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Texto nº 1.
... en lugar de ese gran número de preceptos de que la lógica está compuesta,
creí yo que tendría bastante con los cuatro siguientes, con tal de que tomase la
firme y constante resolución de no dejar de observarlos ni una sola vez.
Era el primero, no aceptar nunca cosa alguna como verdadera que no la
conociese evidentemente como tal, es decir, evitar cuidadosamente la
precipitación y la prevención y no admitir en mis juicios nada más que lo que se
presentase a mi espíritu tan clara y distintamente, que no tuviese ocasión alguna
de ponerlo en duda.
El segundo, dividir cada una de las dificultades que examinase en tantas partes
como fuera posible y como se requiriese para su mejor resolución.
El tercero, conducir ordenadamente mis pensamientos, comenzando por los
objetos más simples y fáciles de conocer para ascender poco a poco, como por
grados, hasta el conocimiento de los más complejos, suponiendo incluso un orden
entre los que no se preceden naturalmente.
Y el último, hacer en todas partes enumeraciones tan completas y revistas tan
generales que estuviese seguro de no omitir nada.
DESCARTES: Discurso del Método. II
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Texto nº 2.
Decimos, en segundo lugar, que las cosas llamadas simples en relación con
nuestro entendimiento son puramente intelectuales, o puramente materiales, o
comunes. Son puramente intelectuales las que son conocidas por el
entendimiento gracias a una luz innata y sin ayuda de ninguna imagen corporal.
Ahora bien, ciertamente hay algunas que son así, y no se puede formar ninguna
idea corporal que nos represente lo que es el conocimiento, lo que es la duda, lo
que es la ignorancia y, tampoco, lo que es la acción de la voluntad, que es lícito
denominar volición, y cosas semejantes, que sin embargo conocemos todas
realmente y tan fácilmente que nos basta para ello con haber recibido como
herencia la razón. Puramente materiales son las cosas que uno sabe no existen
más que en los cuerpos, como la figura, la extensión, el movimiento, etc.
DESCARTES: Reglas para la dirección de la mente, Orbis, Barcelona, 1983 (trad.
F. De P Samaranch).
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Texto nº 3.
Me doy cuenta de que existe una gran diferencia entre la mente y el cuerpo, por
el hecho de que el cuerpo, por su naturaleza, es siempre divisible, la mente, en
cambio, es claramente indivisible; y es que, realmente, cuando la considero –o
bien me considero a mí mismo, en la medida en que soy sólo una cosa pensante–
no puedo distinguir partes en mí, sino que entiendo que soy una cosa claramente
una y entera, y aunque la mente entera parezca estar unida al cuerpo entero,
con todo, cuando se ha amputado un pie o bien un brazo, o cualquier otra parte
del cuerpo, a causa de esto no conozco en absoluto nada que se haya quitado de
la mente y las facultades de querer, de sentir, entender, etc. tampoco no se
pueden llamar “partes de la mente”, porque la mente que quiere, que siente,
que entiende, es siempre una y la misma. Pero, en cambio, no puedo pensar
ninguna cosa corporal o extensa sin dividirla fácilmente en partes en el
pensamiento y sin entenderla, por esto mismo, como divisible. Esto sólo sería
suficiente para enseñarme que la mente es totalmente diferente del cuerpo, si
ya no lo supiera yo bastante por otro lado.
DESCARTES: Meditaciones metafísicas.
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Texto nº 4.