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PARA MEJORAR EL MÉTODO Y EL ESTILO DE TRABAJO DE LOS

CUADROS

En este pleno del Comité del Partido de la Provincia de Piong-an del Sur, caí en la cuenta de
muchas cosas oyendo el informe del camarada presidente del comité provincial y las intervenciones
de numerosos compañeros.
En particular, en el pleno me llegó a lo vivo que nuestros cuadros se valían para todo del método
administrativo.
En el pasado, los imperialistas japoneses gobernaron al pueblo coreano con el "absolutismo
policiaco", usándolo como el único método de dominación, y ordenaron todo por la vía
administrativa.
Ya pasaron 15 años desde la liberación de nuestro país del yugo colonial del imperialismo
japonés. Pero entre nuestros cuadros no ha desaparecido aún esa rutina de recurrir para todo al
método administrativo. Hoy día este es el defecto principal en las actividades de nuestros cuadros.
Por método administrativo de trabajo se entiende aquel que se vale para el trabajo de órdenes,
castigos y resoluciones. Es decir, gobernar por la fuerza de la autoridad.
La batalla por la construcción del socialismo y el comunismo es una lucha revolucionaria.
Revolución fue tanto la Lucha Armada Antijaponesa que habíamos desplegado en el pasado como el
establecimiento de los comités populares, la realización de la reforma agraria, la nacionalización de
las industrias y la cooperativización agrícola después de la liberación; lo es asimismo, la batalla que
libramos hoy contra los imperialistas norteamericanos.
¿Para quién desplegamos la lucha revolucionaria? Para el bienestar de las masas populares. Es
decir, se hace la revolución para construir el paraíso socialista y comunista en el que todos por igual
puedan vivir felices, bien alimentados y vestidos y sin que haya privilegiados ni humillados.
La revolución no puede ser promovida sólo por la fuerza de una o dos personas. Es una obra de
y para las masas populares. Por eso, a fin de que triunfe la revolución, son indispensables la
participación de las amplias masas populares y su movilización por métodos políticos en la lucha
revolucionaria.
No digo, desde luego, que no se necesite en absoluto el método administrativo en la revolución.
Por ejemplo, cuando se organicen las filas, si todo el mundo quiere ponerse al frente y no a la
retaguardia, no se podrá lograr el objetivo. Entonces se precisará emplear el método administrativo,
es decir, ordenar a fulano ponerse al frente, y a mengano a la retaguardia.
Además, puede haber personas que sean difíciles de educar, por más que lo intenten. A ellas
habrá que domarlas por el método administrativo, que no es, pues, del todo innecesario.
Pero este método no pasa de ser un medio en el trabajo revolucionario, y nunca puede ser
recurso omnipotente.
No obstante, en la actualidad nuestros cuadros lo aplican en todos los trabajos como si fuera una
panacea. Esto es algo sumamente erróneo.
Para movilizar en la revolución una multitud de gentes, que pueden ser heterogéneas, es preciso
concienciar y guiar a todas ellas sin excepción. Concientizar a las personas significa conducirlas por
el camino de la revolución.
Como decimos siempre, para despertar la conciencia de los hombres es necesario dar prioridad a
la labor política. Tenemos que aplicar este método en cualquier trabajo.
Dar prioridad a la labor política significa inspirar a los hombres al cumplimiento de las tareas
revolucionarias dándoles a conocer bien su objetivo, su significación y el método para cumplirlas,
de modo que se movilicen a conciencia.
Por ejemplo, si este año se quiere realizar la mecanización en el campo, hay que explicar su
necesidad, sus ventajas y su método, así como quién debe ir al frente. De este modo, se debe lograr
que las gentes tomen parte activa en la lucha por la mecanización del agro con la decisión de
terminarla sin falta porque es una tarea muy importante y necesaria.
El objetivo de estas reuniones que han durado unos días, consiste también en dar a conocer qué
errores se cometieron en el cumplimiento del plan de la economía nacional del año pasado, cómo
trabajar para corregirlos y cumplir exitosamente el de este año, de qué manera realizar la
mecanización de la economía rural y cómo mejorar e intensificar la labor del comité popular. Así
pues, este pleno no es una reunión administrativa sino una reunión y una labor política, destinada a
despertar y movilizar a todos. Huelga decir que precisamente para dar prioridad a la labor política,
no se deben celebrar reuniones con frecuencia.
Los métodos de la labor política son diversos: la reunión, la conservación, la conferencia, la
explicación por el periódico, etc.
Hoy entre nuestros cuadros hay no pocos que no trabajan dando prioridad a la labor política
sino, únicamente, a la administrativa. Hasta los cuadros partidarios se valen de este método. Como
resultado, la labor del Partido va conviertiéndose en un quehacer administrativo.
Hay cuadros partidarios que no educan a los militantes, sino que los sancionan o califican de
personas de mala fe por el menor error que cometan, aduciendo su origen social y otras cosas. Este
es un estilo de trabajo perjudicial que separa al Partido de las masas populares.
Los coreanos tiene muchos residuos de la ideología del imperialismo japonés porque vivieron
bajo su dominación colonial. Entre ellos están los que para ganarse el sustento sirvieron en sus
organizaciones como empleados, profesores u obreros. Al fundar el Partido, inmediatamente
después de la liberación, tuvimos en cuenta esta situación. Debemos, pues, agrupar a todos, excepto
a un reducido número de elementos projaponeses y contrarrevolucionarios que, como lacayos de los
imperialistas nipones, se opusieron a la revolución y asesinaron a compatriotas.
Por supuesto que entre los militantes puede haber rezagados. Si no fuera así, el trabajo educativo
del Partido sería innecesario. Pero, en efecto los hay y es por eso que realizamos el trabajo de
educarlos para transformarlos y movilizarlos a la revolución.
Lo principal del trabajo del Partido ha de ser la educación.
La organización del Partido es como una madre para sus miembros, y éstos son como sus hijos.
¡Y cuánto no se esfuerza una madre para que sus hijos no se perviertan! Entre ellos puede haber uno
de carácter impetuoso, otro muy revoltoso, otro de buen corazón y otro de mala conducta. Pero la
madre los ama y educa por igual. Se preocupa siempre por si tienen hambre o frío, les aconseja de
antemano para que no caigan en el vicio y, cuando cometen un error, sintiéndose afligida, los
reprende rigurosamente y los educa. Así la madre ama a sus hijos con toda las fibras de su ser. Por
eso no hay hijo que aborrezca a su madre.
Nuestros cuadros partidarios deben amar a los militantes, como una madre ama a sus hijos. En
este caso, amar es educar. No puede existir el amor separado de la educación.
Los presidentes de los comités de distrito o comuna del Partido deben conocer bien a los
militantes y educarlos constantemente conforme a sus condiciones individuales, previniendo hasta
los errores en que puedan incurrir.
Nuestra experiencia demuestra que si los cuadros responsables conocen bien a los militantes, los
aman y los guían bien de acuerdo a sus características, no fracasan en ningún trabajo.
Lo mismo ocurrió cuando librábamos la Lucha Armada Antijaponesa: si los jefes amaban y
guiaban minuciosamente a sus soldados, marchaba bien el trabajo; en caso contrario, no lograban
éxitos.
En el caso, por ejemplo, de enviar un grupo de exploradores, el comandante les daba
indicaciones minuciosas sobre un mapa: si pasan tal monte aparecerá un camino del que deben
cuidarse al cruzar porque pueden estar emboscados los japoneses; en tal otro lugar hay una aldea
donde es probable que existan espías, y por eso deben andar con ojo avizor; si se les pregunta algo,
contesten de tal modo, etc. Entonces los exploradores regresaban habiendo cumplido sin falta la
misión. Pero si el comandante no les daba indicaciones concretas, sino, únicamente, la tarea de
reconocer cierto objetivo en tal lugar, entonces irremediablemente cometían algún error o
regresaban fracasados.
El presidente del comité del distrito o la comuna del Partido, al asignar tareas a los militantes,
debe explicarlas detalladamente. Todo esto forma parte de la educación. Ella no se limita a la que se
imparte en la escuela o en el centro de cursillos.
Pero en la actualidad algunos cuadros no educan ni cuidan a los militantes, y, cuando éstos
cometen errores, los reprenden y tratan de castigarlos. No hay que proceder así.
Nuestros militantes son compañeros revolucionarios que se han unido en un solo haz durante 15
años, desde la liberación hasta la fecha, a través de las duras batallas por la transformación de la
naturaleza y la sociedad y los sangrientos combates contra nuestros enemigos. Participaron
unánimemente, a raíz de la liberación, en la lucha por establecer el Poder Popular, efectuar la
reforma agraria, la nacionalización de las industrias y otras reformas democráticas; durante la
Guerra de Liberación de la Patria combatieron, derramando su sangre, contra la invasión armada de
los imperialistas yanquis, y después de ella lucharon por reconstruir sobre las ruinas las fábricas,
empresas y viviendas, así como por organizar cooperativas agrícolas e implantar el régimen
socialista. Los cuadros del Partido deben saber apreciar a estos compañeros revolucionarios,
educarlos y agruparlos.
Si una madre reprende y golpea a su hijo cada vez que lo ve, éste no podrá quererla aunque ella
le haya dado a luz y criado. Pero la respetará y amará, sin excepción, si es que ella lo ama de
corazón y corrige sus errores cariñosamente. Los trabajadores de nuestro Partido deben llevar a
cabo sus actividades con afecto maternal.
Hay que consolidar la unidad y cohesión del Partido.
Este problema fue insistentemente subrayado en el Pleno de Diciembre de 1959 del Comité
Central del Partido. Sólo fortaleciendo su unidad y cohesión podremos cumplir con éxito las
inmensas tareas revolucionarias que enfrentamos.
Hasta hoy hemos llevado a cabo muchos trabajos, pero aún nos quedan muchos más por realizar.
Los comunistas coreanos tienen ante sí las importantes tareas de fortalecer aún más la base material
y técnica del socialismo, acelerando con energía la edificación socialista en el Norte de la
República, reunificar la Patria y construir la sociedad socialista y comunista en toda Corea. Nuestras
tareas son inmensas y nos restan muchas cumbres por vencer. Para conquistar las empinadas cimas
del socialismo y la reunificación de la Patria debemos juntar, como un sólo hombre, a un millón de
militantes y consolidar férreamente la unidad y cohesión del Partido.
Pero por consolidar esta unidad y cohesión no queremos que se descuide la lucha de clases ni la
batalla ideológica en el Partido. Si no libramos la lucha ideológica, aparecerán en el Partido
concepciones capitalistas y otras ideas nefastas. Debemos combatirlas duramente sin entrar en
ningún compromiso.
En la sociedad socialista la lucha de clases asume dos formas. Una es la educación, la otra la
violencia. A los que sean susceptibles de educarse hay que transformarlos por este método, pero a
los enemigos reacios a ello se les debe aplicar la violencia. Tenemos que expulsar del Partido a los
elementos extraños que tratan de destruirlo desde dentro con sus ideas hostiles. Mas debemos
confiar en los que incurren en errores en el curso del trabajo o tienen un pasado social y político
complejo, y unirnos con ellos, educándolos y transformándolos.
Como dije a los trabajadores de la propaganda y agitación del Partido, durante la Lucha Armada
Antijaponesa no tuvimos otra cosa en que apoyarnos que la unidad. Luchábamos confiando
únicamente en la unidad y en la cohesión ideológica y volitiva de las filas revolucionarias.
Si los guerrilleros antijaponeses hubieran participado en la lucha revolucionaria por imposición
ajena, probablemente habrían huido en los momentos difíciles. Pero, como eran revolucionarios que
se unieron voluntariamente a la Guerrilla Antijaponesa con la decisión de combatir al imperialismo
japonés, lucharon a riesgo de su vida confiándose y ayudándose mutuamente. Si entre ellos hubiera
existido uno que no quisiera luchar juntos con nosotros, habría podido escapar con su fusil cuando
le tocara el turno de guardia. Pero confiábamos firmemente en todos los soldados y luchábamos
contra los enemigos y ayudándonos unos a otros. Esa confianza y unidad férrea con los camaradas
revolucionarios nos permitieron lograr la victoria en los 15 años de lucha contra el imperialismo
japonés. La experiencia de la Lucha Armada Antijaponesa nos muestra que sólo podemos triunfar
en la lucha revolucionaria cuando confiamos, apreciamos y nos unimos a los camaradas.
Todos los que militan ahora en nuestro Partido han ingresado en él voluntariamente, aceptando
su Programa y Estatutos, para construir el socialismo y el comunismo.
Si a raíz de la liberación, cuando fundamos el Partido, hubiéramos apartado a tal o cual persona
poniéndole las más peregrinas condiciones, no habríamos logrado realizaciones tan grandes como
las que vemos hoy. Si los militantes del Partido no nos hubiésemos unido y confiado mutuamente,
no habríamos podido fundar el Poder popular, ni efectuar la reforma agraria, la nacionalización de
las industrias y otras reformas democráticas, ni tampoco realizar hazañas tan notables como era
rechazar la invasión armada de los imperialistas yanquis, rehabilitar sobre las cenizas la economía
nacional destruida, y establecer el régimen socialista.
El poderío y la combatividad actuales de nuestro Partido se debe a su sólida unidad y cohesión y
al firme aglutinamiento de todos los militantes en torno del Comité Central.
La historia de nuestro Partido es la de consolidación de su unidad y cohesión en medio de la
lucha. Ustedes deben conocerla bien, lo mismo que su política.
En adelante debemos consolidar aún más esa unidad y cohesión. Es probable que los cuadros y
los demás militantes cometan errores en el trabajo. En tales casos no se debe tolerarlos o pasarlos
por alto, sino criticarlos a tiempo y corregirlos. Sin embargo, no está permitido castigarlos y
expulsarlos del Partido así no más. Aunque hayan cometido errores, hay que seguir empleándolos,
atenderlos y unirlos, educándolos y transformándolos.
El trabajo del Partido constituye, precisamente, una labor educativa y política. Las
organizaciones partidarias tiene que educar y aconsejar a los cuadros y otros militantes y elevar sus
capacidades políticas y prácticas para que todos ellos cumplan plenamente sus tareas
revolucionarias.
Los cuadros de organismos administrativos y económicos, para no hablar ya de los trabajadores
del Partido, no deben aferrarse exclusivamente al método administrativo sino realizar su labor
políticamente. No es omnipotente la administración sino la política.
Actualmente, los cuadros de los organismos administrativos y económicos consideran que el
trabajo político es de la incumbencia de los trabajadores del Partido, mientras que ellos deben
realizar los quehaceres administrativos y económicos, y que por eso pueden trabajar de manera
impositiva. Están equivocados. Tampoco ellos deben aplicar en su trabajo el método administrativo
sino el político que consiste en adentrarse en las masas, divulgarles ampliamente la política del
Partido, enseñarles la manera de ejecutarla y movilizarlas en su materialización.
En el ejército, antes de dar la órden de combate, el jefe informa a los soldados con qué enemigos
se tienen que ver, por qué deben combatir, la forma de hacerlo, así como su número y lugar de
dislocamiento. Del mismo modo, los cuadros de los organismos administrativos y económicos han
de anteponer el trabajo político a todos los demás quehaceres.
Los responsables de los organismos administrativos y económicos son, sin excepción ,
miembros del Partido del Trabajo. A todo militantes le incumbe llevar a cabo la labor política.
También los quehaceres económicos pueden ser realizados con éxitos cuando se impulsan por el
método político.
En el pasado, el ministro y los viceministros de la Industria Metalúrgica frecuentaron día y
noche, a título de viajes de orientación, la Fundación de Hierro de Juangje, pero su trabajo no
marchaba bien. Para encontrar la causa, fuimos allí, convocamos a una reunión del Partido y
escuchamos las opiniones de los militantes. Entre ellos había muchos y excelentes elementos
medulares, quienes analizaron punto por punto la causa de la deficiente marcha de la producción,
dejando ver muchos problemas interesantes. Así, para ahondar más en el estudio de los problemas,
prolongamos 3 días dicha reunión y luego abrimos la de sus organizaciones de taller.
Yo participé en la reunión de Partido del taller de acero. En este taller había muchos militantes
activistas, quienes criticaron en la reunión tal o cual defecto y propusieron esta u otra forma de
mejorar el trabajo. Luego de sintetizar sus buenas sugerencias reabrimos la reunión del comité de la
fábrica del Partido y tomamos las medidas para rectificar los errores. Como resultado, actualmente
en la Fundación de Hierro de Juangje aumenta la producción.
¿Qué demuestra esto? Que para lograr éxitos en cualquier tarea es indispensable hacer el trabajo
político.
En la Fundación de Hierro de Juangje nosotros logramos encontrar mediante la labor política la
causa de la deficiente marcha de la producción, pero el ministro de la Industria Metalúrgica no pudo
dar con ella porque, sin realizar esa labor, se encontró sólo con el director o el ingeniero en jefe y
regresó. Por lo tanto, en los trabajos partidario, administrativo y económico es preciso acabar de una
vez para siempre con el exclusivismo del método administrativo y aplicar de manera fundamental el
método político.
Esto no significa, por supuesto, que los organismos del Poder popular deben desistir del trabajo
administrativo. Al hablar y actuar con el método político no queremos decir que se deje el trabajo
administrativo, sino que, anteponiendo la labor política, hay que realizarlo por medio de la
organización y movilización de las masas.
Subrayo una vez más que lo principal del trabajo partidario es la educación. Por eso, no se
permite en él el procedimiento administrativo. Debemos eliminarlo de raíz, entre los trabajadores
del Partido, así como al formalismo y el burocratismo, y establecer con firmeza el método
revolucionario y el estilo popular de trabajo de nuestro Partido para registrar un gran avance en las
actividades del mismo.
A fin de cumplir plenamente con las tareas asignadas, las organizaciones del Partido deben
mejorar el papel de su comité.
Esto no significa en absoluto que los presidentes y otros miembros del comité del Partido abusen
de su autoridad, sino que discutan colectivamente todos los trabajos en el comité y se repartan las
tareas entre ellos y los cuadros administrativos para llevarlas a cabo. Así deben trabajar todos los
comités del Partido, sean los de fábrica, de distrito o de provincia.
El partido es, literalmente, una organización política integrada por muchas personas. Intensificar
la dirección y control del Partido significa que sus organizaciones discutan y resuelvan
colectivamente en sus respectivos comités todos los problemas planteados y realicen del mismo
modo sus actividades de dirección y control. Por eso les incumbe intensificar la consulta, la
dirección y el control colectivos de sus comités.
Hay que elevar el sentido de responsabilidad de los cuadros. Esto significa cumplir su papel en
bien de la revolución. De lo contrario. No pueden efectuar sus tareas revolucionarias.
Los cuadros deben empeñarse en acrecentar su sentido de responsabilidad y realizar
puntualmente todas las tareas, sintiéndose afligidos cuando vean marchar mal un trabajo. Mostrarse
indiferente, no importa si la tarea asignada se cumpla o no, indica una actitud holgazana hacia el
trabajo. Nuestros cuadros que luchan por el comunismo no pueden proceder así. Todos ellos,
elevando más su sentido de responsabilidad, tendrán que realizar satisfactoriamente sus tareas
revolucionarias.

Kim Il Sung. Discurso resumen pronunciado en un pleno del Comité del Partido en la Provincia de
Piong-an de Sur. 7 de enero de 1960.
Esta Edición es de Marxists Internet Archive, oct. 2005.

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