri-
buto y sólo niega la capacidad de revocar ó m u d a r la
elección hecha. E s así que Dios tiene hecha esta elec-
ción desde toda la eternidad, sin que haya estado un
solo momento indiferente para elegir una cosa ú otra,
ARTÍCULO III.
P o d e r de Dios.
PROPOSICIÓN.
3 3 7 . — D e m o s t r a d a ya en el precedente párrafo la
primera acción de la Causa p r i m e r a , pasemos ahora
á evidenciar la segunda en el presente. E n él afirma-
mos que la conservación de los seres es tan propia y
exclusiva de la Causa p r i m e r a como la m i s m a crea-
ción. De donde resulta que las cosas criadas, p a r a
censervarse en el ser recibido, necesitan de un influjo
tan directo é inmediato por parte de la Causa prime-
ra como lo necesitaron para pasar simplemente del
no-sér al ser.
2 3 8 . — D o s m a n e r a s hay de conservación, á saben-
la indirecta ó negativa y la directa ó positiva. L a p r i -
mera se ejecuta impidiendo á los agentes naturales
que destruyan con su acción propia y peculiar alguna
cosa, como cuando para impedir que el viento apa-
g u e la luz, la preservamos de su acción g u a r d á n d o l a
con nuestras manos ó metiéndola en un fanal. L a
segunda se practica obrando directa é inmediatamen-
te sobre la cosa que se pretende conservar, como
cuando para mantener en el aire un cuerpo cualquie-
PROPOSICIÓN.
Todas las cosas criadas necesitan de la conservación
directa y positiva del Criador para poder continuar
en su existencia.
PROPOSICIÓN PRIMERA.
259.—Demostración.—1." N i n g u n a c r i a t u r a puede
producir efecto alguno bajo la razón formal de ser
sino bajo la de tal determinado individuo de una cierta
naturaleza (231). E s así que en toda cosa producida
por las c r i a t u r a s existe no sólo la razón formal dimi-
nuta de tal determinado individuo, sino también la
generalísima de ser. L u e g o en su producción debe in-
fluir inmediatamente no sólo la causa s e g u n d a sino
también la p r i m e r a , á quien corresponde únicamente
obrar bajo la tal formalidad generalísima.
260.—2. Este mismo a r g u m e n t o lo podemos u r g i r
0
PROPOSICIÓN SEGUNDA.
(1) «Illa enim propositio assumpta (a Scoto) non est sic in-
telligenda quasi sit aliqna duratio naturai, in cuius primo in-
stanti causa prima respiciat effectum: et in secundo causa se-
cunda. Puerilis enim hic est sensus, ex quo tamen consequentia
processisse videtur, sed est intelligenda quoad independentiam
et intimitalem: attingit enim prima causa effectum secundce et
independentius et intimius.-quam secunda (Id. ibid.)i>
—116—
de lo justo este tratado. V e a quien g u s t e de ello
lo que sobre este asunto hemos escrito en la Teodicea
latina, si no tiene tiempo para consultar otros autores,
que han escrito con m u c h a m á s extensión sobre lo
m i s m o , cual es por ejemplo el Doctor Cerf. ( i ) . S o b r e
todo no deje de leer lo que con mano v e r d a d e r a m e n -
te maestra h a escrito un ilustre a u t o r de la orden
dominicana, el P. J o s é de Vita (2). E l Cardenal C a y e -
tano de la misma orden explica también á Santo T o -
m a ? en el m i s m o sentido, teniendo p o r u n a cosa pue-
ril lo que m á s tarde ideó el P . B a ñ e z , inventor de la
premoción física (3), como y a h e m o s visto m á s
arriba (267).
270.—Pero dicen los bañezianos: L a causa segunda
sin la premoción determinante causada p o r Dios está
en potencia para producir su efecto. A h o r a bien,
lo que está en potencia p a r a o b r a r , no puede obrar
de hecho, si no es movido y determinado p o r un ser
actuante: como lo que está en potencia para ser
y no tiene de hecho el ser, no puede recibir de sí
m i s m o la existencia (4).
271.—Respuesta.—La causa segunda, cuando está
movida por su motor propio y por consiguiente
por la Causa p r i m e r a que la mueve á u n a con él, no
se halla y a en potencia pasiva p a r a producir su efecto
sino en acto primo próximo; y así al ejercer su acción
A R T Í C U L O IV.
Providencia de Dios.
PROPOSICIÓN PRIMERA.
(1) I d . ibid. a d 4 . m
— 127 —
Pero explicado el concurso en la forma arriba indi-
cada, nuestra libertad queda perfectamente intacta;
porque con esto la voluntad divina no arrastra inven-
ciblemente en su movimiento anticipado á la voluntad
h u m a n a , sino que únicamente la e m p u j a con suavi-
dad h a c i a el bien, dejando empero en sus manos la
determinación de sus propios actos.
298.—De esta suerte Dios es el primer determinante
absoluto y mediato de nuestros actos libres, en cuanto
que ha resuelto libremente desde toda la eternidad
criar nuestra a l m a ' provista de todos los elementos
"necesarios para el uso de su albedrío, entre los cuales
se encuentra el concurso general y determinable de
su omnipotencia; pero nuestra voluntad es el primer
determinante hipotético é inmediato, de forma que
sólo ellas les da la denominación de imediatamente
libres, como solo ella les da la de verdaderamente vita-
les, si bien ni una ni otra formalidad les pueden ser
comunicadas por la voluntad sin concurrir á su de-
terminación libre la divina omnipotencia.
299.—Los bañezianos se imaginan que de este
modo nuestra determinación no será producida por
Dios; pero este es un g r a n d e error, porque la deter-
minación no es una cosa realmente distinta de la
acción libre producida simultáneamente por Dios
y por la voluntad. Sólo que esta acción no es inme-
diatamente libre sino con respecto á nuestra voluntad,
y así de ella sola puede recibir la denominación de
inmediatamente libre, como de ella sola tiene la de
vital. Cuando en el o r d e n de la gracia concurren
simultáneamente el hábito sobrenatural y la voluntad
h u m a n a . á la producción de algún acto, ¿no le da el
hábito la razón de sobrenatural y la voluntad la de
libre, sin e m b a r g o de estar producido totalmente p o r
a m b o s principios? Pues una cosa semejante sucede
- 1 2 8 -
en nuestros actos con respecto á la voluntad y á
la Causa p r i m e r a ; las cuales influyen juntamente en
ellos, pero cada una bajo su formalidad propia,
la Causa primera como motor universal y por conse-
cuencia lógicamente determinable, la causa segunda
como motor particular y por io m i s m o lógicamente
determinante.
PROPOSICIÓN SEGUNDA.
Teodicea. 9
—130 —
304.—Pero se dirá: Si Dios tiene especial providen-
cia del hombre, ¿por qué ha hecho tan dificultosa la
práctica de la virtud? ¿por qué derrama en esta vida
los males igualmente sobre los buenos y los malos?
¿por qué finalmente permite que tantos mueran en
pecado y se pierdan para siempre?
305.—Respuesta.—i." Dios no hace dificultosa la vir-
tud: porque la tal dificultad es inherente á nuestra
flaca naturaleza, compuesta de dos elementos tan dis-
tantes como son cuerpo y alma espiritual. Preguntar
por qué nos ha hecho Dios dificultosa la virtud, es lo
mismo que inquirir ó pretender saberla causa por
qué ha criado nuestra naturaleza. L a crió porque tuvo
por conveniente el criarla y nada más. Entre las natu-
ralezas posibles una era la nuestra; eslabón admira-
ble, que une al mundo puramente espiritual con el
puramente material. ¿Por qué, pues, no la habia de
criar, siendo posible? ¿Porque nos habia de ser natu-
ralmente difícil la guarda de su santa ley? Este no.es
motivo suficiente para que Dios fuese privado de su
propia libertad, máxime resultando de esta misma
dificultad más estimable y honrosa la vida horiesta y
virtuosa.
3 0 6 . — 2 . Dios no derrama tampoco ordinariamente
0
De la existencia de Dios.
Págs.
CAPÍTULO II.
De la naturaleza divina.
CAPÍTULO III.
Págs.
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